Está en la página 1de 14

Día 30 San Pío, la Eucaristía y la

Santa Misa
Luego tomó el pan, dio gracias, lo partió y lo dio a sus discípulos,
diciendo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en
memoria mía".
(Lucas 22, 19)

LA EUCARISTÍA
La Eucaristía es el centro del cristiano, es una verdad oculta, todo gira en torno de ella:
El misterio exige un acto de fe (acto del entendimiento y de la voluntad por el que
aceptamos una verdad con evidencia extrínseca o testificada). La eucaristía es un
«misterio de fe». Todos los misterios nos exigen un acto de fe, creemos en el misterio
de la Trinidad porque Dios lo ha revelado. Lo mismo en el misterio de la Encarnación.

La eucaristía exige un acto intensísimo de fe: Hay que creer contra lo que nos dicen los
sentidos, «Visus, gustus, tactus in te fallitur» (Adoro te devote). Para el tacto, el ojo y
el gusto después de la consagración (como antes) sobre el altar hay pan y vino: nada
más. Hemos de creer sólo por la palabra de Dios «Sed auditu solo tuto credi- tur»
(Pero creemos lo que hemos oído): «Hoc est enim corpus meum” (Le 22,19). Hay que
creer que Cristo está en la hostia y en cada una de sus partículas. Los sentidos no lo
alcanzan; pero la fe nos da esa certeza: «Praestet fides supplementum...».

Creemos por la autoridad de Dios, que no puede engañarse ni engañarnos. Pero Dios
se dignó obrar milagros—«hechos sensibles y extraordinarios que sobrepujan todas
las fuerzas de la naturaleza»—para confirmar nuestra fe en la realidad eucarística, a
ejemplo de ello los milagros eucarísticos comprobados:

En Bolsena (1263), en la misa, al partir la hostia, destila gotas de sangre que


empapa corporales y purificadores. Lo comprobaron Santo Tomás y San
Buenaventura.

Muchas veces se aparece un Niño en la hostia: así a Pascasio Rad- berto (PL
120,1320) y en Caravaca en 1227.

En Quito, 1649, unas hormigas construyen una custodia de granos de trigo en


torno a una hostia profanada.

“Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la Santa Misa”
- San Pío de Pietrelcina
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

LA EUCARISTÍA

LA EUCARISTÍA AUMENTA LA FE

Intensivamente: Por vía de mérito: Los hábitos sobrenaturales infusos aumentan, no


por la mera repetición de actos, sino por la mayor intensidad con que se realizan, este
misterio concentra las dificultades más grandes de nuestra fe, exige los mayores
sacrificios a nuestra inteligencia. Es el acto de fe más completo: La eucaristía es el
compendio de todos los misterios revelados.

Requiere, por lo tanto, un acto de fe intensísimo, no hay tributo de fe más sublime que
el de creer en Jesucristo, oculto en cuanto Dios y en cuanto hombre, tras los velos de la
hostia, Interviene la inteligencia, voluntad, sentidos... todo el ser.

Extensivamente: por el magisterio de Cristo: Es el depósito de nuestra fe, en la


eucaristía poseemos a Jesús y, con El, el pasado, el presente y el futuro.

El pasado: Figuras y profecías que anuncian a Jesús... La vida de Jesús... Su


predicación...

El presente: Jesús es el centro de la economía actual bajo el triple aspecto de la


presencia real, del sacrificio y la comunión.

El porvenir: La eucaristía es prenda de vida eterna: «Futurae gloriae nobis pignus


datur».

Contiene al Verbo que habla: Cristo es la misma Verdad (Jn 14,6), y vino a enseñarla (1
Jn 5,20) Vino a darnos la vida eterna, que consiste en que conozcamos a Dios y a Cristo,
a quien envió (Jn 17,3). Es, ante todo, Maestro (Rabbi): «Me llamáis Maestro y decís
bien, pues lo soy» (Jn 13,13

LA EUCARISTÍA SACRAMENTO DE ESPERANZA

La esperanza en la vida humana: Es la fuerza que da vida a todas nuestras actividades:


Todo cuanto hacemos, lo hacemos con la esperanza de conseguir algún bien; en último
término, la felicidad, el que trabaja la tierra espera alcanzar el fruto de su trabajo. El
que ora, espera alcanzar bienes sobrenaturales.

El objeto primario es Dios, en cuanto sumo bien. En la eucaristía se nos da Dios, hecho
hombre; el mismo que será término de nuestra felicidad. El objeto secundario
positivo de la esperanza son los demás bienes en orden a la vida eterna. En la
eucaristía se nos da, no un bien, sino la raíz de todo bien y en orden a la vida eterna.
«Futurae gloriae nobis pignus datur». El objeto secundario negativo: Evitar todo mal.
Cristo, presente en nuestras almas por la eucaristía, es la luz que ahuyenta las tinieblas
del mal. Cuando extiende su mano se calman todas las tempestades de las pasiones
desatadas...

“Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la Santa Misa”
- San Pío de Pietrelcina
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

LA EUCARISTÍA

Por razón del motivo en que se funda, en la eucaristía no sólo se nos da un auxilio de
Dios, sino que es el mismo Dios, hecho pan de misericordia y alimento para nuestro
peregrinar. Dios obra en nuestra naturaleza no destruyéndola, sino perfeccionándola,
revistiéndonos interiormente de su poder, como inyectándonos la fuerza divina que
necesitamos para conseguir la vida eterna.

Ejemplo de Santo Tomás de Aquino: Al recibir el viático se puso de rodillas y dijo: «Yo
te recibo, precio del rescate de mi alma, alimento de mi peregrinar, por cuyo amor
estudié, trabajé, vigilé, prediqué y enseñé».

LA EUCARISTÍA, SACRAMENTO DEL AMOR

El hombre necesita amor. Lo sabe, lo siente y lo busca sin cesar. Todo lo mueve el
amor: hasta el odio. Pero hay cloacas de amor, y hay manantiales purísimos y los
santos beben el agua divina de la eucaristía, que es el sacramento del amor por su
origen, por su esencia, por sus efectos.

Previsión eterna: El pecado del hombre suscitó la encarnación. Dios se hizo hombre:
máximo amor de Dios en vez del máximo castigo. La eucaristía prolonga la encarnación
y sus beneficios de redención y mediación, Cristo todavía está entre nosotros, con
presencia real, no simbólica.

Origen temporal: El amor al Padre y a los hombres es el todo en la vida de Cristo. Pero
está sublimado en los momentos eucarísticos: la cena (sacramento); la cruz (sacrificio).
«Qui, pridie quam pateretur»: el día antes de su pasión, el recuerdo de su máximo
sacrificio, de su acto máximo de amor. «Nadie ama más que el que da su vida...» (Jn
15,13). La cena, el momento de mayor intimidad de Cristo con los suyos, su
testamento: «Amaos... como Yo”, un nuevo precepto (Jn 13-34-35).

Jesús inculca hasta diecisiete veces este precepto en su discurso de la última cena. Y
Cristo no se sustrajo a él: amó... hasta dar su vida por ellos; hasta quedarse para
siempre con ellos, en esta hora del amor instaura la máxima invención del amor: La
Eucaristía.

La esencia de este sacramento se constituye por la presencia real de Cristo en las


especies sacramentales.

Por la presencia real de Cristo

1. Quién está en la eucaristía:

Cristo: el Verbo encarnado, en quien el Padre se complace. Hijo unigénito: Dios. Y


«Dios es caridad» (1 Jn 4,8).

“Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la Santa Misa”
- San Pío de Pietrelcina
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

LA EUCARISTÍA

Cristo: el Hombre; el más perfecto «Hijo de los hombres». El amor en todo hombre,
eje de su vida. En el Hombre de los hombres. «Ecce homo» (Jn 19,5).

2. Por qué está allí: Porque vino para dar la vida a los hombres: «Si no coméis la carne
del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros” (Jn 6,53).
Porque nos ama entrañablemente. Y el amor exige la presencia del amado

En las especies sacramentales: Instituyó este sacramento bajo estas especies—de


pan y vino—para poderse comunicar íntimamente con nosotros, transformándonos en
Él y haciéndonos unos con El (Santo Tomás, IV Sent. d.8 q.i a.i q.a2c). El amor de una
madre es la más alta expresión. Pues eso que el amor humano presiente, Pero no
puede realizar, lo ha realizado Jesucristo: se ha convertido en alimento para que le
comamos y vivamos de Él. Nos comunicamos íntimamente con el amado, y el
celebrarlo con la Eucaristía, máximo banquete de Cristo con los hombres.

EFECTOS DEL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA: EL AMOR

El efecto de la eucaristía—nos transformamos en Cristo: «Por la virtud de este


sacramento se hace cierta transformación del hombre en Cristo por el amor, y éste es
el efecto propio de este sacramento» (IV Sí»fit. d. 12 q.2 a.2 sol.i). Este sacramento es
causa la vida eterna, la vida del Amor. «El que come este pan vivirá para siempre» (Jn
6,52). «Quiso fuese prenda de nuestra futura gloria y de nuestra eterna felicidad»
(Concilio de Trento).

No cabe vida cristiana sin intensa vida eucarística.

Los demás sacramentos se ordenan a la eucaristía y confieren la gracia en orden a


ella.

Las demás virtudes cristianas son meritorias en cuanto informadas por la caridad, y
ésta, por su misma esencia, de amor sobrenatural, ha de gravitar sobre la
eucaristía.

Como la eucaristía es la máxima donación de Dios al hombre, la donación


proporcional del hombre a Dios se hace por lacaridad, puesta incandescente por el
contacto eucarístico.

La presencia real de Cristo: «Habiendo Jesús amado a los suyos que estaban en este
mundo, al fin extremadamente los amó» (Jn 13,1). Hasta las últimas exigencias y
posibilidades del amor. Por eso, El instituye la eucaristía. En este sacramento, se hace
presente entre nosotros, mientras esperamos la definitiva convivencia del cielo, nos
ayuda a alcanzar esa gloriosa e inamisible posesión de Dios, junto con su Iglesia, la
redención. Nos pide que correspondamos al amor de su corazón, presente en la
eucaristía.

“Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la Santa Misa”
- San Pío de Pietrelcina
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

LA EUCARISTÍA

JESUCRISTO ESTÁ PRESENTE, VIVE EN EL SAGRARIO

El milagro de la consagración del pan y el vino: Cristo se hace presente en la


Eucaristía, al pronunciar el sacerdote las palabras de la consagración, tiene lugar la
misteriosa transustanciación. Toda y sola la sustancia del pan y del vino se convierte en
toda y la sustancia del cuerpo y de la sangre de Cristo, del pan y del vino no quedan
más que todos y solos los accidentes.

La realidad profunda del misterio eucarístico: En la Eucaristía esta presente el


mismo Jesucristo, cuya vida nos cuentan los Evangelios, el que vive ahora glorioso,
sentado a la diestra del Padre, y contemplan los bienaventurados en el cielo. Cómo es
esa presencia? (D 883).

Real. Con independencia de nuestra fe, voluntad o imaginación; aunque no nos


acordemos, ni le honremos. Él está allí
Verdadera. No es sólo un signo, como por ejemplo una bandera
Sustancial. No sólo según su virtud o gracia, como en la administración del
bautismo o confirmación que comprende esa presencia sustancial Su cuerpo, con
sus llagas de la crucifixión, pero ahora en estado glorioso. «Jesucristo resucitado,
no muere ya” (Rom 6,9) Su alma, bella, santa, inundada de alegría y de paz

LA EUCARISTÍA ES EL SACRAMENTO DE LA «COMUNIÓN»

Nos une a Cristo: Cristo está en la eucaristía. Es de fe: lo ha dicho El, que es la misma
Verdad. Allí está Cristo, todo entero:

Su humanidad: Santísima, gloriosa en sus llagas, triunfante en su cuerpo glorioso.


Luz, Vida, Amor. Y se ha quedado en la hostia para transfundimos su vida—como la
cepa al sarmiento—. ¡Qué savia más excelente la sangre de Cristo!

Su divinidad: Todo un Dios encerrado en un poco de pan... Extraño, misterioso,


pero allí está Ahí está el Señor.

Al comulgar se hace uno con nosotros, Él sigue siendo Dios, y tú, hombre, pero hombre
de Dios, uno con Él, Es difícil de comprender, pero fácil de gustar para el que sabe
amar.

Nos une a la Santísima Trinidad: Las personas de la Santísima Trinidad son


inseparables: una sola esencia, un solo Dios verdadero,donde está una de ellas, están
necesariamente las otras dos, es el misterio de la circuminsesión divina: «El Padre y yo
somos una misma cosa». El Espíritu Santo es la expresión infinita de su amor, la
esencia divina.

“Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la Santa Misa”
- San Pío de Pietrelcina
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

LA EUCARISTÍA

JESÚS-HOSTIA NOS UNE AL CUERPO MÍSTICO

Por la eucaristía nos incorporamos a Cristo

«Quien come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él» (Jn 6,56).


«El que come este pan vivirá para siempre” (Jn 6,58).
«Si no coméis la carne del Hijo del hombre... no tendréis vida en vosotros” (Jn 6,54).
Se refiere a la vida de la gracia.
Al recibir a Cristo, «somos asimilados» a su misma vida.

Por Cristo nos unimos al Cuerpo místico

Todo miembro que se une a la cabeza se une también a los miembros que de ella
dependen.
«Yo en ellos... para que sean consumados en la unidad» (Jn 17,23).
«Somos muchos un solo cuerpo, pues participamos de un único pan» (1 Cor 10,17).
«El amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos» (Jn 17,26).
Todos estamos unidos en caridad, «como muchos granos de trigo forman el pan»
(San Agustín).

CONSECUENCIAS

Nos une con María:

La encarnación—que hizo posible la eucaristía—es obra de María: «Fiat».

La sangre y carne de Jesús son enteramente de María. ¡Si hubiera una comunión de
María!... En realidad casi la hay.

La maternidad espiritual de María se consuma en la eucaristía: los dos hijos de


María íntimamente unidos.

Nos une con los ángeles:

Es el pan de los ángeles.


Los ángeles se nutren del Verbo.
La humanidad de Cristo les extasía.
Gozo particular de nuestro ángel de la guarda cuando comulgamos.

Nos une con los bienaventurados.

Ellos ven, y nosotros, no; pero poseemos realicimamente la misma cosa.

“Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la Santa Misa”
- San Pío de Pietrelcina
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

LA EUCARISTÍA

Gozo que causa a los bienaventurados una buena comunión... Lo ven en el Verbo...
«Hay gran gozo en el cielo” (cf. Le 15.7)

4. Nos une con las almas del purgatorio:

Podemos comunicamos con nuestros queridos difuntos.


El dogma de la comunión de los santos.
El medio: la oración, los sufragios. Sobre todo, por la misa y la comunión:

1. La misa: Lo dice el concilio Tridentino (D 950). «Recibe la potestad de celebrar la


misa por los vivos y difuntos” (ordenación sacerdotal).

2. La comunión: Ofrecemos la sangre redentora de Cristo, precio infinito del rescate.

5. Nos une con todos los cristianos:

Es el gran sacramento de la fraternidad: —La eucaristía y el mandamiento del


amor —Los primeros cristianos y la fracción del pan.—Nunca somos tan hermanos:
la misma sangre...
La eucaristía y el apostolado: Eficacia de una comunión para convertir a un
pecador, salvar a un moribundo, aliviar a las almas del purgatorio...
Es el gran sacramento de la caridad: —Nada se pierde en la Iglesia: quizá dentro
de mil años, un rayo de luz, irradiando de nuestra comunión, salvará un alma y la
arrojará en brazos de Dios para toda la eternidad.

LA EUCARISTÍA PRESERVA DE LOS PECADOS FUTUROS


Santo Tomás lo prueba por la analogía que existe entre la vida natural y la sobrenatural
(3 q.79 a.6).

A) En el cuerpo

1. Dos causas producen la muerte del cuerpo:

Una intrínseca: el principio de corrupción.

Otra extrínseca: la acción de agentes exteriores.

2. Remedios contra esta muerte:

Intrínsecos: alimentos, medicinas...

Extrínsecos: cuidados, vigilancia, toda arma defensiva y ofensiva.

“Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la Santa Misa”
- San Pío de Pietrelcina
FUNDAMENTACIÓN TEOLÓGICA

LA EUCARISTÍA

B) En el alma

1. Dos causas producen la muerte del alma:

Intrínseca: malas pasiones.

Extrínseca: malos ejemplos del mundo y sugestiones del demonio.

2. Remedios contra esta muerte: Uno de los principales es la eucaristía, puesto


que nos preserva:

De los pecados veniales, que debilitan las fuerzas del alma.

De los pecados mortales, que le ocasionan la muerte en el orden sobrenatural.

“Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la Santa Misa”
- San Pío de Pietrelcina
SOBRE SAN PIO
Su amor a Jesús Eucaristía lo manifestaba pasando
muchas horas del día y de la noche en oración en el
coro ante Jesús sacramentado. No es de extrañar que
le diera la máxima importancia a la celebración de la
misa, que era el centro de su vida y de cada día.

En ella veía a Jesús, quedándose como extasiado en


algunos momentos, sonriendo a una presencia Su amor a Jesús
invisible. De aquí podemos comprender cuánto le
costó cuando le ordenaron que debía celebrar la misa Eucaristía lo
en 35 ó 40 minutos máximo. Él hubiera deseado manifestaba
celebrarla en dos o tres horas como lo hizo en los dos pasando
años de Segregación (1931-1933) o en sus primeros
años de sacerdote, cuando estaba en Pietrelcina por
muchas horas
enfermedad. del día y de la
noche en
Eran tantos los que querían asistir a su misa que el oración en el
padre Pío trastornaba los horarios de los hoteles,
regulaba los de los autobuses y atraía cada día a coro ante Jesús
primeras horas de la mañana a agentes que se sacramentado.
apretujaban en la pequeña iglesia del convento. Para No es de
todos era una experiencia de fe que los emocionaba y extrañar que le
los fortalecía. Durante la segunda guerra mundial,
muchos soldados, incluso protestantes de distintos diera la máxima
países, iban a verle celebrar la misa. importancia a
la celebración
El padre Agustín escribe en su Diario el 31 de
diciembre de 1944: El padre Pío celebró la misa a
de la misa, que
unos 20 oficiales y soldados americanos. Todos los era el centro de
domingos vienen soldados americanos a escuchar su su vida y de
misa. Todos quedan admirados, incluso los cada día.
protestantes. Bastantes soldados católicos comulgan
en la misa del padre, aunque sea tarde, hacia el
mediodía (en aquel tiempo había que estar en ayunas
desde las doce de la noche del día anterior).

La noche de Navidad de 1945 vinieron unos 50


soldados y oficiales americanos e ingleses. El día de la
Epifanía el padre Pío cantó la misa solemne y
bastantes soldados lo acompañaron con el canto de
la misa de “Angelis”.

Dice el padre Rafael: Todos los días viene algún


oficial o soldado americano a ver al padre Pío.
SOBRE SAN PIO

Dos capellanes católicos, entusiastas del padre Pío, vinieron con otros
oficiales.

El capellán jefe de la octava Armada británica se quedó a dormir una noche en


el convento y habló con el padre Pío. Asistieron a la misa más de setenta
soldados americanos con el capellán y algunos oficiales, comulgando casi
todos. Un médico militar americano visitó al padre Pío y le donó algunas
medicinas reconstituyentes, desde 1947 llegan comitivas de visitantes de
distintos países: Irlanda, Austria, Suiza, Uruguay, Argentina, Estados Unidos… y
de toda clase social: obispos, sacerdotes, médicos, embajadores, generales y
personas ilustres del deporte, senadores, ministros, príncipes, etc.

El escritor Guido Piovene, que asistió a la misa del padre Pío, escribió: "El
padre Pío celebra la misa en un estado de éxtasis y arrobamiento. No un
arrobamiento inmóvil, porque se alternan sentimientos diversos. Las manos,
que durante el día cubre con unos medios guantes, están desnudas en el
altar y manifiestan la gran mancha rojiza de los estigmas. Se ve que le
duelen y especialmente sufre al arrodillarse como lo pide el rito,
agarrándose al altar, pues una sombra de dolor físico aparece en su rostro.
Está claro que revive en su cuerpo y alma el sacrificio de Cristo. Más que una
misa, el suyo es un coloquio con Cristo. Los sentimientos diferentes de
alegría o angustia que se notan en su rostro son suscitados en él por los
hechos en que participa. He visto al padre Pío sacarse de la manga un
pañuelo, usarlo y después dejarlo sobre el altar. Su misa es al mismo tiempo,
trágica y confidencial. Celebrar misa es para el padre Pío un acontecimiento
capital de cada día. En otros momentos, ora y confiesa, duerme poco, come
algo de verdura y un vaso de cerveza. Sus ocupaciones son celebrar misa,
confesar y orar. Ellas constituyen en él un valor de función pública.

Nino Salvaneschi escribió sobre la misa del padre Pío: Nunca un hombre de
Cristo pudo haber celebrado con mayor sencillez a ejemplo de Cristo, cuando
rezaba en Galilea. Palidísimo, los ojos medio cerrados como el que está
viendo una luz demasiado intensa, el padre Pío celebra la misa como si
llegase de una humanidad superior a la nuestra, celebrando en aquel altar
sencillo y casi tosco a través de una atmósfera de otro mundo. A su derredor
la gente de san Giovanni Rotondo llena la iglesia.
La gente se sienta hasta en las gradas debajo del altar… No cabe duda,
cuando este hombre celebra la misa, está verdaderamente con Dios.

El padre Carmelo, hablando de la misa del padre Pío en sus últimos cuatro
años, manifiesta. La misa duraba de 35 a 40 minutos. He visto cómo aquel
sacerdote de Cristo revivía y ofrecía con Él el sacrificio del Calvario. Parecía
no percatarse de las luces, de los flash de los fotógrafos, de todo lo que
ocurría en torno a él. Ensimismado totalmente en Dios, miraba la sagrada
hostia con sus grandes ojos de los que parecía salir fuera toda su fe y su
amor. Se movía sobre sus pies doloridos.
SOBRE SAN PIO

Con frecuencia se enjugaba las lágrimas con un pañuelo blanco que el


sacristán tenía siempre a mano. A veces no lograba contener y dominar la
emoción interior y, además de las lágrimas, temblaba su voz y toda su
persona.

Algunos forasteros decían: Por fin he asistido a una verdadera misa. Y eso
que la decía en latín, pero se notaba con claridad que no era él el único que
asistía en el altar, pues le asistían presencias invisibles.

El padre Vicente de Casacalenda declaró: Uno no se cansaba de mirarlo. Allí


se estaba repitiendo el misterio de la Pasión. Parecía que había nacido para
celebrar la misa. Cuando levantaba la patena y el cáliz, las mangas bajaban
un poco y dejaban ver las llagas de las manos. Sobre ellas se posaban las
miradas de todos. Y, después de la consagración y de la elevación, se
advertía algo insólito en su rostro. La gente decía: “Parece Jesús”… ¿Y quién
puede olvidar aquel grito: Señor, no soy digno? Se daba golpes de pecho y
eran tan fuertes aquellos golpes que causaban maravilla. La gente contenía
su respiración, cuando llegaba la comunión. El divino crucificado se unía a
aquel pobre fraile crucificado como Él.

El padre Rosario de Aliminusa declaró: Durante tres años he podido asistir a


la misa del padre Pío y puedo afirmar que, durante la celebración de la misa,
su rostro se transformaba y quedaba luminoso. No digo que fuera una luz
sobrenatural, sino simplemente que su rostro tomaba un aspecto sereno,
resplandeciente como el de una persona que siente una gran alegría interior.
Era un rostro en el que transparentaba su íntima comunión con Dios.

Él me decía que comenzada la misa, no sentía nada y no se daba cuenta de lo


que sucedía a su alrededor en la iglesia.

El padre Vittorio Massaro cuenta sobre la misa de Nochebuena de 1965 a la


que él asistió, haciendo de diácono: Otras veces asistí a la misa de padre Pío,
pero aquella noche santa fue algo muy especial. El padre se transformaba al
contemplar al Niño divino ante sus ojos. Daba suspiros de amor, que salían
de las fibras más íntimas de su corazón. El padre cantaba siempre con voz
clara y fuerte, pero aquella noche era una explosión de amor y entonó el
canto del Gloria con mucho entusiasmo.

La santa misa era para él el centro de su vida. Asistir a ella era como una
atracción que quitaba la respiración e invitaba a la meditación profunda. Y,
si esto sucedía a todos los que estaban presentes, cuánto más a los que
ayudaban en el altar. Parecía que toda la persona del padre Pío
resplandecía.
SOBRE SAN PIO

El señor Francesco Vicari en su Testimonio declaró: Tuve la suerte de asistir a


su misa. Mirando las llagas de sus manos, la luz de sus ojos y el éxtasis de su
rostro, me surgió una plegaria. “Haz Dios mío, que pueda amarte también yo
como este hombre santo.

En una entrevista al padre Pío le preguntaron:

- ¿La Santísima Virgen está en su misa?


- ¿Y creen que la Madre no se interesa por su Hijo?
- ¿Los ángeles asisten a la misa?
- En multitudes.
- ¿Qué hacen?
- Adoran y aman.
- Padre, ¿quién está cerca de vuestro altar?
- Todo el paraíso.
- ¿Quisiera celebrar más de una misa al día?
- Si estuviera en mi poder, no descendería jamás del altar.

El mismo padre Pío manifestó: El día de la Asunción de María al cielo estaba


celebrando la misa y… me sentía morir. Eran dolores físicos y penas internas
que martirizaban mi pobre ser. Una tristeza mortal me invadía y me parecía
que todo había terminado para mí: la vida terrena y la eterna. Lo que más me
atormentaba era no poder manifestar a la divina bondad mi amor y
reconocimiento. No me aterrorizaba tanto la idea de ir al infierno, sino la idea
de que allí no hay amor… Tocaba la cima de la agonía y donde pensaba
encontrar la muerte, encontré el consuelo de la vida. En el momento de
consumir las sagradas especies de la hostia santa, una luz me invadió
totalmente y vi claramente a la Madre celeste con su Hijo en brazos que,
juntos, me decían: “Tranquilízate. Nosotros estamos contigo, tú nos
perteneces y nosotros somos tuyos”. Dicho esto, no vi nada más, llegó la
calma y la serenidad, todo el día me sentí ahogado en un océano de dulzura y
amor indescriptible. Al ocaso del sol de este día he regresado al estado
normal.

Para celebrar bien la misa se preparaba con mucha oración. Se levantaba muy
temprano y se pasaba un par de horas en oración antes de celebrar la misa.
Después de la misa, se quedaba, al menos media hora, en acción de gracias.
SOBRE SAN PIO

El padre Buenaventura de Pavullo le hizo algunas preguntas en noviembre de


1939:

- Padre Pío, ¿cómo se debe preparar uno bien para celebrar la misa?
Pensar en la pasión de Cristo que se renovará poco después.
¿Se puede orar en la misa fuera de los Mementos de vivos y difuntos?
¿Cómo no se va a poder? ¿Te parece que después de la consagración no se le
pueda decir a Jesús allí presente: Te amo, perdona mis pecados, ten piedad y
misericordia de mí y de ellos y salva al mundo entero?.

En carta del 18 de abril de 1912 le escribía al padre Agustín sobre su acción de


gracias: Después de la misa me entretuve con Jesús para darle gracias. ¡Qué
suave fue el coloquio que he tenido esta mañana con el paraíso!... El Corazón
de Jesús y el mío se fundieron. No eran dos corazones que latían, sino uno
solo. Mi corazón había desaparecido como una gota de agua en el mar.
Jesús era el paraíso, el rey. Mi alegría era tan intensa y profunda que no
podría soportar más. Lágrimas deliciosas inundaron mi rostro.

En carta al padre Benito del 21 de julio de 1913 le escribe: El domingo,


después de la celebración de la misa, fui transportado por una fuerza
superior a una habitación muy espaciosa, toda resplandeciente de luz
vivísima. En un trono alto vi sentada una señora de extraordinaria belleza.
Era la Virgen santísima que tenía al niño en su seno, el cual tenía una actitud
majestuosa con un rostro espléndido y luminoso más que el sol. Y alrededor
había una gran multitud de ángeles bajo formas resplandecientes.

A partir del 24 de noviembre de 1966 tuvo que celebrar la misa sentado y


mirando al pueblo por sus achaques, pues tenía ya 79 años. Pero siempre fue
muy cuidadoso en guardar las normas litúrgicas establecidas como hijo
obediente de la Iglesia, pues sabía muy bien que la misa, no era la misa del
padre Pío, sino la misa de Jesús. Jesús es el que celebra la misa y el sacerdote
es sólo ministro de Jesús y ministro de la Iglesia en la celebración.

Cuando vinieron las reformas litúrgicas con el concilio Vaticano II y el


establecimiento de la misa de cara al pueblo en lengua vernácula, para
evitar faltas, prefirió pedir dispensa, que consiguió, para poder seguir
celebrando la misa en latín y según el rito antiguo. Solamente se le pidió
observar la rúbrica de levantar el cáliz y la patena con las dos manos. El
padre Pellegrino declaró: El día en que le llegó la dispensa me mandó a la
capilla para traerle el cáliz y la patena y ver cómo se levantaban los dos
juntos, porque decía: “Las cosas hay que hacerlas bien”.
SOBRE SAN PIO

Cuando estaba enfermo, debían llevarle la comunión sin falta, porque no


podía vivir sin ella. Un día dijo: Si debiera estar un día sin la comunión, yo me
moriría.

El padre Agustín refiere que, estando el padre Pío enfermo en el convento de


Venafro, le llevaban la comunión a su celda. Un día estaba muy afligido,
porque no sabía si había comulgado. Le dije que le había dado yo mismo la
comunión con mis indignas manos, pero no se convencía.

ntonces, el Superior le pidió ayuda a su ángel custodio y, al instante, el padre


Pío se acordó de haber comulgado. Dos veces le ocurrió esto por haber
comulgado en éxtasis sin darse cuenta.

La eucaristía era para él el alimento para su cuerpo y para su alma. Decía:

- Un día sin comunión es como un día sin sol.


- ¿Cómo podría vivir un solo día sin acercarme a recibir a Jesús? - El mundo
podría existir sin el sol, pero no sin la misa.
- Cuando no puedas ir físicamente, vete en espíritu ante el sagrario.

“Sería más fácil para el mundo existir sin el sol que sin la
Santa Misa”
- San Pío de Pietrelcina

PROPÓSITO:
En este día, haré una visita por una hora a Jesús
Sacramentado y asistiré a la Santa Eucaristía, con
todo amor y respeto. Lo voy a ofrecer a Jesús por la
salvación del mundo entero.

También podría gustarte