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Me cuentan que es una amante de nuestra tierra y de su cultura. Me dicen que es fotógrafa,
investigadora, antropóloga, una mujer de temple y opinión. Hoy, frente a su obra fotográfica
expuesta en el salón de actos de la Embajada de España en La Habana, corroboro de su
mirar profundo, de fina comprensión y aprehensión por “lo nuestro”.
Con La Larga Travesía, al tiempo que sincera en su hechura representativa y sus variados
propósitos vivenciales asociados, relee muchos signos supuestamente conocidos que ahora
se superponen como secuencia indetenible de lo que la herencia africana re-articula cada
día en su viaje al presente. Es esta muestra y el proyecto mayor que la alberga, solo una
estación, un gesto generoso y cómplice de la Nuria fotógrafa, antropóloga e investigadora
que sabe cómo filtrar de lo común y habitual, aquello sutil y concreto. Y sí, no hay engañifas
ni enrarecimientos banales en el tratamiento de las imágenes. Lo negro es negro y lo blanco
pudiera ser que lo siga siendo más allá del mestizaje y mezcolanzas que propone la
exposición.
La Larga Travesía, también como homenaje anunciado por las Naciones Unidas dentro del
“Decenio Internacional para los afrodescendientes 2015-2024”, ha contado con el
acompañamiento de muchas instituciones (destacar la propia Embajada de España, la
Agencia de Cooperación Española, la AECID, el Instituto Cubano de Antropología o la Casa
de África), pero, y así lo reafirmó la artista en la inauguración de la muestra, con la
complicidad de quienes admitieron que la cámara se posara sobre sus rostros, cuerpos,
acciones y escenas. Como si el sujeto fotografiado (humano o divino, real o imaginado,
presente o ausente, público o secreto) ensanchara las fronteras que lo contiene para
expandirse hacia nuevos horizontes.