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H. P.

Blavatsky y los Maestros


UNAS POCAS PALABRAS DE APRECIACIÓN Y EXPLICACIÓN

Por el Imperator
H. Spencer Lewis

De “The Mystic Triangle” Mayo 1929

En mi viaje a Egipto y a través de Europa, durante los últimos meses, tuve la


oportunidad de ponerme en contacto con muchas personas que aún viven, quienes
estuvieron íntimamente asociados con Mme. Blavatsky durante los años de su gran
obra, así como visitar muchos de los lugares que se convirtieron en santuarios para sus
seguidores y ver muchos documentos raros y papeles relativos a los detalles íntimos de
su vida.

Es natural que cada estudiante de misticismo superior se convierta en admirador de la


gran labor realizada por Madame Blavatsky; pero por alguna razón que puede ser
comprensible para todos los estudiantes, tengo el más profundo sentimiento de
agradecimiento por las penas y sufrimientos a través de los cuales, ésta muy querida
mujer tuvo que pasar para llevar adelante su misión decretada Cósmicamente. A
menudo me he preguntado en los años pasados, cuando medito sobre los esfuerzos de
su vida y sus logros, si quienes estaban familiarizados con su trabajo se dieron cuenta
de la clase de sacrificio que hizo y bajo qué dificultad trabajó para intentar cumplir la
misión que le fue asignada.

Parece que unos pocos se dan cuenta que ningún gran líder de cualquier movimiento
progresista y ciertamente ningún avatar, o portador de gran luz, deliberadamente y
personalmente selecciona dicha carrera arbitrariamente, y como una cuestión de
voluntad personal. Estas personas nacen para ocupar la posición que finalmente
tendrán, y el trabajo de su vida es diseñado para ellos cuando toman el primer aliento
al nacer; y desde el momento en que son conscientes de su propia existencia como
niños hasta el último aliento que anima sus seres, luchan entre las tentaciones del
mundo y el impulso del Cósmico. Nunca he conocido a uno de ellos que no habría
preferido, a mitad de su carrera, abandonar la misión y alejarse a la privacidad,
satisfacción y descanso de una vida oculta, lejos de todos los problemas del mundo y
los esfuerzos para hacer progresar a otros.

Ciertamente, Madame Blavatsky tuvo un alma maravillosa y su corazón era tan grande,
amable y adorable como cualquier mujer conocida en la historia. Que hubo una parte
de su ser externo que a veces parecía crudo o tosco, incluso, o inculto al grado de
refinamiento que se encontraba en su naturaleza interna, fue sin duda debido a la
herencia mortal resultante de la humanidad de las dos líneas de antepasados ruso y
alemán, que contribuyó a su naturaleza compleja. Sin duda mientras que tenemos el
privilegio de analizar su carácter exterior e interior y pueda permitírsenos el privilegio
de comentar sobre ellos y sus diferencias, no tenemos derecho a juzgar la razón de la
existencia de una tal naturaleza compleja en un ser, ni ninguno de nosotros tiene
derecho a preguntar por qué tal instrumento fue seleccionado por los grandes
maestros para llevar a cabo la misión maravillosa que ella desempeño.

Mi corazón sangra por ella cuando pienso en la injusticia, la cruel y despiadada, fría
injusticia, a la cual tuvo que hacer frente en las manos de aquellos que eran indignos
para compartirles cualquiera de sus conocimientos, y que no estando preparados, e
incapaces para entender la menor de sus enseñanzas. Pero puedo alegrarme, también,
en el hecho que en la medida en que viva el hombre y siga evolucionando y ocupando
un lugar mortal en la tierra o en un plano espiritual en el reino más allá, habrá quienes
rindan homenaje al gran trabajo y contribución a la evolución humana llevada a cabo
por esta extraordinaria mujer. El registro indeleble permanecerá como un monumento
a su memoria, y al mismo tiempo un testimonial viviente para el buen discernimiento,
el buen juicio, y profundo entendimiento de los maestros que la seleccionaron y
apoyaron en todo lo que ella hizo.

Cuando nosotros, recorrimos Europa hace unas semanas, gastamos varios días en la
pequeña, vieja ciudad de Basilea en Suiza, nos acercamos a los íntimos detalles en un
período de la vida de Mme. Blavatsky. Fue precisamente aquí que los Rosacruces
tuvieron en un tiempo la forma más temprana de una universidad metafísica conocida
al mundo, y fue a esta universidad que Paracelso vino a vivir y estudiar. Fue de esta
institución que él se graduó, y luego más tarde estableció algunos principios
Rosacruces e ideas, comenzando su gran carrera y misión en la vida, bajo mucha crítica
y sufrimiento personal. Precisamente aquí él escribió muchos de sus famosos
manuscritos, que fueron conservados durante cientos de años o más en la biblioteca de
la universidad Rosacruz a la que asistió. Fue en Basilea que Franz Hartman uniéndose a
la Orden pudo estudiar los escritos de Paracelso y otros Rosacruces, familiarizándose
con los documentos secretos; y fue mientras era estudiante en esta ciudad que Mme.
Blavatsky llegó con la finalidad de escribir una parte de sus grandes libros, mientras se
ocultaba del mundo profano, cuando se creyó que ella estaba en la India o en otras
partes de Europa. Ella, también, tuvo acceso a los maravillosos manuscritos de
Paracelso y algunos otros maestros Rosacruces, y Franz Hartman se convirtió en su
compañero personal y médico personal, estableciendo una relación de amistad y de
asociación que se prolongó durante toda su vida.

En esta pequeña, antigua ciudad nuestro grupo tuvo la oportunidad de ver no


solamente la vieja universidad Rosacruz y el viejo edificio ocupado por el secretario del
grupo en esa parte del mundo, sino también muchos de los símbolos Rosacruces
pintados a colores en las paredes de ciertos edificios, símbolos que todavía están
hermosamente brillantes y son intensamente interesantes. Muchos de estos símbolos y
diseños aparecieron más tarde en el gran libro compilado por Franz Hartman, titulado,
“Los Símbolos Rosacruces”, y estos fueron reconocidos instantáneamente por aquellos
de nuestros miembros que habían visto su gran libro.

Seleccionamos especialmente como nuestro hotel, el hotel más antiguo del mundo. Fue
construido en el siglo trece y sólo ha sido ligeramente remodelada una o dos veces
desde entonces; y fue aquí que Mme. Blavatsky, en sus atractivos salones de madera
tallada de antiguo diseño, recibió la visita de los tres o cuatro trabajadores de su
organización en Europa y América, que se les permitió conocer de su ubicación real
durante estos años importantes. ¡Una ciudad tal es para el descanso, la paz, y la
inspiración!

Cuan fácilmente podríamos visualizar la querida, vieja alma, aislada en un piso


superior de uno de los antiguos edificios, que continua intacto, con dos grandes
ventanas con vista al norte, dándole luz constante para sus muchas horas de estudio y
escritura, donde ella tenía toda la protección y el aislamiento que necesitaba.
Podríamos darnos cuenta de cuán dulce y hermosa fue la separación del mundo, y sin
embargo dudaríamos si cualquiera de sus críticos hubiera hecho el sacrificio que ella
hizo al separarse de todos los placeres mundanos, que podrían haber sido suyos, y que
pudo haber disfrutado si aceptaba sólo unos pocos de los miles de beneficios que le
fueron ofrecidos.

Fue en la vieja Basilea que Mme. Blavatsky tuvo tantos contactos íntimos con los
maestros K. H. y M. He tenido el placer de leer algo de lo más personal y más íntimo de
las cartas y comunicaciones escritas a ella por estos dos maestros, cuando encontraron
más conveniente poner sus pensamientos por escrito que aparecer ante ella y
pronunciar sus palabras. ¡Qué maravillosa orientación e instrucción recibió de ellos, y
al mismo tiempo que desalentador las correcciones y las amonestaciones! Fuera de la
bondad de su corazón, evidentemente trato constantemente de hacer demasiadas cosas
y dar demasiado. Es evidente, a partir de muchas de las cartas, que si bien había
obtenido permiso para tener su propio camino, ella habría diseminado el gran
conocimiento, desenfrenada y libremente a todos los que pensaran que lo querían;
pero ella fue restringida y forzada a acatar las leyes superiores y a obedecer las
palabras de los dos grandes maestros. Si ella hubiera cedido a sus propios impulsos,
habría evitado la mayor parte de las penas y sufrimientos en su vida, pero ella habría
fallado en algún grado en su gran misión.

He visto la cartas de los maestros a ella, que claramente prueban que la mayoría de la
grandes condenas a su trabajo, surgieron al ceder ella a los deseos y necesidades de sus
principales seguidores. En este punto veo una analogía y semejanza con el caso de otro
famoso líder y trabajador de los maestros –Cagliostro. Durante el desarrollo de su vida,
tal como se revela en los papeles, documentos y registros encontrados recientemente, y
que refutan las falsas historias enseñadas en la enciclopedia promedio sobre él, él
luchaba entre la obediencia a los maestros, quienes lo instruyeron, y el humano,
generoso deseo de agradar y hacer felices a quienes eran sus principales
colaboradores. En el caso de Mme. Blavatsky y Cagliostro hubo quienes, al igual que
muchos de hoy, han insistido en que la verdad de las grandes enseñanzas de la mente
Cósmica deben ser instantánea y continuamente reducidas a una manifestación
material.

El gran trabajo de Cagliostro en nombre de la Orden Rosacruz, y bajo la dirección de los


maestros, fue conducido en un período en la historia del mundo cuando una creencia
en la posibilidad del retorno del espíritu comenzaba sólo a atraer el pensamiento y la
comprensión espiritualista de las mentes progresistas. Ellos exigieron que él produjera
fenómenos y les mostrara un espíritu viviente en un cuarto oscurecido en lugar de
escuchar las palabras de oro del conocimiento, que constituyó el mensaje que él tenía
para ellos de los maestros. Y cada vez que él cedió durante unos breves momentos en
dar una demostración de los poderes que eran suyos, y que debían ser usados sólo en
privado o de modo invisible para el bien de todos, le trajeron sobre su cabeza crítica,
mofa, duda, y condiciones dolorosas, que hicieron su vida y su trabajo más difícil.

En el caso de Mme. Blavatsky, su misión comenzó sólo después del gran renacimiento
de las demostraciones espiritualistas en América; y fue llamada para duplicar algunos
fenómenos, o perder lo siguiente que ella tenía que mantener a fin de tener un
instrumento para realizar su trabajo en sitios distantes. Quizás el más difícil de todos
los problemas que ella tuvo que afrontar era la constante demanda por parte de sus
seguidores que ella hiciera manifiesto a sus materialistas, dudosos, indignos sentidos
la existencia de los dos grandes maestros K. H. y M. Algunos de sus íntimos asociados se
volvieron tan insistentes en que estos maestros debían comunicarse con ellos así como
con ella, y hacerse visibles y tangibles a sus rudos sentidos, como a sus espirituales,
muy desarrolladas facultades, que cuando ella cedió o intentó transferir el contacto de
ella a estos dudosos, la demostración no era perfecta, el contacto no era sublime, los
resultados no eran satisfactorios, y los críticos encontraron la causa para molestarla y
desalentarla en su trabajo.

Hoy encontramos a aquellos que no aceptan las palabras de Jesús, ni las sublimes,
inspiradoras palabras de Dios, a menos que vayan acompañados por las burdas,
manifestaciones materiales de la más inútil naturaleza. Parece que el hombre se
muestra reacio a aceptar a Dios, a menos que en primer lugar Dios se le revele a sí
mismo como un hombre. Parece que el hombre vacila en creer que la verdad está en lo
correcto, hasta que la verdad se reduzca a una medida por la cual el hombre pueda
medir sus pasos en el mundo material y ver ganancias materiales de los mismos. La
sabiduría del Alma parece de ningún valor para aquellos que no pueden plantearla en
términos que primero se apliquen al cuerpo físico. Esas personas no se dan cuenta, por
supuesto, que la gran duda en su mente y el mucho escepticismo, que les provoca a
demandar este tipo de demostraciones y manifestaciones, cierran la puerta a cualquier
percepción real de los principios envueltos. Realmente, hasta que no nos volvamos
como niños y tengamos la fe de un niño la comprensión espiritual es imposible, e
incluso la aprehensión humana del gran conocimiento ofrecido por los maestros es
imposible.

Pero hay aquellos que parecen realizar que después de que el alma ha comprendido y
la mente mortal aprehendido eso que no puede comprender, y el ser completo del
hombre es infundido con fe y confianza en la integridad de la ley espiritual entonces las
personas traerán sus propias manifestaciones desde su interior con más convicción de
su actualidad, y demostraciones más perfectas de su integridad que por cualquier
manifestación material de una naturaleza física. Tales personas, indudablemente,
traen de las encarnaciones pasadas una etapa o grado del desarrollo, que son resultado
de haber pasado a través de los días de duda y escepticismo sin haber perdido fe en la
revelación última; y entonces debemos considerar que aquellos que exigen un truco en
las manos de un maestro, como ellos exigirían un truco de un mago, antes de que ellos
crean o hasta consideren la verdad de la ley, deben ser considerados como aquellos
que no están todavía listos y preparados para la llegada de la mayor luz. Así como con
Mme. Blavatsky y Cagliostro, nosotros no debemos perder la paciencia con ellos y
condenarlos a la oscuridad eterna. Nosotros debemos ser tolerantes y amables, y tratar
de conducirlos de la mano hasta ese punto de la evolución donde en vez de buscar
demostraciones realizadas por otros, ellos atestiguarán en el silencio de la meditación
una manifestación de su propia hechura; pero nosotros no debemos ceder, tampoco, a
sus deseos y ser tentados a producir tales fenómenos como es convincente a la mente
externa y considerado profano por la mente interior.

Sabemos que Mme. Blavatsky se prepara para venir otra vez, y sabemos que hay
aquellos ahora jóvenes sobre el sendero, y jóvenes en años, quiénes vivirán para
encontrarla y conocer esa gran alma, y quizás venir bajo su dirección e instrucción
antes de que su presente encarnación termine. Pero esperamos realmente que cuando
Mme. Blavatsky esté con nosotros otra vez, el mundo estará más preparado y más listo
para las enseñanzas más altas que ella dará bajo el nuevo régimen y en el nuevo ciclo.

En una de las famosas cartas de los grandes maestros dirigida a uno de los asociados de
Mme. Blavatsky, que constantemente exigía demostraciones y manifestaciones,
encontramos el Gran Maestro M. reprochando esa duda y escepticismo con las palabras
siguientes:
“Sí, y ahora estamos en medio de gente conflictiva, de una obstinada, ignorante gente,
podemos acosar la verdad y aún no ser capaces de encontrarla, ya que cada uno la busca
sólo para su propio beneficio privado y satisfacción sin dar un pensamiento a los otros.”

En otra carta el Maestro el M. reprocha a este mismo hombre, debido a sus deseos de
una demostración, con las palabras siguientes:

“También intento romper a través de esa gran ilusión contra la cual los estudiantes de lo
oculto, de todo el mundo, siempre han sido advertidos por sus maestros, el anhelo por los
fenómenos. Al igual que la sed por beber y el opio, esta crece con la satisfacción. Si usted
no puede ser feliz sin los fenómenos, usted nunca aprenderá nuestra filosofía. Si usted
quiere un sano pensamiento filosófico, y puede estar satisfecho con tal cosa,
correspóndannos. Os digo una verdad profunda al decir que si usted elige la sabiduría,
todas las demás cosas os serán añadidas –al tiempo. No añade ninguna fuerza a nuestras
verdades metafísicas que nuestras cartas caigan desde el espacio en su regazo o lleguen
a su almohada. Si nuestra filosofía es errónea, una maravilla no sentará bien. Ponga esa
convicción en su conciencia y hablemos como los hombres sensatos. ¿Por qué deberíamos
jugar con una caja de sorpresas?”.

Y ¿qué no la multitud demando un signo a Jesús? ¿Y no todo gran maestro, que ha


intentado ayudar al hombre a desarrollar sus propias facultades ha sido requerido a
hacer milagros, para que el hombre en su pereza y su duda pueda descansar y dormir y
tener a otros para que hagan por él lo que debe hacer por sí mismo? Los Rosacruces
siempre han mantenido el hecho de que aunque un gran maestro pudiera realizar un
milagro aparente no sería prueba de que sus estudiantes, o sus seguidores o sus
creyentes pudieran realizar la misma proeza. Y los Rosacruces han mantenido que el
mayor bien del hombre para si mismo no puede venir a través de su dependencia en los
milagros realizados por otros, sino a través de los milagros que realiza por sí mismo en
su propia vida. Por lo tanto, los Rosacruces han sostenido que la instrucción a los
demás es mucha mayor y más contribuyente en beneficio del hombre que las
manifestaciones a sus sentidos. Aprenda a realizar por sí mismo lo que desea, y usted
se convertirá a sí mismo en el más grande maestro. Depender, o colocar su fe ciega en
los poderes de otro, le convertirán en un esclavo en lugar de un maestro. Miles están
asociados, hoy, con movimientos que gratifican sus deseos de fenómenos y les dejan sin
instrucción, sin guía, y sin preparación para atender las emergencias de la vida o
superar los obstáculos comunes.

La vida de Mme. Blavatsky fue una vida de sacrificio en la que ella pudo enseñar a otros
e inspirarlos a despertar al maestro interno, y así hacerse milagrosos trabajadores en
sus propias vidas. Ella era sólo uno de los grandes avatares en paz, y quizás la más
grande de todas las mujeres que han sido usadas por el Cósmico y los maestros como
un canal o instrumento. Pero no es porque ella fuera una mujer, o por su sexo que
rendimos homenaje, sino por la gran alma dentro de su cuerpo que ha alcanzado aún
mayores alturas desde su transición, y está ahora mismo en contacto cercano con
aquellos que todavía continúan el gran trabajo de los maestros en el trabajo Rosacruz;
ya que las almas son asexuadas, y el espíritu no tiene las limitaciones de la carne.

Mme. Blavatsky es uno de nosotros, y con nosotros, querida y reverenciada, y


esperando por aquellos que siempre le conocieron y aun le aman.

Traducción: P.C.D.G. F.R.C.

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