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Fabiana Scherer
LA NACION
Esta semana comienza, en la Argentina,
el Congreso de la Lengua, el mayor
cónclave del idioma español. Mientras
crece su uso en el mundo, especialistas
debatirán aquí sobre las tensiones que
traen el lenguaje inclusivo, los
neologismos de la era digital, la escritura
en chats y redes sociales y el r
La popularidad de las nuevas tecnologías, como el masivo uso de los teléfonos inteligentes, nos
obliga a relacionarnos con las palabras. Las redes sociales intervienen en todos los ámbitos de
nuestra vida, incluida la lengua. El uso del lenguaje escrito se multiplicó y encontró en las
redes una aspiración declarada a imitar la oralidad. "Es verdad que muchas palabras se han
abreviado, minimizado o reemplazado por emoticones, pero si la inteligibilidad funciona, no
me parece grave –opina Gonzalo Celorio, flamante director de la Academia Mexicana de la
Lengua–. Lo preocupante es la pobreza, la futilidad, la insulsez de la expresión en las redes
sociales. Aun así, no creo que la escritura formal sufra un deterioro, porque la buena redacción
y la ortografía siguen teniendo un enorme prestigio o, mejor dicho, la comisión de faltas
gramaticales u ortográficas genera un desprestigio inmediato en la vida pública. Aun así, existe
el peligro en algunas sociedades, y sobre todo en la juventud, de que la buena escritura sea
considerada un signo clasista aristocratizante, anacrónico y elitista, al que se debe combatir".
Santiago M. Machado
El mismo ejemplo adopta Luis García Montero al destacar que los amanuenses (escribientes en
la Edad Media) se adaptaban a la escasez del pergamino y escribían con abreviaturas. "Si uno
ve las cartas oficiales de los siglos XI, XII, que manejaban en la administración de la corona
española en Hispanoamérica, van encontrar que están llenas de abreviaturas –ejemplifica
Concepción María del Pilar Company Company, lingüista, filóloga, investigadora y académica
mexicana–. De hecho, hay diccionarios de abreviaturas para poder entenderlas. No estamos
ante algo nuevo: es un mecanismo usual de los hablantes abreviar ante la rapidez y la
necesidad que requiere el texto".
Cristina Bajo
"Cuando la ‘p’ en la palabra septiembre formaba parte de la norma, la grafía setiembre era
errónea y ahora está en el Diccionario de la Real Academia –ilustra Elena Pérez, decana de la
Facultad de Lenguas de la Universidad Nacional de Córdoba–. Quiero decir, con este breve
ejemplo aislado, que las lenguas están en constante mutación y que no todos los cambios
deben catalogarse como erróneos. Prefiero hablar de nuevos usos a los que el idioma debe
adaptarse, ya que los nuevos soportes habilitan y nos demandan otros usos".
Que escribamos y nos comuniquemos mucho más siempre es positivo. "Sin embargo, parece
que cada vez que surge una nueva tecnología hay un movimiento sísmico que considera que
todo lo anterior era mejor, una especie de nostalgia anestesiada –observa el poeta, ensayista y
crítico literario español Luis García Montero–. Hay que reconocer las posibilidades de
comunicación, expresión y libertad que dan las redes sociales, pero no por ello olvidarnos de
sus peligros. Peligros que son más cívicos que gramaticales u ortográficos. Son ‘poderes
salvajes’, en el sentido de ingobernables, que pueden extender infundios, falsos planteamientos
y fomentar subjetividades antidemocráticas. Por otra parte, no podemos olvidar que se han
convertido en un ágora moderna donde se congregan los ciudadanos, los que cometen faltas de
ortografía y los que no; los que invitan a reflexionar o a compartir, y los que llaman a la
división. Las redes sociales parecen el resultado de una sociedad que estaba reivindicando el
derecho a hablar, pero que a veces se ha olvidado del deber de escuchar con respeto".
Santiago Kovadloff
Tiempos de transformación
No cabe la menor duda de que son los hablantes
quienes con sus aportes enriquecen y
transforman la lengua. "Pero en ese proceso –
señala Ana María González Mafud, doctora en
Ciencias Filológicas y miembro de la Academia
Cubana de la Lengua–, los hablantes necesitan
también determinados referentes o modelos,
que encontramos en la escuela, en los medios de
comunicación, en el mundo de la visualidad de los espacios públicos, en la familia y, por
supuesto, con diferente alcance y características, en la literatura. Me refiero a modelos que
conduzcan a formar y desarrollar comunicadoras hábiles y eficientes, capaces de organizar,
razonar, relacionar, argumentar y defender las ideas, como requieren los tiempos actuales.
Cuando los modelos del lenguaje tradicional están definidos y claros, estas otras formas de
comunicarnos, más simplificadas, quizá más ajustadas, por ejemplo, a una ortografía con una
correspondencia más lógica entre sonido y grafía, no tendrían que convertirse en un problema.
Pero lo cierto es que los usuarios de estas tecnologías y redes sociales no siempre tienen
adecuadamente fijados sus modelos, en la mayor parte de los casos porque son nativos
digitales, muy jóvenes".
Todos manejamos distintos niveles de lengua, según con quién hablemos, en qué circunstancia
y mediante qué medio. "Que en una escritura rápida desaparezcan letras o palabras no
significa que vayan a desaparecer de los usos generales de la lengua –especula Pablo De
Santis–. El problema no es de las redes, sino de la educación. Enseñar a escribir bien es muy
difícil. No hablo solo de la ortografía: la expresión debe tener en cuenta la claridad, el orden, la
economía y cierta sensatez en el uso de las palabras. En mi caso, no estoy en redes sociales,
pero el error que más me llama la atención es oral. Casi todos los políticos y funcionarios
hablan en infinitivo: ‘En primer lugar, agradecer...’. ‘Decirles que es un placer estar acá’. Creen
que es una forma elegante de empezar un discurso. Muy pronto, para pedir un vaso de agua,
dirán: ‘Querer beber’".
Carmen Riera
Lenguaje inclusivo
El teórico ruso Valentin Voloshinov sostenía que el lenguaje (el signo, decía él) es arena de la
lucha de clases. El uso del lenguaje inclusivo o no sexista generó en el último año una discusión
que va más allá del cambio de una vocal y cuyo debate se instaló en la RAE. Con voces a favor y
en contra, el CILE servirá de marco para el análisis. "El lenguaje nunca ha sido exclusivo –
asegura el colombiano Gustavo Jaramillo Cardona–. El género gramatical no tiene nada que
ver en absoluto con el género humano o los géneros de los humanos. Por tanto, no debe haber
lugar a confusión".
Gonzalo Celorio
De Santis considera que se trata de una moda y dice que "tiende a presentar como ridículo un
tema serio, que es el de la lucha de las mujeres por la igualdad". En esta misma línea, la
también escritora argentina Cristina Bajo sostiene que se trata de una cuestión más política
que práctica. "¿Se trataría de escribir de una manera y hablar de otra? ¿Qué pasaría con las
poblaciones aisladas, que abundan en la Argentina y en América, cuando tengan que
enfrentarse, por trabajo, comunicación, estudios o enfermedad, con una mayoría inclusivista?
En tal caso, el idioma, contradictoriamente, excluiría a la parte más vulnerable de la sociedad".
Pablo de Santis
Convencida de que se trata de una demanda que excede a la lengua. Concepción Company
Company supone que estamos ante un problema mucho más profundo. "La lengua es el lugar
más superficial en la búsqueda de equidad de género. En aras de esa igualdad, estamos
perdiendo equilibrio y podemos cometer errores gramaticales –reflexiona–. Los cambios que
se han hecho del español en su gran mayoría son realizados por los hablantes
inconscientemente y se presentan como si fueran una plaga, una enfermedad. Y el caso del
lenguaje inclusivo no es así. Esta batalla no se da en la gramática, se da en la sociedad. Cuando
las sociedades sean igualitarias, estoy segurísima de que los hábitos gramaticales se van a
modificar".
Leonardo Funes, director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas y Crítica Textual del
Conicet, opina: "En la medida en que la sociedad se haga cargo y evolucione hacia una lógica
de la inclusión social y de género, los cambios que implica el llamado lenguaje inclusivo se irán
consolidando, pero si la sociedad llegara a orientarse en otro sentido, no habrá manera de que
esos cambios se consoliden. La contienda se dirime en el ámbito de la praxis social y política: la
lengua solo cumple la función más modesta y a la vez crucial de darle sentido". Perla Suez,
escritora nacida en Córdoba, se atreve a colocar al lenguaje como un espacio de disputa
necesario para que las luchas y los cambios sociales trasciendan. "En este sentido, la revolución
feminista avanza para modificarlo todo. Lo que está sucediendo hoy con el movimiento
feminista me interpela en numerosos aspectos, como mujer y como mujer dentro de mi oficio
de escritora. El lenguaje tiene que cambiar para dejar de ser un reflejo de la opresión contra las
mujeres y la diversidad".
Respecto del futuro del español, De Santis concluye: "Hace poco descubrimos con mis
hermanas unas cartas de mi madre a mi padre durante su noviazgo, en los años 50. Le hablaba
de tú; desde luego, cuando estaban frente a frente se hablaban de vos. Pero el género epistolar
les exigía una especie de lengua particular, más cercana a la literatura, aunque le contara qué
había ido a ver al cine. Lo mismo ocurre en el presente: nos adaptamos a las distintas
circunstancias de escritura, pero eso no significa que se pierda la noción de escribir bien. Es
muy difícil precisar en qué circunstancias aplicaríamos una cierta escritura pura y personal,
que sería nuestra verdadera escritura, nuestra huella digital en el uso de las palabras. Los que
tenemos cierta edad encontraríamos nuestra verdadera escritura en la escritura a mano, una
carta, un diario personal, por ejemplo. Pero imagino que los jóvenes ven la escritura a mano
como algo completamente artificial, y descubrirían su yo en otra forma de expresión. Quién
sabe".
Fabiana Scherer