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Sin embargo, a pesar de que la globalización se conciba ya como un fenómeno cultural, tecnológico y
político es su dimensión económica la que continúa acaparando mayor atención ya que son
principalmente las consecuencias que se derivan de ella las que se consideran que han tenido un
impacto de gran relevancia en el ámbito urbano. La intensificación de la interdependencia económica
internacional en la segunda mitad del siglo XX y la forma en la ésta acontece van a marcar una época
única, entendida por muchos como la culminación del proceso histórico de expansión del capitalismo. El
debilitamiento del keynesianismo, a raíz de la crisis del petróleo de 1973 y la llamada “stagflation”
norteamericana (estancamiento e inflación), junto con una presión por una demanda de mayores
beneficios y abaratamiento en los productos, daría paso a principios de los 70 al resurgimiento de una
fuerte ola de liberalismo económico abanderado por el monetarismo de la Escuela de Chicago y la
influencia de políticos como Thatcher y Reagan (the “magic of the market place”).
A principios de los años 80, la existencia de una globalización económica se hacía patente a través del
crecimiento que experimentaban las transacciones económicas internacionales en concreto el comercio
internacional y, sobre todo, los flujos de inversión extranjera (empresas, bonos, acciones, etc.). De esta
forma, el cambio en la composición de las transacciones económicas internacionales dotaba de gran
singularidad, cuando no de excepcionalidad, al proceso de globalización económica que acontecía ya
que, a diferencia de la década de los 50, en donde el principal flujo económico internacional consistía en
un comercio basado en las materias primas, productos primarios y manufactura, a finales del siglo XIX,
son los movimientos o flujos de finanzas internacionales, inversiones extranjeras directas y otras formas
de capital los que toman el control de la economía global. Pero dentro de este nuevo contexto “we can
not take the world economy for granted and assume that it exists simply because international transaction
do” (Sassen, 2001) pues buena parte de su éxito ha radicado en la configuración de un sólido marco
institucional (organizaciones supranacionales, mercados financieros globales, etc.), el crecimiento de una
política económica cada vez más liberal (desregulación financiera, privatizaciones, etc.) y los avances
tecnológicos.
La significatividad que suponen desde la perspectiva urbana estas transformaciones económicas es a
estas alturas indiscutible dada la gran constatación que se ha hecho de ello a través de valiosos estudios
que daban respuesta a cuestiones como: ¿conducen las transformaciones económicas a un proceso de
proletarización, polarización o profesionalización? ¿Cómo influye la transformación de la estructura de
clases en la desigualdad residencial desde el análisis del espacio? ¿Existe más segregación social o más
diversidad espacial?
La teoría de la profesionalización
En contraposición a esta visión marxista que defiende la expansión y el emprobrecimiento de la clase
obrera se presenta el enfoque de los que defienden que se ha dado un considerable aumento en la
movilidad social y que más bien se asiste a un crecimiento de la clase media que implica un mayor
bienestar social y urbano. Las bases teóricas principales que justifican esta teoría se hallan en la obra de
Daniel Bell, El Advenimiento de una Sociedad Postindustrial (1973), en donde argumenta que el paso de
una sociedad basada en la manufactura a otra sustentada en la economía de servicios y procesamiento
de la información ha conducido al declive del trabajador manual en beneficio de los trabajadores de cuello
blanco, en concreto los profesionales, técnicos y directivos. Además, defiende que el aumento de este
tipo de ocupaciones lleva necesariamente aparejado un gran incremento en los niveles de cualificación
pues el manejo de altas tecnologías junto con los complejos procesos cognitivos de producción que
implica el nuevo modelo económico requiere de una alta y específica formación que hace desaparecer el
trabajo rutinario y manual en favor de una profesionalización:
“…the heart of the post-industrial society is a class that is primarily a professional class. As with any
status group, the boundaries of definition are fluid and often indistinct, yet certain core elements are
obvious. A profession is a learned (i.e. scholarly) activity, and thus involve formal training, but within a
broad intellectual context…the major class of the emerging new society is primarily a professional class,
based on knowledge rather than property” (Bell, 1973:374)
En conjunto esta tesis no niega que parte del trabajo no manual de hoy pueda ser más rutinario que el
que caracterizaba en conjunto a la época industrial. Pero lo verdaderamente relevante es que el aumento
de la cualificación generalizado apunta a un claro crecimiento de la clase media que hace que se conciba
la tesis de la proletarización como una forzada generalización que se basa en lo que podrían
experimentar un número reducido de ocupaciones que no es representativo de la mejora global de las
condiciones laborales y de vida de la mayoría.
La ambigüedad de su significado
El significado que atribuye la mayor parte de los diccionarios a la palabra segregar es el de separar o
apartar:
“Separar o apartar algo de otra u otras cosas.” “Separar y marginar a una persona o a un grupo de
personas por motivos sociales, políticos o culturales.” Diccionario de la Real Academia Española.
Esta concepción transmite por tanto una gran ambigüedad en cuanto a su objeto de aplicación pues
podría referirse indiferentemente a distintas entidades materiales o humanas y a diferentes ámbitos. Sin
embargo, el concepto de segregación ha sido sobre todo
“While the spatial patterns of residential structure had been identified by the plethora of factorial
ecologies, the processes which shaped these patterns had all but been ignored. For many, the key to the
problem of linking process and spatial form in an explanatory sense lay in the analysis of household
behaviour, and many urban geographers began to consider individual household decision-making”
(Bassett y Short, 1980).
Dicha elección se produce en base a la importancia que en cada caso juegan variables como el ciclo del
hogar, la proximidad al trabajo, la etnia o la edad, siendo siempre el lado de la demanda del mercado de
la vivienda la que decide en buena medida dónde y cómo vivir. Una valoración individual en la que entran
en juego los factores push-pull es la que del mismo modo conduce a la movilidad residencial de un hogar,
dándose por sentado, optimistamente o idílicamente, que cuando ésta ocurre es siempre a fin de mejorar
la situación residencial. Tal y como propuso Wolpert (1965) el conocimiento del que disponen los hogares
con respecto a los espacios (action space) es usado para asignar una utilidad a los mismos (place utility)
y es el lugar en el que ésta adquiere su máximo valor allí en donde se elige residir. Sin embargo, la
utilidad asignada a otros espacios con respecto a aquel en el que se reside puede aumentar por un
cambio en la percepción del hogar y generar de esta forma una movilidad residencial. Son así las
preferencias, deseos y aspiraciones de los individuos, basados en una percepción subjetiva, las que
guían la decisión de la localización residencial de la población de tal forma que se pueden encontrar tanto
hogares con similares características sociodemográficas residiendo en lugares dispares como hogares
sin apenas similitudes entre sí concentrados en un espacio determinado. Por tanto, en base a esta
concepción la segregación es interpretada como un producto derivado fundamentalmente de la libre
decisión individual por residir en un espacio determinado. Así lo constata también “la aproximación étnico-
cultural”, que defiende la importancia clave de los factores culturales para justificar la segregación
residencial que presentan los grupos étnicos en Estados Unidos:
“It seems increasingly clear that own-race preference, especially on the part of whites, is an important
element of the structuring of residential areas” (Clark, 1989)