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32 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 33

es estimada en la medida en que sea capaz de sentir sentido más pleno con la búsqueda de respuestas ade-
placer o dolor (utilitarismo), o de tomar decisiones cuadas a tales dilemas. Para ello, necesita ineludible-
(no cognitivismo), o de intervenir en la concertación mente contar con algún tipo de referencias valorati-
del contrato social (contractualismo). La vida, por vas, que reciben el nombre de «principios».
tanto, no es respetada incondicionalmente, sino en la La propuesta de principios bioéticos más influ-
medida en que posea una cierta «calidad». yente es la elaborada por los norteamericanos Tom
Para la corriente objetivista o personalista, en cam- Beauchamp y James Childress en su libro Principles
bio, todo ser humano posee una dignidad que le es of Biomedical Ethics26. Según este enfoque, los prin-
propia. Por ello, merece ser respetado como un fin en cipios que guían las decisiones en la materia pueden
sí, cualquiera que sea su grado de desarrollo, su salud reducirse a cuatro: autonomía, beneficencia, no ma-
física o mental. ¿Por qué? Porque es una persona, es leficencia y justicia. El principio de autonomía se
decir, un ser dotado de espíritu. Y nunca es aceptable refiere básicamente al derecho de los pacientes y
actuar directamente contra un bien básico —como la participantes en investigaciones biomédicas a ser co-
vida— de un ser humano inocente. Ciertamente, esta rrectamente informados acerca de la intervención
postura no conduce a favorecer el encarnizamiento te- que se les propone, sobre todo, de su naturaleza, ob-
rapéutico, como veremos luego, sino simplemente a jetivos y riesgos, y a decidir libremente si se someten
poner de relieve que la muerte no debe ser jamás per- o no a ella. El principio de beneficencia exige del
seguida por sí misma como objeto del acto. La noción médico la realización de actos conducentes a promo-
de «persona», identificada a la de individuo humano, ver la salud del paciente. El principio de no malefi-
está así en la base de la bioética personalista. cencia enfatiza la necesidad de no causar un daño al
paciente. El principio de justicia ordena una distribu-
ción equitativa de los recursos sanitarios disponibles
IV. LOS PRINCIPIOS DE LA BIOÉTICA entre las personas que los necesitan. Según el es-
quema de Beauchamp y Childress, los cuatro princi-
Una disciplina esencialmente valorativa como la pios tienen el mismo valor. Ello significa que el mé-
bioética es difícilmente concebible sin la referencia a dico siempre tiene el deber de respetarlos, excepto
ciertos criterios que ayuden, tanto en la elaboración cuando entran en conflicto entre sí. En este caso, sólo
de conclusiones generales (en el caso de las bioéticas las circunstancias pueden establecer un orden jerár-
teórica y normativa), como en la toma de decisiones quico entre ellos.
concretas (en el caso de la bioética clínica). Debe te-
nerse en cuenta que la nueva disciplina no se agota en
la mera descripción neutra de los dilemas que plan- 26 La primera edición de esta obra fue publicada en 1979. La última

tean las prácticas biomédicas, sino que adquiere su versión es la sexta (Oxford University Press, Nueva York, 2008).
34 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 35

Esta propuesta ha sido criticada, entre otras ra- no significa que los denominados «principios bioéti-
zones, porque los principios son presentados como cos» deban ser vistos como un esquema sui generis
criterios independientes que funcionan fuera del con- separado del resto de la teoría ética. En realidad esta-
texto de una teoría moral más amplia que los armo- mos ante principios éticos generales, válidos para
nice. Esto explica el que no quede claro cómo pueden todo el amplio espectro del obrar humano, que sim-
ser conciliados cuando entran en conflicto27. En el plemente encuentran aquí un campo específico de
mismo sentido, se ha dicho que los principios se vuel- aplicación.
ven «estériles y confusos» por la falta de un funda- La necesidad de principios tampoco implica desco-
mento ontológico y antropológico, por lo que resulta nocer la importancia del juicio prudencial, en el sen-
necesario que sean objeto de «una sistematización y tido de la phronesis, o sabiduría práctica de que habla
jerarquización» que permita armonizarlos28. Algunos Aristóteles, que debe sin duda intervenir para sopesar
autores también han criticado el empleo de un proce- las circunstancias particulares de cada caso30. Sin em-
dimiento deductivo, sosteniendo que no se debe par- bargo, la bioética no puede volverse una simple casu-
tir nunca de criterios abstractos fijados a priori, sino ística, ciega para toda finalidad general. La existencia
de las situaciones individuales a resolver, para a con- de principios en este campo nos recuerda que esta dis-
tinuación inducir criterios generales, que se pueden ciplina posee objetivos generales, que ella aspira a rea-
aplicar analógicamente a otros casos29.
lizar ciertos valores, en especial, el de garantizar la
Estas críticas están en buena medida justificadas.
dignidad y derechos de los pacientes y participantes
La teoría principialista de Beauchamp y Childress ne-
en investigaciones biomédicas.
cesita ser corregida, como de hecho sus propios auto-
res lo han hecho en las últimas ediciones del Princi-
ples of Biomedical Ethics. De todas maneras, parece
claro que la referencia a ciertos principios resulta ine- 1. EL PRINCIPIO EMINENTE DE LA BIOÉTICA:
vitable. En toda solución dada a un problema ético EL RESPETO DE LA DIGNIDAD HUMANA
subyacen criterios que orientan la respuesta. Pero esto
La preocupación central de la bioética es que las
prácticas biomédicas estén en armonía con el respeto
27 B. GERT, C. M. CULVER y K. D. CLOUSER, Bioethics. A Systema- de la dignidad humana. Éste constituye el punto de re-
tic Approach, Oxford University Press, Nueva York, 2006, pp. 99-125.
28 E. SGRECCIA, Manuale di bioetica, 3.ª ed., Vita e Pensiero, Milán,
ferencia decisivo para entender la actividad biomé-
1999, p. 173.
29 A. JONSEN y S. TOULMIN, The Abuse of Casuistry: A History of

Moral Reasoning, University of California Press, Berkeley, 1988; 30 Cfr. Ética a Nicómaco, VI, 5, 1140 b. La prudencia recae sobre lo
S. TOULMIN, «The Tyranny of Principles», Hastings Center Report, contingente, mientras que la ciencia recae sobre lo necesario (cfr.
1981, vol. 11, n.° 6, p. 31. P. AUBENQUE, La prudence chez Aristote, PUF, París, 1993).
36 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 37

dica en general y darle su sentido último. En otras pa- la autonomía de pacientes y de participantes en estu-
labras, la idea de que cada individuo posee un valor dios científicos31.
intrínseco e inalienable opera como el necesario telón Esta conclusión parece apresurada. Es cierto que
de fondo, no sólo de cada decisión clínica concreta, en ocasiones se emplea la noción de dignidad de
sino de la teoría bioética como un todo y de las nor- forma abusiva y puramente retórica, como si ella pu-
mas que regulan la materia. Si nos esforzamos por diera resolver por sí sola todos los dilemas bioéticos
promover la autonomía de los pacientes, es porque o como si bastara invocarla para evitarse el trabajo
vemos a éstos como «sujetos», no como «objetos», es de desarrollar una argumentación en favor o en con-
decir, precisamente porque poseen dignidad. Algo se- tra de una determinada práctica. Pero esto no justi-
mejante podría decirse de los principios de beneficen- fica considerar la idea de dignidad como inútil o
cia, de no maleficencia y de justicia. Sin la idea de como un mero sinónimo de la idea de respeto. Sin
dignidad, todos estos principios se vuelven ininteligi- duda, la dignidad inherente al ser humano genera un
bles. Por este motivo se puede afirmar que la dignidad deber de respeto hacia él. Sin embargo, tal respeto
humana juega un verdadero rol unificador del con- no es más que una consecuencia de la dignidad. Por
junto de la ética biomédica. ello, confundir ambas nociones sería como identifi-
Este rol central de la dignidad está en consonancia car una campana con el sonido que ella produce, la
con la idea comúnmente admitida de que ella repre- causa con el efecto.
senta un valor absoluto o incondicional, mientras que La dignidad tampoco puede reducirse a la autono-
los demás valores humanos, incluso los más impor- mía de las personas. Si bien el respeto de la autono-
tantes, son en alguna medida relativos y admiten ex- mía forma parte de lo exigido por la dignidad hu-
cepciones. Esto significa que nunca y bajo ninguna mana, estas dos nociones no se superponen. Si así
circunstancia podemos someter una persona a un tra- fuera, los individuos que aún no gozan de autonomía,
tamiento indigno. como los recién nacidos, o los que ya la han perdido
En contra de lo que podría pensarse, la idea de dig- de modo irreversible, como aquellos afectados por
nidad humana, que cumple un rol indiscutible en el enfermedades mentales graves, no poseerían ninguna
derecho internacional de los derechos humanos, no es dignidad y, en consecuencia, ningún derecho, lo que
pacíficamente aceptada en el mundo de la bioética. no es el caso.
Por ejemplo, Ruth Macklin ha criticado el valor emi- Es verdad que la idea de dignidad normalmente no
nente que se atribuye a esta noción en los documen- aporta una solución inmediata y precisa a dilemas
tos internacionales sobre bioética, sosteniendo que
estamos ante un concepto puramente retórico y super-
fluo, que debería ser simplemente abandonado, ya 31 R. MACKLIN, «Dignity is a useless concept», British Medical

que sólo quiere significar la exigencia de respeto de Journal, 2003, vol. 327, p. 1419.
38 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 39

bioéticos concretos, sino que funciona por intermedio 2. EL PRINCIPIO DE BENEFICENCIA


de otros principios, tales como la exigencia del con-
sentimiento informado del paciente, el cuidado de su Una vez señalado el criterio rector de la bioética
integridad física y psíquica, el mantenimiento del se- —el respeto de la dignidad humana— es necesario
creto profesional, la prohibición de tratos discrimina- mencionar los otros principios más específicamente re-
torios, etc. lacionados con la materia. El primero de ellos es el que
Pero en todos los casos la idea de dignidad hu- dispone que el ejercicio de la medicina debe orientarse
mana juega un rol paradigmático que revela el sen- hacia el bien del paciente. Al menos desde Hipócrates
tido último de la actividad biomédica. Tener esta idea (siglo V a. C.) se reconoce que éste es el objeto propio
en mente ayuda a los profesionales de la salud a no de la medicina, lo que le da su razón de ser y la carac-
perder de vista que cada paciente no es ni un «caso», teriza de forma más típica, distinguiéndola de otras ac-
ni una «enfermedad», ni un «diagnóstico», sino que tividades humanas. En efecto, el juramento hipocrático
es una persona dotada de un valor inefable y que afirma, como queriendo definir la quintaesencia del
debe por tanto ser tratada con el mayor respeto y cui- arte de curar, que los tratamientos tendrán por finalidad
dado. Cuando se tiene esta actitud, se le está diciendo «el bien de los enfermos». En términos modernos
tácitamente al paciente: «usted es una persona y no puede expresarse esta misma idea diciendo que la me-
un objeto»; «su existencia tiene un valor intrínseco, dicina se orienta esencialmente al diagnóstico, preven-
no sólo para usted, sino también para mí y para to- ción y tratamiento de enfermedades32.
dos». Estas afirmaciones, que normalmente están Este principio deriva directamente del imperativo
implícitas en la actividad clínica, no son en absoluto de respeto de la vida, que es el bien más básico de la
secundarias, sino que tienen una importancia funda-
persona, la conditio sine qua non del despliegue de
mental para evitar la deshumanización de la labor
todas sus potencialidades, el primero de sus derechos
médica.
fundamentales. Ello explica el que a continuación de
En síntesis, no es superfluo calificar al respeto
la exigencia de buscar el bien del paciente, el mismo
de la dignidad humana como criterio supremo de
juramento hipocrático afirme: «no daré a nadie un ve-
las actividades biomédicas. Aún cuando este prin-
cipio posea una significación muy amplia, ilumina neno, aunque me lo pida, ni a nadie sugeriré que lo
—o mejor dicho, debe iluminar— cada decisión tome; igualmente, no proporcionaré a ninguna mujer
concreta en la labor de los profesionales de la sa- una sustancia abortiva».
lud. Al mismo tiempo, está llamado a servir de guía
última para la formulación e interpretación de las 32 Cfr. E. PELLEGRINO y D. THOMASMA, For the Patient’s Good: the
normas deontológicas y legales relativas a la bio- Restoration of Beneficence in Health Care, Oxford University Press,
medicina. Nueva York, 1988.
40 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 41

Desde luego que no es siempre fácil determinar lo dolores de un enfermo terminal, se le suministra mor-
que es en beneficio del paciente. En primer lugar, fina, que puede tener el efecto secundario de abreviar
porque todo tratamiento suele implicar ciertos ries- su vida; para extirpar un tumor cancerígeno a una mu-
gos o efectos colaterales y por ello será necesario so- jer embarazada se la somete a una intervención qui-
pesar en cada caso sus ventajas y desventajas a fin de rúrgica que puede tener el efecto no deseado de ha-
determinar el curso a seguir. En este sentido, el jura- cerle perder el hijo. En tales casos, el acto médico es
mento hipocrático aclara que el médico debe aplicar éticamente aceptable cuando se cumplen ciertas con-
los tratamientos en beneficio de los pacientes «según diciones:
su capacidad y buen juicio». En otras palabras, el
principio de beneficencia incluye el esfuerzo orien- a) que la acción principal sea en sí misma buena
tado a discernir cuándo la búsqueda de un cierto be- y que la intención del agente también lo sea. Esto sig-
neficio se justifica, a pesar de los riesgos, y cuándo, nifica que el mal no debe ser directamente querido,
por el contrario, debe renunciarse a un determinado sino sólo aceptado como un efecto secundario de la
bien potencial para el paciente en razón de lo elevado acción principal. En otras palabras, no se debe causar
de los riesgos. directamente un mal para obtener un bien;
Una segunda razón de la dificultad para precisar lo b) que haya razones proporcionadas para actuar
que es en beneficio del paciente estriba en el hecho de esa manera, es decir, que el efecto positivo sea pro-
de que el médico no está habilitado para definirlo de porcionalmente superior, o al menos equivalente, al
forma solitaria, sin consultar los deseos, expectativas, efecto negativo.
intereses y temores del paciente. En las sociedades mo-
dernas hay consenso acerca de la necesidad de que la Una dimensión peculiar de la búsqueda del bien
decisión en favor de una determinada terapia (o de la re- del paciente se expresa en forma negativa a través del
nuncia a una terapia) sea el resultado de una delibera- imperativo de no maleficencia (primum non nocere: an-
ción conjunta del médico y el paciente. Es decir, lo que te todo, no dañar). El juramento hipocrático también
es bueno para éste no es el fruto de una evaluación pu- incluye este mandato cuando declara: «me abstendré
ramente técnica hecha por un profesional, sino que se de hacerles daño o injusticia» (a los enfermos). Este
integra también con una dimensión subjetiva, que apor- deber de abstención es sin duda más fuerte y urgente
ta el destinatario de la intervención médica. que el de procurar un bien en sentido positivo. El mé-
Una aplicación peculiar del principio de benefi- dico aspira a curar al paciente y pone para ello todos
cencia tiene lugar cuando una acción médica produce los medios necesarios, pero si no lo logra, debe, al
dos efectos, uno bueno y otro malo. Se habla enton- menos, hacer lo posible para no causarle un perjuicio.
ces de la «acción de doble efecto» o del «principio del Por ello, puede afirmarse que la no maleficencia tiene
voluntario indirecto». Por ejemplo, para aliviar los prioridad sobre la beneficencia (entendida ésta en
42 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 43

sentido estricto). Es decir, el no dañar constituye la La tarea del profesional es en este modelo muy dis-
obligación primaria del médico33. tinta a la propia del modelo paternalista: su obliga-
ción moral no consiste en procurar el mayor beneficio
posible tal como él lo entiende, independientemente
3. EL PRINCIPIO DE AUTONOMÍA de lo que opine el paciente. Se trata, por el contrario,
de ayudar a éste a descubrir y a decidir qué es lo que
En aquellos supuestos en los que el destinatario de le parece más beneficioso para sí mismo, en función
la práctica biomédica es mayor de edad y posee pleno de sus circunstancias personales. En otras palabras, el
discernimiento entra en juego un criterio adicional en profesional ofrece ahora al paciente un punto de par-
la toma de decisiones: el principio de autonomía. tida: lo que desde su perspectiva como profesional de
Este imperativo exige el respeto de la capacidad de la salud, con sus conocimientos y experiencia, estima
autodeterminación de pacientes y sujetos de investi- que es la decisión clínica más acertada. A partir de ahí
gación, que deben tener el derecho de decidir por sí se inicia un proceso dialógico, donde el intercambio
mismos si aceptan o rechazan un determinado trata- mutuo de información tiene una importancia clave,
miento o investigación, después de haber sido debida- que culmina cuando el paciente decide en forma au-
mente informados acerca de su naturaleza, objetivos, tónoma qué opción diagnóstica o terapéutica acepta y
ventajas y riesgos. cuál rechaza34.
La valorización de la autonomía del destinatario de En la actualidad, la exigencia de consentimiento
la práctica médica constituye uno de los grandes informado se encuentra en todos los códigos de ética
aportes de la moderna ética biomédica, que ha contri- médica y en las regulaciones legales en la materia. In-
buido a superar la visión excesivamente paternalista cluso es reconocida por un instrumento internacional
de la medicina tradicional. Este énfasis en la autono- de carácter vinculante como es el Pacto Internacional
mía de pacientes y sujetos de investigación encuentra de Derechos Civiles y Políticos de 1966, aunque éste
su concreción más destacada en la necesidad del sólo se refiere al consentimiento para las investiga-
«consentimiento informado». Esta exigencia supone ciones biomédicas (art. 7). La Declaración Universal
excluir que un tratamiento o estudio pueda llevarse a sobre Bioética y Derechos Humanos de 2005 es el
cabo contra la voluntad del individuo o en base al en- primer instrumento global de carácter legal (aunque
gaño o a cualquier forma de coacción. no vinculante) que extiende este principio a toda acti-
vidad biomédica.

Cfr. D. GRACIA, Fundamentos de bioética, Triacastela, Madrid,


33

2008, p. 103; íd., Como arqueros al blanco. Estudios de bioética, Tria- 34 P. SIMÓN LORDA y J. JÚDEZ GUTIÉRREZ, «Consentimiento infor-

castela, Madrid, 2004, p. 229. mado», Medicina Clínica, Barcelona, 2001, vol. 117, pp. 99-106.
44 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 45

No hay dudas de que el rol central que la autono- en última instancia, este enfoque priva de sentido al
mía del paciente tiene en la medicina moderna y el arte de curar, ya que el profesional de la salud se con-
abandono del antiguo paternalismo médico constitu- vierte en una suerte de mercenario al servicio de cual-
yen fenómenos altamente positivos, en cuanto supo- quier pretensión del paciente, por irracional que sea.
nen reconocer en forma plena el estatus de persona En realidad, el principio de autonomía no exige que el
del paciente. médico abdique ni de su saber profesional, ni de su
Sin embargo, el énfasis puesto en la autonomía conciencia, ni de su deber de velar por la salud de
tampoco debe llevarnos a caer en el extremo opuesto, quienes se confían a su cuidado. De lo que se trata es
el del relativismo moral, que sería funesto para todo de encontrar un equilibrio razonable entre los impera-
esfuerzo ético. Ello ocurriría si la autonomía fuera tivos de beneficencia y de autonomía. En la búsqueda
erigida como principio supremo de la relación mé- de tal equilibrio, se ha sugerido que la labor clínica
dico-paciente, sin ninguna vinculación con bienes ob- debería basarse en una visión relacional del bien, es
jetivos que trasciendan a los sujetos en cuestión. decir, en la idea de que la terapia más conveniente re-
Como ejemplo extremo de esta postura se destaca el sulta del diálogo y de la interrelación entre el médico
norteamericano H. Tristram Engelhardt, quien ve la y el paciente, y no de una decisión solitaria de nin-
ética médica laica como una mera empresa no vio- guno de ambos sujetos37.
lenta de solución de conflictos, sin referencia a nin-
Téngase en cuenta que, llevado al extremo, el ab-
gún bien objetivo35. Esta posición lleva a privar a la
solutismo de la autonomía individual podría tornar le-
ética de toda significación racional, porque nos pre-
gítimas, no sólo prácticas de eutanasia activa (hoy re-
senta «voluntades subjetivas desbordantes de conte-
nido pero irracionales, las que [...] son radicalmente chazadas en la inmensa mayoría de los países), sino
libres de hacer cualquier cosa y de creer cualquier incluso actos de autoaniquilación colectiva, ya sea de
cosa, de producir cualquier tipo de regla moral pro- determinados grupos (por ejemplo, sectas) o de la hu-
moviendo cualquier concepción de “su bien”»36. manidad en su conjunto. De hecho, no faltan autores
Está claro que cuando lo correcto o incorrecto de que, partiendo de una visión profundamente pesi-
una decisión clínica se reduce al único hecho de que mista de la existencia, defienden la necesidad de pro-
refleja los deseos del paciente, la ética médica se em- mover un consenso social a fin de evitar más naci-
pobrece enormemente. Más aún, se puede decir que, mientos y lograr de este modo, a medio o largo plazo,
la extinción del género humano38.

35 H. TRISTRAM ENGELHARDT, The Foundations of Bioethics, 2.ª

ed., Oxford University Press, Nueva York, 1996. 37 E. PELLEGRINO y D. THOMASMA, op. cit., p. 40.
36 G. HOTTOIS, Aux fondements d’une éthique contemporaine. 38 D. BENATAR, Better Never to Have Been. The Harm of Coming
H. Jonas et H. T. Engelhardt en perspective, Vrin, París, 1993, p. 27. into Existence, Oxford University Press, Nueva York, 2006.
46 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 47

Pero, a menos que se adopte una perspectiva nihi- mana la que fija el marco en el que las decisiones au-
lista como la mencionada, hay que reconocer que la tónomas gozan de legitimidad40.
autonomía de la voluntad no funciona en el vacío,
sino que se ejerce dentro de la estructura propia de la
condición humana; la libertad no es el fin último de 4. EL PRINCIPIO DE VULNERABILIDAD
nuestra existencia, sino que es el medio por excelen-
cia del que disponemos para desarrollar todas las po- En muchas ocasiones, el destinatario de la práctica
tencialidades que encierra nuestro ser. biomédica no es «autónomo» en el sentido antes indi-
También cabe recordar que hay innumerables deci- cado, sino que, por diversas razones (edad, salud
siones «autónomas» que, por ir en contra de la digni- mental, situación socio-económica, etc.), se encuentra
dad del propio individuo, no se consideran normal- en una situación de especial fragilidad, que le expone
mente legítimas, ni por las normas éticas ni por las a ser explotado o a sufrir daños en su integridad fí-
jurídicas. Por ejemplo, está claro que, por más «autó- sica. Por ello, la sociedad tiene la responsabilidad de
nomo» que sea el deseo de una persona de trabajar en prever medidas particulares para evitar abusos. Es lo
condiciones próximas a la esclavitud, tal deseo no es que en bioética se conoce con el nombre de «princi-
reconocido como válido por las leyes. El derecho abun- pio de vulnerabilidad».
da en normas de este tipo, llamadas «de orden públi- Es cierto que existe una fragilidad propia de la
co», que no pueden ser dejadas de lado por la voluntad condición humana. En tal sentido, todos somos «vul-
de los particulares, precisamente en cuanto tienden a nerables», aunque sólo sea por el hecho de que esta-
prevenir prácticas contrarias a la dignidad humana. En mos expuestos a padecer enfermedades y de que, sin
el campo médico también existen numerosos ejemplos duda, todos vamos a morir algún día. La vulnerabili-
en tal sentido: ni el consentimiento a una experimenta- dad inherente a la existencia humana reclama la soli-
ción científica que implica un riesgo desproporcionado daridad y el cuidado por parte de los individuos y de
para la propia vida, ni el deseo de verse amputado un la sociedad en su conjunto. Esta perspectiva existen-
miembro sano39, ni la voluntad de vender un riñón para cial según la cual todos formamos parte de una em-
cubrir necesidades propias o de la familia, ni la peti- presa común —la Humanidad—, que es inevitable-
ción de eutanasia activa se consideran compatibles con mente frágil, nos ayuda a respetar y amar a los
la dignidad humana en la inmensa mayoría de los paí-
ses. En síntesis, puede decirse que es la dignidad hu- 40 Algunos autores integran el bien del paciente dentro del respeto y

promoción de su autonomía, aunque entendiendo ésta en un sentido


muy amplio según el cual la misma enfermedad implica una falta de
39 Es lo que se denomina «Bodily Integrity Identity Disorder» autonomía (A. CASADO DA ROCHA, Bioética para legos. Una introduc-
(BIID). ción a la ética asistencial, Plaza y Valdés, Madrid, 2008, p. 84).
48 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 49

semejantes, sobre todos a quienes padecen actual- que, por las razones antes mencionadas, están particu-
mente de alguna dolencia. larmente expuestas a ser utilizadas de modo indebido
No hay que olvidar que la noción misma de «nor- en estudios científicos. En esta categoría se incluyen,
malidad» es en buena medida una construcción so- entre otros, menores, prisioneros, personas con disca-
cial. Como lo puso en evidencia Georges Canguil- pacidades físicas o mentales, o individuos económi-
hem, la «normalidad» y la «enfermedad» no son camente necesitados. Precisamente en razón de esta
siempre condiciones claramente distinguibles en tér- vulnerabilidad, cuando la participación de tales suje-
minos fisiológicos objetivos, sino que dependen en tos en investigaciones biomédicas está permitida, se
buena medida de cada individuo, de su aptitud para exigen ciertas medidas especiales de protección (por
relacionarse con aquello que le rodea y de formular ejemplo, que la investigación no implique más que un
sus propias normas de interacción con el medio41. riesgo y una incomodidad mínimos, que el proyecto
Pero, más allá de la vulnerabilidad propia de la con- sea aprobado por un comité de ética independiente,
dición humana, está claro que en el ámbito médico la que se cuente con el consentimiento de un represen-
vulnerabilidad adquiere características peculiares. En tante legal, etc.)43.
primer lugar, porque la relación médico-paciente está
inevitablemente caracterizada por un cierto desequili-
brio de poder y conocimientos entre ambas partes, lo 5. LOS PRINCIPIOS PROPIOS DEL ÁMBITO
cual impone al médico un deber especial de no abusar DE LA SALUD PÚBLICA
de la fragilidad del paciente42. Tal vulnerabilidad es,
desde luego, mucho más marcada cuando los pacien- Además de los principios mencionados, que fun-
tes son menores o padecen de alguna enfermedad psí- cionan a nivel de la relación individual médico-pa-
quica, en cuyos casos resulta necesaria la intervención ciente, existen otros que tienen relevancia desde un
de un representante legal para asegurar que la práctica punto de vista colectivo, es decir, de la sociedad en su
no sea contraria al bien del paciente. conjunto. Ellos son: el principio de justicia y el de so-
En segundo lugar, porque las investigaciones bio- lidaridad.
médicas con seres humanos crean situaciones en las
que los riesgos de abusos son mayores. En este ám-
bito, se denomina «personas vulnerables» a aquellas 43 Cfr. Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos

de 2005 (arts. 7 y 8); Convención sobre Derechos Humanos y Biome-


dicina del Consejo de Europa de 1997 (arts. 6, 7 y 17); Council for In-
ternational Organizations of Medical Sciences (CIOMS), International
Ethical Guidelines for Biomedical Research Involving Human Sub-
G. CANGUILHEM, Le normal et le pathologique, PUF, París, 1993.
41
jects, 2002, Directiva 13; Asociación Médica Mundial, Declaración de
42E. PELLEGRINO y D. THOMASMA, The Virtues in Medical Prac- Helsinki sobre investigaciones médicas en seres humanos (1964-2008),
tice, Oxford University Press, Nueva York, 1993. parágrafo 27.
50 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 51

A) El principio de justicia tuoso de los valores éticos y culturales) y la buena ca-


lidad del servicio45.
En bioética, se suele hacer referencia al «principio En la práctica, hay que reconocer que los costos
de justicia» para indicar la necesidad de asegurar una crecientes de la atención médica se presentan actual-
distribución equitativa de los recursos en materia sa- mente como un obstáculo serio para asegurar el acceso
nitaria y evitar discriminaciones arbitrarias en las po- a los servicios de salud de una gran masa de indi-
líticas de salud pública. Este principio implica ante viduos, incluso en los países más ricos. Paradójica-
todo el empeño del Estado para garantizar que todos mente, el desarrollo socio-económico, el aumento de
los ciudadanos tengan acceso, al menos, a un mínimo la expectativa de vida y la tecnificación de la atención
de atención sanitaria de calidad. sanitaria se están erigiendo en enemigos potenciales
El derecho a la atención médica es uno de los más del acceso igualitario a los servicios médicos. Este fe-
importantes dentro de la denominada «segunda gene- nómeno explica la actual tendencia a racionalizar
ración de derechos humanos». Se trata de derechos de drásticamente los gastos en salud pública y a facilitar
«realización progresiva», lo que significa que los Es- una expansión creciente de los sistemas privados de
tados se comprometen a adoptar las medidas necesa- salud. Por otro lado, estos cambios, aunque compren-
rias, «hasta el máximo de los recursos de que dispon- sibles desde el punto de vista puramente económico,
gan», para lograr progresivamente la plena efectividad plantean serios interrogantes desde la perspectiva de la
de tales derechos44. Si bien los instrumentos interna- justicia, ya que amenazan con profundizar las inequi-
cionales no especifican el tipo de cuidados sanitarios dades en el acceso a los servicios de salud.
que deben brindarse, el Comité para los Derechos Una aplicación específica del principio de justicia
Económicos, Sociales y Culturales de la ONU, que es es el relativo a los dilemas que genera la inevitable es-
el órgano encargado de la interpretación del Pacto in- casez de ciertos bienes y servicios en materia sanita-
ternacional sobre tales derechos, ha enumerado los ria (por ejemplo, órganos para trasplantes, equipos de
elementos de los cuidados sanitarios que son esencia- diálisis, tratamientos de mantenimiento vital, etc.) en
les para la vigencia efectiva de este derecho: la dispo- comparación con el número de personas que necesi-
nibilidad de los cuidados, su accesibilidad (es decir, tan de ellos. La cuestión ética consiste en determinar
que se provean en base a criterios no discriminatorios), cuál es la forma más equitativa de distribuir tales
su aceptabilidad (que se brinden de un modo respe- bienes y cuáles son los criterios más adecuados a tal

45 Comité para los Derechos Económicos, Sociales y Culturales

(ONU), Observación general n.° 14: El derecho al disfrute del más alto
44 Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Cultu- nivel posible de salud (art. 12 del Pacto Internacional de Derechos Eco-
rales de 1966 (art. 2, inc. 1). nómicos, Sociales y Culturales, 2000).
52 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA LAS BASES DE LA BIOÉTICA 53

fin. ¿Es legítimo dar prioridad a los jóvenes sobre los Desde luego, se requiere una extremada cautela an-
ancianos? ¿Debe tenerse en cuenta en la selección de tes de autorizar, en nombre de la solidaridad, interven-
los posibles beneficiarios el mérito personal de cada ciones biomédicas en beneficio exclusivo de terceros.
uno? Por ejemplo, ¿debe tener prioridad en el acceso De otro modo, se corre el riesgo de instrumentalizar a
a un trasplante de hígado una mujer, madre de tres ni- las personas de un modo contrario a su dignidad. En
ños pequeños, sobre un alcohólico inveterado? ¿Es la tal sentido, numerosos documentos internacionales
gravedad de la situación del paciente lo determinante enfatizan el principio según el cual «el interés y el
en la decisión? ¿O se debe resolver el dilema en fun- bienestar del ser humano deben prevalecer sobre el in-
ción de las probabilidades de que la intervención mé- terés exclusivo de la sociedad o de la ciencia»46.
dica resulte exitosa? Dado el carácter excepcional de estas prácticas,
que pueden implicar riesgos no despreciables, su le-
gitimidad está condicionada al cumplimiento de
B) El principio de solidaridad ciertos requisitos, principalmente: el consentimiento
libre e informado del individuo; el bien para la salud
Existen ciertas intervenciones biomédicas en las de un tercero o de la población en general; la gratui-
que, de modo excepcional, el beneficiario no es el dad del acto de disposición del órgano o de la parti-
destinatario directo de ellas, sino un tercero o la so- cipación en la investigación; la minimización de los
ciedad en su conjunto. Por este motivo, no son justi- riesgos para la vida y la salud del individuo en cues-
ficables en base al principio de beneficencia, sino al tión.
de solidaridad. Los dos ejemplos más destacados son Conviene señalar que la regulación de las investiga-
la donación de órganos para trasplantes y las investi-
ciones médicas con seres humanos, que se inició sobre
gaciones médicas en seres humanos. En el primer
todo con el denominado «Código de Núremberg» de
caso, el beneficiario será quien reciba el órgano; en el
1947, marca en alguna medida no sólo el nacimiento
segundo, será la sociedad toda, en cuanto se espera
de la moderna ética biomédica, sino también del dere-
que tales estudios contribuyan a un mejor conoci-
cho internacional de los derechos humanos.
miento de las enfermedades y al desarrollo de tera-
pias más eficaces. El «Código de Núremberg», que en realidad no fue
La solidaridad se apoya en la convicción de que el ningún «código», sino la sentencia del tribunal que
ser humano es sociable por naturaleza, es decir, que condenó a los médicos nazis que utilizaron a los pri-
no puede vivir sólo y necesita de los demás. Es razo-
nable que, estando todos los seres humanos ligados 46 Cfr. Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de
entre sí como miembros de una gran familia, se ayu- 2005 (art. 3, inciso 2); Convención sobre Derechos Humanos y Biome-
den mutuamente y compartan las cargas de los demás. dicina del Consejo de Europa de 1997 (art. 2).
54 BIOÉTICA Y DIGNIDAD DE LA PERSONA

sioneros de los campos de concentración para sus es-


tudios, enumera diez principios básicos para la expe-
rimentación médica con seres humanos, entre los que
se destacan: el carácter «absolutamente esencial» del
libre consentimiento de los participantes en las inves-
tigaciones (Principio n.° 1); la necesidad de evitar to-
do sufrimiento y daño innecesario, físico o mental, a los
sujetos (Principio n.° 4) y de abstenerse de aquellas in-
vestigaciones que previsiblemente pudieran acarrear
su muerte o un daño irreparable (Principio n.° 5); la
proporcionalidad de los riesgos (Principio n.° 6); la ca-
lificación científica de quienes conducen el experi-
mento (Principio n.° 8); y el derecho de los partici-
pantes a revocar su consentimiento en todo momento
(Principio n.° 9).
No es casual que apenas un año después de formu-
lados los diez principios que componen este docu-
mento, las Naciones Unidas adoptaran la Declaración
Universal de Derechos Humanos de 1948. En efecto,
el documento fundacional de los derechos humanos a
nivel internacional se inspiró en buena parte en las re-
velaciones que llevaron a la adopción del Código de
Núremberg47. Como lo observa con agudeza George
Annas, «la Segunda Guerra Mundial fue el crisol en
que se forjaron tanto los derechos humanos como la
bioética, y desde entonces ambos han estado vincula-
dos por la sangre»48.

47 Cfr. R. BAKER, «Bioethics and Human Rights: A Historical Pers-

pective», Cambridge Quarterly of Healthcare Ethics, 2001, vol. 10,


n.° 3, pp. 241-252.
48 G. J. ANNAS, American Bioethics. Crossing Human Rights and

Health Law Boundaries, Oxford University Press, Nueva York, 2004,


p. 160.

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