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Índice
Staff
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Sobre la Autora
Staff
MODERADORA
Liobooks
TRADUCCIÓN
Danielle
OnlyNess
CORRECCIÓN
Kote Ravest
Leyroja
Mariangela
LECTURA FINAL
Mar
Sinopsis
Tessa por fin ha hecho las paces con su vida como Variante. Ella y su
amor de toda la vida, Alec, son oficialmente una pareja y, por primera vez,
tiene todo lo que quiere.
Pero el ambiente está tenso en la sede de la FEA. Un agente ha
desaparecido, y es probable que el ejército de Variantes Rebeldes de Abel
sea el culpable.
Cuando Tessa es convocada para su segunda misión, se ve
inesperadamente lanzada a una enorme conspiración. Su mejor amiga,
Holly, ha sido secuestrada y Tessa sabe que estaba destinada a ser ella.
¿Pero quién la persigue? Y lo que es más importante, ¿por qué?
Cuando los esfuerzos de la FEA por rescatar a Holly no dan
resultados, Tessa toma el asunto en sus propias manos. Desesperada por
salvar a su amiga y descubrir el misterio que se esconde detrás del Ejército
de Abel, Tessa inicia su propia investigación, pero nada podría prepararla
para lo que encuentra.
Reuniendo todo su coraje y fuerza, Tessa debe decidir en quién puede
confiar y por qué vale la pena luchar.
***
***
***
Sabía que solo era cuestión de tiempo hasta que tuviera que
enfrentarme a Kate. Pero cuando llamó a mi puerta al día siguiente, no pude
hacer otra cosa que mirarla fijamente, agarrando con fuerza el marco de la
puerta. Ella era solo unos centímetros más alta que yo, pero siempre se las
arreglaba para hacerme sentir pequeña en más de un sentido. Como de
costumbre, iba perfectamente peinada: cabello rubio recogido en una coleta,
vestida con pantalones negros y una blusa blanca. Yo llevaba un pantalón de
chándal gris y una camiseta arrugada.
—Oh, hola —dije estúpidamente. Holly estaba dando vueltas en la
piscina y de repente deseé haber ido con ella para evitar esta confrontación.
El rostro de Kate estaba cuidadosamente controlado, sus ojos de color
ámbar cobrizo eran ilegibles. Si quería estrangularme, lo disimulaba muy
bien.
—Tenemos que hablar. —Miró por encima de mi hombro hacia la
habitación vacía—. ¿Me vas a invitar a entrar o no?
Me inclinaba fuertemente hacia el no, pero habría sido infantil y
prefería terminar con la conversación. Di un paso atrás y abrí la puerta lo
suficiente como para que entrara.
Sin otra palabra, Kate entró y se quedó en medio de la habitación.
Observó los posters de Alíen y Freddy Krueger que colgaban sobre mi
cama. Asintió con aire de suficiencia.
—Entonces de ahí es que Alec sacó su mal gusto.
Reprimí un comentario mordaz. Ella solo quería sacarme de quicio y
yo no le daría esa satisfacción. Me quedé cerca de la puerta en caso de que
tuviera que escapar rápidamente.
—Kate, lamento cómo han ido las cosas. Yo…
—No, no lo sientes —me interrumpió Kate—. Y no finjas lo
contrario. Llevas años suspirando por Alec y ahora por fin tienes lo que
querías.
—Es cierto. Pero eso no significa que no lamente lo que has perdido.
—No. —Sacudió la cabeza con fuerza, pero ni un solo mechón
escapó de su cola de caballo. Mis rizos habrían estado por todas partes—.
No te atrevas a sentir lástima por mí. Soy una chica grande. No estoy
llorando hasta quedarme dormida porque Alec me dejó. Hay otros peces en
el océano. Peces más grandes.
Todavía estaba sujetando el pomo de la puerta. No era demasiado
tarde para echar a Kate.
—¿Entonces por qué estás aquí? —cuestioné.
—Mira, Tessa, vine aquí para advertirte.
Solté el pomo de la puerta.
—¿Advertirme?
Una sonrisa resentida apareció en su rostro.
—Creo que no deberías entrar en esta… relación con Alec a ciegas.
Te mereces saber toda la verdad.
—¿Qué verdad? —No creía que Kate hubiera venido aquí para
ayudarme. Estaba aquí para abrir una brecha entre Alec y yo. Pero estaba
perdiendo el tiempo; nada podía hacer tambalear mi confianza en él.
—Alec te ha estado mintiendo desde el primer día. Te ha estado
manipulando…
Negué con la cabeza.
—Solo estás celosa de que te haya dejado por mí. No tengo que
escuchar tus mentiras. Debería haber sabido que has estado planeando esto.
—Si crees que estoy aquí porque estoy celosa, estás alucinando aún
más de lo que pensaba —dijo Kate con sorna—. Dime: en todos los años
que has conocido a Alec, ¿nunca has sentido que algo estaba mal, nunca has
tenido una punzada de sospecha? —Miró mi rostro y una de las comisuras
de su boca se levantó.
Su tono y sus palabras me hicieron sentir furiosa. ¿Qué razón tenía yo
para sospechar de Alec? Mis dedos agarraron el dobladillo de mi camiseta.
Quería arañarla.
—Conozco a Alec mejor que tú, mejor que nadie.
—¡Oh, por favor! —Kate resopló, con ojos crueles y despiadados—.
Sabía que te tenía atrapada en su dedo meñique. ¿Pero esto? Es ridículo.
—Kate, habla con alguien a quien le importen tus tonterías. —Abrí la
puerta, decidida a marcharme, pero Kate agarró mi antebrazo y sus uñas se
clavaron en mi piel. El aroma de su perfume floral inundó mi nariz.
Una docena de imágenes de defensa personal revolotearon por mi
cabeza, pero las aparté. Una pelea con Kate no conduciría a nada. Estaba
por encima de sus juegos.
—Suéltame.
—Escucharás lo que tengo que decir y lo escucharás bien —siseó ella,
habiéndose quitado por completo su máscara de amabilidad, su rostro ahora
tenía una mueca de enojo—. Lo que sea que esté pasando entre Alec y tú,
está condenado. Porque no importa lo que pienses, no sabes nada de él.
Intenté quitármela de encima, pero sus dedos apretaron mi brazo.
Cerró la puerta de golpe, y mi cabello se agitó sobre mi rostro por la fuerza
del movimiento. Parpadeé frente a la superficie blanca y lisa de la puerta,
obligándome a respirar con calma. Volvíamos a estar solas en la habitación.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Nada de lo que iba a decir rompería mi
confianza en Alec. Nada, me juré a mí misma.
Pero sus palabras, pronunciadas en voz baja, se abrieron paso en mi
cabeza.
—Te ha estado mintiendo todos estos años. Alec es un Variante Dual
y nunca te lo dijo ni lo hará.
Mis piernas se sentían débiles. Si Alec era un Variante Dual, eso
significaba que tenía una segunda Variación, una que me había ocultado
todo el tiempo. Me alejé de ella, mi espalda chocó contra la dura madera de
la puerta, y me soltó.
—No lo es. No sabes de qué estás hablando —protesté.
Alec no me habría ocultado una variación… ¿o sí?
Kate negó con la cabeza con sorna.
—Sigues deseando defenderlo. Pero déjame decirte algo. Alec no solo
es fuerte; es empático. Puede controlar las emociones. Piénsalo. Cuando
estás con él, ¿estás segura de que has sentido lo que sentiste?
—Estás mintiendo —susurré, pero sentía como si algo estuviera
atascado en mi garganta.
—Cada vez que sientes algo alrededor de Alec, él lo sabe. Y si no le
gustan tus emociones, tiene la capacidad de cambiarlas. Puede hacerte
sentir exactamente lo que quiere que sientas. Puede manipularte, y créeme,
Tessa, lo ha hecho en el pasado. ¿Estás segura de que tus emociones son
tuyas?
Sentía como si me hubieran emboscado. No podía creer lo que estaba
escuchando.
—Vete —grazné.
—Despierta, Tessa. Ya era hora de que alguien te dijera la verdad.
Créeme, Alec y el Mayor te habrían mantenido en la oscuridad para
siempre. —Algo parpadeó en su rostro, tal vez preocupación o
arrepentimiento, como si se diera cuenta de que no debería haberme
contado tanto como lo hizo.
Más allá de lo que Alec quisiera, probablemente el Mayor se
enfadaría si se enterara. Sin otra palabra, Kate salió de la habitación. Apoyé
mi cabeza en la fría madera y caí de rodillas cuando la puerta se cerró.
Traté de convencerme de que ella había mentido, de que sus palabras
habían sido fruto de los celos, su forma de vengarse, pero la semilla de la
duda había sido sembrada y ahora se estaba enconando. Hace un par de
meses, cuando Alec y el Mayor me acompañaron por primera vez en la
misión de Livingston, había sentido que alguien intentaba manipular mis
emociones. Pero lo había dejado de lado por los nervios.
¿Y si Alec hubiera utilizado su variación para calmarme en ese
entonces? Y no fue la única vez que me sentí mágicamente calmada en
presencia de Alec. ¿No era más que un truco? ¿Había utilizado su Variación
conmigo? ¿Y qué más había hecho sin que me diera cuenta? ¿Cómo podía
estar segura de que todo lo que sentía cerca de Alec era verdad? Cada
recuerdo, cada beso, cada sonrisa… todo se sentía contaminado ahora.
Cerré los ojos, intentando poner en orden el torbellino de emociones y
pensamientos en mi cuerpo. Apreté los puños y me puse en pie
tambaleándome. No quería creerlo. Pero en el fondo, sabía que siempre
había algo raro en mis sentimientos cuando estaba cerca de Alec. Empecé a
temblar y el malestar se apoderó de mí. Si no podía confiar en la única
persona a la que creía poder amar completamente, ¿qué me quedaba? Holly.
Tenía que hablar con Holly.
Abrí la puerta y me asomé al pasillo para asegurarme de que Kate se
había ido. No quería que viera lo mucho que me habían afectado sus
palabras. El pasillo estaba vacío. Me escabullí y bajé a toda prisa las
escaleras hacia la piscina. El perfume de Kate todavía se aferraba a mi ropa,
al igual que sus palabras se aferraban a mi mente. Una mujer del personal
de limpieza desapareció en el cuarto de la lavandería y esperé a que cerrara
la puerta para pasar y entrar en la sala de natación.
Holly estaba haciendo brazadas mariposa tipo delfín. Su cabello rojo
entraba y salía del agua, sus movimientos eran fluidos y rápidos. No me vio
cuando me agaché en el borde de la piscina. Todavía me temblaban las
manos y piernas, pero me sentía algo más tranquila. Pasaron diez minutos
hasta que Holly se detuvo en un extremo de la piscina. Se quitó las gafas
amarillas de neón e inmediatamente me vio. Su rostro esbozó una sonrisa,
pero enseguida desapareció. Sus estrechas cejas marrones se juntaron
mientras nadaba hacia la escalera y salía. Me dolían las piernas cuando me
levanté para entregarle una toalla. Sus ojos no se apartaron de mi rostro
mientras secaba su cabello.
—¿Pasó algo entre tú y Alec?
—Más o menos. Kate y yo tuvimos una charla—dije lentamente,
tratando de evitar que la preocupación tiñera mi voz.
Pero mis emociones estaban justo debajo de la superficie; Holly
probablemente podía verlas brillar a través de mi piel como letreros de
neón.
—Oh, no. ¿Qué hizo?
Mientras arrojaba la toalla en el cesto, no pude evitar mirar más allá
del cesto, a ese lugar en el suelo. Allí fue donde Alec me había encontrado
unas semanas después de haberme unido a la FEA, llorando histéricamente
porque mi madre había dicho que no debía volver a llamarla. Alec me había
consolado ese día e innumerables veces más desde entonces. ¿Qué había
detenido mis lágrimas cada vez? ¿Sus palabras o su variación? ¿Y qué hay
de todas las veces que había anhelado su tacto en su presencia? ¿Lo había
sentido?
—¿Tessa? —Holly tocó mi brazo, dejando huellas de agua en la
manga de mi camiseta.
Salí de mis pensamientos y me aparté del cesto. El agua se deslizaba
por el borde de la piscina y era absorbida por el sistema de filtrado. Me
desplomé en un banco contra la pared y Holly se sentó a mi lado, temblando
solo con su bikini amarillo.
—Cuéntame —exigió, y le conté todo lo que Kate había dicho.
Con cada palabra, mi voz subía de tono, y sentía como si una burbuja
se formara dentro de mi cuerpo y estuviera a punto de estallar. Cuando
terminé, respiré profundamente. Esperaba, deseaba que Holly se riera y me
dijera lo ridícula que era, pero no lo hizo. Sus ojos se volvieron distantes y
un ceño fruncido arrugó sus cejas.
—Puede que Kate esté celosa y ciertamente quiere lastimar a Alec,
pero ¿por qué inventaría algo así? —dijo en voz baja.
Asentí.
—No es solo eso. A veces, cuando estoy cerca de Alec, mis
sentimientos mejoran rápidamente, ¿sabes? Siempre pensé que era por él,
por mis sentimientos hacia él, pero...
—Pero ahora ya no estás segura —terminó la frase por mí.
Holly mordió su labio inferior. El agua corría en estrechos riachuelos
por su rostro y brazos. Probablemente se resfriaría si impidiera que se
pusiera ropa adecuada durante mucho más tiempo.
—¿Sabes que mi Variación siempre está estropeada?
Asentí; por supuesto, lo sabía.
—El Mayor me hizo tomar todas esas clases adicionales con
Summers, pero realmente no ayudaron. Con cada clase, me sentía más
como un fracaso total y seguía cometiendo errores aún peores. Pero
entonces un día el Mayor envió a Alec en lugar de Summers, y
mágicamente mi humor y mi variación mejoraron. ¿Recuerdas cuando te
dije después lo increíbles que habían sido las clases ese día?
No me moví. Lo recordaba. Holly no había perdido el control de su
variación ni una sola vez ese día. Ella estaba tan feliz como nunca la había
visto.
—Me había sentido tranquila y segura de mí misma, y de repente mi
invisibilidad funcionaba sin fallas. Había pensado que era porque Alec no
me ponía tan nerviosa como Summers, pero ahora que lo pienso, no estoy
muy segura de que mis emociones de aquel día fueran totalmente mías.
Miré las palmas de mis manos, que estaban rojas de tanto apretarlas.
—Suena exactamente como lo que había estado experimentando.
—Yo...umm… tal vez. —Holly estaba buscando explicaciones,
excusas, pero no había ninguna—. ¿Crees que el Mayor lo sabe?
Sonreí sin alegría.
—El Mayor lo sabe todo.
Holly asintió.
—Sí, probablemente piensa que no necesitamos saberlo. Él siempre
sabe más. —La última parte sonó con amargura. Lo entendía. Realmente lo
entendía. Estaba tan cansada de ser tratada como una agente de segunda
clase, como si no pudiera manejar el mismo conocimiento que el Mayor o
Alec o incluso Kate.
—Tengo que hablar con Alec.
—¿Estás segura? Si te enfrentas a Alec, él te dará una respuesta, te
guste o no. —Holly me rodeó con su brazo. Me estremecí cuando mi ropa
se empapó y el frío se filtró en mi cuerpo.
—Lo sé. Pero tengo que saberlo con certeza. Tengo que escucharlo
decirlo. No puedo olvidar lo que dijo Kate. Quién sabe, quizá haya una
explicación.
—De acuerdo —dijo lentamente, pareciendo dudosa—. ¿Necesitas
refuerzos?
—No —dije. Me levanté. Su brazo se deslizo de mi cuerpo—. Vístete
y asegúrate de no resfriarte.
Holly me dio una pequeña sonrisa alentadora mientras me daba la
vuelta y me dirigía a la habitación de Alec, pero no consiguió borrar la duda
de su rostro.
Capítulo 6
***
Tanner fue quien me trajo la ropa que debía usar para reemplazar al
senador Pollard: un traje gris oscuro, una camisa blanca y una corbata roja,
así como unos calzoncillos blancos de algodón y una camiseta interior. No
había considerado que tendría que usar también su ropa interior.
Tanner se apoyó en el marco de la puerta, retorciendo el piercing en
su tabique. Su expresión era demasiado seria.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Necesito hablar contigo —dijo—. Sobre Alec.
El miedo se instaló en la boca de mi estómago. Eso era lo último de lo
que quería hablar.
—¿Puede esperar hasta más tarde? Tengo que cambiarme. —Ni
siquiera podía mirarlo a los ojos. Era el mejor amigo de Alec.
Probablemente había estado al tanto de su secreto desde el principio. Sabía
de qué lado estaba.
—No tardaré mucho. —Se acercó, pero luego lo pensó mejor y se
detuvo en medio de la habitación. Parecía inquieto, como si lo que fuera a
decir a continuación estuviera fuera de su zona de confort—. Alec te ama.
Lo sabes, ¿verdad?
Por supuesto que lo sabía. Alec me había dicho las palabras, pero
escuchar a Tanner decirlas hacía que parecieran más reales.
—El amor no es el problema —dije en voz baja. Miré la foto de Alec
y yo en mi mesita de noche. ¿Por qué las cosas tenían que ir mal tan rápido?
Hubo un momento en mi vida en el que pensé que si Alec admitía su amor
por mí sería la persona más feliz del mundo.
—Todo lo que necesitas es amor. ¿Quieres que te cante la canción? —
bromeó. Pero la sonrisa se desvaneció en sus labios cuando vio mi
expresión—. No es un buen día para hacer bromas, ¿eh?
Negué con la cabeza. Miré la ropa que tenía en mis manos.
—Alec se está castigando a sí mismo por todo el asunto —dijo
Tanner. Estaba frotando sus zapatillas de deporte a cuadros por el suelo, de
un lado a otro. Me centré en ellas en lugar de en su rostro—. Él quería
decírtelo. Pero las cosas no son tan fáciles cuando el Mayor está
involucrado.
Levanté la cabeza.
—¿Así que sabes lo de su Variación Dual?
Tanner dudó, se veía acorralado.
—Sí, pero…
—¿Él te lo ha contó?
Tanner agarró su cresta.
—Cielos, Tessa, me estoy haciendo un lío.
—¿Así que te lo dijo a ti, pero no a mí?
—Es complicado.
Lo señalé con un dedo.
—Oh no, tú también no. He escuchado esas palabras tantas veces y
estoy harta de eso.
—A Alec le preocupaba cómo reaccionarías si te enterabas. Pero
créeme, quería decírtelo.
—¿Te envió a hablar conmigo? —exigí.
Tanner resopló.
—¿Alec? Por favor. Tú lo conoces. Trata de lidiar con las cosas por su
cuenta. Probablemente patearía mi trasero si se enterara de que estoy aquí.
—Realmente necesito cambiar a Pollard ahora —dije.
Tanner asintió y se dirigió hacia la puerta. Con la mano en la manija,
se giró hacia mí una vez más.
—Ustedes dos se necesitan mutuamente. Deberías darle otra
oportunidad. Todos cometemos errores.
—Créeme, lo sé. Y nunca dije que no le daría otra oportunidad. Pero
estoy molesta y realmente necesito concentrarme.
Tanner dudó como si hubiera algo más que decir, pero luego se
escabulló y cerró la puerta sin hacer ruido. Me quedé mirando la superficie
blanca por un momento, tratando de calmar mis furiosas emociones antes
de comenzar a desvestirme. ¿Cómo iba a concentrarme ahora?
No me molesté en ponerme la ropa del senador Pollard, ya que me
habría quedado demasiado grande para mi cuerpo actual.
Mi transformación comenzó lentamente porque estaba distraída, y las
ondulaciones disminuyeron hasta convertirse en un suave temblor. Volví a
concentrarme en mi transformación y, en cuestión de segundos, me había
convertido en el senador Pollard.
Holly salió de nuestro cuarto de baño y sus ojos se abrieron
ampliamente mientras su mirada recorría el cuerpo extraño.
—Oh, Dios mío —musitó, sonrojándose.
Tardé un momento en darme cuenta de por qué estaba reaccionando
así. Estaba desnudo frente a ella, en el cuerpo del senador Pollard. No había
ninguna parte que estuviera cubierta. Riendo, me tambaleé hacia el montón
de ropa y metí mis piernas en sus calzoncillos. Tenía que admitir que no
quería ni pensar en el hecho de que tendría que tocar su cosa en algún
momento, si quería orinar, como mínimo.
—¿Y? —preguntó Holly.
Fruncí el ceño.
—¿Cómo está Alec en comparación?
Me tomó un momento entender lo que quería decir.
—Él está en su propia liga.
Holly soltó una risita y finalmente me ayudó a vestirme. Metí el
dobladillo de la camisa en mi cremallera tres veces antes de que ella
volviera a meter la tela en el pantalón y subiera la cremallera correctamente.
No dejaba de reírse.
—Espero que no te dé un ataque de risa durante la misión. Creo que
las personas podrían sospechar si el aire vacío comienza a hacer ruido —
dije.
Era una broma, pero me arrepentí de las palabras cuando vi la
ansiedad en el rostro de Holly. Esta era su primera misión, y su Variación
no había sido precisamente fiable en el pasado. Puse una mano pesada y de
dedos largos en el hombro de Holly.
—Todo estará bien —le dije con la profunda voz del senador Pollard
—. Alec estará ahí. No dejará que fracases. Si las cosas se ponen difíciles,
simplemente usará su extraña Variación para manipular tus emociones. —
Casi podía saborear la amargura en mi lengua.
Holly miró la mano en su hombro con el ceño fruncido antes de
estallar en carcajadas una vez más.
—Lo siento. Esto es demasiado absurdo.
—Lo sé —dije con una sonrisa, contenta de que su oscuro humor
hubiera desaparecido. Cuando el traje estuvo puesto, Holly y yo nos
dirigimos al helipuerto.
El Mayor y Alec ya nos estaban esperando.
—Me gustaría hablar contigo, Tessa —dijo el Mayor, alejándose de
Holly y Alec, sin dejarme otra opción más que correr detrás de él. Se
detuvo abruptamente y casi choco contra su espalda. Era la primera vez que
tenía que mirar hacia abajo; Pollard era bastante más alto que el Mayor—.
Escucha, si fuera por mí, no formarías parte de esto —dijo—. Todavía no
sabemos lo suficiente sobre la amenaza, y mucho menos si los agresores
atacarán hoy. No me gusta la idea de estar en la oscuridad de esta manera. Y
no creo que este sea un buen momento para que abandones el cuartel
general.
Asentí, aunque no entendía su razonamiento. ¿Por qué me decía esto
si aún tenía que irme?
—¿Pero cree que el Ejército de Abel tiene algo que ver con las
amenazas de muerte? —pregunté.
El mayor frunció el ceño.
—No veo por qué se molestarían con el senador Pollard, a menos que
juzguen mal su importancia. No es que su papel de asesor en asuntos del
crimen organizado detenga a nadie, e incluso su implicación con nosotros
no es digna de mención. Creo que hay algo más en juego aquí. Y
francamente, no confío en el senador Pollard.
Eso me sorprendió.
El Mayor miró su reloj.
—Es hora de ponerse en marcha. No queremos que llegues tarde —
dijo—. Alec se asegurará de que nadie esté tramando algo, especialmente el
personal de seguridad.
—¿Se refiere a leer y manipular sus emociones? —No estaba segura
de por qué lo había dicho.
Los ojos del Mayor se dirigieron a Alec, como si pensara que podría
haberme revelado su secreto.
—Él no me lo dijo — murmuré—. Lo descubrí yo sola.
Ésta habría sido mi oportunidad de meter a Kate en serios problemas,
pero, por una vez, no era con ella con quien estaba enojada. Sin ella,
seguiría sin saber nada. Supongo que debería estar agradecida con ella,
aunque sus razones para decírmelo no fueran inocentes.
—¿Por qué no me lo dijo? —pregunté.
El Mayor levantó las cejas.
—No había ninguna razón para hacerlo. Pero lo hablaremos más
detalladamente cuando regreses de la misión.
—¡Es la hora! —gritó Alec, señalando su reloj antes de subir al
helicóptero. Las aspas comenzaron a girar. Corrí hacia Holly y juntas
subimos al interior. El Mayor asintió antes de cerrar la puerta y retroceder.
Luego despegamos, hacia mi segunda misión.
Capítulo 10
Nunca había visto al Mayor tan furioso. Todo su rostro estaba torcido.
Las hélices se ralentizaron y el Mayor abrió la puerta del helicóptero antes
de que dejara de moverse. Dos agentes mayores estuvieron a su lado en un
abrir y cerrar de ojos y lo ayudaron a sacar a Stevens afuera.
—Se llevaron a Holly —dije de nuevo, con voz apagada por la sangre
en mi nariz. Lo había dicho en voz alta al menos una docena de veces, pero
seguía sin parecer real.
—Alec ya me informó —dijo el Mayor distraídamente—. Este no es
el final. Exigiré una explicación al senador Pollard. —Su ceño fruncido
estaba fijo en Stevens, pero el agente no se sentía intimidado. Había algo
diferente en él.
La última vez que había visto al Mayor y a Stevens en una habitación
juntos, Stevens se encogió bajo la mirada del Mayor y trató de hacerse lo
más pequeño posible, pero hoy no. Él mantenía la cabeza en alto y le
devolvía la mirada al Mayor sin vacilar. Parecía confiado, desafiante,
completamente a gusto consigo mismo.
—¿Por qué te llevaste a Holly? —le grité, dando un paso en su
dirección.
Abrió la boca, pero antes de que pudiera responder, el Mayor levantó
una pistola eléctrica y disparó. Cayó al suelo, con una expresión de dolor.
Me quedé inmóvil. ¿Por qué lo había hecho? Stevens no estaba siendo
agresivo ni luchando contra sus ataduras. No había ninguna razón para la
violencia.
El rostro del Mayor era una máscara de piedra mientras volvía a
guardar la pistola eléctrica y enderezaba el cuello de su camisa.
—Señor, ¿Qué pasa con Holly? —pregunté mientras veía cómo dos
agentes levantaban a Stevens del suelo. Colgaba sin fuerzas en sus manos.
Sentí la mano de Alec en mi hombro, alejándome del helicóptero. Había
empezado a llover de nuevo. No podía dejar de temblar.
—Hablaremos más tarde, Tessa. No tengo tiempo para esto ahora.
Regresa a tu habitación y trata de descansar —dijo el Mayor con
brusquedad.
—Pero quiero estar presente cuando interroguen al agente Stevens —
insistí.
El Mayor me lanzó una mirada rápida, sus ojos se demoraron en la
sangre en mi rostro y camisa.
—Ese no es tu lugar. No creo que sea prudente. Ya escuchaste lo que
dije. Descansa un poco.
Me quedé mirando su espalda mientras seguía a Stevens y a los dos
agentes que lo llevaban al interior del edificio.
—Alec, tengo que hablar contigo —dijo él sin darse la vuelta.
Alec todavía estaba tocando mi hombro.
—Te llevaré a tu habitación.
—No, está bien —dije robóticamente—. No deberías dejar que el
Mayor espere. Tal vez puedas averiguar más sobre Holly. ¿Lo harás? —Lo
miré suplicante.
Me ofreció una sonrisa triste.
—Por supuesto. —Se inclinó y rozó sus labios con los míos. Pero
apenas lo sentí. Mi cuerpo se había entumecido. Observé cómo se
apresuraba a seguir al Mayor antes de dirigirme hacia mi habitación.
Devon estaba esperando frente a mi puerta cuando llegué. El Mayor
debe haberle advertido sobre mis heridas. Sus ojos recorrieron mis piernas
desnudas y la camisa ensangrentada hasta que se posaron en mi nariz.
Todavía no me había visto, pero por la expresión de horror de Devon, era un
desastre. Me rodeó con un brazo y acepté con gusto su apoyo. Solo me soltó
cuando me hundí en la cama.
—Es solo mi nariz —dije en voz baja.
—¿Qué pasó? —Tocó con sus dedos mis mejillas.
—No creo que se me permita hablar de eso.
—¿No estamos ahora del mismo lado? ¿FEA, luchando por lo
correcto? —preguntó, pero había un rastro de sarcasmo en su voz.
Apoyó las palmas de sus manos en mi rostro y, después de unos
segundos, el sordo latido de mi nariz cesó. Lentamente, retiró sus manos.
—¿Necesitas algo más? —preguntó con voz cuidadosa.
Empecé a negar con la cabeza, pero mi cuerpo comenzó a temblar
incontroladamente. Jadeé.
—Se llevaron a Holly.
Devon tomó mi mano.
—Mierda —murmuró—. Lo siento mucho, Tessa. No he estado en la
sede durante mucho tiempo, pero me doy cuenta de lo unidas que estaban.
Estoy seguro de que la FEA la encontrará.
Sus ojos azules se clavaron en mí y de repente no pude soportarlo
más.
—Devon, lo siento, pero necesito estar sola.
La comprensión en su rostro casi me deshizo. Cuando cerró la puerta
tras él, caí de rodillas en la puerta del baño. Me tomó un momento
encontrar las fuerzas para ponerme en pie.
No podía dejar de mirar la cama vacía de Holly. Sus sábanas con los
enormes girasoles (ella no soportaba las sábanas blancas almidonadas que
suministraba la FEA) estaban arrugadas y el oso de peluche rosa que sus
hermanos pequeños le habían regalado la última Navidad estaba posado en
la almohada. Más de una vez había sorprendido a Holly apretándolo contra
su pecho en mitad de la noche. Ella siempre lo negaba con una sonrisita de
felicidad. Mi estómago se contrajo dolorosamente al recordarlo.
Ahora se había ido.
Desaparecido.
¿Qué le dirían a su familia si nunca regresaba? ¿Alguien se lo diría?
¿O el Mayor simplemente inventaría una historia?
Luché contra las lágrimas durante horas, pero ahora no podía
detenerlas. Las compuertas se abrieron y se derramaron por mi rostro.
Todavía no estaba segura de lo que había sucedido. Pero, de alguna manera,
sabía que no tenían intención de llevarse a Holly. Por eso todos habían
tenido tanto miedo de dejarme ir. Les habían dado órdenes de llevarse a la
chica de cabello castaño oscuro de la misión de Livingston. A mí. Y como
me había cambiado a Alec, el tipo había pensado que Holly era su objetivo.
La puerta de mi habitación se abrió y Alec entró. Sombras profundas
se extendían debajo de sus ojos y todavía llevaba el traje que había usado
para la misión, pero había aflojado la corbata y desabrochado los dos
primeros botones de la camisa blanca. Unos puntos rojos salpicaban el
cuello y la parte delantera. Alec me siguió con la mirada.
—Es tu sangre —explicó como si pudiera haber olvidado que mi
nariz se había roto ese mismo día.
Examinó mi rostro.
—¿Devon estuvo aquí? —preguntó con neutralidad.
Asentí. Lentamente, traté de ponerme de pie, mis piernas estaban
temblorosas.
—¿Qué dijo Stevens? ¿Te dijo a dónde se llevaron a Holly? —Me
hubiera gustado estar presente durante el interrogatorio.
Alec parecía agotado.
—No nos dijo nada.
—¡Pero debe haber dicho algo! Sabe dónde está el Ejército de Abel.
—La desesperación sonó en mi voz. Parecía llenar cada fibra de mi cuerpo.
—Tal vez no lo sepa —expresó Alec en voz baja—. Si es cierto que
tienen un Variante que puede alterar los recuerdos, puede que le hayan
hecho eso, porque era nuevo y no estaban seguros de su lealtad.
—¿Por qué? —susurré—. ¿Por qué trabajaría para ellos?
—Estoy seguro que le prometieron dinero o poder.
Mis piernas cedieron y me hundí en la cama. ¿Dinero y poder? Eso
parecía demasiado fácil. Cubrí mi rostro con las manos, incapaz de detener
los sollozos. El colchón se hundió cuando Alec se sentó y me atrajo hacia
él. Enterré mi rostro en el pliegue de su cuello. Se sentía tan sólido y fuerte.
Mis dedos se aferraron a sus brazos y mis lágrimas empaparon su camisa.
No pude detenerlas.
—Estoy tan asustada. ¿Y si le hacen daño? —sollocé. Mi garganta se
sentía hinchada y en carne viva—. Dios, Alec, la amo. Si le pasa algo, yo…
yo… —Ni siquiera sabía lo que haría. Si algo horrible le sucedía a Holly,
porque la habían confundido conmigo, no sería capaz de vivir conmigo
misma.
—Lo sé —susurró contra mi cabello, besando la parte superior de mi
cabeza una y otra vez.
Y yo sabía que él lo sabía. Por una vez fue un alivio saber que podía
sentir lo que yo sentía, que no eran necesarias las palabras. Me abrazó con
más fuerza.
—Todo esto es culpa mía. Ellos me querían. Lo sé —dije
miserablemente.
—No digas eso. No fue tu culpa y no sabes si ellos te querían. El
Ejército de Abel quiere hacerle daño a la FEA y no les importa quién se
interponga en su camino.
—Alec, dijeron agarren a la chica. ¿Por qué tendrían órdenes de
atrapar a Holly? A mí me vieron en Livingston —dije—. Me querían a mí.
Alec no volvió a discutir. Simplemente me abrazó y me dejó llorar
hasta que no me quedaron lágrimas. Mis brazos colgaban, porque ya no me
quedaba fuerza, obligándome a inhalar y exhalar. Su olor familiar me rodeó,
me trajo mejores recuerdos y desaceleró mi pulso.
—Todo saldrá bien —dijo Alec finalmente—. Encontraremos a Holly.
Estoy seguro de que el Mayor encontrará la manera.
Pero ¿Era Holly realmente la principal prioridad del Mayor? La FEA
era lo primero y el Ejército de Abel era el enemigo. No negociaría con ellos
aunque eso significara salvar a Holly.
—¿Tal vez podría hablar con Stevens? —dije en voz baja—. Tal vez
si ve lo que hizo y lo mucho que extraño a Holly, se apiade.
Pero ¿Podría alguien que había traicionado a la FEA, que trabajaba
para un conocido asesino como Abel, sentir piedad? Probablemente se reiría
en mi cara. Pero tenía que intentarlo.
Alec negó con la cabeza.
—Stevens le tiene miedo al Mayor. Si eso no lo hizo hablar, nada lo
hará. —Pero no parecía asustado cuando lo vi por última vez—. Y Stevens
será trasladado hoy a la prisión de la FEA. Lo pondrán en una celda de alta
seguridad y ni tú ni yo podremos visitarlo allí.
Me puse rígida entre los brazos de Alec.
—¿Cuándo? —pregunté. Me aparté y lo miré fijamente—. ¿Cuándo
lo llevarán?
Alec miró el reloj.
—En cualquier momento.
Me liberé de su agarre y me puse en pie a trompicones, con
determinación.
—¿Qué estás haciendo, Tess? —Alec parecía alarmado.
—Vale la pena intentarlo. Necesito verlo. —Me tambaleé hacia la
puerta, con Alec solo unos pasos detrás de mí.
—No lo hagas —protestó—. Solo conseguirás salir lastimada.
Caminé cada vez más rápido hasta que corrí por los pasillos.
—Tengo que hacerlo.
Una pared de frío me golpeó cuando salí corriendo por la puerta
principal y me apresuré hacia el helipuerto. Podía escuchar el sonido de las
aspas giratorias rugiendo sobre el viento. Mis pulmones se contrajeron
cuando aceleré aún más y rodeé el edificio hasta que tuve una vista clara del
helipuerto.
Un hombre que no reconocí estaba sentado en el asiento del piloto y
el Mayor se sentó a su lado en la parte delantera, con Stevens viajando en la
parte trasera. En cuanto llegué al helicóptero, abrí la puerta trasera. El
cabello azotó mi rostro y mis ojos se llenaron de lágrimas por el viento de
las aspas. Los ojos de Stevens se ampliaron cuando me vio. Tenía los labios
y la barbilla cubiertos de sangre y la nariz torcida. No podía recordar si
Stevens tenía las heridas antes del interrogatorio.
—No se darán por vencidos. No hasta que tengan a la que realmente
quieren —dijo. Dejó escapar una risa rasposa.
Por el rabillo del ojo, pude ver al Mayor abriendo su puerta para salir
y sacarme del helicóptero. No tenía mucho tiempo.
Agarré a Stevens por el cuello de la camisa y él se estremeció, con los
ojos cada vez más abiertos. No podía defenderse ya que tenía las manos
esposadas a la espalda.
—¿Dónde está Holly? ¿Qué le harán?
Él sonrió. Eso lo hacía parecerse aún más a un halcón.
—¿Quién sabe? Abel te quiere a ti, no a ella.
Lo sabía.
—¿Dónde está ella?
Sus ojos miraban algo detrás de mí. Lo sacudí y ni siquiera me detuve
cuando alguien agarró mi hombro.
—Dime —siseé.
El agarre en mi hombro se volvió doloroso.
Stevens me miró a los ojos y de repente se inclinó muy cerca, su
aliento húmedo chocó contra mi oreja. Tuve que contenerme para no
estremecerme.
—Tienes sus ojos, ¿Sabes? Es tan evidente. Lástima que estés cegada
por sus mentiras.
El Mayor me apartó con fuerza y tropecé hacia atrás, me habría caído
si Alec no hubiera agarrado mi brazo.
—¿Los ojos de quién? —grité.
El Mayor cerró la puerta, pero no podía dejar de mirar a Stevens a
través de la ventana.
Sus labios se torcieron en señal de triunfo antes de pronunciar algo.
No era la mejor lectora de labios, pero no necesitaba serlo para saber lo que
había dicho.
Los ojos de Abel.
Capítulo 12
***
Alec...
Cuando llegué a la FEA, no confiaba en nadie. No sabía lo que
significaba que las personas te cuidaran, lo que significaba tener un
hogar. Pero cuando me hablaste de tu familia y me abrazaste, comencé
a confiar en ti. Supe que no estaba sola con mis sentimientos. Y durante
todas las noches que pasamos viendo películas porque tenía demasiado
miedo a las pesadillas, empecé a amarte. Y de repente supe lo que
significaba la felicidad. Tenía un hogar, una familia, y había aprendido
lo que significaba la confianza y el amor.
Confié en ti y en la FEA. Te amé. Pensé que la FEA era mi hogar.
Y hoy descubrí que todo era mentira. Por fin me di cuenta de lo
estúpida que he sido. Te di mi confianza, mi amor y me lo echaste en
cara.
Sé lo de la misión 010.
Espero que haya valido la pena.
Lo que sea que hubo (o no hubo) entre nosotros, se acabó.
Tessa
***
Durante unos instantes, después de que sonara la alarma, no supe dónde
estaba ni qué había pasado. Una pared de algodón parecía envolver mi
cerebro, pero con el hedor del combustible y la tela polvorienta, el recuerdo
regresó, y con él el dolor en mi pecho. Con un gemido, me senté. Devon ya
estaba despierto. Estaba sentado en el borde de su cama, con la cabeza
enterrada entre sus manos.
Tropecé con mis pies, mi cabeza girando como loca. Dos horas de sueño
no fueron suficientes, pero sabía que el Mayor ya debía haber notado mi
ausencia. Teníamos que seguir avanzando. Toqué el hombro de Devon.
—¿Estás bien?
Levantó la cabeza y me dedicó una sonrisa cansada.
—Estoy bien, sólo cansado.
—¿Por qué no te das una ducha rápida mientras organizo un elegante
desayuno de una máquina expendedora para nosotros? —pregunté.
Devon sonrió. Alisé mi cabello en un débil intento de estar presentable.
No había mucho que pudiera hacer respecto al estado de mi ropa o al olor
de alguien que no se había duchado después de un viaje sudoroso en moto.
Salí de la habitación y me dirigí a la máquina expendedora pegada a la
pared gris al final del estrecho pasillo. Pasé una docena de puertas en mal
estado, mis dedos trazaron ligeramente la superficie fría de la barandilla de
metal que se alineaba a mi lado derecho. El aire era fresco y los primeros
indicios de gris brillaban en el horizonte; pronto amanecería.
A pesar de la madrugada, el área de descanso no estaba tan desierta
como la noche anterior. Dos autos ocupaban los surtidores de gasolina.
Probablemente sus propietarios estaban dentro de la estación. Observé los
aperitivos tras el cristal rayado de la máquina expendedora y seleccioné dos
barritas Twix y dos paquetes de Cheerios en porciones individuales. No era
el desayuno más nutritivo, pero ya nos preocuparíamos de eso más tarde.
Me agaché para recoger la comida cuando noté que alguien me observaba.
Cerca de uno de los surtidores de gasolina, un hombre estaba de pie junto a
la puerta abierta de un camión negro, mirando hacia mí. Sus ojos estaban
ocultos por unas gafas plateadas de espejo, un truco común utilizado por las
Variantes que querían ocultar sus extraños ojos.
Capítulo 17
—Les dijeron a mis padres que nos habíamos escapado y que no era
estable. ¿Por qué diablos les dirían algo así a mis padres después de lo que
han pasado en las últimas semanas?
Golpeó la mesa con su puño. Su vaso se volcó y el té se derramó por
todas partes. La tía Celia se estremeció, con las manos congeladas sobre su
taza mientras nos observaba con los ojos muy abiertos.
—Lo siento. Quieren hacerte sentir culpable y engañarte para que
vuelvas —dije en voz baja—. Y ahora el Mayor sabe que estamos aquí.
Enviarán al agente más cercano para que venga a buscarnos. Tenemos que
irnos inmediatamente.
—Así que estás en problemas —dijo lentamente el tío Scott.
Devon se quedó mirando a su tío como si acabara de recordar que no
estábamos solos.
—Es complicado. Pero no tenemos ningún problema. Sólo
necesitamos un tiempo libre. Todo va a salir bien.
Devon y yo nos pusimos de pie, recogimos los sacos de dormir y la
tienda de campaña, agarramos las llaves de la mesa y salimos a toda prisa
por la puerta. La confusión se reflejó en los rostros del tío Scott y la tía
Celia cuando nos siguieron fuera.
—¿Adónde van? ¿Qué está pasando? —preguntó Celia con ansiedad,
pero nadie dijo nada.
—¿Qué se supone que debo decirles a tus padres? Están preocupados
por ti —dijo el tío Scott tras nosotros.
Devon se detuvo frente a la camioneta negra, lanzando miradas
nerviosas a sus tíos.
—Siento haberles causado problemas —susurró—. Pero te prometo
que estaremos bien.
Me quedé con mis manos en los bolsillos, sin saber qué hacer. Me di
cuenta de que sus tíos me miraban como si fuera yo quien había llevado a
Devon por el mal camino. Y en cierto modo era cierto. Sin mí, Devon
estaría viviendo en el cuartel general, sano y salvo, todavía felizmente
inconsciente de las mentiras que vomitaban el Mayor y la FEA.
—Gracias por su ayuda y por el té helado —dije antes de entrar en el
asiento del copiloto. El interior del auto olía a humo viejo y a perro mojado,
aunque no había visto ningún perro dentro de la casa.
Devon entro en el auto y arrancó el motor. Saludó a su tío y a su tía
cuando salimos de la entrada de su casa. Nos miraban con expresión de
asombro. ¿Cuánto tiempo tardaría la FEA en venir a interrogarlos?
—¡Maldita sea! —gritó Devon, golpeando el volante con el puño. En
cuanto estuvimos fuera del campo de visión de sus parientes, pisó el
acelerador y nos fuimos rápido por la carretera llena de baches.
Los nudillos de Devon estaban blancos por su agarre del volante.
—¿Crees que la FEA les hará algo a mis padres? —preguntó.
Negué inmediatamente con la cabeza.
—No —dije con firmeza.
Devon me miró de reojo como si necesitara más pruebas para creerlo.
—La FEA no es así. Tal vez manipulen y mientan cuando les
conviene, pero nunca lastimarían a inocentes. Probablemente intentarán
usar a tus padres como palanca para hacerte sentir culpable o hacer que
hagas algo imprudente y estúpido, pero en realidad no les harán ningún
daño.
Y aunque no confiaba en la FEA ni en el Mayor, sabía que era cierto.
El Mayor tenía cierta moral. A veces se la saltaba si le convenía, pero eso
no lastimaría a la familia de Devon.
—No me gusta la idea de que el Mayor hable con mis padres. Sólo les
dirá más mentiras y hará que se preocupen. Han pasado por mucho y ahora
esto... —Se interrumpió, tragando con dificultad. Sus ojos se dirigieron de
nuevo a mí—. ¿Crees que podríamos comprobar cómo están? Para
asegurarnos de que están bien y para que sepan que yo también estoy bien.
Dudé. Me di cuenta de lo importante que era esto para Devon.
—Definitivamente no podemos ir allí. Probablemente tendrán la casa
bajo vigilancia. Lo mismo para la consulta veterinaria de tu padre. Es
demasiado peligroso. Pero podríamos parar en un teléfono público más
tarde para llamar a tus padres e intentar que descansen de sus
preocupaciones.
Los hombros de Devon se desplomaron, aunque sabía que había
esperado que dijera eso. Parecía muy triste. Toqué su brazo. Sus músculos
estaban tensos bajo las yemas de mis dedos.
—Devon, tenemos que concentrarnos. Tenemos que hablar con el ex
novio de mi madre en Detroit y encontrar a mi madre. Esa es nuestra
máxima prioridad. Holly nos necesita. Y realmente creo que tus padres no
están en peligro. Te prometo que estarán bien. No te mentiría.
—Lo sé —dijo y cubrió mi mano con la suya—. ¿Cuánto tardaremos
en llegar?
—Bueno, creo que el viaje a Detroit durará treinta y seis horas. Pero
tendremos que descansar. Yo podría conducir, por supuesto, pero no tengo
licencia, así que será mejor que no nos atrapen.
—Está bien. No me importa conducir. Ni siquiera tenemos que buscar
un motel. Usaremos los sacos de dormir que nos dio mi tío. De esa manera,
menos personas verán nuestros rostros. —Me miró—. ¿Por qué no te
conviertes en otra persona? Nadie sabría que eres tú.
—Pero el Mayor todavía lo sabría si me viera contigo.
—¿Y qué? Podría cambiar mi apariencia. Ya sabes, teñirme el cabello
de negro, usar lentes de contacto y vestirme de forma diferente. Y el
Ejército de Abel seguiría despistado.
Me quedé mirando el precioso cabello rubio de Devon.
—Quizá una peluca también funcionaría. Podrías comprar varias
pelucas y cambiar rápidamente de look si fuera necesario.
—¿Una peluca? —Se rió. El sonido vertiginoso alivió el nudo de mi
estómago—. ¿Hablas en serio?
Sonreí, pero entonces se me ocurrió algo.
—No recuerdo cuál de las apariencias de las personas que tengo
almacenadas en mi ADN he utilizado antes durante los entrenamientos. Si
utilizo a una persona con la que he estado cerca de Alec, Summers o Mayor,
aún podrían hacer la conexión.
—Entonces tendrás que encontrar nuevas personas cuya apariencia
puedas usar.
—Sí, supongo que sí. Tendré que toparme con algunas personas en
nuestra próxima parada de descanso y asegurarme de tocar su piel —dije.
—¿Así que eso es todo lo que se necesita? ¿Tocar la piel de alguien?
—Su voz había cambiado y supe en qué estaba pensando—. ¿La tocaste? —
preguntó en voz baja.
Me quedé mirando por la ventanilla del copiloto. No tuvo que
decirme a quién se refería. Lo sabía.
—Sí, tuve que hacerlo. La visité en el hospital unos días antes de que
muriera. —Hice una mueca.
Devon y sus padres no se habían enterado de la muerte de Madison
hasta después de terminar la misión. A veces me preguntaba si Devon
desearía haber estado allí cuando su hermana gemela había muerto.
—¿Cómo se siente? —preguntó Devon con vacilación, como si no
estuviera seguro de querer saber realmente la respuesta.
—¿Te refieres a incorporar los datos de una persona? —Un momento
después, me di cuenta de la frialdad con la que debió sonar eso para Devon,
pero no pude retirar las palabras.
—Sí, si así lo llamas —dijo. Había un filo en su voz mientras
mantenía su mirada fija en el parabrisas.
—Es difícil de describir. Puedo sentir que mi cuerpo absorbe la
información. Es un poco como una carga, como un flujo de energía. Mi
cuerpo memoriza el ADN y la mayoría de las veces, mi forma está
dispuesta a cambiar inmediatamente.
—¿Cómo fue tocar a Maddy? ¿Fue diferente porque ella era...?
No sabía cómo responderle. No estaba realmente segura de que su
caso se hubiera sentido muy diferente. Ese día había sido demasiado
estresante como para recordar cada detalle.
Devon pasó una mano por sus ojos y un pesado silencio se apoderó de
nosotros. Pensé que podría asfixiarme. Pero no sabía qué hacer.
Después de unos minutos, Devon se aclaró la garganta.
—Lo que me he estado preguntando desde que me enteré de tu
Variación: ¿Has intentado alguna vez transformarte en un animal? —Me di
cuenta de que le resultaba difícil hacer que su voz sonara tranquila y ligera.
Mis labios se volvieron en una sonrisa temblorosa.
—Oh, no. Mi Variación no funciona así. No siento nada cuando toco a
los animales. Definitivamente, mi cuerpo no absorbe sus datos. Sólo
funciona con otros humanos.
—¿Por qué crees que es así? —preguntó Devon, sus hombros
perdieron algo de tensión.
—Supongo que absorber los datos de otra especie no es natural.
—¿A diferencia de convertirse en otro ser humano?
Miré el rostro de Devon para asegurarme de que no lo había dicho
con resentimiento, pero no delató nada.
—Sé que parece incorrecto —dije en voz baja.
Devon negó con la cabeza.
—No, no lo es. No quería hacerte sentir mal. No podemos evitar
nuestras variaciones. No es perfectamente normal poder curar a las
personas. Ya lo sé.
—Sí, lo normal no tiene nada que ver con nosotros —bromeé. Devon
se recostó en su asiento, desapareciendo la última tensión de su cuerpo—.
Pero, honestamente, definitivamente no puedo convertirme en un animal.
Lo he intentado.
—¿Lo hiciste? —Los ojos de Devon se dirigieron a los míos, llenos
de curiosidad—. Déjame adivinar: un lindo cachorrito.
Resoplé.
—Por supuesto que no. No podrías estar más lejos de la verdad. —
Levanté las cejas en un desafío silencioso.
Devon flexionó sus brazos.
—Me gustan los buenos retos. —Pasó sus ojos por encima de mí
como si eso le diera una pista.
¿Me parecía a algún tipo de animal? Si decía hipopótamo o hiena, le
daría una patada en el culo. Sentí que mi cuello se enrojecía cuando su
mirada se posó en mí mucho más tiempo del debido.
—Un perezoso.
—Ahora intentas insultarme —dije, cruzando mis brazos sobre mi
pecho. Los hoyuelos brillaron en sus mejillas.
—Con la mano en mi corazón, nunca haría algo así. —Pero pude ver
en su rostro que estaba buscando un animal que realmente me volviera loca.
—Una araña —adivinó. La expectación se reflejó en su rostro. ¿Creía
que iba a empezar a gritar como una niña?
—No. Creo que mi cuerpo implosionaría si intentara convertirme en
algo tan pequeño.
Frunció el ceño.
—¿No te dan miedo las arañas?
—¿Por qué iba a tenerlo? Salvo algunas especies, son perfectamente
inofensivas. No pueden hacerme daño.
—Lo sé —dijo—. Pero a la mayoría de las chicas les dan miedo. ¿Y a
los bichos en general?
Negué con la cabeza.
—¿Los ciempiés?
De nuevo negué con la cabeza, reprimiendo una sonrisa.
—¿Cucarachas?
Volví a negar con la cabeza.
Golpeó el volante con la palma de su mano.
—Oh, vamos. Tiene que haber algo que te aterrorice.
Había muchas cosas que me aterrorizaban. Pero los bichos
espeluznantes no eran una de ellas. Había cosas peores en este mundo que
las alimañas con ocho patas y cuatro ojos. Pero no se lo iba a decir a Devon,
o el ambiente se pondría en llamas.
—Lo siento. Parece que soy un bicho raro en más de un sentido.
—En realidad, creo que es algo genial —dijo Devon—. Entonces,
¿Me lo vas a contar ahora?
—Un camaleón.
—¿Eso es todo? Pero con tu Variación eres prácticamente un
camaleón.
—En realidad no. Un camaleón puede adaptarse al color de su
entorno. Puede mimetizarse. Eso es algo que yo nunca logré.
—Pero parecías mezclarte muy bien en Livingston —dijo.
Y me di cuenta de que tenía razón.
***
***
***
—¿Tessa?
Salí de mi pasado y me di cuenta de que estaba agarrando la tetera
con fuerza. Devon estaba en la puerta, con una mirada de profunda
preocupación en su rostro.
—Lo siento —dije entre dientes—. Me perdí en los recuerdos por un
momento.
—Lo imaginaba. —Se acercó a mí lentamente, como si temiera que
pudiera derrumbarme o salir corriendo en cualquier momento.
Abrí el grifo y llené la tetera con agua antes de ponerla en la estufa.
Devon no dijo nada mientras esperaba a que el agua hirviera. Puse tres
cucharadas de café instantáneo en una taza semi-limpia y vertí el agua
caliente encima. Le di unas cuantas vueltas con una cuchara sucia antes de
dirigirme a la sala de estar. Carl estaba sentado en el sofá. Parecía mucho
más despierto que antes. Dejé la taza de café frente a él.
—Extra fuerte —dije—. Como a ti te gusta.
Bebió el primer trago del líquido negro. Escupió y tosió.
—¡Mierda, está caliente!
Ese era el lenguaje al que estaba acostumbrada de él. Ni por favor ni
gracias, sólo críticas. Me acomodé en el reposabrazos y esperé a que la
cafeína hiciera efecto. Devon se sentó en el sillón de enfrente. Por el estado
de la sala de estar, nadie lo había limpiado en meses. Me pregunté si
alguien, además de Carl, había pisado la casa en ese tiempo. Las botellas de
cerveza, la ropa sucia, los pañuelos usados y las latas vacías de albóndigas y
alubias cocidas estaban por el suelo, y la capa de polvo y suciedad de todas
las superficies era tan gruesa como mi dedo meñique.
—Has cambiado mucho —dijo finalmente Carl.
—Las personas cambian —respondí con frialdad. Al menos la
mayoría de las personas lo hacen, pensé. Salvo por el hecho de que tenía
menos cabello en su cabeza y más en los hombros (que estaban tristemente
descubiertos gracias a su camiseta de tirantes de color blanco grisáceo) la
vida de Carl no había cambiado.
—Supongo que sí —dijo. Por un momento, pareció alejado—. A
veces sólo hace falta un pequeño empujón. —Una extraña sonrisa apareció
en su rostro, pero luego se recompuso—. ¿Qué quieres? No tengo dinero.
Tuve que evitar resoplar. Como si fuera a pedirle dinero a él de entre
todas las personas.
—Estoy buscando a mi madre. Pensé que podrías ayudarme a
encontrarla, o tener alguna idea de dónde está.
—La perra me dejó unas semanas después de que te llevaran.
Los ojos de Devon se agrandaron ante el insulto, pero había
escuchado cosas mucho peores de la boca de Carl.
—¿Encontró a alguien nuevo?
Carl se encogió de hombros.
—No lo creo. Supongo que había perdido el interés por mí.
—¿La has visto desde entonces? ¿O te dijo a dónde se dirigía? —
Pude ver los ojos de Devon recorriendo cada centímetro de la habitación y
mi cuerpo se calentó de vergüenza.
—No, nada. Se alegró de irse.
—Debes saber algo —supliqué.
Carl se puso de pie y sacó algo de su espalda. Nos estaba apuntando
con una Glock.
Me tensé.
—¿Qué estás haciendo?
Carl ignoró mi pregunta. Retrocedió unos pasos y luego señaló con la
pistola a Devon. Llevaba un silenciador en el cañón.
—Tú. Siéntate a su lado. Los quiero juntos.
—Cálmate —dijo Devon—. No queremos hacer ningún daño.
—¡Cállate! —Carl gruñó, escupiendo saliva de su boca—. Ve allí, o te
meteré una bala en el cráneo.
Devon se levantó del sillón y se dirigió lentamente hacia mí. No dejé
de mirar el arma que tenía Carl en la mano. Me pregunté si sabía que un
silenciador en realidad no silenciaba un arma por completo. Se suprimiría el
sonido de los disparos, pero los vecinos aún podrían escucharlos. No es que
a nadie de por aquí le importara.
—¿Qué hiciste arriba? —pregunté.
—Hace un par de días, un tipo apareció en mi puerta. Prometiéndome
dinero y todo, si lo llamaba cuando te viera. Pensé que estaba bromeando,
pero me dio quinientos dólares gratis y me prometió que habría muchos
más de donde salió eso. Por supuesto, pensé que eso era todo lo que
obtendría. No pensé que serías tan estúpida como para mostrar tu rostro por
aquí. —Se rió, con la alegría brillando en su rostro.
—¿Qué has hecho? —susurré. Mis manos empezaron a temblar, así
que las cerré en puños.
—Siempre supe que algo bueno llegaría a mí. Nunca imaginé que
vendría de ti, pero estoy feliz de que me sorprendas. —Sonrió y lo único
que quería era acercarme a él y romperle la cara. Pero aún no me había
dicho a quién había alertado de nuestra presencia. Y estaba el problema de
la pistola.
Los dedos de Devon rozaron mi mano. Enganché mi meñique con el
suyo.
—¿Quién fue? ¿Quién estaba aquí? —Hice que mi voz saliera dura y
sin miedo, a pesar del temor que revolvía mi estómago. ¿Nos buscaba la
FEA? ¿O era alguien del Ejército de Abel?
—No sé —dijo, mirando a la ventana. Seguí su mirada hacia la calle
—. Pero el tipo debería estar aquí muy pronto. Lo llamé cuando llegaste y
me dijo que estaba cerca.
Me moví, todos mis instintos decían que hiciera algo, que corriera.
Carl no nos dispararía. No recibiría una recompensa si nos entregaba
muertos. Carl dirigió otra mirada a la ventana y, de repente, Devon se
desprendió de nuestro contacto y se lanzó hacia él. Carl fue lento, pero
levantó la pistola antes de que Devon tuviera la oportunidad de alcanzarlo.
Un chasquido sonó en la habitación y Devon se retorció y se tambaleó hacia
atrás. Una bala lo había alcanzado.
—¡No! —grité y corrí hacia ellos.
Devon chocó con Carl y sonó un segundo disparo. La parte posterior
de la cabeza de Carl se estrelló contra la pared y cayó al suelo. Devon
estaba a su lado. Por un momento no estuve segura de a quién había
alcanzado el segundo disparo, luego noté el agujero de bala en el techo. El
pecho de Carl subía y bajaba, simplemente inconsciente.
Me arrodillé al lado de Devon, tratando de sofocar el pánico
abrumador que palpitaba a través de mi cuerpo. Le di la vuelta a Devon
para que estuviera frente a mí. La sangre brotaba de una herida en su
hombro. No hubo un segundo golpe. Sus ojos revolotearon y me dio una
sonrisa temblorosa. El color desapareció de su rostro, pero afortunadamente
se mantuvo consciente.
—¿Por qué hiciste eso? —susurré mientras lo ayudaba a ponerse de
pie. Aunque estuviera herido, no podíamos arriesgarnos a quedarnos aquí
mucho más tiempo. Quienquiera que hubiera llamado Carl llegaría en
cualquier momento.
—¿Recuerdas? Soy a prueba de balas. —El humor murió en su rostro,
e hizo una mueca de dolor cuando rodeó mi cuello con su brazo. Se apoyó
fuertemente en mí mientras lo conducía fuera de la sala de estar.
—A mí no me lo parece —murmuré. Aunque sabía que debía estar
agradecida.
Devon nos había hecho ganar tiempo y nos había sacado de una
situación desesperada, pero no podía olvidar la punzada de pánico que sentí
cuando vi que le disparaban.
Abrí la puerta principal y miré afuera. La calle seguía vacía. Me
apresuré a nuestro auto, arrastrando a Devon conmigo. Me di cuenta de que
estaba tratando de caminar solo, pero sus piernas temblaban demasiado. Lo
empujé al asiento del pasajero y me dio una sonrisa agradecida. Gotas de
sudor caían en la parte superior de su labio. Caminé alrededor del auto y me
deslicé detrás del volante. Una parte de mí quería alejarse a toda velocidad,
pero por otro lado, esta era una buena oportunidad para echar un vistazo a la
persona que nos estaba siguiendo. Si fuera el Ejército de Abel, sería bueno
saber los rostros que tendría que buscar. Una vez más, pensé en dejar que
me atraparan. Si me tomaban prisionera, al menos había una buena
posibilidad de que me llevaran a Holly. ¿Pero qué pasa con Devon?
Sus ojos estaban cerrados por el dolor. No. Necesitaba ceñirme al
plan. Mantener a Devon a salvo y tratar de encontrar a mi madre. Puse la
llave en el contacto y arranqué el auto. Comprobé la calle. Cuatro casas más
abajo, había una entrada vacía y las persianas estaban cerradas. Parecía un
lugar tan bueno como cualquier otro para esconderse a plena vista. Di
marcha atrás y me dirigí lentamente hacia la casa. Me metí de espaldas en el
camino de entrada. Así podría escapar rápidamente si fuera necesario.
—Creo que tendrás que sacar la bala —dijo Devon, rechinando los
dientes. Me sobresalté al oír su voz. Ni siquiera se preguntó por qué no me
había alejado a toda velocidad, pero probablemente tenía preocupaciones
mayores.
—¿Qué? —dije—. Pero tu cuerpo se cura solo.
—Sí, se cura solo, pero ese es el problema. Cerrará la herida y
encerrará la bala. Y más tarde, cuando se dé cuenta de lo malo que es el
material extraño para mí, empezará a rechazar la bala muy lentamente
expulsándola y volviendo a curarse.
Me quedé mirando la herida que ya empezaba a cerrarse.
Definitivamente, la bala seguía dentro.
—¿Estás seguro? —pregunté.
—Sí, estoy seguro. Es mejor sacarla ahora y curarla de una vez.
Nunca había sacado una bala. Había leído sobre ello y había visto un
video tutorial, pero hasta ahí llegaba mi experiencia. Realmente no había
prestado atención cuando Devon había quitado el rastreador de mi brazo, y
eso había sido cerca de la superficie. Esta bala se alojó mucho más
profundo. No pude evitar mirar hacia la casa de Carl, pero aún no había
salido a buscarnos. Se había golpeado bastante fuerte en la cabeza. Tan mal
como estaba, esperaba que no lo hubiéramos lastimado demasiado. Mis ojos
se desviaron hacia el final de la calle.
—Sí, bastante seguro. Una vez conseguí clavarme una enorme astilla
en la rodilla cuando tuve un accidente con la bicicleta y me caí sobre un
tronco. Digamos que no fue una experiencia agradable que mi cuerpo
repeliera esa astilla abriendo la piel. Duele mucho.
—Eso no es muy inteligente por parte de tu cuerpo —dije, girándome
hacia Devon—. Debería evitar causarte dolor.
Devon dejó escapar una risa áspera.
—De acuerdo.
—De acuerdo —dije lentamente—. Necesitaré un cuchillo o cualquier
otra cosa lo suficientemente afilada.
Devon asintió hacia su mochila.
—Usa mi navaja.
Abrí la cremallera de la bolsa y rebusqué en ella hasta que mis manos
se cerraron alrededor del frío acero. Desplegué la hoja. Tomé un
encendedor de la consola central y lo encendí antes de pasarlo por la hoja
una y otra vez hasta que estuve segura de que estaba esterilizado. Devon se
metió una camisa vieja en la boca.
—Esto va a doler mucho —le advertí—. Pero recuerda que todo irá
bien.
Los ojos de Devon suplicaron que me diera prisa. Mi mirada volvió a
dirigirse hacia la casa y el final de la calle. Todavía no había nada. Me
obligué a mantener mis manos firmes. Respirando profundamente, introduje
la punta del cuchillo en la herida ya casi cerrada. Devon dejó escapar un
gemido, con el sudor brillando en su piel.
—Supongo que tiene sentido cerrar la herida primero — divagué para
mantener a Devon y a mí distraídos de lo que estaba sucediendo. No pensé
que estaba haciendo un buen trabajo—. Detiene el flujo de sangre, y la
pérdida de sangre es probablemente una preocupación bastante grande para
todos...
La hoja golpeó algo duro. Cambié el ángulo del cuchillo para encajar
la punta debajo de la bala. La sangre brotó y se derramó sobre el hombro y
el brazo de Devon.
Con un gemido, Devon empezó a temblar. Sus ojos se pusieron en
blanco y perdió el conocimiento. En realidad, me sentí aliviada. Al menos,
así se ahorraría el peor dolor. La piel alrededor del cuchillo seguía
cerrándose, lo que me dificultaba mucho ver bien la bala y el flujo de
sangre tampoco ayudaba precisamente. Cuando estuve segura de que estaba
debajo de la bala, empecé a empujar la hoja hacia arriba hasta que
finalmente la bala quedó a la vista y pude sacarla. Aterrizó en los jeans de
Devon, donde dejó otra mancha de sangre. Mientras observaba cómo se
cerraba la herida, me sentí increíblemente agradecida por su variación.
Saqué una pequeña toalla de mi mochila y la mojé con un poco de agua de
mi botella. Con cuidado, limpié la frente de Devon.
Con él dormido, de repente sentí miedo de estar sola en la calle.
Había sido una estupidez quedarme aquí para vigilar a nuestros
perseguidores. Puse el auto en marcha y estaba a punto de salir de la
calzada cuando un auto negro entró en la calle. Era demasiado elegante para
estar aquí. El pánico se apoderó de mí.
—Mierda —susurré mientras pisaba el acelerador y giraba el volante.
Mi muñeca gritó por la fuerza que se necesitaba para mantener el auto
bajo control. Los neumáticos chirriaron cuando corrí por la calle en la otra
dirección. Revisé el espejo retrovisor. El auto negro se acercaba
rápidamente a nosotros.
Capítulo 22
—¿Estás bien? ¿Tal vez debería conducir yo? —dijo Devon con
cuidado.
—Estoy bien —espeté, odiando cómo las lágrimas que corrían mis
mejillas me traicionaban.
—¿Quieres conducir hasta Las Vegas? Eso nos llevará un día entero.
—No tenemos otra opción. No podemos tomar un avión. El Mayor
sabrá si nos registramos en cualquier lugar o subimos a un avión. Y llevará
demasiado tiempo organizar una identificación falsa para ti. Siempre podría
robar una y convertirme en la persona a la que se lo haya robado, pero tú no
puedes. —No quise sonar tan reprochable. Me alegré por la compañía de
Devon, pero lo estaba haciendo sonar como una carga—. Lo siento —
susurré.
—No, tienes razón. ¿Prefieres seguir sin mí?
—¡No! —dije apresuradamente—. Por favor, quédate.
Devon se limitó a asentir.
—Si nos turnamos para conducir, podemos turnarnos para descansar
mientras el otro conduce, y seremos más rápidos.
—Es una buena idea —dije, limpiándome despreocupadamente mis
ojos con el dobladillo de mi suéter.
Devon pareció pensativo por un momento
—Tengo que llamar a mis padres. Ya estarán muy preocupados. Y
probablemente el Mayor les habrá contado aún más mentiras.
—Tendremos que cargar combustible de todos modos. Una vez que
hayamos puesto cierta distancia entre nosotros y Detroit. —Y Alec, añadí en
mi cabeza—, buscaremos una parada de descanso. Creo que a los dos nos
vendría bien algo de comer y unos minutos para descansar después de todo
lo que ha pasado hoy. —Miré su sudadera cubierta de sangre—. Y tú tienes
que cambiarte. No puedes andar con ese aspecto.
***
Cuando por fin entramos en un área de descanso, mi espalda y mis
piernas me dolían de tanto conducir, pero al menos me había calmado. Y
mientras evitaba que el rostro de Alec apareciera en mi mente, esperaba
seguir así.
—Te traeré una sudadera nueva — le dije a Devon mientras saltaba y
caminaba hacia la camioneta donde estaban almacenadas las bolsas con
nuestra ropa. Agarré la primera sudadera que mis dedos rozaron y se la di a
Devon antes de colocarme frente a la ventana del pasajero para que las
personas que se mezclaban en el estacionamiento no lo vieran cambiarse.
Mientras se quitaba la sudadera por la cabeza, mis ojos se dirigieron a su
hombro y la piel ahora sin imperfecciones.
Después de que Devon se pusiera la nueva sudadera, llenamos el
tanque de gasolina antes de estacionarnos, lejos de los ojos curiosos. Devon
se dirigió al teléfono público para llamar a sus padres, y observé cómo sus
hombros se desplomaban al cabo de un rato. Negó con la cabeza.
—No contestan. Eso no es propio de ellos.
Pude oír el matiz de preocupación en su voz y, de alguna manera, eso
activó mis propios temores.
—Tal vez necesitaban salir un rato. Y tu padre probablemente esté en
el trabajo, ¿no?
Devon metió sus manos en los bolsillos y asintió.
—Sí, tal vez. Lo intentaré de nuevo más tarde. —Respiro
profundamente y sonrió—. Me muero de hambre.
—Yo también —dije, aunque eso no podía estar más lejos de la
realidad. Había perdido completamente el apetito desde que había visto a
Alec, un abismo había ocupado el lugar de mi estómago.
Devon y yo compramos patatas fritas y hamburguesas en el
restaurante junto a la gasolinera. En lugar de comer en el restaurante
lúgubre con sus cabinas de piel sintética rotas y su suelo a cuadros
mugrientos (sin mencionar las miradas curiosas de la camarera), decidimos
llevar la comida al auto y comerla en la caja del camión.
Las patatas fritas estaban grasientas y el pan de hamburguesa
demasiado seco, pero no me importó. Era la primera comida real que
teníamos en mucho tiempo, y de todos modos me supo insípido. Podía
sentir los ojos de Devon en mí, y un nudo de inquietud se construyó dentro
de mí. Esperaba que no mencionara a Alec. No pensé que podría soportar
eso en este momento.
—¿Conoces el alcance de tu Variación? —solté y me estremecí al ver
lo fuerte y aterrorizada que había sonado mi voz. Metí unas cuantas patatas
fritas más en mi boca. La grasa obstruía mi garganta y tuve que dar unos
cuantos sorbos a mi botella de refresco para poder bajarlas.
Devon tragó el bocado y se limpió la boca con una servilleta.
—¿Qué quieres decir?
—¿Qué has probado? ¿Qué tipo de heridas puedes curar? ¿Puedes
curar enfermedades? ¿Puedes incluso morir? —Hice una mueca al darme
cuenta de lo insensible que había sonado, pero no pude evitar mi curiosidad.
Metí dos patatas fritas en el ketchup y las hice girar.
Dio otro mordisco. Por lo visto, no le importaba que la comida
estuviera mala, ni el olor a escape ni a gasolina.
—Bueno, nunca me he tirado delante de un auto ni me he prendido
fuego para probarlo. Pero estoy bastante seguro de que hay límites. Creo
que estaría muerto si mi cuerpo fuera destrozado por una bomba o si me
decapitaran.
Arrugué la nariz ante las horribles imágenes que sus palabras
evocaban en mi cabeza.
Devon se rio, con los hoyuelos brillando.
—Tú preguntaste.
—Lo sé —dije, sonriendo.
Su cabello era un desastre. Me alegré de no haber comprobado mi
reflejo en los baños de la cafetería. Podía imaginar en qué nido de pájaros
se había convertido mi propio cabello.
—¿Alguna vez te has hecho daño para ver cómo se cura tu cuerpo? —
Dejé las patatas fritas que quedaban en la cama del camión. No me atrevía a
dar otro bocado.
Devon parecía avergonzado.
—Sí. Cuando era más joven, solía cortarme y una vez me rompí el
meñique, pero después dejé de hacerlo. No me gusta el dolor, ya sabes.
Lo empujé con mi hombro.
—Nunca lo habría adivinado.
Señaló con la barbilla mi comida desechada.
—¿Terminaste con eso?
Me reí.
—No me digas que todavía tienes hambre.
Los ojos azules de Devon brillaron.
—No del todo hambriento, no, pero podría comer unos cuantos
bocados más. Quién sabe cuándo podremos parar a comer de nuevo.
Empujé las papas fritas hacia él.
—Como quieras. Creo que la proporción de papas fritas a grasa no
está funcionando para mí.
—Como quieras —dijo, y me guiñó un ojo.
Me sentí más ligera mientras lo veía comer el resto de mi comida.
Siempre me había maravillado la cantidad de comida que Devon podía
guardar. Tal vez su Variación le hacía tener hambre todo el tiempo, y
probablemente también le hacía quemar las calorías en el momento en que
entraban en su cuerpo, porque mirándolo nunca adivinarías la cantidad que
devoraba cada día.
—Me alegro de que tengas una Variación tan buena —dije en voz
baja. Recordé la noche en Livingston cuando me arrodillé junto a su cuerpo
sin vida y lloré. Todavía no conocía su Variación y pensé que nunca
volvería a verlo. Había sido un momento horrible.
Devon se relajó a mi lado, nuestras piernas y hombros presionados
uno contra el otro. Ni siquiera me había dado cuenta de lo cerca que
estábamos sentados hasta ahora.
—Yo también. —Sus ojos recorrieron mi rostro. No estaba segura de
lo que buscaba.
Envolví mis brazos alrededor de mí, deseando poder desterrar los
recuerdos de ese día para siempre de mi mente. Mi brazo rozó la cicatriz.
Devon no sabía de la marca sobre mi caja torácica. Nadie se lo había dicho.
—Ryan hizo algo más esa noche. —Mi voz era apenas audible
incluso para mis propios oídos.
Devon se tensó. Podía sentir la energía a través de nuestros cuerpos en
contacto.
—¿Recuerdas la A que cortó en sus víctimas? —susurré.
—¿Cómo podría olvidarlo?
—También me lo hizo a mí. Renovó el corte mientras yo fingía ser tu
hermana, y ahora es parte de mi cuerpo.
Los ojos de Devon se agrandaron.
—¿Te marcó?
Asentí. Lentamente, solté el aplastante agarre alrededor de mi caja
torácica y dejé que mis brazos se hundieran en mi regazo.
—¿Puedo verlo? —susurró Devon.
Me puse de rodillas, sin apartar los ojos de Devon. Los suyos eran tan
suaves y preocupados. Me dieron el apoyo necesario que necesitaba para
mantener la calma. Miré alrededor del estacionamiento, pero salvo un
hombre que estaba echando gasolina a su auto de espaldas a nosotros, no
había nadie fuera.
Enrosqué los dedos alrededor del borde de mi camisa y tiré de ella
hasta que la A roja quedó a la vista. Me estremecí cuando el aire frío golpeó
mi piel.
Devon se quedó mirando la marca, con algo oscuro nublando sus
ojos.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? Podría haberla curado.
Evité su mirada penetrante.
—Me sentía culpable por la misión, por fingir ser tu hermana.
Supongo que tenía miedo de tu reacción. Una parte de mí sentía que lo
merecía.
Devon extendió su mano, pero no llegó a tocarme. Las yemas de sus
dedos quedaron a un centímetro de mi piel.
—¿Quieres que lo cure? —Sus ojos azules me miraban con suavidad.
Tragué y asentí levemente, sin confiar en mí misma para hablar.
Presionó su palma contra la A, su piel cálida contra la mía. Mi piel se erizo
y no pude apartar mis ojos del rostro de Devon. Sus cejas se inclinaron en
señal de concentración y un cosquilleo se extendió por mi caja torácica. En
ese momento me sentí más cerca de él que nunca antes.
—Hecho. ¿Ves? —Desplazó su mano para que yo pudiera ver la piel,
ahora intacta, donde había estado la “A.” Pero seguía tocándome. Su mano
se apoyó suavemente en mi cintura.
Su mirada buscó mis ojos y luego se dirigió a mis labios. Mi boca se
secó. Conocía esa mirada. Sabía lo que quería hacer. Pero no estaba segura
de si quería que lo hiciera. La herida de la traición de Alec era profunda.
Quería seguir adelante. Quería olvidar. ¿Pero estaba preparada para algo
nuevo?
Devon se acercó, sin apartar los ojos de mi rostro, buscando una señal
de que no compartía sus sentimientos. Me dio tiempo suficiente para
apartarme, para decir que no estaba preparada, pero no me moví. El beso
fue corto y dulce. Ninguno de los dos intentó profundizarlo. Presionó su
frente contra la mía.
—Espero que haya estado bien —susurró.
No estaba segura. Era demasiado pronto. No sabía nada en este
momento. Pero me importaba Devon.
Devon debió haber visto el conflicto en mi rostro porque su expresión
se desvaneció
—No debería haber hecho eso. Lo siento.
Negué con la cabeza apresuradamente.
—No. Sólo estoy confundida. Necesito más tiempo.
Devon asintió.
—Gracias —dije. Todavía estábamos tan cerca que podía sentir su
aliento en mi rostro.
—Nadie me había dado las gracias por un beso antes —bromeó, con
un toque de vacilación en su tono.
Me reí y lo golpeé ligeramente.
—No por eso.
—Lo sé —murmuró. El silencio se instaló a nuestro alrededor.
Escuché nuestras respiraciones y cerré mis ojos.
Mi mente se dirigió a Holly. Esperaba que, dondequiera que estuviera,
el Ejército de Abel no le hiciera daño. Ella les era útil, me aseguré. Era un
activo, y la mantendrían cerca.
De repente, Devon se tensó y contuvo su respiración. Lo miré de
reojo.
—¿Qué pasa? —susurré.
Puso su dedo contra sus labios. Cerré la boca y escuché atentamente.
Hubo un sonido distinto en la distancia. Un zumbido como las palas de un
helicóptero. Los vellos de mi cuello se erizaron y lentamente los vellos de
mis brazos también se erizaron. Busqué el cielo con mis ojos. Un
helicóptero negro volaba a baja altura, una luz roja parpadeaba y focos
iluminaban el suelo debajo de él.
—¿Es la FEA? —susurró Devon.
—No lo sé. Podrían ser muchas cosas. —El helicóptero se acercaba.
No parecía que estuviera aterrizando, pero eso podía cambiar en un
parpadeo.
—Definitivamente están buscando algo —dijo Devon.
Salté de la cama del camión.
—Deberíamos irnos.
—¿No llamaremos la atención si nos vamos en el momento en que el
helicóptero aparezca sobre nuestras cabezas?
Me quedé helada. Tenía razón. No podíamos ganar una persecución
con un helicóptero.
—Sentémonos en el auto. Así no nos verán con tanta facilidad y
podremos alejarnos si es necesario.
Devon asintió, pero no apartó los ojos del helicóptero. Nos
acurrucamos dentro de la cabina, nuestros ojos fijos en el cielo. Los círculos
del helicóptero se iban ensanchando y lentamente se alejaba del área de
descanso. Esperamos unos momentos más antes de salir del lugar de
estacionamiento. No estaba segura de si el helicóptero había sido de la
FEA, pero este encuentro había dejado algo muy claro: nos perseguían y no
estábamos a salvo. Teníamos que llegar a Las Vegas lo antes posible y no
podíamos bajar la guardia.
Capítulo 24
***
Estaba agotada, pero no podíamos arriesgarnos a dormir más de dos
horas seguidas. Introduje la dirección de los padres de Holly en nuestro
GPS. Sabía que sería arriesgado visitarlos, pero como su casa estaba
prácticamente en nuestro camino, no parecía que fuera a hacer daño
asegurarse de que estaban bien. Sólo tardaríamos algo más de quince
minutos en llegar a su casa.
Devon tomó un sorbo de una botella de agua antes de preguntar:
—¿Alguna vez los has conocido?
—¿A los padres de Holly? —pregunté.
Asintió.
—Sí, una vez, unos seis meses después de que ella y yo nos
uniéramos a la FEA.
—¿Se unieron a la FEA al mismo tiempo?
—Más o menos. Holly se mudó un par de semanas antes que yo. Y
cuando El Mayor finalmente le permitió volver a ver a su familia, fui con
ella. Summers también. Alguien tenía que vigilarnos, después de todo.
—¿Y esa fue la única vez que los viste?
—Esa fue la única vez que Holly o yo los vimos. El Mayor no quería
que los visitara. Ella los llamó y envió correos electrónicos, pero el Mayor
no lo aprobó.
—Eso es duro. ¿Cómo podía esperar El Mayor que olvidara a su
familia?
—Así es como funciona la FEA —dije con amargura.
Ninguno de los dos dijo nada durante un rato después de eso.
—¿Qué hay de ti y de Alec? —dijo Devon con cuidado.
Mis manos alrededor del volante se tensaron. ¿De dónde había salido
esa pregunta?
—¿Qué quieres decir?
—Lo siento si es un tema delicado. Es que no conozco toda la
historia. ¿Qué pasó entre ustedes dos?
Pensé en la tristeza del rostro de Alec después de que le dijera que
entendía por qué sus padres lo odiaban. Pero la resignación y la aceptación
habían sido peores. Era como si sus peores temores se hubieran confirmado,
como si lo hubiera sospechado todo el tiempo. ¿Cómo había podido
llamarlo así? Mi estómago se apretó tanto que estaba segura de que iba a
vomitar.
—Ya no existimos Alec y yo —dije.
Pero la mentira era tan descarada. Se notaba en la forma en que mi
voz temblaba, en la forma en que ni siquiera podía mirar a Devon cuando lo
dije. No pensé que nunca existiría tal cosa como Alec y yo. A mi corazón
no le importaba la traición. Tal vez en unos años, mis sentimientos se
desvanecerían, embotados por los años pasados, nada más que un recuerdo
lejano. Pero eso no cambiaría el hecho de que Alec era parte de mí, para
bien o para mal.
—Cuidó de mí cuando me uní por primera vez a la FEA. Escuchó mis
historias y estuvo ahí cuando lloré. Entendía lo que era cuando tus padres te
daban la espalda. Lo era todo para mí. —Me di cuenta de lo estúpida que
sonaba. De lo estúpida que me hacía parecer—. Supongo que me aferré a la
primera persona que me mostró algo de amabilidad. —Era más que eso,
pero no quería explicarlo.
—Eso tiene sentido, supongo —dijo Devon. Pero, por supuesto, él
nunca podría entenderlo. Tenía a sus padres, Linda y Ronald. Tenía una
familia que lo amaba sin importar nada. Nunca había sentido el dolor hueco
de una traición profunda, de creer que no valías nada; ese sentimiento que
sólo se tiene si las personas que te habían traído a este mundo, si las
personas que deberían quererte más que a su propia vida, no pueden ni
siquiera mirarte sin asco.
Asentí. No era culpa de Devon que no pudiera compadecerse. Él
entendía el dolor y la pérdida. Sólo que era un tipo de dolor diferente. Tomé
su mano. La sentí fuerte y cálida.
Entramos en la calle donde vivía la familia de Holly. Filas y filas de
casas grises, pequeñas e idénticas, se alzaban sobre jardines cuadrados aún
más pequeños. Acerqué el auto a la acera y nos bajamos. La hierba estaba
amarilla, las flores de los parterres quemadas por el sol. La puerta principal
estaba entreabierta. Me acerqué lentamente a ella y la empujé para abrirla.
No se oía nada en la casa. Había un silencio absoluto. Devon me siguió al
interior.
—¿Hola? —Llamé, pero la palabra resonó en el silencio. Asomé mi
cabeza a la sala de estar.
Los cajones estaban abiertos y su contenido estaba tirado por el suelo.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Me apresuré a subir las escaleras y
encontré los dormitorios en un estado similar de desorden. Los armarios del
dormitorio principal y las habitaciones de los hermanos de Holly estaban
vacías. Los muebles seguían allí, intactos.
—¿Qué pasó aquí? —susurré.
Devon pinchó una maceta con la punta de su zapatilla; se había caído
al suelo y había esparcido tierra y hojas secas por toda la alfombra beige.
—Quienquiera que haya estado aquí, tenía prisa.
Volvimos a bajar las escaleras. En la cocina, un cartón de leche estaba
olvidado en la encimera y desprendía el olor rancio de la leche estropeada.
A través de la ventana, pude distinguir a un vecino regando sus tomateras.
Me apresuré a salir de la casa y acercarme al hombre. Levantó la vista
cuando Devon y yo nos acercamos y se apartó el ala del sombrero negro
que le protegía del sol.
—¿Dónde están...? —Me devané los sesos buscando el apellido de
Holly—. ¿Ha visto a los Mitchell últimamente?
Los ojos del hombre se entrecerraron ligeramente. Dejó la regadera y
limpió sus grandes manos en su mono azul.
—Nunca te he visto por aquí
—Soy amiga de su hija mayor, Holly.
—La chica del internado —dijo el hombre. Luego dejó escapar un
suspiro—. Los Mitchell se fueron hace unos días. Oímos que su auto se
marchaba en mitad de la noche. Nadie sabe nada sobre dónde fueron. Sé
que tenían problemas económicos, pero huir así. —Negó con la cabeza.
—¿Eso es todo lo que sabe?
Asintió.
—Bien, gracias. —Tomé la mano de Devon y lo arrastré de vuelta al
auto.
—¿Qué crees que ha pasado aquí? —preguntó mientras volvíamos a
entrar en el auto.
—O bien El Mayor los llevó a un lugar seguro lo cual dudo, dado el
estado de la casa, o el Ejército de Abel los secuestró para garantizar la
cooperación de Holly. O... —Comencé a pensar para encontrar otra
solución. De cualquier manera, no tenía mucho sentido.
—Deberíamos irnos —dijo Devon, mirando alrededor del vecindario
con nerviosismo—. Ahora.
Pisé el acelerador y salimos disparados calle abajo. El pánico se
aferró a mi pecho. ¿Qué le había pasado a la familia de Holly?
—No deberíamos sacar conclusiones precipitadas. Tiene sentido que
la FEA los lleve a un lugar seguro, no sólo por su bien, sino también por la
seguridad de la FEA. Tendrían que protegerlos. Además, Holly estará
menos dispuesta a revelar secretos si su familia no corre peligro —dijo
Devon con voz tranquila.
Quería creer eso. Devon se acercó y metió la dirección del bar en el
GPS. De repente, una imagen se materializó ante mi ojo interior, casi como
una visión. Mis dedos apretaron el volante mientras la carretera desaparecía
de mi vista. La imagen que tenía en mi cabeza era lo único que podía ver:
un niño pequeño de ojos turquesa se sube a un taburete de madera y se
inclina sobre una cuna, mirando fijamente a un bebé diminuto. Se acerca y
besa la mejilla del bebé. El bebé abre los ojos. Son de color turquesa, como
los de él.
—Zach —dice un hombre—. No despiertes a tu hermana. Se acaba de
quedar dormida.
—Está despierta —bromea Zach.
El hombre aparece junto al chico y le alborota el cabello. Él también
tiene ojos turquesa. Envuelve un brazo alrededor del niño y se inclina sobre
la cuna como lo hizo el niño. El hombre se acerca y empuja su dedo en la
diminuta mano del bebé. Ella enrolla su mano alrededor de su dedo.
—¡Tessa! —La voz de Devon irrumpió en mi visión.
Jadeé y traté de apartar las imágenes con un parpadeo. La carretera
volvió a estar enfocada y el auto dio un violento volantazo mientras Devon
agarraba el volante para hacer retroceder el auto al carril derecho y evitar
que chocáramos con el tráfico que venía en sentido contrario. Un auto se
precipitó junto a nosotros, tocando repetidamente el claxon, y el conductor
nos hizo un gesto de desprecio.
—Tessa, ¿qué pasa? —La voz de Devon era de pánico y aún se
aferraba al volante.
—Estoy bien —le aseguré, y soltó el agarre del volante.
Las imágenes de la niña todavía estaban en la parte posterior de mi
cabeza, vívidas como el camino frente a mí. Eran recuerdos, ahora lo sabía.
Pero, ¿cómo habían aparecido de repente en mi cabeza? Miré por el espejo
retrovisor y me quedé helada. Una limusina negra estaba dos autos detrás de
nosotros.
Otra imagen estalló en color detrás de mis ojos. Esta vez Zach estaba
en el suelo, acunando al bebé contra su pequeño cuerpo, sonriendo a
alguien.
Pisé el acelerador y adelanté al auto que nos precedía con centímetros
de margen.
—Tessa, ¿qué demonios está pasando?
—Mis recuerdos, alguien los está manipulando —grité.
Devon lanzó una mirada por encima del hombro, con el cuerpo
enroscado por la tensión. No disminuí la velocidad. Pasé un auto tras otro,
ignorando los bocinazos y las señales de enojo de los conductores que
pasaban.
Las imágenes en mi cabeza se desvanecían, parpadeaban y
desaparecían.
—La limusina negra, ¿dónde está?
—Están un poco más atrás, seis autos detrás de nosotros. Están
intentando seguirnos el ritmo.
No lo permitiré. El auto se sacudía de un lado a otro cada vez que
pasaba por delante de otro auto, pero mantuve el pie presionado sobre el
acelerador hasta que no pude sentir las imágenes mordisqueando mi mente.
—Se han ido —dijo Devon, relajándose contra el asiento.
—Por ahora —susurré.
Sentía un nudo en la garganta y me ardían los ojos. Las imágenes, los
recuerdos, ¿eran reales? No importaba. Alguien estaba tratando de jugar
con mi mente, tomar el control de mis pensamientos y manipular mi
conciencia. Pero esta vez, no los dejaría.
Capítulo 25
Esto tenía que ser una especie de extraño universo paralelo. Una luz
azulada parecía flotar sobre las columnas de humo en el aire. Me alegré de
que mis ojos hubieran tenido la oportunidad de acostumbrarse a la extraña
iluminación del pasillo o esto me habría dado vértigo. El interior del bar
estaba mucho más concurrido de lo que había sugerido el estado del
estacionamiento. Quizá algunos de los clientes tenían otros medios menos
convencionales para llegar al bar. Los latidos de la música que había
escuchado débilmente a través de la puerta, ahora palpitaban como un pulso
en mis venas.
Empecé a escudriñar la sala llena de clientes, pero mis ojos se fijaron
en el enorme depósito de agua que había en el centro del bar. Era un
gigantesco cilindro de cristal que llegaba desde el suelo hasta el techo.
—Vaya —susurró Devon a mi lado.
—Sí —dije, caminando lentamente alrededor del tanque de agua.
Unos puntos en el suelo del tanque arrojaban una luz azulada al agua,
haciéndola brillar, y unos chorros colocados en dos líneas estrechas a ambos
lados del cilindro hacían girar el brillo rosa. Pero eso por sí solo no habría
justificado esa mirada de asombro en el rostro de Devon. Dos mujeres
idénticas, cada una vestida con un escaso bikini rosa, se movían dentro del
acuario. Tenían el cabello rubio fresa que flotaba en el agua como si lo
llevara una suave brisa. Su maquillaje era cargado, lápiz de labios rosa,
sombra de ojos azul sobre sus ojos azules, rematados con gruesas pestañas
negras. Giraban y se movían en el agua en una rítmica y silenciosa danza.
Sus cuerpos se retorcían y enroscaban, pero mientras muchos clientes las
miraban, las mujeres sólo tenían ojos para la otra, atrapadas en su propio
trance de hermanas. Al parecer, esto era lo que se calificaba como
entretenimiento al estilo de Las Vegas en un bar Variante. Me encantó.
—Supongo que su Variación es que pueden respirar bajo el agua —
dijo Devon, con los ojos todavía pegados al espectáculo de danza acuática.
Una vez que dejé de mirar boquiabierta el acuario y observé lo que
nos rodeaba, me di cuenta de la cantidad de ojos que se habían dirigido
hacia nosotros. Incluso en presencia del espectáculo acuático, parecía que
éramos la atracción principal. No podríamos haber actuado de forma más
sospechosa si lo hubiéramos intentado. Todo el mundo podía ver que
éramos nuevos aquí. Y por la mirada de muchos de los rostros, los nuevos
huéspedes significaban problemas. Los grupos de clientes juntaron sus
p g p g p j
cabezas en señal de conspiración. Pocos de ellos prestaban atención a
Devon, me di cuenta con temor. Sus miradas curiosas se fijaban en mis ojos
y luego se alejaban rápidamente, para volver a hacerlo segundos después.
Ya habían visto ojos turquesa antes. Sabían lo que significaban.
Agarré el brazo de Devon y tiré de él.
—Vamos. Acerquémonos al bar.
Hundidos en el suelo estaban los focos del mismo tono azul que el
acuario, y más antorchas azules se alineaban en las paredes de techo alto.
Eso explicaba por qué el humo de los cigarrillos y los puros brillaba como
una aparición de la Atlántida. Altas cabinas privadas se alineaban en las
paredes; separadas entre sí por mamparas de terciopelo negro. Los clientes
sentados en los bancos de cuero azul dentro de las cabinas tenían una buena
vista del acuario y el bar, pero la mayoría de ellos parecían enfrascados en
una conversación, perdidos en sus propios mundos o mirándonos fijamente.
Dispersas alrededor del anillo interior de la gran barra había pequeñas
mesas redondas con sillas alrededor. La mayoría de ellas estaban vacías.
Aparentemente, las cabinas eran el camino a seguir.
Llegamos al bar, que estaba hecho de madera de caoba profunda y era
la única área en la sala que se apartaba del esquema de color azul. Los
asientos de los taburetes eran de cuero rojo, exactamente del color que
despedían las lámparas de los estantes del bar.
—Esto es una locura —susurró Devon a mí oído.
Habría estado de acuerdo con él si un hombre muy alto y muy
delgado no hubiera aparecido a mi lado en ese momento. Sus dedos
revolotearon sobre mi brazo como un toque fantasmal. Mi cuerpo retrocedió
violentamente y apreté las manos para pelear
—¿Quieres un poco de saliva? —respiró. Llevaba el cabello tan corto
que su cuero cabelludo brillaba y el rojo de las luces del bar se reflejaba en
sus ojos húmedos.
Estaba demasiado aturdida para hablar. O se trataba de la peor frase
para ligar del siglo o este tipo había perdido la cabeza.
Devon se acercó a mí hasta que su calor se extendió por toda mi
espalda. Aparté mi brazo del hombre.
—No.
Sacó un frasco que contenía un extraño líquido lechoso.
—Te hace volar —canturreó. Por la forma en que sus párpados se
movían, estaba convencida de que ya había tomado demasiados vuelos.
—No, gracias.
—Déjalos en paz, Spleen —gritó la mujer detrás de la barra.
Era el nombre perfecto para el tipo. Sus ojos se dirigieron a la
camarera antes de escabullirse hacia una escalera envuelta en la oscuridad a
la izquierda de la barra. También estaba envuelta en un profundo resplandor
rojizo.
—Gracias —dijo Devon, relajando su postura.
La camarera era una mujer alta vestida con unos pantalones cortos
negros y una camiseta negra de tirantes, que dejaba ver sus brazos, cuello y
piernas tatuados. No pude ver ni un centímetro de su piel que no estuviera
tatuado; sólo su rostro estaba libre de tinta. Había una larga cadena de
palabras escritas por todo su cuerpo en letra diminuta. Debía de haber
cientos de palabras serpenteando por sus extremidades, pero no podía
entender lo que decían.
Se quedó limpiando un vaso, todavía mirando el lugar donde Spleen
había estado antes. Finalmente, se giró hacia nosotros.
—Primera vez, ¿eh? —preguntó ella, con un piercing destellando en
su boca—. Soy Penny.
—Soy Tessa y este es Devon —dije. No pude evitar preguntarme si
sus tatuajes eran sólo para mostrar, o si estaban allí para ocultar algo. Un
disfraz inteligente para las escamas, o un encubrimiento para una cicatriz,
como el dragón de Alec. Sentí una punzada en mi estómago al pensar en él.
Concéntrate me recordé a mí misma.
Ella se dio cuenta de que la miraba fijamente y dejó el vaso en la
mesa.
—Tomó años hacerlo —dijo orgullosa—. Y dolió mucho.
—¿Qué dice? —pregunté con auténtica curiosidad.
—Todo tipo de cosas. —Se encogió de hombros—. Citas que
significan algo para mí.
—¿Tienen algo que ver con tu Variación? —preguntó Devon.
Nuestras mentes parecían trabajar por igual.
Algo en su rostro se movió como una sombra que pasa.
—No soy una Variante.
—¿No lo eres? —solté y me sentí mal al instante. ¿Cómo pude ser tan
insensible?
Pero ella se limitó a sonreír, aunque no sabía si lo decía en serio.
—Mi padre es el dueño del lugar. Es un Variante. Pero yo sólo soy
una Normal. Otro caso en el que la genética me jodió.
—Entonces, ¿qué es exactamente este lugar? —pregunté en su lugar.
—Un lugar seguro para que los Variantes se diviertan. Un lugar donde
no corres el peligro de quedar atrapado en el fuego cruzado de la política.
—Quieres decir entre la FEA y el Ejército de Abel.
Ante la mera mención de esos nombres, su rostro se iluminó con
alarma.
—No lo hagas —siseó, con los ojos mirando a su alrededor—. Mi
padre prohibió esas palabras. Más vale que no las digas si no quieres
encontrar tu trasero en la calle.
—¿Así que las personas que vienen aquí no forman parte de ninguno
de los dos grupos? —preguntó Devon. Lo dijo de una manera que sugería
que no había alternativa.
Ella lo miró como si pensara que estaba loco.
—Las personas de aquí hacen todo lo posible por pasar
desapercibidas. Porque si saben de ti, o te unes a ellos o desapareces.
—Estás hablando del Ejército de Abel —susurré.
Ella frunció el ceño pero no me corrigió por haber dicho el nombre de
nuevo.
—Estoy hablando de los dos. Solo son los dos lados de la misma
moneda.
—Pero la FEA no obliga a las personas a unirse a ellos, ¿verdad? ¿No
coaccionan o matan a las personas?
—Si te encuentran, te unes. Fin de la historia. No te matan, pero te
obligan a seguir sus reglas o te meten en su prisión porque eres un riesgo
para la seguridad y te pudres allí hasta que mueres. ¿Cuál es la diferencia?
—Apoyó las palmas de sus manos en el mostrador, inclinándose más hacia
nosotros, con los ojos oscuros brillando—. Pero basta de eso. La política no
tiene lugar aquí.
Estaba a punto de protestar, pero ella escupió su siguiente
pensamiento, sin dejarme oportunidad de decir nada.
—Lo que Spleen intentó venderte no es la única forma de pasarlo
bien.
—¿Qué es, de todos modos? —preguntó Devon.
—Lo que dice. Es la saliva de una Variante, que contiene endorfinas y
efedrina y otras cosas. Las personas lo mezclan en sus bebidas.
Esto era demasiado repugnante para las palabras. Mis dedos de los
pies se curvaron ante la idea de poner a propósito la saliva de alguien en mi
refresco.
—¿Y a tu padre no le molesta que Spleen venda esas cosas?
—Por supuesto que no. Él es la Variante que produce el material —
dijo con una sonrisa retorcida.
—Oh —dije estúpidamente, mirando a Devon.
Una lenta sonrisa se extendió por su rostro.
—Esto es muy raro —susurró él.
—De todos modos, si no te gusta la saliva, también tenemos la opción
de darte dulces sueños. Tenemos un atrapasueños que te dará los sueños que
quieras. Por unos pocos dólares, te proporcionaremos sus servicios junto
con unos cuantos somníferos para alargar la experiencia. Todo es posible.
La experiencia sonaba casi demasiado buena para ser verdad, pero
Penny no era muy buena vendedora. Si realmente quería vendernos algo,
probablemente no debería haber sonado tan asqueada y aburrida por todo
aquello.
Apoyé los codos en la barra.
—¿Por qué las personas compran saliva y sueños manipulados?
Penny se encogió de hombros.
—Por la misma razón que los Normales consumen las típicas drogas
y el alcohol. Para olvidar, para recordar, para ser otra persona, para ser ellos
mismos. Hay muchas razones —dijo.
Seguí su mirada. Muchas de las personas que estaban en las cabinas
parecían que la vida no había sido precisamente amable con ellas: estaban
llenos de cicatrices, líneas de preocupación, ropa arrugada,
comportamientos nerviosos. Supongo que eso es lo que se consigue por
esconderse de fuerzas tan poderosas como el Ejército de Abel y la FEA.
¿Acabaremos Devon y yo como ellos?
En presencia de tanto tiempo y preocupación, de repente supe por qué
mi madre trabajaba aquí.
—Estoy buscando a alguien. Antes se llamaba Heather, pero puede
que ahora tenga otro nombre. Tiene el cabello castaño, algo ondulado como
el mío, y los ojos marrones.
Penny entrecerró los ojos hacia mí.
—¿Qué quieres de ella? —Había una pizca de protección en su tono.
Así que mi madre realmente trabajaba aquí. Mi estómago se anudó
dolorosamente, de repente no estaba segura de poder enfrentarme a ella.
Devon tomo mi mano. El calor y la fuerza de su agarre me ayudaron a
relajarme.
—Es mi madre —dije.
Penny se congeló en su sitio.
—Oh, mierda —susurró. Sus ojos escanearon mi rostro, luego se dio
la vuelta y se dirigió hacia la escalera iluminada en rojo—. ¡Heather! —
llamó. Ladeó la cabeza como si estuviera escuchando algún sonido. Pero no
hubo respuesta. No bajó nadie. Me miró—. Quizá esté dormida.
Pero yo conocía a mi madre.
—Ella y tu padre son pareja —dije, sin una pizca de incertidumbre.
Mi madre no había estado soltera por más de unos pocos días desde
que yo podía recordar. Necesitaba un hombre a su lado, especialmente si era
uno que la mandara. Por primera vez, me pregunté si sería porque le
recordaban a mi padre. Pasé junto a Penny y subí las escaleras de dos en
dos. Sus dedos rozaron mi brazo, pero la aparte.
—No lo hagas —susurró. Su expresión rebosaba de compasión.
Subí las escaleras a toda velocidad. Penny y Devon me seguían de
cerca. Llegué a un pasillo iluminado por más antorchas rojas.
—¿Dónde? —pregunté—. ¿Dónde está ella?
Penny dudó.
—¿Dónde? —Grité y ella dio un paso atrás. Devon tocó mi hombro
pero me aparté de un tirón.
Penny hizo un gesto con la mano hacia el final del pasillo. Me dirigí
hacia la puerta negra cerrada, con mi corazón golpeando mi caja torácica,
puse mi mano en el picaporte. Cada músculo de mi cuerpo se tensó. Tragué
saliva. Me recordé a mí misma que era fuerte. Podía hacer frente a
cualquier cosa que se me presentara.
Me armé de valor, empujé la puerta y entré.
Capítulo 27
Era alto y delgado, con el mismo cabello castaño y ojos turquesa que
yo. Su piel era de tez blanca, pero no tan pálida como la mía. Vestía de
negro de pies a cabeza, hasta los zapatos de deporte. Dos hombres entraron
en el bar después de él, también vestidos de negro. Pero estaban detrás de
Zach, así que no pude distinguir sus rostros ni ver si estaban armados.
Tendría que tener cuidado. Lentamente, Zach escudriñó la sala, con su
rostro de acero, hasta que me encontró. Devon tomó mi mano con un
apretón doloroso y tiró. Pero cuando mis ojos se fijaron en los de mi
hermano, no pude moverme. Su rostro se suavizó y algo se agitó en mí.
Tenía un hermano. Existía de verdad. Me miró con ojos cálidos. Me recordó
la expresión que había visto en las fotos y en el recuerdo reciente.
—Maldita sea —murmuró Stanley.
Los labios de Zach dibujaron una sonrisa tentativa, como si se
alegrara de verme. Pero mi rostro estaba congelado, sin saber cómo
sentirme. Él era parte del Ejército de Abel. Tal vez era el responsable del
secuestro de Holly. La suavidad de su expresión me hizo querer creer lo
contrario, pero sabía que no debía confiar en el rostro de alguien.
Uno de sus hombres, y ahora lo reconocí como el tipo pelirrojo que
había desaparecido con Holly, dijo algo, y todo atisbo de felicidad
desapareció del rostro de Zach. Sus ojos atravesaron la sala y mi corazón se
detuvo al seguir su mirada hacia un reservado al final de la barra. Tanner y
Kate se levantaban lentamente de los asientos de cuero azul.
¿Dónde estaba Alec?
Me di cuenta de que era un error. Después de lo que le había dicho en
Detroit, había terminado conmigo. La FEA aún quería rescatarme, pero no
Alec. Ya no le importaba lo que me pasara.
Los demás clientes empezaron a susurrar nerviosos y la mayoría se
levantó y se acercó a la única salida, que Zach y sus hombres seguían
bloqueando. ¿Dónde estaban Benny y Finja? ¿No había ninguna otra forma
de seguridad?
—Todo esto es culpa tuya —dijo Stanley miserablemente. Sus manos
golpearon mi espalda y me tambaleé en medio de la habitación—. Toma,
llévensela. Ella es la razón por la que estás aquí. Tómala y vete.
Detuve mi caída con las manos y me enderecé lentamente. Stanley y
Devon estaban peleando. Los puñetazos volaban y Devon intentaba agarrar
al hombre mayor en una llave de cabeza. Stanley estaba escupiendo,
probablemente para poner a Devon en una nube de drogas. Pero ese no era
el principal problema. Devon era un buen luchador. Y era mejor para él
formar parte de una pelea con Stanley que meterse en lo que fuera que
estaba a punto de ocurrir entre Kate y Tanner, y Zach y sus hombres. Sólo
podía esperar que Penny se quedara con mi madre arriba. Mis ojos se
movían entre mi hermano y mis antiguos colegas agentes. Hiciera lo que
hiciera, era poco probable que escapara. Uno de ellos triunfaría
inevitablemente.
Quizá la FEA fuera el mal menor, o quizá no. Después de todo lo que
había aprendido, ya no podía estar segura. El Ejército de Abel era el gran
desconocido. ¿Podría ser peor lo que me esperaba con ellos que ser arrojada
al manicomio de la FEA y tener mi vida controlada por El Mayor? Lo
desconocido tenía el potencial de peligro, pero también de esperanza. Y mi
hermano era mi boleto a Holly.
Tanner extendió su mano. Hoy su cresta era azul. El bueno de Tanner,
pero en su rostro faltaba su característica sonrisa.
—Vamos, Tessa. Podemos llevarte a casa a salvo. Todo esto puede
terminar ahora.
—¿Qué casa? —repliqué con amargura.
—El hogar es la FEA, donde perteneces. El Mayor quiere que
vuelvas. Alec te está esperando —dijo Tanner, con sus ojos revoloteando
entre Zach y yo en el otro extremo de la habitación.
—El Mayor sólo quiere controlarme. Si hubiera una oportunidad para
Alec y para mí, estaría aquí contigo. No empieces a mentirme a mí también,
Tanner. —Realmente deseaba que Benny no hubiera agarrado mi pistola
cuando habíamos entrado en el bar. Incluso a la hora de luchar contra las
Variantes, me habría sentido mucho más segura con ella en la mano.
—Somos tu familia —dijo Tanner. Kate puso los ojos en blanco y yo
casi quise hacer lo mismo. Por extraño que parezca, ella era la persona de la
FEA con la que menos resentía ahora mismo. Sin ella, seguiría sin tener ni
idea. Ella había puesto en marcha todo esto, pero al menos me había dicho
la verdad.
—Una familia no hace lo que la FEA me hizo a mí —dije en voz baja.
Y, sin embargo, una parte de mí seguía deseando volver a mi antigua
vida en el cuartel general, ese sentimiento de pertenencia, de tener un lugar
en el que estaba a salvo. Añoraba mi vida tal y como era antes: noches de
cine con Alec, bromas con Tanner, risas con Holly y desayunos con Martha
cocinando en la cocina. Tal vez hubiera podido perdonarlo todo si El Mayor
se hubiera disculpado, si no hubiera planeado encerrarme, pero incluso
entonces, la confianza rota era difícil de reparar. Sobre todo, si había falta
de confianza por ambas partes. Como hija de Abel, el Mayor nunca
confiaría completamente en mí.
Todo el mundo en la sala se había quedado en silencio. La tensión era
tan densa que casi podía alcanzarla y tocarla.
Los ojos de Zach se centraron en mí con extraña intensidad.
—Tienes una familia de verdad, Tessa. No los necesitas. —Señaló
con la cabeza a Tanner y Kate, el resentimiento reflejado en sus ojos.
Giré hacia él.
—Sólo me quieres por mi Variación. Cuando pensaste que era normal,
ni siquiera viniste a buscarme.
Zach dio un paso hacia mí, y Tanner y Kate se tensaron.
—Eso no es cierto —dijo Zach—. No teníamos los mismos recursos
que tenemos ahora. Papá nunca dejó de buscarte.
Quise creerle y quizá fuera cierto. Mi madre había dicho que Abel
nunca la perdonaría por haberme alejado. ¿Y si eso significaba que
realmente se preocupaba por mí? Devon apareció a mi lado, con el cabello
revuelto, pero sin ninguna otra herida. Cuando nuestras miradas se
encontraron, tardó un segundo en centrarse.
—¿Te pegó Stanley? —pregunté.
Devon negó con la cabeza y parpadeó una vez, con fuerza.
—No, el imbécil sólo me escupió. Su saliva es muy fuerte.
—¿Pero estás bien? —susurré, sin apartar los ojos de Zach y Tanner,
que seguían observándome. Ambos habían dado unos pasos hacia mí.
Stanley había desaparecido.
—Estoy bien. Mi Variación puede encargarse de las cosas. —La
mirada de Devon se posó en Tanner. Habían bromeado mucho en el tiempo
que habían pasado juntos en el cuartel general, y ahora se enfrentaban como
enemigos.
—¿Por qué debería creerte? —pregunté, volviendo a centrar mi
atención en Zach.
Él abrió los brazos en un gesto de desarme.
—La sangre es el vínculo más fuerte de este mundo. Deberías estar
con las personas que te quieren por ser una hermana y una hija y no por el
valor de tu Variación. —Envió una breve mirada hacia Kate y Tanner.
—No dejes que te manipule —advirtió Tanner, dando otro paso en mi
dirección.
Resoplé.
—Porque tú y la FEA nunca harían eso, ¿verdad?
El cuerpo de Devon rebosaba de tensión a mi lado. Estaba mirando al
pelirrojo con la Variante de transportación. Y me sentí estúpida por
haberme olvidado casi de él. Parecía relajado, por la forma en que estaba de
pie con los brazos cruzados frente al pecho, pero no me creí su actuación.
—¿Qué pasa con él? ¿Dejarás que me secuestre como hiciste con
Holly?
El rostro de Zach parecía desconcertado y por un momento horrible
estuve segura de que no sabía quién era Holly porque la habían matado en
cuanto habían descubierto que no era yo.
—Jago no te tocará. No te obligaré a unirte a nosotros. Quiero que
vengas porque quieres —dijo. Jago hizo una pequeña reverencia burlona,
con su cabello rojo cayendo sobre sus ojos.
—¡Ya basta! —siseó Kate—. Esto es ridículo. Tanner, ¡ya!
Mi mirada voló hacia Tanner. Parecía reacio a hacer lo que Kate
quería que hiciera.
—¡Ahora! —gruñó Kate.
Las armas que Benny nos había quitado se elevaron por encima de la
cabeza de Zach y aterrizaron en las manos extendidas de Kate y Tanner.
Uno de los hombres de Zach soltó una carcajada.
—¡Qué humano es el uso de las armas! —exclamó.
Ahora que ya no estaba medio tapada por Zach, me di cuenta de que
era el tipo de aspecto sospechoso que me había observado mientras daba mi
discurso como el senador Pollard.
—Cállate, Will —siseó Zach.
Pero Kate levantó su arma y disparó contra Zach mientras se desataba
el infierno. El miedo oprimió mi pecho. ¿Y si Kate le hubiera dado a Zach?
Algunos Variantes empezaron a correr por la habitación, presas del
pánico, pero otros se unieron a la lucha. Los rayos de electricidad se
dispararon por la habitación, acabando con varias bombillas y con
cualquiera que se interpusiera en su camino. El olor a azufre inundó mi
nariz. Se produjeron más disparos y los cuchillos atravesaron la habitación.
Kate intentó acercarse a mí, pero otros Variantes y los rayos de electricidad
se interpusieron en su camino. La luz parpadeaba, pasaba del azul al rojo y
luego volvía a hacerlo. Alguien chocó conmigo y me hizo volar al suelo. Mi
coxis chocó con el suelo de piedra, enviando una punzada de intenso dolor
por mi espalda.
Devon agarró mi brazo y me levantó.
—Vamos. Tenemos que encontrar el túnel y escapar.
Pero una parte de mí no quería huir, la misma parte que quería creer
que las palabras de Zach eran ciertas, que él y mi padre habían estado
buscándome durante todos esos años. La parte de mí que deseaba que
fuéramos una familia de verdad.
—¡Tessa, vamos! —instó Devon.
Los combates se sucedían a nuestro alrededor, pero Kate casi nos
había alcanzado. Zach y Will estaban agachados en el suelo. Pero no podía
ver a Jago por ninguna parte. De repente, Zach asintió en dirección a Will.
Éste se puso de pie de un salto y extendió los brazos hacia fuera. Todos los
espejos y cristales de la habitación se hicieron añicos con un grito
desgarrador. Una grieta atravesó el grueso cristal del acuario, el sonido fue
como el de los clavos en una pizarra, y luego el suelo empezó a temblar,
igual que cuando yo había fingido ser el senador Pollard.
Devon me empujó al suelo y se tiró encima de mí. La respiración se
escapó de mis pulmones. Los gritos y el siseo del agua irrumpieron en la
habitación. Levanté mi cabeza, sólo para ver cómo una ola se estrellaba
sobre nuestras cabezas. El agua arrasó con nuestros cuerpos, entrando en mi
nariz y mi boca, y dejándonos empapados. Devon se apartó de mí y yo me
puse de rodillas, desorientada. Mis manos, que no habían sido protegidas
por el cuerpo de Devon, me escocían. Pequeñas astillas de vidrio se
clavaron en mi piel. Me las quité de encima lo mejor que pude. Por suerte,
las heridas que dejaban eran diminutas. Una de las gemelas del agua yacía
acurrucada en sí misma a unos pasos de mí, con cortes en la espalda. No
parecían mortales, pero probablemente tendría cicatrices.
Me puse de pie a trompicones y giré hacia Devon. Mi corazón palpito.
Su camisa estaba rasgada y su espalda estaba mucho peor que la de la
mujer. Parecía que alguien le había pasado un rastrillo por encima. Lo
ayudé a ponerse de pie mientras observaba la escena. La habitación era un
desastre. Las lámparas y los estantes de cristal del bar habían estallado.
Sólo algunos de los focos del suelo parecían haber sobrevivido a la onda
expansiva y emitían una inquietante luz azulada. Era difícil distinguir
mucho. Los cristales rotos crujieron bajo mis pies cuando me di la vuelta
para orientarme. Las personas se acurrucaban contra la pared, mientras que
otros estaban inmóviles en el suelo. El olor a cloro y cobre flotaba en el
aire. ¿Habían muerto personas por los fragmentos que volaban? Avancé a
trompicones en busca de Tanner y Kate. Aunque no confiara en ellos, no
quería que estuvieran muertos o heridos.
Detecté a Kate en el suelo. Tropecé hacia ella para ver si necesitaba
ayuda. De repente, alguien me agarró por detrás. Me giré, lista para golpear
a quienquiera que fuera, pero me encontré mirando a los ojos color
turquesa. Devon se acercó a nosotros, con los hombros rectos. La mirada de
Zach se posó en las heridas en los hombros de Devon que se estaban
curando rápidamente y la comprensión se asentó en su rostro. Luego se giró
hacia mí.
—Ven conmigo, por favor —susurró.
—Podrías haber matado a personas. ¿Por qué lo hiciste?
—No empecé a disparar. No tuve elección. Sólo estábamos hablando
y, como siempre, la FEA atacó.
Abrí la boca para discutir, pero lo que había dicho era cierto.
—Por favor, Tessa. Ya habrá tiempo para explicarlo todo, pero no es
ahora. Y sabía que nadie moriría. Los fragmentos que crea la onda
expansiva de Will son demasiado pequeños para hacer un daño mayor y
Devon puede ayudar a los heridos, ¿verdad?
No dije nada, pero no aparté la vista de sus ojos, que podrían haber
sido los míos. Su mano en mi hombro era cálida y suave.
—Llevo mucho tiempo esperando este día.
—Yo también —dije, porque era cierto. Siempre había querido tener
una familia cariñosa, la había buscado por todas partes, excepto en el único
lugar donde era más probable encontrarla: con mi verdadera familia.
Zach sonrió y pude comprobar que era una sonrisa sincera, sin
pretensiones. Una figura se tambaleaba hacia nosotros. Zach giró la cabeza.
—Tenemos que irnos ya —susurró—. Los agentes habrán pedido
refuerzos. El Mayor podría llegar en cualquier momento.
Devon se puso detrás de mí y me puso las manos en los hombros. Su
agarre era de advertencia.
—Tessa...
—Tengo tantos recuerdos que quiero compartir contigo —dijo Zach
rápidamente—. Recuerdos de nuestro padre y de cómo pasamos nuestra
primera Navidad juntos. Tienes una familia, Tessa. Sea lo que sea lo que te
haya dicho la FEA sobre nosotros, eran mentiras para asegurar tu lealtad.
Busqué sus ojos en la tenue luz azulada. Tomó mi mano con suavidad.
—Podríamos ser una familia y tener un verdadero hogar.
Un hogar. Una familia. La expresión de Devon reflejaba
incertidumbre, pero también determinación.
—¿Has conocido a un Variante llamado Ryan? —preguntó de repente
—. Podía hacer niebla.
Zach frunció el ceño.
—Nunca he oído ese nombre.
—Afirmó que tu ejército lo convirtió en un asesino furioso. Asesinó a
mi hermana.
La sorpresa parpadeó en sus ojos.
—No hemos convertido a nadie en un asesino —dijo—. ¿Has
pensado alguna vez que lo que ocurrió en Livingston fue un montaje de la
FEA? ¿Que necesitaban una misión para Tessa, así que prepararon un
misterio para que lo resolviera? No te engañes. El Mayor siempre sabe lo
que está haciendo. Y le importan un bledo los humanos normales.
Devon negó con la cabeza.
—¿Pero por qué iba a hacer eso? No tiene sentido.
Una voz masculina gritó una orden, pero no pude distinguir las
palabras por encima del crepitar de la electricidad. Era un milagro que no
estuviéramos todos fritos. Las personas empezaron a salir de sus escondites.
—Tenemos que irnos —instó Zach—. Holly te está esperando. Una
vez que hables con ella, verás que el Ejército de Abel no es lo que El Mayor
hizo parecer.
Tanner apareció, con la pantalla de un teléfono brillando en su mano.
Buscó a su alrededor hasta que sus ojos se posaron en mí. A lo lejos pude
oír el sonido de las aspas de un helicóptero.
—¡Tessa, rápido! —siseó Zach.
Le dirigí a Devon una mirada suplicante. Tenía que hacerlo. Tenía que
averiguar si era verdad. Si una familia había estado esperándome todos esos
años, si todo lo que sabía de Abel no era más que una red de mentiras
cuidadosamente construidas.
Devon agarró mi mano y asintió.
—De acuerdo, iré contigo. —Miró a mi hermano con el ceño fruncido
—. Pero quiero respuestas. Quiero saber qué pasó realmente en Livingston.
Tenías espías allí. Debes saber más de lo que has dejado entrever.
Zach miró a Tanner, que ahora estaba acompañado por Kate; ella tenía
una herida en la frente que goteaba sangre sobre el ojo izquierdo.
—Responderé a todas tus preguntas —aseguró Zach a Devon—. Pero
tenemos que irnos. Ahora.
Antes de salir, mis ojos se dirigieron a las escaleras. Esperaba que
Penny estuviera cuidando de mi madre. No estaba segura de que Zach
supiera que nuestra madre estaba aquí.
Tanner estaba tropezando con los restos del acuario para llegar hacia
nosotros.
—¡Devon, Tessa, no! —gritó, con la desesperación resonando en su
voz.
La culpa me atravesó. Sabía que estaba traicionando a la FEA, pero
ellos habían tomado su decisión y yo la mía. Llevaba toda la vida anhelando
esto, una familia a la que llamar mía. Ni siquiera Devon podía entender lo
fuerte que era mi deseo de tener unos padres como los suyos. Y ahora tenía
la oportunidad de vivir mi sueño. No importaba el riesgo, nunca me
perdonaría si lo dejaba escapar. Y era mi única manera de llegar a Holly.
Devon y yo seguimos a Zach más allá de los restos del acuario.
—¡Tessa, no! —Tanner lo intentó de nuevo, pero no me detuve. Zach
nos condujo al estrecho pasillo entre el bar y el estacionamiento. Ni Finja ni
Benny estaban en sus puestos. Pero Jago estaba allí, asomándose al exterior.
—Dos helicópteros en camino. Aterrizarán en un par de minutos. No
tenemos mucho tiempo.
—Saca a mi hermana de aquí —ordenó Zach. Mi cuerpo se llenó de
calor cuando me llamó hermana. Me abrazó rápidamente—. Jago te pondrá
a salvo.
—Pero ¿qué pasa contigo y con Devon? —pregunté asustada al oír el
primer helicóptero aterrizar. Antes de que Zach pudiera responder, Jago me
agarró del brazo y sentí que mi cuerpo se partía en dos.
Mi entorno comenzó a alejarse y mi mano fue arrancada de la de
Devon. Su rostro se distorsionó, con la preocupación aún grabada en él.
Entonces mi visión empezó a ser borrosa.
Capítulo 30