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Amelia H.
Pablo Torres
Hacia mediados del siglo XIX, Karl Marx, señalaba –en Miseria de la filosofía,
dedicado al debate con Pierre Joseph Proudhon–, que los economistas liberales tomaban
como “natural” el régimen social capitalista y sus instituciones basadas en la propiedad
privada de los medios de producción y desigualdad social producida por el antagonismo
social de clases. Según Marx: “Para ellos no hay más que dos tipos de instituciones, las
artificiales y las naturales. Las instituciones del feudalismo son artificiales, y las de la
burguesía son naturales”.
Lo anterior no es muy distinto a la visión de los actuales apologistas del “modelo”, que
defienden al capitalismo de las últimas décadas como lo “natural”, “eterno” e
“inmutable”: el único sistema social que atrae progresos para todos. Aquí debatimos
sobre algunos de esos mitos.
Estas cifras constituyen un cierto paradigma: la idea del “milagro chileno”, el “jaguar”
de América Latina. Símbolo de crecimiento económico, estabilidad política y progreso
social. Es una alternativa “real” para los neoliberales y receta actual para gobiernos
como Bolsonaro o Macri. También para los “nuevos liberales”, como Fundación para el
Progreso, que recuperando la tradición vieja de Hayek y Von Misses de la
escuela austríaca, se proponen enfrentar al “populismo de izquierda” con una defensa
incondicional –y de algún modo, apoyando todas formas de lucha– de un supuesto
“libre mercado” capitalista como único sistema social donde el bienestar y progreso es
creciente para toda la sociedad. Chile es un ejemplo de ese fetiche realizado, y
“amenazado” en sus defensas.
La dictadura cívico-militar sentó las bases de este desarrollo las últimas tres décadas, en
las cuales se consolidaron a su vez sus bases, ampliando la modernización capitalista.
Nadie puede negar que ha sido un cambio cualitativo en la estructura económico-social
chilena, en las relaciones de producción del capital sobre el trabajo. Pero detrás de esas
cifras está oculto el Chile real, de alguna forma desgarrado en contradicciones y
antagonismos sociales crecientes en los “pilares” del capitalismo chileno. No solo son
las bases del crecimiento, sino que a la vez las de un creciente malestar social, de
profundas aspiraciones sociales y democráticas de millones de jóvenes y trabajadores,
mujeres y pueblos oprimidos incapaces de ser satisfechas en los marcos del capitalismo
chileno.
Es falso que el plan de shock neoliberal trajo mejores condiciones de vida para las
masas. Desde el ‘78 al ‘89, las masas trabajadoras vivieron una década de penuria, crisis
y degradación de sus condiciones. El “shock” catastrófico fue el papel sucio que jugó la
dictadura (tras represión sistemática) para sentar las bases del crecimiento noventista.
Entre 1990-97, el crecimiento anual promedio fue de 7,7 %, un PIB promedio inédito de
crecimiento en el país. Pero no llegó de “milagro”, sino de una “catástrofe”. Ya
entrando en 1998, no terminaban de recuperarse las condiciones pre-crisis y ya llegaban
los golpes de la crisis asiática. El “milagro” para las masas trabajadoras, significaba más
una “recuperación” que un nuevo salto.
El cobre y la minería, que constituyen la quinta parte de la producción total del país,
representan sin embargo casi la mitad de las exportaciones. Es clave, en el marco de una
economía relativamente pequeña en el escenario internacional, el rol que juegan las
exportaciones y en particular el cobre. Chile es una economía basada centralmente en
dos bases centrales en la acumulación del capital: 1) la renta de la minería –no es la
única, pero sí la principal–, y; 2) la alta tasa de explotación de la fuerza de trabajo.
Ambas condiciones son ampliamente favorables para el desarrollo del capital,
extranjero y nacional.
Según el estudio Nuevas Estimaciones de la Riqueza Regalada a las Grandes Empresas
de la Minería Privada del Cobre: Chile 2005-2014, la renta económica, solo de las 10
grandes empresas de la gran minería privada, fue de 120.000 millones de dólares solo
entre el 2005 y 2014. Esto sobre los 10.000 millones de dólares de ganancia anuales de
estas compañías. Entre ellas predomina el capital extranjero: BHP Billiton o
AngloAmerican, junto a otros grupos nacionales como el grupo Luksic con Antofagasta
Minnerals. El 71 % de la producción está en manos privadas.
Solo la ganancia generada por la renta minera y la explotación laboral, podría financiar
la gratuidad universal de la educación superior, resolver en un año el problema del
déficit habitacional y las listas de espera. Sin embargo, son recursos que en su gran
mayoría se fugan al extranjero, y cuyos precios se imponen en la bolsa de metales de
Londres en la puja entre las grandes compañías multinacionales. Así está ocurriendo
también con el recurso estratégico del litio. En el mar, los recursos están en manos
fundamentalmente de 7 familias. Los bosques, con casi 3 millones de hectáreas en
manos de los grupos Matte y Angellini, que controlan la industria de exportación de la
madera.
La apertura económica de Chile, con 26 Tratados de Libre Comercio, está atada a las
exportaciones a China, EE. UU., Europa y América Latina, fundamentalmente de: cobre
y minerales; madera y celulosa; salmón, frutas y vino; y cuyo consumo de bienes de
servicio son fundamentalmente importados, desde China, EE. UU. y Europa, y una total
dependencia de la importación de maquinaria frente al desarrollo tecnológico. Un 25 %
del PIB se va en importaciones. A través del DL 600 y la Inversión Extranjera Directa,
prácticamente la inversión en su conjunto depende de capitales extranjeros, y un tercio
de ella solamente va a la minería, y otro tercio en servicios financieros, es decir, en el
desarrollo de las finanzas y los bancos (en este caso, el capital extranjero controla casi el
50 % del sistema bancario, encabezado por el banco español Santander, que tiene una
cuota del 20 % del mercado financiero; los demás grupos nacionales los principales son
BCI y Banco de Chile, en manos de Yarur y Luksic).
Uno de los últimos estudios de Fundación Sol, “La pobreza del “modelo” chileno, la
insuficiencia de los ingresos del trabajo y pensiones”, hace una medición de la pobreza
donde se considera exclusivamente los ingresos del mundo del trabajo (ingresos
laborales y pensiones contributivas). “La micro simulación basada en CASEN 2017
confirma la hipótesis de que la pobreza en Chile al considerar los ingresos del mundo
del trabajo “supera con creces” al indicador oficialmente divulgado. Para el caso de las
mujeres, la pobreza pasa de un 9 % a un 31,7 % mientras que en los hombres, de un
8,2 % a un 26,8 %. En el total, la pobreza pasa de un 8,6 % a un 29,4 %”, afirman desde
la entidad.
En noviembre de 2017 la línea de la pobreza por ingresos en Chile para un hogar
promedio de cuatro personas estaba establecida en $ 417.348. “Si consideramos solo a
los asalariados del sector privado que trabajan jornada completa, el 50 % gana menos de
$ 402.355, esto quiere decir que ni siquiera podrían sacar a su grupo familiar de la
pobreza”, concluyen en Fundación Sol. Sumado a esto se registra que casi 1 millón de
asalariados no tiene contrato de trabajo y el 80 % percibe sueldos inferiores a $420.000.
En Chile, los trabajadores y jubilados son pobres.
Según los datos del XXI Informe de Deuda Personal Universidad San Sebastián-
Equifax, en junio de 2018, se registraron 4,48 millones de deudores morosos. Según el
INE, el 70 % de los hogares está endeudado. En el caso de los jóvenes entre 18 y 29
años la cifra de endeudamiento supera los 3 millones, alcanzando un 21 %, centralmente
por educación.
El 8.° Informe de la Riqueza Mundial de 2017, del banco de inversión suizo Credit
Suisse, revela que en Chile, dentro de un total de 13 millones de habitantes adultos,
existen unas 57.000 personas que tienen más de un millón de dólares ($ 630 millones) o
más. 79.000 chilenos son parte del 1 % más rico del mundo, lo que es equivalente a la
población total de Papudo, Zapallar, Santo Domingo, Algarrobo y Concón juntas. Según
la Fundación Sol, el 1 % de los considerados “ocupados”, que son capitalistas (gerentes,
directores de empresas y empresarios) o pequeño-burguesía alta (médicos, abogados,
ingenieros) tiene sueldos superiores a tres millones de pesos, que pueden alcanzar hasta
los 30 millones de pesos mensuales. En el otro polo, el 70 % de los trabajadores tiene
salarios inferiores a $ 400.000, bajo la canasta básica familiar, y más de 1 millón de
jubilados cobran pensiones de menos de $ 140.000.
El “milagro” no llega a todos, y es más bien un paraíso y “utopía” para las ganancias
capitalistas, que para las y los trabajadores.