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El tema principal del libro es el juicio y la redención de Dios,

pues ambos están presentes. El versículo clave lo encontramos


en el capítulo 7 del libro de Miqueas, versículo 18, donde dijo:
"¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado
del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo,
porque se deleita en misericordia."
Miqueas 1:5
Regularmente la punta del iceberb de todos los pecados es la
rebelion en ocasiones queremos tratar con los pecados pero eso
solo es la punta del problema tenemos que tratar con la
rebelion, podemos rebelarnos a la voluntad de Dios o incluso,
rebelarnos con las personas que Dios puso para pastorearnos,
podemos venir a cristo con un corazon sincero y la rebeldia nos
hace estar segados para caminar bajo la voluntad de Dios. Es
necesario reconocer la voluntad de Dios en mi vida.
Si buscando a Dios te va mal esa es la voluntad de Dios por que
solo en esa condicion Dios puede transformar tu carácter a claro
esa condicion no es para siempre.
Cuando vivimos cosas buenas y excelentes en su voluntad es
estar en la tierra prometida, pero aun asi debemos andar
humildemente reconociendo que si estamos ahí es por Dios y no
por nosotros, por Dios pone personas entu vida para que
alcances su voluntad en esta tierra.

Ahora, debemos decir que Dios aborrece el pecado, pero que Él


ama el alma de los pecadores, y Él quiere salvarles. Amigo
oyente, el juicio es llamado "la obra extraña de Dios". Es
extraña, porque a Él no le agrada juzgar. Pero, como Él es un
Dios Santo, que aborrece el pecado, cualquier rebelión contra
Él, debe ser tratada con severidad. Él no podría hacerlo de otra
manera. Pero Él ama el alma de los pecadores. Dios desea
salvarlos y los salvará si se acercan a Él con fe.
Miqueas 2:1
Verso 4 y 5
Dios te despoja de tu seguridad para que confies en el. La fe cuesta y duele cuando tiene
que crecer Dios no te va dejar asi como estas cuando estas buscando su voluntad.
Miqueas condenó la violencia, la corrupción, el robo, la codicia,
el crudo materialismo, la bancarrota espiritual, y el sexo ilícito.
Bien se le podría llamar "el profeta de la ciudad".
Miqueas 3:1,2,3,4

¡Oíd! El primer mensaje que comienza en el versículo 2 es: "Oíd,


pueblos todos", se dirigió a "toda la gente". El segundo mensaje
fue específicamente dirigido a los líderes de Israel. Lo
encontramos en el capítulo 3, versículo 1: "Dije: oíd ahora,
príncipes de Jacob". El tercer mensaje se encuentra en el
capítulo 6, versículo 1. Miqueas comenzó con una palabra
personal, un ruego a Israel, para que se arrepintiera y regresara
a Dios. Dijo: "Oíd ahora lo que dijo el Señor".
Miqueas 4:12
Tenemos entonces en los primeros tres capítulos, la
proclamación de un juicio futuro por los pecados pasados, y en
los capítulos 4 y 5 el profeta Miqueas proclamó la profecía de la
futura gloria, a causa de las promesas pasadas. Nos queda el
capítulo 7 que, como una cuarta división la titulamos:
Perdonando toda la iniquidad a causa de quién es Dios y de lo
que Él hace.
Miqueas 6:2

Recordemos que Samaria fue la capital del reino del norte,


originalmente construida por Omri, rey de Israel. Pero, además,
fue un centro de idolatría. Se hizo famosa y de triste fama, por
causa de los reyes Acab y Jezabel que construyeron allí un
templo al dios Baal. Samaria fue construida en una localidad
muy hermosa, pero hoy en día todavía sólo podemos
contemplar sus ruinas. La profecía de Miqueas sobre Samaria se
cumplió literalmente, y las desoladas ruinas son un mudo
testimonio de la veracidad de sus palabras.
protagonizada por el rey Acab y la reina Jezabel. Usted
recordará que el rey Acab codiciaba una viña, propiedad de un
hombre llamado Nabot. Acab era como un niño malcriado, que
todo lo que veía y que despertaba su deseo de poseerlo,
Bueno, esas personas no pueden saciarse comiendo más,
durmiendo más; divirtiéndose más, ni bebiendo más, ni
dejándose controlar por las drogas. Hay un dicho antiguo que
dice, que el rico se hace más rico y el pobre se hace más pobre.
Ésa es la historia de la humanidad. Y Miqueas estaba hablando
de una situación como la que estamos considerando.

"Por tanto, así ha dicho Jehová: He aquí, yo pienso contra esta


familia un mal del cual no sacaréis vuestros cuellos, ni andaréis
erguidos; porque el tiempo será malo."
Miqueas 6:6
"¿Con qué me presentaré ante el Señor, y adoraré al Dios
Altísimo?"
En otras palabras, la primera pregunta era la siguiente: "¿Qué le
pasa a Dios? ¿Por qué siente desagrado hacia nosotros?
Estamos cumpliendo los ritos y la liturgia de la religión. Estamos
obedeciendo las formalidades externas, y Él ha sido el que nos
ha transmitido esas formas". Pero, por otra parte, Él también les
había ofrecido algo más, y era nada menos que una relación
consigo mismo, relación que ellos habían perdido. Nuevamente,
la pregunta "¿Con qué me presentaré ante el Señor y adoraré al
Dios Altísimo?" se dirige hoy también hacia cada uno de
nosotros. ¿Qué puedo llevarle a Dios? ¿Qué puedo darle? Él se
encuentra allá arriba, en el cielo, y yo estoy aquí abajo. ¿Cómo
puedo alcanzarle? ¿Cómo voy a comunicarme con Él, cómo voy
entrar en contacto con Él? ¿Cómo puedo complacerle? Y, ¿cómo
puedo ser salvo? Siglos después, el carcelero de Filipos, que
sería un pagano como ellos formularía también esa pregunta:
"¿Qué debo hacer para ser salvo?" ¿Cómo puedo solucionar el
problema de mi relación con Dios? Y esa era una buena
pregunta, no había nada malo en ella. Ahora, la segunda
pregunta registrada en el versículo 6 fue la siguiente:
"¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un
año?"
Dios les había requerido sacrificios. En la primera parte del libro
de Levítico, vemos cuales eran los cinco sacrificios que debían
presentar. Por medio de los cuales podían acercarse a la
presencia de Dios. De modo que, ellos se plantearon la
pregunta: "¿Será adecuado sencillamente practicar esta forma
de religión?" El razonamiento humano siempre degenera en una
actitud que se resume en expresiones tales como, por ejemplo:
"Yo tengo que hacer algo para Dios. Él quiere que yo haga
algo". Y debemos decir que la citada actitud probablemente
revela el corazón orgulloso del hombre más que ninguna otra
cosa. Nosotros queremos hacer algo para Dios. Sentimos una
especie de calidez interior cuando nos sentimos generosos y
hacemos un regalo. Nos sentimos como esa persona que no es
verdaderamente creyente y que dice: "Bueno, yo voy a la
iglesia. En realidad, hasta soy miembro de una iglesia.
Contribuyo generosamente para los gastos de esa iglesia. Y
cuando me piden que haga algo, sencillamente lo hago. Soy una
persona civilizada. No voy de un lado a otro haciendo daño a la
gente. En realidad, se me considera como una buena persona.
Soy alguien que es aceptado por toda la gente, que caigo bien a
los demás. Entonces ahora, ¿qué quiere Dios de mí? ¿Tendré
que hacer algo más? Pienso que debería hacer algo más."

Amigo oyente, creemos que hoy que evaluamos ciertas cosas al


revés. Preguntamos "¿Qué debo hacer para ser salvo?" En los
días de Jesucristo la gente se dirigió a Él preguntándole: "¿Qué
debemos hacer para hacer las obras de Dios?" Y el Señor Jesús
les dijo: "Esta es la obra de Dios, que creáis en aquel que le ha
enviado" (como podemos leer en Juan 6:28 y 39). Y Él está hoy
diciendo: "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo" (como
había dicho por boca de los apóstoles en Hechos 16:31). Esa es
la única obra que Dios le pide a usted que haga: que crea. Y la
fe es sencillamente lo opuesto a las obras. La fe, la fe salvadora,
produce obras, pero con toda seguridad, no origina la salvación.
Las obras, por sí mismas, no tienen nada que ver con su
salvación. Así que como hemos podido leer, ésta fue la segunda
pregunta de los israelitas. Y es, al mismo tiempo, una pregunta
normal del ser humano. Ahora, la tercera pregunta la
encontramos aquí en la primera parte del versículo 7, que dice:
"¿Se agradará el Señor de millares de carneros, o de diez mil
arroyos de aceite?"
Ahora, esto sería ser muy generoso, por cierto. En otras
palabras, ¿acaso no he hecho lo suficiente por Dios? ¿Tendría
que hacer más por Dios para agradarle? Y en la actualidad uno a
veces escucha esta misma pregunta.
Miqueas 6:8
"Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide del
Señor de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y
humillarte ante tu Dios."
Este versículo agrada de manera especial a aquellos que
propugnan una religión de obras en el sentido en que uno puede
salvarse por medio de las obras que realice. Lo que el profeta
Miqueas estaba haciendo aquí es responder las preguntas de
muchas personas sinceras del reino del norte de Israel,
personas que se encontraban en una oscuridad espiritual y que
no habían sido instruidas en la Palabra de Dios. Ellas querían
saber cómo acercarse a Dios; querían saber si debían
presentarle ofrendas encendidas, si debían presentarle muchas
ofrendas y si incluso debían ofrecerle a sus propios hijos como
sacrificios humanos. Miqueas respondió a todas estas
preguntas; en resumen, diremos que Dios no requería ninguna
de estas cosas. La religión externa sin una experiencia interna,
sin una realidad interior no tenía, en absoluto, ningún valor. El
individuo tenía que experimentar un nuevo nacimiento espiritual
y recibir una nueva naturaleza. Las formalidades exteriores no
tenían importancia. Si alguien desea saber qué es lo que
realmente le agrada a Dios y lo que Él requiere de una persona,
este versículo 8 se lo aclarará. Así que vamos a considerar este
versículo en detalle. Al interpretar cuidadosamente estas
palabras, seguramente usted comprobará que no puede ser
salvo por lo que usted considera como buenas obras, porque
desde su naturaleza caída y no regenerada por Dios, no se
pueden producir obras que Dios pueda aceptar.
Hay tres cosas que Dios requiere: (1) actuar con justicia, es
decir, que usted debe tener una justicia para presentar ante
Dios, tiene que ser una persona justa. Tiene que ser justo y
honesto en el trato con sus semejantes. Tiene que ser sincero y
fiel. (2) amar la misericordia. Usted no solo tiene que amar la
misericordia de Dios, sino también ser misericordioso y
compasivo en su trato con los demás. Y (3) humillarse ante
Dios.
Miqueas 7:18

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