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CEBRA QUIERE VOLAR

Esa mañana, apenas alegro el sol, Cebra subió hasta el punto más
alto de un cerro. ¡ Qué hermoso era dominar todo el paisaje! ¡ Qué
contentos parecían estar los pájaros, vistos desde arriba, volando
de un árbol a otro, introduciéndose en sus nidos y llevando en sus
picos golosinas para sus pichones!
“ ¿Por qué no podré volar yo? ” ,pensó . “Soy más grande y fuerte
que los pájaros, tengo una poderosa crin y una gran cola... Además
tengo cuatro patas, mientras los pájaros solo tienen dos ... !
Un fuerte aletear atrajo su atención. Allá abajo, sobre el tronco
partido de un árbol, vio posarse a una cigüeña. Las cigüeñas tienen
fama de atraer buena fortuna y Cebra no vaciló en bajar corriendo a
hablarle.
- Quiero que me enseñes a volar- le dijo- ¿ Podré aprender pronto?
La cigüeña, que estaba mirando para otro lado, no se dio vuelta
para responderle.
- ¿ Por qué no me contestas? ¿ Te parece ridículo que una cebra
vuele?
El largo pico de la cigüeña giró rápidamente y casi le roza la nariz.
Se oyó un sonoro castañeteo. Cebra no sabía que las cigüeñas no
hablan, porque carecen de caja vocal, pero comprendió enseguida
lo que ese castañeteo del pico quería decirle:
- Sígueme. Te guiaré hasta el gran Arbol de los Deseos. Pídele a él
que te enseñe a volar.
En mil aletazos y galope llegaron hasta el Gran Arbol de los Deseos.
Era sin duda el rey de los árboles, no sólo por su gigantesco
tamaño, sino también por la cantidad de flores y frutos de toda
forma, perfume y color que pendían de sus ramas.
Había que esperar turno, porque otros visitantes habían llegado con
anterioridad. No estaban contentos con su suerte o tenían deseos
difíciles de satisfacer.
Una tortuga quería correr, o por lo menos caminar ligero; un
hipopótamo anhelaba ser más lindo; una jirafa deseaba un cuello
más corto... el Gran Arbol de los Deseos escuchaba atentamente, y
todos se sentían felices por el solo hecho de ser escuchados.
Luego decía algo al oído de cada uno... ¡y los animales se iban
sonrientes y alegres!
La tortuga, dentro de su paso, salió caminando con mucha rapidez;
el hipopótamo se miró en el agua de una laguna y quedó
convencido de que como hipopótamo no era feo; y la jirafa, menos
orgullosa que antes, al bajar la cabeza y saludar a sus compañeros
tuvo la impresión de que su cuello no era demasiado largo.
Por fin le tocó el turno a Cebra. Acompañada siempre por su amiga
la cigüeña, fue hacia el Gran Arbol de los Deseos.
Estaba tan emocionada por lo que había visto, que después de
contarle su gran deseo de volar, preguntó a su vez:
- Dime, Gran Arbol, ¿tú no tienes algún deseo no realizado?
El Gran Arbol de los Deseos se estremeció. Sus flores exhalaron un
perfume más intenso aún.
Sus frutos resplandecieron con más color.
Era la primera vez que alguien pensaba en él.
- Sí... - dijo en voz tan baja que parecía un susurro -. Me gustaría
tener un hijito cerca de mí. Pero ahora quiero atender tu deseo,
que es muy difícil...
Te daré una oportunidad. Recuéstate aquí, a mi sombra – le dijo al
oído- y luego conversaremos otra vez...
Cebra hizo lo que el Gran Arbol de los Deseos le indicó. En ese
momento la cigüeña se despidió, castañeando su pico, como
diciendo:
- Me voy contenta. Hoy tenía ganas de ayudar a alguien y ya lo he
conseguido.
Al instante Cebra quedó dormida. Soñó, soñó, mientras sin darse
cuenta expandía sus narices aspirando el perfume de las flores del
Gran Arbol de los Deseos.
Soñó que volaba... Que su crin se había extendido hasta formar un
timón... Atravesaba las nubes, vencía a los vientos más fuertes,
corría carreras con los cóndores y las águilas, y les ganaba.
¿Cuánto tiempo duró ese sueño? Cebra no lo supo, pero se dio
cuenta de que volaba sola. No podía participar de las alegres
bandadas de pájaros y no le gustaba convivir con las aves de
rapiña. Estaba acostumbrada a vivir en una manada de cebras, a
compartir el pasto fresco de un valle y el agua dulce de un arroyo...
Su mundo era el bosque, la selva o la llanura, siempre entre los
suyos, hermanos, amigos, iguales...
En ese momento se despertó.
- ¿Has decidido algo?- le preguntó el Gran Arbol de los Deseos. -
Pídeme lo que quieras y será.
Al instante Cebra comenzó a remover la tierra con sus patas
delanteras, a poca distancia, hasta formar un hoyo.
Arrancó suavemente y de raíz uno de los retoños del Gran Arbol de
los Deseos, lo puso en el hoyo, le echó tierra y lo apisonó. ¡Aquél
tendría el hijo que deseaba!
Luego, sin vacilar, cumplió su propio gran deseo:
Fue al galope, casi volando, volando, volando, a reunirse con su
familia, la manada de cebras.

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