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Ahora no puedo barrer porque se me rompió la escoba.

No tengo trapeador.
No tengo recogedor y tampoco jalador.
Soy la promesa del mundo...

Salí a la tienda,
las calles están llenas de basura,
envolturas de papitas, galletas, pero sobre todo hay mierda.
Mierda fresca,
mierda seca
y mierda que fue aplastada por la lluvia,
por lo tanto, no sabemos cuánto tiempo lleva ahí,
en ciertos rincones de las banquetas, sobre todo,
y ahí es cuando te percatas de que es mierda humana.
¿A qué horas lo hacen?
La única persona que vi haciéndolo a plena luz del día lo hizo porque era un loco total,
alguna vez lo vi limpiando su culo con el agua de la lluvia,
exactamente con el chorro de agua que salía por una gárgola de la iglesia de avenida
Morelos, tan poético, pensé... no sé por qué lo pensé, es fácil atacar a la iglesia, no hay
profundidad en el cinismo, en fin, este hombre caminaba sin pantalones por las calles, una
vez vi a una pareja intentando regalarle unos pantalones, pero él los rechazaba
enardecido y seguía caminando con sus piernas llenas de costras de mugre y su chamarra
aún verde. ¿qué sucede en la vida de alguien para terminar así? Tan ahí en la ciudad y tan
aislado de la sociedad. Después de ver la mierda y la basura vi a un hombre durmiendo en
la banqueta, desparramado con una botella de coca cola en la mano, por la manera en
que estaba acostado parecía que ahí lo agarró la pesadez del sueño y el alcohol. En la
banqueta del frente el taller del carpintero, y arriba en esa casa un rinconcito de una
virgen de piedra que observa la decadencia de la calle, reza por nosotros, madre Santa.
Todos los días camino al trabajo veo hombres durmiendo arrumbados, algunos meados
con sus botellas de tonayan, jóvenes aturdidos de oler pegamento, mujeres con sus hijos
haciendo malabaras en los semáforos, hombres y mujeres hurgando en la basura
buscando pet o algo de comida. En la colonia donde viven mis papás estaba este
teporocho, el Aviador le decían, porque aseguraba que en su momento a eso se dedicaba
y siempre usaba su chaqueta de piloto, se dormía con otros dos alcohólicos en la
banqueta afuera de la panadería, a veces pedía dinero, yo nunca le di, me molestaba
especialmente porque sentía que él daba por hecho que yo le daría, como decepcionado
de mí porque no le daba su moneda, me ofendía porque es fácil odiar y no mostrar piedad
a quien la necesita, porque me asusto de las noticias: mujeres que desaparecen para
asesinarlas o para venderlas a hombres despiadados, niños abusados, bosques y mares
arrasados de plástico, comunidades despojadas, hombres acribillados, asesinatos,
pedofilia, pienso en el epígrafe que Ripstein usó para El lugar sin límites, XXXX, y en el
título: El lugar sin límites. El lugar sin límites es el infierno, y el infierno es aquí, porque
aquí es donde ocurre el horror. Me horrorizó porque soy sensible, pero a la vez no
muestro piedad al necesitado, no muestro comprensión. Luego mi mamá me contó que el
Aviador se murió, estaba muerto en la banqueta. Me pregunto si algún otro de los
hombres y mujeres que llego a ver en las calles arrumbados no estarán ya muertos. Tan
solos. Y en ese momento en el que elijo no tener piedad y ofenderme, de alguna manera
yo estoy más sola que todos ellos.

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