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Las musas
huérfanas

De Michel Marc Bouchard

Traducción de Boris Schoemann


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PERSONAJES

CATHERINE TANGUAY
Hermana mayor, 35 años.
Maestra en la escuela primaria de Saint-Ludger de Milot.

ISABEL TANGUAY
Hermana menor, 27 años.
Encargada de la pluma del Parque de los Pasos Peligrosos.

LUC TANGUAY
Hermano, 30 años. Pseudo-escritor.

MARTINE TANGUAY
Hermana segunda, 33 años.
Capitana del Ejército canadiense, adscrita a Baden-Solingen.
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ESCENARIO

Sala-comedor de una casa de campo. Una puerta da acceso a la sala. Una mesa
de comedor. Algunas sillas. Saint-Ludger de Milot, Lago Saint-Jean, abril de 1965.

PRIMER ACTO

(Sábado de Gloria. Final de la tarde. CATHERINE hace inventario del


contenido de una maleta de mujer)

Escena I

CATHERINE: Tres   mascadas…tres   mascadas   rojas…dos   blusas   con  


estampado…      

ISABEL: (Entra cargando una bolsa.) Se me pasó la hora.

CATHERINE: ¡La puerta! ¡Maldita arena! Vamos a terminar enterradas

vivas…(CATHERINE cierra la puerta)

ISABEL: Te lleva media hora ir al pueblo a pie.

CATHERINE: No es una escoba lo que se necesita para limpiar este lugar,

es una pala.

ISABEL: Te compré tu jamón. (Silencio.) Se me pasó la hora. Sucede.

CATHERINE: Veintisiete años y no eres capaz de cerrar una puerta.

¿Esperas que todo el monte se meta a la casa para

cerrar la puerta?
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¡Vaya herencia la que me tocó! Cuatro hectáreas de arena con

una casa en lo alto de un cerro que mamá llamaba con toda

razón “el  calvario”.  Cuatro hectáreas de arena con viento, con

frío, y una joven de veintisiete años que todavía no es capaz de

cerrar una puerta.

ISABEL: Te compré tu jamón.

CATHERINE: De seguro te quedó  cambio…

ISABEL: El jamón costó un dólar veintitrés. Me diste un dólar cincuenta.

Ten tus veintisiete centavos. (Se los da. CATHERINE vuelve a

su inventario.) Corre a esconderlos. Tendrías que comprarme

un rifle. Andar con tal cantidad de dinero por el camino. ¡Qué

riesgo!

CATHERINE: Me darás el cheque de tu sueldo. Estás atrasada con tu

pensión. Uno…tres…seis  pares  de calcetas.

ISABEL: ¿No vino nadie mientras estuve fuera?

CATHERINE: ¡Usa la cabeza! ¡Cuando pasa un coche por aquí es un

acontecimiento!

ISABEL: ¡Deja de molestarme, Catherine! Se me pasó la hora.

CATHERINE: Salir así de destapada. ¡En pleno deshielo! (Silencio.)

“Ande yo caliente, ríase la gente.”

ISABEL: “Andeme yo fría y que la gente se ría.”  “Nueve  meses de

invierno y tres de infierno.”  Tus alumnos deben reírse de ti.

CATHERINE: Si mamá te oyera. (Continúa con el inventario.)


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ISABEL: Me  oye,  no  te  preocupes,  me  oye…

CATHERINE: ¡La puerta! Dos abanicos… y aún me falta una falda española.

ISABEL: Él la trae puesta.

CATHERINE: (Horrorizada) ¿No se habrá ido al pueblo vestido así, otra vez?

No lo vi salir.

ISABEL: ¿Por qué estás revisando la ropa de mi mamá?

CATHERINE: ¿No habrá vuelto a ir?

ISABEL: ¡Odio cuando me respondes con una pregunta! (Silencio.) No,

no fue. Lo vi en el monte. Estaba escribiendo. ¿Para qué me

querías de regreso antes de la cena?

CATHERINE: Tienes que volver al pueblo.

ISABEL: ¿Crees que soy tu burro? ¡Usa tu coche!

CATHERINE: Tengo que cocinar el jamón.

ISABEL: Yo espero visitas.

CATHERINE: ¿A quién?

ISABEL: ¡Visitas!

CATHERINE: Tú vas a llevar esta maleta al dispensario. Hace rato no te la

pude dar. Él andaba aquí.

ISABEL: ¡Ah, es eso! ¡Aprovechemos mientras no está y así me va a

odiar cuando tú le digas que fui yo la que se deshizo de la ropa


de mi mamá!

CATHERINE: Ve y lleva la maleta. Va a regresar. Si lo haces tú, no hará


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drama. (Silencio.) Le advertí varias veces que haría

desaparecer esa ropa si salía con ella puesta. No me importa

que  se  disfrace…  pero  aquí  en  la  casa.  

ISABEL: Hace tres años que no lo veíamos por aquí.

CATHERINE: Se volverá a ir y se olvidará de todo…

ISABEL: Podrías hacer un esfuerzo y dejar de molestarlo.

CATHERINE: …y a nosotras no nos queda de otra que vivir aquí con toda esta

gente que tiene la memoria tan larga como libro de historia.

ISABEL: Él dice que lo inspiramos. Dice que somos sus “musas”.  Las

musas son mujeres que ayudan a alguien a encontrar ideas.

Eso dice él. Y dice que lo vamos a ayudar a terminar su libro.

“Correspondencia de una Reina de España a  su  hijo.”

CATHERINE: ¿Cuándo? Van a ser como diez años que lo empezó. Más que

eso. Tenía once años cuando le dije que haría mejor

escribiendo lo que le pasaba por la cabeza que disfrazarse de

mamá. Debí haber sido menos comprensiva. ¡Un buen zape

y la maleta a los pobres! ¡Ve antes de que regrese, anda, ve!

ISABEL: Quémala, tírala a la basura.

CATHERINE: Si mamá te oyera.

ISABEL: Me oye.

CATHERINE: Ella que devotamente tocó el órgano en todas las misas santas

por años. ¡Quemar su ropa en plena Cuaresma! (Silencio.) ¿Por

qué lo hiciste volver? Si es por dinero, no cuentes con él. No


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tiene.

ISABEL: ¡Qué cansada eres con tus historias de dinero! Lo extrañaba.

CATHERINE: Prefiero extrañarlo a saber que está aquí. He pasado años

diciéndole a todo el pueblo que había cambiado.

ISABEL: ¡Qué mentirosa eres!

CATHERINE: Hasta les dije que su libro estaba a punto de salir. Había

logrado hacerles creer que tal vez estaba menos loco de lo que

pensaban. Pero tenías que hacerlo regresar. Necesitabas algo

inusitado.

ISABEL: No te muevas. (Sale.)

CATHERINE: Isabel, ve antes de que oscurezca. Llegará en cualquier

momento.

ISABEL: (Entra con un lápiz y un pequeño cuaderno.)¿Qué quiere decir

“inusitado”?

CATHERINE: ¡Ponte algo encima, te vas a enfriar!

(ISABEL no se mueve. Golpea con el pie.)

ISABEL: ¿Qué   quiere   decir   “inusitado”?   Cuando sabes lo que quieren

decir las palabras y cómo usarlas, eres más libre y estás más

cerca de la verdad. Eso dice él.

CATHERINE: “Inusitado”   quiere   decir   “algo fuera de lo ordinario”,   “algo  

novedoso”.
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ISABEL: (Anotando en su cuaderno.) Eso es cierto. Cada vez que él

vuelve aquí todo sale de lo ordinario. ¿Inusitado con “i latina”?

CATHERINE: Sí,  con  “I”.

ISABEL: ¿Las dos?

CATHERINE: ¡Sí! Aquí  no  es  su  lugar.  “Aquí”  con  acento.

ISABEL: Si se te ocurre pedirle que se vaya, me voy con él.

CATHERINE: Por la manera en que se comporta, sabes tan bien como yo que

no es la mejor compañía para una señorita.

ISABEL: Ahora resulta que soy una señorita. No es lo mismo que ser una

subnormal.

CATHERINE: Es un enfermo, Isabel.

ISABEL: Con esa lengua de víbora, se nota que tu novio no te ve la cola

desde hace rato.

CATHERINE: ¡Isabel, no le hables así a tu hermana en Sábado de Gloria!

ISABEL: ¿Con quién sales ahora? ¡Ah, sí, con el doctor Lemieux! Claro

que él ve colas a cada rato. ¡Dejaste al sargento Claveau por

un doctor! ¡Vas mejorando! ¡Has pasado por casi todos los

oficios de Saint Ludger! ¡Qué bonita familia! ¡Un enfermo, una

mongoloide y una piruja!


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CATHERINE: ¡Ven acá, Isabel! (Peligrosamente dulce.) ¿Qué te pasa, Isabel?

Solías ser tan linda, tan delicada…

ISABEL: Tan inocente, tan retrasada.

CATHERINE: Isabel…Catherine va a decirte algo, pero no quisiera tener que

repetirlo…Isabel…

ISABEL: Tus grandes frases. Si no eres capaz de hacer tus cochinadas

tu misma, no le pidas a otros que las hagan por ti. Yo no voy a

llevar la maleta, ¿okey?

CATHERINE: ¡Más respeto, es Sábado de Gloria, Isabel!

ISABEL: ¡Qué lata con tu Cuaresma! Encima de la indigestión que

tendremos mañana por tanto jamón y chocolate, además,

¿tendría que hablarte con respeto?

CATHERINE: ¿Tengo que recordarte todo lo que he hecho por ti desde la

muerte de mamá? ¡Ingrata!

ISABEL: Sabía que llegaríamos   ahí.   “Ingrata”.   Ni te molestes por

explicarme lo que quiere decir, tengo toda una página entera de

lo que quiere decir esa maldita palabra.

CATHERINE: No fue mi intención.

ISABEL: ¡Estaba demasiado lejos para una cachetada!

CATHERINE: Lo dije sin querer.


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ISABEL: Hay muchas cosas que has dicho sin querer. Cada vez que algo

te molesta me recuerdas esa maldita palabra, usando los restos

de mi mamá. (Silencio.) Has usado el cadáver de nuestra madre

demasiado, Catherine. Mañana es Pascua. Día de resurrección.

CATHERINE: ¿Qué quiere decir eso?

ISABEL: ¿Así que no ha venido nadie?

CATHERINE: ¿Así que no vas a ir al dispensario?

ISABEL: ¡Deja de contestarme con preguntas!

CATHERINE: No, Isabel, no vino nadie. ¡Usa la cabeza! (Silencio.) ¿No vas a

ir? (Toma la maleta.)

ISABEL: ¡Espera! Juguemos baraja. Vamos a tener visitas.

CATHERINE: Tengo mejores cosas que hacer que recibir a tus fantasmas.

ISABEL: Claro, lleva la ropa del loco a los pobres para asegurarte de que

se vean igual de locos.

Escena II

VOZ DE LUC: ¡Bueno pues, gracias!

(Entra vestido con la falda española que faltaba.)


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LUC: Esos policías son unos caballeros.

CATHERINE: ¡Policías!

LUC: Vienen a abrirte la  puerta  del  coche,  y  te  ayudan  a  bajar…

CATHERINE: ¿Qué hiciste ahora? ¡La puerta!

LUC: (A CATHERINE.) ¿Te vas de viaje, Catherine? Pon la maleta

en el piso.

CATHERINE: A un tipo que se viste con los trapos de su madre, en el pueblo

lo llaman…   vamos a intentar no mencionar cómo es que lo

llaman.

LUC: Te dije que pongas la maleta en el piso. Llévala a mi cuarto. Si

intentas deshacerte de ella otra vez, te garantizo que haré cosas

más feas de las que acabo de hacer en el pueblo.

CATHERINE: (A ISABEL.) ¡Me dijiste que estaba en el monte! ¡Mentirosa!

LUC: Fui a visitar a la señora Tessier, a su oficina de correos.

CATHERINE: No te creo. ¡Hoy está cerrado!

LUC: Entré por su cocina. En cuanto me vio se puso tiesa como un

tubo  de  fierro.  “Señora  Tessier,  vine  a  buscar  el  paquete  que mi

madre olvidó   aquí   hace   muchos   años.   ¿Se   acuerda?”   Yo

estaba con ella. Tenía diez años.

ISABEL: ¿Y ella qué dijo?


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LUC: Me  dijo:  “Tu  madre  vino  un  Jueves  Santo  cuando  la  oficina  de  

correos estaba abierta, y hoy es Sábado de Gloria, por lo que la

oficina está cerrada.

CATHERINE: Hizo bien en contestarte eso.

LUC: Entonces, yo fui el que se puso tieso y le dije que hoy a pesar

suyo, ella tendría que hacer una excepción.

CATHERINE: ¿No la amenazaste, verdad?

LUC: Le dije que nunca había agredido a una mujer, pero que tal vez,

a pesar mío, yo iba a hacer una excepción. Se puso blanca

como un sobre y me siguió a la bodega de la oficina.

CATHERINE: ¡La amenazaste!

LUC: Me apoyé graciosamente sobre el mostrador…

ISABEL: ¿Graciosamente?

LUC: “Graciosamente”  quiere  decir  de  la  manera  en  que  mamá  sabía

comportarse,   “con   elegancia”.   “Señora Tessier, hace veinte

años mi madre vino a recoger un paquete que le habían

mandado  de  la  ciudad  de  Quebec.”

ISABEL: ¿Qué había en el paquete?

LUC: Un diccionario Español.

CATHERINE: ¡Isabel no tiene porqué enterarse de eso!


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LUC: Cuando mi mamá pidió su paquete, la señora Tessier ya lo

había abierto.

ISABEL: ¿Por?

LUC: Había una guerra y como nosotros teníamos a un extranjero

viviendo en casa, parece que eso le daba permiso de abrir

nuestro correo. Le dijo a mi mamá que leía demasiado, que leer

demasiado no era bueno, y que el Español parecía ser un

idioma bien bonito, que ella sólo conocía la palabra corrida, pero

que no sabía lo que quería decir, así que mamá decidió

explicárselo.

ISABEL: ¿Mi mamá le explicó eso a la señora Tessier?

LUC: Ajá, y como esa señora es la clase de gente que se pierde en

su propia casa, mi mamá tuvo que explicárselo con manzanitas.

CATHERINE: Más respeto para los mayores.

ISABEL: ¡Ve a cocinar el jamón, Catherine!

LUC: Mamá le explicó que una corrida era como si todo el mundo de

Saint-Ludger se juntara en la pista de hockey para ver a un

ganadero matar a su res. Le dijo que en medio de la pista estaba

el torero…   el   torero era como si el ganadero en cuestión se

hubiera vestido con el tapíz del sillón de la sala. Poniéndo a

prueba la paciencia de la señora, mi mamá le explicó con lujo

de detalle, que el torero agitaba una especie de gran cortina


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roja, que eso se llamaba muleta y que eso excitaba a la res. La

res se abalanzaba sobre la muleta y se seguía todo recto, y toda

la gente de Saint-Ludger   gritaba:   “¡Olé!”. Una vez que la res

había pasado todo recto decenas de veces y que estaba

suficientemente sofocada y que la gente estaba harta de gritar

“Olé”,  el  torero ensartaba al animal con unas grandes agujas de

tejer.

ISABEL: Debió darle risa a la señora Tessier

CATHERINE: No creo.

LUC: Se le subió toda la mala leche a la garganta y se la escupió a

mi mamá en la cara diciéndole que sólo una mujer de cascos

ligeros  que  se  acostaba  con  migrantes  podía  ir  a  gritar  “¡Olé!”,  

mientras un ganadero mataba a su res.

ISABEL: ¿Eso le dijo a mi mamá?

CATHERINE: ¡Puro cuento!

LUC: Mi mamá volvió a casa llorando. Yo caminaba rápido detrás de

ella y le decía: “¡Tu  paquete,  mamá!  Olvidaste  tu  paquete.”

ISABEL: Y hoy, ¿qué pasó en la oficina de Correos?

LUC: Después de refrescarle la memoria sobre la escenita de la

corrida, le dije a la señora Tessier que no me iría de ahí con las

manos vacías. Era: o el diccionario o su chongo.


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CATHERINE: ¿Más amenazas?

LUC: Así que veinte años después, sacó un pequeño libro lleno de

polvo que estaba debajo de su mostrador. (LUC saca el

pequeño diccionario español de su falda y se lo da a ISABEL.)

“No  vaya  a  llegar  tarde  señora Tessier. Es la Vigilia Pascual. No

quisiera  que  se  pierda  el  desenlace.”

ISABEL: ¿Y luego, qué dijo?

LUC: Le dio el soponcio, pero le quedó suficiente fuerza para llamar

al sargento Claveau.  Y  él  fue  quién  me  “escoltó”  hasta  aquí.

ISABEL: (Hojeando el diccionario español.) Es tan bello cuando hablas

Luc.

CATHERINE: ¿Qué quieres hacer durante la Vigilia Pascual?

LUC: Ya les dije. El gran desenlace.

CATHERINE: ¿Aún no estás satisfecho? Hoy, la señora Tessier, ayer tu crisis

de lágrimas en la tienda de abarrotes, porque no había nada

para hacer una paella. No tiene sentido recordarles todo eso,

Luc. Es una historia que ya a nadie le importa. Fue hace veinte

años. ¡Olvida!

LUC: Olvidar. ¿Olvidar esa bola de asquerosos que arrastraron a

nuestra madre por el fango?


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CATHERINE: Cuando  mamá…murió,  ellos  le  dieron  vuelta  a  la  hoja.  Haz  lo  

mismo con ellos. ¡Olvida!.

LUC: ¡Olvidar! ¡No quiero! ¡Yo no puedo! Necesito joder a las almas

buenas que se dedican a recordarte que eras un pequeño

huérfano a quién le traían una caja de despensa en Navidad y

ropa vieja en la primavera. Quiero recordarles su

responsabilidad en nuestro pequeño drama familiar. Están aquí,

incrustados en mi cerebro como un gran coágulo que bloquea

mi imaginario.

CATHERINE: Escribe todo lo que les harías. Es menos peligroso.

LUC: Mi escritura es demasiado valiosa como para hablar de una bola

de   incultos.   Escribir   es   ir   más   allá…   hasta   que   no   haya  

arreglado las cuentas pendientes de mi mamá con ellos, no seré

capaz de rendirle el homenaje que le debo.

CATHERINE: Hay tantos bellos temas que te podrían inspirar.

LUC: No me atrae reescribir Madame Bovary sólo para darte gusto,

¡maldita sea!

CATHERINE: ¡Es sacrílego maldecir en Cuaresma!

ISABEL: ¡Cómo cansas con tus fracesitas! ¡Maldita sea! (Silencio.) Eso

es lo que extrañaba. Es tan bello cuando entra en crisis.

(Diccionario de español en mano.) Siempre  “inusitado”.


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CATHERINE: Deberías descansar, Luc. Tienes los nervios de punta. (Ella

vuelve a tomar la maleta y se dirige hacia la puerta.) Vas a

acabar con una depresión.

ISABEL: ¿A dónde vas con la maleta?

CATHERINE: ¿Te acuerdas cómo se prepara el jamón?

ISABEL: ¡Detesto cuando me contestas con una pregunta!

CATHERINE: Siempre encontré el modo de salvarnos, Isabel.

LUC: ¡La maleta!

CATHERINE: (Dejando la maleta.) ¡Voy a disculparme con la señora Tessier,

pobre anciana!

LUC: Eso, ve a disculparte por ser mi hermana.

(CATHERINE sale. Oímos el coche que se enciende.)

Escena III

(LUC va a buscar un manuscrito y escribe. Largo silencio.)

ISABEL: ¿Te  “inspiró”  tu  crisis?  (Silencio.) ¿Cuándo voy a poder leer tu

libro?
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LUC: Pronto.

ISABEL: Ahorita ¿ok?

LUC: Ahorita no. Pronto. (Silencio)

ISABEL: ¿Quieres ver mi cuaderno con palabras? (Silencio) ¿Para

corregir mis faltas de ortografía? (Le entrega su cuaderno.)

LUC: (Leyendo.) ¿Sigues  escribiendo  de  oído?  “Inusitado”  no  es  con  

“z”   es   con   “s”.   “Redimir”…   ¿Traer   la   despensa   a   casa   de   la  

gente?

ISABEL: Eso me dijo Lionel Fraser cuando compré el jamón. Dijo:

“¿Quieres  que  te  lo  redima  a  tu  casa?”

LUC: Es   “remitir”   la   despensa,   no   “redimir”.     Isabel,   ten   cuidado a

quién le preguntas lo que quieren decir las palabras. (Ella le

arrebata su cuaderno.)

ISABEL: Soy una mongoloide. Eso es lo que piensas tú también. ¿No?

LUC: ¡No digas eso! (Suavemente.) “Redimir“   es una palabra

también. Quiere decir librar a una persona de una carga o de

una situación desagradable.

ISABEL. El lunes nos vamos los dos a Montreal.

LUC: Devuélveme tu cuaderno. No he terminado de corregir tus

palabras.
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ISABEL: El lunes me vas a llevar contigo.

LUC: ¡Dame tu cuaderno!

ISABEL: Si me dices que si a lo del lunes.

LUC: Faltan dos días para el lunes. Pueden pasar muchas cosas de

aquí a entonces.

ISABEL: Cuando me escribes esas largas cartas de amor desde

Montreal, sólo son largas cartas imaginarias, ¿no? Estás

gastando tu papel en mí.

LUC: ¡No digas eso!

ISABEL: Yo te escribí porque te extrañaba y quería que regresaras aquí.

Pero  tú  regresaste  sólo  para  fregar  al  pueblo…  no  por  mí,  no  

para redimirme.

LUC: No digas eso, Isa. (La toma en sus brazos.) ¡Luc te ama,

grande, como la presa del Río Peribonka! Es grande eso, ¿no?

ISABEL: ¡Suéltame! Ya no tengo siete años. Me vas a llevar contigo,

¿no? ¡Sólo por una semana!

LUC: Esta noche mi mamá va a ir a la Vigilia Pascual. Va a subir al

triforio. Va a tumbar a la señora Claveau del banco del órgano

y  entonces…  (Cantando.)

“Una  canción  me  recuerda  aquél  ayer…”


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ISABEL: ¡Me vas a llevar a Montreal contigo!

LUC: “Cuando  se  marchó  en  silencio  un  atardecer,

Se fue con su canto triste a otro lugar,”

ISABEL: Es el taxi del señor Savard. Escóndete, Luc.

LUC: ¿Por?

ISABEL: ¡Vamos a darle una sorpresa a Martine!

LUC: ¿Martine?

ISABEL: Le llamé ayer a Alemania para que viniera.

LUC: ¿Para qué?

ISABEL: Ve a esconderte, luego te enteras.

(LUC se esconde. ISABEL canta.)

Ay chinita que sí

Ay que dame tu amor

Ay que vente conmigo chinita

Adónde vivo yo.


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Escena IV

(MARTINE entra con sus maletas. Está exhausta.)

MARTINE: La canción de mamá. (La saluda de mano). ¡Isabel!

ISABEL: ¡Martine!

MARTINE: Qué pena volvernos a ver en un momento tan triste. (Toma a

ISABEL en sus brazos.)

ISABEL: Está bien, Martine, ya. Puedes soltarme. Catherine no quiere

que me abraces demasiado tiempo. Dice que dos mujeres que

se toquetean no es normal.

MARTINE: (Separándose.) En el taxi, el señor Savard, ni lo sabía.

ISABEL: ¿Le dijiste al señor Savard?

MARTINE: Sí.

ISABEL: Eso no estaba previsto (Mintiendo.) Él no quería que se supiera.

Lo  escribió…en  su  testamento.

MARTINE: ¿Cómo murió?

ISABEL: El doctor Lemieux aún no lo sabe. Es el nuevo novio de

Catherine el doctor Lemieux.

MARTINE: ¿Una enfermedad?  ¿Un  accidente…?  ¿Un suicidio?

ISABEL: Catherine no quiere que se digan palabras como ésa en esta


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casa.

MARTINE: ¿Por qué fue el doctor Lemieux quien lo atendió? ¿No estaba

en Montreal? ¿Estaba aquí de visita?

ISABEL: Ajá.

MARTINE: Tomé el avión en Stuttgart ayer en la tarde. No pude dormir.

¿Sabes qué hora es en este momento en Alemania?

ISABEL: Si ni sé qué hora es aquí.

MARTINE: (Después de un rato.) ¿Lo están velando en la sacristía o en la

escuela?

ISABEL: No quería que lo veláramos.

MARTINE: (Escéptica ante las respuestas de ISABEL.) ¿Y Catherine,

dónde está?

ISABEL: Si hubieras llegado a tiempo la habrías visto. ¡Dijiste a las cinco!

MARTINE: ¡Llegué con media hora de retraso en un viaje de veinte horas!

y el camión de Almá a Saint-Ludger no es de fiar, y los taxis son

algo escasos por aquí.

ISABEL: ¡De todos modos es molesto para una que organiza las cosas!

MARTINE: ¿Y por qué no fue Catherine a recogerme al camión?

ISABEL: Está ocupada con el funeral de mañana.

MARTINE: Me voy a bañar.


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ISABEL: Martine, ¿lo querías, a Luc?

MARTINE: Yo sé que tú siempre lo admiraste mucho. A mí siempre me

pareció un poco raro.

ISABEL: Podrías esperar a que se enfriara antes de escupirle.

MARTINE: Mira, ya tienes suficiente edad para entender que no por ser mi

hermano, yo tenía la obligación de quererlo.

ISABEL: Soy demasiado inocente para entender esas cosas.

MARTINE: Digamos que nunca lo consideré esencial en mi vida.

ISABEL: ¿Qué quiere decir “esencial”?

MARTINE: Algo  necesario,  algo  importante…

ISABEL. “Esencial”. (Escribiendo la palabra en su cuaderno.) Es mi

cuaderno de palabras. Siento que no tengo suficientes. Trato de

usar cada palabra nueva una vez al día. (Pausa.) ¿Todo bien

con la guerra, allá?

MARTINE: (Esbozando una sonrisa.) No hay guerra donde yo vivo.

ISABEL: En general mandan soldados donde hay guerra.

MARTINE: Baden–Solingen es una base estratégica.

ISABEL: ¿Qué  quiere  decir  “estratégica”?

MARTINE: Isabel, no tengo la fuerza para explicarte cada palabra que uso.
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ISABEL: Podrías hacer un esfuerzo. Hace cuatro años que no te veo.

MARTINE: Estoy cansada. (Conciliadora.) ¿Y tú? De seguro debes tener

un galán por ahí rondándote.

ISABEL: Sólo cuando juego a las sillas. (Silencio.) Tengo otras cosas que

arreglar antes de pensar en galanes.

MARTINE: No me gusta mucho estar aquí. Es macabro.

ISABEL: ¿“Macabro”?

MARTINE: Quiere decir  “en relación con la  muerte”,  “algo  triste,  oscuro”.  

¿No lo escribes en tu cuaderno?

ISABEL: No es una bella palabra. Sólo me gustan las palabras alegres,

palabras que son “grandiosas”,  “espléndidas”, “en–tu–

siasmantes.”

Escena V

CATHERINE: (Entrando.) ¡La puerta abiertota! ¡Total, Catherine paga la

calefacción! (Cierra la puerta.) La señora Tessier no quiso

abrirme la puerta. Me crucé con el taxi del señor Savard…  

(Volteándose. Frente a MARTINE. Poco entusiasta.) ¿Martine?


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¡Qué linda sorpresa! (MARTINE quiere tomarla entre sus

brazos.) Perdóname, nunca me han gustado los toqueteos.

MARTINE: Qué pena.

CATHERINE: Así que viniste a pasar la Semana Santa con nosotros. Me

hubieras avisado.

MARTINE: ¿Te volviste cínica con la edad? Si no eres capaz de sentir

alguna emoción en un momento tan trágico, eres más fría de lo

que pensé.

CATHERINE: ¿Qué es tan trágico?

MARTINE: ¿La muerte ya no te afecta?

CATHERINE: ¿Dios mío, te volviste más papista que el Papa? Murió ayer a

las tres y mañana va a resucitar como cada Pascua.

MARTINE: ¿De quién hablas?

Escena VI

(Entra LUC.)

LUC: ¿Así que cruzaste el océano para venir a llorar sobre mi tumba?

MARTINE: ¿Una broma?

LUC: Mírate tú: la especialista en carnes frías.


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MARTINE: ¡Una broma! ¿Me hicieron cruzar el océano por una broma?

CATHERINE: ¿Me pueden decir que está pasando?

MARTINE: Isabel me llamó ayer a Alemania para que viniera al funeral de

Luc.

ISABEL: ¡Estaba aburrida!

MARTINE: El hoyo negro que estoy viviendo desde hace veinticuatro

horas, es una broma. Me he estado recriminando por todo lo

que tuvimos que vivi juntos…”Recriminar,”  anótalo, Isabel. No

es una bella palabra pero te puede ser útil en cualquier idioma.

Quiere decir tener remordimiento, que  se  te  agrió  la  sangré…

ISABEL: “Recriminar,”  ¿con  C?

MARTINE: ¡Cómprenle un diccionario, carajo!

LUC: ¿Y la guerra? ¿Cuándo vas a volver a Saint-Ludger con la

cabeza de ruso encima de tu tanque como trofeo?

MARTINE: ¡Me había jurado nunca volver aquí!

CATHERINE: En esta familia nadie es normal. Hay que vivir con ello.

ISABEL: Catherine dice que tengo un problema de comportamiento.

LUC: Hiciste bien en ponerte tu traje de soldado, vamos a poder jugar

al Papá y a la Mamá.

MARTINE: ¡Nunca volveré a jugar a eso, Luc! ¿Qué nunca van a crecer?
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CATHERINE: Hace tanto que no estábamos los cuatro juntos. ¿Quieren tomar

algo?

MARTINE: ¡Cómo no! Saquen los álbumes de fotos. Intentemos reírnos de

cómo nos veíamos antes. ¡Hace tiempo que descubrí que había

otros placeres en la vida fuera de las veladas familiares! Cuando

dejas tu casa, comienzas a mirar hacia delante y la familia sólo

es cosa del pasado. Los únicos momentos de intensidad que

nos quedan por vivir juntos, son cuando pongamos la lápida

sobre una tumba. Hoy acabo de perderme uno.

LUC: ¿No te da gusto saber que estoy vivo?

MARTINE: Cerré tu tumba mientras venía en el avión, y fue un alivio.

CATHERINE: Es espantoso hablar así.

MARTINE: Pensé que iba a dejar de preocuparme por Catherine que se ha

pasado el tiempo padeciendo tus humores, tus estados de

ánimo, tus problemas financieros.

CATHERINE: Ocúpate de tus asuntos, Martine.

MARTINE: Vendió las tierras, el establo, la cabaña para financiar las

inspiraciones del macho de la familia. Se hipotecó a sí misma

para que el señor pudiera tener experiencias en Europa. Para

que el señor realice su sueño. ¡Escribir! Escribir un libro del que

nunca hemos leído una línea.


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LUC: ¡Todo un soldadito! A tus enemigos los prefieres muertos.

ISABEL: (Divertida) ¡Yo nunca vi a nadie decir babosadas tan bellas

como Martine!

MARTINE: Isabel, si Catherine no logró enseñarte a vivir, yo me voy a

encargar. Hay otras maneras de hacerle saber a tu hermana

que la amas y la extrañas.

LUC: ¿Tienes problemas de dinero, Catherine?

CATHERINE: Martine es quien lo dice.

LUC: ¡Pero es cierto!

CATHERINE: Es personal. Y lo que es personal no le interesa a nadie más

que a mí. Isabel, ven acá. (ISABEL se acerca) Te sugiero

encontrar la manera de hacerte perdonar por Martine.

ISABEL: ¿Por?

CATHERINE: (Abofeteándola) ¡Ingrata!

ISABEL: ¡Ingrata! Ustedes han usado demasiado el cadáver de mi

mamá. Lo han usado demasiado. Lo suficiente para que no les

quede nada que tragar a los gusanos. Sólo lo suficiente para

que decida levantarse enterita de su tumba y volver aquí para

poner órden. Mañana es Pascua, día de Resurrección.

(ISABEL sale.)
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Escena VII

CATHERINE: ¡La puerta, Isabel! (Cerrando la puerta.) ¡Pobre criatura!

MARTINE: Decídete: ¿Le tienes lástima o le pegas?

CATHERINE: Si hago eso es porque la quiero.

MARTINE: ¡Se nota que tienes el corazón en la mano!

LUC: Nunca ha sabido como tratarla.

MARTINE: Tú tampoco eres su mejor logro.

LUC: Óyeme tú pinche marimacha, si no cierras el pico…

CATHERINE: ¡Luc, primero quítate tu falda española!

LUC: Federico se la dio a mamá.

CATHERINE: ¡Deja de hablar de mamá!

LUC: Federico le había dado una maleta llena.

CATHERINE: (A MARTINE.) Desde que regresó no respondo de mis actos.

LUC: Se veía tan hermosa con esta falda…

CATHERINE: Desde que volvió, perdí el control sobre ella. A veces me dan

ganas de pegarle, de pegarle hasta que se nos olvide todo,

todo, todo lo que le hicimos. Sí, es cierto. Estoy endeudada


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hasta el cuello por tu culpa. Este año doy clases a primero y

segundo para poder pagar. Y si tengo algún tiempo libre suplo

a la maestra de quinto. No es para que escribas que te di dinero.

Te di todo ese dinero para que estés lejos de Isabel y que dejes

de meterle ideas en la cabeza. Incluso daría clases de gimnasia

para que te largues de una vez por todas. Y ni creas que te la

vas a llevar a Montreal. (Silencio. A MARTINE.) De un tiempo

acá es tan distinta. La viste hace rato. Dice que mamá se va a

levantar de su tumba, que va a volver, que va a resucitar el día

de Pascua. Yo cuando no sé que más inventar para

defendernos, le pego.

MARTINE: Deja de preocuparte. Estuvo bien lo que le dijimos. Éramos

niños.

CATHERINE: Daba tanta lástima ahí, en el rincón de su cuarto en la

oscuridad. Y repetía: “¿Cuándo   va   a   regresar?   ¿Cuándo?   Es

demasiado largo su viaje a España. Es demasiado largo.”

MARTINE: Llevaba dos días sin comer. Y nosotros tres sólo éramos un

gran costal de lágrimas contenidas. Y ella repetía: “¿Cuándo va

a regresar mi mamá?  ¿Cuándo?”  Y  llegó  la  carta.

LUC: “Hijos míos, le pedí a una compañera de viaje que ya iba de

regreso, que les enviara esta carta desde Quebec para que les
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llegue más pronto. Me fui para siempre. Me fui para

encontrarme con  Federico.  No  me  busquen…”

MARTINE: “No  traten  de  encontrarme…”

CATHERINE: “Un día quizá comprenderán. Adiós…

LUC: ¡Adiós!

MARTINE: “¡Adiós!”   (Silencio.) Míranos qué bonito. Sólo somos capaces

de enternecernos cuando actuamos esta maldita historia.

¡Buitres nutriéndose de la carroña!

CATHERINE: Sí, enternece. (Silencio.) ¿Todo bien en Alemania?

MARTINE: ¡Muy bien! (Silencio.) ¿Terminaste tu libro?

LUC: ¡Ya casi! (MARTINE se ríe extrañamente.) ¿Qué te pasa?

MARTINE: (Riéndose.) ¡Discúlpenme! No puedo dejar de imaginarte en tu

tumba.

(Se ríen, agotados de pelear.)

CATHERINE: Ahora ando con el doctor Lemieux.

MARTINE: ¿Quieres saber con quién ando yo? (Silencio.)

LUC: Me da gusto verte, Martine. Tenía que pelear contigo, que

atacarte, pero me da gusto…

CATHERINE: A mí también me da gusto volver a verte. (Le tiende los brazos.)

MARTINE: (No se mueve.) ¿Qué se siente que te rechacen?


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CATHERINE: ¡Contigo la ternura no dura mucho!

MARTINE: Pensé que ya le habrías dicho. Era tu responsabilidad como

tutora.

LUC: Siempre le convino que no supiera. Nuestra hermana mayor

siempre ha podido tomar su papel de madre, en serio, sin que

la pequeña se diga que su verdadera madre podría regresar a

buscarla.

CATHERINE: Hay trapos en la cocina, limpiarás tus vómitos.

MARTINE: Me imaginaba que ya no sería la niña que da lástima, la

mongolita del pueblo. Incluso pensé que ya tenía un galán.

CATHERINE: Como si un galán fuera la única solución a los problemas de

una mujer. Sólo una mujer que anda con mujeres podría decir

algo así.

MARTINE: Y tú has tragado demasiada arena en el monte. Tienes la boca

seca de una solterona.

LUC: ¡Bueno! Vamos a necesitar el trapo. ¡Welcome to Saint- Ludger!

Bonito pueblo de setecientas almas, comunmente llamado “el  

callejón  sin  salida”.

CATHERINE: ¿Hay que decir la verdad a una mujer de veintisiete años que

se porta como una niña de once y que hace berrinches que no

se pueden controlar? ¿Hay que disculparse por haberse


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sacrificado durante veinte años haciéndole creer que su madre

murió en España? ¿Hay que confesarle que aún está viva y que

simplemente nos abandonó? “No  me busquen. No me busquen

nunca. Quizá algún día lo puedan comprender.”  Pues el día que

yo comprenda por qué una madre abandona a sus hijos, le

explicaré.

MARTINE: No hice el viaje en balde. Si necesitan un soldado para

mandarlo al frente, aquí lo tienen. Tengo el entrenamiento para

limpiar la mierda de los demás sin hacerme preguntas. Hace

veinte años, fui yo quien tuvo la misión de decirle la gran mentira

que inventamos. Ahora me dará un gran placer decirle la

verdad. Después de esto no me pidan volver aquí nunca. Me

voy a dar a la tarea de olvidar hasta sus nombres. (Llamando

al exterior.) ¡Isabel!

CATHERINE: Lo que no sabes no te lastima.

Escena VIII

(ISABEL entra con cardos.)

CATHERINE: ¡La puerta, Isabel!

(CATHERINE va a cerrar la puerta. ISABEL entrega los cardos a MARTINE.)


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MARTINE: Gracias, Isabel. Te perdono.

ISABEL: Nunca dije que me disculpaba. Los pondrás en agua, no son

para ti.

MARTINE: Isabel…

ISABEL: ¿Qué quiere decir “estratégica”?

MARTINE: Que es parte de una estrategia, de un plan.

ISABEL: Como tú. (Silencio.) ¿Así que te parece difícil de tragar,

Martine, que alguien que se supone que está muerto no lo está?

Hace muchos años, ¿fuiste tú la que vino a decirme en mi cuarto

que mi mamá había muerto en España? Ahí estaban los tres

con la misma cara de Cuaresma. Hace un mes, una señora

habló por teléfono aquí. Una señora que hablaba muy bien, con

muchas palabras hermosas. No las conocía todas. Quería

saber cómo estábamos. Le dije que Catherine era maestra de

una escuela y que andaba con un doctor, que Martine era

capitán del ejército en Alemania, que Luc iba a publicar un libro

y que yo sólo era la tonta encargada de levantar la pluma para

registrar los Campers que suben al parque de los Pasos

Peligrosos.

LUC: ¿Mi mamá llamó aquí?


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ISABEL: Y yo me di cuenta de que era nada porque nunca tuve chance

de esperar rendirle cuentas un día a una señora como ésa.

Nunca pensé que los muertos podían volver al mundo.

MARTINE: ¿Otra vez está inventando?

CATHERINE: No, me doy cuenta cuando está inventando.

ISABEL: (Estremecida) ¿Cómo creen que uno reacciona, hablando por

teléfono con su madre que está muerta desde hace veinte años,

sin siquiera ser capaz de entender todas las palabras? ¿Eh?

¡Estoy segura que no existe una palabra en todos los

diccionarios del universo para decir cómo se siente! Estaba

decepcionada de mí. ¿Entienden eso? Se decepcionó porque

yo no tenía nada que contar. Porque no me había

“emancipado,” Eso   es   lo   que   dijo.   “Emancipado.”  Y   Catherine

dijo  que  “emancipar”  significa “crecer”.  Me pidió reunirlos aquí.

Los  “cardos”    son  para mi mamá. Llega mañana y no he tenido

tiempo para aprender suficientes palabras bellas.

MARTINE: ¿Mamá va a estar aquí mañana?

CATHERINE: ¿Te dijo por qué regresaba?

ISABEL: No. Y yo todavía intento entender por qué se fue. Estoy

atrasada.

MARTINE: ¿Mamá va a estar aquí mañana?


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LUC: Va a estar aquí mañana

(El teléfono suena 4 veces, CATHERINE va a contestar)

CATHERINE: (Cata al teléfono.) Bueno…Un  momento.  Es  la  señora Talbot.

Quiere saber a qué hora es el funeral de Luc. ¿Quién le

contesta?

LUC: (Toma el teléfono.) ¿Señora Talbot? ¡Habla Jaqueline Tanguay!

¡Llego mañana!

SEGUNDO ACTO

Escena I

(Sábado Santo. Anochece. ISABEL entra desde el exterior, con coronas

funerarias. Acomoda algunas en la sala. CATHERINE entra. Trae un paquete.

Advierte las flores.)

ISABEL: Son para Luc. No sabían dónde  “remitirlas”. Las dejaron en el

pórtico. Les sigue dando miedo entrar a la casa. Es  “macabro”,  

¿eh? Esta es de las señoritas de la biblioteca. Esta es del Club


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Recreativo de Saint-Ludger. Puse una en tu cuarto, la de tus

amigos de la escuela. (Silencio.) ¡Deja abierta la puerta! Por

favor. (CATHERINE deja la puerta abierta.)

CATHERINE: No me gusta oír el viento que se lamenta en el monte.

ISABEL: Cuando la nieve se derretía y comenzaba a hacer calor,

Federico pedía que dejáramos la puerta abierta. Se sentaba en

el pórtico y cantaba canciones con su guitarra. Decía que allá,

en su país, las puertas siempre están abiertas para que el aire

pueda circular y se lleve los malos pensamientos. Eso es algo

que recuerdo de él.

CATHERINE: (Cerrando la puerta.) Yo recuerdo que nos helábamos por su

culpa. ¿Dónde están los demás?

ISABEL: En sus cuartos. Martine dijo que tiene problema con el “yet  lak”.

(CATHERINE sonríe) Ahora deben estar pensando en lo que le

van a decir a mi mamá.

(CATHERINE enciende un cigarrillo.)

ISABEL: ¿Desde cuándo fumas?

CATHERINE: Hace tiempo. Me parecía que no era un buen ejemplo para ti.

ISABEL: ¡Dame uno! (CATHERINE le ofrece uno.) En la pluma, los tipos

sólo fuman Export A. (ISABEL lo enciende.) Me gustan los

mentolados. ¿Tú ya pensaste en lo que le vas a decir?


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CATHERINE: Pobre señora Tessier, le dio la taquicardia después de escuchar

la escenita sobre la corrida.

ISABEL: ¿Fuiste a enseñarle tu cola al doctor?

CATHERINE: (Inesperadamente cómplice.) Sí. Necesitaba que me

reconfortaran.

ISABEL: “Reconfortaran.”  Ni  me  expliques.  Estoy  cansada  de preguntar

lo que quieren decir las palabras. De todos modos, con la

cantidad que me falta, una más, una menos, bien que se va a

dar cuenta que sólo soy una retrasada.

CATHERINE: No digas eso, muñequita.

ISABEL: “¿Muñequita?”  eso en tu boca, ¿me gustaría saber lo que quiere

decir?

CATHERINE: Quiere decir lo que quiere decir. Es de cariño. ¿Quieres una

cerveza?

ISABEL: Dos muestras de cariño en una misma frase, “aquí   hay gato

encerrado”. Se supone que no se debe beber en Cuaresma.

CATHERINE: ¡Sabes, a veces se puede negociar con Dios! (Silencio.) Isabel,

voy a decirte algo, pero no me hagas repetirlo.

ISABEL: Ahí viene. ¡Una gran frase!

CATHERINE: Quiero decirte que te amo, Isabel. Eres mi hijita. (Le ofrece un

paquete.) Ten. Un regalo de Pascua.


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(ISABEL abre el paquete.)

ISABEL: ¡Un diccionario!

CATHERINE: Pasé por la escuela hace rato. Tengo las llaves. (Orgullosa.) Me

lo robé. Trae los sustantivos comunes y los nombres propios.

ISABEL: (Abriendo el diccionario.) Hay tantas palabras, ¿Por dónde voy

a empezar?

CATHERINE: “Reconciliación”, tal vez por  la  palabra  “reconciliación.”

(Cerrando el diccionario.)

ISABEL: Nunca has sido buena para la baraja. Tienes el don del mostrar

tu juego demasiado rápido. Vas a tardar más de una noche en

lograr que te perdone.

CATHERINE: ¡Te amo!

ISABEL: Tuviste muchos años para mostrarlo. Pero en lugar de eso, me

dijiste de todo, me prohibiste hacer todo lo que yo quería, nunca

me diste ni un centavo y en cuanto empecé a ganar algo, me

cobraste renta. Nunca  ayudaste  a  tu  “hija”  a  comportarse como

una mujer y cuando lo intentaba, te reías de ella. ¿Te tengo que

recordar, hace dos meses y medio, la noche en que mandaste

a tu ex novio policía, el sargento Claveau, tras de mí?

CATHERINE: Un camionero. No te dabas cuenta del peligro.


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ISABEL: Que sea un camionero o un doctor, no veo dónde está el peligro

cuando te da placer. Me divertí con mi camionero, tu policía, tal

vez, llegó demasiado tarde.

CATHERINE: Es mi deber protegerte.

ISABEL: Mañana vas a tener que rendirle cuentas a mamá.

CATHERINE: (Despues de un momento.) ¿Qué es esa dirección en Montreal

que el doctor Lemieux te iba a dar?

ISABEL: ¡Él no tenía por qué hablarte de eso!

CATHERINE: ¿Qué es? ¿Por qué quieres ir a Montreal?

(Entra LUC. Trae puesto otro vestido español.)

LUC: Dame las llaves del coche.

CATHERINE: ¿A dónde vas con esas fachas?

LUC: A la iglesia.

CATHERINE: Mientras yo viva, ya no sales de aquí vestido así.

(Se precipita a la puerta.)

LUC: ¡Las llaves del coche!

CATHERINE: ¡Nunca!

ISABEL: (Hablando de la falda española.) ¡Escogiste la más bella!

CATHERINE: En la casa, no me molesta; pero no en la Vigilia.


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LUC: Isabel, ¿dónde esconde Catherine las llaves del coche?

CATHERINE: ¡Mamá va a estar aquí mañana!

LUC: Todos tienen que pagar por lo que le hicieron.

CATHERINE: ¡Ya la has vengado suficiente!

LUC: ¡Las llaves, Isabel!

CATHERINE: ¡Isabel, te prometo el infierno si le dices dónde están las llaves!

LUC: Está bien, me voy a pie.

CATHERINE: ¡Martine! ¡Martine, ven a ayudarme!

ISABEL: (A Luc.) ¿Cuándo mi mamá esté aquí mañana, qué es lo que le

vas a decir?

Escena II

CATHERINE: ¡Quiere irse al pueblo disfrazado así!

MARTINE: No soy la guarura de la familia.

CATHERINE: ¡Detenlo!

MARTINE: Me importa un carajo, que vaya.

ISABEL: ¿Qué es lo que le vas a decir?


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CATHERINE: ¡Te van a masacrar!

ISABEL: ¡Luc, qué es lo que le vas a decir mañana?

CATHERINE: (Entregándole las llaves.) ¡Ya vete! ¡Ve a que te masacren!

ISABEL: ¡Luc, contesta!

CATHERINE: ¡Ve!

ISABEL: ¡Luc!

CATHERINE: Ya tenemos las coronas para tu tumba.

ISABEL: ¿Qué es lo que le vas a decir a mi mamá mañana?

LUC: (A ISABEL.) ¿Ya terminaste con tus preguntas de retrasada?

MARTINE: ¡Luc!

(Silencio.)

LUC: No es eso. Mírame, Isa. No quise decir eso.

ISABEL: Pero lo dijiste. Dijiste lo que todo el mundo piensa. Lo dijiste:

retrasada.

LUC: Me siento ridículo. (Se quita algunos de los accesorios

españoles.) Si me amas, vas a mirarme. (Ella lo mira.) Me

disculpo. ¿Escuchaste? ¿Me perdonas? (Pausa.)

ISABEL: ¿Qué es lo que le vas a decir a mi mamá mañana?

LUC: Le voy a dar mi libro.


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ISABEL: ¿De veras?

CATHERINE: ¿Lo acabaste?

LUC: Sí.

ISABEL: ¿Nos puedes leer una parte esta noche?

LUC: Tengo que ir a la iglesia.

CATHERINE: Nos daría gusto si nos leyeras una parte...   Aquí…en   casa…

¿verdad, Martine?

MARTINE: ¡Cómo no!

LUC: Tengo que ir a la Vigilia Pascual.

ISABEL: Dura cuatro horas. Ve más tarde.

MARTINE: ¿Existe ese libro? (LUC va a salir.)

¡Largo! ¡Tu libro es puro viento!

LUC: ¡No se muevan!

(Él va a buscar su libro.)

CATHERINE: ¡Gracias, muñequita!

ISABEL: ¿Por?

CATHERINE: Se va a quedar en casa.

ISABEL: No me dejé llamar retrasada para darte gusto.


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MARTINE: ¡El libro de Luc, mamá que regresa! Finalmente no hice el viaje

en balde.

CATHERINE: ¡Instálense! ¿Quieren palomitas?

ISABEL: Si.

MARTINE: Sin mucha mantequilla.

ISABEL: No le hagas caso.

MARTINE: ¡No las quemes!

LUC: (Calmadamente.) ¡Olviden las palomitas!

MARTINE: ¿Tienes cerveza?

CATHERINE: ¿Fría o al tiempo?

MARTINE: Al tiempo.

ISABEL: Fría.

LUC: ¿Se calman? No es una sesión de diapositivas. Es la obra de

mi vida.

MARTINE: (Irónica.) ¡Uy, perdónanos!

ISABEL: Es bello lo que acaba de decir. (Se instala con su diccionario y

su cuaderno de palabras sobre las rodillas.)

CATHERINE: Ándale mi, Luc. Te escuchamos.


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LUC: (Leyendo.) “Correspondencia de una Reina de España a su hijo

bien amado.”

ISABEL: Tu título es más largo que ayer.

LUC: (Leyendo.) “Querido  lector: encontrará en este libro las cartas

que traicionan todos los silencios de mi madre. Silencios en los

que soterraba sus deseos insatisfechos, sus sueños abortados.

Tuve la misión de escribirlos. Me inspiré en su vida. Trituré su

memoria, espié su destino. La transformé, la adulé y magnifiqué.

Hice de su vida mi obra liberadora.”  PRÓLOGO.

ISABEL: ¿Qué quiere decir “prólogo”?

CATHERINE: Escríbelo. Después lo buscas.

ISABEL: Me hace falta el  “contexto.”

CATHERINE: (Exasperada.) ¡Isabel! (Silencio.) Ándale mi Luc, te

escuchamos.

LUC: (Leyendo.) “Primera  carta  desde  Canadá.  20  de  enero  de  1944.

Querido hijo: Esta noche en el monte, el viento ha cristalizado

la nieve en olas inertes, como un mar cuya resaca se hubiera

detenido brutalmente. Dos caballeros en sus corceles negros

aparecen sobre este océano fuera del tiempo. Reconozco a mi

marido, mi deber. Y está el otro, el desconocido, el misterio. Al

poner su mirada en mí, el extranjero dice:   “Buenas tardes,

señorita.” De haberme hablado de amor no me habría sentido


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tan confundida. Bajé los ojos. Gracias a él, la estatuilla del

matador español, recuerdo de un viaje que mi prima me trajo un

día de regalo, cobró vida misteriosamente. Federico Rosas

vivirá en casa durante la construcción de la presa del río

Peribonka. Te abrazo, mamá.”

“11  de  abril de 1944. Querido Luc, la primavera está de vuelta…  

la arena también. Hace más de tres meses que Federico es

parte de nuestra familia. Isabel se divierte mucho con él.

Catherine se pone coqueta por él, Martine me rehuye por culpa

de él. Y tú haces preguntas embarazosas en la mesa.”

MARTINE: ¿Má, por qué vas a pescar sólo con Federico? ¿Por qué cierras

la puerta de la sala de estar en la noche? ¿Por qué papá duerme

en el desván?

LUC: (Leyendo.) “Federico habla cada vez mejor el francés. Tiene un

cuaderno  donde  escribe  las  palabras  que  aprende.”

ISABEL: Como yo.

LUC: (Leyendo.) “Ayer   toqué   el   órgano   en   las   tres   misas.   El   cura  

repitió el mismo sermón tres veces; aprender la lengua del

extranjero es entregar el alma al Diablo.”

MARTINE: Avanza en el tiempo. Sabemos todo eso.

ISABEL: Es más bello cuando está escrito.


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LUC: (Leyendo.) “Ayer  Catherine fue a caminar con Federico, desde

entonces  dejó  de  ser  coqueta  y  ya  no  me  habla”.

ISABEL: ¿Qué se dijeron en el paseo?

CATHERINE: Hace tanto tiempo, ya no me acuerdo.

ISABEL: ¿Le hablaste de tu cola?

CATHERINE: Acuérdate que hoy aún no has tenido tu cuota de bofetadas.

LUC: (Leyendo.) “De   noche   está el olor de su piel, el sabor de sus

labios. Me peleo contra mi deseo, contra su deseo.

CATHERINE: Luc, omite los detalles.

ISABEL: Tómate una cerveza, Catherine.

LUC: En la iglesia, la señora Claveau me reemplaza cada vez más

seguido en el órgano. El cura me deja los aniversarios de boda

y los bautizos. Hace su perorata sobre la inocencia de los niños

y el deber de los padres. Catherine se ocupa de Isabel cada vez

más, como si buscara alejarla de mí. Martine ahora es parte de

los cadetes. Se ausenta todos los fines de semana para ir a sus

entrenamientos. Y tú me espías. Me escudriñas hasta en el más

mínimo gesto.  Tu  madre  que  te  ama.”

“3   de   mayo de 1944. Querido hijo. Ayer, fui a la fiesta del

órgano.”

ISABEL: ¡La fiesta del órgano!


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LUC: (Leyendo.) “Los mayordomos de la iglesia organizaron una

fiesta en el salón de los Caballeros de Colón para comprar un

órgano  nuevo  para  la  iglesia…”  (Actuando a su madre.) Quieren

que toque algo en la fiesta. No se cómo vestirme.”

ISABEL: ¡Podrías ponerte uno de los vestidos que te dio Federico!

LUC: (Actuando como su madre.) Sí, el blanco. El blanco con la

mantilla.

MARTINE: ¡No tenía ningún tipo de decencia!

LUC: (Actuando como su madre.) Su padre no podrá escucharme.

No le van a dar permiso.

ISABEL: Pero Federico va a ir, ¿no?

LUC: (Actuando como su madre.) ¡Sí, muñequita!

MARTINE: Ninguna decencia.

CATHERINE: Cuando llegamos al salón de los Caballeros de Colón, la fiesta

ya había empezado. Desde el estacionamiento escuchabamos

a todos cantando con la señora Giroux.

LUC: (Actuando como su madre.) Federico abrió las grandes puertas

del salón y, lleno de orgullo, me ofreció el brazo y entramos.


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CATHERINE: Todos dejaron de cantar de golpe. Incluso la señora Giroux se

detuvo y como no estaba acostumbrada al micrófono, se

escuchó:  “Está  completamente  loca” en todo el salón.

LUC: (Actuando como su madre.) Todo el pueblo estaba ahí,

viéndonos avanzar. No hay nada más silencioso en el mundo

que doscientas personas que guardan silencio. Las mujeres

bajaban los ojos ante la vista del matador. Los hombres bajaban

los ojos ante la vista de la señorita.

ISABEL: Yo iba de la mano de Luc.

CATHERINE: Martine y yo cerrábamos el cortejo.

MARTINE: El jefe de los mayordomos quizo romper el hielo. Quitó a la

Giroux   del   micrófono   y   dijo:   “Bienvenida a la pequeña familia

Tanguay.”

CATHERINE: Desperdició una buena oportunidad de callarse. Escuchamos

algunas risas.

LUC: (Actuando a su madre.) “¡La pequeña familia!” Sólo para

recordarme que yo no tuve catorce como las otras. Cuatro hijos

no eran suficientes para tener ocupada a una mujer. Le quedaba

tiempo para tener malos pensamientos.

CATHERINE: El jefe de los mayordomos rectificó: “Demosle la bienvenida a

nuestra talentosa organista: la señora de Lucien Tanguay.”


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MARTINE: Y se puso a aplaudir como foca.

CATHERINE: Nadie lo siguió.

LUC: (Actuando a su madre.) Una gran paz me invadía.

MARTINE: La calma antes de la grandes tormentas.

LUC: (Actuando a su madre.) Federico me ayudó a subir al escenario.

Lo miré como si lo mirara por primera vez. Federico comenzó a

tararear, para darme valor. Un instante de vértigo y empecé a

tocar…

(CATHERINE, ISABEL, MARTINE y LUC, cantando):

“Una canción me recuerda aquél ayer

Cuando se marchó en silencio un atardecer

Se fue con su canto triste a otro lugar

Dejó como compañera a mi soledad

Una paloma blanca me canta al alba

Viejas melancolías cosas del alma

Llega con el silencio de la mañana

Y cuando salgo a verla vuela a su casa

Dónde va que mi voz

Ya no quiere escucharla
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Dónde va que mi vida se apaga

Si junto a mí no está

Si quisiera volver

Yo la iría a esperar

Cada día cada madrugada

Para  quererla  más.”

CATHERINE: Dos hombres agarraron a Federico. A los diez minutos había

una decena encima de él. Hubo otros que aventaron sobre

mamá todo  lo  que  tenían  al  alcance:  ceniceros,  vasos,  velas…

MARTINE: Y en medio de todo esto, había cuatro niños bailando como

Federico les había enseñado.

CATHERINE: Llegó papá en pleno alboroto. Mamá dejó de tocar.

MARTINE: Hubo un gran silencio.

LUC: (Actuando a su madre.) Su padre avanzó hasta el centro del

salón. Todos se pegaron a las paredes. Su padre, vestido de

soldado, digno como un torero ante Federico, ensangrentado,

en la pista de baile, como el toro en medio de la arena,

esperando la estocada. (A MARTINE.) Lucien, ¿por qué estás

vestido de soldado?

MARTINE: ¡Jamás, Luc!


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ISABEL: ¡Actúa, Martine! Sólo esta noche. Por última vez. Sólo esta

noche.

MARTINE: No.

LUC: (Actuando a su madre.) ¿Qué haces vestido de soldado?

MARTINE: Me voy.

LUC: (Actuando a su madre.) ¿Crees que es la solución?

MARTINE: Prefiero irme que fingir que no me importa.

LUC: (Actuando a su madre.) ¡Es cobarde lo que haces! (Silencio.)

¡Niños! ¡Nos vamos a casa!

MARTINE: (De repente actuando a su padre.) No. Aquí lo arreglamos.

¿Quisiste enseñar tu felicidad a todo el pueblo, Jaqueline? Les

vamos a enseñar el resto.

LUC: (Actuando a su madre.) Sabías que trayendo a Federico aquí…

MARTINE: (Actuando a su padre.) Nunca fui capaz de inventarte el mundo

que querías. No tengo nada que enseñarte sobre mi país, es el

mismo que el tuyo, y no lo amas. Cada mañana que trae Dios,

abrimos lo ojos y vemos todo el tiempo los mismos árboles, el

mismo monte, las mismas caras. No soy capaz de hablarte de

amor. Aprendí a decirlo, no volverlo cantaleta. Tal vez no soy

un…  un  buen…  

LUC: (Actuando a su madre.) ¡Se dice “amante”, Lucien!


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MARTINE: (Actuando a su padre.) Tal vez sólo sea  un…

LUC: (Actuando a su madre.) Sólo eres un tipo de Saint-Ludger, como

decenas de otros aquí. Sólo eres el que no pude elegir, porque

no había elección. Sólo eres eso en lo que se están convirtiendo

nuestros hijos: gente igual a los demás que hacen lo mismo que

los demás.

MARTINE: (Actuando a su padre.) Cualquier otro, entre las decenas de

tipos iguales, ya los hubiera matado, Jaqueline. Prefiero ir a

matar donde vale la pena.

CATHERINE: Se dio media vuelta. Caminó hacia las puertas del gran salón.

Y justo antes de desaparecer para siempre, miró a mamá por

última vez.

MARTINE: (Actuando a su padre.) Mi familia me lo dijo. Ten cuidado de las

mujeres demasiado hermosas. Es el diablo quien las hizo así de

bellas. Cuando nacen, les da un regalo envenenado que se

llama deseo. Jaqueline, siempre vas a desear y eso será tu

desgracia. Recojan los restos del español, su amante

probablemente ya debe estar deseando a otro.

(MARTINE se aparta de los demás.)

CATHERINE: Gracias, Martine.

ISABEL: Estuviste muy bien, Martine.


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MARTINE: ¡Más le vale no venir mañana a decir que está arrepentida!

ISABEL: ¿Qué  quiere  decir  “arrepentida”?

MARTINE: Se refiere a alguien que regresa en cuatro patas, lamiendo el

piso, ¡a pedir perdón! ¡No nos vamos a echar la apoteosis del

perdón!  ¡”Apoteosis”  es  la  cereza  del pastel! ¡Usa tu diccionario!

LUC: (Retomando su libro.) “21   de   julio de 1944. Querido hijo

adorado. Recibí una carta de las Fuerzas Armadas

Canadienses. Su padre ha muerto en el desembarco en

Normandía. Sus amigos lo apodaron “el  suicida.”  Ante la noticia,

Martine rompió la estatuilla del matador. Al día siguiente,

cuando llegó de su entrenamiento de tiro, Martine le apuntó a

Federico con la 22 de tu padre y se quedó así, inmóvil. Pidió

como regalo de Navidad que Federico se vaya, si no, la próxima

vez, dispararía.

CATHERINE: Siempre tuve curiosidad, ¿hubieras disparado?

MARTINE: Sí…  a  ella.  Mañana,  al  verla  entrar  por  la  puerta,  vamos a estar

ahí, frágiles, espantados como unos niñitos, porque el tiempo

se detuvo desde que se fue. Si veo a cualquiera de ustedes

hacer el mínimo gesto amable, saco la 22  y  esta  vez…  disparo.  

LUC: (Continúa leyendo.) “Última  carta  desde  Canadá.  Abril  de  1945.  

Querido hijo al que amo. Federico se fue. El día que se

marchó... “¡Adiós,   Adiós…!”   El viento de nuevo había


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cristalizado la nieve en olas inertes. Esta mañana fui a la oficina

del correo a buscar el diccionario de español que Federico me

mandó. La señora Tessier fue malvada como de costumbre,

como el de la tienda, como las señoritas de la biblioteca. Isabel

y tú me ayudaron a hacer mi maleta. Les dejo mis vestidos

españoles. Ahí donde voy encontraré otros más bellos. Antes

de dejar Saint-Ludger iré a cantar mi liberación a la Vigilia

Pascual. Me iré de casa sin abrazarlos. La más mínima ternura

podría ir en contra de mi destino. Tu madre que te amará

siempre. Adiós.

ISABEL: Adiós.

LUC: Ahora es la bendición de los cirios en la iglesia. (Va a salir.)

(CATHERINE se apodera de su manuscrito). ¡No lo toques!

CATHERINE: El resto de las páginas, ¿qué es?

LUC: Su vida en España.

MARTINE: ¿Nos estás diciendo que te inventas que te escribe desde que

se fue?

LUC: ¿Nunca te has puesto a imaginar lo que fue de ella?

MARTINE: Intenté olvidarla.

LUC: ¿Tú, Catherine?

CATHERINE: ¡No tenía tiempo que perder en eso!


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LUC: ¿Me están diciendo que desde hace veinte años nunca han

pensado en lo que podría estar haciendo su propia madre?

¿Cómo le hacen para mirarse al espejo y no verla en sus

propios rasgos?

ISABEL: Yo nunca tuve la oportunidad de imaginarla. Catherine me decía

que estaba en el purgatorio y como nadie era capaz explicarme

lo que era el purgatorio, pues, no la imaginaba. Finalmente el

señor cura me dijo que era como una gran cola para llegar al

confesionario. Así que la veía en una cola, esperando, y a veces

le llevaba una silla para que descansara.

LUC: Yo me la imaginé tan bien que cuando la volví a encontrar en

España, hace cinco años, estaba igual que en mis sueños.

MARTINE: ¿Volver a encontrar a quién?

LUC: A mamá.

MARTINE: ¿Encontraste a mamá en España?

ISABEL: ¿La viste y nunca me dijiste?

MARTINE: ¿Es verdad o es literatura?

CATHERINE: Es literatura.

LUC: Cuando llegué a Barcelona, no me costó trabajo ubicarlos.

Federico andaba a caballo en una de sus tierras. Una gran

propiedad. Mamá era la reina de una gran propiedad.


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CATHERINE: (Regresa con una caja llena de cartas.) Como mamá va a estar

aquí mañana, ya no sirve de nada esconderlo. (Distribuye las

cartas a MARTINE e ISABEL.)

LUC: Federico me dijo que ella estaba tocando el órgano en la Iglesia

de la Sagrada Familia. Volví a la ciudad. Cuando llegué frente a

la Iglesia, escuché el órgano.

MARTINE: (Leyendo una carta.) “Hola  Katy, quisiera que me hagas llegar

el  acta  de  defunción  de  tu  padre…”

LUC: Era majestuoso.

MARTINE: (Leyendo una carta.) “La   voy   a   necesitar   para una eventual

boda.  Mamá.”

LUC: Hacía quince años que no la veía.

ISABEL: (Leyendo otra carta.) “Hola Katy, aquí están cien dólares para

que se compren ropa en vista del invierno que se avecina.

Mamá.”

LUC: Avancé por el pasillo central de la gran iglesia vacía, para verla

en el trifo…

ISABEL: (Leyendo.) “Hola Katy, aquí están doscientos dólares para la

escuela de  Isabel.  Mamá.”

LUC: Mi corazón latía muy fuerte.

CATHERINE: Lean la dirección en la esquina del sobre.


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MARTINE: 102 Avenida Saint-Marc, Limoilou, Quebec.

LUC: (Desarmado.) Ella dejó de tocar.

(Largo silencio.)

CATHERINE: Nunca estuvo en España. Inventó todo eso para que no la

encontráramos.

ISABEL: ¡Me duele la panza!

CATHERINE: Sí, Luc, seguido pensé en ella. Cada día. Me la imaginé

sudando en las fábricas de los barrios bajos de Quebec.

Luchando todo el largo día con una máquina de coser, para

hacer corsés a las señoras de los barrios altos…  para  pagar  su  

deseo.

MARTINE: Está en Quebec. Por fin voy a poder descansar los sesos. Tenía

una parte del cerebro en mapamundi de tanto buscarle una

dirección. ¡Está en Quebec!

LUC: Isabel, ve a hacer tu maleta. Nos vamos a Montreal.

CATHERINE: Luc, aún tengo mil dólares en la caja popular. Deja en paz a

Isabel.

LUC: ¿Dejarla en paz? Me mandaste al otro lado del mundo,

haciéndome creer que mi mamá estaba en España, sólo para

que  la  dejara  en  paz.  “¡Dejarla  en  paz!  “  ¡Te la dejamos y mira

lo que hiciste con ella! ¡Una mujer de veintisiete años con la


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madurez de una niña de doce y el vocabulario de un directorio

telefónico!

ISABEL: ¡Ocúpate de tus cosas, Luc!

CATHERINE: Mañana no le voy a permitir ningún comentario sobre la manera

como la crié. Le di todo lo que pude. No me la puede quitar.

LUC: (Actuando a su madre.) Vine a buscar a Isabel, Katy, porque no

soporto que esté aquí hasta que tú tengas un bebé. Porque

sabes muy bien que no tendrás ninguno. Has pasado por todos

los sementales del pueblo pero tu problema, tu pequeña

tragedia, es que no sólo eres estéril del corazón. (Dejando de

actuar a su madre.) Isabel, ve a hacer tu maleta.

(ISABEL no se mueve.)

CATHERINE: ¡Yo hubiera querido tener doce! ¡Doce para que se joda! Doce

para mostrarle lo bella que puede ser una familia.

MARTINE: Imagínate si hubieras tenido doce. Doce partidas

desgarradoras. Doce veces preguntándote de qué sirvió que les

des tus tripas. Doce veces transformándote en sanguijuela

viscosa, para que no se vayan. Doce mil noches en vela porque

ya no están ahí. Doce mil noches en vela inventándoles

problemas de amor, de dinero, de salud. Doce veces

preguntándote si has hecho bien tu chamba de madre. Doce

veces preguntándote qué tipo de mujer eras antes de que


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llegaran. Doce veces dándote cuenta de que sólo eres un

eslabón en esa obra maestra llamada humanidad. La

humanidad que se da gusto en lastimar, en matarse unos a

otros. Mamá, me parece que fue valiente de haberse largado

antes que nosotros. Imagínate, Catherine: ni siquiera tuvo que

sentirse culpable de que yo sea lesbiana. (Pausa.) Me parece

cobarde que regrese. No sé lo que la lleva a ser tan masoquista.

¡No entiendo por qué quiere verificar que hemos sufrido

realmente, y ver que, cuando nos hacemos pedazos entre

nosotros, lo hacemos adentro de nosotros mismos!

ISABEL: “¿Masoquista?”

MARTINE: Ni te molestes en buscarla. Sólo ve a tu hermano. Un

masoquista de la peor especie. Un bicho que trata de imitar a

su madre desde que ya no está. Nos hace el mismo numerito

cada vez que lo vemos. Se acabó Luc. Ya nunca más podrás

creerte ella. ¡Tu heroína! ¡La Reina de España! ¡Un bello libro

hecho de puro viento! Mañana, cuando la veas y te hable del

Castillo de Frontenac en Quebec y de su fábrica de corsés, que

te toque una bella pieza de máquina de coser a falta de tocar el

órgano, ya no tendrás nada que decir, nada que escribir, nada

que actuar, porque no te contará el bello drama exótico que

esperas desde hace veinte años.

ISABEL: Ve a hacer tu maleta, Luc, nos vamos.


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LUC: ¡No!

ISABEL: ¿Por qué no? No hace ni cinco minutos me dijiste que nos

íbamos. ¿Por?...

LUC: Porque no.

CATHERINE: Gracias, Luc.

ISABEL: ¿Por?

LUC: Porque no me veo refundido en Montreal con una mongoloide.

ISABEL: ¿Te sabes la peor palabra del mundo que se le puede decir a

alguien? ¡Pues te la grito!

(LUC toma las llaves del coche y sale de la casa corriendo.)

Escena III

CATHERINE: ¿Cuál es el número del taxi? ¡Isabel, búscame el número del

señor Savard!

MARTINE: Debe estar en la Vigilia Pascual, como todo el mundo.

CATHERINE: El señor Tessier le dijo al doctor Lemieux que si volvía a ver a

Luc, sus gemelos le romperían la cara.


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MARTINE: ¿Cómo es posible que hayamos dicho todo eso en ayunas?

¿Hay más cerveza?

CATHERINE: (Marcándo el número.) El doctor Lemieux ha de estar en la

iglesia también.

MARTINE: ¡Digamos que Dios nunca ha estado de tu lado!

CATHERINE: (Arropándose.) Búrlense. ¿Cómo me voy a ver caminando por

la carretera a la una de la mañana?

MARTINE: Si se mata, o si lo matan, en cualquier caso si se muere, no se

te olvide que por eso vine. Se verá mejor un muerto en mi

reporte de salida, que una resurrección.

(CATHERINE sale.)

Escena IV

ISABEL: ¿Jugamos baraja?

MARTINE: ¡Puta familia de locos!

ISABEL: ¡Nunca hubieras venido si te hubiera dicho que mi mamá

regresaba!

MARTINE: No quería regresar porque este lugar ya no tiene ningún sentido

para mí, ni alma. Hice mi vida en otra parte.


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ISABEL: ¿De verdad nunca te la imaginaste?

MARTINE: Yo también fui a España. No la busqué realmente, pero la sentí

cerca. Es tonto. La sentí cerca.

ISABEL: ¿No te da   miedo   volver   a   verla?   “Martine corrió a Federico.

Martine dijo a Isabel que mamá había muerto...”

MARTINE: Ella debería haber estado aquí esta noche para ver el daño. ¿Te

parezco horrible, verdad? Haz de pensar que no tengo corazón.

Isabel, he dejado de hacerme preguntas. Aprendí a dejar de

preguntarme por qué soy militar como mi padre, por qué soy

lesbiana, por qué tengo placer.

ISABEL: ¿Martine, crees que hay que tener hijos?

MARTINE: ¿Me preguntas eso a mi?

ISABEL: Cuando le pregunto algo a Catherine, se vuelve siempre en mi

contra, y Luc tiene tanta imaginación que nunca se sabe lo que

va a hacer con lo que le dices. ¿Crees que alguien pueda tener

un hijo y amarlo toda su vida? ¿Y que este hijo ame también a

su madre? ¿Crees que haremos a nuestros hijos lo que nos han

hecho a nosotros? ¿Crees que hay que tener hijos? ¿Crees que

es mejor vengarse con ellos o con las personas que nos hicieron

daño?

MARTINE: (Conmovida.) No con ellos…  No  con ellos…


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ISABEL: Voy a cocinar el jamón.

MARTINE: Isabel, siento amor por ti. ¿Lo sabes?

ISABEL: Esa, creo que es la única palabra que me sé de memoria, pero

me gustaría que me la volvieran a explicar. Casi siempre quiere

decir  “quiero algo.”

MARTINE: Yo no. Yo no espero nada de ti. Buenas noches.

(Sale.)

Escena V

ISABEL: (Maquillándose.) Mamá siempre se ponía el labial rojo…  rojo…  

escarlata. Ella siempre estaba…radiante. La ropa de mamá

era…espléndida.   Mamá, mañana me va a encontrar

espléndida…  radiante.
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TERCER ACTO

Escena I

(La mañana siguiente. Alrededor de las ocho. Domingo de Pascua. MARTINE

e ISABEL ocupadas decorando la mesa con buen gusto. MARTINE en traje

militar.)

ISABEL: Creo que todo está listo para el regreso de mamá. Las flores de

las coronas no tienen tallos muy largos, ¿eh? Voy a arrancar

otras.

MARTINE: Hay suficientes. ¡Tampoco hay que aparentar que la felicitamos!

ISABEL: (Quitando algunas de las flores que ya habían puesto.) Tienes

razón. No hay que pasarse. Ya hicimos mucho. Está bonito,

¿eh? (ISABEL pone una jarra de agua en medio de la mesa.)

Fui por agua al manantial cuando salió el sol. Es agua de

Pascua. Dicen que esta agua se mantiene pura todo el año.

Nunca se corrompe. Con la familia de corruptos que somos, un

vasito de esta agua no nos hará daño. (Silencio.) ¡Más les vale

a Luc y a Catherine llegar a tiempo!

MARTINE: Deja de preocuparte.

ISABEL: No volvieron en toda la noche y ni siquiera llamaron.


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MARTINE: Que no te preocupes. Nadie llamó para enterarse dónde los

estaban velándo.

ISABEL: Estoy muy nerviosa. Van dos veces que lloro desde que me

levanté.

MARTINE: Te ves hermosa maquillada así.

ISABEL: Quiero mostrarle que ya “emancipé.”   (Repentinamente.) ¡El

jamón!

MARTINE: ¡Está bien! Van tres veces que vas a verlo en diez minutos. Va

a terminar gritando si lo vuelves a picar.

ISABEL: Mamá siempre hablaba bonito, ¿eh?

MARTINE: Mamá hablaba como en los libros. Los libros eran sus únicos

amigos. Probablemente ya había conocido a Federico en un

libro antes de que él llegara a Saint-Ludger. Hubiera empezado

a leer antes de conocer a papá.

ISABEL: ¿Como que ya no estás tan enojada con ella?

MARTINE: Anoche leí todas las cartas que le mandó a Catherine. Cartas

frías, prácticas, como si no hubiera nada que la ligara a éste

lugar. Todavía no entiendo por qué regresa…  No  entiendo.

ISABEL: Yo sé porque va a regresar. Es para abrir las puertas que

quedan por abrir. (Pausa.) No tengo que hablar mal cuando ella

esté aquí. Tengo que hablar tan bonito como ella.


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MARTINE: Hablarás como quieras.

ISABEL: No. Tan bonito como ella. (Silencio.) ¿Las encuentran

hermosas con ese traje?

MARTINE: No soy modelo, soy soldado.

ISABEL: Ha  de  ser  una  “estrategia”  para  asustar  a los enemigos, ¿eh?

(Ríen.) ¿Te acuestas con mujeres?

MARTINE: SI. Con una en particular.

ISABEL: Hace dos meses y medio, conocí a un tipo en la pluma. Tuve

mucho placer con él. Me imagino que debes tener tanto placer

con ella como yo con él.

MARTINE: Ojalá tú. (Ríen.)

ISABEL: Me gusta bastante hablar de historias de nalgas. Me hace tanto

bien… Eso  es  “hablar  entre  adultos,”  ¿eh?

MARTINE: Depende de los adultos.

ISABEL: Con Catherine nunca se puede hablar de eso. Me gustaría tanto

hablar de eso durante horas. Sería distinto que nuestras

historias del pasado.

MARTINE: ¿Con qué quieres empezar? (Ríen aún más.)

ISABEL: (Mirando por la ventana.) Es Catherine y Luc.

MARTINE: No es hoy que vamos a poder hablar de sexo en esta casa.


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ISABEL: Luc se ve golpeado.

MARTINE: ¡Dios mío! ¡Le dieron su merecido!

Escena II

(LUC entra vestido de hombre ayudado por CATHERINE. Trae una venda en la

cabeza y un brazo en cabestrillo. Le cuesta trabajo caminar.)

CATHERINE : No se queden ahí como si estuvieran frente a una vitrina.

MARTINE: ¿Y la velada Pascual? ¿Nos trajeron un cirio?

CATHERINE : Por lo visto se pasaron la noche contando chistes.

MARTINE: (Burlona.) ¡A la Reina de España le dieron una tremenda

madriza!

LUC: (Apenas audible.) ¡Tú!

CATHERINE: Luc, cierra el pico, se te van a botar los puntos.

MARTINE: Hace mucho que no te veíamos con nada más que un pantalón.

¡Un hermoso muchachito!

LUC: (Apenas audible.) Isabel, te pido una disculpa por lo de ayer.


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ISABEL: (Hablando como si Lucas estuviera sordo.) ¿Qué es lo que

dices?

LUC: Te pido una disculpa por lo que dije.

ISABEL: No entiendo nada, hablas como un mongóloide. (ISABEL sale.)

Escena III

CATHERINE: Llegué demasiado tarde. Estaba lleno de sangre. Los gemelos

Tessier se le echaron encima en cuanto lo vieron entrar a la

iglesia. Luc no tuvo tiempo ni para subirse al triforio. De pronto

ya tenía a cuatro o cinco encima. Unos salvajes…

LUC: ¡Cuenta lo que hiciste!

CATHERINE: Tuve que entrar a la iglesia para buscarlo. Cuando lo encontré,

me di cuenta de que yo estaba en medio del pasillo central

frente a todo el mundo. No sé por qué pero estaba tan emputada

que me puse a mirarlos a la cara a todos. (Empieza a tararear

“La   Paloma”.) Entre más fuerte me jalaba el doctor Lemieux

para que saliéramos, más fuerte cantaba. (Canta fuerte.) Salí

de la iglesia aullando a todo pulmón, y la organista me hizo

segunda.

MARTINE: ¿Tú hiciste eso?


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CATHERINE: Me sentí tan bien. Tan bien. Me sentí libre. Ya no tenía secretos.

Me estaba vengando de ellos. (Toma la maleta.) Me voy a dar

otro gusto. (Va hacia fuera. Entra de nuevo.) Hay un coche

desconocido que viene para acá. (MARTINE se le acerca.) Lo

dudé hasta el último segundo.

MARTINE: ¿Qué, hay otros en el camino que esperan a su madre? El

coche pasó de largo.

(Larga espera. En el reloj suenan las nueve, las diez, las once y mediodía.)

Escena IV

ISABEL regresa vestida con un traje sastre de los años cuarenta. Entra con el

jamón, actuando a su madre.)

ISABEL: Esperé tanto este momento. Llevo semanas soñándolo: Felices

Pascuas, queridos hijos. ¡Hola Martine! ¡Hola Luc! ¡Hola Katy!

La casa no ha cambiado mucho en veinte años. Te esmeraste

mucho para que nada cambiara.

CATHERINE: ¿Qué quiere decir esto, Isabel?

ISABEL: (Actuando a su madre.) Si, háblenme de Isabel. ¿No está con

ustedes? ¿Está en un país demasiado lejos de aquí? ¿Su


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trabajo le impidió regresar? ¿Qué ha sido de ella? ¿Qué ha sido

de ella, Katy?

CATHERINE: No gran cosa.

ISABEL: (Actuando a su madre.) Quiero agradecerte todo lo que has

hecho por ella.

CATHERINE: ¡Vete al carajo!

LUC: (Esforzándose por hacerse entender.) ¿Eso quiere decir que mi

mamá no va a venir?

ISABEL: (Actuando a su madre.) Aquí estoy, mi Luc.

LUC: ¿La llamada? ¿La llamada?

ISABEL: ¿La llamada? Tal vez fue Isabel la que ahora les inventó una

mentira.

CATHERINE: ¿De  dónde  vienes… “mamá”?

ISABEL: (Actuando a su madre.) Debía regresar de España pero en el

último minuto decidí regresar de Limoilou. (Comienza a servir

agua en los vasos.) Vamos a beber agua de Pascua. Es agua

de Pascua para purificarnos. ¡Salud! (Bebe.)

MARTINE: Me encantaría seguir charlando, pero tengo que tomar un avión

esta tarde en Bagotville. Así que no tengo mucho tiempo para

jugar. ¿Puedes decirnos por qué?


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ISABEL: Hace dos meses y medio, un hombre le dijo a Isabel que todo

el pueblo sabía que su madre no había muerto, que ella

simplemente los había abandonado. Este hombre, fue la verdad

para Isabel, y hoy Isabel carga al niño de la verdad.

MARTINE: ¿Estás embarazada?

ISABEL: Sí, Isabel tiene dos meses y medio de embarazo.

CATHERINE: ¿Querías irte a Montreal para deshacerte de él, verdad?

ISABEL: (Actuando a su madre.) El niño de Isabel es una musa. Fue él

quien la inspiró para hacer todo esto. Isabel prefirió vengarse

en ustedes, no en su  musa…  no  en su musa.

CATHERINE: ¡No puedes tener ese niño! Te voy a llevar a Montreal.

ISABEL: (Actuando a su madre) Va a tener doce, sólo para mostrarte lo

bello que es un hijo. Doce que se irán. ¡Lo que es bello de una

familia es saber dejarla!

CATHERINE: ¡No me puedes hacer esto!

ISABEL: (Actuando a su madre.) Ustedes le contaron del valor que

necesité para abandonarlos, Isabel hoy los abandona.

CATHERINE: Isabel, voy a vender la casa, tengo mil dólares en la caja

popular, podríamos…
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ISABEL: (Dejando de actuar.) Podrás pagarte todo lo que quieras,

Catherine. (Volviendo a actuar a su madre.) No olviden comerse

el jamón, es una tradición.

(ISABEL sale.)

MARTINE: Así me la imaginaba, a  nuestra  madre…  libre.

(MARTINE toma su maleta. Se va.)

LUC: (Estremecedor) Me   hubiera   gustado   tanto…   me   hubiera  

gustado eso, que viniera de verdad…  Me hubiera gustado que

me tomara entre sus brazos, que me  dijera…

CATHERINE: (Tomando a LUC entre sus brazos.) Vas a ver, mi Luc,

Catherine se va a ocupar de ti.

(Cantando.)

Ay chinita que sí

Ay que dame tu amor

Ay que vente conmigo chinita

Adónde vivo yo.

(FIN.)

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