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3606 – LIT.

MEXICANA 6 (SIGLO XIX)


003 – MARTÍNEZ LUNA, ESTHER

SELECCIÓN DE POESÍA MODERNISTA*

Tablada, José Juan Li Po y otros poemas (1920)

*PREPARADA POR ANDROS E. R. AGUILERA


CONTENIDO
Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895) ............................................................................. 2
La duquesa Job.................................................................................................................... 2
Non omnis moriar.............................................................................................................. 7
Salvador Díaz Mirón (1853-1928) ................................................................................... 10
Cleopatra ............................................................................................................................. 10
José Juan Tablada (1871-1945) ........................................................................................ 12
Misa negra .......................................................................................................................... 12
Quinta Avenida.................................................................................................................. 14
Enrique González Martínez (1871-1952) ....................................................................... 16
Busca en todas las cosas… ............................................................................................. 16
Tuércele el cuello al cisne... .......................................................................................... 17
María Enriqueta (1872-1968) ........................................................................................... 19
Vana invitación ................................................................................................................. 19
Efrén Rebolledo (1877-1929) ............................................................................................ 22
Caro victrix ........................................................................................................................ 22
POSESIÓN ....................................................................................................................... 22
EL BESO DE SAFO ........................................................................................................ 23
ANTE EL ARA ................................................................................................................. 23
TRISTÁN E ISOLDA ..................................................................................................... 24
SALOMÉ........................................................................................................................... 25
EL VAMPIRO .................................................................................................................. 26
LA TENTACIÓN DE SAN ANTONIO ........................................................................ 27
LETEO............................................................................................................................... 28
EN LAS TINIEBLAS...................................................................................................... 28
CLARO DE LUNA .......................................................................................................... 29
EL DUQUE DE AUMALE ............................................................................................ 30
INSOMNIO ...................................................................................................................... 31

1
Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895)

La duquesa Job

A Manuel Puga y Acal

En dulce charla de sobremesa,

mientras devoro fresa tras fresa,

y abajo ronca tu perro Bob,

te haré el retrato de la duquesa

que adora a veces al Duque Job.

No es la condesa de Villasana

caricatura, ni la poblana

de enagua roja, que Prieto amó;

no es la criadita de pies nudosos,

ni la que sueña con los gomosos

y con los gallos de Micoló.

Mi duquesita, la que me adora,

no tiene humos de gran señora:

es la griseta de Paul de Kock.

No baila Boston, y desconoce

de las carreras el alto goce,


2
y los placeres del five o'clock.

Pero ni el sueño de algún poeta,

ni los querubes que vio Jacob,

fueron tan bellos cual la coqueta

de ojitos verdes, rubia griseta,

que adora a veces el Duque Job.

Si pisa alfombras, no es en su casa;

si por Plateros alegre pasa

y la saluda Madam Marnat,

no es, sin disputa, porque la vista;

sí porque a casa de otra modista

desde temprano rápida va.

No tiene alhajas mi duquesita,

pero es tan guapa, y es tan bonita,

y tiene un cuerpo tan v'lan, tan pschutt;

de tal manera trasciende a Francia

que no la igualan en elegancia

ni las clientes de Hélène Kossut.

Desde las puertas de La Sorpresa

hasta la esquina del Jockey Club,

3
no hay española, yanqui o francesa,

ni más bonita, ni más traviesa

que la duquesa del Duque Job.

¡Cómo resuena su taconeo

en las baldosas! ¡Con qué meneo

luce su talle de tentación!

¡Con qué airecito de aristocracia

mira a los hombres, y con qué gracia

frunce los labios! — ¡Mimi Pinson!

Si alguien la alcanza, si la requiebra,

ella, ligera como una cebra,

sigue camino del almacén;

pero, ¡ay del tuno si alarga el brazo!,

¡nadie se salva del sombrillazo

que le descarga sobre la sien!

¡No hay en el mundo mujer más linda!

Pie de andaluza, boca de guinda,

esprit rociado de Veuve Clicquot,

talle de avispa, cutis de ala,

ojos traviesos de colegiala

¡como los ojos de Louise Théo!

4
Ágil, nerviosa, blanca, delgada,

media de seda bien restirada,

gola de encaje, corsé de ¡crac!,

nariz pequeña, garbosa, cuca,

y palpitantes sobre la nuca

rizos tan rubios como el coñac.

Sus ojos verdes bailan el tango;

¡nada hay más bello que el arremango

provocativo de su nariz!

Por ser tan joven y tan bonita

cual mi sedosa, blanca gatita,

diera sus pajes la emperatriz.

¡Ah, tú no has visto, cuando se peina,

sobre sus hombros de rosa reina

caer los rizos en profusión!

¡Tú no has oído qué alegre canta,

mientras sus brazos y su garganta

de fresca espuma cubre el jabón!

¡Y los domingos…! ¡Con qué alegría

oye en su lecho bullir el día

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y hasta las nueve quieta se está!

¡Cuál se acurruca la perezosa,

bajo la colcha color de rosa,

mientras a misa la criada va!

La breve cofia de blanco encaje

cubre sus rizos, el limpio traje

aguarda encima del canapé;

altas, lustrosas y pequeñitas,

sus puntas muestran las dos botitas,

abandonadas del catre al pie.

Después, ligera, del lecho brinca.

¡Oh quién la viera cuando se hinca

blanca y esbelta sobre el colchón!

¿Qué valen junto de tanta gracia

las niñas ricas, la aristocracia,

ni mis amigas del cotillón?

Toco; se viste; me abre; almorzamos;

con apetito los dos tomamos

un par de huevos y un buen bistec,

media botella de rico vino,

y en coche juntos, vamos camino

6
del pintoresco Chapultepec.

¡Desde las puertas de La Sorpresa

hasta la esquina del Jockey Club,

no hay española, yanqui o francesa,

ni más bonita ni más traviesa

que la duquesa del Duque Job!

Poesías (1896)

Non omnis moriar

¡No moriré del todo, amiga mía!

De mi ondulante espíritu disperso,

algo en la urna diáfana del verso,

piadosa guardará la poesía.

¡No moriré del todo! Cuando herido

caiga a los golpes del dolor humano,

ligera tú, del campo entenebrido

levantarás al moribundo hermano.

¡Tal vez para entonces por la boca inerme

7
que muda aspira la infinita calma,

oigas la voz de todo lo que duerme

con los ojos abiertos en mi alma!

Hondos recuerdos de fugaces días,

ternezas tristes que suspiran solas;

pálidas, enfermizas alegrías

sollozando al compás de las violas…

Todo lo que medroso oculta el hombre

se escapará, vibrante, del poeta,

en áureo ritmo de oración secreta

que invoque en cada cláusula tu nombre.

Y acaso adviertas que de modo extraño

suenan mis versos en tu oído atento,

y en el cristal, que con mi soplo empaño,

mires aparecer mi pensamiento.

Al ver entonces lo que yo soñaba,

dirás de mi errabunda poesía:

era triste, vulgar lo que cantaba…

¡mas qué canción tan bella la que oía!

8
Y porque alzo en tu recuerdo notas

del coro universal, vívido y almo;

y porque brillan lágrimas ignotas

en el amargo cáliz de mi salmo;

porque existe la Santa Poesía

y en ella irradias tú, mientras disperso

átomo de mi ser esconda el verso,

¡no moriré del todo, amiga mía!

Poesías (1896)

9
Salvador Díaz Mirón (1853-1928)

Cleopatra

La vi tendida de espaldas

sobre púrpura revuelta.

Estaba toda desnuda,

aspirando humo de esencias

en largo tubo, escarchado

de diamantes y de perlas.

Sobre la siniestra mano

apoyada la cabeza;

y como un ojo de tigre

un ópalo daba en ella

vislumbres de fuego y sangre

al oro de su ancha trenza.

Tenía un pie sobre el otro

y los dos como azucenas;

y cerca de los tobillos

argollas de finas piedras;

y en el vientre un denso triángulo

10
de rubia y rizada seda.

En un brazo se torcía,

como cinta de centellas,

un áspid de filigrana

salpicado de turquesas,

con dos carbunclos por ojos

y un dardo de oro por lengua.

A menudo suspiraba;

y sus altos pechos eran

cual blanca leche, cuajada

dentro de dos copas griegas,

y en alabastro vertida,

sólida ya, pero aún trémula.

¡Oh! yo hubiera dado entonces

todos mis lauros de Atenas,

por entrar en esa alcoba

coronado de violetas,

dejando ante los eunucos

mis coturnos a la puerta.

1900

11
José Juan Tablada (1871-1945)

Misa negra

Emen Hetan!
(Cri des stryges au sabbat)

¡Noche de sábado! Callada

está la tierra y negro el cielo,

late en mi alma una balada

de doloroso ritornelo.

El corazón desangra herido

por el cilicio de las penas

y corre el plomo derretido

de la neurosis en mis venas.

¡Amada, ven…! Dale a mi frente

el edredón de tu regazo,

y a mi locura, dulcemente,

lleva a la cárcel de tu abrazo.

¡Noche de sábado! En tu alcoba

flota un perfume de incensario,

el oro brilla y la caoba

12
tiene penumbras de santuario.

Y allá en el lecho do reposa

tu cuerpo blanco, reverbera

como custodia esplendorosa

tu desatada cabellera.

Toma el aspecto triste y frío

de la enlutada religiosa

y con el traje más sombrío

viste tu carne voluptuosa.

Con el murmullo de los rezos

quiero la voz de tu ternura,

y con el óleo de mis besos

ungir de Diosa tu hermosura;

quiero cambiar el beso ardiente

de mis estrofas de otros días,

por la salmodia reverente

de las sonoras letanías;

quiero en las gradas de tu lecho

doblar temblando la rodilla...

13
y hacer el ara de tu pecho

y de tu alcoba la capilla.

Y celebrar, ferviente y mudo,

sobre tu cuerpo seductor,

lleno de esencias y desnudo,

¡la Misa Negra de mi amor!

El País, 8 de enero de 1893

Quinta Avenida

¡Mujeres que pasáis por la Quinta Avenida

tan cerca de mis ojos, tan lejos de mi vida!

¿Soñáis desnudas que en el baño os cae

áureo Jove pluvial, como a Danae…?

O por ser impregnadas de un tesoro,

al asalto de un toro de oro

¿tendéis las ancas como Pasifae…?

¿Sobáis con perversiones de cornac

de broncíneo elefante la trompa metálica,

14
o transmutáis, urentes, de Karnak

la sala hipóstila en fálica?

¡Mujeres fire-proof, a la pasión inertes,

hijas de la mecánica, Venus made in America;

de vuestra fortaleza, la de las cajas fuertes,

es el secreto… idéntica combinación numérica!

Los mejores poemas (1943)

15
Enrique González Martínez (1871-1952)

Busca en todas las cosas…

Busca en todas las cosas un alma y un sentido

oculto; no te ciñas a la apariencia vana;

husmea, sigue el rastro de la verdad arcana,

escudriñante el ojo y aguzado el oído.

No seas como el necio, que al mirar la virgínea

imperfección del mármol que la arcilla aprisiona,

queda sordo a la entraña de la piedra, que entona

en recóndito ritmo la canción de la línea.

Ama todo lo grácil de la vida, la calma

de la flor que se mece, el color, el paisaje.

Ya sabrás poco a poco descifrar su lenguaje…

¡Oh divino coloquio de las cosas y el alma!

Hay en todos los seres una blanda sonrisa,

un dolor inefable o un misterio sombrío.

¿Sabes tú si son lágrimas las gotas de rocío?

¿Sabes tú qué secretos va contando la brisa?

Atan hebras sutiles a las cosas distantes;

al acento lejano corresponde otro acento.

16
¿Sabes tú donde lleva los suspiros el viento?

¿Sabes tú si son almas las estrellas errantes?

No desdeñes al pájaro de argentina garganta

que se queja en la tarde, que salmodia a la aurora.

Es un alma que canta y es un alma que llora…

¡Y sabrá por qué llora, y sabrá por qué canta!

Busca en todas las cosas el oculto sentido;

lo hallarás cuando logres comprender su lenguaje;

cuando sientas el alma colosal del paisaje

y los ayes lanzados por el árbol herido…

Los senderos ocultos (1911)

Tuércele el cuello al cisne...

Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje

que da su nota blanca al azul de la fuente;

él pasea su gracia no más, pero no siente

el alma de las cosas ni la voz del paisaje.

Huye de toda forma y de todo lenguaje

que no vayan acordes con el ritmo latente

de la vida profunda... y adora intensamente

la vida, y que la vida comprenda tu homenaje.

17
Mira al sapiente búho cómo tiende las alas

desde el Olimpo, deja el regazo de Palas

y posa en aquel árbol el vuelo taciturno...

Él no tiene la gracia del cisne, mas su inquieta

pupila, que se clava en la sombra, interpreta

el misterioso libro del silencio nocturno.

Los senderos ocultos (1911)

18
María Enriqueta (1872-1968)

Vana invitación

—Hallarás en el bosque mansa fuente

que, al apagar tu sed, copie tu frente.

Dijo, y le respondí: —No tengo antojos

de ver más fuente que tus dulces ojos;

sacian ellos mi sed; son un espejo

donde recojo luz y el alma dejo...

—Escuchará entonces los latidos

del gran bosque en los troncos retorcidos;

o el rumor de la brisa vagarosa

que huye y vuela cual tarda mariposa...

—Bástame oír tu voz; tiene su acento

gritos de mar y susurrar de viento.

—Hay allí flores, como el sol, doradas,

19
y otras níveas cual puras alboradas.

—En tu mejilla rosa está el poniente,

y la blanca alborada está en tu frente.

—Hay allí noches profundas y tranquilas...

—Esas noches están en tus pupilas.

—Hay sombra en la maleza enmarañada...

—Hay sombra en tu cabeza alborotada...

—Lo que se siente allí, no lo has sentido.

—A tu lado el amor he presentido.

—¡Ven! Ese bosque misterioso y quieto

va a decirte al oído su secreto...

—¡Es en vano el afán con que me llamas!,

¡Si tú ya me dijiste que me amas!...

—Hay un árbol inmenso, majestuoso,

de altísimo follaje rumoroso;

en él, como serpiente, está enredada

20
una gigante yedra enamorada...

—Tú eres ese árbol majestuoso y fuerte:

¡deja que en ti me apoye hasta la muerte!

Rumores de mi huerto (1908)

21
Efrén Rebolledo (1877-1929)

Caro victrix

POSESIÓN

Se nublaron los cielos de tus ojos,

y como una paloma agonizante,

abatiste en mi pecho tu semblante

que tiñó el rosicler de los sonrojos.

Jardín de nardos y de mirtos rojos

era tu seno mórbido y fragante,

y al sucumbir, abriste palpitante

las puertas de marfil de tus hinojos.

Me diste generosa tus ardientes

labios, tu aguda lengua que cual fino

dardo vibraba en medio de tus dientes.

Y dócil, mustia, como débil hoja

que gime cuando pasa el torbellino,

gemiste de delicia y de congoja.

22
EL BESO DE SAFO

Más pulidos que el mármol transparente,

más blancos que los blancos vellocinos,

se anudan los dos cuerpos femeninos

en un grupo escultórico y ardiente.

Ancas de cebra, escorzos de serpiente,

combas rotundas, senos colombinos,

una lumbre los labios purpurinos,

y las dos cabelleras un torrente.

En el vivo combate, los pezones

que se embisten parecen dos pitones

trabados en eróticas pendencias,

y en medio de los muslos enlazados,

dos rosas de capullos inviolados

destilan y confunden sus esencias.

ANTE EL ARA

Te brindas voluptuosa e impudente,

y se antoja tu cuerpo soberano

intacta nieve de crestón lejano,

23
nítida perla de sedoso oriente.

Ebúrneos brazos, nunca transparente,

aromático busto beso ufano,

y de tu breve y satinada mano

escurren las caricias lentamente.

Tu seno se hincha como láctea ola,

el albo armiño de mullida estola

no iguala de tus muslos la blancura,

mientras tu vientre al que mi labio inclino

es un vergel de lóbrega espesura,

un edén en un páramo de lino.

TRISTÁN E ISOLDA

Vivir encadenados es su suerte,

se aman con un anhelo que no mata

la posesión, y el lazo que los ata

desafía a la ausencia y a la muerte.

Tristán es como el bronce, oscuro y fuerte,

busca el regazo de pulida plata,

24
Isolda chupa el cáliz escarlata

que en crespo matorral esencias vierte.

Porque se ven a hurto, el adulterio

le da un sutil y criminal resabio

a su pasión que crece en el misterio.

Y atormentados de ansia abrasadora,

beben y beben con goloso labio

sin aplacar la sed que los devora.

SALOMÉ

Son cual dos mariposas sus ligeros

pies, y arrojando el velo que la escuda,

aparece magnífica y desnuda

al fulgor de los rojos reverberos.

Sobre su obscura tez lucen regueros

de extrañas gemas, se abre su menuda

boca, y prodigan su fragancia cruda

frescas flores y raros pebeteros.

Todavía anhelante y sudorosa

25
de la danza sensual, la abierta rosa

de su virginidad brinda al tetrarca,

y contemplando el lívido trofeo

de Yokanán, el núbil cuerpo enarca

sacudida de horror y de deseo.

EL VAMPIRO

Ruedan tus rizos lóbregos y gruesos

por tus cándidas formas como un río,

y esparzo en su raudal crespo y sombrío

las rosas encendidas de mis besos.

En tanto que descojo los espesos

anillos, siento el roce leve y frío

de tu mano, y un largo calosfrío

me recorre y penetra hasta los huesos.

Tus pupilas caóticas y hurañas

destellan cuando escuchan el suspiro

que sale desgarrando mis entrañas,

y mientras yo agonizo, tú, sedienta,

finges un negro y pertinaz vampiro

26
que de mi ardiente sangre se sustenta.

LA TENTACIÓN DE SAN ANTONIO

Es en vano que more en el desierto

el demacrado y hosco cenobita,

porque no se ha calmado la infinita

ansia de amar ni el apetito ha muerto.

Del oscuro capuz surge un incierto

perfil que tiene albor de margarita,

una boca encarnada y exquisita,

una crencha olorosa como un huerto.

Ante la aparición blanca y risueña,

se estremece su carne con ardores

febriles bajo el sayo de estameña,

y piensa, con el alma dolorida,

que en lugar de un edén de aves y flores,

es un inmenso páramo la vida.

27
LETEO

Saturados de bíblica fragancia

se abaten tus cabellos en racimo

de negros bucles, y con dulce mimo

en mi boca tu boca fuego escancia.

Se yerguen con indómita fragancia

tus senos que con lenta mano oprimo,

y tu cuerpo süave, blanco, opimo,

se refleja en las lunas de la estancia.

En la molicie de tu rico lecho,

quebrantando la horrible tiranía

del dolor y la muerte exulta el pecho,

y el fastidio letal y la sombría

desesperanza y el feroz despecho

se funden en tu himen de ambrosía.

EN LAS TINIEBLAS

El crespón de la sombra más profunda

arrebuja mi lecho afortunado,

y ciñendo tus formas a mi lado

28
de pasión te estremeces moribunda.

Tu cabello balsámico circunda

los lirios de tu rostro delicado,

y al flotar por mis dedos destrenzado

de más capuz el tálamo se inunda.

Vibra el alma en mi mano palpitante

al palpar tu melena lujuriante,

surca sedosos piélagos de aromas,

busca ocultos jardines de delicias,

y cubriendo las flores y las pomas

nievan calladamente mis caricias.

CLARO DE LUNA

Como un cisne espectral la luna blanca

en el espacio transparente riela,

y en el follaje espeso filomela

melifluas notas de su buche arranca.

Brilla en el fondo obscuro de la banca

tu peinador de vaporosa tela

29
y por las frondas de satín se cuela

o en los claros la nívea luz se estanca.

Después de recorrer el mármol frío

de tu pulida tez, toco una rosa

que se abre mojada de rocío;

todo enmudece, y al sentir el grato

calor de tus caricias, mi ardorosa

virilidad se enarca como un gato.

EL DUQUE DE AUMALE

Bajo la obscura red de la pestaña,

destella su pupila de deseo

al ver la grupa de esplendor sabeo

y el albo dorso que la nieve empaña.

Embiste el sexo con la enhiesta caña

igual que si campara en un torneo,

y con mano feliz ase el trofeo

de la trenza odorífera y castaña.

El garrido soldado de Lutecia

30
se ríe de sus triunfos, mas se precia

de haber abierto en el amor un rastro,

y gallardo, magnífico, impaciente,

como un corcel se agita cuando siente

la presión de su carga de alabastro.

INSOMNIO

Jidé, clamo, y tu forma idolatrada

no viene a poner fin a mi agonía;

Jidé, imploro, durante la sombría

noche y cuando despunta la alborada.

Te desea mi carne torturada,

Jidé, Jidé, y recuerdo con porfía

frescuras de tus brazos de ambrosía

y esencias de tu boca de granada.

Ven a aplacar las ansias de mi pecho,

Jidé, Jidé, sin ti como un maldito

me debato en la lumbre de mi lecho;

Jidé, sacia mi sed, amiga tierna,

31
Jidé, Jidé, Jidé, y el vano grito

rasga la noche lóbrega y eterna.

Caro victrix (1916)

32

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