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Matar una mosca (o manual para sufrir)

Para ser infeliz hace falta cerrar los ojos, no agradecer la luz del sol. Olvidarse que la
respiración podría cesar en cualquier momento y darla por descontada. Encerrarse en lo
que duele, concentrarse en lo que falta, distraerse de lo que pasa a tu alrededor. El
manual de la tristeza tendría que empezar por olvida; olvida las veces que alguien te
sonrió al pasar por tu lado o un extraño levantó su mano para saludarte. Olvida cuando te
ayudaron sin conocerte, cuando te dieron una mano sin pedirlo, cuando tus piernas te
sostuvieron sin amilanarse y tus pies te soportaron sin quejarse. Olvida cómo el agua te
refresca en la mañana sacando lo que sobra. Olvida que no hay mejor compañía que estar
solo y mayor regalo que disfrutar de una compañía.
Podes volverte loco con la mosca que te ronda o tomar un calzón a falta de otra cosa y
dedicarte a la cacería. Hasta que el cuerpo inerte te acompañe o la puerta se cierre
después de hacerla huir de tu cercanía. No hagas nada para cambiar lo que te molesta, si
algo se cae no lo recojas, si algo está sucio, no lo limpies. Convéncete de que no eres
capaz y no mereces. Si algo está desordenado, aumenta el volumen del estorbo. No se te
ocurra embellecer tu espacio. Una flor recogida en el camino o un dibujo a mano alzada
podrían ser un desastre si quieres conservar el ceño fruncido. No converses con nadie, no
llames o nadie, ni invites a nadie, espera que ellos lo hagan y quédate apartado rumiando
cada cosa que no haya salido como esperabas mientras planeas cómo podría empeorar.
Es esencial intentar controlar lo que no está en tus manos, así podrás echarle la culpa al
universo, a la vida, al mundo o a la mosca. No se te ocurra hacerte responsable de tus
decisiones y mucho menos entender que lo que sientes es tu problema y de nadie más.
No salir, no sea que te lleves alguna sorpresa y se alegre tu vida. No caminar, no moverse
no mirar ni la luz, ni la luna, ni las estrellas. Las copas de los árboles bailando con el viento
o las hojas en estampida pueden ser distractores, evitar a toda costa el contacto con el
mundo exterior y la naturaleza.
Si quiere cebolla, consigue un tomate, si quiere tomate consigue cebolla. Convénsase que
todo lo que quiere está por fuera de su alcance. Más que la queja, la comparación es su
mejor aliada. Sobra decir que no se le ocurra leer un libro, mirar un programa, escribir,
dibujar, tocar la tierra, nadar, caminar descalzo sobre el pasto, abrir la boca debajo de la
lluvia o saltar en un charco. Si lo haces, debes concentrarse en el barro, en las
consecuencias funestas de su irresponsabilidad, en la maldad implícita en hacer lo que te
salió de las entrañas. La libertad debes verla como un pecado y su expresión como una
tortura.

Pero sobretodo, cuando estés triste, siéntete culpable por estarlo, eso logrará sostener la
emoción en el tiempo. Lucha contra ella, con todas tus fuerzas, no vayas a darle la
bienvenida como a un buen amigo, no la mires a la cara, ni la abraces, porque podría irse
sin que te dieras cuenta, es traicionera y te podría abandonar en cualquier momento.
¡Declárale la guerra y verás cómo no te abandona nunca!

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