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ganz1912

ASTRONOM ÍA
EN LA AME RICA A N TICU A
compilación de
AN THO N Y F. AVEN I

SIGLO VEINTIUNO NUKTRA


g a n z l9 1 2
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siglo véintiuno editores, sa
CEMO DEL AGUA 348 , MÉXICO 30 . 0 .F.

siglo veintiuno de españa editores,* sa


C/fO lZA 3 . MAMI0 3 3 . íSPAÑA
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siglo veintiuno argentina editores, sa


traducción de
LUIS F m F E RODRÍGUEZ JORGE

g a n z l9 1 2
portada de anhelo hernández
primera edición en español, 1980
© siglo *xi editores, s.a.
ISBN 968-23-0556-X

primera edición en inglés, 1977


© by the university of texas press
Hftilo onginal: native american astronomy

ados conforme a la ley


«9# méxico / printed and made in mexico
ICE {Hílir' • ÜJfMS j
» m A Ü M W BARCfüA VASQliÜ” |

?
SOBRE los autores
pr ó lo g o , por Michael D. Coe
por Anthony F. Aveni
in t r o d u c c ió n ,
*1. CONCEPTOS DE ASTRONOMÍA* PQSIClOtfAL EMPICADOS EN LA ARQUI­
TECTURA m e s o a m e r ic a N a* A N l i G u Á / p o r vlniAoñy F. Aveni
2. LA CALENDÁKICA m e s o a m e r ic a n a c o m o e v d e n c ia de a c t iv id a d
a s t r o n ó m ic a , por Sharón L. Gibbs

Calendirica, 43; La cuenta ritual, 43; El año vago, 45; La rueda


calendirica, 47; La cuenta larga, 47; Astronomía a través de la
. correlación, 50; Aitronomla sin correlación, 54

3. SU N O S ASTRONÓMICOS EN LOS CÓDICES BODLEY Y SELDEN, p o r


H ont Hartung
" 4. p a l e n q u e : l a c a s a d e l s o l a g o n iz a n t e , por Linda Schde
*5. tablas e in s c r i p c i o n e s a s t r o n ó m ic a s por David H.
m ay a s,
Kelley
6. p r á c t ic a s a s t r o n ó m ic a s co n tem po rá n ea s entre los m ayas,
por Judith A. Remington

Introducción, 105; Tiempo, 106; Orientación espacial, 108; As­


tronomía, 110; Conclusiones, 120

— 7. e l m e c a n is m o pa r a la d e t e r m in a c ó n de fech a s en la tabla
DE VENUS DEL CÓDICE DE DRESDEN, p o r M ichael P. CloSS
- 8. EL ALTAR Q DE COPÁN: ¿EL CONGRESO ASTRONÓMICO MAYA DE
763 d . c .? , por John B. Carlson
— 1-8. ARQUITECTURA Y PLANIFICACIÓN ENTRE LOS ANTGUOS MAYAS:
POSIBILIDADES Y LIMITACIONES PARA LOS ESTUDOS ASTRONÓMICOS,
por Hora Hartung

La arquitectura en la arqueología, 145; Antecedentes, 146; Aspee-


■tos particulares de la arquitectura y planificación de Tikal, 148;
Limitaciones en las direcciones astronómicas, 154; Alineamiento de
las antiguas estructuras mayas, 154; Lineas visuales en los centros
ceremoniales y sus alrededores, 155; Puntos de referencia en masas
estructurales y en el espacio abierto, 158; Geometría y geoman-
cia, 161; La importancia de la luz y la sombra, 164; Observaciones
finales, 164
Biblioteca de Ciencias Antropológicas
> "Dr. AlireüfTjBarrera Vásquez"
ín d i

10. LA ASTRONOMÍA ANTICUA DE LOS INDIOS CADDOANOS DE LAS LLA­


NURAS n o r t e a m e r ic a n a s , por Waldo R. Wedel 16

Introducción, 168; Lo« registros etnográficos, 169; La. evidencia


arqueológica, 177

11. LAS RUEDAS MEDICINALES Y. LA ASTRONOMÍA DE LOS IfiDlOS DE LAS


LLANURAS NORTEAMERICANAS, por John A. Eddy 18
Los indios primitivos de las llanuras, 187; La rueda medicinal de
Big Hom, 189; Ruedas medicinales de Norteamérica, 194; Dos ho­
gares en Colorado y Montana de posible importancia astronómi­
ca, 196; Ruedas, medicinales y mojones en Canadá, 200; La rueda
medicinal de la montaña Moose, 205

12. REPRESENTACIONES SOBRE ROCA DE LA SUPERNOVA DE 1054 D.C.:


in f o r m e d e a d e l a n t o s , por John C. Brandt y Ray A. Williamson 214

13. u n e x a m e n d e la H ip ó t e s i s d e m il LE r , por Dorotky Mayer 221

Introducción, 222; La figura de la media luna, 222; Medias lunas


cercanas a circuios y perforaciones, 224; Ocho ejemplos determi-
nables, 229; Conclusiones, 242; Resumen de testimonios, 244

14. OBSERVATORIOS SOLARES DE LOS INDIOS ANASAZIS, p o r Ray A.


Williamson, Howard J. Fisker y Donnel O’Flynn ' 246

Introducción, 246; Estaciones de observación, del horizonte, 248;


Estructuras artificiales, 251; Conclusiones, 260

15. e l c a l e n d a r io in c a , por R. 7*. Zuidema 263

Introducción, 263; Calendarios anteriores a la conquista, 266; Los


meses del año solar incaico, 272; El sistema caque, 277; Las subdi­
visiones políticas de Cuzco, los grupos de ceques y la medición
de unidades astronómicas de tiempo mediante ceques y kuacas,
287; El sistema ceque y la observación astronómica; discusión
preliminar, 301; Conclusiones generales, 310

BIBLIOGRAFÍA 312
g a n z l9 1 2
-SOBRE LOS AUTORES

An t h o n y F . a v e n i se doctoró en astronomía en la Universidad de Arizona


y actualmente es profesor de astronomía de la Universidad de Colgate, donde
enseña desde 1963, Su involucramiento en les estudios prehispánicos se des­
arrolló a partir de su interés en la historia de la astronomía. Con el apoyo
económico de la National Science Foundation comenzó en 1970 una serie
de expediciones de investigación a México, Guatemala, Honduras y Perú
con el propósito de estudiar las orientaciones astronómicas de pirámides y
templos. Desde entonces, ha publicado varios artículos sohre la astronomía
de la América antigua y editó Archacoastronomy in Pre-Columbian America
(University pf Texas Press, Austin, 1975), volumen que fue el resultado
de la primera reunión de arquecastrónomos que tuvo lugar en México, D. F.
en 1973.

]O H N c. b r a N d t (licenciado en matemáticas por la Universidad de Wash­


ington y doctorado en astronomía y astrofísica en la Universidad de Chica­
go) ha dado cátedras en la Universidad de California, en Berkeley, y ahora
es jefe del Laboratory for Solar Physics and Astrophysics del NASA-Goddard
Space Flighí Cerner, Gréenbelt, Maryland. Sus artículos cubren los temas
del viento solar, los cometas y las galaxias. Su interés en el arte rupestre, ori­
ginalmente un pasatiempo, ha comenzado a convertirse en un tema serio de
investigación.

j o h n b . c a h l s o n , astrónomo, recibió su doctorado en radioastronomía de


la Universidad de Maryland en 1977, pero su antiguo interés en la arqueo-
astronomía ha fructificado ya en una amplia gama de publicaciones. Sus
áreas de investigación incluyen el compás clmeca, la geomancia, y los méto­
dos astronómicos de los antiguos mesoamericanos.

m ic h a e l p. c l o s s es profesor del Departamento de Matemáticas dr la Uni­


versidad de Ottawa. Su interés en el mundo maya surgió recientemente, pero
ya ha comenzado a producir importantes publicaciones sobre el calendario
maya de Venus y sobre el problema de correlacionar las fechas mayas y
cristianas.

j o h n a . e d d y es investigador asociado del High Altitude Observatory del


National Cerner for Atmospheric Research, Boulder, Colorado. Como físico
solar, tiene intereses en las relaciones solar-terrestres y en el ciclo de las
manchas solares. Sobre estos temas ha publicado varios trabajos importantes.
Su primer estudio arqueoastronómico, publicado en Science Magazine en
1975, involucra una investigación de la rueda medicinal de Big Horn
[9]
10 i O B U LO S AUTORES

en Wyoming, tema sobre el cual elaboró su contribución al presente volu­


men. La National Geographic Society ha financiado parte de su investigación.

h o w a k d j. f i s h e k ha sido instructor de física en el St. John’s College


desde 1965, fecha en la que recibió su licenciatura de la Universidad de
Rochester.

s h a r o n l . 02b b s estudió en la Universidad de Colorado y luego se doctoró


en historia de la ciencia en la Universidad de Yale. Estuvo asociada a la
investigación sobre historia de la astronomía en la Universidad de Colgate.
Actnalmente trahaja en los U.S. National Archives en Washington, D.C.
Entrenada en la historia de la ciencia occidental, ha escrito un libro, Greek
and Román Sundials (N ew H aven : Y ale Univenity Press, 1976). Su trabajo
en el presente volumen representa su primer estudio de la ciencia de la
América antigua.

h o k s t h a b t u n g , arquitecto, es desde 1951 profesor de arquitectura preco­


lombina en la Universidad de Guadalajara. Su investigación sobre temas
precolombinos ha producido numerosos artículos que se remontan a 1951.
Su texto Die Zeremonialuntren der Maya (Altad. Dmck- u . Verlag., Graz,
1971) es un trabajo básico sobre la planificación de las ciudades mayas.

da v idh . k e l l e y, doctorado en Harvard en arqueología, es bien conocido


por la comunidad de mayistas debido a sus muchas contribuciones básicas
al entendimiento de los sistemas antiguos de escritura. Su libro más reciente es
Deciphering the Maya Script (Univenity of Texas Press, Austin, 1976).
Kelley es profesor de arqueología en la Univenidad de Caigary.

dorothy m ayer fue estudiante graduada de filosofía en la Univenidad de


California, Berkeley. Ha estado interesada en los petroglifos desde 1972. Sus
estudios tienen sus bases en la filosofía e historia de la ciencia y en las mate­
máticas. Ha publicado varios artículos sobre la interpretación de los pe­
troglifos.

d o n n e l o ’f l y n n , despoés de obtener un grado en artes liberales del St. John’s


College en 1972, ganó una beca de la Watson Foundation para estudiar
arqueoastrouomía.

junrra r e m i n g t o n recibió su maestría en antropología de la Universidad


de las Américas. Realizó extensas excursiones de investigación entre los indí­
genas guatemaltecos de habla maya. Actualmente es candidato doctoral en
antropología en la Northwestern Univenity. Su contribución a este libro es la
primera poblicación del material contenido en su tesis.

l in d a s c h e l e , artista e historiadora, e s investigadora asociada en el Dum-


barton Oaks Center for Pre-Columbian Studies de Washington, D.C., así
como profesora d e historia del arte en la Universidad de South Alabama.
11

En los últimos tres años ha producido destacados artículos sobre el descifra­


miento de las inscripciones jeroglificas de la ciudad maya de Palenque.

w a l d o w e d e l , recientemente jubilado de su poesto como arqueólogo de la


Smithsonian Institution, ha tenido una larga e impresionante carrera como
arqueólogo de Norteamérica desde que se doctoró en 1936. Dos de sus
mejores libros son Prehistoria Man on the Great Plains (Universitv of
Oklahoma Press, Norman, 1961) y An Introduction tó Kansas Archaeology
(Smithsonian Institution, Washington, D.C., 1959).

h a y a . w i l l i a m s o n recibió su licenciatura en física de la Universidad Johns


Hopkins y su doctorado en astronomía de la Universidad de Maryland.
Estuvo asociado con la Universidad de Hawaii antes de convertirse en pro­
fesor asistente de astronomía en el St. John’s College, donde es también
deán asistente de la facultad. Además de s u s intereses astronómicos sobre
el material interestelar y las nebulosas galácticas, sus más recientes intereses
arqueoastronómicos incluyen la astronomía de los indios poeblos. Actualmen­
te recibe subsidio de la National Geographic Society para continuar estu­
diando los antiguos sistemas astronómicos de Chaco Canyon, Nuevo México.

r . t h o m a s z u id e m a se doctoró en antropología en la Universidad de Leiden,


Holanda. Es conocido por todos los estudiosos interesados en la civilización
inca, y ha publicado más de cincuenta artículos sobre la organización política
y social inca, tanto presente como pasada, mientras trabajaba en Perú du­
rante veinticinco años. Zuidema es actualmente profesor de antropología
de la Universidad de Illinois, Champaign-Urbana.
Este libro está dedicado a la memoria de Sir Eric Thomp­
son (1898-1975), cuyos estudios del calendario maya con­
tribuyeron a hacer consciente al mundo de un talento
supremo originario de las Américas.
PRÓLOGO

Este volumen y su antecesor (Archaeoastronomy in Pre-Columbian


America) son firme testimonio de que soplan vientos nuevos en la
arqueología del Nuevo Mundo. No hace falta gran imaginación para
comprender que hay mucho en este tema que no se ha podido, y no
se puede, explicar desde un punto de vista puramente materialista:
por ejemplo, los trazados asombrosos en la pampa desértica del sur de
Perú, o el extraño Edificio J en Monte Albán, México, o las medias
lunas y estrellas presentes en el arte rupestre del Sudoeste norteameri­
cano. Es obvio que existían poderosas corrientes intelectuales entre
los habitantes primitivos del Nuevo Mundo que iban mucho más allá
de sus necesidades económicas, políticas y sociales.
Desafortunadamente, la incapacidad, o negación, de los arqueólo­
gos, tanto “nuevos” como “viejos”, piara comprender los sistemas men­
tales del indio americano —como se encuentran en la _religión, las
cosmologías y la mitología—? ha dejado el campo abierto a la más desen­
frenada especulación. El público de ambos lados del Atlántico ha sido
■llevado a creer en la existencia de viajeros del espacio exterior, en con­
tinentes hundidos, en “dioses culturales” blancos, y en quién sabe que
más, situación que ha sido explotada ampliamente por editores de
libros y productores de televisión.
Es pues bienvenido el que astrónomos, arqueólogos y arquitectos
profesionales, representados por Anthony Aveni y sus colegas, se hayan
unido para atacar el problema de la astronomía y cosmología de los
pueblos antiguos. Así han revivido una olvidada tradición académi­
ca, puesto que en el siglo,pasado algunos americanistas destacados,
como Daniel G. Brinton y Zelia Nuttall, estuvieron interesados en
similares temas. ,
La importancia de este tipo de investigación es doble. No sólo
comenzamos a descubrir por qué ciertos edificios, sitios y aun ciudades
enteras están orientados como lo están, sino que parece que estamos
al borde de comprender los primeros pasos dados por los indios ameri­
canos hacia la auténtica ciencia. Otto Neugebauer, en su magnífico
libro The I¡xact Sciences in Antiquity, hace notar que la observación
del cielo estrellado por los sacerdotes del Cercano Oriente, noche tras
noche a través de muchos siglos, los llevó eventualmente al pensa­
miento científico. ¿No pudo haber ocurrido este mismo proceso en
nuestro hemisferio, si tan sólo estas brillantes culturas no hubieran
sido apagadas brutalmente por la tecnología y las armas europeas?

Michael D. Coe
INTRODUCCIÓN

“La astronomía maya es demasiado importante para dejársela a los


astrónomos.’’ Sir Eric Thompson mostraba frecuentemente la envidia­
ble habilidad de resumir una situación en unas cuantas palabras. Su
frase bien podría servir como tema a esta colección de ensayos. Cuando
,Thompson la escribió criticaba a aquellos astrónomos que trataban de
demostrar una teoría haciendo malabarismos con los números der las
inscripciones, sin referirse al contexto en el que estaban escritos.
Pero saliendo en defensa de mi profesión, debo también revelar
algunas de las ultrajantes declaraciones astronómicas pronunciadas por
antropólogos. Por ejemplo, un erudito sugirió que las estrellas de la
Osa Menor pudieron haber sido cientos de veces más brillantes hace
unos siglos, mientras que otro descartaba el que los períodos de las
revoluciones siderales de los planeta! fueran deferminables “simple­
mente por medio de observaciones” . U n poco de conocimiento de
astronomía elemental pudiera haber hecho mucho bien en el caso
de estos individuos, ambos bien versados en asuntos folklóricos.
! Si se indaga en la bibliografía vieja, resulta que (ja mayoría de los
americanistas parecían estar conscientes de que la astronomía era im­
portante en las sociedades precolombinas^ La fuerte relación entre los
intereses astronómicos y otros aspectos de las culturas nativas america­
nas, especialmente la religión, ha sido debidamente apuntada^ Pero
una gran parte de la bibliografía inicial escrita respecto a los conoci­
mientos y métodos astronómicos está entretejida con especulación.
Como resultado de nuestra incapacidad de manejar el material dispo­
nible hemos acabado conociendo poco acerca de las prácticas astro­
nómicas de aquellos pueblos.
/L a década de los setenta ha presenciado el desarrollo de una actitud
interdisciplinaria para estudiar los conocimientos astronómicos de los
pueblos ¿ntiguos. En algunos círculos se le llama “arqueoastronomía”,
en otros “astroarqueología”.j Algunas veces encontramos la palabra
dividida por un guión^Lo que importa es que, para lograr practicarla,
el estudioso serio debe familiarizarse con ciertos segmentos colindantes
de campos del conocimiento establecidos.
Más que la mayoría de las disciplinas, el campo lateral de la arqueo-
astronomía es una empresa social. Exige a los estudiosos compartir
conocimientos y experiencia con colegas en campos tradicionalmente
muy separados. Para el principiante, esto puede parecer forzado, difícil
e incómodo. La interacción se complica por la existencia de expre-
[14]
CCIÓN 15
¿iones y terminologías que muchas vetes no son cosa compartida. Peor
' aún es la convicción natural que todos poseemos, al menos en cierto
grado, de que nuestro enfoque es el correcto y que no vale la pena
preocuparse respecto a los de los otros. Hace ya dos décadas C. P. Snow
nos advirtió sobre la existencia de un abismo de mutua incomprensión
entre las disciplinas. Se deriva de una testarudez intelectual —la falta
de ganas de comprender un punto de vista diferente.
Los participantes en la primera reunión organizada de arqueoastró-
nomos legraron superar la mayoría de estas dificultades. La reunión
conjunta de la American Association for the Advancement of Science
y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología llevada a cabo en la
ciudad de México en junio de 1973 fue una asamblea poco usual
de individuos que representaban una amplia gama de disciplinas:
astrónomos, antropólogos, arqueólogos e historiadores presentaron tra­
bajes sobre la correlación de los calendarios mesoamericano y cristiano,
sobre los motivos astronómicos en el arte y la escultura de México y
del Sudoeste norteamericano, y sobre la orientación astronómica de
edificios y centros ceremoniales de la antigua Mesoamérica. Los resul­
tados de la conferencia fueron publicados bajo el título Archaeoastro-
nomy in Pre-Crtumbian America, al que de aquí en adelante nos
referiremos como al “primer volumen”, un libro que ha sido bien reci­
bido por la amplia comunidad académica hacia la cual fue dirigido.
La mayoría de los conferencistas, que habían estado examinando
su tema desde un ángulo, se beneficiaron al ver sus problemas obser­
vados con nuevos ojos. A nadie sorprendió el que, dos años después
de la primera reunión, varios participantes expresaran interés en volver
a encontrarse por unos días para presentar artículos que esbozaban el
progreso de sus estudios. Se decidió que durante la segunda reunión
se usaría como guía para aceptar artículos el más amplio tema de la
astronomía nativa de América. Así, por primera vez, algunos de
los estudios astronómicos recientes llevados a cabo en Norte y Sudamé-
rica podrían contrastarse con el trabajo sobre Mesoamérica en lo
tocante a calendarios y orientación de edificios, trabajo que había
avanzado considerablemente desde la reunión de 1973.
Con el generoso apoyo de la Tinker Foundation se llevó a cabo
el simposio “Native American Astronomy” en la Universidad Colgate,
del 23 al 26 de septiembre de 1975. Ocho investigadores de los cam­
pos de la arqueoastronomía de Norte, Centro y Sudamérica fueron
invitados a presentar reseñas centradas en sus respectivas áreas de
interés. La reunión se abrió entonces a reportes breves adicionales, y
un total de 26 artículos fue leído durante los cuatro días. Este libro
contiene versiones revisadas de las ocho reseñas así como una selección
de los reportes breves.
16 A N TH O N Y F . AVE!

Para dar coherencia al volumen, hemos agrupado los artículos por


región geo ráfica en lugar de por orden de presentación en la reunióme
Comenzamos con Mesoamérica en general (Aveni, Gibhs y Hartung|
[signos astronómicos]), pasamos al área maya (Schele. Kelley. Remingv
ton, Glosa, Carlson y Hartung [arquitectura]) y al Sudoeste nortéame*;
ricano y las Grandes Llanuras (Wedel, Eddy, Brandt y Williamson^,'
Mayer y Williamson), y cerramos con la única contribución sudame-yí
ricána, por Zuidema.
Con la publicación de este volumen esperamos comenzar a sintetizar,
algunos de los elementos común» relacionados al desarrollo de la ciemy
cia entre las civilizaciones precolombinas del Nuevo Mundo. También
esperamos deslindar las muchas, disimilitudes en la práctica astronó^
mica entre el norte y el sur, y comenzar a reflexionar sobre, ellas.
Sabemos que muy temprano en el desarrollo de las civilizaciones
mesoamericanas los astrónomos-sacerdotes nombraron las estrellas fijas
. y si uieron el curso de los planetas que entre ellas se mueven. Recono­
cieron que el emergente lucero del alba, Venus, era el mismo objeto
que desaparecía como estrella vespertina varias noches antes. La ma­
yoría de sus ciclos calendáricos derivaban de observaciones astronór
micas.- Pero ¿cómo se realizó dicha derivación? ¿Qué observaciones
específicas hacían? ¿Cuál era el modus operandi? ¿Cuándo, si es que
alguna vez ocurrió, elevó el astrónomo-sacerdote su arte al estado
en el que sus ciclos astronómicos eran capaces de predicción? Y final­
mente ¿fue alguna vez capaz de formular mdtlelos del mundo que
pudieran alterarse comparando observaciones y predicciones —o sea
auténtica astronomía científica? Éstas son algunas de las preguntas
que nos hacemos en este volumen.
Hay gran certeza de que la astronomía ,en Mesoamérica estaba
conectada con la disposición de las construcciones. Mientras que los
dibujos en los códices lo insinúan, el padre Motolinia directamente
nos dice que Moctezuma, emperador de los aztecas, mandó derruir y
reconstruir al menos un edificio para lograr que su alineación corres­
pondiera con la posición de la salida del sol en los equinoccios.
El lector de este libro que esté familiarizado con el primer volumen
observará que el estudio de las orientaciones de edificios en México
ha avanzado considerablemente en dos frentes. Primero, el enfoque
interdisciplinario ba abierto nuestros ojos a la multiplicidad de factores
que moldeaban el diseño de los centros ceremoniales mesoamericanos.
Estos factores van desde la funcionalidad astronómica hasta la hiero-
fama religiosa. Hoy el estudio de las alineaciones de los edificios meso-
americanos no es ya más un juego de combinar y comparar direcciones
astronómicas usando una computadora electrónica. En muchas oca­
siones encontramos varios esquemas de diseño mezclados en un m:smo
I ' « ríM D U C O Ó N R

fc lugar; esto da una idea de la complejidad de las mentes men&merka-


ñas que lo concibieron. Segundo, una gran cantidad de datos precisos,
hasta hace poro sumamente escasos, han sido colectados en los sitios.
En mi ensayo discuto nueva información que he estado acumulando
respecto a la orientación de edificios y de los ejes de centros ceremo­
niales en México, Guatem ala y Honduras. Mis esfuerzos han sido
duplicados en Norteam érica por Eddy, quien reporta sobre su estudio
de las rueda* medicinales. En estas construcciones un buen número de
alineaciones significativas ha sido descubierto pero, curiosamente, la
tendencia a alinearse al este del norte que tantas estructuras mócame»
ricana* muestran no aparece aquí. A esto añadimos el trabajo de Wedel
sobre marcadores de los solsticios en sitios de las Grandes Llanuras
y los estudios de Williamson de los sitios Anasazi y Pueblo. Zuidema
discute su investigación sobre la relación entre el calendario astro­
nómico y el sistema ceque, que incorporó líneas de referencia astronómi­
cas a Cuzco, la capital inca. Aun cuando presentemente los estudios
sudamericanos carecen del fundam ento de datos para poner a prueba
las teorías de orientación astronómica, la investigación de Zuidema
sobre los registros históricos, los intervalo» calendárteos, y las complejas
interrelaciones entre los sistemas sociales, políticos y religiosos de
los incas sugiere que futuros estudios podrán revelar mucho sobre sus
sistemas astronómicos. Éste es un artículo pionero, la prim era investi­
gación-a fondo dé la astronomía inca realizada en nuestros tiempos.
Todos estos esfuerzos han hecho mucfio para clarificar algunos de los
mitos respecto a observatorios astronómicos que se han propagado a
través de la bibliografía, Pero, como el artículo de Carlson demuestra,
algunas de las viejas leyendas aún persisten y muchas ta n a s sos espe­
ran en este frente.
D ada su preocupación por codificar con coloréalas direcciones car­
dinales, no es sorprendente que una característica común com partida
por lar civilizaciones-del Nuevo M undo sea el sistema astronómico
basado en el horizonte. En loa artículos de este libro se demuestra que
este sistema es capaz de delinear un período en el calendario con nota­
ble precisión. Estos arreglos celestes están en m arcado contraste con los
métodos de la astronomía china, basada en una orientación polar, o
el sistema babilónico basado en la eclíptica (sistem a-zodiacal). La más
sólida evidencia en favor de la existencia de un zodiaco mesoamericano
está aún en los símbolos animales suspendidos de bandas celestes que
aparecen en los códices, aun cuando algunas sugestión» recientes
(véase, p. ej., K elley), que proponen que los períodos siderales de lo*
planetas pueden estar registrados en las inscripciones, tienden a apoyar
el uso de un sistema zodiacal Haciendo a un lado este caso, se ha
A N TH O N Y F . A'

hecho cada vez más difícil el encontrar semejanzas entre los sktem afM
astronómicos básicos del Nuevo y Viejo Munidos. A
Por mucho tiempo hemos reflexionado sobre cómo se obtuvo hÍIB
precisión de las tablas de Venus en el Códice de Dresden. L a respuesta ! !
puede residir en la arquitectura. En el Caracol de Chichón Itzá encon-¿A
tramos un edificio que incorpora precisamente esas alineaciones hori- M
zontales hacia Venus que pudieron haber servido para calcular su A
período de 584 dias y su ciclo de 8 años, exactamente como se describe A
en el Dresden. La asociación de la form a redonda del edificio con a
Quetzalcóatl-Kukulkán, el dios de Venus, y el tener en común con el 1
Códice de Dresden la región y la época de realización, fortifican este 1
punto de vista, has observaciones basadas en el horizonte están fuerte* 1
mente apoyadas por la evidencia recogida en los códices, como H artung 1
reporta en “Signos astronómicos en los Códices Bodley y Selden”. j
H artung discute la presencia y el posible significado del simbolismo ¡
del ojo y loe palos cruzados, repasando y extendiendo el por mucho j
tiempo olvidado estudio de Zelia N uttall en el volumen de aniversario
de Franz Boas.
(Los estudios de orientación sugieren que había muchas maneras I
diferentes de establecer lineas de referencia astronómicas de larga dis­
tancia —entre piedras sobre los rayos de una rueda medicinal, entre
los petroglifos en cruz de Teotihuacan, entre las columnas verticales
colocadas en la cima de m ontañas en lados opuestos del vállenle Cuzco,
o entre las estelas en el valle de Copán. Líneas de referencia entre
ciudades han sido reportadas también. Esto puede reflejar una ten­
dencia hacia la planeación geográfico-cosmd^gica en gran escala, un
concepto apoyadopor las inscripciones, j
P Los objetos principales que aparecen en todas las astronomías primi­
tivas son el sol (las'horas de salida y puesta del sol en los- equinoccios,
solsticios y tránsito cenital eran registradas para usarse en la determi­
nación de fechas y periodos de im portancia cívica, religiosa o agrícola
a través del año trópico^, la luna (usualmente se m antenía una cuenta
lunar registrando fases en lugar de posiciones en el horizonte, como se
hacía en los sitios m egalíticos), y los planetas y estrellas más brillantes.
Es interesante encontrar algunas estrellas de éstas que se ajustan tanto
a alineamientos horizontales mesoamericanot como a norteamericanos,
por ejemplo Sirio y Aldebarán. Esto pudo haber resultado de la. rela­
ción especial que cada estrella tenía respecto a una posición solar, lunar
o planetaria; las dos estrellas mencionadas funcionaban como m arca­
dores para determ inar el intervalo del mes lunar en la latitud de la
rueda medicinal de Big H ora. En Mesoamérica, Aldebarán transita
el cénit, mientras que la prim era y últim a aparición de Sirio podrían
usarse corno un divisor aproximado del año trópico en estaciones. Por
nm oD uoaÓ N I»

lo tanto, el nexo'entre la astronomía posicional y calendárica se ha


reforzado como resultado de algunas de nuestras recientes pesquisas.
Respondiendo a la ferviente súplica de Coe al final de su artículo
sobre etnoastzonomia en el prim er volumen, ya han comenzado a apa­
recer estudios etnográficos relacionados can la astronomía presente
en los registros, tanto arqueológicos como escritos. Aun cuando Reming-
ton no entrevistó a gente de los más remotos pueblos mayas, ella ilustra
en su articulo “Prácticas astronómicas contemporáneas entre los ma­
yas”, cuán occidentalizados están los cakchiqueles: (llam an “can o
con cola” a la Osa Mayor! Pero los rudimentos de la astronomía y
el calendario prehispánico persisten —las observaciones de Venus como
lucero del alba, la cuenta de 260 días, y algunas constelaciones inte*
resantes hasta abora no registradas. Su descubrimiento de que esta
gente usaba un sistema de coordenadas sesgado con respecto a los
puntos cardinales puede relacionarse a la orientación asimétrica que
presentan 90% de los centros ceremoniales mesoamericanos. Clara­
mente, se necesita más trabajo de este tipo. El artículo de Remington,
y hasta cierto punto el de Zuidema, están entre los pocos que intentan
aprovechar el depósito etnográfico. Su trabajo, así como el de H alle
entre los návajos y el de Lincoln entre los ixiles, intenta encontrar el
pulso agonizante de una civilización antigua que una vez prosperó
en las Américas. Tenemos aún mucho que aprender del estudio de la
lingüística, los viejos diccionarios y los documentos posteriores a la con­
quista de Sahagún, Cobo, M olina, M otolinia, D urán y otros que toca­
ron tim as astronómicos al interactuar con la civilización mientras aún
estaba viva. Pero nuestra interpretación de la evidencia debe ser mode­
rada por la conciencia de la peculiar relación que existía entre interro­
gador e informante en la América del siglo revi.
E l estudió de H artung sobre las orientaciones de edificios mesoame­
ricanos enfatiza la im portancia de las relaciones geométricas y astro­
nómicas. En su artículo del prim er volumen sentó pautas para examinar
las relaciones entre las estructuras, en un intento arquitectónico para
analizar diversos elementos de diseño. E n este volumen analiza la
arquitectura de Tikal dentro del contexto de sus propias pautas. Resol­
viendo una discutida controvertía, presenta resultados que dejan en
claro que los mayas eran perfectamente capaces de ejecutar ángulos
rectos con precisión en su arquitectura. En muchos casos, las asimetrías
que aparecen en la arquitectura maya parecen haber sido deliberadas,
como por ejemplo en el Caracol de Chichén-Itzá.
Dos consideraciones sutiles respecto a orientaciones de edificios
aparecen por prim era vez en este volumen: el papel de la luz y la
sombra y el de las hierofanías (manifestaciones de lo sagrado en
el ám bito terrenal). H artung, brevemente, y Schele, en más detalle,
A N TH O N Y F . AVXNI
20

discuten estas ideas. Se sugiere que en Palenque las hierofanías arqui­


tectónicas que asocian el sol del solsticio de invierno con la muerte de
Escudo-Pacal y el acceso al poder de CbanB ablum dictaron la coloca­
ción de algunos de los edificios principales de este centro ceremonia).
El evento de la puesta del sol en el solsticio de invierno, en el que se
deberían reproducir los eventos representados simbólicamente en las
inscripciones de Palenque, es visto corno más experimental que astro­
nómicamente funcional.
La fusión de conceptos astronómicos con el gobierno en Palenque
tam bién está presente en la calendárica maya. La tendencia hacia una
interpretación puram ente histórica de los jeroglíficos mayas ha dado
un aire arcaico a cualquier intento de interpretarlos astronómica­
mente, un hábito muy sobado a principios de siglo. En este libro vemos
uq enfoque nuevo que fusiona la historia dinástica con la astronomía)
. Kelley muestra que los gobernantes mayas parecen haber enlazado los
eventos importantes de sus vidas con fenómenos astronómicos, en par­
ticular eclipses y conjunciones planetarias. Su: evidencia que conecta
las inscripciones de Palenque con las tablas de Venus y de la luna en el
Código de Dresden es convincente. Los recientes, resultados de Floyd
Lounsbury sobre el uso de combinaciones de números prunos para
producir fechas de la Cuenta Larga demuestra una vez más la natu­
raleza polifacética de la numerología maya.
Las teorías sobre la verdadera operación y estructura de las tablas
de Venus expresadas en los artículos de Gibbs y Closs implican que,
mientras el sistema caíendánco servía para propósitos adivinatorios,
las bases de esta compleja m áquina del tiempo se construyeron a
partir de observaciones astronómicas reales. No debemos perder de vista
el hecho de que, para poder dar su augurio, el sacerdote necesitaba
ciertos dispositivos para poder alcanzar, las fechas de eventos astro­
nómicos futuros. El largo período de tiempo encontrado en los alm a­
naques astronómicos y las tablas de correcciones .sugiere,que los sacer­
dotes llevaban a cabo cálculos laboriosos. El conocimiento de la
existencia de los nodos lunares, aun cuando tom ara una forma distinta
a la tradicional idea occidental de órbitas que se intersectan. permite
considerar la posibilidad de que los mayas hayan usado sus tablas de
advertencias a largo plazo para predecir eclipses que ocurrieron fuera
de su territorio.
En contraste, los trabajos de M ayer y ,de Brandt y Williamson
indican que los registros escritos de los pueblos nativos al norte de Me-
soamérica tomaron la forma de una menos abstracta escritura en dibu­
jos. Los artículos del prim er volumen y de éste sugieren que el conte­
nido astronómico de la iconografía del sudoeste de Estados Unidos
puede ser considerable. ¿ Está registrado entre los petroglifos el evento
iim o D O C C iÓ N 21

de la. supemova de la Nebulosa del Cangrejo de 1054 d. c.? La con­


troversia, debatida ya en el prime? volumen, continúa, con argumentos
de ambos lados. Podemos preguntarnos cómo los vecinos astrónomos al
sur pudieron haber registrado este deslumbrante fenómeno. Segura­
mente que tan ávidos observadores del cielo no pudieron haberlo igno­
rado. La respuesta puede estar oculta entre las fechas de sus inscrip­
ciones o en los alineamientos de sus edificios.
Quizá los lectores de esta colección de ensayos puedan apreciar
mejor el progreso de los recientes estudios arqueoastronómicos recor­
dando frecuentemente el tratam iento del tem a en el prim er volumen.
Se espera que en el presente libro ya puedan percibir una calidad
refinada y una mayor unidad, siguiendo los lmeamientos sugeridos en
esta introducción. Algunos de los frentes de investigación discutidos
por E. C. Baity en su articulo que sumarizaba el prim er volumen han
avanzado indudablemente. Pero muchas de las grandiosas preguntas
que ella planteó no tienen aún respuesta. Tenemos aún que ver el
impacto verdadero de nuestros estudios sobre ciertas cuestiones crono­
lógicas básicas. ¿Cuándo y dónde se originaron los elementos del com­
plejo calendario mesoamericano? ¿A qué nivel se elevó el arte de la
predicción de eclipses? ¿ Pueden usarse orientaciones de edificios para
determ inar fechas? ¿Qué otras posibilidades se ofrecen para compa­
ración con sistemas del Viejo M undo? Esta es la labor del futuro.
Sir Eric Thompson, molesto por los innumerables especuladores
que teorizaban respecto a la naturaleza de la astronomía maya, desarro­
lló una intolerancia hacia aquellos que jugaban con números. Y a pesar
de esto logró dejam os algunas de las más profundas ideas sobre la natu­
raleza de la astronomía maya. Haríamos bien en seguir la ruta que él
trazó para nosotros en nuestro futuro empeño de estudiar la astronomía
nativa de América. Su consejo es sim ple: debemos sumergimos en el
conocimiento de la cultura e historia de aquella gente. Aparte de com­
prender la astronomía, debemos tam bién prestar atención detallada
a los descubrimientos de la arqueología y, finalmente, debemos tratar
de m irar su astronomía con ojos no europeos. Sólo entonces comen­
zaremos a “entrar dentro de la piel” del sacerdote-astrónomo.

R E CO N O CIM IEN TO S

Agradezco a la Tinker Foundation y a la Universidad de Colgate su


generoso y entusiasta apoyo para la Conferencia sobre Astronomía
Nativa de América de la cual emanó esta colección de ensayos. Doy
las gracias a los árbitros anónimos que colaboraron con la editorial
de la Universidad de Texas dando valiosas sugerencias respecto a dis-
A N TH O N Y T. AVE N I
552

tintos artículos. Tam bién agradeíco a Laura Hagopian, Beth Collea,


Shelly Orenstein, M ary Gow, Susan Grimwood, y Helen Payne, por sii
excelente trabajo en la mecanografía y la corrección de pruebas.

Anthony F. Aveni
1. CONCEPTOS D E ASTRONOM IA POSICIONAL
EMPLEADOS EN LA ARQU ITECTU RA
MESOAMERICANA ANTIGUA

por A N T H O N Y F . AVENI

Los registros escritos mesoamerícanos firmemente sugieren que las pari­


ciones y períoáos de lew cuerpos"^léites fundamentales eranariótadós
con precisión con el propósito de determ inar fechas en los caTendá-
i ^ jy iS É 5 0 gd6cóla^ ritualés (Goe Í9fSb; líutSST T906) TEñ algunos
casos el diseño de centros ceremoniales asi como de edificios indivi-
duales~pec\31armente orientacfos puHó ffáBerse ajustado para lograr
alinear una dirección particular de im portancia astronómica (Aveni
1975; Fuson 1969; H artung 1971; M audslay 1912).
En este reporte romanzamos los resultados, una gran parte de los
cuales ha sido publicada anteriormente (Aveni 1975; Aveni y Gibbs
1976; Aveni, Gibbs y H artung 1975; Aveni y Linsley 1972).td e seis
años de investigación relacionada con la orientación de edificios en
sesenta sitios mesoamericanosj|E 1 propósito del program a ha sido deter­
m inar con precisión hasta qué grado la orientación de edificios se
relacionaba con los conceptos de astronomía posicional en uso en
el Nuevo M undoj
U na de las rarezas innegables acerca de 4a orientación de edificios
en Mesoamérica se obtiene de un examen de la distribución de los
ejes principales de centros ceremoniales mesoamerícanos respecto al
norte verdadero. Grabeados en un diagram a polar, las direcciones
anales de los sesenta sitios que hemos medido se centran h ad a la
dirección 17° al este del norte, con sólo unos poros sitios orientados
al oeste del norte (fig. 1.1).
Teotihuacan, la más gran e influyente de todas las ciudades tem­
pranas de la antigua América puede ser el origen de esta tendencia
peculiar. Construida alrededor del comienzo de la era cristiana en un
valle que no concordaba con su diseño (incluso hubo que desviar
el curso de un río para ajustarse al patrón prestablecido), la ciudad
posee un eje m ayor (la Calzada de los M uertos) sesgado 15°28' al este
del norte. Estudios detallados hechos por los trabajadores del Pro­
yecto de Levantam iento de Teotihuacan (Dow 1967, p. 327; M illón
1974, p. 29) revelan que al menos hay dos otros ejes alineados perpenr
d iad am en te respecto a esta dirección (16°3(y al sur del este y 16°55'
al sur del este). Los trabajadores del proyecto notaron la existencia de
una linea de referencia larga que puede estar relacionada con el diseño
[23]
24 ANTH O N Y F. AVXNt

■ n v -í ■ ;

s
1.1. Diagrama pelar que muestra la distribución de los ejes de cen­
f ig u r a
tros ceremoniales de Mesoamérica respecto al norte astronómico.

de la ciudad. Un diseño consistente en un p ar de anillos concéntricos y


una cruz fue puesto en el piso de estuco de uno de los edificios cerca
del G rupo Vikingo, adyacente a la Pirám ide del Sol. D e aproximada­
mente 2/3 metros de diám etro, el diseño- está formado p o r agujeros
separados unos centímetros entre sí. Tres kilómetros al oeste, sobre la
ladera del Cerro Colorado, hay una cruz de tam año y forma similares
para la cual medimos una orientación de 15°21' al norte del oeste
(dentro de 7' de la dirección obtenida por el proyecto de levanta­
m iento ) , vista desde la cruz cercana al Grupo Vikingo. Por lo tanto,
la línea dé referencia este-oeste es casi exactamente perpendicular a la
Calzada de los Muertos. Los teotihuacanos pudieron haber usado-esta
línea de referencia para determ inar el eje principal del sitio. De acuerdo
ASTmONOM tA. POSICION AL Y AAQUITECTURA IfESOAM EM CANA 2S

con Dow, pudieron haber construido un ángulo recto muy exacto para
trazar la Calzada de los Muertos. Alternativamente, la linea de refe­
rencia pudo haber servido para transferir el eje básico del centro
ceremonial, que se estableció antes, a la parte circundante de. la ciudad.
Pusimos a prueba la linea de referencia como orientación astronó­
m ica determinando, para la latitud, épora de construcción y eleva­
ciones del horizonte de Teotihuacan, qué cuerpos astronómicos se
pudieron haber observado a lo largo de cualquiera de las dos direccio­
nes dadas por la línea. Aun cuando Sirio salia en la linea de referencia
vista del oeste a este, encontramos una posibilidad astronómica más
probable en las Pléyades (ambos cuerpos celestes fueron mencionados
por D ow ). Este conspicuo grupo de estrellas no sólo se pone dentro
de 1° de la línea de referencia dada por las cruces, sino que también
funcionaba de una m anera de lo más singular en la disposición espacio-
tem poral de Teotihuacan. Las Pléyades tenían salida heliaca el mismo
día en el que ocurría el prim ero de los dos tránsitos del sol por el cénit,
un día de gran importancia para dem arcar las estaciones. La apari­
ción de las Pléyades pudo haber servido para anunciar el comienzo de
este im portante dia, Cuando el sol de mediodía no proyecta sombras.
En vista de la coincidencia de acontecimientos astronómicos y de la
im portancia central de las Pléyades en el saber astronómico de Meso-
américa, éstas deben permanecer como candidato principal para la
motivación astronómica presente en la orientación de Teotihuacan.
U na tercera cruz teotihuacana fue encontrada en Cerro Gordo,
7 km al norte de la Pirámide del Sol. Esta cruz tiene una orientación
de ló 0^ al este del norte, vista desde la cruz vikinga. Esta línea de
referencia form a un ángulo recto casi perfecto con uno de los ejes
este-oeste de Teotihuacan, cómo ilustra la fig. 1.2. No se ofrece
explicación astronómica p ara esta dirección, aun cuando la brillante
estrella Dúbhe ha sido sugerida como referencia estelar (Dow 1967,
p. 330). Otros petroglifos han sido notados en Teotihuacan (Gaitán
et al., 1974) , pero su conexión con orientaciones de edificios no ha
sido estudiada en detalle.
Petroglifos de cruces punteadas han sido reportados en otras partes
■de Mesoamérica. Un diseño que tiene el mismo número de agujeros en
sus ejes que el del centro de Teotihuacan aparece en Uaxactún (véase
H artung 1971, fig. 8 ), y dos petroglifos de cruces también similares
fueron reportados recientemente por J. C. Kelley en Alta Vista. Zaca­
tecas (comunicación privada). Este último sitio está situado dentro
de 2 km del Trópico de Cáncer, donde el sol alcanzaría el cénit al
mediodía sólo una vez al año. Dos cruces punteadas aparecen en
Tepeapulco. al noreste de Teotihuacan. Es claro que se requiere má*
investigación acerca del simbolismo de la cruz y su relación con la arqui­
tectura y la orientación de edificios en Mesoamérica.
26 ANTH O N Y F . AVINT

f ig u r a 1.2. Lineas de referencia entre petroglifos de cruces punteadas que


podrían estar asociadas con orientaciones de edificios en Teotihuacan. La
orientación 15e21' al norte del oeste es perpendicular al eje principal de este
centro ceremonial y la orientación 16°30' al este del norte es perpendicular
a la Avenida Este-Oeste.
ASTRONOMÍA POSICION a l y a r q u i t e c t u r a m e s o a h e r i c a n a 27

Entre las hipótesis no astronómicas para la orientación de Teoti­


huacan, la de Heyden (1975) merece ser considerada seriamente. Su­
giere ella que la Pirám ide del Sol pudo haber sido puesta deliberada­
mente sobre una cueva de muchas cámaras. Más aún. u n a línea del
centro hasta la boca de la cueva casi coincide con la dirección del eje
este-oeste de Teotihuacan. Múltiples referencias históricas se refieren
a deidades subterráneas en la parte central de México. Como ha notado
Heyden. aun en la consideración de otras hipótesis no debemos ignorar
las posibilidades astronómicas, puesto que la cueva puede tener una
im portancia simbólica relacionada con la astronomía.
Los centros ceremoniales construidos después en la cercanía de
Teotihuacan, hasta quince siglos más tarde, reflejan una orientación
similar que no puede ser coincidencia Estos edificios incluyen la pirá­
mide de Tenayuca, a 30 km al sudoeste (16°27' al este del norte
y 17°42' al este del norte, de acuerdo con las medidas hechas en lados
opuestos), la Casa de Teporteco a 100 km al sur ( 18°00' al este del
nortel. ?mHas construidas inmediatamente antes de la Conquista, y
T illa (17°10' al este del norte), la capital tolteca a 70 km al noroeste.
Los catorce sitios del centro de México que hemos medido hasta la
fecha están situados a 100 km o menos de Teotihuacan, y en cada caso
la (mentación es al este del norte.
Los arquitectos de Tenayuca, Tepozteco y Tula pudieron simple­
mente haber copiado la tradición teotihuacana, aun cuando no hayan
orientado sus edificios usando las Pléyades. Debido al lento corrimiento
causado por la precesión de los equinoccios, para cuando estos centros
fueron erigidos, las Pléyades ya no se ponían en el eje este-oeste teoti-
huacano, ni anunciaban el tránsito cenital del sol en el siglo x, ¿poca
en la cual las grandes civilizaciones de Mesoamérica ya estaban en
decadencia. Los sacerdotes-gobernantes de estos nuevos centros proba­
blemente veían a Teotihuacan como a una ciudad santa en ruinas.
En reverencia al pasado, pudieron haber diseñado sus centros de adora­
ción con los mismos ejes direccionales. El viejo alineamiento pudo
haber sido transferido astronómicamente, simplemente mirando a una
estrella sustituta que hubiera remplazado a las Pléyades; para entonces
éstas se ponían considerablemente al norte del eje este-oeste teotih.ua-
cano. Por lo tanto, los ejes de Tula y de los otros sitios miembros del
grupo de 17° pueden ser vistos como imitaciones no funcionales de
Teotihuacan. Para el período Posclásico es probable que ya se hubiera
perdido por completo el propósito original de la orientación.
En Tenochtitlañ, la orientación deliberada del Templo Mayor
hacia la salida eauinoccial del sol está documentada en la literatura:
“Los festejos de Tlacaxipeualiztli se hacían cuando el sol estaba en
medio de Huicholobos, que ocurría en el equinoccio, y porque estaba
un poco torcido, M octezuma quiso derruirlo y reconstruirlo bien.”
A N T H O N Y F . AVSNI
n

l a posición del templo circular de Quetzalcóatl, al oeste del Tem ­


plo M ayor a lo largo de su eje alargado, lo hace un punto adecuado
desde el cual observar el sol elevándose en la ranura entre los oratorios
gemelos en el techo del edificio, pero debido a que la linea de refe­
rencia, determ inada con nuestras medidas de la existente esquina sudo­
este del Templo Mayor, está sesgada 7°30' al sur del éste verdadero,
un observador en la base del templo circular no podria ver el sd
equinoccial aparecer a lo largo del eje horizontal entre los dos edificios
hasta que se hubiera elevado 22° sobre el horizonte astronómico (véase
Avejni y Gibbs 1976 para los detalles). Usando geometría sencilla
se puede demostrar que si las torres gemelas se elevaban 55 metros
sobre el nivel del suelo, hubieran entonces encuadrado perfectamente
al sol en elevación para un observador situado a 142 metros en el
Tem plo de Quetzalcóatl. Si el observador hubiera estado colocado a un
nivel más alto en la torre circular, la altura del Tem plo M ayor sería
de 55 metros más la altura del observador. Estimaciones de la altura de
este edificio, basadas en datos históricos v arqueológicos son consistentes
con esta evidencia arqueoastronómica. El método presentado como tan
posible medio de reconciliar la historia con la arqueología en el caso
del Templo Mayor enfatiza la im portancia de considerar dimensiones y
mediciones cuidadosas en cualquier estudio de orientaciones astronómi­
cas de edificios.
La figura 1.3 sumariza los datos sobre orientación de los sitios del
centro de M éjico. Es un diagrama temporal-direccional m ostrando las
orientaciones de edificios en el centro de México y los acontecimientos
astronómicos que pueden ofrecerse como los más posibles determinantes
de las direcciones encontradas. E l diagram a no revela una dependencia
temporal en las orientaciones, pero m uestra la familia de 17° y el
a juste casi perfecto de Teotíhuacan con la posición de la puesta de las
Pléyades. Tam bién m uestra'la im portancia de considerar la elevación
como un parám etro al determ inar orientaciones. Si sólo usáramos la
fig. 1.3 para determ inar la orientación de Tenochtitlan, difícilmente
consideraríamos a la puesta del sol, equinoccial como un candidato.
Las mediciones del Templo Mayor sugieren que, al variar la eleva­
ción del observador respecto al suceso de la elevación del sol la posición
de la salida del sol equinoccial puede desplazarse horizontalmente para
ajustar muchas de las orientaciones al este del norte (especialmente
en el .rango de 0° a 10° al este del norte). P ara desviaciones de los
puntos cardinales que son mayores se pueden sugerir otras posibilidades
astronómicas. Las alineaciones con un gran sesgo pueden relacionarse
con una posición de salida o puesta del sol en alguna fecha agrícola,
civil o religiosa de importancia.
El trabajo reciente de Tichy (1974) sugiere que muchos pueblos y
ASTBONOMÍA POSICIONAL Y ABQUrTECTURA MESOAMEBtCANA 29

aldeas de la región de Puebla, que son posteriores a la Conquista,


se alinean en la misma dirección que la de sitios prehistóricos de las
cercanías. Tres familias distintas de alineaciones aparecen en los datos:
un grupo cerca de 7o, un grupo cerca de 17°, y un grupo cerca de 26°,
todos al .este del norte. La .existencia de edificios precolombinos en el
altiplano mexicano que están similarmente orientados llevó a Tichy
a postular que las estructuras tardías preservan direcciones que fueron
importantes antiguamente. Sus estudios añaden una interesante dimen­
sión al trabajo sobre las orientaciones de los edificios precolombinos.
e En los diseños de ciertas ciudades antiguas de Mesoamérica se
encuentran también ejes múltiples. Habiendo determinado los ejes
principales de edificios de Chichén-Itzá por medio de mediciones de
teodolito usando paredes originales, encontramos que la mayoría
de ellas están alineadas en tres categorías direccionales claramente
separadas: 10° a 12° al este del norte (por ejemplo, el Cuadrángulo
de las M onjas y la Casa Calorada, ambas en estilo P u u c); 16° a 18° al
este del norte (por ejemplo, el Gran Juego de Pelota, el Tzompantli,
la Plataform a de Venus, y la Tum ba del Sumo Sacerdote, todos perte­
necientes al posterior período de influencia tolteca); y 21° a 23° al este
del norte (por ejemplo, el Castillo, el Tem plo de los Guerreros, y la
Plataform a Superior del Caracol, construidos durante los períodos tem ­
pranos de la influencia tolteca). La segunda dirección está muy cerca
de la fam ilia de 17° del centro de México.
En Copán tam bién encontramos tres grupos de ejes: 7] 6° al oeste
del norte (el área de la G ran Plaza hasta la Escalera Jeroglífica);
2] I o al este del norte (Patio de la Escalera Jeroglífica); y 3] 5o a 9o al
este del norte (los Patios O riental y O ccidental). Puesto que no se han
publicado en otra parte, presentamos las mediciones en el cuadro 1.1.
Desafortunadamente, sabemos muy poco sobre la distribución de las
épocas de construcción en estas regiones.
La línea de referencia de 7 km (Morley 1925; Spinden 1913, cua-
dro 1) éntre la estela 12 sobre el lado este del valle de Copán y la
estela 10 en el lado oeste, está dirigida a 9°00' al norte del oeste
(compárese con el valor de Morley de 8°51') y pasa sobre el sitio
arqueológico, en el extremo sur del Patio Occidental, donde los edifi­
cios están orientados en la m iaña dirección aproximadamente. La
asociación derivada entre la orientación de edificios en esta parte de
Copán y la línea de referencia de larga distancia, se asemeja al caso
de Teotihuacan, excepto que un par de estelas remplazan a los pe tro-
glifos de cruces como marcas de una dirección astronómica importante.
V isto desde la estela 12, el sol se pone sobre la estela 10 el. 12 de abril
y el 1 de septiembre. La vista del este al oeste se muestra en la fig. 1.4
(véase el artículo de H artung en este volumen, fig. 9.5, para una vista
30 A N T H O N Y F . AVEN1

1.3. Diagrama de tiempo vs. azimut para sitios del centro de México.
f ig u r a
Los líneas quebradas dan la ocurrencia de eventos astronómicos importantes
en d horizonte. Los límites verticales ilustran la incertidumbre en la época de
construcción de cada sitio, mientras que la linea horizontal indica la época
más probable de construcción. Los extremos horizontales incluyen orienta*
ciones de todos los edificios que fueron medidos. Abreviaciones para los sitios:
c a l = Calixtlahuaca; c h a l = Chalcatzingo; c h o = Cholula; cui Cuicuilco;
h a n = Manzanillo; t e n a = Tenayuca; TENG = Tenango; t e ñ o =\Tenochti-
tlan; t e o p = Teopanzolco; t e o t = Teotihuacan; t e p o = TepoztecoÍNrLA =
ASTRONOMÍA POSKaONAL Y ARQUITECTURA MESOAMRRICANA

cuadro 1. 1. Orientaciones de Edificios en Copdn.

Area i Gran Plaza, lado este 5°51'O deJN


Gran Plaza, lado oeste 6®47' O del N
Eje del Juego de Pelota 6*31'O del N
Area ii Escalera Jeroglífica, punta 0*52'E delN
Escalera Jeroglífica, base l®15'EdelN
Area iii Patio Oriental, lado oeste 8°42' E del N
Patio Oriental, lado norte,
perpendicular 8®02' E del N
Edificio 22, base, perpendicular 7°40' E dél N
Patio Occidental, base, lado norte 5°27'EdelN
9°36'EdelN
Estelas Línea de referencia 9°00' N del O
12-10
en la dirección opuesta). El prim er acontecimiento (12 de abril) J|ja
sido relacionado con él inicio de la agricultura de milpa, que aún
se practica Contemporáneamente en esta región (Morley 1925) . La
puesta del soleó la línea de referencia de la estela 12 a la 10 anunciaba
el comienzo de la época de lluvias, que debe ser precedida dé cerca
por el d& nonte y la quema de la maleza. De acuerdo con Morley
(1925):

Es costumbre general en la llónduraí'occidental de nuestros tiempos el quemar


los campos a principios de abril para despejarlos en preparación de la siem­
bra al principio de la temporada de lluvias, un mes después. Es seguro que,
una vez que las quemas hubieran comenzado, no habrían sido posibles las
observaciones de la puesta del sol sobro la estela 10 desde la 12. Era tal
la condición brumosa y cargada de humo de la atmósfera del 9 al 14 de abril
del presente año en Copán, que ni aun con un telescopio de alto poder era
posible ver la estela 10 desde la 12 a la puesta del sol, y sin un instrumento
hubiera sido aún más improbable. De hecho, la única manera de obtener el
azimut de esta línea era acumulando detrás de la estela 10 una «w1™® P*
de haces de leña de 16 pies de ancho y 10 4e a^to> 7 prendiénd en
la noche. Esto daba tal iluminación detrás de la estela^ 10 que, aun a
pesar de la espesa capa de humo que cubría el valle, era posible ver e momi-
mento delineado contra de esta iluminación y así obtener e azimut e
esta línea.

Las fechas de la Cuenta Larga inscritas en las estelas


3 Ahau 8 Yaxkín para la estela 10; 9.10.15.0.0 6 Ahau 13 M ac y

Tlatelolco; tula = Tula; rock (e + j p ) — Estructura E y en


en Xochicalco; xoch ( t s e ) = Templo de la Serpiene
Xochicalco. J J**-***^.^
Zy^'biioteca oe c
32

figura 1.4. Vista a lo largo de la línea de referencia dada poc las estelas 12
y 10 desde el este al oeste. La posición de la estela occidental se muestra
con un círculo. Las ruinas de Copán que se hallan entre los árboles al cen­
tro son cortadas por la linea de referencia.

9.11-0.0.0 12 Ahau 8 Ceh para la estela 12, de acuerdo a M or ley


[1920], láminas 15 a 17) parecen nó tener significado astronómico
obvio, aun cuando la correlación de Spinden da una coincidencia
cercana entre la prim era fecha y la puesta de sol en la fecha de
septiembre.
(Ccmo fue prim ero notado por M errill (1945), las puestas de sol
en la línea de referencia dada por las estelas 12 y 10 ocurren en medio
del período de tiempo (aun cuando no en medio del desplazamiénto
en el horizonte de lá puesta del sol) entre el equinoccio y el tránsito
cenital en Copán. El evento de abril ocurre 21 días después del equinoc­
cio vernal y 19 días antes del prim er tránsito cenital, m ientras que el
evento de septiembre ocurre 19 días después del segundo tránsito
cenital y 21 días antes del equinoccio otoñal/ El diagrama tem poral
de la fig. 1.5 ilustra la división resultante del año trópico de Copán.
ASTRONOMÍA POSICIONAL Y ARQUITECTURA MESOAMERICANA 49

figura 1.5.1 La división del año en Copan usando alineaciones dirigidas hada
d solsticio ae verano, los equinoccios, el tránsito del sol por el cénit, y la
puesta del sol en la linea de referencia dada por las estelas 12 y 10. |

Nótese la desigualdad en los intervalos entre el equinoccio otoñal y


venial (180 días) y entre el vernal y el otoñal (185 días), disparidad
que debió haber sido fácilmente notada por los atentos astrónomos
mayas. Estos intervalos se vuelven sorprendentemente consonantes con
el año trópico al utilizar la línea de referencia 12-10 en el hipotético
calendario de M errill. Comenzando el año con el segundo tránsito
por el cénit del sol, tendremos los siguientes intervalos marcados por
puntos de puestas del sol importantes que ocurren en el horizonte del
poniente:
34 A N TH O N Y F . AVENI

Segundo tránsito cenital hasta puesta del sol en 12-10 1 uinal


Puesta del sol en 12-10 hasta equinoccio otoñal 1 uinal
Equinoccio otoñal hasta equinoccio vernal 9 uinales
Equinoccio vernal hasta puesta del sol en 12-10 1 uinal
Puesta del sol en 12-10 hasta e l primer tránsito cenital 1 uinal
Primer tránsito cenital hasta segundo tránsito cenital 5 uinales
/ más 5 tiñes

I El edificio 22 (el Tem pla de Venus)j puede ser de interés particular


en conexión con la linea de referencia de Copán. Su lado occidental
tiene una sola ventaría, angosta y hundida, que fue encontrada intacta
por T rik (1939).' Esta abertura, la única encontrada en Copán, tiene
una notoria similitud con las ventanas 2 y 3 del Caracol. Angosta y
hundida, m ira hacia el horizonte occidental. El eje de la ventana y sus
diagonales fueron medidos con el teodolito en enero de 1975 y busca­
mos posibles acontecimientos astronómicos para cada dirección espacial
El resultado más im portante de esta investigación es el descubri­
miento de que la línea media de la ventana m ira a la posición de la
puesta del sol, precisamente en las mismas fechas determinadas con
la linea de referencia dada por las estelas 12 y 10. La diferencia abso
lu ta en el azim ut de la línea de referencia 12-10 y el eje de la ventana
(que es del orden de un diám etro solar) se debe a la diferencia en
elevación del horizonte occidental respecto a los puntos de observación
(Ya0 visto desde la línea de referencia 12-10 y 2% ° visto desde la
ventana). U n bosquejo del horizonte occidental como se ve desde
la ventana del Tem plo de Venus es presentado en la fig. 1.6. La espesa
vegetación que ha crecido a lo largo de la línea de visión impide que
actualm ente tengamos una vista directa.
L a mencionada evidencia sugiere una conexión entre la arquitec­
tura de la acrópolis de Copán y la línea de> referencia de las este­
las 12-10 que corta al sitio. La ventana pudo haber sido construida
con la intención de proporcionar a los sacerdotes del templo una vista
simultánea de la puesta del sol al comienzo del año agrícola, mientras
que otras ceremonias ritnales se llevaban a cabo en la base de la
estela 12 en la ladera de la colina al este. El diseño triple de concha,
llam a y bandas cruzadas que adorna el Templo 22 ha sido conside­
rado como representativo del acto de hacer fuego. Kubler (Robicsek
1972, p. 123) ha sugerido que el templo pudo haber sido usado como
bodega para guardar los artefactos rituales usados para la quema anual
de los campos de maíz.
Seguidamente, enfocamos nuestra atención en el análisis de estruc­
turas individuales de form a u orientación peculiar al ser comparadas
con otros edificios en un sitio dado. La naturaleza peculiar de dichos
edificios sugiere que pudieron haber sido distorsionados deliberada-
FIGURA 1:6. Vista del h o ^ ^ te occidental desde la ventana del Templo de
Venus (Templo 22) de Copán.
figura 1.7. Vista aérea de la plaza de Monte Alb¿n, Oaxaca, desde el oeste.
El edificio J aparece a la derecha del centro; el edificio P, con la cámara de
entrada al observatorio solar cenital visible en su escalera, está- arriba del
¿entro. (Cortesía de Mexicana Aerofoto, S. A.)

mente para enfatizar un evento astronómico de importancia que ocu­


rría en el horizonte. Dos edificios singulares de esta clase son el
Edificio J de Monte Albán (Aveni y Linsley 1972), pentagonal y con
forma de flecha, y el Edificio O en Caballito Blanco (Aveni 1975),
40 km al sudeste de y contemporáneo al Edificio J. No sólo poseen
estos edificios formas similares sino que también tienen similares orien­
taciones respecto a otros edificios de sus respectivos sitios; sin embargo,
sus orientaciones absolutas son diferentes. La forma y orientación poro
usuales del Edificio J de Monte Albán son obvias en la fig. 1.7.
Fenómenos astronómicos significativos coinciden tanto con las di­
recciones a las que las flechas apuntan, como con las perpendiculares
a los frentes de los edificios. En cada caso los sucesos astronómicos
que ocurrieron en el horizonte servían a un propósito funcional; por
ASTRONOMÍA FOMCaONAL Y ARQUITECTURA M ESO AMERICAN A 9f

ejemplo, en Monte Albán la perpendicular a la entrada está dirigida


hacia Capella, cuya salida heliaca anunciaba el tránsito del sol par el
cénit. U na relación arquitectónica más sutil está indicada en la pre­
cisa alineación existente entre la entrada al edificio P y la escalera del
edificio J. El edificio P contiene una cámara que tiene-en el techó
un tubo vertical que da acceso a un pedazo de la bóveda celeste.
< N unca sabremos si este tubo vertical era usado como dispositivo
para observar el tránsito del sol por el cénit, pero si la desorientación
deliberada del frente del edificio J respecto a los otros edificios de
Monte Albán tenia motivos astronómicos, debemos considerar ei fenó­
meno de la salida heliaca de Capella en el día del tránsito solar por el
cénit como la más probable explicación. Capella, al hacer su primera
aparición anual en el cielo de la madrugada, anunciaba tf dia en el
que el sol no daría sombra al mediodía en Mónte Albán. Los sacerdotes
podrían descender dentro de la cámara del edificio P para confirmarlo.
La importancia de la fecha del tránsito cenital en Mesóamérica ha
recibido sólida documentación etnográfica (véase, por ejemplo, NuttaU,-
1930). Evidentemente este evento cósmico era tan importante para los
zapotecas, que dotaron a su dominio terrenal con un simbolismo arqui­
tectónico de dicho suceso al torcer el edificio J para llamar la atención
al tubo cenital del edificio P.^
El Caracol, una torre cilindrica en Chichón Itzá, ha sido también
estudiado en detalle buscando alineaciones astronómicas (Aveni, Gibbs
y Hartung 1975), con el resultado de que veinte de veintinueve alinea­
ciones arquitectónicas impertantes tomadas a lo largo de lineas de refe­
rencia y a través de entradas y ventanas apuntan hacia eventos astro­
nómicos. Los eventos que más frecuentemente ocurren y que tienen
documentación histórica y etnográfica son los siguientes:
Venus
Perpendicular a la base de la Plataforma Inferior.
Perpendicular a la base del Estilóbato.
Diagonal de la esquina izquierda interior a la derecha exterior de la
Ventana 1.
Diagonal .de la esquina izquierda interior a la derecha exterior de la
Ventana 2.
Sol
<$obt¡cio:
Perpendicular a la base de la Plataforma Inferior.
Diagonales SO-NE de las Plataformas Inferior y Superior.
Equinoccio:
Diagonal de la esquina derecha interior a la izquierda exterior
de la Ventana 1.
Tránsito por el cénit:
Perpendicular a la base de la Plataforma Superior.
M AN TU O N T * . A flN I

El descubrimiento de las alineaciones con Venus en el Caracol es


qpecialm m te significativo cuando consideramos la importancia de este
planeta en la religión y el folklore maya. Las tablas de Venus en el
Códice de Dresden fueron compuestas en las « ira n ias de Chichón
Itzá durante el periodo mexicano. Estas gentes deben haber seguido
los movimientos d d planeta, porque sabemos que estaban particular*
mente preocupados respecto a su salida y puesta hdiacas. L a primera
aparición de Venus en d este antes de la aurora era considerada un
presagio de mala suerte por los mexicanos adoradores de Quetzakóatl,
quienes sin duda llevaron esta creencia a Yucatán. También tenían
fuertes motivos para observar d movimiento de Venus en d honrante
occidental, puesto que su última aparición era d mejor aviso de que la
salida heliaca ocurriría pronto. De acuerdo con k» cómputos oficiales
representados en el Códice de Dresden, la salida heliaca seguía después
de 8 dias a la puesta heliaca; sin embargo, su aparición podría adelan­
tarse o retrasarse dependiendo de la declinación de Venus al tiempo
de su desaparición. A su vez esta declinación estaba reflejada en la
posición de su puesta. Cuando Venus desaparece cerca del punto oeste
en el horizonte, la duración de su desaparición enfrente del sol puede
variar de 5 a 9 días depeudiendo de la ¿poca del año. Los astrónomo»
nativos bien pudieron haber contrastado esta variación con la relativa
constancia del intervalo de desaparición notado para Venus en las po­
siciones extremas de su puesta. Habiendo observado a Venus desapa­
recer en uñó de sus puntos extremas del poniente, un astrónomo expe­
rimentado podría predecir con confianza la fecha de su reaparición
en el este. Las providencias para correcciones que se encuentran en las
tablas formales de Venus sugieren que en efecto se hadan observa­
ciones del planeta. Podemos suponer que las ventanas del Caracol
fueron dispuestas pata ayudar a dichas observaciones y, especificad-
mente, para preservar la dirección de las más predecibles desapariciones
de Venus antes de la salida heliaca.
Hay otras torres circulares en la región de Chichón Itzá (por ejem­
plo, en Puerto Rico, Campeche; Paalmul, Quintana Roo; San Ger­
vasio, Quintana Roo; y Mayapán, Yucatán), algunas con tubos y
pequeñas cámaras. Los registros históricos y arqueológicos sugieren que
las torres de Paalmul y Mayapán pudieron haber sido diseñadas usando
el Caracol eomo modelo. Tomando medidas cuidadosas debemos ser
capaces de determinar si estas estructuras pudieron haber servido tam­
bién para propósitos astronómicos.
La expresión maya de interés por el planeta Venus parece ser
bastante diferente en la arquitectura de Uxmal (Aveni 1975). Aquí,
la mayoría de las estructuras están orientadas hacia 9° al este del norte,
pero una desviación notable ocurre en la distribución del Palacio d d
ASTRONOMÍA POSICIONAL Y ARQUITECTURA MESOAMBRICANA 39

Gobernador. Este edificio fue erigido en una elevada plataforma arti­


ficial sesgada 20° del eje común en la dirección de las manecillas del
reloj. Desde su entrada principal, precisamente en la perpendicular a
la fachada, fuimos capaces de ver el centro ceremonial de Nohpat,
a 6 km de distancia. Una línea perpendicular trazada desde la entrada
central del Palacio del Gobernador también apunta exactamente a la
posición sur extrema de salida de Venus durante la época de construc­
ción de Uxmal.
(F lannery (1972) y Marcus (1973) han sugerido que algunos cen­
tros mayas parecen exhibir una sencilla relación geométrica con otros
centros cercano;. Los centros secundarios están espaciados casi igual­
mente en un arreglo con forma de celosía alrededor del centro prim ariaj
Flannery y Marcus^sugieren un diseño estructural en gran escala con
cuatro capitales regionales que simbolizaban la visión cuatridireccional
maya del universo. Cada ciudad es el centro geométrico de un cúmulo
de centros secundarios. Por lo tanto, la cosmología pudo haber ju­
gado un papel importante en la organización territorial a gran escala
de los mayas, A. G. Miller (1974) da un argumento similar para las
colocaciones relativas de Palenque y Tulum. No sabemos si la coloca­
ción de otros centros se determinaba astronómicamente, pero la preme­
ditada posición de Nohpat relativa a los edificios de Uxmal parece ser
ahora un hecho bien establecido, f
(Cualquier discusión de agregados especiales de edificios en Meso-
américa debe incluir las estructuras del grupo E en Uaxactún. U na
función astronómica de este agrupamiento fue propuesta por vez pri­
mera por Frans Blcm (1924) .\ En pie sobre el edificio E-V II, una
estructura piramidal, uno m ira hacia el este por sobre una amplia
plaza. En primer plano hay restos de tres pequeños edificios construi­
dos sobre una sola plataforma; los exteriores están equidistantes hacia
el norte y hacia el sur respecto a la línea oeste-este dada por los edifi­
cios centrales: el edificio central está situado hacia el este exacto del
observador. Sobre los edificios el observador ve al sol alzarse sobre
el baluarte noreste en el solsticio de verano, sobre el baluarte sudeste'
en el solsticio de invierno, y sobre el baluarte central en los equinoccios.
El agregado puede considerarse un observatorio astronómico solar,
puesto que los edificios orientales de Uaxactún se alinean sumamente
bien ccn posiciones solares esenciales, como muestra el plano de Uaxac­
tún. Ricketson (1928a) notó que si el punto de observación es despla­
zado de la punta de la pirámide a una posición sobre la escalera a
5 metros sobre el nivel de la plaza, que es el punto más bajo desde el
cual se puede aún ver el horizonte por sobre los edificios orientales,
la orientación de la esquina noroeste del edificio central coincide con la
salida del sol en las mismas fechas dadas por la línea de referencia
40 A N T H O N Y T. AYBNI

de Copán. Como Hartung (1971, fig. 5) ha hecho notar, esta posi­


ción de observación correspondería a estar de pie en la punta de un
edificio anterior. E-VII sub. que reposa debajo del E-VII.
El agregado del grupo E parece haber sido copiado en una docena
de sities más, todos dentro de un radio de 100 km desde Uaxactún;
ninguno de estos sitios ha sido estudiado cuidadosamente buscando
orientaciones solares. Incluidos en este grupo están Nakum, Yaxhá,
Uxul, Benqué Viejo, Ixkún y Río Bec. Aparentemente la ío n n a del
agregado del grupo E era muy importante en el Petén.
U n examen preliminar de las estructuras del tipo de] grupo E en
los sitios exteriores hecho p o r Ruppert (1940) llevó a la conclusión
de que lá mayoría de estos arreglos eran copias no funcionales del
observatorio solar operante de Uaxactún. En muchos casos (por ejem­
plo, Naachtún) los edificios eran sacados de simetría respecto a los
puntos cardinales. En muchos casos más de tres estructuras fueron
construidas en la plataforma oriental, aun cuando los tres edificios
primarios son fáciles de distinguir puesto que son más altos que los. otros.
En Cabal Pichik el agregado está tan distorsionado que su derivación
del grupo E de Uaxactún es debatible. Cuando el eje mayor de los
baluartes orientales se desvía de la línea norte-sur, es siempre (con una
excepción) hacia el este del norte. Los constructores de estos otros sitios
posiblemente prestaban más atención a los rituales asociados que a
las observaciones astronómicas en sí.
(Fuera de la región del Petén encontramos un posible agregado del
tipodelgrupo E en Dzibilchaltún, un sitio relativamente distante, tanto
cultura] como geográficamente, de Uaxactún. En este caso, sin embargo,
las estructuras están invertidas, con el observador en pie en la entrada
„ de un edificio en el lado este de la plaza y mirando hacia tres edifi­
cios en el oeste. En este lugar, el eje norte-sur de los tres edificios está
rotado 3° al este del norte. El “observatorio solar” de Dzibilchaltún
no es funcional en el sentido exacto, pero la forma del grupo de edifi­
cios y la desviación al este del norte parecen demasiado similares a las
de los agregados tipo grupo E que hay en el Petén para que sea sola­
mente una coincidencia.)
(En esta breve reseña del papel que jugaban las consideraciones
astronómicas en la arquitectura del Nuevo Mundo hemos tratado de
aplicar un enfoque cuantitativo sistemático, actitud que ha escaseado
seriamente en la arqueoastronomía mesoamericana.j Tratando de consi­
derar las posibilidades lógicas, hemos descubierto que acontecimientos
astronómicos de importancia funcional e históricamente documentados,
como aquellos que fijarían una fecha en los calendarios religioso, agrí­
cola o civil, son los que a menudo dan la m ejor coincidencia para una
orientación dada.
ASTRONOMÍA rO SIC IO N A L Y ARQUITECTURA MESO AMERICAN A 41

El uso de salidas heliacas y de estrellas anunciadoras, asi como los


dibujos de los códices, sugieren que un sistema de observación hori­
zontal era empleado por toda Mesoamérica. Esto contrasta con los
sistemas de observación astronómica del Viejo Mundo y, si significa
algo, es que no hubo contactos transoceánicos notables.
J J n o de los más desconcertantes hechos relacionados con la orien­
tación de edificios en Mesoamérica es el sesgo hacia el este del norte,
fenómeno que aparece en toda Mesoamérica a lo largo del tiempos U na
explicación astronómica única no parece posible cuando se consideran
todos los datos disponibles.
VLos edificios que más probablemente fueron dotados de capacidades
astronómicas especiales por los antiguos arquitectos son aquellas estruc­
turas de forma anormal como el edificio J de Monte Albán y el Caracol
de Chichón Itzá. Pero la pregunta de qué objetos astronómicos real­
mente sirvieron como puntos de orientación nunca podrá ser contes­
tada absolutamente y seria inapropiado aplicar consideraciones esta­
dísticas a la discusiónjVenus y las Pléyades se ajustan frecuentemente
de manera excelente a algunas de las alineaciones y ambas se mencio­
nan en la leyenda y el folklore americanos, petó Sirio y Capella, que
también coinciden con algunas de las alineaciones arquitectónicas, no
están registrados, al menos hasta donde sabemos. Aun cuando el teodo­
lito del topógrafo y la computadora nos dicen que estas estrellas pudie­
ron haber servido para marcar fechas importantes en el calendario, las
fuentes etnohistóricas no apoyan su importancia. Quizá se debería
prestar más atención al estudio de las tradiciones sobrevivientes y de
las prácticas populares presentes entre la gente de México y América
Central como Coe ( 1975b) ha propuesto recientemente y Remington
(en este volumen) ha comenzado a hacer.
Las posiciones del sol en el horizonte durante los solsticios y equi­
noccios así como durante el tránsito cenital eran evidentemente refe­
rencias importantes. Es sorprendente que no se encuentren alineaciones
lunares?^Por otra parte, las observaciones lunares usadas en la Serie
Suplementaria de glifos y las tablas de eclipses en el Códice de Dresden
pueden derivarse fácilmente de un conteo de las fases lunares en lugar
i de marcar posiciones de la luna en el horizonte.!
Notablemente ausentes de esta discusión están algunas de las sutiles
consideraciones del medio ambiente que pudieron haber jngado un
papel decisivo en la orientación y colocación de edificios com ^otros
artículos sugieren (por ejemplo, el de Hartung en este volumen). La»
“hierofanías” asociadas con el Castillo de Chichón Itzá (Rivard 1970)
y el Templo de las Inscripciones en Palenque (Schele, este volumen)
pudieron haber sido de gran importancia ritualísticaj^in embargo, los
investigadores deben prestar más atención en un contexto astronómico
42 A N TH O N Y W. AVEN1

al papel de los cambios de luz y sombra en el ambiente del centro


ceremonial.
Hemos visto en estas páginas varios casos que sugieren quejjas
observaciones astronómicas en el horizonte eran de gran importancia
para los pueblos de la antigua Mesoamérica. [Considerando la profunda
de cción de estas gentes h a d a el 11 var calendarios, un arte que puede
desarrollarse prontamente de tales cbservadone^gBarece lógico que las
líneas de referencia astronómicas fueran incorporadas a su arquitec-
tura^La evidencia objetiva basada en medidas cuidadosas en los lugares
arqueológicos es la base de cualquier investigación sobre las orienta­
ciones de los edificios, pero esta e idencia debe ser considerada jun­
tamente con nuestros conocimientos de los antecedentes culturales de
los arquitectos que erigieron los edificios y adoraron en ellasAEn este
sentido, todos estos estudios son interdisciplinarios cuando sellevan a
cabo debidamente.

A G R A D E C IM IE N T O S

Doy las gracias a Horst Hartung por haber dibujado las figs. 1.2, 1.3,
1.5, y 1 6 y a la National Science Foundation por cpstear esta in­
vestigación.

\
2. LA CALENDÁRICA MESO AMERICANA
CO M O EVIDENCIA DE ACTIVIDAD ASTRONÓMICA

P or S H A R O N L . G IB B S

Mi propósito al iniciar esta discusión sobre la calendárica mesoameri-


cana en el contexto de un seminario sobre astronomía nativa de Amé*
rica es el considerar las formas en las que el entendimiento del primer
tema puede contribuir con información para el estudio del segundo.
Como sabe cualquiera que esté familiarizado con el asunto, una conside­
rable cantidad de evidencia sobre la calendárica mesramericana ha
sido presentada en los siglos transcurridos desde que Diego de Landa
reportó por primera vez que “ponían nombres a los días de sus meses
y de todos los meses juntes hacían un modo de calendario, con el
cual se regían así para sus fiestas como para sus cuentas, tratas y ne­
gocios” (Landa, 1978, p. 70). Mi propia contribución representa la
interpretación de una historiadora de la ciencia de algunas de estos
primeros resultados. Este artículo comienza con una breve introduc­
ción al mecanismo del calendario, introducción que recalca ciertas
implicaciones relacionadas con el estudio de la astronomía del Nuevo
Mundo. Sin embargo, una parte importante del texto está dedicada
a dos maneras muy diferentes como la calendárica mesoamericana
puede ser considerada evidencia de actividad astronómica.

C A L E N D Á R IC A

Nuestro conocimiento del calendario mesoamericano se basa en tres


importantes fuentes de información: 7] descripciones etnográficas que
pueden ser a] reportes de prácticas antiguas que datan del período
colonial español1 o 6] reportes de prácticas modernas que parecen
pertenecer a la tradición antigua;* 2] manuscritos mayas originales,
los códices de Dresden, Madrid y París,* que contienen tablas de signi­
ficado astronómica; y 3] inscripciones monumentales de origen tanto
maya como mexicano que parecen colocar eventos de la historia en el
contexto de la cronología.4 La evidencia de las tres fuentes sugiere que
los meaoamericanos empleaban múltiples convenciones interrelacionadas
para llevar el tiempo. Estas convenciones enfatizaban diferentes uni­
dades fundamentales.

LA C U E N T A R IT U A L

Debido á su amplia distribución y a su más completa incorporación


[4 3 ]
44 ■HABON t . O I M

a la vida cultural de los nativos de la América Central, una cuenta


cíclica de 260 días fue considerada por Thompson (1960, p. 150)
como la primera convención calendárica meaoamericana. L a conven­
ción designa a los días con números del 1 al 13, siendo cada designación
una referencia a la deidad celestial asociada. Al mismo tiempo, la
convención asigna veinte nombres rituales a los días contados en orden
(véase el cuadro 2.1). En tal sistema, una combinación dada de número

c u a d r o 2.1. Nombres equivalentes de los dias rituales en Yucatán y en el

centro de México

Imix Cipactli
Ik Ehecatl
Akbal Calli
Kan Cuetzpallin
Chicchán Coatí
Cimi Miquiztli
Manik Mazatl
Lamat Tochtli
Muluc Atl
Oe Itzcuintli
Chuen Ozomatli
Eb Malinalli
Den Acatl
Ix Ocelotl
Men Cuauhtli
Cib Cozcacuauhtli
Cabán Ollin
Etz’nab Tecpatl
CauaC Quiahuitl
Ahau Xóchitl

deificado y nombre de día ritual se repite cada 260 días (1 3 x 2 0 = 2 6 0 ).


Los americanistas permanecen divididos respecto al siguificado de este
número. Algunos, como Thompson (1960, p. 99), mantienen que es
meramente el resultado inevitable de la combinación de sus más impor­
tantes componentes. Otros, notablonente Nuttall (1928) y, más reden-
teniente, Malmstram (1973), postulan una relación entre este periodo
cíclico y el intervalo que separa las fechas del tránsito del sol por el
cénit en la zona maya meridional.
Las especulaciones sobre su significado no son los únicos aspectos
del calendario ritual de 260 días que suscitan preguntas de interés
para los historiadores de la astronomía. De igual interés sería el obtener
algún conocimiento de a qué hora comenzaba el día ritual Aun cuando
es aparente por varias fuentes etnográficas que en toda Mesóaxné-
C A U M n t u C * HESOAHKBICANA Y ACTIVIDAD ASTRONÓMICA' 45

rica un suceso astronómico marcaba el comienzo del día ritual, no se


ha podido definir un evento único como delimitador común. Basado en
evidencia del Códice Telleriano Remensis, Alfonso Caso (1967, p. 53)
se convenció de que el día azteca comenzaba al mediodía. Caso no
sugirió una asociación posible entre su convicción y la suposición
de que el ciclo de 260 días marcaba el intervalo entre eventos astro­
nómicos que ocurrían al mediodía (esto es, el tránsito por el cénit).
Al menos en el valle de México, el intervalo entre tránsitos cenitales es
demasiado largo, de aproximadamente 290 días, para ser considerado
como el modelo para el calendario ritual. Otras opiniones sobre el co­
mienzo del día azteca están basadas en ciertos pasajes de Sahagnn
que describen las ceremonias del año nuevo (libro 7, cap. 11, y libro 4,
apéndice). El hecho de que estas ceremonias aparentemente comen­
zaran a medianoche sugiere un posible segundo punto de arranque
para el día< ritual azteca.
La cuestión de cuándo comenzada el día ritual maya no tiene res­
puesta directa en ninguna de las fuentes antiguas. Leyendo entre líneas
los libros del Chilam Balam de Chumayel (Barrera Vásquez y Rendón
1969) uno puede —como lo hizo Thompson (1960, p. 174)— llegar
a la conclusión de que “la cuenta del primer día comenzaba en el
este, y por lo tanto con toda probabilidad.. . a la salida del sol” . Esta
evidencia aparentemente convincente se complica cuando consideramos
las descripciones etnográficas modernas de las prácticas oalendáricas
entre los habitantes de las regiones montañosas de Cuatemála. Estas
descripciones indican que los jacaltecas (LaFarge y Byers 1931) y
los ixües (Lincoln 1942) actualmente comienzan sus días rituales al
anochecer.
La incertidumbre sobre el comienzo del día ritual en Mesoamé-
rica claramente crea problemas para los historiadores de la astronomía.
La asociación entre las fechas del calendario ritual y los eventos astro­
nómicos específicos se complica. U n eclipse solar que ocurriera en una
fecha ritual de un calendario tipo Chumayel, ocurriría en la fecha
inmediata anterior en un calendario de tipe ixil. Más aún, las prácti­
cas calendáricas proporcionan evidencia confusa respecto a la natu­
raleza de les intereses astronómicos en Mesoamérica. Los eventos astro­
nómicos relacionados con el calendario azteca están basados en el
mediodía, mientras que en el área maya los delimitadores calendárioos
se colocaban en el horizonte.

E L A Ñ O VAGO

Una segunda convención calendárica en uso en Mesoamérica parece


tener una historia que es casi tan larga como la de la cuenta ritnaL La
evidencia de su antigua existencia puede ser encontrada tanto en el
46 «H A RO N l . O T O S

centro de México como en el área maya. Las divisiones principales


de esta cuenta son de 18 “meses” de 20 dias numerados (véa» el
cuadro 2.2 para los nombres de los meses mayas). A este período de
360 días se añade un intervalo especialmente importante de 5 días,
de modo que la convención completa permite la designación efectiva de
365 días antes de que haya repetición.

cuadro 2 .2 . Nombres de los meses mayas, incluyendo el periodo ¡¡amado


Uayeb.

Pop
Uo
Zip
Zotz’
Zec
Xul
Yaxkín
Mol
Ch’en
Yax
Zac
Ceh
Mac
Kankín
Muan
Pax
Kayab
Cumkú
Uayeb (5 días sin nombre)

La similitud entre esta cuenta de 365 dias y la duración verdadera


del año solar sugiere una relación entre los dos ciclos. Sm embargo, la
vaguedad de la similitud no es inmediatamente patente. L a pregunta
de si los mayas conocían la duración verdadera del año ha sido discu*
tida desde que Landa afirmó que “ellos (los mayas) tenían su año
perfecto como el nuestro, de 365 días y 6 horas” y que “de estas seis
horas se hacía cada cuatro años un día, y así tenían de cuatro en
cuatro años el año de 366 días”. En 1910, C. P. Bowditeh demostró
que el concepto de la existencia de días intercalados era incorrecto,
pero sin negar el posible conocimiento maya del año trópico. John
Teeple (1930) creía haber encontrado evidencia de este conocimiento
como resultado de su descubrimiento de múltiplos enteros del año
trópico en intervalos que separan fechas mayas. Aun cuando las inves­
tigaciones posteriores han debilitado la elaborada teoría de determi­
nantes de Teeple (véase Proskouriakoff 1960), se han con tim ado
descubriendo en las inscripciones múltiplos enteros de) año trópico
c a l b n d Am c v h e s o a h e b i c a n a y a c t i v id a d a s t r o n ó m i c a *7

verdadero. Kelley y K eir (1974) han publicado los más recientes


afuera» en esta área.
Una variedad de evidencias igual a la que contriboyó a hacer in­
cierto cuándo comenzaba el día ritual complica también los intentos
de especificar el comienzo, del día en el Año V ago De hecho, algunos
americanistas (incluyendo a Thompson 1931b) han propuesto que
aun cuando la cuenta de 260 días comenzaba a la salida del sol, la
cuenta de 365 días pudo haber comenzado a la puesta del sol.

L A R U E D A C A L E N D Á R IC A

En un punto desconocido de sus historias respectivas, la cuenta de


260 días y la de 365 días fueron combinadas para designar unívoca­
mente un número relativamente grande de días. El reconocimiento de
que una combinación dada de. /] un número de día ritual, 2] un neón*
bre de día ritual, 3] un día del mes, y 4] un nombre de mes (por
ejemplo, 1 Ahau 18 Kayab) sólo se repetiría cada 18980 días, repre­
senta un avance importante en el desarrollo del sistema calendárico.
No se conoce palabra maya para este período. El término náhuatl
apropiado es xiuhmolpilli. Los estudiosos modernos se refieren a esta
cuenta como a la Rueda Calendárica. Al comentar sobre la Rueda
Calendárica en 1914, S. G. Morley puso en un marco adecuado lo
que de otra manera podría interpretarse como una alabanza extrava­
gante a la calendárica nativa de América, “ .. .al concebir las Ruedas
Calendáricas como eternas repeticiones a partir de un punto fijo, y
al medir el tiempo con un sistema preciso, los mayas fueron capaces de
fechar sus eventos con una precisión que no es superada ni aün por
nuestro método actual de medir el tiempo” (p. 59). Es en este contexto
en el que se deben entender todas las comparaciones entre los calen­
darios maya y moderno.

LA C U E N T A LARGA

Linton Satterthwaite (1965, p. 606) es uno de los pocos investigadores


dispuestos a discutir los orígenes de la llamada Cuenta Larga, el tercer
y aparentemente más reciente aspecto de la práctica calendárica meso-
americana. Ha escrito que “los períodos de la Cuenta Larga parecen
haber sido un añadido a los de la Rueda Calendárica durante la época
protoclásica (150-300 d. c .)”. Los testimonios del uso de la Cuenta
Larga se encuentran solamente en el área maya. Es una cuenta sepa­
rada de la Rueda Calendárica pero concurrente con ella, y parece que
fue desarrollada para distinguir fechas separadas entre sí por más de
18 980 días.
48 8 HABON L . OIBBS

L a Cuenta Larga divide el tiempo transcurrido en kiries, uinaks,


tunes, y múltiplos de tunes. Muchos investigadores de la práctica calen-
dáriea «—entre los que me incluyo— encuentran conveniente el Ínter- '
pretar las fechas de la Cuenta Larga como si fueran números en un
sistema posicional modificado. Ésta es, sin embargo, una analogía
de aplicabilidad limitada porque tiende a enfatizar el uinal (o inter­
valo de 20 días) como unidad fundamental de la Cuenta Larga, cuando
que hay evidencia “aplastante” que señala el tun (o intervalo de j
360 días) como la “unidad cronológica maya” (Thompson 1960, j
p. 141).* Las especulaciones de Thompson (1960, p. 151) sobre las |
razones para una unidad calendárica de 360 dias son muy interesantes {
porque insinúan las variables que deben ser siempre consideradas al ¡
defender el significado de los números en la cultura mesoamericana:
“M e inclino a pensar que el período de 360 días fue escogido porque ;
los mayas querían tener un año formal que invariablemente comen- i
zara en Imix y terminara en Ahau. Para satisfacer esta condición, la
selección lógica era 360 días, porque 380 días (si el número tenía
que ser divisible entre 20) son casi 15 días más que la duración real :
del año.”
U na fecha típica de la Cuenta Larga podría transcribirse como
9 baktunes 9 katunes 9 tunes 16 uinales 0 kines. Traducido al lenguaje
matemático esto daría:

9(20*-360) + 9(20-360) + 9(360) + 16(20) + 0(1),

donde e l penúltimo sumando no puede exceder 360 y el último su­


mando no puede exceder 20. La naturaleza fundamental del intervalo
de 360 días, el tun, debe quedar claro de la traducción. Los uinales
y los kines son necesarios para designar intervalos entre los tunes. Puesto
que la Cuenta Larga marca el tiempo transcurrido, requiere un co­
mienzo, o punto cero, en algún tiempe en la ya entonces existente
Rueda Calendárica. Todas las Cuentas Largas conocidas se relacionan
a un distante 4 Ahau 8 Cumkú. La naturaleza embonada del calen­
dario fuerza a esta conclusión inevitable. La fecha maya completa
9.9.9.16.0 1 Ahau 18 Kayab es 1 364 360 días (3789 tunes y 320 días)
después del punto cero. Es equivalente también a 71 Ruedas Calen-
dáricas más 16 780 días después de 4 Ahau 8 Cumkú.
Los lectores familiarizados c o t í el desarrollo de los calendarios en
el Viejo M undo ya habrán seguramente notado la falta de cualquier
referencia al mes lunar en la anterior discusión del sistema calendárico
mesoamericano. De hecho, el papel como marcador del paso del tiempo
de un cuerpo astronómico tan obvio no es hecho manifiesto en nin­
guno de los aspectos del calendario hasta ahora discutidos. Tanto el
uinal de la Cuenta Larga y del calendario ritual como el período de
CALENDiÜUCA MESOAMERICANA Y ACTIVIDAD ASTRONÓMICA 49

20 días carente de nombre del Año Vago pueden ser fácilmente com­
prendidos como extensiones fundamentales de un sistema numeral
vigesimal.
Para obtener una visión más clara de las influencias lunares en el
conteo del tiempu por los mayas, uno debe ir más allá d d sistema discu­
tido hasta este punto. De acuerdo con Lauda (1978, p. 61), el año maya
estaba dividido en “dos maneras de meses, los unos de a treinta días
que se llaman U, que quiere decir luna, la cual contaban desde que
salía hasta que no aparecía” . El significado cabal de las palabras de
L anda no fue comprendido sino hasta 1925, cuando Jobn E. Tecple
reconoció cuentas de días, d d tipo que Landa describió, en una
serie de jeroglíficos frecuentemente añadidos a una combinación de la
Cuenta Larga y la Rueda Calendárica. Algunos elementos de la Serie
Lunar, como luego se vino a conocer, son encontrados en las más
antiguas Cuentas Largas inscritas, de modo que aparentemente una
cuenta lunar había estado asociada desde hacía mucho con los asuntos
calendárteos. De hecho, las inscripciones indican que el mes lunar como
lo registraban los mayas tenía una duración de 29 a 30 días, circuns­
tancia que sugiere que las cuentas tenían la intención de reflejar la
realidad astronómica.
En 1843, John Lloyd Stephens publicó la sugerencia de Pío Pérez
de que el mes de 30 días, que después se asoció con la Serie Lunar,
realmente precedía a los componentes de la Rueda Calendárica La
idea de que las convenciones de grupos de 20 días del calendario
formal podrían de alguna manera haberse derivado de una antigua
cuenta lunar es mantenida por el análisis lingüístico de la palabra
uinal y su representación glífica (véase Thompson 1960, pp. 47, 143-
144). Las asociaciones lunares con un periodo de 20 días difícilmente
pueden neearse en aquellas ocasiones en las que un glifo de la luna es
usado como símbolo de 20. Tal convención es siempre empleada en las
Series Lunares. También se le usa en combinación con otros glifos para
expresar la duración del período que separa dos fechas de la Cuenta
Larga, cuando esta duración está entre 20 y 39 días.
La mejor evidencia de que los mayas conocían y usaban el mes
sinódico puede encontrarse en las páginas 51-58 del Códice de Dresden.
A principios de siglo, Forstemann (1906. pp. 200-215) se dio cuenta de
que las fechas del calendario ritual en dichas páginas registraban inter­
valos de 177 (o 178) días (6 lunaciones con periodo de 29.5 días).
Como resultado, esta sección del Dresden se conoce desde hace mu- ■
cho como la tabla lunar. Para 1913 se le daba también la designación
de tabla de los eclipses. Las implicaciones completas de esta última de-
siguación continúan siendo exploradas.
Ninguna discusión de las costumbres calendáricas de Mesoamérica
50 SHAXON L . OIBBS

estaría completa sin alguna referencia al período sinódico de Venus.


En las palabras de Landa (1978, p. 61), los mayas “regíanse de noche
para conocer la hora que era por el lucero (Venus) y las cabrillas (las
Pléyades) y los astilejos (Géminis)”. El conocimiento de la hora de
Venus como lucero del alba era aparentemente tan importante para
el pueblo náhuatl como para el maya (véase el Códice Chimalpopora l
1945, par. 51). Las páginas 24 y 46*50 del Códice de Dresden contie­
nen columnas de fechas rituales que han sido reconocidas, también |
desde Forstemann (1906, pp. 182-196), como componentes de una |
tabla de Venus. Los intervalos repetidamente registrados en dichas *
páginas —236, 90, 250 y 8 días— suman 584 días, número que es una i
excelente aproximación al período sinódico medio del planeta Venus. *
De hecho, el intervalo medio entre las primeras apariciones sucesi*
vas de Venus como lucero del alba es 583.92 días. John Teeple sugirió
por primera vez en 1926 que los mayas estaban perfectamente al tanto
de los efectos resultantes de calcular usando la aproximación al día
entero más próximo, y que sabían corregir estos efectos. Teeple basó
sus conclusiones en interpretaciones de la tabla que quizá resulten ser
vulnerables a recientes reconsideraciones (véase el artículo de M. Closs l
en esta colección).

A S T R O N O M ÍA A T R A V E S D E L A C O R R E L A C IÓ N

Los astrónomos han reconocido siempre el valor de una cuenta de días


sistemática y continua. En el más reciente esfuerzo por uniformar las
cosas, acordaron asignar números de día juliano, en orden, a los días su­
cesivos comenzando con 0 = 1 de enero de 4713 a. c., ignorando
los caprichos de las costumbres calendáricas locales. Los oontactos
entre los estudiosos de la cultura mava y los astrónomos de comienzos
del siglo xx llevaron a ambos a reconocer las que 9erían similitudes útiles
entre la práctica astronómica moderna y los métodos mayas de llevar
el tiempo. & C. Morley (1920, p. 465), estimulado por su colega, el
astrónomo R. W. Willson, fue uno de los primeros investigadores de
la cultura maya que apreció la analogía entre la Cuenta Larga Maya
y el período juliano. Naturalmente, esperaba que las dos cuentas para­
lelas podrían relacionarse y sugirió en 1920 que la astronomía propor­
cionaría el lazo: “ .. .parece altamente probable que fenómenos astro­
nómicos auténticos de naturaleza determinable estén registrados en las
* inscripciones mayas; y sólo hace falta la identificación exacta de uno
de éstos, como un eclipso solar o lunar particular que haya sido visi­
ble en América Central durante los primeros seis siglos de la era
cristiana, para hacer inmediatamente posible una correlación exacta
de la cronología maya con nuestro propio calendario gregoriano’’.
La convieción de Morley de que la astronomía podría dar la base i
CALEND&MCA M ESO AMERICANA Y ACTIVIDAD ASTRONÓMICA SI

para una correlación entre las cronologías maya y cristiana descan­


sa, por supuesto, en la suposición de que los mayas observaban y regis­
traban en su Cuenta Larga eventos celestes identificables. Morley
pidió a sus colegas que buscaran fechas astronómicas relevantes en las
inscripciones. La mayoría de ellos ignoraron prudentemente la vasta
cantidad de evidencia que él suministró (en las “Inscripciones de
Copán” y las "Inscripciones del Petén’’), favoreciendo el estudio de las
tablas de fechas del Códice de Dresden. Por muchos años después
de la petición de Morley, la astronomía maya se discutió sólo en el i
contexto del problema de la correlación. Los intentos de resolver
el problema pueden entonces ser examinados buscando descubrir
cómo la calendárica mesoamericana ha sido considerada evidencia de
actividad astronómica.
En sus notas astronómicas sobre los códices mayas (publicadas
póstumamente en 1924), Robert Willson estableció una tradición de
larga vida al ver las páginas 51-58 del Códice de Dresden como una
lista de fechas del calendario ritual en las cuales podrían constar
eclipses solares. El cuadro 2.3 da una transcripción de una parte de la

c u a d r o 2.3. Transcripción del principio de la Tabla de Eclipses del Códice

de Dresden (los números entre paréntesis son correcciones hechas a los valo­
res originales).
177 [354] 502 [679] 856 1033

6 Kan 1 Imix 6 Muluc 1 Cimi 9 Akbal 4 Ahau


7 Chicchan 2 Ik 7 Oc 2 Manik 10 Kan 5 Imix
8 Cimi 3 Akbal 8 Chuen 3 Lamat [11] Chicchan 6 Ik

177 177 148 177 177 177


Página 53a

1211 1388 1565 [1742] 1919 [2096] 2244

12 Etz’nab 8 Men 3 Eb 11 Muluc 6 Cib 1 Akbal 6 Chuen


1 Cauac 9 Cib 4 Ben 12 Oc 7 Caban 2 Kan 7 Eb
2 Ahau 10 Caban 5 lx 13 Chuen 8 Etz’nab 3 Chicchan 8 Ben

[178] 177 177 177 177 177 148


Página 54a.

[2422] 2599 2776 2953 3130 3278

2 Muluc 10 Cimi 5 Akbal 13 Ahau 8 Caban 13 Chicchan


3 Oc 11 Manik 6 Kan 1 Imix 9 Etz’nab 1 Cimi
4 Chuen 12 Lamat 7 Chiccban [2] Ik 10 Cauac 2 Manik -

[178] 177 177 177 177 148


Página 55a
52 ■H A R O N L . O IBBS

3455 3632 3809

8 Ik 3 Cauac 2 Gib
9 Akbal 4 Ahau 3 Gaban
10 Kan 5 Imix 4 Etz’nab

177 177 177 Página 56a

tabla que muestra la colocación de los primeros tres de diez dibujos


intercalados. Willson comenzó su trabajo con la sospecha de que los
intervalos de dias que separaban los dibujos en las páginas 51 a 58
(2 244 — 502 = 1742; 3 278 — 2 244 = 1 034, ete.) podrían hacerse
coincidir con un grupo único de intervalos que separasen nueve eclip­
ses solares visibles en Centroamérica. Aun cuando encontró numerosas
cadenas de eclipses visibles, Willson no logró encontrar una serie ade­
cuada de nueve y abandonó el estudio de intervalos en la tabla de
eclipses, dedicándose a intentar asociar tres fechas de la Cuenta Larga
en el Códice de Dresden con eventos celestes especificos. Willson supuso
que la fecha de la Cuenta Larga que abre la tabla de Venus, 9.9.9.16.0
1 Ahau 18 Kayab, era asociada por los astrónomos mayas con la pri­
mera aparición de Venus como lucero del alba, cuatro dias después
de la conjunción inferior con el sol. Se sintió entonces justificado para
identificar una de las fechas de la Cuenta Larga que abre la tabla de
eclipses, 9.16.4.10.8 12 Lam at 1 Muan, con un eclipse solar visible.
Esperando encontrar la correlación, Willson buscó en las tablas plane­
tarias existentes fedhas con numeración juliana que estuvieran sepa­
radas por 48 488 días y que pudieran satisfacer el criterio que él había
desarrollado. Encontró veintidós combinaciones satisfactorias de fechas
y tuvo entonces que reconocer la necesidad de introducir más evidencia
astronómica.
La suposición de Willson de que las páginas 43-45 del Dresden
representan un intento maya para seguir los movimientos de Marte
nunca recibió la aceptación de sus colegas. Sin embargo, esta suposi­
ción le permitió establecer un nexo único entre las cronologías maya
y cristiana. De acuerdo con Willson, la fecha de la Cuenta Larga
9.19.7.15.8 3 Lam at 6 Zotz (inferida de números en la p. 43) repre­
sentaba alguna “configuración de M arte con respecto al sol digna de
atención”, específicamente, un punto estacionario precedente a la con­
junción. La incorporación de un criterio que incluía a Marte le permi­
tió a Willson reducir considerablemente su búsqueda de una serie
adecuada de números de día julianos que correspondieran a 9.9.9.16.0,
9.16.4.10.8, y 9.19.7.15.8. Encontró sólo un grupo de tres satisfactorio
y concluyó que el número de día juliano de la fecha 4 Ahau 8 Cumkú
que inicia la Cuenta Larga debería ser 438 906.
c a l s n d Ák i c a m esoam zrk m na y a c t i v id a d a s t r o n ó m i c a 33

La solución astronómica de Robert Willson al problema de la corre­


lación demostró no ser más “exacta” que cualquiera de las soluciones
basadas únicamente en la evidencia histórica proporcionada por el
Libro del Chilam Balam (para algunos ejemplos, véase Morley 1910).
Los problemas creados por el resultado de su trabajo no disminu­
yeron la influencia de la afirmación de Willson sobre la evidencia de
actividad astronómica maya. Considérese el panorama que presentó:
“Una relativamente pequeña familiaridad con la literatura maya proba­
blemente resultará en la creencia de que, en la época de la cual tenemos
sus registros, deben haber usado algún método para dividir el d í a ...
No se sabe qué teorías tenían los mayas respecto a la naturaleza del
universo, pero medían los movimientos celestes y registraban las posi­
ciones de los cuerpos en el firm am ento.. . Es probable que los mayas
supieran que la duración del año, determinada por la salida heliaca
de las estrellas, era aproximadamente 365^4 días” (p. 5). El trabajo de
Willson sirvió fundamentalmente para recalcar la evidencia del reco­
nocimiento maya de la periodicidad de los eclipses solares y los fenó­
menos sinódicos.
En el volumen 6 de los Papers of the Peabody Museum de la Uni­
versidad de Harvard (1924), las “notas astronómicas” de Willson
están seguidas por la voluminosa monografía “The Reduction of Mayan
Dates” de Herbert Spinden. En ella Spinden presenta y justifica su
correlación preferida; aun cuando su conexión no fue sugerida por
suposiciones astronómicas, estaba, desde su punto de vista, considerable­
mente reforzada por la evidencia astronómica que revelaba. La correla­
ción de Spinden se basó en una comparación de evidencia inscrita y
escrita de Yucatán que fue descrita por primera vez por Morley
en 1910. Construyendo sobre la suposición de Morley de que una
fecha de la C uenta Larga encontrada en la parte vieja de Chichón
Itzá fue inscrita poco antes de que esta ciudad fuera abandonada (esta
fecha está reportada con una fecha abreviada acompañante, Katún
10 Ahau, en los libros del Chilam Balam), Spinden asumió que el
K atún 13 Ahau asociado con la fecha de la conquista en 1536 era
12.9.0.0.0. Esta suposición asigna el número de día juliano 489384 al
4 Ahau 8 Cumkú que comienza la Cuenta Larga maya.
L a limitada inspiración que Spinden encontró en el Códice de
Dresden fue similar al limitado apoyo que el códice dio a su correlación
(véase Thompson 1935, pp. 78-79). Spinden continuó compartiendo
la fe de Morley en el contexto astronómico de las inscripciones, y
cuando una aplicación exhaustiva de su correlación a las inscripciones
de Morley produjo un número impresionante de fechas astronómica­
mente interesantes, sintió que su solución había sido firmemente esta­
blecida como correcta. Lo que había sido establecido simultáneamente
54 8H A X O N L. « B B S

e n la propia impresión de Spinden sobre la naturaleza de la astrono­


mía maya.
Las inscripciones mayas, interpretadas usando la correlación de
Spinden, revelan familiaridad con el año trópico e indican que los
mayas clásicos registraban fechas de importancia astronómica y agrícola
dentro del ciclo solar.
Por ejemplo:

Estela 10 de Copán: septiembre 6 (comienzo del “año


agrícola”)
Estela 5 de Copán: marzo 22 (equinoccio vernal)
Estela N de Copán: diciembre 22 (solsticio de invierno)
Zapata 25 de Yaxchilán: septiembre 23 (equinoccio otoñal).

Los esfuerzos de Willson y Spinden representan dos aspectos del


punto de vista clásico sobre la relación entre la calendárica mesoame-
ricana y la evidencia de actividad astronómica en el Nuevo Mundo.
En general, ésta es vista sólo como inspiración o soporte de los intentos
para colocar a aquélla en el contexto de la cronología del Viejo M undo
El panorama de la astronomía maya desarrollado por los correlacio-
nistas invita a la crítica, porque está basado ya sea en lo que parecen
suposiciones ad hoc o en lo que sólo puede ser considerado como débiles
identificaciones de registros astronómicos.

A S T R O N O M ÍA S IN C O R R E L A C IÓ N

En 1930 John E. Teeple publicó la que, aún hasta ahora, debe ser
considerada como la más lúcida exposición de la práctica astronómica
en el Nuevo Mundo. Las conclusiones que alcanza son totalmente
independientes del problema de la correlación. Se basan únicamente en
un examen de intervalos que separan fechas mayas encontradas en los
monumentos y códices. La mayor contribución de Teeple fue su confir­
mación de que había evidencia de actividad astronómica en las llama­
das Series Lunares que en muchas ocasiones suplementan la información
calendárica dada por la Cuenta Larga y la Rueda Calendárica. Teeple
determinó primero que elementos de las Series Lunares registraban la
“edad” de la luna (contada desde la luna nueva) y la duración del
mes lunar en curso. Errores al azar en las edades registradas le sugi­
rieron a Teeple que las edades lunares registradas eran registros de
observaciones y no un producto de cálculos formalizados (p. 51). Por
otra parte, , una relación sistemática entre la duración inscrita del mes
en curso (glifo A) y su posición dentro del medio año lunar (glifo C)
convencieron a Teeple de que la duración del mes registrada era un
c a l e n d Áb i c a m e s o a m e r ic a n a y a c t i v id a d a s t r o n ó m i c a 55

“valor predicho y no observado” (p. 63). Por lo tanto, la evaluación


de Tecple de la evidencia interna proporcionada por la calendárica
revela un programa simultáneo de observaciones lunares y cálculos
predictivos. Sus conclusiones no se ven afectadas por una asociación
con una correlación particular.
Los historiadores de la astronomía encuentran el enfoque de Tceple
particularmente atractivo. Su influencia es obvia, por ejemplo, en el
trabajo de Alexander Pogo reportado en el Yearbook de 1937 de la Ins­
titución Carnegie de Washington. Pogo compara los intervalos entre
las fechas rituales en las páginas 51-58 del Dresden con los intervalos
que separan las fechas de eclipses lunares observables de hecho en el
territorio maya y concluye (en contraste con Willson) que “el marco
de referencia de las tablas__está basado no en eclipses solares, sino en
eclipses lunares observados por los mayas”.
Hasta donde sé, nadie ha intentado hacer con las tablas de Venus
del Dresden un análisis del tipo hecho por Pogo, posiblemente porque
a primera vista la mayoría de los intervalos de esta tabla parecen
curiosamente no estar relacionados con la realidad astronómica. Consi­
deremos, por ejemplo, el último registro de cada columna de fechas
rituales en las páginas 46-50 (véase cuadro 2.4). El intervalo de
584 días que separa cada quinto registro está lo suficientemente próxi­
mo al período sinódico de Venus para sugerir que se debería examinar
el movimiento de este planeta buscando una explicación de los subin­
tervalos (90, 250, 8, 236) que aparecen. En efecto, el intervalo regis­
trado de 8 días puede justificadamente ser identificado con el breve
período de desaparición de Venus durante la conjunción inferior. La
posibilidad de que las fechas 5 Kan, 5 Lamat, 3 Eb, 2 Cib y 1 Ahau
representen cada una la primera aparición de Venus como lucero del
alba ha llevado consistentemente a intentos fiara identificar los otros
registros de la tabla con los restantes fenómenos de horizonte típico
de Venus: última aparición como lucero del alba, primera aparición
como lucero de la tarde, y última aparición como lucero de la tarde.
El cuadro 2.5 muestra estos cuatro fenómenos sinódicos con los inter­
valos que los separarían si los identificamos con los registros de las
tablas del Dresden y con los intervalos que separan a estos fenómenos
de acuerdo a los resultados de las observaciones modernas (A. F. Aveni.
comunicación privada). Varias interpretaciones de la evidencia son
posibles:
1] Los mayas sólo observaban la desaparición de Venus durante la
conjunción inferior.
2] Los intervalos registrados en las páginas 46-50 del Dresden son
el resultado de una combinación de condiciones astronómicas que aún
no comprendemos.
B H A aO N L . OIBBS
56
cuM>RQ 2.4. última notación de cada columna de las fechas rituales en las
^ ^ ^ a s 46-50 del Códice de Dresden con los inteivalos entre ellas.

Página del última anotación Intérnalos de


Dresden de cada columna dlas que las separa

8 Cib
90 días
7 Cimi 340 días
46a 250 dias
10 Cib
8 dias
5 Kan
236 días
7 Ahau
90 días
6 Oc 340 días
47a 250 días
9 Ahau
8 días
4 Lamat
236 días
6 Kan
90 días
5 Ix 340 días
48a 250 ■días
8 Kan
8 días
3 Eb
236 días
5 Lamat
90 días
4 Etz'nab 340 días
49a 250 días
7 Lamat
8 días
2 Cib •
236 días
4. Eb
90 días
3 Ik 340 dias
50a 250 dias
6 Eb
8 días
1 Ahau
CALEN d Ar ICA MESO AMERICANA Y ACTIVIDAD ASTRONÓMICA 57

cuadro 2.5. Intervalos que separan las anotaciones de la Tabla de Venus


del Dresden, comparados con los intervalos observados de acuerdo con Sky
and Telescope. (Los valores medios para las observaciones modernas fueron -
compilados per A. F. Aveni.)

Intervalos entre los fenómenos


Observaciones
Fenómenos venusinos Dresden modernas

Primera aparición como lucero del alba


236 días 263 días
Ültima aparición como lucero del alba
90 días 50 días*
Primera aparición como lucero de la tarde
250 dias 263 días
Ültima aparición como lucero de la tarde
8 días 8 días
Primera aparición como lucero del alba
* Especificación adicional: observación fácil, 70 días; observación cuida*
dosa, 62 dias; observación difícil, 46 días.
5] Los intervalos aparentemente innaturales de la tabla de Venus
son el producto de influencias calendáricas, ritualísticas, y astronómicas
similares a las que Thompson creía habían llevado a los mayas a
escoger 360 días como unidad calendárica fundamental (véase Thomp­
son 1960, p. 151).
La segunda de estas varías interpretaciones es examinada por David
Kelley en otro ensayo de esta colección. Puede resultar provechoso el
considerar aquí las implicaciones de la tercera interpretación.
Observaciones regulares de la primera aparición de Venus en el
este, demostrarían rápidamente que ésta ocurría consistentemente en
días de la cuenta de 260 días que teman uno de cinco nombres posi­
bles. La estructura de la parte ritual de la tabla de Venus sugiere que,
cuando fue hecha, estos cinco días importantes eran:

Kan, Lamat, Eb, Cib, Ahau.

El creador de la tabla de Venus demuestra que tenía una clara prefe­


rencia por estos cinco días as! como también por los días en la lista
de nombres que estuvieran situados en medio de dos días cruciales
(véase el cuadro 2.1):
%
Cimi, Oc, Ix, Etz’nab, Ik.

La tabla consiste enteramente de fechas que involucran estos diez nom-


38 S H A R O N L . OIBBS

bres. Las circunstancias sugieren firmemente que el significado astro­


nómico de las fechas de los registros de la parte superior de las pági­
nas 46-50 puede estar oculto por intereses ritualisticos.
¿Cómo afecta nuestra concepción de la astronomía planetaria
maya el suponer que las columnas de la tabla de Venus designan even­
tos ritualisticos asociados con este planeta? Parecería, a primera vista,
que reduce el valor de la tabla como evidencia astronómica. Pero,
como el siguiente análisis revela, esto no es necesariamente cierto.
Considérese el período sinódico de Venus como lo ilustra la figu­
ra 2.1. Como el diagrama muestra, la mínima realidad astronómica
requiere que 292 dias separen la conjunción inferior de la conjunción
superior. Los datos del cuadro 2.5 indican que un intervalo de desapa­
rición de 8 días (4 4- 4) contiene la conjunción inferior. El intervalo
de desaparición durante la conjunción superior es en promedio de
50 días pero puede concebiblemente extenderse hasta unos 70 días.
Combinando evidencia del Códice Chimalpopora y la Relación de
Landa con la realidad astronómica, podemos asignar fechas en las
columnas separadas por 8 días a los eventos de última aparición como
lucero de la tarde y primera aparición como lucero del alba: por
ejemplo, 10 Cib y 5 Kan.
Las fechas de las otras columnas del Dresden no pueden ser coloca­
das tan fácilmente en el diagrama a menos que hagamos ciertas supo­
siciones. Es posible que el creador de la tabla de Venus quisiera incluir
una columna de fechas rituales relacionadas con la última aparición
de Venus como lucero del alba. Si así lo hizo, es también posible que
incluyera fechas rituales que anticiparan el evento (la descripción de
LaFarge y Byers del año ceremonial en Jacaltenango [1931, pp. 173-
175] incluye cierto número de fechas rituales anticipatorias). Una
segunda restricción adecuada podría habar sido el requerimiento de
que los ritos asociados con la desaparición (en el este o el oeste) debe­
rían llevarse a cabo en días con el mismo nombre. La satisfacción
de estas condiciones combinadas hubiera resultado en una columna de
fechas rituales separadas de las fechas relacionadas con la última apari­
ción en la tarde (10 Cib, 9 Ahau, 8 Kan, etc.) por un intervalo X
mayor que 288 ( 292-294) y divisible entre 20. Algunos valores posi­
bles para X están dados a la derecha de la figura 2.1. Nótese que X 3
es el único intervalo que garantiza una fecha ritual próxima a —pero
no después de— la fecha de desaparición. Este es el intervalo carac­
terístico de la tabla del Dresden.
Si el ritual asociado con la primera aparición en el oeste tenía que
ocurrir en un día con nombre que cayese en medio de la lista de días
rituales, o sea entre nombres de días de últimas apariciones adyacentes
(véase el cuadro 2.1.), entonces el intervalo Y que separa dos columnas
g flÉ M a H ^ É i

CALENDÁRICA MBSOAM ERICANA Y ACTIVIDAD ASTRONÓMICA


Venus en conjunción superior = conjunción inferior + 292 dias

f ig u r a 2.1. El ciclo sinódico de Venus, mostrando Jos intervalos de aparición y desaparición. *e


60

en la tabla del Dresden sería un entero que daría 10 de residuo


después de dividirlo entre 20. Suponiendo que el ritual tuviese que
tener lugar mientras Venus estaba visible (como sucedía en el ritual
de desaparición), entonces el intervalo en número entero debería tam ­
bién ser menor que 288. Algunos valores posibles de Y se dan a la
izquierda de la figura 2.1. El intervalo Y2 garantizaría la celebración
del ritual de aparición lo más cerca posible —pero no antes de— la
primera aparición como lucero de la tarde. Éste es también el intervalo
característico de la tabla del Dresden.
Los intervalos aparentemente innaturales de la tabla no descartan
necesariamente que hubiera observaciones mayas de Venus durante
la conjunción superior. De hecho, los intervalos de 250 y 340 días
pueden ser considerados como evidencia de que había astronomía unida
al ritual. Las columnas de la tabla de Venus pueden interpretarse razo­
nablemente como consistentes en fechas que separan rituales que ocurri­
rían tan cerca como fuese posible de los eventos de última y primera
visibilidad, pero sin que se llevasen a cabo durante la desaparición.
Hemos ofrecido aquí este análisis de los curiosos subintervalos de
la tabla de Venus en el Códice de Dresden para recalcar las dificul­
tades inherentes a cualquier evaluación de evidencia de astronomía
maya proporcionada por material calendárico. De hecho la conclusión
de que el conocimiento astronómico reposa escondido bajo las constric­
ciones ritualísticas podría resultar una explicación facilona para la
estructura de la tabla de Venus.. Aun así, una doble dedicación a los
rituales calendáricos y a los logros astronómicos no deja de ser el atri­
buto distintivo de la cultura mesoamericana. La labor del historiador
de la astronomía nativa de América debe comenzar con un entendi­
miento de la naturaleza de la interrelación entre estas dos preocu­
paciones. *1

1 Entre los ejemplos están la Relación de Landa (véase la edición de 1941,


de Tozzer) y el Códice Florentino o la Historia geberal de las cosas de la Nueva
España de Fray Bemardino de Sahagún (véase la edición de Dibble y An-
derson).
2 En la década de los treinta y principios de la de los cuarenta, Burkitt,
Gates, LaFarge, Lincoln, Lothrop, Scholes. Thompson y otros publicaron una
serie de descripciones etnográficas de calendarios mayas en existencia. En el
presente, Brockington y Paddock están dedicados a realizar estudios semejantes
de los calendarios zapotecas existentes.
2 Para reproducciones recientes de estos manuscritos, véase Villacorta y
Villacorta 1930, y Thompson 1972.
* La mejor y más completa colección de dibujos de inscripciones mayas
eentinúa siendo la apropiadamente monumental Arckaeology, Biología Centrali-
Americana de A. P. Maudslay, publicada por primera vez entre 1889 y 1902
CALBNDÁ1UCA m e s o a m e k i c a n a y a c t i v id a d a s t r o n ó m i c a 61

y reeditada recientemente por Arte Primitivo, Nueva York. Para las considera-
dones inás recientes sobre el significado de las fechas en las inscripciones, víase
Proskouriakoff 1960, y Mathews y Schele 1974.
5 Michael P. Closs es el colega que más recientemente me ha hecho notar
los peligros de la analogía del valor posicional.
3. SIGNOS ASTRONÓMICOS
EN LOS CÓDICES BODLEY Y SELDEN

por H O R ST HARTUNG

Uno de los objetivos principales de la investigación arqueoastronómica


es el de revisar los monumentos antiguos existentes en busca de direc­
ciones y alineamientos que puedan corresponder a una referencia astro­
nómica. Algunos de los métodos, posibilidades, limitaciones y resultados
de estos estudios han sido presentados anteriormente (Aveni, ed., 1975).
Los investigadores en las ciencias relacionadas se han ido intere­
sando de manera creciente en colaborar con este nuevo campo. La
evidencia adicional proporcionada por estos investigadores podria ser
de gran importancia para confirmar o rechazar las proposiciones hechas
a partir de las mediciones astronómicas.
Una investigación de este tipo se puede llevar a cabo estudiando
los antiguos códices, de los cuales un número limitado se salvó de ser
destruido. Hace más de setenta años Nuttall (1906) publicó un articulo
que trataba principalmente de los dibujos astronómicos en los códices.
Ningún estudio similar se ha publicado desde entonces.
A excepción de los tres (o cuatro) códices mayas conocidos, los
restantes proceden del centro de México. Los dos códices seleccionados
para este estudio, el Códice Bodley y el Códice Selden, provienen de la
Mixteca Alta. Ambos códices existen en facsimil con comentarios deta­
llados por Caso (1960 y 1964). La interpretación de Caso, asi como
le s códices mismos, ciertamente merecen mayor investigación.
Este estudio se refiere principalmente a dos signos que aparecen
en estos documentos: los llamados palos cruzados y las piernas cruza­
das. El primer signo es considerado como la representación del dispo­
sitivo astronómico usado por los astrónomos de Mesoamérica para
observar los movimientos de las estrellas. Caso interpreta este signo
ccmo “observatorio” o “instrumento astronómico”. El significado de las
piernas cruzadas no está claro, aun cuando pictóricamente parecen
funcionar de la misma manera que los palos cruzados (Smith 1973,
p. 60). Las piernas cruzadas no aparecen en el Códice Selden.
Los símbolos antes mencionados pueden ser separados en dos cate­
gorías de acuerdo a su uso: signos de lugares o signos de nombres
personales.
En un análisis preliminar de los signos de palos cruzados y piernas
cruzadas en los Códices Bodley y Selden se encuentra que hay vein­
tiséis dibujos con uno o dos signos astronómicos en ambos códices,
[62]
6-11 18-11 15-V

16-IV 16-V 19-11 19-111

20-11 21-11 21-111

22-11 22-111 23-111

23-IV 26-1 28-1

30-V 32-IV 38-11

FIGURA 3.1. Dibujos de todos los signos de palos cruzados y piernas cruzadas
en el C6dice Bodley. Los presentamos con los contornos de las personas, plata­
formas y templos cercanos. números arábigos se refieren a la página, los
números romanos a la linea de la página correspondiente del códice.
64 R O R S T HARTUNO

veinte en el Bodley (fig. 3.1) y seis en el Selden (fig. 3.2). En 1906 |


Nuttall discutió sólo quince, de ambos códices. í
Veintiún signos son pales cruzados y once son piernas cruzadas.
Siete de estos signos se ven a la entrada de un templo; sólo uno es del
tipo piernas cruzadas (fig. 3.3). Otro está marcado en el signo “casa’7
perteneciente a un nombre personal (Bcdley 15-V). Cuatro signos apa­
recen colocados sobre plataformas (Bodley 6-II, 15-11 [dos], 35-11). Un j
signo se representa sobre un templo (Bodley 28-1). Siete signos están
entre personas sentadas una frente a la otra. De éstos, tres signos
(Bodley 21-11, 22-11, 23-III) se refieren a un sitio llamado por Caso
“observatorio”, un signo corresponde a un nombre personal (Bodley
38-11) y no hay discusión especial hecha por Caso para los otros tres ■
signos (Bodley 20-11, 21-III, 22-III).
El mayor número de signos, trece, corresponde a nombres perso­
nales (Bodley 15-V, 16-V, 19-11, 19-III, 23-III, 23-IV [dos], 38-11 y
Selden 5-III, 5-IV, 13-III, 13-IV [dos]). Uno de éstos (Bodley 15-V), .
mencionado por Caso como representando una “casa”, tiene palos
cruzados a la entrada y debe referirse a un observatorio.

3.2. Dibujos de todos los signos de p a l o s cruzados en el Códice


f ig u r a |
Selden. Para distinguir estos signos de los del Códice Bodley, una “S” :
( = Selden) antecede a los números. ¡
30-V

3.3. Siete dibujos que muestran el “instrumento astronómico” den­


f io u r a

tro de las entradas a los edificios ( ¿templos?). El signo 32-IV incluso repre­
senta una cabeza mirando a través del dispositivo desde dentro del templo;
en este caso no hay un ojo entre los palos como sucede en los otros cinco
ejemplos. El signo 16-IV muestra el único ejemplo de unas piernas cruzadas
(sin ojo) en una entrada.

Caso mencionó, o implicó directamente, el significado “observa­


torio” en catorce ejemplos. En uno de éstos (Bodley 15-11), dos signos
se refieren aparentemente al mismo lugar llamado “observatorio”. Éstos
son Bodley 6-II, 15-11, 15-V, 16-IV, 20-11, 2I-II, 22-11, 23-III, 28-1,
30-V, 32-IV, 35-11 y Selden 14-1, 17-IV. No hay referencia de signo
astronómico para los palos cruzados en Bodley 26-1.
En 1960 Caso presentó los nombres de ocho pueblos cuyo signo de
lugar había sido identificado (p. 18). En 1973 Smith mencionó vein­
titrés nombres como identificaciones segnras y varios otros que aún
necesitaban pruebas más definitivas (pp. 80-82).
Es interesante mencionar la hipótesis alternativa de Smith para el
símbolo de lugar de Tlaxiaco, un importante pueblo de la Mixteca
Alta. Tlaxiaco es un nombre náhuatl que significa “lugar del juego
de pelota en las afueras del pueblo” ; el nombre mixteco se da usual­
mente como Ndisi (obvio, visible) Nuu (cara, estrellas, ojos) y esto
puede traducirse literalmente como “cara visible” o menos literalmente
como “visto claramente”. “Dada una traducción de Ndisi Nuu como
‘visto claramente’ o ‘claramente visible’, . . . es posible que el símbolo
de lugar usualmente descrito como ‘observatorio’ sea el símbolo de
lugar de Tlaxiaco” (Smith 1973, p. 60).
El concepto expresado por el signo de “observatorio” se asemeja muy
de cerca a la traducción idiomática de Ndisi Nuu como “visto clara­
mente”, y el motivo especifico de un ojo que es visible entre dos palos
cruzados o encima de dos piernas cruzadas refleja una traducción literal
66 H O R S T HARTUNO

de Ndisi Nuu como “ojos visibles” . Esta interpretación parecería ser


confirmada por un símbolo que representa uno de los nombres perso
nales de un gobernante que aparece en el Códice Muro. Este signo
consiste en un ojo adentro de un motivo de llama, que descansa sobre
una base en forma de cuenco. Las últimas dos palabras de la glosa son
Ndisi Nuu, las mismas dos palabras mixtecas que dan nombre a Tlaxia-
co (Smith 1973, pp. 60, 89). Si la anterior consideración es válida, el
motive de una llama con un ojo, dibujado como Una antoreha como
en Selden 14-IV (véase fig. 3.2), puede tener implicaciones astro­
nómicas.
La Mixteca Alta es una de las zonas arqueológicas de Mesoamé-
rica menos estudiadas. Un programa de excavaciones podría revelar
datos muy interesantes, que podrían coincidir con las referencias histó­
ricas escritas que aparecen en los códices. Los signos astronómicos que
frecuentemente aparecen deben referirse a lugares que existieron y
quizás a edificios específicos. U na referencia a la ocupación o al lugar
de nacimiento de una persona pudo haber sustituido a su nombre
personal. Podría ser también relevante el que, como Spores (1967,
p. 55) ha notado, el pueblo de Tlaxiaco esté rodeado por un número
de sitios arqueológicos inexplorados, por ejemplo, el sitio en la cima del
cerro Encantado, aproximadamente a un kilómetro al noreste.
Posiblemente un día se excavará en la Mixteca Alta un observa­
torio astronómico que ampliará nuestro entendimiento de la naturaleza
de la práctica astronómica en la antigua Mesoamérica. Dada la eviden­
cia escrita, sólo hace falta excavar en el lugar adecuado, tal como hizo
Sehliemann en Troya.

a g r a d e c im ie n t o s

Doy las gracias a Emily Rabin por sus valiosos consejos y a Federico
Solórzano por permitirme usar su material bibliográfico.
4. PALENQUE: LA CASA DEL SOL ACONIZANTE

por L IN D A S C H E L E

Este artículo consistirá de dos partes: una breve descripción de la


iconografía de la Lápida de la Cruz (LC) y de la tapa del sarcófago
que se halla en el Templo de las Inscripciones (T I), y un análisis de
las variantes del glifo emblemático de la calavera en Palenque. El aná­
lisis detallado de la iconografía de la LC y de la tapa del sarcófago
del T I fue presentado en la Segnnda Mesa Redonda de Palenque
(Schelé 1976). Es necesario sumarizar brevemente esos resultados para
poder entonces discutir las implicaciones completas de los glifos emble­
máticos de Palenque.
El Templo de las Inscripciones es el monumento funerario dei
Señor EscudorPacal (nacido en 9.8.9.13.0 8 Ahau 13 Pop, subió ál
poder en 9.9.4.2.8 5 Lamat 1 Mol, y murió en 9.12.11.5.18 6 Etz’nab
11 Yax). El Templo de la Cruz es el monumento que conmemora el
acceso al poder del Señor Chan Bahlum (nacido en 9.10.2.6.6 2 Cimi
19 Zotz’, subió al poder en 9.12.11.12.10 8 Oc 3 Kayab, y murió en
9.13*10.1.5 6 Chicchán 3 Pop) (Mathews y Schele 1974). Ambas lápi­
das (figs. 4.1 y 4.2) ocupan el lugar dominante de cada uno de los
monumentos y ambas representan esencialmente el mismo tema icono­
gráfico. La imagen de una cruz aparece formada por tres niveles de
cabezas de dragón; el dragón del nivel superior está enjoyado y es
de nariz cuadrada, las cabezas del nivel medio son carnosas, y las del
nivel inferior son esqueléticas pero idénticas en sus detalles anatómicos
a las cabezas del nivel medio. Los tres dragones forman un modelo
estratificado del universo vertical, con el dragón enjoyado represen­
tando el nivel celestial, el carnoso el nivel terrenal, y el esquelético el
mundo subterráneo. En la base de cada cruz, pero aislada de ella, está
la cabeza trasera del monstruo celestial. En el T I la cabeza trasera apa­
rece aislada entre las quijadas dobles del dragón subterráneo y en
la 1X2 aparece suspendida con la mitad arriba y la otra mitad abajo
de una banda de cielo, la cual está compuesta de signos de la noche en
su lado izquierdo (oeste) y de signos del día en sú lado derecho (este).
En ambos casos la cabeza es carnosa por encima de la nariz y esque­
lética por debajo.
En el T I, Pacal, el gobernante muerto, es mostrado arriba del
monstruo en una posición de caída. Su estado de movimiento es recal­
cado por su posición fuera de equilibrio y el desarreglo de sus ropas.
T anto él como el monstruo están entrando en las quijadas del mundo
[67]
pa len q u e: la casa d e l so l a d o n iz a n t e 69

subterráneo. El acto de entrada se acentúa curvando hacia adentro


las quijadas. En la LC el monstruo está aislado de las figuras adya­
centes. La figura a la izquierda (oeste) es Pacal, quien por el detalle
y la escala iconográfica está representado muerto. La<figura a la dere­
cha (este) es Ghan Bahlum, el hijo y sucesor en el trono. Pacal sostiene
un cetro que es el mismo monstruo trasero visto en las bases de la
imagen de cruz en ambas lápidas.
L a identificación del monstruo de la cruz en discusión debe ser
reconfirmada aquí mediante la siguiente lista de sus atributos:
2] U n distintivo con tres elementos está siempre presente arriba
de su cabeza. Consiste de una sección de concha, símbolo del mundo
subterráneo; una espina del pez raya, símbolo del mundo terrenal y
de la sangría; y el cartucho de bandas cruzadas, símbolo del mundo
celestial.
2] El monstruo tiene un yelmo dibujado sobre su frente con un
infijo kin. Entre los significados de kin están tiempo, día y sol.
3] El monstruo es mostrado en la LC suspendido entre símbolos
de la noohe al oeste y del día al este. En el T I se le muestra entrando en
las quijadas del mundo subterráneo al caer del nivel del mundo medio.
El instante retratado corresponde a la puesta del sol en el ciclo diario
y al solsticio de invierno en el ciclo anual
4] El monstruo es mostrado como mitad carne y mitad hueso, o en
un estado de transición de la vida a la muerte.
5] En los casos en que el monstruo es representado como un saurio
bicéfalo de cuerpo entero (por ejemplo, en el Templo 22 de Copán,
en la casa E de Palenque, y en la estela de nichos de Piedras Negras), se
le muestra con forma arqueada mirando, en la mayoría de los casos,
hacia el poniente. En otras palabras, sigue el movimiento del sol del
este al oeste. En Copán, el sitio más oriental, se le muestra como un
monstruo carnoso con el tránsito del año trópico solar como cuerpo.
Está sostenido por bacabes bajo los cuales hay un suelo sobre calave­
ras. En Palenque se le muestra con un cuerpo compuesto por la banda
de cielo, sobre la cual está posado el búho chillón, una variante del
pájaro serpiente, identificado por Bardawill (1976) como un dios
del mundo subterráneo.
En resumen, la identificación del monstruo trasero debe satisfacer
los criterios siguientes: estar relacionado con los planos de existencia
celestial, terrenal y subterráneo; capacidad de cambiar de estado car­
noso a esquelético; estar suspendido entre la noche y el día y los mun­
dos medio y subterráneo; y form ar un arco que puede desplazarse ya
sea por los cielos o por el mundo subterráneo. El monstruo está -identi-

ficura 4.1. La tapa del sarcófago en el Templo de las Inscripciones.


figura 4.2. La Lapida y los Paneles de las jambas del Santuario del Templo
de la Cruz. Las secciones aparecen aumentadas en las páginas siguientes.
72 LIN D A S C H E L E
74 LINDA ACHALA

ficado con el símbolo Ain-sol en su frente. Si el monstruo fuera una


manifestación de cualquier otro cuerpo celeste, dudo mucho que hu­
biera sido identificado tan consistentemente como Atn-sol.
La identificación de este monstruo con el sol se convierte en suma­
mente importante cuando es considerado el programa para la transfe­
rencia de poder que está retratado en la LC. El programa entero
muestra una transferencia literal de poder del rey muerto al vivo como
un acto físico y explicito. La acción comienza en la lápida interna con
el gobernante ascendiente en el lado oriente de la imagen que des­
cribe el poder involucrado en la transferencia. Está vestido de manera
sencilla y porta un dios-bufón recostado. El rey muerto está parado
al oeste y actúa en un contexto sobrenatural. Lleva el monstruo solar
ccn un signo caan-cielo infijado en su frente y con agua chorreando
de su boca.
La acción concluye en las jambas del santuario, con Chan Bahlum,
que ya ha subido al poder, puesto literalmente en el lugar de su padre,
el rey muerto. Está vestido con el uniforme llevado por los gober­
nantes de Palenque después del acceso al poder. Lleva en la mano el
cetro del monstruo-sol invertido y con un infijo átn-soL Le ofrece
el cetro al Dios L, quien está en la jamba oriental. Ooc no sólo ha
identificado al Dios L como uno de los dioses importantes del mundo
subterráneo, sino que también ha recalcado que la jamba oriental
de la 1X1 es una de las dos apariciones conocidas del Dios L en una
lápida monumental (Coe 1975a). La otra es en la Lápida del Sol,
invohiczada en el tríptico iconográfico del Grupo de la Cruz. La apari­
ción del Dios L aquí es especialmente importante cuando se comidera
en el contexto de su frecuente aparición en la cerámica funeraria.
Nótese que en la lápida interior, antes del acto de transferencia, Pacal
está en el lado subordinado, quizá porque está muerto. Pero en las
lápidas externas, después de la transferencia, el gebemante vivo, Chan
Bahlum, está en el lado subordinado y el Dios L está en el lado domi­
nante (este). El monstruo solar en la base de la cruz es mitad de carne
y mitad de hueso, y está suspendido entre el dia y la noche. El mismo
dios es ofrecido por el gobernante durante la toma de poder a uno
de los dioses principales del mundo subterráneo.
El extraordinario significado de la iconografía descrita en los párra­
fos anteriores se magnifica con las hierofanias asociadas con la LC y
con el T I. La iconografía define como el suceso crítico en el diario
tránsito del sol el momento de transición entre el mundo medio y el
mundo subterráneo, o sea la puesta del sol. Las hierofanias arquitec­
tónicas identifican el solsticio de invierno como el instante critico en el
año trópico. Dos acontecimientos con poderoso significado ocurren
durante la puesta del sol en el solsticio de invierno. Desde el piso supe-
pa l e n q u e : la c a sa d e l so l a g o n iz a n t e 75

rior de la Torre, y de hecho desde la mayoría de los puntos del Pa­


lacio, se ve al sol hacia las tres de la tarde entrar a la tierra (la cresta
detrás de las inscripciones) sobre el centro aproximado del T I. El
ángulo de entrada parece ser muy similar al ángulo del primer tramo
de escaleras que llevan a la tumba. En otras palabras, el sol del solsti­
cio de invierno entra al mundo subterráneo a través de la tumba de
Pacal, y el evento representado simbólicamente en la tapa del sarcó­
fago se reproduce literalmente cada solsticio de invierno.
O tra clase de hierofanía que puede ser aún más impresionante
ocurre en el Templo de la Cruz. Este sitio está dispuesto de una ma­
nera tal que, cuando el sol desaparece detrás de la cresta de las inscrip­
ciones, la zona principal de Palenque —incluyendo el TI, el Palacio,
el Tempo 11, ete.— es cubierta por una sombra que avanza (fig. 4.3).
U na depresión en la cresta permite al mismo tiempo que el sol ilumine
brillantemente el Grupo de la Cruz. El efecto es muy parecido al de
un proyector de luz. L a luz del sol cae en un ángulo oblicuo respecto
al frente del Templo de la Cruz, y debido a la colocación de la LC,
éste es, el único momento del año en el que la luz solar directa baña
el frente del templo o su interior (fig. 4.4). Los pilares del frente están
dispuestos de manera tal que el pilar b (a la izquierda de la figura)
produce una sombra larga y oblicua creando un haz de luz adyacente
a ella. Al hundirse más el sol, la luz se enfoca sobre el Dios L. Si el
dintel sobre el pilar aún estúviera en su lugar, la sombra formaría una
luz oblicua que terminaría cerca de la jam ba del Dios L. La luz asi
orientada viaja Lacia abajo de la jam ba hacia la esquina inferior dere­
cha. El último rayo de luz del solsticio de invierno que baña a Palenque
cae a los pies del Dios L.
Las dos hierofanias están dispuestas para que ocurran sucesiva­
mente comenzando alrededor de las 2:30 p.m. y concluyendo alrededor
de las 5:30 p.m. En ambos casos los eventos son extraordinariamente
vividos y deben haber sido planeados para reproducir los hechos repre­
sentados simbólicamente en las lápidas. No creo que ninguna de estas
dos hierofanias fuera estructurada para producir el tipo de observa­
ciones astronómicas que son evidentes en el Códice de Dresden; ambas
experiencias están estructuradas de manera demasiado general para
permitir medidas precisas. En cambio, yo creo que la función fue quizá
más significante y diseñada para hacer al lugar reproducir, para que
todos lo vieran y entendieran, los fundamentos cosmológicos del go­
bierno. ¿Quién podría discutir la divinidad de la dinastía de Palenque
cuando el dios sol entraba en el mundo subterráneo a través de la
tumba de Pacal? Los sucesos podrían ser reconfirmados por Pacal,
Chan Bablum, y sus'descendientes cada año, aún en nuestra época.
Los glifos emblemáticos (GE) de Palenque refuerzan la interpre-
76 LINDA E C H E L E

f ig u r a 4.3. Fotografía aérea de Palenque tomada desde el norte, en una


fecha cercana al solsticio de invierno. Nótese que el TI está en la sombra
que ha avanzado a lo largo de la cara occidental del Palacio. El Crupo de la
Cruz se halla plenamente iluminado, con la cara norte del Templo de la Cruz
en la sombra.

tación de la iconografía discutida anteriormente. Los glifos emblemáti­


cos de Palenque aparecen en tres formas distintas, cuyo símbolo prin­
cipal es, respectivamente, una variante de pájaro (T793aj (Thompson
1962) (fig. 4.5b), un hueso mostrando las suturas (T570) (fig. 4.5a),
y una calavera (T1045) (fig. 4.5c). La especie del pájaro no ha sido
identificada pero aparece en variantes de cuerpo entero en la Lápida
del Palacio en C6 (fig. 4.5b). La variante de hueso T570 se aprecia

f i g u r a 4.4. Una fotografía del santuario y de la pared central del Templo


de la Cruz tomada en la tarde del 24 de diciembre de 1974. Nótese cómo la
luz ilumina de lleno al Dios L en el panel este. La línea quebrada indica
la posición aproximada donde la iluminación debería de cesar debido a la
presencia de un dintel, actualmente desaparecido. El movimiento de la. som­
bra ha sido de la izquierda a la derecha y de arriba a abajo conforme
adelanta la tarde.
7* LINDA 8C H E L E

mejor en la Lápida de Jonuta, donde los elementos circulares superior


e inferior están grabados en relieve, indicando que son negativos. Las
asociaciones de la muerte con el hueso como símbolo principal de GE
han sid a notadas por Coc (1975a).

a. T570 b. T793a c. T1045

f ig u r a 45. Los glifos emblemáticos de Palenque.

conejo
descamada
Tab. Pal. I

figura 4.6. La variante de calavera de conejo en el glifo emblemático T1045.

f ig u r a 4.7. La variante de calavera de venado e n el glifo emblemático TI 045


y en un título.

La variante de calavera es el m is importante G{& en la discusión


que haremos en este artículo. Los GE de Palenque aparecen noventa
y seis veces en las lápidas conocidas. De estas apariciones, 23% son
de la variante de pájaro y 38.5% cada una, de las variantes de hueso y
calavera. No hay un patrón perceptible en la incidencia de las varian­
tes, pero si la frecuencia es importante, 77% de los GE conocidos son
variantes de hueso o calavera. La calavera usada en los GE sufre
variaciones en sus detalles, pero hay dos características que están pre­
sentes consistentemente. Normalmente, hay dos prominentes dientes
incisivos al frente de la mandíbula superior (fig. 4.6), aun cuando
p a l e n q u e : la ca sa d e l bo l a d o n iz a n t e 79
en los ejemplos de la Lápida de los 96 Glifos (fig. 4.7a) y en T I II
(fig. 4.7c) los dientes no aparecen. La segunda característica es que
un elemento vertical largo, con formas redondas infijadas, siempre
aparece en la parte trasera de la cabeza. En la mayoría de los casos,
una o más de las formas infijadas están sombreadas, indicando color
negro. Estas manchas son como aquellos elementos a los que Coe
( 1975a) ha bautizado como manchas de la muerte y que eran usadcs
para indicar que el cbjeto que las lleva está muerto, o en el mundo '
subterráneo. Su presencia en los GE de calavera indica que el animal
está muerto, reforzando el significado de la calavera como un signo
de la m uerte
Sigue en pie la pregnnta de por qué los escribas palencanos se
sintieron obligados a colocar manchas de la muerte, signo de carne
en putrefacción, sobre un objeto que ya estaba en un estado esquelé­
tico. Creo que las manchas de la muerte eran necesarias porque el
objeto es una oreja, que normalmente no estaría presente en una cala­
vera. Las manchas de la muerte eran usadas para mostrar que, aun
cuando era necesario representar la oreja del animal, era igualmente
imperativo indicar que la oreja había sucumbido también a los efectos
de la muerte. Si éste es el caso, la oreja era de importancia primaria
para la identificación de la especie, y la especie del animal era
vital para el significado específico del GE.
La oreja es larga y fláccida y cuelga junto a la cabeza. Dos ani­
males aparecen repetidamente en la iconografía y los glifos mayas que
tienen esta clase de oreja: el venado y el conejo. L a confirmación del
venado y su significado mitológico se puede encontrar en T765d, un
glifo encontrado frecuentemente en Palenque y otros sitios como un sus­
tituto del glifo kin en números de distancia (fig. 4.7a-c). Hasta donde
sé, el animal específico del glifo de número de distancia no había sido
identificado hasta hoy, pero un ejemplo de él extraordinariamente
claro que se encontró en un fragmento de piedra en la Bodega de
Palenque en 1974 (fig. 4.7a) ha permitido la identificación del animal.
El animal en este glifo tiene una larga nariz en pendiente y huesos
cruzados en el ojo. El elemento crítico es el grupo de tres lóbulos en la
frente, que puede ser identificado como un cuerno al comparar con
el venado agachado abajo de las figuras a la derecha en la Lápida
de los Esclavos (fig. 4.8d). El venado indígena del área de Palenque y
Yucatán tiene cuernos muy cortos, similares al cuerno del venado glí-
fico. El animal kin es un venado. Porque sustituye al glifo kin, el
venado, especialmente cuando aparece con el elemento de los huesos
cruzados, es el sol. Thompson (1950, 1967) había apuntado el gran
número de datos mayas que asocian al venado con el sol (fig. 4.8).
El segundó animal que aparece frecuentemente con una larga oreja
80 LINDA ECHELE

figura 4.8. El venado como una variante de cabeza de kin en números de


distancia.

colgante es el conejo. El formato cuadrado de los glifos forzaba a los


escribas de Palenque a variar la posición de la oreja del conejo de
acuerdo con las restricciones de espacio disponible. U n hermoso conejo
aparece en P3 en la lápida del Palacio con una larga oreja colgante,
idéntico a la calavera del GE (véase la fig. 4.6). Los largos dientes inci­
sivos del conejo aparecen como características prominentes de la ca­
lavera (fig. 4.10).
Nicholson (1971, p. 402) muestra la asociación mexicana del conejo
con la luna, especialmente en la leyenda del conflicto sobre la creación
de l sol y de la luna, que en un tiempo rivalizaban en brillantez. En un
arranque de celos, le fue lanzado un conejo en la cara a la luna, ate­
nuando para siempre su brillo y dejando marcado el perfil del desven­
turado conejo en su faz. La forma del conejo es muy obvia hasta para
ojos occidentales, en la zona oscura de la luna.
Tres objetos del período Clásico Tardío confirman la asociación
de la luna y el conejo en el pensamiento maya. En febrero de 1975,
Jeff Miller me mandó un dibujo de un pedernal de tipo poco usual
PALENQUE í LA CASA DEL SOL AGONIZANTE 81
del Museo Nacional de Guatemala (fig. 4.9b). El pedernal tiene un
dibujo grabado de una luna a tres cuartos en la cual está sentada
la diosa de la luna sosteniendo un conejo. La misma composición se
repite .en el Altar I I de Bonampak, donde la u lunar casi cierra
el círculo. Dentro de la luna está sentada una deidad de confusas
características. Podría ser en efecto la diosa de la luna, pero Jg identi­
ficación es demasiado incierta actualmente. Los brazos de la deidad
sostienen un conejo (fig. 4.9c).
El ejemplo final de la luna y el conejo aparece en D5 en la lápida
de los 96 Glifos (fig. 4.9a), dando un ejemplo del humor de los escri­
bas mayas de Palenque. El glifo entero es una composición del acceso
al poder del Señor Hok. La composición está transcrita como T644a:
140.181. El posfijo lunar T181 fue registrado por Landa como el
fonema ah y es aceptado por Lounsbury y Kelly (comunicación per­
sonal) como el sufijo de tiempo pretérito para el verbo, que se lee
como culah, “estaba sentado” . Una exquisita cabeza de conejo con
la oreja echada sobre su cabeza está infijada en el negativo del posfijo
lunar. El conejo no tiene absolutamente función morfémica o foné-
mica en la composición del glifo y de hecho, hasta donde sé, no apa­
rece una configuración similar en ninguna otra parte de la escritura
maya. Creo que en este caso el conejo es un ejemplo de un juego de
significados hecho por el escriba. La luna tiene en la realidad un conejo
grabado en su faz, de modo que fue puesto en el posfijo que es la luna
grafémica pero no mórfémicamente.
La oreja con las manchas de la muerte se vuelve comprensible
cuando se identifican las dos especies posibles de calavera. U na dé las
características m h obvias del venado y el conejo es la oreja. La cala-

a b c
figura 4.9. La luna y el conejo.
82 LINDA SC H ELE

k ig u r a 4.10. Configuraciones de las calaveras del conejo y del venado.

vera sin la oreja no sería identificable en los glifos. Aun los dientes
incisivos del conejo son compartidos por especies de roedores. La oreja
garantiza la identificación d d conejo y el venado y, según mi opinión,
el significado secundario de cada especie, la luna y el sol
Thompson (1967) registró cierto número de mitos de varios gru­
pos mayas que incluye una creencia común entre ellos de la luna y el
sol como gemelos. El mito de los gemelos varía en su identificación
de los gemelos como la luna y el sol, o Venus y el sol. El venado y el
conejo están asociados similarmente como gemelos a través de Meso-
américa. Peter Furst cuenta una serie de leyendas huicholas sobre las
aventuras de los gemelos Conejo y Venado. Los animales son muy
diferentes en escala, pero fuera de esto son notablemente similares en
forma. Ambos tienen orejas largas y fláccidas y colas cortas y activas,
y la forma de sus bocas es similar. Siguificativamente, el excremento de
ambos animales es casi idéntico, excepto por el tamaño.
El conejo está definitivamente identificado como una de las cala­
veras de los GE por la presencia de sus típicos dientes incisivos, pero
en el caso de las variantes en los GE de la Lápida de los 96 Glifos
y el T I II, los dientes no están presentes. Es significativo que el venado
carezca de dientes en la parte superior delantera de su boca, haciendo
la presencia 0 ausencia de dientes un elemento critico en la identifi­
cación del animal especifico (fig. 4.10). U na característica de tanta
importancia no pasaría inadvertida para los escribas. Más aún, aparece
una pequeña protuberancia en la frente de todos los GE de la Lápida
de los 96 Glifos, pero está ausente de todos, menos uno, de los GE con
incisivos. Creo que la protuberancia representa el cuerno del venado
y que fue usada para asegurar la diferenciación entre el venado y
el conejo.
Les GE de las variantes de calavera pueden ser parafraseados
como “el sitio del conejo muerto” y “el sitio del venado muerto”, y
por extensión “el sitio de la luna muerta” y “el sitio del sol muerto” .
pa l e n q u e : la c a sa d e l so l a g o n iz a n t e 83

Éste es exactamente el significado que está detallado como el principal


poder y responsabilidad del gobernante de Palenque en las Lápidas
de la Cruz y del Templo de las Inscripciones. El patrón preciso de la
configuración física de la ciudad fue cuidadosamente planeado para
producir repetitivamente espectaculares hierofanías que expusieran
cosmológicamente las mismas definiciones. Los palencanos llamaban a
su ciudad “el sitio de la muerte del sol y la luna” y dispusieron su
arquitectura para que el sol y la luna hicieran literalmente lo que ellos
decían.
En conclusión, la interpretación de los GE de variantes de cala­
vera de Palenque como un conejo y un venado muertos, o como la luna
y el sol muertos, es apoyada por la descripción de les poderes y respon­
sabilidades del gobierno que los mayas palencanos estructuraron para
sí mismos y dejaron como testigo de sus creencias. La distribución de
piedras, de edificios, de espacio, de la experiencia física de los seres
humanos, y del universo, fue diseñada para reproducir las definicio­
nes contenidas en nombres y mitos. La detallada interrelación del
nombre, la mitología y la identidad física de la ciudad con la cosmo­
logía sugiere fuertemente que los GE de variantes de calavera eran el
nombre de la ciudad y no su linaje, en la medida en que el linaje
pueda ser definido como algo separado del sitio. El sitio de Palenque
parece haber sido definido en los términos de la geografía y cosmología
mayas del Clásico Tardío, como el portal occidental del mundo subte­
rráneo, donde el sol, la luna y los dioses cíclicos morían.
5. TABLAS E INSCRIPCIONES ASTRONOMICAS MAYAS

por DAVID H . K E L L E Y

Aun cuando yo no creo que más de una décima parte de los glifos
mayas puedan ser leídos con alguna seguridad, ya estamos comenzando
a entender el tenor general de muchos textos que antes eran conside­
rados oscuros. Astronómicamente, el cuadro emergente sugiere que
los mandatarios mayas consciente y directamente enlazaban sucesos de
sus propias vidas con eclipses y movimientos planetarios. La astrología
personal, en el sentido estricto de la palabra, jugaba un papel crucial
en lo que se inscribía en las montañas. En Palenque, la gran inscrip­
ción de Pacal conecta su propio reino con la llegada al poder de un
gobernante que era probablemente un dios planetario casi un millón
y cuarto de años anterior. Los problemas presentados por nuestra limi­
tada comprensión de los glifos están bien ejemplificados por los glifos
del nombre de su hijo y sucesor. El más frecuente de éstos es la ca­
beza de un animal que combina las características de una serpiente y
un jaguar. Por esta razón, Kubler lo llamó Jaguar Serpiente y los
investigadores de la Primera Mesa Redonda de Palenque asintieron
en llamarlo Chan Bahlum, una traducción chol de Jaguar Serpiente.
Otro nombre para él que aparece frecuentemente es un glifo Ahau,
parcialmente cubierto con manchas irregulares del tipo usado para
representar una piel de jaguar y precedido por un glifo de hueso.
Spinden (1924, pp. 151-152) señaló la aparente inserción de este glifo
en un texto de Palenque en lugar de un glifo kin medio oscurecido.
Kin significa “sol” o “día”, y Ahau, “señor”, ha sido generalmente
reconocido como un título para el Dios Sol. Spinden también sugirió
que este sol o Ahau medio oscurecido significaba “equinoccio”. Recien­
temente hice la sugerencia posible (Kelley y Kerr 1973, pp. 190-191)
de que el kin medio oscurecido era un glifo de eclipse, y en mis estu­
dios preliminares de la correlación de glifos con eventos astronómicos,
inocentemente traté de asociar varias fechas de la vida de Chan Bahlum
con eclipses simplemente porque las fechas estaban asociadas con el
glifo del Ahau cubierto, al cual no reconocí como un glifo de nombre
hasta que Linda Schele y Peter Mathews me lo demostraron. Ahora
Ico el prefijo como bac, que es la palabra maya general para “hueso”
y la cual leería en este contexto como su homónima bac, que en el
maya yuca teco significa “niño” . La interpretación general se deriva
de una idea de Linda Schele. Yo creo que la piel de jaguar representa
aquí la raíz bal “esconder” (balam significa “jaguar” ) y que el nom-
[84]
TABLAS E IN SCRIPCIONES ASTRONÓMICAS MAYAS 85

bre debe ser leído como “el Niño del Señor Escondido” (esto es del
Sol Eclipsado). Esta interpretación, a su vez, se deriva en parte
del hecho de que, como Floyd Lounsbury me hizo notar, la fecha de
nacimiento de Chan Bahlum, en la correlación 584 283 o revisada
de Thompson, precedió per tres días a una sicigia con eclipse, aun
cuando este eclipse no fue visible en Mesoamérica. Naturalmente, cual­
quier otra correlación que coloque la base de la tabla lunar dsl Códice.
de Dresden en o cerca de una fecha de eclipse también pondrá el
nacimiento de Chan Bahlum en una sicigia con eclipse o cerca de ella.
Así, la correlación de Makemson coloca su nacimiento el dia anterior
a un eclipse visible en Africa central, y la correlación de Dittrich lo
pone siete días antes de un eclipse también invisible en Mesoamérica.
El reconocimiento del mismo glifo nos permite asociarlo con la
única fecha realmente relevante (con la cual no ocurre) y excluir
las muchas otras fechas con las que el glifo ocurre.
Trataré de demostrar cómo la evidencia de las inscripciones, tal
como la que se refiere al nacimiento de Chan Bahlum, puede ser corre­
lacionada con las tablas lunar y de Venus del Códice de Dresden. Aun
cuando la estructura general de estas tablas ha sido reconocida hace
mucho, sólo Spindeii (1928, 1930) ha tratado formalmente de confron­
ta r información de las tablas con evidencia de las inscripciones, e hizo
esto en términos de su propia correlación. L a figura 5.1 muestra un
grupo de inscripciones cuyas fechas las relacionan con posiciones espe­
cificas de la tabla de Venus del Dresden. L a tabla de Venus está en
las páginas 46-50 del Dresden (siguiendo de inmediato a un preám­
bulo que está en la página 24 del Original pero que debió haber sido
paginado en orden). El preámbulo consiste de un breve texto, algunas
fechas, y una tabla de multiplicación para ser usada con la tabla
principal. Esta última está dividida en cinco secciones consecutivas
con fechas, intervalos y totales acumulativos. Cada página tiene un
total de 584 días, divididos en 236, 90, 250 y 8 días, en tres conjuntos
paraleles de fechas. Las cinco páginas juntas suman 2 920 días (este
número es igual tanto a 5 X 584 como a 8 X 365). Como la duración
media verdadera del periodo sinódico de Venus se calcula ahora como
583.92166, el intervalo de 584 días es con mucho la mejor aproxima­
ción usando días enteros. Como el intervalo realmente varia de 579.6
a 588.1 días dentro de cada periodo de ocho años, pero con el pro­
medio antes mencionado, los números dados en el Códice deben consi­
derarse como una tabla de movimiento medio. La literatura colonial
temprana indica que los mesoamericanos suponían que Venus desapa­
recía por echo días durante la conjunción inferior y generalmente se
ha supuesto que el período de 90 dias indica un periodo análogo de
invisibilidad durante la conjunción superior, con una distribución
86 DAVID H . K E L L E Y

no exactamente simétrica de los períodos intercalados de visibilidad.


Sin embargo, 90 días es un período exageradamente largo para la invi­
sibilidad durante la conjunción superior, y es muy probable que este
período tenga otras propiedades, aún no reconocidas, en las cuales los
mayas estaban interesados.
La estructura de la tabla propiamente dicha puede verse más fácil
y claramente en Thompson (1950, p. 222; 1972, p. 66) y la estruc­
tura del preámbulo es mostrada por Spinden (1930, p. 89). Repitiendo
los mombres de los días con sus 13 números en cada una de las posi­
ciones posibles del año. es creado un ciclo más largo de 13 V 2 920 días.
Esto d a 37 960 días o 104 años de 365 días cada uno. A lo largo
de este período de 65 ciclos de Venus, la tabla acumulará un error de
5.20 días. Generalmente se cree que las variaciones en la tabla de múl­
tiplos del preámbulo podrían estar relacionadas con correcciones. La
tabla está dividida horizontalmente en tres grupos de nombres de meses
y se ha sugerido que corrimientos desde un grupo de éstos hacia otro
eran un medio para hacer correcciones.
La base de la tabla es un día (1) Ahau, asociado en la línea su­
perior con una fecha 13 Mac, en la línea media con una fecha
•18 Kayab, y en la línea de abajo con una fecha 3 Xul. El preámbulo
a la tabla da la fecha 9.9.9.16.0 1 Ahau 18 Kayab, contada a lo largo
de un período de 1 364 360 días desde 12.19.13.16.0 1 Ahau 18 Kayab,
2 200 días antes de 4 Ahau 8 Cumkú. Ésta es la única sugerencia clara
de la posición de cualquiera de las fechas de base. Dada la estruc­
tura de la tabla, se supuso primeramente que la fecha 9.9.9.16.0 1 Ahau
18 Kayab debería ser colocada en tiempo real aproximadamente 4 días
después de una conjunción inferior de Venus y el soL Investigando
esto, Dittrich (1936) encontró que la única fecha que ajustaría la
evidencia tanto colonial como moderna de un ciclo de 52 años era
el día juliano 2062524 o 2062525, el 24 o 25 de noviembre de 934 d. c.
(gregoriano) o el 20 o 21 de noviembre (juliano). Su correlación sim­
plemente identifica esta fecha como el 9.9.9.16.0 de la era maya. Otras
correlaciones han involucrado ya sea un rechazo de la evidencia en
favor del ciclo de 52 años, o una negación de su aplicabilidad al perío­
do clásico (como se hace en la correlación de Smiley), o la coloca­
ción de 1 Ahau K- layab en un punto diferente de la Cuenta Larga,
debido a algún t: >o de corrección. Así, Spinden (1928, p. 15) pone
a 1 Ahau 18 Kav v en el 10.18.9.15.0, el cual, en su correlación, és el
20 de ncvier üe 934 d. c. (juliano). Thompson (1972, p. 63)
lo ce'oca en ; id. 10.11.12.0, el cual, en su correlación, es la salida
heliaca de cctuore de 1038, un ciclo de 104 años después del aceptado
por Ditt : ’< y Spinden.
Yo ta c iue debemos aceptar que una de las tres bases propuestas
TABLAS E INSCRIPCIONES ASTRONÓMICAS MAYAS 87
para la tabla es o 9.9.9.16.0 1 Ahau 18 Kayab, o menos posiblemente,
12.19.13.16.0 1 Ahau 18 Kayab. La ocurrencia más cercana posible de
un día 1 Ahau 3 Xul a cualquier día 1 Ahau 18 Kayab sucede 9 360 dias
antes, y la primera ocurrencia de un día 1 Ahau 13 Mac después dé un
día 1 Ahau 18 Kayab es 11 960 días después. Puesto que 54 temporadas
de eclipses son iguales a 9358.60 días y 317 lunaciones promedian
9 361.20 dias, el inteivalo de 9 360 días es, en promedio, diferente sólo
en un día de un muy buen intervalo para determinar eclipses. £1 inter­
valo de 11 960 días es la duración de la tabla de eclipses, que discuti­
remos en breve. A lo largo del intervalo combinado de 21 320 días,
el error en la lunación se reduce ligeramente y el error en el tránsito
nodal aumenta a 3 días. Estos intervalos valdrán, por supuesto, para
todas las fechas en las tres líneas. Si una fecha en la línea inferior
coincide con un eclipse, será muy probable que un eclipse pueda ocurrir
en la fecha de encima, en la línea media, y también será muy probahle
que un tercer eclipse ocurra en la línea superior. Si éstas son las coloca­
ciones correctas de las tres líneas, entonces sólo una de las tres puede
de hecho referirse a un patrón regular de los movimientos de Venus,
si es que en efecto alguna lo hace. Aceptando al intervalo vertical
entre las filas inferior y media como 9 360 días, esto resulta 16 días
más que 16 revoluciones de Venus. El intervalo entre las filas media
y superior, 11 960 días, es 280 días más que 20 vueltas de Venus, de
modo que el intervalo completo es 296 días más que 36 vueltas
de Venus. Esto es 4 días más que media revolución de Venus. £1
efecto de esto es que las filas superior e inferior difieren en 52 años
y 4 días. Puesto de manera diferente, una fecha en la fila inferior, que
es un intervalo normal de Venus desde 1 Ahau 3 Xul, será seguida
después de 4 días por una fecha que está 292 días después de un
intervalo normal de Venus contado desde 1 Ahau 13 Mac. La relación
con la línea media es tal que una posición de salida heliaca “normal”
de la línea 3 Xul (en 19 Kayab, 13 Yax, 7 Zip, 6 Kankín y 0 Yaxkín)
precede por 364 días a una posición de salida heliaca “normal” de la
línea 18 Kayab (en 18 Kayab, 12 Yax, 6 Zip, 5 Kankín y 19 Xul).
Los usos computacionales de este artificio, aun cuando no son comple­
tamente claros, son mucho más obvios que cualquier patrón obser-
vacional.
Las figuras anexas, 5.1-5.4, firmemente sugieren que las observa­
ciones fueron formuladas según patrones que se aproximan a los de la
tabla de Venus del Dresden de manera tal que utilizaban todas
las tres tablas de manera concurrente en vez de como correcciones
sucesivas, como se ha supuesto usualmente. Antes de considerar el
material de inscripciones, la interpretación de la tabla lunar del Dres­
den debe ser examinada también. Se cree generalmente que la tabla
88 DAVID B . KELLEY

hm ar es una tabla de meses binares dispuesta para m arcar intervalos


entre 69 sicigias con eclípse solar consecutivas, la mayoría de las cuales
n o hubieran sido visibles localmente. Smiley la considera como una
“tabla de advertencia de eclipse solar” que marca las lunas nuevas
que serían seguidas, después de uno o dos meses lunares, por un eclipse
(véase especialmente Smiley 1975), y Owen (1975) considera los
eclipses como lunares. Inmediatamente antes de la tabla hay cuatro
fechas, en dos columnas. La primera columna tiene una fecha, inco­
rrecta de la manera en que está y sin corrección aceptada general­
mente, y otra fecha que es 9.16.4.11.18 3 Etz’nab 11 Pax. La segunda
columna contiene las fechas 9.16.4.10.8 12 Lam at 1 Muan (en negro)
y 9.16.4.11.3 1 Akbal 16 M uan (con rojo intercalado). Se puede ver
que 12 Lam at es seguido a los 15 dias por 1 Akbal y en otros 15 días
por 3 Etz’nah. La tabla comienza entonces contando h a d a adelante
177 días a los días sucesivos 6 Kan, 7 Chicchán y 8 Cimi. Sustrayen­
do 177 días a éstos, volvemos a 11 Manik, 12 Lamat y 13 Muhic. A mi
me parece que este 12 Lamat tiene que ser el 9.16.4.10.8 12 Lamat
1 M uan registrado en la columna precedente. La tabla continúa enton-
ces hacia adelante en intervalos de 177, 178 o 148 días. Los intervalos
de 148 dias preceden a dibujos que interrumpen el texto y que par
recen referirse tanto a eclipses solares como a eclipses lunares. Desde
la posirión de estos intervalos, Teeple (1930) derivó las posiciones del
tránsito nodal draconítico y concluyó que la base de la tabla era proba-
blemente un día 11 Manik de tránsito nodal. Puesto que la fecha
9.16.4.10.8 12 Lamat 1 Muan (1 día después de 11 Manik) fue una
sicigia con eclipse en la correlación de Thompson pero estaba, aproxi­
madamente, lo más lejos posible antes de un tránsito nodal, Teeple
concluyó que la base de la tabla 12 Lamat no era la fecha 12 Lamat
inmediatamente anterior. Luego, Makemson (1943, p. 189) sugirió
que las tres fechas eran un eclipse lunar entre dos eclipses solares (uno
de los cuales sería visible localmente, si no es que los dos). Esto nece­
sariamente siguificaria que el tránsito nodal fue cerca de la fecha
intermedia, 9.16.4.11.3 1 Akbal 16 Muan, y que esa fecha debería ser
un eclipse lunar. La correlación no revisada de Thompson (584 285)
hace a esta fecha equivalente al día juliano número 1997148, el 23 de
noviembre de 755 d, c. del calendario juliano, que fue la fecha de un
eclipse lunar.
A mí me parece totalmente contrario a las prácticas de la escritura
maya el aceptar esta separación entre la fecha y la tabla acompañante,
como demandan las sugerencias de Makemson y Teeple. Si la coloca­
ción de la posición del tránsito nodal de Teeple es correcta, entonces
la correlación de Thompson debe ser incorrecta. Si la correlación de
Thompson es correcta, entonces la aparentemente lúcida demostración
de Teeple de que el tránsito nodal fue en 11 Manik de la base de la
TABLAS B IN8CKIPCJONES ASTRONÓMICAS MAYAS 89

tabla debe ser rechazada. Owen (1975) ofrece una posible explicación
alternativa pero, como ésta hace a 9.16.4.10.8 una luna llena en lugar
de una luna nueva, no puede adaptarse de ninguna manera a la corre­
lación de Thompson. En. este respecto, la correlación de Thompson
es superior a la de Owen, porque las inscripciones mayas cuentan los
días del mes lunar desde una base marcada ya sea con una mano (que
probablemente debía ser leída lah “fin” y se refería a la desaparición
antes de la conjunción) o con un glifo de cabeza de rana que casi
seguramente debía ser leído pok “nacer” y que se refiere a la primera
aparición de los cuerpos celestes después de la conjunción, y en este
caso a la luna nueva. La fecha 9.16.4.10.8 12 Lamat 1 Muan puede
calcularse a partir de inscripciones fechadas como correspondiendo
aproximadamente a este intervalo “fin/nacer” que parece en clara
contradicción con el punto de vista de Owen.
Sorprendentemente, nadie parece haber calculado anteriormente
las posiciones en la Cuenta Larga de las fechas de la tabla de eclipses
bajo la directa suposición de que etan contadas desde 9.16.4.10.8.
Cuando se hace esto, algunas fechas de la tabla aparecen también
en las inscripciones y también se encuentra un sorprendente grado de
aproximaciones a posiciones de la tabla de Venus. Estas se muestran
en el cuadro 5.1, la cual lista las fechas intermedias de los tres días
sucesivos dados por la tabla de eclipses del Dresden. Asi. para el
eclipso número dieciocho, el Dresden da 8 Cabán, 9 Etz’nab, 10 Cauac;
contados desde 9.16.4.10.8 estos días serían 9.16.13.4.17 8 Cabán
5 Yaxkín, 9.16.13.4.18 9 Etz’nab 6 Yaxkín y 9.16.13.4.19 10 Cauac 7
Yaxkín. El primero de estos días aparece como la Serie Inicial de la
estela D de Quiriguá, donde es el segundo aniversario katún del
9.14.13.4.17 12 Cabán 5 Kayab. A primera vista, esto sugiere que la
coincidencia de la fecha de la estela D con la tabla de eclipses del
Dresden es totalmente accidental. Sin embargo, dos katunes están
próximos a un intervalo de eclipses y, si 9.16.4.10.7 fue durante el
tránsito nodal, entonces el tránsito nodal debió de haber ocurrido cerca
de la fecha de luna llena, cinco días después de 9.14.13.4.17 y esta
luna llena debió de haber sido eclipsada. Anteriormente he sugerido
que esta fecha fue la de nacimiento de un gobernante cuyos glifos de
nombre incluyen el prefijo humo, el glifo haab o Cauac, el glifo
del cielo, y dos apéndices, interpretados per Thompson (1950, fig. 12,
pp. 47-49) como piernas invertidas, aunque se parecen mucho también
a dos brazos en alto. Thompson llamó al glifo “cielo con dos piernas”,
palabras que yo adopté como un nombre mnemónicó para este gober­
nante (Kelley 1962, p. 328). Entonces no me había dado cuenta de
que el glifo que aparecía sobre la estela E oeste de Quiriguá, en A6,
era o una variante G7 de los glifos de los Nueve Señores de la Noche
cuadro 5.1. Fechas embonantes de la tabla de eclipses y de la tabla de
Venus.

Número Supuestas sicigias de eclipse Posiciones fórmeles da la


en la (suponiendo que 9.16.4.10.812 tabla da Venus
tabla Lamat 1 Muan es la basa (suponiendo
de la tabla) 9.83.16.0 1 Ahau 3 Xul,
9.9.9.16.0 1 Ahau 18 Kaydb.
9.11.3.2.0 1 Ahau 13 Mac)
0 9.16.4.10.8 12 Lamat 1 Muan
9.16.4.10.14 5 Ix 7 Muan (13 Mae)
9.16.5.17.8 5 Lamat 11 Zip (13
Mac)
3 916 5.17.10 7 Oc 13 Zip
8 9.16.8.7.16 9 Cib 9 Zac 9 16.8.7.16 9 Cib 9 Zac (18 Kayab)
9.16.11.4.4 8 Kan 2 Kayab (3 Xul)
15 9 16 11.4.7 11 Manik 5 Kayab
9.16.13.4.12 3 Eb 0 Yaxkin (3 Xul)
18 9.16.13.4.18 9 Etz’nab 6 Yaxkin
25 9.16.16.11.9 11 Muluc 2 Mac
9.16.16.11.12 1 Eb 5 Mac (13 Mac)
27 9.16.17.9.1411 Ix 2 Zac
9.16.17.10.610 Cimi 14 Zac (13
Mari
9.16.19.17.18 11 Etz’nab 16 Cumkú
(3 Xul)
32 9.17.0.0.0 13 Ahau 18 Cumkó
9.17.2.6.1611 Cib 19 Xul (18
Kayab)
37 9.17.2.6.17 12 Cab&n 20 Xul
(0 Yaxkin)
9.17.4.13.12 9 Eb 5 Mac (13 Mac)
42 9.17.4.13.13 10 Ben 6 Mac
45 9.17.6.4.4 8 Kan 7 Zip
9.17.6.4.4 8 Kan 7 Zip (3 Xul)
9.17.7.3.12 5 Eb 10 Uo (3 Xul)
47 9.17.7.3.18 11 Etz’nab 16 Uo
9.17.8,1.18 6 Etz’nab 16 Cumkú
3 Xul)
49 9.17.8.2.3 11 Akbal 1 Uayeb
52 9.17.9.10.15 11 Men 3 Ch’en
9.17.9.11.4 6 Kan 12 Ch’en (13
Mac)
9.17.12.0.16 7 Cib 14 Pax (3 Xul)
57 9.17.12.1.0 11 Ahau 18 Pax
9.17.15.7.10 12 Oc 8 Zotz (13 Mac)
€4 9.17.15.7.11 13 Chuen 9 Zotz
9.17.17.13.12 9 Eb 20 Ch’en (0
Yax) (13 Mac)
69 9.17.17.14.6 10 Cimi 14 Yax
TABLAS E INSCRIPCIONES ASTRONÓMICAS MAYAS y 91

(como los que muestra Thompson 1950, fig. 34, núm. 38) u otro
glifo que reemplaza a la serie G. £1 dibujo dado por Thompson es
notoriamente diferente del de Annie Hunter (Maudslay 1889-1902,
2, lám. 31), en el sentido de que el último muestra los brazos o piernas
hacia arriba que aparecen en el glifo “cielo con dos piernas”. U n
examen de las fotografías del monumento indica que Annie Hunter
está en lo correcto en este punto y yo creo que podemos concluir con
seguridad que el glifo incorpora algún suceso astronómico y que es de
esto de donde el “cielo con dos piernas” tomó su nombre. Ya he argu­
mentado anteriormente que el G7 corresponde a Saturno (Kelley 1972,
p. 59), pero estos glifos no incluyen ninguno de los glifos G7 habituales
y yo creo que esto podría bien ser una referencia astronómica directa­
mente insertada. £1 glifo de ahajo de este bloque ineluye un elemento
de banda cruzada. Aun cuando no lo puedo demostrar, sospecho que
estas bandas cruzadas se refieren aquí al futuro tránsito nodal de
la luna.
La fecha 8 Cabán 5 Yaxkin de Quiriguá ocurre sólo dos días
después de la dudosamente leída fecha 9.16.13.4.15 6 Men 3 Yaxkin
en la estela N de Copán (Morley 1920, p. 286), la cual, a su vez, ocurre
tres días después de 9.16.13.4.12 3 Eb 0 Yaxkin, una fecha formal
de la sección 3 Xul de la tabla de Venus del Dresden. Aun cuando no he
encontrado indicaciones glificas claras de interés astronómico en esta
fecha de la estela N, el hecho de que dos monumentos en sitios dife­
rentes caigan en el corto intervalo entre la fecha formal de Venus y la
fecha formal del eclipse sugiere que pudo haber un propósito astro­
nómico deliberado.
U na fecha de la tabla de eclipses que ha sido marcada ampliamente
es la del eclipse número treinta y dos, 9.17.0.0.0 13 Ahau 18 Cumkú,
que cae dos días después del 9.16.19.17.18 11 £tz’nab 16 Cumkú, una
posición formal de la tabla 3 Xul de Venus. £n la correlación de
Thompson (584 283), esto ocurrió 11 días después de una conjunción
-superior de Venus y el sol (en 289°, 5 de enero de 771, juliano). En la
correlación 584 283, la fecha 9,17.0.0.0 fue dos días antes de un eclipse
pero coincidió con el eclipse en la correlación 584 285, como discuti­
remos en mayor detalle en un artículo futuro. Entre los monumentos
que tienen marcada esta fecha está el Templo 21a de Copán, con sus
repetidos glifos de estrella gigante, lo que llevó a Morley a llamarlo
Templo de Venus. En la correlación de Spinden, la fecha está a un
día de la conjunción inferior de Venus y el sol (a 6o, 25 de marzo
de 511, juliano).
En el Monumento 6 de Tortuguero, encontramos la fecha
9.10.16.13.6 8 Cimi 9 Mol en asociación con el verbo batcah (¿“des­
cender” ?) (Kelley y K err 1973, p. 192) y con un círculo punteado que
92 DAVID R . U L L I T

contiene una mano ciñendo una banda cruzada. £1 intervalo hasta


el 9.16.4.10.7, postulado como tránsito nodal, es de 38 821 días. La
mitad de la temporada de eclipses es 173.31, y esto 224 veces es
38821.44, de modo que ambas fechas ocurrirían durante un tránsito
nodal. Debajo del glifo con el círculo punteado y la mano ciñendo u n a '
banda cruzada aparece el glifo doble Cauac que yo leo como cuc,
“ciclo”. El circulo punteado que rodea a otro círculo es el glifo del
mes Mol y la palabra mol incluye entre sus siguificados, “unir, con-
grégar”. En el uso astronómico, sospecho que el circulo punteado que
infija otro glifo debe de ser leído como mol, con el significado técnico
de conjunción, aun cuando quizá usado de manera algo diferente a
como lo usan los astrónomos occidentales.
La Escalera Jeroglifica de Naranjo tiene en su bloque 5 la fecha
9.10.10.0. 0 13 Anau 18 Kankín, con el glifo del sol medio oscurecido
como el G9 de los Señores de la Noche, y seguido por un glifo de
la mano con barias cruzadas infijadas. La mano está en una posición
diferente, lo cual es probablemente significativo. El intervalo de
9.10.10.0. 0 a 9.10.16.13.6 es de 2426 días y 14 x 173.31 = 2426.31.
Por lo tanto, esta fecha estaba también a menos de un día del tránsito
nodal Esta fecha es unos 7 dias después de una luna nueva que debió
de haber sido un eclipse sedar y aproximadamente 8 dias antes de una
luna nueva que debió haber sido un eclipse lunar. A pesar de la suges­
tiva apariencia del sed medio oscurecido en esta variante de G9, otras
apariciones de un glifo del sol oscurecido o parcialmente oscurecido
ccano G9 no se ajustan a ningún patrón aparente de eclipses disoemible
hoy por hoy.
i-as bandas cruzadas también aparecen, en combinación con un
cuchillo y un escudo (combinación encontrada también en el Monu­
mento 6 de Tortuguero), en la estela 23 en Naranjo, asociadas a la
fecha 9.13.19.6.3 3 Akbal 16 Zip. Esta fecha fue aproximadamente
7 días después del tránsito nodal, y tenía una edad lunar media 15 día»
mayor que el 9.16.4.10.8; por lo tanto, era probablemente una luna
llena y un eclipse lunar. Aun cuando la fecha no es de tránsito nodal,
tal referencia en el contexto de un eclipse me parece a mi completa­
mente razonable.
La figura 5.1 muestra una aparición más de las bandas cruzadas,
aquí con un prefijo de humo, sobre la Escalera Jeroglífica de Naranjo
(bloque 6) con fecha 9.9.17.16.3 7 Akbal 16 Muan, y con la misma
fecha en la estela 3 del Caracol. El intervalo entre 9.9.18.16.3 y
9.10.16.13.6 es de 6423 días, que es igual a (37 x 173.31) + 11.53
días; esto es, si el tránsito nodal ocurrió en la segunda fecha, seria
11 o 12 días después de la primera fecha Estas dos fechas también nos
devuelven a la tabla de Venus del Dresden, puesto que 6 423 días es
TABLAS E INSCRIPCIONES ASTRONÓMICAS MAYAS 93

1 0 .1 9 1 4 .1 7 .0
6 A hau 18 K ayab

P o s ic io n e s d a la ta b la d a V a n u s d a l C ó d ic e d a D ra e d a n d a a d a 9 .9 .9 .1 6 .0 - p a rá m e trc e e s tá n d a r
236-90-250-8

9 .9 9 .1 6 .0
1 A h a u ie K a y a b

9.9.18.18.8
1 0C ¡m i1 9 M u a n E s t. 3 d a l C ara co l E s c a le ra je ro g lific a d e N aran jo

9.10.18.13.8
91 0.18.13.10 8 C irnt9M ol
12 O c 13 Mol

M on. 6 d a T o rtu g u e ro M on. 8 d e T o rtu g u e ro

9 1 1 .1 9 3.16
12 Clb 9 Zac 9.11.19.4.3
6A kbal 16 Zac

T t x tc d a h u e a o a d a THral

9.14.0.0.0
8 A hau 13 M uan

9.14.0.0.8 E a tC d a C opén
12 C M 19 M uan t o c a d a E a t 1 6 d a Titea!

9 1 5 4 .6 4
8 Kan 17 Muan
9.15.4.6.8
10 Ciml 19 M uan

9.18.8.7.14
3 1x7 P op (9.18.8.7.187)
5 C b (97) P op

c o p a n Til, C a3-C b4

9.16.9.4.4
7 Kan 17 Muan
9.18.9.4.6
9 Clml 19 M uan S e d a In ic ial d a P a le n q u e * E a tra « a T ierra
(n o m b ra s o títu lo s)

f i g u r a 5.1. Aproximaciones a posiciones de la tabla de Venus del Códice

de Dresden encontradas en inscripciones mayas.


94 DAVID H . KELLEY

(11 X 584) — 1 y ias fechas están cercanas a fechas dadas en la tabla.


No hay glifo de estrella junto a la fecha 8 Cimi 9 Mol del Monu­
m ento 6 de Tortuguero, pero hay una cuenta hacia adelante de 148 días
hasta 9.10.17.2.14 13 Ix 17 Muan que está seguida por un glifo de
estrella punteada combinado con una concha y la tierra (fig. 5.1.).
En mis primeros intentos para relacionar los glifos con las fechas, supuse
que la estrella punteada, la tierra, y la concha deberían estar asociadas
con la última fecha. Sin embargo, este bloque de glifos contiene el
afijo T125 (probablemente equivalente al T126), el cual normalmente
aparece indicando una referencia a un evento previo y parece ser tradu­
cible aproximadamente como “desde”. En ese caso, el pasaje relevante
completo podría transcribirse aproximadamente como “ 148 días desde
[sin descifrar] [hasta] 13 Ix 17 Muan, desde ‘estrella-punteada-tierra-
concha’ ”. Esta interpretación asociaría “concha-estrella” con la fecha
8 Cimi 9 Mol en lugar de co i la fecha a la que directamente sigue y,
con base solamente en este monumento, yo me inclinaría a consi­
derar ésta la mejor explicación. Sin embargo, el Monumento 8 de
Tortuguero, en un dibujo que gentilmente nos proporcionó Berthold
Riese, muestra la composición estrella-punto-tierra, sin la concha y sin
el afijo “desde”, asociado con la fecha 13 Ix 17 Muan. Esto parece
ponemos de nuevo donde comenzamos. Hasta que tengamos un cono­
cimiento mucho más completo de estos afijos aparentemente menores,
continuaremos teniendo grandes dificultades en la interpretación. En
la situación actual de intento» bastante inseguros en el descifrado,
parece deseable hacer notar tales posibilidades alternas.
El Panel 4 del Altar de los Sacrificios (Graham 1972, p. 91) tiene
una fecha 12 Ix 17 Muan que también incluye estrella, tierra, el pre­
fijo punteado, y el afijo “desde”. La fecha puede ser 12 o 64 años
mayas después de 9.10.17.2.14 13 Ix 17 Muan, la cual, a su vez, es
18 años mayas y un día después de la fecha 9.9.18.16.3 7 Altbal 16 Muan
del Caracol y de Naranjo. Puesto que 64 años mayas son 23 360 días
e iguales a 40 vueltas de Venus de 584 días, la última parece ser la
colocación más probable. Desafortunadamente, este panel está muy
roto y erosionado. No se han reconocido otras fechas en el fragmento
existente y sólo las asociaciones sugeridas con la vuelta de Venus lo
colocan en la Cuenta Larga
Ciento cuatro años y un día después de las fechas 7 Akbal 16 Muan
de Naranjo y Caracol, llegamos a la fecha 9.15.4.6.4 8 Kan 17
M uan que se encuentra en la estela 2 de Aguateca y en la muy similar
estela 16 de Dos Pilas. La estrella punteada y la concha aparecen
acompañadas por glifos que yo leo como ti haabil cuc, “en el ciclo
del año”, que supuestamente se refieren de alguna manera al ciclo
doble de 104 años en el cual el año de 365 días y el ciclo de Venus
TABLAS E IN 8 0 1 P C 1 0 N E 8 ASIXONÓM ICAS MAYAS 95-

de 584 días se juntan de nuevo. Yendo hacia adelante otros 64 años


(de 365 días) (40 ciclos de Venus de 584 días) llegamos a la fecha
9.19.9.4.4 7 Kan 17 M uan de la Serie Inicial de Palenque. £1 texto
parece decir que en esa fecha una persona fue instalada como gober­
nante (presumiblemente de Palenque) Ae indica que era hijo de un
cierto Pacal, por lo demás desconocido (suponemos que fue nombrado
así en honor del gran Pacal). Entre los glifos asociados están la estrella
y la tierra, precedidas por lo que parece ser un número 9. Sin embar­
go, a juzgar por los textos paralelos, lo más probable es que sea una
versión estilizada del prefijo punteado. Aparentemeñte el glifo es
uno de los nombres o títulos del gobernante instalado en aquella fecha.
Mientras no tengamos otros textos permanecerá sin esclarecer si este
gobernante adoptó el nombre en el momento de su ascenso al poder
debido a la asociación con la fecha del hecho, o si una de las razones
para escoger esta fecha fue que él ya tenía el nombre. Esta fecha está
asociada con una fecha de la cuenta de 819 días, 9.18.7.10.13 1 Ben
11 Zotz’, lo cual ocurre 591 días antes, aproximadamente 9 días antes
de una posición regular de la tabla 18 Kayab. En la correlación de
Thompson este 1 Ben 11 Zotz’ ocurre 13 días después de la conjun­
ción superior en el equinoccio de primavera de 798 d. c. En la corre,
lación de Spinden la fecha ocurre 8 o 9 días después de la conjunción
inferior de Venus y el sol, el 4 de junio de 538, juliano.
Una inscripción sumamente interesante del Templo 11 de Copan
da la combinación tipo “gran estrella”, típica en los códices de Venus
pero muy poco común en las inscripciones, junto con un grupo de
glifos de mano y espejo el cual es el verbo normal de la tabla de Venus
del Dresden. El elemento de concha, el cual forma parte del glifo que
siguifica “sur” en las inscripciones, se encuentra en un lugar del texto
que corresponde a un glifo de dirección en la tabla de Venus del
Dresden, aunque no es el glifo “sur” normal y podría ser la concha
de la combinación “concha-estrella” . El glifo restante es una cabeza de
deidad con una banda cruzada, que suponemos corresponde al nom­
bre de una deidad encontrada en el lugar equivalente del códice. Este
glifo está asociado con la fecha 5 Cib 10 Pop. Normalmente esperaría­
mos encontrar 9 Pop; sin embargo, existe algo de evidencia que su­
giere que los días del ciclo de 260 días comenzaban en un momento
del día (¿puesta del sol?) diferente al momento del día en el que
comenzakan los días del año de 365 días (¿salida del sol?), en cuyo
caso es posible que 10 Pop ya hubiese comenzado cuando aún era
5 Cib. L a posición en la Cuenta Larga de esta fecha es incierta, pero la
colocación más probable es en 9.18.8.7.16; esta fecha ocurre dos días
después de 9.18.8.7.14 3 Ix 7 Pop, la cual está en la posición de
326 días desde 1 Ahau 18 Kayab, como todas menos una de las fechas
96 DAVID H . K B U .EY

del cuadro 5.1. La fecha está (91 X 173.31) + 17.79 días después de
9.16.4.10.7, en el límite externo máximo del tránsito nodal para eclipse
solar, de modo que permanece muy dudoso si las bandas cruzadas en
la cabeza de la deidad se refieren al tránsito nodal.
La figura 5.1 también incluye un glifo de calavera animal de la
estela C de Copán que está asociado con la fecha 9.14.0.0.0 6 Ahau
13 Muan. El mismo extraño glifo aparece en el Monumento 6 de
Tortuguero asociado con la fecha 8.15.16.0.5 11 Chicchán 13 Muan.
Esta fecha es precisamente 359 años mayas anterior a la fecha de la
estela C y hubiera involucrado un corrimiento de un cuarto de año
trópico. La misma calavera aparece como tocado de un gobernante
que está en la estela 16, con fecha 9.14.0.0.0, donde lleva anexo un
glifo de “estrella”. En la estela C de Copán, un cálculo se remonta
a 10.19.14.17.0 6 Ahau 18 Kayab. El texto acompañante es en general
oscuro pero incluye un glifo de “estrella”. Esta fecha precede por
4352 años de 365 días a la fecha 18 Kayab de la tabla de Venus del
Dresden. Como hace mucho apuntó Spinden (1924, pp. 174-175), este
intervalo está dentro de un día para recuperar el mismo día del año
trópico. Puesto que 1 508 años de 365 días (29 ruedas calendáricas)
igualan a 1 507 años trópicos, el período es tres veces esto más 8 años
adicionales. El período es también igual a 2 832J4 vueltas de Venus
de 584 días. Usando 583.92166 días como la revolución sinódica media,
calcularíamos un error de 221.898 + días a lo largo de este período,
pero ahora no tenemos manera de saber cuál era el cálculo que k»
mayas hadan.
La única fecha del cuadro 5.1 que no está en la posición formal
326 de la tabla 1 Ahau 18 Kayab es la fecha 6 Akbal 16 Zac de la
rueda calendárica. Esta fecha aparece en huesos grabados de Tikal,
que muestran escenas de canoas, y una de las canoas tiene sobre ella
una forma simplificada del glifo de “estrella”. Las figuras en las canoas
son deidades animales y un dios del maíz, pero el texto acompañante
se refiere a un gobernante histórico de Tikal. Satterthwaite, en una
nota que circuló privadamente, ha sugerido la fecha 9.11.19.4.3 6 Akbal
16 Zac. Esta fecha ocurre 7 días después de 9.11.19.3.16 12 Cib 9 Zac,
que es el día 236 desde la base 1 Ahau 18 Kayab.
. Las figuras 5.2-5.4 muestran otres textos, muchos de los cuales su­
gieren glíficamente un interés astronómico y algunos de los cuales con-
cuerdan con posiciones normales de la tabla de Venus del Dresden. Hay
también algunas otras fechas que no muestran evidencia glífica de
interés astronómico, pero que se ajustan al patrón La Serie Inicial
de la estela 3 del Caracol es 9.6.12.4.16 5 Cib 14 Uo; esta fecha ocurre
56 x 584 días antes que 9.11.3.2.0 1 Ahau 13 Mac. La misma estela
contiene la fecha 9.7.10.16.8 9 Lamat 16 Ch’en. la cual ocurre 8 X 584
TABLAS E INSCRIPCIONES ASTRONÓMICAS MAYAS 97

dias antes que 9.8.3.16.0 1 Ahau 3 Xul, sugerida anteriormente como


la base de la tabla 3 Xul. El mismo monumento contiene la fecha
>9.9.18.16.3 7 Akbal 16 Muan, la cual se aproxima a la posición de una
fecha formal de la serie 18 Kayab. Dado que el mismo monumento
contiene fechas que son congruentes con las tres filas de la tabla de
Venus del Dresden, me parece altamente probable que las tres filas
fuesen usadas simultáneamente de alguna manera que aún no en­
tendemos.
Lo que es cierto en la estela 3 del Caracol es igualmente cierto
en el Monumento 6 de Tortuguero. Ya se ha llamado la atención hacia
la fecha 9.10.16.13.6 8 Cimi 9 Mol de este monumento, la cual ocurre
4 días antes de una fecha de la tabla 1 Ahau 18 Kayab. La fecha
9.10.15.0. 0 6 Ahau 13 Mac ocurre 5 x 584 dias antes de 9.11.3.2.0
1 Ahau 13 Mac, aun cuando, siendo ésta una terminación de un
ciclo de 15 tunes, se espera que se la use como una marca cronológica;
desafortunadamente el texto está dañado en este punto y no pode­
mos decir si hay alguna indicación glífica de interés astronómico. El
texto también se refiere a la fecha 9.10.15.1.11 11 Chuen 4 M uan, la
cual ocurre (31 x 584) + 236 + 90 ( + 1) dias después de 9 8 3.16.0
1 Ahau 3 X ul y por lo tanto 1 día después de la posición 326 de la
tabla 3 Xul. Esta fecha está acompañada por los glifos fonéticos
ka-m(a) y por un glifo de humo dentro de un círculo punteado. Kan
en yucateco significa “recibir o aceptar” y yo ya he sugerido que el
círculo punteado debe leerse como mol y se refiere a la conjunción,
pero el significado completo no es claro.
Otro texto importante que se ajusta a la base 1 Ahau 13 Mac es
el de la lápida media del Templo de las Inscripciones de Palenque,
que da 9.12.0.0.0 10 Ahau 8 Yaxkín, que era el katún contemporáneo a
la inscripción. Esta fecha ocurre 4 días después de 9.11.19.17.6 6 Cib
4 Yaxkín, que tiene la edad de la posición 236 de la tabla 13 Mac
del Dresden. Debe hacerse notar que la fecha 1.18.5.4.0 1 Ahau
13 Mac es la Serie Inicial del Templo de la Cruz Foliada de Palenque^
anterior a aquélla en 3 016 años mayas, o en 1 895 ciclos de 584 días,
o en 3 014 años trópicos. Debe hacerse notar que las fechas x Ahau
8 Ch’en de la tabla 3 Xul siguen en 236 días a las fechas x K an
17 Muan, y que la estela 2 de Aguateca de hecho cuenta hacia ade­
lante 236 días desde 9.15.4.6.4 8 Kan 17 Muan hasta 9.15.5.0.0 10 Ahau
8 Ch’en; esto está en el ciclo de 52 años equivocado para la colocación
previamente sugerida de 1 Ahau 3 Xul, pero porque la tabla 13 Mac
difiere por 52 años y 4 días de la tabla 3 Xul, cae 4 días antes de
9.15.5.0. 4 1 Kan 12 Ch’en en la posición 576 de la tabla 13 Maic.
El Panel Esculpido 1 del Altar de Sacrificios contiene las fechas
9.10.0. 6.13 4 Ben 16 Zec y 9.10.11.13.0 9 Ahau 8 Ch’en. El intervalo
DAVID R . K B IA IT

1.18.5.4.0
1 A ta n 13 Mac M a n q u e , T e m p lo d e le C ru z FdW ede

9.6.12.4.16 9.6.12.4.16
5Ct) 14U0 5 C ib 14 UO

E sta d e l C arn e o !

9.10.0.6.13
4B en 162ac
7 C fc 1 9 Z e c
9.10.11.13.0
9.10.11.13.4 9 A hau 8 C h'en
13 Kan 12 C h'en

9.11.3.2.0
1 Ahau 13 Mac

9.11.19.17.16
8 C ib 4 Vaxkin 9.12.0.0.0
10 A hau 6 Yaxkin
P a le n q u e , T e m p lo d e le a In s c rip c io n e s , ta b le t a c a n t a l

9.15.5.0.0
9.15.5.0.4 10 Ahau 8 C h'en
1 Kan 12 C h'en E st 2 de Aguetece

9.16.18.51
5 Imix 4 Xul Aliar de Sacrtltcloe, Eet 15 (muy erosionada)
8K an7X ul

9.17.10.6.0 2 A hau 3 Z o o
(m u c h o m 4 n a p a r t e d e
9.17.10.7.0 la b a e e d e la ta b la )
9A hau3Z ac
T ro n o 1 d e
9.17.10.7.16 E a t 1 d e L o e H lg o e P ia d m e N e g r a s
1 2 C lb 1 9 Z a c

f i g u r a 5.2. Aproximaciones a posiciones de la tabla de Venus del Códice

de Dresden encontradas en inscripciones mayas. La base es 9.11.3.2.0 1 Ahau


13 Mac.

entre las dos fechas es (7 X 584) — 1 y el texto contiene un glifo sin


identificar, con un número 7 prefijado. La segunda fecha es una posi­
ción formal de la tabla 3 Xul pero en el ciclo de 52 años equivocado.
La fecha 16 Zec ocurre 3 días antes del 7 Cib 19 Zec de la tabla
13 Mac, y la fecha 8 Ch’en ocurre 4 días antes de 1 Kan 12 Ch'en.
La fecha 9.10.0.6.13 4 Ben 16 Zec ocurre también 44 714 días antes
TABLAS B I N S G lir C iO N U ASTBONÓMICAS MAYAS 99

del 9.16.4.10.7 11 Manik 20 Kankln (0 M uan)'de la tabla de eclipso,


lo cual pondría a 4 Ben 16 Zec en el tránsito nodal si es que 11 Manik
20 Kanlcín está ahí. Ya sea por coincidencia o no, vale la pena hacer
notar que, de acuerdo con nuestros cálculos, la edad verdadera media
de Venus en 9.10.0.6.13 era 4 días mayor que 13.0.0.0.0 4 Ahau
8 Cumkú. El mismo panel contiene u n a fecha intermedia, 9.10.3.17.0
4 Ahau 8 Muan, que no es una posición normal en ninguna de las filas
de la tabla de Venus y que no tiene ninguna evidencia glífica obvia
que muestre interés por Venus. Sin embargo, esta fecha ocurre
(67 X 584) + 5 dias antes que la fecha 9.15.12.11.13 7 Ben 1 Pop,
encontrada en el Dintel 2 del Templo 4 de Tikal, que si contiene la
combinación de una estrella punteada con lo que puede ser un glifo
de concha con un infijo poco común reemplazando a la espiral norma].
O tra fecha que se aproxima a la tabla 13 Mac es la Serie Inicial
de la Estela 15 del Altar de Sacrificios, la cual es 9.16.18.5.1 5 Imix
4 X ul; esta fecha precede en 3 dias a 9.16.18.5.4 8 K an 7 Xul que se
encuentra en la posición 584/0 de la tabla 13 Mac. Desafortunada­
mente, este monumento está sumamente erosionado y no contiene in­
formación que valga para los propósitos presentes.
Es, desde luego, obvio que si las tres tablas de Venus eran usadas
concurrentemente, como yo creo, entonces a lo más una de ellas deberla
estar sincronizada con las fases de Venus. Si la tabla 18 Kayab estaba
aproximadamente sincronizada comenzando con una salida después
de la conjunción inferior, como usualmente se supone, entonces la posi­
ción más importante era la primera aparición como lucero de la tarde
en el día 326 de la tabla. De modo muy desconcertante, las fechas ins-
cripcicnales se aproximan pero no coinciden con esta tabla. Esto podría
sugerir variaciones en las observaciones, pero las aproximaciones conti­
núan a lo largo de 167 años, y en ese período las observaciones deberían
de mostrar más variación de la que tienen, porque el período sinó­
dico de Venus es un poco menos de 584 días. La correlación de TTiomp-
son coloca la mayoría de las fechas recalcadas en un tiempo relati­
vamente corto después de la conjunción superior, cuando Venus aún
estaría invisible detrás del sol, esto es, en un punto que no tiene im­
portancia astronómica real evidente. La correlación de Spinden da
mejores resultados, colocando muebas fechas importantes de las inscrip­
ciones poco después de que Venus apareciera como lucero del alba,
o sea la fecha que sabemos era de la mayor importancia para otros
grupos.' mesoamericanos. Una posible pista glifica está dada por la
lápida media del Templo de las Inscripciones de Palenque. El pasaje
(dado en la fig. 5.2) contiene 6 bloques glíficos. La estrella-concha
punteada aparece aquí seguida de “hacia el este”, luego por tzukln,
luego por "hacia el oeste”, luego por tzukín de nuevo, y por una figura
9.9.9.10.5
3ChtaBhan3Cch
(11$ <N*> ( M a c d a 9.9.9.18X1
1 M iau 18 Kayab)

(17 x 584) + 1

9.10.17.2.14
1 3 1» 17 Muan
(148 d fa a d aa puA a d a
9.10.16.13.10
d a I* « o . $.1 d a l
M on. 6 d a T ortu g u ero )

(40 x 584)

(9.14.2.0.14)
12 Ix 17 Muan
(31 x 584) - 1

9.16.12.5.17
6 C a t a n 10 Mol

x-x-moí x- g ra n a c traH a
( ic o n |u o c ló n 7 ) lu n a (V anua)
A ltar B d a CopAii, f a c h a d a In a u g u ra c ió n d a g o b e rn a n ta

9.10.3.17.0
4 A h auS M ua n
A ta r d a S a c rific io s , P a n a l E s c u lp id a 1 (s in e v id e n c ia
(67 x 584) ♦ $ g llf lc e d a Im p o rta n c ia a s tr o n ó m ic a c o n o c id a )

9.15.12.11.13
7 8 a n 1 Pop

c o n c h a (?) (¿ n u e v o v erbo?)
e s tr a d a , ta p ó n d a o M o
T e m p le 4 d a T tta l, D in te l 2

5.3. Fechas con aparente interés en Venus; la relación a las otras


f ig u r a

tablas es poco clara.

de un cuerpo sin caheza que se ha encontrado otras veces er. un con­


texto astronómico. Yo creo que la estructura normal de los textos
sugiere que la estrella-concha está aquí asignada al este, que el tzukín
está asignado al oeste, y que algo más está sucediendo al tzukín. Esto
es ciertamente incompatible con la base de la tabla 18 Kayab. En su
lugar sugiero la tabla 3 Xul, porque el Dresden asigna 0 Yaxkín
al este, pero está en el ciclo de 52 años incorrecto para esto, en mi
interpretación. En la tabla 13 Mac, 4 Yaxkín está asignado al norte.
TA B LA S E IN S C R IP C IO N E S A ST R O N Ó M IC A S MAYAS 101

Sin embargo, es posible que estas asignaciones direccionales sean ritua­


les en lugar de astronómicas.
Creo que se ha presentado suficiente material para demostrar que
las tablas astronómicas eran usadas de maneras considerablemente más
complejas de lo que usualmente se ha supuesto, y para mí no está
claro que la base 18 Kayab se refiera a la primera aparición después
de la salida heliaca como siempre se ha supuesto. Parece indicado
que los movimientos de Venus eran usados de alguna manera para
predecir eclipses. La importancia de la astronomía en la cultura maya
está indicada por las fechas astronómicas escogidas para la toma de
poder de los gobernantes, por los abundantes monumentos que dan
información astronómica, por el uso de eventos astronómicos para
dar nombre a personas, y por el llevar tocados con glifos de estrellas.
La base observacional que debe existir detrás de esta astronomía es
pobremente conocida, pero Digby (1974) cree que el glifo de año
de la meseta deriva de un instrumento astronómico. Es aparentemente
el mismo instrumento, o uno relacionado, que es llevado por el gober­
nante representado en la estela 2 de Aguateca y en la estela 16 de Dos
Pilas. Estos monumentos, con su insistencia en el ciclo de los años y
en Venus, dan fuerte apoyo a la interpretación de Digby y forman
parte de la evidencia que indica la importancia de la astronomía para
los mayas. También se puede apuntar que también sugieren un inte­
rés en los eclipses, porque si 9.16.4.10.7 era un tránsito nodal, 9.15.4.6.8
también sería tránsito nodal y dentro de uno o dos días de una luna
llena media. Sería, entonces, un eclipse lunar entre dos eclipses solares
(sin poder saber si uno o ambos fueron visibles localmente). Los mo­
numentos mencionan los días 9.15.4.6.5 y 9.15.4.6.11, pero no 9.15.4.6.8.
Las relaciones entre los varios textos astronómicos mostrados en
las figuras 5.3 y 5.4 son considerablemente más oscuras. Glifos de estre­
llas en cinco monumentos separados en cuatro fechas (fig. 5.3) están
separados por períodos que son múltiplos exactos o casi exactos del
período de Venus. Dos de los monumentos, el Monumento 6 de Tortu-
guero y la estela 3 del Caracol, muestran otras fechas que son consis­
tentes con la tabla de Venus del Dresden, una de ellas directamente
ligada a 9.10.17.2.14 13 Ix 17 Muan por un intervalo de 148 días.
Aun cuando el intervalo sugiere un interés en los eclipses, parece incom­
patible con la colocación de los períodos de 148 días en la tabla de
eclipses del Dresden. L a inscripción del Altar R de Copán está rela­
cionada con la fecha inaugural de un mandatario que tomó el nombre
astronómico de “Nuevo-sol-en-el-horizonte”. La combinación de mol
con Venus y los glifos lunares sugiere a Venus en conjunción con al­
guna posición lunar especificada. La fecha ocurre 17 días después del
tránsito nodal draconítico al límite extremo para un eclipse, si es que
102 DAVID R . K K U .B V

(1 3 .0 .0 .0 .0 )
4 Ahau 8 Cunku

Estrella Tierra
Vasl|a da los SMo Dtoaae

9 .M V .H W
E t i 3 d e l C a ra c o l
9 L am al 16 ChTen

9 .8 .3 .1 0 .0 b e e e s u g e rid a O » la la b l* 3 X u l d e l D ise d e n
1 A h au 3 X l4
15
9 .1 0 .1 5 .1 .1 0
lO O c 3 M u a n 9 -1 0 .1 0 1 .1
11 C h u e n 4 M uan
Moa 0 de Tortuguero
9 C h u en 14 Zec
9 .1 1 .0 1 1 .1 2 (9.10.0.11.11 O
lO E b IS Z a c 9 .1 0 6 .1 .1 0 Ó» la ta b la 3 X ul)
O (9.13.13.6.11 o
9 .1 6.18.14.11 d a la ta b la 1 3 M ae)

Altar L de (MtlguA

9 .1 0 .1 1 .9 .8
13CM14Zae
Moa 6 da Tortugusre

9.15.4.1.1
7 M X 14Z 8C

D in te l 41 d a V o cM M n

9 .1 5 .1 3 2 .2
n k IS C h 'e n
T h m p lo 4 d a TN tal. O in M 3
9.10000
2 Ahau 1S Zac, supuesto lacha dedfcatode dal Tampio« da m al, DMal 3

THtal con tocado


de cráneo animal
y ectreNaa,
C Tampio 4d»Tkai,
» --------« -------!> ■ « — J . O I» ■« . I n
Dlntal 3
6 N M II| ll^ n i6 IQ t lW W | 0

f ig u r a 5.4. Monumentos varios con glifos de estrellas.


TA B LA S E IN S C R IP C IO N E S A ST R O N Ó M IC A S M A TA S 103

tomamos la tabla de eclipses del Dresden como parece que fue pla­
neada. Esto ocurre 14 dias después de la fecha en la linea m edia del
eclipse dieciséis de la tabla, lo que significa que está cerca de la luna
llena. Sin embargo, está fuera de los límites para un eclipseJunar.
En la figura 5.4, el tocado de estrellas portado por el gobernante
mostrado en el Altar L de Quiriguá recalca de nuevo la interrelación
entre el hombre y las estrellas. Aqui la fecha de la rueda calendárica
no está fijada en la Cuenta Larga de m anera clara. La fecha más
probable es 9.10.0.11.11, el día anterior a la fecha normal de la tabla
3 Xul del Dresden; el contexto arqueológico sugiere que éste es un
monumento temprano de Quiriguá. La fecha 14 Zec es una de las
cinco fechas de biterés astronómico en 13, 14 o 16 Zec, como lo son
las fechas 13, 16 y 17 M uan de las figuras 5.1 y 5.2. Sin embargo, no
hay un patrón astronómico obvio en estas fechas. Estamos aún lejos
de entender gran parte de lo que los mayas escribieron, pero algu­
nos patrones comienzan a aparecer. Algunos nombres de días y meses
particulares eran importantes para los registros astronómicos, aun
cuando no guarden una relación bien definida entre sí.
Considerando toda la información junta, yo creo que es muy pro­
bable que las fechas dadas como Serie Inicial en conexión con las
tablas de Venus y de eclipses del Dresden reflejen cálculos, observa­
ciones y prácticas de registro del período Clásico, y no cálculos retros­
pectivos posteriores. Creo probable que 9.16.4.10.7 fuese una fecha
de tránsito nodal y me inclinaría a sugerir que 9.9.18.16.3 7 Akbal
16 Muan fue una salida heliaca de Venus como lucero del alba, pero
creo que hay demasiadas alternativas para poder sentirnos muy seguros
de esto. Nuestra comprensión de los glifos, continuamente en aumen­
to, ya está permitiendo la eliminación de muchas interpretaciones
anómalas previas.

A G R A D E C IM IE N T O S

La mayoría de las alineaciones de fechas en este articulo fueron hechas


con un programa de computadora escrito por K. Ann Kerr y costeado
por $1 Cañada Council, al cual le estoy enormemente agradecido. Tam­
bién le doy las gracias a muchos de mis colegas mayistas por permi­
tirme el acceso a dibujos y fotografías inéditos, en particular a Ian
Grahani y a Berthold Riese por el material de Tortuguero, a Linton
Satterthwaite y William Coe por un dibujo de la estela 3 del Caracol,
al Museo de Historia Natural de Denver por permitirme acceso a
dicho monumento para examinar ciertos glifos en más detalle, y a Peter
Mathews por copiar y recopiar glifos durante varias etapas del tra-
104 DAVID B . KE1XEV:

bajo. La relevancia de ciertos materiales me fue señalada por Michacl


Closs, quien también me salvó de cometer un par de errores por
descuido. También doy las gracias a la American Philosophical So-
ciety, la cual costeó mi trabajo preliminar en este tema.
6. PRACTICAS ASTRONÓMICAS CONTEMPORANEAS
ENTRE LOS MAYAS

por J U D I T H A. R E M IN G T O N

INTRODUCCIÓN

Desde hace mucho se ha reconocido la importancia de los conteos de


tiempo con Carácter adivinatorio de la antigua Mesoamérica (Thomp­
son 1950, pp. 66-103). El hecho de que diez de los diecisiete códices
prehispánicos relativamente completos sobrevivientes sean de natura­
leza astronómica y calendárica (Peterson 1959, pp. 237-239) indica
que la importancia cultural de estos conceptos no ha sido destacada
lo suficiente por los investigadores modernos. De hecho, una visión del
mundo basada en un conjunto de premisas calendáricas, astrológicas
y astronómicas parece adecuada para Mesoamérica. Los cronistas espa­
ñoles de la época de la conquista, tales como Sahagún (1938) y Landa
(1978), pueden ser usados para tratar de explicar estas premisas, pero
sólo si sabemos las suposiciones sobre las que fueron basadas.
En el presente, los datos son inadecuados para deducir las suposi­
ciones básicas de los enfoques astronómicos de los antiguos mesoame-
ricanos. Sin esta información es muy difícil determinar si acaso dos
sucesos aparentemente relacionados no son más que una coincidencia.
Debido a esto, las personas que estudian las implicaciones astronómi­
cas y calendáricas de los códices, artefactos, arquitectura, y aun de la
organización social de los antiguos mesoamericanos, se hallan grave­
mente limitados.
Pocos esfuerzos sistemáticos se han hecho para recobrar alguna in­
formación astronómica de los descendientes de los antiguos astrónomos.
Tratando de descubrir si se podian aún encontrar supervivencias de
creencias, prácticas o suposiciones cosmológicas no occidentales, pasé
tres meses durante el fin de la primavera y el principio del verano
de 1974 en la región montañosa guatemalteca, entre cakchiqueles y
quichés. Mi punto de partida era específicamente la cosmología, pero
en la cultura mesoamericana éste es un término que abarca demasiado.
Incluye a la astronomía, la astrología, los espíritus, los dioses, los ani­
males, los humanos y las circunstancias de todos éstos. Intentaba limi­
tarme a la astronomía, pero encontré que su interés implicaba una
forma de chamanismo; requería que las cosas deban de considerarse
como un todo.
Mi enfoque fue esencialmente exploratorio. Las investigaciones pre­
[1 0 5 ]
106 J U D I T H A . H M ID IO T O N

liminares han agotado las fuentes disponibles escritas inmediatamente


después de la conquista; las fuentes etnohistórieas escritas mucho des*
pués de 1600 d. c. se han encontrado frecuentemente inconsistentes,
copias pobres de anteriores conceptos erróneos. La alternativa restante
era comenzar a preguntarle a la gente.
Varias consideraciones nos llevaron a escoger el grupo de habla
quiché foco de nuestro estudio. Primero, Guatemala se ha empeñado
menos que México en absotber a los indios dentro de la cultura occi­
dental; esto parecía incrementar la posibilidad de encontrar conceptos
no occidentales. En segundo lugar, las historias escritas de los cakchi-
queles y los quichés demuestran que pertenecían a la alta cultura. Sus
historias afirman que ellos participaron en las migraciones del Poselá-
sico Temprano; esto a su vez sugiere que podrían ser los herederos
de las ideas clásicas. Tercero, hay muchas perdonas que hablan la.
lengua quiché; esto aumenta la posibilidad de preservar una herencia
cultural Finalmente, los pueblos cakchiqueles y quichés cerca del lago
Atitlán, Quezaltenango y Antigua son relativamente accesibles.
Las regiones montañosas centrales de Guatemala están pobladas
de mayas que hablan quiché, cakchiquel, tzutuhil, rabinal y uspanteco.
En 1961, había un total de 537 434 personas de habla quiché en la
región montañosa del medio oeste (Whetten 1961, p. 23). Un gran
número de personas de habla quiché y cakchiquel, así como la totalidad
de personas de habla rabinal y uspanteca, viven al este y al norte de
esta región. Los dos pueblos donde recibí la mayor parte de la infor­
mación se hallan en los extretnos de estas áreas. L a comunidad cakchi­
quel, en el departamento de Guatemala, está en el extremo noreste
de la región de las gentes de habla cakchiquel. La comunidad quiché, en
el departamento de Quezaltenango, está en el extremo oeste de la
región de las gentes de habla quiché.
Aun cuando yo buscaba datos cosmológicos, astronómicos y astro­
lógicos en ambos pueblos, la mayor parte de la información astronó-
imco-astrológica vino de la comunidad quiché, mientras que la mayor
parte de la información astronómico-cosmológica vino de la comunidad
cakchiquel. Los datos presentados en este trabajo se limitan a aquellos
que caen dentro de la categoría de astronómicos, de acuerdo al con­
cepto occidental.

TIEMPO

El calendario de 260 dias

El calendario de 260 días, llamado cholquih de acuerdo con Recinos


y Goetz (1953, p. 28), es el tzotkin del maya yucáteco y el tonalpohualli
p r á c t ic a s a s t r o n ó m ic a s m a y a s c o n t e m p o r á n e a s 107

de los mexicanos. U na secuencia repetitiva de veinte dias con nom­


bres se combina con una secuencia repetitiva de números del uno al
trece. Este calendario se usa con proposites adivinatorios. Sólo los infor­
mantes quichés dieron informar-ion respecto al calendario adivina­
torio. Aun cuando los nombres de los días son del conocimiento general,
el orden de los dias y el nombre del día en curso no lo son. El conoci­
miento especifico del calendario es propiedad del chamán
Los día* dados corresponden, con una excepción, a aquellos enlis­
tados por Thompson para los quichés (1950, p. 68), con dos excep­
ciones a aquellos dados por Recinos y Goetz para los cakchiqueles
(1953, p. ¿y), y con cuatro excepoiones a aquellos dados por Caso
para los quichés (1967, pp. 8-15). Los significados de los nombres
de los dias han sido discutidos por Thompson (1950, pp. 68-88) y por
Caso (1967, pp. 8-15) en gran detalle. Recinos y Goetz (1953, p. 29)
dan glosas similares a las que me fueron dadas. De cualquier manera,
en la mayoría de los casos el significado del nombre no es directamente
relevante al significado adivinatorio del día, aun cuando quizá fue
asi en el pasado.
Cada día tiene dos significados adivinatorios. El primer significado
es más o menos astrológico, en el sentido de que se refiere a las caracte­
rísticas de las personas nacidas en ese día. El segundo significado es
más bien adivinatorio, puesto que se refiere a los tipos de cosas que
son apropiadas para ese día.

El calendario de 365 dias

Ni los informantes cakchiqueles ni los quichés me dieron información


alguna acerca de los antiguos calendarios de 365 dias (el haab yuca-
teco) o el quiché de 400 dias. Usan exclusivamente el calendario
gregoriano.

Temporadas

El invierno maya (la temporada de lluvias) cambia a verano maya


(la temporada de secas) cuando las noches comienzan a ser largas
y los dias cortos. Reciprocamente, el verano maya cambia a invierno
inaya cuando las noches comienzan a ser cortas y los días comienzan
a ser largos. Esto es a la inversa de la definición occidental de invier­
no y verano. Las dos épocas del año en las que el sol pasa por el cénit
son también importantes; este evento es percibido con una duración
de un día y una noche. La parte central del año se dice que ocurre
el 20 de agosto, al término de la temporada general de cultivo.
108 J UDKTH A. RE1ÍINOTON

O R IE N T A C IÓ N E S P A C IA !.

Direcciones

Los informantes cakchiqueles dieron las direcciones en castellano (espa­


ñol latinoamericano), pero los informantes quichés tienen términos
indígenas; el sur y el norte son ambos conocidos como k’e lik (“al
lado” ), el este es llamado axix (“arriba” ) y el oeste es llamado ikem
(“abajo” ).

Senderos celestes

Basándonos en dibujos hechos a mano libre por un informante cakchi-


quel, preparamos dos mapas (figs. 6.1 y 6.2); otros informantes cote­
jaron los dibujos y estuvieron de acuerdo en su precisión. Puede verse
que el este es dibujado como la base de los mapas; el norte y el sur
astronómicos parecen estar sesgados hacia el este.
Las figuras nos sugirieron ciertas relaciones que fueron confirma­
das en las conversaciones. Los senderos ideales del sol y de la luna se
intersectan en los equinoccios. En esta imagen ideal, la luna debería
estar al sur cuando el sol está al norte y viceversa.
Pueden reconocerse tres clases de senderos estelares. El primero es
el sendero de las estrellas septentrionales circumpolares o casi circum­
polares. Éstas se muestran como arcos cortos. Dada la irregularidad
de la campiña, la baja latitud y lo brumoso de la atmósfera debido al
polvo y humo de la temporada seca y a la humedad de la de lluvias,
ésta es una simplificación comprensible. En esta categoría cae la Osa
Mayor. La segunda categoría consiste de estrellas que hacen breves
arcos al sur. La Cruz del Sur cae en esta categoría. La tercera cate­
goría consiste de estrellas que pasan sobre las cabezas; éstas son perci­
bidas como aquellas que describen aproximadamente semicírculos o
que son cruzadas por los senderos del sol y de la luna. Orion, cae en
esta categoría.
Del sol dicen que sale al norte cuando las noches son cortas (tem­
porada de lluvias) y al sur cuando las noches son largas (temporada
de secas). La duración de la noche parece ser el punto de referencia
básico, puesto que la duración del dia es mencionada secundariamente
o para nada. He reproducido los mapas exactamente como fueron
dibujados, aun cuando la afirmación de que el sol sale al norte en la
temperada de lluvias parece ser contradicha por los mapas. El sol
parece salir al sudeste en ambos mapas, aun cuando sale más al norte
en la temporada de lluvias. Careciendo de mayor información, parece
poco sensato el llegar a mayores conclusiones a partir de los mapas.
Cuando trabajaba con los informantes, usé mapas y tablas estelares
PR ÁCTICAS A ST R O N Ó M IC A S M AYAS C O N T E M PO R Á N E A S 109

figura 6.1. Senderos celestiales durante la temporada de lluvias (22 de


marzo a 22 de septiembre).

fioura 6.2. Senderos celestiales durante la temporada de secas (22 de sep­


tiembre a 22 de marzo).
* j
convencionales que había preparado anteriormente y que dan la hora
aproximada del día ( ± una hora) y la época del año ( ± 1 0 días) en
que un círculo horario de ascensión recta dado estuviera saliendo, culmi­
nando o poniéndose. Durante una sesión por la manana, para poder
determinar si el informante y yo estábamos discutiendo la misma
estrella, le pregunté dónde se encontraba ahora. La pregunta era vaga,
puesto que lo que yo pretendía era preguntar donde estaría la estrella
cuando el sol se pusiera Sin embargo, el informante pensó por un
momento, entonces apuntó hacia abajo y hacia el este en un ángulo
de aproximadamente treinta grados. Entonces apuntó hacia arriba, a
donde la estielia estaría a la puesta del sol: “Va por aliá.” El valor
dado por mis tablas coincidía; después, cuando pregunté a otros infor­
mantes preguntas similares recibí también respuestas similares.
110 JU N T H A. IU IM O T O N

A S T R O N O M ÍA

Eclipses

Un eclipse de sol o de luna es descrito con una frase cakchiquel que


se traduce como que “el sol (la luna) está enferm o(a)”. Las mujeres
cakchiqueles, de acuerdo con los informantes hombres, se atemorizan
más y dicen, “el sol (la luna) se está muriendo hoy (esta noche)”
(para comparar, véase Tozzer 1941, p. 138, n. 639). No sólo está el
sol (la luna) enfermo, sino que además “porta la enfermedad”. Los
niñcs nacidos cerca de la fecha de un eclipse tendrán impedimentos,
tales como ceguera, mudez o sordera. Las mujeres que dejen sus casas
deberán hacerlo completamente cubiertas; de otra manera sus futuros
hijos estarían en peligro. Además, las máquinas no funcionarán correc­
tamente (para comparar, véase Thompson 1970, p. 243).
Para los cakchiqueles, un eclipse sotar es mucho más peligroso que
un eclipse lunar porque, en el caso de un eclipse solar, los espíritus
diabólicos de toda ciase salen de las profundidades de la tierra a atrapar
a las gentes. l>e cualquier manera, en ambos tipos de eclipse, el peligro a
que está expuesta la gente es compartido por el cuerpo eclipsodo. La
primera obligación de la gente (incluyendo a las mujeres, las que,
aun cuando cubiertas, están bajo grave peligro) es ayudar al sol o a la
luna. Lsto lo hacen dirigiéndose a las puntas de los. cerros con todo
tipo de artefacto capaz de producir ruido, desde tambores o flautas,
hasta cácham s golpeados con palos. Este ruido ayuda al sol o a la
luna a evadir la enfermedad o muerte que ios amenaza (véase Thomp­
son 1970, p. 235).
Los quichés usan la frase skame k'x (kx) o “el sol (la luna) murió”.
Cuando un eclipse está a punto de ocurrir, la gente es advertida; inclu­
sive podría comenzar a tocar la campana de la iglesia. La gente se
encierra en sus casas y no se permite salir a nadie. Si el eclipse es solar,
temen que el mirarlo les paralizará los ojos y les causará ceguera. M irar
un eclipse de luna trae, en cambip, todo tipo de enfermedades, como
creen también los cakchiqueles. Los quichés también usan varios medios
para producir ruido. Una vez que están listos, toda la familia se arro­
dilla y, usando lo que tengan para producir ruido, se lamentan del
eclipse. En el caso de la luna, dicen: “Espero que ella no muera.
Espero que la luna siga en un sendero recto; quizás ella está en graves
problemas por lo que está ocurriendo.” En su dolor, la gente puede
llorar. Como un informante dijo: “la mitad de la gente aquí llaman
a la luna ‘dama’, vieja luna (mama kx) . La luna es un dios, el sol es
un dios. El dios de la iglesia es sólo dios de la tierra.”
PR A C T ICA S A ST R O N Ó M IC A S M AYAS C O N T E M PO R A N E A S llt

Sol

La palabra para sol es también la palabra para dia. Por lo tanto, el


sol no sólo define al dia, es el dia. Como ya mencionamos, el sol es un
dios; los cakchiqueles lo llaman ocasionalmente 7 x k’auma7 Como
aum a7 siguifica abuelo y Wa es un prefijo posesivo, la frase se puede
interpretar como “el sol, nuestro abuelo”. El sol es también un punto
de referencia para las estrellas. La posición de una estrella es dada
por la hora a la que está en cierto lugar y por su posición al frente
(saliendo antes) o detrás (saliendo después) del sol.

Luna

Tres palabras son dadas para la luna: ikx tanto en quiché como en
cakchiquel, nan (“mujer vieja” ) en quiché, y k’auti? (“nuestra abue­
la” ) en cakchiquel. En la conversación normal los quichés usan la
forma ik*. Los cakchiqueles usan k’autP generalmente; la forma ikx
se reserva para frases formales que describen las fases de la luna. Como
mencionamos anteriormente, la luna es un dios.
La luna es descrita, comenzando con la luna nueva, por su apa­
riencia en la primera noche, la segunda noche y así sucesivamente.
Se refieren a la luna nueva con frases que se traducen como “la
noche de la luna” y “la luna ha nacido”. La segunda noche es des­
crita con frases como “ahora se ve la luna” y “el primer día de la
luna” . Desde la tercera noche hasta el primer cuarto, la descripción
es “segundo (tercer, etc.) día de la luna”. En el primer cuarto se usan
dos frases: “la luna se está llenando” y “medio tiempo de la luna” .
Desde aquí hasta la luna llena continúa la cuenta de las noches.
En luna llena, las descripciones cambian a “la primera noche de
la luna llena” y a “luna redonda” . Desde aquí hasta el último cuarto,
en menguante, la descripción se vuelve “la luna sale a las siete (ocho,
etc.)” . La luna en cuarto menguante es conocida de nuevo como el
“tiempo medio de la luna” o “luna de medianoche”. La cuenta de
la hora de salida continúa hasta la última noche antes de la luna
nueva, llamada “hoy es el fin de la luna (del m es)”. La p>alabra ikx
es usada aquí en el sentido de mes. Esto ya había sido notado pior
Lcthrop (Recinos y Goetz 1953, p. 28).
Las fases de la luna son categorizadas también de otra manera. Se
la considera tierna mientras está en creciente, madura cuando está
en menguante. Sin embargo, la luna es considerada peligrosamente
tierna cuando es nueva (de 12 a 72 horas, de acuerdo con el infor­
mante) y cuando está llena (por un período de 12 horas). Cuando
la luna está peligrosamente tierra, se aplican muchas prohibiciones. Si
112 JU H T H 10 0
A. KBM N T N

uno corta leña, se corta uno accidentalmente. Si se consigue cortarla,


no se puede secar adecuadamente; se torcerá, se enrollará. Si hace uno
carbón, no arderá. Si uno siembra, habrá muchas plantas, pero sin
cosecha. Si uno cosecha, la recolección se pudrirá. Si uno cege fruta,
la fruta será jugosa pero amarga. Si uno se corta, sangra en exceso.
Las personas están letárgicas y no trabajan bien. Son particularmente
susceptibles a enfermarse. Durante la temporada de lluvias, llueve más
cuando la luna está tierna que cuando está madura.
Los quichés siembran basándose en el calendario, pero cosechan
tasándose en la luna. No distinguen entre tierno y peligrosamente
tierno al hacer la cosecha. Recolectan sólo después de la luna llena,
cuando la luna está madura. Esta regla se aplica rigurosamente sólo
a la cosecha de milpa, específicamente al maíz y a los frijoles secos,
les cuales se plantan alrededor del 20 de marzo “esperando las llu­
vias”. Las cosechas plantadas en tierras regadas y las cosechas tardías,
como las verduras, sembradas entre septiembre y diciembre, pueden
ser cosechadas cuando estén a punto.
Les cakchiqueles tanto siembran como cosechan basándose en la
luna. Sus reglas de recolección son las mismas que las de los quichés.
Sin embargo, la siembra está ligada tanto al calendario como a la luna.
El tercer día de la luna (cuarto desde la luna nueva), cuando la luna se
encuentra “de este lado”, es el día idqal para la siembra. Las cosechas
sembradas, en este día crecen más rápidamente y maduran más pronto.
Se me dijo que un árbol de lima plantado en el tercer día madura en
siete años, pero que se requieren once años si se planta en cualquier
otro día. Las cosechas pueden sembrarse desde el tercer día de cre­
ciente hasta el cuarto menguante; desde ahí la luna está demasiado
madura y las cosechas no crecerán.
En el pueblo cakchiquel es a mediados de abril, durante las fases
lunares permitidas, cuando se alcanza, el momento ideal para la siem­
bra. Durante este período, cualquier cosa crecerá. Agosto es el segundo
mes mejor; el 20 de agosto, a la mitad del año, marca el final de la
temporada general de cultivo. Después de esta fecha, les frijoles son
la única cosecha de milpa que puede ser plantada, desde el ocho hasta el
veintinueve de septiembre, cuando la luna es favorable. A finales de
diciembre y principios de enero, cuando las tres estrellas del cinturón
de Orión aparecen en el horizonte occidental a la puesta del sol, se
puede plantar el chayóte. Idealmente, la siembra es el 6 de enero, día
de los Santos Reyes en la tradición católica. Las tres estrellas del cintu­
rón de Orión son conocidas comúnmente como los Tres Reyes. La
edad de la luna también tiene prioridad en este caso.
Se considera a la luna de color amarillo. Está habitada por uií
conejo, umul. Les pedí un dibujo de la luna y recibí dos (fig.' 6.3).
Cuando la luna sale, está “boca abajo”.
PR Á C T IC A S A ST R O N Ó M IC A S M AYAS C O N T E M PO R Á N E A S 113

luna saliente luna poniente

Mol (T:581) Muluc (T:S13)


figura 6.3. Dibujos de la luna hechos por nuestros informantes, con glifos
para comparar.

Planetas

Venus es el planeta de mayor importancia. Los cakchiqueles lo llaman


locera macamil, del castellano “lucero” y del cakchiquel macamil o
“estrella muy brillante”. Los quichés llaman a Venus “Santiago” cuan­
do es lucero del alba y raskap, “cosa de la noche” o “algo tarde”,
cuando es el lucero del atarceder.
De acuerdo con los informantes quichés, Venus pasó de detrás del
sol (cuando se le llama raskap) a estar enfrente del sol (cuando se le
llama “Santiago” ) en enero de 1974. En febrero de 1974, Santiago
salía a las 4:30 a.m. Julio es el mes de Santiago; las 3:00 a.m. es la
hora de Santiago en el mes de julio. Los informantes decían que Venus
no volvería a aparecer de nuevo como lucero del alba hasta enero de
1975. Todo esto es exacto. Fui incapaz de determinar si las posiciones
de Venus eran calculadas a lo largo de períodos de ocho años (como en
el Códice de Dresden) o si sólo se mantienen observaciones corridas.
Los informantes cakchiqueles dieron muy poca información res­
pecto a Venus. Por otra parte, mencionaron un “cometa” que apa­
reció a las 5:00 a.m. en febrero de 1974, junto con el macamil. Esta
puede haber sido una referencia al cometa Kohoutek o puede aludir
a la aparición de Júpiter como estrella matutina, aproximadamente
un mes después de la salida heliaca de Venus. Incidentalmente, esto
fue tomado como un signo de que el mundo terminaría en el año 2000.
No pude deducir información alguna sobre otro planeta que no
fuera Venus. Los informantes cakchiqueles dijeron que hay cuatro
mccamiles: locera macamil, macamil, macamil g pvn (“amarillo” ),
y macamil kvku (“rojo” ) ; éstos parecen corresponder a Venus, Júpiter,
114 ju D rrH a. u m M O io N

Saturno y Marte. Sin embargo, esta identificación debe ser considerada


como tentativa poique los cakchiqueles usan macamil libremente cuan­
do hablan de cualquier estrella brillante.

Meteoros

Les meteoros son conocidos como “el excremento de las estrellas” . No


obtuve ninguna información adicional

Estrellas

Las estrellas, camil o c’mil en cakchiquel y c*umü en quiché, son usadas


principalmente para determinar la hora en la noche o para anunciar
la temporada del año. He intentado identificarlas basándome en la
información dada por los informantes. Desafortunadamente, para
cuando había yo aprendido lo suficiente para comenzar a obtener
la información disponible, comenzaron las lluvias y la visibilidad se
deterioró notablemente.
El primer grupo de estrellas mencionado (y comúnmente el único
grupo conocido) por las personas de habla maya en Guatemala son las
Pléyades. El nombre mo^ots (ocasionalmente mu^uts) se usa general­
mente. desde el chuj hasta el quiché. En chui se dice que el nombre
significa “aquellos que viajan juntos” . En quiché se dice oue significa
“un puñado”. Los cakchiqueles dicen que el nombre significa en cas­
tellano los Siete Cabritos. A finales de junio se dice que mo^ots sale
a las 3:00 a.m. Va de la parte trasera del sol al frente del sol cuando
las lluvias comienzan. Esto ocurre aproximadamente a mediados de
mavo. Finalmente, se considera el signo del mes de noviembre, y enton­
ces se le llama Fetal akap, “señal nocturna”, porque Sale a la puesta
del sol. Se dice que permanece visiblé desde las 7:00 de la noche
hasta las 6:00 de la mañana.
Sólo los informantes cakchiqueles mencionaron la constelación de
Los Casorios. a*akola?. Está en la cabeza del Toro, y Aldebarán es con­
siderado el padrino, e Taurus la madrina, 0 y 8 Taurus son la pareja
y y Taurus es el sacerdote o los invitados. El hecho de que los térmi­
nos usados vengan de la tradición católica sugiere que esta constelación
puede ser poshispánica. Sin embargo, la posibilidad de un origen pre-
hispáñico no debe eliminarse, porque a veces el grupo es visualizado
como una espiral, parecida a un caracol (fig. 6.4).
La segunda constelación más frecuentemente mencionada es la del
Cinturón y Espada de Orión (fig. 6.5). Los informantes cakchiqueles
la conocen como los Tres Reyes y ya la hemos mencionado en conexión
con la siembra del chayóte. A los niños nacidos en esta época se les
n io n c M a s t r o n ó m ic a s mayas co n tem porá neas 115-

Los Casorios concha univalva


(T210)

f i o u r a 6.4. Visualización de la constelación maya de Los Casorios, en el

Toro, junto a un glifo para comparar.

da el nombre de uno de los reyes. Se conoce en cakchiquel como ausi*


cantil, “tres estrellas”. El único informante chuj las llamó os filan,
“tres en linea”. Para los quichés son las Tres Marías; en quiché,
c’ok, “el ángulo recto”, y comprende tanto el cinturón como la espada.
Para los quichés la constelación es el signo del mes de diciembre, cuan­
do también se llama retal akap, “señal nocturna”, porque sale a la
calda del sol. Se dice que permanece visible de las 7:00 p.m. a
las 6:00 a.m.
La Via Láctea es llamada “Corrida Santiago” por los cakchiqueles;
mis informantes no sabian de un nombre cakchiquel. Se usa para pre­
decir la llegada de la temporada de secas. Los informantes quichés la
llaman raskap, “la cosa nocturna” o “algo tarde”, el mismo término
que fue usado para Venus como estrella vespertina. Sale a la puesta
del sol durante la temporada de Navidad y se usa para predecir la
llegada del tiempo frió.
Sólo los informantes quichés mencionaron a Géminis, conocido
como kiep c’umil, “dos estrellas”. Sen descritas como dos estrellas que
van juntas, la primera de las cnales es “medio nebulosa” y la segunda
es una estrella muy grande que la sigue una media hora atrás. Existe la
posibilidad de que las dos estrellas mencionadas sean Proción y j8 Canis
Minor, pero las fuentes etnohistóricas indican que Géminis formaba una
constelación prehispánica (Toraer 1941, pp. 131, 192 n. 1015, 220).
L a constelación es el signo del mes de enero, cuando sale a la puesta
del sol. Se dice que permanece visible de las 7:00 de la noche a las
6:00 de la mañana.
La estrella Régulo es conocida por los quichés como hun c’umil,
“una estrella”. Es el signo del mes de febrero. Sale a la puesta del sol
y es visible de las 7:00 de la tarde hasta las 6:00 de la mañana. Los
cakchiqueles mencionaron una estrella llamada la gran lucero o maca-
116 JU N T H A . R EM IN O T O N

B e te tg e u se • a
• Bellatrix
V

•' «

<T
e
«
i
• Rige)
/8
Saiph •
k

figura 6.5. Visualización de la constelación maya de los Tres Reyes o las


Tres Marías, en Orión.

mil (“estrella brillante” ), que sale a las 6: 00 de la tarde el 9 de febrero.


Esta es probablemente Régulo, puesto que las 6:00 o 7:00 de la tarde
(o de la mañana) parecen referirse a la puesta (o salida) del sed en
lugar de a la luna precisa. Si es asi, los cakchiqueles usan la aparición
de Régulo como una señal para comenzar a preparar sus milpar. Esta
estrella es pues usada como un reloj de aviso hasta mediados de abril,
cuando se pone como a las 3:00 a.m.
O tra estrella brillante es de importancia en los meses de enero y
febrero. Los quichés la llaman skxek>a p , “oscura” o “aviso de la noche”.
Es lo opuesto de Venus, que anuncia al dia. Está “en medio del cielo”
poco antes de la puesta del sol en noviembre y desaparece en el oeste
durante la puesta del sol, a finales de enero. Su desaparición significa
que la temporada de secas (el verano maya) está llegando a su fin.
Parece probable que skxek’a p sea Altair.
El siguiente grupo de interés es una constelación llamada la Cruz
o Daga de los Ladrones por los cakchiqueles y la Cruz de los Ladrones
por los quichés. Los cakchiqueles la llaman b u s a l o * o m a los quichés
la llaman ki krusil elo^omap, en ambos casos “cruz de los ladrones” .
H e tenido considerables dificultades al tratar de identificar esta conste­
lación penque parece que hay al menos tres constelaciones similares
p r á c t ic a s a s t r o n ó m ic a s mayas con tem porá neas
llf

C ruz A C ruz B C ruz C

f i g u r a 6.6. Copias de dibujos d e las constelaciones d e la Daga de los La­

drones, en orden d e su aparición en el horizonte, pero sin considerar su


orientación.

con el mismo nombre. Un informante cakchiquel afirmó específica­


mente que a mediados de mayo hay tres dagas de los ladrones en el
cielo; todas se ven al sur, una a la medianoche, una de 2 a 3 a.m.
y una de 4 a 5 a.m. A principios de junio una daga está en su punto
medio (culminación) a las 6 a.m. (o la salida del sol). La figura 6.6
muestra copias de dibujos de las constelaciones hechos por los infor­
mantes, sin prestar atención a la orientación. También dicen que la
segunda cruz está, en tiempo, más al norte que la tercera. Suponiendo
que los tiempos de culminación fueron dados para los tres casos, las
mejores estimaciones para las posiciones parecen ser las ascensiones
rectas 21-22h, 18-19h y 16-17*». Discusiones posteriores revelaron que
hay muchas estrellas en las regiones en las que las dos primeras cruces
aparecen. Aun cuando esta identificación se verificó sólo con los mapas
estelares, la segunda cruz parece ser un grupo en Sagitario, consistente
en <r, 8 y y horizontalmente, y X, 4, e y ij verticalmente (fig. 6.7).
L a primera cruz está probablemente situada en Escorpión, puesto
que parece que había una constelación prehispánica en Escorpión o
cerca (Tozzer 1941, p. 193). También, cuando me encontraba reali­
zando estudios lingüísticos con informantes del valle Zapoteca, se me
habló de una cruz consistente en muchas estrellas que se encontraban-
en el Alacrán (Escorpión). Esta cruz parece más probable que esté en
la V ía Láctea (¿por lo tanto Sagitario?) que en Escorpión
La tercera cruz parece caer en el tiempo entre el Pez Austral y la
Grulla, aun cuando esto es también especulativo. U n a construcción po­
sible que resultó consistente con la figura 6.6, la Cruz C, consiste de
Fomalhaut, «, ft y y Grulla, más algunas estrellas menos luminosas
conectándolas (fig. 6.8).
Los informantes quichés también hablaron de una Cruz de los
Ladrones que podía verse arriba, a mediados de junio, desde la media­
noche hasta las 3 a.m. Esto implica una culminación alrededor de
110 J U S r r H A. KBWNGTON

t
I
TI

f ig u r a 6.7. Posible visualización de la Cruz B en Sagitaria

a •, Fomalhaut

• y

a
y

• Al N air
a
figura 6.8. Posible visualización de la Cruz C, con Fomalhaut y estrellas
en la Grulla.

la 1:30 a.m. y tiende a verificar la identificación con la cruz de Sagi­


tario. U n informante dijo que la cruz no era recta sino que estaba
inclinada a su izquierda. Este informante también mencionó una cruz
que podía verse desde enero hasta marzo, en marzo a la medianoche.
La Cruz del Sur se apega a esta descripeión. Obviamente, hace falta
mucha más investigación respecto a estas constelaciones.
U n informante cakchiquel me habló de una costumbre seguida por
la gente de Chinautla. Ahí, la gente recibe un “secreto” de la Daga
PR A C T IC A S A ST R O N Ó M IC A S M A Y A S C O N T E M PO R Á N E A S 119

de los Ladrones. Cuando esta constelación culmina a las 4 a.m., los


niños de seis o siete años de edad son mandados a escenificar una
batalla fingida, usando como armas cañas de azúcar, para defender
a estas estrellas. Esto se hace para que los niños sean capaces de usar el
machete adecuadamente cuando sean adultos.
Los informantes quichés tienen un uso diferente p ara esta conste­
lación. Creen que estas estrellas vigilan a los ladrones, que también
caminan por la noche. Antes de cometer un crimen, robo específica­
mente, es necesario obtener su protección, puesto que trae suerte. El
ladrón en potencia debe conseguir dos plátanos, grandes y maduros,
como ofrendas. Por esto, cuando alguien pasa frente a una casa en la
noche llevando dos plátanos, sabe uno que está considerando el cometer
un robo. El futuro ladrón sale al campo a la medianoche, ofrece los
plátanos y dice un discurso para la constelación. Usa palabras mágicas
que atraen dinero hacia él Esto puede hacerse también con c’ok,
cuando es visible a la medianoche.
La última constelación mencionada por los informantes, fue la
Osa Mayor. Los cakchiqueles la llaman carro k‘o reh, “can o con cola”,
y los quichés la llaman las Siete Cabreras. No me dieron un nombre
quiché para esta constelación. La única información que me dieron
fue que la constelación no podía verse en aquel tiempo (¿debido a la
temporada de lluvias?).
Los cakchiqueles me dijeron que en el curso de la noche y durante
todas las temporadas del año se podían ver cuatro brillantes estrellas
(¿o grupos de estrellas?) meridionales. Desde mediados hasta finales
de mayo, una sale a las 4:00 p.m., una sale al ponerse el sol, una sale
a las 2:00 a.m. y la última a las 5:00 a.m. Si uno supone que culminan
de 3 a 4 horas después de su salida, puesto que están muy al sur, obtene­
mos ascensiones rectas de 12, 14, 22, y l h. Esto sugiere a a, /? Cruz,
a, /? Centauro, Fomalhaut y Achemar. La última estrella pudo también
haber sido mencionada por el informante chuj, quien se refirió a una
estrella llamada yecl pasco, “signo navideño”, diciendo que culminaha
a la puesta del sol el día de Navidad.
Una última nota parece indicada. Mientras trabajaba entre los
quichés, oí que había habido un incidente relacionado con un platillo
volador dos años antes. Le pregunté al chamán que me estaba ayu­
dando respecto a aquello. Me dijo que pensaba que lo más probable
era que los objetos fueran naves aéreas experimentales de los rusos
o de los norteamericanos. Le sugerí que la tecnología involucrada
parecía ser mucho más avanzada que la nuestra. Replicó que gente
capaz de poner hombres en la luna, también podría desarrollar naves
aéreas avanzadas. Parecía un poco indignado hacia mi falta de fe en
la tecnología.
120 JU N T H A . R EM IN O T O N

C O N C L U S IO N E S

Las tres secciones anteriores han presentado datos actuales que indican
que la cosmología maya contemporánea contiene muchos elementos que
parecen provenir de los tiempos prehispánicos. Entre estos elementos,
están el calendario de 260 días, una orientación espacial no europea,
y los nombres de varias estrellas y constelaciones. Parece también pro*
bable que algnnas de las creencias relacionadas con los eclipses solares
y lunares, asi como ciertas prácticas de siembra y cosecha, sean de
origen prehispánico.
El propósito del estudio del que estos datos proceden era determi­
nar si en efecto existían supervivencias cosmológicas prehispánicas y,
en tal caso, si las habia en cantidad suficiente para ameritar mayor
investigación. Creo que el estudio preliminar mostró que ambas pre­
guntas pueden ser respondidas sin amhages afirmativamente.
Si pudiéramos establecer un cuerpo sólido de datos prehispánicos,
muchos de los problemas que actualmente enfrentan los investigadores
en campos asociados, desde la arqueología hasta la iconografía, desapa­
recerían. En el peor de los casos, las variables con las que todos traba­
jamos quedarían mejor definidas. Es mi esperanza que* más investigado­
res encuentren estos problemas tan sugestivos como los hallo yo y que
algunos de nosotros nos volvamos a encontrar, en aquellas áreas de
investigación.

A G R A D E C IM IE N T O S

Le doy las gracias a Anthony C. Ketterling por haber dibujado las


figuras.
7. EL M ECANISM O PARA LA DETERM INACIÓN
d e T echas en la tabla d e v en us
DEL CÓDICE DE DRESDEN

POT M IC H A E L P . C L O S S

Emst Forstemann (1906, p. 182) fue el primero en asociar las pági­


nas 24 y 46 a 50 del códice de Dresden con el planeta Venus. A pesar
de la paginación, se sabe que, en la distribución original del códice, la
página 24 precedía inmediatamente a las páginas 46 a 50. De hecho,
la página 24 es la página introductoria a la tabla de Venus, la cual se
desarrolla en las páginas 46 a 50. La estructura y el significado de las
páginas de Venus han sido investigados por muchos estudiosos. U na
exposición básica de estas páginas es dada por John E. Teeple (1930,
pp. 94-98) y J. Eric S. Thompson (1971, pp. 221-227; 1972, p p .62-70).
El valor medio de la revolución sinódica de Venus, en dias enteros,
es de 584 dias. Este intervalo, conocido como la rotación de Venus, o
brevemente RV, puede obtenerse formando el promedio de 5 revolu­
ciones sucesivas de Venus. L a tabla de Venus consiste de 13 filas, cada
una de las cuales contiene cinco rotaciones de Venus. Puesto que cinco
rotaciones de Venus son equivalentes a 8 Años Vagos de 365 dias, las
13 x 5 = 65 rotaciones de Venus de la tabla son equivalentes
a 13 X-8 = 104 Años Vagos o 2 Ruedas Calendáricas. Cada rotación
de Venus aparece subdividida en periodos de 236, 90, 250 y 8 dias,
asociados, respectivamente, con las divisiones de una revolución de
Venus en sus periodos de visibilidad como lucero del alba, invisibi­
lidad durante la conjunción superior, visibilidad conio lucero de la
tarde, e invisibilidad durante la conjunción inferior.
La rotación de Venus no es lo suficientemente precisa para man­
tenerse sincronizada con la posición astronómica de Venus por periodos
largos. Esto se puede ver considerando que un valor más preciso para
la revolución media de Venus es 583.92 dias. El período medio de
Venus de 583.92 días, o brevemente PV, es 0.08 días más breve que
una rotación de Venus, o RV. Entonces se tiene la relación básica
RV = PV + 0.08 dias. Puesto que la tabla de Venus contiene 65 rota­
ciones de Venus y que 65RV = 65 (PV + 0.08 días) = 65PV + 5.2
días, la posición media de Venus al final de la tabla ocurre unos 5 días
después que al principio de la tabla. De esto se concluye que, si la
tabla de Venus se usara repetidamente, haría falta alerón mecanismo
para preservar su integridad astronómica. Teeple (1930, pp. 95-96)
descubrió que dicho mecanismo podía construirse a partir de los datos
[1 2 1 ]
LA TA B LA D B V E N U S D E L CÓ DICE D E D R ESD B N 123

FIGURA 7.2. La distribución estructural de la página 24 del Códice de


Dresden.

FIGURA 7.1. La página 24 del C6dice de Dresden.


124 K IC H A B L P . C L O S S

dados en la página introductoria. Este mecanismo básifco fue luego des­


arrollado y extendido por Thompson (1971, pp. 224-226).
La página introductoria de la tabla de Venus se muestra en la
figura 7.1. La información de la página está distribuida estructural-
mente en cinco regiones distintas. Éstas están indicadas en la figura 7.2,
donde se les denota como regiones I, II, III, IV y V. La región I
contiene un texto jeroglífico para el cual Thompson (1972, p. 64)
propuso una traducción parcial. Su contenido no parece pertinente a
este estudio y no se discutirá aquí. Las regiones II a V contienen datos
cronológicos y aritméticos que discutimos a continuación.
La región II contiene un número anular 6.2.0 y una fecha de la
. Cuenta Larga, 9.9.16.0.0, que llevan a la Serie Inicial 9.9.9.16.0.
La fecha de base de la Serie Inicial, 4 Ahau 8 Cumkú, y la fecha alcan­
zada por ella, 1 Ahau 18 Kayab, están amhas registradas. También
aparece la fecha de la Rueda Calendárica 1 Ahau 18 Uo. Debe recal­
carse que 1 Ahau es el nombre de día para el dios Venus y que es la
base (lub) de la Rotación Sagrada para los cálculos de Venus.
La región III contiene múltiplos de 65 rotaciones de Venus, seguido
cada uno por el dia lub 1 Ahau. Enlistamos éstos en el cuadro 7.1
junto con su relación con la rotación de Venus, la Rueda Calendárica,
brevemente RC, y el período medio de Venus de 583.92 días, PV.

cuadro 7.1. Múltiplos de una Rueda Calendárica en la región III de la


página 24 del Códice de Dresden.

( l ) . ( l ) . 1.14.0 = 260RV = 8RC = 260PV + 20.8 días


( 15).( 16) .6.0 = 195RV = 6RC = 195PV + 15.6dlas
(10).(10).16.0 = 130RV = 4RC = 130PV + 10.4 días
(5 ).(5 ).8 .0 = 65RV = 2RC = 65PV + 5.2 días

La región IV contiene cuatro cuentas cronológicas que no son múl­


tiplos de la rotación de Venus. Sin embargo, y esto es importante, son
múltiplos de la Rotación Sagrada y por lo tanto preservarán la fecha
de la Rotación Sagrada en cualquier cálculo. Estas cuentas están segni-
das también por el día lub 1 Ahau. Han sido llamadas factores de “co­
rrección”, pero quizá sea más apropiado llamarlas factores de “cálculo” .
Las enlistamos en el cuadro 7.2 junto con su relación con la rotación
de Venus, la Rotación Sagrada, o brevemente RS, y el período medio de
Venus de 583.92 días.
La región V contiene una tabla de múltiplos de 5 rotaciones de
Venus que son mostrados en tres líneas sucesivas. Los múltiplos decre­
cen desde 4.17.6.0 ( = 60RV) en la parte superior izquierda, en inter­
valos regulares de 5 rotaciones de Venus, hasta 8.2.0 ( = 5RV) en la
parte inferior derecha. Siguiendo a cada múltiplo aparece la fecha
8
LA T A B L A D E V BM U S D KL C Ó D ICE D B DKE D EN 125

c u a d r o 7.2. Loa factores de cálculo en la región IV de la página 24 del


Códice de Dresden.

1.5.14.4.0 = 317R V — 8 d = 712RS = 317PV + 17.4 dias


9.11.7.0 = 118RV — 12d.= 265RS = 1 18PV — 2.6 días
4 .1 2 .8 .0 = 57R V — 8d.= 128RS = 57P V — 3.4 dias
1. 5.5.0 = 15RV + 340d. = 35RS = 15PV + 341.2 días

de la Rotación Sagrada que se alcanza cuando el múltiplo dado es


sumado al lub 1 Ahau. £1 menor de estos múltiplos tiene asignada
una fecha de la Rotación Sagrada que es errónea. Dado que 1 Ahau +
8.2.0 = 9 Ahau, uno esperaría ver 9 Ahau en esta posición. Sin em­
bargo, el escriba maya registró este resultado como 8 Ahau. Este es un
error interesante porque el número 8 tiene un papel muy importante
en la generación de números de día sucesivos al sumar repetida­
mente 5 rotaciones de Venus. Por ejemplo, se tiene (módulo 13):

1 Ahau + 8.2.0 = ( 1 + 8) Ahau = 9 Ahau


9 Ahau + 8.2.0 = (9 + 8) Ahau = 4 Ahau
4 Ahau + 8.2.0 = (4 + 8) Ahau = 12 Ahau

y asi sucesivamente. De esta m anera pueden obtenerse fácilmente las


posiciones de la Rotación Sagrada registradas en la tabla. Por lo tanto,
el error del escriba pudo haber resultado del uso de este procedi­
miento al construir la tabla y de la importancia del número 8 en ella.
La tabla de Venus de las páginas 46-50 del Códice de Dresden
incluye tres conjuntos de posiciones de mes que tienen como fechas
de base en la Rueda Calendárica 1 Ahau 13 Mac, 1 Ahau 18 Kayab
y 1 Ahau 3 Xul, respectivamente. Teeple descubrió que dos de los
factores de la región IV de la página 24 podían usarse para unir estas
bases y al mismo tiempo mantener la utilidad astronómica de la tabla.
Teeple restó el tercer factor de cálculo del cuadro 7.2 del segundo y
obtuvo la cuenta cronológica 4.18.17.0 ( = 61R V — 4 dias = 61PV +
0.9 días). Con este factor de cálculo y el tercer factor del cuadro 7.2,
Teeple logró construir un mecanismo para desplazarse entre las bases
de la tabla de Venus.
Para explicar la manera en que opera el mecanismo de Teeple,
supóngase que 1 Ahau 18 Uo es tomado como la fecha de base de la
tabla de Venus. Contando 4.18.17.0 desde esta base, se llega a 1 Ahau
13 Mac. Puesto que 4.18.17.0 = 61RV — 4 días, esta fecha está situada
4 día» antes del fin de la rotación de Venus número sesenta y uno
de la tabla de Venus. Debido a que 4.18.17.0 = 61PV + 0.9 días, la
fecha 1 Ahau 13 M ac tiene una posición media de Venus sólo un día
después de aquella dada por la base 1 Ahau 18 Uo. Consecuentemente,
126 W O H A B L P . C LO SS

se puede regresar al principio de la tabla y volverla a usar con una


nueva base en 1 A hau 13 M ac. Este desplazamiento de bases ayudaría
a preservar el alineamiento astronómico de la tabla de Venus. En con­
traste, si se continúa usando la base 1 Ahau 18 Uo a través de 65 rota-
dones de Venus (la «tensión máxima de la tabla) y entonces uno
vuelve a usar la tabla con la mí«ma base, se encontraría que la posi­
ción astronómica media de Venus ocurre 5 dias después de lo que
debería, de acuerdo con los datos de la tabla.
Es claro que después de varios desplazamientos de base del tipo
explicado, la diferencia de un día en la posición astronómica de las
bases sucesivas se acumularía a varios días. Teeple sugirió que, cuando
se estaba usando la base 1 Ahau 18 Kayab, dicha desviación acumu­
lativa ya estaba présente. Por lo tanto, con esta base, propuso que el
factor de cálculo 4.12.8.0 debería de ser el usado. Esto llevaría a una
nueva base en 1 Ahau 18 Uo. Puesto que 4.12.8.0 = 57RV— 8 días,
el desplazamiento de la base debería hacerse 8 días antes del fin de la
rotación de Venus número cincuenta y siete. Ya que 4.12.8.0 =
57PV —3.4 días, la posición media de Venus ocurrirá 3.4 días antes que
su posición media en 1 Ahau 18 Kayab. Esto compensaría entonces la
desviación acumulada de los cuatro desplazamientos de base previos del
tipo ya descrito.
Teeple hizo notar que el factor de cálculo más grande, 1.5.14.4.0,
es igual a 8RC + 4.12.8.0. Teeple combinó este resultado c o t í el con­
cepto de que la base 1 Ahau 18 Kayab se usaría para la cuenta crono­
lógica de 4.12.8.0 antes de desplazarse a una nueva base, y argumentó
que la base astronómica de la tabla de Venus podría tener la posición
de Cuenta Larga 9.9.9.16.0 + 8RC, esto es, 10.10.11.12.0 1 Ahau
18 Kayab.
Les varios pasos del mecanismo sugerido por Teeple aparecen com­
binados en el cuadro 7.3. Los números en paréntesis miden la desvia­
ción, en días, de la posición media de Venus de las tablas respecto a
la base astronómica asumida. Debe hacerse notar que, aun cuando
Teeple propuso que la base astronómica podría ser 10.10.11.12.0
1 Ahau 18 Kayab, es inherente a su descripción del mecanismo de
desplazamiento de bases que 10.15.4.2.0 1 Ahau 18 Uo ocupara la posi­
ción cero en sus fechas base.
Thompson (1971, pp. 225-226) aceptó el sistema de Teeple pero
le hizo una adición. Tomó el factor de cálculo más pequeño del cua­
dro 7.2, le añadió una Rotación Sagrada de 260 días y obtuvo el factor
revisado 1.6.0.0 = 16RV + 16 días = 16PV + 17.2 días. La adición
de este factor a la base primaria en 9.9.9.16.0 1 Ahau 18 Kayab lleva
a una base secundaria en 9.10.15.16.0 1 Ahau 8 Zac, que tiene la
misma posición media de Venus que la posterior 10.15.4.2.0 1 Ahau
18 Uo. Con esta información adicional, Thompson presentó una ver-
LA T A B L A D B V E N U S D E L C Ó D IC E D E D R ESD E N 127

cuadro 7.3. El mecanismo de desplazamiento de bases de Teeple

Posición media de Venus


calculada con una base
astronómica en 1 Ahau
18 Uo

9. 9. 9.16.0 1 Ahau 18 Kayab (-1 7 .4 )


1. 1. 1.14.0 8RC = 260PV + 20.8 días

10.10.11.12.0 1 Ahau 18 Kayab (3.4)


4.12. 8.0 57RV — 8 días = 57PV — 3.4 días

10.15. 4. 2.0 1 Ahau 18 U o (0)


4.18.17.0 61RV — 4 días = 61PV + 0.9 días

11. 0. 3. 1.0 1 Ahau 13 M ac (0.9)


4.18.17.0 61RV — 4 días = 61PV + 0.9 días

11. 5. 2. 0.0 1 Ahau 3 Xul 0 -8 )

sión algo más elaborada que la de Teeple, la cual mostramos en el


cuadro 7.4.
Parece probable que un sistema de cambio de base similar al cons­
truido por Teeple y ampliada por Thompson, fuera conocido por los
mayas. Sin embargo, hay objeciones al punto de vista de que dicho me­
canismo esté construido en las páginas de Venus del Códice de Dres­
den. De hecho, de todas las bases que aparecen en el cuadro 7.4, sólo
1 Ahau 18 Kayab, 1 Ahau 13 Mac y 1 Ahau 3 Xul aparecen real­
mente como fechas de base en la tabla de Venus. Es también notorio
que el factor de cálculo más usado por Thompson, 4.18.17.0, no apa­
rezca explícitamente en la página introductoria sino que deba deri­
varse de los factores de cálculo que sí aparecea Por otra parte, el
factor de cálculo 9.11.7.0, que aparece registrado en la pógina intro­
ductoria, no aparece explícitamente en el mecanismo de Thompson,
aun cuando puede derivarse de los factores que constan. Además el
factor de cálculo 1.5.5.0, también registrado en la página introductoria,
es considerado como incorrecto por Thompson.
U na consideración de la naturaleza del Códice de Dresden tam­
bién causa dudas respecto a la validez del mecanismo de desplaza­
miento de bases en las páginas de Venus. Thompson (1972, p. 111)
escribe:

El Códice de Dresden es un libro adivinatorio. Excepto por unos cuantos


almanaques a modo de himnos laudatorios y de recitaciones de ofrendas a
los poderes divinos, el libro entero consiste de elaborados mecanismos para
averiguar la buena o mala suerte asociada a ciertos periodos, usualmente dias
128 1IIC H A B L P. CLO N

cuadro 7.4. El mecanismo de desplazamiento de bases de Thompson

Posición media de Venus


calculada con una base
astronómica en 1 Akau
18 Uo

9. 9. 9.160 1 Ahau 18Kayab (-1 7 .4 )


1. 6. 0.0 16R y + 16 días = 16PV + 17.2 días

9.10.15.16.0 1 Ahau 8 Zac ( -0 .2 )


4.18.17.0 61R V — 4 d ía s = 61PV + 0.9 días
9.15.14.15.0 1 Ahau 8 Zip (0.7)
4.18.17.0 61RV — 4 días = 61PV + 0.9 días

10. 0.13.14.0 1 Ahau 13 Kankín (1 6 )


4.18.17.0 61R V — 4 días = 61PV + 0.9 días

10. 5.12.13.0 1 Ahau 3 Yaxkín (2.5)


4.18.17.0 61RV — 4 días = 61PV + 0.9 días

1Ó.1Q.11.12.0 1 Ahau 18 Kayab (3.4)


4.12. 8.0 57RV — 8 días = 57PV — 3.4 días

10.15. 4. 2.0 1 Ahau 18 U o (0)


4.18.17.0 61R V — 4 días = 61PV + 0.9 días

11. 0. 3. 1.0 1 Ahau 13 Mac (0.9)


4.18.17.0 61R V — 4 di as = 61PV + 0.9 días

11. 5. 2. 0.0 1 Ahau 3 Xul (1 8 )

particulares, pero a veces períodos más largos... Además, los capítulos que
llevan la cuenta de las salidas heliacas del planeta Venus y de los eclipses
solares... caen en la misma categoría de los anteriores porque también son
de carácter adivinatorio. Ambos fenómenos eran grandemente temidos por los
mayas; estos capítulos describen ías varias desgracias que sufrirían los huma­
mos en el día en que estos eventos astronómicos ocurrieran.

Es probable que el Códice de Dresden sea esencialmente un ma­


nual escrito para asistir al sacerdote en su tarea de hacer pronósticos.
El obispo Landa (1978, p. 15) escribe que el sumo sacerdote y sus
asistentes “proveían de sacerdotes a los pueblos cuando faltaban, exa­
minándolos en sus ciencias y ceremonias, y que les encargaban de las
cosas de sus oficios y el buen ejemplo del pueblo, y proveían de sus
libros?’. El tipo de libros con que eran provistos era probablemente
similar al Códice de Dresden. Landa continúa haciendo notar que
en el colegio sacerdotal, los sacerdotes “atendían al servicio de los
LA TA BLA DB V E N U S D EL CÓ DICE D E D R ESD E N 129

templos y a enseñar sus ciencias y escribir libros de ellas”. Sería aquí,


en la atmósfera intelectual del colegio, en donde los conocimientos
matemáticos y astronómicos se desarrollarían, enseñarían y registrarían.
Sin embargo, el Códice de Dresden evidentemente no es un trabajo
científico en este sentido. Más bien es un manual práctico para el
sacerdote secular, que contiene aplicaciones de la ciencia maya a la pro­
fesión sacerdotal. No debe olvidarse que es precisamente a estas apli­
caciones prácticas a las que la ciencia maya estaba dirigida. Mante­
niéndonos en el punto de vista de que las páginas de Venus serían
usadas con propósitos adivinatorios por un sacerdote local alejado de
los grandes centros del saber, se habría de esperar que sus requeri­
mientos aritméticos debieran ser mantenidos en un mínimo. Aun las
tablas de múltiplos incluidas en el Dresden pueden ser interpretadas
para demostrar que el editor original del códice buscó reducir la nece­
sidad de cálculos aritméticos al usar el material augural. En este con­
texto, la construcción de un mecanismo de desplazamiento de base,
como los propuestos por Teeple y Thompson, es difícil de justificar,
por no ser estrictamente compatible con el uso directo de los factores
de cálculo dados.
También se puede hacer notar que la tabla de Venus contiene
posiciones de meses asociadas a dos bases sucesivas, a saber, 1 Ahau
13 Mac y 1 Ahau 3 Xul. Esto da a la tabla una vida efectiva de casi
200 años, asegurando que una vez escrita no se convirtiera rápida­
mente en obsoleta. De hecho, la duración de la tabla de Venus pudo
haber sido considerada más larga que la duración del códice, el cual
podría sufrir deterioro físico con el paso de los años. Seguramente los
sacerdotes mayas prevenían que, con el paso del tiempo, harían falta
nuevas ediciones de la tabla de Venus y que éstas, cuando fuesen
preparadas, llevarían posiciones de mes calculadas a partir de nuevas
bases y por lo tanto más exactas. U na práctica de este tipo de parte
de los mayas implicaría que un mecanismo de desplazamiento de
base en las páginas de Venus sería innecesario. Sin embargo, si se reque­
riría algún artificio por el cual el sacerdote pudiera alcanzar la base
apropiada para una posición más o menos cercana en la Cuenta Larga.
Entonces usaría la tabla de Venus para determinar las fechas aproxi­
madas de las salidas heliacas futuras y para familiarizarse con los augu­
rios asociados. Esto sugiere que los datos de la página 24 podrían tener
como finalidad el proporcionar un “mecanismo para alcanzar fechas”
en lugar de un “mecanismo para desplazar bases”.
Como las tres bases de la tabla de Venus ocurren al final del pe­
ríodo de invisibilidad de 8 días que está asociado con la conjunción
inferior, generalmente se toman como fechas de base que se refieren
a la salida heliaca de Venus como lucero del alba. El cuadro 7.4 mues­
tra que la posición media de Venus durante la base primaria, 9.9.9.16.0
130 M IC H A K L r. G L O SS

1 Ahau 18 Kayab, ocurre aproximadamente 17 dias antes que la posi­


ción media de las bases posteriores. Cuando el factor de cálculo
1.5.14.4.0 = 317RV + 17.4 días es añadido a 9.9.9.16.0, se alcanza
una base secundaria en 10.15.4.2.0 1 Ahau 18 Uo. Esta base aparece
en la región II de la página 24 junto a la base primaria. La posición
media de Venus en esta base secundaria es aproximadamente la misma
que para las bases posteriores de la tabla de Venus. Estos resultados
sugieren que 1 Ahau 18 Uo está registrado junto a la base primaria
para lograr engranar la Cuenta Larga como una base astronómica para
las salidas heliacas de Venus como lucero del alba. No está claro por
qué se escogió una base primaria no astronómica en 9.9.9.16.0, pero
este hecho podría estar conectado con el cálculo asociado de Número
Ahular y con las propiedades aritméticas de la Cuenta Larga (Thomp­
son 1971, p 226; 1972, p. 62).
Si uno acepta que 9.9.9.16.0 ocurre aproximadamente 17 días des­
pués de la salida heliaca de Venus como lucero del alba, es entonces
posible explicar el factor de cálculo más pequeño, 1.5.5.0. Sumando
1.5.5.0 = 15PV + 341.2 días = 15PV + 17 días + 3245 días a
9.9.9.16.0 1 Ahau 18 Kayab, obtenemos 9.10.15.3.0 1 Ahau 13 Pax,
que es una posición de Venus 324 días después de su salida heliaca
como lucero del alba. Los 324 días se aproximan al intervalo de
326 días que aparece en el Dresden entre la salida heliaca como lucero
del alba y la salida heliaca como lucero de la tarde. Sin embargo, el
intervalo de 324 días sería de considerable interés ceremonial, puesto
que, exactamente 260 días (1 Rotación Sagrada) después, se alcanza
la salida heliaca de Venus como lucero del alba. Por lo tanto, las sali­
das heliacas sucesivas como lucero del alba y de la tarde tendrían
asignado el mismo día de la Rotación Sagrada. En un sentido ritual,
el día de salida heliaca está asociado con el día del nacimiento de
Venus (el día de nombre Venus). Como los luceros del alba y de la
tarde son el mismo planeta, los mayas encontrarían muy conveniente
que ambos tuvieran el mismo día de nacimiento. De esto se sigue que
cuando el factor de cálculo 1.5.5.0 es añadido a 9.9.9.16.0, llegamos a
una base astronómica durante la salida heliaca de Venus como lucero
de la tarde teniendo el día lub 1 Ahau.
Los dos métodos descritos arriba para engranar la Cuenta Larga
en una base astronómica aparecen resumidas en el cuadro 7.5. El
cálculo A lleva a una salida heliaca como lucero del alba y el cálculo B
lleva a una salida heliaca como lucero de la tarde. Debe hacerse notar
que la última base astronómica está influida por consideraciones rituales
y sólo es “aproximada”, un intervalo más realista entre las salidas
heliacas como lucero del alba y de la tarde es de 312 días, más o menos.
LA T A B L A D E V E N U S D E L CÓ DICE D E D R ESD E N 131

cuadro 7.5. Bases astronómicas de la tabla de Venus.

Posición media de
Venus calculada
con una base astro­
nómica en 1 Ahau
18 Uo

A. 9 .9 .9 .1 6 .0 lA h a u l8 K a y a b (— 17.4)
1. 5.14. 4.0 317RV — 8 días = 317PV + 17.4 días
1 0 .1 5 .4 .2 .0 1 Ahau 18 U o (0)

B. 9 .9 .9 .1 6 .0 lA h a u l8 K a y a b (— 17.4)
1. 5. 5.0 15RV + 340 días = 15PV + 341.2 días
9.10.15. 3.0 1 Ahau 13 Pax (323.8)

cuadro 7.6. U n mecanismo para alcanzar bases en la tabla d e Venus

Posición media de
Venus calculada
con una base astro­
nómica en 1 Ahau
18 Uo

9. 9. 9.16.0 1 Ahau 18 Kayab (-1 7 .4 )


1. 1. 1.14.0 8RC = 260PV + 20.8 días

10.10.11.12.0 1 Ahau 18 Kayab (3.4)


9.11. 7.0 118RV — 12 días = 118PV — 2.6 días

11. 0. 3. 1.0 1 Ahau 13 Mac (0.8)

9. 9. 9.16.0 1 Ahau 18 Kayah (-1 7 .4 )


1. 5.14. 4.0 317RV — 8 días = 317PV + 17.4 días
10.15. 4. 2.0 1 A h a u l8 U o (0)
4.12. 8.0 57RV — 8 días = 57PV — 3.4 días

10.19.16.10.0 1 Ahau 3 Xul (-3 .4 )


5. 5. 8.0 2RC = 65PV + 5.2 días
11. 5. 2. 0.0 1 Ahau 3 Xul (1.8)

Puede construirse un mecanismo sencillo para alcanzar bases en la


tabla de Venus usando sólo los factores de cálculo que están disponi­
bles en la página 24 del códice. Dicho mecanismo es ilustrado en el
cuadro 7.6.
132 M C H A ll. P . C L 08S

£1 sistema de cálculos que se muestra en los cuadros 7.5 y 7.6 se


ajusta muy bien a los datos disponibles. En cada caso los cálculos
comienzan en la base primaria en 9.9.9.16.0. Cada uno de los factores
del cálculo del cuadro 7.2 es usado exactamente una vez. Dos de los
múltiplos de la Rueda Calendárica del cuadro 7.1 son usados en el me­
canismo del cuadro 7.6. No se han introducido otros factores en los
cálculos. Todas las bases alcanzadas, excepto la del cuadro 7.5B, apa­
recen en las páginas de Venus.
Cuando las posiciones de Cuenta Larga de las bases de la tabla
de Venus han sido fijadas, como lo hacemos, se puede entonces usar
la tabla de múltiplos en la región V de la página 24, para colocar una
fecha dada en la tabla de Venus. Supóngase, por ejemplo, que
uno desee determinar la posición aproximada de 11.3.3.0.0 1 Ahau
18 M uan en el ciclo de Venus. Se puede proceder como en el cuadro 7.7.

coadro 7.7. U n mecanismo para alcanzar fechas en la tabla d e Venus

11.3. 3. 0.0 1 Ahau 18 Muan


— 11.0. 3. 1-0 Posición de Cuenta Larga de la base 1 Ahau 13 Mac *1
2.19.17.0 Distancia a 1 Ahau 18 Muan desde el principio de la tabla de
Venus
— 2.16.14.0 El mayor múltiplo de 5RV que es menor que 2.19.17.0; es la

séptima anotación desde el fin de la tabla de múltiplos en


la región V
3. 3. 0 Distancia a 1 Ahau 18 Muan desde el principio de la octava
línea de la tabla de Venus
— 1.11. 4 1RV
1. 9.16 Distancia a 1 Ahau 18 Muan desde el principio de la octava
línea en la segunda página de la tabla de Venus
— 11.16 Período de visibilidad como lucero del alba
16. 0
— 4.10 Período de invisibilidad durante la conjunción superior
11.10 Distancia a 1 Ahau 18 Muan desde la salida heliaca como
lucero de la tarde; 1 Ahau 18 Muan ocurre 20 días despoés
de la puesta heliaca y por lo tanto 28 días antes de la salida
hcliaca como lucero del alba, la cual ocurre en 3 Lamat
6 Kayab

Los mecanismos descritos en los cuadros 7.5, 7.6 y 7.7 se basan en


los conceptos desarrollados por vez primera por Teeple. Sin embargo,
el esquema propuesto no tiene alcances tan grandes como el meca­
nismo de desplazamiento de base propuesto por Teeple y se apega más
de cerca a les datos mayas y al uso probable de la tabla de Venus.
LA T A B L A D E V E N U S D E L C Ó D ICE D E D K ESD EN 133

Los resultados que se han derivado son intrínsecos a la estructura


de las páginas de Venus y son independientes de cualquier correla­
ción. La interpretación de los datos disponibles coloca 9.9.9.16.0 1 Ahau
18 Kayab aproximadamente 17 días antes de una salida heliaca media
de Venus como lucero del alba. De acuerdo con Thompson (1972,
p. 63), su correlación 11.16.0.0.0 coloca 9.9.9.16.0 aproximadamente
16 días antes de una salida heliaca de Venus como lucero del alba.
134
3r% M 1C R A B L P . C L O S S

figura 8.1. El Altar Q de Gopán (un bloque de piedra cuadrado de 1.40 me­
tros en cuadro y 75 era de alto, con 36 jeroglíficos bien conservados en su
parte superior).
a] Lado oeste: cuatro “astrónomos” mirando hacia la fecba de Rueda
Galendárica 6 Gabán 10 Mol (Maudslay 1889-1902, 1, lámina 90).
8. EL ALTAR Q DE COPAN: ¿EL CONGRESO
ASTRONÓMICO MAYA DE 763 D. C.?

por J O H N B. CARLSON

“Los complejos de templos mayas, con sus pirámides escalonadas, alber­


gaban a algunos astrónomos, y tenemos un retrato de un grupo de
ellos en un gran altar de piedra que ha sobrevivido. Este altar conme­
mora un antiguo congreso astronómico que se celebró en el año 776 d. C .
Dieciséis matemáticos acudieron al famoso centro de la ciencia maya,
la ciudad sagrada de Copán, en América C entral... Cuando la gran
reunión se llevó a cabo en Copán, los astrónomos sacerdotes mayas
estaban en dificultades... El congreso se había convocado para resol­
ver un problema aritmético de cálculo que había causado problemas
perpetuamente a los guardianes mayas del calendario. Llevaban dos
calendarios, uno sagrado y el otro profano, que nunca permanecían
sincronizados por mucho tiempo; así, empleaban su ingenio en tratar
de detener el deslizamiento entre los calendarios... Eso fue todo lo
que se hizo en 776 d. c., cuando los delegados posaron orgullosa-
mente para sus retratos” (Bronowski 1973, pp. 188-190) (véase la
fig. 8.1).
La descripción de Jacob Bronowski de los sucesos relacionados con
el Altar Q de Copán es un ejemplo reciente de la perpetuación del
mito de una reunión astronómica maya en Copán. Esta repetición
sin crítica de una vieja hipótesis nos llevó a iniciar una reinvestiga­
ción de la base y evidencia histórica para esta idea, así como a un
intento de determinar la función y significado verdaderos del Altar Q
y monumentos relacionados de Copán.
Se ha hecho la aseveración específica de que un grupo de astró­
nomos mayas se reunió en el día 9.16.12.5.17 6 Cabán 10 Mol para:,
a] establecer la duración del año trópico (365.2422 días), y ó] reali­
near su haab de 365 días con el año trópico (esto es, hacen falta aproxi­
madamente 1 508 kaabs para que el 0 Pop [el día de Afio Nuevo] se
vuelv^ a alinear con el mismo día del año trópico). Este día corres­
ponde al 1 de julio de 763 en la correlación Goodman-Martínez-
Thompson (GM T) y al 2 de septiembre de 503 en la correlación de
Spinden. La pregunta de cuál correlación es la correcta es crucial para
la validez de la argumentación que propone un congreso astronómico.
El monumento de Copán que es clave para esta hipótesis no es el
Altar Q sino el Altar U, que tiene dos fechas del Año Nuevo haab
(0 Pop), así como la sumamente importante fecha 6 Cabán 10 Mol.
1135]
136 JO H N B. C A R U O N

Sur
3

FIGURA 8.1. b] Dibujos de los cuatro lados con “astrónomos” numerados der
1 al 16 (ibid., lámina 92).
U . A L T A lt Q DB C O P Á N : ¿C O N G R E S O A S T R O N Ó M IC O M AY A ? 137
co
CUADRO 8.1. Resumen de las fechas de la Cuenta Larga que se hallan en monumentos con la fecha de la c^wen-
ci6n 9.16.125.17 6 Cabán 10 Mol o sus aniversarios katún.

Altar U Altar Q Altar R Altar V Templo 11 Altar T Estela S Fragmento E'


9.14.15. Q 0
O) o

.14.19. 5. 0
.15. 0. 0. 0
9.15. 6.16.17
9.15. 6.17. 0
9.15. 7. 6.13
9.15. 8.10.12
9.15. 9. 0. 2
9.15. 9.10.17
9.15. 9.13.0
9.15.12. 5. 0
9.15.12. 5. 7
9.15.12. 5.17
9.16. 5. 3. 6
9.16.12. 5.17 9.16.12. 5.17 9.16.12. 5.17 9.16.12. 5.17 9.16.12. 5.17 9.16.12. 5.17 9.1&12. 5.17
9.17. 0. 0. 0 (dos veces) 9.17. 0. 0. 0
9.17. 5. 0. 0 9.17.12. 5.17 9.17.12. 5.17 9.17.12. 5.17
9.17. 5. 3. 4 9.17.12. 6. 2
10. 0. 0. 0. 0

J O H N B . GAKLSON
(profitica)
de Morley, 1920, p. 344.
E L A LTA R Q D E C O PA n : ¿C O N O R E S O A ST R O N Ó M IC O M A Y A ? 139

La sugerencia es que 6 Gabán 10 Mol es una fecha de las llamada*


determinantes1 relativas a las dos fechas 0 Pop; esto es, es una fecha de
importancia en los cálculos mayas para compensar el deslizamiento
de su haab respecto al año trópico. El Altar Q en si muestra a los
cuatro “astrónomos” en su lado oeste (véase la fig. 8.1), encarando
la fecha de la “reunión” 6 Cabán 10 Mol, pero la última fecha en el
monumento (9.17.5.0.0 6 Ahau 13 Kayab), Ja fecha de “dedicación”,
ha sido propuesta como un aniversario hotún de la convención 12*/á
años después (776 d. c .), cuando los “astrónomos” regresaron a Copán
y “posaron para sus retratos”.
Las referencias más antiguas a los desafortunados cálculos de deter­
minante y al Altar U se remontan a Charles Bowditch (1910). De
acuerdo con Morley (1920, pp. 306-307): “Bowditch... fue el pri­
mero en apuntar que esta inscripción tiene dos fechas de Año Nuevo
en ella, aun cuando, en la opinión del que esto escribe, leyó ambas
incorrectamente. . . Basado en su lectura, ve una ingeniosa cuenta
intercalar: nada menos que el número de dias necesario en d 10.1.7.3.17
2 Cabán 0 Pop para poner el ealendario y el año solar verdadero en
armonía. Desafortunadamente, las tres fechas sobre las cuales descansa
su interpretación están probablemente incorrectamente descifradas y,
' más aún, 10.1.7.3.17 es demasiado tardía para ser una fecha históri­
camente probable en Copán.”
Sylvanus G. Morley, en su monumental “The Inscriptions a t
Copán” (1920), proporcionó los datos y el análisis de material calen-
dárico de los monumentos de Copán necesarios para todo trabajo
subsecuente. Gran parte de su análisis se centra en la fecha más fre­
cuente de Copán, la fecha de la reunión 6 Cabán 10 Mol, que aparece
ocho veces en siete monumentos, con varios aniversarios de katún.
En el cuadro 8.1 damos los monumentos relevantes y sus fechas de
Cuenta Larga derivadas. Cinco de estos monumento» son de los llama­
dos altares, tres de los cuales (AÍtares Q, T y V) muestran a hombres
o a seres antropomorfos sentados en glifos de “almohada” o “cojín”.
El Templo 11 tiene la fecha de la convención dos veces, y las escaleras
labradas del portal interior muestran a veinte “astrónomos” sentados
en glifos de cojín. El Altar L tiene una escena similar con dos “astró­
nomos”, pero sin lá fecha de la reunión. Tiene, sin embargo, una
relación directa con el evento que ocurrió en aquella fecha. Llamaré
“edificios del congreso” de Copán a aquellos que tienen la fecha 6 Ca­
bán 10 Mol o su aniversario katún, o que muestran a los “astróno­
mos” . Morley (p. 345) concluyó: “Quizá nunca sepamos la natura­
leza exacta del evento que ocurrió en Copán en la fecha 9.16 12.5.17
6 Cabán 10 Mol (o si fue histórico o astronómico), pero no por esto
vamos a dudar de su importancia capital, puesto que es ya sea la fecha
de comienzo o la fecha terminal de tantos monumentos importantes.”
140 |O H N » . C A KLSO N

La idea del “congreso astronómico” se originó con Herbert Spinden


(1924) en su “The Reduction oí Maya Dates”. Spinden usó los datos
de Copán obtenidos por Morley para apoyar la correlación que lleva su
nombre y para establecer sus calendarios mayas astronómico y agrícola
(“sagrado y profano” ) . Ahora parece que mucho de lo que descubrió
en este contexto es fortuito e incorrecto.
La lógica de los argumentos de Spinden puede seguirse mejor con­
siderando seis pasos. Primero, sostiene la existencia de dos años mayas
de 365 dias —un año astronómico con el mes de Pop, comenzando
el 22 de diciembre (el solsticio de invierno), y un año agrícola con
Yaxkín, comenzando el 21 de abril. El año agrícola deriva del mo­
mento de la quema de la milpa, del comienzo de la temporada de
lluvias y de etimologías dudosas de los nombres de los meses mayas.
Segundo, Spinden (p. 130) cita los famosos pasajes de los libros
del Chilam Balam de Tizimín y Chumayel (crónicas mayas poste­
riores a la conquista) que dicen que en “Katún 13 Ahau, Pop era
contado en orden”. De acuerdo con la correlación de Spinden, K atún
13 Ahau corresponde al período de 7 200 días que termina en
9.17.0.0.0 13 Ahau 18 Cumkú o 27 de marzo de 511. Spinden inter­
preta el “conteo en orden de Pop” como significando un ajuste ma­
temático del haab para realinearlo con el año trópico. David Kelley
(comunicación personal) sugiere que el “conteo en orden de Pop”
simplemente significaba que los mayas habían notado que el haab se
volvía a sincronizar con el año trópico después del completamiento
de 1 508 ciclos haab.
Tercero, Spinden notó que hay dos fechas de Año Nuevo en Copán,
en el Altar U (9.15.8.10.12 2 Eb 0 Pop [9 de abril de 480] y 9.15.9.10.17
3 Cabán 0 Pop [9 de abril de 481]) y que la fecha del congreso
(9.16.12.5.17 6 Cabán 10 Mol [2 de septiembre de 503]) cae en
K atún 13 Ahau, cuando Pop fue “puesto en orden” (p. 131).
Estas fechas indicaron que Pop fue registrado como habiendo sido
“contado en orden” cuando en su lento movimiento a través de las
estaciones llegó al punto decidido por los mayas como primer día de
su año agrícola (¿el 9 de abril?). Este día no estaba muy distante
. de la posición anterior de Yaxkín, de acuerdo con la evidencia in­
terna de nombres y siguos de meses. Estas conclusiones son puramente
especulativas.
El cuarto punto en el argumento de Spinden tiene que ver con la
“línea de referencia astronómica de Copán”, un alineamiento dado
por dos estelas separadas 7 km en lados opuestos del valle de Copán.
Según los datos de Morley (1925, p. 277), que dan una orientación
de 8°51' al norte del oeste, parece que, si uno se para en la estela 12
(en el este), la puesta del sol ocurre detrás de la estela 10 (en el
E L A LTA R Q D E C O P Á N : ¿C O N G R E S O A S T R O N Ó M IC O H A Y A ? 141

oeste) en los días 9 de abril y 2 de septiembre, fistos son los mismos


días del año encontrados en el Altar U, y la correlación de Spinden
descansa fundamentalmente en esta coincidencia. Citando a Spm-
den (p. 131): “Estas fechas, 9 de abril y 2 de septiembre, son suma»
mente importantes y aportan, en la opinión de quien esto escribe,
prueba decisiva de que la correlación presente es correcta,” Anthony
Aveni (1975) ha vuelto a medir recientemente la línea de referencia
de Copán, encontrando que da una orientación de 9°00' al norte del
oeste, y encuentra que el sol se pone sobre la estela 10, vista desde la
estela 12, los dias 12 de abril y 1 de septiembre. Este tipo de infor­
mación, más precisa que la de Morley, resta credibilidad a la “linca
de referencia astronómica” y pone en entredicho la “prueba decisiva de
que la correlación [de Spinden] es conecta”.
U na quinta sugerencia de Spinden, más especulativa, es que la
linca de referencia de Copán fue movida por los mayas desde un ali­
neamiento ligeramente más este-oeste hasta su posición presente. Esta
deducción se basa en fechas de las estelas 10, 12, 2 y A y del Altar U.
E n una complicada argumentación, Spinden propone que el antiguo
alineamiento del par de estelas, que da las fechas 5 de abril y 6 de
septiembre, fue desplazado físicamente al 9 de abril y al 2 de sep­
tiembre. Spinden (p. 135) sugiere: “La primera pareja de fechas pro­
bablemente significaba que la linea de referencia estaba originalmente
más cercana a la línea este-oeste de los equinoccios y que una de las
estelas fue desplazada durante una redeterminación. Esta conclusión
se refuerza por el hecho de que la realineación fue consumada en un
tiempo en que 0 Pop habia pasado el 9 de abril y alcanzado el 5 de
abril.” Esta hipótesis virtualmente no tiene evidencia que la apoye.
En su sexto y último argumento, Spinden (p. 140) sugiere que las
filas de hombres sentados en los glifos de cojin en los monumentos del
congreso constituyen “dibujos más o menos formalizados de un con­
greso astronómico llevado a cabo en 503 d c.”. Spinden discute los
quince hombres del Altar Q y los veinte del Templo 11, pero no se
ocupa de manera convincente de los “astrónomos” no humanos del
Altar T, sugiriendo que "podrían representar las tribus constituyentes
de la nación maya”.
Todos los argumentos de Spinden, incluyendo su correlación, pa­
recen ser infundados o sumamente especulativos cuando son vistos a la
luz de la evidencia contemporánea. La posibilidad del congreso astro­
nómico descansa ahora en dos apoyos: a] la teoría de los determinantes,
y b] la constelación de argumentos de Spinden en torno a su co­
rrelación.
La base para la correlación de Spinden es prácticamente inexis­
tente, y la mayoría de los investigadores, aun cuando no todos, aceptan
la correlación GM T.! El difunto Sir Eric Thompson ( 1931a, pp. 743-
142 JO H N ■ - C A B L gO N

f ig u r a 8.2. Copán.

a] De la parte de arriba del Altar Q, E3-F4 (Maudslay 1889-1902, 1: lá­


mina 93).
b] Del lado oeste del altar U, Al-34 (ibid., lámina 98).
Interpretación a] (debida a Kelley 1962, p. 329):
E3 F3 E4 F4
U-Cab-í Yax Caan Titulo?
"Sol-en-el-horitonte“ Cielo Nombre?
Interpretación b] (debida a Proskouriakoff 1960, p. 467):
' Al B1 A2 B2 A3 B3 A4 B4
6Cabán 10 Mol Cúmulo Nuevo-sol-en-el-horizonte Cielo i Copán
inaugural Glifo
emblemático
E L A LTA R Q D E G O P Á N : ¿C O N O R E S O A ST R O N Ó M IC O M A Y A ? 143

744) ya había apoyado de todo corazón en 1931 la idea de que se


había celebrado un congreso astronómico, aunque negando la corre*
lación de Spinden. Thompson aceptó esto basándose en la teoría de los
determinantes de John Teeple (1930). En 1975 Thompson declaró
que “ya no aceptaría ahora que una sesión de astrónomos está retra­
tada en el Altar Q. Acepto que la fecha 9.16.12.5.17 conmemora un
evento civil, pero es muy posible que haya sido escogida por razones
astrológicas [determinantes]” (Thompson, comunicación persoual).
De acuerdo con la opinión actual (Kelley, comunicación perso­
nal), la teoría de los determinantes ha caído en descrédito. Los resul­
tados de esta teoría son consistentes con los obtenidos para el cálculo
de intervalos entre una muestra al azar de fechas mayas. Esto no ha
sido establecido de manera concluyente, pero parece probable que
fechas deteiminantes siguif ¡cativas sean un resultado fortuito. Es pues
bastante probable que no exista base sólida para la hipótesis del con­
greso astronómico.
Si no hubo un congreso de astrónomos, ¿qué pasó en Gopán en
9.16.12.5.17? Estoy de acuerdo con Glancy (comunicación personal)
en que la definición clásica de “altar’’ como un lugar para hacer
ofrendas y sacrificios no parece ser correcta para los altares de Copán.
Una más adecuada descripción sería considerarlos como tronos, pedes­
tales, asientos o estrados. Los personajes de alto rango (“astrónomos” )
aparecen sentados en grandes glifos de cojines. Yo propondría que los
altares eran asientos, posiblemente acolchonados con esteras, usados
por la realeza copaneca.
Los siguificados de casi todos los glifos de cojines del Altar Q no
pueden leerse con certeza. Algunos pueden ser glifos emblemáticos,
glifos de nombres de personas, familias, lugares, sociedades, etc.; o si
no, una inscripción continua, como Kelley ha sugerido (comunicación
privada). El cojín 16 del Altar Q (fig. 8.1) ha sido identificado por
Michacl Coe (1973, p. 83) como el antropomorfo Dios Insecto A, el
dios 30 del Vaso de los Treinta y Un Dioses. G a r y Pabl (1970) identi­
fica el glifo del cojín 6 como el “Cielo Bípedo”, un gobernante de
Quíriguá, y el glifo del cojín 4 como el “Roedor Dieciocho”, un gober­
nante de Gopán. La mayoría de los glifos de cojín del Altar Q y los
otros monumentos permanecen sin descifrar.
Tatiana Proskouriakoff (1960) fue la primera en demostrar la exis­
tencia de una secuencia dinástica en Piedras Negras, lo cual ha llevado
a una reevaluación de la naturaleza de las inscripciones mayas clási­
cas. Determinó que el glifo de “dolor de muelas” de Thompson (T684) ^
funciona como motivo inaugural o de acceso al poder. Proskouriakoff
concluye (p. 468) que 9.16.12.5.17 6 Cabán 10 Mol fue probable­
mente una fecha inaugural y muestra que aparece con el glifo inau-
144 JO H N » . CAXL80N

gural o con el cúmulo inaugural en los Altares U y V y en el Tem­


plo 11 (véase la fig. 8.2b).
Kelley (1962) exploró la secuencia dinástica de Quiriguá y mostró
que había lazos estrechos con gobernantes de Copan. Kelley sugirió
que el nombre de familia de los gobernantes de Copán y Quiriguá
era “Caan” o “cielo”. En particular, Kelley muestra que el glifo de
nombre de un gobernante copaneco, “Cielo-del-Nuevo-Sol-en-el-Hori-
zonte”, está asociado con la fecha 9.16.12.5.17 en varios monumentos
del congreso en el contexto del glifo de dolor de muelas (o cúmulo
inaugural) o la frase u-cab, un grupo de glifos apelativo (véase la
fig. 8.2). El “astrónomo” del lado derecho del frente del Altar L del
congreso está sentado en un glifo de cojin con el nombre “Nuevo-Sol-
en-el-Horizonte”. La sugerencia es que esta fecha tan importante de
Copán, 9.16.12.5.17, está asociada con el evento inaugural o de acceso
al poder del importante mandatario “Nuevo-Sol-en-el-Horizonte” de la
dinastía “Cielo” . Esta conclusión está de acuerdo con el trabajo de
Pahl (1970, 1974, 1975, comunicación personal) sobre la secuencia
dinástica de Copán.
Aun así, debemos hacer eco a la idea de Morley de que “quizá
nunca sepamos la naturaleza exacta del evento que ocurrió en Copán
en la fechp 9.16.12.5.17”, pero si los miembros de la familia “Cielo”
eran astrónomos-sacerdotes, quizá después de todo sí fue un “congreso
astronómico”.12

1 La teoría de los determinantes fue enunciada por primera vez por John
Teeple (1930, pp. 70-85). Un buen resumen y una discusión de la teoría se
pueden encontrar en Thompson (1971, pp. 317-320), en el Apéndice v.
2 Una nueva linea de razonamiento que corrobora la correlación GMT,
debida a Closs (1976), emplea evidencia de tres de los Khros mayas del Chilam
Balam, así como material histórico español: . .la nueva información, derivada
de las crónicas mayas y controlada por fuentes españolas, muestra una debi­
lidad en la correlación [de Spinden], precisamente en el área en que se suponía
más fuerte. . . respocto a los datos de las crónicas mayas, algunos de los puntos
ganado: antes por la correlación Morley-Spinden han sido adquiridos por la
correlación Goodman-Martinez-Thompson”.
9. ARQUITECTURA Y PLANIFICACIÓN ENTRE LOS
ANTIGUOS MAYAS: POSIBILIDADES Y LIM ITACIONES
PARA LOS ESTUDIOS ASTRONÓMICOS

por H O R S T H A R TU N G

A diferencia de la posición renuente que caracterizó a los investiga­


dores de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, los estudiosos contem­
poráneos de las culturas mesoamericanas generalmente aceptan la idea
de que en la arquitectura y planificación precolombinas intervenían
consideraciones de tipo astronómico.

LA ARQ UITECTURA E N LA ARQUEOLOGÍA

Es importante considerar algunos aspectos de la arquitectura en la


arqueología antes de explicar el papel que la arquitectura tiene en
la arqueoastronomía. En ocasiones los arqueólogos descubren paredes,
estructuras y edificios, los cuales deben ser clasificados como arqui­
tectura. Usualmente el arqueólogo comienza los trabajos de conserva­
ción de estos elementos arquitectónicos, involucrándose en labores que
requieren de un especialista. U n serio problema aparece cuando el
arqueólogo intenta la reconstrucción sin consultar a expertos califi­
cados. Estas restauraciones carentes de asesoria son frecuentes en Meso-
américa.1
El punto clave en el proceso de conservación e restauración es que
generalmente existe sólo una oportunidad para hacerlo correctamente:
cuando se está excavando las estructuras o inmediatamente des­
pués, cuando toda la información posible está aún a la mano. Las consi­
deraciones y decisiones hechas en este preciso momento pueden salvar
o deformar un monumento, en muchos casos de valor incalculable o,
aún más, único en su género. Es extremadamente importante reco­
nocer, cuando se está excavando una estructura, si existe en ésta una
probable relación astronómica, a fin de detectar los correspondientes
alineamientos y lineas visuales con la mayor exactitud posible. No es
apropiado el discutir aquí las maneras especificas en las que debe
hacerse la conservación y restauración de cualquier arquitectura anti­
gua de reciente descubrimiento. La “Carta Internacional de Venecia”
es muy clara en estos aspectos del problema.2
La arquitectura en la arqueología debe ser interpretada en térmi­
nos de arquitectura, más precisamente, en términos de historia de la
arquitectura. Ésta podría ser la labor del historiador del arte como
[145]
146 H O M T HAXTUNO

una parte de su investigación, o del arquitecto especializado en las


interpretaciones históricas. Favorezco la última posición, pero no sólo
por su lado teórico. El trabajo del arquitecto en ejercicio consiste
no sólo en aplicar la imaginación creativa a los conceptos espaciales,
sino también en la evolución consecuente y aplicación lógica del pro­
ceso de construcción.

A N TECEDENTES

En mi artículo “A Scheme oí Probable Astronomical Projections in


Mesoamerican Arehitecture”, contribución al simposio “Arqueoastro-
nomía en la América Precolombina” que se llevó a cabo en la ciudad
de México en junio de 1973 (Hartung, en Aveni, ed., 1975, pp. 191-
204), se establecieron algunas bases arqueológico-arquitectónicas lógi­
cas para reconocer elementos de interés astronómico en las ruinas
arqueológicas y se definieron algunos sitios y construcciones que pu­
dieron haber servido para realizar observaciones astronómicas. Los
esquemas siguientes fueron analizados:
7] La forma duradera en la que los antiguos astrónomos marca­
ban direcciones importantes.
2] Los puntos de observación que pueden conectarse con puntos
de referencia (elementos escultóricos y arquitectónicos, así como ele­
mentos artificiales o naturales del paisaje) para definir direcciones
astronómicas.
3] Sitios posibles de observación, de preferencia desde la entrada
de un templo.
4] Estructuras que miran hacia una dirección astronómica o se
alinean con ella.
5] Líneas de origen astronómico entre edificios de orientación
diferente.
La contribución concluía con una advertencia de no confundir esta
clase de líneas y relaciones con aquellas que se originan en una com­
posición visual-funcional.
Con estas ideas en mente, analizaremos en este trabajo ciertos as­
pectos arquitectónicos y de planificación del centro ceremonial de Tikal.
Aun cuando estos aspectos están conectados sólo en parte con fenó­
menos astronómicos, explicarán ciertas consideraciones arquitectónicas
a los arqueoastrónomos, para que así puedan éstos reconocer arreglos
similares en otros sitios arqueológicos.

f ig u r a 9.1. Mapa de Tikal (Carr y Hazard 1961), incluyendo las líneas de


relación discutidas en el texto.
148 HORST HARTUNO
ASPECTOS PARTICULARES DE LA ARQUITECTURA Y PLANIFICACIÓN DE TIKAL.

Cualquiera que haya estudiado con cuidado el mapa de Tikal hecho


por Carr y Hazard (1961) se pregunta sobre una posible organización
consciente en la distribución de las estructuras. Discutiremos varias
interpretaciones posibles, aun cuando una investigación astronómica
detallada está todavía por realizar (fig. 9.1).
En un estudio hecho en 1965 pude deslindar diferentes sistemas
de formas rectangulares que conectaban puntos decisivos del mapa de
Tikal. Estas ideas fueron presentadas en una contribución sólo como
una sugerencia para futuros estudios. Entonces no existía apoyo de
ninguna otra disciplina, y por sí sola la argumentación no era comple­
tamente convincente. Sin embargo, dos detalles eran importantes: pri­
mero, la existencia de líneas orientadas exactamente de este a oeste;
segundo, la existencia de ángulos de 90 grados exactos. Fue reconocida
una línea visual este-oeste que lleva, pasando por dos (o tres) “puntos”
(marcas arquitectónicas características^, hasta el lejano horizonte,
situación muy adecuada para una observación equinoccial (Hartung
1968, p. 123). En el m apa mostrado en una publicación posterior
(Hartung 1971, fig. 31-C) se eligió una dirección distintiva este-oeste,
la “interlínea”, que conecta las entradas de los Templos I y III, que se
enfrentan uno al otro aun cuando están separados por una gran distan­
cia y no descansan en lincas paralelas (fig. 9.1). En enero de 1975, las
medidas hechas por Aveni, usando un teodolito y referencias astro­
nómicas, revelaron que esta línea se desvía de la orientación este-oeste
por sólo 6' de arco. A menos que supusiéramos la existencia de un
agujero en las paredes traseras de uno o ambos edificios, no era posible
llevar a cabo observaciones equinocciales después de terminada la
construcción. Evidentemente dicho agujero no existía. El Templo I I I
fue construido en tiempos del Clásico Tardío y se ha sugerido una
fecha de construcción en 810 d. c.; esto sería alrededor de 100 años
después de la construcción del Templo I.3
Seguramente no fue problema para los mayas el definir la linea
exacta al oeste desde el Templo I antes de comenzar la construcción
de la pirámide del Templo I II (fig. 9.2). Como la última platafor­
ma de la pirámide está aproximadamente a la altura del horizonte,
pudo haberse hecho fácilmente una rectificación para colocar la en­
trada con precisión. Es importante repetir aquí que las fachadas del

figura 9.2, El Tempo II reconstruido limita la Gran Plaza por ai lado


oeste; aquí se muestra como aparece desde la entrada al Templo I. El Tem­
plo III asoma a la izquierda. Más atrás y a la derecha se ve el Templo IV,
el mayor de los templos de Tikal, que sobresale en el horizonte por encima
de la selva.
A R Q U ITE C TU R A Y PL A N IF IC A C IÓ N E N T R E L O S M AYAS 149
150 H ORST HARTUNO

Templo I y del Templo III tienen orientaciones diferentes: el Tem­


plo I está orientado aproximadamente a 9o al este del norte, mientras
que el Templo III está orientado aproximadamente a 18° al este del
norte (Tozzer 1911, p. 106). Queda abierto a la investigación y a la
especulación si la alineación distinta del Templo III (como una estruc­
tura posterior) implica influencias externas.
La interrelación de las puertas en Tikal definitivamente apoya la
idea de que las entradas de los templos eran puntos de referencia en
la planificación de ciudades y centros ceremoniales mayas. Ya en 1906
Zelia Nuttall sugirió que las entradas podrían considerarse partes de
fachadas orientadas astronómicamente o podrían definir líneas de ob­
servación .desde el interior de los templos.4 A estas olvidadas sugeren­
cias podemos añadir el reconocimiento del centro de la entrada como
un punto de partida de líneas visuales y astronómicas no paralelas al
eje del templo (para los detalles véase Hartung, en Aveni, ed., 1975,
p. 198, fig.5).
Exactamente al sur de la entrada del Templo III, una línea lleva
al centro de un edificio lateral sobre el lado sur de la Plaza de los Siete
Templos (fig. 9.1). No valdría la pena mencionar este hecho si no
fuera porque este edificio, la Estructura 5D-90, está separado de la
entrada al Templo III por la misma distancia que separa las entradas
de los Templos I y III. El que esta disposición pudo haber sido hecha
a propósito por los mayas lo apoyan ejemplos más obvios en otros cen­
tres ceremoniales mayas (Hartung 1971, p. 81).
Una medición hecha en enero de 1975 por Aveni desde la entrada
del Templo I a la entrada del Templo IV y a la entrada del Templo V
da un resultado sorprendentemente cercano a un ángulo recto: 89°57'
(figs. 9.1, 9.2 y 9.3). La desviación de ambas líneas respecto a los
puntos cardinales, 14°, no se encuentra comúnmente en la orientación
de edificios en Tikal. No se pudo reconocer ningún sistema formado
por construcciones con estas orientaciones en la planificación general
de este centro ceremonial. Tampoco se puede atribuir una referencia
astronómica extraordinaria a ninguna de las líneas de este ángulo
recto. Quizá futuras interpretaciones glificas e iconográficas permitirán
identificar la relación ritual, funcional o simbólica de estos grandes
templos. Las investigaciones publicadas colocan los Templos I y V
como aproximadamente contemporáneos (alrededor de 700 d. c.),
pero el Templo IV casi medio siglo después (W. R. Coe 1967, p. 37).r>
¿Cómo explicamos el ángulo recto? Probablemente formaba parte
esencial del conocimiento geométrico de los mayas, amplio campo aún
sin explorar.6 La distribución de los edificios en los centros ceremo­
niales constituía para los mayas una oportunidad excelente para aplicar
la geometría en gran escala. Los grandes templos de Tikal parecen
f i o u r a 9.3. Vista hacia el sur desde la entrada del Templo I de Tikal. con
la Acrópolis Central en primer término y el Templo V detrás. A la derecha se
extiende, aún sin excavar, la Acrópolis Sur, cubierta por elevados árboles.
1S2 HORST HARTUNO

demostrar esto con la precisa línea este-oeste del Templo I al Tem­


plo III y el ángulo recto con vértice en el Templo I subtendido por
puntos de referencia en las entradas de los distantes Templos IV y V.
Estos recientes resultados están en desacuerdo con la afirmación de
Eric Thompson de que “los mayas. . . parecían ser incapaces de trazar
un ángulo recto verdadero” (1974, p. 94).
Las entradas de los Templos I y V pueden también ser conside­
radas como puntos de partida de dos líneas sur-norte, que conectan
las Pirámides Gemelas del Complejo O. La construcción de estas pirá­
mides se concluyó poco después de la de los dos grandes temples
(731 d. c.). Desde las pirámides del Complejo O dos líneas paralelas
llevan hacia el norte hasta las Pirámides Gemelas del Complejo P,
que fueron levantadas un katún después (751 d. c .) . Estas líneas
no son sur-norte, sino que tienen aproximadamente la misma direc­
ción del eje principal de la Acrópolis Norte, la cual es la orientación
dominante en la parte central de Tikal.T
En 1968 George Guillemin analizó el desarrollo y función del cen­
tro ceremonial de Tikal. Escribió que, desde los monumentales templos
y palacios hasta las modestas plataformas de las chozas, todos los edifi­
cios parecen estar orientados “para psicológicamente proporcionar
seguridad al alinearse con la trayectoria solar”, y que la Acrópolis Norte,
“el más antiguo y sacro punto focal del centro ceremonial, está colocado
para encarar los puntos cardinales”, jféro Guillemin aparentemente
creía que “la orientación se aplicó como asunto de creencia y principio,
de manera simbólica, y visiblemente sin intención de exactitud mate­
mática” . Concluye que “un estudio específico sin duda proporcionaría
algunas coincidencias, p e ro ... es probable que no producirá resultados
concluyentes”, y que “la orientación debe ser más un concepto religioso
que una norma urbanística” (pp. 1-5).
En 1969 Robent Fuson, geógrafo, publicó un artículo sobre la orien­
tación de los centros ceremoniales mayas, donde estudiaba Chichón
Itzá, Uxmal y Copán, dibujando las líneas equinocciales y solsticiales
sobre mapas bastante esquemáticos de estas ciudades. Como estas líneas
no se refieren a detalles arquitectónicos precisos, no constituyen
prueba de orientación astronómica, aun cuando vale la pena recalcar
su sugerencia de una posible orientación hacia el norte magnético.
En un estudio sin publicar, Arthur Sanford (1974) hizo un análisis
similar sobre los planos de Chichón Itzá, Uaxactún y Tikal. Su ensayo
cubre relaciones entre estructuras que satisfacen salidas y puestas solsti­
ciales y equinocciales, salidas y puestas lunares extremas y alineamien­
tos norte-sur. Las direcciones astronómicas de Tikal dibujadas por
Sanford a escalas de 1:2 000 y 1:4 000 (con base en los planos de Carr
y Hazard) provocan muchas dudas. Podría aceptarse una línea visual
A R Q U ITE C TU R A Y P L A N IF IC A C IÓ N E N T R E LO S M AYAS 153

exacta de norte a sur desde una elevada pirámide (Estructura 3D-43)


basta una estela (P-34) a un nivel más bajo y a una distancia de
800 metros; pero una línea solar (marcada como segura) desde un pe­
queño promontorio (Estructura 6B-25), que cruza una elevación mayor
y pasa a través de la parte central del centro ceremonial hasta llegar,
bajando, a la misma estela (P-34), a través de más del doble de dicha
distancia, sólo tiene sentido en la mesa de dibujo. Al mismo tiempo,
la entrada de un templo fue adoptada en varios casos como punto de
referencia para una línea dirigida al sol y a la luna sobre edificios
insignificantes colocados a grandes distancias. En otros casos el punto
de referencia de la estructura o hacia ella fue marcado sólo con un
círculo. Dicha indicación debió haber sido explicada en más detalle.
¿A qué detalle arquitectónico se refiere? ¿Existe visibilidad directa?
Estas preguntas son importantes porque muchas de las líneas de San-
ford inciden oblicuamente en las paredes traseras o laterales de algún
edificio. Hace años se demostró que en la Estructura A-XVIII de
Uaxactún una linea norte-sur, llevada a su muro posterior, podía expli­
carse razonablemente (Hartung 1972, pp. 20-25).
Se les puede atribuir más importancia a las observaciones geomé­
tricas de Sanford que a sus observaciones astronómicas. Hizo notar
cinco ángulos rectos y cinco triángulos isósceles, aun cuando no son
todos de ja misma calidad; en tres de ellos, la pirámide preclásica
Estructura 5C-54 no permitía una relación visual. Sanford también
apunté que el ángulo recto formado por las líneas del Templo V al
Templo I y al Templo IV, es de 89°52', a partir de medidas hechas
en el plano, resultado que está muy próximo a las medidas in situ de
Aveni, pero hechas entre los centros de las correspondientes entradas.
Las medidas hechas en los planos podrían referirse al punto central
de la plataforma superior del Templo I. Esto no parece lógico, com­
parado con el proceso de construcción correspondiente, porque el
Templo IV no fue construido al mismo tiempo y este punto de refe­
rencia no pudo haberse definido después para lograr trazar la línea
a 90° hacia el Templo IV.
La contribución más interesante de Sanford es haber reconocido
la existencia de un triángulo isósceles en una posición importante. El
punto de partida es la entrada del templo dentro de la Acrópolis Sur
(Estructura 5D-104). La distancia desde aquí hasta el Templo I y el
Templo I II es prácticamente la misma, 282 y 283 metros (medidas
tomadas en el plano). Una hipótesis lógica es que la Estructura 5D-104
y el Templo I ya existían. Entonces se trazó una linca este-oeste desde
la entrada del Templo I, y la entrada del Templo I II fue colocada
en el punto donde la línea proveniente de la entrada de la Estruc­
tura 5D-104 intersectaba la línea este-oeste, para así formar un trián­
gulo isósceles con la línea de base del Templo I al Templo III.
134 H ORST B A H V N O

Después de haber analizado varias interpretaciones sobre Tikal, es


claro que en este trabajo el énfasis recae en la información referente
a la planificación y la arquitectura y sus interrelaciones e interpreta­
ciones, que pueden o no basarse en consideraciones astronómicas. El
arqueoastrónomo puede fácilmente medir los alineamientos de los edi­
ficios asi como limitadas líneas visuales en la parte central restau rad
de Tikal, pero vistas más distantes sólo son posibles desde los templos
altos y entre ellos. Se recomienda generalmente que el investigador
comience con una interpretación a partir de un plano, para estudiar
todas las fincas astronómicas posibles. Incluso sería deseable computar
los datos del plano y revisar los resultados. Las decisiones finales deben
pasar por las manos de varios especialistas y las medidas en el sitio
deben confirmar los resultados propuestos.

L IM IT A C IO N E S E N L A S D IR E C C IO N E S A S T R O N Ó M IC A S

La orientación de edificios hacia cuerpos celestes impliea cierta limi­


tación en las posiciones posibles, sin considerar aquí la colocación
correspondiente a un ángulo recto. Estas orientaciones se refieren, en
orden de importancia, al sol, la luna y el siguiente objeto celeste
en brillo, Venus. Siguen en importancia otras estrellas (o grupos de
estrellas) y, posiblemente, los cometas. En la latitud de la zona maya
las posiciones de salida y puesta del sol se mueven durante el año a
extremos colocados aproximadamente a 25° de los dos lados de la
dirección este-oeste. Los puntos extremos |de Venus y de la luna están
unos grados más al norte y al sur de estas líneas. Excepto por la salida
y puesta de algunas estrellas brillantes, pocos eventos de importancia
astronómica ocurren dentro de unos 60° de las direcciones del norte
y sur astronómicos. Si tomamos los puntos de salida y puesta a lo
largo del año de todos los cuerpos astronómicos posibles, se puede
justificar casi cualquier orientación. La selección y limitación de obje­
tos astronómicos debe hacerse lógicamente de acuerdo con su importan­
cia y visibilidad. Las posiciones extremas y los eventos especiales, como
el tránsito cenital del sol, las salidas heliacas y los cometas, merecen
particular atención.8

A L IN E A M IE N TO S DE LAS AN TIG U A S E STRU C TU R A S MAYAS

Tanto la choza sobre su plataforma como el más complicado centro


ceremonial, son parte del mismo concepto de arquitectura maya: la
primera es una simple e ingeniosa construcción, el segundo una des­
arrollada y refinada edificación. Las casas comúnmente seguian la
orientación adoptada por la unidad residencial, probablemente corres-
A R Q U ITE C TU R A Y P L A N IF IC A C IÓ N E N T R E L O S M AYAS 155

pónchente a un agrupamiento ciánico, como se ha sugerido para Tikal


(Haviiland 1968)." Frecuentemente, los edificios ceremoniales princi­
pales muestran una orientación especial, basada en cuidadosa planifi­
cación, para ser su particular proposito ritual. Podemos asumir que la
impoitancia de cada estructura determinaba la exactitud de su orien­
tación astronómica. La colocación de una plataforma para una casa
debe considerarse en términos de la habilidad de su constructor, en
contraste con ios complejos ceremoniales más notables, que requieren
mediciones de cuidado extraordinario.
Generalmente, las partes inferiores de las fachadas de las e stru c ­
turas (de preferencia entre los puntos extremos), son las más exactas
para definir un alineamiento, aun cuando es frecuente que las bases
no estén trazadas con el mismo cuidado que los edificios mismos. El
eje transversal puede ser diferente de la perpendicular a la fachada,
y los lados de la estructura no están siempre en ángulos rectos. Para
realizar medidas en el sitio mismo, se recomienda que el investigador
tome notas detalladas y haga bosquejos de cómo se tomaron las alinea­
ciones, midiendo las paredes a distintas alturas, considerando los puntos
decisivos de distintas maneras, trazando líneas diagonales sobre las
plataformas con sus correspondientes ángulos, y prestando especial
cuidado a los muros de contención, que usualmente han cedido y ya
no están en su posición original. U n conocimiento cabal de la arqui­
tectura antigua es indispensable para encontrar los puntos de referencia
más convenientes para medir.
En los casos en que el edificio ha sido reconstruido o parcialmente
restaurado, hay que tomar precauciones extremas al medir posibles
alineaciones astronómicas. Se recomienda mucho estudiar en detalle
el reporte de la excavación. Idealmente, el arqueólogo debería medir
inmediatamente la alineación de la estructura expuesta: es el más
capacitado para juzgar cómo fue probablemente trazada la dirección
original. Ya en 1928 Oliver Ricketson recomendaba que todos los
investigadores tomasen exactas y abundantes referencias al explorar
nuevos sitios, en caso dé que surja la más leve sospecha de que el “edi­
ficio o detalle estructural pueda haber sido trazado de acuerdo con
una dirección astronómica” (1928a, p. 225).

L ÍN E A S V ISU A LES E N L O S CEN TRO S CEREM O N IA LES Y SU S ALREDEDORES

Las estelas, altares, plataformas y otros monumentos o partes de éstos


pueden haberse usado como puntos de referencia para líneas visuales, a
veces entre estos elementos. Más frecuentemente, las líneas visuales
comienzan en la entrada de un templo. De ahí pueden conducir a la
entrada de otro edificio, y esta línea visual tener una dirección dife-
156 H O R ST HARTUNG

rente de la orientación de cualquiera de las dos estructuras de referen­


cia. £1 caso de los grandes templos de Tikal es un ejemplo de esto. La
distancia considerablemente grande entre los templos garantiza la pre­
cisión. La precisa línea este-oeste del Templo I al Templo I I I tiene
casi 320 metros de largo; las líneas laterales del ángulo de 90 grados
del Templo I al Templo V miden aproximadamente 270 y al Tem ­
plo IV casi 750 metros.
Es conveniente mencionar aquí una opinión contraria respecto a
la precisión de la arquitectura maya: “En Tikal, el más grande sitio
maya, las orientaciones de las fachadas de los cinco grandes templos
piramidales (las orientaciones de las paredes traseras pueden diferir
hasta por 1°37') dan 7°1', 9°3', 9°5', 10°46' y 18°16' (Tozzer 1911,
p. 115). Uno sospecha que, en los primeros cuatro casos, los mayas
buscaron una orientación uniforme, de modo que la variación se debe
a descuido, puesto que dicha variación ocurre en toda el área maya y
es una advertencia contra el acreditar a los mayas intenciones y pre­
cisión en cada orientación siguificativa encontrada” (Thompson 1974,
P- 94).
Se puede suponer una mayor precisión si las distancias entre los
puntos de referencia se localizan lejos. Tal es el caso en la relación
entre el Palacio del Gobernador de Uxmal y la pirámide principal de
Nohpat, relación bien conocida ya (Hartung 1971; Aveni 1975).
U n ejemplo inicial publicado de una línea a larga distancia entre
estelas, es la “línea de base astronómica de Copán” (figs. 9.4 y 9.5)
que se traza del lado este del valle de Copán, a media altura de una
montaña (estela 12) hasta la colina en el lado oeste (estela 10), a
6.6 km de distancia (véase también la contribución de Aveni en este
volumen). Las estelas 10 y 12 parecen haber formado parte de un
sistema de por lo menos seis estelas que fueron erigidas separadas
por distancias relativamente grandes en el valle de Copán por la misma
época, bastante temprana: 9.11.0.0.0 = 652 d. c. (correlación G M T ).
Estas seis estelas (3, 10, 12, 13, 19 y 23), como también la 2 y pasible­
mente las 1 y 6, pueden asiguarse al Gobernante II, como lo sugirió
Pahl (comunicación personal 1974). Más estelas y/o puntos de refe­
rencia probablemente existieron en el valle en tiempos anteriores.
En el otro extremo de Mesoamérica, en Teotihuacan, se ha mos­
trado que dos de los llamados círculos astronómicos forman una línea
exactamente perpendicular al eje principal de la ciudad (Millón 1968,
p. 113). Investigaciones recientes indican que estos círculos pueden
ser parte de un sistema astronómico similar al de Copán, que se
extiende sobre el amplio valle de Teotihuacan (Gaitán et al. 1974).
Los mayas hacían construcciones a larga distancia unidas por
sacbeob (caminos elevados artificiales), ejecutados generalmente en
f i g u r a 9.4. Bosquejo de las posiciones de las estelas 10 y 12 en el valle de
Copán. La llamada linea de base entre ellas la marca la linea quebrada. No
se indican las elevaciones; la visibilidad entre las estelas no es siempre posible.

f i g u r a 9.5. Vista a la estela 12 (cuya posición está marcada con un circulo)


desde la estela 10 (al frente). La linea de referencia cruza sobre el valle de
Copán hada el este. Los edificios de Copán se vislumbran debajo del circula
Para una vista en la direcdón opuesta, véase el trabajo de Aveni (fig. 1.4)
en este lihro.
158 H O R ST HARTUNO

líneas rectas. El más largo de estos caminos aún existente mide alre­
dedor de 100 km, de Cobá a Yaxuná, en el norte de Yucatán.
La evidencia presentada sugiere que las antiguas culturas de Meso-
américa eran capaces de trabajar con gran exactitud en sus observa­
ciones y trazados, lo cual se manifestó en su planificación, arquitec­
tura y monumentos.

P U N T O S DE REFER EN C IA E N M ASAS ESTR U C TU R A LES Y E N EL ESPACIO


ABIERTO

Los marcadores, en su mayoría estelas y círculos punteados, localizados


en campo abierto, constituyeron puntos de referencia precisos para
verificar observaciones. Éste no es el caso cuando nos referimos a la
masa estructural y al espacio abierto delineado en los centros ce­
remoniales.
En los años veinte ya había especulación acerca de que los puntos
de cruce de las bases rectangulares de las pirámides y los puntos cen­
trales de los espacios abiertos (plazas y patios) tenían importancia en la
planificación de los centros ceremoniales y pudieron haber servido
como puntos de referencia (Marquina 1928). Los primeros son visi­
bles sólo antes de la construcción (si se los trazaba en el suelo), y
después de la construcción sólo si se colocaba un marcador corres-
pundiente en lo alto de la pirámide. Las segundos son visibles sólo
después de la construcción de los edificios que definen el espacio, y
esto sólo si los marca un monumento. Consecuentemente, estos dos
puntos de referencia son válidos sólo en el caso de un marcador exis­
tente. Si ninguno existe, no se puede aceptar como parte de un con­
cepto en la planificación el punto central de un espacio abierto, usual-
mente bastante irregular; como tal, es intangible. También debe enfa­
tizarse que un monumento puede no tener sentido conceptual como
un “punto central en el espacio”.
La famosa tumba dentro del Templo de las Inscripciones, en Pa­
lenque, constituyó un foco invisible para la colocación de edificios poste­
riores, una relación consciente mágico-religiosa con una persona muy
venerada. La entrada central del gran templo, exactamente arriba de
la entrada a la cripta, servía en parte como un punto de referencia
visible (Hartung 1971, 1972).
En esta discusión del espacio abierto y de la masa arquitectónica
(u ocasionalmente del volumen arquitectónico), las pequeñas plata-
9.6. Mapa de Copán con algunas lineas de relación importantes. Los
f io u r a
arcos fueron dibujados para indicar distancias iguales desde el bloque de
manipostería en la escalera norte del Templo II. (Redibujado siguiendo a
Morley 1920, con información de Hartung 1971).
i
160 H O R S T HARTUNG

fioura 9.7. El Juego de Pelota de Copán representa una de las m&s impre­
sionantes composiciones de espacio exterior en la arquitectura maya.

furnias enfrente de las entradas a los templos y los bloques de manipos­


tería (algunas veces llamados altares) en las escaleras, pueden conside­
rarse como partes de los dos aspectos. La plataforma enfrente de la
entrada al Templo 22 de Copán, delimitada por elementos escultóri­
cos, enfatiza el aspecto espacial; el nítido bloque de manipostería
colocado en la escalera del lado norte del Templo 11 en el mismo sitio,
se refiere al aspecto de la masa. La colocación precisa de ambos parece
acomodarse a un principio en la planificación tjf Copán: una línea
entre ellos corre paralela al eje transversal del Juego de Pelota y a
una línea entre la Estela M y el Altar O (figs. 9.6 y 9.7). Ambos están
a la misma distancia del bloque de manipostería y representan monu­
mentos importantes en el Patio de la Escalera Jeroglifica (Hartung,
1971, p. 100). Uno se siente inclinado a proponer una línea visual desde
la entrada del Templo 22 al bloque de manipostería (o viceversa), pero
una medición cuidadosa reveló que las referencias son el punto central
del área al frente de la entrada y el punto central del bloque de mam-
A R Q U IT E C T U R A Y P L A N IF IC A C IÓ N E N T R E L O S H A Y Á S 161

postería (Hohmann, comunicación personal 1972). Estos lugares pu­


dieron haber servido como “una especie de pedestal para pasarTevista”,
como se especuló para un bloque similar enfrente del Templo II de
Tikal (W. R. Coe 1967, p. 37).
La distancia del bloque de manipostería en la escalera norte del
Templo 11 al frente de la entrada del Templo 22 de Copán es la
misma que la distancia al marcador central en el Juego de Pelota
y también la misma que la distancia al marcador central de un grupo
de tres marcadores en el Patio Oriental de la Acrópolis. El primero de
los marcadores forma parte integral de la simetría biaxial del Juego
de Pelota, “la más elocuente forma de exhibir la preocupación meso-
americana por el diseño espacial entre edificios” (Kubler 1958, p. 519).
Está limitado por construcciones en sus dos lados longitudinales y está
abierto, aun cuando sólo parcialmente, al norte en sus lados cortos.
Las losas esculpidas en el piso del Patio Oriente, una plaza algo irre­
gular formada por altas escaleras con un pequeño acceso al nivel del
suelo en el sur, están colocadas en una línea que apunta a la impresio­
nante entrada del Templo 22. El marcador central se halla en el eje
que conecta la Escalera del Jaguar con el Altar de Venus.
La colocación de los marcadores a cielo abierto es muy sugestiva
para interpretaciones astronómicas y parece deberse, al menos en parte,
a consideraciones geométricas.

GEOM ETRÍA Y OEOM ANCIA

El conocimiento matemático de los mayas está bien averiguado y do­


cumentado, particularmente en los cálculos astronómicos del Códice
de Dresden. ¿ Puede uno suponer que también tenían interés en la geo­
metría? La colocación de estructuras en los planos de sitios arqueoló­
gicos revela al observador experimentado la posible existencia de
formas, sistemas, y aun redes geométricas que no son siempre acci­
dentales.
La concepoión maya de las cuatro direcciones del mundo implica
un conocimiento del ángulo recto. Esto está indicado no sólo por su
aplicación lógica en la construcción (paredes conectadas a 90 grados,
que ha sido siempre la manera más común de erigir un edificio en
cualquier parte del m undo), sino también e n la distribución espacial
de las estructuras y monumentos, aun cuando esta necesidad no produce
necffiariamente un patrón rectangular en enrejada
Diversos ejemplos de ángulos rectos pueden detectarse interpre­
tando planos y en parte confirmándolos mediante medidas topográ­
ficas. Una relación precisa (esto es, enfrente del odificio, o a 90 grados
respecto a la fachada) ha sido demostrada —y lo que es más, astronó-
162 H O R 8 T H A X TU N G

nricamente— en el caso del Palacio del Gobernador en Uxmal (Har­


tung 1971; Avem 1975).
L a interpretación de planos ha revelado triángulos isósceles junto
con la existencia de un ángulo de 30 grados, en varios triángulos. Un
ejemplo de esto último es una subdivisión de 30 grados hacia estruc­
turas relacionadas en Yaxchilán (Hartung 1971). Por supuesto, esto
no excluye el uso de otras unidades angulares bajo condiciones de­
ferentes.
En un articulo de 1968 hice notar que las distancias del Caracol
a los puntos centrales de los juegos de pelota más importantes de
Chichón Itzá son iguales. En una publicación posterior se demostró
que estos puntos centrales están conectados por un arco que pasa por
otros puntos de referencia (Hartung 1971). En esa ocasión no obser­
vamos que el ángulo era un radián, en otras palabras, un arco del
mismo largo que el radio (Flores y Delaye, comunicación personal
1974).
A un nivel más rebuscado, podemos imaginar un sistema o red, rec­
tangular o de otra forma, que se ajuste a la planificación del centro
ceremonial. Dicho sistema pudo haber sido visible en los tiempos anti­
guos sólo a los iniciados, como se sugirió en 1966 (Hartung 1968). In ­
cluso podría preguntarse si “existía, entre 600 y 900 d. c., una organi­
zación general de toda la zona maya baja que estuviera fuertemente
influida por la visión cuadripartita del Universo que tenían los mayas
y que esta organización se basara en cuatro capitales regionales” y
que “alrededor de estas capitales se desarrollaran los habituales patro­
nes hexagonales formados por los centros secundarios”, con “hexá­
gonos terciarios desarrollados a su vez alrededor de estos centros secun­
darios” (Marcus 1973, p. 911).
Los ejemplos geométricos en la planificación maya deben tener su
origen y razón en la religión y cosmología mayas, en lo más profundo
del pensamiento maya, quizá aun en lo inconsciente. La base de la
geometría maya parece radicar en la geomancia, un amplio campo
aún sin explorar e investigar en Mesoamérica. La geomancia se aplicó
especialmente en la antigua China y en la Inglaterra prehistórica,
donde continuó hasta el final de la Edad Media y dejó excelente mate­
rial para el estudiio comparativo. Dos indicaciones de la literatura
sugieren geomancia en la arquitectura maya; ambas se refieren el
famoso Grupo E de Uaxactún, considerado un observatorio astronó­
mico solar.10
Puesto que la geomancia define los centros de energía inherentes
al paisaje, se puede especular que la declinación maguética fue detec­
tada por los mayas y acaso fuese usada para la orientación de sus
estructuras. Ruppert y Denison (1943) se refieren a una cierta prefe-
figura 9.8. La sombra del Templo II, producida por el sol poniente, se di­
buja en la escalera del Templo I de Tikal. ¿Existió aquí y en otras partes una
consideración consciente de los efectos de luz y sombra?
164 R O K 8 T H A JtT U N O

r a íd a por la orientación a 7°40r al este del norte en las estructuras


mayas. Esto coincide con la declinación de 7 y2 grados al este que es
considerada como un buen promedio para la zona maya en 1965
por Fuson (1969).

LA IMPORTANCIA. DE LA L U Z Y LA SOM BRA

Los dos tránsitos anuales del sol por el cénit marcan dos dias impor­
tantes en Mesoamérica. En estos días un palo vertical no proyecta som­
bra al mediodía y la arquitectura presenta un aspecto muy especial.
También los días de equinoccio parecen haber sido importantes por
las sum bram oe ptcTvéci^añ/com o en eTca8o~3ei trastulo de (ühirheñ
Itzá. La gente del luga ha notado que en kw equinocdns. aprmñma-
dauzgnte,unal^;,jiñtg ttifiS B 'ft.m Ifa » ondllr
lante debida a la sombra de la esquinanoroeste del edificio en el lado
oeste de la escalera norte, la cual tiene una cabeza de serpiente en el
extremo inferior de su balaust ada (Rivard 1970). La visibilidad im­
plicada de la imagen de la serpiente (una línea ondulada con la cabeza
de serpiente en su extremo), que sólo ocurre en los equinoccios, subraya
la importancia de estas fechas para los mayas y sugiere un examen
más detallado de esta relación.
En abril de 1966, estando en pie a la entrada dol Templo II de
Tikal, noté que el templo proyecta su sombra exactamente en la esca­
le a del Templo I (fig. 9.8). ¿Seria que la forma origiual de la eresta
del techó proyectaba su sombra en cierto día a la altura de la entrada
al Templo I? Pod ia ser beneficioso el buscar situaciones similares en la
arquitectu a maya, puesto que podrían ser muchas e importantes.

OBSERVACIONES FIN A L E S

La astronomía debe ser considerada pa te inseparable de la antigua


cultura maya; en otras palabras, cualquier observación y resultado
debe ser considerado en términos de su importancia para la religión y
cosmología mayas. Debemos tratar de entender el siguifkado y conse­
cuencia para, los mayas, tanto para el sacerdote como para el pueblo.
Nuestro creciente conocimiento do los antiguos mayas aclara n$$s y
más ]& colocación aparentemente desordenada de las estructuras en los
centros ceranoniales. Los edificios estaban relacionados en el tiempo;
eran planeados para el uso especifico al que servían, el cual estamos
tratando de ave igua . Generalmente, los edificios e an alterados luego,
conforme cambiaban las opiniones respecto a la religión y los ritos,
o aun debido a la decisión personal de un gobernante.
En estos estudios, las nuevas ideas de una disciplina pueden hacer
avanzar considerablemente los programas de otra. El trabajo interdisci-
A R Q U ITE C TU R A y P L A N IF IC A C IÓ N E N T R E L O S M AYAS 165

plinarío es decisivo. Debemos ampliar el campo de información m is


allá de las ciencias tradicionales. L a frecuentemente rechazada influen­
cia de la astrolegía dehe ser reconsiderada buscando una contribución
positiva. Prácticamente no existen investigaciones sobre la geomanda
y es pieriam ente esta “antigua ciencia” la que pudo haber contri'
buido grandemente a la selección de la colocación, no sólo de edificios,
sino de ciudades enteras. La geometría en la planificación puede ser
consecuencia de la geomancia y /o de unas matemáticas extraordina­
riamente bien desarrolladas. Como el sol y la luna producen sombras,
es lógico que los mayas prestaran atención a este fenómeno. Lo elu­
sivo de la sombra representa un aspecto fascinante. Todos los campos
mencionados están íntimamente relacionados con la astronomía, la a r­
quitectura, y la planificación: merecen más estudios concienzudos.
Es notable que los primeros exploradores científicos de las ruinas
mayas, estuvieran preocupados por medir orientaciones exactas en los
edificios. .En 1913, Alfred Tozzer incluyó un capitulo sobre orientación
en su publicación sobre Nakum.111 En los años veinte y treinta se reali­
zaron investigaciones astronómicas en la zona maya, con el Grupo E
de Uaxactún y el Caracol de Chichón Itzá como los ejemplos más des­
tacados. Estos resultados constituyeron los datos que fueron aceptados
como definitivos por un largo tiempo. Desde los cincuenta hasta fines
de los sesenta, pareció haber indiferencia hacia la realización de nuevos
estudios en el campo de la orientación de edificios. Es sólo desde 1970
en adelante cuando ha habido creciente interés en la nueva ciencia de
la arqueo astronomía en Mesoamérica.

A G R A D E C IM IE N T O S

Estoy agradecido a Anthony Aveni y Sharon Gibbs por sus útiles cri­
ticas. M i participación en el simposio de la Universidad de Colgate
fue costeada en parte por el proyecto núm. 805 del c o n a c y t .

1 “Adaptándose a los criterios de autenticidad, estilo, estética y técnica


estructural, y sujeto al material empleado, el arqueólogo procede a restaurar un
edificio, una vez que posee la información necesaria” (Román Pina Chan, ar­
queólogo, en Gendrop 1974, p. 4 ).
En su reciente publicación “La restauración arquitectónica de edificios
arqueológicos”, Augusto Molina, arquitecto, observa en la conclusión: “ — he
intentado demostrar el gran atraso que existe en los planteamientos teóricos
y en las realizaciones prácticas de la restauración de monumentos prehispánicos
en Mesoamérica”. Molina continúa: “ ...conceptualm ente cuando menos, ha
habido un franco retroceso en esta importante actividad”. Después de comentar
sobre “la baja calidad actual de la restauración arqueológica en México” (en lo
que se refiere a restos arquitectónicos), Molina rechaza los argumentos general-
166 H O R ST HARTUNQ

mente presentados por aquellos que reconstruyen las ruinas: no es válida


“ ...n in g u n a de las razones — sean éstas de orden didáctico, turístico, econó­
mico o nacionalista— que generalmente se aducen para justificar las interven­
ciones que han sufrido nuestros edificios prehispánicos, intervenciones que, repe­
timos, destruyen en gran parte su carácter histórico” (1974, pp. 74, 75).
2 “Artículo 1 5 .,. t o d o t r a b a j o d e r e c o n s t r u c c i ó n d e b e r á , s i n r m b a r -
GO, EXCLUIRSE *A PRIORl’ ; SOLAMENTE LA ANASTILOS1S, E S DECIR LA RECOM­
PO SICIÓ N DE LAS PARTES EX ISTEN TES PERO DESMEMBRADAS, PU EDE TOMARSB
e n c u e n t a ” (ibid., p. 28 ).
2 La sugerencia está basada en el texto fragmentario de la estela 24 en la
base de la escalera (W. R. Coe 1967, p. 76). Parece probable que esta fecha
se refiera a una época en la cual la construcción ya estaba terminada.
4 “ . . .Los antiguos astrónomos observaban ciertas estrellas desde la cámara
o celda oscura a través de la entrada a los templos, los cuales eran invariable­
mente situados en un lugar elevado’' (Nuttall 1906, p. 291).
2 Las inscripciones jeroglíficas e n .los dinteles de madera indican que el
templo fue construido alrededor de 9.15.10.0.0 o 741 d. c. (correlación G M T),
lo cual e:tá confirmado por las fechas de los maderos obtenidas con la técnica
del radiocarbono, que dan la fecha media 720 ± 60 d. c. (W. R. Coe 1967,
p. 81 ) .
2 Es interesante el que los quichés modernos usen el concepto de ángulo
recto. Remington escribe en su artículo “Prácticas astronómicas contemporáneas
entre los mayas” (en este volum en): “La segunda constelación más frecuente­
mente mencionada es la del Cinturón y Espada de O rión .. . Para los quichés
son las Tres Marías; en quiche, c’ok ‘el ángulo recto’, y comprende tanto el
cinturón como la espada.” Esta afirmación es aún más explícita en la grabación
en cinta.
7 El Templo V y la Estructura 3D-43 (la pirámide principal del Grupo
Norte) pueden coneetarse con una línea en esta misma dirección. Paralela a
ésta hay una línea visual del Templo I a la gran Escultura en Roca en la Ave­
nida Maler, el camino de acceso al Grupo Norte.
2 Se ha sugerido que los edificios precolombinos eran orientados a las direc­
ciones del sol saliente y poniente en ciertos días del año (Sartor 1974; Tichy
1974). Estos podrían ser los días festivos relacionados con un templo orientado
específicamente. Tichy interpreta la información de Durán (1971, p. 78) como
implicando que a cada dios le correspondía una dirección definida del sol na­
ciente en el altiplano mexicano durante los tiempos aztecas.
s “El trazo de Teotihuacan está atrevidamente impuesto al paisaje. Allana
diferencias topográficas e impone el concepto teotihuacano del orden a sus aire-
dores” (M illón 1968, p. 112). Debido a esto, aun los habitantes de los barrios
alejados del centro (unidades residenciales) se sentían relacionados con la gran
ciudad. Par supuesto, no había tal disposición en Tikal o en otras ciudades
mayas, pero una identificación similar pudo haber existido.
10 El Grupo E de Uaxactún y conjuntos similares en doce o más sitios
vednos han sido considerados por Kubler “grupos geománticos” (1958, p. 518).
El excavador del Grupo E , Oliver Ricketson, concluye el capitulo “Caracterís­
ticas astronómicas del Grupo E” con la observadón (refiriéndose a los tem­
plos)’ de que "su construcción debe estar más claramente asociada a la geomancia
que a la astronomía de observación” (1937, p. 109).
s i “ L o s edificios miran todos, de manera aproximada, a uno de los puntos
cardinales. Desafortunadamente, fue imposible encontrar la fachada de un solo
A R Q U ITE C TU R A Y P L A N IF IC A C IÓ N E N T R E L O S H A Y A S 167

edificio « i una posición tal que pudiera determinarte cuidadosamente una orien­
tación. La única pared disponible para una medición esmerada era la pared
trasera del cuarto interior d el Tem plo A. Menvin encontró que se bailaba
3*42*20” al este del norte, referida al meridiano verdadero.. . d profesor Robert
W ilson, quien ha estado muy interesado en las orientaciones de edificios prehis­
tóricos, me ha sugerido la posibilidad de que la verdadera linea d e visión no
fuese dada por las fachadas o por las paredes interiores de la parte trasera, sino
por una linea que saliera en ángulo recto de la pared interior trasera d d edifi­
cio y pasara por el frente de la estructura exactamente en el punto medio de la
entrada principal. Éste es un importante tema de investigación y no debe ser
ignorado por los futuros exploradores de América Central.” (T o ser 1913,
p . 155.)
10. LA ASTRONOMIA ANTIGUA DE LOS INDIOS
CADDOANOS DE LAS LLANURAS NORTEAMERICANAS

p o r WALDO R. WEDEL

INTRODUCCIÓN

Parece haber habido relativamente poco interés respecto a los fenó­


menos astronómicos entre la mayoria de las tribus de las Grandes Lla­
nuras norteamericanas en los tiempos históricos, especialmente cuando
las comparamos con sus vecinos del sudoeste. Todos los indios de las
Llanuras tenían indiscutiblemente conciencia de eventos tan obvios
y recurrentes corno el día y la noche; la salida y puesta del sol, la luna y
las estrellas; del corrimiento del sol de pasar por un punto sobre sus
cabezas en medio del verano a un punto más bajo sobre el horizonte
sur en el invierno, junto con los fenómenos del medio ambiente que
esto ocasiona; de la posición cambiante de las estrellas y constelaciones
y la posición fija de la estrella polar en toda época. Los fenómenos
de corta vida, pero excepcionales o espectaculares —por ejemplo, la
aparición de un cometa, un eclipse, una lluvia de meteoros—, deben
también de haber perturbado brevemente a los indios y deben de haber
sido comúnmente considerados como símbolos de mal agüero. Pero, si
uno juzga a partir de log registros conocidos, las reacciones de la mayo­
ría de ellos a estos sucesos no parecen haberse integrado ampliamente
a su vida diaria, su vida religiosa o su mitología y arte supervivientes.
En buena parte se puede decir lo mismo de los registros arqueológicos,
al menos como han sido interpretados hasta la fecha, con unas cuantas
excepciones notables.
Los pawnee y sus parientes al sur, los wichita y los caddo, están
entre las excepciones a las generalizaciones dadas en el párrafo ante­
rior. Los pawnee, hasta 1876 el grupo de indígenas más numeroso e
influyente de Nebraska, consistían de cuatro bandas que reunían a lo
más de oeho a doce mil personas en los períodos históricos tempranos.
Residiendo en un grupo de aldeas permanentes, constituidas de cbozas
de barro, a orillas de los ríos Loup y Platte en el centro de Nebraska
oriental, a más de 150 kilómetros al oeste del río Missouri (Wedel
1936), y manteniéndose algo apartados de los tratantes de pieles, lo­
graron resistir mejor que el resto de sus contemporáneos los efectos
debilitantes del contacto con los blancos, con su alcohol, nuevas enfer­
medades y otras influencias disruptivas. Aun cüando la tribu era cono­
cida por los euroamericanós desde mediados del siglo xvi, la mayoría
de la información existente sobre la religión y cosmogonía pawnee
[1681
A ST R O N O M ÍA A N TIG U A DE L O S IN D IO S CADDOANOS 169

fue recolectada después de su desarraigo y su traslado a Oklahoma,


unos 600 kilómetros al sur de su terruño en Nebraska. Esto ocurrió
en 1875, para cuando la población habia disminuido a unas 1440
personas.
Los wichita, en la época de su descubrimiento por los españoles a
mediados del siglo xvi, aparentemente oeupaban un lugar similarmente
prestigioso a orillas del río Arkansas, a unos 300 kilómetros al sur de
los pawnee (Wedel 1959). De aquí se desplazaron más al sur a fines
del siglo x v ii y durante el xvm, hasta llegar eventualmente a las mon­
tañas Wichita y al desagüe del Red River'en el oeste de Oklahoma y
la parte adyacente de Texas. Aquí también sucede que la mayoría de la
información etnográfica que conocemos se recolectó a fines del siglo xix
y a principios del xx y es muy difícil saber qué tanto nos dice de los
modos de vida que tenían uno o dos siglos atrás. Debido a esto, es muy
difícil correlacionar la información arqueológica con la etnográfica.

LOS REGISTROS ETNOGRAFICOS

La información etnográfica relacionada con las tribus de habla caddoa-


na de las llanuras del sur y con sus puntos de vista hada los fenóme­
nos astronómicos debe reseñarse brevemente aquí porque forina una
especie de puente hacia el pasado arqueológico al cual estamos tra­
tando de llegar. Esto no implica que los paralelos deducidos entre la
«litografía y la arqueología necesariamente signifiquen procedimientos
y prácticas idénticos de parte de los grupos humanos involucrados. Pero
como en este caso estamos tratando de un área geográfica relativa-
mente restringida y ocupada por gente que comparte lenguas y modos
de vida similares, creo legítimo decir que nos ocupamos de los mismos
conceptos básicos expresados de maneras y en medios algo diferentes.
El conocimiento astronómico de los pawnees fue caracterizado como
“muy limitado” por J. B. D unbar (1882, p. 743), hijo de un misionero
presbiteriano que trabajó en la misión de Plum Creek, cercana a las
aldeas pawnees, durante los primeros cuatro o cinco años (arca 1842-
1846) de la vida de Dunbar hijo. Estas aldeas estaban entonces situa­
das a lo largo del río Loup, en lo que es hoy Nance County, y del río
Platte, en Monroe County, Nebraska. Uno quisiera que Dunbar padre,
durante sus doce años de servicio entre la tribu (circa 1834-1846), hu­
biera tomado nota cuidadosamente de las prácticas y creencias de los
indios en aquel turbulento período de la historia pawnee. Lo único
que puedo encontrar en sus cartas publicadas (Dunbar 1918, p. 605),
respecto a eventos celestes, se refiere a un eclipse de sol que ocurrió
el 30 de noviembre de 1834. De este suceso, algunos de los pawnees
infirieron que “muchas de sus esposas e hijos morirían después del
170 W A LD O K . W E D B L

evento y que habría mucho frío”. Dunbar los tranquilizó con una expli­
cación del «pecticuloL Su colaborador Samuel Allis, escribiendo de
las muchas “supersticiones’’ que habla observado entre los pawnees
skidi, incluía la creencia (1918, p. 707) d e que “cuando las estrellas
caen, el enem igo vendrá a guerrear contra ellos”. Algunos de los
pawnees de Oklahama de hoy recuerdan la creencia de que “cuando
las estrellas vuelan por todas partes pluvias de meteoros], morirán
grandes líderes”.
Ño he encontrado en la literatura sobre los pawnees referencias
a sus reacciones hacia otros fenómenos celestes, tales como la aparición
de un cometa. En 1858, el cometa de Donad creó gran doasaiego
entre los mándanos, hidatsas y los cercanos sioux de alrededor de Fort
Atkinson en el río Missouri (Boller 1868, pp. 143, 154), siendo consi­
derado por ellos como u n mensajero de desastre. Una búsqueda hecha
en los reportes de ese año presentados por los agentes indios no reveló
información respecto a las reacciones de los pawnees.
En contraste con los superficiales reportes de los misioneros, ya
discutidos, muchos años después observadores entrenados han encon­
trado que los rituales y la religión pawnees estaban fuertemente entre­
lazados con material tradicional, mitológico y anecdótico, que quizá sea
más adecuado nombrar como tradición celeste. Los deidades princi­
pales (Dorsey 1904b, p. x a ) estaban identificadas con la Estrella de la
M añana y la Estrella de la Tarde, consideradas masculina y femenina,
respectivamente, y la primera asociada también con la guerra. Siguien­
do en jerarquia, estaban los dioses de los cuatro cuadrantes del mundo,
parados en las posiciones intercardinales y sosteniendo los cielos. El sol
y la luna eran de mucho menor importancia en el panteón pawnee.
De acuerdo con Weltfish (1965, p. 80), los dioses de las cuatro direc­
ciones cardinales fueron creados primero, con la Estrella de la Tarde
en el oeste y la luna como su ayudante, la Estrella de la Mañana y el
sol como su ayudante, la estrella polar (“la que no se mueve” ), y
la estrella del sur (Canopus). Los dioses en las direcciones intercar­
dinales fueron enumerados por el mismo observador como la Estrella
Negra al noreste, la Estrella Amarilla al noroeste, la Estrella Blanca al
sudoeste y la Estrella Roja al sudeste. La correlación de estas estrellas
con estrellas especificas del cielo de nuestros días permanece incierta.
Varias constelaciones eran reconocidas y nombradas por los paw­
nees, quienes estaban conscientes de sus variaciones durante su salida
y puesta. Creian que Corona Boreal representaba a un circulo de jefes,
los cuales eran los patronos de la sociedad de jefes terrestres (Fletcher
1904, p. 234); y de acuerdo a Dorsey ( 1904b, p. x a ) , la estrella polar
presidía sobre la actuación de su corte celeste. Dunbar (1882, p. 743)
dice que las Pléyades eran asociadas con clima frío, la Via Láctea
A ST R O N O M ÍA A N T IG U A D E L O S IN D IO S CADDOANOS 171

representaba la linea donde los “dos hemisferios huecos” que formaban


al cielo se unían; la Osa Mayor era llamada el Gran Carro por los
pawnees; y una parte de la constelación de Casiopea era llamada “pata
de pavo”, por cierta semejanza con esa parte del ave. Notas de las
excursiones de Fletcher, aún sin publicar (NAA:MS 4558 [93]), difie*
ren en algunos detalles: por ejemplo, la Via Láctea era el sendero
seguido por los espíritus de los muertos en su viaje al sur hacia su
permanente morada final, la Osa Mayor representa a cuatro personas
cargando a un enfermo y así sucesivamente.
Buckstaff (1927) citó un m apa celeste pawnee, pintado sobre ante
y mantenido dentro de un envoltorio sagrado, y que ahora está guar­
dado en el Field Museum of Natural History, como evidencia de un
conocimiento del cielo bastante avanzado antes de la llegada del hom­
bre blanco. Estrellas de distintas magnitudes aparecen indicadas por
cruces de tamaño variable. U na banda de pequeñas estrellas denota
la Via Láctea, con el cielo de invierno mostrado a la izquierda y el
cielo del verano a la derecha. Las constelaciones incluyen las Pléyades,
Lira, Corona Boreal, la Osa Mayor, la Osa Menor, Coma Berenices
y Andrómeda, todas presentadas de manera muy similar a como las
conocemos actualmente. Como evidencia adicional de la alta calidad
de las observaciones pawnees, dos estrellas dobles están registradas
—un par en la Osa Mayor, el otro entre Lira y Corona Boreal cerca
de la Vía Láctea.
Buckstaff le atribuye al doctor Ralph Linton, entonces parte del
personal del Field Museum, la información de que “este m apa tiene
al menos 300 años”. La base de esta estimación no es explicada, y la
edad dada es seguramente excesiva. Esta edad implicaría que el m apa
data de una manifestación cultural pawnee del siglo x v i i , que es co­
nocida por los arqueólogos como la Fase Loup Inferior (Dunlevy
1936; Grange 1968; Wedel 1938), y que ha sido pasado de mano en
mano a través de diez o más generaciones de cuidadores, soportando
en el proceso cambios frecuentes de envoltorio y otras adversidades. Yo
veo con escepticismo tanto la estimación de la edad del m apa como
la observación de Buckstaff de que la edad “excluiría cualquier in­
fluencia blanca” en el m apa y sus representaciones.
El paso del año era contado por los pawnees en limas o meses,
alternativamente doce y trece en número, pero “habia mucha confu­
sión en el sistema” (Dunbar 1882, p. 744). Los meses regulares eran
agrupados de tres en tres, con el primer grupo (diciembre a febrero)
considerado como el invierno y las siguientes triadas como primavera,
verano y otoña Cuando era apropiado, se intercalaba el treceavo mes
al final del verano. Se reconocían también dos temporadas, una fria
y la otra tibia. No habia sistema de notación calendárica y los años
172 W A LD O R . W E D E L

pasados, cuando se referían a ellos, estaban relacionados con algún


evento notable, como una epidemia, una cosécha pobre, una mala
cacería y así sucesivamente.
Las aldeas permanentes de los pawnces skidi estaban tradicional­
mente distribuidas en un orden prescrito ritualmente. Cuatro aldeas
mayores formaban un grupo central, colocadas como si fueran las
esquinas de un gran cuadrado. Al extremo oeste de una linea imagi­
naria a través del centro del cuadrado había una quinta aldea cuyo
altar derivaba de la estrella del oeste, esto es, de la de la tarde. Al
extremo opuesto estaba la aldea con el altar de la estrella del este, o
de la mañana. Alrededor de este agrupamiento básico había otras siete
aldeas de los skidis, de modo que la distribución de las aldeas en el
terreno de Nebraska reflejaba a la distribución dada por el patrón
de las estrellas en el cielo (Dorsey 1904b, p. xx; Fletcher 1902, p. 731
y NAA:MS 4558 [93]). Las estrellas de las seis aldeas principales, como
las enumeramos anteriormente, estaban apareadas: la noreste (mascu­
lina) con la sudoeste (femenina), la sudeste (masculina) con la
noroeste (femenina) y la estrella de la tarde (femenina) con la de
la m añana (masculina). Como estas conexiones indican, los cielos esta­
ban divididos en dos segmentos —el este, que era masculino, y el oeste,
que era femenino (fig. 10.1).
£1 año ceremonial comenzaba alrededor del equinoccio de prima­
vera, específicamente con la ceremonia del Primer Trueno. De acuerdo
con Fletcher (1902), el altar de la estrella del oeste encabezaba el
circuito ceremonial anual en esa ocasión. Los altares de las otras cuatro
aldeas se rotaban el liderargo de ahí en adelante, cada aldea lo man­
tenía por un año y luego se lo cedía a su sucesora. Los altares de las
cuatro aldeas principales estaban dedicados a los asuntos seculares
de la tribu, tales como la caza, la siembra, el otorgamiento de hono­
res a los guerreros, etcétera. Por otra parte, los altares de las estrellas
de la tarde y de la mañana tenían que ver con las fuerzas cósmicas
y la dependencia del hombre con respecto a lo sobrenatural en la bús­
queda de vida, alimento y felicidad.
El ritual por el cual los pawnees son más ampliamente conocidos
es la ceremonia muchas veces descrita de la Estrella de la Mañana. Éste
era un evento de verano, escenificado cuando un guerrero o jefe
soñaba que era apropiado; tenía el objeto de asegurar la fertilidad
de la tierra y una cosecha exitosa. La ceremonia involucraba el sacri­
ficio de una cautiva joven en lo que ha sido comparado con ciertos
ritos mexicanos (Dorsey 1907a; Linton 1926; Wissler y Spinden 1916).
De acuerdo con Wissler y Spinden (p. 49), el rito tendía a coincidir
con el período durante el cual Marte era la estrella de la mañana.
Murie (Fletcher NAA:MS 4558 [93]) pensaba que la estrella roja de
la mañana era Júpiter y que la época apropiada para la ceremonia
A ST R O N O M ÍA A N T IG U A D E L O S IN D IO S CADDOANOS 173

X X

í X
7
X

X
X
* *

* *
4 3

X X

f i g u r a 10.1. Aldeas de los pawnees skidi y sus asociaciones estelares. 7] La

estrella del Oeste (Estrella de la Tarde); 2-5] cuatro estrellas principales


(no identificadas); 6] la Estrella de la Mañana; 7] la Estrella del Norte
(Polar). Las cruces sin numerar indican otras aldeas. (Tomado de Fletcher
1902 y s.f.)
de la Estrella de la M añana era cuando Júpiter salía al este. Los
skidis eran la única banda pawr.ee que practicaba el ritual en la época
histórica. Es digno de mención el que Dorsey (1907a, p. 67) sugirió
que ésta quizá fue una vez una ceremonia solsticial, puesto que úna
versión diluida, sin víctima humana, era escenificada en la época del
solsticio de invierno.
El culto a las estrellas también está presente en el plan, y la cons­
trucción de las chozas de barro de los pawnees, las cuales eran el tipo
usnal de habitación en las aldeas permanentes. El piso circular, de 6
a 17 metros de diámetro, simbolizaba la tierra; su techo en form a de
domo, la bóveda celeste (Fletcher 1902, p. 735). Alrededor de la ho­
guera central, la cual contenía una pizca de sol, había cuatro grandes
postes que sostenían la superestructura. Estos postes estaban más o
menos alineados con las direcciones intercardinales, de modo que daban
la forma de un cuadrado o al menos de un rectángulo. Estos cuatro
postes representaban las estrellas-dioses de las cuatro aldeas princi­
pales. A veces estaban pintados de los colores de las direcciones ínter-
17* W A LD O * . W E D E L

10.2. Plano de l a choza de barro de los pawnees alrededor de


f ig u r a

1600 d. _c. /] El altar de plataforma con una calavera de bisonte; 2-5] los
postes centrales; 6] entrada; F] fogón. (Tomado de Strong 1935.)

cardinales (fig. 10.2). La entrada en forma de túnel se abría hacia


el este, de modo que el sol naciente pudiera brillar directamente sobre el
altar de la casa. Este altar estaba formado por una plataforma baja
en el lado oeste del piso y sostenía una calavera de bisonte y quizá
otros objetos sagrados. Arriba del altar se colgaba de los marcos de la
choza un envoltorio mágico para simbolizar el dios del hogar. Este
envoltorio contenía varios artículos como pieles de pájaro, calaveras
de animales, quizá una mazorca de maíz, un tallo, y así sucesivamente.
Creían que todos estos objetos servían para asegurar buena fortuna al
dueño y a su hogar, siempre y cuando el envoltorio no fuera deshon­
rado con manejo irreverente y fuera renovado cada año en la época
adecuada y con el rito apropiado. De acuerdo con Weltfish (1965,
p. 79), la entrada y el agujero que estaba directamente arriba de la
hoguera a veces servían a los sacerdotes como lugar» convenientes
desde el cual observar las posiciones de las estrellas y constelaciones
que guiaban sus ceremonias.
La considerable importancia atribuida a las posiciones y direccio­
nes intercardinales debe hacerse notar. Este punto es mencionado fre-
a s t r o n o m ía a n t ig u a d e los in d io s caddoanos 175

NO NE

AMARILLO NEGRO
\ ✓
relám pago trueno
\ /
león d e m ontana o so
/
álam o olm o

/ \
g ato m o n tés lobe
/ \
vientos nubes
/ \
BLANCO ROJO

SO

f i g u r a 10.3. Las asociaciones de colores, fuerzas de la naturaleza, animales


y árboles con las direcciones intercardinales- entre los pawnees. (Tomado de
Weltfish 1965).

cuentemente por Weltfish (1965a), y parece tener alguna relevancia


arqueológica también para la región, como indicaremos abajo. Se aso*
ciaba un color a cada una de las direcciones intercaxdinales (fig. 10.3).
El altar o envoltorio de cada una de las cuatro aldeas incluía una
mazorca de maíz de un color que hacía juego con su posición d ira x io
nal. Al clasificar las variedades de maíz de los pawnees de acuerdo
con su color, uno de los informantes de Weltfish siguió una secuencia
noreste-sudoeste-noroeste*sudeste de la cual observó (Weltfish, p. 122)
que “esta sucesión diagonal forma una cruz sencilla, el símbolo pawnee
para una estrella” (véase también Dunbar 1882, p. 745). Los anima­
les, árboles y otros elementos de la naturaleza estaban igualmente aso­
ciados con las direcciones intercardinales (Weltfish, p. 112).
Para los wichitas hay mucho menos información etnográfica que
para los pawnees y las otras tribus de las Llanuras más al norte, y la
mayoría de esta información viene de una sola fuente (Dorsey 1904b).
Los wichitas se encontraron con los europeos por primera vez en 1541,
176 w aldo r . w edel

en lo que hoy es Kansas central, y experimentaron drásticos cambios


culturales y de población después de alrededor de 1750. Su número,
estimado quizás entre cuatro y seis mil personas en el siglo xvm, había
disminuido para 1868 a un valor “oficial” de 572 personas. Posterior­
mente, durante el período de 1875 a 1900, la organización política
formal bajo la cual vivían los wichitas y los íntimamente relacionados
wacos, tawakonis y kechais, se desplomó. De ahí en adelante quedó
muy poco del estilo de vida antiguo (las festividades guerreras, la m a­
yoría de las ceremonias, y la caza del bisonte), excepto como apagadas
memorias entre los viejos. Se ha observado que el período de 1850
a 1875 es “la fecha más antigua en la cual se puede reconstruir confia­
blemente la cultura wichita” (Schmitt y Schmitt 1952, p. 64); estas
fechas ocurren más de dos siglos después de las fechas de los residuos
arqueológicos de Kansas central (Wedel 1959, p. 571), los cuales se
cree que representan a los wichitas cuando aparecen por primera vez
en la historia documentada.
De acuerdo con Dorsey ( 1904b, p. 18), “el sistema religioso de los
wichitas, asi como el de los pawnees, aun cuando sea en menor grado,
puede caracterizarse como un culto a las estrellas”. El jefe de los dioses
y creador del universo era el “Hombre-que-nunca-fue-visto-en-la-
Tierra”, que no fue identificado específicamente por Dorsey con
ningún cuerpo celeste. De menor jerarquía eran sucesivamente el sol;
luego la Estrella de la M añana, la cual mantenía acomodadas en orden
a las estrellas durante el día; la Estrella del Sur, protectora de los
guerreros y jefes; la Estrella del Norte o Polar, la cual mostraba a la
gente el camino al norte y era también guardiana y patrona de los mé­
dicos brujos; las estrellas de la Osa Menor, asociadas con las festivi­
dades de guerra; finalmente, la luna, guardiana especial de las mujeres
y asociada con la prolongación de la vida de lew animales, pájaros, y
plantas. Dorsey ( 1904b, p. 16) hizo notar que “los largos y hermosos
rituales, tan característicos de los skidis y de las otras bandas pawnees”
estaban ausentes entre los wichitas. Su observación de que las ceremo­
nias religiosas wichitas “comenzaron a declinar hace muchos años...
debido principalmente a que los wichitas estaban preocupados funda­
mentalmente con la guerra”, parece estar abierta al cuestionamiento.
Excepto por Dorsey, yo no he encontrado detalles del culto a las
estrellas entre los wichitas, ni parece haber información alguna sobre
los aspectos astronómicos de su religión y teología previa a área 1750,
cuando la cultura indígena estaba aún floreciente. Esto es particular­
mente desafortunado porque la arqueología sugiere algunas interesantes
posibilidades que discutiré en otra parte.
Se atribuyó algún simbolismo a ciertas características de la casa
de hierba de los wichitas, aun cuando en un grado menor que el regis­
A ST R O N O M ÍA ANTIGUA DE L O S IN DIO S CADDOANOS 177
trado para las chozas de barro de los pawnees. Las entradas se abrían
tanto al este como al oeste para admitir al sol, y en tiempos anteriores
había también una puerta al sur para que “el dios del viento sur pueda
asomarse al mediodía” (Dorsey 1904b, pp. 4-5). En la punta de la
estructura en forma de domo había cuatro postes apuntados a los puntos
cardinales. Éstos representaban a los cuatro dioses o cuadrantes del
mundo; la punta de arriba simbolizaba al creador en la mitología
wichita. Aparentemente no se registraron en la literatura etnográfica e
histórica disponible otras posibles orientaciones con respecto a las habi­
taciones, aldeas, u otros detalles y construcciones aborígenes.
Entre los arikaras, el grupo más norteño que tiene relaciones lin­
güísticas con los pawnees y wichitas, no parece haber evidencia notable
de que poseyeran la compleja tradición celeste conservada y usada por
los skidis y otros pawnees. En el sur, con los caddos, Swanton (1942,
p. 238) observa concisamente que “su conexión con los pawnees y los
wichitas aparece en las claras huellas de un culto a las estrellas”.

LA E V ID E N C IA A R Q U E O L O G IC A

Puesto que la mayor parte de la preocupación pawnee respecto a las


estrellas y los otros asuntos celestes involucraba más bien ceremonia^
lismo y ritualismo que una cultura material, no es de esperarse que
exista mucha evidencia arqueológica directamente relevante. Actual­
mente, como sólo hay identificaciones tentativas para los sitios arqueo­
lógicos de bandas pawnees y como los únicos análisis en profundidad
que existen son de sus restos de cerámica (Grange 1968), no hay m a­
nera de correlacionar, aun cuando sea toscamente, la distribución tradi­
cional de las aldeas skidis con los patrones estelares del cielo. De hecho,
en los tiempos históricos las numerosas aldeas skidis (“Panimaha”, etc.)
que aparecen indicadas en los mapas antiguos ya habian sido suplan­
tadas, debido a propósitos prácticos, por dos o tres aldeas mayores,
como las encontraron los exploradores norteamericanos de principios
del siglo xix. En el último poblado de chozas de barro de los pawnees,
situado en Genoa, Nebraska, los skidis ocuparon el extremo noroeste
de la comunidad. Posiblemente estas y otras aldeas de los tiempos
históricos de hecho consistían de apretados grupitos de casas “unidos
por un nombre en común” (Dorsey 1907b, p. 71) pero no necesaria­
mente unidos el uno con el otro para formar un pueblo grande, con
cada grupo representando lo que alguna vez fue una aldea separada
e independiente. O quizás es que las tradiciones, tal como están regis­
tradas, no nos dicen las cosas como fueron y dan un patrón idealisdo
que no existió nunca en la historia verdadera de los skidis.
Históricamente, la choza de barro de los pawnees era una caracte-
178 W A LD O R . W E D E L

ristica familiar y bien conocida del panorama de la parte este-central


de Nebraska. Compartida con muchas otras tribus indias que vivían
semisedentariamente en las Llanuras del este, ha sido descrita por
muchos viajeros y observadores de aquella época. De estas descripcio­
nes, junto con los resultados de las excavaciones arqueológicas de do­
cenas de estas estructuras, se puede concluir que parece que los cons­
tructores indígenas del siglo xix muy a menudo se alejaban de ciertos
detalles particulares de la choza tradicional con cuatro postes centrales
soportando la estructura y con la entrada mirando al este (Wedel 1936,
p. 43; 1938). En este último aspecto, el número de postes variaba de
cuatro a tantos como diez o doce, pero en cualquier caso se seguía
usando un número par de ellos para producir una estructura bilateral
simétrica centrada idealmente en una línea este-oeste desde la entrada
a través de la hoguera hasta la plataforma del altar en el lado oeste.
El paralelo entre esta disposición de las características básicas de la
choza y el diseño celestial que representa cuatro, cinco o seis aldeas
principales de los skidis (figs. 10.1 y 10.2) es digno de mención, como
Fleteher (1902, pp. 734-735) hizo riotar hace mucho.
f Otro alejamiento de la tradición tiene que ver eon la orientación
de la entrada. Ésta no siempre se abría al este, sino que parece haber
sido colocada usnalmente en el lado sudeste de la choza, uno supone
que con el propósito principal de no enfrentar a los fríos vientos del
noroeste y a las frecuentes tormentas, más que para satisfacer algún
requerimiento ceremonial idealizado. La estipulación tradicional de
que la choza debía estar orientada de manera tal que los primeros
rayos del sol cayeran sobre el altar en el lado oeste, ya no era satisfecha
por muchas de las chozas de los tiempos históricos. Debe hacerse notar
que muchas de las chozas históricas posteriores eran de tamaño con­
siderable —hasta de 13 o 17 metros de diámetro o más— de modo
que el procurarse los grandes árboles necesarios para el soporte central
de cuatro postes, pudo ser a veces un problema serio. Si alguna vez se
observó el número ceremonial de 4 postes, esto probablemente fue en
las pequeñas chozas de los tiempos más antiguos. Posteriormente, con­
forme se construían mayores moradas para acomodar a más ocupantes
se añadieron más postes o bien se colocaba un segundo anillo de postes
de soporte entre los cuatro centrales y el anillo exterior (cf. Dunlevy,
1935, p. 164 y fig. 6 ). Un análisis de la información arqueológica
existente, con referencia particular a la orientación de los pisos de las
casas y a la alineación de sus características estructurales básicas, debe­
ría proporcionar algunas pistas sobre las prácticas y conceptos de los
pawnees conforme cambiaban con el tiempo.
Arqueológicamente, casi no sábanos nada respecto al tipo usual
de habitación usado por los wichitas mientras vivían en la paite cen-

>
a s t r o n o m ía a n t ig u a de los in d io s caddoanos 179
tral de Kansas, cuando tuvieron sus primeros contactos con el hombre
blanco. Otros aspectos de su cultura material, como sus trabajos en
piedra, cerámica, hueso, etc., son mejor conocidos (Wedel 1959,
pp. 210, 571), aun cuando nuestra información es muy limitada en
comparación a la que tenemos respecto a los pawnees de Nebraska.
Sin embargo, en un aspecto particular parece que la arqueología de
los wichitas es única y sin paralelo conocido en las llanuras o en cual­
quier otra parte. Me refiero a los llamados círculos de consejo.
Los círculos de consejo son las principales estructuras superficiales
observables actualmente en cinco aldeas indias de la parte central
de Kansas. En la superficie, cuando no ha sido destruido por la civili­
zación moderna, un círculo de consejo típico consiste de un montículo
central de 20 a 30 metras de diámetro, rodeado de una zanja poco
profunda o de una serie de depresiones oblongas alrededor del mon­
tículo en un patrón aproximadamente circular, subeircular o elíptico.
En dos casos al menos parece haber habido dos zanjas o depresiones
discontinuas rodeando al montículo central Las mediciones toscas que
son posibles mediante trazados superficiales y fotografías aéreas indican
que el diámetro exterior de estas configuraciones iba de aproximada­
mente 30 a 70 metros. El relieve máximo es de 40 a 85 centímetros.
Aparte de los contornos superficiales, poco había para distinguir estas
configuraciones antes de la excavación, excepto que las puntas de
algunas rocas de arenisca eran visibles aquí y allá en dos de los círculos.
Se veían artefactos y basura sólo donde roedores y vándalos habían
perforado o donde por alguna otra razón se había roto la superficie.
Su desiguación como círculos de consejo por los historiadores locales
hace medio siglo (Jones 1928, p. 541) fue dada no porque hubiera
indicación de que ésta era su función, sino a falta de otro término
mejor.
Se han hecho excavaciones en tres de los círculos, todos en Rice
County (Wedel 1959, p. 215; 1967; 1968). El trabajo más completo
fue hecho en el sitio de Tobias ( 14RC8), a 13 kilómetros al noreste de
Lyons. Antes de la excavación este círculo consistía de un arreglo elíp­
tico de seis depresiones oblongas poco profundas que variaban conside­
rablemente en tamaño, forma y profundidad, pero que eran clara­
mente visibles desde el aire debido a su cubierta de hierba verde
obseura. Esta elipse medía cerca de 40 metros de largo; su eje mayor
estaba dirigido del este-noreste al oeste-sudoeste en una línea muy
cercana a los 30° al norte del este. La excavación reveló una serie
de 4 cuencas curvadas que forman aproximadamente un diseño cuadri­
lateral adentro de la elipse y sólo muy crudamente corriendo paraledas
a las depresiones en la superficie. No había coincidencia entre las cuen­
cas y las depresiones y no hay razón para dudar que el diseño concén­
trico es intencional.
180 W A LD O K- W E D E L

Las cuencas están colocadas en las direcciones seinicardinales no­


roeste, noreste, sudeste y sudoeste, respecto al montículo central. Las
cuencas varían en longitud de 10 a casi 20 metros, en profundidad
de 80 a 90 centímetros y en ancho de 3 a 4 metros. Las cuencas sudeste
y sudoeste son mucho más largas que las colocadas en la mitad norte
del círculo. En el centro del área formada por las cuatro cuencas había
una lápida de arenisca sin grabar enterrada como 30 cm en la tierra,
y abajo de la cual había cuatro cuentas tabulares de hueso. En la
vecindad general había grandes montones de ceniza que sugerían lim­
pieza de hogares.
En cada cuenca, el relleno que había entre 30 y 60 centímetros
bajo tierra incluía piedras y lajas de arenisca, la mayoría sin forma
ni grabados. Estas piedras aparecen en todos tamaños y formas, lle­
gando a pesar hasta casi 100 kilos; muchas hubieran requerido los
esfuerzos de dos o más personas para traerlas desde la cantera situada
a más de 100 metros al este. Abajo de esta capa, los siguientes 16-32 cen­
tímetros de relleno incluían conglomerados de tierra quemada, algunos
con pedazos quemados de madera y hierba. Debajo de este material,
que interpretamos como residuos de chozas quemadas, el piso muestra
una fila de fogones llenos de cenizas alineados en medio de la cuenca;
en las cuencas mayores, una línea de agujeros y restos de postes carbo­
nizados sigue la línea media; estos postes aparecen alternados cada
2 o 2 y medio metros con un fogón. Alrededor de los fogones se encuen­
tran pedazos de cerámica, huesos enteros y rotos, piedras, conchas y
otros artefactos. Las canastas carbonizadas que contienen maíz, tanto
en grano como en mazorca, sugieren los residuos de canastas y bolsas de
grano cosechado que pudo haber sido colgado de palos sostenidos por
los postes o almacenado entre las vigas. Huesos humanos, casi siempre
desarticulados y aislados y nunca en la forma de esqueletos completos,
aparecen dispersos en la zona quemada y encima, y debajo del nivel
do relleno de piedra de cada una de las curacas.
Pareoe claro que las cuatro cuencas representan las ruinas del mismo
número de casas, cada una construida en o sobre una fosa alargada,
sobre un marco soportado por postes, cubierta con hierba y entonces
revestida, al menos parcialmente, con tierra o barro. Las lajas de pie­
dra fueron posiblémente amontonadas contra la base exterior de las
paredes donde encontraban la orilla de la cuenca, pero no sabemos si
como refuerzo, para protegerlas del fuego o para algún otro propósito,
Guando la casa se quemó y la superestructura se desplomó, estas pie­
dras resbalaron a la fosa donde las encontramos, no pocas veces en
posición imbricada.
A casi 800 metros al sureste del círculo de Tobías está el círculo
de Paul Thompson ( 14RC12), el más pequeño de los cinco. Excava­
A ST R O N O M ÍA A N T IG U A D E L O S IN D IO S CADDOANOS 181

ciones incompletas hechas en 1967 demuestran que también aquí había


cuatro cuencas colocadas, como las del sitio de Tobias, en las posicio­
nes intercardinales respecto al montículo central. De nuevo, caen den­
tro del círeulo discontinuo formado por los agujeros en la superficie.
Dos de las cuencas fueron limpiadas. Cada una tenía fogones a lo
largo de la línea media, pequeños agujeros para depósito y unos cuan­
tos agujeros de postes; Había aquí también muchas lajas de arenisca
en el relleno de las paredes. Aquí la evidencia de quema era menos
evidente excepto en la forma de varios palos carbonizados hasta de
10 centímetros de diámetro, sngiriendo al menos destrucción parcial
por el fuego. En el área interior al círculo aparecían dispersos varios
fogones llenos de ceniza; quizá indicando el área de actividades domés­
ticas, como el cocinar al aire libre. U n hogar poco usnal por su gran
tamaño, de aproximadamente 106 cm de diámetro, fue encontrado
varios centímetros debajo de la superficie en el centro aproximado
del área y debajo de la parte más alta del montículo.
Nuestra conclusión tentativa es que este círculo, como el de Tobiasj
consistió de 4 casas alargadas semisubterráneas, dispuestas en las direc­
ciones intercardinales alrededor de un montículo; que estas casas fue­
ron sede de algunas actividades domésticas, pero que sus ocupantes
solos no eran lo suficientemente numerosos para explicar todo el ma­
terial cultural disperso en los alrededores del sitio; y que el abandono
pudo haber estado conectado de alguna manera con una conflagración.
Un poco más de kilómetro y medio al sudeste del circulo de Thomp­
son, en el sitio Hayes ( 14RC13), está el tercer y mayor de los círculos
de Rice County. Aun cuando los detalles de la superficie están muy
alterados debido a varias décadas de labranza, de nuevo encontramos
el diseño de doble círculo con las cuencas interiores a una zanja exte­
rior. De acuerdo al dueño del terreno, cuyo padre comenzó a plantar
donde está el círculo desde 1928, hubo una vez dos círculos concén­
tricos alrededor del montículo, al menos uno de ellos continuo y el
otro posiblemente dividido en cuartos. Nuestras excavaciones de 1967
estuvieron gravemente limitadas por varias circunstancias. Sin embar­
go, sugieren firmemente que de nuevo había cuatro cuencas oblongas
y espaciadas irregularmente en los segmentos intercardinales del círculo.
En las cuatro cuencas encontramos huesos humanos desarticulados,
como en Tobias; pero a diferencia de los círculos de Tobias y Thomp­
son, éste no tenía piedras en el relleno, quizá porque la cantera más
cercana quedaba alejada del círculo. Un segundo círculo (?) de cuen­
cas, aparentemente coincidente con las depresiones en la superficie,
incluía muy pocos residuos originados por actividades humanas en el
relleno, en marcado contraste con la serie interior. Como en el círculo
de Thompson, en el centro del círculo de Hayes había un gran fogón,
bien definido y lleno de cenizas, que estaba a unos 30 cm bajo tierra;
182 W A LD O K. W ED EL

tiene 1.2 m de diámetro y contiene un relleno en capas de cenizas y


carbón que tiene casi 30 cm de profundidad.
Las cuencas oblongas que excavamos o de las cuales tomamos mues­
tras en estos tres sitios, posiblemente representan en cada caso un com­
plejo planificado de habitaciones. Las casas, semisubterráneas, alarga-
das, a veces curvadas y supuestamente equipadas con postes y un techo
en caballete, eran muy distintas de las chozas cubiertas de barro dé la
región y de las chozas de hierba de las Llanuras sureñas de los tiempos
históricos. Al mismo tiempo, la aparición regular de pequeños hogares,
junto con la similitud de los artefactos encontrados ahí con los de
otras aldeas cercanas, apoyan la noción de que éstas eran habitaciones.
No tenemos idea de por quién eran habitadas, ya sea una élite de la
aldea, una clase sacerdotal, o quizá algún otro grupo especial Los
registros etnográficos e históricos disponibles de los indios caddoanos
o de los otros grupos de las llanuras no proporcionan información en
este respecto.
La colocación más o menos centrada de cada círculo en su com­
plejo de aldeas respectivo definitivamente sugiere una estructura con
propósitos especiales. Pero nada de lo que encontramos en los círculos
podía ser considerado como artefactos ceremoniales, a menos que lo
fueran los grandes hogares llenos de cenizas que están en el centro
de los círculos de Hayes y de Thompson. No hay evidencia de que
ninguna de estas estructuras estuviera rodeada de una empalizada o
que tuviera algún dispositivo de defensa, aun cuando el plano de los
sitios hace recordar la descripción de Treviño del pueblo fortificado
deTaovayas (“wichita” ) sobre el Red River, donde los indios recha­
zaron el ataque de los españoles capitaneados por don Diego Ortiz
Parrilla en 1759 (Duffield 1965). Desafortunadamente, no sabemos
nada en el aspecto arqueológico acerea de los tipos usuales de habi­
taciones en estos sitios de Kansas central. Donde Los caminos y cunetas
han pasado a través de los sitios no se ha reconocido nunca nada
similar al piso de una choza, como sucede comúnmente en otras aldeas
donde se han intersectado pisos y bases de casas. Puesto que la mayoría
de los sitios wichitas de la parte central de Kansas son demasiado
grandes para ser explicados sobre la base de las dos o tres veintenas
de gentes que pudieron haber sido acomodadas en las casas semisub-
terráncas de los círculos, inferimos que la mayoría de los habitantes
de las aldeas probablemente moraban en casas cubiertas de hierba,
menos duraderas y esencialmente similares a las descritas por los explo­
radores españoles y norteamericanos posteriores e identificadas en los
tiempos históricos posteriores con los wichitas de Oklahoma y Texas.
O tra circunstancia parece apoyar la idea de que los círculos de
consejo eran estructuras con propósitos especiales. Todos, menos uno,
A ST R O N O M ÍA A N T IG U A D E L O S IN D IO S CADOOANOS 183

están situados en la cima de cerros o riscos desde donde, excepto poc


unos cuantos árboles de gran tamaño, hay vistas despejadas del hori­
zonte. Los círculos de Tobias, Thompson y Hayes están alineados de
una manera tal, que parece involucrar diseño y no azar. En los tiempos
antiguos, cuando estos círculos se nsaban y cuando había chozas en
cada cuenca, sin los árboles que ahora obstruyen la vista, un obser­
vador parado a unos 70 metros al sur d d círculo de Tobias y mirando
a 30° al sur del este, hubiera tenido en su línea de visión tanto el
círculo de Thompson, como el de Hayes. D urante el solsticio de invier­
no, este observador podría también haber visto al sol salir en el punto
donde su línea de visión intersectaba el horizonte, porque a esta latitud
(38°.5N) la salida del sol a mediados del invierno ocurre a 30° al sur
del este, de acuerdo al personal del U. S. Naval Obscrvatory (Wedel
1967, p. 63). Observaciones hechas en el sitio durante el 21 y 22 de
diciembre de 1965, confirmaron esta alineación con la salida del sol.
A la inversa, un observador parado cerca del gran hogar del círculo
de Hayes, observando la puesta del sol del solsticio de verano hubiera
estado mirando hacia un lado del gran hogar del círculo de Thompson,
con el círculo de Tobias inmediatamente a la derecha de su línea de
visión bajo el sol poniente. Esto fue también confirmado observacío-
nalmente el 21 de junio de 1971. El círculo de Hayes, a juzgar por
las fotos aéreas, tomadas antes de que ocurriera una labranza pro­
funda y fuertes aguaceros, pudo haber sido una elipse cuyo eje major
era aproximadamente paralelo a la linea de visión solsticial descrita
(fig. 10.4). _
En discusiones previas de los círculos de consejo de Kansas y de su
posible relevancia a fenómenos solsticiales (Wedel 1967, 1968), yo he
sugerido que los huesos humanos asociados con al menos dos de los com­
plejos pudieron haber figurado de alguna m anera en sacrificios que
giraban alrededor de los solsticios. No existen registros de sacrificios
humanos entre los wichitas o los pawnees excepto por los de la banda
skidi con su muy divulgada ceremonia de la Estrella de la Mañana.
Los ritos del solsticio de invierno eran de considerable importancia
para los indios pueblo del sudoeste, con cuyos descendientes de los
tiempos prehistóricos tardíos e históricos tempranos que vivían en la
parte superior del río Grande tuvieron los indios de la parte central
de Kansas mucho contacto comercial. Es por lo tanto concebible que
algunos de los grupos caddoanos de las Llanuras hayan adquirido a
través de los contactos intertribales ciertas prácticas o escenificaciones
solsticiales que requerían víctimas humanas.
Pensándolo con más calma, encontramos que ciertas consideracio­
nes resultantes de las expediciones adicionales parecen militar contra
esta tesis. En el círculo de Hayes, donde dieciocho o más esqueletos
184 W A LD O * . W EDF.I.

figura 10.4. Las orientaciones y alineaciones de los círculos de consejo de


la región central de Kansas.

humanos, completos o parciales, fueron enterrados en masa cerca del


final de un agujero para una casa que quedó incompleta (? ), los arte­
factos acompañantes, que casi seguramente representan ofrendas mor­
tuorias, eran esencialmente idénticos a los encontrados en los agujeros
de depósito, o en lps montones de basura, o en la superficie general del
sitio. Estos artefactos, generalmente puntas de proyectiles en piedra y
hueso, punzones de hueso, cuentas de vidrio y concha, turquesas y otras
cosas, son evidencia aceptable de que las supuestas víctimas sacrifi­
cadas eran probablemente miembros honorables de la comunidad en
lugar de prisioneros que fueron ejecutados ritualmente. Las claras indi­
caciones de entierros apresurados, en gran parte desorganizadamente
y en una casa sin terminar, sugieren que estas gentes fueron más bien
víctimas de una catástrofe comunitaria, quizá de una acción enemiga
A ST R O N O M ÍA A N T IO U A D E LO S IN D IO S CADDOANOS Í85

o una epidemia. Es posible que estas personas fueran víctimas de la


epidemia de viruela que asoló a los quapaws y a sus vecinos de los ríos
Arkansas y Mississippi alrededor de 1698-1699, o quizá de una epi­
demia anterior.
Eddy (s.f., p. 27) ha observado de manera correcta que en una.
discusión anterior acerca de los círculos de consejo de Kansas, yo no
reporté “marcas distintivas en las posiciones de intersección propuestas,
lo cual deja a la línea del solsticio de verano [círculo de Tobías] en un
plano muy conjetural. Más aún, Wedel no da los azimutes de ninguna
de las alineaciones y no sabemos la incertidumbre involucrada. Un.
estudio más detallado d e las posiciones del sitio hace ciertamente falta
para cotejar las medidas aéreas de Wedel y para investigar otras posi­
bles interalineaciones entre los tres montículos.”
Estoy de acuerdo con todo esto. También quisiera apuntar que será
difícil obtener medidas precisas en unas estructuras que han sido
aradas en repetidas ocasiones y excavadas parcialmente y cuyos límites
y dimensiones exactas fueron determinados por paredes de tierra sus­
ceptibles a la erosión y prontas a desplomarse tan pronto como sus cons­
tructores dejasen de darles mantenimiento. Las alineaciones aparentes
con las líneas solsticiales en el caso de los círculos de Rice County
y con un azimut de salida de la luna, durante su máxima declinación
septentrional en el círculo de Paint Creek (fig. 10.4, inserción) podrían
ser puramente accidentales, aun cuando yo prefiero la idea de un pro­
pósito astronómico. Si se pueden relocalizar exactamente los hogares
centrales y otras características de los círculos, algunas de las incerti­
dumbres apuntadas por Eddy podrían ser corregibles mediante trabajo
cuidadoso con instrumentos adecuados.
Considerando el hecho de que los constructores de estas estructuras
vivían en un área donde los habitantes de los tiempos históricos clara­
mente poseían un culto a las estrellas bien desarrollado (por ejemplo,
los pawnees), y que no estaban muy alejados de otras gentes que clara­
mente usaban puntos del horizonte marcados topográficamente para
propósitos agrícolas y para sus calendarios ceremoniales (Fewkes 1897,
p. 269; 1898, pp. 67-68; Parsons 1936, 1939a, 1939b), parece muy
probable que los antiguos wichitas de Kansas central hayan diseñado
marcadores similares para regular su sistema ceremonial, así como sus
actividades económicas y de subsistencia. No puedo decir si, cuales­
quiera que hayan sido estas estructuras, hubieran tenido una mejor
precisión que la que obtuvimos en 1965 y 1971. Es probahle que la
precisión absoluta no fuera esencial a los líderes de la época, y que
se conformaran con una precisión aproximada como la usada en la
construcción de casas, altares u otras estructuras.
En la literatura arqueológica de Norteamérica, parece haber nota-
186 W A LD O R . W E D E L

blemente poca información relativa al tema discutido. En el gran,


pueblo de Cahokia, del Mississippi medio, en los American Bottoms
cerca de St. Louis, Wittry (1964) ha descrito varios arcos formados por
agujeros donde se empotraban postes que parecen haber sido segmentos
de cuatro círculos de entre unos 72 y 150 metros de diámetro. Wittry
sugiere que son anteriores a los círculos de consejo de Kansas por
quinientos años o más. En las llanuras del noroeste de Wycming, la
rueda medicinal de Big Horn ha sido identificada recientemente como
un dispositivo para marcar las posiciones en el horizonte de la salida
y puesta del sol, del solsticio de verano y de algunas estrellas (Eddy
1974). Estas alineaciones parecen ser mucho más recientes que los
círculos de consejo, quizá de alrededor de 1750 d. c. A pesar dei escep­
ticismo remanente respecto a estas y otras correlaciones hechas a través
de estudios interdisciplinarios, yo sospecho que la investigación con­
tinua revelará muchos más detalles arqueológicos con implicaciones
astronómicas. Esto ocurrirá cuando la información, ahora dispersa y
fragmentaria, sea recolectada y examinada críticamente por investi­
gadores competentes.

A G R A D E C IM IE N T O S

Agradezco cordialmente las útiles sugerencias y observaciones que sobre


lós pawnees me hizo G arland M artha Blaine, de Oklahoma City.
11. LAS RUEDAS MEDICINALES
Y LA ASTRONOMIA DE LOS INDIOS
DE LAS LLANURAS NORTEAMERICANAS

por JO H N A . EDDY

L O S IN D IO S P R IM IT IV O S D E LAS L L A N U R A S

Parece justo decir que sabemos menos de los primeros habitantes de


las Grandes Llanuras que de cualquier otro grupo contemporáneo a
ellos en el continente, incluyendo a sus supuestos parientes, los meso-
americanos. Ambos grupos estuvieron en América al mismo tiempo y
aproximadamente durante períodos iguales. Se supone que ambos gru­
pos descienden de asiáticos que cruzaron el estrecho de Bering hace
entre 20 000 y 50 000 años. Ambos fueron también observados breve­
mente in situ por los europeos en el siglo xvi. Pero a diferencia de
los mesoamericanos, más pintorescos, los indios de las Llanuras no deja­
ron lenguaje escrito ni un arte muy desarrollado. También a dife­
rencia de sus vecinos al sur, los anasazis, los indios de las Llanuras no
construyeron mucho. Y a diferenoia del caso de las tribus de los bos­
ques del este norteamericano, la observación intensiva de los indios de
las Llanuras no comenzó sino hasta después de que tuvieran más
de 200 años para ajustarse a s;is primeros contactos con los explora­
dores españoles. Entre Coronado y Lewis y Clark, la vida de los indios
de las Llanuras fue cambiada drásticamente, y muchas veces se nos
advierte que el estilo de vida de los ecuestres sioux o cheyennes puede
damos poca información sobre el estilo de vida de sus menos conocidos
antecesores pedestres. Ellos fueron rápidos en adoptar ciertos cambios
y, creo yo, en abandonar anteriores tradiciones. Todos estos factores
tienden a oscurecer aún más la historia de un pueblo ya de por sí
indistinto y oscuro.
A mí me sorprende que sepamos algo respecto a los antiguos indios
de las Llanuras, considerando que fueron muy pocos y que estaban
extendidos sobre una gran región. Generalmente se dice que cuando
Colón llegó a este continente vivían entre el.río MissisSippi y las monta­
ñas Rocallosas el mismo número de personas que ahora viven en la ciu­
dad de Boulder, Colorado. Los indios estaban dispersos en un área de
más de dos millones de kilómetros cuadrados en lo que ahora son quince
estados y provincias del oeste. Y la mayoría de ellos eran nómadas,
que rara vez se detenían a construir algo importante o duradero.
Estas gentes nómadas dejaron tras de sí un gran número de círcu-
[1 8 7 ]
188 J O H N A. EDDY

3m N ►

f i g u r a 11.1. Plano de l a iueda medicinal de Sun River, cerca de Lowry,

Montana, la cual es típica de una clase de ruedas geométricas. Para 1975,


la erosión causada por el banco del río, al pie de la figura, había destruido la
mitad de la estructura.
los de piedra, de dos a seis metros de diámetro, que ahora llamamos
anillos tipi (Wedeí 1961). Son círculos sencillos, hechos de piedras del
tamaño de una hogaza, que se hallan desparramados a través de las
llanuras y cerros, entre Texas y el norte de Canadá. R. G. Forbis,
de la Universidad de Calgary, ha estimado que, tan sólo en la parte
sur de Alberta, más de medio millón fueron dejados (1970). Pode­
mos suponer que quizás cinco o seis millones fueron construidos en
todas las Grandes Llanuras. Considerando su enorme número, deben
haber sido usados para algo común y rutinario y la mayoría de los
arqueólogos aceptan ahora que eran piedras que se usaban para man­
tener fijas al suelo las cubiertas de cuero de los tipis —como se hace
ahora con las estacas de las tiendas de campaña— y que se abando­
naban cuando los indios dejaban el campamento. Entonces, estos anillos
preservan información sobre dónde se colocaban los tipis, cómo se
disponían, y cuáles eran sus diámetros.
R U ED A S M ED IC IN A LE S Y A ST R O N O M ÍA 189

Los habitantes de las Llanuras también dejaron una serie de gran­


des efigies trazadas usando piedras de los alrededores, alineaciones
lineales de piedras (algunas de las cuales pudieron haber estado asoda­
das con senderos de búfalos), y además unos enigmáticos diseños en
forma de gran rueda, que ahora son conocidos como ruedas medicinales
(Eddy 1974; Wedel 1961). Un ejemplo, mostrado en la fig. 11.1, es la
rueda medicinal que se halla cerca de Sun River, en Montana. En
general, las ruedas medicinales consisten de un círculo central o de una
pila de rocas (el cubo) del cual irradian líneas de rocas como rayos.
Es común que haya asociadas a las ruedas otras pilas de rocas (o mo­
jones) y ocasionalmente uno o más círculos concéntricos. Las ruedas
medicinales son más grandes que los anillos tipi, llegan a tener cien me­
tros de diámetro; en algunos casos los mojones centrales son verdadera­
mente grandes: diez o más metros de diámetro y varios metros de alto.
La palabra medicina implica magia o lo sobrenatural y es un adje­
tivo dado probablemente a falta de otro mejor y sin significado espe­
cial. Las ruedas medicinales han sido siempre una especie de misterio,
ya que su propósito original, si es que tuvieron alguno, está olvidado y
que la identidad de los constructores está perdida. Los informantes
indios más antiguos poco pudieron decir a más de que estas estructuras
ya existían cuando ellos llegaron (Grey 1963) y que a menudo eran
consideradas sagradas. Los informantes más recientes mantienen que
alguna» fueron construidas para conmemorar a jefes iodios, y de hecho
esto puede explicar algunos de los ejemplos más modernos (que usual­
mente son má» pequeños) (Dempsey 1956; Kehoe 1954; Kehoe y
Kehoe 1959). Gomo clase de detalles arqueológicos, las ruedas medi­
cinales y sus mojones son difíciles de fechar porque la mayoría se halla
en la cima de los cerros y montañas, donde hay poca tierra y la estra­
tigrafía es muy difícil de hacer. Algunas podrían tener 100, 1 000, o
hasta 10 000 años de edad. Los artefactos encontrados en las pocas
ruedas que han sido examinadas profesionalmente, provienen en su
mayoría de una cultura prehistórica tardía, pero esto podría referirse
a las últimas gentes que las usaron —así como los objetos encontrados
en un parque usualmente fueron dejados por los últimos paseantes. La
rueda medicinal excavada en más detalle, en Majorville, Alberta, da
evidencia de que tuvo un uso má» o menos continuo desde alrededor
de 2500 a. c. (Forbis y Calder 1971). Por lo tanto, esta rueda es con­
temporánea de las pirámides egipcias y de las primeras etapas de
Stonehenge. Otras ruedas medicinales son probablemente bastante más
recientes, pero nadie está seguro de esto.

L A R U E D A M E D IC IN A L D E BIO H O R N

Seguramente el mejor ejemplo, y el único caso en el que el lugar es


11.2. Una vista aérea de la rueda medicinal de Big Hom entre
f ig u r a
Sheridan y Lovell, Wyoming. La estructura está en la cima de la montaña
Medicine a una altitud de 2940 metros y desde 1925 ha tenido la protección
del Servicio Forestal de los Estados Unidos.

comúnmente conocido, es el de la rueda medicinal de Big Horn,


en la parte norte-central de Wyoming, entre Sheridan y Lovell, inme­
diatamente al sur de la frontera con M ontana (Grey 1963). Esta rueda
se halla a unos 3 000 metros de altitud cerca de la cima do Medicine
Mountain, uno de los picos más altos en las montañas Big Hom, próxi­
m a a un abrupto precipicio con despejados horizontes y una vista im­
presionante. Esta rueda es seguramente la más complicada y prote­
gida de las ruedas conocidas y ahora se halla rodeada por un alto
cerco bajo el cuidado del Servicio Forestal de los Estados Unidos.
La rueda de Big H om consiste de una pila de piedras central con
un agujero en su centro, de unos cuatro metros de diámetro, d e la
cual irradian veintiocho rayos. Los rayos, que tienen en promedio
12 metros de largo, terminan en un tosco círculo. Alrededor de la peri­
feria de este aro hay seis mojones menores, uno de los cuales, al su-
R U ED A S M E D IC IN A L E S Y A ST R O N O M ÍA 191

doeste, está al final de un rayo que se extiende más allá del círculo
principal (fig. 11.2).
Las montañas de Big H om eran consideradas como «spedalra por
algunas de las tribus de las Llanuras, y esta nieda medicinal h a sido
atribuida —o ellos la han reclamado— a los indios ctaw, rioux, cheyen-
nes, arapaboes, shoahones y protahlonente otros. De hecho, m a id n la
empezaron a estudiar los arqueólogos, a principios del rigió xx, ninguno
de los informantes indios de la localidad sabía dónde estaba, ni su uso.
Algunas de las vagas repuestas inkáalra recibidas pudieran haber guar­
dado pistas no reconocidas entonces, porque varios de los informantes
la relacionaron con el sol, la luz e, indirectamente, con el amanecer.
Los primeros arqueólogos reconocieron su similitud a una de las formas
encontradas en la Gheyenne Medicine Lodge o Sun Dance Lodge, la
cual tenia un poste central y veintiocho vigas radiantes. En alguna»
versiones de la Sun Dance Lodge había un altar al oeste, aproximada­
mente donde uno de los mojones periféricos está situado. Pero las otras
correspondencias eran imperfectas y no había precedente conocido de
un facsímil bidimenrional de piedra de la Sun Dance Lodge, ni había
razón genendirente aceptada para explicar su construcción en la cuna
de una montaña, donde hay poca evidencia de que hubiera sido habi­
tada prolongadamente.
Ahora se cree probable que esta estructura fue construida con pro­
pósitos calendárteos, especialmente para marcar el sol del solsticio de
verano y la salida de ciertas estrellas en esa fecha, y que la última vez
que fue usada con este propósito fue hace de 200 a 700 años (Eddy
1974). Una línea que pasa por el notorio mojón saliente y por el
mojón central, apunta con precisión de y$° a la posición de la salida
del sol en el solsticio de verano, y una línea similar desde otro de los
mojones externos apunta a la puesta del sol en el m ism o día. L a posi­
ción de la salida del sol es más fácil de marcar que la posición de la
puesta (por razones de fatiga ocular), pero el heeho de que ambas
están marcadas es interesante y probablemente importante. Nos dice
que, en caso de que al salir el sol hubiese niebla, los usuarios tendrían
otra oportunidad de observar el sol solsticial durante el atardecer del
mismo día. El alineamiento de la salida del sol en el solsticio de verano
está ilustrado en la figura 11.3; la fotografía fue tomada en el solsticio
de verano de 1974. Las alineaciones pudieron haber sido accidentales
aun cuando la probabilidad de esto es menor de una parte en 4 000.
Mucho menos seguras son las alineaciones propuestas para tres de
los mojones restantes y el mojón central, respecto a tres estrellas promi­
nentes: Aldebarán en Tauro, Rigel en Orión y la brillante Sirio. Éstas
son tres de las estrellas más brillantes en el cielo & la latitud de Big
H om y, más significativamente, las únicas estrellas que salían con el
figura 11.3. La salida del sol en la rueda medicinal de Big Hom el dia del
solsticio de verano 'de 1974. El prim er fulgor del sol aparece en la línea
definida por el mojón e (al frente) y el mojón central o (véase la fig. 11.4).

amanecer (salida heliaca) en los pocos meses del año en los que este
elevado sitio podía ser habitado. Estas alineaciones se muestran esque­
máticamente en la figura 11.4. La primera de estas estrellas, Aldebarán,
salía heliacamente (inmediatamente antes del alba) cerca del solsticio
de verano alrededor de 1200 d. c. y pudo haber sido usada por varios
siglos alrededor de esa fecha para verificar al solsticio de verano; en
nuestros tiempos sale heliacamente pero no se ve por el brillo del ama­
necer. Las otras estrellas cuyas alineaciones están indicadas salían helia­
camente a intervalos posteriores de aproximadamente 28 días (o sea
una “luna” y también el número de rayos de la rueda medicinal)
después de Aldebarán, primero Rigel, y después, ad final del verano,
la brillante Sirio. Por lo tanto, seis de los siete mojones parecen ajus­
tarse a un plan práetico y consistente; el mojón restante, pequeño,
cerca del extremo sur de la rueda, permanece sin explicar y podría
ser un indicador norte-sur, pero estaría 11°.5 en error.
R U ED AS M U M C IN A U S Y A ST R O N O M ÍA 193

figura 11.4. Las alineaciones encontradas por Eddy (1974) en la rueda


medicinal de Big H om . Aldebarán, Rigel y Sirio son estrellas del amanecer
veraniego y por lo tanto forman un conjunto consistente con la alineación
que da la salida del sed en el solsticio de verano.

La explicación astronómica de la rueda medicinal de Big Hom pro*


pone que fue construida y usada como un marcador del solsticio de
verano, p a n usos calendárteos y probablemente rituales, porque la im­
portante ceremonia de la Danza Solar era hecha por varias tribus cerca
del solsticio de verano, “cuando el sol estaba en Ío más alto y el cre­
ciente poder del mundo en lo más fuerte” (Neihardt 1932). Para este
propósito no haría falta un calendario preciso, aun cuando, con la
ayuda de la salida heliaca de Aldeharán, la rueda medicinal pudo haber
dado una exactitud de varios dias. Quizá sus secretos eran conocidos
sólo por unos cuantos, explicándose asi por qué los informantes del
siglo xix no podían sugerir ningún uso para la estructura. La impor­
tancia del solsticio de verano para cazadores nómadas pudo haber
tenido sus orígenes en épocas anteriores, cuando algunos de los pueblos
de las Llanuras llevaban una existencia más agrícola.
En el contexto de esta explicación astronómica, los mojones son
la parte más importante de la estructura, y quizá fueron construidos y
usados primero (es posible que originalmente hubiera sólo dos o tres
para el sol), y los otros mojones, los rayos y el aro se añadieron des-
194 J O H N A . EDDY

pué» como un refinamiento o sencillamente p a n embellecer el arreglo.


Investigaciones arqueológicas recientes han confirmado que el mojón
central es mocho más viejo que los rayos de la rueda (Wilson 1975).
En lo que respecta a la época de su uso, la alineación con Aldeharán
sugiere que fue usada como un m in a d o r solsticial en los siglos xn
a xiv, aun cuando este periodo sea válido sólo para un grupo de usua­
rios. Los marcadores solares pudiere» haber sido útiles por milenio»,
puesto que el cambio en la oblicuidad de la eclíptica es muy lento.
Si la rueda de Big H om fue usada para propósitos astronómicos,
esto arroja nueva luz sobre un pueblo apenas conocido y nos habla
de lo que estaban hadando con sus mentes, complementando la infor­
mación que proporcionan las herramientas de piedra, que nos hacen
saber de su habilidad mannal. También nos dice que conocían el cielo
mucho mejor de lo que se pensaba y quizá mejor que sus descendientes
m adonos. Ninguna de estas revelaciones me sorprende en particular,
porque los indios dé las Llanuras vivían sobre todo al aire libre y segu­
ramente pasaban más tiempo mirando al cielo que la mayoría de
nosotros ahora. Las declaraciones de los indios modernos de las Lla­
nuras contienen poco de astronomía, pero d uso práctico del cielo y
sus cambiante» patrones pudo bien haber sido una de las tradidanes
de los pueblos de las Llanuras que se perdió o diluyó en la revolución
cultural que ocurrió entre la llegada de Coronado y la colonización
del Oeste en el siglo xix, o quizás aún anteriormente.
La explicación astronómica para la rueda medicinal de Big Hom
no parecería sólida si descansara en un solo caso y un solo lugar. U na
prueba obvia es tratar de ver si se extiende a otras de las ruedas medi­
cinales conocidas, aproximadamente cincuenta en número. Como vere­
mos, una parte de éstas muestra alineamientos con los mismos objetos
celestes con los que la de Big Hom se alinea: el sol del solsticio de
verano y las mismas estrellas del a m i w w de esa fecha.

RUEDAS M EDICINALES DE NORTEAMÉRICA

Los lugares de Norteamérica que tienen ruedas medicinales (hasta


donde sé) son mostrados en la figura 11.5. Seguramente el mapa
está incompleto, pero incluye la mayoría de los ejemplos identificados
profesicmalmente, así como algunos casos dudosos. So encuentran rue­
das medicinales a lo largo de las llanuras y pies de montaña que deli­
mitan por el este a las montañas Rocallosas. La mayoría de ellas, a
diferencia de la rueda de Big Hom, están en terrenos muy planos, ale­
jadas de las montañas. Gran parte del terreno en el cual están sufrió
la última glaciación (Wisconsin): en estas llanuras y pies de ladera
abundan las rocas sueltas para apilar, de origen glacial.
Las ruedas medicinales son características de climas fríos. La m ayo
figura 11.5. La distribución en América del Norte de las ruedas medici­
nales conocidas. La mayoría de ellas se encuentran a lo largo de los pies de
laderas y de las llanuras que delimitan el lado este de las montañas Roca­
llosas. Varios tipos de estructuras están incluidos en la amplia definición de
"rueda medicinal” y la mayoría no parecen tener asociación con la astronomía.
196 J O H N A . EDDY

Ha de lo6 cuarenta o cincuenta lugares conocidos están en Canadá,


en las llanuras de Alberta y Saskatehewan. Sé de sólo una pequeña
rueda en las Dakotas, cuatro en Montana y tres en Wyoming. Puede
que haya en Colorado. Pero la expresión “rueda medicinar’ tiene una
definición tan vaga, que estos números y estas distinciones geográficas
son probablemente sólo académicos, si no es que artificiales y enga­
ñosos. No sé de ningún sitio al sur de Big H om que se asemeje a las
ruedas medicinales encontradas al norte y uno sospecha que las verda­
deras ruedas medicinales son en verdad un artificio de las llanuras
norteñas, construidas generalmente a latitudes mayores que 45°.

DOS lugares e n colorado y m ontana de po sible im portancia


ASTRONÓM ICA

En las escabrosas montañas del noreste de Colorado, ahora parte del


Parque Nacional de las Montañas Rocallosas, se encuentra una intere­
sante alineación de rocas (Husted 1963). Es aparentemente vieja, a
juzgar por las rocas hundidas y cubiertas de liqúenes. L a alineación
consiste de un pequeño mojón sobre un montecito, desde el cual
serpean dos líneas o rayos, formados con rocas, extendiéndose unos
30 metros en direcciones aproximadamente opuestas y terminando en
toscas pilas de piedras. La alineación es poco usual por estar situada
en una airosa cima sobre el camino Trail Ridge, a unos 3 500 metros de
altitud. En la cercanía se ha reportado la existencia de un sendero ute.
U na breve investigación del lugar en 1973, usando el teodolito,
reveló que la línea que sigue el rayo más largo hasta el mojón central
apunta al punto de salida del sol del solsticio de verano (fig. 11.6).
La estructura es tosca y el alineamiento grosero, y existe una posibili­
dad de 1 en 20 de que sea accidental. Si fue intencional, suscita una
interesante pregunta respecto al motivo de su construcción. No hay
anillos tipi u otra evidencia de que el área haya sido habitada, y de
hecho yo creo que nadie puede esperar encontrarla aquí. El Trail
Ridge era considerado una ruta india muy importante a través de la
partición continental, pero me sorprende que alguien se haya detenido
en estos fríos y ventosos parajes para marcar la salida del sol en el
solsticio de verano. Quizá lo que nos dice es que no debemos buscar
motivos lógicos; a lo mejor fue construida por gusto, satisfacción, o
simplemente para demostrar que podía hacerse.
Otro sitio rudimentario que muestra evidencia de una alineación
con el solsticio de verano es la rueda medicinal de la reservación crow
cerca de Fort Smith, Montana (Brown 1963). L a rueda medicinal de
F ort Smith se menciona en las leyendas indias locales, aun cuando
aparentemente no fue investigada por arqueólogos profesionales sino
hasta 1922. Está situada en una colina (con una elevación de 945 me-
11.6. Un alineamiento de rocas en el Parque Nacional de las mon­
f ig u r a

tañas Rocallosas, cerca del camino de Trail Ridge y a una altitud da


3 500 metros; podría ser una rueda medicinal rudimentaria. El teodolito está
colocado sobre el pequeño mojón central del cual irradian dos toscos rayos;
uno marca la posición de la salida del sol en el solsticio de verano.
tros) sembrada de rocas y cubierta de pasto, desde la cual se m ira la
llanura aluvial del río Big Hom . L a rueda de F ort Sm ith está a unos
60 kilómetros en linea recta al norte de la rueda medicinal de Big
Hom . La estructura consiste de un diseño de piedras parcialm ente
hundidas que se asemeja a un símbolo solar sencillo. Seis rayos salen
de un anillo central de aproximadamente un m etro de diám etro. Los
rayos son irregulares, están espaciados asimétricamente, y varían en
longitud desde unos 10 hasta 20 metros. C uatro de dios continúan
sobre la suave ladera de la colina, dándole a la rueda una apariencia
lánguida (fig. 11.7).
Las medidas hechas con el teodolito en 1973 demostraron que el
más largo de los cinco rayos está colocado para m arcar la salida del sol
en d solsticio de verano, usando d círculo central como punto de refe­
rencia, de igual m anera que ocurre en la rueda de Big Hom. Esto fue
11.8. La salida del sol en el solsticio de verano de 1974 en la rueda
f ig u r a
medicinal de Fort Smith, Montana (véase la fig. 11.7). Ha sido colocado
un poste en el centro del eje de la rueda. El primer fulgor del sol aparece
casi en linea con uno de los rayos, con el cubo de la rueda como punto
de referencia.

confirm ado dbKrvack>nalnKnte durante la salida del sol en el solsticio


de verano de 1974 (fig. 11.8). E l rayo que m arca la salida del sed
durante el solsticio no es perfectamente recto y la precisión es algo,
burda. L a puesta del sol en el solsticio de verano no está m arcada y
hay un cinco por dentó de probabilidad de que la alineación que da
la salida del sed sea accidental. Por si sola, la rueda de Fort Smith
no es particularm ente impresionante como un m arcador astronómico,
y no estoy seguro de que lo sea. Sin embargo, al examinarla en 1973
encontré un detalle que aparentem ente no había sido notado y que

f i g u r a 11.7. Una vista aérea de la rueda medicinal de la reservación de los

indios crow de Fort Smith, Montana. La sencilla rueda tiene seis rayos, cada
uno de 10 a 20 metros de larga Un rayo marca la dirección de la salida del
sol en el solsticio de verano.
200 jo h n a . tjxrr

puede añadir peso a la asociación celeste: entre los rayos en el la d á


apuesto a la linea solsticial hay un pequeño símbolo solar, de unos
60 ceotinmtous de diám etro, hecho de piedras cubiertas de hquenes
que están bien hundidas en el suelo. Parece una m iniatura de la rueda ¡
mayos: un compacto círculo central del cual se extienden cinco brevet'
rayos. En 1975 encontré este mismo símbolo al final de un rayo con
alineación salar en la rueda medicinal da la m ontaña Moose, y después
fue encontrado por Kehoe y Kchoe en dos otras posibles ruedas astro,
crómicas en Saskatchewan. No he encontrado este símbolo en ninguna
de la» ruedas nwHd n l a que obviamente no son aMmnfenkas, y quizá
sea u n a m arca significativa

r u ed a s tta m a H A ia s y m o jo n e s e n Ca n a d á

Con mucho, el mayor número de ruedas ¡medicinales conocidas se en>'


cuentra en las praderas casadámsea: en Alberta se conocen al im m »
treinta y en Saskatchewan diez. M uchas no son ruedas sino simple»
m ente grandes mojones, algunos sin rayos, anillos, u otros detalles aso­
ciados. L a más cercana a las ruedas de Big H ora o Fort Sm ith está
a un mes de m archa al norte —una distancia (600 a 700 kilómetros)
casi tan grande como la que separa el sitio de Big H ora de la clara­
m ente definida cultura pueblo, al sur de éste. Aun cuando
de los indios de las LJanñras seguramente vagaban de Wyoming hasta
Canadá, debemos tener cuidado al suponer que las ruedas medicinales
canadienses y la de Big H om tuvieron constructores, propósitos o
épocas de uso comunes. De cualquier m anera, a la luz de las conclu­
siones sacadas respecto a las ruedas de Wyoming y M ontana, se hace
necesario el exam inar las ruedas y los mojones canadienses en busca
de asociaciones astronómicas.
Con el apoyo de un subsidio de la National Geographic Society,
pude examinar durante el verano de 1975 casi la m itad de las ruedas
conocidas en Canadá, los sitios de Alberta en colaboración con el
profesor R. G. Forbis, jefe del D epartam ento de Arqueología de la U ni­
versidad de Calgary, y unos cuantos sitios de Saskatehewan con A. B.
y T . F. Kehoe, arqueólogos profesionales que estaban en Saskatchewan
gradas a un subsidio de los Museos Nacionales de Canadá. En este
informe sumarízaré sólo los primeros descubrimientos de Alberta (Eddy
y Forbis 1975), donde examinamos trece lugares, y describiré breve­
mente un sitio específico de Saskatehewan que parece ser particu­
larmente interesante.
Nuestra investigación de los sitios de Alberta produjo varias conclu­
siones generales:
7] La mayoría de los sitios canadienses son completamente dife­
rentes de la rueda medicinal de Big H ora, en el sentido de que están
f i g u r a 11.9. Una vista aérea del mojón de Majorville en la parte central del
sur de Alberta. La rueda ha sido grandemente profanada por vándalos, pero
el trazo de algunos de los rayos originales puede aún apreciarse. Su diámetro
total es de alrededor de 30 metros. El gran mojón central contiene aproxi­
madamente 50 toneladas de roca. La excavación hecha por Forbis y Calder
(1971) demostró que el mojón central fue construido de manera gradual a
partir de 2500 a. c., a lo largo de 4 000 años de uso seguramente continuo.

dominados por el mojón central. Algunos de estos mojones eran enor­


mes y contenían hasta 100 toneladas de rocas (en comparación, el
m ojón central de Big H om tiene sólo tina inedia tonelada). Algunos
sitios consistían solamente del mojón. Estos grandes mojones centrales
tienen muchas veces un anillo o anillos a su alrededor, de 5 a 30 metros
de diám etro y aproximadamente circulares.
2] El número de rayos varía, y encontramos ejemplos con casi
cualquier número, incluyendo uno y cero. La única rueda que, como
la de Big Hom, pudo haber tenido 28 rayos es la de M ajorville, en la
región central d d sur de Alberta (fig. 11.9), pero está tan despojada
y rearreglada que es casi imposible estim ar el núm ero original de rayos.
202 JO H N A . KDDY

nouRA 11.10. La distribución de direcciones azimutales verdaderas determi­


nadas con brújula, para los rayos y otros detalles direccionales de veinte ruedas
medicinales, medidas desde el centro de cada rueda (de una encuesta hecha
por Eddy y Forbis en 1975). £1 circulo del centro da la distribución al azar.
No se entiRitró ningún agrupamiento significativo para el conjunto de direc­
ciones cardinales o intercardinales, con la excepción de las frecuentes ali­
neaciones hacia el este. Se muestran las direcciones que, usando el centro de
la rueda como punto de referencia cercano y el extremo del rayo como punto
de referencia lejano, darían la salida del sol en el solsticio de verano (SSV),
la salida del sed en el solsticio de invierno (SSI), el lugar de salida de
Sirio y la dirección del norte-sur magnético (Dec.) en la era moderna.

El mojón central contiene, estimadamente, unas 50 toneladas de


roca, en trozos que van desde unos pocos kilos de peso, hasta varios
centenares. L a excavación de Forbis y Calder, hecha en 1971, produjo
evidencia de construcción en capas y de posible uso continuo desde
4 500 a 500 años antes de nuestra época (2500 a. & a 1500 4 c .) .
R U ED A S M ED IC IN A L E S Y A ST R O N O M ÍA 203

3] Los rayos apuntan en casi todas las direcciones. No caen predo­


m inantem ente en las direcciones cardinales o intercardinales, como a
veces se ha pretendido basándose en exámenes apresurados (íig. 11.10).
Hay una leve preferencia por la dirección suroeste y por otros detalles
que podrían tener relación con la salida del sol durante el solsticio de
verano, usando como punto de referencia el mojón central, como
sucede en Big Hom . Más d e la m itad de las ruedas examinadas tienen
rayos u otros detalles direccionales que apuntan, dentro de 2°, a la
salida del sol en el solsticio de verano. También hay una tendencia
en los rayos a estar alineados en las direcciones de las salidas de las
mismas tres estrellas que aparentem ente están marcadas en la rueda
de Big H om : las estrellas más brillantes del amanecer del verano,
Aldebarán, Rigel y Sirio (fig. 11.11). Pero muehos de los sitios exami­
nados no m uestran estas ni otras asociaciones celestes y no parecen ser
buenos candidatos para uso astronómico.
4] Todos los sitios que examinamos están en la cima de colinas o
en altas mesetas y todos tienen horizontes despejados. Casi siempre
están en la más alta colina de los alrededores, y en los casos en lea
que tuvimos dificultades para encontrar alguna, usualmente la hallá­
bamos escogiendo la más alta colina y buscando allí. (Esto no signi­
fica, por supuesto, que cada colina elevada en C anadá tenga una
rueda medicinal en lo alto.)
5] Casi todos los sitios que examinamos tenían anillos tipi en los
alrededores, indicando que las ruedas estaban cerca de lugares habitar
dos sem ¡permanentemente. Esto contrasta con la rueda de Big H om ,
que está en un sitio poco adecuado para hacer m orada duradera, aun
cuando tam bién ahí hay anillos tipi (como a 1 kilóm etro), que se cree
fueron hechos en épocas anteriores. Varías de las ruedas medicinales
tienen anillos tipi dentro de ellas, ya sea como círculo central, sobre
los rayos o cerca.
6] En Canadá ninguna de las ruedas medicinales conocidas está
en m ontañas o al pie de colinas, o siquiera a la vista de montañas. Casi
siempre están en la desolada pradera y por esto servirían de buenas
marcas territoriales.
7] Los diseños de las ruedas medicinales son diversos y no se repi­
ten de lugar a lugar. La simetría es poco usual Los rayos rara vez se
extienden desde el centro en direcciones diam etralm ente opuestas. No
parece haber preferencia por un número p ar o im par de rayos, o por ©1
número 4, como se podría esperar si los rayos fueran a apuntar en
direcciones cardinales o intercardinales.
3] Las edades de las estructuras son casi completamente devore»
cidas, por varias razones. Están en cimas de colinas donde el depósito
de la tierra por el viento no es una función simple del tiempo y donde
JO H N A. ED O r '• I
204

f ig u r a 11.11. La distribución de direcciones celestes aparentes (declinacio­

nes celestes indicadas) dadas por los rayos y otros detalles direcdonales de
veinte ruedas medicinales, tomada de la investigación de Eddy y Forbis
(1975). La curva sólida detrás del histograma da la distribución al azar de
azimutes e ilustra el inapeo no lineal del azimut en la declinación celeste
Por lo tanto, el gran número de alineamientos aparentes alrededor de la
declinación + 40a probablemente no es significativo. Las declinaciones están
marcadas para cnatro estrellas del amanecer veraniego, la salida del sol en
el solsticio de verano (SSV), y la salida del sol en el solsticio de invierno
(SSI), cada una para el intervalo de tiempo de 500 a. c. (—) a 1000 d. a
( + ), con 1 d. c. también marcado al centro de la barra. Las alineaciones
de los lugares de salida de Sirio, Rigel, Betelgeuse, Aldebarán y el sol del
solsticio de verano parecen ser significativas.

el fechado estratigráfico es muy difícil Pocas han sido investigadas


profesionalmente; la arqueología sistemática de las llanuras de Canadá
empezó hace sólo unas décadas. Finalm ente, todos los mojones han
sido despojados en mayor o menor g rad a Sólo dos de los sitios exami­
nados en Canadá tienen alguna protección, y ninguno está tan bien
protegido como la bardada (pero carente de vigilancia) rueda de
Big Hom .
Las conclusiones más generales que uno puede obtener del examen
de las ruedas medicinales canadienses es que definitivamente son una
mezcla de cosas distintas clasificadas incorrectam ente bajo un 'solo
encabezado harto general. Probablemente fueron construidas por dis­
tintos pueblos a lo largo de un período considerable de tiempo y posi­
blemente con diversos y cambiantes propósitos. Unas cuantas (general­
m ente las más elaboradas) pueden .tener asociación astronómica; otras
•on m uy probablemente monumentos funerarios o estructuras conme­
morativas, como las descritas p er Kehoc y por Dempsey; algunas po­
d rían delim itar terrenos, y otras de las más pequeñas podrían ser sim-
R U ED AS M E D IC IN A L E S Y A ST R O N O M ÍA 205

figura 11.12. Mapas de las ruedas medicinales de Big Hom, Wyoming


(izquierda), y de la montaña Moose, Saskatchewan (derecha), las cuales
muestran similares patrones en la distribución de mojones. La rueda de la
montaña Moose es como del doble de tamaño que la de Big Hom y es apa*
rentemente mucho más antigua (tomado de Kehoe, Kehoe y Eddy 1975).

pies decoraciones. El hecho de que un número apreciable de ellas


muestre alineaciones astronómicas en las direcciones de salida de tul
grupo restringido de objetos del cielo de verano (fig. 11.11) me parece
significativo.

LA RUEDA MEDICINAL DE LA MONTAÑA MOOSE

La M ontaña Moose, en el sudeste de Saskatehewan, no es en realidad


una montaña, sino una cadena de cerros bajos cubierta de árboles que
se extiende sobre tierras de cultivo suavemente onduladas. Desde la
distancia parece el lomo jorobado de un alce, lo cual explica su nom­
bre. Estos cerros se elevan sólo unos 780 metros sobre el nivel del mar,
o unos 150 metros sobre la llanura cercana. En una de las cimas en
un extremo de esta cadena de cerros existe una grande pero práctica­
mente desconocida rueda medicinal que figura en las leyendas indias
de esa región
Tilomas Kehoe, curador del museo de Milwaukee y antes arqueó­
logo provincial de Saskatehewan, encontró la rueda medicinal de la
m ontaña Moose hace varios años y se interesó grandemente en ella,
al notar unas similitudes notables entre su diseño y el de la rueda de
206 J O H N A . EDOY

Big Horn en Wyoming (fig. 11.12). La rueda de la m ontaña Moose


es como el doble de grande y como la m ayoría de las ruedas cana­
dienses tiene un masivo mojón central, de unos 6 m etros de diám etro,
construido con unas 60 toneladas de rocas apiladas. U n anillo hecho
de rocas y con form a oval rodea el m ojón central. De la pila central
salen cinco largos rayos, term inado cada uno de ellos en un pequeño
m ojón parcialm ente hundido, de uno o dos metros de diámetro. Uno
de los rayos se extiende más que los otros y term ina en un mojón ligera*
mente mayor; este rayo se alarga hacia el sudoeste como el rayo distin­
tivo que m arca la salida del sol en la rueda medicinal de Big Hom,
Las posiciones de los otros mojones de la m ontaña Moose parecen
coincidir con las posiciones relativas de otros mojones de Big Hom.
De hecho, si los rayos y el borde de la rueda de Big Horn fueran
borrados (y creemos que fueron adiciones posteriores), las ruedas de la
m ontaña Moose y la de Big Hom se verían como casi gemelas, aun
cuando se hallan separadas por cientos de kilómetros y en terrenos
totalm ente diferentes. Las posiciones de los mojones parecen lo sufi­
cientemente similares para haber sido colocados según fel mismo juego
de planos, aun cuando ajustados en tam año —disminuidos para Wyo­
m ing o aumentados para Saskatchewan.

EO

051.05'
IncsrtMufnbr* sn los M iaros, ±3M °

9
9
1
1
\
%

I 050.5° l
050* 051° 052°

f ig u r a 11.13. El azimut verdadero del primer fulgor a la salida del sol


el solsticio de verano para la montaña Moose (051°.05) y la dirección de
linea (eo) entre el mojón e y el mojón central (o). La discrepancia apr
mada de 0°.5 es menor que la incertidumbre involucrada en fijar los cent]
verdaderos de los mojones e y o (tomado de Kehoe, Kehoe y Eddy 1979
R U ED A S M E D IC IN A L E S Y A ST R O N O M ÍA 207

Toan y Alice Kehoe y yo llevamos a cabo un cuidadoso levanta­


miento topográfico de este sitio en junio de 1975, durante la época
del solsticio de verano (Kehoe, Kehoe y Eddy 1975). El délo oriental
en las m añanan próxim as al solsticio no fue muy elaro, pero nuestras
mediciones con teodolito (fig. 11.13) establederon que una linea desde
el mojón e , al final del largo rayo sudoeste, hasta el mojÓh central
( linea eo ) m arcaba la direcdón de la salida del sol en el solsticio
dé verano hasta donde nos fue posible especificar los centros de los
mojones (más o menos $4°). Esto fue confirm ado con observaciones
a través de un cielo parcialm ente nublado en los amaneceres de varios
días próximos al solsticio de verano.
Los otros mojones de la m ontaña Moose estaban en posidones que
m arcaban, bastante cercanamente, los puntos de salida de las tres
estrellas de verano de Big H om : Aldebarán (linea fa ) , Rigel ( fb ),
y Sirio ( fo ) . N o había rayo o mojón que hiciera juego con el m ojón c
de Wycundng, que da la puesta del sol en el solsticio de verano, p a o
esto puede no ser im portante porque esta m arca es redundante y más
difícil de establecer que la m arca d e la salida del soL
Encontramos otras sorpresas que hicieron el caso más interesante.
Al final del rayo que da la salida del sol habia un pequeño símbolo
solar —un cúmulo central de rocas del cual se proyectaban unos cortos
rayos— construido de piedras de los alrededores clavadas en el suelo,
de m anera parecida a lo que había yo visto en Fort Srmth, M ontana.
Nos hizo pensar si no sería un signo que dijera "éste es”. Posterior­
m ente los Kehoe han encontrado el mismo símbolo en otras ruedas de
Saskatchevvan. Pero lo más intrigante de la rueda de la m ontaña Moose
es la colocación relativa de los mojones exteriores que corresponden a
los mojones estelares de Big H om .
El cotejo de las alineaciones estelares sospechadas se debe hacer
mediante cálculos, puesto que las posiciones de estas estrellas se han
desplazado aprecia trem ente con el tiempo. Si suponemos que los otros
mojones de la m ontaña Moose fueron usados para las mismas estrellas,
en la misma época y en la misma forma que en Big H om , encontra­
mos que todas las alineaciones fallan por unos cuantos grados. Esto
podría significar que la similitud con la rueda de Big H om es acci­
dental y que estos mojones no fueron en realidad colocados para
m arcar posiciones estelares. Pero la sim ilitud en diseño y la impresio­
nante alineación que da la salida del sed en el solsticio de verano me
hace reacio a aceptar esta conclusión. Tam bién se podría proponer
que estas alineaciones no m areaban Aldebarán, Rigel y Sirio, sino otras
estrellas. Esto tam bién parece poco probable, dada la alineación solsti­
cial del sol, puesto que no hay otras estrellas de brillo comparable que
salgan en los amaneceres próximos al solsticio de verano. Lo más pro-
206 JO H N A. D O Y '

bable es que usando una lecha equivocada.


Las d ed in ad o n a cambiantes de estas prom inentes estrellas son
bien <--nn^viHa« y es fácil caU-nlar su cambio de posición con el tiempo
(Avem 1972). El hacer esta comparación ofrece, de paso, una m an en
de determ inar la fecha aproauroda de construcción de una estructura
enigm ática y sin fechar. Hawkins (1968) ha postulado que los arqueo-
astrónomos no deben tra ta r de determ inar fechas de construcción a
partir de alineaciones astronómicas, puesto que hay tantas estrellas
brillantes y que a través de varios milenios sus cambiantes declina­
ciones definen a menudo varias posibles soluciones. Yo creo que ésta
es una buena advertencia pero una m ala regla. C uando hay otros
conocimientos disponibles, o maneras obvias de restringir las posibles
soluciones, o una serie de premisas sólidas y consistentes —como el
aparente m arcado de las estrellas más brillantes en una región reducida
del cielo con significación estacional—, parece entonces razm ahle d
aplicar, con cautela, este procedimiento.
Aldebarán parecía ser la estzdla más adecuada como punto de
referencia en Big Hom, puesto que durante los periodos prehistórico
tardío e histórico tem prano salía heliacaménte en este lugar durante
el solsticio de verano. De las tres estrellas marcadas es tam bién la
que tiene el mayor Cambio de declinación con el tiempo, debido a su
posición en la esfera procesional Es probablemente, por lo tanto,
la m ejor de las tres estrellas para estim ar una fecha de uso, basándose
en su linea azimutal. Las alineaciones de la m ontaña Moose se ajustan
del m ejor modo a Aldebarán para la época entre 150 a. c. y 150 d. c.
La declinación de Sirio cambió poco a través de los últimos dos m ile­
nios, y su alinear ion no proporciona una prueba critica; Sirio queda
bien m arcado en este sitio para el poriodo entre 0 y 1000 d. a Rigel
queda magníficamente alineado en la época m oderna y constituyo la
masca en la sopa para la interpretación de esta estructura como anti­
gua, E ra la estrella peor ajustada en la rueda de Big H om , y en la
m ontaña Moose el m ejor ajuste a fechas pasadas tim e 2° de error.
Acaso Rigel sea una identificación errónea, pero es el único candidato
posible entre los objetos brillantes en la banda de declinación per­
tinente.
Por lo tanto, las alineaciones de la m ontaña Moose sugieren una
fecha d e uso anterior para Aldebarán y Sirio y quizá una fecha poste­
rior para Rigel. O tras tres características de las alineaciones dan apoyo
a la fecha más antigua. Éstas son la dirección del error en la alinea­
ción del sol solsticial, la fecha de la salida heliaca'de Aldebarán en el
solsticio y un uso probable para el aún inexplicado m ojón d (véase
la fig. 11.12). Cada uno de estos puntos es brevemente explicado
en lo que sigue.
R U ED A S M E D IC IN A L E S Y A ST R O N O M ÍA 209

Como ya indicamos, la alineación de la salida del sol del solsticio


en la m ontaña Moose está desplazada cosa de 0.5°, si lo que se m ar­
caba era el prim er fulgor y si el m areaje se hacia como suponemos. Este
error probablemente no tiene im portancia porque no podemos especi­
ficar los puntos precisos de referencia en los mojones (en particular,
ed gran y am orfo m ojón central) dentro de alrededor de ± $4°. Sin
embargo, ai interpretam os la dirección en el error indicado como un
verdadero señalador de una desalineación sistemática con el tiempo
(debida al lento cambio en la oblicuidad d e la eclíptica), el sentido
de la desalineación favorece una época antigua. Ésta, por supuesto, es
evidencia tam baleante y no debe considerarse soda.
Si usáramos Aldebarán debido a su salida heliaca durante el solsti­
cio, entonces nos da la m ejor estimación de una fecha, porque en
ascensión recta su cambio con el tiempo es apreciable y porque su inter­
pretación no depende de la reconstrucción exacta de las formas de los
mojones o de sus centros. Una fecha estimada en base a una salida
heliaca es independiente de una fecha estimada a partir de alinea­
mientos azimutales, puesto que la prim era depende principalmente de la
coordenada de ascensión recta y la segunda de la declinación. L a lati­
tud entra en ambas; la misma estrella saldrá heli acámente durante el
solsticio en diferentes épocas para diferentes lugares, debido a un efecto
de latitud. Aldebarán, que era una buena estrella para indicar con su
salida heliaca el solsticio a la latitud de Big H om en las etapas prehis­
tórica tardía o histórica tem prana, no era útil en esa época en la
m ontaña Moose, la cual está 5° más al norte en latitud. En la mon­
taña Moose, Aldebarán salía heliacamente en el solsticio de verano
en una época anterior, óptimamente en 380 d. c. pero útil entre 180 y
580 d. c. El lím ite anterior es consistente con las otras evidencias astro­
nómicas ya presentadas.
U na últim a característica que sugiere que la rueda de la m ontaña
Moose se usó hace de 1500 a 2000 años, es el mojón d , el cual corres­
ponde, aproximadamente, a un mojón sin explicar de la rueda de Big
Hom. U na línea desde d al mojón central en la m ontaña Moose,
apunta hacia 6° al este del norte; en el caso de Big H om la orien­
tación es 11°J> al oeste del norte. En cada caso, estas orientaciones
podrían representar intentos de m arcar el norte, puesto que sabemos
que las direcciones cardinales eran importantes simbólicamente entre
algunas tribus históricas de las Llanuras. (Algunas, como los pawnees,
preferían las direcciones inteicardinales, NE, SE, SO y NO, de acuerdo
oon W eltfish [1965].) Las direcciones norte, sur, este y oeste son fácil­
mente identificares de m anera aproximada, pero sin una brújula son
difíciles de precisar, particularm ente a altas latitudes. L a estrella polar
está a 45° sobre el horizonte en Big H om y a 50° en la m ontaña
210 J O H N A . EDDY

00

figura 11.14. El horizonte norte desde la montaña Moose, mostrando el


camino circumpolar de Capella durante su culminación inferior en las fechas
desde 200 a. c. hasta 1700 d. c. y la dirección indicada por la alineación do.
Capella pudo haber sido usada como un marcador del norte, adoptando el
lugar donde parecía rozar el horizonte. Este uso pudo haber estado limitado
a varios siglos alrededor del comienzo de la era cristiana.

Moose, por lo tanto no es fácil proyectar su dirección en el plano hori­


zontal. El sur es sólo un poco más fácil y el sol no nos da una m anera
sencilla de m arcar el este o el oeste, puesto que se mueve rápidam ente ‘
a través de estos puntos en el horizonte durante los equinoccios. j
Probablemente la m anera más fácil de m arcar d norte astronó- ]
mico es el notar el lugar en el que las estrellas septentrionales bri­
llantes rozan el horizonte en su diaria rotación alrededor del polo. £1
asa de la Osa Mayor, por ejemplo, pasa sobre el horizonte cada día
en buena parte del hemisferio norte, y si una de estas estrellas tiene
declinación igual a la colatitud del lugar, tocará el horizonte durante
su culminación inferior exactamente en el norte astronómico. El p ro ­
blema con este esquema es que sólo se pueden usar las estrellas más
brillantes, porque las más débiles no se alcanzan a ver en el horizonte
y poique cualquier punto de culminación más elevado es difícil de
identificar. Esto hace a las estrellas de la Osa M ayor de poca utilidad
y de hecho lim ita las posibilidades a un puñado de estrellas brillantes,
idealmente de m agnitud cero a más brillante, y para una época y
lugar dados es improbable que una de éstas pudiera ser usada.
Sólo hay cinco estrellas visibles desde Canadá más brillantes que
m agnitud uno, y una de ellas, Capella (m aguitud 0.2) está en la
ruedas m e d ic in a l e s y a s t r o n o m ía 211

— i-------- 1---------- r -

i A ld e b a rá n : s a lid a h e lla c a
I
C a p a ila : a lin e a m ie n to n o r te (DO)

Sirio: a lin e a m ie n to (FO)

>A ld e b a rá n : a lin e a m ie n to (FA)


__________a lin e a m ie n to d e la s a lid a d e l s o l e n s o ls tic io (ZO)

, i . —i ... i i

a .C . 0 5 0 0 d .C . 1000 1500

figura 11.15. Resumen de las posibles alineaciones astronómicas de la meda


medicinal de la montaña Moose, con sus respectivas fechas de aplicabilidad.
El período más probable de uso, de 100 a 300 d. c., está indicado en la
figura (zona sombreada).

parte más septentrional del cielo. Su declinación presente (+ 46°)


la hace circumpolar para las latitudes al norte de Boise, Rapid City, y
Toronto. C apella estuvo en otro tiem po lo suficientemente al sur en
la esfera celeste para salir y ponerse en la m ontaña Moose, y hubo
una época en la que fue tan próxima a circumpolar que rozaba el
horizonte en ese lugar. Durante un período de acaso varios cientos
de años pudo haber servido como un m arcador cari ideal para d ar el
norte. Su magnitud la hubiera mantenido visible aun dentro de 0°.5
a I o del horizonte (fig. 11.14).
La época en la cual Capella era útil como m arcador del horizonte
norte en la m ontaña Moose coincide con la otra evidencia astrunó-
mica: esto es, el poríodo alrededor del comienzo de la era cristiana.
Alrededor de 150 a. c. la estrella tocaba el horizonte en su diaria
culminación inferior, pero tomando en cuenta las correcciones por
refracción y extinción, las fechas de utilidad ocurren algo después :
probablemente entre 100 a. c. y 200 d. c., después de lo cual sería
cada vez menos útil. En su época de más utilidad (alrededor de 100-
200 d. c.) Capella desaparecería en la bruma del horizonte de Ja
montaña Moose a unos grados al oeste del norte y al rato volvería
a aparecer a unos grados al este del norte. U n observador escrupuloso
pudiera haber m arcado ambos puntos e interpolado para encontrar
el norte preciso, de haber tenido la inclinación o necesidad de hacerlo.
Esta precisión parece excesiva para cualquiera de los propósitos que
ahora podemos im aginar y parece probable que el punto de desapari­
ción o, más consistentemente, el punto de aparición de esta brillante
estrella fuera tomado como un punto norte aceptable. Esto podría
explicar la alineación entre el mojón d y el mojón central, la cual da
JO H N A . EDDY
« i» *

una orientación de 6° al este del norte. Lo que es más, la única época


del año en la cual Capella alcanza culminación inferior en la noche
es al principio del verano (entre abril y julio), la tem porada en la
que los m arcadores solsticiales de la m ontaña Moose eran probable­
m ente usados. Este uso para Capella como un m arcador aproximado
del norte podría explicar también d enigmático mojón d de la rueda de
Big H ora (fig. 11.4).
Las fechas derivadas astronómicamente para la m ontaña Moose
son presentadas colectivamente en la figura 11.15. Algunas son más
restrictivas que las otras y todas están sujetas a error debido a la refrac­
ción variable y a nuestro lim itado conocimiento de los puntos precisos
de referencia en cada mojón. El consenso favorece sin embargo una
fecha tem prana para su uso, más probablemente entre 100 y 300 d. c.
Ésta podría ser una fecha de construcción, seguida de un período de
uso mucho más prolongado, como es el caso del mojón de M ajorville.
Si las fechas astronómicas para la m ontaña Moose son aproxima­
damente conectas, entonces ésta fue usada mil años o más antes d e
que se usare con idénticos propósitos la rueda medicinal de Big Hom .
Esto no implica que las dos estructuras fueren construidas “a p artir
del mismo juego de planos” : sólo que fueron construidas por pueblas
con las mismas tradiciones celestes. La similitud de sus diseños y de
los usos propuestos sugiere que un calendario celeste de las Llanuras
estuvo en uso al menos por mil años y que el solsticio de verano y
las estrellas del amanecer veraniego eran parte im portante de una
tradición permanente.
H asta donde sé, la investigación etnológica no ha encontrado evi­
dencia de esta astronomía utilitaria entre los indios de las Llanuras del
norte. Podemos suponer que para la época histórica de las Llanuras
(en el siglo xvm o xix) la mayoría o la totalidad del saber celeste prác­
tico de los indios habla desaparecido. Su absoluta ausencia de los
registros etnográficos me parece a mí un interesante ejem plo de cuán
fácilmente puede perder habilidades una sociedad, y de qué frágiles
son el saber y el conocimiento cuando no existe la palabra escrita.
Podemos esperar que la arqueología convencional será capaz de
poner a prueba la edad propuesta para la rueda de la m ontaña Moose.
Las ideas modernas respecto a los habitantes primitivos de América
dejan poca duda de que vivieron en las Grandes Llanuras por mile­
nios. E l que hayan construido un diseño con piedras en la m ontaña
Moose hace casi dos mil años no debe sorprendemos. Tam poco lo debe
hacer la sugerencia de que ya en los tiempos de Cristo los indios ame­
ricanos de las Llanuras observaban y usaban el cielo.
R U ED A S M E D IC IN A L E S Y A ST R O N O M ÍA 213

AGRADECIM IENTOS

Gran paute del trabajo reseñado aquí fue hecho en colaboración con
R ichard G. Forbis de la Universidad de Calgary y con Thomas F. y
Alice B. Kehoe del Public M useum de Milwaukee y de la Universidad
de M arquette. Estoy agradecido a la National Geographic Society por
su apoyo fii^nciero a través de un subsidio para investigación y
exploración.
12 REPRESENTACIONES SOBRE ROCA DE LA SUPERNOVA
DE 1054 D. C .: INFO RM E DE ADELANTOS

por J O H N C . BRANDT y RAY A. W IL L IA M S O N


»
En un reciente artículo (Brandt et al. 1975), un grupo de investiga­
dores informó sobre diversos sitios que se cree contienen registros de la
supemova de 1054 d. c. Esta labor extiende la investigación de M iller
(1955), quien encontró dos ejemplos de arte rupestre en el norte de
Atizona que podrían ser representaciones del evento de la supemova.
Los detalles de las circunstancias astronómicas durante el 5 de julio
de 1054 han sido descritos en nuestro artículo anterior. En el mismo,
comentamos sobre la poco frecuente presencia de crecientes entre los
elementos de diseño usados en el arte rupestre del sudoeste y peste
de Estados Unidos. Repetimos aquí nuestra advertencia de que la de*
fensa de la existencia de representaciones artísticas rupestres de la
supemova es de naturaleza completamente circunstancial y que está su­
jeta a considerable incertiduirflbre. D entro del marco de referencia
de esta advertencia, sentimos sin embargo que la evidencia circuns­
tancial se ha hecho más fuerte con el descubrimiento y redescubri­
miento de varios nuevos sitios.
Antes de discutir los nuevos sitios, describiremos dos lugares que
fueron mencionados en nuestro artículo anterior pero que no había­
mos investigado. El primo- ejemplo es un petroglifo reportado por
Roberts (1932, lám. 62b) en la aldea de las Grandes Kivas, Nuevo
México. Esta configuración de un objeto brillante y un creciente es un
ejemplo típico de los motivos rupestres que describimos en nuestro
anterior artículo. Como explicamos, el petroglifo reproduce la vista
del cielo oriental en la m añana del 5 de julio de 1054 (calendario
juliano). El creciente (menguante, en realidad) no está orientado
correctamente, pero como ya demostramos (1975) esto no es particu­
larmente significativo. En adicióh al glifo principal, encontramos dos
representaciones de un creciente y un objeto brillante en partes de la
roca alejadas unqs cinco m etros del glifo principal. Dado que estos

figura 12.1. Los petroglifos de la aldea de las Grandes Kivas: liay posibles
representaciones de la supemova a unos 5 metros al este de la pictografía
principal publicada por Roberts (1932). Los dos crecientes están cerca del
borde superior de la fotografía, aproximadamente a 4 metros sobre el nivel
del suelo. Nótese el incremento en la separación entre creciente y estrella
en el panel de la derecha.
(2 1 4 1
figura 12.2. El petroglifo de Scholle. El creciente y la estrella aparecen
en la base de un panel de roca que mira al este. La pictografía fue realzada!
mediante una suspensión ¿e aluminio en agua (este recubrimiento fue elimi-7
nado después). La parte izquierda de esta fotografía aparece también en laj
fig. 113 del libro de Schaafsma (1972).

ejemplos m uestran diferentes separaciones entre el creciente y el obj


brillante, estos petroglifos podrían representar un intento de m ostrárl
la apariencia cambiante del evento, debida al movimiento aparente J
de la luna con respecto a las estrellas lejanas. Estos petroglifos son me
trados y descritos en la figura 12.1. Las fechas determ inadas pos R obertsl
(1932, p. 156) a p artir de los anillos de los troncos de árbol usados e n |
la construcción de la aldea de las Grandes Kivas, colocan la pr
fase de construcción del pueblo en los principios del siglo xi, así qu
ciertamente d lugar estaba habitado en 1054.
R E P R E S E N T A C IO N E S SO B R E ROCA D E LA S U P E R N O V A D E 1 0 5 4 Vvv.,. 2 1 J \ ' ?

El segundo lugar estudiado está cerca de Scholle, llu e v a tóíéxicó


(sitio núm. LA4092). No es tan espectacular como el sitio cercano
a la aldea de las Grandes Kivas, pero de nuevo presenta los elemento»
que se cree representan el evento de la supemova (fig. 12.2). Este
petroglifo aparece cerca de la base de un gran panel de roca trabajado
artísticam ente cuyos elementos forman parte de la división Abo del
estilo Río G rande descrito por Schaafsma (1972, p. 131). Esto indi­
caría una fecha posterior a 1054 p ara el panel, pero un pueblo cercano,
que aún está sin excavar, podría proporcionar mejores fechas que las
deducibles por comparaciones estilísticas.
Les siguientes sitios han atraído nuestra atención desde junio de
1973 y no fueron mencionados en nuestro anterior artículo. U n petro­
glifo interesante está situado en San Cristóbal, Nuevo México. Esta
representación, m ostrada en la figura 12.3, tiene los mismos elementos
generales, péro el empleo de un gran circulo exterior para representar
el objeto brillante es poco usual. El petroglifo de San Cristóbal está
en la actualidad casi acostado sobre la tierra. Hay cierta incertiduin»
bre respecto a la fecha probable de este registro. La fecha más antigua
para el cercano pueblo de San Cristóbal es 1380 d. c. No hemos encon­
trado otra información sobre pasibles habitantes más antiguos.
M ediante búsquedas bibliográficas y a través de correspondencia
recibida, hemos encentrado otros sitios. U n caso está pintado en el
techo de una cueva cerca de Breckenridge, Texas, y aparece en K ir-
kland y Newcomb (1976), (lám. 121, núm. 3 ). No existe información
positiva de fechas para este sitio.
O tro sitio descubierto en el Parque Nacional de C apitel Reef, U tah,
nos fue R unflado por el doctor Klaus F. W ellman (1976). Consiste
de dos crecientes y un objeto brillante o símbolo solar grabados en la
pared de un cañón. Este petroglifo está en la región de la cultura
Fremont, y el área cercana estaba habitada durante la ¿poca de &
supemova. No tenemos más información sobre este petroglifo.
Tenem ra un reporte de una pictografía en Baja California, descu­
bierta por Crosby (1975). La pictografía es de la región llam ada d d
G ran M ural De acuerdo con Crosby, este arte está caracterizado por
“escasez de símbolos abstractos de cualquier tipo” y por “una tendencia
a representar objetos reales tales como seres humanos, animales, fle­
chas y lanzas” (p. 167). En vista de que Crosby considera qué esta
pictografía representa un suceso real y poique proviene de un área
que no se considera conectada culturalm ente con las regiones donde
encontramos otros ejemplos de la conjunción de un creciente con un
objeto brillante, este ejemplo adquiere una im portancia particular
en nuestra discusión de la supemova de la Nebulosa del Cangrejo.
También de interés es el hecho de que Crosby no haya encontrado
nouKA 12.3. El petroglifo de San Cristóbal. EL peñasco que contiene este
petroglifo yace por tierra. V a^u otras estrellas y otro creciente están graba­
dos en la r^oca .
R E P R E S E N T A C IO N E S S O B R E ROCA D E LA S U P E K N O V A D E 1 0 5 4 219

otros dibujos que podrían ser interpretados como representaciones d d


sol, la luna o cualquier otro objeto celeste. Tampoco hay casi ejem­
plos de círculos sencillos en el G ran M ural. Estamos de acuerdo con
Crosby en que esto representa un suceso real y que probablemente se
trata de uno poco común. El fechado del G ran M ural es muy incierto,
pero los pocos datos disponibles no excluyen la fecha de 1054 para este
dibujo. D ado que las conjunciones de la luna con los planetas bri­
llantes son sucesos común*», esperaríamos encontrar más dibujos de
este tipo hechos por los pintores del G ran M ural si hubieran sido
dados a registrar rutinariam ente los eventos astronómicos.
También hemos recibido una fotografía de un posible registro en el
sitio de Hueco Tanks (cerca de El Paso), m andada por C. G rant
(1975, comunicación privada).
Finalmente, tam bién están los paneles grabados que Koerrig (1975)
y M ayer (1975) han reportado y que incluyen un creciente y un objeto
de apariencia estelar. Ambos autores presentan argumentos convin­
centes que favorecen la interpretación de que son tam bién representa­
ciones d e la supemova de 1054.
Las representaciones de crecientes son consideradas poco comunes
en el arte parietal, aun cuando el motivo del creciente ha sido usado
comúnmente en cerámica, escudos y objetos ceremoniales (Koenig
1975; Stephen 1936). Muchos más crecientes han sido localizarlos re­
cientemente (M ayer 1975), algunos asociados con posibles objetos
brillantes. Comparadas con los otros elementos de diseño siguen, sin
embargo, siendo relativamente escasas. D ado que la conjunción cercana
de u n planeta o estrella brillante con la luna en creciente o men­
guante es un fenómeno impresionante, esperaríamos que las represen­
taciones pictóricas de este suceso fueran más comunes de lo que ion.
La relativa escasez de asociaciones de crecientes con objetos brillantes
nos lleva a creer que la mayoría de estos registros son representaoooes
de la conjunción de la luna con la supemova de la Nebulosa d d
Cangrejo.
U n argum ento opuesto a nuestra hipótesis ha sido presentado por
EUis (1975), quien piensa que estas marcas representan estaciones de
observación solar. M ás aún, Ellis afirm a que sus informantes le asegu­
raron que sus antecesores no m antenían registros de nada. N o hay
duda de que hubía estaciones de observación solar en uso en la región
anasazi durante la época de la supemova. Dos ejemplos posibles son
conocidos en Ghaco Canyon, Nuevo M éxico (Williamson et al., 1975).
En particular, estamos de acuerdo en que el sitio donde está la pic­
tografía de Chaco Canyon es posiblemente un observatorio solar. El
propósito del lugar está indicado por m edio de la presencia de un sím­
bolo solar en la pared vertical debajo de la configuración creciente/
220 J H O N C . BRANDY Y « A Y A . W I L U A 1 I 8 0 N

m ano/estrella (B randt et cd. 1975). Desde el lugar se tiene una buena


vista del horizonte oriental y hay un pueblo grande, Peñasco Blanco,
en la cercanía. Sin embargo, aun cuando el lugar fuera un observa­
torio solar, no hay razón para creer que los indios que lo nsaban no
registrarían un suceso tan especial como una conjunción de la luna
con la supemova, particularm ente si esto oeurrió en fecha próxima
a algún evento de im portancia social para el pueblo. Los eventos celes­
tes poco usuales tienden a ser notados y registrados si ocurren aso­
ciados a un suceso terrenal de gran im portancia; por ejemplo, la
presencia del com eta Halley («a 1066) en la tapicería de Bayeux y
las frecuentes menciones de eclipses solares y lunares hechas por Tucí-
dides en su Guerra del Peloponeso. Quizá sea correcto afirm ar que
el registrar sucesos era poco común entre los indios pueblo de Nuevo
México y Atizona, pero no estamos convencidos de la validez de la
extrapolación de 900 años hacia atrás y hacia otras regiones de distinta
cultura hecha por el doctor Ellis.
H ay otra dificultad con el argumento de Ellis. Varios de los luga­
res que hemos reportado aquí y en otras partes son inadecuados para
observar el sol Los sitios de Baja California, Fem Cave y Breckenridge
son cuevas. Ni la salida ni la puesta del sol pueden ser observados
desde el sitio de Symbol Bridge. L a mayoría de los lugares de Nuevo
México y Atizona pudieron haber sido usados como observatorios sola­
res, pero sólo el de Chaco Canyon y el de la aldea de las Grandes
Kivas son particularm ente adecuados para este propósito.
Varios autores (Ellis 1975; Kbenig 1975) han sugerido que los,
registros rupestres que hemos estado reportando podrían ser represen­
taciones de Venus con el creciente. Aun cuando es cierto que los luceros
del alba y de la tarde eran, y aún son, deidades importantes en el pan- ,¡
teón de los indios pueblo, no está claro que estén representados en d
arte rupestre. Hay ejemplos bien establecidos de estas representaciones':
en las indumentarias y máscaras ceremoniales de los hopis (Fewkecf
1900, lám. 28) y de los zuñís (Stevenson 1904, lám. 28), pero el único^
ejemplo identificado de una representación rupestre de Venus pert
nece a los zuñís (Gushing 1941, p. 128). Es muy probable que 1
práctica, más reciente, de asociar el creciente con el lucero del alb
o de la tarde sea un residuo de la tradición que comenzó con la apa
rición de la supemova. Aun cuando Venus, como lucero del alba, n
estaba presente en el cielo cuando apareció la supemova, las dos apa
dones pudieron haber sido confundidas.
La falta de fechas predsas para los sitios con manifestaciones de.
arte rupestre continúa siendo el mayor obstáculo para el establecí,
miento de una correspondencia biunívoca entre las representación
reportadas y la aparidón de la supemova de 1054. Excepto por 1
R E P R E S E N T A C IO N E S SO B R E BOCA D B LA S U P E K N O V A D B 1 0 5 4 221

petroglifos de San Cristóbal y Scholle, p a ra los cuales hay alguna


duda respecto a las fechas de ejecución, todos los ejemplos que hemos
localizado son consistentes con la fecha de 1054. Hace m ucha falta
obtener más información que nos perm ita aceptar o reohazar estos dos
sitios y reducir las posibilidades para los restantes. Además, para poner
a prueba si es que un porcentaje significativo de estos sitios eran obser­
vatorios solares, necesitamos entender m ejor qué es k» que constituía
un observatorio solar de aquel tipo CWilliamson et ti. 1975).
En resumen, la enumeración presente de posibles registros occiden­
tales de la supemova de 1054 d. c. suma «ñá« de quince casos e in­
cluye ejemplos de Atizona, Baja California, Nuevo México, Texas y
Utah. P or k> tanto, creemos que nuestra suposición h a sido grande­
mente reforzada.
13. UN EXAMEN DE LA HIPO TESIS DE M ILLER

por D O R OTHY MAYER

IN T R O D U C C IÓ N

A principios de la década de 1950, el astrónomo inglés Fred Hoyle


sugirió que el arte rupestre del sudoeste norteamericano podría con­
tener testimonios de la superno va de 1054, y en particular de la
conjunción inicial de la inedia luna menguante con la supemova
(Vi. M iller 1955, p. 8 ). L a sugoencia de Hoyle fue recogida por
W illiam C. M iller, astrónomo de M ount Wilson, quien encontró en la
región norte de Arizona dos posibles representaciones de la supemova.
Este articulo trata de las hipótesis expresadas en el fecundo artículo
escrito en 1955 por M iller, “Two Prehistoric Drawings oí Po6sible As-
tronom kal Im portante”.
Las dos posibles representaciones de la supemova encontradas por
M iller son austeram ente sencillas. E l petroglifo de Navabo Canyon
es una luna en m enguante con un gran círculo debajo de ella; la pin­
tu ra en roca de W hrte Mesa es una luna en creciente cuyo cuerno
inferior está oculto por un gran círculo (figs. 13.1 A y 13.1B). M iller
y los investigadores subsecuentes han considerado tanto la form a m en­
guante como la creciente, aun cuando se supone que la supomova
estuvo en conjunción con una luna en menguante. L a justificación
de esta ambigüedad es que se ha encontrado que la gente de nuestros
tiempos comete errores ai registrar la dirección de los cuernos (B randt
et al. 1975, p. 52). M iller dijo que los factores que lo llevaron a
aceptar estas figuras como posibles representaciones de la supemova
fueron: a] su “carácter único”, y ó] la escasez de la figura de la
m edia luna en las pinturas rupestres de Arizona del norte. En este
trabajo investigaré el papel de estos factores y el de la dirección de los
cuernos en la estructura de la hipótesis. Usaré quince ejemplos, previa­
m ente inadvertidos, de medias lunas en conjunción con círculos o
con perforacions profundas que hemos encontrado en inspecciones
del arte rupestre de Nevada y California.

L A F IO U R A D E L A M E D IA L U N A

Además de M iller, otros investigadores han tenido la impresión de


que la figura de la medía luna es poco común en el arte rupestre del
sudoeste norteamericano. En su libro Prehistoric Rock A rt o f Nevada
and Eastern California (que de aquí en adelante abreviaremos como
[2221
U N EX A M E N D E LA H IP O T E S IS D E M IL L E R 223

f i s u r a 1 3 .1 . Las posibles representaciones de l a supemova encontradas por


Miller. Las fotografías de Miller aparecen en Brandt et al. 1975, p. 47.
A: el petrogüfo de Navaho Canyon; B: la pintura rupestre de White Mesa.

PR A ), Heizer y Baumhoff (1962) ni siquiera, enlistan a la inedia luna


como un elemento, aun cuando incluyen elementos aunó el “símbolo
de la lluvia”, con dos ejemplos, y la “cadena nxnbaidal” con cinco; los
buscadores de símbolos de la supemova han notado tam bién que hay
muy pocos ejemplos de medias lunas en este trabajo. Sin embargo, ins­
peccionando muy cuidadosamente estas ilustraciones lie preparado un»
lista incom pleta de más de setenta petroglifos que contienen medias
lunas en varios grados de am plitud. U na investigación prelim inar hecha
en ei Hbro Prehistoric Rock A rt of California (que de aquí en adelante
abreviaremos como CRA) de Heizer y Clewlow (1973) lia producido
una lista aún en expansión de más de sesenta petroglifos que contienen
medias lunas. Desde luego, no todas estas figuras son lunares —después
de todo, una m edia luna es un timbólo útil para muchos propósitos,
así como tam bién tiene la forma de muchos objetos interesantes de la
vida diaria—, pero creo que puedo dem ostrar que algunos de ellos
son lunares y que valdría la pena estudiar si otros no lo serán también.
U na explicación posible de la escasez de m edias lunas en los petio-
gjifos puede radicar en lo que queramos considerar una “figura de
media luna” : estamos condicionados a aceptar sólo la descripción del
caricaturista y cuando buscamos medias lunas sólo reaccionamos a esa
forma. £1 creciente lunar varia constantemente en am plitud y sólo oca­
sionalmente se ve como una luna de caricaturista.
224 DOROTHY M AY E»

Desde luego, él encontrar medias lunas en los potroglifos de Nevada


y Arízona no quiete decir que MMler esté equivocado al afirm ar que la
m edia luna es rara en el norte de Atizona, y no existe aún una compi­
lación adecuada de los lugares del norte de Atizona que tienen arte
rupestre.

M E D IA S L U N A S C E R C A N A S A C ÍR C U L O S Y P E R F O R A C IO N E S

Quizá el punto relativo a la frecuencia de aparición de medias lunas


no resulte de veras crucial para el argumento de M iller. Después de
todo, si M iller hubiera sabido de más casos de inedias lunas, aún
hubiera quedado impresionado con los dibojos de W hite Mesa y
Navaho Canyon, puesto que los ejemplos de medias lunas asociadas
a un gran círculo, o con uno de los cuernos oculto detrás de un círculo, >
ocurren con mucho m enor frecuencia que las medias lunas solas. Sin
embargo, en los petroglifos de PRA y CRA yo he encontrado cinco
ejemplos de medias lunas con un círculo eclipsando uno de los cuer­
nos; en cuatro de los casos, es el cuerno inferior el eclipsado. Estos f
ejemplos se m uestran a continuación junto con un bosquejo de las
figuras relevantes (ARF son las siglas de la Archeological Research
Facility, Universidad de California, Berkeley). L a ilustración completa
aparece en la figura indicada a la derecha:

PRA151k, ARF, foto, Ly-1 Figura 13.3A


« $ o -

PRA153p&I. ARF, foto, Ly-1 c fe ) Figura 13.4A

CRA36t&vonW. 67¡, iny-269 Figura 13.2F

CRA170d, Mrp-194 Sin figura

CRA226b, SBr-211 Figura 13.5

Hay tam bién al menos diez ejemplos de medias lunas junto a ;


grandes círculos o perforaciones. Estos se muestran a continuación: \
U N EX A M E N D E LA H IP Ó T E S IS D E M IL L E R 225

PRA1491, ARF, foto, Ly-1 . 3 ' Figura 13.2

„O
PRA153d, ARF .io,Ly-1 figura 13.2

PRA1541, ARF, foto, Ly-1 <62^ Figura 13.6

PRA325e, ARF, foto,Ch-71


& Figura 13.2

tí)
PRA323e, ARF, foto,Ch-71 Figura 13.9
'W r
O

PRA328d, 329b, ARF, foto, Ch-71 Figura 13.8A


0
0

CRA48w&PRA359c, lny-272
& Figura 13.7

CRA68d, Ker-232 Figura 13.2

CRA 124b, Mno-4


O^ Figura 13.2

CRA369, TuF176(pintura rupestre) o2T Figura 13.10A

Algunos de los elementos d e estos quince petroglifos son comparados


en el cuadro 13.1. Una X significa que el elemento puede ser recono­
cido en el petroglifo respectivo. Los casos inciertos están indicados con
paréntesis.
Puesto que estos ejemplos son similares a los dibujos de Navaho
Canyon y W hite Mesa dados por M iller, ¿serán acaso tam bién repre­
sentaciones de la supemova de 1054? Y si algunas de estas figuras
no lo son, ¿qué implica esto para la hipótesis de M iller?
226 ^ » O T H Y MAYYBl

cuADltO 13.1. Estadística de ^ ^ ^ tifo s de medias launas en Califo^rnia y •


Nevada. - -

Sitio Petrogllfo Fig. Orlentaclóí


del
oreclente

N eva d a

Ly-f PRA151k, ARF, foto 13.3 E


Ly-1 PRA153p&1, ARF, foto efe 13.4 E
Ly-1 O PRA 149i, ARF ,fotO . ? 13.2 o

Ly-1 O PRA153d, ARF, foto 13.2 E



Ly-1 PRA 1541, ARF, foto 13.6 (O)
Ch-71 O PRA325e, ARF ,foto 132
U.
Ch-71. PRA323e, ARF ,foto 13.9 E
Ch-71 PRA328d, 329b, ARF , foto e e . 13.6 E
California
lny-272 CRA 48w& PRA359c 13.7 o

lny-2690
Mno-40
CRA36t&vonW 67i
CRA 124b
á 13.2
13.2
E
o
o
Ker-2320 CRA88d 13.2
Mrp-194. CRA 17ed. i E
SBr-211 CRA226b
Q) 13.5 E,O
Tul-176 CRA369 13.10 o
o -:zJ
t J N 1 X A H B H D B LA H ^ ^ n s i a DB W J 1 227

^orientación Otros
deotros crecientes 9 *
19terlsmos Circules de1054
Círculos Signo
concéntricos con “sol",
prolongación

X X•

(X) (X)
(X) o

X o

X X (X)
X X

o
¡'
X X o
’ o
X o
X X (X) X o
X X

X (X) X
228 DOROTHY M AYE*

D urante la discusión de estas preguntas, usaré sólo información


contenida en los petroglifos, y me adheriré a las condiciones para la
puesta a prueba del contenido astronómico de los petroglifos de acuer­
do a los lincamientos presentados en artículos anteriores (M ayer 1975,
1976). U na de estas condiciones es el usar solamente glifos que con­
tengan suficientes figuras para proporcionar suficientes relaciones de
forma y posición, las cuales deben corresponder a las relaciones que
había en el cielo. Debido a esta condición, debo dejar fuera de la
discusión seis d e los ejemplos, los cuales aparecen solos en el petroglifo
(como lo hacen los dos ejemplos de M iller) o que aparecen con muy
pocas figuras adicionales. Aun cuando estas posibles representaciones
de la supernova están ‘‘indeterm inadas” en términos de las condi­
ciones de prueba de la hipótesis astronómica, podrían convertirse en
“determinadas” si es que la hipótesis evoluciona positivamente. U n
ejemplo de un petroglifo astronómico de apariencia sencilla y elegante,

A. PfiA1491, ARF, foto,


Ly-1

B. PRA 153d, ARF,foto, Ly-1 c pr a 325e, ARF, foto, <

F. van WMhof 1965,


p. 67i, lny-269

figura 13.2. Ejemplos de medias limas en conjunción con círculos o perfo­


raciones que permanecen indefinidos como timbólas lunares o de supernova,
en términos de la hipótesis astronómica.
UN XXA1MN D S LA H IP Ó T E A ll DE 229
pero que sin embargo contiene suficientes relaciones para trabajar con
él, fue encontrado por WeHman (1976). Estos ejemplos inde termina*
dos se m uestran en la figura 13.2. (Las escalas dadas en las figuras
son de un pie de largo).
O tro caso (CRA 170d) aparece en un panel de suficiente comple­
jidad, pero este panel está en un farallón que contiene docenas de
paneles diversos, cada uno grabado en una losa o roca separada; hasta
que no se investiguen las relaciones entre los varios paneles parece
prem aturo el tratar de interpretar uno separadamente. H e dado ante­
riormente posibles relaciones, pero creo que no se puede decir nada
sobre la posible representación de la supemova.
En lo que sigue discutiré brevemente los ocho glifos restantes cuyo
significado puede resolverse aproxim ada y conjeturalmente m ediante
la hipótesis astronómica.

O C H O E J E M P L O S D E T E R M IN A B L E S

Figura 13.3A

La figura relevante consiste de una «runtia luna con un cuerno


oculto pos un gran círculo; aparece en un panel lo suficientemente
complejo para permitimos decidir sobre la posible presencia de un
significado astronómico. Dejando a un lado por el momento a la m edia
luna, las otras figuras del glifo tienen una obvia corresjxjndencia po&i-
cional y de form a con grupos estelares (figs. 13.3B y 13.3G). De la
esquina superior izquierda a la inferior derecha del dibujo, estos
grupos estelares son:
f] La constelación de la Lira, con Vega claram ente m areada.
2] Andrómeda formando el cuerpo de la iguana.
3] U n complejo del D ragón y de la O sa Mayor, con la línea de l a
O sa M enor que Ueva a la Polar tam bién indicada.
4] La constelación de Virgo, quizá con la estrella A rturo (Alfa
Bootis) indicada.
D |d o que la posición de la m edia luna en relación con las otras
figuras cae sobre la eclíptica, creónos que aquélla sí representa la luna.
Más aún, su posición es muy próxima a la Nebulosa del C angreja El
círculo que oculta uno de los cuernos podría entonces representar
la supernova de 1054.
Como el diseño está grabado en una superficie horizontal, puede
verse desde dos direcciones: Á] si el cuerno inferior es el que se consi­
dera oculto, el grabado se relaciona consistentemente con la conjunción
MMM

■ B
TOUUJtA 13.3A: El ^ ^ ^ lif o PRA 151k acopiado de una foto del ^ARF; B: Ja
de And^meda, tomada del Norton’s Star Atlas.
Ursa

’V Dreoo

J
i
Potarte

8 4 T , 12*

f ig u r a 13.3C: La región de Virgo, tomada de Sky and Telaseope.


original de la luna en menguante con la supemova del 5 de julio
de 1054. L a m edia luna está representada como se vería en el hori­
zonte oriente; las otras figuras están dibujadas como se las ve al estar
uno m irando al norte (fig. 13.3B). (Esta representación “rotante”
aparece en otros glifos del G reat Basin; hay ejemplos en la figura 5
de M ayer 1975, y especialmente en M ayer 1976.) Virgo hubiera es­
tado debajo del horizonte en aquel momento; E\ viendo al diseño
desde la otra dirección, la m edia lu n a aparece en creciente (fig. 13.3C).
L a luna en creciente hubiera estado en conjunción con la supemova
en la prim avera de 1055, cuando la supemova aún era un objeto
brillante. L a conjunción se vería en el horizonte poniente; de nuevo
las otras figuras se ven como se verían m irando hacia el norte. Virgo
hubiera estado cerca del cénit en aquel tiempo. Basándose en estas
correspondencias parece posible que este ingenioso diseño haya sido
hecho con la intención de que pueda ser visto desde cualquiera de las
dos direcciones.
Tam bién el tam año relativamente grande de la representación de
Lira, en relación con los otros grupos estelares, favorece la hipótesis
232 DOROTHY MAYE*.

de que este petroglifo se refiere a la supemova de 1054: en 1054 el


coluro solsticial hubiera pasado entre Gamma y Beta de la lira .
Las lineas de form a más geométrica que aparecen en la parte in­
ferior izquierda permanecen sin determ inar; podrían ser una cuenta,
quizá refiriéndose ál número de lunaciones entre la aparición inicial
de la conjunción de la luna en menguante con la supemova y la con­
junción de la luna en creciente con la supemova en la prim avera
siguiente.
C
C

F igura 13.4A

U n ejem plo especialmente interesante de una luna en menguante


cuyo cuerno inferior está oculto par un gran círculo concéntrico (véase
el ejemplo de M iller localizado en W hite M esa), es m ostrado en la
figura 13.4A. Este ejemplo aparece solo en un peñasco que forma parte
de una alineación recta de tres que tienen grabados eventos posible­
mente lunares. Aun cuando uno no puede estar completamente seguro
de que exista una relación entre los grabados, parece razonable supo­
ner que así es en base a su proximidad y colocación; en lo que sigue
presentamos los resultados de un examen de estas posibles relaciones.
Roca 1: El círculo concéntrico ha sido asociado con el punto del
solsticio de verano en otros paneles (M ayer 1976). Si éste es su signi-
Este
, 'S » T , 2 ‘ roca 1'

E .v r« . i./
1064 E.V*. - -
1950
*"Ptiea

S 4 T, 0* Sur
roca 2

Corona'— '
AiflttaNs

S4T .22*

figura 13.4B: Roca 1: una luna en menguante vista al amanecer sobre el


horizonte oriente, cerca del punto del solsticio de verano. Roca 2: una media
luna en su último cuarto, vista al amanecer en el meridiano, cerca del punto
del equinoccio vernal. Roca 3: la luna llena vista al amanecer sobre el hori­
zonte poniente, cerca del punto del solsticio de invierno.
234 DOROTHY M A Y M

ficado aquí y si el émbolo de la m edia luna es lunar, la amplitud


de la luna en menguante indica que el sol hubiera estado entre 24°
y 36° al este y que, por lo tanto, el evento ocurrió a mediados o a
fines de julio (gregoriano). (Las dos débiles medias lunas a la izquier­
da podrían ser una cuenta de los días de visibilidad que quedaban
antes de la luna nueva.) Sin embargo, la sim ilitud entre esta figura
y la de W hite Mesa discutida por M iller sugiere que el círculo concén­
trico podría representar la supemova de 1054. En este caso el sol
hubiera estado cerca del punto del solsticio de verano, el cual en 1054
estaba a unos 12°.8 al este de su posición presente, y el evento hubiera
ocurrido a principios o mediados de julio. Este resultado es consistente-
con lo que sabemos de la supemova.
Roca 2: Si la media luna se refiere al últim o cuarto de la luna,
entonces ocurriría cerca del punto vernal y aproximadamente seis días
antes del evento representado en la roca 1 (véase la fig. 13.4B).
Roca 3: Dos lugares sobre la eclíptica corresponden a esta figura,
la región de Sagitario (solsticio de invierno), y la región de Orión-
T auro (solsticio de verano). En la figura 13.4B se puede ver que e
ajuste a la región del solsticio de invierno es mucho mejor, aun cuando
la ambigüedad puede ser deliberada. Este panel representaría enton­
ces la posición de una luna llena alrededor de trece días antes de la
representación de la roca 1.
Si la luna era observada en cada caso al romper el alba, la luna
representada en la roca 3 estaría al oeste, la de la roca 2 en el meri­
diano y la de la roca 1 en el este. Las fases lunares que se ponen antes:
del crepúsculo m atutino no aparecen representadas.
Esta evidencia, aun cuando de carácter tentativo, sugiere que
inedia luna de la roca 1 es en verdad lunar y que el círculo concén­
trico representa ya sea al punto del solsticio de verano o a la supes*-'
nova de 1054.

F igu ra 1 3 .5 < 8 SBr-211

L a figura relevante de este petroglifo es una luna en creciente dit


jad a dentro de un círculo, con su cuerno inferior oculto detrás de
circula Aparece con un conjunto de figuras agrupadas diagonalmen'
entre una delgada luna en creciente en la paite superior derecha
una delgada luna en menguante en la parte inferior izquierda;
sugiere que se está representando un ciclo lunar visible. Podemos <
del glifo más información respecto a este ciclo, lo cual nos p
U N B X A M S N D E LA H t r Ó T X t l S D E M IL L E R 235
ayudar a decidir si es que esta m edia luna parcialm ente eclipsada, es
una representación de la supenova.
Prim ero que todo, se sabe a p artir de una investigación de otros pe-
Éroglifos del G reat Basin, que "dos circuios conectados” se refieren co­
m únmente a las estrellas Cástor y Pólux en Géminis (M ayer 1976). M ás
aún, la forma vertical de esta figura se ha referido consistentemente
a la form a saliente (oriental) de Géminis. Sin embargo, e n e ste ; glifo
la form a oriental de Géminis aparece en conjunción con la forma
creciente (occidental) de laJuna. Es posible dem ostrar que esta discre­
pancia es probablemente deliberada: si la posición de la luna en el
momento de su visibilidad prim era (representada con la d«»(gah luna
en creciente) está precisamente al sur de la estrella Pólux (110° sobre
la eclíptica), como se indica en el glifo, entonces al final de un mes
sidéreo (27.3 dias) la parición de la luna volverá a este punto como
una delgada luna en menguante. El sol hubiera estado a unos 14? al
oeste de] punto a 110° en e l principio del ciclo (esto es, al norte de N i
Géminis, 6° al este de la posición actual del solsticio de verano) y
14° al este de este punto al fiual del ciclo (esto es, al norte de Beta
C áncer). En otras palabras, al final de esté ciclo lunar, la configu­
ración de Géminis representada seria visible al m iente antes de la
salida del sol y llevaría una luna en menguante en el punto a 110°.
La figura de la parte superior derecha, seria de naturaleza compuesta,
una especie de ecuación visual, m ostrando el principio y fin d d mes
sidéreo representado.
Si la media luna situada más arriba se refiere a la prim era apari­
ción de la luna en creciente cerca de Beta Géminis, hubiera habido dos
días de invisibilidad lunar cercanos al solsticio de verano. Este, es
236 D O R O T H Y M A Y ES

entonces el prim er mes sidéreo que sigue al solsticio de verano, en un


momento en el que la luna nueva estaría cérea de ese punto. Esto
tío pudo haber ocurrido en 1054 porque la configuración de la luna en
menguante con la supeíftova ocurrió a principios de julio. En 1055
hubo una luna llena cerca de la supem ova en el mes de junio, pero la
extremadamente delgada luna en menguante cercana a la supemova
al final del mes sidéreo de julio probablemente fue invisible.
Por lo tanto, si esta interpretación del glifo es correcta, la media
luna dentro de un círculo ho se puede referir á la conjunción de la
luna creciente con la supemova. Se podría referir al brillo terrestre
ilum inando una m edía luna cuyo cuerno inferior está cercano a un
planeta o estrella brillante; tam bién se podría referir a la secuencia
de las fases lunares pasando de cuarto creciente a llena y luego a
cuarto menguante. Su posición entre creciente y menguante sugiere
está posibilidad y el circulo concéntrico conectado indicarla en este
caso el tránsito de estas fases a través de los puntos solsticial y
equinoccial.

F igura 1 3 .6 Ly 1
Este petroglifo puede correlacionarse con el C rnturón de O rión (1)
y con la región alrededor del solsticio de verano actual como se ve en él
cáelo poniente durante marzo y abril. L a figura a la derecha del Cin-
turón corresponde a Casiopea, p a o está dibujada com o se vería proyec­
tada en un espejo (2).
La prominente figura de la «nedía Juna (3) está en creciente, la
form a lunar del horizonte poniente; sin embargo podría tam bién refe­
rirse de m anera consistente a la curva form ada por las estrellas de
Auriga. El gran circulo en la base de la media luna está en la posi­
ción de la Nebulosa del Cangrejo (4 ). Sin embargo, esta composición
podría no referirse a la configuración inicial luna en menguante-
supemova que aparecía al este. Es interesante notar que una conjun­
ción de la lima en creciente con la supemova ocurrió durante los meses
de marzo, ahril y mayo de 1055; esto es consistente con e l glifo. En este
sitio hay otras dos posibles representaciones de la supemova (figs. 13.3
y 13.4).

F igura 1 3 .7 lny-272
Este glifo m uestra la misma región del cielo sobre el horizonte ocd-
dental que la que m uestra la figura 13.6 y de nuevo m uestra una luna
U N e x a m e n d e l a h i p ó t e s i s d e m i l le e 257

f ig u r a 13.6. PRA 1541, Ly-1. f is u r a 1 3 .7 . CRA 48w, I n y -2 7 2 .

en creciente en conjunción con un gran círculo, cercano ál cuerno


superior en este caso. Este glifo está en un sitio de California y tiene
un estilo muy diferente al de la figura 13.6. Se ha demostrado que la
linea ondulante a la derecha de la media luna superior se refiere
a la Via Láctea cuando aparece en conjunción con la figura de los
“tres circuios conectados” (M ayer 1976); éste podría ser su significado
tam bién aqui. La nitida luna en menguante de la parte inferior está
representada demasiado próxima a la luna en creciente para que se
poeda concluir que se refiere a la luna en menguante de unos días
atrás y permanece sin explicar.
Al igual que la figura 13.6, este glifo principalm ente occidental
no podia representar la unión inicial de luna m enguante y supemova,
pero sí la combinación de luna creciente y supemova en la prim avera
siguiente.

O Ch-71
D ado que la m edia luna m uy delgada es un fenómeno de hori­
zonte, este petroglifo fue hecho probablemente para ser visto desde
la dirección en la que aparece en la figura 13.8A. El que la media luna
representa de hecho una luna en m enguante sobre el horizonte oriente,
puede verse por las figuras de encima, las cuales corresponden en
form a y posición a los prominentes grupos estelares de Casiopea y
Corona Boreal a las 22h. (El semicírculo rayado ha sido frecuente­
mente correlacionado con Corona Boreal: M ayer 1976). La luna
en menguante hubiera estado muy cerca del solsticio de verano actual
y por lo tanto el sol hubiera estado al menos 17° (más probable­
mente 29°) al este. Por lo tanto, a menos que éste sea un glifo muy
FJOuRA'i3.8A: PRA 3291>', copiado de una foto' del ARF. Bt La rregión de
UN EXAMEN DE LA H IPÓ T E SIS DE M IL LEE 299

f ig u r a 13.9. PRA 323e, tomado de una foto del ARF.

antiguo, se está representando el cielo de una m añana tem prano


en julio.
L a figura de la derecha es una representación bastante exacta de
la región de T auro (fig. 13.8B); los óvalos delim itan áreas uen blanco”
que son vistas sólo bajo condiciones excelentes. La figura con forma
de reloj de arena que contiene a las H iadas podría ser una referencia
indirecta a la constelación de Hércules que m arca el solsticio de in­
vierno, puesto que las Hiadas m arcan el solsticio de verano; estas refe­
rencias al sitio opuesto del cielo han sido encontradas en otros varios
petroglifos del G reat Basin.
Aun cuando el gran círculo de la derecha de la inedia luna está
muy cercano a la posición de la Nebulosa del Cangrejo, podría no
representar la aparición inicial de la supemova, puesto que la inedia
luna aparece bastante alejada al este; podría en cambio’ referirse a la
m añana siguiente, cuando la luna hubiera sido aún más delgada y hu­
biera estado colocada 13° al este de la supemova. ¿Seria que al cuida­
doso grabador del suceso se le pegaron las sábanas la m añana del 5 de
julio de 1054 (juliano) ?
Si ésta es una representación de la supemova, el círculo menor se
referiría a Zeta Tauro. Desde luego, estos círculos se podrían simple­
mente referir a planetas.

F igura 13.9 Ch-71

Este petroglifo, que aparece en el mismo sitio que el de la figu­


ra 13.8A, tam bién m uestra claram ente una luna en menguante, de
240 POBO TH Y 11AYER

nuevo con dos objetos (posiblemente planetas) al sur. Es difícil estim ar


la inclinación de la eclíptica a partir del grabado pero parece ser;
bastante pequeña, lo cual al menos elimina un periodo alrededor del,
equinoccio otoñal como tem a del glifo. Si este petroglifo se refiere
al mismo evento que él de la figura 13.8, la luna estaría representada
unas cuantas horas o cuando mucho un día antes.

F igu ra 13.10A
O Tul-176
L a figura relevante en esta pictografía de un lugar de California'
es la m itad inferior de una luna creciente, con un gran círculo cercaj
del cuerno. E l glifo, como un todo, probablemente se refiere a una
secuencia de dos meses de eventos lunares y solares que ocurrieron
en un área de la eclíptica próxima al solsticio de verano actual: parece
que las medias lunas eran usadas para estim ar la posición del sol y
para determ inar el tiempo que lé tomaba llegar al solsticio.
El área de la eclíptica alrededor del solsticio de verano parece

13.10A: CRA 369, Tul-176, pintura rupestre en rojo, blanco y negro;


f ig u r a

do hay clave para los colores en CRA.


\ .

movtmtonto
tfiumod* Im
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Orion»

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« m«n*ual
x d« sol y luna

V
S %\ AriM

S 4 T .8 " Om»

f ig u r a 13.10B. La región de Géminis-Tauro, tomada de Sky and Telescope.


ocurrir dos veces: una arriba de la m edia luna truncada y de nuevo
en la parte superior del glifo en la forma de tres puntos. (Para un
tratam iento sim ilar de Ni, Mi y E ta Géminis véase la fig. 13.6.) En
cada caso una luna en creciente aparece justo al oeste (derecha),
implicando un ciclo lunar sidéreo. Al principio de esta prim era secuen­
cia, el sol estaría a unos 33° al sur de Alfa Aries, al final estaría a
unos 60°, al sur de las Pléyades (fig. 13.10B).
La segunda secuencia evidentemente se refiere ai mes sinódico, de
la prim era aparición de la luna en creciente al oeste del triángulo
form ado por Ni, M i y E ta Géminis (muy cerca del solsticio de verano)
hasta la prim era aparición de la luna en creciente justo al oeste die
D elta Cáncer. Estas dos prim eras apariciones están indicadas por una
delgada luna en creciente, y la posición en la ediptica del ciclo por
medio de la figura compuesta . Al principio de este cido el
242 D O R O TK Y H A Y B R

sol estaría a unos 60° del solsticio de verano, y al final a unos 90°. U na
figura rectilínea se extiende desde la figura izquierda del sol, m ar­
cando su lugar.
La figura de concha tiene su centro en un punto que corresponde
a la estrella polar, y sus lineas o espacios, contados contra la dirección
de las manecillas del reloj, podrían indicar días; esto está corroborado
por las figuras de unos menguantes, anteriores en tres “días” a la del­
gada luna en creciente.
Puesto que la media luna truncada parece estar colocada a unos 10'
al este de la posición de la Nebulosa del Cangrejo, el gran circulo cer­
cano a su cuerno inferior probablemente no sea la supemova de 1054;
podría referirse a un planeta. L a form a predominantemente occi­
dental tam bién elimina este glifo como una posible representación de
la aparición inicial de la supemova, que ocurrió en el horizonte oriente.

C O N C L U S IO N E S j
•i|
Primero, las figuras 13.5, 13.6, 13.7 y 13.10A no parecen ser represen­
taciones de la configuración inicial luna menguante-supemova. Sin j
embargo, las figuras 13.6 y 13.7 podrían indicar la configuración de la |
luna en creciente con la supemova durante la prim era vera de 1055 ]
(es interesante el que la figura 13.6 aparezca en el sitio Ly-1, donde i
hay otras cuatro representaciones posibles de la supem ova). j
Asimismo, las figuras 13.5 y 13.10A, ambas de la parte sur de Cali- J
forma, com parten ciertas características inesperadas: ambas parecen f
representar ciclos lunares sidéreos cercanos al solsticio de verano y .
ambas condensan considerable información acerca del ciclo en ingenio- ¡
sos diagramas. Estos ejemplos casi podrían ser llamados ecuaciones
visuales. Sus figuras de inedias lunas y circuios podrían ser conjuncio- \
oes de la luna con planetas. j
Puesto que estos casos dudosos contienen formas similares a las
aceptadas por M iller como representaciones de la supemova, quizá i
hubieran sido aceptadas por él como tales, si la evidencia arqueológica >
fuera consistente. Desafortunadam ente, esta evidencia puede no ser
tan siguificativa como se quisiera en algunos casos puesto que, por una
parte, los lugares con petroglifos pudieron haber sido usados intenni-
ternemente a lo largo de largos períodos de tiempo (PRA, p. 234) y, -
por otra parte, algunos de ellos pudieron haber sido lugares sagrados;
muy alejados de las zonas habitadas.
Segundo, las figuras 13.3A, 13.4A, 13.8A y 13.9 parecen ofrecer
evidencia en apoyo a la hipótesis de M iller. Sin embargo, la figura 13.9
es un caso marginal debido a la simplicidad de su diseño y se incluye
en la discusión por sus interesantes semejanzas con la figura 13.8A, la
U N EX A M E N D E LA H I P Ó T E S I » D E lfIL L E R 243

cual aparece en el mismo sitio (Ch-71). L a evidencia a favor de la figu­


ra 13.4A es tam bién de carácter bastante tentativo, como se explicó
en la discusión; sin embargo aparece en el mismo sitio (Ly-1) que la
figura 13.3A, la cual es quizá el más sólido de los casos presentados
aquí. Si bien estos ejemplos son consistentes con la posibilidad de la
supemova, los cuatro podrían tener otras explicaciones. L a más obvia
es que los grandes círculos podrían representar planetas o (si son con­
céntricos) puntos solsticiales, pero es curioso que los planetas en esta
posición de la eclíptica deban ser registrados tan persistentemente en
compañía de un creciente.
En lo que se refiere a la posibilidad planetaria, tres de los ocho casos
discutidos tienen una pequeña linea proyectándose hacia afuera de los
círculos (figs. 13.3A, 13.5 y 13.7). Se h a demostrado que estos círculos
probablemente se refieren a planetas en el gran panel de Spanish
Springs, Nevada (M ayer 1976). Otros casos de círculos con una línea
proyectándose hacia afuera son mostrados en la tabla 13.1. Puesto que
a veces los símbolos del sol y de la m edia luna tienen esta clase de línea
(por ejemplo, la fig. 13.4A, la roca 2 y la fig. 13.10A), puede ser que
su adición indique “movimiento”.

LA DIRECCIÓN pE LOS CUERNOS

De los ocho ejemplos discutidos y tam bién de los ejemplos indefinidos,


es posible ver que la orientación de la m edia luna es consistente con la
form a y posición en el horizonte de otras figuras astronómicas en todos
los casos excepto dos (figs. 13.3A y 13.5). (Estas relaciones se mues­
tran en el cuadro 13.1.) Más aún, hay razones astronómicas coherentes
para explicar las dos excepciones aparentes, como los comentarios sobre
las figuras 13.3A y 13.5 lo muestran. D ado que tenemos esta evidencia
de precisión y cuidado deliberado en el registro de la dirección de los
cuernos, parece innecesariamente generoso de parte de la hipótesis
de Miller el aceptar ambas formas. Por k» tanto yo sugiero que la
siguiente condición debe considerarse como una adición a la hipótesis:
los hacedores de los petroglifos no cometieron errores al representar la
dirección de los cuernos. Aun cuando esta condición pueda producirnos
confusión, me parece que en el caso de los indios norteamericanos
estaremos más en lo cierto que si supenemos lo contrario.

l a o r ie n t a c ió n d e l p e t r o g l ifo

En el proceso de decidir si un petroglifo representa la supemova de


1054, M iller y la m ayoría de los investigadores posteriores han enfa­
tizado la visibilidad de la Nebulosa del Cangrejo desde el lugar de la
244 DORO TH Y K AY SR

representación. Ésta parece una limitación innecesaria de la hipótesis


de M iller. Después de todo, nos ocupamos del registro de un evento
recordado; probablem ente el petroglifo no fue hecho en las horas de la
m adrugada en las que la supemova apareció por prim era vez, porque
entonces hubiera sido difícil ver; y si suponemos que el hacedor de
petroglifo» corrió a la losa más próxima a la m añana siguiente para
registrar lo que había visto, no hay razón para esperar que dicha losa
tuviera una orientación particular, de igual m anera que un pedazo
de papel no tiene por qué estar especialmente orientado. Tam bién, el
grabador de petroglifos quizá esperó hasta haber llegado a un lugar
sagrado para registrar el notable evento (nótese en el cuadro 13.1 la
concentración de posibles representaciones en el sitio Ly-1), y el lugar
sagrado no necesitaba estar orientado respecto a la supemova. O quizá
esperó cierta ceremonia en particular para registrar el suceso, y el
sitio de registro no estaba expuesto a la supemova. O quizá, por su­
puesto, los hacedores de petroglifos fueron muy meticulosos para lograr
que el prototipo celeste alum brara directam ente su contraparte terre­
nal; pero no hace falta suponer que esto sea cierto. De hecho, parece
ser algo que habría que demostrar.

RESUMEN DE TESTIMONIOS

1] Hay muchas medias lunas presentes en los petroglifos del sudoeste


norteamericano.
2] Las medias lunas asociadas con grandes círculos o perforacio­
nes no son singulares. Damos quince ejemplos no repertados ante­
riormente.
3] L a orientación de los cuernos lunares es usualmente consistente
con las formas en el horizonte de los grupos estelares asociados que com­
ponen el glifo.
4\ Hemos encontrado ocho posibles representaciones de la super-
nova que tienen formas similares a las de los ejemplos, de M iller y las
cuales pueden determinarse bajo las condiciones de la hipótesis astro­
nómica. De éstas, cuatro parecen ser consistentes con la conjunción
inicial de la luna en m enguante con la supemova de 1054.

A G R A D E C IM IE N T O S

Quisiera agradecer a la Archaeological Research Facility de la Univer­


sidad de California, en Berkeley, dirigida por el profesor R. Heizer,
por su perm iso para usar fotografías de sus archivos. Tam bién damos
las gracias a la Sky Publishing Corporation por perm itimos usar copias
de cartas estelares de Sky and Telescope y del Norton’s Star Atlas;
U N E X A M E N D E LA H IP Ó T E S IS D E M IL L E R 245

a la University of California Press por permitimos reproducir dibujos


del libro Prehistorie Rock Art of Nevada and Eastern California, de
R. Heizer y M. Baumhoff; y a la Ballena Press por perm itimos repro­
ducir dibujos del libro Prehistoric Rock Art of California, de R. Heizer
y C. Clewlows Jr.
14. OBSERVATORIOS SOLARES DE LOS IN D IO S ANASAZIS

por RA Y A . W IL L IA M S O N , H O W A R D J . F I S H E R y D O N N E L o ’F L Y N N

INTRODUCCIÓN

El observar el sol con el propósito de establecer un calendario anual


o de m arcar las ceremonias religiosas ha sido parte im portante de las
costumbres históricas de los indios pueblo. En su muy completa reseña
de las prácticas de observación solarde los indios pueblo a través de los
siglos xrx y xx, F. H. Ellis (1975) sugiere la posibilidad de la existen­
cia de estaciones de observación solar prehistóricas. Nuestros descubri­
mientos en Chaco Canyon (Williamson et cd. 1975) apoyan y extien­
den las aseveraciones de Ellis de que los antecesores de los indios pue­
blo históricos tenían también la costumbre de observar al sol e inclu­
sive de que los indios anasazis que habitaron Chaco Canyon hasta
alrededor de 1250 d. c. habían llevado sus observaciones a un nivel
más refinado que el de sus descendientes. Nuestras observaciones y me­
diciones con teodolito más recientes confirman este hallazgo y demues­
tran la existencia de una variedad de posibles observatorios solares en
Chaco Canyon. En este trabajo discutiremos la gam a de formas posibles
de los observatorios solares anasazis y los relacionamos con nuestros
estudios del Parque Nacional de Mesa Verde y de los Monumentos
Nacionales de Hovenweep y Chaco Canyon.
Usamos el térm ino genérico “observatorio solar” aun cuando esta»-
mos bien conscientes de que en muchos respectos podría ser una designa­
ción confusa. En la definición m oderna de la palabra, un observatorio
es simplemente un edificio construido especialmente para albergar
instrumentos de observación. Para nuestros propósitos presentes, quere­
mos usar la palabra como significando un edificio o lugar que tiene
una alineación demostrable hacia una u otra dirección solar impor­
tante, independientemente de si se usó o no para observar al sol.
¿Cómo podría ser un observatorio pueblo prehistórico? Distinguién­
dolos con respecto a su posible uso, podemos postular cuatro tipos.
Los sitias verdaderos pueden por supuesto tener características de uno
o más de estos tipos. Proponemos la siguiente secuencia de prototipos
que form an una progresión natural, desde las estructuras adecuadas
sólo para la simple medición de los fenómenos celestes hasta aquellas
que son estrictam ente geométricas en su forma fin al Como mostrá­
ronos, nuestras mediciones de los edificios antiguos confirman la p la c i­
bilidad de esta secuencia.
[2 4 6 ]
O B SER V A TO RIO S S O L A R IS D B L O S IN D IO S A N A S A Z IS 247

Identificam os como un observatorio de tipo 1 aquel que es usado


exclusivamente p ara adquirir información, esto es, el edificio o esta­
ción de observación es usado como un instrumento, o con éste. Su
función es perm itir a los observadores observar el sol tratando de am­
pliar su entendim iento sobre sus movimientos o para determ inar un
calendario. U n ejemplo histórico es el calendario de horizonte repor-
sado por Stephen (1936, p. 29) en uso entre los indios hopis. Con este
calendario se determ inan las fechas ceremoniales im portantes relacio­
nándolas con posiciones del sol en el horizonte, mirando desde lugares
geográficos determinados.
U n observatorio de tipo 2 es una estructura construida a p artir de
observaciones del sol de m anera tal que los fenómenos que guiaron
su construcción son manifiestamente observables en el edificio term i­
nado. No está construido con el propósito de am pliar el conocimiento,
pero puede ser usado para establecer ciertas fechas especificadas o para
perm itir que la observación sea parte de una ceremonia u observancia.
U na estructura de tipo 2 contendrá un detalle que añadirá contenido
dram ático o claridad al fenómeno respectivo. Por ejemplo, estando
en Zuni durante el solsticio de invierno, Cushing (1941, p. 129) notó
que “muchas de las casas en Zuni tienen muescas o placas antiguas
en una pared, m ientras que en la pared opuesta hay una ventana o
agujero en posición Conveniente para perm itir la entrada de la luz
del sol naciente, el cual ilum ina el mismo lugar sólo dos mañanas de
las trescientas sesenta y cinco del año”.
Un observatorio de tipo 3 está construido a partir de observacio­
nes solares, pero los fenómenos que guiaron su construcción no son
directamente observables. Las direcciones están incorporadas a la es­
tructura pero no se manifiestan observacionalmente por necesidad
en el edificio acabado. Los poblados que están orientados hacia los
puntos cardinales son un ejemplo de esto (Stubbs 1950). Par ejemplo,
una linea de visión este-oeste determ inada observando la salida o
puesta del sel en los equinoccios durante las prim eras fases de la cons­
trucción podría quedar intencionalmente obstruida por una pared
o edificio construido después.
U n edificio de tipo 4 incorpora una dirección astronómica impor­
tante pero que, debido a las características del horizonte local, no
pudo haber sido determ inada en el sitio mismo de la construcción.
En lugar de esto, las alineaciones de los edificios hubieron de ser deter­
minadas en un lugar en el cual se podían hacer observaciones directas
y entonces pudieron baber sido transferidas al lugar deseado, usando
métodos geométricos y algún tipo de instrumento. Los obvios diseños
en celosía usados por los pueblo podrían constituir un ejem plo de
este tipo de edificio; pues aquí sólo una de las líneas paralelas fue esta-
‘ ’ecida usando el sol, y las otras se derivaron geométricamente de ella.

é
248 HAY A. W ILLIAM SON, HOWARD J. FISH ER Y DONNEL O’ f LYNN

E S T A C IO N E S D E O B S E R V A C IÓ N D E L H O R IZ O N T E

Durante octubre y -diciembre de 1974, Donnel O ’Flyun llevó a eabo


una extensa búsqueda en la región de Chaco Canyon tratando de deter­
m inar si había posibles estaciones de observación del horizonte en el
cañón o en su borde. Usando el levantamiento arqueológico del Parque
Nacional, el levantam iento de caminos de Chaco Center y la compi­
lación de arte rupestre hecha por C. Cochran, O ’Flynn buscó rasgos
naturales o artificiales en la proximidad de los edificios, escaleras,
glifos solares o encrucijadas de los indios pueblo, que pudieran usarse
como marcadores en el horizonte. Sólo encontró dos posibles marca­
dores solsticiales y un posible m arcador equinoccial. Esperábamos un
núm ero pequeño de posibles casos porque con la excepción de las pa­
redes del cañón, Chaco Canyon tiene muy pocos rasgos naturales que
sean de clara delincación, como por ejemplo oteros o chimeneas de
roca. Visto desde la orilla del cañón el terreno circundante casi
n o exhibe rasgos distintivos.
Los dos supuestos puestos de observación solsticial están en lados
opuestos del cañón, uno al este de W ijiji y el otro cerca de Peñasco
Blanco. Ambos son perfectamente adecuados para observar la salida
del sol en el solsticio de invierno y com parten los atributos de estar
cercanos a una pintura de un símbolo solar y a un camino antigua
El lunar equinoccial está conectado con Casa Rinconada y se le discu­
tirá en la sección dedicada a esta kiva.

E l sitio Wijiji

Este posible puesto antiguo de observación solsticial está situado como


a 1 km al este de W ijiji en una terraza en la pared de un rincón (sitio
núiu. SJ931). En lo alto de unas escaleras que llevan hacia afuera
del rincón, hay una pintura blanca de un glifo solar o del lucero del
alba. A unos 500 metros al este del glifo hay una chimenea natural
de roca que, cuando es vista desde el sitio del glifo, presenta un diá­
metro aparente de unos 25'. Para un observador colocado enfrente
del glifo solar (fig. 14.1), la chimenea de roca está situada a un
azim ut de 118°45' y a una altitud de 0°52/. Entonces, la chimenea
pudo haber sido usada como punto de referencia lejano para la obser­
vación de la salida del sol en el solsticio de.invierno. Dado que la
chimenea es sólo unos minutos de arco más angosta que el diámetro
aparente del sol, constituye un excelente y muy preciso dispositivo para
determinar la lecha exacta del solsticio de invierno. El glifo solar es
considerado definitivamente ahasazi (Cochran 1973 y Ha yes 1974, co­
municaciones privadas), aun cuando hay varios glifos návajos en la
cercanía. No hay indicación clara de dónde se debería colocar el obser-
de invierno

f ig u r a 14.1. Glifo solar que marca la estación de observación solar al este


de Wijiji sobre la pared norte de Chaco Canyon (el contorno indica
6 500 pies de altura).
vador anasazi para hacer la observación. E n nuestros días, para ver
salir al sol directamente detrás de la chimenea, el observador tiene que
ponerse en la repisa a unos 14 metros al norte del glifo solar. Debido
a la pequeña diferencia en la oblicuidad del sol en 1100 d. c. uno
tendría entonces que ponerse 2 metros más al norte para presenciar
la misma aparición.
Dando apoyo a que este sitio era usado como un puesto de obser­
vación está el hecho de que la terraza o repisa está bien resguardada
de las inclemencias d d tiempo y que era significativamente más cálida
que la llanura de abajo. Lo anterior lo determinamos cuando hacía­
mos medidas confirmatorias d d 19 al 21 de diciembre de 1974. Tam ­
bién es posible que el observador solsticial tuviera a un ayudante colo­
cado arriba de la terraza, para avisarle de cuándo debería esperar d
prim er fulgor del soL
Si nuestra suposidón respecto al uso de este lugar es correcta, ¿por
qué no se dibujó al símbolo solaren d azim ut conecto (A = 119°11')
visto desde el punto de referencia lejano? Se nos ocurren dos posibili­
dades obvias. Pudo haber sido colocado más próximo al camino para
m arcar la terraza como un sitio sagrado desde el cual debían hacerse
las observaciones solsticiales. Segundo, pudo haber sido colocado ahí
para indicar el sitio correcto desde el cual observar el sol previamente
al solsticio de invierno. Dichas observaciones servirían como una adver­
tencia de que el solsticio ocurriría pronto. M irando hacia el punto de
referencia lejano desde el glifo solar, se ve salir el sol dieciséis días antes
del solsticio de invierno, quizá indicando el comienzo de los acata­
mientos o ritos propiciatorios previos al solsticio.
250 XAY A. WILLIASISON} HOWAXD J . F IS H E E Y DONNEL o ’FLYNN

El sitio de Peñasco Blanco

La pictografía de Chaco Canyon que ha sido sugerida como un posible


registro de la supemova de 1054 d c. está situada a unos 650 metros
al este de Peñasco Blanco (Brandt et al. 1975). En vista del símbolo
solar asociado con la supuesta representación de la supemova, de la
relativamente clara visibilidad hacia el horizonte oriente, y de su cer­
canía a un gran camino antiguo, este lugar parece ser una estación
de observación del horizonte. No fuimos defraudados en nuestra expec­
tación. M ientras que abajo del sitio de la pictografía el horizonte es
sólo mediocremente visible, una corta cam inata sobre el antiguo camino
a partir de Peñasco Blanco lo lleva a uno a una depresión superficial
en el farallón, exactamente encim a de la pictografía. Desde este lugar
pudo haber sido usado el filo de una escarpadura con un azimut
de 120° como m arcador del solsticio de invierno.

Fajada Butte

U na sorpresa en nuestra investigación fue que no encontramos evi­


dencia de que Fajada Butte fuera usado como un puesto de obser­
vación. Para un astronómo m oderno, esta estructura natural, que
destaca en el cañón, sería un sitio obvio para un observatorio solar.
Hay evidencia de que el otero estuvo habitado, pero en nuestras inspec­
ciones, hechas en dos ocasiones, no encontramos ningún m arcador
solsticial obvio en el horizonte visto desde lo alto de Fajada Butte.
T am poro encontramos evidencia de marcadores solsticiales artificiales,
tales como los que encontramos cerca de Casa Rinconada y Pueblo
Bonito (William5on et al. 1975).
Consideramos que los sitios solsticiales de W ijiji y de Peñasco
Blanco son ejemplos de observatorios de tipo 1. Si fueron en efecto
usados p ara observar el sol, probablemente su uso prim ario era deter­
m inar la fecha de la ceremonia del solsticio de invierno. El que estén
marcados con daros símbolos solares y situados cerca de caminos anti­
guos podría indicar que estos lugares servían para m arcar el principio
de los acatamientos así como la fecha final U n ejemplo de este tipo
fue reportado en Zuni (Cushing 1941, p. 128; Stevenson 1904, p. 149).
Cushing repinta:

Cada mañana, al amanecer, el Sacerdote del Sol, seguido del Sacerdot


Maestro del Arco, caminaba por él sendero oriente hasta la ciudad en ruinas
de Ma-Tsa-Ki, situada a orillas del rio, donde, esperado a distancia por sil
compañero, el Sacerdote del Sol se acercaba lentamente hasta una ton
abierta de forma cuadrada donde se sentaba sobre una vieja y tosca silla
piedra, enfrente de un pilar esculpido con la cara del sol, la mano sagrad-
OBSERVATORIOS SOLARBS OB LOS INDIOS ANASAZIS 231
la estrella de la mañana y la luna nueva. Ahí esperaba entre oraciones y
cantos sagrados la salida del sol. No se hacen muchas peregrinaciones antes
de que “los Soles se miren el uno al otro”, y las sombras del monolito solar,
el monumento de la montaña del Trueno, y el pilar de los grandes jardines de
Zuni “caigan sobre el mismo sendero”. Entonces el sacerdote bendice, agra­
dece y exhorta a su padre, mientras que el guerrero guardián responde cor­
tando la última muesca en su calendario de madera de pino. Entonces ambos
se apresuran por volver y proclamar desde los techos de las casas la buena
nueva del regreso de la primavera.

Si los puestos de observación de Chaco Canyon eran usados de


manera sim ilar a la práctica Zuni en M atsaki, entonces también perte­
necen al grupo 2.

E S T R U C T U R A S A R T IF IC IA L E S

Hemos encontrado anteriorm ente que los ejes de sim etría de las G ran­
des Kivas de Casa Rinconada y Pueblo Bonito A están alineados en
dirección norte-sur (Williamson et al. 1975). O tras alineaciones astro­
nómicas son evidentes en Casa Rinconada y en Pueblo Bonito.

Casa Rinconada

U na de las seis Grandes Kivas conocidas en Chaco Canyon, Casa Rin­


conada, está situada en el lado sur del cañón pasando por Pueblo
Bonito y Cbetro KetL Es muy similar a otras Grandes Kivas en que
tiene nichos en las paredes, bóvedas en el piso, una escalera interna
y una chimenea. Por otra parte, es atípica en su colocación sobre
una haja colina alejada de cualquier m orada im portante y en que
tiene una pared que se eleva sobre el nivel del suelo. H an aparecido
en la literatura popular especulaciones desenfrenadas proponiendo que
Casa Rinconada era un observatorio solar y lunar (K aplan 1974).
Encontramos que la mayoría de estas especulaciones carecen de funda­
mento, pero la kiva tiene alineaciones solsticiales y equinocciales rela­
cionadas con los nichos en la pared, que pudieron haber sido intencio­
nales por parte de los constructores.
Casa Rinconada tiene dos conjuntos de nichos en la pared. Un
conjunto está compuesto de veintiocho nichos espaciados de m anera
aproximadamente equidistante a lo largo de la circunferencia de la
kiva y situados a unos 75 cm sobre el banco prim ario (fig. 14.2). Estos
nichos son de construcción uniforme, como de 30 cm de lado. El otro
conjunto está formado por seis nichos colocados 30 cm más abajo y
son en prom edio de 4 a 6 cm más grandes que los primeros nichos.
Hay dos de éstos en la pared este de la kiva y cuatro en la pared oeste
HT

(fig. 14.3). Además de los nichos en la pared, hay una ventana en t i


pared noreste sobre el nicho A y un nicho en la pared sudeste sobí
y al norte del nicho 20.
Siguiendo una sugestión de C. Cochran, hemos determ inado qi
la luz del sol que pasa a través de la ventana noreste ilum ina i
nicho E durante cuatro o cinco dias alrededor del solsticio de verán
La ventana define un horizonte artificial. La linea entre el nicho'
y la ventana noreste da un azim ut de 65° 15' y una altitud de (j°. 1
horizonte aparente de las paredes del cañón tiene sólo 3° de elevaciói
Por lo tanto, el sol aparecerá en el horizonte distante unos quiiM
minutos antes de que ilumine e l nicho.
Sólo podemos especular sobre una alineación de solsticio de verai
en la kiva, pero si la relación entre el nicho E y la ventana noreste
indicativa de otras posibles alineaciones solsticiales, parece plausit
proponer que había una ventana sobre el nicho D similar a la que tí
N

f ig u r a 14.3. Casa Rinconada: los seis nichos irregulares.


arriba del nicho A. El azim ut de la línea dada por el nicho B y el
nicho D es 292°35'.
U na ventana sobre el nicho D a una elevación de 9°04/, vista
desde el nicho B, satisfaría los requerimientos físicos para adm itir
luz que iluminase el nicho B. Esto colocaría la ventana a unos 30 cm
por debajo del borde de la kiva. Esta suposición debe permanecer
como una especulación porque la pared encima del nicho D fue encon­
trada destruida (Vivian y R eiter 1960). Al menos podemos sugerir
que una ventana sobre el nicho D haría más inestable la pared que si
fuera sólida.
Morgan (citado por K aplan 1974) descubrió que, durante el solsti­
cio de invierno, la luz del sol entra por la esquina de una entrada en
forma de T que está al sur e ilum ina el nicho D. Parece que este
254 HAY A . W 1L L IA M S O N , H O W A K D J . F I 3 H E R Y D O N N E L O ’F L Y N N

hallazgo depende crucialm ente de la altura actual accidental de la


pared que está construida perpendicular a la entrada (fig. 14.3).
Cuando la kiva estaba aún en uso, la pared era casi seguramente más
alta, que en su actual forma reconstruida. Por supuesto, es posible que
hubiera una pequeña ventana en la pared. También es posible que la
línea que va de la entrada al nicho D estuviera inteneionalmente cons*
truida en la kiva pero sin que se m anifestara a un observador dentro
de la kiva (alineación de tipo 3 ).
La misma pregunta surge en el caso de la alineación nicho E-ven-
tana noreste que ya describimos. Lo que llamamos una ventana bien
pudo haber sido una entrada a un cuarto exterior (Vivían y R eiter
1960). Bajo estas circunstancias, la alineación se vuelve de tipo 3.
P ara que fuese una alineación de tipo 2 —esto es, una en la que la ali­
neación astronómica fuera obvia para un observador dentro de la
kiva—, tendría que haber habido una ventana en la pared exterior
de ese cuarto, precisamente en la posición correcta para perm itir pasar
a la luz del sol del solsticio de verano en su camino a la ventana noreste.
La pregunta de si existen alineaciones de tipo 3 en la kiva es impur-
tante. Por ejemplo, hemos encontrado que los pequeños nichos 22 y 8
definen una línea este-oeste así como un diám etro de la kiva (fig. 14.2).
Si la extendemos hacia el este, esta línea roza el borde de la meseta
que está a 400 metros al este de Casa Rinconada. Un cielo nublado
impidió que viéramos dónde caía la sombra de la m eseta durante la
salida del sol equinoccial, pero nuestras mediciones m uestran que caería
directam ente sobre el centro de la kiva Sm embargo, como la kiva
fue techada después de que las paredes fueron completadas, esta alinea­
ción no podría haber sido observada desde adentro de la kiva; por lo
tanto caería en el tipo 3.
¿Es esta alineación intencional o accidental? A juzgar por la colo­
cación de los nichos alrededor de la kiva, estamos seguros de que su
disposición sigue un cuidadoso patrón incompatible con el azar. El espa­
cio entre los nichos es uniforme. P or ejemplo, los nichos 1-14 y 15-27
están espaciados un promedio de 11 °8' ± 23'. Con la excepción d d
nicho 28, estos nichos también están colocados muy simétricamente,
respecto a la línea norte-sur (fig. 14.2). Más aún, tomados en parejas,;,;
los nichos 1-13 y 15-27 definen diámetros de la kiva. Cada uno de
estos diámetros intersecta a los otros diámetros dentro de 15 cm del cen­
tro geométrico de la kiva. *
Creemos que la reconstrucción introduce poco error en nuestros
resultados para Casa Rinconada. Las m edidas angulares de los nichos,;,
en particular, son muy poro afecsadas porque, corno las fotografías
tom adas después de la excavación y antes de la reconstrucción lo
demuestran, ninguno de los veintiocho nichos fue cambiado signifi­
cativamente durante la reconstrucción. Las alturas originales del se-
O BSER VA TO RIO S S O L A R IS D B L O S IN D IO S A N A S A Z IS 2SS

gundo conjunto de los nichos mayores son desconocidas, pero esta


información no debe afectar nuestros hallazgos. Las caras verticales in­
teriores de este grupo de nichos tampoco fueron alteradas durante
la reconstrucción; por lo tanto, nuestras medidas probablemente refle­
jan de m anera precisa los valores originales (Vivían y Reiter 1960).

Pueblo Bonito

Pueblo Bonito (fig. 14.4) exhibe varias alineaciones cardinales y al


menos dos alineaciones solsticiales. Como ya mencionamos, el eje de
simetría de la Gran Kiva A es una línea norte-sur. Además, la pared
oeste de la kiva que divide e l pueblo aproximadamente por la m itad,
está alineada c a á norte-sur (A = 0°45' ± ÍO '). M ás aún, el lado
poniente de la pared recta al sur está orientado este-oeste (A = 90°06/
7 '). De acuerdo con Judd (1964, fig. 5 ), estas dos paredes y la kiva-
fueron construidos en la misma época. El estilo de m anipostería es
característico del estilo llamado Bonitiano Tardío, m anipostería de
tipo 3 (1000-1100 d. c .), que era usada en la misma época en que
Casa Rinconada fue construida.
Las alineaciones tienen significado solar: una pared norte-sur no da
sombra al mediodía y una pared este-oeste coincide, en los días de equi­
noccio, con las direcciones de la salida y puesta del sol, suponiendo un
horizonte llano; lo clasificaríamos como una alineación de tipo 2. Pero,

f ig u r a 14.4. Pueblo Bonito.


256 HAY A . W IL L IA M S O N , H O W A R D J . F I S H I K Y D O N N B L O ’ F L Y N N

Iluminación

figura 14.5. La entrada construida en una esquina y la esquina opoesta


iluminada, Pueblo Bonito, cuarto 228.
en realidad, las altas paredes de la meseta hacen imposible una vista de
la salida y de la puesta verdaderas del sol; así, una línea este-oeste :
en este sitio no corresponde a ningún fenómeno solar manifiesto:
éste es un caso de alineación de tipo 4 (si la dirección este-oeste fue
transferida geométricamente desde otro lugar), o al menos de tipo 3
(si la línea este-oeste fue determ inada localmente por algún m étodo ¡
indirecto, por ejemplo la trayectoria de las sombras de un gnomón
vertical).
Hay varías entradas, construidas en las esquinas de edificios de 1
Pueblo Bonito, cuya orientación podría ser astronómica. Estas entradas J
en esquina son poco comunes en la arquitectura anasazi, y Pueblo Bo> ]
nito contiene más de la m itad de los ejemplos conocidos (Judd 1964,]
p. 28). Judd las considera como adiciones de tipo 4 en e l estilo Boni- i
tiano Tardío. No pudimos m edir los azimutes de las seis entradas J
construidas en esquina (dos abiertas al NE, una al N O y tres al S E ),I
pero los dos que medimos, en los cuartos 228 y 225B, perm iten una]
vista excelente de la salida del sol en el solsticio de invierno. C onform e|
el sol se eleva, ilum ina sim étricam ente la esquina opuesta (fig. 14.5) i
durante unos cuantos minutos antes de dejaría de nuevo en la sombra:]
El problema de usar estas entradas com o ventanas es que parecen ser]
entradas a cuartos interiores. Estás entradas construidas en esquina*!
son ejemplos de observatorios de tipo 3, porque parece seguro qué
en e l pueblo, una vez completo, una pared exterior hubiera interferid
con el paso de la luz solar hacia el interior de los cuartos. Aun cua
podríamos postular la existencia de una ventana o abertura exterío
como sucede en Zuni (Cushing 1941, p. 129), en cuyo caso la ;
observ a Tonos so la re* d e los in d io s a n a s a z is

dón pasa a ser del tipo 2, este postulado no es necesario p an . ¡


que esta orientación es deliberada. Como ya recalcamos an t
una dirección puede ser de significado astronómico aun cua
estructura que la contiene no presente fenómenos una vez complet
U na alineación de tipo 3 o 4 quedaba m arcada por su imp
ceremonial o arquitectónica. Estas alineaciones son quizá las más inte­
resantes; podría decirse que representan un caso de la geometría su r­
giendo a p artir de -la astronomía.

HovenweeP

Ya desde 1919, Fewkes (p. 42) consideró la posibilidad de que las


torres del M onumento Nacional de Hovenweep y aquellas situadas
en otras partes del sudoeste cercano pudieron haber side usadas a sn o
observatorios astronómicos. Fewkes finalmente rechazó esta explicación
debido a la posición de algunas de ellas. Las torres de Hovenweep
generalmente están construidas en grupos, con varias de ellas situadas
a la orilla de un pequeño cañón de forma cuadrada y con una torre
abajo en el cañón, como ocurre con las torres de la parte superior
de Ruin Canyon. Por ejemplo, en este sitio uno ni siquiera, puede ver
hacia la parte inferior del cañón desde la T orre C uadrada (Fewkes
1919, fig. 6 ), ya no se diga ver baria alguna otra dirección, excepto
la vertical Se han sugerido otros usos para estas torres, tales como
defensa (Schulman 1950), el almacenamiento de granos, o para enviar
señales, pero ninguna de estas posibilidades parece ajustarse completa­
mente a su colocación y características estructurales. Desafortuna­
damente, ios pocos residuos culturales que se han encontrado entre
las ruinas no han ayudado a resolver el enigma de estas torres. Estos
residuos son im portantes para estim ar las fechas en que fueron habi­
tadas, pero poco útiles para determ inar su fundón (Schulman 1950).
L a sugerencia de que pudieron haber sido usadas como observa­
torios astronómicos ha persistido en la literatura (Ellis 1975, p. 86), así
como en la opinión de algunos arqueólogos del sudoeste norteamerica­
no (Hayes 1973, comunicación privada). E sta opinión es aún consi­
derada seriamente porque sus formas de to n e sugieren firmemente
un uso astronómico y posque la m ayoría de las torres tienen varias
pequeñas aberturas que pudieron haber sido usadas para hacer obser­
vaciones astronómicas.
Acicateados por la esperanza de resolver este problem a, hicimos
una investigación prelim inar de las torres de Hovenweep. Nuestros
resultados claram ente m uestran que algunas de las torres son adecua­
dlas para hacer observaciones astronómicas del sol y las estrellas.
Corno sólo se trataba de una investigación prelim inar y sólo dispo-
258 HAY A . W IL L 1A S IS O N , H O W A R D } . P I S K S R Y D O N N K L O’ f L Y N N

triamos de un tiem po limitado, usamos un teodolito para determ inar


la declinación m agnética media del área. Usamos entonces un compás
Weems and Plath para m edir la orientación de la mayoría de las aber­
turas. Las aberturas d e'la Torre Ovalada y de Rimrock House fueron
sin embargo medidas con el teodolito (tabla 14.1). Dado que el án­
gulo de entrada de las aberturas puede variar de I o a 10°, depen­
diendo de donde se ponga el observador, la precisión de yá0 del compás
es aceptable. Fue posible usar una declinación magnética m edia para la
región porque, a diferencia de lo que ocurre en México (Aveni 1973,
comunicación privada), la declinación magnética varía relativamente
poco al ir de un lugar a otro cercano en el sudoeste norteamericano.
P or ejemplo, en Chaco Canyon encontramos una desviación m edia de
menos de 1° en la declinación m aguética al ir de Peñasco Blanco
a W ijiji. E l único problema que encontramos en Hovenweep fue que
en una o dos de las torres se habían usado vigas de acero p ara refor­
zar y estahilizar las estructuras. Estas torres no pudieron ser medidas
adecuadamente con el compás, y por lo tanto no aparecen en el
cuadro 14.1.
Los ángulos del cuadro 14.1 representan los azimutes de las aber­
turas que {Midieron haber sido usadas para observar el horizonte. Es
im portante hacer notar aquí que m uchas de las aberturas fueron cons­
truidas en ángulos diferentes del perpendicular respecto a las paredes,
im plicando que la orientación de la abertura tenía alguna im portancia
para los constructores. Como los datos m uestran, son evidentes varias
orientaciones hacia estrellas brillantes y hacia el sol. Aun cuando estos
datos m uestran que era posible usar estas torres como observatorios
astronómico», a ú n no hemos determ inado si ese era su uso probable.
Hace falta m ucha más evidencia para establecer un planteam iento,
convinaente en favor de esta hipótesis. Si en el futuro la hipótesis se
hace plausible, las torres representarán una form a de observatorio muy
diferente de las que hemos discutido anteriormente. Las orientaciones
de las aberturas colocan a las torres en la categuría 2, pero entonces
serían los primeros ejemplos claros del sudoeste norteamericano de
observatorios que eran tanto solares como estelares.

Sun Temple, Mesa Verde

Aun cuando reportaremos nuestras investigaciones del Sun Temple


(Templo Solar) en otro lugar (W illiamson y Fisher, en preparación),
es im portante incluir un breve comentario aquí. E l Sun Temple de­
riva su nombre de que la estructura tiene unida a su pared occident
una roca de forma peculiar. Fewkes (1916, p. 21) pensó que
representar e l sol y apuntó que cuando se sienta uno sobre la roca,
O B SE R V A TO R IO S S O L A R E S D E L O S IN D IO S A N A SA Z IS 259

cu a d ro 14.1. Resumen de las mediciones hechas en Hovenweep

Torre Orientación azimutal Puesta/salida del objeto


de la abertura celeste más brillante que
magnitud 2.0 (circa
1200 d. c.j*
Riiurock House** 171°52' Ninguno
242°09' Beta Canis Major (Mir-
zam)
Torre Ovalada** 113°11' Alfa Canis Major (Si­
rio)
151°29' . Gamma Vela
190°43' - Ninguno
231 °29' - Epsilon Canis Maior
Torre de la Herradura 23° (no se ve el horizonte). Ninguno
319° Alfa Lira (Vega)
301° Sol, solsticio de verano;
AlfaBootes (Arturo)
291° Luna en su máxima po­
sición meridional en- el
solsticio de verano.
193° Ninguno
295° Beta Góminis (Pólux)
Castillo de Hovenweep 239° Sol, solsticio de invierno;
Alfa Escorpión (Anta­
res)
299° Sol, solsticio de verano;
Alfa Bootes (Arturo)

* Puesta/salida dentro de 2° del azimut de la abertura. Los azimutes


fueron medidos del norte hacia el este. La altitud del horizonte local ha sido
tomada en cuenta.
** Mediciones con teodolito.

la espalda hacia la pared, se puode ver claram ente el sol poniente


delante. En otras palabras, el observador m ira hacia el oeste. Fewkes
llamó a esta roca, y a la construcción en forma de asiento que la rodea,
un santuario solar. Más aún, Fewkes afirmó que la recta pared sur
(fig. 7) está orientada hacia la salida del sol en el solsticio de verano
y/o a la puesta del sol en el solsticio de invierno. Hemos determi­
nado que esto no es cierto, resultado que ha sido corroborado por
Reyman (1975).
En un confuso pasaje (p. 469) Fewkes parece afirm ar que la pared
sur intersectaría el horizonte a 20° al norte de la línea este-oeste. Nues­
tras mediciones demuestran que, muy al contrario, la línea dada por
260 ■AY A . W ILLIAM SON, HOWARD J . FISH K R Y D ONNEL O FLYNN

la pared sur intersecta el horizonte a unos 20° al tur de la posición


de la salida del sol en el solsticio de verano. L a orientación de la pared
sur es 79°21' ± 8 ' en la dirección este o 259°21' ± 8 ' en la direc­
ción oeste.
Por lo tanto, la relación del Sun Temple con el sol parece ser, en el
m ejor de los casos, muy débil. Como reportaremos en más detalle
(Wftliamson y Fisher, en preparación), nos propusimos averiguar si la
orientación de la pared podría tener otra conexión astronómica. Encon­
tram os que en 1200 d. c. tres estrellas brillantes, Proción, A ltair y
Betelgeuse, salían dentro de 1°.5 del azim ut oriental este de la pared
sur, y que una estrella brillante, Rigel, se ponía dentro de 1°.25 del
azimut oeste de la pared sur. A falta de más evidencia confirmatoria,
consideramos que esta alineación ciertam ente merece más estudio. De
cualquier modo, queda clare que no hay razones de peso p ara relacio­
nar el “Sun Temple” con el sol.

C O N C L U S IO N E S

Es ya claro que entre las estructuras dejadas por los anasazis hay una
variedad de observatorios solares y posiblemente estelares. Lo que
nosotros y otros investigadores hemos encontrado hasta abora indica
que los anasazis poseían una gama de conocimientos y prácticas astro­
nómicas de considerable refinamiento. Ahora debemos comenzar a
integrar nuestros datos con otra reform ación disponible (Reyman
1971) y a considerar qué significado tenían estos observatorios solares
en la vida de sus constructores. Un examen en detalle de esta pre­
gunta no puede presentarse aquí, pero podemos hacer algunas suge­
rencias de carácter provisional.
Sabemos, por las costumbres registradas históricamente de los in­
dios pueblo, que la determinación exacta del solsticio de invierno, y a
menudo del solsticio de verano, era crucial para los intereses ceremo­
niales y agrícolas de la sociedad pueblo (Ellis 1975; Parsons 1939a).
Creemos que hemos presentado evidencia firme de que los anasazis
tam bién observaban el sol p a ra establecer estas fechas. Más aún, no
sólo observaban el sol para establecer un calendario, sino que al menos
un segmento de la población anasazi también incorporaba su conoci­
miento del ciclo anual del sol a sus moradas y estructuras ceremoniales.
En algunos casos, como en Pueblo Bonito, esto pudo haber sido hecho
p ara fechar rituales, pero en otros casos, como en Casa Rinconada, pa­
rece haber un deseo consciente de reflejar los fenómenos celestes cru­
ciales en las estructuras terrenales.
Casa Rinconada parece ser un lugar especial, alejado de los pue­
blos mayores y sin embargo situado en el centro del patrón de celosía
OBSERVATORIOS s o l a r e s d e l o s i n d i o s a n a s a z i s 261

que form an los antiguos caminos (Ebert y Hitchcock 1973). Casa Rin­
conada representa en forma simbólica y gráfica las características esen­
ciales de la visión cósmica de los indios pueblo.
Las direcciones cardinales quedan claramente indicadas por la
orientación y situación geográfica de las características del piso y de
los nichos en la pared. El solsticio de verano y posiblemente el solsticio
de invierno pueden establecerse desde dentro de la kiva. El sipapu, un
detalle estructural que representa el lugar de salida del mundo subte­
rráneo, está construido cuidadosamente. Otros detalles de la kiva cuyas
funciones aún no se entienden bien podrían completar este panoram a.
En el futuro será im portante determ inar sr Casa Rinconada es el resul­
tado de patrones de pensamiento aislados o la culminación de años
de práctica astronómica más m undana entre los anasazis. Reyman
(1971, p. 307), quien sugiere que Casa Rinconada y las otras grandes
kivas son ejemplos de la influencia mexicana en el sudoeste norteame­
ricano, parece favorecer la prim era posibilidad. Nosotros preferimos
la segunda, aun cuando esta selección se deba únicamente a que la
práctica de observar el sol parece estar muy extendida en la cultura
pueblo y porque es una necesidad obvia para una sociedad agrícola.
Una dificultad particular para resolver esta disyuntiva es que no cono­
cemos las edades de algunos de los sitios y, por lo tanto, no sabemos aún
si es que hay una secuencia tem poral en los tipos de observatorio solar.
Los resultados de la investigación de los caminos de Chaco Canyon
deben ser también tomados en cuenta para entender el papel que la
astronomía jugaba en la vida de los anasazis. P or ejemplo, algunos
de los caminos podrían estar alineados astronómicamente. Pero aun
si los caminos y el estudio de los movimientos solares estuvieron com­
pletamente separados en la mente de los anasazis, ambos, con la arqui­
tectura, son manifestaciones de logros intelectuales de alto nivel en
Chaco Canyon.
Hemos sido por fuerza precavidos respecto a la posible im portancia
de la astronomía en Mesa Verde y en Hovenweep. El trabajo de
Reyman en Mesa Verde (1971, pp. 188-227) está lejos de ser cora--
pleto y en algunos casos es de precisión cuestionable (Reyman 1975).
Aún está por verse si hay observatorios solares en Mesa Verde. Si nues­
tros resultados iniciales de Hovenweep son confirmados por el trabajo
que haremos en el futuro, este sitio promete ser un rico depósito de
alineaciones astronómicas. En cualquier caso, está claro que aún bay
mucho que hacer en el sudoeste norteamericano para llegar a com­
prender más plenamente las prácticas astronómicas de los anasazis.

A G R A D E C IM IE N T O S

Queremos expresar nuestro agradecimiento a W alter Harrison, super-


262 KAY A . W IL L IA M S O N , H O W A K D J . F I S H E R Y D O N N E L o ’ P L Y N N

intendente del M onumento Nacional de Chaco Canyon, y a Ronald


Switzár, superintendente del Parque Nacional de Mesa Verde, por su
maravillosa hospitalidad m ientras llevábamos a cabo nuestras medi­
ciones. En especial agradecemos a los guardabosques Jim C ourt y
Clarion Cochran su ayuda. Tom Lyons ayudó a obtener fotos aéreas
de Chaco Canyon. Agradecemos el escepticismo persistente de Al Hayes,
que nos ayudó a evitar vuelos de la fantasía. Donnel O ’Flynn agradece
a la Watson Foundation su generosa ayuda económica que hizo posi­
ble su colaboración en este proyectó!
15. EL CALENDARIO INCA

por R . T . Z U ID E M A

IN T R O D U C C IÓ N

La mayoría de los cronistas españoles de los siglos xvi y xvn reportan


que el calendario de los incas consistía de doce meses y era, en sus
propias palabras, muy sim ilar al nuestro. Algunos autores de los siglos
xix y principios del xx se recrearon en atribuir a los incas esquemas
calendáricos fantásticos e infundados, pero esto constituía más bien la
escoria de las ideas occidentales respecto a los calendarios primitivos
y arcaicos.
Algunos estudiosos hicieron intentos serios: Nordensikiold (1925),
por ejemplo, analizó los “quipus” (cuerdas anudadas) y su contenido
calendáxico. Aun esto era en cierto sentido meramente especulativo,
puesto que dicho autor no tenia información etnohistórica para apoyar
sus conclusiones. La mayoría de los estudiosos, del rigió xvn en ade­
lante, se m antuvieron apegados a los nombres de los doce meses y
dejaron las cosas abí. Algunos estudiosos modernos (por ejemplo M uller
1929, 1972) han tratado de cotejar la información sobre los conoci­
mientos incas respecto a las salidas y puestas solares, pero como desco­
nocían los lugares de observación y como localizaron incorrectamente
los centros de observación, no llegaron a reconstrucciones confiables
del sistema observarional.
No obstante el aparentem ente simplista sistema calendárico de los
incas, hay demasiados cabos sin atar, inconsistencias y contradicciones.
El bien informado cronista indígena Felipe Guam án Poma de Ayala
(1936, ff. 893, 894 [pp. 883, 884]) es inflexible respecto a que los
incas tenían un calendario elaborado y preciso: inclusive nos da un
dibujo, junto con el nombre y la dirección, de un especialista en calen­
darios: Juan Yum pa, de Uchucm area, en la provincia de Lueanas, a
quien llam a astrólogo-poeta que sabe de las trayectorias del sol y la
luna, de los eclipses y de las estrellas y cometas, de las horas, meses
y años tam bién, de los cuatro vientos del mundo, para sembrar, desde
hace mucho. José de Acosta (1954) en su famosa crónica Historia
natural y moral de las Indias, compara al calendario peruano favora­
blemente con el mexicano (libro 6, cap. 3 ). L a labor de los inves­
tigadores recientes respecto al calendario andino moderno, agrícola y
ceremonial (Brownrigg 1973; Escobar et al. 1967), tam bién demues­
tra gran complejidad, aun cuando ahora es computado poc m edio del
calendario cristiano.
[2 6 3 ]
264 X. T . ZUIDEMA

Acosta tenía conocimiento directo de Ja complejidad de! calendario


inca, puesto que se refiere (libro 6, cap. 19) al sistema ceque de Cuzco.
Éste consiste de 328 huacas (“santuarios sagrados” ) en Cuzco y sus
alrededores, las cnales, en grujios de un promedio de ocho huacas,
estaban alineadas en cuarenta y una direcciones (los ceques, o líneas)
hacia el horizonte. El sistema ceque era usado para diferentes propó­
sitos sociales y ritualísticos. U n propósito expresado explícitamente (de
acuerdo al sacerdote Cristóbal de M olina y al abogado Juan Polo
de Ondegardo, quienes llevaron a cabo la trabajosa misión de regis­
tra r el sistema en la década de 1560 a 1570 [Lohman ViUena 1967])
era, sin embargo, el usarlo como un dispositivo para llevar la cuenta
del calendario, con cada huaca representando un día del año y tam bién
como un sistema de líneas d e referencia para observar sucesos astn>
nórmeos en el horizonte. El sistema ceque com o calendario fue tam ­
bién mencionado por otros estudiosos que sabían de él —como Ju an
de Matienzo, el yerno de Polo de Ondegardo. En este momento no
necesitamos analizar por qué estas personas, o p or qué el jesuíta Ber­
nabé Cobo, quien lo preservó en su crónica, no estudiaron en más
detalle el sistema ceque como calendario, como se hizo en los casos
de los calendarios maya y mexicano. U na posible razón es que, en el
caso inca, el calendario era registrado en quipus de acuerdo a una
teoría abstracta de organización política, que habría que analizar pri­
m ero, y no de acuerdo con un sistema elaborado de dioses, animales
y direcciones relacionadas con un color, como se preservó el calen­
dario en los códices mexicanos anteriores y posteriores a la conquista.
Si queremos estudiar al calendario andino prehispánico, tendremos
que interpretar inseguramente a través de un estudio de la teoría inca
de la organización política y de un sistema ceque abstracto.
Al repasar a los cronistas españoles durante un estudio del simbo­
lismo inca en la religión y los ritos y de la iconografía en el arte prehis­
pánico, también concentré mi atención en analizar los aspectos calen­
dárteos. Sin embargo, quiero tratar la m ayoría de estos datos como
consecuencia del calendario, para ser explicados por él, y no como in­
formación para su reconstrucción. En el caso de los datos previos
a la conquista, sólo sé de dos telas que representen descripciones calen-
dáricas intrincadas de todos los día» del año solar completo. Analizaré
estas telas prim ero, puesto que preparan el escenario para el tipo de
cálculos numéricos que también encontramos en el sistema ceque cuan­
do es usado como calendario. Aquí me he concentrado en tres aspectos
que son quizá necesarios en cualquier calendario como descripción
de sucesos astronómicos.
El prim er aspecto involucra la existencia de unidades temporales
esquemáticas, como las def inió Neugebauer (1942) para el calendario
E L C A LEN D A R IO IN C A 265

egipcio. U na unidad esquemática de tiem po es cualquier cantidad fija


de días que se repite a través del tiempo independientemente y que
puede ser usada para describir y m edir unidades astronómicas de tiem-
’po. Estas unidades esquemáticas de tiempo son, por supuesto, de impor­
tancia para la adm inistración de una organización política centrali­
zada. Sugeriré que una prim era aplicación del sistema ceque era el
registrar estas unidades esquemáticas de tiempo.
El segundo aspecto involucra la medición 'de unidades astronómi­
cas de tiempo. En este caso, el sistema ceque fue usado como un quipu
para registrar las unidades astronómicas de tiempo medidas.
El tercer aspecto involucra el uso del sistema ceque para observar
eventos astronómicos como la salida y puesta del sol, las estrellas y
posiblemente la luna. Éste es pues otro uso del sistema ceque, inde­
pendiente de los otros dos.
Las expediciones anteriores hechas en 1953 junto con el doctor
M anuel Chávez Bailón (véase Zuidema 1964), así como investigaciones
aún en curso que fueron comenzadas en los veranos de 1973 y 1975,
tem an como principal propósito el localizar tantas huecas como fuera
posible, especialmente aquellas que eran usadas como marcadores
(sucancas) para observaciones astronómicas. Este trabajo ha avanzado
considerablemente y en él hemos hecho gran uso de topónimos moder­
nos, información en m apas viejos y nuevos, datos de crónicas, e infor­
mación mitológica y ritualistica general sobre la cultura inca del área
de Cuzco. Algunos resultados de esta investigación, por ejemplo los
que tienen que ver con la secuencia direccional de los ceques, serán
usados en este trabajo. Sin embargo, queda mucho por hacer y una
discusión completa respecto a la posición de las huecas en conexión
con su im portancia religiosa, ritualistica y mitológica tendrá que espe­
rar p a ra otra ocasión. P ara una discusión más detallada de los ceques
y huecas usados para observar la salida y puesta del sol durante los
solsticios, véase Zuidem a (1976). O tras razones p a ra concentrarse
en este trabajo en los valores numéricos del sistema ceque son que este
análisis puede hacerse cari independientemente de la posición de las
huecas, y que los argum entos desarrollados aquí podrían ayudar a
colocar las huecas en su lugar conecto. L a discusión de los nombres
de los meses incas y sus rituales mensuales será tam bién restringida a un
enunciado form al del problema porque, de nuevo, su entendim iento
más completo depende de un análisis de los problemas numéricos invo­
lucrados en el sistema ceque.
Sin embargo, la razón más im portante para escoger este enfoque
en una discusión de los problemas astronómicos y calendáricos andinos
radica en la naturaleza misma del sistema ceque. Sabiendo sus fun­
ciones como una diaria descripción del año y como un sistema de obser-
266 R. T . ZUIDE1IA

vación astronómica, esperaríamos tener 365 o 366 huacas y 36 céques, y


no 328 huacas y 41 ceques. Estos y otros números están decididamente
basados en cálculos sidéreos lunares y no solares, mientras que los
números “solares” están sólo secundariamente insertos en este sistema
lunar. El problema de observar la luna es mucho más complejo que
el de observar el sol, debido a los movimientos más erráticos de la
lu n a L a localización precisa de las huacas y un mejor entendimiento
de las técnicas incas de observación astronóm ica son por lo tanto tam ­
bién dependientes de una m ejor comprensión de la “teoría inca de la
luna”. Este trabajo se concentrará en este aspecto del problema.

C A L E N D A R IO S A N T E R IO R E S A L A C O N Q U IS T A

El calendario de la tela Huari (Museo de Antropología, Munich)

. Esta tela (fig. 15.1) está constituida por dos partes, unidas por una
costura, que son idénticas excepto en la simetría especular de las figu­
ras humanas. La figura 15.2 m uestra el esquema de los colores de la
tela. Cada parte tiene diez filas de 36 círculos. Tres columnas verticales
de 10 círculos corresponden a una figura hum ana. Las 12 figuras po­
drían representar meses de 30 días en un año de 360 días (Catálogo
M éxico-Perú 1968, núm . 630, fig. 91).
Más aún, los círculos están organizados en diagonales m ediante
5 colores: blanco (B ), rojo (R ), café (C ), am arillo (Am) y azul (A z).
Contando desde la esquina superior izquierda hasta la inferior derecha,
encontramos 45 diagonales: prim ero 9 parciales, luego 27 completas
de 10 círculos cada una, y finalmente otras 9 parciales. El siguiente
diagrama representa el esquema dado por los colores, representando
cada abreviatura una diagonal.

B R C Am C
B R Az Am C
B R C Am Az
B R C Am C
B R c Am Az
B R c Am C
B R Az Am C
R B c Am C
R B Az Am C

57B 59R 51C 72Am 52C Totales de


15R 13B 21Az 20Az círculos

72 72 72 72 72
f ig u r a 15.1. La tela Huari.
268 * . T . ZUIOEMA

B R C Am C B R Az Am C B R C Am Az B R
R C Am C B R Az Am C B R C Am Az B R C
C Am C B R Az Am C B R C Am Az B R C Am
Am C B R Az Am C B R C Am Az B R C Am C
C B R Az Am C B R C Am Az B R C Am C B
B R Az Am C B R C Am Az B R C Am C B R
R Az Am C B R C Am Az B R C Am C B R C
Az Am C B R C Am Az B R C Am C B R C Am
Am C B R C Am Az B R C Am C B R C Am Az
C B R C Am Az B R C Am C B R C Am Az B

I II III IV V VI

ababa cbcbc efefef cdcdc babab dcdcd

Am C B R C Am Az B R C Am C B R Az Am C
C B R C Am Az B R C Am C B R Az Am C R
B R C Am Az B R C Am C B R Az Am C R B
R C Am Az B R C Am C B R Az Am C R B C
C Am Az B R C Am C B R Az Am C R B C Am
Am Az B R C Am C B R Az Am C R B C Am C
Az B R C Am C B R Az Am C R B C Am C R
B R C Am C B R Az Am C R B C Am C R B
R G Am C B‘ R Az Am C R B C Am C R B Az
C Am C B R Az Am C R B C Am C R B Az Am

VII VIH IX X XI X II

eíeíe dcdcd e'f'e'f'e' dcdcd b'a'b'a'b' dcdcd

nouKA 15.2. Disposición, de los colores en la tela HuarL

Cada fila representa a un grupo de 5 diagonales; en cada colé


hay 9 diagonales representando 72 círculos. Las últimas dos filas
vierten el orden de los círculos blancos y rojos. Los colores café y
se alternan en la tercera y quinta columnas. £1 azul aparece en 5 fil?
alternando con el café; por lo tanto, el azul nunca aparece dos ve
en una misma fila, pero el café sí aparece dos veces en 4 filas (líneas 1
4 ,6 y 8). Debido a estas inversiones y alternaciones podemos tomar
prim eras dos columnas como un grupo (2 X 72 = 144 círculos)
las últimas tres columnas como otro grupo (3 X 72 = 216 círculos).
diagonales y sus colores parecen representar un sistema doble ba
en la división de 5 x 9 = 45 diagonales y en una división de 5 X 72
360 círculos de acuerdo con sus colores.
El sistema de las 12 figuras en pie no duplica exactamente al s:
tema de los círculos. C ada figura tiene un esquema diferente de colo
combinados en la cara, tocado, camisa, báculo, pies, ete. U na secue
cia regular de 3 grupos de 4 figuras puede hallarse en el color de
E L CA LEN D ARIO IN C A 269

cara, las plumas de la corona y los pies de cada figura individual. Los
grtipos podrían representar estaciones de 4 meses cada una. Bajo cada
figura, con una excepción, hay una fila de 5 caras similares pero mucho
más pequeñas; bajo la tercera figura hay 6 caras.
Los colores de las caras más pequeñas que están bajo cada figura,
son diferentes de los colores de la figura. Sin embargo, bajo cada una
de las tres secuencias de 4 figuras discernimos el siguiente patrón en
los colores de las caritas que, cuando son consideradas ciertas varia­
ciones, podría ser llamado un patrón recurrente (e', f', a 'y l / tienen
una pequeña diferencia respecto al esquema de colores dado por
e, f, a y b ) :

I II III IV
ababa/ c b c b c/ efefef/ cdcdc
V VI VII VIII
b a b a b/ d c d c d/ e f e f e/ dcdcd
IX X XI XII
e'f'e'f'e'/ d c d c d/ b'a'bVb'/ dcdcd

(Como este esquema de colores fue derivado de una transparencia


a colores, debería ser cotejado con la tela original.)
E n conclusión, tenemos 12 caras grandes y 61 caritas, dando un
total de 73. Contando cada cara como 5 días (puesto que en 11 ocasio­
nes una cara grande y 5 pequeñas corresponderían a 30 círculos), esto
significa que las 73 caras representan un año de 365 días (5 x 73 =
365). Debido a la irregularidad m encionada concluimos que la tela
se refiere a dos conceptos distintos del año: uno de 360 días, con meses
“esquemáticos” de 30 días (Neugebauer 1942), y uno de 365 días. El
segundo número podría ser interpretado de dos maneras diferentes.
O bien radicaba el número verdadero de días del año solar (pero
entonces u n día extra, no considerado en la tela, debería de añadirse
cada año bisiesto), o los números 5 y 73 pudieron haber sido usados
de m anera esquemática junto con el 72 ( = 8 x 9 ). M ás adelante
veremos que los incas probablemente reconocían los siguientes períodos:
5 X 73 = 365 días como año solar
8 X 73 = 584 días como año de Venus
9 X 73 = 657 días como doble año lunar sidéreo (328 4- 329).

Hasta abora sólo hemos descrito una m itad de la tela. La otra m itad
es idéntica en lo que a los círculos se refiere. Sin embargo, las doce
figuras m uestran un orden invertido por la sim etría de reflexión que
las dos mitades presentan. Entonces, la tela com pleta representa un
270 R. T . ZUIDEM

año solar doble con una jerarquía invertida durante el segundo añ


de los círculos “gobernados’9 por las 12 figuras.

El calendario en la tela del Período Inca (K osok,1965, fig. 34)

En esta tela (fig. 15.3) los días están representados por rectángul
cada uno dentro de un m arco tam bién rectangular. Parejas de ma
en colores oscuros aparecen alternadas, en cada fila y columna,
parejas de m arcosen colores claros. O sea que hay grupos de 4 m ar
eos. L a alternación es irregular en una sección de dos filas, pero es"
se podría deber en parte a restauraciones (¿m odernas?) hechas a
tela. Cada marco consiste de una parte superior y de una inferí
en colores diferentes; los marcos de una pareja alternan las posid
nes de los colores. Los rectángulos aparecen con cinco diseños dife
rentes, pero hasta ahora no he descubierto ninguna regularidad en
distribución.
La naturaleza de las restauraciones que la tela pudo haber sufrid
no invalida las siguientes conclusiones respecto al núm ero de rect
gulos: tres filas aparecen separadas del resto de la tela, tanto
líneas dobles como per un núm ero irregular de rectángulos. La £
superior tiene 32 reotángulos, una fila cercana al centro tiene 37,
la fila inferior tiene 30 rectángulos. Siete filas regulares están en
parte superior y cuatro en la inferior, cada una consiste de 7 X 4 =
rectángulos. Estas 11 filas claram ente se refieren a los meses lu
sidéreos de 27% días redondeados a 28 días. Los 13 meses de 28 d '
form an un año de 364 días, el cual queda 1% días corto respecto
un año solar. En este caso, las filas irregulares superior e inferior
dieron haber servido para compensar esta deficiencia, aun cuando
número de rectángulos parece demasiado grande para este propósi
Kosok sugirió que la fila m edia de 37 rectángulos podría referirse
un período de 3 años solares y 27 meses sinódicos. Si su idea es cor
podríamos tam bién proponer que las dos filas de 30 y 31 reotángu'
se refieren a las dos duraciones posibles de los 12 meses del año solar
365 días. Por el momento, estas sugerencias no serán de gran ay
Sin embargo, queda claro del análisis de la tela que en el Perú preh*
pánico existía un calendario lunar sidéreo que utilizaba meses de 271
o 28 días ordenados en grupos de 4 días. Veremos que esta conclusi
queda corroborada por la información que sobre el calendario in~
existe en las crónicas españolas.
CALENDARIO INCA
272 *. T. t t

L O S M E S E S D E L A N O S O L A R IN C A IC O

El número de meses y sus nombres

Aun cuando todas las crónicas coinciden en afirm ar que los


tenian u n año de 12 meses, lo contradictorio de los otros aspectos d e ]
información sugiere que el sistema era más complejo de lo que los i
nistas nos querían hacer creer.
Las cuatro ceremonias incas más im portantes (llamadas Ray
eran aquellas que seguían a los dos solsticios y a los dos equii
La celebración de estas ceremonias comenzaba con lá prim era lu
nueva. Los meses (llamados quilla, o -quix “luna” ) eran sinódicos; <
lo tanto, esperaríamos que el año de 12 meses sinódicos (354 días)
atrasaría respecto al año solar (365 d ías). Sin embargo, no leemos i
respecto a la intercalación de un mes extra cada tres años.
La concordancia con los nombres de los meses cristianos es
confusa. U n mes incaico puede ser igualado con distintos meses
tianos; m ientras que un cronista podría dar dos nombres dife
al mismo mes, o tro los usaría p ara nom brar dos meses. Estas discr
cías aparecen principalm ente en el período de m arzo a julio,
parando a las diferentes referencias llegamos a la reconstrucción de tra |
conjunto de 14 nombres que presentamos en el cuadro 15.1. L a may
ría de los cronistas dan los nombres en parejas y en una parte u
del calendario combinan dos nombres en un mes o suprimen u n nc
bre. Sin embargo, cari no hay discrepancia respecto al orden gen
de los nombres.
Algunos cronistas (Guam án Poma, f. 260; Polo 1916, cap. 7)
clonan que los incas añadían uno o dos días a ciertos meses sinó
para volver a sincronizarse con el año solar. Sin embargo, no expü
carón cómo se hacía dicha intercalación, que de hecho crea un sist
de meses solares. Los inicios de estos meses solares oran determir
mediante un conjunto de pilares colocados en el horizonte que
observa desde Cuzco. Todos estos datos apoyan nuestra conclurió
de que los incas tenían un complicado sistema en el que se lleva
simultáneamente cuatro tipos diferentes de meses.

/] Meses sinódicos de 29 o 30 días.


2] Meses solares de 30 días o más.
3] Meses sidéreos de 27% días.
4] Meses de 23, 24 o 26 días.

(Aun cuando Bertonio, en su diccionario aym ara (1912), no da


lista completa de los nombres de los meses aymaras, la siguiente info
m arión es útil para propósitos de comparación:
Autípacha tiempo de hambre
Auti me* de igotto, o cercano, cuando n o llueve.
Hacchaauti de Corpus Chiisti hasta dos meses después.
Hiska auti desde septiembre hasta el tercero cuando no está muy seco.
Hulea (1) orina de mujer o de todos los animales hembras, o
(2) pequeña

Por lo tanto, Bertonio menciona dos períodos de 2 meses en la tem ­


porada de secas, desde junio hasta septiembre, todos con nombres deri­
vados de la palabra auti (ham bre). Quizá la palabra Anta, usada por
González Holguín (1952) en el nombre de mes A nta Cituay, es una
forma bastarda de la misma palabra auti.)
cuadro 15.1. Los meses incas.

Raymi Quilla

Capac Inti raymi


(solsticio, diciembre)
Capac raymi Camay quilla
Hatun Pucuy quilla
Pacha Pucuy quilla
(equinoccio, marzo)
Inca raymi Ayriguay
Hatun Cuzqui Aymoray
Inti raymi
Ancay Cuzqui Cauay
(solsticio, junio)
Chahuahuay
Anta Cituay Tarpuy quilla
Coya rami
Cituay
(equinoccio, septiem­
bre)
Urna raymi Puchayqui
Ayarmaca raymi Catarayquis

,Las fechas de comienzo del año solar

Los solsticios y equinoccios eran los puntos de reposo del año, y cual­
quiera de estos puntos pudo haber sido usado para comenzar el año.
{Otros comienzos no solsticiales ni equinocciales han sido tam bién roen-
nados. V arios cronistas decían, por ejem plo, que originalmente el
274 R. T . ZUIDRHA

año comenzaba en enero, pero que un rey lo cambió a diciembre. Parte


de este problema queda resuelto al observar que las dos festividades de
solsticio eran celebradas en los meses anteriores a los solsticios, de modo
que uno puede tom ar ya sea el comienzo o el final de estas festivi­
dades como Año Nuevo. L a reaparición de las Pléyades era también
un evento ¡mpurtante que anunciaba el solsticio de junio.
Sin embargo, podemos preguntam os si el cambio de enero a di­
ciembre se refería solamente a este tipo de problema. Muchos cronistas
mencionan la coexistencia de un anterior calendario agrícola y sidéreo
usado por las clases inferiores, y de un calendario posterior de carácter
político y solar que era usado por los incas en la administración de su
imperio. Las dos fechas de comienzo del año agrícola eran en febrero
y agosto, cuando, de acuerdo a Guam án Poma y a las ideas indígenas
modernas, “la T ierra se abre”, creencia relacionada con el hecho de
que en esas fechas, se labraba la tierra (G uam án Poma, ff. 894, 1124).
De acuerdo con la creencia m oderna (J. Earls, comunicación perso­
nal) y con la antigua (Guam án Poma, f. 894 [p. 884]) el sol no se
mueve de sus puntos sólsticiales en el horizonte hasta febrero y agosto,
respectivamente. Guamán Poma fijó los dos días de junio y agosto (de
acuerdo con el calendario cristiano) en los días d e San Juan (24 d e ju­
nio) y de Santiago (25 de julio). L a selección de este últim o día es
fácil de entender porque los peruanos reemplazaron prontam ente a
su Dios de los Rayos y Truenos (tam bién equivalente a Venus) por
Santiago como su Dios de la guerra y la agricultura. El mes inca de
agosto debe haber estado también dedicado al Dios del Trueno porque,
cuando el rey inca iniciaba en esas fechas el nuevo año agrícola, lo
hacía vestido con un traje que simbolizaba a este dios (Guamán Poma,
f. 250; Zuidema 1976). En nuestros días, el período que va de San
Juan a Santiago es utado aún como unidad caléndarica en el sur de
Perú (Brownrigg 1973). En oposición a toda la realidad astronómica,
Guam án Poma (ff. 894, 895 [pp. 884, 885]) menciona que los días
son m ás largos que las noches desde el solsticio de diciembre hasta
agosto, mientras que las noches son más largas de agosto a diciembre.
Sin embargo, su conclusión de que por lo tan to la luna “gobierna” al
últim o período se refiere a un hecho astronómico m ejor observable
que está registrado en el calendario inca. Luego veremos cómo un
calendario solar pudo haber sido más im portante durante la tem porada
de secas (relacionada a la parte H anan superior norte de Cuzco) y un
calendario lunar sinódico más im portante durante la tem porada de llu­
vias (relacionada a la parte H urin inferior su r).
El problema diseutido aquí tam bién involucra corrimientos ya sea
en los rituales (Guamán Poma, ff. 257, 239) o en los nombres de los
meses (“Discurso” en M aurtúa, p. 156; Duviols, p. 25) hacia fechas
E L CA LEN D ARIO IN C A 275

anteriores en relación al calendario cristiano. Estos corrimientos, una


vez corregidos, apuntan a una fecha de comienzo del afio en algún
día de febrero. Luego discutiremos un posible modo como los perío­
dos del solsticio de diciembre a febrero y del solsticio de junio a
agosto fueron definidos en el calendario prehispánico.

Los períodos esquemáticos de 8, 10, 15 y 30 días

Fuentes tan fidedignas como Betanzos (cap. 18), Ávila (cap. 18) y
Guarnan Poma (ff. 235, 260) nos hablan de un mes esquemático con
el núm ero fijo de 30 días, que los incas dividían tanto en dos medios
meses de 15 días como en 3 períodos de 10 días. Tengo la impresión
de que usaban estos períodos más bien como un dispositivo de cálculo
para describir períodos astronómicos de un calendario solar; sin em­
bargo, ningún otro cronista menciona estos períodos.
L a semana de 8 días es descrita desde Ecuador (Ortegón, en
Oberem, p. 235) hasta Bolivia (M atienzo, p. 53), en antiguas fuentes
que se refieren a costumbres locales. Los incas usaban esta semana
especialmente en relación con la costumbre del rey de cam biar de
esposa cada 8 días; las esposas que form aban porte de esta rotación
le servían a él con su séquito, el cual era llevado a Cuzco desde su
lugar de origen (Pedro Pizarro, pp. 49, 63; Cobo, libro 12, cap. 37).
Después de un año (pero, como veremos, éste no era un año solar)
el inca regresaba a la prim era esposa. Esta semana de 8 días también
era usada en ciclos relacionados con el mercado (Garcilaso^ libro 6,
cap. 35) y en el servicio cíclico que los sacerdotes prestaban en el T em ­
plo del Sol de Cuzco. Probablemente bajo la influencia del calendario
europeo, Garcilaso añadió un día de fiesta a cada semana y por lo
tanto hahla de una semana de 9 días como el período de rotación
de los sacerdotes solares del Coricancha (Templo del Sol) (Garcilaso,
libro 3, cap. 22). Finalmente, las semanas de 8 días eran importantes
probablemente en términos de “meses” rituales de 24 días, que marca­
ban la celebración de las más importantes festividades incas, especial­
m ente el raymi Capac Inti, la festividad del solsticio de diciembre
(Garcilaso, libro 6, cap. 23; Molina, pp. 49-58).
Hoy, el servicio cíclico y semanal usado por las mujeres de las
haciendas alrededor de Ayacucho es llamado suyu, palabra usada de
la misma m anera por González Holguín en 1608 para grupos de gente
en general. La semana de 8 días es aún im portante en las actividades
agrícolas modernas (Brownrigg 1973; Rosa Gam ana-Thom pson, comu­
nicación personal). ,
276 R. T . ZU U SM A .

T em p o ra d a sd * 3 y4 meses

En un análisis anterior del calendario inca, basado principalmente en


los datos proporcionadas por Guam án Poma, describí un orden intem o
en los 12 meses, que consiste de una jerarquía descendente en las tem ­
poradas enero-marzo y abril-junio, cuando el sol se mueve en el hori­
zonte de sur a norte, y en una jerarquía ascendente en las temporadas
julio-septiembre y octubre-diciembre, cuando el sol se mueve de norte
a sur. Aun cuando esta descripción sigue siendo adecuada para un
uso específico del calendario, los problemas del sistema completo son
mucho más complicados. El análisis siguiente se basará de nuevo prin­
cipalmente en Guam án Pam a (ff. 235-260 [pp„ 894, 895, 1130-1167])
y en las descripciones de los rituales y actividades agrícolas mensuales
dadas por M olina.
Prim ero, había los dos medios años de solsticio a solsticio, con la
festividad solsticial en el mes precedente al evento solar. Tam bién
babía dos medios años, que inte recetaban los primeros, de equinoccio
a equinoccio. El medio año de lluvias iba de octubre a marzo, y el de
secas de abril a septiembre. Las festividades del rey y de la reina eran
celebradas, respectivamente, justamente después del equinoccio de
marzo y justamente antes del equinoccio de septiembre. Las actividades
rituales de estas cuatro temporadas, se refieren tam bién a otra relación
jerárquica. Los cuatro meses alrededor de los dos solsticios (diciembre-
enero, junio-julio) estaban dedicados al culto del sol Los cuatro meses
alrededor de los dos equinoccios (septiembre-octubre, m arzoabril)
m uestran relación con el culto al agua, esto es, con el dios creador,
Viracocha, y la diosa luna. Los cuatro meses intermedios estaban dedi­
cados a la agricultura, a la m uerte, al dios del trueno como dios de la
guerra y de todos los fenómenos atmosféricos, y a Venus. En mayo
los incas finalizaban el año agrícola cosechando ritualm ente (esto es
"m atando” ) un cam po especial de Cuzco; en agosto sembraban ritual-
mente el mismo campo ("conquistando, m atando” a la tie rra ); ambos
actos eran acompañados de cantos triunfales (“Discurso” en M aurtúa,
p. 177). Noviembre estaba dedicado al culto de los muertos (cuando
las semillas estaban enterradas) y febrero era el mes en el que ocurri­
rían más enfermedades y cuando se labraría terreno virgen.
Además de las cuatro tem poradas de tres meses eada una, Guam án
Poma tam bién menciona tres temporadas de cuatro meses cada una.
Agosto-noviembre estaba dedicado a la siembra y este período se con­
taba en meses sinódicos. Los incas comenzaban el período sembrando
ritualm ente, y en el último mes se colocaban guardias para impedir
el robo del agua de riego. D urante diciembre-marzo (la tem porada de
lluvias fuertes) las plantas tenían que crecer y m adurar. En el prim er
E L C A LEN D A RIO IN C A 277

mes era la gran festividad del sol y los ritos de iniciación y, en el


último mes, guardias colocados en los campos impedían robos. Los
meses de abril-julio eran usados p ara la cosecha y estaban dedicados
al sol. En el últim o mes, la tierra e ra redistribuida para el siguiente
año agrícola. M atienzo (p. 55) menciona el período de cuatro meses
en la administración inca y Guam án Poma (ff. 265, 288) y Sarmiento
(caps. 31, 47) lo m encionan en relación con la coronación de un
nuevo rey.

Periodos de 2, 3, 4, 5, 8, 10 y 16 años

Algunos períodos de más de un año podrían haber tenido significación


astronómica. Dos y ocho años son mencionados en relación con la
construcción de puentes (Thompson y M uría 1966), tres o seis años
para la renovación de las aellas (vírgenes del Sol) en su acüahuasi
(casa de las aellas) (Las Casas, cap. 140; M urúa, I I, caps. 10, 19)
y cinco años para las clases de edad; períodos de cuatro años son men­
cionados para las cacerías comunales o chaco (M urúa). Períodos como
éstos son.aún de im portancia agrícola.
Finalmente, Sarmiento reporta (cap. 31) cómo el inca Pachacuti
(quien adoraba al dios del trueno y de Venus como a su dios persoual)
mantuvo al príncipe heredero en el Tem plo del Sol per 16 años, hasta
su iniciación. Para este acontecimiento, el rey inventó un nuevo ritual
que establecía cuatro templos del sol en las afueras de Cuzco. Estos
templos probablemente indicaban las direcciones de observación de la
salida y puesta del sol durante los solsticios. Los 16 años de preparación
para el sol naciente pudieron haber estado basados en que 16 años
solares igualaban a 10 años de Venus (16 X 365 = 10 x 584).

E L S IS T E M A C E Q U E

Introducción

El sistema ceque ha sido comparado con un gigantesco quipu, exten­


dido sobre el valle de Cuzco y las colinas circundantes y que era usado
en la representación local del sistema cosmológico inca en sus aspectos
espaciales, jerárquicos y temporales. El sistema ceque era usado en
diferentes épocas del año para diferentes propósitos y por diferentes
clases de gente para registrar ciclos superpuestos de eventos rituales.
Para entender los diferentes ciclos calendáricos que estaban represen­
tados e integrados en un sistema sería necesario distinguir y separar
los estratos de significado inherentes a cada evento y su ciclo. No sólo
puede compararse, metafóricamente el sistema ceque con un quipu,
FIGURA 15.4. El especialista en quipus para los meses y años (tomado de
Guamán Poma, f. 360). .
E L CA LEN D AR IO IN C A 279

sino que cada grupo local de hecho registraba en un quipu su sistema


ceque, esto es, su organización política, religiosa y calendárica (M a-
tienzo, p. 119), y los encargados de llevar estos registros, los huaca-
camayoc o villcacamoyoc (especialistas de las huacas y túlleos, esto es,
de los santuarios y objetos sagrados) (Cook, libro 13, capí 22; M olina
1943, pp. 69*77), tenían que rendir cuenta de ellos a la adminis­
tración nacional.
El significado del sistema ceque puede explicarse m ejor usando
como ejemplo a la festividad del Capac hucha, donde se sacrificaba
a niños (M olina, pp. 69-77), y que ocurría en Cuzco durante las dos
festividades solsticiales (Guamán Poma, ff. 247, 259, 262, 263). En
estas fechas se revaluaba el valor y rango ritual y calendárico de todas
las huacas de cada aldea, pueblo y provincia del imperio. Los repre­
sentantes de éstos m andaban regalos y niños al inca de Cuzco. Algunos
eran sacrificados m ientras que otros eran devueltos y sacrificados en su
lugar de origen. Estos capac hucha (tam bién llamados cachahui o
cachahuaco, de cacha “mensajero” ) seguían una línea recta {ceque)
en su camino de regreso y para esto no usaban los caminos (Duviols
1967, pp. 26, 27, 38; M olina 1943; Rostworowski 1970, pp. 23-24).
Las huacas del sistema ceque de Cuzco estaban también registradas
en un quipu. Según esta información, M olina escribió una “Rela­
ción de las huacas” de Cuzco para el obispo de la ciudad. Polo de
Ondegardo dio una descripción similar, según un quipu, al virrey (M a-
tienzo, pp. 119, 120). Ambas deseripeiones son de alrededor de 1570
y es probable que su información, preservada en la crónica de Cobo,
derive del mismo quipu. Muchos de los nombres de los lugares y de las
huacas mencionadas por M olina en su descripción de las festividades
calendáricas de Cuzco coinciden con los del sistema ceque.
Cuam án Poma menciona como un nombre pata los secretarios
quilla uata quipac (f. 359) “el especialista de los quipus para los meses
y años” y como un nombre para los contadores y tesoreros hucha
quipac (f. 351), usando la misma palabra, hucha, que era usada para
los sacrificios humanos. González Holguín también usa un nom bre'
similar, hucha yachak, para secretario. P ara nosotros, el hecho más
im portante es la referencia calendárica en los nombres dados por G ua­
m án Poma. En un dibujo de los hucha quipoc (f. 360), m uestra a un
hombse con un quipu y un tablero de 20 cuadros con puntos Uanecx
y negros en cada uno de los cuadros (fig. 15.4). El tablero era usado
para contar números y para “fijar las festividades y domingos y meses
y años” . Argumentaremos luego que el tablero pudo haber tenido una
función calendárica.
La razón por la cual el capac hucha caminaba en línea recta era
probablemente que tema que seguir un ceque definido. Puesto que se
280 ■ . T . Z U ID E M Á J

consideraba que los ceques salían del Templo del Sol y puesto qué]
ciertas huecas específicas también tenían una función en términos d e l
observación astronómica, podemos suponer que los ceques eran usados']
como líneas de visión para la observación de salidas y puestas solares,]
lunares y estelares. Para el propósito de este trabajo es de gran impon»!
tan d a el que los ceques orientados derechamente a N, O y E pudieran!
aún ser determinados, porque las huecas en estos ceques se conocerij
todavía precisamente. 1

El orden de los ceques 4

£1 sistema ceque consistía de 41 ceques (líneas) que irradiaban d e li


Templo del Sol en Cuzco y organizaban 328 huecas en la dudad yf]
sus alrededores. Ambos números tienen im portancia calendárica, puesto»]
que 8 X 41 = 12 X 27/3 = 328, siendo 8 el número de días de U |
semana andina, 12 el núm ero de meses solares del año y 2 7 /t d númercÉ]
de días del mes sidéreo lunar. U n ceque consistía de dos lincas qué]
corrían paralelas la una a la otra, y no como Cobo pretende, una línea]
a continuación de la otra. Sin embargo, debido a distintas razones]
calendáricas, las líneas eran contadas como una o como dos. Final-]
mente, en su conclusión, Cobo no dice que había 41 o 42 ceques, j
sino 40. 1
£1 número 40 era im portante en la teoría inca de la organización]
política. Los grupos locales eran vinculados en orden ascendente
jerarquías de 100, 500, 1000, 5000, 10000 y 40 000 (¡n o 50000!) ,
familias. La provincia de Cuzco, com parada con una unidad de 40 000, i
consistía de la ciudad de Cuzco, el valle de Cuzco y una zona externa ¡
de (probablemente 40) reinos no incas que habían recibido el título
honorario de incas por privilegio. En un ritó especial durante la festi- i
vidad equinoccial de Cituay en septiembre, 400 guerreros tenían que ¡j
“alejar las enfermedades de Cuzco”, cada grupo de 10 seguía un 1
ceque (Cobo, libro 13, cap. 29). En este contexto podemos entender ;
por qué Polo de Ondegardo en una ocasión se refiere a “más de i
400 huacas” (p. 55) y en otra ocasión (p. 43) especifica el núm ero j
como 340: 12 sucancas (puestos de observación en el horizonte) y
328 huacas. Por lo tanto, nuestra prim era conclusión es que a los 40 <
o 41 ceques les podemos asociar los números esquemáticos de 8 \
(8 x 41 = 328) o 10 (10 x 40 = 400). ]
L a distribución de los 40 (41, 42) ceques no era regular en el ■;
caso de una de las cuatro divisiones de Cuzco. Seguiremos paso a paso j
cóm o los incas llegaron a la distribución presente de los ceques, puesto i
que esto es im portante para comprender el calendario. .]
El área que rodea a Cuzco fue dividida prim ero en una porción "]
E L C A LEN D ARIO IN C A 281

superior norte llam ada Hanan-Cuzco, y una porción inferior sur,


Hurin-Cuzco. Estas m itades fueron a su vez divididas para producir
cuatro partes o suyus. U na linea recta O-E fue form ada con el prim er
ceque de Chinchaysuyu (NO) y el último ceque de Antisuyu (N E ).
El últim o ceque de Chinchaysuyu iba derecho hacia el norte, sepa­
rando esta p arte de Antisuyu. El últim o ceque de Collasuyu, que iba
a 37° al este del sur, dividía a H urin en dos partes desiguales: una
pequeña sección, Collasuyu (SE ), y una gran sección, Cuntisuyu (S O ).
C ada suyu tenia grupos de 3 ceques llamados:

Collana, a, “principal, primero”


Payan, b, “segundo, de enmedio”
Cayao, c, de calla “origen”.

U n orden jerácquico similar era aplicado a los grupos de ceqües


(1, 2, 3) y a los suyus (I, II, I I I ) . En este último contexto de organi­
zación prim ariam ente local y no jerárquica, Cuntisuyu (IV ) repre­
sentaba un grupo suplementario en oposición a los primeros tres.
Cuntisuyu invertía el orden jerárquico intem o de los otros suyus. El
esquema se delinca en la fig. 15.5.

N lll

f ig u r a 15.5. Esquema del sistema ceque.


282 R. T . ZUIDRHA

Las huacas y los ceques están enumerados en la “Relación de los


ceques” de Cobo en el orden siguiente:

I 3 cba, 2 cba, 1 cba


III 1 abe, 2 abe, 3 abe
II 3 cba, 2 cba, 1 cba
IV„ 3 b, 2 cba, 1 cba, IVA3c-a, 2 cba, 1 cba

En cuatro casos el nombre genérico del ceque era reemplazado por


el nombre del grupo asociado con él (véase IVg, V a ). El cuarto ceque
de Cinchaysuyu (I 2c) era llamado Payao y el quinto (I 2b) Cayao.
Probablemente Cobo cometió un error aqui, siendo el cuarto ceque
Cayao y el quinto Payan. He corregido este error.
Si aceptamos que el orden de enumeración dado por Cobo está
basado en información inca, entonces podemos concluir que las huacas
y los ceques de I y II están enumerados en orden ascendente. E n IV el
orden puede haber sido descendente debido a un valor jerárquico inver­
tido de los términos Collana, Payan, y Cayao (véase V b). Los. incas
llegaron al núm ero de 14 o 15 ceques en Cuntisuyu dividiendo este
suyu en dos partes, A y B. U na comparación con la organización polí­
tica del cercano San Jerónimo claram ente demuestra esta intención
(Zuidema 1964, pp. 222-223, 241-242). La organización incaica de
este lugar estaba clasificada como de 500 familias. Las 5 pachacas
(pachaca — grupo de cien) de San Jerónim o corresponden a los
4 suyus de Cuzco con Cuntisuyu, IV , em parejando las dos últimas
pachacas. De esta comparación podemos esperar que las dos mitades
de Cuntisuyu tam bién contendrían 9 ceques cada una, dando un total
para Cuzco de 5 X 9 = 45 ceques. Una prim era reducción a 42 se
obtiene al no redoblar los ceques 3a, b, c. La reducción final a 41 resul­
tó de unir el ceque b de la parte B de IV y los ceques c y a, tomados
como uno, a la parte A. La reduplicación y reducción sugeridas nos
permiten reconstruir la situación original:
Situación original Situación final

Más adelante, cuando use los subíndices A y B (por ejemplo IV a


Ib) me estaré refiriendo a la situación final a menos que se haga refe­
rencia específica a la situación original.
El número 42 (o 41 o 40) ha sido mencionado en otras partes de
Perú en contextos similares. En dos casos podemos estudiar también
una reducción similar a partir de 45.

Copacabana

El Templo inca del Sol en Copacabana, junto al lago T iticaca, era


venerado por 42 “naciones” de todo el imperio (Ramos Gavilán 1621).
La lista consistía d e:1

1] Un grupo descendiente de la alta nobleza inca, llamado Sucsupanaca,


al cual siempre pertenecía el sumo sacerdote del Sol.
2] Los dos grupos de Hanan y Hurin-Cuzco.
3] Los cuatro grupos que eran'incas por privilegio, Huaro, Quihuar,
Papre y Chilque.
4] Treinta y ocho otras naciones.
284
Todos juntos son 45 grupos, aun cuando G avilán específicamente j
menciona el número 42. U na reducción que él aplicó fue la de unir i
H uaro y Q uihuar y también Papre y Chilque. U na reducción similar j
fue usada en contextos parecidos y en los mismos grupos por Guarnan
Poma (ff. 84, 85, 750, 740) y en ciertos documentos coloniales. U na \
reducción ulterior puede obtenerse considerando Sucsupanaca como i
un grupo y Hanan- y Hurin-Cuzco como otro. £1 total estaría entonces
formado por un grupo inca de alta nobleza, un grupo inca de baja.]
nobleza y 40 otros grupos no incas. De estos 42 grupos, 41 servían a la]
panaca (herm andad femenina, o el agrupamiento o conjunto de casas]
de las hermanas y primas de un hombre) a la cual el sumo sacer-j
dote del Sol pertenecía, probablemente en un ritual calendárico. Quizá]
Cobo se refería a una situación similar en una aldea cerca del lago]
Titicaca cuando cuenta (libro 14, cap. 17) que una vez que estuvo]
presente en la procesión de Corpus Christi (esto es, la festividad cató»]
lica que reemplazó a la antigua celebración solsticial de junio) en una]
aldea de Collao, contó 40 bailes, diferentes el uno del otro, en lotij
cuales imitaban, mediante los vestidos, canciones y bailes, las diferente!
naciones a las que pertenecían.

El ritual de la primera labranza en Hurin-Haucaypata

Había dos “plazas del Sol” en Cuzco: una en Hanan-Cuzco, Hanan»


Haucaypata (“la plaza del regocijo de H anan” ), en el centro de hi
ciudad, y o tra en Hurin-Cuzco, Hurin-Haucaypata. L a últim a estabi
cercana al Templo del Sol pero fuera de la sección ceremonial dqj
pueblo y en la confluencia de dos ríos. Las festividades caJendáricafl
con los incas presentes, se llevaban a cabo en ambas plazas. L a segundj
estaba cercana al campo donde se celebraban los rituales de la prímení
cosecha, en mayo, y de la prim era labranza, en agosto. Describirexmf
la últim a festividad (Rostworowski 1970b, pp. 165-166). ¡
El rey inca se sentaba en su trono de oro (una pirámide) con sul
4 consejeros como jefes de los 4 suyws del imperio sentados detrás de dj
Eran descritos como jefes de 100 000 familias. D etrás de los 4 consej
jeros se sentaban los jefes de 10000 familias; había 10 de estos ea
cada suyu. En la últim a fila se sentaban los embajadores de las pro]
vincias, los cuales aparentemente estaban divididos también en 40 gruí
pos. Primero, el rey inca labraba él solo cierta distancia; luego id
4 consejeros labraban el doble de esa distancia; finalmente los 40 jefd
con el resto de la gente labraban hasta el fin de la mañana. En la tardd
los 45 dignatarios (el rey inca, los 4 consejeros, los 40 jefes), quisnd
tenían cada uno una vara de oro p ara perforar la tierra, ju g a b a
entre ellos, m ientras la otra gente continuaba labrando. La jerarqua
r
I L CA LEN D AR IO IN C A 285

involucrada era la misma que en Copacabana y probablemente era


aplicado un tipo similar de reducción del número de dignatarios, con
los 4 consejeros contando como uno.

La organización sacerdotal en Allauca

En un articulo sobre la organización ancestral de la aldea de Allauca


fZuidema 1973, a partir de Hernández Príncipe 1622), situada en e!
departam ento de Ancash en la parte central de Perú, analicé la siguien­
te organización de sacerdotes y sacerdotisas distribuidos en sus 4 ayllus
(una familia extendida constituida de común acuerdo):

Primer ayllu Segundo ayllu Tercer ayllu Cuarto ayllu

Sacerdotes 8 8 4 4
Sacerdotisas 12 16 6 8

Los número.s de sacerdotes y sacerdotisas en el tercer y cuarto avilm


son la mitad de los números en el prim er y segundo ayllus, respectiva­
mente. El prim er y tercer ayllus juntos y el segundo y cuarto ayllus
juntos tienen 12 sacerdotes. En un ejemplo similar en Cuzco, el inca
tenía 12 consejeros: 4 de I, 2 de III, 4 de II y 2 de IV (Guam án
Poma, ff. 183, 365; Santacruz Pachacuti, p. 256). En el caso de las
sacerdotisas de Allauca, el prim er y segundo ayllus juntos tenían
28 sacerdotisas (28 es el número de dias del mes sidéreo). Junto con el
núm ero de sacerdotes en el tercer y cuarto ayllus, hay un total de
42 sacerdotisas, tantas como el número de ceques de Cuzco. La descrip­
ción de Allauca es muy im portante para nuestras finalidades, puesto
que está dada en el contexto de los sacrificios humanos (capac hucha,
cachahui, ceque). Por lo tanto, podemos concluir que aquí estamos
tratando con la única descripción especifica de un sistema ceque en
Perú con una referencia calendárica (los números 12, 28, 42) que
es similar al sistema ceque de Cuzco.

El reino de Nampallec en Lambayeque

Este últim o ejemplo proviene del reino preinca y prechimu de Nam ­


pallec (Cabello Valboa, libro 3, cap. 17) en el valle de Lambayeque,
en la costa norte de Perú. Esta organización consistía de 12 poeblos,
incluida la capital, que eran gobernados originalmente por los 12 hijos
, del segundo rey de una dinastía legendaria de 12 reyes. Estos reyes
eran servidos p or 40 oficiales de la Corte, cada uno de los cuales era
i enviado como especialista por una aldea diferente.
286 R. T . ZUIDEMA

Los posibles valores de los números esquemáticos calenddricos


implicados por el sistema ceque en comparación con los de las telas

D ando a los ceques un valor numérico de 8 o 10, podemos hacer hipó­


tesis sobre el sistema ceque como-un sistema calendárico esquemático
de tres maneras diferentes.
1] Aceptando que en Cuntisuyu había originalmente 9 ceques y
dándole un valor de 10 a cada uno, podríamos llegar al número
12 X 3 X 10 = 360. Betanzos menciona un año esquemático de 360
días más 5 días extras, y meses esquemáticos de 30 días divididos en
m itades de quincenas.
2] Reduplicando el núm ero de ceques de Cuntisuyu llegamos pri­
mero a una cantidad de 45 ceques. D ando a éstos un valor de 8 llega­
ríamos a un año de 360 días dividido en 45 semanas de 8 días
(45 x 8 = 360). En la tela H uari había 12 figuras, 36 columnas de
10 círculos cada una, y 45 diagonales dividiendo el mismo número
de círculos en 5 grupos de distinto color de 72 círculos cada uno
(5 x 72 = 45 x 8 ).
3] Reduciendo el número de ceques de Cuntisuyu, llegamos a un
total de 41 ceques, los cuales corresponden a un número real de 328
(8 X 41) huacas. Luego haremos notar que no sólo fue reducido el
número de ceques en Cuntisuyu de 18 (2 X 9) a 14, sino que también
el núm ero de huacas de cada ceque fue reducido respecto a los que
tenían los ceques de otros suyus. La tela H uari tam bién contiene
3 x 9 diagouales, cada una con un núm ero total de 10 círculos y 2 X 9
diagonales con números reducidos. La o tra tela del período inca nos
muestra la im portancia de los números 4 y 28 (una aproximación
de 27 i/ 3 ).
Anteriormente mencioné que de acuerdo con Pedro Pizarro el inca
era atendido cada 8 días por una esposa distinta y que después de un
año regresaba a la prim era esposa. La descripción de una festividad
de Q uito en 1639 (Pablo Herrera, p. 88) menciona que un hombre de
la nobleza inca representaba al rey y que era acompañado por 40 espo­
sas. Esto sugiere que el rey inca tenía una esposa principal y 40 secun­
darias, las cuales le servían en las 41 semanas del año calendárico de
328 días. Como en el sistema ceque el prim er ceque de Chinchaysuyu
no era llamado Collana sino Capac (“regio” ), podemos suponer que la
esposa principal, la cual como reina era herm ana cabal de su espo­
so, estaba representada por este ceque.
H errera (1916, cap. 13) describe cómo, después de una guerra, el
rey inca estableció como ley el que no podrían entrar a Cuzco más
de mil Collas a la vez y que antes de que éstos se fueran no podrían
entrar otros. Aceptando que a la provincia de los Collas se le diera el
E L CA LEN D ARIO IN C A 287

raugo de incluir 40 000 familias, podemos concluir que la semana inca


de 8 días, el ciclo del m arcado, el ciclo sacerdotal, el tener el rey 40 es­
posas secundarias, y la regulación respecto al número de Collas en
Cuzco (la cual probablemente fue dada como caso especifico de una
regla más general) form aban todos paite de un sistema general de
tom ar tum os (mitta) que integraba las esferas social, económica, ritual
y calendárica, para las cuales el sistema ceque con sus 41 ceques y
328 huacas era el instrumento técnico.

L A S S U B D IV IS IO N E S P O L ÍT IC A S D E C U Z C O , L O S O R U P O S D E C E Q U E S Y L A
M E D IC IÓ N D E U N ID A D E S A S T R O N Ó M IC A S D E T IE M P O M E D IA N T E C E Q U E S
Y HUACAS

Las subdivisiones políticas de Cuzco

Hasta ahora hemos discutido la organización formal del sistema ceque


y hemos sugerido ciertas correlaciones entre este sistema formal y otro
que consiste de años, meses y semanas esquemáticas. Sólo después de
establecer dicho sistema formal y esquemático puede uno describir
las unidades astronómicas de tiempo que se m edían con é l Este hecho
es tan válido para el estudioso moderno que trata de reconstruir el
calendario andino, como para la adm inistración inca que quería usar
el mismo calendario en todo el imperio. U na explicación m ítica dice
que fue por esta razón por la que el rey inca dividió al año en
12 meses, puesto que de esta m anera el orden aceptado generalmente
seria tal que, de Q uito a Chile, nunca perderían la pista al tiempo
(“Discurso” en M aurtúa, p. 150).
Los intervalos astronómicos tales como los períodos de medio año
entre el perihelio y el afelio solares, los meses sinódicos, los meses so­
lares, los meses lunares sidéreos y posiblemente el ciclo de Venus, estaban
expresados en los números de huacas de los grupos y combinaciones
de ceques. Estas combinaciones eran explicadas en términos de la orga­
nización política y religiosa de Cuzco. Ciertos aspectos de esta organi­
zación tendrán que ser discutidos antes de que podamos atacar el
problema astronómico.
El cronista anónimo es el que m ejor introduce el problema o ^ a -
nizacional cuando menciona que un rey dividió la población de Cuzco
en 12 partes y ordenó que cada parte tom aría el nombre de un mes
y de la ocupación entonces llevada a cabo, y que al principio de su
mes el grupo iría a la plaza central y anunciaría su mes tocando trom ­
petas para que todos supieran (“Discurso” en M aurtúa, p. 150).
Cobo también se refiere a este hecho. Por una parte, menciona los
nombres de estos 12 grupos, cada uno asociado con un cierto grupo
288 * . T . Z U ID E M A

de 3 ceques a los cuales cuidaba; por otra parte, Cobo asocia cada
grupo de 3 ceques con una sucanca especifica en el horizonte de Cuzco
que indicaba la salida o puesta del sol al principio de un mes especí­
fico. Sin embargo, es difícil enfrentar al sistema ceque con las afirm a­
ciones de Cobo, puesto que éstas se refieren a un calendario solar y
los números totales de ceques y huacas sólo tienen sentido en un calen­
dario lunar. H asta aquí podemos aceptar que se hacían ciertas asocia­
ciones entre grupos políticos y grupos de ceques y meses; sin embargo,
éstas no eran asociaciones biunívocas. Este problema se percibe cuando
discutimos la asociación de dos ciudades no incas del valle de Cuzco
con les ceques y meses.
Además de la ciudad inca de Cuzco, situada en el extremo oeste
del valle, estaba la ciudad de Sanu (hoy San Sebastián), situada en el
centro del valle, y que representaba al reino preinca de los Ayannaca,
que estaba al norte de Cuzco. La ciudad de Orna (hoy San Jerónim o),
en el extremo este, representaba en el valle un reino origiuál del cual
las ciudades de Urcos y H uaro (a unos 40 km al sudeste de Cuzco)
formaban el centro. La gente de estas cindades tenía la ocupación
especia], desempeñada fuera de Cuzco, de ser los sacerdotes y confe­
sores de la alta nobleza inca. Sanu y Orna no están mencionados res­
pecto a ningún ceque, pero están situados entre III 3c y II 3c. Los
A yannaca de Sanu dieron su nombre a l ceque III 3b, el cual estaba
cerca de la ciudad, y dado que la gente de Orna veneraba como a su
antepasada a cierta M ama Anahuarque (Rostworo'wski 1962, p. 137),
podemos suponer que estaban encargados del ceque IV B 3b que tam ­
bién era llamado Anahuarque. Sin embargo, este ceque no estaba en la
dirección de la ciudad de Orna. M ientras que la alta nobleza de Cuzco
celebraba sus festividades de iniciación en diciembre (Capac Inti
raym i), los Ayannaca lo hacían en noviembre (Ayannaca raym i), y
la gente de Urcos (incluyendo a los de Orna) tenia sus festividades de
iniciación en octubre (Orna raymi) (C. M olina 1943, pp. 46-48).
Esta información, aun cuando es útil, nos deja todavía completa­
mente confundidos respecto a la asociación de divisiones políticas con
grupos de ceques y meses. La alta nobleza de Cuzco, la cual pertenecía
al Capac ayllu (“el grupo de descendencia real” ) y que celebraba el
C apac In ti raymi, se encargaba de cuidar y m antener el grupo de
cebúes I 1. Podemos relacionar Ayannaca con I I I 3 y Orna con IV 3.
Pero sólo el nombre de Anahuarque sugiere la asociación del mes Orna
raymi, llamado así por la ciudad de Orna, con IV 3. En los dos otros
casos que tendremos que sugerir abajo, a partir de argumentos astro­
nómicos, el mes Ayannaca estaba relacionado con IV 2 y el mes Capac
In ti raymi con IV 1. Sacando una conclusión positiva de un resultado
negativo, debemos reafirm ar que no había una relación biunívoca de
Z L CA LEN D ARIO IN CA 289

una división politica con un grupo de ceques y con un mes especifico.


El problema de la asociación de las otras 10 divisiones políticas con
grupos de ceques es extremadamente complejo y sólo mencionaremos
aquí el resultado de nuestras investigaciones.
El rango y función de cada una de estas divisiones eran indicados
de tres maneras diferentes:

/] Por el rango de su suyu y su grupo de ceques.


2] Por la asociación mítica con uno de los anteriores reyes incas.
3] Por el culto religioso especifico de cada grupo y su antepasado.

La sitnación en Hanan-Cuzco era como sigue:

I 1 (Collana) 10 £ (Coliana) III 1


Sol Viracocha
I 2 (Payan) £ £ (Payan) III 2
TruenoI
I 3 (Cayao) 6 Ayarmaca (Cayao) III 3

L a jerarquía descendente iba de I 1 a III 3, y se m uestra en corre­


lación con los números del últim o (10) al prim ero (6) de los reyes
de Hanan-Cuzco. Debemos considerar esta distribución como regular en
comparación con otros ejemplos similares. Los primeros tres grupos
estaban relacionados respectivamente con el culto de los tres dioses
mayores del panteón mea. El culto al Sol visible era de im portancia
prim aria para el gobierno inca. El Trueno y Venus, considerados como
hijos del Sol, eran adorados como dioses de la enerra y la agricultura.
Viracocha, el dios creador, como el sol real, invisible, era considerad-
antepasado de la jerarquía sacerdotal. Los tres dioses eran entonces
parte de un culto solar dentro de un calendario solar.
Las siguientes dos divisiones políticas de menor im portancia tenían
asociaciones ctónicas. El último grupo era no incaico. Debido al nú­
mero de huacas involucrado, llamaré I 1, I 2 y I II 1 a los grupos
principales de ceques y III 2 ,1 3 y III 3 a los grupos menores.
La asociación en Hurin-Cuzco de grupos de ceques con divisiones
políticas no era regular, aun cuando las últimas derivaban su origen
de una dinastía de cinco reyes con una estructura interna sim ilar a
la de Hanan-Cuzco. Algunos de los cambios se debían a la redupli­
cación y reducción de los ceques en IV y su jerarquía invertida. De
los grupos mayores de ceques:
II 2 pertenecía entonces a los descendientes del quinto rey, corres-
290 R . T . Z U ID E1IA

pondiendo al décimo rey ( I I ) de Hanan-Cuzco.


II 1 pertenecía entonces a los descendientes del cuarto rey, corres­
pondiendo al noveno (I 2) de Hanan-Cuzco.
IV 3, que contenía al ceque Anahuarque (IV B 3b), no pertenecía
a un grupo inca, sino posiblemente a la ciudad de Orna.
De los grupos menores de ceques: II 3 pertenecía a los descen­
dientes del tercer rey, correspondiendo al octavo de Hanan-Cuzco.
En Cuntisuyu sólo sabemos que IV B 1 pertenecía a los descen­
dientes del prim er rey. No tenemos datos respecto al segundo rey; por
lo tanto, no podemos concluir nada respecto a la situación original
en IV, excepto que estas otras dos divisiones políticas pertenecían a
grupos menores de ceques (IV 2 y IV 1).
Ya hemos mencionado el consejo de 12 nobles que seguía en jerar­
quía al rey. Comparando las situaciones de Cuzco y de AllaUca, pa­
rece que k> más razonable es sugerir que sólo los 6 grupos principales
de ceques estaban relacionados con estos consejen». Esto es:

4 con 1 1 y 1 2
2 con I I I 1
4 con I I 2 y I I 1
2 con IV 3

Luego encontraremos que era este grupo de ceques el que definía


con su número el año solar.

La numeración de las huacas en el sistema ceque

Cobo y Polo de Ondegardo mencionan explícitamente 328 huacas del


sistema ceque. Sin embargo, había algunas huacas suplementarias. Dis­
cutiré aquí hasta qué punto estas huacas suplementarias pudieron
haber afectado el número total de huacas para el cálculo de números
de importancia astronómica.
Prim ero, había las 12 (H errera, libro 4, cap. 5; Polo) o 14 (Cobo)
succCncas, que eran pilares empicados para la observación astronómica.
Ambos cronistas mencionan estas sucancas en adición al total de huacas,
aun cuando no dan una lista con sus nombres y posiciones. Sabemos,
por otra parte, que algunas de las sucancas funcionaban también como
huacas normales en la lista de 328. M olina (pp. 26, 27) menciona
otras dos sucancas, pero éstas están situadas más allá del sistema ceque.
Por lo tanto no hay razón para suponer que las sucancas eran usadas
tam bién para contar días adicionales.
Segundo, el mismo Templo del Sol era contado como una huaca
extra, aun cuando no estaba situado en el sistema ceque (Cobo,
p. 186). Quiero proponer que el templo podría ser contado, cuando
E L CA LEN D ARIO IN C A 291
fuera necesario, como una huaca suplem entaria de IV B. Inform ación
de distintos tipos apoya esta sugestión. Santillán (p. 47) incluye a todo
Cuzco, como centro de la organización política inca, en Cuntisuyu.
Guamán Poma (f. 183) relaciona al sumo sacerdote de Cuzco, que
sem a en el Tem plo del Sol, con Cuntisuyu. D e sus dos subdivisiones,
IV A (con 37 huacas) y IV B (con 43 huacas), la segunda tenia más
huacas, indicando que era relativamente más im portante. M ientras
que en los otros tres suyus algunos ceques comenzaban al pie del Tem­
plo del Sol, y otros estaban más alejados de él, era sólo en IV B donde
tres ceques (la , Ib y 3b) comenzaban a partir de huacas colocada*
dentro del Templo del Sol. En IV A todos los ceques comenzaban en
las afueras.de Cuzco. Finalmente, el ceque IV B 3b, llamado Anahuar-
que, es el ceque más largo de todo el sistema. Por esta razón yo tam ­
bién propongo que la jerarquía descendente de los ceques y grupos de
ceques en IV , o al menos en IV B, estaba invertida en oposición a
su orden en los otros suyus.
Tercero, al final de su descripción de los ceques, Cobo menciona
4 huacas adicionales que pertenecían a ceques diferentes que no esta­
ban colocados en el mismo orden que los otros cuando se hizo la in­
vestigación. Evidentemente (Cobo, libio 13, cap. 28; M olina, pp. 64-
65) estas huacas tenían una función especial en relación con el prin­
cipio y el fin del sistema de riego. U na huaca, Tocoripuquio, debería
de encontrarse en el ceque I 2a pero fue olvidada: Cobo dice que el
ceque 12a tiene 11 huacas pero sólo enumera 10. El nombre de la otra
huaca “extra”, Q uiquijana, fue de hecho tam bién mencionado en
el ceque II 2a.
P or lo tanto, propongo que las dos últim as huacas suplementarias,
no mencionadas aquí, también correspondían a 2 de las 328 huacas,
y que podemos tom ar este núm ero como el que los informantes tratan
ron de d ar a Polo de Ondegardo en su descripción del sistema ceque. E n
el siguiente apartado m ostraré que también hay consistencia in ta n a
en el total de 328 huacas al considerar la distribución en el núm ero de
huacas que hay en cada grupo de tres ceques.
El últim o problem a que tenemos que tratar aquí es el de la distri­
bución de las huacas en Cuntisuyu. Aun cuando el núm ero de ceques
fue aum entado allí, así como lo fue también el espacio dado al suyu,
el número de huacas no lo fue. Sin embargo, el orden diferente de
ceqúes redistribuyó las huacas en grupos distintos con números distin­
tos. En el siguiente diagram a del número de huacas del sistema ceque
incluiré para Cuntisuyu:

/] El número original de huacas en una situación de 3 X 3 ceques.


2] El número de huacas en la misma situación.
V

292 R . T . ZU1DE1IA

£1 núm ero de huacas en la situación original se ajusta completa­


mente al patrón de los otros suyus, y analizaré esta distribución en el
siguiente apartado. En la situación posterior las huacas quedaron redis­
tribuidas en dos grupos principales: IV B y IV A> con números de
huacas de 43 y 37 respectivamente. Aquí quiero interpretar el posible
significado calendárico de esta redistribución secundaria.
Hemos hecho notar anteriorm ente que Cuntisuyu desempeñaba un
papol doble en la organización de 4 suyus. Primero, era un suyu como
los otros 3, con una distribución de 3 X 3 = 9 caques y con valores
para las-3 huacas de los 3 grupos de ceques similares a los de los otros
suyus. Segundo, comparando la organización de ItiS 4 suyus de Cuzco
con la de las 5 pachacas de San Jerónimo, descubrimos que Cuntisuyu
sólo correspondía a la cuarta y quinta pachacas de esta ciudad no inca,
donde era adorada M am a Anahuarque como antepasada. Similares
modelos quintuples eran integrados en Cuzco a las divisiones séxtuples
del sistema ceque, respectivamente en Hanan-Cuzco y Hurin-Cuzco.
Las ponacas de los cinco reyes de cada porción estaban relacionadas
con los primeros 5 grupos de ceques, y la población no inca o preinca
al sexto grupo. Evidentemente era tam bién conocida una división geo­
gráfica sim ilar en seis partes de toda el área de Cuzco. Alrededor de
Cuzco se reconocían otros 4 templos del sol, correspondientes a los
4 suyus; pero, por otra parte, había 6 m ontañas sagradas: una en cada
uno de los 4 ruyur, la quinta en Antisuyu y la sexta en Cuntisuyu.
Estas dos últimas montañas estaban cercanas a la linea este-oeste que
dividía a Hanan-Cuzco de Hurin-Cuzco (Sarmiento, cap. 31). Las
dos montañas meridionales, H uanacauri en Collasuyu y Anahuarque
en Cuntisuyu, estaban relacionadas con la población preinca de Cuzco
y con su conquista p or los incas. En otro lugar he argum entado que la
división séxtuple de Hanan-Cuzco puede ser interpretada como la im­
posición de una división cuádruple sobre o tra de la siguiente m anera:

11 1111
(10) (8)
1113
(Ayarmaca)

12 III2
(9) 0
y tam bién:
11,12 1111,1112

13 1113
E L CALENDARIO INCA 293

M i argum entación ahora es que la información sobre Cuntisuyu


tam bién revela una superposición de un modelo cuádruple sobre
otro, y que al describirlos en un modelo séxtuple, la situación queda
como sigue:
1 II

III IV

IV* IVb
D e acuerdo con este modelo podemos considerar los siguientes to­
tales de huacas en el sistema ceque:
7] I + I I + III representa tina unidad similar a la de los tres
grupos mayores de ceques en la organización de Hanan-Cuzco (véase
tam bién la sección siguiente). E l total de las huacas es 85 + 85 + 78
= 248. Este núm ero era usado en la astronomía babilónica, así como
en otros sistemas derivados de ella, como una aproximación cercana al
período de 9 meses anomalísticos (9 X-27.55 = 247.95), número útil
para la predicción de eclipses lunares (V an der W aerden 1974,
pp. 244, 245).
2] I + II + III + IV representa un sistema de 12 meses sidéreos
(328 = 12 X 27I/4 ) , correspondiendo a otros sistema de 12 meses sola­
res (véanse las secciones siguientes).
3] I + II + III + IV + IV A, contando las huacas de* IVA por
segunda vez, a la inversa, da un total de 328 + 37 = 365, el número
de días en el año solar. Quizá una división de este total en 248
(I + II + III) y 117 (IV + IV A) nos pueda ayudar a entender la
división del año en 3 temporadas de 4 meses cada una, como las da
Guam án Poma. Este cronista dice que la tem porada de 4 meses
de agosto a noviembre está gobernada por la luna y que entonces las
noches son más largas que los días. U na conclusión del análisis de
la siguiente sección será que los incas tenían 4 meses de 29 días y
8 meses con una longitud m edia de 31 días. La división mencionada
aquí podría haber sido otra forma útil de relacionar IV con sus
117 huacas (IV + IVA) con 4 meses sinódicos, y I + II + I I I con
los 8 meses solares (8 x 31), iguales a 9 meses anomalísticos.
4] I + II + I II + IV A + IVB, que contiene 365 + 43 = 406
huacas, es un número cercano al contado en la segunda tela del perio­
do inca: 407 cuadrados (32 + [7 x 28] + 37 + [4 X 28] + 30). Sin
embargo, los cuadrados de las esquinas de la tela son difíciles de contar
y el total podría ser 400 o 408. Este total pedría explicar por qué Polo
de Ondegardo y Acosta mencionan 328 así como “más de 400“ hua-
294 a . t . zuauM A

cas en el sistema ceque. Más aún, recordamos que en el Situay raymi


(equinoccio de septiembre) 400 guerreros seguirían los 40 o 41 ceques
(10 guerra** por ceque). Cuatrocientos ocho días es un número cer­
cano al periodo de 15 meses nodales (15 X 27.2 = 408).

La importancia astronómica del número de huacas

Introducción. El profesor T . Barthel, de Tubinga, me sugirió (comu­


nicación personal) que en varios casos la suma de un grupo de ceques
con un núm ero grande de huacas (un grupo principal) más un grupo
de ceques con un núm ero pequeño de huacas (un grupo menor) da el
valor de un doble mes sidéreo lunar. Esta sugestión me llevó a descu­
b rir un sistema general que involucra sumas de huacas de dos o
grupos de ceques.
Los suyus más im portantes (I y II) tenían cada uno dos grupos
mayores de ceques con valores de 29 o más huacas. III y IV tenían
solamente un grupo principal cada uno. En I , I I y I I I éstos eran
grupos de alto rango. En V, el grupo 3 tenía el mayor número. Estos
números están cercanos al número de días del mes sinódico (29 o 30)
o con unos días de más (31 o 32), como Guam án Poma (f. 260)
sugirió para ad ap tar el mes sinódico al mes ealendárico. Los números
de huacas en los grupos menores de ceques son notablemente menores
pero m uestran también un patrón regular: I I I 2 y IV 2 tienen cada
uno 24 huacas, I 3 y III 3 de Hanan-Cuzco tienen 23 huacas, y II 3
y IV 3 de Hurin-Cuzco tienen 26 huacas (cuadro 15.2).

El pañhelio y el afelio. El total de los números mayores de Hanan-Cuz­


co es (33 -t- 29 -t- 31) = 93; el de Hurin-Cuzco es 89 (30 + 29 + 30).
Estos números pudieron usarse paca calcular el medio año desde el
equinoccio de marzo pasando por el solsticio de junio hasta el equinoc­
cio de septiembre cuando el sol está en afelio (186 días), y el otro
m edio año cuando el sol está en perihelio (179 días). Si aceptamos
que los solsticios caen a medio camino entre los equinoccios (los solsti­
cios son difíciles de fijar en determinado día, puesto que el sol sale
y se pone casi en el mismo punto del horizonte durante varios días,
m ientras que en los equinoccios se desplaza rápidam ente día a d ía), en­
tonces podríamos decir que los números 93 y 89 eran usados para calcu­
lar el tiempo del equinoccio al solsticio y del solsticio al equinoccio. Esto
nos daría los valores de: (2 X 93 = 186) + (2 x 89 = 178) = 364.
En este caso, el Templo del Sol pudo haber sido añadido como
una huaca suplementaria para hacer un año solar completo (364 + 1
= 365). El número 186 pertenecía a H anan (I y I I ) , la parte norte da
Cuzco. D urante esa época del año el sol tam bién sale y se pone al
E L CA LEN D ARIO IN CA 295

cu a d ro 15.2. Disposición de huacas en el sistema ceque.


N
i
C h n ch ay su y u A n tisu y u

c S 1 11 a
3b 8 23 31 { 10bl
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2 b 10 } 29 T o ta l: 85 78: T o tal 24
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c
13 a
a
2b
c

3b

C u n tis u y u C o lla s u y u
IV «
37° E del S

norte de la linea este-oeste. El número 179 estaba de igual m anera


relacionado con H urin (II y IV) y con el sur. Recordamos que
tam bién fueron probablanente los 6 grupos principales de ceque.r los
que dieron a los incas su consejo de 12 personas (¿cada una repre­
sentaba un mes solar?). De esta información podemos concluir que
cada uno de los 6 grupos principales de ceques pudo haber represen­
tado dos meses en el calendario de 12 meses solares. Analizando prime­
ram ente el caso de Hanan-Cuzoo, yo sugiero que:
7] 1 1 ( 3 3 huacas) indicaba los dos meses más largos que ocurrían
alrededor del solsticio de junio (junio 21), esto es (en términos del
calendario cristiano) , del 20 de mayo al 24 de julio. Estos meses esta­
ban dedicados al culto estatal del Sol
2] I 2 (29 huacas) indicaba los meses del 21 de abril al 19 de mayo
y dd 25 de julio al 22 de agosto, y estaba dedicado al culto del 'R ueño y
296 R. T . Z1MDKMA

ritualm ente a la prim era cosecha y a la prim era labranza, respecti­


vamente.
3] III 1 (31 huacas) indicaba los meses de 21 de marzo (equi­
noccio) a 20 de abril y del 23 de agosto al 22 de septiembre (equinoc­
cio), dedicados al culto de Viracocha y ritualm ente al agua y a la
irrigación.
Recordamos que, de acuerdo con M olina, el año comenzaba “a me­
diados de mayo” y, de acuerdo con G uam án Pom a, el sol “permanecía
quieto” en su silla solsticial hasta Santiago (25 de ju lio), fecha que ¿1
tomó como la prim era del mes de agosto. Los dos días de mayo y julio
son aproximaciones cercanas p ara definir el poríodo de los meses solsti­
ciales dedicados al culto del Sol. Aparentemente, M olina tomó el prim er
día para comenzar su descripción del año solar y ritual m ientras que
Guamán Poma tomó el segundo día para describir el ciclo agríco­
la anual.

El perihelio y los meses sinódicos. En Hurin-Cuzco encontramos como


un valor para los 6 meses solares el número 178. Esto es, un día más
que 6 meses sinódicos (6 X 29.5 = 177) y un día menos que el medio
año cuando el sol está en perihelio. Los valores de las huacas en los
grupos principales de ceques de Hurin-Cuzco (30, 29, 30) podrían ser
usados para describir los meses solares en términos de meses sinódicos.
Debido a las irregularidades ya mencionadas de Hurin-Cuzco, es más
difícil decidir respecto a la relación exacta de cada grupo de ceques
con dos meses específicos. Yo sugeriría las siguientes relaciones:
í\ II 2 (30 huacas) indicaba a los dos meses alrededor del solsti­
cio de diciembre desde el 21 de noviembre hasta el 20 de enero. El
nombre del quinto rey, cuyos descendientes cuidaban los ceques de II 2,
era C apac Yupanqui, un sinónimo de Tupac Yupanqui (décimo rey)
y de un nombre que empleaba la palabra Capac (“regio” ) de la misma
m anera que los dos meses solsticiales de diciembre (Capac Inri raymi
y Capac raymi Camay quilla). Capac Yupanqui tam bién tenía una
relación específica con el culto al Sol (Guam án Poma, ff. 10, 101;
M urúa, libro 1, cap. 11).
2] II 1 (29 huacas) indicaba los dos meses del 21 de enero al
18 de febrero y del 23. de octubre al 21 de noviembre. Los ceques de este
lugar eran cuidados por los descendientes del cuarto rey, y ocupaban
en Hurin-Cuzco la misma posición que los del noveno rey en Hanan-
Cuzco. El núm ero de huacas era tam bién el mismo en ambos casos.
3] IV 3 (30 huacas y 31 huacas) indicaba los dos meses del 19 de
febrero al 20 de marzo y del 23 de septiembre al 23 de octubre.
En conclusión podríamos decir que la fase particular efe la luna
que gobernaba el equinoccio de septiembre en un año específico vol-
E L CA LEN D ARIO IN C A 297

vería a darse en el siguiente solsticio de diciembre y en el siguiente


equinoccio de marzo. Después de ese día, esta relación entré la fase
de la luna y el mes solar cambiaría rápidam ente y después del siguiente
mes solsticial de julio sería muy diferente. Este hecho podría explicar
por qué encontramos más nombres de meses durante esta tem porada
de 4 meses solares (ahril a julio) que los meses que hay, puesto que
ésta sería la épora adecuada para hacer los ajustes que fueran nece­
sarios. Tam bién recordamos la afirmación del cronista anónimo de que
cada una de las 12 divisiones políticas de Cuzco tenía el nombre en
común con un mes. Sólo encontramos evidencia favorable a esta afir­
mación en un caso: el del pueblo de Orna con el mes Orna raymi y
con el grupo de ceques al cual el ceque Anahuarque (IV 3) perte­
necía. N uestra explicación presente de la relación entro los meses solares
y los sinódicos apoya esta afirmación.

El período sidéreo de 73 noches (?). Habiendo descubierto la regula­


ridad y significación del número de huacas en los grupos mayores de
ceques, podemos preguntar si se puede demostrar que hay regularidad
en los números de huacas en los grupos menores.
En IV y I juntos y en I II y II juntos hay, en cada caso, 73
(26 + 24 + 23) huacas pertenecientes a los grupos menores de ceques.
En este caso, el eje de división no es la línea oeste-este sino una línea
norte-sur (5 X 73 = 365). El período de 73 días pudo haber sido
usado para correlacionar el año solar con el año sidéreo lunar (un
doble año sidéreo lunar, incluyendo una vez el Tem plo del Sol, da
328 + 329 = 657 = 9 X 73) y con el ciclo de Venus (8 x 73 = 584).
R auh h a dado evidencia en favor del uso por los incas de un período
de 73 días al observar que reconstruían sus puentes de m adera cada
8 años, haciendo de im portancia este período (R auh, citado por
Thompson y M urra 1966). Ya mencioné la posible im portancia del
período de 16 años p ara integrar en un solo sistema los rituales del Sol
y de Venus. /
Q uiero sugerir en la siguiente sección que un período de 73 noches
(posiblemente dividido en períodos de 36 y 37 noches) era usado en
cuentas de intervalos adéreos, especialmente en relación con el calen­
dario sidéreo lunar. A diferencia de los grupos principales de ceques
que tenían relación solar, los grupos menores tenían relaciones ctónicas,
es decir con el cielo nocturno.

Los meses sidéreos lunares y su posible relación con el año solar. En la


información que proporcionan el sistema ceque (8 X 41 = 12 x 2 7 ^
= 328 huacas), la organización sacerdotal de Allauca (28 + 14 = 42
sacerdotisas), la tela del período inca y otros ejemplos prehispánicos
298 R . T . ZU ID EM A

del arte y la arquitectura peruanos, encontram os evidencia convin­


cente de que el mes sidérico lunar era im portante en la cultura andina
previa a la conquista. Pero no tenemos ninguna información etnohis-
tórica o antropalógica m oderna que nos diga cómo pudieron haber
usado dicho calendario. U na razón es que probablemente era un calen­
dario exelusivamente femenino. Las siguientes sugerencias hipotéticas
están por lo tanto basadas solamente en el significado de los números
del sistema ceque. Hacemos esto con la esperanza de que esta linea de
razonamiento pueda conducir al dracubrimiento de nuevos datos que
apoyen o rechacen la hipótesis.
Después de 27/s dias la luna regresa a la misma posición respecto
a las estrellas fijas. Sin embargo, la hora de la noche es diferente. Un
periodo de 82 días (3 X 27J/3 = 82) habría sido conveniente para ver
la luna a la misma hora de la noche en la misma posición respecto a las
estrellas fijas. El núm ero de huacas en los cuatro suyus, sin embargo,
sólo da aproximaciones a este número:
I: 85 huacas
II: 85 huacas
III: 78 huacas
IV: 80 (u 81) huacas

Siguiendo la sugestión del doctor Barthel, podemos combinar cada


grupo principal de caques con un grupo menor y obtener asi una
aproximación muy cercana a 2 meses sidéreos. Las combinaciones más
elegantes son:

31 + 23 = « | no
33 + 23 *
30 + 24* ^ } 109 Total: 328
29 + 26 *
30 + 24 *
29 + 26* SI 109

Estos períodos describen el año sidéreo lu n ar como un ciclo com­


pletamente independiente en términos de dobles meses sidéreos lunares
(fig. 15.6).
Los números de estos dobles meses están construidos a partir de una
unidad de mes solar y o tra unidad considerablemente menor. Es por lo
tanto razonable suponer que el calendario sidéreo lunar estaba también
integrado al año solar. Tom ando en cuenta:
7] el uso doble de cada uno de los 6 números altos, 33, 31, 30, 30,
29, 29 alrededor de un eje O -E, y
2] un uso sim ilar de los 6 números bajos, 26, 24, 23, 26, 24, 23,
pero alrededor de un eje N-S,
EL c a l e n d a r io in c a 299

s o ls tic io d a |u n lo

15.6. Ciclo anual hipotético que muestra los meses lunares integra­
f ig u r a

dos al año solar.

hemos desarrollado el modelo de la fig. 15.6. En cada uno de los perío­


dos siguientes, la luna estaría en la misma posición sidérea al principio
y ál fin (la raya sobre las tres letras indica que éstas representan una
sola posición en el calendario):

QPpab: 30 + 24 = 54
RQPpabc: 29 + 54 + 26 = 109
SRQPpabcd: 30 + 109 + 23 = 162
qpPAB: 24 + 31 = 55
rqpPABC: 26 + 55 + 29 = 110
srqpPABCD: 23 + 110 + 33 = 166

Estos períodos están, calculados para el medio año que va del solsti­
cio de diciembre al solsticio de junio. Las mismas cifras servirían para
el medio año que va del solsticio de junio al solsticio de diciembre.
300 R . T . EUXDKMA

Usando los dobles meses sidéreos lunares de esta m anera, dentro del
marco del año solar y sus meses solares, dejaríamos una brecha en la
cuenta sidérea de 36 dias alrededor del solsticio de junio y otra de
37 días alrededor del solsticio de diciembre. Estas dos brechas juntas
(73 dias) dan un núm ero igual al de cualquiera de cada uno de los
cuatro periodos del año sidéreo. U n doble ciclo lunar, basado en
328 + 329 = 9 X 73 noches, tam bién quedaría intacto por tanto y
podría ser combinarlo con el año solar en un ciclo de 12 meses solares.
Ahora recordemos que un ciclo de Venus de 10 años venusinos
puede describirse en términos de 16 años solares. De igual m anera,
10 dobles ciclos lunares de 657 dias (328 + 329) son iguales a 18 años
solares. Los periodos de 3 años (Las Casas 1958, cap. 140; M urúa 1968,
libro 2, cap. 18) son mencionados respecto a la renovación de las aellas
(las vírgenes del Sol) de su acllahuasi (casa de las aellas); podría
ser que estos años fueran calculados a p artir de ciclos lunares. Seis
ciclos lunares son iguales a 5 años solares, el período normal usado
en el sistema inca de clasificación d e las personas por edades.

El doble mes sidéreo en la tela Huari y en el texto de Guamán Poma.


En la introducción al sistema ceque mencioné que Guam án Poma
(f. 361) discute un quipucamayoc (“especialista en quipus” ) quien se
ocupaba de evaluar los sistemas de ceques locales (como lo indica
su nombre hucha quifiac) y era llamado (f. 359) un quilla uata quipae,
el especialista en quipus para los meses y años. Su responsabilidad era el
llevar las cuentas para fijar las fechas de las fiestas, los domiugos y los
meses y los años. Se muestra a este hombre en un dibujo (f. 360) con
un quipu y una especie de abaco (fig. 15.4). Wassen (1940) argum enta
con firmeza que sólo el ábaco era usado p ara los cálculos, tales como
sumas y restas, y que el quipu servía para registrar los números resul­
tantes. Sin embargo, como se dice explícitamente que este hom bre era
un calendarista, quiero sugerir otro posible uso para el ábaco.
En un total d e 20 cuadros, esto es, 4 columnas y 5 filas, hay 5 X
(5 4-3 + 2 + 1 ) = 55 círculos. 32 son blancos y 23 son negros. Los
números son de la misma m agnitud que lqs encontrados respectiva­
mente en el sistema ceque para:
1] U n doble mes sidéreo.
2] El núm ero de huacas en un grupo principal de ceques represen­
tando un mes solar (de 30 días) al cual, de acuerdo con Guam án
Poma (f. 260), se le podían añadir uno o dos días de acuerdo con
la luna.
3] U n grupo m enor de ceques que tuviese asociaciones ctónicas.
Como el núm ero 55 es la m ejor aproximación entera a u n doble
ciclo sidéreo lunar (2 X 27/3 = 5 4 ^ ) , podemos imaginar que se usa-
EL CALENDARIO INCA 301

ban guijarros o granos de maíz blancos y negros para hacer los ajustes
que Guarnan Poma menciona en la correlación de un mes solaV con
un ciclo sidéreo, cambiando el cociente de las dos elases de guija­
rros. U na sugerencia de cómo se podían hacer estos ajustes fue dada
en la sección anterior.
Anteriormente indiqué la im portancia que el periodo de 73 días,
con sus subdivisiones de 26, 24 y 23 días, tenía p ara relacionar un
calendario de meses solares con uno de meses sidéreos lunares. U na rela­
ción sim ilar puede detectarse también en la tela Huari. Sobre la base
de la organización de los círculos en grupos de 5 diagonales cada
uno, descubrimos la im portancia del núm ero 72 (éste es el toral de
círculos en todas las prim eras diagonales de cada grupo de 5, en todas
las segundas diagonales, etc.). Debido a ciertas irregularidades en el
esquema de los colores de las diagonales, el total de 72 fue dividido
en 4 de los 5 casos en dos grupos de 57 -f 15, 59 + 13, 51 4- 21 y
52 + 20 círculos respectivamente; esto es, la división m edia fue de 54$4
y 17 *4, el prim er número es una aproximación muy cercana al número
de noches en dos meses adéreos lunares.
Es prem aturo el tratar de conjeturar cómo se usaban los números
54^4, 72 y 73 (el total de figuras y caras frontales) en estas telas. El
punto im portante es que estos totales están representados en un calen­
dario que en sus otros aspectos recalca la existencia de un año de
12 meses de 30 (3 X 10) dias y que un uso similar de esos números-
pudo haberse aplicado en el sistema ceque.

EL SISTEMA CEQUE Y LA OBSERVACION ASTRONOMICA: DISCUSION


PRELIMINAR

Introducción

Cobo y Polo mencionan que cada grupo de 3 ceques estaba relacionado-


con una sucanca, un pilar en el horizonte observable desde Cuzco,
el cual indicaba el comienzo de un mes con la salida o puesta del sol en
dicho lugar. En el caso de tres huacas, Cobo también especifica su fun­
ción calendárica como sucancas. N uestra principal preocupación en el
trabajo de campo realizado en el verano de 1975 fue encontrar estas
huacas y los ceques en los cuales estaban localizadas. Sin embargo, p o r
distintas razones nos vimos forzados a tra tar de localizar todos los
ceques. El m apa del sistema ceque (fig. 15.7) es un prim er bosquejo.
En general tengo confianza en que es correcto. Pude localizar las
huacas como topónimos de casi todos los ceques con la ayuda de mapas
modernos y antiguos, con información de otros cronistas, y yendo al
campo y hablando con sus habitantes modernos.
302 R. T. ZUtDSMA

u
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2

15.7. Mapa de la ciudad de Cuzco con los ceques superpuestos.


f ig u r a

/] Coricancha (Templo del Sol);


2] Hanan-Haucaypata
3] Hurin-Haucaypata (Iimapampa).

Tentativam ente, he dibujado todos los ceques como lineas rectas


partiendo del Tem plo del Sol, por las siguientes razones:
7] Excepto por las huacas en Cuzco o muy co ca de ahí, la mayo­
ría de las kuacas encontradas podrían considerarse situadas a lo largo
de líneas rectas.
2] Muchos de los nomines de los lugares se refieren a un área
general (una hacienda, m ontaña, ete.) y no a una roca especifica o a
otro lugar definible de m anera exacta. U na de las excepciones fue
la penúltim a huaca del ceque I I la , llam ada Guarmichaca. (Éste era el
noveno ceque de Collasuyu en la secuencia de ceques usada por Cobo.
También indicaré esta secuencia cuando me refiera a kuacas especi­
ficas.) En este lugar hay ruinas de un pequeño sitio inca, aún cono­
cido con ese nombre, desde el cual se poede ver Cuzco. El Tem plo
E L C A LEN D A RIO IN C A 303

del Sol (ahora iglesia de Santo Domingo) estaba a 37° al este del
norte magnético y su observación me perm itió definir la dirección
del prim er ceque de Collasuyu.
3] En la sección que trató del capac hucha, hicimos notar que un
niño, enviado de vuelta a su lugar de origen para ser sacrificado, seguía
la línea recta definida por el ceque. En las prácticas agrícolas contem­
poráneas se usa aún este concepto de ceque para indicar el área que
hay entre una línea y la siguiente. En algunos casos en que una de las
huacas del sistema no caía en su ceque, Cobo lo indica asi. Aun mante­
niendo el concepto de ceque como línea recta, las huacas de un ceque
podrían encontrarse a la derecha o izquierda de la linea, con cierto
margen de libertad.
4\ Para el propósito de esta investigación estaba yo más interesado
en las huacas próximas al horizonte (visto desde Cuzco) que en las
huacas cercanas. P or lo tanto, las primeras influyeron sobre mi elec­
ción de la dirección de un ceque como línea recta. En futuras investi­
gaciones espero afinar el m apa completo del sistema ceque y d ar posi­
ciones más exactas para las huacas.
En las siguientes secciones discutiré la información general sobre los
observatorios incas y luego sobre el problema de la localización en
Cuzco. En nuestra labor de campo hemos tenido hasta ahora más éxito
localizando los ceques en los cuales las sucancas estaban localizadas que
ubicando el puesto o los puestos de observación. Estos últimos no
pueden identificarse con el Tem plo del Sol como centro del siste­
ma ceque.
Por la información de esta sección se comprenderá que el sistema
ceque era usado en la astronomía inca de m anera independiente a su
uso como quipu en los cáleulos calendárteos.

Los observatorios

Hay dos tradiciones respecto a los observatorios de Cuzco: la prim era


es la de Polo y Cobo a la cual ya nos hemos referido. L a otra tradi­
ción es la de Betanzos (cap. 15) y Sarmiento (cap. 30), los cuales
tienen datos m uy similares, y la del cronista anónim o (“Discurso” en
M aurtúa, p. 151) y Garcilaso (libro 2, cap. 22). Analizaré primero
la segunda tradición.
Los cuatro cronistas mencionan un grupo de cuatro pilares para
hacer una observación de una salida o puesta especifica del sol. Todos
dan también algunas medidas, en pies, pasos, varas, estadios o leguas,
las cuales convertiré a metros. Los pilares centrales eran más pequeños
y eran usadas para una observación exacta; los pilares exteriores eran
más grandes y ayudaban a predecir el evento próximo.
304 R . T . ZU IDBItA

De acuerdo con Sarniento (1947), los pilares interiores estaban


separados por 16.72 metros y los exteriores por 50.16 metros (3 X
16.72 = 50.16) entre si. Betanzos da estas medidas como 8.36 metros
para los interiores y 41.80 metros para los exteriores. Estos cronistas
no dan la distancia del centro de observación a los pilares, pero quizá
esto pueda ser estimado. La altura de los pilares exteriores era de
4 metros.
De acuerdo con el cronista anónimo, los pilares internos estaban
separados 69.65 metros el uno del otro, y los exteriores 278.6 metros;
la distancia al centro de observación era de 11 144 o 16 716 me­
tros, esto es, ya sea 40 x 278.6 o 60 X 278.6. El ángulo de separación
visual para los pilares exteriores sería como de 1°. Estas distancias
entre los pilares serían satisfactorias para buenas observaciones de una
salida o puesta de sol. Pero el cronista anónimo contiende que cuando
el sol llegaba a uno de los pilares exteriores (y menciona a estas sucan-
cas en relación con la siembra de agosto), la gente que vivía más alto
en las montañas comenzaba a plantar, m ientras que la gente que
vivía en el valle comenzaba su siembra cuando el sol se movía entre
los pilares interiores.
Finalmente, Garcilaso menciona que los pilares interiores estaban
separados 50 metros y los exteriores 150 metros. Estos pilares eran
observados en el horizonte pero no sabía desde dónde, aunque sospe­
chaba que era desde el Templo del Sol Sus medidas parecen ser del
mismo orden de maguitud que las del cronista anónimo; ambos dan
valores mucho mayores que los dados por Betanzos y Sarmiento.
De hecho, estos últimos autores parecen estar describiendo un sis­
tema diferente. Las observaciones no eran de Cuzco al horizonte, sino
desde un sitio plano y elevado fuera de la ciudad desde donde los
incas pudieran colocar un sistema de postes y observarlos desde un lugar
cercano (quizá a unos 2 000 metros, comparando sus medidas con las
del cronista anónim o). Postes de madera eran usados para observa­
ciones reales. A partir de estas observaciones se construía un sistema
más elaborado y duradero a base de torres de piedra.
Los cronistas también están en desacuerdo respecto al día del año
en el cual los pilares eran observados. El cronista anónimo menciona
sólo un grupo de pilares, al oeste, que era usado para señalar la ini­
ciación del año agrícola en agosto. Sarmiento dice que el principio
de la siembra era determinado con pilares en el oeste y el principio de
la cosecha con pilares en el este. Las fechas podrían ser alrededor
de mayo y agosto. Probablemente los dos grupos de pilares podrían ser
usados en relación con ambes eventos. Esta hipótesis significaría que
ambos grupos eran usados para el mismo evento en mayo y en agosto,
esto es, para dos días igualmente distantes del solsticio de junio; o los
B L CA LEN D ARIO IN C A 305

datos podrían significar que un grupo era usado para indicar el princi­
pio de mayo (21 de abril) y el fin de agosto (23 de agosto), mientras
que el otro grupo era usado para el fin de mayo (20 de mayo) y el
principio de agosto (25 de julio). En el caso de la últim a hipótesis,
estoy usando el sistema ceqtie como un quipu, contando dias por
huecas (véase la sección anterior).
Garcilaso menciona cuatro grupos de cuatro pilares cada uno, para
observar la salida y poesta d d sol en las fechas de los dos solsticios.
Ninguno de los cronistas menciona sucencas para observar los equi­
noccios, pero Garoilaso se refiere a un sistema de dos guomones para
este propósito. En este caso, se observaba la sombra del guoznón, de
modo que no habia ninguna necesidad de observar el horizonte.
No obstante las dificultades e inseguridades de la interpretación,
yo creo que estas cuatro referencias nos dan una m ejor interpreta­
ción del sistema inca de observación que la que dan Polo y Cobo. Polo
menciona indirectamente (“Errores”, p. 43) que había 12 sucances
(esto es, el total de huecas que menciona, 340, menos el total mencio­
nado por Cobo, 328, da 12 sucances). Puesto que sostiene (p. 16) que
había un pilar por cada mes y que el pilar para el principio del “in­
vierno”, el solsticio de diciembre, era llamado sucana Puneuy ( = Puc-
cuy) y que el pilar p ara el comienzo del “verano” era llamado sucenca
Chirao, yo concluyo que había 12. Cobo, probablemente basándose
en los datos de Polo (¿o de M olina?) menciona 14 sucancas. Para
llegar a este número, pudo haber razonado de tres maneras diferentes:
7] Gon la expansión de los grupos de ceques de Cuntisuyu, tomó
14 grupos correspondiendo a 14 sucancas y 14 meses.
2] Excluyó la sucanca Puccuy y la sucancc Ghirao (también men­
cionada por él) de las 12 que indicaban los comienzos de mes.
3] Usando un sistema de pilares como el mencionado por Polo y
Cobo, y observando tanto la salida como la puesta del sol, se necesita
un sistema de 14 pilares, no de 12.
Solsticio de jimio
Chinto Chirao
Julio Junio
Agosto Mayo
Septiembre Abril
Equinoccio Equinoccio
Octubre Marzo
Noviembre Febrero
Diciembre Enero
Solsticio de diciembre
Puccuy Puccuy
306 R . T . ZUIDK llA

(En mi anterior artículo sobre el calendario, usé 12 pilares com í


los menciona Polo. El profesor F. Lounsbury me sugirió que de hecho
necesitaba 14 pilares.)
Sin embargo, por el momento tengo poca confianza en que les datos
o interpretación de Polo y Cobo estén correctos. Mis dudas están basa­
das en que:
1] Ambos autores mencionan sólo un pilar por mes, aun cuando
sabemos que se necesitaban 4, o al menos 2, pilares para cada ob­
servación.
2] Cobo menciona solamente tres huacas del sistema ceque que
servían como sucancas y que en cada caso éstas consistían de 2 pilares.
.3] Estas tres sucancas están todas colocadas en el horizonte po­
niente ; su información está de acuerdo aqui con la del cronista anónim o
y con Cieza (Crónica, cap. 9 2), quien menciona que sólo en d oeste
habla pilares artificiales que eran usados como sucancas.
Por lo tanto, concluimos que los informantes de Polo (e, indirec­
tam ente, los de Cobo) pudieron haber pensado en u n sistema de
12 (3 X 4) pilares en e l horizonte poniente consistente de tres rucan­
ear, cada una de dos pilares menores a los cuales se les añadió, en
cada caso, un pilar norte y uno sur, mayores. Estos pilares mayores
fueron colocados probablemente en los dos ceques adyacentes al
que contenia la sucanca y por esta razón quizá no los hemos en­
contrado todavía. Más aún, es lógico suponer que sólo se colocaban.
sucancas en el horizonte poniente. Es sólo en esta dilección, como lo
hace notar el cronista anónimo, donde el horizonte y las montañas
quedan cerca de C uzca Veremos, de la información contenida en el
sistema ceque, que los puntos de observación orientales, más allá del
valle, eran detalles naturales prominentes de las montañas.

Las sucancas y otras huacas de importancia astronómica del sistema


ceque

Garcilaso recuerda cómo habia Visto las sucancas en su juventud, pero


que luego fueron destruidas por los españoles. No sabia desde qué
punto de Cuzco1deberían ser observadas; pero sí dice que una vez
que las sucancas se localizan es fácil el reconstruir el centro de obser­
vación. Para nosotros fue más fácil localizar los ceques en los cuales
estaban situadas las sucancas, que el centro de observación Por lo
tanto, discutiré prim ero las sucancas del horizonte poniente y luego
las otras huacas de importancia astronómica.
Cobo llama por su nombre a sólo una de las tres huacas que servían
como sucancas; pero dice que esta y otras dos huacas en el horizonte
poniente consistían de dos pilares artificiales e indica su función calen-
B - C A LEN D A RIO IN C A 307

dática. No pudimos localizar exactamente las huacal puesto que fueron


destruidas por los españoles, pero, especialmente en los dos primeros
casos, tuvimos éxito en localizar todas las otras huacas de su» ceques.
P or lo tanto, de acuerdo con la dirección do su caque y de los ceques
adyacentes, y con el hecho de que, vista desde Cuzco, tenia que estar
en e l horizonte, pudimos indicar el área donde cada sucanca debería
estar situada (fig. 15.7).
1] Quiancalla (I 2b, sexto ceque, novena huaca), que significa
“desde donde uno ve (callan) la aurora (quia) o salida del sol”, indi*
cando el solsticio de junio {el comienzo dél verano, en las palabras
de C obo).
2] Sucanca (I Ib, octavo ceque, séptima huaca), indicando que
entonces la gente tenía que comenzar a sembrar el maíz.
3] Chinchineaba (IV B Ib, decimotereér ceque, tercera huaca) era
una gran montaña con dos pilares; cuando el Sol llegaba, era tiem po
de sembrar.
En el Caso de las dos últimas sucancas, no sabemos si indicaban el
comienzo de un mes u otro día específico del ciclo agrícola. Quizá
el nombre chiuchi pueda ayudamos. González Holguín (1952) y L ira
(1944) se refieren a un arbusto, chinchircum a, como una flor am ari­
lla que es como de plumas, y Lira también se refiere al fruto de un
arbusto espinoso, Chiuchi chiuchi, que era usade para com batir la
fiebre. Sabemos que los incas comenzaban a sem brar cuando, en agosto,
una planta espinosa daba sus flores amarillas (“Discurso” en M aurtúa,
p. 149). Por lo tanto, podemos relacionar la huaca Chinchineaba cOn
esta “planta espinosa de flores amarillas”, y es posible que esta sucanca
indicara el comienzo del m es de agosto (aun cuando esta interpreta*
ción nos traerá dificultades adicionales).
O tro ceque que podemos considerar en relación con los tres discu*
tidos es el prim er ceque de Chinchaysuyu (I la ) . Todas sus huacas
que están afuera de Cuzco caen cerca dé la línea O-E, como lo hacen
las huacas del últim o ceque de Antisuyu (III 3c).
Si Quiancalla servia para observar el solsticio de junio, deberíamos
esperar que la huaca usada para observar el solsticio de diciembre estu­
viese en la dirección opuesta. De hecho, encontramos en Gollasuyu
m encionada una huaca (II 2a, cuarto ceque, octava huaca), Guan-
carcaya ( ¿ “desde donde se observa al tambor” ? ), la cual era un desfi­
ladero parecido a una entrada, estaha dedicada al Sol y se le ofrecían
niños en ciertas festividades que ahí tenían. Debido a su cercanía a
otras huacas, como Intipam pa (II 2b, quinto ceque, octava huaca),
“la plaza del Sol”, y Omotourco (II 2b, quinto céque, décima hua­
ca), la cual es también mencionada por M olina (p. 26) en relación
con uua sucanca y una ceremonia solsticial (pp. 26, 48), podemos con-
306 R . T . ZUIDKUA

cluirque la misma Guancarcaya servia como una tucanca para observar


la salida del sel durante el solsticio de diciembre.
Ambas huacas solsticiales, Q uiancalla y Guancarcaya, están situa-
das-en sus respectivos suyus, en el cuarto ceque a partir de la linea O-E.
Esta coincidencia parece ser intencional. Por lo tanto, podemos prestar
más atención al hecho de que en Antisuyu se m enciona una huaca
en el sexto ceque (esto es, en el cuarto ceque al norte de la línea O-E)
Chuquicancha ( II I 2c, sexto ceque, tercera huaca), como “un templo
del Sol”. E n la cercanía había dos lugares, Susurpuquio (M olina p. 20;
o Susumarca, III 2b, quinto ceque, octava huaca) y Callachaca (San-
tacruz Pachacuti, pp. 237, 247; I II 2a, cuarto ceque, tercera huaca;
I II 2b, quinto ceque, octava huaca; I II 2c, sexto ceque, segunda
huaca), ambo»mencionados en relación con el más explícito m ito inca
de la aparición del sol como un dios. N o lejos de Chuquicancha había
otro Tem plo del Sol que llevaba un nombre sim ilar, Chuquimarca
(III le, tercer ceque, cuarta huaca), adonde los incas iban durante
el solsticio de junio. Más aún, yo propondría que .este tem plo desem­
peñaba un papal también en el solsticio de diciembre.
En el caso de Q uiancalla y Guancarcaya, sospecho que eran usados
no sólo para observar desde un punto central de Cuzco la puesta del
sol en junio y su salida en diciembre, sino también para observar estos
eventos desde uno al otro, usándose alternativam ente como huaca y
sueqnea. Podemos sospechar un papel similar p ara Chuquicancha en j
relación coa o tra huaca, Puquincancha (IV * 2b, décimo ceque, segun­
da huaca), como Tem plo del Sol con una función especial durante el j
solsticio de diciembre (M olina, pp. 60, 67). Usando Puquincancha j
para observar la salida del sol detrás de Chuquicancha durante el solsti­
cio de junio y Chuquicancha para observar la puesta del sol detrás de
Puquincancha durante el solsticio de diciembre, podemos explicar otra j
referencia mítica hecha a Chuquicancha en Callachaca. Una vez, du- ]
rante una prolongada sequía (una referencia a la tem porada de secas j
de junio) las lluvias (una referencia a la tem porada de lluvias de ¡
diciembre) cayeron sólo sobre Callachaca y sólo ahí se dio una buena i
cosecha (Santacruz Pachacuti, p. 247). (Para una discusión más deta- j
liada de las huacas mencionadas en este párrafo, véase Zuidema,
1976.) j

Centro o centros de observación astronómica j

El cronista anónim o dice explícitamente que las sucancas eran obser- J


vadas desde el centro de la plaza de Cuzco, donde se había erigido j
un pilar de piedra encim a de una elevación llam ada Osno ( = U shnu).
Q ueda entonces claro que el centro de observación astronómica no era :
S I . C A LEN D A R IO IN C A 309

d T em p lo del Sol com o centro del sistema cefue. Sin emhargo, después
d e haber k*alúado las huecas d el ceque I 2c al cual la hueca Qiuan-
calla pertenecía como la sucanca de la puesta 'del sol en el solsticio
d e junio, nos dimos cuenta d e que, aun cuantío algunos suburbios de
Guaco pueden v en e desde ahí, la parte incaica d e la ciudad queda
oculta. Por otra parte, hay una vista ahierta d e la dirección soktidal
hada la f e r ía la inca de Sacsahuaman, la cual está aituada en un llano
al noreste de Cuzco. A l verificar esta información, obacrvrano» Impuesta
del sol en e l solsticio d e junio desde S g u t in m ^ esto e% desde una
estructura inca redonda de ahí que es llamada M «iyuona<va(“e l edifi­
cio redondo” ) , la cual era un Tem plo del Sol. El punto obrervado
otab a dentro del área descrita para la hueca y sucenea QuiancaUa.
’ Durante nuestro trabajo de campo, hicimos observaciones astronó­
micas hacia varios puntos en el horizonte desde el Tem plo d el Sol
en Cuzco (Coricancha), desde diferentes puntos de la plaza, d o d e lo
alto de la catedral y desde Muyurmarca en Sacsahuaman. Trabaja­
mos con la suposición de que los tres puntos pudieran haber sido
utilizados por los incas para observaciones astronómicas; sólo luego
fu e cuando me di cuenta d e que el cronista anónim o no pretendía que
ni Coricancha n i la plaza próxima a la catedral fuesen, centros de
observación.
Cuzco tenía dos {dazas llamadas Haucaypata (“plaza del rego­
cijo” ); ambas tenían unU shnu y ambas eran uñidas para rituales de Es­
tado. Hanan-Haucaypata estaba en la m itad superior d e Cuzco, donde
también estaba situada la plaza del rey. Hurin-Haucaypata, pertene­
ciente a la parte inferior (H urin), no estaba lejos de Coricancha, pero
quedaba fuera de la zona cerem onial de Cuzco. Hoy, así como en los
tiempos coloniales, esta plaza (o parte de d ía ) es conocida como
Limapampa. Cerca estaban los campos sagrados dónde el rey bacía la
primera siembra y la primera cosecha rituales. E l campo era llamado
Sausero (II 3b , segundo ceque, tercera hueca) ; Limapampa era la
primera huaca d e este ceque (II 3b; segundo ceque, primera, huaca).
O tro cam po cercano, Guanaypata (III 3a, tercer ceque, cuarta hueca)
—donde do acuerdo al mito de origen inca una barra de oro se había
hundido en d suelo indicando que -la ciudad debería de ser construida
allí (Sarmiento, cap. 13)— ted a una pared que hahía sido alzada “por
el Sol”. Probablemente esta pared, y ciertamente el Ushnu de Hurin-
Haucaypata, era usada para observaciones astronómicas (III 2b, quinto
ceque, primera huaca) (Cobo, libro 13, cap. 32; M olina pp. 29,
30, 3 6 ).
La condusión alcanzada aquí podría cotejarse mediante la investi­
gación futura de dos maneras:
/] La posición de Hurin-Haucaypata puede ser observada en reía-
310 H T . ZOTDBUA

d d n con d czuramiento de las lineas solsticiales desde Q uiancalla hasta


Guaqcarcaya y desde Chuquicancha hasta Puquincancha.
2] Sarm iento y Betanzos mencionan otros dos observatorios en
¿na» planas afuera y a más altitud que Cuzco. Posiblemente Chnqui-
cancha y M uyucmarca en Sacsahuaman, ambos Templos del Sol, ser-
vían a esta función. Lá posición de H urin-H aucaypata en relación con
ambos lujarás debe ser estudiada tam bién. Guamán Poma (ff. 261,
262, 263, 894) mencionó que se hacían observaciones solares desde
templos con ventanas. Su descripción probablemente se ajusta a estruc­
turas como M uyucmarca
U na vez que el valor astronómico de los lugares mencionados aqu!
quede bien establecido, estaremos en condiciones de estudiar la impor­
tancia ealendárica ■de Sucanca (I Ib) y Ghinchincalla (IV b Ib) y
probablemente de muchas otras huácas en el horizonte observable desde
Hurin-H aucaypata.

C O N C L U SIO N E S G EN ER A LES i
• .V-
tfn problema general de los estudios etnohistórkos de los incas es que
la m ayoría, de las crónicas hispánicas fueron escritas cuarenta o más
años después de la conquista. Estas crónicas reflejan menos lo que los
españoles vieron de u n im perio en plena gloria que lo que interpretaron
a p artir de los recuerdos complejos e idealizados de sus ancianos infor­
mantes incas que entonces ya vivían en una sociedad colonial
El sistema ceque, debido a su carácter intrincado y sistemático
podría ser la excepción demostrable más im portante a esta situación
general. Comparándolo con las dos telas prchispánicas, encontrarnos
que son discutidos los mismos números: 8; 27 o 28; 54, 55 o 56; 40,
41 o 42; 72 o 73. La tela H uari insiste más en el calendario solar con
núnETCB lunares insertos en él; la o tra tela inca y el sistema ceque
recalcan un sistema sidéreo lim ar con números sinódicos solares y
lunares. Sobre la base de una teoría astronómica común, parece ser
una preocupación poco dogm ática el traducir los datos astronómicos
a u n calendario regular. Por ejemplo, tanto la tela H uari como el
sistem a ceque comienzan a p a rtir de una base de 45 diagonales o ceques.
En el prim er casó, 27 diagouales m antienen su núm ero completo de
círculos y 18 (2 X 9) diagouales tienen sus números reducidos, hacien­
do 8 el promedio total de círculos en una diagonal y 360 el total gene­
ral de círculos en la tela. En el caso del sistema ceque, 27 ceques
tam bién m antienen su significación original. Ahora bien, primero,
el núm ero de los otros 18 ceques es reducido a 15 o 14 y, segundo, el
número de huacas en cada uno de estos ceques es reducido, bajando
el total hipotético de 360 (45 X 8) a 328 (41 X 8 ). Concluyendo la
E L CA LEN D ARIO IN C A 311

comparación: la tela Huari comienza en una situación de 45 X 8, redu­


ciéndola luego a 41 x 8.
La información etnohistórica ha apoyado la suposición de una se­
mana de 8 días y tam bién la de una posible semana de 10 días para
formar un mes esquemático de 30 «fias, un m es sinódico de 29 o
30 días, y un mes solar d e 30 a 32 días. Sin embargo, no hay evidencia
escrita del uso de un mes sidéreo. El análisis del presente trabajo podría
ayudar a descubrir cómo los andinos realmente observaban este evento.
Aquí valdría la puna considerar los datos analizados en otro artículo
(Zuidema 1976). El ceque que indicaJa puesta del sol durante el solsti­
cio de junio contiene también una bitaca (Gap»pa[c]cha “la cascada
del río Capí”, esto es, la “raíz” [capí] de Cuzco) donde el rey inca se
bañaría durante la luna nueva previa al solsticio de junio y donde
se llevaba a cabo otro ritual dedicado a la hiña durante la luna llena
después del solsticio d e diciembre. Este y otros caques pudieron haber
sido ufados de una manera especial, pues, para medir el movimiento
de la luna en el horizonte. Otra posibilidad es que los incas tuvieran
conocimiento de algún tipo de zodíaco con “mansiones lunares” . La
información moderna sobre las constelaciones indígenas, recientemente
coleccionada por U rton (en preparación), arroja luz sobre este aspecto
del problema.
En este trabajo ha sido mi intención estahlecer una base para el
análisis numérico de las telas y del sistema ceque. Quizá en el futuro
sea posible interpretar el número de huácas pertenecientes a cada
ceque. Además de localizar más preriam ente las huacas, hace falta
más investigación para analizar la asocidáón exacta de las pánacat
(“ayfíus reales” ) con grupos de caques o con caques individuales, la
asociación similar de ayltus no reíales con la organización d e Cuzco,
y la relación de ambos tipos de grupos con el mes inca. Entonces un
mejor entendimiento d e los diversos datos mitológicos y rituales estará
a nuestro alcance y esto llevará a comprender mejor el calendario.

A G R A D E C IM IE N T O S

Recibí apoyo económico, que agradezco aquí, de la National Science


Foundation durante el vm ano de 1973, cuando hice trabajo de campo
en Cuzco, y durante m i año sabático de 1973-1974. Durante el ve­
rano de 1975 recibí apoyo adicional de la Am wican Philosophical
Society.
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