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MELCHOR DE POBLADURA

O.F.M.CAP.

SEMINARIOS DE MISIONEROS
y

CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMUN

UN EPISODIO DEL REGALISMO ESPA1'1"0L (1763-1785)

ROMA (3)
Instituto Histórico Capuchino
Via Boncompagni, 71
1963
SEPARATA
de Gollectanea Franciscana
32(1962) 271-309. 397-433; 33(1963 28-81.

STABILIME~TO TIPOGRAP!CO "GRAFJCAn J)J SALVl & C. - PERV'GlA


INTRODUCCIÓN

A buen seguro que, cuando hace un par de lustros, dedicá-


bamos algunas líneas a los Seminarios de Misioneros de la Orden
Capuchina1, pocos lectores sospecharon toda la amplitud y los
vastos horizontes del árgumento apenas esbozado. Y tal vez, ni
siquiera cuando más tarde perfilábamos documentalmente una. de
sus facetas más característicl:ts2, se pudo valorar la novedad y
trascendencia de tan feliz y providencial iniciativa. Tampoco ahora
pretendemos agotar la materia; damos solo otra pincelada al
cuadro, limitándonos a reseñar la contrastada fundación de aque-
llos centros y su aprobación definitiva, acercándonos más a la
fecunda realidad religiosa e histórica que representan en el am-
biente del regalismo español.
Dos eran los fines principales que se propusieron los orga-
nizadores de los Seminarios misioneros y los Conventos de perfecta
vida común, como se desprende de su misma denominación. En
primer lugar, deseaban que allí brillara con todo su posible esplen-
dor la disciplina conventual, caracterizada por el retorno a una
mayor abstracción de las criaturas, a una pobreza más rigurosa
y a una piedad más intensa y extensa en el marco de una regu-
laridad ejemplar y de una perfecta vida común. Y de ahí preci-
samente brotaba la segunda finalidad: el afán apostólico moldeado
en un género de elocuencia sagrada más a tono con el Evangelio

1 Cf. MELCHI0R A P0BLADURA, Historia genera/is Ordinis Fratrum Minorum Ca-


puccinorum III, Romae 1951, 447. - De índole muy diversa, a pesar de la identidad
del nombre, son ,os Seminarios de Misioneros destinados al apostolado entre infie-
les, tanto en las regiones dependientes de Propaganda Fide como en las s.ometidas.
al Patronato Regio. Cf. Francisco LLITERAS, O.F.M., Ven. P. Antonio Llinás y Massa-
net, O.F.M., fundador de los Colegios de Misioneros (1635-1693), Oñate-Aránzazu
1934; Manuel R. PAZOS, O.F.M., De Patre Antonio Llinás, Collegiorum :missionario-•
rum in Hispania et America fundatore (1635-1693), Vich 1936; MELCHIOR A P0BLA-·
DURA, Historia 11/2, Romae 1948, 181s; III, 539ss.
2 Cf. El establecimiento de los conventos de Retiro en la Orden Capuchina:,

(1760-1790), in Coll.Franc: 22 (1952) 53-73. 150-179.


4 INTRODUCCIÓN

y más en consonancia con la ineludible sinceridad y lealtad de la


palabra y de la conducta del predicador evangélico. Entrambos
objetivos se conjugaban y perfeccionaban en las dos institucio-
nes, si bien en su conjunto armónico sobresalieron más en los
Seminarios. Nos parece superfluo añadir que una y otra faceta
estaba coloreada por el ideal franciscano profesado por los Ca-
puchinos e inspirada en las más puras tradiciones de la Orden, que
resistía a ser transformada y viciada por las tendencias malsanas
de la época que pervertían el sentir cristiano del pueblo y desvir-
tuaban la esencia y la actividad del estado religioso.
Las fuentes de nuestra investigación son abundantes y casi en
su totalidad inéditas. Ante todo, nos hemos servido de los estatutos
particulares compuestos por el P. Pablo de Colindres, que reflejan
la mente del fundador y de sus colaboradores, y, por lo mismo,
constituyen la base indiscutible e insustituíble para comprender la
índole y la finalidad de los establecimientos. Estas normas consti-
tutivas fueron garantizadas por la Santa Sede, después de haber
interpelado a los Superiores generales de la Orden. Hemos tenido
a la vista el texto original español y la versión latina publicada en
los breves de aprobación promulgados por Clemente XIV el 6
de septiembre de 1770, y por Pío VI el 6 de diciembre de 1785.
Además hemos consultado muchos documentos oficiales. Se
puede asegurar que hemos examinado todos aquellos, de cuya
existencia ha aparecido algún indicio en el curso de nuestra pro-
longada búsqueda. Como se verá, son cédulas reales de Carlos III,
cartas de sus ministros y despachos de los embajadores de Roma.
Esta documentación de origen civil e índole política manifiesta
bien a las claras la mentalidad de la corte de Madrid que apoyó
y defendió con tesón, a veces impertinente, aquellas instituciones,
escudándose tras el pretexto de la conducta irreprochable y del
celo religioso del « venerable fundador », que ciertamente estaba
fuera de toda duda, tanto dentro como fuera de la Orden.
Por último, otra categoría de fuentes está formada por cartas
de los Superiores generales y provinciales, decretos definitoriales,
memoriales de las comunidades interesadas y de algunos indivi-
duos aislados. Entre éstos merece mención aparte el P. Juan de
Zamora, autor del Manifiesto historial y apologéticoª. Aunque,

3 Manifiesto historial y apologético de la fundación de el Seminario de Mi-

sioneros Apostólicos de la ciudad de Toro y de el Establecimiento de perfecta vida


común en el Real convento de El Pardo. El códice autógrafo (Madrid, Arch.Prov.
O.F.M.Cap., sign. 28/153) consta de 74 folios. El autor lo dirige a su hermano carnal
P. Isidoro de Zamora, como aparece en la carta dedicatoria fechada en El Pardo el
10 de diciembre de 1786. Las últimas noticias cronológicas son del 11 de marzo de
1789, 12 de mayo 1790 y 13 de diciembre de 1794 (f.74rv).
INTRODUCCIÓN

como aparece en el mismo título, el documento tiene los caracteres


de una apología, sin embargo ofrece una aportación muy .valiosa
para la reconstrucción objetiva de los acontecimientos. Será a
veces discutible la interpretación dada por el autor, que fue el
protagonista principal de aquella empresa; pero no se puede negar
la validez de los documentos que nos ha conservado y de las no-
ticias biográficas de los personajes que intervinieron en pro o en
contra de sus designios reformadores.
Las fuentes, a que nos referimos, se hallan en el Archivo
Vaticano, en el Archivo de Simancas, en el Archivo de la Embaja-
da de España cerca de la Santa Sede y en los Archivos de las
provincias capuchinas de Andalucía, Castilla, Navarra-Cantabria
y Valencia. A continuación ponemos las siglas empleadas:
APCA Archivo de la Provincia de Capuchinos de Andalucía
(Sevilla, Ronda de Capuchinos, 1).
APCC Archivo de la Provincia de Capuchinos de Castilla
(Madrid, Plaza de Jesús, 2).
APCN Archivo de la Provincia de Capuchinos de Navarra-
Cantabria (Pamplona, Av. Carlos III, 22).
APCV Archivo de la Provincia de Capuchinos de Valencia
(Valencia, Cirilo Amorós, 67).
Arch. Emb. Archivo de la Embajada de España cerca de la Santa
Sede (Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores;
antes, Roma, Piazza di Spagna).
Contrasta con esta riqueza de fuentes inéditas la falta de la
correspondiente bibliografía histórica de las provincias capuchinas
españolas 4 • Indudablemente esta literatura nos ayudaría a com-
prender y enfocar mejor la :fisonomía de estos establecimientos
conventuales, enmarcándolos en la vida religiosa y apostólica de
la respectiva provincia y también en el cuadro de la vida eclesiás-
tica nacional. Pero aun r.enunciando por ahora a dibujar toda la
perspectiva que la institución de los Seminarios y de las Casas
4 De los tres autores que han emprendido la laudable tarea de escribir la

historia, dos interrumpen la narración el año 1700, y el tercero en 1789, pero en


este caso las fundaciones fueron posteriores. Cf. AMBROSIO DE VALENCINA, O.F.M.Cap.,.
Reseña histórica de la Provincia capuchina de Andalucía, 5 volls., Sevilla 1906-1908;
BUENAVENTURA DE CARROCERA, O.F.M.Cap., La Provincia de los Frailes Menores Ca-
puchinos de Castilla. I (1575-1701), Madrid 1949; CELESTINO DE AÑ0RBE, O.F.M.Cap.,
La antigua Provincia capuchina de Navarra y Cantabria. I: Desde los orígenes hasta
la revolución francesa (1578-1789), Pamplona 1952. Alguna utilidad encontrará ade-
más el lector para interpretar este capítulo de historia en nuestras monografías:
Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla. Bosquejo histórico (1606-1945), Madrid
1946; Le déserts dans l'Ordre de saint Frangois, in Dict.Spir. III, Paris 1957, 539-
549; Laudabilia conamina pro penitiore iuventutis seraphicae institutione annis 1760-
176.} jacta, in Coll.Franc. 29(1959) 44-73.
6 INTRODUCCIÓN

de perfecta vida común reclaman, nos esforzaremos en ampliar sus


contornos en el plano provincial y nacional de la Orden, esperando
ofrecer una panorámica suficiente para poder enjuiciar esta expe-
riencia espiritual y apostólica dentro de las corrientes históricas y
doctrinales en que se desarrolla.
l. - EL AMBIENTE HISTÓRICO E IDEOLÓGICO

Para enmarcar cronológica e ideológicamente el episodio que


vamos a reseñar, es muy conveniente no perder de vista su doble
vertiente: política y religiosa. En realidad, la historia de los Se-
minarios y de los Conventos de perfecta vida común se relaciona
,con el movimiento inspirado y desarrollado por los corifeos del
despotismo ilustrado y no se comprende si lo aislamos del estado
en que se encontraban entonces las órdenes religiosas. Tanto la
imperante ideología racionalista y jurisdiccionalista como la cre-
ciente decadencia y desorientación religiosa son dos argumentos
fronterizos que proyectan sus luces y sombras sobre nuestro
asunto.
En la segunda mitad del siglo XVIII se asiste a un cambio
radical y definitivo de la política religiosa española5 • Aunque más
tarde que en otras naciones, también en España hizo sentir su
peso abrumador la mentalidad laica y escéptica, antieclesiástica
e invadiente del poder civil, multiplicando los conflictos y exacer-
bando las relaciones entre las dos potestades. Las cuestiones ca-
nónicas monopolizan las corrientes doctrinales. A los candentes
problemas dogmáticos de la predestinación, gracia suficiente y
eficaz, etc., se sustituyen las controversias jurisdiccionales sobre
la autoridad del Papa y de los Concilios, sobre sus límites e inter-
ferencias, etc. Con varios ardides, sin dar abiertamente la cara,
se pretendía mermar el prestigio de la Iglesia y coarctar su liber-
tad, dictando normas vejatorias y hostiles y arrogándose derechos
conculcadores de la jurisdicción eclesiástica. Incluso se llegó a
promover obras benéficas e imponer reformas disciplinales con el
especioso pretexto de que a tanto se extendía la inalienable auto~

s La obra fundamental acerca de este problema sigue siendo Marcelino ME-


NÉNDEZ Y PELAYO, Historia de los heterodoroos españoles, Edición preparada por Enri-
que SÁNCHEZ REYES. Tomo V, Santander 1947. Dada la indole de nuestro estudio, no
es necesaria una bibliografía especifica; para una información general véase Antonio
BALLESTEROS y BRRETTA, Historia de España y su frifluencia en la historia universal
VI, Barcelona 1932, 229-3.48. Acerca de la infiltración y repercusiones de las teorías
jansenistas en la política española véase el estudio monográfico de ISIDORO DE VILLA-
PADIERNA, O.F.M.Cap., El jansenismo español y las Cortes de Cádiz, en Nuove
,ricerche storiche sul Giansenismo (Analecta Gregoriana, 71), Roma 1954, 273-303.
8 EL AMBIENTE HISTÓRICO E IDEOLÓGICO

ridad del Soberano que no reconocía otra igual, y mucho menos


superior, en el gobierno de sus súbditos. Los seudoreformadores
regalistas de la décima octava centuria se preciaban de una no
común austeridad, de un sincero amor a la pureza de la disciplina
antigua y tradicional; pero no ocultaban su hostilidad a la auto-
ridad pontificia y a las decisiones de Roma, ni disimulaban las
críticas más acerbas contra abusos supuestos o reales. Unos sola-
padamente y otros abiertamente, todos rompían una lanza a favor
de una iglesia nacional independiente.
Y como es obvio, esta mentalidad peligrosa y desenfocada
abría brecha en el elemento eclesiástico y pEnetraba en los con-
ventos. Hubo eclesiásticos insignes, de uno y otro clero, que se
prestaron a las intrigas y planes reformadores de ministros in-
crédulos y volterianos, no porque comulgaran totalmente con sus
ideas o condividieran su conducta, sino sinceramente ilusionados
por la restauración y regeneración de un ideal noble y santo.
Por desgracia no se daban cuenta de que los representantes del
despotismo ilustrado se servían de su cooperación para conseguir
más fácilmente la meta disgregadora que se habían propuesto y
que tenazmente perseguían. La acción conjunta de los dos ele-
mentos, civil y eclesiástico, moviéndose en una misma dirección,
dividía los ánimos y causaba inquietudes que se reflejaban ne-
cesariamente fuera de las esferas eclesiástkas y de los muros
conventuales, causando malestar y desorientaciones en el pueblo
fiel. La Iglesia y las órdenes religiosas perdían prestigio y eficacia;
y los intelectuales ilustrados, los políticos desc:'.'eídos, y los enciclo-
pedistas demagogos, ejecutaban sin titubeos ni vacilaciones el
plan que habían concebido y estudiado.
Si quisiéramos delinear a grandes rasgos las directrices nor-
males de la política religiosa del regalismo español con sus tintas
de enciclopedismo volteriano y de febronianismo jurisdiccionalis-
ta, podríamos sintetizarlas en los siguientes puntos: a) intromi-
sión excesiva e indebida en las cuestiones de competencia ecle-
siástica; b) tutela y control de ciertas actividades de la Iglesia y de
sus organismos vitales (jerarquía, magisterio, órdenes religiosas);
e) nacionalismo religioso con marcadas tendencias a una Iglesia
nacional con sus prerogativas y derechos propiosª; d) desestima

6 El año 1787 se constituyó en la corte de Madrid por real decreto de Car-

los III la Junta de Estado. El conde de Floridablanca dictó e hizo aprobar por el
rey los 395 artículos programáticos y el art. 15 es del tenor siguiente: « La tercera
pretensión con la Curia Romana podrá ser la de reducir tocas las familias religiosas
a una disciplina más conforme a su instituto y al bien dd Estado; y obtener que
todas tengan superior nacional dentro del reino, el cual pueda ser responsable de
sus negligencias y relajaciones, evitar viajes a país extranje:,:-o con motivo de recursos,
EL AMBIENTE HISTÓRICO E IDEOLÓGICO 9

de la piedad tradicional y del culto público como poco conformes o


contrarios a la nueva visión del mundo y de las realidades eman-
cipadas de la revelación y dirigidas por las fuerzas sin límites de
la razón.
No es éste un cuadro completo ni un enunciado exhaustivo
del sistema. Son solamente unas leves pinceladas que hacen en-
trever un sinnúmero de ramificaciones que repercuten en la vida
del individuo, de las comunidades, de la Iglesia y de la misma
sociedad cristiana. El lector comprobará sin dificultad sus múlti-
ples aplicaciones a través de estas páginas que ilustran somera-
mente un ángulo del inmenso panorama político-religioso de la
décima octava centuria. Los corifeos del regalismo7, inspirados
por las ideas jansenistas, enciclopedistas y febronianas tan de
moda en las cortes borbónicas dieciochescas, inyectaron su veneno
en tres problemas españoles de resonancia internacional: la expul-
sión y extinción de la Compañía de J esús8, la beatificación del
venerable Palafox9 y la causa de la venerable María de Jesús de
Ágreda1 º. Aunque de menos envergadura que estas tres cuestiones

y Capítulos y tener amor y celo por mi serv1c10 y por el bien de la patria». Cf.
Biblioteca de Autores Españoles, ed. Ribadeneira, t.59, p.215; BASILIO DE RUBÍ, O.F.M.
Cap., Reforma de Regulares en España a principios del siglo XIX, Barcelona 1943, 23s.
7 « Palabra es el regalismo asaz vaga y elástica, y que puede prestarse a

varios y contradictorios sentidos. Tomárnosla aquí en su acepción peor y más gene-


ral, siquiera no sea técnicamente la más exacta, y designamos con ella, como otros.
con la voz cesaropapismo, toda intrusión ilegitima del poder civil en negocios ecle-
siásticos. Afortunadamente las cosas están hoy claras, y ha pasado el tiempo de las
sutilezas jurídicas. Amigos y enemigos reconocen ahora que el regalismo del siglo
pasado no fue sino guerra hipócrita, solapada y mañera contra los derechos, inmuni-
dades y propiedades de la Iglesia, ariote contra Roma, disfraz que adoptaron los
jansenistas primero y luego los enciclopedistas y volterianos para el más fácil logro
de sus intentos, ensalzando el poder Real para abatir el del Sumo Pontífice, y, fi-
nalmente, capa de verdaderas tentativas cismáticas» (M. MENÉNDEZ Y PELAYO, lug.
cit., 36s).
8 La lucha antijesuítica, que culminó con la supresión de la Compañía (21

julio 1773), llena gran parte de la historia de la segunda mitad del siglo XVIII,
Para una visión de conjunto y la correspondiente información bibliográfica cf. M.
MENÉNDEZ y PELAY0, lug.cit., 164ss; Francisco J. M0NTALBÁN, S.J., Historia de la
Iglesia católica. IV: Edad moderna (1648-1951), Madrid 1951, 333-361.
9 Don Juan Palafox y Mendoza (1600-1659), obispo primero de Puebla de los
Angeles (Méjico) y después de Osma, sostuvo un ruidoso pleito con los jesuitas. A
los regalistas, encarnizados enemigos de la Compañía, les venía como de perlas
elevar al honor de los altares a quien tesoneramente y sin miramiento de ninguna
clase los había combatido. Cf. Antonio AsTRAIN, S.J., Historia de la Compañía de Jesús·
en la Asistencia de España V, Madrid 1916, 356ss. Acerca del significado político y
partidista de esta causa de beatificación cf. L. V0N PASTOR, Storia dei Papi. Versione
italiana XVI/1, Roma 1933, 1034-37.
10 La cuestión de la causa de la venerable concepcionista puso frente por
frente al austero y entusiasta confesor de Carlos III, el franciscano Joaquín de
Eleta, con José Moñino (conde de Floridablanca), el cual pretendía arrinconarla para
enderezar todos sus dardos contra la Compañía de Jesús, tanto más que para su
10 EL AMBIENTE HISTÓRICO E IDEOLÓGICO

de política religiosa, causas de conflictos odiosos e interminables,


también la fundación de los Seminarios de Misioneros y de
los Conventos de perfecta vida común refleja y documenta la
mentalidad antieclesiástica de los gobernantes de Madrid, puesta
de relieve por la historiografía más acreditada.
La segunda vertiente del problema que r:os ocupa es de índole
más bien monástica y apostólica. Para nadie es un secreto que el
estado de las órdenes religiosas, aun sin recargar demasiado las
tintas, no era de los más halagüeños. No es este el lugar indicado
para ensayar la diagnosis del doloroso y lamentable f enómeno 11 ;
pero conviene subrayar que uno de los coeficientes que se han de
tener en cuenta para enjuiciar la situación real de las órdenes
religiosas en España y la postura del poder civil para con ellas
se refiere al número de religiosos que poblaban los conventos. Es
indudable que en esta época los conventos eran muchos y, en ge-
neral, estaban sobrepoblados. Por otra parte, la actividad externa
y apostólica era relativamente limitada. Ahora bien, el excesivo
número de religiosos puede traer consigo algunos inconvenientes
a la regular observancia monástica; y por otra parte, sobre todo
en períodos de frivolidad y poca fe, fácilmente se llega a pensar
en la inutilidad de tantos individuos, cuya :finalidad específica el
pueblo no siempre comprende y aprecia y, en todo caso, sobrepasa
la esfera de la observación y la experiencia sensible. Pues bien,
los enemigos del estado religioso encontraron en estos dos factores
- número excesivo y actividad limitada - el pretexto para in-
tervenir, no para remediar las necesidades (como solapadamente
aseguraban) sino más bien para entorpecer primero y anular
después la autonomía de los superiores y hacer triunfar sus ideas
jansenistas y regalistas, proclamando la inutilidad o poca eficacia
de los institutos regulares.
En cuanto a la limitación o tasación de candidatos, a veces
las dos autoridades - monástica y política - llegaban a un
acuerdo.
Está fuera de toda duda que la Orden Capuchina alcanzó
su máxima expansión numérica hacia 1761. Según los datos
:fidedignos oficiales presentados en el capítulo general de este año,
los religiosos eran 34.029; las provincias, 64 y las residencias 1762.
España estaba representada por 6 provincias, 110 residencias y

espíritu descreído carecían de importancia la doctrina y los carismas de la autora


de La Mística Ciudad de Dios. Cf. José Pou y MARTÍ, O.F.M., El arzobispo Eleta y el
término de la Causa de la ven. María de Agreda, en Arch.Ib.Amer. s.II 10(1950)
425-460;11(1951) 455-473; 12(1952) 347-365.
11 Cf. MELCH0R DE P0BLADURA, El establecimiento de los conventos de Retiro,
en Coll.Franc. 22(1952) 54-58.
EL AMBIENTE HISTÓRICO E IDEOLÓGICO 11

2350 religiosos 12 • No se conoce ninguna disposición particular de


los superiores acerca de la limitación o tasación de vocaciones,
como fue el caso de las otras ramas franciscanas de· España 13 •
Pero si no hubo legislación particular, no quiere decir que no
alcanzara también a los Capuchinos la tendencia o el peligro
eon que amenazaba a todos el poder civil. Tenemos a este propó-
sito un testimonio elocuente y revelador del P. Martín de La
Coruña, procurador de la provincia de Castilla. Con fecha 27
de mayo de 1754 escribía al superior de los Capuchinos de Bilbao-
Deusto acerca de las dificultades con que allí tropezaban para el
normal desarrollo de la fundación:
« No es ahora el tiempo más propicio para ventilar si somos o
no necesarios, cuando están para salir unas bulas que, hablando de
los frailes en general, regulan a muchos por inútiles y nada prove-
chosos, pues por ellas se dispone que por seis años no se admitan
novicios, para descartarse por este medio de la muchedumbre de
religiosos »14 •
Por aquella misma época la decadente oratoria sagradá, con-
tagiada de conceptismo y culteranismo, había « pervertido el gusto
del público y convertido la cátedra del Espíritu Santo en ridículo
pugilato de retóricos decadentes »15 • Y si el jesuíta Francisco de
Isla obtuvo un éxito tan insospechado y estrepitoso con su popular
Fray Gerundio de Ca1npazas, ello fue debido más que a las dotes
literarias del autor - bien escasas por cierto 16 - a haber dado
en el blanco con su despiadada sátira. No cabe dudar que los
capuchinos, como la mayoría de los oradores sagrados, pagaron su
tributo a la ridícula moda conceptista y culterana; pero hay que
. reconocer que no faltaron quienes se opusieron con denuedo a los
12 Cf. Idem, Historia generalis III, 11. 106.
1~ La provincia franciscana observante de Cartagena en 1760 fijaba de ante-
mano el número máximo de religiosos de cada convento en las respectivas categorías
de sacerdotes y legos, coristas y novicios. Y el capitulo general celebrado en Valencia
en 1768 tasó los candidatos en las provincias observantes, descalzas y de terciarios
regulares según el criterio de una comisión nombrada al efecto. Cf. Salvador CA-
RRIÓN, O,F,M., Tasa del número que había de tener cada convento de la antigua pro-
vincia de Cartagena, en Arch.Ib.Amer. 17(1922) 256-258; León AM0RÓS, O.F.M.,
Estadística de los conventos y religiosos de las provincias franciscanas de España
en el año 1768, en Arch.lb.Amer. s.II 16(1956) 421-444.
1 4 ANDRÉS DE PALAZUELO, O.F.M.Cap., Convento de Capuchinos de Deusto (Bil-
bao), Madrid 1935, 227. - A partir de 1773 hubo varias tentativas gubernamentales
para disminuir el número de religiosos en España y retrasar la edad exigida por
la Iglesia para emitir los votos religiosos. Cf. L. V0N PASTOR, Storia dei Papi XVI/2,
348s; MELCHIOR A POBLADURA, Historia genera/is III, 11.
15 SEBASTIÁN DE UBRIQUE, O.F.M.Cap., Estudio sobre la oratoria del beato Diego
José de Cádiz, en Coll.Franc. 7(1937) 577. El autor ofrece asimismo una panorámica
del estado de la oratoria en general y de las. corrientes que la dominaban.
16 Cf. Antonio ASTRAIN, Historia de la Compañíd, VII, Madrid 1925, 207s.
12 EL AMBIENTE HISTÓRICO E IDEOLÓGICO

abusos, abogando por una formación más evangélica de los pre-


dicadores « según los principios y modelos de la oratoria española
del siglo de oro, que se movían entre los dos polos de la sagrada
escritura y de la patrística, avalorados con una vida ejemplar » 16ª.
Esta verdad queda patentizada con la historia de los Seminarios,
en los que se formaron y trabajaron algunos de los reformadores
de la elocuencia sagrada.
II. - Los SEMINARIOS DE MISIONEROS

A. - LAS FUNDACIONES

El representante de la embajada de España cerca de la San-


ta Sede, en su despacho ordinario del mes de mayo de 1761,
comunicaba a la corte de Madrid la elección que había tenido
lugar el día 8, con estas lisonjeras palabras, que expresaban
,ciertamente la opinión común dentro y fuera de la Orden:
« En el capítulo de PP. Capuchinos que se concluyó el sábado ante-
cedente, fue elegido por General en uniformidad de votos y universal
aplauso el Rmo. P. F. Pablo de Colindres, sugeto bien digno de
este honor por todas sus circunstancias de literatura, prudencia y
religiosidad »17 •
Habían transcurrido dos años desde su elevación a la supre-
ma dignidad de la Orden Capuchina, cuando, a mediados de mayo

16 ª MELCHOR DE POBLADURA, Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla, 190.


- Acerca de la participación de los Seminarios en la reforma de la oratoria sagrada,
véase MIGUEL DE SANTANDER, O.F.M.Cap., Doctrinas y sermones para misión I, Madrid
41813, p.XXIXss.
17 Arch.Emb., leg. 324. La personalidad del P. Pablo de Colindres todavía
no ha sido descubierta; en espera que alguien tome la iniciativa de un estudio biográ-
fico serio y exhaustivo pueden consultarse: CASIMIRO FERNANDO DE SEVILLA, O.F.M.
Cap., Oración fúnebre en las solemnes exequias que celebró la religiosissima pro-
vincia de Andalucía de RR. PP. Capuchinos ... el día 8 del mes de agosto de este
presente año de 1766 por el Exc.mo R.mo Padre Fr. Pablo de Colindres, dignissimo
·General de todo el Orden de Capuchinos, Sevilla [1766); en apéndice se publica el
Epitafio latino de la lápida sepulcral dictado y publicado por el P. Kiliano de
Viena, de la provincia austro-hungárica; JosÉ DE SANGÜESA, O.F.M.Cap., Parenta-
-ción luctuosa en las honras que el día diez -de noviembre de 1766 consagró la pro-
vincia de Castilla de Menores Capuchinos en su convento de S. Antonio del Prado
a la feliz y piadosa memoria del Rmo. Padre Fr. Pablo de Colindres, dignissimo
General de toda la Orden de Menores Capuchinos, Madrid 1767; LAMBERTO DE
ZARAGOZA, O.F.M.Cap., Elogio del Reverendísimo Padre Fray Pablo de Colindres,
,General de la Orden de Menores Capuchinos de S. Francisco. Nueva edición aumen-
tada con la biografía del autor y varios apéndices por un religioso de la provincia
-de España [José Calasanz de Llevaneras, O.F.M.Cap.], Milán 1889; [JosÉ DE ELI-
'ZONDO, O.F.M.Cap.), I>ocumentos y notas para la biografía del Excmo. y Rmo. P.
Fr. Pablo de Colindres, _en El Mensajero Seráfico 21(1904) 334-337; 22(1905) 13-15.
:85-86; Lexicon Capuccinum, Romae 1951, 1299.
¡. !;
14 SEMINARIOS DE MISIONEROS

de 1763, el P. Colindres se embarcó en Génova con rumbo a la


Península Ibérica. Su permanencia se prolongó por espacio de
18 meses y está limitada por estas dos fechas topes con sus res-
pectivos actos oficiales: 2 de junio de 1763, asistencia a la con-
gregación definitoria! de los capuchinos catalanes en el convento
de Santa Matrona de Barcelona: 14 de diciembre de 1764, pre-
sidencia del capítulo provincial celebrado en Mataró18 • Soslayando
por ahora otras cuestiones que pudieran interesar al biógrafo y
al historiador, v.g. su cobertura como grande de España de
primera clase 19 y la visita canónica a cada una de las seis pro-
vincias capuchinas españolas 2 º, consideraremos solamente su actua-
ción como fundador de los Seminarios de Misioneros. Anticipamos
que esta institución entraba de lleno en el plan de su gobierno
orientado todo él al reflorecimiento de la auténtica y tradicional
vida capuchina en toda su integridad de rigurosa observancia e
intenso apostolado 21 • Así lo proclamó su panegirista al expresarse
en estos términos :

18 Cf. D. RICART [DANIEL DE M0LINS DE REI, O.F.M.Cap.], La província de Fra-

Menors Caputxins de Catalunya. Notes histiiriques, in Franciscalia (Barcelona 1928),


326.
1 9 Cf. MELCH0R DE PoBLADURA, Los Generales de l,<z. Orden Capuchina, Grandes
de España de priviera clase, en Coll.Franc. 13(1943) 292-295.
20 Acerca de la visita hecha a la provincia de Navarra (28 agosto-3 octubre
1764) cf. CELESTINO DE AÑ0RBE, La antigua provincia capuchina de Navarra y Can-
tabria, 339-344; MELCHI0R A P0BLADURA, Laudabilia conavirna pro penitiore iuventutis
seraphicae institutione annis 1760-1764 facta, en Coll.Franc. 29(1959) 68-73. Las
ordenaciones particulares de cada provincia fueron como llln toque de clarín para los
superiores que se sucedieron hasta la exclaustración, y también un pretexto para
los ministros áulicos de entrometerse en los negocios conventuales. Con fecha 2 de
junio de 1770 comunicaba Manuel de Roda al provincial de Castilla, P. Manuel de
La Calzada; « Deseando también S. M. que igualmente se observen [se había referido
antes a los estatutos de los Seminarios de Misioneros] inviolablemente ahora y ade-
lante las particulares constituciones y disposiciones que para el común de esta
Provincia dejó dispuestas el mismo P. General Fr. Pablo de Colindres, me manda
S.M. manifestar a V.R. y al Definitorio será de su Real agrado y de suma satisfacción
suia que el Definitorio, los Provinciales y demás Prelados, que actualmente son y
fueren en adelante, cuiden y promuevan la más religiosa y exacta observancia de
las constituciones y disposiciones de dicho su General para el común de esta Pro-·
vincia, no dudando S.M. que en el Definitorio, en V.R. y en los demás Prelados
actuales y sucesores en ella halle el debido· cumplimiento esta soberana insinuación,
sin dar lugar con ningún infundado o leve pretexto a que S.M. use de su Real
autoridad para mantener la paz y buena armonía, que siempre debe haver en las
comunidades religiosas, especialmente en la Religión Ca:;:mchina, que tanto aprecia
S.M., y para que se conserve indeleble la loable memoria del difunto General y
sus sabias disposiciones para la más perfecta observancic1 de la disciplina religiosa
y su santa doctrina en beneficio de los fieles y del Estado» (APCC, sign. 28/158, f.62).
21 Sus circulares programáticas a toda la Orden no contienen ninguna
novedad sorprendente, pero sí la clara y enérgica man:festación del ideal que se
propone actuar: fidelidad absoluta a la Regla, constituciones generales, ordenacio-·
nes y laudables costumbres provinciales, emulando los ejemplos de los antepasados
que habían seguido más de cerca las huellas de S. Franc:sco. Cf. Litterae circulares:
LAS FUNDACIONES 15

« Para aumento de la regular disciplina, confirma los Seminarios


establecidos 22 y erige otros, cuyo espíritu es de mortificación,· cien-
cia, piedad, devoción, silencio y retiro, enlazado discretamente el
rigor con la suavidad. Instituye Conventos de Misionistas de rigurosa
observancia, en que puedan residir los que la deseen; y usando del
poder legislativo, les señala reglas y leyes particulares, graduado
el fervor por las líneas de prudencia delicada, que infunde sufri-
miento para la carga y amor al yugo »23 •
Vamos, pues, a seguirlo en su peregrinar por la Península
fundando y organizando estos establecimientos.

l. Primeros tanteos en Castilla

El establecimiento de un Seminario de Misioneros en Castilla


hubo de superar no pocas ni leves dificultades antes de convertirse
en realidad y adquirir perfiles bien determinados.
El P. Colindres, procedente de Jadraque adonde había llegado
el primero de julio, hizo su entrada oficial en Madrid el día 6 y el
10 recibió con la solemnidad acostumbrada la dignidad de grande
de España de primera clase. Durante su estancia en la capital,
ya antes de comenzar la visita a la provincia de Castilla, conoció
y trató al P. Juan de Zamora24 y entre los dos brotó casi espon-
tánea una recíproca estima y confianza cimentada en la comunidad
de ideales. El P. Zamora terminaba entonces el septenio de profe-
sorado, que había desempeñado con reconocido esmero y notable
acierto, orientando sus enseñanzas hacia una preparación más
eficaz del apostolado de las misiones populares, a las que se sentía
particularmente atraído. Por otra parte vivía descontento de cier-
tas acomodaciones introducidas en la vida común y aspiraba a
una práctica más integral de la probreza evangélica. Con fran-
queza declaró al P. General sus intenciones y propósitos, y, como

Superiorum generalium O.F.M.Cap. (1548-7803) in lucem editae a P. MELCHIORE A


POBLADURA (Monumenta Hist. O.F.M.Cap., 8), Romae 1960, 274-291. 294-296.
22 Evidentemente el autor se refiere a los Conventos de Retiro, <,myas · diferen-

cias con los Seminarios dentro del común denominador de una restauración religiosa
hemos expuesto: El establecimiento de los Conventos de Retfro, en Coll.Franc. 22
(1952) 173ss.
23 LAMBERTO DE ZARAGOZA, Elogio, 36.
24, Fuera de su constante y decisiva participación al establecimiento de los
Seminarios y Conventos de perfecta vida común, son muy escasas y fragmentarias las
noticias biograficas de este religioso, Ingresó en el noviciado ele Salamanca el 17
sept. de 1743; desempeñó el oficio de profesor de filosofía y teología y fue suparior
local, misionero y examinador sinodal del arzobispado de Toledo. Es autor de un
excelente tratado de ascética sacerdotal: El Eclesiástico perfecto, Madrid 1781. Se
ignoran el lugar y la fecha ele su muerte. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, O.F.M.Cap.,.
Necrologio de los Frailes Menores Capuchinos de ... Castilla, Madrid 1943, 196.
16 SEMINARIOS DE MISIONEROS

preámbulo, le presentó la renuncia a la voz activa y pasiva en


todas las elecciones para evitar los « fundadísimos escrúpulos»
que le procuraba el estado actual de la vida común25 • Al P. Colin-
dres no le desagradaban estos entusiasmos ~uveniles y alabó tan
nobles aspiraciones; pero le aconsejó serenidad y calma, y sobre
todo, que no tomara resoluciones definitivas, puesto que uno de
los puntos fundamentales de su gobierno era la restauración,
donde fuera necesario, y el florecimiento en todas partes de la
más perfecta vida común. Añadió que se trataba de una empresa
nada fácil y que la más elemental prudencia aconsejaba proceder
paulatinamente para prevenir o superar las resistencias y opo-
siciones que no habían de faltar.
Ante esta actitud prudente y dilatoria, el P. Zamora replegó
sobre una solución de compromiso : puesto que no era factible
ni aconsejable por el momento la postura radical, que hubiera
deseado, solicitó que se le autorizara a retirarse con un compa-
ñero a un convento de su libre elección para vivir por su cuenta
en conformidad absoluta con sus compromisos religiosos y dedi-
cado de lleno a las misiones, habiendo sido este uno de los hitos
de su vocación capuchina y al que había en:lerezado no sólo sus
prácticas piadosas sino también sus estudios individuales y su
labor docente. Esta nueva idea los colocaba en un terreno, en el
que iba a ser más fácil llegar a un acuerdo. El P. General tenía
ya en sus manos dos anteproyectos para un Colegio de Misione-
ros, que pensaba fundar en J adraque 2 ª y de la seriedad de los
mismos respondían sus autores. Precisamente habían sido redacta-
dos por los dos exprovinciales inmediatos: PP. Juan del Corral
y Fidel de Tortuera21 • Y no se trataba de una improvisación. En
coincidencia, y tal vez como consecuencia del alboroto causado por
el Fray Gerundio de Campazas del P. Isla y por su inmediata de-
lación al tribunal de la Inquisición, los superiores provinciales de

25 El hilo conductor de esta narración es El Manifiesto historial y apologético

del P. Zamora, del cual están tomadas las palabras entrE comillas.
26 En esta población de la provincia de Guadalaj1e;ra y diócesis de Sigüenza
fijaron su residencia los capuchinos el año 1678 gradas a la munificencia de
doña Catalina Gómez de Sandoval y Mendoza, duquesa del Infantado, la cual se
.comprometió a dotar el convento de lo necesario para la manutención de 18-20
religiosos y para el desempeño de los ministerios sacerdotales y apostólicos, que
serían muy intensos en la villa y en toda la comarca. Cf. MELCHOR DE P0BLADURA,
Los Frailes Menores Capuchinos en Castilla, 39; BUENAVENTURA DE CARROCERA, La
Provincia, 214-216.
27 El P. Juan del Corral de Almoguer gobernó la provincia desde el 8 de
octubre de 1756 hasta el 12 de octubre de 1759; en esta fecha le sucedió el P. Fidel
de Tortuera, que terminó su mandato el 8 de octubre de 1762. Nada se sabe de la
muerte de estos dos religiosos. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrologio, 238. 295.
LAS FUNDACIONES 17

·Castilla afrontaron el problema candente de la predicación, que


era parte muy relevante de la actividad de los religiosos. En la
congregación definitoria! de octubre de 1761, presidida por el
provincial Fidel de Tortuera, se habían puesto las bases de un
Colegio de Misioneros 28 • No nos parece aventurado pensar que a
él se referían los programas presentados al P. Colindres por los
dos mencionados exprovinciales. Y si no expresaban el plan tal
y como él lo había concebido, era preferible aceptar y modificar
las sugerencias de la Provincia a imponerle una iniciativa del
todo nueva.
La preferencia dada al convento de Jadraque para sede del
futuro colegio se fundaba en el hecho de haber los duques del
Infantado, sus fundadores, destinado desde el principio a la comu-
nidad una limosna anual para fomentar las misiones y otras
formas de apostolado en los alrededores y pueblos de la Alcarria.
El P. Juan, después, de examinar los referidos proyectos, los re-
chazó « con santa ingenuidad» y se declaró contrario al convento
de Jadraque por el motivo que impulsaba a otros a preferirlo:
la limosna fija anual, pues, según su modo de ver, era absoluta-
mente imprescindible que los moradores del proyectado colegio
abrazaran desde el primer momento con todo rigor « la altísima
pobreza», viviendo de mendicidad y sin aceptar siquiera honora-
rios o recompensas pecuniarias por sus prestaciones ministeria'."
les. Esta intransigencia no desagradaba al P. General, porque.
él no sintiera idéntica ambición, sino porque la experiencia le habfa
hecho palpar cuán difícil era encontrar suficientes religiosos con
arrestos para abrazar libremente aquel género de vida y aun
superiores con bastante amplitud de miras para favorecer y
apoyar los esfuerzos de los pocos voluntarios. Su reciente expe-
riencia italiana era elocuente y aleccionadora. Pero la objeción
no hizo mella en el ánimo esforzado del P. Juan. Tampoco su
proyecto era una improvisación. En el desempeño de su misión
de educador había inculcado en sus discípulos aquel mismo ideal
y podía garantizar que muchos no solo lo admiraban como ideal,
sino que anhelaban llevarlo cuanto antes a la práctica 2 º. Aun
más, podía certificar que con vistas a su posible y deseada reali-
zación, se había confiado con algunos religiosos graves y presti-

28 Madrid, APCC, Viridario auténtico en que florecen siempre vivas las me-
morias de lo que pertenece al buen gobierno de esta Provincia, f.379.
29 Para comprender el influjo educador y• formativo que el profesor tenía.
sobre sus discípulos, baste recordar que, según los estatutos generales y provincia-
les, los tenía a su exclusivo cargo durante siete años consecutivos, desde que comen-.
zaban la filosofía hasta que terminaban la teología. Cf. ANDRÉS DE PALAZUELO, Vita-
.lidad seráfica. Segunda serie, Madrid 1931, 241.
18 SEMINARIOS DE MISIONEROS

giosos, entre los cuales contaba con simpatizantes y admiradores,


como los PP. Eugenio de Sieteiglesias e Isidoro de Fermoselleªº·
El horizonte abierto al P. General con este cambio de ideas,
le hizo concebir nuevas y fundadas esperar.zas. Pero antes de
tomar una resolución definitiva, aconsejó al P. Zamora que « con
el mayor sigilo» continuara examinando el asunto con los citados
religiosos y tanteando la posibilidad de alistar por lo menos una
docena, resueltos a pasar a la obra.
Estos coloquios eran positivos, mas el tiempo de continuar
la visita canónica urgía y el P. Colindres hubo de interrumpirlos.
A principios de octubre salía de Madrid con dirección a Anda-
lucía, pero sin echar en olvido el proyecto del Seminario. Y puesto
que el P. Zamora había terminado su profesorado, quiso que los
superiores lo destinaran al convento de Valladolid con el fin de
darle mayores posibilidades para reflexionar sobre el plan cuyas
grandes líneas habían trazado y esbozar las normas particulares
que creyera conveniente. Le recomendó la prudencia y el secreto;
una vez que hubiera redactado los estatutos provisionales, debía
mandárselos a él personalmente para un examen definitivo junta-
mente con la aprobación que garantizara su actuación cuando
llegara el caso.
Y se despidieron, confiando que antes de ultimar la visita
de las provincias de España el acariciado prcyecto se convertiría
en lisonjera realidad. El P. Colindres dirigió sus pasos hacia
Andalucíaª 1 y el P. Zamora se trasladó a Valladolid.

2. El Seminario de Sanlúcar· de Barrameda

Atravesando la Mancha, el P. General al frente de su co-


mitiva llegó a la provincia de Andalucía, entrando por Jaén, el
21 de octubre de 1763. La visita a los conventos andaluces duró
cerca de cuatro meses. Aquí, como en todas partes, la conducta
irreprochable y el ejemplo de sus virtudes, eran más eficaces, si

30 De estos dos religiosos nos ocuparemos repetidas veces en el curso del


presente estudio. C:f, BUENAVENTURA DE CARROCERA, Neorolouio, 112. 267; MELCHOR DE
PoBLADURA, ob. oit., 155. 178. 186. 195. 205, 212.
31 El panegirista nos ha conservado el siguiente episodio del viaje: « En la
vispera de nuestro Seráfico Padre san Francisco llega al convento de Esquivias a
las diez de la mañana y a las once baxa al refectorio: hace la disciplina de espaldas
con la comunidad y come pan y agua (penitencia introducida en España por la de-
voción en la vigilia del Patriarca); pero no permite que la executen los secretarios
ni compañeros, por verlos demasiado cansados; preocupad"- la familia del convento
con el asombro y executada [ ! ] al mismo tiempo a celebra:.- la prudencia y el fervor
del General» (LAMBERTO DE ZARAGOZA, Elogio, 30).
LAS FUNDACIONES 19

cabe, que sus encendidas y persuasivas exhortaciones para deste-


rrar abusos, promover la observancia regular, alentar y suscitar
energías de renovada espiritualidad e intensa vida religiosa y
apostólica. Un testigo ocular describió con vivos colores, aunque
con el empalagoso estilo muy propio de la época, la imprP::;ión
imborrable causada por la ejemplaridad del P. Colindres. La cita
es larga, pero ciertamente no carece de interés. Es el P. Casimiro
Fernando de Sevilla, quien en el elogio pronunciado dos meses
después de la muerte del Visitador en las honras fúnebres cele-
bradas con toda pompa en la capital andaluza, se expresa en
los siguientes términos:
« En el ocupadíssimo empleo de General de la Orden, y aun en las·
laboriosas tareas de la Visita, no perdía su R.ma día de ayuno,
ya de los que manda la Iglesia nuestra Madre, ya de los que pres-
cribe nuestra Regla y ya de los que ordenan nuestras peculiares
leyes y constituciones. Ningún día, aun caminando, omitía Nro.
R.mo celebrar el alto Sacrificio de la Missa, privándose por pre- ·
cisión de algunas horas de sueño y de descanso ... Su ábito ya todos
lo vieron, que solamente podía servir a la decencia, y de ningún.
modo a la comodidad. Siempre, siempre caminó a pie su R.ma con
la gran monstruosidad de andar cinco, seis y aun ocho leguas en el
día. Huvo muchas ocasiones de desmayarse con la fatiga y can-
sancio, como sucedió en esta Provincia cerca del Puerto de Santa
María, yendo de Sanlúcar, y también viniendo de Ezija a Marchena.
Rendíase aquella naturaleza flaca y extenuada al sudor y a la de-
bilidad; pero alentada por su monstruoso espíritu, seguía caminando
a pie y solo admitía la levíssima comodidad de reclinarse en los
brazos de los compañeros. Siempre caminaba descalzo su R.ma, sin
otra defensa en el pie que la quasi inútil de la sandalia, y esto aun
en el invierno más rigoroso y frío .... Y en llegando a los conventos,
lqué descanso, qué alivios desfrutaba Nro. R.mo Padre? Ya lo vimos.
Llegaba a un convento cerca de la noche; a poco rato entraba con la
comunidad al refectorio, lo que siempre executaba al medio día y a
la noche. Tomaba una levíssima refección, que no era más quasi siem- ·
pre su comida. Si era noche de disciplina, acompañaba a ella a la
comunidad. A las doce de la noche indefectiblemente ya estaba en el
choro Nro. Padre, para assistir a los maytines, a los que nunca faltó,
ni en el empleo de General, ni en los otros inferiores ; ni porque el
frío fuesse rigoroso, ni porque el calor fuesse excessivo, ni porque
las comunidades estuviessen de recreo; jamás faltó N .ro R.mo a
cantar maytines a la media noche. Con la misma puntualidad a las
cinco de la mañana en todos tiempos assistía en el choro a la letanía
' mayor y a la oracion mental. El día lo empleaba su R.ma ya en hacer
a los comunidades fervorosas pláticas, exhortándolas a la práctica .
. de las virtudes, ya disponiendo 11:lyes y apuntamientos para el logro
de la más pura observancia, ya en el cuidado y correspondencia,,
20 SEMINARIOS DE MISIONEROS

con todas las Provincias de la Orden, dando las precisas providen-


cias en los casos ocurrentes »32 •
Tales son algunos de los rasgos de la personalidad del P. Co-
lindres trazados por un panegirista que no condividía todos sus
idealesªª. A su paso por los conventos y en sus conversaciones
particulares con los religiosos, recogía y es:imulaba los anhelos
de cuantos aspiraban a sacudir la superficialidad de una fácil y
cómoda acomodación al ambiente que les rodeaba y que saturado
de ideas nuevas amenazaba el vigor y la lozanía de la vida re-
ligiosa, impidiendo la perfección integral de sus compromisos
religiosos. Asimismo alentaba a quienes, lamentando una cierta
despreocupación o decadencia del ejercicio de las misiones popu-
lares, en cuyo ministerio habían dejado escritas muy brillantes
páginas los alumnos antiguos y modernos de la provincia anda-
luza34, deseaban darle nuevo impulso. Aprovechándose de estas
y otras semejantes confidencias y sugerencias de los religiosos,
el P. General iba perfilando más y mejor el proyecto de propo-
ner, como fruto y remate de la visita canóni::.:a, una solución ade-
cuada a estos y otros problemas y entregarlo a los superiores
provinciales para su definitiva actuación.
Y en efecto, antes de clausurar los actos de la visita, convocó
en Granada la congregación definitoria! intermedia, que inició sus
trabajos el 31 de enero de 1764. Después de exponer a los su-
periores la síntesis de su experiencia como visitador, les expuso
detalladamente su plan, cuyas líneas generales eran: reunir en
un convento apto para ello aquellos religiosos que deseaban con-
tinuar y desarrollar la gloriosa tradición misional de la provin-
cia, actuando al mismo tiempo la más perfeeta observancia de la
legislación seráfica general y particular. Ni se contentó con
hablarles de un plan general o abstracto, sino que les presentó
ya redactados de antemano los estatutos por los que debía go-
bernarse aquella comunidad, que promulgó allí mismo y firmó
el 2 de febrero juntamente con el provincial y definidores 35 • Los
alumnos del Seminario se pusieron bajo el patronazgo de la
32 CASIMIRO FERNANDO DE SEVILLA, Oración fúnebre, 27-31. Cf. LAMBERTO DE

ZARAGOZA, Elogio, 34.


3 3 Véase más adelante.
34 Creemos que no había motivo para exagerar la éecadencia de la predicación

entre los capuchinos andaluces. Aun vivían en la memoria de todos las grandes figuras
de los misioneros Feliciano de Sevilla (t 1722), Luis de C-viedo (t 1740) e Isidoro de
Sevilla (t 1750), que con toda seguridad aún tenían imitadores. Cf. MELCHIOR A POBLA-
DURA, Historia generalis II/2, 68s.
35 Era provincial el P. Juan Evangelista de Sevil:a, elegido el 30 de octubre
de 1761, y definidores los PP. Antonio de Irlanda, Jerónimo de Ardales, Casimiro
Fernando de Sevilla, y José Félix de Sevilla.
LAS FUNDACIONES 21

Divina Pastora de las Almas, cuya devoción comenzaba a pro-


pagarse35ª,
Uno de los más entusiastas propagadores y panegiristas
de la iniciativa del P. Colindres fue el P. Antonio de Alcalá de
Guadaira 36 ; tanto es así que el cronista contemporáneo del con-
vento de Sevilla, que no aprobaba el proyecto, no sólo le atribuye
las primicias de la idea del Seminario andaluz sino la de todos
los otros de España37 • Indudablemente el cronista exagera. El
P. General no se dejaba dominar fácilmente ni por los. aconte-
cimientos ni por los individuos. Ya nos es conocida su actitud
frente a los planes del P. Zamora. Por lo demás, es falso que
no hubiera pensado hasta entonces en la fundación de un Se-
minario de Misioneros. Sabemos que, antes de trasladarse a
Andalucía, aun prescindiendo de su experiencia italiana, ya estaba
decididamente orientado hacia su realización.
De acuerdo con el definitorio se destinó como sede del Se-
minario el convento de Sanlúcar de Barrameda, fundado en
1634 y en el que « moraron siempre religiosos de mucha vir-
tud »38 , « por ser el más a propósito para este fin por lo separado
de la comunicación de las gentes »39 •
Asegurado el funcionamiento del Seminario con la promul-
gación de sus estatutos, y terminados los trámites de la visita,
a mediados de febrero el P. Colindres dirigió sus pasos hacia la
provincia de Valencia•º.

35 ª « En el convento de Sanlúcar se había establecido ... un Seminario de mi-


sioneros, lo que fue motivo para que la comunidad acordara poner en su iglesia la
imagen de la Divina Pastora, Patrona de las misiones de la provincia. La imagen
adquirida entonces es de vestir, muy piadosa, y en todo similar a las del venerable
padre Isidoro de Sevilla, y su técnica recuerda netamente los acentos de la escuela
sevillana y de algún discípulo de Gijón» (JUAN B. DE ARDALES, O.F.M.Cap., La Di-
vina Pastora y el Bto. Diego José de Cádiz I, Sevilla 1949, 399s).
36 Falleció en Sevilla el 6 de septiembre de 1784. Cf. CIPRIANO DE UTRERA, O.
F.l\!LCap., Necrologio de los Frailes Menores Capuchinos de la provincia de Andalucía,.
Ciudad Trujillo 1945, 121.
37 APCA, Crónica del convento de Sevilla, f.165s., cit. por JUAN B. DE ARDALES,
La Divina Pastora y el Bto. Diego I, 400 nota 1.
38 Cf. AMBROSIO DE VALENCINA, O.F.M.Cap., Reseña histórica de la Provincia
capuchina de Andalucía II, Sevilla 1906, 253-260; NICOLAUS CORDUBENSIS, Brevis
notitia almae Capuccinorum ... baethicae provinciae in Hispania, Mediolani 1889, 3L
El convento fue una dádiva de la munificencia del duque de Medina Sidonia, don
Manuel Alonso de Guzmán el Bueno, quien Jo hizo construir junto a la ermita de
Nuestra Señora del Buen Viaje. La traslación del Santísimo tuvo Jugar el 9 de enero
de 1635.
39 Manuel de Roda a Tomás Azpuru, El Pardo, 2 febrero 1768: Arch.Emb.,.
Jeg. 217, n.14.
40 Todo nos induce a creer que no se ausentó de Granada antes del 17 de
febrero, cuando se dieron por terminados los trabajos de la asamblea definitoria!:
(APCA, Libro donde se apuntan los Capítulos, Congregaciones y Decretos, f.124).
22 SEMINARIOS DE MISIONEROS

3. El Seminario de la villa de Monóvar

Al llegar a la provincia de Valencia en febrero de 1764, el


P. Colindres no atravesaba las fronteras de un reino para él
desconocido; hacía veinte años que había entablado su primer
contacto oficial con aquellos religiosos. He aquí cómo se, desarro-
llaron los acontecimientos. Por los años de 1735 se notaba cierto
malestar entre los capuchinos valencianos debido, en parte a lo
menos, a la diversidad de pareceres sobre la distribución de los
cargos a causa de la división de la provincia en varias custodias
con el derecho llamado de la alternativa41 • Para obviar estas
dificultades Clemente XII, con el breve Religionis zelus (18 mar-
zo 1735), nombró visitador apostólico al capuchino P. Félix Ma-
ría de Parma ; pero las decisiones de éste no lograron el fin
deseado y el descontento continuaba con las consecuencias que se
pueden suponer para la disciplina regular. Era, pues, necesario bus-
car otra solución, y el 17 de octubre de 1744 el general de la Orden
P. José María de Terni nombraba visitador al P. Pablo de Co-
lindres, el cual se presentó en la provincia el 22 de enero del
año siguiente. Mientras se hallaba cumpliendo su cometido, re-
cibió el nombramiento de visitador apostólico con el cual Bene-
dicto XIV (Pastoralis officii, 10 marzo 1745) ampliaba sus po-
deres para imponer y urgir las disposiciones que creyera más
oportunas para restablecer la paz y promover la observancia.
El 7 de agosto daba por terminada la visita y entregaba los
sellos al nuevo provincial P. Agustín de V:.naroz1 2, regresando
a su provincia de Castilla, de la que fue elegido superior el 21 de
octubre del año siguiente1 ª.
Las circunstancias de aquel primer encuentro con los ca-
puchinos valencianos no eran ciertamente las :nás favorables para
congraciarse con ellos. Si no siempre es fácil al superior restable-
cer la normalidad turbada por disgustos y disensiones intestinas

41 Se refería a las normas particulares que regulaban la designación del pro-

vincial y definidores. El sistema se generalizó bastante en el siglo XVIII. Cf. MEL-


CHIOR A PoBLADURA, Historia generalis III, 117s.
42 Cf. Estadística general de la Seráfica Provincia é;e Menores Capuchinos de
Valencia, Valencia 1901, 19; EUGENIO DE VALENCIA, O.F.M.Cap., Necrologio histórico
seráfico de los Frailes Menores Capuchinos de ... Valencia, Valencia 21947, 386 n.2759.
Ignoramos en qué fundamento se apoya este autor para sfirmar que el P. Vinaroz
« fué elegido Asistente General de las Provincias de España y Cerdeña »; su nombre
no figura en la lista de los definidores generales.
43 Cf. Viridario auténtico, 287; Bullariu.m Ordinis Fr. Min. Capuccinorum V,
Romae 1748, 339-341; [BUENAVENTURA DE CIUDAD RODRIGO, O.F.M.Cap.], Documentos
para la crónica de los Frailes Menores Capuchinos de Castilla, Salamanca 1910,
197s; MELCH0R DE P0BLADURA, Los Frailes Menores Capuchi.ios en Castilla, 66s.
LAS FUNDACIONES 23

,sin herir susceptibilidades y tropezar con incomprensiones, la


dificultad crece de punto cuando aquél es extraño a la colectivi-
dad y, por añadidura, impuesto desde arriba. Con todo, el P. Co-
lindres desempeñó con general satisfacción su delicada y difícil
misión, cautivándose no sólo el respeto sino también la simpatía
y la admiración de los valencianos. Y no es esta una suposición
subjetiva o una interpretación halagadora, sino muy fundada en
la realidad. Cuando años más tarde, el definitorio provincial escri-
bía al ministro Roda, recordando aquella fecha podía afirmar sin
.temor de ser desmentido :
« Quando fue nuestro Visitador Apostólico, quiso quedarse hijo
de ella [de la provincia] y hermanado con todos sus individuos;
motivo que fue para que siendo General admirasse a toda su familia
la humanidad con que se familiarizasse con qualquiera individuo
nuestro, no aviéndole visto jamás tan placentero, aun en su materna
provincia de Castilla »44 •
No habiendo examinado personalmente las ordenaciones de
aquella visita firmadas el 6 de agosto en Valencia45 , no hemos
podido cerciorarnos si en sus orientaciones se vislumbraban ya
las ideas del establecimiento que ahora proyectaba. De todos mo-
,dos, esta primera experiencia de personas y lugares facilitaría su
actuación. Y justo es reconocer que la semilla arrojada en el
surco en ningún otro sitio halló tan benévola acogida como en
tierras valencianas.
Terminada la visita, convocó y presidió el capítulo provincial
en Valencia el 6 de agosto de 1764, y fue elegido el P. Leandro
,de Alicante46 ; y al día siguiente firmaba juntamente con todo el
definitorio las ordenaciones del Seminario de Misioneros. Allí
mismo se formó la primera comunidad compuesta de doce re;
ligiosos y presidida por el P. Andrés de Tabernes de Valldigna17 •
El convento escogido para sede del Seminario fue el más
reciente de la provincia, el de la villa de Monóvar, diócesis de
Orihuela y provincia de Alicante. « Está situado en la parte más
baja de la población contiguo a las huertas, ocupando su frontera

4 4 Carta del Definitorio provincial a Manuel de Roda, 22 oct. 1771: APCV,


leg. 50-B.
45 Cf. Ordenaciones hechas en el Capítulo provincial celebrado el día 6 de

,agosto de 1745 con asistencia del Rmo. P. Fr. Pablo de Colindres, Visitador general:
APCV, leg. N, fase. 136 n.2416.
46 Murió en Murcia el 3 de mayo de 1776. Cf. EUGENIO DE VALENCIA, Necrologio

,histórico seráfico, 157, n.1194.


47 El número de religiosos lo deducimos de la autorización dada por la S:
<JC>ngregación el 1 de octubre de 1734 para el establecimiento de la comunidad. Cf.
,Bull.O.F.M.Cap. V, 337.
24 SEMINARIOS DE MISIONEROS

una extensión de 290 palmos y 212 de fondo »48 • Nos son bien
conocidas las vicisitudes de la fundación de este convento. Dio los
primeros pasos el provincial P. Luis de Flandes (16 mayo 1729-
23 mayo 1732), quien comunicó a las autoridades locales que si se
trataba de fundar sólo una residencia u hospi:::io, no era necesario
el permiso del rey, bastando el consentimiento del prelado dio-
cesano y del duque de Híjar, señor de la vUa. Y efectivamente
los religiosos ocuparon la residencia-hospicio el 25 de diciembre
del 1729. La realización definitiva del proye:::to hubo de dilacio-
narse, pues los Observantes y Descalzos defendían que era nece-
saria la autorización del rey y obtuvieron el parecer favorable
de la Real Audiencia. El año 1733 abandonaron la residencia.
Pero la S. Congregación de Obispos y Regulares allanó las di-
ficultades, dictaminando el 1 de octubre de 1734 que se proce-
diera a la instalación de la comunidad con tal que nunca supe-
rara el número de 12 individuos49 • Por su parte los regidores
de la villa presentaron en el mismo sentido una solicitud a Fe-
lipe V, y superadas las dificultades y las intrigas de las partes
interesadas, el 21 de junio de 1742 firmaba la Real Orden, vidi-
mada por el Real Acuerdo de Valencia el 3 de julio del mismo
año; el día 29 se tomaba posesión de los bcales provisionales,
siendo el primer presidente el P. Ignacio de Chulilla ( t 1753)50 •
El P. Colindres aceptó la designación de este convento, puesto
que su situación geográfica favorecía la soledad y el recogimiento
necesarios para la nueva institución. Sin embargo, no lo satis-
facía plenamente. Le parecía que no era del todo conforme al
ideal y a la práctica de la pobreza capuchina que debía brillar
en el Seminario, en el que debía practicarse sin compromisos ni
acomodaciones. Hirió su sensibilidad franciscana el excesivo nú-
mero de altares de la iglesia conventual; y tal vez no fuera sólo
el número, sino también la hechura lo que le impresionó desagra-
dablemente. Por eso consignó con amargura el hecho en las orde-
naciones particulares, insistiendo con enérgicas y persuasivas pa-
labras en que se pusiera cuanto antes remedio 51 •
4 8 Pascual MADOZ, Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España XI,,
Madrid 1850, 509b.
49 Véase la nota 47.
50 Estas noticias en su mayor parte están entresacc.das de la obra manuscrita

del P. José de Alicante, O.F.M.Cap., conservada en APCV, Tercera parte de las


Crónicas de los Capuchinos de la provincia de Valencia, 187-189. Cf. Estadística
general, 14. Pascual Madoz (lug. cit.) dice que los religiosos tomaron posesión del
solar el 12 de octubre de 1743 y que las obras del convento comenzaron el 15 de abril
de 1745. De todos modos puede afirmarse que el P. Colindres no conoció este con-
vento durante su primera visita.
5 1 « Immodicum huius ecclesiae altarium numerum limitare curent, et in re-
LAS FUNDACIONES 25

Tal vez se evitó el aparente lujo, pero no se realizó el deseo


del P. General por lo que se refiere al número de los altares. Nos
es conocida la descripción del estado de la iglesia en el momento
de la exclaustración:
« Nada de particular ofrece su arquitectura [del convento], si bien
su iglesia es bastante regular con 13 altares y 10 pilares cuadrados,
que sostienen la bóveda y rematan con capiteles jónicos, a cuyo
orden pertenece todo el edificio »52 •
El P. Colindres podía salir satisfecho de Valencia. Los su-
periores provinciales recibieron con plácemes la institución del
Seminario, la favorecieron y velaron siempre por su prosperidad.
Así lo manifestaban en la carta ya citada al ministro Roda, que
les había transmitido la aprobación pontificia:
« Siempre esta provincia ha mirado con respeto los moradores de
dicho Seminario, pues el primer guardián que hizo el Rmo. Colin-
dres, que fue el P. Andrés de Valdigna, en el primer capítulo pro-
vincial fue electo en definidor; y en el otro capítulo custodio, siendo
en el mismo elegido definidor el segundo guardián, que es el P. Félix
de Albayda; empleos de los maiores y únicos que según nuestros
estatutos estavan proporcionados »53 •

4. El Seminario de la ciudad de Toro


Mientras el P. Colindres giraba la visita pastoral por tierras
andaluzas y valencianas, el P. Zamora, con el tesón y ardor que
lo caracterizaban, trazaba en su retiro conventual de Valladolid
las líneas maestras del proyectado establecimiento de Castilla. Y
el 28 de abril de 1764 podía enviar a su prelado el reglamento
ya ultimado. El texto no ha llegado hasta nosotros, pero el mismo-
autor nos certifica que no fue del agrado del P. General, quien
le escribía desde Valencia el 10 de mayo alabando el espíritu
animador de las normas, pero rechazando el articulado por « la

liquis quod possibile sit emendare, quandoquidem adversus sanctam paupertatem


clamat, et summo cordis dolore tacti vidimus. Solumque reportamus solatium ex huius
seminarii institutione. Etenim perfectiori seraphicae Regulae observantia, quae ex
nunc in posterum vigebit, zeloque missionis animabus pretioso sanguine redemptoris,
nostri Jesu Christi redemptis, adeo proficue sperabamus ob eius misericordiam,
ipsum fore immemorem transgressionis, quae aedificium foedatum est, suamque b2-
nedictionem novae ac futurae familiae imperiturum, quae tanto spiritus fervore-·
proprias animas in holocaustum ad maiorem Dei gloriam proximorum saluti ultro-
offert » (Bull.O.F.M.Cap. IX, Oeniponte 1884, 28b n.XIX.
52 Pascual MAD0Z, Diccionario geográfico, lug. cit.
53 Carta del Definitorio provincial a Manuel de Roda, 22 oct. 1771: APCV,
leg. 50-B.
26 SEMINARIOS DE MISIONEROS

nimiedad » de las prescripciones que contenía. Por su parte había


puesto ya en marcha, con fundadas esperanzas de éxito, los Se-
minarios de Sanlúcar y Monóvar y pensaba que bastaría aplicar
las ordenaciones ya promulgadas, modificándolas ligeramente, si
era necesario, a este tercer Seminario. Así se lo comunicaba a su
colaborador, recordándole al mismo tiempo que, como condición
previa, era imprescindible la adhesión de d:.ez o doce sacerdotes
y de cuatro o cinco hermanos legos, antes de establecer jurídi-
camente la comunidad en Jadraque, pues él estaba convencido de
que este era el convento más indicado54 • Por lo demás, era inútil
y podía ser perjudicial prolongar por más tiempo este forcejeo
de opiniones y proyectos. Se imponía llegar cuanto antes a una
solución concreta y definitiva y redactar de común acuerdo los
estatutos. Con este fin le escribe desde Aranjuez el 3 de junio
para que se traslade a Madrid, en donde iba a presidir la con-
gregación intermedia55 •
Y en la Capital estudiaron detenidamente el problema. A
todos era manifiesta la benevolencia y simpatía con que el P.
General distinguía al P. Zamora con el que tenía frecuentes y
prolongadas entrevistas, si bien el objeto de las mismas no era
del dominio público. Y como quiera que aún subsistían algunas
dificultades, para no precipitar las decisiones y con miras a un
futuro no lejano, el P. Colindres propuso al definitorio que nom-
brara superior de Toledo al P. Zamora y obligó a éste a aceptar
el oficio5 ª. El amor a la soledad y a la más estrecha observancia
seguía atrayéndolo irresistiblemente y así reiteró al P. General
1a súplica de retirarse a un convento aislado, dedicado a la vida
reformada y apostólica. El 2 de agosto le ccntestaba que todavía
no había llegado el momento de establecer el Seminario y que
en todo caso debía ser él su primer superior con la obligación de im-
5 4 Es la última vez que los documentos hablan de Jadraque como posible sede
.del Seminario. No hemos podido averiguar cuándo y quién fue el primero a orien•
tarse hacia el convento de Toro. Véase nota 57.
55 Había sido convocada para el 15 de junio, pero luego hubo de retrasarse

hasta el día 22 para que el P. General pudiera presidirla. Cf. [BUENAVENTURA DE


CIUDAD RODRIGO], Docurnentos para la crónica, 227. La estancia del P. Colindres en
Madrid y sus alrededores se prolongó hasta mediados de agosto. El 8 de julio desde
Alcalá de Henares comunicaba al Nuncio de Su Santidl'.d en Madrid las primeras
impresiones de la misión confiada en Méjico al P. Fran~isco de Ajofrín (cf. Arch.
Prop.Fide, Congressi. Arnerica centrale I, 389ss). El 28 de agosto hacía su entrada
oficial en la provincia de Navarra (cf. CELESTINO DE AÑORBE, La antigua provin-
cia, 339).
56 Muy pronto conquistó la estima y aprecio de los religiosos y de los seglares.

Al hacer la visita al convento el provincial P. Manuel e.e La Calzada, que no con-


,dividía los ideales del P. Zamora, un religioso salió en su defensa con estas pala-
bras: « Que si no iba al cielo, no hallaría un hombre como su prelado » (APCC,
Manifiesto historial, 8).
LAS FUNDACIONES 27

plantar allí la perfecta vida común, dando un puesto de honor


a la predicación misional.
Uno de los motivos que impulsaron al P. Colindres a proponer
al P. Zamora para la guardianía de Toledo, había sido la espe-
ranza de que en el próximo capítulo provincial lo eligieran defi-
nidor, con lo que se facilitaría notablemente la ejecución del plan
proyectado. Bajo este punto de vista sus esperanzas salieron falli-
das, pues en el capítulo de octubre de 1765 no fue elegido defini-
dor sino guardián del convento de Toro57 •
El P. Juan de Zamora tenía a la sazón 35 añor de edad 58 , ple-
nitud de energías espirituales y juveniles arrestos para acometer
las más difíciles y arriesgadas empresas, con tal que fueran con-
formes a su ideal de capuchino y misionero. Si bien hacía ya más
de dos años que se ventilaba la fundación del Seminario, la no-
ticia no había aun trascendido al público. Fue el P. Juan quien
la expuso ahora con todo detalle a los nuevos superiores59 , ad-
virtiéndoles que el plan había sido ya aprobado por el P. General
y que la nueva fundación no se denominaría Convento de Retiro
o de la más estrecha observancia, sino Seminario de Misioneros.
Al divulgarse la noticia por los conventos de la provincia, hubo
sorpresas y encontradas opiniones. El proyecto fue incondicional-
mente favorecido y apoyado por el definidor P. Feliciano de
Alaejosºº, mientras que el provincial P. Fidel de los Arcos, y
acaso los otros definidores, ya que no podían oponerse a él
abiertamente porque era voluntad taxativa del P. General, se
propusieron crear obstáculos y dilacionar su realización. Y como
primer paso se esforzaron por disuadir al P. Fermoselle, uno de
los religiosos más prestigiosos y caracterizados que habían adhe-
rido a la iniciativa y solicitaban ingresar en la comunidad de Toro.
'También pretendieron desacreditar el proyecto y a los organiza-

57 Acaso el nombramiento obedeciera a sugerencias del P. General, que ya


-:se había decidido por este convento para establecer el Seminario de Misioneros.
58 Este dato incontrovertible, confirmado por el P. Zamora en el Manifiesto
historial en 1786, nos obliga a_ modificar la cronología de su vida y poner su naci-
rnien_to el año 1728/29 y no en 1721, corno se ha repetido (cf. Estadística general de
los Frailes Menores Capuchinos de la provincia de Castilla, Salamanca 1910, n.1691;
:BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrologio, 196).
· 59 Provincial: P. Fidel de Los Arcos; definidores: PP. Antonio de Vitoria,
Fidel de Plasencia, Basilio de Agreda y Feliciano de Alaejos ( [BUENAVENTURA DE
·CIUDAD RODRIGO], Documentos para la crónica, 228).
60 Ya había desempeñado el mismo oficio en el trienio 1759-1762; el año 1771

fue nombrado custodio provincial. Nada se sabe de su muerte. Cf. BUENAVENTURA


,DE CARROCERA, N ecrologio, 176.
28 SEMINARIOS DE MISIONEROS

dores y en parte lo obtuvieron - ante el obispo Isidro Alonso


Cabanillas, que desde 1755 regía la diócesis zamorana61 •
El P. Juan escribió al P. Colindres comunicándole compla-
cido y entusiasmado las últimas noticias; pero éste, que conocía
su temperamento ardiente e impetuoso y preveía las dificultades
con que iba a tropezar, el 3 de noviembre le contestaba desde
Koblenz felicitándole por el feliz logro de sus aspiraciones, pero
aconsejándole moderación y prudencia sobre todo en lo refe-
ren te a la práctica de la pobreza. El 16 del mismo mes le comu-
nicaba desde Maguncia que enviaría los estatutos directamente
al provincial de Castilla para recalcar más y más que el Semina-
rio interesaba a toda la provincia. Y, en efecto, con la promul-
gación de las ordenaciones, firmadas el 19 de noviembre de 1765
en Maguncia, el Seminario de Misioneros de la ciudad de Toro
quedaba jurídicamente erigido con una fisonomía propia dentro
del ente moral de la provincia. Sin embargo, en la práctica había
comenzado a existir a fines de octubre, cuando llegó a aquel con-
vento el P. Juan de Zamora con sus primeros colaboradores, los
PP. Eugenio de Sieteiglesias, Isidoro de Fermoselle y un her-
mano lego.
Los capuchinos se habían instalado en el otoño de 1619 en la
ciudad de Toro junto a la ermita de Nuestra Señora de la Vega;
pero muy pronto los corregidores de la ciudad, que deseaban
servirse « de gente de tan santa vida y buen ejemplo», les ce-
dieron junto a las murallas la ermita de San Roque y allí se
establecieron definitivamente. El convento quedaba emplazado fue-
ra del bullicio de la ciudad, pero suficientemente cerca para que
los fieles pudieran aprovecharse « de la vida, doctrina y ejemplo
de tan ejemplares y santos religiosos »62 ; en « una de las vegas
más deliciosas y celebradas por sus varias y exquisitas frutas,
la cual cubierta a menudo por la niebla parece convertirse en
ancho mar en que flotan las lomas y los árboles, como esquifes » 63 •
Este convento toresano sirvió en más de una ocasión de noviciado
y con más frecuencia de « profesorio » o seminario de «nuevos»,
en el que los recién profesos continuaban su formación espiritual
y religiosa antes de ser destinados al estudio de la filosofía y teo~

61 Murió, siendo aún obispo de Zamora, el 9 de noviembre de 1766 y le sucedió

don Antonio Jorge Galván, quien tomó posesión de la mitra el 24 de junio de 1767.
Cf. Cesáreo FERNÁNDEZ DURO, Memorias históricas de Zamora, su provincia y obispado
IV, Madrid 1883, 238
6 2 Así se lee en una carta de los regidores de la ciudad fechada el 15 de no-
viembre de 1619. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, La provincia, 100-103.
6 3 José M. QUADRADO, España. Sus monumentos y artes, su naturaleza e histo-
ria: Valladolid-Palencia y Zamora, Barcelona 1885, 627.
LAS FUNDACIONES 29

logía. Y los organizadores del Seminario de Misioneros se per-


suadieron de que reunía las condiciones más favorables para que
sus moradores, retirados del mundo en aquella soledad, se con-
sagraran de lleno a la oración y al estudio, como preparación in-
mediata y eficaz para el apostolado de la palabra.
Cuando en el otoño de 1765 se puso al frente de la comu-
nidad el P. Juan de Zamora acompañado de los otros religiosos
señalados en las tablas capitulares, los que hasta entonces habían
residido allí de familia, alertados por los rumores alarmantes y
por las noticias tendenciosas que se habían divulgado, los reci-
bieron con mal disimulado recelo, mirándolos « como los mucha-
chos al coco». Apenas quedó organizada la nueva comunidad, se
puso en pleno vigor la más perfecta vida común y de común
acuerdo, eligieron la Divina Pastora de las almas por patrona,
protectora y madre del Seminario 64 • Se intensificaron los minis-
terios sacerdotales - todo desinteresadamente sin recompensas
ni honorarios - en el púlpito, en el confesonario y en la asistencia
a los enfermos. Los fieles les distinguieron desde el primer mo-
mento con su afecto y simpatía; acudían premurosos a los cultos
de la iglesia conventual y asistían a los religiosos con generosi-
dad en todas las necesidades temporales 65 • El prelado diocesano
se percató de la falsedad de los informes recibidos y movido por
el intenso apostolado que desplegaban los sacerdotes y por el aura
popular que los compañaba, cambió de parecer y se convirtió en
admirador y favorecedor del Seminario 66 •
Esta actitud benévola y entusiasta del señor obispo fue, sin
duda, de mucha eficacia y de los mejores augurios para el feliz
desarrollo de la iniciativa, cuyos organizadores se proponían una
intensa y sistemática acción misional entre los fieles. Por el con-
trario, entre los capuchinos castellanos no encontró ambiente fa-
vorable. No faltaron ciertamente simpatizantes y admiradores;
pero el recelo inicial de la mayoría y la mera tolerancia de los
superiores se convirtió luego en resistencia pasiva y más tarde
en oposición descubierta. El blanco de las críticas fue el superior
local, toda vez que la prudencia, la reverencia y el respeto no

64 Cf. APCC, Manifiesto historial, 2; JUAN B. DE ARDALES, La Divina Pastora, 489.


65 Entre los bienhechores más insignes recuerda el P. Zamora en su Mani-

fiesto historial al coronel del Regimiento suizo de estancia en la ciudad, don Carlos de
Reding y su señora, quienes cobraron particular afecto a la comunidad por el cono-
cimiento que tenían de los capuchinos suizos que practicaban con todo rigor la po-
breza. Particularmente menciona el hecho de que dichos señores daban la cera gastada
durante la novena de la Divina Pastora solemnizada el último día por la banda del
Regimiento. ·
66 APCC, Manifiesto historial, 3v.
30 SEMINARIOS DE MISIONEROS

permitían enderezar más arriba los dardos. Y la situación llegó a


tal extremo, que el P. Juan de Zamora, que no era un cobarde
aunque sí un impulsivo, decidió pasar las responsabilidades del
gobierno a otras manos menos intransigentes y enérgicas que las
suyas para asegurar la paz y la prosperidad del Seminario recién
fundado. Apoyándose en lo dispuesto por las ordenaciones envió
la renuncia del cargo al P. General, a quie::i presentó asimismo
la renuncia a la voz activa y pasiva para cualquiera elección en
lo futuro. En una carta, fechada el 16 de marzo del 1766 en
Jihlava (Iglau, Iglavia), aquél se negaba a aceptar una y otra.
El P. Juan continuó desempeñando su oficio, pero ya bien
convencido de que los hechos habían dado razón a los temores y
previsiones del P. Colindres. No era tarea fácil imponer a la masa
la práctica de un elevado ideal. Los fáciles entusiasmos, como
la buena y sincera voluntad, tropezaban con obstáculos impre-
vistos y con resistencias sistemáticas, que hallaban tal vez su
razón de ser en la costumbre y en el temor de la novedad, más
que en la mala voluntad o en el menguado espíritu religioso.
Pero esa era la realidad.

B. - ORDENACIONES Y FISONOMÍA

No se le ocultaba al P. Colindres que todo cuerpo moral para


conservar su fisonomía propia y desarrollar su misión específica
necesita normas concretas que determinen su naturaleza y encau-
cen la trayectoria de su actividad. De ahí su empeño por redactar
los estatutos de los Seminarios de Misioneros, los cuales al mismo
tiempo que los diferenciaban de los otros conventos de la respecti-
va provincia monástica, perfilaban su fisonomía propia e incon-
fundible.
l. El texto de las Ordenaciones

Afortunadamente hemos podido examinar toda la legislación


particular de los Seminarios. Por razón de comodidad insertamos
a continuación todos los estatutos, incluso los de los Seminarios
que se fundaron después de la aprobación pontificia, dejando para
más adelante sólamente los del Real Convento de El Pardo.
A. - S a n 1ú car d e B ar r a m e d a .
a) Ordinationes conventui Luciferi Fani, vulgo San Lucar
de Barrameda, Collegio Missionariorum factae et dispositae a
nostro Rmo. Patre Generali F. Paulo de Colindres anno 1764,
ORDENACIONES Y FISONOMÍA 31

Arch.Emb., leg. 380, Exped. XV; Bullarium Ordinis Fr. Min. Ca-
puccinorum IX, 18-22. Se trata de la versión latina auténtica del texto
original español, como se desprende de la siguiente declaración final:
<< Nos infrascripti fidem facimus praesens transumptum praecedentium
ordinationum per omnia conformari suo originali, quod idiomate hispa-
nico apud nos extat, in cuius testimonium signamus et subscribimus
in hoc Luciferifanensi coenobio die vigesima secunda septembris anni
1767 ». Y siguen las firmas con el sello a seco del convento: Fr. Dioni-
sio de Jaén, guardián; Fr. José de Puerto, consiliario; Fr. Eusebio de
Sevilla, consiliario; Fr. José de Argamasilla, consiliario; Fr. Andrés de
Cádiz, consiliario.
b) Additiones et declarationes praedictarum ordinationum
ex variis epistolis Rmi. P. N. Fr. Pauli a Colindres.
Es traducción auténtica firmada por los mismos religiosos y con-
servada a continuación del texto anterior.
e) Copia de las Ordinationes y Additiones.
De letra más clara que los dos números precedentes, pero sin las
firmas y el sello.
La única variación digna de tenerse en cuenta con relación al texto
publicado en el Bullarium se refiere a la carta escrita desde Amberes, el
2 de agosto de 1765. Con toda probabilidad se trata de una omisión del
amanuense o del editor. He aquí las tres redacciones:
Bullarium IX, 23b Additiones Copia
Postremo quintam super his Post gratiarum actionem P. In alia Littera, Antuerpiae
epistolam memoratus Pau- Guardiano et Consiliariis die 2 Augusti eiusdem anni
lus Antuerpiae scripsit die pro certa suffragia ab data, post humanissimas
2 Augusti et est tenoris, ipsis assignata pro ipsius gratias R.P. Guardiano et
qui sequitur, videlicet. Cir- anima per annum futurum, Commissariis de quibusdam
ca secundum. quod est primum. Circa se- sufl'ragiis pro anima ipsius-
cundum. met Rmi. quotannis in per-
petuum celebrandis deter-
minatis habentur sequentia.
Circa secundum.
B. - Mon,óvar.
a) Copia a la letra de las Ordenaciones hechas por N. R. P.
Fr. Pablo de Colindres ... para el govierno de nuestro convento
de Monóvar, Seminario de Misiones.
APCV, sign. N /2898, 12 ff. no num., 210 x 150 mm. Copia auténtica
con el sello de la provincia. Firmada en Valencia el 7 de mayo de 1764
por el P. Pablo de Colindres, Min. gen., P. Leandro de Alicante, Min.
prov., P. Joaquín de Ollería, def., P. Tomás de Murcia, def., P. Isidro
de Caudete, def., y José de Calig, def.
b) Ordenaciones hechas por N. Rmo. P. fr. Pablo de Colin-
dres, Ministro General de toda la Orden de Menores Capuchinos
32 SEMINARIOS DE. MISIONEROS

de N. P. San Francisco para el convento de Monóvar, Seminario


de Misioneros.
APCV, leg. 50-A, n.742, 14 ff. no num., 195 x 150 mm. Los folios
13-14 están en blanco. El códice procede del convento capuchino de
Castellón, al que fue remitido por el provincial P. Leandro de Alicante.
e) Ordinationes ...
Arch.Emb., leg. 330, Exped. XV; Bullarium Ordinis Fr. Min. Capuc-
cinorum IX, 25-30. Versión latina auténtica firmada en Monóvar el 22
de enero de 1768 por los PP. Félix de Albaida, guardián, Manuel de
S. Juan, vicario y consiliario, Manuel de Alcoy, Miguel Angel de Monóvar
y Andrés de Elda, consiliarios.
d) Constituciones del Real Seminario de Capuchinos de Mo-
nóvar.
APCV, leg. 50-A, n.743, 8 ff. no num., (1.2.8 en blanco), 210 x 150 mm.
Es la traducción española del breve apostólico de Clemente XIV (6 sept.
1770) y de las ordenaciones insertas en el mismo. Antes del texto se lee
esta nota explicativa: « Está corregido según la copia legalizada por el
R. P. Fr. Firmín de Vinaroz, secretario de Provincia, que era entonces,
y la que existe en el archivo de esta Provincia. Se han corregido los
números según el exemplar latino de la Bula de Clemente 14 que existe
también en el archivo ».

C. - Toro.
a) Ordinationes pro conventu Tauritano.
Arch.Emb., leg. 330, Exped. XV; Bullarium Ord. Fr. Min. Capuc-
cinorum IX, 30-35. Es la versión latina auténtica del original español,
como se lee en la nota final avalada con las firmas autógrafas de los
interesados y por el sello del convento:
« Haec praesens copia fideliter translata ex idiomate hispano in
latinum concordat in omnibus cum suo originali, quod in archivio (!)Tau-
ritani conventus Min. Capuccinorum asservatur. In quorum fidem nos
infrascripti hanc eandem copiam sigillo locali communiri fecimus et
manu propria signamus in hoc praememorato conventu, die 5 septembris
1767 ».
La firman los PP. Antonio de Hoz, guardián, y Eugenio de Siete-
iglesias, Juan de Zamora, Isidoro de Fermoselle y Basilio de Alba, con-
siliarios. Los nombres no aparecen en el Bullarium.
b) Ordinationes a Revmo. P. Generali Paulo a Colindres pro
conventu Tauritano in Provincia utriusque CasteUae.
Roma, Arch.S.Congr.Rituum: GESUALDO DA REGGIO, Scritti, cod. 2,
post fol. 288, fase. de 6 ff. Esta copia corresponde exactamente al texto
publicado en el Bullarium y la hizo el venerable Jesualdo de Reggio
ORDENACIONES Y FISONOMÍA 33

,según .el ejemplar que le prestó el General de la Orden P. Erhardo .de


Radkersburg en Monteleone el 9 de junio de 177867 •
c) [Ordenaciones aprobadas por el papa Clemente XIV].
APCC, Legisl. I 6 /62, 10 ff. no num., 215 x 155 mm.
d) Ordenaciones para los Misioneros de Toro, en Castilla.
Barcelona, Bibl. Prov. y Universitaria: Tom. 5. Papeles pertene~
,cientes a la Prov. de PP. Capuchinos de Cataluña 68 •

D. - B o r j a (prov. de Aragón).
Ordenaciones para los Misioneros de Aragón.
Barcelona, Bibl. Prov. y Universitaria: Tom. 5. Papeles pertene-
,cientes a la Prov. de PP. Capuchinos de Cataluña 69 •

E. - Lerín y Vera (prov. Navarra-Cantabria).


Ordenaciones dispuestas en la Junta celebrada en nuestro
convento de Pamplona para la dirección y buen gobierno de los
dos Colégios de Misiones, que se establezen en nuestros conventos
de Lerín y V era.
APCN, Asuntos Prov. 1652-1799 (antes: fajo 8, n.24). Original.
Las firman en Pamplona el 15 de mayo de 1797, los PP. Francisco
Javier de Los Arcos, provincial, Antonio de Corera, Fermín de Lezaun,
Matías de Cintruénigo y Joaquín de Estella, definidores; Matías de
Rincón y Pedro de Fuenterrabía, exprovinciales; Joaquín de Pamplona
y Joaquín Fidel de Tu dela, custodios.

2. Fisonomía de los Seminarios

La temática de las ordenaciones es sencilla y pobre dé ele-


mentos. Y se comprende fácilmente, pues sólo se pretendía con ellas
revalorar la legislación común, general y particular. No entraba
en el plan de los organizadores la institución de una entidad
autónoma dentro. del cuerpo jurídico de la provincia; sino que
se contentaban con preparar el ambiente propicio y adecuado para
el desarrollo vigoroso de dos modalidades de la vida capuchina,

6 7 Cf. MELCHIOR A PoBLADURA, De scientia et scriptis ven. servi Dei Jesualdi


.a Rhegio, in Coll.Franc. 24(1954) 348s. La copia termina con los nombres del superior
y consiliarios.
68 Cf. MARTÍN DE BARCELONA, O.F.M.Cap., Inventario de manuscritos referentes
a la historia de nuestra provincia capuchina de Cataluña, en Estud.Franc. 26
,(192l) 446.
69 Cf. MARTÍN DE BARCEL0N;A, lug, cit.
34 SEMINARIOS DE MISIONEROS

que si bien eran comunes a todos los religiosos, en estos centros


debían caracterizarse más y mejor, removiendo obstáculos y
creando posibilidades. Tanto la perfecta observancia regular como
el aposfolado de la palabra eran empeño de todas las comuni-
dades, pero en éstas debían de tener una vivencia especial. Y
esto era lo que, en definitiva, se proponía el legislador con sus
ordenaciones.
Por otra parte la legislación es sustancialmente idéntica en
todos los Seminarios1 º. Las diferencias son accidentales y obede-
cen a situaciones locales o costumbres provinciales, que era nece-
sario conservar acoplándolas al régimen peculiar de los nuevos
establecimientos. En todos se hace resaltar su doble finalidad y
los artículos se suceden en el mismo orden en dos secciones desti-
nadas, respectivamente, a reglamentar las prácticas de la disci-
plina conventual y los ejercicios misionales.
A pesar de la pobreza de elementos a que antes se aludía,
no es difícil individuar en estas ordenaciones los rasgos caracte-
rísticos de la institución en su triple perspectiva: jurídica, espi-
ritual y apostólica.
a) En teoría el Seminario j u r í di ca mente era uno de
tantos conventos de la provincia gobernado como los demás por
un guardián y un vicario dependientes del ministro provincial y
nombrados, como todos los superiores locales, en el capítulo o en
la congregación intermedia. Sin embargo, en la práctica se subs-
traía en cierto modo a la plena jurisdicción del superior provin-
cial, puesto que los mismos estatutos determinaban que para
aquellos oficios no podían destinarse religiosos de otras comuni-
dades. Tampoco podía el prelado destinar a ellas a quien bien le
pluguiera, sino que eran más bien los superiores locales asistidos
por los asesores quienes daban el beneplácito a los que libre-
mente lo solicitaban; el provincial no solo no podía impedir que
fueran incorporados al Seminario, sino que debía sacar de él
y destinarlo a otro convento a quien aquéllos juzgaran indigno
de permanecer allí por más tiempo. Nadie podía ser obligado,
bajo ningún pretexto, a formar parte de la comunidad 71 • La so-

70 Por lo que se refiere a la estructura externa, es de advertir que en el texto


publicado las ordenaciones de Sanlúcar no se distinguen en números o artículos; las
de Monóvar constan de 21 y las de Toro de 19. Es muy probable que originaria-
mente tampoco las de Monóvar estuvieran repartidas en números progresivos, como
se deduce del testimonio del secretario provincial que hizo la copia del breve de
aprobación.
71 Es probable que esta limitación no se refiriera a los «nuevos», es decir,.
a los recién profesos que se destinaban a los conventos antes de la promoción a los
estudios para continuar su formación espiritual y prestar ayuda en las ocupaciones
ORDENACIONES Y FISONOMÍA 35

licitud de los aspirantes debía hacerse por escrito, tanto cuando


se deseaba comenzar aquel género de vida como cuando se quería
abandonarlo. Y ni el superior local podía dar su parecer favorable
sino después de un detenido examen de las cualidades y aspira-
ciones del sujeto y con asesoramiento positivo por lo menos de
tres conjueces.
Pero el aspecto más original, bajo el punto de vista constitu-
cional, fue sin duda alguna la introducción de cuatro consiliarios,
conjueces, comisarios o asesores del guardián del convento, el
cual no podía tomar decisiones importantes y definitivas sin el
voto favorable de la mayorían. El oficio pertenecía ipso iure a
los cuatro sacerdotes más ancianos de la comunidad 1 ª, y por tantQ
ni al mismo vicario le competía por derecho. Las decisiones to~
madas en la asamblea obligaban al más riguroso secreto, y, por
lo menos cuando se trataba de admitir o alejar algún miembro
de la comunidad, debían tomarse por escrito. Debían reunirse por
lo menos dos veces cada mes 74 •
Bastan estas someras indicaciones para comprender que el
régimen de los Seminarios abría la puerta a posibles conflictos
y contrariedades entre los superiores locales y provinciales75 • De
hecho, apenas la comunidad de lY.Ionóvar comenzó a actuar lo
dispuesto en las ordenaciones, tropezó con algunas inevitables
dificultades, y es sintomático que todas se referían a las relacio~

mairnales. Efectivamente, en la súplica dirigida al Papa el 28 de septiembre de 1767


por los superiores del Seminario de Sanlúcar pidiendo la aprobación pontificia de
las ordenaciones, manifestaban el deseo de que el breve apostólico hiciera mención
especial de este estatuto: « Que quando hubieren de sacarse de este convento los dos
clérigos que estubieren aquí o alguno de ellos para ponerlos al estudio o por qual-•
quier otro motivo, sea igualmente obligado el R.P. Provincial a subrogar otros u
otro respectivamente, de suerte que por ningún caso deje de haber en este convento
los dos religiosos clérigos que prescriben las sobredichas ordenaciones » (Arch.Emb:,
leg. 330, Exped. VI).
7 2 La razón principal del nombramiento de estos comisarios la expresa el
P. Colindres, aclarando algunas dudas acerca del Seminario de Sanlúcar, en los
siguientes términos: « Reveren<lus Pater Guardianus est superior, cuí gubernium
communitatis incumbit, non tamen despotice, uti in aliis conventibus faciunt multi;
et ex hac .ratione designavimus consiliarios sive commissarios, cum quibus in quocum:,-
que casu gravi occurrente consulere et cum eorum dictamine procedere debet »·
(Bull.O.F.M.Cap. IX, 22b 2). En la legislación capuchina no existía aún la figura.
jurídica de los «discretos» conventuales, como consejeros del guardián. Cf. MEL-
CHIOR A POBLADURA, Historia gencralis III, 190.
7 a Cf. Bull.O.F.M.Cap. IX, 23b.

74 El oficio de los « comisarios » quedó definitivamente perfilado con. la~,


respuestas dadas por el P. Colindres a los superiores del Seminario de Sanlúcar..
Cf. Bull.O.F'.M.Cap. IX, 23-24.
75 Algo parecido sucedió en el gobierno de los conventos de Retiro, que·
como repetidas veces se ha _dicho, tienen muchos puntos de semejanza con los Se-·
minariqs. Cf. El cstablecirniento de los conventos de Retiro, en Coll.Fmnc. 22:
(1952) 176.
SEMINARIOS DE MISIONEROS

nes con el ministro provincial. La solución dada por el P. Colin-


des es un modelo de ponderada moderación. Ciertamente, les res-
pondía aclarando sus dudas, que la urbanidad y mutua inteligen-
cia exigen que quien desee ingresar en el Seminario lo comunique
por escrito al superior provincial, pero éste no debe oponerse a
la voluntad de súbdito, del superior local y de los comisarios. Tam-
bién es conveniente que los superiores locales comuniquen al
provincial la elección de los misioneros y los lugares en donde
han de misionar; aun más, deben procurar satisfacer los deseos
de éste, si prefiere que prediquen misiones en otras partes. Y
también, puesto que es costumbre provincial que los guardianes
no pueden aceptar compromisos cuaresmales, está muy puesto
en razón que el de Monóvar se ponga de acuerdo con el prelado
antes de la Epifanía acerca de la posible destinación de sus
súbditos. Ni el guardián ni los comisarios están obligados a ma-
nifestar al provincial los motivos que tienen para pedir el aleja-
miento de algún religioso; mientras que si el provincial creyere
,que alguien debe salir del Seminario, debe manifestar su porqué
al guardián y comisarios, y si éstos no le dieren razón, acuda al
P. General, quien resolverá el conflicto76 •
Efectivamente, el P. Colindres había dispuesto que mientras
no se lograra la aprobación pontificia, que pensaba pedir apenas
regresara a Roma, la vigilancia y el control de los Seminarios
dependía directamente del P. General, a quien se debía acudir
para interpretar las situaciones dudosas y para proponer las
eventuales modificaciones que aconsejara la realidad.
b) De lo que hasta ahora se ha dicho se comprende que la
es pi r i tu a 1i dad de los Seminarios no ofrecía notas diferen-
eiales con relación al resto de la provincia. No se imponía ningu-
na práctica de piedad fuera de las corrientes: dos horas diarias
de oración en común, asistencia al coro de d~a y de noche, etc. 77 •
Pero se exigía como condición indispensable que brillara con todo

7 6 Cf. Bull.O.F.M.Cap. IX, 29-30. Estas son las declaraciones enviadas por

el P. Colindres desde Zaragoza el 3 de agosto de 1764.


77 El mismo P. Colindres <exhortaba al P. ,Juan de Zamora a no imponer a
los religiosos de Toro la obligación del Oficio Parvo, dejándoles la libertad de
rezarlo en privado (cf. carta del 16 noviembre 1765, e11. Manifiesto historial). Y
nótese que el mismo P. General deseaba que los coristas no omitieran nunca esta
devoción mariana. En el reglamento del coristado de Kavarra-Cantabria se lee:
« Exhortamos al P. Ma2stro y coristas que todos los días digan el Oficio Parvo
de Nuestra Señora, para impetrarla Patrona y Protectora del Seminario; y no
crean que esta es carga extraordinaria de la Religión, p:ies les aseguro que quasi
no hai provincia en ella en que los jóvenes y estudiantes no egecuten esto mismo
indispensablemente, y aun la maior parte de los antiguos, bien que por pura devo-
.ción » ( Cf. Coll.Franc. 29 [1959] 72).
ORDENACIONES Y FISONOMÍA 37

esplendor la observancia regular en todos los actos de culto, sal-


vaguardada por la más perfecta vida común y por la práctica
más integral de la pobreza evangélica. Esta debía ser la piedra de
toque de los establecimientos. Quien no aceptaba este programa,
quedaba automáticamente excluído de los Seminarios, aunque
estuviera superdotado para la predicación en. general y para las
misiones en particular 78 • Transigir en este punto hubiera sido
minar la existencia del instituto y falsificar su razón de ser. Si
la capacidad y vocación misionera enriquecía y abrillantaba la
institución, el deseo de conformarse de una manera totalitaria
a la más perfecta regularidad, era un requisito indispensable,
« al cual todas las demás cosas debían servir »79 •
La vida conventual debía desarrollarse en una atmósfera de
soledad y silencio, que favoreciera la piedad y el estudio con que
debían prepararse los religiosos para las empresas apostólicas.
Por eso se preferían los conventos más solitarios y menos ex-
puestos al « mundanal ruido », y se limitaban aquellas formas de
apostolado que podían ocasionar o exigir un contacto menos ne-
cesario con los seglares. Y se apoyaban para ello en la mente de
San Francisco que prefería que sus frailes predicaran en las
iglesias extrañas 80 •

7 8 Leemos en las ordenaciones del Seminario de Toro: « Et in hoc [es decir,.

en la selección del personal] attendendum sciant non tantum quod ad missionandum


polleat ingenio, sed quod habeat spiritum ad conservationem purae observantiae,
cui maxime consulendum, utpote quae principaliter in praefato coenobio intenditur.
Unde excludendos putamus qui tali spiritu carent, quamvis ad missionandum
g-audeant talento; et e contra eligendos volumus et cleclaramus, qui quamvis tali
talento non polleant, gaudent tamen spiritu caeterisque dotibus necessariis ad
conservationem purae observantiae. Hoc ipsum, et quidem potiori iure, observandum
volumus circa religiosos iam existentes, quorum exéludatur nullus, neque in aliud
coenobium mittatur, praecise quia inhabilis ad missionandum, modo ad conservatio-
nem purae observantiae aliunde idoneus censeatur; hi enim domi manentes, uti
etiam religiosi laici, si suis privatis muneribus satisfaciant, utiliores erunt, et in
animarum salute meliorem partem, quam ve! ipsi missionarii forte obtinebunt;
ut in hunc finem interpretabatur S.P.N. Franciscus illud 1 reg. in cap. 2: « Donee
sterilis peperit pluri1nos, et quae rnultos habebat filios, infirnwta est; nec minori
afficientur praemio, si dum fratres et socii incumbunt saluti animarum earumque
libzrationi a captivitate infernalium, incumbant et ipsi domi manentes satisfactioni
munerum omnibus communium et conservationi purae observantiae; aequa enim
pars erit descendentis ad praelium et remanentis ad sarcinas, et similiter divident
(1 Reg. 30, 12) » (Bull.O.F.M.Cap. IX, 34b u.XVIII).
79 S. FRANCISCO, Regula II, cap. 5 : Opuscula, Ad Claras Aquas 1904, 68.
80 Cf. Speculum pe?·fectionis, cap. 10 : ed. P. Sabatier, París 1898, 24. Y las
constituciones de la Orden, inspirándose en esta misma doctrina, prescribían que
las iglesias conventuales no debían ser « grandes para predicar en ellas, como
decía nuestro Seráfico Padre, mejor ejemplo se da predicando en las iglesias
ajenas que en las nuestras». Cf. Constitutiones Fr. Min. S. Francisci Capuccinorum
anni 1643, Tornaci Nerviorum 1876, 66, n.V.
38 SEMINARIOS DE MISIONEROS

Una nota característica de los Seminarios era la caridad fra..:


terna. El legislador la pide a sus moradores con tono paterno y
.afectuoso.
« Ante todo recomendamos a los religiosos la mutua caridad con
las palabras del apóstol S. Juan: Amaos mutuamente 81 • Sobrelléven-
se unos a otros y soporten sus debilidades, considerando que todos
somos miembros de un mismo cuerpo, cuya cabeza es nuestro se-
ráfico Padre San Francisco, o por mejor decir, nuestro Señor Jesu-
cristo, el cual, mientras vivió, nos dió el eje::11plo de amarnos unos
a otros como El mismo nos amó. Especialmente les recomendamos
serio, efficaciter et impense la asistencia a los enfermos; y como
aconseja el deber de la piedad que cada cual haga a su hermano
lo que quisiera le hicieran a él en idéntica necesidad, visítenlos,
consuélenlos y con amable, santa y prudente conversación anímen-
los »82 •
A nadie será difícil descubrir en esta exhortación un eco
de las constituciones generales de la Orden:
« En nuestros conventos haya por lo menos doce religiosos, los
cuales reunidos en nombre del dulcísimo Jesús, vivan unidos y con-
cordes, procurando subir siempre a mayor perfección; y como ver-
daderos discípulos de Cristo, ámense de corazón, sobrelleven sus
defectos recíprocamente, y ejercítense de continuo en el amor di-
vino y en la caridad fraterna, dándose mutuamente buen ejemplo » 83 •

e) Más originalidad se nota en la sistematización del a pos-


t ola do . Las misiones populares eran como el núcleo y el vér-
tice de la actividad apostólica de los Seminarios, pero no eran
exclusivas. Los sacerdotes predicaban también los advientos y las
cuaresmas y en otras circunstancias, si bien con algunas limita-
ciones. Lo que particularmente se intentaba era una preparación
espiritual e intelectual más esmerada de los predicadores y ello
justifica ciertas obligaciones privativas de estos institutos. Ante
todo debía tenerse dos o tres veces por semana, según las di-
versas épocas del año, una conferencia o lección confiada por
turno a todos los sacerdotes y desarrollada bajo la dirección de
· un presidente elegido a votos secretos. Los argumentos tratados
se referían a la preparación técnica o profEsional más adecuada
· de los misioneros y versaban sobre cuestiones selectas de teo-
logía moral, ascética y mística, sobre sagrada escritura e historia
eclesiástica. La norma directiva de este cursillo no era la simple

s1 Cf. 1 Jo. 3, 11. 23.


82 Cf. Bull.O.F'.M.Cap. IX, 22a (Sanlúcar), 28b (Monóvar), 35a (Toro).
83 Cf. Constitutiones Ord. F'r. S. Francisci Capiwcinorum anni 1643, 61, n.XIV.
ORDENACIONES Y FISONOMÍA 39

erudición y, menos aún, la curiosidad especulativa, sino la pre-


paración doctrinal de los pregoneros evangélicos.
El período misional propiamente dicho comenzaba con el ad-
viento y terminaba con la cuaresma. Cada año se formaban dos
,equipos de dos religiosos cada uno, y, si precisaba, se añadía un
confesor, que podía escogerse también del convento en cuya
guardianía se predicaba la misión. Los misioneros se elegían
el 30 de junio, festividad de S. Pablo, que era considerado como
el protector de los Seminarios y el modelo de los misioneros ;
-éstos antes de comenzar la gira anual, se preparaban con un
curso de ejercicios espirituales de diez días, y el mes precedente
;gozaban de las exenciones comunes a los predicadores de la
provincia, pero en ningún caso podían dejar de hallarse presentes
.a las conferencias semanales. La zona que pensaban evangelizar
:se escogía previo consentimiento de los prelados diocesanos. La
predicación y demás servicios ministeriales eran gratuitos.
En cuanto a la predicación extramisional, cada Seminario
tiene una modalidad propia, que ciertamente refleja los usos tra-
dicionales de la provincia respectiva y que los misioneros con-
servaban siempre que fueran compatibles con la intensidad y re-
gularidad de su vida conventual. Mientras que en Sanlúcar se
indica como ocupación propia la predicación itinerante o de
plaza 84 , en Monóvar se permiten y aun promueven las salidas
,dominicales a las parroquias cercanas 85 •
Los moradores de los Seminarios podían predicar también
las cuaresmas, cuando fueran requeridos, siempre que el guar-
dián de acuerdo con los comisarios lo creyera oportuno ; pero los
,cuaresmeros debían regresar inmediatamente después de Pascua.
En Monóvar se dejaba al arbitrio del provincial la designación
de los predicadores de cuaresma, mientras que los de Toro podían
.ser empleados en las predicaciones cuaresmales de Madrid.
Los panegíricos no gozaban de la simpatía de los legislado-
res. Las ordenaciones de Monóvar establecen que se prediquen
solo en las festividades de la Orden y en alguna parroquia, en
caso de necesidad; pero aun en estos casos se han de desechar las
sutilezas y adornos excesivos que no miran sino a captarse la
benevolencia de los oyentes con imágenes e interpretaciones que
.adulteran la sagrada escritura y deshonran el ministerio apostó-

84 Cf. Bull.O.F.M.Cap. IX, 20a. 23b. El llamado « predicador dé plaza» era


una tradición de honda raigambre en la provincia andaluza. Cf. JUAN B. DE ARDALES,
La. Divina Pastora 1, 4ó~s. ó'1bs.
85 Cf. Bull.O.F.M.Cap. IX, 27, n.XIV.
40 SEMINARIOS DE MISIONEROS

lico 86 • En las mismas ideas abundan los estatutos de Toro, inspi-•


rándose en el ejemplo de San Francisco 87 •
No nos parece aventurado. descubrir una reacción contra la
mentalidad y el método inculcado por el P. Colindres, en las
normas dadas diez años más tarde a los predicadores por el
provincial de Castilla P. Marcos de Reinosa. Se trata de la pro-
pedéutica propuesta a los alumnos de « Colegio de Misioneros»
que él había fundado, acaso en contraposición del « Seminario de
Misioneros » de Toro. Pues bien, entre las orientaciones dadas
por él acerca de lo que debía practicarse en este nuevo estableci-
miento durante el segundo curso, se lee lo siguiente:
« Es una preocupación muy enorme, y que jamás debe tener lugar
ni permitir se introduzca en nuestro Colegio, como vemos introdu-
cida ridículamente en otros, el mirar con aversión las oraciones
panegíricas de los misterios de la religión y festividades de los
santos, figurándose que desdicen y son impropias del carácter de
misionero, y del tono que deben pronunciar sus oraciones. Esta
necedad debe desterrarse sin permitir se pronuncie jamás. El expli-
car y proponer dignamente los misterios de la religión y las vir-
tudes de los santos, excitando a los fieles a los afectos que son corres-
pondientes, es muy propio del evangélico ministerio, y como tal lo
egecutaron S. Agustín, S. Juan Chrisóstomo y demás Santos Pa-
dres, que son los verdaderos modelos de los misioneros, a quienes se
debe procurar imitar »88 •
Por último hemos de recordar la insistencia con que se recomien-
da la predicación catequística, como para indicar el matiz popular
del apostolado de los Seminarios. Se tributa una alabanza especial
a la propuesta del superior y comisarios de Sanlúcar « ut in omni-
bus concionibus explicetur cathechistice aliquod punctum doctrinae
christianae» 89 • Asimismo se permite al guardián de Monóvar enviar
86 « Panegyricae conciones ne praedicentur nisi in Ordinis festivitatibus in
nostro conventu et in aliqua necessaria paraecia; extra vero perraro. Et quando
huiusmodi sermones contigerit praedicari, curent, ne sint vacui doctrina morali,
minime aurem popularem captantes ineptis ideis ac nimia discursuum subtilitate,
qui sacrae scripturae sensum genuinum adulterant ac ministerium apostolicum pro-
fanant » (Bullarium cit., 27b, n.XIII).
87 « Conciones quas panegyricas dicunt, vel non admittantur vel admissae,

si excusari non possint, componantur et recitentur ÍlIXta mentem sancti Patris


nostri Francisci, hoc (est) non ad applausum, sed ad gloriam Dei et sanctorum,
ad animarum utilitatem et aedificationem » (Bullarium cit., 34a, · u.XIII).
88 MARCOS DE REINOSA, O.F.M.Cap., Ordenaciones y estatutos para el Colegio
de Misioneros que se ha de fundar en esta provincia de Capuchinos de lci Encarna-
ción de las dos Castillas, Madrid 1785, cit. por ANDRÉS DE PALAZUEL0, -Vitalidad
Seráfica. S:gunda serie, Madrid 1931, 232s; MELCH0R DE PoBLADURA, Los Frailes
Menores Capuchinos en Castilla, 192.
89 Carta del P. Colindres al superior de Sanlúcar, Amberes, 2 de agosto
1765 (Bullarium cit., 23s).
ORDENACIONES Y FISONOMíA 41

sus religiosos los domingos a las parroquias circunvecinas a expli-


car a los fieles la doctrina cristiana ; y en las ordenaciones de
este Seminario se dispone que « diebus dominicis in vespere po-
terit ... aliquod doctrinae christianae punctum in nostra ecclesia
explicari ... , nec ultra dimidiam horam progrediatur explicatio »90 •
Y en el Seminario toresano debía tenerse todos los jueves un
ejercicio de composición y pronunciación de las explicaciones
catequísticas que nunca debían omitirse en las misiones 91 • También
el P. Zamora en su Manifiesto historial recuerda complacido la
buena acogida que desde un principio tuvo en aquella población
la plática vespertina dominical acerca del catecismo en la iglesia
conventual.
A los relieves de inspiración franciscana esbozados en las
páginas anteriores añadimos otros dos. El legislador se complace
en proponer a san Pablo como modelo y prototipo de los mora-
dores de los Seminarios y aun llega a insinuar que éstos se deben
a una particular inspiración del Apóstol 92 • Pues bien, en las
constituciones de la Orden se leía:
« Por esto encargamos a los predicadores que procuren cuanto les
sea posible grabar en sus corazones al bendito Jesús y darle pacífica
posesión de sí propios, para que por redundancia de amor sea Él
quien les haga hablar, a imitación de san Pablo, vaso de elección
y doctor de las naciones, el cual predicaba, no con palabras subli-
mes ni elocuencia humana, sino con virtud del Espíritu Santo, no

9 0 Cf. Bullariurn cit., 27, n. XIV. Por el contrario en Sanlúcar prohibió la


predicación que solía hacerse los domingos de cuaresma por la tarde a causa
del barullo que se armaba en los alrededores del convento, turbando la paz y
recogimiento de sus moradores (cf. ibid., 21a).
91 « Cum etiam plurimum intersit missionarios, ut pro dignitate suo mu-
neri satisfaciant, priusquam ad populum sermonem habwnt coram communitate
exercitari in doctrinae christianae explicatione, nam quilibet in hac materia error
sive per excessum sive per defectum haud leve animabus praeiudicium posset
afferre; volumus et statuimus, ut in uniuscuisque hebdomadae feria quinta aut
sabbato coram omnibus religiosis per dimidiam horam explicetur doctrina christiana
eadem forma et modo quo inter missionandum populis tradi solet; quam explicatio-
nem omnes suo ordine tradere teneantur praeter guardianum, qui pro suo libitu
explicabit ve! secus. Volumus itidem, ut qui praeses conferentiarum fuerit, idemmet
sit qui ab una hebdomada in aliam assignet materiam doctrinae christianae, et
qui explicaturus sit; ac demum, ut post explicationem unumquemque moneat cum
amore et charitate de defectibus, quos annotaverit ab ipso commissos, sive in ipsius
doctrinae substantia, sive in compositione, sive in modo dicendi » (Bullarium cit.,
32b, n. VIII).
92 En las ordenaciones de Sanlúcar se dice expresamente: « Eligentur·
[missionarii] die 30 iunii, in qua celebratur commemoratio sancti Pauli, et quem
ut protectorem et patronum huius seminarii venerari debent, ad cuius erectionem
permoti ve! inspirati fuimus die confessionis eiusdem Apostoli » (Bullarium cit.,
20b; 26, n.X; 33, n.XII).
42 SEMINARIOS DE MISIONEROS

atreviéndose a predicar a los demás cosa a~guna que antes Cristo


no la hubiera obrado en él »93 •
Todos los estatutos urgen a los predicadores la obligación
de no permanecer fuera de los Seminarios sino el tiempo impres-
cindible para cumplir su misión, y de regresar cuanto antes a
la soledad del claustro a fin de dedicarse de nuevo a la vida de
oración y regular observancia. Y para dar más vigor a esta
exhortación y encarecer su importancia, se les recuerda el ejem-
plo de san Francisco y las normas constitucionales04 • Efectiva-
mente, las constituciones prescribían indistintamente a todos los
predicadores la necesidad de retirarse a la soledad para caldear
su espíritu en las verdades y en los misterios que debían formar
como la quintaesencia de la predicación capuchina:
« Y para que, predicando a otros, no se pierdan ellos, dejen [los
predicadores J de vez en cuando el bullicio de los pueblos y vuélvanse
a la soledad, donde con el dulcísimo Salvador suban al monte de
la santa oración y contemplación, y en él estén hasta que, llenos
de Dios, el ímpetu del Espíritu Santo los mueva a derramar de
nuevo sobre el mundo la gracia divina, procurando inflamarse como
serafines en el divino amor para que, estando ellos bien encendidos
y abrasados, enciendan y abrasen a los demás ... Por esto, acabada
la predicación, cuiden los predicadores de regresar cuanto antes a
su convento, si no se ven detenidos de grave y urgente necesidad;
para que por la demasiada familiaridad y t:'."ato con los seglares no
se malogre el fruto de la predicación, ni se menoscabe la reputación
y autoridad de su ministerio, ni sufra detrimento su espíritu reli-
gioso y sacerdotal, con desdoro de nuestro hábito »95 •
Nos ha parecido oportuno insistir en Estas enseñanzas para
justipreciar mejor la :finalidad de los Seminarios y su entronque
con la tradición en un período en que la elocuencia sagrada
dejaba bastante que desear. No se eche en olvido que uno de sus
móviles principales fue el oponerse a los abusos de la predicación
,evangélica.
El P. Colindres se había forjado la iL1sión al proponer las
normas estatutarias de los Seminarios de Misioneros que éstos
obrarían como una cuña que silenciosa y vitalmente penetrara en
el organismo vivo de las provincias, revalorizando la observancia
regular, o, cuando menos, como un faro de luz que iluminara y

93 Gonstitutiones Fratrum Minorum S. Francisci Gapuccinorum anni 1643,


'.98s, n.xv.
94 Cf. Bullariilm cit., 21a (Sanlúcar), 27b (Monóvar), 33b (Toro).
95 Gonstitutiones cit., 100s, n.XIX.
APROBACIÓN PONTIFICIA 43

,despertara las conciencias aletargadas, atrayéndolas a métas más


,elevadas de religiosidad y apostolado 96 • Pero es notorio que los
grandes ideales tropiezan casi siempre con obstáculos humana-
mente insuperables y que con harta frecuencia pierden sus per-
files al choque con los contornos ásperos de las realidades en que
han de sobrevivir. La muerte prematura le ahorró la tristeza de
contemplar las nubes que comenzaban a cernerse amenazadoras
sobre su obra apenas esbozada; y también la amargura de compro-
bar que si el grano, por él arrojado en el surco de la vida ca-
puchina, sobrevivía produciendo, si no todo, al menos algún fruto,
,ello se debería no a la comprensión de superiores y súbditos,
sino al celo interesado e hipócrita de los políticos, que por fines
rastreros y sobradamente humanos sostuvieron aquella noble
causa e hicieron triunfar el impulso renovador de algunas almas
,entusiastas y generosas.

C. - APROBACIÓN PONTIFICIA

Con el fin de allanar las dificultades que seguramente entor-


percerían la marcha de los recién fundados Seminarios, y de re-
solver auténticamente, y sin pérdida de tiempo, las posibles
controversias, el P. Colindres aconsejó a sus colaboradores que
se dirigieran a él 97 • Aun más, no satisfecho con esta medida pru-
dencial, que perdería su eficacia al cesar en el oficio si su sucesor
96 « Aun busca mayor esfera su zelo; y no contento con esta providencia
[los Seminarios fundados], concibe un plan útil para todas las Religiones. Entiende
,que es precisa la decadencia de su observancia, como la de las otras cosas humanas;
moralmente imposible la reforma de todos sus individuos, y arriesgado hacerlos
entrar con violencia en el rigor, como ocasión de mayores inconvenientes. Conoce,
·por otra parte, que no hay provincia en ninguna Religión, donde no haya algunos
deseosos de más exacta observancia; y para que éstos pongan en execución sus
deseos, dice a sus secretarios que, si Dios lo dexa volver a Roma, propondrá al
Papa, como medio muy, oportuno, mande que en cada capítulo provincial de las
·Ordenes Religiosas se ofrezcan a los que aspiren a más rigurosa disciplina uno,
dos o más conventos, según su número. Lo que dispuesto y executado perpetua-
mente en todos los capítulos, movería sin duda a otros a imitarlos; y con esta
providencia era cierta la reforma de muchos, y en lo sucesivo muy verosímil la
•de todos. Proyecto que frustró su muerte, pero, sin embargo, acredita su zelo y
es digno de pasarlo a la posteridad» (LAMBERTO DE ZARAGOZA, Elogio, 36s).
97 De hecho la correspondencia con sus colaboradores jalonaba el itinerario
de la visita a través de Europa. He aquí algunas fechas: a) Cartas a Sanlúcar:
Madrid, 15 junio 1764; Mataró, 30 noviembre; París, 18 marzo 1765; Tournai, 6
)ulio; Amberes, 2 agosto; b) Cartas a Monóvar: Zaragoza, 3 agosto 1764. Esta
carta termina con las siguientes palabras: « Et si responsione sibi non satisfieri
iudicaverit, ad Ministrum generalem scribat, qui facta inquisitione, quod expedierit,
providebit » (Bullarium cit., 30; cf. 22-23);, e) Cartas al P. Zamora (Toro): Valen-
•cia, 10 mayo 1764; Aranjuez, 3 junio; Zaragoza, 2 agosto; Koblenz, 3 noviembre
1765; Maguncia, 16 y 19 noviembre; Jihlava (Iglau), 16 marzo 1766. Cf. Bullarium
cit., 35, y Manifiesto historial, passim.
44 SEMINARIOS DE MISIONEROS

no era partidario de la iniciativa, les aseguró su voluntad de


conseguir del Papa un breve apostólico que garantizara la exis-
tencia de los establecimientos y su fecundidad espiritual y apostó-
lica98. Y puesto que estaba íntimamente persuadido de que los
Seminarios serían como el fermento renovador de la disciplina
regular, cuya decadencia se lamentaba por todas partes, anhelaba
que la Santa Sede extendiera a todos los institutos religiosos tan
saludable y eficaz institución99 .
Todos estos atrevidos proyectos y optimistas previsiones no
lograrían el efecto deseado. Hacía tres años que el P. Colindres
recorría a pie descalzo los caminos de Europa 100 • Su salud, nunca
robusta y próspera, se fue debilitando de tal manera que, al llegar
a Viena a mediados de mayo de 1766, los médicos desesperaron de
salvarlo. Y efectivamente el 7 de junio
« poco después de medio día en paz y serenidad entregó su espíritu
al Criador, dejándonos esperanzas fundadas de que estará gozando
el premio de sus muchas virtudes y de haver muerto como buen
Pastor; pues el ha ver violentado tan extraordinariamente su alma
o vida por nuestro bien y buen exemplo (con lo que nos satisfacía
quando le suplicábamos mitigase en algún modo tanto rigor), espe-
cialmente en este invierno, caminando a pie sobre niebes, ielos,
caiendo muchas veces por la falta de vista, havrá sido la causa sin
duda de la enfermedad, que lo ha sido de su muerte, viéndonos
privados de tanto bien. El Señor lo ha dispuesto así, o acaso permi-
tido, en castigo de nuestros pecados, es preciso tengamos paciencia
y resignemos las nuestras en su voluntad santísima »101 •
Con la prematura desaparición del fundador, la vida de los
Seminarios entraba en una fase delicada y no exenta de peligros.
Para asegurar su herencia, los colaboradores y continuadores

98 Carta de Manuel de Roda a Tomás Azpuru, El Pardo, 2 febrero 1768:


Arch.Emb., leg. 217, n.14. Véase más abajo.
99 Véase el texto transcrito en la nota 96.
1 00 Todos los cronistas consignaron este hecho como algo sorprendente. A su
llegada a Madrid el 6 de julio, escribía el analista de Castilla: « Y así concluió este
primer acto con tanto gusto de su Rma., que lo templó e hizo olvidar las fatigas de
su camino, que por ser tan dilatado y averlo hecho todo a pie en el concurso de
una edad de sesenta y ocho años, se deve creer fue muy penoso y por eso más
exemplar y edificativo» (APCC, Viridario auténtico, 384). « iQué asombro! Ver un
General anciano discurrir a pie descalzo por las dilatadas regiones de Italia, España,
Francia y Alemania, caminando siete y ocho leguas al día, a pesar de una complexión
delicada y sensible a toda incomodidad. Este rigor, que da un lustro sobresaliente al
Instituto Seráfico, arrebataba los ojos y los corazones de todos» (LAMBERTO DE
ZARAGOZA, Elogio, 34; CASIMIRO FERNANDO DE SEVILLA, obra citada en la nota 17).
1 0 1 Carta de Fidel de Santurce a Juan de Zamora, Viena 14 junio 1766 :.
APCC, sign. 28/153 : Manifiesto historial, f.59.
APROBACIÓN PONTIFICIA 45

acudieron a las armas legales, esforzándose por obtener la apro-


bación pontificia que aquél había deseado y prometido. En el
conflicto que ahora comienza, y que se prolongará por varios
años, pueden distinguirse las tres etapas siguientes: los Semi-
narios, apoyados por la corte de Madrid, solicitan el beneplácito
del Papa; los superiores de la Orden presentan la instancia a la
Santa Sede; Clemente XIV promulga el breve que los ratifica y
sanciona definitivamente.

1. La voz de los Seminarios

Tenía razón el cronista andaluz, cuando aludiendo a la re-


lación existente entre los Seminarios fundados por el P. Colin-
dres, escribía: « Todos están hermanados y forman causa entre
sí para defenderse »1 º2 • Y, en efecto, todos levantaron su voz en
,defensa de sus comunes ideales; su inquietud era sobradamente
justificada, pero fue deplorable que ante· el peligro que sobre ellos
se cernía, acudieran a ciertos reparos y ardides poco ortodoxos,
.aunque muy conformes al ambiente ideológico del momento histó-
rico a que nos referimos.
No consta que el fundador contara directa o indirectamente
con el apoyo y protección de las autoridades civiles para llevar a
cabo sus proyectos. Y dado su temperamento y la conciencia que
tenía de sus deberes y derechos, podemos excluirla positivamente.
La iniciativa era de su exclusiva esfera, o moviéndose en la
órbita de la legislación propia de la Orden, no tenía porqué re-
currir a extraños para dar orientaciones e imponer normas acerca
,de la más perfecta observancia. Tampoco nos consta que el P. Juan
de Zamora, que ya antes de la muerte del P. Colindres luchaba
contra viento y marea por la conservación y desarrollo del Se-
minario toresano, se moviera en aquella dirección antes del mes
de junio de 1766. Con la autoridad del P. General estaba sufi-
cientemente respaldado; pero, a partir de aquella fecha, buscó
otros abogados que patrocinaran su causa y le aseguraran su
triunfo contra las hostilidades, entre otros, del provincial de
Castilla. Y aquí entran en escena, como protagonistas de nuestra
historia, los personajes que señoreaban entonces la política na-
cional e imprimieron con su actitud un matiz regalista a la insti-
tución de los Seminarios. Nadie puede dudar que Carlos III fue-
ra un cristiano convencido y leal; pero le cupo la desgracia de
tener consejeros y mentores como B. Tanucci y R. Wall, siendo

102 Citado por JUAN B. DE ARDALES, La Divina. Pastora, 401 nota.


46 SEMINARIOS DE MISIONEROS

víctima de sus ideas absolutistas y regalistas. En 1763 sucedía,


a Wall como ministro de Estado el marqués Jerónimo Grimaldi,.
que no le iba a la zaga en sus afanes y desahogos antieclesiásticos.
Presidente del Consejo de Castilla era desde 1765 el conde de
Aranda, don Pedro Pablo Albarca de Bolea, paladín del enciclo-
pedismo, pariente espiritual e intelectual de Voltaire y D' Alembert
y más tarde gran maestre de la masonería española. Completa
el cuadro don Manual de Roda y Arrieta, primero agente de
preces en Roma y, desde febrero de 1765, ministro de Gracia
y Justicia, el cual « sabía muy poco y mal, pero iba derecho a
su fin, con serenidad y sin escrúpulos... Llamábanle regalista, y
no alardeaba de otra cosa; pero su correspondencia nos le mues-
tra a verdadera luz y tal como era: impío y volteriano, grande
amigo de Tanucci, de Choiseul y de los enciclopedistas »10 ª. Acaso
por influjo de éste fue designado para la embajada de Roma el
mismo año de 1765 don Tomás Azpuru, ar2,,gonés como él, buen
jurista y naturalmente no exento de las ideaE entonces imperantes
acerca de las relaciones entre la Iglesia y el Estado 1 º4 •
El P. Zamora orientó su actividad en tres direcciones, con-
vergentes todas a asegurar la existencia y la vitalidad del Se-
minario. Aun antes de que se promulgaran las ordenaciones ge-
neralicias, en octubre de 1765 hubo cambio de superiores en
Castilla, siendo elegido ministro provincial el P. Fidel de Los
Arcos. Aunque ni antes ni después de su Elección manifestó su
simpatía por aquel establecimiento, es muy probable que, mientras
vivió el P. Colindres, adoptara la política del silencio, aunque
no desistiera de crear dificultades a su organización y actividad.

103 M. MENÉNDEZ Y PELAYO. Historia de los hetci-ocloxos espm1o/es V, 160.


Téngase presente este autorizado juicio para valorar la intervención de Roda en toda
esta cuestión.
104 Azpuru había nacido en Zaragoza el año 1713; cursó los estudios en su
ciudad natal y en Madrid; se doctoró en derecho por :a universidad de Orihuela
y fue canónigo doctoral de Cartagena (3 marzo 1758). Escribió algunas obras.
Para pagarle sus servicios Carlos III lo presentó para el arzobispado de Valencia,
siendo consagrado en Roma el 24 de junio de 1770, pero falleció en la Ciudad Eterna
el 7 de julio de 1772 « sin haber podido ver a su Iglesia ». Fue enterrado en la
iglesia española de S. María de Montserrat, donde todavía se conserva la lauda.
Cf. Remigius RITZLER - Pirminus SEFRIN, O.F.M.Conv., Hierarchia Catholica. VI,
Patavii 1958, 430 nota 3; Joaquín Lorenzo VrLLANUEVA, V-iage literario a las Iglesias
de España I, Madrid 21902, 57; Elías TORMO, Monumentos españoles en Roma I,
Roma 1940, 142. Azpuru gozó siempre del aprecio y estima de Carlos III durante
su larga y difícil gestión, a pesar de las intrigas del agente de preces don José
Nicolás de Azara, que lo combatía de una manera despiadada y desleal. Cf. Carlos E.
CORONA BARATECH, José Nicolás de Azara. Un embajador español en Roma, Zara-
goza 1948. Del «caballero» Azara nos volveremos a ocupar en la última parte del
presente estudio, en la que hablaremos asimismo de otro personaje central, don
José Moñino, conde de Floridablancaa.
APROBACIÓN PONTIFICIA 47

Pero su postura cambió con la muerte del P. General, y el ma-


lestar aumentó. El origen de su oposición hay que buscarlo
objetivamente en la dificultad de armonizar su jurisdicción con
las facultades atribuídas al superior local en lo tocante al per-
sonal. Y, en efecto, comenzó por ingerirse en este particular, ora
exigiendo el traslado de algún religioso, ora poniendo obstáculos
a quienes deseaban incorporarse a la comunidad toresana105, ora
entablando recurso ante los Superiores generales para obtener
la suspensión o la abrogación definitiva de las ordenaciones, que
consideraba nocivas al bien de la provincia1º6 • También el supe-
rior de Toro, haciendo uso de su derecho, se dirigió a Roma,
naturalmente en sentido contrario al de su provincial. En un
memorial dirigido al definitorio general expuso la finalidad y
los primeros pasos del Seminario, y cómo para asegurar su
porvenir y alejar los peligros que lo amenazaban, era impres-
cindible la aprobación expresa de sus estatutos101 •
Contemporáneamente se movió otro resorte. Era uso muy
común acudir al confesor del rey para forzar los obstáculos y
obtener las gracias y privilegios que se deseaban 108 . Y el P. Za-
mora, resuelto a superar todas las dificultades, siguió esta norma
corriente. Desempeñaba a la sazón este oficio el franciscano
P. Joaquín de Eleta, cuyo ascendiente ante Carlos III era noto-
rio109. No se conoce el éxito de este recurso del superior de To-

105 Así resulta de la carta que le escribió el 10 de noviembre el conde de


Aranda cuyo texto trascribimos más abajo.
106 El contenido de su recurso y el móvil del mismo nos son conocidos a
través de la respuesta del vicario general y también del informe del definitorio
general al cardenal protector. Cf. Arch.Emb., leg. 330 Exped. XV; véase más abajo ..
En el informe dado por el definitorio general acerca de la instancia elevada al
Papa por el Seminario de Sanlúcar el 29 de febrero de 1768 si dice expresamente:
« Iam antecedenter clum ab alio consimili conventu in provincia Castellae erecto pro-
confirmatione et alia vice a Ministro provinciali suoque definitorio eiusdem Castel-
lae provinciae pro abrogatione earundem ordinationum Definitorio generali suppli-
catione earundem ordinationum Definitorio generali supplicatum fuerat... Superse-
dentur hic gravissimae inconvenientiae, disturbia, controversiae et perturbationes,.
quae ex hac restrictione potestatis Ministri provincialis enascitura praevidentur ...
Haec et plura alia inconvenientia, quae potissimum patres provinciae Castellae ad
petendam abrogationem Ordinationum generalium impulere, quantum hierarchiae ec-
clesiasticae bene regulatae praeiudicent, cuique consideranti obvium est » (Arch.Emb.,
leg. 880, Exped. XV).
101 Cf. Manifiesto historial, f.58. Así resulta también de la respuesta del
vicario general al P. Fidel de_ Los Arcos.
l!DB El confesor del rey no era un simple director espiritual; su categoría
competía con la de un ministro en orden a la pública administración y con frecuencia
el monarca ponía más confianza en él que en sus ministros y demás consejeros
áulicos. Cf. Antonio ASTRAIN, S.J., Histor-ia de la Compañía de Jesús en la Asistencia-
de España VII, Madrid 1925, 147-149.
10 9 En esto convienen todos los historiadores, no así en valorar sus cualidades;
de mentor palaciego. Para unos el P. Eleta fue « el santo simple» (cf. M. MENÉNI>EZ-
48 SEMINARIOS DE MISIONEROS

ro, pero no es aventurado pensar que favorecía sus intentos por


afinidades de espíritu, y que intervendría positivamente en la
decisión que luego tomó el rey, poniendo los Seminarios bajo
su Real patronato 11 º.
A esta decisión final llegó el P. Zamora con su tercera in-
tervención en la corte de Madrid. Él mismo nos dice que presentó
recurso al ex-agente de preces en Roma y actual ministro de
Gracia y Justicia, don Manuel de Roda; desde este momento
podía cantar victoria, pero lanzaba el porvenir del Seminario por
cauces muy peligrosos. Los regalistas aprovecharon la ocasión
y entraron, como coeficiente determinante y vinculante, en el
futuro desarrollo de las negociaciones. El conde de Aranda aco-
gió con benevolencia e incluso con entusiasmo el recurso entablado
ante el monarca. El 10 de noviembre de 1766 dirigía al provin-
cial de Castilla la siguiente cartam :
R. P. Fr. Fidel de los Arcos,
Teniendo noticia el Rey que por el P. General Fr. Pablo de
Colindres, ya difunto, movido [por] aquel gran zelo y ardiente espi-
ritu que le inspiraba a la mayor perfeccim:::, se dispuso que en el
convento de Capuchinos de la ciudad de Toro residiesen de familia
voluntariamente los Religiosos que de la Provincia de Castilla le
eligiesen, para que en él se guardase la más pura observancia de
la Regla, Constituciones y Ordenaciones generales; produciendo a
este fin otras peculiares y pribatibas al definido convento, previ-
niendo por la 17 y 18 que si alguno de los Religiosos asignados a
él, y los que en lo sucesivo lo fuesen, no se halla gustoso o por falta
de salud o por qualquiera otro motivo, lo avisase al Guardián, y
sus subcesores al P. Provincial, para que lo mude a otro. Asimismo
que ninguno de los asignados a esta familia pueda ser mudado,
si él no lo pidiese por escrito, ni pueda imbiarse a dicho convento
a alguno que no lo pida, teniendo primero el consentimiento de el
Guardián, y que éste no le dé sin el parecer y voto de la maior parte
de los Consiliarios para la más pura observancia y religiosidad.

Y PELAY0, Historia de los heterodoxos VI, Madrid 1930, 160); para otros « el fraile
vulgar, de obtuso espíritu, testarudo e iracundo» (cf. F. RoussEAU, Regne de
Charles III d'Espagne I, París 1907, 20). Pero es innegable que fue tenaz y constante
en sus empresas y nunca temió enfrentarse con los más poderosos y descreidos mi-
nistros, que, si no le amaban, lo temían y respetaban.
110 Años más tarde el P. Eleta, ya nombrado arzobispo de Tebas, ofreció
su apoyo al P. Zamora, cuanto estableció en el convento de El Pardo el régimen de
la perfacta vida común: « En la comunidad del Pardo este Guardián actual [P. Juan
de Zamora] con licencia del Definitorio, acuerdo del Rey y dictamen del Arzobispo
confesor ha establecido la perfecta vida común». Manuel de Roda a José Moñino,
15 agosto 1775: Arch.Emb., leg. 440.
1 11 APCC, Manifiesto historial, f.59v-60.
APROBACIÓN PONTIFICIA 49

Ha entendido ahora S.M. con disgusto que quando comenzaba


esta tan loable resolución a producir los efectos que se prometió
dicho P. General, intenta V.R. alterarlos, y para esto, contravinien-
do a las Ordenaciones, sacar de aquella familia contra su voluntad
y de la comunidad a Fr. Miguel de Torruvia112 , queriendo poner
otro sin el preciso consentimiento della, negando a otros Religiosos
la ovediencia que determinadamente han pedido a V.R. con apro-
bación de el Guardián y comunidad de dicho convento, con cuia
providencia no solo altera, sí también destruie V.R. totalmente obra
tan santa, que le debiera ser mui recomendable, como notoriamente
útil, y producida por un General tan religioso.
En estas circunstancias, deseando S.M. no se altere ni innove
en las expresadas Ordenaciones ínterin y hasta tanto que por la
Definición General se aprueben y confirmen, me ha mandado ma-
nifieste así a V.R., y que sería mui de su Real desagrado se innove
en lo dispuesto por dicho P. General Fr. Pablo de Colindres, cuias
acciones son para Su Magestad mui respetables. Lo que prevengo
a V.R. para su inteligencia, y que procure conformarse sobre este
punto con las intenciones de S.M. sobreseiendo en la remisión de
dicho Religioso y concediendo las obediencias que se le piden con
arreglo a las expresadas Ordenaciones, dándome aviso pronto de
el recivo de esta y su cumplimiento.
Dios guarde a V.R. muchos años.
Madrid, 10 de noviembre de 1766.
El Conde Aranda.
Si la personal intervención del presidente del Consejo de
Castilla en el asunto no fue del agrado del P. Fidel de Los Ar-
cos, tampoco lo fue el tono nada conciliador empleado en su carta.
Ni una ni otro le hicieron concebir halagüeñas esperanzas para
el porvenir. Pero si aún se ilusionaba con el buen logro de sus
designios, porque no admitía la obligación de acomodarse en su
gobierno a la directivas dictadas por la potestad civil, debió darse
por vencido cuando, al mes siguiente, recibió una comunicación
de los superiores de Roma. El vicario general, P. José María
de Savorgnano, con su definitorio había tomado en consideración
,el memorial enviado por el P. Zamora avalado por la firma de
sus consejeros; y el 18 de diciembre enviaba su dictamen di-
rectamente al provincial de Castilla. Ante todo hace un cumplido
elogio de las ordenaciones y de su autor, y aun del establecimiento
en sí mismo, que desea ver extendido por todas las provincias de

11 2 Había tomado el hábito en Salamanca el 7 de noviembre de 1760; luego


,es muy probable que residiera en Toro para prestar sus servicios y no como miem-
bro fijo de la comunidad. Vivia aun en 1808; pero se ignora la fecha de su muerte.
,Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrologio, 244.
50 SEMINARIOS DE MISIONEROS

la Orden. Con ello tal vez pensaba halagar al P. Fidel, pues se


trataba de una gloria de la provincia que él gobernaba, y así hacer
más aceptable la obligatoriedad de los estatutos, por lo menos
mientras el actual definitorio general estuviera en funciones. Aún
no se habla de una aprobación definitiva, ni de un recurso a la
Santa Sede para que las ratifique. Este paso lo darán muy pronto
los ministros de Su Majestad. Por ahora se trata sencillamente
de conservar el statu quo y de no alterar lo establecido por el
P. Colindres.
He aquí la carta del Vicario general según la copia conser-·
vada en el archivo provincial de los capuchinos de Castilla 113 :
Rde. et observantissime P. Provincialis: Cum ad nostrum
Rvmum. Generale Definitorium directum fuisse quoddam memoriale
a PP. Guardiano et Consiliariis nostri Tauritani conventus nomine
totius communitatis subscriptum, in quo humiliter exorabant qua-
tenus pro maiori robore ac firmitate dignaretur idem Rvmum. Ge-
nerale Definitorium Ordinationes una cum memoriali missas a Rvmo.
san. mem. P. Paulo a Colindres pro ipso nostro Tauritano conventu
determínate factas sua auctoritate confirmare: Visis ac mature con-
sideratis omnibus quae in memoriali et Ordinationibus praedictis
continentur, per omnes Rmos. Definitores ad hunc et alios effectus
congregatos unanimiter decisum et declaratum fuit: nihil innovari
deberi de stabilitis a Rmo. Patre defuncto in relatis suis Ordina-
tionibus, et quod talis decisio sive declaratio denuntietur P.V.R.,
ut per nostras praesentes exequitur; eodem ex consilio etiam eiu-
sdem Rmi. Generalis Definitorii enixe ac maiori qua possumus effi-
cacia recomendantes ut omnem sollicitudinem ac vigilantiam im-
pendat P .V.R. ·quatenus praedictae Ordinationes in praefato con-
ventu sine defectu et sine excessu integre ac perfecte observentur,
conferente insuper P.V.R. pro sua parte ad eundem effectum et lau-
dabilem finem suam protectionem et auxilium, in his praesertim quae
ad ipsummet pertinent, utpote in pronta expeditione obedientia-
lium pro illis Religiosis qui secundum in talibus Ordinationibus
disposita ad praememoratum conventum mitti vel ab illo extrahi
debeant, nam praeterquam quod omnia in praefatis Ordinationibus
prudentissime ac sapientissime sunt disposita (et utinam propterea
in qualibet provincia non unus tantum, sed plures similiter erecti
forent conventus, quippe nullum efficacius medium ad extirpandos
abusus et corruptelas, quae ex nostra fragilitate vel miseria, quasi
necessario decursu temporis irrepunt), at vero P.V.R. cum tota sua
provincia ex specialissima ratione insistere ac efficaciter cooperare
et gloriari possunt et debent in eo quod nihil innovetur de ordinatis
et constitutis a Rmo. Patre defuncto, cum tantum honoris et gloriae
suae praedictae provinciae utriusque Castellae non solum in nostra.

113 APCC, Manifiesto historial, f.60


APROBACIÓN PONTIFICIA 51

Religione sed et per totam Europam detulerit; nam et nos cum


nostro Rmo. Generali Definitorio in obsequium et observantiam ac
venerationem talis ac tanti Patris firmiter statuimus nihil pro toto
nostri gubernii innovari de stabilitis a prelaudato Rmo., et de facto
ita semper decisum fuit in particularibus recursis, qui nobis hucus-
que fuerunt facti. Idipsum a potiori speramus de zelo ac affectu erga
Reverendissimum P.V.R. et suae provinciae, cuius orationibus nos
enixe recomendantes cum paterna benedictione peramanter subscri~
bimus in conventu nostro Romano, die 18 Decembris anni 1766.
P.V.R. devotissimus in Christo servus
Fr. Josephus Maria, Vicarius Generalis, l.i.
Decididamente la actitud poco benévola del provincial de Cas-
tilla no era del agrado de las autoridades superiores, religiosas
y civiles; pero no estaba dispuesto a retroceder. Interpretando
la respuesta del vicario general como una orientación personal,
no le dio publicidad 114 , avivando con el silencio el malestar y
la desorientación de los religiosos, a quienes no se ocultaba el
antagonismo entre la curia provincial y la comunidad toresana.
Por fortuna alguien envió directamente a Toro desde Roma una
copia de la carta115 , la cual tranquilizó la conciencia de los mora-
dores del Seminario.
En la congregación definitorial del 24 de abril de 1767 se
nombraron nuevos superiores en conformidad con las ordenacio-
nes vigentes. El P. Antonio de Hoz 11 ª sucedió al frente de la co-
munidad al P. Zamora, que pasó a ser uno de los cuatro consi-
liarios. El cambio de personal no produjo un cambio de ideas,
antes bien todos unidos continuaron defendiendo sus ideales. El 1
de septiembre redactaron una solicitud dirigida a Su Santidad,
pidiendo la aprobación definitiva y solemne de los estatutos. La
instancia fue enviada, por medio de la corte de Madrid, al embaja-
dor de Roma 117 para obtener el despacho de la misma antes del
próximo viaje del provincial a la Ciudad Eterna, o para atarle
las manos cuando quisiera tratar el asunto directamente con
los nuevos Superiores de la Orden.

114 Cf. ibid., f.61.


115 La copia fue - trasmitida por el P. Fidel de Santurce, quien después de
la muerte del P. Colindres continuaba desempeñando en la curia general el oficio de
secretario de las provincias españolas.
116 En el capítulo anterior había sido nombrado secretario provincial y, puesto
que las ordenaciones exigían que para el cargo de guardián se escogiera un miem-
bro de la comunidad, es de suponer que se habría incorporado posteriormente a pe-
tición suya. Fué predicador de Su Majestad y falleció el 9 de abril de 1773. Cf.
BUENAVENTURA, DE CARROCERA, Necrologio, 94.
111 Nos basamos para afirmarlo en el hecho de que el único ejemplar cono-
cido se conserva en Arch.Emb., leg. ,JSó, Exped. XV.
52 SEMINARIOS DE MISIONEROS

El P. Fidel de Los Arcos debió salir de Madrid a fines de


octubre o principios de noviembre 118 para participar al capítulo
general convocado en Roma para mayo del año siguiente. Según
las normas constitucionales, durante su ausencia gobernaba la
provincia un vicario con plenos poderes. Y fue designado el expro-
vincial P. Manuel de La Calzada, que, si bien en alguna ocasión
había demostrado poca simpatía al P. Zamora 119 , ahora apoyaba
incondicionalmente la obra por él iniciada. La prueba de este aserto
la tenemos en el hecho de que, sirviéndose de su legítima autori-
dad en ausencia del prelado provincial, acudió al rey solicitando
una recomendación que facilitara la deseada aprobación pontifi-
cia de los estatutos. El 2 de febrero de 1768 Manuel de Roda
escribía desde El Pardo al embajador Azpuru:
« Y haviendo recurrido ahora a S.M. e~ Vicario Provincial de
Capuchinos de las dos Castillas, Fr. Manuel de la Calzada, con igual
solicitud [antes había hablado de la del Seminario de Sanlúcar] a la
antecedente por el convento de la ciudad de Toro, en que el Venerable
P 0 • Colindres formó un Seminario de Misioneros semejante al de
San Lucar con las más oportunas ordenaciones, cuia subsistencia y
confirmación desea S.M. por el bien que considera ha de resultar a la
Religión y el Estado, me manda S.M. encargue a V.S. de su Real
Orden pase V.S. con Su Santidad y Ministros Pontificios y con el
Definitorio General de la Orden en nombre de S.M. los mismos efi-
caces oficios, para que tenga el debido cumplimiento lo que dispuso el
difunto P General Fr. Pablo de Colindres, c:iia conducta y memoria
0

son a S.M. muy respetables »120 •


Azpuru acusaba recibo en su despacho del 25 de febrero,
pero advertía al ministro que, estando pendiente de la respuesta
oficial a la solicitud ya presentada en nombre del Seminario de
Sanlúcar,
« hasta ver las resultas de este oficio y la res)lución de dicha instan-
cia, que dará regla para la del convento de Toro, se suspenderá ésta

ns Puesto que el viaje debía hacerse a pie, los capitulares lo emprendían con
mucha anticipación. Conocemos el itinerario del provincic.l de Navarra, P. Francisco
de Rincón, que salió de Fuenterrabía el 4 de noviembre y se encontró con el P.
Fidel de Los Arcos en Campagnano de Roma el 28 de marzo de 1768, entrando
juntos en la Ciudad Eterna al día sig·uiente. Cf. CELESTlNO DE AÑORBE, La. anti.qua
provincia capuchina de Navarra I, 345ss.
119 Véase más arriba.
120 Arch.Emb., leg. 217, n.14. El 21 de octubre de 1768 sucedía al P. Fidel
de Los Arcos y a principios de 1770 pidió al Rey la confi:-mación de las ordenaciones
provinciales promulgadas por el P. Colindres. En la presentación de la solicitud se
lee: « Que haviendo visto el efectivo fruto de observancia regular, que en el Semi-
nario de Toro producen las particulares constituciones que para él ordenó N.V.P.
Fr. Pablo de Colindres, como a fin de impetrar la Bula confirmatoria de ellas tiene
expuesto a V.M.» (APCC, Manifiesto historial, f.61rv).
APROBACIÓN PONTIFICIA 53

sobre el seguro de que conseguida aquella, no se encontrará en ésta


dificultad alguna »121 •
Tampoco la comunidad de Sanlúcar veía tranquilo el hori-
zonte. La muerte del fundador podía arrastrar consigo la des-
aparición de su obra, pues no se le ocultaba que había dado sus
primeros pasos en el ambiente oficial de la provincia muy poco
favorable. Por tanto, para prevenir posibles dificultades y desbro-
zar el camino de obstáculos reales, se dirigieron a Roma, exponien-
do la situación precaria en que se hallaban y pidiendo orienta-
ciones claras y seguras 122 • La respuesta no fue de su plena sa-
tisfacción, y como no había un representante responsable en la
curia que defendiera los intereses de las provincias españolas 12 ª,
buscaron ayuda y protección en las esferas oficiales de la corte.
Con ello los ministros regalistas apuntaban otro tanto a su fa-
vor. El rey tomó bajo su protección el Seminario, prometiendo
defenderlo como cosa suya. Y el 20 de enero de 1767, Manuel de
Roda, suponiendo que habían pedido oficialmente la aprobación
pontificia, escribe a Azpuru que la apoyara con todo empeño. El
12 de febrero el embajador se declaraba de acuerdo, pero añadía
que no podía por el momento hacer nada, pues no se había
entablado aún el recurso. Merece leerse íntegro el despacho, por-
que expone en sus pormenores la cuestión, y la carta de Roda a
que se alude, no es conocida:
« Quedo instruido por la de V.I. de 20 del pasado [enero] de haver
recibido el Rey bajo su soberana protección el Colegio y Seminario
de Misioneros Capuchinos, que en el convento de S. Lúcar de Ba-
rrameda a instancias de algunos Religiosos de él, y con acuerdo de
los PP. Provincial y Definidores de aquella Provincia estableció el
venerable Fr. Pablo de Colindres, su General, bajo las leyes y cons-
tituciones que formó el 2 de febrero de 1764, y han observado cons-
tantemente aquellos Religiosos de aquel convento, esperanzados de que
luego que llegase a esta Corte dicho General aseguraría con Consti-
tución pontificia dicho establecimiento, como lo había ofrecido; y
no tuvo efecto a causa de haverle prevenido la muerte en Viena en eI
mes de junio del año próximo pasado; lo que les hace temer la.
insubsistencia de aquel Seminario, en que convino aquella Provincia
más forzada que voluntaria; mayormente haviendo notado algún

121 Arch.Emb., leg. 881, f.82-83.


rnz Los documentos de la corte de Madrid aluden repetidas veces a este·
recurso, pero el definitorio general lo niega en su informe del 29 de febrero del 1768.
123 Desde la muerte del P. Colindres ningún español :formaba parte del de-•
finitorio general. Residían en la curia los PP. Fidel de San turce, secretario del gene-
ral por la lengua española, y Gregorio de Zaragoza, secretario del procurador. CL
CELESTINO DE AÑORBE, La antigua provincia de Navarra y Cantabria I, 352.
54 SEMINARIOS DE MISIONEROS

desvío en el Vicario General, a quien escribieron sobre este asunto;


y que no teniendo en esta Corte quien proteja su intentada idea en
consequencia del recurso hecho a S.M., implorando su Real protec-
ción, que les ha concedido, me manda que apoye su instancia de la
confirmación del mencionado Seminario y sus Constituciones con
el Definitorio General y con el Papa, a fin que tenga el devido cum-
plimiento lo que dispuso dicho P. General Colindres, cuya memoria
y conducta son a S.M. muy apreciables.
Y en execución de esta Real Orden estoi pronto, siempre que
dichos Religiosos determinen hacer la instancia, a protegerla en nom-
bre del Rey, y pasar con la mayor eficacia todos los oficios que con-
vengan con los PP. de dicho Definitorio, y ::on Su Santidad, para
que con la confirmación Apostólica se asegure el establecimiento de
dicho Seminario y la observancia de sus Constituciones.
Quedo, etc. [Roma, 12 febrero 1767] »12".
El ministro de Gracia y Justicia, acuciado por el conde de
Aranda se había precipitado. Sus noticias no correspondían a
la realidad. La comunidad de Sanlúcar no había solicitado ofi-
cialmente la aprobación pontificia, y pasarían aún varios meses
antes de que este deseo, que los ministros del rey compartían
cordialmente, fuera una realidad. Finalmente movidos o por su-
gerencias recibidas de la corte o por nuevas y mayores dificulta-
des, el 22 de septiembre de aquel mismo año, el guardián y los
cuatro consiliarios firmaban una solicitud en este sentido dirigida
al Papa, acompañándola con el texto bilingüe de las ordenaciones,
y le rogaban que en la confirmación se especificaran todos y cada
uno de los puntos referentes a la incorporación o traslado de los
religiosos, pues a su modo de ver en ellos estaba cifrado el secreto
del fracaso o del éxito de la empresa, en la que generosamente
habían puesto sus esperanzas y sus ideales. La instancia termina
diciendo:
« Y porque, Beatísimo Padre, de la observancia y puntual execu-
ción de todo lo antecedentemente referido depende principalissima-
mente la subsistencia de todo lo demás, que con madura reflexión y
acuerdo, para gloria de Dios, honor de esta misma Provincia y bien
espiritual de los próximos dejó ordenado para este sobredicho con-
vento de S. Lúcar el expresado Reverendisimo, suplican también a
la S.V. dichos Guardián y religiosos se digne mandar con precepto
riguroso y so pena de censuras al R.P. Provincial, que por el tiempo
lo fuere, y demás respectivos superiores, cumplan y executen pun-
tualmente por su parte todo lo referido, y que despachen sin de-
tención alguna sus letras obedienciales a aquellos religiosos, que

124 Arch.Emb., leg. 330, f.30.


APROBACIÓN PONTIFICIA 55

conforme a lo sobredicho deberán venir de familia a este sobredicho


convento o deberán sacarse de él para otros conventos »125 •
Es casi seguro que la comunidad sanluqueña obraba en
,este asunto con independencia de los superiores provinciales. El
25 de septiembre del citado año 1767, mientras se hallaban reuni-
dos en Sevilla los padres capitulares, les fue presentada por el
P. Antonio de Alcalá de Guadaira una carta de Manuel de Roda,
en la que se hacía constar que habiendo recurrido aquella comu-
nidad al rey, pidiendo que acogiera el convento bajo su soberana
protección y lo sostuviera como Seminario de Misioneros, Su
Majestad había dado su real consentimiento126 • Por su parte a
fines de 1767 o principios del siguiente Azpuru presentó a la
Santa Sede la instancia acompañada de los respectivos oficios que
la explicaban y recomendaban. En 12 de enero de 1768 Clemen-
te XIII la entregaba al cardenal protector de la Orden Carlos
A.G. Cavalchini1 27 « pro informatione et voto», y apenas se en-
teró el embajador interpuso su autoridad ante el purpurado hacién-
dole presente la voluntad de la corte de Madrid. Por su parte
el cardenal Andrés Negroni, secretario de Breves12 8, después de
haber recibido el parecer de Cavalchini, con fecha 16 de febrero
transmitía la instancia al definitorio general para que comuni-
cara la opinión de la Orden sobre el particular. Los superiores,
para quienes no constituía una novedad el conflicto de los Semi-
narios, aunque parece ser que ignoraban el hecho y el contenido
del recurso que ahora se discutía, la examinaron sin pérdida de
tiempo y el 29 del mismo mes de febrero entregaban a la Santa
Sede una exposición exhaustiva de la cuestión propuesta. El me-
morial del definitorio, firmado por el vicario general P. José M.
de Savorgnano y por el procurador general P. Jerónimo de Cal-
tanissetta, es largo y muy bien razonado. Alaban sin restricciones
las ordenaciones, que conocían por ser las mismas que las del
Seminario de Toro, pero repiten su opinión que sería preferible
esperar el próximo capítulo general, cuando el problema podía
ser debatido en presencia de los españoles antes de proponer al
Papa su aprobaci6n. Luego hacen ver los inconvenientes a
que podía dar lugar la reglamentación propuesta acerca del per-
sonal de los Seminarios, que prácticamente quedaba exento de
1 2s Se conservan dos ejemplares, una en latín con los nombres de los solici-
tantes, y orta en español sin dichos nombres (Arch.Emb., leg. 330, Exped. VI).
12 6 APCA, Libro segundo donde se apuntan los Capítulos, f.134.
1 21 Desempeñó el oficio de Protector de la Orden desde el 10 de marzo del año
1753 hasta su muerte: 7 marzo 1774.
1 2s Ocupaba este puesto desde el 5 de octubre de 1767. Azpuru recomendó

el asunto personalmente a los dos cardenales. Cf. Despacho d<>l 25 de febrero de


1768: Arch.Emb., leg. 9,11, f.82-83.
56 SEMINARIOS DE MISIONEROS

la jurisdicción del provincial. Además, no ocultan algunas sospe-


chas acerca de la libertad y necesidad de la inicitiva. ¿No sería
motivada por intereses ajenos al bien de la Orden? ¿Por qué no
la firmaban todos los religiosos, en cuyo nombre se decía presen-
tada? ¿por qué no habían acudido a la curia general ?129 •
Una vez entregado el voto a la autoridad eclesiástica compe-
tente, el vicario y el procurador general hicieron una visita de
cortesía al embajador Azpuru. Querían exponerle personalmente
su punto de vista para prevenir posibles torcidas interpretacio-
nes de la corte de Madrid y asegurarle que la solución del pro-
blema por ellos propuesta de ninguna manera pretendía contra-
riar los deseos de Su Majestad, sino más bien facilitar su reali-
zación concreta, evitando de antemano posibles e inevitables con-
flictos jurisdiccionales. El 3 de marzo Azpuru comunicaba a
Roda esta entrevista de los Superiores de la Orden:
« Dixe a V.I. en carta del correo pasado haver remitido el Car-
denal Cavalchini, Protector de la Religion de Capuchinos, al Defi-
nitorio General de ella la instancia sobre ereccion del convento de
S. Lucar de Barrameda en casa de Retiro para Misioneros baxo
las reglas que dexó establecidas el difunto General Fr. Pablo de
Colindres y que pasaría con dicho Definitorio los correspondientes
oficios a nombre del Rey, para que el informe que la pediría dicho
Em.mo fuese conforme al deseo de S.M.
Quando estaba para pasar este offcio, se me presentaron el
1 2 9 Arch.Emb., leg. 330, Exped. VI. Cf. Coll.Fmnc. 22(1952) 67s. El pensa-
miento del definitorio está sintetizado en estas frases: « Quia tamen nonnunquam
etiam et quae sanctissime statuta videbantur, experientia teste, eum effectum non
consequuntur quem sibi 12gis lator praefixerat, quin potius ob non praecisa obstacula
·saepius in nocumentum communitatis declinare successive detegantur; ideo pro tune
cum pro et contra scribebatur, Definitorium generalc consuetum duxit omnen
circa praefatas ordinationes d2cisionem suspendere, solumque demandare ut interim
nihil innovetur, sed statuta a Patre Generali facta inviolabiliter observentur, usque
dum in capitulo generali auditis provinciae patribus, aliter ordinatum fuerit. Id
quod etiam in praesentiarum convenienter fieri posse Definitorium generale iudicat
opportunissimum: ut nempe usque ad imminens capitulum generale nihil innovetur,
et quidem ob motiva mox recensenda ... ». - Y después de rebatir una por una las ra-
zon:s expuestas en la súplica, añaden: « Et haec sunt principaliora motiva cur
Vicarius generalis, Procurator generalis et generale Definitorium iudicant conve-
nientissimum approbationem apostolicam ordinationum pro conventu S. Lucar facta-
. rum usque ad capitulum generale differendum; et hoc a fortiori, cum actu natione
Hispanica in Definitorio gcnerali nullus reperiatur, qui morum et praxis illarum
provinciarum gnarus genuinam omnium informationem dare valeret; tune vero
patres illarum provinciarum praesentes poterunt audiri, omnia maiori pondere in-
vestigari, et tandem resolví ac statui quod pro bono Religionis magis proficuum
videbitur. Propterea tamen ídem Vicarius generalis, Procurator generalis et De-
finitorium generale nequaquam pro puriori regulari observantia sacrarumque mis-
sionum exercitiis erectis conventibus sese opponunt, quinimo eosdem omnimode
protegere et in suo fervore et regulari observantia manutenere adpromittunt, vo-
lendo omnia supra enarrata solummodo eo collimari, ut usque ad capitulum generale·
nihil innovetur ».
APROBACIÓN PONTIFICIA 57

Vicario y Procurador General de dicha Religion, que ya havian


recibido el Memorial con dicha instancia y la orden de informar
y dar su dictamen sobre ella. Y aunque uniformes manifestaron de
complacer en todo a S.M., me representaron que, tratándose en dicha
nueva erección y confirmación de sus estatutos de fundar un nuevo
sistema en aquella Provincia por lo respectivo a dicho convento
y sus moradores, y de imponer nuevas leyes al superior de ella,
convenía oirlo y tratar el asunto, para asegurar dicho establecimiento
y ocurrir a posteriores recursos y quexas, que turbasen la paz re-
ligiosa. Y que respecto de estar próximo el Capítulo General, a que
concurriría dicho Provincial, era su dictamen se esperase a la
venida de éste; y que oido, si propusiese algunas dificultades, contri-
buirían por su parte a vencerlas, o almenos harían un prudente tem-
peramento para que, salva en la substancia la disposición de su
difunto General, tuviese ésta efecto con aquellas moderaciones, que
se contemplaren necessarias para el establecimiento de dicho con-
vento en casa de Retiro para Misioneros. Y por constarme ser de
este mismo dictamen el Cardenal Protector, he tenido por convenien-
te el adherir a la propuesta superior hasta el próximo futuro Capí-
tulo con la reserva de repetir entonces los oficios con el mismo De-
finitorio, y de pasar los convenientes con dicho Provincial, hacién-
dole presente la recomendación de S.M., que ha recibido bajo su
Real protección a dicho convento, y desea eficazmente que se efectúe
lo dispuesto por dicho Rmo. P. Colindres, cuya memoria es a S.M.
muy recomendable.
Particípolo a V.I. para que lo pase a su Real noticia, y si tu-
viere que prevenirme alguna cosa relativa a dicha solicitud, se
sirva comunicármela antes que se celebre dicho Capítulo.
Me repito, etc. »130 •
En la corte de Madrid tenían prisa por llegar a una solu-
ción inmediata, temiendo que se complicaran los asuntos de la
política internacional que agitaban las cancillerías europeas, y
no se llegara al fin deseado. Y ya antl~s de recibir este despacho,
Manuel de Roda insistía de nuevo, tomando pretexto de la ins-
tancia presentada por el Seminario de Monóvar.
Es muy probable que la iniciativa de solicitar la aprobación
pontificia de las ordenaciones del Seminario de Monóvar no par-
tiera de aquella comunidad. Según se ha podido observar, este
establecimiento gozó desde el primer :momento de la simpatía de
los superiores provinciales, y la armonfa de las competencias entre
el provincial y el guardián quedó garantizada con la pacífica y
condescendiente interpretación dada por el P. Colindres a las
primeras dudas. Era una solución lógica y pertinente. El normal

130 Arch.Emb., leg. 331, f.105-107.


58 SEMINARIOS DE MISIONEROS

desarrollo de la vida del Seminario, en su doble vertiente de ob-


servancia regular y apostolado, podía caminar por derroteros
expeditos y bien determinados. Pero sin duda para uniformarse
con los demás y hacer más fuerza ante los superiores de Roma,
alguien, desde el ambiente de la corte, sugirió o exigió que tam-
bién los moradores de este Seminario elevaran su voz al Papa,
como efectivamente lo hicieron con una instancia firmada en Va-
lencia el 22 de enero de 1768 por el supericr y los comisarios 131 •
Manuel de Roda la trasmitía el embajedor el 8 de marzo 132
pero mientras tanto había tenido lugar la entrevista a que nos
acabamos de referir, tomando el acuerdo de aplazar el asunto
hasta el próximo capítulo general, y en consecuencia, en su despa-
cho del 24 del mismo mes, Azpuru informaba a la corte de Madrid
que no creía oportuno presentar por entonces la solicitud 133 • Y de
hecho, no se volvió a hablar del asunto.

2. La solicitud de los Superiores de la Orden

El mes de mayo de 1768, en conformidad de lo establecido


por el P. Colindres 134 , se reunían en Roma los capitulares de toda
Europa para elegir un nuevo general de la Orden. Y con aquella
fecha terminaba el plazo que de común acuerdo habían fijado
la curia general y la corte de Madrid para solucionar el proble-
ma de los Seminarios de Misioneros. Los dieciocho representan-
tes de las provincias españolas 135 debían seguir las orientaciones
oficiales de la embajada en dos cuestiones fundamentales: es
decir, en la elección del P. General y sus consejeros y en la siste-
matización de los Seminarios.
En cuanto a la candidatura para la suprema dignidad de la

131 Arch.Emb., leg. 880, Exped. XV. El texto de la súplica es idéntico al de

·Sanlúcar y Toro.
1 3 2 Despacho de Azpuru a Manuel de Roda, 14 julio 1768 (Arch. Emb., leg.
831, f.368).
133 Arch.Emb., leg. 331, f.162.
1 34 El P. Colindres había convocado el próximo capítulo para el 20 de mayo

de 1768 el 28 de abril de 1766 y el 23 de julio el procurador y comisario general P .


.Jerónimo de Caltanissetta confirmaba las letras citatorias del general difunto. Cf.
Litterae Circulares I, 294-296.
135 Como es sabido, asistían al capítulo, como vocales, el provincial y dos

,custodios. He aquí sus nombres: Andalucía: Casimiro Fernando de Sevilla, Jerónimo


de Almonaster y Tadeo de Ubrique; Aragón: Domingo de Aliaga, Romualdo de
Monreal y Fidel de Albalate; Castilla: Fidel de Los Arcos, Agustín de Toledo y
Fidel de Santurce; Cataluña: Félix M. de Martorell, Francisco M. de Massanet y
Esteban de Olot; Navarra-Cantabria: Francisco de Rin:lón, Ildefonso de Tudela y
Pedro de Pamplona; Valencia: Domingo de Onteniente, José de Callosa y José de
Alicante. Cf. Arch.Gen.O.F.M.Cap., AG/7: Acta Ordinis, f.6s.
APROBACIÓN PONTIFICIA 59

,Orden, la delegación española gozó de plena libertad. Era evi-


dente que habiendo sido elegido en el capítulo anterior un súbdito
de la Corona, las autoridades de Madrid no podían presentar otro
candidato. Con todo, el voto de los españoles podía favorecer la
causa de quien por razones políticas o de prestigio nacional fuera
más del agrado de la corte madrileña. Pero en este caso el rey
no manifestó simpatía ni preferencia por ninguno en particular,
y permitió que sus súbditos procedieran según su criterio 1 ª6 • Los
candidatos en liza para la suprema jefatura eran dos: el pro-
curador general saliente P. Jerónimo de Caltanissetta, que por
ser siciliano era súbdito de Su Majestad, y el definidor de la len-
gua francesa P. Amado de Lamballe, que ya había desempeñado
el mismo cargo de procurador en el septenio 1754-1761. El pri-
mero era el candidato oficial del rey de Nápoles 1 ª1 ; y no faltaron
presiones del representante napolitano ante el embajador español
para que le asegurara los votos españoles. Por su parte el embaja-
dor francés Aubeterre interpuso sus buenos oficios ante su colega
Azpuru para que orientara sus connacionales hacia el segundo,
que era el candidato de la corte de París 138 • El mismo día de las
elecciones se esparció la voz entre los capitulares que el Papa
deseaba y esperaba la elección del P. Amado de Lamballe, y
aunque la indiscreción carecía de fundamento 1 ª9 , éste fue el elegi-
do por la mayoría, si bien el P. Jerónimo continuó formando parte
del definitorio general1 40 ; en el grupo español no hubo unidad
de criterio y se votó con toda libertad 141 • Como representante

136 Cartas de Manuel de Roda a J.osé Moñino, 14 de mayo y 4 de julio de


1775: Arch.Emb., leg. 440,
137 Carta de B. Tanucci al card. Orsini, Caserta, 15 marzo de 1768: Arch.
Emb., leg. 331, f.171.
1as Despacho de Azpuru a Manuel de Roda, 17 marzo de 1768: Arch.Emb., leg .
•131, f.132.
139 La noticia fue publicada por el c stodio de la provincia de Austria Ante-
rior, P. Romualdo de Friburgo, el cual fue privado del derecho de votar y alejado
inmediatamente de Roma. Cf. Arch.Gen.O . . M.Cap.: AG/7, Acta Ordznis f.6. 10 .
..El mismo religioso, en una carta al nunci de Lucerna Luis Gonzaga Valenti del
·23 de enero de 1769, alude, sin especificar! s, a « le cose accadute meritamente al
R.mo P. Gerolamo da Caltanissetta ». Cf. B NAVENTURA VON MEHR, O.F.M.Cap., Vier
neue Briefe des Kapu:ziners P. Romuald E umann aus Freiburg, in Coll.Franc. 21
(1951) 298. Lo cierto es que, para darle la osibilidad de ser elegido, derogando las
leyes vigentes, se le habían concedido prev amente el derecho a la voz pasiva. Cf.
ANTONINO DA CASTELLAMMARE, O.F.M.Cap., Storia dei FF. MM. Cappuccini della
p1·ovincia di Palermo III, Palermo 1924, 62 .
140 El P. Amado de Lamballe fue 1 primer súbdito francés elevado a la
. suprema dignidad de la Or_den. Cf. Litterae Circulares I, 302-319; Lexicon Capucci-
num, 55. Acerca de los superiores elegido en el capítulo cf. FELICE DA MARETO,
O.F.M.Cap., Tavole dei capitoli generali, arma 1940, 227-230.
14 1 Despacho de Azpuru a Manuel d Roda, 26 mayo 1768: Arch.Emb., leg .
.-131, f.283.
60 SEMINARIOS DE MISIONEROS

de las provincias de España fue elegido el provincial de Cata-


luña, P. Félix María de Martorell, calificador del tribunal de la
Inquisición y examinador sinodal de los o":)ispados de Vich y
Solsona 142 •
La segunda cuestión fundamental, a que antes nos referíamos,
era el debatido problema de la aprobación pontificia de los esta-
tutos particulares de los Seminarios. Y no podía soslayarse, pues
había sido aplazado de común acuerdo por }as supremas autori-
dades religiosas y civiles para esta ocasión. Por otra parte, la
solución era prevista y podía darse por descontada, pues difícil-
mente los ministros madrileños retrocederían en sus propósitos,
cuya ejecución inmediata era una credencial. de sus ideas rega-
listas. Roda había comunicado a Azpuru que si bien el Rey « no
quería tomar parte en la elección del General ni de oficios », no
permitía de ninguna manera que « se barrenasen las ordenaciones
que dejó establecidas el V.P. Colindres »143 • Pero aún no se había
dicho la última palabra, y de la mayor o menor ductilidad de las
delegaciones provinciales admitidas a manifestar su parecer de-
pendía la posibilidad de modificar algunas prescripciones o de
darles diversa tonalidad y amplitud. Por ta"'.lto sería interesante
conocer lo que cada uno de los capitulares españoles pensaba y
expuso al embajador de España y a los recién elegidos superiores
de la Orden. Careciendo de documentos quE nos sirvan de guía
en el desarrollo de estos coloquios romanos, nos contentaremos
con averiguar la opinión de las diversas delegaciones por lo que
sabemos de sus componentes.
No hay motivos positivos que autorizen a pensar que los va-
lencianos se opusieran a la proyectada aprobación. En primer lu-
gar, porque, como se ha visto, el estableciniento del Seminario
de Monóvar fue pacífico. Las ligeras dificul.tades propuestas en
seguida por la comunidad al P. Colindres fueron solucionadas por
éste con gran sentido de comprensión y libe::-alidad; y el capítulo
de las mutuas relaciones entre los superiores provincial y local,
después de aquellas preguntas y respuestas, quedó armónicamente

1 4 2 Cf. Manuel de LETE TRIAY [ANDRÉS DE PALMA DE MALLORCA, O.F.M.Cap.],


Escriptors de la Provincia Caputxina de la Mare de Déu de Montserrat, in Franci-
scalia, Barcelona 1928, 230; D. RICART [DANIEL DE MOLINS DE REI, O.F.M.Cap.], La
Província de Fra-Menors Caputxins de Cataliinya, ibid., 326; BASILI DE RUBÍ, O.F.M.
Cap., Necrologi dels Frares Menors Caputxins de la Prc•vincia de la Mare de Déu,
Barcelona 1942, 172. El P. Andrés de Palma de Mallorc:ct (cf. Iconografía ca,putxina
de Catalunya i Mallorca, Barcelona 1923, 58, n.73) publica un retrato del P. Mar-
torell entresacado una de sus obras manuscritas y atribuido al capuchino Valentín
de Olot.
143 Cartas de Manuel de Roda a José Iv!oñino, 16 de mayo y 4 de julio de
1775: Arch.Emb., leg. 440.
APROBACIÓN PONTIFICIA 61

compuesto. A la misma conclusión se llega considerando la actitud


de los representantes de Valencia en el capítulo presidido por el
provincial P. Domingo de Onteniente. Como dirá más tarde su
inmediato sucesor,
« el govierno que se siguió, difunto ya N. Rmo. Colindres, pidió en
Roma en el Capítulo General la confirmación Pontificia, para la
mayor seguridad de dicha casa. Y estas mismas ansias eran al pre-
sente las nuestras ... Por lo que queda esta Provincia muy gozosa,
viendo quan de antemano practicó lo mismo que aora S.M. la pre-
viene »144 •
Muy otra se presentaba la perspectiva a los delegados de
Castilla, entre los que no debía de haber uniformidad de parece-
res y criterio. El ministro provincial P. Fidel de Los Arcos cier-
tamente era contrario, pues positivamente y sin eufemismos se
había adelantado a pedir la abolición del instituto de Toro, y se
había permitido contravenir a lo ordenado en sus estatutos, ene-
mistándose con el Consejo de Castilla. Y aunque hubiera perdido
las esperanzas de éxito favorable, sobre todo al enterarse en la
Ciudad Eterna del recurso enviado por su mismo vicario 145 , es muy
probable que defendiera con tesón, por lo menos ante el definitorio,
sus puntos de vista e insistiera principalmente en la necesidad de
modificar aquellos artículos que juzgaba lesivos de los derechos
del Provincial14 ª. Su postura estaba contrabalanceada por el se-
gundo custodio. El P. Fidel de Santurce era un continuador de
la espiritualidad del P. Colindres, de quien había sido compañero
y secretario. Nos es del todo desconocida la mentalidad del otro
custodio, P. Agustín de Toledo 1 • 1 •
Por último, las esquemáticas noticias biográficas que conoce-
mos de los tres representantes de Andalucía no nos ofrecen ele-
mentos seguros para formar un juicio definitivo acerca de su actitud
ante el problema planteado. Pero, a juzgar por algunos síntomas,
no nos parece aventurado afirmar que no eran favorables a la
proyectada aprobación. El primer indicio lo descubrimos en el
hecho .desconcertante de haber acudido la comunidad de Sanlúcar
directamente al rey solicitando su protección, por temor de que los
superiores de la provincia anularan el establecimiento. Si no ponía
144 Marcos de Petrel a Manuel de Roda, Valencia, 22 octubre de 1771: APCV,
Ieg. 50-B.
145 Véase más arriba.
1 46 Sin embargo, el P. Zamora en su Manifiesto historial dice que. el P. Fidel
durante el capítulo se desentendió del asunto. De todos modos, en el informe del
definitorio, de que hablamos a continuación, aparece el eco de las objeciones hechas
por aquel en su recurso de año 1766.
147 Véase más abajo,
62 SEMINARIOS DE MISIONEROS

en ellos su confianza, sería porque le habían dado pruebas o de


poca simpatía o de aversión, disimulada mientras vivió el fundador,
pero que se hizo amenazadora después de la muerte de aquél. En el
recurso a la Corte de Madrid ponían de manifiesto el temor
« de que aquel Seminario tal vez no subsistiera sin la circunstancia
de la confirmación Apostólica, así porque la Provincia de Andalucía
convino en la erección con el pe, Colindres más forzada que volunta-
ria y no se muestra la más favorable, por quedar aquella casa como
substraida y desmembrada, según sus constituciones, del resto de la
Provincia »148 •
El segundo indicio puede recabarse de la respuesta del vicario
general al dar el voto que se le pedía acerca de la instancia hecha
por los de Sanlúcar 1 ·10 • Ante todo manifiesta su extrañeza y admi-
ración de que la comunidad no se hubiera dirigido directamente
a sus superiores legítimos y de que la solicitud no hubiera sido
firmada por los moradores del Seminario. A nuestro modo de ver
esta conducta de la comunidad sanluqueña estaba justificada pre:.
cisamente por la oposición de los superiores de la provincia. Fi-
nalmente, es sintomático que el actual provincial presente en Ro-
ma, P. Casimiro Fernando de Sevilla, en el elogio fúnebre del P.
Colindres, pronunciado e impreso dos años antes, pasara por alto
toda su actuación a favor de los Seminarios150 • Sin embargo, el
custodio P. Jerónimo de Almonaster, elegido provincial en 1777,
erigió un nuevo seminario para coristas en Granada inspirándose
en las ordenaciones del P. Colindres; pero, aun prescindiendo del
hecho que estaba reservado para los estudiantes15 1, no hay que
olvidar que para aquellas fechas la aprobación del Papa estaba en
vigor y la presión de la corte de Madrid era irresistible.
Este cambio de impresiones con los delegados de las provin-
cias de España ayudó a los recién elegidos superiores de la Orden
a orientarse objetiva y definitivamente hacia la solución que debían
de proponer a las autoridades superiores. Al ponerse sobre el
tapete el aplazado problema de la aprobación de las ordenaciones,
fueron cinco los contendientes que, por lo menos idealmente, to-

1 4 8 Azpuru a Manuel de Roda, 2 febrero de 1768: Arch. Emb., leg. 212, n.14.

Rechazamos, por excesivamente severo, el siguiente juicio: « La provincia no lo


cr2yó necesario ni conveniente, porque contaba con 316 misioneros, queridos y ce-
lebrados... Puesto el Colegio bajo la real protección y en opuesta pugna con el
criterio de los superiores, no hizo más que crear dificultades en la provincia sin
fruto, porque sus famosos misioneros no salieron de esta institución» (JUAN B. DE
ARDALES, La Divina Pastora y el Bto. Diego, 400 nota 1).
149 Véase más arriba.
15 0 Cf. CASIMIRO FERNANDO DE SEVILLA, Oración fúnebre, Sevilla 1766.

1s1 APCA, Libro 2º de Capítulos, f.190.


APROBACIÓN PONTIFICIA 63

maban parte en el debate: los representantes de la Embajada,


los cuales no dejarían de recordar a todos las exigencias del rey
y las promesas de la Orden; los autores de los memoriales de los
tres Seminarios, cuyo texto andaría aquellos días entre las manos
de los interesados; los provinciales y custodios de las tres provin-
cias con sus respectivas interpretaciones; el definitorio general, a
quien incumbía el deber de tomar responsablemente una decisión;
y por último, el cardenal protector, intermediario entre la Santa
Sede, la Embajada y la Orden.
Naturalmente, la balanza se inclinaría del lado preferido por
el definitorio, que podía emitir su opinión con relativa libertad e
independencia, mientras que la actitud de los provinciales y custo-
dios estaba condicionada, si no comprometida a priori, por las
imposiciones políticas y de partido que se iban generalizando más
y más entre los servidores de Su Majestad Católica. En su misiva
fechada en Roma el 23 de octubre de 1766, el P. Gregorio de
Zaragoza había escrito al P. Juan de Zamora estas frases reve-
ladoras:
« El Padre Santurce le havrá confirmado quanto le dige en mi an-
tecedente en el asunto de la continuación de el establecimiento de
ese convento, al menos hasta el Capítulo General. No obstante, me
temo que los Provinciales y Custodios representarán en él algunas
dificultades para la permanencia. Y si los nuevos Superiores Gene-
rales no serán de los amantes de la observancia, o haian sido de
los poco afectos a N. Sto. General difunto, no dudo que darán por
el pie a muchas fábricas o baluartes que para defender la pura obser-
vancia de la Regla alzó el Rmo. Colindres con su seráfico zelo »152 •
No sabemos a ciencia cierta a quienes incluía el comunicante
entre « los poco afectos » al general difunto. Pero sí estamos
seguros de que tanto el P. Amado de Lamballe como el P. Erardo
de Radkersburg, recién elegidos respectivamente general y pro-
curador, dieron pruebas inmediatas de ser de « los amantes de la
observancia ». En efecto, el primero aprobaba el 13 de septiembre
de aquel mismo año el convento de Retiro de Terranova (Reggio
Calabria)153 ; y el segundo ha sido justamente considerado como
el continuador de la obra del P. Colindres, de quien desde el 1762
había sido colaborador 154 • Y fue precisamente el P. Erardo, ya
al corriente de las anteriores transacciones, quien en su calidad

1 52 APCC, Manifiesto historial, f.66; Coll.F'ranc. 22(1952) 69s.


153 Cf. Estableci1niento de los conventos de Retiro, en Coll.F'ranc. 22(1952}
70ss. Allí pueden verse algunas consideraciones acerca de la actitud de los demás,
definidores generales acerca de este movimiento.
1s4 Cf. ibid., 71-78.
64 SEMINARIOS DE MISIONEROS

de procurador general autorizó con su firma y transmitió al car-


denal protector la decisión oficial del defir.itorio implorando la
aprobación pontificia. La respuesta, fechada el 23 de junio, es
breve y consta de dos apartados. En primer lugar se afirma que
los definidores generales han visto en las ordenaciones sometidas
a su examen normas muy aptas para promover el florecimiento
de la más estrecha observancia, a que aspiran los moradores de
los Seminarios; y puesto que los representantes de sus provincias
se han declarado dispuestos a rendirse a la voluntad del rey, ellos
no ven obstáculo alguno para que se pida al Papa su augusta
aprobación. A continuación, sin embargo, SE manifiesta un deseo
- por lo demás muy conforme a la mente y a la práctica de su
fundador - de que el texto pontificio resen-e expresamente a los
superiores generales la facultad de resolver las dudas que pudieran
surgir, sobre todo en lo tocante a la competencia de los supe-
riores provincial y local, así como el derecho de intervenir en casos
particulares.
Dada la importancia de la decisión defir.itorial, no será fuera
de propósito transcribirla aquí literalmente. El informe lleva la
firma autógrafa del procurador general y está dirigido al cardenal
protector Cavalchini:
Eminentissime ac Reverendissime Domine Domine
Prout Eminentia vestra benignissime demandare dignabatur,
ita obedienter executum fuisse, Procurator Generalis Capuccinorum
humillime anuntiat.
Considerabantur, et rnature discutiebantur in Deffinitorio Ge-
nerali Ordinationes a Patre Paulo a Colindres, piae memoriae, olim
Ministro Generali in cursu visitationis suae factae pro tribus con-
ventibus Hispaniae, videlicet pro conventu T:iro in Provincia Castel-
lae, pro conventu Mannover [sic] in Provincia Valentiae, et pro con-
ventu San Lucar de Barrarneda in Provincia Baetica, et cum nihil
in iis contineatur, quod non plurimum conduceret arctiori regulari
observantiae, quam fratres in iis conventibus collocati adiutorio di-
vino prosequi vehementer peroptant; cumque Patres Provinciales et
Custodes illarum respective Provinciarum in Capitulo Generali mox
celebrato praesentes coram toto DeffinitoLo Generali congregato
interrogati et auditi prorsus nihil in contrarium opposuerunt sese
voluntati Suae Majestatis Catholicae in hoc puncto obedientes sub-
mittendo; ideoque nihil obstare videtur quin eaedem ordinationes
juxta gratiosam petitionem praefatae Majestatis Regiae aucthori-
tate Apostolica approbari et confirmari valeant.
Unum, quod humillime representanduo venit, est quod cum
in praefatis Ordinationibus non modice restringatur jurisdictio tum
Ministrorum Provincialium, tum etiam Guardianorum illorum re-
spective conventuurn, non obscure providentur plura dubia circa
APROBACIÓN PONTIFICIA 65

,observantiam earumdem oritura, uti jam multa adhuc vivente Patre


Paulo a Colindres orta fuisse ipsaemet Litterae in .Ordinationibus in
copia acclusae attestantur, imo forse plures casus emergent in
quibus omnia adamussim servari haud poterunt, ideo ne continuo
Suam Sanctitatem, aut sacram Congregationem pro resolutione Du-
biorum, aut provisione in emergentibus casibus molestari necesse
sit, supplicat humillime Procurator Generalis una cum Deffinitorio
Generali, quatenus in Brevi Pontificio, aut Decreto confirmatorio,
Patri Generali et Deffinitorio Generali potestas reservetur occur-
rentia Dubia resolvendi, et in particularibus casibus emergentibus
juxta suam conscientiam et prudentiam providendi, manente tamen
firma substantia earumdem ordinationum, et videtur conforme menti
ipsius memorati Patris Pauli a Colindres, qui uti ex litteris suis
pátet, sibi per consequens et suo successori ac Deffinitorio Generali
aucthoritatem dictas ordinationes interpretandi, casibus particulari-
bus providendi reservatum voluit. Et sic uti pie supponitur ex omni
parte bene provisum erit.
Ita humillime sentit Procurator Generalis, qui tamen aequissi-
mae censurae Eminentiae Vestrae omnia humillime subjicit, et sa--
cram purpuram reverenter exosculatur.
Datum in nostro convento Romae die 23 Junii an. 1768.
Fr. Erhardus Proc. Gnlis. Capuccinorum155 •
El cardenal protector aprobó en todas sus partes el informe
definitoria! y siete días más tarde - el 30 de junio - firmaba
su instancia al Papa pidiéndole despachara el correspondiente
breve apostólico, en conformidad con el voto manifestado por los
superiores 156 • Sin embargo, la secretaría de Estado de Su Santidad
no tomó una resolución inmediata, sino que después de haber exa-
minado los referidos documentos, los envió a la corte de Madrid
con el siguiente despacho:
« Las instancias de los conventos de Capuchinos de la ciudad
de S. Lúcar de Barrameda, de la de Toro y de la villa de Monóvar,
155 Arch.Emb., leg. 331;
156 Votum Cardinal-is Protectoris Ordinis: « In tribus supplicibus Libellis hic
adjunctis p·etitur Apostolica con:l'irmatio quarumdam Ordinationum, quae ab anteces-
sore Ministro Generali Ordinis singillatim editae fuerunt pro singulis ex tribus
con11entibus ibidem enuntiatis, spectantque ad perfectionem quandam seraphicae
Regulae observantiam una cum animarum salutis studio conjunctam. Huic petitioni
suf:f'ragantur Catholici Regís instantiae, eique re diligenter perpensa ac auditis etiam
Provincialibus et Custodibus Provinciarum, ad quas ii tres conventus pertinent, ultro
adsentitur Definitorium generale Ordinis id unum postulans, ut in earum ordina-
tionum confirmatione salva et integra P. Generali ,it Definitorio reservetur potestas
tam occurrentia circa easdem orclinationes cliibia resolvencli, ac cleclarandi qiiam
in particularibus casibus emergentibus juxta suam conscientiam et prudentiam pro-
videndi, uti patet ex relatione Procuratoris Generalis hic pariter adjuncta. Cen~
serern ·propterea indulgeri posse petitae confirmationi juxta votum Definitorii gene-
ralis per litteras in forma Brevis.
Haec die 30 Junii 1768 - C.A. Card. Cavalchini Prot. » (Arch.Emb., Ieg. 331).
66 SEMINARIOS DE MISIONEROS

que en cumplimiento de las Reales Ordenes que V.S. me comunicó,


en cartas de 29 de enero del año próximo pasado, 2 de febrero y 8
de marzo del corriente, he recomendado a nombre de S.M., pasaron,
como dije a V.S., a informe y voto del Card. Protector de la Or-
den, quien las remitió al Definitorio General para oir el suyo; y
haviéndolo dado éste en los términos que verá V.S. por su copia,,
se ha conformado con el dicho Em.mo, adheriendo a dichas instan-
cias, como observará V.S. en el traslado adjunto de su voto.
Y para proceder con seguridad a la expedición de los respecti-
vos Breves de confirmación de las ordenanzas que para cada uno
estableció el difunto antecesor General Fr. Pablo de Colindres, y
cuya observancia y execución se han dirigido dichas instancias y
la recomendación de S.M., deseo saber si en los términos que con-
siente en ellas dicho Definitorio y acuerda en su voto el referido
Cardenal, la aprueba S.M., como también si a su costa se deberá
hacer la expedición; respecto de que siendo precisa la de tres Breves
y la inserción en cada uno de las Constituciones que por él se
confirman, dificultosamente la podrán hacer dichos conventos o sus
Provincias, como me manifestaron sus Provinciales, quando vinieron
a el Capítulo General, pues costará cada uno 70 escudos poco más
o menos, según me ha informado el Expedicionero Regio.
En tanto que V.S. me responde a uno y otro, queda suspendida
la solicitud de dicha expedición »157 •
¿No cabe descubrir en esta actitud reservada de los provin-
ciales, que se niegan a pagar los gastos ocasionados por la expe-
dición de los breves pontificios, una implícita oposición al proyecto
y una silenciosa protesta a las decisiones que aceptaban más por
temor de represalias que por convicción de la legitimidad y bondad
de la causa? De todos modos, se había dado el paso definitivo, y si
bien el problema quedaba aún pendiente de la solución, ninguno de
los tres provinciales presentes a las asambleas capitulares recibiría
el breve apostólico de la aprobación entonces solicitada.

3. Los tres Breves del Papa Clemente XIV


Aun los más pesimistas debieron pensar que era inminente el
epílogo de la controversia. Sin embargo, a pesar de la expectativa,
se interrumpieron las gestiones y siguió un largo compás de espera.
Y esta inesperada y prolongada pausa, que sin duda hizo concebir
halagüeñas aunque infundadas esperanzas a los promotores y sim-
patizantes del fracaso de la iniciativa de los Seminarios, tiene su
explicación. La pequeña historia, que aquí se relata, se entrelaza con
la grande historia de las relaciones internacionales de política re-

151 Arch.Emb., leg. 331, f.368-369.


APROBACIÓN PONTIFICIA 67
ligiosa. La acción diplomática de las cortes borbónicas durante el
año 1768 estuvo dominada por la lucha ora solapada ora abierta
contra Clemente XIII, defensor intrépido de los derechos de la
Iglesia conculcados por aquellos príncipes cristianos imbuidos de
ideas regalistas y galicanas. El pretexto de esta alianza de opo-
sición sistemática y descarada fue el célebre Conmonitorio de Par-
ma lanzado el 30 de enero de 1768 contra el infante don Fernando,
sobrino de Carlos III. Las citadas cortes lo recibieron como un
desafío o declaración de guerra, y aunaron sus esfuerzos para
conseguir su abolición; mas no lograron doblegar la impávida y
rectilínea conducta del Papa 158 • Se comprende que en este clima
de lucha arbitraria y desleal, hubiera sido contraproducente pedir
a la Santa Sede favores y concesiones, que después de todo encerra-
ban privilegios que limitaban la autoridad eclesiástica y hacían pre-
valecer el dominio y la prepotencia de la autoridad civil. Y el am-
biente se hizo más comprometedor aún, cuando el card. Negroni,
que era el secretario de Breves, hubo de encargarse de negociar
con. las cortes borbónicas el asunto de Parma, por haber aquellas
negado su confianza al card. Torrigiani, a quien atribuían la enér-
gica actitud de la Santa Sede. Por tanto no se creyó oportuno por
entonces solicitar los breves apostólicos que ratificaran las orde-
naciones de los Seminarios.
El 2 de febrero de 1769 fallecía el intrépido Clemente XIII.
Las cortes borbónicas, y cuantos deseaban el triunfo de las teo-
rías regalistas y galicanas, saludaron con mal disimulada alegría
el triste y funesto desenlace. Confiaban que el sucesor sería más
débil y maleable para conseguir la solución de los espinosos pro-
bl.emas que se debatían. Y, naturalmente, el conclave concentró
la atención y las intrigas de las cancillerías europeas. El 19 de
mayo era elegido el cardenal Lorenzo Ganganelli, que tomó el
nombre de Clemente XIV. La corte de Madrid, como todos los
Estados que habían expulsado a los jesuítas y deseaban su total
extinción jurídica, recibió con singular agrado la noticia y recom-
pensó al embajador Azpuru con el arzobispado de Valencia, por
su acertada ~estión durante el conclave159 • Ahora pensarían los.
15 s Cf. L. VON PASTOR, Storia dei Papi XVI/1, Roma 1933, 924-956; Carlos.
E. CoRdNA BARATECH, José Nicolás de Azara, 79-85.
l59 Véase más arriba nota 104. Por el contrario el agente de preces Azara, con
sus intrigas y cabildeos, se había opuesto a esta candidatura y el 18 de mayo, simua
!ando encubrir su fracaso, escribía a Roda con irrespetuosa ironía: « Supongo que
ustedes ahí se vuelven locos de contento y que parten las campanas a rebato;·
tendrán razón, ya que se ha logrado todo lo que se quería, y que en adelante sucederá
lo mismo. Todo se va a componer; y esto lo tengo por más que probable. Se extingui-•
rán los jesuítas, se aplastará lo de Parma, se enviará nuncio a España, y si quere-
mos Conti, será Conti; se canonizará Palafox, y Su Santidad será el ponente,.
SEMINARIOS DE MISIONEROS

ministros regalistas sacar el mejor partido de la nueva situación


para hacer triunfar su política conculcadora de los derechos de la
Iglesia. A nosotros no nos interesa en este lugar16º. Nos basta
haber recordado someramente estas noticias generales para en-
marcar el desarrollo de la cuestión particular que estamos estu-
diando.
En este nuevo clima de relaciones entre Madrid y Roma era
más fácil reanudar las negociaciones para ultimar la aprobación
pontificia de las ordenaciones de los Seminarios. El 17 de agosto
de 1769 el embajador Azpuru, solicitado por Roda, remitía a
éste « por duplicado» el despacho del 14 de julio del año anterior
con los informes del definitorio general y del cardenal protector,
que ya conocemos161 • Por su parte, a principios de 1770, el pro-
vincial de Castilla, P. Manuel de La Calzada, recordaba a Car-
los III que aún estaban pendientes de aprobación las ordenaciones
de los Seminarios y le instaba para que aprobara con su Real
autoridad los estatutos que el P. Colindres había dado a su pro-
vincia religiosa. Este nuevo recurso es revelador de la continua
y progresiva ingerencia del poder civil en cuestiones religiosas y
también de la mentalidad reinante acerca del benéfico influjo que
podía ejercer en la deseada reforma cristiana y religiosa. En este
caso el recurso reviste mayor gravedad, si se quiere, que el ante-
rior, pues prescindiendo de la autoridad pontificia, se pretendía
tan solo el visto bueno del rey para considerar valederas para
siempre, e irreformables, unas ordenaciones promulgadas por un
superior religioso. El rey concedió de buen grado su consenti-
miento y amenazó con tomar graves medidas contra quienes se
atrevieran a contrariar su voluntad. Manifes:ó sus fundadas espe-
ranzas de que el Papa aprobaría las ordenaciones de los tres Se-
minarios; y en cuanto a las otras las ratific6, confiriéndoles valor
perpetuo e irrevocable. El 2 de junio de 1770 Manuel de Roda
€scribía desde Aranjuez al P. Manuel de La Calzada:
« La particular estimación que hizo el Rey de las admirables
prendas de virtud y literatura, que concurrían en el P. Fr. Pablo
de Colindres, General de la Religión de Capuchinos, y la especial
memoria que le merecen las doctas y sabias disposiciones que dió
para la maior observancia de su santa Regla con general aplauso
y edificación de toda la Religión y de los feles, señaladamente en

agente y paciente; y si mucho nos apuran, declararemos de fe la Concepción; pilla-


remos cap"los a dos manos; y, en fin, haremos y deshar"3mos en la Corte Celestial,
como en casa propia. Viva, pues, y más viva» (Carlos E. CORONA BARATECH, ob.
cit., 96).
1 6 0 Basta consultar las obras generales, v.g. L. YON PASTOR, lu_g. cit.
161 Arch.Emb., leg. 88!2, f.425. Véase más arriba.
APROBACIÓN PONTIFICIA 69

la fundación de los Seminarios de Misioneros Apostólicos en los


conventos de las ciudades de Toro, de San Lúcar de Barrameda y
de la villa de Monóvar, estimularon el religioso zelo de S.M. a
tomarlas bajo su soberana protección, interponiendo con Su Bea-
titud sus Reales oficios para la absoluta e irrevocable aprobación
que no duda conceda Su Santidad »162 •
Además, el 5 de junio, con otra Real Orden Carlos III recha-
zaba de plano las sugerencias de los superiores en su informe del
23 de junio de 1768, avaladas por el voto del cardenal protector
del día 30, y exigía el embajador Azpuru que la solicitada apro-
bación del Papa debía ser del todo conforme a los deseos de los
solicitantes. Calificaba de infundados los temores de los inconve-
nientes que podrían nacer de la autoridad reservada a los superio-
res locales de los establecimientos, y se oponía a que se reser-
vara al definitorio general la facultad de intervenir en los casos
dudosos 16 ª. El 21 de junio Azpuru se comprometía a seguir fiel-
mente las órdenes recibidas y a lograr la satisfacción de la vo-
luntad del rey 164 •
Y efectivamente así fue. El 9 de agosto comunicaba a Roda
que ya había presentado los memoriales al Papa, el cual había
dispuesto que se despacharan los oportunos breves según los últi-
mos informes recibidos, reservando solo a la Santa Sede el dere-
cho de interpretar los estatutos 165 • El 6 de septiembre se apro-
baban, sin modificación alguna, las normas estatutarias del P.
Colindres juntamente con las declaraciones que el mismo había
dado a las dudas propuestas. El texto de los breves: Ad pastorale
fastigium (Sanlúcar), Perfectionis vitae (Monóvar) y Creditam
Nobis 166 , es idéntico, si se exceptúa la breve introducción, en la
que con diferentes palabras se expresan estos conceptos: el deseo
del Papa de favorecer todas las iniciativas que tienden al mayor
bien de las almas y de complacer a Carlos III, que le ha pedido
sancione con su autoridad suprema lo dispuesto por el P. Colin-
dres para promover eficazmente la más pura observancia de la
Regla seráfica y el reflorecimiento de las misiones populares .. Des-
pués de transcribir literalmente las ordenaciones de cada Semi-
nario, el texto termina con las cláusulas acostumbradas y estereo-
tipadas, que dan vigor permanente y obligación irrevocable a los
estatutos. Tiene particular relieve la frase final que prácticamente
16 2 APCC, Manifiesto historial, f.62.
163 Arch.Emb., leg. 219, n.56.
16•1 Arch.Emb., leg. 335, f.107.
165 Arch.Emb., leg. 335, f.145.
1 6 6 El texto íntegro de los tres breves puede leerse en Bull.O.F.M.Cap. IX,
18-24. 25-30. 30-35.
70 SEMINARIOS DE MISIONEROS

anula la petición o sugerencia avanzada por los superiores de la


Orden y satisface las exigencias de los ministros regalistas:
« Si dubium aliquod in posterum super earum interpretatione et
executione ullo unquam tempore oriri contbgat, pro dubio etiam
huiusmodi declarando ac definiendo et tollendo ad Sedem praedic-
tam semper omnino recurrendum esse volumus, praecipimus et iu-
bemus »167 •
La secretaría de Estado de Su Santidad entregó los originales
de los breves al embajador de España, y Azpuru los transmitió
a Madrid con el despacho del 13 de septiembre168 • El 16 de octu-
bre Carlos III manifestaba su complacencia por el tenor de los
mismos, y daba las órdenes oportunas para que se sufragaran
los gastos por cuenta del público erario 169 • No deja de causar
cierta extrañeza el hecho de que, después de haber insistido tanto
por conseguir la aprobación pontificia de las ordenaciones de los
Seminarios, Roda y sus colaboradores no alardearan del triunfo
conseguido y se apresuraran a imponerlo y comentarlo. Pues bien,
se siguió un largo período de silencio, exactamente un año, antes
de pasar a la ejecución de los breves pontificios 170 • Por fin, con una
carta circular a todas las provincias 171 , Manuel de Roda envió
los documentos a destinación el 14 de octubre de 1771. Se podrá
dudar de la sinceridad del ministro, y aún negarla; pero es for-
zoso reconocer su habilidad en exponer los motivos de la inter-
vención del rey y el arte de insinuarse en el ánimo de los reli-
giosos; se presenta ante ellos como el intérprete autorizado y el
apóstol desinteresado del pensamiento renovador del P. Colindres.
Juzgue por sí mismo el lector :
+ Reverendísimo Padre: El grande amor que el Rey profesa
a la Sagrada Religion de los Capuchinos y la tierna memoria que
conserva de la .virtud, prudencia y doctrina de su General difunto
Fr. Pablo de Colindres, que con tanto acierto, buen exemplo y sabias

167 Cf. Bullarium cit., 24.


1es Arch.Emb., leg. 33.5.
1e9 Arch.Emb., leg. 219, n.98.
1 10 En el capítulo provincial de Andalucía, celebrado en Cádiz en octubre de
1770, el provincial saliente P. Casimiro Fernando de Sevilla presentó a los capitu-
lares una carta de Roda, y fue tomada en consideración. Ls fuente de la que tomamos
la noticia (APCA, Libro [segundo] en que se apuntan los Capítulos, f.142) no espe-
cifica el objeto de la misiva; no sería difícil que el ministro, aun sin notificar el breve,
aludiera a su contenido, pues en el mismo capítulo se reiteró la obligación de obser-
var las ordenaciones dadas para Sanlúcar.
1 71 Conocemos el texto de los ejemplares enviados a Andalucía y Valencia;
sospechamos que era idéntico el que se entregó en Madrid al superior de Castilla,
aunque no lo hemos podido examinar. Manuel de Roda comunicó oficialmente la
noticia a todas las provincias españolas. Véase más abajo.
APROBACIÓN PONTIFICIA 71

providencias la gobernó en su tiempo, obligaron a S.M.· al justo


y devoto empeño de que fuesen estables y permanentes después
de su vida las santas y loables Ordenaciones que formó para el
,común de la Religión desde Roma, luego que fué elegido por cabeza
de ella, como también las que estableció particularmente para las
tres Provincias de Castilla, Valencia y Andalucía al tiempo de vi-
sitarlas; y sobre todo las que, para la más estrecha observancia de
la Santa Regla y perfección de la vida Religiosa, y para el exercicio
del Apostólico Ministerio de las Misiones, dispuso y mandó se guar-
dasen inviolablemente en los tres Conventos de San Lucar de Barra-
meda, Monovar y Toro, cuias Casas asignó para Colegios y Semina-
rios de tan grave e importante Instituto, en bien y adelantamiento
de la religión Seráfica y del común de los Fieles.
Para lograr S.M. sus piadosos deseos no sólo ha manifestado
diferentes veces a las tres Provincias su Real voluntad, sino que
pasó con el Santo Padre Clemente XIV los más eficaces oficios para
que se autorizasen con la aprovación y confirmación Apostólica las
ordenaciones y constituciones establecidas por el Reverendo Padre
Colindres, como efectivamente lo ha conseguido y resulta de los
Breves de Su Santidad, expedidos en 6 de Setiembre del año próxi-
mo pasado, de los quales incluio a V.R. adjunto el original pertene-
ciente a esa Provincia, para que por su mano y orden se pase al
Convento de San Lucar de Barrameda, mandando primero sacar las
copias necesarias, a fin de que se haga saber y conste al Definitorio
y Capítulo Provincial y quede registrado en el Archivo de esa Pro-
vincia, con el particular encargo que S.M. me manda hacerle para
que se le dé a este Breve el más puntual y exacto cumplimiento
en todo su contenido, y que V.R. y el Definitorio velen y cuiden
con el maior celo de que se guarden y executen ahora y siempre las
dichas Constituciones, sin permitir la menor alteración, dispensa
ni interpretación en manera alguna, pues qualquiera infracción o
relaxación de lo ordenado y dispuesto en dichas Constituciones será
del maior desagrado del Rey y se verá S.M. precisado a tomar la
más severa providencia para la enmienda y observancia de lo que
se huviere alterado u omitido.
Me manda igualmente S.M. prevenir a V.R. y al Definitorio que
ha tomado bajo su inmediata Real protección a estos Conventos y
Seminarios de pura observancia, retiro y exercicio de Misiones, y
que no solamente quiere se observen, guarden y cumplan en todos
y cada uno de ellos las respectivas Constituciones hechas por el
Reverendo Colindres, viviendo los religiosos individuos de dichas
Casas con la más tranquila paz bajo la seguridad del Real amparo,
y destinando a ellas los Superiores que son y fueren a quantos Re-
ligiosos zelosos. y especialmente a los jóvenes idóneos para el Mi-
nisterio de la predicación lo pidan y soliciten con arreglo a sus
Constituciones, sino también que, conforme a las piadosas intencio-
72 SEMINARIOS DE MISIONEROS

nes y santos fines con que erigió estos Seminarios el R. Padre Co-
lindres, para exemplar de otros en la regular observancia y aplica-
ción a los estudios de las Sagradas letras y de la más sana y apro-
bada doctrina, se extienda su instituto quanto sea posible, como lo
encargó eficazmente el mismo Padre Colind:-es a la hora de su
muerte, mandando se escribiese a los Provir.ciales y Definitorios,
para que atendiesen a estas Casas y en los Capítulos Provinciales
se aumentasen, ponderando el consuelo que tenía en aquella hora
y el que tendrían los Superiores que esto hiciesen, manifestando
ser éste como su Testamento y última voluntad, que quería se
guardase y cumpliese; y así espera S.M. del zelo de los Superiores
que en los Capítulos y congregaciones que se celebraren ofrecerán
los Conventos más oportunos de sus Provincias a este destino y
satisfarán los deseos de los religiosos que intenten aplicarse al
exercicio de las Misiones por los medios de la más exacta obser-
vancia y estudio necesario Theológico.
Igualmente me manda S.M. que, a más de lo expresado, encar-
gue a V.R. y al Definitorio cuiden y hagan observar puntualmente
quantas ordenaciones dexó el mismo R. Colin:lres para el govierno
de la Religión, especialmente las que dispuso para esa Provincia
con vista y conocimiento de lo que conviene establecer en ella, y
esmerándose en zelar el cumplimiento de todo lo que estableció
para la educación de los Religiosos Choristas en los Seminarios o
Conservatorios que señaló, como también para la mejor instrucción
de los Estudiantes, criándolos en retiro, en la práctica de las más
santas costumbres y en el estudio de la más sana y buena moral,
y lo que mandó para todos los Religiosos en quanto a la observancia
de la más pura y verdadera pobreza, y en la equitativa y justa dis-
tribución de los empleos, sin partido ni pasión, atendiendo siempre
al mérito y aptitud de los sujetos y posponiendo todo humano res-
peto, en la inteligencia de que qualquiera transgresión o tolerancia
que llegare a noticia de S.M. estimulará su Real ánimo a poner el
conveniente remedio.
Para el maior acierto y logro de tan importantes fines quiere
S.M. que por V.R. y el Definitorio se tomen las más eficaces y
convenientes providencias, principalmente por lo que mira al Semi-
nario de San Lucar de Barrameda y demás que se fueren erigiendo,
lo que espera S.M. se consiga siempre que los Superiores manifies-
ten a los Religiosos que se aplicaren a dicho instituto el particular
amor y atención a que es acreedor su mérito, y los prosiguieren y
aiudaren para el adelantamiento de tan santa obra, como también
si los mismos Superiores consultaren para la seguridad en el acierto
de sus providencias con aquellos Religiosos zelosos, instruidos y
enterados de la mente del Reverendo Padre Colindres, cuia memoria
debe ser a toda la Religión mui apreciable y digna de veneración.
y respeto.
APROBACIÓN PONTIFICIA 73-

Todo lo qual participo a V.R. de orden de S.M. para su inteli-


gencia y cumplimiento.
Dios guarde a V.R. muchos años.
San Lorenzo, 14 de octubre de 1771.
R. P. Provincial y Definitorio de Andalucía172 •
Entre melífluas amabilidades y veladas amenazas Manuel
de Roda hacía comprender a todos la inoportunidad e inutilidad
de sustraerse a la nueva situación, buscando pretextos para no
adaptarse a las órdenes del Papa y a los deseos del Rey. En rea-
lidad, las dos augustas decisiones habían asegurado de una ma-
nera definitiva el porvenir de los Seminarios. Los defensores y
propagandistas podían estar plenamente satisfechos y continuar
pacíficamente sus ideales. Es claro que no desaparecerían, como
por encanto, las dificultades e incomprensiones que su inaugura-
ción y primeros pasos habían suscitado; pero la protección oficial,
con que ahora contaban, disipó las nubes que podían obscurecer
el horizonte de su actividad monástica y apostólica.
¿cuál fue la reacción oficial de las respectivas provincias?
En general puede asegurarse que los superiores no se contenta-
ron con acusar recibo a la misiva de Roda, sino que se compro-
metieron a poner en práctica las directivas trazadas por el Rey.
El superior de Valencia no desmintió la simpatía de sus pre-
decesores por la Seminario de Monóvar. El 11 de junio de 1770
había sido elegido provincial el P. Marcos de Petrel1 73 , quien el
22 de octubre del año siguiente enviaba a Roda la siguiente carta
firmada por todos los definidores, cuya lectura nos dispensa de
todo comentario.
Muy ilustre Señor: Señor: No es para explicado el gozo que
a toda esta Provincia de Capuchinos de Valencia dió la de V.S.,
al renovarnos las memorias del paternal afecto, con que S.M. ama
nuestra humilde familia capuchina, como también por las exequias
honrosas con que perpetuiza la memoria de N. R.mo P. Colindres,
de cuios honores tiene también suposición esta Provincia, pues quan-
do fue nuestro Visitador Apostólico, quiso quedarse hijo de ella
y hermanado con todos sus individuos; motivo que fue, para que
siendo General admirasse a toda su familia la humanidad con que
se familiarizasse con qualquiera individuo nuestro, no aviéndole

172 APCA, Libro [segundo] donde se apuntan los Capítulos, f.146v-147r. Cum-

plo gustoso el deber de manifestar mi gratitud al R.P. Serafin de Ausejo por la


amabilidad con que me ha ayudado a servirme de estos documentos del archivo provin-
cial de Andalucía. APCV, leg. 50-B, n.745 y 446 (copia legalizada).
173 Murió en Valencia el 20 de junio de 1793 a los 79 años de edad y 62 de
vida religiosa. Cf. EUGENIO DE VALENCIA, Necrologio histórico-seráfico, 207 n.1572.
74 SEMINARIOS DE MISIONEROS

visto jamás tan placentero, aun en su materna Provincia de Cas-


tilla.
Podrá V.S. assegurar a la Magestad, que nos han enternecido
sus encargos, viendonos avisados de nuestra obligación religiosa
por el que haze más gala de ser pobre y religioso que Monarca; si
bien por lo mismo se acredita más de serlo, reynando como reyna,
por amor en su dilatado imperio. También podrá V.S. dezir a S.M.
quedará servido en todo quanto nos manda.
Se passará el Decreto al Seminario de Monovar, como cosa que
,esta Provincia siempre ha deseado, pues en la Visita General subs-
crivió gustosa a la erección de tal Seminario. El govierno que se
siguió, difunto ya N° R.mo Colindres, pidió en Roma en el capítulo
general la confirmación pontificia para la mayor seguridad de dicha
casa. Y estas mismas ansías eran por la presente las nuestras.
Siempre esta Provincia ha mirado con respeto los moradores de
dicho Seminario, pues el primer guardián que hizo el R.mo Colin-
dres, que fué el P. Andrés de Valdigna, en el primer capítulo pro-
vincial fué electo en definidor; y en el otro capítulo, custodio, siendo
en el mismo elegido definidor el segundo guardián, que es el P. Félix
de Albayda; empleos de los maiores y únicos que según nuestros
estatutos estavan proporcionados. Por lo que queda esta Provincia
muy gozosa, viendo quan de antemano practicó lo mismo que aora
S.M. la previene.
Tocante a la observancia de las demás ordenaciones, ya gene-
rales ya provinciales, que nos quedan por memoria del R.mo Colin-
dres, lo primero que hizimos en el capítulo, fué anotar algunas en
que la flaqueza humana havia buscado algún ensanche, y mandarlas
poner al primer pie de su más rigurosa observancia. Cuias ordenes
con las demás respectivas al gusto de la Magestad, se renovarán
en la congregación intermedia, que se deverá tener en el próximo
noviembre. Con lo que esperamos quedará S.::V.C. enteramente servido,
como queda esta tan favorecida Provincia c:m estos nuevos recibos
adeudada, bien que siempre pagando segú:'.l nuestra obligación y
pobreza, ya en oraciones públicas ya en privadas, rogando al cielo
por la vida y prosperidades de S.M., Príncipes y demás Real familia.
V.S. nos dispense nuevos ordenes, ya de S.M. ya de V.S., que
será esta nuestra maior complacencia, mientras que quedamos ro-
gando a Dios guarde muchos años la importante vida de V.S., cuias
plantas besa humilde oy 22 de octubre de 1771 la Provincia de Ca-
puchinos de Valencia.
Fr. Marcos de Petrel, Ministro Provincial
Fr. Joaquín de Ollería, Diff. 0 r
Fr. Francisco de Albalate, Diff.ºr
Fr. Felis de Albayc:.a, Diff.0 r
Fr. José de Rafelbuñol, Diff. 0 r 174 •

174 APCV, leg. 50-B.


APROBACIÓN PONTIFICIA . 75

También la provincia de Andalucía se declaró completamente


de acuerdo. El breve de Su Santidad y la carta de Roda fueron
.leídos en la congregación definitoria! celebrada en Cádiz el 11 de
diciembre de 1771 y todos convinieron en que el provincial P. An-
tonio de Irlanda 175 enviara una circular
« convidando, exhortando y alentando a los religiosos celosos de
esta Provincia para que concurran y se resuelvan al mérito de tener
parte en la propagación y comunicación de este ferviente apostó-
lico espíritu a otro u otros conventos, prometiendo que siempre que
haya número competente para establecer otra u otras comunidades
que quieran estrecharse al retiro y demás leyes que están estableci-
das para el convento de Sanlúcar, se les proporcionarán los con-
ventos más acomodados para dicho fin »176 •
Este llamamiento fue recibido con benevolencia. Y habién-
dolo solicitado el número suficiente de religiosos, por otro decreto
,definitoria! del 27 de marzo de 1772 se erigía
« en convento de Retiro y Seminario para coristas a nuestro con-
vento de Marchena 177 , como tan acomodado para el expressado efec-
to... quedando al cargo de dicho N .M.R.P. Provincial el formalizar
este Seminario arreglado en un todo a las leyes particulares que
dexó nuestro expressado Rmo. Padre General para semexantes Se-
minarios. Y para mayor claridad determina la presente Rda. Defi-
nición que este nuevo Seminario en todo y por todo y sin modifica-
ción alguna se rixe bajo de las mismas Ordenaciones que el Semi-
nario de San Lúcar de Barrameda, a excepción de aquellas que son
determinad.amente para el arreglo de las missiones y de los missione-
ros, en cuyo lugar se substituyen las Ordenaciones peculiares que
dicho Rmo. P. General prescrivió y dispuso para la crianza de la
juventud »178 •
Habiéndose ultimado todos los preparativos y asegurado el
número suficiente de sacerdotes y hermanos legos para formar
la nueva comunidad, el sucesor del P. Antonio de Irlanda en el

1 7 s Falleció en Cádiz el 12 de mayo de 1776. Cf. CIPRIAN0 DE UTRERA, O.F.M.


·Cap., Necrologio de los Frailes Menores Capuchinos de la Provincia de Andalucía,
Ciudad Trujillo 1945, 69.
1 7 0 APCA, Libro [segundo] donde se apuntan los Capítulos, f.146.
177 El convento había sido edificado a expensas del ex-virrey de Valencia
y de Nápoles, don Rodrigo Ponce de León, duque de los Arcos, y los religiosos
tomaron posesión de él en 24 de octubre de 1651. « En dicho convento hubo siempre
personal muy escogido, y andando el tiempo fue uno de los seminarios que la
provincia tuvo para formar sus predicadores y misioneros, por lo cual vivieron
en él varones muy recomendables por su ciencia y virtud» (AMBROSIO DE VALENCINA,
Reseña histórica III, Sevilla 1907, 286-291; NIC0LAS C0RDUBENSIS, Brevis notitia, 34).
1 78 APCA, Libro [segundo] donde se apuntan los Capítulos, f.156.
76 SEMINARIOS DE MISIONEROS

gobierno de la provincia, P. José Félix de Sevilla179 emanó el si-


guiente decreto 18 º:
« Siendo la más estrecha obligación de nuestro Ministerio pro-
mover en todos y en cada uno de los Conventos de esta nuestra
amada Provincia la disciplina regular y más perfecta observancia de
nuestra Seráfica Regla, Sagradas Constituciones y Ordenaciones,
tanto Generales como Provinciales, que a ella conducen, no podemos
dexar de mirar con la mayor satisfacción y consuelos de nuestros
Corazones el establecimiento que en la Congregación Intermedia
celebrada en este nuestro Convento de Cádiz en 27 días del mes
de Marzo del Año de 1772 hizo N.M.R.P. Provincial fr. Antonio de
Irlanda y Rda. Difinición (en cumplimiento del Real Agrado de
nuestro Augusto e Incomparable Soberano, el Señor Don Carlos III,
que Dios guarde, manifestado por su Ministro, el Excmo. Señor D.
Manuel de Roda, en carta que dicho Señor escrivió a la Provincia,
fechada en San Lorenzo, a 14 de octubre de 1771), erigiendo nuestro
Convento de Marchena en Cassa de Retiro Espiritual y Seminario de
la más perfecta Observancia, para la mexor Educación de nuestra
Juventud.
Por tanto, conociendo nosotros claramente el honor que de esta
Erección resulta a nuestra amada Provincia y el aprovechamiento
espiritual de la Juventud que en dicho Seminario se instruye con
exemplo y doctrina, aprovamos, confirmamos y ratificamos dicho
Establecimiento y Ordenaciones con que y en el modo que se ha
governado hasta la presente. Y queremos y :::nandamos que en ade-
lante y para siempre del mismo modo sea governado por ellas, sin
alteración o mutación alguna. Y encargamos y mandamos al P.
Guardián que es o fuere que aplique todo su cuidado y vigilancia
a la más puntual observancia de todas y e.e cada una de dichas
Ordenaciones, tanto las que miran al todo de la Comunidad, quanto
las que particularmente miran a la educación de nuestros Choristas,
sobre lo que N.M.R.P. Provincial en la Vissita hará especial inqui-
sición. Exortamos a todos y a cada uno de nuestros Religiosos de
dicho Seminario a permanecer en los santos propósitos concevidos,
asegurándoles que de nuestra parte cooperaremos con toda nuestra
Autoridad y fuerzas, administrando todos los Socorros Espirituales
y temporales necessarios a la permanencia y perpetuidad de una
obra tan Santa y acepta a los ojos de nuest::-o Dios y Señor, y tan
agradable a los de nuestro Cathólico Monarca, ques Dios guarde, y
tan conforme a nuestras ideas y deseos del adelantamiento espiritual
de nuestros Religiosos. Y este nuestro Decreto mandamos se lea en
pública Comunidad, de dos en dos messes, quando se leen nuestras
Sagradas Constituciones y Ordenaciones Generales y peculiares de
esse Convento.

179 Murió el año 1786. Cf. CIPRIANO DE UTRERA, ob. cit., 20.
1 so APCA, Libro [segnndo] donde se apuntan los Capítulos, f.161v-162r.
APROBACIÓN PONTIFICIA 77

Dado en nuestro Convento de Cádiz, firmado de nuestras manos,


sellado con el sello mayor de nuestro Oficio y refrendado por nuestro
Secretario, en 26 de octubre de 1773 ».
El 11 de octubre de 1771 era elegido en Madrid provincial de
los capuchinos de Castilla el P. Agustín de Toledo, que había par-
ticipado tres años antes al capítulo general como custodio 181 • Y fue'
él quien hizo públicos el breve de Su Santidad y la Real orden
del rey que legitimaba para siempre, sustrayéndolo a las polé-
micas, el Seminario de Toro. Si hemos de dar crédito a Roda, fue-
ron los castellanos quienes menos entusiasmo manifestaron por
la aprobación conseguida; sin duda porque no aceptaban de buen
grado las continuas y persistentes intromisiones de los ministros
regalistas, a las que vivían siempre expuestos, entre otros motivos,
por razón de vecindad. Más adelante procuraremos esclarecer este
antagonismo, que se vislumbra en esta frase de una carta del
mismo Roda dirigida el 4 de julio de 1775 al entonces embajador
en Roma, don José Moñino, conde de Floridablanca. Refiriéndose
al capítulo general que se acababa de celebrar, dice a nuestro
propósito:
« Por la exacta relación. que su Merced me hace, veo que no pue-
den tener queja [los Capuchinos] de su Merced, pues ha hecho
quanto ha podido con prudencia y sin exponerse a un desaire, hallan-
do los inconvenientes que me dice de las cábalas de los buenos
frailes. Lo que yo siento es la desunión de los españoles; y esto
consiste en que se mantiene aquí un partido de Capuchinos jesuitas
y enemigos de las ordenaciones del P. Colindres, que el Rey quiere
se observen... y a instancias de S.M. confirmó con su breve Cle--
mente XIV »t 82 •
A Manuel de Roda, ardiente e intrigante regalista, no le pasó
desapercibida la magnífica oportunidad que le brindaba el triunfo
conseguido en Roma para propagar e imponer sus ideas de política
religiosa. Y, en efecto, al mismo tiempo que notificaba a todas
las seis provincias españolas la aprobación pontificia de los Semi-
narios, con su notoria habilidad y diplomática astucia exigía que
los establecieran aquellas que todavía no lo habían hecho.
No sabemos qué acogida dispensó la provincia de Cataluña18 ª

181 Había tomado el hábito a los 20 años el 4 de mayo de 1740. Fué exce-
lente predicador y calificador de la suprema Inquisición. Se ignora el tiempo y el lugar
de su muerte. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrolo,qio, 156.
rn2 Arch.Emb., leg. 440.
183 No está en lo cierto el P. Basilio de Rubí cuando nos critica por no
·haber mencionado en un estudio precedente « el convento de retiro que la provincia
,capuchina de Cataluña tenía establecido en Calella-Pineda » (cf. Est.Franc. 55
:[1954]298). Primero, porque este convento no tenía nada que ver con el argumento
78 SEMINARIOS DE MISIONEROS

a las sugerencias del ministro regalista. Po:'.' lo que se. refiere a


la de Aragón, puede asegurarse que sus conterráneos no tardaron
en realizar sus deseos. Los superiores adoptaron las ordenaciones
aprobadas por el Papa 184 y eligieron el convento de Borja, diócesis
de Tarazona y provincia de Zaragoza, como sede del Seminario
de Misioneros 185 • En 1783 el inquieto P. Romualdo de Friburgo
deseaba trasladarse a él, accediendo a los ruegos del superior local,
para impedir que se cerrara; y esto prueba que la vida del Semi-
nario no era tranquila y esperanzadora 186 •
No deja de sorprendernos cómo el P. Colindres, que a me-
diados de 1764 visitaba la provincia de Navarra, después de haber
puesto en marcha los Seminarios de Sanlúcar y Monóvar y casi
ultimado el proyecto del de Toro, no lanzara por lo menos la idea
de una fundación similar. Como tenía por costumbre, publicó
las ordenaciones oportunas para salvaguardar la observancia de
la vida capuchina e incluso un reglamento especial para los jóve-
nes clérigos 187 , pero no hemos hallado ni una alusión siquiera al
establecimiento de un Seminario de Misioneros. La idea surgió
ocho años más tarde, como consecuencia de la consabida entromi-
sión de Roda. En la congregación definitoria! celebrada en febrero

de nuestra disertación; y, en segundo lugar, porque no gozó de la categoría de


convento de retiro sino a partir del año 1827. Cf. Eduardo VIVAS, El antiguo con-
·vento capuchino de Calella 11 su Orden Tercera, Barcelona 1955, 67-76.
184 Un ejemplar de las Ordenaciones para los Mi.<noneros de Aragón se con-

serva manuscrito en la Biblioteca Provincial y UniverEitaria de Barcelona: Leg.


Miscelánea del Archivo de Padres Capuchinos. Tomo V. Cf. MARTÍN DE BARCELONA,
O.F.M.Cap., Inventario de manuscritos referentes a la historia de nuestra provincia
capuchina de Cataluña, en Est.Franc. 26(1921) 446.
18 5 Se puso la primera piedra de este convento el 22 de junio de 1622.

« Sirvió de Colegio de Misioneros entre los religiosos de Aragón, en el que sus


moradores llevaban una vida de singular austeridad y ejemplaridad» (!LDEFONSO DE
CIÁURRIZ, O.F.M.Cap., La Orden Capuchina en Aragón, ZaTagoza 1945, 25; CELESTINO
DE AÑORBE, La antigua provincia de Navarra 11 Cantabria, 92).
186 El P. Romualdo escribía desde Constanza el 16 de mayo de 1783 al

príncipe abad benedictino de S. Blas (Selva Negra) Martín Gerbert, pidiéndole


su apoyo para fundar un Staufen (Baden) un establEcimiento parecido a estos
Seminarios: « Ex conventu nostrae reformationis, quan: meus P. Minister Gene-
ralis Hyspanus, Viennae defunctus, introduxit et ClemenE XIV regi catholico recom-
mendavit ad protectionem, in civitate Borgia regni Aragoniae, ne sicut alii con-
ventus similis observantiae, pariter a fato Ministro Genernli stabiliti, destructionibus
eversi, cadat, illius superior opinione non vulgari religiosissimus, hoc mihi dedit
et suggesit consilium: ut tentarem ab arbore succidenda ramusculum in bonam
olivam inserere. Si vero mihi non succederet ad vota, tune ad eum me conferam,
ut, qui per Dei gratiam in reformationis nostrae tam arduo negotio plus omnibus
aliis zelantibus sudaveram, ibi fructus colligam in exitu Israel. Illuc enim canos
meos reducere determinatum habeo, si me spes ista fefellerit » (Arthur ALLGEIER,
Vier Briefe des Kapuziners P. Romuald Baumann aus Freiburg i.B1·. an Fürstabt
Martin Gerbert von St. Blasien, en Coll.Franc. 20[1950) 123).
1 8 7 El texto de este reglamento ha sido publicado en Coll.Franc. 29(1959)
68-73.
APROBACIÓN PONTIFICIA 79

de 1772, el provincial P. José Félix de Los Arcos188 presentó al


examen de sus consejeros una Real Orden transmitida por el
mencionado ministro en la que se proponía la fundación de un
establecimiento similar .a los que ya existían aprobados por Roma
en Andalucía, Castilla y Valencia. Pero se dió la coincidencia de
que no se conocían los estatutos particulares de los Seminarios y
así se decidió pedir a Roda un ejemplar de los mismos, y mientras
tanto se envió una circular a los religiosos anunciándoles que el
Seminario se establecería en el convento de Tudela 189 • El proyecto,
sin embargo, fracasó por entonces; pasarían más de veinticinco
años antes de que se convirtiera en realidad 100 •

188 Había sido elegido el 26 de octubre de 1770, después de haber ocupado,.


entre otros, el oficio de procurador de las misiones de Maracaibo. Se ignora le
fecha de su muerte. Cf. CRISPÍN DE Rrnzu, O.F.M.Cap., Necrologio de los Frailesc
Menores Capuchinos de la provincia de Navarra-Cantabria-Aragón, Pamplona,
1958, 272.
189 APCN, Catálogo de los Capítulos custodiales, 440s; CELESTINO DE AÑORBE,.
ob. cit., 357.
19'0 El asunto se sometió de nuevo al examen de la congregación definito-
ria! del 14 de enero de 1791; pero solamente en la congregación intermedia del 15·
de mayo de 1797 se aprobaron las ordenaciones para los dos Seminarios de Lerín
y Vera, que se inauguraron el 25 de julio, aun cuando las ordenaciones no fueron
promulgadas definitivamente hasta el capítulo de septiembre de 1798 (APCN, Ca-
tálogo de los Capítulos cu.stodiales, 556. 559. 560s. 589; y Asuntos Provinciales:
1652-1799).
III. - EL REAL CONVENTO DE EL PARDO, CIUDADELA
DE LA PERFECTA VIDA COMÚN

A. - ESTABLECillHENTO DE LA PERFECTA VIDA COMÚN

l. Planteamiento del problema

Si bien en los Seminarios de Misioneros estaba en su pleno


vigor la perfecta vida común, bajo este punto de vista no se
registraron contrastes estridentes ni acaloradas controversias
entre los partidarios y los enemigos de la institución. Y se
comprende. En definitiva, se trataba de una iniciativa circunscrita
y limitada a un convento en cada provincia; y además, la acti-
vidad apostólica, que era el común denominador de aquellos es-
tablecimientos, no excitaba perplejidades ni hería susceptibilida-
des, antes bien contribuía a disipar dudas y a acallar temores.
Pero la situación cambió de perspectiva, cuando los organizadores
hicieron resaltar casi exclusivamente el matiz de perfecta vida
común con miras a revalorarlo, según nuevos criterios y nuevas
modalidades, en todas las comunidades.
Ya anteriormente los superiores de la Orden se habían
percatado de los inconvenientes que entrañaba esta mentalidad;
e incluso habían puesto de relieve la inoportunidad, y aun la
inutilidad, de establecimientos particulares orientados hacia este
plan de vida conventual. Y justificaban su actitud escéptica o
negativa, porque este importantísimo aspectD de la vida religiosa
no debía constituir la meta específica y privativa de uno u otro
convento, sino que era el hito de toda la colectividad monástica;
y para alcanzarlo bastaba la legislación común, general y parti-
cular, y la asidua vigilancia de los superiores. La experiencia
antigua y reciente así lo había demostrado, y la prueba estaba al
alcance de todos191 •

191 Cf. Establecimiento de los conventos de Retiro, en Coll.Franc. 22(1952) 67s.


EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 81

Aquí no se discute la legitimidad de este raciocm10 de los


superiores, ni tampoco la eficacia del método de quienes la de-
fendían o impugnaban. Se trata tan solo de exponer a la luz de
nuevos documentos el choque que se verificó entre estos dos modos
de ver la realidad presente en su proyección hacia el porvenir.
Es un reflejo, entre otros muchos, del cambio que paulatinamente
se operaba entre el tradicionalismo estático, anclado en la expe-
riencia secular, y una nueva visión dinámica del mundo religio-
so y eclesiástico sacudido por los vientos del transformismo que
investían todos los sectores de la sociedad en la segunda mitad.
del siglo XVIII.
El lector ya conoce los principales protagonistas que se
disputaban el campo bajo el signo de una mayor perfección
religiosa, y también las armas de las partes contendientes. Una
vez más triunfa el regalismo intransigente y sin escrúpulos,
•disfrazado con el manto de la piedad y de la disciplina eclesiástica,
una y otra miradas a través del punto de vista hipócrita y del
prisma monocromático de los corifeos del despotismo ilustrado.
El episodio no se comprende, si se prescinde de las corrientes
doctrinales e ideológicas que dividían a los españoles en aquel
período de transición. Como es sabido, la supresión de la Compa-
ñía de Jesús tuvo repercusiones incalculables en varios sectores
de la vida nacional. Los ministros, que formaban la camarilla de
Carlos III, identificaban con los jesuítas a cuantos, por cualquier
motivo, se opusieran a sus pretensiones reformadoras, mientras
que halagaban con su benevolencia y prestaban su incondicional
.apoyo a quienes o con sus enseñanzas o con sus actividades fa-
vorecieran los nuevos cauces abiertos por el regalismo en su
trina dimensión : política, cultural y religiosa. Todos sus adversa-
rios formaban parte del partido «jesuítico». Tildar a uno de
« jesuíta » equivalía en el lenguaje de los prohombres del despo-
tismo ilustrado, volterianos y enciclopedistas, a excluirlo de la
categoría de hombres honrados y a relegarlo con desprecio entre
los fanáticos defensores de la tradición y del obscurantismo 192 •
Era necesario aludir siquiera a estas directrices religiosas
y políticas para situar al lector en el plano elevado de la obser-
vación objetiva del argumento, objeto de estas líneas. Los factores
que se han de ponderar para adquirir una visión posiblemente
total de la controversia se polarizan en torno al convento, teatro

19 2 Cf. C.E. CORONA BARATECH, José Nicolás de Azara, 119.


82 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

de la experiencia, al personaje clave del movimiento, a la reali-


zación del proyecto y a las múltiples oposiciones que suscitó y
alimentó.

2. El teatro de operaciones

Para valorar y enJmciar los acontecimientos, que vamos a


narrar, conviene tener presente la situación geográfica del con-
vento, en que se desarrollaron. Estaba emplazado en el Real
Sitio de El Pardo, en las cercanías de Madrid. En cierto sentido
era un feudo del Rey Católico, no porque éste se entrometiera,
como los señores fe u dales, en su gobierno o se arrogara derechos
incompatibles con el régimen conventual, sino porque siendo de
su Real Patronato y, por añadidura, situado materialmente den-
tro de sus posesiones, podía en cualquier momento hacer valer
su criterio y autoridad, y causaba una cierta reverencial depen-
dencia en los superiores, obligándoles a condescender y tolerar
actitudes y situaciones intolerables en otras comunidades. Mien-
tras se trataba de una cierta paternidad impregnada de bene-
volencia y matizada de generosa ayuda, el hecho no constituía
peligro alguno; pero la situación cambió al triunfar el regalismo.
Por expresa voluntad de Felipe III se puso la primera piedra
del convento-eremitorio del Real Sitio de El Pardo el 13 de
noviembre de 1612; pero ya el 13 de febrero del año siguiente,.
dada la insalubridad del lugar escogido, comenzaron las obras
del nuevo edificio a poca distancia del primero y fue inaugurado
el 21 de noviembre con toda solemnidad. Mas tampoco ahora se
evitaron los inconvenientes que habían motivado el traslado, y
el 30 de noviembre de 1638 se colocaba la primera piedra del
tercero y definitivo convento inaugurado con la traslación del
Santísimo el 9 de octubre de 1650. A partir de esta fecha el
edificio no conoció modificaciones notables, y el patronato Real
estuvo en todo su vigor desde la primera fundación 193 •
Los reyes, en su afán de favorecer al convento con dones
dignos de su real munificencia, no paraban mientes en los límites
de la pobreza seráfica, si bien siempre le tributaron los elogios
más sentidos y las más sinceras alabanzas. He aquí un botón
de muestra:

193 Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, La provincia de Frailes Menores Ca--


puchinos de Castilla I, 60-65. 158-160.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 83

« En el convento del Pardo se había dorado en mucha parte el reta-


blo de la capilla de Nuestra Señora de la Paz, y se habían colocado
dos quadros con marcos dorados en la del Christo194 ; dispuesto todo
por el Rey Don Fernando VI. Estando Colindres de visita en calidad
de General, lo advierte no sin un vivo dolor. Y encendido en la
llama de este zelo, pide a nuestro Católico Monarca Carlos III la
dignación de permitir se borre el dorado. Y logra oir esta respuesta,
en que brillan la piedad, la munificencia y el zelo: 'Ya lo había
reparado yo, y no me había parecido bien por el concepto que tengo
de la pobreza de los Capuchinos. Pierde cuidado, que yo mandaré
que se quite y se haga a mi costa el ornato conveniente'. Se hizo,
en efecto »195 •

3. La perfeeta vida común

Este solitario y apacible convento, oasis predilecto de almas


austeras y contemplativas, particularmente protegido y favorecido
por los reyes, fue el teatro de la porfiada y prolongada lucha
en torno a la práctica integral de la más perfecta vida común.
Su abanderado fue el mismo que tan denodadamente había lucha-
do por el establecimiento del Seminario de Misioneros de Toro:
el P. Juan de Zamora. Fue también su primer superior, pero
presentó la renuncia antes de terminar el trienio y le fue aceptada
en la congregación definitorial del 24 de abril de 1767. Sin esperar
la llegada del sucesor, entregó el sello al vicario y se desentendió
del gobierno de la comunidad 196 • A principios de diciembre del
año siguiente, habiendo fallecido el lector de teología, fue trasla-
dado de Toro a Toledo, haciéndose cargo de la cátedra de aquella
facultad 197 • Gobernaba a la saz.ón la archidiócesis toledana el

194 Acerca del origen y vicisitudes de estas dos capillas véase BUENAVENTURA
DE CARROCERA, ob. cit., 159.
195 LAMBERTO DE ZARAGOZA, Elogio, 30.
196 Era vicario del convento el P. Isidoro de Fermoselle y el nuevo superior
fue el P. Antonio de Hoz. Véanse las noticias bio-bibliográficas respectivamente en
las notas 30 y 116 del presente estudio.
197 El P. Zamora (cf. Manifiesto, historial, f.60) dice expresamente que fue
trasladado a Toledo para reemplazar al profesor de teología, que había fallecido el'
4 de de diciembre de 1768; sin embargo, el lector de teología del curso de Toledo
nombrado en el capítulo provincial del 21 de octubre de aquel año era el P. Juan
de Villardondiego, que sobrevivió aun muchos años. Es probable que se refiera al
maestro de estudiantes P. Bernardino de Medina, nombrado para el cargo con la
misma fecha, del cual no se conservan ulteriores noticias. Cf. BUENAVENTURA DE
CARROCERA, Necrologio, 7. .
84 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA CCMÚN

card. Luis Fernández de Córdoba 198 , quien lo escogió por confesor,


lo nombró juez de concurso y le encargó ]as misiones anuales
en la santa iglesia catedral1 99 • En una fecha imprecisada - pro-
bablemente en el último trimestre de 1771 - regresó a Toro,
dedicándose con entusiasmo al ejercicio favorito de las misiones.
Mas como quiera que su quebrantada salud no le permitía so-
brellevar los rigores de la observancia de aquella comunidad,
a que la lógica intransigente de su ánimo esforzado le impulsaba,
expuso al prelado provincial su situación. Y El provincial P. Agus-
tín de Toledo le aconsejó que tomara la iniciativa de pedir el
traslado, como efectivamente lo hizo y fue destinado al convento
de Esquivias, sin renunciar a los planes que había concebido de
dar nuevo impulso a la observancia regular.
En octubre de 1774 se celebró el capítulo provincial, y el
P. Zamora fue nombrado guardián del Real convento de El Pardo.
Su primer encuentro con aquella comunidad no pudo ser más
satisfactorio ni más agradable. Reinaba la paz entre sus morado-
res y la observancia regular estaba en pleno vigor. Por otra
parte sus primeras actuaciones le conquistaron la simpatía y
benevolencia de los súbditos. Alentado y sostenido por un am-
biente tan favorable, creyó que había llegado el momento tan
deseado de implantar allí el plan de renovación propuesto diez
años antes al P. Colindres. Pero la experiencia le había ense-
ñado a evitar la precipitación en las decisiones. Y para no obrar
de ligero, determinó consultarse antes con los superiores pro-
vinciales, tanto más que estaba seguro de que favorecían sus
ideales, pues habían participado activamente al establecimiento
de los Seminarios. El ministro provincial era el P. Fidel de
Santurce, su amigo y admirador; y formaban parte del definitorio
los padres Isidoro de Fermoselle, que con su prestigio y autoridad
había contribuido a consolidar la institución toresana; y Fausti-
no de La Nava, religioso docto y muy piadoso 200 •
Asesorado y estimulado por la competente autoridad y soste-
nido por sus amigos de la corte madrileña, el P. Zamora preparó

198 Había sido nombrado en 1755 y falleció el 26 de marzo de 1771; fue


enterrado en la iglesia de las Capuchinas de la ciudad. Cf. R. RITZLER-P. SEFRIN,
Hierarchia catholica VI, 17. 410.
199 Cf. M anijiesto historial, f.61.
°
20 Cf. Erario divino de la sagrada Religión de los Frailes Menores Capuchinos
en la Provincia de Castilla, ed. BUENAVENTURA DE CIUDAD RODRIGO, 0.F.M.Cap., Sala-
manca 1909, 243s.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 85

los últimos toques al proyecto acariciado y meditado durante


mucho tiempo. Y después de haber hablado privadamente con unos
y otros, convocó a la comunidad y en una sentida plática expuso
la necesidad y las ventajas de la más perfecta vida común
y el modo concreto de realizarla según las prescripciones tri-
dentinas, las bulas pontificias y la legislación capuchina.
Nadie se llame a engaño pensando a una reforma radical.
Ya hemos indicado que en aquella comunidad no había abusos
notables. Sin género de duda el concepto y amplitud de la vida
común, que se patrocinaba, está exactamente reflejado en estas
palabras entresacadas de las ordenaciones promulgadas más tarde,
pero practicadas desde el primer momento:
« Es nuestra expresa voluntad que se observe a la letra en este
convento la vida común perfecta, assí como la ordenó para el con-
vento de Toro el R.mo P. Colindres; de tal modo que todas las cosas
sean comunes y a ninguno de los frailes sea lícito guardar o retener
cosa alguna para su uso particular, fuera del hábito, cuerda, paños
menores, sandalias y breviario. Y assí siempre que algún fraile, por
qualquiera vía que sea adquiera alguna cosa, aunque sea lícita,
honesta y conforme a nuestro pobre estado, y aunque sea en pequeña
. cantidad, la entregue inmediatamente a su superior, el qual la in-
corpore con la comunidad y la distribuya o a todos o solamente a los
necesitados, según la calidad de las cosas »201 •
Este fue el punto capital y casi único de la tan decantada
vida común implantada con unanimidad de pareceres en la co-
munidad de El Pardo 2 º2 , si bien agitó profundamente la sereni-
dad conventual de la provincia de Castilla durante algunos años.
En efecto, comenzó una guerra sorda y pertinaz que pronto al-
canzó proporciones alarmantes. En noviembre de 1774 se ausentó
de la provincia el P. Fidel de Santurce a fin de asistir al capítulo
general convocado en Roma para el año siguiente 2 ºª. Durante su
ausencia dejó como sustituto al P. Fidel de Alcabón, custodio de
Madrid, ex-lector de teología y calificador de la Suprema 204 • El

201 APCC, Le,qisl. I, 6/65.


2 02 Solo se opusieron dos religiosos de la comunidad; uno fue trasladado in-
mediatamente al convento de La Paciencia (Madrid) y el otro continuó en El Pardo ..
Cf. Manifiesto historial, f.26s.
2o3 Puesto que el viaje debía hacerse necesariamente a pie, los capitulares:
solían salir de la provincia durante el otoño del año precedente al capítulo. Cf.
Erario divino, 200, en donde se lee (]Ue el custodio P. Bruno de Sobrecastillo salió•
de Madrid el 23 de noviembre de 1746 para participar en Roma al capítulo general.
celebrado en mayo del año siguiente.
2o 4 Si bien en las tablas capitulares el P. Alcabón aparece solo corno maestro,
de estudiantes del curso teológico, el .mismo se firmaba « exlector de sagrada teolo-·
86 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

nombramiento fue fatal para el desarrollo del establecimiento


de la vida común, pues el P. Alcabón no aprobaba aquella « no-
vedad ». También era contrario uno de los definidores, el P. Fidel
de Plasencia, quien escribió un memorial para combatirlo, esfor-
zándose por demostrar que era ilícito 2 º5 • De esta opinión partici-
paban asimismo algunos padres graduados, quienes lo atacaban
en su raiz y razón jurídica, sosteniendo que no era incumbencia
del provincial, y mucho menos del superior local, introducir se-
mejantes innovaciones en la disciplina conventual. Y se llegó
hasta amenazar con la destitución al guardián.
Pero el P. Zamora no combatía solo la batalla. El P. Fran-
dsco de Villalpando, que contaba con influyentes amigos en la
corte de Madrid 2° 6 , « con una docta refutación» rebatió los ar-
gumentos del citado memorial del P. Plasencia, haciendo la
apología del establecimiento 2 º1 • Además, el P. Fermoselle no se
contentó con acudir al confesor del rey 2 º8, sino que se dirigió
también al ministro de Gracia y Justicia, Manuel de Roda, expo-
niéndole el asunto detalladamente y pidiendo su colaboración.
Por último, el guardián envió personalmente al rey un informe
pormenorizado, en el que relataba el origen, la amplitud, la
finalidad y los fundamentos del establecimiento, haciendo resaltar
su conformidad con la disciplina vigente y con las normas tra-
zadas por el P. Colindres. Como se ve, la controversia rebasaba

gía » (cf. Erario divino, 244). No conocemos la fecha de su nombramiento de cali-


ficador de la Suprema, pero ciertamente ya lo era antes del 1 de julio de 1762. Una
y otra noticia la recabamos de su aprobación del libro del capuchino Félix Andrés
de Barcelona: Método de la hermosa dilección y since1·a dwJoción hacia la Inmaculada
Virgen María, Barcelona 1762. La censura lleva la fecha: « Convento de Capuchinos
,del SS. Christo de la Paciencia desta Corte de Madrid "- 1 de julio de 1762 ». Se
ignora el lugar y el tiempo de la muerte de este religios:i, que aparecerá repetidas
veces en las páginas siguientes. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrologio, 211;
Erario divino, passim en las tablas capitulares (1746-177{•.
2o5 Aunque el P. Zamora en su Manifiesto historial no da el nombre del
definidor que redactó el memorial, creemos que se trata del P. Fidel, figura cierta-
mente relevante en la vida de la provincia (cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necro-
logio, 166), más bien que del cuarto definidor P. Joaquín ce Soria (cf. ibid., 67).
20s Gozó de la amistad del conde de Floridablanca, que le tenía por confi-
,dente y consejero; y también del conde de Aranda, qden al reaparecer en las
esferas del gobierno en 1792 tomó su defensa ante la Inquisición. Cf. BUENAVENTURA
DE CARROCERA, Un capítulo de la hist01·ia de la filosofía en España. La obra filosófica
del capuchino P. Francisco de Villalpando, en Estud.Frano. 49(1948) 56-78. 379-389;
Idem, Necrologio, 32s; l\lIELCHIOR A POBLADURA, S. Petrus de Alcántara studiorum dux
et exempla1·. Ex praelectionibus philosophicis Francisci a Villapando, en Coll.Franc.
32 ( 1962) 434-444.
207 Cf. Manifiesto historial, f.34. Se desconoce el ~exto de la «refutación».
208 Era el conocido P. Eleta, de quien ya se ha hablado más arriba, nota 109.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 87

las esferas conventuales y penetraba en la insidiosa espiral de la


política regalista. Como era de preverse, el rey, con una Real
orden fechada en El Pardo el 18 de marzo de 1775, « aprobó dicho
establecimiento de la perfecta vida común y quiere que se obser-
ve y guarde, practicándose lo mismo por los prelados sucesores
de V.R. en esa comunidad »200 •
Una vez más se plantea el problema de la legitimidad del
recurso a la potestad civil en defensa de los ideales religiosos.
Ciertamente, quienes lo practicaban se veían a veces envueltos
en situaciones harto delicadas, en las cuales no siempre era fácil
salvar la propia conciencia en la alternativa de obedecer a Dios
o al César210 • En el caso presente, sin embargo, creían no solo
justificada su actitud sino hasta impuesta por el concilio de
Trento, que obligaba a los príncipes y reyes a prestar su eficaz
colaboración siempre que fueran requeridos para implantar la
reforma 211 • Además se veían respaldados tanto por los dictámenes
tridentinos como por las prerrogativas regias respecto a los asuntos
religiosos y disciplinales, que se arrogaban los gobiernos rega-
listas y galicanos. Aunque el P. Villalpando enfoque el problema
desde un punto de vista general en su tratado de ética, no parece
improbable que la solución que propone se refiera concretamente
a las controversias que entonces se agitaban acerca de la reforma
de la disciplina eclesiástica y religiosa, en las que también él
tomaba parte activa 212 • Y entre las alabanzas que tributa al
Consejo de Castilla en la dedicatoria del tercer volumen del curso
filosófico encarece complacido sus afanes y desvelos « por confor-
mar los clérigos y los religiosos a la primitiva disciplina de sus
respectivos institutos »21 ª. Es evidente que los contrarios no apro-
baban ni la teoría ni la práctica de los organizadores del nuevo
sistema de vida común; rechazaban como ilegítima toda ingeren-

20 9 Carta de Manuel de Roda al P. Juan de Zamora, El Pardo, 18 marzo de


1775: APCC, Manifiesto historial, f.63.
2 10 Véase más abajo la descripción del encuentro del P. Zamora con el
vicario provincial.
2 11 Cf. Conc. Trid., sess. XXV: De Regularibus et monialibus, cap. 22; Canones
et Dec1·eta Concilii Tridentini, ex editione Romana an. 1834 repetiti, Neapoli 3 1872,
437.
21 2 « Hinc iam patet qualiter imperantes Religionis cura spectet. Quamvis enim
potestati civili non competat auctoritas fidei morumque dogmata definiendi, tamen
fidem ipsam morumque ac disciplinae leges tueri ac defendere tenentur, ad conser-
vandam firmandamque hoc pacto Sacerdotii et Imperii concordiam. Ineptissima sunt
argumenta, quibus haec convelli tentantur, quasi scilicet utriusque potestatis iurá
confunderentur ac cuneta susdeque verterentur » (FRANCISCUS A VILLALPANDO, Phi-
losophia ad usum Scholae FF. Minorum S. Francisci Capuccinorum III, Matriti
1778, 291s).
213 FRANCISCUS A VILLALPANDO, lug. cit., p.XI.
88 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

cia civil en el gobierno interno de las corporaciones religiosas y


reivindicaban a las competentes autoridades eclesiásticas el de-
recho exclusivo de intervenir en las modificaciones de los estatu-
tos, usos y costumbres. Pero el aire que entonces se respiraba
no favorecía el triunfo de esta postura jurídica, que tenía sus
fundamentos legítimos en la doctrina tradicional de la Iglesia.

4. El reverso de la medalla

Hasta ahora hemos aludido genéricamente a los reparos y


dificultades que se oponían a la reorganización de la perfecta vi-
da común, porque en realidad los conocemos solo al trasluz de
algunos informes. Afortunadamente ha llegado hasta nosotros
el texto de una consulta del P. Francisco de Ajofrín, en la que
se describe y analiza el trasfondo de la controversia y se vislum-
bran las objeciones principales que se oponían a la validez y
eficacia de aquella iniciativa. Esta consulta, además de la opi-
nión personal del autor, refleja la postura mental y espiritual
de muchos religiosos 214 •
Al P. Ajofrín no le faltaban títulos para intervenir en la
contienda; a todos era notoria su vasta erudición y su ejempla-
ridad religiosa y apostólica 215 • Ante el cariz que había tomado
el movimiento iniciado en El Pardo, deseando profundizar las
razones que podían haberlo motivado y averiguar cuál sería la
conducta más razonable que debía seguirse ante el problema
planteado, se dirigió al dominico Pedro Morzo, amigo suyo y
profesor del Colegio de Santo Tomás de Madrid. La consulta se
divide en dos partes; en la primera se da un cuadro pormenori-
zado de la disciplina regular entre los religiosos a quienes se re-
fiere; y en la segunda se exponen esquemáticamente las dudas,
cuya solución se desea. La cuestión se trata en abstracto, sin
mencionar la orden religiosa, pero advirtiendo que es mendicante.
A pesar de esta prudencial reserva, no hay duda alguna de
que el objeto de la consulta es el establecimiento de la perfecta
vida común en El Pardo.
En primer lugar, para orientar certeramente a su interlo-
cutor y consejero, el P. Ajofrín describe de una manera sobria

2 14 El texto autógrafo de la consulta (Madrid, 20 diciembre 1775) se conserva.


en Madrid, Academia de la Historia: Papeles de Jesuítas, t.203, f.39ss. Consta de 11
folios sin numerar. Se desconoce la respuesta del maestro Pedro Morzo.
215 Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Notas bio-bibliográficas del Padre Fran-
cisco de Ajofrín, en Diario del viaje que por orden de la Sagrada Congregación de
Propaganda Fide hizo a la América septentrional en el siglo XVIII el P. Fray Fran-
cisco de Ajofrín II, Madrid 1959, 279-324; Idem, Necrologio, 15.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 89

y objetiva el· tenor de vida regular seguido por los religiosos


para cerciorarse si encaja o no en el marco de las disposiciones
tridentinas, pontificias y regulares. Todos visten de la misma
manera y comen a la misma mesa; no hay distinción alguna entre
superiores y súbditos en lo referente a la observancia; no existe
el peculio y todas las limosnas que entran en el convento se desti-
nan indistintamente a la comunidad, excepto si algún religioso
recibe chocolate o tabaco en pequeña cantidad, pues en este caso
el prelado suele autorizar el uso al interesado. Y advierte
« que solo estas dos cosas, es a saber, el tabaco y el chocolate, no
se dan ni se han dado jamás de comunidad, acaso por considerarlos
no necesarios para la vida humana, como de hecho es así, pues
muchos no toman uno ni otro »216 •
Este era el caballo de batalla, pues mientras'unos defendían
la licitud de este uso provincial, otros sostenían que era contrario
a la vida común. Y aquí es donde el autor casi sin quererlo o tal
vez de propósito, aunque no abiertamente, manifiesta su parecer
desfavorable a la iniciativa del P. Zamora. En efecto, si el prelado
exige que le entreguen aquellas cosas para el uso de toda la
comunidad, « demás de muchos disturbios, inquietudes y turba-
ciones que habría en esto por ser contra la práctica común»,
se seguiría necesariamente o que los parientes y amigos no las
entregaban o que, si había que suministrarlas, se aumentarían
los gastos, quebrantando la regla en materia grave; luego lo que
ahora se recibe lícitamente, se haría después ilícitamente 211 •
· A continuación se exponen en forma de dudas las cuestiones
que se desea resolver. También en este segundo apartado se
vislumbra el común sentir de los religiosos acerca de la oportuni-
dad y utilidad de la innovación y de la fuerza de los motivos
aducidos por los organizadores.
Aun suponiendo, como parece probable, que a lo sumo el
uso de las cosas a que se aludía, se opusiera tan solo accidental-
mente a la vida común, « se pregunta si será lícito y del agrado
de Dios establecer este género de vida común con el pretexto de
más perfección y mayor exactitud, temiendo con fundamento
que por esta novedad se han de seguir no pocas inquietudes,
discordias y faltas de caridad». Y aun en el caso improbable
que fuera necesario establecerlo, se pregunta si sería incumben-

· 216 Cf. Consulta, n.15. Todos los documentos hablan de estos dos objetos, el
chocolate y el tabaco, que dieron ocasión al establecimiento de la perfecta vida
común.
211 Cf. Consulta, n.19.
·.90 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

da exclusiva de los superiores mayores o también de los inferiores


o locales,
« de suerte que a estos les sea lícito establecerla, haciendo los re-
cursos que hallen por convenientes, aunque sea fuera de la Orden,
valiéndose de la protección Real por lo que dice el Concilio [ de
Trento], alegando que para esto les da facultad a dichos presidentes
[prelados locales] el citado Concilio, las bulas apostólicas y la obli-
gación de su oficio, que es no solo mantener la observancia, sino
adelantarla por todos los medios posibles, aunque de aquí se ori-
ginen mil inquietudes y escándalos, pues las cosas buenas siempre
tienen y han tenido siempre contrarios, como se vió en la predi-
cación del Evangelio y reformas que ha avido en las Religiones »218 •
El P. Ajofrín, saliendo del campo contingente y episódico,
entra en el campo doctrinal, moral y ascético, interrogando sobre
la bondad de la novedad ya introducida y sobre la conveniencia
y oportunidad de propagarla, o por lo menos de conservarla, aten-
didas las peculiares condiciones disciplinales y de convivencia.
« Establecida ya esta vida común, que llaman más exacta y perfecta,
y aviendo tenido origen entre infinitas turbas, discordias, faltas
de caridad y pecados; y continuando estos, y aun aumentándose
cada día más y más, pues suele causar más perturbación que-
rer introducir una novedad con el pretexto de reformar un de-
fecto leve, si lo es, que corregir un error grave, pues como no está
nadie obligado a lo primero sub gravi y sí a lo segundo, es fácil
persuadir esto, pero no lo otro. Lo qual supuesto, continuando las
mismas inquietudes y escándalos, y con no pequeña nota de los
seculares, sin averiguar por ahora si esto proviene de la mala con-
ducta del prelado o malicia de los religiosos, se pregunta si el man-
tener con tesón esta novedad a costa de tantos escándalos con la
esperanza de que en adelante calmaría todo, se podrá llamar cons-
tancia laudable y santa, o temeridad impía y reprochable. Itero si
viven en buen estado los que ayudan y favorecen dicha vida común
más exacta y más perfecta »219 •

B. - CONTROVERSIA ENTRE LA CORTE MADRILEÑA Y LA CURIA GENERAL

l. La polémica se traslada a Roma

El P. Zamora, bien respaldado por la corte madrileña, de-


fendía con tesonera voluntad sus decisiones e iniciativas; pero
21sCf. ibid., dudas 3 y 4.
219Cf. ibid., duda 5. Para comprender la situación tal como se refleja en
·estos apuntes, téngase presente que la consulta fue hecha el 20 de diciembre de
1775, cuando la controversia entre la curia general y la corte madrileña batía el
_record a causa de la carta del P. Erardo.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 91

,sus émulos, para quienes no era un secreto la avasalladora


prepotencia de los ministros regalistas, evitaron la batalla frontal
y acudieron a Roma, soslayando el peligro de una segura derrota.
Presentaron a los superiores generales un memorial, en el que
ponían de relieve los perjuicios y daños de la novedad introducida
,en El Pardo y encarecían las deplorables consecuencias de la
misma en el normal desarrollo de la vida conventual; y califi-
caban sin eufemismos de arbitraria y caprichosa la conducta
reformadora del superior de aquella comunidad. Esta ofensiva
no pasó desapercibida al P. Zamora y también él presentó un
informe al definitorio general, en el que explicaba las vicisi-
tudes del establecimiento, y como prueba inopugnable del mismo
remitía copia de la Real orden, que lo aprobaba de una manera
definitiva, y cuya existencia desconocían en absoluto sus adversa-
rios220. La decisión de los superiores le fue desfavorable, pero
con su intervención dio motivo a la controversia entre los dos
poderes, cuyo desenlace señalaría el triunfo de la causa defendida
por él, patrocinada por la corte de Madrid y por los representan-
tes de ésta en Roma.
Durante el período más álgido de la polémica regentó la
•embajada de España el célebre José Moñino, conde de Floridablan-
ca221. El presidente del gobierno Grimaldi, que deseaba eliminar
definitivamente el enojoso asunto de la supresión de los jesuítas,
,descubrió en el fiscal del reino « el hombre religioso, moderado e
instruído » capaz de resolverlo en conformidad con la política
de las cortes borbónicas y de acuerdo con la Santa Sede 222 . Al
nombramiento no fue ajeno el ex-agente de preces y actual mi-
nistro de Gracia y Justicia, Manuel de Roda, « conociendo él las
,qualidades que se requieren en Roma »22 ª, sobre todo en tan crí-

220 Cf. JUAN DE ZAMORA, Manifiesto historial, f.64s.


221 Nació en Murcia el 21 de octubre de 1728 y murió en Sevilla el 30 de
-diciembre de 1808. « Se significó por su apego a las doctrinas regalistas ... Su habilidad
y su tacto sagaz demostrado en la suavización de las asperezas y protestas susci-
tadas por el escrito de Campomanes, sus brillantes informe8 y alegaciones como
Fiscal del Consejo de Castilla, en que se manifiesta como decidido defensor de las
regalías y enemigo de los jesuítas, supieron conquistar el aprecio y la confianza
del ministro Grimaldi » (Carlos E. CORONA BARATECH, ob. cit., 289). Cf. Cayetano
ALCÁZAR MOLINA, El conde de Floridablanca I, Madrid 1934; José Pío TEJERA y R. DE
MoNCADA, Biblioteca del Murciano, o Ensayo de un diccionario biográfico y biblio-
_gráfico de la literatura en Murcia 1, Madrid 1922, 487-509.
2 22 Aceptada la renuncia de Azpuru, el 21 de enero de 1772 fue nombrado
-embajador en Roma el conde de Lavaña, que hasta entonces había representado al
Rey en Nápoles; pero falleció en marzo y le sucedió Moñino, el cual llegó a Roma
el 4 de julio.
2 2a Son palabras _de Carlos III, pronunciadas en una conversación con Gri-

maldi. Cf. carta de Grimaldi a Roda, El Pardo, 22 febrero 1765: Madrid, Bibl.Nac.,
Ms. 7171, cit. por Carlos E. CORONA BARATECH, ob. cit., 319s.
92 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

ticas circunstancias. Por su parte Carlos III no ocultaba las:


razones que le habían movido a aprobar la elección. El 24 de mayo
de 1772 escribía a Tanucci :
<<He nombrado para mi ministro interino en Roma a D. José Mo-
ñino, fiscal de mi Consejo de Castilla y del extraordinario ... , buen
regalista, prudente y de buen modo y trato; pero firme al mismo
tiempo y muy persuadido de la necesidad de la extinción de los
jesuitas »224 •
Por de pronto Roda pudo contar con un sagaz y hábil colabora-
dor, conocedor como él del ambiente romano 225 , en sus afanes
regalistas, como lo demuestra bien a las claras su intervención
en el conflicto, de que nos ocupamos.
Después de la muerte del general de la Orden, P. Amado de
Lamballe ( t 17 mayo 1773), la asamblea capitular fue convocada a
fin de elegir los nuevos superiores para Pentecostés de 1775. Los
vocales llegaron a Roma a fines de mayo y el 2 de junio se celebra-
ron las elecciones. Como en el capítulo anterior se había discutido
el problema de los Seminarios de Misioneros 226 , en éste se puso
sobre el tapete la polémica suscitada en Castilla acerca de la vida
común establecida en El Pardo. Nos interesa presentar aquí los
representantes valencianos y castellanos por entrar de lleno en las
sucesivas vicisitudes de esta historia 227 •
2 21 Cf. Antonio FERRER DEL Río, Historia del reinado de Carlos III en España
II, Madrid 1856, 353. El auditor de la nunciatura de Madrid, Mons. Vincenti, retrató
a José Moñino con estas significativas y exactas palabras: « Di esteriore dolc2, affa-
bile, modera to ed anche religioso; ma ostile oltre ogni dire all'autorita pontificia ed
alla giurisdizione ecclesiastica ». Citado por Cayetano ALCÁZAR MoLINA, ob. cit.,
100, nota l.
225 El 6 de julio de 1775 escribía al confesor del rey: « He dicho algunas
veces en mis despachos por Secretaría de Estado que de Roma nada se puede creer
(dejo aparte la religión con que Jesucristo asiste de una manera especial a su
Iglesia), puesto que todo lo que se habla y escribe, si no es mentira en la substan-
cia, lo es en el modo. Tengo dadas pruebas evidentes desta máxima ... Los españoles
que vienen se hacen luego a las mañas, como los italianos; y en todas las gerarquías
ay un hábito pernicioso o de fingir o de creer con facilidad y esparcir con la
misma quanto oyen de malo o de bueno» (Carta de José Moñino al P. Eleta, Roma,
6 julio 1775: Arch.Emb., leg.346, Exp. 1). Ya antes había escrito a Roda: « Yo
conozco clarisimamente lo que es Roma y el sistema de no salir de los negocios
embrollados» (Carta de José Moñino a Manuel de Roda, Roma, 13 octubre 1774:
Arch.Emb., leg. 342). Para ilustrar el desarrollo de los acontecimientos nos han
sido muy útiles las noticias entresacadas de la correspondencia confidencial de Roda
con Moñino; desgraciadamente no hemos podido hallar las cartas confidenciales de,
Moñino a Roda. En la correspondencia ordinaria de F:oribablanca conservada en
Simancas, Estado, leg. 4989-90 no se alude siquiera al establecimiento de la vida
común, y el mismo silencio se observa en su correspondencia confidencial con el mar-
qués de Grimaldi (julio 1773-diciembre 1776): Simancas, Estado, leg. 4986.
226 Véase más arriba art. II, A, 2.

2 27 Las actas del capítulo no nos han conservadc los nombres de los capi-
tulares (cf. Arch.Gen.O.F.M.Cap., Acta Ordinis, AG/7); pero además de los,
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 93

Merece mención especial, en primer lugar, el provincial de


Valencia, P. Andrés de Tabernes de Valldigna, que fue una de las
figuras más eminentes y prestigiosas de la provincia en aquella
época, como lo acreditan sus cargos y títulos: examinador sinodal
del obispado de Orihuela, académico de la Real de San Carlos de
Valencia, brillante orador sagrado, amigo y consejero de Roda,
colaborador de tan insignes representantes de las corrientes
culturales como los hermanos Gregorio y Juan Antonio Mayans
y Sisear, orador oficial en las exequias de Carlos III, etc. 228 •
También estuvo presente al capítulo, como custodio, el exprovincial
P. Domingo de Onteniente, considerado en la corte de Madrid como
enemigo declarado de su política religiosa y por lo mismo deni-
grado y combatido con el típico desenfado volteriano y enciclope-
dista. Con todo, no se pueden ni deben ocultar sus indiscutibles
méritos, de los que son índice y prueba fehaciente la notable
votación para definidor general obtenida en 1768 y su efectiva
elección al presente por 107 votos contra los 57 obtenidos por el
P. Valldigna 22 9, y también las alabanzas que le tributaron sus
contemporáneos no contaminados por miras políticas y utili-
taristas2ªº.
La delegación castellana estaba compuesta por el provincial
P. Fidel de Santurce y los custodios PP. Juan de Villardondiego 2ª1
y Lucas de Los Arcos 2ª2. El P. Santurce era suficientemente co-
nocido en el ambiente da la curia general por haber permanecido
allí varios años como secretario de lengua española, e incluso
había asistido al capítulo anterior 2ªª· Los ministros de la corte
madrileña lo estimaban más por su bondad que por su inteligencia.
En realidad, no estuvo a la altura que las críticas circunstancias

-castellanos y yalencianos, conocemos a los de Cataluña (PP. Francisco M. de


Massanet, Severo de Barcelona y José Francisco de Barcelona) y de Navarra-Can-
tabria (PP. Ildefonso de Tudela, Celedonio de Auto! y Nicolás de Eslava). Los
provinciales de Aragón y Andalucía eran respectivamente los PP. Clemente de
Armillas y José Félix de Sevilla. ·
22s Nació el 25 de diciembre de 1716, hizo la profesión religiosa el 28 de
dicienibre de 1732 y falleció el 23 de agosto de 1805. Cf. EUGENIO DE VALENCIA,
Necrologio histórico-seráfico, n.2065, p.273 (dice que murió en 1806); Justo PASTOR
FUS•TER, Biblioteca Valenciana con adiciones y enmiendas a la de D. Vicente Ximeno
II, Valencia 1830, 264.
229 Arch.Gen.O.F.M.Cap., Acta Ordinis, AG/7, ad annum.
2 ao Cf. Roma, Arch.Prov.O.F.M.Cap.: A.nnali manoscritti V, 601; EUGENIO DE

VALENCIA, ob. cit., n.136, p.26.


231 Falleció el 21 de marzo de 1779, mientras desempeñaba el cargo de vicario
provincial. Cf. Erario divino, 252; BUENAVENTURA DE CARROCERA, N ecrologio, 76.
2 32 Murió el 30 de octubre de 1788. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, N ecro-
logio, 286.
233 Cf. Coll.Franc. 22(1952) 64s. 167. S•e ignoran la fecha y el lugar de su
muerte.
94 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

de la provincia requerían y se rindió antes de terminar el trienio,.


vencido por las dificultades 234 •
La corte de Madrid no tenía pretensiones particulares acerca
del desarrollo de las elecciones capitulares; pero no se desentendió
del asunto, y aun sin imponer o exigir determinadas candidaturas
para los altos cargos, no ocultó sus preferencias por quienes favo-
recían o toleraban sus planes de política religiosa e ingerencia
jurisdiccional. Son interesantes a este propósito el cambio de ideas
y las confidencias de Manuel de Roda con el embajador Moñino
en las correspondencia privada que solía acompañar a los despa-
chos oficiales. El 16 de mayo de 1775 le de,~ía:
« Aí estarán ya los Capuchinos para su Capítulo general. En el
antecedente escribí a Azpuru de oficio y de orden del Rey para
que prosigiese [sic] las ordenaciones que dejó establecidas el V.P.
Colindres. Ahora no han hecho instancia, como entonces, pero ha
ido el P. Valdigna, Provincial de Valencia, s·.1geto de mucho garbo,
de sana doctrina, amante de la reforma de estudios en su Religión;
y celebraré que le aiude y favorezca. También ha ido el Provincial
de Castilla, un santo, pero un pobre hombre, compañero que fue del
P. Colindres. Y un Definidor llamado Villardondiego. Este es más
hábil y también estimaré que le proteja, pues piensa mui bien »235 •
Como era natural, el conde de Floridablanca se declaró muy
dispuesto a emplear sus buenos oficios según las indicaciones de
su corresponsal, el cual le escribía de nuevo el 20 de junio, enal-
teciendo los méritos indiscutibles de su amigo recomendado en la
anterior:
« Agradezco a S. M. la protección que dispensa a mis Capuchinos,
y sobre todo al insigne Valdigna. Es hombre de mucho garbo, ta-
lento y doctrina »236 •
Manuel de Roda se llevó una amarga desilusión. Los capi-
tulares no eran de su parecer y negaron la confianza a su favorito,
y prefirieron al P. Onteniente, que no gozaba de sus simpatías.
Previa la dispensa pontificia, el 2 de junio era elegido ministro
general de la Orden el P. Erardo de Radkersburg237 , y, como re-
presentante de las provincias españolas en el definitorio, el P.
Domingo de Onteniente, custodio de la provincia valenciana ªª. 2

234 Véase más abajo, nota 261 y 264.


235 Arch.Emb., leg. 440.
236 Carta de Manuel de Roda al conde de Floridablanca, 20 junio de 177 5:
Arch.Emb., leg. 440.
237 Cf. MELCHIOR A PoBLADURA, Historia generalis III, 6s; Litterae Circulares,
in Monumenta Historica VIII, 320-348.
2 as Como ya se dijo, obtuvo en el primer escrut:nio 107 votos contra los-

57 del P. Valldigna (Arch.Gen.O.F.M.Cap., Acta Ordinis, AG/7, ad annum).


EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 95

La noticia, comunicada extraoficialmente a Madrid, no fue del


agrado de Roda, quien sin esperar el informe oficial escribía
a Moñino el día 27 :
« No me parece ha salido tan bien el Capítulo de los Capuchinos.
Siento que no se quede en Roma el P. Valdigna, pues haría mucho
bien a la Religión y daría honor a España »239 •
Si los primeros e indocumentados rumores divulgados en la
corte desagradaron al ministro, mayor fue su descontento cuando
se enteró al detalle por la relación oficial del embajador. No cono-
cemos el informe del conde de Floridablanca sino a través de la
siguiente confidencial de Roda con fecha 4 de julio:
« Supe las dos elecciones del General del Carmen y de Capuchi-
nos ... La de Capuchinos porque el P. Villardondiego me remitió
la tabla impresa de las elecciones, sin hablarme palabra del Capí-
tulo ni de sus resultas buenas ni malas. Pero por la misma tabla
vi los electos y por consiguiente que havía quedado fuera nuestro·
P. Valdigna. Ni éste ni el General de S. Agustín me han escrito,
y así ignoro cómo piensan, ni si han quedado o no resentidos del
Capítulo.
Por la exacta relación que S.M. me hace, veo no pueden tener
queja de S.M., pues ha hecho quanto ha podido con prudencia y sin
exponerse a un desaire, hallando los inconvenientes que me dice
de las cábalas de los buenos frailes. Lo que yo siento es la des-
unión de los españoles. Y esto consiste en que se mantiene aquí un
partido de Capuchinos jesuítas y enemigos de las ordenaciones del
P. Colindres, que el Rey quiere se observen. En el anterior Capí-
tulo escribí de orden del Rey a Azpuru para que no se barrenasen;
pero Su Majestad ni entonces ni ahora ha querido tomar parte en
la elección del General ni de officios, si no en que no se altere lo
que con acuerdo de Su Majestad dispuso el P. Colindres en España,
y a instancia de Su Majestad confirmó con su Breve Clemente XIV.
El Provincial de Castilla es un santo fraile, pero sin vigor, y
dexó por Vicario Provincial al P. Alcabón, a quien desterraron de
Madrid por sus locuras en el púlpito. Este ha alborotado el convento
del Pardo, y aun toda la Provincia, por ser del partido jesuítico.
Si no se sosiega, será preciso bolverlo a su destierro.
El deseo de que el P. Valdigna quedase en Roma era para que
continuase aí los recursos de los muchos díscolos que tenemos por
acá. Pero importa poco, pues aunque cueste trabajo, se detendrán
las órdenes que vengan de ese General y su Definitorio »240 •

239 Carta confidencial de Manuel de Roda al conde de Floridablanca, 27 junio·


de 1775: Arch.Emb., leg 440.
240 Carta confidencial de Manuel de Roda al conde de Floridablartca, 4 julio
de 1775: Arch.Emb., leg. 440. Como es sabido, desde 1762 se puso en vigor el
exequatur regio, en virtud del cual se controlaba todo documento pontificio antes
96 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

Tómese nota de la actitud agresiva y amenazadora de esta


última frase. La continuación de la historia del conflicto demostra-
rá que no se trató solo de amenazas. Y el punto de partida de
las violaciones del derecho sobre el particular fue la solución
proyectada durante el capítulo general para terminar la contro-
versia planteada en Madrid y Roma acerca del porvenir del esta-
blecimiento de la perfecta vida común en el Real convento de El
Pardo.

2. Duelo epistolar en torno a una decisión del General

Cuando el ministro Roda escribía su biliosa carta del 4 de


julio, amenazando con represalias, no sospechaba que antes que
aquella llegara a su destinatario, los acontecimientos ya en marcha
le brindarían la oportunidad de intervenir con su típico desenfado
regalista.
A los nuevos superiores generales se les había presentado
el problema del establecimiento de la perfecta vida común; pero
las noticias parciales y fragmentarias y los memoriales contra-
dictorios no les habían facilitado la visión clara y objetiva de la
cuestión, que se complicaba con las ingerencias desorbitadas de
la politica 24 1. El P. General escribió el 6 de julio una carta al P.
Zamora, y fue como la chispa que provocó el incendio. Después de
balancear las razones de las partes contendientes, se inclinó por la
solución propuesta por el definidor general español, desentendién-
dose de las observaciones y reservas que le hicieran los capitulares
de Castilla242 • En la carta se vislumbran todos los argumentos
de los enemigos del establecimiento, mientras que se hace caso
omiso de las razones de los promotores. El texto en sí no contenía
nada de explosivo ni desconcertante, y hasta podía haberse cali-
ficado de moderado y benévolo; pero se publicó en un ambiente

de su promulgación. Cf. Vicente de LA FUENTE, Historia eclesiástica de España VI,


Madrid 1875, 82s.
24 1 « Sabía Su Majestad lo que havía representado el Guardián al General
y Definitorio con inclusión de la Real Orden, que se le havía comunicado; que igual-
mente havían representado al mismo General el P. Fermoselle, el P. Fr. Faustino
de la Nava y otros religiosos graves enterados de lo que sucedía y de la justicia
y regularidad con que procedía el Guardián. Pero tampoco ignoraba Su Majestad que
el P. Alcabón, Vicario Provincial, y otros religiosos partidarios de la doctrina
jesuítica y de la disciplina relajada havían informado a su modo lo que les
convenía para desacreditar al Guardián y deshacer su santo y arreglado estableci-
miento » (Oficio de Manuel de Roda al conde de Floridablanca, San Ildefonso, 21
noviembre 1775: Arch.Emb., leg. 224, n.155; APCC, sign. 28/153, f.67r-68v).
242 Tanto el P. Zamora (cf. Manifiesto historial, f.42) como Manuel de

Roda (cf. carta del 3 de octubre al conde de Floridablanca: Arch.Emb., leg. 440)
atribuyen al P. Domingo de Onteniente la solución dada al problema planteado.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 97

incandescente y mal dispuesto, y exacerbó los ánimos ya bastante


agitados. En definitiva, el P. General se limitaba a comunicar al
superior de El Pardo, que habiendo sabido por conductos fidedig-
nos que el método comunitario por él implantado era arbitrario
y desusado en la provincia y en la Orden y que por añadidura no
había sido regulado por los dict.ámenes de la prudencia, ordenaba
que se suspendiera aquella novedad « usque dum, re maturius
examinata, quid aliud a Nobis statuatur» 243 •
Como se ve, era una postura prudencial; el superior se re-
serva el derecho de indagar y ponderar detenidamente los elemen-
tos de la controversia, antes de proponer una solución definitiva.
No se condena a nadie; se suspende el juicio.
Sin esperar a que el provincial regresara a España, la carta
se remitió al vicario provincial P. Alcabón, el cual, apenas reci-
bida, comenzó a saborear el triunfo, sobre todo cuando por otra
que la acompañaba vio claramente que los superiores de Roma
estaban resueltos a terminar con la iniciativa. Seguramente en
la curia general se temía que el P. Santurce no habría aceptado
el ingrato deber de destruir la obra comenzada bajo sus auspi-
cios; y en todo caso no lo hubiera hecho sin comunicarlo antes
a los ministros de la corte madrileña, dado que el rey mismo la
había autorizado. Por el contrario, el P. Alcabón no tenía estos

2 4 3 Una copia de la carta se conserva en Manifiesto historial, f.65. Puesto

que fue el centro polarizador de la controversia, no nos parece fuera de propósito


publicarla en este lugar:
« Adm. V[enera]nde in Christo observantissime P. Guardiane: Innotuit
Nobis nostroque Rmo. Definitorio Generali a variis fide dignis Paternitatem
Vestram ex zelo maioris observantiae aliquam in Religione nostra hucusque non
practicatam vitae communis methodum in suo conventu introduxisse, et quidem
non absque lesione nostrae altissimae paupertatis. Cum ea, mediate recursum ad
denarios procurari velit, quae simplidter non sunt [necessaria ?] , et anteceden ter
gratis a fratribus querebantur; ex qua novitate, uti perhibetur, non levia pacis
dispendia fratrumque perturbationes enatac sunt. Nos quidem zelum regularis
obscrvantiae a prudentia et discretione bene regulatum minime reprobamus, quin-
imo in omnibus Superioribus nos tris ex animo desideramus; ubi tamen agnoscimus
zelum alicuius Superioris ad extremitates, quae semper vitiosae sunt, deflectere
et plus malí quam boni in religiosa communitate producere, officii nostri ratio
·postulat ut huiusmodi zelum cohibeamus aut iuxta prudentiae regulas moderemus;
quare cum zelum Paternitatis Vestrac non sat bene regulatum in praefata novitatis
introductione agnoscamus, de consilio nostri Rmi. Definitorii Generalis tenore prac-
sentium Paternitati Vestrae ordinamus atque mandamus, ut a praedicta novitate
.desistat et communitatem communem in suo conventu observari faciat, sicut in
aliis vestrae Provintiae conventibus observatur et etiam in suo convcntu observatur
·usque dum, re maturius examinata, quid aliud a Nobis statuatlir.. Et dum Nobi~
promptam horum executionem a sua religiositate appromittimus, eidem paternam
nostram benedictionem peramanter impertimur.
Romae, die 6 iulii 1775.
Adm. vencrandae Paternitatis vestrae addictissimus in Domino servus,
Fr. Erhardus a Radkerspurgo, Min. Gnlis,. »
98 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

escrúpulos, pues se había opuesto de una manera radical y ter-


minante desde el primer momento.
Podemos formarnos una idea del contenido de la carta diri-
gida al vicario provincial a través de las alusiones de la documen-
tación posterior y sobre todo por la realística y pormenorizada
relación del P. Zamora en su Manifiesto historial. El P. Alcabón
debía entregarle la carta del P. General en presencia de los defini-
dores, custodios, guardianes de los conventos de Madrid, secretario
provincial y cuantos padres graduados se hallaran en la corte. Se
convocó, pues, al guardián de El Pardo:
« Iba mui sobre mi - dice. Y así cogí la carta y la leí con modesto
desenfado en clara voz. Besé luego su firma y la guardé sin hablar
palabra. Viendo esto el Vicario, tomó la voz y preguntó imperio-
samente si conocía aquellas letras. Sí, Padre, respondí; son de mi
Prelado, y aun por eso las he venerado yo y pongo sobre mi
cabeza».
A continuación le preguntó el vicario provincial si estaba
dispuesto a cumplir lo mandado, pues él debía dar cuenta al defi-
nidor general español.
« Padre, respondí, el Rey Nuestro Señor, como Padre y como único
Patrono y Señor de el convento Real de el Pardo, quiere y manda,
en uso de su potestad económica, que en él se guarde y observe
ahora y en lo venidero por mi y mis sucesores imbariablemente
la perfecta vida común según y como se manda por el sagrado con-
cilio Tridentino y Bulas Pontificias; entendiendo sus leyes sobre
el particular de vida común Su Majestad en el sentido, en que con
previa licencia de N.P. Provincial y anuencia posterior del Definito-
rio la tengo yo establecida, y no como se observa en los demás
conventos. Esta Orden de Su Majestad tengo remitida al Rmo. P.
General por un traslado auténtico. Si acaso no le ha recibido, o el
Definidor de la Nación no le ha informado bien de ella, no tengo,
yo la culpa. Mandando, pues, Su Majestad conforme al concilio Tri-
dentino, Bulas Pontificias y nuestras Constituciones generales lo
contrario que ordenan estas letras, se ve ser despachadas sin bas-
tante informe. Por tanto, se deben venerar, como yo he hecho, y
no egecutarlas en manera alguna, suplicando de ellas un exacto
informe »244 •
El P. Zamora añade que pronunció estas frases con mucha
calma y modestia. El vicario provincial, por el contrario, reaccionó
enérgicamente preguntándole si había hecho voto de obediencia
al rey o al General. Aquel replicó que, como súbdito del rey,

244 Manifiesto historical, f.44; oficio de Manuel de Roda al conde de Florida-

blanca, San Ildefonso, 22 de agosto de 1775: Arch.Emb., leg. 224, n.99.


EL REAL CONVENTO bE EL PARDO 99

debía prestarle obediencia siempre que como señor y protector


mandara algo y defendiera las sagrados cánones, como en el caso
presente, siendo así que el P. General había sido mal informado.
Los términos de la disputa revelan lo resbaladizo del conflicto
cada vez más agudo entre las dos potestades. Y escudarse con el
pretexto de que las legítimas autoridades eclesiásticas no han
sido suficientemente informadas, puede ser una concesión muy
peligrosa a la autoridad civil. Se desconoce o niega todo deslinde en
el ámbito jurisdiccional.
La entrevista terminó con un éxito francamente negativo.
Unos y otros se persuadieron que la balanza se inclinaría hacia
donde el rey quisiera y con sendos memoriales se dirigieron a
él exponidendo los respectivos puntos de vista. Por su parte
el primer definidor P. Fermoselle, deseando apaciguar los ánimos,
y conociendo la actitud nada benévola de la corte, creyó oportuno
acudir confidencialmente al P. General para rogarle que modifi-
cara la decisión tomada con su carta del 6 de julio. Es sintomático
que hiciera este recurso a la curia por medio de la embajada. El
contenido del recurso apenas se vislumbra a través de un frag-
mento de la confidencial de Roda al conde de Floridablanca:
<< Remito esa carta del P. Fermoselle, Definidor de los Capuchinos,
para su General sobre asuntos del convento del Pardo. Va abierta
para que la vea antes de entregarla, y después de enterado de su
contexto puede remitirla con seguridad a su destino.
En virtud del Breve que el Rey obtuvo de Clemente XIV mandó
en las Provincias de España su observancia en todo lo ordenado por
el P. Colindres. Donde más dificultades se han puesto es en la co-
munidad del Pardo, y este Guardián actual con licencia del Defi-
nitorio, acuerdo del Rey y dictamen del Arzobispo Confesor ha
establecido la perfecta vida común. Como los pocos de buena y sana
doctrina han perdido el Capítulo General, los victoriosos han sacado
del General nuevo la orden que verá contra el Guardián; pero el
Rey lo sostendrá, y sería mejor que el mismo General reformase
su orden para evitar empeños »24 5.

24 5 Carta de Roda al conde de Floridablanca, 15 agosto de 1775: Arch.Emb., leg ..


440, Refiriéndose a esta carta escribía en otra confidencial del 19 de septiembre al
mismo ernbajádor: « Ya escribí a Su Merced de oficio sobre el asunto del Guardián
del Pardo, en que está el Rey rnui empeñado; y me alegraré que haia prevenido
al General de los Capuchinos, corno me ofrece, con motivo de entregarle la carta del'
P. Fermoselle. El P. Valdigna escribe de Valencia mui satisfecho de Su Merced
y mui sentido del modo de pensar de los frailes en los asuntos de religiosidad y
doctrina. En todas las Provincias son pocos los que piensan bien, y perseguidos los
que promueven la buena moral y la perfecta vida común. Seguían las máximas
jesuíticas y las tienen tan arraigadas, que es difícil enderezarlos» (Arch.Emb.,.
leg. 440). .
100 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

Mientras los tres mencionados religiosos se movían en las


direcciones indicadas, el ministro Roda presentó al rey toda
la documentación que ilustraba los precedentes y el estado actual
de la controversia, es decir: a) la carta del P. Erardo al P. Zamora;
b) el informe de éste acompañado de una solicitud al vicario
provincial; e) el memorial del P. Alcabón. La solución del rey
no se hizo esperar y fue categórica. El 20 de agosto dictaminó
que se expidieran dos Reales órdenes: una al superior de El
Pardo, aprobando sus propósitos; otra al vicario provincial, cen-
surando su proceder y obligándole a presentarla al provincial ape-
nas llegara a Madrid ; y dos días más tarde una tercera al em-
bajador con el encargo de que exigiera al general que revocara
la orden dada acerca del establecimiento. En su comunicación
del 20 de agosto al P. Zamora decía Roda:
« Se ha servido S.M. aprobar quanto V.R. ha practicado en este
asunto, y me ha mandado prevenirle que es de su Real agrado y
quiere que en ese convento de su Patronato se lleve adelante y
cumpla dicho establecimiento de perfecta vida común »246 •
De muy diversa índole era la Real orden transmitida al
P. Alcabón; el tono agrio y el estilo desabrido hacían entrever
bien a las claras que no había lugar a ningún compromiso, sino que
se exigían la más incondicional aceptación y la inmediata ejecu-
ción de la voluntad del rey:
« He dado cuenta al Rey [de] quanto V.Rma. expuso en su
representación de 6 de el corriente así acerca de las quejas y re-
cursos hechos a V.Rma, como su Vicario Provincial, por los reli-
giosos ancianos y timoratos de el Real convento de el Pardo con
motivo de la novedad que en él iva introduciendo su Guardián,
Fr. Juan de Zamora, estableciendo un modo de vida común no prac-
ticado en dicho convento ni en otro alguno de esta Provincia; como
de lo ocurrido después que V.Rma. recivió una carta del P. Ge-
neral y su Definitorio con otra cerrada parz_ el mismo Guardián del
Pardo, con que le mandaba a este desistir de la nobedad que havía
introducido en su convento (por ser contraria a la pobreza que los
Religiosos Capuchinos profesan) hasta que la Definición General
mirase con toda madurez este asunto. Y enterado el Rey de esto y
del deseo que ha manifestado V.Rma. de saber la voluntad de S.M.
en este asunto, sin embargo de la Real Orden de 18 de Marzo de
este año, que dicho Guardián presentó a V.Rma. y a los Definidores,
PP. de Provincia y Guardianes de Madrid al tiempo de intimarle
la providencia dada por su General. Y teniendo también presente
el Rey lo que con este motivo ha expuesto el mismo Guardián del

2 46 APCC, Manifiesto historial, f.66.


EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 101

Pardo, acompañando el testimonio de un Pedimento dado por él


a V.Rma. y la copia de la carta que le ha escrito su General, se
ha servido S.M. aprobar quanto el citado P. Guardián ha practicado
en el asunto, y me ha mandado prevenirle, como lo ejecuto con esta
fecha, que es su Real agrado y quiere que en aquel convento de
su Patronato se lleve adelante y cumpla dicho establecimiento de
perfecta vida común. Y asimismo me ha mandado S.M. comunicar
a V.Rma. esta Real resolución para su noticia y de la de los ex-
presados Definidores, PP. de Provincia y Guardianes de Madrid,
corno también para que V.Rrna. pase esta misma carta a manos
de el P. Provincial luego que llegue a esa Provincia. Y prevengo
a V.Rrna. que S.M. quiere que el expresado Guardián de el Pardo
no se le moleste con ningún pretexto ni se le remueva de aquel
convento hasta que tenga bien establecida y radicada en él dicha
perfecta vida común por ser conforme ésta a los decretos del Con-
cilio de Trento, Bulas Pontificias e intención de el Rmo. P. Fr. Pablo
de Colindres, cuia confirmación Apostólica solicitó y obtuvo S.M.;
de cuia Real orden daré igualmente aviso de todo a su Ministro en
Roma, para que poniéndolo en noticia de dicho P. General, reboque
éste la providencia que tiene dada en el asunto; y S.M. espera que
así lo hará.
Todo lo qual participo también a V.Rma. de orden de S.M.
para su inteligencia y cumplimiento en la parte que le toca.
Dios guarde a V.Rma. muchos años.
Sn. Idelfonso, 20 de Agosto de 1775.
Manuel de Roda.
RMO. P. FR. FIDEL DE ALCABON »2 '17 •

Con la Real orden del 22 de agosto enviada al conde de Flo-


ridablanca se acaba de :remachar el clavo. Después de hacer el
historial de la cuestión, según el estilo de estos documentos,
concluye con estas palabras:
« Y asimismo se lo participo a V.I. de orden de Su Majestad para que
poniéndolo en noticia de dicho General, revoque éste la providencia
que tiene dada en el asunto, corno espera S.M. que lo hará; y para
que V.I., en caso necesario, pase en su Real nombre sus eficaces
oficios con Su Santidad » 218 •
Y en la confidencial de la misma fecha añadía Roda :
« El Rey se enfadó mucho con el Vicario Provincial y la carta del
General de los Capuchinos sobre el convento del Pardo, quando le
di cuenta; y me ha mandado escribir la adjunta de oficio, porque Su

241 !bid., f.66v.


248 Oficio de Manuel de Roda al conde Floridablanca, San Ildefonso, 22 de
agosto de 1775: Arch.Emb., leg. 224, n.99.
102 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

Majestad está mui empeñado en la observancia de todo lo que


dispuso y comunicó el P. Colindres » 249 •
El hábil y sagaz conde de Floridablanca no amoldó su con-
ducta a las instrucciones recibidas. En vez de tratar el asunto con
el general de la Orden, se puso al habla directamente con el papa.
Desde el 15 de febrero ocupaba Pío VI la cátedra de S. Pedro; y si
bien es cierto que el card. Braschi no había sido el primer candida-
to presentado o favorecido en el conclave por el embajador
español, la adhesión de éste fue decisiva para su triunfo definitivo,
y como consecuencia se establecieron entre los dos relaciones de
estima y cordialidad. El conde de Floridablanca fue el primer
representante extranjero recibido en audiencia por el nuevo pon-
tífice250, el cual aspiraba a conquistar nuevas simpatías y a conso-
lidarlas durante los primeros meses de su pontificado. Y el paso
dado por el embajador logró el resultado apetecido, como se
desprende de estas palabras:
« Su Santidad no solo se manifestó desde luego muy propenso a
mandar expedir qualesquiera Breves que fuesen necesarios a efecto
de que se cumpliese la declarada voluntad del Rey en este negocio,
sino que explicó también Su Beatitud esta su resolución al Car-
denal Conti, Secretario de Breves »251 .
Con todo, también el perspicaz embajador tropezó con algunas
dificultades. Para conseguir más fácil y seguramente su intento,
se había propuesto prescindir de la curia general y aun ocultarle
los trámites seguidos; pero aquí fracasó su proyecto, no sola-
mente porque el cardenal secretario de Breves era también pro-
tector de la Orden, sino porque llegaron directamente a los supe-
riores varios informes de la provincia de Castilla. De suerte que el
P. Onteniente, después de enterarse del contenido de las Reales
órdenes y de los planes de la corte madrileña, en un alegato diri-
gido a Madrid tomó abiertamente la defensa de la decisión defi-
nitorial del 6 de julio, censurando al mismo tiempo la conducta
del superior de El Pardo. Y no contento con esta decidida inter-
vención ante el responsable de la política religiosa del gobierno,
escribió en el mismo sentido a varios religiosos de la provincia.
Este segundo paso fue lo que mayormente lo comprometió. Igno-
raba tal vez que en la capital los dos partidos se espiaban mutua-
mente los movimientos, y no sospechó que sus diatribas contra

z49 Arch.Emb., leg. 440.


2so Cf. L. VON PASTOR, Storia dei Papi XIV /3, Roma 1934, 9ss; Carlos E.
CORONA BARATECH, José Nicolás de Azara, 112s.
2s1 Despacho del conde de Floridablanca, 28 de septiembre cie 1775: Arch.
Emb., leg. 346, f.152s.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 103

el P. Zamora irían a parar sobre el pupitre oficial de Roda, como


sucedió en efecto. Y el ministro, con su típico desenfado, zahería
sin piedad ni miramiento alguno la postura del definidor general,
enfocada exclusivamente desde el ángulo visual de un auténtico
regalista, que veía por doquier la sombra maléfica del jesuitismo
doctrinal y disciplinal, única causa de los males que aquejaban a
la nación. Las « perversas opiniones jesuíticas» habían penetrado
e invadido los claustros capuchinos y el celoso regalista lo deplo-
raba en su correspondencia confidencial con Moñino. Reprodu-
cimos el texto de dos cartas suyas, entre otras razones porque
revelan el estilo epistolar y confidencial de aquellos probos varones
del despotismo ilustrado obcecados por prejuicios sectarios y
dominados por ideas seudoreformadoras.
El 3 de octubre Manuel de Roda escribía desde El Pardo al
conde de Floridablanca en los siguientes términos:
« Me contesta [Su Merced] de oficio a la orden del Rey en el asunto
del Guardian del Pardo, y en la confidencial añade que el General
de los Capuchinos es un buen hombre, pero que su Definitorio no
le gusta a Su Merced, ni le dejan aprobar la conducta del Guardián
y Su Merced hablaria al Papa y haria que por medio de Conti se
diese una aprobacion y orden de no hacer novedad, ni turbar la
quietud de este Prelado.
En prueba de lo que Su Merced me dice, he recibido una carta
del P. Onteniente, Definidor, el qual sin haverle yo escrito ni co-
nocerle, y solo porque havia sabido la orden del Rey, que se la ha
comunicado a Su Merced, me escribe un larguísimo proceso contra
el Guardian del Pardo, y una Apología de lo resuelto contra él
por el Definitorio. No le respondo, porque no es del caso, ni lo
merece. Se hace cargo solamente de lo que han escrito contra el
Guardian, pero no se hace cargo de lo que escribieron al mismo De-
finitorio el P. Fermoselle, que es el Religioso más docto y exemplar
de esta Provincia, y el Definidor Fr. Faustino de la Nava, Definidor
y sugeto tambien de la mayor doctrina, que estuvo en Roma de
Secretario muchos años al lado del P. Colindres, testigos de vista
de lo que pasa en el Pardo, ni tampoco hace mérito de la relacion
embiada a Roma por el mismo Guardian. De forma que solo han
hecho caso de lo que dicen los émulos y díscolos de aquel convento
y de esta Provincia, como es el P. Alcabon, Vicario Provincial, a
quien se acordará Su Merced se le quitó la licencia de predicar y
desterró por el Gobierno, pero despues por piedad se le alzó el
destierro.
La maior parte de los cargos es falsa, y la otra mal entendida.
Solo hai de verdad la de dar chocolate a los Frailes, pero eso es
porque el Rey dá cincuenta mil reales cada año y quiere que lo
tomen. Lo mismo sucede en el convento de S. Pasqual de Aranjuez,
porque el Rey lo dá. En la ausencia del Provincial al Capítulo le
104 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

han hecho varios procesos mui injustos, y han perdido los recursos.
a la Nunciatura y al Consejo, de modo que el pobre Guardian es
un mártir y el P. Alcabon el tirano. Sería largo de contar si huviese
de referir los hechos y pasages que ha havido. Toda esta Provincia
estaba dominada de los Jesuitas, y los Prelados, Lectores y Maes-
tros seguian su doctrina y sus maximas. Los pocos que eran de
buena y sana doctrina y la practicaban eran perseguidos; y ahora
que algunos de ellos han empezado a tener empleos, son aborrecidos.
El P. Villardondiego, que es de los pocos, me escribió desde Roma
que habia informado al General antes de su elección de todo lo que
pasaba en el Pardo, y lo dejaba bien instn;ido, por lo que salió
de Roma mui satisfecho, y después se ha admirado de la resolución
del Definitorio.
A ese P. Onteniente convendría mucho que Su Merced le sa-
cudiese. Otra cosa huviese sido el P. Valdigna, si huviese quedado
aí. También tiene trabajos en su Provincia y escribe admirado de
lo resuelto en Roma con el Guardián del Pardo »252 •
Y el 17 del mismo mes de octubre, antes de recibir contesta-
ción a la anterior, Roda escribía de nuevo al conde 253 :
« Amigo y Ser. mio, me hallo sin carta confidencial de Su Merced
y lo atribuyo a sus ocupaciones y no a falta e.e salud, que es lo que
sentiría, pues al mismo tiempo recibo la de oficio en que avisa Su
Merced las favorables resultas en el negocio de los Capuchinos del
Pardo. El Papel del General no puede estar mas atento, obsequioso,
ni condescendiente, y sea porque sabría el eficaz oficio que Su Merced
havia pasado con el Papa y la buena disposición de S.S. para
expedir el Breve, que Su Merced solicitaba, o sea porque el General
ha tenido por justa la instancia que se hacía, se ha salido ya de la
dificultad para hacer que se observe en el Pardo lo que S.M. ha
mandado; y merece el General que se le agradezca.
Yo le daré cuenta al Rey en el primer despacho, y lo celebrará
mucho, porque estima al Guardian, quiere se observe en aquel con-
vento de Su Real Patronato la vida comun perfecta y estaba com-
premetido su nombre y decoro por haver aprobado el estableci-
miento y despues mandado se observase sin embargo del decreto
contrario del Definitorio General.
No dudo que el General havrá expedido la orden que promete
a Su Merced en su Papel, pero no havrá podido llegar hasta ahora
a saberse ni publicarse en este Definitorio Provincial, pues nada
han avisado. Es verdad que este correo ha llegado tarde.
Pero bien se conoce que el P. General es un buen hombre y
ha obrado por influxo del Definidor Español Onteniente, el qual no
contento con la carta disparatada, que me escribio, y de que no he
hecho caso, ha escrito otras a estos frailes mui tontas, insolentes

252 Arch.Emb., leg. 440.


2 53 Ibid.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 105

y llenas de expresiones barbaras, de manera que demuestra su corto


talento, ninguna instrucción, mala doctrina y poca humildad. Se
elogia a si mismo, ponderando sus creditos en las escuelas y el
lucimiento de sus actos literarios. Esto sería lo de menos, como no
fuese tan atrevido. Yo no he dado cuenta al Rey ni de la mia ni
de las agenas, que han puesto en mis manos, porque no tomase
S.M. alguna resolucion fuerte y tal vez se empeñase en hacerlo
salir de Roma, sin embargo de que me parece sería mui conveniente.
Yo me alegro de que haia venido esta respuesta del General
oportunamente, al tiempo que los Padres del partido contrario por
las cartas de ese Definidor publicaban que se confirmaba el decreto
del Definitorio antecedente y que se desaprobaba la conducta del
Guardián del Pardo, de quien dice Onteniente en las cartas que
he visto que está excomulgado, y dice Misa sacrilegamente por no
obedecer a lo que se le ha mandado, llenandolo de dicterios y de
imposturas sin conocerlo, y es un sugeto exemplar y docto ».
A juzgar por esta intensa actividad cancilleresca y por estas
invectivas alguien podía pensar en una oposición tenaz e inflexible
de los superiores de la Orden a los planes y deseos del rey. Y no
hubo tal. Se trataba sencillamente de precauciones injustificadas
y de reparos contra un peligro inexistente, como se verá a conti-
nuación.
3. - Una explicación sincera y leal

Cuando el P. General firmaba la famosa carta del 6 de


julio, no preveía el alboroto que iba a provocar; mas apenas se
dió cuenta del descontento del rey a causa de la misma, sin esperar
la protesta oficial del embajador, se adelantó a dar una explicación
objetiva y razonable. Con toda sinceridad y lealtad expuso al
conde de Floridablanca el alcance y las circunstancias de su
primera intervención, reiterando la buena voluntad que lo ani-
maba de complacer enteramente al rey y aprobando cuanto
hasta entonces se había hecho en el Real sitio de El Pardo a
propósito de la perfecta vida común 254 • Por desgracia, a pesar
de sus buenos y sinceros deseos, por no haber ponderado la ex-
254 Copia de la carta del P. Erardo de Radkersburg al conde de Florida-
blanca, Roma, 28 de septiembre de 1775: Arch.Emb., leg. 346, f.152. En el oficio
de la misma fecha escribía Floridablanca a Roda: « Como este Em.mo [el card.
Conti] es Protector de dicha Religión, es regular que haya trascendido a la noticia
del referido P. General la disposición en que estaba el Santo Padre de proveer
por si mismo a quanto deseaba Su Majestad en punto al mencionado estableci-
miento, siempre que no lo hiciese su Reverendísima. Y con efecto, .haviéndole
pasaclo ayer un Papel con el más puntual arreglo a lo contenido en la citada carta
de V.E., acaba de responder a él con el Villete adjunto que dirijo original a V.E ..
para que vea y observe los términos de veneración, respeto y condescendencia con
que se explica el mismo P. General» (Minuta, ibid. Véase más abajo nota 256).
106 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

trema delicadeza de la situación, en la que era sumamente fácil


herir susceptibilidades y ahondar prejuicios, contribuyó a agra-
varla. Con la misma fecha del oficio presentado al embajador,
el P. General enviaba una carta al provincial de Castilla, en la
que explicaba sin reticencia el verdadero motivo de la suspensión
del establecimiento de la perfecta vida común, es decir, las irre-
gularidades del superior que habían turbado la paz:
« cui [vitae communi] et Nos nunquam, sed solum irregularitati-
bus, queis Pater Guardianus praefatam vitam communem violenter
introduxerat, et quae dein tantas confusiones et tricas excitave-
rant »255_
Sustancialmente el P. Erardo decía lo mismo en los dos
documentos, es decir, en el oficio al embajador y en la carta al
provincial, fechados el 28 de septiembre. La diversidad de los
destinatarios explica y justifica la diversidad del tono, estilo y
lenguaje. Hubiera bastado una pequeña dosis de buena voluntad
y condescendencia por parte del rey y de su camarilla para
dar por terminado el episodio con esta sincera y leal declaración.
Sin embargo, el rey se dió por satisfecho con la rectificación pre-
sentada a su embajador, pero interpretó la carta al provincial
como una reiterada ofensa a su protegido, el P. Zamora, y exigió
una reparación 256 • Menos mal que Roda prefirió arrogarse el oficio

2 5 5 La copia de esta carta, enviada por Roda a Floridablanca el 21 de no-


viembre de 1775, se conserva en Arch.Emb., leg. 224, n.155.
25 6 « En este papel [la carta al conde de Floridablanca] manifiesta el General
que su providencia económica suspensiva e instructiva no la expidió con ánimo de
oponerse a la común estrecha y regular observancia introducida entre los religiosos
de el convento de el Pardo, ni de hacer ilusorias y vanas las justas intenciones
de Su Majestad y del P. General difunto Fr. Pablo de Colindres; sino que por
entonces creió y fue lo que unícamente havía pret8ndido con su providencia, supri-
mir de esta forma la división y escisura qus iba a nacer en aquella familia re-
ligiosa por la irregularidad con que havía plantado el Guardián la vida y obser-
vancia común en algunos puntos distantes y diferentes de los establecimientos
dichos y confirmados por Su Majestad Cathólica y por el mencionado P. Colindres.
Pero que viendo ia con más claridad el estado presente de las cosas y no presu-
miendo el desconcierto que havía creido en aquella religiosa familia de el convento
de el Pardo, se consideraba obligado no tanto por obedecer los venerados preceptos
de S.M.C., quanto por secundar su propia inclinación, a mandar que se introduzca
y observe el expresado establecimiento y que el Guardián permanezca en su oficio
hasta que haia tomado pie fijo en su observancia.
Quando Su Majestad esperaba con estos antecedentes que el General expidiese
sus letras derogativas de las antecedentes, haciendo al Guardián de el Pardo la
justicia que merecía y havía apoiado S.M. con los expresados oficios, me escrivió
el P. Provincial [Fidel de Santurce] una carta en que daba cuenta de lo resuelto
por el General, incluyéndome una copia de las letras que havía recivido con data
del mismo día 28 de septiembre, en que escrivió el papel a V.!. ...
Contra su esperanza notó S.M. en las segundas, cuia copia incluio a V.!.,
las agrias y duras expresiones con que el General trata al referido Guardián contra
verdad y justicia, acriminándole de haver introducido con violencia la vida común
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 107

,de catalizador, esperando que el tiempo y las circunstancias con-


tribuyeran a aplacar el enojo del rey e hicieran superflua una
,explícita y pública retractación del P. General. En su confidencial
del 24 de octubre decía al conde de Floridablanca:
« Di cuenta al Rey en el despacho del viernes de su carta de Su
Merced de oficio y del Papel del General de los Capuchinos. S.M.
estimó los oficios que Su Merced havia pasado con el Papa y la
condescendencia de S.S. a expedir un Breve confirmatorio del esta-
blecimiento del Guardian del Pardo. Pero en quanto al General se
enfadó mucho S.M., porque manifestando a Su Merced en su Papel
veneración, respeto y condescendencia a la aprobacion de lo exe-
cutado por el Guardian, y que así lo executaba, ha remitido el
Provincial la carta que ha tenido del General y en ella lo trata mui
mal, suponiendo sus irregularidades, violencias, enredos y confusio-
nes, que ha causado, y que por esto y no por oponerse a la vida
comun y a lo ordenado por el P. Colindres havia escrito la carta
antecedente, y ahora manda que se observe precisamente lo orde-
nado por el P. Colindres y que no se obligue a vivir en dicho con-
vento a ningun Fraile contra su voluntad, y que todo se execute con
orden y regularidad, para que no se originen nuevos disturbios, ni
se prostituía la Religion, suponiendo haver sucedido así antece-
dentemente por causa de lo que el Guardian dispuso. De manera
que es una apología de los que han recurrido contra el Guardian
y una acusación y condenacion formal de la conducta de este pobre
fraile, qué quedará perpetuamente registrada en los libros del con-
vento y de la Provincia.
Esto le picó mucho al Rey, y me mandó que escribiese a Su
Merced el engaño que le havía hecho el General, y que hiciese Su
Merced recogiese su carta y escribiese otra al Provincial dando
satisfacción y honrando al Guardian. Yo procuré templarlo, ·pero

en un convento de Capuchinos, que la han profesado y deben por instituto obser-


varla, aunque no mediaran las Ordenaciones del P. Colindres; supone de fijo haver
excitado confusiones y enredos, y que viene en prestar su consentimiento para
•que se observe la vida común por complacer a S.M. con tal que se haga todo
,ordenada y regularmente.
Poco es menester para notar, cotejado el papel dirigido a V.I. y las letras
remitidas al Provincial, la dif2rencia que se halla en sus contextos, pues en éstas
·se afirma en acriminar las irregularidades, la violencia, la confusión, disturvios y
enredos, infamando con estas expresiones al Guardián y dando causa a sus émulos
para que puedan continuar en perseguirle; quando el papel escrito a V.I. parece
,que se daba por convencido de que sin embargo de haver creído al principio lo que
en este punto se le havía informado y ia veía con claridad por el oficio de V.I.
el estado presente de las cosas y que no presagiava en el disturvio, que havía
•creido padecerse en aque1la religiosa familia del Pardo, y que se consideraba obli-
.:gado a mandar lo contrario de lo que con su providencia económica havía ordenado,
no tanto por ovedecer al Hey, quanto por secundar su inclinación y cumplir con
la obligación de su ministerio » (Oficio de Manu2l de Roda al conde de Floridablanca,
:San Ildefonso, 21 noviembre 1775: Arch.Emb., leg. 224, n.155; APCC, sign. 28/153,
f..67-68v).
108 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

no pude lograr que desistiese del empeño. Pero haviendo llegada


despues la confidencial de Su Merced de este correo en que dice
Su Merced que en todo caso tiene Su Merced asegurado con el
Papa un Breve siempre que lo queramos, y que yo le diga a Su
Merced lo que parece y ocurre para executarlo, pienso dar cuenta
de esto al Rey el viernes inmediato, por ei se contenta S.M. con
el Breve Pontificio a favor del Guardian y su establecimiento y
evitarle a Su Merced que lidie con el General, el qual se conoce
que es un pobre hombre y que lo manda el Definidor español, que
es botarate e ignorante »257 •
Los acontecimientos no dieron razón a Roda y sus esperanzas
salieron fallidas. Las órdenes del rey eran precisas y terminantes:
se debía absolutamente reparar el honor del superior de El Pardo
y obtener la aprobación pontificia de su establecimiento. Roda ter-
minaba el largo y pormenorizado informe del 21 de noviembre
con estas palabras, que no dejaban lugar a duda:
« El Rey, que ama tanto la justicia, la sinceridad y la consecuencia,
ha tenido gran sentimiento de haver visto estas segundas letras
de el General [la carta al P. Provincial] y que tan poco caso haia
hecho de la verdad de sus oficios, y me manda prevenir a V.I. que
reconvenga al General y haga que dé la satisfacción debida al
Guardián, que no ha cometido exceso ni irregularidad alguna en
sus procedimientos, como Su Majestad lo tiene asegurado.
Y al mismo tiempo que V.I. pida a Su Santidad el Breve que
le tiene suplicado y Su Santidad ha ófrecido, para que en el Real
convento de El Pardo se observe la más perfecta vida común y la
más estrecha y regular observancia.
Todo lo qual participo a V.I. de su Real orden para su inteli-
gencia y cumplimiento »258 •
El 10 de diciembre el embajador comunicaba el texto de la
citada Real orden al P. General, quien el día 13 contestaba con
un detallado informe acerca de la conducta hasta entonces se-
guida. No pretende ni disculparse ni justificarse de los cargos que
se le hacían. Está convencido de que es suficiente, para rectificar
cualquier equívoco o siniestra interpretación y poner de mani-
fiesto su lealtad, la sencilla exposición de los hechos. Repite que
ni siquiera le pasó por las mientes la idea de contravenir en lo
más mínimo a los deseos del rey y que su decisión había sido
determinada únicamente por los informes recibidos, sobre cuyos
autores recaía la responsabilidad de las injurias, deshonor y
afrentas del P. Zamora - si es que alguien las descubría en la

Arch.Emb., leg. 440.


257
25 8
Oficio de Manuel de Roda al conde Floridablanca, San Ildefonso, 21 no-
viembre 1775: Arch.Emb., leg. 224, n.155; APCC, sign. 28/153, f.68v.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 109

•carta· incriminada - y de ninguna manera sobre su opm1on


personal. Y puesto que ahora se había hecho plena luz acerca
del enojoso y desagradable percance a que había dado lugar el
,establecimiento, era para él una honda y legítima satisfacción el
proclamar su parecer del todo favorable al guardián del convento.
Aun más; para disipar cualquiera duda que pudiera subsistir
de la sinceridad de esta exposición, le anticipaba el método que
pensaba adoptar en su futura acción de gobierno en la proyecta-
da visita a Castilla 259 •
No contento con esta noble y leal rectificación hecha ante el
embajador de Su Majestad, el P. General se dirigió el día
siguiente personalmente a Roda, rogándole encarecidamente pre-
.sentara al rey sus excusas 26 º. Es probable que Carlos III se diera

2 59 Carta del P. Erardo de Radkersburg al conde de Floridablanca, Roma,

13 de diciembre de 1775: Arch.Emb., leg. 224, n.155.


°26 Carta del P. Erardo de Radkersburg a Manuel de Roda, Roma, 14 de
diciembre de 1775: S,imancas, Sec, Gracia y Justicia, leg. 644 (mod. 273). La carta
original está redactada en latín, acaso para alejar las sospechas de que hubiera
sido escrita o inspirada por el P. Onteniente. Aunque no tiene el nombre del desti-
natario, ciertamente fue dirigida al ministro de Gracia y Justicia. Es del tenor
·siguiente:
« Excellentissime ac Illustrissime Domine Domine Patrone Gratiosissime!
Veniam dabit Excellentia Vestra mihi humillime Supplicanti, quod praesenti-
bus eandem molestare praesumam. Fiducia, quam Benignitas Excellentiae Vestrae in
me excitat, me facit audacem, ut in affiictione mea ad Eandem pro solatio et auxilio
,confugiam.
Innotuit mihi per Excell.mum Dominum Dominum Comitem de Floridablanca
Sacram Regiam Catholicam Maiestatem, quam Altissimus scmper conservet incolu-
mem, a me fuisse ofl'ensam per meas litteras abhinc ad P. Provincialem Castiliae
expeditas, in quibus eidem insinuaveram motivum cur introductionem Vitae commu-
nis a P. Guardiano conventus de Pardo meditatam suspenderim, videlicet ob distur-
bia, perturbationes et scandala, uti perhibetur, ibidem enata, usquedum omnes dif-
ficultates exortae complanatae fuerint. Dedi dein in iisdem litteris facultatem in-
troduceudi praetensam Vitam communem, addita exhortatione, ut P. Provincialis
·satagat hanc introductionem ita regulare, ne nova disturbia oriantur. Iam protestor
me haec omnia scripsisse optima intentione, et quidem ideo quia tot replicatae litte-
rae a variis Religiosis scriptae mihi advenerunt, quae omnes de violentia P. Guar-
diani convcntus de Pardo conqu3rebantur, et disturbia, perturbationes ac scandala
nata recensebant, ut vix asserta in dubium revocare potuerim; quod et unicum mo-
tivum extiterat cur in principio introductionis huius Vitae communis suspenderim,
.ad sedan das nempe omnes confusiones exortas et exorituras praecavendas; et hoc
eo magis quia tune minime adhuc de Regia Voluntate mihi quidquam constiterat.
Ego certe hac insinuatione et dispositione autumabam me exercere illam prudentia-
lem oeconomiam, quam quivis Superior, qui ab aliorum informationibus dependere
debet, in similibus circumstantiis, vi officii exercere obligatur. Absit autem me his
vel in .J)'linimo Regiam Maicstatem, cuius nutui me in omnibus in profundissimo
respectu submittere semper paratissimus existo, ofl'enderc voluisse; quin potius in-
tendebam ut praescripta praecautione eo exactius Suae Maiestatis Regia voluntas
adimpleatur. Si iam illa, quae a recurrentibus contra P. Guardianum de Pardo a
veritate declinent et falsitatis vitio laborent, non mihi, sed his omnis culpa adme-
tienda erit, nec P. Guardiano quidquam in honore aut quocumque alio praeiudicare
poterunt, cum ipsa innocentia sua illum satis defendet; imo et ego illum contra
falsa referentes non solum defendam, verum etiam in condebitam satisfactionem
110 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

por satisfecho. Y de no haberse complicado de nuevo la cuestión


por otros motivos, no se hubiera vuelto a hablar del asunto de la-
carta del 6 de julio. Pero el fuego seguía ardiendo bajo la ceniza,
pronto a llamear al primer choque.

C. - lN'rERVENCIÓN PERSONAL DEL GENERAL DE LA ÜRDEN

1. Interregno del P. Fermoselle, vicario provincial


Restablecida, por lo menos aparentemente, la paz y concordia
entre la curia general y la corte madrileña, un inesperado y
desagradable percance contribuyó a empeorar la situación ya
bastante delicada y agriar todavía más las mutuas relaciones en-
tre los promotores y los adversarios del nuevo régimen de per-
fecta vida común. Nos referimos a la improvisa e imprevista
interrupción del gobierno del ministro provbcial de Castilla y a
la consiguiente intervención de los ministros de Madrid y de los
superiores de Roma.
El P. Santurce había sido elegido provincial el 14 de octubre
de 1774 y por tanto debía convocar la congregación intermedia
en la primavera de 1776. Pero en enero de este año, debido a sus
achaques físicos y a motivos de orden moral y espiritual, se
inhabilitó para desempeñar el cargo y fue necesario proveer de
un sucesor 2 ª1 • ¿cuáles eran las soluciones posibles? Las constitu-
ciones de la Orden preveían y resolvían la dificultad, cuando el
cese era debido a la muerte del titular; pero no contemplaban los
demás casos. Aquellas dictaminaban que le sucediera ipso iure

iuxta demerita falsarios perstringam, et tanto magis cum mihi ex relatione Excell.mi
Dni. Ministri Domini Comitis de Floridablanca certo im:otuerit P. Guardianum de
Pardo ad intentionem Suae Maiestatis Catholicae in omnibus processisse.
Haec Excellentiae Vestrae in omni submissione et &inceritate exponere statui,,
ut innata Sua alta prudentia discernere dignaretur, num ego meis litteris vel in
mínimo Sacram R::giam Maiestatem offendere intenderin. Et si, uti confido, Ex-
cellentia Vra. meam innocentiam agnoverit, humillime supplico ut me apud Altefatam
Maiestatem Suam benigne excusare, eiusque gratiam et favorem denuo mihi recon-
ciliare dignaretur, ut sic extreme inquietum animum meum in pace componere
queam. Et dum hanc gratiam et favorem a Clementia et Benignitate Excellentiae,
Vestrae mihi fiducialiter adpromitto, in profundo respectu subsignor.
Romae 14'ª decernbris 1775.
Excellentiae Vrae
Humillimus, obligatissimus et devotissimus servus
Fr. Erhardus a Radkerspurgo, Min. Glis. Capuccihorum ».
261 Cf. APCC, Viridario auténtico, 50; Erario divino, 246. Véase el texto del
informe del nuncio de Su Santidad, Luis Valenti Gonzaga, que transcribimos en
la nota 264. El P. Buenaventura de Carrocera, a quien sinceramente agradecemos
las noticias que nos ha comunicado, tratará difusamente esta cuestión a la luz de
documentos inéditos en el próximo volumen de su Historia ele la provincia de:
Castilla.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 111

el primer definidor, y en el mismo sentido resolvió todos los


casos de imposibilidad de gobierno el capítulo general de 1671 262 •
Y, efectivamente, el 17 de enero de 1776 comenzó a gobernar la
provincia el P. Isidoro de Fermoselle.
Con el cambio del gobierno no se consiguió la concordia y
armonía entre los religiosos. La nueva divergencia de pareceres
procedía no tanto porque el llamado a suceder al P. Santurce
había sido el P. Fermoselle, notoriamente partidario y colabo-
rador de los planes del superior de El Pardo, cuanto porque no se
ponían de acuerdo sobre si debía convocar inmediatamente el
capítulo o podía terminar regularmente el trienio 20 ª. Entonces
intervino el nuncio y ordenó que se suspendiera la convocación
del capítulo hasta la ya anunciada llegada del P. General a Cas-
tilla2º4, Así se lo decía el mismo nuncio al P. Erardo en un in-
forme personal transmitido no por la Secretaría de Estado de Su
Santidad, como parecía natural, sino por medio del embajador de
España, a quien se lo comunicaba Roda el 12 de marzo. Otra
complicación más. Cuando la misiva llegó a la oficina de la em-
bajada, el P. General se había ausentado de Roma con rumbo
a la Península; por manera que el conde de Floridablanca se
limitó a entregarla al procurador de la Orden, quien con toda
urgencia la remitió a Barcelona por donde aquel debía pasar en
su viaje hacia 1Vl:adrid~ 65 •
Puesto al frente de la provincia, el P. Fermoselle no ocultó
sus simpatías por los establecimientos de Toro y de El Pardo.
Pero sus adversarios no le dieron tregua y acudieron a los tri-
bunales contra el P. Zamora. No conocemos los libelos y alegatos
262 Cf. Constitiitiones an. 1643, cap. VIII, n.XXVII, 87; Anal.O.F'.M.Ca,p.
7(1891) 78.

2 Las constituciones (lnfJ. eit.) establecían: « Et [successor ministri provin-
cialis defuncti] curam gerat convocandi capitulum suo tempore, prout illi ordinatum
erit a P. Generali pro electione novi provincialis ». Cuando en noviembre de 1783
falleció el provincial Matías de Molina, el vicario y primer definidor, autorizado por
el mismo P. Erardo, anticipó de un año la celebración del capítulo. Cf. Erario di-
vino, 262.
2 64 El card. Luis Valenti Gonzaga, nuncio en Madrid, escribía el 10 de sep-

tiembre de 1776 al card. Secretario: « Questa Provincia di Castiglia dei PP. Cap-
puccini era in somma turbulenza e divisione, e vi si eran formati due forti partiti
all'occasione di eleggere un Vicario Provinciale ne! luogo del Provinciale, che per
debolezza e per scrupo!i, avea date prove di demenza. Io convocai il Definitorio da-
vanti di m2, e dopo infinite fatiche e dibattimenti lo indussi a stare alle Costi-
tuzioni con eleggere il Definitore piu antico. Vi era gia un fermento cattivo tra i
due partiti. .. ; si voleva da uno la celebrazione del Ca pi tolo Provinciale, dall'altro
no; ed io :f'acendo sospendere ogni atto giudiciario, ordinai che si sospendesse ancora
la celebrazione del Capitolo sino all'arrivo del P. Generale, che gia era en trato
nella Spagna » (Arch.Vat., Niinz. Spa,qna, vol. 230, f.331).
265 Cartas de Manuel de Roda al conde de Floridablanca, 12 de marzo y
11 de abril de 1776, en Arch.Emb., leg. 225, f.15, y leg. 347, f.48.
112 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

que contra él se escribieron, pero las acusaciones no debían ser


muy graves o difamatorias si el P. Villalpando, aunque con evi-
dente exageración, podía asegurar que constituirían su mejor
apología, si algún día se tratara de su beatificación 266 • El vicario
provincial no solo se propuso defender y ccnsolidar el estableci-
miento de El Pardo, sino que además puso todo su empeño en
valorizar el segundo de los aspectos fundamentales del Seminario
de Misioneros de Toro, es decir el apostolado acomodado a las
exigencias de la sociedad contemporánea. Y de su apasionada
preocupación nos ha dejado una prueba fehaciente el P. Santan-
der, a quien en colaboración de otro insigne misionero, el P. Joa-
quín de Portillo 267 , encargó la preparación y publicación de algu-
nos cursos de predicación para ofrecer una valiosa cooperación
a la reforma de la cátedra sagrada:
« Aconteció que, habiendo venido por visitador a este convento
[de Toro] el 1\/LR.P. Fr. Isidoro de Fermoselle, uno de los primeros
y más beneméritos padres de esta santa ca:::a, quando se estableció
el Seminario de misiones por autoridad Real y Pontificia, mandó
por auto de visita se trabajase por F. Joaquín de Portillo y por
mi un cuerpo de Exercicios espirituales para el venerable Clero, como
ya lo insinué en el prólogo que puse al frente de dicha obra; otro
de misiones y doctrinas, que trabajé solo, pcr haber pasado a Amé-
rica el mencionado P. Portillo, y es el que al presente damos, porque
así igualmente me lo mandan; y otros ordenamientos que miraban
a la mayor perfección de nuestro santo ministerio »268 •

2. Viaje a Madrid y cobertura de Grande de España


Siguiendo la tradición de sus antecesores, quienes apenas
elegidos comunicaban su elección a los reyes y príncipes no solo
por deber de cortesía sino para captarse la benevolencia en su
continuo viajar por Europa, el 28 de junio de 1775 el P. Erardo
de Radkersburg ofrecía sus servicios y los de la Orden a Carlos III,
quien el 8 de agosto le felicitaba, congratulándose con él. Asi-
mismo solían los superiores generales, antes de dirigir sus pasos
hacia la Península ibérica, pedir permiso a Su Majestad Católica
para visitar las provincias monásticas de sus dilatados dominios;

266 Cf. Manifiesto historial, f.3.


267 En 1784 fue destinado al Colegio de Misioneros de La Habana y durante
algún tiempo desempeñó el oficio de vicario foráneo y juez auxiliar de la Luisiana
y Florida. Falleció en Salamanca el año 1807. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Ne-
crologio, 141.
26 8 MIGUEL DE SANTANDER, O.F.M.Cap., Doctrinas y sermones para misión I,

Madrid 4 1813, p.XXXs.


EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 113

y .en este sentido le envió una súplica el P. Erardo el 12 de octubre,


a la que el rey contestó el día 31 accediendo a sus deseos, y el 23
de noviembre aquel le daba las gracias por el favor recibido 269 •
En estos documentos burocráticos y cancillerescos no aparecen
resonancias del incidente que ya había surgido entre Madrid y
Roma a causa de la tan discutida carta del 6 de julio. Con todo,
fácil es adivinar que la correspondencia epistolar, a que el inci-
dente había dado lugar, no contribuía a crear una atmósfera fa-
vorable de distensión y acercamiento. Tal vez el P. General, al
planear su visita pastoral a España, había infravaluado las con-
secuencias perniciosas de las intrigas tenaces e intransigentes
de la política religiosa regalista. Pero, por otra parte, tampoco se
le ocultaba que su presencia en la corte madrileña podía ser, si
no decisiva, por lo menos muy ventajosa para resolver los proble-
mas pendientes, que habían turbado la paz conventual. Y, por
consiguiente, sin atemorizarse por las siniestras nubes que obscu-
recían el horizonte de sus relaciones con Madrid, a fines de
marzo o principios de abril de 1776 se embarcó en Liorna con
rumbo a Barcelona 21 º.
El 2 de junio el P. General hacía su entrada en Madrid con
el solemne ceremonial de costumbre211 • Ante todo quiso rendir
homenaje al rey, y con este motivo se trasladó el día 7 a Aranjuez,
en donde fue huésped del marqués de Cogolludo por espacio de
ocho días. El 17 comenzó la visita pastoral a los conventos de la
capital, y mientras tanto se llevaron a cabo los trámites de su
cobertura como Grande de España de primera clase 212 , que tuvo
lugar el 7 de julio:
« Salió el Rey y en pie con el sombrero questo... mandóle cubrir
inmediatamente, y le hizo [el General] una arenga latina que du-
raría un quarto de hora, tan del caso y con voz tan inteligible, que
la perciviamos los de afuera, y con un modo tan agradable que todos
estubieron suspensos y gustosísimos, como después lo manifestaron
muchos; y el mismo Rey lo manifestó también. Finalizada esta fun-

269 Las cartas originales del P. General y las minutas de las respuestas del
rey se conservan en Simancas, Estado, leg. 4989.
210 Despacho del conde de. Floridablanca, Roma, 11 abril 1776; Arch.Emb.,
leg. 847, f.48.
271 Cf. MELCHOR DE. POBLADURA, Los Generales de la Orden Capuchina Grandes
de España de primera clase, en Coll.Franc. 13(1943) 260s. 295s.
212 El primer General de la Orden cubierto Grande de España fue el P. Je-
rónimo de Castelferretti, cuya cobertura tuvo lugar en El Escorial el 9 de junio de
1609. El 7 de agosto de 1612 Felipe III declaró que si bien no se trataba de un
privilegio hereditario, sería « muy coherente y factible» que los Generales que
visitaran la Capital recibieran aquella merced « por la devoción a aquel santo
.hábito ». Cf. MELCHOR DE POBLADURA, art. cit., 354.
114 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

ción, se quedó el Rmo. con el M.R.P. Vicario Provincial, Custodio


y otro a hacer corte al Rey mientras comía »273 •
Es verosímil que estos y otros contactos oficiales y oficiosos
sirvieran para preparar los ánimos a la conclusión de un acuerdo;
pero de hecho las dificultades no desaparecieron y el P. General
hubo de afrontar dos problemas harto difíciles y complicados.
Nos referimos a la rehabilitación del P. Zamora que había sido
delatado a los tribunales por sus adversarios, y a la elección de
los superiores provinciales que se pretendía ejecutar en virtud
de algunas facultades pontificias mal vistas por los leguleyos de
la corte y por la camarilla del rey. El P. Villalpando es excesi-
mente optimista y exagera el feliz éxito de las gestiones del
P. General, cuando afirma que con su tan deseada presencia
« regocijó a todos, todo lo apaciguó y todo lo arregló »274 • La
realidad documentada es muy diversa. Por lo menos precisa reco-
nocer que el prelado hubo de superar enormes dificultades y
serios contratiempos para llegar a una solución de compromiso,
dictada más por la conveniencia que por la realidad objetiva. Con
ello no se niega que fuera lo más, o lo único que se podía obtener
en aquel juego de encontrados intereses. Si no el mayor de los
bienes, sí el menor de los males.

3. Rehabilitación del P. Juan de Zamora


Si bien, como hemos visto, los émulos aceptaron la solución
de la crisis de gobierno propuesta por el nuncio de Su Santidad,
consintiendo que rigiera los destinos de la provincia el P. Fer-
moselle, no cejaron, sin embargo, en su empeño de anular el
establecimiento de la perfecta vida común de El Pardo. Para
lograr su intento, se propusieron hacer la vida imposible a su fun-
dador, eficaz y decididamente patrocinado por el vicario provin-
cial y por la corte madrileña. Y así, dando excesivo peso a ciertas
acusaciones baladíes, o en todo caso desvirtuando su importan-
cia y desorbitando su alcance, intentaron un proceso al P. Zamo-
ra. Pero como quiera que presintieran y temieran las reacciones
del Consejo de Castilla, lo delataron al tribunal de la nunciatura.
El nuncio, sin embargo, no dió curso a las delaciones por entonces,
esperando que se despejara aquella coyuntura turbulenta y con-
fusa que había exacerbado los ánimos; pero la noticia se hizo

273APCC, Viridario auténtico, 501; Coll.Franc. 13(1943) 296.


« Hic [Erhardus] summop2re desiderato adventu suo in terram provin-
2 74
ciamque nostram cuneta laetificavit, pacavit, ordinavit » (FRANCISCUS A VILLALPANDOr
Philosophia ad -i,sum scholae FF. Min. S. Francisci Capuccinorum I, pro!. XIII).
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 115

del dominio público y llegó al Consejo de Castilla con las inevi-


tables y lógicas consecuencias.
Así estaban los trámites de la controversia, cuando en el mes
de junio se presentó en Madrid el P. General, el cual fue inme-
diatamente informado de todo por el nuncio. Aun no se había
procedido judicialmente contra el P. Zamora, pero era a todas
luces manifiesto que ni éste ni sus amigos estaban dispuestos a
transigir o a callar, antes bien exigían una reparación pública,
inopugnable y definitiva. El P. General pensó soslayar las difi-
cultades y aplacar los ánimos excitados y las reacciones políticas,
y sin pérdida de tiempo dio a todos una prueba evidente de su
buena voluntad. El 25 de junio promulgaba las normas del esta-
blecimiento de la perfecta vida común, calcadas en las ordenacio-
nes del P. Colindres para el Seminario de Toro. Aun más, de-
seando dar plena satisfacción al rey y sus ministros, las presen.,
taba a su aprobación
« queriendo (como es debido) someternos humilde y respectuosa-
mente en todas las cosas a su voluntad conforme a la intención
piadosissima de su sagrada y Real Magestad »27 5.
Fue un gesto innegable de buena volutad y condescendencia;
pero no fue debidamente apreciado ni por la camarilla del rey
ni por los religiosos que se movían en los bandos de las opuestas
tendencias y orientaciones. El P. General, sin embargo, anhelando
sobre todo evitar las vías legales, que se cernían sobre él como
amenazadora espada de Damocles, y no comprometer el buen
éxito de su visita, dio otro paso más para orillar las dificultades o
resolverlas por las buenas, pacífica y amigablemente.
Los días 20-23 de julio giró la visita canónica a la comunidad
de El Pardo. La impresión recibida fue inmejorable y se com-
plació de dar público testimonio de la ejemplaridad de la obser-
vancia regular. El 1 de agosto escribía el vicario provincial al
superior de El Pardo:
<< Haviendo pasado Nro. Excmo. y Rmo. P. General Fr. Erhardo
de Radkerpurgo a visitar personalmente ese nuestro convento
y ejecutádolo formalmente, abriendo su visita el día veinte de el
mes de Julio de el presente año de 1776 y cerrándola el 23 del mismo
mes, Nos ha manifestado a su regreso con gran gozo de nuestro
corazón la particular satisfacción, consuelo y edificación con que venía
de dicha visita, por no haver hallado en ella defecto alguno que en-
mendar, corregir o castigar en algi,mo de los Religiosos moradores de

27 5 APCC, Legisl. I, 6/65. Se conservan dos ejemplares de los estatutos, uno


en latín y otro en castellano. El ejemplar castellano está refrendado por el P. Miguel
de Santander, secretario provincial, _en Madrid el 24 de noviembre de 1776.
116 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

él; antes bien, haviendo examinado escrupulosamente las cosas que


comprende su visita, havía encontrado que todos vivían en religiosa
paz sin que alguno de ellos huviese tenido que producir alguna
queja o formar algún artículo contra su Prelado, ni éste contra
alguno de sus súbditos, ni entre si mismos uno de otro, hallándose
todos pacíficos, alegres y gustosos. Que asimismo havía encontrado
la observancia de nuestra santa Regla y sagradas Constituciones en
todo exacta y arreglada. De modo que a vista de la satisfacción y
consuelo que rebosada en el religioso corazón de S. Rma. prorrumpió
al concluir la visita en expresiones dignas de un Padre tan amante
y zeloso de el bien espiritual de sus hijos, confesándolo así publi-
camente con señales de benevolencia, y exortando por remate de
el discurso a todos a la perseverancia en la misma paz, concordia
y observancia, que havía encontrado en esta comunidad, y encar-
gando le encomendasen a Dios Nuestro Señor con particular instan-
cia, que reiteró ante todos al presentársele la comunidad a tomar
su bendición por despedida, manifestando e::itonces nuevamente la
edificación y consuelo con que partía de esta visita » 276 •
Indudablemente estas frases laudatorias debían halagar al
P. Zamora, pues constituían una apología de su establecimiento.
Mas él no se dio por satisfecho y exigió un testimonio auténtico
de cuanto afirmaba el vicario provincial. El P. General no opuso
ningún inconveniente, antes bien ordenó al P. Fermoselle que se
redactara. Y, en efecto, reunida toda la comunidad bajo la di-
rección del presidente P. Agustín de Madrid 211 , avaló con las 22
firmas de sus miembros el certificado, en el que constan las ala-
banzas y la aprobación del P. General al término de su visita. La
declaración es del tenor siguiente:
« Estando juntos en comunidad los Religiosos que abajo firmamos,
congregados según costumbre en el refectorio de este Real convento
de Capuchinos de el Pardo, a siete días de el mismo mes de agosto
de 1776, se nos leió en voz alta y perceptible a todos las letras
que anteceden de N.M.R.P. Vicario Provinc:.al Fr. Isidoro de Fer-
moselle dirigidas a que expongamos bajo la religión de el juramento,
sobre que nos encarga nuestras conciencias, lo que presenciamos
y oímos en la visita que N. Excmo. y Rmo. P. General Fr. Erhardo
de Radkerpurgo celebró el día veinte y veinte y uno, veintidós y
veintitres, en este mismo convento. Y ovedeciendo con la humildad
y veneración que debemos, y jurando co::no juramos por Dios
Nuestro Señor y su santa Cruz, y según el respectivo estado de cada
uno, decimos:
Que es cierto, notorio y público cerró la visita el día 23,
276APCC, Manifiesto historial, f.68v.
277Sin duda para evitar sospechas de sobornación, no intervino el P. Zamora
sino el P. Agustín de Madrid en calidad de presidente de la comunidad. Murió en
su patria el 14 de junio de 1807. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrologio, 153.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 117

concluiéndola con unas demostraciones de satisfacción, manifestando


en sus paternales palabras y singulares expresiones, diciendo que-
daba Su Rma. lleno de gozo por haver visto una comunidad tan
quieta, tan pacífica, tan observante en nuestra santa Regla y
Constituciones, que no tenía la menor cosa que enmendar; que ni
los Religiosos havían prorrumpido en la menor queja judicial, ni
formado el más leve capítulo contra dicho nuestro R.P. Guardián,
ni éste contra ellos, ni unos contra otros, de forma que el mismo gozo
de su Exca. y Rma. le hacía producir su admiración; que pronunció
Su Rma. un eloquente discurso exortándonos a la perseverancia
en la misma paz, concordia, mutuo amor y pura observancia, en
que nos havía hallado, encargándonos le encomendásemos a Dios.
Todo lo qual aseguramos ser la verdad en cargo de el juramen-
to que tenemos hecho, en que nos ratificamos desde ahora para
siempre, y lo firmamos en este referido convento de Capuchinos
de el Pardo, a siete de agosto de 1776 »278 •
Con este documento en la mano, el P. Zamora, cuya postura
intransigente estaba apoyada o inspirada por la corte, se prepara-
ba para dar el paso definitivo en sus reivindicaciones. Lo sabía
muy bien el nuncio, a quien por otra parte no se le ocultaba la
voluntad del rey y de su consejo. Por tanto insistió con el P.
General para que diera por su cuenta una satisfacción oficial y
explícita, si no quería ver fracasado el proyecto de hacer las
elecciones capitulares en base al breve pontificio que había traído,
pues no sería garantizado con el pase regio. La empresa del nuncio
no era fácil, pero al fin doblegó la justificada resistencia del P.
General 279 •
Simultáneamente el nuncio continuaba sus gestiones en la
corte y preparaba el terreno para un acuerdo definitivo. El 4 de
agosto comunicaba a Roma que « se repararía el honor ofendido
del Guardián de El Pardo » y lo confirmaba dos días más tarde 28 º.
Y efectivamente el 16 del mismo mes el P. General, de acuerdo con
los superiores de la provincia, promulgaba el siguiente decreto"
que transmitía a Roda para su conocimiento y del Rey:
« En el nombre del Señor. Amen. Nos Fr. Erardo de Radkerspurgo,

2 7 8 APCC, sign. :28/153, f.69v. Siguen las firmas de todos los religiosos pre-

sentes. El documento es una copia.


2 79 « Mi costo moltissimo ad índurre íl buon P. Generale, nomo degnissimo,
ma troppo deferente aí suoi, ad emanare due decreti in favore dell'onore dei suoi
due Religíosi voluti da! Re, perché casi richiedeva la gíustizia. E quindi mi ma-
neggiai per indurre Sua Maesta indipendentemente da! Consiglio a permettere al'
Generale la celebrazione del Ca pi tolo Provinciale » ( Oficio del nuncio al card. Se-
cretario, 10 sept. 1776, Arch.Vat., Nunz. Spagna, vol. 270, f.331).
280 Oficio de Manuel de Roda al nuncio carel. Valenti Gonzaga, San Ildefonso,,

9 sept. 1776: Simancas, Sec. Gracia y Justicia, leg. 644 (mod. 273).
118 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

Ministro General (aunque sin méritos) de todo el Orden de Capu-


chinos de N.P.S. Francisco.
Como el proceso que formó el R.P.Fr. Isidoro de Fermoselle
Definidor y Juez comisionado contra el R.P.Fr. Juan de Zamora,
actual Guardián de nuestro Real convento de el Pardo acusado de
varios defectos, que el Em.mo y Rmo. SEñor Cardenal Valenti
Gonzaga, Nuncio Apostólico, havía adbocado a si, antes de nuestro
arribo a esta Provincia, nos haia sido por el mismo graciosamente
consignado para que en su vista hagamos lo que nos pareciere con-
veniente en el Señor.
Nos quEriendo cumplir con nuestra objgación, vimos y vol-
vimos a ver cuidadosamente el tal proceso examinando con toda
madurez quanto contiene, y juntamente congregarnos los RR.PP.
Definidores a fin de explorar su parecer sobre el particular, y
como después de una exacta inquisición de quanto se ha producido
y está actuado en esta causa, hallasemos por sin duda que los
defectos acumulados en ella al R.P.Fr. Ju,m de Zamora, Guar-
dián, no sean ni haian sido tales que por eso se huviese podido
proceder contra él por via de acusación, que siempre entre Religiosos
se debe reprobar; sino que facilmente sin extrépito se pudieron
examinar en el foro paterno y ordenadamente componer en el todas
las cosas. Y como demas de esto huviesemo3 observado que dicho
proceso se empezo a formar por via de inquisición general, que de
todo punto es ilícita en semejantes circunstancias; y que de todo
se han embuelto otras varias irregularidades y defectos en tal
proceso; y que de su prosecución pueden seguirse graves confu-
siones, perturbaciones, escandalos y prostikciones de la Religion,
por lo qua] fuimos todos de dictamen que por el bien comun de
ella debíamos suprimir dicho proceso en us::i de nuestra suprema
potestad, teniendo presentes para ello los motivos que el R.P.
Guardián, pretenso reo, nos propuso para pe:rmitir la pernoctación
de ciertos dineros dentro de el convento; y por haver cuidado que
sin consejo de los Consiliarios ni licencia de la Rda. Definición se
hicieron varias cerraduras, y como igualmente en la visita general
que Nos hicimos personalmente en el convento de el Pardo ninguna
queja nos haia sido propuesta en modo alg·mo contra el referido
P. Guardian, antes sí encontrasemos mantenía la familia, que al
presente tiene, en paz, fraterna concordia y buena disciplina regu-
lar, por lo que Nos le manifestamos tambier:. publicamente nuestra
complacencia, recomendandole cuidase portarse de el mismo modo
en adelante, conserbando siempre su familia en santa paz y regular
observancia.
Por todo esto, pues, con acuerdo y parecer de los RR.PP. De-
finidores y siguiendo la sentencia de graves doctores, que reconocen
competente autoridad en el Ministro General para obrar en esta
forma, determinamos que dicho proceso sea totalmente suprimido y
casado, y que quanto hai producido y actuado en esta causa sea
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 119

rescindido y destituido de todo valor, como efectivamente por el


tenor de las presentes Letras y en virtud de nuestra suprema auto-
ridad, le suprimos, cassamos y destituimos de toda firmeza; y todo
quanto en él se contiene y está actuado lo anulamos de la misma
manera que si este proceso jamas hubiera sido instituido o com-
pilado, ni quanto se contiene en el huviera sido hecho y actuado.
Determinando juntamente que el predicho proceso ningun perjuicio
cause o pueda causar en modo alguno en la fama, honor, estimación,
o en cosa alguna, a dicho R.P. Guardián Fr. J·uan de Zamora,
restituyendole su honor y fama si por este proceso se le huviere
quitado o disminuido en algun modo, restituyendole a aquel mismo
estado su honor, fama y estimacion, que tenia antecedentemente
antes que contra él se moviesen estas quejas, sin que en la acusación
propuesta pueda ser perjudicado en alguna cosa, antes bien sea
tenido por inocente.
Y como juntamente haiamos observado que los acusadores
procedieron de buena fe y con zelo de regular observancia en la
acusacion, no sabiendo los motivos por que el R.P. Guardián obraba
en la manera en que ha obrado, determinamos que tampoco a ellos
dañe en el honor, fama u otra alguna cosa su acusación, y que la
supresión de este proceso no deba perjudicarles; imponiendo a todos
perpetuo silencio sobre todo lo en él contenido para [que] nunca
pueda revocarse a juicio, o suscitarse en otra alguna acción judicial
o extrajudicial.
Y en esta forma suprimimos, cassamos, rescindimos, manda-
mos, prohibimos dicho proceso. Y asimismo todo y en la mejor forma
y modo lo determinamos.
Dado en nuestro convento de S. Antonio de Madrid a 16 de
Agosto de 1776.
Fr. Erardo Ministro General, como arriba »281 •
Así quedó resuelta la controversia. No hubo vencidos ni ven-
cedores. Todos inocentes. La corte transigía en sus pretensiones,
y el P. General podía orientar su actividad hacia el problema
de las elecciones capitulares.

4. El pleito de las elecciones


Más espinoso y de mayor envergadura era el segundo proble-
ma que debía afrontar el P. General. Como el lector ha podido
comprobar, la perspectiva que se le presentó a su llegada a la
corte no era en verdad halagüeña. La situación interna de la
provincia de Castilla era extremamente delicada. Ahora se tra-
281 Hemos transcrito el texto según la copia conservada en APCC, sign. 28/153,

f.63rv. Una copia auténtica en latín con las firmas autógrafas del P. General, del
vicario provincial y de los definidores se conserva en Simancas, Sec. Gracia y Justi-
,da, leg. 644 (mod. 273).
120 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

taba de normalizar el funcionamiento de la jerarquía; de la:


acertada elección de los nuevos superiores mayores dependía no
menos el bien común de los religiosos que el afianzamiento y
prosperidad del tan discutido establecimiento de la perfecta vida
común.
Siguiendo el ejemplo de sus predecesores, el P. Erardo, antes
de salir de Roma, obtuvo un breve pontificio que le autorizaba
a nombrar por sí mismo los superiores mayores de las provincias a
fin de solucionar los intrincados problemas que con harta fre-
cuencia se presentaban por doquier en aquella época de creciente
insubordinación y autonomía política y religiosa 282 • Este expedien-
te, sin embargo, tropezaría con serias dificultades en la corte
de Madrid dominada por el más desenfrenado regalismo, en la
que los documentos pontificios chocaban con la barrera infran-
queable del pase regio. Se recordará cómo Roda había amenazado
blandir esta arma siempre que las decisiones de Roma contras-
taran con sus puntos de vista 283 • Además, los representantes más
caracterizados de los dos bandos se hacían fuertes con sus amista-
des para contrarrestar e impedir el triunfo de los adversarios.
De nada sirvieron los consejos y amonestaciones, las amenazas
y castigos del P. General, quien hubo de constatar con dolor la
imposibilidad de solucionar por sí mismo el arduo problema, a
pesar de sus facultades y privilegios284 •
Afortunadamente, el rey, « por ser muy devoto del tan respe-
table Instituto de los Capuchinos »285 , determinó servirse de los
buenos oficios del representante de la Santa Sede para llegar a
una solución satisfactoria. Y el nuncio aceptó de buen grado
la propuesta, pero con la condición insustituible de que desde
aquel momento el Consejo de Castilla no interviniera para nada
en el asunto. La cláusula era sorprendente e inusitada y por lo
mismo atrevida; mas el rey, dando una prueba de su buena
voluntad, no se opuso a ella286 • Soslayado el peligrosísimo escollo

28 2 Cf. MELCHIOR A POBLADURA, Historia generalis III, 165.


2sa Véase más arriba, nota 240.
284 « Giunto questi [il Generale] in Aranjuez, io mi credetti libero da una
ispezione fastidiosissima; ma le turbolenze s'accrebbero maggiormente; ne seguirono
ricorsi al Consíglio; e per quanto sí adoprasse il P. Generale colle sue esortazíoni
e colle minaccie, nulla poté ottenere; e si vide ancora lega te le mani a poter
convocare íl Ca pi tolo » (Despacho del nuncio al card. Secretario, 10 sept. 1776:
Arch.Vat., Nunz. Spagna, vol. 270, f.331).
285 Oficio de Manuel de Roda al nuncio cardenal Luis Valenti Gonzaga, San
Ildefonso, 9 sept. 1776: Simancas, S2c. Gracia y Justicia, leg. 644 (mod. 273).
286 « lo accettai l'íncarico, ma colla condízione che il Re ordinasse al Consiglio
di non piu immischiarsi in quest'affare a me appoggiato, e cio per non esporre poi
le mie risoluzioni ad un ricorso di forza. E Sua Maesta si degno di passarne un
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 121

del Consejo de Castilla, el nuncio logró directamente del rey el


pase para el breve pontificio que traía el P. General 287 y en con-
tracambio prometió que se nombrarían para los cargos de la
provincia religiosos « bien vistos al rey, doctos y prudentes, idó-
neos para restablecer la tranquilidad y la disciplina y que no se
hubieran hallado en la vorágine de los contendientes »288 • Estas
condiciones o promesas ambivalentes facilitaban la anhelada so-
lución. Si, por una parte, los elegidos debían ser del agrado del
rey (o lo que es lo mismo, previamente aprobados por él), que-
daban satisfechas, en cierto modo, las exigencias regalistas; por
otra, era el P. General quien en el ejercicio de sus facultades, los
seleccionaba libremente, salvaguardando, en cierto sentido, su
independencia y la autonomía de la jerarquía eclesiástica.
La primera tentativa fracasó, pues el rey rechazó la lista
de candidatos que le fue presentada. Como consecuencia, el mm-
cio compiló otras dos listas y las presentó simultáneamente, sa-
liendo garante ante el rey de que el P. General entresacaría de
ellas « los sujetos más imparciales y más idóneos para la tarea
que se les encomendaba». Carlos III aprobó el expediente, y el
9 de septiembre el ministro Roda hacía saber al nuncio
« que persuadiéndose S.M. de que V. Em.ª estará bien informado,.
como expone, de que serán los más a propósito para restablecer la
observancia de la disciplina monástica en esta Provincia; pero
quiere S. M. que se asegure V. Em.ª de que el General cumpla con la
nominación de sugetos que V. Em.ª le ordena, con la prevención
que deberá hacérsele, de que de otra forma ni V. Em.ª ni el Rey
la aprobará »289 •
Allanadas las principales dificultades y puesto a salvo el
prestigio de las dos autoridades en conflicto, el P. General pudo
convocar el capítulo en el convento de San Antonio (Madrid)
para el 18 de octubre. Antes de proceder a las elecciones

positivo regio comando al detto Consiglio; provedimento che credo sia l'unico, e·
forse l'ultimo, dopo che qui vi sono Nunzi » (Despacho del 10 sept. 1776, lug. cit.).
28 7 Sin embargo, se advirtió al P. General que la concesión se limitaba a
este caso particular; pero aun en el capítulo provincial de Navarra, celebrado en
Pamplona el 11 de abril de 1777, nombró por sí mismo dos definidores. Cf. CELESTINO
DE AÑORBE, La antigua prov,'.ncia capuchina de Navarra I, 361s.
288 « E quindi mi maneggiai per indurre Sua Maesta mdipendentemente dal
Consiglio a permettere al Generale la c2lebrazione del Capitolo Provinciale, e da
poter far uso del Breve pontificio che ha di poter egli eleggere da sé il Provinciale
e Ji Definitori ne! Capitolo in soggetti ben visti al Re, dotti e prudenti, che non
sono stati nel vortice dei partiti, ed atti a ristabilire la tranquillita e la disciplina.
nella Provincia; e cio senza che detto Breve si assoggettasse al Consiglio per regio
exequatur » (D2spacho del 10 sept. 1776, lug. cit.).
289 Oficio de Manuel de Roda al Nuncio, San Ildefonso, 9 sept. 1776: Simancas,
Sec. Gracia y Justicia, leg. 644 (mod. 273).
122 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

« haviendo concurrido los vocales... les habló su Rma. sobre el


asunto y propuso, como medio mui a propósito para su honor, el de
la Provincia, de los vocales y edificación del siglo, el que todos se
comprometieran en su Rma., como en effecto libremente se compro-
metieron, nemine disentiente; y se pasó en virtud de todo lo
dicho a hacer las elecciones siguientes, que fueron aprovadas y
confirmadas con autoridad Apostólica, como consta de los originales
que obran en el archivo de este convento de San Antonio »2 uo_
En efecto, los capitulares se atuvieron a las directivas tra-
.zadas por el nuncio de acuerdo con el rey y comunicadas por el
P. General. Fue elegido provincial el P. Inocencio de Matute,
« sumamente competente lo mismo en cuestiones filosóficas que
teológicas, y muy amado de los súbditos por sus buenas dotes
de gobierno »201 ; y definidores, además del P. Juan de Villardon-
diego, de quien repetidas veces nos hemos ocupado~ 92 , los PP.
Basilio de Agreda, ex-guardián de Toro, y ex-definidor 29 3, Julián
de Guaza, ex-maestro de novicios y guardián actual de Vallado-
lid294 y el P. Matías de Molina, guardián de Tarancón
295

Los nuevos superiores no eran ciertamente figuras de prime-


ra fila, pero tampoco habían aparecido en « la vorágine de las
discusiones » ; de suerte que el equipo fue del agrado del rey y
también del P. Zamora, pues todos comulgaban con sus ideales
espirituales y reformadores, y él fue confirmado superior de
El Pardo con la obligación de consolidar y desarrollar el plan
de vida común iniciado los años anteriores.
Ni los trámites seguidos en la convocación del capítulo
fueron muy ortodoxos, ni la solución dada fue la más perfecta,
aunque sí tal vez la única posible en aquella coyuntura. Hay que
reconocer, sin embargo, que el arreglo o compromiso aceptado
por entrambas partes tuvo la ventaja positiva e indiscutible de
alejar del horizonte de la vida monástica la amenazadora sombra
de la separación de los capuchinos españoles de su legítimo
superior de Roma. Por esto principalmente fue patrocinado por el

290 Erario divino, 247.


201
Falleció en el convento de San Antonio (Madrid) el 80 diciembre de 1778.
Cf. Erario divino, 252; BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrologio, 323.
292 Cf. nota 231.
2 93 Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrología, 153.
2 94Murió el año 1792. Al partir de Madrid para asistir al capitulo general el
P. Nicolás de Bustillo el año 1781 lo nombró vicario y como tal gobernó la pro-
vincia hasta el 11 de octubre de 1782. Cf. Ernrio divino, 259; BUENAVENTURA DE
CARROCERA, Necrologio, 119.
29 5 Falleció el 19 de noviembre de 1783, mientras desempeñaba el cargo de
ministro provincial. Cf. Erario divino, 262; BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necro-
logio, 287.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 123

nuncio y aceptado por la Santa Sede. Tenía perfectamente razón


el nuncio Valenti Gonzaga, cuando aun antes de conocer el resul-
tado definitivo y oficial de sus gestiones, justificaba su política
escribiendo a la Secretaría de Estado de Su Santidad que estaba
plenamente convencido de que si no hubiera logrado su intento,
no se hubiera podido evitar que los capuchinos españoles, al igual
que los franciscanos observantes, se hubieran independizado de
los superiores de Roma, sujetándose a un vicario general na-
cional2ºª.
El peligro denunciado en el despacho oficial del nuncio no
era imaginario. Es elocuente el testimonio del mismo P. Zamora,
revelador de una mentalidad propia no solo de los ambientes
regalistas de la corte madrileña, sino también de muchos religio-
sos, los cuales opinaban que la composición tradicional de la curia
general de la Orden no ofrecía las garantías suficientes para su
prosperidad en las diversas naciones europeas;
« pues componiéndose de sugetos de naciones distintas, por más
íntegros que sean, es regular deferir todos a lo que el Definidor
de la Nación propone. En el caso aun era esto más regular, por
estar la consulta expresada en español, cartearse en este idioma
el Definidor con los de aquí, y estar asimismo en él la Real Orden.
Y así no culpo yo al Definidor tanto como a la fatal constitución
de un gobierno en que han de juzgarse los extraños sin conocer
el idioma, leyes, costumbres, ni carácter de los sugetos que sufri-
mos la violencia de pasar por sus sentencias, regularmente pronun-
ciadas a contemplación de el Definidor de la nación ... ; y entonces
quedamos los oprimidos destituidos casi enteramente de remedio,
mientras esta constitución de gobierno no se mude y seamos juzga-
dos por jueces regnícolas, que nos atiendan y con quienes podamos
entender nosotros para hacer valer nuestra justicía. Razones por
que más ha de mi siglo, que nuestros Capitulares solicitaron mudar
este gobierno y adaptarlo al que siguen los RR. PP. Observantes,
como se puede ver en nuestro Geroteo »297 •

296 « lo ne sto attendendo di momento !'autentica regia risoluzione, con


•che tutto restera terminato, non dubitando che il P. Generale si prestera, poiché
,comprendera che resta cosi proveduto al di Luí decoro, al bisogno della Provincia,
ed all'utilita di tutto l'Ordine; giacché non si e corso nulla men che il pericolo
,di una divisione, come quella dei Francescani, per un Vicario Generale, con che si
poteano valutare perpetualmente ( !) recisi da! Capo di questi Cappuccini della
Spagna » (Arch. Vat., Nunz. Spagna, vol. 270, f.332).
29 7 JUAN DE ZAMORA, Manifiesto historial, f.42. En el capítulo general de 1668
los súbditos del imperio y del rey francés exigieron la uniformidad de los dos
custodios para todas las provincias'. « Hispani in puncto custodum consonantes cum
Germanis et Gallis, praetendebant ulterius, quod capitula generalia nunc in Italia
nunc. in Hispania, sicut Observantibus mos est, alternative celebrarentur » (HIERO-
"THEUS CONFLUENTINUS, 0.F.M.Cap., Epitome historica, Heidelbergae 1750, 437). Cf.
MELCHIOR A PoBLADURA, Historia generalis II/1, 22. Acerca de los superiores nacio-
124 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

D. - CONSOLIDACIÓN Y AFIANZAMIENTO

1. El P. Zamora al írente del establecimiento


Interpretando o, mejor aún, ejecutando la voluntad del reyr
en el capítulo provincial del 18 de octubre de 1776 fue confirmado
superior del convento de El Pardo el P. Juan de Zamora con la
obligación de continuar en dicho oficio hasta que se consolidara
definitivamente el régimen de perfecta vida común 298 • Por su
parte el P. General, para congraciarse más y más con la corte,
presentó al monarca los estatutos redactados para dicho convento
a fines de junio, « sujetando a su Real disposición en todo y por
todo las ordenaciones que contiene [ el reglamento], sometiéndose
o añadir o alterar quanto fuere de su Real agrado » 299 • Y Roda
aprovechó tan favorable coyuntura para exponer e imponer su
parecer y el del rey acerca de los estatutos. Llamó la atención
del P. General sobre cinco puntos principales, entre los cuales
descuellan estos dos: a) si hubiera alguna disconformidad en la
interpretación o aplicación de estas normas y las dadas por el P.
Colindres, debían prevalecer las de Toro; b) en cuanto a la posi-
bilidad de escoger el superior local de El Pardo entre los religiosos.
de esta comunidad o de la de Toro, se exige la obligación de
elegir un miembro de la comunidad de El Pardo, a no ser en
algún caso extraordinarioªºº. Por donde se ve que el regalismo no
cejaba en su empeño de controlar la situación.

nales de las Ordenes religiosas en general cf. Vicente de LA FUENTE, Historia ecle-
siástica de España VI, Madrid 1875, 90s; BASILIO DE RUBÍ, O.F.M.Cap., Lci 1·eforma.
de Regulares en España a ptincipios del siglo XIX, Barcelona 1943, 14ss.
29 8 El P. Zamora recuerda complacido (cf. Manifiesto historial) que fue él
el único superior confirmado en aquel capítulo. Cf. Erario divino, 244. 247.
2 99 Carta de Manuel de Roda a Erardo de Radkersburg, San Lorenzo, 22 oct ..
1776: APCC, Lcgisl. I, 6/65. Se conserva otra copia de la carta, ibid., 6/66. Véase·
el texto de la nota sigui2nte.
3oo Así consta en la carta citada en la nota anterior. Dice así en las frases
de presentación: « Exc.mo y Rmo. Padre: El Rey ha estimado el celo que ha
movido a V.E. a formar el decreto qu~ V.E. pasó a sus Reales manos de resultas.
de la visita que hizo en el Real Convento del Pardo, apreciando S.iVI. la noticia
de haber hallado V.E. en aquella comunidad y su govierno el buen orden y dispo-
sición para hacerlo conv ·nto de re, iro y obs'.:rvancia a semejanza del de Toro.
También ha estimado S.~YI. la aterción de V.E. en presentarle el expresado decreto,
sujetando a su Real disposición en todo y por todo las ordenaciones que contiene,
sometiéndose o añadir o alterar quanto fuere de su Real agrado. Mui satisfecho
S.M. de esta condescendencia a su R2al voluntad, me manda manifestarle que es-
y ha sido siempre de asegurar en aquel su Real Convento, como lo desea en todos
los demás de la Religión Capuchina de sus dominios, la observancia de la disciplina
monástica y perfecta vida común, al tenor y forma que lo había mandado guardar·
el difunto General Fr. Pablo de Colindres, como lo executó de su Real orden el
Guardián actual Fr. Juan de Zamora, :dendo ésta la mente e intención de S.M.
y muy conforme a ella el espíritu de las ordenaciones, a fin de que pueda publicarlas.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 125

A pesar de la buena volutad del rey y de los superiores


mayores eficazmente secundada por el P. Zamora, la perspectiva
que se presentaba a la comunidad del Real sitio de El Pardo no era
tranquilizadora. El vicario conventual elegido en el capítulo se
negó a aceptar el cargoªº 1 • La renuncia, en cierto sentido, fue
providencial, pues, prescindiendo de los comentarios poco favo-
rables y que se reflejarían negativamente en el establecimiento,
dió lugar a que ocupara el puesto uno de los religiosos más
prestigiosos de la provincia, quien con su conducta intachable
contribuyó a consolidarlo. El cronista apuntó complacido y admi-
rado el hecho y puso de relieve las consecuencias del mismo:
« La Vicaría del Pardo renunció el P. fr. Lorenzo de la Guardia, y
fué electo en su lugar (cosa bien extraña) el R.P. fr. Faustino de la
Naba. Este Venerable anciano, después de haver sido Lector de
Theología, haver estado en Roma muchos años de Secretario Ge-
neral, haver sido Guardián en los Conventos maiores de la Pro-
vincia y haver sido Diffinidor dos o tres veces (ya huviera sido
también Provincial si no :fuera por ... ); este religioso, pues, tan
condecorado, viendo la dificultad que ha vía para nombrar vicario del
Pardo, por las raras circunstancias que concurrían, sometió pronto
y resignado sus hombros a esta carga, y con humildad no mui
común, se ofreció a cuidar de aquellas oficinas, y exercitar aquellos
ministerios en que tal vez la gente moza encuentra repugnancia.
Dióle mucha recomendación este hecho para con todos los religiosos
de juicio, y aun le concibió la estimación de los primeros Ministros
del Reyno. Tanta fuerza tiene la humildad »302 •
En conformidad con las condiciones enunciadas, cuando el
P. Zamora juzgó haber cumplido la misión que le confiaran los
superiores y el rey, acudió a ambas autoridades, pidiendo que lo
exoneraran del cargo. Realmente sorprende que en el breve
espacio de unos ocho meses lograra normalizar aquella situación
erizada de dificultades y asegurar el porvenir del establecimiento.
Pero así lo dicen taxativamente los documentos; y no hay que
echar en olvido que, dadas las circunstancias de orden político
y religioso, los adversarios de la iniciativa y los émulos del P.
Zamora no levantaban cabeza. Tanto el rey como el provincial
accedieron a la petición del guardián, alabando la labor realizada

y hazer que se po11gan originales en el Archivo de la Provincia y una copia


auténtica en el Convento del Pardo; pero para mayor claridad con las advertencias
siguientes, que <leven hacerse para que siempre conste».
301 Había sido elegido el P. Lorenzo de Laguardia, anteriormente guardián
de los conventos de Villarrubia y La Calzada. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA,
Necrologio, 147.
302 Erario divino, 249. Cf. MELCHOR DE POBLADURA, Los Frailes Menores
,Capuchinos en Castilla,, 177s.
126 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

por él y reconociendo que había cumplido muy satisfactoriamente


su cometido.
El 5 de julio el ministro Roda comunicaba la voluntad del
rey en los siguientes términos:
« He dado cuenta al Rey de la representación que V.R. ha hecho
a S.M., en que expone hallarse ia suficientemente establecida y
radicada la vida común en ese convento de el Pardo y poderse con-
tinuar bajo la dirección de qualquiera otro Superior religioso de
integridad y prendas; y solicita que para maior quietud y recogi-
miento de su espíritu se digne S.M. de darle su permiso para
renunciar la prelacía en manos de los Superiores.
S.M. se halla mui satisfecho del zelo, actividad y acierto con
que V.R. ha contribuido al cumplimiento de sus Reales intenciones
en quanto al establecimiento de la perfecta vida común en ese con-
vento; pero atendiendo S.M. a los motivos que V.R. expone en la
citada representación, me ha mandado prevenir a V.R., como lo
ejecuto, que deja en su libertad y arbitrio la deliberación que tu-
viere por conveniente tomar para su maior quietud y recogimiento.
Dios guarde a V.R. muchos años.
Palacio, 5 de Julio de 1777.
Manuel de Roda.
R.P. FR. JUAN DE ZAMORA »303 •
No menos lisonjero fue el elogio que tributaron al P. Zamora
los superiores provinciales, como se ve por la siguiente carta
del P. Inocencio de Matute en nombre de toda la definición:
« Mi mui estimado R.P. Fr. Juan: Haviendo juntado la Rda. De-
finición con motivo de la renuncia que V.e. hizo libre y espontanea-
mente de la guardianía de ese convento del Pardo, y aceptándola
con uniformidad de pareceres y con toda la correspondiente for-
malidad, se determinó asimismo que al siguiente día se le llamase
a V.e. para que en presencia de la misma Rda. Definición se le
diesen las debidas gracias por el santo zelo con que havía trabajado
por la pura observancia de nuestra seráfica Regla, y participarle
quedar admitida la mencionada renuncia por la dicha Rda. Defi-
nición. Pero la acceleración de su buelta a ese convento nos im-
pidió el cumplimiento de nuestros deseos; por lo que ahora parti-
cipo a V.e. la edificación con que quedamos de ver radicada en
ese nuestro convento la perfecta vida común y pura observancia,
que en todos nuestros conventos deseamos. Por todo damos a V.e.
muchas gracias y ofrecemos nuestras facultades a su disposición.
Deseamos sólo, como es justo, una puntual razón de el estado
de ese convento por lo perteneciente a provisiones, enseres y deudas;
para lo que mandamos a V.e. haga presente este nuestro deseo al
3 03 APCC, Manifiesto historial, f.69v.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 127

R.P. Presidente a fin de que éste nos envíe las quentas de ese con-
vento, razón de los enseres, que actualmente se hallasen en él.
Y esperando con la maior brevedad lo que pedimos, quedamos.
mui de V.C., deseando le guarde Dios muchos años.
De este nuestro convento de S. Antonio, de Madrid, y Julio•
23 de 1777.
Affectmo. de V.C. en el Señor,
Fr. Inocencio de Matute, Provincial »30·1
No se sabe quién fue el sucesor inmediato del P. Zamora,
dado que su relevo se verificó fuera del tiempo normal de los
cambios de superiores. En la congregación intermedia del 24 de
abril de 1778 fue nombrado superior de El Pardo el P. José
de Portilloª 0 5, quien desde el capítulo de octubre de 1776 gober-
naba la comunidad toresana. Y es sorprendente que ni siquiera la
primera vez se pudiera poner en vigor la norma estatutaria de
elegir superior un miembro de la comunidad, a pesar del empeño
que en ello había puesto el ministro Roda. El 8 de octubre de 1779
fue elegido para presidir la comunidad el P. Faustino de La
Nava, que le había dado su apoyo eficaz y decisivo en un momento
crítico.
2. La a;probación pontificia
La renuncia y alejamiento del P. Zamora no significaban que
él se desentendiera de la iniciativa defendida con tan tesonera
voluntad. De hecho continuó interesándose por su conservación
y prosperidad 306 , sirviendo de enlace entre los ministros de la
corte ( donde era muy estimado) y los superiores de la provincia.
No creemos pecar de temerarios, si descubrimos su mano en el
nuevo conflicto que surgió entre Madrid y Roma relacionado con
los Seminarios de Misioneros y con los Conventos de perfecta
vida común.
Con razón o sin ella, tanto el P. Zamora como el ministro
Roda tenían por enemigo de las dos iniciativas al definidor ge-
neral P. Domingo de Onteniente307 • Pues bien, al fallecer éste
el 15 de enero de 1778 y plantearse el problema de la sucesión,
la corte de Madrid propuso la candidatura de un religioso que favo-
reciera los planes que tanto le preocupaban hacía unos tres lustros.
Y el 17 de febrero Roda comunicaba al embajador Grimaldiªºª que
a,01APCC, ibid., f.70.
o Falleció en Valladolid en febrero de 1799. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA,
3 5

Necrologio, 34.
306 Cf. Manifiesto historial, f.70.
307 Veáse la nota 230.
308 A fines de 1776 el conde de Floridablanca fue nombrado ministro de·
128 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

el rey y el provincial de Castilla presentaban al P. Andrés de


Valldigna como sucesor del P. Onteniente. La propuesta llegaba
con retraso. El embajador ya estaba prevenido, pues según los
rumores que circulaban en el ambiente de la embajada, ya había
sido nombrado el provincial aragonés P. Clemente de Armillas 309 •
Sin embargo, en cumplimiento de las instrucciones recibidas, el
7 de marzo interpeló oficialmente al card. Conti, protector de la
Orden, el cual al día siguiente confirmó que los rumores correspon-
dían a la realidad y que lo único que se podía intentar para sa-
tisfacer de alguna manera los deseos del rey católico era pedir
para el P. Valldigna el título de « ex-definidor general »310 •
Grimaldi se hizo intérprete de esta benévola disposición del
cardenal protector en su despacho del día 12, al que Roda con-
testaba el día 31 agradeciendo en nombre del rey el ofrecimiento,
pero sin aceptarlo, « atendida la modestia religiosa que cela [ ?]
de anhelar a honores en su Religión dicho Padre Valdigna reusa
constantemente todo empleo »311 •
Si con el desenlace de esta tentativa quedaron los moradores
de El Pardo sin un protector en Roma o, por lo menos, sin el
abogado que la corte madrileña hubiera preferido, también en
la provincia presintieron nuevas dificultades con la progresiva
desaparición de los superiores mayores que institucionalmente
les eran favorables. En efecto, el 30 de diciembre del mismo año
1778 fallecía el provincial Inocencio de Matute; le sucedió el
primer definidor P. Villardondiego, quien a su vez murió el 21
de marzo siguiente, y tocó al segundo definidor P. Basilio de
Ágreda regir la provincia hasta :finalizar el trienioª 12 •

Estado por Carlos III, y el marqués de Grimaldi, titular hasta entonces de aquel
ministerio, fue destinado a la embajada de Roma, de la que tomó posesión a media-
dos del año siguiente.
sog No se conocen noticias biográficas de este religioso y se ignoran el lugar
y la fecha de su muerte. Cf. CRISPÍN DE RIEZU, Necrologio de los Frailes Menores
Capuchinos de la provincia de Navarra-Cantabria-Aragón, 51.
31 0 Cf. Oficio del card. Conti al marqués de Grimaldi, Roma, 8 de marzo
1778; Arch.Emb., leg 849, f.58; Annali della prov. Romana V, 601 (Roma, Arch.prov.
O.F.M.Cap.). El embajador había interpelado al card. Conti en su calidad de
Secretario de Breves, pensando que el Papa había nombrado sucesor del P. Onte-
niente con un breve pontificio; pero el cardenal le contestó que esto no era exacto
y que le comunicaba las noticias pedidas como protector de la Orden. En realidad
el definitorio general se había dirigido al Papa, pero este contestó que se pusieran
de acuerdo con el P. General ausente de Roma y este dió su consentimiento al
nombramiento del P. Armillas. Los trámites comenzaron el 23 de enero, pero la
elección tuvo lugar el 6 de marzo. Las dos fuentes citadas refieren los hechos de
una manera uniforme.
3 11 Despacho de Grimaldi a Roda, abril de 1778: Arch.Emb., leg. 849, f.93.

312 Cf. Erario divino, 252.


EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 129

Las mayores desavenencias entre los superiores del convento


y de la provincia derivaban - como había sucedido en los Semi-
narios de Misioneros - de la aplicación de la norma referente
a la incorporación de los religiosos a la comunidad. La ordenación
13 de los estatutos promulgados por el P. General y aprobados
por el rey estaba concebida en estos términos:
« que ningún Religioso sea embiado a este convento del Pardo sin
qué obtenga primero el consentimiento del Guardián y de la mayor
parte de los Consiliarios y lo pida él de su propia voluntad ».
Pues bien, el 26 de enero 1779 el definitorio provincial presidido
por el P. Villardondiego declaró que en dicha norma « se com-
prendían y debían siempre comprender los estudios y religiosos
legos ». O lo que es lo mismo, que no solo los sacerdotes sino
también los coristas y hermanos legos, podían incorporarse a la
,comunidad bajo las consabidas condiciones. La situación cambió
de rumbo con el capítulo celebrado el 8 de octubre de 1779, pues
,el 27 del mismo mes los nuevos superiores mayores « a petición
del Guardián y Consiliarios» de El Pardo anularon la referida
interpretación deftnitorial de sus inmediatos predecesores, pero el
rey la confirmó de nuevo, rechazando la segunda « por violenta e
incompetente »313 •
La autoritaria intervención del rey podía imponer silencio
y obediencia; pero no arrancaba de cuajo la raiz del mal. Y la
dificultad reaparecía con enojosa y peligrosa monotonía. Al ini-
ciarse el curso escolástico 1785-86 el lector de filosofía P. Tomás
de Bilbao 314 , de residencia en Segovia, pidió trasladarse con sus
discípulos al Real sitio de El Pardo. Y el provincial P. Marcos
de Reinosa 315 , previendo el sesgo que podían tomar los aconte-
cimientos, se adelantó a pedir al rey que declarara que los « estu-
dios » no estaban comprendidos en la famosa norma 13. El pro-
vincial no se equivocó en sus previsiones, pues el guardián de El
Pardo acudió por su cuenta al rey solicitando que confirmara la
interpretación de enero 1779, como efectivamente lo hizo por una
Real orden fechada el l de octubre de 1785 y remitida por el conde
de Floridablanca, en la que se manda al provincial y definidores
que « despachen inmediatamente las letras obedienciales pedidas
,con arreglo a dicha constitución » 316 •

313 Carta del conde de Floridablanca al provincial de Castilla, San Ildefonso,


1 octubre 1785: APCC, Legisl. I, 6/65 y sign, 28/153, f,72.
314 Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrologio, 91.
315 Había ~ido elegido el 8 de octubre de 1784. Se ignoran la fecha y el
lugar de su fallecimien.to. Cf. BUENAVENTURA DE CARROCERA, Necrologio, 306.
31 6 Carta del conde de Floridablanca al P. Marcos de Reinosa, San Ildefonso,
130 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA COMÚN

Aun más, amaestrados los ministros de la corte por la expe-


riencia de los Seminarios de Misioneros, resolvieron arrancar el
mal de raiz pidiendo al Papa la solemne aprobación de la tan
discutida norma 13 referente a la incorporación de los religiosos
a la comunidad 317 • Las gestiones romanas se desarrollaron rápi-
damente y de una manera del todo satisfactoria. Y el hecho tiene
una fácil explicación: aun prescindiendo del innegable progreso
del regalismo en aquellos últimos 20 años en lo referente a la
política religiosa y eclesiástica, entraron en juego algunas circuns-
tancias favorables. Desde el 21 de diciembre del año anterior
regentaba la embajada don José Nicolás de Azara 318 , honrado
con la amistad de Pío VI, « que no le sabía negar cosa alguna » 319 •
Y « el ardiente afán que inspiraba su sentimiento del deber para
el mejor servicio del Rey », hizo que sin pérdida de tiempo, y
anhelando también apuntarse un tanto positivo a su favor contra
sus émulos, puso en juego todos los poderosos resortes de que
disponía. El 29 de noviembre era recibido en audiencia por el
Papa, el cual autorizó la expedición de un breve apostólico apro-
bando la norma 13 de los estatutos de El Pardo con la inclusión
de los coristas y hermanos legos. En este sentido firmaba su placet
el 6 de diciembre y promulgaba el breve Sacrosancti apostolatus,
que sancionaba la victoria definitiva de la corte madrileña 320 •

3. Un « Modus vivendi»
Tampoco la aprobación pontificia logró eliminar los inconve-
nientes de la famosa norma estatutaria número 13. Decididamente
el cambio de personal o la incorporación de los religiosos a la
comunidad de El Pardo era un mal endémico. A la resistencia y
retardo de los superiores provinciales en despachar la obedien-

1 octubre 1785; APCC, Legisl. I, 6/65 y sign. 28/153, f.72. La carta termina con
esta frase: « También me manda [Su Majestad] escriba a su Ministro residente
en Roma para que en su R3al nombre pida a su Santidad y Cardenal Protector·
de la Religión apoyen o confirmen lo resuelto por S.M. Lo que de su parte participo
a V.R. para su inteligencia y cumplimiento».
317 Véase la nota 316.
ais Después de 18 años de residencia romana, el Caballero Azara, el 21 de·
diciembre de 1784 fue elevado al rango de embajador por el que siempre había
suspirado. Cf. C.E. CORONA BARATECH, El Caballero Nicolás de Azara, 114ss.
319 Cf. C.E. CORONA BARATECH, ob. cit., 144. 297.
3 2o Arch.Vat., Secret.Breviu1n, vol. 4061 (an. 1785), f. 124v-131v. Juntamente

con la minuta del breve se encuentra el testo de la súplica dirigida por el embajador
en nombre del rey. El breve ha sido publicado en Bull.Cap. IX, 185, pero con las
fechas equivocadas, pues las contrastantes decisiones definitoriales que motivaron
el recurso a Roma son del año 1779, como hemos expuesto en el texto, y se
dice en la minuta del breve y en la súplica, y no del año 1785 como se lee en el
texto publicado.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 131

cia a quienes la solicitaban, correspondía el indefectible recurso


de los superiores locales a la corte y la complaciente intervención
de los ministros, haciendo alarde de su celo por la disciplina
conventual y por el progreso de la vida religiosa. En el primer
semestre de 1786 el guardián P. Francisco de Ampudia, presentó
un recurso a favor del corista Félix de Berástegui y de los legos
José de Jadraque y Antonio de Busti110 321 , y el 7 de abril el conde
de Floridablanca, en nombre del rey, conminaba al provincial P.
Marcos de Reinosa: « Despache dichas obediencias y se arregle
a la citada Real resolución [acerca del artículo 13], evitando nue-
vos recursos »322 •
El 14 de diciembre de 1788 murió Carlos III y con él perdie-
ron el más eficaz y poderoso protector los iniciadores, sostene-
dores y apóstoles de los Seminarios de Misioneros y de los Con-
ventos de perfecta vida común. Y de su ánimo agradecido y
dolorido se hizo eco el P. Valldigna al trazar con vigorosas y
elocuentes pinceladas el retrato espiritual del monarca difunto
en las exequias oficiales celebradas en Valencia :
« Los Prelados celosos han encontrado siempre en Carlos III toda
la protección que ha necesitado su zelo prudente y moderado, para
promover en sus diócesis la disciplina christiana y eclesiástica, a
pesar de todos los que con varios pretextos sostienen los abusos
que la manchan y destruyen. La misma benignísima acogida ha
encontrado en nuestro difunto Rey la disciplina regular. Baxo su
protección Real en algunas Religiones se han fundado monasterios
y casas de Recolección, haciendo se observe en ellos exactamente
la vida común, sin la qual es imposible moralmente restituir a su
primitivo vigor la disciplina monástica, ni que se conserve después
de restituida ... Nuestro difunto Rey fue gran perseguidor de los
vicios y gran protector de las virtudes, de la disciplina christiana,
de la monástica, de la eclesiástica, y de quanto era conducente y
necesario para que sus vasallos fuesen buenos christianos y buenos
católicos, aborreciesen los vicios y amasen las virtudes »323 •
El mal, sin embargo, no fue irreparable, pues Carlos IV,
aconsejado y sostenido por el conde de Floridablanca, continuó

s21 El Necrologio de la provincia de Castilla no menciona a los legos nom-


brados en el texto. Félix de Berástegui falleció el año 1819. Cf. BUENAVENTURA DE
CARROCERA, Necrologio, 70.
322 Carta del conde de Floridablanca al P. Marcos de Reinosa, 7 de abril
1786: APCC, Legisl. I, 6/66 y sign. 28/153, f.73v.
3 2 3 ANDRÉS DE VALLDIGNA, El Buen Rey. Sermón predicado en las honras que
hizo el Tribunal de la Santa Inquisición de Valencia a 6 de mayo por el alma
del Señor Carlos III, Madrid 1789, 47. 48.
132 CONVENTOS DE PERFECTA VIDA CCMÚN

sobre este particular la política de su pad1·e. El P. Zamora lo


recuerda complacido:
« En 11 de marzo de 1789 mandó el rey Carlos 4° en Orden comu-
nicada por el Exmo. Sr. Conde de Floridablanca en el Palacio de
Madrid se miren con el respeto que merecen los establecimientos
de perfecta vida común; que se cumplan sus ordenaciones observán-
dolas exactamente con las más estrechas prevenciones para que se
castigue a los que se indignen o [impugnen?] los expresados esta-
blecimientos; y que se oiga al Guardián y Consiliarios del Pardo
siempre que se haga la elección del nuevo guardián de aquel con-
vento » 324 •
Al año siguiente los defensores de los establecimientos per-
dieron otro de sus patronos. El 25 de abril de 1790 el conde de
Floridablanca dejaba la cartera de Gracia y Justica por la pre-
sidencia del gobierno; pero fue destituído el 29 de febrero de
1792 y desterrado a Murcia y allí
« se retiró de voluntad propia a una humilde celda del convento
de Franciscanos a practicar obras de caridad y ejercicios piadosos,
y a meditar y aun escribir sobre la insubsistencia de las venturas
terrenales y la inefabilidad de los goces eternos » 325 •
El sucesor de Floridablanca en el ministerio de Gracia y
Justicia fue el marqués de Bejamar don Antonio Porlier, el cual
el 12 de mayo de 1790 en nombre del rey autorizaba al provincial
de Castilla el traslado del curso teológico instalado en el convento
de Segovia, que había sido incendiado, al de El Pardo326 •
Fuera por las dificultades internas del establecimiento o
porque poco a poco habían ido desapareciendo sus más apasio-
nados defensores, se abrió paso una política más dúctil y de com-
promiso en su gobierno, como nos lo revela bien a las claras la
última intervención oficial. El 13 de diciembre de 1794 la corte
madrileña aprobó un Modus vivendi propuesto por el provincial
P. Félix de Orense de acuerdo con el guardián P. José de Portillo
acerca del tan zarandeado artículo 13 de las ordenaciones, causa
permanente de controversias y disgustos 327 •

a24 Manifiesto historial, f.74.


325 José Pío TEJERA y R. DE MONCADA, Bibliotec:i del Murciano I,' Madrid
1922, 502. La noticia bio-bibliográfica del conde de Floridablanca ocupa más de 29'
páginas ( 487-509).
326 Cf. Manifiesto historial, f.74.
3 2 7 Cf. Manifiesto historial, f.74v. Con esta noticia termina el P. Zamora
el relato histórico de las vicisitudes del Seminario de Toro y del establecimiento de
El Pardo. El P. Félix de Orense murió el 9 de marzo de 1796. Cf. BUENAVENTURA DE
CARROCERA, Necrología, 65. Del P. Portillo se ha hablado ys más arriba en la nota 267.
EL REAL CONVENTO DE EL PARDO 133

***
Para completar el cuadro del episodio del regalismo, que
hemos pretendido ilustrar en las páginas anteriores a la luz de
una abundante documentación inédita, sería necesario ampliar la
investigación con el estudio del desenlace final de las dos institu-
ciones que han polarizado hasta ahora nuestra atención. Y este
será el objeto de otra monografía. Por ahora queremos recordar
solamente que las vicisitudes políticas y religiosas, que dominaron
la vida nacional en el último cuarto del siglo XVIII, no fueron
favorables al pacífico desarrollo de los Seminarios de Misioneros
y de los Conventos de perfecta vida común. Además, la ideología.
liberal y antieclesiástica que triunfó en las Cortes de Cádiz y
culminó con la supresión de las órdenes religiosas en 1835, obsta-
culizó definitivamente la vitalidad de los dos establecimientos.
INDICE

Introducción 3

l. EL AMBIENTE HISTÓRICO E IDEOLÓGICO 7-12

II. - Los SEMINARIOS DE MISIONEROS 13-79

A. - LAS FUNDACIONES 13
l. Primeros tanteos en Castilla 15
2. El Seminario de Sanlúcar de Barrameda 18
3. El Seminario de la villa de Monóvar . 22
4. El Seminario de la ciudad de Toro 25

B. - ORDENACIONES Y FISONOMÍA 30
l. El texto de las Ordenaciones 30
2. Fisonomía de los Seminarios 33

C. - APROBACIÓN PONTIFICIA 43
l. La voz de los Seminarios 45
2. La solicitud de los Superiores de la Orden . 58
3. Los tres Breves del Papa Clemente XIV . 66

III. - EJ. REAL CONVENTO DE EL PARDO, CIUDADELA DE LA


PERFECTA VIDA COMÚN 80-133

A. - ESTABLECIMIENTO DE LA PERFECTA VIDA COMÚN 80 1

l. Planteamiento del problema . 80'


2. El teatro de operaciones 82
3. La perfecta vida común 83•
4. El reverso de la medalla 8$
136 INDICE

B. - CONTROVERSIA ENTRE LA CORTE MADRILE&A Y LA


CURIA GENERAL 90
l. La polémica se traslada a Roma . 90
2. Duelo epistolar en torno a una decisión del general 96
3. Una explicación sincera y leal . 105

C. - INTERVENCIÓN PERSONAL DEL GENERAL DE LA ÜRDEN 110


l. Interregno del P. Fermoselle, vicario provincial 110
2. Viaje a Madrid y cobertura de Grande de España 112
3. Rehabilitación del P. Juan de Zamora . 114
4. El pleito de las elecciones . 119

D. - CONSOLIDACIÓN Y AFIANZAMIEN'fO 124


l. El P. Zamora al frente del establecimiento . 124
2. La aprobación pontificia 127
3. Un « Modus vivendi » 130

Conclusión 133

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