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Rolando Astarita Economía argentina y los límites del

“modelo”

Economía argentina y los límites del “modelo”


En repetidas oportunidades, a lo largo de estos últimos años, he insistido en que el alto
crecimiento de la economía argentina de los 2000 tenía bases débiles; que no se
superaban los rasgos característicos del atraso y la dependencia; y que los factores
que impulsaban el crecimiento se erosionaban progresivamente. Desde otros sectores -
de derecha o de izquierda- se hicieron diagnósticos similares. Pero los defensores del
gobierno desestimaron las críticas. Según ellos, el alto crecimiento se debía
exclusivamente a las virtudes del modelo nacional y popular, inaugurado en 2003 (la
recuperación económica desde mediados de 2002 a diciembre de 2003 ni siquiera se
menciona). Y así sigue la cantinela hasta hoy. Sin embargo, la realidad es que la
economía se está desinflando, y a pasos acelerados.

Síntomas de caída

Según el Estimador Mensual Industrial del INDEC, la actividad industrial del primer
cuatrimestre de este año con respecto al primer cuatrimestre de 2011 presentó un
incremento de solo 1,6%, con estacionalidad, y 0,6% sin estacionalidad. En abril la
situación empeoró, ya que los índices fueron del 0,1% y – 1,4%, respectivamente. La
actividad de la construcción, también según el INDEC, cayó 5,9%. El consumo de
gasoil, que refleja la vitalidad de la economía, cayó, en términos anualizados, el 4% en
el primer trimestre; pero un 9% en abril. CAME (Confederación Argentina de la Mediana
Empresa), una entidad más bien afín al gobierno, informa que en mayo las ventas
minoristas cayeron un 6,6% con respecto a igual mes del año pasado. De los 22 rubros
relevados, todos tuvieron caídas; la mayor baja fue en inmobiliaria, con el 21,4%.
También hubo fuertes bajas en “bazares y regalos” (-9,3%), “calzados” (-8,9%),
“ferreterías” (-8,7%), y “jugueterías” (-8,5%). Es significativo, además, que materiales
para la construcción haya bajado 3,1% y materiales eléctricos 2,3%. Eléctricos y
electrodomésticos disminuyó 6,2% e indumentaria 7,8%. Si bien mayo de 2011 fue un
mes de fuerte actividad, y por eso aumenta la base de comparación, la actual caída se
inscribe en el tercer mes consecutivo de disminución de las ventas: marzo cayeron 2%
y en abril 3,6%.

En cuanto a la venta de automóviles, en los primeros cuatro meses del año crecieron
6,7% frente a igual período del año anterior, pero la producción bajó 5,7%, debido a la
caída de las exportaciones a Brasil (dato de Adefa, Asociación de Fábricas de
Automotores). En mayo repuntó fuertemente la venta interna (11,5% subió la tasa de
patentamientos), ya que para muchos la compra de autos es una opción de ahorro
frente a las dificultades para conseguir dólares, y a la caída del mercado inmobiliario.
Sin embargo, la producción bajó 24,4% con respecto al mismo mes del año pasado. En

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los cinco primeros meses del año las exportaciones a Brasil disminuyeron en 52.000
unidades. La producción de autos fue un baluarte del modelo K. La empresa Renault,
de Córdoba, anunció suspensión de personal debido a los stocks sin vender.

Por otra parte, la obra pública, otro pilar del modelo, se está frenando, como producto
del ajuste que está aplicando el gobierno (ver más abajo). En Santa Fe el sindicato de
la construcción, la UOCRA, dice que en los últimos 20 meses se perdieron 6000
puestos de trabajo por la parálisis de la obra pública; y 3000 en Córdoba, desde
diciembre, por la misma razón.

En cuanto al campo, los efectos de la sequía se hicieron sentir. a cosecha de soja cayó
10 millones de toneladas, y otro tanto la de maíz. Pero no es sólo la sequía. Según la
Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la siembra de trigo hasta el momento es un 12,5%
inferior al año pasado; la compra de insumos agrarios en los dos últimos meses bajó un
60%, en términos interanuales. En Santa Fe las empresas que fabrican maquinaria
agrícola se quejan de que las ventas habrían caído por lo menos entre un 30% y 40%;
la mayoría eliminó las horas extras, y algunas tienen incluso problemas para pagar
salarios.

Por lo que atañe a la inversión, también habría una fuerte baja, evidenciada en las
importaciones. En los primeros cuatro meses del año la importación de “bienes de
capital” disminuyó (medida por cantidades) 22%; la de bienes intermedios fue negativa
en 8%, y la de piezas y accesorios positiva en un 1%. En abril se profundizó la caída.
La importación de equipos cayó un 46% con respecto a igual mes de 2011; la de
bienes intermedios el 23%; y la de piezas y accesorios para equipos productivos un
18%. Parte de esta caída de las importaciones se explica por las restricciones que
impone el gobierno a las importaciones, dado el objetivo de sostener el superávit de la
balanza comercial. Pero una buena parte debería corresponder a una retracción de la
inversión; estaría relacionada con la caída de las ventas al consumidor, y el
ensombrecimiento de las perspectivas.

Límites y contradicciones

Si bien por ahora nada hace prever un escenario de crisis al estilo 2001-2, parece claro
que la situación económica ha empeorado, y por ahora (principios de junio) sigue hacia
abajo. El gobierno y sus defensores dicen que la culpa la tiene el mundo, que se cayó
encima de Argentina. Sin embargo, salvando la caída de la demanda de Brasil, no
puede decirse que haya habido un empeoramiento significativo de la economía mundial
en el primer trimestre de 2012 con respecto a 2011. En particular, el precio de la soja y
de otros productos primarios, que son claves, se mantienen altos. Naturalmente, una
nueva recesión mundial se haría sentir con fuerza en los próximos meses; pero no

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puede ser la razón del desaceleramiento de la economía argentina desde principios de


2012. La causa última de lo que está sucediendo ancla en problemas y contradicciones
del “modelo productivo”, y en su progresivo agotamiento. Esas limitaciones las hemos
discutido en otras notas (ver, por ejemplo, aquí, aquí y aquí). Ahora vamos a
puntualizar algunos de los factores que están confluyendo en el actual panorama.

1. A partir de mediados de 2002 el crecimiento tuvo un impulso decisivo en el tipo de


cambio alto; esto es, en salarios y costos laborales bajos en términos de la moneda
internacional. Esto permitió un crecimiento de sesgo extensivo (baja intensidad de
capital). El tipo de cambio alto genera, sin embargo, presiones inflacionarias, que
pueden ahogarse por un tiempo (alta desocupación al comienzo, luego precios
máximos de insumos claves), pero no eliminarse. En tanto los precios de bienes no
transables y los salarios recuperan terreno, la moneda se aprecia en términos reales, y
la ventaja competitiva se estrecha. Es lo que ha estado sucediendo en los últimos años.

2. A medida que la presión inflacionaria aumentó, el gobierno retrasó el tipo de cambio


nominal para que actuara como ancla de la suba de precios (típica medida “de los 90”).
Como sabe cualquier estudiante de Economía, esto no podía llevar más que a una
mayor apreciación del peso. Lo que erosiona aún más el fundamento del “modelo”, que
era el tipo de cambio alto.

3. A lo largo de los 2000 hubo un persistente déficit de la balanza comercial industrial.


El tipo de cambio alto permitió sustituir importaciones, pero el avance de las
exportaciones industriales fue muy limitado. En particular, en bienes de capital y de
tecnología alta y media, Argentina es fuertemente deficitaria. A medida que la moneda
se ha ido apreciando, el déficit de la balanza industrial se agravó. Por otra parte, en los
2000 se estancó y/o disminuyó la producción de energía, lo que llevó a un creciente y
peligroso déficit de la balanza comercial energética. Los déficits de la balanza industrial
y energética fueron y siguen siendo cubiertos por las exportaciones de productos
primarios, que se mantienen con altos precios.

4. La debilidad de las exportaciones industriales, el estancamiento y retroceso de las


inversiones en infraestructura (como energía y transporte) o en investigación y
desarrollo, son expresión de que la economía argentina continúa siendo atrasada y
dependiente. En 2003 decíamos que las bases de la acumulación eran débiles. No hay
motivo para modificar esta caracterización.

5. A partir de 2007 se reanuda la fuga de capitales, que se había interrumpido luego del
derrumbe de 2002. Entre 2007 y 2011 salieron anualmente del país capitales por un
equivalente al 4,5% del PBI. En 2012 continuaba la fuga a todo ritmo, hasta que el
gobierno decidió impedir la salida de dólares. Lo central es que enormes masas de

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excedente entonces no se han reinvertido en ampliar la matriz productiva; y continúan


sin hacerlo.

6. Una parte del excedente ha ido a inversión inmobiliaria, en especial destinada a


sectores de alto poder adquisitivo (los sectores asalariados y populares tienen casi
vedada la posibilidad de acceder al crédito inmobiliario). Pero la inversión inmobiliaria
tampoco aumenta la capacidad productiva. Por esta razón hay que dar más
importancia a la razón capital fijo/PBI (pero el INDEC no la mide desde 2006) que al
habitual ratio “inversión/PBI”. Este último en 2011 se ubicó en el 24%; un índice alto (en
relación a los promedios históricos), pero insuficiente para sostener un crecimiento del
8% o 9%. Máxime cuando parte de esa inversión es construcción de viviendas.

7. A fin de sostener el tipo de cambio alto, y abaratar costos al capital, el gobierno


atrasó tarifas (electricidad, gas, transporte, etc.) y subsidió a industrias, utilizando para
ello parte de la renta agraria. Pero los subsidios aumentaron a medida que aumentaban
los precios internos. Hoy alcanzan los 75.000 millones de pesos, y constituyen una
parte esencial del déficit fiscal. Además de los gigantescos negociados de capitales
privados, amigos del gobierno, y funcionarios, el resultado más llamativo fue el
estancamiento y atraso en el transporte (ferroviario, aéreo) y energético. Lo cual
redunda negativamente en la productividad general de la economía.

8. La demanda interna tuvo como pilares el consumo y el gasto estatal. Pero debido a
la debilidad de la acumulación, a mediano plazo debía reaparecer el déficit fiscal. El
déficit fue cubierto primero con los fondos de las AFJP tomados por la Anses, y de
manera creciente con emisión monetaria. En el balance de abril del Banco Central, la
tenencia de reservas prácticamente iguala al total de acreencias sobre el Tesoro
nacional. Son 209.000 millones de pesos de reservas frente a 206.000 millones de
acreencias. Las acreencias corresponden al uso de reservas para pagar deuda y a
adelantos al Tesoro; estos siguen creciendo. Pero la emisión para financiar déficit fiscal
genera presión inflacionaria; la que a su vez genera mayor apreciación del peso. Por
eso es intrínsecamente contradictorio cubrir el déficit con emisión, atrasar el tipo de
cambio nominal para frenar la inflación, y pretender un tipo de cambio real alto para
sostener la competitividad.

9. Si bien el peso aún está depreciado, en relación a los niveles de 2001, con respecto
al real y al euro, ya no lo está en relación al dólar. Con un tipo de cambio cada vez más
retrasado con respecto al nivel “competitivo” (aunque nadie sepa a ciencia cierta cuál
es ese nivel), está planteado el escenario para que continúe la fuga al dólar. La
moneda estadounidense funciona como reserva de valor; y como unidad de cuenta y
medio de pago en transacciones importantes (como inmobiliaria). Las funciones del
dinero no se pueden decidir por decreto (como lo evidencia el hecho de que los propios

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gobernantes atesoran en dólares).

10. El Banco Central, por su parte, necesita dólares para la deuda externa. Este año
tiene que pagar 2200 millones de dólares por el Boden; 3600 millones por el cupón del
PBI (aunque 800 millones se pagan en pesos); y 1467 millones a los organismos
internacionales. Para conservar los dólares, impone el control de cambios, y de ahí la
aparición del dólar paralelo (en varios tonos de “grises”). Entonces comienza a haber
indexación de precios por el dólar paralelo. Como ocurrió históricamente, la suba de los
precios genera presiones devaluatorias, y la devaluación (aunque sea parcial) refuerza
la suba de precios. Asimismo, se genera el terreno apto para los habituales negociados
en los mercados cambiarios en negro y “tolerados” (subfacturación de exportaciones,
subfacturación de importaciones, etc.).

11. Las medidas de coyuntura para controlar la salida de dólares -torniquete cambiario,
trabas a las importaciones, etc.- parecen combinarse con un giro hacia “vivir con lo
nuestro”. Una especie de “capitalismo en un solo país”, en estilo nacional y popular.
Desde el punto de vista del desarrollo de las fuerzas productivas, los resultados van a
ser escasos, por no decir negativos. La autarquía económica, o bien es una utopía, o
lleva al atraso y el estancamiento. Ningún país puede desarrollar de manera armónica
todas las ramas de la producción, y menos con alto nivel de desarrollo. No hay
posibilidad de desarrollo sin incorporación de tecnología. La tontería neoclásica de “no
fomentar la investigación y el desarrollo porque la función de producción es única y
está disponible para todos los países”, no puede ser reemplazada por la tontería
simétrica de “crecemos puertas adentro, con nuestra tecnología”. Después de haber
estado años sin preocuparse por las decenas de millones de dólares que salían del
país, ni por la inversión productiva en sectores claves (los que potencialmente generan
alto valor agregado, infraestructura, etc.), ahora se pretende que en meses, o semanas,
la industria sustituya la producción de medios de producción e insumos intermedios que
hasta ahora se importaban. Son volteretas en el aire, sin futuro; aunque las aplauda un
público emocionado por lo “nacional y popular”.

12. Al tiempo que se proclama el “compre nacional”, se convoca a dar la vida “por la
Patria” (discurso de CK) y se aplica, en los hechos, un “ajuste” sobre los ingresos
populares. Las jubilaciones, las asignaciones por hijo y los ingresos de los asalariados
que están en negro (más del 35% de los ocupados) están muy lejos de cubrir lo que
han perdido por inflación en los últimos años, para no hablar de la suba de precios
esperada para el resto de 2012 (a esto le llaman política de inclusión social). Los
convenios de muchos gremios importantes han cerrado por el 20%, aproximadamente,
cuando la inflación anual se estaría ubicando cómodamente en el 24-26%. Además, los
aumentos están desdoblados. Por otra parte, cada vez más franjas de los asalariados
son alcanzados por el impuesto a las ganancias; hace 13 meses que no sube el

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mínimo no imponible. Algo similar ocurre con las asignaciones familiares, que solo
reciben aquellos que ganan hasta 5200 pesos. Con cada aumento salarial, se reduce el
número de trabajadores que las perciben. También los autónomos están sufriendo
cada vez más presión tributaria porque las deducciones no se actualizan desde hace
15 años. Impuestos a bienes personales está alcanzando a gente que tiene un
departamento de dos o tres ambientes. El gobierno restringe también los envíos a las
provincias, por lo que mucha obra pública está parada, y las contrataciones de personal
congeladas. En definitiva, se trata de un ajuste en medio de la desaceleración de la
economía. Con su habitual labia, el doctor Kicillof seguramente nos podrá aclarar qué
parte de Keynes explica esta singular receta (al pasar, nada más efectivo que un
marxista puesto a aplicar ajustes en favor del capital).

En conclusión, pareciera que se les están quemando los papeles a los que sostenían
que el “modelo K productivo con inclusión” era sólido porque bastaba estimular la
demanda de consumo para que hubiera inversión y desarrollo de las fuerzas
productivas. Las limitaciones y contradicciones del “crecimiento productivo con
inclusión” están saltando por todos lados. No anticipamos un crisis tipo estallido; pero el
barco está haciendo agua por demasiados lados. Y las consecuencias, como siempre
sucede, las comienza a pagar el pueblo trabajador.

--
Rolando Astarita
Buenos Aires, 2012
http://rolandoastarita.wordpress.com/

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