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Alquimia - El Mexicano, Alquimia y Mito de Una Raza - Manuel Aceves
Alquimia - El Mexicano, Alquimia y Mito de Una Raza - Manuel Aceves
E l m exicano:
alquimia y
m ito de una
raza
Seguido de otros ensayos
junguianos
México, 1991
Primera edición, noviembre de 1991
© 1991, Manuel Aceves
D. R. © Editorial Joaquín Mortiz, S. A. de C.V.
Grupo Editorial Planeta
Insurgentes Sur 1162-3o., Col. del Valle
México, 03100, D. F.
ISBN 968-27-0509-6
Me escondí ante mi tiempo a la
sombra de sus alas.
Mi ojo ve este tiempo, pero él no me ve.
Si preguntas a los días, cuál es mi
nombre, no lo conocen;
ni el lugar en que me encuentro,
sabe dónde estoy.
T.W . DANZBL
7
Justam ente, la prim era y segunda partes de este
trabajo se dedican a cum plir con tal requisito.
En el intento de esbozar una psicología mitológico-
alquimista del mexicano — idea subyacente a lo largo
del estudio— , estamos en deuda con los filósofos Anto
nio Caso, Samuel Ramos y Leopoldo Zea, así como con
Paul Westheim, investigador del arte precolom bino y
prim er estudioso de E spejo Ahumador.
T erm ina este estudio, com o es de rigor, con una
p r e s e n t a c ió n de la t é c n ic a p s ic o t e r a p é u t ic a
(arquetípica) de C.G. J u n g y sus discípulos, aplicada
a nuestro caso.
M anuel A ceves
§1
Com o técnicas arcaicas m ístico-religiosas, la m ine
ría, la metalurgia, la fundición y la alquim ia están
emparentadas con la conquista del fuego y de la
materia, que em pezó ya en el paleolítico. Con la
cocción del barro o cerám ica, se logró por prim era vez
m odificar el estado de la m ateria.
Tal vez debido a esta relación pon el fuego y la
materia, el m ito de origen d é la alquim ia debe buscar
se en la a ntigua concepción que se refiere a la M adre{
T ierra como portadora de m inerales-em briones, sus-
ceptibles de ser “m ejorados” m ediante transm utacio-i
n es artificiales; es decir, de fragua y laboratorio. ’
Históricam ente, J a alquim ia es el resultado del
encuentro de v a ria s"co m e n te s de la A^tiguédad..
entre ellas, los m isterios, el neopitagorism o jr_el
neoorfismo, la astrologia, las sabidurías orientales
reveladas, el gnosticism o y las tradiciones populares
p o rta d o ra sa e los secretos de oficio, las m agias y
^técnicas másantierúas. etcetera.1
Discípulos de los griegos y de los persas, los(arab&s
fueronlos encargados de introducir en Europa la ciencia
dft-figipfo y RaKUr>piaj vía Bizancio en el siglo vm, por
conducto de los cruzados del siglo x i i — que se pusieron
en contacto con los alquimistas sabeos— y, por último,
a través de España en el siglo xm.
Según Ju liu s R uska, in vestigador alemán, la
Tabula Smaragdina, considerada com o la biblia de
11
los alquim istas, a lca n z ^ n tr e los árabes su redacción
definitiva hacia el siglo x, aunque su m odelo procede
sin duda de los griegos y alejandrino^-
Conforme alrruto^Apolonio de Tiana — que no es otro
que el Balinas árabe, Bonellus o Belinus latino— ,
“después de haber anulado con su arte mágico la poten
cia del talismán que impedía la entrada a la tumba de
Herm es Trismegisto, encuentra la m om ia de éste, y en
su m ano la afamada tabla de esmeraldas” (Ruska).2
D icho texto deriva con toda probabilidad de un
escrito astrológico anterior y puede ser parangonado
c o n los tra ta d os co rre s p o n d ie n te s d el Corpus ■-
teticum , el cual se dio a conocer en Europa hasta
el sigloosy a través de la traducción latina debida a
M arsilio Ficino.
E n efecto, hacia 1460, un m onje encargado por
C osm e de M edicis para buscar y reu n ir m anuscritos
antiguos, llegó a Florencia, procedente de M acedonia,
con unos papiros griegos bajo el brazo entre los que se
h allaba el Corpus Hermeticum y u n a cierta versión
de la tablilla esm eralda (monas generat monadem).
E sta últim a, sin em bargo, ya se conocía en
O ccidente, introducida por los grandes helenistas
q u e fu eron los árabes, y se sa b e p o r estu dios
com petentes que hacia los tiempos de San Alberto el
G rande o M agno (1193-1280) — que fue un gran
alquim ista— había ya alcanzado en latín su forma
m ás decantada.3
§2
T anto los griegos com o los latinos identificaron al
12
dios agipcio^Top— “escriba de los dioses y depositario^
de la sabiduría”— con el d ios HermeadVlercurio. al í
que se considera “(r e s j yeces grande” (Termaximus o ^
Trism egisto).
Cicerón, por ejem plo, afirma que, en realidad,
hubo cinco M ercurios, de los cuales el últim o, después
de acabar con Argos, se vio precisado a refugiarse en
Egipto donde fundó la ciudad de H erm ópolis y “dio
leyes y letras” a sus habitantes, bajo el nom bre de
T éuth o Thot (De natura deorum, 44 a. C.).
Una investigadora contemporánea del hermetismo,
Francés A. Yates — profesora de historia del Renaci
m iento de la U n iversidad de L ondres (W arburg
Institute)— , advierte por el contrario que, con el
nom bre de Herm es T rism egisto, aparecieron en los
prim eros siglos de nu estra era num erosos textos en
lengua griega, referentes a la astrología y las ciencias
ocultas, las virtudes secretas de las plantas y piedras,
la fa b rica ción de talism anes para alcanzar el poder
de las estrellas, etcétera.
Al mismo tiempo surgió una corriente filosófica bajo
los auspicios del respetado nombre de H erm es t—prosi
gue la doctora Yates:
13
I 1
§3
5 Ibid., p. 19.
6 Ibid., pp. 20-21.
14
representarse objetivamente los m ovim ientos del
alma, sin tener que vivirlos de un modo subjetivo.7
Su cam ino se divide en cuatro y hasta en cinco
etapas, las cuales toman su nom bre justam ente de
los colores que va adquiriendo la materia. S on éstaq:
18
“Era la locura del tiem po”, term in a diciendo
Langlet-Dufresnoy en su H istoria de la filosofía her
m ética (1742).
§5
19
en el tiem po; debía existir un puente. Entonces sur
gieron en él sueños del siguiente tenor:
§6
20
I I
21
Com o se sabe, Jung m antuvo dichas investigacio
nes en secreto durante varios lustros, hasta que en
1935 v 1936, en los simposios Eranos de Azcona habló
por prim era vez de la concurrencia de sím bolos
alquím icos en los sueños de sus pacientes.
Los textos de ambas conferencias, corregidos y
aum entados, dieron cuerpo a su célebre tratado sobre
Psicología y alquim ia, publicado en 1944, cuya se
gunda edición revisada apareció en 1952.
Estos libros, jun to con su obra posterior y definiti
va sobre el tem a, Mysterium Coniunctionis (Í9|>5-
1956), constituyen, por decirlo así, la piedra de roseta
de la psicología junguiana.
J Por consiguiente, la psicología de Cari G ustav
l Ju ng debe ser tenida por una paicologísuUquimrtsta y
^ jherm ética. no solam ente mitológica.
§7
§8
17 Ibid., p. 291.
[ignis, aquae, aeris y terrae]. Es el hermafrodita del ser
inicial, que se divide en la clásica pareja de hermano y
hermana y que vuelve a unirse en la coniunctio, para
manifestarse por último en la resplandeciente figura del
lumen novum, del lapis.}a
'aIbicL. p. 317.
19 Ibid., p. 295.
26
la disolución de uno m ism o en átomos y su asim ila
ción en el útero de la herm ana, etcétera.
Pero poco a poco, conform e avanza la obra, van
v ": A
desapareciendo estas im ágenes y presentándose una
inefable: un duro m etal, que es líquido a la vez,
espiritual y material, frío y, sin embargo, ardiente,
un veneno que cura, un elixir, una p an ace a ___
Se trata, en realidad, de u n sím bolo un ific a d a de
los opueátoé (coniunctio oppositorum ), del lapis o
piedra, fin supremo al que tiende el opus alquím ico y,
desde otra perspectiva, el análisis junguiano.
§9
07
oscuro; por su parte, los necios y los locos no podrán
entender absolutamente nada...
28
Resulta nue lr>« antigmns alqu im istas se den om i- ¡
naban a sí m ism os a r g n -n fn itrisj r hablaban la lengua/.
a r g o t ic a . m ientras bogaban en la n a ve A r g o s (el o p u s )
en busca del V ellocino de Oro (P ie d r a Filosofal) ¡
Vale decir entonces que las catedrales m edievales
¿
no son obra sino de alquim istas, de aquellos que se
com unicaban p or m edio del a r g o t h o a r g o t i los
grgo¿¿£gfcr.también v o y o u s (videntes).
4
M
Todos los iniciados — concluye Fulcanelli— se expresaban
en argoj... los Frimasons, o francmasones de la Edad
Meaiá7“posaderos del buen Dios”, que edificaron las obras
maestras argóticas [las catedrales] que admiramos en la
/ actualidad. También ellos, estos nautas constructores,
conocían el cam in o que conduce al Jardín de las
Hespérides...21 ~~ '
§ 10
§ 11
~Ibid, p. 133.
32
John Pordage, célebre p or una carta dirigida a su
soror mystica , Jean Leade, en la que expone el sen ti
do del opus, afirm a que:
!\
\[El Baño María] es el lugar, la m atrix y el centro de donde
t el tinte divino fluye como en su fuente y origen. (D eutsches
Theatrum chem icum , 1728.)
§ 12
35
ción consiste en la disolución de las sustancias m ine
rales en un b a ñ o m ercurial.
Porque de acuerdo con K irchw eger, presunto au
tor del Aura catena Homeri (1723) — libro que influyó
sobre el joven G oethe— :
36
Tritura la piedra hasta convertirla en fino polvo y pon ésta
en vinagre clarísimo, coelestino [celeste], en seguida se
disolverá en agua filosófica [compuesta].
/V 3 37
P or lo pronto, la/solutip ha provocado en el artista
y en la sustancia um rregresión al Caos inicial prim i
tivo, a la tierra del Paraíso, a la materia, que según
el Rosarium Philosophorum “la N aturaleza ha tra
bajado un poco y ha dejado sin term in a r”.
,—S em ejante reducción de las sustancias a una massa
Wj üconfusa — m aterial fluido e informe— corresponde a
, uhi ve l cosm ológico, según Eliade, “al estado caótico
Y&y prim ordial y, en los rituales de iniciación, a la ‘muer-
tendel m ístico!!29Y equivale a una reintegración de la
JNoche cósm ica, del Caos precosm ólogico. Kn efecto, el
agua yT agJjaioblao sim bolizan la-disolución de las
b rm as y el retom o al estado seminal de la existen-
cia^fcaÑ och e queda, así, asim ilada a las tinieblas y,
,en cierta forma, a ud^egresodlutero^
( A nivel psicológico, la separación de los elem entos
í p . dignifica literalm ente una disolución del v o v s e vive
l \ \ |/generalm ente com o unaNprisis esquizofrénica^ En
\\ Agesta situación la conciencia amenaza de continuo
Viundirse en el inconsciente, esto es, en la nox pro
penda, en las tinieblas.
' S egún Jung, se trata de un ábaissem ent du niveau
m ental que puede presentarse repentinam ente, un
descenso de la tensión de la conciencia.
E n la práctica del yoga, este abaissem ent es una
operación buscada deliberadam ente, lo m ism o que
en la vera im aginatio de los alquim istas. Sobre este
punto, Eliade — que fue u n experto en la m ateria—
sostiene que en el ejercicio del yoga se trabaja preci-
> sám ente sobre los contenidos del inconsciente p »r »
quem arlo | . Pues, “a diferencia del psicoanálisis, el
yoga estim a que es posible controlar las pulsiones del
incon scien te”.30*
38
§ 13
39
T r
\
yogui durante su intensa concentración? Sin duda.
^ Aunque el alquimista, cómo buen occidental, necesita
de una estufa o atanor para calentarse, mientras que el
oriental es el h om o m ism os»
Como se sabe, este exceso de/caíorÍnterior se consi
gue por vía de meditación acerca del fuego o bien repri-
J *jmiendo la respiración. El regio artista hacía lo primero.
Y al repetir esto, sostiene Eliade, el alquimista se
<(t)' emparenta no sólo con los místicos de la India, sino con
todos los señores del fuego : chamanes, alfareros,
r fundidores, herreros, etcétera.
Y en efecto, desde los tiempos más remotos, producir
/< 3 y/e¿ fuego en el propio cuerpo e« señal de que se ha
trascendido la condición hum ana.
Pero el operario medieval estaba lejos de sentirse
§ 14
43
¡ Y ciertos m itos llegan incluso a atribuirle la pro-
j du cción del fuego, el encendido del hogar y hasta la
1 costum bre de sacrificar.
H ace notar una rem ota versión que, debido a su
carácter crepuscular, (fíerm eij?es el dios de la revela-
^xonjen el sentido de qim “e l c repúsculo m atutino, al
pon er en evidencia los objetos, descubre lo s jtesoros
o^ultoá, en lag ffitíeEIáft de la n och e'y los ofrece de
pronto a las m iradas hum anas”.36
E sta im agen de H erm es, traducida poéticam ente
por sus amanuenses, acaso intenta justificar o, al me
nos, minimizar el asesinato que cometió con Argos — de
aquí su apodo de Argifonte— , cuyos múltiples ojos se
supone simulaban el rutilante cielo nocturno — o sea
que “el crepúsculo de la m añana” (Hermes) apaga “la
uz de las estrellas” (Argos).
Com o Agonios, es decir, como divinidad protectora
de los gímnicos combates, Hermes era el prototipo de los
mancebos griegos, no sólo por su eterna juventud, sino
tam bién por su fuerza y belleza — esto últim o como
haridotes, que im prim ía su propia gracia en el cuerpo
e los demás. Com o dioadgla palestra, son sus atributos
la palm era y eTgaÜo7símboío^del belicogo mstinto
Se cuenta por otráTparte que Tíasta los niños lo
apreciaban y que se complacían en ofrecerle amarantos,
j acintos y fragantes violetas en sus altares d éla escuela.
Los hombres que tem an por oficio la escritura, sohan
invocarlo con especial amparo. Porque Herm es. como
inventor de las letras, era patrono de los escribanos v de
las profesiones liberales en general, cuvos útiles ma
nuales se encargó de fabricar.
§ 15
36 IbicL. p. 204.
44
sas, flermesf) es — por el contrario— una divinidad j
esenciáiménte nocturna. Eurípides, en su tragedia Reso, 1
dice que él es el “Señor de la gente que actúa disfrazada \
en la oscuridad”.
Y efectivamente, la otra cara de Hermes — que tal
vez tengamás-de-cuatro— , es la de un archiladrón, un¿t
tramposo ( trickster), un embaucador, un picaro á 'q u ie n ''
de tan torcido, no se le puede confiar nada.
Robó a Apolo, aparte de las vaquillas, el carcaj y el
arco, el tridente a Neptuno, el cinturón a Venus, 1
espada a Marte, las herramientas a Vulcano y ni é
ígneo cetro del padre Zeus escapó a su cleptomanía
aunque cometió el error de tomarlo por los rayos,
achicharrándose las manos. Por este último latrocinio
fue expulsado a la Tierra, si bien por poco tiempo.
Y, como escribe W. F. Otto, “de él se puede aprender
a jurar en falso con la m ás convincente expresión
cuando el momento lo exige”.37Y el discípulo que se lleva
las palmas es, sin duda, su propio hij o Autólico — abuelo
de Odisea—, quien pasa com o su favorito porque
¿ ^ “aventajó a todos los hombres en las mañas del robo y el
perjurio”.
§ 16
45
transparentes; significa: *el del montón de piedras'
[herma].38
0*°\
ralmente, esto es, com o \méñsajerddel inconsciente. de
los complejos v argnotipog -y
§18
41 IbidL, p. 87.
Por ejemplo, qué se puede decir de un psicoanalista
que se jacta de la dignidad de su persona y de su
profesión. Que tiene poco o ningún contacto con el
arquetipo de la relación, representado por el dios de las
encrucijadas.
¿Cómo se puede entrar eiyéontacto con las personas
que justamente padecen por causa de la indignidad de
sus síntomas y complejos?
López-Pedraza considera que, gracias al arquetipo
de Hermes — activado en el terapeuta durante su propio
análisis— , al presentarse como heraldo y conductor, se
puede establecer a través de las sesiones u n verdadero,
diálogo con las partes “vergonzantes” de la psique, qué
no son sino los demás dioses del Olimpo, cuya conduct
es ciertamente vergonzosa, como la del propio Hermes^
Y com odios de las fronteras, Hermes tiene la ventaja
de “j^rotegepla relación analista-paciente, conteniéndola
dentro desús límites, lo cual no implica nunca poder /
dependencia”.42-^”
§ 19
50
Una interpretación com o la de Evem ero y su
escuela supuestamente histórica, argum enta que
HerrQea, después déla m uerte de su padre Jú piter, de
su t.ín Pintón y de su abuelo A tlas, heredó el im perio
sobre Italia, las Galias, E spañ a y M auritania.
Según esta misma tradición, se cuenta que H erm es
viajó a Egipto para aprender todas sus ciencias,
“después de civilizar a sus pueblos y suavizar sus
costum bres”.
En resum en, he aquí lo que concluyen los seguido
res de Evemero:
51
m TEZCATLIPOCA
§20
53
Según esto, la conciencia colectiva47*del México de
hoy corresponde al ambiente de “moderna nación in
dependiente”, en tanto que la Colonia y la Antigüedad
form arían el in consciente racial, y los m ilenios
precortesianos el inconsciente del grupo étnico. El in-
consciente personal o subconsciente freudiano, por el
/ A^-^jcóntrario, está compuesto por complejos adquiridos
\ ^ y i d u r a n t e la vida individual.
Freud negó la hipótesis de un inconsciente colectivo,
porque, de acuerdo con su concepción inicial, los con
tenidos del inconsciente se reducirían a tendencias
infantiles reprimidas por la incompatibilidad de su
carácter sexuakfMas tarde, sin embargo, sustituyó el
concepto de inconsciente por el de ello (Esol/I), lo cual
le permitíó7 por una parte, prescindir de las ideas
reprimidas y. por otra, justificaFsu propio descúEH-
54
vez insuperable d é la acción que ej ercen los complej os [>
inconscientes sobre el hombre. [M
De acuerdo con E rich N eum ann, los .com plejos
funcionales o arnuetipos se pueden explicar como jp
factores determ inantes a priori, patrones de con- %
ducta, modos de aprehensión de la realidad. Actúan
com o una voluntad inconsciente que determ ina el \ ¡J y
com portamiento hum ano siguiendo leyes y al m ar- <S
gen de la experiencia del individuo. Su dinam ism o es 4
«F,
tan poderoso que deciden de hecho la personalidad,
adem ás de influir decisivam ente sobre la conciencia V /
y aun la dirección específica del entendim iento.49
55
según Jung:
§22
58
mexicanos de u n dios, por cierto “el m ayor de los
m ayores de sus dioses que ellos reverenciaba n ”:
Tezcatlipoca (Códice M agliablecchi).
Según J.E. Thévet, Q uetzalcóatl “era menos p o d e
roso que T ezca tlip oca y le te m ía ” (H istoire du
M exique).58
Westheim llega a afirm ar que el M éxico an tiguo
“vive a la som bra de (fezcatlipcfea, portador de l a , \
desdicha, que tiene prepltrad^s'para el hom bre m ás \
de s ie te fo r m a s de infortunio”. Y este diablo no deja en j
paz a nadie — continúa el h istoriador del arte preco- J
lombino: . w i ;l
YVl( ^6.tt<JL
Quien hoy se siente seguro, mañana puede ser víctim a de
su demoníaca naturaleza, que sólo quec
causar pánico, desgracia y desesperación.59
59
que em pleó para enloquecer a Quetzalcóatl, que al
contem plarse en él se vio viejo, arrugado y lleno de
lobanillos.
§23
60
Ipalnemohuani (Aquel por quien se vive); Totecuio in',
ilhuicahua in tlaltipacque in m ictlane (Nuestro señor,/
dueño del cielo, de la tierra y de la región de los muertos); (
Moyocoyami (El que a sí mismo se inventa), etcétera.61
§24
64 Ibid, p. 14.
65 Bem ardino de Sahagún, op. cit., p. 563.
66 Ibid., p. 232.
62
entera de que asimismo en el Festival de H erm es, en
Creta, “los ‘inferiores’ o esclavos eran elevados y
servidos por los propios sunos”.67
En realidad, todos somos sus esclavos, los libres y no
libres. Porque Titlacahuan (= aquel de quien somós
gsclayqs) es, a no dudar, la descripción m ás exacta del
poder omnímodo que ejerce el inconsciente .sobre el
hombre. Como conAfereuriJ) — que, según definición de
Jung, “f e el arquetipo del inconscientp7’ 68— , todos
estam os expuestos a sus súbitas m udanzas, a sus<t
caprichos v arbitrariedades.
Por eso, además de T ezcatlipoca v T itlacah uan. es
M oy n cn v st.zin o sea “E l qu e obra a su arbitrio”. Y
como tal lo invocaban los indios:
63
§ 25
65
“Y por [su] hermosura codiciábanla los dichos toltecas
para casarse con ella; y el dicho Huémac no se las quiso dar
a los dichos toltecas".
Y ésta es la versión de los informantes:
Pues aquella hija de Huémac
miró hacia el mercado
y fue viendo al Tohuenyo: está con la cosa colgando
[tlapilotinem i].
Tan pronto como lo vio,
inmediatamente se metió al palacio.
Por esto enfermó entonces la hija de Huémac,
se puso en tensión, entró en gran calentura,
como sintiéndose pobre
del pájaro del Tohuenyo.
Se puso muy mala la princesa por aquello que vio,
y luego se le hinchó todo el cuerpo.
—¿Cómo comenzó a entrar en ca len tu ra m i h ija ?
— p regu n tó H uém ac.
— Señor, contestaron las viejas servidoras, de esta
enfermedad fue la causa y ocasión el indio toueyo, que
andaba desnudo y vuestra hija lo vio y miró el miembro
genital de aquel toueyo, y está mala de amores.
— ¡Ah toltecas! —ordenó Huémac— , buscadme al
toueyo que anda por aquí vendiendo chile picante, y por
fuerza ha de aparecer.
Y el encuerado no parecía.
Huém ac mandó entonces pregonar en la sierra
Tzantzintépec (Cerro del Pregón) que si lo hallaban rápi
damente lo llevaran ante él.
Pero después por sí mismo apareció el Tohuenyo,
no más se vino a instalar,
donde había aparecido por primera vez.
Llevado a su presencia, le dijo el cacique: “vos
antojásteis a mi hija, vos la habéis de sanar”. Esto le
respondió: “Señor mío, en ninguna manera puede ser esto,
mas matadme, yo quiero morir porque yo no soy digno de
oír estas palabras, viniendo por aquí a buscar la vida
vendiendo ají verde”.
Y luego tomáronle para lavarle y trasquilarle, y le
tiñeron todo el cuerpo con tinta y le pusieron el m axtli, y
le cubrieron con una manta al dicho toueyo.
Y cuando lo dejaron así arreglado,
le dijo el Señor: “Mira a mi hija,
66
allá está guardada”. ;
Y cuando el Tohuenyo entró a verla, j;
luego cohabitó con ella, J
y con esto al momento sanó la mujer. <j
En seguida se convirtió el Tohuenyo en yerno del Señor ji
[amomontzin = “vuestro estimado yerno”]. I
§ 26
68
temas que le perm itieron fundam entar su te o ría d e l
carácter universal de los arquetipos del in con scien te
colectivo. (
Como se ha visto, estos arquetipos se m a n ifiesta n
preferentemente a través de motivos re lig io so s y
mitológicos, mismos que aparecen en todos los p u eb los
y en todos los tiempos en formas idénticas.
El rito azJ«ecajiel_Teocualo, sorprendentem ente p a
recido a laQSucaristíá cristiana, es un eje m p lo d e
este fenómeno,-^3i e íc u a l ve Jung una c o n firm a ció n
de sus ideas, péro en u n sentido m ás profu ndo, d a d a
la originalidad e in depen dencia de las c u ltu r a s
precortesiahas respecto del Viejo M undo.
lin a S ahagún qu e en la ce re m o n ia d e l
eocualq) los s a ce rd o te s h a cía n u n c u e r p o d e
uitzílopochtli de u n a m asa de harina de b le d o s L
(Argemone mexicana), luego lo traspasaban co n u n a
lanza, lo dividían e n p ed a zos y fin a lm e n te lo-'
comían.
69
A quí está la reseña que hace Jung de Espejo
Ahumador, que entresacamos de la conferencia que
dictó en el mismo simposio Eranos de 1937:
70
/ capilla] y le ponían ciertos ramos en el dicho asiento, por su
\ honra y servicio, cada cinco días...78
§27
71
stOr-AS llam ado con toda propiedad “corazón del
f )nte^ U V O sím bolo es.el tigre* n ja ^ ía y (/WZnfZ) o
i l a bestia depredadora por excelencia. Y así se
asenta en el Códice Borbónico, disfrazado de ocelote
nepeyolohtli (= corazón del m n n U
i este consigna Sahagún: “el rugido del jaguar,
/ que hace tem blar al hombre com o los sonidos de la
\caracola, es augurio de desdicha; anuncia la m uerte
en la guerra, enferm edades, em pobrecim iento, es
clavitu d . . . ” 80
Y si la vida se vuelve insufrible y amargosa, no se
debe culpar a la muerte, sino a este urdidor de
desdichas, que acecha al hom bre para acabar con él,
com o el tigre a su presa.
De tal m anera, el sentim iento de la inanidad de la
istencia, tan peculiar en el m exicano, viene dado de
ezcatlipoca.
72
I I I
u n o s dioses a los c u a le s im a g in a b a n m e r a m e n t e e sp ir i
tu a le s y a je n o s a t o d a m a t e r ia c o r p ó r e a , co m o fu e
T ezca tlip u ca , [el cu a l] se debe e n te n d e r e n r a z ó n a l efecto
que hace, que e s d a r v id a a l m u n d o , o a la s co sa s to d a s qu e
en él se co n tien en , p o rq u e por e s ta r a z ó n se p u ed e decir
qu e es el á n im a d el m u n d o ...83
73
integrar cabalmente; más bien, es de ella de donde surge
la conciencia.84
74
reflexión: una especie de rebis o cosa doble, una ver-
daderaTco mplexio oppositorum , que algunos han
querido llam ar Serafita m esoam ericano en recuerdo
del gran personaje de Balzac.
§ 28
75
un “resp lan d o r de la lu z e te r n a , el esp ejo sin m a n c h a de
D io s”, u n ser fo rm a d o de u n a m a n e r a m u y s u til y que
tr a sp a sa tod as la s co sa s.
/ S) 4
Pero, psicológicam ente — alerta Jam es Hillman,
revisionista de Jung— , eHSnrnpTdifícilmeate puede
\L atribuirse a un solo sexoTTIómo actividad que se
refleja en la conciencia y le da vida, esto es, como
psiquismo, es propia tanto del hombre com o de la
m ujer. Así pues, confutando a los escolásticos m edie
vales — que preguntaban habet mulier anim am 1?— ,
repetimos con H illm an que no se puede privar a la
mujer de un principio cósm ico como es el arquetipo
del ánima, sim plem ente per definitionem.
De manera que la m ujer no es puro ánimus — como
se cree todavía en algunos círculos retrógrados— , sino
que también sueña con niñas, hadas, brujas, prostitu
tas, santas, pájaros, tigres, arañas y serpientes,'éuñbolp.s
d^determtnfldas funciones psíquicas del á n im a .
§ 29
76
mejor para aterrorizar a la gente. Porque Titlacahuan
es, en efecto, el suprem o Tlacatecólotl o jefe de los
hechiceros, em baidores vnierom ánticos — personaj es
siniestros, los m ás tem idos en M esoam érica. Y así
con M ercurio, que en el M editerráneo y en toda E u ro
pa era tenido por archibrujo o m ago en la form a de
Hermes -Trism egisto.
Por otra parte, E. Seler llam a a Tezcatlipoca “la
joven luna”.
El peje cipaquali que es com o cay man le devoró una
pierna a la hora del crepúsculo, com o se asienta en la
iHistoria de los mexicanos p or sus pinturas. IJsto se
^interpreta en el sentido de que el pie m utilado rep re
senta a la “luna creciente”, a la que falta todavía
¡parte de su cuerpo.
Un dibujo del Códice Fejérváry-Mayer en el que del
muñón de la pierna mana sobre un círculo abundante
sangre, es el fundamento de la concepción lunar de
Espejo Resplandeciente.
Esta potencialidad de ser, im plícita en la im agen
de la luna en ascenso, está relacionada con una de las
transfiguraciones más estupefacientes — y acaso la
preferida— de Tezcatlipoca. E sto es, en T elpucflLp
Telpochtli.
Q u iere d e c ir m a n ceb o — a c la r a T o r q u e m a d a — , p o r q u e
las m á s v e c e s que a p a rec ía e r a e n fo r m a de m a n c e b o
m u y g e n tilh o m b r e y m u y c u r io s a m e n te a ta v ia d o .88
77
m uy largo a la espalda. U saban aretes o zarcillos y
bezotes en la boca y su dem ás atuendo era m uy
peculiar — “las mujeres con sus cam isas y naguas
m uy galanas, las cuales traían de ordinario el cabello
largo, suelto y tendido, preciándose de im itar a su
dios cum plidam ente” (Torquem ada).
La congregación del pelo largo y la arracada dispo
nía de una casa en cada barrio o calpulli donde
acostum braba a juntarse la juventud no guerrera,
com únm ente a la puesta del sol, y no hacían otra cosa
que tañer, cantar y bailar asidos de las manos, todo
en “loor y a la b a n za s” de T ezca tlip oca . Y todo
concluía cuan do, al filo de la m edia noche, se
retiraban a su casa.
Pero T elpochtli significa, literalm ente, “El que no
i envejece jam ás”, “El eternam ente joven”. Y en cuanto
I tal presidía tam bién la casa de los guerreros jóvenes
] y solteros, el Telpochcalli, especie de academia m ili
tar para los hijos del pueblo.
Y del m ism o modo con H erm es que, com o se
recordará, tam poco envejece y es siempre joven,
además de que presidía los gim nasios y los com bates
juveniles en la Grecia clásica.
,/ “Joven lu na”, con todo, tiene aparte otro significa
d o, sin d u d a p a v oroso. B a jo e s ta a d v o ca ció n
Tezcatlipoca, “sol de la noche”, es el encargado de
procurar los prisioneros de guerra que serán sacrifi
ca d o s a los dioses. Y así el séquito del joven guerrero
/p o es sino la poderosa y tem ible orden de los caballe
aros tigres o jaguares.
La fiereza que m ostraba el guerrero azteca en los
com bates era, con toda certeza, consecuencia de la
con versión del ánim a en tig re u océlotl (h e m
bra). Sabem os por Jung que la función de este
arquetipo es la de reflejar en la conciencia las
em ocion es del in co n scie n te co m o si fu e ra un
espejo: en este caso un espejo negro que rutila
78
y hasta relampaguea.
Y mediante un cierto procedim iento ritual — tal'
vez acompañado de una invocación—-, el m ístico com
batiente tenochca se convertía, efectivam ente, en
una bestia de presa — esto es, en u n poseído porl
Tezcatlipoca-Tepeyolohtli, “el corazón del m onte”,'
cuya condición felina lo em parenta con la G ran M a
dre Coatlicue, diosa de la Tierra, la D evoradora y
Terrible.
§30
79
personifica, a través de im ágenes, la vieja in terior y
exterior v se identifica, por lo tanto, con la actividad
consciente m ism a, con el proceso de devenir conscien
te específicam ente humano.
Y “si el d e v e n ir con scien te — señ a la Jam es
H illm an— tiene sus raíces en la reflexión, y si este
instinto está relacionado con el arquetipo del ánima,
entonces la conciencia dependerá m ás del ánima que
del y o ”.90
Según Jung. el ego consciente no e a sino el órgano
de expresió&úela-psiq u e en su totalidad, un producto
del inconsciente, u n a suerte de e s p e jo co m o e l ánima
por m edio del cual el inconsciente se refleja o se hace
consciente a sí m ism o.
E n este sentido, la conciencia o yo, igual que el
ánim a, podrían definirse como “una personificación
del inconsciente m ism o ”.91
Todo lo anterior perm ite decir a Jung, para con
cluir, que “la conciencia (esto es, la conciencia perso
nal) proviene del ánim a”, y que “en el Oriente se ve a
la conciencia com o u n efecto del ánim a ”.92
A hora bien, ¿cuál era el estado m ental o psicológi
co de los tenochcas y, en general, de los pueblos
mesoamericanos en vísperas de la conquista española?
§31
80
su madre, los Centzon-huitznahua (400 surianos) co
mandados por Coyolxauhqui.
Se había decidido que esta serpiente de turquesa se
usaría como último recurso en la defensa de la Gran
Tenochtitlan contra los invasores españoles. He aquí
cómo cuenta tal prodigio el historiador I. B em al:
82
IV M A D R E T E R R I B L E Y
DEVORADORA
§32
83
religión de los tenochcas? Nuestro análisis es más bien
psicológico y no político y sociológico, así que regresa
m os a Neumann:
84
I
85
§3 3
86
De aquí que a Huitzilopochtli se le pinte en los códi
ces con una pata de chuparrosa en vez de pie, lo cual lo
relaciona, por otra parte, con la planta de maíz, que per
tenece al oeste, o sea la región de la Gran M adre — a la
que ama y está por entero a su servicio.^
Colibrí zurdo ha sido engendrado por el falo solar
(plum a, ave) en tanto que viento (pneum a ). Y es a la
vez el dios telúrico de la fertilidad y la transform a
ción: un sanguinolento Xipe Totee, alumbrado por la
Tierra.
105IbicL.p. 199.
106 Citado por Justino Fernández, “Coatlicue”, en Estética del arte
mexicano, UNAM , México, 1972, p. 125.
§ 34
88
f
89
miento de la progresiva encam ación de Dios; pero no el
hombre inocente, que renuncia al mundo y niega su
tributo a la vida, pues en este hombre el Dios de las
tinieblas no encontrará lugar para encam arse.110
§35
92
A propósito de la escena de la acequia, el Códice
m agliabechiano contiene un funesto presagio de la
ca íd a de Q u etza lcóa tl: que, la v á n d o se , éste se
masturbó; los dioses convirtieron su sem en en un
m urciélago que arran có un pedazo de vagina a
Xochiquétzal.
§36
93
com o él, y que serían señores de aquellas tierras y que
aquellos eran sus herm anos ”.116
H asta ahora la interpretación de esta parte del
m ito h a sid o en el se n tid o de q u e S erp ien te
E m plum ada anunció a Cortés y la Conquista, pero
tam bién cabe la posibilidad de que Quetzalcóatl,
com o arquetipo, se refiriera a otro arquetipo, o sea el
de don Quijote, que com o él es un hom bre viejo y
barbado.
Y ciertam ente se pueden establecer algunos pa
ra n g on es arquetípicos entre Q u etzalcóatl y don
Q uijote, otro de nuestros abuelos raciales. Am bos son
héroes culturales y civilizadores, dados a la contem
plación y el m isticism o (serpiente em plum ada, en el
len gu aje religioso del inconsciente, significa orgasm o
celestia l,- y a que víbora equivale a p en e y plum a
quiere decii/núSeT, sím bolos del éxtasis religioso).
N o obstantera don Q uijote no podem os tacharlo de
incestuoso, m ientras que Quetzalcóatl bien que coha
bitó con su herm ana Xochiquétzal (F lor Preciosa),
una de las figuras de la D iosa Madre, gran seductora
y experta en el arte am atorio, con cuyo concurso unos
em baidores nigrom ánticos le hicieron rom per sus
votos.
¿Y qué dios no es incestuoso, si todos vienen de la
m ism a m adre?
§ 37
94
|Y así el “traum a de la Conquista” puede verse i
como una sangrienta operación en su alma para •
incrustarle o, m ejor, injertarle un prin cipio de con
ciencia cristiana y occidental!]
Pero, ¿cómo fu e posible este proceso? ¿Cuáles
factores psicológicos son los que intervinieron? ¿Qué
tem an en com ún los españoles y los aztecas?
M ediante el ejem plo de Atenea. Cihuacóatl y las
V alquirias hem os visto cóm o el ánim a posee a lo s <:
hom bres y los lanza a la guerra. E n las poéticas cortes
de la E dad M edia había señoras que tam bién podían
inducir a los hom bres a la lucha, si b ien en forma
distinta. El coraje que m ostraban los caballeros en
los torneos provenía a veces de las prendas que les
concedían aquellas dam as. Pero las tareas que les
im ponían eran con frecuencia superiores a sus fu er
zas, com o ocurrió, en otra época, a don Q uijote, uno de
los abuelos arquetípicos del m exicano actual.
Señala Freud que aquellos que, en todos los tiem
pos, han querido decir algo im portante sin exponerse
a la indignación de los dem ás, han fingido u n acciden.-
te de locura\Freud se refería a H am let. Quizá esto
m ism o se propuso M iguel de Uerváñtes con don
Quijote, pues el lector tolera m ejor sus complejos
atribuyéndoselos a u n loco/ Ú-^P¿
La posesión dem oníaca o inflación psíquica consis
te en la introm isión de un arquetipo en la conciencia
y la inm ediata identificación del ego con sus contení -
dos inconscientes. T ratándose del ánim a, el vo d el
hom bre deviene fem enino, o sea: em otivo, sentimen^
ta l, caprichoso, sensible, tem peram ental, vanidoso
pusilánim e, cruel, arrebatado, m alicioso, iracundo,V
infatuado, receloso, intuitivo, m ístico, espiritual, J
fantaseador, im aginativo, soñador, contem plativo,
etcétera/]
La irrupción del ánim a (psicosis) se produ jo en don r
Quijote a raíz del contacto con un 'ohjeto fem enino:^
95
(libros)— que, según Freud, son símbolo de la mujer.
KSlata Cervantes^üeTeyeñdo historias de caballe
rías “se le pasaban las noches de claro en claro, y los
días de turbio en turbio; y así, del poco dorm ir y del
m ucho leer se le secó el cerebro de manera que vino
a perder el juicio ”.117
Como todo mundo sabe, la loquera de don Quijote
era intermitente (“entreverado loco” lo llam a el hijo
del Caballero del Verde Gabán). En realidad, con ello
se cumplía la acción que ejercen los arquetipos cons
telados que, ante determinados estímulos internos y
externos, rompen con su dinamismo el equilibrio
psíquico del sujeto y lo ponen bajo su total influencia,
com o si fuera una prisión.
Como caballero andante, el de la Triste Figura
estaba enamorado de una dama, a quien invocaba en
todos los lances y atribuía todas sus victorias. De
cuánto estaba poseído e identificado con la Señora de
u Alma, él mismo nos da una idea: “Ella pelea en mí.
y vence en mí, y yo vivo y respiro en ella, y tengo vida
y s e r '.V8
Sancho Panza nos ha dejado un maravilloso retra
to del ánima, el de Dulcinea del Toboso, que no es otra
que Aldonza Lorenzo, una moza labradora de la que
se prendó don Quijote:
96
la oyeron como si estuviera al pie de la torre...119
—Pero no me negarás, Sancho, tina cosa: cuando
llegaste junto a ella, ¿no sentiste un olor sabeo, una
fragancia aromática, y un no sé qué de bueno, que yo no
acierto a dalle nombre?...
—Lo que sé decir es que sentí un olorcillo algo
hombruno; y debía ser que ella, con el mucho ejercicio,
estaba sudada y algo correosa.120
§38
98
Quijote en la función de títeres, cuando prestó auxilio
a don Gaiferos contra “una m al nacida canalla” de
perseguidores, en realidad figurillas todas de pasta?
¿O el mexicano? El historiador Diego Durán se asom
bra, por ejemplo, de que en pleno siglo xvi los natu
rales den crédito a tantos embaidores y hechiceros,
quienes “refregándoles el lugar que les duele les
sacan piedras, aguijas y pedacillos de navajas”.128¿Qué
diría hoy el fraile dominico?
El filósofo Samuel Ramos (1897-1959) afirma que:
99
El individuo que hemos forjado en nuestros sueños
—puntualiza el gran educador mexicano—, lo que quere
mos ser y no lo que somos, va poco a poco incorporándose al
ser exterior por obra de nuestra vida; nos vamos sacrificando
a nuestra mentira, a nuestro ideal, a nuestro sueño.132
§3 9
101
esconderse en la cueva de Cincalco. Después que allí se
metió, por arriba se apoderaron de él, lo hicieron salir, allí
lo flecharon, allí sobre la cueva le dieron muerte.
§40
102
razón por la cual el ánim a no puede desprenderse y
desarrollarse más allá de la concepción infantil y
arcaica de la mujer como prostituta .136
“Basta que una idea asome en la conciencia
que tienda a volverse realidad ”.137 señala Caso,
efecto, cuando el (a n im a r e comporta como mujer
pqblicq la concienciarle! sujeto sigue una conducta '
aháfoga, pues se da al fácil comercio tanto con las j
matamas de origen inconsciente como con las percep- J
dones sensibles. Un hombre así, como observa Ortega, 1
siempre anda expuesto a que lo jfívadarUos objetos y f
lo echen de sí mismo al actuar su yo como “postigo de i
camino real por donde va y viene el tropel F íelas ;
cosas”. ^
§4 1
136C.G. Jung, “Mind and Earth”, C.W., 1975, vol. 10, par. 76.
137Antonio Caso, loe. cit.
kL0 3 v :
{
I
V AL E N C U E N T R O D E L Á N I M A
( Conclusión)
§42
0$
la que asigna la tarea de reflejar, además del vo. otros
dominantes. Y para que ello sea posible, se requiere
precisamente Que el ego, practicando lo que antes se
entendía por s^nficium intellectics, permita al ánima
desarrollarse, junto con las cuatro funciones psíquicas
contrapuestas (pensamiento-sentim^™*^ y «gg «anión-
<m)
ed. cit., par. 144.
\\ Seguramente a este comportamiento del ánima debe-
i mos~atn5uir la proliferación de las llamadas epjde-
j m ías psíquicas de nuestro tiempo: religiosidad.
e 8QtfirÍ8mQT.mo3¿iaiiento 8 políticos homosexuales y la
influencia de gurús sobre grupos sociales cachTvez
m ás amplios. \
Patológicamente, el ánima acostumbra a atacar
\ sobre todo a los Hombres que son pura m áscara
p (persofuíyéñlá vi¿¿jftirqüelIos que se petrificaron al
identificarse con sus títulos, cargos y éxitos persona
les ( hibris), como el doctor en derecho D.P. Schreber,
magistrado de los Tribunales de Justicia. En una
psicosis que padeció — él dice que “por exceso de
trabaijQ-mtclcctira¿-^-. el ánima le impuso la locura
de “redim irislm undo”, para lo cual “debía convertirse
en m ujer”. (Se trata del famoso caso de demencia
paranoide analizado por Freud con mano maestra,
s ig u ie n d o , p o r s u p u e s to , su p ro p io ca n o n
sintomatológico-reductivo .)143
En cierta forma, el magistrado Schreber fue em
pujado a desempeñar una m isión sacerdotal (reden
tora) relacionada con una de las formas que suele
adoptar el ánima en determinados individuos, lo cual
tal vez se comprenda mejor si recurrimos a un ejem
plo procedente de la historia de las religiones.
Según noticia de M^rceajíliade, el ritual iniciático
de ciertos chamanes de Siberia, Patagonia, Indonesia
y varias tribus de indios norteamericanos com pren
día un qimT-inlifn Hfl.gpvni travestismo y homo-
sñxiinlidsd, razón por la cual los llam aban “los-
hom bres^suav«sV“muelles”, “losldénticos a la m u
jer”.144Entre esta gentey otros pueblos de la Antigüe-
108
<|ad, la Edad M edia y el Renacimiento era creencia! )
generalizada considerar a las <% rmjej)es como m ás ^
aptas para entrar en contacto con las fuerzas m ágicas /
y re lig io sa j De aquí pues la conveniencia de que sus
sacerdotes poseyeran también esas cualidades. Por
su parte, Schreber decía en su delirio que “el orden
universal” (anima mundi) le había exigido “la com
pleta desvirilización”, pues sólo transformado en
mujer podía ser fecundado por “rayos divinos”, que
darían origen a A n ^ yos-hqmbre^”. (^ }
Así, pues, si efanirxm representa una laguna
psíquica en el sujetOTSTfaesarrollojserá entonces la q ( SG
mayor preocupación del terapeuta,~y el incremento ( ^ 4
de la conciencia en el hombre"(ánima), el propósito^)
mismo de la psicología arquetípica fimdada por C.G.
Jung.
§43
109
debilidad hacia adentro, ante las influencias del in
consciente”. (Jung.)
En la vida personal la imagen del ánima suele
proyectarse sobre determinadas mujeres, lo cual nos
permite atisbar el grado de su desarrollo en cada
individuo.
En su desenvolvimiento erótico este arquetipo sigue
cuatro fases, mismas que pueden ilustrarse configuras
conocidas. En la práfiíéf^, en la forma de las mujeres que
pintaron Gauguiiry-Dlego Rivera, represeuig relacio
nes puramente^ instintivas y biológicas (Eva). En la
^segunda, como^íeTén^de Troya (.Riada y segunda parte
asirFausto), encárnalo estético y romántico, pero todavía
sexual. En la Tercena, en el contexto de la tradición
V>J
cnsfíána, aparece como la virgenMari'a para significar
que el Eros se ha convertido en devoción-espiritual. En
la última, simboliza la s^bidu^a su^emd'^Sofía) en la
imagen de Palas Atenea,dad?üTárñTta del Cantar de
\ tóscantaresPo.^J^onaLisa. A juicio de la doctora M. L.
J von Franz, el hombre contemporáneo raramente al-
\ canza esta cuarta etapa en su crecimiento mental .145
1 Y así ocurre que, en el inconsciente, el ánima
adopta la figura Rrimitíya de ung brma; en el sujeto
en que se verifica éste fenómeno seT fice que sucum-
birá ante el hechizo de una mujer real sobre la que
proyecta es ta.imagen arquetípica.
Descartes y Hégel, por ejemplo, desarrollaron ex-
traordmariámente su capacidad intelectual mascyLli-
na a expensas de su áijima: en otras palabras,<^epri-
«íuero^ sus deseos, sentimientos y emociones, l of e-
mtrrímo en ellos. Vale decir que su ánima permaneció
en estado elemental, tan indiferenciada que apenas
pudieron transferirla enSírvientas)con las que tuvie
ron hijos.
J
' } \ rrumpido su desarrollo mental.
denomiina (ñetariofa o, si es
A este cambio Jung lo denom
violento, Pj^ntind.rñnitñ. término toma rió d e Hpráftlitn
en el misólo-sentido de “p asar ~a lo-contrario”, que ^
aplicado psicológicamente se refiere v
opuestos conciencifl-in™™0^ 01"1*^-or> el que uno s e "
convierte,inevitablemp>nte! en el otro. Como ejem plos VpZ
de trueque de la personalidad podemos mencionar la c? o
identificación d etNietzsche enferm o con Cristo, su
antiguo adversario, y la m etam orfosisúe Sweáenborg
de hombre de ciencia en vidente — para no' citar sino
dos casos extremosos.
En este periodo, que em pieza a los 35 y puede
extenderse a los 40 y aun 50 años, el hom bre es
atacado por fuertes depresiones. Estadós~dé-ññim o
como la lm ela n colíip el ■abatimiento y la tristeza
actúan perturbadoramente sobre su conciencia, pre-
ído debilitarla, ablandarla; en una palabra.
111
formas de expresión de los arquetipos, nos permiten
percibir los proce«»« jpmngripwtgg— , el de Heracles
(Hércules) es particularmente ilustrativo a este res
pecto e interesantes! lo relacionamos con la psicolo-
gía del mexican o/
Se cuenta que, tiempo después de realizadas sus
doce grandes hazañas, aproximadamente a la mitad
de su vida, recibió Heracles un oráculo — en lenguaje
moderno, léase pesadillas y depresiones— de la pito
nisa Xenoclga en el sentido de que, por tres años
seguidos (otros dicen que fue por sólo un año), debía
¿ir como esclavo a una mujer, la reina(QñTa)e de
L id iajy eñ efecto, este héroe entre los héroes, este
íombrazo se vistió de mujer y se puso a ejecutar para
ella todo tipo de labores femeninas, mientras la
soberana se burlaba de él y se divertía con su famosa
piel de león v a u-areo. Huelga decir que esto escanda
lizó a todo Grecia, y aun se llegó a murmurar que
Onfale lo regañaba y que Hércules se ponía a llo
rar como una mujer. Otra versión del mito sostiene
que el héroe se había vuelto loco.
)tro héroe — éste fundador de religiones— ,
Sidarta, Gautama Buda, el Tathagata aparece con la
parte femenina (ánima) ya integrada: el vientre cre
cido, el pecho suave, las orejas grandes, sentado bajo
el árbol Bo en posición de loto, “en una actitud de
pesada, silenciosa, compasiva receptividad”.
Otro mito diferente al de Heracles es el de^Jrfep*,
cuya esposa Eurídice murió a consecuencia de la
mordedura de una serpiente, y que al tratar de
112
seguida, un uso descriptivo v práctico a la vez. Según
propone el mite^n rafa de Pista tragedia Orfeo se volvió
lo que hoy decimos un m isógino: evitaba cualquier
contacto con mujeres y se negaba a IñicIarlaFerTlos
misterios dionisíacos, haciendo extensiva a sus se
guidores la prohibición de participar en estas festivi
dades de marcado componente femenino.
iSrT Kerer)yT, moderno historiador deja^religión
heleScnrifísinúa que la m isoginia del^rítjto fue la
CÍU18a-4e que mnrifirfl n manníf dp. migarasr las
¡Ménades. Aquí se cumplió, ejemplarmente, una ley
psicológica ineluctable, la de que todo lo reprimido
por la conciencia tiende a reeresar más tarde o más
tempranoSBu parte femenina rechazada, esto es. lo
Natural y la D anza de la Vida configurados pon las
Ménades, regresó nara vengarse de Orfeo. quieir
murió despedazado por estas bacantes tracias al
servicio de Dioniso. Contra su fuerza nada pudo la
religión ascética y ultramundana del orflsmo, que si
bien se rem onta al siglo V II antes de nuestra era al
canzó cierto auge ai-mismo^tiempo que el cristianis
mo. Finalmente, laá^ é n a d e s 'p ueden sejLgntendidas
también como representación de lo que hoy designa
mos psicosis (locura), v que fue lo que Orfeo padeció. ¡
En realidad, la pérdida de ánima es un m al q u e M j( j
aquejado a la humanidad. Ya el prim itivo y
sentíanirterror pánico ante estos "peligros dél alm a”.
Técnicamente, la pérdida de ánim a equivale a una
Hispoi ación-de la pgprioruMH experiencia frecuente
también en el liombre actual, auíique no tan tem ida
como en los tiempos arcaicos. Modernamente, c o n s i s t e /
en la represión que emprende la conciencia contra los
contenidos adversos a la personalidad, y que tiene
como resultado el desplazamiento de los m ismos al
inconsciente, donde reaniman las formaciones com
plejas arquetípicas que, a su vez, pretenden com pen
sar lo femenino rechazado^De este modo, el hom bre
113
r.yt,n '•
es condenado a vivir un círculo vicioso de represiones
j.,") conscientes, m agnilinas p irmprinnp.s inrnrLsr.ient.ps
He snVnn rnnbrnrnn/1nrm esneHe He mierrn nfirmanen-
te consigo, mismo
§45
114
el sentido de laQdentidadlpersonal es dado m>por el yo,
sino que al mismo yo le es dado por e la m m a )48
/e¿_í £ o ^ JL* ék
6 § 46
148James H illm an, “Anim a”, en Spring, Nueva York. 1974, p. 114.
115
riéndose en lo sucesivo por el ^entimigpto? las
Iaciones emocionales e interiorizándoiejQ uienes no
acometen esta S a a sform a ción de su carácter se ex
ponen a un cambio hrusco de la personalidad, lo cual
equivale a vivir abiertamente la parte
los m itos.
§47
149Jam es H illm an, The Drearn and the Underworld, Harper & Row,
Nueva York, 1979, p. 23.
9-
'
sociedad. Pgro antes tendrá que descubrir el mito en los
sueños, esto es, aprender a identificar a los personajes
oníricos que, si bien se nos presentan a guisa de familia
res y amigos, en realidad son figuraciones de carácter
mitológicoA
Pero el mito, por otra parte, no se manifiesta cabal- ¿
mente en un sueño ni en una serie de sueños — ni aun
en toda un vida—, sino que se presenta "condensado”
(Freud), es decir, comgrfrágmerttp de un rompecabezas.
De tal suerte, el terapeuta dispone apenas de un indicio
para reconstruir toda la historia, procediendo entonces
a rellenar temporalmente los huecos con motivos proce
dentes de mitos afines, hasta que un dato concreto le
revela la identidad de los personajes, el escenario y toda
la peripecia.
La irrupción del ánima (neurosis) se detecta, a veces,
en las fantasías y sueños travestistas del hombre m o
derno y también cuando aparece haciendo trabajos
mujeriles, pero invariablemente en los estadosc^eprá-
(Crvoífr Su modelo arquetípico es él mito de Hércules, que
no es sino una metáfora del proceso de \&^ñantiocirümiú
del machismo, del que Fernández de Lizardi. agudo
observador de las costumbres del mexicano, nos da una
versión exacta, incluso mitológica:
117
roes intelectuales como SchñlerrW agner-y-Nietzsche.
Sabido es que el primero era admirador de las M usas y
se inspiraba con el hedor de manzanas podridas; el
'.segundo sostenía una copiosa correspondencia cuyo
¡asunto era cinturones de seda, y el últim o escribía
cartas “a un querido Lam a”.
§48
118
C onsecuentem ente, la vivencia y reconocim iento
que la psicología jun guiana propu gna es que “e l
hom bre está en la psique (no en su P8Íque l”.~T32A cáso
los sueños sean la m ejor m anera de ilustrar esta
condición ontológica de que el ser del hom bre es ser-
en-el-alm a (esse in anim a), ya que en la vida onírica
resalta el hecho de que e l(y o ie s sólo uno de los
elem entos y no precisam e n t e e í ca p ital. Así, puede
afirm arse tam bién qu e ely o está en los sueños, no los
sueños en el yo.\ q —'
m IbUL, p. 123.
Anexo
L A D IO SA SIL L A
121
I
4-
y
Á este periodo corresponde el culto de las m ujeres
) entronizadas en la m o n ta ñ a /^
P osteriorm ente, entre los egipcios surgió el culto
al turnia, representado por la diosa(Isjs, cuyo nom bre
qui&re'aecir “el asiento”, “el tron o”, símbolo que ella
m ism a portajeñTa frenteTPor e s o e l faraórbal sentar -
se en su literalm ente “tom a posesión'" de la
tie rra -y r sítntíltáneamente, se convierte en su hijo
divino. C on los siglos apareció el “trono vacío” de los
reyes, al cual desciende la divinidad.
Posiblem ente al estadio egipcio de su desarrollo
4 / sim bólico corresponde, entre los 4 zj¿ecas, la presen cia
-> del trono o tlatocaicpalli (de tlatoqui, “je fe ”, “gran
u señor”, e icpalli, “sillón con respaldo, signo de poder
de los antiguos jefesTTos únicos que tenían el derecho
de u sarlo”: R. Siméon). 1
Los mexicas escogían para ser entronizado com qH uey
Úatoani (suprem o gobernante) a un miembro de laelíte
de los nobles o pipiltin, del linaje de Acamapichtli. Re-
{ - unidos en consejo, la decisión la tomaban los señores de
Tetzcoco y Tacuba, los pochtecas o comerciantes, el jefe
de la casa de las flechas o tlacochcálcatl (grandes gue
rreros) y los altos sacerdotes de Tláloc y Quetzalcóatl. El
elegido se convertía a la vez en jefe de los ejércitos
(tlacatecuhtli) y dispensador de riquezas, representan
te de los privilegiados y protector de los plebeyos,
mantenedor de la preponderancia de la clase dirigente,
“mientras m im a y maltrata, según convenga, a los
comerciantes”.
D ice u n texto en náhuatl, recogido por B em a rd in o
de Sahagún, que
Todos se reunían
allí en el gran palacio, lugar del mando,
para eso se convocaban,
122
para escoger
a aquel que será tlatoani
de entre
Hombres sabios,
cuya educación, formación,
fueron buenas, rectas.
De hablar y oir buenos,
apreciadores de la gente,
dueños de un rostro, de un corazón.2
124
a la colectividad. C om o resultado de este fenómeno
inconscifíntereLujdividuo se experim enta a sí m ismo
como “so^rehumgA o” o “cuásid iy ín o ”. L ’é ta tc ’est moi,
eslgi. m ejor descripción de e s íe e s ta d o m en tal .6
<vAPero al identificarse contales valores colectivos, el
gooem an te cree adueñarme ta m b ién de la energía
subyacente, sintiéndose capaz dei em prender gran - /
des h azañas, de desarrollar una gran Actividad física
y de im prim ir gran velocidad á sus actof^L a energía^
es, quizás, la causa de la fascinación Sel hombre de
E stado por los déporteá y las carreras de vehículos a
través de la historia, y de que el individuo que
despliega más habilidad y dinam ism o en sus discur
sos y com portam iento siem pre haya sido considerado
com o el mejor.
Y aunque debajo del relleno de la investidura se
halla generalm ente u n a “l^afintableeiiisignifijcaQ te^
criatura”, tal proceso de identificación con el(pod£r,
denom inado tam bién posesión^psíquica, no deja de
ser altam ente riesgoso para la sociedad. Porque a
m enudo ocurre que el escogido para desem peñar el
c^rgo-onás elevado resulta ser un ^p ciópsia o u n
genocida) como sucedió ya en A lem ania, con la asun-
cjujfrafpoder de H itler y el nazism o. P or un análisis
de Jung, sabem os qu e el F ührer estaba poseído por el i
furor del antiguo dios de la guerra de los germ anos, M
V otan o Vodan (Q dpi), y que, por m edio d e la radio, I
según sostiene M cL uhan, poseyó a su vez a todos los ¡ ]
alem anes (infección psíquica ).
Desde luego, el gobernante no es consciente de la
posesión que padece, pero de hecho su y o em pieza a
representar o actualizar los contenidos del a rquetipo
o com plejo de^poder, justam ente al sentarse en su
sím bolo ahora republicano, la silla, o com o tam bién
8 C.G. Jung, “The Relations between the Ego and the Unconscious”
en Collected Works, Princeton University Press, 1975,fivol. 7, par. 227.
125
rsuele suceder, cu ando se ciñe la banda presidencial,
'¡equivalente al p illp Qztgca, “corona parecida a una
m itra que s e rv m p a ra la coronación de los reyes”.,7.
Ignacio B e m a l refiere que en 1487, al año de
gobern ar A huízotl, se term inó la construcción del
gran tem plo de H uitzilopochtli, y que este sañudo
H u ey tlatoani decidió inaugurar la obra con solem ni
dades hasta entonces desconocidas. “Para ello e m
prende una verdadera cacería de prisioneros y se dice
que logró sacrificar 80 m il hom bres, con lo que in d u
dablem ente el Sol debió adquirir nuevas fuerzas ”.8
Q uinientos años después, u n o no puede desear
sino que la cordura, el buen ju icio y la prudencia
ilum inen siem pre a los electores o al gran elector del
suprem o gobernante de M éxico. Porque, com o nos
conforta un historiador de las culturas precolom binas,
M iguel L eón-P ortilla, “quizá h a y algo entre nosotros
que, por una especie de subconsciente colectivo, nos
ha perm itido conservar algunos elem entos de la sa
biduría política del viejo m aestro (Hacaéle ! ^ .9
H e aquí, para concluir, esta herencia viviente,
arquetípica, de dicho cihuacóatl o consejero, “el d es
tape”, transm itida por un texto indígena:
126
para el rango de tlatoani
se escondían, se ocultaban.
Y cuando ello era así,
habían venido a salir juntos,
cuando se hacía la orden,
los nobles, los jueces,
luego mandaban
a los sacerdotes, a los de larga cabellera,
que buscaran
y que fueran a tom ar de entre ellos
a aquel que llamaban tlatoani...
Tomaban al tlatoani con presteza,
delante de la gente,
todo el pueblo lo m iraba...10
TABLA E SM E R A LD A
130
Apéndice 2
ORIGEN D E T E ZC A TLIPO C A
1 Q1
Apéndice 3
IN V O C A C IÓ N DE TE ZC A TLIPO C A
132
ÁNIMUS
E M M A J U N G Y E L FEM INISM O
EMMA JUNG
135
E l descubrim iento de este arquetipo y su influen
cia en la conducta fem enina constituyen, sin duda,
u n a de las m ayores aportaciones de C ari Gustav
J u n g al conocim iento de la psique hum ana. S u esposa
E m m a R auschenbach y sus discípulos directos (m u
jeres casi todos) prosiguieron su labor en este sentido
y estu diaron el ánim us ahora no sólo en sus m anifes
tacion es individuales, sino tam bién colectivas.
E n su ensayo A cerca de la naturaleza del ánimus,
E m m a Ju n g es hasta el presente quien m ejor resu
m e, y aun amplía, las ideas de la escuela junguiana
sobre la psicología fem enina. M adre de cinco hijos,
analista, vicepresidenta del Instituto C.G. Jung de
Zurich, tam bién com puso un m agistral libro acerca
del ánim a com o num en de la naturaleza, y em prendió
u n a exhaustiva investigación en to m o a u n problem a
que siem pre ha intrigado a la mente europea: el mito
del G rial y el m isterio que rodea a la figura de Merlín,
trabajo interrum pido p or su m uerte y concluido por
M arie-L ouise von Franz, brillante pupila de Jung.
E m m a R auschenbach de Jung nació el 30 de marzo
de 1882 y m urió el 27 de noviembre de 1955.
Á N IM U S E IN C ON SCIEN TE CO LECTIVO
136
con la_aplicación del control natal, el abandono de las
práctícaS religiosas y por el progreso científico y tecno-
ló g i c Q je n general, que desplazo de su ámbito naturálhé
creaciÓrréThventiva propiam ente femeninas.
Tal m asa de energía psíquica, al no en con trar
■empleo en otras actividades en la m ism a m edid a que
se liberaba, se hizo in evitablem ente regresiva v oca-
sionó una típica introversión de la libido, co n la
particularidad de que se activó no sólo el inconsciente
personal de la mujer, sino tam bién su parte colectiva. I
l'TJung pudo observar que una sum a de e le m e n to s!
m asculinos se había alojado en la conciencia y proyo-*S
P
cado una identificación con la figura del á n im u s] J
Como se sabe, posesión e identificación son conceptos
equivalentes en la psicología junguiana y se refieren
a la acción que ejercen los arquetipos sobre el yo y la
conciencia, a los que, con su fuerte dinam ism o, les
im ponejidajactualización de sus contenidos.
E l(anim jié representa “la__configuración de las
ten dencias m a scu lin a s He la m uier, el prin cip io in te
lectual, el logos”. En su desarrollo sigue cú átró efa'
pasT^porLar, acto, verbo y significado. E n la vida
personal, el ánim us es proyectado sobre d eterm in a
dos hom bres (héroes), lo cual nos perm ite p ercib ir el
estado dfi_au_desenvolvimiento en cada m ujer.
L ^ m u je r joyfon — y, e n jje n e ra l, poco desarroH^L-
d a - j proyecta esta im a g e n a rq u e tip íca en hom bres
fuerces: un tipo m ás avanzado (ejecutivas, p rofesio
nistas. políticas), en hom bres de acción; las m ujeres
intelectualizadas, en h om bres que dom inan la p a la
bra y. se preocupan por el sentido de las cosas .—
El ánim us com o dom inio y acción (form as particu-
1 armen-te. vi olentas) puede a rrollar y aun su p rim ir el
p rincipio fe m e n in o, dando lugar, por ejem plo, a las
m anifestaciones m asculinas de la m ilitancia fem i
nista-radical. “Estas sondas enérgicas, despiadadas,
137
brutales m ujeres-hom bres, las jantipas no sólo acti
vas, sino tam bién agresivas”, apunta Emm a J u n g .2
Esta m asculinidad prim itiva afecta tam bién la
vida sexual de m uchas m ujereg^im prim iéndole un
agresivo carácter varonil.(E l a rpor, al no estar ya
envuelto y determ inado p o r la lu n ció n del sentim ien
to — com o en las dem ás m ujeres— , "se escinde del
resto de la personalidad y em pieza a actuar en ellas
independientem ente, como sucede con el h om bre”.
Sin em bargo, la m ayoríade m ujeres ha podido ásírm-
lar los contenidos m ás prim itivos de este arquetipo
sirusaerificar su propio principio, sublim ándolos en
fo rm a de a cció n , fu erza de v olu n ta d , e n e r g ía,
intencionalidad, etcétera, pero cediendo tam bién no
poca d é ^ u anXÍgüa~Teminidad.
138
Como a una presen cia a la que h ay que reconocer,
el ánimus se am m ciju gi sueños y fantasías adoptando
la forma de un “Extraño". Ésta esllña~añ~sulranfu
raciones más características porque "el pensamient
(espíritu) es una fu n ción psíquica extraña a la mente
fem enina^pfrstiSísmo se presenta com o bailarín y
patinador o en indum entaria de aviador o chofer,
significando con ello la habilidad del espíritu de
asum ir diferentes form as y su capacidad de atrave- ¡
sar grandes distancias en poco tiem po, al igual que la /
luz. A ntiguam ente la transm utabilidad, la rapidez y A
la lum inosidad (cualidades del pensam iento) se pro-^-—
yectaban en M ercu rio, dios de las ruedas aladas, y en
Hermes, poseedor de la caperuza de la invisibilidad,
eTmensajero veloz, el m uy inteligente, etcétera.
Para sim bolizar su estado naciente, este arqueti
po recurre a veces a la im agen de u n n iñ o o de un joven
amigo. En ciertos sueños se m anifiesta en la figura
del p rf>pif>-po^rTCLrQgpr>ar.i afPflp te. etcétera. T ambién
se transforma en varios personajes a la vez o en un
hombre de máscara cambínntp.
Ocasionalm ente aparece en sueños de mujeres
intelectualizadas com o u n tribunal que em ite juicios
sobre todo lo que acontece, im pone prohibiciones 0 '\
expresa ideas generalm ente aceptadas. Éstas sonJ
otras de las figuras que suele adoptar en la vida'
onírica de m uchas m ujeres contem poráneas: sabio,
cojastructor, m ecánico, m onje (especialm ente jesui-
tajTguyu, soldado, policía, ladrón, torero, deportistas/^
com erciante, político y, en general, com o un hombre-
dotado de capacidad- intelectual v otras cualidades
m asculinas. *1
Mediante”estas apariciones el ánim us pretende,
pues, que se le recon ozca com o tal, es decir, que
mnsf’iftn^mpntp apa retirarla «n proyección y lihara-
do del hom bre en que se concretó, debiendo ser
tratado ya no com o u n a entidad ajena sino'com o una
139
cualidad subjetiva propia. S in em bargo, la actitud
extrovertida de la cultura m oderna — tendencia am
pliam ente com partida por la m ujer— la inhabilita
para atender a los especiales requerim ientos de una
entidad psíquica o espiritual como es el ánim us,
exponiéndose de este m odo a irrupciones periódicas
del m ism o, tanto en lo personal como colectivam ente.
Señala Em m aJung que basta con que no se le preste
atención, no se le desarrolle o no se le dirija correcta
mente para que este factor masculino intelectual se
sustraiga del control consejante-v devenga un aJunción
autónoma y negativa. Sobrecargado de libido regresiva,
el am m us puede emprender una nueva y m ás violenta
represión del principio femenino, llegando su poder
autocrático, en los casos extremos de posesión, a apode
rarse por completo de la personalidad.
“E n estado de identificación con el ánim us —
escribe E m m a Jung— , pensam os, hablam os o actua
m os con la convicción de que som os nosotros los que
hacem os todo esto, pero en realidad no nos dam os
cuenta de que es él quien actúa a través nu estro ”.3
3Ibid., p. 14.
140
Pero cualquiera sea su condición tipológica, el
problema m ás difícil que hoy enfrenta la mujer es el de
su relación con el ánimus cuando deviene función espi-
ritualizadora, esto es, cuando asum e la forma m ás alta
de logos-razón-conocimiento (ánimus en sentido estricto).
En estado de posesión psíquica (inflación) puede ob
servarse que la egoconciencia del sujeto se halla iden
tificada con una de las figuras arquetípicas del ánimus
y no hace m ás que repetir su dinamismo (com por
tamiento). V ale decir que cuanto m ás completa es la
posesión, m enos se está dispuesto a reconocerlo.
Así, una m u jer poseída p or el ánim us-logos (ver
bo), por ejem plo, puedo em itir toda una serie de
opiniones y pensam ientos pero nu nca adm itirá que
provienen de este arquetipo. L os conceptos, com o se
sabe, son ju icios del entendim iento y se llega a ellos
sólo después de una ardua la bor intelectual. P ero el
ánimus posee la facultad de hacerlos brotar esp on
táneamente en la conciencia y darles form a de ver
dades absolutas.
Sin em bargo, estas ideas y pu ntos de vista — “que
subyugan a la m ujer porque los cree suyos"— , au n
que exactos en sí m ism os no son aplicables á situ acio
nes concretas y aun hacen violencia con el asunto de
que se trata y las personas involucradas. En realidad
el ánimus se vale, “por una parte, de su conexión con
la mente universal (arquetípica), .que le confiere una
agresiva autoridad intelectual, y, por otra, de la
pasividad fem enina en el pen sar — y su consiguiente
falta de capacidad crítica— p a ra hacer pasar estas
ideas incipientes por conceptos de validez gen eral”.
Acaso la form a prim itiva del pensam iento es el
deseo. Consiste en interpretar los hechos en térm inos
de lo que uno m ism o desea. D icho de otra m anera, en
el pensam iento-deseo se confu nden la realidad exter
na e interna. O sea que la persona no hace diferencia
entre intuiciones y realidad y cree que una ocurren-
141
cia es verdadera sólo p or el hecho de tenerla.
A l dirigir y aplicar el pensam iento-deseo al ego
fem enino, el ánim us consigue afianzar su dom inio y
/ posesión, pues le crea im ágenes deslu m brantes de sí
m ism a o de cóm o le gustaría haber sido, tales com o “la
am ante perfecta, la niña provocativa y desam para
da, la com pañera insustituible, la m u jer extraordina
riam ente original, la que nació realm ente para algo
m ejor”, etcétera. Sólo m ediante tension es de la vo-
j lu n tad u obligada p or las circunstancias puede la
v Xm u jer despojarse de estas personalidades irresisti-
• .'' 'bles y glam orosas y m irarse como es.
O tra form a de pejisam iento arcaico la constituye
una especie de com pulsión por hacer largas conexiones
causales que a m uchas m ujeres lleva a considerar re
trospectivam ente si actuaron debidam en te en su
vida o qué habría pasado de haber obrado de otra m a
nera, etcétera. “N os gustaría llam ar a esto pensa
m iento — dice E m m a Ju n g— ; pero, p or el contrario,
es u n a form a de actividad mental extrañam ente inú
til e im productiva que sólo conduce a la autotortura ”.4
i E l poder del ánim us se debe, en realidad, a dicha
) inh abilidad de la m ente fem enina p a r ardiscrim inar
/ ) entre lo r e a i y lo pensado, entre los m undos interior
\ / y exterior. Y así com o lo m ental es al m ism o tiem po
' real — siguiendo esta fórm ula prim itiva— , todo lo
que diga el ánim us será indiscutiblem ente cierto.
E n ocasiones el ánim us se m anifiesta directam ente
0 - \en palabras, escuchándolo algunas m ujeres como
l una voz que hace com entarios y apostillas sobre los
^acontecimientos del día o dando reglas de conducta
ide validez universal. Percibido en esta form a pura, es
decir, com o logos (palabras), el ánim us se revela como
un factor ajeno y diferente al yo y a la conciencia, lo
cual ocurre cuando el arquetipo aún no cristaliza en *
* Ibid., p. 18.
142
una de sus figuras ni es proyectado sobre un hombre en
particular.
En las posesiones m ás negativa^ (dictador, censor,
moralista, capataz, seductor, eígilotador, falso héroe
que cautiva por su brillantez intelectual e irresponsabi-
lidad moral, etcétera) el ánimus se comporta como un
crítico destructivo, un ácido comentarista o un juez
rabioso, y se burla de todos los actos personales y los
cuestiona violentamente. E lá n im u sp rovoca asi los
sentimientos de inferioridad más intensos y dolorosos y
corta de raíz toda posibilidad de expresión propia. '
143
apoyado y propiciado por el varón. La tendencia
m asculina, en general, es a considerar el trabajo
intelectual fem enino como algo vano, inútil y aun
m olesto, pues en verdad pone en peligro una de sus
principales fuentes de gozo y esparcim iento .7 S em e
jan te actitud, sin embargo, produce los efectos con
trarios, pues da lugar a una introversión de la libido
y a la c o n s te la c ió n del á n im u s com o fu n ció n
intelectualizadora.
Pero si el condicionam iento m asculino indispen-
\ sable para el estudio y desem peño de las artes, oficios
; y profesiones liberales se da en la m ujer gracias a su
identificación inconsciente con las figuras del ánimus,
\ dicho proceso se lleva a cabo reprim iendo fuertem ente
\su naturaleza m isma, lo fem enino, con lo que se
provoca la a p a rición 'd e síntom as m alsanos com o
depresiones, insatisfacción general, pérdida del in
terés por la vida, etcétera, característicos de las
m ujeres activas y racionalistas./.
¿Q ué hacer entonces con esa sum a de elem entos
m asculinos que, m ientras tanto, h an m adurado ya y
buscan un lu gar propio desde el que puedan actuar a
través de la conciencia fem enina? tErí principio se
debe aprender a conocer estos elem entos naturales y
a coordinarlos para qüe puedan cum plir su función.
Com o regla, se debe distinguir claram ente entre
los contenidos propios del ego consciente y los con
tenidos inconscientes que proceden del ánimus (por
ejem plo; ¿soy yo el que p iensa y siente esto o es él?).
C om o en cualquier grado de identificación uñó m is
m o es el ánim us, resulta obvio que no podem os
observarlo directam ente, sino m ediante las reaccio
nes que provocam os en los dem ás — a m enudo su-
VASCONCELOS Y EL Y O G A
1.
149
tablilla representando a un yogui (¿o es un dios?) en
posición de kandapita (bodha conasana).
Y según se desprende de ciertas observaciones de
M ircea Eliade y Cari Gustav Jung, diríase que el yoga,
com o el psicoanálisis, tiene por objeto el inconsciente
— si bien en la India no se le llam a asi, sino que se
presenta como el sagrado Rrahm a. atm an o purusha
(espíritu o s í mismd^~
Gracias al vqga, Jung descubrió que existe una
m á ^ eu n iv er^ m (arquetípica)7~En sueños de sus pa-
cientesTentre otros materiales halló imágenes de es
tructura m andálica, m uy parecidas a las figuras del
budism o tibetano. Huelga decir que estos enfermos
jam ás habían visto u oído hablar de u n mandala.
Como es sabido, tanto Freud com o Jung “interpre
tan” sueños y “traducen” símbolos, con lo que a veces se
logra disolver complejos inconscientes y, eventualmen
te, “expandir la conciencia” como en el yoga. Por eso se
afirm a que las psicologías junguiana y freudiana com
parten con el yoga la experiencia de “hacer consciente el
iQCQnacienle” — aclarando, una vez m ás, que tal proce
dimiento reviste en el Oriente un carácter eminente-
m ente religioso!
N o obstante, Eliade — que alcanzó una visión de
conjunto— estima que el yoga va m ás lejos que la
psicología occidental, ya que perm ite conocer, controlar
y “quemar" los contenidos del inconsciente. 2 ~
Pero lom as asombroso dé todoTesqüe Jung no ve con
buenos ojos la práctica del yoga y aun considera peligroso
que se difunda en Occidente, dada la diferencia de
estructura m ental entre europeos y orientales .3
150
ble sin un yo... Si no hay ego no hay nadie que tenga
conciencia de nada. El yo es, por lo tanto, indispensable
para el proceso consciente. Sin embargo, la mentalidad
oriental no tiene dificultad en concebir una conciencia sin
un ego. La conciencia es concebida como algo capaz de
trascender su condición de yo; en verdad, en sus formas
superiores el ego desaparece por completo. Esta condición
mental sin yo sólo puede ser inconsciente para nosotros, por
la simple razón de que no habría nadie como testigo.4
151
Por supuesto, Vasconcelos se refiere a los españoles,
como representante de la parte criolla de la cultura
nacional, pero creemos que otro tanto puede decirse de
los aztecas y de las razas indígenas en general.
2.
)
cubrim iento d el hom bre no europeo y de
su universo espiritual.
M. ELIADE
154
Form ado en la tradición filosófica europea — su
tesis, por cierto, está dedicada a La filosofía italiana,
de Ficino a Bruno — , su in terés por aquel entonces se
cifraba en el condicionam iento del hom bre, pero
sobre to d o e n la p o s ib ilid a d de su “ d e s c o n d i
cionamient o ”. Esto ultime-explica ou gran curiosidad
por las filosofías de la In d ia y -e l yoga.
En efecto, Eliad&piens|i qu e el principal esfuerzo
del p en sam ien to^ cideñ íjál estuvo dedicado durante
más de u n siglo aTesfíuíin do los factores qu e condir
d o n a n a l s e r h u m a n o ; por u n lado, el m edio econ óm i^
co-social, las ideologías y, ante todo, la historia; poc7
otro, la fisiología, el inconsciente, etcétera.
155
Su etim ología procede la raíz y u j , que quiere decir
“lig a r”, “m antener oprim ido”, “u n cir”, “poner bajo
y u g o ”. D esigna tam bién las diferentes técnicas de
ascesis y m étodos de m editación.
3.
11M ircea Eliad e, Técnicas del yoga, Com pañía G eneral Fa b ril Edito
ra, Buenos A ires, 1961, p. 16.
l2Ibid., p. 11.
156
experiencia fisiológica — y m ística— del “fuego inte
rior”, o sea un aumento de la tem peratura del cuerpo
capaz de secar lienzos m ojados. Se da por descontado
que sem ejante ejercicio requ iere de la supervisión de
un experto.
M enciona tam bién las “perturbaciones n erviosas”
a que se expone el “am ateur im prudente” cuando le
da por actualizar la “erótica m ística” del yoga m ai-
thuna, que es una variedad del tantra.
Y por último, no podem os dejar de re fe rim o s a los
efectos concom itantes a su práctica en general, com o
son la fuerte dependencia o transferencia psíquica
que se establece entre el n ovicio y su gurú, u n cierto
fa n a tis m o y lo qu e lla m a r ía m o s “ a p o s to la d o
com pulsivo”, fenóm eno observable en todos los tiem
pos y entre todos sus adeptos.
E n él ejercicio del yoga y de otras técnicas dizque
m ísticas, esotéricas y “científicas ” sobresalen en
3 por su carácter esp u rjo y -co m e re ia l los
S piros de G u ru m ai, los ^budistas zen” from ianos
y los m editabundos trasgendentálistas, los dianólogos
usureros, los “alquimistas”, los astrólogos y los posesos
de toda laya (“precolom bianistas”, ensorcelés, nazis
ocultistas, etcétera) y, p or otra parte, los m aterialis
tas, ateos y descreídos, q u ien es—tam biénr-suelen
practicar sus “ritos” secretos (léase inconscientes),
acaso m ás estram bóticos y aprem iantes que los otros.
De toda esta turba puede decirse, con E liade, que “les
aturde una verdadera algarabía m ágico-religiosa,
pero degradada hasta la caricatura, y por esta razón
difícilmentereconociblejTEl proceso de desacralización
de la existencia hum ana h a desem bocado m ás de una
vez en form as híbridas de m agia ínfim a y de religio
sidad sim iesca”.13/
157
Pero el yoga, desde luego, es b ien diferente a todo
esto; y su práctica deform ada en el m undo occidental
7 —com prendido nuestro país— obedece en todo caso a
-4a ausencia del sustento ideológico que le es propio.
En sentido am plio, su teoría n o puede ser sino la
m ism a m en talidad oriental descrita por Jung, y, en
sentido estricto, la filosofía del yoga, tal como aparece
resum ida en el tratado clásico de Patañjali, el Yoga-
Sutra, y en sus com entaristas ulteriores.
Es verdad que subsiste todavía la polém ica que
pone en du da la identidad de Patañjali, aunque
D asgupta estableció ya que se trata del filósofo que
com puso el gran com entario a la gram ática de Panini,
El M ahabhashya, y asim ism o los tres prim eros ca
pítulos del Yoga-Sutra, de los cuales el cuarto está
considerado com o un añadido posterior.
Según confiesa Patañj ali, su único propósito fue el de
reunir, corregir y, en una palabra, “editar” las dispersas
tradiciones del yoga, no sólo doctrinarias sino tam bién
técnicas. De ese modo el yoga dejó de ser un recetario de
mística arcaica y se convirtió de pronto en dar sana, es
decir, en un “sistema filosófico”.
H ay q u ie n e s su b estim a n la co n trib u ció n de
Patañjali, pero su trabajo fue considerable, ya que
consistió n ada m enos que en coordinar la filosofía
sam khya con las recetas técnicas de la concentración,
la m editación y el éxtasis del yoga.
Sam khya tiene varias acepciones, pero E liade
considera que su sentido es el de “discrim inación” y
“discernim ien to”, pues es u n a filosofía que busca
I “disociar el alm a de la prakrti (m ateria)”. El tratado
m ás antiguo es el Sam khya-Karika, com puesto por
Ishvara K rishn a, y no se sabe si fue escrito hacia el
año 2 0 0 antes o después de n u estra era.
Los sistem as de ambos darsanas son tan afines,
que lo que afirm a uno es válido para el otro. P ero aún
así, gu ardan sus diferencias:
158
1'. El samkhya es ateo, mientras que el yoga postula
la existencia del dios Ishvara.
''2. Para el samkhya, la vía de salvación es el conoci
miento metafísico, en tanto que el yoga sólo le concede
importancia a la técnica de concentración.
Una de las grandes verdades del pensam iento
panindio es la del yoga, que sostiene que si el miando
existe y permanece se debe sólo a que nuestra ignorancia
le confiere realidad. '
Por lo que se refiere al velo de M aya, éste también
tiene su equivalente en la filosofía europea a través del
problema kantiano del fenómeno y el noúmeno. Como
se sabe, el primero puede ser conocido — y de hecho es
lo único que conocemos— , mientras que el segundo es la
famosa cosa en sí, impensable e incognoscible.
José Vasconcelos percibió ya este paralelo y ofrece el
siguiente comentario en sus Estudios indostánicos
(1923):
159
yV debe exclusivamente a que ignoramos la existencia del
v' s í m ismo, atm an o purusha (Brahma). ¿Qué cree, por su
parte, el mexicano practicante de yoga?
4.
BUDA
160
En efecto, como el indostano cree en otra cosa — que
está más allá del devenir, la temporalidad y él sufri
miento—, este mundo le parece poco menos que despre
ciable.
Pero el origen de la esclavitud del alma y de todos los
dolores se atribuye a la participación del hom bre en el
mundo. Por eso el filósofo de los Upanishads le dirige
tan formidable amonestación:
161
Sin em bargo, com o dice M ircea E liade, ni la filoso
fía ni la gnosis india “naufragan en la desesperación”.
Si la ignorancia y el dolor son ley de la vida,
entonces el objeto de la filosofía y del yoga es liberarse
de ellos. El sam khya, por ejem plo, se propone asistir
al hom bre en su escapatoria del “torm ento de los tres
grandes sufrim ientos: la m iseria celeste (provocada
por los dioses), la m iseria terrena (causada por la
naturaleza) y la m iseria interior u orgán ica” (Ishvara
K rishna, Sam khya Karika).
E n fin, todas las m ísticas y los darsanas de la India
persiguen la liberación del sufrim iento. Pero tal
liberación se logra sólo por el conocim iento, afirm a
vedanta y sam khya, mientras yoga y todas las escuelas
budistas, sin excepción, piensan que es m ediante
técnicas contem plativas.
"""■ Y así, entre los indios, la ciencia es verdadera
ciencia cuando se ocupa de la salvación del hombre.
162
I
163
SUEÑOS
I EPID AU RO O LA CURA POR
LOS SUEÑOS
168
de un sueño, en la fu n dación de un asclepión debía
seguirse el rito de la translatio (translación) del culto,
observado escrupulosam ente por los sacerdotes de
Epidauro y todos los fieles. Consistía esta cerem onia
en la transportación de u n a de las serpientes sagra
das al nuevo lugar. Se supone que era el m ism o dios
el que viajaba en su form a anim al o teriom órfica. Así
describe O vidio su llegada al Lacio:
' Publio Ovidio Nasón, M etam orfosis, SEP, México, 198{j, t. II, p. 276.
169
todos los asclepion.es del m undo clásico.
El m ism o A ristóteles se refiere a la incubación
com o u n m étodo terapéutico efectivo, e incluso llega
a elaborar una teoría del <‘sueñrLonviadopr>mrt^ir>g”j
en su libro Sobre la dieta (capítulo iv). E n general, se
consideraba que los sueños curativos eran expresión
de la divina pronoia (providencia).
E n la psicología de C.G. Ju n g encontram os el
m ism o fenóm eno de la incubación de sueños, si bien
concebido com o un m étodo para constelar el incons
ciente, esto es, (a adivinación natural de la psique.
171
A sclepio solía presentarse tam bién en visiones,
acom pañado de su séquito fam iliar: sus hijas H igia .
tSaludl. Y aso (C uración), P anacea (C uralotodo) v . en
determ inadas ocasiones, de T elésforo (Consu m ador).
El divino m édico tocaba las heridas de los enferm os,
las cubría lu ego con un lienzo y, por últim o, llam aba
a las serpientes sagradas, que se introducían debajo
del m anto y lam ían sus llagas. Al día sigu iente los
dolientes despertaban s anados .jf1?n~báculo de A scle
pio, en el que se enroscó una culebra, se convirtió en
J el sím bolo universal de la m ed icin a /
Las cualidades del perro son tam bién las del bu en
m édico, en el sentido de que am bos pueden in tu ir y
seguir fácilm ente un rastro o pista. El can, p or otra
) parte, ha sido c o ñ ^ ^ a d ó én m úchas religiones com o
/0 \>guía o psicopom po de las almas.
La rata es u n a alusión a las epidemias, de las que
tam bién libraba A sclepio y, antes que él, A polo
Esm ínteo.
La concurrencia de estos ^ u m a le g en la m edicin a
Í teúrgica de los griegos es indicación de su propio
poder terapéutico.[Y su aparición en los sueños de los
m o d e r n o s p s ic o a n a lis t a s y p s iq u ia t r a s d e b e
interpretarse com o sus “espíritus auxiliares” ( ar
quetipos) que los asisten en su trabajo cotidiano con
los pacientes. Ocurre asim ism o que se pr e s e n te n e n
la vida onírica de los enferm os, lo cual es señal de que
■ae ha irdcdad d d n determ iiiadQJJrogesQ cu rativo.
A cerca del carácter iniciático de ciertos sueños, los
de G aleno son harto ilustrativos. Fue un sueño de su
padre lo que influyó para que se convirtiera en
m édico. M ás adelante, tam bién por m ediación de un
sueño, A sclepio lo curó de un absceso m ortal. Acaso
debido a estas experiencias y por su propia form ación
—G aleno era de Pérgam o, donde se halla el asclepión
C ^ a iá s im portante después de Epidauro— , este m édico
se basaba m ás bien en el diagnóstico de los sueños, a
172
diferencia de H ipócrates, a q u ien se atribuyan! o ri
gen Científico de la m ed icin a..
Galeno viene a ser, por lo tanto, u n ejem plo clásico
de saruidnr herido, de acuerdo al oráculo de Apolo: E l
enfermo, cura. S abem os desde entonces -y aún an-
tes, con el ch am án estudiado p or Eliade- que el
gran m eHIcóñ"cúrádores' a la par, un gran enferm o.
El m odelo ejem plar, lo arquetípico de estlTcondicíon,
nos lo ofrece la figura del centaurojTQ'uirón con_aua
heridas, a las gnp r n t . i ó i p í ente debe atender,
antes de ocu p a rse de las del prójim o?]
\De esta fo rm a , la im agen d e l p sico a n a lis ta
su perhom bre o b ru jo -to d o -p o d e ro so -—con d ición
conseguida, supuestam ente, p or obra del m ism o
proceso analítico— es, en el m ejor de los casos, van:
ilusión y, en el peor, inflación d elyo, enferm edad n e u
rótica catalogada com o altam ente contagiosa. El
análisis — según lo establecióle.G . Juñjp^Trcriibera
al psicoterapeuta de su condición hum ana, antes al
contrario la acentúa, poniendo al descubierto sus
propias lesiones e im perfecciones, las cuales deb
tener presente al curar a los dem ás; ¿yj
LA FUENTE Y LA SERPIENTE
Se cree que el
174
encima del thimele Qaberinto). Después de sacrificar y
dé sometersg~arlosbañós lústrales de rigor, el incubante
era llevado a este sitio, donde pasaba la noche acostado
en una_especie de catre, que en griego se decía
Seguramente de aquí dérivan su nombre los modernos
establecimientos clínicos. Y es sorprendente que un
pacientecontemporaneo tenga este sueño: “Y azco en un
diván; a mi derecha, cerca de la cabecera, hay una
piedra preciosa, quizás engastada en un anillo, la cual
tiene el poder de permitirme ver en vivas im ágenes todo
lo que deseo...”
En este lugar los enferm os dormían junto a la esta
tua de Asclepio, que estaba hecha de una piedra preciosa
y se les aparecía en sueños para informar del tratamiento
que debía seguirse. El valor profético o adivinatorio de
tales sueños residía precisam ente en las comunicacio
nes del dioslAcaso sin proponérselo, Freud actualizó el
uso terapéutico del diván en el migmo estilo epidáurico,
es decir, como agente onírico^
R. Callois, por otra parte, advierte del peligro de
adquirir los poderes proféticos y adivinatorios por acci
dente, de acuerdo a un tem or m uy difundido entre los
griegos. Si, por azar, alguno se hallaba en las cercanías
de una fuente a la hora del calor, esto es, el mediodía,
no podía menos que experim entar un gran terror. Ésa
es la hora de la epifanía de las ninfas y un entusiasmo
ninfoléptico puede apoderarse de cualquiera. P or regla,
a tales horas se perm anecía alejado de la som bra de
ciertos árboles, cuevas, m anantiales y corrientes acuá
ticas. Pero los que teman la desgracia de presenciar una
forma emergente del agua, irremisiblemente caían
presa de la m am a vaticinante, una de las m aneras de
locura más desgraciada y tem ida, sólo com parable a la
ibris o hubris .5
Y no es verdad que la creencia en un numen fontis se
175
haya hundido con el paganism o — com o podría fá cil
m ente suponerse— , sino que sobrevive hasta el pre
sente a través de las vírgenes y santos m ilagrosos del
cristianism o, cuyos santuarios se construyeron sobre
u n a cueva o cabe u n a fuente o venerq. A tales re
presentaciones corresponde, con toda probabilidad,
la idea de que la\nmersion\ en estas albercas santas
tra e la regeneración v la recuperación d ejia salud.
L a serpiente es, pues, el sím bolo por excelencia de
la^ r o fe c fa y de la n^ed icina, artes tan estrecham ente
entreveradas en el m undo antiguo. Y aún antes, ya
era fam osa la serpiente bronceada de M oisés, fabri-
ada a instancias del propio Yavé.
176
unas víboras que qu edaron huérfanas p or culpa suya.
E n agradecim iento, las culebras pasaron su lengua
por sus oídos, y a partir de entonces em pezó a entender
el lenguaje de los anim ales, lo cual le perm itió con-
Ivertirse en m édico y adivino fa m o s o x ® n el prim er
tera peu ta deTaTííátéría dionisíaca.
LA IN CUBACIÓN DE SU EÑ O S
177
Las abluciones debían hacerse antes de entrar en
los tem p los y de com enzar los sacrificios, y según los
antiguos purificaban del crim en, de la presencia
n efasta de los m uertos y de la locura, “aboliendo t anto
r7)V los pecados com o los procesos de desintegración física
: ú \ \y m ental* (Kliade).!
^ 7 De este arte, el alma quedaba limpia de su con
tam in a ción con el cuerpo y en condiciones de recibir
a la divinidad. En otras palabras, el baño actuaba
com o estim u lan te onírico u oneiraiteton, induciendo
al in cu ban te a entrar en relación directa con A sclepio.
Éste es el sentido psicológico de las limpias lustrativas,
de conform idad con C. A. M eier, autor al que debem os,
junto con K. K erényi ,8 casi toda nuestra inform ación
sobre la incubación de sueños:
178
Para poder entrar en el abaton, adem ás de la in
vitación previa, había que esperar a que, durante los .
sacrificios, se m ostraran favorables los augurios. P o r )
esta causa, un tal Esquines y un cierto D em óstenes |
aguardaron tres y cuatro m eses, respectivam ente, V
hasta que un n u m en de la divinidad se presentó p a ra
inform ar que había llegado el “m om ento propicio”.
E sto explícala existencia de hospederías fuera de las J
in stalaciones sagradas. 1
Si, por otra parte, el doliente no podía viajar,
contaba con el recu rso de enviar a un delegado, que en
Epidauro soñaba por su cuenta. E strabón, H erodoto
y Pausanias consign an este hecho que, por lo visto,
era bastante com ú n en aquellos tiem pos. A unque es
cierto que el problem a del vicario onírico se presenta
tam bién en el análisis m oderno.
Pero si un enferm o no experim entaba durante la
prim era noche u n sueño o visión, se tom aba in d e
fectiblem ente com o señal de que iba a morir.
P or cierto, los asclepiones del m undo clásico no
eran como los pin ta Alfonso Reyes, influido por la
novela de W. P ater, M ario el epicúreo:
11 IbidL, p. 166
II D I E T R A U M D E U T U N G 9 0 A Ñ O S
DESPUÉS
ADOLF GÜGGENBHUL-CRAIG
184
III L A C A N Y L O S F A N T A S M A S
185
En seguida verem os de dónde surgió el voquible
plage . M ientras tanto, conviene saber que esta con
cepción del inconsciente de Jacques L acan y sus
seguidores es parigual a la que de Dios tenían los
cabalistas judíos de la B aja Edad M edia. E n efecto,
éstos pensaban que “el m undo secreto de la divinidad
es un m undo de lenguaje”, cuyos elem entos “apare
cen com o las letras de la Sagrada E scritura” — esto
es, las 2 2 letras consonantes del alfabeto hebreo con
que está escrita la Torá— y “en las cuales su esencia
oscura (la de Dios) se ha hecho com unicable”. Gershom
Scholem , de quien procede esta cita, dice asim ism o
que las letras o sefirot (“em anaciones divinas”) están
investidas “del poder divino” y son “identificables
una con otra m ecánicam ente ”. 1 Dichas ideas tam bién
las suscribirían los neofreudianos lingüistas, referi
das — claro— al inconsciente.
Plage salió por asociación del sueño de u n pacien
te obsesivo de 30 años, nos inform a Laplanche, y es
éste:
186
compuso “L iliane” en dos personas reales: A nne,
prima suya y Lili, prim a de su m adre. P or esta ú ltim a
el sujeto sintió el deseo de la m adre a la tem prana
edad de tres años, cuando se hallaba con sus fa m ilia
res en dicha playa. El an alizando evocó, por últim o,
que en aquella ocasión no dejaba de repetirle a Lili
“con un aire grave e in sistente (¿habría que decir
seductor?)”, J a i soif (tengo sed). Este deseo in ce s
tuoso, expresado por la oralidad, pasó a form ar parte
del “yo reprim ido” del paciente.
El desplazamiento o m etonim ia de plaza a playa es
un ejemplo típicamente lacaniano del proceso p or el
cual se originan las llamadas “palabras encrucijada”
(“palabras preciosas”, dice Laplanche), de las que a su
vez se extraen los fonemas y letras, esa trama o “tejido”
de que está hecho el inconsciente, idea que procede
origin alm en te del ca b a lista ju d e o e sp a ñ o l Y o s e f
Chieatilla, que creía en un tejido (arigd) formado por los
epítetos de Dios, tales com o El, Elohim, etcétera .3
Obtenidas por asociación u otros medios, estas palabras
constituyen la materia prim a de los esquemas o fórm u
las lingüísticas de los lacanianos. Colocándolas, por
último, en cierto orden, pueden ser leídas vertical y
horizontalmente, con lo que se obtienen nuevas y sor
prendentes asociaciones.
Y por efecto de estas com binaciones, lo que viene
a ser la cadena asociativa del yo reprim ido del paciente
(J ’ai so if m oi-je, etcétera) se hace que quede e n si
tuación paralela a plage o, p or m ejor decir, a los fo
nem as en que se descom pone: ge, je, j y j ’e, los cuales
— como sabem os— se encu en tran en el inconsciente
connotando fastasrnas o pu lsion es. B astará entonces
que en el proceso poicoanalítico se recupere y regrese
a la conciencia 1 a tram a reprim ida para que, sim u ltá
neamente, se entre en contacto con los fantasm as, se
* Xj(.
3 Gershom Scholem, op. cit., p. 46. *■
187
asuste el enferm o, y se produzca el nacim iento... del
yo. Wo es war, solí ich werden! (“D onde estaba el Ello,
debo devenir yo”: Freud).
D e esta m anera, al asumir la carga pulsional o
fantásm ica de que el inconsciente invistió a la pala
bra plage, catectizándola, el paciente en cuestión
pod rá hacerse cargo en lo sucesivo de la condición
esencial de su ser, que no es otra que la de un yo
incestuoso y por eso m ism o castrado, descubrim iento
qu e seerún.los frendianos— actúa com o una pana
cea
L o que ocurrió en Bonneval durante el coloquio de
1960 y cuyos resu ltados se dieron a conocer hasta
1966, fue una repetición de lo que h izo a su vez René
D escartes tres siglos atrás, cuando extrajo el yo
m ediante su fam osa fórm ula Cogito, ergosum (Pienso,
lu ego soy), aunque en la presente ocasión el ego se
b a có no ya de la conciencia, sino del balbuceo del
in co n scie nte, de s u logee-e-palabra, cornado presintió
u n m arxiste allí preaente. H. Lefebvre.
A c tu a r o n co m o te stig o s en e s ta c e re m o n ia
cabalística varios de los m ayores filósofos franceses:
M . M erleau-Ponty, J. Hyppolite, P. R icoeur y otros.
E L C U ERN O DEL U N IC O R N IO
188
que pensaban que la esencia de Dios reside en las
letras del alfabeto hebreo (señrot)íl^\
Tratarem os ahora de cóm o su m ism a n egación de
la im agen les impide el acceso al sentido profu ndo de
los sueños, o sea el de las im ágenes m itológico-arque-
típicas, como ocurrió con el sueño que an alizaron en
el C oloquio de Bonneval.
Es preciso recordar que en dicho sueño aparece el
sujeto en una “plaza desierta”. Está solo, aislado, y
esto se puede interpretar com o falta de con tacto con
la totalidad psíquica, representada p or la form a
geom étrica del lugar (redon da o cuadrada). La im a
gen alude a un ego que se ha agotado a sí m ism o a
base de repetirse. De aquí los síntom as “obsesivos”
del paciente, que no son sin o un castigo a su actitud
reiterativa (j’a i , yo tengo, y m oi-je, yo-yo, segú n hacen
notar los m ism os lacanianos con sus fórm ulas). A los
3 0 añoa^el-analizando ha c asi a lca n za d o la m ita d df»
la vida, y por ello debe em prenderLn.na-m#tann?>Lñ\
cam bio díTpersonalidad, si en verdad se qu iere cu ra rá
de suméürbsiFóbsésIva. Y a s íle escucham os decir, en
m edio de su soledad: \Es insólito, busco algo” \
E ntonces aparece L iliane, una m ujer a qu ien no
conoce el paciente. ¿Q uién es? Se trata de esa parte de
su psique ignorada hasta el m om ento, su in con scien
te, personificado por la m u jer “desconocida”, su alm a
o ánim a que, según se d esprende del con texto de su
sueño, actuará como gsicopom ^d, esto es, com o su
gqía o conductora interior que lollevará p or el cam ino
de laTrenovácíón(V j ¿3 <f ¿ j
E lla le hace recordar en seguida la arena de cierta
playa, aquella en que sintió el deseo in cestuoso de la
m adre en la persona de su tía Lili. E n térm inos
junguianos, quiere decir que deberá som eterse a la
prueba inciática conocida com o regressus ad uterum
o regreso a la “m adre”, es decir, al in con scien te de
donde nació su yo, del m ism o m odo que ciertos héroes
189
m itológicos fueron devorados p or m onstruos o, tam -
bién, tragados por la M adre T ierra, hazaña eau iva-
lente a u n “via je nocturno” y a un descensus ad inferos
o nequia. E n el sueño, sin em bargo, no aparece — al
m enos h a sta aquí— ningún signo “devorador”.
A m bos están ahora en un bosque — continúa di-
ciéndonos el sueño— , y com o él piensa y se apresura
a decirle a L iliane que allí hay m uchos anim ales, un
unicornio hem bra se atraviesa en su camino. E ste ser
fabuloso le perm itió acordarse de la plaza de su
sueño, donde se encuentra la “fuente del un icorn io”,
de cuyas aguas, a la edad de tres años, quiso beber
form ando una copa con el hueco de sus m anos. Una
interpretación adecuada de este recuerdo sería la de
que el un icorn io vino a quedar relacionado en la
fantasía prim ordial del enferm o con fuente y copa. Pero
los lacanianos, fieles a su ideología incestuosa y a sus
fórm ulas lingüísticas, sólo repararon en el cuerno del
m ism o, de suerte que representa para ellos una
ocultación del ayuntam iento con la m adre y la con si
guiente castración; esto es, u n sustituto del falo. Y de
acuerdo a su teoría de las “palabras encrucijada”,
esta situ ación se expresa m ejor m ediante la fórm ula
L ili-com e (cuerno) o, m ás concisam ente, li-corne
(u n icorn io!.
Pero éste es, por cierto, un antiguo sím bolo religio-
í so y alquim ista de m uy diversa y grave significación.
/ Jung, a lo largo de su obra, le encuentra m ás de
\ treinta equivalencias, según las funciones que des
e m p e ñ a en los procesos inconscientes, funciones en
tre las que se cuenta, precisam ente, la de “fuente da.
vida” rom o “roña”. Porque el cuerno del unicornio
representa, tradicionalm ente, una copa o u n reci
piente, y apenas ahora un falo entre los lacanianqs.
C tesias el griego, que escribió hacia el año<v400)
antes de nuestra era, nos dice en su Indice^ por
ejem plo, que “q u ien bebe de ese cuerno queda libre de
190
toda enfermedad in cu rable ”. O tros autores antiguos
se refieren a él com o alexifárm akon. elíxir o panacea,
en tanto que los religiosos m edievales lo llam an da
“cepa quo-ettra” o “cáliz de la salu d” p or su analogía
c ó n U risto yel “cáliz de la com u nión ^ cuyo contenido
da la vida y la salud. A sí pues, la copa es un “cu ern o” ,
v éste representa la esencia del unicornio, oue significa
fuerza, salud y v id a .
P or otra parte, lycornu — com o se decía unicornio í
en francés e italiano— es una-derivación de lion (león). I
que junto con ekágnfTá v ekHragórt es nn gfmhnle-del (
m ercu rio de los a lq u im ista s, é s a su sta n cia de V
transmutación por excelencia, que hace que los cuerpos \
viles alcancen la pe^rfécciógpy la m adurez. El<inereur$o>
se entiende, a la vez, cómo ¿empotren Ur v ifecipieñfedn
los procesos de transm utación psicnlógira v—'
Y como recipiente, útero o vientre, el A rte R egio
solidariza al unicornio con la ballena o Leviatán. Lo
cual hace sentido con la parte final del sueño que
com en tam os: “M a rch a m o s los tre s (L ilia n e, el
unicornio y el paciente) hacia un claro (del bosque)
que se advierte hacia abajo”. El claro circular del
bosque no es sino el espacio sagrado de la m itología,
donde el yo agotado será iniciado e n los ritos de la
fertilidad; esto es, será devorado por el m onstruo /
m aterno, del cual— después de realizar u n viaje p o r !
las tinieblas de la noch e— renacerá transform ado.
19 4
Hallamos valiosas indicaciones acerca de su c o m
portam iento arqutípico en los libros de Jung, Frazer,
Kerényi, N eum ann, Cam pbell, E liade, von F ranz,
von Beit y Propp, así como tam bién en Sahagún,
Durán, Las C asas, Torquem ada, G aribay, L eón-P er1
tilla, Vasconcelos, Caso, R am os, Zea, C ervantes,
Ortega y Gasset, Castro y otros.
I
\ !
IV L A C O N S E J A O C U E N T O DE
HADAS
Niña pequeña,
pata de cigüeña,
pata larga y roja,
arrugada y coja.
Coja cojera:
¿quién está a h í fu era ?
197
m a autoridad en la m ateria, estim a que los cuentos
de hadas se origin an a partir de irru pciones del
in consciente co le ctiv o e n form a de sueños y alu cin a
ciones. Q uienes sufren o se pon en en contacto con
^ esta s exp erien cias m ágico-n u m in osas se sien ten
\com pelido 8 a divulgarlas, y así p a san de boca en boca
) pom o el rum or h a sta que adquieren la form a elabo-
la de la con seja.
E n el sigjejtyn , con el increm ento de la concien cia
racionalistaTTos_adultos dejaron de interesarse por
los<<rüentos de hadaafrr los relegaron al cuarto de los
n iñ os. D esde en ton ces nadie se h abía percatado de su
im portancia psicológica, hasta que Sigm und F reud
vio en ellos, com o en los m itos y en los sueños, la
r ea liza ción colectiv a de deseos in satisfech os^ tan to
eróticos com o am biciosos, rpíen tr ^ qu^Ju^ig> los
conceptuó com o la m anifestación m ás pura y directa
U 7 d<e los arquetipos del inconsciente colectivo. En M éxico
corresponde atJ u lieta C am p os/el m érito de h aber
in iciado el estu d io .científica dej a s consejas o, com o
d icen m odernam ente, “cuentos m aravillosos”. Y au n
que es discu tib le la visión freudian a en su libro sobre
la saga de M ecayapan , 1 la m anera de disponer y
cla sifica r las narracion es resu lta, al final, de gran
u tilid a d para el investigador, sea cu al fuere su con
cepción del in con scien te.
A hora bien , ¿qu é son las consejas p ara el analista?
Se pu eden en ten d er com o lá^tram a^, el “argum en
to ”, la “fá bu la” de las m anifestaciones arquetípíca ¡2
Sus person ajes y peripecias se corresponden con las
im ágenes y dinam ism o in con scien tes. Así, en los
cuentos de h a d a s se puede ob serv a r el nopficerpsmyii™
directam en te, sin las veladuras de la elaborar.ióp
con scien te— com o sucede en los m itos, sagas v leven-
198
1 l
d?tuu¡ c?
2 E rich Neum ann, Psiclogía profunda y nueva ética, Com pañía Ge
neral F a b ril Ed ito ra, Buenos A ires, 1960, p. 69.
200
JU N G
201
I
¡ .... I "T
1.
203
de verdadera atracción de los opuestos, com o una rela
ción altam ente fructífera, com o una transferencia p sí
quica, etcétera.
Y hoy nos parece increíble que, después de su prim e
ra entrevista en 1907, Freud le escriba a Jung y le
confiese que “su personalidad lo había colm ado de
confianza en el fu tu ro” y que “no deseaba otro continua
dor de su trabajo (sino él)” y, sin em bargo, dos años m ás
tarde lo desacredite com o “ocultista”. N o m enos sor
prendente es la actitud de Jung cuando le contesta a
F reud garantizándole “m i incondicional entrega a la
defensa y propagación de sus ideas, e incluso m i no
m enos incondicional veneración de su personalidad” y,
no obstante, rechace luego la psicosexualidad en su
conjunto .2
¿Q ué ocurrió entonces, durante la segunda entrevis
ta que en 1909 sostuvieron Jung y Freud en Viena, que
dio al traste con su am istad y su colaboración científica?
El secreto de las som brías, inhum anas relaciones entre
junguianos, freudianos, from ianos et alli tal vez se nos
revele sim ultáneam ente si evocam os este suceso, tan
poco conocido en la historia de la psicología. La herencia
de este infausto encuentro es nada m enos que la falta de
eros entre psicoanalistas. Y si no hay eros en la relación
entre psicólogos — cuestiona R. López-Pedraza— , “¿cóm o
puede esperarse que suija en la psicoterapia ? ”3
Basados en las m em orias de Ju ng ,4 la correspon
dencia con Freud 5 y la biografía escrita por E. Jon es ,6
podem os suponer que esto fue lo que sucedió, posible
204
m ente en la velada del 25 de m arzo, en el estudio de
Freud:
205
Jung, Transform aciones y sím bolos de la libido (se
gunda parte, 1912), los sucesos posteriores dem u es
tran qu e n ada quedó de su antigua am istad. Se
perpetuó, eso sí, la lucha de poder, el odio y la in quina
entre sus secu aces.
A no du dar, aquella n och e vienesa se ju g ó el
destino del psicoan álisis, qu e a partir de entonces se
escindió en dos escuelas irrecon ciliables. F reu d re
afirm ó el prim ad o del in stin to sexual sobre los dem ás
im pulsos del inconsciente, m ientras que J u n g re i
vin dicó el com portam iento m ágico-religioso de los
m ism os im pu lsos.
P ero segú n puede confirm arse por la lectu ra de
sus obras ju v en iles o prefreudian as, Jung no fue un
ocu ltista en el sentido que m ás tarde F reud le a tri
buyó (“oscu ro”, “m ístico”, etcétera) y que, ju ran do por
las palabras del m aestro, rep iten todavía h oy sus
seguidores (ortodoxos, n eofreu dian os, from ian os, la-
canianos, etcétera), m ism os que han aprovechado
ciertos errores políticos de Ju n g para calu m n iarlo,
adem ás, de “n a zi” y “an tisem ita”.
2.
207
hablaban a través de ella ciertas “personalidades”,
m ism as que pueden considerarse como “personificacio
nes de alm as parciales de naturaleza in consciente”.
D e este m odo llegó a consider ar a la psiqu e com o
“u n a plu ralid ad o un idad m últiple”, con lo qu e sentó
las ba ses de su fu tu ra teoría de los com p lejos au tón o
m os in con scien tes y, a la postre, de los arqu etipos. Y
a sí d escu brió tam bién la función com p en satoria de
estas person alidades escindidas en rela ción con la
vid a con scien te. U na “alta personalidad” solía p re
sen tarse en las sesion es, expresándose in clu so en
alto alem án, form a que desconocía la m édium , que
h abla ba u n dialecto suizo. Com o una esp ecie de ideal
in con scien te, en la figu ra de una aristocrática y
d istin gu id a dam a, este com plejo com pen saba el to
d a vía sen cillo e in form e carácter de la jov en , la cu al'
daba m u estras, según diagnóstico de Ju n g, de in su
ficien cia h ereditaria.
E n rela ción con los adolescentes, dice Ju n g que
estos fen óm en os vien en a ser com o an ticipacion es de
su fu tu ro carácter, especie de intentos de reestru ctu
ra ción de la person alidad. C onstituyen verdaderas
irru p cion es del in con scien te y son provocadas por
circu n sta n cias desfavorables, disp osición p sicop á ti
ca del sistem a n ervioso, etcétera, y se h alla n en
rela ción directa con específicas pertu rbacion es de la
con cien cia . Ju stam en te los sonam bulism os o trances
p u ed en ser com parados con las n eu rosis, ya que en el
fon d o am bos trastorn os buscan corregir determ in a
das deficien cias del carácter, la con cien cia o la p erso
n a lid ad .
3.
209
rela tiviza en el in con scien te colectivo, com binándose
a llí con una u n idad indiscernible, o sea carente de
“tiem po”. Y lo que la conciencia percibe norm alm ente
com o cercano o lejano pasa por el m ism o proceso de
relativización hasta convertirse en algo igualm ente
falto de “espacio”.
Poco antes, Jung había definido los contenidos de la
realidad transpsíquica com o “arquetipos psicoides”, con
lo que daba a entender que su naturaleza participa
justam ente de lo psíquico y lo físico. Parecería esto una
contradicción, pero en realidad no es sino una explica
ción de la naturaleza fronteriza o psicoide en que se
producen los hechos extrasensoriales.
De los arquetipos nos son accesibles solam ente sus
contenidos, com o se m anifiestan, por ejem plo, en los
m itos, los cuentos de hadas, los sueños, las fantasías, las
alucinaciones, los delirios, las visiones, etcétera. Del
arquetipo en s í nada sabem os; cuando m ucho se puede
conjeturar que se trata de una fuerza reguladora de sus
propios contenidos o un substrato de los mismos.
Según Jung, sólo el arquetipo en sí es psicoide; esto
es, psicofísico. P or lo tanto, debe ser la causa única, y el
regulador, de las llam adas percepciones extrasensoriales
o acontecimientos acausales sincronísticos (parapsí
quicos), tales com o los sueños proféticos, los presenti
m ientos, la telepatía, las precogniciones, los sentim ien
tos du déjá vu , las corazonadas, etcétera. De esta m ism a
naturaleza participan las técnicas de adivinación o
m étodos m ánticos, com o son la astrología, el tarot, el I
Ching, etcétera.
Com o dice A. Jaffé, en general tales experiencias,
inaccesibles para los sentidos, son percibidas por m edio
de una im agen interna o psíquica dada en un sueño o
visión, con independencia de que estos sucesos hayan
ocurrido ya o pertenezcan al presente o al futuro, o se
produzcan en un lugar cercano o rem oto. “Lo im portante
es que suceden aquí y ahora”, concluye la doctora Jaffé,
210
autora de un libro clásico sobre apariciones, sueños de
m uerte y fantasmas.
Por ejemplo, lo que cuenta Kant acerca de la con
tem plación visionaria de Em m anuel Sw edenborg del
incendio de Estocolmo m ientras se hallaba en Goeteborg,
a cientos de kilóm etros del siniestro, constituye una de
esas experiencias sincronísticas acausales, coinciden
tes en el tiempo, pero no en el espacio.
Lo m ism o puede decirse de la experiencia de aque
llas personas que im portunan al I Ching preguntándole
varias veces la m isma cuestión. Com únm ente el libro
oracular de los chinos les contesta con estas palabras:
4.
212
que el de los judíos; ésta es la ventaja y desventaja de una
juventud que aún no se desprende de la barbarie...11
5.
213
asociarse con el yo, se vuelven conscientes, pero
tam bién puede ocu rrir qu e perm anezcan in cu bán do
se la rgo tiem po sin n in gu n a conexión con la con cien
cia, ocasion ando así las llam adas transferencias,
p royeccion es, visiones, alucinaciones, ideas deliran
tes y, tam bién , los fa n atism os más recalcitran tes.
C om o se sabe, el fa n a tisin ^ se d a en tre los que
tien en qu e reprim ir u n aln cértid u m b re in terior (du-
das in con scien tes), com o en el caso de S au írS au lo o
P ablo de T arso, cuyo odio contra los cristian os estaba
determ in ad o por su com plejo cristiano aún in con s
cien te.
L a visión de Cristo en el cam ino de D am asco señala
ju sto el m om ento en que el com plejo inconsciente se une
al yo de San Pablo, pero com o no se reconoce como
cristiano lo proyecta en form a de una visión casi objetiva
y ajena a sí m ism o. A grega Jung:
214
EPÍLOGO
217
1 [ I
218
!
M anuel A ceves
219
Estas frases deficientem ente traducidas se tom aron de
m i ponencia titulada “Sobre la situación actual de la
psicoterapia”, que apareció en el Zentralblatt für Psy-
chotherapie (vol. 7, núms. 1 y 2) .1 Una extensa discusión
de los puntos de vista de esta ponencia aparece en el
ensayo del doctor E m est H arm s: “Cari G u stav Jung,
d efen sor de F reu dy los ju d íos” (Psychiatric Quarterly,
abril de 1946). A fin de evaluar el sign ificado de estas
frases cu estion ables le daré a usted el con texto com
pleto en que aparecen:
“Com o constituyen una cultura el doble de antigua,
los ju díos son notablem ente más conscientes de las
debilidades e inferioridades del ser hum ano y, por
tanto, en ese respecto, m ucho menos vulnerables que
nosotros. A su experiencia com o antigua cultura tam
bién deben la habilidad de poder vivir conscientem ente
en térm inos benevolentes, amistosos y tolerantes con
sus propios defectos. N osotros, en cam bio, som os dem a
siado jóvenes para dejar de tener ilusiones... E l judío,
com o es m iem bro de una raza cuya cultura tiene irnos
tres m il años de edad, al igual que el chino culto es
consciente de arpas m ás amralias .que nosotros... El ju
dío, com o es relativamente nómada, nunca ha producido,
y posiblem ente nunca producirá, una cultura propia,
puesto que todos sus dones e instintos requieren de un
pueblo anfitrión más o menos civilizado para su desa
rrollo. P or tanto, la raza judía en general tiene, de
acuerdo a m i experiencia, un inconsciente que sólo
condicionalm ente puede com pararse con el ario. Fuera
de ciertos individuos creativos, el judío com ún y corriente
ya es dem asiado consciente y diferenciado y no puede
preñarse de las tensiones de un futuro que no ha nacido.
El inconsciente de los arios tiene un potencial más alto
que el de los judíos; ésta es la ventaja y la desventaja de
2Cf. Collected Works, vol. 10 par. 353. L a versión que se presenta aquí
es de la entrevistadora, al igual que los subrayados en todo el texto.
3 “Mind and Earth” (orig. 1927), Collected Works, vol. 10, par, ¿ 0 3 .
221
cede con facilidad a un tratam iento popular. Es
m alentendida con facilidad, y m ás aún cuando los
period istas tratan de presentar algo sensacionalista.
T al afirm ación desn u da y aislada naturalm ente re
su lta una tontería aparatosa para qu ien esté fam ilia
rizad o con las labores de la m ente in con scien te. A ntes
de que se pueda extraer algún sentido'de esta afirm a
ción hay que saber hasta qué punto nos puede influen
ciar lo inconsciente. Yo podría hablar tam bién de los
contenidos prim itivos del inconsciente europeo. No hay
un m enosprecio crítico en estas cosas. ^De hecho, para
un a persona bien despierta los contenido RftEfTTRTTf 1VOS
í - ------------- -------------------n ,----- í
pueden resultar una fuente He renovación. El incons
ciente de los estadounidenses es m uy interesante, ya
que contiene m ás elem entos diversos y una m ayor
tensión debida al crisol y a la transplantación hacia un
suelo prim itivo, lo cual causó una ruptura en el trasfondo
tradicional de los europeos que se volvieron estado
unidenses. Por una parte, en cierta m anera los esta
dounidenses son m ás civilizados que los europeos; por
otra, el surtidor de su energía vital contiene un inm enso
núm ero de posibilidades. Yo no pretendo haber alcanza
do una visión inteligible de esto, e incluso la visión que
tengo no puede com prim irse en las pocas páginas de
una entrevista.
-—El señor H illyer afirm a que en 1936 usted dijo que
“el nuevo orden de H itler en Alemania parecería ofrecer
la única esperanza de Europa”.*
— E n el otoño de 1936 muchos estadounidenses me
preguntaron qué pensaba yo de H itler y de sus ideas, y
yo siem pre expresé preocupación por el futuro de Eu
ropa . N o es verdad que alguna vez yo haya admirado a
H itler. Sin em bargo, en los prim eros años, antes de que
el dem onio del poder finalm ente lo dom inara, H itler
produjo m uchas reform as y en cierto grado sirvió 4
4 Esta cita no pudo documentarse.
222
1
226
kilóm etros, y después supe que los nazis planeaban
acabar conm igo si es que decidían cruzar la frontera
suiza.
O B R A S C O M P L E T A S D E C .G . J U N G
229
ÍN D ICE D E L A EDICIÓN E N 18 TO M O S DE
P R IN C E T O N U N IVERSITY P R E SS, EN T R A
D U C C IÓ N DE R .F .C . H U LL
* 1. PSYCHATRIC STUDIES
On the Psychology and Pathology of So-Called Occult Phenomena
(1902)
On Hy8terical Misreading (1904)
Cryptomnesia (1905)
O n Manic Mood Disorder (1903)
A Case of Hysterical Stupor in a Prisoner in Detention (1902)
O n Simulated Insanity (1903)
A Medical Opinión on a Case of Simulated Insanity (1904)
A Third and Final Opinión on Two Contradictory Psychiatric
Diagnoses (1906)
O n the Psychological Diagnosis of Facts (1905)
230
Pneumograph in Norm al and Insane Individuáis (by F.
Peterson and Jung)
F urther Investigations on the Galvanic Phenom enon and
Respirationin Normal and Insane Individuáis (by C. Ricksher
and Jung)
Appendix: Statistical Details o f Enlistment (1906); New Aspects
o f Criminal Psychology (1908); The Psychological Methods o f
Investigation Used in the Psychiatric Clinic o f the University
o f Zurich (1910); On the Doctrine of Complexes ([1911] 1913);
On the Psychological Diagnosis of Evidence (1937)
“Publicado en 1960.
(Publicado en 1961.
231
5. SYMBOLS OF TRANSFORMATION (1911-1^1952)
PARTI
Introduction
Two Kinds of Thinking
The M iller Fantasies: Anamnesis
The Hym n of Creation
The Song o f the Moth
P A R T II
Introduction
The Concept of Libido
The Transformation of Libido
The Origin of the Hero
Symbols of the Mother and of Rebirth
The Battle for Deiiverance from the Mother
The Dual Mother
The Sacrifice
Epilogue
Appendix: The Miller Fantasies
232
*7. TWO ESSAYS ON ANALYTICAL PSYCHOLOGY
On the Psychology of the Unconscious (1917-1926-1943)
The Relations between the Ego and the Unconscious (1928)
Appendix: New Paths in Psychology (1912); The Structure of the
Unconscious (1916) (new versions, with variants, 1966)
U.
233
The Psychological Aspecto o f the Kore (1941)
The Phenomenology of the Spirit in Fairytales (1945/1948)
On the Psychology o f the Trickster-Figure (1954)
Conscious, Unconscious, and Individuation (1939)
A Study in the Process o f Individuation (1934/1950)
C oncem ing Mandala Symbolism (1950)
Appendix: Mandolas (1955)
234
Wotan (1936)
After the Catastrophe (1945)
The Fight with the Shadow (1946)
The Undiscovered Self (Present and Future) (1957)
Flying Saucera: A M odem M yth (1958)
A Psychological View of Conscience (1958)
Good and Evil in Analytical Psychology (1959)
Introduction to W olffs “Studies in Jimgian Psychology” (1959)
The Swiss Line in the European Spectrum (1928)
Reviews o f Keyserling's “America Set Free” (1930) and “La
Révolution Mondiale” (1934)
The Complications of American Psychology (1930)
The Dreamlike World of India (1939)
What India Can Teach Us (1939)
Appendix: Documente (1933-1938)
f1 3 . A L C H E M IC A L S T U D IE S
Commentary on “The Secret of the Golden Flower” (1929)
The Visions o f Zosimos (193É/1954)
Paracelsus as a Spiritual Phenomenon (1942)
The Spirit Mercurius (1942/1948)
The Philosophical Tree (1945T954)
n 1 4 . M Y S T E R IU M C O N IU N C T IO N IS (1 9 5 V 5 6 )
AN IN Q U IRY IN TO THE SEPARATION AND SYNTHESIS OF
PSYCHIC OPPOSITES IN ALCHEMY
The Components of the Coniunctio
The Paradoxa
The Personification of the Opposites
Rex and Regina
Adam and Eve
The Conjunction
236
*16. T H E P R A C T IC E O F P S Y C H O T H E R A P Y
G EN ERAL PROBLEM S O F PSYCH O TH E RAPY
Principies of Practical Psychotherapy (1935)
W hat Is Psychotherapy? (1935)
Some Aspecte of M odem Psychotherapy (1930)
The Aims of Psychotherapy (1931)
Problema of Modem Psychotherapy (1929)
Psychotherapy and a Philosophy of Life (1943)
Medicine and Psychotherapy (1945)
Psychotherapy Today (1945)
Fundamental Questions of Psychotherapy (1951)
SPECIFIC PROBLEMS OF PSYCHOTHERAPY
The Therapeutic Valué of Abreaction (1921/1928)
The Practical Use of Dream-Analysis (1934)
The Psychology of the Transference (1946)
Appendix: The Realities of Practical Psychotherapy ([1937] added
1966)
+17. T H E D E V E L O P M E N T O F P E R S O N A L IT Y
Psychic Conflicts in a Child (191C/1946)
Introduction to Wickes's “Analyse der Kinderseele” (1927/1931)
Child Development and Education (1928)
A n a ly tica l P sych ology a n d E d u ca tion : T h re e L ectu res
(1926/1946)
The Gifted Child (1943)
The Signifícance of the Unconscious in Individual Education
(1928)
The Development of Personality (1934)
Marriage as a Psychological Relationship (1925)
237
*19. GENERAL BIBLIOGRAPHY OF C. G. JUNG’S
WRITINGS
'Publicado en 1979.
(
Apéndice 3
OBRAS E N ESPA Ñ O L D E C .G . JU N G
239
ÍN D IC E
PREFACIO
EL MEXICANO
I. Arcana A rtis........................... ....... . 11
II. Herme^Mercurio .............................. 43
III. Tezcatlipoca ....................................... 53
IV . Madre terrible y devoradora............ 83
V. Al encuentro del ánima
( C on clu sión ) ....................................... 107
A n exo.- La diosa s illa ........................ 121
A p én d ice 1.- Tabla E sm eralda........ 129
A p én d ice 2.- Origen de Tezcatlipoca.. 131
A p én d ice 3.- Invocación de
Tezcatlipoca......................................... 132
ÁNIMUS
Emma Jung y el fem inism o............. 135
Á n im u s e in con scien te co le ctiv o , 136; á n im u s y
p osesión psíquica, 138; á n im u s y p e n sa m ie n to
arcaico, 140; á n im u s y lib era ción , 143.
YOGA
Vasconcelos y el Y o g a ....................... 149
SUEÑOS
I. Epidauro o la cura por los sueños ... 167
II. D ie T rau m d eu tu n g 9 0 años después. 181
III. Lacan y los fan tasm as...................... 185
IV. La conseja o el cuento de h a d a s...... 197
JUNG
F re u d , lo s n a z is y e l o c u lt is m o ......... 203
EPÍLOGO ................................................................... 215
A p én d ice 1.- S o b re lo s a ta q u e s e n e l
S a tu rd a y R eview o fL it e r a t u r e ....................... 217
A p én d ice 2 .- O b r a s co m p le ta s
d e C .G . J u n g ........................................................... 229
A p én d ice 3. - O b r a s e n e sp a ñ o l
d e C .G . J u n g ........................................................... 239
EL M E X IC A N O :
A L Q U IM IA Y M ITO D E U N A R A Z A
SE IMPRIMIÓ EN LOS TA LLERES D E
N A TIO N A L PRINT, S. A .
SAN ANDRÉS A T O T O NO. 12
N A U C A L P A N D E JU A R E Z , E D O . D E M ÉXICO
SE TIR A R O N 3 000 EJEMPLARES
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IMPRESO Y H EC H O EN M ÉXICO
PRINTED A N D M A D E I N M EXICO
5
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