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LA ACTIVIDAD ECONÓMICA
Y SU ORGANIZACIÓN EN EL SISTEMA
DE ECONOMÍA DE MERCADO
CAPITALISTA
La economía, concebida como ciencia de la escasez, se ve obligada a realizar elecciones
en aras de optimizar el uso de los recursos escasos. En esa toma de decisiones se le
plantean tres problemas económicos fundamentales:
¿Qué producir?
Se trata de decidir cuáles bienes y servicios se van a producir y en qué cantidades. Las
respuestas varían obviamente según sea la dotación de recursos que tenga el país, su
grado de desarrollo, su cultura, sus usos y costumbres, etc. También varía con el paso
del tiempo. Esta es una reflexión decisiva en una sociedad. A nadie se le escapa la gran
cantidad de bienes prácticamente superfluos para el bienestar de las personas que se
producen en la actualidad y los faltantes escandalosos que se dan en determinadas
áreas. Uno de los temas de debate en este ámbito es determinar en quién descansa la
capacidad de decidir ¿qué producir?: en el mercado o en el estado.
¿Cómo producir?
Una vez dilucidado el bien o servicio a producir hay que plantearse cómo combinar los
factores productivos que participan en su elaboración. Se persigue utilizarlos de la mejor
manera, es decir, de la más eficiente, ya que son limitados. La dotación de factores que
se posea y el grado de desarrollo tecnológico condicionan en buena medida estas
decisiones.
¿Para quién producir?
Aquí se trata de decidir cómo se distribuyen los bienes y servicios entre los miembros
de la sociedad. Esa distribución se realiza fundamentalmente a través del ingreso de los
agentes económicos, procedente de dos posibles vías:
a) la remuneración obtenida por su participación en el proceso productivo como
propietarios de factores productivos: salarios, rentas, intereses o beneficios.
b) la redistribución de rentas que realiza el Sector Público.
Existen dos criterios claves para distinguir los sistemas económicos: por un lado, la
propiedad (privada o pública) y, por otro, el modo de asignación de los recursos
productivos y la distribución de los bienes producidos (mercado o acción estatal)
Se observa que en el capitalismo predominan la propiedad privada y los mecanismos de
mercado, existiendo libertad de ejercicio de la actividad empresarial, mientras que en el
socialismo prevalece la propiedad pública y la intervención del Estado y queda poco
margen de actuación para la iniciativa individual, no existiendo libertad de empresa. En
los sistemas mixtos conviven, por un lado, la propiedad privada y la pública y, por otro,
el mercado y la iniciativa privada con la actuación del Estado y la iniciativa pública.
Problemas y dificultades que plantean cada uno de los sistemas
1) Capitalismo
a) Desigualdad y pobreza
Desigual distribución de la renta y la riqueza, con sectores de población muy
marginados del acceso a bienes y servicios básicos y, por tanto, del disfrute
de una vida digna.
b) Crecimiento con importantes costes medioambientales y sociales
c) Producción de bienes y servicios superfluos, a la vez que hay familias con
necesidades básicas insatisfechas.
d) Gran concentración de poder económico y abuso de poder por parte de los
grandes monopolios y oligopolios.
e) Inestabilidad económica y frecuentes desequilibrios macroeconómicos,
destacando crisis frecuentes con altas tasas de desempleo.
2) Socialismo
a) Ineficiencia económica en la asignación de recursos y baja productividad
debido, entre otras razones, a limitaciones de la planificación (resulta difícil
hacer acopio de la ingente información necesaria para adoptar las decisiones,
que se arbitran desde un órgano burocrático centralizado, lo que implica un
exceso de rigidez) y a la falta de incentivos para los que participan en el
proceso de producción. Todo ello acaba afectando a la disponibilidad final de
bienes y servicios para atender las necesidades de la población que, dada la
baja eficiencia del sistema, resultan insuficientemente atendidas.
b) Concentración de poder en manos de las élites políticas y de las burocracias
administrativas en detrimento del resto de la población.
c) Ausencia de libertad individual en el ámbito político y económico.
d) Al igual que ocurre en el sistema capitalista, se produce con elevados costes
medioambientales, pues prima la lógica productivista.
3) Sistema mixto
Plantea prácticamente los mismos problemas que el sistema capitalista, si acaso
más mitigados, a los que añade el riesgo de utilizar las políticas públicas y los
fondos estatales en favor de las élites políticas y de los poderes económicos
privados.
Han existido y existen muchas variantes de cada sistema, pero podríamos concluir
diciendo, por un lado, que realmente apenas han existido economías capitalistas puras,
lo más cercano podrían ser las economías autorreguladas del siglo XIX y principios del
XX, y, por otro lado, que prácticamente han desaparecido las economías socialistas. De
hecho, sólo cinco estados se declaran en la actualidad como tales: China, Corea del
Norte, Laos, Cuba y Vietnam; y algunos de ellos, como China, transitan hacia formas
capitalistas de producción mediante la creciente introducción de mecanismos de
mercado, adquiriendo un carácter más propio de economías mixtas, si bien con ausencia
de libertades políticas.
Las características de las economías mixtas capitalistas
Lo que predomina a nivel global en la actualidad es el sistema de economía mixta, en el
que se da una coexistencia del sector público y privado en muchos ámbitos o áreas de
actuación, si bien con una gran disparidad en cuanto, por un lado, al desarrollo del
mercado y sus niveles de competencia y, por otro, al alcance de la intervención del
Estado y a la implementación y cobertura de las políticas del Estado de Bienestar.
Las características básicas del sistema de economía mixta son las siguientes:
- Propiedad privada y pública
Predomina la propiedad privada, siendo la empresa privada la unidad clave de
producción, pero hay sectores o actividades en los que hay una cierta propiedad
estatal, pudiendo llegar a ser dominante en algunos casos, como puede ser en la
provisión de determinados servicios públicos esenciales, como la sanidad o la
educación, o la gestión de producciones estratégicas, como la energía, defensa,
industrias básicas, etc.
- Libertad de mercado y regulación y planificación estatal
Existe libertad para la iniciativa privada pudiendo el Estado limitar esa iniciativa
cuando así lo requiera el interés general. El mercado, a través de la libre
competencia de oferentes y demandantes, es el principal mecanismo de
asignación de los recursos y de formación de precios, pero, dado que existen
fallos del mercado, el Estado interviene tratando de corregir esos fallos. Un área
de actuación prioritaria es la relacionada con la preservación de la libre
competencia, evitando prácticas monopolistas que puedan originar abusos de
poder de mercado. A su vez, el Estado interviene para promover el desarrollo
económico y establecer una planificación indicativa al respecto.
- Ánimo de lucro y bienestar social
El incentivo básico del sistema es la ganancia que los agentes económicos
pueden conseguir de su actuación en el mercado, pero, dado que este distribuye
las rentas de manera muy desigual en ciertos casos, el Estado interviene con
políticas redistributivas de renta para reducir desigualdades y mejorar el
bienestar social. Uno de los logros institucionales más importantes en esa línea
ha sido el desarrollo del Estado de Bienestar.
Por otra parte, el ser humano es un ser social que convive con otros individuos, cada
uno con su gama de objetivos y medios, no coincidentes entre sí, y que es preciso
conciliar en aras de hacer factible la convivencia. Además, la sociedad como tal puede
tener sus propios fines, que difieren de los objetivos particulares de los individuos que
la conforman. Hay, por consiguiente, una serie de intereses personales y un interés
social, y la pregunta que surge es si es posible hacerlos compatibles y de qué forma.
Cuando uno sigue su interés personal elige lo que considera que es la mejor opción que
tiene a su disposición, pero en esa evaluación puede considerar o no la forma en que
afecta a terceros.
Para paliar las deficiencias que pueden derivarse de la toma de decisiones individuales,
en los sistemas económicos mixtos se le encomienda al Estado la toma de decisiones
que tienen que ver con el interés general. Pero la actuación del Estado está limitada por
los tributos que recauda de los individuos, que, a su vez, ven mermadas sus posibilidades
de elección como consecuencia de esa detracción de recursos. La persecución del
interés general puede, por tanto, afectar negativamente al interés personal, máxime si
la actuación del gobierno no atiende correctamente ese interés general y favorece
intereses personales de forma corrupta.
Todo esto hace que exista una gran polémica y un abanico muy amplio de opiniones
acerca de qué sería el interés general y de qué actividades contribuyen más eficazmente
a su consecución. En principio, una elección favorece el interés social cuando todos los
individuos obtienen algo mejor y no perjudica a otros. Se dice entonces que es una
decisión eficiente. Pero la eficiencia no tiene por qué coincidir con la equidad.
Así, en nuestras sociedades hay un gran desacuerdo acerca de cuál debe ser el papel del
Estado en la actividad económica. Existe un mayor consenso acerca de la participación
del Estado en la provisión de bienes que no son susceptibles de ser provistos por el
sector privado al no resultarles rentable su producción (servicios de justicia, defensa,
seguridad, aire limpio, aguas no contaminadas…). Pero hay mayor discrepancia cuando
se trata de bienes que puede proveer el sector privado (sanidad, educación, sistemas de
jubilación…). Esta es una de las principales polémicas existentes hoy tanto en el ámbito
académico como político.
La polémica sobre la medición del bienestar: eficiencia,
equidad y sostenibilidad
El objetivo fundamental de la actividad económica es mejorar el bienestar de los
individuos. La pregunta que surge inmediatamente es cómo se mide ese bienestar. Uno
de los cálculos a las que recurre la teoría económica es la suma de los excedentes de los
productores y los consumidores, es decir, el excedente total, que es expresión de la
eficiencia en la asignación de los recursos.
El excedente del productor es el beneficio que obtienen los productores por participar
en el mercado, y se obtiene a partir de la diferencia entre el precio que recibe el
productor por la venta de un bien y el coste de producción. Imaginemos tres
productores: A, B y C. Supongamos que los costes de producción de un bien son para A
de dos euros, para B de cuatro euros y para C de seis euros. Si el precio de mercado del
bien fuese de tres euros, el productor A, produciendo una unidad, obtendría un
excedente de un euro, y B y C no producirían nada, pues tendrían pérdidas. Si el precio
del producto aumentase a cinco euros, el productor A tendría un excedente de tres
euros y el B de un euro, mientras que C seguiría sin producir. Si, finalmente, el precio
fuese nueve euros, el productor A obtendría un excedente de siete euros, el B de cinco
y el C de tres, siendo el excedente total de los productores de quince euros.
EC
Pº EP
Yº Y
Pero puede ocurrir que una sociedad no considere suficiente la eficiencia como medida
del bienestar general. Puede pensar que el hecho de que la actividad productiva sea muy
eficiente no es garantía del bienestar de los individuos, pues poco aporta a ese bienestar
el que la cantidad producida sea mayor si la distribución de esa producción no se realiza
con equidad.
Los agentes que participan en el proceso económico son las familias u hogares (es decir,
la población de un país), las empresas y el Estado o sector público. La participación de
estos agentes la podemos sintetizar del modo siguiente:
El diagrama del flujo circular de la renta es un modelo que muestra las relaciones entre
los diferentes agentes económicos: las familias, las empresas y el sector público, y, por
último, de todos ellos con el sector exterior.
Esas relaciones son de doble dirección: una corriente de flujos reales (oferta y demanda
de factores productivos y de bienes y servicios) y otra corriente de flujos monetarios
(ingresos y gastos).
A su vez, esas relaciones tienen lugar en dos mercados: el de factores productivos y el
de bienes y servicios.
Veamos cómo interactúa cada uno de los agentes:
• Familias
Las familias son propietarias de factores productivos (tierra, trabajo y capital)
que ponen a disposición de las empresas en el mercado de factores productivos
y a cambio reciben salarios, rentas y beneficios que les sirven para adquirir
bienes y servicios, actuando a su vez como unidades de consumo.
• Empresas
Las empresas utilizan esos factores para producir bienes y servicios que venden
a las familias y a cambio obtienen unos ingresos monetarios.
La renta circula entre familias y empresas continuamente. Las familias reciben
dinero de las empresas por poner a su disposición los factores productivos de los
que son propietarias y, posteriormente, las empresas reciben dinero de las
familias por los bienes y servicios que les venden. Y este ciclo se repite una y otra
vez.
Un agente peculiar dentro de la categoría de empresas son los bancos, que
tienen una producción muy especializada consistente en la provisión de
financiación y prestación de otros servicios financieros a las empresas, las
familias y el sector público.
Las familias y las empresas operan en los mercados guiadas por su interés
personal, buscando maximizar su utilidad o satisfacción (familias) o sus
beneficios (empresas).
• Sector público
Un tercer agente es el sector público constituido por las Administraciones
Públicas: Estado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. El sector público
desarrolla un triple papel en la economía. Opera, en primer lugar, como
empresa, pues se provee de factores productivos de las familias (por ejemplo,
contrata a trabajadores, pide préstamos, alquila edificios, etc.) que utiliza para
producir bienes y servicios (como sanidad, educación, seguridad, etc.). También
opera a modo de familia, pues compra bienes y servicios producidos por las
empresas (como, por ejemplo, ordenadores para los colegios, medicamentos
para los hospitales, etc.).
Y, además, ejerce una tercera función de carácter fiscal, cobrando tributos a
familias y empresas, que sirven para financiar los servicios y las subvenciones
que otorga a ambos agentes.
La motivación del sector público es distinta de la de los agentes privados (familias
y empresas). Mientras éstas operan movidas por la utilidad o ganancia particular,
el sector público debe responder al interés general.
• Sector exterior
Aún hay un cuarto agente en la economía, que es el sector exterior, constituido
por las familias, empresas y sectores públicos del resto del mundo, que se
relacionan con los respectivos agentes del país considerado.
Los agentes económicos nacionales comercian bienes y servicios con los
extranjeros y, además, entre ellos realizan transferencias de rentas y de capital,
compras y ventas de empresas o participaciones empresariales, y depósitos y
préstamos. Todas estas transacciones se registran de manera sistemática en un
documento estadístico-contable denominado balanza de pagos.
e) Según su necesidad:
- Bienes de primera necesidad
Son aquellos que satisfacen las necesidades básicas de las personas y
garantizan su supervivencia de una manera digna. El abanico de
productos que se consideran básicos es distinto en función del grado de
desarrollo de los países, sus condiciones sociales y culturales, y cambia, a
su vez, con el paso del tiempo.
- Bienes de lujo o suntuarios
Son aquellos bienes que satisfacen deseos y de los que se podría
prescindir sin poner en riesgo la supervivencia y sin menoscabo de la
dignidad de la persona. Su consideración de tales también depende del
contexto.
• Sector primario
Comprende las actividades que obtienen productos directamente de la
naturaleza. Destacan las actividades siguientes: agricultura, ganadería,
silvicultura y pesca.
• Sector secundario o industrial
Incluye las actividades que transforman los productos extraídos de la naturaleza,
es decir, las materias primas, en productos elaborados. Destacan como
actividades encuadradas en este sector: la industria extractiva (minerales y
petróleo), la industria de transformación (de recursos naturales y materias
primas), calzado y vestido, bebidas, productos químicos, automóvil, etc. También
se encuadra en este sector la construcción, del que se informa habitualmente de
manera separada, debido a su importancia específica.
• Sector terciario o de servicios
Contiene las actividades consistentes en la prestación de servicios a los agentes
económicos. Engloba, por tanto, actividades intangibles productoras de bienes
inmateriales que se plasman o reflejan en el trabajo de las personas. Actividades
pertenecientes a este sector son: hostelería y turismo, transporte y
comunicaciones, servicios financieros, servicios sociales (educación, sanidad…),
servicios personales (peluquerías, lavanderías, tintorerías, gimnasios…)
Esta clasificación sirve para dar cuenta de la importancia relativa que tiene cada tipo de
actividad en la producción total, pero presenta serias limitaciones a la hora de encuadrar
la actividad de una determinada empresa en un sector. Y no nos referimos al hecho de
que casi todas las empresas utilizan insumos procedentes de casi todos los sectores (por
ejemplo, una empresa de la construcción utiliza grúas producidas por el sector
secundario, madera aportada por el sector primario y diseños arquitectónicos creados
por el sector terciario), sino a la creciente característica multisectorial que alberga la
producción. Así, por ejemplo, hay empresas agrícolas vendedoras de tomates (sector
primario), que procesan el producto y lo venden como salsa o zumo de tomate (sector
secundario), o empresas acereras que además de vender acero (sector secundario)
asesoran a sus clientes en fórmulas y soluciones adaptadas a cada aplicación específica
(sector terciario). De hecho, está teniendo lugar un importante y creciente proceso de
servitización de la industria, proceso consistente en que las industrias que
tradicionalmente fabricaban y vendían productos redefinen su estrategia de negocio
orientándose hacia la prestación de servicios relacionados con el producto que fabrican.
Combinan en su oferta el producto con un conjunto de servicios (gestión,
mantenimiento, reparación, formación, información y asesoramiento en soluciones
integradas y adaptadas al cliente, realización de operaciones en la sede del cliente, etc.)
que permiten agregar valor y obtener mayores ingresos. Son ejemplos pioneros de esta
fórmula de negocios el power-by-de-hour de motores de aeronaves de Rolls Royce y el
pay-per-print de Xerox. La primera, en vez de vender los motores, cobra por su uso y a
cambio se encarga de la instalación de los equipos más adecuados, las revisiones,
mantenimiento y reposiciones. Xerox (actualmente Fuji Xerox), por su parte, en vez de
vender las fotocopiadoras las alquila y cobra por su uso, y se ocupa de proporcionarle al
cliente, en cada momento, los equipos que mejor se adaptan a sus necesidades, del
mantenimiento, las reparaciones y de cualquier otra eventualidad relacionada con el
producto. Con estas fórmulas se inauguró un nuevo tipo de negocio denominado
“economía de suscripción”. El cliente, a cambio de una tarifa mensual accede a un
servicio que antes lo compraba como producto y mediante un solo pago. Son ejemplos
exitosos de esta economía de suscripción Netflix y Spotify, que sustituyeron a la compra
de películas y discos respectivamente. Cadillac ha puesto en marcha recientemente el
servicio Book-by-Cadillac por el que a cambio de una tarifa mensual fija se accede a
vehículos de alta gama, pudiendo cambiar de vehículo varias veces al año.
La evolución del sistema capitalista estuvo acompañada por cambios muy significativos
en la importancia relativa de los diferentes sectores en la producción y el empleo. Así,
hemos asistido del paso de una sociedad agrícola a la industrial y, posteriormente, a la
postindustrial o de servicios. En esa transición, la industria constituyó el núcleo
fundamental en torno al que se asentó el crecimiento. Sin embargo, a medida que han
ido madurando los procesos de desarrollo en los países, se ha ido produciendo una
pérdida paulatina de la importancia de este sector, al punto que ha llegado a constituir
un motivo de preocupación en algunos de ellos. En particular, la Comisión Europea ha
advertido en diversas ocasiones que, para que la Unión Europea mantenga una base
sólida de desarrollo económico, el sector industrial debería mantener una cuota mínima
del 20% en la producción total. Y a la vista de que hay países que se sitúan por debajo
de ese nivel o con tendencias orientadas a perderlo, apela a la necesidad de promover
políticas que favorezcan su resurgimiento.