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6º de secundaria
Madaí Bejarano Teran
Profesora Shirley Rodríguez
2021
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1. Introducción
Aunque el terrorismo no es poseedor de una definición generalmente aceptada, hay un consenso
bastante amplio sobre sus características. De acuerdo a la Convención Internacional para la
Supresión de la Financiación del Terrorismo, que la Asamblea General de las Naciones Unidas
llevó a cabo en 1999, se considera terrorista a cualquier acto «destinado a causar la muerte o
lesiones corporales graves a un civil o a cualquier otra persona que no participe directamente en
las hostilidades en una situación de conflicto armado, cuando el propósito de dicho acto, por su
naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización
internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo».
De ese modo, el terrorismo se ha configurado como uno de los fenómenos más complejos del
panorama internacional en la actualidad, generando el interés de diversos autores que se han
puesto a analizar y comprender sus orígenes, remontándose a la Europa de la segunda mitad del
siglo XIX. En ese sentido, es válido tener una apreciación consciente de lo que el anarquismo y
los movimientos vindicatorios posteriores a la Segunda Revolución Industrial significó para la
sociedad Occidental de ese entonces, que observaba atentamente cómo es que los albores del
terrorismo (en una concepción más contemporánea) se iban fraguando en su agitada sociedad.
Es así que la denominación dada por la posteridad a los actos de estos primeros terroristas es
la de “propaganda por el hecho” o, en todo caso, “propaganda por el acto”, con una rica tradición
en Europa que ulteriormente influenció a los socialistas latinoamericanos y fue un importante
antecedente teórico e histórico para entender el desarrollo de tales acciones en la actualidad (que
en sí mismos no son el planteamiento central de este trabajo).
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Acerca de los orígenes intelectuales de la propaganda por el hecho, son importantes los
estudios de Richard Jensen y Caroline Cahm (sobre todo de los capítulos que dedica a Piotr
Kropotkin). Respecto a la oleada de atentados sucesivos que tuvieron lugar en Francia de 1892 a
1894, el estudio clásico es el de Jean Maitron, con su libro “Ravachol y los anarquistas”.
El desarrollo comienza en la década de 1870 con los textos de Malatesta y Brousse, pasa por
Ravachol, Gaetano Bresci, León Czolgosz y hace la parada final en las protestas contra la
condena del famoso dúo de anarquistas italianos Sacco y Vanzetti en 1928, teniendo en cuenta las
repercusiones que estos hechos suscitaron en algunos países de Latinoamérica.
2. Definiciones
2.1. Anarquismo
Citando a Sébastien Faure (uno de los grandes teóricos del anarquismo posterior a la Primera
Internacional1), en realidad no puede haber credo ni ningún tipo de dogmatismo dentro del
espectro de ideologías que se consideran libertarias. Lo que en realidad constituye la
consideración de doctrina anarquista es “un conjunto de principios generales, de concepciones
fundamentales y de aplicaciones prácticas sobre las cuales (…) individuos que se sientes
enemigos de la autoridad luchan aislada o colectivamente contra la misma y todo lo que de ella se
derive”. De tal modo, como filosofía social, no tiene un carácter del todo claro por la gran
diversidad de concepciones de los objetivos y fines anarquistas, cuyas raíces filosóficas se
remontan al renacimiento.
Sin embargo, como ideología, floreció y logró una influencia importante en los
acontecimientos sociales desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera del siglo XX.
Esto de variadas formas teniendo una vez más en cuenta la diversidad de sus opiniones y maneras
de obrar.
Por último, cabe aclarar que, a pesar de su constante uso coloquial, anarquismo no significa en
modo alguno ausencia de orden u organización, ya que su sentido esencial es la auténtica
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autogestión por encima del orden ilegítimo impuesto por el Estado, el capital y la religión, que no
son solo falaces, sino también inestables (Cappelletti, 2010: 13).
2.2. Propaganda
De ese modo, el ulterior análisis del componente propagandístico debe referirse no solo a lo
que es ostensiblemente tal, sino a todo el complejo sistema de comunicación humana donde cada
mensaje puede jugar una función importante en todo el entramado de agitación política y social
en que los hechos se desarrollan.
2.3. Terrorismo
3. La formulación teórica
A pesar de que no hay pruebas de que todo eso fuera resultado de una conspiración
internacional, no cabe duda de que el ejemplo de los atentados de un país estimuló a los de otros.
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Ahora bien, por el otro lado de la propaganda, la expresión escrita en los periódicos
anarquistas jugó un papel promotor de la nueva táctica terrorista, como L’Avant Garde (editado
por Brousse y Kropotkin), que al tiempo que marcaba cierta renuencia a alabar los ataques
directamente, reconocía su valor propagandístico.
Cuando Giovanni Pasante fracasó a su vez al intentar apuñalar a Humberto I, L’Avant Garde
auguró que en el futuro los medios ya no se limitarían a revólveres o dagas, sino que se
emplearían métodos más efectivos como bombas.
En tal ambiente tuvo lugar el congreso internacional de Londres celebrado el 14 de julio de 1881
con delegados de 12 países de Europa y América. Su declaración pública incluye, entre otras
cosas, lo siguiente:
«Al salir del terreno legal, en el que hemos permanecido generalmente hasta hoy, para
llevar nuestra acción al terreno de la ilegalidad, que es la única vía que conduce a la
revolución, es necesario recurrir a medios que estén en conformidad con este fin [...]
Su importancia real residía en que, a partir de ese momento, se empieza a valorar y preconizar
progresivamente la propaganda por el hecho en medios anarquistas (Maitron, 1964:18).
Cabe destacar que en España, durante 1882 acontecieron en Jerez los asesinatos atribuidos a
una sociedad secreta de carácter anarquista que se denominaba la Mano Negra, cuya existencia
siempre ha sido puesta en duda. En Francia se produjeron hechos similares en la región minera en
torno a Montceau-les-Mines.
4.2. En España
Como consecuencia hubo numerosos arrestos sin que alguno de los instigadores o asesinos
fueran descubiertos realmente. Para acelerar el proceso judicial, se estableció una segunda causa
de la que fueron acusadas 8 personas. Finalmente, fueron 4 los condenados a muerte al ser
considerados como jefes de la insurrección y autores materiales de los asesinatos: Jesús
Fernández Lamela, Antonio Zarzuela, Manuel Castro y Manuel Fernández Reina. Fueron
ejecutados el 10 de febrero a garrote vil. Antes de morir, Zarzuela gritó: «Ya veréis, ya veréis
como todos los años tendréis que celebrar el aniversario de los mártires de Jerez» (Avilés, 2013:
220-221).
En marzo de 1892, François Koëgnistein más conocido como Ravachol, colocó sucesivamente
sendas bombas en los domicilios del juez y el fiscal que habían intervenido en el juicio de tres
anarquistas implicados en un tiroteo con la policía en Cliché el 1 de mayo anterior. En medios
anarquistas había causado gran indignación la paliza que sufrieron tras ser detenidos y luego la
petición de pena de muerte que hizo al fiscal, aunque al final dos fueron condenados a penas de
prisión y el tercero absuelto.
Pese a eso, el ejemplo de Ravachol estimuló nuevos atentados. En noviembre de ese mismo
año, Émile Henry coloca una bomba en las oficinas de una compañía minera que termina
explotando en la comisaría de policía, no es arrestado sino hasta dos años después cuando puso
una bomba en el café Terminus, en venganza por la ejecución de Auguste Vaillant (Maitron,
1964:101-108).
Vaillant, quien el 9 de diciembre de 1893 lanzó una bomba en la Cámara de Diputados gala,
fue ejecutado el 5 de febrero de 1894. El presidente de francés de ese entonces, Marie François
Sadi Carnot, se negó categóricamente a concederle el indulto a pesar de que la explosión no había
causado ningún muerto.
De todos los anarquistas, el que más se afectó por el guillotinamiento de Vaillant fue un
italiano llamado Sante Geronimo Caserio, quien cometería el último de toda la serie de atentados
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Figura 4. Puñal usado por Geronimo Caserio para asesinar al presidente Sadi Carnot.
Por otra parte y tal como lo había previsto La Revolté al inicio de los atentados, la acción de
unos cuantos terroristas aislados nunca había constituido una amenaza real contra el gobierno y
sus instituciones, por lo que el sindicalismo volvió a ser abordado como parte principal de la
lucha.
6. En Estados Unidos
El radicalismo moderno en Estados Unidos comenzó en los años 40 del siglo XIX, cuando el país
recibió numerosos inmigrantes europeos que llevaron consigo los ideales de las revoluciones de
1848 vigentes todavía incluso después de finalizada la Guerra de Secesión (Adamic, 1931: 56)
En ese país, puede decirse que, en lo que respecta al terrorismo, el punto de inflexión se
produjo el 4 de mayo de 1886, con la famosa revuelta de Haymarket. Aconteció en Chicago
como respuesta a la violencia con que la policía había reprimido una manifestación sindical que
demandaba la jornada laboral de 8 horas. Aquel día se produjo una caótica sucesión de
acontecimientos en los que una bomba de dinamita fue arrojada contra agentes de la policía de
los que 7 recibieron heridas fatales. Sus compañeros abrieron fuego contra la multitud de
trabajadores, entre los cuales hubo 5 muertos.
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Como resultado de esos sucesos, se condenó a muerte a 7 anarquistas que serían tristemente
conocidos como los “mártires de Chicago”, ya que, según parece, ni siquiera estaban presentes
cuando la dinamita explotó (Fernández, 2020: 65).
En 1892 el anarquista Alexander Berkman intentó dar muerte al director de la Carnegie Steel
Company, Henry Frick, como venganza al despido masivo de trabajadores de una de sus
empresas.
Los años que van desde 1905, cuando se fundó Industrial Workers of the World, hasta 1917
(año de la Revolución Rusa), fueron de una importante expansión del anarquismo en
Norteamérica, resultado casi definitivo de la influencia europea, con mayor experiencia en cuanto
a luchas sociales. En octubre de 1907, una nueva crisis económica sacudió al país con efectos
devastadores para el empleo. En ese contexto de inestabilidad social, en febrero de 1908
Giuseppe Alia disparó contra un sacerdote y en marzo hubo un ataque contra el jefe de policía de
Chicago (Wray, 2015: 18).
El 22 de junio de 1916, en San Francisco, explotó un maletín que contenía una bomba cuando
se celebraba un desfile de apoyo a la entrada de Estados Unidos a la Primera Guerra Mundial.
Dos miembros de un sindicato fueron acusados. Aunque no se tiene certidumbre sobre los
verdaderos autores del atentado, lo más probable es que fuera llevado a cabo por anarquistas
italianos, probablemente liderados por Luigi Galleani, que había llegado como inmigrante en
1901.
Durante ese período de tiempo, el vulgo no simpatizaba con la violencia revolucionaria, por lo
que secundaba al gobierno en su campaña de terrorismo estatal contra socialistas y sindicalistas,
generando un clima de agitación social.
El 16 de septiembre de 1920, en Wall Street, estalló un carro cargado con 45kg de explosivos
frente a la sede del banco J. P. Morgan. El resultado, 39 muertos y 143 heridos graves. Con el
tiempo se empezó a creer en la factibilidad de la pista galleanista, respaldada por declaraciones
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de testigos que identificaron a Vicenzo Leggio. Como en algunos de los anteriores ataques
mencionados, a día de hoy no se sabe a ciencia cierta quien fue el verdadero perpetrador. A Luigi
Galleani no se le pudo inculpar y finalmente su actividad es Estados Unidos se terminó con su
deportación a Italia cuando Mussolini ascendió al poder (Fernández, 2020: 71-81).
Figura 5. Wall Street después de la explosión que mató a más de 30 personas e hirió a muchas
otras.
Las formas específicas de lucha adoptadas por las emergentes organizaciones de trabajadores
latinoamericanos, como la FORA en Argentina o la COB Brasil, fue la huelga general de carácter
insurreccional. Esta forma de lucha adquirió especial relevancia en el período comprendido entre
1890 y 1910 (Goicovic: 6).
7.1. Chile
La llegada del nuevo siglo encontró a Chile en un momento de profundos cambios como la crisis
oligárquica o el surgimiento de nuevos grupos sociales. A esto se sumó la importancia del salitre
para el Estado, que alcanzó su auge entre 1880 y 1924 con ayuda de capitales extranjeros. El
crecimiento económico trajo consigo la industrialización de las grandes ciudades y grandes
procesos migratorios, derivando en la aparición de núcleos urbanos medios y proletarios que, así
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como en Europa con las características intrínsecas de una temprana Revolución industrial, vivían
en condiciones sumamente precarias (Hoehn; et al, 2007: 8-17).
De acuerdo a Sergio Grez (1997), las organizaciones de trabajadores a finales del siglo XIX
estaban conformadas por mutuales, cooperativas, escuelas de artesanos, orientadas al
mejoramiento material, a la formación moral, al socorro mutuo, al ahorro; hasta que esas
inquietudes se convirtieron en demandas que empezaron a ser articuladas políticamente. Su
profunda fe en el pueblo y en las potencialidades de su acción espontánea, constituyen garantías
suficientes para el desarrollo de un proceso revolucionario, que poco a poco deja de necesitar
programas o dirigentes.
Al igual que con Estados Unidos, la instalación del anarquismo en Chile se produce junto con
el arribo de los internacionalistas del sur de Europa que emigran tras la derrota de la Comuna de
París (1871) y junto con la disolución de la Primera Internacional (1876). Aun así, las primeras
manifestaciones de organización anarquista se dan en la década de 1890 en torno al gremio de los
tipógrafos, tanto en Valparaíso como en Santiago (Vitale, 1998).
7.2. Argentina
https://www.iri.edu.ar/wp-content/uploads/2016/12/RI51-historia-bacchiega.pdf
http://sedici.unlp.edu.ar/bitstream/handle/10915/38736/Documento_completo.pdf?
sequence=1&isAllowed=y
15. Goicovic, Igor. La propaganda por los hechos en el movimiento anarquista chileno (1890-
1910). Disponible en: http://www.memoriachilena.gob.cl/archivos2/pdfs/MC0018289.pdf
16. Herrerín, A., & Áviles, J. (2009). El nacimiento del terrorismo en Occidente: Anarquía,
nihilismo y violencia revolucionaria. España Editores S. A.
17. Hoehn, M., Rivera, F., Amar, M., Vázquez, D., & Obrador, R. (2007). La Masacre de la
Escuela Santa María de Iquique, mirada histórica desde la Cámara de Diputados. Editorial
Andros.
18. Maitron, Jean. (1964). Ravachol y los anarquistas. París, Francia: Folio histoire.
19. Marambio V., Héctor (2004). Sociedad Occidental: Notas sobre Educación e Historia.
Pharos, 11 (1), 67-89. [Fecha de Consulta 26 de Octubre de 2021]. ISSN: 0717-1307.
Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=20811107
20. Pizarroso, A. (1999). La historia de la propaganda: una aproximación metodológica. En
M. Vázquez (Ed.), Historia y Comunicación Social (4.a ed., pp. 145–147). Editorial
Crítica.
21. https://www.bcn.cl/publicaciones/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/6350/1/
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22. Propaganda por el hecho. (2021, 5 de agosto). Wikipedia, La enciclopedia libre. Fecha de
consulta: 03:00, octubre 12, 2021 desde https://es.wikipedia.org/w/index.php?
title=Propaganda_por_el_hecho&oldid=137477808.
23. Rodríguez Morales, Tania Gabriela (2012). El terrorismo y nuevas formas de terrorismo.
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1665-8140. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=67622579005
24. Vitale, Luis. 1998. Contribución a una historia del anarquismo en América Latina.
Instituto de Movimientos Sociales “Pedro Vuskovic”. Santiago de Chile, Chile.
Disponible en:
https://www.archivochile.com/Ideas_Autores/vitalel/2lvc/02lvchistsocal0027.pdf
25. Wray, B., The Anarchist Peril: Industrial Violence and the Propaganda of Fear in Turn of
the Century America, 1886-1908, Tesis, University of Toronto, 2015, pp. 18-19.