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PRIMERA PARTE:
VILCAPAZA
SEGUNDA PARTE:
TERCERA PARTE:
EL TUERTO OBAYA
ANEXOS:
"La Verdad sobre el Héroe Legendario" (Severo Castillo Figueroa)
presentación
La posibilidad de participar en la publicación de este libro me inquietó
de sobremanera, dado que trata acerca de un grán héroe, de quien
tuve conocimiento de su existencia desde muy niño, a quien supe
conocer con aprecio por la identidad vilcapasina que se me ha sabido
formar, la inquietud creció en mi mente al saber que el autor que se
ocupa de Pedro Vilcapaza es Juan José Vega, un insigne historiador,
que se dedicó en vida a revalorar a los caudillos tupacamaristas del
siglo XVIII.
Sin duda, fue un error del Inca José Gabriel Túpac Amaru
dispersar sus fuerzas en varios frentes, pues mientras
Vilcapaza combatía en comarcas puneñas, Diego Verdejo se
enfrentaba en Cailloma y Condesuyos a las tropas
arequipeñas y Felipe Bermúdez con Tomás Parvina a las del
Cuzco en Chumbivilcas y Kanas , él mismo resistía al grueso
de las huestes virreynales del Mariscal del Valle. No obstante,
debemos también pensar que la sublevación se produjo en
muchos sitios en forma autónoma, inconexa, por la cual se
hacía necesaria vertebrar en un todo el heterogéneo
movimiento. La situación era aún mucho más compleja si
recordamos que, a mediados de marzo, ya Túpac Catari
iniciaba el asedio de la ciudad de la Paz y si meditamos en
que innumerables focos de rebelión se abrían en el vasto
altiplano collavino, hasta tierras argentinas actuales; en medio
de no pocos brotes tupacataristas.
Del Valle atacó “con cuatro divisiones. La que tenía que dar la
vuelta a la espalda del monte, que hacía frente a mi campo
(destinada a los enemigos que bajasen perseguidos de los
demás), se puso en marcha dos horas antes, y las otras se
colocaron en los sitios que las previne, hasta el punto de
ataque».
«Cuando conceptué que estaban todas en la disposición que
había proyectado, hice disparar los tiros de cañón, a cuya
señal avanzaron a viva fuerza. Los enemigos hicieron una
resistencia increíble, favorecidos de unos corralones
fortificados desde el año 40 ó 41, que ahora habían puesto en
estado de la mayor defensa. Al Teniente Coronel de los
Reales Ejércitos don Juan Manuel Campero que los atacó por
la izquierda con una columna de mil y quinientos hombres, lo
rechazaron tres veces, con un fuego muy vivo de fusil,
sosteniéndose obstinadamente en un paso estrecho, por
donde precisamente debía subir. Nuestras tropas acreditaron
al mayor tesón y brío, y las de los enemigos hicieron acciones
de mayor valor, porque hubo indio que atravesado con una
lanza, se la sacó del pecho, y siguió con ella a su contrario,
cinco o seis pasos hasta que cayó muerto; y otro a quien de
un golpe de lanza, se le sacó un ojo, que siguió con tanto
empeño al que lo había herido, que si otro soldado no acaba
con él, hubiera dado fin de su vida”.
«El Ejército que llegó hasta Puno con el piadoso fin de libertar
la vida de sus vecinos que ya no tenían modo de subsistir, ni
de retirarse por estar sitiado de enemigos, sin esperanza de
otro socorro que el nuestro, conseguido el intento se va en la
precisión de tomar Cuarteles de Invierno, llevando consigo a
su honrado vecindario por las razones siguientes- El ejército
sólo consta de ochocientos hombres del cual casi el todo
consiste en las tropas de Lima. Estas, acostumbradas al clima
dulce de aquella capital, no son capaces de sufrir por más
tiempo la aspereza de los hielos que cada día son mayores,
cuya incomodidad se hace más insoportable por estar
descalzos y hechos pedazos sus vestidos: faltos de pan a que
por estar acostumbrados les es de mucha molestia su falta, y
con las tiendas hechas pedazos».
Entre penurias sin fin, los restos del ejército virreinal cruzaron
dificultosamente La Raya, alcanzando Sicuani el 23, donde se
reintegró la columna de Cuéllar que, un mes atrás, había
partido hacia Carabaya. Los jefes de este ejercito virreinal se
vanagloriaban de tres victorias, pero la verdad es que apenas
desfilaron trescientos de los tres mil soldados que partieron y
dejaban Puno en manos de Diego Cristóbal Túpac Amaru,
Los sufrimientos de ese ejército acabaron solamente el 4 de
Julio; por lo menos para la vanguardia que aquel día hizo su
ingreso al Cuzco comandado por el propio Mariscal.
“Ese fue el día lamentable en que dio fin este pirata con el
pueblo y sus habitantes”, habría de expresar un informante
virreynal, de los pocos que sobrevivieron el encuentro
definitivo.
Para entonces el joven Andrés había olvidado ya, los consejos
de Angelina Sevilla Choquehuanca, la bella mestiza de
Azángaro y si llegaron sus cartas a los campamentos de
Sorata, ni las leería. Vivía en el asedio un romance nada
menos que con Gregoria Apaza, hermana de Túpac Catari, el
aymara sitiador de La Paz, mujer vengativa como éste. Siendo
casada, no le importaba lucirse con el joven líder Inca; mujer
que además, -como lo anota María Eugenia Siles-, contaba
con diez años más que él. Es probable que su inspiración
fuese nefasta sobre Andrés, quien en su mocedad no previó
todas las responsabilidades que significaban un gobierno
regional revolucionario ni una operación militar de esa
envergadura.
Pero hubo un factor aún más grave en ese muchacho indio,
jefe de decenas de miles de insurrectos: quince días atrás
habían ahorcado a Pedro Mendigure, su padre, en la plaza del
Cuzco; a su madre -activa tupacamarista- la sometieron ese
día a diversos vejámenes; esto sucedió el 17 de julio, en que
también se ahorcó a Ramón Ponce, el antiguo jefe militar de
la rebelión en Puno, así como a otros destacados dirigentes
indios y mestizos (1).
Barridas las defensas con las aguas del río, irrumpieron las
tropas rebeldes, unos veinte mil hombres. Con la tolerancia de
Andrés y de varios de los demás dirigentes, se excedieron, sin
respeto por los vencidos.
“la gritería con que seguían los indios por los cerros, laderas y
algunos desfiladeros era insufrible; pero el fruto fue ninguno
porque nuestros fusileros hacían fuego sobre ellos con
bastante acierto y no permitían que se arrimasen mucho”,
según los informes militares de esta campaña. (A
consecuencia de esta derrota virreynal desertaron algunos
contingentes moqueguanos).
Eran unos ocho mil los que perseguían a Del Piélago, con
Vilcapaza al frente; entre ellos se veía a «doce a catorce
fusileros.»
COMBATE Y CERCO DE MOHO
Acosando al enemigo, Vilcapaza decidió dar el golpe final en
Moho, donde se habían atrincherado los virreynales de Del
Piélago quien, sagazmente, dispuso la artillería, la caballería
y sus fusileros a fin de contener las cargas de los hombres de
Vilcapaza que -como dijo- “bajaron con un aire de confianza
de acabar aquella tarde con nosotros”, por tres frentes
distintos. Fue recia la batalla, pues los rebelde “se introdujeron
con osadía dentro de nuestro mismo campo” y “no paraban ya
el juicio sobre las muertes de sus compañeros que veían caer
por todos partes”.
SEGUNDA PARTE
OTROS HEROES PUNEÑOS TUPACAMARISTAS
APAZA,Carlos.
No sabemos en que momento es plegó a la sublevación, pero de su
radicalismo tenemos noticia por su apodo “el maldito” con que los
zahirieron los virreynales estuvo en el primer cerco de Sorata, el lado
da Andrés Túpac Amaru, Pedro Vilcapaza y Miguel Bastidas, tal como
lo narra la crónica de Melchor de Paz; más tarde tomaría la ciudad, junto
a los demás en el segundo asedios tras una lucha de tres meses.
Sabemos que destacó en los alzamientos de pueblos de todo el
altiplano puneño, tal como lo denuncia el informe del Cabildo del Cuzco
de 1784. Vinculado al Inca Diego Cristóbal, combatió a su lado por
espacio de varios meses pero no lo siguió en su decisión de acogerse
al indulto virreynalicio. Habría de luchar por lo menos hasta mayo de
1782, con montoneras propias, en diversos parajes del Lago Titijaja,
como lo revela el citado cronista Paz. Al final se refugió en el cerro
Quillina, donde perece que fue asesinado el 14 de junio de ese mismo
año, tras sus correrías en Larecaja y Achacachi.
Fue uno de los más destacados Coroneles del Inca Diego Criatóbal
durante, los períodos más difíciles de la rebelión. Mas tarde lo apoyo
en las gestiones de paz, pero recelando de la sinceridad de los
virreynales se retractó y volvió a la guerra en noviembre da 1781, quizá
conmovido por las crueles ejecuciones de varios líderes contumaces.
No sabemos más de este dirigente y lo poco que se conoce a través de
la obra del historiador fray Eulogio Zudaire. A través de este Apaza es
posible también percibir en la obra de Zudaire las vacilaciones y dudas
tremendas del Inca Diego Cristóbal.
Para entonces Calisaya libraba una “guerra a muerte” contra todos los
españoles y aun contra los criollos y los iba ejecutando conforme se
desplegaba en las punas collavinas; muy probablemente mataba
también indios y mestizos colaboracionistas. En cierta ocasión "mató a
diez” españoles juntos.
CONDORI,Francisca.
Parece que fue cacique de Orurillo. Acosado por los virreynales tuvo
que combatir en tierras de Carabaya. Su última hazaña fue haber
vencido en un lugar que perece se llamo Fara, donde perdieron la vida
once españoles. Al final fue capturado, tardíamente, a mediados de
1782. Murió ahorcado; era muy sanguinario.
CONDORI, Mateo
CONDORI, Matías.
CUTIPA, Pablo.
CHAVEZ, Pascual.
GUAMANSULCA, Pablo.
Cacique de las frígidas comarcas carabaínas de Crucero. Era de noble
sangre, descendiente del Inca Túpac Yupanqui. Debió ser de los que
se formaron en el Colegio de Caciques del Cuzco, a juzgar por su
preparación. Le obsequió a Túpac Amaru los Comentarios Reales da
Garcilazo. Su rastro se perdió en los finales de 1781.
GUARGUA, Andrés.
HUANCA, Lorenzo.
INGARICONA, Andrés.
Hubiese sido de uno u otro modo, lo que consta es que, ido el Inca,
Ingaricona retornó de inmediato a la lucha contra Orallana, a quien
había dejado en precarias posiciones. Luego, procediendo con
habilidad, intentó cortarle la retirada destrozando el puente de bolsas
del lugar, pero la traición y denuncia del cacique encargado de ejecutar
dicha orden el de Caracoto, frustro el proyecto. Entre tanto, viendo la
creciente arremetida de los rebeldes, Orellana se atrincheró en
posiciones bien escogidas que el mismo calificó de inexpugnables,
en Mananchili, donde lucharía protegido por el lago y un río, en
retaguardia y flanco el 16 de ese sangriento mes de diciembre.
Del Valle rompió el cerco de Puno en los finales de mayo de 1781, pero
tuvo que abandonar la ciudad pocos días, no sin altercados con el
Corregidor Orella quien se mostró empeñado en la defensa a como
diera lugar, agrios debates en las cuales participó el Coronel Gabriel de
Avilés, futuro Virrey del Perú. Al final Del Valle impuso su jerarquía
militar y todos evacuaron la plaza, con destino el lejano Sicuani; marcha
terrible en la cual Ingaricona fue de quienes más hostilizó mediante
guerrillas al ejército virreynal; éste quedaría reducido a una quinta parte
de sus efectivos. Las jefes que lo condujeron jamás es libraron del
oprobio de la derrota.
Eso si, debió retornar a la acción con su conocida ferocidad. Por eso
llama la atención el silencio que se abre sobre su persona algo
después. Quizá fue asesinado por sicarios de los Corregidores. Tal vez
cayó en alguna celada y fue una de los varios prisioneros importantes
que guardaba en su poder el Coronel Ramón de Aries, de las huestes
Arequipeñas y por los cuales intercedió inútilmente Diego Cristóbal
Túpac Amaru, virtual cautivo de los virreynales desde el 27 de enero de
1782. En todo caso, si fue así, tendría asidero la hipótesis que fue
ahorcado o descuartizado en Azángaro el 3 de abril, al lado de
Vilcapaza y otros dirigentes más Sobre tan destacado caudillo podemos
también decir que, pese a su coraje, y aun a su crueldad, parece haber
sido de finos rasgos. Dijeron sus enemigos que era "un Indio con cara
de palla y de edad como de veintiocho a treinta años, vestido de Paño
de segunda, galones de oro, sombrero de castor blanca, buena mula y
mejor jaez ... jefe principal”.
LAURA, Melchor.
Al parecer todavía Laura intentó resistir con indios de la parte del Lago
Titijaja, junto a Juli, pero fueron aplastados.
MAMANI, Pascual.
NINA, Felipe.
QUISPE, Silverio.
SURPO, Antonio.
TERCERA PARTE
EL TUERTO OBAYA
Pedro Obaya fue uno de los próceres de las luchas precursoras por la
Independencia del Perú y de América; sin embargo, es un
desconocido en la Historia oficial de nuestra patria.
Nació en lampa, Puno. Era mestizo y seguramente arriero, a juzgar
por sus costumbres y conocimientos. Y si consideramos la confianza
que le fue mostrada por los Tupac Amaru en marzo y abril de 1781,
Obaya (a quien le decían “el tuerto”, por faltarle un ojo) debió ser de
los conspiradores iniciales al lado del “Inca” José Gabriel en los días
de Tungasuca.
Entre tanto, el Inca hacía frente con dificultad a los diecisiete mil
soldados del Mariscal Joseph del Valle, en Vilcanota, librando varios
encuentros.
Al marchar por la orilla sur del Lago Titijaja, Obaya debió reparar en la
hecatombe desatada por los seguidores de Túpac Catari. Llegó a La
Paz en los primeros días de abril. Consciente más que nunca en el
ascendiente del apellido Túpac Amaru, se fingió mañosamente, su
sobrino, con lo cual pudo evitar que se desatara la violencia contra su
persona, porque era grande el ascendente del líder aimara sobre las
masas que lo seguían, integradas por gente de su propia colectividad
collavina, sin quechuas casi.
Los dos caudillos: Obaya y TúpacCatari, se entrevistaron a solas y no
debió serle fácil a Obaya marginar al belicoso caudillo que, por si
mismo, se había autonominado Virrey en nombre del Inca, sin ningún
derecho.
Mientras negociaba con Túpac Catari, Obaya remitía cartas a
destacados paceños, criollos pero patriotas. Lo hizo con la firma de
Túpac Amaru, y presionó con éxito para que túpac Catari hiciese lo
propio. Los destinatarios de las misivas de los dos dirigentes eran
criollos de influencia y, seguramente, se tenia la mira de que la
significación de esas cartas –que marcaban un viraje en el sesgo
racista que se había venido dando al alzamiento en el altiplano-
llegase a los antiguos conjurados tupacamaristas de La Paz, que no
debían ser de escaso número a quienes convenía rescatar para la
causa patriota.
La Captura
Reunió así Obaya las dos prendas esenciales de todo verdadero jefe
militar: coraje e inteligencia. Pero estos factores no bastaron para
enderezar la revolución en La Paz ni en muchos lugares de los Andes
que había ido adquiriendo características de guerra de razas, sin que
los esfuerzos que había realizado Túpac Amaru para evitarlo hubiesen
dado mayores resultados..
Fin de la Obra de Juan José Vega
Que es una recopilación de sus trabajos editados previamente
por la Universidad Nacional de Educación como la Universidad
Nacional del Altiplano, a los que se suman algunos articulos
adicionales que fueran publicados en el Diario "Expreso" y en la
Edición Nº 1 de la Revista de la A.C. Brisas del Titicaca
Gracias por su atención y su interés por Pedro Vilcapasa
Atte.
Bruno Medina Enriquez
Los verdaderos maestros dejan huella por razones que van más allá del
tiempo de su ejercicio profesional. Si extenso ha sido el ejercicio
docente de Juan José Vega, más extenso y profundo ha sido su aporte
a la historia del Perú, desde una perspectiva distinta que los expertos
reconocen y elogian por su originalidad y pertinencia. El Perú entero es
testigo, y muy especialmente los profesores, del infatigable magisterio
de Juan José en libros, conferencias, entrevistas, artículos y sus
incontables viajes, escenarios siempre nuevos y complementarios a la
especialidad de esta cátedra universitaria. No pocos son los lauros de
reconocimiento recibidos por esta trayectoria vasta y ejemplar, aunque
sin duda uno, el más distinguido y el más profundo para Juan José, debe
ser el del cariño y la gratitud de quienes lo conocimos y apreciamos.
La guerra silenciada
Por Juan José Vega
....La bravísima lucha dada por Manco Inca a los conquistadores
españoles fue, sin ápice de duda, la mayor contienda que éstos
sufrieron en la conquista de América durante el siglo XVI. Basta recordar
los dos mil muertos que les costó, según los propios documentos
castellanos de la época.
Sin embargo, en el Perú todavía los rezagos de un hispanismo ñoño
han impedido ver con claridad un proceso de resistencia que, en su
inicio, afrontó la desventaja de enfrentar la revolución contra el Cuzco
dirigida por los yana-Generales de Ataohualpa: 1529-1534.
El período más relevante fue el de Manco Inca, el joven emperador que
desde 1536 se propuso reconquistar su reino luchando a la vez contra
los invasores y contra varias aristocracias indígenas poderosas. Estas
habían optado por apoyar a los españoles a fin de conservar privilegios
dentro de un nuevo sistema y recobrar su autonomía preincásica. Lo
mismo los yanas, una especie de "esclavos".
Intentemos un resumen de esa lucha en la cual Manco se irguió desde
su brillante calcolítico para oponerse a la primera potencia del mundo.
Los hechos
La insurrección
Victorias y derrotas
De las mencionadas batallas nueve fueron ganadas por los ejércitos del
Inca. Manco en persona venció en Sacsahuaman a Juan Pizarro
(1536); en Ollantaytambo a Hernando Pizarro (1537); en Chuquillushca
a Gonzalo Pizarro (1539); en Orongoy a Francisco de Villadiego (1538);
y en Jauja, a una coalición hispano-huanca, dirigida por el curaca
Guacrapáucar (1538). Más tarde alcanzaría un estrecho triunfo sobre
los españoles de Guamanga en Mayomarca (1540). Su mejor hombre
de guerra fue Quisu Yupanqui, quien se impuso a Diego Pizarro en
Parcos, a Gonzalo de Tapia en Pampas, a Mogrovejo de Quiñones en
Angoyacu y a Alonso de Gaete en Jauja. Luego pondría en fuga a
Francisco de Godoy, entre Pariajaja y Huarochirí. Todo esto cuando la
ofensiva sobre Lima en 1536. Otros eximios guerreros fueron Illa Túpac
y Tisoc Inca.
Los Incas, sin embargo, podían ganar muchas batallas más, pero al final
tenían que perder la guerra: era el calcolítico enfrentándose al
Renacimiento Europeo. El destino jugaba en contra.
El primero en América