Está en la página 1de 132

Las historias que no

se cuentan

Relatos de amores y vidas reales

Cecilia Caro
© Cecilia Caro, [2023]

Registro de propiedad intelectual: XXXXX

ISBN-13: [XXX-XXX………]

Impreso por [nombre de la imprenta]

Todos los derechos reservados.


A mi hijo Nicolás Repetto, quien es el centro de mi vida.

A mi padre, Juan Caro, el hombre más bueno que ha pisado esta

tierra y quien vive más allá de las estrellas.

4
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

AGRADECIMIENTOS

A Ricardo Mora, a quien quiero y respeto, mi inspiración


para varios de mis cuentos; a Lucy Salazar mi amiga del
alma, quien siempre ha estado para mí cuando más la he
necesitado; a mi mamá, Elena; a mi querida amiga Isidora; a
mi Tía Lía, mi segunda madre, sin duda, y a mi padrino,
Eduardo Pérez, sacerdote sabio, que marcó mi vida con su
amor y su guía.

5
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Bajo la piel se ocultan deseos nunca formulados,

aflicciones recónditas, marcas invisibles.

Isabel Allende

6
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Índice

Presentación...................................................................................8
Amor platónico...........................................................................10
El hombre equivocado...............................................................16
La esposa......................................................................................24
La última cita...............................................................................34
Amor propio................................................................................41
Un gran día..................................................................................50
Entre copa y copa yo no sé........................................................54
En tiempo real.............................................................................62
La fan............................................................................................74
Frente a mi espejo.......................................................................80
Noche de Navidad......................................................................84
Es mi vida.....................................................................................91
Alicia...........................................................................................101
Sí, acepto....................................................................................112
Decisiones..................................................................................118

7
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Presentación

Este es un libro de cuentos que te obliga a cuestionar

ciertas creencias, que te invita a observar las cosas desde una

perspectiva diferente. Sobre todo, el amor… y las

dificultades de sostener una relación de pareja.

Te encontrarás con diferentes mujeres que buscan

reconstruirse, dejar atrás sus relaciones nocivas para iniciar

un camino de autoaceptación. Muchas de ellas han sido

traicionadas o se encuentran heridas y dolidas en su amor

propio. Otras han sucumbido ante la frustración de no poder

alcanzar nunca en plenitud sus expectativas.

Algunas de ellas han sido víctimas de la violencia

sicológica como en “Amor propio”; otras se han enfrentado

al dilema entre el deber ser y los verdaderos deseos como en

“La esposa”, “Sí, acepto” y “Decisiones”.

Hay mujeres que sufren la decepción frente a los

estándares creados por redes sociales como en “Amor

8
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

platónico”; hay otras que han sido víctimas de estafas como

en “El hombre equivocado” y “Entre copa y copa yo no sé”;

o que son perpetradoras de estafas para vengarse de su

marido como en “Un gran día”.

Pero también hay relatos que cuestionan el poder de

la idealización como “La Fan”, “Noche de Navidad” y

“Frente a mi espejo”.

Cada una de estas historias te llevará a explorar los

entresijos del amor, desde una perspectiva realista… pues se

trata justamente de eso: relatos de amores y vidas reales.

¿Aceptas el viaje?

Jotacé Sánchez

Doctor en Literatura

Director Factor Literario

9
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Amor platónico

Mientras recogía mi ropa del piso, puede ver que

Miguel Ángel me observaba con cierta frialdad. Lo cierto es

que no había sido exactamente el encuentro sexual que había

imaginado, sobre todo después de tanta insistencia de su

parte por verme y estar conmigo. Me había convencido de

que yo había sido su amor platónico en nuestra adolescencia

y que ahora, después de varios meses de coqueteo por redes

sociales, nos reencontraríamos para hacer realidad nuestro

sueño de estar juntos… O más bien “su” sueño, porque yo

nunca había estado enamorada de él.

Y sí, me sentía muy incómoda. Su mirada inquisidora

me recordaba que, efectivamente, tenía quince kilos de más

y que ya no era la mujer tan preocupada por mi físico como

lo era antes. Sí, es cierto, cuando nos encontramos en el

restaurante presentí que me juzgaba, porque yo no era la

misma que aparecía en las fotos de mis redes sociales. Tal

10
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

vez en eso fui culpable. Creí que nos reencontraríamos y

todo sería maravilloso, pero no lo fue. Apenas pudo tener

una erección y casi ni me miró. Sentí que todo lo hizo por

cumplir. Tal vez ya no soy tan bella para él. Parece que eso

es lo único que le importa. Yo quise creer que era la misma,

pero también pensé que había nacido un sentimiento

verdadero. Veo que solo me buscó para hacer realidad un

sueño de adolescente que hoy como adultos ya no está.

̶ ¿Te preparo un café? −dije como para romper el

silencio.

̶ Si usted quiere, vaya y se sirve algo. Yo estoy bien.

Me bañaré y luego debo salir, tengo una reunión familiar.

De pronto una notificación en su teléfono hizo que

cortara la conversación. Mientras lo veía escribir y sonreír a

sus mensajes, más inseguridad sentía por mi cuerpo y mi

apariencia. Aunque también me hizo sentir mucha rabia

contra él.

̶ Gracias por venir y quedarte, Bárbara. Hablemos

después, ¿te parece? Debo ir a bañarme. Si quieres me

esperas o puedes irte. Yo necesito apurarme, tengo una

reunión.

11
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Sus palabras me parecieron una excusa para

deshacerse de mí y me sentí ofendida por su forma cortante.

̶ Ok ̶ dije mirándolo con mucho orgullo, tanto, que él

bajó la mirada y se encerró en el baño rápidamente.

En ese momento me dispuse a llevarme a mi casa la

tristeza y la vergüenza que sentía, pero algo me detuvo.

Quería ver qué mensajes había contestado y, sin hacer ruido,

tomé su teléfono. ¡Oh felicidad! No te tenía clave por lo que

comencé a revisar cada uno de sus WhatsApp.

Al chequearlos y darme cuenta de que además de mí,

coqueteaba con otras mujeres −todas evidentemente más

jóvenes por lo que veía en las fotos−, comprendí que ese

hombre, quien alguna vez en nuestra adolescencia había

sido mi amigo enamorado, se había convertido en un ser

despreciable que solo apreciaba el físico. Todo ese amor y

admiración que decía tener por mí era una mentira. Estaba

claro: ya no estaba dentro de sus patrones de belleza… y

bueno, hay que ser bien cara de palo. “Pidiendo perfección”,

pensé, “cuando él también está lejos de ser un hombre

esbelto”. Era más bien un hombre de mediana edad casi

calvo, con barriga y muchas arrugas… ¿Y él me despreciaba

12
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

a mí por no ser perfecta? Una furia se apoderó de mí y no lo

dudé. Él tendría su merecido.

Fue entonces que me vestí, me maquillé, me serví un

té y esperé a que ese tipo que tanto me había perseguido

saliera del baño. ¡Uff! Ni yo me demoraba tanto…

“¿Y creerá sinceramente que se ve guapo? ¡Por

favor!”, pensé.

Al salir del baño y verme aún en su casa, el rostro de

Miguel Ángel me mostró cierta perplejidad.

̶ ¿Pensaste que me había ido?

̶ Bueno sí, pero… ¿ya te vas? ̶ dijo con tono inquieto.

̶ No.

̶ ¿No? ̶ preguntó confundido−. Te dije que debía

salir. Yo te llamaré y nos ponemos de acuerdo para vernos

otro día.

̶ ¿Me llamarás? ¿En serio?

Un momento de duda se presentó en el rostro de

Miguel Ángel quien, titubeando, asintió con su cabeza.

̶ Mira, Miguel Ángel, ni creas que no me di cuenta

que no te parecí atractiva y bueno... las cosas a veces resultan

y otras no. Eso ya soy grandecita para entenderlo. Pero

13
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

¿sabes?, para ser sincera, tú tampoco eres una belleza, así

que saca eso de tu cabeza.

̶ Pero, Bárbara. ¿Qué dices?

̶ Me has tratado casi como si yo fuera una mujer

horrible. Podrías haber tenido un mínimo de tino. Y está

bien, ya no seré la mujer que querías encontrar, pero eso no

significa que debes tratarme como cualquier cosa.

̶ Yo nunca quise…

̶ Mira, yo no quería que saliéramos, pero lo hice

porque me convenciste de que yo era especial para ti. Pero

ya te vi. Ya te entendí, solo buscas belleza y a tu edad… ¡por

favor!, tienes dos años más que yo, cincuenta y siete, y

todavía con mentalidad de adolescente. Mira, te estoy

haciendo un favor. Me queda claro que tú y yo no

llegaremos a nada, pero alguien debe decírtelo.

Miguel Ángel permanecía inmóvil sin entenderme.

−Si vas a buscar mujeres veinte años más jóvenes,

seguro ellas estarán contigo por tu dinero. No creas ni por

un segundo que será por amor, te lo aseguro. Y si eso no te

importa, bueno, haz el ridículo y vive tu vida vacía. Te

aseguro que acabas de perder una gran mujer: a mí, que

valgo mucho y que quise darte una oportunidad y solo me

14
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

demostraste que eres un pobre ser. No vuelvas a llamarme.

Pensé que eras diferente, pero eres muy poco para mí.

De pronto, el rostro de Miguel se transformó.

̶ ¿Y te crees tan perfecta dándome sermones? Te diré

algo. No mientas al poner fotos trucadas con tanto filtro y

luego llegar como si nada. Eso es mentir y tú mentiste. Y si

mientes, esto consigues. Yo seré un adolescente como dices,

pero tú eres una mentirosa. Ahora dime, ¿soy peor yo que

tú?

̶ Eres un estúpido ̶ respondí.

̶ ¿Por ser yo mismo y decirte de frente la verdad?

̶ No, porque si no fueras tan superficial, tal vez

hubieras encontrado en mí lo que nunca encontrarás en una

de tus veinteañeras.

̶ Eso no lo sabes…

̶ Claro que lo sé… lo veo todos los días en mi

consulta… hombres como tú… tan patéticos… ¿se te olvida

que soy sicóloga y veo hombres como tú?

̶ ¡Señor! Creo que estás peor que tus pacientes y ya

me cansaste. Creo que te equivocaste de profesión. Ándate

de mi casa, por favor.

15
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Obvio que me voy, ya no resisto mirarte −dije

mientras me alejaba de esa casa y bloqueaba de mi

WhatsApp al hombre que hacía solo unas horas, por mensaje

y antes de verme, me había dicho que en cualquier

circunstancia siempre me amaría.

Es que claro, las redes sociales dan para todo, pero en

la vida real, todo es diferente.

El hombre equivocado

Paula decidió que debía terminar con Javier, porque

estaba convencida de que él la utilizaba. Se preparó para

aquella noche cuando ambos celebrarían su primer año

como pareja. En esa angustiosa espera se repitió

constantemente que debía acabar de una vez por todas con

las mentiras: las suyas y las de su juvenil amante.

̶ Javier, hoy se cumple un año desde que nos vimos

por primera vez ¿te acuerdas? Me pareciste tan dulce, tan

encantador e interesado en mí. Era un sueño que un hombre

como tú me mirara de la manera en que lo hiciste. Y sí, me

16
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

sedujo lo guapo que eras, lo seductor… y que me dijeras

justo las palabras que yo necesitaba oír después de mi

divorcio. Pero ¿sabes?, ahora esa primera impresión me

parece tan falsa y me pregunto, ¿por qué te dejé entrar en mi

corazón?, ¿por qué dejé que las cosas llegaran tan lejos?

¿Sabes que me estás succionando la vida?

̶ Paula, ¿por qué no dejas de hablar tanta tontería y

te acuestas a mi lado para hablar de cosas importantes?

¿Vamos a celebrar nuestro primer aniversario esta noche?

¿Reservaste en el restaurant que me gusta? Y lo otro, muy

importante también, amor mío, ¿cuándo vas a depositarme

la plata para comprarme la camioneta? –dijo Javier,

sonriendo y levantando una de sus cejas.

̶ De esto te hablo, Javier. Me pides dinero todo el

tiempo y yo te he dicho que debes parar. Hace rato que creo

que solo estás conmigo por interés.

−No seas tontita. Yo te quiero y además te hago

feliz… Tú siempre me lo dices después de que tenemos sexo,

mi rica golosa… ¿O no? Sabes que todo lo que hago es por

ambos. ¡Por favor, no hagas esa mueca como que si yo te

mintiera! La camioneta no es solo para mí. Piénsalo,

podremos salir a todas partes. Además mi auto es una

17
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

chatarra y el tuyo también. Amorcito, es por ti y por mí… Y

ya no quiero que me digas más que soy un interesado. Me

ofendes. Si sigues con eso, de verdad me enojaré.

̶ No tengo dinero ahora. Hay que esperar hasta fin

de mes. Aún no me transfieren el dinero de la venta de la

casa del sur –contestó Paula molesta.

̶ Se han demorado mucho con eso y yo necesito la

camioneta… Tú me la prometiste. Tienes que insistirles que

te den el dinero. Diles que lo necesitas urgente.

̶ Cierto, yo te prometí la camioneta… −murmuró

Paula, mirando hacia el piso.

̶ Oye, hablando de otro tema, amorcito, tengo que

decirte algo que es por tu bien y que ya te he dicho otras

veces: estás muy gordita. Tienes que hacer una dieta pronto.

No quiero que digan que yo salgo con una mujer

descuidada. De verdad que no te ves bien con esos kilos de

más. Por favor, ponte las pilas o te cambiaré por otra –dijo

Javier sonriendo y haciendo un guiño, mientras tomaba su

ropa y se vestía para salir.

̶ ¿Te das cuenta de cómo me tratas? Yo a ti no te

critico nada físicamente. Una persona que quiere a otra no

dice esas cosas tan hirientes.

18
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Paula, no tienes nada que reprocharme en lo físico,

yo estoy bien. Eres tú con ese peso que te estás viendo más

vieja. Y ya que tienes plata, invierte en ti para que puedas

seguir estando al lado de alguien como yo. Debes dejar de

ser tan egoísta y pensar más en mí.

̶ Javier, nos vemos esta noche en el restaurant,

debemos hablar –advirtió Paula, mientras Javier se colocaba

su chaqueta, le daba un beso de medio lado y se despedía

hasta la noche.

Al oír el auto de Javier alejarse de casa, porque vería a

sus padres, Paula se acomodó en su bergere, sintiéndose

derrotada y estúpida. Hacía ya un tiempo que se sentía así,

pero no se atrevía a enfrentarlo. Una parte de ella quería

tirar todas las cosas de Javier a la basura y luego tan solo irse

de la vida de ese hombre que, al poco tiempo de instalarse

en su casa, había mostrado su verdadero rostro de

aprovechador. Pero, claro, Paula también entendía que algo

de verdad había en las cosas que Javier le decía:

inevitablemente se veía mayor que él, porque lo era. Y

aunque quería desesperadamente el sexo que Javier le daba,

sabía que si no lo sacaba pronto de su vida ella terminaría

arruinada.

19
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Con esa convicción, Paula preparó el discurso de

despedida para Javier, ensayando una y otra vez sus

argumentos. Sabía que su amante trataría de envolverla para

hacerla cambiar de opinión.

En el restaurant, luego de cenar, Paula le pidió a

Javier que la escuchara.

̶ Javier, primero quiero darte las gracias por estar

aquí y gracias por regalarme este año que tuvo cosas

maravillosas. Bueno, lo que debemos hablar es muy

doloroso para mí, pero es necesario que lo enfrentemos.

Javier, debemos terminar. Y una de las razones es porque yo

te mentí. La verdad es que no tengo doce años más que tú…

tengo veintidós años más… Perdóname, no quise mentirte,

es solo que me enamoré de ti desde que nos conocimos y

estaba avergonzada por mi edad, pero ahora que ha pasado

el tiempo, entiendo que somos totalmente incompatibles. Tú

necesitas encontrar a alguien más joven y mejor que yo –

señaló Paula, algo agitada.

̶ ¿Qué…? ¿Estás loca? ¿Veintidós años más? Pero

¿por qué me engañaste así? –preguntó Javier, evidentemente

ofuscado.

20
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Quiero que me perdones por eso… y bueno, yo

tampoco puedo seguir con esto de pagar casi todos tus

gastos todo el tiempo. Ya no quiero esto para mí. Pasamos

un buen momento, pero ya cada uno debe seguir su camino.

De pronto, el furioso rostro de Javier cambió y se

suavizó

̶ Mi amor, bueno, en realidad no es tan terrible lo de

tu edad. Ahora comprendo muchas cosas, pero en fin.

Quiero decirte que podemos seguir juntos. Yo te quiero –dijo

Javier, haciendo una leve mueca, mientras forzaba su mirada

hacia un costado del restaurant.

̶ No, Javier, yo sí quiero terminar. Eso no lo voy a

discutir más. Ya tomé mi decisión.

̶ Pero, piénsalo un poco más…

̶ No, ya estoy decidida –interrumpió Paula.

̶ Ok… ok… solo te pido una cosa… déjame estar en

tu casa hasta fin de mes. Necesito buscar donde mudarme.

¿Podrás hacer eso por mí?

̶ Sí, claro. Obviamente que puedes hacer las cosas

con tranquilidad hasta fin de mes. Mi idea no es que

quedemos peleados –aseguró Paula, respirando más

aliviada.

21
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Celebremos igualmente −respondió Javier, mientras

alzaba su copa de vino y la juntaba con la de Paula−. Esta es

una noche especial: nuestro aniversario y nuestra despedida.

No muchos pueden celebrar algo así, ¿verdad? −dijo Javier

con tono irónico.

Tres semanas después, Paula ya quería que Javier se

fuera de su casa, porque seguía con su costumbre de pedirle

dinero y ella, a pesar de que trataba de negarse, siempre

terminaba dándole lo que Javier le pedía.

−Tienes que parar con esta costumbre de pedirme

dinero. Yo ya no tengo más que darte. Te he dado casi todos

mis ahorros y tú me dijiste me devolverías mi plata y no me

has devuelto aún nada. Y lo otro, dime ¿cuándo te vas?

̶ Pronto. Yo creo que la próxima semana. Te dije que

estaba buscando un lugar y tengo que sacar unas inversiones

para poder pagar mi nueva casa, por eso necesito que me

prestes algo más de dinero y lo antes posible te lo devolveré.

̶ Ya no puedo, Javier, lo siento, y te repito, apenas

puedas, devuélveme lo que te presté, como lo prometiste.

̶ Ok mi amor –respondió Javier riendo−. ¿Te puedo

decir mi amor? ¿O ya no?

22
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Un movimiento de cabeza y un contundente “no”,

fueron la respuesta para Javier.

Una semana después, revisando sus cuentas

bancarias, Paula notó una extraña transferencia hacia una

cuenta desconocida. Eran los 40 millones que tenía en una

libreta de ahorro que nunca le había mencionado a Javier.

Al confirmar con su ejecutiva que la transferencia se

había realizado, Paula dejó caer su celular aún incrédula. A

esas alturas ya estaba segura: Javier le había robado. Era el

último juego de su amante, dejándola en la quiebra.

Desesperada y buscando alguna explicación a lo

ocurrido, entró a la habitación de invitados. En medio de la

cama pudo ver una carta de Javier, escrita en computadora,

donde le indicaba que no lo buscara, porque no lo

encontraría y que la mentira sobre su edad le revolvía el

estómago. “Eres una mentirosa, dijiste que tenías doce años

más que yo y tienes veintidós… ¿Qué es eso? Me engañaste

descaradamente. Ya me parecía demasiada nuestra

diferencia de edad y ahora solo entiendo que eres una mujer

patética, que necesita mentir para estar con alguien como yo,

me das asco. Bueno, pues bien, esto es lo que cosechas. Yo te

di lo que querías y lo que yo me llevo ahora, es solo mi pago

23
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

por los servicios prestados. No te atrevas a buscarme

porque estaré muy lejos de este país. Fue todo demasiado

fácil. Adiós. PD1: Gracias por dejar abierta tu computadora

con la clave de tu cuenta de ahorro. PD2: ¡No sabía que

tenías tanto dinero! ¡Muchas gracias! PD3: Vete a buscar a

alguien de tu edad. PD4: ¿No creerás que te dejé esta carta

para que la uses en contra mía, ¿verdad?”

Esperando saber a qué se refería con ese último

mensaje y mirando de un lado a otro, Paula, temerosa,

volvió a fijar su mirada en la carta que ahora solo se había

transformado en un papel en blanco sin escritura.

Agobiada por todo lo que estaba viviendo, Paula se

sentó a un borde de la cama, entendiendo que estaba sola y

sin dinero. Lloró desconsoladamente al comprender su

estupidez por aceptar a alguien que siempre supo que la

estaba explotando.

En ese escenario, sabía que solo le quedaban dos

opciones por tomar: quedarse con su vergüenza y

recomenzar su vida silenciosamente, o darle su merecido al

mentiroso ladrón. Optó por lo segundo y, en ese momento

de claridad, se juró que no sería vencida por un

aprovechador al que había tratado con tanto amor durante

24
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

todo un año. Por eso lo buscaría, lo llevaría a la cárcel y lo

dejaría en evidencia, por todos los medios. Pero lo más

importante, buscaría ayuda para sí misma, porque si había

algo que comprendía vívidamente era que nunca más

volvería a mendigar amor a ningún hombre.

La esposa

El diagnóstico era lapidario. José Miguel tenía cáncer

al estómago en grado cuatro. El resultado de los exámenes

no dejaba margen de duda. Ahora todo tenía sentido para

Catalina. Esos dolores permanentes en el vientre, los

constantes vómitos y, finalmente, el último síntoma que

había llevado a su marido a aceptar que debía ir al médico:

no poder tragar bien.

Y sí, a quien veía ahora a su lado, tan vulnerable, era

el hombre que amaba tanto: su esposo. Pero también se

trataba del hombre que le había sido infiel por casi dos años

y ahora, justo en el momento en que Catalina había decidido

25
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

dejarlo, se encontraba con esta noticia desgarradora. Justo

ahora, que había logrado ser valiente para irse −porque ya

había intentado todo para que su marido dejara a su

amante− pasaba esto.

Estaba ahí, junto a su esposo, porque su suegra se lo

había pedido una y otra vez. Porque le suplicó que lo

acompañara, diciéndole debía quedarse aún contra su

voluntad, porque tenían un hijo pequeño, porque pronto

vendría otro y ella debía luchar por su familia.

Pero lo cierto era que, en realidad, no le preocupaba

tanto lo que opinara “esa señora”, como solía llamar a la

madre de José Miguel. Lo que la detenía eran sus seis meses

de embarazo y todo lo que significaba. Por lo mismo, había

planeado esperar hasta el nacimiento de su hijo para luego

recomenzar su vida. Sabía que en esa espera, debía tranzar

muchas cosas.

−Pero, doctor, dígame ¿tengo alguna posibilidad de

tratamiento? –preguntó José Miguel con lágrimas en los ojos.

−El tratamiento debe comenzar ahora, debe hacerse

quimioterapia. Le pediré a mi secretaria que le agende una

hora lo antes posible, ojalá mañana –respondió secamente el

doctor.

26
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

El rostro de Catalina estaba pálido y su cuerpo en

shock por la noticia. Una parte de ella se decía que era el

karma por todo lo que ese hombre la había hecho sufrir,

pero la otra parte sufría inmensamente, porque se trataba del

hombre de su vida, del padre de sus hijos.

̶ Doctor, ¿qué puedo hacer?, ¿cómo ayudo a mi

esposo en este proceso? ̶ preguntó Catalina perturbada.

̶ Usted, como esposa y madre, debe estar al lado de

su esposo. El apoyo emocional en estos momentos es

fundamental −recomendó el médico.

Mientras el doctor llamaba a su secretaria y le daba

las instrucciones para agendar la primera quimioterapia,

José Miguel miró fijamente a su esposa, tomó su mano y la

apretó con tanta fuerza que Catalina tuvo que retirarla por el

dolor.

−Catalina, gracias por estar aquí conmigo. Necesito

mucho tu apoyo en estos momentos. Debo vivir por ti y

nuestros hijos: nuestro pequeño y el que viene en camino

−dijo José Miguel, mientras trataba de incorporarse y

mantener cierta tranquilidad.

27
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Catalina, si bien entendía el momento que vivía su

marido, bajó la mirada haciendo una mueca que contenía su

pena y su incredulidad por todo lo que estaba ocurriendo.

Para volver a casa, Catalina decidió que ella

conduciría, a pesar de que su barriga la hacía moverse con

lentitud. Obviamente, por su estado emocional, José Miguel

no podía hacerlo.

Ya en la carretera, José Miguel comenzó ansiosamente

a escribir mensajes en su celular.

−¿A quién le escribes? –preguntó Catalina, algo

molesta.

−A mamá y papá. Estoy diciéndoles que debo hablar

con ellos. Están preocupados. Esta noticia será terrible para

ambos. Me da mucha pena causarles este dolor.

De pronto un frenazo que hizo que ambos

tambalearan en sus asientos, asustó a José Miguel.

̶ Pero ¿qué te pasa, mujer? ¿Por qué frenas así?

Debes cuidar tu embarazo y a mí que estoy enfermo.

−¿Crees que soy tonta? ¿Acaso piensas que no sé qué

estás hablando con tu amante?

28
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−¿En serio? ¿No acabas de darte cuenta de que el

médico me sentenció a muerte? Contrólate y vamos a casa en

paz.

−¡No! Yo sé que hablabas con ella –dijo Catalina con

ojos desorbitados−. ¿Y qué va a hacer esa mujer?, dime. ¿Te

va a acompañar ahora que estás enfermo? Seguro que no

será así. ¿Apostamos…? Eres un idiota…

̶ No tengo ganas de discutir contigo… Para con tu

tontería… Estoy enfermo, muriendo… ¡Ubícate!

En silencio y comprendiendo que no era el momento

de discutir, Catalina retomó el camino, esta vez con

dirección a la casa de los padres de su marido. Debían darles

la mala noticia y planificar los próximos meses.

Fundamentalmente debían hablar sobre el tratamiento de

José Miguel y la forma de organizarse cuando Catalina

tuviera que dar a luz.

Ya en casa de sus suegros, Catalina no pudo evitar

demostrar su enojo por toda la situación. Era un enojo por

tener que aceptar esa vida que ya no quería y porque sus

hijos probablemente se quedarían sin padre. La esposa de

José Miguel era un mar de sentimientos encontrados y no

sabía cómo controlarlos.

29
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Yo te ayudaré con los quehaceres de tu casa,

Catalina −dijo la madre de José Miguel, mientras lloraba y, a

la vez, iba secando sus lágrimas−. Vamos a salir adelante,

hijo. Yo rezaré mucho para que te sanes y estaré contigo en

lo que necesites. Tú padre y yo estamos aquí para ti. Siempre

lo estaremos.

Luego de cenar, la madre de José Miguel se acercó a

Catalina para hablar unos minutos con ella.

̶ Catalina, esto es una prueba para todos. Entenderás

que, menos que nunca, puedes dejar a tu marido. Te

corresponde apoyarlo en lo que necesite.

̶ Señora, su hijo ni siquiera en este momento tan

terrible dejó de hablar con su amante. Veníamos a su casa y

se puso a chatear con ella. Él me humilla sin compasión y yo

estoy embaraza. Incluso a su lado en este momento, no tiene

el más mínimo respeto por mí.

̶ Catalina, entiende, él es hombre y los hombres son

así… Pero tú eres la esposa… ella no importa. Mira las cosas

en su exacta dimensión. Tu esposo, mi hijo, puede morir.

Debes sobreponerte a esto y estar a su lado. Tienes un hijo

pequeño y otro en camino y nosotros, como tus suegros,

estaremos contigo. Tú eres su mujer… olvídate de esa

30
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

callejera que no sirve para nada. Preocúpate de lo

importante.

̶ Señora, no puedo creer todo lo que me dice. Es

avalar lo que hace, porque es hombre y está enfermo. Sí, yo

soy la oficial, pero me humilla y es verdad que lo amo, pero

esto no está bien…

̶ Catalina, no discutas. Apoya a tu marido y a tus

hijos. Tu familia es más importante que tu orgullo mal

entendido.

En silencio, Catalina regresó a casa donde

comprendió que debía someterse, al menos por un tiempo

más, a lo que la madre de José Miguel le pedía.

En la espera del bebé y al cuidado de su marido,

soportó verlo hablar por teléfono con la amante, escribirle,

sonreír cuando hablaba con ella, todo esto, durante casi tres

meses. En ese tiempo Catalina le cocinó, le dio sus

medicamentos y lo acompañó a las quimioterapias, aun

estando a punto de dar a luz.

Con el corazón hecho trizas por la traición, una tarde,

luego de que José Miguel le informara que iría a ver a sus

padres porque temía morir pronto, pidió a su esposa que lo

dejara en el baño para asearse.

31
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

En la espera que saliera del baño, Catalina tomó el

celular que su marido había dejado en el velador y lo revisó.

Así se enteró de que esa noche no vería a sus padres, sino

que se reuniría con su amante. La rabia y el dolor hicieron

que Catalina lanzara con todas sus fuerzas el teléfono de su

esposo contra la pared.

Al salir del baño, José Miguel pudo ver su móvil roto

en el piso.

̶ Pero ¿qué te pasa a ti? ¿Estás demente? Es mi

celular…

̶ ¿Qué es lo que te pasa a ti? ¿No tienes corazón? Yo

te cuido, te alimento, te llevo al médico y tú planeas juntarte

con esa mujer. Debería haberme ido hace tiempo. ¿Sabes? No

quiero más esta porquería. Adiós, vete con ella y que “esa”

te cuide. A ver si sirve para algo más que revolcarse

contigo…

̶ Catalina, por favor, no te vayas. Yo te quiero, eres la

madre de mi hijo y del que tienes en el vientre… pero quiero

que sepas la verdad de una vez: a ella la amo, tú lo sabes… Y

sabes también que a mí no me queda mucho. Yo voy a morir,

lo sé, la quimioterapia no está funcionando. Estoy

32
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

demasiado débil. Déjame usar las últimas fuerzas que tengo

para despedirme de ella.

̶ ¿Por qué no me amas? –preguntó angustiosamente

Catalina a su marido.

̶ Te amo a ti también… y te diré la verdad. Mi padre

me llevará en una silla de ruedas a verla, porque tú sabes

que ya no podré volver a levantarme. Esto es lo último que

te pido Catalina, por favor. Sé que te he hecho daño, pero las

cosas son así, y no lo hagas por mí, piensa que debemos

mantener nuestra familia hasta el final. Ella… también lo

entiende, siempre lo entendió. Déjame decirle adiós, por

favor –suplicó José Miguel.

Viendo alejarse a su marido, acompañado de su padre

para encontrarse con la amante, Catalina comenzó a sollozar

tan descontroladamente que rompió su fuente.

Comprendiendo que debía concentrarse en la llegada de su

hijo, llamó al conserje para que la ayudara. El portero la

asistió y pidió una ambulancia.

Catalina fue llevada a una de las clínicas más

conocidas del país, donde dio a luz a su segundo hijo. Un

par de horas más tarde y ya en recuperación, su celular sonó.

Era su suegro.

33
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Catalina, lo siento, debo darte la noticia: José Miguel

ha muerto. Mientras volvíamos a tu casa esta noche, se

desmayó y no pudo ser estabilizado por los paramédicos

−dijo el padre de su marido, mientras se oía a lo lejos el

llanto desesperado y jadeante de su suegra.

En shock por la noticia, Catalina dejó caer su teléfono

desde la cama donde estaba convaleciente y con una

respiración agitada y un grito desgarrador que salió desde

su pecho, pronunció desesperada y repetidamente el nombre

de su marido. Justo en ese momento una enfermera ingresó a

su cuarto para entregarle a su pequeño niño recién nacido,

quien lloraba desconsolado, esperando ser amamantado por

su madre.

La última cita

Hola Héctor. Toma asiento, por favor. Primero, quiero

darte las gracias por estar aquí. ¿Te gusta el lugar? Me

34
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

preocupé de que fuera el más agradable para ti y para mí. Es

donde tantas veces soñé que estuviéramos tú y yo. Incluso

hay velas e incienso de lavanda. Ese aroma que tú siempre

me dijiste que te encantaba.

Bueno, te pedí que vinieras porque necesito decirte

muchas cosas que tengo guardadas en mi corazón y la

verdad nunca tuve el valor para decírtelas. Ya creo que es el

momento de hacerlo. Lo necesito, porque siento que cada día

muero más y más, esperando algo que ya sé que no va a

ocurrir.

Por favor… ¡por favor!, no digas nada. No invadas mi

mente haciéndome creer que tal vez habrá una esperanza y

que algo va a cambiar y que, como por arte de magia, vas a

ser la persona que yo necesito que seas y que nunca fuiste ni

intentaste ser.

Es cierto, nunca llegamos a ser una verdadera pareja.

Tal vez fuimos un proyecto de algo que no se concretó y,

claro, no porque yo no quisiera. Siempre fuiste tú el que no

hizo nada por nosotros. Aunque en algún espacio del tiempo

parecía que tú y yo podríamos llegar a ser algo importante.

¿Recuerdas cuando nos conocimos y hubo una atracción

instantánea?

35
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Cuando recuerdo tu mirada penetrante, tus sonrisas

cómplices, aún siento ese calor que me hacía temblar. Si

traigo esas imágenes a mi mente te veo, te siento… Lo que

más me da pena al recordar esos momentos es que si tú me

hubieras dado la oportunidad, habríamos llegado a ser una

pareja feliz. Seríamos invencibles, amantes, cómplices. Sí,

hubiéramos sido de esas parejas que todos envidian.

¿Cuántos años han pasado? ¿Más de veinte? Es

increíble todo el tiempo que ha pasado y que aún estemos

aquí. Es cierto, nos perdimos por un par de años, pero

después nos reencontramos en redes y todo parecía ser

perfecto. Increíblemente tú me buscaste y pudimos retomar

el contacto y después nuestra relación virtual se

transformó… ¿Te acuerdas cómo escaló? ¡Qué locura!

Teníamos sexo por cámara y ¿puedes recordar cuando nos

escribíamos? ¡Uff! ¡Cuántas cosas nos dijimos y cuánto nos

deseamos! Fue tan fuerte nuestra relación… Bueno, al menos

por un tiempo y al menos lo fue para mí.

Héctor, ¿sabes qué pasa? Nunca pude entenderte.

¿Por qué me buscaste…? ¿Por qué si en un tiempo estuvimos

tan cerca no quisiste algo más? ¿Por qué después te alejaste

así? ¿Tenías a alguien más? ¿Esa era la verdad? Tú siempre

36
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

decías que eran tus hijos, que era la distancia. ¿Acaso no te

diste cuenta de todo lo que me importabas? ¿No te lo

demostré de tantas maneras? Es cierto, el Atlántico nos

separaba, pero ¿acaso cuando los sentimientos son

verdaderos no es posible superarlo todo? ¿Por qué no me

pediste que me fuera contigo? Es verdad, nuestras vidas no

han sido fáciles, lo sé. Sé sobre tus dolores por la separación.

Cuando nos reencontramos tú ya estabas separado y te

debías a tus hijos. Todo eso lo entendí, pero yo también pasé

por grandes cosas en mi vida, tú lo sabes: mi trabajo, mis

padres, el dinero, pero siempre creí que podría ser realidad

el amor para nosotros. Yo lo creí de verdad, porque tú me

mostraste muchas veces un interés que parecía real. Estoy

segura de que no estuve loca como para inventarme esa

historia. No creo ser una loca. Pero claro, tal vez, ahora que

lo pienso, fue solo que me decías cosas en el momento, cosas

que no sentías en realidad o que yo le di una connotación

más allá de la que tú le diste.

¿Sabes? Muchas veces no te entendía. No entendía tu

mal humor, no entendía por qué si yo era contigo tan

comprensiva y cariñosa, tú eras tan indiferente y a veces

cruel, haciéndome sentir tan mal. Estoy segura de que te

37
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

dabas cuenta. Incluso en algún momento pensé que lo hacías

intencionalmente, porque tal vez alguien a ti te hacía sufrir y

luego, conmigo, solo te desquitabas.

Tampoco entendí esas veces que viniste a Chile y no

me tratabas con cariño, a pesar de que yo siempre te mostré

todo mi amor y respeto. Bueno, yo sé que hablo y hablo y no

soy concreta, pero voy a serlo ahora.

Héctor, te cité aquí para decirte que ya me cansé y

que voy a dejarte. Bueno, dejarte es una manera de decir,

porque es lo que me queda por hacer. No quiero vivir una

vida esperando a alguien que de todas las formas posibles

me ha demostrado que yo no soy importante, aunque tú has

sido tanto para mí, incluso olvidándome de mí misma tantas

veces.

¿Y sabes qué es lo peor de todo esto que te estoy

diciendo? Es que nunca apostaste por una relación conmigo.

Estoy tan segura que hubiéramos sido tan felices… ¿ya te

dije eso, verdad? Y lo hubiéramos sido en este país o en

Europa, donde a ti te gusta vivir, porque hasta eso hubiera

hecho por ti… ¡Me hubiera ido al otro lado del océano por ti!

Espera un momento, mi teléfono celular está sonando

y debo contestar. Es una llamada importante. No te vayas.

38
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Hola Nydia, ¿ya terminaste con Héctor? ¿Cómo

estás?

−Hola Karina. Estoy bien, pero aún está frente a mí.

−¿Y le estas diciendo todo lo que conversamos?

−Sí, todo.

−¿Y cómo lo está tomando? ¿Es la reacción que

pensábamos?

−Cuando termine lo sabré. A veces las cosas cuando

se expresan verbalmente son diferentes a lo que se ensaya en

la mente.

−Estoy segura de que lo estás haciendo muy bien. Por

favor, después de que termines de decirle todo, llámame

para contarme lo que pasó.

−Lo haré −dijo Nydia, mientras cortaba la llamada y

retomaba su conversación con Héctor.

Era mi terapista. Ella me está ayudando con esta

decisión que he tomado.

Héctor, ¡no!, por favor no digas nada… Ya voy a

terminar con lo que debo decirte.

Me duele, me duele mucho y no sabes cuánto, pero lo

he pensado bien. Ya me cansé de las conversaciones por

WhatsApp y de no ir a ninguna parte contigo y por eso he

39
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

decidido que debo dejarte ir, porque yo me estoy muriendo,

porque ya comprendí que lo nuestro no va a ser, no al menos

como yo quiero y tú sabes lo que yo quiero contigo: una

relación verdadera.

Mira, Héctor, ¿sabes qué tengo aquí en esta mano? Es

esa foto que tanto me gustaba de ti. ¿Y sabes que tengo en la

otra mano? ¿No sabes? Bueno, te explico. Tengo una tijera

con la que debo recortar todo tu cuerpo y colocarla en este

pocillo y debo quemarla. Después debo tomar las cenizas y

llevarlas a un lugar con corriente de agua: es la sicomagia

del adiós. Eso es para dejarte ir y yo recomenzar mi vida. Es

lo que me pidió hacer mi terapeuta. Sí, la que me llamó

recién. Quería saber si ya estaba haciendo mi ritual. Se

supone que con esto muy pronto podré olvidarte y será para

siempre.

Mira cómo la foto se quema y te dejo ir… te dejo ir…

y ahora tomo las cenizas para colocarlas en el pañuelo del

olvido… el que ataré y llevaré a un caudal de agua para que

el olvido se concrete.

−Hola, ¿Karina? Soy yo, Nydia. Acabo de terminar el

ritual. Lo hice tal cual me lo dijiste. Preparé la mesa con mi

silla y la silla vacía, imaginando que él estaba frente a mí.

40
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Recreé en mi mente el restaurant al que siempre quise

invitarlo, quemé un incienso y encendí dos velas blancas.

Después me senté y visualicé a Héctor en detalle. Le dije

todo lo que estaba en mi corazón y terminé con la sicomagia

del olvido. Ahora llevaré las cenizas a una fuente de agua…

pero dime, ¿estás segura de que esto funcionará? Dime que

sí, ¡por favor!, porque mi corazón ya no resiste más el dolor

del desamor de ese hombre que todavía adoro.

−Si haces todo ritual que te enseñé, lo lograrás. La

sicomagia es muy efectiva y ayuda a sanar. Permite sanar los

traumas, relaciones infelices y cortar con el pasado que nos

daña. Crea el cambio en la mente de las personas y eso les

permite recomenzar. Estoy segura de que muy pronto

podrás ver la vida de otra forma. Obviamente debes

comprometerte a hacerlo y debes tener la convicción de que

así será. Si ya te decidiste, no puedes mirar atrás, debes

comprometerte cada día con tu cambio.

̶ Eso espero, porque han sido más de veinte años de

esperar a alguien que nunca realmente me amó y ya no

puedo seguir viviendo así. He perdido demasiado tiempo y

energía. Quiero ser otra, quiero dar vuelta la página, ¡ahora!

41
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Créelo con todas tus fuerzas, no mires hacia atrás y

muy pronto una nueva y mejor vida llegará para ti.

Amor propio

Al entrar a mi casa, lo primero que vi fueron los

furiosos ojos de Andrés clavándose en los míos, con esa

42
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

sonrisa que, cuando aparecía, me anunciaba que nada

bueno venía. Comprendí en ese instante que él estaba

pensando lo peor de mí. Es que su bello rostro se había

transformado y su mirada destellaba chispas, haciéndome

temblar intimidada.

−¿Qué te pasa? ̶ le pregunté−. ¿Por qué me miras así?

¿Por qué entraste a mi casa sin avisar? Habíamos quedado

que vendrías mañana.

−¡Ah! −dijo en tono irónico y frenético−. ¿Acaso no

puedo? Tú me diste la llave para venir cuando yo quisiera.

−Claro, eres mi pareja. Tú puedes venir cuando

quieras, pero habíamos quedado en que me avisarías. No

sabía que vendrías ahora, a esta hora. Te dije que vería a

una amiga esta noche, pero ¿sabes?, no podrás adivinar lo

que me pasó −dije con una sonrisa forzada para relajar el

momento−. ¿Eras tú el que me llamó hace un rato?

−pregunté sabiendo la respuesta−. Es que no podía contestar,

porque estaba perdida en la carretera.

Al comenzar a explicarle por qué estaba llegando a mi

casa a las tres de la mañana −cuando le había asegurado que

lo haría a medianoche−, pude notar el cristal trizado y

esparcido por todo el piso. Eran mis lámparas y varios

43
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

cuadros los que estaban tirados por todo el living, junto a

libros a los que se les habían arrancado muchas páginas. Sin

entender qué había pasado, pregunté en voz alta:

−¿Qué hiciste, Andrés?

Con una sonrisa que mostraba satisfacción e

incorporándose para tomar el casco de su moto, apuntó con

su índice hacia el piso y luego a mi dormitorio, haciéndome

entender que allí también había ocurrido algo similar.

−Es lo que pasa cuando las personas mienten −me

acusó, mostrándome un desprecio que yo no conseguía

entender−. Seguro te acostaste con alguien. ¿Crees que soy

un tonto? Y además…

No terminó de completar su frase cuando lo

interrumpí, perpleja y no entendiendo nada de lo que había

ocurrido.

−¿Por qué lo hiciste, Andrés? Son mis cosas. No sé

qué estás pensando, pero yo no te he hecho nada. Fui a dejar

a una amiga que me lo pidió y me perdí −traté de

explicarle−. Tú sabes que yo no me ubico bien en las calles

cuando manejo y ella no vive en Santiago, solo está de paso.

Me dio mal las instrucciones de la casa de su abuela y me

44
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

perdí. Estuve casi tres horas saliendo y entrando de la

carretera. ¿A caso no me conoces que piensas tan mal de mí?

−¿Y por qué no me contestabas? ¿Crees que soy

idiota? Pero bueno, con esto ya has tenido tu lección, porque

yo también estuve con alguien hoy −dijo complacido y

buscando mi reacción.

−¿Qué? −dije mientras entraba a mi pieza y veía el

teléfono, mi computador, mis cosméticos y cremas

esparcidas por todo el piso, además de mi ropa desordenada

y tirada en la cama.

−¡Dios mío, Andrés!, pero ¿por qué? −grité−. ¿Qué te

pasa? ¿Estás demente? ¿Y tú eres a quien amo tanto? Mi

sueño era proyectar mi vida contigo… ¿Bebiste?… ¿Qué

pregunta la mía? Obvio que tomaste… es sábado. ¿Y andas

en moto? ¿No sabes lo peligroso qué es? ¿Cuántas veces te lo

he dicho?

−Hablas y hablas para desviar la atención de lo que

hiciste. Todo esto es tu culpa.

−¿Lo que yo hice? De verdad que estás mal. Además

de ebrio. ¿Te trastornaste? −lo acusé.

45
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−¿Yo me trastorné? −respondió con ojos desorbitados,

mientras se acercaba a mí violentamente como para

intimidarme.

̶ Por favor, ándate ̶ le pedí−. Gracias a Dios que mi

hija está hoy con su papá y no puede ver este destrozo.

Rompiste mis cosas. Ahora, ¿qué haré? Aquí no solo hay

dinero, son cosas que me importan y que rompiste sin

consideración.

−Eso es lo que merece una mujer infiel como tú.

−Yo no soy infiel −le grité−. Por favor, te dije que te

fueras.

−¿Quieres quedarte sola para llamar a tu amante?

−No sabes lo que dices. Necesito ordenar y limpiar el

desastre que dejaste. Esto no se hace, Andrés… Estás mal. ¿Y

se supone que tú trabajas como terapeuta emocional y actúas

como un loco? Es una ironía. ¿Sabes qué? Mañana

conversamos.

Con una mueca de satisfacción y sin mirarme, salió de

la casa, se subió a su moto y luego de encenderla, forzó un

ruido ensordecedor y se alejó.

Luego de recoger las cosas destruidas y de ordenar,

me acosté y lloré. Una vez más entendía que él no podía ser

46
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

mi esposo como alguna vez lo pensamos. Mi sueño de que

Andrés fuera mi marido se desvanecía una vez más. Su lado

oscuro era demasiado evidente como para ignorarlo y ya

había esperado demasiado para que cambiara.

Al amanecer no pude evitar llamar a mi mejor amiga,

porque ya estaba cansada de tanto maltrato sicológico y

necesitaba fuerzas para romper una relación que me hacía

tanto mal.

−Amelia, ¿estás bien? ¿Por qué llamas tan temprano?

−me preguntó Alejandra.

−Perdóname, amiga, estoy mal −dije llorando−.

Andrés pensó que estaba con otro hombre y destruyó

muchas cosas en mi casa.

−¿Qué?

Después de darle los detalles de lo ocurrido, mi amiga

guardó silencio por unos segundos.

−Amelia, ya lo habíamos conversado. Te lo dije tantas

veces, debes dejar a Andrés. ¿Estás esperando que haga algo

más violento… y con tu hija presente? Eres como esas

mujeres golpeadas, diciendo que amas al maltratador.

Aléjate de él, pero ya. No es una buena persona. Es infiel, lo

ayudas económicamente todo el tiempo. Te ha amenazado.

47
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

¡Para de quererte tan poco! Querer a un hombre no significa

aguantar violencia. Cualquier tipo de violencia no debe ser

aceptada.

−Necesitaba oírte. Necesitaba que me dieras fuerza…

Tú sabes que me siento muy enamorada de él y he

justificado tantas cosas, pero yo sé que no está bien, que no

es normal. Ya cruzamos esa línea del no retorno. Lo sé.

−Amelia, no mires atrás. Ya encontrarás a alguien que

te ame como tú te mereces. Eres una mujer hermosa,

trabajadora, linda persona. Debes terminar esa relación.

−He temido tanto perderlo y también le tengo tanto

miedo a la soledad, pero no puedo seguir permitiendo esto.

−Suelta ese mal amor. Debes ser fuerte −dijo

Alejandra.

−Sí…

Después de colgar el teléfono, decidí conducir hacia la

casa de Andrés y finalizar la relación definitivamente. Por

largo rato toqué la puerta de su departamento hasta que

abrió, mirándome extrañado de que estuviera allí.

−Andrés, vine a despedirme de ti, ya no seré tu pareja

nunca más.

48
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Yo solo quise darte una lección, porque tú me

engañaste.

−Estás mal, pero ya no quiero dar más explicaciones

de algo que no hice. Y si no me crees, es tu problema. Los

que engañan siempre piensan mal de los demás. Así eres tú.

−Bueno… No lo sé, tal vez me equivoqué, estaba muy

borracho anoche y tú no contestaste mis llamadas. Solo

podía pensar que me estabas engañando.

−Estaba en la carretera, muerta de miedo, a toda

velocidad y no podía contestar ni a mi amiga tampoco

−volví a defenderme.

−Pero entonces, olvidemos esto. Yo te quiero. Tal vez

los dos nos equivocamos −me dijo mientras una mujer, en

ropa interior, salía del cuarto de Andrés preguntando qué

ocurría y quién era yo.

−No te fijes en esto −me dijo nervioso−. Ella no es

importante, sólo está aquí porque creí que me habías

engañado.

−¿En serio? −dije incrédula por lo que estaba viendo−.

Este es el adiós, Andrés, ya no me busques −lo amenacé

mientras me daba media vuelta y él me tomaba del brazo

para detenerme.

49
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Tú sabes que no me dejarás, Amelia. Tú me amas. En

la tarde conversaremos. Tú eres mía y nos pertenecemos.

−Olvídate de mí −le dije apurando mi paso para subir

al auto.

Al llegar a casa, llamé a mi amiga Alejandra porque

sabía que Andrés no me dejaría tranquila.

−Amelia, entiende: si no lo dejas, él volverá a

violentarte. No mires atrás.

−Por favor, ayúdame. Necesito recuperar mi amor

propio, él me ha quitado mi voluntad.

−Él no te ha quitado nada. Tú eres dueña de tu vida y

tienes una hija que merece una madre valiente y tú lo eres.

Al cortar el teléfono, un WhatsApp de Andrés

diciéndome que me amaba y lo perdonara me removió las

entrañas y pensé que era necesario comenzar a sanar lo antes

posible. Por lo mismo, tendría que buscar apoyo profesional.

Al igual que los drogadictos y los alcohólicos, yo nunca

podría salir de esa relación tóxica sin ayuda. Fue entonces

que bloqueé a Andrés y pedí una hora con un experto en

adicciones, porque sin duda, y después de cinco años en esa

relación disfuncional, yo era una adicta a un mal amor y

50
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

necesitaba, urgentemente, recorrer el largo camino de la

sanación y recuperación personal.

Un gran día

“Sí, estoy en la casa que fue mía por casi veinte años.

No lo puedo creer, después de tantos meses, estoy aquí.

Fernando es un miserable, no tiene respeto alguno, está con

esa. Soy la madre de su hijo y eso no le importa, solo busca

humillarme una vez más, como lo ha hecho durante estos

ocho meses desde que todo se descubrió. Claro, cree que soy

la misma tonta y sumisa de siempre. ¿Y qué se puede

esperar de él? Es un desgraciado. Me echó de mi propia casa

con nuestro hijo para irse a vivir con esa rota. Joven y bonita,

pero rota, al fin y al cabo, y ya sufrí demasiado. Y ahí está,

con esa cara de ‘buenito’. Y yo que apenas puedo pagar un

buen lugar donde vivir. ¡Gracias a Dios no dejé de trabajar!

¿Qué hubiera sido de mí y nuestro hijo? ¡Odio su traición,

fue tanto dolor! Nunca debió hacer lo que hizo, no lo

perdonaré nunca y pronto me conocerá”.

51
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Paulina, entra -dijo Fernando.

“Remodeló… Y conmigo nunca tenía dinero.

¡Farsante!”

−Sé que no han sido agradable muchas cosas, Paulina

−dijo Fernando, con una expresión de buena gente−. Con

Patricia lo pensamos bien y queremos darte algunas cosas de

nuestra casa. Creo que es justo para ti y nuestro hijo. Para

que limemos asperezas…

−¡Qué amable eres! −respondí con ironía−. ¿Y qué has

pensado que yo debería llevarme, Fernando? −pregunté con

un aire de superioridad que logró perturbar los rostros de la

parejita−. ¿En serio crees que vine para que me dieras lo que

te sobra o tu basura, Fernando? ¿Crees que sigo siendo la

misma estúpida de antes? −lo desafié.

−¿Qué? −dijo perturbado, mientras miraba a su novia

Patricia.

−Lo que oíste. No soy una tonta, como tú crees. Es

más, creo que soy bastante inteligente, aunque tú siempre te

encargabas de decirme lo contrario.

−No entiendo −dijo Fernando, abrazando a su joven

mujer como protegiéndola de mí.

52
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Yo te voy a explicar. ¿Recuerdas cuando fui a tu

trabajo para que firmaras el pago de la universidad de

Felipe? ¿Y te acuerdas de que fui a una hora, digámoslo así,

inconveniente para ti, cuando estabas trabajando a full? Fue

arriesgado, lo admito, pero todo resultó como lo planeé. Yo

sé tus horarios, por algo estuvimos casados diecinueve años,

Fernando.

−¿De qué estás hablando, Paulina? ¡Explícate! −dijo

Fernando, subiendo la voz.

−Digo, qué firmaste el pago de la universidad de

nuestro hijo, sí, pero lo que nos sabes, es que además

firmaste la cesión de esta casa. Tal como lo oyes −dije

dibujando la sonrisa que yo sentía él me había quitado con

todo su maltrato sicológico−. Y eso significa que te voy a

pedir que salgas de aquí ahora mismo con tu noviecita. No

lo crees, ¿verdad? −lo confronté.

−¡No puede ser! ¡Estás mintiendo, yo no firmé nada!

Me hubiera dado cuenta −alegó Fernando.

−No, no es mentira. Te traje la copia de la cesión y con

tu huella. ¿Te acuerdas de que pusiste la huella? Soy genial,

¿no te parece?

53
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Eres una… −me dijo Fernando, inclinando su cuerpo

hacia mí mientras su mujer lo sostenía.

−Controla tus palabras y sal de mi casa ahora. ¡Ah! Y

cómo yo también soy tan generosa como tú, para estos días

fríos te regalo la estufa que guardamos de recuerdo en el

garaje. Y para que te acuerdes de la familia, llévate también

el cuadro donde estamos con nuestro hijo cuando era bebé.

¡Y lo último!, no intentes hacer nada, no te irá muy bien,

tengo mi abogado. No podrás ganar. ¡Adiós!

Al alejarse de mi casa, la que por justo derecho era

nuevamente mía, escuché a la novia perfecta, diciéndole a

Fernando que era un idiota y que no estaría más con un

tonto que se dejaba engañar tan fácil. Yo no podía parar de

reír. Después de ocho meses de humillaciones, de dolor,

volvía a ser un gran día y solo quería contarle todo a mi hijo,

quien había sido mi apoyo en todo este tiempo amargo y me

había dado el valor para recuperar lo que nos pertenecía por

justo derecho.

54
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Entre copa y copa yo no sé

Otra vez había ocurrido lo mismo, por segunda vez

me despertaba desorientada en mi cama sin saber qué había

pasado conmigo la noche anterior. Todo me parecía difuso:

risas, besos, alcohol, más besos y luego… solo confusión,

unas manos tocándome y yo tratando de tocar también,

pero… ¿Qué más? ¿Qué había pasado? ¿Por qué no podía

recordar?

El día había llegado y mi corazón latía descontrolado.

Mis piernas temblaban y sentía mi nuca y mis manos sudar

profusamente. Es que estaba frente a la imponente casa del

hombre con el que había soñado estar en la cama tantas

veces. Algo que en los tiempos que lo conocí −hacía ya más

de cinco años−, era imposible de concebir. Claro, estaba

55
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

prohibido para ambos, simplemente porque era mi jefe: el

gerente general −en ese tiempo−, de la inmobiliaria más

importante del país.

Si bien en su cargo directivo muchas veces noté su

profunda mirada clavándose con la mía, con el tiempo había

llegado a convencerme que esos pensamientos solo habían

sido producto de mi imaginación. Es que un hombre tan

importante y guapo ¿por qué iba a mirar a una sencilla

secretaria como yo? Pero ahora estaba ocurriendo, estaba

frente a su casa, esperando tener una ardiente noche como

yo quería.

Ese momento me parecía maravilloso, excitante y

todas esas cómplices miradas y los recuerdos de esos dolores

de estómago y cosquilleos que me recorrían el cuerpo en esa

época remota tenían sentido, porque no había sido un sueño:

siempre existió entre ambos una mutua atracción.

Con el recuerdo de sus ojos penetrantes y esas

sonrisas nerviosas, sentí revivir el deseo por ese hombre

todavía con más intensidad. Pero antes de llegar a su puerta,

mi día había comenzado muy temprano, buscando la ropa

apropiada para verme lo suficientemente sexy, pero también

56
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

lo suficientemente dama para el elegante y sofisticado Luis

Alberto.

Frente al espejo pude probar y descartar atuendos.

Tampoco sabía si debía tomarme o soltarme el pelo y toda

esa indecisión por mi look fue acompañado con un par de

piscos sours para darme valor y enfrentarlo esa noche.

Es que no podía entender cómo el destino había

permitido encontrarme con Luis Alberto de casualidad en el

Mall de Las Condes y que, sin dudarlo, me hubiera invitado

a su casa a tomar unas copas para charlar y ponernos al día

sobre nuestras vidas.

¿Quería ponerse al día con alguien con quien por

cinco años solo cruzó un par de palabras de buena crianza?

Era extraño ese comentario, pero, en fin, ya daba lo mismo.

Para mí solo estaba funcionando la atracción que existía

entre ambos y con eso me quedaba, porque lo cierto era que

yo no buscaba conversaciones intelectuales con él.

Según lo acordamos, yo debía estar en su casa, en Lo

Barnechea, ese sábado a las 21 horas. Me sentía tan caliente y

excitada porque ¡dios mío…!, hacía tanto tiempo que yo no

tenía sexo.

57
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Estaba tan nerviosa que cuando ya me había bajado

del taxi, frente a la casa de Luis Alberto, no pude evitar sacar

desde mi cartera una pequeña botellita con un poco de

whisky que siempre llevaba por emergencia y sí… me la

tomé toda. Era necesario. Me sentía eufórica y bueno,

también definitivamente mareada.

Toqué el timbre y me recibió el mismo Luis Alberto.

Se veía hermoso, sus ojos verdes y su cabello castaño

parecían más brillantes de lo que recordaba. Todo me

parecía lindo en esa casa; todo era inmenso para mí, de

gusto refinado y sí, creí identificar que su perfume era

Polo… uno de mis favoritos… tan masculino. “Es como él”,

pensé.

Lo primero que hizo al tenerme frente a él fue

abrazarme muy fuertemente y darme una copa de

espumante. Por al menos cuarenta minutos me habló de sus

proyectos y su decisión de irse del país. Yo a esas alturas casi

no hablaba y solo alababa su manera de salir adelante, pero

a cada instante yo era menos elocuente, porque me daba

cuenta de que ya estaba hablando más lento y con dificultad.

Ya estaba muy ebria.

58
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Luis Alberto, a pesar de verme en ese estado, seguía

llenando mis copas, una y otra vez sin darme nada de

comer, hasta que le dije que me sentía muy mareada y que

por favor me diera un poco de agua. No me dio el agua, pero

sí comenzó a besarme y tocarme. Fue en ese momento que

todo se puso confuso para mí. Creo que hicimos el amor,

porque tengo flashes de que me tocaba y estábamos riendo,

pero al tratar de recordar su cuerpo y su sexo, no podía tener

imágenes claras de ese momento. Casi a las cuatro de la

mañana y cuando ya había pasado todo, Luis Alberto me

despertó.

Me dio mucha agua y café. Luego me subió a su auto

y me llevó a mi casa. Me dijo algo como que tenía que salir a

las cinco de la mañana fuera de Santiago y por eso me dejaba

a esa hora en casa. A mí me pareció bien dentro de mi

aturdimiento, porque lo cierto es que yo no estaba buscando

amor, yo solo quería sexo y, sin duda, habíamos tenido sexo.

Además, yo prefería amanecer en mi propia cama.

Horas más tarde, cuando tomaba mi baño de

costumbre y trataba de recordar el momento en el que

estuve con Luis Alberto, mi mente se iba a negro. Era como

si esa experiencia hubiera sido borrada de mi mente. ¿Cómo

59
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

había sido realmente esa noche? ¿Fue satisfactoria? ¿Por qué

no podía recordar tocándolo? Tampoco recordaba

haciéndole sexo oral, aunque él camino a casa me había

asegurado que había sido espectacular masturbándolo.

¿Fue tan espectacular el sexo con él? ¿Por qué no

podía traer esas imágenes a mi mente? No sabía por qué,

pero tenía la sensación de que algo extraño había pasado. En

mis flashes de memoria, veía a Luis Alberto alejando mi

mano de su pene, pero él me aseguraba que había sido el

mejor sexo que había tenido últimamente. Pensé que debía

buscar la manera de estar otra vez con él. Necesitaba saber,

sentir, disfrutar de verdad y ahora estaba decidida a no estar

ni nerviosa ni tan ebria.

Llamé a Luis Alberto y le dije que quería volver a

verlo. No me costó nada que aceptara. El siguiente sábado

en la noche, sería nuestro nuevo encuentro.

Llegué ese sábado, casi a las diez de la noche,

arreglada, perfumada y muy segura de mí misma, porque

ahora sí quería disfrutar al máximo.

Toqué su puerta que, por alguna razón, me parecía

ahora más pequeña que la vez anterior. Al recibirme

también me pareció menos guapo que la vez pasada. Su

60
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

living también había encogido. Fue una sensación extraña,

sin embargo, me dejé llevar. Volví a tomar demasiado sin

comer y nuevamente ocurrió algo similar: tampoco pude

recordar nada. Esta vez la sensación fue que ese hombre que

me encantaba algo ocultaba y me propuse averiguar qué era.

La tercera cita me costó más que se concretara. Me

dijo que esa semana se iba del país y estaba ocupado con sus

últimos trámites, pero le dije que sería nuestra despedida,

porque yo estaba encantada de verlo y que probablemente

nunca más tendríamos esa oportunidad y que disfrutáramos

una vez más.

Al llegar a su casa yo estaba decidida a no tomar

nada. Debía saber qué estaba ocurriendo. Al ingresar a su

vivienda, que cada vez me parecía menos linda, su primera

pregunta fue si había tomado algo antes y, como yo no había

dejado que me besara y no podría notar mi aliento, le dije

que sí.

Le aseguré que había tomado dos piscos sours con

unas amigas y que estaba un poco mareada. Sonrió y me

trajo, al igual que la primera y segunda vez, un espumante y

un margarita. Yo le dije que no quería emborracharme y me

atreví y traté de tocar su entrepierna. No me dejó, diciendo

61
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

que era muy temprano y que conversáramos, porque él

quería saber más de mi vida.

Me di cuenta, sin lugar a duda, de que trataba de

emborracharme y le seguí el juego. Cada vez que me traía un

espumante, yo le decía que me trajera otra margarita, y

luego tiraba el espumante en su gomero.

Procuré hacerle creer que con el pasar de los minutos

estaba más y más borracha. Dos horas después, casi a

medianoche, hice como que ya no entendía nada. En ese

estado me llevó a su cuarto y comenzó a desnudarme. Frente

a mí comenzó a sacarse la ropa y cuando estuvo desnudo,

todo tuvo sentido para mí. Su pene era el más pequeño que

había visto en mi vida… y bueno, yo podía decirlo con

propiedad, porque tenía algo de experiencia en eso.

Me sentí estafada, no sentía nada y me pareció que

ese hombre que siempre fue bello para mí, se volvía un

hombre feo y despreciable. No por el hecho de que tuviera

un pene minúsculo, que para efectos de una relación de

amor no sería tan importante, pero en una donde nuestro

encuentro siempre fue pensado para tener sexo, me

descomponía su mentira. De ahí en adelante fue todo

desagradable.

62
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Seguí con mi mentira porque no sabía qué reacción

podría tener si me veía sobria, dejándolo en evidencia.

Luego de ese momento que me pareció eterno, tuve que

esperar hasta las cuatro de la mañana para que

supuestamente otra vez, como las dos veces anteriores, “me

despertara”. Esta vez yo estaba en silencio y pude notar en

su mirada algo de vergüenza. Tal vez sabía que yo sabía.

Sin suerte trató de buscar mi aprobación sobre “la

estupenda noche que pasamos”. Yo solo lo miraba sin

responder. Supongo que creyó que estaba aún algo borracha.

La verdad es que estaba asqueada por su falsedad y su

manera de buscar tener relaciones sexuales. Mi mente estaba

en el mundo de “eres un imbécil y tienes un miembro

pequeño que te avergüenza a ti y por eso tienes que mentir

para conseguir tus propósitos”. Pensé ¿por qué no se

operaba?, ¿por qué hacía este papel de hombre viril y era

solo un estafador? Pensé, ¿y si lo funo en redes…? Y luego

me dije que era solo un pobre ser y que yo había descubierto

su secreto.

Al bajarme de su cuatro por cuatro con un portazo,

me alejé alterada, pero más conmigo misma por haber

seguido su juego. Fue entonces cuando él a lo lejos me

63
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

preguntó si quería volver a estar con él cuando volviera a

Chile el siguiente año. Yo solo me di vuelta, lo miré y le dije:

−¡Por favor! Ya descubrí tu mentira. Esta noche no

estuve ebria. Ve a engañar a alguien más. Eres patético.

Adiós para siempre.

Cuando dije esas palabras, el rostro de Luis Alberto se

descompuso por completo. Muy rápidamente encendió su

automóvil y se perdió en la avenida sin dejar rastro ni de su

vehículo ni de su vergüenza.

En tiempo real

Hacía solo un par de horas que Roberto había llegado

a Chile desde Francia y, debido a la insistencia de Claudia,

habían quedado de cenar esa misma noche en uno de los

restaurants más famosos de Santiago. Después de dos

décadas sin verlo presencialmente, Claudia apenas mantenía

la calma, porque podría estar frente al hombre de sus

64
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

sueños, tal como lo había imaginado en su mente. Tal como

se prometieron frente a la cámara.

En esa ansiosa espera, se preguntó si a Roberto le

gustaría la sorpresa que le había preparado. “Después de

que cenemos le diré que vayamos al hotel que está a pocas

cuadras de aquí. Es lindo y elegante, como nos merecemos él

y yo”.

Mientras divagaba, no pudo evitar traer a su mente el

recuerdo del cuerpo desnudo de Roberto -el que había visto

en la pantalla de su computador meses atrás-, y que la

transportaban a ese momento cuando por Skype ambos

desataron su pasión. Fue aquella tarde cuando no dejaba de

verse al espejo, arreglando cada detalle de su piel y su

maquillaje, el mismo día que estuvo segura de que el aroma

de ese hombre estaba impregnado en todo su ser.

̶ Hola, Roberto ̶ dijo Claudia.

̶ Hola guapa ¿cómo estás?

Una sonrisa y una mueca, entre nerviosa y juguetona,

se dibujó en el rostro de Claudia, mientras de reojo miraba el

look de Roberto. Era perfecto: ordenado pero casual y con

esos ojos azules, tan azules que la embriagaban.

65
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Bueno, cuéntame ¿te has acordado de mí? ̶

preguntó.

̶ Sí claro, todo el tiempo ¿y tú?

−Mucho. Me encantó esa foto que me mandaste el

otro día… la sexy… ¿Te gustó la mía?

−Me encantó. ¡Te ves muy guapo! Bueno, como

siempre. ¿Sabes? Todo el tiempo sueño que estoy contigo.

−Me gusta que vayas al grano, Claudia. Yo también

me he acordado mucho de ti. Me encantas, lo sabes… y

también sabes para lo que nos hemos juntado hoy, ¿verdad?

Claudia, nerviosa, contestó algo tartamuda.

̶ Para… bueno, conversar y vernos… ¿sabes? Estar

así frente a ti, aunque sea por cámara, me pone muy feliz,

pero estás tan lejos. Ya quiero que estés aquí.

̶ Sí, por eso debemos vernos –insistió Roberto.

̶ Bueno de alguna forma ya nos estamos viendo

respondió Claudia.

̶ ¡No! Tú sabes a lo que me refiero, quiero verte

ahora, desnuda.

Claudia, sonrojada, abrió sus rasgados ojos marrones

sin saber qué decir.

66
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Vamos, Claudia. Ya me has mandado fotos y

videos, ahora quiero verte en tiempo real.

̶ Una cosa es una foto o un video y la otra es en

directo, pero ok… yo también quiero verte desnudo.

̶ ¿Pero para qué? La linda eres tú. Por favor, no me

hagas rogarte.

̶ Es que no es tan fácil.

̶ ¿No confías en mí? Yo jamás haría algo para

perjudicarte, solo quiero mirarte. Me gustas y también te

quiero. Ya podremos estar juntos, pero ahora es la forma que

tenemos. Si me quieres, hazlo. ¿Compraste el vibrador que te

pedí?

̶ Uf sí, pero por favor, no quiero ahora, otro día.

Apenas puedo pensar que me voy a desnudar frente a ti.

̶ ¿Por qué? No seas niña.

̶ Ay Roberto, es que no soy estrella porno…

Esa conversación con Roberto (que tuvieron en

tiempo real) la hizo sonreír de la misma manera que ambos

lo hicieron conectados a la red. De pronto, el sonido vívido

del celular de Claudia la hizo retornar a la realidad. Eran las

67
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

siete y media de la tarde y a esas alturas Roberto ya se estaba

tardando.

– ¿Claudia Casanova?

̶ Sí, soy yo.

̶ La llamamos del Hotel Kennedy para confirmar su

llegada a las veintiuna horas y también para preguntarle si

desea las flores, la fruta y la selección de música de Simply

Red que solicitó en su cuarto.

−Sí, por favor −respondió Claudia, emocionada y

preguntándose si Roberto recordaría la suave y melodiosa

música de fondo que colocó durante su encuentro virtual.

̶ Claudia, tú eres mía, y como lo eres, debes hacer lo

que te digo.

̶ Oye, Roberto, tú eres bien mandón y a nadie he

dejado que me ordene así.

̶ Bueno, pero yo soy yo y me quieres de esta forma o

no −dijo acomodándose en su sillón, como esperando que se

iniciara un espectáculo.

̶ Sí, debo admitir que me gusta que seas así ̶ confesó

Claudia.

68
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Con una sonrisa nerviosa y dándose valor, Claudia se

levantó de su silla y al son de Say you love, comenzó a

desnudarse. Suavemente se sacó la polera y desabotonó su

jean, el que se deslizó rápidamente por las suaves y blancas

piernas, haciéndola quedar en ropa interior.

̶ Tienes un cuerpo hermoso, Claudia. Ya te lo he

dicho, pero verte así ahora me lo confirma −dijo Roberto, sin

dejar de mirar fijamente su pantalla−. Pero quiero verte toda

desnuda. Quítate lo demás −ordenó.

Obediente y ruborizada, Claudia se quitó todo. No

solamente porque Roberto se lo estaba pidiendo, sino

porque ella también lo quería. Era la forma de estar con él,

porque desde que lo conoció supo que quería ser poseída

por ese hombre. Y de la forma en que fuera, aunque tuviera

que ser a través de una pantalla.

̶ Eres hermosa ̶ confirmó Roberto−. Tócate, quiero

que lo hagas pensando en mí, que estoy en ti, que te poseo y

que me posees. ¡Hazlo ya!

̶ Roberto, yo… te amo…

̶ Linda, lo sé. ¿Te digo algo? Me gusta que seas tan

caliente. Quiero que te expreses, no tengas vergüenza,

piensa que estoy en ti.

69
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Mientras miraba a Roberto, Claudia comenzó a gemir

suavemente y una de sus manos las deslizó hacia sus senos,

los que acarició y apretó. La otra mano la dirigió a su vagina

y comenzó a masturbarse hasta que, entre quejidos y rápidos

suspiros, que duraron casi dos minutos, Claudia tuvo un

orgasmo.

̶ Claudia… quiero follarte. Lo tengo tan duro… es

tuyo…

̶ Déjame ver, por favor. Yo también quiero ver.

̶ Ok –dijo Roberto y bajó el cierre de su pantalón y se

mostró erecto a Claudia, hasta que tuvo un orgasmo frente a

la cámara.

−Te bebería todo… ̶ dijo Claudia, mientras acariciaba

la pantalla del computador.

−Qué linda eres… Ya será y estaremos juntos como

queremos.

***

En el restaurant y mientras el cuerpo y la mente de

Claudia revivían el apasionado encuentro por Skype, una

figura delgada y esbelta, de cabello cano, se acercó a su mesa

y, de pronto, esa mirada azul que tanto adoraba ya estaba

frente a ella: era Roberto. Por fin.

70
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

La sonrisa de ambos fue espontánea y ambos se

abrazaron, se reconocieron e intercambiaron regalos.

̶ Roberto, tengo una sorpresa para ti −interrumpió

Claudia con una gran sonrisa, mientras Roberto le contaba

sobre su cansador vuelo.

−Qué bien −dijo Roberto, levantando una de sus cejas

y sacando su billetera para mostrar a Claudia las fotos de sus

hijos−. ¿Sabes? Estoy un poco cansado y me gustaría dormir,

el viaje fue muy agotador.

−Pero ¿te cuento mi sorpresa? ̶ preguntó Claudia, casi

sin escuchar a Roberto.

−Disfrutemos este momento primero, quiero que

ahora me hables de ti −respondió Roberto, haciendo una

contracción con sus labios.

Luego de que Claudia, algo impaciente, contara en

menos de un minuto su vida laboral y familiar, el silencio se

apoderó del momento.

−Bueno, mi sorpresa es que reservé una noche para ti

y para mí en el hotel que está a una cuadra de aquí.

Podremos estar juntos, mi amor, y tendremos champaña,

fruta, música y lo que pidamos. Yo te invito… ¿Te gusta mi

71
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

sorpresa? −dijo Claudia sonriendo y tomando de una vez

todo el contenido de su copa de vino.

−Claro −dijo Roberto, sin reaccionar por unos

segundos, luego de sobar sus mejillas, estirar su cuerpo

hacia atrás y suspirar profundamente.

Camino al hotel Kennedy, Claudia tomó varias veces

la mano de Roberto, quien rápidamente la sacaba y buscaba

su teléfono para chequear mensajes.

Después de registrarse en el hotel y ya en el cuarto,

un silencio incómodo entre ambos se interrumpió cuando

Claudia recibió de la camarera el champaña y la fruta. Fue

entonces que ella buscó la mirada de su amor.

−¿Te pasa algo, Roberto?

−No, ¿por qué? Estoy un poco cansado del vuelo y

preocupado por las cosas que debo resolver aquí en Chile.

Creo que voy a dormir mucho esta noche.

−Pareces algo ausente en este momento que

deberíamos estar tan felices −dijo Claudia algo intranquila

por la esquiva mirada de Roberto−. Mi amor, tócame, yo soy

tuya, por fin podremos hacer el amor.

Fue entonces que Claudia tomó una de las manos de

Roberto y las condujo: una a sus senos y la otra, a su vagina.

72
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−¡Bésame! −rogó Claudia.

Incómodo, Roberto apartó bruscamente sus manos

del cuerpo de Claudia.

−Amor, ¿qué tienes? Abrázame y hazme el amor.

Descolocado, Roberto tomó la chaqueta que recién se

había sacado y dejado en una silla y miró a Claudia

desafiante.

−¿Sabes qué pasa, Claudia? Me has tenido tan

presionado con esta relación que yo no he podido hacer las

cosas como a mí me gustan. Te he seguido el juego y pensé

que podrías entenderme, pero lo cierto es que a mí tanta

presión no me gusta.

−Pero ¿qué dices, Roberto? Todo este tiempo hemos

hablado de estar juntos y ahora que podemos ¿no quieres?

No entiendo…

−Es que no puedo con tu constante romantizar mi

llegada. Desde que tuvimos el encuentro por Skype me he

sentido muy forzado por ti. Tantas expectativas que me

dejabas saber cada día… ¡Todos los días, hasta hoy, me

superan! Fue mi culpa, porque no fui claro contigo para que

tomáramos las cosas con más calma. Incluso ahora que acabo

de llegar ni siquiera piensas en mí. Estoy tan cansado y te lo

73
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

dije en la cena y ahora tú lo único que quieres es que te lleve

a la cama y así yo no quiero nada… Discúlpame, pero quiero

irme ahora.

El rosto de Claudia se desfiguró.

̶ Pensé que esto era algo que ambos queríamos.

̶ Sí, pero conmigo no va la imposición. Sentirme

obligado es lo más mata pasiones del mundo para mí.

Claudia, necesito descansar y después hablamos. No debería

haber venido, en eso me equivoqué, porque veo que aquí

solo están tus necesidades. Yo te quiero, pero debemos

conversar y replantear nuestra relación. Lo siento, me haces

sentir como que debo cumplir en algo de lo que que yo ni

siquiera estoy tan seguro y, por lo mismo, no quiero hacer

nada obligado. Y creo que tú quieres obligarme. Entiende,

tengo muchas cosas que resolver acá, antes que pensar en

cualquier relación. Y debes saber que lo más lo más seguro

es que no vuelva a Chile.

Sin mirar atrás, Roberto se colocó la chaqueta, arregló

su pantalón y salió de la habitación, dejando a Claudia sin

entender qué había hecho tan mal para que el hombre que

adoraba se fuera de esa manera, justo ese día que soñó sería

el más especial de su vida.

74
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Mientras lloraba angustiada, Claudia se preguntó si el

problema sería ella. ¿No la habría encontrado lo

suficientemente atractiva? ¿O sería verdad lo que le había

dicho y ella lo estaba presionando demasiado? No era

momento de resolverlo y tampoco para dar todo por

perdido, se dijo. Rápidamente se secó las lágrimas y decidió

que esperaría hasta el día siguiente para idear un nuevo

plan. Total, ya había esperado a Roberto por más de veinte

años y se convenció de que si él, el amor de su vida, estaba

en Chile, todavía quedaba una oportunidad para hacerlo

cambiar de opinión.

La fan

Cuando te regalan una invitación entretenida, claro

que aceptas, sobre todo si es para ir al concierto del artista

que más te gusta en la vida. Y das las gracias y solo esperas

la noche del recital, ansiosa, para cantar, bailar, reír y, si

tienes suerte, conocer a tu cantante favorito. Y te vistes y te

maquillas como si fueras a una gala y haces tu mejor

75
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

esfuerzo para verte esplendorosa, como la ocasión lo

amerita.

Cuando llegas al lugar, sabes que estás en el sitio

correcto y te sientes tan feliz. Tu mundo −que la mayor parte

del tiempo es descolorido−, se vuelve bonito y excitante,

cantando, moviéndote y creyendo que eres una bendecida

de la vida por estar a pocos metros de tu amor platónico, de

esa estrella mundial que todos quieren conocer y que ahora

está a pocos pasos de ti.

Y la suerte continúa, porque ese día sí que era

especial, porque los productores ingleses de la banda te

regalan unas entradas para asistir a una fiesta privada en el

backstage, donde solo unos pocos pueden ingresar y esa

sorpresa te hace pensar que vas a estallar de felicidad,

porque estarás aún más cerca de tu ídolo, de tu amor. Y

después de danzar y cantar, aunque fuera desafinada

durante más de dos horas, te aproximas para entrar a la

fiesta que se montó detrás del escenario y ves a los músicos y

ves a la gente linda y te acercas a ellos y te vuelves la mujer

más simpática del mundo, porque estás haciendo realidad tu

sueño y hablas con varios con el inglés que estudiaste por

tanto tiempo y ahora comprendes que lo aprendido era para

76
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

llegar a ese momento e interactuar con las personas que

quieres y en el idioma que te encanta. Y de pronto aparece

él: el vocalista del grupo, guapo, más alto de lo que

imaginaste, entretenido, divertido y sonriente y, claro,

cuando te das cuenta de que no puede hablar con la chica

que, primeramente y obviamente le gustó, sabes que es tu

momento de intervenir o literalmente entrometerte en la

conversación. Porque sabes que responderás correctamente

lo que la otra mujer no supo interpretar. Y sabes que es el

instante para llamar la atención de la estrella internacional y

casi no te lo crees, cuando de pronto solo te presta atención a

ti. Y te sonríe y te coquetea, pero debe irse rápido y crees que

eso será todo y el todo de ese momento, efectivamente ya es

lo máximo de la vida para ti.

Pero lo que no sabes es que muy pronto vendrá lo

mejor y te preguntan a ti y otros pocos si quieren ir al hotel

donde se hospeda la banda para continuar con la fiesta que

ya te tiene maravillada. Y aunque eres tranquila y no haces

cosas locas en tu vida, piensas ¿por qué no?, y sigues el

ritmo de las oportunidades que te brinda el momento y dices

que sí a todo lo que podría mejorar esa excitante aventura. Y

así tú te vas nada menos que en la van de los músicos y

77
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

conversas y le sonríes al bajista, al tecladista, al baterista y al

que toca saxo, pero no al vocalista, porque se fue en otro

vehículo. Sus músicos te dicen que lo verás en el hotel y

cuando llegas al Hyatt, te vas al bar donde, de pronto, llega

el líder del grupo y te ve y te mira distinto y penetrante,

porque te reconoce, y tú lo sientes y ya sabes que quiere algo

más contigo y te preguntas cómo alguien cómo tú le llamaste

la atención, porque entiendes que alguien como él podría

estar con cualquier súper modelo nacional, pero no, parece

que te ha elegido a ti. Y sientes que la atracción crece y te

calienta y él se queda contigo y los demás te miran con

envidia y se ríe y quiere saber más y más de ti, y fluidamente

hablan en inglés por largo rato… ¡Bendito Instituto

Norteamericano!, y sientes que has alcanzado la gloria en

una noche donde todo se ha desenvuelto como un sueño.

Y muy rápidamente te invita a su habitación y muy

rápidamente despacha al resto de los invitados que lo

siguieron, y cuando estás a solas con él te invita algo de

beber y de comer para después prender el equipo musical

estéreo. Tú piensas que todo lo que está ocurriendo lo

decretaste de alguna forma y que si un hombre como él se

fijaba en ti, sería por algo, y que al menos le parecerías

78
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

atractiva y exótica. Y te maravillas, porque esa estrella

mundial te baila solo a ti y luego desaparece, pero vuelve a

aparecer en una bata dorada brillante que se abre

descuidadamente y puedes ver de medio lado su torso

desnudo y su bóxer azul eléctrico, apretando su sexo, y eso

te provoca y te invita a levantarte también para danzar con

él y sientes su cuerpo y sientes su pene erecto cuando te

abraza y te excitas más y más, descontroladamente. Y te

mira con esos ojos azules intensos y observas cómo le brilla

el diente de rubí y te dejas llevar por la sensualidad del

momento. Te besa tan apasionadamente que crees por un

segundo que es el amor de tu vida y te toca y te aprieta los

senos repetida y cadenciosamente por encima de tu suéter,

con esas manos tan largas y tan blancas, esas manos que solo

notas que tienen los grandes artistas.

Después te toma en sus brazos y te lleva a la inmensa

cama del piso diecinueve del elegante hotel y tienen sexo

que te deja sin aliento, en éxtasis y te hace sentir viva y

deseable, y luego te invita al yacusi de la habitación y entre

el agua tibia, la espuma del jabón, las siete velas que

encendió ágil, te hace el amor varias veces y juega y te canta

trozos de canciones exitosas que todo el mundo conoce y se

79
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

ríe contigo a carcajadas, mientras te toca, te penetra y vuelve

a reír, mostrándote nuevamente su reluciente diente rojo, tan

rojo como su cabello, y sientes que por unos segundos que

alcanzaste la plena felicidad.

Luego te secas y él te seca, se seca y tú lo secas y como

dos amantes se van a la cama a dormir ya agotados y muy

abrazados, casi amorosamente.

Al día siguiente despiertas ansiosa de nuevos besos y

de sexo y lo despiertas y parece que ya no te conoce tanto, te

besa rápida y despreocupadamente y te ofrece que pidas

desayuno o lo que quieras comer y te dice que quiere dormir

más, porque parte a Londres esa misma noche y que está

exhausto, pero que le dejes tu teléfono en el escritorio de la

entrada de la habitación porque te llamará. Y si bien una

parte de ti entiende lo ocurrido, te preguntas si de verdad

querrá volver a verte, si podrás tener otro momento con él

así de apasionado, pero luego dejas de cavilar y te apresuras

para llegar a tiempo a tu trabajo, porque es día laboral y tu

rutina comienza en unos minutos y con tanta emoción

quieres contarle a todos lo que te ocurrió. Te aprontas a

hacerlo, pero las caras agrias y el automatismo de tus

compañeros te detienen y ya no quieres relatar a nadie de

80
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

allí, que hiciste tu sueño realidad y que experimentaste el

mejor día de tu vida. Un momento que ya entendiste, en lo

más profundo de tu corazón, probablemente nunca más

repetirás.

Frente a mi espejo

No es fácil resolver si tomo la decisión de casarme o

no. Y claro, hace tiempo que ya no me importa demasiado el

qué dirán y si tengo que casarme en una Iglesia, lo haré. Pero

eso no es realmente lo que me preocupa. El tema es otro:

81
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

¿estará bien convertirse en una esposa solo porque pienso en

mi futuro?, ¿en ese futuro cuando ya sea declaradamente

una abuela? O la otra cuestión importante: ¿estoy dispuesta

a quedarme sola? Sí, sola, porque mi hijo hará su vida, mis

amigas estarán con sus esposos, ¿pero yo? ¿Es así como de

verdad quiero continuar?, ¿sola? Porque se supone que

debes estar enamorada y contenta para estar casada y como

no es mi caso, ¿debería renunciar al matrimonio

definitivamente?

Una parte de mí obviamente no quiere conformarse

con estar con alguien sin estar enamorada, pero la otra dice

que si te demoras mucho, podrías llegar a ser una vieja sola,

que cuando necesite de otro ser humano no habrá un alma

para apoyarte. Suena un poco a víctima, lo sé, pero a la vez

no lo es tanto, más bien creo que estoy pensando con la

cabeza y estoy racionalizando algo que puede ser clave para

mi vida futura.

Claro, porque ese amor, el verdadero, al que esperé

tan desesperadamente, está siempre en otra. Y bueno,

supongo que nunca me quiso en realidad y fui yo quien me

inventé una historia. Pero lo más complicado de entender,

hoy para mí, es que puse tanta energía donde no debería

82
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

entregado nada y eso ya me desgastó. Es así y ahora estamos

aquí, con más de cincuenta años y pensando si el amor

alguna vez existió o y si existe todavía en alguna parte. Esos

amores que me contaron, cuando estaba chica, que eran

maravillosos. Hoy parece que la meta es tan solo tratar de

llevar una buena vida con alguien que, en mi caso, sí me

quiere, sí le importo y sí quiere hacerme feliz.

¿Hacerme feliz? Mmm, no lo creo, pero sí creo que

puedo pensar en tener una vida tranquila, un futuro más

estable que me permitiría hacer todas esas cosas que soñé;

como viajar, preocuparme de mí todo el tiempo, ir a recitales

y hacer todas esas cosas que hago, pero que, en realidad, las

disfruto a medias porque nunca hay un alguien con quien

comentarlo. ¿Mis amigas? Bueno sí, están, pero no es lo

mismo, todos lo saben, porque están a ratos… aunque para

mí ellas son lo más cercano a un verdadero amor, en el

sentido de que están y me apoyan… pero cuando pueden.

Y sí sé muy bien qué es tener una pareja, porque tuve

varias pero siempre tenían algún problema. ¿Acaso seré en

realidad yo el problema porque nunca acepté a quienes sí

me quisieron? Y a algunos sí los quise de verdad, pero no los

comprendía y no los sabía llevar. Y obvio, como tenía que

83
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

ser, al que más quise de todos, al que le hubiera aceptado

todas sus tonterías, al que cada vez que veo sus fotos u oigo

su voz cuando me llama por teléfono, me hace llorar (porque

aún lo amo) ¿ese?, pfff, ese… en realidad, solo jugó conmigo

un rato y después me dio el honor de ser casi su mejor

amiga. Sí, ese fue el que nunca resultó y al que más añoré y

tal vez aún añoro sin esperanza.

Pensar en eso siempre me hace daño. Saber de él y

hablarle, pero prefiero eso antes que no esté. Por eso creo

que es mejor no pensar demasiado… y bueno, no sé, por eso

tal vez debería llamar a ese hombre bueno, ese que está

enamorado de mí para darle de una vez la buena noticia de

que lo aceptaré, que seré su pareja y que podríamos pensar

en casarnos.

Pero vuelvo a preguntarme ¿estará bien conformarse?

No lo sé… pero la otra pregunta sería también ¿debo

quedarme sola, porque a quien querías no te quiso y a ti,

ahora, ya nadie te mueve un pelo? ¿Será mejor la soledad?

Sí, de verdad me sirve el trabajo, me sirven los cursos,

me sirven los conciertos, me sirven los libros, me sirve la

música y soy una mujer empoderada e independiente, pero

me pregunto si es algo que puedo seguir prolongando en el

84
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

tiempo. Es que estoy justo en esa edad que esta pregunta es

demasiado válida.

Pero no, no quiero decidirlo ahora, no quiero

decidirlo tampoco el próximo mes… Sí, sí, me daré un año.

Total, si mi enamorado está verdaderamente enganchado de

mí, de por vida, como me dice, me esperará y yo podré

decidir con calma. Porque sí, esta es la gran pregunta que

hoy me persigue y sé muy bien que debo responderla

pronto…

Noche de Navidad

Cuando revisó el catálogo de acompañantes de

Navidad, buscó un hombre parecido al que hasta ese día era

su vecino. Al que había conocido hacía doce años atrás: alto,

85
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

ojos azules intensos y de cabello, cano. Después de chequear

el cuadernillo virtual por casi cuarenta minutos, lo encontró.

Era lo más cercano al hombre que la había seducido tan solo

con una mirada y al que no había podido olvidar nunca más.

Sí, se parecía mucho. Era perfecto.

Era las nueve de la noche de la víspera de Navidad

del año 2052 y Nina ya estaba lista: vestida, maquillada y

expectante de la llegada de su cita de la noche, el hombre

que había seleccionado en el catálogo virtual, como estaba

permitido cada año. Sí, porque era una de las dos fechas en

el año que se podía pedir el servicio de compañía: en

Navidad o en el cumpleaños. Podía solicitarse la “compañía

amiga” o un “acompañante amoroso”, como se

denominaban en el folleto electrónico.

En las afueras del hogar de Nina, por todas las calles

de la gran Metrópoli se escuchaba la alegre música navideña

que el gobierno colocaba cada año en la ciudad amurallada

más próspera del orbe. Todos sabían que se trataba de un

símbolo de benevolencia del Jefe de Estado y todos ansiaban

ese momento, porque querían sentirse más normales, como

lo fueron hasta el 2025, cuando todo cambió.

86
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Mientras esperaba al hombre que en su mente esa

noche sería “su vecino”, Nina colocó en su reproductor de

música los villancicos que había podido rescatar de su hogar

en ruinas, después de la gran guerra de países.

Cuando escuchó los primeros acordes musicales no

pudo evitar llorar. Esos cantos le recordaban a su madre, le

recordaban las navidades con pan de pascua recién

horneado y el ponche dulce, casi sin alcohol, que disfrutaban

ambas. Recordó su bondad y todo lo que le enseñó, porque

gracias a eso pudo subsistir en esa realidad que odiaba y que

la tenía muerta en vida.

Las reglas ciudadanas impuestas por el dictador del

país los obligaba a alcanzar las metas económicas y militares

y les tenía prohibido socializar, porque los hacía débiles

frente al enemigo. El exitoso modelo, copiado por otras

naciones, permitía la ejecución pública de los familiares de

aquellos que se rebelasen. Y los que osaran mostrar afecto

amoroso, podían ser encerrados de por vida.

Fue por esa razón que el amor de Nina con su vecino

Rafael nunca pudo concretarse. El primer indicio de

acercamiento entre ambos terminó con una advertencia y

jamás volvieron a cruzar palabra. Solo un par de veces un

87
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

“buenos días” o un “adiós”. Y como no fueron trasladados

de sus hogares, Rafael seguía siendo su vecino. Así, cuando

podía, Nina lo miraba de reojo y, a solas en su habitación, le

escribía cartas de amor que luego quemaba. Soñaba que

estaba en la cama con él y después lloraba, porque se sentía

muy infeliz.

Como se acercaba la hora de la llegada del

acompañante de la noche de Navidad, Nina retocó su

maquillaje otra vez. Por medio de la nueva tecnología,

lograba verse más joven, de unos 40 años, la misma edad

que tenía cuando conoció a Rafael. La edad en que eran

llamadas las mujeres de intelecto superior a servir a la

patria, porque las de capacidades inferiores no recibían

instrucción y se quedaban en la comunidad dedicada a dar

luz o criar a los nuevos habitantes de la gran Metrópoli, o se

les podía incluir en los catálogos de acompañantes u otras

labores inferiores.

El timbre sonó y al mirar por el ojo de la cerradura,

Nina no pudo creer que estuviera viendo el mismo rostro del

hombre del que estaba enamorada. Abrió la puerta y lo

abrazó, lo miró a los ojos y lo besó. Por un instante se sintió

en los brazos de su amado: era la mujer más feliz del mundo.

88
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

La noche comenzó con las indicaciones de Nina al

acompañante, que incluían improvisar de acuerdo con lo

que estuvieran conversando y que todo el tiempo

respondiera al nombre de Rafael. Él aceptó y la noche

comenzó con besos, vino y risas. De pronto no supo cómo ya

eran las doce de la noche. Miraron desde el balcón las luces

de Navidad de las viviendas, colocaron una y otra vez los

villancicos de su madre y se fueron a la cama, como dos

amantes felices. A las cinco de la mañana, Nina sollozaba sin

parar, lo que despertó al acompañante.

−¿Por qué lloras, Nina? Creí que estabas feliz, porque

yo verdaderamente disfruté este momento contigo.

−Lo siento Rafael… no… no… perdón que te diga así.

¿Cuál es tu nombre?

−¿Pero para qué quieres saber? Eso no importa para

nada, tú sabes que no nos volveremos a ver. Sabes que está

prohibido volver a contratar a la misma persona.

Igualmente, para todos los efectos, soy D-845, tal como me

encontraste en el catálogo virtual.

−Por favor, te lo pido, dime tu nombre, quiero

saberlo.

89
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Ven aquí, disfrutemos estos momentos juntos –dijo

el amante nocturno, mientras acariciaba los suaves y blancos

senos de Nina.

̶ Necesito saberlo, quiero recordarte como el hombre

que me regresó por un par de horas a la vida.

D-845 alejó delicadamente a Nina, acomodó su

cabello desordenado y la miró desafiante.

−No te entiendo, quieres fantasía y ahora necesitas

realidad. ¿Quién las entiende? ¿Por qué no te quedas con

que soy tu Rafael y ya?

̶ Sí, quiero fantasía, pero no eres Rafael y cuando

regrese a mi rutina, también quiero recordar el nombre de la

persona que realmente estuvo conmigo.

̶ Sigo creyendo que no es necesario, pero ok, para

que seas feliz: mi nombre es Ricardo.

Nina sonrió y tomó la blanca y cálida mano de su

amante.

−Gracias, Ricardo. Sí, es verdad, lo más probable es

que no nos volvamos a ver, pero me has hecho

inmensamente feliz, como no te imaginas, porque he tenido

una simulación de lo que nunca en la realidad tendré.

90
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Consuélate, Nina, todos vivimos tu misma

frustración ̶ el hombre miró al techo de la habitación con un

rostro ausente−. Por lo menos tú puedes trabajar usando tu

inteligencia, yo no alcancé tu nivel y me asignaron este

trabajo. Por mí estaría muerto, porque no hay esperanza ni

para ti ni para mí.

Nina abrazó a Ricardo, lloró, y por unos segundos,

volvió a ver el rostro de su amor en la mirada de ese

hombre, que resultó ser más tierno de lo que esperaba.

Al terminar aquella noche de Navidad, a las 6 de la

mañana y tal como la ley lo establecía, Nina despidió a su

amante nocturno. Abrió la puerta y le dio un último beso

apasionado, que también era permitido por el Estado.

Fue en ese momento cuando Nina vio salir de la

puerta de su amor, su vecino Rafael, a una mujer casi

idéntica a ella misma. Las miradas perplejas de Nina, Rafael,

los acompañantes y el militar asignado al lugar, lo dijo todo.

De pronto una carraspera incómoda del oficial

interrumpió el momento y los acompañantes, rápidamente,

se deslizaron hacia la salida del edificio. De golpe, las

puertas de los departamentos de Nina y Rafael se cerraron.

A lo lejos, se veía el titileo de las luces de Navidad y aún se

91
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

escuchaban los villancicos confundidos con la melodía de

noche de paz, hasta que las horas transcurrieron y todo se

desvaneció por completo, dando paso a la rutinaria vida de

la Metrópoli más poderosa del mundo en el año 2052.

Es mi vida

Cuando se disponía a comprar el ticket de viaje, no

sabía cuál sería su destino. Estaba cansado, estaba harto y

92
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

solo quería sentirse como un joven y no como un hombre

con responsabilidades, como todo el mundo le exigía.

– ¿Destino?

–¿Qué?

–¿Hacia dónde te diriges, jovencito? –preguntó

malhumorado el vendedor de boletos de tren en la caseta de

la Estación.

–¿Cuál es la parada más lejana?

−Puerto Montt.

–Un boleto a Puerto Montt −respondió ansioso

Humberto, mientras el funcionario de ferrocarriles hacía una

mueca, no entendiendo el extraño comportamiento del

muchacho. Era casi la misma ansiedad que había tenido

cuando vio por primera vez el rostro rojo e hinchado del

pequeño Eduardo.

Luego de una hora de espera en el pasillo del

Hospital, la enfermera colocó en los brazos de Humberto al

pequeño niño recién nacido. El encuentro entre padre e hijo

lo descolocó y unas pequeñas gotas de sudor rodaron por su

frente y mejillas.

93
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

–Siempre es diferente cuando un bebé está en los

brazos de sus padres. Ahora es real… –dijo la enfermera,

pareciendo leer la mente del muchacho.

−Eduardo –pronunció quejumbroso Humberto,

mirando fijamente a su pequeño bebé que aún continuaba

inflamado y con sus ojos tan cerrados que parecían

minúsculos surcos rugosos.

–¿Así lo llamarán? ¿Eduardo? –preguntó la suegra de

Humberto−. Rocío no me dijo nada, solo que aún estaban

buscando un nombre… Es un lindo varón… se parece

mucho a ti.

Humberto casi no reaccionaba frente a las muestras

de alegría de sus parientes y tampoco podía pronunciar

palabra. Por un lado, sus padres y por el otro, los de su

esposa Rocío, lo hicieron sentirse abrumado. Las sonrisas de

todos le parecían forzadas e hicieron más incómodo el

momento que, a esas alturas, le parecía eterno. De pronto

Humberto quebró su silencio.

−Es muy lindo –comentó, sin saber qué más decir.

–Ahora comienza la verdadera vida, hijo –aseguró

Fernando, el padre de Humberto.

94
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Fue justo en ese momento que la madre del nuevo

joven papá comenzó a llorar.

−Dios mío, todo esto es una locura, es un niño

abrazando a un bebé. No debería ser así… −afirmó Elena, la

madre de Humberto.

−¡Qué dices, mujer! Tu hijo es un hombre y bueno, si

se puso a hacer cosas de grande, aquí tienes los resultados.

Hay que asumir como hombrecito, ¿verdad? –afirmó

Fernando, mirando a la familia de Rocío y apretando el

hombro de Humberto, quien aún sostenía al bebé entre sus

brazos−. Ahora tienes que dejar de estudiar y debes ponerte

a trabajar para que pronto tengas tu casa.

–A nosotros no nos molesta que estén en nuestra casa

–dijo la suegra de Humberto.

−Dame a tu niño… no lo estás sosteniendo bien.

Tendrás que aprender, hijo… pero no te preocupes, yo te

ayudaré –dijo Elena, incorporándose y secando sus lágrimas,

mientras miraba obediente a su marido.

Ahora, sentado a cientos de kilómetros de casa, en

una de las butacas del tren, al lado de la ventana, Humberto

veía pasar a toda velocidad casas, árboles, arbustos, nubes,

personas que iban desapareciendo con el recorrido y daban

95
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

paso a nuevos paisajes que cambiaban y se hacían distintos a

medida que se acercaba a la ciudad de Puerto Montt.

De pronto, un destello de la vida que había dejado

atrás lo hizo sentir descompuesto.

−Voy a ser la decepción de mi familia. Dirán que soy

un cobarde, pero no quiero esta vida, ya lo decidí −pensó.

Ya en la ciudad de Puerto Montt y sin un plan claro

que seguir, Humberto se dirigió al primer café que encontró

en su camino para pasar el intenso frío que invadía la ciudad

a la que había arribado.

–¿Por qué tan preocupado, chico guapo?, ¿qué tienes?

No eres de por aquí, ¿verdad? −preguntó la dueña del café,

cuando Humberto quiso tomar su orden.

–No me pasa nada señora, solo quiero comer. Por

favor, un sándwich y un té. He viajado mucho y tengo

mucha hambre.

–Ok, ya te traigo lo que pides, pero estoy segura de

que eso no es todo. Háblame, yo tengo mucha experiencia en

la vida y podría aconsejarte, si quieres. Me recuerdas a mi

hijo y me gustaría ayudarte –dijo la mujer sonriente.

–Bueno, pero primero quiero comer señora y después

averiguar dónde dormir.

96
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

–¡Ah! ¿Te quieres quedar aquí en la ciudad?

–Aún no lo sé. Necesito primero encontrar un trabajo.

Mientras Humberto esperaba su pedido, no pudo

evitar escuchar una conversación donde un par de hombres

discutían dónde conseguir un nuevo trabajador para la

carretera que se estaba construyendo en el sector.

−Tal vez deberíamos colocar un anuncio. Aquí mismo

podríamos ponerlo –dijo uno de los individuos.

−Sí, le diré a la dueña que nos ayude –contestó otro.

−Perdón, no pude evitar escuchar su conversación. Yo

puedo ayudarlos. Tengo algunos conocimientos en

construcción y mecánica, pero lo más importante, aprendo

rápido –dijo Humberto dispuesto.

–¿Quién? ¿Tú? Pero pareces un niño pequeño. ¿Qué

edad tienes?, ¿dieciséis… diecisiete años? Te advierto que yo

solo puedo contratar a mayores de dieciocho.

−Tengo diecinueve señor, mire mi carnet…

−respondió Humberto, mostrando su identificación.

−Mira qué te ves más joven, niño. Ok, mañana

empezamos. Nos caíste del cielo.

−Ya ves, chico lindo, ya tienes trabajo que te servirá

para tener tu dinero y ser más independiente –señaló la

97
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

dueña del local, quien además no paraba de decirle a

Humberto que era muy guapo−. A ti te deben perseguir las

chicas de tu edad, ¿o me equivoco?

−Pues se equivoca, señora. Y no estoy interesado en

eso.

−¿Cómo que no?, ¿qué te pasa? ¿No te gustan las

mujeres?

−Pero qué dice señora, me encantan… es que…

La voz dudosa de Humberto intrigó a la mujer.

−Dime qué tienes, yo puedo ayudarte. Los años no

son por nada.

–Es que estoy casado y tengo un hijo de un año…

−respondió Humberto a la mujer.

−Válgame… ¡pero niño!, ¿tú estás loco? ¿Cómo te

fuiste a meter en tamaña responsabilidad a tu edad? Pero lo

peor de todo ¿de verdad te casaste? Ay, no…

–Sí, hace más de un año.

−Pero ¿no tienes mamá o papá para aconsejarte?

−Mi padre me dijo que era lo que correspondía hacer

y mi madre apoyó a su marido… y bueno, yo también

quiero a Rocío.

−¿Tu esposa?

98
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Sí.

−Ya… y si la quieres tanto, ¿qué haces aquí con esa

cara como que te quieres escapar a China?

−Es que…

−Mira, niño, ni siquiera me tienes que contar toda la

historia. Te entiendo más de lo que crees. Es lo que le pasó a

mi hermano, que lo obligaron a casarse y él no pudo con

tanta prensión a tan corta edad. Tenía diecisiete años y un

día tomó sus cosas y no volvió nunca más. Eso pasó hace

veinte años. Hoy su hijo tiene veintiún años y estaría

orgulloso de él, pero ese es otro tema…

>>Lo que sí te puedo decir, es que sé lo que estás

viviendo y, por lo mismo, te digo que no es necesario que te

escapes para no asumir el problema. Ya tienes un hijo y

debes entender que lo será para toda su vida y la tuya.

Escúchame, son los ochenta y las cosas no son tan terribles

ahora. No desaparezcas para tu familia, porque los dejarás

con una pena, como me dejaron a mí, a mi madre y a mis

hermanos, cuando perdimos a Ignacio por no saber

enfrentar la verdad, que es que un niño no puede casarse

obligado y asumir responsabilidades que a esa edad no

entiende. Eso no quiere decir que no te preocupes por tu

99
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

hijo, porque siempre lo será, pero escúchame: di lo que

sientes, no abandones a tu hijo, pero haz tu vida. Tienes que

ser valiente, eso te hará libre.

−Antes de irme, solo tenía claro que no quería seguir

viviendo así y se lo dije en una carta a Rocío. Que necesitaba

tiempo y pensar, porque dejé que todos me controlaran.

−Me parece muy bien. Debes pensar, porque es tu

futuro –dijo la mujer.

Un mes después y con el poco dinero que había

conseguido trabajando en la construcción, Humberto regresó

a la casa de sus padres.

–¡Ah, pero mira quién volvió…! El irresponsable de tu

hijo… no te saco la cresta porque tu mamá no me

perdonaría… Pero a ti ¿qué te pasa, ah? ¿Crees que es un

chiste mandarse a cambiar dejando sola a tu mujer y a tu hijo

pequeño? De verdad que te pegaría unas cachetadas para

que volvieras a la realidad.

−Por favor, Fernando, no lo hagas, es nuestro hijo y

está estresado. No entiendes que es un niño y no es fácil

hacerse responsable de una familia… Tiene diecinueve años,

por Dios…

100
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−¿Y qué? Nosotros teníamos la misma edad… y

¿acaso yo te dejé sola alguna vez? Eso se llama

responsabilidad, lo que no tiene este cabro de mierda… −dijo

el papá de Humberto, alterado.

−Mamá, papá, quiero decirles lo que voy a hacer y es

guste a quien le guste. No voy a seguir casado. Buscaré un

trabajo y pagaré todo lo que haya que pagar de mi hijo, pero

no quiero la responsabilidad de un matrimonio… Rocío y

yo, a pesar de que nos queremos, sabemos que es mejor no

estar juntos… Ya habíamos conversado algo de esto y yo

solo un día no aguanté más. No pueden obligarme a

quedarme donde no quiero y soy muy infeliz. Es mi vida.

–¿Y eso ya lo hablaste con Rocío y sus padres?

−preguntó Elena.

−No, porque a pesar de que Rocío también me habló

de separarse, no tomábamos la decisión. Ustedes son los

primeros en saber lo que haré…

−Si es verdad que Rocío quiere separarse de ti, yo ya

no puedo hacer nada más… pero es muy irresponsable de

parte de ustedes. Si hay algo que te voy a exigir es que nunca

abandones a tu hijo, bajo ninguna circunstancia. Es tu sangre

101
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

y la mía y la familia es sagrada –dijo el padre de Humberto

con el ceño fruncido.

−Hijo, tú sabes que yo siempre te apoyaré. Todo

saldrá bien y debes ser feliz… pero cuídate de aquí en

adelante. No vuelvas a hacer tonterías que traigan

consecuencias que después no puedas enfrentar.

−Entiendo muy bien lo que me dices, mamá, y eso es

lo que quiero hacer de aquí en adelante. Ahora debo hablar

con Rocío y sus padres y luego me quedaré aquí hasta que

pueda conseguir vivir solo. No se preocupen, seré un buen

padre, pero también buscaré mi felicidad porque creo que

ahora que aprendí mi lección, merezco poder vivir mi

juventud de la manera que yo quiera.

102
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Alicia

El rostro de Alicia era diferente. Sus ojos celestes

estaban apagados, su cabello rubio se había oscurecido y no

brillaba como yo lo recordaba. Pero lo que me estremeció al

observarla no fue su evidente deterioro físico; lo que

verdaderamente me removió fue esa extraña sensación que

recorría mi ser y me decía que estaba frente a un cuerpo sin

alma. Sí, porque lo que yo veía era un mal reflejo de alguien

que alguna vez había sido el sueño de tantos chicos de

nuestro barrio y ahora solo era símbolo de desamparo,

pobreza y mucha fragilidad.

De pronto noté que los ojos de Alicia se llenaban de

lágrimas e intuí que mi amiga había adivinado lo que yo

estaba pensando. Para tratar de disimular la abracé

fuertemente, decidida a ayudarla e involucrarme con su

realidad, porque el tiempo y los diferentes caminos que

ambas habíamos tomado no significaban que la volvería a

perder de vista. Ella había sido por muchos años mi mejor

amiga y yo sabía que, de alguna forma, me necesitaba.

103
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Qué bueno volver a verte, Alicia. Le agradezco

tanto a Marcela que me diera tu número… y bueno, gracias

por venir y aceptar reunirte conmigo ̶ le dije.

̶ Te ves tan linda. Te ha ido bien en la vida parece.

En cambio yo… no puedo decir lo mismo –dijo Alicia,

mirándome y luego bajando su cabeza como avergonzada.

̶ No digas eso, por favor, porque tú siempre serás

una mujer muy hermosa. Es solo que a veces las cosas no

salen como queremos, pero eso, si te lo propones, puede

cambiar, estoy segura ̶ le refuté.

Incorporándose otra vez y mostrando cierta

resignación y dignidad sobre su realidad, sonrió haciendo

una mueca como incrédula.

̶ Tú sabes por qué estoy aquí, ¿no es cierto, Alicia? –

dije con seriedad.

̶ Lo sé, Romina. Marcela me lo dijo. Pero ¿por qué

crees que tú me puedes hacer cambiar de parecer? ̶ me

confrontó.

̶ Porque quienes te apreciamos, queremos que

cambies tu vida para mejor. No puedes seguir en las drogas,

Alicia. Si sigues así tu vida no terminará bien.

104
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Mira, si vine a reunirme contigo fue porque una

parte de mí quería verte, saber cómo estabas y veo que bien,

pero lo otro, lo del discurso moralista o de salvadora de

almas perdidas, no te va. ¿Solo ahora te importa mi vida?

¿Es algún cargo de conciencia? ¿O quieres hacer tu buena

obra del día? −me dijo con el ceño fruncido y mostrando

una hostilidad que me intimidó.

−Alicia, perdóname. Cuando te casaste con ese

drogadicto yo te advertí que no lo hicieras. Me sentí herida.

Todos sabíamos que esa situación iba a terminar mal y tú no

escuchaste a nadie. Dijiste que lo cambiarías, pero sabíamos

que no sería así y lo peor es que te transformó a ti en una

adicta y te abandonó con un hijo.

̶ Sí, pero mi hijo está en buenas manos, debes

saberlo. Lo cuidó mi hermano Jorge desde que era un bebé y

se lo agradezco. Camilito está bien, aunque claro, no quiere

verme. Se avergüenza de mí.

̶ ¿Y eso no te hace querer ser una mejor persona?

̶ ¿De qué hablas? Ya tiene veinte años. Yo no le

importo. Él está haciendo su vida sin mí y sin su padre. Lo

perdí cuando lo dejé con mi hermano.

105
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

̶ Lo sé, Alicia, pero ¿cómo eso no te hizo cambiar? ̶ la

recriminé.

̶ Piensa bien, Romina, ¿no se te pasa por la cabeza

que estaba tan mal que no podía ni siquiera conmigo misma,

pero puede entender que mi hijo necesitaba algo mejor? Por

eso lo dejé con Jorge –me increpó.

Rápidamente Alicia acercó su bolso y con las manos

convulsas, sacó un cigarro, que yo bien sabía era marihuana.

̶ No lo hagas Alicia, por favor ̶ le rogué−. Estamos en

un lugar público y si te ven haciendo esto, te pueden detener

y a mí también por estar contigo.

̶ ¿Y eso te preocupa mucho? Entonces no deberías

estar aquí conmigo. No entiendes que lo necesito para

calmarme. De hecho llegué aquí sin tomar ni consumir nada

para poder hablar contigo, pero no puedo… no puedo −dijo

sacudiéndose e indicando la salida para que nos

dirigiéramos a la plaza que estaba frente al local, donde

podría (más disimuladamente) fumar su droga.

̶ Te espero afuera −me dijo, mientras yo pagaba los

tés y los pasteles que casi no probamos en el restaurant

donde la invité.

106
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Ya en el parque, nos sentamos en el lugar más oculto

que pudimos encontrar y fuera de la vista de los transeúntes.

−¿Tú sabes que esto que estoy fumando no es nada

para mí? Apenas me calmará un rato. Lo mío es la pasta base

y claro, cuando hay suerte, cocaína.

−Alicia, ¡por el amor de Dios! Te estás matando.

¿Recuerdas cuando éramos niñas? Tú eras la más linda y

deseada por los chicos del barrio. De hecho, yo te tenía un

poco de envidia, le gustabas mucho a Guillermo, que tú

sabías me gustaba.

Una risa de satisfacción se dibujó en el rostro de

Alicia, mientras parecía recordar aquellos momentos cuando

fue tan admirada.

−Sí, todos estaban enamorados de mí, es verdad −dijo

orgullosa, acomodando su cabello como si por un instante

hubiera vuelto a esa época y observara vívidamente a cada

uno de sus enamorados, rogándole su atención.

−¿Pero sabes?, eso no es lo importante. Tú podrías

haber sido una gran profesional. Estudiaste en uno de los

colegios más caros de Santiago y te fue bien. Hoy serías una

gran veterinaria, como querías.

107
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Sí −dijo Alicia, inclinando su cabeza y mirando hacia

el pavimento, porque sabía que había perdido su vida.

Ya tenía cincuenta y cinco años y comprendía muy

bien que sería difícil recomenzar.

−Pero aún es tiempo –le dije−. Esta es otra época,

puedes recuperarte, puedes capacitarte y rehacer tu vida,

pero debes dejar la droga, amiga.

−Eres muy ingenua. No hay esperanza para mí.

Además, yo estoy bien así, vivo con mi nueva pareja que se

parece a mí, porque no tenemos más aspiraciones que

acompañarnos. Estamos bien. Yo no necesito más.

−Al lado de otro drogadicto, ¿qué dices?

−Yo no puedo cambiar, Romina. Lo intenté una vez y

no pude. Gracias por verme hoy, pero no hay esperanza

para mí. Solo piensa, ¿dónde viviría? No te preocupes −dijo

mirándome y luego riendo a carcajadas casi como si fuera

una loca.

−Detente Alicia, vente conmigo. Yo vivo sola ahora,

no tengo pareja ni hijos. Podemos lograrlo juntas. No le

debes nada a nadie, podemos planificar el futuro: tú

sanando y yo cuidándote. Te sigo considerando mi mejor

amiga y tengo el suficiente dinero para internarte. Sabes que

108
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

me ha ido bien, puedo hacerlo. Amiga, por favor, vuelve a

mi vida y haz de la tuya algo mejor.

−No podré hacerlo, Romina –dijo Alicia temblando.

−Vente hoy conmigo. Hacemos los trámites y mañana

te internas. Tu actual pareja, que sé es más drogadicto que

tú, no tiene por qué saber nada.

−Él depende mí, tiene más de sesenta, no podrá estar

solo…

−Alicia, él no es una buena persona. Tu hermana me

ha dicho cómo te trata. Olvídalo y ven conmigo. La vida será

mejor para ti.

−No sé, Romina, tengo miedo de que otra vez falle

todo. No sé hacer nada y ya estoy vieja y cansada.

−¿Prefieres esa vida a tener una oportunidad de ser

mejor? Si tu hijo ve tu cambio, se sentirá tan orgulloso de ti.

−Deberías haber venido antes, Romina, ahora no

tengo ganas ni fuerzas. Prefiero esta mierda en la que vivo,

porque es lo que conozco.

−Por favor, date una oportunidad, yo estaré contigo.

Quiero probarte que sí puedo estar a tu lado y acompañarte

en este proceso. Tal vez puede tomar un tiempo la

109
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

recuperación, puede ser, pero te sentirás orgullosa de ti

misma, cuando logres salir de tu adicción.

−Si me voy contigo, no puede saber Carlos dónde

estoy. Me puede matar y a ti también. Y no hablo en sentido

metafórico.

−No sabrá dónde estamos, me aseguraré de eso.

−¿Cómo? −me preguntó angustiada.

−Si se acerca habrá consecuencias. Mi mejor amigo

trabaja en un puesto muy importante en la policía de

investigaciones −le respondí.

El silencio se apoderó de ese momento y, por unos

minutos, solo el viento suave que movía las hojas de los

árboles podía oírse a lo lejos.

−Ok, lo haré, me daré esa oportunidad −dijo Alicia,

moviendo sus piernas de un lado a otro y sobando sus

manos ansiosamente.

−¡Gracias a Dios! −dije aliviada, mientras la tomaba

del brazo y la llevaba a mi auto para dirigirnos a mi casa.

Durante el trayecto Alicia iba silenciosa, mientras yo

trataba de convencerla con todos mis argumentos de que el

mundo sería mejor para ella y que, más adelante, ambas

110
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

haríamos un emprendimiento, viajaríamos y podríamos

vernos con su hijo y sus hermanos.

En casa, y luego de mostrarle la habitación donde

estaría previa a su internación, llamamos al Centro de

Recuperación de Adiciones y todo quedó preparado para

que, al día siguiente, fuera internada. Comprendí que en esa

espera ella debía fumar su marihuana, pues no podría con la

abstinencia y durante toda la tarde y la noche, mi amiga

consumió toda la hierba que traía en su bolso.

A las siete de la mañana, y luego de revisar y

comprobar que Alicia dormía profundamente, me duché y

me relajé por casi una hora, vistiéndome, maquillándome y

confirmando con el Centro de Rehabilitación nuestra llegada

a las diez de la mañana. Preparé el desayuno y toqué a la

puerta para que mi amiga se alistara para salir al recinto de

recuperación. En silencio, ella se aseó, tomó su desayuno y

bajamos hacia mi auto. En el estacionamiento y a punto de

entrar al vehículo, una vecina se acercó a darme los buenos

días y a consultarme sobre la nueva administración del

edificio. La mirada de desconfianza de mi vecina me

incomodó y le presenté a Alicia, como si fuera mi hermana.

−Ella es mi hermana, Alicia.

111
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Oh… claro, mucho gusto −dijo con un tono algo

sarcástico que me molestó y que hizo bajar la mirada de

Alicia.

−Bueno, como usted sabe, esta nueva administración

está fomentando nuevos servicios que…

En esa cansadora plática, de pronto mi amiga Alicia

ya no estaba frente a mí y pensé que estaría esperándome

entre los autos. Dos minutos después, al despedirme de mi

vecina, pude notar que Alicia definitivamente no estaba.

Grité su nombre varias veces y la busqué por el

estacionamiento. Llamé a su celular y no contestó. Resignada

ante esa realidad, llamé al Centro de Recuperación y les

avisé que la internación no podría ser ese día. Desde el otro

lado, me indicaron que se cargarían los costos de ese día.

Acepté sin reproches.

De vuelta en casa, llamé a Marcela para contarle que

su hermana se había escapado.

−Te lo dije, ella es un caso perdido, deja las cosas

como están, Romina. Yo he tratado muchas veces, no te

desgates. Además, es peligroso. Ella está rodeada de

delincuentes. No te metas, es lo mejor para todos. Hazlo

también por tu seguridad.

112
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−No lo haré, Marcela. La buscaré nuevamente. Yo le

prometí que no la dejaría y esta vez yo sé que la podré sacar

de ese mundo. Su vida se transformó en un infierno. Voy a

ser la amiga que no fui, quiero hacerlo.

−No te creas un superhéroe, Romina. Ella no tiene

vuelta. Aunque lo intentes otra vez y logres internarla,

volverá a reincidir, yo lo sé. Yo lo intenté antes y ya no

quiero esto para mí, porque perdí tiempo y dinero

intentándolo… pero bueno, si quieres, hazlo. Sola

entenderás que cuando la gente no quiere que la ayuden, no

la puedes obligar. Es triste, pero es así.

−Marcela, lo intentaré, se lo debo. No perderé la

esperanza tan rápidamente. Yo estoy decidida a que ella

cambie, no por mí, es por ella, porque a pesar de todos sus

errores, merece otra oportunidad.

−Pues si es así, buena suerte. La necesitarás −sentenció

Marcela.

113
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Sí, acepto

“Junto a mi padre y camino a la Iglesia que me había

visto crecer, donde mi familia me bautizó, hice mi primera

comunión y confirmación, se realizará mi boda con Carolina,

mi novia por más de tres años. Sí, lo haré porque se lo debo,

porque siempre ha sido una mujer querida por mi familia y

amigos y, también, porque es muy hermosa. Y sí, la quiero,

no puedo negarlo, pero algo me está molestando desde hace

unos días y esta ansiedad y duda previa a mi matrimonio

me consumen. Pensé que lo olvidaría al acercarse la fecha,

pero no, y el problema es que tengo muy claro que ya es

demasiado tarde como para arrepentirse.

—¿Estás bien hijo? —me preguntó mi padre. Te veo

nervioso.

—Sí papá, estoy un poco nervioso —respondí

acomodando mi camisa y mi corbata humita.

“Este espejo que me regaló mi madre está hecho para

verse bien, para verse bonita y estilizada. Tiene eso que no

todos los espejos tienen. Son esos reflejos que hacen verse

114
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

proporcionada, con piel perfecta, algo más delgada. No sé

dónde estará el truco, pero sí, efectivamente proyecta la

imagen que quiero ver de mí. Sin duda me veo

especialmente bonita. El vestido de novia es precioso, mi

figura destaca, el tocado y velo de encajes son tan delicados.

Y mi maquillaje quedó tan prolijo que mis facciones se ven

más lindas que nunca. Seré la más bella esta noche. Sí, todo

será perfecto… debo creerlo… pero ¿por qué no logro

sentirme feliz? ¿Por qué necesito desesperadamente

distraerme en mi apariencia y desviar mis verdaderos

pensamientos? ¿Será que la visita de Ernesto me perturbó

más de lo que quise aceptar? Creí que lo había superado,

pero no es así. ¡Oh, Dios! Maldito momento para pensar en

Ernesto, pero todo esto está sucediendo porque él no quiso

casarse conmigo. ¡Qué tonta fui! Si pudiera retroceder el

tiempo no estaría aquí ahora, pero ya no puedo escapar,

toda mi familia y amigos me esperan en la Iglesia… y la

fiesta, la cena, los regalos…. no puedo. Mi madre se

moriría”.

“No sé, tal vez no debí precipitarme, tal vez tres años

de relación no es tanto como para haber tomado una

115
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

decisión así. Solo tengo veintinueve años. En estos tiempos

soy joven para casarme. No sé qué estoy haciendo, además

Carolina me engañó con su ex, Ernesto. Esto me convierte,

literalmente, en un idiota al haberla perdonado. ¿Y si vuelve

a engañarme? Al recordarlo siento el mismo odio que

cuando los vi besándose. Pero acepté que él la había forzado.

Creí que lo había superado, pero esa imagen vuelve a mí,

una y otra vez.

Ahora estoy en la entrada de la Iglesia, recibiendo a

los invitados y siento que estoy a punto de ir al matadero.

Ahora ya sé que no la amo tanto como para casarme. En la

despedida de soltero pude acostarme con otra sin

problemas, pero ¿cómo no lo vi antes y lo veo ahora?, justo

ahora, cuando ya no hay remedio. Creo que voy a gritar.”

“Mi madre me llama para irnos, porque la limusina

llegó hace rato y me espera, porque me llevará a la Iglesia

donde en pocas horas seré la señora de Cristián Uribe. ¿Y si

en el altar solo digo que no y me escapo a mi casa en Viña

del Mar? Desde hace días sé que esto no debe pasar. Es mi

culpa, yo quería casarme y tener una vida de familia pero ya

no me interesa. Ernesto me preguntó si estaba enamorada de

116
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Cristián y yo le dije que lo estaba y no era verdad… ¡Oh,

Dios!, no amo a Cristián. Creo que debo decírselo ahora,

antes de arruinar su vida y la mía”.

“¿Cuántas personas habrá ahora en la Iglesia? Están

todos con rostros apacibles y despreocupados, vestidos con

sus mejores trajes y yo aquí, en el altar esperando casarme

con una mujer que ahora sé que no amo de verdad. Quiero

correr… ¿Qué hago, Dios?”

—Mamá, por favor, pásame el celular debo llamar a

Cristián.

—¿Qué? ¿Ahora camino a la Iglesia? No hija, él ya

está en el altar. Después hablarás con él, tienes toda la vida

para hacerlo, además dejé el teléfono en casa. No quería ser

interrumpida en tu matrimonio. La única que llevará un

celular será tu hermana, por cualquier cosa que pase con los

banqueteros y la fiesta. Tranquila, tus nervios te están

traicionando. Créeme que todo será maravilloso, porque

Cristián es el hombre perfecto para ti.

—Pero mamá…

—Ya estamos llegando a la Iglesia… ¡Pon tu mejor

cara, ahora!

117
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

“Dios mío, ¿qué haré?, no soportaré vivir con un

hombre que no amo…”

“Ya no puedo correr, estoy frito, tendré que casarme

con ella… ahí está… se ve bella, pero no quiero y esta música

de matrimonio me descompone. Trágame tierra. Mi mente

me lleva a otro lugar con mis amigos y tantas mujeres que ya

no podré tener. Ahora quiero ser soltero siempre”.

“Ahí está él, en el altar, esperándome. Y yo ya estoy

aquí. Tal vez es solo un pánico momentáneo, ¿o no? ¿Por

qué no me rescata Ernesto, como en las películas? Me iría

con él sin pensarlo.”

“Debo calmarme. Todo tiene solución, ya sé que

haré… nos casaremos, pero en tres meses más me divorcio.

Con todo este montaje no es posible escapar, sería una

vergüenza y tampoco quiero humillar a Carolina, debo

soportar un poco y no importará tanto, porque más de la

mitad de los matrimonios en este país y en el mundo no

funcionan. Claro, el mío no funcionó antes de la

ceremonia…”

118
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

“Los rostros de mi familia y Cristián parecen tan

alegres… ya no hay nada qué hacer. Estoy acorralada, debo

casarme. Gracias a Dios existe el divorcio, en un tiempo

breve lo dejaré, ya lo decidí. Debo tranquilizarme, en unos

meses recuperaré a Ernesto. Sí, todo saldrá bien, así que

padrecito, cásenos rápido porque quiero terminar con este

show lo antes posible. Ahora mi mejor sonrisa. Vamos

Carolina, tú puedes.”

—Carolina Salazar, ¿acepta usted a Cristián Uribe

como su legítimo esposo? —preguntó el sacerdote.

—Sí, acepto —dijo Carolina con los dientes apretados,

emitiendo un quejoso sonido balbuceante.

—¿Y usted, Cristián Uribe, acepta a Carolina Salazar

como su legítima esposa?

—Sí, acepto —confirmó Cristián, mientras por su

rostro enrojecido caían dos gruesas gotas de sudor que

recorrieron y cayeron por sus pómulos, manchando su

impecable y negro esmoquin matrimonial.

119
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Decisiones

Las manos de Carolina se movían deseosas por el

torso desnudo de Ernesto. Por fin era la mujer que quería ser

en los brazos del hombre que por tantos años fue su amor

platónico. Excitada y perdiéndose en los ojos claros de

Ernesto, Carolina no pudo evitar oír las sonoras

notificaciones de su teléfono, el que tomó rápida y

nerviosamente desde velador donde lo había dejado.

Eran cinco las llamadas perdidas de su esposo, quien

no la dejaba tranquila e insistía en controlarla, a pesar de

que Carolina, antes de salir, le había asegurado que estaría

en compañía de su amiga Patricia.

−Debo irme −dijo con tono triste a Ernesto, mientras

recogía su ropa esparcida en el cuarto principal del

departamento de su amante, donde cada jueves hacían el

amor.

120
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−¿Tan pronto? No, por favor, quédate un poco más

−respondió Ernesto, mientras acariciaba el rubio, perfumado

y liso cabello de Carolina.

−No puedo… debo irme y resolver unos asuntos con

Juan Pablo. Es que ya no lo soporto −dijo Carolina,

buscando la mirada de su compañero de sexo.

El silencio de Ernesto y la mirada distraída que

mantuvo por varios segundos, hizo entender a Carolina que

cualquier decisión que tomara sobre su matrimonio, era de

exclusiva responsabilidad de ella y que, sin duda, su amante

no se involucraría. Esa verdad tan evidente la hizo sentirse

indiscutiblemente sola.

En el baño, vistiéndose para irse y resignada con su

vida, no pudo evitar detenerse en uno de los cajones del

vanitorio. En él, un cosmetiquero con maquillajes de mala

calidad, champús y perfumes baratos se asomaban

descuidadamente. Sin pensarlo demasiado, los revisó

meticulosamente y, sin hacer casi nada de ruido, los sacó y

miró más de cerca, comprendiendo que la mujer propietaria

de esos cosméticos era una mujer poco refinada, lo que, por

al menos unos segundos, la hizo sentirse superior. Y en su

mente ella era superior, porque Carolina solo podría colocar

121
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Dior en su rostro y perfumarse con Carolina Herrera o

Channel.

Sin embargo, cuando sus pensamientos la estaban

reconfortando, recordó que era solo la amante y eso la situó

nuevamente en la realidad: era la otra.

Dejó a un lado esos pensamientos y se dijo que solo

quería sentirse amada y deseada y que, en ese anhelo, le

estaba ayudando Ernesto. Estaba por fin aprendiendo lo que

nunca le enseñaron en el sexo y por eso borró de su mente

cualquier sentimiento de culpabilidad. No quería sentir nada

más que la felicidad de ser una mujer plena en la cama.

Nunca más quería oír que un hombre le dijera que parecía

prostituta por disfrutar el sexo. Y nunca más quería que su

esposo la tocara, porque las palabras que le dijo, sobre que

parecía una “maraca” cuando una noche lo esperó

disfrazada de enfermera sexy, la marcaron dolorosamente

para siempre.

Silenciosa y volviendo los maquillajes de la mujer de

Ernesto a su lugar, continuó hurgueteando en los otros

cajones del vanitorio, porque pensó que si ya estaba en eso,

era mejor salir completamente de la curiosidad.

122
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

Muchos cepillos, cotonitos, algodón, cremas baratas y

en el último cajón, una pequeña bolsa transparente con unas

pastillas blancas, otras amarillas y algo que tal vez fuera

marihuana. Ese hallazgo la perturbó por unos instantes y

comprendió que tal vez era por eso que su compañero en el

sexo, a veces no podía llegar a una erección completa y

requería de mucho tiempo para masturbarse y lograr el

coito. Claro, no era algo que le preocupara tanto, porque

estaba totalmente enamorada y solo quería ese amor, pero

tal vez eso era lo que ocurría: la droga lo afectaba y no era

que ella no fuera lo suficientemente atractiva, como muchas

veces pensó.

¿Y si era un adicto? Eso explicaría tantas cosas, como

el descuido personal que tantas veces no entendió; sus ojos

hinchados, que excusaba diciendo era producto de no haber

dormido bien. Y esa especie de flojera constante que no sabía

si era permanente en él, o era el resultado de algo que

tomaba… ¿podría ser eso?

Fue entonces que pensó, casi reprochándose, qué

diablos de vida llevaba que todo era un desastre, viviendo

con un hombre que no amaba, pero que la mantenía y le

daba cierto estatus; que amaba a un hombre comprometido

123
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

y que tal vez era un mantenido de su mujer, que era muy

descuidado y posiblemente también era un adicto. Pero

nuevamente no quiso pensar más y solo se reconfortó

creyendo que él le enseñaría cosas nuevas que la harían

sentirse linda y más libre sexualmente. Sí, porque ella tenía

cuarenta y nueve años y por eso se repetía que ya era tiempo

de vivir y disfrutar… aunque fuera de esa forma.

Al volver a casa y aún con el aroma de Ernesto en su

piel, lo primero que pudo ver fueron los penetrantes y

angustiados ojos marrones de su marido Juan Pablo.

−¿Por qué tardaste tanto, Carolina? −preguntó él en

tono desafiante.

−Estaba con mi amiga Patricia, tú lo sabes.

−No mientas. Vi a tu amiga en el Mall cuando yo

almorzaba con un compañero de trabajo.

Las manos de Carolina temblaron descontroladas por

un instante al verse descubierta, pero tan pronto como había

bajado su mirada culpable, respiró profundo, levantó la

vista, lo miró de frente y le confesó su romance.

−Lo siento, Juan Pablo, ni siquiera sé por qué te

sorprendes, llevamos años sin tener contacto físico y ya lo

habíamos hablado tantas veces. Eres tú quien no entiende

124
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

que debes irte de esta casa. Ya te lo he dicho y tú todo el

tiempo haces como que no me escuchas. Y sabes también

que debes mantener esta casa y a tus hijos.

−¿Incluida tú?, ¿eso quieres? ¿No será mucha tu

frescura? Trabaja y ándate tú…

−Tú sabes que mi trabajo como terapeuta emocional

no me da lo suficiente. No tengo el título y eso me limita,

además mi vida la he dedicado a los niños y ti, manteniendo

esta casa limpia y ordenada. Además siempre atendiéndote,

es lo mínimo que puedes hacer. Y nuestros hijos tienen

muchos gastos de estudios y cuidado. No entiendo que

quieras mantener esta farsa y, por favor, tampoco te hagas la

víctima, tú me engañaste primero y sabes muy bien que dejé

de amarte hace mucho.

−Creí que con el tiempo cambiarías de opinión, pero

ya veo que no. ¿De verdad te parece bien lo que haces,

mientras vives en mi casa y con mis hijos? −preguntó Juan

Pablo.

−Bueno, entonces ándate. Yo ya no soporto más esta

situación.

−Y según tú, ¿yo voy a ser el tonto que pagará esta

casa para que además te acuestes con otro? ¿Estás así de loca

125
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

para creer que yo voy a hacer eso? Olvídate, eso no va a

pasar. Esta será una familia como fue la de mis padres…

para siempre.

−Ya que estamos sincerándonos, definamos esto de

una vez. Aquí no hay un para siempre, entiéndelo, haz tu

vida −rebatió Carolina.

−Deja de actuar como prostituta y cuida a tus hijos

será mejor… y ¿sabes qué?, hazme la once que debo trabajar

ahora… y para que te quede claro, yo no me voy a separar y

si quieres hacerlo, demándame y te quedarás en la calle,

porque jamás en el juzgado resolverán darte el dinero que

tienes ahora, lo sabes.

−Siempre haces lo mismo, sé hombre y acepta que ya

no te quiero.

−Bueno, ya tuviste otro amante antes ¿o crees que no

lo sabía? Seguro se te pasará pronto la calentura con este

también. Mejor piensa en tus hijos y que yo te doy la

estabilidad económica que tú nunca tendrás sola. Y ya me

cansé de esta conversación, me voy a mi cuarto. Trae mi té…

no tengo más tiempo para esta discusión inútil.

−Yo no soy tu sirvienta, no pienso servirte nada.

126
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−¿Ah no? Bueno, sufrirás las consecuencias a fin de

mes. No habrá dinero para ti. ¿Te queda claro para dónde

voy en esto?

Durante varios días Carolina no pensó demasiado y

continuó las conversaciones eróticas con su amante Ernesto.

Era una situación cómoda, además parecía que su propio

marido lo avalaba, mientras fuera discreta y no se separaran,

parecía que todo estaría bien.

−Carolina, ¿qué vas a hacer? −preguntó Patricia

desde el otro lado del teléfono a su amiga.

−No lo sé, amiguita, supongo que seguir así. Tú sabes

que estoy involucrada con Ernesto y no puedo dejar a Juan

Pablo tampoco, no me alcanza para vivir y los niños no

pueden perder su calidad de vida. Seguiré así sin pensar…

además Ernesto es un cero a la izquierda en lo material y yo

no podría vivir de puro amor y menos si es drogadicto.

Bueno, tampoco sé si lo es y la verdad, ya no me importa

mucho, solo voy a vivir esto que quiero vivir, hasta que

dure.

Días más tarde, Carolina volvió a reunirse con su

amante y estaba feliz de verlo nuevamente, pero no pudo

evitar sentir esa tristeza al comprender que la relación no

127
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

tenía futuro y que mientras no se separa ni él de su mujer, ni

ella de su esposo, se vería mal que una mujer casada tuviera

una relación a escondidas con un hombre comprometido. Es

que esas miradas acusadoras que ya notaba cuando el

conserje del departamento de Ernesto la hacía pasar, la

estaban matando. También percibía que los vecinos

murmuraban, ¿sería así?, se preguntaba, ¿o era solo su

conciencia acusándola? Probablemente era cosa de tiempo

para que todo se supiera, porque ¿qué pasaría si su mujer

llegara antes del trabajo? Todo era un riesgo, pero a la vez,

era muy excitante para Carolina.

En el encuentro con su amante, otra vez los

problemas de erección se presentaron y la relación no fue tan

satisfactoria como esperaba. Y aunque Ernesto trataba de

excusarse por el cansancio y aunque ella lo apoyaba

diciéndole que no le importaba, lo cierto era que esa

situación solo se sumaba a los múltiples problemas de

mantener esa relación.

Al verlo masturbarse frente a ella para poder tener

sexo, sintió que no iba a resistir más y pensó que esa

erección defectuosa, tal vez era consecuencia de que habría

tenido relaciones con su pareja ese mismo día y no pudo

128
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

evitar sentir que él era un desconsiderado, porque lo mínimo

era prepararse para estar con ella. Ese pensamiento le quitó

definitivamente las ganas al enfrentarse, otra vez, a una

nueva erección fallida, de esas que sabía se hacían casi por

cumplir.

−¡Ya basta! −dijo Carolina en voz alta.

−¿Qué? −preguntó Ernesto.

−Nada… estaba pensando en mis hijos. Debo irme, ya

es tarde y tengo cosas que hacer.

−¿Pasa algo? −preguntó intrigado Ernesto.

−No, en otro momento hablamos ¿quieres?

−La próxima vez será todo mejor, mi bella −dijo

Ernesto, como queriendo excusarse y consolar a Carolina.

En casa, Carolina pensó que tal vez el amor o ese

amor tan complicado con Ernesto, era solo sexo y diálogos

forzados, sin profundidad. Con frustración y pena entendió

que debía terminar ese romance, porque no era bueno para

ella y aunque no lo hubiera reconocido, no quería dañar a

nadie. Además, estaba segura de que era un hombre

mantenido y esa mujer probablemente lo amaba mucho al

aceptar que él se quedara en casa y ella fuera a trabajar. Ese

129
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

pensamiento la convenció de que él no era una buena

persona.

Esa verdad le revelaba que no era posible pensar en

algo serio con Ernesto y, bueno, tampoco quería ser

eternamente un plato de segunda mesa. Sin duda, era el

momento de irse de esa relación. Fue entonces que decidió

que esa tarde lo llamaría para decirle adiós y nunca más

miraría hacia atrás.

Cuando Juan Pablo regresó de su trabajo, Carolina le

aseguró que ya no debía preocuparse más de su amante, al

menos hasta que sus hijos fueran independientes.

−Pero quiero aclararte que tal vez creas que ganaste

−dijo Carolina a Juan Pablo− pero no es así, estaré contigo

hasta que nuestros hijos sean profesionales y yo en este

tiempo, voy a estudiar y conseguir una carrera, porque ni

creas que en algún momento vamos a volver a estar juntos.

Apenas pueda te dejaré, porque si quieres que las cosas sean

así y si quieres que sigamos juntos, lo haremos para la

sociedad, pero ten claro que nunca más te volveré a amar y

quiero que sepas desde ya, que te dejaré apenas tenga mi

título profesional.

130
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

−Mmm… ok… comprendo… pero déjame decirte que

esto ya lo veremos, Carolina −dijo Juan Pablo, mientras le

sonreía, le cerraba un ojo y se iba a su cuarto con el té y el

sándwich que recién su mujer le había preparado.

131
LAS HISTORIAS QUE NO SE CUENTAN

132

También podría gustarte