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Pastoral al enfermo y su familia

Parte II
12 de septiembre 2023
Muy Revda. Belina Carranza

Representación social de la enfermedad


Se define a la representación social como " el conjunto de
conocimientos pertenecientes al pensamiento de sentido común
que permiten que el comprenda se interprete la realidad".
Son representaciones determinadas que forman parte del cómo
se ve, percibe o se piensa un fenómeno que se tiene
conceptualizado como realidad ligados principalmente a
momentos históricos, sociales o culturales, como por ejemplo
veremos para esta presentación, la enfermedad.
Por enfermedad, vamos a entender, la alteración y desviación del
estado fisiológico en un o varias partes del cuerpo, por causas
desconocidas, manifestadas por síntomas y signos
característicos cuya evolución es más o menos previsible
(definición de la OMS). No debemos olvidar, que también las
emociones nos enferman (depresión, por ejemplo) o que existen
enfermedades mentales (la demencia, la esquizofrenia).
Salud y enfermedad, son una constante en la vida; incluso
plantas y animales enferman. En el ámbito humano, las
enfermedades se caracterizan por las afectaciones que pueden
ocasionar el desequilibrio de la vida cotidiana.
Una enfermedad, cualquiera que esta sea, es " incapacitante" y
tiene orígenes específicos, por ejemplo, una gripe nos obliga a
estar en casa y en reposo, tiene múltiples formas de manifestarse
de acuerdo a nuestro estado anímico y por supuesto también en
relación a quienes nos rodean. En casi todas las culturas,
encontramos que para la gripe, lo mejor además del reposo. es el
"caldito de pollo", una buena dosis de miel y aspirina.
Un tipo entonces de representación social de la gripe, es que se
trata de una enfermedad de "descanso". Dentro de la

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representación social, encontramos también "las causas",
escuchamos con frecuencia decir " te enfriaste", no te cuidaste,
te contagiaste en... aunque también, está ligada a la tristeza (es
una forma de llorar)
La enfermedad, nos hace pensar entonces en cuidados; un
enfermo, es alguien que por el tiempo que está incapacitado para
hacer su vida “normal” requiere de cuidados específicos, y se
espera que mejore, no que empeore.
Las enfermedades, van teniendo ciclos en su representación
social ligados al desarrollo científico y tecnológico que no son
ajenos de las sociedades y comunidades, de las culturas en las
que estamos inmersos.
Las enfermedades pueden ser hereditarias, crónico-
degenerativas, crónicas, en fin, son muchas sus características.
En los tiempos de Jesús, es decir, en el siglo I, la enfermedad era
una forma de aislamiento, pues no sólo se temía el contagio, sino
que implicaba también un problema social y económico. Los
enfermos, generalmente al dejar de trabajar, se convertían en una
carga y de acuerdo a la afección, eran también considerados
impuros.
Si vemos con detenimiento, encontramos que en el libro del
Deuteronomio, en los capítulos 13 y 14, veremos tanto la forma
en que se realizaba el diagnóstico y el tratamiento.
La enfermedad entonces, estaba ligada a tres sectores:
• El popular-familiar
• El profesional (médicos, sacerdotes)
• El étnico (el mundo greco-romano)
Cada uno de estos sectores, estaba orientada a que la persona,
no perdiera “su lugar”, pues perder el lugar forzosamente, lo
llevaba al mundo del exilio. Carlos Gil (en Aguirre, Rafael 2009)
nos recuerda que “…se trata de una sociedad colectivista, …
perder “su lugar” era interpretado como enfermedad. La
antropología cultural, explica este proceso como una pérdida de
significado del entramado físico, sociocultural y religioso. Algo de
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su entorno (familiar, social, religioso) altera el equilibrio en el que
se encontraba y provoca cambios que afectan tanto al cuerpo
(físico), como a sus relaciones (social), a sus valores (cultural), a
su relación con Dios (religioso). Así pues, las alteraciones del
entorno… pueden producir efectos en el cuerpo…
desequilibrios…cambios y alteraciones en el entorno… La
curación de acuerdo a esto, busca intervenir e invertir el proceso
de enfermedad”. (pág. 107).
Nos plantea el autor un pasaje para su ejemplo: Marcos 5:25-34
(y sus paralelos) con la finalidad de comprender cómo al no tener
en su momento una curación, ya vista por varios médicos, una
mujer con hemorragia, “piensa” que si se acerca a Jesús, éste la
sanará.
La idea de comparar con los paralelos, es simplemente ver
algunas pequeñas diferencias en el texto, en la narración, pero el
resultado, es el mismo: la mujer es sanada “por su fe”. Esto nos
lleva entonces a pensar, que la fe, no es algo estático, la fe en la
vida del enfermo (y creo que de todos) es una acción. Es acercarse
a una posibilidad, es hacer algo, no estar esperando a que “la
salud llegue por sí misma”.
Nosotros como agentes de pastoral, no sanamos, llevamos
acompañamiento, compasión, unción, comunión, esperanza no
necesariamente en la salud, sino en ese estar para poder acceder
a cuidados personales, motivación y si la situación lo requiere,
preparar para la salud plena (nuestra transición a la presencia
del Señor).
Desde el psicoanálisis, hay una teoría que habla de la
importancia del vínculo que se establece con los enfermos. Hay
incluso una idea de que aquello que cura, es el vínculo, se ha
visto, en hospitales, que aquellos enfermos que han sido visitados
y acompañados, se recuperan mucho más pronto que aquellos
aislados y “abandonados” (Riviere. P.1985).
La presencia entonces, es importante, el acompañar es parte de
esa acción requerida para que exista una motivación de fe.

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Ahora bien, toda enfermedad, tiene su propia “representación
social” y eso es algo que no podemos dejar de lado, pues tiene su
propia concepción de ser y por ende, la forma en que se establece
la relación con otro, a partir de la enfermedad.
Pensemos por ejemplo, en los años 80 cuando aparece el vih sida,
no se sabía nada de la enfermedad y entonces, se difundió la
noticia de que “solamente afectaba a los homosexuales”,
entonces, la representación social, en ese momento, era de una
enfermedad que ocurría a quienes llevaban una vida “incorrecta”,
recordemos que no es sino hasta hace muy poco tiempo, que la
homosexualidad es reconocida como una preferencia sexual
aceptada de acuerdo a la orientación de cada persona, hoy es
parte de la forma de vida de muchas personas y ya no es una
enfermedad, durante mucho tiempo, también se pensaba que la
homosexualidad era una “desviación anormal” por lo que,
regresando al ejemplo del sida, personalmente recuerdo a
muchas personas que incluso no saludaban de mano a nadie que
sospecharan era homosexual además de estar considerada una
enfermedad de un “grupo exclusivo”. No faltaron los comentarios
ácidos de culpa y “justicia divina”, con el tiempo, hemos
descubierto que es un virus que forma parte de un espectro que
tiene relación con el sistema inmunitario y que si bien, su
contagio es principalmente a través del sexo, no es el único y no
necesariamente es privativo de preferencias sexuales
determinadas. Yo lo traigo como ejemplo, simplemente porque es
una de esas enfermedades en las que en automático, saltan los
prejuicios de un tipo de grupo o cultura específicos que incluso
hacen “diferencias” entre las situaciones de contagio.
Aún hoy en día, llegamos a escuchar a personas que si saben que
alguien tiene vih, sin siquiera detenerse a pensar dicen “él/ella
se lo buscó”, pero si escuchamos que alguien tiene cáncer,
decimos “pobre, ojalá no sufra mucho”.
Esa es una forma de representación social. Automáticamente en
la enfermedad, también tendemos a manifestar nuestros propios
prejuicios y por supuesto, a relacionarnos con las personas a
partir de la idea que tenemos de determinadas enfermedades.

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Por otra parte, hay una realidad: a todos nos da miedo la
enfermedad. Tanto por su ser de incapacitante, como el contagio,
como las secuelas y desenlaces. Todos estamos tratando siempre
de cuidar nuestra salud, pero también es una realidad, que todos
estamos expuestos.
Sor Juana es prácticamente, una heroína y víctima de la
enfermedad, del contagio. Muchos médicos, enfermeras,
familiares y cuidadores también. Ni qué decir del SARS-COVID
19 que todos vivimos, padecimos y en algún momento nos
contagiamos. Pero que a la vez, no trajo solamente aislamiento y
muerte, nos trajo largos duelos múltiples a veces casi imposibles
de elaborar: pérdida de una forma de vida, pérdida de la
seguridad, pérdida de amigos y familiares, en fin, si bien, ya una
enfermedad por sí misma, aunque se trate de una simple gripa,
es una pérdida difícil (pérdida de la salud) ahora más la situación
de pandemia que vivimos que trajo con ella la evidencia de
muchas enfermedades de tipo emocional y la exacerbación de
muchas enfermedades mentales.
Cuidar enfermos, hacer pastoral a enfermos, es entonces trabajar
con nuestros propios prejuicios, nuestros propios temores a las
pérdidas, nuestra propia certeza de vulnerabilidad y finitud.
La enfermedad es una realidad, nuestros prejuicios y nuestra
forma de vincularnos con nuestra propia enfermedad, nuestra
salud, nuestro cuidado, son muy importantes a la hora de
acercarnos a otros.
Es necesario considerar entonces, que, como agentes de pastoral,
no debemos perder de vista que debemos reconocer las ideas que
tenemos acerca de determinadas enfermedades, que debemos
siempre tener precaución de cuidar nuestra salud y la de la
persona que acompañamos, que la variedad es un ingrediente
esencial para acercarnos a las familias y a los enfermos y que la
confidencialidad es crucial en esta tarea para la que hemos sido
llamados, para la que estamos fortaleciendo nuestra vocación.
Recordemos pues, el saludo con el que iniciamos el rito de
misnistración de enfermos: “paz a esta casa y a los que en ella

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habitan”, entendiendo pues, que la primer casa que debe estar
en paz, es la propia, es decir, nuestro propio cuerpo, nuestra
propia relación con nosotros y nuestra posibilidad de enfermar.

Bibliografía:
Aguirre, Rafael Qué se sabe de Jesús de Nazaret, Verbo Divino
2009. España.
Biblia Dios Habla Hoy
García de Castro, José La voz de tu saludo Salterrae 2019.
España
Libro de Oración Común
Pichón-Riviere, Enrique Teoría del vínculo Nueva visión. 1985.
Bs.As, Argentina
Varios Misioneros en el dolor 2022 OMPE México

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