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EMAÚS, UNA SITUACIÓN DEL CORAZÓN.

Emaús no es sólo un lugar geográfico, sino también una situación del corazón: Cuando se acaba
la fe y la esperanza sólo queda la amargura, la apatía y la desesperación. La gente lo expresa
diciendo que se encuentran en un callejón sin salida, en un hoyo negro, en un pozo profundo. Y
bien sabemos que cuando el corazón se llena de amargura, es necesario hablar, echar fuera los
fantasmas de la tristeza, compartir con otros la propia pena. Cada persona habla de lo que
habita en su corazón. Por eso los discípulos de Emaús “conversaban y discutían sobre todo lo
que había ocurrido”.
No es menor la incertidumbre y el desasosiego que tenemos hoy: al desconcierto de los discípulos
de Emaús pasada la muerte de Jesús; su angustia fue más larga que los doce kilómetros que
distaban de Jerusalén. Si quisiéramos ponerle un sello histórico a lo que nos está ocurriendo el
nombre de “Emaús” es perfecto por significa la huida, las preguntas, los prejuicios, la ceguera, la
sordera y las incertidumbres por no saber qué viene encima. Alguien decía: ¿por qué Dios no nos
advirtió? Con tantos desesperos no vamos a saber que quiere Dios de nosotros. Un mundo o un
país decepcionado no se percata de nada. En el camino de Emaús todos somos
los discípulos para dejarnos alcanzar por Jesús y no distinguirlo porque estamos muertos del
miedo acerca de lo que nos puede pasar en el futuro inmediato. “Entonces Jesús les dijo: ¡Qué
insensatos son ustedes y que duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas!
¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria? Y
comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas les explicó todos los pasajes de la
Escritura que se referían a su resurrección”. Antes de la resurrección los discípulos veían a
Jesús, pero no lo reconocían; ahora en la resurrección lo reconocemos pero no lo vemos
porque no tenemos fe.
LA PEDAGOGÍA DE JESÚS.

Jesús, que se hace compañero de camino, se introduce delicadamente en el sufrimiento de los


discípulos: Comienza por interesarse por ellos, los escucha, descubre la aflicción y la angustia
que hay en su corazón para responder mejor a sus necesidades. Esta manera de actuar de
Jesús encierra toda una pedagogía, de lo que podemos distinguir: Enseñanza a partir de la
experiencia. Jesús comienza su enseñanza a partir de lo que los discípulos han vivido: Los
momentos amargos de la Pasión, al parecer tan absurdos, tienen una explicación en el proyecto
de Dios contenido en la Escritura. Jesús les descubre el nexo oculto entre profecía y
realización, entre el Plan de Dios y las acciones de los hombres. Entonces “les interpretó lo que
se decía de él en todas las escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas”.
Esa misma enseñanza hace que la letra de la Escritura se convierta en vida y que ella misma
“encienda el corazón” de los discípulos.

A Dios lo tenemos en nuestro interior para decirnos: ¿Qué duros de corazón son ustedes? Está
porque nos creó, está porque somos sus hijos, está por la Palabra y los sacramentos; todas
cosas buenas que hacemos y bonitas que digamos, es Él hablando desde nuestro interior. Esas
son las razones para decirle en este tiempo “¡Quédate con nosotros porque ya es tarde y va a
anochecer!” No es cierto que desde cuando estábamos caminando afligidos llegó Él y sentimos
como un fuego en nuestro corazón con sus palabras, a medida que nos mostraba lo que había
ocurrido días antes. “Compartiendo el pan en la cena se les abrieron los ojos lo reconocieron”,
después de haber sido solidarios con ellos.
EL SEÑOR ESTÁ VIVO Y SE HA MANIFESTADO.
La manifestación de Cristo resucitado se convierte en una certeza para los discípulos de
Emaús: ¡Jesús está vivo! Ya no tienen por qué dudar del testimonio de unas mujeres, porque
ellos mismos lo han visto, han caminado y han cenado con El. Entonces cobra pleno sentido la
presencia del Peregrino de Emaús que vino a rescatarlos de la tristeza, a renovar su fe, a
acrecentar su amor y a abrirlos a la esperanza. Fue un grito de gozo, un reconocimiento de lo
que había realmente acontecido: “Entonces se dijeron el uno al otro: “¿No sentíamos arder
nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”. En el suceso
de Emaús se ven claras dos acciones:
- La Palabra, que enardece el corazón de los discípulos;
- Partir del Pan, que los lleva al reconocimiento de la presencia viva de Jesús. Palabra y
Pan hacen presente a Jesús.
Por la Palabra, Jesús va disponiendo el corazón de los discípulos para comprender el proyecto
de Dios sobre la Pasión y Muerte de Jesús. Por la fracción del Pan, el hombre que cree en
Jesús, ve a Jesús resucitado.

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