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Deja Tu Culpa al Pie de la Cruz

Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de


vosotros. 1 Pedro 5:7.
Las penas, la ansiedad, el descontento, el remordimiento, el sentimiento de culpabilidad y la
desconfianza, menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte.
Este sentimiento de culpabilidad debe dejarse al pie de la cruz del Calvario. Este sentimiento de
pecaminosidad ha envenenado las fuentes de la vida y de la felicidad verdadera. Ahora Jesús dice:
“Colóquenlo todo sobre mí; yo llevaré el pecado de ustedes; les daré paz; no sigan destruyendo su respeto
propio, porque yo los he comprado al precio de mi propia sangre.” Me pertenecen; yo fortaleceré su
voluntad debilitada y eliminaré el remordimiento que sienten por su pecado.
Ahora vuelvan con corazón agradecido, temblando de inseguridad, pero aférrense de la esperanza que
les ha sido propuesta. Dios acepta el corazón quebrantado y contrito. Les ofrece un perdón gratuito. Les
ofrece adoptarlos en el seno de su familia, y fortalecer su debilidad por medio de su gracia; luego el
amado Jesús los guiará paso a paso si tan sólo desean colocar su mano en la suya y permitirle que él los
guíe.
Satanás se esfuerza por alejar nuestras mentes del poderoso Ayudador, para inducirnos a cavilar
acerca de la degeneración de nuestra alma. Pero aunque Jesús conoce la culpa del pasado, nos habla de
perdón; y no podemos deshonrarlo dudando de su amor...
Si usted siente que es el peor de los pecadores, Cristo es exactamente lo que necesita: el más grande
Salvador. Levante su cabeza y deje de mirarse a usted mismo, retire la vista de su pecado, y contemple al
Salvador levantado; mire más allá de la mordedura venenosa de la serpiente y vea al Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo.
El ha llevado la carga de nuestra culpa. El quitará el peso de nuestros hombros cansados. Es él quien
nos dará descanso. También llevará nuestra carga de preocupaciones y tristezas. Nos invita a depositar
todos nuestros cuidados sobre él, porque nos lleva sobre su corazón.
Cuando se recibe el Evangelio en su pureza y con todo su poder, es un remedio para las enfermedades
originadas por el pecado. Sale el Sol de justicia, “trayendo salud eterna en sus alas” Malaquías 4:2...
El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las
partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser
despiertan y entran en actividad. Libra al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las
fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la
tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida.

Un Salvador Crucificado y Resucitado


Tomaré yo del cogollo de aquel alto cedro, y lo plantaré; del principal de
sus renuevos cortaré un tallo, y lo plantaré sobre el monte alto y sublime.
En el monte alto... lo plantaré, y alzará ramas y dará fruto, y se hará
magnífico cedro. Ezequiel 17:22-23.
Cristo sufrió el castigo en favor de la raza humana con el fin de que el universo celestial pudiera
discernir las condiciones del pacto de la redención. El trono de Justicia debe asegurarse eternamente y
para siempre... Todas las dudas quedarían contestadas para siempre mediante el sacrificio que Cristo
estaba por realizar, y la raza humana sería salva si retornaba a su lealtad. Unicamente Cristo podía
restaurar el honor del gobierno de Dios. La cruz del Calvario sería contemplada por los mundos no
caídos, el universo celestial, las agencias satánicas y la raza caída, y toda boca sería silenciada. Al realizar
su sacrificio infinito Cristo exaltaría la ley y la honraría. Daría a conocer el carácter exaltado del gobierno
de Dios, que nunca podría ser alterado en lo más mínimo para acomodarse al hombre en su condición
pecaminosa.
¿Quién es capaz de describir las últimas escenas de la vida de Cristo en la tierra, su juicio ante el
tribunal, y su crucifixión? ¿Quién fue testigo de estas escenas? Nada menos que el universo celestial,
Dios el Padre, Satanás y sus ángeles. Sucedieron cosas extraordinarias durante la traición de Cristo.
Durante la parodia de su juicio, sus acusadores no encontraron nada por lo cual se lo pudiera considerar
culpable. Tres veces Pilato declaró: “ningún delito hallo en él”. Sin embargo ordenó que lo azotaran, y
luego lo entregó para que sufriera la muerte más cruel que se podía haber inventado...
Las terribles escenas de la crucifixión revelaron lo que los seres humanos pueden hacer cuando se
entregan al control de Satanás. Revelaron lo que sucedería si a Satanás se le permitiera controlar el
mundo. A los que presenciaron estas escenas nunca se les borró de la mente la impresión que dejaron
sobre ella. Muchos se convirtieron y les contaron a otros las terribles escenas que habían contemplado. Se
convirtieron muchos de los que escucharon el informe acerca de la muerte de Cristo, y comenzaron a
escudriñar las Escrituras. De este modo se cumplieron las palabras: “Así rodeará él a muchas naciones”.
“Así ha dicho Jehová el Señor: Tomaré yo del cogollo de aquel alto cedro y lo plantaré; del principal
de sus renuevos cortaré un tallo, y lo plantaré sobre el monte alto y sublime. En el monte alto de Israel lo
plantaré, y alzará ramas, y dará fruto, y será magnífico cedro; y habitarán debajo de él todas las aves de
toda especie; a la sombra de sus ramas habitarán”.
Cristo era esta Rama, el cogollo más elevado del cedro más alto. El era el árbol plantado por el Señor.

Se Sanan Enfermedades Espirituales y Físicas

Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y


predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia
en el pueblo. Mateo 4:23.
Este mundo es un vasto lazareto, pero Cristo vino para sanar a los enfermos y proclamar liberación a
los cautivos de Satanás. El era en sí mismo la salud y la fuerza. Impartía vida a los enfermos, a los
afligidos, a los poseídos de los demonios. No rechazaba a ninguno que viniese para recibir su poder
sanador. Sabía que aquellos que le pedían ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí mismos; sin
embargo no se negaba a sanarlos. Y cuando la virtud de Cristo penetraba en estas pobres almas, quedaban
convencidas de pecado, y muchos eran sanados de su enfermedad espiritual tanto como de sus dolencias
físicas. El Evangelio posee todavía el mismo poder, y ¿por qué no habríamos de presenciar hoy los
mismos resultados?
Cristo siente los males de todo doliente. Cuando los malos espíritus desgarran un cuerpo humano,
Cristo siente la maldición. Cuando la fiebre consume la corriente vital, él siente la agonía. Y está tan
dispuesto a sanar a los enfermos ahora como cuando estaba personalmente en la tierra. Los siervos de
Cristo son sus representantes, los conductos por los cuales ha de obrar. El desea ejercer por ellos su poder
curativo.
En las curaciones del Salvador hay lecciones para sus discípulos. Una vez ungió con barro los ojos de
un ciego, y le ordenó: “Ve, lávate en el estanque de Siloé... Y fue entonces, lavóse, y volvió viendo” Juan
9:7. Lo que curaba era el poder del gran Médico, pero él empleaba medios naturales...
A muchos de los afligidos que eran sanados, Cristo dijo: “No peques más, porque no te venga alguna
cosa peor” Juan 5:14. Así enseñó que la enfermedad es resultado de la violación de las leyes de Dios,
tanto naturales como espirituales. El mucho sufrimiento que impera en este mundo no existiría si los
hombres viviesen en armonía con el plan del Creador.
Cristo había sido guía y maestro del antiguo Israel, y le enseñó que la salud es la recompensa de la
obediencia a las leyes de Dios. El gran Médico que sanó a los enfermos en Palestina había hablado a su
pueblo desde la columna de nube, diciéndole lo que debía hacer y lo que Dios haría por ellos. “Si oyeres
atentamente la voz de Jehová tu Dios—dijo—, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus
mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las de los egipcios te enviaré a ti;
porque yo soy Jehová tu Sanador” Éxodo 15:26... Cuando el pueblo cumplió estas condiciones, se le
cumplió la promesa. “No hubo en sus tribus enfermo” Salmos 105:37.

Sanidad para la Ceguera Espiritual


Cercano está Jehová a todos los que le invocan, a todos los que le invocan
de veras. Salmos 145:18.
En los escribas, fariseos y gobernantes, Jesús no encontró los odres para su vino nuevo. Se vio
obligado a apartarse de ellos y acudir a hombres humildes, cuyos corazones no estuvieran llenos de
envidia, codicia y justicia propia. Los humildes pescadores obedecieron el llamamiento del Maestro
divino, en tanto que los escribas y fariseos rehusaron ser convertidos.
Los discípulos de Jesús eran indoctos y estaban lejos de poseer un carácter perfecto cuando Jesús los
invitó a unirse con él; pero estuvieron listos a aprender del Maestro más notable que el mundo jamás
conociera. Eran hombres verdaderamente convertidos y se transformaron en los nuevos odres en los
cuales Jesús pudo derramar el vino nuevo de su reino. Sin embargo, aunque estaban convertidos a Cristo,
debido a su limitada comprensión terrenal—resultado de las enseñanzas recibidas de los judíos—eran
incapaces de comprender cabalmente la naturaleza espiritual de la verdad que vino a impartir. La
preocupación de su enseñanza consistía en la necesidad que sus seguidores tenían de obtener corazones
puros y santos, puesto que únicamente la santidad los haría aptos para ser súbditos de su reino celestial.
El Sembrador divino esparció el grano de su preciosa semilla, el cual no podremos ver hasta tanto un
obrero experimentado, bajo la dirección del Espíritu Santo, lo junte y nos lo presente como un sistema
completo de verdad, en el cual se revelen las profundidades del amor divino. Durante todas las edades
Jesús, el autor de la verdad, a través de los profetas y de otras personas, había presentado verdad tras
verdad a los judíos desde la columna de nube y fuego. Pero la verdad que les había dado se había
mezclado con el error y era indispensable separarla de la presencia de la herejía y el mal. Ahora había que
acomodarla en el marco del Evangelio para que pudiera brillar con su lustre original e iluminar las
tinieblas morales del mundo. Dondequiera que encontraba una gema de verdad que se había sacado de su
contexto o había sido mezclada con el error, la volvía a su sitio y estampaba sobre ella el sello de Jehová.
El demostró ser la palabra y la sabiduría de Dios.
En la época de Cristo, las mentes del pueblo estaban absorbidas por los asuntos comunes de la vida,
tal como Satanás lo había planeado. El pecado había expulsado el amor de Dios del corazón, y en lugar
del amor divino, éste estaba ocupado con el amor al mundo, el amor por la gratificación pecaminosa de
las malas pasiones. Sólo Cristo era capaz de conciliar las demandas entre el cielo y la tierra. La visión del
hombre se había oscurecido, porque no la mantuvo enfocada en el mundo espiritual y eterno... La
santidad de Dios se revela tanto en la persona como en el trabajo de Cristo; porque Cristo vino a revelar al
Padre.

Salud para el Cuerpo y el Alma

Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas
salud, así como prospera tu alma. 3 Juan 2.
Hay condiciones que deben observar todos los que quieren conservar la salud. Todos deben aprender
cuáles son esas condiciones. Al Señor no le agrada que ignoren sus leyes, naturales o espirituales. Hemos
de colaborar con Dios para devolver la salud al cuerpo tanto como al alma.
Y debemos enseñar a otros a conservar y recobrar la salud. Para los enfermos, debemos usar los
remedios que Dios proveyó en la naturaleza, y debemos señalarles a Aquel que es el único que puede
sanar. Nuestra obra consiste en presentar los enfermos y dolientes a Cristo en los brazos de nuestra fe.
Debemos enseñarles a creer en el gran Médico. Debemos echar mano de su promesa, y orar por la
manifestación de su poder. La misma esencia del Evangelio es la restauración, y el Salvador quiere que
invitemos a los enfermos, los imposibilitados y los afligidos a echar mano de su fuerza.
El poder del amor estaba en todas las obras de curación de Cristo, y únicamente participando de este
amor por la fe podemos ser instrumentos apropiados para su obra. Si dejamos de ponernos en relación
divina con Cristo, la corriente de energía vivificante no puede fluir en ricos raudales desde nosotros a la
gente. Hubo lugares donde el Salvador mismo no pudo hacer muchos prodigios por causa de la
incredulidad.
El cuerpo debe ser conservado en una condición saludable a fin de que el alma pueda disfrutar de
salud. La condición del cuerpo afecta la condición del alma. El que quiere tener fuerza física y espiritual,
debe educar su apetito en la dirección debida. Debe ser cuidadoso de no cargar el alma recargando sus
facultades físicas o espirituales. La adhesión fiel a los principios correctos en el comer, en el beber y en el
vestir, es un deber que Dios ha colocado sobre los seres humanos.
El Señor desea que obedezcamos las leyes de la salud y la vida. El tiene a cada uno de nosostros por
responsables de cuidar adecuadamente el cuerpo, a fin de que sea conservado con salud.
En sus milagros el Salvador reveló ese poder que obra continuamente en favor del hombre para
sustentarlo y sanarlo. Mediante los agentes naturales, Dios obra día tras día, hora tras hora, momento tras
momento, para mantenernos con vida, para fortalecernos y restaurarnos...
El deseo de Dios para cada ser humano se expresa en las palabras: “Amado, yo deseo que tú seas
prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma”...
La verdadera religión y las leyes de la salud van mano en mano.

Firme en la Fuerza de Dios


Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado. Juan 17:3.
Hay muy poco beneficio que se pueda obtener de una lectura apresurada de las Escrituras. Se puede
leer la Biblia de principio a fin y sin embargo no percibir su hermosura ni comprender su significado
profundo y oculto. Un pasaje que se estudia hasta que su significado le resulta claro a la mente, y evidente
su relación con el plan de salvación, es de mucho más valor que la lectura superficial de muchos capítulos
sin ningún propósito definido y sin que se gane ninguna instrucción positiva. Mantenga su Biblia con
usted. Léala a medida que se presenta la oportunidad; grabe los textos en su memoria. Aun mientras
transita por las calles puede leer un pasaje y meditar acerca de él, hasta fijarlo en la memoria.
En su Palabra está la vida de Cristo, que da vida al mundo. Era mediante ella como Jesús sanaba las
enfermedades y echaba fuera demonios; por su Palabra calmó el mar y resucitó muertos; y la gente dio
testimonio de que hablaba con poder. Expresó la palabra de Dios, como lo había hecho a través de todos
los profetas y maestros del Antiguo Testamento. La Biblia entera es una manifestación de Cristo. Es
nuestra fuente de poder.
Así como nuestra vida física se sostiene gracias al alimento, también la espiritual es sustentada por la
Palabra de Dios. Cada alma necesita recibir personalmente la vida que proviene de la Palabra de Dios.
Del mismo modo como cada uno puede comer por sí mismo si ha de recibir alimento, así también
debemos recibir la Palabra de Dios personalmente. No la debemos obtener únicamente a través de los
pensamientos de otros.
Sí, la Palabra de Dios es el pan de vida. Los que la comen y la digieren, haciéndola parte integrante de
cada acción y cada atributo de su carácter, crecen robustos en la fuerza de Dios. Esto vigoriza el alma,
perfecciona la experiencia y produce un gozo que perdurará eternamente.
“En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Aquí no se especifica la vida física, sino la
vida eterna, la vida que es exclusiva propiedad de Dios. El Verbo, que estaba con Dios y que era Dios,
poseía esa vida. La vida física es algo que ha recibido cada individuo. No es eterna ni inmortal, pues la
toma de nuevo Dios, el Dador de la vida. El hombre no tiene control sobre su vida. Pero la vida de Cristo
no era prestada. Nadie puede arrebatarle esa vida. “Yo de mí mismo la pongo”, dijo. “En él estaba la
vida”: original, no prestada, no derivada de otro. Esa vida no es inherente al hombre. Sólo puede poseerla
por medio de Cristo. No puede ganarla; le es dada como una dádiva gratuita si quiere creer en Cristo
como su Salvador personal. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado” Juan 17:3. Esta es la fuente de vida abierta para el mundo.

Los Frutos de la Abnegación


Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de
Dios. 1 Corintios 10:31.
Ustedes no se dan cuenta de las demandas que el Señor hace sobre ustedes. Todavía no han
experimentado los dulces resultados de la abnegación. Los frutos son sagrados... En vez de gastar el
dinero en frivolidades, ahorren lo que tengan en el banco del cielo, para que cuando el Maestro vuelva
puedan recibir su dinero con intereses...
La religión pura y sin mácula, con sus sólidos principios, demostrará ser un ancla para ustedes. A fin
de responder a los grandes propósitos de la vida, deben evitar el ejemplo de los que buscan su propio
placer y deleite, y que no tienen temor de Dios. Dios ha hecho amplias provisiones para ustedes. El ha
dispuesto que si cumplen con las condiciones trazadas en su Palabra, y se separan del mundo, recibirán
fuerza de él para reprimir toda influencia degradante y desarrollar lo noble, bueno y elevador. Cristo será
en ustedes “una fuente de agua que salte para vida eterna” Juan 4:14. La voluntad, el intelecto y toda
emoción, cuando los controla la religión, tienen un poder transformador.
“Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios”. En la
consagración de todo el ser, tanto físico como mental, al control del Espíritu de Dios, este principio es el
fundamento de cada acción, pensamiento, y motivo. Se deben crucificar las pasiones y la voluntad no
santificada. Esta puede ser considerada una tarea estricta y rigurosa. Sin embargo la debe realizar, o
escuchará la terrible sentencia de labios de Jesús: “Apártate”. Usted puede hacer todas las cosas mediante
Cristo que lo fortalece. Está en una edad cuando la voluntad, los apetitos y las pasiones exigen que se los
complazca. Dios los ha incluido en su naturaleza con propósitos elevados y santos. No necesitan
transformarse en una maldición para usted al ser rebajados. Esto sucederá únicamente si rehúsa someterse
al control de la razón y la conciencia. Restricción y abnegación son palabras y obras con las cuales usted
no está familiarizado por experiencia. Las tentaciones lo han arrastrado. Las mentes no santificadas
pierden de recibir la energía y el bienestar que Dios ha provisto para ellas. Se muestran inquietas y las
acosa un fuerte deseo de experimentar algo nuevo, algo que las gratifique, alague y excite; y a esto lo
denominan placer. Satanás usa encantos atractivos para apartar el interés y estimular la imaginación de
los jóvenes en particular, para poderlos atrapar en sus redes... Necesita exclamar fervorosamente: “Oh
Dios, convierte lo más íntimo de mi alma”. Así podrá ejercer una influencia benéfica sobre otros
jóvenes... Que el Dios de paz lo santifique totalmente: alma, cuerpo y espíritu.

Confía en el Señor para Recibir Fuerzas

El les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto, y descansad un


poco. Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que ni aun
tenían tiempo para comer. Marcos 6:31.
Los que están conectados con la obra... han de vivir tan cerca del Señor que de ellos brille la luz como
si fueran lámparas encendidas. Cuando se haya demostrado una determinación profunda y ferviente de
avanzar juntos, la misma unidad de los obreros proclamará la verdad con poder, produciendo una
impresión profunda en los que no son de nuestra fe...
Los que trabajan para Dios se encontrarán con incomodidad, confusión y cansancio. A veces el
corazón distraído casi se desespera, presa de la incertidumbre. Cuando lo envuelve esta clase de
desasosiego nervioso, el obrero debería detenerse y descansar. Cristo lo invita: “Venid vosotros aparte a
un lugar desierto, y descansad un poco” Marcos 6:31. “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas
al que no tiene ningunas... Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las
águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” Isaías 40:29, 31.
El obrero no puede tener buen éxito mientras eleva a Dios oraciones apresuradas, para luego correr y
dar atención a cosas que teme descuidar u olvidar. Sólo toma tiempo para dedicarle de prisa algunos
pensamientos a Dios, eso es todo. No se da tiempo para pensar, para orar, ni para esperar que el Señor le
renueve tanto sus energías físicas como espirituales. Pronto queda rendido. No siente la influencia
elevadora e inspiradora del Espíritu de Dios. No es reanimado por una vida fresca. Su cuerpo agotado y
su cerebro cansado no experimentan alivio mediante el contacto personal con Cristo.
“Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová” Salmos 27:14. “Bueno es
esperar en silencio la salvación de Jehová”Lamentaciones 3:26. Hay quienes trabajan todo el día y hasta
tarde en la noche para hacer lo que les parece que necesita realizarse. El Señor observa compasivamente a
estos fatigados portadores de pesadas cargas, y les dice: “Venid a mí... y yo os haré descansar... Porque
mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Nuestra vida debe estar escondida con Cristo en Dios; y si así la ocultamos, en sus manos se
convertirá en una lámpara que arrojará sobre el mundo una luz brillante y constante... Pero aunque el
tiempo es corto y hay una gran obra que hacer, el Señor no se complace con que prolonguemos las horas
de trabajo de tal modo que no quede tiempo para disfrutar de períodos de descanso, para el estudio de la
Biblia ni para la comunión con Dios. Todo esto es esencial para fortalecer el alma, para colocarnos en una
posición en la cual recibamos la sabiduría de Dios para utilizar nuestros talentos al servicio del Maestro
en la manera más responsable.

Se Promete Perfección Moral y Espiritual

Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la


paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis
llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos. Colosenses 3:14-15.
Escribió Pablo a los colosenses: “Amortiguad, pues, vuestros miembros que están sobre la tierra:... en
las cuales vosotros también anduvistes en otro tiempo viviendo en ellas. Mas ahora, dejad también
vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, maledicencia, torpes palabras de vuestra boca... Vestíos
pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de mansedumbre, de tolerancia; sufriéndoos los unos a
los otros, y perdonándoos los uno a los otros si alguno tuviere queja del otro; de la manera que Cristo os
perdonó, así también hacedlo vosotros”...
La carta a los colosenses está llena de lecciones de gran valor para todos los que están ocupados en el
servicio de Cristo, lecciones que muestran la sinceridad de propósito y la altura del blanco que será visto
en la vida de aquel que representa correctamente a su Salvador. Renunciando a todo lo que pueda
impedirle realizar progresos en el camino ascendente, o quiera hacer volver los pies de otros del camino
angosto, el creyente revelará en su vida diaria, misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, tolerancia
y el amor de Cristo...
En sus esfuerzos por alcanzar el ideal de Dios, el cristiano no debería desesperarse por nada. A todos
es prometida la perfección moral y espiritual por la gracia y el poder de Cristo. El es el origen del poder,
la fuente de la vida. Nos lleva a su Palabra, y del árbol de la vida nos presenta hojas para la sanidad de las
almas enfermas de pecado. Nos guía hacia el trono de Dios, y pone en nuestra boca una oración por la
cual somos traídos en estrecha relación con él. En nuestro favor pone en operación los todopoderosos
agentes del cielo. A cada paso sentimos su poder viviente.
Dios no fija límites al avance de aquellos que desean ser “llenos del conocimiento de su voluntad, en
toda sabiduría y espiritual inteligencia”. Por la oración, la vigilancia y el desarrollo en el conocimiento y
comprensión, son “corroborados de toda fortaleza, conforme a la potencia de su gloria”. Así son
preparados para trabajar en favor de los demás. Es el propósito del Salvador que los seres humanos,
purificados y santificados, sean sus ayudadores. Demos gracias por este gran privilegio a Aquel “que nos
hizo aptos para participar de la suerte de los santos en luz: que nos ha librado de la potestad de las
tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”.
Piensen Continuamente en Dios
Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor
Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,
para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos
con poder en el hombre interior por su Espíritu. Efesios 3:14-16.
Aquí se nos habla de una fortaleza espiritual que todos podemos obtener; ¿pero cómo la obtendremos?
Tal vez nos encontremos en tinieblas, sintiéndonos débiles y desanimados y pensando que Dios no nos
ama. Si así fuera, no deberíamos abandonarnos al sentimiento; el sentimiento no tiene absolutamente nada
que ver con este asunto. Lo que debemos hacer es tomar la Palabra de Dios al pie de la letra, las palabras
de Cristo tal como él las habló.
Escuchen estas palabras de nuestro Salvador: “Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las
hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron
ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no calló, porque estaba fundada sobre la
roca” Mateo 7:24-25. Es privilegio de cada uno de nosotros edificar sobre la Roca Eterna; entonces no
deshonraremos a Dios ni nos separaremos de Cristo a causa de nuestras palabras y acciones...
Cuando se han confiado a la misericordia de Dios y han aceptado fielmente sus palabras, y el enemigo
se acerca para mostrarles sus faltas y fracasos y decirles que hoy no son mejores que antes de buscar al
Señor, ustedes pueden señalar a Jesús, repetir sus promesas y decir lo que él ha hecho en su favor.
El apóstol continúa: “Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y
cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la
longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para
que seáis dignos de toda la plenitud de Dios” Efesios 4:17-19. Aunque esta plenitud divina ha sido
colocada a nuestro alcance, con cuánta facilidad nos satisfacemos. Nos hemos acostumbrado a pensar que
es suficiente poseer un conocimiento de la verdad sin su poder santificador. Un solo trago en la fuente de
la vida apaga nuestra sed. No regresamos a beber vez tras vez. Pero esto no está de acuerdo con el
pensamiento de Dios. Nuestras almas deberían experimentar constantemente sed por el agua de la vida.
Nuestros corazones deberían andar siempre en busca de Cristo, anhelosos de tener comunión con él. Es el
hambre y la sed de justicia lo que nos hará recibir una medida llena de su gracia.
Enoc “caminó con Dios”; ¿pero cómo obtuvo esta dulce comunión? Fue manteniendo continuamente
pensamientos de Dios delante de sí. Al salir y al entrar, sus meditaciones se concentraban en la bondad, la
perfección y la hermo

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