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otorga a un acontecimiento venidero, más duro será el

despliegue emocional que tiene lugar en la


anticipación; en ocasiones, llega a ser tan duro que
puede incluso superar reactivamente a la situación
desencadenante, como si de un ensayo de
acercamiento paulatino y cargado de agitación se
tratara. En numerosas ocasiones se ha podido
comprobar que la anticipación ansiosa es peor (más
alteradora) que la propia realidad (expresiones como
«no era para tanto» o «me imaginaba que lo pasaría
mucho peor», son verdaderos descriptores de este
hecho), por cuanto esta es la que es, pero en la
anticipación, la propia imaginación desbocada y
anclada en lo negativo-fatalista determina sufrir las
más aleatorias, impensables y terribles características
o circunstancias que pudiera albergar la situación
objeto de anticipación. Dentro de la concepción
fatalista, la imaginación «engorda» el peligro y obliga
a una mayor autodefensa.

A través del estudio de casos hemos llegado a


establecer algunas hipótesis acerca del sentido de las
anticipaciones, veámoslas:

• Mediante la imaginación previa del acontecimiento


ansiógeno, se puede «ir conociéndolo» mejor
mentalmente y descubriendo sus «puntos flacos»,
por tanto anticipando se intentan encontrar todos
los argumentos, tanto evitativos (tener una excusa
creíble para la ruptura o la «fácil evasión» de la
situación), como apaciguadores (conocer en qué
momento o circunstancias se accede a la
tranquilidad y el control).

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