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Niña, mujer, otras

(Bernardine Evaristo)
Capítulo “Carole”
Extracto (pp. 151-156)

Carole volvió a la facultad decidida a conquistar el sitio


donde iba a pasar los siguientes dos años y medio de su vida
se integraría, decidió, encontraría a su gente, como su madre
le había aconsejado hacer
y no entre los inadaptados que merodeaban por allí con
mala cara, el pelo engominado en mohicanos morados
ni entre esos que llevaban extensiones de rastas multicolor,
gente que no iba a llegar a ninguna parte, o eso le parecía a
Carole mientras los veía caminar por la ciudad con pancartas
y megáfonos, personas que espantarían a su madre si las llevara
a casa
¿llegar a esto? ¿acaso tu padre sacrificó su salud para que
ahora tú te conviertas en una rastafari punki que huele mal?
ni tampoco le interesaban los muermos con patas, como
empezaba a llamarlos en su cabeza, estudiantes que eran tan
sosos que desaparecían, incluso para ella
menos aún las camarillas de las élites, ahora que sabía que
existían, los que eran inaccesibles, los que habían ido a colegios
privados famosos por producir primeros ministros, nóbeles,
directores ejecutivos, exploradores del Ártico,
dramaturgos famosos y espías célebres
que evidentemente eran los que más en su salsa estaban
cuando había que bajar todas las noches engalanados al
comedor vistos desde arriba por los miembros del profesorado
que vivían en el college, quienes seguramente no habrían
salido desde que estudiaron allí mismo, los mismos que legaban
rituales que a los estudiantes les parecían ridículos como
«calarse el subfusc y andar hacia atrás alrededor del Fellows’
Quad con una copa de oporto en la mano a las dos de la mañana
para estabilizar el conjunto espacio-tiempo el día que
cambia la hora a la del meridiano de Greenwich»
miembros del profesorado a los que seguramente la idea
de «no» cenar ante una sala llena de futuros primeros ministros
y nóbeles les resultaba «más bien desasosegante»
el instituto de Carole era famoso por producir madres
adolescentes y criminales precoces
ella prefería los boles de tallarines instantáneos en la ruta
de vuelta a su cuarto

estudió a los residentes en busca de compatibilidades,


acordó a los que tenían las maneras más amables, se sorprendió
cuando la agente le respondió con calidez
una vez que por fin se decidió a hablarles
hacia finales de su segundo trimestre había hecho amigos e
incluso se había echado novio, Marcus, un keniata blanco
cuya familia era propietaria de un rancho de gano en Kenia,
y al que no le daba vergüenza tener debilidad por las chicas
negras, cosa que a Carole no le importó en absoluto porque
estaba encantada de ser deseada y de que el chico la tratara
con respeto
sabía que nunca podría hablarle de él a su madre, que le
había dejado bien claro que tenía que casarse con un nigeriano,
aunque tampoco era que estuviese pensando en casarse,
con Marcus, solo tenían diecinueve años, su madre le habría
preguntado por qué estaba de novia con alguien que no la
respetaba lo suficiente como para querer casarse con ella
no ganada nada contándoselo
antes de Marcus, Carole había tenido miedo de los
hombres, en los años de instituto después de aquello no había
querido acercarse ni a un metro de ninguno
creyó que nunca encontraría a nadie en quien poder
confiar, que no la violara a la primera de cambio; se sorprendió
cuando su amistad con Marcus tomó tintes románticos
después de empezar a estudiar juntos en la biblioteca e ir luego a
pasear
al poco tiempo estaba colándolo por las noches en el
cuarto

gracias a Marcus consiguió una aceptación social que


jamás habría conseguido por su cuenta
a él le gustaba presumir de ella, cogiéndola del brazo o de
la mano cuando estaban en público
alquiló una sala privada en un restaurante para comer
juntos por el décimo noveno cumpleaños de ella
fue la primera persona que le hizo el amor con su permiso

Carole escuchaba y aprendía de su nuevo círculo social


«¿qué te gustaría tomar?» en lugar de «¿ké kieres?»
«¿a quién estabas dirigiéndote?» en lugar de «¿con kién
hablabas?»
«voy un momentito al baño» en lugar de «voy a mear»
observó lo que comían, e hizo lo propio
aprendió que una tortilla española con huevos y cosas
tenía más clase que una inglesa (con huevos y cosas)
los bollitos de pan congelados de veinte una libra no
tenían ni punto de comparación con unos brioches recién
horneados, esponjosos y delicados que se deshacen con
tocarlos
los chips de polenta mojados en dips de aceite de oliva y
hierbas eran mucho «más apetecibles» que las grasientas
patatas fritas mojadas en las más baratas grasas saturadas con
guarnición de infarto de corazón
y cómo iba a saber ella que la harina de arroz podía
utilizarse para hacer pan, que el pan podría rellenarse de
aceitunas, que las aceitunas podían rellenarse de trocitos
de tomates secos, que los tomates asados podían rellenarse
de queso y que el queso podía hacerse con trocitos de
albaricoque y almendras, y las almendras usarse para hacer
leche
le dieron a conocer el sushi (de preferencia casero con un kit
de sushi regalado por navidades) y el guacamole (de preferencia pronunciado en español)
descubrió una cosa llamada «espárrago» que hacía que
el pipí te oliese raro, aprendió que cualquier cosa verde era
buena para comer siempre y cuando se sirviera en frío, al vapor
o crocante

Carole se enmendó no para ser igual que ellos pero sí más


como ellos
se quitó la base de cemento con la que se embadurnaba la
cara, se deshizo de las pestañas de jirafa que le cargaban los
párpados, se despegó las uñas como garras que le dificultaban
gran parte de las actividades cotidianas
tales como vestirse, coger cosas del suelo, casi todo lo que
fuera preparar comida y usar papel higiénico
desechó los postizos cosidos a su cuero cabelludo durante
varios meses seguidos, más de los aconsejados porque,
después de ahorrar para ponerse esos caros mechones negros de
mujeres indias o brasileñas, quería sacarles el máximo partido,
incluso cuando se le infectó el cuero cabelludo bajo los
pestosos trozos de tela de donde surgía el pelo falso
se sintió liberada cuando se lo descosió por última vez y su
cuero cabelludo entró en contacto con el aire
notó la delicadeza del agua caliente corriendo de nuevo
directamente por encima sin la intermediación de un tejido
manufacturado
por último se alisó sus rizos bien intrincados, Marcus le
dijo que le gustaba más al natural, ella le dijo que así nunca
conseguiría trabajo

la invitaron a casas de propiedad de las mismas familias que


vivían en ellas
casas sin moqueta por los suelos (por elección), sin celosías
en las ventanas para que no curiosearan los chismosos (raro)
casas con debilidad por lo viejo y decrépito como relojes
de pie que reseonaban en los pasillos y armarios antiguos que
padecían de cacoma
viejos sofás desgastados que tapaban con colchas (mantitas)
y eran mucho más «de recibo» que los de cuero reuciente
que rechinaban cuando te sentabas
mesas de comedor de madera que mostraban orgullosas
los cortes de los cuchillos de generaciones de escritos
vandálicos tales como
«El impero del Hombre vs. El impero de la Ley: debatan»
«¿Es el dinero gris el nuevo dinero negro?»
«Esme quiere a Jonty que quiere a Poppy que quiere a
Monty que quiere a Jasper que quiere a Clarissa que quiere
a Marissa que quiere a Priscilla que quiere a Clemency»
o cosas por el estilo

la casa de su nueva colega, Rosie, tenía incluso divisiones


llamadas alas y cosas como parapetos, por si los vikingos
volvían a invadirlos, como bromeó su amiga mientras les
enseñaba la casa
a los jardines los llamaban terrenos, sin vecinos en
kilómetros a la redonda, porque estaban en medio de la nada
y podían hacer todo el ruido que quisieran, cosa que en el
caso de Rosie significaba contratar a una pequeña orquesta
para que tocaran en el césped en la fiesta por sus veinte
años
entre los invitados estaban la gente a la que Crole ahora
también llamaba amigos, Melanie, Toby, Patricia, Priya, Lucy
y Gerry
por la mañana escuchó los chillidos rechinantes y como de
juguete de los periquitos tropicales que pasaban por delante
de la ventana de su carto, y que confundió con loros
desde su ventana veía un césped, un lago, pavos reales
sueltos
más tarde ese mismo día la iniciaron en el concepto de
andar
por andar

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