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INSTITUTO MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

GÉNESIS DEL TERRORISMO


CONTEMPORÁNEO:
LA PROPAGANDA POR EL HECHO

6º de secundaria
Madaí Bejarano Teran
Profesora Shirley Rodríguez
2021
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Génesis del terrorismo contemporáneo:


la propaganda por el hecho

1. Introducción
Aunque el terrorismo no es poseedor de una definición generalmente aceptada, hay un consenso
bastante amplio sobre sus características. De acuerdo a la Convención Internacional para la
Supresión de la Financiación del Terrorismo, que la Asamblea General de las Naciones Unidas
llevó a cabo en 1999, se considera terrorista a cualquier acto «destinado a causar la muerte o
lesiones corporales graves a un civil o a cualquier otra persona que no participe directamente en
las hostilidades en una situación de conflicto armado, cuando el propósito de dicho acto, por su
naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización
internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo».

Entendido de esa forma, la importancia del componente comunicativo que necesariamente


llama a influenciar en una audiencia susceptible a actuar, es uno de los propósitos esenciales del
terrorismo contemporáneo, evidente entre la falsa dicotomía que hay entre el terrorismo islamista
y el de la extrema derecha, inclusive en aquellos que no pertenecen expresamente a alguna de
esas categorías.

De ese modo, el terrorismo se ha configurado como uno de los fenómenos más complejos del
panorama internacional en la actualidad, generando el interés de diversos autores que se han
puesto a analizar y comprender sus orígenes, remontándose a la Europa de la segunda mitad del
siglo XIX. En ese sentido, es válido tener una apreciación consciente de lo que el anarquismo y
los movimientos vindicatorios posteriores a la Segunda Revolución Industrial significó para la
sociedad Occidental de ese entonces, que observaba atentamente cómo es que los albores del
terrorismo (en una concepción más contemporánea) se iban fraguando en su agitada sociedad.

Es así que la denominación dada por la posteridad a los actos de estos primeros terroristas es
la de “propaganda por el hecho” o, en todo caso, “propaganda por el acto”, con una rica tradición
en Europa que ulteriormente influenció a los socialistas latinoamericanos y fue un importante
antecedente teórico e histórico para entender el desarrollo de tales acciones en la actualidad (que
en sí mismos no son el planteamiento central de este trabajo).
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Siguiendo una línea cronológica, se hace una observación principal de 5 décadas de


magnicidios, atentados contra la población civil, grandes teóricos, revolucionarios convertidos en
mártires y marginación en un panorama lleno de contrastes y represión violenta por parte del
gobierno contra el que tan fervientemente se alegaba luchar.

Acerca de los orígenes intelectuales de la propaganda por el hecho, son importantes los
estudios de Richard Jensen y Caroline Cahm (sobre todo de los capítulos que dedica a Piotr
Kropotkin). Respecto a la oleada de atentados sucesivos que tuvieron lugar en Francia de 1892 a
1894, el estudio clásico es el de Jean Maitron, con su libro “Ravachol y los anarquistas”.

El desarrollo comienza en la década de 1870 con los textos de Malatesta y Brousse, pasa por
Ravachol, Gaetano Bresci, León Czolgosz y hace la parada final en las protestas contra la
condena del famoso dúo de anarquistas italianos Sacco y Vanzetti en 1928, teniendo en cuenta las
repercusiones que estos hechos suscitaron en algunos países de Latinoamérica.

2. Definiciones

2.1. Anarquismo

Citando a Sébastien Faure (uno de los grandes teóricos del anarquismo posterior a la Primera
Internacional1), en realidad no puede haber credo ni ningún tipo de dogmatismo dentro del
espectro de ideologías que se consideran libertarias. Lo que en realidad constituye la
consideración de doctrina anarquista es “un conjunto de principios generales, de concepciones
fundamentales y de aplicaciones prácticas sobre las cuales (…) individuos que se sientes
enemigos de la autoridad luchan aislada o colectivamente contra la misma y todo lo que de ella se
derive”. De tal modo, como filosofía social, no tiene un carácter del todo claro por la gran
diversidad de concepciones de los objetivos y fines anarquistas, cuyas raíces filosóficas se
remontan al renacimiento.

Sin embargo, como ideología, floreció y logró una influencia importante en los
acontecimientos sociales desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera del siglo XX.
Esto de variadas formas teniendo una vez más en cuenta la diversidad de sus opiniones y maneras
de obrar.

Por último, cabe aclarar que, a pesar de su constante uso coloquial, anarquismo no significa en
modo alguno ausencia de orden u organización, ya que su sentido esencial es la auténtica
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autogestión por encima del orden ilegítimo impuesto por el Estado, el capital y la religión, que no
son solo falaces, sino también inestables (Cappelletti, 2010: 13).

2.2. Propaganda

La propaganda consiste en la expresión de ideas a través de múltiples medios deliberadamente


orientada a influir en los ideales u opiniones de individuos o grupos, implicando, pues, un
proceso de información y otro de persuasión. En efecto, la propaganda política se ha manifestado
de diversas formas a lo largo de la historia, ya sea a través de la palabra hablada, de imágenes,
símbolos o acciones (Pizarroso, 1999: 145-147)

De ese modo, el ulterior análisis del componente propagandístico debe referirse no solo a lo
que es ostensiblemente tal, sino a todo el complejo sistema de comunicación humana donde cada
mensaje puede jugar una función importante en todo el entramado de agitación política y social
en que los hechos se desarrollan.

2.3. Terrorismo

El término terrorismo, en su sentido más amplio y general, se refiere al uso intencional de la


violencia para lograr objetivos políticos. Principalmente es referido en un contexto de tiempos de
paz o cuando tales acciones se dirigen contra no combatientes (personal militar neutral o civiles),
cuyo propósito inmediato es el de crear un clima de temor favorable a los perpetradores (Avilés,
2016: 13)

En ese sentido, el terrorismo como estrategia sistemática es un fenómeno surgido en las


últimas décadas del siglo XIX por obra de los revolucionarios rusos y de los anarquistas
occidentales, para posteriormente encontrar un amplio desarrollo en la segunda mitad del siglo
XX y a principios de la presente centuria (Echezarreta, 2015: 5); ya sea aplicado por el poder
estatal (terrorismo de Estado) o por organizaciones clandestinas (como guerrillas o grupos
yihadistas).

3. La formulación teórica

La primera referencia al término «propaganda por el hecho», se dio en un texto publicado en


agosto de 1877 en el boletín de la Federación del Jura de la Asociación Nacional de Trabajadores,
siendo probablemente su autor el destacado anarquista Paul Brousse.
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Contrariamente a lo que se esperaría de su contenido, en realidad el artículo no aludía a


hechos terroristas, sino a acontecimientos que habían tenido lugar en Rusia, Suiza y sobre todo
Italia, con el levantamiento de Benevento. Argüía que los azuzadores de tales actos no esperaban
iniciar con ellos una revolución social, sino más bien utilizarlos como herramienta de propaganda
efectiva hacia el proletariado de Europa occidental en general. De hecho, hace hincapié en que la
idea esencial de la propaganda por el hecho ya la había dado Bakunin2 en 1874 cuando intentó
hacer una insurrección en Bolonia, Italia. Dos años después, Errico Malatesta y Carlo Cafiero
propugnaban “el hecho insurreccional, destinado a afirmar mediante actos los principios
socialistas3”, tesis rechazada en el congreso de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores)
que optó por la lucha sindical (Avilés, 2009: 6).

Figuras 1 y 2. Errico Malatesta (1853-1932) y Carlo Cafiero (1846-1892)

4. Los primeros atentados

Como ya se ha mencionado precedentemente, si bien la concepción original de la propaganda por


el hecho era de carácter insurreccional sin contemplar atentados individuales, su aplicación se dio
con este último carácter. En febrero de 1878, Vera Zulich disparó contra el jefe de policía de San
Petersburgo, en mayo y junio se sucedieron atentados fallidos contra el káiser Guillermo I, y sus
autores, Hödel y Nobiling, estaban estrechamente relacionados con el movimiento anarquista. En
noviembre de ese mismo año hubo un intento de magnicidio contra el rey de Italia Humberto I.

A pesar de que no hay pruebas de que todo eso fuera resultado de una conspiración
internacional, no cabe duda de que el ejemplo de los atentados de un país estimuló a los de otros.
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Ahora bien, por el otro lado de la propaganda, la expresión escrita en los periódicos
anarquistas jugó un papel promotor de la nueva táctica terrorista, como L’Avant Garde (editado
por Brousse y Kropotkin), que al tiempo que marcaba cierta renuencia a alabar los ataques
directamente, reconocía su valor propagandístico.

Cuando Giovanni Pasante fracasó a su vez al intentar apuñalar a Humberto I, L’Avant Garde
auguró que en el futuro los medios ya no se limitarían a revólveres o dagas, sino que se
emplearían métodos más efectivos como bombas.

4.1. El congreso anarquista de 1881 en Londres

En tal ambiente tuvo lugar el congreso internacional de Londres celebrado el 14 de julio de 1881
con delegados de 12 países de Europa y América. Su declaración pública incluye, entre otras
cosas, lo siguiente:

«Al salir del terreno legal, en el que hemos permanecido generalmente hasta hoy, para
llevar nuestra acción al terreno de la ilegalidad, que es la única vía que conduce a la
revolución, es necesario recurrir a medios que estén en conformidad con este fin [...]

No obstante de aquello, apenas hubo ataques en el período de tiempo entre la redacción de


dicha proclama y el inicio de la década de 1890. Bajo firmas tituladas «Estudios científicos» o
«Productos antiburgueses», periódicos anarquistas como Bandera negra, el Hambriento, La
Lucha social, explicarán a sus lectores cómo fabricar bombas para hacer la revolución.

Su importancia real residía en que, a partir de ese momento, se empieza a valorar y preconizar
progresivamente la propaganda por el hecho en medios anarquistas (Maitron, 1964:18).

Cabe destacar que en España, durante 1882 acontecieron en Jerez los asesinatos atribuidos a
una sociedad secreta de carácter anarquista que se denominaba la Mano Negra, cuya existencia
siempre ha sido puesta en duda. En Francia se produjeron hechos similares en la región minera en
torno a Montceau-les-Mines.

El periódico francés Le Revolté salió en defensa de los perpetradores: «siempre saludamos a


los rebeldes que no están dispuestos a ofrecer como ovejas su cuello al carnicero».
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4.2. En España

En la noche del 8 al 9 de enero de 1892, varios campesinos de tendencia anarquista irrumpieron


en Jerez de la Frontera (municipio en Cádiz) controlándola durante más de dos horas hasta que
los soldados les hicieron frente y huyeron. Durante el asalto, los rebeldes asesinaron a dos
personas y entre estos hubo un muerto.

Como consecuencia hubo numerosos arrestos sin que alguno de los instigadores o asesinos
fueran descubiertos realmente. Para acelerar el proceso judicial, se estableció una segunda causa
de la que fueron acusadas 8 personas. Finalmente, fueron 4 los condenados a muerte al ser
considerados como jefes de la insurrección y autores materiales de los asesinatos: Jesús
Fernández Lamela, Antonio Zarzuela, Manuel Castro y Manuel Fernández Reina. Fueron
ejecutados el 10 de febrero a garrote vil. Antes de morir, Zarzuela gritó: «Ya veréis, ya veréis
como todos los años tendréis que celebrar el aniversario de los mártires de Jerez» (Avilés, 2013:
220-221).

Figura 3. Fotografía de los cuatro condenados en el cadalso


La reacción más importante se dio en Barcelona en vísperas de la ejecución, cuando el 9 de
febrero de 1892 estalló una bomba en la Plaza Real que mató a una persona e hirió a otras. La
policía nunca encontró al autor, pero la acción quedó inscrita dentro de la oleada de atentados
terroristas que se produciría en la península Ibérica ya que, tras la disolución de la Federación de
Trabajadores de la Región Española tres años antes, quedó abierto el camino de la propaganda
por el hecho como medio alternativo al sindicalismo (Dardé, 1996: 92-93).
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5. Ravachol y sus emuladores

Desde la formulación teórica hasta el primer lustro de la década de 1890, el movimiento de la


propaganda por el hecho estuvo es un aparente letargo. Sin embargo, esa sería una calma
preventiva ya que desde 1892 a 1894 se desarrolló en Francia una verdadera epidemia terrorista
que sirvió de paradigma para años posteriores.

En marzo de 1892, François Koëgnistein más conocido como Ravachol, colocó sucesivamente
sendas bombas en los domicilios del juez y el fiscal que habían intervenido en el juicio de tres
anarquistas implicados en un tiroteo con la policía en Cliché el 1 de mayo anterior. En medios
anarquistas había causado gran indignación la paliza que sufrieron tras ser detenidos y luego la
petición de pena de muerte que hizo al fiscal, aunque al final dos fueron condenados a penas de
prisión y el tercero absuelto.

Al principio el pronunciamiento anarquista en general, incluso el de los que habían secundado


ese tipo de propaganda, se mostraron renuentes a considerar que sus acciones eran de tipo
revolucionario o afín al movimiento, pero fue su profesión de fe anarquista en el juzgado y su
valor frente a la guillotina lo que lo convirtieron en un mártir de la causa. A pesar de eso, el
propio Malatesta fue quien se opuso firmemente al entusiasmo indiscriminado por la violencia
porque una rebelión guiada por el odio ciego a la burguesía solo conduciría a una nueva opresión
(Avilés, 2009: 182)

Pese a eso, el ejemplo de Ravachol estimuló nuevos atentados. En noviembre de ese mismo
año, Émile Henry coloca una bomba en las oficinas de una compañía minera que termina
explotando en la comisaría de policía, no es arrestado sino hasta dos años después cuando puso
una bomba en el café Terminus, en venganza por la ejecución de Auguste Vaillant (Maitron,
1964:101-108).

Vaillant, quien el 9 de diciembre de 1893 lanzó una bomba en la Cámara de Diputados gala,
fue ejecutado el 5 de febrero de 1894. El presidente de francés de ese entonces, Marie François
Sadi Carnot, se negó categóricamente a concederle el indulto a pesar de que la explosión no había
causado ningún muerto.

De todos los anarquistas, el que más se afectó por el guillotinamiento de Vaillant fue un
italiano llamado Sante Geronimo Caserio, quien cometería el último de toda la serie de atentados
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acontecidos en Francia. El 24 de junio de 1894 asesinó en Lyon de una puñalada al presidente de


la República Sadi Carnot. Sería detenido en ese mismo instante y ejecutado el 16 de agosto de
1894 (Maitron, 1965: 19).

Figura 4. Puñal usado por Geronimo Caserio para asesinar al presidente Sadi Carnot.

Por otra parte y tal como lo había previsto La Revolté al inicio de los atentados, la acción de
unos cuantos terroristas aislados nunca había constituido una amenaza real contra el gobierno y
sus instituciones, por lo que el sindicalismo volvió a ser abordado como parte principal de la
lucha.

6. En Estados Unidos

El radicalismo moderno en Estados Unidos comenzó en los años 40 del siglo XIX, cuando el país
recibió numerosos inmigrantes europeos que llevaron consigo los ideales de las revoluciones de
1848 vigentes todavía incluso después de finalizada la Guerra de Secesión (Adamic, 1931: 56)

En ese país, puede decirse que, en lo que respecta al terrorismo, el punto de inflexión se
produjo el 4 de mayo de 1886, con la famosa revuelta de Haymarket. Aconteció en Chicago
como respuesta a la violencia con que la policía había reprimido una manifestación sindical que
demandaba la jornada laboral de 8 horas. Aquel día se produjo una caótica sucesión de
acontecimientos en los que una bomba de dinamita fue arrojada contra agentes de la policía de
los que 7 recibieron heridas fatales. Sus compañeros abrieron fuego contra la multitud de
trabajadores, entre los cuales hubo 5 muertos.
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Como resultado de esos sucesos, se condenó a muerte a 7 anarquistas que serían tristemente
conocidos como los “mártires de Chicago”, ya que, según parece, ni siquiera estaban presentes
cuando la dinamita explotó (Fernández, 2020: 65).

En 1892 el anarquista Alexander Berkman intentó dar muerte al director de la Carnegie Steel
Company, Henry Frick, como venganza al despido masivo de trabajadores de una de sus
empresas.

El 6 de septiembre de 1901, Leon Czolgosz, cometió un magnicidio al disparar dos veces


contra el presidente William McKinley en Nueva York, el tercero en ser asesinado en EEUU.
Como consecuencia, se aprobó la Ley de Inmigración de 1903, que establecía en realidad una
férrea lucha contra los anarquistas o cualquiera que fuera sospechoso de tener tal condición.

Los años que van desde 1905, cuando se fundó Industrial Workers of the World, hasta 1917
(año de la Revolución Rusa), fueron de una importante expansión del anarquismo en
Norteamérica, resultado casi definitivo de la influencia europea, con mayor experiencia en cuanto
a luchas sociales. En octubre de 1907, una nueva crisis económica sacudió al país con efectos
devastadores para el empleo. En ese contexto de inestabilidad social, en febrero de 1908
Giuseppe Alia disparó contra un sacerdote y en marzo hubo un ataque contra el jefe de policía de
Chicago (Wray, 2015: 18).

El 22 de junio de 1916, en San Francisco, explotó un maletín que contenía una bomba cuando
se celebraba un desfile de apoyo a la entrada de Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial.
Dos miembros de un sindicato fueron acusados. Aunque no se tiene certidumbre sobre los
verdaderos autores del atentado, lo más probable es que fuera llevado a cabo por anarquistas
italianos, probablemente liderados por Luigi Galleani, que había llegado como inmigrante en
1901.

Durante ese período de tiempo, el vulgo no simpatizaba con la violencia revolucionaria, por lo
que secundaba al gobierno en su campaña de terrorismo estatal contra socialistas y sindicalistas,
generando un clima de agitación social.

El 16 de septiembre de 1920, en Wall Street, estalló un carro cargado con 45kg de explosivos
frente a la sede del banco J. P. Morgan. El resultado, 39 muertos y 143 heridos graves. Con el
tiempo se empezó a creer en la factibilidad de la pista galleanista, respaldada por declaraciones
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de testigos que identificaron a Vicenzo Leggio. Como en algunos de los anteriores ataques
mencionados, a día de hoy no se sabe a ciencia cierta quien fue el verdadero perpetrador. A Luigi
Galleani no se le pudo inculpar y finalmente su actividad es Estados Unidos se terminó con su
deportación a Italia cuando Mussolini ascendió al poder (Fernández, 2020: 71-81).

Figura 5. Wall Street después de la explosión que mató a más de 30 personas e hirió a muchas
otras.

7. Repercusiones en el movimiento anarquista latinoamericano

Las formas específicas de lucha adoptadas por las emergentes organizaciones de trabajadores
latinoamericanos, como la FORA en Argentina o la COB Brasil, fue la huelga general de carácter
insurreccional. Esta forma de lucha adquirió especial relevancia en el período comprendido entre
1890 y 1910 (Goicovic: 6).

7.1. Chile

La llegada del nuevo siglo encontró a Chile en un momento de profundos cambios como la crisis
oligárquica o el surgimiento de nuevos grupos sociales. A esto se sumó la importancia del salitre
para el Estado, que alcanzó su auge entre 1880 y 1924 con ayuda de capitales extranjeros. El
crecimiento económico trajo consigo la industrialización de las grandes ciudades y grandes
procesos migratorios, derivando en la aparición de núcleos urbanos medios y proletarios que, así
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como en Europa con las características intrínsecas de una temprana Revolución industrial, vivían
en condiciones sumamente precarias (Hoehn; et al, 2007: 8-17).

De acuerdo a Sergio Grez (1997), las organizaciones de trabajadores a finales del siglo XIX
estaban conformadas por mutuales, cooperativas, escuelas de artesanos, orientadas al
mejoramiento material, a la formación moral, al socorro mutuo, al ahorro; hasta que esas
inquietudes se convirtieron en demandas que empezaron a ser articuladas políticamente. Su
profunda fe en el pueblo y en las potencialidades de su acción espontánea, constituyen garantías
suficientes para el desarrollo de un proceso revolucionario, que poco a poco deja de necesitar
programas o dirigentes.

Al igual que con Estados Unidos, la instalación del anarquismo en Chile se produce junto con
el arribo de los internacionalistas del sur de Europa que emigran tras la derrota de la Comuna de
París (1871) y junto con la disolución de la Primera Internacional (1876). Aun así, las primeras
manifestaciones de organización anarquista se dan en la década de 1890 en torno al gremio de los
tipógrafos, tanto en Valparaíso como en Santiago (Vitale, 1998).

Dicho proceso coincide con el surgimiento de la protesta obrera, especialmente en las


salitreras, con los campamentos de Norte Chico y los centros industriales urbanos.

Un elemento de gran relevancia en el arraigo y difusión del ideario anarquista fue la


constitución de espacios de debate y formación social, predominantes en los gremios
relacionados con la imprenta. Conformándose de esa manera, se consolida un núcleo de
proletarios e intelectuales que adoptan firmemente el anarquismo e impulsan la creación de un
movimiento libertario. Entre ellos destacan: Francisco Véliz, Juan Bautista Peralta y Magno
Espinoza; a través de los periódicos El Rebelde (1898) y El Ácrata (1900-1901).

7.2. Argentina

https://www.iri.edu.ar/wp-content/uploads/2016/12/RI51-historia-bacchiega.pdf

8. Presencia de sus fundamentos prácticos en la actualidad

http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/38736/Documento_completo.pdf?
sequence=1&isAllowed=y

9. Conclusiones (igualado al subtítulo 8?)


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10. Referencias bibliográficas

1. Adamic, Louis. (1931). Dinamita: La historia de la violencia de clases en Estados Unidos.


Disponible en:
https://itsgoingdown.org/wp-content/uploads/2017/02/dynamite_the_story_of_class_read.
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anarquismo y violencia en España a fines del siglo XIX. Ayer, 80, 165–192.
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la formulación teórica a los atentados de París, 1877-1894. Historia y Política, 21, 169-
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4. Avilés, Juan. El nacimiento del terrorismo en Occidente. Anarquía, nihilismo y violencia
revolucionaria.
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