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Hoy te contaré el Cuento de la Mariposita Morita, una tierna historia que nos enseña que necesitamos de la ayuda de

otros para lograr nuestros objetivos.

Esta es la historia de una mariposa, frágil y delicada, que pasaba su tiempo volando por los jardines. De toda su
especie, ella era la más bella, ya que tenía un hermoso color, y brillaba tanto como la luz del sol. Su nombre era
Morita, la Mariposita. Cuando la Mariposita Morita volaba por los jardines, jugaba con
todas las flores que encontraba: las rosas, los girasoles, las margaritas…
Había muchas flores de muchos colores en esos hermosos campos. Pero aún con todo esto, la Mariposita Morita no
era feliz. Ella quería ir a vivir a las montañas que veía a
lo lejos cuando paseaba por el campo. Después de muchos días pensándolo, al fin decidió irse.
En el camino, mientras la Mariposita Morita volaba sobre las flores, encontró a un pájaro, que le dio una gran sonrisa
cuando la vio.

“Buenos días, señor pájaro” dijo Morita,

“Buenos días, hermosa mariposita” respondió el pájaro.

“¿Cómo se encuentra?” preguntó Morita con curiosidad. “¿Qué le ha pasado a su ojo derecho?”.

“Hace un momento me entró una ramita que hace que no pueda ver bien, ni abrir el ojo. ¿Podrías ayudarme a
sacarla?” pidió el pájaro.

“¡Claro que sí!” dijo Morita con mucha energía. Se acercó al Señor Pájaro, y casi sin esfuerzo, le quitó la rama.

“¡Muchas gracias! Ahora ya puedo ver bien, y abrir el ojo. Y tú, ¿Hacia dónde vas?” preguntó el pájaro.
“Quiero ir hacia las montañas azules” respondió la Mariposita Morita.

“Pequeña Mariposita, ¿Has visto a qué distancia están esas montañas? ¡Están muy lejos! Eres muy pequeña, y es muy
difícil que llegues, no lo vas a lograr” afirmó el pájaro.

“Lo sé, pero quiero ir a esas montañas. Son muy bonitas, y sé que voy a lograr llegar, porque deseo con mucha fuerza
vivir en ellas” dijo Morita.

“Bueno, entonces te deseo mucha suerte, espero que logres llegar” dijo el pájaro, muy preocupado porque Morita se
pusiera en peligro.

La pequeña mariposa siguió volando. Después de un rato, se encontró a un gran conejo de color blanco, que tenía
unos bigotes muy largos.

“Hola conejo, me llamo Morita” dijo la mariposita

“Hola Morita” respondió.

“¿Qué es lo que tienes en la pata?” preguntó Morita mirando a la pata trasera del conejo “¡Tienes algo enterrado!”.

“No puedo verlo, ¿Podrías decirme qué es?” preguntó el conejo.

“Parece una espina muy pequeña, te la voy a quitar”.

“Por favor, quítamela. Me ha dolido mucho, tanto que no me deja correr” respondió.

Una vez que se la quitó, el conejo le agradeció. Después le preguntó hacia dónde se dirigía, a lo que la mariposita
contestó. “Estoy volando hacia las montañas azules, porque quiero ir a vivir en ellas”.
“No vas a poder llegar a ellas, están muy lejos y son demasiado altas. Te deseo suerte” dijo el conejo alejándose.

La Mariposita Morita se puso a pensar que tal vez el pájaro y el conejo estaban exagerando, pero mientas más se
alejaba de su jardín y se acercaba a las montañas, empezaba a sentirse más cansada.

Ella tenía tantas ganas de vivir en las montañas, que aunque sentía que ya no podía más, continuó.

Pero, aunque se esforzó mucho, después de un rato sintió que sus alas estaban muy débiles, por lo que ya no subía
aunque aleteara. Así que cayó hacia el suelo, pero justo antes de aterrizar, algo la volvió a impulsar hacia arriba.

Era su amigo el pájaro, que había ido a rescatarla. Pero el pájaro tampoco tenía mucha fuerza, así que ambos
comenzaron a descender de nuevo.

Pero no cayeron al suelo, ¡sino en el lomo del conejo blanco! Al no tener la espina en la pata, pudo llegar corriendo a
ayudarlos.

“Hay que volver al prado” dijo el conejo después de ayudarlos a levantarse.

“Si” le contestó la Mariposita Morita “Quiero vivir con ustedes, ya no en las montañas azules”.

Los 3 amigos volvieron a los campos para quedarse a vivir. Así, viviendo felizmente con sus amigos, Rosita
comprendió que junto a ellos podía llegar más lejos, que estando sola.

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