Está en la página 1de 9

El camino a Emaús

“Y he aquí, dos de ellos iban el mismo día a una aldea llamada Emaús,
que estaba a sesenta estadios de Jerusalén.

E iban hablando entre sí de todas aquellas cosas que habían


acontecido.
Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, JESÚS mismo se
ACERCÓ, y CAMINABA CON ELLOS.
Mas los ojos de ellos estaban velados, para que no le conociesen.
Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras
camináis, Y POR QUÉ ESTÁIS TRISTES?” (Lucas 24:13-17)

Si algunos sufrieron desilusión, indudablemente, fueron los discípulos


de Cristo. Tenían tanta esperanza en que Jesucristo, sería Rey y
gobernarían con Él. Todas sus expectativas y sueños se frustraron,
cuando le vieron entregarse para ser crucificado en la cruz. No
entendieron nada.

Después de Su resurrección Jesús cómo un buen pastor, fue a buscar


las ovejas que se habían descarriado. Su arresto, sentencia de muerte,
y su crucifixión fue un golpe terrible a su fe. Desilusionados,
desanimados y tristes, comenzaron el largo camino de regreso a sus
casas. Pensaron ¿para qué seguir creyendo en el Mesías? ¡Jesús está
muerto! La vida ya no tiene sentido. Se preguntaron entre ellos.
¿Hemos sido engañados? ¿Qué va a pasar con nosotros ahora?
Mientras andaban y recordaban los hechos, de los últimos días, el
Señor se acercó a ellos, pero no le reconocieron porque no le
esperaban ver. Él les preguntó: “¿que vienen discutiendo por el
camino? ¿Por qué estáis tan tristes?” Aunque no eran de los doce,
Jesús se preocupó por cada uno de sus discípulos. También a nosotros
nos busca cuando nos alejamos de Él. Él oye nuestras conversaciones y
conoce nuestros pensamientos.

Hay pocos que no han andado por este camino, alejándose cada paso
más de su Jerusalén. Es el tramo que nos distancia de la ciudad santa,
el lugar donde se hicieron consagraciones profundas y sagradas, el
lugar del aposento alto, el lugar donde Dios quiere que estemos. Para
estos dos discípulos, Jerusalén les hizo recordar la crucifixión de su
Señor, el lugar de sufrimiento y la perdida de todas sus esperanzas. Era
el sitio de desengaño, desilusión y dolor. Querían irse lo más lejos
posible de todas estas escenas dolorosas, los traumas, el sufrimiento y
la perdida de fe. Los recuerdos de los últimos días eran como una
pesadilla, y esperaban despertar y encontrar que lo ocurrido era
solamente un sueño malo. Al no entender Las Escrituras, estaban a
punto de perder su fe.
Cuando pasan cosas que no entendemos, cosas que no tienen lógica, ni
explicación, nuestra fe es probada, como por fuego. San Pablo nos
anima de tomar el escudo de la fe. El escudo es para un soldado en
guerra, para apagar los dardos de duda y condenación. Si no
estuviéramos en una guerra, no sería necesario la armadura, ni la
espada del Espíritu que es la Palabra de Dios. “Pelea la buena batalla
de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo fuiste
llamado.” (1ª Timoteo 6:12)
Los discípulos eran tan humanos como nosotros y padecieron las
mismas tentaciones. Sin tener la fe en un Cristo vivo, no tenían el valor
o el denuedo de continuar luchando. Se escondieron temiendo la
misma suerte que su Maestro. La perdida de fe es como la muerte y se
necesita una resurrección. El apóstol Pedro escribió:

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su


grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la
resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia
incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos
para vosotros, que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe,
para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en
el tiempo postrero.” (1ª Pedro 1:3-5)

El camino de vuelta
Sigamos de cerca el relato de los dos discípulos en el camino de Emaús
y veamos lo que podemos aprender de esta narración:
1) En primer lugar Jesús estaba conciente de su situación. Él les
escuchaba. No ignoraba su estado de ánimo. No estaban solos. No se
podían alejar de Su amor y cuidado.
“Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo SE
ACERCÓ, y caminaba con ellos.” (Lucas 24:15)
Desalentados, habían abandonado toda esperanza, pero, gracias a Dios,
el Buen Pastor anduvo buscándoles y presentándose a sus ovejas, una
por una. Fue buscando las ovejas descarriadas y una por una, fue
renovándoles y devolviéndoles su fe que había sido tan zarandeada.
Es tiempo, de que nosotros también reconozcamos al extranjero
caminando con nosotros. Él está caminando a nuestro lado,
escuchando nuestra confesión de duda, sintiendo la tristeza y el
desaliento que sentimos y listo para revelarse a Sí mismo de nuevo
como el Señor resucitado.

No sigamos más caminando en este camino de Emaús, pero


reconozcamos nuestra condición, arrepintámonos de nuestra ceguera y
lentitud de corazón, y creamos, y así restableceremos la comunión con
Dios.

2) En segundo lugar, no se dio a conocer a ellos en el principio


físicamente, sino que antes les dejó hablar y expresar sus sentimientos,
su desilusión y sus heridos. Preguntó: ¿Qué pláticas son estas que
tenéis entre vosotros mientras camináis, y por qué estáis tristes?”

“Y les dijo: ¿Qué pláticas son estas que tenéis entre vosotros mientras
camináis, y por qué estáis tristes?”
3) Tercero, la confesión de su fe perdida en el versículo 21 es muy
significativa:

“Pero nosotros ESPERÁBAMOS que Él era el que había de redimir a


Israel, y ahora, además de todo esto, hoy es ya el tercer día que esto ha
acontecido.”
Habían sido testigos de la sepultura y la muerte aparente de todas sus
esperanzas. Las palabras, “Pero nosotros esperábamos” revela
claramente que su fe estaba en el PASADO. Habían confiado, pero
¿ahora qué? ¿Les habían engañado Sus promesas? Decimos NO
enfáticamente. “Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de
hombre para que se arrepienta. El dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo
ejecutará?” (Números 23:19)
¿Está tu fe también en el pasado? ¿Ha flaqueado en tu confianza en el
poder y el amor de Dios? Los discípulos le dijeron, “y además de todo
esto, hoy es ya el tercer día que esto ha acontecido.” ¡No midas las
promesas de Dios por los días! La fe no está en el pasado, ¡es parte del
presente! Dios es eternamente "YO SOY". Después de cuatro días,
Jesús dijo a María: “¿No te dije que si crees VERÁS LA GLORIA DE
DIOS?” (Juan 11:40) La naturaleza de Dios, su amor, su poder y su
Palabra, ¡son eternas e inmutables! “Jesucristo es el mismo ayer y hoy
y por los siglos.” (Hebreos 13:8)
4) Cuarto, en vez de revelarse a ellos, les abrió el ENTENDIMIENTO,
citando las escrituras. Es de notar que Jesús después de escuchar sus
quejas e inquietudes les regañó diciendo: “¡Que tardos de corazón
para creer todo lo que los profetas han dicho!” Antes de mostrarles sus
manos y su costado apeló a Las Escrituras para abrir su entendimiento.
Les dio una prueba MAYOR que la vista y era la infalibilidad de las
profecías. San Pedro utilizó las mismas tácticas dando mas credibilidad
a Las Escrituras que su propia experiencia en el Monte Santo cuando
escuchó la voz audible de Dios diciendo: “Éste es mi Hijo amado; estoy
muy complacido con Él”. (2ª Pedro 1:17) Esta revelación vino para
confirmar la palabra de los profetas, pues una experiencia, no puede
ser un sustituto por la Palabra.
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis
bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar
oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en
vuestros corazones.” (2ª Pedro 1:19)

Después de que Jesús había escuchado la conversación de los discípulos


tristes, comenzó a exponer a ellos las escrituras que hablaban de Él.
Este es tu próximo paso: “Cómete el rollo que te estoy dando hasta
que te sacies”. (Ezequiel 3:3) Jesús está en cada página de la Palabra.
Él es el Verbo hecho carne. Lo encontrarás en la Palabra. Tu fe será
restaurada cuando permites que la Palabra se convierta en parte de ti.
Medita en él día y noche.

Somos criaturas emotivos y a veces damos mas credibilidad a cómo nos


sentimos en vez de lo que hemos creído. Es mas fácil intentar
entender, que de creer. Toda la vida cristiana se puede resumir en esta
palabra de Habacuc, repetido después por el apóstol:
“Más el justo VIVIRÁ POR FE; Y si retrocediere, no agradará a mi alma.
Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de
los que tienen fe para preservación del alma.” (Hebreos 10:38-39)
Seguramente citó Isaías 53:

“Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, les


declaraba en todas las Escrituras lo que de él decían.”
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros
dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y
abatido.

Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros


pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos
nosotros curados.” (Isaías 53:4-5)

5) El siguiente paso se encuentra en los versículos 28 y 29. “Él hizo


como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron a quedarse, diciendo:
Quédate con nosotros.” Este extranjero que les iba aclarando sus
dudas y animándoles a seguir creyendo, hizo como que si iba a
continuar su viaje. Después que llegaron a Emaús, Jesús no se invitó a
sí mismo. Les dio bastante luz para que ellos le rogasen a quedarse.
Dijeron: “Quédate con nosotros, pues se hace tarde”. Esto debe ser
nuestra oración.

“y él hizo como que iba más lejos. Mas ellos le obligaron a quedarse,
diciendo: QUÉDATE con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha
declinado. Entró, pues, a quedarse con ellos.”
Recordemos que Cristo nunca forzará Su entrada. Él quiere oír tu
invitación. Cómo Jacob cuando clamó: “No te dejaré, hasta que me
bendigas”. (Génesis 32:26)
¡Oh, que anhelemos con todo nuestro corazón que Él se quede con
nosotros! ¡Que la promesa de Su presencia sea la pasión de nuestra
vida! Su Palabra declara: “Mi presencia irá contigo, y te daré
descanso”. (Éxodo 33:14) “Yo nunca te dejaré ni te abandonaré.”
(Hebreos 13:5)

6) Ahora vemos una hermosa imagen de Jesús entrando en la casa en


la aldea de Emaús a cenar con los discípulos.

“Y aconteció que estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo


bendijo, lo partió, y les dio.
Entonces les fueron ABIERTOS LOS OJOS, y le reconocieron; mas Él se
desapareció de su vista.” (Lucas 24:31-32)
Después que entraron en casa y estuvieron sentados a la mesa, el
Señor Jesús tomó el pan y lo bendijo y sus ojos fueron abiertos. De
repente lo reconocieron. ¡Estaba vivo! ¡Es el Señor! ¡Todo no se ha
acabado! ¡Hay esperanza aún! ¡Dios tiene un plan, todo no ha sido un
accidente fuera de su control! ¡Todo formó parte del plan de Dios!

La fe opera por el amor. Al creer que Dios nos ama, que reconoce y
aprecia nuestra obra de fe, volverá el coraje de seguir luchando. No
hay imposibles para Dios. Como los discípulos, amedrentados en la
tormenta, viendo a Jesús durmiendo en el barco, a veces clamamos:
“¿Señor, no te importa que perecemos?” El silencio de Dios no significa
su abandono. Hay que seguir creyendo cuando no puedes ver la luz al
final del túnel. Lo que el Señor le dijo a Pedro una vez, se puede aplicar
a nuestra situación también. “Lo que yo hago, tú no lo comprendes
ahora; mas lo entenderás después.” El padre del muchacho epiléptico
exclamó: “Creo Señor, ayuda mi incredulidad”. Dudarle es traicionarle.
Corramos con paciencia nuestra carrera de la fe, mirando a Jesús el
autor y consumador de nuestra fe. El que mantiene su fe hasta el final
será salvo. Muchos caerán, muchos se enfriaran, y se apartaran del
camino pero el que sigue fiel hasta el final será salvo. El es poderoso
para guardarnos sin caída, y de presentarnos santos e irreprensibles
delante de Su presencia con gran alegría.
Después de que hayas escuchado Su voz y le hayas permitido entrar,
pon delante de Él lo mejor en tu vida. Muchos no tienen la íntima
comunión con Cristo porque están reteniendo y no han dado todo
libremente. Permitirle tomar el sacrificio de tu vida como Él tomó el
pan, permítale bendecirlo, romperlo, y luego tus ojos se abrirán. ¡Verás
como Él es! Tus ojos contemplarán al Rey en Su belleza.
Experimentaras el surgir de tu fe nuevamente. ¡Tendrás la fe
restaurada!

Los dos discípulos regresaron a Jerusalén con gozo y con un mensaje


que puede cambiar el mundo. ¡El Señor ha resucitado! ¡Él está vivo!
San Pedro escribió: “Habiendo renacido a una esperanza viva, por la
resurrección de Jesucristo de los muertos”.

También podría gustarte