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El istmo a

través de
sus cuentos
y leyendas
ÍNDICE
"La comadre bruja"..................................................................... 1
"El toloache"................................................................................ 4
"La niña de Ranchu Gubiña"..................................................... 6
"La laguna encantada"................................................................ 9
"La comadre bruja"
Cuenta la leyenda que un señor iba caminando rumbo a la playa del Mar Muerto
y en lugar de tomar el camino largo cruzó por un atajo por la orilla del cerro. Iba
caminando por la vereda sin bajar al pueblo y se dirigía a pescar; de pronto
escuchó un ruido entre la hierba y al mismo tiempo salió una gallina con sus
pollitos, el hombre quedó sorprendido
“¿Qué hace una gallina tan lejos del pueblo y de madrugada?” se preguntó.
Luego de dos kilómetros, llegando al campo de béisbol, cerca de los sembradíos…
¡otra vez apareció la gallina y los pollitos! El hombre comenzó a tener miedo y a
sospechar “¿cómo es posible que tan rápido haya caminado esta gallina?”
Pero no se acobardó, siguió su camino y llegó a la laguna, se quitó su pantalón,
tomó su atarraya, su canasto y al levantar la vista ¡con espanto miró de nuevo a
la gallina y a sus pollitos!, como era un hombre “corajudo” se armó de valor,
sigilosamente preparó su atarraya, se acercó despacio y la lanzó a la gallina y a
sus críos.

Cuál fue su asombro ver que la atarraya se convertía en una bola de fuego, la
gallina se tornó en marrano que “trompeaba” la atarraya y lanzaba terribles
chillidos pues el tejido de la cruz de la atarraya es mortal para los brujos, eran
como las cinco y media de la madrugada y después del fulgor que cegó
momentáneamente al hombre, el marrano se transformó en una bella señora....
“¿Quién será esta bruja?” se preguntaba asustado y curioso el hombre.

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Se acercó con cuidado y ¡nueva fue su sorpresa al ver que la mujer
que estaba atarrayada era su comadre!, quien suplicaba disculpas y
explicaba que no quería dañarle, rogaba la comadre al señor que la
soltara.
Ella era Na Beta Celi, el hombre tuvo compasión, levanto la atarraya
la comadre entonces se perdió en el monte, aturdida y corriendo
tratando de escapar a los rayos del sol. La comadre quería
“espantarlo”, como una travesura nada más, pero ella fue la espantada
y aprendió la lección.

Tomado del libro “La riqueza cultural de los mareños”


Autor: Gerardo R. Alfaro Cruz
Edición: Primera Edición , 2008 Bacaandá.

2
Atarraya: Tipo de red grande para pesca, que se
lanza al voleo en movimiento circular, desde
pequeñas embarcaciones o playas para pescar
animales de tamaño pequeño y mediano.
(Jaibas, camarones, peces, etc.)

3
"El toloache"
Dormía Cocijoeza, rey zapoteca, al amparo de su cobertor tejido con pieles de venado y plumas de garza
real. En la gran calma de la noche, escuchó el grito lastimero de una niña a la intemperie. El rey se
levanto para rescatarla y la hizo aposentar cómodamente en su palacio.

Cocijoeza tenía cinco hijos, tres de ellos príncipes valerosos que pronto rivalizaron por conquistar el
amor de la niña y luego de haber concertado duelo para decidir por la suerte de quien sería el
afortunado, el rey ordenó que se diera muerte a la niña en el bosque.

Pero el esclavo a quien se dio tal orden se apiadó de la doncella porque era tan hermosa como esas
flores que se abren a las primeras lluvias. El esclavo mató un conejo para dar con la sangre testimonio
de que había cumplido la orden, mientras la niña iba de choza en choza buscando hospitalidad.
Cuenta la leyenda que en lo oscuro de las noches los párpados se le volvieron más negros y las pupilas
se le llenaron de una luz de miedo. Así fue a lo largo de montes y valles, hasta que de una altura
divisó en el fondo del abismo una lucecita, y corriendo hacia ella pudo entrar a una choza en la que
vivía un enano que cuidaba en el huerto a una maravillosa flor.

-Entiérrate entre mis pétalos


-Dijo la flor a la niña, y esta presurosamente obedeció.
En aquella blanda y fragante alcoba pudo reparar largas noches sin sueño, mientras andaban
buscándola los príncipes convertidos en cocuyos y las princesas en mariposas.
Desde entonces la rondan en vano, a pesar de que los príncipes van con linternas de oro no se pueden
acercar a la flor, porque ésta despide venenoso aroma.

Como la flor y la niña juntaron para siempre su carne, si alguien masca las hojas de la planta
hospitalaria, pronto siente un raro malestar, los ojos se le hinchan y se le negrecen los párpados.
Dicen los campesinos del rumbo que si alguien pisa el “toloache” o yerba del diablo, se le pierde el
camino si es de noche o se ven rodeados de serpientes si es de día.
Y las mariposas, que acuden en busca de miel a las corolas azules, se atontan como si quedaran
imantadas.
Se dice que por los efectos narcóticos de esta flor los indios la estiman hasta la reverencia.
Cuando pasan las lluvias y los maizales se ponen más verdes, la princesa sale de su escondite para
buscar cadáveres de cocuyos caídos.

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Datura ferox es una planta herbácea de la familia de las Solanáceas. Se la llama cardo cuco, chamico
en los países andinos, y toloache en México. Tiene propiedades psicoactivas extraordinarias, es una
planta asociada con la magia. La medicina la sigue utilizando como planta medicinal. Estos alcaloides
derivados del tropano: atropina, hiosciamina, escopolamina, y sus respectivos isómeros, son muy
tóxicos.

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"La niña de Ranchu Gubiña"
Escrito por el autor Enrique Herrera

Ranchu Gubiña, de ahí era la niña de esta historia que contamos sin pretender ninguna riña.
A la niña le gustaba dibujar, colorear y pintar. Gozaba de una gran destreza y de gran
imaginación en su cabeza. Contaba con un maestro genial que siempre les decía a sus pupilos:
“No solamente se queden en casa atizándole al comal, o a la comida. Hay mucho por hacer en
esta vida”.
Desde pequeña al anochecer, la niña de Ranchu Gubiña llevaba en sus manos lápiz y papel, y
también una bombilla.
Nadie sabía qué quería hacer con todo eso, pero ella sí lo sabía.
La niña se llamaba Quetzally. Su mamá hacía comida para vender en el mercado. Preparaba
todo con gran sabor. Se especializaba en hacer totopos y tortillas de horno, pero también
cocinaba otras viandas preparadas con el mejor maíz.
Quetzally vendía en el mercado durante la mañana y la tarde. Lo que más le pedía la gente
eran las deliciosas tortillas. Al final del día, la niña llevaba el dinero de las ventas a su familia.
Quetzally tenía un ramillete de hermanitos, más no recordamos cuántos, ni los días en que
caen sus santos.
Antes de ir al mercado a vender, la niña de Ranchu Gubiña hacía algunas labores de casa. Y,
al anochecer después de ayudarle a su mamá a recoger, se sentaba en un rincón lista con su
lápiz y papel y la bombilla encendida.
Sus actividades artísticas -trazar, dibujar y pintar- marcaban el final del día.
Quetzally siempre que podía, a clases de arte asistía. Cuando iba al taller a trabajar con sus
amiguitos, lo hacía antes de ir a vender; dejaba su canasto en un salón de la entrada, en la
orilla. Luego, rápido se acomodaba, y a su maestro escuchaba.
El maestro, casi siempre, de las artes les hablaba. Y muchos dibujos, pinturas y murales les
mostraba.
A la niña primero le atraía el dibujo, luego la pintura y por último los murales, porque su
maestro era diestro y realizaba su trabajo con todo lujo de detalles.

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Un día su maestro le dijo. "Puedes llegar a la hora que quieras; los materiales estarán
aquí, esperando por ti. Podrás usar toda la herramienta que quieras, pero debes tener
cuidado con las tijeras”.
Algunas veces, al terminar de vender sus tortillas, la niña de Ranchu Gubiña corría
rumbo a su casa, para entregarle a su mamá el dinero que había ganado en el
mercado.

Después, su mamá le daba, al menos, un peso. Ella depositaba su capital en una gorra
de estambre que guardaba en el ropero. Y dedicaba su dinero a comprar hojas de
papel, para sus dibujos hacer.
La niña de Ranchu Gubiña a veces dibujaba flores, animalitos y pajaritos. Todo con
alegres colores. Sobre todas las cosas, la niña de Ranchu Gubiña era bonita y alegre.
Le gustaban los vestidos con flores y las paletas de hielo de varios sabores.
Abril, otra niña del taller, hizo un dibujo que mostró a su maestro. Él quedó
sorprendido, porque al igual que la niña de Ranchu Gubiña, esta otra niña casi
superaba a las obras de su maestro.
Un día, la niña de Ranchu Gubiña se quedó en el taller, sin acordarse de que tenía que
ir al mercado a vender. Cuando se dio cuenta, salió corriendo para allá y, cuando se
acabó de vender todas sus tortillas, regresó rápido al taller a terminar un dibujo que
luego, en casa, mostró a su mamá.

Su mamá le dijo que estaba muy bonito, y de puro gusto la niña dio un saltón y un
saltito. Otros niños del taller, como Cristem y Diego, también hacían cosas bonitas:
dibujos de chozas y casitas.
Luego, las mostraban a sus amigos y amiguitas. A todo el mundo le gustaba el trabajo
artístico de la niña de Ranchu Gubiña. En especial, los dibujos que hacía.

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Luego en el mercado preguntaba:
“¿Dónde puedo inscribirme?, ¿Es en casa de tu tía?, porque quiero
llevar una vida de artista y, as´, unir tu vida con la mía”.
Diego, uno de los “Pequeños Picassos” del taller, era uno de los
amiguitos con quien la niña de Ranchu Gubiña le gustaba compartir.
Él se alegraba mucho cuando sus amigos le pedían que les mostrase
los dibujos de la niña. Pronto, muchas niñas y niños eran
conocedores del arte de la niña.
El sueño de la niña de Ranchu Gubiña era pintar mejor que su
maestro, porque de grande quería enseñar a otros niños, en una
escuela rural, el arte de colorear.

Así pasaban las horas, los días y los meses, y la niña de Ranchu
Gubiña crecía en edad y avanzaba en el arte del lápiz y papel.
Daba gusto ver su gran amor por el arte. Siempre que tenía tiempo
libre se dedicaba a dibujar, trazar y pintar.

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"La laguna encantada"
Cerca de Espinal, Oax. existe un terreno que se conoce con el nombre de
Zopiloapan, perteneciente a algunas familias de este pueblo y de Ixtaltepec,
dentro de su perímetro había desde los tiempos más remotos muchas
estancias y haciendas de ganado bovino caballar mular y cabrío que
alcanzaron una prosperidad admirable hasta el primer tercio del siglo
pasado. La fama de sus caballos por la destreza de sus movimientos y la
velocidad de sus carreras se extendió por toda la región la braveza de sus
toros exhibidos en las fiestas titulares del rumbo atraía a los pueblos
vecinos jubilosamente.
Además de bravos, erán inmejorables para bueyes por lo que también los
preferían parecía que la naturaleza había hecho un derroche un verdadero
derroche de sus tesoros. En aquellos lugares donde todo abundaba un toro
grande valía mucho en aquella época.
Atraviesa el terreno un arroyo cuyo caudal ha disminuido notablemente
lleva el mismo nombre que el terreno y su nacedero, es una bella Laguna
llamada Laguna Encantada. La denominan así porque veían en sus aguas
cosas de encanto y precisamente al encanto atribuyen las prosperidades de
Aquel lugar. Dicen que con frecuencia ve y hace flotar sobre la superficie
de la laguna, jicalpextles, jícaras de vivos colores, pletóricos de fragantes
rosas, al mismo tiempo que salía del agua una preciosa gallina de oro
acompañada de hermosos pollitos, del mismo metal. En ese instante una
multitud de aves se acercaban, los pájaros gorjeaban alegremente alrededor
de la laguna durante el corto tiempo de la aparición.

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Si alguien se aproximaba, los objetos y los pollitos desaparecían instantáneamente absorbidos por
una succión de la laguna Encantada. A medianoche se oyó un formidable bramido de un toro
Barroso, Toro encantado. En ese momento, todo el ganado se reunió en Llano Grande y después se
dirigía a sus corrales para ser ordenado al amanecer. El Toro encantado tenía una enorme
cornamenta y causaba, también se oía con frecuencia el alegre relincho de un potro de siete colores,
inmediatamente que se escuchaba el relincho, se reunía a él todo el ganado caballar de los terrenos
inmediatos, muchas veces los diestros vaqueros trataron de cogerlo pero todo fue inútil, pues el
animal corría y saltaba a más no poder y si lo perseguían se arrojaba a la laguna desapareciendo
por completo.

Había estricta prohibición de ir a La Laguna y el arroyo los viernes a las 12 del día. Cierta vez dos
muchachas del rancho más inmediato la laguna, que se había quedado solas porque sus padres se
van todos los días a Llano Grande, donde se construye un ranchito, se fueron al arroyo sin recordar
la prohibición. Lo hicieron un día de viernes a las 12:00, pero cuál sería su sorpresa cuando vieron
en el agua a un hombre blanco y barbado que tenía sobre él, una rama que colgaba hacia el arroyo
una sábana negra, llenas de espanto regresaron corriendo las muchachas y cuando volvieron la cara
hacia atrás vieron que venía siguiéndolas, un sacerdote el pánico de ellas fue tanto que no se
detuvieron siquiera para cerrar la puerta de la casa. Se fueron a toda carrera al rancho vecino y ahí
refirieron al dueño lo que les había acontecido, el señor dijo que habían hecho mal en ir al Arroyo
ese día que era viernes y así que consideró que ya pudieron haber vuelto del trabajo los familiares
de las jóvenes. Las acompañó hasta la puerta de casa.

Vieron entonces que nada en lo absoluto faltaba en la casa, pero se notó que el desconocido había
entrado, pues algunas cosas habían cambiado de lugar. Los familiares de ellas vieron con profunda
pena aquella relación y acongojados, se arrodillaron para elevar sus oraciones al cielo, para que los
librara del mal. A las 12 de la noche en la fecha de los acontecimientos, se oyó en toda la comarca
un fuerte rugido que jamás se había sentido, más tarde se supo que fue producido por el
desencantamiento de la laguna, formándose un gigante que de un golpe abrió una gran oquedad en
un cerro cercano, ahí se encerró y ahí se haya atormentado continuamente y condenado a prisión
por 1000 años por las hadas que Morán en las oscuras montañas de Mazahua.

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La oquedad se conoce hoy con el nombre de Cueva de Aguascalientes, las lágrimas derramadas
por los grandes ojos del gigante, se han filtrado en la montaña y han formado una pequeña
corriente de agua termal, lo que se llama Aguascalientes; son bastante conocidas sus
propiedades medicinales y en primavera de cada año son visitadas por las personas que padecen
de reumatismo y enfermedades de la piel.

Los Rancheros que cada 31 de diciembre a las 12 de la noche se oye un espantoso alarido del
gigante pidiendo perdón a las hadas de Mazahui. Desde que ocurrió el fenómeno ya no
aparecieron los colores floridos de la laguna y la gallina de oro con sus pollitos. Ya no se oyó la
algarabía, jamás se volvió a oír el tremendo bramido del Toro Barroso, ni se vieron sus enormes
cornamentas, el caballo de siete colores ya no volvió a relinchar, pero lo más grave del caso es
que desde aquel desgraciado suceso, la prosperidad de aquella región privilegiada fue
disminuyendo con rapidez y todo fue tomando aspecto de agotamiento, muchos de sus
frondosos árboles se secan: mameyes, zapotes, guayabas, madres de agua.

Ya no pululan entre sus ramajes, los faroleros guacamayos ni los gigantes monos de larga Cola
y de bigotes blondos, el ganado se volvió cimarrón y sólo a tiro de fusil lo cogían, el arroyo que
antes no se secaba, únicamente tiene agua en la temporada de lluvia. Cuentan que en el
rancho más cercano de la laguna, donde vivían los jóvenes que ocasionaron el
desencantamiento, había un mozo misterioso que manejaba el ganado, cual si fuese rebaño de
ovejas y generalmente campeaba de noche y se llamaba Juan Pedro.

Hacía 50 años que se había presentado en la que el rancho diciendo que era de Ciudad Real,
no tenía más que un tosco violín de madera fina, era de cuerpo bajo de color cetrino, ojos
pequeños y apacibles y de pocas palabras. Todas las noches después de su frugal cena, sacaba
un tosco violín y tocaba suavemente canturreando décimas, o sones de cantar, como él decía.
Otras veces iba de visita a la casa vecina donde le regalaban cigarros olorosos, qué tanto le
agradaban, decía que ya tenía 150 años de edad. Después de los acontecimientos relatados Juan
Pedro se tornó más silencioso que antes, ya no tocó su tosco instrumento y una tarde lluviosa
se fue hacia el Oriente para no regresar nunca.

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Terreno que se conoce con el nombre de Zopiloapan.

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Elaborado por:
1. Sánchez de la Barquera López Mariana Bi´Nisa
2. Orozco Santos Azin Quetzally
3. Luis Santos Héctor
4. Martínez Blas Perla
5. Ortega Rodríguez Itiel Kenisha

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