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La dimensión de cambio en la conceptualización del Acompañamiento Terapéutico María

Giraudo

La historia del acompañamiento está signada por constantes intentos de conceptualización.


Desde la caracterización como agente de salud pasando por recurso clínico hasta llegar a
concebirlo como dispositivo.

Las dificultades en relación a las visibilidades e invisibilidades que se producen al


conceptualizar esta práctica han encontrado en la noción de dispositivo una inscripción que a la vez
que conceptualiza, posibilita alojar sus variaciones sin poner en cuestión el concepto mismo.

Los dispositivos, entendidos como “la disposición de una serie de prácticas y de


mecanismos con el objetivo de hacer frente a una urgencia y conseguir un efecto” (Agamben,
2005), responden a una demanda sociohistórica. Por lo tanto, reflexionar sobre sus
transformaciones supone trabajar sobre el eje de lo temporal, para entender la articulación que se
produce entre las condiciones de emergencia, la configuración actual y el porvenir.

En su origen el acompañamiento se remonta a una práctica que, fue teorizándose al


compás de experiencias que inauguraron este nuevo campo de saber.

Estos cambios se enmarcan en las transformaciones inherentes al campo de la


subjetividad, que a su vez propulsaron modificaciones en la clínica y por lo tanto en las estrategias
terapéuticas.

Esto implicó la proliferación de profesionales que trabajan como acompañantes, el


incremento de aquellos profesionales o instituciones que incluye acompañantes en sus estrategias
y la inserción en ámbitos anteriormente ajenos a esta práctica como lo son la educación y la
justicia.

En los espacios de formación se produjeron dos modificaciones principalmente, el


incremento de la oferta en formación general y específica y también la diversificación de trayectos
educativos e intereses de quienes concurren a formarse o, incluso, ejercen como acompañantes.

En este contexto la adaptación de este dispositivo a teorías clínicas ajenas al marco teórico
en el que se originó, produjo en algunas situaciones la inclusión del acompañamiento en
estrategias terapéuticas con propuestas estandarizadas y consecuentemente estandarizantes. Al
decir de Pulice (2012) se produce cierta “confrontación entre una orientación clínica sostenida en la
estandarización y generalización de los conocimientos, los métodos y los objetivos terapéuticos,
por un lado; y, del otro, aquello que desde Freud denominamos una clínica del caso por caso”
(p.349)
el cambio se manifiesta en relación al tipo de subjetividad, vinculada al sostenimiento de la
marginalidad y la pasividad, que se promueve desde la posición del acompañante. De modo que el
acompañamiento se convierte en una estrategia preestablecida que se reproduce en cada caso,
independientemente de la subjetividad del paciente, es decir que tal como lo plantea Leonel Dozza
se sostiene una postura psiquiatrizante por más que se esté con el paciente en la vida cotidiana.

Estos cambios han significado un desafío respecto a los intentos de cercar teóricamente al
acompañamiento terapéutico, ya que dificultan la diferenciación entre las transformaciones
inherentes a lo sociohistórico y las que modifican aquellos aspectos que lo definen como tal.

Susana Kuras (2011) postula: La historia del acompañamiento fue construyendo un cuerpo
teórico, una técnica, instituciones asistenciales, espacios de formación y leyes que regulan su
ejercicio. Pese a la enorme variación y diversidad que plantea en la práctica clínica, en todas las
categorías nosográficas, y en todas las edades de la vida el ejercicio del acompañamiento está
atravesado por algunas marcas que la definen (p.18)

Es decir que para responder a la pregunta de qué hablamos cuando hablamos de


acompañamiento, es necesario visibilizar estas marcas definitorias a partir de discernir entre
aquello que se modifica en función de lo histórico para poder intervenir en la clínica actual y lo que
hace a los aspectos nodales de este dispositivo y, en tanto tal, trascienden lo histórico social.

En función de lo antedicho se puede identificar tres dimensiones implicadas en los cambios


mencionados cuyo discernimiento resultará esclarecedor para comprender qué es el AT, más allá
de sus modificaciones en el tiempo. Estas dimensiones son:

1. Los cambios inherentes a todo dispositivo inserto en lo social.

2. La particularidad específica del acompañamiento de modificarse en función de la


singularidad de cada estrategia (encuadre y ámbitos de inserción).

3 La inclusión del acompañamiento en prácticas clínicas cuyas líneas teóricas difieren y/o se
contraponen a los sustentos teóricos en los que se originó.

Las dos primeras dimensiones responden a modificaciones ligadas a la subjetividad, es


decir a lo sociohistórico, mientras que la tercera impacta en la propia conceptualización del
acompañamiento terapéutico.

Más allá de las transformaciones inherentes al acontecer histórico, como son los cambios
en la subjetividad que implican nuevos modos de intervenir en la clínica y por lo tanto
modificaciones en cómo se configura el dispositivo, existen ciertos aspectos que son estructurales
en tanto constituyen las coordenadas teóricas en las cuales se originó el AT y por lo tanto lo
definen. Es decir, que la concepción de sujeto producido socialmente y la concepción de salud que
de esta se deriva, son aspectos fundamentales para que un acompañamiento devenga terapéutico,
independientemente de la modalidad que este dispositivo asuma en cada intervención.

Por lo tanto, la proliferación de ofertas de formación, de enfoques teóricos y de contextos


de inserción, requiere de una mirada cuidadosa capaz de dilucidar la funcionalidad de este
dispositivo a propuestas terapéuticas tendientes la disolución de los síntomas, para la integración
de los sujetos al status de normalidad imperante.

El acompañamiento se originó como una alternativa a los tratamientos que reproducían una
lógica desubjetivizante, corre el riesgo convertirse un objeto más de consumo y ser utilizado para la
normalización subjetiva.

Es por ello que se torna necesario problematizar teorías y sus consecuentes prácticas, en
pos de construir una mirada crítica respecto a los saberes que circulan y se trasmiten en relación al
acompañamiento.

La posición del acompañante adquiere un lugar central para conceptualizar al AT, en tanto
refiere a un marco teórico-ético superador de la transposición de encuadres que fueron teorizados
para otros dispositivos, una posición teórica que sustenta una determinada concepción de sujeto, y
que a su vez conlleva una posición ética.

Entonces, más allá de las transformaciones históricas del dispositivo, las intervenciones
cobran sentido terapéutico cuando en primer lugar se realizan en relación a un sujeto que es
siempre entendido como producto del vínculo con el otro y determinado por su inconciente. Y en
segundo lugar se enmarcan en una postura ética en el sentido que le otorga Silvia Bleichmar “La
ética siempre está basada en el principio del semejante, es decir en la forma con la que yo enfrento
mis responsabilidades hacia el otro. La ética consiste en tener en cuenta la presencia, la existencia
del otro” (2008:28).

En este sentido, acompañar terapéuticamente implica posicionarse en un entramado en el


que se conjugan saberes, experiencias, situaciones y modalidades vinculares que, en sus diversas
y singulares articulaciones, conforman un espacio-sostén para habilitar la emergencia del sujeto.
Es una apuesta a la construcción de una posición que, fundamentada desde la ética del
psicoanálisis, “nos impide considerar la enfermedad, la locura, como lo que colocaría al ser
humano fuera del devenir sujeto. Por ello, la ética psicoanalítica plantea pensar el sufrimiento
psíquico como un proceso singular e individual que impide o exalta, según sea el caso, este
devenir y no como algo que hay que sacarle al paciente” (Gómez, M 2004:5)

Asumir esta posición implica un miramiento por la singularidad subjetiva y requiere, más que
una serie de técnicas estandarizadas, una postura que interpele la propia subjetividad y
problematice el sentido de nuestras intervenciones, en pos de construir un dispositivo que posibilite
el despliegue del padecimiento psíquico de cada sujeto para acompañarlo a habitar su modo
singular de estar en el mundo.

Dimensión de cambio Descripcion


Cambio en la conceptualización | El acompañamiento terapéutico ha pasado por
diferentes conceptualizaciones a lo largo de su historia,
desde ser considerado como agente de salud hasta ser
concebido como dispositivo clínico. La dificultad para
conceptualizarlo radica en las visibilidades e
invisibilidades que se producen al intentar definir esta
práctica. La noción de dispositivo ha permitido alojar las
variaciones y cambios en el acompañamiento sin poner
en cuestión el concepto en sí mismo.
Cambios sociohistóricos El campo del acompañamiento terapéutico ha
experimentado cambios significativos en la última
década, en relación con su inserción social y la
construcción de saberes. Estos cambios se deben a
transformaciones en el campo de la subjetividad, que han
llevado a la inclusión del acompañamiento en diferentes
ámbitos, como la educación y la justicia. El aumento de
profesionales que trabajan como acompañantes y la
diversificación de trayectos educativos también han
impactado en la conceptualización y práctica del
acompañamiento.
Cambios en las estrategias clínicas Se han producido cambios en las estrategias terapéuticas
en general, lo que ha llevado a adaptar el
acompañamiento terapéutico a diferentes enfoques
teóricos y prácticas clínicas. Algunas de estas
adaptaciones han generado tensiones entre una
orientación clínica estandarizada y una clínica del caso
por caso, poniendo en juego la singularidad de cada
sujeto y la postura ética del acompañante.
Aspectos estructurales A pesar de los cambios históricos y adaptaciones, existen
aspectos estructurales que definen al acompañamiento
terapéutico. Estos aspectos incluyen la concepción de
sujeto como producto del vínculo con el otro y
determinado por su inconsciente, así como una postura
ética basada en la responsabilidad hacia el otro. Estos
aspectos trascienden lo histórico-social y son
fundamentales para que el acompañamiento sea
considerado terapéutico.

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