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EN ESPAÑA
Estudio de los procesos de inclusión y exclusión social
de las personas con discapacidad
INTRODUCCIÓN 7
Primera parte
DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO:
LAS PERSONAS CON DISCAPACIDADES EN ESPAÑA 17
1.1. Relatividad histórica de las categorías utilizadas para abordar los problemas
relacionados con la discapacidad. 17
1.2. Sistemas de clasificación utilizados en España. 21
1.3. Fuentes de información para el estudio de las trayectorias sociolaborales
de las personas con discapacidad en España. 34
2
Segunda parte
LA INSERCIÓN SOCIAL DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD.
ESBOZO DE CLASIFICACIÓN Y CLAVES INTERPRETATIVAS 137
Tercera parte
TRAYECTORIAS DE INSERCIÓN EN LA SOCIEDAD 187
3
DE TRABAJO 274
Cuarta parte
4
PRINCIPALES CONTEXTOS DE LA INSERCIÓN SOCIAL 361
17.1. Las personas con discapacidad en España. Delimitación del campo de estudio 534
17.2. Trayectorias de inserción social y laboral. Procesos implicados 548
17.3. Los contextos institucionales de la inserción 567
BIBLIOGRAFÍA 589
5
ÍNDICE DE TABLAS 606
ANEXO Nº 1
Relación de personas consultadas para el estudio de los contextos generales 613
ANEXO Nº 2 615
Registro homologado de la discapacidad y de su tratamiento y de los efectos sociales
subsiguientes
ANEXO Nº 3
Diseño de los grupos de discusión aplicados 657
-------------
6
INTRODUCCIÓN
El presente estudio se propone iniciar una línea de investigación de carácter exploratorio
sobre la compleja problemática que presenta en España la inserción laboral de las personas con
discapacidad. Como promotor del proyecto, el Instituto de Migraciones y Servicios Sociales
(IMSERSO) quería hacer una contribución de ámbito estatal, dentro de las funciones asignadas
por el reciente Plan de Acción para las Personas con Discapacidad, en un asunto cuyas
competencias políticas concretas han sido transferidas en su mayor parte a las comunidades
autónomas. A nivel internacional, el proyecto se inscribe dentro del Programa HORIZON, en
cuyo marco ha sido debatido con expertos de otros países1.
Los resultados de esta magna encuesta permitieron conocer con precisión muchos
aspectos básicos sobre los que antes no había acuerdo y eran objeto de polémica o simplemente
se desconocían. Uno de ellos, quizás el más importante, fue conocer con notable fiabilidad la
amplitud o prevalencia que tenían las discapacidades y minusvalías en España, lo que obligó a
duplicar las estimaciones hechas con anterioridad por la administración. El colectivo afectado
por discapacidades llegaba a 5,7 millones de personas, 15% de la población del país, de las cuales
un 40% reconocía encontrarse gravemente limitado para desempeñar aquellas actividades que
serían “normales” en función de su edad, sexo y otros factores socioculturales, es decir, padecían
minusvalía en el sentido preciso que la OMS da a este término. Esto significaba que más de dos
millones de españoles con discapacidad no habían logrado superar los efectos negativos de su
deficiencia y, por tanto, representaban un fracaso de las estrategias personales-familiares y de las
políticas sociales desplegadas para lograr su integración “normal” en la sociedad. La amplitud
de este fenómeno hizo que el campo de las discapacidades se convirtiera en uno de los ejes
prioritarios de la política social, junto con la población anciana y los parados.
1
Agradecemos especialmente las aportaciones de Dominique Velche (Centre Technique National d’Etu-des
et de Recherches Handicap et Inadaptation, París, Francia), Patricia Thornton (Social Policy Research Unit,
University of York, Gran Bretaña), José Ernesto Carvalhino (Associaçâo para Recuperaçâo de Cidadâos Inadaptados
da Lousâ, Portugal) y Georges Rovillard (Agence Wallonne pour l’Intégration des Personnes Handicapées,
Charleroi, Bélgica).
7
varones y 360.000 mujeres). Si se tiene en cuenta que, salvo casos excepcionales, las limitaciones
funcionales que se derivan de las deficiencias físicas, psíquicas o sensoriales no invalidan para
todo tipo de empleo sino, en todo caso, para una gama de ellos, y que la percepción de pensiones
contributivas es compatible con la realización simultánea de actividades económicas, resulta
evidente que las personas con discapacidad están mayoritariamente excluidas del mercado de
trabajo remunerado, situación que tiende a agravarse en países como el nuestro, con altas tasas
de paro y de precariedad laboral.
La creciente competitividad del mercado de trabajo tiende a marginar a los colectivos más
débiles, entre ellos muchas personas con discapacidad, sobre todo cuando concurren otros
factores de fragilidad como el bajo estatus socioeconómico de las familias, la escasa cualificación
laboral o simplemente estar ubicado en unas coordenadas de espacio-tiempo económicamente
recesivas. La lógica excluyente del mercado capitalista, en tales casos, se ve parcialmente
contrarrestada por las políticas de discriminación positiva, pero incluso entonces se producen a
veces efectos perversos: los certificados de “minusvalía” y el empleo protegido contribuyen a
crear nuevos espacios de segregación de los “diferentes” y las pensiones públicas fomentan la
cultura de la dependencia, en lugar de favorecer la reinserción profesional de los beneficiarios.
Objetivos perseguidos
La propuesta de los autores del presente estudio (Colectivo IOÉ y CIMOP) perseguía
profundizar en las causas de la escasa inserción laboral de las personas con discapacidad en
España, tanto por el lado de la potencial oferta (afectados en edad de trabajar) como de la
demanda (empresas públicas y privadas, del mercado ordinario o protegido), teniendo en cuenta
a las instituciones del entorno, entre ellas la familia, los dispositivos de educación y de salud, las
organizaciones empresariales y sindicales, las políticas laborales y sociales, las asociaciones de
afectados, etc. En concreto, entre las cuestiones que estaban sobre la mesa, destacan las
siguientes:
8
P ¿qué representan las nuevas agencias de inserción laboral, públicas o privadas, en el caso
de los buscadores de empleo con discapacidad?, etc.
9
Aunque el tema que nos ocupa no ha adquirido en España un alto nivel de investigación,
se dispone de un conjunto de fuentes estadísticas y estudios empíricos que, con sus limitaciones
y logros, permiten describir los principales perfiles de las personas con discapacidad y sus vías
habituales de inserción social, incluyendo aquí los itinerarios laborales más significativos, tanto
en el mercado ordinario como en el protegido. La metodología que prevalece en estas fuentes de
documentación es descriptiva, generalmente a partir de encuestas muestrales que se basan en los
archivos de minusvalías de los Centros-Base (actualmente transferidos a las comunidades
autónomas). Aparte los problemas de representatividad que presenta este registro oficial, el nivel
del análisis es casi siempre superficial, sin apenas desarrollar un trabajo de contextualización e
interpretación teórica de los datos.
Existen también en nuestro país algunos estudios cualitativos que abordan el comporta-
miento y actitudes de los empresarios, las familias o los profesionales en relación a las personas
con discapacidad pero, salvo pocas excepciones, se limitan a recoger los contenidos manifiestos
de las entrevistas y grupos de discusión, sin aportar planteamientos sistemáticos articulados.
Tanto en los estudios cuantitativos como en los cualitativos se alude a los contextos sociales e
institucionales que podrían explicar las diversas trayectorias de inserción, pero no se profundiza
en ellos. Del mismo modo, se describen las estrategias adoptadas por las personas con
discapacidad y por los empleadores pero no se explora cuál es la génesis social de su
predisposición para comportarse de una u otra forma en el mercado de trabajo.
2
RAVAUD, J.F., HAUET, E. y PAICHELER, H., “Handicaps et inégalités liés aux déficiences et incapa-
cités fonctionnelles”, en BOUCHAYER, F. (Coord.), Trajectoires sociales et inégalités, Érès, Ramonville Saint-
Agne, 1994, pág. 141.
10
itinerarios particulares, pero es preciso profundizar en ellos para encontrar explicaciones
comprensivas a sus efectos de inclusión o exclusión social.
Nos propusimos, por tanto, explorar los itinerarios laborales o de otro tipo de las personas
con discapacidad en la vida adulta como resultado de dos procesos convergentes: de un lado, las
estrategias adoptadas por los agentes implicados; de otro, los contextos y circunstancias
condicionantes. Ambos planos presentan un margen de autonomía e influencia mutua que el
estudio tenía que precisar. No se pretendía llevar a cabo un análisis monográfico desde el punto
de vista de las diferencias geográficas o de cada tipología de discapacidad, sino de indagar en las
claves fundamentales que incidían en los procesos de inserción.
El concepto de inserción social, que sirve de hilo conductor a lo largo del presente libro,
ha sido objeto de debate en las dos últimas décadas. Algunos autores lo emplean en un sentido
exclusivamente positivo, como el paso a un estatus de “normalidad” social a partir de diversas
situaciones de segregación o excepcionalidad; otros contraponen las políticas de integración del
Estado de bienestar (que pretendería reducir las desigualdades sociales mediante la promoción
de los derechos sociales y laborales de todos los ciudadanos) a las políticas de inserción del
Estado mínimo (que sólo pretendería proporcionar a los excluídos unos mínimos de renta y de
servicios)3. Por nuestra parte, vamos a utilizar la noción de “inserción” en un sentido más neutro
y abierto, como concepto-llave que nos abre a estilos de vida diferenciados, con vivencias y
problemáticas específicas, y que podemos situar entre el polo positivo de la inclusión y el
negativo de la exclusión. Cabe, por tanto, una inserción en la exclusión, posibilidad más que
probable en muchos itinerarios de personas con discapacidad. Las diversas formas de
inclusión/exclusión, de acuerdo con este planteamiento, no son fruto del azar sino que responden
a procesos sociales concretos sobre los que es posible intervenir: por una parte, las estrategias
desplegadas por los agentes presentes en cada caso, ya se trate de los propios afectados y sus
familiares o amigos, educadores y profesionales que les han atendido, empleadores y compañeros
de trabajo, etc.; por otra, los contextos institucionales y los marcajes ideológicos que les han
influido a lo largo de la vida.
3
Estas dos perspectivas sobre la inserción están representadas, entre otros, por R. CASTEL (Les méta-
morphoses de la question sociale, Fayard, Paris, 1995) y P. ROSANVALLON ( “Une troisième crise de l’Etat
Providence”, en Le Banquet, Nº 3, 1993).
11
amplio, como esfuerzo productor de bienes de cualquier tipo, para uno mismo o para los demás;
sin embargo, en el contexto de una sociedad mercantilizada como la nuestra, el tipo de trabajo
más valorado es el remunerado, del que dependen los ingresos y el nivel de vida de la familia.
De ahí la importancia que tiene para la unidad familiar, no sólo acceder al empleo, sino conseguir
para sus miembros unas condiciones de trabajo satisfactorias.
En el plano social, la inserción de los individuos está condicionada por las coordenadas
institucionales presentes en cada época y lugar; en nuestro caso concreto podemos destacar, entre
otras, la evolución de las pautas familiares y de los roles de género, el hábitat rural o urbano de
residencia, las características de la política laboral y del mercado de trabajo o la forma de abordar
la exclusión social (sistemas de protección, etc.). Estos ámbitos constituyen el espacio-tiempo
generacional en cuyo marco se construyen las trayectorias de inserción y se delinean las
posibilidades de inclusión o exclusión social de los individuos y las familias. Las instituciones
no son entes fijos ni internamente homogéneos, sino que están en continuo proceso de
transformación debido precisamente a los sujetos sociales -individuales y colectivos- que se
sitúan en ellas y las utilizan. Cabe hablar, por eso, de un doble componente en las instituciones
(como las dos caras de una moneda) que las sitúa como productos sociales históricamente
configurados (polo instituido) pero a la vez abiertos a nuevas configuraciones (polo instituyente)4.
A su vez, tanto las estrategias desplegadas en las biografías individuales como el papel
jugado por las instituciones están atravesados por unas claves de lectura o posicionamientos
discursivos que les dan sentido y contribuyen a dar legitimidad a sus comportamientos. Como
se comprueba fácilmente a la luz de la historia de las deficiencias, las diversas posiciones
ideológicas representan otras tantas formas de entender a las personas con discapacidad y de
abordar sus problemas de inserción social. Nuestro enfoque en este punto tratará de ser abierto
y dialéctico: las ideologías son esquemas interpretativos en los que los diversos sectores sociales
cristalizan sus percepciones del mundo; cada posición ideológica supone un modo recurrente y
articulado de pensar la realidad, con los consiguientes efectos prácticos de conformación social
(impregnación de valores específicos, asignación de identidad social, etc.).
4
Ver LOURAU, R., L’analyse institutionnelle, Minuit, Paris, 1970; y LAPASSADE, G. y otros, El
análisis institucional, Campo Abierto, Madrid, 1977.
12
Orientación metodológica
Para desarrollar la investigación con los anteriores planteamientos, diseñamos tres fases
de trabajo que perseguían los siguientes objetivos:
13
española, como se refleja en sus mayores tasas de actividad y de ocupación y el gran
número de empresas que aparecen y desaparecen cada año. En general, la tendencia
histórica más sobresaliente es la relativa pérdida de peso de un sólido sector industrial en
beneficio del sector servicios, así como la acelerada precarización de las condiciones de
trabajo en el segmento de operarios y administrativos poco cualificados (los empleos
temporales en la provincia de Barcelona pasaron del 23% al 33% en el quinquenio 1987-
92). En cuanto al campo de las discapacidades, Cataluña es una de las comunidades
autónomas más innovadoras, tanto desde el punto de vista de las políticas sociales
específicas, a nivel de la Generalitat y del municipio de Barcelona, como por el amplio
desarrollo y capacidad de iniciativa del movimiento asociativo de personas con
discapacidad.
14
servicios de las asociaciones tienen que desplazarse a las ciudades próximas (normalmen-
te Guadalajara o Madrid).
Esquema 1
DISEÑO DE LA INVESTIGACIÓN
15
trabajo desarrollado. En particular, se estudian primeramente los procesos de asunción,
asignación y tratamiento de la discapacidad, distinguiendo los casos congénito-infantiles
(capítulo 6) de los sobrevenidos en la vida adulta (capítulo 7); después se recoge un análisis
detallado de las principales trayectorias de inserción laboral en los 18 casos-tipo seleccionados:
el mercado de trabajo ordinario (sectores primario y secundario), el empleo protegido, el trabajo
doméstico y las pensiones (capítulos 8-12). A continuación, ya en la Cuarta parte, se presentan
los contextos más influyentes (la familia, el mercado de trabajo, las políticas sociales y el
movimiento asociativo) que dan lugar a apartados específicos (capítulos 13-16).
La segunda columna (Segunda parte del libro) representa el punto de unión entre las dos
anteriores: por una parte, ofrece un esbozo de clasificación de los principales sistemas de
inserción utilizados por las personas con discapacidad en edad laboral, que se basa en los
resultados de la Primera parte y cuya finalidad es dar consistencia y significatividad a los casos
escogidos (capítulo 4); por otra, presenta un esquema interpretativo de las posiciones discursivas
existentes sobre la inserción social y laboral de las personas con discapacidad (capítulo 5).
Los equipos que hemos realizado este trabajo(*) queremos agradecer el apoyo brindado
desinteresadamente por muchas instituciones públicas y privadas, en especial por las fundaciones
y asociaciones del colectivo de personas con discapacidad en Barcelona, Córdoba y Guadalajara-
Madrid. Así mismo, expresamos nuestro reconocimiento a todos aquellos que han aportado sus
puntos de vista y su experiencia personal en los grupos de discusión y en las historias de vida
social (afectados por discapacidades, familiares, educadores, terapeutas, agentes laborales y
económicos, etc.). Sin su generosa participación, este estudio no habría sido posible. Por último,
agradecemos la libertad de investigación y la confianza depositada en nosotros por los
responsables del IMSERSO (Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales) y esperamos que los
resultados a los que hemos llegado contribuyan a promover la emancipación social y laboral de
las personas con discapacidad en España.
__________
(*) CIMOP como entidad adjudicataria del concurso de proyectos del IMSERSO, junto con COLECTIVO IOÉ,
diseñador y coordinador del mismo.
16
Primera parte
DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO:
LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD EN ESPAÑA
El primer problema que se plantea en una investigación como la presente es definir con
alguna precisión su objeto de trabajo. Las categorías y definiciones propuestas por organismos
como las Naciones Unidas o la Organización Mundial de la Salud siguen siendo objeto de debate
a nivel internacional5 y ni los expertos ni los políticos logran ponerse de acuerdo. Debido a esta
complejidad, nos vemos obligados a dar un pequeño rodeo por la historia del tratamiento de las
deficiencias para detenernos después con más detalle en los sistemas de clasificación utilizados
en España. En segundo lugar, haremos un balance de aquellas fuentes de información disponibles
(registros de casos, encuestas, estudios, etc.) de las que nos vamos a servir en los próximos
capítulos para ofrecer una aproximación general a las personas con discapacidad y a sus
principales trayectorias de inserción social y laboral.
1.1. Relatividad histórica de las categorías utilizadas para abordar los problemas
relacionados con la discapacidad
La historia de cómo se han abordado las deficiencias físicas o psíquicas en las diversas
culturas conocidas, desde la antigüedad hasta el presente, es ilustrativa de la pluralidad de
enfoques y respuestas que se pueden dar a unos problemas que, en principio, tienen una
naturaleza objetiva común (como la ceguera, el retraso mental o la esclerosis de los huesos). En
general, los historiadores plantean un doble eje de diferenciación, uno sincrónico, interior a cada
contexto cultural, y otro diacrónico que permite establecer grandes períodos históricos en el
tratamiento social de las deficiencias (ver Cuadro 1). En el eje sincrónico, las actitudes activas
o pasivas, de apoyo o de rechazo hacia los portadores de deficiencias, no han sido sucesivas a lo
largo de la historia sino que han coexistido y se han entrelazado en cada contexto social tomando
formas diferenciadas. Con frecuencia, esta ambivalencia de actitudes estaba unida a la posición
socioeconómica de las familias, reforzándose los cuadros de exclusión entre los más pobres.
En el eje diacrónico, una transformación decisiva tuvo lugar cuando se dio el paso de un
enfoque animista-religioso (deficiencias ligadas a poderes sobrehumanos, pecados cometidos,
etc.) a otro técnico-secularizado, que considera las deficiencias como resultado de alguna
5
Representantes de la Organización Mundial de la Salud, el Consejo de Europa, la Comisión Europea y
el Foro Europeo de Personas Discapacitadas se reunieron los días 25 y 26 de marzo de 1996 para examinar las
implicaciones de las definiciones propuestas por la O.M.S. pero no lograron ponerse de acuerdo sobre un sistema
de clasificación y unas definiciones definitivas. Ver COMISIÓN EUROPEA, Helios II. Guía Europea de Buena
Práctica. Hacia la igualdad de oportunidades de las personas discapacitadas, Oficina de Publicaciones de las
Comunidades Europeas, Bruselas, 1996, pág. 11.
17
enfermedad, congénita o sobrevenida a lo largo de la vida. En el primer caso, que prevaleció en
la mayoría de las culturas antiguas, el tratamiento oscilaba entre el empirismo, que recurría a
remedios que habían demostrado eficacia en casos similares (normalmente mediante la magia y
el recurso a brujos y chamanes pero también mediante masajes, baños , hierbas, etc.), y la
postración pasiva y culpabilizada ante unos síntomas que se interpretaban como castigo de los
dioses y eran objeto de rechazo y a veces de muerte6.
6
Existen testimonios de muchas culturas acerca del infanticidio de los niños afectados por deficiencias.
Según SCHEERENBERGER, la tendencia general de las familias era eliminar a los casos graves y procurar la
integración de los leves. Ver SCHEERENBERGER, R.C., Historia del retraso mental, Servicio Internacional de
Información sobre Subnormales, San Sebastián, 1984.
18
El enfoque técnico-secularizado tuvo precedentes importantes en la antigüedad, sobre
todo en la Grecia clásica, momento en que los trastornos mentales fueron considerados por
primera vez como fenómenos naturales y se inició la vía de la medicina naturalista, con
Hipócrates como figura clave7. Pero las transformaciones que más han influido en las modernas
sociedades occidentales se iniciaron en el siglo XVI y se han acelerado en los siglos XIX y XX
en paralelo con importantes cambios políticos, económicos e ideológicos que han tenido lugar
a lo largo de este tiempo. Según Antonio León Aguado, se habrían producido tres grandes
revoluciones en el campo de la salud mental. “La primera revolución tiene lugar en el mundo
occidental a finales del siglo XVI y principios del XVII dentro de un proceso más amplio de
laicización del individuo y protagonizada por la corriente humanista emergente en el
renacimiento. Este período viene caracterizado por la creación en Europa, comenzando por
España, de las instituciones manicomiales y por la constitución del concepto de locura y de
neurosis. En lo que respecta a la deficiencia y a los transtornos mentales, esta primera revolución
se traduce en un cambio importante: el paso de una concepción demonológica a otra de corte
naturalista, de un modelo demonológico a un modelo organicista y biologicista, de la idea de
pecado a la de enfermedad”8. No obstante, durante estos siglos la ambivalencia hacia las diversas
formas de discapacidad es también patente: por una parte, se abren nuevos caminos en el
tratamiento de las deficiencias (rudimentos de psicoterapia y laborterapia, educación especial de
sordomudos y ciegos, creación de instituciones manicomiales, inicialmente pequeñas y orientadas
a la rehabilitación de los “pacientes”, etc.); por otra parte, el internamiento da lugar al
hacinamiento y se sustituyen las tareas terapéuticas por la custodia y la cronificación de los
atendidos, se abandona la concepción demonológica pero se “fabrica” la locura9. Según
Pelechano, cabe hablar de progresos y logros en esta primera revolución, pero también de fracaso
como proyecto: “las primitivas cadenas son sustituidas por correas... Desgraciadamente, esta
primera revolución, que era original y programáticamente prometedora, no cumplió sus
objetivos”10.
La segunda revolución en el tratamiento de las deficiencias se produjo entre fines del siglo
XIX y la II Guerra Mundial y se caracteriza también por una notable ambivalencia: en la vertiente
“activa”, se sustituye el modelo organicista por otro de corte intrapsíquico, se producen avances
en la comprensión y etiología de las deficiencias psíquicas y físicas, y hay una progresiva
implicación de los gobiernos en favor de la incorporación educativa, social y laboral de las
personas afectadas; en la vertiente “pasiva” se refuerzan algunas actitudes negativas que van
desde el paternalismo protector al recelo y la “alarma eugenésica” que llevó en algunas
7
A pesar de esto, tanto en Grecia como en Roma fueron prácticas comunes el infanticidio, los malos
tratos, la venta de niños como esclavos y las mutilaciones con vistas a la mendicidad. El cristianismo, que había
heredado del judaismo una tradición comprensiva hacia los deficientes, criminalizó el filicidio, aun cuando la
estigmatización moral no garantizó su erradicación entre las clases populares a lo largo de la edad media. Ver
RASCOVSKY, A., El filicidio, Paidós-Pomaire, Barcelona, 1981.
8
AGUADO, A. L., Historia de las deficiencias, Escuela Libre Editorial, Madrid, 1995, pág. 71. Toma-mos
de este autor la referencia a las tres revoluciones operadas en el campo de la salud mental y las deficiencias.
9
Las coordenadas sociales, políticas e ideológicas de esta transformación fueron estudiadas por Michel
FOUCAULT en Historia de la locura en la época clásica, F.C.E., México, 1976, 2 volúmenes.
10
PELECHANO, V., “Salud mental, prevención e innovación social”, en Análisis y modificación de con-
ducta, Nº 12, 1986, pág. 489.
19
circunstancias a múltiples formas de segregación, restricciones laborales y familiares (incluida
la esterilización) y en los casos más extremos al exterminio (eutanasia, campos de gas en la II
Guerra Mundial...). El psicoanálisis y la psicología de la conducta son las dos principales
disciplinas encargadas de explicar los efectos personales de las deficiencias en un contexto en
que se desarrollaron también las ciencias sociales en general y la psiquiatría médica. En las
primeras décadas del siglo XX el liderazgo en este campo pasó de Europa a Estados Unidos
donde se produjeron importantes progresos en el estudio y tratamiento clínico de la deficiencia
mental que luego se expandieron al resto de las deficiencias. Por ejemplo, se identificaron y
describieron con precisión muchas afecciones, se aportaron explicaciones bioquímicas,
traumáticas y perinatales, y se estudiaron los efectos de las formas de aprendizaje y la
socialización familiar infantil. Sin embargo, se ignoraba la naturaleza genética de muchos
trastornos y se recalcaba en exceso el papel de la herencia.
Por último, a partir de los años sesenta tiene lugar la tercera revolución en el tratamiento
de las deficiencias que ahora pone el acento en los condicionamientos psicosociales y
socioambientales y, como correlato, en la prevención, la rehabilitación y la inserción comunitaria.
Frente a la intervención individualizada tradicional, se pone el énfasis en un enfoque comunitario
que lleva a la desinstitucionalización11 y a la autoorganización de las personas con discapacidad
y de sus familias, que se constituyen en movimiento social o grupo de presión cada vez más
activo para defender sus derechos civiles. En cuanto a la definición y clasificación de las
deficiencias, se produce una crisis del modelo médico y psiquiátrico tradicional por su tendencia
a etiquetar y estigmatizar a los individuos, para dar paso a nuevas formas de diagnóstico más
personalizado y orientado al tratamiento en un contexto familiar y social normalizado.
Evidentemente estos nuevos elementos conviven con los heredados del pasado y también con
diversas contratendencias, como la burocratización y mercantilización de los servicios, o los
recortes presupuestarios que reducen los apoyos económicos y profesionales imprescindibles para
facilitar la inserción social de las personas con limitaciones. Por otra parte, algunas de las
principales transformaciones, como la proliferación de centros de salud y equipos multiprofesio-
nales, las medidas de integración escolar y laboral, etc. han experimentado un desarrollo
cuantitativo importante pero no han dado los resultados esperados por sus promotores.
11
Se pone en tela de juicio el modelo de las instituciones psiquiátricas y se favorecen los centros de salud
y los servicios comunitarios. Del mismo modo se tiende a abandonar los centros “especiales” de educación y de
trabajo y en su lugar se promueve la inclusión y normalización escolar y laboral con los apoyos necesarios.
20
Cuadro 1
MODELOS HISTÓRICOS
EN EL TRATAMIENTO DE LAS DEFICIENCIAS
(Inspirado en A. L. Aguado)
MODELO PRETÉCNICO-RELIGIOSO
(Culturas antiguas)
MODELO NATURALISTA
(Grecia y Roma)
- Filicidio de niños deficientes. Tratos vejatorios. - Tratamiento de las deficiencias como fenómenos
- Compraventa de personas con deficiencias para es- naturales (enfermedades).
pectáculos. - Medicina empírica. Tratamiento de fracturas.
- Rechazo y aversión social. - Primeras casas de salud y hospitales.
- Clasificación rígida. Etiquetado. - Sustitución del modelo organicista por otro intra-
- Se mantienen actitudes negativas, desde del paterna- psíquico (teoría de la conducta-psicoanálisis).
lismo proteccionista a la “alarma eugenésica” (esterili- - Avances en el estudio de las diversas formas de dis-
zación, eutanasia, etc.). capacidad.
- Exterminio durante el nazismo de niños y adultos con - Progresiva implicación de los gobiernos mediante
deficiencias psíquicas y físicas (racismo). políticas específicas.
21
Las anteriores coordenadas históricas pueden ayudarnos a ubicar y relativizar los
desarrollos conceptuales utilizados en nuestro país para clasificar, comprender y abordar los
asuntos relacionados con las discapacidades. Volviendo de nuevo al pasado, los historiadores
reconocen que la España renacentista y del Siglo de Oro tuvo un notable protagonismo, a través
de figuras como Juan Luis Vives, Pedro Ponce de León y Juan Huarte de San Juan, en los
cambios que se produjeron en Europa durante la primera revolución en salud mental, que dio
paso a un tratamiento naturalista de las deficiencias12. En cuanto a la segunda revolución que
hemos descrito (primeras décadas del siglo XX), España fue a la zaga de otros países europeos
y de Estados Unidos, pero las nuevas pautas de tratamiento se fueron introduciendo poco a
poco13.
12
Los primeros psiquiátricos con un enfoque rehabilitador establecidos en Europa se crearon en Valencia
(1409), Zaragoza (1425) y Sevilla (1436), siguiendo la tradición naturalista en que se inspiraban algunos sanatorios
de países árabes: “El reencuentro de Europa con la tradición naturalista griega se produce a través de España, puente
de transmisión de la cultura árabe, y, más concretamente, a través de las instituciones manicomiales que en esta
época se van a crear en nuestra patria siguiendo la tradición de los sanatorios mentales de Fez, Metz, Bagdad y el
Hospital Mansur de El Cairo. En tales instituciones españolas van a ser internados tanto trastornados como
deficientes mentales y se van a poner en práctica toda una serie de tratamientos con vistas a la reinserción social de
las ya considerados como pacientes”. AGUADO, A. L., o.c., pág. 80.
13
Algunos exponentes de este cambio fueron la ley de accidentes de trabajo (1900) y la creación del Insti-
tuto Nacional de Previsión (1908). En 1910 se creó el Patronato Nacional de Sordomudos, Ciegos y Anormales y
en 1914 el Patronato Nacional de Anormales. En 1917 aparecen las primeras escuelas especiales para deficientes
mentales en Madrid y Barcelona y en 1923 se crea el Instituto de Reeducación de Inválidos del Trabajo, con centros
en Madrid, Bilbao y Barcelona.
14
Entre otras medidas, la Ley de Bases de la Seguridad Social (1963) previó la creación de centros piloto
para la rehabilitación de personas con discapacidades y en 1964 se organizó la Escuela Nacional de Terapia
Ocupacional. En 1970 un decreto del gobierno estableció el cupo del 2% para trabajadores con minusvalía en las
empresas de más de 50 empleados y en 1974 se celebra en Madrid la Conferencia MINUSVAL-74 donde se utiliza
por primera vez el término “minusválido” para referirse genéricamente a todos los grupos afectados.
22
Pero la fase de incardinación, en nuestra opinión incompleta, en las coordenadas de la
tercera revolución que hemos descrito se inició con la Constitución democrática de 1978 y, más
específicamente, con la Ley de Integración Social del Minusválido (LISMI, 1982). La nueva
Constitución exige al gobierno una política activa de integración social de las personas con
discapacidad (prevención, tratamiento y rehabilitación) a fin de que puedan disfrutar de todos los
derechos constitucionales: “Los poderes públicos realizarán una política de previsión,
tratamiento, rehabilitación e integración de los disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos, a los
que prestarán la atención especializada que requieran y los ampararán especialmente para el
disfrute de los derechos que este Título otorga a todos los ciudadanos” (art. 49). En esta misma
línea, la LISMI se plantea como un instrumento legal para facilitar la inserción social de las
personas con discapacidad, si bien establece desde el principio una distinción significativa:
“completa realización personal y total integración de los disminuidos en sus capacidades físicas,
psíquicas o sensoriales y “asistencia y tutela para los disminuidos profundos”. Esta distinción
supone el reconocimiento de que la plena realización personal sólo es posible para una parte del
colectivo mientras los “disminuidos profundos” serán destinatarios de medidas protectoras
especiales. Se abren así dos vías de inserción para las personas con discapacidad, una que
responde al criterio de rehabilitación y normalización de la tercera revolución en el tratamiento
de las deficiencias y otra que se basa en políticas de etiquetado y protección especial propias de
la segunda revolución que hemos descrito. En consecuencia, la LISMI dará tanta o mayor
importancia al “sistema público de protección social y económica” (Título V) que a la
“rehabilitación e integración laboral” (Títulos VI y VII).
La clasificación de la OMS
15
Ver “Programa de acción mundial para los impedidos”, en MUÑOZ, S. y DE LORENZO, R. (Dir.),
Código europeo de las minusvalías, Escuela Libre Editorial, Madrid, 1996, págs. 9-38. Esta obra recoge de forma
actualizada el desarrollo normativo español, europeo y de las organizaciones internacionales.
16
En su presentación del Plan de Acción Integral, el director general del IMSERSO reconocía “la eviden-
cia de que el grueso del gasto social ha ido destinado a pensiones y prestaciones económicas individuales, a gran
distancia de lo que han supuesto los equipamientos colectivos o los programas de integración. Dicho en otras pala-
bras: la máxima prioridad la ha tenido la protección económica y en un segundo y distante plano han estado las
políticas activas”. MARAVALL, H., “El Plan de Acción Integral para personas con discapacidad”, en INSERSO,
La discapacidad en el siglo XXI. Plan de Acción. Una propuesta de futuro, INSERSO, Madrid, 1996, pág. 16.
23
Las categorías utilizadas en la LISMI para referirse a las personas con discapacidad
corresponden sólo parcialmente a la Clasificación Internacional de Deficiencias, Discapacidades
y Minusvalías (CIDDM), que había sido publicada por la Organización Mundial de la Salud
(OMS) en 198017, después de varios años de consultas a expertos de todo el mundo. La CIDDM
pertenece a la “familia” de los sistemas clasificatorios preparados por la OMS para su aplicación
en las áreas de la salud y tratamiento de las enfermedades18. En particular, la CIDDM perseguía
establecer un sistema común para clasificar los efectos de las enfermedades, los traumatismos
y otros tipos de trastorno, así como sus repercusiones en la inserción social de los individuos.
De este modo, se quería completar la gama de problemas implicados en el tratamiento de la
enfermedad que el modelo médico vigente limitaba a las fases de etiología, patología y
manifestación. “Aunque el modelo médico de enfermedad, en la práctica cotidiana, facilita un
enfoque muy eficiente para trastornos que se pueden prevenir o curar, es incompleto porque no
llega a considerar las consecuencias de la enfermedad. Son estas últimas, muy especialmente, las
que perturban el curso de la vida habitual y por eso hace falta un marco de referencia que nos
permita llegar a comprender estas experiencias; ello resulta especialmente cierto cuando se trata
de trastornos crónicos y progresivos o irreversibles”19. Estas consecuencias duraderas de algunas
enfermedades (concepto en el que se incluyen los traumatismos y otros trastornos) son las que
clasifica la OMS en otra secuencia tripartita: deficiencias, discapacidades y minusvalías (ver
Cuadro 2).
17
La versión castellana fue promovida por el INSERSO y se publicó un año después de la LISMI, en 1983.
OMS, Clasificación internacional de deficiencias, discapacidades y minusvalías. Manual de clasificación de las
consecuencias de la enfermedad, INSERSO, Madrid, 1994 (2ª edición). La LISMI utiliza dos conceptos genéricos
para referirse al colectivo: “disminuidos” y “minusválidos”; sin embargo, no aparece en la ley el concepto de
“discapacidad”, que es central en la clasificación de la OMS. Por otra parte, el concepto de “minusvalía” queda
asimilado al reconocimiento oficial de tal condición, lo que implica el diagnóstico o etiquetado previo de los
“presuntos minusválidos” (art. 10, letra C de la LISMI).
18
El sistema clasificatorio más antiguo en cuyo marco hay que situar la CIDDM es la Clasificación Inter-
nacional de Enfermedades (CIE), que data de 1893 y cuya décima y última revisión apareció en 1992. Tanto la
CIDDM como la CIE se plantean como sistemas abiertos y están en continuo proceso de revisión a través de una
red de centros de salud y de profesionales cualificados de los cinco continentes. El último acontecimiento importante
en relación con la CIDDM fue la elaboración en 1994 de un Manual de recomendaciones para la aplicación de
estadísticas.
19
OMS, Clasificación..., o.c., pág. 30.
20
En cuanto a la traducción del inglés “handicap” por “minusvalía”, uno de los responsables de la versión
oficial española de 1983 comentaba en 1992: “la traducción de handicap por minusvalía me va pareciendo discutible.
Se trata de un término que, al menos en su acepción económica, tiene un significado negativo”. CASADO, D., “En
busca de una sistemática para la discapacidad”, en ÁLVAREZ, A. y otros, Discapacidad e información, Real
Patronato de Prevención y de Atención a Personas con Minusvalía, Madrid, 1992, pág. 48.
24
Cuadro 2
ESQUEMA CONCEPTUAL
PARA CLASIFICAR LAS ENFERMEDADES Y SUS EFECTOS
(Organización Mundial de la Salud)
ORIGEN
Y DESARROLLO
DE LAS ENFERMEDADES
Clasificación Internacional
de Enfermedades
Etiología
(Desde 1893)
C.I.E.
ö
Patología
ö
Manifestación
!
ú
ú
Recuperación EFECTOS NEGATIVOS Muerte
de la salud DURADEROS
Deficiencias
de Deficiencias, Discapacidades
y Minusvalías (Desde 1980)
Clasificación Internacional
(efectos orgánicos)
ö
C.I.D.D.M.
Discapacidades
(efectos funcionales)
ö
Minusvalías
(efectos sociales)
La presente investigación se centra en las tres categorías sombreadas del Cuadro 2, cada
una de las cuales remite a un plano diferente y sucesivo de los eventuales efectos de las
enfermedades:
25
traumatismos o trastornos de cualquier tipo (incluso congénitos o perinatales) pero no
siempre tales situaciones producen deficiencias (es decir, sólo una parte de las
enfermedades se traducen en deficiencias persistentes). En principio, las deficiencias
representan trastornos a nivel de órgano.
S Minusvalía: desventaja social que experimenta una persona como consecuencia de las
deficiencias y discapacidades, lo que limita o impide el desempeño de un rol que es
normal en función de su edad, sexo y otros factores culturales. Las minusvalías implican
como condición necesaria pero no suficiente la existencia previa de discapacidades o
deficiencias21. Además, es preciso que existan circunstancias y barreras específicas que
coloquen a esos sujetos en una posición de desventaja con respecto a los grupos sociales
de su entorno (dos personas con idéntica discapacidad pueden padecer o no una
minusvalía). Las minusvalías representan trastornos o problemas a nivel de la inserción
en la sociedad.
21
Habitualmente las minusvalías presuponen alguna discapacidad pero, excepcionalmente, existen casos
de minusvalías que son consecuencia de una deficiencia sin que medie un estado de discapacidad. Por ejemplo, una
persona con el rostro desfigurado a raíz de un incendio puede mantener intactas todas sus capacidades pero su
deficiencia (de apariencia en este caso) puede dar lugar a problemas reales de relación e inserción social.
22
OMS, Clasificación..., o.c., págs. 38-39. No obstante, para algunos especialistas encargados de revisar
las categorías de la O.M.S., “la clasificación de las discapacidades plantea problemas de tipo estructural (carece de
criterio clasificatorio), de dependencia cultural (es notoriamente occidentalista), y de negativismo”. GARCÍA VISO,
M., La clasificación internacional de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías (CIDDM), Ponencia impartida
en el Máster en Varloración de Discapacidades, 1996-97, Universidad Autónoma, INSERSO y Asociación Española
de Rehabilitación y Medicina Física, Madrid, 1997 (inédito), pág. 8.
23
La CIE establece una distinción neta entre deficiencias y discapacidades, por una parte, y minusvalías
por otra: “las minusvalías son el efecto de las deficiencias o discapacidades en un contexto social amplio, en el que
pueden influir de un modo determinante factores culturales. Por lo tanto, las minusvalías para una determinada
función no deben ser utilizadas como componentes esenciales de un diagnóstico (a diferencia de las deficiencias y
discapacidades)”. OMS, CIE 10, Trastornos mentales y del comportamiento. Décima revisión de la clasificación
internacional de enfermedades (Capítulo F), Meditor, Madrid, 1992, pág. 32.
26
entre los hombres que entre las mujeres, o afectar en mayor medida a los pobres que a los ricos;
pero no sólo eso, también ocurre que dos personas con similares características y del mismo
contexto social pueden dar lugar o no a minusvalías en función de las estrategias que desplieguen
para insertarse en la sociedad, es decir, dependiendo de las actitudes y aptitudes con las que
hagan frente a su situación24.
Lo anterior quiere decir que las dos primeras secuencias de los efectos de la enfermedad
(las deficiencias y las discapacidades propiamente dichas) constituyen el componente orgánico-
funcional, más próximo a las categorías médicas de tipo objetivo de la CIE, mientras la tercera
secuencia (las minusvalías) constituye el componente social de los efectos de la enfermedad, que
es maleable dependiendo de cómo cada sociedad sea capaz de gestionar las deficiencias-
discapacidades de sus miembros (incluyendo aquí en primer lugar la estrategia adoptada por los
propios afectados). Como señalaba la introducción originaria de la CIDDM, “la estructura (de
clasificación) de la minusvalía es radicalmente distinta de todas las demás clasificaciones
relacionadas con la Clasificación Internacional de Enfermedades. Los contenidos no están
clasificados en función de los sujetos o de sus atributos, sino más bien teniendo en cuenta las
circunstancias en que probablemente van a encontrarse las personas que tienen alguna
discapacidad, circunstancias que colocarán a dichos individuos en una situación de desventaja
en relación con sus semejantes”25.
24
Este componente subjetivo de las trayectorias sociales -que conducen o eluden situaciones de minus-
valía- no se resalta ni en la definición que hace la CIDDM de las minusvalías ni en los estudios consultados al
abordar este punto.
25
OMS, Clasificación..., o.c., pág. 39.
27
Cuadro 3
CLASIFICACIÓN DE LA OMS
DE LAS DEFICIENCIAS, DISCAPACIDADES Y MINUSVALÍAS
(Versión simplificada del Instituto Nacional de Estadística)
28
des, deficiencias y minusvalías26. En la encuesta aplicada por el INE en 1986 el concepto de
minusvalía se determinaba subjetivamente, de acuerdo con la opinión manifestada por los propios
encuestados. Como veremos más adelante, sólo cuatro de cada diez personas con discapacidad
reconoció padecer alguna de las limitaciones de inserción en la sociedad que se recogen en la
tercera columna del Cuadro 3. Esto suponía que el 6% de la población española se consideraba
en situación de minusvalía o desventaja social, proporción que aumentaba geométricamente en
función de la edad: 1% los menores de 15 años; 2% los que tenían entre 15 y 44 años; 9% entre
46 y 64 años; y 23% entre los mayores de 65 años (ver más adelante Gráfico 2)..
En 1991 se implantó una nueva forma de clasificar las deficiencias que ha dado lugar al
“Programa informático para la gestión de valoraciones de situaciones de minusvalía”. Desde
1992 este programa se aplica de forma homogénea en todos los Centros Base de las comunidades
autónomas. El núcleo central de la valoración recoge tres niveles (deficiencia, diagnóstico y
etiología) que permiten profundizar en el componente orgánico-funcional de la discapacidad y
26
Para una explicación detallada de cada variable remitimos a la introducción de los resultados de la
encuesta. Ver INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA, Encuesta sobre discapacidades, deficiencias y
minusvalías, INE, Madrid, 1987, Volumen I, págs. 13-23. Más adelante nos serviremos con frecuencia de los
resultados de esta encuesta con las variables aquí recogidas.
27
Art. 2 del Real Decreto de 1 de febrero de 1984 sobre el Sistema especial de prestaciones sociales y eco-
nómicas para minusválidos.
28
El desarrollo de los criterios concretos para determinar el grado de minusvalía se reguló mediante una
Orden de 8 de marzo de 1984.
29
Aunque las competencias para determinar el grado de minusvalía han sido transferidas a las comuni-dades
autónomas, el método que se aplica es el mismo en todo el Estado y está supervisado por el IMSERSO (Área de
Valoración). Al parecer, las tablas para determinar la minusvalía se basan más en las utilizadas por la Asociación
Médica Americana para registrar el menoscabo físico que en los criterios establecidos por la OMS al respecto.
29
deja en un segundo plano la consideración de los factores sociales agravantes30. Si retomamos
el esquema conceptual utilizado para explicar las categorías de la OMS, podemos apreciar las
diferencias que existen con el modelo clasificatorio utilizado en España para obtener el
certificado oficial de minusválido. Como se recoge en el Cuadro 4 (áreas sombreadas), mientras
en el sistema de la OMS las “minusvalías” se diferencian netamente de las deficiencias y las
discapacidades, en el sistema oficial español representan un combinado de deficiencias (puntaje
máximo) y factores sociales (puntaje mínimo).
Cuadro 4
COMPARACIÓN DE LAS CATEGORÍAS UTILIZADAS
POR LA OMS Y EL SISTEMA OFICIAL ESPAÑOL
PARA ESTABLECER LA MINUSVALÍA
Componente Componente
orgánico-funcional social
MINUSVALÍA
(Concepto oficial en España)
30
La legislación inicial otorgaba a los “factores sociales” hasta 16 puntos del llamado “porcentaje de mi-
nusvalía” pero incluso ese pequeño porcentaje ha sido dejado de lado en la práctica según los informantes
consultados, en beneficio del grado de menoscabo físico de las deficiencias.
30
se ha seguido el criterio taxonómico de registrar por un lado las alteraciones -tanto morfológicas
como funcionales- que pueden ser valoradas según su grado de severidad (código de deficicien-
cia) y, por otro, las causas inmediatas de estas alteraciones (código de diagnóstico). Por último,
ha sido añadido un tercer código (etiología) que recoge los grandes grupos etiológicos con la
finalidad de poder disponer de datos sobre el origen de las deficiencias valoradas”31. En la medida
que más adelante utilizaremos algunos resultados de este sistema de valoración, recogemos aquí
los principales capítulos de los tres niveles clasificatorios (Cuadro 5).
Cuadro 5
CÓDIGOS DE DEFICIENCIA, DIAGNÓSTICO Y ETIOLOGÍA
PARA VALORAR LAS SITUACIONES DE MINUSVALÍA
(Sistema aplicado en España desde 1992)
31
ÁREA DE VALORACIÓN DEL INSERSO, Población valorada en el Centro Base de la provincia de
Palencia, INSERSO, Madrid, 1996, pág. 3.
32
Prólogo a la edición española de 1994 de OMS, Clasificación..., o.c., pág. 7.
31
Existen sistemas de clasificación que tratan de evitar el efecto estigmatizante del enfoque
bio-médico de las minusvalías, a la vez que ponen más de relieve su carácter social. Entre ellos,
presentan especial interés los que se han desarrollado en el ámbito de las deficiencias psíquicas
ya que se trata justamente del sector más necesitado de apoyo social y que encuentra mayores
problemas para una inserción normalizada. En las dos últimas décadas tanto un sector de los
profesionales como el movimiento internacional pro deficientes psíquicos33 han venido
planteando la necesidad de un cambio de paradigma en la forma de abordar el llamado “retraso
mental” en base a dos principios: 1) el retraso mental necesita definirse en un contexto social (no
sólo ni principalmente a partir de tests que miden el coeficiente intelectual); y 2) los servicios de
diagnóstico y rehabilitación deben definir con precisión tanto las limitaciones como las
capacidades de estas personas, de manera individualizada, con vistas a establecer los medios que
deben aplicarse para su reinserción y evaluarlos periódicamente. Con estos criterios la Asociación
Americana sobre Retraso Mental34 ha diseñado una nueva forma de clasificación y tratamiento
(el llamado Sistema 1992) cuya idea central es que “el retraso mental no constituye un rasgo
absoluto manifestado exclusivamente por la persona, sino una expresión del impacto funcional
de la interacción entre la persona con una limitación intelectual y las habilidades adaptativas y
el entorno de la persona. (...) El objetivo fundamental del diagnóstico es ayudar a planificar la
intervención”35. El Sistema 1992 implica un proceso de tres pasos que incluye el diagnóstico de
retraso mental, la descripción de las capacidades y limitaciones de la persona y la identificación
y planificación de los apoyos necesarios. En cuanto a la fase de diagnóstico, se trata de desplazar
el etiquetado tradicional de estas personas (que se fijaba normalmente por su coeficiente
intelectual) por una descripción de los elementos que concurren en cada caso y de los apoyos que
necesita, incluyendo aquí una consideración expresa tanto del ambiente habitual en el que se
desenvuelve el individuo como el entorno óptimo que habría que procurarle para facilitar su
mejor inserción posible.
Aparte los sistemas clasificatorios a gran escala, como los expuestos hasta aquí, existen
casos más concretos de intervención institucional que han tratado de favorecer la inserción social
de las personas con discapacidad eliminando las etiquetas estigmatizantes iniciales. Por ejemplo,
el Plan que regula la Educación Especial en el Estado de California no requiere que el niño sea
clasificado en alguna de las categorías de retraso para poder recibir ayuda de la administración,
ni asocia necesariamente las necesidades educativas con la naturaleza del handicap. “El objetivo
33
El enfrentamiento del movimiento People First (“personas en primer lugar”), organización de autoayuda
de personas con retraso mental, a la etiquetación social del colectivo encontró un eslogan bien elocuente: “Etiquetad
las latas, no las personas”.
34
Esta asociación, fundada en 1885, ha sido pionera históricamente en el tratamiento de las personas con
deficiencia mental. El criterio tradicional para clasificar a los deficientes era registrar un Coeficiente Intelectual
inferior a 70 puntos, pero en 1959 la Asociación subió el umbral a 85 puntos lo que significó inmediatamente la
potencial etiquetación del 17% de la población como retrasados mentales (en lugar del 2,5% anterior). La nueva
situación provocó grandes polémicas, debido a que “demasiados estudiantes de las minorías sociales eran etiquetados
como retrasados mentales y se consideró que (la etiquetación) les estigmatizaba, reduciendo sus oportunidades de
plena participación social”, por lo que en 1973 el umbral volvió a situarse en 70 puntos. Ver PALLISERA, M.,
Transición a la edad adulta y vida activa de las personas con discapacidad psíquica, EUB, Barcelona, 1996, pág.
50.
35
SCHALOCK, R. L., “Implicaciones para la investigación de la definición, clasificación y sistemas de
apoyos de la AAMR 1992", en CABALLO, C. y otros (Comp.), I Jornadas científicas de investigación sobre
personas con discapacidad, Universidad de Salamanca, 1995, pág. 13.
32
de este Plan es que cada niño reciba un programa educativo adecuado a sus necesidades
individuales... mediante un contínuum de ubicaciones alternativas que incluye la instrucción en
las aulas ordinarias, aulas especiales, instrucción en el hogar e instrucción en hospitales y otras
instituciones. En cualquiera de los casos, se da gran importancia al contacto entre personas con
handicap y personas sin handicap”36.
Opciones terminológicas
Las reflexiones que venimos haciendo en este apartado tenían como intención concreta
definir con alguna precisión nuestro objeto de estudio, es decir, establecer las principales
definiciones y categorías en las que se quería mover nuestro diseño de investigación. Como punto
de arranque partiremos del amplio grupo social formado por las personas afectadas por alguna
“discapacidad”, en el sentido preciso que la OMS da a este término, si bien limitaremos nuestro
análisis a las trayectorias de inserción social y laboral que se producen en la edad activa de las
personas (lo que limita el campo de estudio aproximadamente del 15% al 7% de la población
española). Como ya hemos visto, las discapacidades implican siempre alguna deficiencia, pero
pueden dar lugar o no a situaciones de minusvalía. Precisamente nuestro mayor interés consiste
en determinar las lógicas sociales y personales que presiden las diversas trayectorias que se
desencadenan a partir de las situaciones de discapacidad, por supuesto también diversas. Tienen
tanta importancia, por tanto, los efectos negativos que se derivan de las enfermedades, traumas
y otros trastornos, como los procesos positivos que se ponen en marcha para hacerles frente.
Entre éstos, cabe distinguir tres tipos de dispositivos: de prevención, de rehabilitación y de
igualdad o equiparación de oportunidades39. Con este enfoque queremos subrayar, junto al
36
PALLISERA, M., o.c., págs. 58-59.
37
El Programa desarrollado en 1993 y 1994 se recoge y evalúa con detalle en CASTRESANA, H. y
GUTIÉRREZ, G., Programa de Formación Ocupacional y de Análisis de la Capacidad Productiva para la
integración laboral y social de personas con discapacidad, Escuela Libre Editorial, Madrid, 1996.
38
Ver CARULLA, L. S. y otros, “Adaptación de una batería de evaluación psicosocial de sujetos con re-
traso mental en un programa de inserción laboral”, en Evaluación psicosocial del retraso mental, INSERSO, Madrid,
1995, págs. 149-71.
39
Estos tres planos para abordar las discapacidades fueron planteados inicialmente por la asociación Re-
habilitación Internacional en 1980 y después fueron retomados por las Naciones Unidas en el Programa de Acción
Mundial. Ver REHABILITACIÓN INTERNACIONAL, Carta para los años 80, INSERSO, Madrid, 1982; y
NACIONES UNIDAS, Programa de Acción Mundial para las personas con discapacidad, Real Patronato de
Prevención y de Atención a Personas con Minusvalía, Madrid, 1988.
33
componente orgánico-funcional, siempre presente como nota específica y objetivable en
cualquier cuadro de discapacidad, el componente personal-social, también inevitablemente
presente pero de una gran elasticidad y que constitutuye por eso la clave principal de
comprensión de las diversas trayectorias que se producen.
Este planteamiento puede dar lugar a una redefinición parcial de las categorías usuales
para abordar los fenómenos ligados a las discapacidades, lo que haremos en el capítulo de
conclusiones. De momento por motivos de coherencia con los planteamientos que hemos hecho
y para evitar confusiones, queremos hacer tres precisiones conceptuales:
34
1.3. Fuentes de información para el estudio de las trayectorias sociolaborales
de las personas con discapacidad en España
Podemos distinguir dos tipos de fuentes: las estadísticas y registros de casos que
proporcionan información cuantitativa sobre el colectivo; y los estudios que abordan su situación
y problemática, ya sea en términos generales o con respecto a algún ámbito geográfico o
segmento concreto de las consecuencias duraderas de las enfermedades.
Fuentes estadísticas
40
Ver SEREM, La población minusválida en España: estimaciones cuantitativas, Boletín de Estudios y
Documentación del SEREM, Nº 8, Madrid, 1979.
41
Ver amplias referencias y una valoración crítica en AGUADO, A y ALCEDO, M.A., “Las estadísticas
españolas de minusválidos físicos: una revisión crítica”, en la revista Análisis y Modificación de Conducta, Vol. 16,
Nº 50, 1990, pág. 507-48.
42
Un estudio sobre deficiencias y minusvalías en la Comunidad Autónoma Vasca publicado en 1988 se
sirvió de una pregunta introducida en el Padrón Municipal de Habitantes de 1981 sobre la incidencia en algún
miembro de la familia de los siguientes trastornos: “deficiencia mental, graves trastornos mentales, ceguera o defecto
visual grave, sordomudez o defecto físico, mutilación, deformidad, parálisis, etc.”. Las respuestas a esta pregunta
se contrastaron con los datos de registro de minusválidos de los Centros Base llegándose a algunas conclusiones
interesantes. Ver DEPARTAMENTO DE TRABAJO Y SEGURIDAD SOCIAL, Deficiencias, y minusvalías en
la Comunidad Autónoma Vasca, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, Vitoria, 1988.
35
centró en las personas con discapacidades43. La muestra de cada provincia nunca fue inferior a
850 hogares siendo mayor en las más densamente pobladas (5.641 en Madrid, 4.745 en
Barcelona, 2.702 en Valencia, etc.), lo que confiere a sus resultados una notable fiabilidad. Dada
la complejidad de los temas tratados, se prestó especial atención al adiestramiento y coordinación
de los encuestadores. De la secuencia tripartita de la OMS la que hizo de filtro fue la de
discapacidad, que por definición implicaba la existencia previa de deficiencias pero que no
recogía aquellas personas cuyo hándicap orgánico no había dado lugar a una discapacidad44. En
cuanto a las minusvalías, sólo fueron autorreconocidas por el 40% de las personas encuestadas.
Aparte los datos referidos a la delimitación de las discapacidades, deficiencias y minusvalías, la
EDDM-86 contenía otras muchas cuestiones relativas al entorno social y geográfico, situación
familiar, nivel de estudios, inserción laboral, rehabilitación y prestaciones, etc., que aprovechare-
mos más adelante. La principal limitación de la EDDM-86 fue quizá la insuficiente atención que
prestó a las intervenciones que realizan las personas afectadas para solucionar los efectos
negativos de las enfermedades, tanto en el terreno de la rehabilitación como de la prevención y
la igualdad de oportunidades45.
Los resultados de la EDDM-86 dieron lugar a varias publicaciones que permiten ofrecer
una visión de conjunto de las personas con discapacidad y minusvalía (autoasignada) en España,
si bien los análisis realizados de las tablas fueron muy elementales y no dieron lugar a
interpretaciones comprensivas ni a nuevas elaboraciones teóricas. Además de las tablas
publicadas por el INE en dos volúmenes, que ya hemos citado, se editó un breve comentario de
los resultados46 y una explotación independiente del 40% de los encuestados que se habían
autoclasificado como personas con minusvalía47. Por otra parte, el Instituto Nacional de
Estadística encargó un análisis estadístico multivariante de los resultados de la EDDM-86, basado
en modelos de regresión logística, a fin de valorar el peso que tenían las principales variables
como la edad, el sexo, el hábitat, los ingresos familiares o el nivel de estudios en los diversos
tipos de discapacidad48. Este estudio ofrece algunos resultados interesantes a los que aludiremos
más adelante.
43
Aunque el informe del Instituto Nacional de Estadística no señala el número exacto de personas entre-
vistadas con discapacidad, si aplicamos el porcentaje de prevalencia (14,9%) a las 256.337 personas residentes en
los hogares visitados, la muestra definitiva de personas afectadas por alguna discapacidad rondaba las 38.000
personas.
44
La clasificación de la OMS incluye un gran número de deficiencias que no da lugar a ninguna disca-
pacidad, lo que podría haber convertido la encuesta, que pretendía ser de carácter social, en exclusivamente sanitaria.
Además, los códigos de deficiencias, primer nivel de consecuencias de la enfermedad, utilizaban una terminología
médica que presentaba una gran complejidad para ser manejada por entrevistadores convencionales.
45
Está previsto ampliar estos puntos en la próxima edición de la EDDM-86.
46
ARANDA, J. y otros, Encuesta sobre discapacidades, deficiencias y minusvalías. Un primer comen-tario
de los resultados, INE, Madrid, 1987.
47
JIMÉNEZ, A. (Coord.), Las personas con minusvalía en España. Aspectos cuantitativos, INSERSO,
Madrid, 1989.
48
PEÑA, D. y TEIJEIRO, E., Las discapacidades de la población española. Un estudio basado en mode-los
de regresión logística, INE, Madrid, 1989.
36
Casi a la vez que se estaban conociendo los resultados de la EDDM-86, el INSERSO
encargó a una empresa privada la realización de una nueva encuesta y seis grupos de discusión
para ampliar la información sobre las necesidades y demandas de las personas con minusvalía49;
pese a las aportaciones de estos dos sondeos -cuantitativo y cualitativo-, los resultados obtenidos
fueron bastante modestos: la encuesta no tenía una base muestral sólida y sus contenidos eran en
parte redundantes con los de la EDDM-86; en cuanto a los grupos de discusión, el análisis del
discurso se situaba en el nivel de los contenidos manifiestos sin apenas dar lugar a interpretacio-
nes de tipo contextual.
49
INSTITUTO IDES, Las personas con minusvalía en España. Necesidades y demandas, INSERSO, Ma-
drid, 1988.
50
Las estimaciones existentes se basan en los registros oficiales de minusválidos o en encuestas regionales
con una base muestral poco consistente y a veces aplicadas por voluntarios de forma indiscriminada, como la
realizada en el departamento de Saône-et-Loire. Ver TRIOMPHE, A. (Dir.), Les personnes handicapées en France:
données sociales, INSERM-CTNERHI, Paris, 1995.
51
Esta encuesta contiene una pregunta sobre si se padece “algún problema de salud o discapacidad que
suponga alguna restricción al tipo de trabajo que pueden desarrollar”, según la cual habría 3,5 millones de británicos
en edad laboral en tal situación. Sin embargo, otro informe elaborado por la Oficina para la Planificación de la
Investigación Social y Comunitaria manejaba una estimación de 2,2 millones de personas con discapacidad en edad
activa. Ver FLOYD, M., “Gestión del trabajo en las personas con discapacidad”, en CABALLO, C. y otros (comp.),
o.c., págs. 29-33.
52
FREDERIKSEN, J., “Estadísticas”, en GRUPO COST 219, Telecomunicaciones y discapacidad, FUN-
DESCO, Madrid, 1993, págs. 81-82.
53
Estaba prevista una nueva edición revisada de la Encuesta sobre Deficiencias, Discapacidades y Minus-
valías (EDDM-86), para la que ha venido trabajando una comisión interministerial desde 1996.
37
próximos capítulos. Para ello hemos realizado una nueva explotación estadística de la encuesta,
a partir de las tablas publicadas por el INE y haciendo nuevos cruces con otros datos de la
población del Padrón de Habitantes de 1986 y de la Encuesta de Presupuestos Familiares de 1985
(tercer trimestre). A fin de evitar el sesgo de las personas de más edad, trabajaremos sobre todo
el intervalo de edad comprendido entre 6 y 64 años (los que tendrían en 1996 entre 16 y 75 años)
y haremos otros desgloses de edad cuando lo consideremos oportuno.
La segunda fuente en importancia para conocer el perfil estadístico de las personas con
discapacidad son los registros de los individuos valorados en los Centros Base de toda España
como afectados por alguna “minusvalía”. La gestión de estos centros está transferida a las
comunidades autónomas pero, como ya hemos avanzado, desde 1992 se implantó un sistema
informatizado homogéneo, coordinado por el Área de Valoración del IMSERSO, que permite
recoger, entre otros datos, los siguientes:
Los datos elaborados en los primeros meses de 1997 a partir de este fichero, a los que
hemos tenido acceso, son bastante limitados en cuanto a su cobertura geográfica54 y sólo recogen
la información relativa a la secuencia orgánica-funcional de la minusvalía (deficiencia,
diagnóstico y etiología), sin hacer alusión a los “factores sociales”, supuestamente introducidos
en el programa informático y que, como vimos, eran según la OMS los más propios y pertinentes
para establecer si una deficiencia o una discapacidad dan lugar a una situación de exclusión social
o minusvalía. Así mismo, con algunas excepciones, los informes disponibles sobre los registros
de algunas provincias y comunidades autónomas ofrecen bastante información sobre los tipos de
deficiencia y su etiología médica, pero muy poca sobre el grado de gravedad de tales deficiencias
(salvo señalar la proporción de casos con más y menos del 33%).
El archivo que comentamos plantea, además, otros problemas específicos para su uso en
la presente investigación. En primer lugar, su supuesta actualidad es relativa ya que agrega
información sobre las personas con “minusvalía” oficialmente reconocida tal como se
encontraban en el momento en que su expediente fue aprobado o revisado (lo que ocurre pocas
veces)55, sin constar las bajas por defunción o porque el sujeto fichado ha cambiado de lugar de
54
Sólo se dispone de informes relativamente detallados de tres provincias (Asturias, Palencia y Baleares)
y de información parcial de ocho comunidades autónomas.
55
Por ejemplo la explotación hecha en 1996 por el Área de Valoración del IMSERSO sobre la población
valorada en la provincia de Palencia agrega los 10.895 registros efectuados en dicha provincia desde comienzos de
los años setenta, ofreciendo información de tales personas tal como se encontraban en el momento de ser valoradas
(por ejemplo, los cruces por edades no reflejan la situación actual sino la existente entre tales personas en el
momento de registrarse).
38
residencia56. En segundo lugar, la decisión de acudir a inscribirse en el registro de personas con
minusvalía parte de la libre decisión de los candidatos o de sus familiares y por tanto no recoge
a aquellos que, a pesar de padecer una situación de desventaja social a causa de su discapacidad,
han preferido no acudir al registro; es más, probablemente una parte de los casos registrados no
padecían tal desventaja social57 o han dejado de padecerla al cabo de un cierto tiempo. Por último,
el centro de interés de nuestra investigación no sólo son los casos de trayectoria social negativa
sino también quienes, partiendo de una situación similar de discapacidad, desarrollan formas de
inserción social normalizada o bien, sin haberlo logrado, prefieren evitar el estigma que, en su
opinión, representa ser etiquetado como “minusválido”.
Otras fuentes estadísticas de interés parcial son las proporcionadas por el Ministerio de
Trabajo en relación con las ayudas proporcionadas a personas con invalidez o minusvalía. Entre
ellas destacan por su número las pensiones contributivas y no contributivas de invalidez, que
proporcionan cobertura económica a más de un millón de personas menores de 65 años, y las
subvenciones y exenciones fiscales para promover el empleo de minusválidos.
Estudios monográficos
56
Algunas de las encuestas elaboradas a partir de estos registros, como la aplicada en la provincia de Álava
en 1994 a personas con minusvalía física, se encuentran con este problema: después de descartar un 5% de
expedientes de los que se tenía información sobre su defunción o ausencia de la provincia, al acudir a las viviendas
se encontraron otro 15% de personas fallecidas, trasladadas fuera de Álava o en paradero desconocido. Ver
SECRETARÍA DE SERVICIOS SOCIALES, Necesidades sociales de las personas con minusvalía física en Álava,
Departamento de Bienestar Social de la Diputación Foral de Álava, Vitoria, 1994, págs. 28-29.
57
En opinión de algunos informantes, una parte de los casos registrados de “minusvalía” no tienen su origen
en una desventaja especial del candidato en relación a su grupo de referencia (por ejemplo, las mujeres que trabajan
como “amas de casa”, que constituyen el 58% de las mujeres con discapacidad según la EDDM-86) sino que utilizan
su “deficiencia” para obtener alguna prestación económica extra asociada a la cumplimentación del expediente. Es
probable que si se tuvieran más en cuenta los “factores sociales”, muchos de estos casos no obtendrían el certificado
de “minusválido”.
39
mayor medida a personas afectadas por trastornos psíquicos); comportamientos y actitudes por
parte de los empresarios y de las instituciones más directamente concernidas; actitudes y
discursos de las familias y de la sociedad en general en relación a las minusvalías, etc.
De los estudios que hemos recogido58 sólo nos vamos a detener en aquellos que presentan,
en principio, mayor interés, ya sea por su actualidad o debido a sus especiales características.
Ofreceremos primero una ficha sintética de cada uno de ellos para hacer después algunas
valoraciones generales.
..//..
58
Se han explorado sistemáticamente las bibliotecas del IMSERSO, la Secretaría General de Servicios
Sociales, el Real Patronato de Prevención y de Atención a Personas con Minusvalía, el centro de documentación
de FUNDESCO y la biblioteca del Instituto Catalán de Asistencia y Servicios Sociales. Así mismo, se ha solicitado
documentación a centros de investigación especializados de otros países europeos: Centre Technique National
d’Etudes et de Recherches sur les Handicaps et les Inadaptations de París y Social Policy Research Unit de la
Universidad de York. Además se requirió información sobre la existencia de estudios y otras fuentes de
documentación a todos los expertos entrevistados durante la primera etapa de trabajo.
40
Cuadro 6
ESTUDIOS SOBRE INSERCIÓN SOCIO-LABORAL
DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD (Inicio)
41
Cuadro 6
ESTUDIOS SOBRE INSERCIÓN SOCIO-LABORAL
DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD (Continuación)
42
Cuadro 6
ESTUDIOS SOBRE INSERCIÓN SOCIO-LABORAL
DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD (Continuación)
43
Cuadro 6
ESTUDIOS SOBRE INSERCIÓN SOCIO-LABORAL
DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD (Continuación)
Emilia MORENO y Sergi VALERA, Encuesta-censo Enfoque descriptivo Se recogen con deta-
Actitud de l’Empresa Privada a 734 empresas de de los resultados lle
davant la integració laboral de per- la ciudad de Barce- de la encuesta. las actitudes y las
sones amb disminució, lona (de un total de práctricas de los em-
Institut Municipal de Disminuïts, 1.472 empresas). presarios en relación a
Ayuntament de Barcelona,1992. la inserción laboral
de personas
Estudio promovido por el Institut con discapacidad.
Municipal de Disminuïts y la Funda- La encuesta sirvió
ción Bosch i Gimpera para conocer las también para crear
actitudes y prácticas de las empresas una base de datos so-
de Barcelona en relación a la inserción bre las empresas en el
laboral de personas con discapacidad. Institut Municipal de
Disminuïts.
44
ESTUDIOS SOBRE INSERCIÓN SOCIO-LABORAL
DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD (Final)
45
casos la iniciativa ha corrido a cargo de las asociaciones de afectados, en especial de la
Fundación ONCE a través de Fundosa Social Consulting 59. En ambos casos la finalidad de los
estudios era conocer la situación y problemática del colectivo con el propósito de elaborar
programas para favorecer su inserción laboral. Cuando el promotor es la universidad, lo que
ocurre en cinco estudios, el enfoque que prevalece es la reflexión teórica y metodológica60
ofreciendo en algunos casos extraordinario interés. Otro estudio de características excepcionales
es el promovido por profesores de Enseñanza General Básica de la ciudad de Alicante, que se
constituyeron por propia iniciativa en seminario permanente para abordar los problemas
específicos de los escolares con discapacidad y aplicar los resultados en su trabajo docente. Otro
estudio está promovido por la Federación de Banca del Sindicato U.G.T. que quería evaluar la
aplicación de la LISMI en el sector financiero, para lo que llevó a cabo un interesante análisis del
contexto jurídico e ideológico así como de la evolución del mercado de trabajo en el sector. En
este sentido habría que aludir al estudio promovido por el Consejo Económico y Social en 1995,
de cuyos resultados se desmarcaron los empresarios, y que comentamos en otro lugar61. Por
último, pese a su brevedad, merece destacarse un estudio promovido por una mancomunidad rural
donde se resalta el papel central jugado por la familia y el vecindario en un pueblo de tradición
campesina (Carmen Macías y Matilde Fernández-Cid).
59
Los tres recientes estudios sobre las comunidades de Madrid, Valencia y Andalucía están cortados con
el mismo patrón metodológico.
60
Caso de la tesis doctoral de María Pallisera y de otros estudios monográficos como los de VERDUGO,
M. A. (Dir.), Actitudes hacia las personas con minusvalía, INSERSO, Madrid, 1994; y MONTOBBIO, E., La
identidad difícil. El falso Yo en la persona con discapacidad psíquica, Masson, Barcelona, 1995.
61
CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL, Informe sobre la situación del empleo de las personas con dis-
capacidad y propuestas para su reactivación, CES, Madrid, 1995. Ver capítulo 10.
62
Muchos programas de intervención, entre ellos financiados por HORIZON en los últimos años, suelen
incluir un estudio previo de tipo descriptivo basado en datos proporcionados por el registro oficial de personas con
minusvalía. A veces estos estudios son meros recuentos de datos con muchas tablas y gráficos pero sin apenas
análisis ni interpretaciones explicativas. Ver, por ejemplo, PROYECTO HORIZON DE BURGOS, Demandantes
de empleo con discapacidad, Burgos, 1994; y FUNDACIÓ TALLERS DE CATALUNYA, Alta Muntanya. Estudi
i Proposta de creació de Serveis per a Persones adultes amb Disminució Psíquica, Barcelona, 1995.
63
En la mayoría de los casos se trata más bien de grupos focalizados y de entrevistas semiestructuradas
que de grupos de discusión y entrevistas en profundidad, en en sentido que se da a estas prácticas de investigación
en el contexto sociológico español. Ver sobre el grupo focalizado (Focus group), KRUEGUER, R.A., El grupo de
discusión (título original: The Focus Group), Pirámide, Madrid, 1991; y sobre el grupo de discusión y la entrevista
abierta o en profundidad, ORTÍ, A., “La apertura y el enfoque cualitativo o estructural: la entrevista abierta y la
discusión de grupo”, en AA.VV., El análisis de la realidad social. Métodos y técnicas de investigación, Alianza,
Madrid, 1986.
46
casos como los trabajos de Txema L. Alonso, Ramón J. Soria o el Gabinete Técnico de Estudios
Sociales de FEBASO-IOÉ, que hacen un notable esfuerzo por ofrecer una explicación social e
histórica de los discursos analizados. Otros estudios citados se sitúan expresamente en el campo
de la reflexión teórica (María Pallisera) o metodológica (Luis S. Carulla) o bien se sirven de
técnicas más sofisticadas, como el Cuestionario de Análisis de Puestos de Trabajo, aplicado a una
amplia muestra en los centros especiales de empleo (Adonina Calzón) o la Técnica Delphi de
validación por consenso, para elaborar una guía de estándares o criterios óptimos de integración
laboral (Samuel Fernández)..
Existen otros muchos estudios, sobre todo referidos a colectivos con deficiencias
específicas64, que se mueven generalmente en las coordenadas que hemos descrito, salvo lagunas
de información por nuestra parte. Otros estudios recogen la experiencia de programas concretos
en el área de la inserción laboral, valorando el alcance y orientación de sus intervenciones65.
Además, habría que añadir valiosas aportaciones de algunas revistas especializadas (como el
Boletín del Real Patronato, Minusval, Zerbitzuan o Siglo Cero) y de las jornadas de estudio que
promueven periódicamente varios organismos públicos, en especial el IMSERSO, y algunas
confederaciones de afectados (como la ONCE, ASFADE, AEDES, AELFA, etc.). Así mismo,
podemos contar con varios estudios a nivel europeo que desde el punto de vista teórico y
metodológico pueden resultar muy sugerentes para nuestro trabajo66
Como valoración más global de este apartado, se puede concluir que el grado de
documentación e investigación existente en España no ha adquirido un nivel muy alto pero sí se
dispone de un conjunto de fuentes estadísticas y estudios empíricos que, con sus limitaciones y
logros, permiten describir con bastante precisión los principales perfiles de las personas con
discapacidades y de sus principales formas de inserción sociolaboral, lo que vamos a intentar
resumir en los próximos capítulos.
64
Ver ALBOR, J., “Estudios sobre la integración laboral de personas con discapacidad”, ponencia presen-
tada en las Jornadas sobre Inserción social y laboral de personas con discapacidad. Técnicas pedagógicas, de
prospección y marketing, INSERSO, Madrid, 1996.
65
Ver, por ejemplo, EQUIPO DE ASESORAMIENTO E INTEGRACIÓN LABORAL (EAL), XI años
de integración laboral, Instituto Municipal de Disminuidos, Barcelona, 1996; y CANALS, G. y DOMÈNECH, M.,
Proyecto Aura. Una experiencia de integración laboral, Ed. Milan, Fundació Catalana Síndrome de Down,
Barcelona, 1991.
66
Entre los estudios a los que nos referiremos más adelante, destacan THORNTON, P. y LUNT,
N.employment Policies for Disabled People in Eighteen Countries: A Review, Social Policy research Unit,
University of York, York, 1997; BOUCHAYER, F. (Coord.), Trajec-toires sociales et inégalités, ÉRÈS, Ramonville
Saint-Agne, 1994; OCDE/CERI, Les jeunes handicapés et l’emploi, Service des Publications de l’OCDE, Paris,
1994; SEYFRIED, E. (Dir.), Condicioens para el éxito de la integración de los minusválidos en la vida profesional,
Berlín, 1990; y BARTON, L. (Ed.), Disability and Dependency, The Falmer Press, London, 1989; y AA.VV., La
travail des personnes handicapées à l’heure européenne, monográfico Nº 65-66 de la revista Handicaps et
inadaptations, CTNERHI, Paris, 1995.
47
Este capítulo ofrece una primera aproximación al colectivo sobre el que va a girar el
presente estudio: las personas afectadas por alguna “discapacidad”, en especial aquellas que se
encuentran en edad laboral. Nuestra intención no es describir exhaustivamente su situación sino
fijarnos en los puntos que consideramos más importantes para diseñar con realismo el trabajo de
campo posterior y contextualizar el conjunto de la investigación. Siguiendo la secuencia tripartita
de categorías que propone la OMS, nos centraremos primero en el segundo término (las
discapacidades) para abordar después su origen inmediato (las deficiencias) y, en tercer lugar,
las situaciones de desventaja social que se producen en algunos casos (las minusvalías).
Por las razones señaladas en el capítulo anterior vamos a tomar como punto de partida la
información proporcionada por la Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Minusvalías
, aplicada por el Instituto Nacional de Estadística en 1986 (EDDM-86). Pese a los años
transcurridos desde entonces, es muy probable que ni las grandes magnitudes ni los perfiles
distributivos hayan variado sustancialmente ya que se trata de unas variables que precisamente
se definen por su estabilidad (“efectos duraderos de las enfermedades”). De todos modos, en el
apartado 2.3 completaremos la información de la EDDM-86 con los registros oficiales de
minusvalía y otros datos procedentes de diversas encuestas aplicadas en los últimos años. En el
último apartado nos centraremos en los tres hábitats escogidos para desarrollar el trabajo de
campo de la presente investigación: macrourbano (Barcelona), urbano (Córdoba) y rural
(comarca de la Campiña, Guadalajara).
Según la EDDM-86 había en España 5,7 millones de personas con alguna discapacidad,
lo que supone que el 15% de la población española sufría en aquel año trastornos o limitaciones
funcionales como consecuencia de alguna deficiencia. Esta proporción era muy superior a las
estimaciones que existían antes de aquella fecha y es probable que haya aumentado en la década
transcurrida desde entonces: “Más significativo que el elevado número de discapacitados es, sin
duda, la tendencia al alza de estas tasas. (...) A lo largo de la infancia, adolescencia y juventud,
los accidentes son la principal causa de mortalidad e incapacidad en nuestro país. Un 8% de los
menores de 15 años se accidentan al año en el hogar, la calle o en los colegios y centros de
recreo. Durante 1994 hubo 119.335 víctimas por accidente de tráfico, la mitad de jóvenes entre
15 y 34 años. En ese año los accidentes de trabajo fueron 1.031.086, de los que unos 15.000
fueron graves o mortales. A partir de los 45 años, la combinacion de una mayor prevalencia de
la enfermedad crónica y mayor longevidad da como resultado que aumenten de forma importante
las discapacidades en el país. Las enfermedades crónicas invalidantes son, con mucho, la
principal causa de minusvalías”67. Esta tendencia al alza de las discapacidades está repercutiendo,
entre otras cosas, en un nuevo concepto de la sanidad, menos unilateralmente centrado en el
tratamiento agudo de enfermedades y cada vez más orientado a la prevención, la rehabilitación
y el mantenimiento de la calidad de vida de los varios millones de personas que padecen las
secuelas permanentes de alguna enfermedad, traumatismo o trastorno de cualquier tipo (ámbito
acotado por la OMS como propio de las deficiencias, discapacidades y minusvalías).
67
GARCÍA, J. M., “El Plan de Acción para las Personas con Discapacidad: Estructura y contenidos”, en
INSERSO, La discapacidad en el siglo XXI. Plan de Acción. Una propuesta de futuro, INSERSO (Ministerio de
Trabajo y Asuntos Sociales), Madrid, 1996, pág. 28.
48
Para presentar las características de los 5,7 millones de españoles que padecen
discapacidades y, en especial, de los 2,6 millones que están en edad de trabajar, vamos a
distinguir, en primer lugar, los tipos de discapacidad por sexos y tramos de edad (no es lo mismo
una ligera reducción de la movilidad por un episodio de polio que una grave perturbación de la
conciencia); en segundo lugar, abordaremos algunos factores asociados a la mayor o menor
prevalencia de discapacidades, el estatus socioeconómico de las familias, el hábitat poblacional
(rural, urbano y macrourbano) y la ubicación geográfica (comunidades autónomas y provincias).
Podemos partir de una descripción de los tipos de discapacidad, según vienen recogidos
en la EDDM-8668. A la derecha señalamos la prevalencia que tenían en relación al conjunto de
la población española y por sexos, según datos del Padrón Municipal de Habitantes aplicado en
ese mismo año. Para hacernos una idea de la extensión de los trastornos, cada punto de porcentaje
de la columna de la izquierda (total de ambos sexos) correspondía entonces a 385.000 personas.
Debido a que un mismo individuo podía padecer varias discapacidades a la vez69, no procede
sumar los porcentajes de prevalencia sino relacionarlos con la proporción general de personas
con discapacidad (14,9% para el conjunto de la población de ambos sexos, 16,4% para las
mujeres y 13,2% para los varones).
Tabla 1
TIPOS DE DISCAPACIDAD POR SEXOS.
PREVALENCIA EN RELACIÓN A LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
(Todas las edades)
68
Ya hemos explicado que la EDDM-86 hace una adaptación de las categorías propuestas por la OMS.
69
Los 5,7 millones de personas afectadas reconocieron padecer un total de 13,2 millones de disca-
pacidades, es decir, un promedio de 2,3 discapacidades por persona.
49
Trastorno funcional a nivel de la persona % Población española
(Discapacidad OMS/EDDM) Total Mujeres Varones
50
Gráfico 1
TIPOS DE DISCAPACIDAD QUE AFECTAN
A MÁS DEL 1% DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA, POR SEXOS
(Todas las edades)
Ciudado personal
Salir de casa
Ver
Andar
Oir
Dependencia y resistencia
Subir escaleras
Correr
0 2 4 6 8 10 12 14
% (Prevalencia población española)
Varones Mujeres
Las dos facultades más afectadas son las de correr y subir escaleras, que inciden en un
50% más en las mujeres que en los varones. Los sentidos de la vista y el oído también afectan
más a las mujeres mientras hay doble proporción de hombres con problemas de habla. Las
mujeres encuentran mayor grado de discapacidad para dos funciones que afectan directamente
a las labores del hogar: desempeñar actividades de la vida cotidiana y salir de casa solas. Para
interpretar estos datos hay que tener en cuenta que las mujeres viven como promedio más años
que los hombres, por lo que registran mayor prevalencia que los varones en aquellas discapacida-
des que son habituales en edades avanzadas.
Por otra parte, el factor edad es mucho más discriminante que el sexo para explicar la
prevalencia de las discapacidades: si la media de toda la población española era del 15%, la
51
prevalencia se eleva al 61,7% en los mayores de 65 años, es del 22,8% en los comprendidos entre
45 y 64, baja al 4,2% en el tramo de edad de 15 a 44 años y se reduce al 2,1% entre los menores
de 15 años (ver Gráfico 2). Hay que destacar que en el tramo de personas en edad activa la
progresión es pequeña entre los 16 y 44 años (etapa en la que pesan mucho las deficiencias con-
génitas y perinatales) y se eleva aceleradamente entre los 45 y 64 años, tramo de edad en el que
se multiplica por cinco la probabilidad de padecer alguna discapacidad.
Gráfico 2
PREVALENCIA DE LAS DISCAPACIDADES POR TRAMOS DE EDAD
EN EL CONJUNTO DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
Menos de 15 15-44
Con discapacidad Con discapacidad
45-64 65 y más
Con discapacidad
Sin discapacidad
Con discapacidad
Sin discapacidad
70
INE, Encuesta Continua de Presupuestos Familiares, cuarto trimestre de 1985. Utilizamos una tabla de
“ingresos medios por hogar” a partir de la explotación de esta fuente hecha para Colectivo Ioé por gentileza de A.
BOSCH, C. ESCRIBANO e I. SÁNCHEZ. La EDDM fue aplicada en febrero de 1986, es decir, sólo un trimestre
después de la Encuesta de Presupuestos Familiares.
52
las personas presenta algún tipo de limitación”71. Una vez constatada esta correlación entre
discapacidad y pobreza, los autores citados minusvaloran su importancia al considerar que se
debe a la “mayor presencia (entre las personas con discapacidad) de familias compuestas por
personas ancianas quienes habitualmente disponen de menores niveles de renta”72. Sin embargo,
si fraccionamos a las personas con discapacidad por tramos de edad, se puede observar que, si
bien los mayores de 65 años tenían unos niveles de renta mucho más bajos que la media
española, ello tambien ocurría -con tendencia decreciente- en los tramos de edad de 6-64 años
y en los menores de 6, como se puede comprobar en la Tabla 2.
Tabla 2
DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA FAMILIAR EN ESPAÑA
Y EN LAS FAMILIAS DONDE HAY PERSONAS CON DISCAPACIDAD
(Por tramos de edad)
71
ARANDA, J. y otros, o.c., pág. 21.
72
Ibídem.
73
Estos casos incluyen a quienes tienen un Coeficiente Intelectual (C.I.) por encima del baremo oficial de
“retraso mental ligero” que se sitúa entre 51 y 69 de C.I. Ver BONAL, R. y CAPARRÓS, N., El col.lectiu dels
bordeline o límits, Associació Ginesta, Barcelona, 1994, págs. 37-43.
53
que no son “suficientemente tontos” para ser reconocidos con el certificado de “minusvalía” y
tener acceso a los beneficios correspondientes74.
Gráfico 3
RENTA MEDIA DE LOS HOGARES ESPAÑOLES
Y DE AQUELLOS EN LOS QUE HAY PERSONAS CON DISCAPACIDAD
(Ingresos familiares/mes 1986)
Media española
60
40
%
20
0
Más de 200.000 pts. De 100.001 a 200.000 De 50.001 a 100.000 Hasta 50.000 pts.
Ingresos familiares/mes
40
%
20
0
Más de 200.000 pts. De 100.001 a 200.000 De 50.001 a 100.000 Hasta 50.000 pts.
Ingresos familiares/mes
Algunos estudios puntuales corroboran esta relación entre discapacidad y nivel de renta. Así, una
investigación sobre minusvalías físicas en Vizcaya constata la mayor prevalencia de personas con
discapacidad en las áreas espaciales donde se concentran las clases populares, en concreto en los
barrios de la margen izquierda de la ría del Nervión75. Otro estudio sobre trabajadores con
deficiencia mental ocupados en Centros Especiales de Empleo constata que el 63% procede de
un nivel socioeconómico bajo y sólo el 2% de estatus alto; según Adonina Calzón, “se hace
74
En el trabajo de campo hemos constatado que a veces las familias y los profesionales justifican falsear
las pruebas oficiales (que se pueden repetir cada dos años) para tener acceso al certificado de minusvalía.
75
ALONSO, T., La exclusión laboral del disminuido físico: etiología y políticas de superación, o.c., págs.
78 y 84.
54
necesaria una política institucional que detecte antes de la escuela las posibles pseudodeficien-
cias, ya que el bajo nivel cultural y socioeconómico encontrado podría introducir variables
diferentes al propio sujeto en la situación de subnormalidad”76.
Por tipos de discapacidad, entre los menores de 44 años sólo hay una que afecte a más del
1% de la población (correr), mientras en el tramo de 45 a 65 son ya diez discapacidades (de las
quince descritas) las que afectan a más del 1%, y hay cinco que afectan a más del 3% (correr,
subir escaleras, dependencia y resistencia, realizar las actividades de la vida cotidiana y oír).
Por sexos las prevalencias siguen la pauta general ya descrita: las relacionadas con la movilidad
afectan más a las mujeres, las del habla y el cuidado personal a los varones, etc. En cuanto a los
trastornos de relación con los demás, destaca que los varones tengan más problemas de
drogadicción, alcoholismo y agresividad77, mientras las mujeres tienen mayor tendencia a
padecer situaciones de automarginación. Bajo esta última rúbrica la EDDM-86 incluye a las
personas que son incapaces de participar en la vida colectiva por problemas de depresión o
tendencia al aislamiento, debido a algún problema psíquico o físico.
76
CALZÓN, A., Orientación profesional del deficiente mental, o.c., págs. 289-90.
77
El número de personas detectado por la EDDM-86 con estos tres tipos de trastorno (casi 300.000) es muy
inferior al de otros estudios específicos sobre esos asuntos, lo que deja entrever un problema de infraestimación de
la EDDM-86, como reconoció el propio INE: “En las discapacidades de conducta con los demás puede haber cierta
infraestimación, por cuanto el reconocimiento de la posible existencia en la vivienda entrevistada de personas que
sufren problemas de drogadicción, alcoholismo, agresividad hacia los demás, etc., puede despertar mayores recelos,
debido a la consideración social negativa que habitualmente se da a este tipo de problemas”. ARANDA, J. y otros,
o.c., pág. 49.
55
Tabla 3
PREVALENCIA DE CADA TIPO DE DISCAPACIDAD
EN LA POBLACIÓN EN EDAD LABORAL (15-64 años)
(Porcentaje en relación al total de población en cada tramo de edad/sexo)
Ambos sexos Mujeres Varones
Discapacidades 15-44 años 45-64 15-44 45-64 15-44 45-64
1. VER 0,49 2,63 0,38 2,61 0,59 2,65
Ciego total 0,03 0,13 0,04 0,13 0,03 0,14
Ciego de un ojo 0,27 1,36 0,17 1,14 0,37 1,59
Mala visión 0,21 1,46 0,20 1,66 0,22 1,25
2. OIR 0,65 3,19 0,63 3,23 0,66 3,15
Sordo total 0,11 0,29 0,12 0,29 0,11 0,28
Sordo de un oido 0,32 1,59 0,32 1,69 0,31 1,50
Mala audición 0,26 1,62 0,25 1,64 0,27 1,60
3. HABLAR 0,40 0,54 0,31 0,27 0,49 0,84
Mudo 0,10 0,11 0,11 0,10 0,09 0,11
Tartamudez grave 0,09 0,07 0,04 0,03 0,15 0,12
4. OTRAS DE COMUNICACIÓN 0,59 0,40 0,52 0,39 0,65 0,40
5. CUIDADO PERSONAL 0,31 0,87 0,28 0,72 0,33 1,03
6. ANDAR 0,33 2,09 0,31 1,68 0,34 2,53
Necesita silla de ruedas 0,09 0,22 0,09 0,18 0,08 0,26
Necesita alguna ayuda 0,25 1,89 0,23 1,52 0,26 2,28
7. SUBIR ESCALERAS 0,78 8,75 0,82 9,24 0,74 8,23
8. CORRER 1,26 14,94 1,32 16,12 1,21 13,70
9. SALIR DE CASA 0,42 1,45 0,49 1,66 0,36 1,22
10. ACTIV. VIDA COTIDIANA 0,44 3,70 0,43 3,90 0,45 3,48
Para abrir y cerrar 0,22 0,98 0,20 0,92 0,23 1,04
Para estirarse o agacharse 0,35 3,25 0,35 3,50 0,35 2,98
11. DEPENDENCIA Y RESISTENCIA 0,80 6,55 0,86 7,11 0,73 5,95
De algún aparato 0,11 0,44 0,09 0,37 0,13 0,52
De una dieta estricta 0,37 3,63 0,35 3,73 0,39 3,51
Problemas del equilibrio 0,42 3,50 0,53 4,22 0,31 2,75
12. AMBIENTAL 0,51 1,10 0,57 1,26 0,44 0,93
13. CONDUCTA CON UNO MISMO 0,72 0,80 0,62 0,75 0,82 0,86
Dificultad para identificar/comprender 0,64 0,63 0,54 0,58 0,74 0,68
Dificultad para evitar riesgo 0,32 0,39 0,31 0,38 0,33 0,40
14. CONDUCTA CON LOS DEMÁS 0,71 1,31 0,65 1,31 0,77 1,31
Drogadicción o alcoholismo 0,13 0,21 0,03 0,02 0,22 0,42
Agresividad 0,16 0,19 0,09 0,09 0,23 0,30
Automarginación 0,57 1,07 0,60 1,27 0,54 0,85
A) Personas con discapacidades 708.849 1.938.152 327.776 1.036.493 381.073 901.659
B) Población española 16.637.049 8.501.977 8.233.208 4.368.494 8.403.841 4.133.483
Prevalencia A/B (en porcentaje) 4,26 22,80 3,98 23,73 4,53 21,81
FUENTE: Elaboración propia a partir de la EDDM-86 y el Padrón Municipal de Habitantes de 1986.
56
Habitat (rural, urbano, macrourbano)
Podemos dar un paso más y ver cómo se distribuyen las discapacidades dependiendo del
tamaño de la población. Como era de prever, debido a la mayor concentración de personas de
edad avanzada en el medio rural, las poblaciones con menos de 10.000 habitantes registran una
prevalencia de discapacidades (18,6%) que supera en casi un 25% la media del conjunto de
España y en un 50% la existente en las ciudades intermedias (50.000 a 500.000 habitantes)78.
Estas últimas son las que se muestran menos afectadas por problemas de discapacidad, seguidas
muy de cerca por las que tienen entre 10.000 y 50.000 habitantes. Llama la atención la
prevalencia de discapacidades en las grandes metrópolis (más de 500.000 habitantes) cuyo
promedio de afectados es casi un 30% superior al existente en las ciudades intermedias, lo que
parece indicar una mayor propensión en las grandes urbes a padecer trastornos y disfunciones
derivadas de las enfermedades y los accidentes79. A partir de estos datos, parece justificado
mantener los tres cortes previstos en nuestro trabajo de campo: por un lado, el hábitat rural, con
más población anciana (y por tanto más problemas de discapacidad) pero donde los niños y
jóvenes no presentan en principio especiales problemas; las ciudades intermedias, con el menor
índice de discapacidades; y el hábitat macrourbano, con tasas de prevalencia más elevadas.
Gráfico 4
PREVALENCIA DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD
SEGÚN EL HABITAT DE POBLACIÓN
Más de 500.000
50.001 a 500.000
10.001 a 50.000
Hasta 10.000
0
10
% 20
78
Los intervalos de población nos parecen poco apropiados, al no desagregar los núcleos de población con
menos de 10.000 ni los situados entre 50.000 y 500.000, pero están condicionados por la EDDM-86. La distribución
de la población española por hábitats está tomada del Padrón Municipal de Habitantes de 1986.
79
Las seis ciudades que tenían en 1986 más de medio millón de habitantes eran Madrid, Barcelona,
Valencia, Sevilla, Zaragoza y Málaga. De ellas, Madrid, Barcelona y Valencia ya habían iniciado a finales de los
años setenta un proceso de descenso demográfico en beneficio de sus coronas metropolitanas, con el consiguiente
envejecimiento de su población.
57
Comunidades autónomas y provincias
Gráfico 5
PREVALENCIA DE DISCAPACIDADES
POR COMUNIDADES AUTÓNOMAS
(Población de 6 a 64 años)
Murcia
Baleares
Navarra
La Rioja
Castilla-León
C. Valenciana
Galicia
Asturias
Extremadura
País Vasco
Cantabria
Cataluña
Aragón
Canarias
Castilla-La Mancha
Andalucía
Madrid
0 2 4 6 8 10 12
%
58
Si descendemos al nivel de provincias, la distribución tiene parecidas oscilaciones: por
arriba, hay siete que superan el 11% de personas con discapacidad (Toledo, Cuenca, Palencia,
Almería, Sevilla, Ávila, y Córdoba, por orden decreciente) y siguen siendo Murcia, Baleares y
Navarra las únicas que bajan del 6%.
Las diferencias geográficas pueden observarse también por tipos de discapacidad. Si nos
limitamos a las más relevantes y calculamos la prevalencia para cada provincia a partir del
Padrón Municipal de Habitantes de 1986, el análisis de las tablas de la EDDM-86 para las
personas comprendidas entre 6 y 64 años nos permite hacer algunos comentarios:
S Las discapacidades de tipo motórico (correr, subir escaleras y andar) son las que más
afectan cuantitativamente a la población de todas las provincias españolas, si bien con
oscilaciones significativas. Así, hay seis provincias donde la prevalencia sobrepasa en
más del 50% a la media del conjunto del Estado80: Toledo, Almería, Badajoz, Granada,
Palencia y Castellón. En el extremo contrario sólo dos provincias (Valladolid y Teruel)
registran una prevalencia por debajo del 50% de la media..
S La facultad de oír, que afecta al 1,2% en el conjunto de España ( unos 400.000 casos)
sólo sobrepasa el 50% de ese valor medio en cuatro provincias (Palencia, Ávila, Lérida
y Guadalajara) y está por debajo del 50% de la media en otras cuatro (Cádiz, Málaga,
Lugo y Orense).
S Los problemas de visión, que afectan a uno de cada 100 españoles de la edad considerada
(aproximadamente 310.000 casos), sobrepasan el 50% de la media en tres provincias
(Santa Cruz de Tenerife, Córdoba y Ávila) y están por debajo del 50% en otras cuatro
(Málaga, Murcia, Asturias y Navarra).
S Las graves perturbaciones de la conciencia que impiden conducirse en las actividades de
la vida diaria (conducta con uno mismo) afectan al 0,72% de las personas comprendidas
entre 6 y 64 años (que, no obstante, suponen 223.000 casos). La prevalencia en función
de la población sube por encima del 50% de la media en seis provincias (Guadalajara,
Santa Cruz de Tenerife, Salamanca, Sevilla, Ávila y La Coruña) y se sitúa por debajo del
50% en otras cuatro (Teruel, Navarra, Baleares y Tarragona).
80
Para el tramo de edad considerado (6-64 años), la prevalencia a nivel del conjunto de España es del 4,8%
para correr, del 2,8% para subir escaleras y del 0,79% para andar. Cada punto de porcentaje equivale en este caso
a 310.000 personas (31.029.000:100).
59
En el sistema clasificatorio de la OMS las discapacidades tienen siempre su origen
inmediato en alguna deficiencia que, como vimos, se definía como una pérdida o anormalidad
a nivel de órgano de una estructura o función psíquica, sensorial o física. Las deficiencias no
siempre provocan una discapacidad a nivel de la persona pero en ese caso no han sido recogidas
por la EDDM-86, que partía de las discapacidades y no de las deficiencias. Por tanto, lo que nos
interesa aquí es describir a las mismas personas del apartado anterior (en especial a los 2,6
millones que se encontraban en edad activa), pero desde el punto de vista de cómo se originó en
ellos su situación de discapacidad.
Tabla 4
TIPOS DE DDEFICIENCIA POR SEXOS.
PREVALENCIA EN RELACIÓN A LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
EN EDAD LABORAL
Los 2,6 millones de españoles entre 15 y 64 años captados por la EDDM-86 como
afectados por alguna discapacidad representaban el 10,5% del total de población en edad activa
(10,8% las mujeres y 10,3% los varones). Por grandes grupos, las deficiencias asociadas a esas
60
discapacidades eran de origen físico (6,5% de la población en ese tramo de edad, que
corresponden a 1,7 millones de personas), sensorial (3,1%, 786.000 personas), psíquico (1,2%,
313.000 personas) y, en mucha menor proporción, de naturaleza mixta (0,05%, 13.000
personas)81. Mientras las deficiencias sensoriales afectan casi por igual a ambos sexos, las
psíquicas afectan un 14% más a los varones y las físicas un 13% más a las mujeres (ver Gráfico
6).
Gráfico 6
PREVALENCIA DE LOS GRANDES GRUPOS DE DEFICIENCIAS
ENTRE LA POBLACIÓN EN EDAD ACTIVA (POR SEXOS)
4
%
0
Psíquicas Sensoriales Físicas
Mujeres Varones
A
continuación vamos a ver con más detalle la distribución de los tipos y subtipos de deficiencia
por tramos de edad y sexo. Los porcentajes que aparecen en la Tabla 5 se han establecido en
función de las personas que presentan alguna discapacidad en cada tramo de edad-sexo (cuyo
número se recoge sombreado en la última fila de la tabla).
81
Como pasaba con las discapacidades, hay más deficiencias que personas afectadas porque los individuos
con varias discapacidades pueden tener también varias deficiencias. En concreto se registraron 3,3 millones de
deficiencias (1,25 por persona). En el protocolo de la EDDM-86 se debían señalar todas las discapacidades
padecidas pero, sin embargo, para cada discapacidad registrada sólo se permitía asociar una deficiencia, escogiendo
la más influyente en caso de duda.
61
Tabla 5
PESO DE LAS DEFICIENCIAS
EN LA POBLACIÓN CON DISCAPACIDADES EN EDAD ACTIVA (15-64 años)
(Porcentaje al interior de cada tramo de edad/sexo)
En general, las deficiencias más frecuentes en la población en edad laboral son de tipo
físico (sobre todo del aparato locomotor y circulatorio) que afectan al 66% del colectivo. En
62
segundo lugar, están las sensoriales, padecidas por el 30%, y en tercer lugar las de naturaleza
psíquica que están presentes en el 12%82. La parálisis cerebral y otras deficiencias mixtas sólo
afectan al 0,5% de las personas con discapacidad. En el primer tramo de edad (15-44 años) son
relativamente más frecuentes las deficiencias psíquicas (27% del total), las sensoriales (35%) y
las mixtas (1%), que ven reducir su peso en el segundo tramo de edad (45-64 años) en un 75%,
22% y 74% respectivamente. Por el contrario, las deficiencias físicas, que ya representaban el
47% en el primer tramo de edad, afectan al 74% de las personas con discapacidad entre los 45
y 64 años. Estas tendencias generales se producen por igual en ambos sexos.
Dentro de las deficiencias psíquicas, el retraso mental y las enfermedades mentales tienen
un peso parecido, si bien aquél se inicia en edad más temprana y afecta más a los varones
mientras las mujeres padecen más las enfermedades de tipo mental como la neurosis, psicosis,
hipocondría, etc. En cuanto a los diversos grados de retraso mental, el más frecuente en los dos
sexos es el de tipo medio (personas con un coeficiente intelectual de 35 a 49) que afecta a cerca
de 60.000 personas en edad laboral en el conjunto de España; el retraso profundo (coeficiente
intelectual inferior a 35) y el ligero (coeficiente entre 50 y 70) afectan cada uno a unas 35.000
personas.
De las deficiencias sensoriales, las más abundantes son las del oído y la vista, que afectan
a unas 368.000 y 292.000 personas en edad de trabajar. Ambas deficiencias se reparten por igual
entre los dos sexos y tienden a aumentar con el paso de los años, pero su peso relativo decrece
ligeramente en el caso del oído y aumenta en el caso de la vista. La sordera y la ceguera total, que
afectaban respectivamente en 1986 a 40.000 y 17.000 personas en edad laboral, tienden a reducir
su peso relativo a medida que avanza la edad, lo mismo que quienes han perdido un ojo o un
oído; sin embargo, aumenta la proporción de quienes padecen problemas graves de audición o
visión aunque mantengan parcialmente esas facultades. Los problemas relacionados con el habla,
afectan a unas 50.000 personas en edad laboral, siendo un problema más frecuente en los varones
(más de dos tercios de quienes padecen mudez o tartamudez). En cuanto al capítulo de “otras”
deficiencias sensoriales, como los vértigos, la intolerancia al ruido o a la contaminación, etc.,
afectan a más del 8% de las personas con discapacidad entre 15 y 44 años pero su peso desciende
al 3% a partir de los 44 años.
Entre las deficiencias físicas, la más frecuente es la que afecta al aparato locomotor,
situación en la que se encuentra casi un millón de españoles en edad de trabajar, de los que el
84% tienen más de 45 años; esto indica que es una afección que tiende a aumentar aceleradamen-
te con la edad, sobre todo en el caso de las mujeres. Dentro de las deficiencias particulares del
aparato locomotor, las más frecuentes son las que afectan a las extremidades inferiores, a la
cabeza y tronco, y a las extremidades superiores. Así, entre las mujeres de 45 a 64 años, 318.000
tienen deficiencias en las extremidades inferiores, 136.000 en la cabeza y tronco y 26.000 en las
extremidades superiores. En el caso de los hombres, estas proporciones se reducen un 35% y un
30% respectivamente en el caso de las extremidades inferiores y de la cabeza y tronco, pero
aumentan un 23% para las extremidades superiores.
Las deficiencias derivadas de enfermedades del aparato circulatorio son las segundas en
importancia afectando a más de 400.000 personas en edad activa, con una distribución parecida
82
Los porcentajes no suman 100 porque una misma persona puede acumular varias deficiencias.
63
en ambos sexos. En tercer lugar, están las afecciones respiratorias, también muy progresivas y
que a partir de los 45 años afectan casi en doble proporción a los hombres que a las mujeres. Lo
contrario ocurre en las deficiencias endocrino-metabólicas que se focalizan mucho más en las
mujeres a partir de esa edad. Por último, las deficiencias de los aparatos digestivo y genito-
urinario y del sistema nervioso afectan en términos parecidos a ambos sexos, mostrándose
especialmente progresivas las del aparato digestivo.
83
Esta valoración se podría cuestionar si se verificara la hipótesis de que una parte importante de las
deficiencias registradas después de los 3 años ya existían con anterioridad pero no habían sido detectadas (problemas
de detección precoz que hemos observado en varios casos de nuestro trabajo de campo).
64
Tabla 6
EDAD DE APARICIÓN DE LAS DEFICIENCIAS
EN LAS PERSONAS CON DISCAPACIDADES (6-64 AÑOS)
Deficiencias
Edad de aparición Deficiencias Deficiencias Deficiencias Deficiencias
Total % Psíquicas Sensoriales Físicas Mixtas
Antes de 3 años 527511 15,1 45,5 21,6 7,1 55,8
De 3 a 14 años 296344 8,5 9,3 17,3 4,6 10
De 15 a 24 años 252435 7,2 11,8 9,5 5,7 1,9
De 25 a 34 años 340329 9,7 10 9,9 10,1 6,4
De 35 a 44 años 563958 16,1 9,5 12,8 19,7 4,1
De 45 a 54 años 932737 26,7 8,8 17,3 34,3 10,7
De 55 a 64 años 520122 14,9 3,8 9,8 17,6 10,5
No consta 64328 1,8 1,3 1,9 1 0,6
FUENTE: Elaboración propia a partir de la EDDM-86.
La etiología de las deficiencias ratifica y matiza el origen de las que tuvieron lugar en los
primeros años de la vida: el 30% de las psíquicas tuvo origen congénito y otro porcentaje igual
de las mixtas se produjo en el parto. Por lo demás, las enfermedades están en el origen del 74%
de las deficiencias y los accidentes producen casi el 9%. En la Tabla 7 y en el Gráfico 7 se
pueden observar con más detalle estas etiologías. Por ejemplo, de los trastornos producidos por
accidentes (sector que destacamos en el Gráfico), tenían mucho más peso los laborales que los
de tráfico. La mayor prevalencia de los accidentes laborales se mantiene en los años noventa,
como lo demuestra el hecho de que durante 1994 hubo 119.335 víctimas por accidente de tráfico,
la mitad de jóvenes entre 15 y 34 años, y 1.031.086 accidentes de trabajo, de los cuales fueron
graves o mortales unos 15.000. En cuanto a los accidentes debidos a enfermedad laboral, que
explican las deficiencias discapacitantes de unas 80.000 personas, incluyen aquellos casos en que
la profesión ha sido el origen de la deficiencia (o bien de que se agravara).
65
Tabla 7
ETIOLOGÍA DE LAS DEFICIENCIAS
EN LAS PERSONAS CON DISCAPACIDADES (6-64 AÑOS)
(Principales causas en general y por tipos de deficiencia)
Deficiencias
Etiología Deficiencias Deficiencias Deficiencias Deficiencias
Total % Psíquicas Sensoriales Físicas Mixtas
Gráfico 7
ORIGEN DE LAS DEFICIENCIAS
EN LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD (6-64 AÑOS)
Otras causas
Senilidad
Accidente Congénito
Perinatal
Enfermedad
En
cuanto a las enfermedades, casi la cuarta parte de la población española entre 16 y 64 años padece
66
alguna enfermedad crónica diagnosticada por el médico84. Entre estas enfermedades destacan las
relacionadas con el colesterol (primera enfermedad en los varones), las alergias (segunda
enfermedad en ambos sexos), la hipertensión (primera enfermedad en las mujeres), el estómago,
los bronquios, el corazón y la diabetes. Tanto la morbilidad como la mortalidad de la población
correlaciona estrechamente con el nivel de renta y la clase social de las familias, tal como
ratifican todos los estudios sobre este tema: “En el seno de la unidad familiar el nivel de salud
mejora rápidamente a medida que la población se aleja de la pobreza y del bajo nivel de
educación. (...) La situación socioeconómica de una persona, su clase social, medida a través de
la renta, la educación, la profesión o alguna combinación de las anteriores, crea mayores
diferencias en estado de salud -mortalidad y morbilidad- entre las personas de los países
desarrollados que cualquier otro factor de riesgo conocido (como el tabaco)”85.
84
Exactamente el 24,1% entre los varones y el 24,8% entre las mujeres; estos porcentajes suben al 54,9 y
60,5% respectivamente entre los mayores de 64 años. Ver MINISTERIO DE SANIDAD Y CONSUMO, Encuesta
Nacional de Salud, 1993, en ABELLÁN, A. (Coord.), Envejecer en España, Fundación Caja de Madrid, Madrid,
1996, pág. 56.
85
LOPEZ, G. y ORTÚN, V., Economía y salud. Fundamentos y políticas, Ed. Encuentro, Madrid, 1998,
págs. 100 y 104.
86
FREMAC gestionaba en 1994 por encargo de la Seguridad Social los accidentes de trabajo y enfermeda-
des profesionales en 254.148 empresas, con un total de 1,6 millones de trabajadores (17,8% del mercado de trabajo
español). Los datos que aportamos están tomados de RUANO, A., “Rehabilitación profesional en el trabajo”, en
INSERSO, La discapacidad en el siglo XXI. Plan de acción. Una propuesta de futuro, INSERSO, Madrid, 1996,
pág. 73.
67
Gráfico 8 recoge la magnitud de las principales variables relacionadas con la siniestralidad
laboral (círculo de la izquierda) y los resultados a largo plazo de los “accidentes graves” (círculo
de la derecha).
Gráfico 8
SINIESTRALIDAD LABORAL EN ESPAÑA
Y EFECTOS DISCAPACITANTES DE LOS ACCIDENTES GRAVES
(Base: 1,6 millones de trabajadores de la Mutua FREMAP, 1994)
87
BILBAO, A., El accidente de trabajo: entre lo negativo y lo irreformable, Siglo XXI, Madrid, 1997,
págs. 183-84.
68
2.3. Los efectos sociales de la discapacidad (I). Personas con minusvalía
a partir de la opinión de los afectados
De cada diez personas con discapacidad detectadas por la EDDM-86, cuatro señalaron
que se encontraban gravemente limitadas para desempeñar aquellas actividades que serían
“normales” en función de su edad, sexo y otros factores socioculturales. Dicho de otro modo,
estas personas no habían logrado desarrollar una estrategia para superar los efectos sociales de
su problema psíquico, sensorial o físico, o bien se habían encontrado con obstáculos insalvables
en el exterior que les impedían desenvolverse normalmente con las personas de su entorno. La
minusvalía representa, en el sentido que le da la OMS, el fracaso en términos de inserción social
de las prácticas desplegadas por la sociedad y por el individuo afectado para hacer frente a los
efectos sociales negativos de su discapacidad. Cuando este fracaso es autodiagnosticado, como
hace la EDDM-86, nos encontramos con una estimación de las minusvalías basada en la opinión
de los afectados, pero el diagnóstico puede hacerse también desde instancias externas, como
ocurre con el baremo establecido por la administración española para determinar el grado de
minusvalía (aspecto que recogeremos en el próximo apartado).
Tabla 8
PREVALENCIA DE LAS DISCAPACIDADES Y MINUSVALÍAS
EN EL CONJUNTO DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
(Por sexos y tramos de edad)
69
La Tabla 8 ofrece una visión de conjunto de la prevalencia de discapacidades y
minusvalías en la población española en 1986. Mientras casi el 15% padecía alguna discapacidad
funcional, sólo el 6% reconocía que ello les afectaba para desenvolverse en la vida como las
personas de su entorno. En términos generales las mujeres padecían en mayor medida situaciones
de discapacidad (25% más) y de minusvalía (13% más), lo que se debía indudablemente a su
mayor longevidad (por encima de 65 años había tres mujeres por cada dos hombres, debido a la
mayor mortalidad de éstos). Con anterioridad a la edad de jubilación, la situación se invertía y
eran los varones quienes tenían mayor tendencia a padecer minusvalías, casi un 70% más en la
infancia (0-14 años) y un 22% en el tramo de edad activa (15-64 años). ¿Podría esto deberse a
la existencia de roles sexuales y expectativas diferenciados que pondrían el listón más alto en el
caso de los varones?. Más adelante volveremos sobre este punto.
70
Tabla 9
TIPOS DE MINUSVALÍA POR SEXOS.
PREVALENCIA EN RELACIÓN A LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
EN EDAD LABORAL
De las personas con discapacidad en edad laboral, algo más del 43% reconocía padecer
los tipos de minusvalía que se recogen en el gráfico 9. Como promedio, cada una de estas
personas sufre dos minusvalías (por lo que la suma de porcentajes no da 100). Con gran
diferencia sobre las demás, la minusvalía de ocupación es la más frecuente al afectar al 84% del
colectivo, sin apenas variación en términos relativos entre mujeres y varones o entre los menores
y mayores de 45 años. A lo largo de toda la edad activa, el motivo fundamental de fracaso en la
71
integración social normalizada de las mujeres y los hombres con minusvalía es el no poder
trabajar en condiciones de normalidad.
En tercer lugar se sitúan las minusvalías de integración social que afectan a casi el 30%
del total de afectados. En este caso, la repercusión es mucho mayor entre los menores de 45 años
de ambos sexos (49%) que entre los mayores de esa edad (21%). A partir de la definición de este
tipo de minusvalía (aislamiento en el seno de la propia familia), la diferencia que apuntamos
podría ser el efecto de una sobreprotección familiar en la etapa juvenil de la edad activa.
Con un peso bastante menor aparecen las minusvalías de movilidad (23%), orientación
(14,5%) e independencia física (14,5%). Estas dos últimas tienden a incrementar su peso relativo
después de los 45 años, al revés que la minusvalía de movilidad que incide más antes de los 45
años (26%) que después (21%).
Gráfico 9
INCIDENCIA DE CADA TIPO DE MINUSVALÍA
EN EL COLECTIVO AFECTADO
De independencia física
De orientación
De movilidad
De integración social
De insuficiencia económica
De ocupación
0
50
% 100
72
Minusvalías por tipos de deficiencia
Tabla 10
PROPORCIÓN DE PERSONAS CON MINUSVALÍA
SEGÚN TIPOS DE DEFICIENCIA EN LA EDAD ACTIVA
73
Al interior de cada tipo de deficiencia se observan también diferencias significativas.
Entre los sensoriales, padecen más situaciones de minusvalía quienes tienen problemas del habla
(sobre todo hombres) que quienes tienen problemas de visión y más éstos que quienes tienen
problemas auditivos. En cuanto a los físicos, la mayor proporción de minusvalías se produce entre
quienes sufren trastornos del sistema nervioso (esclerosis múltiple, epilepsia, descoordinación
de movimientos, vértigos de origen nervioso, etc.) y en segundo lugar los del aparato locomotor,
originando menos desventaja social las deficiencias derivadas del aparato digestivo y las
endocrino-metabólicas.
Por provincias la dispersión es algo mayor que por comunidades autónomas. Las mayores
concentraciones de personas con minusvalía en el tramo de edad 6-64 años, con tasas superiores
al 6%, se dan en nueve provincias: Ávila, Cuenca, Santa Cruz de Tenerife, Soria, Córdoba,
Almería, Toledo, Castellón y Barcelona. Las menores tasas, inferiores al 3%, en siete: Tarragona,
Navarra, Baleares, La Rioja, Huesca, Valladolid y Zamora.
74
Tabla 11
PROPORCIÓN DE LAS MINUSVALÍAS
EN RELACIÓN A LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
Y PREVALENCIA EN RELACIÓN A LA POBLACIÓN
DE LAS COMUNIDADES AUTÓNOMAS
75
2.4. Los efectos sociales de la discapacidad (II). Personas con minusvalía
a partir de los baremos oficiales
El registro de las personas que han obtenido el certificado de minusvalía para acceder, de
ese modo, a los servicios y prestaciones sociales correspondientes88 proporciona un indicador
complementario a la EDDM-86, sobre todo para el colectivo de personas con “minusvalía” en
sentido estricto, ya que probablemente son muchas las personas con discapacidad que han
logrado una inserción social normalizada sin recurrir al certificado oficial (y que también forman
parte de nuestro objeto de investigación).
Los Centros Base acumulan la información de las personas valoradas desde que se inició
el registro, normalmente hace muchos años, y los datos recogidos se refieren al momento inicial
en que se hizo la valoración, no a la situación en la que se encuentran esas personas al cabo de
los años. Por tanto los datos disponibles a partir de esta fuente resultan poco fiables, aunque
pueden proporcionar indicaciones generales sobre el tipo y número de personas que se han
88
Hemos explicado las características de este registro en el apdo. 1.2.
89
Estos informes acumulan los casos valorados desde comienzos de los años setenta (cuando los Centros
Base dependían del SEREM) hasta el momento de su elaboración (agosto 1995 el de Asturias, octubre 1996 el de
Palencia y diciembre de 1996 el de Baleares).
90
Los informes correspondientes a estas comunidades recogen las valoraciones efectuadas entre enero de
1992 y mayo de 1994, salvo el de La Rioja que parte desde junio de 1992. Lógicamente cubren menos registros que
los informes citados en la nota anterior pero, a cambio, ofrecen una imagen más actualizada de los casos que se
presentan. El informe de la Comunidad de Madrid cubre sólo el Centro Base Nº 1.
76
inscrito en un lapso de tiempo determinado. Esto en cuenta, recogemos en la Tabla 12 el número
de personas inscritas en quince provincias91.
Tabla 12
PREVALENCIA DE PERSONAS CON MINUSVALÍA OFICIAL
EN QUINCE PROVINCIAS ESPAÑOLAS
91
La compatibilidad de ambas fuentes presenta diversos problemas como la cobertura temporal del registro
(que difiere según los casos) y si incluyen o no a los valorados con menos del 33% de minusvalía (el fichero del
IMSERSO los incluye pero no las tablas de los estudios citados, lo que explica en parte la menor prevalencia de
minusvalías que registran estos últimos.
92
Según una encuesta aplicada en Francia a una muestra de 13.154 personas mayores de 18 años, la pre-
valencia de las discapacidades y las minusvalías varía sustancialmente dependiendo de quien responda y de cómo
se planteen las preguntas. Así, según el cabeza de familia, sólo el 7,3% de los franceses mayores de edad sería
“handicapé” y el 4,2% tendría reconocimiento oficial; sin embargo, hasta el 19,8% de los individuos encuestados
77
diferencia con el registro oficial es demasiado grande y habría que interpretarla, más bien, como
una renuncia o rechazo de un sector importante de personas con minusvalía a utilizar la vía del
certificado.
El grado de deficiencia
El registro oficial determina para cada persona un grado de minusvalía que cuantifica
entre el 33% (porcentaje mínimo según la normativa vigente para otorgar el certificado) y el
100%. Por esta vía esperábamos disponer de un indicador bastante aproximado en relación a la
gravedad registrada para cada tipo de deficiencia pero las fuentes manejadas apenas proporcionan
la información deseada. Sabemos que del total de personas presentadas para obtener el certificado
en 14 provincias93, el 87% fue valorado con una minusvalía por encima del 33% y el 13% por
debajo, oscilando este último porcentaje entre el 6,3% de Murcia y el 24,9% de Badajoz94.
Tabla 13
GRADOS DE MINUSVALÍA RECONOCIDA OFICIALMENTE
EN DOS COMUNIDADES AUTÓNOMAS
reconocían padecer alguna discapacidad funcional (a partir de un listado de 15 actividades de la vida cotidiana). A
su vez, el propio entrevistador detectó discapacidades visibles en el 10,1% de los entrevistados. Los diversos
sistemas de asignación de discapacidad no siempre correspondían a las mismas personas, de manera que, sumadas
las que no se solapaban entre sí, incluían al 30,2% de la muestra (de ellos el 55% con más de 60 años). Ver
RAVAUD, J.F., HAUET, E. Y PAICHELER, H., “Handicaps et inégalités...”, o.c., págs. 144-45.
93
Datos del registro informatizado del IMSERSO correspondientes a Baleares, Aragón, Murcia, Extre-
madura, Castilla-La Mancha, Palencia y Asturias.
94
Según algunos expertos consultados en la primera fase de este estudio, las puntuaciones se otorgan a
veces con un notable margen de discrecionalidad y/o arbitrariedad, forzando los porcentajes para facilitar el acceso
a las prestaciones y servicios correspondientes.
78
cuarta parte fue valorada entre el 65 y el 74% y otra cuarta parte por encima de este último
porcentaje. La distribución por sexos difiere en cada comunidad autónoma aunque los hombres
registran en general valoraciones menos graves que las mujeres95.
Otro dato de gran interés para la presente investigación es saber a qué edad se solicitan
en España los certificados de minusvalía. Al dar ese paso, el solicitante (o sus padres, si es menor
de edad) reconoce haberse encontrado con algún obstáculo para su inserción social que espera
paliar en alguna medida mediante el acceso a las prestaciones que otorga el certificado. Pero,
además de eso, se refuerza también a veces una identidad diferencial específica, que hace de la
discapacidad el centro en torno al cual se articulan muchos aspectos de la propia vida (la
formación, el trabajo, los amigos, las ayudas de la administración, etc.).
La Tabla 14 recoge los resultados sobre la edad que tenían en el momento de hacer su
inscripción 156.819 personas con certificado de minusvalía en 18 provincias, a partir del archivo
informatizado del IMSERSO. El tramo de edad más frecuente es el de 55-64 años, seguido de los
dos tramos contiguos (el 52% de los registros se efectúan entre los 45 y 74 años de edad). Entre
los 15 y los 44 años se registran un 30% en fracciones próximas al 10% en los tres tramos
considerados. Con menos 15 años sólo se registran el 8% de los casos y después de 75 años otro
8%. Si estos datos globales los comparamos con la distribución general de personas con
discapacidad o con la edad que tenían en el momento de producirse la deficiencia96, se observa
un número bajo de registros en la infancia y después de los 65 años, es decir, la mayoría de los
registros tiene lugar en el período de edad activa de los solicitantes (16-64 años). Dentro de este
largo período, se produce el 70% de las valoraciones, con mayor frecuencia a partir de los 45
años y, sobre todo, a partir de los 55. No obstante, si comparamos esta progresión con las
variables antes citadas, hay que constar un sobrerregistro relativo en las edades tempranas (antes
de los 34 años), que probablemente acumulan los casos originados en la infancia, y un
subrregistro entre los 45 y 64 años (momento en que la producción de discapacidades es muy
superior), debido a que muchas de estas personas encuentran vías de solución de su problema que
no pasan por obtener un certificado de “minusvalía” (por ejemplo, muchos trabajadores que se
acogen a una pensión de invalidez).
..//..
95
De los estudios citados, sólo el de Álava recoge con alguna precisión los grados de minusvalía para el
sector de deficiencias “físicas” superiores al 33%. Dos tercios se situaban entre el 33 y el 64% y el tercio restante
a partes casi iguales entre 65-74% y 75-99%.
96
Puntos tratados en 2.1 y 2.2 respectivamente.
79
Tabla 14
EDAD EN EL MOMENTO DE OBTENER
EL CERTIFICADO OFICIAL DE MINUSVALÍA
(Porcentajes horizontales)
La distribución de los datos por sexos presenta un rasgo constante en las ocho
comunidades autónomas consideradas: los varones acuden al registro a edades más tempranas
80
que las mujeres y éstas lo hacen en mayor medida a partir de los 55 años (ver Gráfico 10). Antes
de cumplir la edad laboral, los hombres acuden al registro en un 76% más que las mujeres y entre
esa edad y los 44 años en un 60% más; entre los 45 y los 54 años las proporciones se igualan para
invertirse a partir de entonces: el 55% de las mujeres se registra con más de 55 años por sólo el
35% de los varones. Esta diferente distribución de los sexos tiene dos posibles explicaciones: en
primer lugar, las mujeres se discapacitan menos, en términos absolutos y sobre todo relativos, en
las edades tempranas y juveniles, y más al llegar la ancianidad (esto reforzado por su mayor
longevidad); en segundo lugar, los roles sociales (tradicionales) asignados a los sexos impulsan
a los varones a reclamar prestaciones, sobre todo ayuda económica y apoyo al empleo, a fin de
cumplir con su papel de agente económico monetario en el ámbito familiar, mientras las mujeres
se sitúan más frecuentemente, como veremos, en las actividades no remuneradas del trabajo
doméstico y recurren más a las ayudas públicas cuando se aproxima la edad de jubilación o una
vez producida ésta.
Gráfico 10
EDAD AL ACCEDER A LA MINUSVALÍA OFICIAL
POR SEXOS Y TRAMOS DE EDAD
más 75
65-74
55-64
45-54
35-44
25-34
15-24
5-14
0-4
0
10
20
% 30
MUJERES HOMBRES
L a s
dis-
tribuciones por comunidades autónomas siguen una pauta bastante común, a excepción de Murcia
y Asturias que presentan un número de registros muy bajo antes de los 15 años (0,5 y 4,7%
respectivamente) y excepcionalmente alto en el tramo de 55-64 años (Murcia, 35%) y más de 64
años (Asturias, 33%). Otra distribución original la proporciona Extremadura donde tanto los
varones como las mujeres adelantan su edad de acceso al registro y sólo el 4% lo hacen en la
81
edad de jubilación. En este caso cabe plantear la hipótesis de que las elevadas tasas de paro
juvenil de esta comunidad97 han podido incidir en el acceso más temprano de ambos sexos al
registro, como vía complementaria para obtener recursos públicos.
A partir del archivo informatizado del IMSERSO, hemos podido agrupar por sexos y
tramos de edad activa (en el momento de acceder al certificado) la distribución de las deficiencias
que originaban la minusvalía en seis provincias españolas, tal como se recoge en la Tabla 15. Las
tendencias generales se acomodan a las ya descritas en el punto anterior: mayor número de
registros a partir de los 45 años (60%); acceso más temprano de los varones (57% en el tramo de
15 a 44 años); y acceso más tardío de las mujeres (71% en el tramo 45-64).
Tabla 15
DEFICIENCIAS DIAGNOSTICADAS
COMO ORIGEN DE LAS MINUSVALÍAS OFICIALES
EN SEIS PROVINCIAS ESPAÑOLAS
(Porcentajes verticales)
Por tipos de deficiencia98, los trastornos más frecuentes son los que afectan al sistema
osteoarticular donde se incluyen, entre otras, las alteraciones o limitaciones funcionales de la
columna y cuello, extremidades superiores e inferiores, etc. Estas deficiencias afectan más, en
97
Además de las tasas de paro más elevadas de España, Extremadura ha registrado tradicionalmente la
menor renta per cápita por comunidades autónomas, siendo además una de las regiones con más economía
sumergida. Ver COLECTIVO IOÉ, Extremadura, cuestión pendiente, Cáritas diocesana, Plasencia, 1990.
98
Los porcentajes de la tabla en este caso se refieren al total de deficiencias diagnosticadas, que suman más
que las personas diagnosticadas ya que éstas pueden tener más de una deficiencia (la media en las provincias
consideradas es de 1,4 deficiencias por persona, siendo más frecuente que las mujeres tengan plurideficiencias).
82
términos absolutos y relativos, a las mujeres, sobre todo a partir de la edad de la menopausia. En
segundo lugar, se sitúan las enfermedades crónicas, que están en el origen de una cuarta parte
de las minusvalías oficiales, y que afectan principalmente a los aparatos circulatorio, respiratorio,
digestivo, endocrino-metabólico, genito-urinario y otras enfermedades crónicas y terminales.
Estas deficiencias afectan también algo más a las mujeres que a los hombres. En tercer lugar,
están los trastornos mentales como el retraso mental y madurativo, los trastornos cognitivos, las
alteraciones de la conducta y otras patologías psicológicas. Estas afecciones afectan por igual en
términos relativos a los dos sexos, teniendo mucha más incidencia en el tramo de edad anterior
a los 45 años (65% de los casos registrados). En cuarto lugar, aparecen las deficiencias
neuromusculares, entre las que se incluyen las parálisis nerviosas, las monoplejias, diplejias,
hemiplejias, paraplejias y tetraplejias, los trastornos de coordinación y del equilibrio, etc. En este
caso las afecciones surgen también con más frecuencia antes de los 45 años y afectan en mayor
medida, en términos absolutos y sobre todo relativos, a los varones. En último lugar, se sitúan
las deficiencias sensoriales, entre las que destacan las de tipo visual (8,9% del total), sobre las
auditivas (4,3%) y las expresivas o del habla (0,3%). Las afecciones visuales y auditivas afectan
en parecidos términos a los dos sexos mientras las expresivas inciden cinco veces más en los
varones (aunque el volumen total es pequeño en todo caso).
Si comparamos los anteriores datos del registro de minusvalías en seis provincias con la
distribución de las deficiencias que originaban situaciones de discapacidad en la EDDM-8699,
encontramos un notable parecido. Pese a la diferente clasificación utilizada en cada caso y la
diversidad de los ámbitos geográficos considerados, es fácil reconocer que las deficiencias más
frecuentes en ambos casos se originan en el aparato locomotor y en las enfermedades crónicas
(sobre todo las relacionadas con los aparatos circulatorio y respiratorio y las endocrino-
metabólicas). Sin embargo, en el registro oficial de minusvalías tienen un peso mucho mayor que
en la EDDM-86 las deficiencias psíquicas y mucho menor las sensoriales, lo que tiene una fácil
explicación: el retraso mental y los trastornos de la mente “invalidan” socialmente en mucha
mayor proporción que las limitaciones sensoriales, sobre todo si éstas no son muy graves (como
la ceguera o la sordera total). En cuanto a estas dos últimas deficiencias, los ciegos recurren
mucho más al certificado de minusvalía que los sordos totales (que en números totales eran másd
del doble que aquéllos), sin duda debido a la condición que establece la ONCE de disponer del
certificado para poder acceder a la venta del cupón (y así tener derecho la entidad a las
prestaciones y exenciones correspondientes a ese tipo de contratación).
99
Ver apdo. 2.2. Téngase en cuenta que la Tabla 4 establece los porcentajes en relación a las personas
afectadas mientras la tabla 15 lo hace en relación a las deficiencias (1,4 por persona).
83
casos. Evidentemente, estos datos se deben a la silicosis adquirida en el trabajo de las minas, lo
que representa un rasgo peculiar de la comunidad asturiana100.
2.5. Las personas con discapacidad en los tres hábitats escogidos: macrourbano
(Barcelona), urbano (Córdoba) y rural (comarca de La Campiña, Guadalajara)
Según la EDDM-86, los tres enclaves escogidos presentaban una prevalencia de personas
con discapacidad ligeramente superior a la media española, acentuándose esta diferencia en el
caso de la provincia de Córdoba (24% más que la media). En cuanto al registro oficial de
minusvalías, la prevalencia está por encima de la media en Córdoba y Barcelona y algo por
debajo en el caso de Guadalajara (ver Tabla 16). La distribución de los tipos de discapacidad,
deficiencia y minusvalía no presentaba en los enclaves escogidos grandes diferencias con la
media de la población española, como se ha recogido en apartados anteriores. Sin embargo, al
interior de las personas con discapacidad, Barcelona destacaba por la mayor proporción de
quienes padecían minusvalías (61%), nueve puntos por encima de la media española (52%); a su
vez, Guadalajara se quedaba por debajo de la media (43%) y Córdoba en una posición intermedia
(55,6%). La mayor concentración de minusvalías en el área metropolitana de Barcelona, donde
se concentra el 90% de la población de la provincia102, se puede deber a la mayor exposición de
los habitantes de grandes urbes a la contaminación ambiental y al estrés de la vida cotidiana.
Como señala un estudio estadístico realizado por el INE a partir de la EDDM-86, estos factores
correlacionan no sólo con una mayor prevalencia de afecciones circulatorias y respiratorias sino
también de enfermedades mentales103.
100
ÁREA DE VALORACIÓN, Población valorada en los centros base del Principado de Asturias. Ejem-
plo de explotación de la Base de Datos, INSERSO, Madrid, 1995, págs. 22-27.
101
Las submuestras de la EDDM-86 en las tres provincias donde se ubican los enclaves de nuestro estudio
tienen un volumen de hogares/personas que otorga a sus resultados una notable fiabilidad, aunque evidentemente
menor que para el nivel estatal: 4.745 hogares y 15.625 personas en la provincia de Barcelona; 1.481 hogares y 5.524
personas en la provincia de Córdoba; y 978 hogares y 3.282 personas en la provincia de Córdoba.
102
Para más información, ver FLAQUER, L. y otros, Encuesta de la Regió Metropolitana de Barcelona
1990. Condicions de vida i hàbits de la població, Mancomunitat de Municipis de l'Àrea Metropolitana de Barcelona
i Diputació de Barcelona, 1992.
103
PEÑA, D. y TEIJEIRO, E., Las discapacidades de la población española. Un estudio basado en mode-
los de regresión logística, INE, Madrid, 1989, pág. 180.
84
Tabla 16
PREVALENCIA DE LAS DISCAPACIDADES Y MINUSVALÍAS
EN LAS PROVINCIAS DE BARCELONA, CÓRDOBA Y GUADALAJARA,
Y EL CONJUNTO DE LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
(Tramo de edad 6-64 años, EDDM-1986)
Gráfico 11
PREVALENCIA DE LAS MINUSVALÍAS REGISTRADAS
EN GUADALAJARA Y BARCELONA EN COMPARACIÓN CON LA
85
PREVALENCIA DE DISCAPACIDADES Y MINUSVALÍAS EN LA EDDM-86
Guadalajara
12
10
6
%
0
Discapacidades-86 Minusvalías-86 Minusvalías registradas
Prevalencia sobre población 16-64 años
Barcelona
12
10
6
%
Por 4
tramos de 2
edad, hay 0
una preva- Discapacidades-86 Minusvalías-86 Minusvalías registradas
Prevalencia sobre población 16-64 años
lencia mu-
cho mayor
de registros
de minusvalía entre los que tienen 16-44 años que entre los que tienen entre 45 y 64. Mientras
la diferencia entre personas con discapacidad en esos tramos de edad era de 1 a 3 en la EDDM-
86, se vuelve de 1 a 1 en los registros oficiales de minusvalía de las dos provincias estudiadas,
lo que parece indicar una mayor presión social para obtener los beneficios asociados al registro
entre los menores de 45 años que entre los que superan esa edad104.
104
Ya hemos aludido a que muchos trabajadores con discapacidad sobrevenida recurren directamente a las
pensiones contributivas sin necesidad de obtener el certificado de minusvalía (vía ésta más utilizada por los jóvenes
con discapacidad de ambos sexos y por las mujeres de edad más avanzada que no pueden acceder a una pensión
contributiva).
86
adelante, las discapacidades de tipo psíquico (ya se trate de retraso mental o de enfermedades
mentales) presentan especiales dificultades de integración en las pautas de vida normalizadas de
la población, dadas las características y tendencias de la sociedad actual (competitividad,
individualismo, familia mínima, etc.), que sin duda afectan menos a los que padecen otras
deficiencias (salvo los casos de mayor gravedad).
Tabla 17
DEFICIENCIAS DIAGNOSTICADAS
COMO ORIGEN DE LAS MINUSVALÍAS OFICIALES
EN LAS PROVINCIAS DE GUADALAJARA Y BARCELONA
(Porcentajes verticales)
Guadalajara
Deficiencia Mujeres Varones Ambos sexos TOTAL Minusvalías
diagnosticada 15-44 años 45-64 15-44 45-64 15-44 45-64 15-64 valoradas
Osteoarticular 13,5 25,7 15,9 25,7 15,0 25,7 20,7 883
Otras físicas 31,1 38,6 29,1 34,2 29,9 36,8 33,6 1.432
Auditiva 4,3 5,0 4,9 3,8 4,7 4,5 4,6 196
Visual 8,3 9,8 6,5 9,9 7,2 9,8 8,6 367
Disminución.psíquica 30,2 10,4 33,8 15,4 32,4 12,4 21,7 926
Enfermedad mental 3,6 2,9 2,1 2,2 2,7 2,6 2,7 114
Otras 8,9 7,6 7,7 8,8 8,2 8,1 8,1 346
% Minusvalías 100 100 100 100 100 100 100
Total minusvalías 768 1.358 1.217 921 1.985 2.279 4.264 4.264
Total personas 663 966 1.105 775 1.768 1.741 3.509 3.509
Prevalencia de minusvalías registradas entre la población de 16-65 años (93.973 personas): 3,73%
Barcelona
Deficiencia Mujeres Varones Ambos sexos TOTAL Minusvalías
diagnosticada 15-44 años 45-64 15-44 45-64 15-44 45-64 15-64 valoradas
Osteoarticular 26,0 25,3 28,2 42,5 27,3 33,7 30,5 26.280
Otras físicas 15,8 45,3 14,0 32,1 14,8 38,9 26,8 23.071
Auditiva 6,6 3,7 5,2 4,1 5,8 3,9 4,8 4.163
Visual 6,7 8,6 5,7 7,4 6,1 8,0 7,0 6.069
Disminución psíquica 31,4 5,6 29,4 5,8 30,2 5,7 18,0 15.506
Enfermedad mental 13,0 11,3 17,1 7,9 15,5 9,6 12,6 10.813
Otras 0,4 0,2 0,4 0,2 0,4 0,2 0,3 252
% Personas 100 100 100 100 100 100 100
Total personas 17.591 21.895 25.603 21.065 43.194 42.960 86.154 86.154
Prevalencia de minusvalías registradas entre la población de 16-65 años (3.169.545): 2,72%
FUENTE: Elaboracion propia a partir del Registro del Área de Valoración del
IMSERSO para la provincia de Guadalajara (fecha de extracción de datos: mayo 1994);
para Barcelona, Departamento de Bienestar Social (diciembre 1996).
87
3. VÍAS MÁS FRECUENTES DE INSERCIÓN SOCIAL
En las trayectorias de vida de las personas con discapacidad podemos distinguir tres
etapas relacionadas con la edad: una primera de socialización, hasta los 16 años; el largo período
de edad activa, que cubre casi cincuenta años, desde los 16 a los 64 (etapa en la que se centra el
presente estudio); y el tiempo de jubilación a partir de los 65 años.
En el otro extremo de la vida, casi dos tercios de las personas mayores de 64 años (2,8
millones de personas) padecen alguna discapacidad, destacando ahora más las mujeres que los
hombres por la sencilla razón de que viven más años y arrastran durante más tiempo los achaques
derivados de las enfermedades. De nuevo en esta etapa es la familia105, y dentro de ella las
mujeres106, la instancia de apoyo e inserción social fundamental cuando llega el momento de
depender de otros para poder desenvolverse en las actividades de la vida cotidiana. Junto a la
familia, las pensiones de invalidez juegan también un importante papel en la actualidad para
asegurar el bienestar y la integración social de las personas mayores afectadas por discapacida-
des. Las pensiones contributivas de invalidez -con una cuantía media de 71.269 pesetas al
finalizar 1996- llegan aproximadamente al 75% de los varones ancianos con minusvalías y al
105
Según una encuesta de ámbito estatal aplicada por el INE en 1993, la familia es la principal proveedora
de los cuidados que necesitan los ancianos en una proporción de 7 a 1 en relación a otras instancias proveedoras de
apoyo (residencias y servicios sociales, empleados de hogar, vecinos, etc.). Ver INSERSO-CIS, Las personas
mayores en España, INSERSO, Madrid, 1995, págs. 65-67.
106
Aparte los ancianos dependientes cuidados por su cónyuge (lo que ocurre en España en la quinta parte
de los casos, según la encuesta citada en la nota anterior), cuando los cuidadores son hijos, uno de cada ocho son
mujeres. Ver COLECTIVO IOÉ-INSERSO-CIS-INSTITUTO DE LA MUJER, Cuidados en la vejez. El apoyo
informal, INSERSO, Madrid, 1995, págs. 55-56.
88
30% de las mujeres en esa misma situación107, pero además hay que sumar las pensiones de
invalidez no contributivas y las ordinarias de jubilación, así como las acogidas a los antiguos
sistemas de la LISMI y el F.A.S., que inciden en mayor proporción en las mujeres.
Durante el período de edad laboral (16-64 años), las personas con discapacidad utilizan
diversas vías para insertarse en la sociedad. Dos de ellas -la familia y el trabajo- son comunes al
resto de la población; otras dos -las medidas de rehabilitación y las pensiones- son específicas
del colectivo que estudiamos. A continuación resumimos la información que hemos podido
recoger sobre estos cuatro puntos. Dada la finalidad del presente estudio, dedicaremos especial
atención a todo lo relativo al trabajo remunerado, como via de inserción de las personas con
discapacidad (apartados 3.3 al 3.6).
107
Estos porcentajes son sólo orientativos ya que los hemos obtenido a partir de dos fuentes que distan entre
sí diez años: datos de las pensiones de invalidez contributivas a mayores de 64 años a 1 de diciembre de 1996 y
estimación de personas con minusvalía a partir de esa edad en la EDDM-86.
108
El sistema español de Seguridad Social garantiza a los trabajadores el derecho a la rehabilitación laboral
que incluye tratamiento sanitario, orientación profesional y readaptación al trabajo habitual anterior o reeducación
para un nuevo oficio o profesión (art. 154.1 del Real Decreto de la Seguridad Social de 20.6.1994).
89
discapacidad, normalmente gracias a algún proceso o mecanismo rehabilitador; así, los problemas
de visión habrían sido superados gracias a la oftalmología por 12,4 millones de españoles (32,4%
de la población total) y en menores proporciones se habrían superado trastornos de locomoción
(algo más de 300.000 personas, 0,8% de la población), audición (casi 100.000, 0,25% de la
población), cuidado personal (23.000, 0,06% de la población), etc. Por otra parte, están las
personas que no habrían superado su discapacidad en 1986 (15% de la población) en cuyo caso
los resultados de la EDDM-86 son sorprendentes. De todas las deficiencias detectadas, sólo el
18% había recibido alguna forma de rehabilitación específica, en la mayoría de los casos en
régimen ambulatorio (55%) o mediante internamiento (31%). Esta situación variaba mucho en
función de la edad: mientras sólo uno de cada diez mayores de 64 años había recibido
rehabilitación, lo había hecho la cuarta parte de los comprendidos entre 6 y 64 años y casi la
mitad de los que tenían menos de 6. El acceso a sistemas de rehabilitación era más frecuente en
las deficiencias mixtas (52%) o psíquicas (37%) que en el caso de las físicas (23%) y sensoriales
(sólo el 11%).
Si nos ceñimos al tramo en edad laboral, algo más de la cuarta parte de los encuestados
en 1986 había recibido alguna forma de rehabilitación, proporción que subía al 35% en quienes
reconocían padecer una minusvalía o desventaja social. Por tipos de rehabilitación, las más
frecuentes eran las de tipo médico-funcional (fisioterapia, ortopedia, psicoterapia, etc.), utilizadas
por más de 800.000 personas, seguidas de la educación especial que reconocían haber recibido
algo más de 100.000 encuestados. A mucha distancia seguían los tratamientos dirigidos a la
integración social (21.000 personas) y a la recuperación laboral-profesional (12.000). Este último
tipo de rehabilitación, el más directamente relacionado con el objeto de la presente investigación,
sólo había sido utilizado, de acuerdo con la opinión expresada por los interesados, por el 0,35%
de las personas en edad activa con discapacidades.
Un último dato sobre la rehabilitación es que habitualmente ha sido cubierta por servicios
públicos dependientes de la Seguridad Social, el Ministerio de Educación o los Servicios Sociales
del Estado y las Comunidades Autónomas. Esto es más frecuente en el tratamiento de
deficiencias físicas (82%) y mixtas (76%) que en las sensoriales (70%) y psíquicas (65%). Llama
la atención que las deficiencias psíquicas, que son en principio más discapacitantes y que tienen
más incidencia en la edad infantil, sean precisamente las que menos apoyo económico reciben
para su rehabilitación.
90
reales y/o funcionales, limitaciones físicas graves, baja motivación, actitud negativa ante los
estudios, etc.; o porque tras ofrecerles la posibilidad de iniciar un proceso de readaptación
profesional lo rechazan, por edad, cargas familiares, miedo a perder la pensión, rechazo a dar un
nuevo rumbo a su vida laboral, desesperanza ante el logro de un nuevo empleo o adaptación al
nivel de vida de la pensión”109.
Al margen del desarrollo que puedan tener en España los sistemas de rehabilitación o de
que puedan estar más o menos al alcance de cualquier persona, parece indudable que la vía de
la rehabilitación laboral es poco utilizada por las personas afectadas por discapacidades. Entre
otros factores, quizás influya decisivamente la política social adoptada en este campo que parte
de “fijar” el grado de minusvalía (sistema de valoración realizado en los Centros Base) o la
invalidez laboral (en las direcciones provinciales de la Seguridad Social a través de los Equipos
de Evaluación de Incapacidades) y prima las medidas compensatorias -como las pensiones- sobre
las rehabilitadoras. Como ya hemos señalado, el reciente Plan de Acción paralas personas con
discapacidad (1996) reconoce este problema y plantea como uno de sus principios favorecer “las
acciones que desarrollen la autonomía personal y la autosuficiencia económica ... en reacción
contra la estrategias que priman la protección, generadora de dependencia y pasividad”110.
Para obtener una visión de conjunto sobre este asunto, tenemos que recurrir una vez más
a la EDDM-86 que nos proporciona datos precisos sobre el estado civil de la población con
discapacidades por sexos, tramos de edad y tipos de deficiencia (Tabla 18). Estos datos los
podemos comparar con la distribución general de la población española (Censo de 1991).
109
Datos de la Mutua de Accidentes FREMAP, extraídos de MORENO, F., “Formación profesional de los
accidentados del trabajo”, ponencia presentada en las Jornadas sobre “Servicios de búsqueda de empleo para
personas con discapacidad”, INSERSO, Madrid, 19-21 de junio de 1996, pág. 46.
110
INSERSO, Plan de Acción para las Personas con Discapacidad (1997-2002), Ministerio de Trabajo
y Asuntos Sociales, Madrid, 1996, pág. 22.
91
Tabla 18
ESTADO CIVIL DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
POR SEXOS, TRAMOS DE EDAD Y TIPOS DE DEFICIENCIA
92
El hecho aparente de que haya más casados y menos solteros en el grupo de personas con
discapacidad que en la población general se debe a la distorsión que produce la concentración
de personas mayores entre quienes tienen discapacidad (promedio de edad diez años por encima
de la población general). Si nos fijamos en los subgrupos de edad, los solteros son más entre las
personas con discapacidad, tanto entre los menores de 45 años como entre los que rebasan esa
edad. Sin embargo, por tipos de deficiencia, mientras los afectados por trastornos psíquicos o
mixtos tienen una proporción muy alta de solteros, en el caso de los sensoriales se aproximan a
la media de la población española y entre los físicos la soltería es claramente menor, sobre todo
en el caso de las mujeres (también aquí puede operar la mayor concentración de cohortes de edad
avanzada entre los discapacitados físicos). Podemos interpretar esta distribución en el sentido de
que las personas con deficiencias físicas y sensoriales tienen un alto índice de autonomía familiar,
a diferencia de los afectados por trastornos psíquicos o de naturaleza mixta que se mantienen
solteros en mayor número y, presumiblemente, siguen dependiendo de sus padres o de otros
familiares al llegarles la vida adulta. Esto ocurre especialmente en los casos de retraso mental,
el 92% de los cuales permanecía soltero después de los 45 años. La proporción de solteros al
cumplir esa edad era también relativamente alta enlos casos de sordera total (25%) y de ceguera
de los dos ojos (31%).
Otro dato sorprendente es la mayor proporción de viudos y viudas entre las personas con
discapacidad, que triplican en este estado civil a la población general111. Mientras la prevalencia
de personas con discapacidad en el conjunto de la población de 15 a 64 años es del 10%, entre
los viudos de ambos sexos supera el 30%. En cuanto a los separados o divorciados, el promedio
es menor que en la población general, salvo en el caso de las personas con deficiencia psíquica
que superan ampliamente la media nacional.
Como se recoge en la Tabla 19, el trabajo remunerado sólo era una salida efectiva en 1986
para el 21% de las personas con discapacidad en edad activa, sobre todo para los varones; otro
111
En gran parte esto es también resultado de la mayor concentración de personas con discapacidad en los
tramos de edad avanzada, donde lógicamente abunda más el estado de viudedad.
93
8% estaba a la búsqueda de empleo; el 31% se ocupaba en el trabajo doméstico , en su inmensa
mayoría mujeres; y un 33% estaba retirado de la actividad laboral (incapacidad permanente,
jubilación anticipada, etc.). Según esto, dos tercios se orientaban a la actividad laboral,
principalmente en la vertiente de trabajo doméstico112 y un tercio se consideraba incapaz para
trabajar y necesitaba vivir dependiendo de otras personas o de una pensión de invalidez (aspecto
que desarrollaremos en el próximo apartado). En general, lo que más llama la atención de esta
distribución es la diferencia de actividades por sexos: las mujeres trabajan más del doble que los
varones ya que sumando el empleo remunerado y el trabajo doméstico llegan al 71%, mientras
los varones sólo superan ligeramente el 32% sumando los dos conceptos; en cambio, éstos
últimos abundan más en las casillas del desempleo y la incapacidad laboral permanente (ver
Gráfico 12).
Gráfico 12
PRINCIPALES ACTIVIDADES POR SEXOS
DE LAS
PERSONAS
70 CON DIS-
60 CAPACI-
DAD EN
50 EDAD AC-
TIVA
40
%
30
20
10
0
Ocupados Parados Tr. hogar Retirados
Mujeres Varones
112
Entendemos que el trabajo doméstico, pese a no estar remunerado desde el punto de vista monetario,
es una actividad laboral que produce bienes y servicios y tiene efectos propios en la economía general y en el
mercado de trabajo, por lo que nos parece sexista incluir tal ocupación -mayoritaria para las mujeres, y especialmente
para las que padecen discapacidades- dentro de la categoría de “inactivos”, como hacen la EPA y la mayoría de
estudios consultados. Ver CAILLAVET, F., “La producción doméstica en el campo económico”, en AA.VV., El
trabajo de las mujeres, Instituto de la Mujer, Madrid, 1987, págs. 39-47.
94
partes varones). En sentido estricto, la tasa de paro llegaba al 27% en un año en que la E.P.A.
registraba un desempleo para el conjunto de España del 21%. Sin embargo, estas tasas pueden
ser engañosas, tanto para la población general como para las personas con discapacidad debido
a la insuficiente documentación de dos situaciones no reflejadas en la EPA ni en la EDDM-86:
el empleo sumergido y el paro encubierto de las amas de casa.
En cuanto al paro encubierto, nos referimos expresamente a aquellas amas de casa que
desean trabajar fuera del hogar pero que no buscan empleo porque no tienen expectativas de
encontrarlo o por otras circunstancias que se lo impiden; según diversas fuentes, entre el 50% y
el 70% de las amas de casa españolas echan de menos tener un empleo extradoméstico, pero sólo
un sector reducido de ellas lo busca activamente114. Si contabilizamos como “reserva de mano
de obra” a todas las mujeres que desean trabajar, el volumen de paradas se incrementaría al
menos en dos millones y, en el caso del colectivo de mujeres con discapacidad, en alrededor de
300.000 personas. Del mismo modo, es muy probable que exista una bolsa de paro encubierto
entre los pensionistas de invalidez contributiva, que no constan como parados pero desearían
encontrar un empleo remunerado a su medida.(si este número afectara a uno de cada seis
pensionistas, la bolsa de parados se incrementaría en más de 100.000 efectivos, de ellos dos
tercios varones).
113
MURO, J., RAYMOND, J. L., TOHARIA, L. y URIEL, E., Análisis de las condiciones de vida y trabajo
en España, Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, 1988, pág. 122.
114
Ver CRUZ, P. y COBO, R., Las mujeres españolas: lo privado y lo público, CIS, Madrid, 1991, págs.
67-69; y COLECTIVO IOÉ, Tiempo social contra reloj, Instituto de la Mujer, Madrid, 1996, págs. 160-61.
95
..//..
Tabla 19
RELACIÓN CON LA ACTIVIDAD
DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD EN EDAD ACTIVA (15-64 AÑOS)
Y COMPARACIÓN CON LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
115
Agrupamos aquí dos categorías de la EDDM-86: los incapacitados permanentes para el trabajo (reci-
ban o no algún tipo de pensión) y los jubilados, rentistas y pensionistas (personas que no ejercen una actividad
económica y viven de las rentas de la propiedad o disfrutan de una jubilación, retiro o pensión por su actividad
económica anterior).
96
parte, las diferencias por sexos existentes en la población general se acentúan en nuestro caso:
los varones están más ubicados en trabajos extradomésticos remunerados (31,8% frente al 10,6%
de las mujeres) y mucho menos en el trabajo doméstico (0,6% frente al 60,7% de las mujeres).
De este modo, mientras los hombres con discapacidad, para insertarse en la sociedad, hacen valer
ante todo los beneficios y prestaciones derivados de su incapacidad para trabajar (46% del
colectivo) y en segundo lugar se sirven del trabajo remunerado, las mujeres utilizan en primer
lugar su capacidad para desarrollar el trabajo doméstico (61%), en segundo lugar las pensiones
(21%) y en tercer lugar el empleo remunerado.
En cuanto a las tasas de paro, las mujeres presentan porcentajes menores que los varones
y que las mujeres de la población general (3% sobre el total y 22% sobre las activas, frente al
13% y 29% respectivamente de los varones con discapacidad y el 9% y 27% de las mujeres
españolas en general). Algunos interpretan este hecho como una mayor facilidad de las mujeres
con discapacidades para encontrar trabajo116, pero esto puede ser un espejismo si tenemos en
cuenta el paro encubierto de las amas de casa al que hemos aludido anteriormente.
116
Por ejemplo, según el informe ya citado del Consejo Económico y Social, “el número de mujeres que
se incorporan al mercado de trabajo es muy limitado, aunque las que lo hacen tengan mayor facilidad para estar
colocadas”, o.c., pág. 8.
97
Tabla 20
RELACIÓN CON LA ACTIVIDAD DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
POR SEXOS Y TIPOS DE DEFICIENCIA
98
la de “ocupación” que, entre otras cosas, implicaba no poder acceder al empleo en igualdad de
condiciones que las demás personas).
Tabla 21
PROPORCIÓN DE SITUACIONES DE MINUSVALÍA
ENTRE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD SEGÚN SU ACTIVIDAD
99
Gráfico 13
ACTIVIDADES DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
SEGÚN QUE PADEZCAN MINUSVALÍAS O NO
50
40
30
%
20
10
0
Ocupados Parados Tr. hogar Retirados
Las situaciones de desventaja social o minusvalía son sentidas mucho más en general,
como ya vimos, por quienes tienen deficiencias psíquicas (80%) que por quienes padecen
trastornos físicos (46%) o sensoriales (34%). En el caso de los ocupados, estas diferencias se
mantienen para ambos sexos. Así, mientras dos tercios de los psíquicos ocupados se autoperciben
con desventaja social en relación a sus compañeros, sólo ocurre esto al 31% de los físicos y al
18% de los sensoriales.
Podemos dar un paso más y conocer en qué se ocupaba el medio millón de personas con
discapacidad que estaba trabajando en 1986. Por su interés para nuestra investigación, recogemos
los datos de la EDDM-86 por sexos y tipos de deficiencia (Tabla 22) y después los comparamos
con la distribución ocupacional que ofrecía la población general en la E.P.A. de 1986,
distinguiendo los casos de personas con discapacidad según que padezcan o no minusvalías.
100
Tabla 22
CATEGORÍA LABORAL DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
CON TRABAJO REMUNERADO, POR SEXOS Y TIPOS DE DEFICIENCIA
De esta tabla se desprende que dos tercios de los ocupados con discapacidad en el
mercado de trabajo remunerado son asalariados, prevaleciendo los no cualificados (36%) sobre
los cualificados (29%). A continuación se sitúan los trabajadores autónomos (empresarios sin
asalariados), que suponen la quinta parte del colectivo, y, por último, los directivos y cuadros
superiores (4%) y los empresarios con asalariados y profesiones liberales (3,3%). Las diferencias
por sexos no son muy grandes, si bien las mujeres asalariadas están algo menos cualificadas que
los varones.
101
Por tipos de deficiencia, las diferencias son más acusadas. Quienes desarrollan
ocupaciones menos cualificadas son los que tienen trastornos psíquicos o mixtos117 y los
afectados por deficiencias sensoriales están más presentes en oficios cualificados o de categoría
superior (casi el 10% son empresarios con asalariados, profesionales liberales y directivos o
cuadros superiores, proporción idéntica a la de la población general). Las personas con
discapacidad física, que globalmente representan el 58% del total de los ocupados, presentan
porcentajes muy próximos a la media española destacando únicamente su mayor dedicación a
trabajar como autónomos (24%).
Conviene resaltar, para terminar este apartado, la gran diversidad de situaciones que se
produce en el colectivo de personas con discapacidad que logran acceder a un empleo
remunerado. Como señala el Consejo Económico y Social en las conclusiones de un estudio sobre
este tema, “los niveles cuantitativos y cualitativos de empleo no son uniformes dentro de la
población con discapacidades. La información disponible muestra que las personas con
discapacidades sensoriales se ven menos afectadas que las personas con discapacidades físicas
y psíquicas a la hora de encontrar y conservar un empleo, y que la edad y el sexo condicionan
también las posibilidades de inserción laboral de las personas con discapacidad. Aunque no ha
sido posible confirmarlo con datos, muchos otros factores, como la edad a la que se ha producido
la situación de discapacidad, el nivel cultural y el nivel de ingresos familiares, influyen también
en su situación laboral”119.
117
En las tablas de la EDDM-86 aparecen 104 casos de personas con deficiencias mixtas (22% de los ocu-
pados de este colectivo) en la categoría de directivos o cuadros superiores que probablemente sea un error y, en todo
caso, tiene poca fiabilidad muestral dado el reducido número de personas con esa deficiencia.
118
Para adaptar los datos de la EPA a las categorías de la EDDM-86, hemos hecho las siguientes agrupa-
ciones: 1) empresarios agrarios y no agrarios con asalariados y profesionales liberales con o sin asalariados; 2)
Empresarios agrarios sin asalariados y miembros de cooperativas agrarias, empresarios no agrarios sin asalariados
y trabajadores independientes; 3) Directores, gerentes y personal titulado de explotaciones agrarias, directores y
gerentes de empresas no agrarias; 4) Personal intermedio administrativo, comercial y técnico de empresas no agrarias
y de la administración pública, contramaestres y capataces no agrarios, obreros cualificados y especializados, jefes
de grupo del sector servicios; 5) resto de trabajadores agrarios, resto personal administrativo, comercial y técnico,
obreros sin especialización, resto de los trabajadores del sector servicios; y 6) profesionales de las fuerzas armadas
y personas económicamente activas no clasificables en rúbricas anteriores.
119
CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL, o.c., Madrid, 1995, pág. 30.
102
Tabla 23
CATEGORÍA LABORAL DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD OCUPADAS
SEGÚN QUE PADEZCAN MINUSVALÍA O NO
Y COMPARACIÓN CON LA POBLACIÓN OCUPADA ESPAÑOLA
120
La iniciativa ha partido muchas veces de instituciones privadas (asociaciones, congregaciones religiosas,
fundaciones benéficas, etc.) o de las propias familias de los afectados (“ayudas familiares” en el negocio del padre,
instalación de una pequeña empresa adaptada a las condiciones del hijo o hija, etc.).
121
En el ejercicio de Hacienda de 1992 el número de personas con minusvalía que dio lugar a deducciones
sobre la cuota del IRPF ascendió a 458.131 (3,7% del total de contribuyentes de aquel año). En este cómputo se
incluyen trabajadores con minusvalía, cualquiera que sea su nivel de ingresos, y aquellos contribuyentes sin
minusvalía que tienen a su cargo ascendientes o descendientes solteros con minusvalía, cuando las rentas anuales
de éstos no sobrepasan el Salario Mínimo Interprofesional. DIRECCIÓN GENERAL DE TRIBUTOS, La deducción
por invalidez en el IRPF. Ejercicios 1981-92, Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, 1994.
122
El reciente Acuerdo entre el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y el CERMI (octubre de 1997)
plantea redefinir el modelo de Centro Especial de Empleo aceptando que se aplique la normativa a los que tienen
en plantilla un mínimo del 70% de personas con discapacidad.
103
“mercado ordinario de trabajo” (acceso al empleo a través de la cuota del 2%, exenciones de la
cotización a la Seguridad social, empleo con apoyo, etc.), sino también un sector tan significativo
como la venta del cupón de la ONCE cuyos puestos de trabajo están protegidos de la competencia
por el monopolio concedido por el Estado a esa organización. Más adelante volveremos sobre
estos problemas de definición del “empleo protegido”123, por lo que aquí nos limitaremos a
conocer la extensión y principales características de algunas de sus modalidades. Si nos ceñimos
a las tres fórmulas que reservan espacios de trabajo exclusivos para personas con discapacidad
(Centros Ocupacionales, Centros Especiales de Empleo y vendedores del cupón de la ONCE)
disponemos de datos relativamente precisos que se representan en el Gráfico 14. En conjunto
estos tres sectores dan ocupación remunerada a algo más de 76.000 personas con discapacidad,
lo que representa una proporción muy pequeña del mercado de trabajo español124, pero una
porción significativa del conjunto de población ocupada con discapacidad según la EDDM-86
(13,7%) y mucho más importante si la comparación se establece con quienes declararon estar
ocupados y tener minusvalía en ese mismo año (52%)125.
Gráfico 14
PERSONAS CON DISCAPACIDAD
ACOGIDAS A ALGUNAS FÓRMULAS DE EMPLEO PROTEGIDO
50000
40000
30000
Plazas 20000
10000
123
Ver capítulo 8, apdo. 3.
124
La proporción es de 6,5 empleos protegidos de los tres tipos representados en el gráfico por cada 1.000
trabajadores ocupados, algo por debajo de Holanda (12,2) y Alemania (8,0) pero por encima de Irlanda (6,3), Bélgica
(4,9), Francia (3,0), etc. Ver PÉREZ, J., “El empleo protegido”, en INSERSO, La discapacidad en el siglo XXI...,
o.c., pág. 134.
125
Señalamos esta proporción como mera referencia ya que sabemos que en 1986 el número de personas
con minusvalía acogidas a las fórmulas de empleo protegido era mucho menor que actualmente.
104
A) Centros Ocupacionales
Estos Centros, definidos con relativa precisión por la LISMI en 1982126, surgieron en los
años 60 y 70 por iniciativa de las asociaciones de padres y familiares de personas con
discapacidad psíquica. Inicialmente estas asociaciones dieron los primeros pasos con una
perspectiva docente ya que el apoyo principal les llegó de los maestros de Educación Especial.
Sin embargo, a medida que pasaban los años se afianzó la orientación “ocupacional” y en 1978
surgió la Coordinadora Nacional de Talleres cuya filosofía era favorecer la “integración laboral”
del deficiente mental adulto. Aunque las actividades laborales suelen ocupar la mayor parte del
tiempo y se procuran realizar del modo más parecido al régimen ordinario de trabajo, la
productividad es bastante limitada y aproximadamente la cuarta parte de la jornada se dedica a
actividades complementarias no laborales. Desde el punto de vista jurídico la ocupación en estos
centros no se establece como relación laboral y, en lugar de salarios, se otorgan “gratificaciones”
de muy baja cuantía (inferiores al 37% del Salario Mínimo Interprofesional).
Las anteriores pautas generales varían mucho de unos casos a otros, como se recoge en
un informe de la Federación de Asociaciones de la Comunidad de Madrid: “En Centros
Ocupacionales distintos, con el mismo tipo de usuarios, se constata que algunos realizan trabajos
que no difieren en nada de una actividad laboral normal durante todo el horario, e incluso a veces
se realizan trabajos extraordinarios; y en otros no se realiza actividad laboral alguna”127. Otro
estudio monográfico del sector señala que “cada Centro Ocupacional interpreta la ley adaptándola
a su región, su centro, sus dirigentes, su historia, sus medios humanos y su infraestructura. De
ahí el que de una misma ley puedan darse configuraciones prácticas totalmente distintas”128.
126
“Los Centros Ocupacionales tienen como finalidad asegurar los servicios de terapia ocupacional y de
ajuste personal y social de los minusválidos cuya acusada minusvalia temporal o permanente les impida su
integracion en una Empresa o en un Centro Especial de Empleo” (art. 53 de la LISMI). Este articulo fue desarrollado
por un Real Decreto en 1985.
127
Ver FADEM, Plataforma de FADEM (Madrid) sobre el trabajo de las personas con deficiencia mental,
Madrid, 1993.
128
CASTRESANA, H. y GUTIÉRREZ, J., Programa de Formación Ocupacional y de análisis de la
capacidad productiva para la integración laboral y social de personas con discapacidad, Escuela Libre Editorial,
Madrid, 1996, pág. 52.
129
Promedios obtenidos a partir de las estadísticas de la FEAPS citadas por CASTRESANA, H. y
GUTIÉRREZ, J., o.c., págs. 38-39.
105
40.000 plazas ocupadas por personas con discapacidad130. Este número de plazas supone
aproximadamente el uno por mil de la población española y el 3,5 por mil del volumen total de
empleo (12 millones de trabajadores). Más de la mitad de los puestos corresponden a centros que
sólo tienen personas con minusvalía psíquica, seguidos a muchísima distancia por los
especializados en minusvalía física, mixta y sensorial; el 30% de las plazas corresponde a
Centros donde coinciden dos o más tipos de discapacidad, si bien la mayoría en este caso son
también de naturaleza psíquica. La media de plazas ocupadas por centro es de 51 y su
distribución por comunidades autónomas se recoge en la Tabla 24.
..//..
130
Esta guía contiene una relación detallada de los Centros Ocupacionales y Especiales de Empleo por
provincias pero lamentablemente hemos detectado muchos errores que sólo hemos solucionado parcialmente. DÍAZ,
M.D. (Dir.), Guía de Centros, Escuela Libre Editorial, Madrid, 1997.
106
Tabla 24
PERSONAS CON DISCAPACIDAD EN CENTROS OCUPACIONALES
POR COMUNIDADES AUTÓNOMAS (1996)
131
Se suele citar como punto de partida el año 1981 en que el Ministerio de Trabajo aprobó el Plan de
Empleo para Minusválidos.
107
1982 y un posterior Decreto y Reglamento de 1985 terminaron de regular este tipo de centros132
cuya gestión está siendo transferida en los últimos años desde el INEM a las comunidades
autónomas. En 1997 el Acuerdo entre el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales y el CERMI
sobre medidas urgentes para fomentar el empleo plantea la necesidad de “redefinir la naturaleza
y funciones del actual modelo de C.E.E.” incluyendo las siguientes líneas de actuación: ampliar
el concepto de C.E.E. a las empresas cuya plantilla de trabajadores con minusvalía esté por
encima del 70%, modulando las subvenciones por creación de puesto de trabajo (2 millones si
tienen más del 90% de la plantilla; 1,5 millones si tienen entre el 70 y el 90%; poder aplicar la
“causa de despido objetivo” contenida en la LET (art.52.C); poder incluir como plantilla de un
C.E.E. el “trabajo a domicilio”, etc.
Lo mismo que ocurre en los Centros Ocupacionales y por los mismos motivos, la mayoría
de los trabajadores son varones con deficiencias psíquicas de origen congénito o infantil, lo que
se corresponde con la mayor dificultad que encuentran estas personas para hallar empleo en el
mercado ordinario. Frecuentemente su formación académica es escasa y ha tenido lugar en
centros de educación especial133. Desde sus inicios estos centros fueron promovidos casi en
exclusiva por las asociaciones en favor de personas con disminución psíquica y los trabajos más
habituales eran de manipulados en régimen de subcontratación tanto del sector industrial como
de los servicios.
En 1988 las personas con discapacidad en Centros Especiales de Empleo apenas llegaban
a 5.000, pasando a 15.558 en 1996. Los datos de la Tabla 25 corresponden a las cifras
proporcionadas por el INEM para 1995, salvo para el caso de Navarra que no consta en el listado
oficial de dicho año134. El incremento medio del número de plazas durante los últimos años se
ha aproximado al 20%, lo que ha permitido triplicar la cifra de ocupados desde 1988. Ello ha sido
posible gracias a la conjunción de esfuerzos entre el INEM, la Fundación ONCE y otras entidades
públicas y privadas, que ha permitido superar la inversión de dos millones de pesetas por puesto
de trabajo: “(desde 1989) las propuestas de creación de nuevas plazas empiezan a plantearse con
una inversión suficiente, con lo que pueden desarrollar actividades empresariales de mayor nivel,
superando la tradicional subcontratación. (...) Por parte de las organizaciones de minusválidos
se produce, fruto de la incentivación de las ayudas del INEM y Fundación ONCE, un aumento
en la presentación de iniciativas de empleo protegido que se enfocan cada vez más hacia la línea
empresarial, bajo la forma de Sociedades Anónimas o Sociedades Limitadas, abandonándose
poco a poco las figuras de Asociación o Fundación, Asociaciones de Padres, Cooperativas,
132
Las ayudas económicas se convocan cada año por una Orden de Presidencia que en 1997 incluía los
siguientes epígrafes: ayudas para asistencia técnica, para intereses de préstamos y para inversión fija (hasta 2
millones de pesetas por puesto estable), 50% del Salario Mínimo Interprofesional de cada trabajador y exención del
100% de la cuota empresarial a la Seguridad Social, subvenciones para adaptación de puestos y supresión de
barreras, y ayudas para saneamiento financiero y equilibrio presupuestario del centro.
133
Ver CALZÓN, A., Orientación profesional del deficiente mental, INSERSO, Madrid, 1993.
134
Segun la Guía de Centros elaborada por la Fundación ONCE habría en Navarra 2.945 plazas ocupadas
en Centros Especiales de Empleo; ante lo abultado de esta cifra, decidimos hacer una exploración por nuestra cuenta
que redujo esa cifra a 567 (los Centros Ocupacionales dependientes de TASUBINSA habían sido sobreestimados
en un 600 por cien, al contabilizar 2.845 plazas cuando no llegaban a 500).
108
etc.”135. Sin embargo, como reconocen algunos expertos, sobre los Centros Especiales de Empleo
pesa un “factor de rigidez” desde el punto de vista de su viabilidad mercantil en la medida que
dependen directa o indirectamente de las subvenciones públicas, es decir, “su sentido general es
abiertamente proteccionista, lo que suscita recelos en la Comisión Europea”136
135
MILLÁN, A., “Las P.Y.M.E.S. en el sector social”, en RODRÍGUEZ, M. y otros, El sector no lucrativo
en España, Escuela Libre Editorial, Madrid, 1993, pág. 419.
136
CASADO, D., El sentido de las políticas públicas de inserción laboral de personas con discapacidad,
texto de la conferencia inaugural de las I Jornadas Internacionales de Integración de Personas con Discapacidad
Psíquica, celebradas en Valencia en noviembre de 1997, pág. 14.
109
Tabla 25
PERSONAS CON DISCAPACIDAD EN CENTROS ESPECIALES DE EMPLEO
POR COMUNIDADES AUTÓNOMAS EN 1995
137
VILLATE, B., “Situación del mercado laboral para minusválidos”, en INSERSO, La discapacidad en
el siglo XXI..., o.c., pág. 166.
110
Las 14.117 plazas ocupadas de 1995 se reparten en 539 centros (26 empleados por centro)
lo que representa tan sólo el 0,12% del conjunto del mercado de trabajo español, si bien esta
proporción varia mucho por comunidades autónomas: las mejor dotadas son, en términos
relativos, el País Vasco, Navarra y Cantabria; y las peor dotadas Murcia, Castilla-La Mancha,
Galicia y Canarias. El número total de puestos de trabajo en las tres primeras comunidades es seis
veces mayor que en las segundas a pesar de que éstas casi les duplican en población. En
particular, Cataluña y Madrid concentran un tercio del total de plazas existentes en España, lo que
se corresponde aproximadamente con su importancia demográfica y económica. Destaca
especialmente el caso de la provincia de Barcelona que duplica en números absolutos y relativos
a la comunidad de Madrid.
Gracias a la venta del cupón que gestiona la ONCE, 21.665 personas con discapacidad
disponían de empleo remunerado en 1997, lo que supone un 35% más que todos los ocupados en
Centros Especiales de Empleo. Además, los beneficios de la venta del cupón han generado
empleo, a través de FUNDOSA-Grupo, para otras 5.000 personas con discapacidad, casi siempre
en Centros Especiales de Empleo.
El cupón representa el 10,5% del mercado del juego en España138 y el 30% del juego
público, proporciones que se han estabilizado en los últimos años. Ello supuso en 1996 una
recaudación bruta por ventas del cupón de 412.000 millones de pesetas. De estos ingresos,
“aproximadamente la mitad se destina al pago de premios, un 25% representa los gastos de
explotación, un 20% costea los servicios sociales y el 3% financia las actividades de solidaridad
de la Fundación ONCE con otros colectivos de discapacitados (lo que representó 12.358 millones
en 1996)”139.
Tal como ocurre con otras formas de empleo protegido, el decreto fundacional de la
ONCE (1938) y el posterior reglamento (1939) planteaban el “cupón pro ciegos” como un medio
para estimular el acceso al empleo ordinario por parte de aquellas personas ciegas o deficientes
visuales que tenían mayores problemas de incorporación al mercado de trabajo. Sin embargo, la
venta del cupón se ha convertido en un fin en sí mismo140, en condiciones de trabajo relativamen-
te buenas desde el punto de vista de los ingresos pero con diversos puntos oscuros y una política
orientada a incrementar la productividad por vendedor que origina a veces la sobreexplotación
de éstos: “Las retribuciones de los vendedores son importantes si tomamos como referencia sus
equivalencias profesionales del mercado, si bien esta afirmación está matizada teniendo en cuenta
su inseguridad, al carecer de un fijo mensual; el importante quebranto del mismo por incidencias
en la venta no asumidas por la empresa; y las enormes diferencias entre vendedores que puede
alcanzar la proporción de 1 a 3, las cuales están fomentadas empresarialmente con el fin de
138
Por delante del cupón de la ONCE se sitúan los bingos, la lotería nacional y las máquinas tragaperras;
por detrás, la lotería primitiva, los casinos, la bonoloto y la quiniela futbolística.
139
ONCE, Así somos. ¿Qué hay detrás de este cupón?, ONCE, Madrid, 1997, pág. 18.
140
El empleo de ciegos y deficientes visuales generado en empresas ordinarias o en empleos autónomos
no llega a 1.300, estando la mayoría en las empresas de la corporación empresarial de la ONCE (CEOSA).
111
aumentar la productividad incrementando la competencia entre vendedores, cuando no el
destajismo”141. Desde otro punto de vista, un reciente estudio sobre la historia de la ONCE trata
de legitimar el desplazamiento y posterior inversión de los objetivos fundacionales del cupón,
al considerar que en los años 80 pasó a convertirse en “un fin en sí mismo” como consecuencia
de factores externos (en especial el aumento del paro y la competitividad laboral en España) e
internos, éstos debidos a un cambio de mentalidad en los propios vendedores ciegos: vender el
cupón dejó de plantearse como un acto de caridad hacia una persona desvalida para convertirse
en una actividad económica tan digna y rentable como cualquier otra142.
De los vendedores del cupón, más de dos tercios son personas ciegas afiliadas a la
Organización y el resto personas con discapacidad física, procedentes en su mayoría de la
absorción empresarial de PRODIECU en 1988143. Esta absorción se desarrolló después de “un
proceso traumático” debido a que algunas Asociaciones de Minusválidos Físicos exigían su
derecho a promover un juego de azar similar al de los ciegos. Con posterioridad a esa fecha los
conflictos no han cesado ni dentro ni fuera de la Organización: dentro porque los vendedores con
discapacidad física ocupan “un lugar secundario” en relación a los ciegos144 y fuera porque ya
existen otro cupones ilegales gestionados con similares criterios a lo que en su día representó
PRODIECU. En el seno de la Fundación ONCE también se han generado tensiones por los
mismos motivos, hasta el punto de que en 1995-96 COCENFE estuvo a punto de abandonar la
Fundación, lo que se evitó tras arduas negociaciones.
141
ONCE-CC.OO., El empleo en la ONCE, CC.OO., Madrid, 1997, pág. 10.
142
GARVÍA, R., En el país de los ciegos: la ONCE desde una perspectiva sociológica, Ed. Hacer,
Barcelona, 1997.
143
Por acuerdo del Consejo de Gobierno de 9 de septiembre de 1988 se integraron a la ONCE los
trabajadores de PRODIECU.
144
“La ONCE es una Organización de ciegos, gobernada por ciegos y destinada a cubrir las necesidades
de los ciegos. Y ésta es una verdad que tiene que ser incuestionable para el resto del colectivo, y por lo tanto -
aceptada o impuesta- asumida por el resto de los trabajadores. (...) Las personas con limitaciones físicas no ciegos
se integran en la ONCE mediante un proceso traumático, y bajo unas condiciones previamente acordadas. Como
ocurre en la mayor parte de los procesos de absorción empresarial, ocupan un lugar secundario dentro de la
Organización”. BORNAECHEA, J. I., La Organización de los Ciegos Españoles, Escuela Libre Editorial, Madrid,
1995, págs. 23-24.
112
Tabla 26
VENDEDORES DEL CUPÓN DE LA ONCE POR COMUNIDADES AUTÓNOMAS
113
Una fórmula aplicada recientemente en España es la llamada “empleo con apoyo”, que
tuvo su origen en Estados Unidos145 y básicamente consiste en ofrecer a las personas con
discapacidad que buscan trabajo remunerado un sistema estructurado de apoyo para que
encuentren, aprendan y mantengan un empleo real en una empresa del mercado abierto. Se trata
de una fórmula que se ha demostrado muy útil con aquellos tipos de discapacidad que requieren
un apoyo más intenso en su proceso de iniciación laboral, ya se trate de deficiencias físicas,
psíquicas o sensoriales. Su principal ventaja consiste en que orienta a la persona con discapacidad
a espacios normalizados de trabajo, en lugar de segregarle en instituciones más o menos cerradas,
como son las fórmulas de empleo vistas anteriormente.
Sin embargo, el empleo con apoyo encuentra muchas dificultades por parte de las
empresas para que los trabajadores con discapacidad logren las mismas condiciones de trabajo
y de salario que el resto de los empleados: “lo que podria parecer una actitud flexible y
humanitaria por parte de las empresas hacia personas con especiales necesidades, puede ser
percibido en determinadas circunstancias como una forma de explotación. El debate está abierto
en este punto pero conviene recordar que el concepto de empleo con apoyo implica como
elemento central que los empleados se desempeñen en trabajos reales y que los empleadores les
paguen el salario normal correspondiente”146.
A nivel de la Unión Europea la filosofía del empleo con apoyo, aunque no se utilice este
nombre, está siendo firmemente apoyada, tanto en las declaraciones formales como en el ámbito
de las ayudas económicas. En una amplia declaración aprobada por el Comité de Ministros del
Parlamento Europeo en 1992 se aconseja a los gobiernos la creación de “servicios encargados
de la colocación de personas con discapacidades en el mercado ordinario de trabajo” que les
faciliten la formación previa, la localización y adaptación del puesto de trabajo, y el seguimiento
en el mismo hasta que logre superar “los obstáculos derivados de su discapacidad”147. Por otra
parte, en el ámbito de las ayudas económicas, más de la mitad de los 1.542 programas financiados
por el plan europeo HORIZON hasta 1995 se orientaron a la incorporación laboral de personas
con discapacidad, siendo la fórmula del “empleo con apoyo” una de las más utilizadas y
valoradas por su carácter innovador. En España se lograron crear gracias al programa HORIZON
2.031 puestos de trabajo, de los cuales el 64% fueron por cuenta ajena en el mercado abierto, el
34% en empleos protegidos y el 2% en empleos por cuenta propia148.
145
POWELL, T.H. (Coord.), Supported employment. Providing Integrated Employment Opportunities for
Persons with Disabilities, Longman, New York and London, 1991; y MOON, S.I. y otros, Helping Persons with
Severe mental Retardation Get and Keep Employment: Supported Employment Issues and Strategies, Paul H.
Brookes Publ. Co., Baltimore, 1990. Sobre la introducción del empleo con apoyo en España, ver BELLVER, F., “El
empleo con apoyo en España”, en Siglo O, Nº 148, Madrid, 1993, págs. 55-61.
146
CORDEN, A., Supported Employment, People and Money, Social Policy Research Unit, York, 1997,
pág. 38. Este estudio realizo un seguimiento empírico de las personas contratadas en un programa de empleo con
apoyo en Inglaterra según el cual un tercio de los empleados no recibía remuneración alguna y la media de ingresos
de quienes trabajaban a tiempo completo era casi tres veces menor que la media de los trabajadores sin minusvalía.
147
Apdo. 7.2. de la “Recomendación R(92)6 sobre la elaboración de una política coherente en materia de
personas discapacitadas”. En MUÑOZ, S. y DE LORENZO, R. (Dir.), Código Europeo de las minusvalías, Escuela
Libre Editorial, Madrid, págs. 393-94.
148
ESTRUCTURA ESPAÑOLA DE APOYO AL PROGRAMA HORIZON, Informe de valoración sobre
el desarrollo de la iniciativa comunitaria de recursos humanos HORIZON, INSERSO, Madrid, 1995, pág. 25.
114
Dadas las características del empleo con apoyo, no es posible disponer de un registro
estadístico de los casos en que esta fórmula ha sido aplicada, pero existen experiencias bastante
conocidas que han sido promovidas tanto por la administración como por asociaciones de
afectados y por empresas privadas149. De entre ellas, destaca por su carácter pionero la llevada
a cabo por el Instituto Municipal de Disminuidos de Barcelona que en 1985 creo el Equipo de
Asesoramiento e Integración Laboral (EAL) para favorecer el acceso al mercado laboral ordinario
de personas con discapacidad. Los servicios de este equipo incluyen la valoración y orientación
personal de los candidatos, asesoramiento legal, formación, búsqueda de empleo y apoyo
posterior a través de la figura de los “educadores laborales”. Entre 1988 y 1995 el numero total
de contratos laborales conseguidos por el EAL fue de 876, de ellos el 88% en empresas privadas
y el 12% en empresas públicas150.
Una forma de discriminación positiva a favor de las personas con discapacidad que
buscan empleo es la obligación legal que tienen las empresas -públicas y privadas- con más de
50 empleados fijos de reservar el 2% de los puestos de trabajo para dicho colectivo. Según
estimaciones del Consejo Económico y Social, y dada la estructura del mercado de trabajo
español, la efectiva aplicación de esta medida sólo garantizaría alrededor de 80.000 empleos en
toda España ya que los trabajadores asalariados en establecimientos con más de 50 trabajadores
no llegan a 4 millones151. En nuestra opinión esta estimación todavía tendría que rebajarse ya que
el cómputo utilizado de 50 trabajadores incluye a los empleados temporales que, según la
legislación, no deben contabilizarse y representan en España el 34% de la población asalariada.
Sin embargo, los anteriores cálculos están de sobra si tenemos en cuenta que la reserva
de plazas es sistemáticamente incumplida tanto por las empresas privadas como por la
administración. Según una encuesta aplicada en Barcelona a 734 empresas con 50 o más
trabajadores, el 80% no tenía ningún trabajador con minusvalía y más de la mitad desconocía la
prescripción legal de cubrir la menos un 2% de la plantilla con trabajadores afectados por
minusvalías.
149
Ver COLECTIVO IOÉ, Case studies on employment of people with disabilities in small and medium
sized enterprises. Spain, European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions, Dublin,
1997.
150
EAL, XI años de integración laboral, Instituto Municipal de Disminuidos, Barcelona, 1996.
151
Según este organismo, una reserva del 4% aplicada a empresas de 25 o más trabajadores garantizaría
200.000 empleos y si la reserva fuera del 5% a empresas de 20 o más trabajadores se asegurarían 250.000. Ver
“Estimación de la repercusión de la cuota de reserva de puestos de trabajo para personas con discapacidad”, en
CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL, Informe sobre la situación del empleo de las personas con discapacidad y
propuestas para su reactivación, CES, Madrid, 1995, Anexo 5, págs. 66-69.
115
los años inferiores al 3%152. En el quinquenio 1990-94 se presentaron como aspirantes a plazas
funcionariales 6.638 personas con discapacidad de las que fueron aprobadas 430 (0,7% de las
plazas ofertadas en esos años) y a plazas laborales otras 4.642 de las que aprobaron 166 (1,5%
de las plazas ofertadas)153. Teniendo en cuenta que la reserva prevista llegaba al 3%, estos
resultados significan que quedaron vacantes más de la mitad de las plazas ofertadas debido a que
los aspirantes no alcanzaron el nivel exigido, lo que “pone de manifiesto las carencias de las
personas con discapacidad en cuanto a formación y preparación para acceder a un puesto de
trabajo”154.
F) Empleo fomentado
El fomento del trabajo autónomo se lleva a cabo a través de una subvención de 400.000
pesetas por empleo creado, además de ayudas para el pago de intereses y otras prestaciones
152
La Ley 23/1988, de 28 de julio, de Modificación de la Ley de Medidas para la Reforma de la Función
Pública, planteó “un cupo de reserva no inferior al 3% ... de modo que progresivamente se alcance el 2% de los
efectivos totales de la Administración del Estado”.
153
REAL PATRONATO DE PREVENCIÓN Y DE ATENCIÓN A PERSONAS CON MINUSVALÍA,
Acceso de las Personas con Discapacidad al Empleo Público, Real Patronato, Madrid, 1996, págs. 27-28.
154
CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL, Informe sobre la situación del empleo de las personas con
discapacidad y propuestas para su reactivación, o.c., pág. 12.
155
Ley 10/1994 de Medidas Urgentes de Fomento de la Ocupación y Ley 42/1994 de Medidas Fiscales,
Administrativas y de Orden Social.
156
Entre otras medidas, el Acuerdo plantea aumentar la subvención por contrato indefinido a tiempo
completo (de 500.000 a 650.000 pts.), revisar esa cantidad al alza cada año y aplicarla también, de forma
proporcional, a los contratos indefinidos a tiempo parcial; extender la subvención del coste salarial a los contratos
de trabajo a tiempo parcial; aumentar el importe de las subvenciones para fomentar el autoempleo; ampliar los
criterios para poder realizar “contratos de prácticas”; medidas e incentivos para promover la fórmula del “empleo
con apoyo”, etc.
116
específicas. Por esta vía el INEM registró 2.004 nuevos empleos entre 1988 y 1996 (media anual
de 220 empleos).
Antes de ofrecer algunos resultados de este estudio del INEM, conviene señalar su
parcialidad, debido a la limitación de las fuentes utilizadas. En primer lugar, se parte del stock
de demandantes de empleo, que no se corresponde con el de parados en sentido estricto, de
manera que los datos agregados se refieren a un colectivo heterogéneo desde el punto de vista
de la inserción laboral159. Por otra parte, parece evidente que los 29.794 parados en sentido
estricto que recoge el stock160 representan tan sólo una porción mínima del colectivo de personas
con discapacidad, e incluso con minusvalía, que están fuera del mercado de trabajo y desean
encontrar un empleo. Muchos de éstos se registran en el INEM sin hacer constar su discapacidad
y/o minusvalía, ya que ello es opcional, y probablemente otros no se inscriben porque no tienen
expectativas de encontrar un empleo a través del INEM. Si tomamos como referencia la encuesta
157
CASADO, D., El sentido de las políticas públicas de inserción laboral de personas con discapacidad,
o.c., pág. 10. Hemos aprovechado en este apartado algunos datos contenidos en esta ponencia, gentilmente cedidos
por el autor.
158
INEM (Observatorio Ocupacional), Formación y mercado laboral de los minusválidos, 1996, Instituto
Nacional de Empleo, Madrid, 1997.
159
El registro del INEM incluye a personas ocupadas que demandan cambiar de empleo y a otra serie de
categorías, como solicitantes de empleo voluntario (no remunerado), que en nuestro caso representan el 27,8% de
los demandantes de empleo con minusvalía. El número total de demandantes de empleo registrados en el INEM a
31 de diciembre de 1995 era de 4,2 millones de personas, por lo que los inscritos con minusvalía sólo representaban
el 0,9%.
160
Incluimos aquí los demandantes de primer empleo (7.143 casos) y los que habían perdido el empleo
anterior (22.651).
117
EDDM-86, pues no hay otra de carácter general con posterioridad a esa fecha, el stock de parados
con minusvalía registrados en el INEM representaría el 34% de los parados con minusvalía y el
15% de los que tienen alguna discapacidad161. Otra limitación del estudio del INEM es la forma
como aborda los temas de la formación y la contratación. En ambos casos, se excluyen del
cómputo precisamente aquellas personas que tuvieron más éxito, es decir, las que consiguieron
un empleo en 1995 o en el primer semestre de 1996 y que todavía lo mantenían en julio de 1996
(y por tanto no aparecen en el stock de ese mes). En consecuencia, el estudio del INEM analiza
las trayectorias de formación y contratación de los casos fallidos desde el punto de vista de la
inserción laboral, bien porque no lograron un empleo o porque sólo lograron acceder a contratos
precarios y al poco tiempo volvieron a inscribirse en la bolsa de demandantes de empleo. En el
caso de la formación, la parcialidad informativa se agrava todavía más pues sólo se registran los
cursos de formación ocupacional financiados y gestionados por el INEM, cuando tales cursos
sólo representan, como veremos más adelante, una parte menor de la oferta formativa a la que
acceden las personas con discapacidad.
Pese a las anteriores limitaciones, el estudio del INEM presenta datos valiosos para
conocer algunos aspectos del desempleo y la movilidad ocupacional de las personas con
minusvalía oficial. Así, la mayoría de los demandantes de empleo son varones (71%) y se sitúan
en el tramo juvenil de la edad laboral, entre 16 y 44 años (80%). En cuanto a las deficiencias
generadoras de minusvalía, prevalecen las de naturaleza física (80%), seguidas de las sensoriales
(21%) y las psíquicas (8%). Por último, el nivel académico de los demandantes de empleo con
minusvalía es ligeramente más bajo que el de los demandantes de empleo en general (más de la
mitad han superado los estudios secundarios y tan sólo el 5,6% no ha terminado los estudios
primarios). ¿Significan estos datos que el paro es más frecuente en los varones entre 25 y 40 años,
con minusvalía de origen físico y notable nivel de estudios?. Dicho de otro modo, ¿el paro es
menor en las mujeres, entre quienes tienen minusvalía de origen psíquico o más bajo nivel de
estudios?: evidentemente no, lo que quieren decir tales datos es que quienes recurren a la vía del
INEM para demandar empleo son aquellas personas que tienen alguna expectativa de encontrarlo
y que, por tanto, están relativamente bien pertrechadas para ello.
161
Esta proporción bajaría al 5% en el supuesto de incluir, como hemos señalado antes, el paro encubierto
de las mujeres con discapacidad que realizan tareas domésticas pero que buscarían un empleo remunerado caso de
tener expectativas de encontrarlo.
162
El estudio del INEM se extiende en analizar estos datos como representativos del tipo de contratación
de los demandantes de empleo con minusvalía, lo que no nos parece correcto.
118
Tabla 27
CONTRATOS REGISTRADOS POR EL INEM
A DEMANDANTES DE EMPLEO CON MINUSVALÍA EN 1995
El 87% de los contratos registrados por el INEM en 1995 se acogieron a dos fórmulas
dirigidas a fomentar el empleo de personas con minusvalía: contratos para “centros especiales
de empleo” y “contratos indefinidos para minusválidos”. Esto significa que la mayoría de los
demandantes de empleo que hacen constar su situación de minusvalía se introducen en una vía
laboral especial que los aleja de la competencia directa con el resto de los trabajadores. En cuanto
a las condiciones de trabajo de ambos tipos de contrato, el estudio del INEM no especifica sus
características, que pueden ser muy diferentes163, pero sabemos que al menos el 33% de los que
habían accedido a Centros Especiales de Empleo y el 40% de los que habían suscrito “contratos
para minusválidos” durante 1995 se encontraban buscando otro empleo en julio de 1996. Si a
esto añadimos que el resto de contratos efectuados por personas con discapacidad tenía carácter
temporal (fomento del empleo, aprendizaje, temporal a beneficiarios de prestaciones y de
prácticas), se puede concluir que existe una notable movilidad laboral en esta franja del mercado
de trabajo de personas con minusvalía, de modo similar a lo que ocurre con el resto de los
solicitantes de empleo en la actualidad.
En cuanto a la formación ocupacional, el estudio del INEM señala que menos del 2% de
los solicitantes de empleo del stock de julio de 1996 (736 personas) había seguido algún curso
de formación promovido y financiado por el INEM en 1994. Sin embargo este dato recoge muy
parcialmente la preparación ocupacional del colectivo estudiado, como se comprueba en la
encuesta aplicada por el propio INEM según la cual el 44% había recibido cursos de formación
ocupacional con antelación y el 19% seguía algún curso en el momento de responder el
cuestionario.
163
Los contratos para Centros Especiales de Empleo pueden acogerse a cualquiera de las modalidades
existentes de contratación, salvo el contrato de trabajo a domicilio y el contrato de formación; en cuanto a los
“contratos para minusválidos”, incluyen hasta cuatro tipos de contratos.
119
a) Dificultades personales para conseguir empleo: casi la mitad de los demandantes (45%)
considera que no tiene ninguna dificultad para desarrollar el trabajo que solicitan; el resto
reconoce algunas limitaciones que tienen que ver con la deficiencia que padecen: estar
de pié o agacharse, ver, oír o expresarse, etc. El 15% reconoce dificultades para mantener
el ritmo ordinario de la jornada laboral (necesidad de frecuentes descansos, bajas
reiteradas por rehabilitación, etc.).
b) Dificultades exteriores para encontrar empleo: más de dos tercios de los encuestados
aluden al paro estructural existente en la sociedad española, que origina un gran
desequilibrio entre una oferta escasa de empleo y una demanda siempre masiva, lo que
perjudica sobre todo a los sectores más frágiles. En segundo lugar, se alude a la
desconfianza de los empresarios ante las personas con minusvalía (42,5%). Por último,
se refieren al déficit de formación y de experiencia laboral como el principal motivo de
que el mercado de trabajo les cierre las puertas (30%). Cabe destacar que casi la mitad
de quienes señalaban no tener personalmente ninguna limitación para trabajar manifiestan
que no son contratados porque los empresarios desconfían de sus posibilidades
laborales164.
c) Vías para conseguir empleo: el sistema más utilizado para conseguir el último empleo
había sido las relaciones personales y familiares (41,5%), seguido por las oficinas del
INEM y las instituciones vinculadas a minusválidos (ambas el 17,9%); a continuación se
sitúan las visitas a empresas (11,3%), el envío de currícula (5,2%) y los anuncios
(3,3%)165. Al tratarse de una encuesta a personas registradas en el INEM, llama la
atención la poca utilidad demostrada por esta vía de colocación de personas en paro. Lo
mismo que ocurre para la el resto de la población, resulta determinante la posición social
y redes de relación de la propia familia y, como vía especial del colectivo, el papel jugado
por las asociaciones de afectados, principales impulsoras tanto de los Centros Especiales
de Empleo como de las nuevas fórmulas de “empleo con apoyo” en el mercado ordinario.
d) Tiempo que llevan en el paro: los buscadores de primer empleo son mayoritariamente
parados de larga duración: el 58% lleva buscando trabajo más de tres años (las mujeres
el 64%) y el 80% más de un año; en cuanto a los que tienen experiencia laboral anterior,
el 49% lleva más de tres años esperando empleo y el 70% más de un año. Como se recoge
en el estudio del INEM, estos datos “implican, por una parte, serias dificultades de
inserción laboral y, por otra, un elevado grado de perseverancia”166.
e) Causas de la rescisión del último empleo: la causa más frecuente, como era previsible,
es haber finalizado el contrato, debido a su carácter temporal (51%); la segunda causa
es el despido (12%), seguida del cese voluntario (6,6%) y haber sido objeto de un
expediente de regulación de empleo (4,9%). La cuarta parte restante aduce diversas
causas entre las que se señala el hecho de padecer una minusvalía como motivo de perder
el empleo.
f) Motivos para cambiar de empleo: de los demandantes de un empleo sustitutivo, la
insatisfacción con su actual ocupación se debe principalmente al bajo salario (60,5%) y
a motivos profesionales (42,3%).
164
Esta situación puede inducir a las personas con minusvalía a ocultar su condición a la hora de buscar
empleo, a fin de eludir los prejuicios de los empresarios.
165
La encuesta aplicada por el INEM no alude a las Empresas de Trabajo Temporal.
166
INEM, o.c., pág. 87.
120
3.6. Causas de la escasa inserción laboral
A partir de los datos recogidos resulta evidente la escasa inserción del colectivo con
discapacidades en el mercado de trabajo remunerado. Según la encuesta de referencia,
correspondiente a 1986, sólo uno de cada cinco estaba ocupado (21%), proporción que descendía
al 12,8% entre los que padecían minusvalía y que se reducía todavía más en el caso de las
mujeres o entre los afectados por deficiencias psíquicas y mixtas. Estas claras correlaciones
remiten a problemáticas ya esbozadas en apartados anteriores. Ahora vamos a aludir a otras
causas de tipo general que pueden contribuir a explicar la escasa incorporación del colectivo
objeto de estudio al mercado de trabajo formal. Se trata de un resumen de las aportaciones que
hemos encontrado en la bibliografía disponible; más adelante, en las Partes tercera y cuarta del
presente estudio, haremos nuestro propio análisis acerca de las causas de la escasa penetración
del colectivo en el mercado de trabajo remunerado.
En primer lugar, hay que diferenciar los casos de discapacidad congénita o producida en
la infancia de aquellos otros que sobrevienen en la vida adulta. En el primer caso, la persona con
discapacidad tiene que socializarse en la familia, los grupos de pares, la escuela, los sistemas de
salud, etc. contando continuamente con su hándicap, lo que puede ser gestionado por ella y por
las personas de su entorno de maneras diversas. Por ejemplo, tal como ya hemos indicado al
referirnos a la etapa infantil, la discapacidad puede ser planteada como un defecto o limitación
secundaria, que se puede sobrellevar sin mayores problemas, o como la principal marca de la
propia identidad, que configura vías “especiales” en todos los terrenos: escuela especial, ayudas
especiales, inserción laboral protegida, etc. Esta gestión de la discapacidad que configura las
actitudes, aptitudes y expectativas en relación al futuro laboral, tiene como principales
protagonistas a los padres y familiares más directos durante los primeros años pero influyen
también los educadores y compañeros de colegio y de calle, los profesionales de la sanidad y
servicios sociales, las asociaciones de afectados, las políticas dirigidas a la inserción del
colectivo, los medios de comunicación y las ideologías sociales en general. Así mismo, las
propias personas afectadas por la discapacidad disponen de un margen de maniobra para
gestionar su hándicap, mayor o menor dependiendo de las circunstancias, de manera que pueden
orientar su identidad y forma de incorporación a la sociedad en múltiples direcciones, por
ejemplo contraviniendo los modelos paternos de gestionar la discapacidad y construyendo los
suyos propios, lo cual puede derivar en la inserción laboral en el mercado ordinario (y asumiendo
entonces la competitividad social en lugar de las propuestas sobreprotectoras de sus padres y
familiares), en puestos de trabajo protegidos o mediante la obtención de pensiones de invalidez,
etc.
Cuando la discapacidad sobreviene en la vida adulta a partir de los 25 años, lo que ocurre
en el 70% de los casos (descontando a los mayores de 64 años, en cuyo caso esta proporción es
mucho mayor), la socialización infantil ya se ha producido de acuerdo a los patrones normales,
y en muchos casos también la inserción laboral, por ejemplo mediante un trabajo remunerado o
desempeñando las tareas del hogar. En este marco, las posiciones más frecuentes al sobrevenir
la discapacidad son dos: o se recurre a una pensión de invalidez (contributiva si se estaba
121
trabajando antes, no contributiva si se realizaba un trabajo doméstico y en caso de desempleo);
o se busca una vía de rehabilitación laboral en el mismo puesto de trabajo o en otro más adaptado
a la nueva situación. Por la información recogida, parece que la vía de la pensión es más utilizada
en España que la rehabilitación laboral, ocurriendo también en algunos casos que se combinan
ambas soluciones167. La opción por alguna de estas tres vías depende también de muchas
circunstancias, entre ellas la posición socioeconómica del sujeto afectado, las demandas y
expectativas de las personas que le rodean, el género y la edad del sujeto, el tipo y grado de
discapacidad y, sobre todo, las propias opciones y estrategias personales.
167
En el sistema laboral español las pensiones contributivas por invalidez permanente total o parcial no
impiden el ejercicio de actividades laborales, sean o no lucrativas, durante la vida activa. En tal caso, el trabajador
tiene la obligación de darse de alta y avisar de ello a la entidad gestora competente (el Instituto Nacional de
Seguridad Social).
168
ALBOR, J. (Dir.), Minusvalía e inserción social (en la Comunidad de Madrid), Instituto para la
Formación, Madrid, 1995, pág. 49.
122
ciones: su empresa en concreto no tiene puestos apropiados para discapacitados; dentro
de una economía de mercado agresiva el empresario se ve obligado para ser competitivo
a elegir a los trabajadores ‘más completos’; los discapacitados sólo pueden ocupar
puestos ‘rutinarios’; es la administración quien debe ocuparse de este ‘colectivo
marginal’. Otro freno determinante a la hora de plantearse cuáles serían los puestos de
trabajo más apropiados para este colectivo de trabajadores es que el empresario
desconoce profundamente tanto los tipos de discapacidad como las capacidades
potenciales de estas personas”169.
S “Los empresarios y responsables de selección de personal consideran en principio a todas
las personas con discapacidad minusválidos. Esta concepción se va matizando en el
trascurso de su discurso -al exponer su experiencia generalmente positiva con trabajado-
res con discapacidad-, aunque permanece subyacente en sus actitudes y opiniones. Creen
que todos los trabajadores con minusvalía tendría limitaciones para realizar alguna tarea,
la mayoría necesitaría alguna modificación en el centro de trabajo o en el puesto que
ocupa, o una atención y ‘ayuda’ del resto de compañeros, o tendría limitaciones
importantes en el tipo de puesto a desempeñar. Terminan proponiendo como solución a
la problemática integración laboral en el mercado ordinario de las personas con
minusvalía el establecimiento, por parte del Estado, de unas pensiones dignas. El discurso
(empresarial) de la crisis económica es con frecuencia el punto de partida desde el que
se comienza a armar el aparato argumentativo que sirve de defensa o escudo al
empresario para explicar actuaciones y comportamientos poco lógicos con su ‘ética
personal’. (...) La situación actual de la economía dificulta gravemente la integración
laboral de cualquier colectivo que, desde su punto de vista, no se adapte con todo detalle
al perfil ideal del trabajador”170.
169
SORIA, R. J., La percepción que tienen los empresarios de los discapacitados psíquicos como
trabajadores, Fundación A.N.D.E., Madrid, 1995, pág. 20.
170
CALEIDOSCOPIA, Factores personales y sociales de la integración laboral de las personas con
discapacidades, Real Patronado de Prevención y de Atención a Personas con Minusvalía, Madrid, 1997 (en prensa),
primera parte, apdo. 2.
171
MORENO, E. y VALERA, S., Actitud de l’Empresa Privada davant la integració laboral de persones
amb disminució, Institut Municipal de Disminuïts, Barcelona, 1992.
123
minusvalías. Así mismo, pese a que el método de encuesta tiende a suavizar las respuestas de
opinión sobre estos temas, amplios porcentajes de empresarios consideraban que las personas
con minusvalía presentaban desventajas específicas en relación a los otros trabajadores: "son
difíciles de tratar” (34%), “su imagen física representa un hándicap” (50%), “no han recibido la
misma formación que los demás trabajadores” (49%), “la idea que socialmente se tiene sobre
ellos representa un problema” (51%), etc.
172
Ver apartados sobre “mercado de trabajo y política laboral” y “evolución y situación general del mercado
de trabajo: la perspectiva de los agentes económicos”.
173
Ver apartado sobre “políticas dirigidas a la inserción laboral de personas con discapacidad”.
124
actúen desde la lógica del capital, tampoco exigen a la administración que se ponga de parte de
sus intereses ‘sociales’ y en contra de los intereses ‘productivistas’ de las empresas. Más bien,
se plantea que el Estado garantice y regule los intereses enfrentados de ambos colectivos: por un
lado, la acumulación continuada de capital, administrando la esfera económica; por otro, atender
a los asalariados y más especialmente a los sectores menos favorecidos, entre ellos los
minusválidos, mediante una política laboral y social equilibradora. La queja de los trabajadores,
especialmente de los sindicalistas y de los propios minusválidos, es que el Estado no actúa en
función de mediador sino en beneficio de la parte empresarial y en perjuicio de los asalariados
y de los sectores menos favorecidos. La orientación ‘neoliberal’ de la política económica se
traduce, de este modo, en el descompromiso social del Estado: flexibilización del mercado de
trabajo (contratos temporales, abaratamiento del despido, movilidad funcional y geográfica,
desregulación de las condiciones de trabajo, etc.), aumento de las desigualdades sociales y de la
marginación, etc. La ideología liberal, que insiste en el poder autorregulador del libre mercado,
estaría erosionando poco a poco los relativos logros alcanzados en España en la etapa anterior”174.
Por último, todos los estudios consultados consideran que la escasa formación académica
de las personas con discapacidad es otro factor decisivo para explicar su reducida incorporación
al mercado de trabajo. Según la EDDM-86, la proporción de analfabetos y “sin estudios” era
cuatro veces superior a la media española de aquel año175 y casi tres veces inferior la proporción
de personas con carrera media o universitaria (ver Gráfico 15).
..//..
174
GABINETE TÉCNICO DE ESTUDIOS SOCIALES/COLECTIVO IOÉ, LISMI y empleo en el sector
Servicios. Estudio de casos en el sector financiero, FEBASO-UGT, Madrid, 1993, págs. 202 y 207.
175
Los datos del nivel de estudios de la población española se refieren a las personas entre 16 y 64 años
en el cuarto trimestre de 1986. Los datos de la EDDM-86 cubren la edad 6-64 años (los comprendidos entre 6 y 14
años sólo representaban el 5,5%).
125
Gráfico 15
NIVEL DE ESTUDIOS DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
Y COMPARACIÓN CON LA POBLACIÓN GENERAL
Superiores
Medios
Primarios
Sin estudios
Analfabetos
0 10 20 30 40 50
%
Perso. discapacidad Población española
Como ocurría con otros temas, también aquí puede influir el promedio de edad más
avanzado de las personas con discapacidad, así como su estatus socioeconómico sensiblemente
más bajo que la población general. No obstante, las diferencias son tan grandes que es preciso
reconocer una importante desventaja de las personas con discapacidad en cuanto a formación
escolar. Un reciente estudio sobre personas con minusvalía entre 16 y 45 años llevado a cabo en
Andalucía constata la misma situación (o peor): el 30% no sabe leer ni escribir, el 42% no ha
terminado la Enseñanza General Básica, sólo el 15% ha terminado ese nivel y el 14% ha llegado
a niveles medios o superiores. Este estudio alude al accidentado itinerario escolar de la mayoría
de las personas con minusvalía: “El 65% abandonó en algún momento (sin terminar el ciclo de
estudios iniciado), y algo más del 19% continúa estudiando. De éstos, la casi totalidad ha repetido
cursos (...). Esta circunstancia que destaca la repetición de cursos debe entenderse con un doble
significado. Por el lado positivo, señala la voluntad de unos pocos entrevistados que por encima
de todas las dificultades propias y las añadidas de no contar con ayudas suficientes para seguir
la marcha del curso, siguen insistiendo en su formación. Por el lado negativo, estas repeticiones
de curso en cuanto indicador de fracaso escolar no hacen sino denunciar unos programas, planes
y medios de estudio que no están adaptados a las posiblidades reales de unos estudiantes que son
especiales. La integración laboral no se alcanzará si previamente no se ha conseguido una
integración escolar real de acuerdo con las capacidades limitadas de estos esforzados alumnos”176.
176
GARCÍA, B., Las personas con discapacidad ante el reto de la integración laboral en Andalucía,
Instituto Andaluz de Servicios Sociales, Sevilla, 1996, pág. 43.
126
La Tabla 28 recoge los resultados académicos detallados por sexos y tipos de deficiencia.
Las diferencias entre mujeres y varones son considerables, a favor de éstos. Así mismo, los
afectados por deficiencias sensoriales, que eran los que habían logrado una mayor penetración
en el mercado de trabajo remunerado, tienen las tasas de formación más elevadas, seguidos a
notable distancia por los afectados por trastornos de tipo físico. Por último se sitúan quienes
padecen deficiencias mixtas o de naturaleza psíquica de los cuales más de dos terceras partes eran
analfabetos o ‘sin estudios’ y sólo el 1% había terminado estudios universitarios. En casi todos
los casos estas proporciones se agravan para las mujeres.
Tabla 28
NIVEL DE ESTUDIOS
DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD (6-64 AÑOS)
127
128
Insuficiente reciclaje y rehabilitación profesional
Por último, la encuesta ya citada de la Comunidad de Andalucía, que se llevó a cabo con
la misma metodología que los estudios anteriores, registra sólo un 12% de personas con
minusvalía que ha hecho algún curso de formación ocupacional. Pese a la supuesta profusión de
cursos promovidos desde la administración, a veces con ayuda de fondos europeos, los cursos a
los que han accedido las personas con minusvalía en Andalucía han sido promovidos
mayoritariamente por entes privados: "La titularidad de los centros donde más personas han
realizado cursos es privada. De las asociaciones de minusválidos y centros privados, el 29% y
el 25% respectivamente. Sumando los diferentes organismos públicos, el total de entrevistados
que ha estudiado en ellos es del 31%. El 11% estudió en centros dependientes de la Comunidad
Autónoma y de los Ayuntamientos. El 5% se formó en centros de la ONCE y de su Fundación"179.
Todos los anteriores estudios se refieren a las personas con minusvalía oficialmente
reconocida que, como sabemos, representan tan sólo en torno al 30% de las personas con
discapacidad en edad laboral (supuestamente las que padecen discapacidades más graves y/o
mayores desventajas socioeconómicas). Si tomamos como referencia la rehabilitación profesional
de los casos de accidente laboral con resultado de Incapacidad Total Permanente, los datos
proporcionados por FREMAP son también muy negativos: de los 519 casos gestionados por la
177
ALBOR, J. (Dir.), o.c., pág. 125.
178
FUNDOSA SOCIAL CONSULTING, Minusvalía e inserción laboral en la Comunidad Valenciana,
Escuela Libre Editorial, Madrid, 1996, pág. 97.
179
GARCÍA, B., o.c., pág. 69.
129
Mutua durante 1994, sólo 43 (8%) iniciaron un curso de Formación Profesional para rehabilitarse
laboralmente180.
Los expertos entrevistados en la primera fase del presente estudio consideran que el nivel
de estudios de los jóvenes con discapacidad ha mejorado notablemente en relación al pasado
(apenas se presentan casos de analfabetismo). Sin embargo, los niveles de formación son en la
mayoría de los casos muy bajos para competir con éxito en el mercado ordinario de trabajo donde
la competencia es cada vez mayor. Como paradigma de esta situación se alude a la aplicación de
las nuevas tecnologías al empleo, por ejemplo mediante el teletrabajo, lo que representa para las
personas con minusvalía física una paradoja: por un lado, facilita el empleo al poder trabajar en
casa, sin desplazarse, etc.; por otro lado, exige una formación de base muy sólida que muchos de
ellos no han podido adquirir debido precisamente a su discapacidad.
En la Tabla 29 recogemos una visión sintética de la cobertura que prestan los principales
sistemas de pensión para personas con discapacidad en 1996181. Las pensiones contributivas de
invalidez son las más importantes, no sólo por su mayor cuantía sino porque cubren a 730.542
personas entre 15 y 64 años182. El 75% de los perceptores de estas pensiones son varones, en su
mayoría entre 55 y 65 años, que habían cotizado previamente a la Seguridad Social. En segundo
lugar se sitúan las pensiones de invalidez no contributivas, que llegan a 166.204 personas, de
ellas el 62% mujeres. Por último, hay que hacer referencia a los subsidios acogidos a la LISMI
y al FAS, ya derogados pero que siguen percibiendo los antiguos perceptores que no han optado
180
MORENO, F., o.c., pág. 12.
181
Los datos de base para la elaboración de esta Tabla los hemos obtenido directamente del Gabinete
Técnico de la Secretaría de Estado para la Seguridad Social y de la sección de Prestaciones del IMSERSO y
corresponden a las siguientes fechas: pensiones contributivas de invalidez, octubre 1996; no contributivas de
invalidez, noviembre 1996; S.G.I.M. de la LISMI, diciembre 1996; y pensión asistencial del Fondo de Asistencia
Social, noviembre 1996.
182
Los pensionistas de invalidez con 65 y más años son otros 820.734. En otros países este colectivo se
incluye en “pensiones de jubilación” ya que al cumplir los 65 años prima el criterio de la edad sobre el de invalidez.
130
por otras vías. Estas dos prestaciones llegaban respectivamente en 1996 a 60.213 y 53.857
personas menores de 65 años, en su mayoría también mujeres183.
Si los datos generales sobre pensiones los relacionamos con la distribución de actividades
registrada por la EDDM-86, se observan importantes diferencias en función del género: los
varones con discapacidad en edad laboral tienen dos vías principales de inserción social: las
pensiones (alrededor del 50%: unos 650.000 pensionistas en 1996, el 72% en las modalidades
contributivas) y el trabajo remunerado (en torno al 32%: unos 400.000 ocupados en 1986); las
mujeres en edad laboral, a su vez, se sitúan en primer lugar como trabajadoras domésticas
(aproximadamente el 60%: unas 800.000 “amas de casa” en 1986), en segundo lugar como
pensionistas (en torno al 27%: 360.000 pensionistas en 1996, el 51% en las modalidades no
contributivas) y sólo en tercer lugar como trabajadoras extradomésticas (algo más del 10%: unas
145.000 en 1986).
..//..
183
No vamos a aludir a otros subsidios como las prestaciones a familiares por hijo a cargo, las ayudas a
terceras personas o para facilitar el transporte de minusválidos físicos, así como diversos complementos de ingresos
mínimos establecidos a nivel de las comunidades autónomas que harían demasiado complejo el cuadro general que
intentamos mostrar.
131
Tabla 29
PENSIONES DE INVALIDEZ POR SEXOS Y TRAMOS DE EDAD (15-64 AÑOS)
Y PREVALENCIA DE CADA TIPO EN LA POBLACIÓN ESPAÑOLA
132
Pensiones de invalidez contributivas
- Gran invalidez: la persona afectada está incapacitada, en principio, para realizar cualquier
trabajo y necesita depender de la asistencia de otra persona para realizar los actos más
esenciales de la vida cotidiana. En esta situación sólo se encuentra el 2% del total de
pensionistas (35.152 personas en 1996, con una retribución media de 137.308 pts.)185.
Esta pensión “no impide el ejercicio de actividad lucrativa o no, compatible con el estado
del inválido que no presente un cambio en su capacidad de trabajo a efectos de revisión”,
siendo obligatorio darse de alta en la Seguridad Social y comunicarlo a la entidad gestora
del INSS.
184
“En los años previos a 1985 las tasas de crecimiento anual en el número de pensiones de invalidez se
situaba próxima al 10% (8% en 1981, 9,8% en 1982 y 9,6% en 1983), pero la entrada en vigor de la ley 26/1985,
así como el mayor control de los procesos de declaración de incapacidad, lograron bajar las tasas de crecimiento
anual hasta niveles inferiores al 2% en el quinquenio siguiente, niveles que incluso han sido rebajados en los últimos
años”. CARPIO, M. y DOMINGO, E., Presente y futuro de las pensiones en España, Ed. Encuentro, Madrid, 1996,
pág. 32.
185
Esta proporción probablemente es menor entre los menores de 65 años pero no lo sabemos con seguridad
ya que en las tablas obtenidas del INSS no se desglosa este dato.
133
- Invalidez permanente total: inhabilita al trabajador para la realización de todas o de las
fundamentales tareas de su profesión, pero puede dedicarse a otra distinta que se adapte
mejor a la discapacidad que le ha sobrevenido (lo que debe comunicar a la entidad
gestora). Se sitúa aquí el 44,6% de todos los casos de invalidez contributiva, de los cuales
el 52% tiene menos de 65 años (casi 400.00 personas, con una pensión media de 60.299
pts.)
- Invalidez permanente parcial: incapacidad que, sin alcanzar el grado de total, ocasiona
al trabajador una disminución no inferior al 33% en su rendimiento normal, sin impedirle
realizar las tareas fundamentales de su profesión. Aquí se sitúa sólo el 1% de los
pensionistas, de ellos sólo un tercio con menos de 65 años, que tienen derecho a una
indemnización a tanto alzado de 24 mensualidades de la última base de cotización. Esta
prestación es compatible con cualquier tipo de actividad.
186
Texto Refundido de la Ley General de Seguridad Social, 1/1994 de 20 de junio, art. 141.2.
187
“El análisis jurídico de esta excepción, tan crípticamente formulada, ha de centrarse en dilucidar, en
primer lugar, cuál es el significado del enunciado legal transcrito, en segundo lugar, cual es su alcance (el alcance
de la posible compatibilidad), y, por último, cuáles son sus consecuencias jurídicas”. LÓPEZ-TARRUELLA, F. y
VIQUEIRA, C., El trabajo del inválido permanente absoluto. Compatibilidad de la pensión en el nivel contributivo
y no contributivo, Cívitas, Madrid, 1991, pág. 39. Ver también sobre este asunto DE LORENZO, R., “Discapacida-
des y pensiones hacia el año 2000", ponencia presentada en las Jornadas sobre Pensiones de Invalidez organizadas
por la Plataforma Representativa de Discapacitados Físicos (PREDIF) en junio de 1996 (inédita).
188
Ver, por ejemplo, GUTIÉRREZ, M. J., Compatibilidad entre trabajo y pensiones, COCEMFE de
Castilla La Mancha, Toledo, 1997.
134
Como se recoge en el Gráfico 16, las pensiones de invalidez contributivas más frecuentes
son dos: la invalidez permanente absoluta, que permite realizar trabajos “residuales”189, y la
invalidez permanente total, que permite rehabilitarse para ejercer un nuevo empleo. Ambas
pensiones suman el 93% del total190 y su distribución por comunidades autónomas presenta
algunas diferencias significativas: las pensiones de invalidez permanente absoluta superan el
60% en Navarra, Canarias, Madrid y Murcia. A su vez, las pensiones de invalidez permanente
total superan el 50% en Galicia, Comunidad Valenciana, Cataluña, Baleares y Asturias.
Gráfico 16
PENSIONES DE INVALIDEZ CONTRIBUTIVAS
SOVI
Parcial
Absoluta
Total
Gran invalidez
L a
pro-
por-
ción de personas con alguna pensión contributiva de invalidez en relación al conjunto de la
población española era del 4,35% en 1996 (4,07 en 1990)191, con diferencias notables por
comunidades autónomas: los extremos son Murcia, con el 7,1%, y Madrid, con el 2,5%. De las
restantes comunidades, rebasan ampliamente la media Asturias, Galicia y Andalucía y están
bastante por debajo la Comunidad Valenciana, el País Vasco, Castilla-La Mancha y Navarra.
Salvo algunas excepciones y como ya ocurría con otros indicadores, las pensiones de invalidez
189
Concepto utilizado por algunos juristas para referirse a aquellas actividades que pueden desarrollar los
pensionistas de invalidez total absoluta o gran invalidez sin que ello suponga el ejercicio de una profesión u oficio.
190
Además de las cuatro pensiones citadas, está el SOVI, que cubre a 63.141 personas (3,7% de las
pensiones de invalidez) con una pensión media de 31.376 pts.
191
En el tramo de edad de la población activa (16-64 años) la prevalencia de personas con invalidez
contributiva en 1996 era del 1,38% para las mujeres y del 4,28 para los varones (en 1990 eran respectivamente del
1,45% y del 4,44%, lo que refleja que se han reducido casi un 4% en el último quinquenio).
135
tienden a estar más presentes en las regiones con menor volumen de renta y mayores tasas de
desempleo. De acuerdo con esto, cabe plantear la hipótesis de que las personas con discapacidad
de las regiones que tienen menos recursos se ven más inducidas a recurrir al sistema público de
pensiones a fin de compensar sus carencias económicas relativamente mayores.
Gráfico 17
PENSIONES DE INVALIDEZ CONTRIBUTIVAS EN 1996
POR SEXOS Y TRAMOS DE EDAD
250000
200000
150000
100000
50000
0
-25 25-29 30-34 35-39 40-44 45-49 50-54 55-59 60-64
Mujeres Varones
136
Cuando los perceptores de estas pensiones acceden a un empleo, queda en suspenso el
derecho a la prestación pero se recupera automáticamente si vuelven a la situación de desempleo
“sin que les sean computadas las rentas obtenidas a raíz de ese trabajo”192. De este modo los
legisladores tratan de incentivar la reinserción laboral de las personas con minusvalía que podían
ver en el acceso al empleo -con frecuencia precario- una amenaza para el cobro de la pensión. Por
otra parte, las pensiones no contributivas en general participan de la misma equivocidad jurídica
que las contributivas en cuanto a su compatibilidad con el ejercicio de actividades lucrativas193
...//..
192
Esta disposición se aplicó por primera vez en 1994 a los contratos de aprendizaje (Real Decreto 1/94
por el que se aprueba el texto refundido de la Ley General de Seguridad Social, art. 144, 1, d. Con posterioridad se
aplicó el mismo criterio a cualquier tipo de contrato de trabajo (Ley 13/96 de Medidas fiscales acompañatorias del
Presupuesto del Estado para 1997).
193
“Las pensiones de invalidez en su modalidad no contributiva no impedirán el ejercicio de aquellas
actividades, sean o no lucrativas, compatibles con el estado del inválido, y que no representen un cambio en su
capacidad de trabajo”. Real Decreto 1/94 por el que se aprueba el texto refundido de la Ley General de Seguridad
Social, art. 147.
137
Gráfico 18
PENSIONES NO CONTRIBUTIVAS
POR SEXOS Y TRAMOS DE EDAD
50
40
Miles de pensiones
30
20
10
0
-35 35-44 45-54 55-64
Mujeres Varones
194
No hemos incluido los casos de Melilla y Ceuta que, con 31 y 15 pensionistas no contributivos por 1.000
habitantes, dan las máximas prevalencias del estado español.
138
el nivel de renta de la unidad familiar195 y éstas lo tienen en cuenta, lo que hace prevalecer el
criterio del estado de necesidad objetivo de los perceptores sobre el criterio del derecho subjetivo
individual a contar con unos ingresos mínimos.
Además de las pensiones existen otras ayudas y prestaciones económicas que se dirigen
a las personas con minusvalía oficialmente reconocida. Entre ellas, destacan el subsidio de
movilidad y compensación por gastos de transporte, la asistencia sanitaria y prestación
farmacéutica, las ayudas para adaptar el puesto de trabajo o para adquirir determinados aparatos
(sillas de ruedas, audífonos, etc.), así como múltiples prestaciones y exenciones fiscales y de la
Seguridad Social orientadas a facilitar la inserción social y laboral del colectivo196.
----------
195
El subsidio de la LISMI estaba condicionado, en principio, al nivel de renta familiar pero, después de
un recurso judicial interpuesto por la FEAPS, pasó a considerarse un derecho ligado a la persona individual, al
margen del nivel de renta de su unidad familiar. Por esta vía accedieron al subsidio muchas mujeres y jóvenes sin
ingresos propios de familias acomodadas.
196
Ampliamos la información sobre este punto en el capítulo 11.
139
Segunda parte
LA INSERCIÓN SOCIAL DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD.
ESBOZO DE UNA CLASIFICACIÓN Y CLAVES INTERPRETATIVAS
A partir de los análisis realizados en la Primera parte, vamos a esbozar una clasificación
de los sistemas de inserción social y laboral que presentan en España las personas con
discapacidades en edad laboral (16-64 años). Se parte del supuesto de que tales trayectorias
configuran estilos de vida diferenciados, con vivencias y problemáticas específicas, que serán
objeto de profundización en posteriores apartados. Antes de presentar los sistemas de inserción,
definiremos los principales conceptos manejados en este capítulo.
197
En el caso de las personas con discapacidad, la inserción social trataría de romper con los modelos
tradicionales de confinamiento e institucionalización para dar paso a su socialización en “espacios ordinarios”
(escuela, trabajo, etc.).
198
Entre estos mínimos se incluiría un salario mínimo de inserción, categoría que ha sido ya aplicada con
criterios restrictivos en varios países (entre ellos España) y que algunos autores tratan de recuperar como “salario
universal lo más alto posible” creyendo que así se puede conseguir la “libertad real para todos”. Ver VAN PARIJS,
Ph., Libertad real para todos. Qué puede justificar al capitalismo (si hay algo que pueda hacerlo), Paidós,
Barcelona, 1996.
199
ROSANVALLON, P., “Une troisième crise de l’Etat Providence”, en Le Banquet, Nº 3, 1993; y IDEM,
“La revolución del derecho a la inserción”, en Debats, Nº 54, Valencia, 1995.
140
políticas de integración estaban animadas por la búsqueda de los grandes equilibrios, la
homogeneización de la sociedad a partir del centro. Proceden mediante directivas generales a
nivel nacional para promover el acceso de todos a la educación y a los servicios públicos, reducir
las desigualdades sociales y desarrollar y consolidar la condición salarial. En cambio, las actuales
políticas de inserción aparecen como contrapunto a las características anteriores. Obedecen a una
lógica de discriminación positiva: se fijan en poblaciones particulares de zonas singulares y
despliegan con ellas estrategias específicas. Esto lo hacen a partir de la constatación de que esas
poblaciones y zonas tienen menos y son menos: barrios marginales, familias mal socializadas,
jóvenes subempleados o inempleables, parados de larga duración... poblaciones que en la
coyuntura actual ya no son integrables”200. Según esto, la inserción es un paño caliente que se
aplica a las partes más dañadas del cuerpo social para mitigar su dolor; no se pretende erradicar
la enfermedad en su raíz (la desigualdad estructural) sino acotarla y evitar que contagie a las
partes sanas. Las políticas de inserción serían el reverso de las prestaciones del Estado de
bienestar, que perseguían el pleno empleo y la mejora de las condiciones de vida de toda la
población.
Por nuestra parte, vamos a utilizar el concepto de inserción en un sentido diferente, más
neutro y abierto que las dos posiciones anteriores. Entenderemos por procesos de inserción las
diversas formas -positivas o negativas, entre la inclusión y la exclusión- que las personas
encuentran para establecerse en la vida. Las dos teorías sobre la inserción a las que hemos
aludido, sobre las que existe actualmente un amplio debate, son más políticas que sociológicas,
al predefinir modelos concretos de realización como marco y horizonte de los hechos sociales que
se quieren investigar; nuestro abordaje del tema, más modestamente, sólo pretende registrar los
hechos en su diversidad tratando de explicar su génesis social y eventuales potencialidades.
200
CASTEL, R., Les métamorphoses de la question sociale, Fayard, Paris, 1995, págs. 418-419.
201
La exclusión vendría definida, no por el acceso precario a los derechos básicos (trabajo, prestaciones
sociales, etc.) sino por el no acceso (paro de larga duración y empleos sumergidos, personas sin techo o que no
cubren sus necesidades mínimas, etc.). La exclusión, en tal caso, afectaría a los ciudadanos “no incorporados a la
corriente de modernización de la sociedad española de los últimos 30 años” o bien a las víctimas del neoliberalismo
económico (underclass) y sería políticamente inaceptable ya que quebraría las bases del “contrato social” en una
sociedad democrática; sin embargo, la precariedad quedaría ideológicamente legitimada como resultado de las
diferencias legítimas que pueden tener lugar entre ciudadanos libres que tienen acceso a los mismos derechos
básicos. Ver GAVIRIA, M., LAPARRA, M. y AGUILAR, M., “Aproximación teórica al concepto de exclusión”,
en ÁLVAREZ URÍA, F. y otros, Desigualdad y pobreza hoy, Talasa, Madrid, 1995, pág. 133-200.
141
A continuación presentamos los principales ejes y características de las principales
trayectorias de inserción, que nos servirán de guía en el proceso de análisis. El Cuadro 7 recoge
sintéticamente los rasgos más destacados de nuestro planteamiento que luego pasamos a explicar.
Cuadro 7
LA INSERCIÓN COMO PROCESO INDIVIDUAL Y SOCIAL
INSERCIÓN SOCIAL
» Inclusión Exclusión º
dios, facilidades para conseguir alta cuali- aparecen subculturas y contraculturas margi-
ficación laboral, etc. nales, etc.
! Familia nueva: creada en buenas condi- ! Familia nueva: creada en condiciones defi-
ciones, tanto materiales como de cohesión cientes, tanto materiales como de cohesión
(Edad laboral)
entre los parientes. Trabajo doméstico entre los parientes. Sobrecarga de trabajo
Sistemas
facilitado por los recursos económicos, la doméstico, sin apoyos y eventualmente combi-
cooperación o la ayuda externa. nado con subempleos precarios.
! Familias de los hijos: proveen la aten- ! Familias de los hijos: deficiente atención a
ción y los cuidados que se precisan. los padres por la falta de medios y condiciones
favorables.
142
Eje individual: la inserción como itinerario biográfico
S Edad laboral: este período, en el que se centra el presente estudio, se caracteriza porque
el individuo despliega estrategias orientadas a conseguir independencia y reconocimiento
202
BATTAGLIOLA, F., BERTAUX-WIAME, I., FERRAND, M. E IMBERT, F., “Dire sa vie: entre trabail
et famille”, en BOUCHAYER, F. (Coord.), Trajectoires sociales et inégalités, o.c., pág. 327.
203
Nadie cuestiona que en esta etapa se configure la personalidad pero son muchas las teorías que tratan
de explicar los mecanismos y procesos concretos (psico-sociales) a través de los cuales se produce la socialización.
Una síntesis de estas teorías y una propuesta para una “teoría sociológica de la identidad”, que compartimos en sus
líneas básicas, puede encontrarse en DUBAR, C., La socialisation. Construction des identités sociales et
professionnelles, Armand Colin, París, 1996.
204
Colectivo Ioé ha estudiado la génesis histórica de las formas de socialización infantil en España en
Infancia moderna y desigualdad social, monográfico de la rev. Documentación Social, Nº 74, Madrid, 1989.
143
social como sujeto activo y capaz de desarrollar un proyecto de vida propio. Esto lo
consigue habitualmente instaurando una nueva familia y aportando trabajo doméstico
y/o extradoméstico para realizarse a sí mismo y sacar adelante a los hijos y demás
parientes que dependen de él. Lo más propio de esta etapa es el trabajo, pero entendido
en su sentido más amplio, como esfuerzo productor de bienes de cualquier tipo, para uno
mismo y/o para los demás205. En el contexto de una sociedad altamente mercantilizada,
como la nuestra, el tipo de trabajo más valorado es el remunerado, del que dependen los
ingresos y el nivel de vida de la familia. De ahí la importancia que tiene para la unidad
familiar no sólo acceder al empleo sino conseguir para sus miembros unas condiciones
de trabajo satisfactorias (contrato estable, salario suficiente, posibilidades de promoción,
etc.). El modelo de realización, en este caso, es también compartido por la generalidad
de la población, pero los resultados son muy desiguales: aunque la mayoría de las
personas se casa y funda una nueva familia, aproximadamente la mitad se excluye o es
excluida del mercado de trabajo remunerado en la edad adulta206; de quienes buscan
empleo, uno de cada cinco está en el paro y aquellos que lo consiguen se encuentran con
un mercado altamente fragmentado en el que las condiciones de trabajo y los salarios
están cada vez más polarizados207; por último, algunos colectivos , entre ellos las mujeres,
los jóvenes y las personas con discapacidad, padecen un plus de discriminación en
relación al resto de la población. En particular, las personas con deficiencias de tipo
psíquico acceden al matrimonio en una proporción mucho menor que la población general
y el acceso al mercado de trabajo remunerado es muy restringido para todos los tipos de
discapacidad. En consecuencia, las principales vías para obtener una relativa autonomía
y reconocimiento de las personas del entorno son encargarse del trabajo doméstico, salida
mayoritaria para las mujeres con discapacidad, y/o percibir pensiones, salida que “marca”
a la persona como “inválida” o jubilada anticipadamente debido a su deficiencia (si bien
contribuye a aliviar su situación en los casos más extremos).
S Ancianidad: esta etapa se inicia con la llegada de la edad de jubilación, momento que se
identifica socialmente con una posición de fragilidad y dependencia. Una reciente
encuesta de ámbito estatal confirmaba que “la imagen social de la vejez se sigue
asumiendo principalmente como deterioro: el 61% de la población española cree que el
205
Incluimos aquí los trabajos remunerados (regulares o irregulares) y los no remunerados (el trabajo do-
méstico y el trabajo social de carácter “voluntario”). Para una clasificación de los diversos tipos de trabajo, ver
CAPECCHI, V. y PESCE, A., “Si la diversidad es un valor”, en la rev. Debats, Nº 10, 1984, págs. 29-49.
206
La tasa de población activa en España apenas ha variado en los últimos años oscilando entre el 48% y
el 50% en función de la coyuntura económica.
207
Un estudio del Instituto de Estudios Fiscales, basado en la declaración de todas las rentas salariales du-
rante 1992, constataba que el 1,3% de los asalariados que tenían mayores ingresos percibían una masa salarial que
casi duplicaba la renta total del 27% de los asalariados menos retribuídos, cuyos ingresos estaban por debajo del
Salario Mínimo Interprofesional de aquel año. Según los autores de este estudio, entre los trabajadores menos
retribuidos se encontraba la mayoría de los empleados con contrato temporal, que representan en España en torno
al 35% de la fuerza de trabajo asalariada. Ver ANIDO, C., DÍAZ, C. y MELIS, F., “Nueva estadística de ‘Empleo,
Salarios y Pensiones en las fuentes tributarias, 1992’ y los estudios de desigualdad”, en Igualdad, boletín de la
Fundación Argentaria, Nº 11, Madrid, 1994.
144
principal signo de vejez es la incapacidad de valerse por sí mismo”208. En coherencia con
estas apreciaciones, las personas mayores tratan de asegurarse vías de inserción social
mediante diversos sistemas de cobertura y protección de riesgos, entre los que destacan
las propias rentas familiares (incrementadas eventualmente con el ahorro a lo largo de la
vida laboral), las pensiones y la solidaridad intergeneracional, a través de las familias de
los hijos. El sistema de pensiones de la Seguridad Social beneficia actualmente a más de
7 millones de personas, de las cuales 1,7 millones corresponden a personas con alguna
invalidez reconocida (730.000 con menos de 65 años). En cuanto al apoyo familiar, según
una reciente encuesta de ámbito estatal aplicada por el CIS, de las personas mayores de
65 años que reconocía necesitar ayuda de otras personas para realizar actividades de la
vida cotidiana (1,3 millones, 25% del colectivo), la propia familia era la que le
proporcionaba los cuidados necesarios en más del 80% de los casos, sobresaliendo la
colaboración de las hijas (43,5%), los cónyuges (21,7%), las nueras (7,5%) y, en cuarto
lugar, los hijos varones (5,8%)209.
En el plano social, la inserción de los individuos está condicionada por las coordenadas
institucionales e ideológicas presentes en cada época; en nuestro caso concreto, podemos
destacar la evolución de las pautas familiares y de los roles de género, las características de la
política laboral y del mercado de trabajo o la forma de entender y abordar la exclusión social
(sistemas de protección, etc.). Este ámbito constituye el “espacio-tiempo generacional”211 en
208
RODRÍGUEZ, P., “Las personas mayores en España. Un grupo social en transformación”, en
INSERSO/CIS, Las personas mayores en España. Perfiles, reciprocidad familiar, Instituto Nacional de Servicios
Sociales, Madrid, 1996, pág. 14.
209
Ver COLECTIVO IOÉ/INSERSO/CIS/INSTITUTO DE LA MUJER, Cuidados en la vejez. El apoyo
informal, Instituto Nacional de Servicios Sociales, Madrid, 1995, págs. 55-56. Los porcentajes citados se han
establecido sin considerar a las personas mayores de 65 años que están atendidas en residencias públicas o privadas
(165.000 plazas en 1995, lo que representa una ratio del 2,8% de la población anciana y el 12% del segmento que
reconoce tener necesidad del apoyo de otras personas).
210
Sobre los procesos de socialización primaria y secundaria, ver BERGER, P.L. y LUCKMANN, T.,
La construcción social de la realidad, Amorrortu, Buenos Aires, 1972, págs. 164-185. La socialización secundaria
tendría lugar en la etapa adulta, sobre todo a través de la inserción en el mercado de trabajo.
211
Expresión acuñada por E.H. ERIKSON en Adolescence et crise. La quête de l’identité, París, Flamma-
rion, 1972.
145
cuyo marco se construyen las trayectorias de inserción y se delinean las posibilidades de
inclusión o exclusión social de los individuos y las familias. En los próximos capítulos se abordan
monográficamente los contextos citados, por lo que aquí sólo haremos una breve referencia al
que incide más directamente en el objetivo del presente apartado: el mercado de trabajo.
Dentro del mercado de trabajo de nuestro país se pueden distinguir dos grandes sectores:
el primario y el secundario214. En el sector primario prevalecen los altos salarios, la seguridad
en el empleo y el estatus social elevado y en el secundario el empleo temporal, la baja
cualificación y las condiciones de trabajo precarias. Aunque a efectos de clasificación
mantendremos este esquema dual, conviene tener en cuenta que se trata de una simplificación
excesiva de la fragmentación de la fuerza de trabajo existente en España. Por consiguiente,
convendrá afinar el análisis teniendo en cuenta los diferentes segmentos dentro de cada sector
laboral y no estableciendo una separación rígida entre ambos sectores, como si entre ellos no
hubiera comunicación e intercambio. Aunque Piore plantea que tal rigidez es una característica
del mercado dual, nosotros pensamos que los intercambios son posibles, sobre todo entre los
segmentos peor situados o en declive del sector primario y los mejor situados del secundario. Una
forma de resolver esto consiste en dividir a la población trabajadora en tres segmentos, en lugar
212
La llamada escuela neoclásica insiste en la primacía de los agentes económicos individuales y en la
potencialidad del libre mercado; los institucionalistas ponen el acento en el peso de las instituciones colectivas, los
comportamientos reglados y las ideologías sociales; y los teóricos de la regulación consideran que la evolución de
la relación salarial sólo se comprende tomando en consideración las transformaciones del proceso de acumulación
de capital en los sucesivos períodos históricos. Para una visión de conjunto, ver MARSDEN, D., Mercados de
trabajo, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1994.
213
Entre los autores que tienen en cuenta esta orientación, ver MINGIONE, E., Las sociedades
fragmentadas. Una sociología de la vida económica más allá del paradigma del mercado, Ministerio de Trabajo
y Seguridad Social, Madrid, 1994; y VILLA, P., La estructuración de los mercados de trabajo. La siderurgia y la
construcción en Italia, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1990. Sobre el doble plano del concepto
de institución (instituido-instituyente), ver LOURAU, R., L’analyse institutionnelle, Minuit, Paris, 1970.
214
Esta distinción, establecida por Michael J. Piore, ha sido asumida en sus rasgos básicos por muchos
teóricos del mercado de trabajo y de la política social. Ver PIORE, M.J., “Dualism as a response to flux and
uncertainity”, en BERGER, S. y PIORE, M. J., Dualism and Discontinuity in Industrial Societies, Cambridge
University Press, New York, 1980, págs. 23-54.
146
de dos, como hacía un estudio elaborado para el Ministerio de Economía y Hacienda en 1988:
“Cabe afirmar que la población trabajadora en sentido amplio está formada por tres grandes
segmentos: un segmento que podríamos denominar primario, formado por los asalariados
regulares fijos a tiempo completo y los empleadores; un segmento intermedio, formado por los
demás asalariados regulares y por los autónomos regulares; y un segmento secundario o
marginal, formado por los asalariados ocasionales, los ayudas familiares y los autónomos
ocasionales”215. Desde un punto de vista descriptivo resulta interesante observar las diferencias
que establecía este estudio entre los tres segmentos aludidos:
S Los dos grupos que forman el segmento primario (empleadores y asalariados fijos)
comparten casi todas sus características: tienen unos ingresos elevados, trabajan
fundamentalmente en la industria y en los servicios, su antigüedad en el empleo es
relativamente grande, tienen posibilidades de promoción personal, su nivel de estudios
y las exigencias de cualificación son elevados y se consideran una clase social subjetiva
relativamente elevada. Además, su índice de irregularidad en relación con la Seguridad
Social es muy pequeño, siendo menor entre los asalariados fijos que entre los empleado-
res. En el año de aplicación de la encuesta (1986) se encontraban en el segmento primario
del mercado de trabajo 6 millones de trabajadores, de ellos medio millón como
empleadores y 5,5 millones como asalariados fijos a tiempo completo (entre ambos
representaban el 50% de la población ocupada y el 42% de los activos).
S En lo que se refiere al segmento intermedio, existe una mayor diversidad entre los dos
grupos que lo componen: los autónomos regulares tienen mayor presencia en la
agricultura y los asalariados eventuales en la construcción y los servicios. En relación a
los ingresos, sus niveles son inferiores a los del sector primario, aunque superiores a los
del secundario. Las cualificaciones requeridas son claramente inferiores a las del sector
primario (siendo especialmente bajas en el colectivo de autónomos regulares). En lo que
se refiere a la antigüedad en el empleo, la de los autónomos regulares es semejante a la
del sector primario mientras es claramente inferior entre los asalariados no fijos. Por
último, en lo que se refiere a la irregularidad con respecto a la Seguridad Social,
presentan unos índices superiores a los del sector primario e inferiores a los del
secundario. En esta situación intermedia se encontraban 3,2 millones de trabajadores
(27% de la fuerza de trabajo ocupada y 23% de la población activa).
215
MURO, J., RAYMOND, J.L., TOHARIA, L. y URIEL, E., Análisis de las condiciones de vida y trabajo
en España, Secretaría de Estado de Economía del Ministerio de Economía y Hacienda, Madrid, 1988, pág. 98.
147
A los anteriores datos habría que añadir otros tres sectores en edad laboral: 2,3 millones
de estudiantes, algo más de 6 millones de trabajadores domésticos que no tenían empleo
remunerado216 y casi un millón de personas jubiladas anticipadamente o con pensión de invalidez.
En el primer caso (estudiantes) se trata de personas que se están preparando para trabajar por lo
que en cierto sentido forman parte del mercado de trabajo (empleados potenciales en fase de
aprendizaje). En el segundo caso (“amas de casa”) se desarrolla un trabajo efectivo que produce
bienes y servicios para el consumo directo de las familias pero que no está mediado monetaria-
mente sino que obedece a otra forma de intercambio: la reciprocidad. Por último, en el caso de
los prejubilados y pensionistas de invalidez se trata de personas apartadas de su empleo por
diversas circunstancias pero que participan en la vida económica como consumidores a través de
las percepciones que reciben; en este caso prima el principio de redistribución como forma de
intercambio.
4.2. Principales modelos de inserción de las personas con discapacidad en edad laboral
Las pensiones cubren actualmente a algo más de un millón de personas con discapacidad
en edad laboral. Son el sistema más frecuente y característico entre el colectivo que estudiamos,
con dos tipos netamente diferenciados desde el punto de vista de la inserción social: las pensiones
contributivas, que se otorgan como un derecho de los trabajadores que han cotizado, y las no
contributivas que se conceden como ayuda social y que, debido a su baja cuantía, sólo permiten
subsistir en la precariedad a cerca de 300.000 personas.
216
Como ya se sabe, las estadísticas oficiales del mercado de trabajo consideran el trabajo doméstico,
desarrollado mayoritariamente por mujeres, dentro del epígrafe de “población económicamente inactiva”.
217
Estimación hecha tras añadir al volumen de ocupación detectado en la Encuesta de 1986 (553.000 em-
pleos) los puestos de trabajo creados en las diversas formulas de empleo protegido (unos 45.000).
148
de inserción en la precariedad (más o menos próximos al polo de la exclusión). En cuanto a las
diversas formas de empleo protegido, se trata de un segmento laboral que ha experimentado un
incremento considerable en los últimos años (hasta 76.000 plazas entre Centros Ocupacionales,
Especiales de Empleo y venta del cupón) y cuyas características específicas aconsejan un
tratamiento diferenciado de los dos sectores antes aludidos.
Como valoración más general de los tres principales sistemas de inserción del colectivo,
hay que destacar que la mayoría dispone de alguna vía para conseguir autonomía y reconocimien-
to como personas adultas en el marco de su unidad familiar, ya sea a través del trabajo (doméstico
y extradoméstico) o mediante algún sistema de cobertura de riesgos (pensiones contributivas y
no contributivas). Sin embargo, el peso que tienen estos tres sistemas ofrece un cuadro muy
diferente al de la población general. Mientras para ésta el trabajo remunerado era el sistema más
frecuente y valorado, sólo accede a él un 20% de las personas que son objeto de nuestro estudio
y, además, con una fuerte discriminación en base al género (10% las mujeres y 30% los varones);
por el contrario, el sistema de pensiones de invalidez es utilizado por el 43% del colectivo
afectado mientras para la población general apenas estaba presente. Por último, el trabajo
doméstico tiene también un gran peso como vía de inserción para las personas con discapacidad
y afecta casi exclusivamente a las mujeres (el 61% se reconocían como “amas de casa” en 1986).
Aparte los tres sistemas de inserción anteriores, están las personas con discapacidad en
situación de paro estricto y de paro encubierto (tras el trabajo doméstico y el sistema de
pensiones). Aunque no podemos precisar su número, todas las estimaciones apuntan que su
proporción es superior a la de la población general, si bien son relativamente pocos los que se
inscriben en el INEM. Evidentemente en tales casos se trata de una forma de exclusión social de
una parte del colectivo, al menos desde el punto de vista de su derecho a realizarse como
trabajadores. El análisis de las personas con discapacidad en paro lo realizaremos como un
componente del sector secundario del mercado de trabajo, una de cuyas características es
precisamente la de atravesar fases sucesivas de empleo temporal y de desempleo. De hecho, el
temor/amenaza del paro actúa como freno de las reivindicaciones laborales y contribuye como
motivación negativa a disciplinar la fuerza de trabajo: el parado, para dejar de serlo, acepta un
empleo precario pero, una vez conseguido éste, la amenaza de volver al paro le impide adoptar
posiciones de fuerza para reclamar sus derechos y organizarse sindicalmente, etc.
218
Todos los datos que aportamos en este capítulo se basan en las fuentes estadísticas y los estudios que
hemos manejado en la Primera parte, o bien son estimaciones aproximadas obtenidas a partir de información
disponible. Muchos datos se podrán actualizar cuando se aplique la segunda Encuesta sobre Discapacidades,
Deficiencias y Minusvalías, que estaba prevista para 1997 pero ha sido aplazada por el momento.
149
Gráfico 19
SISTEMAS DE INSERCIÓN SOCIAL DE LAS PERSONAS
CON DISCAPACIDAD EN EDAD LABORAL
El trabajo remunerado es para la población general en edad laboral el uso del tiempo más
valorado, ante todo porque es la principal fuente familiar y personal de ingresos y de acceso al
consumo, pero también porque puede ser ocasión de satisfacción profesional y de reconocimiento
por parte de las demás personas. Sin embargo, el tiempo de trabajo remunerado, aparte la
fragmentación y los desequilibrios que ya hemos constatado, se reparte entre la población
española con gran desigualdad. Menos de la mitad de la población en edad laboral tiene una
ocupación remunerada (46% según la Encuesta de Población Activa); de ellos, la inmensa
mayoría tiene jornada completa de trabajo y son más de la mitad los que sobrepasan las 40 horas
semanales prescritas por la legislación vigente (51% entre 40-49 horas y 12% más de 50 horas).
En el extremo contrario, hay 3 millones de personas que buscan empleo, a los que habría que
añadir otros tres millones de inactivos que se incorporarían al mercado si tuviesen expectativas
de encontrarlo, etc.
Las personas con discapacidad en edad laboral también valoran muy positivamente el
trabajo remunerado pero los contrastes señalados para la población general se reproducen y
amplían en este caso, sobre todo porque el trabajo extradoméstico sólo es vía de realización para
dos de cada diez personas en edad laboral. Las trayectorias laborales de este resto “privilegiado”
son, además, muy heterogéneas y las podemos agrupar atendiendo a la posición que ocupan en
150
el sector primario y secundario del mercado de trabajo ordinario. Aparte aludiremos a los casos
que se acogen a las principales fórmulas de empleo protegido.
151
es decir, sin utilizar los apoyos legales que podrían derivarse de su discapacidad; en menor
proporción, otros utilizan estos apoyos extraordinarios (acceso al empleo a través de la cuota de
reserva del 2%, subvenciones y bonificaciones, etc.); por último, algunos deben su estatus laboral
privilegiado a la estrategia de protección desplegada por su familia o por otras instituciones de
su entorno.
Se ubican aquí, según la EDDM-86, cerca de medio millón de personas con discapacidad
que podemos agrupar en dos grandes grupos: los empleados precarios (unos 275.000) y los
parados (al menos 200.000). Ambos grupos representan aproximadamente dos tercios de las
personas activas con discapacidad captadas por la citada encuesta pero, si tenemos en cuenta las
estimaciones de empleo sumergido y paro encubierto hechas en el capítulo 3, el número de
empleados precarios aumentaría en un 50% (80.000 hombres y 60.000 mujeres más) y el paro
encubierto en un 200% (70.000 hombres y 330.000 mujeres). De este modo, el volumen total de
individuos con discapacidad en el sector secundario superaría ligeramente el millón de personas,
que se encontrarían en una situación laboral vulnerable debido a su posición precaria o marginal
dentro del mercado de trabajo. A continuación describimos por separado las características
generales que presentan los dos segmentos a los que hemos aludido:
1) Ocupados precarios: la mayoría de los captados por la EDDM-86 (unos 175.000) son
asalariados no cualificados, de ellos tres cuartas partes en el sector servicios y en la
industria y una cuarta parte jornaleros agrarios; otros 50.000 aproximadamente, son
trabajadores autónomos sin cualificación y con escasa infraestructura económica, que no
asegura su continuidad laboral; por último una franja de al menos 50.000 personas se
sitúa en los márgenes de la vida laboral, sobre todo como “ayudas familiares” y
trabajadores ocasionales. A esta cifra habría que añadir la estimación de unos 140.000
empleos sumergidos, que serían opacos a los sistemas normales de encuestación.
Aunque en este colectivo de ocupados precarios los varones son más numerosos que las
mujeres (proporción de 2/1), éstas prevalecen en términos relativos. Lo mismo ocurre con
las personas con minusvalía cuya proporción en este sector precario es mayor que el del
conjunto de personas con discapacidad. Por tipos de deficiencia, la mayor frecuencia
relativa es de las afecciones psíquicas y mixtas, que se concentran mayoritariamente en
estos empleos menos cualificados y con peores condiciones de trabajo. Prevalecen así
mismo los casos de personas con deficiencias congénitas o surgidas en la infancia que
luego han tenido escasa escolarización y baja o nula formación profesional.
Para acceder al empleo estas personas han utilizado tanto las redes familiares o de
conocidos locales como las ayudas que ofrecen la administración o entidades particulares.
Menos habitualmente ha prevalecido la estrategia de normalización, tratando de acceder
al empleo en las mismas condiciones que los trabajadores sin discapacidad.
152
2) Parados: algo más de 200.000 personas con discapacidad se definían desde el punto de
vista de la actividad como buscadores de empleo en 1986, a los que habría que añadir la
estimación de una bolsa de paro encubierto de otras 400.000 personas. Si tenemos en
cuenta que el año 1986 se encontraba al final de un ciclo recesivo, a diferencia de la
situación actual, que la tasa de paro de la población española sigue siendo muy alta y que
es probable que entre las personas con discapacidad hayan aumentado los activos219,
cabría deducir que la proporción de parados del colectivo sería mayor actualmente.
La mayoría de los parados estrictos registrados en 1986 eran varones (165.000) si bien
hay que tener en cuenta la existencia de una amplia bolsa de paro encubierto femenino
entre las trabajadoras domésticas -solteras, casadas y viudas- que desean tener un empleo
remunerado pero que no lo buscan porque tienen pocas probabilidades de encontrarlo.
El paro es relativamente mayor entre los jóvenes con baja cualificación académica y
preparación profesional, siendo muy pocos (entre el 10 y el 30% dependiendo de las
regiones) los que asisten a cursos de formación ocupacional.
Por tipos de discapacidad, el desempleo está más presente en términos relativos entre las
personas con discapacidad psíquica, si bien en términos absolutos son los pacientes de
deficiencias físicas y sensoriales los más afectados. La excepción en este caso la
constituyen los ciegos afiliados a la ONCE para quienes el paro prácticamente no existe;
sin embargo, su volumen total sólo representa el 10% de los afectados por discapacidades
sensoriales y el 3% de quienes tienen alguna discapacidad entre 15 y 64 años.
219
Según la EDDM-86 sólo buscaba activamente empleo el 2,9% de las mujeres con discapacidad en edad
laboral y el 12,7% de los varones.
220
Ver capítulo 3.3.
153
Los Centros Ocupacionales presentan una heterogeneidad interna considerable por lo que
es difícil hacer generalizaciones. No obstante, a partir de los datos disponibles, se puede afirmar
que el paso por estos centros sólo facilita la inserción laboral y familiar normalizada a un sector
menor de los usuarios, que logran pasar a Centros Especiales de Empleo o al mercado ordinario
y a veces consiguen formar una familia independiente. Sin embargo, la mayoría se estabiliza en
los Centros Ocupacionales o los abandona para volver con sus parientes. En estos casos, los
Centros pueden representar un mal menor para ellos y para sus familias (un lugar de espera o
entretenimiento), pero desde luego quedan muy lejos del ideal de realización de los derechos
laborales por los que tales Centros fueron creados.
En cuanto a los Centros Especiales de Empleo, la mayoría de los usuarios son varones con
deficiencias psíquicas de origen congénito o infantil y bajo nivel de cualificación escolar y
profesional. Las condiciones de trabajo en los Centros Especiales de Empleo se pueden
considerar como un híbrido entre el sector primario y el sector secundario: en la medida que
dependen de las subvenciones de la administración, son empleos que gozan de determinadas
ventajas como la inclusión en la Seguridad Social y la contratación estable (a los tres años), así
como de apoyos profesionales extraordinarios que difieren de unas a otras comunidades
autónomas; en cambio, otras características les asimilan al sector secundario como la baja
cualificación (casi todos tienen la categoría de peones) y los bajos ingresos (suelen percibir el
salario mínimo, al que se añade un 2,5% por cada trienio trabajado). La estrategia que parece
prevalecer entre los profesionales que dirigen los Centros Especiales de Empleo y entre las
familias de los trabajadores (a través de las redes asociativas vinculadas al colectivo) es la de
protegerles de la competitividad laboral que existe en el mercado laboral ordinario. En menor
proporción, otros centros adoptan un planteamiento más abierto al mercado y que prima más la
competencia y la orientación empresarial.
Dentro del mercado protegido se pueden incluir también los vendedores del cupón de la
ONCE (unos 21.000), en la medida que dicho empleo se basa en un monopolio otorgado por el
Estado. La venta del cupón proporciona estabilidad laboral y unos ingresos variables pero, en
todo caso, muy superiores a los que se perciben en los Centros Especiales de Empleo; esto induce
a la mayoría de los ciegos de origen congénito e infantil (y también a una parte de los
sobrevenidos en edad laboral) a emplearse como vendedores del cupón, limitando el desarrollo
de otros posibles perfiles profesionales.
221
“En la actualidad los Centros Especiales de Empleo perciben como una amenaza para su organización
productiva la marcha de trabajadores ya entrenados, razón por la que no potencian su salida hacia el mercado laboral
ordinario”. CONSEJO ECONÓMICO Y SOCIAL, Informe sobre la situación del empleo de las personas con
discapacidad y propuestas para su reactivación, o.c., pág. 38. Para evitar este problema, el CES propone incentivar
económicamente tanto al Centro Especial de origen como a la empresa ordinaria de llegada al producirse los
traspasos.
154
4.4. Sistemas basados en el trabajo doméstico
El trabajo doméstico en el seno de la unidad familiar es una de las vías que más utilizan
los adultos de la población general, sobre todo las mujeres, para sentirse productivos y obtener
reconocimiento de las personas de su entorno222. Se puede considerar incluso que, pese a no
percibir una contrapartida monetaria, el trabajo doméstico puede ser fuente de autonomía y
desarrollo personal cuando responde a un proyecto compartido de pareja o de familia donde otra
u otras personas aportan el trabajo extradoméstico remunerado. No obstante, a pesar de que el
trabajo doméstico se considera necesario para la reproducción de la sociedad, su ejercicio goza
de poco prestigio y la imagen de las “amas de casa” o de las “marujas” (por aludir a dos
expresiones populares con connotaciones sexistas) está muy extendida, desvalorizando las tareas
que se realizan en el seno del hogar. Esto explica la tendencia de las últimas generaciones de
mujeres a trabajar fuera de casa223, aún cuando ello les suponga con frecuencia un exceso de
trabajo y el consiguiente estrés (la llamada “doble jornada”) debido a la escasa implicación del
marido y de los hijos. Así mismo, la poca valoración de las tareas domésticas se manifiesta en
el deseo que tienen muchas “amas de casa” de llegar a tener un empleo remunerado, aunque la
mayoría no lo busca activamente por diversas circunstancias224.
En este contexto, resulta significativo que la mayoría de las mujeres con discapacidad
encuentre como vía de realización principal el trabajo doméstico (seis de cada diez aproximada-
mente, según la EDDM-1986) mientras tan sólo un 10% tiene acceso a un empleo remunerado.
Resulta evidente que si la población con discapacidades en general tiene difícil la incorporación
al mercado de trabajo, las mujeres en particular lo tienen mucho más; del mismo modo, parece
claro que la mayoría de las mujeres con discapacidad se ven abocadas a relizarse como personas
adultas en el tipo de actividad menos gratificante y valorado socialmente.
Forman este colectivo unas 200.000 mujeres, prevaleciendo entre ellas las que tienen
deficiencias psíquicas o mixtas y, en segundo lugar, las que tienen afecciones sensoriales más
graves. La mayor parte tiene menos de 45 años (120.000) y su deficiencia es de origen congénito
o infantil. Las restantes 80.000 tienen entre 45 y 64 años y representan los casos más claros de
enquistamiento en el hogar paterno o de otros familiares.
222
Según una encuesta sobre usos del tiempo aplicada en 1991, las mujeres ocupaban en tareas domésticas
un promedio de 7,5 horas diarias y los varones 1,5 horas (casi cinco veces menos). CIRES, La realidad social de
España, 1990-91, coedición de Fundación BBV, Bilbao Bizcaia Kutxa y Caja de Madrid, Bilbao, 1992.
223
Según la Encuesta de Población Activa, las mujeres españolas casadas entre 25 y 44 años han duplicado
con creces su tasa de actividad en los últimos 20 años, pasando del 22% a algo más del 50%.
224
Según una encuesta del CIS de 1990, el 14% de las mujeres que se dedicaban con exclusividad al trabajo
doméstico estaba buscando empleo, pero las que lo echaban de menos eran el 53%. Si ambos grupos de mujeres se
incorporaran a las estadísticas de parados, éstos aumentarían en casi tres millones. Ver CRUZ, P. y COBO, R., Las
mujeres españolas: lo privado y lo público, CIS, Madrid, 1991, págs. 67-69.
155
A la escasa cualificación académica se une la falta de expectativas laborales extradomésti-
cas lo que, a su vez, es producto de tres condiciones que se refuerzan mutuamente: su condición
de mujeres en el marco de la vida familiar (que las induce a realizar el rol de “amas de casa”);
tener una discapacidad que limita sus posibilidades de autonomía y relación social, en especial
con personas del otro sexo; y sufrir los efectos de una tasa de paro femenina muy elevada en la
población general que les vuelve más difícil competir con garantías de éxito en el mercado
abierto.
Por lo que se refiere al trabajo extradoméstico, se dan tres situaciones cuya frecuencia no
es posible estimar en base a la documentación existente: en primer lugar las que no tienen
aspiraciones de encontrar un empleo extradoméstico; en segundo lugar las que tienen
aspiraciones, de las cuales sólo una porción pequeña lo busca activamente y otra porción más
pequeña está registrada como parada; y en tercer lugar las que de hecho están trabajando fuera
de casa, además de ejercer el trabajo doméstico (este bloque está contabilizado en el apartado de
personas con trabajo remunerado).
Una parte menor de las trabajadoras domésticas casadas, sobre todo las de posición
económica más precaria, recibe una pensión no contributiva, que se incrementa en los casos de
viudedad debido a la correspondiente pensión del marido.
Las pensiones proporcionan a sus perceptores unos ingresos que, sumados a veces a otras
rentas laborales, contribuyen a hacerles acreedores del reconocimiento y la atención de las
personas de su entorno (normalmente la propia familia). Para la población general la percepción
de una pensión se asocia con la edad de jubilación, momento que se identifica, como ya hemos
visto, con el deterioro de la salud y la necesidad de cuidados por parte de otras personas. En el
caso de los sujetos con discapacidad en edad laboral perceptores de pensiones, éstas contribuyen
indudablemente a mejorar sus condiciones de vida pero, al remitir directamente a la fragilidad
o invalidez del sujeto, tienden a reforzar en ellos el estatus de dependencia con el consiguiente
peligro de cronificación. Esta situación no tendría mayores repercusiones si afectara sólo a las
225
Esta tasa de viudedad es tres veces superior que la de las mujeres de la población general con menos
de 65 años.
156
personas con discapacidades muy graves, impedidas de desarrollar cualquier tipo de trabajo; sin
embargo, se trata de la vía de inserción social más utilizada, que afecta a más de un millón de
personas con discapacidad en edad activa y que probablemente representa en algunos casos
(cuando se tiene o se puede tener un trabajo remunerado) una utilización abusiva de los recursos
del Estado (que dedica a pensiones de invalidez de personas en edad laboral unos 850.000
millones de pesetas anuales)226.
Dentro del colectivo de pensionistas con discapacidad menores de 65 años, tal como
hemos expuesto en el capítulo 3, se distinguen dos segmentos principales: los perceptores de
pensiones contributivas (730.000 en 1996, de ellos el 75% varones) y los que reciben alguna
modalidad de pensión no contributiva (280.000 en el mismo año, el 65% mujeres). Estos últimos
por definición no pueden realizar trabajos remunerados, salvo en la economía sumergida, ya que
entonces dejarían de ser acreedores a la pensión. En cuanto a los pensionistas contributivos,
podemos distinguir entre aquellos que se han rehabilitado laboralmente y los que han optado por
no volver a trabajar de forma remunerada o consideran que no pueden hacerlo.
Probablemente el deseo de trabajar varía en función de la edad (los más jóvenes buscarán
más) y del grado de cualificación laboral (a más cualificación mayores expectativas de mejorar
su situación al conseguir un empleo), pero también del grado de necesidad económica de la
unidad familiar, por ejemplo los casos de viudas con hijos a su cargo o las familias con muy bajos
ingresos o gastos elevados, etc.
Incluimos aquí a los perceptores de pensiones que han renunciado a rehabilitarse para su
antigua profesión o para otra nueva, en unos casos por la dificultad objetiva que presenta la
discapacidad y en otros, probablemente, como efecto indirecto de haber obtenido la pensión y
considerar suficientes los ingresos económicos que ella reporta.
226
Cifra estimada por nosotros a partir de los datos de la Seguridad Social y del IMSERSO correspondien-
tes a 1996. Si se añaden a esta cifra las pensiones de invalidez de las personas mayores de 65 años (en otros países
computadas más propiamente como “pensiones de jubilación”), la cifra resultante llegaría a 1,6 billones de pesetas.
157
En el primer caso (personas con dificultad objetiva para trabajar) se encuentra con toda
seguridad una parte importante -que no podemos precisar por falta de información al respecto-
de las 400.000 personas menores de 65 años con pensión de gran invalidez y de invalidez
absoluta. Este colectivo queda fuera del ámbito de la presente investigación, en principio, ya que
su perfil desde el punto de vista de la inserción laboral está claramente delimitado, si bien es
preciso tenerlo en cuenta a efectos de contextualización.
En el segundo caso (personas que han optado por no trabajar, aunque pudieran hacerlo)
está probablemente relacionado con la creciente competitividad del mercado de trabajo y
podemos suponer que se da más frecuentemente entre los trabajadores del sector secundario,
debido a las precarias condiciones laborales que se dan en ese sector. En este sentido, la renuncia
a trabajar se daría menos en las ocupaciones cualificadas y mejor remuneradas del sector
primario.
El empleo del tiempo libre por parte de los pensionistas sin empleo remunerado pueden
ocuparlo de diversas maneras, entre ellas el trabajo doméstico (más frecuente con toda
probabilidad entre las mujeres), el trabajo social voluntario (por ejemplo, personas implicadas
en asociaciones del propio colectivo de discapacitados), el ocio, etc.
Pensiones no contributivas
Las pensiones no contributivas de invalidez (que llegan en sus diversas formas a 182.000
mujeres y 98.000 varones menores de 65 años) están condicionadas a tener un certificado de
minusvalía igual o superior al 65% y demostrar que ni el solicitante ni su familia disponen de
recursos suficientes para vivir227. Estas prfestaciones no pretenden que el perceptor de la
prestación acceda a los estándares de vida normalizados de la población sino, más modestamente,
asegurarle unos ingresos mínimos de supervivencia (inserción en un nivel de vida precario,
próximo a la exclusión).
Como ocurre en otros casos similares, se trata de una ayuda que puede tener efectos
perversos desde el punto de vista laboral, sobre todo en los sectores sociales más precarizados.
En la medida que el perceptor de la prestación o los parientes que viven con él pretendan acceder
a un empleo que incremente la renta familiar, ello implica automáticamente dejar de percibir la
pensión. Pese a la baja cuantía de ésta228, la ayuda goza de una regularidad que no es precisamen-
te la norma de los empleos habituales en el sector secundario del mercado de trabajo. En
consecuencia, es fácil entender que la pensión desincentive la búsqueda de empleo o, más
probablemente, que alimente la oferta de mano de obra irregular.
227
La renta familiar no puede superar unos topes que dependen del número de miembros del hogar y que
son fijados anualmente por el gobierno. En el caso excepcional del subsidio de garantía de ingresos mínimos de la
LISMI, ya señalamos que su concesión no estaba condicionada al nivel de renta familiar.
228
En 1997 eran 14 pagas de 36.510 pesetas mensuales, más un complemento del 50% en el caso de acre-
ditar un grado de minusvalía superior al 75% y necesitar el concurso de otra persona para realizar los actos
esenciales de la vida.
158
----------
159
5. POSICIONES IDEOLÓGICAS EN TORNO A LA INSERCIÓN
Hasta ahora, en los cuatro primeros capítulos, nos hemos limitado a describir los
principales perfiles de las personas con discapacidad en España, en especial la información
disponible sobre sus formas e itinerarios de inserción en el período de edad laboral (16-64 años).
Tales itinerarios presentan tres modalidades básicas (el trabajo remunerado, el trabajo doméstico
y las pensiones) pero internamente encierran una amplia gama de diferencias que da lugar, como
hemos visto, a situaciones muy heterogéneas. Precisamente el objetivo que perseguíamos en esta
investigación era profundizar en esas trayectorias hasta descubrir los procesos que están
implicados en su génesis social (nivel explicativo). A este nivel vamos a dedicar éste y los
próximos capítulos.
Las diversas formas de inclusión y exclusión de las personas con discapacidad no son
fruto del azar sino que responden a procesos sociales concretos sobre los que se puede intervenir:
por una parte, están las estrategias desplegadas por los agentes presentes en cada caso, ya se
trate de los propios afectados y sus familiares o de los amigos y vecinos, educadores y
profesionales que les han atendido, empleadores y compañeros de trabajo, etc.; por otra, hay que
contar con las condiciones del contexto social en las que tuvo lugar su socialización y su
posterior incorporación a la vida adulta. Ambos procesos están estrechamente relacionados entre
sí y a ellos dedicaremos la tercera y la cuarta parte del presente estudio. En cierto modo, el
análisis sigue el camino inverso de lo que ocurre en la práctica, al fijarnos primero en los efectos
o resultados y después en los procesos sociales que los han originado, cuyo rastro frecuentemente
se pierde cuando se adopta una visión plana y acrítica de la realidad social (ver Esquema 2).
Esquema 2
EL NIVEL IDEOLÓGICO COMO MEDIACIÓN ARTICULADORA
DE LOS PROCESOS SOCIALES
Delimitación
del colectivo ´ Ideologías socia- '
Estrategias desplegadas
por las personas implicadas
(Capít. 1-3)
´ les
en torno a la
(Capít. 6-8)
En este capítulo vamos a avanzar algunas claves de lectura que nos han servido para
articular tanto las estrategias de las personas implicadas como la orientación de las instituciones
más influyentes del contexto social. En realidad, aunque las presentamos en primer lugar, estas
160
claves las hemos ido elaborando a medida que avanzaba el trabajo de interpretación, en un
esfuerzo por dar sentido a los discursos particulares recogidos229 y al papel desempeñado por los
dispositivos institucionales que han estado presentes en las trayectorias de inserción (en especial,
la familia y las redes asociativas, la política social y los agentes económicos). Se trata de un
esquema teórico que pretende establecer las posiciones ideológicas básicas a partir de las cuales
se pueden explicar los planteamientos, actitudes y pautas de comportamiento de los agentes
presentes en el proceso (personales o institucionales). Esto inevitablemente simplifica la realidad,
que es siempre más compleja que cualquier teorización, pero a la vez nos permite superar una
visión estrecha, casuística o meramente descriptiva de los asuntos abordados.
En nuestra opinión, la discursividad social forma siempre parte de los procesos sociales
concretos que se producen en contextos espacio-temporales determinados: “los discursos sobre
la sociedad son elementos esenciales en la reproducción de los procesos sociales: forman parte
de las estructuras de esos procesos, de las relaciones sociales mismas”230. Y esto influye tanto en
las estrategias de inserción desplegadas por las personas con discapacidad como en la orientación
y el papel jugado por los diversos agentes e instituciones. Precisamente a través de la recogida
y análisis de los discursos sociales, mediante las técnicas cualitativas del grupo de discusión y
la entrevista abierta (historias de vida), la función del sociólogo -como la del historiador- se
reduce a relacionar la orientación ideológica de los discursos con la génesis y evolución de los
procesos sociales.
El papel jugado por las ideologías ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia de
la sociología, si bien las orientaciones han sido muy diversas según los autores231. Nosotros nos
separamos expresamente tanto de la interpretación marxista en su versión althusseriana como de
la funcionalista representada por Parsons232, para adoptar una perspectiva más abierta y dialéctica:
las ideologías son esquemas interpretativos en los que cristalizan sus percepciones del mundo
los diversos sectores sociales; cada posición ideológica supone un modo recurrente y articulado
de pensar la realidad, con los consiguientes efectos prácticos de conformación social
(impregnación de valores específicos, asignación de identidad social, etc.). Las ideologías están
en continuo proceso de intercambio y transformación tratando de ocupar cada una el mayor
229
Este material está formado por 11 grupos de discusión, 3 grupos focalizados y otros 3 de contraste, 18
historias de vida de diferentes itinerarios de inserción en tres hábitats diferenciados y según tipos y grados de
discapacidad, y un centenar de entrevistas a agentes significativos de los contextos sociales (ver introducción
metodológica a la Tercera parte y Anexos).
230
PIZARRO, N., Metodología sociológica y teoría lingüística, Alberto Corazón, Madrid, 1979, pág. 198.
Este autor define la ideología como una matriz socialmente articulada de discursos que sirve de mediación entre
las conciencias particulares (subjetivas) y los procesos sociales (objetivos).
231
El tema ha sido trabajado por los clásicos de la sociología, como Marx , Weber o Parsons, y sigue
siendo un asunto de debate en la actualidad. Para obtener una perspectiva histórica de este proceso, ver CHATELET,
F. (Dir.), Histoire des idéologies, Hachette, Paris, 1978, 3 tomos; LEFORT, C., Les formes de l’histoire, Gallimard,
Paris, 1978; y THOMPSON, J.B., Ideology and modern culture, Stanford University Press, Stanford, 1990.
232
Desde prismas opuestos estas dos versiones tienen en común que resaltan la importancia central de una
ideología dominante que es expresión y vehículo de manipulación de los intereses de la clase dominante (Althusser)
o un conjunto de dispositivos culturales y patrones culturales que preexisten a los individuos y permiten la
integración del sistema social (Parsons). Ver ABERCOMBIE, N., HILL, S. Y TURNER, B.S., La tesis de la
ideología dominante, Siglo XXI, Madrid, 1987.
161
espacio social posible, de ahí la confrontación y las negociaciones que se producen entre ellas
en sus esfuerzos por imprimir su sello en los sistemas normativos y en las instituciones vigentes
de cada época.
En cuanto a nuestro cuadro teórico, sólo es una aproximación -siempre discutible- a esas
ideologías sociales en el actual contexto de la sociedad española y tratando de articular las
posiciones diferenciadas que hemos captado a lo largo del proceso de investigación. Para
construir esos discursos o posiciones ideológicas, se han escogido aquellos rasgos, dimensiones
y valores que parecían más centrales en el tema que nos ocupa y se han ordenado de acuerdo con
sus diferencias y contraposiciones.
Nuestro cuadro recoge cuatro posiciones o matrices ideológicas básicas233 en cuyo campo
de polaridades lógicas cabe inscribir la práctica totalidad de discursos en torno a la inserción
social de las personas con discapacidad (ver Cuadro 8). El cuadro se inspira en las propuestas
teóricas de la escuela cualitativa madrileña234, que tratan de dar cuenta de la multidimensionali-
dad de discursos existentes en la sociedad española actual, superando el esquema bipolar
“tradición-modernidad” según el cual la modernización se presentaría como un proceso gradual
y continuo, capaz de disolver las resistencias tradicionales y expandir las potencialidades de un
orden social basado en la “racionalidad” (el progreso). Este esquema bipolar, al enfocar los
procesos sociales de manera unidimensional, no deja espacio a eventuales transformaciones del
modelo de sociedad, que ya estaría en el bueno camino; el cuadro que proponemos, en cambio,
trata de recuperar la existencia de orientaciones ideológicas plurales y dialécticamente
contrapuestas, aún cuando unas estén más presentes que otras en la sociedad española actual.
..//..
233
Los conceptos escogidos para referirnos a las cuatro posiciones (adscriptiva, integrada, competitiva y
emancipatoria) no recogen suficientemente el contenido y los matices de cada una de ellas; por eso, conviene
relativizarlos y utilizarlos, más bien, como indicativos de un cuadro más complejo de significaciones que se recogen
a lo largo del presente capítulo. Colectivo Ioé ha desarrollado un cuadro similar en Tiempo social contra reloj,
Instituto de la Mujer, Madrid, 1996, págs. 86-155; y en Discursos de los españoles sobre los extranjeros, CIS,
Madrid, 1995, págs. 103-109.
234
Nos referimos especialmente las aportaciones de sus dos principales representantes, Jesús Ibáñez y Al-
fonso Ortí, que han insistido en muchos de sus trabajos en la importancia de adoptar un planteamiento
pluridimensional y dialéctico en los procesos de investigación social. Ver, entre otros, AA.VV., Jesús Ibáñez.
Sociología crítica de la cotidianidad urbana. Por una sociología desde los márgenes, monográfico Nº 113 de la
revista Anthropos, Madrid, 1990 (y Suplemento Nº 22 de la misma revista con introducción y selección de textos
de Jesús Ibáñez, Madrid, 1990); IBÁÑEZ, J., A contracorriente, Fundamentos, Madrid, 1997; y ORTÍ, A., “La
confrontación de modelos y niveles epistemológicos en la génesis e historia de la investigación social”, en
DELGADO, J.M. y GUTIÉRREZ, J., Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias sociales, Síntesis,
Madrid, 1994, págs. 85-95.
162
Cuadro 8
POSICIONES DISCURSIVAS SOBRE LA INSERCIÓN SOCIAL
DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
¹ Normalización Autodeterminación ¸
¸
1) Discapacidad: déficit de normalidad que debe ser social- 1) Discapacidad: obstáculo a superar para abrirse paso en la
mente compensado. competencia.
Afiliación clientelar
Individualismo competitivo
2) Inserción laboral garantizada, sea en el mercado ordinario 2) Inserción laboral como adecuación entre el perfil de la
o en empleos protegidos. Para casos más graves, se recurre oferta y la demanda existente. Ayudas de subsistencia para
a pensiones. los excluidos del mercado de trabajo.
3) Sistema de valores: adhesión a los valores establecidos en 3) Sistema de valores: despliegue de los propios intereses y
la normalidad vigente (derechos y deberes sociales). capacidades en el marco de la competencia.
4) Familia nuclear, tutelada por el Estado. Acotamiento del 4) Familia mínima, plural y funcional. Las normas se
niño en espacios protegidos (hogar, escuela, instituciones). flexibilizan pero se responsabiliza a los hijos de su auto-
Las normas se imponen con diálogo. rrealización (moral del esfuerzo).
5) Roles de género: igualdad de principio pero diferenciación 5) Roles de género: igualdad en un marco competitivo.
en la práctica.
6) Asociacionismo corporativo, para compartir la defensa de
6) Asociacionismo subsidiario del Estado, para reclamar y/o intereses individuales.
gestionar derechos y prestaciones de todos los ciudadanos.
7) Profesionales: función instrumental al servicio de las
7) Profesionales: papel mediador en cuanto depositarios de demandas de otros agentes sociales.
la norma social.
8) Sociedad civil de libre mercado. Estado mínimo, como
8) Estado social regulador, centralizado y prestador de garantía de la competencia. Papel subsididario en relación
servicios, como garantía del bienestar social. a los sectores excluidos.
1) Discapacidad: déficit que marca a la persona y la ubica en 1) Discapacidad: interacción negativa entre el afectado y el
una posición de especial fragilidad y dependencia. contexto social (excluyente).
Comunitarismo de arraigo
2) Inserción laboral en la economía doméstica y en las redes 2) Inserción laboral en una economía autogestionada.
comunitarias locales.
3) Sistema de valores: autoconstrucción colectiva a partir de
3) Sistema de valores: pautas fijas de comportamiento según valores alternativos.
Afiliación electiva
¹ Encuadramiento Disidencia ¸
164
Antes de desarrollar nuestro cuadro interpretativo, vamos a hacer alusión a las
elaboraciones teóricas que son más habituales en el tema que nos ocupa. Sin considerar aquellos
casos en que apenas existe teorización235, la mayoría de los estudios se puede encuadrar en alguna
de las siguientes orientaciones:
235
Nos referimos a aquellos trabajos -frecuentes en el caso español- que acumulan los resultados obtenidos
mediante encuestas, entrevistas, grupos de discusión, etc. sin hacer un esfuerzo por articular y contextualizar tales
datos y discursos, es decir, que no superan el nivel meramente descriptivo y externo de los fenómenos estudiados.
236
La concepción rígida (fixiste) de la discapacidad tiende a replegar al sujeto en instituciones cerradas
(ancrage) o le induce a retirarse de la competencia laboral (retrait), mientras la concepción constructiva
(constructiviste) oscila entre el desbloqueo dramático (degagement dramatique) y la huida hacia adelante de carácter
heroico (dépassement héroique). Ver TAP, P., “Personnalisation et handicap. L’identité et l’insertion sociale des
personnes handicapées”, en RAVAUD, J.F. y FARDEAU, M. (Coord.), Insersion sociale des personnes
handicapées: méthodologies d’evaluation, CTNERHI/INSERM, París, 1994, págs. 43-58.
237
ALBOR, J. (Dir.), Minusvalía e inserción laboral, Instituto para la Formación de la C.A.M., Madrid,
1995, págs. 17-24.
238
HIRSCH, K. y HIRSCH, J., “La historia de la discapacidad. La identidad de la discapacidad en la era
postmoderna”, en Historia y Fuente Oral, Nº 13, págs. 7-14.
165
empleos (polo positivo)239. En España A. L. Aguado ha enriquecido este esquema bipolar
al considerar que el doble eje (que él califica como “actitud positiva” y “actitud
negativa”) ha estado siempre presente, pero con variadas manifestaciones, a lo largo de
las sucesivas “revoluciones” históricas que han tenido lugar en el tratamiento de las
deficiencias240
239
THORNTON, P. y LUNT, N., Employment for Disabled People. Social obligation or individual respon-
sibility?, Social Policy Research Unit, York, 1995. Estos autores cuestionan la eficacia de la nueva orientación
basada en fomentar la responsabilidad y competencia individual de las personas con discapacidad (de acuerdo con
el conocido lema político “ability not disability”), en especial para aquellos casos a los que la propia ley británica
de 1944 calificaba como no productivos (ineffective workers); sin embargo, no ofrecen ninguna alternativa más allá
de una solución de compromiso entre los dos enfoques descritos.
240
AGUADO, A.L., Historia de las deficiencias, Escuela Libre Editorial, Madrid, 1995. Hemos expuesto
esta posición en el Cuadro 8.
241
“La cuestión central es ahora la adecuación de las competencias profesionales (de las personas con dis-
capacidad) con las exigencias de las empresas. Las especificidades derivadas de cada deficiencia se contemplan
como un aspecto entre otros por lo que los problemas relacionados con la inserción laboral se abordan desde el
mismo ángulo que el de otros colectivos con dificultades de inserción profesional, es decir, en términos de
formación, exención de cargas fiscales, acompañamiento en la empresa... y tantas otras medidas adoptadas para otras
categorías de parados”. EBERSOLD, S., “Le ‘travailleur handicapé: de l’invalide à l’exclu”, en Les Cahiers du
CTNERHI, Nº 65-66, pág. 94. Ver también del mismo autor, L’invention du handicap: la normalisation de l’infirme,
CTNERHI, París, 1992.
242
El principal representante de este tipo de análisis es Robert CASTEL. Ver Les métamorphoses de la
question sociale, Fayard, París, 1995.
166
familiares y comunitarios locales a costa de la implicación estatal243 o la trasversalidad
que atraviesa a todos los colectivos excluidos de la normalidad social244.
Nuestro esquema de análisis se sitúa en la tradición del tercer enfoque descrito, adaptado
a la realidad española y según el material empírico recogido en el proceso de investigación. Las
cuatro posiciones discursivas están mutuamente interrelacionadas gracias al papel jugado por las
ideologías sociales que representan. Entre las posiciones se dibujan múltiples campos de fuerza
que se recogen en el Cuadro 8: las dos posiciones que ocupan la mitad superior del cuadro
(integrada y competitiva) coinciden en su carácter “societario”, es decir, prevalece en ellas la
cooperación formal, racional y de carácter universalista; en cambio, las posiciones de la parte
inferior (adscriptiva y emancipatoria) tienden a resaltar los lazos “comunitaristas”, es decir, la
organización informal y la vinculación afectiva entre los miembros a partir de unos símbolos o
valores compartidos. Las posiciones situadas en la mitad izquierda (integrada y adscriptiva)
enfatizan el encuadramiento en las instituciones, mientras las de la derecha (competitiva y
emancipatoria) valoran más el protagonismo de los individuos y los grupos.
La máxima polarización tiene lugar entre cada posición y su extremo opuesto (situado en
las diagonales del cuadro), de manera que entre ellas se produce una confrontación dialéctica de
todos sus contenidos. Por eso, cada posición representa una forma de entender la inserción social
de las personas con discapacidad que se opone frontalmente a su opuesto: mientras la posición
adscriptiva parte de que la discapacidad es algo que marca a la persona para toda la vida y la hace
acreedora de un estatus de confinamiento y dependencia de sus próximos (familia y redes
locales), la posición competitiva entiende la discapacidad como un obstáculo a superar en la
carrera individual para abrirse camino en la vida; por su parte, mientras la posición integrada
plantea la discapacidad como un déficit de normalidad que la sociedad tiene el deber de
compensar mediante políticas específicas, la posición emancipatoria entiende la discapacidad
como un efecto, entre otros, de la desigualdad y la exclusión social que debe ser afrontado
mediante un proceso de emancipación a la vez personal y colectivo.
1) Concepto de discapacidad.
2) Forma de abordar la inserción laboral.
3) Sistema de valores: orientación motivacional de las estrategias que se adoptan.
243
Ver DONZELOT, J., “Lien social et exclusión”, en PAUGAM, S. (Dir.), L’exclusión. L’état des savoirs,
La Découverte, París, 1996, págs. 88-100. En el marco social “postmoderno” la gestión social de la exclusión ha
supuesto un viraje hacia algo que hace dos décadas parecía olvidado: los lazos comunitarios más próximos (familia,
barrio, grupos de autoayuda, etnia, etc.).
244
La problemática de las personas con discapacidad se sitúa en las mismas coordenadas que la de otros
sectores excluidos. Ver, entre otros, BOURDIEU, P. (Dir.), La misère du monde, Seuil, París, 1993.
167
4) Familia: tipo de convivencia primaria.
5) Roles de género.
6) Asociacionismo: forma de entender la organización colectiva.
7) Papel de los profesionales.
8) Modelo subyacente de sociedad.
Las diversas posiciones ideológicas suelen estar relacionadas con el estatus socioeconó-
mico y cultural de las familias, así como con sus coordenadas espacio-temporales o las
diferencias de género y edad. Sin embargo, esta vinculación no es automática y en las trayectorias
de vida de los individuos se producen múltiples deslizamientos y transformaciones que dan lugar
a un cuadro complejo y diversificado desde el punto de vista de sus coordenadas ideológicas. En
todo caso, a través del análisis empírico efectuado se pueden observar, al interior de cada
posición, algunas constantes en la forma de entender y abordar la discapacidad que dependen
de la posición social tanto de los directamente afectados como de sus familiares y otros agentes
sociales implicados (profesionales de la inserción, empresarios, compañeros de trabajo y
sindicatos, asociaciones, amigos y vecinos, etc.). En cuanto a los afectados, algunos de los
factores que más influyen son el nivel socioeconómico y cultural, el género y la edad, el tipo y
grado de deficiencia, el hábitat rural o urbano, etc.
Rasgos básicos
168
hogar o en instituciones especializadas. Probablemente como efecto del rechazo externo
(la mirada de los otros), la percepción que los afectados tienen de sí mismos es también
negativa. Desconfían de su capacidad para relacionarse con los demás en un plano de
igualdad y para emanciparse en la vida adulta, lo que da lugar a sentimientos de
inferioridad y resignación, y también a veces a cuadros de depresión, ansiedad y
hostilidad hacia los extraños. Por otra parte, como ha descrito E. Goffman en su célebre
estudio sobre el estigma, la discapacidad se puede convertir en “el gancho donde se
cuelgan todas las inadecuaciones, todas las insatisfacciones, todas las demoras y todos
los deberes desagradables de la vida social, y del cual terminan por depender utilizándolo
no sólo como un medio razonable para evadirse de la competencia sino como una forma
de protegerse de la responsabilidad social”245. Se configuran así los “tontos felices” o los
“eternos niños” que aceptan su estatus marginal y dependiente a lo largo de su vida pero
que tienen una fácil excusa para justificar sus limitaciones y eludir los riesgos de la
competencia.
3) Sistema de valores: las formas de entender y abordar la discapacidad tienen que ver con
el sistema de valores que es característico de la posición ideológica adscriptiva: los
comportamientos vienen prescritos por las costumbres y tradiciones locales que se
identifican con la naturaleza de las cosas. El lugar donde se nace y la familia a la que se
pertenece delimitan el marco donde transcurre toda la vida, siguiendo unas pautas
precisas que varían según el género, la edad y otras situaciones específicas (entre ellas
poseer una determinada deficiencia). Por eso, cada miembro del grupo está rígidamente
adscrito a los condicionantes de su rol. La organización de la vida cotidiana tiene que
atenerse a tales características o, en otro caso, la pertenencia y el apoyo grupal se ponen
seriamente en peligro.
245
GOFFMAN, E., Estigma, Amorrortu, Buenos Aires, 1970, pág. 21.
169
transgredir. En el medio rural tradicional esos lugares eran la calle, que favorecía los
hábitos relacionales, y los espacios de trabajo de los adultos (el campo o el taller), donde
se colaboraba en tareas secundarias y se aprendía a trabajar.
7) Profesionales: son poco significativos en el marco de una sociedad con poca división del
trabajo. El peso de la atención a las personas con grandes discapacidades recae sobre la
familia o se desplaza a instituciones cerradas de beneficencia.
246
Las relaciones entre los miembros son igualitarias, pero se trata de la “igualdad de la masa”, más que
de una igualdad basada en el reconocimiento de la personalidad de los miembros. Ver CANETTI, E., Masa y poder,
Alianza-Muchnik, Madrid, 1981, 2 tomos. Según este autor, el estallido de la masa es imprevisible y su carácter
aparentemente cerrado contiene una fuerza interior que, puesta en movimiento, puede tener efectos sociales
imprevisibles, como ocurre en algunas organizaciones de carácter político o religioso.
170
Esta posición ideológica que hemos llamado “adscriptiva” tuvo su momento de mayor
influencia en las condiciones sociales de la España rural tradicional, todavía poco articulada por
la economía de mercado. En aquella época el sector social que mejor representaba dicha posición
eran las familias rurales que disponían de un patrimonio suficiente para asegurar la subsistencia
de sus miembros (unidades de producción y consumo247); cuando esta condición no se daba, como
pasaba con la servidumbre medieval o las masas de jornaleros agrarios y obreros fabriles a partir
del siglo XVI, la ideología adscriptiva operaba como mecanismo de exclusión, lo que generó
frecuentes movimientos de protesta de las masas populares, sobre todo en períodos de recesión
económica, y deslizamientos hacia posiciones de transformación social248. Sin embargo, en la
España actual las circunstancias han cambiado y el modelo de vida urbano se ha vuelto
dominante incluso en los pequeños pueblos a causa de la penetración de los medios de transporte
y de comunicación, los servicios públicos, el consumo de masas, etc. A consecuencia de esto, la
posición adscriptiva apenas está presente en estado puro en los discursos analizados, si bien
algunos de sus elementos emergen con frecuencia, ya sea de forma explícita, como contrapunto
de otros discursos, o camufladamente en conexión con determinadas prácticas heredadas del
pasado.
247
El propio concepto de “economía” (oikos-nomía = administración de la casa) procede de la identifi-
cación de la economía doméstica con la economía general: “En aquella época (fines del medievo y comienzos de
la Edad Moderna) el complejo económico nacional era considerado como la suma aritmética de las economías
familiares, de tal modo que si éstas observaban una conducta laboriosa, austera y ahorrativa, por fuerza
determinarían una economía nacional potente”. DURÁN, M.A., La jornada interminable, Icaria, Barcelona, 1986,
pág. 23.
248
Estos movimientos se organizaron, primero, a partir de utopías religiosas a las que se añadieron después
utopías políticas de diverso signo, desde el populismo liberal al socialismo y el anarquismo. Ver, entre otros,
SEGUY, J., “La religiosidad no conformista de Occidente”, en PUECH, H.Ch. (Dir.) Historia de las Religiones. Vol.
8: Las religiones constituidas en Occidente y sus contracorrientes, Siglo XXI, Madrid, 1981, T. II, págs. 213-302;
y BERNAL, A.M., La lucha por la tierra en la crisis del Antiguo Régimen, Madrid, Taurus, 1979.
249
La eventualidad y movilidad laboral de estos dos sectores supuso la expansión del modelo jornalero a-
grario a los trabajadores en precario de las ciudades (con frecuencia inmigrantes que procedían de antiguas familias
jornaleras). Este proceso, que se inició en los años sesenta, ha dado lugar a los que Antonio J. Sánchez llamó
“complejo agricultura/construcción/hostelería” y Alfonso Ortí “ejército de reserva industrial circulante”. Ver
171
ambivalente: no quieren volver a la situación del pasado que en su caso fue vivida como
exclusión, pero permanecen prendidos de algunos de los valores y pautas tradicionales para los
que tratan de abrir un hueco en el marco de las otras posiciones ideológicas. En algunos casos,
no obstante, tanto los sectores acomodados como los precarios idealizan las relaciones sociales
del pasado (el pueblo de origen, donde todos se conocían y ayudaban) y las contraponen a la
sociedad actual, corrompida y sin valores morales, que no tiene piedad de sus miembros más
frágiles.
Si nos fijamos en las diferencias de género, las mujeres con alguna discapacidad que
presentan rasgos de la posición adscriptiva tienden a adoptar una actitud ambivalente, lo mismo
que hemos visto con los segmentos laborales precarizados, ya que la ideología tradicional
promueve su reclusión en el hogar y una actitud de sumisión hacia el marido, lo que resulta muy
difícil de aceptar en el contexto de la sociedad actual (incluso cuando la discapacidad puede
incrementar su posición dependiente del resto de la familia). A su vez, los hombres con pautas
tradicionales tienen dificultades para mantener el esquema autoritario frente a sus hijos o imponer
su autoridad (patria potestas) frente a los profesionales y administradores públicos (patriarcalis-
mo de Estado).
Por tipos de discapacidad, se puede observar una ligera mayor tendencia a encuadrar en
posiciones adscriptivas a los afectados de carácter psíquico, de origen congénito o infantil, con
deficiencias más graves, visibles y/o degenerativas (y, por tanto, más fácilmente estigmatiza-
bles). Sin embargo, esta correspondencia entre el tipo de discapacidad y la orientación ideológica
sólo se produce cuando coinciden otros factores de mayor influencia como la edad, el género o
el estatus económico.
En cuanto a los agentes implicados en los procesos de inserción social de las personas con
discapacidad, el centro de gravedad lo ocupan las familias. Los padres, cónyuges o hermanos y
demás parientes de los afectados, según los casos, se convierten en el principal eje de inserción
social y laboral, en torno al cual operan también las redes comunitarias locales (vecinos, amigos,
otras familias con algún miembro afectado por la misma discapacidad, etc.) o la acción de la
administración pública (a la que se recurre subsidiariamente pero que se considera distante e
inspira poca confianza). En cuanto a los pequeños y medianos empresarios con arraigo local,
tanto las personas con discapacidad como sus familiares esperan de ellos que les faciliten empleo,
ya que comparten una historia y unos símbolos comunes que les hacen a unos deudores de otros
y partícipes, no sólo de una misma sensibilidad, sino también de un proyecto colectivo,
identificado con la mejora de las condiciones de vida en el territorio compartido. Evidentemente
estos planteamientos presentan diversas quiebras o dificultades de aplicación en el contexto
español actual (ver Esquema 3).
SÁNCHEZ, A.J., “La eventualidad, rasgo básico del trabajo en una economía subordinada: el caso del campo
andaluz”, en la rev. Sociología del Trabajo, Nº 3-4, Madrid, 1980, págs. 97-128; y ORTÍ, A., “Crisis del modelo
neocapitalista y reproducción del proletariado rural”, en SEVILLA, E., Sobre agricultores y campesinos, Servicio
de Publicaciones Agrarias del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, Madrid, 1984, págs. 167-250.
172
Esquema 3
PAPEL DE LOS AGENTES SOCIALES
DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LOS FAMILIARES
(POSICIÓN ADSCRIPTIVA)
a _
P
FAMILIA
papel central
Educación,
trabajo,
cuidados.
b `
Servicios Servicios
públicos privados
Quiebras: Quiebras:
distantes, caros,
impersonales. inaccesibles.
173
Rasgos básicos
2) Inserción laboral: se considera que los responsables públicos deben promover y tutelar
los derechos y deberes de la población, en especial de los sectores más débiles, frente a
los intereses privados (ya se trate de empresas o de grupos de presión de cualquier tipo).
Se confía en las virtualidades de la organización social y, en particular, en las políticas
dirigidas a promover los derechos y deberes de todos los ciudadanos y, entre ellos, los de
las personas con discapacidad. En el período de edad laboral, el Estado debe poner los
medios para hacer efectivo el derecho al trabajo de este colectivo, ya sea en el mercado
ordinario o en empresas y centros de ocupación protegidos. Sólo en los casos más
graves, cuando se demuestre incapacidad total para trabajar, se procederá a proporcionar
una pensión a las personas afectadas.
5) Roles de género: al interior del hogar prevalece, como principio formal, un modelo de
cooperación que implica importantes transformaciones: se reconoce la no diferenciación
formal de funciones por razón del sexo o la edad (todos los activos deben cooperar en el
trabajo doméstico y extradoméstico) y tanto el hombre como la mujer pueden compaginar
la esfera privada de la familia (relaciones de la pareja y de ésta con los hijos) con la esfera
pública (relaciones con el exterior). Sin embargo, en la práctica se mantienen roles
diferenciados: el varón asume ser el sostén económico de la familia a través del trabajo
extradoméstico mientras la mujer se convierte en el centro del hogar y en la principal vía
de conexión entre las normas sociales y los hijos. El marido-padre puede y debe cooperar
en el hogar, pero la supervisión de las tareas corresponde a la mujer, que es la
250
Sobre las implicaciones de este cambio, ver DONZELOT, J., La policía de las familias, Pre-Textos,
Valencia, 1979.
174
responsable-gestora de esa parcela; igualmente al varón le corresponde como principal
responsabilidad la manutención de la familia mediante el desempeño de un empleo
remunerado fuera del hogar cuyas exigencias no pueden verse alteradas por los ritmos
domésticos. La participación de la mujer en el mercado de trabajo es, por tanto,
secundaria y complementaria de la del varón251.
8) Modelo de sociedad: el modelo implícito de sociedad que se reclama desde esta posición
ideológica tiene como eje principal al estado social regulador, centralizado y prestador
de servicios, como garantía del equilibrio y bienestar social. Se reconoce que existen
factores económicos y políticos que pueden perturbar la convivencia, pero el marco
socioinstitucional (nivel “macro”) se presenta como no cuestionable, ya que ello
quebraría las bases sobre las que se asienta el consenso social. Sin embargo, en el nivel
microsocial253 se reconoce y acepta una gran pluralidad de opciones y posibilidades.
251
La mentalidad predominante en las sociedades industrializadas, que todavía pervive en muchos casos,
ha considerado la participación femenina en el trabajo asalariado “como una actividad secundaria desde el punto
de vista de las prioridades adscritas ideológicamente a su sexo y que puede y/o debe ser abandonada revirtiendo en
la primacía de las funciones domésticas (es decir: matrimonio, procreación) sin que ello se perciba como una
‘pérdida’ del trabajo puesto que el verdadero trabajo es el doméstico”. NAROTZKY, S., Trabajar en familia.
Mujeres, hogares, talleres, Ed. Alfons el Magnànim, Valencia, 1988, pág. 116.
252
La expresión “afiliación clientelar” que utilizamos en el Cuadro 8 quiere resaltar esta asimetría de partida
entre los socios-voluntarios y los gestores y técnicos de la política social (regulación de las asociaciones a través
de las competencias y las subvenciones otorgadas por la administración, peso de los técnicos en la gestión de las
asociaciones, etc.).
253
Lo microsocial tiene que ver con las situaciones y procesos coyunturales, específicas y locales, y lo ma-
crosocial con las situaciones y procesos estructurales, globales y generales.
175
Esta posición ideológica comenzó a tener importancia en Europa a raíz de la constitución
de los estados modernos que, entre otras cosas, supusieron una creciente concentración del poder
de decisión y de regulación de la vida social254. Las formas políticas en las que ha tomado cuerpo
han sido muy variadas, desde el absolutismo monárquico hasta las democracias burguesas y los
socialismos centralistas. En el actual contexto español, el modelo implícito de sociedad que se
reclama desde esta posición es el Estado de bienestar, al que se asigna un importante papel como
regulador de los desequilibrios generados por la lógica mercantil255. Evidentemente el actual
ordenamiento político español no se agota en esta posición ya que incluye elementos de otras
orientaciones ideológicas256.
A medio camino entre los anteriores extremos se sitúan muchos de los casos estudiados,
si bien la descripción de las trayectorias de inserción que hemos recogido en el capítulo 4 parece
indicar que es escaso el número de personas con discapacidad que logra una inserción social y
laboral exitosa. Aunque esto no les impide reconocer la importancia de las normas e instituciones
de política social (escuela y sanidad públicas, servicios y prestaciones sociales, etc.), critican su
254
Norbert Elias ha descrito las etapas de esta evolución en Europa en la conocida obra El proceso de la
civilización, Fondo de Cultura Económica, Madrid, 1987.
255
Si bien el modelo del Estado de bienestar aparece como referente político del discurso integrado en la
actual coyuntura de la sociedad española, muchos componentes básicos de dicho discurso estaban ya presentes en
el tardofranquismo, momento en que se pusieron las bases en España del Estado de bienestar. Ver RODRÍGUEZ
CABRERO, G., “Orígenes y evolución del Estado de Bienestar español en su perspectiva histórica. Una visión
general”, en la rev. Política y Sociedad, Nº 2, Madrid, 1988.
256
Por ejemplo, las libertades democráticas de expresión y organización pueden dar lugar a procesos eco-
nómicos y políticos contrapuestos o alternativos al estado social.
176
insuficiente o deficiente aplicación. Los principales destinatarios de la crítica son los funcionarios
públicos a los que se acusa de falta de voluntad política para resolver los problemas.
En cuanto al género, los varones con discapacidad se ven más afectados personalmente
en su función de “sustentadores” del hogar que las mujeres en su papel de trabajadoras
domésticas (espacio menos competitivo desde el punto de vista de los ritmos de producción). Sin
embargo, el trabajo extradoméstico está más protegido socialmente a través de las pensiones
contributivas, mientras el trabajo doméstico no da derecho a ninguna prestación. Por otra parte,
el modelo “integrado” de inserción social de la mujer se rompe cuando se independiza del marido
o cuando éste no cumple su función de mantenedor del hogar (por enfermedad, paro, etc.). En
tales casos, se producen desequilibrios y tensiones específicas en las mujeres, sobre todo si son
de modesta posición social y tienen hijos a su cargo: deben seguir realizando por sí mismas el
grueso de las tareas domésticas y pasan a ocupar puestos de trabajo precarios y mal remunerados
o bien tratan de acceder a una pensión no contributiva; el estado de necesidad las des-discapacita
desde el punto de vista de su deficiencia y refuerza su rol maternal, pero a costa de sí mismas
(sobreexplotación en casa y fuera de casa). En el extremo contrario de la escala social, si el
modelo de cooperación familiar funciona, el empleo remunerado de la madre puede ser vivido
como un “beneficio”: supone un plus de ingresos para la economía familiar y enriquece humana
y profesionalmente a la mujer con discapacidad.
Otro factor social diferenciador es el hábitat ya que los recursos públicos que defiende
la posición integrada están más disponibles en las ciudades que en los pueblos. Como ocurre en
algunos casos estudiados en la comarca de La Campiña (Guadalajara), los habitantes del medio
rural se quejan de su dependencia de la ciudad para disponer de los servicios médicos, educativos
y de promoción social y laboral a los que tienen derecho.
Entre los agentes del contexto social, la posición integrada sitúa como centro de gravedad
a los funcionarios y profesionales de la asistencia, en cuanto depositarios de la norma social y,
en nuestro caso particular, debido a su competencia para guiar a las personas con discapacidad
en el itinerario de incorporación a la sociedad (de acuerdo con el “ideal pedagógico” del que son
expertos). Desde su posición mediadora entre el poder político, las empresas, los sindicatos, los
servicios privados, las asociaciones y las familias, se consideran en las mejores condiciones para
ver los puntos flacos de los otros agentes y los cambios que se tendrían que introducir a fin de
lograr una política social efectiva (ver Esquema 4).
257
En el capítulo 1 aludimos a la prevalencia casi absoluta de los criterios médicos (diagnóstico de la defi-
ciencia) sobre los “factores sociales”, a la hora de establecer en España los porcentajes oficiales de minusvalía.
177
Esquema 4
PAPEL DE LOS AGENTES SOCIALES
DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LOS PROFESIONALES
(POSICIÓN INTEGRADA)
Poder político
papel central
Quiebras:
escasa implicación,
incoherencia.
Empresarios P
PROFESIONALES Sindicatos
y directivos papel mediador y compañeros traba-
Quiebras:
prejuicios,
7 Información,
rehabilitación,
6
jo
Quiebras:
falta de información. inserción social. escasa implicación,
falta de información.
b `
6
258
Sobre las características y evolución de este modelo en el caso español, ver TOHARIA, L., “España:
un fordismo inacabado, entre la transición política y la crisis económica”, en BOYER, R., La flexibilidad del trabajo
en Europa, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1986, págs. 161-184.
178
Desde la óptica sindical, donde prima la posición integrada, el panorama que se dibuja
de la inserción laboral de las personas con discapacidad es muy pesimista: la administración
adopta una política más centrada en las pensiones que en la rehabilitación laboral y ni siquiera
pone en marcha eficazmente aquellos mecanismos compensadores que están prescritos en la
legislación (como la cuota del 2% de las plantillas en las empresas con más de 50 trabajadores
fijos); los empresarios se inclinan cada vez más por una orientación “neoliberal” que margina del
empleo a los sectores menos competitivos (entre ellos, supuestamente, las personas con alguna
discapacidad); en cuanto a las asociaciones de afectados y de sus familias, se encuentran
dispersas y a veces enfrentadas entre sí; y muchas veces las propias personas con discapacidad
tienden a inhibirse o adoptan estrategias individualistas en lugar de reclamar colectivamente sus
derechos. Por su parte, los propios sindicatos reconocen su insuficiente implicación en pro de
garantizar los derechos de las personas con discapacidad.
Por último, los familiares de personas con discapacidad tienden a reforzar sus respectivos
papeles (trabajo doméstico y extradoméstico) para hacer frente a las nuevas necesidades que
surgen, sobre todo si se trata de niños pequeños o de casos más graves. Cuando la familia no es
capaz de atender adecuadamente al pariente afectado, se reclama y se exige la cooperación de la
administración pública (centros de rehabilitación, empleo protegido, prestaciones y pensiones,
etc.).
Rasgos básicos
2) Inserción laboral: para lograr una inserción laboral exitosa, lo esencial es que la persona
con discapacidad oferte el perfil adecuado a la demanda existente. Entre otras cosas, esto
supone escoger una ocupación que se adapte a sus capacidades y cualificarse a fondo a
fin de tener posibilidades de competir con éxito, primero en el acceso al empleo y después
en la carrera profesional (afianzamiento del puesto de trabajo, posteriores ascensos, etc.).
Para lograr mejor estos objetivos, a veces convendrá disimular o negar la deficiencia, si
ello es posible; otras veces será preferible exhibirla a fin de aprovechar sus ventajas
comparativas en términos de rentabilidad (menos costes para el empresario) o de
productividad (mayor eficiencia de sordos o ciegos para determinados empleos, etc.).
179
3) Sistema de valores: este discurso se sitúa en las antípodas de la posición adscriptiva: el
individuo es ahora el eje de la vida social y pierden peso las referencias comunitarias.
Desde el principio de igualdad de partida de los individuos (o igualdad de oportunidades)
se legitima cualquier forma de organización y comportamiento siempre que vengan
regulados por la “libre” competencia entre la oferta y la demanda. La moral del éxito se
antepone a otras consideraciones.
5) Roles de género: en principio, esta posición ideológica plantea que mujeres y varones
son igualmente responsables de su proceso de realización personal, sin distinguir papeles
en función del género. Sin embargo, se otorga un valor muy diferente a los dos tipos
principales de trabajo, el doméstico y el remunerado externo. El trabajo doméstico lo
tiene todo en contra: es aburrido, no realiza a la persona y, además, no reporta dinero. En
cambio, el trabajo remunerado puede realizar más o menos a la persona pero se justifica
siempre porque es la condición necesaria para la realización de dos valores centrales de
la posición competitiva: la independencia personal y la capacidad de consumo. Obtener
dinero por uno mismo es la clave para sentirse libre ante los demás (padres, hermanos,
cónyuge...) y para resolver en el mercado las necesidades personales y familiares (entre
ellas, las de los parientes con discapacidad).
6) Asociacionismo: en este caso surge para desarrollar intereses individuales (do ut des: doy
para que me des). La pertenencia a la asociación (la grupalidad) no constituye un fin en
sí mismo sino que es sólo una vía para alcanzar metas individuales. O bien se trata
conseguir objetivos específicos y pragmáticos (un servicio de transporte, un empleo con
apoyo, etc.) o lo que se persigue es crear un grupo de presión para defender los intereses
del colectivo en el marco de la competencia social. Desde el punto de vista organizativo,
se defiende el carácter privado de las redes asociativas, así como la profesionalidad de la
gestión.
259
Según datos de EUROSTAT, cada vez es mayor en Europa el número de hogares unipersonales, las
parejas sin hijos y las familias monoparentales. Así mismo, se tiende a reducir el número de hijos (1,2 de media en
España) y aumentan las parejas que conviven sin haberse casado. Estas tendencias se agudizan en los países del norte
de Europa, especialmente en Dinamarca donde el 22% de la población vive sola, el 26% en pareja sin hijos, el 6%
son familias monoparentales y, además, el 70% de las parejas con menos de 30 años no se ha casado previamente.
180
7) Profesionales: sus servicios se promueven y se prestan a partir de las demandas explícitas
de los clientes, con criterios de neutralidad, competencia y eficacia. Tales clientes pueden
ser privados o públicos.
8) Modelo de sociedad: el modelo social que está implícito en esta posición es la sociedad
civil de libre mercado. Se parte de un modelo ideal de individuo, exento de coacciones
externas y sumido en un mundo en el que las relaciones sociales se han convertido en
meras interacciones simbólicas. Este protagonismo de los agentes sociales individuales
se convierte en la clave de articulación de lo social, desplazando la fuerza de la costumbre
(posición adscriptiva) o de la regulación política (posición integrada). Precisamente el
papel principal del Estado consiste en asegurar esa libre concurrencia de los agentes
sociales, garantizando unas reglas de juego a las que todos se tienen que atener pero sin
inmiscuirse en su desarrollo y respetando sus resultados. Subsidiariamente el Estado
puede también intervenir en relación a los sectores excluidos o que se quedan al margen
del mercado de trabajo y del apoyo familiar, a fin de proporcionarles unas prestaciones
mínimas y, en caso necesario, asegurar su control.
Los rasgos básicos de esta posición se pueden ubicar históricamente en la tradición liberal
o neoliberal, que insiste en la importancia de la libertad, especialmente de la libertad de mercado,
como estrategia de transformación y progreso social: “en los últimos años asistimos a una
creciente reivindicación de la iniciativa y la propiedad privada. Gobiernos de distinto signo
político proclaman que libertad y eficiencia son ideas clave de su gestión. Este planteamiento
destaca los valores del individualismo, en un marco de propiedad privada, mercado libre y acción
limitada del gobierno: el mejor gobierno es el menor”260. Frente a un Estado de “máximos”
(modelo de sociedad del bienestar de la posición integrada), se defiende ahora el objetivo de un
Estado de “mínimos” cuyo fundamento es la defensa de la libertad de los individuos261. En la
actual coyuntura de la sociedad española, ambos planteamientos tienen notable audiencia, siendo
lo más frecuente que se adopten posturas mixtas, a medio camino entre ambos enfoques: los que
defienden un estado social insisten en el papel central del Estado, sin negar el mercado; y los
defensores de un estado liberal otorgan mayor protagonismo al mercado, sin que ello signifique
rechazar la función del Estado. Para ambas posiciones, las últimas décadas habrían representado
un salto hacia adelante en el progreso material y cultural de España, que se habría alejado tanto
del marco tradicional-autoritario del pasado como de la cultura de confrontación que caracterizó
la vida española antes de 1939262.
260
CUERVO, A., La privatización de la empresa pública, Ed. Encuentro, Madrid, 1997, pág. 99.
261
Los teóricos ubicados en esta posición ideológica consideran que el individualismo es una característica
esencial de las sociedades modernas occidentales por oposición a las sociedades tradicionales, consideradas
“holistas” o “colectivistas”. Ver, entre otros, O’NEILL, J., (Dir.), Modes of individualism and collectivism,
Heinemann, Londres, 1973; y BIRNBAUM, P. y LECA, J. (Dir.), Sur l’individualisme, Presses de la Fondation
Nationale des Sciences Politiques, París, 1991.
262
Se destaca especialmente la transición pacífica del franquismo a la democracia y el consenso social que
se estableció a partir de entonces. Ver, por ejemplo, MARAVALL, J.M., La política de la transición, Madrid,
Taurus, 1982.
181
En el trabajo de campo realizado con personas afectadas por alguna discapacidad, la
posición competitiva se ha detectado más en áreas macrourbanas (como Barcelona) y en aquellos
individuos que procedían de un estatus familiar elevado o que tenían mayor cualificación
profesional. No obstante, como ocurría en otros casos, estas convergencias no son automáticas
y se observan frecuentes deslizamientos entre posiciones ideológicas y condiciones de vida. Otros
factores que sirven para explicar los efectos de inclusión o exclusión de la posición competitiva
son la edad, el género y el tipo y grado de discapacidad.
La extracción social opera como factor de discriminación en la medida que los “pobres”
no pueden competir en el mercado de trabajo con las mismas posibilidades que los “ricos” . Así,
entre las personas con discapacidad que actúan desde una orientación ideológica competitiva, los
procedentes de familias acomodadas y alto nivel cultural encuentran bastantes facilidades para
alcanzar posiciones de éxito social y laboral, mientras los procedentes de familias precarias y con
pocos estudios suelen fracasar en el intento. En estos casos lo más habitual es adoptar estrategias
individuales de supervivencia, con la consiguiente frustración ya que no se han cumplido los
deseos de realización personal.
La edad de las personas afectadas es otro factor explicativo de los procesos de inclusión
y exclusión en varios sentidos. Por una parte, los sujetos más jóvenes, socializados en los años
80 y 90, tienden a posicionarse en mayor medida que los mayores en las pautas y valores
competitivos pero, sin embargo, se encuentran más lejos de poder alcanzarlos; mientras ahora la
competencia laboral y la fragmentación del mercado es cada vez mayor, en los años 60 y 70 las
trayectorias de promoción social y laboral eran más viables y frecuentes. En cierto modo, el
factor decisivo aquí no es la edad sino los cambios que han tenido lugar en el contexto
socioeconómico y del mercado de trabajo (expansivo en la generación de los 60, recesivo en los
80) que afectan de manera diferente a las generaciones correspondientes. Por otra parte, la edad
juega en contra del modelo competitivo, basado en el esfuerzo y en la exigencia de constante
superación, ya que las fuerzas fallan a medida que aumenta la edad, máxime en aquellos tipos de
discapacidad de carácter degenerativo o que afectan a la resistencia en el trabajo (como ocurre
en algunas deficiencias físicas)263. No es extraño que en estos casos se produzca una fuerte crisis
de identidad personal en los afectados ya que a veces tienen que renunciar al modelo de
realización competitivo adoptado hasta entonces.
263
El deterioro de la salud a causa de la edad es el principal factor explicativo de que muchos trabajadores
se jubilen en España antes de llegar a la edad reglamentaria de 65 años (la otra causa importante son las jubilaciones
anticipadas promovidas para absorber las regulaciones de empleo). Según cifras de la Seguridad Social, el 71,7%
de los nuevos jubilados durante 1996 tenía menos de esa edad.
182
desarrollarse en otros aspectos (formación, participación social, ocio, amistades...) que
las conduce a una situación de sobreesfuerzo agotador264.
S En segundo lugar, al interior del mercado de trabajo remunerado, las mujeres ocupan
categorías laborales poco cualificadas y con bajos ingresos en mayor proporción que los
varones, mientras su presencia relativa es mucho mayor en los segmentos de parados y
trabajadores eventuales.
De los agentes que influyen en la inserción laboral de las personas con discapacidad, la
posición competitiva destaca la importancia de los empresarios, en cuanto principales activadores
de la vida económica y, en particular, del mercado de trabajo. Sólo si se facilita la actividad
empresarial, incentivando la competitividad entre empresas y entre trabajadores, se pondrá una
base firme para la expansión de la producción y el empleo.
En torno a las empresas, los otros agentes básicos de la sociedad son las familias y el
Estado. La función de la familia es asegurar la reproducción y el mutuo apoyo entre sus
miembros: los esposos se ayudan mutuamente, los padres a los hijos y éstos a sus padres cuando
son mayores. Esta solidaridad, no obstante, se limita al círculo de los parientes próximos y se
entiende que no tiene que cubrir necesariamente aquellas funciones que se pueden satisfacer en
el mercado privado de servicios personales y domésticos. En este sentido, se produce una
tendencia a la desprivatización del espacio doméstico, lo que sólo pueden materializar las
familias que disponen de suficientes medios económicos (empleada de hogar, canguros y
ludotecas privadas, servicios de lavandería, comida rápida o venta de todo tipo de productos a
domicilio, etc.).
El Estado tiene como función principal establecer las reglas de juego de la convivencia,
asegurando el funcionamiento de las empresas y de las familias; además, subsidiariamente, sale
al paso de las quiebras que se producen en estas dos instituciones, amparando a los que se quedan
fuera de ellas (básicamente los parados y los huérfanos) y reprimiendo mediante el sistema
policial y penal a los que no respetan las reglas del juego y compiten de manera desleal. En este
punto la diferencia con la ideología integrada tiene que ver con el objetivo que persigue la acción
de la administración: allí se trataba de integrar en la normalidad (única) a los que no la habían
alcanzado, porque tenían derecho a ella; aquí se trata de segregar de manera ordenada a los que
se quedan fuera de la competencia, es decir, a los que no se ajustan (voluntaria o involuntaria-
264
Diversas encuestas sobre usos del tiempo constatan que, sumando las horas de trabajo doméstico y
extradoméstico, las mujeres trabajan mucho más que los varones, si bien con notables oscilaciones según las fuentes:
un 31% más según una encuesta del CIS, un 54% más según otra realizada por CIRES, un 72% más según un trabajo
encargado por el C.S.I.C.; y un 71% más según un estudio publicado por el Instituto de la Mujer. Ver,
respectivamente, RAMOS, R., Cronos dividido, Instituto de la Mujer, Madrid, 1990; CIRES, La realidad social de
España. 1990-91, coedición de Fundación BBV, Bilbao Bizcaia Kutxa y Caja de Madrid, Bilbao, 1992; CONSEJO
SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS, Encuesta de nuevas demandas, Madrid, 1990; y ÁLVARO,
M., Los usos del tiempo como indicadores de la discriminación entre géneros, Instituto de la Mujer, Madrid, 1996.
183
mente) a la regla principal de la convivencia en una sociedad de mercado265. Sería una sociedad
a dos velocidades: por una parte, los ciudadanos esforzados que se ajustan al modelo competitivo;
por otra, los incapaces de competir, para quienes se buscan salidas de emergencia en un marco
de exclusión (sociedad segmentada, mercado primario y secundario, etc.).
Otros agentes que aparecen en el discurso competitivo quedan subsumidos en las tres
instituciones básicas que hemos descrito. Así, las redes de amistad se asimilan a las redes
familiares y las asociaciones y organizaciones sin fines de lucro se sitúan en la estela de la
función estatal. En cuanto a los profesionales, no tienen una función propia sino que se
caracterizan por su función instrumental (saber hacer) al servicio de las instituciones en las que
prestan sus servicios (ver Esquema 5).
Esquema 5
PAPEL DE LOS AGENTES SOCIALES
DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LOS EMPRESARIOS
(POSICIÓN COMPETITIVA)
Extensión Extensión
del papel del papel
de la familia del Estado
P
FAMILIA EMPRESARIOS
P
ESTADO
Reproducción
7 Producción
7
Integración social
6 6
Socialización Competitividad Establecer
y cooperación entre empresas las reglas del juego
entre parientes y entre trabajadores y apoyo subsidiario
6
Profesionales
(función instrumental)
265
Al insistir en la responsabilidad personal de los individuos, se refuerza la idea de que los comporta-
mientos no ajustados a las normas son “desviaciones voluntarias” de las que la sociedad tiene que defenderse
mediante la represión y el encierro de los infractores. Como éstos son en su inmensa mayoría de extracción social
baja, algunos autores apuntan que la ideología liberal tiende a “culpabilizar y criminalizar a los sectores sociales
excluídos”. Ver SERNA, J., “El encierro disciplinario en la España contemporánea. Una aproximación”, en
BERGALLI, R. y MARI, E., Historia ideológica del control social, PPU, Barcelona, 1989, págs. 349-391.
184
Rasgos básicos
266
Sobre los significados y desarrollos que ha tenido la autogestión (sef-management) en la vida econó-
mica, ver ARVON, H., La autogestión, F.C.E., México, 1982.
185
“vivir para trabajar” (en casa o fuera de casa) valorando más el tiempo disponible para
las relaciones personales y sociales.
7) Profesionales: tanto los técnicos como los voluntarios que cooperan en la inserción social
de las personas con discapacidad, asumen un papel subsidiario y, en última instancia, uno
de sus principales objetivos consiste en volverse innecesarios268. En función de este
criterio los profesionales y cooperantes han de procurar adaptarse al ritmo y al lenguaje
de los afectados, dejando de lado su jerga profesional y adoptando una actitud de escucha
y diálogo permanentes. Hay que explorar y potenciar los recursos -materiales y humanos-
propios del colectivo afectado (donde se incluyen, al menos, las personas con discapaci-
dad y sus familiares más próximos) y orientar la intervención en función de sus demandas
y expectativas.
267
KUECHLER, M. y DALTON, R.J., “Los nuevos movimientos sociales y el orden político, o la
posibilidad de que los cambios producidos preparen una estabilidad a largo plazo”, en DALTON, R.J. y
KUECHLER, M., Los nuevos movimientos sociales, Ed. Alfons El Magnanim, Generalitat Valenciana, Valencia,
1992, pág. 397ss.
268
Este criterio es compartido por la corriente francesa del socianálisis cuya función termina cuando el
grupo-cliente (los afectados) “echan a los expertos”, es decir, aprenden a manejar sus problemas sin apoyaturas
externas. Ver LOURAU, R., L’analyse institutionnelle, Minuit, Paris, 1970.
269
Desde la posición emancipatoria se defiende una relación dialéctica entre grupalidad e individualidad:
“Los contextos recíprocos se ven obligados a tener en cuenta diversas características e intereses individuales al
formular los objetivos y estrategias de los grupos y, al mismo tiempo, los individuos se ven condicionados a
interpretar las oportunidades de autorrealización no sólo en relación con sus intereses individuales inmediatos, sino
también con las diversas estructuras recíprocas que les imponen límites y sacrificios, pero que asimismo les ofrecen
recompensas considerables en un futuro previsible”. MINGIONE, E., “Las bases teóricas de una sociología crítica
de la vida económica”, en IDEM, Las sociedades fragmentadas, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid,
186
se cuestionan las estructuras sociales básicas sobre las que se asienta el orden social
vigente, tanto a nivel político como económico, apuntando hacia alternativas globales en
los niveles micro y macro: igualdad autoinstituyente de los géneros en la esfera privada
y repolitización de las relaciones sociales en la esfera pública, tratando de converger con
los nuevos movimientos que persiguen un cambio estructural de la sociedad. Una
articulación de lo micro y de lo macro supondría no sólo “actuar localmente y pensar
globalmente” sino desarrollar formas de intervención en los dos planos y generar también
una complementariedad horizontal entre los diversos microespacios a fin de reforzar la
convergencia de los sectores de la sociedad afectados por problemas semejantes.
Esta posición tiene su precedente histórico en las ideologías utópicas y los movimientos
políticos revolucionarios que se fraguaron en Europa en siglos pasados como consecuencia de
la confrontación de intereses entre la burguesía (primero opuesta y después aliada con la nobleza
y el alto clero) y las clases populares (obreros y campesinos). En España las primeras
manifestaciones de esta confrontación se remontan al siglo XVI aunque su desarrollo fue lento
hasta el siglo XIX en que estallaron con gran fuerza las tensiones sociales entre el liberalismo
burgués y los movimientos populares, nucleados en torno al socialismo y el anarquismo270. Esto
dio lugar al enfrentamiento entre las “dos Españas” que tuvo como desenlace trágico la guerra
civil de 1936-39 y la posterior represión de las ideologías y organizaciones populares durante el
franquismo. Con la reinstauración de la monarquía parlamentaria, la mayoría de los españoles
asumió el consenso social que cristalizó en la Constitución de 1978. Sin embargo, algunas
tendencias sociales y políticas (como los recortes introducidos en el Estado del bienestar, la
desregulación laboral, los casos de corrupción política) han diluido en parte aquella cohesión
social que se generó en el momento de la transición y existen también minorías críticas con el
modelo vigente de sociedad que piensan que la recuperación de las libertades democráticas se
habría logrado a costa del sacrificio de las masas populares (aumento del desempleo y del trabajo
precario, polarización social, etc.) y de su marginación en los procesos de decisión política
(desmovilización de la participación ciudadana, elitismo y profesionalización de los representan-
tes políticos, etc.). Los cambios introducidos en la etapa de la transición habrían supuesto una
adaptación de las instituciones del país a las nuevas circunstancias del contexto internacional
(integración en la Unión Europea, economía mundializada, etc.) pero no habrían cambiado la
estructura social de base, que seguiría siendo desigual y jerarquizada, ni desplazado a los
principales grupos de poder social271.
187
Quizás uno de los ámbitos en los que la posición emancipatoria se hace más presente es
el de la igualdad entre los géneros, que remite a una larga historia de diferenciación social entre
los roles masculino y femenino, que situaba a la mujer en un estatus de dependencia. Estas
divisiones de poder basadas en el género (el patriarcado) se encuentran cada vez más
cuestionadas en el plano ideológico por las diversas corrientes feministas272, lo que está dando
lugar a una lenta pero continua asunción por parte de las mujeres de los roles tradicionales
asignados a los varones; sin embargo, éstos apenas efectúan el camino inverso y participan poco
activamente en las tareas domésticas. En consecuencia, las mujeres se ven obligadas a desarrollar
jornadas laborales muy superiores a los hombres, con la consiguiente sobrecarga de la “doble
jornada” y dando lugar a diferentes efectos de inclusión/exclusión que dependen de la extracción
social: en las clases acomodadas se recurre a servicios externos pagados; en cambio, en las clases
modestas el trabajo extradoméstico de la mujer produce estrés familiar y un relativo “abandono”
de los hijos en la franja horaria extraescolar (lo que explica en parte las resistencias de los
maridos de clases bajas a la emancipación laboral de sus mujeres). Por otra parte, desde la
posición emancipatoria la liberación de la mujer que se plantea no consiste en reproducir el
“modelo cultural masculino” (como hace la posición competitiva) sino en renegociar la identidad
de ambos géneros desde nuevas claves de igualdad y cooperación. Para ello, es preciso afirmarse
como personas individuales, liberarse del yugo de lo genérico y converger con otros procesos
generales de transformación de la sociedad: “el feminismo pertenece a una tradición de
pensamiento que denuncia desigualdades injustas. La que las mujeres padecen no es la única”273.
Los rasgos descritos de la posición emancipatoria están poco presentes, y sobre todo poco
estructurados, en el material empírico recogido para la presente investigación, si bien algunos de
sus elementos contribuyen a dinamizar el discurso de las otras posiciones, sobre todo en los
segmentos urbanos precarizados y en un sector minoritario de los profesionales de inserción
social. Más por vía negativa que como propuesta de alternativas concretas, algunos elementos
del discurso emancipatorio aparecen para colmar las quiebras o puntos ciegos que se producen
en el interior de los otros discursos. Destacamos algunas de esas quiebras más significativas:
S Entre las personas con discapacidad en situación de paro o con empleos precarios,
aparece con relativa frecuencia una crítica frontal a la lógica del beneficio que preside la
actividad empresarial y a la asimetría existente entre los empresarios (“dueños del
pastel”) y los trabajadores (“obligados a vivir de limosna”). En opinión de algunas
personas entrevistadas, la precariedad “es la norma” para todos los colectivos margina-
dos, que son “objeto de explotación, no personas” para quienes detentan el poder
económico.
S Algunos trabajadores con discapacidad contraponen el talante solidario y cooperador de
algunos de sus compañeros a la competitividad de otros. Se apunta incluso como ideal de
relación laboral una cooperativa de afectados donde los trabajadores participan de las
decisiones y los beneficios se dedican a satisfacer las necesidades del colectivo.
272
El feminismo radical centró sus análisis en el patriarcado como sistema básico de dominación (Kate
Millet); el feminismo materialista insistió en la división sexual del trabajo que conduce a la mujer a una posición
de clase subordinada (Shulamit Firestone); y el feminismo socialista ha tratado de combinar la política de clases con
la de sexos: el capitalismo y el patriarcado son dos sistemas paralelos que oprimen a la mujer (Juliet Mitchell). Ver
AMORÓS, C. (Coord.), Historia de la teoría feminista, Instituto de Investigaciones Feministas de la Universidad
Complutense de Madrid y Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid, Madrid, 1994.
273
VALCÁRCEL, A., Sexo y filosofía. Sobre ‘mujer’ y ‘poder’, Anthropos, Barcelona, 1994, pág. 143.
188
S Un sector de empresarios valora negativamente desde el punto de vista social y humano
la lógica especulativa que preside la actividad empresarial (“cifrar más que el año
pasado”) y reclama que se establezcan regulaciones políticas a fin de favorecer el reparto
del empleo y un mayor equilibrio entre las grandes y las pequeñas empresas. Esta
propuesta, sin embargo, sólo se considera viable si se aplica a nivel internacional ya que
las empresas o países que la aplicasen aisladamente disminuirían competitividad y cuota
de mercado.
S Muchos padres y madres de personas con discapacidad se quejan de que los dueños de
las empresas se cierran en banda cuando solicitan trabajo para sus hijos porque su único
criterio es la rentabilidad (“su interés”).
S Tanto entre los afectados como entre los familiares, profesionales, representantes
sindicales, etc. se plantea a veces la necesidad de que el colectivo se autoorganice y
participe más activamente en la resolución de los problemas que padece. Se critica en este
sentido tanto el exceso de intervencionismo estatal como la pasividad e inhibición de
muchos afectados, así como el aislamiento de bastantes asociaciones y el enfrentamiento
entre sus líderes. Desde esta posición crítica -y autocrítica- se mira con nostalgia al
pasado reciente, cuando las asociaciones tenían una estrategia más reivindicativa e
independiente en relación a la administración.
Estas críticas y otras similares no llevan a las personas que las plantean, salvo en casos
minoritarios, a proponer explícitamente un modelo alternativo de sociedad, a veces porque se
entiende que tales demandas se pueden abordar y resolver en el marco político vigente en España
y otras veces porque se encuentran confusas y no disponen de mediaciones ideológicas ni
organizativas que apunten en la dirección que desean.
En cuanto a los diversos agentes relacionados con la inserción social de las personas con
discapacidad, para esta posición ideológica el centro de gravedad lo deberían constituir los
propios afectados. El papel y características ideales que, en torno a ellos, deberían tener los
restantes agentes se recoge en el Esquema 6.
..//..
189
Esquema 6
PAPEL DE LOS AGENTES SOCIALES
DESDE EL PUNTO DE VISTA DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
(POSICIÓN EMANCIPATORIA)
P
Trabajo PERSONAS CON Trabajos
extradoméstico DISCAPACIDAD no remunerados
papel central
6
Demandas:
6 Demandas:
cogestión, Emancipación reparto equilibrado
orientación social. personal de tareas/géneros.
y social.
b `
Redes locales Familiares
y comunitarias y allegados
Demandas: Demandas:
primacía de las cooperación,
relaciones sociales. apertura.
-------------
190
Tercera parte
TRAYECTORIAS DE INSERCIÓN EN LA SOCIEDAD
INTRODUCCIÓN METODOLÓGICA
Las Partes tercera y cuarta del presente estudio recogen los resultados del trabajo de
campo desarrollado para explorar cómo se produce la inserción social de las personas con
discapacidad en España. De acuerdo con los planteamientos esbozados hasta aquí, hemos tratado
de profundizar en los diversos modelos de incorporación a la sociedad a partir de una selección
de casos-tipo representativos de las principales trayectorias, teniendo en cuenta los contextos más
influyentes.
En general, tal como se recoge en el Gráfico 20, las trayectorias de vida analizadas se
pueden entender como resultado de las estrategias de inserción desplegadas por los sujetos
afectados en el marco de tres contextos de influencia: las condiciones de vida particulares de
cada caso según diferencias de estatus socioeconómico, sexo, edad y estado civil, estudios y
cualificación profesional, tipo y grado de discapacidad, hábitat rural, urbano o macrourbano, etc.;
las posiciones ideológicas que prevalecen en torno a la discapacidad y la inserción social y
laboral; y las tendencias generales en instituciones básicas como la familia, el mercado de
trabajo, la política social y las asociaciones de afectados.
(A) Las estrategias de inserción adoptadas por los propios afectados constituyen el núcleo
central de las trayectorias sociales. Tales estrategias pueden ser muy diversas ya que
dependen de la libertad y capacidad de maniobra que tienen los sujetos para configurar
sus condiciones de vida y de trabajo (actitud ante la propia discapacidad, confianza o
desconfianza en las propias habilidades, tenacidad para conseguir los objetivos
planteados, etc.). En el capítulo 4 hemos visto que las personas con discapacidad en edad
laboral adoptan tres modelos básicos de inserción social: el empleo remunerado, el
trabajo doméstico y las pensiones. En cuanto al empleo remunerado, conviene distinguir
las estrategias orientadas al empleo protegido de las que se proponen competir en el
mercado ordinario y, dentro de éste, las que discurren en el llamado sector primario y las
que se ubican en el sector secundario (incluyendo aquí a los demandantes de empleo).
Optar por una de estas vías, o por varias de ellas cuando son compatibles, supone adoptar
unos planteamientos y estilos de comportamiento específicos que tienden a impregnar las
expectativas de realización de los individuos.
(B) Una primera clave para saber por qué se ha desarrollado una determinada trayectoria nos
la proporciona el conocimiento de las condiciones de vida particulares de cada sujeto:
sexo-edad y estado civil, el estatus socioeconómico y cultural de su familia (de origen y/o
actual); el tipo y grado de discapacidad, así como su origen congénito-infantil o
sobrevenido; nivel de estudios terminados y experiencia profesional; hábitat o enclave
geográfico en el que se enmarca, etc. El tipo y grado de deficiencia suele ser el factor más
valorado en muchos estudios sobre las personas con discapacidad; sin embargo, aunque
esa variable es importante, hay que tener en cuenta el peso que pueden tener otras
condiciones como ser hombre o mujer, pertenecer a una familia rica o pobre, tener
preparación laboral o no, vivir en una ciudad próspera o en un pueblo aislado y sin
187
posibilidades laborales, etc. Estas y otras variables no determinan absolutamente los
itinerarios de los sujetos, que pueden sobreponerse a ellas, pero es indudable que les
condicionan en mayor o menor medida y hay que tenerlas en cuenta en el proceso de
investigación.
Gráfico 20
ARTICULACIÓN ANALÍTICA
PARA ESTUDIAR LAS TRAYECTORIAS DE INSERCIÓN
(C
) Otra clave para comprender el sentido de las trayectorias adoptadas y sus efectos de
inclusión/exclusión es considerar las configuraciones ideológicas que inciden en los
casos estudiados. Como vimos en el capítulo 5, las diversas posiciones discursivas
representan formas contrapuestas de entender y de abordar la discapacidad que remiten,
entre otras cosas, a diferentes sistemas de valores y modelos de sociedad, estilos de
familia y de vinculación social con los próximos, roles de género, papel asignado a los
profesionales, etc. La posición adoptada en estos puntos -tanto por parte de las personas
con discapacidad como por sus familiares, amigos y profesionales que se relacionan con
ellos- resulta decisiva no sólo para explicar las estrategias de inserción social adoptadas
sino para prever sus posibilidades de transformación.
(D) Por último, hay que tomar en consideración cómo evolucionan e influyen actualmente en
España las principales instituciones de socialización primaria y secundaria que, en el
caso de las personas con discapacidad, hemos reducido a cuatro: la familia o grupo
primario de convivencia, el mercado de trabajo (incluida la política laboral), las políticas
generales y específicas dirigidas al colectivo estudiado (principalmente de sanidad,
educación y prestaciones sociales y económicas) y las asociaciones de afectados.
188
Historias de vida social
El procedimiento metodológico de las historias de vida tiene una larga tradición, tanto
en antropología como en sociología. En este último ámbito destacan las aportaciones de la
sociología polaca a principios de siglo274, de la “escuela de Chicago” a partir de los años 20275,
y de diversas autores europeos y americanos en las últimas décadas276. En nuestro caso, el interés
por esta técnica se justifica porque permite establecer cortes longitudinales en las trayectorias
de inserción de las personas con discapacidad, respetando la diversidad de tipologías existentes
y partiendo de la memoria viva de sus protagonistas. La narración biográfica permite una
apertura privilegiada al componente histórico-diacrónico de los procesos sociales, tal como éstos
son percibidos por los propios agentes y por las personas de su entorno277.
Sin embargo, lo que interesa propiamente no es recoger casos individuales sino establecer
las pautas típicas de las formas de inserción de las personas con discapacidad, partiendo de las
huellas que han quedado impresas en su discurso y en el de las personas que más les han influido
(familiares, amigos, educadores, profesionales de la sanidad y de los servicios sociales, agentes
de inserción laboral, empresarios, etc.), y explorando también los registros familiares e
institucionales y las coordenadas espacio-temporales presentes en cada caso. La segunda parte
de la expresión que utilizamos (“historia de vida social”) quiere significar esta orientación de
nuestro enfoque de investigación. En palabras de Alfonso Ortí, “lo que aspiramos a ver y
274
Polonia es el país europeo con más tradición en el uso de historias de vida, basadas en autobiografías
escritas y diarios personales de gran número de personas. Precisamente la obra El campesino polaco en Europa y
América, escrita a comienzos de siglo por los polacos THOMAS y ZNANIECKI, luego profesores en Chicago, fue
la pionera de la aplicación de historias de vida en el campo de la sociología.
275
Esta escuela se centró en el estudio de una amplia tipología de "marginados": inmigrantes negros (Fra-
zier), delincuentes (Shaw) jóvenes negros (Johnson), trabajadores itinerantes y vagabundos (Anderson), pandillas
(Thrasher), ladrones (Sutherland), etc. En la mayoría de estos casos prevaleció el enfoque teórico del interaccionismo
simbólico. Ver PUJADAS, J.J., El método biográfico: el uso de las historias de vida en ciencias sociales, CIS,
Madrid, 1992, pág. 15-40.
276
Ver BALÁN, J. (Comp.), Las historias de vida en ciencias sociales. Teoría y técnica, Nueva Visión,
Buenos Aires, 1974; BERTAUX, D. (Comp.), Biography and Society: the Life History Approach in Social Sciences,
Sage, Londres, 1981; y FERRAROTTI, F., Storia e storie di vita, Laterza, Bari, 1981.
277
Según la distinción conceptual establecida por Denzin y retomada por Bertaux, los relatos de vida (life
story/récit de vie) recogen los textos tal como han sido narrados por el sujeto (en estado puro serían los textos
grabados y transcritos sin retocar) y las historias de vida (life history/histoire de vie) añadirían a lo anterior cualquier
información adicional así como el análisis y la contextualización del caso. Ver DENZIN, Norman K., "The
Interactionist Study of Social Organization: A Note on Method", en BERTAUX, D. (Comp.), Biography and Society,
Beverly Hills (California), Sage, 1981, pág. 149-167.
189
podemos estudiar en el discurso del entrevistado no son sus problemas personales, sino la forma
social -cultural y de clase- de la estructura de su personalidad y los condicionamientos
ideológicos de su proceso motivacional típico”278. Para ello, trataremos de reconstruir
progresivamente la lógica social de las trayectorias de inserción en un proceso inductivo de
paulatina teorización y generalización de resultados de acuerdo con un planteamiento
exploratorio-cualitativo. Esta orientación metodológica, presente en algunos trabajos de la
llamada “escuela cualitativa madrileña”279, conecta con la tradición epistemológica representada,
entre otros, por Glaser y Strauss en Estados Unidos y Demazière y Dubar en Francia para quienes
la investigación cualitativa supone un proceso de generación de teoría (generating theory), es
decir, una elaboración progresiva y continua de conceptos, propiedades y relaciones sobre la base
de las exploraciones empíricas más o menos sistemáticas280. Los autores del presente estudio
hemos utilizado este enfoque metodológico y reflexionado sobre su alcance y virtualidades en
varios trabajos anteriores281
Las 18 historias de vida social objeto de análisis no fueron escogidas al azar, sino a partir
de una tipología diferencial que se elaboró tras la primera fase de investigación y que fue
contrastada con expertos de varios puntos de España282. Los criterios utilizados para escoger
estos 18 prototipos fueron los siguientes:
9) Sexo: 8 mujeres y 10 varones. La mayor presencia de éstos se debe a que las trayectorias
femeninas están menos diferenciadas al concentrarse más del 60% en el “trabajo
doméstico”.
10) Edad: 11 entre 20-44 años y 7 entre 45 y 64. La mayor frecuencia de jóvenes se
debe a que permiten reconstruir itinerarios más recientes de socialización e
inserción social y, en esa medida, son más representativos de las tendencias
actuales.
11) Estado civil: 10 casados (5 mujeres y 5 varones) y 8 solteros (de ellos 6 viviendo
en casa de sus padres, uno en piso tutelado y otro en casa propia)283.
278
ORTÍ, A., “La apertura y el infoque cualitativo o estructural: la entrevista abierta y la discusión de gru-
po”, en GARCÍA FERRANDO, M., IBÁÑEZ, J. y ALVIRA, F., El análisis de la realidad social, Alianza, Madrid,
1986, págs. 178-9.
279
Algunos de los representantes de esta escuela son los citados Alfonso Ortí y Jesús Ibáñez, Ángel de
Lucas, Francisco Pereña, Luis Enrique Alonso, etc.
280
“La teoría está enraizada, fundada o anclada (grounded) sobre la base de los datos recogidos, que pueden
ser de cualquier tipo (notas de observación directa, literatura, estadísticas, entrevistas, etc.) pero que proporcionan
los materiales a partir de los cuales el sociólogo elabora su teoría para explicar los datos (data)”. Ver DEMAZIÈRE,
D. y DUBAR, C., Analyser les entretiens biographiques, Nathan, París, 1997, pág. 49; y GLASER, B.G., y
STRAUSS, A.L., The Discovery of Grounded Theory. Strategies for Qualitative Research, Aldine, Chicago, 1967.
281
Ver COLECTIVO IOÉ, “Apèndix metodològic: Històries de Vida”, en Marroquins a Catalunya,
Enciplopèdia Catalana, Barcelona, 1994, pág. 320-25; y MARINAS, J.M. y SANTAMARINA, C. (Coord.), La
historia oral: métodos y experiencias, Ed. Debate, Madrid, 1993.
282
Ver en Anexo 1 la lista de expertos, representantes de la administración y del movimiento asociaciativo
a quienes hemos consultado.
283
No hay ningún caso de viudedad ni de separados-divorciados que según la EDDM-86 suponían el 6,9%
y el 1,1% respectivamente.
190
12) Estatus socioeconómico (familiar): 2 alto o medio-alto; 7 medio; y 9 bajo o
medio-bajo. En este caso el estatus se refiere al cabeza de familia en el hogar de
residencia actual, que puede ser el paterno o un hogar de nueva creación284
13) Nivel de estudios y cualificación: 2 estudios superiores (que coinciden con los
estatus familiar alto y medio-alto); 1 formación profesional; 9 estudios primarios;
y 6 primaria incompleta.
14) Origen de la discapacidad: 10 congénito-infantiles; 8 sobrevenidos. La mayor
frecuencia de los primeros se debe a la opción de escoger más casos menores de
menores de 45 años (entre los mayores de esta edad prevalecen los sobrevenidos).
15) Tipo y grado de discapacidad: 7 a partir de una deficiencia física (1 leve, 2
medias y 3 graves, de éstos dos en silla de ruedas a partir de accidentes y uno con
esclerosis múltiple degenerativa); 6 a partir de una deficiencia sensorial (2
auditivos graves y otros 2 medios; un ciego y otro con deficiencia visual parcial);
y 5 a partir de una deficiencia psíquica (4 con retraso mental ligero/medio y uno
con síndrome de Down)285.
16) Sistema prevalente de inserción: 3 con empleo en el sector primario del mercado
ordinario de trabajo; 7 con empleo en el sector secundario del mercado ordinario
de trabajo (de ellos 3 en paro y 1 trabajando en la fórmula de “empleo con
apoyo”); 4 con empleo protegido (2 en Centro Especial de Empleo, 1 en Centro
Ocupacional y 1 como vendedor del cupón de la ONCE); 5 con trabajo doméstico
(todas mujeres); y 4 perceptores de pensión de invalidez (3 contributivas y 1 no
contributiva)286.
17) Hábitat: 7 en enclave macrourbano (área metropolitana de Barcelona), 6 en
enclave urbano (ciudad de Córdoba) y 5 en enclave rural (comarca de La
Campiña, Guadalajara).
Salvo las lagunas indicadas, esta distribución de los casos cubre las principales
características y diferencias internas del colectivo de personas con discapacidad en edad
laboral, según se desprende de la información disponible, recogida en la Primera parte de la
presente investigación. No se trata evidentemente de una representatividad de tipo estadístico,
propia de las encuestas por muestreo, sino de tener en cuenta los principales ejes que estructuran
el campo de las discapacidades en la edad laboral para, a través del conjunto de trayectorias
establecidas con ese criterio, hallar las claves que componen el mosaico de estrategias y
resultados de inserción social y laboral de dichas personas. En expresión de Jesús Ibáñez, tal
análisis pretende descubrir la estructura de la red, no la frecuencia o el peso y distribución de los
284
La situación excepcional de Raquel (residente en piso tutelado) la hemos encuadrado en estatus bajo,
por referencia a su familia de origen.
285
No hay representantes de casos de enfermedad mental, que suponen según la EDDM-86 el 4,6% del
colectivo de personas con discapacidad entre 16 y 64 años.
286
La suma de los casos es 23, en lugar de 18, porque hay cuatro que participaban a la vez en dos sistemas
de inserción en el momento de aplicar el trabajo de campo: sector secundario de empleo y trabajo doméstico
(Mónica y Casilda); empleo protegido y trabajo doméstico(Carolina), pensión contributiva y sector secundario de
empleo (Manuel); pensión contributiva y empleo protegido (Cecilio); y pensión no contributiva y sector secundario
de empleo (Carmen). El análisis tiene también en cuenta los sistemas de inserción utilizados en etapas anteriores
de la vida, lo que aumenta considerablemente el número de casos en cada sistema de inserción.
191
elementos de la red, para lo que existen otros procedimientos metodológicos como el recuento
estadístico287.
Desde esta perspectiva estructural se suele utilizar el criterio de saturación para validar
“a posteriori” la representatividad o significación de los análisis efectuados288. En nuestro caso,
aunque no pretendemos haber cubierto todas las variantes del objeto de estudio, sí puede
constatarse un alto grado de saturación o redundancia, tanto en las claves ideológicas que se
adoptan para entender y abordar la discapacidad como en los dispositivos, mecanismos y
condiciones a través de los cuales se producen los procesos de inserción.
Con los criterios establecidos elaboramos una rejilla de 18 casos distribuidos en los tres
hábitats de estudio con el criterio de que al menos hubiera tres casos para cada una de las
principales variables, en especial el tipo/grado de discapacidad y los modelos de inserción social
y laboral. El Cuadro 9 recoge sintéticamente las características principales de los 18 casos, cuya
ficha técnica más detallada puede consultarse en Anexo289.
..//..
287
Ver IBÁÑEZ, J., “Perspectivas de la investigación social: el diseño en la perspectiva estructural”, en
GARCÍA FERRANDO, M., IBÁÑEZ, J. y ALVIRA, F., o.c., págs. 31-65.
288
“La saturación es el fenómeno por el cual, pasado un cierto número de entrevistas (biográficas o no),
el entrevistador o el equipo tiene la impresión de no encontrar nada nuevo, al menos en lo que concierne al objeto
sociológico que se persigue”. BERTAUX, D., “L’approche biographique: sa validité méthodologique, ses
potentialités”, en Cahiers Internationales de Sociologie, vol. LXIX, 1980, pág. 205.
289
Los nombres propios asignados a cada historia han sido modificados a fin de salvaguardar el anonimato
de las personas entrevistadas. Comienzan por la letra “M” los residentes en hábitat Macrourbano, por “C” los de
hábitat urbano o Ciudad intermedia y por “R” los de Rural.
192
Cuadro 9
DISEÑO DE LAS 18 HISTORIAS DE VIDA SOCIAL
Marcos 24 años, soltero Medio, Psíquica, sínd. de Down, Empleo “con apoyo”
en hogar paterno Estudios primarios congénita-infantil en empresa ordinaria
193
Los materiales para explorar las historias de vida social se han obtenido a través de
diversos procedimientos de recogida de información cuyo objetivo final era conocer con
precisión el itinerario de socialización e inserción social y laboral en cada una de las historias,
teniendo en cuenta el protagonismo del propio sujeto, el papel desempeñado por los agentes
próximos y la influencia ejercida por las condiciones de vida y las instituciones del entorno. En
definitiva, se trataba de profundizar hasta donde fuera posible en la lógica social que había
presidido el desarrollo de cada trayectoria así como sus efectos de inclusión/exclusión social.
Para ello se trabajaron seis vías complementarias:
El diseño del trabajo de campo se realizó después de una primera fase de investigación,
que duró cuatro meses, cuyos resultados fueron contrastados con expertos y representantes de la
administración y del movimiento asociativo en Madrid, Barcelona y Córdoba. A continuación
ofrecemos una referencia breve del trabajo desarrollado en cada una de las seis vías indicadas,
dejando para los correspondientes Anexos una relación más detallada de los diseños concretos.
Una vez escogidas en cada hábitat las personas con discapacidad que respondían a los
tipos definidos en el diseño290, se estableció con ellas una primera entrevista de carácter
abierto291, orientada a elaborar la biografía del caso desde la perspectiva del propio sujeto
(autobiografía). Al iniciar la entrevista sólo introducíamos una breve explicación del objetivo
general del estudio e inmediatamente después hacíamos algunas preguntas generales generadoras
de un relato amplio dirigido por el entrevistado. A partir de aquí tratábamos de que nuestro
interlocutor explayara sus puntos de vista con la máxima libertad, si bien a medida que avanzaba
la entrevista disponíamos de un repertorio de cuestiones cuyo fin era ayudar al informante a
desplegar su historia en los siguientes puntos:
290
Para esta selección fue decisiva la cooperación a nivel local de representantes de la administración y de
las asociaciones, a pesar de lo cual hubo dificultad para encontrar algunos casos-tipo del diseño inicial. La persona
que establecía el contacto ofrecía además información adicional sobre el entrevistado.
291
Entendemos por entrevista abierta la desarrollada en base a un guión de cuestiones generales que el
entrevistado desarrolla libremente; la grabación y posterior transcripción mecanográfica es objeto después de un
análisis sistemático de los contenidos manifiestos y latentes, semejante al que se aplica a los grupos de discusión.
En cambio, la entrevista semidirigida se orienta a recoger información específica o complementaria (la grabación
no se transcribe textualmente).
194
Guión de la entrevista inicial (abierta)
1) Recuerdos sobre el proceso de socialización infantil-juvenil en la familia,
escuela, amigos...
2) Proceso de inserción adulta en la sociedad: formación ocupacional, trabajo
(remunerado/doméstico), pensiones, independencia familiar, otras redes e
instituciones sociales...
3) Origen y evolución de la discapacidad: transtorno inicial, efectos discapacitantes,
tratamiento posterior, cambios producidos...; si ha obtenido reconocimiento
oficial de minusvalía, por qué lo ha solicitado y qué efectos prácticos ha tenido...
4) Papel que han jugado, en su opinión los siguientes agentes:
S Padres, hermanos y otros familiares.
S Amigos, vecinos, conocidos.
S Educadores.
S Profesionales de la sanidad.
S Agentes de inserción social-laboral (públicos, de O.N.G., privados).
S Agentes laborales (empresarios, sindicatos, compañeros de trabajo,
clientes...).
S Asociaciones (generales o/y específicas de personas con discapacidad).
5) Datos complementarios (al final de la entrevista, si no han aparecido hasta
entonces):
S Nivel de estudios y tipo de centros donde ha estado.
S Ocupaciones (precisar hasta donde sea posible).
S Composición y estatus de la unidad familiar (profesión del cabeza de
familia, etc.).
S Registro homologado de la discapacidad (punto C).
Esta primera entrevista combinaba, por tanto, la no directividad inicial y una cierta
directividad a medida que avanzaba la conversación. Con posterioridad, normalmente después
de dos o tres semanas de la primera entrevista, concertábamos un segundo encuentro, de cierre,
a fin de completar informaciones y plantear aquellas cuestiones que permitieran resolver las
dudas o ampliar los puntos de vista del afectado (entrevista semidirigida). Este diseño general
se aplicó con flexibilidad y en casos excepcionales el interlocutor fue, total o parcialmente, un
familiar próximo (padres de jóvenes con retraso mental, hijos que hacían de intérpretes de sus
padres en casos de hipoacusia, etc.). Así mismo, el número de entrevistas se amplió en algunos
casos o se limitó a la primera aplicación en otros, siendo ampliada por teléfono en varias
ocasiones.
A partir de la primera entrevista a la persona con discapacidad, se decidía cuáles eran los
agentes próximos al caso que convenía visitar. Los criterios de selección fueron dos: que se
tratara de personajes importantes en la historia escogida y que los diversos tipos de agentes
estuviesen suficientemente representados en el conjunto de los casos. De este modo, aunque
inicialmente se pensaba aplicar dos entrevistas en cada caso (una abierta y otra semidirigida), al
final el número de entrevistas superó esa previsión llegando a 44. De ellas, 15 fueron a familiares,
amigos y vecinos, 9 a profesionales, 12 a agentes laborales y 8 a representantes de asociaciones
(ver Cuadro 10). Como es obvio, el guión de entrevista establecido en cada aplicación era
diferente dependiendo de las características del agente y del caso estudiado.
Cuadro 10
ENTREVISTAS A AGENTES PRÓXIMOS MÁS INFLUYENTES
EN LAS HISTORIAS DE VIDA SOCIAL
195
Familia/amigos Profesionales Agentes laborales Asociaciones
Marisa - Amiga. - Compañera trabajo.
Sordos.
Cecilio - Esposa.
- Vecino.
Casilda - Esposo
En las entrevistas a los sujetos de las trayectorias y a los agentes próximos, un objetivo
que se aplicaba en último lugar era rellenar un minucioso “Registro de la discapacidad y de su
tratamiento y de los efectos sociales subsiguientes”292. Este registro tenía como finalidad disponer
de información precisa y homologada sobre las características objetivas de la deficiencia, la
discapacidad y eventualmente la minusvalía en los casos escogidos, así como sobre los
292
Ver Anexo 2.
196
tratamientos y los efectos sociales que se habían producido. Para ello, utilizamos dos criterios
complementarios: por una parte, la aplicación de diversos sistemas clasificatorios; por otra, la
información directamente obtenida por el entrevistador a cualquiera de las personas entrevistadas.
El contenido del registro era el siguiente:
293
Ver la composición y características de estos grupos en el Anexo 3.
294
Grupos de contraste sobre el planteamiento general, los objetivos y la metodología de la investigación,
a los que ya hemos aludido, y que tuvieron lugar en Barcelona, Córdoba y Madrid-Guadalajara con expertos,
representantes de la administración y del movimiento asociativo.
197
La práctica metodológica del Grupo de Discusión (GD) provee un material empírico
(discursos producidos por grupos de entre 5 y 10 personas) que permite acceder a los signos,
imágenes y motivaciones colectivas del sector social representado en la reunión; a través del
análisis, se pueden descubrir los elementos básicos que configuran sus actitudes y estados de
opinión más o menos duraderos que están a la base de sus comportamientos295. El grupo de
discusión no informa adecuadamente sobre estos comportamientos pero permite identificar el
soporte ideológico de los mismos y las líneas de fuerza que pueden llegar a constituir nuevas
formas de acción. Un rasgo característico de las ideologías en “sociedades de masas” es su
tendencia a la simplificación y homogeneización, debido al influjo de los poderosos medios de
comunicación/formación, que tienden a englobar las múltiples variaciones particulares en pocos
y grandes discursos generales. Por eso, teniendo en cuenta que nuestro objetivo era detectar las
principales tendencias generales y no todas las variedades y matizaciones particulares, el número
de grupos escogidos ha sido suficiente para alcanzar un nivel aceptable de saturación del campo
investigado.
Los llamados Grupos Focalizados (GF), más utilizados en los países anglosajones, se
diseñan y aplican con el mismo criterio que los grupos de discusión pero son objeto de un análisis
menos profundo y sistemático296. En nuestro caso sirvieron para ampliar la exploración, ya
iniciada en varios grupos de discusión, en el sector clave para nuestro estudio de los agentes de
inserción laboral de personas con discapacidad en los tres enclaves estudiados.
Por último, los tres Grupos de Contraste (GC) se aplicaron al final de la primera fase para
confrontar con otros expertos y representantes de la administración los planteamientos generales
y el diseño metodológico a los que habíamos llegado en ese momento los autores del presente
estudio. Al ser conscientes de la “naturaleza fundamentalmente dialéctica de la investigación
social”297, queríamos poner a prueba nuestro punto de vista y enriquecerlo con las críticas y
aportaciones de otras personas.
Los grupos aplicados pretendían articular las principales tendencias ideológicas de los
sectores sociales más directamente relacionados con nuestro trabajo: las propias personas con
discapacidad y sus familiares, los agentes laborales (empresarios, compañeros y sindicalistas,
agentes de inserción laboral) y los profesionales y representantes de otras instituciones
(educación, sanidad, asociaciones, etc.), tal como se recoge en el Cuadro 11.
Cuadro 11
DISEÑO DE LOS GRUPOS DE DISCUSIÓN,
GRUPOS FOCALIZADOS Y GRUPOS DE CONTRASTE
295
Sobre el grupo de discusión ver IBÁÑEZ, J., Más allá de la sociología, Siglo XXI, Madrid, 1979; y
ORTÍ, A., “La apertura y el enfoque cualitativo o estructural; la entrevista abierta y la discusión de grupo”, en
DELGADO, J.M., y GUTIÉRREZ, J., Métodos y técnicas cualitativas de investigación, Alianza, Madrid, 1986,
págs. 153-185.
296
Sobre los grupos focalizados, ver KRUEGUER, R.A., El grupo de discusión (traducción equívoca del
título original: The Focus Group), Pirámide, Madrid, 1991.
297
Expresión de Robert Friedrichs, para quien “el sociólogo, con los oídos profesionalmente sensibilizados
a la evidencia del diálogo -y a su ausencia-, está en una situación privilegiada (...) para contribuir a revelar el hecho
de que aun la epistemología debe ser considerada una empresa eminentemente social”. FRIEDRICHS, R., Sociología
de la sociología, AMORRORTU, Buenos Aires, 1977, pág. 323.
198
Hábitat macrourbano Hábitat urbano Hábitat rural
GD2 GD5 GD9
Afectados Personas con discapacidad Personas con discapacidad Personas con discapacidad
en el Sector Secundario en el Sector Primario en el trabajo doméstico
(precarios y parados) (trabaj. estables y cualificados) (mujeres en hogar propio)
GD1 GD 10
Padres y madres Parientes (mayoría esposas)
de jóvenes con discapacidad de personas con discapacidad
(mayoría deficiencia psíquica) que perciben pensiones
GD7
Trabajadores sin discapacidad
Agentes
GF1 GD8
Líderes de asociaciones Agentes de socialización
de personas con discapacidad de personas con discapacidad
(varios sectores) (Educación, Sanidad, T.Social)
Otros
Las historias de vida no se agotan en los relatos recogidos en las entrevistas y en los
grupos de discusión. Después de explorar los textos y sus posibilidades significativas, es
necesario abrirse a los contextos a fin de interpretar el sentido y la génesis social de los asuntos
tratados. Los “relatos de vida” no pueden hablar por sí solos aunque tampoco sean resultado
automático de procesos sociales; más bien, las “historias de vida” mantienen una relación
dialéctica entre lo vivido (la experiencia acumulada por el sujeto) y lo condicionado (circunstan-
cias en que le ha tocado vivir). Hace falta, en consecuencia, conjugar el respeto al texto con la
capacidad de encuadrar teóricamente sus contenidos.
En las trayectorias de vida de las personas con discapacidad, los contextos los hemos
abordado a un doble nivel: en relación a las grandes tendencias de aquellas instituciones que más
influyen en la inserción social y laboral de las personas con discapacidad en el conjunto de
España; y en particular, atendiendo a las condiciones específicas de los tres enclaves geográficos
(macrourbano, urbano y rural) en los que se ha aplicado el trabajo de campo.
Entre los contextos generales más influyentes, el proceso de investigación nos llevó a
centrar la atención en los cuatro siguientes:
199
• La familia o grupo primario de convivencia, principal institución mediadora entre los
sujetos particulares y los entramados colectivos más amplios. Es la única institución que
normalmente acompaña al individuo a lo largo de toda su vida, cumpliendo importantes
funciones tanto el proceso de socialización inicial como después en la vida adulta y al
llegar la ancianidad. Por lo general la familia de origen inscribe a los individuos en
diferentes posiciones de la estructura social y posteriormente los eventuales cambios de
hogar, las alianzas matrimoniales y los sucesivos roles de género y paterno-filiales
condicionan y orientan en múltiples sentidos las trayectorias y la identidad social de cada
persona.
• El mercado de trabajo y la política laboral constituyen el ámbito que delimita las
posibilidades de ocupación y las condiciones de trabajo del conjunto de la población. En
este sentido, parecía imprescindible conocer la evolución de los procesos sociales que
configuran la vida económica, a fin de valorar su repercusión en las personas con
discapacidad. En especial, nos propusimos estudiar las grandes tendencias de la política
laboral y el estado de opinión y las previsiones de los principales agentes económicos
(organizaciones empresariales y sindicales).
• Las políticas sociales, ya se trate de las que tienen carácter general (educación, sanidad,
servicios sociales, pensiones, etc.) o de las específicamente dirigidas a favorecer la
inserción social y laboral de las personas con discapacidad, son también otro contexto
importante para explicar las trayectorias de inclusión/exclusión de los individuos. La
comparación entre los objetivos perseguidos por la legislación y los resultados concretos
a los que da lugar su aplicación en la práctica, con eventuales efectos perversos en
algunos casos, tiene especial relevancia en la presente investigación que ha sido
promovida precisamente por los responsables de dichas políticas sociales.
• Las asociaciones de afectados, pese al bajo nivel de afiliación y participación en términos
absolutos, representan la principal instancia de defensa y representación del colectivo en
la sociedad, por lo que es preciso valorar cuál es su nivel de implantación y hacia donde
se orientan sus intervenciones.
El estudio de estos cuatro contextos fue objeto de exploraciones independientes que luego
fueron puestas en relación con el material empírico de las historias de vida dando lugar a la
Cuarta parte del presente libro. Para llevar a cabo las exploraciones iniciales se utilizaron dos vías
complementarias: fuentes documentales, estadísticas y bibliográficas; y entrevistas con
informantes cualificados de los respectivos contextos298.
En cuanto a los cuatro contextos aludidos, el familiar no fue objeto de una investigación
específica en cada hábitat limitándonos a recoger las grandes tendencias de esta institución en
298
Ver relación de personas entrevistadas en el Anexo 1.
200
el conjunto de España desde una perspectiva histórica. Sin embargo, los otros tres contextos
(mercado de trabajo, políticas sociales y asociacionismo) se abordaron monográficamente en los
respectivos enclaves, dando lugar a informes particulares que luego han sido utilizados para
contextualizar con mayor precisión las historias de vida social respectivas. En el Cuadro 12
recogemos las instituciones y centros de documentación consultados para obtener información
de esas tres instituciones.
..//..
201
Cuadro 12
INSTITUCIONES Y CENTROS DE DOCUMENTACIÓN CONSULTADOS
PARA EL ESTUDIO DE LOS CONTEXTOS INSTITUCIONALES PRÓXIMOS
- Cooperativa CIPO-FLISA, Centro Asociación para la Promoción - Gabinete Pro & Pro (Empleo
Ocupacional y Especial de Empleo. del Minusválido (PROMI). con Apoyo).
- Taller Sant Francesc, Centro Especial - EROSKI, departamento de - Fundación Formación para el
de Empleo. personal. Empleo (FOREM).
- Taina, Servicio de Integración Social - Sindicato CC.OO. - Jornadas Regionales sobre
de Sabadell (S.I.L.). - Sindicato U.G.T. “Empleo y Discapacidad”
- ADECCO, empresa de contratación (Proyectos Horizon).
temporal.
- Fundación La Caixa. Departamento
de personal.
- Proyecto Aura (Empleo con Apoyo).
- Empresa comercial. Gerencia.
- Asociación para el Desarrollo
Comunitario.
- Sindicato CC.OO. (C.O.N.C.).
202
En la etapa de la infancia-juventud se construyen los rasgos centrales de la identidad, o
sea el conjunto de actitudes y aptitudes básicas que luego facilitan o dificultan la inclusión o
exclusión sociolaboral de cada sujeto. En esta construcción tiene especial influencia el grupo
familiar de origen (su posición socioeconómica y cultural, la cohesión y estabilidad entre sus
miembros, las expectativas respecto de los hijos, etc.), pero también las instituciones sanitarias,
las educativas, los grupos de pares, el hábitat, etc. Como veremos de forma más detallada en el
capítulo 13, cada grupo familiar sitúa a sus miembros en diferentes posiciones de la estructura
social y familiar, alrededor de las cuales se construye la identidad y que, en cierto modo, cada
sujeto reproduce a lo largo de la vida (sin que por ello se pueda negar la eventualidad de
posteriores posicionamientos, es decir, la posibilidad no sólo de reproducir los mandatos, normas
y valores familiares, sino de instaurar otros nuevos). En cualquier caso, más allá de la
delimitación de la institución familiar (hogar o familia), ésta se constituye como la responsable
a la hora de desarrollar las estrategias y las trayectorias de inserción social llevadas a la práctica.
Tenemos, de este modo, diez casos de entrevistados en los que la familia de origen resulta
trascendental ya que en su seno se ha producido la primera socialización, conjuntamente con la
asunción de la discapacidad. De otra parte, tendríamos otros ocho casos en los que la
discapacidad sobreviene en la edad adulta, de los cuales cinco ya estaban casados y con hijos, es
decir, se habían emancipado del hogar de origen y tras haber formado su propio hogar.
203
El Cuadro 14 ofrece una síntesis de los aspectos principales relativos a la asunción,
asignación, posiciones familiares y efectos derivados en la identidad de los diez casos con
discapacidad congénito-infantil.
..//..
204
205
206
6.1. Asunción de la discapacidad: la detección
El momento en el que se desvela la discapacidad cobra una especial relevancia dado que
ello facilita o dificulta las intervenciones que se ponen en marcha para intentar solucionar el
problema. A lo largo de este epígrafe abordamos la asunción de la discapacidad relacionando las
dimensiones vinculadas a la detección con aquellas derivadas del impacto inicial producido en
los familiares próximos y con las estrategias que organizan el proceso del tratamiento.
Comprobaremos, además, que estas cuestiones varían en función del tipo de discapacidad, del
estatus socioeconómico y cultural de las familias de origen y del hábitat (y, por tanto, de los
recursos familiares e institucionales disponibles para afrontar la problemática).
De modo genérico, una detección precoz de la afección posibilita que la familia adopte
las estrategias necesarias, o simplemente las viables, ya sea en las reacciones familiares (posición
básica familiar, relación familia-afectado), o en las posibles intervenciones sanitarias,
rehabilitadoras, educativas, etc., que resuelvan total o parcialmente los principales efectos
derivados. Así, la detección inmediata o temprana de la discapacidad permite:
• El grupo familiar que integre desde los primeros momentos la problemática lo cual
facilita, al menos, que el impacto inicial recaiga sobre los padres y que la reacción de
éstos no derive directa y negativamente sobre el sujeto con discapacidad. Los progenito-
res y otros miembros del grupo familiar tendrán, de este modo, la posibilidad de elaborar
(asumir, aceptar e integrar) con mayor tiempo y criterios la nueva situación familiar:
posibilidad, o no, de redefinir los roles de cada miembro, así como la planificación de las
estrategias a corto, medio y largo plazo de cara a la mejor socialización del hijo/a con
discapacidad.
• Que las actuaciones realizables a nivel médico-sanitario (tratamientos farmacológicos,
quirúrgicos, rehabilitadores, etc.) se lleven a efecto en los momentos oportunos y que, por
tanto, puedan traducirse en resultados más eficaces.
• Que se pueda seleccionar con tiempo suficiente los modelos y sistemas educativos,
integrados o específicos, más apropiados para las capacidades del hijo/a.
Por contra, una detección tardía conlleva generalmente una desventaja tanto de cara a las
reacciones familiares (actitudes y posiciones tendentes a la autoinculpación por no haber
detectado la afección) como de cara a las posibles actuaciones médicas, educativas, etc, que
hubiesen paliado en parte los efectos derivados de la discapacidad.
207
Sea de una u otra forma, las historias de vida realizadas nos presentan una situación
reveladora: en todos los casos de discapacidades psíquicas, la escuela es la instancia que ofrece
el primer diagnóstico. La detección en estos casos, además, no sólo resulta tardía en el seno
familiar, sino que también puede ser tardía dentro del ámbito escolar: un caso emblemático lo
encontramos en Ricardo, en el que “no parece extraño" para los profesores que un niño de casi
diez años no haya conseguido superar 1º de EGB. Indudablemente, el hecho de que la familia de
origen pertenezca a un nivel cultural y socioeconómico bajo y que la procedencia sea rural resulta
clave en la demora, dado que los menores recursos de la familia y, en general, la ausencia de
etapas pre-escolares en los entornos ruralizados impedirían una detección más temprana. De
modo tendencial, en las familias de estatus socioeconómico y cultural medio y de ámbitos
urbanos, la detección de la discapacidad psíquica en el espacio escolar suele producirse antes,
siendo clave la escuela tanto para el desvelamiento del problema como para orientar los primeros
pasos de los padres y familiares. Tenemos, así, que Miguel y Carolina cuentan con 4 años
cuando se les detecta la discapacidad ya en el medio escolar, mientras que en el caso de Marcos
el desvelamiento se adelanta a los 3 años debido, sobre todo, a que los padres son profesores y
su experiencia como tales les vale para sospechar la existencia de la anomalía, que se confirma
después en el medio sanitario (síndrome de Down).
Por su lado, en los casos estudiados con discapacidades físicas y sensoriales, la detección
se produce en etapas más tempranas de la infancia, corriendo el desvelamiento a cuenta de la
propia familia o de las instituciones sanitarias, a las que se acude con relativa periodicidad
(ejemplo de programas de seguimiento de salud en la primera infancia) más allá de la detección
de alguna anomalía en los pequeños. De este modo, en las afecciones físicas (Marisa, César y
Raúl) la detección se produce antes de los tres años, dándose en el caso de Marisa incluso antes
del primer año de vida, lo cual facilita la inmediata puesta en marcha de estrategias y tratamientos
oportunos para solucionar todo lo que se pueda del problema. Como resulta evidente, aquellas
afecciones más graves y reconocibles visualmente se detectan antes (casos de Marisa, César y
Raúl, resultado de procesos infecciosos degenerativos sucedidos entre el primer y tercer año),
poniéndose de manifiesto las menos graves y reconocibles en la etapa en la que el niño/a
comienza a desarrollar su capacidad de movimiento autónomo (gatear, andar, etc). Las
actuaciones posteriores de los familiares, al igual que describimos para las discapacidades
psíquicas, dependen en gran medida de la posición socioeconómica y cultural de la familia de
origen y de los recursos existentes en cada hábitat; en este sentido, Marisa vendría a
emblematizar el proceso puesto en marcha por una familia de estatus medio-alto que, disponiendo
de recursos propios, emplea los que el hábitat macrourbano ofrece tanto en su vertiente pública
como privada. Algo que también sucede con César y Raúl pero salvando las distancias existentes
en cuanto a los recursos asociados al estatus y al hábitat que, por ser unos y otros mucho más
escasos que en la familia de Marisa, determinan el menor éxito en el tratamiento.
En última instancia, las discapacidades sensoriales también suelen ser objeto de detección
temprana, especialmente en las visuales, de las cuales no existe en la muestra seleccionada
ningún caso. Con d. sensorial auditiva congénita o infantil tenemos a Carlos y a Carmen: el
primero sufre un proceso irreversible de sordera a causa de un accidente, con lo que la detección
resulta inmediata tras el percance; en la segunda, debido al cuadro patológico que presenta al
nacer, la detección llega por vía médica.
208
En cuanto al impacto que genera la discapacidad del hijo/a en el grupo familiar, todos los
casos estudiados ponen de manifiesto en mayor o menor medida el estado de desconcierto que
absorbe principalmente a los padres. Tras presentir o conocer el problema, éstos inician un
proceso para delimitar el diagnóstico preciso de la afección, así como el pronóstico previsible de
su evolución y las vías o tratamientos aconsejables para paliar los efectos negativos y/o potenciar
las posibilidades de integración de sus hijos afectados. Al igual que sucede con la detección, el
impacto de la discapacidad en el grupo familiar deviene en unos efectos de mayor o menor
alcance según sus actitudes para abordar la situación y según los recursos disponibles a título
familiar (estatus socioeconómico y cultural) y los existentes en el entorno (mayor o menor
desarrollo de instituciones sanitarias, educativas, etc.).
Centrándonos en el primer aspecto, puede afirmarse que la reacción que los grupos
familiares presentan ante la discapacidad de los hijos varía en función del tipo de afección:
podríamos decir que a menor gravedad de la discapacidad, la reacción de los padres resulta más
favorable (de cara a potenciar las capacidades del hijo), en tanto se mantiene la esperanza de que,
con un tratamiento adecuado, la afección no impedirá un desarrollo ajustado del niño/a en cuanto
a la posibilidad de mantener la relación comunicacional con la familia y los otros próximos,
además de que pueda integrarse sin mayores problemas en el resto de ámbitos de socialización
(escuela, calle, etc.). En casos de discapacidades no en exceso graves (asociadas a las físicas
leves o menos graves, que no impiden la movilidad autónoma y que no presentan cuadros de
evolución degenerativa), el impacto en el grupo familiar no tendería a derivar en posiciones o
actitudes tan negativas (inhibición, frustración, resignación fatalista) como en los casos de
discapacidad física, sensoriales y/o psíquicas de carácter grave y/o degenerativo, en las que no
cabe, o resulta en extremo dificultosa, la perspectiva de un proyecto vital que posibilite una
mínima independencia futura.
No obstante hay que señalar que, con cierta independencia del tipo y grado de
discapacidad y por lo visto en las historias de vida realizadas, la tendencia más extendida en los
padres y familiares próximos es relacionarse con sus hijos desde actitudes sobreprotectoras cuyo
origen bien podría estar relacionado con sentimientos de frustración y culpa ante el problema, del
que en cierta manera se sienten responsables. Esta forma de significar vivencialmente la situación
suele transformarse en prácticas de sobrecompensación excesiva, es decir, en actitudes familiares
de sobreprotección que pueden llegar a tener en los hijos un doble efecto "sobrediscapacitante"
a medio y largo plazo (en algunos casos con repercusiones muy negativas de cara a la integración
sociolaboral): de una parte y desde lo socio-relacional, consolidando una identidad en exceso
"dependiente" de sus otros cercanos; de otro lado y desde lo laboral, facilitando que dicha
identidad pueda quedar cristalizada desde el "estigma del no capaz, del no normal": desde la
diferencia que excluye.
Más allá de esto, planteamos un eje para representar el impacto que genera la mayor o
menor gravedad de la afección (Gráfico 21). En él, las discapacidades físicas leves (que no
afectan a la movilidad autónoma) ocuparían la posición más favorable de cara, por ejemplo, a no
derivar en actitudes en exceso sobreprotectoras por la familia. En posiciones intermedias
encontraríamos las discapacidades físicas más graves (que impiden la independencia de movi-
miento y que requieren ayuda especial de algún tipo), las sensoriales auditivas y visuales de
grado medio y las psíquicas leves (en las que la comunicación del afectado/a con los demás no
están limitadas). En el otro extremo tendríamos las discapacidades psíquicas, así como los casos
de discapacidades sensoriales auditivas y del lenguaje (niños/as sordomudos/as) y mixtas más
graves, en las que la posibilidad de comunicación se torna imposible, cuestión que se agrava más
aún si no existe un pronóstico de mejoría con el paso del tiempo.
209
Gráfico 21
IMPACTO DE LAS DISCAPACIDADES EN LAS FAMILIAS
Como vemos en el gráfico, el impacto inicial y los modos en los que las familias
reaccionan y se relacionan con los hijos puede representarse en un eje de posiciones cuyas
polaridades estarían, en lo negativo, en aquellos casos que degeneran en actitudes de rechazo,
exclusión o resentimiento contra la situación y contra el hijo afectado (habría que admitir que en
lo inconsciente familiar el hecho de un hijo con discapacidad viene a minar en cierto modo el
narcisismo del grupo y, especialmente, el de los padres, que se sentirían desafortunados o
"castigados por el destino", por el estigma de la discapacidad). En el polo opuesto tendríamos
aquellas familias y padres cuya respuesta al impacto no degenera en el rechazo, sino que suele
traducirse en la sobredimensión de sus roles como padre y madre protectores, sobredimensión
quizá más acusada en las madres, en base a su función como tales (la función maternal decisiva
en los primeros años de vida del niño). En una posición intermedia tendríamos aquellos casos en
los que, incluso en los primeros momentos (detección y reacción inicial) la actitud de los padres
se sitúa en posiciones ni de rechazo ni de sobreprotección.
210
vuelcan en la atención plena hacia el hijo, cuyo resultado a la larga es, según opinión de los
agentes de inserción, la incapacidad del sujeto para autonomizar su vida. En posiciones
intermedias encontramos a Marcos, cuyos padres (profesores), en esta primera etapa vital,
organizan sus prácticas y la relación con el hijo afectado desde un proyecto de integración (para
la inclusión) dentro y fuera del ámbito familiar.
El caso de Marisa aparece como el más emblemático dentro de lo que podríamos denomi-
nar como situación de impacto de escasa relevancia negativa, en tanto la discapacidad es física
de grado medio-leve y no degenerativa, lo que le permite llevar una vida "normalizada" en la
mayoría de aspectos. Lo verdaderamente reseñable del caso quizá sea el hecho de que el grupo
familiar ostente un estatus socioeconómico medio alto, lo que posibilita, de entrada, que la
economía familiar no se resienta ante los gastos derivados de la discapacidad; de otro lado,
facilita el acceso directo a los recursos sanitarios y educativos disponibles en el momento
histórico de su nacimiento y primera infancia: “no he tenido nunca sensación de pobreza, ni en
lo económico ni afectivamente (...) teníamos siempre en la casa la chacha típica que había en
aquellos tiempos”. Del mismo modo, la amplia disponibilidad de recursos sanitarios que existen
en el hábitat metropolitano permite que durante los primeros años de infancia la familia recurra
a las instancias sanitarias (privadas y públicas) para intentar paliar en lo posible la discapacidad
derivada del proceso poliomielítico, a pesar de que los resultados no son positivos: la operan
varias veces en esta etapa, “pero todavía me dejaron peor”. A falta de mayores datos explícitos
respecto a la etapa preescolar, el hecho de que la vía escogida por los padres sea la de la integra-
ción educativa en el modelo ordinario muestra bien a las claras una cuestión trascendente para
el análisis: el impacto en la familia no se traduce en actitudes negativas o estrategias de
resignación, ocultación, o sobreprotección discapacitante, algo que habría que relacionar con las
posibilidades de actuación que otorga poseer un nivel cultural elevado. Esto, a su vez, cristaliza
en una estrategia de apoyo permanente a la hija cada vez que en el ámbito escolar surgen
problemas derivados de la discapacidad, con lo cual se refuerza la construcción de una identidad
reivindicativa y luchadora en la niña.
Por su lado, en el caso de Carmen encontramos un grupo familiar incluido dentro del
estatus medio alto pero que, a diferencia de Marisa, pertenece a un hábitat rural (pueblo andaluz)
y no tiene a su disposición los recursos sanitarios y educativos de los entornos macrourbanos y
urbanos. De hecho, Carmen nace prematuramente en un hospital de pueblo, donde no existe
incubadora, lo que dificulta de forma muy importante su evolución en las primeras semanas de
vida. A los tres meses le diagnostican raquitismo y su desarrollo general es muy deficiente. La
otitis llega meses después, y no pueden ser tratadas adecuadamente tampoco en el hospital
general de la provincia por falta de medios. De este modo, a pesar de que la familia cuenta con
los recursos económicos necesarios para costear los tratamientos sanitarios y rehabilitadores,
éstos han de llevarse a cabo fuera del hábitat originario del grupo familiar: A los 17 meses la
211
envían a Madrid para ser operada de amígdalas y es allí donde le confirman el diagnóstico de
sordera total. Esta situación de falta de recursos en el medio rural de pertenencia, a la postre,
termina por constituirse determinante para el cambio de residencia a la capital cordobesa, en la
que sí existe una red suficiente de recursos sanitarios y educativos para el tratamiento, la
rehabilitación y la socialización educativa de la hija discapacitada. Todo esto hace que el impacto
generado en la familia no pueda, como le sucede a Marisa, aminorar su efecto en función de la
disponibilidad de unos recursos económicos suficientes, con lo cual habríamos de concluir que,
en este caso, la dimensión hábitat adquiere mayor relevancia que la dimensión estatus familiar
en esta primera etapa de la discapacidad.
Por ello, los padres de Marisa mantienen una actitud de apoyo constante (no sobreprotec-
tor) hacia la hija, por ejemplo poniéndose a favor de ésta cada vez que en su proceso formativo
tiene que cambiar de centro escolar debido a que algunos de éstos no facilitaban (o incluso
impedían) un desarrollo adecuado de sus capacidades. En cambio, los padres de Carmen, cuando
ésta plantea sus quejas por el colegio de enseñanza especial donde estudia, imponen que la hija
se adapte al modelo que rige al centro: el objetivo de integración socio-educativa, que asume
plenamente la familia en contra de los criterios de la hija, se orienta al lenguaje oral (“nunca, nos
decían que el lenguaje de signos no, que silla, silla, y mesa, mesa”). Esto generará efectos
reactivos en la hija, que no sólo no aprende el lenguaje oral, sino que el empeño de padres y
maestros porque lo haga termina por actuar de freno en su desarrollo educativo y relacional,
además de favorecer la aparición de numerosas crisis depresivas en la niña, que después se
traducirán en una identidad inhibida, en exceso dependiente de los padres, reducida al ámbito
familiar. Efectos negativos que sólo comienzan a desaparecer cuando entra en contacto con la
Asociación de Padres y Amigos de los Sordos, en la que aprende el lenguaje de signos y que le
abre a un nuevo mundo de posibilidades, tanto desde la perspectiva relacional como en la laboral.
Actualmente, la hija tiene como proyecto poco consolidado encontrar trabajo y crear una familia,
mientras que los padres parecen seguir manteniendo su actitud sobreprotectora.
Los cuatro casos incluidos en el amplio segmento de los estratos socioeconómicos medios
son Raúl, Carlos, Carolina y Marcos. En ellos de nuevo se pone de manifiesto que el impacto
que genera la discapacidad (más allá de su tipo y grado) viene determinado en gran medida por
los recursos sanitarios y educativos que presenta cada hábitat y por los que posee (o construye)
el propio grupo familiar (socioeconómicos y culturales). Analizando los cuatro casos tendríamos
que sólo en Carlos aparece una situación de recursos insuficientes a nivel escolar, en tanto la
capital cordobesa, hasta los años 60, no dispone de centros de educación especial para niños con
discapacidad sensorial auditiva. Ello provoca que el impacto en el grupo familiar adquiera
mayores efectos negativos (resignación resentida que sobrediscapacita al hijo): los padres, una
212
vez certificada la imposibilidad de rehabilitar la afección y dejándose llevar por actitudes carac-
terísticas del modelo tradicional conservador (posicionamiento adscriptivo y bajo nivel cultural),
optan por excluir al hijo del sistema escolar ordinario y por su reclusión en el ámbito familiar
(trabajo agrícola en las propiedades familiares). En este sentido, podríamos afirmar que el
impacto generado por la discapacidad no afecta negativamente en la economía familiar, que se
mantiene e incluso se consolida en tanto el hijo, desde niño, abandona el colegio y pasa a ayudar
al padre en las labores agrícolas. Donde parece concentrarse los efectos negativos de dicho
impacto es en el "cierre relacional" al que se ve sometido el hijo, obligado al aprendizaje del
lenguaje oral como única vía de comunicación con la familia, cosa que nunca consigue y que se
constituye como uno de los puntos centrales de enfrentamiento con sus progenitores, en tanto él
apuesta desde pequeño por el lenguaje de signos. En los padres y demás hermanos, esta situación
deriva en actitudes de rechazo hacia al hijo, al que marginan dentro del propio ámbito familiar
quizá por hacerlo responsable de que la familia quede "estigmatizada" ante las "normales":
porque “el sordo es como el tonto del pueblo”, los padres optan por una estrategia de
semiocultación del hijo, reduciendo el ámbito de su espacio vital al hogar y al trabajo familiar.
Sólo la constancia del hijo por no conformarse con el destino marcado por el grupo familiar
(actitud luchadora), además de la actuación determinante de un educador del colegio especial
para sordos, así como la muerte del padre, le permitirán años más tarde salir de la situación de
encierro sobrediscapacitante construído por la familia. Sin duda, si el colegio especial para sordos
hubiese existido en los años cruciales de la primera infancia del sujeto, el impacto tan negativo
generado en la familia habría sido menos relevante y negativo, además de que las posibilidades
de desarrollo e integración del hijo habrían sido mayores y más acordes a sus capacidades.
Siguiendo dentro del ámbito urbano, y también dentro del estatus medio, tenemos el caso
de Carolina (discapacidad psíquica leve acompañada de otras patologías), en cuyo grupo familiar
el impacto de la discapacidad resulta notable, aunque no tan trascendente y negativo como en
Carlos. De hecho, que la capital cordobesa cuente con recursos públicos (o semipúblicos)
suficientes para el seguimiento sanitario y la socialización escolar de niños con discapacidad
psíquica permite que las repercusiones económicas de la problemática puedan ser salvadas sin
mayores estrechuras: los aspectos relativos al tratamiento sanitario se llevan a cabo dentro del
ámbito público y la escolarización comienza en la enseñanza ordinaria que, tras resultar un fraca-
so, continua en un colegio de educación especial semipúblico sin que por ello se obtengan
mejores resultados (termina su proceso formativo a los 21 años sin titulación alguna, muy
desmotivada y con fuertes resistencias a realizar cualquier esfuerzo de aprendizaje nuevo). Donde
la discapacidad sí parece tener efectos claramente negativos es en la reacción de los progenitores:
el padre, funcionario de bajo escalafón, desarrolla desde la detección de la afección un combate
abierto (muchas veces hostil) contra la administración para conseguir los recursos (ayuda por hijo
a cargo, pensiones, etc) que el Estado otorga, siendo esta lucha una de las principales
manifiestaciones de la vinculación emocional con su hija. Por su lado, la madre ostenta una
actitud de resignación ante la situación y pone el esfuerzo en intentar que lo que tiene la hija no
le impida relacionarse con los hermanos y con la realidad, aunque sea desde una posición muy
pasiva y subordinada. Estas reacciones por parte del grupo familiar hacen que prevalezca ante
la discapacidad de la hija un doble vínculo más o menos explícito: por un lado, se sienten
desprotegidos (en tanto grupo familiar) por todas las instituciones que no han sabido solucionar
lo que les sucede; por otra parte, el tipo de discapacidad (psíquica) hace que los padres den por
hecho las escasas posibilidades de que la hija pueda desarrollar una trayectoria vital que finalice
con la emancipación plena del grupo familiar. Esto nos pone en evidencia que la posición
sociocultural de los padres (resistencia manifiesta a cualquier otra forma de dependencia que no
concuerde con sus valores ideológicos) viene a representar una de las mayores limitaciones en
tanto no permiten la utilización de la diversa gama de recursos existentes en el hábitat, es decir,
213
impide la actuación de aquellos otros agentes que, desde posiciones distintas a las paternas,
hubieran podido erigirse como vías de integración y más eficaces. En última instancia, este
posicionamiento sociocultural de los padres ha determinado que no se hayan sabido adoptar
estrategias más activas y alternativas frente a la situación de la hija que, como efecto derivado,
construye su identidad casi exclusivamente en torno a su discapacidad y al discurso que los
padres elaboran al respecto.
En cuanto a Raúl, existe escasa información al respecto del impacto que generó su
discapacidad (deficiencia física en un pié), aunque por los datos implícitos contenidos en la
historia de vida podemos deducir que no fue en exceso negativo, si tenemos en cuenta que el
tratamiento sanitario y la larga rehabilitación posterior se lleva a cabo en el ámbito público
metropolitano, donde inicialmente vive, antes de que la familia se traslade a su actual domicilio
en La Campiña, donde después se incorpora al medio escolar ordinario: ambas cuestiones
permiten que la economía del hogar no se resienta ante gastos extras provocados por uno u otro
motivo. De igual modo, al tratarse de una discapacidad física leve, que no impide la autonomía
de movimientos ni requiere de ayudas especiales en lo cotidiano, el impacto en la familia a nivel
relacional-afectivo tampoco parece presentar mayores consecuencias negativas. Los peores
momentos se hallan en el origen de la discapacidad, causada por una infección vírica asociada
a un proceso de meningitis, momento en el que el padre actúa de forma determinante (quizá
supliendo el rol materno): “si no llega a ser por mi padre, que me llevó al hospital, me muero a
214
los tres años”. Si acaso podríamos hablar de cierta actitud de protección tendente al consenti-
miento en los padres (que no parecen exigir un rendimiento escolar de acuerdo con sus
capacidades: “no terminó la FP por hacer tonterías, fué la época en que se tontea y no se sabe si
estudiar o no”). En cualquier caso, la madre parece cumplir su rol de cuidadora sin mayores
aspavientos y se encarga de acompañar al hijo durante un tiempo a las sesiones de rehabilitación
(después criticará al hijo por su falta de competencia para el trabajo en una tienda familiar);
mientras que el padre, además de su rol como mantenedor de la familia, se constituirá más
adelante en uno de los agentes de inserción sociolaboral más determinantes para el hijo, con lo
que parece evidente su actitud de apoyo sin condiciones). A su vez, en la escolarización, donde
los padres no pueden ayudar en base a su bajo nivel sociocultural, el sujeto encuentra el apoyo
permanente de sus profesores para seguir el ritmo cotidiano de las clases, que queda roto a causa
de su necesidad de rehabilitación diaria: “mi maestra me daba clases particulares de recuperación
por la tarde para compensar el tiempo perdido por la mañana en la rehabilitación. Ella estaba
detrás mía”.
El impacto que la discapacidad genera en los grupos familiares alcanza sus mayores
repercusiones negativas en los casos encuadrados dentro del segmento socioeconómico medio
bajo y bajo, dada su escasez en cuanto a recursos económicos y culturales propios y las
dificultades asociadas para acceder a los que existen en el ámbito privado (sanitario y educativo),
como se pone de manifiesto en Miguel, César, Raquel y Ricardo, que presentan trayectorias
con mayores dificultades que los vistos hasta ahora. El caso de Raquel (discapacidad psíquica)
vendría a representar la situación más precarizada de las estudiadas: nace en un pueblo de La
Campiña, abandonada por los padres, es recogida en un centro de protección regentado por
religiosas, ya que tampoco las hermanas se hacen cargo de ella, dado que la familia es numerosa
y optan por ofrecer su hogar al resto de hermanos pequeños. El abandono genera un efecto muy
negativo, estando en la base (según los expertos) de su actual personalidad agresiva, impulsiva
y poco controlada. De este modo, todas las figuras adultas de referencia son institucionales
respondiendo, en su primera etapa vital, al modelo tradicional de protección de menores
característico de los años 70, lo cual repercute en la formación estigmatizante de su identidad
como “subnormal”.
Por su lado, Ricardo (retraso mental medio) también pertenece al ámbito rural de La
Campiña, al que llega ya adolescente junto a su familia tras emigrar de su originario campo
andaluz por falta de trabajo (este dato no presentaría modificaciones a la hora de la interpreta-
ción, en tanto el origen familiar también es rural y, de este modo, presenta características
equiparables a nivel de recursos sanitarios y educativos). Este caso vendría a representar una
situación de minusvalía de construcción social, en tanto la falta de una detección precoz y la
ausencia de tratamiento hasta los 13-14 años han provocado un retraso mental irrecuperable; no
obstante, si bien estas circunstancias son achacables a un deficiente funcionamiento de las
instituciones de atención (seguramente determinada por la escasez o poca capacidad operativa
de dichas instituciones en el hábitat rural de procedencia), también la familia habría participado
en la situación, al menos en la medida de no "tener los recursos socioculturales suficientes" para
detectar por sí misma la deficiencia del hijo (sólo así puede explicarse el que la detección sea a
los 11 años y que sea puesta de manifiesto por una maestra). Cuando la discapacidad se hace
patente, el impacto repercute de forma grave y negativa en el núcleo familiar, impacto que se
traduce en la adopción de actitudes de resignación conformista: los padres asumen con cierta
fatalidad que ha de sobrellevarse el hecho de que su hijo dependerá del sostén afectivo y
215
económico familiar de por vida. En cualquier caso, el impacto no parece derivar negativamente
en la economía familiar, gracias a una estrategia combinada que utiliza los recursos públicos
(proceso formativo en centros de educación especial, residencias, etc) y los recursos que aporta
la red de apoyo que caracteriza la familia extensa (períodos de tiempo en los que vive en casa de
los abuelos). De otra parte, según se desprende de las entrevistas realizadas, parece que el resto
de repercusiones en el ámbito familiar derivan en un reparto de las funciones de atención al hijo
que, en la primera etapa tras la detección, corren a cuenta de la madre, que asume un mayor
protagonismo: al cuidado en casa parece añadirse el seguimiento de los aspectos educativos y la
decisión de internarlo en una residencia. Será a partir de la edad adulta y con el paso de la etapa
formativa a la laboral cuando el padre parece asumir el rol principal en la atención del hijo, que
pasa por alcanzar una inserción plena: inserción laboral en el medio ordinario, mejor en lo
público. Tenemos, de este modo, que la familia-casa se constituye como el principal agente y
contexto en la trayectoria vital de Ricardo, entendida como "refugio y seguridad", quedando el
exterior (los otros y el ámbito de lo relacional-afectivo) simbolizado como lo "inseguro, lo
peligroso". El resultado será el alejamiento desconfiado de Ricardo de los espacios exteriores
y del mundo relacional con los otros, dimensión donde aparece anclada la vivencia del estigma
asumido por ser un "deficiente mental" al que cualquiera puede engañar, aprovecharse de él.
“(Madre) El colegio especial (entre los 5 y 9 años) fue una maravilla... era muy
movido y me lo hicieron como una balsa (...) aunque lo que hacían era pasar el
tiempo, lo centraron mucho porque estaban pocos alumnos y muchos profeso-
res”.
(Padre) En el colegio normal privado, al que fue de los 9 a los 13 años, sólo
hacía sacar suspensos, ser tratado de tonto por los compañeros y sentirse un
fracasado...
(Miguel) En el colegio (ordinario) la gente vacilaba un poco conmigo, se creían
superiores (...) el estudio era cada vez más complicado, como si fuera una
montaña”.
216
de por vida al cargo de los hijos discapacitados (actitud en exceso sobreprotectora): “él y su
hermano gemelo son criaturas de las que es fácil abusar y que hay que proteger para que no se
sobrepasen con ellos”. Marca identitaria que después Miguel hace suya de forma casi íntegra
derivando en una personalidad en exceso dependiente, algo constatado por los profesionales
expertos entrevistados, para quienes hablamos de “un chico que yo creo que tiene capacidad para
funcionar de manera autónoma, pero que necesita un aprendizaje (...) no porque no sean capaces,
sino porque los padres no les han dejado (...) la única manera de romper la lógica del
proteccionismo es con la experiencia...”.
En última instancia, el caso de César (discapacidad física media) presenta unos perfiles
relativamente similares a los cuatro anteriores en cuanto a la situación socioeconómica y
sociocultural del grupo familiar. Así, tras la detección de la afección (generada por un proceso
infeccioso) los esfuerzos paternos se centran en buscar una solución por vía médico-quirúrgica
en el ámbito privado de Barcelona, ya que en la ciudad cordobesa a finales de los años 60 no
parecen existir los recursos necesarios (ni privados ni públicos) para el tratamiento de la
poliomielitis. Para afrontar los gastos derivados del tratamiento la familia se endeuda y entra en
una etapa de penuria económica presidida por la estrechez (el padre es un obrero poco cualificado
y la madre ama de casa). Más allá de este impacto a nivel de la economía familiar, la reacción
de los padres respecto a la discapacidad del hijo se articula desde una evidente actitud de
sobreprotección con claros matices de resignación, especialmente a partir de los 7-8 años, cuando
se realiza una de las últimas operaciones quirúrgicas en la que se diagnostica la imposibilidad de
mejorar la movilidad de la pierna afectada. Sobreprotección que se ve potenciada gracias al hecho
de ser hijo único, a la presencia de un grupo familiar extenso (tías y tíos, primos) y a las
posibilidades que otorga la pertenencia a un barrio donde los lazos y redes comunitarias (la
familia de los vecinos) mantienen la vigencia de un modelo de convivencia solidario. No
obstante, esta "red de apoyo sobreprotector" sentaría las bases en la construcción de una identidad
articulada desde actitudes de resignación impotente ante la discapacidad y desde una suerte de
dinámica en exceso dependiente de los otros cercanos. Aparece, de nuevo, la vivencia del exterior
asociada al peligro de los otros no conocidos, por lo que tiende a buscar el refugio de la casa, de
los padres, del barrio, que lo protegen. Se consolida, de este modo, un proceso de condiciona-
miento recíproco limitante: la vida familiar y la identidad de César quedan subordinadas a la
discapacidad, existe una dinámica de doble dependencia: los padres encuentran sentido a su vida
en el cuidado permanente del hijo a la vez que, con ello, determinan que el hijo construya su
identidad en torno a su dependencia de la discapacidad.
En este apartado específico sobre los tratamientos recibidos por las personas que padecen
discapacidad por causas congénitas vamos a partir de la perspectiva que se articula desde las
grandes tipologías de discapacidades según los criterios homologados de caracterización en
discapacidades físicas, psíquicas y sensoriales (de igual forma que lo abordaremos para el caso
de personas que padecen discapacidades por causas sobrevenidas).
217
Ahora bien, a fin de lograr una mejor organización de los diferentes casos con los que
hemos trabajado -y partiendo de formas de categorización según se trate de un tipo u otro de
discapacidad-, recogemos en el Cuadro 15 una síntesis de cada una de las trayectorias que incluye
la etiología del caso, el tratamiento y los efectos en la configuración de identidad de los sujetos.
..//..
218
219
A) Tratamiento de la discapacidad física
Sobre un total de tres casos de discapacidad física, Marisa corresponde a una mujer de
47 años de edad y de clases media alta que a causa de una poliomielitis detectada a los nueve
meses de nacer queda coja desde pequeña. Destaca como tratamiento el que corresponde al área
sanitaria y más en concreto a la experiencia de varias intervenciones quirúrgicas con resultados
poco satisfactorios hasta el punto que la misma persona considera que han sido más negativos
que positivos: "todavía me dejaron peor". Al ser hija de padre funcionario, las intervenciones se
desarrollaron en el ámbito de la sanidad pública-corporativa, más en concreto en hospital militar.
Los dos casos siguientes que están dentro de la discapacidad física congénito-infantil-
resultan entre sí notablemente cercanos y parecidos. En ambos casos se trata de varones, de 36
años y 33 años respectivamente (César y Raúl) que pertenecen al segmento social medio/medio
bajo, que padecen deficiencia física motora (ambos casos son de agenesia) detectadas a los dos
y los tres años de edad. En el primer caso, la causa fue una poliomielitis y en el otro, una
meningitis tuberculosa. Uno y otro también han estado sometidos a diversas intervenciones a lo
largo de su vida, con mejoras parciales que no han evitado la presencia de cojeras, y en el caso
de Raúl, la existencia de un alza permanente en el zapato. A pesar de pertenecer a un segmento
medio bajo, los tratamientos médicos aplicados a César se realizaron en el ámbito privado lo que
supuso un gran esfuerzo económico de todo el grupo familiar que desarrolla, en muchos aspectos,
una actitud sobreprotectora cuya sombra se extiende al barrio en el que se socializa y que ha sido
una extensión de la casa familiar. Por el contrario, Raúl ha recibido los tratamientos médicos en
la sanidad pública y es en el ámbito de la escuela - y más concretamente en la figura de una
maestra cuya huella es muy fuerte en la historia de su itinerario vital - quienes acentúan los
procesos de ayuda, recuperación y rehabilitación de forma más o menos concertada: el tiempo
de clase que pierde Raúl, lo recupera por las tardes con clases particulares de recuperación. En
el primer caso las secuelas manifiestas, además de la cojera, son la prevalencia de una
personalidad depresiva que constantemente necesita el apoyo y la ayuda emocional de quienes
están cerca: la familia, la esposa, los amigos. En el otro caso, se ha producido una personalidad
agresiva que tiene una relación ambivalente de comprensión y de rechazo, de asunción y de
negación sobre el síntoma de su deficiencia física: el alza de su zapato. Esta circunstancia tan
acusada se convierte por momentos en la señal única y el factor central de su identidad en
220
detrimento de todas las otras posibles capacidades por lo que los efectos protésicos del
tratamiento han sido una necesidad de integración motriz pero también un estigma no elaborado
y por tanto central de su personalidad. En el itinerario de César, destaca la tendencia a la
pasividad la desmoralización y caídas cíclicas en el abandono de expectativas por lo que se
detecta una notable dificultad para proponer y desarrollar proyectos de medio y largo alcance que
dependan de él. En este sentido, la discapacidad y el proteccionismo familiar con su juego de
entregas y reproches a un mismo tiempo no han sido paliados por el tratamiento, al menos en lo
que respecta a una personalidad signada por la inseguridad y la tendencia al aislamiento en tanto
caracterologías de personalidad.
En contraste con los tres tipos de discapacidad es la que presenta mayores dificultades de
detección, menor presencia de tratamientos específicos y mayores dificultades de asunción por
parte de los respectivos grupos familiares. Tenemos en nuestros análisis de trayectorias cinco
casos de deficiencias psíquicas congénito-infantiles.
La primera trayectoria (Miguel) corresponde a un joven de estatus social medio bajo que
padece un retraso mental ligero al igual que su hermano gemelo, ambos univitelinos. La
detección de la deficiencia la realiza una profesora de pre-escolar cuando tiene 4 años por lo que
los padres (y en general todo el grupo familiar) deciden enviarle a un colegio especial privado
para niños con retraso mental. A los 9 años le cambian a una academia privada de educación
ordinaria a la que habían ido sus hermanos mayores para, finalmente, entre los 14 y los 17 años,
ingresar en un centro especial de Formación Profesional. A los 20 años después de algunas breves
experiencias de trabajos eventuales realiza un curso de empleo en un SSIL (servicio de
integración laboral) y consigue colocarse en una empresa ordinaria. Otro aspecto importante del
tratamiento de este joven, que en ningún caso recibe terapéutica psicológica específica o
psiquiátrica, está dado por su participación en actividades deportivas cuya culminación son las
Olimpíadas para Disminuidos cuando tiene 16 años. La secuela manifiesta y lo que podría
caracterizarse como su deficiencia más destacada es la existencia de un bajo coeficiente
intelectual, pero resulta aún más importante los efectos que la deficiencia provoca en su
identidad: una personalidad dependiente del grupo familiar, subordinada a las estructuras
tuteladoras, con muy pocas defensas propias y una ausencia destacada de interés y/o empatía por
lo nuevo, lo exterior a su íntima grupalidad domesticada: familia, lugar de trabajo, casa. De esta
forma los tratamientos de perfil educativo, reglados y formalizados le han permitido lograr un
lugar ventajosos dentro de los ambientes protegidos, o más exactamente protectores, pero han
impedido cualquier forma de proyecto personal autónomo y apertura a formas relacionales más
abiertas e inclusivas en nuevas y futuras formas de interacción.
El segundo caso es una mujer de 28 años que padece una deficiencia psíquica leve, de
estatus social medio medio/medio bajo causada por la rubéola que tuvo su madre cuando se
encontraba en el octavo mes de embarazo. Le fue detectada a los tres años, y como en el caso
anterior a través de una responsable de guardería. Su fracaso educativo deja poco margen para
situar a éste como un proceso o tratamiento de inserción social. Termina los estudios de EGB a
los 21 años, sin alcanzar ninguna titulación: fracasa en la escuela normal de la que sale a los ocho
años sin haber alcanzado 1º de EGB. Ingresa en una escuela especial en la que no logra ninguna
forma de integración afectiva o emocional y pasa luego a realizar cursos varios de los que no
consigue titulación profesional alguna. Actualmente se halla vinculada cotidianamente a un
Centro Ocupacional a la espera de una estabilización laboral cuya posibilidad es bastante remota.
221
El ámbito de sus tratamientos ha sido siempre público y en un marco urbano pero con notables
déficits en cuanto a recursos humanos y técnicos para recuperar casos como Carolina. Las
relaciones con el ámbito sanitario han tenido como única finalidad perseguir el acceso a un
certificado de minusvalía que no ha sido alcanzado. Existe además otro tipo de deficiencias
menores pero que se suman negativamente a esta: pie equino que le impide llevar calzados
femeninos normales y un problema de eccema epidérmico que le produce alergias y alteraciones
cutáneas constantes. Lo más destacado de las secuelas de la deficiencia psíquica son sus
dificultades de comprensión y de abstracción a pesar de tratarse de una mujer con cierto margen
de movilidad autónoma. Los efectos que se detectan son la imposibilidad de una vida de relación
horizontal más abierta y normalizada, un mayor margen de autonomía con respecto al grupo
familiar. Carolina es un caso claro de situación que, con un diagnóstico precoz y un tratamiento
a tiempo, podría haber alcanzado mayores cotas de recuperación. De esta manera se suman
negatividades que inciden en las posibilidades de integración: no alcanza su discapacidad para
acceder a un certificado de minusvalía, no realiza tratamientos terapéuticos de recuperación y no
logra ninguna inserción laboral que permita vislumbrar posible ejes futuros de autonomía.
Marcos es un joven con deficiencia psíquica a causa de un síndrome de Down que le fue
diagnosticado a los tres años. Pertenece a una familia de clase media media, con buen nivel de
instrucción aspecto que será central en las formas concretas de tratamiento ya que la profesión
de los padres (maestros nacionales) influirá decisivamente en su recuperación. No existió, dada
la época, diagnóstico precoz. Recibe de manera inmediata a la detección y hasta los 14 años
tratamiento psicomotórico y un disciplinado proceso de escolarización y atención pedagógica de
la que se ocupan personalmente los padres. Estudia en la misma escuela en la que es profesora
su madre, y cuando no cursa con ésta, quienes le enseñan lo hacen teniendo en cuenta las
circunstancias especiales de tratarse del hijo de una colega. En su casa, las atenciones y cuidados
didácticos siguen por parte de ambos padres y con los años, por parte de la hermana que presenta
un alto grado intelectual y una muy buena relación afectiva con él. Los ámbitos de tratamiento
sanitario y educativo ha sido siempre públicos y en este caso coherentizados y coordinados los
que corresponden a la diferenciación público/doméstico o escuela/casa. La importancia en la
pedagogía del aprendizaje intelectual no ha sido en detrimento de lo físico y ambos han sido
mimados y cuidados con igual esmero. Las secuelas más importantes son la aparente
imposibilidad de un proyecto personal autónomo y con proyección de futuro -al menos así lo
percibe su madre que ha sido en gran parte artífice de sus potencialidades-, ausencia de
autonomía tanto en lo que respecta al desarrollo laboral como al plano relacional horizontal.Sin
embargo, es evidente que los tratamientos han sido exitosos y han paliado en gran medida los
efectos de la discapacidad. En este sentido, la inserción alcanzada es mayor a la que podría
suponerse desde el diagnóstico y ello ha sido posible por los tratamientos y por la actitud activa
de los progenitores. En negativo, el previsible cierre categorial a profundizar nuevas experiencias
de autonomización relacional y laboral cuyas posibilidades parece cuestionar el resultado de la
posición activa y comprometida de los padres.
En cuanto a Raquel, abandonada de niña por los padres, recogida y tutelada jurídicamente
por la administración. Padece un retraso mental ligero. Es educada y socializada en un centro de
protección al menor regentado por religiosas y luego en un Centro de Educación Especial en el
que permanece hasta los 17 años. A esa edad y sobre la base de un diagnóstico de subnormalidad,
ingresa en un Centro Ocupacional. Resulta obvio que el ámbito de su inserción han sido
diferentes instituciones públicas y la influencia directa de la las religiosas. Ha tenido muy poca
relación con el resto del entorno familiar existente (hermanas mayores y hermanos menores) y
ha reemplazado esta ausencia una figura importante en su proceso de inserción actual: la
psicóloga que tutela el piso/vivienda que habita actualmente y que ha acompañado ciertos
222
momentos importantes de estos últimos años. Las secuelas manifiestas de su deficiencia son la
agresividad y la compulsividad al consumo por lo que sigue en la actualidad bajo tutela jurídica
que le impide decidir por su cuenta el destino de sus ingresos económicos. Los ejes históricos de
su inserción han sido de tipo institucional protector a dos niveles diferentes y consecutivos: desde
la religiosidad y desde el marco técnico profesional, pero ninguno de ellos ha propuesto ni ha
desarrollado tratamientos terapéuticos específicos. Actualmente ha logrado relaciones
horizontales de relativa estabilidad y aunque pueda parecer que la incidencia de un diagnostico
de subnormalidad y la ausencia de tratamientos específicos en el marco de una tutela institucional
son poco propicios para la inserción, no se puede olvidar que se trata de un caso cuyo origen son
el abandono y la desprotección familiar.
El último de los casos de personas con discapacidad psíquica congénito infantil que
aparecen en nuestra investigación es Ricardo, un varón de 30 años de estatus social bajo que
padece retraso mental medio. La detección es notablemente tardía: a los 11 años la deficiencia
es verbalizada por una educadora cuando, una vez más, no alcanza a superar 1º de EGB. La causa
de la deficiencia ha sido una experiencia de ahogo infantil cuando contaba un año de edad. Ante
el constante y reiterado fracaso escolar, ingresa en un Centro de Educación Especial y a los 20
años en un Centro Especial de Empleo. Debido a la extracción social a la que pertenece, el
ámbito de los escasos tratamientos de inserción en los que ha estado - ajenos a cualquier intencio-
nalidad de tratamientos terapéuticos en el sentido estricto del término - es exclusivamente
público. A estos espacios de dominancia institucional debe agregarse la presencia de asociaciones
y de algunas ONGs que han potenciado la educación reglada, la especialización o capacitación
en oficios como trampolín de acceso a la inserción laboral. En lo referente a las secuelas más
importantes hay que destacar la existencia de una desconfianza generalizada ante lo ajeno, lo
otro, lo desconocido que se acrecienta desde la autoconciencia de la incapacidad para resolver
situaciones en las que deba decidir o resolver temas de entendimiento, aunque sean de entidad
simple. Esta circunstancia se posiciona como el eje central de su identidad: su "no saber" es el
mayor grado de conciencia de sí que puede expresar. De esta forma la familia, o un trabajo muy
conocido aparecen como el refugio y la seguridad frente a todo lo desconocido: el afuera, sus
pares y especialmente el otro sexo son para él, una constante amenaza. La otredad solo puede
ser domesticada en el marco de consideración de un empleo, aspecto en el cual exhibe su
profunda subordinación a las representaciones ideológicas del grupo familiar.
223
mediación de intérpretes, papel que de manera muy protagónica ejerce su único hijo y es evidente
también que esta historia de esfuerzos ha potenciado una fuerte capacidad adaptativa que
favorece la inserción, llevándole a denegar sus discapacidades para poner el énfasis en sus
atributos. Finalmente, la incidencia de los tratamientos, aunque no parecen haber sido los
óptimos, parecen haber tenido una incidencia relativamente positiva.
Carmen es una mujer de 25 años que pertenece al estatus medio alto y que padece
hipoacusia congénita detectada a los 17 meses después de un nacimiento prematuro. Los primeros
tratamientos a los que es sometida resultan ineficaces debido a la falta de recursos humanos y
técnicos del medio en el que vive, lo que va a provocar que pase largos períodos de su infancia
hospitalizada debido a la aparición de constantes procesos infecciosos (otitis). Esta infancia tan
delicada de salud en la que además de la sordera aparecen otras sintomatologías ajenas a la
hipoacusia pero de difícil solución incidirán directamente en el abandono de la escuela para
sordos en la que había comenzado a los 9 años. También en este caso, como en el anterior, el
aprendizaje del lenguaje de los signos será fundamental para su inserción en un medio extra-
familiar. Y este aprendizaje, así como el trabajo con logopedas, será realizado en el ámbito del
espacio asociativo de sordos en el que participa activamente al igual que sus padres. Las secuelas
más importantes que se producen, además de las dificultades comunicativas, los dolorosos
procesos de otitis, las disfuncionalidades orgánico-hormonales que padece, son la cíclica
aparición de procesos depresivos y la inevitable inseguridad que todo este cuadro de padecimien-
tos va a producir. En esta trayectoria se hace evidente que los logros educativos - aunque
parciales - y los mecanismos asociativos han sido más significativos y operantes de cara a la
inserción social que los tratamientos médicos. En síntesis, lo que parece más positivo de este
itinerario es la apertura que representó el acceso al lenguaje de los signos y el asociacionismo,
aunque hasta ahora resulta insuficiente para la inserción laboral y relacional.
Dicho lo anterior, los modos con los que las familias seleccionadas asignan (articulan y
definen) la discapacidad responden a una pluralidad de factores diversos como el estatus
socioeconómico, el hábitat, así como el género y la edad del miembro familiar con discapacidad;
pero también dicho proceso de definición está en función de la posición ideológica relativa a los
distintos modos de entender la institución familiar y a la influencia ejercida por los distintos
agentes externos con los que están en contacto o a los que recurren. En la medida que el primer
grupo de factores ha sido analizado en el apartado anterior, nos centraremos ahora en las distintas
definiciones que sobre la discapacidad se elaboran (es decir, el proceso de asignación derivado
de las posiciones ideológicas familiares) y en la influencia ejercida por los diversos agentes
externos (sanidad, educación, asociaciones de afectados).
224
13 se exponen dichas posiciones de manera más amplia. Así, las posiciones ideológicas fami-
liares se organizarían en torno a los cuatro posicionamientos tendenciales básicos mencionados
(adscriptivo, integrado, competitivo y emancipatoria), de los que devienen otras tantas formas
de asignar y definir la discapacidad, que, a su vez, se traducen en un abanico de actitudes y
distintos modos de relación entre los miembros afectados y el resto de la familia, especialmente
con los padres. No obstante, ha de precisarse que, por las características de los 10 casos de
discapacidad congénito infantil recogidos en la muestra, sólo aparecen representadas tres de las
posiciones mencionadas (adscriptiva: Miguel, Carlos, César y Ricardo; integrada: Carmen,
Carolina, Marcos, Raúl y Raquel; competitiva: Marisa), no existiendo ningún caso incluible
dentro de la posición emancipatoria. En última instancia, hay que mencionar que los efectos que
dichos posicionamientos familiares (y los modelos actitudinales y relacionales familia-afectado
asociados) tienen sobre la identidad de los niños y niñas afectados dependen, a su vez, de la
aceptación (introyección o identificación/proyección reproductora) o diferenciación (rechazo o
identificación/proyección diferenciadora) de las posiciones y modelos paternos. Esto explicaría,
como veremos en las siguientes páginas, que podamos encontrar casos en los que, si bien
prevalece en los padres y familiares un posicionamiento adscriptivo basado en la protección
rígida -cuyo efecto previsible sería la exclusión de los ámbitos laborales y relacionales fuera del
ámbito de la familia-, los niños afectados terminan construyendo un modelo de identidad
contrapuesto al paterno y desarrollen un abanico de actitudes y aptitudes que después, en su etapa
adulta, culminan en una a integración sociolaboral fuera del entorno de la familia (inclusión
exitosa: formación de un nuevo hogar e inserción laboral en el medio ordinario).
En cuanto a la relación que las familias establecen con las diversas instituciones, aparecen
configuradas en torno a actitudes de subordinación ante sus prácticas y discursos: en ninguno de
225
los casos incluidos en esta posición adscriptiva aparecen referencias críticas reseñables por el mal
funcionamiento de los servicios públicos sanitarios, educativos, asistenciales, etc., sea por la
tardía detección de la anomalía o por la falta de recursos educativos y sanitarios en el entorno.
La situación se "acepta", se asume como lo que habitualmente ocurre en estos casos, las familias
se limitan a amoldarse a los recursos públicos de atención existentes: por ejemplo, en el caso de
Ricardo, que la detección sea a los 10 años, tras llevar varios cursos en el colegio, no despierta
quejas ni críticas contra el sistema educativo o contra el profesorado, que debió detectar la
anomalía psíquica mucho antes; tampoco en el caso de César la inexistencia de recursos
sanitarios apropiados en la capital cordobesa, que le hacen trasladarse a Barcelona para ser
intervenido, supone crítica alguna al sistema de salud, o al Estado en última instancia. La relación
subordinada con las instituciones también se pone de manifiesto en la práctica generalizada de
seguimiento de los dictados que los distintos agentes institucionales realizan al respecto de
tratamientos, rehabilitación, educación, etc. Sólo aparece un discurso crítico cuando se acusa al
Estado de no conceder la prestación de recursos económicos asociados al certificado de
minusvalía, que en estas edades se traducen en ayudas familiares, gratuidad de servicios sanita-
rios y educativos, etc.
No obstante, si bien los aspectos anteriores nos presentan las líneas tendenciales
compartidas por las familias incluidas en el posicionamiento adscriptivo, podemos encontrar un
conjunto de actitudes y prácticas que las diferencian. Así, la (sobre)protección puede desembocar
y concretarse en dos submodelos actitudinales y relacionales distintos: protección rígida (Carlos)
y (sobre)protección flexible (Miguel, César, Raúl y Ricardo). Los efectos que ambos modelos
ejercen sobre la identidad de las Personas con discapacidad son complejos y variados, depen-
diendo de una combinación no menos compleja de distintas variables: de modo genérico, la
(sobre)protección rígida deriva en una integración de corto alcance, reducida al entorno familiar-
comunitario, obviando las posibilidades de una integración sociolaboral autonomizada (el efecto
global sería de exclusión); de otra parte, la (sobre)protección flexible deja abiertas mayores
posibilidades para una integración fuera del ámbito de la familia-barrio-pueblo. En cualquier
caso, a los pequeños les queda la opción de asumir o diferenciarse de los modelos paternos, es
decir, de identificarse o no con las posiciones referenciales paternas (y del grupo familiar-
comunitario): así, la sobreprotección rígida podría generar una identidad tendente a la (auto)ex-
clusión dependiente (identificación positiva con el modelo familiar que se proyecta en una
adultez restringida a lo familiar) o, por contra, una identidad tendente a la inclusión o
normalización desde la independencia (identificación negativa con el modelo paterno que se
proyecta en una futura integración fuera del ámbito familiar). Del mismo modo, podríamos hablar
de que la sobreprotección flexible daría pie a dos formas de identidad: inclusión dependiente (el
sujeto alcanza cierta autonomía, pero siempre depende del apoyo familiar en lo laboral y lo socio-
relacional) o integración no dependiente (el sujeto alcanza la plena autonomía afectiva y laboral).
El caso de Carlos muestra un perfil de protección rígida por parte de la familia que,
regida por la lógica tradicional comunitaria de corte conservador típica de la España rural, aborda
la discapacidad del hijo desde actitudes de resignación reactiva (resentimiento contra el hijo con
discapacidad, que los hace aparecer como familia "señalada" por una diferencia que margina,
vivencia fatalista de "tener que hacerse cargo" del hijo toda la vida): anclados en la vivencia
estigmatizante del problema (“el sordo es como el tonto del pueblo”) optan por una estrategia de
semiocultación del hijo, reduciendo el ámbito de su espacio vital en la infancia a la familia y al
trabajo en las propias tierras. Mantienen con él una actitud de rechazo, de marginación dentro del
propio grupo familiar (ni los padres ni los hermanos atienden sus necesidades de comunicación).
De otro lado, la norma paterna se impone construyendo un proyecto vital para el hijo afectado
en el que se parte de la negativa a cualquier posibilidad futura de plena autonomía e independen-
226
cia. En definitiva, estrategias de inserción de mínimo alcance, que sólo permiten la inserción y
la construcción de la identidad dentro del ámbito familiar (identidad sin exterioridad), hecho que
se pone de manifiesto en varios momentos de la vida del hijo, por ejemplo en la constante
reiteración del padre, que impone su criterio de que abandone los estudios, al considerarlos una
pérdida de tiempo: al fin, pocos conocimientos académicos se requieren para trabajar la tierra y
quedar al cuidado de los padres en su vejez.
Por lo demás, en coherencia con lo anterior, no existe otro tipo de estrategias que
aparecen en otros casos asociadas al modelo de inserción tradicional-comunitario: los padres no
optan en ningún momento por vías de apoyo colectivas como el asociacionismo; tampoco
emplean estrategias vinculadas a posiciones reivindicativas individuales o grupales. Nada se
agradece ni se demanda al Estado: no existen actitudes de agradecimiento/denuncia al respecto.
Al contrario, para los padres las posibilidades y recursos que llegan, pese a no buscarlos, desde
ámbitos institucionales a través de sus representantes, los agentes de socialización e inserción
(condensados en la figura del maestro) se perciben como "irrelevantes o incapaces" de aportar
mejor solución que la ya proyectada inserción exclusivamente familiar. Por ello, las actuaciones
e intervenciones que, años después, realiza un maestro que apuesta por otro proyecto vital para
el hijo se vivirán casi como "intromisiones" y, por tanto, se obviarán, más allá de que para el
propio sujeto sean las que más se acercan a su propio proyecto de integración social y laboral.
En cuanto a las respuestas y actitudes del sujeto para abordar su situación se articulan en
las fases de socialización en coherencia con las impuestas posiciones adscriptivas de la familia,
más o menos asumidas por él. Prevalece la influencia de los valores y normas del modelo
sociocultural de pertenencia: la cultura del linaje, aún presente en su entorno más inmediato
(familia campesina tradicional conservadora) y en determinados sectores de la sociedad
cordobesa. Tenemos, pues, un sujeto sometido a un doble proceso de cierre discriminatorio (exte-
rior-social e interior-familiar), limitado y subordinado al contexto familiar más reducido, que
dificulta cualquier posibilidad de integración social más abierta y acorde con la sociedad des-
ruralizada que está llegando a Córdoba. Sin duda, Carlos asume este modelo de vida, pero no
deviene en estructuras de personalidad depresiva ni actuaciones de resignación conformista, por
tanto podríamos hablar de un proceso de identificación negativa con el proyecto paterno: si bien
acata el mandato paterno, nunca renuncia a conseguir su propio proyecto vital. Algo similar
parece suceder con respecto a la situación en la que se percibe con respecto al entorno social
exterior a lo familiar: en ningún momento opta por actitudes automarginadoras sino que, por el
contrario, persiste en mantener los vínculos sociales externos, por ampliar sus capacidades de
comunicarse con los otros, con los oyentes. Este posicionamiento, que podríamos denominar
adaptativo-realista, esta persistencia por no conformarse, por rebelarse íntima y socialmente ante
el doble cierre discriminatorio en su etapa de socialización, perdurará en fases vitales adultas,
facilitando muy positivamente los diversos procesos de integración social y laboral por los que
atraviesa.
Tanto Miguel como Ricardo presentan características en gran medida paralelas en cuanto
a las posiciones básicas de sus respectivas familias a la hora de abordar, definir y actuar de cara
227
a la discapacidad de los hijos. En ambos casos, una vez detectada la afección y tras comprobar
los límites evidentes de la posible recuperación, se genera una respuesta familiar tendente a la
resignación fatalista: asumen, como una "desgracia" impuesta por el destino, que habrán de
hacerse cargo de los hijos mientras vivan, sin que ello signifique que hayan de quedar limitados
totalmente al espacio restringido de la familia: de hecho, en la etapa infantil asisten con
regularidad a centros de educación normalizada y especial, algo que después tiene su continuidad
en la asistencia a centros de formación y cualificación especiales y en experiencias de empleo
tanto en el medio ordinario como en el protegido. Así pues, la dinámica de sobreprotección que
preside las actuaciones familiares no deriva, como en Carlos, en una estrategia de ocultación ni
de exclusión del mundo exterior, situación en la que, sin duda, ayuda el que los hijos nacen muy
próximos a los años 70, en un clima socioeconómico y político bien distinto a la España de los
años 40, en la que nace Carlos.
228
que parecen más difíciles” (Psicólogo del Centro Especial de Empleo de Miguel).
Los últimos casos incluidos en la posición adscriptiva y, dentro de ésta, bajo el modelo
actitudinal de sobreprotección flexible, los hallamos en César y Raúl, presentando ambos rasgos
y características muy similares, tanto por el tipo y grado de discapacidad como por la trayectoria
vital de cada uno, también por la reacción familiar ante el problema. Las actitudes familiares
recorren un arco que evoluciona desde posiciones denegativas de la discapacidad (tratan por
todos los medios de sanar la pierna del hijo mediante operaciones) derivadas hacia comporta-
mientos de resignación (y de sobreprotección hacia el hijo) a medida que las intervenciones
médicas determinaban la imposibilidad de una plena normalización "física". Sus estrategias se
organizan en torno a actuaciones individuales (no asociativas, no reivindicativas) limitadas a la
integración "de corto alcance" en el entorno próximo, en el espacio socio-geográfico del barrio-
pueblo, apoyándose en los recursos propios que posibilita la pertenencia a un contexto tradicional
y comunitario.
229
geográfico más cercano: la casa paterna y el barrio-pueblo. Será en estos dos espacios donde se
desarrolle básicamente la vida de la familia, del sujeto y, por tanto, los ámbitos de pertenencia
y de inserción social. En ambos casos, el contexto de lo exterior próximo, el barrio-pueblo, es
fuente de apoyo (primera pandilla de amigos de César), pero también aparece como espacio
donde se pone de manifiesto el peligro de lo no familiar (compañeros de colegio y otros niños,
que aparecen como figuras negativas en César y Raúl cuando los someten a situaciones
denigrantes). En posteriores fases de juventud y adultez, el modelo básico familiar de mutua
dependencia "incapacitante" va transformándose a medida que la inserción socio-relacional de
los hijos se completa con el matrimonio y sus propios hijos, llegando a una autonomía personal
casi plena, aunque siempre dependiente de la familia extensa y, en última instancia, de los
progenitores.
Hemos visto cómo las primeras experiencias vitales de los sujetos determinan en gran
medida la personalidad y sus futuras habilidades para la integración social y laboral. César inicia
su etapa de socialización académico-formativa en el colegio del barrio. Cumple sin grandes
escollos con el ciclo de la enseñanza obligatoria, obteniendo el graduado escolar. Las situaciones
discriminatorias se acrecientan en el colegio: sigue siendo objeto de burla a lo largo de estos
años, no encontrando de entre el elenco de profesores ninguno que le sirva de especial apoyo.
Parece que esta situación de denigración por parte de algunos chicos del colegio afianza la
percepción de que los otros no conocidos ("los que no me protegen") y el ambiente exterior son
fuentes generadoras de frustración (potenciación de la conciencia de "diferencia subordinada"
e impotencia para cambiarla). Puede que esta experiencia actúe a nivel profundo sentando las
bases para su posterior decisión de no continuar con los estudios. De hecho, su argumento para
explicar tal decisión podría entenderse desde una racionalización defensiva: "cuando no quería
estudiar y quería trabajar". Autopercepción denegativa que pretende ocultar la vivencia de su
permanente necesidad de apoyo físico y emocional para poder desenvolverse y cumplir cualquier
actividad que implique el contacto con el exterior. En ese sentido, el éxito de su etapa formativa
básica parece estar muy en relación con la situación próxima del colegio y con la actuación
esencial de algunos de sus más íntimos amigos, que a diario le van a buscar a su casa para ir
juntos al colegio, le ayudan a llevar la cartera, etc. Así, va cristalizando una actitud de cierta
"dependencia", sin negar que la ayuda de los amigos, además del apoyo de sus padres, entre
otros, también le favorece una integración cotidiana más llevadera. Este aspecto es confirmado
por el amigo íntimo entrevistado: siempre hemos tenido que tirar de él, animarlo...
230
impelidos a buscar un trabajo que les asegure los ingresos económicos necesarios para
mantenerla.
B) Posición integrada: En base a las historias de vida realizadas, podríamos establecer que este
posicionamiento integrado resulta más característico de familias de estatus socioeconómico y
cultural medio (sólo encontramos un caso de estatus medio alto, Carmen, y otro de estatus bajo,
Raquel), pudiendo pertenecer a cualquiera de los tres hábitats seleccionados (uno procede de
entornos rurales, Raquel; dos al urbano, Carmen y Carolina; y uno al macrourbano, Marcos).
De otra parte, los cuatro pueden considerarse como grupos familiares insertos en el nuevo modelo
de sociedad de la España urbana e industrial de consumo obrero de los años 60, que propicia, a
su vez, un modelo de familia nuclear (a diferencia del modelo de familia extensa típica de la
España rural tradicional y comunitaria y, por tanto, de la posición adscriptiva desarrollada más
atrás). Con este cambio de modelo global se produce un trasvase parcial de roles de los padres
al Estado: ahora es la administración la responsable de regular y proveer el bienestar de sus
ciudadanos a través de sus múltiples instituciones intermedias, la familia incluida. Del mismo
modo, el Estado genera un conjunto de agentes mediadores con el global de la ciudadanía,
funcionarios y profesionales expertos en la atención sanitaria, educativa, etc., que se transforman
en depositarios del saber legítimo, de lo normativo. En definitiva, se establece un principio de
cooperación entre la familia (nuclear) y estos representantes del Estado para la mejor atención
a los miembros con discapacidad y su adecuada socialización.
Esto no quiere decir que el papel de la familia pase a un plano secundario en favor del
Estado; por contra, son frecuentes los casos en los que, aún prevaleciendo de fondo un
posicionamiento integrado, las familias combinan estrategias derivadas de esta posición con otras
prácticas y actitudes más características de posiciones adscriptivas, como veremos en Carmen,
en el que podemos encontrar actitudes de sobreprotección muy próximas a las planteadas en el
apartado anterior. Donde sí encontramos diferencias significativas con respecto a la posición
adscriptiva es en la práctica desaparición de las estrategias familiares más negativas para los
miembros afectados, como son el confinamiento, el aislamiento, la ocultación del hijo con
discapacidad que devienen de una vivencia estigmatizada y de resentimiento culpable ante el
problema. Así, el hecho de que la Administración obligue a las familias a cumplir una serie de
requisitos siempre y cuando se quiera acceder a los recursos que aquélla presta, elimina en gran
medida dichas prácticas características del modelo adscriptivo. En base a lo anterior, podemos
establecer dentro de la posición integrada tres versiones diferenciadas:
231
discapacidad, dada la situación de precarización del grupo familiar, que se desentiende
del problema en base a la carencia de recursos económicos y socio-culturales.
Este posicionamiento paterno parece influir de forma negativa y decisiva, ya que habría
impedido que la familia adoptase estrategias más eficaces y activas frente a los problemas de la
hija, como se pone de manifiesto en su irregular proceso formativo-escolar, que comienza la
escolarización a los 4 años en la enseñanza ordinaria y, tras fracasar, lo reinicia en centros de
educación especial, en la que también fracasa (termina a los 21 años sin ninguna titulación), sin
que parezca que esta situación conduzca a sus padres a intervenir en forma alguna, con lo cual
puede deducirse que no existe realmente un proyecto paterno que considere la posibilidad de una
futura autonomía e independencia en la vida de la hija.
De este modo, las actuaciones paternas en esta etapa infantil de la afectada aparecen
articuladas centralmente desde factores ideológicos que señalan la existencia de un "orgullo
herido" por la -para ellos- desatención que significa el no haber conseguido de la Administración
el reconocimiento y los recursos asociados a la discapacidad de la hija (nunca consiguieron el
certificado de minusvalía con un grado suficiente como para acceder a la pensión no contribu-
tiva). Sin posibilidad de obtener lo anterior, los padres se resisten a considerar cualquier otra
forma de inserción alternativa (el recurso final es la paciencia, seguir luchando contra los
organismos estatales y esperar desde una resignación fatalista mal digerida, que recuerda en
cierto modo a las actitudes paternas de Carlos); algo en lo que parece influir también
decisivamente el hecho del género: la polipatología (psíquica, epidérmica, física) y sus conse-
cuencias sociales en la esfera de lo relacional, que hacen prever como inviable la posibilidad de
completar sus relaciones socio-afectivas fuera del ámbito familiar, ayudan a consolidar la
posición paterna en cuanto a reivindicar la vía pensión que, a la postre, terminaría de cerrar
cualquier otra vía de integración basada en la autonomía de la familia de origen. Tenemos, pues,
que la afectada se ve impelida a construir su identidad casi exclusivamente desde la centralidad
de la discapacidad: una identidad, por tanto, sin posibilidades de desarrollo en los ámbitos
exteriores a la familia, con la que termina estableciendo una relación de dependencia casi
absoluta.
Por su lado, el caso Carmen configura un ejemplo de respuesta familiar que inicialmente,
en la etapa infantil de la afectada, habría que incluir dentro de la posición integrada, pero que
paulatinamente va derivando en posiciones adscriptivas a medida que pasa de la infancia a la
adolescencia y la adultez. La posición integrada inicial se pone de manifiesto desde el inicio,
232
cuando el grupo familiar opta por trasladar su domicilio del inicial hábitat rural a la capital
cordobesa, en la que existe una infraestructura de servicios médicos y, sobre todo, educativos más
adecuada para el tipo de discapacidad que padece (sordera total y deficiencia acusada del
lenguaje). Este cambio de residencia se explica en base a la pretensión de los padres de que
acceda a un proceso de inserción socioeducativa lo más integrada que quepa, siempre en función
de las características de la discapacidad que padece. Así, no parecen existir estrategias típicas de
la posición adscriptiva tales como la práctica de ocultar, de retirar a la hija del contacto con el
medio extrafamiliar (como sucede, por ejemplo, en Carlos). No parecen darse actitudes de
resignación fatalista ante la problemática de la hija, quizá porque ven posibilidades reales de
pueda desarrollar un proyecto de vida "suficientemente autonomizado", por lo que ponen en
práctica las estrategias y recursos de los que pueden disponer (actitud realista-activa). Tampoco,
como le sucede a Carolina, la estrategia familiar pasa en estos primeros momentos por
estrategias reivindicativas a la Administración con el objetivo de conseguir el certificado de
minusvalía con un porcentaje suficiente para acceder a las distintas prestaciones económicas
estipuladas por el Estado (algo que sí parece suceder actualmente, en tanto el padre mantiene un
litigio con Hacienda para conseguir tanto una excensión de impuestos como una garantía de que
la pensión no contributiva que percibe la hija le permita cierta seguridad económica cuando ellos
mueran). Esta diferencia inicial con respecto a Carolina, sin duda, tiene relación con la
diferencia de estatus socioeconómico y cultural entre ambas familias (medio alto para Carmen
y medio para Carolina) y con la diferencia del tipo de discapacidad: psíquica en el caso de
Carolina, con lo que las expectativas de un proyecto de inserción sociolaboral plena quedan muy
reducidas; mientras que en Carmen, al ser sensorial, sí permite que dichas expectativas sigan
vigentes, al menos en esta etapa infantil, a pesar de que éstas se vean reducidas una vez en la fase
adulta.
Así pues, siguiendo la lógica de la posición integrada, los padres de Carmen reaccionan
ante la discapacidad de la hija con actitudes de sobreprotección positiva o flexible, procurando
proporcionar un apoyo continuo en el proceso de integración social de la hija, especialmente en
lo referido al ámbito del sistema educativo y a los espacios de la vida cotidiana (familia, barrio,
ocio, etc). Para ello, los padres la matriculan en el único colegio especial para sordos de Córdoba,
en el que inicia su etapa escolar a los cuatro años, asumiendo el objetivo central de dicho centro,
que se orienta básicamente al aprendizaje del lenguaje oral (en detrimento del lenguaje de
signos). Es aquí donde encontramos otro rasgo característico de la posición integrada, en el
sentido de que el grupo familiar no sólo delega gran parte de la responsabilidad en el proceso de
inserción en los agentes mediadores de la Administración, los expertos educadores, sino que
también asumen y hacen suyos los principales aspectos de su discurso. Nótese, en este sentido,
la ostensible diferencia con respecto a las actitudes paternas en el caso de Carlos que, con el
mismo tipo de discapacidad y habiendo acudido al mismo centro educativo, optan sin embargo
(en consonancia con su posicionamiento adscriptivo) por rechazar las propuestas que los expertos
educadores les plantean de cara a la inserción socioeducativa del hijo. Volviendo a Carmen, esta
actitud paterna de franca colaboración con los agentes intermediarios también se corresponde con
otro de los rasgos característicos del posicionamiento integrado: la colaboración y participación
activa con las asociaciones de afectados, en este caso la Asociación de Sordos y la Asociación
de Padres y Amigos de los Sordos de Córdoba, en las que tanto los padres como, posteriormente,
la hija afectada, entran a formar parte ocupando incluso algunos puestos de cierta responsabili-
dad.
233
discapacidad por parte de los padres), dicha posibilidad va perdiendo consistencia a medida que
entra en la etapa adolescente y juvenil, habiendo desembocado en el momento actual (cuando la
sujeto cuenta con 25 años) en una identidad con claros rasgos de excesiva (y quizá innecesaria)
dependencia del grupo familiar. Varios factores estarían en la base de este cambio en el proyecto
vital. En primer lugar, parece incidir de forma negativa la aparición en la adolescencia de otro
conjunto de patologías de origen endocrino que vienen a complejizar y agravar la discapacidad
inicial (requiere de intervenciones quirúrgicas), lo cual interrumpe su proceso formativo (termina
la EGB a los 18 años) y, sobre todo, incrementa su identificación como niña "anormal", limitando
las posibilidades de integración socioafectiva. En segundo lugar, el empeño de los padres en
asumir el modelo educativo propuesto por los educadores, basar el aprendizaje exclusivamente
en el lenguaje oral y no el de signos, dificulta también la integración en el colectivo de personas
sordas (que sólo alcanza en la juventud, cuando se asocia y participa en la FAPAS). Por último,
los dos aspectos anteriores intervendrán de forma decisiva en el cambio, ya en la etapa juvenil
de la hija, de actitud paterna (especialmente la del padre, en contra de la postura materna y de una
hermana mayor), que parecen pasar regresivamente de posiciones integradas a otras de talante
adscriptivo, como se pone de manifiesto en su actual resistencia a que la hija ocupe puestos
laborales de baja cualificación (influencia negativa del factor género no exenta de un componente
clasista pequeño burgués, asociado al estatus familiar, que rechaza el trabajo poco cualificado
y prefiere la no inserción laboral como vía de mantener dicho estatus).
Como afirmamos más atrás, la posición integrada básica estaría representada por
Marcos, en tanto se establece un principio de cooperación entre la familia (nuclear) y los agentes
de la administración para la consecución de las mayores cotas de integración en la trayectoria
vital del hijo afectado. Así se pone de manifiesto en el proceso de determinación de la
discapacidad y el inmediato tratamiento, que se presenta jalonado entre el (pre)sentimiento
materno y el contraste (sometimiento) a la opinión de los expertos médicos: una vez que se
diagnostica la discapacidad se ponen en manos de un doctor (privado) que lleva el tratamiento
hasta los 14 años (“nos iba diciendo que evolucionaba muy bien y a los 14 años lo dejamos como
si hubiera alcanzado la edad mental”). A partir de este momento deja el tratamiento médico y
pasa a estar bajo el cuidado total de los padres. De igual modo, de los 5 a los 16 años se produce
la escolarización en un colegio público normal, siempre en el centro y casi siempre en la clase
en la que su madre trabaja como maestra (también el padre lo es). La profesión de los padres hace
que su posicionamiento de partida ante la discapacidad pueda calificarse como "posición
pedagógica-luchadora", cuyo objetivo está dirigido a la constitución de una infancia de plena
inserción, dentro de las posibilidades y capacidades del hijo. Así, la unión de ambos enfoques (la
vinculación -proximidad- materna y el sometimiento a la guía de los expertos) hace que la
posición pedagógica familiar sea vivida de forma ambivalente: la madre está contenta con lo
conseguido por el trabajo educativo pero, a la vez, es consciente del límite real del hijo: “(estoy
contenta pero al tiempo (siento) gran tristeza. Pero tú sabes que tienes que luchar”.
234
“He aguantado sin estar tranquila, me ha estado doliendo (...), pero yo he hecho
ver que no lo veía y he dicho: No, tiene que estar en el patio, tiene que estar
donde están los demás (niños normales) aún a riesgo de que lo tiraran y se hiciera
daño” (Madre de Marcos).
Podemos concluir, pues, que el proceso de socialización primaria ha sido exitoso, a pesar
de que el límite constitutivo (determinado por los expertos) impide al sujeto el desarrollo total,
normal, de cualquier niño sin discapacidad. El conjunto del proceso educativo habría cubierto
-en la medida que lo permite el tipo y grado de su discapacidad- el aprendizaje intelectual (casa-
colegio), el ámbito físico (gimnasio, piscina, etc), cultural y relacional (asociaciones de
discapacitados). Sin embargo, los padres son conscientes de la imposibilidad de conseguir un
proyecto vital autónomo fuera del ámbito primario familiar: “No me puedo quejar, aunque la
perfección no existe. Y piensas en el día de mañana, en cosas que crees que no se darán como
casarse y en esa serie de cosas que son lógicas, o en tener hijos (...) De él no puedes pensar como
de una persona que no tenga ese problema”. Todo lo cual se traduce en la configuración de una
identidad integrada pero limitada en función de sus capacidades, aunque no construída en base
a un proceso de estigmatización derivado de la vivencia traumática de la discapacidad. Así,
tenemos en la actualidad un sujeto integrado en el ámbito laboral protegido (Proyecto Aura) que
se complementa en lo relacional con su participación activa dentro de la Fundación Síndrome de
Down. Ambos aspectos colman los deseos de la familia, aunque para el propio Marcos siguen
de alguna manera vigente el proyecto (que no ven factible los padres) de conseguir una vida
autonomizada del hogar de origen (vivir en su propio domicilio, quizá poder formar su propia
familia), cuestión en la que coincide con el punto de vista de los agentes de inserción
entrevistados.
Para cerrar los casos incluidos dentro de la posición integrada tenemos a Raquel, que
responde al modelo de posición integrada-institucional, en tanto supone la delegación absoluta
en la administración de la responsabilidad en la atención y cuidado de la persona con
discapacidad, dada, en este caso, la situación de precariedad del grupo familiar, que se
desentiende del problema en base a su manifiesta carencia de recursos económicos y culturales.
Como ya señalamos más atrás, la sujeto nace en un pueblo, siendo abandonada por los padres.
Así, la administración toma a su cargo la tutela de la menor y es recogida en un centro provincial
de protección de la capital, regentado por religiosas. Debido a su problemática de retraso mental,
acude a un centro de educación especial y reside en el centro de protección. Esta separación le
marca entre las compañeras de la residencia como "subnormal" y genera en Raquel mucha
agresividad hacia los demás, a la vez que se ve obligada a aceptar la subnormalidad como la
marca central y constitutiva de su identidad. Estamos, así, ante un caso cuyos ejes de inserción
han sido exclusivamente institucionales y, en base a ello, la sujeto sería el resultado de diversos
modelos educativos y asistenciales públicos. En los primeros años, el modelo de institución total
para niños abandonados regentado por religiosas (años 70 en provincias); posteriormente la
introducción del modelo dictado por profesionales (años 90), ambos financiados con fondos
públicos. Todas las figuras adultas de referencia para Raquel son, por tanto, institucionales,
aunque hay que concluir que la primera experiencia con las religiosas (hasta los 16 años) ha
tenido repercusiones claramente negativas y estigmatizantes; mientras que las figuras asociadas
al nuevo modelo de asistencia (educadora-tutora, psicóloga del CEE) han facilitado la reconstruc-
ción de un proyecto de normalización vital en vías de culminar positivamente, siendo un dato
relevante y significativo que la sujeto las considere como "su verdadera familia".
235
C) Posición competitiva: Los rasgos principales característicos de esta posición pueden
sintetizarse en la consideración de los individuos como sujetos responsables de su propia
realización y, así, del éxito o fracaso en su trayectoria de inserción social y laboral, algo que se
pone de manifiesto incluso desde la infancia. Como apuntamos en el capítulo 13, no se espera que
los "otros" (familia, instituciones estatales, sociedad en general) se responsabilicen de lo que
"sólo" puede realizar cada sujeto a título particular: cada cual ha de prepararse/capacitarse de
acuerdo a sus posibilidades y echando mano de todos los recursos disponibles en cada momento,
ya que se asume la lógica de que sólo los más capaces podrán realizarse personal y socialmente
en un contexto como el actual, que se articularía en función de la competitividad abierta y
generalizada. En definitiva, cada cual es responsable de su propia situación y quienes queden
relegados (por incompetencia, por actitudes familiares o sociales de apoyo sobreprotector, etc)
habrán de conformarse con los recursos y asistencia que garantice en cada momento el Estado.
Visto lo anterior, parece coherente constatar que dicho posicionamiento resulta más
frecuente y característico de aquellas personas o grupos familiares con estatus socioeconómico
y cultural medio alto y alto (disponibilidad de recursos propios más que suficientes para afrontar
la discapacidad con garantías de éxito: sanidad y educación privada, etc) que residen en hábitats
urbanos o macrourbanos (donde existen infraestructuras adecuadas) y que padecen discapacida-
des de relativa o escasa gravedad (discapacidades físicas que no impiden la autonomía en la vida
cotidiana): Tal es la situación de Marisa, único caso de las 18 historias de vida realizadas que
puede incluirse con claridad dentro de esta posición.
Como señalamos páginas más atrás, el grupo familiar de Marisa ostenta un estatus
socioeconómico medio alto, lo que posibilita que la economía familiar no se resienta ante los
gastos derivados de la discapacidad. Del mismo modo, la amplia disponibilidad de recursos
sanitarios que existen en el hábitat metropolitano permite que durante los primeros años de
infancia la familia recurra a las instancias sanitarias (privadas y públicas) para intentar paliar en
lo posible los efectos de la discapacidad. Por lo que se desprende de las entrevistas, el hecho de
que la vía escogida por los padres sea la de la integración educativa en el modelo ordinario
privado muestra bien a las claras una cuestión trascendente para el análisis: el impacto en la
familia no se traduce en actitudes negativas o estrategias de resignación, ocultación, o
sobreprotección sobrediscapacitante, algo que habría que relacionar con las posibilidades de
actuación que otorga poseer un nivel cultural elevado (especialmente el del padre que siempre
opta, al igual que su otro hijo, por un modelo de integración plena, al contrario que la madre,
tendente a la excesiva protección). Esto, a su vez, cristaliza en una estrategia de apoyo
permanente a la hija cada vez que en el ámbito escolar surgen problemas derivados de la
discapacidad, con lo cual se refuerza la construcción de una identidad reivindicativa y luchadora
en la propia afectada: (A los 4 años la expulsan del colegio de monjas donde estudia) “porque no
podía seguir el ritmo normal del colegio... (Después, a los 5 años, se matricula en otro colegio
privado laico) que no me gustaba..., no es que te rechazasen, pero tú te notabas diferente, veías
que no podías participar en ciertas cosas...”. Para terminar de nuevo en el colegio de monjas,
donde estudia hasta PREU. Esta identidad "competitiva" parece encontrar sus raíces en la
respuesta reactiva de la sujeto ante los diversos signos de compasión y segregación de la que fue
objeto en la infancia y la juventud, debido a su cojera (proteccionismo de la madre, expulsión del
colegio de monjas “porque interrumpía las filas” y relegación por parte de sus compañeros), “que
conduce a la gente al prejuicio de identificarte por tu deficiencia”. Frente a esto, su reacción es
"luchar" con las "armas" de las que dispone: delimitar objetivos posibles y ser perseverante para
conseguirlos, a veces incluso en exceso, lo que la hace “cabezota, resentida y hasta puñetera” si
no logra lo que quiere. Ante la compasión, sobre todo de su madre, ella reacciona con un carácter
"duro":
236
“Mi madre este tema no lo ha superado ni lo superará nunca y eso marcó su
relación conmigo; pero yo me dije: aquí, a mí, nadie me compadece de nada (...)
Todo esto me ha hecho un carácter duro, en el sentido de decir: bueno, pues a mí
no me va a ayudar nadie, así que tengo que salir yo adelante, y he sido yo la más
fuerte de mi familia” (Marisa).
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237
7. ASUNCIÓN Y ASIGNACIÓN DE LA DISCAPACIDAD.
CASOS SOBREVENIDOS
Para abordar el análisis de los efectos que genera la discapacidad sobrevenida tanto en
los sujetos afectados como en sus grupos familiares se seleccionaron 8 casos: cuatro de ellos con
un perfil de discapacidad física en distinto grado (Mario, Marta, Casilda y Roberto) y otros
cuatro con un perfil de discapacidad sensorial también con distinto tipo y grado de minusvalía
(dos con afecciones visuales, Manuel y Cecilio; y dos con auditivas, Mónica y Rosa). Hay que
señalar, en principio, que no se han recogido casos con discapacidad sobrevenida de carácter
psíquico, que en esta situación habrían debido responder a casos de enfermedad mental acaecida
en fases adultas, sin que los criterios para que así haya sido respondan a cuestiones de
representatividad estadística (no quiere decir que no sean significativos los índices al respecto299).
Por contra, en la elaboración de la muestra se han procurado seguir criterios de ponderación entre
los distintos tipos de discapacidad base (en total: 5 casos de discapacidad psíquica; 6 de sensorial;
y 7 de física) así como con respecto al momento en el que ésta aparece (10 casos de discapacidad
congénito-infantil y 8 con sobrevenida). Así, el argumento para que no aparezcan casos de
discapacidad sobrevenida de carácter psíquico se basa en que por sus características específicas,
no presentan trayectorias de inserción sociolaboral tan completas (que se hayan independizado
de sus familias de origen, en lo laboral y en lo socio-relacional) como los casos de discapacidad
física y sensorial.
..//..
299
De hecho, como apuntamos en la tabla que aparece en el epígrafe Edad de aparición de las deficiencias
y factores desencadenantes (capítulo 2), de las 310.000 personas con discapacidad psíquica en edad de trabajar
(datos correspondientes a la EDDM de 1986), alrededor del 55% se habían producido antes de los 14 años (un 45,5%
antes de los 3 años), lo que origina mayor prevalencia de la discapacidad psíquica tanto en la infancia como en la
adolescencia.
238
239
7.1. Asunción de la discapacidad: impacto personal y familiar
240
A tener en cuenta, además, que el impacto será más o menos grave en relación al género
(el rol desempeñado antes de la aparición de la discapacidad) y a la situación socioeconómica
de la persona afectada y/o del grupo familiar del que forma parte. Sin que requiera mayor
explicación, parece evidente que, a menor nivel socioeconómico el impacto de la discapacidad
será tanto más grave siempre y cuando ésta conlleve el hándicap de quedar excluido del mercado
laboral y/o no se encuentre otra fuente de ingresos alternativa, sea en otro trabajo, sea vía pensión
contributiva de cuantía suficiente para las necesidades a cubrir. Los casos, por tanto, serán tanto
más preocupantes o impactantes en el sentido negativo, cuando el afectado sea el cabeza de
familia y éste constituya el pilar de la economía familiar (como sucede a Manuel y Cecilio);
mientras que será, en apariencia, menos grave cuando la afectada sea la esposa-madre-ama de
casa, siempre que ésta no tenga papel activo como fuente de ingresos (Casilda y Rosa), y algo
más impactante cuando ésta sí tiene un peso específico en la economía del hogar (Marta,
Mónica). Habría que concluir, de esta forma, que el impacto de la discapacidad sobrevenida se
articularía en función de los efectos, más o menos incapacitantes, que genera en la situación vital
de cada sujeto afectado. Así, podemos clasificar dicho impacto como:
• Impacto muy negativo, en aquellos casos en los que la discapacidad conlleva una ruptura
plena (o casi) con el modelo o modo de vida anterior, lo que llevará a los sujetos
afectados a la construcción de una identidad básicamente resentida, a pesar de que pueda
seguir cumpliendo con sus roles fundamentales: en esta situación encontramos a Cecilio.
Sufren un impacto negativo Mario, Roberto y Manuel, aunque en estos casos los efectos
a medio plazo se aminoran: padecen un cambio inicial importante con respecto a sus
vidas anteriores (los dos primeros pasan a silla de ruedas y el tercero pierde gran parte de
la visión y su empleo), pero, sin embargo, presentan como rasgo diferencial con relación
a Cecilio que no quedan anclados en una identidad resentida (discapacidad como
inutilidad), sino que construyen tras la fase depresiva una identidad centrada en la
adaptación realista de su situación (Roberto) o en la lucha (Mario y Manuel) contra los
elementos adversos (ellos mismos, la situación del mercado laboral, etc).
• Impacto de grado medio (Marta y Casilda), en la medida que supone una ruptura
relativa con los modos de vida anteriores a la aparición de la discapacidad. Situación
frecuente en las mujeres de edades medias, en las que predomina su función como madres
y amas de casa. La resultante identitaria tiende al pseudoconformismo y resignación
adaptativa ante la discapacidad.
• Impacto de escasa relevancia (Mónica y Rosa), en el que no existen rupturas sustancia-
les con las formas y modelos de vida anteriores. Se genera un efecto denegativo de la
discapacidad: negativa a reconocer los límites de la discapacidad para seguir cumpliendo
los roles habituales. El siguiente gráfico resume los aspectos anteriores
241
Gráfico 22
IMPACTO INICIAL DE LA DISCAPACIDAD SOBREVENIDA
A continuación vamos a ver con más detalle y caso por caso cómo repercute la aparición
de la discapacidad y las estrategias que se ponen en marcha a partir de tal momento. Para ello
seguiremos un recorrido desde el polo derecho del Gráfico 22 hasta el izquierdo, es decir, de los
casos con un impacto más negativo a aquellos en los que dicho impacto genera menor efectos
negativos.
Para Cecilio la discapacidad sobreviene a los 23 años, una vez que su situación laboral
como emigrante andaluz en Alemania parece entrar en un período de estabilidad que tiene su
correlato en el ámbito socioafectivo con el inicio de una relación de noviazgo con su mujer
actual. Cuando comienza a tener periódicas pérdidas de visión se abre una etapa de tratamientos
y terapéuticas en Alemania cuyos resultados no arrojan mejoría alguna, por lo que le aconsejan
que consulte en España con alguno de los oftalmólogos importantes. Visita a Barraquer y otros
especialistas en Barcelona, Madrid y Granada, pero todos coinciden en lo peculiar de su caso y,
sobre todo, en lo irreversible de su acelerada ceguera (el diagnóstico es Uviitis tipo B, para la que
no existe tratamiento específico ni terapéutica posible). Tras el fracaso de la vía médico
profesional, en su desesperación consulta también con curanderos y santeros, sin que tampoco
encuentre solución alguna. La pareja, ya casada, regresa a España cuando el problema se agrava,
buscando el apoyo de sus familias de origen y con la intención de continuar probando otras vías
médico-farmacológicas que solucionen la afección. Prosiguen las consultas y tratamientos, ahora
242
vinculados a la cortisona, que tienen como resultado disfunciones metabólicas y de peso. Este
proceso se prolonga durante diez años aproximadamente, período en el que, poco a poco, al
sujeto sólo le cabe ir asumiendo la fatalidad de su problemática. La aparición de la discapacidad
supone, por tanto, un cambio radical en su modo de vida anterior y en las expectativas para el
futuro, siendo recibida por el sujeto con una fuerte conmoción emocional cuyos rasgos principa-
les son depresión, angustia, tensión y activa resistencia psicológica para admitir la imparable
ceguera, rasgos que irán reproduciéndose a lo largo del período de tratamiento y que, finalmente,
quedan anclados en la identidad del afectado. Poco a poco va fraguando en su interior un carácter
intolerante que sólo será suavizado por la determinante actuación de su mujer, que le trata con
mucho afecto y ha sabido sobrellevar con cierta normalidad la situación. Finalmente, a pesar de
que el sujeto resuelve objetivamente su vida en términos más que favorables (actualmente es
vendedor del cupón de la ONCE y goza de una situación socioeconómica ventajosa) sigue
apareciendo con una personalidad resentida, cargada de rencor y frustraciones, sin que parezca
que haya encajado el infortunio de la ceguera y produciéndolo esto una desconfianza hacia los
demás, especialmente los videntes. Del mismo modo, las relaciones con su entorno familiar son
buenas, pero muy dependientes, lo cual repercute en actitudes de resignación fatalista.
Por su lado, tanto Mario y Roberto como Manuel presentan rasgos próximos a Cecilio
en tanto el efecto consecuente a la discapacidad conlleva un cambio casi total con sus modos de
vida anterior (Mario y Roberto pasan a una silla de ruedas y Manuel pierde su trabajo y queda
debilitado su rol como padre de familia). Se diferencian, no obstante, en que la reacción tras la
crisis depresiva se centra en superar la precaria situación en la que quedan para el normal
desenvolvimiento de su cotidiano y, en base a las capacidades que poseen, construir un proyecto
vital en el que la (re)inserción sociolaboral y afectiva se propone como meta: no devienen, por
tanto, en identidades resentidas o resignadas fatalistas, sino en posicionamientos y actitudes
luchadoras. Más allá de estos rasgos que los equiparan en cuanto al impacto inicial, Mario,
Roberto y Manuel presentan algunos aspectos que los diferencian, entre los que hay que
destacar el tipo y grado de discapacidad, la edad en la que se manifiesta la discapacidad (y,
directamente asociada a ésta, el papel que juega el grupo familiar) y en la repercusión que sobre
cada proyecto vital posee la problemática (más positiva en Mario y Roberto que en Manuel).
Roberto queda discapacitado a los 30 años, tras un accidente de moto, lo cual le supone
la pérdida de su trabajo estable, bien remunerado y con posibilidades de promoción, para pasar
a obtener una pensión contributiva de cuantía suficiente para su mantenimiento. Así, de vivir en
casa de sus padres y a pesar de que pensaba independizarse, el accidente acelera este proceso, en
parte porque la familia reside en una vivienda no adaptada a la silla de ruedas. Para Roberto, por
tanto, existe un "antes" y un "después" del accidente (“te cambia la vida total”), a pesar de que
reconoce que este "corte" no ha afectado a su independencia económica ni residencial, así como
tampoco le ha afectado "a la cabeza", gracias a que consigue recuperarse a nivel psicológico de
la "depresión de caballo" que sufre cuando se entera en el hospital de que no podrá volver a
caminar. Esto le ha permitido mantener relaciones "sanas" con su familia y con sus amigos. El
propio discurso de Roberto permite establecer dos tipos de estrategias personales de los que
sufren una discapacidad sobrevenida de carácter tan grave como la suya: De una parte, estarían
aquellos a los que el trauma les corta la vida (abandonos de familia, pérdida de estatus, etc):
“porque ya lo tenían todo, se hunden, se mantienen en la queja o se engañan con lo de: volveré
a ser el de antes...” Estos serían "los trastornados". Por otro lado, estarían aquellos a los que el
accidente les acelera las expectativas, el futuro, permitiéndoles una franca recuperación, aceptan
lo irremediable y le sacan partido: “esto es para toda la vida (...) (pero) Soy el de antes con mi
problema, y voy a seguir...”. Sin embargo, Roberto reconoce que el factor edad condiciona de
forma determinante las posibilidades de recuperación de los que padecen una discapacidad
243
sobrevenida de carácter grave: los jóvenes estarían más decididos a vivir, mientras que los
mayores (de 35 años) lo estarían menos.
Mario sufre el accidente que lo lleva a la silla de ruedas a los 16 años, viviendo aún en
su hogar de origen y apenas iniciada su segunda etapa formativa (cursa F.P., especialidad
electrónica porque fracasa en el bachillerato). Tras la lesión de médula espinal a nivel de
cervicales pasa 10 meses hospitalizado con episodios graves (“estuve en peligro de muerte debido
a las infecciones”) y luego acude diariamente a rehabilitación a un centro de día durante otros
seis meses. La trayectoria de inserción pasa primero por una fase de duelo y depresión que dura
5 años, en los que se repliega sobre sí mismo “como si estuviera en un pozo”. Todavía en fase
depresiva, reorienta sus estudios (pasa de F.P. a BUP-COU) y se propone el objetivo de llegar
a ser independiente a través del estudio y de “conseguir un empleo en el que sólo tuviese que
emplear el cerebro”. En esta decisión influye su vivencia frustrante (culpable) ante la
dependencia física de su madre y de sus hermanos (para levantarse, lavarse, acostarse, etc),
dependencia que lo hace sentir en “inferioridad de condiciones”. Por eso, se plantea como
principal objetivo liberarse/liberarlos de esa dependencia mutua, lo que le hace madurar muy
deprisa, según el amigo entrevistado: su tiempo biológico corre más que el cronológico, por lo
que acelera su etapa universitaria y multiplica los contactos, oposiciones, estudios de posgrado
y el trabajo voluntario en instituciones como medio para conseguir empleo. Podemos concluir,
pues, que si bien la discapacidad tiene efectos muy negativos sobre la vida del sujeto
(dependencia familiar casi total en la vida cotidiana, además de las dificultades añadidas para la
normalización del ámbito socioafectivo), también tiene, de otro lado, un efecto positivo, en tanto
reconduce una trayectoria formativa que parecía rota en la adolescencia (pasa de ser un estudiante
"revoltoso" a ser un estudiante "modelo") que posteriormente se complementa con una actitud
de responsabilidad, de superación de su dependencia (quizá con matices denegativos de sus
límites reales), característica de identidades luchadoras-competitivas que buscan como último
objetivo la máxima normalización e independencia (actualmente en ciernes de cumplirse, tras
aprobar unas oposiciones).
“Yo siempre había ido detrás de ganar un dinero para poder levantar mejor mi
casa. Entonces, pues claro, te encuentras con una fase así y dices, bueno, yo
ahora... Han sido unos años que las he visto de todos los colores (...) tuve que
244
adaptarme a las circunstancias porque tenía que dar de comer a mi casa. Son
situaciones que cuando las vives tienes que luchar contra viento y marea “
(Manuel).
En concreto, Marta presenta un perfil característico de las nuevas amas de casa de estatus
medio, medio bajo, que compagina, en función de sus propias necesidades y de las necesidades
familiares, las tareas domésticas y maternas con la actividad laboral en el mercado secundario
de trabajo. A los 36 años, después de su vuelta temporal al trabajo extradoméstico y de quedar
de nuevo en paro, le aparece el primer brote de esclerosis múltiple. Tras un mes de hospitaliza-
ción, pasa la convalecencia en casa de sus padres, recibiendo especialmente la ayuda de su madre
(apoyo de la familia extensa): “mi madre, la pobre, cargó con todo...”. Ante la aparición de la
discapacidad, pasa una primera fase "horrorosa" de depresión que comparte con sus familiares
y amigos cercanos, pero se sobrepone pronto al observar que sus facultades apenas se han visto
afectadas en lo básico (tras superar el primer brote) y al considerar que su experiencia como
administrativa representa un perfil adecuado para poder encontrar empleo (estar sentada, no
mucha movilidad, etc). El objetivo que se plantea es encontrar trabajo sin ocultar su discapacidad,
que piensa que sería "inmoral", una mentira contraproducente a la larga. Pero todos sus intentos
fracasan, lo que hace que, poco a poco, se cuestione la vía de la inserción laboral (“todas las
puertas se cierran”) y piense en revisar su actual grado de minusvalía a fin de conseguir una
pensión no contributiva, lo cual "dignificaría" su situación como ama de casa y madre que ayuda
a la economía familiar.
245
pensionista prejubilado, aún permanecen dos hijos en el hogar y, además, tienen que ayudar a
otro ya independizado que pasa por malos momentos), a pesar de que es consciente de las nulas
posibilidades de esta vía: “tengo los papeles que eché en la bolsa de trabajo de la Federación de
Minusválidos Físicos, pero ni me han dicho nada ni me han llamado ni nada.”. Por ello y porque
le angustia su situación personal de cara al futuro, al ser su marido mucho mayor que ella y
padecer una enfermedad crónica, mantiene algunas expectativas de conseguir una pensión no
contributiva: “yo muchas veces lo digo, que no tener una vejez para el día de mañana, un algo...”.
“Después de esto (discapacidad de la hija) fue esto mío. Digo yo, sin certificado
mío, y, oiga, trabajando en ese momento mi marido y mi hijo, ¿para qué me voy
a molestar? (...) Ya tengo bastante con lo de mi hija, desde luego, porque lo
mío... Parece que lo de uno (...) ¿Qué quiere que le diga?, yo, viendo el problema
que tiene mi hija, lo otro (lo mío) no me parece tan grave” (Rosa).
246
manifiestas de la discapacidad, sus efectos en la identidad de los sujetos y finalmente la
incidencia de los diagnósticos y los tratamientos en la inserción social de las personas.
..//.
247
248
A) Tratamiento de la discapacidad física
El siguiente caso (Marta) es también una mujer, con 39 años y dos hijos, que a la edad
de 36 años se le manifiesta la presencia de una esclerosis múltiple complicada con asma e
hipotiroidismo, procesos ambos que son consecuencia de la medicación a la que debe someterse.
Después de un mes de hospitalización ("me parecía estar en una fase horrorosa, no podía hacerme
a la idea de tener algo así..."). Pasa la convalecencia en la casa de sus padres y comienza el
tratamiento con medicinas que le agudizan las otras patologías sintomáticas. Esta experiencia le
lleva a contactar con asociaciones de afectados y con una serie de entidades diversas (Fundación
ONCE, Equipo de Asesoramiento de Inserción Laboral, etc.) e incluso a participar activamente
en la Fundación para la Esclerosis Múltiple. Busca trabajo en todas estas y otras fuentes pero ante
la existencia de una enfermedad degenerativa las respuestas son siempre negativas o el silencio:
"no sé que es peor si que te digan que no o que no te digan nada y te dejen esperando un día y
otro y otro...”. Pero la vitalidad de Marta parece haberse intensificado ante la adversidad de este
período en el que realiza varios cursos de formación e intenta por todos los medios alcanzar
alguna forma de inserción laboral ya sea en el mercado ordinario o a través de las propuestas de
empleo protegido. No lo logra en ninguna de las dos por lo que sobrevienen un proceso depresivo
que es propio de la conciencia de una enfermedad degenerativa "porque es que voy a peor y eso
no se te puede olvidar, cada día al levantarte te lo recuerdas a ti misma". Esta conciencia de los
límites choca con la predisposición a actitudes emprendedoras que surgen de una personalidad
luchadora y voluntariosa que se encuentra ante la contradicción de abandonar la expectativa de
inserción sociolaboral y solicitar una pensión de invalidez en la que sumando las diferentes
patologías ("porque yo pediría que sumaran todos los males para ver si llego...") lograra acceder
a una pensión no contributiva. Así, destaca la urgente necesidad de gestionar alguna forma de
inclusión social que resultaría más satisfactoria por la vía de la integración laboral pero que ante
la imposibilidad por los temores que produce una enfermedad degenerativa, parece inclinarse -
ambivalentemente - hacia la demanda de una pensión.
249
El tercer caso de discapacidad física sobrevenida se refiere a un varón de 29 años y de
clase social media alta. A los 16 años padece un accidente gimnástico que va a devenir en
tetraplejia. Pasa diez meses hospitalizado y al borde de la muerte porque se produjeron varios
procesos infecciosos graves. A continuación y durante seis meses realiza rehabilitación diaria en
un centro hospitalario de día: “pues lo pasas muy mal, muy mal porque no te haces a la idea de
que va a ser así siempre y te deprimes y no puedes ayudarte a ti mismo de ninguna manera y no
sabes siquiera si quieres vivir o no". Tras esta fase comienza un período de duelo y depresión
durante el cual logra reorientar sus estudios lo que le permitirá llegar a los 24 años con una
titulación universitaria. Frente a lo que pudiera presuponerse como adversidad y derrota, su
personalidad se ha visto fortalecida a partir de este accidente con una notable tenacidad y
voluntad luchadora. Desde su situación de movilidad limitada a una silla de ruedas no sólo
alcanza una licenciatura sino que logra sobreponerse a la protección familiar, ganar una
oposiciones en el marco de su identidad profesional y emanciparse del grupo familiar para vivir
de manera independiente.
El último caso de persona con discapacidad física sobrevenida es otro varón de 33 años
que padece una lesión medular como consecuencia de un accidente de moto que le llevó a un
tratamiento de más de un año en un centro hospitalario especializado. La recuperación lenta y
conflictiva no se considera aún cerrada ya que está pendiente de nuevos tratamientos quirúrgicos.
Desde el accidente se ha producido un importante replanteamiento vital producto de la nueva
situación de discapacidad en la que se encuentra (la cual es valorada en un 82 % de minusvalía)
lo que le lleva a priorizar el compromiso asociativo desde el cual dar testimonio de su
experiencia, antes que otras formas de inserción social más vinculadas a la perspectiva
económica.
Los cuatro casos de discapacidad física sobrevenida han recibido tratamientos médicos
específicos en el sector de la atención pública con independencia de los estatus sociales en los
que se encuentran. En ninguno de ellos ha existido atención o contención psicológica a pesar del
fuerte impacto que ha significado en sus vidas (especialmente en los casos de Marta, Mario y
Roberto) la asunción de la discapacidad sobrevenida. Resulta importante señalar cómo, en la
experiencia de estas trayectorias se hace patente el grado de discapacidad siendo un factor
importante a tener en cuenta en cada uno de los procesos, no indica necesariamente una forma
de resolución única o en una sola dirección. Los casos de Mario y Roberto, siendo los dos de
intensidad grave, no impiden articular proyectos de inserción social más o menos satisfactorios
en la pecualiaridad de cada uno. En un caso se alcanza una inserción sociolaboral que es producto
de una estrategia de voluntad y tesón que posiblemente sólo se gesta desde la necesidad de
sobreponerse a la adversidad. En el otro caso Roberto, desarrolla un proyecto alternativo a la
inserción laboral porque la situación de pensionista le permite disfrutar de un cierto margen de
libertad desde el cual priorizar y potenciar otros aspectos de la identidad que no se realizan
necesariamente en el ámbito del trabajo. Paradójicamente no sucede igual con las dos mujeres
que están en niveles de discapacidad física más leves y menos definitivos que los casos aludidos.
Mientras Casilda no logra una inserción social más allá de los perfiles de adscripción propios
de su género (esposa y madre) y no puede acceder a una pensión no contributiva, la situación de
Marta, quien probablemente pueda obtener una pensión, no puede lograr una inserción socio-
laboral por tener una enfermedad que actúa más como amenaza de futuro que como realidad
activa.
250
Cuatro trayectorias están presentes dentro del cuadro de personas con discapacidades
sensoriales sobrevenidas. El primer caso (Mónica) es una mujer que a los 16 años tienen una
sordera parcial a causa de unas anginas. Los procesos terapéuticas se han limitado a la utilización
de aparatos auditivos compensadores de la progresiva pérdida de audición. De sus tres hijos, los
dos mayores son sordos congénitos, proceso que ha desdibujado la importancia de su propia
sordera ("lo mío ya lo dejamos... se nos vino el mundo encima"), por lo que un efecto inmediato
de esta compleja y dramática situación ha sido el reforzamiento del rol materno-protector y el
fortalecimiento de la red familiar como núcleo de solidaridad y acogida. Se trata de un caso en
el que pesan más los aspectos socioeconómicos y la inserción social pendiente de los hijos que
los tratamientos específicos para paliar los efectos de la sordera.
En el caso de Cecilio, se trata de una persona de 51 años que padece ceguera total
sobrevenida desde los 23 años. Los primeros diagnósticos no aciertan a descubrir los motivos de
la pérdida de visión alterna hasta que pierde definitivamente la visión en un ojo y después en el
otro. Ha recurrido a cantidad de especialistas en diferentes ciudades españolas pero en ningún
caso ha habido posibilidad de recuperación. Los tratamientos específicos han sido realizados con
corticoides lo que provocó un aumento considerable de peso que agravó su malestar e incidió
negativamente sobre la autoestima. A los 25 años ya estaba declarada la ceguera total por lo que
debe asumir una nueva identidad laboral a la que en un principio se resiste ("yo no quería vender
cupones, no quería saber nada de la Once ni nada de nada") pero que con el paso del tiempo
acogerá primero con resignación (“me di cuenta que no podía resistirme más porque nos
quedábamos sin comer y estaba la niña que yo no pude llegar a conocer, nunca he visto a mi hija,
pero era como si la viera, claro”) y luego con moderada satisfacción ("hace ya varios años que
estoy bien... yo tengo mi puesto y trabajo, trabajo mucho, pero no me quejo, del trabajo no me
quejo". Ha logrado formas de inserción social estables (en el marco del trabajo protegido) y una
sólida estructura familiar en la que su mujer tienen un papel protagónico.
Finalmente la trayectoria de Rosa, es la de una mujer que padece hipoacustia desde los
45 años - actualmente tiene 50 - y que recibió como tratamientos específicos una terapéutica a
base de vitaminas para controlar la pérdida de audición y la indicación de utilizar audífono para
favorecer los procesos comunicativos. Como en otros casos, la presencia de hijos con alguna
discapacidad (en este caso una hija con discapacidad motórica provocada por una lesión cerebral)
desdibuja la importancia de la propia deficiencia lo que lleva a profundizar en el sentimiento de
251
resignación y a reforzar el sistema de los roles de protección. Nuevamente en los procesos de
tratamientos de las personas con discapacidades sensoriales sobrevenidas, va a tener una
hegemonía notable la presencia del sector público de atención sanitaria. Sólo en el caso de
Cecilio aparecen estrategias de atención en el sector privado y en el sector corporativo. Y otra
vez -como en el caso de las personas con discapacidades físicas sobrevenidas - son las mujeres
y la importancia de sus roles las que resultan más agraviadas ante las posibilidades de inserción
social, de una inserción social que supere las formas de inserción definidas por sus roles de
adscripción. En los dos casos en que hay mujeres con discapacidad sensorial sobrevenida, existe
un hijo/a con un problema más grave (o más agravado por la vivencia de la madre) a partir del
cual carece de importancia su propia discapacidad.
En cualquier caso, el aspecto central a resaltar sería que, al igual que sucede en los casos
congénito infantiles, los modos con que las familias articulan y definen la discapacidad pueden
analizarse en función de las distintas posiciones ideológicas establecidas en el capítulo 5. Como
es sabido, estos posicionamientos responden a una pluralidad de aspectos relacionados con el tipo
y grado de discapacidad sufrida, con factores socioeconómicos, el género (rol desempeñado por
la persona afectada antes de la afección) y la edad en la que la afección sobreviene; a su vez, estas
posiciones conllevan varias formas de entender y relacionarse con el resto de agentes sociales
252
intervinientes (directa o indirectamente) en el proceso de asignación-definición de la
discapacidad.
A) Posición adscriptiva: Por lo visto en las historias de vida, este posicionamiento suele estar
asociado a mujeres (influencia del factor género) de avanzada edad pertenecientes a familias de
estatus medio bajo y con relativa independencia en cuanto al hábitat. Por tanto, como sucedía con
las personas con discapacidad congénito infantil, se presenta como la posición tendencial en
aquellos casos en los que sigue vigente el modelo de familia tradicional. Dicho esto, se han
encontrado dos submodelos que presentan rasgos diferenciados:
• Posición adscriptiva base: Parece habitual en los casos de mujeres que, como Casilda,
se caracterizan por tener trayectorias vitales centradas en sus roles como esposas, amas
de casa y madres que no han tenido experiencias laborales extradomésticas y que en la
actualidad, tras la aparición de la discapacidad, tampoco mantienen expectativas reales
de una futura inserción laboral fuera del espacio de su hogar. Según se infiere de los datos
producidos, las actitudes de los grupos familiares y de las mujeres afectadas de cara al
abordaje y asignación (definición) de la discapacidad coinciden en desarrollar estrategias
de mínimo alcance cuyas finalidades básicas son dos: de una parte, reforzar sus roles
tradicionales como amas de casa, si acaso recogiendo la posible legitimación su identidad
y el apoyo a la economía familiar a través de alguna pensión no contributiva, algo que,
a la postre, cierra cualquier vía de cambio en su actual situación por otra futura que
pretenda la inserción laboral extradoméstica; de otro lado, se confirma la tendencia a
denegar en mayor o menor medida los límites que impone la discapacidad para el normal
desempeño de sus labores como amas de casa.
En coherencia con lo anterior y al igual que señalamos para la posición adscriptiva en los
casos de discapacidad congénito infantil, excepto el tratamiento y posterior seguimiento
médico-sanitario o la pretensión de conseguir una ayuda económica, no tienen relevancia
ni efectos a nivel de integración las relaciones que pueden establecerse con el resto de
agentes e instituciones existentes (rehabilitación psicológica, profesional y asociaciones
de afectados), siendo la familia extensa o nuclear (depende de cada caso) la encargada de
prestar el apoyo que se requiere de forma permanente o puntual.
300
Para un desarrollo más completo, véanse capítulos 5 y 13.
253
Casilda dice buscar en la actualidad, aunque de forma poco activa, su primer empleo,
cuando cuenta con 51 años y tras llevar 15 sufriendo su dolencia. Hasta la fecha se ha
ocupado exclusivamente de las tareas de la casa y la crianza de sus cinco hijos.
Independizados del hogar tres de éstos y movida básicamente por la precaria situación
económica que poseen -su marido está prejubilado, tiene una pensión escasa, y aún
permanecen hijos en el hogar- se plantea la posibilidad de su tardía inserción laboral en
el mercado ordinario. Sin embargo, ni ella ni su familia confían realmente en esta
posibilidad, especialmente el marido que, quizá llevado por los valores culturales
característicos de la posición adscriptiva en cuanto al género (al papel que "debe" cumplir
la mujer), opina del siguientemodo: “yo, le digo la verdad, ella dirá lo que quiera, pero
yo no la veo mujer para trabajar. Hombre, si fuera un trabajo en casa a lo mejor, de pegar
sobres y cosas así”. Ella contempla la inserción laboral, a pesar de que es consciente de
las nulas posibilidades de esta vía: “tengo los papeles que eché en la bolsa de trabajo de
la Federación de Minusválidos Físicos, pero ni me han dicho nada ni me han llamado ni
nada”. Por ello y porque le angustia su situación personal de cara al futuro, al ser su
marido mucho mayor que ella y padecer una enfermedad crónica, mantiene algunas
expectativas de conseguir una pensión no contributiva: “yo muchas veces lo digo, que no
tener una vejez para el día de mañana, un algo..”.. De otra parte, su deficiente estado de
salud, que le impide desempeñar su función como ama de casa, cuestión que resuelve con
la ayuda de la hija que permanece en casa. Todo lo cual nos lleva a que Casilda adopte
una actitud de resignación fatalista de su situación que deviene en una autopercepción
como "incapacitada" para trabajar dentro y fuera del ámbito doméstico, lo que reforzará
sus expectativas de cara a la pensión no contributiva como única vía de inserción factible,
expectativa frustrada de momento al poseer un certificado de minusvalía con un
porcentaje del 36% insuficiente para acceder a la prestación pero que confía conseguir
a medida que la enfermedad siga degenerando con el avance de los años.
254
rasgo de clara posición integrada). Por lo demás, las actitudes familiares siguen
ejerciendo el mismo doble efecto señalado en la posición adscriptiva base: tendencia a
reforzar los roles de amas de casa y tendencia a la denegación de los límites de la
discapacidad.
En cuanto a lo primero, por más que las propias afectadas intenten dar un giro a la
situación procurando sensibilizar y hacer co-responsables al resto de la familia en
sobrellevar el peso de las tareas domésticas. El ejemplo de Marta nos sirve de nítida
ilustración: “según las casas se coopera más o menos; aquí no es donde más cooperan
porque al ser todos varones (risas); yo quise implantar el cambio pero no me lo han
aceptado (...) Como han visto que la cosa no iba tan deprisa hacen la vista gorda (...) No
se lo acaban de creer, como si fuera un problema que a mí no me afectara”. Con respecto
a lo segundo, como vemos en Mónica y Rosa, cuando en el hogar hay otro miembro de
la familia con discapacidad, la discapacidad propia de la esposa-madre pasa a un segundo
plano y asistimos a un proceso de des-discapacitación de género y materna en favor de
los demás familiares afectados: “¡Qué quiere que le diga! Yo, viendo el problema que
tiene mi hija, lo mío no me parece tan grave...” (Rosa). Este proceso de subordinación
materna en el hogar familiar se agudiza aún más cuando el sentimiento de culpa se
apodera de la mujer, pensando, como en Mónica, que su propia situación de discapacidad
es causa de la discapacidad de los hijos: el gran sufrimiento de Mónica por sus dos
primeros hijos (también con afectados de sordera) hace que su propia situación se orille:
“Se nos vino el mundo abajo (...) Lo mío ya lo dejamos de tratar”. En ambos casos, el
resultado de sus situaciones vitales favorece la adopción de identidades de resignación
o conformismo adaptativo: Mónica como madre, ama de casa y trabajadora extradomésti-
ca; Rosa exclusivamente como ama de casa, ante las condiciones negativas del mercado
laboral.
De otra parte, esta posición adscriptiva-integrada conlleva un mayor, aunque poco
relevante, contacto con el resto de agentes sociales e instituciones de la administración
que puede llegar, como en Marta, más allá del ámbito médico-sanitario. En este caso, la
afectada conecta con la Fundación para la Esclerosis Múltiple donde desde que la
discapacidad sobreviene coopera como voluntaria: “todo esto lo estoy llevando en plan
voluntario, en sí no sirve para lo que yo necesito pero hay una parte que sí, porque no sé,
estás bien, ves que ayudas y ves que parece que das un paso adelante”. Tiempo después
conecta con el Equipo de Asesoramiento e Integración Laboral de Disminuidos del
Ayuntamiento de Barcelona, con la Fundación Talleres de Cataluña, con la Fundación
ONCE y con la propia Fundación para la Esclerosis Múltiple, en su infructuoso intento
de encontrar empleo. Después participa en el Proyecto COMBAT, recibe una beca salario
y realiza dos cursos de formación y cualificación profesional, pero la situación o cambia,
por lo que ha solicitado la revisión del certificado de minusvalía con la esperanza de
obtener más de un 65% y acceder a una pensión no contributiva. Tenemos, por tanto, una
mujer cuya identidad adquiere rasgos claramente luchadores en una primera etapa tras la
aparición de la discapacidad pero que, en función del peso negativo que ejerce el mercado
de trabajo (y su lógica mercantilista), deviene en una identidad conformista adaptativa
cuyo objetivo principal es legitimarse "a la baja" como ama de casa pensionista:
255
B) Posición integrada: hay que señalar de entrada que algunos de los rasgos que definen esta
posición en los casos de discapacidad sobrevenida varían significativamente con respecto a lo
visto para la discapacidad congénito infantil. Sin duda, la diferencia más relevante la
encontramos en el hecho de que el trasvase parcial de roles que en los casos congénito infantiles
se producía de los padres al Estado y a los distintos agentes sociales (asociaciones de afectados),
en los casos sobrevenidos dicho trasvase se produciría no sólo a nivel familiar, sino que también
puede darse del propio sujeto afectado, a nivel individual. Además, este proceso transferencial
persigue prioritariamente en las personas con discapacidad sobrevenida unos efectos de cara a
la (re)inserción laboral, mientras que el los niños con discapacidad congénito infantil las familias
buscarían en lo básico aportar los recursos necesarios para una adecuada socialización (inserción
social). Muy en relación con esta segunda diferencia aparece una tercera referida a la inexistencia
de modelos que combinen la posición integrada con la adscriptiva, mientras que sí podremos
encontrar una mayor relevancia de la posición integrada "base" (Cecilio y Roberto), semi-
integrada (Manuel) y puntos de conexión entre la integrada y la competitiva (Mario). Esto puede
explicarse en base a que una alta proporción de sujetos con afecciones sobrevenidas habían
iniciado su trayectoria laboral y, en algunos casos, tenían una familia a la que mantener antes de
la aparición de la discapacidad. Se ven impelidos, por tanto, a buscar las soluciones viables para
seguir cumpliendo con los roles desempeñados, para lo cual necesitan no sólo potenciar sus
capacidades reales y potenciales (y las de su grupo familiar), sino que, en aquellas situaciones
en las que lo personal "no puede dar más de sí" han de recurrir a los distintos recursos que el
Estado y otras instancias facilitan.
Parece coherente afirmar por tanto que, a nivel genérico, la utilización de los recursos
estatales e institucionales depende de la combinación de diversas variables como son: el tipo y
grado de discapacidad (del que depende, a su vez, que el sujeto pueda mantener su situación
sociolaboral anterior al problema, sea mediante su reincorporación al trabajo, sea a través de una
pensión contributiva de cuantía suficiente, o la combinación de ambas); el estatus socioeconómi-
co del individuo y/o el grupo familiar (a menor estatus, menores recursos propios y, por tanto,
se hace más necesario garantizar los ingresos económicos a través de la vía laboral o la
pensionista); las características del mercado de trabajo del hábitat (que determinan las
posibilidades de encontrar, primero un empleo y, segundo, el adecuado a las capacidades
personales); la existencia o no de infraestructuras y agentes sociales eficaces que ayuden en los
procesos de rehabilitación física, psicológica, profesional, etc; la actuación del propio grupo
familiar (el apoyo de los cónyuges y de los hijos, pero también de la familia extensa); la edad (a
mayor edad disminuyen no sólo las posibilidades de encontrar trabajo sino también las de
plantearse la vía de iniciar nuevos procesos de formación y cualificación profesional); el género
(los varones tenderían a la reinserción laboral, mientras que las mujeres pueden plantearse quedar
"conformadas" en sus roles de amas de casa); en última instancia, de los recursos personales
(identitarios) de cada implicado para abordar su problemática y la decisión de qué hacer con su
vida, es decir, de los modos de abordar, asumir y responder a la problemática y del proyecto vital
que quiera construir para sí mismo.
• Posición integrada base: a ella responden los casos de Cecilio y Roberto que se
caracterizan por haber solucionado su situación empleando exclusivamente los recursos
que facilita el Estado y sus agentes institucionales, el primero acogiéndose a la vía del
empleo protegido que facilita la ONCE con la venta del cupón y el segundo optando por
la vía de la pensión contributiva. Cecilio presenta una situación socioeconómica previa
256
relativamente consolidada como obrero que, tras emigrar a Europa, encuentra empleo y
la posibilidad de crear su propia familia. Esta trayectoria sociolaboral que queda rota
totalmente con la afección, que se adquiere carácter irreversible y que, por tanto, le
incapacita para reincorporarse a su anterior empleo. Vuelve a España después de casarse
y queda anclado en una situación de mucha angustia, mucha tensión y de activa
resistencia psicológica ante la ceguera. A pesar de que se sabe acompañado de su mujer
y por la familia de ésta, su principal conflicto es consigo mismo y su inicial tendencia a
denegar la ceguera, al punto de discutir y enfrentarse con un hermano que le sugiere
acercarse a la ONCE como posible reincorporación al trabajo. Tras resistencias y más
discusiones, decide hacerlo y en la ONCE asiste a un curso de venta de cupones,
comenzando la venta semanas después. Tras años como vendedor del cupón y vencidas
las primeras resistencias a ingresar en la ONCE, su inicial crítica a la institución da un
giro hacia la valoración positiva, tanto por haberle posibilitado la reinserción en la vida
laboral activa (mediante la cual no sólo ha podido cumplir con su rol como mantenedor
del hogar, sino que le ha permitido ascender en su estatus socioeconómico, que ha pasado
de ser medio bajo antes de trabajar en la ONCE a medio alto) como por acceder a otro
tipo de servicios añadidos que la asociación otorga, como los sanitarios y otros de
asesoramiento, por ejemplo ante Hacienda. Así, finalmente el sujeto considera la opción
del trabajo protegido en la ONCE como una vía más honesta y menos criticable que
aquellas otras que facilita el Estado mediante las pensiones. En cuanto a la identidad
resultante, el sujeto aún permanece anclado en la vivencia de resignación fatalista ante
los efectos que le ha generado la discapacidad, que a nivel psicológico parecen impedir
una reestructuración sana de su identidad. Ha derivado en una personalidad de carácter
resentido (neurosis de destino): no parece haber encajado el infortunio de la ceguera y
esto le produce una gran desconfianza hacia los demás. Las relaciones que mantiene con
su entorno familiar son buenas, pero muy dependientes y esto parece afectarle de modo
negativo (resignación), de la misma forma que sus escasas relaciones (inserción) sociales,
limitadas en lo extrafamiliar a sus clientes y a un amigo también invidente con el que se
relaciona los fines de semana en su casa de campo. De igual modo, aparece como un
sujeto muy cargado de rencor y frustraciones que tiende a moderarse con la disciplina de
la tarea cotidiana. En la base de su resentimiento actual también juega un papel
importante dos cuestiones: la imposibilidad de haber mejorado su deficiente formación
en general que tanto para él como para aquellas personas con discapacidad sobrevenida
en la edad adulta, resulta casi inviable; y la actitud ambivalente con la ONCE que como
toda relación subordinada es de agradecimiento y de rencor, en tanto se sabe "manejado"
por las autoridades y por los planes que proponen con independencia de la opinión de los
que pertenecen a la asociación.
Por su lado, ya apuntamos que Roberto, tras el accidente que lo postra en una silla de
ruedas pasa de trabajar de forma estable como administrativo mientras vive en el hogar
paterno, a ser pensionista contributivo y a independizarse de la familia y vivir de forma
independiente. La pensión para él no equivale a una situación de inactividad, sino de
situación obligada por normativa laboral (si trabaja de forma remunerada pierde la
pensión) y por la precariedad del mercado de trabajo, que no le asegura un empleo estable
que le siga asegurando la autonomía económica y residencial. Desde aquí distingue tres
situaciones básicas respecto al trabajo: a) los accidentados de pequeños, que no pueden
tener nunca independencia económica de la familia; b) los acomodados: quienes tienen
pensión contributiva y buena indemnización (millonaria), que ven resuelto el problema
económico y no piensan volver al trabajo; y c) los que se quedan sólo con la pensión sin
indemnización, que pueden pensar en volver al trabajo o decidir en un cálculo de ventajas
comparativas aprovechar la pensión (su propio caso). Tenemos, así, en Roberto un
257
ejemplo de aparente contradicción entre las figuras de "joven potencialmente activo" pero
que decide permanecer como "pensionista pasivo". Sin embargo, él no se identifica con
aquellos que opinan que los pensionistas sólo optan "por darse la buena vida" (a pesar de
que también mantiene que, en base a los derechos adquiridos en su etapa laboral y dada
su situación, cualquier pensionista puede permitirse tal vida padre): para él, pensionista
es cobrar pensión sin que medie trabajo remunerado, pero no es permanecer inactivo; la
actividad revitaliza a la persona.
En cualquier caso, el conflicto habría que derivarlo a la administración y, por extensión
a todos los agentes sociales: se dice pretender rehabilitar a las personas con discapacidad,
pero la normativa laboral los castiga: si se cobra pensión y se encuentra trabajo
remunerado hay que dejarla. Pero, tal como está de precarizado el mercado laboral, una
persona con discapacidad puede perder el empleo más fácilmente que otro sin ella: si se
había dejado de percibir pensión por trabajar y después pierde el empleo, ¿qué hacer
entonces?, ¿perder la independencia económica, la autonomía residencial, volver a
depender de los padres?... No se trata, pues, de "darse la buena vida" sino de preservar
lo conseguido con su esfuerzo. Este conflicto entre deseo (de volver a reinsertarse
laboralmente) y realidad (limitaciones personales y hándicaps sociolaborales y
administrativos) ha de resolverse mediando entre uno y otra:
“No hay que dejarse llevar ni por el deseo de no hacer nada ni por el de pensar
que todo será igual que antes... El deseo de realizarse no sólo tiene el cauce del
empleo, se puede trabajar/ayudar socialmente y no estar parado, esto es lo
importante” (Roberto).
Por lo demás, mantenía y sigue manteniendo muy buena relación con padres y hermanos,
relación que considera ayuda, "arrope familiar", pero no sobreprotección (posición
familiar también integrada). Del mismo modo, en el ámbito relacional sigue manteniendo
el contacto con los antiguos compañeros de trabajo y con los amigos de antes, pero se
frena en las propuestas de actividades (ir a sitios en que no haya servicios adaptados, sin
espacios para la silla de ruedas, imprudentes si hay concentración de masas) en base a su
"limitación". Tampoco la cuestión de las relaciones afectivas y la posibilidad de contraer
matrimonio y formar una familia son asuntos prioritarios: no lo fueron antes ni lo son
ahora, por lo que no se puede hablar de inserción frustrada. En cuanto a su relación con
asociaciones de afectados, su participación en AESLEME le proporciona una tarea
voluntaria (no remunerada) destinada no a los afectados por lesión medular sino dirigida
a los "sanos" de cara a la prevención. Este enfoque da la vuelta a los de las asociaciones
reivindicativas del colectivo siendo la suya una posición de potencia (capaces de dar a
otros), acompasada al espíritu de promoción de Roberto. Hay que resumir, pues, que nos
hallamos ante un sujeto en el que la discapacidad no impide (sino que en algunas
cuestiones acelera) su proyecto de integración sociolaboral, que se muestra sin aparentes
resentimientos, que no se resigna de modo fatalista a su nueva situación, sino que
reconstruye su identidad en base a sus capacidades reales y potenciales: una identidad
como "pensionista feliz pero activo", no excluido.
258
hasta que, varios años después, consigue reconducir su situación mediante la combinación
entre una pensión contributiva de baja cuantía y un empleo en el sector secundario del
mercado laboral. Así, a los 50 años obtiene el certificado de invalidez parcial y una
pensión de 40 mil pesetas, que resulta insuficiente para mantener la economía de su
hogar, en el que permanecen aún dos de los tres hijos del matrimonio, por lo que se lanza
en los siguientes años (de los 51 a los 56) a la búsqueda de un empleo, cualquiera que sea.
Trabaja de modo precario en lo que puede: de mecánico, carpintero, fontanero, busca
hasta para recoger basura, sin que obtenga mayor éxito, por lo que la esposa ha de
lanzarse también a la búsqueda de ingresos económicos de forma también precaria (sin
contrato), consiguiendo algunos trabajos eventuales en el servicio doméstico. Antes de
sobrevenirle la discapacidad desempeña trabajos que con la vista dañada no puede
ejercer, y reorientarse de nuevo profesionalmente, con 50 años, era ya muy difícil, por lo
que estaba dispuesto a trabajar "en lo que sea", una vez que comprueba que la pensión
resulta insuficiente para mantener la familia: “entonces tienes que ir a la aventura, a lo
que salga (...) venía a veces con los pies llagados, de tanto andar...”.
En los primeros momentos tras la afección sólo consigue ayuda de la familia y de la
iglesia evangélica: el grupo familiar (esposa y los tres hijos) es el principal ámbito de
referencia para Manuel; su crisis personal es, sobre todo, crisis de su papel de
mantenedor del hogar. Además, la esposa ayuda con trabajos esporádicos e incluso la
familia extensa cooperan con dinero y trabajo en algunos momentos (comen en casa de
los abuelos, un cuñado carpintero le ofrece trabajo temporal en su taller, etc). La iglesia
evangélica le apoya en los momentos más críticos “porque son como una piña”. Sus lazos
con esta comunidad eran ya grandes antes de la enfermedad pero se acrecientan al ver la
solidaridad del pastor y de otros fieles (que le hacían "ofrendas" de comida y dinero). La
implicación llega al punto de que un hijo de Manuel está estudiando para pastor
evangélico. Quizás el componente religioso le haya ayudado a vivir "con paciencia" los
peores momentos: “ha sido así, Dios nos lo ha puesto en este camino, pues aquí estamos”.
Pero, sólo cuando entra en contacto con la Asociación ECOM consigue lo tanto tiempo
buscado, un empleo, por lo que la política social constituye el tercer agente trascendental
en la reinserción sociolaboral del sujeto. Su actual trabajo como conserje de una
comunidad de vecinos, y con éste la posibilidad de cubrir las necesidades familiares, le
llega a través del Servicio de Empleo con Apoyo de la mencionada ECOM, con la cual
se siente "eternamente" agradecido, no sólo por el empleo, sino porque supieron adaptarse
a sus condiciones personales, no obligándolo a realizar algunos cursos de formación y
cualificación profesional previos a la reinserción laboral: “eso era inútil en mi caso,
porque lo que necesitaba era ganar una peseta para poder comer en casa”.
Así, una vez que consigue la pensión y un trabajo complementario, parece recuperar los
ejes básicos de su identidad como marido y padre de familia, pero hasta ese momento, se
define como un hombre inútil: “me las he visto muy complicadas, sí, sí, moralmente. Y
la moralidad de una persona, pues afecta a todo lo que te rodea”. Como refiere su esposa,
el carácter se le "agrió", se volvió "irritable, todo le sentaba mal": esta etapa la compara
a un "muro" imposible de atravesar, una "montaña" que ya no puede escalar. Una
"montaña" que sólo supera adoptando una actitud luchadora, "armándose para luchar"
contra la fatalidad del destino y las dificultades añadidas del mercado laboral y de su
avanzada edad:
259
• Posición integrada-competitiva: si bien Mario mantiene en común con las posiciones
anteriores la utilización de los recursos económicos, asistenciales y laborales que la
administración y las asociaciones de afectados facilitan, al resultar éstos insuficientes
encontramos en el sujeto una marcada tendencia a actitudes y prácticas cercanas a la
posición competitiva, consciente de que el "estigma" de la discapacidad, por más medidas
que tome el Estado, determina la exclusión social y laboral de los que la padecen. Así,
solicita y obtiene tras el accidente la pensión del seguro escolar (2000 pesetas al mes con
carácter vitalicio), iniciando desde ese momento una lucha contra el Ministerio de
Educación para que actualice dicha prestación (vigente desde 1956), sin conseguir nada;
dos años más tarde, con 18, se le concede la pensión de la LISMI con el complemento por
ayuda a tercera persona, “que me ha venido fenomenal mientras fui estudiante y después
en los años que estuve en paro”. Durante el período universitario utiliza el transporte
adaptado de la asociación AMIBA, de la que se hace socio, y tras licenciarse solicita
infructuosamente empleo hasta que decide buscarlo activamente, para lo que hace
prácticas durante dos años como psicólogo voluntario en un gran hospital y en la
Fundación ONCE, sin que tampoco consiga el empleo que buscaba: “al intentar acceder
al campo de los profesionales de la disminución, siempre me han visto como disminuido
y no como profesional”. Entonces pasa de la vía pública a la privada, presentándose a
múltiples ofertas de empleo en el sector privado y reanuda su formación con cursos de
posgrado en recursos humanos para adaptar su perfil profesional a la oferta existente. En
última instancia, hace un año ganó unas oposiciones aprovechando la reserva del 3% de
plazas a la que se ve obligada la administración. Toda esta trayectoria es vivida por el
sujeto como un "combate":
“Buscar trabajo para cualquier persona es muy duro, pero quizás en mi caso,
cuando te has dejado tanto y te estás dejando tanto, teniendo más problemas que
cualquiera de mis compañeros para hacer una carrera (...) porque sabía que en el
mercado no iba a combatir... a competir con gente con disminución, iba a
competir con todos. Entonces es muy duro, muy duro. Tienes la sensación de que
has luchado más que nadie y, sin embargo, tienes más obstáculos que nadie, a lo
mejor no por discriminación directa, como las barreras arquitectónicas y de
transporte, sino por discriminación indirecta, de prejuicios y mentalidad”
(Mario).
Aparte las prestaciones públicas, Mario se ha visto apoyado por su familia, cosa que
agradece, pero que a la vez lo culpabiliza, en tanto resulta imprescindible una dinámica
de mutua dependencia que obliga a los padres y hermanos a atenderle en sus necesidades
cotidianas elementales, por lo que se plantea como meta a conseguir cuanto antes la
independencia de la familia (descargarlos de responsabilidad y desprenderse él de la
culpa que ello le genera), incluso más allá de tener o no resulto el ámbito de lo socio-
relacional, que aparece implícitamente como "el tributo" que ha tenido que pagar en aras
de la independencia económica y residencial (sólo ha tenido una relación sentimental con
una amiga del pueblo de origen de los padres, que se rompió al año y medio de iniciarse,
cuando él tenía 27 años).
En resumen, tenemos un sujeto con una actitud de responsabilidad, de superación de su
dependencia (quizá con matices denegativos de sus límites reales), característica de
identidades luchadoras-competitivas que buscan como último objetivo la máxima
normalización e independencia (actualmente en ciernes de cumplirse tras aprobar las
oposiciones). Este, según un amigo entrevistado, ha sido el premio a una trayectoria de
tenacidad y sobreesfuerzo; la moneda de cambio ha sido la necesaria ruptura con sus
260
redes de amistad, que ahora intenta rehacer, aunque es consciente que sigue obligado a
posponer una eventual relación de pareja que le gustaría llegar a conseguir.
Como balance sobre el papel que cumple el inicio en la discapacidad podemos concluir
la trascendencia que tienen los procesos de asunción y asignación del problema en el mayor o
menor éxito de la inserción sociolaboral. De igual modo, existe un conjunto de factores o
variables que intervienen decisivamente tanto en la asunción y asignación de la discapacidad
congénito infantil como de las sobrevenidas y que aparecen ejerciendo un peso relevante en la
resolución de cada situación (tipo y grado de discapacidad, estatus socioeconómico y cultural del
sujeto-familia, hábitat, etc.).
No obstante estas similitudes, encontramos una serie de rasgos distintivos entre uno y otro
tipo de afección que caracterizan diferencialmente a ambos tipos de discapacidad que pasamos
a señalar puntualmente antes de pasar al estudio detallado de los principales efectos derivados
del inicio de la discapacidad.
Un tercer aspecto hace referencia a que, a excepción de Mónica, Mario y Roberto, todas
las personas afectadas ya habían formado su propio hogar, con lo cual, los efectos del problema
afectan principalmente a dicho grupo familiar (esposa/o e hijos), sin que ello quiera decir que no
intervenga, como de hecho lo hace en algunos casos, la familia de origen (familia extensa: padres,
hermanos y otros familiares)301.
301
Para el análisis de la importante diferencia establecida por el hecho de que la aparicición de la
discapacidad sea en el hogar de origen (Mónica, Mario y Roberto) o en el nuevo hogar propio (Marta, Manuel,
Cecilio, Casilda y Rosa), véase el capítulo 13.
261
Encontramos en el género otra de las dimensiones diferenciadoras entre ambas
situaciones, en tanto en las discapacidades sobrevenidas afecta de modo más determinante el
hecho de que éstas permitan o imposibiliten la continuidad en el mantenimiento del rol que cada
sujeto desempeña en su propia familia. Así, se producirán efectos tanto más negativos cuando
la discapacidad impida a los varones (en mayor medida que las mujeres, aunque también en éstas
cuando desarrollan trabajos extradomésticos) cumplir con su rol de mantenedores del hogar o en
aquellos casos en los que las mujeres ven limitado total o parcialmente su papel como madres y
amas de casa. Esta ruptura no parece ser tan drástica en los casos de discapacidad congénito
infantil, aunque sólo sea por el hecho de que se puede construir (con mayor tiempo y, según los
casos, con mayores recursos) el propio proyecto vital en función de la afección (podrán casarse
o no, permanecer en el hogar de origen, o no, etc).
En cuanto al hábitat de pertenencia, parece poseer una relevancia menor que en los casos
de discapacidad congénito infantil, quizá en base a que no existen planteamientos de posible
cambio de domicilio (para acceder a mayores recursos de los ámbitos urbanos y macrourbanos)
o en base a que los traslados para tratamientos, seguimiento médico, etc, son transitorios (una vez
finalizados se retorna al hogar familiar). En cualquier caso, las diferencias marcadas por el hábitat
se relacionan más tendencialmente con la existencia (o no) de recursos para la (re)inserción
laboral, es decir, con la existencia de políticas sociales e instituciones (de la administración o
asociaciones de afectados) destinadas a tal empeño.
En estrecha relación con lo anterior, las variables referidas a la edad (mayores dificultades
de inserción a edades más avanzadas) y al mercado laboral (más favorables los contextos
macrourbanos y urbanos que los rurales) adquieren una significancia más central que en las
discapacidades congénito infantiles, en tanto de ellas depende en gran medida el éxito o fracaso
de la (re)inserción.
Por último, si bien podemos encontrar las mismas posiciones básicas (de los sujetos y sus
familiares) de cara a la integración (adscriptiva, integrada, competitiva y emancipatoria), no
ocurriría lo mismo con los modelos actitudinales y relacionales, dado que tenderían a desaparecer
las dinámicas de sobreprotección rígida.
Asunción de la discapacidad.
En cuanto a la detección en los casos congénito infantiles, podemos concluir que una
revelación precoz de la discapacidad presenta una significativa ventaja respecto a una detección
tardía, en tanto posibilita: que la reacción ante el impacto generado por la problemática pueda ser
mejor asimilada (internalizada desde actitudes no autoinculpadoras, resentidas, etc.); que la
familia adopte las estrategias más oportunas a nivel de su posicionamiento básico y de los
consecuentes modelos de relación familia-afectado (sobreprotección rígida o no, apoyo
equilibrado); y que, por último, se ponga en marcha el proceso de tratamiento (sanitario,
educativo, etc.) con mayores garantías de éxito. Sin duda, más allá de las diferencias determina-
das por los distintos contextos sociohistóricos en los que nacen y crecen las personas con
262
discapacidad, en la detección, el tipo y grado de la afección aparece como uno de los factores
más significativos e, incluso, más objetivables en el orden de la predicción: así, las afecciones
psíquicas leves presentan por lo general una detección más tardía que las psíquicas graves, las
físicas y sensoriales, con los consiguientes efectos negativos asociados a esta demora. Un
segundo factor relevante serían los recursos socioeconómicos y culturales del grupo familiar: de
modo tendencial, las familias con mayor estatus a estos niveles parecen "mejor preparadas" tanto
para detectar la problemática como para integrarla de manera que las reacciones no recaigan de
modo negativo en los hijos afectados y, por supuesto, para afrontar el proceso de tratamiento
empleando las vías y métodos necesarios o existentes. En última instancia, el factor hábitat, es
decir, la disponibilidad o no de adecuados recursos sanitarios, educativos, asociativos, etc, en el
entorno residencial de las familias posee un peso específico clave para el mayor o menor éxito
en el proceso de detección. En este sentido, el contexto macrourbano presenta un conjunto más
amplio y adecuado de agentes, servicios e infraestructuras de distinto orden que los contextos
urbanos y rurales (algo que puede influir incluso, como vemos en algunos casos, en el cambio
de residencia familiar de poblaciones rurales al medio urbano). Pero, a la vez, dentro de los
hábitats urbanos hay que especificar que, si bien en la actualidad cuentan con una amplia
dotación de recursos, no siempre ha sido así, como lo pone en evidencia la inexistencia en la
Córdoba anterior a los años 60 de centros educativos especiales para niños sordomudos y de un
desarrollo técnico-sanitario suficiente para el tratamiento de la poliomielitis; recursos que los
cordobeses actuales ya poseen en su capital.
El impacto que genera la discapacidad en los casos congénito infantiles, al igual que
sucede con la detección, participa en la construcción de las posiciones básicas de la familia ante
la discapacidad y en los modelos de relación con el hijo afectado. Es decir, deviene en una suerte
de efectos con mayor o menor alcance que dependen, en primer lugar, del tipo y grado de
discapacidad. Podríamos decir que, a menor gravedad de la discapacidad mejor reacción familiar
e impacto más leve: con independencia de la posición ideológica de la familia, en estos casos se
derivaría en un modelo actitudinal y relacional de apoyo equilibrado al hijo/a afectado/a o, en
cualquier caso, no generaría necesariamente un modelo de sobreprotección). De otra parte, en las
discapacidades no en exceso graves pero que impiden una autonomía plena del sujeto, el impacto
se puede calificar como medio y puede derivar en modelos de sobreprotección rígida, flexible o
de apoyo equilibrado. Por último, en las afecciones de carácter grave, la reacción familiar resulta
más negativa y el impacto es más grave: mayor posibilidad de que se derive en el modelo
sobreprotector, antes que en el de apoyo equilibrado.
• En los sectores de estatus medio alto y alto, la reorganización de los roles familiares
resulta menos problemática (interés por parte materna y paterna, cuidados de personal
especializado o doméstico, etc.); la repercusión a nivel económico es mínima, dado que
pueden acceder a las vías más adecuadas para el tratamiento. En este mismo sentido, los
hábitats macrourbano y urbano son más favorables -de cara al tratamiento- que el rural;
en última instancia, este sector de familias deviene por lo general en posiciones
263
competitivas e integradas, prevaleciendo un modelo de relación de apoyo equilibrado por
encima de la sobreprotección.
• En las familias de estatus medio cobra mayor relevancia el papel jugado por las madres
(trabajen o no fuera del contexto doméstico), orientadas a la atención de los hijos con
problemas dentro y fuera del ámbito familiar (aunque también algunos padres más
"sensibilizados y cooperantes" pueden adoptar funciones "maternas"); las repercusiones
económicas pueden variar según cada situación, al igual que los posicionamientos básicos
de la familia y los modelos actitudinales y de relación con los pequeños. El hábitat
discrimina de modo similar a las familias de mayor estatus.
• Los segmentos de estatus medio-bajo y bajo se caracterizan por la mayor relevancia de
las madres en los aspectos de cuidado y seguimiento de los hijos (en tanto suele ser
menos frecuente que trabajen fuera del ámbito doméstico); los efectos a nivel de la
economía familiar repercuten por lo general de modo mucho más negativo que en los
estatus medios y altos; mientras que el hábitat actúa de forma equivalente a los dos
grupos anteriores.
Por lo demás, el impacto en los casos sobrevenidos genera distintos grados de efectos
negativos: 1) muy relevante, cuando conlleva una ruptura total con la vida anterior, dando lugar
de forma tendencial a identidades "resentidas"; 2) medio, cuando la ruptura es relativa, en cuyo
caso podría generar un abanico más amplio de identidades resultantes (luchadora, equilibrada o
realista adaptativa, conformista o de resignación adaptativa y, por último, inhibida); 3) leve,
cuando no se producen rupturas sustanciales con la vida anterior, dando lugar a identidades
luchadoras e, incluso, denegativas de la discapacidad.
Finalmente, los aspectos relacionados con el tratamiento también aparecen mediados por
el tipo-grado de discapacidad, el estatus económico y cultural de las familias así como por los
recursos existentes en cada hábitat. Podemos concluir que los efectos del tratamiento suelen ser
más notorios en las discapacidades físicas leves que en el resto de afecciones, dado que: en lo
sanitario (médico-quirúrgico) existen mayores probabilidades de un buen pronóstico (cotidiani-
dad autonomizada, sin necesidad de apoyos) a corto, medio o largo plazo, algo más difícil de
conseguir en las afecciones sensoriales y psíquicas; en lo educativo no se requieren necesaria-
mente centros de enseñanza especial como en los casos de discapacidades sensoriales y/o
psíquicas; además, se confirma la tendencia a la menor utilización de los recursos ofrecidos por
las diferentes asociaciones de afectados (bien sea para lo educacional, lo relacional, etc.).
Dentro del ámbito del tratamiento y en los casos sobrevenidos, cobra mayor importancia
los procesos de rehabilitación (re-cualificación) profesional, sea para readaptar las capacidades
a las antiguas tareas o para aprender otras nuevas. Además, el protagonismo activo de la familia
de origen característica en las discapacidades congénito infantiles, pasa a ser responsabilidad del
264
propio sujeto afectado o, en cualquier caso, a la nueva familia actual (esposa/o e hijos adultos).
De otra parte, la opción por unas u otras vías en el tratamiento (sanidad pública o privada, etc.),
también está en función de similares variables (estatus socioeconómico y cultural del grupo
familiar, etc.), pero en los casos sobrevenidos depende más directamente del propio afectado/a.
Algo equivalente podríamos afirmar con respecto al papel jugado por los distintos agentes
institucionales y el mundo asociativo, con los que se mantiene una vinculación casi siempre en
relación a los criterios de la persona discapacitada, y no tanto por las decisiones de la familia.
Proceso de asignación.
Dado que en las páginas que anteceden ya han sido planteadas de forma amplia las
principales características de cada posición, nos limitamos aquí a presentar los rasgos más
destacados de la tipología de asignación resultante de la combinatoria entre las cuatro posiciones
y los tres modelos actitudinales y relacionales familia-afectado. Sólo apuntar antes que el proceso
de asignación presenta en las discapacidades sobrevenidas una tendencia más marcada a la
combinación entre los distintos posicionamientos, especialmente entre los adscriptivos, los
integrados y, en menor medida, los competitivos (no se ha aparecido ningún caso caracterizado
por su posición competitiva "pura" ni por la emancipatoria).
265
y sensoriales que físicas, en mujeres que en varones, en hábitats rurales que en urbanos
o macrourbanos. Utilización variable de los distintos agentes de integración.
5) Posición integrada desde el apoyo equilibrado: frecuente en sectores de estatus medios.
Más frecuente en discapacidades físicas que psíquicas o sensoriales, en hábitats urbanos
y macrourbanos que rurales. Menor relevancia del factor género y mayor utilización de
los agentes de integración.
D) Posición emancipatoria:
8) Como tendencia, más frecuente en sectores de estatus medio que bajos o altos; en teoría,
no discriminaría el tipo-grado de discapacidad, aunque en función del objetivo perseguido
(integración sociolaboral desde criterios de autogestión, etc), parece más frecuente en
afecciones físicas que psíquicas o sensoriales; tampoco lo haría el género ni el hábitat,
a pesar de que en los ámbitos macrourbanos y urbanos (por la existencia de mayores
recursos a nivel general) parece más viable que en los rurales. Utilización variable de los
agentes de integración.
Los efectos que a corto plazo generan estas dinámicas de asunción y de asignación
dependen, en última instancia, de su aceptación (identificación/proyección reproductora) o el
rechazo (identificación/proyección diferenciadora) que los sujetos con discapacidad manifiestan
respecto a los modelos actitudinales y relacionales de los familiares. Proceso individual de
reproducción/diferenciación sobre el que se asientan las bases de la identidad y, por tanto, del
abanico de actitudes y aptitudes que desarrollan de cara a su integración sociolaboral.
Al igual que hacíamos en el punto anterior, del diferente juego combinatorio entre las
posiciones ideológicas, los modelos actitudinales y relacionales familia-afectado y la
reproducción o diferenciación de los sujetos afectados con éstas, surgen cuatro tipos tendenciales
de identidad (modelo luchador, equilibrado, conformista e inhibitorio). Modelos que sirven de
basamento a la estructura actitudinal y aptitudinal de la que dependerá en buena medida la
inserción sociolaboral y que estaría facilitando o dificultando que el "locus" de dicha inserción
se oriente hacia unas u otras vías.
Para finalizar este balance, los Cuadros 17-20 presentan una síntesis de dicho juego
combinatorio. Como se puede observar, cada posición se designa genéricamente en función de
266
los modos tendenciales de integración que promueve: así, la posición adscriptiva tiende a devenir
en un proceso de integración desde un contexto de exclusión; la integrada daría lugar a una
integración desde un contexto de inclusión; la competitiva considera la integración desde un
contexto de inclusión ventajosa; y, por último, la emancipatoria defiende un modelo de
integración desde un contexto de inclusión alternativo. Señalar, para finalizar, que los casos
seleccionados en la muestra no cubren todas las combinatorias posibles del esquema (ni las que
se plantean deben ser consideradas como las únicas que se dan en la realidad), razón por la que
aparecen vacías muchas casillas, especialmente en la posición competitiva y emancipatoria.
..//..
267
268
269
270
271
8. INSERCIÓN EN EL SECTOR PRIMARIO DEL MERCADO
ORDINARIO DE TRABAJO
En este apartado vamos a exponer las incidencias registradas en aquellos casos estudiados
que se ubican en el sector primario del mercado de trabajo. Además del grupo de discusión Nº
5 con personas con discapacidades en el sector primario, contamos con las biografías de Marisa
(mujer profesional del sector de la sanidad, con deficiencia motórica leve), Mario (profesional
del sector de la enseñanza, con tetraplejia) y Carlos (empleado cualificado en una empresa del
sector servicios, con sordera). Estos casos no son representativos de todas las personas del sector
primario pero pueden indicarnos algunas de las principales tendencias y circunstancias en las que
se produce su inserción laboral.
302
Ver apartado 4.3.
272
Cuadro 21
INSERCIÓN LABORAL DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
EN EL SECTOR PRIMARIO DEL MERCADO ORDINARIO DE TRABAJO
A Funcionarios neoliberales
altos-
Competidores exitosos
C
Funcionarios del Estado social
D
Aspirantes a hacer carrera
medios-descendentes
E
Clientes decepcionaldos
Segmentos
F
Militantes de la economía social
G
Cuentapropistas
y pequeños propietarios
ù ù
Sector secundario
Vamos a partir de una presentación de las tres historias de inserción laboral que, en el
momento de aplicarse nuestro trabajo de campo, se situaban en el sector primario del mercado
ordinario. Estos casos los contrastaremos con los resultados obtenidos en el grupo de discusión
realizado en Córdoba con personas ubicadas en ese mismo sector laboral.
S Marisa, próxima a los 50 años, con una ligera discapacidad motórica, en un puesto de
categoría superior en el campo de la sanidad. Esta mujer ha experimentado dos etapas
en su proceso de incorporación al mercado de trabajo: una ascendente y combativa, que
ha sido la más prolongada en el tiempo; y otra descendente, que pone en primer plano sus
limitaciones personales y trata de hacer valer su discapacidad (derecho a una pensión de
invalidez) y sus compromisos en el ámbito doméstico (como ama de casa y madre de
familia). La etapa ascendente se inicia en la adolescencia como un proceso de
autoafirmación personal frente a las actitudes de sobreprotección familiar y los rechazos
273
y prejuicios de la gente (“que tiende a identificarte con tu deficiencia”). Su reacción fue
“luchar” con todas las “armas” a su alcance, hasta el punto de fraguar un carácter duro
y tenaz en la consecución de sus propósitos. La carrera universitaria la realizó a base de
tesón para superarse:
La etapa descendente llega hacia los 45 años cuando se agudizan los síntomas de
agotamiento físico y psicológico que se agravan en su caso debido a la deficiencia.
Además, el hecho de ser mujer agudiza todavía más el problema a causa de la doble
jornada de trabajo cotidiano: la del centro de salud y la de su casa (comprar, lavar,
planchar, acompañar a los hijos...), a lo que se añade el intenso ritmo de vida al que está
acostumbrada (“es que me lío en cincuenta mil cosas”). La salida (“tentación”) aparece
desde la posibilidad de acceder a una pensión contributiva como derecho laboral y
personal, pero esto supondría un reconocimiento personal y público de su incapacidad
laboral, algo por lo que ella no quiere pasar. No obstante, reconoce que si su trabajo fuera
menos realizador a nivel personal, ya habría solicitado la invalidez total:
274
Ante los múltiples signos de agotamiento físico, Marisa se encuentra atrapada en su
propio modelo competitivo de realización personal (que valora por encima de todo el
éxito profesional) y necesita encontrar otros sistemas de legitimación. Por eso, aunque
todavía no se ha producido un desenlace, apunta a veces la preeminencia de la realización
en la esfera doméstica, sobre todo a través del rol maternal: “Ser madre es la mayor
realización que he tenido en mi vida. Me realiza más que la parte profesional, que la
continuo porque la tengo que hacer”. Quizás Marisa trate de resolver por esta vía sus
problemas actuales, lo que implica cuestionar los rasgos más duros del discurso
competitivo en beneficio de otras posiciones ideológicas (adscriptivas, integradas y/o
emancipatorias).
S Mario, joven soltero con tetraplejia, profesional superior en el sector de la enseñanza.
Este joven reorientó sus estudios a raíz del accidente que le sobrevino al inicio de la
juventud, abandonando la rama de formación profesional que había iniciado y pasando
a hacer el bachiller y después una carrera universitaria. Su convicción era llegar a ser
independiente a pesar de la falta de movilidad en brazos y piernas; para ello, era
necesario conseguir un empleo intelectual, tenía que estudiar y prepararse a fondo. Con
esta idea terminó los estudios superiores y salió a “combatir... competir” en el mercado
abierto:
“Buscar trabajo para cualquier persona es muy duro, pero quizás en mi caso,
cuando te has dejado tanto y te estás dejando tanto, teniendo más problemas que
cualquiera de mis compañeros para hacer una carrera... porque sabía que en el
mercado no iba a combatir... a competir con gente con disminución, iba a
competir con todos, entonces es muy duro, muy duro... Tienes las sensación de
que has luchado más que nadie y, sin embargo, tienes más obstáculos que nadie,
a lo mejor no por discriminación directa, como las barreras arquitectónicas y de
transporte, sino por discriminación indirecta, de prejuicios y mentalidad”
(Mario).
275
y en la Asociación de Sordos. Tras casi 20 años de bonanza económica, la empresa
quiebra y Carlos termina en el paro, situación que mantuvo durante un período de cinco
años en los que no encontró trabajo alguno que se adaptara a sus capacidades. Lo que
empezó como un período de “merecido descanso” (se dedicaba a escribir y a trabajar más
intensamente en la asociación de sordos), se transforma en una situación depresora.
Termina de cobrar el subsidio acumulado y entra en una fase de crisis personal y
económica. El hogar es mantenido por el sueldo de la esposa y él se encarga de las tareas
domésticas. Finalmente consigue empleo en una empresa privada de servicios, primero
en las condiciones precarias propias del sector secundario (contrato temporal a tiempo
parcial, bajo salario, etc.) y después de tres años en mejores condiciones, con empleo fijo
y mayor salario (tramos bajos del sector primario).
Por parte de las empresas, a su vez, se distingue entre el sector público y el sector
privado. Aquél se rige desde unos criterios que tienen más en cuenta los derechos y
necesidades de los trabajadores, de ahí que se adapten mejor en general a las personas con
discapacidad; éstas no tienen problemas en reconocer públicamente sus limitaciones
funcionales desde una actitud de aceptación positiva o positivizada . En cambio, las
empresas del sector privado se rigen casi exclusivamente por el criterio de la rentabilidad
y, desde esa clave, la “minusvalía” induce continuamente a una sospecha de falta de
eficiencia y flexibilidad; el trabajador con discapacidad, en ese contexto, tiende a
“ocultar” sus limitaciones ante el temor a posibles despidos o comportamientos de
rechazo por parte de los compañeros. Aunque el consenso en este punto no es total, el
juicio mayoritario del grupo de discusión es que las pequeñas y medianas empresas (ya
que las grandes se asimilan a la empresa pública) funcionan desde el “prejuicio”, la
276
“intolerancia” y la “maldad” hacia la inserción social de las personas con discapacidad
( o de otros colectivos discriminados). Desde el criterio de la eficiencia económica, las
empresas tienden a prescindir de todos aquellos trabajadores que son objeto de sospecha
en cuanto a su rentabilidad (mujeres que pueden quedar embarazadas, personas con
discapacidad o simplemente que no les caen bien); para ello, se apoyan en dos
condiciones que tienen por efecto disciplinar a los trabajadores menos cualificados: una
tasa elevada de paro, que proporciona a los empleadores una oferta de trabajo inagotable,
y la creciente precarización de los contratos (sobre todo su duración temporal) que deja
inermes a los trabajadores por el temor al despido o a la no readmisión:
“-En el sector público yo pienso que es otra cosa, el esfuerzo que tiene que dar
cada uno es completamente diferente, ese plus que a lo mejor tiene que poner de
más sobre una persona que no tenga ninguna discapacidad. Pero en el sector
privado el prejuicio se revela con toda su intolerancia, con toda su maldad...
-Yo he trabajado en el sector privado, pero hay que distinguir dos cosas en el
sector privado: la pequeña empresa, la mediana empresa y la gran empresa. Una
gran empresa es como una entidad pública, tiene sus minusválidos y los sabe
adaptar a los puestos de trabajo, pero una pequeña empresa no. (...)
-Yo creo que si yo digo mi enfermedad yo no creo que me contrataran en ningún
sitio privado, vamos, yo lo tengo asumido, vamos.
-Para que la empresa privada contrate gente con minusvalías, yo creo que para
eso haría falta mucho, mucho, sobre todo ahora con la falta de trabajo que hay.
Yo trabajo en una fábrica y estoy viendo allí entrar y salir gente con contratos de
3 meses, de 6 meses, y los echan a la calle sencillamente, yo qué sé, porque un
día han hecho una cosa que no les ha gustado...o ni saben por qué. Si es que a
una mujer, por el simple hecho de que puede quedar embarazada, ya no la
admiten en la empresa, pues una persona con una cierta discapacidad tal como
está ahora el mercado laboral...” (GD5).
Tanto los participantes en el grupo de discusión Nº 5 como los tres casos antes descritos
relatan con detalle sus experiencias y opiniones en torno a la inserción laboral de las personas con
discapacidad. Aparecen entonces diversas estrategias de intervención que están estrechamente
vinculadas a la posición social e ideológica de sus portavoces y que podemos agrupar del
siguiente modo:
277
situación de relativa debilidad del sujeto, que le hace adoptar actitudes de sumisión (falsa
o interesada) ante sus empleadores y actuar a la defensiva frente a sus compañeros-
competidores, buscándoles las vueltas si es necesario. Tal posición está más presente en
categorías de trabajo intermedias del sector privado (pequeñas y medianas empresas)
donde es mayor la competencia por los puestos de trabajo y los empleadores o
responsables de personal (gate-keepers) se dejan llevar en mayor medida por prejuicios
e impresiones subjetivas.
• Estrategia integrada-institucional: a diferencia de la posición anterior, consideran que
la inserción social y laboral de las personas con discapacidad sólo es posible cuando se
arbitran acciones “protectoras” o de discriminación positiva desde el sector público, tanto
en el ámbito de la educación especial y la formación ocupacional como en el acceso al
mercado de trabajo. Los problemas surgen cuando esto no ocurre y de ello se hace
responsable, en primer lugar, el Estado que ni siquiera cumple las leyes a las que está
comprometido (LISMI, cuotas de reserva, etc.) y, en segundo lugar, las grandes
asociaciones de afectados, que se mueven muchas veces por sus intereses particulares,
y la despreocupación de las propias personas con discapacidad ocupadas que se olvidan
de los que están en paro.
• Estrategia colectiva-reivindicativa: la inserción laboral exige, desde esta posición,
mantener la conciencia y las actitudes solidarias con los sectores sociales “no integrados
laboralmente” desde la militancia y la presión ejercida desde dentro de las Asociaciones
de afectados, los sindicatos, etc. Habitualmente se entiende que esta presión debe
dirigirse hacia la administración pública, para que intervenga de modo eficaz, y sólo
esporádicamente o de manera velada la crítica se dirige hacia otros agentes sociales, en
especial a aquellos empresarios que sólo se mueven por la lógica del beneficio y la
rentabilidad.
Los casos particulares se sitúan en alguna de estas posiciones o bien combinan elementos
de varias de ellas. Así, Marisa ha adoptado básicamente a lo largo de su vida la estrategia
individual-competitiva pero también ha incluido elementos de ocultación (denegación de los
efectos discapacitantes de su deficiencia) y en los últimos años se ha sentido “tentada” de
acogerse a los beneficios de la posición integrada-institucional. Una pensión de invalidez aliviaría
su agotamiento físico y psicológico pero rompería la imagen social -interna y externa- que ella
se ha construido: una “mujer fuerte”, que no se rinde ante nada. La pensión sería una “solución
de débiles” y el reconocimiento de que tenían razón quienes trataban de protegerla desde niña.
278
8.2. Algunas claves de interpretación
El análisis de los casos estudiados permite valorar el papel o la influencia que han tenido
diversos factores y condiciones de los sujetos en su trayectoria de inserción laboral en el sector
primario. Entre los más importantes, podemos destacar el estatus socioeconómico de la familia
de origen, el tipo y grado de discapacidad, y las coordenadas del contexto socioeconómico
(coyuntura económica, mercado de trabajo local y ámbito empresarial privado o público). Con
menor influencia aparecen otros factores, como el género o las políticas de apoyo a la inserción
de personas con discapacidad. Todos estos factores convergen con las actitudes y aptitudes de
los propios sujetos y de esa conjunción resultan itinerarios específicos de inserción laboral, en
este caso exitosa.
A diferencia de los casos anteriores, Carlos procede de una familia campesina en declive
y representa una trayectoria compleja de ascenso social en la que el sujeto tiene que hacer frente
con coraje a las presiones de su padre para que no estudiara y se dedicara como él a trabajar en
el campo desde niño. Carlos se enfrentó al padre y, una vez muerto éste, vendió las tierras y con
ese capital inicial se reorientó hacia el estudio y el empleo asalariado. Poco a poco escaló puestos
como obrero especializado pero sin llegar a obtener un título superior ni un puesto elevado en la
gestión de su empresa. Cuando la empresa quebró, se quedó en el paro durante varios años,
pasando una notable crisis personal y familiar, hasta que volvió a colocarse en situación precaria
para recomenzar de nuevo un lento proceso de ascenso laboral hasta posiciones intermedias. Al
no contar inicialmente con apoyo familiar, Carlos aprovechó los soportes que le brindaron tanto
las asociaciones de su sector de discapacidad (sordos) como el sindicato de trabajadores en el que
militó activamente durante muchos años.
303
Tesis propuesta en los trabajos clásicos de la escuela de Pierre Bourdieu. Ver BOURDIEU, P. y
PASSERON, J.C., Les heritiers, Minuit, Paris, 1964; IDEM, La reprodution, Minuit, Paris, 1970; y BOURDIEU,
P., La noblesse d’Etat: grandes écoles et esprit de corps, Minuit, Paris, 1989.
279
éxito laboralmente, pero esta relación no es lineal pues podemos encontrar una persona
tetrapléjica, sin movilidad de brazos y piernas, que ha logrado una inserción de nivel superior en
el sector público u otra con sordera total que ha obtenido por méritos propios y en dos ocasiones
un contrato estable en puestos de responsabilidad intermedia de empresas privadas. Estos casos
indican que la tenacidad del sujeto puede lograr cotas de inserción que parecerían imposibles
teniendo sólo en cuenta su tipo y grado de discapacidad.
Por otra parte, influye también la mayor o menor visibilidad de la deficiencia, sobre todo
en aquellos casos, como Marisa, en que se adopta una estrategia de ocultación o denegación de
la propia situación de discapacidad (sólo es posible en situaciones de discapacidad leve o en las
etapas iniciales de ciertas afecciones degenerativas, como la esclerosis púltiple); a la larga, esta
estrategia puede conducir a situaciones insostenibles e insanas física y psicológicamente al exigir
un sobreesfuerzo permanente a fin de aparentar un grado de capacidad funcional que no se tiene.
Por el contrario, en los casos de visibilidad de la deficiencia (porque no se puede ocultar o porque
se adopta una actitud expresa de no ocultación) cabe el peligro de acentuar el estigma
diferenciador en relación a los compañeros de trabajo pero existe también un germen de posible
acción colectiva entre personas/sectores con discapacidades y entre éstos y otros colectivos no
discapacitados pero socialmente discriminados. Esta acción colectiva se puede orientar, como se
sugiere en el Grupo de Discusion Nº 5, a exigir para esos colectivos la igualdad de derechos
sociales y laborales (educación, inserción en el trabajo, autonomía), aunque las vías para
conseguirlo varíen después dependiendo de la orientación ideológica de cada sujeto.
Otro factor decisivo para explicar las posibilidades de inserción laboral de las personas
con discapacidad en el sector primario es el contexto socioeconómico. Tal inserción es más fácil
en una coyuntura de expansión y pleno empleo (como la España de los años 60, casos de Marisa
y Carlos) que en otra de estancamiento del mercado de trabajo y aumento del paro (a partir de
los años 80, caso de Mario). Así mismo, las posibilidades aumentan en las regiones más
desarrolladas y/o con menos tasa de paro (como el área metropolitana de Barcelona) en relación
a la precaria situación económica del sur de España (caso de Córdoba). Por último, las
posibilidades de realización profesional de los trabajadores por cuenta ajena varían mucho según
el tipo de empresa, en especial dependiendo de su carácter privado o público304. Tanto Marisa
como Mario gozan de la estabilidad que proporcionan los empleos públicos obtenidos mediante
oposición, a diferencia de Carlos que ha experimentado la fragilidad de la inserción laboral en
empresas privadas, con una gran fragmentación del empleo y problemas crecientes de quiebras,
reajustes de personal, contratos temporales, etc. Sólo los sujetos mejor preparados profesional-
mente y con una mentalidad más competitiva prefieren acoplarse al espacio del mercado puro,
que se identifica con las empresas privadas capitalistas; el resto de personas con discapacidad
desea, más bien, incardinarse en el ámbito público ya que en él encuentran mayores garantías de
estabilidad y seguridad.
304
Esta diferenciación se podría extender a las empresas propias de la economía social (ni empresas priva-
das capitalistas, ni empresas públicas), pero apenas disponemos de material empírico en ese ámbito que tiene sin
duda características específicas.
280
y a los empleos de nivel medio y bajo305. Tampoco hemos encontrado elementos importantes de
diferenciación que dependan de la acción desarrollada por mediadores de inserción laboral. Éstos
intervienen, más bien, en los casos graves de discriminación social y laboral y tienen por
horizonte, salvo raras excepciones, insertar a dichas personas en ocupaciones del empleo
protegido o del mercado secundario.
8.3. Balance
El principal efecto que tiene en general la incardinación de las personas con discapacidad
en el sector primario del mercado de trabajo ordinario es su inclusión social en el sentido ya
señalado de proporcionar a los sujetos unas condiciones de vida satisfactorias y, en general, un
notable sentimiento de autorrealización y de seguridad personal, aunque con una notable
diversidad dependiendo de las circunstancias. Conviene recordar que esta situación no es
excepcional ya que, según la EDDM-86, afectaba a más de un tercio de las personas ocupadas
con discapacidad en España306.
Del análisis efectuado se desprende que el acceso del colectivo al sector primario
depende, por una parte, de la posición social y los contextos que influyen en los sujetos
(extracción social y familiar; coordenadas espacio-temporales como el hábitat o la coyuntura
económica; instituciones sanitarias, educativas y políticas específicas; afiliación asociativa o
sindical, etc.) y, por otra, de las actitudes y aptitudes personales de cada individuo que, en
nuestro caso, toman la forma de tenacidad y esfuerzo, confianza en sí mismo, capacidad de
organización, etc. en el terreno de las actitudes y tipo-grado de discapacidad, nivel de inteligencia
y de cualificación adquirida, etc. en el de las aptitudes. Entre ambos planos, podemos afirmar
que, a mayor déficit de uno de ellos, se requiere mayor superavit del otro, según recogemos en
el Esquema 7. Por ejemplo, el hijo de un gran empresario, aunque tenga todos los déficit en el
plano subjetivo, probablemente no dejará de acceder al sector primario; y, al revés, el hijo de un
jornalero agrario de una comarca rural deprimida tendrá que tener muchas cualidades y
capacidades personales para acceder al mismo sector.
Esquema 7
CONDICIONES DE ACCESO AL SECTOR PRIMARIO
305
Ver la aplicación de esta tesis al sector de las profesoras universitarias españolas en ALMARCHA, A.,
RODRÍGUEZ, B. y RODRÍGUEZ, C., “Cambio y desigualdad en el profesorado universitario”, en REIS, Nº 66,
Madrid, 1994, pág. 130.
306
Exactametne unas 250.000 personas con discapacidad de las 553.000 ocupadas en aquel año (45,2%).
Si el término de referencia es la población activa en sentido estricto, la proporción sería del 33% y si añadimos la
estimación de empleo sumergido y paro encubierto (activos en sentido lato) la proporción de empleados en el sector
primario descendería aproximadamente hasta el 25%.
281
Condiciones y
Extracción social y familiar elevada
Enclaves urbanos desarrollados
Coyuntura económica en expansión
Instituciones sanitarias y educativas eficientes
Políticas específicas adecuadas
Actitudes y
Redes sociales y de afiliación, etc. Tenacidad y esfuerzo
Confianza en sí mismo
Capacidad de organización
Discapacidad poco invalidante
Inteligencia y destrezas
Cualificación académica y profesional, etc.
Sobre los ejes anteriores, el sector primario del mercado ordinario de trabajo presenta
internamente una notable diversidad, lo que se refleja también en los casos analizados. Así,
podemos observar que existe una fragmentación interna muy acusada de los empleos en términos
de estatus laboral, desde el polo superior de los segmentos altos-ascendentes, con mayor
cualificación y/o poder de gestión, al polo inferior de los segmentos medios-descendentes,
colindantes con el sector secundario del mercado de trabajo. Por otra parte, la titularidad pública
o privada de las empresas307 configura condiciones laborales y expectativas relativamente
diferentes en los respectivos trabajadores. Estas diferencias de categoría laboral y de titularidad
sirven de marco en el Cuadro 21, presentado al iniciar este apartado, para ubicar las principales
estrategias o posiciones ideológicas que hemos captado en el análisis empírico del sector primario
y que sintetizamos a continuación:
307
El 24% de los asalariados españoles trabaja en el sector público y el 76% en empresas privadas. En rela-
ción a las personas con discapacidad, la EDDM-86 no recogió este dato.
282
D) Aspirantes a hacer carrera: empleados intermedios de la empresa privada o pública con
la expectativa de ascender posiciones en la escala laboral (estrategia competitiva).
E) Clientes decepcionados del Estado de bienestar: empleados intermedios de la empresa
privada o pública, partidarios y, sobre todo, beneficiarios del Estado social, que reclaman
de la administración una acción urgente para frenar el creciente proceso de desregulación
y precarización del empleo (disminución del poder adquisitivo de los salarios,
introducción del empleo temporal, privatización de servicios públicos, etc.).
F) Militantes de la economía social: empleados en la misma posición que los grupos
anteriores pero que se muestran críticos hacia las instituciones económicas y/o políticas
vigentes, y plantean la necesidad de articular alternativas basadas en la economía social
y la movilización de los sectores excluídos o en proceso de exclusión.
G) Cuentapropistas y pequeños propietarios: trabajadores autónomos de nivel
intermedio y propietarios de pequeños negocios familiares , que tratan de hacerse fuertes
en un marco de economía local, generalmente en situación de autodefensa ante la
penetración de las grandes empresas y del capital transnacional. Su estrategia de
supervivencia se asienta en las claves de la posición adscriptiva (jerarquía interna,
autoexplotación de la fuerza de trabajo, cultivo de la clientela y las redes locales, etc.).
------------
283
9. INSERCIÓN EN EL SECTOR SECUNDARIO DEL MERCADO
ORDINARIO DE TRABAJO
Desde esta perspectiva, abordamos las diferentes posiciones que se manifiestan en las
trayectorias de las personas con discapacidades y en los discursos de los diversos segmentos
directamente implicados. Lo haremos teniendo en cuenta las experiencias mismas de inserción
laboral en el sector secundario, para luego avanzar tras la búsqueda de diferentes resoluciones
de inserción en la realidad española actual.
De las seis trayectorias laborales que se vinculan al sector secundario y al paro, dos están
protagonizadas por mujeres y cuatro por varones. Tres pertenecen a personas con discapacidad
física, dos con discapacidad sensorial y una con deficiencia psíquica (ver Cuadro 22).
284
285
Mónica pertenece a un segmento social bajo. En los años cincuenta emigra desde una
zona rural a una gran ciudad donde comienza a trabajar en una fábrica a la edad de 12 años. No
alcanza a completar los estudios primarios y a los 16 años se produce el inicio de la sordera en
un oído a causa de unas anginas. El médico que le atiende aconseja que deje la fábrica pero "no
podía hacerlo porque en casa lo necesitaban...". A los 22 años contrae matrimonio con un
compañero de trabajo y a los 24 años nace su primer hijo, quien a los dos años quedará sordo.
Ella deja el empleo para cuidar a su hijo aunque trabaja algunos fines de semana, sin contrato,
en la misma fábrica. A los 26 años tienen su segundo hijo quien también quedará sordo al año
y medio de nacer, provocando una terrible crisis y un gran sufrimiento en la pareja: “no lo
podíamos creer, de verdad, ya lo mío lo dejamos, porque mira..., pero con lo que pasaba a los
niños se nos vino el mundo encima, fue terrible, terrible".
Los dos embarazos aumentan considerablemente su sordera lo que provoca que a los 29
años solicite el certificado de minusvalía (34%) con el que obtiene importantes rebajas en la
compra de los sucesivos audífonos que ha utilizado y aún hoy utiliza. A los 37 años nace su tercer
hijo que es oyente normal: "estábamos tan preocupados en el embarazo que todo el tiempo tuve
control médico y después cuidamos mucho las medicinas por si fueran el motivo de la sordera".
A los 44 años vuelve al mercado de trabajo, esta vez como empleada del hogar a tiempo
parcial, sin contrato alguno y a través de la mediación de amigas y vecinas:
"Las amigas, las vecinas que fueron quienes me animaron, como además
necesitábamos el dinero... pues enseguida se fue haciendo la cadena y me
coloqué sin problema, vamos, sin contrato, claro...pero necesitábamos el dinero
y yo veía que me hundía en casa" (Mónica).
Cuando ella tiene 45 años y sus hijos están en una situación de alternancia entre trabajos
esporádicos y paro, su marido causa baja por una enfermedad de los huesos que le lleva a una
cojera después de siete operaciones consecutivas. El marido cobra el paro con las correspondien-
tes prórrogas, pero durante un año no recibe ningún otro tipo de ingresos por lo que viven de los
aportes del trabajo de ella "... y de un rescoldillo de ahorros" que fueron guardando los años
anteriores. Han solicitado la pensión de invalidez para el marido, pero actualmente están a la
espera de los resultados de un juicio a la empresa en la que trabajó porque ésta aportaba en
función de una categoría inferior a la que realmente desempeñaba. En la actualidad, ella sigue
ocupada como empleada doméstica por horas y están con la intención de abrir un bar en el que
puedan trabajar la pareja y el hijo menor que es oyente.
A los 36 años decide volver a trabajar y encuentra empleo en una empresa de mensajería,
pero la empresa quiebra a los tres meses y debe pasar al paro. A los pocos meses de estar en el
paro, padece el primer brote de esclerosis múltiple que ella misma define como una “etapa
286
horrorosa porque entras en una depresión horrible y te parece que has llegado al final cuando por
otra parte sientes que te queda fortaleza y además los niños, fatal, fatal, horroroso". Obtiene el
certificado de minusvalía (33%) pero el problema se complica con otros padecimientos ajenos
a éste y convergentes en su malestar: el asma y el hipotiroidismo que surgen como consecuencia
de la medicación a base de corticoides. Conecta entonces con la Fundación para la Esclerosis
Múltiple donde coopera como voluntaria:
"Las empresas cogen gente según les intereses a ellos. Está muy de moda coger
a personas sordas para la introducción de datos porque como no hablan no se
distraen y a trabajar... claro, para mí eso no es un avance, es explotación, lo que
quieren no es ayudar sino aprovecharse de ellos" (Marta).
"Es casi imposible, ahora en la frontera de los 40 años, con dos hijos y con lo que
tengo no me cogen en ninguna empresa y eso desalienta mucho porque te ves que
ya no tienes posibilidades aunque tengas la capacidad y eso es muy triste"
(Marta).
Manuel es de extración social baja. Cursó estudios primarios completos y llegó hasta 1º
de Formación Profesional pero su formación se basa más en la práctica (mecánica de motos,
automóviles y camiones) que en los estudios. A los 15 años se coloca de aprendiz en un taller
mecánico hasta que con la mayoría de edad saca el carnet de 1ª especial y hace rutas como
camionero durante algunos años. Al llegar a los 25 años se orienta a trabajar en el sector de la
construcción en la especialidad de grandes excavadoras. Cambia varias veces de empresa tras la
búsqueda de mayores ingresos estando sujeto a contratos de obra que va a combinar con períodos
en el paro:
287
de dos, de tres, de seis meses en el paro y claro, ya no era lo mismo...” (Manuel).
A los 32 años se casa y nacen tres hijos. A los 49 años padece un derrame en un ojo como
producto de una diabetes que hasta entonces no le había sido diagnosticada lo que provoca la
pérdida de un empleo, justo en el momento en que iban a hacerle fijo: “fue mala suerte porque
justo en ese momento que estaban las condiciones para ser fijo, me despidieron, porque a una
persona que no puede hacer su trabajo como fue mi caso en ese momento, pues ¿qué hacen?: te
despiden...". Tras hacer rehabilitación durante año y medio consigue salvar un ojo, pero pierde
definitivamente el otro. A los 50 años obtiene el certificado de invalidez parcial y la correspon-
diente pensión. Con el certificado de minusvalía se apunta al servicio de Empleo con Apoyo que
ofrece una institución, donde demanda trabajos con poco éxito en los primeros tiempos:
A los 53 años ya se han casado sus tres hijos con lo que se aligera la carga de
responsabilidad familiar en todos los sentidos. Durante un período de cinco años (51-56 años),
busca trabajo pues la pensión resulta insuficiente para mantener a la familia: "venía a veces con
los pies llagados de andar". Alterna en poco tiempo diferentes trabajos precarios (mecánico,
carpintero, fontanero, recogedor de basuras, etc) sin posibilidad de permanecer estable en
ninguno de ellos. Fueron todos empleos sin contrato, es decir, en la economía sumergida
("trampeando para poder comer") y hubo momentos en que pasaron extrema necesidad, hasta el
punto de necesitar la ayuda de la comunidad religiosa a la que pertenecían, que les entregó
comida y dinero. También la familia ayudó en estos momentos difíciles. Su esposa, ante la
gravedad de la situación buscó empleo remunerado en actividades como coser, planchar, fregar,
cuidar a una persona mayor: "lo que me salía, de verdad, cualquier trabajo por pequeño o mal
pagado que estuviera lo cogía porque no podía elegir". Todos estos trabajos carecían de contrato
y el apuntarse al paro, como posible medio de colocación, resultó ineficaz ya que no obtuvieron
ninguna llamada.
Finalmente, a los 57 años Manuel obtiene un trabajo fijo como conserje de una finca de
vecinos a través de una entidad de ayuda a personas con discapacidad (Servicio de Integración
Laboral).
César pertenece a un estatus social familiar medio bajo, hijo de un obrero con baja
cualificación que trabaja en el mercado secundario. A los dos años padece una poliomelitis que
le llevará varias veces al quirófano durante la infancia pero también en la adolescencia y la
juventud. Reside durante muchos años en un barrio obrero en el que realiza los estudios primarios
completos. Termina la etapa de escolarización básica a los 14/15 años. A esa edad decide
continuar Formación Profesional en otra institución pero fracasa en el primer curso por la
dificultad académica que entrañaba, también por problemas de tipo afectivo-relacional:
"No supe estar a la altura de las exigencias, eso por un lado. Y por otro... no sé,
no conocía a nadie, yo sentía que todos me miraban raro por mi pie y eso me
molestaba en cantidad... los profesores no apoyaban en nada... todo era disciplina
y exigencia y esto y lo otro... y así no... además ya luego me operan, ese mismo
288
año me operan y estuve tres meses postrado por lo que me desanimé y abandoné
los estudios..." (César).
"Yo no ganaba casi nada, entiéndeme, yo ahora lo entiendo distinto porque ahora
me doy cuenta que aprendía cosas que no hubiera aprendido de otra forma, pero
cuando tienes veinte años y te das cuenta que nunca sabes cuando vas a tener
veinte duros en el bolsillo y cuando no, te pone muy mal, muy mal" (César).
Sin embargo, esta experiencia le ayuda a salir del pozo depresivo y le permite acceder a
nuevas relaciones de trabajo que serán importantes algunos años después. En este período vuelve
a realizar cursos intermitentes de FP/Administración en centros para adultos y en horarios
nocturnos. Aunque no logra titulación alguna, los cursos le permiten tener más confianza en sí
mismo. Con 24 años alcanza la primera experiencia de trabajo extrafamiliar en una empresa con
la que contacta desde el ultramarino de la familia y en la que comienza colaborando en
condiciones muy precarias (sin contrato y cobrando según horas trabajadas) y luego con contratos
temporales a tiempo parcial. En esta misma etapa conoce a la que luego será su esposa: “Pues sí,
fue una buena época de mi vida porque yo estaba muy entusiasmado y además conocí a mi mujer
en esos años y todo parecía que se encaminaba un poquillo...". Se casa a los 26 años y en poco
tiempo llegan los hijos y con ellos los apremios de vivienda y demás necesidades económicas del
nuevo grupo familiar. En esos años sus padres adquieren el traspaso del pequeño comercio en el
que se inició el tránsito laboral de César coincidiendo con el cierre de la empresa en la que
trabajaba su padre.
289
lo que constantemente los debe combinar con períodos de paro. En algunos casos trabaja
haciendo suplencias de otras personas con discapacidades que son dadas de baja o despedidas,
mientras en otros empleos el factor de la discapacidad no incide en la consecución de trabajo:
"En la empresa "X" reemplacé a una persona que tenía una discapacidad y que
la habían despedido no se sabe por qué, por nada... porque habían pasado los seis
meses y no querían tener que darla de fija... y en otros casos, como por ejemplo
en "Y", creo que ni se dieron cuenta de la cojera... ¡entiéndeme! sí se dieron
cuenta pero no era una cosa que estuviera en relación con el trabajo... yo estaba
de ayudante de administración y no... no importaba mucho, no importaba nada
ser o no ser cojo" (César).
En las fases de paro, entre un trabajo y otro, toma una actitud de búsqueda de empleo más
activa que lo lleva a relacionarse con Asociaciones de Minusválidos Físicos, aunque hay que
señalar que en esta trayectoria de trabajo han sido más eficaces las mediaciones familiares y de
amistad, las redes informales que las que se producen desde el asociacionismo. Actualmente los
padres se han jubilado y han traspasado a César el negocio familiar. La responsable es su mujer
aunque los padres y él mismo cuando está en paro ayudan a regentar el comercio. Hace dos años
ha obtenido el título de FP1 como auxiliar administrativo y está a la espera de un puesto de
trabajo en una empresa de catering que podría llegar a través de la Asociación de Minusválidos.
Sin embargo, sus expectativas están puestas en la posibilidad de acceder a un puesto de
funcionario, seguro y estable que junto a los ingresos del negocio familiar le permitieran un
horizonte sin el fantasma del paro.
"Cuando eres pequeño no lo notas, pero ya de chavales pues se ríen, a las chicas
les da no sé qué el alza en el zapato. Y luego en los estudios, la verdad, me pilló
la típica época de hacer tonterías, la época que se tontea con las chicas y no se
sabe si estudiar o no..." (Raúl).
Actualmente está en el paro después de haber realizado trabajos temporales muy diversos,
uno de los cuales ha sido dedicarse a la limpieza de coches de un parking, trabajo al que llegó por
mediación de una asociación de minusválidos. A través de la misma asociación ha realizado un
curso de zapatería artesanal y actualmente está a la espera de comenzar otro curso organizado
también por una asociación de minusválidos que consigue concesiones municipales para
administrar y explotar un kiosco de prensa. Otra posibilidad de trabajo pendiente de respuesta en
290
el momento de realizar la investigación era la confirmación a un puesto de conductor de
furgonetas, trabajo que ha venido realizando aunque sin los permisos necesarios para hacerlo.
Ricardo pertenece a una extracción social baja: familia que a principios de los ochenta
emigra a una zona rural deprimida. El fracaso escolar de sus estudios primarios se constituye en
el primer síntoma de su discapacidad: a los 11 años no logra aprobar 1º de EGB y a los 14 años
ingresa en un colegio especial y en un Centro Ocupacional Público. Al poco tiempo comienza
a trabajar en una empresa protegida (mitad discapacitados y mitad no) pero el proyecto
empresarial no prospera y al no recibir subvenciones ni ayudas públicas deben cerrar. A los 20
años pasa a un C.E.E. situado en la zona de origen de su familia. Se separa del núcleo familiar
y va a vivir con los abuelos aunque al poco tiempo es nuevamente requerido por los padres, que
llevan mal la separación: "Pensamos que no era bueno estar lejos de la familia, de nosotros...
además la abuela ya era mayor..." Por otra parte, los padres no están de acuerdo con lo que le
pagan, que no correspondía a lo esperado y convenido..."una cosa es la que ponen en los papeles
y otra la que le pagaban y eso no puede ser..." Con 22 años comienza a trabajar como peón
ordinario en el Ayuntamiento del pueblo en el que vive desempeñando el trabajo de barrendero
y jardinero. Trabaja durante ocho años con sucesivos contratos que duran de tres a doce meses.
Es despedido ante las reiteradas quejas y denuncias de los vecinos por la ausencia de
transparencia procesal en la contratación ya que reclaman la necesaria convocatoria de plazas a
concurso como forma de repartir el trabajo entre todos y de forma legal. Ante esta circunstancia
Ricardo no va a presentarse porque sabe que no tiene posibilidades de competir con otros en una
convocatoria formal..."lo malo mío es la memoria.... no puedo recordar". Ha sido despedido y
actualmente está en el paro. Su expectativa inmediata es agotar las posibilidades del paro y luego
poder volver a un trabajo similar al que ha tenido en estos últimos años.
Hasta aquí las seis trayectorias de personas que están actualmente relacionadas con el
sector secundario del mercado de trabajo ordinario, a las que podemos añadir las posiciones que
aparecen en el Grupo de Discusión Nº2 (personas con discapacidad en el sector secundario). La
experiencia laboral de los reunidos puede resumirse en dos actitudes básicas en relación con la
inserción social-laboral: una pasiva-desmoralizada, de la que se habla casi siempre en tercera
persona (“muchos compañeros que están en casa y no salen, no se atreven a pedir lo que les
pertenece, que no asisten a cursos de formación...”); y otra activa-luchadora, en la que se ubica
la mayoría del grupo: “hay que sacar fuerza de donde sea, ir a donde sea... si no te haces el
pesado, aquí no te escucha nadie”. Sin embargo, esta segunda actitud (activa-luchadora) se
subdivide en dos tendencias: una mayoritaria, que adopta una estrategia individual para abordar
sus problema y otra minoritaria que, sin excluir la búsqueda individual de empleo, da importancia
a la adopción de estrategias colectivas. Las posiciones “individualistas” son convergentes con
las ya descritas en los seis casos analizados. En cuanto a la estrategia activa-colectiva, se apuntan
varias líneas de actuación, no siempre coincidentes entre sí, de las que destacamos las siguientes:
291
S Potenciar las instituciones y organizaciones intermedias no lucrativas promovidas por la
iniciativa social de los discapacitados y de las personas que se solidaricen con ellos
(Tercer sector): asociacionismo, cooperativas como las creadas por personas con
minusvalía en el País Vasco, entidades tipo ONCE, etc. Esta orientación pone el acento
en la lucha del propio colectivo hasta el punto de actuar en los márgenes de la legalidad,
como los promotores de un cupón “ilegal” pero con una clara orientación moral y social
(“con una imagen de seriedad y honestidad”)308.
S Por último, aparecen algunos apuntes de una critica frontal tanto a la lógica del beneficio
que rige el comportamiento del sector empresarial (y la consiguiente explotación de los
trabajadores). Esta orientación competitiva de las empresas implica la discriminación de
todos aquellos que, por diferentes motivos, puedan tener una menor eficiencia laboral, ya
se trate de las mujeres o de personas con discapacidad:
308
En el transcurso de la reunión uno de los presentes ofreció empleo a un parado hemipléjico como
vendedor del cupón.
292
3) Empleo en el sector secundario (alternando empleos precarios y desempleo) como paso
intermedio para llegar a obtener una ocupación estable y cualificada (sector primario).
Caso parcialmente representado por César, que ha experimentado diversas ocupaciones
y ha emprendido varios cursos de formación profesional con la perspectiva de acceder a
un empleo fijo y bien remunerado en el sector privado o en el público.
4) Desempleo en el sector secundario, en tránsito hacia el empleo protegido. Es el caso de
Raúl y Ricardo, ambos actualmente en el paro y con experiencia anterior de empleos
precarios, que no esperan otra forma de resolución a su situación que un empleo
protegido, ya sea en el sector privado (subvenciones a personas con minusvalía) o en el
público (Centros Especiales de Empleo).
5) Desempleo en el sector secundario, en tránsito hacia la percepción de una pensión.
Situación representada por Marta, que ha intentado la inserción laboral sin éxito alguno
y que, a su pesar, se ve obligada a poner todos los medios para obtener una pensión no
contributiva con el fin de acceder a unos ingresos mínimos.
6) Desempleo (encubierto) en el sector secundario, bajo el desempeño de otros roles.
Situación en la que se encuentra una importante masa de personas con discapacidades
especialmente dentro del colectivo de mujeres, como Casilda que, siendo un ama de casa
con responsabilidades de trabajo doméstico, quisiera poder acceder a un trabajo
remunerado pero su discapacidad se lo impide.
7) Autoempleo en condiciones de mayor o menor precariedad o sumergimiento de las
propias personas con discapacidad, con la perspectiva de mejorar su inclusión social y
laboral desde la unidad y solidaridad de los sectores excluídos. Fórmula planteada en
el Grupo de Discusión citado por el vendedor de un cupón ilegal y de la que se hacen
referencias al hablar de la ONCE o de las cooperativas de personas con discapacidad en
el País Vasco (casos en que se habría logrado salir ya de las condiciones precarias del
sector secundario). La diferencia con la tipología 3) es que aquí se adopta una estrategia
colectiva para salir de la exclusión laboral y allí el planteamiento es individual-
competitivo.
De estas siete tipologías, sólo las dos primeras constituyen vías relativamente
satisfactorias de estancia en el sector secundario en la medida que se trata de empleos-
complemento de otros ingresos. Todas las demás ponen de manifiesto hasta qué punto se trata
de un sector del que se intenta salir hacia otros destinos: el sector primario, el empleo protegido
o las pensiones. La última tipología expuesta puede suponer un cierto grado de autorrealización
de los trabajadores, en la medida que se sientan artífices de un proyecto colectivo de mejora de
las condiciones de trabajo (pero este proyecto puede ser también una encerrona si se mantiene
indefinidamente en la precariedad). Al mismo tiempo no hay que olvidar que se trata del sector
por el que pasa la mayoría de las personas con discapacidad que buscan una inserción
sociolaboral, tránsito que se realiza desde diferentes circunstancias y con distintas posiciones
actitudinales. En el Esquema 8 recogemos de forma gráfica las diferentes trayectorias y su
encuadre ideológico aproximado (estrategias de inserción que exponemos a continuación).
Esquema 8
TRAYECTORIAS LABORALES Y ENCUADRE IDEOLÓGICO
DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD EN EL SECTOR SECUNDARIO
293
294
9.2. Las estrategias de inserción: posiciones actitudinales básicas
Como se ha visto en las trayectorias descritas, las estrategias de inserción son diferentes
y están atravesadas por factores cuya fuerza en cada caso alcanza peculiaridades difíciles de
extrapolar a otras circunstancias. Así son las historias de vida de las cuales nos vale, sobre todo,
el carácter ejemplar que cada una encierra y el aprendizaje que nos permite realizar sobre los
aspectos comunes que influyen, que moldean, que abren o que encauzan una determinada
trayectoria. Tras la búsqueda de aspectos analizables de estas diferentes trayectorias, vamos a
volver a utilizar el esquema interpretante al que venimos recurriendo en diferentes capítulos y
que nos permite situar las posiciones de los sujetos (y en este caso sus trayectorias laborales) en
los diferentes cuadrantes de inserción social.
A) Posición adscriptiva: en relación al sector secundario de trabajo, esta posición ocupa un lugar
protagónico porque las instituciones vinculares (la familia) y las redes locales más cercanas a los
sujetos (amigos, vecinos, compañeros de asociaciones, etc.) son dominantes y hegemónicas en
las estrategias posibles de inserción laboral. La trayectoria más expresiva de esta posición es la
de Mónica que en su juventud deja el trabajo por atender a los hijos y en la madurez busca
trabajo por necesidad familiar. Lo resolverá a través de las redes informales locales y cercanas
de relación (familia extensa, vecinas, amigas) y su finalidad es lograr ingresos complementarios
a los que llegan a su hogar y que son aportados por el marido. En ningún momento contradice
sus roles de identidad, concebidos por ella misma como los más importantes: madre, esposa, ama
de casa. Por el contrario, estos roles se han visto potenciados por la propia discapacidad y por el
fatalismo de la discapacidad congénita sensorial de los hijos y física sobrevenida de su marido.
Pero serán estos roles de adscripción los que le otorgan el empuje para acceder al mercado de
trabajo secundario y son las mediaciones de las redes horizontales e informales las que permiten
que éstos se concreten. Hay en este caso un profundo y complejo proceso de sufrimientos que
llega a todos y cada uno de los miembros de esta familia y que les lleva a "convertirse en una
piña" como estrategia de defensa ante la exclusión del mercado laboral y como mecanismo de
inclusión grupal en la realidad. La familia aparece así como la institución más decisiva y que más
influye en el perfil de personalidad de Mónica y la que caracteriza el sentido de su desarrollo
vital.
295
la pensión de invalidez parcial. Pero sobre todo, lo que pesa en la posición integradora de esta
trayectoria es el hecho de que el único empleo regular y estable que ha tenido es el que llega a
través de un Servicio de Empleo con Apoyo.
La trayectoria de Raúl se posiciona dentro de este mismo eje interpretativo que abarca la
posición adscriptiva y la integrada. Este varón que contó con el apoyo de unos padres
sobreprotectores que comenzaron adquiriendo un comercio para que pudiera realizar desde él una
actividad productiva que no llega a trascender en el tiempo, tiene una historia infantil y juvenil
en la que también pesan de manera importante los agentes mediadores representantes de
diferentes instituciones públicas. En efecto, el sistema educativo a través de la figura hegemónica
de una maestra que le dió clases de recuperación; médicos y personal sanitario en general que no
sólo potenciaron los recursos científicos y técnicos sino que le ofrecieron cariño y acogimiento
según él mismo relata, han resultado centrales en esta trayectoria. De esta forma, familia nuclear
y otras instituciones tienen en la perspectiva de su historia un peso importante y también lo tiene,
por ausencia o por carencia, la imposibilidad de alcanzar una pensión por invalidez ya que... “el
Estado solo me valora la discapacidad en un 38 % cuando necesito un 65 %”. En la actualidad
las expectativas de inserción laboral están mediadas por instituciones de tipo asociativo
relacionadas con instituciones locales o, en otro área de propuestas, por las ofertas de trabajo
provenientes de un Centro Especial de Empleo.
296
posición de César realiza un círculo completo de sobresaturación en la posición integrada que
es expresiva, sin ninguna duda, de muchos otros tránsitos de quienes están sometidos al sector
secundario.
El caso de Ricardo, en el que juega un papel muy importante la presencia del núcleo familiar en
lo que se refiere a su trayectoria vital, se sitúa en la posición integrada desde la perspectiva de
la trayectoria laboral. Es una persona con discapacidad psíquica que ha tenido su experiencia de
trabajo en el ámbito de los servicios públicos contratado por una institución de carácter local. Ha
estado durante ocho años con contratos temporales sucesivos que han ido de los tres meses al año
y que han desembocado, a modo de colofón, en un período de paro. Sin embargo, las expectativas
laborales futuras (no inmediatas, ya que tendrá paro por un período de 24 meses) de Ricardo y
de su familia siguen estando vinculadas a la integración laboral en un medio de carácter público
dominando la posición integrada, es decir el Estado social regulador como garantía del bienestar
de los más débiles.
297
("chiringuitos para vivir a costa de los minusválidos"), inadecuación de la política de certificados
de minusvalía (" te fichan como minusválido, te dejan de inútil y ya está..." ), etc. El agente
implícito de la acción en una parte de los reunidos en este grupo de discusión es la unión entre
las personas con discapacidad, el asociacionismo capaz de "infiltrarse" en diferentes instancias
de la vida civil, política, económica y cultural. La sociedad no está acostumbrada a verlos como
sujetos "normales" por lo que la única forma de lograr procesos de inserción real será a partir de
la organización y el asociacionismo que los lleve a participar activamente en sindicatos, partidos
políticos, asociaciones culturales, instituciones locales, etc, porque ..."el que más lucha es el que
se va a llevar el gato al agua" y porque desde la posición emancipatoria se vislumbra un
horizonte en el que las personas con discapacidad tienen una gran tarea que realizar hasta el punto
de tener que hacer hasta de "policías" para presionar en el cumplimiento de la ley. Frente a una
minoría desmoralizada, surge una fracción mayoritaria activa y luchadora que está dispuesta a
"sacar fuerzas de donde sea" tras un proyecto de sociedad más solidaria.
La edad: es notorio que la experiencia del mercado secundario se produce de manera similar en
diversas edades y que, incluso, las edades jóvenes están globalmente más afectadas que las
adultas por la imposibilidad de lograr un puesto de trabajo en el sector primario. Sin embargo,
mientras que para los jóvenes sin discapacidad el tránsito por diferentes experiencias de empleo
pueda considerarse - en términos muy globales - como parte de la inevitable práctica de
aprendizaje y de "fogueo" con el mercado laboral, entre las Personas con discapacidad el grado
de afectación de dicha experiencia es mayor y las secuelas más notables. Este es el caso de la
trayectoria Carmen, mujer de 25 años con sordera total y deficiencia de lenguaje, cuya única
experiencia laboral ha sido un contrato de tres meses de duración que ha dejado la secuela de una
profunda frustración en la inserción en el empleo y una mayor dificultad para afrontar una nueva
experiencia. Situación que contrasta con el talante emprendedor del itinerario de Manuel, quien
a pesar de los esfuerzos en la totalidad de su trayectoria laboral, no ha claudicado en los empeños
por lograr alguna vía de inserción. De esta forma, la edad - entendemos - es un factor que debe
ser tenido en cuenta en el contexto de una nueva consideración sobre el mismo, al menos en lo
que respecta a su incidencia para la inserción laboral de Personas con discapacidad. En efecto,
si bien se podría llegar a entender que la juventud es un factor a favor para poder ingresar en el
sector secundario de empleo y desde esta realidad, adquirir experiencias diversas, las trayectorias
298
con las que hemos trabajado, parecen señalar que no necesariamente es así y que en las edades
más jóvenes los efectos del empleo precario son tan negativos (o más) que entre los adultos.
El hábitat: es una variable de peso considerable en el horizonte del marco de oportunidades que
se presentan. En los ámbitos rurales las posibilidades de acceso al sector secundario están
mediadas por las redes comunitarias que llevan a una redundancia de experiencias similares a las
que se dan en la posición adscriptiva, motivo por el cual, pueden terminar siendo un estilo de
supervivencia con ciclos temporales muy controlados y repetitivos. Cuando el mercado
secundario aparece como propuesta tipo de inserción en áreas de despoblación, el acceso al
mercado de trabajo para Personas con discapacidad sólo se sostiene desde el acuerdo solidario
y comunitario de todos, cosa que no siempre es factible. Este es el caso de Ricardo para quien
su puesto de trabajo por exigencias de legalidad cívica debe ser convocado dentro de cánones
a los que él no puede responder pero que las instituciones están obligadas a respetar. Frente a las
instituciones, las empresas no parecen tener especial necesidad de contratar a Personas con
discapacidad en áreas de despoblación por lo que la apertura a nuevas propuestas no resulta fácil
y en cualquier caso todo apunta a la necesidad de una mayor flexibilidad por parte de las
instituciones mismas. Por el contrario, en los ámbitos metropolitanos la existencia del sector
secundario es, en la actualidad, una común experiencia por la que han pasado tanto las Personas
con discapacidad como quienes no padecen ninguna. Sin embargo será en las zonas urbanas
donde los efectos del sector secundario de trabajo se hacen sentir con mayor intensidad. Zonas
que aún están bajo la amenaza de los procesos de desindustrialización y en las que no se han
realizado reconversiones que alimenten nuevas expectativas de empleo, son en definitiva, mucho
más deficitarias que otros tipos de ámbitos. La posibilidad de redes familiares es aquí más
infrecuente y, cuando se produce, presenta mayores dificultades al estar constituida por sujetos
que a un mismo tiempo intentan resolver similares necesidades. Pero tampoco está presente el
dinamismo del mercado (típico de las áreas metropolitanas), ni la riqueza de las administraciones
locales o autonómicas que cubren o intentan paliar, de alguna manera, las demandas existentes.
La formación: puede ser, una vez más, el gran factor diferencial que permite articular un margen
de esperanza novedoso en el actual panorama del sector secundario al que pueden acceder las
Personas con discapacidad. Pero también será necesario no olvidar que por sus características
estructurales este sector no pide más que polivalencias de mínima cualificación y que en el plano
de las competencias están también aquí muchas personas con capacitación e incluso con
especialización aunque ésta no sea suficiente para poder encontrar un lugar de estabilidad que
permita el distanciamiento del sector secundario. En relación a la formación, las seis trayectorias
analizadas presentan diferentes tipos y grados de formación, si bien ninguna de ellas alcanza una
titulación media dentro de los esquemas de la educación reglada. Sin embargo, están presentes
perfiles muy marcados de oficios aprendidos en la práctica, sujetos idóneos en diferentes
actividades (auxiliares administrativos, mecánicos, jardineros, etc.) que aún cuando persiguen
una estabilidad a partir de sus idoneidades, es la propia lógica del sector secundario actuando
sobre las Personas con discapacidad la que impide acceder a esa estabilidad.
299
a las personas con discapacidad como a las que no padecen ninguna. Al mismo tiempo no resulta
ingenuo que las características propias que definen este sector secundario de trabajo (descualifi-
cación, fracaso escolar, ausencia de titulaciones, adecuaciones formativas) se ceben en estos
segmentos más desfavorecidos y necesitados. Sin embargo sería erróneo suponer que el sector
secundario de trabajo está apoyado sólo sobre este segmento social. Por el contrario a él llegan
y por él transitan personas cualificadas y con titulaciones que no encuentran un lugar en el sector
primario.
9.4. Balance
Para las personas con discapacidad la conflictividad que representa la actual oferta del
sector secundario es aún más impactante que para quienes no padecen ninguna discapacidad. Si
para cualquier trabajador del sector secundario es difícil asumir los cánones de la competencia,
lo es aún mucho más para quienes padecen una discapacidad; éstos tienden a percibir a los
“otros” trabajadores en mejores condiciones para competir y este sentimiento de estar
permanentemente en un escalón más atrás -en el "decalage" que con precisión señala la lengua
francesa- les hace perder la confianza en sí mismos y en sus posibilidades (salvo casos
excepcionales):
“Si fuera competir con otros que están como tu, pues mira, mal que bien, qué
quieres que te diga, se iría llevando, pero tienes que competir con tíos como un
roble que están estupendos y muchas veces con universitarios que además han
hecho no sé cuántos masters de éstos que se llevan ahora y eso no es competen-
cia, eso no es nada... ya sabes que no puedes competir en una situación así
cuando estás como estás (...)” (GD2).
300
Sólo se salva de esta situación la posición luchadora-colectiva (minoritaria) que defiende la
autoorganización y cohesión solidaria de los sectores excluídos (cooperativas de economía social,
organizaciones para la venta del cupón, legal o ilegal, etc.).
"Desde luego, lo tienen muy difícil. Nosotros en la empresa hemos tenido el caso
de un compañero que es discapacitado y le hemos intentado ayudar pero ha sido
de los primeros que se cargaron de los fijos y después le han vuelto a contratar
a destajo que se decía antes, así por horas y... la paga es de miseria y el hombre
tiene tres hijos y allí dale que te pego todo el día ¿Para qué?... para tener la soga
al cuello de que le digan en cualquier momento: tu, mañana ya no vienes por
aquí, que si quieres ayudarle igual es peor porque te pillan y resulta que en lugar
de ayudarle eres tu el motivo de que le despidan y en horas... tantas o más que
los demás..." (GD7).
Cuando el sector secundario alcanza su mayor fulgor es cuando proyecta su sobra sobre
sí mismo, planteando la consecución de un empleo -en las que condiciones que sean- como una
estrategia activa para evitar el paro. Esta estrategia sitúa el horizonte del sector secundario -desde
la óptica del trabajador/a con discapacidad- en el corto plazo, y aún más, en el inmediato. Frente
a la espera o la nada del paro, la existencia de un trabajo eventual, poco remunerado y, en
definitiva, con un alto grado de explotación, se percibe como la posibilidad más esperanzadora,
"una oportunidad, que no sabes qué te puede traer aparejado y que no puedes perder, por si
resulta que es la solución futura..." De esta forma el sector secundario del mercado de trabajo se
experimenta a veces con cierta positividad desde una posición integrada (si se está cobrando un
subsidio o una pensión, o se tiene la expectativa de acceder a un empleo protegido) o desde la
convicción, aunque sea sólo imaginaria, de que es posible superar la provisionalidad actual y
competir con éxito por un empleo estable (posición competitiva) o bien se sueña con organizarse
por sí mismos desde abajo a fin de salir adelante y demostrar que la unión y la solidaridad de los
afectados son los mejores antídotos contra la lógica social de exclusión (rasgos emancipatorios).
-------------
301
10. INSERCIÓN EN EL MERCADO DE TRABAJO PROTEGIDO
309
Ver capítulos 3.3. y 4.3.
310
SMITH, A., La riqueza de las Naciones, texto citado y comentado por FRIEDMAN, M. y R. en
Libertad de elegir, Orbis, Barcelona, 1983, pág. 49. La libertad de movimientos en un mercado abierto y competitivo
(de capital/tecnología, mercancías y mano de obra) se considera la mejor garantía para asegurar la eficiencia
económica y el equilibrio entre los factores económicos. Por eso, se defiende la prioridad lógica de la competencia
(mercado competitivo) sobre cualquier otro criterio de regulación de los mercados de trabajo (en estos casos se
hablará de "competencia imperfecta").
311
Para confirmar esto, se basan en que la renta por habitante entre los países desarrollados y no desarro-
llados ha crecido a lo largo del siglo XX, acelerándose especialmente después de la segunda guerra mundial, a partir
de los acuerdos de Bretton Woods. Ver MADDISON, A., L'économie mondiale au XX siècle, OCDE, Paris, 1989.
302
los economistas liberales, sino múltiples instancias intermedias que inevitablemente median y
condicionan -facilitan o impiden- la forma de insertarse los individuos en el sistema social y
laboral312. Por eso, la teoría del funcionamiento de los mercados de trabajo no se puede plantear
en abstracto sino que tiene que basarse en análisis históricos concretos que den cuenta de la
evolución de los mercados en estrecha relación con los procesos sociales que han estado en el
origen de esa evolución. Así mismo, no es posible lograr el bien común a partir del libre juego
de la competencia ya que el sistema capitalista no funciona en equilibrio espontáneamente sino
que debe ser regulado, y esta regulación implica formas de control institucional e ideológico.
Este enfoque teórico y político, que defiende la regulación institucional del mercado de
trabajo, es el que prevalece en España cuando se abordan los problemas laborales de las personas
con discapacidad y se defienden para ellos vías especiales de inserción. Sin embargo, las posturas
concretas que se adoptan tanto para explicar la fragilidad de este sector de población como para
fijar las formas de intervención, varían mucho en función de la posición ideológica, tal como se
recoge en el Cuadro 23. Cada posición parte de unos supuestos (columna de la izquierda) y tiene
unas implicaciones en la práctica social (columna de la derecha). Usaremos este esquema para
encuadrar las principales trayectorias de “empleo protegido” detectadas en nuestra exploración
empírica y dar cuenta después de sus principales efectos de inclusión-exclusión. Como ocurre en
otros asuntos, los casos estudiados presentan casi siempre una combinación de rasgos del
esquema teórico, lo que da lugar a un amplio abanico de itinerarios particulares.
..//..
312
Esta posición es defendida por la corriente "institucionalista", que insiste en la importancia que tienen
las instituciones (entendidas éstas en sentido amplio: organizaciones de empresarios y trabajadores, normas y
organismos del Estado, costumbres arraigadas e ideologías sociales) para explicar el funcionamiento concreto de
la oferta y la demanda, la fijación de los salarios, la seguridad en el empleo, la cualificación y posibilidades de
ascenso, las medidas protectoras para colectivos específicos y, en general, las condiciones de trabajo. Ver, entre
otros, MARSDEN, D., Mercados de trabajo, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1994; y SABEL,
CH.F., Trabajo y política, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1985.
303
Cuadro 23
SUPUESTOS E IMPLICACIONES DEL TRABAJO PROTEGIDO
TRABAJO
NO PROTEGIDO
º
º
TRABAJO
PROTEGIDO
ú
ú
Supuestos Implicaciones
POSICIÓN ADSCRIPTIVA POSICIÓN ADSCRIPTIVA
304
10.2. Cerco protector frente a las amenazas del mundo exterior (posición adscriptiva)
Desde esta posición la discapacidad se entiende como un déficit constitutivo que marca
a la persona y la sitúa en una posición de especial fragilidad para competir en el mercado abierto.
El mundo exterior en general, del que forma parte el mercado extradoméstico, se contempla como
lugar de riesgo, que amenaza a los sujetos débiles; frente a él, surge el espacio protector de la
familia y de las redes próximas de vecindad, amistad, apoyo mutuo local o sectorial, etc. Estas
redes permiten al sujeto marcado como “frágil” desarrollar cometidos laborales específicos, al
amparo de la competencia, pero signados también por la dependencia de los agentes protectores,
que se convierten en los verdaderos protagonistas de su trayectoria de inserción laboral313.
Esta forma de protección era casi la única existente en la sociedad rural preindustrial,
cuando se mantenían los lazos de la familia extensa como unidad de producción y consumo. Sin
embargo, contra lo que pudiera parecer, tiene notable vigencia actualmente, incluso en las
ciudades, sobre todo a través de la solidaridad que se produce al interior del núcleo familiar, que
trata de apoyar a sus miembros más débiles, incluso a veces contra la voluntad de éstos. En el
caso de las mujeres, el repliegue se traduce en orientarlas al trabajo doméstico en el seno de
hogar, tal como veremos en el próximo apartado, mientras a los hijos varones se les orienta a
salidas laborales que conlleven algún ingreso económico. Cuando los padres son propietarios
agrarios, comerciales o industriales, éstos proporcionan trabajo al hijo en la propia explotación
a través de la figura laboral de los “ayudas familiares” o bien, si la familia dispone de recursos
económicos, mediante la adquisición o instalación de un pequeño negocio adaptado a las
posibilidades del pariente con discapacidad. Estas situaciones aparecen en varios casos
estudiados:
S Carlos (50 años, con sordera desde la infancia) pertenecía a una familia de campesinos
medios de Córdoba. Ante su fracaso escolar en la escuela primaria, debido a la sordera,
el padre lo orientó decididamente a trabajar en el campo donde veía que podía
desarrollarse laboralmente. De hecho, a partir de los 15 años empezó a trabajar con el
padre, dedicándose en exclusiva al trabajo agrícola. Pero se produjeron dos circunstancias
que hicieron cambiar sustantivamente el proyecto paterno: en primer lugar, la asistencia
entre los 11 y los 15 años a un colegio de sordos, al que logró ingresar tras vencer las
resistencias paternas, donde pudo adquirir los conocimientos básicos y ampliar su red de
contactos con otros iguales y con personas adultas que le llevaron a poner en cuestión el
modelo paterno proyectado para él (encargarse de las tierras) porque ello podía
representar una limitación de sus posibilidades profesionales; en segundo lugar, la muerte
biológica del padre, que él sintió como una liberación desde el punto de vista laboral ya
que en ese momento convenció a sus hermanos menores de vender las tierras (disolución
de la propiedad familiar que lo vinculaba al trabajo agrario) e iniciar una nueva
orientación profesional más vinculada a sus intereses personales.
S César (36 años, con deficiencia motórica de origen infantil) nació en el seno de una
familia obrera de un barrio periférico de Córdoba, donde todavía vive. Su salida de la
escuela, al iniciar la Formación Profesional, fue traumática, no sólo por fracasar en los
estudios sino porque, al quedarse en paro y perder el contacto con sus amigos de la
infancia, entró en una fase depresiva que le duró varios años. Fue en este contexto cuando
313
La dinámica de algunas entrevistas con padres y profesionales refleja fielmente esta situación en la medi-
da que se sitúan como árbitros que deciden las trayectorias de las personas con discapacidad a su cargo, mientras
éstas repiten casi literalmente los discursos de aquellos.
305
intervino activamente la familia al hacerse cargo su padre de una pequeña tienda con la
perspectiva de que el hijo trabajara en ella (primero como mozo repartidor y después
como encargado), tal como de hecho ocurrió. No obstante, también en este caso el hijo
desbordó el proyecto paterno y, aún manteniendo la tienda gracias a la colaboración de
su mujer, accedió a diversos cursos de formación y otros empleos como asalariado.
S Raúl (33 años, con deficiencia motórica) es un caso similar al anterior: fracasa en los
estudios y ante las dificultades para trabajar de albañil, como su padre, éste le monta una
pequeña tienda que fracasa a los pocos años (por la competencia de las grandes
superficies, según el afectado; por no administrarla bien, según la madre). Inicia entonces,
ya por su cuenta, un largo recorrido para encontrar empleo que todavía no ha conseguido,
pese a hacer varios cursillos y algunos empleos temporales (actualmente está en paro).
En estos casos se puede percibir una actitud protectora de la familia que se encarga de
diseñar y construir una salida laboral dentro del ámbito familiar a la medida de sus posibilidades,
ya sea en la propia explotación agraria, en el negocio familiar o montando una tienda
expresamente para el hijo. No obstante, estos proyectos se suelen elaborar en la primera juventud
de los afectados, sin contar con ellos, por lo que éstos puede revertir o ampliar los planes
familiares, tal como ocurrió en los casos aludidos (lo que no quiere decir que siempre ocurra así).
En la estrategia de protección adoptada por los familiares subyacen, al menos, dos presupuestos:
por una parte la desconfianza en las posibilidades de promoción laboral autónoma del hijo
afectado por la discapacidad, lo que les induce a intervenir de manera protectora; por otra parte,
desconfianza en el mundo exterior que está más allá de la familia, de los amigos y vecinos, del
pueblo o barrio donde la gente se conoce entre sí. Estas dos desconfianzas se alimentan
mutuamente y generan a veces en los padres y familiares actitudes hiperprotectoras de las que
los hijos tendrán que desembarazarse o liberarse, a veces con importantes costes personales. Los
padres verán en el deseo de emancipación del hijo, un riesgo de marginación (los “hijos perdidos”
de los que se habla en GD1); por su parte, los hijos emancipados no perdonarán a sus
progenitores la desconfianza depositada en ellos, que les impidió desarrollar sus capacidades en
una etapa anterior de su vida.
S Miguel (28 años, con discapacidad psíquica leve) lleva cinco años ocupado en un Centro
Especial de Empleo donde ha conseguido contrato fijo. Su acceso a este empleo ha sido
buscado expresamente por sus padres después de varias experiencias negativas en el
mercado ordinario donde, según ellos, los jóvenes como su hijo son objeto de mofa por
parte de los compañeros y de explotación económica por parte de los empresarios. El hijo
con discapacidad psíquica está muy bien dotado como trabajador manual (opinión
306
compartida por los padres y por los profesionales del Centro Especial) y por su nivel de
eficiencia podría trabajar en empresas ordinarias, pero los padres no quieren dar ese paso
porque se trata de una “criatura ingenua” de la que es fácil abusar y que, por tanto, hay
que proteger para que no se sobrepasen con ella:
S Cecilio (51 años, con ceguera sobrevenida) fue inducido por su familia a acercarse a la
ONCE para encontrar empleo; inicialmente mostró muchas resistencias pero finalmente
aceptó y, tras recibir un cursillo sobre la venta del cupón, lleva veinte años vendiendo en
la calle (actualmente en un kiosco). Entre la pensión contributiva que recibe -que le
parece escasa- y los ingresos por la venta del cupón ha resuelto su nivel de vida en
términos más que aceptables y, en este sentido, valora positivamente el papel que la
ONCE ha desempeñado en su trayectoria personal y familiar; sin embargo, no está
satisfecho del recorte de formación y de posibilidades profesionales que ha conllevado
el dedicarse de por vida a la venta del cupón, tarea a la que dedica metódicamente entre
diez y once horas diarias y que socialmente le confiere una marcada identidad social y
laboral.
314
Ver apartado 3.3.
307
10.3. Medidas de promoción de empleo para favorecer la normalización laboral
(posición integrada)
Esta posición entiende el trabajo protegido como un conjunto de recursos promovidos por
la administración pública, o subsidiariamente por entidades privadas, que permiten compensar
las limitaciones y dificultades que algunas personas encuentran para ejercer su derecho a
trabajar. Estas limitaciones pueden tener origen en varias circunstancias que se refuerzan
mutuamente cuando concurren a la vez: la gravedad de la discapacidad, que a veces conlleva una
fuerte dependencia de otras personas; los problemas familiares, cuyo exponente más grave es el
de los niños huérfanos o abandonados; el fracaso de la institución escolar y de los sistemas de
formación ocupacional; la escasa cooperación de los afectados, que a veces se encuentran
desanimados e incluso culpabilizados por no haber aprovechado las oportunidades disponibles;
la política laboral ineficaz, que no logra rebajar la elevada tasa de desempleo existente; los
excesos del mercado competitivo y los prejuicios de muchos empresarios y de la población en
general hacia las personas con discapacidad, etc. Todas estas circunstancias justifican que el
Estado promueva -o tenga la obligación de promover, si es que no lo hace- medidas de
discriminación positiva hacia algunos sectores de población, como los que padecen discapacida-
des más graves, con el fin de que logren una inserción laboral normalizada.
308
“En un momento de crisis el colectivo de disminuidos no tiene por qué ser el
último en trabajar porque, según el criterio del Estado de bienestar, lo primero
que hay que hacer es dar trabajo a aquellos que más lo necesitan, o que están
más desfavorecidos. Esto supone que tiene que haber unas medidas correctivas
de la lógica del propio mercado de trabajo, que exigen voluntad política, y yo
veo que hay falta de voluntad política para solucionar este problema. (...) Lo que
tenemos aquí de Estado de bienestar ahora mismo está más bien desmantelándo-
se, justo cuando hemos empezado a conocerlo, pero no podemos caer en la
trampa de que, como hay muchos parados, los disminuidos se tienen que poner
en la cola” (GD3).
Entre los casos estudiados, son mayoría los que han utilizado en algún momento o utilizan
actualmente las medidas de discriminación positiva promovidas por la administración para
facilitar el empleo de las personas con discapacidad. A veces se trata de ayudas puntuales o
incentivos económicos para acceder al mercado ordinario, tanto en el sector primario de trabajo
como en el secundario; otras veces la ayuda es más intensa y cubre toda la actividad laboral del
usuario, como ocurre en los Centros Ocupacionales y Especiales de Empleo. Pero en ambos casos
el objetivo ideal que se persigue desde la posición ideológica integrada es promover su inserción
normalizada en el mercado ordinario de trabajo, no fijar al sujeto en una situación de dependencia
o ghetto. Se trata de un planteamiento ideal que con frecuencia no se aplica en la realidad, ya sea
por fallos en los recursos de inserción o debido a las limitaciones que impone el mercado de
trabajo (con una tasa de paro muy elevado). Veamos a continuación algunos ejemplos de medidas
protectoras que responde, al menos en parte, a estos criterios. En unos casos las medidas han
logrado el efecto esperado, en otras no:
S Raquel (23 años, con retraso mental ligero) fue abandonada por su madre desde muy
pequeña por lo que la administración se hizo cargo de su tutela, primero en un internado
regentado por religiosas y en un centro de educación especial; después en una residencia
tutelada y un Centro Ocupacional donde estuvo cuatro años; luego pasó a un Centro
Especial de Empleo y actualmente espera colocarse pronto en el mercado ordinario de
trabajo y fundar un hogar independiente (con su actual novio que no tiene discapacidad).
En principio, se trata de un caso donde la intervención institucional está logrando todos
los objetivos perseguidos: ante el déficit psíquico que se unía al déficit familiar, los
responsables de la administración han logrado encarrilar la situación y están a punto de
lograr su emancipación familiar y laboral, una vez superadas todas las instancias
intermedias previstas (residencia infantil y juvenil, centro de educación especial, Centro
Ocupacional y Especial de Empleo. Si Raquel logra el objetivo de fundar una familia
propia y acceder a un empleo ordinario extradoméstico, habrá conseguido unos objetivos
que sus propias hermanas, acogidas de pequeñas por otros familiares en lugar de ser
transferidas a la tutela estatal, están muy lejos de conseguir315.
S Mario (29 años, con tetraplejia) adoptó, una vez recuperado del accidente, una estrategia
básicamente competitiva, en el sentido de eludir los apoyos familiares o de otro tipo para
conseguir empleo, si bien aceptó participar en una convocatoria de empleo público a
través de la cuota de reserva del 3% (que ganó tras 4 años de buscar empleo infructuosa-
mente). En su opinión, el principal eje de rehabilitación laboral de la persona con
discapacidad debe ser el esfuerzo del sujeto para adaptarse a la demanda laboral existente
315
Estas hermanas de Raquel no superaron el nivel de estudios primarios y su itinerario laboral es nulo.
Casadas muy jóvenes, son ahora amas de casa de familias numerosas en situación socioeconómica precaria.
309
y, sólo sobre esa base, le parecen aceptables algunas ayudas que tratan de paliar
parcialmente las barreras especificas derivadas de la deficiencia.
S Carolina (de 28 años con deficiencia psíquica leve) acude a un Centro Ocupacional
desde hace dos años después de pasar otros cinco en la casa paterna ayudando a su madre
en las tareas domésticas. Su insistencia en querer trabajar choca con los designios del
padre, perteneciente a la clase media funcionarial, que no acepta el tipo de trabajos
descualificados a los que la hija podría acceder: “mientras ella tenga a su padre no
necesita trabajar (como criada o limpiadora)”. Al no poder obtener una pensión (pues la
minusvalía no llega al 65%) ni tener acceso a un empleo “aceptable” en términos de
estatus familiar, se opta como mal menor por ubicarla en un Centro Ocupacional; pero
aquí apenas aprende y sólo gana para pagarse el transporte, además de comer gratis, por
lo que ni a ella ni a su familia les parece una solución satisfactoria. Al repliegue en el
hogar paterno ha seguido el repliegue en el Centro Ocupacional sin perspectivas de
promoción (“hablando claro, está perdiendo el tiempo”) donde, no obstante, está atendida
y protegida a la espera de conseguir algo mejor. Tanto el padre como los profesionales
del Centro Ocupacional se quejan amargamente de la escasez de recursos públicos
existentes en Córdoba para atender casos como éste:
316
La empresa encargó a uno de los empleados del papel de “tutor” del trabajador con discapacidad, para
estar cerca de él, ayudarle y facilitar su relación con el resto de la plantilla. El tutor es el puente o punto de referencia
cuando surgen eventualidades o pequeños conflictos con los compañeros (lo que es frecuente en este caso de
síndrome de Down).
317
En siete años de funcionamiento el Proyecto Aura ha insertado en empleos ordinarios a 40 personas a-
dultas con síndrome de Down, de los cuales sólo dos han conseguido hasta ahora una emancipación total de la tutela
profesional.
310
Los trabajadores del Centro Ocupacional se ven obligados a permanecer en él, a pesar de
tener suficiente competencia laboral para pasar a un Centro Especial de Empleo o al
mercado ordinario, debido a dos circunstancias que concurren en la ciudad: no hay
Centros Especiales para psíquicos a donde puedan acudir desde el Centro Ocupacional
(el más próximo está en Cabra, a 70 kilómetros); y el paro existente en la ciudad hace casi
imposible a las personas con discapacidad acceder al mercado ordinario. Debido a estos
límites, se pervierte el sentido del Centro Ocupacional (como paso intermedio para
acceder al Centro Especial y al empleo ordinario) y queda convertido en un ghetto (más
propio de la posición adscriptiva).
S Ricardo (30 años, con discapacidad psíquica) empezó trabajando en dos Centros
Especiales de Empleo pero duró poco tiempo en ellos porque ni él ni su padre (obrero)
estaban de acuerdo con las condiciones de trabajo existentes (salario mínimo pagado con
retrasos, sin perspectivas de estabilidad al depender de las subvenciones, etc.). Su
objetivo ha sido obtener un empleo en el mercado ordinario para acceder a los derechos
normales de los trabajadores: un sueldo completo (no el mínimo), seguridad en el
empleo, responsabilidad en la tareas, etc. Durante seis años ha logrado la mayoría de
estos objetivos y, aunque actualmente está en paro, considera esta etapa como una
contingencia temporal que, además, está cubierta de riesgos gracias a la prestación de
desempleo.
S Los dos hijos con discapacidad auditiva de Mónica rechazan también las condiciones de
trabajo que han experimentado en los Centros Especiales de Empleo (bajo salario,
mandos autoritarios, imagen social negativa, etc.) y prefieren buscar empleos en el
mercado ordinario, donde el único inconveniente que han encontrado es la duración
temporal de los contratos. Como en el caso anterior, el principal eje de inserción laboral
es su identidad obrera que ellos asocian a la consecución de unos derechos adquiridos
de la clase trabajadora y que dan acceso a un nivel de vida y de consumo normalizado.
318
Se trata de la norma de consumo obrero (concepto acuñado por Michel Aglietta), según la cual se
amplían las formas de consumo y los sistemas de seguridad social para amplios sectores sociales, a la vez que
mejoran las condiciones de trabajo en relación al pasado (aumento del salario real, reducción de jornadas, ampliación
de los servicios públicos y de los sistemas de protección social, etc.). Este modelo habría entrado en crisis en los
países occidentales en la actual etapa de reforma social neoliberal. Ver AGLIETTA, M., Regulación y crisis del
capitalismo, Siglo XXI, Madrid, 1974. Sobre la aplicación en España de la norma de consumo obrero, ver
ALONSO, L.E., “La producción social de la necesidad”, en la revista Economistas, Nº 18, Madrid, 1986; y ORTI,
A., “La estrategia de la oferta en la sociedad neocapitalista de consumo: génesis y praxis de la investigación
motivacional de la demanda”, en la revista Politica y Sociedad, Nº 16, Madrid, 1994.
311
(posición competitiva)
Entre los casos estudiados de personas con discapacidad esta posición está poco presente.
Ya hemos aludido a Mario (varon tetrapléjico de 29 años), partidario de que el criterio principal
de los buscadores de empleo con discapacidad debe ser el mismo que el de los demás parados:
ajustar su oferta de trabajo a la demandas existentes y, para ello, prepararse a fondo. Sin embargo,
tras cuatro años de múltiples intentos fallidos, Mario tuvo que recurrir a la cuota de reserva del
3% y así pudo lograr su primer empleo. En cuanto a Marisa (mujer de 48 años con deficiencia
motórica leve) siempre fue partidaria de acceder al empleo en condiciones de igualdad con el
resto de los trabajadores pero su caso no es generalizable debido a la levedad de su deficiencia
y a que no encontró barreras especiales para acceder enseguida a un puesto de trabajo cualificado.
319
Este doble eje asistencial-represivo representa una vuelta a la forma tradicional de abordar la
marginación: caridad para el “pobre apacible”, que acepta las normas establecidas, y represión para los “falsos
pobres” que se revelan contra su condición y pretenden vivir al margen de la ley. Ver CARASA, P., “Beneficencia
y control social en la España contemporánea”, en BERGALLI, R. y MARI, E., Historia ideológica del control
social, PPU, Barcelona, 1989, págs. 175-237.
320
Ver capítulo 14.
312
Esquema 9
PAPEL DE LA FAMILIA Y EL ESTADO
DESDE LA POSICIÓN COMPETITIVA
(Empresarios grandes y medianos de Barcelona)
El Estado tiene como función salir al paso de aquellos problemas y necesidades que
desbordan la acción de las familias y de las empresas. Por consiguiente, el Estado no debe
interferir en el terreno propio de las otras dos instituciones sino limitarse a su función social
subsidiaria. Esta función “subsidiaria” del Estado quiere decir que, en última instancia, esta
institución sobraría si las dos primeras funcionaran correctamente (de ahí que se hable de “Estado
mínimo”). En particular, no tiene sentido que el Estado promueva empresas ordinarias en
competencia con las empresas privadas a no ser que tengan una finalidad social específica. En
cuanto a la escasa inserción laboral de las personas con discapacidad, los empresarios señalan que
se trata de un problema social, más que laboral, por lo que reclaman y creen justificada la
intervención “protectora” subsidiaria de la administración pública:
“Yo creo que no es sólo un problema laboral sino un problema social, que atañe
a varios aspectos de la sociedad y que la administración debe intentar solucionar,
abriendo el abanico de mayor número de puestos de trabajo para dar entrada a
esas personas...” (GD3).
313
rentables para las empresas321; por otro lado, se alude también a la creación de empleos
protegidos en centros especiales y a las subvenciones y rebajas de la cuota de la Seguridad Social
para aquellos empresarios que contraten a personas con minusvalía en empleos ordinarios. Sin
embargo, la mayoría de los empresarios critica la imposición legal de una cuota de reserva del
2% para las empresas con más de 50 empleados fijos. Esta norma, si se planteara con rigidez (lo
que reconocen no ocurre), podría ir en contra del principal objetivo de las empresas, que es la
rentabilidad, lo que les parece una intolerable intromisión de la lógica social del Estado en la
lógica competitiva de la empresa privada. Para que la empresa coopere en la inserción laboral de
personas con discapacidad, “es mejor incentivar que obligar”:
321
En el grupo de discusión con pequeños y medianos empresarios de La Campiña se refieren con envidia
a las subvenciones y condiciones de contratación en los Centros Especiales de Empleo: “cada obrero les sale a mitad
de precio”.
314
10.5. Autoorganización solidaria de los colectivos marginados
(Posición emancipatoria)
En general, el supuesto del que parte esta posición es que precisamente la economía
capitalista de mercado es la principal generadora de desigualdad, explotación y exclusión laboral;
por consiguiente, la intervención para abordar estos problemas debe encaminarse a superar ese
modelo de organización económica. Entre otras implicaciones, este planteamiento supone, en
primer lugar, una critica de las instituciones “normales” de producción y consumo que hoy son
aceptadas por la mayoría de la población y de las instituciones sociales; o sea, defender esta
posición supone situarse incómodamente en los márgenes de la sociedad, de los discursos e
instituciones dominantes. En segundo lugar, la posición emancipatoria exige un gran esfuerzo de
imaginación para proponer alternativas viables en la línea de una economía social planteada con
criterios de igualdad y solidaridad en el nivel local pero también a escala estatal, europea y
mundial. En tercer lugar, la emancipación de los trabajadores exige su movilización personal
y colectiva, superando los esquemas jerárquicos, elitistas o profesionalistas que prevalecen en
las otras posiciones.
315
información y formación, servicios diversos y empleo a varios casos analizados; las fundaciones
y obras sociales (que proporcionan trabajo y un trato exquisito a Marcos, afectado con síndrome
de Down); las instituciones religiosas (soporte importante en las trayectorias de inserción de
Manuel y Carlos); empresas sin ánimo de lucro como el Proyecto Aura, etc. Estas instancias
representan formas de organización social heterogéneas entre sí pero que tienen en común
diferenciarse de la lógica competitiva del mercado capitalista. No obstante, mientras estas
propuestas se planteen como complementarias, e incluso reforzadoras322, de la lógica mercantil,
difícilmente pueden plantearse como emancipatorias; más bien, habrá que interpretarlas como
una mezcla o simbiosis especifica de las otras posiciones ideológicas.
De los casos investigados hay varios que aluden a la necesidad de tener una palabra
propia como colectivo. Mario (joven tetrapléjico) critica la estrategia asistencial de los
profesionales que atienden a las personas con discapacidad sin contar con ellos: “se trabaja
mucho para los disminuidos sin los disminuidos. El por qué no lo sé, quizá porque se trabaja con
ellos como una industria más” (Mario). La ultima expresión de esta cita (“como una industria
más”) es sintomática de una creciente mercantilización de los servicios de atención a las personas
con discapacidad, a costa de su implicación y participación en la resolución de los problemas que
les afectan.
La participación de los afectados se produce sobre todo a través de las redes asociativas
específicas del colectivo. Como veremos más adelante324, la vinculación a las asociaciones tiene
mucha importancia para algunas personas, en especial para los sordos partidarios del lenguaje
de signos y para un sector de afectados por discapacidades físicas, no sólo por los servicios que
ello reporta, sino por las posibilidades que proporciona de articular un proyecto colectivo de
transformación personal y social. Sin embargo, apenas hemos captado en todo el material
322
Para Jeremy RIFKIN, que ha popularizado la importancia del “tercer sector”, éste sería la clave de una
nueva era postmercado socialmente integrada. Tras hacer una crítica de la ideología del progreso y renunciar a la
igualdad de oportunidades (se asume como ineludible la dualización de la sociedad), la economía social del Tercer
Sector sería la “tercera pata”, junto al mercado capitalista y al sector público, para reconducir las contradicciones
sociales a las que esta conduciendo la tercera revolución industrial. Ver RIFKIN, J., El fin del trabajo, Paidós,
Barcelona, 1996.
323
Se refieren a una huelga del Metro de Barcelona ( abril de 1977) y a la manifestación del día 25 de di-
cho mes que transcurrió por la calle adyacente a la sala en que tuvo lugar el Grupo de Discusión Nº 1.
324
Ver capítulo 16.3.
316
analizado referencias a la conveniencia de vincularse con otros sectores sociales igualmente
discriminados o marginados de la sociedad, tal como ocurrió en algunas movilizciones de los
años setenta ela fase de transición del franquismo a la democracia325. La desvinculación de otros
movimientos sociales igualmente afectados por la lógica excluyente de las estructuras
económicas y políticas neoliberales, según la posición emancipatoria, conduciría a una resolución
parcelada del conflicto donde los otros afectados podrían llegar a verse competidores: “el que
más luche, es el que se va a llevar el gato al agua”. De ocurrir esto, la movilización podría dar
lugar a salidas de privilegio, como la que muchos critican en el caso de la ONCE, pero no
resolvería los problemas de fondo que afectan al conjunto de sectores marginados por el sistema
social. Tales salidas corresponderían más bien a un enfoque adscriptivo o competitivo de nuestro
cuadro teórico -según los rasgos que en concreto adopte- pero no a un planteamiento
emancipatorio, que implica vincular las reivindicaciones particulares con las generales.
El ámbito del empleo protegido abarca todas aquellas intervenciones -públicas o privadas,
puntuales o de carácter permanente- que restringen la competencia o introducen alguna ventaja
comparativa en la concurrencia laboral, ya sea en el acceso al empleo o en la promoción dentro
del mismo. En este sentido, una primera reflexión que se desprende de nuestro análisis es la
presencia casi generalizada del empleo protegido en las trayectorias de inserción laboral de las
personas con discapacidad. Éstas utilizan apoyos y mentores externos en la mayoría de los casos,
ya sea aprovechando los recursos e influencias de la propia familia, amigos, asociaciones, etc.
o bien utilizando las medidas protectoras establecidas por la administración pública. Si
restringimos el ámbito de la protección a los Centros Ocupacionales y Especiales de Empleo,
éstos representarían aproximadamente el 10% de las personas con discapacidad ocupadas326, pero
si lo entendemos en sentido amplio las intervenciones protectoras de la administración, las
asociaciones y la familia representan la pauta más frecuente de acceso al empleo de las personas
con discapacidad327.
En segundo lugar, los argumentos que se utilizan para entender y justificar la “protección
laboral” son muy diversos ya que responden a posiciones ideológicas diferentes y hasta
contrapuestas. Esto explica que el concepto de “protección” encierre una notable polisemia:
325
Es el caso de la Coordinadora de Grupos Marginados que se creó en Madrid en 1977.
326
Proporción obtenida a partir de los 55.124 ocupados en Centros Ocupacionales y Especiales de empleo
en 1996 por referencia a las 553.000 personas con ”discapacidad” que tenían empleo remunerado según la Encuesta
sobre Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías en 1986. Si la comparación se estableciera con las personas con
“minusvalía” captadas en aquella encuesta (145.792), la proporción ascendería al 38%.
327
En el capítulo 3 recogemos documentación respecto de las medidas de la administración (en especial,
las 458.000 declaraciones de Hacienda de 1992 que obtuvieron deducciones por minusvalía) y en el capítulo 16
respecto a las asociaciones. En cuanto a las familias, ya hemos aludido a que casi la mitad de los parados con
minusvalía oficial registrados en el INEM en 1996 habían accedido a su último empleo gracias a las “relaciones
personales y familiares”.
317
• para la posición integrada, es una medida temporal de apoyo que persigue promover al
sujeto a un estatus de igualdad con los restantes trabajadores, estatus al que tiene derecho
y al que puede acceder con las ayudas necesarias;
• la posición competitiva defiende la libre concurrencia entre la oferta y la demanda como
el mejor antídoto contra los desequilibrios laborales, aceptando sólo aquellas medidas de
restricción de la competencia que sean imprescindibles y funcionales para el propio
desenvolvimiento del mercado competitivo;
• por último, la posición emancipatoria entiende la “protección”328 como un proceso de
organización personal y colectiva de los sectores marginados, implicando esto una crítica
de las instituciones normales de producción y consumo, así como la búsqueda de
alternativas en la línea de la economía social.
En una dirección contraria, la posición competitiva entiende que las políticas proteccionis-
tas de la mano de obra contribuyen a frenar la iniciativa de los agentes económicos -empresarios
y asalariados- al impedirles encontrar el punto de equilibrio que más beneficie a ambos. Para esta
posición, dominante entre los grandes y medianos empresarios pero poco presente entre las
personas con discapacidad o los familiares de éstos, las medidas protectoras deben ser las menos
posibles y, en lugar de buscar la promoción normalizada de los sujetos afectados, su objetivo se
orienta a remover los obstáculos que podrían cuestionar el funcionamiento del libre mercado;
entre estos obstáculos, se alude a los prejuicios empresariales ante determinados colectivos, como
los portadores de una minusvalía manifiesta, o las decisiones que quebrantan la igualdad de
oportunidades, pero también se quiere evitar un exceso de “marginados sociales” que podría
llegar a ser disfuncional para el conjunto del sistema económico y político.
La influencia que tienen las medidas “protectoras” en los casos estudiados en la presente
investigación es sin duda importante, pero sus efectos concretos de inclusión-exclusión varían
en función de las condiciones y contextos particulares de los sujetos y de cuál sea la estrategia
328
Este concepto resulta poco adecuado para describir la forma que tiene esta posición de hacer frente a
la competitividad laboral.
318
o estrategias de inserción desplegadas en cada caso. Así, podemos distinguir hasta cinco efectos
diferenciados:
d) Efecto campana de cristal: podemos aplicar esta metáfora a aquellos casos (como
Miguel) que buscan expresamente empresas específicas para personas con discapacidad,
al abrigo de la competencia, aun siendo capaces de trabajar en empresas ordinarias,
porque de ese modo se encuentran más seguros. El coste de este planteamiento es la
renuncia del sujeto a ser autónomo y, por consiguiente, la dependencia indefinida de las
instituciones protectoras. Desde nuestro esquema teórico, ésta sería una forma de
inserción en la exclusión.
e) Efecto encierro: son los casos en que se obliga o induce a las personas con discapacidad
a aceptar determinados trabajos en contra de su voluntad, ya sea en la economía familiar
(como Carlos, obligado por su padre a trabajar en el campo, o Raúl para quien sus
familiares abrieron un pequeño negocio que fracasó al poco tiempo) o en Centros
Especiales de Empleo (como Ricardo o los hijos sordos de Mónica, que vivieron como
una liberación el paso a empleos ordinarios, aún cuando estos fueran temporales). Son
casos en los que la protección tiene un efecto contrario de lo que pretende al encerrar al
sujeto en un marco de sobreprotección que limita sus expectativas y eventuales
posibilidades de promoción laboral autónoma (como demuestran algunos de los casos
citados).
f) Efecto suplencia: se recurre a fórmulas protegidas como mal menor, a fin de evitar
situaciones peores, como quedar encerrado en la casa paterna (caso de Carolina que
acude a un Centro Ocupacional) o eludir el paro de larga duración (Marta, César, etc.,
que recurren a iniciativas promovidas por las asociaciones o la administración, etc.). En
estos casos las condiciones de trabajo en las que se mueve la protección laboral se
considera insatisfactoria pero se acepta con la expectativa de acceder a largo plazo a un
empleo normalizado. No obstante, la dificultad de acceder al mercado ordinario (como
les ocurre a Carolina y Marta) puede inducirles a permanecer indefinidamente en
fórmulas protegidas, con la consiguiente insatisfacción personal. Evidentemente, se trata
también de formas de inserción en la exclusión.
g) Efecto promoción: se da en aquellos casos en que la medida protectora da paso a una
mejora de las condiciones laborales del sujeto y al afianzamiento de sus posibilidades de
acceso y promoción en el mercado de trabajo. Dependiendo de las condiciones de cada
persona, este efecto puede tener lugar en muchas formas de trabajo, desde obtener una
plaza en un Centro Ocupacional (por ejemplo para un retrasado mental profundo, que
muy difícilmente podría acceder al ritmo laboral del mercado de trabajo abierto) hasta el
acceso a un puesto cualificado gracias a la cuota de reserva del 2% (como el caso de
Mario), y todas las gamas laborales intermedias (empleo con apoyo de Marcos, Centro
Especial de Empleo de Raquel con perspectivas de acceder próximamente al mercado
ordinario, bonificaciones en las cuotas a la Seguridad Social de Manuel, etc.). En todos
estos casos, se trata de fórmulas protectoras que favorecen la inclusión laboral de los
afectados y, en esa medida, contribuyen eficazmente a su realización personal.
h) Efecto privilegio: se produce cuando la medida protectora proporciona al sujeto unas
ventajas comparativas en relación a los trabajadores del entorno, no sólo porque se elude
la competencia laboral sino porque las condiciones de trabajo (estabilidad, ingresos,
prestaciones sociales, etc.) se sitúan por encima de la pauta que es habitual entre los
empleados de su mismo nivel de cualificación. Esto ocurre en el caso de los empleados
del cupón de la ONCE y también en algunos Centros Especiales de Empleo asociados a
fundaciones o empresas con muchos recursos (como la Compañía Telefónica o algunas
Cajas de Ahorros). En nuestro trabajo de campo nos encontramos con el caso de Cecilio,
319
vendedor del cupón desde hace más de veinte años: entre la pensión contributiva que
recibe y los ingresos de la ONCE ha podido acceder a un nivel de vida superior a la media
de su entorno y sin duda más ventajoso del que correspondería a un obrero no cualificado
(posición que tenía antes de sobrevenirle la ceguera). Desde el punto de vista ideológico,
el modelo de protección en este caso es mixto y contiene elementos de las cuatro
posiciones recogidas en nuestro cuadro teórico: históricamente la venta de los primeros
cupones de ciegos a principios de siglo fue una clara conquista del colectivo que buscaba
así obtener un medio para resolver su marginación laboral (posición emancipatoria);
durante el franquismo y después al llegar el régimen democrático la Organización ha
buscado y conseguido el respaldo de la administración pública planteando la venta del
cupón en régimen de monopolio como una forma de discriminación positiva hacia un
colectivo especialmente desfavorecido por su discapacidad (posición integrada); sin
embargo, la forma de lograr esto último se acomoda poco a los planteamientos
normalizadores de dicha posición, ya que no facilita la promoción laboral de esas
personas y los repliega a un nicho laboral sólo para ciegos con el estigma social
consiguiente (lo que corresponde a una posición adscriptiva); por último, la competencia
entre los vendedores del cupón y los que venden otros juegos de azar (la lotería nacional,
la primitiva, las quinielas, etc.) así como la opción de la Organización a nivel central de
invertir una parte del ahorro en la constitución de un holding empresarial privado, como
alternativa al estancamiento del sector del juego (que no se ha producido) o para hacer
frente a una eventual anulación del monopolio, son rasgos característicos de la posición
competitiva.
Para terminar este apartado, nos vamos a referir a las dos fórmulas convencionales de
empleo protegido, los Centros Ocupacionales y los Centros Especiales de Empleo, a los que
acuden mayoritariamente personas con discapacidad psíquica329. Ambos tipos de centros han
duplicado su número de plazas en la última década, lo que indica una utilización cada vez mayor
de estas vías de inserción laboral. Por otra parte, según las informaciones a las que ya hemos
hecho referencia, la movilidad desde los Centros Ocupacionales a los Especiales de Empleo y
desde éstos al mercado ordinario es muy pequeña, lo que supone un alto grado de cronificación
de los ocupados en unas formas excepcionales de trabajo con escasa remuneración, pocas
posibilidades de promoción profesional (prácticamente todos mantienen indefinidamente la
categoría de peones) y socialmente estigmatizadas por su adscripción a un colectivo de personas
“infradotadas”. La tendencia a la cronificación de los usuarios contraviene, en principio, el
enfoque normalizador con que tales Centros fueron creados, si bien la legislación correspondiente
contiene una notable ambivalencia en este punto330.
329
Aunque el rendimiento intelectual no es el único indicador de la destreza laboral, de las informaciones
disponibles se desprende que en los Centros Especiales de Empleo predominan los usuarios con retraso mental leve
o ligero (Coeficiente Intelectual entre 50 y 70 puntos) seguidos a notable distancia por los que tienen retraso mental
medio o moderado (C.I. entre 35 y 49 puntos); en cambio, en los Centros Ocupacionales prevalecen los que tienen
retraso mental medio, seguidos por los que lo tienen leve o ligero. Con retraso mental severo o profundo (C.I.
inferior a 35 puntos) sólo hay un sector menor en los Centros Ocupacionales.
330
Los decretos que regulan los Centros Especiales de Empleo y los Centros Ocupacionales (2273 y 2274
respectivamente, del mismo día 4 de diciembre de 1985) plantean que tales Centros se orientan a “facilitar su
posterior integración laboral en el mercado ordinario de trabajo” (Decreto de Centros Especiales de Empleo, art. 6º)
y al “desarrollo personal de los minusválidos en orden a lograr la superación de los obstáculos que la minusvalía les
supone” (Decreto de Centros Ocupacionales, art. 2º). Sin embargo, el articulado posterior de ambos decretos, que
determina la forma de gestión de los Centros, el contenido de la relación ocupacional y los motivos de su extinción,
no alude en ningún momento al objetivo inicialmente planteado de acceder al empleo normalizado (método para
lograrlo, grado de eficiencia o capacidad de autonomía a partir de la cual se debería dar el paso a empleos ordinarios,
320
A partir del trabajo de campo realizado, se puede observar que, tal como ocurre en otros
asuntos, la orientación de los Centros Ocupacionales y Especiales de Empleo puede variar
sustancialmente según cuál sea la posición ideológica de los agentes intervinientes (no sólo los
afectados, sino sus padres, los educadores y los gestores y empresarios de los Centros), tal como
recogemos en el Cuadro 24.
Cuadro 24
DIVERSOS ESCENARIOS DE LOS CENTROS DE TRABAJO PROTEGIDOS
SEGÚN LA POSICIÓN IDEOLÓGICA DE LOS ACTORES
Escenario B Escenario C
(Posición integrada) (Posición competitiva)
P Las discapacidades son modificables con los P Las discapacidades son características de las
recursos y apoyos técnicos necesarios. que hay que aprender a extraer las máximas
P Los Centros especiales deben tener carácter ventajas comparativas.
tem-poral, como etapa de promoción al trabajo P Los Centros especiales y los empleos ordinarios
normalizado. son dos vías con las que el sujeto puede negociar.
Escenario A Escenario D
(Posición adscriptiva) (Posición emancipatoria)
P Las discapacidades son inmodificables por lo P Las discapacidades reflejan una relación inade-
que estos sujetos requieren una protección especí- cuada entre el sujeto y el contexto social.
fica. P La solución no esta en preparar para el empleo
P Los Centros especiales deben tener carácter per- ordinario sino en transformar éste y darle una
manente. orientación diferente.
etc.).
321
relación (+)rendimiento/(-)costes obtenga el punto de equilibrio que más beneficie a empresarios
y trabajadores.
En otros casos, como Raquel (joven con retraso mental ligero), la influencia de los
agentes del entorno son más convergentes y el resultado buscado y esperado es la promoción del
sujeto al empleo ordinario después de pasar por el Centro Ocupacional y el Centro Especial de
Empleo. En este caso ha prevalecido el escenario B (posición integrada).
Dada la complejidad de cada caso, resulta difícil hacer una valoración de cuáles son las
tendencias que prevalecen actualmente en los Centros Ocupacionales y Especiales de Empleo,
lo que exigiría además una investigación “ad hoc”. Como hipótesis, basada en la documentación
limitada de que disponemos, se podría plantear que la orientación integrada, que parecía
prevalecer hace algunos años, encuentra graves dificultades de aplicación y tiende a ser
reconducida hacia posiciones adscriptivas y competitivas. Las dificultades a las que aludimos
tienen que ver con un clima laboral cada vez más competitivo, reforzado por una tasa de paro
superior al 20%, que dificultad la incorporación laboral de los candidatos con menor rendimiento
y, a la vez, incrementa el pesimismo de las familias en relación a las posibilidades de promoción
de sus hijos en el mercado ordinario.
322
11. EL TRABAJO DOMÉSTICO
Entre las personas con discapacidad las diferencias de género que venimos apuntando se
amplían notablemente. Como hemos recogido en el capítulo 3, el 60,7 de las situadas en edad
laboral tienen como vía de realización principal el trabajo doméstico en el seno de la propia
familia y sólo el 10,6% desempeña trabajos remunerados (datos de la EDDM-86).
331
Según este estudio el promedio de tiempo dedicado por hombres y mujeres a las tareas domésticas se
redujo en ese período un 14%, sin duda debido a la introducción de aparatos electrodomésticos. Pero mientras las
mujeres redujeron su promedio diario de 4 horas 30 minutos en los años sesenta a 3 horas 30 minutos en los
ochenta, los varones lo incrementaron de 45 minutos a 60. GERSHUNY, J. y ROBINSON, J.P., “The household
division of labour. Multinational comparisons of change”, en O’CONGHAILE, W. y KÖHLER, E. (Ed.), The
changing use of time, European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions, Dublín, 1991,
págs. 168-169.
332
Elaboración de Colectivo IOÉ a partir de la Encuesta del CIRES sobre usos del tiempo aplicada en
febrero de 1991. Base de datos: 576 varones y 624 mujeres.
333
Datos de la Encuesta de Población Activa correspondiente al cuarto trimestre de 1996.
334
Como señala María Ángeles Durán, todos los estudios coinciden en señalar el carácter rutinario y
monótono del trabajo doméstico, lo que unido a las muchas horas que se dedican a él terminan por convertirlo en
una “jornada interminable” en condiciones que no se aceptarían en cualquier tipo de relación laboral. Ver DURÁN,
M. A., De puertas adentro, Instituto de la Mujer, Madrid, 1988.
335
Ver COLECTIVO IOÉ, El servicio doméstico en España. Entre el trabajo invisible y la economía su-
mergida, J.O.C.E., Madrid, 1990.
323
La reducción habitual del concepto “trabajo” al de “empleo” (trabajo remunerado) implica
que sólo quienes poseen (o aspiran a poseer) un empleo convencional (dedicación de tiempo
importante y remuneración) han de ser considerados trabajadores. Las amas de casa, a pesar de
desarrollar una actividad importante por la cantidad de tareas realizadas y por el tiempo diario
que le dedican, no son consideradas trabajadoras desde los parámetros oficiales; de ahí que sean
clasificadas dentro de la población económicamente inactiva y el trabajo doméstico se convierta
en una actividad casi “invisible” para la opinión pública, además de poco valorada336. Sin
embargo, la Organización Internacional del Trabajo considera trabajo todo esfuerzo físico o
mental aplicado intencionalmente a producir bienes y servicios. Esta definición amplía la realidad
social del trabajo, tal como es considerado habitualmente, y en él se incluye también el trabajo
doméstico. Desde el punto de vista de su función económica, se trata de una actividad que forma
parte de la llamada economía no-monetaria337, pero sus efectos inciden directamente en el
mercado capitalista y contribuyen al sostenimiento tanto del grupo familiar como de la economía
oficial (monetaria), sectores ambos con los que está en permanente interacción.
Las mujeres con frecuencia no pueden eludir el dedicarse a las tareas domésticas, lo que
evidencia que existe una adscripción estructural de género a dicho trabajo y que no se trata de una
libre elección, aunque la situación presente variaciones importantes en función del estatus
socioeconómico de las hogares. En concreto, podemos distinguir en general tres situaciones:
• Estratos sociales bajos: debido a que los varones suelen acceder a trabajos manuales
repetitivos, subordinados y basados en el esfuerzo físico, las mujeres “amas de casa” de
esta posición social encuentran algunas ventajas comparativas, dado que en el hogar
cuentan con mejores condiciones, mayor autonomía y menores riesgos (siempre y cuando
no tengan que trabajar también fuera de casa, a veces incluso como empleadas domésticas
de otros hogares).
• Estratos medios: los varones no realizan trabajos de gran esfuerzo físico y suelen
disponer de buenas condiciones laborales; en cambio, las mujeres cualificadas para las
tareas que desarrollan los varones se encuentran mayoritariamente adscritas al trabajo de
ama de casa y, si trabajan también fuera, se enfrentan al problema de la doble jornada.
• Estratos sociales elevados: en este caso se presentan la mayores contradicciones. En el
modelo tradicional, mientras los varones se dedicaban a tareas de gestión o alta
336
A esto contribuyen los análisis teóricos que consideran al grupo familiar como mera unidad de consumo,
ignorando el conjunto de actividades desarrolladas en su interior, que contribuyen tanto a la producción económica
como a la reproducción social.
337
Sobre los tipos de economías, ver CAPECHI, V. y PESCE, A., “Si la diversidad es un valor”, en Debats,
Nº 10, 1984, págs. 24-49.
324
cualificación profesional en “el mundo de los negocios”, las mujeres sólo compartían el
control sobre el patrimonio familiar y, sin embargo, en bastantes casos se mantenían
adscritas como responsables de las tareas domésticas (la contratación de servicio
doméstico externo liberaba a estas mujeres de algunas tareas más duras pero no de la
gestión general del hogar que implicaba en muchos casos notable dedicación). En el
modelo más reciente, por el contrario, las mujeres de las familias burguesas tienden a
adquirir una alta cualificación profesional y a desarrollar carreras profesionales
competitivas emulando los roles tradicionales del varón338
..//..
338
Ver GARCÍA DE LEÓN, M. A., Élites discriminadas (sobre el poder de las mujeres), Anthropos, Bar-
celona, 1994. Esta autora no se cuestiona el poder de las élites económicas sino que se excluya de ellas a las mujeres;
por eso, considera positivo el que las mujeres avancen hacia el modelo masculino de realización: “Los dominadores
(hombres) quedan contaminados por los dominados (mujeres), o también podría decirse que pierden el monopolio
de sus, hasta ahora, exclusivos espacios sociales (el trabajo, la política, las finanzas, etc.) y de sus correlativos rasgos
psico-sociales (agresividad, competencia, etc.)” (pág. 156).
325
Cuadro 25
INSERCIÓN LABORAL DE LAS MUJERES:
ENTRE EL TRABAJO DOMÉSTICO Y EL EMPLEO REMUNERADO
11.2. Ser “ama de casa” como realización total de la mujer (posición adscriptiva)
En este caso, los papeles de esposa, madre y cuidadora de familiares ancianos, junto con
la atención a la casa, llenan todo el tiempo de la mujer: es la profesión del ama de casa. Como
veremos en el capítulo 9, dedicado a la familia, este modelo de realización es resultado de un
prolongado proceso histórico que asignó al género femenino el espacio privado del hogar y al
masculino el espacio del trabajo extradoméstico y las relaciones públicas. Las mujeres que en la
actualidad se identifican con tal modelo no buscan trabajo fuera del hogar porque ésa es tarea del
“hombre de la casa”; ellas, más bien, construyen su identidad como cuidadoras de los demás
miembros del hogar (y a veces de otros parientes de la familia extensa). Evidentemente, aunque
todavía existe un notable sector de madres de familia ubicadas en esta posición339, cada vez son
más las mujeres que valoran negativamente la tradicional división sexual del trabajo, como una
posición de subordinación al varón poco adecuada a la igualdad de derechos entre ambos sexos.
Con todo, se trata de un modelo que, en sus líneas básicas, sigue teniendo implantación tanto en
sectores de estatus medio y alto de edad avanzada como entre mujeres más jóvenes de menor
estatus socioeconómico que ven en el trabajo del hogar un refugio contra la creciente
precarización de las condiciones laborales.
339
Según una encuesta de ámbito estatal aplicada en 1996 por Colectivo IOÉ a mujeres con responsabi-
lidades domésticas entre 18 y 65 años, el 49% eran madres de familia con dedicación exclusiva al hogar de las
cuales aproximadamente la mitad no deseaba trabajar fuera de casa mientras la otra mitad sí le gustaría.
COLECTIVO IOÉ, Tiempo social contra reloj, o.c., págs. 163-65.
326
En las trayectorias analizadas de personas con discapacidad, este modelo corresponde al
caso de Casilda, hija de aparceros agrarios que vivió en el campo hasta su temprano casamiento
a los 19 años con un emigrante en el centro de Europa con el que se trasladó a vivir. Después de
criar a los hijos, cuando éstos se independizan del hogar, la madre desearía ponerse a trabajar
para ayudarles a establecerse, pero la falta de cualificación y de relaciones sociales (al haber
estado encerrada en casa), así como la poca confianza que tanto ella como sus familiares tienen
de que pueda conseguir un empleo, se convierten en obstáculos insalvables para la nueva
inserción laboral (“ella dirá lo que quiera, pero...”). Por otro lado, la osteoporosis que padece
desde hace más de 15 años le obliga a permanecer en cama en momentos de crisis agudas, lo que
le resta capacidad de trabajo (“si limpio la cocina, al día siguiente estoy fatal”). En esos
momentos será la hija pequeña, única mujer de una descendencia numerosa, la que ocupe su
lugar, siguiendo el modelo rural tradicional de procedencia (lo que nos indica su vigencia en
ciertos sectores).
“La minusvalía, ¿quién la tiene?, ¿el marido, los hijos o la mujer?. Si es la madre,
ella es la que tiene que beneficiarse. Entonces, ¡qué no le toquen la pensión”
(GD10).
Cuando además del ama de casa hay en el hogar algún otro pariente afectado por
deficiencias, ya sea el marido o los hijos, la propia discapacidad del ama de casa se minimiza.
Esta situación la encontramos en varios casos analizados:
- “Qué quiere que le diga, yo, viendo el problema que tiene mi hija, lo mío no me
parece tan grave” (Rosa).
- “Cuando mis hijos se fueron quedando sordos, se nos vino el mundo abajo... Lo
mío ya lo dejamos de tratar” (Mónica).
Si se trata de un hijo con discapacidad congénita, las madres situadas en una posición
adscriptiva tienden a padecer un cierto sentimiento de culpa, al considerar que ellas (su propia
discapacidad o los descuidos y faltas que han tenido en el embarazo, etc.) pueden ser la causa de
340
Este conflicto se resuelve a veces trabajando en la economía sumergida ya que así se elude tener que
declarar a Hacienda.
327
la discapacidad del hijo. Entonces, la capacidad materna de generar vida se piensa como
“mortífera”, haciendo blanco en lo más preciado: el hijo. Paralelamente, se pone en duda su
propia capacidad para ser madre o se remite a alguna mala actuación realizada en el pasado
(aunque sea desconocida). En el caso de Mónica, afectada de una sordera parcial, los dos
primeros hijos se fueron quedando sordos durante los primeros años de vida, lo que le produjo
gran sufrimiento y la angustia de que ella podía haber influido en el trastorno de los hijos, hasta
que un médico la tranquilizó al establecer que la afección no era hereditaria. Por su parte, Casilda
había iniciado el proceso de osteoporosis antes de casarse y los síntomas se le reavivaron
coincidiendo con el nacimiento de la última hija; cuando ésta cumplió 15 años y comenzó a
presentar los mismos síntomas que la madre, aparecieron en ésta sentimientos de culpa por haber
podido transmitirle su deficiencia: “como yo tenía falta de calcio, a lo mejor la chiquilla también
lo ha podido sacar ella, porque se queja muchísimo de la columna” (Casilda).
En cuanto a las prestaciones sociales relacionadas con las tareas del hogar (la “ayuda a
domicilio” que se proporciona a veces a personas con discapacidad con pocos recursos), las
mujeres reunidas en La Campiña consideran que están fuera de toda realidad: hay veces que el
servicio municipal de “ayuda a domicilio” cuesta más caro que la pensión no contributiva que
reciben; en otros casos, se imponen horarios inadecuados o se limitan rígidamente las tareas a
realizar, etc. En consecuencia, llegan a la conclusión de que resulta más económico y flexible
contratar privadamente por horas a una empleada de hogar, aunque sea de modo irregular (como
de hecho ocurre habitualmente).
341
Para esta orientación, vivir con otras personas (en pareja o como encargada de atender a otros parientes)
representa una dedicación extra de tiempo doméstico que se percibe como limitación del objetivo principal y, por
tanto, como situación a evitar. En particular, se ha detectado en varios estudios cómo la entrada de mujeres en los
segmentos altos de ciertos sectores productivos suele producir el efecto de soltería masiva entre las pioneras, es
decir, la realización profesional tiene lugar a costa de renunciar a la maternidad. En palabras de Annette Langevin,
al estudiar a las profesoras, se trata de mujeres que “consagran su soledad a la práctica intelectual”. Ver
LANGEVIN, A., “Trayectorias femeninas en la enseñanza superior”, en SANZ RUEDA, C. (Coord.), Invisibilidad
y presencia. Género y trayectoria profesional del profesorado universitario, Instituto de Investigaciones Feministas,
328
tanto en su componente de realización vocacional (desarrollo de un proyecto gratificante) como
porque procura los recursos necesarios para tener autonomía económica; en cambio, al trabajo
doméstico, aunque sea socialmente necesario, no tiene valor y es percibido como una carga (a
evitar o desplazar en la medida de lo posible). Este modelo de realización femenina es el
contrapunto total de la posición adscriptiva y no acepta las soluciones intermedias que plantean,
como veremos, las posiciones integrada y emancipatoria.
Las mujeres con discapacidad situadas en esta posición competitiva suelen adoptar una
actitud denegatoria de las limitaciones funcionales que acompañan a la deficiencia La buena
formación, la tenacidad personal, el deseo de mostrar a los demás las propias capacidades, se
contraponen al victimismo de la cultura de la invalidez. La menor eficiencia en algunos aspectos
se compensa con la maximización de las propias cualidades (“luchar con las armas que tengas”).
En suma, tal como lo expresa una de las mujeres entrevistadas, “a mí nadie me compadece de
nada” (Marisa). Precisamente esta mujer, con discapacidad motórica leve, con estudios
superiores y proveniente de una familia urbana acomodada es la que mejor representa la vivencia
de madre de familia desde una posición competitiva. Antes de casarse a una edad relativamente
avanzada, se había asentado profesionalmente y se encontraba a gusto viviendo sola (familia
unipersonal). Pero, en contra de lo esperado (“ya me veía como solterona”), contrajo matrimonio
con un alto ejecutivo y tuvo un hijo. Estos últimos sucesos imprevistos introducen variaciones
en su modelo de realización, con consecuencias importantes:
“La cosa del casamiento no entraba en mis planes, por muchas razones: porque
yo vivía comodísima, bueno, yo podía conocer, entrar, salir, tener mis historias,
pero a mí que se me metiese alguien en casa era algo que me daba hasta miedo,
como meterme en un berenjenal” (Marisa).
Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 1995, págs. 291-309. En el caso español, en 1967 todas las mujeres
catedráticas de universidad eran solteras y en 1990 casi una de cada tres profesoras universitarias también lo era.
Ver ALMARCHA, A. y GONZÁLEZ, C., “Mujeres y docencia en la Universidad”, ibídem, págs. 125-136.
329
competitivo. Aparece así un perfil de itinerario profesional discontinuo342 en el que puede llegar
a considerarse la oportunidad de acceder a una pensión de invalidez, modificando la actitud
denegativa de la discapacidad, que había sido una de las claves de su carrera profesional.
Un sector considerable de mujeres españolas, sobre todo en las llamadas clases medias,
se encuentra alejado tanto del modelo tradicional (la “mujer de su casa”) como del contrario (las
“volcadas en su profesion”) y adopta, más bien, posiciones intermedias que articulan de diversas
maneras la doble jornada laboral (trabajo doméstico y empleo remunerado). Como se recoge en
el Cuadro 25, encontramos entonces dos situaciones diversas que se corresponden tanto con la
posición ideológica como con las posibilidades materiales de realización (sectores con más o
menos recursos):
Una parte de estas mujeres alejadas de ambos extremos muestra un perfil-tipo que
corresponde a las nacidas en las décadas de los 40' y 50', en ámbitos urbanos y rurales
poco acomodados, con escasa cualificación profesional y corta experiencia laboral
extradoméstica en su etapa de solteras. Una vez casadas y con hijos, las que tenían
empleo lo abandonan y en casos más bien excepcionales (que están aumentando en los
últimos años) lo simultanean a tiempo parcial a fin de dedicarse primordialmente a las
tareas domésticas. En la mayoría de los casos, estas mujeres sólo piensan en buscar
empleo cuando los hijos se hacen mayores y/o la situación familiar lo requiere por
necesidad de aportar recursos extraordinarios debido al paro del marido o bien para pagar
la casa, el coche, operaciones médicas costosas, etc.: “nos hacía falta dinero y me hundía
dentro de casa” (Mónica). A medida que la función de ama de casa va quedando vacía
de tareas, pueden despertarse también otras preocupaciones como relacionarse,
promocionarse, complementar la renta familiar, etc. El resultado de todo ello es la
búsqueda de alguna forma de inserción laboral que responda a esas aspiraciones. En la
práctica, sin embargo, los empleos que encuentran son precarios, con frecuencia en el
servicio doméstico, la limpieza o la hostelería, es decir, en aquellos trabajos que son
equivalentes a los que realiza en su propio hogar. Además, estos empleos se llevan a cabo
en condiciones bastante precarias, con bajos salarios y frecuentemente sin contrato ni
Seguridad social (economía sumergida).
342
Las categorías de itinerario profesional continuo y discontinuo, junto a la de inactividad profesional,
referidas a las trayectorias laborales de mujeres, han sido elaboradas por F. Battagliola y otras. Aquí se utilizan como
expresión gráfica. Ver BATTAGLIOLA, F., BERTAUX-WIAME, I., FERRAND, M. e IMBERT, F.:”Dire sa vie.
Entre travail et famile”, en BOUCHAYER, F. (Coord.), Trajectoires sociales et inégalités. Recherches sur les
conditions de vie, MIRE/INSEE, Érès, Toulouse, 1994, págs. 327-359.
330
ésta se reintegre cuanto antes a su verdadero espacio de trabajo: el hogar. Por otra parte,
los demás miembros de la familia tampoco suelen cambiar de actitud ante el trabajo
doméstico de la casa por el hecho de que la mujer salga de casa a trabajar, ni siquiera en
los casos en que la discapacidad de la esposa-madre debería urgir a la colaboración del
resto de los parientes:
“Según las casas se coopera más o menos; aquí no es donde más cooperan,
porque al ser todos varones... (risas). Yo quise implantar el cambio pero no me
lo han aceptado. Como han visto que la cosa (esclerosis múltiple de la madre) no
iba tan deprisa, hacen la vista gorda. (...) No se lo acaban de creer; como si la
discapacidad fuera un problema que a mí no me afectara” (Marta).
Una segunda posición de tipo intermedio, que se encuentra con más frecuencia en las
clases intermedias, realiza una articulación de complementariedad entre la inserción
como trabajadora dentro y fuera del hogar. En estos casos las circunstancias de cada
331
mujer pueden ser muy diversas. Algunas, por ejemplo, se ven impelidas ‘por necesidad’
a reconstruir una identidad en la que juega un papel importante la inserción laboral en el
mercado externo, ya sea por una contingencia personal (separación matrimonial, hogar
monoparental, etc.) o familiar (quebranto económico grave, paro del marido, etc.). En
tales casos, las mujeres pueden verse impelidas a tomar decisiones que tienen por efecto
transformar su forma de inserción en la sociedad: “tuve que decidirme, ponerme a trabajar
fuera para salir adelante”.
Otras mujeres se plantean cambiar de modelo de vida “por decisión propia” pero sin
renunciar a ninguno de los dos ámbitos de realización (la casa y el trabajo exterior). Si
no se pueda contar con ayuda para las tareas del hogar, se planteará con toda crudeza para
la mujer el conflicto de la doble jornada y se reclamará la colaboración de los otros
miembros del hogar; si el nivel de renta familiar lo permite, derivarán parcialmente el
trabajo más pesado al servicio doméstico (habitualmente otra mujer con menores
recursos). No obstante, la responsabilidad general del hogar seguirá recayendo en último
término sobre la mujer.
11.5. Balance
En primer lugar, hay que destacar que la inserción laboral por la vía del trabajo
doméstico es casi exclusivamente femenina. Existen algunos casos de varones con discapacidad
que realizan las tareas propias del hogar pero, salvo casos excepcionales, ello se sigue
considerando algo extraordinario y/o provisional (por ejemplo, en episodios en los que el marido
se encuentra en paro y la mujer trabaja fuera de casa, como le pasó a Carlos).
Según la EDDM-86 seis de cada diez mujeres con discapacidad tienen como principal vía
de inserción social en la vida adulta el trabajo doméstico, ya sea en el hogar de sus padres si
permanecen solteras, o en el propio hogar si se han casado. En este sentido, si bien la tasa de
ocupación de las mujeres en empleos remunerados sigue siendo baja en España (26% en 1996,
24% en 1986), lo es mucho menos para las mujeres con discapacidad (10,6% en 1986). Se podría
pensar que la presencia de deficiencias funcionales tendría como efecto limitar en mayor o menor
grado el rendimiento personal, pero mientras que aparecen casi siempre como un límite para la
inserción en el mercado ordinario no excluyen casi nunca de realizar las tareas domésticas. Estas
barreras para acceder al mercado de trabajo, como era de esperar, aumentan o disminuyen
dependiendo del estatus socioeconómico y la cualificación profesional de las mujeres. Así
332
mismo, influye de manera decisiva la coyuntura económica y las posibilidades de empleo del
enclave en que se vive (el espacio-tiempo generacional de nuestro cuadro teórico). Por otra parte,
la mayoría de las mujeres que consiguen un empleo remunerado tienen que conjugarlo con las
tareas domésticas, lo que da lugar a una variada gama de trayectorias.
En el polo inicial se sitúan las mujeres “amas de casa” sin empleo extradoméstico, que
parece ser el sector más numeroso entre las personas con discapacidad. Desconocemos la
distribución interna de este grupo pero es muy probable que, junto a un núcleo inscrito en las
coordenadas y estrategias adscriptivas que se puede encontrar relativamente satisfecho en esa
situación, haya otras muchas mujeres (sobre todo las cohortes de edad más jóvenes y
cualificadas) que vivan el trabajo doméstico como una obligación forzada por las circunstancias
y por la dificultad que presenta para ellas acceder al mercado de trabajo remunerado.
Evidentemente para estas últimas el trabajo doméstico sería una forma de inserción en la
exclusión ya que no pueden desarrollar sus expectativas de realización en el exterior.
En el otro polo se sitúa una minoría de mujeres (probablemente “casos contados” entre
quienes padecen discapacidad) que han desarrollado una carrera profesional en el mercado
competitivo hasta el punto de hacerla prácticamente incompatible con las tareas de hogar,
incluida la maternidad. Como hemos visto en alguno de los casos estudiados, esta forma de
realización femenina implica importantes costes y renuncias para la mujer, sobre todo si, como
parece habitual, no logran superar el modelo competitivo-agresivo que tradicionalmente se
asignaba al varón. Aparte la necesidad de disponer de notables aptitudes y recursos personales,
dicho modelo se corresponde con la estrategia competitiva pero no encaja bien con las otras
orientaciones ideológicas.
333
Esquema 10
ESTRATEGIAS DE INSERCIÓN SOCIAL Y RELACIONES DE PAREJA
EN LAS MADRES DE FAMILIA CON “DOBLE JORNADA” DE TRABAJO
(El espacio tramado representa el tiempo de trabajo)
Estrategias
A B C D
Adscripti- Integrada Competitiva Emancipatoria
va
Tiempo
de trabajo
doméstico
Tiempo de
empleo
remunerado
º
º
Incidencia
En una posición intermedia se sitúan las mujeres que desarrollan los dos tipos de actividad
en fases sucesivas: empleadas mientras no tienen hijos, se dedican después al hogar y la crianza
de los hijos, para volver finalmente, en la etapa de “nido vacío”, al empleo remunerado. Este tipo
de trayectoria, que parece estar más presente entre las mujeres con una estrategia “integrada” y
no cuestiona la tradicional dedicación del marido al trabajo extradoméstico, presenta diversos
problemas para una inclusión social satisfactoria: en primer lugar, el corte en el itinerario
profesional durante la crianza de los hijos implica inevitablemente una discriminación en relación
a la carrera del varón, sobre todo si se trata de empleos cualificados del sector primario; en
segundo lugar, las expectativas de las mujeres de reinsertarse laboralmente a una edad avanzada
chocan con la barrera del mercado de trabajo, cada vez más competitivo y polarizado; salvo casos
excepcionales (mujeres de alto estatus familiar o elevada cualificación profesional, o bien que
tenían una excedencia en su antiguo empleo) lo habitual es no poder acceder al empleo (con lo
que quedan en la primera posición descrita) o acceder a empleos precarios del sector secundario
que, según hemos visto en el apartado 8.2, podemos calificar como formas de inserción en la
exclusión.
En otra posición intermedia se sitúan aquellas mujeres que tratan de simultanear el trabajo
doméstico y el extradoméstico a lo largo de su vida adulta. Quizás sea ésta la situación
334
tendencialmente más típica de las madres de familia actuales, que quieren acceder al mercado de
trabajo remunerado pero no pueden -o no desean- renunciar a su papel de amas de casa. Se trata
de la llamada “doble jornada”, que puede vivirse desde las cuatro posiciones de nuestro cuadro
ideólogico dando lugar a situaciones típicas relativamente diferentes según sea la posición social
y la relación con el compañero varón (ver Esquema 10):
A) Desde la estrategia adscriptiva las mujeres madres de familia solo recurren a un empleo
externo por estricta necesidad y como apoyo eventual a una crisis del rol de marido
(mantenedor económico de la familia).
B) La estrategia integrada da lugar a notables conflictos personales cuando la mujer
pretende seguir la norma de realizarse a la vez laboralmente y como ama de casa. El
esfuerzo que supone hacerse cargo de ambos planos, sin exigir del marido un cambio en
su respectivo rol, lleva a la mujer a una situación de estrés y agotamiento físico difíciles
de sobrellevar durante mucho tiempo (ser “supermujeres”), lo que se acentúa en aquellos
casos en los que la discapacidad implica limitaciones funcionales (sobre todo si son
degenerativas). La mujer en esta situación trabaja más horas que nadie (jornadas
superiores a 12 horas) sin que, a pesar de eso, pueda sentirse completa en ninguno de los
dos planos.
C) La estrategia competitiva se vuelca como realización principal en el empleo remunerado,
emulando el modelo competitivo-agresivo del varón y no dudando en renunciar o en
desplazar las tareas domésticas al mercado de servicios externos (normalmente a otras
mujeres, “empleadas de hogar”, de menor estatus socioeconómico).
D) Por último, el caso de realización más equilibrada (el que recogimos en el Cuadro 25) es
el correspondiente a la estrategia emancipatoria, que trata de conjugar con el varón
ambos tipos de trabajo a tiempo parcial, asumiendo una transformación de los
tradicionales roles asignados a cada género, así como un rechazo del modelo competitivo-
consumista (se supone que la dedicación a tiempo parcial reducirá las posibilidades tanto
de promoción profesional como de ingresos económicos del grupo familiar).
----------
335
12. LA INSERCIÓN BASADA EN LAS PENSIONES
Como hemos recogido en otros lugares343, los datos disponibles en 1996 indican que los
diversos tipos de pensión asisten a más de un millón de españoles/as en edad laboral: 730.542
en el caso de las pensiones contributivas, 166.204 las no contributivas, 60.213 los subsidios de
garantía de ingresos mínimos de la LISMI y 53.878 del Fondo de Asistencia Social (FAS)344. De
las pensiones contributivas destacábamos que son más frecuentes entre los varones, mientras las
mujeres utilizan más la modalidad no contributiva. Esta diferencia de género se relaciona con
la tradicional y manifiesta menor inserción de la mujer en el ámbito laboral remunerado (caso
de Carmen, sin empleo actualmente, a pesar de que lo busca), dedicadas en mayor medida al
siempre poco valorado (personal, social o económicamente) trabajo doméstico, lo que les sitúa
en la práctica imposibilidad de acceder a las pensiones de invalidez contributivas (veremos como
ejemplo significativo de tal situación el caso de Casilda). Por contra, los varones tienen más fácil
dicho acceso en función de su papel como trabajadores remunerados.
De los casos analizados, Roberto representa a los pensionistas con capacidad para
ejercer un trabajo pero que han renunciado a ello, grupo en el que habría que incluir en parte
los casos de Marta, Carolina y Casilda que, si bien manifiestan su intención de encontrar
empleo, son conscientes (los sujetos y/o sus familiares) de la dificultad de conseguirlo, siendo
su aspiración real la posibilidad de obtener una pensión no contributiva (que en este caso
representaría una vía en cierto modo semi-alternativa al trabajo). De otro lado, los casos Manuel
y Carmen se situarían dentro del sector de pensionistas con capacidad para ejercer un trabajo
y que lo están buscando o de hecho están trabajando.
Como se pone de manifiesto en las historias de vida realizadas, la vía más y mejor
valorada de inserción laboral para las Personas con discapacidad es la del trabajo remunerado
en el sector primario del mercado ordinario, espacio poco precarizado y en el que es posible una
mayor estabilidad laboral a largo plazo. Sabemos, no obstante, que esta vía es inalcanzable para
los casos en los que la discapacidad imposibilita o dificulta en extremo la adecuación a la lógica
que rige el trabajo ordinario, y aún el protegido, así como para aquellos otros en los que la edad
es avanzada, etc. En tales situaciones la salida más buscada es una pensión digna (contributiva
antes que no contributiva), que permite un cierto reconocimiento personal, familiar y social
gracias a la ayuda económica que supone para la renta familiar de los afectados; aunque esto,
343
Véase 3.7 y 4.5.
344
No incluimos en estas cifras otros subsidios como las prestaciones familiares por hijo a cargo, las ayudas
a terceras personas o para facilitar el transporte, ni los diversos complementos de ingresos mínimos establecidos
en las comunidades autónomas.
336
como veremos más adelante, variará en función del estatus socioeconómico, el género, la edad,
el mercado laboral, etc. Sin embargo, ha de afirmarse según los datos producidos en esta
investigación que el concepto pensión tiene, en casi todas sus modalidades, connotaciones
negativas (exceptuando quizá el caso de las contributivas de alta cuantía). Así pues, podemos
apuntar de entrada que la vía pensiones se cataloga como una opción que responde genéricamen-
te a la lógica "dentro de lo peor, lo menos malo" en aquellos casos que no pueden encontrar
empleo (por el tipo y grado de discapacidad, la edad, el mercado laboral, etc), si bien para los que
pueden trabajar resulta una vía menos valorada que el trabajo. En el siguiente cuadro aparece una
síntesis de los efectos que tanto el empleo como las pensiones tienen para las Personas con
discapacidad en la esfera de la construcción de su identidad personal y familiar.
Como podemos observar en el Cuadro 26, la situación más positivizada, la que genera
una identidad más equilibrada y un mayor estatus y reconocimiento es la de trabajar,
preferiblemente en el sector primario del mercado de trabajo. Para los varones esto sirve para
acceder a una "normalización" en su vida, pudiendo independizarse de su familia de procedencia
y siendo capaces de satisfacer sus roles como mantenedores de sus propias familias, en el caso
de tenerlas; del mismo modo, para las mujeres, a pesar de que ello suponga en muchas ocasiones
una doble carga de esfuerzo -al tener que ejercer además su rol como amas de casa-, el trabajo
remunerado también facilita la constitución de una identidad valorizada por ellas y por los
demás. Tanto para los varones como para las mujeres, estar insertados en el medio laboral se
traduce en una situación de equilibrio personal, familiar y social, que deviene en una alta
valoración y reconocimiento propio y de los otros. Recordemos, a este respecto, el caso de
Marisa, una mujer con discapacidad física leve, profesional de la medicina que trabaja en un
hospital público y que la opción pensión contributiva, a pesar de que es tenida en cuenta para un
futuro a medio o largo plazo, aparece valorada como un fracaso (“sería como un fracaso porque
el trabajo me cansa pero me realiza”). En el caso opuesto tendríamos a los que están en paro,
cuya situación autovalorativa es la más negativa, en tanto prevalece un sentimiento de inutilidad
a nivel personal que se agrava cuando tampoco se cobra pensión, dado que no pueden mantenerse
los roles personales y familiares (los varones no pueden ejercer su papel de mantenedores y las
mujeres tampoco el suyo de amas de casa) que sustentan la identidad de cada sujeto: un ejemplo
sería el caso de Casilda.
..//..
337
338
Por su lado, aquellos que cobran pensiones estarían en una situación intermedia, mejor
posicionados que los parados pero peor que los que trabajan. Sin embargo, como ya hemos
apuntado más atrás, las distintas modalidades de pensiones llevan asociadas distintas situaciones
vitales y, por tanto, diversas formas de autovaloración y de identidad:
• En los que perciben pensiones contributivas elevadas (que han trabajado en el sector
primario del mercado de trabajo o aquellos que trabajando en el sector secundario
obtienen una pensión similar al sueldo anterior, como el caso Roberto) parece producirse
un trasvase sin pérdida de valoración ni estatus entre el empleo y la pensión, dado que
la cuantía económica de ésta aporta de forma estable y suficiente los recursos para la
buena marcha de los hogares.
• Por contra, los que perciben el mismo tipo de pensión pero derivada de trabajos
realizados en el sector secundario (Manuel) sufren una pérdida de identidad dado que
pasan a un estatus inferior asociado no sólo a la discapacidad o minusvalía sino también
a la precarización familiar en tanto la pensión no cubre suficientemente las necesidades
básicas familiares.
• En última instancia, las personas que sólo pueden optar a las pensiones no contributivas
(Marta, Carmen, Carolina y Casilda), se situarían muy próximas a las que están en
paro, ya que esta modalidad de prestación está asociada tendencialmente a la imposibili-
dad de insertarse en el medio laboral ordinario, lo cual degenera en una alta dependencia
de las familias al ser la cuantía insuficiente para optar por la independencia personal o
para mantener el hogar: esto hace que la situación individual sea muy inestable y tienda
a vincularse a valoraciones negativas y estigmatizantes.
339
termina de legitimar ni de ofrecer una vía de identificación positiva para los beneficiarios
(pensión como fin en sí misma, pero que no garantiza la estabilidad futura ("pensionistas de
segunda" o precarizados). De otra parte, también en la mitad izquierda podemos articular otra
posición muy similar a la anterior con la única diferencia de que la pensión no significa la
renuncia a la búsqueda de empleo como opción prioritaria (Carmen y RGNº10). Entre estas dos
últimas posiciones ("pensionismo conformista" y "no conformista") se situaría Marta, que no
renuncia al empleo (de hecho lo ha buscado activamente) pero ante la imposibilidad de
encontrarlo, aspira a la Pensión no contributiva.
Gráfico 23
VALORACIÓN E INCIDENCIA DE LAS PENSIONES
EN LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
340
También podemos analizar los argumentos anteriores en base al esquema propuesto para
determinar las posiciones ideológicas que los sujetos manifiestan de cara a la inserción
sociolaboral (ver capítulo 5), comprobando que a pesar de que la vía pensiones se encuadraría
prioritariamente dentro de las posiciones integradas (discapacidad como déficit de normalidad
que debe ser socialmente compensada por un Estado social regulador y prestador de servicios
como garantía del bienestar de sus individuos), es posible encontrar posiciones diversificadas en
función de cada situación vital. Así, por ejemplo, los casos incluidos en el ámbito izquierdo del
eje (los que no tienen pensión pero aspiran a ella y los que perciben Pensión no contributiva)
combinan la posición integrada con las adscriptivas. Estos rasgos adscriptivos tendrían relación
con el escaso poder de legitimidad y de identidad fuerte que otorgan las pensiones no
contribuivas, como se pone de manifiesto en los casos de Casilda y Carolina (en los que la
posición adscriptiva viene determinada por la subordinación asociada a sus roles de ama de casa
e hija, respectivamente, que aceptan los criterios familiares de que no trabajen y se acojan a la
vía Pensión no contributiva por encima de sus propios deseos de hacerlo) y en otros de parecidas
características incluidos en el grupo de discusión Nº 10.
Casilda muestra una posición adscriptiva, en tanto su opción es la de asumir su rol como
ama de casa, consciente de las pocas posibilidades de encontrar empleo o de cobrar una pensión
debido a que su edad y grado de discapacidad le cierran la vía del trabajo (“tengo los papeles que
eché en la bolsa de trabajo de la Federación de Minusválidos Físicos, pero ni me han dicho nada
ni me han llamado ni nada”) pero tampoco le abre la vía de la pensión (“yo muchas veces lo digo,
que no tener una vejez para el día de mañana, un algo”): ante esta situación de doble cierre, opta
por conformarse con la situación actual, en la que su propia identidad aparece desvalorizada,
dado que no puede desempeñar con eficiencia su rol de ama de casa (“es que veo que no, que yo
ya no puedo, si limpio la cocina al día siguiente estoy fatal”) ni tampoco puede ayudar a mejorar
la renta familiar con la pensión (doble pérdida de legitimidad). Por ello, se puede afirmar que en
el caso de Casilda la Pensión no contributiva ejercería un efecto de inclusión en este segundo
aspecto de ayuda a la economía familiar.
341
quiere trabajar y quiere trabajar, y con su padre tiene una guerra...”). Esto la sitúa en posiciones
integradas con menos rasgos adscriptivos, al menos en el ámbito de sus aspiraciones, que la
colocarían entre la posición adscriptiva y la integrada (ella no quiere más que trabajar, sólo
trabajar). Aquí la pensión parece ejercer un efecto ambivalente: positivo en cuanto legitima su
posición dentro del grupo familiar; negativa en cuanto remarca su posición adscriptiva respecto
al proyecto paterno, que "se da por satisfecho" con la pensión dado que se desestima la inserción
laboral de la hija en trabajos precarizados ("narcisismo ideológico"). Así pues, la pensión ayuda
en lo familiar, pero excluye de lo laboral.
En la parte de arriba del eje tendríamos las posiciones integradas más consolidadas y
ventajosas que no presentan, como las anteriores, rasgos característicos de posiciones
adscriptivas. El caso más emblemático sería Roberto, al que habría que unir algunos casos
similares recogidos en la GD10, que se incluiría dentro de las posiciones integradas más puras
si pasamos a un segundo término el hecho de la discapacidad y nos centramos en su situación
vital y económica. Es decir, sin negar que la minusvalía sobrevenida afecta de modo negativo
su vida (“te cambia la vida total”: estados depresivos, renuncia a poder llevar una vida
normalizada en lo socio-relacional, etc), el hecho de cobrar una Pensión contributiva le ha
permitido estabilizar su situación económica, con lo que se ha independizado de la familia
(incluso de forma más rápida que si no hubiese acontecido la minusvalía) y tiene ante sí unas
perspectivas que le aseguran una vida relativamente cómoda si la comparamos con los que tienen
que trabajar en un medio precarizado, lleno de incertidumbres y sin garantías de estabilidad
laboral. En este sentido, podríamos hablar de una posición integrada ventajosa: la cobertura
estable que le proporcionan los sistemas de protección social de la administración hace que su
opción haya sido la de renunciar a la búsqueda de otro empleo, considerándose un "pensionista
feliz" en tanto puede dedicar todo su tiempo a otras actividades no laborales que le interesan
personalmente. Tenemos, así, un caso en el que la pensión contributiva tiene un efecto global de
inclusión.
342
sentido, la pensión ejerce un efecto de "semi-inclusión", dentro del ámbito familiar, y de "semi-
exclusión" en el ámbito de lo laboral.
A partir de la visión de conjunto que antecede trataremos de esbozar una panorámica más
detallada sobre la incidencia que diversos factores (actitudes familiares, tipo/grado de
discapacidad, el género, el estatus socioeconómico, la edad y el mercado de trabajo) ejercen en
las Personas con discapacidad y sus familias en tanto acercan o alejan las trayectorias de
inserción hacia la vía pensiones.
Como ya hemos apuntado páginas atrás, el papel de la familia resulta determinante como
generador de las posiciones que las propias Personas con discapacidad adoptan ante el tema de
la pensión como vía de inserción sociolaboral, algo que se pone de manifiesto con clarividencia
en las trayectorias estudiadas y en las reuniones de grupo número 1 y 10 realizadas en Barcelona
y en La Campiña. De entrada, podría afirmarse que la incidencia de la discapacidad en la familia
actúa de modo general como una limitación no sólo para la pareja, sino también para los hijos,
hermanos, etc.:
"Pues mire, de ir al baile a terminar por no ir; ni salir de casa. Con eso ya está
dicho todo. (...) Cambia mucho la vida" (GD10).
No obstante, esta limitación puede adoptar dos formas prevalentes: 1) cuando dicha
incidencia es total, lo que supone un corte con la vida anterior; y 2) cuando la incidencia resulta
relativa, es decir, no se puede hacer todo como antes pero sí se pueden seguir haciendo muchas
cosas. Más allá de esto, los familiares reconocen que la incidencia más grave la sufren las propias
Personas con discapacidad, que en muchas ocasiones dicen "creerse inútiles", "se consideran una
carga" o "sienten que su vida se hubiera terminado" (GD10). En este sentido, la tarea
fundamental de la familia sería (no siempre es así) la de recuperar la ilusión y reestructurar el
grupo para acomodarse a la nueva situación.
En términos generales puede comprobarse que para las familias las pensiones carecen de
connotaciones positivas (exceptuando la contributiva de alta cuantía), mientras que el trabajo
remunerado sí, manteniendo que es preferible trabajar a cobrar pensión, sobre todo cuando ésta
no se traduce en unos ingresos realmente alternativos al empleo. Así, el reconocimiento de la
minusvalía para una persona con discapacidad que está trabajando puede convertirse en la marca
que le mantenga apartado del mercado ordinario de empleo (le precariza el estigma). Para que
esto no ocurra el certificado debe terminar en el reconocimiento de una pensión digna (invalidez
absoluta para todo tipo de trabajo) o en la creación de puestos de trabajo suficientes y
acomodados a las Personas con discapacidad (pensión de invalidez total o parcial), lo que apunta
a la situación del mercado de trabajo. Esto aparece de modo más significativo en las familias de
estatus medio y medio bajo, para las que esta demanda queda referida en mayor medida a la
situación de los varones en los que la no resolución adecuada del tema afectaría a su estatus en
el hogar (cabeza de familia, mantenedor económico de la familia, etc). En el caso de las
pensiones no contributivas, caso que afecta principalmente a las mujeres, el certificado de
minusvalía da lugar a una pensión que se encuentra ligada a la renta familiar (del marido y de los
343
hijos dependientes). Se conceptualiza como una pensión de subsistencia y subsidiara (el Estado
aporta en la medida que otros miembros del hogar no existan o no aporten hasta un tope de
subsistencia). No se trataría de una pensión real, válida por sí misma e intocable: está
caracterizada por la inconsistencia (invisibilidad) del trabajo doméstico de la mujer y por la
precariedad familiar a la que están sometidos estos sectores sociales medios y medios bajos
(entre la necesidad del consumo y la regulación estatal de la normalidad social a través del miedo
a la necesidad).
• Las Personas con discapacidad sobrevenida por enfermedad o por accidente laboral que
pueden trabajar (porcentaje de minusvalía menor del 65%) en otros puestos preferirían
(ellos y sus familias) la opción de la reinserción en el mercado laboral, siempre en
trabajos adecuados a sus capacidades. Sin embargo, esta reinserción resulta muy
dificultosa (en general, en puestos poco cualificados y precarizados del sector secundario
del mercado) y, en muchas ocasiones, inviable. Esta situación (no trabajo, no pensión)
afecta de modo especialmente negativo a los varones cuyo rol hasta ese momento ha sido
el de mantenedor del hogar (sin identidad), mientras que en las mujeres estas situaciones
limitarían su identidad al ámbito reducido del trabajo doméstico (Marta, Casilda). En
estos casos, el papel de la familia resulta de especial importancia como apoyo moral y
económico para que el afectado salga adelante, siendo el único agente con capacidad de
hacerlo al fallar otros como las empresas, las asociaciones o el propio Estado.
• Las Personas con discapacidad sobrevenida que, superando el porcentaje del 65% tienen
acceso a la pensión contributiva pero ésta, puede que debido a varios factores (pocos años
cotizados, pensión derivada de un sueldo medio o bajo, etc), resulta insuficiente para
cubrir las necesidades personales y/o familiares (caso de Manuel). Esto obliga al
afectado a la búsqueda de otras vías de ingresos complementarias, bien encontrando
trabajo en la misma empresa o en otros centros laborales, bien por la aportación que
puedan realizar otros miembros de la familia (esposa, hijos, etc), por lo que la pensión
se valora como una vía complementaria pero no suficiente. La familia, en estos casos,
actúa apoyando tanto en lo económico como en lo afectivo-asistencial, aunque a veces,
como le sucedió a Manuel, se requiere la ayuda de otros agentes de la administración,
asociaciones de afectados e incluso comunidades religiosas.
• En tercer lugar, aquellas Personas con discapacidad sobrevenida que superan el
porcentaje aludido y que optan por una pensión contributiva de alta cuantía o al menos
la suficiente para cubrir las necesidades personales/familiares. En estos casos (Roberto)
la pensión, como apuntamos más atrás, se conceptualiza como alternativa y otorga la
344
identidad necesaria para que no se produzcan quiebras en la valoración de los sujetos que
la perciben: “no hay problema respecto al empleo”(GD10).
• Otra situación presentarían las Personas con discapacidad sobrevenida pero que no han
trabajado de forma remunerada, especialmente las amas de casa de edades avanzadas
(Casilda), que sólo pueden optar por las pensiones no contributivas en tanto sus
posibilidades de encontrar trabajo son casi nulas (edad avanzada, no cualificación
profesional, etc). En tales casos, si bien la cuantía de la pensión no garantiza una
aportación importante para la economía familiar, sí puede afirmarse que ejercen un efecto
de refuerzo de su identidad en el ámbito personal y familiar, suponiendo una vía
complementaria al empleo que no estigmatiza a sus perceptores.
• En última instancia, para las Personas con discapacidad infantil o congénita, especial-
mente en aquellos casos en los que la inserción laboral se muestra realmente difícil o
inviable (minusvalías psíquicas graves, en mayor medida que las sensoriales y las
físicas), las pensiones no contributivas vienen a suponer un complemento paliativo de la
"carga" que han de asumir las familias:
“Vosotros habláis de incapacidad que habéis estado trabajando unos años (...) Y
os han arrinconado un poco, pero es que mi caso es desde que ha nacido. Lo
tengo aquí permanente y tengo claro que voy a tener muchos problemas (...)
Tiene una pensión muy bajita y ahora, cuando salga, ¿dónde la voy a colocar?
(...) Luego, cuando faltemos los padres, qué pasa (...) Porque con esa pensión
bajita y sin trabajo, no puede ser” (GD1).
Será aquí donde la pensión sí pueda ejercer un efecto estigmatizante y negativo de largo
alcance, siempre y cuando las Personas con discapacidad tengan opciones para encontrar
trabajo (sea en el medio ordinario, sea en el protegido) y la familia, por contra, opte por
actitudes y prácticas sobreprotectoras, de ocultación, etc, que desestiman la vía empleo
y se conforman con la pensión como "lo menos malo dentro de lo peor", caso emblemáti-
co de Carmen y de Carolina si llegan a conseguir el porcentaje de minusvalía necesario.
345
cumplimiento de los derechos y deberes sociales característico del Estado del bienestar.
En este sentido, la vía pensiones sólo parece ser una estrategia secundaria, a la que sólo
se acude cuando la inserción laboral resulta definitivamente imposible, en tanto el
objetivo prioritario será siempre la integración sociolaboral lo más amplia y completa que
quepa. Por lo demás, resulta una posición tendencialmente más cercana a los sectores
sociales en los que sigue vigente un sistema de valores característico de la "cultura y el
derecho del trabajo", de la "cultura obrera"; sectores, por tanto, de estatus socioeconómi-
co y cultural medio pertenencientes a los hábitats macrourbanos y urbanos industrializa-
dos, en los que existe una fuerte presencia de las clases obreras.
Sin embargo, hay que matizar que este posicionamiento integrado adquiere, en
coherencia con el discurso "obrerista", tintes reivindicativos que manifiestan actitudes
más luchadoras que la perspectiva reivindicativa débil que veremos más adelante: la
diferencia esencial estaría en que desde esta estrategia obrerista se demanda activa y
críticamente al Estado, pero también al resto de agentes implicados, que actúen de modo
eficaz ante la problemática de la integración sociolaboral de las personas con discapaci-
dad; mientras que en la posición reivindicativa débil, la demanda a dichas instituciones
parece realizarse más desde actitudes conformistas y sólo vincularían al Estado, y no
tanto al resto de colectivos y agentes implicados. En este último caso, parece que se
busca más un Estado "asistencial" (que apoye desde mecanismos de subsidiación, de
discriminación positiva, etc) que un Estado que facilite la integración desde la lógica de
la equiparación de oportunidades, en el más amplio sentido del término.
2) De otra parte, existiría una posición “comunitarista”, que plantea resolver el problema
entre los que lo padecen (núcleo familiar y sectores de discapacitados), jugando un papel
predominante el asociacionismo de base y las prestaciones complementarias de los
servicios públicos. No se acude al mercado, bien por tratarse de sectores sociales
precarizados (estatus socioeconómico y cultural medio bajo y bajo), bien porque el tipo
y grado de la minusvalía incapacite totalmente o en gran medida la posibilidad del
empleo; pero, también, porque el hábitat no reúna las condiciones necesarias para acceder
a puestos de trabajo, como resulta característico en los entornos rurales y, aún, en los
urbanos no industrializados (como el caso de Córdoba). Dicha perspectiva comunitarista
puede derivar, o relacionarse tendencialmente, con las posiciones que denominamos
adscriptiva y emancipatoria:
S con la adscriptiva, en tanto la opción que prevalezca sea la de resolver la
integración desde el núcleo familiar de sujeto afectado, algo que, de modo
genérico, sería más probable en familias pertenecientes a estatus socioeconómico
y cultural medio bajo y bajo, donde prevalecen modelos actitudinales y
relacionales centrados en la sobreprotección (rígida o no) y en los hábitats rurales
o urbanos poco industrializados, en los que es posible, además del apoyo central
de la familia, contar con los recursos de solidaridad y apoyo de las redes
comunitarias del pueblo-barrio (apoyo vecinal en el cuidado, posible inserción
laboral en el entorno próximo, etc);
S con la emancipatoria, en tanto la opción prioritaria sea la de emplear los recursos
que puedan surgir de las propias iniciativas dentro de la familia (desde modelos
no adscriptivos) o de las propuestas que puedan auto-organizarse dentro del
ámbito de los propios afectados, incluyan (o no) éstas la participación de las
asociaciones de afectados. En cualquier caso, la finalidad, la meta buscada sería
la inserción sociolaboral desde proyectos o economías autogestionadas, es decir,
la construcción de iniciativas y de sistemas de valores que parten de la
autoconstrucción colectiva a partir de valores alternativos. En este sentido, la vía
346
pensiones no contributivas resulta un complemento, valorado generalmente como
escaso y poco efectivo para sobrellevar la carga económica y de atención y
cuidado que requieren las personas afectadas, pero que ayuda en cierta medida
tanto a la economía familiar como a obtener un reconocimiento de la persona con
discapacidad ante sí mismo y sus familiares. Reconocimiento que otorgarían las
pensiones contributivas de cuantía suficiente, en tanto sí permiten mantener (o
crear) la identidad en lo social, familiar y laboral.
3) Entre ambas posiciones se sitúa otra intermedia que hemos dado en denominar posición
reivindicativa débil: implica al Estado del bienestar como agente normativo que equilibre
la desigualdad de oportunidades a favor de los menos capaces; se reclama una
discriminación positiva, la reserva de plazas y viviendas para el colectivo de discapacita-
dos, pensiones dignas (contributivas y no contributivas), ventajas para las empresas que
contraten, etc. Aunque en esto estarían implicados varios agentes, sería el Estado el
principal. Como vimos más atrás, esta estrategia reivindicativa débil vendría a coincidir
con la posición ideológica integrada, pero con matices de un "conformismo" asociado al
subsidio. Sería más característico, por tanto, en sectores de estatus socioeconómico y
cultural medio y medio bajo, así como en hábitats rurales y urbanos poco industrializa-
dos, en los que el acceso al empleo está mucho más limitado que en los macrourbanos.
Este es uno de los principales factores de cara a la opción por una u otra vía de inserción
social o laboral. En cuanto al tipo, de modo genérico todas aquellas discapacidades consideradas
como muy graves o en tal grado que impidan cualquier pretensión de acceder al empleo ordinario
o protegido se orientan tendencialmente hacia la vía pensiones casi como solución alternativa
(finalista o como recurso paliativo mientras se logra trabajo), lo que no quiere decir que no se
demanden otras actuaciones o recursos añadidos como los centros de atención especializados tipo
talleres terapéuticos, residencias para gravemente afectados, etc, que ayuden a las familias en la
tarea de sobrellevar y atender sus necesidades médicas, relacionales, etc, además de que terminen
ocupando el puesto de la familia cuando los padres mueran o no estén en condiciones de hacerse
cargo de sus hijos345. Casos como las Personas con discapacidad psíquica profunda, o las graves
e irrecuperables discapacidades física o sensorial (que no pueden trabajar ni siquiera con la ayuda
permanente de otras personas), además de las mixtas del mismo carácter tienden a incidir en las
familias de modo que la pensión no contributiva constituye una aspiración definitiva y finalista,
lo que tampoco quiere decir que estén conformes con la cuantía actual de dichas prestaciones,
consideradas muy bajas para los gastos que conlleva la atención de los afectados. En ese sentido,
cuando para el propio sujeto o en su entorno la discapacidad significa (real o simbólicamente)
la imposibilidad de la autonomía individual y por tanto de la inserción laboral, la pensión aparece
como resolución más apropiada.
345
En este aspecto hay que recordar la práctica habitual de algunas familias, que destinan el importe de las
pensiones a pagar la cuota que algunas asociaciones de afectados cobran por los servicios prestados a sus hijos. En
algunos casos como PROMI, las asociaciones ofrecen a cambio de dicha cuota la ventaja añadida de que, cuando
los progenitores u otros familiares mueran, la institución se hará cargo de la persona con discapacidad hasta el final
de su vida, pasando de estancias en régimen abierto a alguna de las residencias para gravemente afectados. (Ver
documentación sobre PROMI y APROSUB incluida en la bibliografía).
347
Con respecto al momento en el que se manifiesta, serían las discapacidades graves
congénito infantiles los casos más representativos de las pensiones como vía económica
complementaria pero con el riesgo de ejercer efectos de exclusión de cara a una inserción social
normalizada. Se comienza pidiendo ayudas por hijo a cargo, para el transporte, la educación, etc.,
y se termina solicitando una pensión no contributiva a los 16 años, lo que supone a veces
finalizar la búsqueda de otras alternativas, especialmente la del empleo (decisión que muchas
veces corresponde a los padres y no tanto a los sujetos afectados). Hay que hacer constar, por
tanto, que la pensión como vía de inserción de corto alcance o rígida también puede aparecer en
numerosos casos en los que la inserción laboral es viable, es decir, cuando la discapacidad no
incapacita totalmente para el desempeño de alguna tarea o profesión, ya sea en el medio ordinario
o protegido. En muchas ocasiones la pensión viene a cubrir en mayor medida las necesidades
económicas de los padres (familias sobreprotectoras interesadas), que no tienen en cuenta que
las prioridades de los hijos discapacitados pueden ser otras muy distintas a las suyas. Tales serían
los casos de las Personas con discapacidad psíquica menos graves, así como los que poseen
discapacidades físicas y sensoriales auditivas medias o graves pero con buenas alternativas de
encontrar empleo (Carolina).
348
personal) y legitimidad que la pensión; pero también en otros casos porque la cuantía de la
pensión no alcanza para mantener la renta familiar de acuerdo a las necesidades: en este segundo
caso estaríamos ante aquellas personas que, pudiendo optar por una PC, los años de cotización
no son suficientes para que quede un sueldo suficiente (Manuel y GD10).
Estatus socioeconómico
349
preferencial, dado que ello les permite: aportar los ingresos necesarios para mantener el hogar,
aumentar y desahogar la economía familiar, o simplemente cumplir el proyecto personal de
independencia y autonomía personal. Cuando esto no es realizable por las razones que sean, la
vía pensión aparece valorada de forma más positiva que en los estatus altos. Y ello porque
asegura unos ingresos mínimos que ayudan a sobrellevar los gastos que genera la persona con
discapacidad, lo cual otorga una identidad y legitimidad mayor que si no se puede aportar nada,
sin olvidar las continuas referencias recogidas en muchos grupos y entrevistas al respecto de que
muchas familias de este nivel económico dependen (o se aprovechan) de estos ingresos cuando
los sujetos permanecen en el hogar familiar o cuando requieren de tutela. Indudablemente, la
modalidad más apreciada es la pensión contributiva en función de su mayor cuantía si bien la
Pensión no contributiva se tiene en cuenta como un recurso importante, aunque no suficiente,
para paliar los gastos familiares o para posibilitar el acceso a servicios de atención tipo
residencias de afectados, centros ocupacionales, etc. En este sentido, el ejemplo que nos
proporciona Casilda es significativo: la obtención de una Pensión no contributiva permitiría no
sólo un desahogo en la economía familiar sino que aportaría a la afectada un plus de auto-
reconocimiento y de valoración ante (y por parte de) su esposo y el resto de familiares. De otro
lado, Roberto representaría de forma ejemplar la situación apuntada al respecto de que en los
estatus medios la pensión contributiva facilita una situación más ventajosa que la de volver al
trabajo en el sector secundario del mercado laboral, ya que la situación actual de este sector
predispone a la inestabilidad, a adaptarse a los ritmos y exigencias implícitas en la lógica
empresarial, además de que optar por la vuelta al empleo supondría la pérdida de la pensión. La
situación de Manuel quedaría en un terreno intermedio entre Casilda y Roberto, poniendo de
manifiesto que cuando la pensión no alcanza a cubrir totalmente las necesidades del sujeto y de
su grupo familiar, han de buscarse otras vías de ingresos complementarias que sólo se pueden
encontrar volviendo a trabajar, algo que resulta cuando menos dificultoso.
Mercado de trabajo
Muy relacionado con el factor anterior, el mercado laboral también posee un peso
significativo en la incidencia y estrategias de inserción social y laboral de las Personas con
discapacidad. En efecto, como tendremos ocasión de desarrollar con mayor amplitud en la cuarta
parte de este informe, que las trayectorias de inserción se decanten por una u otra vía (trabajo o
pensión) depende en gran medida de la situación que en cada hábitat presenta el mercado de
trabajo. En lo que aquí nos atañe podemos apuntar de modo sintético que en los hábitats en los
que el mercado laboral presenta unas características precarizadas o limitadas (léase: alto índice
de paro, baja demanda de empleo, economías poco industrializadas y/o basadas en los sectores
agrícolas y de servicios, etc), la opción pensiones será más empleada por aquellas Personas con
discapacidad que puedan tener acceso a ellas. De nuevo, los casos Carmen, Carolina y Casilda
(de Córdoba) y Roberto (La Campiña) se presentan como ejemplares en este sentido, dado que
ambos hábitats se caracterizan por carecer de un mercado laboral que oferte buenas oportunida-
des de acceder no ya a un empleo con garantías sino a cualquier posibilidad de trabajo. En el
plano opuesto, y sin negar que la situación de Barcelona también presenta una realidad laboral
tendente a la precarización de la fuerza del trabajo (que se agrava más para las Personas con
discapacidad, como se pone de manifiesto con), dicho hábitat ofrecería mayores posibilidades
de acceso al empleo y, por tanto, de poder optar con mayores garantías entre la vía pensiones o
la inserción en el medio laboral ordinario o protegido. Así parece ponerse de manifiesto en el
caso de Manuel que si bien no encuentra empleo a través de sus iniciativas personales en el
medio ordinario consigue hacerlo cuando se beneficia de la iniciativa ECOM (empleo con
apoyo), que entre otros aspectos es realizable porque las posibilidades del mercado laboral
350
catalán y más en concreto el de Barcelona lo permiten, sin dejar de reconocer que la actuación
de los agentes de inserción (de la administración y de las asociaciones de afectados) tiene mayor
peso en este contexto que en los de Córdoba y La Campiña.
Género y edad
Con respecto a estos dos aspectos, ya hemos apuntado que existen importantes
diferencias. Siguiendo el modelo imperante en la sociedad española (la del pasado reciente en
mayor medida que la actual), las mujeres han ocupado tradicionalmente los roles de amas de
casa, centradas (o sometidas) en el poco valorado trabajo doméstico, lo que les ha dejado fuera
del mercado laboral remunerado y, por tanto, sin posibilidad de acceder a las pensiones
contributivas. Sin negar que esta situación ha cambiado en las últimas décadas de forma notable,
tenemos no obstante que un gran porcentaje de mujeres con algún tipo de discapacidad que hoy
son mayores de 40-50 años, sólo pueden optar por las pensiones no contributivas (Casilda,
Rosa), mientras que los varones de las mismas edades que han trabajado o trabajan aún, disponen
de pensión contributiva (Manuel). Con respecto a la edad resulta una práctica extendida, en
coherencia con los criterios del sentido común, el hecho de que a mayor edad la opción pensiones
tienda a priorizarse sobre la opción trabajo, especialmente en aquellos casos en los que nunca se
ha trabajado en el medio ordinario (mujeres amas de casa). Algo similar sucede cuando la edad
avanzada resulta un hándicap para el acceso al empleo (recordemos los problemas de empleo del
sector de parados mayores de 40 años) o cuando la situación del mercado laboral dificulta
encontrar trabajo (Córdoba y La Campiña presentarían un mercado laboral más precarizado que
Barcelona). De modo contrario, aunque esto no puede generalizarse como podemos comprobar
con el caso Roberto, en las edades más jóvenes la pensión resultaría una opción a tener en
cuenta, pero preferencialmente se tiende a la inserción laboral en primera instancia aún sea a
nivel meramente aspiracional (Carmen), dado que el trabajar supone uno de los últimos ritos de
paso hacia la adultez y la autonomía personal y asigna una posición e identidad más valorada que
la perspectiva de "ser un pensionista de por vida".
• Pensiones contributivas del sector primario: con independencia del género, los que
perciben Pensión contributiva derivadas de empleos en el sector primario del mercado
aparecen como el subgrupo mejor posicionado dentro de los pensionistas. La alta
dotación de las pensiones de este tipo (siempre y cuando se haya cotizado los años
necesarios) permite que no existan quiebras en la identidad personal del sujeto (pensión
como derecho adquirido, el Estado no regala nada dado que se cobra por lo que se ha
aportado antes) y facilita el hecho de mantener el estatus logrado antes de la pensión, algo
que también se extrapola a la identidad en el hogar que sigue consolidada gracias a que
los ingresos no disminuyen, e incluso pueden aumentar con la pensión. Dentro de esta
posibilidad sólo habría que hacer una matización relativa a la edad: a menor edad cabría
esperar una actitud menos conformista con la pensión que en edades avanzadas, en
primer lugar porque a estas edades el trabajo sigue suponiendo una de las principales vías
de realización personal y de construcción de la identidad (algo que no permite las
pensiones); en segundo término porque en general, una pensión contributiva derivada de
un trabajo desempeñado durante pocos años (poca cotización) no asegura los ingresos
que el empleo en este sector proporciona.
351
• Pensiones contributivas del sector secundario: El hecho de que en el sector secundario
del mercado laboral el trabajo se caracterice por sus peores condiciones globales con
respecto al sector primario (mayor precarización laboral, menores ingresos, etc) hace que,
del mismo modo, las pensiones contributivas insuficientes resulten menos valoradas que
el trabajo remunerado. En este sentido, la dimensión género parece intervenir de forma
más decisiva: las mujeres que trabajan fuera del hogar pueden quedar más legitimadas
con la pensión siempre y cuando puedan seguir desempeñando su rol como amas de casa.
En los varones se produce una caída en el estatus del sujeto con la consecuente pérdida
o quiebra en la autovaloración y en la identidad personal y en su rol familiar: la
aportación de la pensión no es suficiente para mantener la economía del hogar, por lo que
conlleva situaciones de precarización familiar. El caso de Manuel es un ejemplo
prototípico de esta situación, que lleva al sujeto a la búsqueda de otro empleo que
garantice un sueldo complementario con el que atender las necesidades de su grupo
familiar. Sólo en aquellos casos, como Roberto, en los que la pensión cubre con
suficiencia las necesidades personales (el sujeto vive solo y no tiene que mantener familia
alguna) la pensión no conllevaría los efectos negativos referidos, por lo que puede
suponer una vía de inserción que legitima a sus beneficiarios. En cuanto a la edad, lo
dicho para las pensiones contributivas del sector primario puede trasladarse aquí en los
mismos términos, aunque el hecho de la menor dotación puede que ejerza un efecto
homogeneizador en las distintas edades: tanto los más adultos como los más jóvenes que
tienen cargas familiares necesitan de igual modo otros ingresos complementarios, por lo
que será frecuente que en ambos casos combinen la pensión con otros trabajos adecuados
a sus capacidades.
• Pensiones no contributivas: como hemos repetido a lo largo de este epígrafe, la Pensión
no contributiva aparece asignada positiva o negativamente en función de las circunstan-
cias personales de cada sujeto. Partiendo de que son menos frecuentes en los hombres de
edades avanzadas (la mayoría de ellos trabajando o cobrando PC), esta modalidad de
pensión no satisface a los varones de menor edad que tienen alguna posibilidad de
insertarse laboralmente en el medio ordinario o protegido, si bien existe un grupo de
familiares que mantiene que en determinados casos (discapacidades graves que
incapacitan o dificultan en exceso el acceso al empleo, así como otras situaciones en las
que se valora que la Pensión no contributiva resulta más digna que someterse a trabajos
muy precarizados con sueldos no mucho mayores que la propia pensión) dicha prestación
ejerce un efecto pasivizador, desincentivando la vía del trabajo. En estas situaciones la
tónica suele consistir en permanecer en el hogar familiar, renunciando a la posibilidad
de autonomía e independencia personal, y la Pensión no contributiva viene a paliar en
parte la "carga" y los efectos derivados de la misma que sufren los padres y hermanos de
los afectados. En este sentido, la Pensión no contributiva no otorga una identidad ni un
estatus suficiente para que la valoración personal y familiar no esté mediatizada
negativamente por el estigma de la discapacidad pero, sin embargo, ayuda a sobrellevar
la carga y los gastos que genera (tanto a nivel económico como afectivo-relacional) la
presencia del hijo afectado. No obstante, la percepción de una Pensión no contributiva
otorga algo más de identidad y estatus que aquellos casos en los que no se puede optar
a ella ni tampoco al trabajo remunerado. De otra parte, esta situación parece afectar más
negativamente a las mujeres jóvenes que a los varones, en tanto éstas suelen ejercer más
su rol dentro del hogar con la ayuda al trabajo doméstico (que no siempre posee
connotaciones negativas), mientras que los varones, más impelidos personal y
culturalmente a su papel de trabajadores mantenedores, el quedar relegados al ámbito
familiar les supone una situación más negativizada que no suple la percepción de la
Pensión no contributiva. En última instancia, quizá los casos en los que la Pensión no
352
contributiva se convierte en un elemento de integración sean las mujeres de edades
avanzadas, que siempre han trabajado como amas de casa (o lo han hecho de forma
precarizada en otros empleos), con lo que no tienen opción a las pensiones contributivas.
En tales situaciones, cuando ya la posibilidad de encontrar un empleo son mínimas o
nulas, la Pensión no contributiva viene a significar no sólo una ayuda económica de cierta
importancia para la familia sino, también y quizá como aspecto más importante, un
elemento simbólico posibilitador de reconocimiento propio y de los demás, es decir una
forma de consolidar su identidad como mujeres. El caso de Casilda sería emblemático
en este sentido.
12.3. Balance
Como nota común positiva de todos los sistemas de pensión, se puede afirmar, cuando
menos, que proporcionan a sus perceptores unos ingresos que les hacen acreedores de cierto
reconocimiento y atención por parte de las personas de su entorno, principalmente de la propia
familia. El mero hecho de poder ayudar a la economía familiar con algunos ingresos, aunque sean
mínimos, otorga ciertas ventajas a las personas con discapacidad, al menos para paliar en alguna
medida el proceso de estigmatización y sobreesfuerzo al que las familias se ven sometidas. En
efecto, la discapacidad es connotada como "desgracia" ante los demás ya que la familia ha de
asumir la imposibilidad o las grandes dificultades para cumplir cumplir con el pariente afectado
un proyecto de “normalización”. Además, a ello se añaden los cuidados y “cargas” económicas
que genera el caso, especialmente en sectores sociales bajos o medios-bajos. Así, de acuerdo a
la lógica realista-conformista del "dentro de lo peor, lo menos malo", la percepción de alguna de
estas ayudas vendría a reducir en parte los efectos de exclusión (infravaloración propia, familiar
y sociolaboral) a que estas personas se ven sometidas.
Por otra parte, "ser pensionista" tiene también a veces un efecto perverso sobre la propia
persona con discapacidad en el sentido que la pensión se tiende a connotar casi exclusivamente
como manifestadora de la invalidez o la minusvalía de los sujetos (efecto de exclusión),
ayudando a reforzar en ellos la dependencia y la más que probable cronificación de su situación.
Sin embargo, visto que en muchas ocasiones las personas con discapacidad no tienen ni trabajo
ni pensión (posición de máxima exclusión negativa y estigmatizante), podría mantenerse que,
cuando menos, representan un complemento que aminora en parte la no inserción laboral. En el
extremo contrario, también hemos visto que las pensiones contributivas de más cuantía
económica puedan considerarse como una alternativa de inclusión social a las otras vías descritas
(empleo y trabajo doméstico).
Los casos estudiados permiten construir, así, un cuadro tipológico de posiciones ante las
pensiones cuya primera opción, la "pensión-complemento" (pensión no contributiva) es la que
parece generar consecuencias más desventajosas para quienes la perciben, siendo muy frecuente
que sirva para cronificar una dinámica articulada en torno a una doble dependencia (económica
de la prestación y asistencial de la familia) cuyos efectos derivados se traducen en actitudes y
prácticas de inhibición de cara a una posible "normalización” o autonomía personal mediante
otras alternativas como la búsqueda y la obtención de empleo en el medio ordinario, protegido,
etc. (caso de Carmen y de Carolina). Sin duda, este efecto de anclaje negativo que la pensión
353
no contributiva ejerce sobre sus perceptores varía en función de diversos factores como el tipo
y grado de discapacidad, la edad, el género, el estatus social, la posición y actitudes familiares,
etc, pero, de modo genérico, suele traducirse en la construcción de una identidad fragilizada y
dependiente de las actuaciones familiares y estatales. Sólo podríamos hablar de que la pensión
no contributiva otorga identidad y reconocimiento en determinados casos: aquellos (como
Casilda) que no cobran pensión por no reunir el suficiente porcentaje de minusvalía pero que es
previsible que lo consigan en un futuro próximo (edades avanzadas y discapacidad degenerativa).
Pero también hay que incluir aquellas minusvalías graves e irrecuperables y otras posibles
situaciones en las que no se tiene prevista la búsqueda de empleo o ésta resulta poco viable -
casos de Carolina y Marta, respectivamente-. Para estos casos específicos, la pensión es
considerada como un fin en sí misma, es decir, no como "encadenadora" al doble proceso de
dependencia mencionado más atrás, sino como generadora de reconocimiento, reforzando su
identidad ante los otros (familiares o no), por lo que también participan de la designación como
"pensión semi-alternativa".
Entre ambas posiciones polares tendríamos aquellos casos en los que la pensión contri-
butiva no resulta suficiente para cubrir las necesidades básicas personales y/o familiares
(Manuel), por lo que, además, han de compatibilizar la pensión con otro trabajo y sueldo.
Estaríamos, pues, ante un caso de "pensión de semi-complemento" que al final, cuando las
necesidades familiares se vean aminoradas, puede que quede como pensión alternativa. En estos
casos, el efecto de la pensión resulta ambivalente: no deriva totalmente ni en exclusión ni en
inclusión.
Desde el punto de vista ideológico, la actitud ante las pensiones varía dependiendo de la
modalidad discursiva de los sujetos y de sus familiares:
354
suficiente), y una posición reivindicativa débil (clientelar-consumista) que reclama del
Estado prestaciones y subsidios a cambio de una actitud políticamente conformista con
el estatus quo existente (reconocimiento del Estado de bienestar).
• Por último, hemos detectado también una posición comunitarista, que tendencialmente
plantea resolver el problema entre los que lo padecen (solidaridad grupalista), si bien
desde dos discursos muy diferentes: el adscriptivo, que insiste en la responsabilidad
familiar de proteger al sujeto afectado, apoyo que se puede extender a las redes
comunitarias locales (apoyo vecinal, inserción laboral precaria en el contexto local, etc.);
y el emancipatorio, que insiste en la prioridad de autoorganizarse (los afectados y sus
familias) a fin de lograr la integración social y laboral desde proyectos o economías
autogestionadas.
-----------
355
Cuarta parte
PRINCIPALES CONTEXTOS DE LA INSERCIÓN SOCIAL
13. LA FAMILIA
Por otra parte, la institución familiar no mantiene a lo largo del tiempo un modelo
estándar sino que experimenta un continuo proceso de transformaciones que, en nuestro caso,
se refieren a un periodo aproximado de 40 años (las personas que actualmente tienen entre 16 y
65 años). La distinción entre familia y hogares347 puede ser especialmente útil para abordar este
carácter evolutivo de la vida familiar ya que cada individuo pertenece a una familia pero pasa
por sucesivos hogares, desde el hogar paterno hasta el nuevo hogar fundado al llegar a adulto y
a veces el hogar de los hijos que le acogen cuando llega a la ancianidad. Como nos recuerdan
algunos especialistas, los itinerarios individuales se desarrollan socialmente en el medio familiar
a través de procesos de transmisión intergeneracional348.
346
BELTRÁN, M., “Familia y estructura social”, en Estudio sobre la familia española, Ministerio de Tra-
bajo y Seguridad Social, Madrid, 1987, pág. 119.
347
La implantación actual del modelo de familia nuclear y las variantes de hogares monoparentales, uniper-
sonales, etc. hacen que la distinción entre hogares y familia sea más pertinente. Ver DURÁN, M. A., "Hogares y
familias: dos conceptos en busca de definición", en Seminario Hispano-Francés, Las Familias Monoparentales,
Madrid, 1987, Instituto de la Mujer, Madrid, 1988, págs.13 y 14.
348
Ver BATTAGLIOLA, F., BERTAUX-WIAME, I., FERRAN, M. e IMBERT, F., “Dire sa vie: entre tra-
vail et famille”, en BOUCHAYER, F. (Coord.), Trajectoires sociales et inégalités, Érès, Ramonville Saint-Agne,
1994, pág. 344.
361
Esquema 11: el momento en que se produce la discapacidad, por un lado, y la edad actual de los
casos estudiados, por otro. En cuanto al primer eje, de las 18 historias de vida realizadas
contamos con 10 casos en los que la discapacidad es congénita o infantil, es decir, en los que el
hogar paterno cobra una importancia decisiva puesto que en el mismo se produjo la primera
socialización conjuntamente con la asunción de la discapacidad; además, tenemos otros 8 casos
de personas con discapacidad sobrevenida de los cuales 5 surgieron una vez constituido el nuevo
hogar. En cuanto al segundo eje, nuestra investigación se limita al período de edad laboral (16-65
años), en el que distinguimos los menores y mayores de 30 años (edad aproximada en la que se
suele producir la emancipación del hogar paterno). En el Esquema 11 puede observarse el
espacio familiar que ocupaban nuestros entrevistados en el momento de participar en la
investigación, así como sus principales características identificatorias.
Esquema 11
CONTEXTO FAMILIAR DE LOS CASOS ANALIZADOS
SEGÚN EL ORIGEN DE LA DISCAPACIDAD
Marisa: sector primario, con discapa- Mónica: ama de casa con trabajo no
cidad motórica leve. cualificado, sordera parcial.
Carlos: sector primario, con sordera Marta: ama de casa en paro, con
total. esclerosis múltiple.
Hogar 30-65 años º César: sector secundario, con discapa- Manuel: pensionista y ocupado con
cidad motórica leve. mala visión en un ojo.
propio
Raúl: varón con discapacidad motóri- Cecilio: vendedor del Cupón con
ca leve. ceguera total.
Casilda: ama de casa, con discapaci-
dad motórica media.
Rosa: ama de casa, sordera parcial.
Hogar + 65 años º
hijos
362
A lo largo de la historia la institución familiar se ha visto afectada profundamente por los
cambios sociales del entorno lo que ha dado lugar a importantes transformaciones en sus pautas
de comportamiento y en su función social. En particular, nos aproximaremos a los cambios
producidos en España desde los años treinta hasta los noventa, que son los que han afectado
directamente a las cohortes de personas con discapacidad que hoy día se encuentran en edad
laboral. Por otra parte, no hay que olvidar que la institución familiar, plural y cambiante, es
también un factor de resistencia y transformación del contexto en la medida en que se convierte
en punto nodal de nuevos planteamientos y pautas de comportamientos. A lo largo del período
considerado, la institución familiar ha experimentado cambios muy profundos, vinculados a los
procesos de industrialización y modernización del país, entre ellos los siguientes:
S Escisión entre la vida privada y el espacio público, lo que propicia un repliegue del hogar
nuclear sobre sí mismo. Aparece el sentimiento de la intimidad familiar como valor
específico y en consecuencia se realza el amor conyugal y las relaciones padres-hijos, la
paternidad responsable, etc. Junto a la reducción del tamaño familiar, otros factores, como
el mayor confort de las viviendas y los nuevos equipamientos del hogar, contribuyen a
reforzar la esfera privada, que se convierte en refugio frente a las amenazas de la sociedad
exterior, percibida ahora como fuente de inseguridad, competitividad y agresión.
349
FLAQUER, L. Y SOLER, J., Permanencia y cambio en la familia española, CIS, Madrid, 1990.
350
Hemos tratado estos puntos en el capítulo 4.4.
363
domésticas351. Además la mujer es el principal nexo del núcleo familiar con los otros
hogares de la familia extensa352.
351
A pesar de la introducción del igualitarismo entre géneros respecto al trabajo, todas las investigaciones
consultadas muestran la desigual proporción del tiempo dedicado a los diversos tipos de trabajo por varones y
mujeres. El trabajo socialmente más valorado (el remunerado) lo ocupan mayoritariamente los varones (el 75% de
las horas trabajadas en España) mientras las mujeres se encargan del 83% de trabajo doméstico, que goza de menos
prestigio social. Ver COLECTIVO IOÉ, Tiempo social contra reloj. Instituto de la Mujer, Madrid, 1996, pág. 214.
352
Ver DURÁN, M. A., De puertas adentro, Instituto de la Mujer, Madrid, 1988.
353
MEYER, P., El niño y la razón de Estado, Zero/Zyx, Madrid, 1981, pág. 58.
354
IBÁÑEZ, J., “De la familia al grupo: el grupo como bucle en el árbol familiar”, en IBAÑEZ, J., Por una
sociología de la vida cotidiana, Siglo XXI, Madrid, 1994, págs. 36- 63.
355
ROSENMAYR, L., “Dependence et ralation familiale à domicile et institution”, en Viellissement et
qualité de vie, UNCCASF, Paris, 1992.
356
RODRÍGUEZ, P.,”El apoyo informal en la atención a las personas mayores”, en BAURA, J.C., RODRÍ-
GUEZ, P. y RUBIO, R., Personas mayores dependientes y apoyo informal, Universidad Internacional Antonio
Machado, Jaén, 1995.
364
cohesión familiar y la promoción de nuevas formas de gestión de lo social que tienen a restringir
al máximo el papel del estado (crisis del Estado de bienestar).
Por otra parte, la reducción de la mortalidad infantil357 y los avances en las condiciones
de vida y en el cuidado de la salud han logrado aumentar la esperanza de vida para toda la
población358 y también para las personas con discapacidades. En cuanto a los datos conocidos
sobre el estado civil y las formas de convivencia, remitimos al capítulo 3. Sólo queremos recordar
aquí que mientras las personas con deficiencias físicas y sensoriales, en general, presentan índices
de nupcialidad más altos y de soltería más bajos, los afectados por discapacidades psíquicas y
mixtas los tienen a la inversa, es decir, son menos los casados y más los solteros. Respecto a los
viudos, sorprende que las personas con discapacidad tripliquen la proporción (6,9% versus 2,3%)
de la población general, siendo superior a la misma en todos los tipos de deficiencia.
Las historias de vida realizadas han tenido en cuenta esta diversidad de circunstancias y
estrategias familiares. En unos casos las personas con discapacidad se han socializado en los años
posteriores a la guerra civil en las coordenadas ideológicas y educativas de una España
ruralizada y preconsumista (Estado pronatalista, moral católica conservadora, etc.). En otros
casos los grupos familiares se encontraban ya inmersos en el modelo social urbano e industrial
de consumo obrero de los años 60 que propiciaba el modelo de familia nuclear. Por último,
también hay familias pertenecientes al período más reciente de los años 80 y 90, ya plenamente
consumista pero donde apuntan con fuerza la fragmentación social y la crisis del Estado de
bienestar. Ahora los modelos de convivencia se vuelven más plurales hasta incluir las formas de
familia mínima (como la pareja sin hijos o con un solo hijo) y los hogares unipersonales.
357
En 1900 fallecían en el primer año de vida 18 de cada 100 nacidos, 6 en 1950 y solamente 1 en la
actualidad.
358
La esperanza de vida España es de las más altas de Europa, ocupando el primer puesto en el caso de los
varones y el tercero entre las mujeres (después de Francia y Holanda).
365
Esquema 12
POSICIONES DISCURSIVAS SOBRE LA SOLIDARIDAD FAMILIAR
HACIA EL PARIENTE CON DISCAPACIDAD
¹ Normalización Autodeterminación ¸
SOLIDARIDAD ORGÁNICA SOLIDARIDAD LIBERAL
Posición integrada Posición competitiva
Afiliación clientelar
Individualismo
1) Grupalidad: “seriada” (sujetos indiferenciados): 1) Grupalidad: de estatus (“Yo” como sujeto de
- Familia nuclear regulada por el Estado. intereses):
- Individuos destinatarios de derechos y deberes. - Familia mínima;
- Estado mínimo.
2) Inserción social y laboral estandarizada por el - Sociedad civil: mercado máximo.
Estado: todos los ciudadanos valen igual, tambien los
que tienen discapacidades, y tienen los mismos dere- 2) Inserción máxima desde el plano individual:
chos. desarrollo de las propias capacidades, utilizando
las redes privada y pública, según conveniencia.
3) Agente predominante: el Estado social.
3) Agente predominante: el mercado.
4) Posición de la familia: perversa.
4) Posición de la familia: reversiva.
5) Paradigma de las relaciones familiares: reproducción
asistida. 5) Paradigma de las relaciones familiares: repro-
ducción “in vitro”.
¹ Encuadramiento Disidencia ¸
Al interior de cada posición se establecen relaciones específicas entre las personas con
discapacidad y los agentes del entorno: familia, administración, mercado de trabajo, etc., de
manera que la familia juega en cada caso un papel relativamente diferente. Además, cada
posición, por su propia lógica, resalta uno de los agentes como predominante y éste se vuelve
instancia de referencia para los demás. La familia, en particular, aparece como agente central en
la posición adscriptiva o comunitaria-local, pero se ve subsumida y desplazada por otros agentes
en las restantes posiciones. Para comprender mejor el papel jugado por la familia en relacion a
los otros agentes sociales, vamos a utilizar el esquema 12 de cuatro conductas (conversa,
366
perversa, reversa y subversiva) que caben teóricamente ante el modelo normativo dominante en
cada posición359. En la parte inferior de cada cuadrante del Esquema 12 se señala cuál es el agente
dominante y la posicion en que se sitúa la familia respecto de él. Así mismo, utilizando de
prestado conceptos de la biología, se indica como se gestionan en cada caso las relaciones de
solidaridad entre los parientes que dan lugar a diversos modelos de reproducción (natural,
asistida, in vitro y artificial).
Esta posición entiende la discapacidad como un déficit que marca tanto a la persona que
la padece como al conjunto del grupo familiar. Si el individuo afectado queda en una posición
de especial fragilidad y dependencia para las relaciones sociales abiertas, todos los miembros de
la familia extensa (hogar familiar de origen, hogares de ancestros y descendientes, hogares de
parientes) y las redes de relación local (vecinos, barrio o pueblo) tenderán a establecer una actitud
de protección sobre él. Las personas con discapacidad se convierten así en destinatarias de la
solidaridad familiar-local. El recelo grupal a lo desconocido, al exterior, no se identifica con el
actual temor a la “calle”; más bien, el vecindario es considerado como continuidad de la casa, del
espacio compartido por un “nosotros” basado en la solidaridad de sangre y en la propiedad
común de la tierra. En el ámbito laboral esto se traducirá en la oposición entre mercado propio
o cerrado (incluyendo las diversas formas de mercado “protegido”) y mercado abierto u
ordinario.
La inserción social y laboral del miembro afectado hace desplegar las redes colectivas
basadas en el parentesco o la pertenencia local; por lo general, los parientes más próximos se
constituyen en el principal eje de inserción socio laboral, en torno al cual pueden entrar a operar
las redes comunitarias locales y las instancias públicas. Por ello, la familia extensa se percibe a
sí misma como el centro o modelo ideal para repensar las identidades y las solidaridades pero,
en realidad, actúa sometida a las redes locales (caciquiles o tradicionales) o administrativas
(populismo demagógico).
359
Recogemos aquí una línea interpretativa aplicada por Jesús Ibáñez y Tomás R. Villasante quienes, a su
vez, han reelaborado las aportaciones de otros autores (“cuadro semico” de Greimás, “cuadrado de Klein” de Levi-
Strauss, etc.). Ver IBÁÑEZ, J. (coord.), Nuevos avances en la investigación social. La investigación social de
segundo orden, en ANTROPHOS, Suplementos, Nº. 22, Barcelona, 1990, pp. 143-146; y VILLASANTE, T.,
“Clientelas y emancipaciones: una introducción metodológica”, en VILLASANTE, T. (Coord.), Las ciudades
hablan. Identidades y movimientos sociales en seis metrópolis latinoamericanas, Editorial Nueva Sociedad,
Caracas, 1994, págs. 38-40.
367
La solidaridad comunitarista entiende las relaciones entre los miembros del grupo
(familiar, vecinal, local) desde el paradigma de la reproducción natural. Por eso, quienes
quiebran el “deber filial”, el “deber paterno” o el “deber patrio”, etc. son juzgados como des-
naturalizados y, si persisten en esa actitud, son excluídos del grupo. La reproducción del orden
natural de la familia implica traspasar de una generación a otra tanto las tradiciones como las
propiedades (herencia). Los padres tienen que preservar lo que a su vez recibieron y trasmitirlo
después a sus hijos; éstos, a su vez, deben asumir las enseñanzas de sus padres y respetar su
autoridad. El modelo común a ambos es la sumisión a la ley, a la tradición y, en definitiva, a la
autoridad; esto es, una posición conversa que permite la continuidad inalterada de la cadena de
la transmisión, a la que cada uno se encuentra ligado (encadenado) desde la posición que le ha
sido asignada jerárquicamente.
Esta posición trasvasa al Estado el papel central que en el anterior modelo ostentaba el
“patriarca” de la familia (“patria potestas”). Ahora es la administración la responsable de regular
y administrar homogéneamente el bienestar de los ciudadanos a través de múltiples instituciones
intermedias, entre ellas la familia. Ésta tendrá garantizado el bienestar siempre y cuando se
adapte a los requerimientos de la administración pública. En este caso, los miembros de la familia
adquieren la condición de ciudadanos, a la que van adjuntos unos derechos otorgados y
garantizados cuyo cumplimiento pueden reclamar (establecimiento de la norma de consumo de
masas). La instancia mediadora entre el Estado y las instituciones colectivas reconocidas son los
funcionarios y profesionales expertos en la atención social, que se convierten en depositarios del
saber legítimo, es decir, de la norma social. Su papel consiste en gestionar el ideal pedagógico
definido por el poder político a fin de tutelar el correcto funcionamiento de las instituciones y la
adecuada socialización de los individuos360.
Cuando se producen conflictos entre los expertos y los intereses de los parientes o de las
propias personas afectadas, aquéllos los achacan a la ignorancia de éstos, que sufren así la
recriminación de no cooperar orgánicamente con los representantes del saber; tales familias pasan
a ser objeto de sospecha y de vigilancia a fin de evitar su desviación. Se establecen, en
360
Los sujetos así conformados y homologados, están indiferenciados. Aplicando las categorías de J. P.
Sartre, se trata de una “serie” más que de un “grupo”. La serie recibe su unidad del exterior y da lugar a un conjunto
práctico-inerte (dinámica propia de la sociedad de masas). Ver SARTRE, J. P., Crítica de la razón dialéctica,
Losada, Buenos Aires, 1963.
368
consecuencia, dos modos de relación entre la administración y las familias: si éstas se adecuan
a la norma, el modelo es el de contrato (respeto a la independencia de la familia); si no se
adecuan, el modelo es el de tutela o control361. En el primer caso, la familia conserva un margen
de autonomía en la esfera privada que puede aumentar aprovechado los recursos institucionales;
en el segundo caso, la familia pasa a ser considerada “tierra de misión”, con el fin de adecuar su
comportamiento a las pautas de una socialización normal. El modelo de contrato se aplica a las
“buenas familias”, similares en posición y valores a los agentes del saber (homología de clase);
el de tutela a las familias “desestructuradas”, “precarizadas” o “en situación de riesgo”,
necesitadas de vigilancia y control.
Esta posición sitúa a los individuos particulares como sujetos responsables de su propia
realización y, por tanto, de su bienestar o éxito en el proceso de inserción. No se trata de esperar
que “otros” (familia, estado o sociedad) realicen lo que es responsabilidad de uno mismo; cada
cual debe prepararse/capacitarse al máximo de acuerdo a sus posibilidades y contando con todos
los recursos disponibles en cada momento. En contraposición a la solidaridad orgánica
(dependencia clientelar o pasiva de las instituciones de ayuda) y a la comunitarista (que niega la
libre elección de los individuos), sólo los más capaces podrán acceder al éxito personal y social
en el contexto de una competencia abierta y garantizada. El individuo, personalmente
independizado de lazos comunitaristas o de la tutela institucional, se convierte ahora en la norma
social, que define una jerarquía de estatus fundada en la competencia. La posible grupalidad se
basa en la coincidencia de estatus, regida por la competitividad social que es el fundamento de
la jerarquización (meritocracia).
361
Ver DONZELOT, J., La policía de las familias, Pre-Textos, Valencia, 1979, pág. 93.
369
valioso pero poco reciclable)362. Para esta posición, sólo hay un espacio de inserción verdadero:
el mercado en sus múltiples formas; en cuanto a los agentes reguladores, el principal es la
empresa privada.
La solidaridad liberal concibe las relaciones sociales como acto individual (de individuos
o entre individuos) en los marcos establecidos por la legalidad. El criterio obligado es la
competitividad de cada cual con cada uno de los demás. Las relaciones sociales se juzgan desde
el paradigma de la reproducción in vitro, esto es, se trata de experimentos singulares, casos
únicos; técnicamente propuestos y no cuestionados pero abiertos a la potencialidad del nuevo ser
producido. Los ámbitos macro y micro se escinden: el macro no es objeto de cuestionamiento (el
producto no pregunta al proyecto de investigación) y la atención se centra en el nivel micro (el
resultado). De este modo, la posición del sujeto se puede definir como reversiva: no se puede
alcanzar todo (soñar con el poder o ámbito de lo macro) pero sí podemos gozar inmediatamente
de una parte (el ámbito de lo micro). La oposición (al todo) se hará desde las prácticas y no desde
los discursos (de ahí que algunos proclamen el fin de las ideologías). Cada cual es responsable
de su propia situación y la pérdida de oportunidades o el derroche de recursos tienen un tope,
establecido por los límites del sistema, pero quienes queden orillados (por in-competencia)
podrán recibir un mínimo como garantía de regulación social (estabilidad del mercado).
Esta posición defiende la grupalidad de los afines que persiguen promover fórmulas de
cooperación en condiciones de un igualitarismo diferencial364. El grupo de convivencia adquiere
fórmulas diversas, entre ellas modelos plurales de familia, desde donde cada miembro puede
actuar en cuanto co-protagonista de la vida colectiva. La convicción básica de esta posición es
que los procesos sociales son abiertos y plurales. Por eso, la inserción social se entiende como
proceso siempre inacabado al que es posible incorporar las capacidades diferenciales de cada
sujeto y de cada colectivo. Esto se contrapone a entender la inserción como la adquisición de un
estado fijo, ya sea adquirido (meritocracia, funcionariado) o asignado (certificado de minusvalía,
definición de discapaz, etc.). La inserción es un proceso complejo, a la vez personal y colectivo,
362
Jesús Ibáñez asocia estos dos tipos de trabajo a la evolución experimentada entre el capitalismo de pro-
ducción y el de consumo. Ver IBÁÑEZ, J. , ”De la competencia a la disponibilidad “, en Por una sociología de la
vida cotidiana, Siglo XXI, Madrid, 1994, págs. 174-175.
363
Sobre los diferentes enfoques teóricos de la renta mínima, ver capítulo 4.
364
Esta línea de reflexión engarza con las categorías aludidas de J. P. Sartre, que entiende las clases socia-
les, no como conjuntos establecidos, sino comop rocesos en marcha de los sectores excluidos: “la clase sujeto no
es una realidad actual, sino un horizonte potencial que sólo tiene eficacia presente en cuanto elemento simbólico
ideal constitutivo de un proyecto político-ideológico de construcción de una identidad colectiva”. CAINZOS, M.
A., “Clases, intereses y actores sociales: un debate posmarxista”, en REIS, Nº 46, abril-junio, 1989, pág. 96.
370
por lo que el eje del mismo no puede comprenderse fuera de la dinámica social. No estamos ante
una norma a la que acoplarse (nomos/a-nomía), que puede excluir a los desligados de ella; más
bien, como señala Canguilhem, una característica fundamental de la vida es su capacidad
normativa, esto es, su poder de adaptarse a nuevas circunstancias o crear nuevas posibilidades
más adecuadas a los fines que se persiguen (anomalía como singularidad legítima frente a
anomía como desviación ilegítima de la norma)365.
El espacio de inserción social, para esta posición, no es plano ni homogéneo, sino estriado
y fractal. Las posibilidades de inserción son, por consiguiente, indefinidas y están en permanente
transformación, por lo que resulta vano todo intento de acotarlas. El espacio de inserción laboral,
por otra parte, se amplía hasta considerar con la misma intensidad el ámbito del trabajo
remunerado y el no remunerado (trabajo doméstico, actividades voluntarias, ayuda recíproca,
etc.).
365
CANGUILHEM, G., Lo normal y lo patológico, Siglo XXI, Madrid, 1971, págs. 96 y sig.
371
De las diez historias de vida social de personas con discapacidades congénitas o
infantiles, seis casos son de jóvenes con discapacidades (hasta 29 años) que viven todavía en el
hogar paterno, es decir, no se han independizado; los cuatro restantes son casos de adultos que
han formado su hogar propio (casados y con hijos). Mientras los más jóvenes se refieren sobre
todo a la familia de origen paterna, los casados aluden más a su hogar actual, en el que ellos son
cabeza de familia. No obstante, ambos coinciden en que la aparición de la discapacidad tuvo
lugar en el hogar familiar de origen y coincidió con su etapa inicial de socialización. Por otro
lado, el contexto histórico de ambos grupos varía sustancialmente: la educación de los mayores
tuvo lugar en la España franquista (ruralizada y autárquica) mientras los jóvenes se han
socializado en la sociedad de consumo de los años 80366. Para la exposición actual distinguimos
los casos de jóvenes que aún viven en el hogar paterno de aquellos otros, ya adultos, que han
formado un nuevo hogar.
En los seis casos siguientes nos aproximamos a un espacio familiar que han constituido,
sobre todo, sus progenitores a lo largo de las décadas de los años setenta, ochenta y primeros
noventa. Históricamente estamos ante el período en que en España se impone el establecimiento
generalizado de la modalidad de familia nuclear restringida y comienzan a tener vigencia otras
variantes de familia mínima (hogares monoparentales) y formas emergentes (familias de acogida,
parejas de hecho) mientras va perdiendo vigencia social la modalidad de familia extensa presente
en el período anterior. El modelo de convivencia de la familia nuclear restringida, tal como se
ha indicado, ha ido debilitando los lazos tanto con otros hogares familiares como con otros
parientes; también, los miembros del grupo familiar se han ido desprendiendo de los roles
tradicionales para cabida a nuevas directrices, que dimanan de normas e instituciones externas
y redefinen el papel de cada uno. Al interior del hogar prevalece un modelo de cooperación entre
todos los miembros, que no acepta diferencias de función por razón de sexo o edad; respecto al
exterior, también, se impone la colaboración con las instituciones de socialización propuestas
para el gobierno de la familia. De este modo, el modelo de política familiar responde a un modelo
de estado, que estará más acorde con la posición integrada si acentúa el aspecto social (prestador
de servicios) o con la competitiva si adopta la forma de estado mínimo, pero en ambos casos
aquel será el garante del equilibrio y el bienestar tanto social como familiar. Sin embargo, dicho
modelo supone una ingerencia que suplanta la preeminencia del grupo familiar para la posición
comunitaria o que interfiere en la capacidad de autonomía de individuos y grupos electivos,
según la posición emancipatoria..
366
En el capítulo 6 (Asunción y asignación de la discapacidad. Casos congénito-infantiles) se han expuesto
las trayectorias particulares de las familias con hijos que tienen este tipo de discapacidad constatando cómo para las
personas afectadas la primera socialización en el hogar paterno constituye el marco en el que se configuran los
rasgos centrales de la identidad, que más tarde facilitan o dificultad la inserción sociolaboral y sus modalidades
prevalentes.
372
estas familias, por lo que aquí nos vamos a centrar en la etapa de socialización secundaria,
cuando se plantea la cuestión central de saber qué actitudes adoptarán las familias ante la posible
(futura o inminente) autonomía personal de sus miembros con discapacidades. El proceso de
autonomía implica una toma de posición ante el espacio social exterior a la familia y, en
particular, ante el ámbito laboral, como generador de recursos para subsistir, y ante las relaciones
afectivas interpersonales, como mediación habitual para llegar a fundar un nuevo hogar. Por su
parte, el ámbito laboral exige una cualificación, si se opta por la inserción en el mercado de
trabajo, y la autonomía en las relaciones exige la disponibilidad de un espacio de intimidad, que
suele asimilarse a la independencia residencial o formación de nuevo hogar. Si este proceso es
complejo como proceso social de reproducción de las familias, cuando se interfieren situaciones
de personas con discapacidades pueden extremarse mucho las posiciones y llegar a negar dicha
posibilidad.
En el ámbito laboral, cuando una familia opta por una estrategia de normalización,
intentará que el pariente con discapacidad acceda a las redes ordinarias de salud y educación
(públicas o privadas) para establecer una socialización primaria exitosa e integrada. El paso
siguiente, en dicha estrategia, será afrontar la cualificación y acceso al trabajo en el medio
ordinario o, si no hay más remedio, en el protegido pero siempre como situación provisoria o
sustitutiva. Por el contrario, si la familia establece una estrategia de introducir sistemáticamente
al infante en vías especiales (centros especiales de salud, de educación; actividades específicas
de ocio, etc.), se acentuará el proteccionismo sobre él y se reforzará el estigma de la discapacidad.
El paso siguiente será insertar al joven en centros de formación y de trabajo especiales
(protegidos), al margen del sistema docente y laboral ordinario. En la primera estrategia se habría
emprendido un proceso de des-discapacitación, mientras ahora prima el principio de sobre-
discapacitación.
Con todo, como ya se ha expuesto en el capítulo 6, apenas existen familias con estrategias
netas y lo más frecuente es la combinación de diversas posiciones. ¿Qué ocurre en la práctica
cotidiana al enfrentarse las familias al ámbito de la inserción laboral de los hijos con discapaci-
dad?. La primera constatación que se desprende de los casos analizados es que, teniendo todos
experiencia laboral, existe gran discrepancia por parte de las familias en cuanto a optar por la
inserción laboral en medio ordinario o protegido. Por otra parte, de los seis casos analizados, la
mitad de las familias hubiera dado por terminada la socialización de los hijos con discapacidad
sin plantearse conseguir su inserción laboral; sin embargo, para la otra mitad, dicha inserción es
un asunto prioritario. Los primeros casos (Marcos, Carmen y Carolina) son, paradójicamente,
los que presentan un modelo educativo más acorde con la posición integrada-normalizadora y,
a la vez, se trata de las familias que tienen un mayor nivel socio-económico. Para ellas, el trabajo
que pudieran conseguir sus hijos, no es relevante desde el punto de vista de los ingresos
familiares, ni se corresponde con el estatus familiar (al tratarse de empleos manuales o poco
cualificados). Sobre todo, en el caso de las hijas se prefiere su permanencia en el hogar, como
ayuda de la madre o como futura ama de casa, antes que la inserción poco remunerada o poco
reconocida. Así se refuerzan mutuamente el planteamiento clasista y la discriminación ante el
trabajo remunerado por cuestión de género. Veamos las trayectorias particulares:
• Marcos, joven con discapacidad psíquica leve, cuyos padres son maestros, expresa tanto
interés por trabajar una vez terminada la EGB a los 18 años que, en varias ocasiones,
llama por su cuenta a anuncios de periódicos que ofrecen empleo sin consultar con sus
padres. Estos demoran el momento de la inserción con el argumento de que debe seguir
formándose. Sólo cuando la familia entra en contacto con el Proyecto Aura, de modo
373
ocasional, y se le presenta un plan serio de formación laboral con vistas a obtener un
empleo con apoyo, además de una evaluación continua, los padres acceden a considerar
que es el momento de intentarlo. El resultado fue la contratación de Marcos en una
empresa de servicios. Ante esta situación de hecho, la posición de la familia se ha
modificado, pero sólo en parte: aceptan como una gran suerte (“la lotería”) el empleo del
hijo, sobre todo porque lo ha tranquilizado y porque su persistencia en querer trabajar
empezaba a poner nerviosos a los padres. Sólo por estas razones (en definitiva, la
tranquilidad familiar), ellos están dispuestos a “pagar” el riesgo que implica, en su
opinión, el trabajo del hijo. No obstante, en el fondo no consideran que el empleo de su
hijo sea un verdadero trabajo porque no le corresponde un verdadero salario (es
insuficiente para el mantenimiento real de una persona), pero tampoco lo exigen (dada
la precariedad del empleo juvenil).
En los tres casos restantes (Miguel, Raquel y Ricardo) existe una estrategia formativa
orientada a la inserción laboral. Pero mientras en Miguel la influencia familiar se decanta por el
mercado protegido, en los otros dos casos se opta por el mercado ordinario:
374
• Miguel responde a una estrategia familiar basada en las sucesivas experiencias por las
que ha pasado, tanto en el mercado ordinario como en el protegido. En dicha trayectoria
la iniciativa parte de los padres, que ha acabado optando por empleos “protegidos”, en
contra de intención inicial de buscar la promoción laboral en el mercado ordinario. Las
experiencias de fracaso en lo formativo y en lo laboral dentro de las vías ordinarias
obligan a la familia a cambiar de estrategia y adoptar una posición favorable a las “vías
especiales” (centros especiales, taller de empleo protegido, C.E.E) Así mismo, el temor
a posibles abusos acrecienta la actitud de proteccionismo, que tiende a generalizarse para
los casos de personas con discapacidades psíquicas, hasta denegarles la posibilidad de
autonomía personal, lo que implica la ‘tutela permanente’ y la minorización del
colectivo. En contra de esta conclusión se manifiestan los profesionales y agentes de
inserción laboral que tratan a Miguel, quienes piensan que la posición familiar mantiene
una actitud de sobreprotección que impide el crecimiento personal del hijo. Sólo la
experiencia, según los profesionales, puede romper la lógica de la excesiva protec-
ción/dependencia: si no se les ofrece la oportunidad de correr riesgos, nunca aprenderán
a superar las dificultades. Para los agentes de inserción laboral, Miguel es un buen
trabajador, capaz de insertarse en el mercado ordinario y, también, de entablar una
relación de pareja y formar una familia; le falta solamente el aprendizaje adecuado. En
medio de ambas instancias socializadoras se encuentra el propio interesado: en el caso
del empleo termina adoptando la actitud paterna y prefiere el empleo protegido por temor
al paro; sin embargo, respecto a la autonomía personal se desmarca de la familia y piensa
que podría emprenderla, acorde con el planteamiento de los agentes de inserción.
• Ricardo muestra el proceso de una estrategia familiar obrerista, que funda la identidad
del varón en el trabajo suficientemente remunerado: sólo es trabajo “verdadero” el que
proporciona los medios adecuados para vivir. Después de varias experiencias laborales
en talleres y granjas protegidas, facilitadas por el centro especial de formación en que
estuvo previamente y por las relaciones familiares en su pueblo de origen, la familia
decide dirigirse al mercado ordinario porque la fragilidad del empleo protegido no
proporciona seguridad en el empleo ni proporciona un salario suficiente. Ricardo
consigue entrar, de este modo, como peón en el ayuntamiento del pueblo y trabaja con
contratos precarios más de ocho años seguidos. En el momento actual está en el paro,
percibiendo las correspondientes prestaciones, lo que es vivido por Ricardo como un
descanso merecido “por derecho”. La familia ha iniciado un proceso judicial contra el
despido del hijo y para ello ha recurrido a un abogado laboralista junto con los otros
trabajadores sin discapacidad despedidos, rehusando la ayuda de la asociación de padres
de discapacitados psíquicos. En suma, el tema de la inserción laboral se quiere desprender
del ámbito asociativo, protegido, etc. para abordarse desde el mercado ordinario, único
que proporciona empleos “verdaderos”. Por su parte, la estrategia familiar ha sido la de
dirigir la formación (mínima cualificación ocupacional) hacia el empleo; dada la baja
cualificación adquirida por el afectado, el nivel de peón colma las aspiraciones personales
y familiares. El futuro laboral de Ricardo, en el ideal de la familia y del propio
interesado, es un empleo fijo en el mercado ordinario y, a ser posible, en la administra-
ción (horario reglado y puesto asegurado); no busca pensión por minusvalía sino un
empleo que le proporcione identidad obrera como a su padre.
375
principal procedía de la familia, ahora, debido a la ausencia de hogar familiar, el
protagonismo lo adquiere el propio proceso educativo implementado desde la tutela
estatal (residencia, formación y empleo especiales). Si en otros casos los agentes
educativos y de inserción laboral pretendían más que las respectivas familias en términos
de emancipación social y laboral, en éste caso las pretensiones educativas de los
funcionarios estatales -de los que depende directamente Raquel- tampoco han podido
cumplir por el mento sus expectativas, ni tienen visos de conseguirlo a corto plazo. La
cronificación en el empleo protegido que se produce en muchos de estos casos co
discapacidad psíquica supone un avance respecto a la exclusión de toda forma de
inserción laboral y posiblemente satisface las expectativas familiares y de los propios
interesados, pero no responde a los objetivos explícitos de los programas de inserción en
medio abierto.
De haber sido por la actitud familiar, Marcos tampoco hubiera accedido al ámbito
laboral; lo que ha sido posible gracias a la mediación de agentes e instituciones de
inserción, que han logrado modificar las expectativas paternas. En el aspecto relacional,
la familia ha facilitado el contacto del hijo con otros chicos-as con Síndrome de Down,
le ha dirigido a una asociación que se ocupa de ellos y “quedan para salir, ir de
excursiones, a discotecas”, cubriendo una faceta importante en su realización personal.
Sin embargo, las dificultades para emanciparse en el campo afectivo aparecen con
frecuencia: en la calle entabla conversación con cualquier persona desconocida; en el
trabajo no termina de separar lo afectivo de las obligaciones laborales; en la asociación
“rompe relaciones sin parar con sus novietas” (madre de Marcos). En suma, para los
familiares este tema les mantiene en vilo: “nos enloquece, es demasiado, demasiado”,
dice la madre. Sin embargo, los agentes de inserción no opinan lo mismo. Para ellos, lo
mismo que Marcos ha demostrado en la práctica, con la ayuda de profesionales, su
capacidad laboral, también puede mantener relaciones personales adultas si recibe el
376
entrenamiento adecuado. Este entrenamiento no debe provenir sólo de la familia (posición
cerrada o de omnipotencia), sino que debe abrirse a la aportación de profesionales y
organizaciones diversas (reto que no han asumido muchas familias).
En el caso de Miguel, la familia ha ido evitando progresivamente el trabajo en medio
ordinario como espacio peligroso (“está recogido en el club y no tirado ahí, en la
calle.¡Con lo que tenemos en las calles!”) y, finalmente, ha denegado la posibilidad de
autonomía personal del hijo, que no tiene amigos íntimos, aunque conoce y es conocido
por “mucha gente” del barrio. La familia piensa que “es más realista no pensar en casarse
porque es muy arriesgado”. Los argumentos que se esgrimen son una mezcla de
estereotipos antifeministas (“las mujeres son como melones cerrados, no sabes cómo van
a salir”), observaciones pragmáticas sobre la precariedad del empleo (“no gana lo
suficiente para mantener un hogar”) y preocupación preventiva ante el riesgo de
transmitir a los hijos la discapacidad; pero el argumento central es que, de facilitar su
emancipación, los familiares se verán implicados en un proceso peligroso para ellos,
puesto que multiplicará la problemática actual (“¡eso ni pensarlo!”). La solución
propuesta es la misma que en Marcos:
“Vamos, se mete con una ‘gachona’ de ésas y vuelve en vez de un problema, dos;
y luego, si viene con familia, los hijos y todo eso. ¡Vamos, eso no tiene ni que
pensarlo!” (Padre de Miguel).
Los agentes de inserción laboral que tratan a Miguel plantean, también, un panorama
similar al del caso anterior. Piensan que existen suficientes apoyos en el ámbito público
para que pueda emprender una vida independiente de la familia de origen, aun en el caso
de que no se casara. Marcos, situado entre ambas instancias (padres/profesionales), no
termina de tener confianza en sí mismo ni en sus posibilidades, derivando las cuestiones
decisivas de su vida a la opinión de unos y otros. Por ejemplo, le gustaría casarse pero
también contentar a sus padres, lo que le sitúa en una posición de doble vínculo sin salida
saludable para él:
“Eso de casarse yo pienso que debe ser como algo bueno, aunque muchas parejas
se divorcian y yo gano poco salario para mantener a los hijos” (Miguel).
377
laboral, lo que lógicamente parecería desembocar en la autonomía personal; según esto,
únicamente la actitud de demora de los padres la retendría en el hogar de origen. Por su
lado, Carolina ha establecido relaciones iniciales de amistad en el Centro Ocupacional
en el que ha ingresado hace un año pero, según la madre, las dificultades añadidas a la
discapacidad (deformación epidérmica y píe equino, que le impide usar calzado con tacón
femenino) le hacen más complicado establecer relaciones afectivas con compañeros
varones. Podemos interpretar que la dificultad central para la autonomía en Carmen está
en la actitud del padre, que la ve débil para enfrentarse al mundo laboral y preferiría una
inserción vía marital; en Carolina la dificultad provendría de la madre: ha discapacitado
tanto a la hija (descuidando su formación y no dándole competencias dentro del hogar),
que la considera incapaz hasta de poner la lavadora (síntoma de una supuesta incapacidad
de ser “ama de casa” que es cuestionada por los profesionales del Centro Ocupacional
para quienes Carolina es habilidosa con las máquinas una vez entrenada).
378
pudiera “perderse”, ésto a pesar de los continuos impulsos de los padres para que se abra
al exterior y forme un nuevo hogar:
“(Madre) Yo sí querría que se recogiera con alguna chica, que él tampoco está
tan mal. Me preocupa su futuro si tiene que estar solo...
(Padre) Pero él no quiere casarse. Eso es muy difícil porque como no sea que del
colegio salgan amiguetes...” (Padres de Ricardo).
En las historias de vida analizadas hay cuatro casos de personas adultas con discapacidad
congénito infantil. Todas ellas en la actualidad están casadas e insertas laboralmente, aunque en
situaciones diversas (mercado primario, mercado secundario y paro). Estos casos permiten
observar las trayectorias particulares realizadas en los ámbitos de la inserción laboral y la
independencia residencial y determinar en qué medida estuvieron orientadas por las posiciones
familiares de origen. Debido a la edad y ubicación de los entrevistados, ha sido imposible
entrevistar a los progenitores (unos habían fallecido y otros vivían en distintas poblaciones). La
versión recogida está alejada en el tiempo y la memoria de los entrevistados tiene que seleccionar
episodios o aspectos que se consideran más relevantes de la propia biografía o “novela familiar”.
Por otra parte, el cuadro general es mucho más completo que en los casos de jóvenes tratados en
el punto anterior, quienes no pueden tener perspectiva sobre su socialización actual367 ni han
conseguido la autonomía real del hogar paterno.
367
LEJEUNE, Ph., El pacto autobiográfico y otros estudios, Megazul-Endymion, Madrid, 1994.
368
Entre 1935 y 1950 aumentó casi en un millón la población activa agraria, haciendo posible la restau-
ración del modelo tradicional; sin embrago, el éxodo masivo de la fuerza de trabajo a la industria,, más de dos
millones entre las décadas de los 60 y los 70 lo invalidó.
369
Se promociona una política de población pro-natalista y se ensalza el valor de la familia (amplia y nu-
merosa).
379
nes sociales surgidas de la guerra civil y los condicionantes de clase. Los otros dos casos
pertenecen a ámbitos obreros, ligados a la economía familiar (negocio familiar) y al trabajo
industrial, y se socializan en los años sesenta (inicio de la sociedad de consumo)370.
• Carlos representa el modelo de familia extensa del medio rural, pese a vivir en una
capital de provincia (Córdoba). La familia paterna vivía de la agricultura (tierras
familiares) y su mentalidad era adscriptiva-tradicional: lazos de familia extensa y cultura
del linaje que asigna a cada miembro un lugar definido según coordenadas de
edad/género y otras características. Desde aquí se configura una estrategia grupal ante la
discapacidad del hijo que es asumida desde el sistema de valores del contexto: vivencia
fatalista, resignada y con tendencia al ocultamiento de la vergüenza familiar. La
discapacidad de Carlos es una “mancha de aceite” sobre todo el grupo familiar que se
decanta por la semiocultación del hijo, reduciéndolo al ámbito del espacio familiar y al
trabajo en las tierras propias. Además, ni los padres ni los hermanos intentan mejorar la
comunicación con él (que es sordo), por ejemplo mediante el aprendizaje del lenguaje
de signos o de otras maneras. Se trata, en definitiva, de un estilo de socialización familiar
que es el contramodelo del proteccionismo que hemos visto en las familias del apartado
anterior.
El obligado repliegue de Carlos desde muy pequeño al ámbito de las relaciones
familiares y al trabajo en las tierras de la familia hace que abandone la escuela después
del primer fracaso, en el intento de llegar a conseguir el lenguaje oral. En el ámbito rural
de aquella época los estudios académicos no tenían ninguna utilidad (para las funciones
habituales de trabajar en el campo o cuidar la casa) ni estaban legitimados. Por otra parte,
tampoco entran en consideración otras vías de apoyo, ni las específicas para personas con
discapacidad ni las instituciones públicas dirigidas a toda la población, como los centros
de salud, de educación, etc. Estos servicios estaban poco presentes en el medio rural y
muchos de sus habitantes (como los padres de Carlos) ni los demandaban ni los
agradecían cuando contaban con ellos. Al contrario, los recursos o normas llegados del
exterior, condensados en la figura del “maestro de sordos”, se percibían como
irrelevantes e incapaces de aportar una solución mejor que la planteada por la propia
familia; es más, si el maestro persistía en influir sobre el hijo, esto era vivido por los
padres como una intromisión, aunque para Carlos serían la vía de salida del repliegue
familiar (que no tendría lugar definitivamente hasta la muerte del padre, coincidiendo con
la adquisición de la mayoría de edad de aquél). A partir de ese momento, la disolución
del proyecto familiar paterno (venta de tierras y reparto de herencia que cada cual
invertiría en pisos en la ciudad), el favorable contexto de incipiente industrialización de
la ciudad (que facilitaría un empleo asalariado) y la ayuda de ciertas personas claves, iba
a permitir dar el salto a un modelo de integración social y laboral más abierto y adecuado
a las capacidades y potencialidades de Carlos.
En la experiencia de Carlos, la vivencia de la propia discapacidad en el hogar paterno es
contradictoria: por un lado, ha de asumir el papel familiar que le corresponde en un
modelo adscriptivo, por ser el hijo mayor varón, de llegar a sustituir al padre en la
dirección de la vida familiar; por otro, dicho papel queda deslegitimado por la desventaja
de su discapacidad y la actitud de rechazo hacia él del resto de la familia. Si de niño y
adolescente acata la asignación paterna sobre él, Carlos nunca renuncia a conseguir su
370
De los cuatro casos, ninguno padece discapacidad psíquica o gran invalidez física, lo que hace más
viables la inserción laboral y la formación de un nuevo hogar al llegar a adultos.
380
proyecto vital: su estrategia básica será no dejarse encerrar en círculos discriminantes,
actitud que persistirá en su etapa adulta, facilitando positivamente diversos procesos de
integración social y laboral. La explotación al máximo de sus posibilidades, como los
intentos de comunicarse con los oyentes o el aprendizaje del lenguaje de signos para
comunicarse con otros sordos, no le llevan a sobredimensionar su capacidad (actitud
propia de la posición competitiva), sino que establece una posición adaptativa realista en
la que conjuga el esfuerzo individual con la importancia de los factores colectivos, tanto
entre los oyentes como entre los sordos.
La trayectoria de emancipación laboral y afectiva de Carlos refleja a las claras tanto la
incidencia de los contextos (mercado de trabajo local e inicio del asociacionismo) como
el peso de la fuerza de voluntad del sujeto para desarrollar sus estrategias personales. Por
otra parte, la formación del nuevo hogar familiar lo desarrolla Carlos al margen de las
influencias adscriptivas de la socialización en el hogar paterno. La pertenencia de ambos
esposos a la asociación de sordos, afectados por la misma discapacidad, y el
planteamiento conjunto de trabajar los dos en el mercado ordinario han propiciado un
modelo de hogar igualitario pero no individualista ni delegacionista de las tareas
cotidianas al mercado de los servicios domésticos. Cuando Carlos tuvo que afrontar un
período de paro, el hogar se mantuvo por el sueldo de la mujer y la ayuda de otros
familiares, lo que resalta tanto la solidaridad familiar entre hogares como el restañamiento
de posibles resentimientos con la familia de origen que pretendió encerrarle en su círculo.
En la actualidad el hijo de Carlos representa uno de los principales agentes para facilitar
la integración social de sus padres sordos en el mundo de los oyentes: el hijo actúa de
intérprete y soluciona muchos problemas y situaciones cotidianas de la familia. La fuerte
vinculación (afectivo-instrumental) entre padres sordos e hijo oyente nos sitúa
inicialmente en la problemática de la tercera etapa del hogar familiar (“hogar de los
hijos”, según el Esquema 11). Llegará el momento de la autonomía del hijo, y a todos los
problemas ordinarios se añadirá el corte que supondrá para los padres en las relaciones
con el mundo oyente; de no cuidar éstos la separación anunciada, puede verse repetida
en el hijo sin discapacidad, aunque desde otra perspectiva, la situación de encierro
familiar que vivió Carlos en el hogar de origen: ahora el mundo de los sordos atraparía
al hijo oyente.
381
minusvalía empieza a notarse muchísimo más (...) Ahora entras en una etapa con
la minusvalía en que se te hace pesado, que muchas veces lo que querrías es que
te dejasen en paz, que no te pidiesen tanto... es decir, tú mismo te has exigido
tanto que ahora el mantener el nivel cuesta (...) Entonces, son muchos factores
para encima seguir diciendo: ah, aquí estoy yo” (Marisa).
La vivencia de la estructura familiar por parte de Marisa está escindida. Por un lado, la
figura del padre representa el ideal de la hija (‘todo el mundo dice que soy el vivo retrato
de mi padre’ ) y, por otro, la de la madre es el contrapunto no querido. El padre,
profesional cualificado, quedó socialmente marcado tras la guerra civil por su militancia
en el bando republicano y tuvo que reorientar su vida profesional en las nuevas
circunstancias políticas pero, en lugar de hundirse, se adaptó con éxito a la nueva
situación. Este modelo paterno lo reproduce la entrevistada en el ámbito de la
discapacidad: si la cojera la había marcado como diferente ante la sociedad, ella iba a
reaccionar positivamente desarrollando sus capacidades. La temprana muerte del padre
representó para Marisa una pérdida comparable con la asunción de la discapacidad371 y,
sobre todo, le forjó una actitud clara de salir adelante en la vida por sí misma:
“La minusvalía te marca, pero quizá te diría que la falta de mi padre me marcó
más en ciertos momentos (...) Todo esto, creo que me ha hecho un carácter duro
en el sentido de decir: bueno, a mí no va a ayudar nadie, así que tengo yo que
salir adelante” (Marisa).
“Mi madre no ha superado jamás que yo haya tenido una minusvalía. Ella tiene
siempre como el sufrimiento de saber que su hija tiene una minusvalía; ella lo
tiene como una cosa, como un dolor. Esto marcó su relación conmigo en el
sentido de que yo dije: aquí a mí nadie me compadece de nada” (Marisa).
Ante las etiquetas del exterior, que tienden a definirla con el estereotipo de discapacitada,
ella se propone construir su propia historia y exhibirla públicamente (demostrar lo que
es/vale). La estrategia es luchar con las armas que tiene, delimitar objetivos y ser
perseverante para conseguirlos, lo que la hace aparecer, a veces, como ‘cabezota’,
’resentida’ y ‘puñetera’ (si no consigue sus propósitos). Del recuerdo de una conversación
familiar, que le quedó marcada en su adolescencia, escuchamos:
“Fue la primera persona que quizá me habló del tema y me hizo ver que
dependían de mí muchas cosas, poniendo unos medios adecuados. Me
371
Se evidencia aquí la afirmación de que los sucesos afectivos durante la primera socialización dejan más
huella en los individuos que otros que no van cargados de afectividad, tal como proponen MENAHEM, G.,
BANTMAN, P. y MARTIN, S., “Éveénements de la jeunesse, trajectoires de vie et troubles de l’existence à l’âge
adulte”, en BOUCHAYER, F. (Coord.), Trajectoires sociales et inégalités, Érès, Ramonville Saint-Agne, 1994, pág.
77.
382
dijo:’vamos a ver, esto no lo vas a cambias, sería una tontería empezar a llorar
y decir, ‘ay, qué penita’...; ¡saca lo que tengas’, ¿tienes una personalidad?:
¡sácala¡” (Marisa).
383
“Si toda la vida lo que he querido es trabajar, demostrar que puedo trabajar y que
puedo estar a la altura profesional y personal de la gente que no tiene este tipo
de minusvalía, sería como un fracaso” (Marisa).
384
‘amo de casa’. El papel de la esposa resulta clave para explicar el cambio de César hacia
actitudes más activas y emprendedoras. No obstante, la precarización del mercado laboral
le lleva a plantearse como objetivo pasar del inestable mercado ordinario a la estabilidad
del funcionariado.
Discapacidades sobrevenidas
372
En el capítulo 7 hemos expuesto las trayectorias particulares de estos casos constatando que tanto la
asunción como la asignación de la discapacidad dependen principalmente de los propios individuos afectados y, en
todo caso, del nuevo grupo familiar constituido por los mismos, disminuyendo la influencia de los modelos
385
A) Discapacidad sobrevenida con posterioridad a la inserción socio-laboral
De las cinco historias de vida que responden a esta situación, cuatro son de mujeres, amas
de casa y madres de familia, y una corresponde a un varón, padre de familia, pensionista de
invalidez parcial y con trabajo remunerado en el mercado secundario. Respecto al tipo de
discapacidad, tres casos son sensoriales (vista y oído) y dos motóricas, pero ninguno de los casos
presenta disfunciones graves en el momento actual, aunque Marta está muy afectada por el
carácter degenerativo de su enfermedad (esclerosis múltiple).
Las cuatro mujeres presentan una trayectoria similar pues coinciden en ser “amas de casa”
y madres de familia; provienen de sectores sociales medios-bajos y bajos, y de enclaves urbanos
o rurales más o menos precarios, un perfil que se corresponde con el de buena parte de las
mujeres españolas nacidas en las décadas de los cuarenta y cincuenta. Excepto Casilda, cuyos
padres eran aparceros agrarios en la campiña cordobesa y vivió en el campo hasta su matrimonio
a los 19 años, las otras tres (Mónica, Marta y Rosa) comenzaron a trabajar a los 14 años en la
industria y el comercio locales. Todas se casaron bastante jóvenes y varias tuvieron que dejar el
empleo remunerado para atender a los hijos que venían llegando. Sin embargo, terminada la etapa
básica de crianza, todas decidieron volver a buscar empleo remunerado a fin de complementar
la renta familiar y abrirse a nuevas relaciones (”nos hacía falta dinero y me hundía dentro de
casa”). Los empleos que encuentran son precarios, sin contrato y con poco sueldo (la mayoría en
el servicio doméstico) y a veces tienen que hacer frente a la oposición o desconfianza del marido
(“ella dirá lo que quiera...”).
“Según las casas se coopera más o menos; aquí no es donde más cooperan
porque al ser todos varones... (risas); yo quise implantar el cambio pero no me
lo han aceptado... Como han visto que la cosa no iba tan deprisa, hacen la vista
gorda, no se lo acaban de creer, como si fuera un problema que a mí no me
afectara” (Marta).
Ni siquiera en los casos más graves las mujeres pierden la condición de “amas de casa”
con todas sus obligaciones, y si hay otro miembro de la familia con discapacidad (como ocurre
en varios casos estudiados), la discapacidad propia de la mujer (esposa, madre) pasa a segundo
plano. Rosa, con discapacidad auditiva media, de 50 años es ilustrativa de esta des-
discapacitación materna en favor de los demás miembros de la familia:
386
“¡Qué quiere que le diga¡ Yo, viendo el problema que tiene mi hija, lo mio no me
parece tan grave” (Rosa).
Este proceso de subordinación materna a las otras personas del hogar se agudiza cuando
el sentimiento de culpa se apodera de la mujer, pensando ésta que su propia situación de
discapacidad es causa, por ejemplo, de la discapacidad de un hijo, tal como ocurre en los casos
de Mónica y Casilda. Entonces, la capacidad materna de generar vida se piensa como mortífera,
o se pone en duda la propia capacidad o la buena actuación materna:
• Mónica inicia su sordera a los 16 años a causa de unas anginas y el médico le aconseja
dejar la fábrica en la que trabajaba (con mucho ruido), pero no lo hace por necesidad
familiar. Cuando después tiene dos hijos, ambos se quedaron sordos en el segundo año
de vida, a la vez que la madre incrementó su sordera en los respectivos embarazos. El
gran sufrimiento de Mónica por los hijos hace que su propia situación se orille (“se nos
vino el mundo abajo, lo mío ya lo dejamos de tratar”).
• Casilda también inició un proceso de osteoporosis antes de casarse que luego se agudizó
con motivo del nacimiento de la última hija. Cuando ésta apunta síntomas de
osteoporosis con 15 años, en la madre se revelan sentimientos de culpa por haberle
podido transmitir su deficiencia y la posible discapacidad futura (“como yo tenía falta de
calcio, digo que, a lo mejor, la chiquilla también lo ha podido sacar ella, porque se queja
muchísimo de la columna”).
Las mujeres casadas y con hijos de procedencia social media-baja y baja viven su papel
de amas de casa hasta el final como identidad principal, y los empleos remunerados -cuando los
consiguen- se plantean como mero complemento de la renta familiar en situaciones de necesidad
(“tener un hijo con discapacidad obliga a más gastos”). En cambio, el rol de mantenedor del
hogar se asigna al marido, de acuerdo con las perspectivas integrada (en lo social) y adscriptiva
(en lo familiar)373. Por otra parte, la inserción laboral remunerada de las mujeres, tanto en los
casos de falta de relaciones sociales (como Casilda) como en los que han establecido muchos
vínculos con redes asociativas (como Marta, que ha seguido cursos de formación y ha
participado en experiencias de autoempleo a través del programa HORIZON), depende, como
factor más determinante, de la propia dinámica del mercado de trabajo: la lógica mercantil del
beneficio siempre excluye a los que presentan más riesgos, como los discapacitados o las
mujeres, y más aún si se trata de mujeres discapacitadas:
373
No obstante se presentan algunas variantes que se recogen en el capítulo 11 sobre el trabajo doméstico.
387
y tenían tres hijos a su cargo. Esto motivó una fuerte crisis moral en Manuel, cuya identidad
como mantenedor del hogar a través del empleo se había quebrado:
“Yo siempre he ido detrás de ganar un dinero para poder levantar mejor mi casa.
Entonces, claro, te encuentras así y dices: ‘bueno, yo ahora...’ Han sido unos
años que las he visto de todos los colores. Tuve que adaptarme a las
circunstancias porque tenía que dar de comer a mi casa” (Manuel).
388
es de deterioro irreversible de la vista, hasta quedarse ciego (uviitis tipo B). Durante esta
etapa, él y su novia (futura esposa) son emigrantes; se casan en el extranjero y al poco
tiempo regresan definitivamente a España, en donde cuentan con el apoyo de la familia
de ambos (les procuran una vivienda, etc.). Cuando se queda totalmente ciego, se
producen momentos de angustia y tensión personal y familiar, no obstante saberse
acompañado por su mujer y otros familiares; pero el principal conflicto lo mantiene
Cecilio consigo mismo, por la denegación de la ceguera como situación permanente
(cuando nace la única hija del matrimonio ya no puede verla). En esta primera etapa,
Cecilio no quiere ni oír hablar de la ONCE como posible ámbito laboral, y sólo después
de mucha resistencia interna y a instancias de sus familiares se incorpora a la venta del
cupón (en ese momento se le reprodujeron los mismos síntomas, como fiebre alta, que
había tenido en el inicio de su enfermedad). A esta inestabilidad de ánimo se contrapone
la constancia del afecto familiar (mujer e hija en primer lugar, pero también hermanos y
otros parientes). Sin embargo, la compensación afectiva en el ámbito privado no se vio
correspondida con la adaptación general en los espacios abiertos (“la calle”) o con
personas desconocidas, aunque mantiene buenas relaciones con algunos amigos
(invidentes y videntes). La ONCE es en la actualidad la institución que le otorga
identidad laboral (protegida) y aparece, también, como prestadora de servicios reservados
para los socios (prestaciones sanitarias, ayuda para temas fiscales, etc.).
La problemática básica en Cecilio deriva de la falta de aceptación del infortunio de la
ceguera que le produce una situación ambivalente en los principales frentes de su vida:
respecto a la familia se sitúa entre el reconocimiento de la aceptación plena como persona
y, a la vez, la situación de dependencia que conlleva la discapacidad; con respecto a la
ONCE, surge una relación de agradecimiento por las prestaciones y, a la vez, de rencor
ante el orillamiento que siente como asociado cuando se producen cambios en la gestión
de la institución; finalmente, en relación al exterior (el mundo de los videntes) se observa
una actitud entre la atracción y la desconfianza. La posición básica de Cecilio en este
recorrido se ha ido modificando, pasando desde una posición integrada socialmente y
competitiva laboralmente a otra adscriptiva tanto en lo laboral (trabajador en medio
protegido) como en lo familiar (desconfianza ante el exterior).
389
paterno con una chica sin discapacidad); posteriormente, en la facultad donde había
estudiado y gracias a su implicación en diversas asociaciones de afectados, logra buenas
amistades insertas en el contexto social.
El objetivo de la autonomía personal acelera su proceso de inserción social y laboral:
intensifica el ritmo de estudios universitarios (hace dos cursos en uno); prepara diversas
oposiciones mientras realiza cursos de postgrado; multiplica los contacto sociales y
participa activamente en asociaciones de afectados (desde las que critica el modelo
‘medicalista’ o ilustrado de trabajar por los discapacitados pero sin contar con ellos).
Según nos declara un compañero, “su tiempo biológico corre más que el cronológico”.
Este recorrido acaba a los 29 años con la consecución de plaza fija en oposiciones
públicas a través del cupo de reserva para personas con minusvalía, lo que le permite
acceder a un piso en propiedad e independizarse del hogar familiar (con gran disgusto de
la madre); por el momento no tiene en perspectiva ninguna relación de pareja. Estamos,
pues, ante una situación de hogar unipersonal como variante del modelo familiar mínimo,
en el que se deriva hacia el mercado la provisión de aquellos servicios y cuidados que
generalmente proporcionan en estos casos los parientes próximos (para lo que se requiere
una posición económica bastante acomodada). La forma de inserción social de Mario es
fundamentalmente competitiva, si bien, debido a la gravedad de la discapacidad, utiliza
los beneficios que otorga la legislación en el acceso al mercado laboral ordinaria
(posición integrada) pero obligándose personalmente a rendir lo mismo que los demás
trabajadores. Además ha contado con la buena posición económica familiar de origen
(asistencia a colegios privados y universidad). Este caso es prototipo de la nueva
generación de jóvenes discapacitados muy preparados profesionalmente y que pueden
cuestionar tanto al movimiento asociativo tradicional, dirigido o no por personas con
discapacidad, como la posición subordinada de estas personas en el mercado de trabajo
y en los movimientos sociales.
390
la nueva situación (“esto es así para toda la vida... pero yo sigo siendo el mismo”),
aceptándose y viéndose aceptados en su limitación, es decir, sacando partido de lo
irremediable. La pensión contributiva juega aquí un papel importante, como se expone
en el capítulo 13, pero ser pensionista para Roberto no es permanecer inactivo sino un
medio que, al darle seguridad económica, le permite la autonomía personal y proyectarse
hacia el exterior. Esta proyección social la consigue a través de una asociación de
afectados (AESLEME) cuyo modelo es de aportación preventiva a los sanos, a los
“temporalmente capaces”, para evitarles la discapacidad por la imprudencia en los
accidentes. La visibilidad de la silla de ruedas será el signo más claro para los demás de
la importancia que tienen la prevención para evitar los accidentes que llevan a la lesión
de la médula espinal y a la silla de ruedas.
13.4. Balance
En el hogar paterno la relación entre los padres y el hijo afectado por una deficiencia es
fundamentalmente asimétrica: los padres, por serlo, adquieren el derecho y la obligación de
atender al hijo y arrastran en esa responsabilidad al resto de la familia.En una etapa más avanzada
de socialización, cuando la persona con discapacidad persigue incorporarse al mercado de
trabajo o emanciparse de la tutela paterna, los padres y hermanos (y en menor medida los
abuelos, tíos, primos...) son también interlocutores importantes de las decisiones que se adoptan,
ya sea para alentar al sujeto en sus iniciativas o para frenarlas y dirigirlas en otro sentido. Por
último, si la persona afectada por la deficiencia funda un nuevo hogar o si la discapacidad
sobreviene en la vida adulta, son el cónyuge y los hijos374 quienes toman el relevo de la
374
El nuevo hogar está formado en algunos casos por hermanos o por personas con la misma discapacidad
que viven en hogares o residencias tuteladas.
391
mediación y del apoyo familiar, que normalmente se proseguirá a lo largo de toda la vida
(algunos pasarán los últimos años en casa de los hijos o cuidados por éstos).
Cuando la discapacidad afecta a un adulto casado, situación que es mayoritaria entre las
personas con discapacidad física o sensorial en edad laboral y minoritaria entre quienes tienen
deficiencias de naturaleza psíquica o mixta375, la relación que se establece entre los esposos es
formalmente simétrica, al tratarse de personas adultas, pero también en este caso el cónyuge sin
deficiencia se ve afectado por la situación. Sobre todo en los casos graves de discapacidad
sobrevenida, que inhabilitan al sujeto en mayor medida, se asigna al cónyuge “sano” un
sobreesfuerzo que con frecuencia implica reestructurar el grupo familiar.
Ya se trate del hogar paterno de origen o del nuevo hogar constituido por personas
adultas, la presencia de una persona con discapacidad repercute en todo el grupo familiar,
removiendo el sistema de relaciones preestablecido y alterando en mayor o menor medida los
proyectos particulares de sus miembros. Del análisis de los casos estudiados, se deduce que, salvo
raras excepciones376, la inserción social y laboral de las personas con discapacidad es más un
asunto de familia que una cuestión individual. Los parientes próximos (padres y hermanos;
cónyuge e hijos) se sienten afectados personalmente y cooperan por lo general, en la medida de
sus posibilidades, en la resolución de los nuevos retos que se plantean. Según esto, la población
española afectada por la problemática de las discapacidades ya no sería una minoría sino, más
bien, la mayoría de la sociedad: los 5,7 millones de españoles con discapacidad detectados por
la EDDM de 1986 habría que multiplicarlos al menos por 3,2 (tamaño medio de los hogares
españoles) o por un número todavía mayor si ampliamos las relaciones de parentesco al conjunto
de hogares que componen la familia extensa (o lo que queda de ella). La respuesta lógica sería
apoyar a las personas con discapacidad, aunque sólo fuera por solidaridad egoísta (“por si un día
me toca”). Dando un paso más en esta dirección, algunos especialistas han planteado que la
“normalidad” está de la parte de las situaciones de discapacidad y que, más bien, se debería tratar
a los sanos como “temporalmente capaces” que, en última instancia, son también “candidatos”
a padecer deficiencias o a verse involucrados por ellas en su entorno familiar inmediato377.
Como balance general, hay que remarcar la centralidad de las relaciones familiares, y
en especial el encadenamiento intergeneracional, en los procesos de incorporación a la sociedad
de las personas con discapacidad. Sin embargo, tal como hemos visto, el papel jugado por las
familias se puede orientar en varias direcciones, dando lugar a trayectorias de inserción social
y laboral diferentes, con efectos de inclusión/exclusión marcadamente contrapuestos. El análisis
desarrollado en este capítulo ha tratado de profundizar en la génesis de esas diferencias y, en
síntesis, hemos encontrado dos vías de explicación complementarias: por un lado, la orientación
ideológica de los parientes más cercanos, que configura tanto la percepción de la discapacidad
375
Según la EDDM-86, de los 2,6 millones de personas con discapacidad en edad laboral estaba casado el
70,5% (con diferencias mínimas entre varones y mujeres). Esta proporción sólo llegaba al 32,7% entre los afectados
por limitaciones psíquicas y al 28,2% en las mixtas.
376
Una clara excepción es Raquel (mujer de 23 años con retraso mental ligero) que fue abandonada por
su familia al poco de nacer y pasó a depender de la tutela estatal (Protección de Menores). Sin embargo, su horizonte
de realización actual pasa por recomponer una nueva familia.
377
Esta idea, proclamada de modo provocativo en el Congreso Internacional de Historia Oral de Nueva
York en 1994, persigue aproximar los intereses de las personas con discapacidad y del resto de la población. Ver
el número monográfico dedicado a este congreso en la revista Historia y Fuente Oral, nº 13 , Barcelona, 1995.
392
como la forma de abordarla; por otro, las condiciones objetivas presentes en cada caso, entre las
que nos parecen más destacables el estatus socioeconómico de la familia, el género y el
tipo/grado de discapacidad. Hacemos balance a continuación de ambas vías de interpretación.
393
Cuadro 27
ORIENTACIÓN IDEOLÓGICA DE LAS FAMILIAS
SEGÚN POSICIONES DE PARTIDA Y TENDENCIAS DE CAMBIO
Manuel
Cecilio
Rosa
Raúl
Marcos
Casilda
Carolina
Carmen
Mónica
Carlos
Miguel
César
Ricardo
394
La solidaridad orgánica, que se sitúa en el cuadrante superior izquierdo, ocupa
claramente la posición dominante: de él surgen 12 casos y otros 5 pasan o concluyen en él. Como
ya hemos explicado en el apartado 13.2, esta posición otorgaba a las instituciones públicas la
primacía en la definición, atención y salvaguarda de los derechos de las personas con
discapacidad, dejando a las familias un papel subsidiario, dependiente y consumista por relación
a los servicios y normas establecidos por los funcionarios y expertos del Estado social378. Sin
embargo, en el Cuadro 27 se puede observar que la mayoría de las familias ubicadas en esta
posición integrada no se mantiene en ella a lo largo del tiempo sino que se desliza hacia otras
posiciones: 9 hacia la adscriptiva, 6 hacia la liberal. ¿Qué significa esto?: evidentemente, todo
parece indicar que los ejes articuladores de la posición integrada han entrado en crisis y son
incapaces de contener las demandas y expectativas de las familias que reclaman la inserción
social de sus parientes con problemas de discapacidad. El bloque más amplio -coincidente con
las familias de menor estatus socioeconómico- se refugia en formas de solidaridad familiar-local
(“comunitarista”) y otro bloque importante se desliza hacia fórmulas de realización de tipo
individual-competitivo.
La solidaridad liberal está presente en 8 historias de vida y es la más habitual en los casos
de inclusión o inserción social exitosa según la propuesta normativa vigente. Desde la modalidad
de “familia mínima”, estos sujetos escinden el espacio social en dos ámbitos: por un lado, el nivel
macrosocial, que corresponde a las necesidades del mercado; por otro, el nivel microsocial,
espacio de realización de los individuos a través del libre juego de la competencia y del consumo
privado. La norma básica del mercado sitúa a la forma familia en una posición “reversiva” en la
que los individuos se realizan desplegando su creatividad en el marco restringido del nivel
microsocial, sin otro obstáculo que aceptar las reglas de juego del libre mercado (nivel
macrosocial). La apariencia de libertad sólo corresponde a los que tienen éxito en la máxima
competitividad; los otros serán descritos como in-competentes, legitimando así una sociedad con
elevadas dosis de desigualdad o fragmentación social. Para los casos más graves de marginación,
se establecerá una política de prestaciones mínimas, más orientada a asegurar la estabilidad del
sistema que a integrar socialmente a los destinatarios.
La solidaridad electiva sólo aparece en una trayectoria estudiada (Carlos), si bien en los
grupos de discusión y en las entrevistas con agentes de inserción observamos algunas
indicaciones que van en esa misma dirección379. Desde las formas de convivencia electivas, el
agente instituyente de la norma son los propios afectados por problemas de segregación y
etiquetamiento que tienen un origen social. Los protagonistas no son sólo las personas con
discapacidad sino cuantos participan en alguna medida de ese planteamiento de transformación
de las relaciones sociales (“sujeto en proceso”); así mismo, las normas adoptan siempre un
carácter relativo y abierto, lo que las diferencia del carácter rígido de los otros sistemas
normativos (pautas de la familia tradicional, normas políticas y leyes del mercado). Ante el
378
El anterior protagonismo de las familias se desplaza a los expertos e instituciones del Estado que tratan
a las familias como destinatarias de sus servicios. Si las familias no corresponden adecuadamente a las orientaciones
de los expertos, éstos las acusaran de “indocilidad”, “ignorancia” o “cerrazón”. A su vez, por parte de las familias,
la “dependencia” de los recursos públicos dará lugar a respuestas “perversas” que interpretarán en términos de acople
o vinculación con la norma social el éxito o el fracaso de la inserción social (imperio de la tecnocracia).
379
Por ejemplo, la actitud de algunos padres de personas con discapacidad que anteponen -o sitúan en el
mismo plano- las formas de cooperación asociativa que la ayuda a los parientes de su propia familia, o la defensa
que hacen algunos profesionales de los hogares tutelados como fórmula familiar cooperativa que permite ampliar
la emancipacion en casos de grave discapacidad psíquica, etc.
395
poder de regulación y control de estos diversos agentes, la posición emergente adopta una
posición ‘subversiva’, que tiende a ensanchar no sólo las formas de convivencia (frente a la
familia tradicional) sino las normas de realización política (la diferencia como valor) y el ámbito
del mercado laboral (revalorización de las diversas formas de trabajo no remunerado: el
doméstico, el social-comunitario, etc.).
Si situamos las anteriores tendencias en una perspectiva histórica, podemos poner como
punto de partida el modelo de familia extensa autosuficiente y las formas de solidaridad
comunitaria-local, que eran predominantes en la España rural preindustrial. Con la modernización
económica de España a partir de los años 50-60 y el cambio político que tuvo lugar en los años
70, se aceleró la implantación del modelo de familia nuclear urbano en el marco de un Estado
social con atribuciones y posibilidades crecientes en los campos de la educación, la sanidad, la
regulación laboral, la Seguridad Social y las prestaciones de todo tipo para la cobertura de
riesgos, entre ellos la “invalidez”. Sin embargo, del análisis efectuado en las páginas anteriores
se desprende con bastante claridad que este último modelo, que estuvo siempre más presente
como proyecto que como realidad cumplida380, está perdiendo actualmente su posición
hegemónica en beneficio de las estrategias individuales-competitivas de resolución de los
problemas y, en ocasiones, de las viejas fórmulas de cooperación familiar. Las familias se
debaten entre la sensación de abandono por parte del Estado y la búsqueda de alternativas de
compromiso que no ponen en cuestión las estructuras económicas y políticas vigentes (salvo la
presencia marginal o esporádica de algunas propuestas emergentes.
380
Tanto el desarrollo económico de España a partir de 1950 como los cambios políticos producidos en los
años 70 han tenido habitualmente una lectura unilineal, como si la “modernización social” del país sólo se pudiera
producir a través del modelo económico y político vigente en los países occidentales más desarrollados. Para una
interpretación crítica de este proceso, ver ORTÍ, A., “Política y sociedad en el umbral de los años setenta: las bases
sociales de la modernización política”, en MARTÍNEZ, M. (Ed.), Cambio social y modernización política, Edicusa,
Madrid, 1970, págs. 5-90.
396
Ø Posición competitiva-corporativa: la familia opta por vincularse a fundaciones,
asociaciones o instituciones que defienden eficazmente los intereses de las personas
afectadas en la competencia social. La eficiencia económica, la competencia profesional,
el oligopolio y los grupos de presión son algunas notas distintivas de esta posición que
hemos detectado en varios casos estudiados.
Ù Posición comunitarista-social: promueve la inserción de los afectados y de sus familias
en iniciativas de economía social (cooperativas, fundaciones, centros de empleo
protegido, etc.) y en organizaciones no gubernamentales que representan una tercera vía
complementaria de la administración pública y de las empresas privadas. El voluntariado
del Tercer Sector canaliza la solidaridad social de la población acomodada, en paralelo
y complementariamente a las funciones específicas del Estado (mínimo) y del mercado
(regido por la lógica de la rentabilidad). Desde el punto de vista ideológico, esta
estrategia puede entenderse como una fórmula mixta de connivencia entre las posiciones
integrada y competitiva (ya que respeta tanto la política estatal como la lógica
empresarial) que utilizan como mediación la orientación adscriptiva del comunitarismo.
Éste se entiende como apoyo mutuo entre ciudadanos en el nivel microsocial, es decir,
sin incidir en las estructuras político-económicas vigentes. También esta posición es la
adoptada por varios casos estudiados.
Ú Propuestas emergentes: las situamos en una posición intermedia del Cuadro 27 para
expresar que tanto en las familias acomodadas como en las precarias aparecen
indicaciones sueltas y planteamientos aislados que apuntan hacia una transformación de
instituciones básicas de la sociedad actual. Por ejemplo, cuando se critica la lógica del
beneficio que rige la actividad económica o el elitismo y la insensibilidad del gobierno
en relación a las necesidades de los colectivos excluídos, cuyos problemas es incapaz de
resolver en el marco político vigente, etc. Estas estrategias emergentes aparecen a veces
como horizonte utópico o telón de fondo de las estrategias colectivas 2 y 4 (contiguas en
el cuadro 27), y permiten establecer un escenario de sociedad plural y solidaria en la que
las diferencias de estatus se reducirían sustancialmente.
397
Esquema 13
ESTRATEGIAS FAMILIARES
PARA ABORDAR LA DISCAPACIDAD
Þ
Ù POSICIÓN INTEGRADA-CONSERVADORA
POSICIÓN COMUNITARISTA-SOCIAL
Defensa de los derechos adquiridos
Promoción de la economía social y las O.N.G. contra la competencia exterior e interior
(Voluntariado del Tercer Sector)
Ú
PROPUESTAS EMERGENTES
ù Horizonte de convergencia
por una sociedad plural y solidaria
(anomalía social)
Û ß
POSICIÓN INTEGRADA-ACTIVA POSICIÓN INTEGRADA-CLIENTELAR
Estatus bajo
à
Ü POSICIÓN COMPETITIVA
POSICIÓN ADSCRIPTIVA-COMUNITARISTA DE SUPERVIVENCIA
Û Posición integrada-activa: se sitúan aquí las familias modestas que cooperan activamente
con los servicios públicos, tanto para gestionar los recursos disponibles (politica de
subvenciones y empleo protegido, etc.) como para reclamar y exigir aquellos otros que
todavía no tienen pero que se consideran con derecho a reclamar desde la lógica del
Estado social de bienestar. Como pasaba con la estrategia 2, los partidarios de esta
posición pueden plantear a veces propuestas que desbordan el marco institucional
vigente, en especial en relación a la política laboral que impide el disfrute del derecho a
trabajar a muchas personas con discapacidad.
Ü Posición adscriptiva-comunitarista: esta estrategia, que prevalecía en el marco de una
sociedad rural preindustrial, sigue siendo la reserva de solidaridad a la que recurren
muchas familias en situación económica precaria cuando fallan las otras salidas, en
principio más valoradas actualmente, como la competitiva o la integrada. Los recursos
de la propia familia extensa y/o las redes locales o sectoriales de amistad, vecindad, etc.
398
juegan ahora el papel central para promover la inserción social de la persona con
discapacidad. En los casos estudiados, son varios los que han utilizado las redes
familiares (a veces por imposición autoritaria) y también los que se han servido de
asociaciones del colectivo especifico de personas afectadas por una misma discapacidad,
en las que se han implicado de forma muy intensa hasta el punto de convertirse en
algunos casos como su nueva familia.
Ý Posición competitiva-individual: las familias con esta estrategia confían en los recursos
y servicios existentes en el mercado para resolver los problemas que plantea la inserción
social de los parientes con discapacidad. Como cualquier otra necesidad de los
individuos, se considera que el libre mercado es el mejor asignador de recursos desde
criterios de neutralidad, competencia y eficacia. Pocos casos estudiados responden
totalmente a este planteamiento pero son bastantes los que se sirven parcialmente de él
en la medida que disponen de los recursos económicos precisos.
Þ Posición integrada-conservadora: aunque está poco presente en los casos estudiados, esta
estrategia parece bastante frecuente en las clases medias cuyos derechos sociales y
laborales están en peligro de ser cuestionados por la competencia exterior (por ejemplo,
las multinacionales que arrasan a los pequeños empresarios), la desregulación del
mercado de trabajo (anulación o reducción de derechos laborales adquiridos) o la
restricción de las prestaciones y servicios públicos. Lo propio de esta posición es
aferrarse firmemente a tales derechos adquiridos, en actitud defensiva individual, e
impedir que “otros” invadan el espacio “acotado” del que ellos disponían previamente
(proteccionismo arancelario, acceso de trabajadores extranjeros con los mismos derechos
que los autóctonos, etc.).
ß Posición integrada-clientelar: estrategia presente en varios casos estudiados que, ante la
escasez de recursos familiares para lograr la inserción social y laboral del pariente con
discapacidad, recurren individualmente a todo tipo de servicios, subvenciones-exenciones
y sistemas de pensión a fin de lograr unas condiciones mínimas de incorporación a la
sociedad. El consumo de servicios es a veces voraz, no dudando en exhibir o agrandar
artificialmente la propia “invalidez” para obtener de ella mayores beneficios.
à Posición competitiva de supervivencia: esta estrategia, poco presente en los casos
analizados pero sobre la que hay bastantes referencias en los grupos de discusión, remite
a aquellos “casos perdidos” de personas con muy pocos recursos económicos pero con
un marcado individualismo, que les hace reacios a utilizar servicios públicos. Su
planteamiento responde más al enfoque competitivo pero, al carecer de recursos para
competir exitosamente, se limitan a la lucha por la supervivencia en un contexto de
exclusión y anomía normativa.
Una segunda variable que tamiza o condiciona el papel jugado por la familia es el género.
Esto ocurre en una doble dirección: por una parte, los parientes ejercen una influencia que difiere
en algunos aspectos según que el paciente sea hombre o mujer; por otra, los efectos que tiene la
presencia de una persona con discapacidad en los otros miembros de la familia están también
“sexuados” ya que dependen de los roles de género previamente asignados. Estas diferencias no
son específicas del colectivo estudiado sino de la población española en general, por lo que las
tendencias a una mayor igualdad entre los géneros afectan también a las personas con
discapacidad. Tradicionalmente, como hemos visto en 13.1, se orientaba al varón al espacio
público (relaciones fuera del hogar, trabajo extradoméstico, estudios...) y la mujer quedaba
399
recluida en la esfera privada de la familia (tareas domésticas, cuidado de los hijos y de otros
parientes, etc.), lo que daba lugar a trayectorias sociales diferenciadas en función del género.
Actualmente esto está cambiando de forma acelerada en algunos aspectos, como el acceso de la
mujer a los estudios, y más lentamente en otros, como la participación del varón en las tareas
domésticas o el acceso de la mujer al trabajo remunerado (sobre todo a empleos cualificados).
En todo caso, las personas con discapacidad tienden a acentuar las diferencias de género,
tal como se comprobó en la EDDM-86381, lo que puede obedecer, entre otros motivos, a la mayor
proporción de discapacidades en los estratos de población con bajo nivel socioeconómico382. Por
otra parte, la actual competitividad del mercado de trabajo hace especialmente difícil acceder al
mismo a las mujeres con discapacidad mientras no encuentran ningún problema en encargarse
de realizar el trabajo doméstico (con toda la “flexibilidad” que sea necesaria, si no pueden rendir
al cien por cien).
El Esquema 14 recoge las principales diferencias que hemos observado a lo largo del
presente capítulo en la forma de influencia familiar dependiendo del género de las personas
afectadas, ya se trate del sujeto con discapacidad o de los parientes que viven con él. Casi
siempre estas diferencias tienen que ver con la asignación tradicional del trabajo extradoméstico
a los varones (producción) y del doméstico a las mujeres (reproducción). La presencia de una
persona con discapacidad en el hogar repercute en esa asignación de tareas y, en consecuencia,
en la identidad social de los individuos, tal como se recoge sintéticamente en el Esquema 14.
Como valoración más global, queremos destacar la superposición de discriminaciones en el caso
de la mujer, que tiene que trabajar más que el varón (doble y triple jornada), con menos
reconocimiento social (minusvaloración e invisibilidad del trabajo doméstico) y con una
cobertura económica en caso de invalidez o jubilación muy inferior a la de aquellos hombres que
han desarrollado un trabajo externo remunerado383.
381
En aquel año tenía empleo remunerado 1 de cada 10 mujeres con discapacidad en edad laboral, mientras
6 de ellas se ocupaban del trabajo domestico; esta proporción 1/6 se convertía en 2,6/5 entre las mujeres de la
población general según la EPA de aquel mismo año.
382
Las mujeres españolas de clases bajas trabajan más en el hogar que las mujeres de clases medias-altas;
y, al revés, estas últimas trabajan más que aquellas fuera de casa. Ver IZQUIERDO, J., La desigualdad de las
mujeres en el uso del tiempo, Instituto de la Mujer, Madrid, 1988, pág. 45 y 74. Sobre la mayor presencia de casos
de discapacidad en los estratos de bajo estatus socioeconómico, ver el capítulo 2.
383
Ver sobre estos puntos la obra colectiva coordinada por BORDERÍAS, C., CARRASCO, C., y ALEMA-
NY, C., Las mujeres y el trabajo. Rupturas conceptuales, FUHEM/ICARIA, Barcelona, 1994.
400
Esquema 14
EFECTOS DE GÉNERO E INFLUENCIA FAMILIAR
EN LA PERSONA CON DISCAPACIDAD Y EN SUS PARIENTES PRÓXIMOS
defecto, a obtener una pensión contributiva. que se puede reforzar si no tiene trabajo
remunerado.
• Si fallan ambas salidas, se produce pérdida de
estatus social y surgen sentimientos de inutilidad
(pensamientos de suicidio).
precisar más ingresos económicos (sobreesfuerzo ticas para ayudar a la persona con disca-
laboral). pacidad (sobre todo si esta es la esposa-
madre).
• Control de gastos para hace frente a las nuevas
necesidades.
do, la discapacidad del marido/hijo se vive desde precarización del nivel de vida.
un sentimiento de seguridad.
• Refuerzo del hogar como espacio de
• Si no tiene trabajo remunerado y el marido ha realización de la mujer.
perdido el empleo (y/o no tiene una pensión
suficiente), surgen sentimientos de impotencia y
desánimo.
Por último, otra variable que condiciona la influencia familiar es la naturaleza de la propia
discapacidad, asunto que encierra una gran complejidad y del que sólo vamos a referirnos a dos
aspectos: el tipo/grado de deficiencia y el momento en que se originó la discapacidad (congénita
o infantil y sobrevenida en la edad adulta). En cuanto a lo primero, es evidente que una
discapacidad leve, que afecta poco a las habilidades del sujeto para desenvolverse en el entorno,
favorece un trato familiar normalizado, similar al de los demás parientes; por el contrario, si la
deficiencia es grave, hay más propensión a otorgarle un trato “especial”, que puede derivar
401
fácilmente en actitudes sobreprotectoras (“tienes que ser sus manos, su vista, sus piernas”). En
la misma línea, podemos concluir que las discapacidades de tipo psíquico y mixto, aún siendo
leves o ligeras, pueden limitar más la autonomía del sujeto y hacerle a éste más dependiente de
su familia que las de tipo físico o sensorial, en las que la capacidad mental no ha sido alterada.
Así mismo, ciertos tipos de deficiencia como la ceguera o la sordera, pueden proporcionar a los
afectados unas salidas específicas (por ejemplo, a través de la Fundación ONCE o de ciertas
Asociaciones partidarias del lenguaje de signos) que suplantan parcialmente al grupo familiar al
cumplir algunas de sus funciones habituales.
S Reclusión vergonzante: no se acepta la discapacidad del hijo, tal como hemos visto por
ejemplo en la familia de Carlos (varón con sordera congénita) y se produce un
resentimiento contra el mismo que lleva a su “encierro” en el medio familiar e incluso a
restringir al mínimo sus relaciones personales (ni siquiera sus padres o sus hermanos
aprenden el lenguaje de signos para comunicarse mas fácilmente con él). Es el
contrapunto del modelo idílico de relaciones familiares intensas, extensas y abiertas a la
sociedad exterior.
S Sobreprotección: en esta posición, que hemos encontrado en varios casos estudiados, los
padres (y especialmente la madre de familia) se vuelcan sobre el hijo con discapacidad,
hasta el punto de desentenderse en gran medida, al menos temporalmente, del resto de
hijos y del propio cónyuge. Se privilegia la relación madre-hijo, no sólo para “salvar” a
éste sino para liberar a los otros hijos de la carga del hermano (“tienen su vida, no se les
puede cargar con esto”). Es la tarea de héroes de los padres, que se vuelven
“indispensables” e insustituibles, con el consiguiente miedo a qué será de su hijo cuando
ellos falten: “cuando faltemos los padres, ¿qué pasará?. Ves a esa gente que duerme en
cartones y piensas que el día de mañana tu hijo puede estar así, porque no lo va a coger
nadie” (GD1). La angustia de estos padres suele ir unida a una profunda desconfianza en
las posibilidades o “capacidades” de desarrollo personal del propio hijo, lo que
inevitablemente desemboca en la infantilización o sobredependencia de éste.
S Posición igualitaria: los padres tratan al hijo con discapacidad como a los demás,
atendiendo los aspectos específicos de la discapacidad como un aspecto más, entre otros,
de la persona. Es el caso, por ejemplo, de Marcos (síndrome de Down) en que ambos
padres y una hermana aparecen implicados personalmente en la atención al hijo/hermano
desde la declaración de igualdad (“es un hijo más en todos los aspectos”).
402
afectado (que “se cree inútil, como si su vida se hubiera terminado”) como para los demás
miembros de la familia, sobre todo en los casos más graves, hasta perder la libertad de
movimientos: “cambia mucho la vida... pues mire, de ir al baile a terminar por no salir de casa”.
Si esta actitud tiene lugar en hogares donde coinciden varias generaciones, por ejemplo abuelos
necesitados de cuidados y nietos con discapacidad, la situación de la madre se puede volver
insostenible: “chocan las cabezas y hay unas tensiones insostenibles: un
anteponer el padre al hijo, el hijo al padre (abuelo)... que es
posible que yo acabe peor que ellos” (GD1). Sin embargo, hay
otras familias en las que la presencia de la discapacidad da lugar
a nuevas oportunidades en las relaciones de pareja que son
sentidas como una aportación positiva; más que un problema, la
limitación es ahora un medio que permite desvelar aspectos de la
vida ante los que antes permanecían insensibles (“incapacitados”
para percibirlos): “la enfermedad de mi marido me ha enseñado
muchísimo. Me doy cuenta que antes no valoraba una serie de
cosas que valoro ahora. Si eres consciente de eso, de que estamos
todos unidos, eso te enriquece mucho” (GD10).
-------------
403
14. MERCADO DE TRABAJO Y POLÍTICA LABORAL
Tras haber desarrollado con detenimiento el papel jugado por la familia, abordamos en
este capítulo un análisis detallado sobre el mercado de trabajo y las políticas laborales puestas
en práctica en España a lo largo de los últimos años, entendiendo que ambos aspectos,
determinados por la actuación combinada del Estado, el sector empresarial, el sindical y el de los
trabajadores en su conjunto, resultan de especial relevancia para comprender el proceso (modos
y resultados) de inserción sociolaboral de las personas con discapacidad.
404
14.1. Tendencias actuales del mercado de trabajo384
Actividad y empleo
Según datos contrastados entre la EPA y el INE, en el período comprendido entre los años
1980 y el tercer trimestre de 1996, la población activa de España habría crecido en un 22,97%
(2.996.000 personas), correspondiendo la expansión de la actividad especialmente a las mujeres
y a los sectores jóvenes. En dicho período, pese al crecimiento de 967.000 ocupados nuevos, la
economía española no ha podido absorber el importante incremento de la población activa. Así,
de las 16.404.000 personas activas que registra la EPA en el tercer trimestre de 1996, tienen
ocupación 12.524.000, con un déficit de 3.516.000 puestos de trabajo.
El incremento de población activa registrada ha sido muy superior en las mujeres, que
alcanzan un crecimiento en porcentajes relativos del 63,68% (2.398.000 mujeres), mientras que
en los hombres dicho índice representa el 6,45% (598.000).
384
En la medida que los datos disponibles de las principales actividades de las personas con discapacidad
quedan muy limitados al año 86 (EDDM) y ya han sido presentados en la primera parte de este libro, nos limitamos
en este epígrafe a comentar las cifras más generales del mercado laboral para la población española desde 1980 hasta
el tercer trimestre de 1996 (no incluimos en el texto las tablas de las que nos hemos servido y que son fácilmente
accesibles en el INE y a través de Internet).
385
Los datos referidos a 1996 corresponden al tercer trimestre.
386
En el capítulo 4 ya hemos criticado esta terminología oficial que considera “inactivas” a las personas
ocupadas en el trabajo doméstico.
405
ENTRE 1980 Y 1996 (PERSONAS CON 16 Y MÁS AÑOS)
VARONES
10.000
9.000
8.000
7.000
6.000
Miles
5.000
4.000
3.000
2.000
1.000
0
1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996
Parados Ocupados
E
MUJERES
10.000
9.000
8.000
7.000
6.000
Miles
5.000
4.000
3.000
2.000
1.000
0
1980 1982 1984 1986 1988 1990 1992 1994 1996
Paradas Ocupadas
406
4.035.000 trabajadores) y descendido para los grupos de edad extremos (baja en 553.000 jóvenes
entre 16 y 19 años, y desciende en 486.000 adultos mayores de 55 años), siendo el incremento
más notorio (3.581.000) el producido en la franja de 25 a 54 años, donde la tasa de actividad
asciende del 62% en 1980 hasta el 75% en 1996. Cruzando la variable edad con el sexo, la
población activa de los varones evoluciona según la tendencia general, elevándose para los
grupos centrales, más intensamente entre los 25 y 54 años (1.160.000 personas) que entre los
jóvenes de 20 a 24 años (203.000) y descendiendo entre los menores de 20 años (-337.000) y los
mayores de 55 años (-429.000).
De modo similar a la tendencia general, los datos anteriores referidos a los varones
contrastan con un descenso de la tasa de actividad (que baja de modo ostensible en los segmentos
de edad extremos, un 25% en los menores de 20 años y un 19% en los mayores de 55 años, y algo
menos, un 2%, en el sector comprendido entre los 25 y 54 años; subiendo sólo un 1% entre los
jóvenes de 20 a 24 años) y con la tasa de paro, que se incrementa para todos los grupos de edad:
un 11% en los menores de 20 años (pasa del 32% en 1980 al 43% en 1996), un 9% para los
comprendidos entre 20 y 24 años (del 24 al 33%), quedando en un 6% para los mayores de 25
años (del 8 al 14% en el segmento de 25 a 54 años, y del 5 al 11% en los mayores de 55 años).
Por su lado, el comportamiento por grupos de edad en las mujeres habría seguido una
tendencia similar a la de los varones, salvando la distancia proporcional entre la población total
entre uno y otro sexo, siempre favorable en cantidad a los hombres. Así, en los sectores centrales
se observa un crecimiento en el grupo de edad entre 20 a 24 años (+250.000 personas)
ampliamente superado por el ascenso de la población de mujeres activas entre 25 y 54 años
(+2.420.000 adultas), que también supera proporcionalmente al crecimiento visto en el mismo
sector de varones. Para este segmento de edades, la tasa de actividad habría crecido un 2% para
las jóvenes de 20 a 24 años (pasa del 55% en 1980 al 57% en 1996) y un 26% para las adultas
entre 25 y 54 años (asciende del 31 al 57%).
Por contra, las mujeres pertenecientes a los grupos de edades menores a los 20 y mayores
de 55 años disminuyen en conjunto (116.000 y 57.000, respectivamente), al igual que sucede con
sus correspondientes tasas de actividad (que pasa del 40 al 23% y del 11 al 8%, para uno y otro
segmento).
407
1980 hasta 1996), mientras que el privado sólo crece el 11%. Esto hace que si en 1980 el sector
público representaba el 19% del total de trabajadores asalariados (frente al 81% del sector
privado), en el año 1996 este índice haya subido hasta el 24% (por un 76% del sector privado).
Paro
Si nos detenemos ahora en la evolución del paro (ver Gráfico 24), tenemos que el número
de desempleados en España llega, a finales de 1996, a la cifra de 3.515.000 personas, lo cual
representa un aumento de 2.027.000 en relación al año 1980 (un 136% en términos relativos).
Este nivel de desempleo representa el 22% de la población activa, tasa superior en 11 puntos a
la del año 1980 (que era de un 11%), es decir, se habría duplicado. La evolución de la tasa de
desempleo en la etapa analizada muestra un comportamiento desigual: crece de forma sistemática
hasta 1985, con el 22%, sufriendo un descenso hasta el 18% en 1992, vuelve a ascender hasta el
24% en 1994 y, finalmente, desciende hasta el 22% en el tercer trimestre de 1996.
408
paro no haya tenido grandes variaciones desde lo negativo, en tanto ha pasado del 5% en 1980
al 12% en 1996, situándose al mismo nivel que el sector industrial y en mejor situación que la
agricultura y la construcción.
Contratación387
387
Expondremos aquí sólo los datos más generales y "cuantitativos" de la evolución de la contratación, en
tanto en el siguiente epígrafe Evolución de la política laboral se aborda de modo más específico las características
de las distintas modalidades de contratación.
388
En la actualidad existen 21 modalidades de contratación ordinaria: contrato indefinido, contrato de obra
o servicio, eventual por circunstancias de la producción, de interinidad, de lanzamiento de nueva actividad, temporal,
a tiempo parcial, de relevo, de sustitución por jubilación, de prácticas, de aprindizaje, de mujeres en profesiones u
oficios en que se encuentran subrepresentadas, de mujeres que se reincorporan a la actividad laboral, de jóvenes
menores de 25 años, de jóvenes entre 25 y 29 años, de trabajadores mayores de 45 años, para personas con
minusvalía, para trabajadores minusválidos en Centros Especiales de Empleo, contratos convertidos en indefinidos
y contratos de fomento del empleo.
389
Las medidas de fomento de empleo consisten en un conjunto de normas tendentes a la creación y
mantenimiento de puestos de trabajo mediante el establecimiento de ayudas a la contratación de determinados
colectivos y facilitando el acceso al trabajo de otros. Estas medidas se plasman en distintas modalidades de
contratación: contrato temporal, a tiempo parcial, de relevo, de sustitución por jubilación, en prácticas, de
aprendizaje, de mujeres en profesiones u oficios en que se encuentran subrepresentadas, de mujeres que reincorporan
a la actividad laboral, de jóvenes menores de 25 años,, de jóvenes entre 25 y 29 años, de trabajadores mayores de
45 años, para personas con minusvalía, para trabajadores minusválidos en el Centro Especial de Empleo y contratos
convertidos en indefinidos.
409
de decrecimiento de esta modalidad a finales de los años ochenta y principios de los 90, producto
sin duda de la reforma del mercado laboral emprendida en 1984 (ver siguiente epígrafe), que
potenciaba la temporalidad. La tendencia se invierte a partir de 1994, coincidiendo con la nueva
reforma del mercado de trabajo de ese mismo año, que pretende frenar la excesiva temporalidad
del empleo, si bien ahora se potencia la contratación a tiempo parcial, modalidad muy precarizada
del contrato indefinido. La desagregación de la contratación acogida al fomento de empleo en su
modalidad temporal permite observar que el principal efecto de las reformas del mercado laboral
mencionadas más atrás ha sido el aumento de la contratación temporal en relación a la indefinida.
Dentro de la temporalidad, se observa una fuerte subida a finales de los años 80 y principios de
los 90 de las modalidades de contratos en práctica y de aprendizaje para, a partir de 1994, dar
paso al protagonismo de la contratación a tiempo parcial. En el Gráfico 25 se puede observar la
evolución del número de contratos indefinidos y temporales registrados en la última década.
Gráfico 25
EVOLUCIÓN DEL VOLUMEN ANUAL DE CONTRATOS
INDEFINIDOS Y TEMPORALES REGISTRADOS ENTRE 1987 Y 1996
10.000
8.000
6.000
Miles
4.000
Est
ruc
2.000
tur
a
0
e m 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996
pre
sari Indefinidos Temporales
al,
eco
nomía social y economía sumergida
410
De modo muy genérico, puede afirmarse que la estructura empresarial de España está
muy atomizada y su evolución en el período 1990-95 consolida dicha tendencia (ver Tabla 30).
Así, el peso de los trabajadores autónomos y las empresas de 1 a 10 empleados crece en
importancia con respecto al número de asalariados que concentran, pasando del 93,2% en 1990
al 94,7% en 1996, si bien desciende de forma sensible el conjunto de autónomos y sube el de las
pequeñas empresas. Por su lado, el sector de la mediana y de la gran empresa sufre un retroceso
global, especialmente en la primera.
Por sectores de actividad, se confirma el dinamismo de los servicios: de las 271.330 nuevas
empresas creadas en el lustro, 265.264 corresponden a este sector, de las cuales, el mayor número se
concentra en las empresas de 1 a 10 trabajadores (suben del 22,2 al 34,58%), mientras que baja tanto
el sector de autónomos (casi tanto como lo hace la mediana empresa, un 11,5%) y de la gran empresa.
En cuanto al sector industrial, parece inmerso en una lenta recuperación (crece en 11.304 nuevas
empresas), siendo de nuevo la pequeña industria la protagonista principal al aumentar su peso un 14%
en esos cinco años, mientras que los autónomos del ramo sufren una caída considerable (del 47 al
34%), mantiene su relevancia la mediana empresa y retrocede la gran empresa. En última instancia,
la construcción pierde un total de 5.438 empresas durante el período considerado, correspondiendo
dicha pérdida a los trabajadores autónomos, la mediana y la gran empresa, dado que la pequeña, como
sucede con los otros sectores, habría aumentado de modo significativo.
Tabla 30
NÚMERO DE EMPRESAS POR VOLUMEN DE ASALARIADOS
Y SECTORES ECONÓMICOS ENTRE 1990 Y 1995 (totales y porcentajes)
% de asalariados (columnas):
Sin asalariados 68,5 57,63 47,01 34,05 56,03 47,29 73,57 62,04
Más de 500 0,07 0,04 0,22 0,16 0,06 0,02 0,05 0,03
FUENTE: Directorio Central de Empresas 1995.
Con respecto a la economía social (Tabla 31), en tanto que actividad, aparece vinculada
históricamente a las cooperativas, que constituyen su eje vertebrador surgiendo como reacción
de los trabajadores a los efectos de la revolución industrial390 y que coexisten en un espacio
intermedio entre la economía de mercado y las instituciones públicas. Las entidades de la
economía social, según el sector institucional al que pertenecen se clasifican como: a) Empresas
no financieras (producciones de bienes y servicios destinados a la venta), en cooperativas de
390
BAREA, J. Y MONTÓN, J.L., Libro blanco de la economía social en España, Centro de Pu blicaciones
del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1992.
411
distinta índole, sociedades anónimas Laborales, sociedades agrarias de transformación y
empresas mercantiles no financieras; b) Instituciones de crédito (cooperativas tipo Cajas Rurales.
coop. de crédito profesionales, Cajas de ahorro, etc.); c) Empresas de seguros (mutuas,
cooperativas y mutualidades de previsión); d) Instituciones privadas sin ánimo de lucro
(asociaciones, fundaciones, hermandades de ganaderos y agricultores, cofradías de pescadores,
sociedades de mutua ayuda, etc.).
Tabla 31
CONJUNTO DE EMPRESAS DE LA ECONOMÍA SOCIAL
(Principales magnitudes, 1990)
391
Hemos abordado este punto en el capítulo 4.
412
industria productora de bienes de consumo (alimentaria, textil cuero, calzado, etc.), en industrias
manufactureras y en empresas de servicios, muy especialmente en el sector de la hostelería. Del
mismo modo, la presencia de esta economía irregular parece tener una mayor presencia en las
comunidades autónomas donde se observan menores tasas de actividad y mayores tasas de paro
(Andalucía, Extremadura y Canarias). Además, se difunde en España entre las empresas de
menor dimensión, poco capitalizadas y en procesos productivos fácilmente desmembrables.
Si bien las características apuntadas nos ofrecen una panorámica del modelo prevalente
de mercado de trabajo actual en el conjunto de España, no quiere esto decir que dicho modelo
sea "puro" y/o trasladable tal cual a los distintos ámbitos y contextos que componen el territorio
nacional, así como tampoco las consecuencias que de él derivan tienen la misma incidencia en
los variados agentes sociales si las analizamos diferencialmente por hábitats. Como ya vimos en
el capítulo segundo de este informe y desarrollaremos en las siguientes páginas, cada zona
geográfica, cada hábitat presenta una serie de características particulares que lo diferencian del
resto. No obstante, este matiz no modifica en modo alguno el argumento de que el mercado de
trabajo, como contexto en sí, más allá de sus elementos particulares característicos para cada
zona, actúa de forma determinante en los procesos de inserción social y laboral de la población
en su conjunto y, de modo específico, del colectivo de personas con discapacidad.
Recordaremos de modo sintético lo más característico del mercado de trabajo en cada uno
de los hábitats seleccionados, síntesis que aparece en el Cuadro 28.
413
Cuadro 28
MERCADO DE TRABAJO EN LOS TRES HÁBITATS ESTUDIADOS
Tendencia general del Mercado de Trabajo más positiva que la del conjunto nacional. Tasa de
macrourbano
actividad más alta y menor tasa de paro que en España. A pesar de ello, similar tendencia de
Hábitat
incremento del número de parados. Alto índice de rotación empresarial. Pérdida de peso del sector
industrial en beneficio del sector servicios (70% del Mercado de Trabajo). Presencia notable de
multinacionales, aunque la mayoría (97%) son medianas y pequeñas empresas.
Fuerte implantación de la subcontratación (contrato temporal), que interconecta la industria, los
servicios y la construcción. Alta movilidad laboral y carácter temporal del empleo. Vías de
contratación diferenciadas según demandantes y ofertantes. Flexibilidad laboral en cuanto a movilidad
geográfica y funcional. Canalización de los procesos de formación y promoción laboral. Desregulación
laboral y pérdida de peso sindical.
Tendencia general del Mercado de Trabajo mucho más negativa que la de España. Tasa de actividad
Hábitat urbano
inferior e índice de paro muy superior al del conjunto español. Tendencia al crecimiento de la
población activa por encima de la tasa de empleo. Escasa cultural empresarial: actitud pasiva ante el
(Córdoba)
Tasa de actividad más baja que la media española y, por ello, menor proporción de paro. Tendencia
decreciente del empleo, aunque más suavizada que en el resto de España.
Estructura productiva dependiente del sector servicios (60% de la población activa) seguido de lejos
por la construcción (16% de la población activa), la actividad industrial (12%) y la agricultura. Sector
empresarial muy atomizado. Vías de contratación preferenciales familiares y comunitarias, además de
las habituales. Expectativas de ampliación del mercado de trabajo ante la progresiva instalación de
industrias en la zona.
414
14.2. Tendencias de la política laboral. Las cuatro reformas del mercado de trabajo
en España
Según un reciente informe de la OCDE392, España aparece como el país con más paro,
menor tasa de actividad, mayor precariedad en el empleo y uno de los que poseen un menor nivel
de protección social dentro de dicha organización. Un desglose más detallado de la realidad
española al término de 1996 pone en evidencia una situación poco halagüeña de lo sucedido en
los últimos 20 años a nivel económico y, más en concreto, en el marco del mercado y las
relaciones laborales. Así:
• La tasa de desempleo es la más alta de la OCDE (22% de la población activa, frente a una
media del 7'3% del resto de 26 países).
• Las proporciones de empleo temporal también son significativamente más altas en España
que las existentes en las demás naciones miembros de este organismo.
• Entre 1983 y 1994, aproximadamente el 28% de los asalariados españoles ha tenido un
empleo precario, cifra que actualmente ascendería al 40% en el sector privado, frente al
10% de Alemania, el 14% de Portugal, el 5'8% de Italia o el 6% del Reino Unido.
• La tendencia en España apunta a las notables dificultades para crear empleo, a pesar de
que la tasa de actividad sea la más baja de los países desarrollados. Así, mientras que la
media de la OCDE señala que el 66% de las personas con más de 15 años y menos de 65
trabajan, en España sólo lo hacen el 46%.
• En 1974, año que marca el máximo histórico, había en nuestro país 13'1 millones de
personas ocupadas, mientras que en el tercer trimestre de 1996 sólo había 12'5 millones
ocupados, de los cuales, además, alrededor de un 10% trabajan a tiempo parcial.
392
O.C.D.E., Perspectives de l'emploi, 1996.
415
En el intento de esclarecer los datos arriba apuntados, desarrollamos a continuación un
breve recorrido a través de los principales hitos que han caracterizado a nuestro país en materia
de mercado de trabajo desde la denominada Trancisión a la democracia hasta el presente. Con
ello procuramos establecer un marco más o menos amplio en el que integrar adecuadamente lo
que en otros capítulos de esta investigación desarrollábamos al respecto de la influencia que las
características del mercado de trabajo han ejercido y ejercen en la inserción laboral de las
personas con discapacidad. En concreto, dividimos el mencionado periodo histórico en cuatro
etapas, siguiendo el hilo que marcan las cuatro grandes reformas laborales llevadas a cabo en
España en los últimos 20 años.
No obstante, como ponen de manifiesto los datos aportados por varios estudios y
autores393, las nuevas posibilidades que abre la Carta Magna española del 78 quedan ahogadas
por las condiciones que imponen la peculiar situación de nuestro país en esta etapa y la crisis
económica que afecta a todos los países desarrollados en los años 70, que da inicio a una etapa
histórica en la que se reconoce la "incapacidad manifiesta para crear, en términos netos, puestos
de trabajo durante períodos prolongados de tiempo"394. En los últimos treinta años, la tasa de paro
ha aumentado en España desde niveles del 2'5% al 24% de 1994, incremento que no ha
diminuido incluso en épocas de fuerte expansión económica. Como podemos comprobar con los
datos del INE y de la EPA, la tasa de actividad cayó del 53% en 1975 al 48'6% en 1985; el
393
ESPINA, A., Empleo, Democracia y Relaciones industriales en España. Centro de Publicaciones del
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1990; SEGURA, J., DURÁN, F., TOHARIA, L. y
BENTOLILA, S., Análisis de la contratación temporal en España. Centro de Publicaciones del Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social, 1991; GUAL,J., (Coord), El reto social de crear empleo. Ariel, Barcelona, 1996;
BENTOLILA, S. y TOHARIA, L. (Comp), Estudios de Economía del Trabajo en España (III): El problema del
paro., Centro de Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1991.
394
VIÑALS, en GUAL, J. (Coord.), o.c., pág. 118.
416
empleo en ese mismo periodo desciende en más de un millón de personas y el paro sube de
195.000 (1'6%) a cerca de tres millones (21'5%). Varios factores explicarían este desazonador
panorama, entre los más destacables estarían:
• El excesivo proteccionismo y alto grado de intervencionismo de la economía española,
característica del régimen franquista, que derivó en una estructura productiva ineficiente
(aún más marcada por los efectos de la crisis energética mundial), sobredimensionada en
algunos sectores que daban empleo a numerosos trabajadores. La drástica reducción del
tamaño de estos sectores supuso la destrucción de muchos puestos de trabajo dada su
inviabilidad práctica en un marco sin protección estatal.
• El largo proceso de reestructuración del sector agrícola sucedido de las últimas décadas,
que ha causado una importante destrucción de empleo en dicho sector (aproximadamente
3'2 millones de puestos de trabajo). Tendencia destructora que no ha sido compensada por
la creación de empleo neto en el resto de sectores productivos privados (construcción,
industria y servicios), quedando el sector público como el único que ha generado empleo
a lo largo de dicho período.
• El incremento de la población activa (algo más de 3'5 millones en esta etapa), como
consecuencia de la evolución demográfica y del aumento de la tasa de participación
femenina en las tareas productivas.
• La ineficacia de la economía española para retornar a sus niveles iniciales de producción
y empleo, hecho que revela que "el mecanismo automático de ajuste macroeconómico"
no es suficientemente operativo en España395. Según Viñals, el hecho clave de la
economía española en estos años 70 es el alto grado de resistencia a la baja de precios y
salarios. En cuanto a la presión de los precios, influyen las rigideces de los mercados de
bienes y servicios (producto de la política proteccionista tradicional española), la ausencia
de competencia en el sector servicios y la tendencia a trasladar vía precios los aumentos
de los costes; tendencia salarial alcista que se extendió al resto de sectores productivos.
Al respecto de la presión salarial, el comportamiento español se rige en estos años por el
nivel de inflación, la insensibilidad ante las malas condiciones del mercado laboral y la
rigidez de la estructura salarial por sectores y regiones. Cuestiones que se han traducido
en el mantenimiento de los bajos niveles de empleo debido al encarecimiento de los
costes laborales, la falta de competencia en el mercado de trabajo y al sistema de
negociación colectiva que fija las cantidades y condiciones de la remuneración salarial.
395
VIÑALS, o.c., pág. 131.
396
LORENTE, J.R., o. c., pág. 712.
417
ante la inexistencia de sindicatos libres y ante las restricciones legales a los despidos, centrando
la importancia en los componentes variables de la retribución salarial.
Observamos, así, que en la España de la Transición se produce más bien un shock salarial
que un shock ante la crisis económica mundial derivada del precio del petróleo. Los
acontecimientos políticos y sociales de la etapa 1974-77 no facilitaron en absoluto una política
económica de ajuste. Además, la rigidez del mercado y de las relaciones laborales en materia de
contratación y despido hizo que la situación desembocase en una espiral inflacionista. En este
contexto, el primer gobierno democrático elegido en junio de 1977 impulsó un pacto social
dirigido a romper con la política económica del período anterior. Los Pactos de la Moncloa de
ese mismo año entre el gobierno y los partidos políticos adquirieron un carácter excepcional
también en materia de empleo y en el marco del mercado laboral, dada la todavía débil
implantación de las organizaciones sindicales y patronales397.
En marzo de 1980 ve la luz el Estatuto de los Trabajadores, hecho que supone el inicio
de un nuevo marco en las relaciones laborales, en las que se intenta reducir el grado de
intervención estatal, cobrando mayor relevancia la actuación de las centrales sindicales y
empresariales398. Un año antes, la firma en Junio de 1979 del ABI entre la CEOE y UGT
establece unos criterios básicos quedan recogidos en el título III del Estatuto de los Trabajadores,
constituyendo el marco jurídico básico de la negociación colectiva en el nuevo régimen
democrático. En Junio de 1981 también se firma el Acuerdo Marco Interconfederal por la CEOE
y UGT, consolidándose así una etapa de pactos sociales cuyos contenidos esenciales se dirigían
al control de los salarios en función de la inflación, a la mejora de la productividad y a la creación
de empleo. Por lo demás, los agentes sociales aparecen imbuidos en sus propios procesos de
consolidación institucional a través de la negociación colectiva, marcando sus líneas de actuación
en base a una serie de demandas destinadas a sus oponentes y a la propia administración: la
patronal presionaba para desacelerar el crecimiento de la cotización empresarial a la Seguridad
Social y para flexibilizar el mercado laboral. Por su lado, las centrales sindicales porfiaron por
aumentar la inversión pública y las medidas de protección social, a la vez que criticaban y se
oponían a la tendencia hacia la precarización del mercado y de las relaciones laborales399.
En cualquier caso, la entrada en escena de los agentes sociales no significó que las nuevas
autoridades políticas dejasen de intervenir en el proceso de reforma del mercado y las relaciones
397
Dichos Pactos promulgaban que los ajustes salariales se realizarían según la inflación esperada, y no en
función de la inflación pasada. Además, se incluyen cláusulas de ajuste para proteger los salarios en aquellos casos
en que la inflación superase las previsiones.
398
Para Bentolila y Toharia (o.c. pag. 54 y ss), "desde comienzos de la década hasta 1977 se pactaban
convenios colectivos con incrementos salariales de acuerdo con la subida de precios desde el convenio anterior (...)
Con este sistema, el proceso inflacionario se aceleró muy deprisa".
399
Hay que recordar que, en materia de legislación y desde los años 40, el Derecho del Trabajo se basó en
el "principio de debilidad" del trabajador en las relaciones laborales. La aplicación de este principio, con sus medidas
paternalistas compensatorias, relega otros mecanismos que equilibren las negociaciones laborales (la actuación de
sindicatos libres, los procesos de capacitación profesional, etc.). Cuando en 1975 la economía española deja de
crecer, esta regulación sociolaboral no impide la caída del empleo. Inexistente la actuación sindical, en los primeros
años de la transición se sigue aplicando el principio de debilidad y se regulan por Ley aspectos que posteriormente,
ya vigente el Estatuto de los Trabajadores, son objeto de la negociación colectiva entre los agentes sociales.
418
laborales400 (se impulsaron y consiguieron los pactos AMI, AI, ANE, AES, etc.). En estos
acuerdos, no siempre refrendados por los agentes sociales, el modelo de negociación colectiva
se caracteriza por el elevado grado de centralización y por la amplia extensión de los convenios
de ámbito superior al de la empresa. De este modo, las sucesivas medidas políticas promulgadas
a lo largo de estos años pueden englobarse en dos grandes grupos. En primer lugar, aquellos que
se relacionan con la regulación de las condiciones de contratación y utilización del factor trabajo,
encaminadas a flexibilizar el empleo que, de modo sintético, serían las siguientes:
• Ampliación de la tipología de contratación contractual: contrato temporales y a tiempo
parcial.
• Flexibilidad para efectuar despidos individuales (menor coste legal) y colectivos
(facilitamiento administrativo) en los casos de excedentes de personal en la empresa.
• Favorecimiento oficial de suspensiones y reducciones temporales de empleo en empresas
con plantillas sobredimensionadas.
• Facilitación de las jubilaciones anticipadas.
• Tratamiento más flexible de las horas extraordinarias.
• Incremento de la movilidad funcional y ocupacional en la empresa.
En segundo lugar, están las medidas que incluyen incentivos económicos o ayudas a la
contratación de trabajadores (objetivo estructural), generalmente a los que tienen menores
oportunidades de obtener empleo en el mercado de trabajo, o bien la ampliación de plantillas
(objetivo coyuntural) vía realización de nuevas inversiones. Medidas que pueden sintetizarse en
las siguientes:
• Creación de empleo en general.
• Creación de empleo en territorios o áreas específicas.
• Contratación de jóvenes y de colectivos especiales.
• Potenciar el rendimiento.
Pese de la entrada en vigencia de este paquete de medidas sobre política de empleo, las
altas cifras de paro en la España de la Transición muestran que la dinámica destructora de empleo
no se consigue detener. Algo que sí parece suceder en el resto de Europa Occidental, donde las
cifras de paro suben especialmente porque la creación de empleo no aumenta al mismo ritmo que
la población activa. Así, entre 1977 y 1985 el paro aumentó 16 puntos, más del doble de la cifra
registrada en la CE, a pesar del fuerte crecimiento de la productividad española en esa etapa.
400
De hecho, según Lorente (o. c., pag. 716), "paradójicamente, cuando se liberaliza el marco jurídico de
la negociación colectiva es cuando la influencia gubernamental es más efectiva y cuando ésta se aborda de un modo
más centralizado".
419
Reforma laboral de 1984. Impulso de la contratación temporal.
Dejada atrás la situación del mercado laboral característica del régimen franquista401, se
inicia en los años 80 un proceso de flexibilización cuyos elementos principales son: la
simplificación gradual de los procedimientos de aprobación de los despidos colectivos, la
concesión de subvenciones a la jubilación anticipada y la introducción en 1984 de los contratos
a tiempo parcial, temporales y de formación, con unos costes no salariales mucho más bajos. Con
ello se pretendía, desde el ámbito político: consolidar el crecimiento económico del país,
continuar con la moderación salarial (se buscaba que los aumentos en la producción se tradujesen
en aumento de empleo y no en aumentos salariales); y continuar con el proceso de intervención
en el mercado laboral desde un conjunto de actuaciones fundamentales (avanzar en la
flexibilización del sistema de relaciones laborales, la compensación de rentas salariales dejadas
de percibir por los desempleados, la formación e inserción profesional y medidas destinadas a
mejorar la eficiencia global del mercado de trabajo).
En este último aspecto, la reforma laboral de 1984 (reforma del Estatuto de los
Trabajadores por la Ley 32/84 de 2 de Agosto) supone un paso más en el proceso de
flexibilización del mercado de trabajo, en el intento de adaptar a la nueva situación económica
las modalidades de contratación laboral y propiciar el máximo uso del trabajo por parte de las
empresas, favoreciendo así la creación de empleo. Se ofrece cobertura legal, así, a cuatro nuevos
tipos de contratación temporal: para obra o servicio determinado, eventual por circunstancias de
la producción, de interinidad y para el lanzamiento de nueva actividad. Además, se sigue
habilitando la modalidad de contrato temporal como medida de fomento de empleo y se
introducen otras modalidades de contrato a tiempo parcial y contratos de relevo o de sustitución,
destinadas a ampliar las posibilidades de reparto de empleo y a facilitar la entrada en la vida
activa de determinados colectivos.
Esta segunda reforma laboral de 1984 pretendía en esencia disminuir el umbral mínimo
de crecimiento económico necesario para la creación de empleo. Procuraba que las empresas
tendiesen a utilizar en cada momento, más allá de los ciclos económicos, el mayor volumen de
empleo posible sin que por ello se redujesen necesariamente las garantías jurídicas ni los
derechos laborales de los trabajadores contratados por las distintas modalidades, especialmente
los contratos temporales y la contratación indefinida.
De igual modo, las medidas para la implantación y el desarrollo del sistema de formación
e inserción profesional vino a incrementar de modo significativo el número de contratos en
prácticas y en formación. En 1985 se aprobó el Plan Nacional de Formación e Inserción
Profesional en el que se llevan a cabo seis grandes programas de Formación Profesional
Ocupacional (entre los que se incluyen los programas especiales para colectivos marginados o
que encuentran dificultades especiales para su integración laboral: jóvenes, mujeres, parados de
larga duración, personas con discapacidad, sectores rurales, etc.). De otra parte, las medidas para
la implantación de una política activa de fomento del empleo tienen como objetivos maximizar
la capacidad de creación de empleo de la economía y corregir las discriminaciones que
encuentran los diferentes colectivos sociales en el mercado de trabajo, tratando de conseguir la
401
Sólo podían crearse empleos a tiempo completo y permanente, los procedimientos de despido eran
excesivamente onerosos (los despidos colectivos sólo podían realizarse con la aprobación gubernamental) y las
indemnizaciones elevaban mucho el coste de los despidos.
420
igualdad de oportunidades. Para ello, se incide en la regulación de las modalidades de
contratación -tratando de lograr la máxima adecuación de la normativa a las necesidades de
crecimiento y cambio económico, garantizando un mínimo de protección del trabajador y de
racionalización de las actuaciones de los agentes sociales- y se aplican normativas de
discriminación positiva para avanzar hacia la igualdad de oportunidades.
Además de las citadas, otras medidas incididieron en la reforma del mercado de trabajo:
de una parte, la política de cualificación profesional, que procura impulsar la formación sobre
nuevas tecnologías, nuevas técnicas de gestión, etc., expandiendo la formación dirigida al
reciclaje y a la cualificación, disminuyendo así el riesgo de pérdida de empleo y favoreciendo la
adaptación de los trabajadores a los cambios tecnológicos y a la creciente movilidad ocupacional.
De otro lado, mediante acciones de capitalización de prestaciones, destinadas al fomento de
iniciativas empresariales y a la promoción de proyectos de economía social. Otra línea de
actuaciones ha ido encaminada a paliar los ajustes laborales de la estructura productiva nacional
(industria, agricultura, etc.), para lo cual se arbitraron los Fondos de Promoción de Empleo
(jubilaciones anticipadas, reinserciones, etc.).
421
se rompe el clima de concertación social y los sindicatos critican como indicadores de la
precarización: la propia duración temporal limitada de los contratos; los menores salarios y
beneficios no salariales; la mayor dificultad para la defensa de los derechos del trabajador; las
peores condiciones laborales y la mayor probabilidad de prácticas contractuales ilegales o
abusivas por parte de las empresas. Para estos sectores sindicales, desde 1975 hasta 1984 habría
prevalecido una situación en el mercado laboral que garantizaba en los mínimos el principio de
estabilidad laboral, que apuntaba a un modelo de sociedad con una tasa de desempleo razonable
y con unas medidas de protección social aceptables. Sin embargo, a partir de 1984, con la
reforma laboral, se produce una modificación importante en los principios jurídicos que apuestan
por un mayor peso de las contrataciones temporales, en las que se suprime el principio de
causalidad de forma notoria.
402
MARTÍNEZ ALIER, J. y ROCA, J (1987), Spain after Franco: from corporatist ideology to corporatist
reality. International Journal of Political Economy, nº 4. Citado por Lorente, J.R., Negociación colectiva y empleo
en España, en Bentolila, S. y Toharia, L., o. c., págs.. 711 y sig.).
422
Sea como fuere, si bien la política económica de este periodo consigue logros importantes
(reducción de la tasa de inflación, superavit en la balanza de pagos, estabilidad del déficit
público, etc.), en términos de paro global la situación sigue empeorando. En este sentido, las
medidas de flexibilización del mercado laboral no habrían surtido el efecto deseado en la creación
de empleo. Como apuntábamos más atrás, sólo a partir de 1985 se producen a nivel agregado
resultados netos positivos, reflejados en el aumento de trabajadores asalariados. Son precisamente
las modalidades de trabajo temporal y a tiempo parcial las que más se utilizan para las nuevas
contrataciones, reduciéndose la importancia y el número de contratos indefinidos. Así, el
abaratamiento del coste laboral conseguido a través de las nuevas modalidades contractuales
marca una tendencia de sustitución de personal fijo por temporal (ver Gráfico 25) siempre que
ello no suponga una merma en la eficacia y la productividad de las empresas. Además, la
temporalidad se utiliza más en pequeñas y medianas empresas, en puestos que requieren poca
cualificación y en sectores manufactureros, servicios y en la construcción403.
Se cierra esta segunda etapa tras la huelga de diciembre de 1988 y la recesión económica
de principios de los 90 y se abre una nueva que dará paso a la tercera reforma laboral fraguada
entre 1993/94, que viene a suponer, en opinión de los sindicatos, un paso más en la precarización
del trabajo al ampliar significativamente las causas objetivas para el despido y, para empresarios
y gobierno, un necesario incremento en la flexibilidad del mercado de trabajo debido a las nuevas
condiciones económicas.
Después de la fase conflictiva de los últimos años 80, a principios de los 90 parece
retomarse el clima de diálogo social tripartito (sindicatos-gobierno-empresarios), en el que tiene
un peso notorio la concesión por parte del gobierno de mejoras en materia de protección social.
No obstante, ante la imposibilidad de llegar a acuerdos salariales, sigue cobrando relevancia un
modelo de negociación más bilateral de los convenios colectivos, en los que el Estado tiende a
abandonar su participación, al menos en los aspectos salariales, siempre y cuando se lleguen a
acuerdos viables. En caso contrario, el gobierno mantendrá sus medidas interventoras, hecho que
ocurre, como es sabido, con la normativa laboral que determina el "decretazo" (reducción de la
protección social en materia de desempleo) y con la tercera reforma del mercado laboral, que
entra en vigor durante 1994, teniendo como objetivos una nueva regulación del sistema de
contratación laboral, la organización del trabajo, la movilidad geográfica y los aspectos
relacionados con la formación. Por su lado, las cuestiones relacionadas con la negociación
colectiva y la determinación salarial sólo son objeto de buenos propósitos, sin que el efecto de
la reforma llegue a afectarlos operativamente.
403
Ver SAÉZ, P., o.c., pág. 1015.
423
mercado de trabajo de ese mismo año, cuestión que se cataloga como una fórmula poco eficaz
e incluso perniciosa sobre la productividad, contribuyendo a una escasa sensibilidad de los
salarios a la situación del mercado de trabajo. La nueva reforma de 1994 también estipula la
modificación de los contratos de formación, creando nuevas modalidades de contrato en prácticas
y los contratos de aprendizaje. En cuanto a las condiciones de extinción, la nueva reforma del 94
se reafirma en la existencia de tres tipos de despidos: individuales por motivos disciplinarios,
individuales o plurales por causas justificadas y colectivos por causas justificadas. En los dos
primeros se mantienen las figuras de despido procedente e improcedente (que conlleva el pago
de los salarios de tramitación y la indemnización de 45 días por año trabajado). Los despidos
justificados amplían los motivos, introduciendo causas económicas, lo cual supone un paso más
con respecto a lo que dictaminaba la reforma de 1984.
En los aspectos relacionados con la organización del trabajo, la reforma flexibiliza las
condiciones de movilidad funcional, la determinación del tiempo de trabajo, la retribución de las
horas extraordinarias, la modificación sustancial de las condiciones de trabajo, etc. Pero el
aspecto más significativo es remitir a la negociación colectiva la regulación de muchos aspectos
de la organización del trabajo que hasta entonces estaban regulados normativamente, lo cual
supone una flexibilización en la gestión de los recursos humanos de las empresas, centrando la
propuesta de suprimir las Reglamentaciones Nacionales del Trabajo, sustituyendo algunos de sus
contenidos por acuerdos en los convenios. También en el funcionamiento del mercado de trabajo
se articula una regulación en lo concerniente a la adecuación de la oferta de trabajo a la demanda.
En este sentido, se suprime el monopolio del INEM, admitiendo agencias privadas de colocación
y, de otra parte, la regulación de las empresas de trabajo temporal. En otros aspectos, como la
formación profesional y la activación de la movilidad, la actuación de la reforma no incide
notoriamente.
En resumen y según la opinión de ciertos autores404 (C. Sebastián, 1996: 152 y ss), esta
tercera reforma de 1994 vendría a suponer un avance importante en la dirección correcta, pero
de escaso poder de transformación dada la escasa variación de las condiciones de despido, el
mantenimiento del sistema de cobertura del desempleo, la carencia de objetivos claros en la
reforma de la negociación colectiva y en la determinación salarial, y el no abordaje de las
cuestiones relativas a la formación profesional.
No obstante, para las centrales sindicales, esta reforma sólo viene a suponer un intento
de transformación del mercado y de las relaciones laborales a través de una imposición estatal
y normativa, cuestión que desembocó en la conocida huelga general de enero del mismo año.
Medidas intervencionistas que vienen a unirse al famoso "decretazo" de 1992, mediante el cual
se reducen drásticamente los niveles de protección social al desempleo.
404
Ver SEBASTIÁN, C., La creación de empleo en España: el papel de las imperfecciones del mercado
laboral. En GUAL, J., o.c., págs. 152 y ss..
424
En lo que respecta a la negociación colectiva, se sigue consolidando la misma dinámica
iniciada en etapas anteriores: acuerdos bilaterales entre sindicatos y empresarios e intervención
reglamentadora del gobierno cuando no hay posibilidad de acuerdos. Se avanza, pues, en un
modelo de negociación con un grado medio de centralización que no satisface ni a empresarios
ni a sindicatos: los primeros, instalados mayoritariamente y cada vez más en posicionamientos
neoliberales (se va reduciendo tendencialmente los sectores más institucionalistas) defienden un
modelo de negociación descentralizado, es decir, a nivel de empresa, algo que restaría fuerza a
las centrales sindicales y que les permitiría un mayor control sobre los salarios, los precios y las
relaciones laborales. Mientras que los sindicatos continuan apostando por un modelo centralizado
(acuerdos a nivel nacional, sectorial o provincial), modelo que les permitiría mantener su poder
de representación y, por tanto, defender con mayor fuerza sus reivindicaciones a empresarios y
gobierno.
Llegamos así, al momento actual en el que hay en marcha una nueva reforma laboral (la
cuarta del período democrático) cuyos objetivos esenciales van dirigidos a promover un giro en
la realidad económica, productiva y social española, caracterizada por los puntos expuestos al
principio de estas páginas. Dicha reforma se encamina, globalmente, a una reducción en las
modalidades de contratación y la relativización de los despidos de las causas económicas y
tecnológicas, más allá de que estén relacionadas con la viabilidad de las empresas (como
estipulaba la normativa de 1994). Por las informaciones recopiladas en la prensa escrita, así como
por las distintas entrevistas realizadas a miembros de las organizaciones sindicales y patronales,
esta nueva regulación del mercado laboral propiciada por el gobierno actual se incluye en el
reciente Programa Plurianual de Empleo, en el intento de cumplir los compromisos acordados
405
Ver SEBASTIIÁN, C., o.c., págs.. 153 y ss.. El autor cita varios estudios nacionales y transnacionales
sobre los distintos modelos de negociación colectiva, apostando unos por los modelos polares (alto grado de
centralización y alto grado de descentralización), dados sus mayores y mejores efectos sobre el global de la
economía que los modelos de grado medio de centralización; mientras que el propio Sebastián apuesta, como se
señala más adelante, por un modelo mixto, que sería el más adecuado para la situación española.
406
Este autor propone un modelo de negociación colectiva más eficiente, gracias a su estructura articulada
entre acuerdos marco a nivel nacional, sectorial o provincial y convenios a nivel de empresa cuyos contenidos vayan
más allá de la determinación salarial. Ver SEBASTIÁN, C., o.c., pág. 180.
425
en Essen por los países miembros de la UE. Dicho programa pretende la mejora del
funcionamiento del mercado de trabajo: simplificando las modalidades de contrato a tres
contratos fijos, manteniendo especial atención hacia los sectores jóvenes de la población,
eliminando en la medida de lo posible la temporalidad en el empleo, buscando favorecer una
estabilidad que ayude a aumentar los índices de consumo y de crecimiento económico,
clarificando las causas de los despidos objetivos y agilizando los procedimientos laborales.
También hay contenidas medidas para el fomento en formación profesional, una nueva reforma
del INEM, la creación de políticas activas de empleo dirigidas a colectivos con dificultades para
la inserción laboral y la contratación del colectivo de parados de larga duración en programas de
interés general y social en sustitución de las medidas de prestación por desempleo.
En este sentido, desde sectores patronales, como ya sucedió en las anteriores reformas
laborales, se ponen de manifiesto distintos posicionamientos al respecto y que pueden englobarse
en dos actitudes o discursos prevalentes, al punto de poder ser considerados como hegemónicos:
por un lado, un sector empresarial mayoritario instalado en actitudes nítidamente liberal-
conservadoras que responden a un modelo neoclásico de entender la economía y el mercado y
las relaciones laborales; y, por otro, un sector minoritario más institucionalista, representado por
ciertos sectores incluidos en la CEOE, que defienden la utilidad y la necesidad de que las
reformas lleguen o se aprueben mediante la negociación colectiva con los sindicatos. No
obstante, ambas fracciones empresariales estarían de acuerdo a la hora de valorar y preferir que
el papel interventor o normativizador del Estado sea cada vez menor. En concreto, las propuestas
de los empresarios para esta nueva regulación del mercado y las relaciones laborales apuntan a
establecer un contrato de larga duración (hasta 10 años) para la inserción laboral de los jóvenes,
con una indemnización por despido igual a 20 días por año de contrato. De otra parte, con
respecto a la causalidad de los despidos, los empresarios proponen indemnizaciones menores a
los 45 días por año trabajado en los casos de despidos sin causas objetivas. Como es de esperar,
los empresarios acusan a las centrales sindicales de no querer superar sus posturas “arcaicas” ni
de afrontar una verdadera modernización en el mercado y las relaciones laborales.
426
Distintas voces se unen a los discursos gubernamentales, sindicales y patronales en lo
referente a la nueva reforma. De esta forma, varios autores señalan la falacia del mito al respecto
de la desregulación del mercado laboral, en tanto ésta no parece la medida más acertada para la
creación de empleo. Gual, contraponiéndose a los sectores más liberales de la patronal, alude a
la experiencia norteamericana, donde la mejora de la tasa de ocupación ha ido acompañada de
un incremento paralelo de sectores sociales marginados laboralmente y de fuertes aumentos de
los índices de pobreza y delincuencia. En el mismo sentido,un reciente informe elaborado por
Cranfield School of Management407 afirma que no existen evidencias convincentes de que una
mayor flexibilización conduzca a mayores niveles de empleo. En este mismo informe y a tenor
de sus resultados, se apunta a que la protección del empleo no es un obstáculo para la flexibilidad
laboral. En ese sentido, la flexibilización sólo vendría a suponer un mayor beneficio a las
empresas y a los empresarios, en tanto conlleva un traspaso de costes y riesgos a los trabajadores
y al Estado, o a la sociedad en su conjunto.
Las políticas laborales desarrolladas por las distintas administraciones regionales poseen
un peso importante en la inserción sociolaboral de las personas con discapacidad, pudiéndose
traducir estas diferencias en la mayor o menor dificultad y oportunidad para el acceso a uno u
otro tipo de empleo. Entre otras muchas razones, porque son las responsables de construir un
marco normativo y regulador por el que han de regirse las actuaciones encaminadas a tal
propósito, además de que se constituyen como un agente activo en el proceso de inserción,
posibilitando atención, educación, cualificación y empleo a una gran parte de las personas con
minusvalías de toda España.
Por tanto, hay que señalar que también en el ámbito de las políticas promovedoras de la
inserción laboral de las personas con discapacidad, las características específicas de cada hábitat
seleccionado condicionan y determinan que la inserción sea más o menos efectiva. De forma
semejante a lo descrito hasta ahora en los distintos epígrafes de este capítulo, podemos
comprobar que el contexto de Barcelona, gracias a sus características socioeconómicas,
culturales, políticas y a la actuación de los diversos agentes sociales, presentaría globalmente una
oferta más ventajosa y efectiva que las zonas de Córdoba y La Campiña.
407
A. Missé en el diario El País de 10 de febrero de 1997.
427
En cualquier caso, hay que dejar claros dos aspectos que equiparan en cierta medida a los
tres contextos: de un lado, los tres han desarrollado sus políticas regionales a partir de las
normativas establecidas a nivel nacional en los últimos años; de otro, en ninguno los índices de
inserción real consiguen acercarse a lo que dictan y pretenden las normativas, legislaciones y
actuaciones desarrolladas. No obstante, sabemos que Cataluña ha producido un amplio desarrollo
de las políticas dirigidas a favorecer la integración laboral de este colectivo, cuyo máximo
exponente es el Plan Interdepartamental de Integración laboral de personas con Disminución
(PIILD), de cuyos significativos resultados ya hemos tratado en otros apartados; mientras que en
Andalucía y en Castilla-La Mancha, este tipo de actuaciones a cargo de las administraciones han
sido significativamente menos relevantes, un tanto limitadas al aspecto legislador, quizá debido
a la diferencia de recursos de todo tipo con respecto a la región catalana. De igual modo, y en la
medida que dependen de las actuaciones de las administraciones, el papel jugado por los agentes
de inserción resulta muy diferente en una u otra zona. En lo que aquí nos ocupa, trataremos de
analizar dichas diferencias en función de los distintos posicionamientos que ante el mercado
laboral adoptan unos y otros agentes.
Hábitat macrourbano
Especial mención merecen algunas estrategias puestas en práctica para superar algunas
de las limitaciones en los procesos de inserción. En concreto nos referimos a la línea de
intervención novedosa en España del "empleo con apoyo", canalizado a través de los Servicios
de Soporte para la Integración Laboral (SSIL), ya sean externos o asociados a los Centros
Especiales de Empleo (CEE). Estos SSIL tienen como objetivo prioritario facilitar la inserción
en el medio ordinario de trabajo, bien sea a través de la integración directa en el mismo (sin paso
por los Centros Especiales de Empleo) o tras el paso por los Centros Especiales de Empleo, con
lo que éstos adquieren de veras su auténtico sentido como centros de tránsito desde el empleo
protegido al ordinario. Aquí es donde aparece, en parte, la posición competitiva de las políticas
de la administración catalana, dado que la preparación profesional y ocupacional impartida en
las etapas de formación y de cualificación va encaminada a la inserción de las personas con
discapacidad en un medio laboral competitivo, en el que triunfan sólo los más capacitados, los
más preparados, independientemente de que sean o no sujetos con discapacidad.
Por otra parte, no hay que olvidar que muchas de las estrategias puestas en marcha para
la inserción, y especialmente las que se concretan en los Centros Especiales de Empleo y los
428
Centros Ocupacionales, priman la productividad y rentabilidad de sus trabajadores, sin tener en
cuenta las dificultades asociadas a las discapacidades ni tampoco que su verdadero sentido es la
preparación y la cualificación de sus trabajadores para dar el salto al medio laboral ordinario.
Esta combinación entre posiciones integradas y competitivas también se pone de manifiesto en
los discursos de los agentes de inserción que desempeñan sus funciones en el hábitat barcelonés:
si bien reconocen de forma más o menos explícita que su propia profesión depende de las
iniciativas puestas en práctica desde la Generalitat, que cumple en parte su papel de Estado del
bienestar, critican que el nivel real de "bienestar", traducido en actuaciones eficaces en pos de
la inserción dejan mucho que desear. De hecho, critican a la administración catalana por su
actitud de cierta connivencia o de debilidad con los intereses de las élites del capital, en tanto no
legisla ni interviene para reestructurar las bases legales y reguladoras del mercado de trabajo, que
actualmente deja fuera a los colectivos con desventaja para acceder al empleo ordinario, o
construye espacios de supuesto empleo protegido (que al final se rigen por los mismos criterios
competitivos del ámbito ordinario) en los que quedan recluídos.
De este modo, a pesar de que las posiciones integradas aparecen en la base ideológica de
las políticas de la administración (los derechos y los deberes sociales para con todos los
colectivos discriminados sociolaboralmente) y han de guiar las actuaciones de los mismos
agentes, en realidad las políticas derivan en actuaciones regidas por la lógica del posicionamiento
individualista competitivo. Baste el ejemplo de las críticas vertidas al respecto de la tendencia
de la administración por privatizar los recursos relativos a la formación (cursos de FO), por la
práctica cada vez más extendida de la dotación de otros recursos (financieros y legales) para las
grandes asociaciones de afectados y otros organismos privados (Fundación ONCE, Empresa de
Trabajo Temporal, etc.) y por los incumplimientos de las normativas que promueve la propia
administración (no cumpliendo las cuotas de reserva en sus distintos centros de trabajo).
Desde esta panorámica, las estrategias que se proponen para la mejora eficaz de la
inserción han de pasar por recuperar ampliamente la posición integrada, es decir, porque las
administraciones actúen verdaderamente desde la lógica de un Estado del bienestar que planifique
sus actuaciones adaptándose a la diversidad compleja de la realidad de las personas con
discapacidad. Esto se traduciría, segun el punto de vista de los agentes de inserción, en los
siguientes niveles de actuación:
a) Para aquellos sectores de personas con discapacidad que no pueden trabajar ni en el
mercado ordinario ni en el protegido (afecciones psíquicas graves), ha de ser el Estado
quien los asista, bien desde una política adecuada de pensiones, bien desde centros de
asistencia "laborterapéuticas" alejados de la pretensión de la inserción laboral. Estas
actuaciones vendrían a apoyar el papel sostenedor de las familias y de los mismos agentes
de inserción.
b) Para aquellas personas con discapacidad que pueden insertarse en el mercado de trabajo
protegido (afecciones psíquicas leves y otras minusvalías físicas y sensoriales que no
pueden adaptarse a la lógica de la productividad competitiva), se ha de conseguir que los
Centros Especiales de Empleo y los Centros Ocupacionales dejen de regirse por la lógica
del beneficio empresarial.
c) En el caso de los sujetos con discapacidad que pueden insertarse en el medio laboral
ordinario (afecciones físicas y, en menor medida, sensoriales y psíquicas leves), habrá
que adecuar las actuaciones a la formación, la cualificación, la inserción y el seguimiento
de su evolución como trabajadores "normalizados", habiendo, en cualquier caso, que
impedir que éstos queden recluídos en los ámbitos del empleo protegido, caso frecuente
429
en los Centros Especiales de Empleo y los Centros Ocupacionales, que no quieren
desprenderse de los trabajadores productivos y rentables.
Por su lado, en los casos de Córdoba y La Campiña ya dijimos que la posición prevalente
por parte de las administraciones y de los agentes de inserción es la integrada, dado que sus
actuaciones, mucho más limitadas que en el hábitat de Barcelona, se rigen por las normativas
dictaminadas desde el ámbito de lo político. Hay que decir, no obstante, que esta posición
integrada se caracteriza por su debilidad, por su escasa relevancia en términos reales de los logros
en la inserción real de las personas con discapacidad. En realidad, la diferencia de recursos de
Andalucía y de Castilla-La Mancha (puesta de manifiesto en una legislación poco innovadora
respecto a lo que dicta la normativa española y en las escasas dotaciones presupuestarias para el
ámbito de la inserción sociolaboral y de la protección social de los colectivos con dificultades)
y las condiciones que presenta el Mercado de trabajo en ambas zonas determina que la diferencia
con respecto a Barcelona sean muy notables.
Sirvan dos ejemplos clarividentes: de una parte, la cuestión del "empleo con apoyo"
resulta una estrategia que los agentes de inserción cordobeses declaran "utópica e inviable" en
una realidad socioeconómica como la andaluza, muy precarizada laboralmente y sin recursos
económicos tanto en el ámbito público como en el privado, y menos aún en la capital cordobesa,
con índices mucho más preocupantes que el resto de la región andaluza (quizá sólo equiparables
en cuanto a las desventajas a la de Cádiz); de otro lado, la existencia de sólo dos Centros
Ocupacionales y tres Centros Especiales de Empleo en el término de Guadalajara basta como
dato significativo para poner de manifiesto la capacidad real de intervención de las
administraciones regionales y locales en el ámbito del empleo protegido. En ambos casos, pero
especialmente en Córdoba, la administración muestra una nítida tendencia a derivar las posibles
actuaciones a desarollar a las asociaciones de afectados y otras ONGs que han tomado la inciativa
en los ámbitos de la educación (con dotaciones económicas para colegios concertados de
educación especial, caso de APROSUB), la formación ocupacional (delegando los aspectos
organizativos a entidades como PROMI, APROSUB, ONCE, Las Encinas, etc., manteniendo
unas relaciones basadas en la financiación y el control de las actividades) y la inserción en
medios laborales protegidos (ayudando a financiar los Centros Especiales de Empleo y Centros
Ocupacionales dependientes de dichas asociaciones o de nuevas iniciativas.
En este sentido, las políticas específicas para la inserción laboral en el medio ordinario
se caracterizan por estar presentes casi exclusivamente en términos de normativas y leyes, sin que
trasciendan a nivel de actuaciones prácticas reales. Visto esto, resulta coherente que los agentes
de inserción muestren una posición integrada limitada o debilitada ante el tema de la inserción,
en tanto su papel queda reducido al espacio y alcance que las asociaciones de afectados
dictaminan, que son casi todas las actuaciones que en términos de inserción se realizan en estos
contextos. En este sentido, hay que señalar otra notable diferencia con respecto al hábitat
barcelonés al respecto de los agentes de inserción que trabajan directamente para la adminis-
tración: en Barcelona, la actividad de los Centros Base de Atención al Minusválido permite a los
agentes no sólo dedicarse a tareas de evaluación, diagnóstico y rehabilitación, sino que también
desempeñan una importante labor en la elaboración de estudios sobre perfiles profesionales de
las personas con discapacidad y en la búsqueda y seguimiento de puestos de trabajo adecuados
430
a cada persona con discapacidad; por contra, en Córdoba, el papel de estos agentes de los Centro
Base se limitan exclusivamente a las funciones burocratizadas de la evaluación y el diagnóstico,
quedando en un segundo plano la rehabilitación y siendo inexistente la labor específica de la
orientación y búsqueda de empleo.
Visto lo anterior, abordaremos ahora los aspectos referentes a las incidencias que genera
el mercado de trabajo en los distintos agentes. Efectos que, siguiendo el esquema interpretativo
global de esta investigación (Cuadro 8), actúan diferenciando los posicionamientos y actitudes
que cada agente adopta en función de los condicionantes derivados del mercado laboral
específico de cada hábitat. Del mismo modo, daremos breve cuenta de las estrategias (actuales
408
Véase Introducción Metodológica al inicio de la Tercera parte. En cuanto a las fuentes documentales,
cabe destacar: a) Documentos técnicos: Informe sobre la situación del empleo de las personas con discapacidad
y propuetas para su reactivación, realizado por el CES en 1995. Distintos documentos internos elaborados por las
dos centrales sindicales mayoritarias antes y después de la elaboración del informe del CES arriba mencionado:
Propuestas de CCOO y UGT para dicho informe; ponencias sindicales en la Conferencia Internacional sobre el
Empleo para las Personas Discapacitadas (Bilbao, Febrero de 1994); el informe Discapacidades y Empleo. Posición
Sindical, elaborado por UGT en Diciembre de 1996; otra serie de documentos internos realizados por UGT sobre
la Evolución y Situación de las Rentas y el Empleo en España, etc. b) Estudios especializados: En la primera parte
de esta investigación se hallará una completa recopilación sobre los estudios efectuados al respecto de la inserción
socio-laboral de personas con discapacidad. De entre ellos, se han seleccionado algunos para retomar los datos
referidos a las actitudes empresariales como ALBOR, J.(Coord), Minusvalía e Inserción laboral, Instituto para la
Formación, Madrid, 1995; CALEIDOSCOPIA, Factores personales y sociales de la integración laboral de las
personas con discapacidades. Real Patronato de Prevención y de Atención a Personas con Minusvalía, Madrid,
1997; GARCÍA, B: Las personas con discapacidad ante el reto de la integración laboral en Andalucía, Instituto
Andaluz de Servicios Sociales, Sevilla, 1996; SORIA, R.J., La percepción que tienen los empresarios de los
discapacitados psíquicos como trabajadores. Fundación ANDE. Madrid, 1995.
431
y viables) que dichos agentes manifiestan al respecto de la inserción sociolaboral de las personas
con discapacidad.
Los empresarios.
En general, el sector empresarial aparece como el principal defensor del actual modelo
de mercado de trabajo, en tanto sus características actuales (despido sin costes, amplia
disponibilidad de la fuerza de trabajo, avance tecnológico, etc.) aseguran que la lógica
empresarial "(+)rendimiento(-)costes" prevalente hoy día no hará sino cristalizarse en un futuro
a corto y medio plazo. A su vez, el aumento de ingresos está en función directa del incremento
de la productividad (eficiencia en el ámbito de la producción) y de las ventas (eficiencia de los
comerciales); y la reducción de costes se logra principalmente mediante nuevas políticas de
personal combinadas con una mayor inversión en tecnología y capital fijo. En esquema 15, lo
anterior podría expresarse así:
Esquema 15
LA FUNCIÓN EMPRESARIAL
SEGÚN LOS TRES GRUPOS DE DISCUSIÓN APLICADOS A EMPRESARIOS
432
actitudinales a este respecto relacionadas con el tamaño de las empresas y con el hábitat (ver
Esquema 16):
..//..
433
Esquema 16
CINCO MODELOS DE POLÍTICAS LABORALES
(A) (B)
(C)
(E)
434
Trasladando la síntesis anterior al esquema interpretativo del Cuadro 8 (capítulo 5) ,
tenemos que la actitud con mayor peso en el empresariado se aglutina en torno a posiciones
"integradas", es decir, se defiende, dentro del contexto generalizado de competitividad
empresarial, la actuación reguladora del Estado como garantía y protección de las pequeñas y
medianas empresas ante el gran poder de actuación de las multinacionales, grandes superficies,
etc. Este aspecto no es de extrañar si tenemos en cuenta que la mayor parte del sector empresarial
español se incluye dentro de la pequeña y mediana empresa, con independencia del sector
productivo de pertenencia o del hábitat. Ello no quiere decir que no se critique la labor estatal,
especialmente por su tendencia a privilegiar la implantación y las actuaciones de las grandes
empresas nacionales y extranjeras, por alimentar un sector empresarial público deficitario que
actúa de freno a las iniciativas privadas y por la escasa sensibilidad mostrada para favorecer las
condiciones generales (tributarias, subvenciones, regulación proteccionista, etc.) de los pequeños
y medianos centros.
Por otro lado, dentro de este posicionaniento tendencial integrado confluyen cuatro de los
cinco modelos de política de personal puestos en práctica por los pequeños y medianos empresa-
rios: fordista, mixto, local-tradicional y lumpemempresariado postmoderno. En todos ellos se
avala la tendencia actual a la flexibilización laboral, especialmente si tenemos en cuenta que las
nuevas condiciones de contratación y despido favorecen la reducción de costes laborales,
asegurando un alto nivel de rentabilidad en los trabajadores, en tanto siga prevaleciendo el actual
contexto social fragmentado y polarizado que favorece una alta tasa de desempleo y, por tanto,
las condiciones que obligan al sometimiento de la fuerza del trabajo a las condiciones impuestas
desde las empresas. En este sentido, se demandan y se consiguen en la mayoría de los casos
trabajadores adecuados a los puestos laborales a cubrir: trabajadores responsables, cualificados,
polivalentes, competitivos, integrados con los objetivos empresariales desde actitudes
subordinadas, a plena disponibilidad del empresario: algo así como una síntesis entre el
trabajador fordista (trabajador implicado con el proyecto empresarial, trabajador por vocación
que vive su empleo como autorrealización), que mantiene caracteres del modelo de trabajador
tradicional (sumisión subordinada a las condiciones impuestas por la empresa), pero que ya ha
adquirido las pautas laborales del modelo neoliberal (máximo rendimiento, individualismo
competitivo entre compañeros y contratos descausalizados que se mantienen en función de la
rentabilidad que generen).
Por tanto, para este grupo de empresarios, podemos decir que la incidencia del actual
mercado de trabajo facilita los aspectos relativos a la reducción de los costes de personal, pero
obstaculiza los aspectos de la perdurabilidad de las empresas ante la alta competitividad
existente. En cualquier caso, se muestran a favor de las políticas de fomento de empleo para
determinados colectivos, siempre que ello les reporte unos beneficios añadidos (subvenciones,
reducciones fiscales, etc.) que, a la larga, no repercutan negativamente en la rentabilidad de sus
centros. Por último, optan por vías habituales a la hora de cubrir sus demandas laborales: redes
personales próximas, los propios trabajadores de sus empresas, anuncios en prensa, etc.,
valorándose especialmente las actitudes y aptitudes de los candidatos, que han de convencerlos
de sus capacidades y no siendo proclives, por tanto, al uso de la subcontratación o de las
empresas de trabajo temporal.
Por su lado, la posición competitiva queda representada por los grandes empresarios de
Barcelona y, en menor medida, por algunos sectores de pequeños y medianos empresarios de
Córdoba (los empresarios "por vocación" del sector servicios), instalados y defensores a ultranza
435
del modelo neoliberal del mercado, en el que la plena flexibilización y disponibilidad de los
trabajadores, la asunción de las condiciones impuestas por la producción, la competencia, la
rentabilidad, etc., son los ejes que articulan las relaciones laborales y, por supuesto, las políticas
de personal, que buscan la máxima reducción de costes y la máxima rentabilidad. Demandan, por
tanto, el mismo perfil combinado de trabajador que exponíamos más atrás, teniendo la gran
ventaja (lo expresan sin recato, mostrando que parte de su fuerza está en ello) de que pueden
encontrarlo fácilmente en el actual mercado laboral, caracterizado por la alta disponibilidad de
la fuerza de trabajo en todos los sectores productivos. En resumidas, saben que los puestos de
trabajo que generan sus empresas van a cubrirse con los trabajadores que mejor se adecuen a cada
puesto. En este sentido, no se muestran atraídos por políticas de fomento de empleo de las que
pueden beneficiarse mediante subvenciones al contratar determinados trabajadores (jóvenes,
personas con discapacidad, etc.), tendiendo a emplear las convocatorias públicas en prensa o, más
recientemente, las subcontratas o las empresas de trabajo temporal. La diferencia dentro de este
grupo empresarial posicionado en la competitividad aparece relacionada con el factor tamaño
empresarial: entre unos y otros empresarios (grandes industrias barcelonesas y pequeñas
empresas cordobesas) existe una diferenciación en cuanto al papel que otorgan al Estado y los
agentes sindicales, optando los primeros por su amplia retirada del mercado de trabajo (las
relaciones laborales han de resolverse exclusivamente entre empresarios y trabajadores, sin que
medien tampoco sindicatos ni convenios colectivos), y especificando los segundos que el único
papel realmente importante para el Estado es la protección de la pequeña y mediana empresa ante
los poderosos imperios empresariales nacionales y extranjeros.
En última instancia, hay que destacar la importancia que aún poseen las posiciones y
actitudes adscriptivas en gran parte de la pequeña empresa de hábitats urbanos (el sector de la
joyería en Córdoba) y rurales (empresas tradicionales familiares en La Campiña), zonas en las
que aún quedan empresas más o menos reconvertidas y/o adaptadas a la nueva situación del
mercado. Básicamente, sus demandas pasan por establecer una especie de vuelta a las
condiciones del antiguo mercado local-tradicional típico de la sociedad preindustrial, es decir,
por la pervivencia del modelo premoderno pequeño burgués característico de la España del
predesarrollismo. Eso sí, beneficiándose al tiempo de las nuevas condiciones que el nuevo
contexto actual les aporta, como por ejemplo la posibilidad de los contratos de aprendizaje, en
prácticas, el despido casi sin costes, etc. En ese sentido, dadas sus escasas posibilidades de
competir con las nuevas y grandes empresas, el papel activo y protector del Estado se muestra
fundamental para su supervivencia, por lo que constituyen el núcleo empresarial más crítico con
el mercado neoliberalizado que prevalece en la actualidad.
436
Visto lo anterior, y entrando ya en lo relativo a las posibilidades de cara a la inserción
laboral del colectivo con discapacidad en sus centros de trabajo, habría que destacar en primer
lugar la escasa relevancia que, en general, para los empresarios tiene la cuestión, lejana a sus
preocupaciones de rentabilizar al máximo sus actividades. En cualquier caso, la inserción
dependerá de la adecuación de los sujetos con discapacidad a las condiciones que marca el
mercado de trabajo y, más en concreto, al puesto laboral a ocupar, adecuación que no sólo
consiste en estar cualificado para realizar la(s) tarea(s) en cuestión, sino sobre todo realizarla
cumpliendo con los objetivos de rentabilidad y competitividad que demanda la lógica empresa-
rial.
Pero, aún cumpliéndose dichos requisitos, los empresarios siguen mostrando claras
reticencias a dar trabajo a las personas con discapacidad, racionalizando sus resistencias en base
a las actuales características del mercado laboral, que le ofrece una amplia oferta de candidatos
"más adecuados" en tanto no generan las ambivalencias que un trabajador/a con discapacidad
(suspicacias de bajo rendimiento, de bajas laborales, etc.). No obstante, siendo fieles a la lógica
del modelo social actual y del mundo empresarial, no niegan la posibilidad de que un trabajador
con discapacidad, como cualquier otro individuo, llegue a ver cumplidos cualquiera sean sus
objetivos en la vida: todo depende de si se hace valer, de elegir las vías adecuadas
(individualismo competitivo).
Priman, por tanto, las prácticas neoliberalizadas de la empresa actual, presididas por una
lógica que se acerca en gran medida a cierto "darwinismo sociolaboral atenuado" que dicta como
ley que sólo tienen éxito, sólo encuentran trabajo los individuos que mejor compiten, los "más
capacitados". De hecho, habría que apuntar que una gran parte de los casos de inserción
sociolaboral exitosos que se han recogido en la investigación se caracterizan por emplear
estrategias basadas en una lucha tenaz contra las múltiples barreras que se han interpuesto en
cada trayectoria vital, siendo uno de estos escollos para aquellos que ya trabajan el permanente
requerimiento propio y de los demás por demostrar la capacidad para rendir como uno más,
incluso más que uno "normal".
437
supone la familia, los profesionales que trabajan en ello y la sociedad en general. Podría decirse
que la solución pasa por todos menos por sus empresas; tampoco por arbitrar medidas que les
obliguen en alguna medida a la reserva de cuotas u otras normativas que vayan en detrimento no
sólo ya de la rentabilidad, sino también de su total y plena libertad de actuación. Será el Estado
con sus políticas y programas de protección y atención social quien deba encargarse de encontrar
espacios sociolaborales adecuados para la inserción, sea mediante los Centros Especiales de
Empleo o mediante fórmulas tipo ONCE, etc.
Sin embargo, no hay que olvidar los discursos empresariales al respecto del "excesivo
lastre" que para la economía del país, y para la suya, supone una política de gasto social solidaria
con estos colectivos sociales en desventaja, que siempre repercute en el incremento de los gastos
por las cuotas a la Seguridad Social que han de pagar. Sería la fórmula idónea, para los
empresarios, que aquellos que no estén suficientemente "capacitados" para competir por los
puestos de trabajo (imagen articulada en torno a las afecciones psíquicas y al resto de minusvalías
de grado notable: silla de ruedas, etc.), se les "proteja" en espacios y organismos sociolaborales
con capacidad de autofinanciación. De hecho, algunos de los empresarios consultados dicen
"colaborar" frecuentemente contratando los servicios o adquiriendo los productos que algunos
Centros Especiales de Empleo ofrecen (actitud paternalista defensiva): en concreto, algunas
grandes y medianas empresas subcontratan los servicios de Centros Especiales de Empleo
especializados en limpieza industrial; algún pequeño empresario adquiere productos de Centros
Especiales de Empleo, o contrata la edición de su publicidad en otro, sintiendo así que contribuye
solidariamente, a pesar de tener que pagar algo más.
No obstante, siendo éstas las actitudes básicas de la mayoría de los empresarios, también
existen otros sectores minoritarios que muestran actitudes más colaboradoras con la inserción
laboral de este colectivo. Dentro de este grupo minoritario han de incluirse tanto grandes
empresas como pequeñas y medianas. De forma más o menos explícita, este sector de
empresarios sensibilizados muestra un posicionamiento compartido cuando consideran las
posibilidades reales de la inserción, que varía en función de un conjunto de factores determi-
nantes de su éxito o fracaso. Entre este grupo de factores se distinguen un primer bloque de
aspectos que podríamos denominar estructurales, entre los que destacan dos: las condiciones que
marca cada hábitat y su específico mercado de trabajo, la adecuación de la inserción a la ecuación
"(+)rendimiento(-)costes" (aspecto relacionado con el tipo/grado de discapacidad, etc.).
438
candidato "más capacitado", imagen contrapuesta a la que sigue prevaleciendo de los trabajadores
con discapacidad. Sólo casos muy excepcionales (los verdaderos "lumbreras", que encuentran
empleo de modo individual) podrían insertarse en este sector, al menos en el medio privado,
hecho que no significa que no pueda realizarse en las distintas empresas públicas, dado que en
éstas los procesos de acceso al empleo permiten algo más la equiparación de oportunidades entre
los distintos demandantes, además de que, una vez dentro, resulta más factible alcanzar dichos
puestos a través de la promoción profesional interna, algo que difícilmente sucedería en la
empresa privada. En ésta, no obstante, podría resultar factible la inserción en puestos cualificados
y de "alto status profesional" siempre y cuando la contratación esté mediada por la actuación de
un "avalista" que asegure la rentabilidad, la cualificación, etc. del trabajador propuesto.
Tenemos, de este modo, que en los hábitats donde estos agentes mediadores están más
presentes las posibilidades de lograr empleo en el sector primario del mercado serán mayores que
en el resto. Sabemos que estos mediadores pueden pertenecer al ámbito privado, caso de la
Empresas de Trabajo Temporal (ETT), o al ámbito público o semipúblico, caso de los agentes
de inserción laboral que trabajan para algunas Administraciones o para algunas Asociaciones de
Afectados. Por lo que se deriva de los discursos empresariales, parece que para la inserción
laboral de personas con discapacidad, en este sector privado y primario del mercado será mucho
más viable cuando alguna de estas Empresas de Trabajo Temporal es quien avala al candidato.
Aval que ha de basarse en un detallado estudio que asegure la viabilidad de la contratación en
los términos demandados, habiendo generalmente de añadir un "plus" argumental para convencer
al empleador de que, seguramente, el candidato con discapacidad resultará más rentable que otro
candidato sin discapacidad. Es por esto, que el hábitat barcelonés, en el que ya existen desde hace
años la figura de las Empresas de Trabajo Temporal y por tanto ya existe cierto hábito de relación
entre éstas y los empresarios y empleadores, permita mayores posibilidades de inserción en los
lugares más privilegiados del trabajo asalariado que los hábitats de Córdoba y La Campiña, en
los que este tipo de vías de contratación no tienen presencia relevante.
De otra parte, más allá de que se produzcan manifestaciones más o menos explícitas al
respecto, el posicionamiento tendencial de los empresarios deja entrever que se da por supuesto
el hecho de que a estos puestos laborales que requieren alta cualificación y exigencias sólo
pueden optar, dentro del colectivo de personas con discapcidad, aquellos candidatos con una
discapacidad o minusvalía que se adecuen sin mayores problemas a la tarea a realizar. Así,
quedan descartados los sujetos con afecciones psíquicas y también, aunque en menor medida, con
minusvalías sensoriales, siendo los que cuentan con mayores posibilidades los trabajadores con
afecciones físicas y, dentro de éstos, aquellos que presentan menor grado de discapacidad,
además de que ésta no sea degenerativa (que no va a conllevar una permanente adecuación de
la tarea y de la rentabilidad a las capacidades menguantes del trabajador/a).
De todo lo anterior se desprende que las estrategias para favorecer la inserción en este
ámbito pasan por potenciar la actuación de los agentes mediadores o "avalistas" en aquellas zonas
o entornos en los que su presencia sea significativa. Estrategia que, en cualquier caso, no requiere
mayor esfuerzo de los empresarios, que siempre quedan a la espera de "que se lo den todo
hecho", descargando las responsabilidades del posible despido o sustitución por otro candidato
en los avalistas, siempre y cuando el trabajador contratado no responda a las expectativas sobre
él puestas.
439
Los empresarios también parecen ponerse de acuerdo a la hora de mantener que el ámbito
más favorable para la inserción laboral del colectivo de trabajadores con discapacidad es el sector
secundario del mercado de trabajo, ocupando puestos de cualificación media o baja, ámbito en
el que pueden competir con mayores garantías de éxito con el resto de demandantes de empleo.
Teniendo en cuenta los handicaps relativos al tipo y grado de discapacidad (menores
posibilidades para las discapacidades psíquicas y sensoriales y para aquellas que presentan un
carácter degenerativo) podríamos afirmar que la inserción depende de las estrategias que cada
persona afectada ponga en marcha a título individual. Aspectos como la formación y
cualificación profesional (que han de ir encaminadas a las demandas que genera el mercado
laboral en cada hábitat), la adecuación de las capacidades reales al puesto a desempeñar, la
búsqueda activa personalizada desde posiciones regidas por la lógica "asistencial o de
beneficencia", etc., determinan en gran medida que la consecución del trabajo sea efectiva.
No quiere decir esto que el papel de los agentes mediadores (sean privados o públicos)
resulte menos relevante: de hecho, la menor o mayor implantación de dichos agentes en una
determinada zona facilitará significativamente la inserción, como vimos que sucedía en el sector
primario del mercado laboral. Así, el hábitat barcelonés, en el que las Empresas de Trabajo
Temporal y otros organismos dependientes de la Administración estatal, comunitaria y local
llevan desempeñando una importante labor al respecto, facilita mejores oportunidades para la
inserción del colectivo estudiado, mientras que este aspecto es poco o nada relevante en Córdoba
y La Campiña. Quizá un ejemplo representativo de lo anterior lo encontremos en la extendida
práctica de la subcontratación de servicios y de personal (de limpieza, por condiciones de la
producción, etc.) en las grandes y medianas empresas de la industrializada Barcelona donde, en
principio, los trabajadores sin discapacidad rechazan puestos laborales muy precarizados y
relacionados con actividades de muy baja cualificación, por las que sólo se opta en casos
extremos. Trabajos y condiciones que, dada la realidad del mercado de empleo en Córdoba, se
tornan mucho más dificultosas dado que incluso los trabajos muy precarizados, sea cual sea su
naturaleza, tienen un gran número de candidatos demandantes.
Observamos, pues, que en el caso del sector secundario las condiciones particulares de
cada hábitat se constituyen como una variable más determinante que en el caso del sector
primario. Así, las condiciones y posibilidades de inserción laboral se endurecen mucho más en
los contextos de Córdoba y La Campiña. Por ello, será en estos entornos donde otras estrategias
de búsqueda alejadas de la competencia abierta con el resto de trabajadores sin empleo sean más
frecuentes, como las vías de inserción en las empresas familiares, de conocidos, etc., del mismo
modo que son más frecuentes la alternativa de las pensiones o de la búsqueda de entornos
laborales protegidos, como los Centros Especiales de Empleo, etc.
440
Las prácticas de los sindicatos y las lógicas que subyacen en sus posiciones discursivas
se muestran muy homogéneas, con independencia de que se trate de distintos contextos
socioeconómicos y geográficos, tal como corresponde a organizaciones con un alto grado de
institucionalización y, por tanto, de circulación burocratizada de dichos discursos y prácticas. No
quiere decir ello que no existan posiciones diferenciadas en función del hábitat: de hecho, el
contexto barcelonés, altamente industrializado (mayor fuerza de comités de empresa, grandes
plantillas, etc.) y de gran tradición sindicalista, favorece que las posiciones y actitudes sindicales
relativas a la inserción sociolaboral de las personas con discapacidad puedan ser más
emancipatorias y no sólo integradas (discurso normativo burocratizado), lo que se traducirá en
la apertura de nuevas vías de actuación fuera o más allá de lo que marca el discurso institucional
de cada sindicato.
En cualquier caso, hay que señalar que las actitudes que aparecen como homogéneas en
los tres entornos seleccionados han de encuadrarse dentro del posicionamiento integrado que
defiende un modelo social en el que el Estado actúa de regulador en la práctica totalidad de ámbi-
tos, fundamentalmente en su función de prestador de servicios y de ser garantía de un nivel
aceptable de bienestar social. Desde este punto de vista, el Estado también ha de asumir su papel
de regulador-protector en el ámbito específico del mercado de trabajo, no permitiendo el avance
de un modelo de mercado en los términos demandados por el sector empresarial, es decir, un
mercado desregulado, precarizado, flexibilizado, que deja al mínimo o simplemente hace desapa-
recer los pilares del Derecho del Trabajo, las medidas de protección social, etc. En este sentido,
los sindicatos no dejan de esgrimir sus críticas frontales contra los intereses empresariales y
contra el "aparente dejar hacer" de la Administración, aduciendo en este último caso, que lo que
aparece como "retirada" del Estado en los pactos y negociaciones entre patronos y sindicatos,
viene a significar en realidad una posición favorable al sector empresarial a la vez que un
desentendimiento de sus funciones de bienestar y protección de la sociedad en general.
Sin entrar en mayores valoraciones al respecto, puede afirmarse que esta posición crítica
contra Estado y empresarios es trasladable al tema específico de la inserción sociolaboral de las
personas con discapacidad: para los sindicatos debe ser sobre todo el Estado quien se ocupe de
solucionar la problemática de la inserción a todos los niveles, incluidas las actuaciones necesarias
para obligar a los empresarios a contratar a trabajadores con discapacidad en sus centros
laborales, pero también la preparación de las familias afectadas para encarar y solucionar los
problemas generados desde la infancia, así como las actuaciones pertinentes a nivel educativo,
formativo de cualificación profesional, etc. Salvando las distancias y sin negar que los
empresarios tienen mayor poder de actuación en la inserción, podríamos decir que la actitud y
posición sindical tiende a parecerse llamativamente a la de los propios empleadores, en el sentido
de que la solución pasa por otros ámbitos y agentes, y no tanto por lo que les atañe directamente
como tales sindicatos.
441
Evidentemente, también encontraremos posiciones y discursos dentro de los sindicatos
más autocríticos y dispuestos a la reflexión sobre las actuaciones a desarrollar desde las propias
centrales sindicales: veremos cómo estas diferencias están relacionadas con el hábitat y con la
distinta tradición y/o poder de representación de los mismos sindicatos en cada entorno, sin
olvidar que las características del mercado de trabajo y de la estructura socioeconómica
específica de cada hábitat influye mucho en los propios sindicatos, en su capacidad de actuación,
su relevancia social, su implicación ante las distintas problemáticas sociales y laborales, etc. No
obstante, puede verificarse que, dentro de este posicionamiento integrado de los sindicatos,
existen dos actitudes diferenciadas en cuanto a las políticas activas de fomento del empleo:
Visto lo anterior, hay que señalar que estas posiciones tendenciales de los agentes
sindicales se articulan en base a una imagen global del colectivo de personas con discapacidad,
sin que se pongan de manifiesto diferencias valorativas especialmente reseñables en cuanto a los
factores tipo/grado de discapacidad o minusvalía, género, status socioeconómico, etc. Si bien se
maneja un discurso tópico al respecto de que la inserción será más viable en casos de
discapacidad física (los leves en mayor medida que los gravemente afectados, los estabilizados
más que los degenerativos, etc.) que en casos de personas con discapacidad sensorial y psíquica,
para los que parecen más idóneos medios laborales protegidos, en tanto no están (o no deberían
estar) regidos por la lógica empresarial de la máxima rentabilidad.
Tenemos, de este modo, que las centrales sindicales ponen mayor énfasis en el análisis
de las causas y consecuencias de la problemática de la inserción sociolaboral de este colectivo
que en la elaboración y puesta en práctica de estrategias reales para solucionarla: como apuntaban
los sindicalistas de Barcelona, "nosotros no legislamos y no tenemos capacidad de decisión ni
de sanción", por lo que la responsabilidad principal se traslada a la administración, a los empre-
sarios, al propio sector de personas con discapacidad (en el que se incluyen tanto las asociaciones
como los afectados a título individual), a la sociedad y a las familias. Recordemos brevemente
lo que, a nivel nacional, destacaban los sindicatos como principales obstáculos para la inserción
442
de este colectivo, actitudes que no difieren en lo básico de los discursos sindicales producidos
en los tres hábitats seleccionados:
“Es la actitud global de la sociedad, la que parece poco abierta a entender que la
inserción sociolaboral no se soluciona con medidas puntuales dentro del ámbito
exclusivo de lo laboral(...) Estado, empresarios, familiares y los demás agentes
implicados han de asumir que los costes de la inserción no son sólo económico-
laborales o asistenciales, sino sobre todo personales. En ese sentido, habría que
cambiar radicalmente la actitud general ante el tema: las familias han de cambiar
en su tendencia al proteccionismo y fomentar los procesos de autonomización de
las personas con discapacidad (...) el resto de la población habría de transformar
su posición al respecto de que las personas con discapacidad no tienen el mismo
derecho a optar y competir por los mismos recursos y puestos de trabajo (...) la
administración ha de entender que la inserción ha de comenzar con políticas y
medidas activas en la etapa de socialización y verse continuada en posteriores
fases de formación, cualificación profesional y de inserción laboral en medios
ordinarios, así como potenciar y desarrollar nuevos ámbitos laborales más
adecuados para este colectivo (teletrabajo, etc.) (...) al igual que debiera regular
y controlar el cumplimiento de la normativa al respecto (cuotas de reserva,
ámbitos de empleo protegido, etc.) (...) los empresarios han de vencer sus
resistencias a pensar que las personas con discapacidad no reúnen el perfil del
trabajador rentable, competitivo, etc. (...) los propios sujetos con discapacidad
han de cambiar aquellas actitudes que les llevan a pasivizarse, a renunciar a la
búsqueda activa de empleo y a su independencia personal, a no emplear los
sindicatos como plataformas de apoyo a sus demandas (...) las asociaciones de
afectados habrían de regirse por lógicas menos corporativas y de luchas por
esferas de poder y actuar de modo más organizado en sus reivindicaciones (...)
por último, también los sindicatos habrían de modificar sus habituales actitudes
discursivo-críticas para entrar más de lleno en las iniciativas prácticas”
(Entrevista a representante sindical en Madrid).
443
proyecto que a nivel nacional se pretende llevar a cabo para la creación de plataformas de
colaboración comunes sindicatos-asociaciones de afectados, cuyo objetivo fundamental es dirigir
de forma adecuada la inserción laboral (formación, cualificación y búsqueda activa de empleo)
en base a estudios pormenorizados de las demandas generadas en cada contexto socioeconómico
de referencia.
Del mismo modo, son prácticamente irrelevantes las actuaciones que podrían realizarse
a nivel de la firma de convenios colectivos en las empresas en lo tocante a la obligatoriedad de
cumplir con las cuotas de reserva. A este respecto, la actuación sindical en Barcelona parece más
comprometida, algo que tiene relación con la mayor tradición de las organizaciones obreras,
posible entre otros factores gracias a la mayor presencia industrial en la zona y, por tanto, al papel
más protagónico de los sindicatos en las relaciones laborales. No obstante, ni aún en este contexto
más favorable puede afirmarse que los sindicatos o los comités de empresas mejoren
significativamente la inserción laboral de los trabajadores con discapacidad, al menos en la
medida que podrían hacerlo.
409
Véase el Cuadro 10 de la Introducción Metodológica que abre la Tercera parte del libro.
444
Para aquellos que no tienen trabajo y que lo buscan, las personas con discapacidad en su
misma situación tienden a percibirse como "competidores" ante los que se sienten mejor
posicionados de cara a la obtención de los puestos de trabajo, dada la tendencia empresarial a
seleccionar los candidatos en función de la lógica "(+)rentabilidad(-)costes". En este sentido, se
puede deducir que en esta fase de búsqueda de empleo, las personas sin discapacidad actuarían
dejándose llevar por la lógica que preside el actual modelo de sociedad y de mercdo de trabajo.
Así, la actual fragmentación social, la tendencia al individualismo egoísta entre los distintos
sectores de trabajadores (con o sin empleo) impone la evidencia del proceso de cambio que se
está generando en la actualidad: paso de la cultura del trabajo (empleo estable, predecibilidad,
sistema de protección social, etc.) a la cultura del desempleo (inestabilidad, impredecibilidad y
potenciación de la desvinculación entre pares, etc.).
Ante esta situación, los trabajadores sin empleo y que lo buscan parecen haber asumido
que no cabe otro posicionamiento que el competitivo: "pelear" por los escasos puestos de trabajo
que demanda el mercado, competencia en la que no se suele tener en cuenta aquellos colectivos
que parten en posiciones de desventaja (mujeres, jóvenes, mayores de 45 años, personas con
discapacidad, inmigrantes, etc.). Por decirlo brevemente, sólo podrían existir actitudes de
solidaridad con estos colectivos en un medio en el prevalezca el empleo sobre el desempleo.
Mientras no se cambie dicha realidad (algo que correspondería al Estado y a los sectores que
detentan los poderes económicos y de decisión), la actitud y posicionamiento de los compañeros
sin discapacidad no podrá ser otra que la de "aprovecharse" de la ventaja que tienen sobre los
colectivos discriminados social y laboralmente.
445
De otra parte, cuando la situación viene marcada por la pertenencia al grupo privilegiado
de los que ya trabajan, las actitudes y posiciones de los compañeros de trabajo se diversifican en
función de distintas variables, siendo las más destacables: el sector, primario o secundario, del
mercado laboral en el que se trabaje, el carácter privado o público de los centros laborales y el
tipo/grado de discapacidad. Sin embargo, a pesar de esta diversificación actitudinal, los
compañeros de trabajo manifiestan que su posición básica ante los trabajadores con discapacidad
es de una solidaridad amplia, traducida en comportamientos y prácticas de colaboración general
y puntual cuando la situación lo requiere.
Dicha actitud de solidaridad puede adoptar dos formas tendenciales: solidaridad pasivo-
paternalista, en la que prevalece un apoyo no exento de matices proteccionistas y paternalistas,
especialmente en aquellos casos en los que la discapacidad impide o dificulta la realización de
determinadas tareas; actitud crítica-solidaria, en la que se es consciente de la necesidad de
apoyos puntuales, pero también de que el prestarla actúa negativamente en el propio colectivo
de trabajadores con discapacidad, en tanto los pasiviza, reciben la ayuda que se les presta antes
que plantear las demandas y reivindicaciones oportunas a los empresarios/empleadores para
resolver la problemática de fondo (escasa adaptabilidad de los puestos laborales, desempeño de
funciones/tareas poco o nada adecuadas a las capacidades, etc.).
A estas dos actitudes básicas habría que añadir una tercera que parece darse de forma
minoritaria en otros compañeros no discapacitados y que se caracteriza por la "no solidaridad"
o, incluso, el rechazo más o menos manifiesto ante los trabajadores con discapacidad. Dicho
rechazo estaría relacionado con dos aspectos: la envidia o los recelos que genera el hecho de que
los trabajadores con discapacidad ocupen determinados puestos privilegiados y/o demandados
por el común bajo el "pretexto" de que se adaptan mejor a sus capacidades (caso, por ejemplo,
de los puestos administrativos); de otro lado, las quejas de que en algunos casos las labores o
tareas que las personas con discapacidad no pueden desempeñar, o que lo hacen con un
rendimiento menor, recaen al final sobre los compañeros sin discapacidad, sobreesfuerzo que no
se ve compensado, o que podría solucionarse con la sustitución por otro trabajador sin
discapacidad.
Veamos cómo estas tres actitudes prevalecen en mayor o menor medida en función de la
combinación de las tres variables mencionadas anteriormente.
Puede afirmarse que dentro de este sector es donde se manifiestan en menor medida las
actitudes de rechazo o pasivo-paternalistas. En cierta medida, el hecho de que a este sector del
empleo sólo accedan los trabajadores más cualificados parece que reduce las posibilidades de que
se produzcan dichas actitudes, en tanto el éxito de conseguirlo manifiesta de alguna forma que
la discapacidad desaparece como criterio de valoración negativa en los compañeros. Algo que
resulta coherente con la realidad de que en las tareas a realizar se adecuan sin mayores problemas
a las capacidades del trabajador/a con minusvalía (puestos directivos, administrativos,
profesionales, etc., en los que no se han de derivar funciones ni tareas a los compañeros), además
de que en estos ámbitos el trabajo sigue suponiendo uno de los principales ejes alrededor de los
que se sustenta la identidad de cada sujeto (trabajo por vocación).
446
En este sentido y tomando la terminología empleada en el Cuadro 8 del capítulo 5, las
actitudes tendenciales de los compañeros oscilan entre el posicionamiento integrado,
especialmente en el ámbito de la empresa pública, y el posicionamiento competitivo, más
frecuente en el ámbito de la empresa privada. Como ejemplo emblemático de la posición
integrada habría que citar el caso de Marisa, en el que los compañeros citan reiteradamente la
magnífica relación existente con la afectada, su capacidad de trabajo, su buen hacer profesional,
en la línea de lo que en un centro sanitario se espera del estamento profesional médico, sin que
en ningún momento haya aparecido la necesidad de ayudarla en tareas que su discapacidad
mermara.
Hay que añadir, además, que dentro del este sector laboral público el tipo y grado de
discapacidad no parece ejercer una influencia negativa añadida en los compañeros, dado que las
características del empleo (tareas más intelectuales, de movilidad reducida, etc.) y la adecuación
de los puestos de trabajo permiten que se alcance índices similares de rentabilidad y
productividad que el resto de sus compañeros. Sólo en algunos casos aparecen críticas por parte
de éstos, generalmente relacionadas con la falta de recursos o despreocupación de los
responsables (directivos y responsables de la administración) para una coherente adecuación de
las capacidades a los trabajos a realizar, o la escasa adaptabilidad de los puestos de trabajo, las
barreras arquitectónicas, etc. Es en esta dirección donde han de encaminarse las actuaciones para
la mejora global de la situación laboral de las personas con discapacidad que trabajan en el
ámbito público, actuaciones que han de llevarse a cabo desde la propia administración.
En última instancia, cabría apuntar que la situación en la que se pueden observar con
mayor claridad actitudes paternalistas o proteccionistas por parte de los compañeros la
encontramos en los casos de las discapacidades sobrevenidas, pero siempre más relacionadas con
el apoyo lógico que estas situaciones requieren en los momentos inmediatos a la reincorporación
y siempre fundamentadas en base a que son compañeros ya conocidos y con los que existe una
relación laboral y afectiva a lo largo de los años.
Por su lado, como ejemplo significativo del sector primario del mercado en el ámbito
privado podríamos tomar el caso de Carlos en su primera etapa laboral en la que, partiendo de
ocupaciones de baja cualificación consigue a base de esfuerzo personal y con el apoyo de
determinados compañeros, ascender profesionalmente hasta alcanzar puestos de responsabilidad
en la empresa donde trabaja. En este ámbito, en el que los trabajadores tienden en general a un
posicionamiento competitivo, nuestro sujeto, con una discapacidad auditiva de carácter grave,
se hace valer y se gana el respeto y la consideración de los compañeros y de los responsables en
base a su propio esfuerzo, demostrando que es tan competitivo y rentable como uno más de la
empresa (es lo que siente que le exigen los demás compañeros), modo de actuación que le sirve
como modelo para trasladarlo y ponerlo en práctica en su actual empleo, en el que sus
compañeros le siguen valorando como un gran trabajador. La conclusión que puede extraerse del
discurso de los compañeros en este sector laboral de cara a las posibles actuaciones a desarrollar
para favorecer la inserción de las personas con discapacidad pasarían por "un dejar hacer" a la
447
lógica o modelo del libre mercado, en tanto la inserción dependerá del despliegue de los propios
intereses y capacidades en el marco de la competencia abierta con el resto de trabajadores.
Será en este espacio laboral donde encontremos en los compañeros de trabajo las tres
actitudes básicas antes mencionadas. Aparentemente, la menos extendida sería la actitud de
rechazo o resentimiento abierto, muy en consonancia con las posiciones individualistas-
competitivas de los que entienden que el trabajo ha de ser para "los más aptos", especialmente
si tenemos en cuenta que el empleo es un bien escaso incluso para los potencialmente aptos. Para
este sector minoritario de compañeros de trabajo, las vías de solución a la inserción sociolaboral
de las personas con discapacidad han de basarse en la actuación combinada de políticas de
protección social llevadas a cabo por el Estado, por determinados organismos (asociaciones de
afectados) y por las familias implicadas.
En última instancia, un tercer grupo mantiene actitudes de solidaridad crítica, dado que
reconocen que las ayudas puntuales y los procesos de discriminación positiva pueden ser válidos
momentánea o puntualmente pero que, a la postre, no solucionan las resistencias sociales ni
empresariales ante el cumplimiento de las mismas (caso de las cuotas de reserva, la adaptabilidad
de los puestos laborales, etc.). En este sentido, si las ayudas tienen carácter permanente pueden
pasivizar a los afectados y llevarles a no adoptar respuestas más activas y reivindicativas de
mayor alcance. Así pues, esta fracción de compañeros de trabajo se situaría a medio camino entre
las posiciones integradas, en tanto defienden el derecho al empleo de los colectivos discriminados
del mercado laboral, y las emancipatorias, en tanto demandan a estos colectivos que asuman
activamente la lucha por la igualdad de condiciones, no delegando esta labor al paternalismo
solidario de los demás. Esta posición, además, parece cercana a la mantenida por algún sector de
los agentes sindicales, por lo que podría ejemplificar en cierto modo la actitud de los trabajadores
sindicados, claramente diferenciados de los dos subgrupos anteriores (resentidos y paternalistas).
Por lo demás, hay que señalar que no se encuentran divergencias significativas a lo dicho
para el sector primario del mercado de trabajo en cuanto a la diferenciación entre ámbito público
y privado. En el primero parece que abundan más las posiciones paternalistas, quizá producto de
la menor exigencia de rentabilidad en la producción, lo que permite un clima no competitivo y
más solidarizado-proteccionista con los compañeros con discapacidad. En cuanto al ámbito
privado serían más frecuentes las actitudes de rechazo y de apoyo crítico, en tanto prima el clima
de fuerte competencia, de obligada productividad, etc. Sin duda, para estos dos subgrupos, parte
de la responsabilidad directa de la baja inserción laboral de este colectivo y de la precarización
de los ya insertados (precarización que afectaría a las conflictivas relaciones con sus compañeros)
448
ha de buscarse en el sector empresarial, tanto privado como público, pero especialmente en el
privado.
En última instancia, además de las típicas y tópicas soluciones planteadas por los sectores
de compañeros resentidos y pasivo-paternalistas (actuación del Estado, de las asociaciones y de
la familia), son de nuevo los compañeros con actitudes integradas-emancipatorias o crítico-
solidarias los que apuntan una posible vía o estrategia de solución realmente alternativa al
problema de la inserción sociolaboral de este colectivo. Aluden a que habría que invertir el
proceso de actuación "de arriba hacia abajo" prevalente en la actualidad (legislaciones y
normativas que se incumplen) por otro cuya dirección sea de "abajo hacia arriba": es decir,
generar un proceso de cambio social que habría de partir de la sensibilización de las familias, que
continúe en la fase de socialización para que, en las etapas de inserción laboral, la sociedad en
su conjunto posea las bases actitudinales suficientes para generar el cambio. Tendríamos así, que
la inserción habría de ser prioritariamente social para que la laboral sea realmente efectiva.
449
neoliberal organizado desde la retirada del Estado de lo público-social-laboral, dejando paso a
la lógica prevalente del sector empresarial, centrada en la máxima productividad y competitividad
desde la fórmula "(+)rendimiento/(-)costes". Es decir, un modelo donde el mercado de trabajo
se va precarizando paulatinamente (mayor tasa de paro a la vez que aumenta la población activa,
decrece la economía productiva y el tejido industrial mientras que crece el sector servicios, las
modalidades de contratación temporales y a tiempo parcial aumentan en detrimento de las
indefinidas, etc.) a la vez que las relaciones laborales se mercantilizan e individualizan:
fragmentación del conjunto de la fuerza del trabajo y pérdida de relevancia de la negociación
colectiva.
La valoración que sobre este tema hacen los distintos agentes consultados varía en
función de su posición dentro del sistema social. Por ello, gran parte de los empresarios tiende
a manifestar su apoyo por este modelo de sociedad y de mercado laboral, si bien existen ciertos
sectores de pequeños y medianos empresarios que aún defienden un modelo menos mercantilista
y más tendente a combinar la lógica empresarial neoliberal "(+)rendimiento/(-)costes" con el
papel y función social que también debe cumplir la empresa, función social que debe combinarse
con la actuación de un Estado regulador y asistencial, cuyo papel, además, debe incluir la defensa
de sus empresas ante el poder creciente de las multinacionales.
Por su lado, tanto sindicatos como trabajadores muestran una cierta oposición resignada
y conformista ante el avance de la precarización de la vida y del trabajo, defendiendo el papel
fundamental que ha de cumplir el Estado como regulador e interventor que evite una plena
implantación de esta lógica neoliberal ante la que parece ir cediendo poco a poco. Encontraremos,
sin embargo, pequeños grupos de éstos que también apuestan por un modelo mixto, en el que
pueden articularse la lógica neoliberal (mantener la rentabilidad y la competitividad en una
economía globalizada) y el Estado del Bienestar y del Derecho del Trabajo.
De las personas con discapacidad cuyas trayectorias hemos estudiado, sólo nos
detendremos en los que mejor caracterizan la vinculación entre los modos y resultados de la
inserción laboral y las condiciones que marca el mercado de trabajo. Así y de modo genérico,
podemos comprobar cómo en los distintos casos de inserción sociolaboral seleccionados, además
de las variables personales (tipo y grado de discapacidad, cualificación profesional, género, etc.),
450
las trayectorias o itinerarios se construyen, en gran medida, en función del sistema
socioeconómico vigente en cada momento y en el hábitat concreto donde se reside y, así, en
función del mercado laboral derivado de ambos.
Abordamos en primer lugar a los hombres, en los que se pone de manifiesto que las
diferencias más ostensibles vienen determinadas por el tipo/grado de discapacidad, el hábitat y
la edad410. Tomamos como primer ejemplo los casos César y Marcos, ambos con discapacidad
física media o leve, con escasa formación y cualificación profesional, incluidos en el hábitat
cordobés y en la zona de La Campiña. Sus procesos de inserción laboral se llevan a cabo a lo
largo de los años 80, etapa en la que se producen importantes modificaciones en el mercado de
trabajo, cuyas consecuencias determinan el aumento de la temporalidad en el empleo (amén del
aumento progresivo de la población activa y de las tasas de paro, etc.). En cuanto al sector de
actividad al que va dirigida la inserción se centra en los servicios, dada la situación prevalente
de dicho sector sobre el agrícola y el industrial en la capital cordobesa y en el hábitat campiñés,
producto, a su vez, del proceso de transformación de los sectores de actividad en el conjunto de
España. Dada la alta precarización del mercado laboral en ambos contextos, especialmente en el
cordobés, provoca que tanto César como Marcos alternen períodos de actividad laboral con
etapas de paro, que sobrellevan gracias a las ayudas y negocios familiares. Esto hace que las
estrategias de inserción laboral tiendan a construirse en base a la combinación de posiciones
integradas-competitivas (buscan trabajo en el ámbito ordinario privado y público, en tanto pueden
acceder con ciertas garantías a un medio sociolaboral muy precarizado y competitivo) y
adscriptivas, basadas en el apoyo familiar (típicas de sociedades pre-modernas que conservan
fuertes rasgos de comunitarismo tradicional: la familia y la comunidad como centros reguladores,
como sostén de la vida individual y social).
Las expectativas de los dos pasan por estabilizar su situación laboral, en la medida que
alcanzan los recursos y las condiciones determinadas por el mercado de trabajo. César aspira,
a largo plazo, a encontrar un empleo estable como funcionario administrativo; sin embargo, de
modo más real y a corto plazo, espera trabajar como administrativo en una empresa de catering
gracias a la mediación de la asociación de minusválidos físicos a la que pertenece, que tiene
confeccionada una bolsa de trabajo entre sus socios y mantiene vías de contacto permanente con
la empresa pública y privada para facilitar la contratación de este colectivo, informando a unas
de la obligación de cumplir las cuotas de reserva, y a las otras de las ventajas fiscales y
económicas (comprobamos, así, la importancia de los agentes mediadores, en este caso de la
asociación de afectados, para la inserción laboral, tanto por su función de control del
cumplimiento de las normativas como por su papel de "avalista" en el ámbito de la empresa
privada). Por su lado, Marcos, tras trabajar de forma precaria y temporal en ocupaciones sin
cualificación y fracasar en un negocio familiar, se encuentra en paro, si bien ha realizado varios
cursos a través de asociaciones, sin que aún haya encontrado una ocupación adecuada a sus
posibilidades (trabaja como limpia coches, recibe curso de formación en zapatería, etc.). Por ello,
encara el futuro con escasas expectativas de éxito en el mercado laboral ordinario, centrando sus
esperanzas en el ámbito protegido (está a la espera de empezar otro curso para quiosqueros de
410
No nos detenemos en los casos cuya situación laboral pasado-presente (y previsible futuro) se encuadra
dentro del empleo protegido, en tanto no ofrecen datos relevantes al respecto de la incidencia del mercado de trabajo
ordinario en los procesos de inserción laboral. Estos casos son, para los hombres, Miguel, Cecilio y Marcos;
mientras que para las mujeres serían Carolina y Raquel.
451
prensa en una asociación de afectados y de la respuesta de un trabajo en un Centro Especial de
Empleo).
En una posición entre adscriptiva e integrada-pasiva, pero con una situación algo más
problematizada que los casos anteriores tendríamos a Ricardo, el cual, debido principalmente
a su discapacidad psíquica, presenta una trayectoria laboral variable: comienza en el empleo
protegido donde "no le pagaban lo que ponía en la nómina"(padre); continúa de forma más
positiva y estable en labores poco cualificadas dentro del ayuntamiento de su pueblo, donde le
contratan "no por ser minusválido"(padre); y en la actualidad percibe la prestación por
desempleo, sin que sus expectativas pasen por la búsqueda inmediata de otro empleo (espera que
le vuelvan a llamar del ayuntamiento). En este sentido, no aparecen planteamientos de búsqueda
de otras vías de empleo, apareciendo siempre el horizonte del trabajo en el ámbito protegido
como "mal menor" y de las limitadas oportunidades que puedan surgir en el mercado laboral
local.
El caso de Carlos también se incluye dentro del hábitat cordobés y actualmente trabaja
en el sector servicios, pero al ser de mayor edad que los anteriores, su trayectoria de inserción
laboral resulta más amplia. El sujeto pasa por una primera etapa de trabajo agrario (actitud
adscriptiva) en las propiedades familiares por imposición paterna (algo posible en la Córdoba de
los años 50, en la que el sector agrícola tenía un protagonismo relevante en la actividad
económica y laboral de la sociedad). Sin embargo, su deseo de cambiar de trabajo, la actuación
de un agente mediador (el maestro "avalista") y el contexto favorable de una incipiente
industrialización de la Córdoba de los años 60 (crecimiento de actividad empresarial y del
empleo), le permiten acceder al sector secundario del mercado de trabajo. Allí consigue
estabilizar su situación y ascender de categoría profesional (se adapta a las exigencias de
productividad, polivalencia, etc. que se demandan: actitud competitiva). Tras la quiebra de la
empresa, a finales de los 80, entra en un periodo de paro que coincide con la destrucción del
tejido industrial local, que supera con dificultades a través de contratos a tiempo parcial y
temporales, sueldos mínimos, sin seguridad social, en una empresa de servicios, de la que termina
siendo trabajador fijo en una categoría equivalente a la de funcionario, siendo esta vez la
"avalista" o mediadora su propia esposa. El sujeto considera en la actualidad su trayectoria
laboral estabilizada, así como de cara al futuro (posición integrada).
En el caso Roberto, beneficiario de una pensión contributiva, una de las razones que le
llevan a desestimar la posibilidad de volver a trabajar en el medio ordinario estaría, según su
opinión, en la precaria situación del actual mercado laboral en su hábitat, que no sólo dificultaría
encontrar un trabajo, sino que, además, podría conllevar un descenso en su calidad de vida. El
sujeto se posiciona, por tanto, en una posición integrada no exenta de ciertos matices críticos que
parece importante rescatar. En efecto, la razón motivada de no buscar trabajo la basa en el
conflicto entre la normativa laboral y la mentalidad rehabilitadora. Se pretende rehabilitar a las
personas con discapacidad pero la normativa laboral los castiga: si se cobra pensión y se
encuentra trabajo remunerado hay que dejar de percibirla:
452
El interés en volver a trabajar profesionalmente exige, desde esta posición, la garantía de
estabilidad en el empleo o de volver a recuperar la pensión, algo que sólo puede garantizar la
administración.
Tomando ahora los casos correspondientes a las mujeres, habría que afirmar de entrada
que, excepto en un caso (Marisa, que se inserta en el sector primario del mercado de trabajo),
en los cuatro restantes que vamos a considerar (Mónica, Carmen, Casilda y Rosa), sufren lo
453
que podríamos denominar "doble proceso de precarización-exclusión laboral": como mujeres (ver
índices de actividad, paro, etc. de las mujeres respecto a los varones, en el epígrafe 14.1), tienden
a subordinar su rol como trabajadoras extradomésticas al de esposas y madres (posiciones
adscriptivas), algo que se ve facilitado por la precaria situación global del mercado laboral y, más
específicamente en el caso de Carmen, Casilda y Rosa, la peor situación de dicho mercado en
los hábitats cordobés y campiñés, que tiende a ofertar menos puestos de trabajo y más
precarizados a las mujeres que a los hombres. De otra parte, como afectadas por alguna
discapacidad, lo que les hace aparecer ante los empleadores como "con menos capacidad de
competir por el trabajo" que el resto de trabajadores sin esta problemática.
De este modo, la influencia de las características del mercado de trabajo se torna más
negativa en su conjunto para las mujeres que para los hombres, si bien lo afirmado anteriormente
para los varones (influencia del tipo/grado de discapacidad, la edad, el hábitat y la formación
académica y profesional) interviene globalmente de forma similar en las mujeres. Desde esta
perspectiva, sólo Marisa logra lo que podemos considerar como una inserción exitosa, y ello
gracias a su pertenencia a una familia con status socioeconómico y cultural alto, lo cual facilita
un período de socialización y cualificación profesional que, desde una actitud y posicionamiento
competitivo-luchador, le permite acceder a un empleo dentro del sector primario del mercado
laboral.
Por su parte, los casos de Mónica, Rosa y Marta presentan perfiles relativamente
similares en su trayectoria personal y profesional. Inician su actividad antes de casarse en trabajos
de escasa cualificación dentro del mercado secundario (en el sector industrial de Barcelona y
Madrid las dos primeras y en el sector servicios, la tercera), trabajos que abandonan con la
llegada del matrimonio y tras éste, una vez que la situación familiar lo requiere, vuelven a
intentar incorporarse al mercado de trabajo (en puestos aún más precarizados que los que poseían
antes de formar su propia familia) con resultados globalmente negativos. En el caso de Mónica,
tras 22 años de casada y con tres hijos, encuentra trabajo como empleada de hogar a tiempo
parcial y sin contrato, a pesar de que su marido no se muestra de acuerdo con que trabaje fuera
del hogar (posición adscriptiva-competitiva). El caso de Rosa resulta aún más problemático, en
tanto su posición básica (adscriptiva) y el hábitat en el que reside actualmente, La Campiña,
presenta mayores dificultades que el barcelonés para el acceso al empleo a personas con sus
características. Dificultad a la que hay que añadir la reciente aparición de las Empresas de
Trabajo Temporal, que con su intervención estarían sustituyendo los tradicionales modos de
acceso al empleo (vías familiares, de amistad, etc., que actúan a modo de agentes de inserción
o "avalistas"), que hasta hace un año le permitían trabajar de modo temporal en distintas
empresas de servicios (cocinera en una fábrica de la zona). Por su lado, Marta coincide en lo
básico con los casos de Mónica y Rosa, si bien en su proceso de reinserción profesional también
emplea (sin aparentes resultados) la vía que aportan las asociaciones de afectados con distintas
iniciativas como el Equipo de Asesoramiento Laboral (EAL), el proyecto COMBAT y la propia
Fundación para la Esclerosis Múltiple (posición integrada).
Para terminar este repaso por los distintos casos de mujeres, tenemos a Carmen y
Casilda, ambas pertenecientes al hábitat cordobés y en situación de exclusión del mercado de
trabajo, pese a sus intenciones de encontrar empleo, más patentes en Carmen debido a su edad
(25 años) y a su situación personal (permanece en el hogar paterno y desearía independizarse si
acaso encontrara un empleo con suficientes garantías). Dado que Casilda, con 51 años, sin
experiencia laboral extradoméstica y con una discapacidad física media, que le impide desarrollar
454
tareas como empleada de hogar, mantiene una mínima esperanza de encontrar empleo a través
de la asociación de personas con discapacidad física de Córdoba, algo que reconoce como
prácticamente imposible (mantiene más expectativas de cara a conseguir una pensión no
contributiva: posición adscriptiva-integrada) y que resulta coherente con la situación del mercado
laboral en la capital cordobesa (que presenta, además de los rasgos estructurales detallados en
epígrafes anteriores, uno de los mayores índices de paro en el sector de mayores de 45 años).
Sólo apuntar que en el caso de Carmen, su única experiencia laboral (negativa: contrato temporal
en una fabrica de alimentación) llega a través de la mediación de los agentes profesionales de la
Asociación de Padres y Amigos de los Sordos, que tienen confeccionada una bolsa de trabajo y
actúan de mediadores o "avalistas" para la contratación de sus socios. Esta experiencia fallida en
parte, lejos de desanimarla fortalece su deseo de inserción laboral y le sirve de aprendizaje para
un cambio de estrategia de cara a futuras oportunidades (actitud competitiva). Sin embargo, en
los padres se acrecienta la actitud sobreprotectora frente a la posibilidad de un empleo y, por
tanto, de su proyecto de autonomía personal (tiende a posiciones adscriptivas, en tanto se
"conforma" de algún modo a las expectativas de los progenitores), argumento que se apoya en
parte en la precaria situación del mercado laboral cordobés.
-----------
455
15. POLÍTICAS SOCIALES
Esto obliga a romper la idea preconcebida de que las políticas sociales son
fundamentalmente transitivas: los organismos dan y la persona con carencias recibe. Esta manera
de clasificar y analizar concibe los problemas y sus sujetos como un plano de dos dimensiones
en las que - omo desde arriba- interviene la mirada experta para conocer y evaluar. Lo que
permite superar esta perspectiva limitadora es considerar que las posiciones y los hábitos se
forman en diálogo (e incluso en competición) entre posiciones de diferente rango y poder.
Los afectados, sus familias, los inmediatamente implicados componen sus posiciones
según su trato con los contextos: sanitario (revestido de autoridad para decir qué ocurre, quién
o qué será la persona diagnosticada), educativo (que suele decir qué hacer, cómo potenciar o
paliar los propios recursos intelectuales, afectivos y relacionales) el de las prestaciones que sirven
de apoyo personal y familiar (que marcan horizontes de expectativas muy concretas y a veces
muy urgidas) y el de las personas que sirven de orientación, que son agentes de inserción (que
realizan funciones de acompañamiento más allá de la eficacia en términos utilitaristas).
Por eso es importante cotejar los dos planos: a) las políticas sociales generales para con
las discapacidades, y las que atienden aspectos específicos de las minusvalías, sus formulaciones
iniciales y sus tendencias; b) las prácticas, actitudes y discursos en los que las reciben y evalúan
los destinatarios. Así, los grupos y entrevistas biográficas han apuntado en este campo a dos
aspectos:
456
• cómo se perciben las formas de política social según las áreas o hábitats y los estilos de
atención que se han ido creando en cada una de ellas, según los determinantes generales
de legislación y asignación de recursos;
• cómo se han ido generando y modificando las expectativas y estilos personales: cómo los
usuarios de ayudas o espacios de formación y trabajo se ven a sí mismos tras la
intervención de las políticas sociales.
Por otra parte, las políticas sociales, desde las posiciones y discursos recogidos, suponen
la aplicación concreta del principio de subsidiariedad que remite a la dimensión moral de la vida
política. Es decir al reconocimiento de la obligación moral que los estados o las instituciones que
de ellos dependen tienen contraída respecto de los ciudadanos con carencias en general y
minusvalías en particular. Pese a la supuesta prioridad de los criterios del mercado, que postulan
un sujeto de lo político básicamente potenciado desde lo económico (el sujeto político lo es en
tanto que es productor o consumidor, contribuyente o votante), las políticas de atención social
a los sectores de población que lo necesitan marcan un contrapunto crítico importante. Forman
parte del horizonte de preocupaciones de los espacios públicos de hoy, incluyendo a los que
postulan tal dimensión como constituyente de una vida política atemperada por las dimensiones
morales de la solidaridad y la subsidiariedad.
Las iniciativas, hábitos, legislaciones, evaluaciones que constituyen las políticas sociales
van dirigidas a prevenir, pero también a remediar las situaciones de deterioro más o menos
duradero. Así, recorrer los diversos pasos y niveles en que se han ido estableciendo las políticas
sociales supone reconocer objetivos de distinto rango y precisión. Es un proceso en el que
organismos y usuarios han ido delimitando cada vez más (y a veces mejor) el concepto mismo
de minusvalía, de discapacidad. Y sobre todo los recursos que desde lo público conviene destinar
a paliar estos problemas.
Antes de entrar en el detalle de las iniciativas, es posible marcar dos principios que han
ido inspirando su conjunto. Son dos parámetros ideales con los que hoy se confrontan, tanto en
los discursos públicos como en las biografías estudiadas, las medidas concretas: lograr que la
persona afectada sea entendida y tratada (aspectos sanitarios y educativos) y lograr el máximo
de autonomía (las políticas sociales en su conjunto tienden a un horizonte más amplio que el del
mero subsidio).
457
Esta noción de autonomía posible implica no una inserción o inclusión uniformadora, que
niegue lo peculiar. Como se indicaba anteriormente, siguiendo el planteamiento de R. Castel411,
se trataría de una inserción en la exclusión. Este criterio supone que la búsqueda de autonomía
no es abstracta, igual para todos, denegadora de la existencia de procesos de exclusión. Desde
ese punto de vista las políticas sociales han ido revisando una idea central básica: la idea de
integración. Esta se ve matizada, cuando no superada, como criterio pues, en su formulación
partía de una inalcanzable homogeneización de los colectivos de la sociedad. La tendencia más
reciente, pues, en las políticas sociales es la de articular los modos de institucionalización propios
de cada sector. La llamada inserción no es primordialmente ocupar espacios de los márgenes
(incluso según las cuotas acordadas) sino potenciar la actividad y proyección según las
capacidades y de los propios sujetos. Aquellas generan itinerarios abiertos que desbordan la mera
asignación de recursos en situaciones ya definidas, como tendería a ver una perspectiva
asistencial.
El concepto de política social deseable que aparece en los relatos biográficos se basa en
otra evidencia: las situaciones de discapacidad no se leen como el mero reverso de las formas
de integración social supuestamente normales. Los efectos concretos de las políticas sanitarias
y educativas, con sus carencias y posibilidades, han ido formando un sujeto cívico capaz de
evaluar lo político de modo no pasivo sino que construye su propio itinerario. La meta de las
políticas sociales tal como aparece en los relatos y documentos es contribuir a los afectados a
valerse y desarrollar sus potencialidades relacionales y productivas. Este es un proceso que
implica no sólo estar en el circuito de las ayudas sino, como muchas de las historias ponen de
manifiesto, capacidad de fundar y de elegir. Por eso es importante destacar que, junto a las
medidas políticas, está el factor humano en un sentido muy preciso. Además del conjunto de
funciones y de papeles que la administración desarrolla, hay personas concretas que potencian
los procesos vitales de los afectados: pertenecen al Estado, a las instituciones locales, pueden ser
los médicos, una maestra o un maestro concretos. Todos ellos representan -en mayor o menor
medida- figuras de autoridad o incluso de poder412.
411
CASTEL, R., Las metamorfosis de la cuestión social, Madrid, Paidós, 1995. Especialmente "La
inserción o el mito de Sísifo", págs. 422 y sig.
412
La autoridad (auctoritas), o cualidad de hacer crecer las capacidades del otro, es reconocida en las
entrevistas a todas las figuras que ejercen los roles implícitos o explícitos de las políticas sociales. Frente a ellal, el
poder tiene que ve directamente con la aplicación de recursos o directrices en el contexto de una política
institucional. Como se ve en las historiaas concretas, no siempre coinciden una y otra cualidad.
458
Las instituciones, aunque no sean totales -en el sentido de E. Goffman da a este término-,
es decir, aunque no abarquen la totalidad de la vida de cada sujeto, sí que tienen la cualidad de
ofrecer modos tanto de definición como de autorreconocimiento: lo que se dice que eres y lo que
llegas a creer que puedes ser y hacer. Este es el caso de los contextos sanitarios (que definen la
edad mental a la que puede llegar la persona tratada - ej. entrevista E 13 -) o los educativos (que
separan a una persona y la marcan con la etiqueta de "subnormal" que acaba asumiendo - E 15),
pero también de las formas en las que la "pelea por una ayuda" puede modificar la propia
posición intra y extrafamiliar, e incluso la definición pública. Así lo muestra este comentario
expresivo:
“Lo único que luego todo el mundo se mete en el mismo saco. El señor que
tiene...que es abogadoy tiene un problema visual y otro auditivo y lo suma y le
sale el treinta y tres por ciento se mete como minusválido, se acoge a todas las
ayudas” (Técnico del Centro Base de Guadalajara).
Como se indicaba en la primera parte de este trabajo413, las transformaciones del concepto
de discapacidad han ido desplazando los criterios de su tratamiento por parte de las instituciones
públicas y privadas. La políticas sociales que se basaban en el criterio de inadaptación que
413
Véase 1.1 (Relatividad histórica de las categorías utilizadas para abordar las discapacidades)
459
sostenían en su base un criterio de integración productivista414 se han visto modificadas por
criterios que asumen los límites sistémicos de las sociedades del bienestar415.
Lo que se gestó con voluntad general de construir un objeto de caridad o atención piadosa
quedó desplazado por el sujeto que reivindica un puesto activo en los espacios del trabajo (y del
consumo). Este es el arranque de las políticas sociales propiamente dichas, en la medida en que
proporcionan dos parámetros que -incluso para tratar de anclarlos en las realidades concretas- aún
hoy siguen vigentes: la ampliación de las políticas sociales a todas las esferas de la vida de las
personas con discapacidades, la búsqueda de criterios y recursos que vinculen las instituciones
intra e internacionales. En efecto, aun con todas sus dificultades, hay un proceso que surge de
las primeras Recomendaciones de la OIT (en especial la Nº 99 de 1955 sobre adaptación y
readaptación profesionales) y que ejercen una presión para abrir las mentalidades de los
responsables públicos y de los ciudadanos.
Además de los antecedentes señalados, hay, pues, un arranque que trata de fijar
coordenadas operativas generales. Estos marcos jurídicos y políticos tienen que ver con las
primeras posibilidades de recuperación económica, con el establecimiento -tras la posguerra de
escasez- de las bases del actual Estado de bienestar. Este repertorio de posibilidades y de
principios que actualmente se dice "en crisis", se fue abriendo a la atención de las políticas
sociales en la esfera internacional de modo que pudiera atender, en el caso de los colectivos de
personas con discapacidad, a los pasos previos y necesarios para dicha integración: la atención
médica y sobre todo la atención educativa.
414
Veáse CASTEL, R. Las metamorfosis de la cuestión social, o.c., págs. 389 y sig. (“La nueva cuestión
social"). El itinerario descrito es el que va de la ruptura del modelo productivista que requiere, en las políticas
educativas y asistenciales, la cualificación y la adaptación previa de los sujetos susceptibles de entrar en ese
proceso. La no inserción (laboral) de numerosos cualificados es una llamada de atención que replantea el sentido
de la inadaptación como criterio de exclusión-inserción.
415
HABERMAS, J. Crisis de legitimación en el capitalismo tardío, México, Amorrortu,1980: entre sus tesis
básicas está la atomización de las formas de política social que consideran individualmente al sujeto post-
productivista (cap.III).
460
Este es el sentido de dos hechos más que simbólicos, que abren también espacios en la
mentalidad de gobiernos e instituciones: la proclamación por parte de la ONU de "Los Derechos
de los Retrasados Mentales" (1971) y posteriormente (en 1975) la "Declaración de los Derechos
de los Impedidos". Respecto de ellos hay que decir que son iniciativa externa a los organismos
capaces de actuar: vienen de los contextos familiares y de los especialistas en rehabilitación. Y
también que, en cuanto a sus contenidos, ambos se acogen a explícitamente a la Declaración
Universal de Derechos Humanos como marco normativo para atender específica y eficazmente
las discapacidades. Estas declaraciones del 71 y del 75 se centran en la base de las políticas
sociales actuales: los derechos sociales y educativos.
El hito que supone otro punto de arranque de las políticas sociales actuales lo constituye
-junto con la significativa proclamación de un "Año Internacional de las Personas
Discapacitadas", en 1981- la convergencia de criterios entre organismos encargados de los
aspectos clínicos y educativos. La Organización Mundial de la Salud publica en Ginebra, en
1980, una Clasificación Internacional de deficiencias, discapacidades y minusvalías. Naciones
Unidas, a su vez, aprueban en 1982 el Programa de Acción Mundial para las personas con
discapacidad y el Decenio de Naciones Unidas de Personas con Discapacidad (1983-1992) para
concretar los objetivos del Plan. Lo ambicioso de la apertura y convergencia de criterios lleva a
establecer una secuencia de actuación: prevención, rehabilitación y equipamiento social416, que
son un referente para los programas sectoriales y sus evaluaciones.
416
"Prevención" y "Rehabilitación" adquieren en el Programa sentidos amplios al no excluir los aspectos
comunitarios y sociales de la atención, según estos dos objetivos, a las personas concretas. Llama la atención que
el tercer objetivo y modo de intervención, la que apunta al equipamiento social, se denomina en el Programa
"Equiparación de oportunidades" y dice textualmente: significa el proceso mediante el cual el sistema general de
la sociedad -tal como el medio físico y cultural, la vivienda y el transporte, los servicios sociales y sanitarios, las
oportunidades de educación y trabajo, la vida cultural y social, incluidas las instalaciones deportivas y de recreo-
se hace accesible para todos " (PAMPD, parágrafo 12). Su ámbito se amplía a la vida cotidiana e implica a todos
los sujetos.
461
culturales que estigmatizan fatalmente a grupos de población hasta entonces no susceptibles
derechos: ese es el sentido de evaluaciones como la de María Rita Saulle417, según la cual en esta
década se logra un consenso importante sobre dos principios: la posibilidad de ingerencia en los
asuntos internos de un Estado, si afectan a los derechos humanos y la afirmación del principio
de no discriminación entre las personas como presupuesto del principio de igualdad de
oportunidades. Del mismo modo, se comenzó a vincular los derechos de los discapacitados con
los de la ciudadanía.
Las pautas de control implícitas en el marco del Decenio para el desarrollo del Programa
permitieron revisar (Estocolmo, 1987) la disonancia entre principios y realizaciones. La
convocatoria -o el reconocimiento- de los sujetos que están implicados en todos los aspectos de
la vida de las personas con discapacidades es el logro programático. El incremento de situaciones
de desamparo a escala mundial y el no total aprovechamiento de los recursos sectoriales ya
programados formaban el otro polo, negativo, de la situación. Taponar con recursos carencias de
tipo general - ruto de los cambios radicales del sistema productivo mundial- parecía una tarea
frustrante, por la sensación de tormento de Sísifo que sugería que las intervenciones no pueden
referirse a todos los escenarios. Por ello, centrarse en las áreas abarcables, diagnosticadas y
acotadas, permitirían asentarse sobre terrenos relativamente estables en lo conocido para poder
facilitar programas que se pudieran extender a otros procesos y áreas. La consolidación no iba
en la dirección de políticas sociales sustitutorias de las iniciativas de los mismos implicados, sino
en la dirección de promover la participación activa de las personas con discapacidades.
Estos cuatro modos bien definidos suponen, una ganancia en orden a lograr medios para
los fines ya ampliados. La otra cara del proceso es precisamente el paso del plano ético y político
a su concreción normativa. El problema de fondo se plantea como la tensión entre lo universal
y lo particular o, en su forma más precisa, entre los niveles de organismos internacionales y los
locales en cuanto a la eficacia de la intervención. En las políticas sociales orientadas a potenciar
la mejora de la vida de las personas con discapacidades tan peligroso parece uniformar como
diversificar en exceso. En una visión optimista, las políticas sociales hasta aquí diseñadas han
servido para dotar de conceptos y estrategias comunes a los programas regionales y locales. En
una visión no optimista, estas medidas no cuentan con el aparato de coerción que las haga
417
SAULLE, M.R., "Reseña Histórica. Las Normas Uniformes de la ONU sobre la Igualdad de
oportunidades para las personas con discapacidad", Helioscope, Nº 6, 1995, págs. 5-6.
462
inicialmente eficaces: no tienen fuerza jurídica vinculante en el ordenamiento jurídico
internacional.
La Unión Europea se topa con limitaciones semejantes a las achacadas a las últimas
iniciativas internacionales. Salvo contadas ocasiones las medidas no han sido vinculantes sino
flexibles (resoluciones y recomendaciones). Recientemente hay dos pivotes jurídico-políticos (la
Resolución de 1981, que establece sistemas de cuota de empleos; el Dictamen del Comité
Económico y Social de 1984, que propone la generalización de cuotas a todos los países, desde
el punto de vista de la Seguridad Social) que permiten fundamentar una línea de aspiraciones en
los programas de política social concretos: se consideran mínimos desde los que crecer en las
direcciones ya comentadas del Programa de Acción Mundial (1982) de la ONU.
Hay que señalar, por la importancia que tiene en la formación del marco de políticas
sociales de la España democrática, el desarrollo del Primer Programa Europeo de Acción de
Política Social (1974). Precisamente en ese espíritu se gesta -puesto que tiene carácter operativo
en el intercambio entre estados miembros- el Fondo Social Europeo: orientado a la lucha contra
el desempleo de larga duración y la exclusión del mercado laboral, para cualificar a los jóvenes
de suerte que puedan acceder al mercado laboral. Es de suma importancia, como se detalla en el
capítulo dedicado al empleo, la iniciativa de potenciar -y este es un criterio mayor de la política
social europea - el empleo ordinario de las personas con discapacidades.
Si el mercado de trabajo tiene sus reglas y tendencias, resulta clara la voluntad de estos
programas que se implementan en los ochenta para lograr una forma de integración que no sea
meramente adaptativa o planteada como o una vía "especial". Es decir que si se reivindica como
pauta general de las políticas sociales la integración activa en un entorno igualitario, estas han
418
Esta Carta Social Europea sigue siendo el documento marco de las iniciativas comunitarias. De todos
modos, mientras que la Convención Europea de los Derechos Humanos (1950) suscita la firma de 31 estados, la
Carta sólo la suscriben 20 y en su segundo protocolo de enmienda -de 1991- sólo lo han firmado 10 hasta el
momento. Más falto de adhesiones serias se encuentra el segundo protocolo adicional de 1995, que prevé un sistema
de reclamaciones colectivas.
463
de considerar los propios recursos de los destinatarios que, potencialmente, han de poder aportar
algo peculiar en los espacios reales de la producción.
España se encuentra en la misma tesitura que las demás naciones en cuanto que, según
las evaluaciones más críticas, no se han incorporado aún en los marcos legislativos comunes los
derechos sociales, más allá de la Carta Social de 1989 (que los limita a los trabajadores). En
particular se observa que aún no se ha integrado una cláusula contra la discriminación por
cualquier motivo, entre ellos el de la minusvalía421. Esto lleva a un proceso de revisión en los
países que cuentan con leyes similares a la LISMI (de los de la Unión, en este momento:
Alemania, Francia, Italia, Reino Unido, Grecia, Holanda y Bélgica) con el efecto previsible en
419
CASADO, D., El Programa de Acción Mundial para las Personas con Discapacidad y la Ley de
Integración Social de los Minusválidos (LISMI) , en AA.VV., La Integración Social de los Minusválidos , Escuela
Libre, 1993. Este autor destaca el que la LISMI es un poco anterior pero que coincide en sustancia con el Programa
e incluso tiene una mayor sensibilidad en materia de prever las necesidades del entorno de la persona con
discapacidades.
420
En 1992, en el contexto del Tratado de Maastrich se desarrolla un nuevo programa de acción
comunitaria: HELIOS II, 1993-1996. De especial mención son los documentos del Equipo de Expertos: El trabajo
Educativo en todas las etapas de la Enseñanza y Guía de las buenas prácticas, Helios II, Bruselas, 1996.
421
En 1996 el Parlamento Europeo aprobó la Resolución sobre los Derechos de las personas
discapacitadas. Las aportaciones fundamentales de la resolución son el nuevo fundamento jurídico que otorga a los
programas sociales, considerándolos como un tema de derechos civiles y, además, la declaración a favor de
introducir una cláusula de no discriminación poro motivos de discapacidad en la revisión de Tratado de la Unión
Europea.
464
los demás. Las iniciativas en orden a la mejora del empleo y la información (Libro Verde, 1996)
son elocuentes a este respecto.
Dos cuestiones plantean las políticas sociales en el sentido dicho: 1) ¿cómo armonizar
criterios globales y completos de atención que son cada vez más homogéneos y consensuados
(Unión Europea, ONU) con las diferencias culturales y administrativas que las áreas autonómicas
plantean?; y 2) ¿cómo resolver la superposición de criterios anteriores (etiquetado, tratamiento
asistencial) con los nuevos (rehabilitación/normalización)?.
Desde este punto de vista hay que señalar la vigencia de dos nuevas modalidades políticas
y legislativas que se concretan en el Plan de Empleo para Personas con Discapacidad (1996) y
el Plan de Medidas Urgentes para la Promoción de Empleo de Personas con Discapacidad (15
de octubre de 1997). En esta doble línea de intervención se marca un avance en la precisión de
las modalidades de inserción. En primer lugar, se señala la amplia tasa de desempleo en las
personas con discapacidad422, teniendo en cuenta que la mayor parte de las personas con
discapacidad o minusvalía en edad laboral no aparece clasificada como activa porque ni tiene ni
busca activamente empleo423. Según el INE, su tasa de actividad -los empleados o empleables
respecto del conjunto de personas con discapacidad entre 16 y 64 años- era del 28,8 %. En
segundo lugar, se marca la urgencia de promover con realismo las condiciones de inserción,
comenzando por la inserción laboral.
422
CASADO, D. El sentido de las políticas públicas de inserción laboral de las personas con discapacidad,
Conferencia pronunciada en las I Jornadas Internacionales de Integración de Personas con Discapacidad Psíquica,
Valencia, Consejería de Bieinestar Social, 26-28 de noviembre de 1997.
423
Consejo Económico y Social: Sobre la situación del empleo de las personas con discapacidad y
propuestas para su reactivación, Informe 5, Madrid, 1995.
465
15.3. Los tres ámbitos de las políticas sociales: educativo, sanitario y ayudas.
Definidos como contextos en los que tienen lugar los procesos interactivos descritos, los
ámbitos en los que inciden las políticas sociales específicas pueden caracterizarse como sigue:
• El ámbito sanitario o clínico, representa el encuentro con la palabra médica que sanciona
y "cierra" un conjunto de anomalías sentidas en el contexto familiar de origen. La palabra
clínica detiene y compone una etiqueta con la que el grupo primario orientará su vida y
sus relaciones con la persona afectada.
• El ámbito educativo, marca las primeras formas de gestión de la anomalía o de la
carencia. Se trata de un espacio tradicionalmente aparte, marcado con el significante
"especial", lo que dice tanto de la especialización posible -que suele requerir el "caso"-
como de la estigmatización, querida o no, que recibe la persona. La permeabilidad más
reciente hacia situaciones de convivencia plural, abierta e institucionalmente prevista,
plantea nuevos problemas que nombran los relatos individuales.
• El ámbito de las ayudas oficiales, tiene que ver con la construcción de una identidad
social y aun cívica que hace presentable la discapacidad. Se entiende como el mínimo que
el Estado o las instituciones especializadas han de proveer a quien tiene una carencia y
no se vale. Este plano que es jurídico y político sitúa las discapacidades en un contexto
cercano a las pensiones y las jubilaciones, es decir como el negativo o el cese de la
plenitud del sujeto productivo y político.
Estos tres ámbitos marcan los escenarios de las políticas específicas. Y en ellos se da el
encuentro con los agentes, los mediadores de la inserción que marcan las vías complementarias
y que abren más allá del mero plano asistencial que se entiende como básico o como mínimo
inicial, según los tipos de sujetos. Aquí se abre un discurso que es el de la formación y la
transformación de los sujetos con carencias: todos y cada uno son susceptibles de buscar una
meta personal que va más allá de los posibles etiquetados y rutinas de cada espacio ya
mencionado.
El ámbito sanitario
Las políticas sociales específicas que primero suelen incidir en el ámbito familiar de la
persona con discapacidades tienen que ver con el diagnóstico clínico y la atención sanitaria. En
el Plan de Acción para las Personas con Discapacidad 1997-2002 se especifica que la
466
Administración dedicaba, ya en 1995, un tercio de las asignaciones de gasto social a los
programas de promoción de la salud y prevención de deficiencias, frente aproximadamente un
2% de ese presupuesto que se dedicaba a la asistencia sanitaria de carácter específico y
rehabilitación integral424. Bien en la condición de discapacidades congénitas o en las
sobrevenidas, los marcos legales que inspiran las políticas específicas han desarrollado elementos
que tratan de ir de lo meramente paliativo al concepto de rehabilitación425 en el que se apunta a
la visión global del sujeto cívico de las ayudas y las medidas políticas.
Para el contexto actual español, según los datos básicos que, con intencion prospectiva,
presenta el Plan de Acción 2002, un 2-3% de recién nacidos presenta deficiencias graves, un 6-
8% de la infancia son niños de alto riesgo y el 25% de los ingresados en los hospitales precisa
rehabilitación funcional. Estos datos, junto con la juventud de las personas de algunas
discapacidades sobrevenidas426, plantea una atención sanitaria más adecuada a las expectativas
y recursos de los segmentos de población. Esta perspectiva añade una dimensión más a la política
social sanitaria que quiere ser global: considerar los factores psíquicos, ambientales, grupales que
transcienden lo puramente quirúrgico o quiropráctico de las rehabilitaciones. Los grandes
cambios estructurales en las políticas sociales de la salud que se proponen en dicho programa son
los siguientes:
424
El total del gasto social para 1995 es de 2.104.138 millones de pts. De ellos, 65.722 millones han sido
destinados a promoción y prevención de deficiencias, 4.762 millones a asistencia sanitaria y rehabilitación.
425
RUANO, A., "Rehabilitación social en el trabajo", en INSERSO, La discapacidad en el siglo XXI, Plan
de Acción. Una propuesta de futuro, INSERSO, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, 1996, págs. 69 y sig.
426
Según la misma fuente: la mitad de los accidentado de tráfico son jóvenes entre 15-34 años y en tercio
de los accidentes laborales afectan a trabajadores entre 20-30 años.
467
• Programas de rehabilitación integral de enfermos crónicos y personas con discapacidad
permanente para el trabajo
• Programas de rehabilitación en salud mental: con los criterios de cercanía en la
prestación, impulso de los centros de día, crear alojamientos alternativos al hogar que
eviten la institucionalización, etc.
En estos planos es menester destacar los niveles de asignación práctica producidos ya por
la transferencia de competencias a las comunidades autónomas. Con todo se insiste en el
aprovechamiento mutuo de experiencias y en la coordinación en la forma de un plan de
rehabilitación con carácter intercomunitario.
427
La apertura a una atención más completa y personal de la persona con minusvalías fue ya objeto de la
sección 2º del título VI de la LISMI.
468
El ámbito educativo
En los mismos contextos legislativos de las políticas sociales hay que reseñar la
implicación inmediata de los espacios educativos junto con la asistencia sanitaria. Ya la LISMI
imbrica ambos en el título VI, cuando señala el carácter deseable de la no exclusión en
conveniencia de aquilatar cuándo se precisan centros específicos de educación o la necesidad de
coordinar las acciones y centros terapéuticos y educativos en los casos de deficiencias
sobrevenidas (sección 3, art. 29).
En el ámbito de gestión directa del M.E.C. había 2.229 centros de Educación Infantil y
Primaria con programas de integración en el curso 1994-95. Son el 37% de los centros Públicos
de Infantil y Primaria y atienden a cerca de 30.000 alumnos escolarizados en programas de
integración. De modo semejante se señala la tendencia a una mayor dedicación de los maestros
Especialistas en Pedagogía Terapéutica y/o Audición y Lenguaje (3.817 en 1994-95).
Desde esos perfiles es interesante constatar, en términos absolutos, el peso de los centros
de Educación Especial: 11.429 en 229 centros. Desde el punto de vista cualitativo hay que señalar
algunas de las tensiones básicas que las políticas educativas respecto de la discapacidad siguen
presentando. El ámbito educativo se ve atravesado por un doble discurso: por un lado hay
ganancia en la especialización y en la integración, por otro hay desarraigo respecto del entorno
familiar (sobre todo en los medios semiurbano y rural). Los chicos y chicas tienen la oportunidad
469
de acudir en la forma de unidades de adaptación a los centros de FP y de ESO y,
consiguientemente, aumentan la facilidad de incorporarse con los iguales -con problemas en el
sentido en que la vecindad no supone superación de la dificultad inicial, a veces la encubre- pero
pierden quizá otras habilidades extraescolares. Pero hay también otra dualidad de las experiencias
educativas que recorre los relatos de las entrevistas (un ejemplo lo tenemos en los hijos sordos
de Mónica): hay voluntad de integración pero esta no se hace entrando materialmente en el aula
con los demás, hace falta un apoyo específico (previsto en las legislaciones pero difícil en cuanto
a implementar recursos concretos, formar educadores, etc.).
En el plano de las ayudas se ve una gran tensión entre lo que se entiende como un derecho
que protege y lo que esta condición tiene de inmovilizador, de pasivizar los recursos de la
persona afectada y de su entorno inmediato. En efecto, las pensiones o las ayudas son un mínimo
que puede promover una primera base de recursos para crecer en el orden solidario o
individualista-competitivo o bien pueden pasivizar en la aceptación de una "condición" ante la
que quien es definido (y autodefinido) como "pensionista" se excluye de la actividad, empezando
por la del autocuidado.
428
GARCÍA VISO, M., "Prestaciones sociales y económicas" en AA.VV. Desarrollo y aplicación de la
LISMI 1982-1992, Ministerio de Asuntos sociales, Madrid, 1992.
470
ayudas, hay matizaciones e incluso problemas (el reconocimiento del derecho se atribuía al
INSERSO, la prestación de asistencia era función del INSALUD o su equivalente autonómico).
Respecto de los subsidios dicho decreto exige, en primer lugar, estar afectado por una
disminución (deficiencia) previsiblemente permanente, de la que derive una minusvalía en grado
igual o superior a los siguientes porcentajes: subsidio de garantía por ingresos mínimos, 65%;
de ayuda por tercera persona, 75%; subsidio de movilidad y gastos de transporte, 33%. En
segundo lugar, el decreto exige no ser beneficiario ni tener derecho a otra prestación o ayuda
similar (en naturaleza, finalidad o cuantía). La problemática que se deriva de esta normativa es
de orden técnico, y motivó la Resolución de la Dirección General del INSS, 4/1/86.
Esta doble modulación de las ayudas (diferenciada ya a partir del Real Decreto 620/1981)
recibe, como se dijo, una implementación decisiva con la ya indicada LISMI (Ley de Integración
Social de los Minusválidos del 7 de abril del 82). Su interés en nuestro contexto es el de haber
471
propiciado una oferta que las personas con discapacidades han experimentado como un paso
adelante en las expectativas de ayuda. La LISMI articula una serie de ayudas que intentan superar
los mínimos individualmente previstos en las políticas anteriores. Eso quiere decir que aparte de
la asistencia sanitaria y farmaceútica, de la recuperación profesional yu de la recuperación
médico-funcional, establece subsidios de garantía de ingresos mínimos, por ayuda de una tercera
persona y de movilidad y compensación para gastos y transportes. Las variaciones de la
unificación de criterios (1996) en la Seguridad Social sugieren una consideración que permite
mayor apertura de espacios más allá de la asignación, como ya se ha comentado.
Un efecto de estos procesos, tal como se recoge en los relatos personales analizados, es
la multiplicidad de competencias fruto de la descentralización y del principio ya aludido de
cercanía al destinatario. La dispersión de atribuciones (desde el Ministerio de Asuntos Sociales,
a las gestionadas directamente por las Comunidades Autónomas) ha tenido un efecto de potenciar
las inciativas regionales y locales. Las Comunidades Autónomas más que las locales han ido
marcando una doble función: gestionar desde las necesidades concretas, inventar un estilo que
supere, siquiera simbólicamente, el plano general de las asistencias estatales. En la percepción
de los usuarios, reales o potenciales, hay un estilo que se va configurando y que -pese a la crítica
técnica de los expertos: no hay suficiente optimización de la gestión entre las diversas instancias,
hay solapamientos o lagunas 429 - trata de utilizar en beneficio de la propia comunidad los
espacios de intervención que dimanan de las competencias transferidas. Lo local frente a lo
intercomunitario (incluyendo las vinculaciones a proyectos internacionales que gestiona el Estado
y sus organismos) parece ser no sólo un eje de percepción de las ayudas, desde el punto de vista
técnico, sino una divisoria que marca el nivel de apertura y modernización a la que acceden
individuos y organismos locales con más iniciativa, en los parámetros clásicos frente al
mantenimiento de otros.
Las políticas sociales hacia las personas con discapacidad y sus escenarios específicos en
los casos de minusvalías generan diversas actitudes y estilos en los colectivos que las reciben.
Ya se ha aludido, al caracterizar los niveles legislativos y los ámbitos concretos, a posiciones
diversas según el peso que se da a lo asistencial, a lo público como un derecho, a las iniciativas
privadas y competitivas o a las propuestas comunitarias de nuevos modos de inserción activa. La
génesis y el alcance de tales posiciones -que permiten juzgar mejor las tendencias de las políticas
sociales- se percibe con más claridad si se atiende a los colectivos de sujetos que han de
aplicarlas. Quienes asisten a los procesos educativos, terapéuticos o quienes promueven las
ayudas y prestaciones representan, con un estilo u otro, la concreción de tales medidas.
Los procesos concretos de las políticas sociales específicas tienen, pues, como mediadores
a los agentes de la inserción social. Estos, como ya se ha indicado, facilitan, con su autoridiad
o su poder, la recepción y la fructificación de las medidas de ayuda. Y así como se han señalado
diferentes planos y aun estrategias en la gestación de las políticas, existen aquí posiciones
diferentes según la manera de entender las políticas sociales. Las políticas sociales encuentran
429
Esta es la opinión del administrativista Miguel Sánchez Morón, “Las ayudas públicas a las minusvalías,
la intervención del Estado y de las comunidades autónomas y sus problemas de articulación”, en La integración
social de los minusválidos Escuela Libre Editorial, Madrid, 1993.
472
en esos agentes mediadores un gran apoyo para la inserción o un freno, dependiendo de cual sea
su actitud (burocratización y fraagmentación de interés frente a estilos imaginativos y
comprometidos con la emancipación social de los colectivos frágiles).
A fin de recoger las posiciones de estos agentes nos detendremos en los sistemas de
valores y planteamientos desde los que actúan educadores, mediadores laborales, acompañantes,
promotores de asociaciones, etc., para una comprensión más completa de los ámbitos que nos
ocupan.
Se trata -en nuestra aproximación- de conocer cómo conciben estos mediadores los ejes
del conflicto de la integración sociolaboral de las personas con discapacidades pero, además,
saber cómo valoran y experimentan su propio quehacer laboral, aspecto éste que ha de influir
decisivamente en los procesos mismos de interacción y mediación ante los sujetos con
discapacidades y las posibles propuestas concretas de integración. A pesar de las peculiaridades
de cada sector consultado430, tanto por sus especificidades operativas como por los diversos
contextos en los que actúan, las posiciones discursivas y sus representaciones ideológicas son,
finalmente, muy convergentes. Paradójicamente, los aquí llamados agentes de integración socio-
laboral no son sujetos referenciales de sus propios discursos de trabajo 431 sino que las referencias
de su identidad laboral son las mismas personas con discapacidades en tanto sujetos de
identificación con el objeto de sus responsabilidades. Aquí reside uno de los aspectos centrales
de su conflictividad. En efecto, a pesar de que las líneas de fuga discursivas se producen desde
diferentes direcciones, lo común a todos ellos es la existencia de un constante obviar sus ("de
ellos mismos") demandas, exigencias, tensiones y conflictos porque la dominancia emocional de
aquellos con los que trabajan (y para los cuales desarrollan su actividad) es siempre más
importante y tiende a ocupar el espectro discursivo global.
430
Fueron realizados dos grupos de discusión en Barcelona y Córdoba con perfiles muy diversos en la
composición de cada uno de ellos: educadores, representantes de asociaciones, personal de instituciones públicas
relacionado con la integración de personas con discapacidad, etc.
431
Desde la disciplina socio-lingüística, existen diversidad de corrientes analíticas que ponen especial
atención en la forma como los sujetos articulan los discursos de su propia identidad. De esta forma, autores como
T.A. Van Dick y L. Irigaray van a señalar que una de las tendencias más habituales de los sectores que trabajan en
el cuidado de personas con diferentes tipos de carencias (enfermeras, educadores especiales, etc) es la imposibilidad
de situarse como agentes de sus propias actividades. Este rechazo se considera propio de las posiciones discursivas
de sujetos que se sienten vacíos de poder. El sujeto se percibe a sí mismo como simple receptor (objeto) de la acción
de otros. En este sentido es interesante señalar que los agentes de mediación social, a pesar de posicionarse en
diferentes perspectivas tienden a mantener una autorreferencialidad pasiva o dependiente de aquello que los otros
sujetos (instituciones, empresarios, familias, las mismas personas con discapacidades) propongan.
473
Esto provocará que en la totalidad de los materiales producidos para esta investigación
no aparezca en ningún momento el discurso referido a demandas, carencias o reclamaciones de
este amplio sector de trabajadores. Tampoco es fácil contactar con sus verdaderas emociones
tanto en relación a las personas con las que trabajan como de aquellos otros diferentes colectivos
de quienes dependen o, por el contrario, quienes podrían encauzar la resolución de su misión
estratégica: la inserción de las personas con discapacidades. Por el contrario, lo que más va a
caracterizar su vinculación con el tema que se les propone en los grupos de discusión y
entrevistas realizadas, es una actitud mayoritariamente recelosa, demandante de explicaciones
acerca de los motivos que llevan al equipo investigador a querer conocer sus opiniones, a
demandar información sobre sus puntos de vista, sus preocupaciones, sus problemas laborales
cotidianos.
Si bien todos coinciden en que se trata de momentos adversos para la solidaridad hacia
las personas que padecen discapacidades, será necesario señalar los diversos ejes de
conflictividad real que detectan, en la medida en que se trata de ejes que están en contradicción
con sus propios intereses de seguridad laboral. En efecto, los emergentes destacados desde el
discurso de estos agentes de mediación son sintomáticos de sus propios conflictos laborales:
474
nació desfasada, directamente, es como querer limitar la cantidad de horas que en tu cabeza le
dedicas a los discapacitados con los que trabajas. Si es que te pasas el día con ellos y luego
sueñas con ellos por las noches y no puedes dejar de verlos por todas partes, aún cuando no estás
trabajando".
Esta posición articula su discurso a partir de una consideración central según la cual sólo
desde el horizonte estratégico del mercado laboral es posible plantear criterios de integración
real. En efecto, "sólo el entrenamiento para un mercado competitivo puede garantizar resultados
eficaces, pero eficaces de verdad... no para entretenerlos o hacerles pasar el tiempo" que facilite
superar la totalidad y diversidad de frenos y limitaciones que están presentes en la mayoría de
los casos de personas con discapacidad. Procesos de integración para la competencia individual
como única vía factible de inserción en la realidad que está hegemónicamente subsumida a los
designios del mercado.
"El Estado?: yo creo que cada vez se espera menos porque no es una maquinaria
capaz para estos problemas; creo que no puede resolver casi nada y ahí está la
normativa que ni siquiera el propio Estado la acata, entonces ¿para qué sirve, a
quién puedes exigirle?".
De forma similar, la mirada censora se extiende hacia los núcleos familiares de las
Personas con discapacidad a quienes responsabilizan (a pesar de la comprensión sobre las
dificultades y diferencias existentes dentro de este amplio colectivo) de la ausencia de una
estrategia de formación como paso insalvable de la futura integración laboral. Aspecto de demora
en la formación que luego -van a decir- recae directamente sobre ellos -los agentes mediadores-
haciendo más difícil, cuando no imposible, el trabajo de integración en la realidad. Esta posición
discursiva, es más intensa en aquellas comunidades autónomas en las que se ha trazado la
475
estrategia de la integración de las Personas con discapacidad en el mercado ordinario de trabajo,
pero alcanza también a quienes median tras otros horizontes como puede ser la participación en
los Centros Especiales de Empleo o incluso, en los Centros Ocupacionales.
"Hay que ser realistas, tu no puedes vivir de utopías y cuando trabajas con
discapacitados psíquicos como yo, o bueno, cualquier tipo de impedido, entonces
te das cuenta que esto es lo que hay, que esta es la realidad y no la vas a cambiar
con buenas intenciones".
La fuerte aceptación que esta fracción ideológica expresa ante la hegemonía de los
canones del mercado podría llevar a suponer que no tienen críticas hacia esta instancia, y no es
así. Por el contrario, van a ser muy elocuentes al criticar la falta de flexibilidad que presenta el
actual mercado de trabajo que se manifiesta en la baja o nula tolerancia de los sectores con
capacidad de decisión laboral ante las limitaciones de las Personas con discapacidad. Como ellos
mismos se encargan de reiterar, las críticas no van dirigidas hacia las exigencias que pueda haber
en estas circunstancias sino, sobre todo, a la falta de posibilidades para que puedan exhibir sus
capacidades los que están en situación de demanda de un puesto de trabajo: "pero si no se trata
tampoco... de que tengan que adoptar a nadie sino que se les dé una oportunidad, nada más, que
también son personas. Pero la tolerancia es baja o nula, al menos por lo que yo he visto. No
tienen nada de paciencia, no les dan tiempo a aprender y eso no puede ser". Ahora bien, en la
medida en que han aceptado como un principio de realidad incuestionable el lugar hegemónico
del mercado como instancia "verdadera" de inserción para las Personas con discapacidad, queda
patente la asignación secundaria que otorgan a los otros ámbitos de inserción como la familia,
los amigos, los enclaves habitacionales... ya que suponen -y la realidad, dicen, les da la razón-
que resuelto el plano de inserción laboral, los otros ámbitos son de más fácil solución.
B) La perspectiva emancipatoria
Esta posición representa la fracción crítica que en algunos casos puede llegar a desestimar
la propia dinámica discursiva de los grupos de discusión realizados porque considera que hasta
que no cambien los valores que organizan la realidad social, nada tendrá verdadera solución:
"Si esto es hablar por hablar, aquí, ninguno de los que estamos aquí podemos
resolver el problema, entonces qué pasa, que hay que proponer algo muy serio,
muy de cambio de valores para que suceda algo. Sino, de verdad, yo no veo la
salida, todo lo contrario" .
Las primeras críticas que esgrimen es hacia ellos mismos en la medida en que parten de
la importancia de la acción política colectiva (grupalidad emergente) como única arma capaz
de transformar el orden actual de las tendencias de "alianza" entre el Estado (o la
476
administración) y los sectores empresariales. Alianza en la que unos buscan la máxima
rentabilización a los precios más bajos -auguran la "taiwanización" más o menos inmediata de
la sociedad española- y los otros proponen leyes que disgregan cada vez más los tradicionales
vínculos de los sectores trabajadores:
Es destacable también, la crítica hacia las familias a las que perciben como "voraces
económicos" al ser este aspecto -el económico- sobre el que van a incidir de manera más
destacada cuando se trata de demandar cauces de participación para sus miembros que padecen
discapacidad. Entre la voracidad del grupo familiar y la ausencia de sensibilidad social de un
sector laboral que se sustenta sobre los beneficios del trabajo precario, vuelve a aparecer en esta
fracción, opuesta a la anterior, la crítica al Estado del bienestar, una crítica que se acerca más a
un reclamo de enmienda -dado que es un sector que sigue demandando enfáticamente la
mediación del Estado- pero del que reconoce la puerilidad de una normativa (la existente para
la integración de las Personas con discapacidad y en general de todos los sectores marginados)
que "nació desfasada" porque nació sin voluntad de eficacia, sin confianza en sí misma, sin
intención de verdadera inserción.
Frente a estas definitivas críticas hacia el Estado del bienestar -del que dicen, no es ni
siquiera un buen Estado asistencial- surge a partir de un desplazamiento reiterado en diferentes
discursos recogidos, la valoración sobre la acción (política y social) de los sindicatos. Y ante
éstos, los argumentos se bifurcan en dos posiciones: los que critican la falta de solidaridad, lo
que entienden como un desinterés sin más hacia este amplio colectivo de Personas con
discapacidad; y los que, haciendo un esfuerzo comprensivo sobre la realidad, van a expresar que
en el actual mercado de trabajo precarizado, en el que cada trabajador ha pasado a ser un
trabajador vulnerable y eventual, difícilmente sea posible que las asociaciones de trabajadores
se ocupen de quienes, sin remedio, están al final, muy lejos de las posibilidades de inserción
laboral en el mercado de trabajo.
Desde esta fracción, que se sabe minoritaria en número y más aún en cuanto a la
incidencia posible de su discurso sobre la realidad, va a surgir una importante ampliación en
perspectiva de lo que se entiende por sector discapacitado como receptor de las medidas de
477
política social. En efecto, mientras que desde la fracción competitiva individualista se hacía
mayor hincapié en las segmentaciones de los colectivos de Personas con discapacidad a partir de
los tipos de deficiencias o en todo caso, de los niveles educativos y formativos alcanzados, desde
esta fracción se estima que el número de Personas con discapacidad no sólo aumentará en el
futuro, sino que aumenta desde hace tiempo sin que la sociedad quiera hacerse cargo de ellos.
Se están refiriendo, de manera muy sensitiva, a los nuevos discapacitados sociales que ya no
responden a ninguna deficiencia física, psíquica o sensorial, sino que son discapacitados sociales
que quedan en situación de minusvalía socio-laboral frente a la realidad actual y sus duras
transformaciones. Están presentes en este discurso los mayores de cuarenta y cinco años, las
mujeres y los jóvenes con baja cualificación, los trabajadores con oficios específicos que con el
devenir de nuevas formas de producción han quedado como restos arqueológicos sin posibilidad
de circulación (real y monetaria) y, por supuesto, la masa de personas con algún grado de
discapacidad. De esta forma, esta fracción, acomete con lucidez una cuestión central que
retomamos en otras páginas de este mismo informe: la aparentemente ineludible necesidad de una
nueva definición de discapacidad o handicap que no ponga el énfasis en las limitaciones del
individuo sino del sujeto (del sujeto vinculado a la experiencia de la realidad) desde cuya nueva
definición se abrirá y diversificará la noción de Personas con discapacidad hacia el amplio (y
creciente) sector de sujetos vulnerables en el devenir de una sociedad con un mercado de trabajo
estructuralmente precarizado.
C) La posición integradora
Frente a la radicalidad (al menos en términos metafóricos) de las dos posiciones anteriores
surgen dos nuevas articulaciones discursivas intermedias que plantean perspectivas diferentes.
La primera de ellas es la que tiene mayor poder de mediación y la hemos calificado como
“integrada”. En esta fracción discursiva de los agentes de mediación, lo primero que va a destacar
es que siendo como son, destacados defensores de la hegemonía del Estado -ya sea el Estado del
bienestar o el Estado asistencial- en tanto mediación institucional ineludible de las políticas de
servicio, atención, prestaciones e integración en general, la "lentitud" de la maquinaria
administrativa es un handicap del que no pueden denegar. En efecto, ellos mismos van a
reflexionar al respecto en los siguientes términos:
"Yo creo que lo que estáis diciendo es así y somos los primeros en saber que las
cosas en manos del Estado son muy lentas, muy lentas, eso es lo que se dice
llamar a las cosas por su nombre, pero claro, a mí la eficiencia de los sectores
privados me da temor... porque por aquello de ser rentables, eficaces y todo...
pues terminan desapareciendo los servicios sociales y eso es lo que no puede ser"
Es decir que nos encontramos ante una fracción que no sólo no cuestiona la presencia del
Estado como mediador de las políticas de integración de las Personas con discapacidad sino que
va a defender la importancia central de esta instancia política para acometer políticas con cierta
garantía de solidaridad social. Sin desconocer los límites, errores, y déficits existentes, van a
señalar también las dificultades de actuación en el plano de la realidad ante los otros colectivos
involucrados, que están presentes como realidad y como perspectiva de la integración de las
Personas con discapacidad: los grupos familiares y los segmentos empresarios. De los primeros
-de los grupos familiares- van a señalar que la búsqueda de seguridades grupales (garantía de que
el grupo familiar no acabará haciéndose cargo de los costes de diverso rango de la discapacidad)
478
les lleva a desconocer las verdaderas necesidades de los afectados y a subsumir todas las
demandas en el dinero y la dependencia del Estado como únicos circulantes capaces de mitigar
las dificultades, incertidumbres y ambivalencias que les produce la experiencia concreta de las
diversas situaciones.
De los grupos empresarios y en general del actual panorama del mundo de las
posibilidades de inserción laboral van a señalar de manera enfática la total "insensibilidad social"
que produce la dominancia de la rentabilidad monetaria como único vector direccional del
sentido de las actividades económicas. Si bien podría entender que esta dimensión crítica se
asemeja a la esgrimida desde la fracción emancipatoria, los matices diferenciales deberán recoger
las diferencias existentes entre una y otra.
Esta dimensión de deber social a fin de garantizar los derechos mínimos de importantes
colectivos sociales, sólo es capaz de ejecutarla el Estado porque es el único con poderes
verdaderos para ejercer la acción política necesaria en dicha dirección. Esto les llevará a percibir
a los representantes de la fracción emancipatoria como unos críticos que desconocen los límites
existentes en la realidad, que solo saben expresar críticas puristas -"con las que puedes estar más
o menos de acuerdo, eso es lo de menos"- pero que en ningún caso tendrán asideros posibles para
transformar los conflictos de las personas discapacitadas.
Los que representan las líneas argumentales desde esta posición societaria integrada
exhiben discursos que se saben legitimados por un orden institucional que, al menos, a corto
plazo, resulta insustituible. Mientras desde otras posiciones se cuestiona la presencia y las formas
de hacer del Estado en las políticas de integración de las Personas con discapacidad, para quienes
no cuestionan de fondo dicha mediación es evidente la toma de posición "oficialista" ante los
conflictos presentados:
D) La posición adscriptiva
479
clave central de las posibilidades de integración. Sus críticas a las otras instancias mediadoras
(el Estado y sus normativas, el mercado y sus leyes de hierro, la realidad social y su indiferencia)
no son muy diferentes de las que se argumentan en otras posiciones. Pero mientras los societarios
integrados van a destacar la existencia de una "demanda de seguridad por parte de las familias
sólo medible en términos económicos", este sector va a señalar la existencia de una protección
familiar como expresión importante de las dificultades de integración de las Personas con
discapacidad. Sin ninguna duda, una y otra son verosímiles con respecto a posibles realidades.
En su opinión, la tarea de la integración tiene a los padres y familiares como los agentes
inmediatos, directos e irreemplazables en la búsqueda de la integración social. Desde esta
microfísica de la demanda que representa el grupo familiar es desde donde las personas con
handicap pueden ejercer una acción transformadora para lo cual será necesario que ese grupo
evite la sobreprotección y "normalice" las redes de integración a la realidad.
*******
Cuadro 29
480
POSICIONES DISCURSIVAS
DE LOS AGENTES DE INSERCIÓN SOCIAL
¹ Normalización Autodeterminación ¸
POSICIÓN INTEGRADA POSICIÓN COMPETITIVA
(Estado) (Mercado)
Afiliación
Individualismo
Las políticas públicas de integración Sólo la inserción en el mercado laboral
de las personas con discapacidad posibilita una integración real.
son necesarias como garantía Para ello, es necesario preparar
de solidaridad social, a los individuos con discapacidad
frente al particularismo de las familias para competir y eliminar las barreras
y la insensibilidad de la lógica empresarial. que se oponen a la flexibilidad laboral.
Afiliación
pero evitando empresas, para que sea posible la inserción
una sobreprotección excesiva. social de las personas con discapacidad.
¹ Encuadramiento Disidencia ¸
481
obtenidos es posible precisar más los rasgos que componen los tres ámbitos así como los
colectivos encargados de aplicar las medidas de la política social.
Para situar sus peculiaridades, tal vez no esté de más recordar algunos datos: en los
aspectos sanitarios considerados desde el punto de vista demográfico, este modelo zonal presenta
dos rasgos que lo diferencian de los demás: uno cuantitativo (mayor presencia de personas con
discapacidad. Según la Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Minusvalías (EDDM) de
1986) y, de modo concomitante, otro cualitativo: la amenaza de nuevas formas de morbilidad
según las coordenadas superurbanas - ontaminación ambiental y stress de la vida cotidiana 432-
lo que implica una percepción del contexto y de las medidas que tomar de mucho mayor calado
que las posiciones más inmediatistas tradicionales.
El perfil del contexto de las políticas sociales de este modelo se puede definir por
comparación como suficientemente dotado en cuanto a recursos y redes institucionales, pero
sobre todo fuertemente poblado de iniciativas de asociación, promoción e integración, es decir,
dispone de un alto nivel de conciencia organizativa.
En cuanto a las pensiones -y sobre la base de que Cataluña-Barcelona tiene una tasa de
paro inferior a la media española, cuenta con un mayor porcentaje de prevalencia de pensiones
de invalidez contributiva (4,78 Barcelona y 4,82 Cataluña frente a 4,35 España) y menor en las
de invalidez no contributiva (0,59-0,65 frente a 0,92, respectivamente433). Tales datos son
modulados en las entrevistas con los afectados que valoran más las medidas no paliativas de
inserción social “normalizada”.
Para valorar el alcance de las políticas sociales en materia educativa hay que tener en
cuenta la tendencia a valorar también la productividad o rentabilidad de la persona que recibe
las ayudas para la formación o cualificación. En este sentido la formación tiene que ver con las
expectativas para acceder a un puesto de trabajo según la capacidad esperada de rendimiento.
Desde este punto de vista, el contexto catalán, barcelonés en concreto (según una encuesta de
1992 aplicada a 734 empresarios y responsables de personal de Barcelona) resulta abierto y
positivo en cuanto a las posibilidades de formación con vistas al desempeño profesional434. Esta
visión sostendría una actitud de exigencia ante las medidas estatales y autonómicas de política
social como un deber que se puede cumplir con relativa facilidad: los recursos hay que orientarlos
a seleccionar campos en los que las personas con discapacidades pueden hacerlo bien. En menor
medida se piden empleos protegidos o propios.
432
El estudio citado de D. Peña y E.Teijeiro, Las discapacidades de la población española. Un estudio
basado en modelos de regresión logística. INE, Madrid, 1989, apunta esa doble coordenada como generadora de
afecciones circulatorias y respiratorias pero también de enfermedades mentales.
433
Elaborado a partir de datos INE y Secretaría de Estado para la Seguridad Social, tercer trimestre 1996.
434
Para el 88% disminución no es incapacidad global, para el 83% son personas como cualquier otra que
puede rendir y competir en el mercado de trabajo, con igual o más rendimiento (84%) que los demás. Este plano de
las opiniones se ve, sin embargo, contrastado fuertemente con otros registros: el 80% no tiene ningún empleado con
discapacidad, el 50% dice que la imagen física de la persona con discapacidad "representa un problema".
482
En contraste con esta tendencia, la administración no parece tan sensibilizada en cuanto
a las cuotas de reserva para la iniserción laboral. Los agentes sociales de inserción, además de
la percepción laboralista y no asistencial (que está en el fondo de la posición competitivisita de
los empresarios) piden, como es el caso de los sindicatos, que se de ese paso también en las
actitudes de los organismos autonómicos: la Generalitat ha tenido una posición más asistencial
que laboral, que se manifiesta, como se ha indicado, en el hecho de que las principales
competencias están en el campo de Bienestar Social y no de Trabajo.
Ese es el esfuerzo que quienes sostienen una posición menos clientelar o comunitarista
(integrada o adscriptiva, según el modelo empleado para analizar los principales agentes sociales)
piden para sí mismos y para los organismos pertinentes. Sobre todo teniendo en cuenta la
existencia de una fuerte presencia de planes y organismos de actuación (Plan de Actuación
Social, 1988-1991; y Plan Interdepartamental de Integración Laboral de Personas con
Disminución: PIILD) que, pese a las discrepancias en sus aplicaciones, marcan un claro discurso
dominante, una referencia principal en la creación de contextos.
Estas posiciones que más adelante se verán matizadas al hablar de los agentes de inserción
social, tienen que ver en este hábitat concreto, con formas de discriminación positiva como una
exigencia que pueda paliar los desajustes (desigualdades) preexistentes. Es notable la presencia
de iniciativas orientadas en este sentido, de las que se comenta más un ejemplo reciente: el
llamado empleo con apoyo, de los Servicios Sociales de Soporte para la Integración Laboral
(SSIL). Estas medidas concretas arrancan tanto del ayuntamiento, con el Equipo de
Asesoramiento Laboral (EAL) del Instituto Municipal de Disminuidos de Barcelona, como de
las iniciativas de la Generalitat por salir del supuesto "asistencialismo", primando a las empresas
que contratan con los Centros Especiales de Empleo435. Y ello aun cuando se trata de una zona
en la que abundan tales Centros Especiales de Empleo.
Estas líneas de intervención permiten trazar un contraste entre las iniciativas públicas de
las políticas sociales y las formas de autoorganización de los colectivos con discapacidades.
Como se detalla más adelante al hablar de las asociaciones (capítulo 16), los rasgos contextuales
de este modelo zonal concluyen con una presencia peculiar, bien rodada y activa de las propias
asociaciones de afectados (91 asociaciones de Padres en la APPS, 28 Asociaciones de sordos;
consolidación de las Entidades Colaboradoras con el Minusválido ECOM que se originan en
Cataluña). Esta red institucional ha sido calificada en algunas de las entrevistas como
fragmentada y contradictoria: se señalan las diferencias entre los estilos según las discapacidades,
pero también según las propuestas educativas (por ejemplo en los talleres educativos para
psíquicos o, en el caso de los sordos, entre los modos de comunicación "oralistas" o de signos;
o en las salidas profesionales: cupón de la ONCE, frente al "ilegal" de FAMAC).
435
Otra cosa es el cumplimiento de las medidas de reserva del 2% de plazas en las empresas de más de 50
trabajadores fijos. Las encuestas coinciden en señalar su incumplimiento todavía a las alturas de 1997.
483
En cuanto a las medidas de futuro, hay que señalar que, como desarrollo sectorial del
primer Plan de Actuación Social (PAS 1998-91), la CILD: Comisión Interdepartamental de
Integración Laboral de las Personas con Disminución, formada por representantes de siete
direcciones generales de la Generalitat y dotada de un Consejo Asesor de empresarios y
asociaciones, establece en 1990 el marco de lo que son medidas públicas de importancia en el
orden de la formación (Plan Interdepartamental de Integración Laboral de las Personas con
discapacidad: PIILPD). En cuanto a la información, sensibilización y asesoramiento laboral, se
crea el centro Sirius (asociado más tarde a la red europea Handynet). En el ámbito de los Centros
de Atención a Disminuidos se ha creado un equipo de valoración especializado en integración
laboral para discernir las capacidades laborales de las personas con minusvalía y proponer el
entorno de trabajo adecuado para ellas, además de garantizar un seguimiento.
Estas iniciativas son sometidas a evaluación bianual según el PIILPD, y los mecanismos
de control afectan también al enfoque de la formación profesional y ocupacional. La formación
reglada en centros especiales y ordinarios y la reorientación de la formación especial hacia el
sistema ordinario de la FP, no han dado los efectos esperados (por la insuficiente regulación de
los módulos profesionales y los programas de garantía social previstos en la Reforma Educativa,
etc.). La inserción en el mercado ordinario de trabajo aparece como un objetivo menos articulado:
como ya se indicó, se controla poco la reserva del 2% en empresas de más de 50 empleos fijos,
dato que contrasta con la iniciativa del empleo con apoyo, a través de los Servicios Sociales de
Soporte para la Integración Laboral (SSIL), si bien aún no ha logrado los objetivos previstos.
Las características de este modelo zonal son bastante conocidas y se presentan como
contrapunto del metropolitano. Junto a una élite económica reducida, se sitúa una clase media
poco numerosa que se estabiliza y aun precariza actualmente, y una gran masa de población
trabajadora de escasa renta que constituye la mayoría de la población. Hablar de las políticas
sociales supone marcar este suelo de discurso del que arranca toda racionalización pública y
privada. Estas políticas, de partida, tienen que ver con una dinámica histórica e incluso
relativamente reciente de tipo asistencial y de contención. Arrancar iniciativas y situar éstas
desde la esquina de lo integrado-clientelar o, en versión más actual, en lo “comunitarista”, hasta
llegar a posiciones más globales, es todo un recorrido casi a contrapelo o, como marcan algunos
de los profesionales, que exigen superar la ambivalencia "del agradecimiento y del rencor".
Desde el punto de vista dinámico hay rasgos que ayudan a complementar este arranque
contextual: el predominio de la cultura llamada del "pasivo", implica una fuerte resistencia a la
inversión e incluso al consumo.436. El perfil de la llamada cultura empresarial arrojaría también
elementos que hacen difícil concebir la políticas sociales en términos de preparación competitiva,
de inserción laboral en contexto normal de trabajo. Según apreciaciones del Plan Estratégico de
1993, junto al déficit formativo, hay dos rasgos (la pasividad ente el mercado y la falta de
equipamiento empresarial para nuevas iniciativas) que hacen especialmente marcado el perfil
anterior.
436
Plan Estratégico de Córdoba, Ayuntamiento de Córdoba, 1993.
484
Recordando algunos datos básicos, hay una mayor porcentaje de personas con
discapacidad (11,21%, frente al 9 % nacional o el 9,84% de Barcelona), e igualmente mayor de
personas con minusvalía (6,23 %, frente al 6% de Barcelona y el 4,69 nacional), pero las personas
con discapacidad remuneradas llegan sólo al 14,8 % (frente al 21 de Barcelona y el 20 nacional).
Esta composición junto con la presencia de la llamada cultura de la subsistencia o "conformismo
pensionista" completan un perfil delicado en cuanto a capacidad de autopromoción.
Aunque en la provincia cordobesa parece haber una gran inquietud formativa entre las
personas con discapacidad que, entre los más jóvenes, está ligada a la necesidad de
autoafirmación individual-laboral, estos factores estructurales son una rémora fuerte para las
exigencias intra y extracomunitarias que conducen a frecuentes contradicciones entre los
diversos agentes de inserción. Por eso, las reivindicaciones en materia de inserción promovida
por asociaciones y sindicatos topan con una dificultad: pasar de hacer plausibles los principios
(discriminación positiva, cuotas de reserva, subvenciones a la contratación) a apoyar iniciativas
concretas que los apliquen. Y esto también porque existe una línea de discrepancia crítica: la ya
señalada de advertir que la discriminación positiva puede fomentar el estancamiento de los
"beneficiarios". Esto implica una situación de discrepacias e incluso de fragmentación de los
agentes sociales que priorizan otros colectivos con mayor eco reivindicativo antes que a las
personas con discapacidades.
485
hábitat).También resulta relevante considerar esta zona seleccionada como fuertemente
atomizada desde el punto de vista de las unidades de producción: algo más de cuatro de cada
cinco empresas en la provincia de Guadalajara tienen menos de cinco trabajadores y sólo tres
tienen más de 500. Hay además un decaimiento de las tasas de actividad y de empleo, lo que
genera, tendencialmente, menores expectativas de fomento de la inserción sociolaboral. La
potenciación de esta zona como área de localización industrial ('Puerto Seco', de Azuqueca, a 20
kms. de Barajas) abre otras expectativas de trabajo.
486
da la sigla pintoresca ACNE); junto a ello la previsión, legislada pero no cumplida todavía, de
contar con profesorado de apoyo, terapeuta en el aula, etc.
La realidad de este modelo zonal tiene más clarooscuros: uno de ellos, no menor, consiste
en el voluntarismo al que se ven obligados responsables y profesores. Las nuevas adaptaciones
curriculares, que recogen un principio positivo de la LOGSE (los contenidos y los modos no son
uniformes, se adaptan al contexto de cada centro) topan con la dificultad de articular al
profesorado de coordinación, de aula y de área, lo que ha de adecuarse aún a las necesidades
específicas de quienes se integran en la escuela desde la situación de carencia. Por otra parte,
el voluntarismo -que espera recursos- produce un sobreesfuerzo entre los maestros de primaria
y plantea el interrogante del logro de los efectos pretendidos: para los padres puede valer la
creencia de que con estar en clase con los demás niños basta para paliar todos los problemas ; en
la realidad los niños y niñas se sienten aislados y se apegan a los maestros y maestras en la
medida en que en su desarrollo relacional siguen teniendo dificultades que la edad incrementa
-al incrementar los recursos personales-.
Las medidas de política social que fomentan la inserción laboral se encuadran en los
objetivos de la Ley de Servicios Sociales (1986) para la Comunidad de Castilla-La Mancha, a la
que han seguido el Plan Cuatrienal de Servicios Sociales y el Plan Regional de Solidaridad, que
han culminado en la reciente Ley de Solidaridad de 1995, que pretende aunar el ingreso mínimo
de solidaridad y los programas de cooperación internacional. Este nivel de mínimos se completa
con una red de Centros Ocupacionales vinculada a las sucesivas fases del proyecto Horizon para
el empleo. Estas medidas, pese a las limitaciones señaladas, hacen que Guadalajara -y la zona de
la Campiña especialmente- hayan hecho gala de buscar fórmulas nuevas y de potenciar iniciativas
mixtas de colaboración con la iniciativa social (especialmente el proyecto Labor, en el marco del
proyecto Horizon).
Las medidas de política social surten su efecto en las trayectorias de vida de los diversos
tipos de personas afectadas. De ahí la importancia de pulsar la experiencia de los los referentes
de los distintos tipos de discapacidades analizadas, según los casos concretos438. En las historias
437
Fuente: Gabinete Técnico de lal Secretaría de Estado para la Seguridad Social, 1996.
438
Como señalaba Wright Mills, los componentes biográficos no están fuera de las experiencias sociales.
En la visión interactiva de las dinámicas de política social es importante, como vemos en los textos y planes de
intervención, el conocimiento de lo peculiar. Ver MILLS, W., La imaginación sociológica, Fondo de Cultura
487
de casos están presentes los procesos de formación de las políticas sociales, que tienen una base
cultural y económica, como hemos visto, pero que son filtrados por los sujetos concretos que
los viven y elaboran. De este modo aparecen los conceptos y valoraciones de los cuatro
escenarios de política social que ya hemos avanzado. Recorreremos, primero, las actitudes y
categorías en relación a las medidas de política social, para detenernos después en cual es su
grado de influencia para la inserción social de los sujetos.
En los relatos de los entrevistados aparece una secuencia de etiquetas439 que permite
recorrer no sólo el curso vital de la persona, sino también los materiales significantes con los que
éste está hecho, los nombres que se le van aplicando a cada situación o a cada etapa: solicitar o
estar a la espera de una ayuda", ser definida como "retrasada" o "subnormal", tener un
"porcentaje suficiente de minusvalía", etc., son otras tantas maneras de clasificar para conocer,
de diferenciar para poder intervenir.
Por eso se entienden de forma distinta las políticas sanitarias, educativas o de ayudas para
la inserción laboral según las posiciones discursivas básicas:
488
fomentan los únicos apoyos posibles, los comunitarios (posición adscriptiva) implica también
un proceso de nominación del sujeto carenciado. Se le nombra para etiquetarlo y para hacerlo
presentable... ante una política que pretende paliar desajustes o aliviar excesivas diferencias.
Los sujetos de estos discursos están definidos con y contra los tipos de políticas sociales
que ellos perciben. Partiendo de una carencia o limitación que es el starter, el desencadenante
de una historia personal que contar y componer. Como decía Simone de Beauvoir, sólo quien ha
sufrido, quien está carenciado, experimenta la necesidad de contarse. Ese es el estigma que marca
a la vez el punto de partida del relato. Los que son "diferentes", los que están sujetos a las
medidas de política social aparecen en los mitos de base como que están hechos de otro material
distinto a quienes por su mayor presencia de rasgos de integración, por su facilidad de participar
en el proceso productivo, por su adscripción a un sistema de filtros que compone "lo normal",
están en apariencia del otro lado del espectro marginador-integrador.
Una primera piedra de toque que surge en los modos de ver y juzgar las situaciones de
minusvalía es precisamente la relación de pasividad, frente a la de actividad posible. Este es el
resultado de una concepción de los procesos sociales en la que predomina la relación transitiva
por encima de la recíproca o la reflexiva.440. Si resulta muy difícil liberarse del sambenito de la
"beneficencia" (que requiere de "beneficiarios" que no cambien sustancialmente su condición:
se acabaría el sentido de la pía obra que los "mantiene"), resulta más difícil imaginar en qué
sentido las instituciones municipales, autonómicas, semipúblicas o confederadas, han de
440
La reflexividad, la cualidad de reconocerse y nombrarse uno, pasa por las relaciones de transitividad
(quien puede más ayuda a quien puede menos) y de reciprocidad (quien puede menos hay cosas en las que puede
más que quien puede más). Por ello en muchos relatos biográficos la persona -y muchas veces el contexto familiar
o asistencial en mayor medida- se queda mirándose en la etiqueta o en el estigma que le "ha caído encima" sin poder
pasar a reconocerse como sujeto activo.
489
promover lo activo de quienes se definen y se etiquetan como "im-pedidos" (etimológicamente,
incapaces de dirigirse hacia una meta). Máxime teniendo en cuenta que hay o ha podido haber
intervenciones "pasivizadoras", que han creado una ideología de la dependencia acrítica o
inmóvil.
La tercera es la concepción organizativa que suma frente a la que, movida por la supuesta
defensa de lo propio y peculiar de sus espacios políticos, sanitarios o culturales realiza una
actividad que resta. Es este un campo en el que resulta difícil, dicen sobre todo los profesionales,
hilar fino y no excluir a los verdaderos interesados so capa de purismo o vindicativismo. La
búsqueda de puntos de encuentro, de suma de intereses posibles entre iniciativas que, por lo
demás, no son tan abundantes ni masivamente implantadas como para decir que no existe
problema de minusvalías en el momento de articular sus políticas sociales, parece un nudo central
de los discursos analizados. Desde el punto de vista biográfico va más allá del "peloteo" de una
institución a otra, o lo que se vive como una "verdadera suerte": entrar en el ámbito de una
institución o personas de apoyo que propulsan a otras esferas o modos de formación, que, en el
sentido profundo, "promocionan" a la persona carente. Tiene que ver con el relato de cómo afecta
a la vida de las personas el funcionamiento de las instituciones, cómo facilita o coarta un bloqueo
de servicios o una duplicidad de los mismos, o la cicatería en la competitividad que pone en juego
el control de los recursos.
Hay, a este respecto, disonancias organizativas que presentan un aspecto disfuncional allí
donde los usuarios pudieran pedir coordinación. Los Centros Ocupacionales, por ejemplo,
responsabilidad de Bienestar Social, parecen funcionar con un esquema que discrepa de las
categorías MEC (alumnos con necesidades específicas o no -criterio de éste- frente a la barrera
del 33% de minusvalía como barrera que pone aquél) con el resultado no sólo de las diferencias
de criterio, sino de zonas de intersección de ambas categorías que quedan vacías, es decir:
personas que no son atendidas (amblíopes, límites). Todo esto implica, pues, la presencia de un
sujeto plural de las políticas sociales, tanto en los niveles de la gestión como en los modos de
percibir personas y problemas.
El primer problema que se plantea a la hora de vincular los relatos en primera persona con
su significación colectiva es el de las categorías de clasificación de los sujetos. ¿Qué es lo
relevante de sus relatos: la clase social de la familia de origen, el género, el proceso de
diagnóstico y primeros tratamientos, las oportunidades educativas...?. Con seguridad, todos y
cada uno de esos momentos de pertenencia y de actuación. Pero el criterio que aquí adoptamos
490
tiene que ver con la línea de los objetivos generales: en qué medida la percepción de esos
contextos de apoyo repercute en la configuración de una posición concreta respecto de la
inserción sociolaboral. Por ello anotamos cómo se ve y cómo se evalúa la intervención de la
política social específica en el ciclo vital de los distintos tipos de sujetos. Cómo sus posiciones
y actitudes permiten la comprensión de las instituciones que las han configurado.
..//..
491
Cuadro 30
INCIDENCIA DE LAS POLÍTICAS SOCIALES EN LAS
TRAYECTORIAS PERSONALES
Mónica Ámbito público Básica, ella conflictiva, hijos Certificado de minusvalía Adscriptiva
Sensorial auditiva negativa con los hijos (34%)
Marta Ámbito público. Apoyo Formación exitosa Certificado minusvalía que Adscriptiva
Física degenerativa asociaciones afectados EAL, Proyecto Combat espera revisar con pensión
contributiva
Carlos Ámbito público. Apoyo Mal inicialmente, mejora No percibe pero ha Adscriptiva
Sensorial asociaciones afectados con el lenguaje de signos estabilizado su puesto
Carolina Bloqueo grupo familiar Fracaso escolar inicial Certificado de minusvalía Adscriptiva
Psíquica dificultades diagnóstico y desmotivación sin derecho a pensión
tratamiento
Raquel Contexto de acogida Centro Protección Oficial Centro Especial de Empleo Integrada
Psíquica (en centro religioso) y vivienda tutelada
492
a) Contexto sanitario: nombrar la anomalía
Los perfiles son diversos en el corpus de entrevistas, pero todos ellos arrojan, en cuanto
son leídas sus etiquetas clínicas, esta doble posibilidad: o incurrir en una demanda de apoyo
comunitarista o presentar reclamaciones. Pocos casos los más jóvenes y de más nivel educativo
profesional (Mario, y Marisa en sus primeros episodios) presentan argumentos y visiones de
sí mismos que les situarán en los modos del discurso que hemos llamado competitivo-individual.
Y es que el peso del diagnóstico es vivido como un sistema de clasificación (junto a otros
personales, de género, de edad, de contexto o hábitat, laborales) que los determina en la medida
en que marca el arranque biográfico de clasificación. Y si este arranque no es cronológicamente
primero (hay diagnósticos o procesos llamados "sobrevenidos") acaba siendo primero en
importancia y tiende a reorganizar en torno a él el sentido de toda la biografía441 y,
consiguientemente, marcando el contexto con el que hay que cargar (fuente de estigmas) o que
hay que superar (fuente de recursos aunque sean de otro tipo, con otra lógica distinta del
productivismo).
Por eso puede ser interesante repasar los protocolos de las entrevistas, empezando por la
etiqueta de la minusvalía ya que las demás marcas de identidad, los roles, quedan subordinados
a aquella (Cuadro 9, columna 4ª sobre el “tipo de discapacidad”). Este elenco de las personas
entrevistadas tiene el sentido de mostrar la caracterización desde el punto de vista clínico-médico
mejor dicho, la caracterización de los sujetos como casos diagnosticados y etiquetados. Este
primer contexto de señales, de términos técnicos, de espacios y tiempos ajenos a la vida ordinaria
familiar y social posibilita y a la vez limita la autodefinición de la persona y, al mismo, tiempo
permite ver la importancia del discurso clínico, que da la entrada del sujeto en el escenario de
las políticas sociales.
La carencia o, mejor, la deficiencia es vivida como una marca en la que las intervenciones
médicas y quirúrgicas no son percibidas en general como alivios sino como sostenimiento del
carácter de estigma. Es el caso de algunos de los relatos de quienes presentan deficiencias
motoras. En el caso de Marisa por ejemplo, el traumático episodio de polio que la deja coja; la
operan varias veces en la infancia y la adolescencia, pero "todavía me dejaron peor”. Semejante
ambivalencia (se aprecia lo inevitable, lo necesario de las intervenciones del contexto sanitario)
441
En el curso vital hay diversas estrategias de percepción y evaluación del pasado desde el presente y
viceversa. Es lo que Agnes Hankiss llama la recomposición mitológica de la propia vida: la etiqueta originaria (en
nuestro caso, clínica) permite explicar el éxito (se ha superado) o el fracaso fatal (ha sido inamovible), es decir
justifica míticamente las actitudes y actos posteriores. Vid. Hankiss, A. "Ontologías del yo: la recomposición
mitológica de la porpia historia de vida", en Marinas, J.M. y Santamarina, C., La historia oral: métodos y
experiencias, Debate, Madrid, 1993, págs. 251 y sig.
493
surge también ante las clasificaciones de "invalidez": para quien ha estado (y mentalmente aún
está) en posición de competitividad profesional resulta, más allá del alivio o paliativo de la
pensión, un elemento que sigue ahondando la carencia física y psíquica diagnosticada en origen.
"Se trabaja mucho para los disminuidos sin los disminuidos. El porqué
no lo sé, quizás porque se trabaja con ellos como una industria más"
(Mario).
442
Es la crítica que plantea Jean Clavreul en su obra L'ordre médical, París, Seuil, 1980, señalando que el
discurso medicalizador se hace cada vez más preciso con los fragmentos de las enfermedades pero olvida el sujeto
que las sostiene.
494
b) El contexto educativo: apoyo regresivo o promoción
En la entrevista con Miguel aparece un nexo muy frecuente entre los procesos
terapéuticos y los procesos educativos: se trata de alguien a quien se le detecta su discapacidad
en el contexto escolar. Pero inmediatamente aparece, como en la mayoría de los casos, otra
imbricación más fuerte aún, si cabe: las expectativas que sostiene el grupo familiar en virtud de
su pertenencia de clase y la búsqueda de un currículum escolar que apoye o que promocione al
sujeto.
Las entrevistas a Carlos y Carmen -en las que se muestra la capacidad de superar
fórmulas standard: un aula de integración no es eficaz de por sí, la ayuda logopédica puede ser
útil-marcarían dos itinerarios modélicos por lo que significan distintos modos de inserción.
495
c) Ayudas: políticas sociales que posibilitan o pasivizan
El eje de pasivización, temido como un estilo general que parece ir asociado a las
connotaciones de la condición de "pensionista" (como se indicaba en el modelo de hábitat de
Córdoba: con las connotaciones de fomentar la cultura de la mera subsistencia), tiene que ver con
la gestión de las expectativas que proceden del grupo familiar, de su extracción de clase, pero
también de su mediación con los factores organizativos y asociativos.
El caso de la historia Carolina (mujer joven con deficiencia psíquica leve que desearía
trabajar "pero no busca empleo") es bien sintomático. Las precariedades de recursos familiares
llevarían a forjar la expectativa de una pensión no contributiva que, al no lograrse por una
calificación insuficiente (43% en este caso), frustra la consecución de lo que se ha vivido, en la
cultura ambiente, como el paliativo indispensable. Y por ello el bloqueo a otras formas de
iniciativa, via asociaciones, vía apoyo mutuo, se desdeñan o quedan borrosas. Lo mismo ocurre
en la historia de varios familiares en situación de carencia: la expectativa frustrada de uno de
ellos crea un efecto de halo que pasiviza a los demás. Es la situación de la entrevista a Rosa: las
496
dificultades sobrevenidas con una hija con discapacidad por lesión cerebral impiden otras
iniciativas para poder conseguir ella misma ayudas básicas.
---------
497
16. ASOCIACIONES DE AFECTADOS
Además de las relaciones familiares y de amistad, las personas pueden utilizar múltiples
formas de grupalidad y participación voluntaria, como las asociaciones, que contribuyen de
diversas maneras a configurar su identidad social. ¿Por qué se asocian las personas con
discapacidad o sus familiares?, ¿para qué les sirve en relación a su inserción social y laboral?,
¿es indiferente asociarse a un tipo u otro de asociación?, ¿los fines generales perseguidos
oficialmente por las asociaciones coinciden con las motivaciones particulares de sus socios y
usuarios?. Las respuestas a estas cuestiones son diversas dependiendo de las características y los
contextos de cada trayectoria de inserción social. El Gráfico 26 recoge las diversas posiciones
que se pueden adoptar en relación al asociacionismo: participar sólo en asociaciones específicas
del colectivo (A), en asociaciones para la población general (B), estar presentes en ambos tipos
de asociación (C-C) o no participar en ninguna de ellas (D).
Gráfico 26
POSICIONES DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
EN RELACIÓN AL ASOCIACIONISMO
Asociados No asociados
(socios y/o usuarios)
Asociaciones
surgidas en torno A C
a las discapacidades
D
Asociaciones
de la población B C
en general
En el presente capítulo vamos a limitarnos al papel jugado por las asociaciones surgidas
en torno a las discapacidades, ya sea por iniciativa pública o de los propios afectados o sus
familiares (cuadrantes sombreados del Gráfico 26). Conviene no olvidar, no obstante, que para
algunas personas con discapacidad es muy importante su participación en asociaciones
destinadas a la población general, cuya incidencia puede ser tan relevante o más que la de las
asociaciones especializadas443. Por ejemplo, para Miguel (joven con deficiencia psíquica) tiene
443
Las encuestas a personas con “minusvalía reconocida” no suelen distinguir entre asociaciones específicas
del colectivo y asociaciones para la población general, salvo una encuesta aplicada a personas con minusvalía física
en la provincia de Vitoria, según la cual del 27% que estaba asociado un 17% lo estaba en asociaciones específicas
y un 10% lo estaba exclusivamente en asociaciones para la población general (el estudio no matiza cuantos
pertenecían a la vez a ambos tipos de organizaciones). SECRETARÍA DE SERVICIOS SOCIALES, Necesidades
sociales de las personas con minusvalía física en Álava, Departamento de Bienestar Social de la Diputación Foral
de Álava, Vitoria, 1994. Previsiblemente la proporción de afiliados en asociaciones destinadas a la población general
aumentará en el caso de aquellas personas con discapacidad sin minusvalía que, como sabemos, representan más
de la mitad del colectivo en edad laboral (capítulo 2).
498
gran importancia su participación cotidiana en el club deportivo de la localidad donde vive o
para Manuel (adulto con problemas visuales debidos a la diabetes) cuya principal ayuda para
sobrellevar la discapacidad, tanto en el plano material como en el psicológico, le ha venido -
aparte de su familia- de la comunidad religiosa a la que pertenece.
Así mismo, tampoco estudiamos los casos de personas que no participan en ningún tipo
de asociación. Este colectivo de “no asociados” es mayoritario según todas las encuestas
consultadas. Además del estudio citado de la provincia de Álava, donde el 73% de las personas
con discapacidad física no estaba asociado, contamos con tres encuestas muy recientes aplicadas
a un muestra de personas con minusvalía oficial en las comunidades autónomas de Madrid,
Valencia y Andalucía cuyos índices de “no asociados” llegan al 63%, 57% y 72%
respectivamente, con diferencias poco significativas por tipos de discapacidad444. El hecho de
no asociarse se debe habitualmente a un deseo expreso de evitar entrar en el círculo de los
designados socialmente como “minusválidos”445; por ejemplo, para Marisa (profesional de alta
cualificación con deficiencia motórica en una pierna), no tiene ningún sentido participar en una
asociación específica cuando la clave de su realización personal es la inclusión exitosa en
espacios ordinarios. En cambio, hay otros casos en los que la no afiliación se debe a falta de
información, no existencia de asociaciones específicas en la localidad, etc.446; por ejemplo, Rosa
(ama de casa con discapacidad auditiva) reconoce no tener información de ninguna asociación
de sordos pero, aunque la tuviera, no podría participar en ella porque apenas sale de su pueblo
(localidad con menos de 300 habitantes en la comarca de La Campiña).
Para valorar el papel jugado por las asociaciones de afectados en los procesos de
inserción (inclusión/exclusión) vamos a dar tres pasos. En primer lugar, haremos una breve
referencia al surgimiento histórico y evolución actual de las asociaciones de afectados, con
especial atención a los tres enclaves en que se ha desarrollado nuestro trabajo de campo. En
segundo lugar, nos fijaremos en las formas de intervención que utilizan las asociaciones para
favorecer la inserción laboral de sus miembros. Por último, a partir de los análisis realizados en
el presente estudio, trataremos de descubrir cuál es la orientación motivacional o finalidad
perseguida por los socios y usuarios y qué efectos ha tenido para su inserción social y laboral
el paso por las asociaciones.
444
Ver ALBOR, J. (Dir.), Minusvalía e inserción laboral, Instituto para la Formación de la Comunidad de
Madrid y Fundosa Social Consulting, Madrid, 1995, pág. 65; FUNDOSA SOCIAL CONSULTING, Minusvalía e
inserción laboral en la Comunidad Valenciana, Escuela Libre Editorial, Madrid, 1996, pág. 57; y GARCÍA, B.
(Coord.), Las personas con discapacidad ante el reto de la integración laboral en Andalucía, Junta de Andalucía,
Sevilla, 1996, pág. 61.
445
Según la encuesta aplicada en Valencia, más de dos tercios de los no asociados indicaban que ello se
debía a una decisión expresa: “no me interesa”, “no me gustan las asociaciones de personas discapacitadas”, “hay
actividades más interesantes que las del mundo asociativo”, etc. FUNDOSA SOCIAL CONSULTING, o.c., pág.
59.
446
Según la encuesta citada en la nota anterior, un 17% de los no asociados lo achacaba a falta de infor-
mación, otro 10% a dificultades para desplazarse y un 3,2% a no poder pagar la cuota prescrita (pág. 59).
499
En todos los países de la Unión Europea las asociaciones de afectados han tenido un
protagonismo creciente en las últimas décadas como vía de expresión, organización e
intervención de las personas con problemas de discapacidad. En el caso de España, esto ha
tenido lugar con cierto retraso debido al corte que supuso la etapa autárquica del franquismo447.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad de los años cincuenta se produjo una extraordinaria
proliferación del movimiento asociativo que ha estado a la base del desarrollo legislativo e
institucional posterior. Se trata, como veremos, de un movimiento heterogéneo y plural en sus
planteamientos y realizaciones, que depende tanto de las características específicas de sus
miembros como de las sucesivas coyunturas económicas y políticas del país.
447
Los historiadores sitúan esta etapa autárquica entre 1939 y 1951, aunque algunos la prolongan hasta 1953
(fecha del Concordato con la iglesia católica y de los Acuerdos con Estados Unidos) y otros hasta 1959 (año en que
se iniciaron los Planes de Estabilización Económica).
448
Ver Bibliografía y Anexo 1.
449
Los gremios, cofradías, hermandades y montepíos creados en aquella época prestaban auxilio en caso
de enfermedad y muerte, y en algunos casos ayudas específicas para casos de invalidez, como se recoge en los
estatutos de la cofradía de curtidores de Valencia (1392) o de mareantes de Deva (1488). Ver AZNAR, M., “La
evolución histórica de la protección a la invalidez en la Seguridad Social española”, en Boletín de Estudios y
Documentación del SEREM, 1978, págs. 17-34.
450
El estudio histórico de J. Montoro recoge múltiples experiencias de asociacionismo entre ciegos, como
la cofradía formada en Toledo por los excombatientes que habían perdido la vista en la batalla de las Navas de
Tolosa (1212), la creada en Madrid poco después, la fundada en Valencia en 1314 o la cofradía de ciegos trobadores,
creada en Barcelona en 1329 y que agrupaba a invidentes músicos y poetas. Ver MONTORO, J., Los ciegos en la
500
cofradía de ciegos, previamente reconocidos, que tenían el monopolio de ir por las casas
recitando o cantando oraciones acompañados de la guitarra451. Experiencias de este tipo
siguieron apareciendo en siglos posteriores, si bien fue en el siglo XX cuando se produjo una
expansión y ampliación del asociacionismo a los diversos tipos de discapacidad, en coincidencia
con la segunda y tercera revolución en el tratamiento de las deficiencias452. En unos casos la
participación era promovida desde instancias oficiales o profesionales453 y en otros surgía por
iniciativa de los propios afectados y de sus familiares. Además del asociacionismo de ciegos y
sordos454, ya establecidos en las principales ciudades españolas en los años treinta, se pusieron
en marcha las primeras experiencias asociativas de padres y familiares de deficientes
psíquicos455.
Una vez acabada la guerra civil, la primera etapa del franquismo (años cuarenta) estuvo
marcada por la represión de las fórmulas asociativas y sindicales anteriores de carácter
autónomo para dar paso en algunos casos a organizaciones jerarquizadas e ideológicamente
supeditadas a las directrices del nuevo régimen político456. Así, el Centro Familiar de
Sordomudos de Barcelona logró subsistir tras acogerse a la Obra Sindical de la F.E.T. y de las
J.O.N.S.; por su parte, el antiguo Sindicato de Ciegos, que había organizado los primeros sorteos
del cupón a principios de siglo, dio lugar a la Organización Nacional de Ciegos Españoles
(ONCE), asociación mimada por el régimen que se convirtió en única y obligatoria para los
afectados por esa deficiencia.
501
Ya en 1940 el ministerio de Gobernación reguló expresamente la constitución de
asociaciones de inválidos para otras deficiencias457, y se creó a continuación una serie de
asociaciones provinciales que, debido a su estructura piramidal y a no disponer de recursos
públicos ni de privilegios económicos de otro tipo (como la venta de un cupón en régimen de
monopolio), fracasaron en su intento de favorecer la integración social de los discapacitados. En
este contexto el gobierno nombró una comisión interministerial para estudiar el tema de la que
surgió la Asociación Nacional de Inválidos Civiles (ANIC) que tendría carácter nacional y
serviría para “agrupar a los inválidos, conocer sus problemas y contar con los medios precisos
para facilitar la atención de sus necesidades y aspiraciones”458. La ANIC fue disuelta por otro
decreto del gobierno en 1979 para dar paso al SEREM (Servicio de Recuperación de
Minusválidos).
La situación privilegiada de la iglesia católica, aliada del franquismo durante las primeras
décadas del régimen, le permitió dar cobertura a varias fórmulas asociativas para personas con
discapacidad, como Auxilia o la Hermandad Católica de Enfermos (luego FRATER) que
tuvieron a partir de los primeros años cincuenta un amplio desarrollo y todavía subsisten. Antoni
Vila valora positivamente el papel jugado por estas asociaciones en aquellos años: “De clara
inspiración francesa, este movimiento incipiente supuso -aun con la carga paternalista que se le
atribuye- una importante ayuda para el desarrollo moral y espiritual de las personas y,
posteriormente, ante las reivindicaciones de los afectados, también atendieron sus necesidades
materiales: formación, trabajo, asistencia sanitaria, rehabilitación, vivienda, tiempo libre, etc.
Así, Auxilia abrió un nuevo y fructífero camino fundamentado en la enseñanza y la formación
por correspondencia, en sanatorios, hospitales, en casa, etc.; y FRATER organizó salidas,
excursiones, colonias, encuentros, etc., que permitieron al menos ‘salir’ de casa a muchas
personas con discapacidad. El papel de estas asociaciones fue, pues de gran importancia en
aquellos años de escasez y de grandes necesidades para la población enferma y/o con
discapacidades y, además, fue un vivero de líderes para los años posteriores”459.
Coincidiendo con el final de la etapa autárquica del franquismo, a fines de los años
cincuenta, comienzan a surgir a nivel local asociaciones promovidas por los propios afectados
o por sus familiares más próximos (caso de los padres de niños y jóvenes con deficiencia
psíquica). Inicialmente se trataba de asociaciones sin estatuto jurídico autónomo que se creaban
457
Orden del Ministerio de Gobernación de 8 de noviembre de 1940.
458
Orden del 10 de abril de 1957. Como señala Demetrio Casado, la ANIC se configuró inspirándose en
la ONCE sobre la base de una organización centralizada y con recursos asegurados por el Estado, ahora en forma
de subvenciones, tal como señala el citado decreto de constitución: “(la ANIC) contará con las subvenciones que
le otorgue el Estado y demás organismos públicos o paraestatales”. Ver CASADO, D., “Situación y perspectivas
del movimiento voluntario en el área de la discapacidad”, en AA.VV., Crónica de una lucha por la igualdad, o.c.,
pág. 24.
459
VILÀ, A., “El movimiento asociativo de las personas con discapacidad física y sensorial en Cataluña”,
en AA.VV., Crónica de una lucha por la igualdad, o.c., pág. 13.
502
en torno a objetivos muy concretos o bien para asegurar el contacto y mutuo apoyo entre las
personas afectadas. Según una encuesta de 1984 aplicada en el conjunto del Estado a 354
asociaciones de personas con discapacidad, la idea que había dado origen a la creación de su
asociación fue “organizar un servicio o centro de atención a minusválidos” (38%) y, en segundo
lugar, “la relación entre personas minusválidas que pretendían ayudarse mutuamente” (26%)460.
A diferencia de las iniciativas promovidas por el Estado o por la iglesia católica, que
trataban de abordar de forma centralizada y homogénea las diversas formas de discapacidad,
ahora se tiende a la especialización y la descentralización. Surgen múltiples asociaciones a nivel
local que centran su actividad en colectivos específicos (enfermedades musculares, esclerosis
múltiple, poliomelitis, parkinson, autismo, enfermos renales, parapléjicos, sordociegos,
paralíticos cerebrales, laringectomizados, familiares de enfermos de Altheimer, espina bífida,
síndrome de down, etc.). Aparecen incluso asociaciones de personas con discapacidad que se
especializan en la promoción de actividades del tiempo libre (Federaciones de Deportes para
Minusválidos Físicos, Psíquicos, Sordos y Paralíticos Cerebrales, Fundación Psicoballet, Unión
de Radioaficionados Minusválidos de España, etc.).
La ley de asociaciones de 1964 dio cobertura legal a las asociaciones surgidas a partir
de la iniciativa de los afectados461, reforzando su emancipación de la tutela estatal o eclesiástica.
De ese modo, el régimen franquista trataba de abrirse en alguna medida al fuerte impulso
internacional que el movimiento de los derechos civiles tuvo en los años sesenta. En efecto, como
señala Theresia Degener, fue entonces cuando las redes asociativas en favor de las personas con
deficiencias “empezaron a contemplar su discapacidad en el mismo contexto político en que los
negros consideran su raza o las feministas su sexo. De modo más específico, la segregación y
la institucionalización pasaron a entenderse en la misma clave que la segregación racial y el
apartheid. La discapacidad se consideró como una forma de ser diferente, descartando cualquier
consideración de desviación trágica de la normalidad”462. España se incorporaba, aunque
tardíamente, a las coordenadas de rehabilitación, normalización y autoorganización de los
afectados, que eran características de la tercera revolución operada en el tratamiento social de
las deficiencias (tal como hemos expuesto en 1.1.).
460
DÍAZ, M., El asociacionismo de los minusválidos. Entre organización y movimiento social, Centro de
Publicaciones del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, Madrid, 1985, pág. 167.
461
Esta ley plantea una estructura organizativa (junta directiva renovada mediante elecciones periódicas
de los socios) que hasta ahora no ha sido derogada a pesar de promulgarse en pleno franquismo. Mientras unos
plantean que su contenido es compatible con el modelo de democracia representativa hoy vigente en España, para
otros es un lastre del asociacionismo actual ya que le impone un modelo delegacionista en lugar de fomentar la
participación activa de los socios, lo que exigiría una reforma legislativa urgente. Ver MONTAÑÉS, M.,
VILLASANTE, T.R. Y ALBERICH, T., “¿Asociaciones de voluntarios?. Lo que se dice y lo que se quiere decir
cuando hablamos de voluntariado”, en la rev. Documentación Social, Nº 104, Madrid, 1996, pág. 13-25.
462
DEGENER, Theresia, “De objetos de caridad a sujetos de derechos civiles”, en Helioscope, Nº 6, Bruse-
las, 1995, pág. 7.
503
podemos señalar algunas de las funciones más frecuentes, tal como se desprende de las guías y
memorias de aquellos años:
• Información y orientación a los asociados (a veces también a los no asociados) sobre sus
derechos, recursos de que disponen y otras áreas de su interés. Con frecuencia este
servicio cuenta con las áreas de asesoría jurídica y de asistencia social.
• Servicios de rehabilitación, educación especial y formación profesional,
complementarios a los que se reciben en el sector público.
• Fomento de las relaciones sociales y del apoyo mutuo entre los socios, incluyendo
actividades festivas, deportivas, recreativas, etc.
• Servicios especializados creados por la asociación en función de los tipos de deficiencia
y los fines persigujdos por sus miembros.
• Área de gestión de empleo o bolsa de empleo (poco presente antes de los años ochenta).
La participación en la asociaciones dependía tanto del tipo de gestión escogido por los
socios como de cuáles eran los usuarios o destinatarios de las mismas. Esta distinción entre
socios y usuarios inicialmente no era muy importante ya que se asociaban los que se sentían
acuciados por algún problema específico (eran a la vez socios y usuarios); sin embargo, a medida
que las asociaciones se desarrollaban, los meros usuarios comenzaban a ser tan numerosos o más
que los socios y, al interior de éstos, se producía una escisión creciente entre una minoría de
socios activos y una mayoría de socios pasivos. De este modo, en muchas asociaciones se dio
paso a un proceso de institucionalización cuyo resultado más visible fue la desmovilización de
los socios y la concentración de la gestión en una minoría, compuesta por tres tipos de
personajes: los socios-gestores (normalmente refrendados como “representantes” de la
asociación en las elecciones para la junta directiva), los profesionales (pagados y con la
acreditación de la competencia técnica para su respectiva función) y los voluntarios (subsidiarios
de los socios-gestores y de los profesionales). Según la encuesta ya citada que se aplicó en 1984
a nivel estatal, el 78% de las asociaciones delegaba la gestión en una junta directiva o un órgano
restringido de gobierno y sólo el 14% funcionaba de forma asamblearia, participando el conjunto
de los socios463.
463
DÍAZ, M., o.c., pág. 202.
464
Ver WOLFENSBERGER, W., “La tercera etapa de la evolución de las organizaciones voluntarias”, en
Siglo 0, Nº 99, 1985, págs. 12-21.
504
profesional prestadora de servicios o bien en una agencia gubernamental: “Hay bastantes casos
en los que existe temor por parte de las asociaciones a tecnificarse, entendiendo por tal el que
las funciones normales, diarias, que han de servir al mantenimiento y desarrollo de la entidad,
estén cubiertas por personas pagadas (...) Cuando los miembros/voluntarios existen sólo para dar
una cierta legitimación social a una organización que en realidad es casi totalmente un
organismo profesional dedicado a los servicios, la asociación ha perdido ya su carácter de
movimiento, y cuando sucede esto pierde el fervor de espíritu que es su más precioso bien y su
razón de ser. (...) Cuando una asociación voluntaria pierde su autonomía en su esfuerzo por
obtener o mantener las subvenciones estatales, pierde gran parte de su identidad y se acerca a
la identidad de las agencias gubernamentales”465.
A mediados de los años 70, coincidiendo con el final del franquismo y el inicio del
régimen democrático, las asociaciones progresan en su vertebración, presionan con más fuerza
que antes a la administración y tratan de influir en la opinión pública. En 1974 tiene lugar en
Madrid la Conferencia MINUSVAL-74, organizada por el SEREM y con amplia participación
del movimiento asociativo466. El mismo año 1974 se empezó a gestar la llamada “rebelión de los
cojos” y en 1976 se produjo una cadena de concentraciones y encierros de las asociaciones en
las sedes del SEREM de Barcelona, Madrid, La Coruña, Valencia, Zaragoza, etc.467. El 1 de
mayo de 1979 se produjo en Madrid una manifestación de “trabajadores subnormales” exigiendo
trabajo, seguridad social y un salario justo para el colectivo que representaban468. Algunas
asociaciones de personas con discapacidad participaron en plataformas de convergencia contra
465
AA.VV., Las asociaciones protectoras de subnormales, Departamento de Minusválidos Psíquicos del
Servicio de Recuperación y Rehabilitación de Minusválidos Físicos y Psíquicos, Dirección General de Servicios
Sociales, Madrid, 1979, págs. 23-28.
466
Para algunos autores, esta Conferencia representó la culminación de los esfuerzos desarrollados a lo
largo del régimen anterior y que ocho años después cuajarían en la LISMI (ver GÓMEZ, J. y AZÚA, P., “Balance
de la LISMI”, en MUÑOZ, S. y otros, La integración social de los minusválidos, Escuela Libre Editorial, Madrid,
1993, pág. 247-49; para otros, MINUSVAL-74 supuso el primer encuentro a nivel estatal de todo tipo de
asociaciones: “durante la Conferencia la labor entre pasillos fue realmente espectacular. Se comprobó la vitalidad
de las asociaciones privadas, que movilizaban y conseguían una notable participación ciudadana en la lucha por
erradicar la injusticia social que se había apoderado de los sectores más débiles de nuestra sociedad” (MARTÍ, Ll.,
“El año Minusval”, en AA.VV., Crónica de una lucha por la igualdad, o.c., pág. 51).
467
PÉREZ, E., “La revolución: el encierro en el SEREM”, ibídem, págs. 57-60.
468
FERRER, A., “De los derechos a la integración”, en Diario Extraordinario, FEAPS, noviembre 1996.
505
la discriminación social, como la Coordinadora de Grupos Marginados de Madrid469, con la idea
de influir más eficazmente en el proceso institucional y legislativo que tenía lugar en aquella
época. La idea que prevalecía, tanto en las organizaciones de personas con discapacidad como
en otros colectivos que se sentían marginados, era que la nueva situación democrática exigía
abandonar la dependencia paternalista de la administración y adoptar una estrategia de presión
y fuerza: “Cuando el principio de autoridad presidía la vida política, el paternalismo era
inevitable. Ahora, cuando la vida política se rige por el temor a la inestabilidad, las razones hay
que apoyarlas en la fuerza. Por supuesto, en una fuerza legal y democrática que se mide en la
capacidad de crear opinión publica y de influir en los comicios. Las asociaciones tienen que
saber que ha cambiado, no sólo el sistema de relación entre la sociedad y el Estado, sino también
el estilo de esa relación”470.
469
Esta Coordinadora surgió en 1977 a raíz de una “Semana de lucha contra la Ley de Peligrosidad Social”.
Esta Ley, aprobada en 1970 y reformada en 1974 y 1978, incluía como “peligrosos sociales”, entre otros, a los
deficientes mentales. Ver COORDINADORA DE GRUPOS MARGINADOS, “La ley y los marginados”, en Misión
Abierta, Nº 5 de 1979, Madrid, págs. 64-67.
470
JORDANA, J., “Las asociaciones: renovarse o morir”, en Siglo Cero, Nº 60, 1978, pág. 13.
471
Varias federaciones sectoriales están presentes en el Consejo Rector del INSERSO y en el Real Patro-
nato de Prevención y de Atención a personas con Minusvalía. En otros países, como Francia, Italia o Luxemburgo,
las organizaciones participan también en las instituciones que administran el sistema de cuotas.
506
de ámbito estatal472 y es el principal interlocutor del colectivo ante la administración. El CERMI
ha asesorado al gobierno en la elaboración del Plan de Acción para las Personas con
Discapacidad (1997-2002)473 y trata de influir en el desarrollo legislativo y en la elaboración de
aquellas políticas sociales y presupuestarias que tienen más incidencia en el colectivo que
representan. En especial, en octubre de 1997 firmó con el Ministerio de Trabajo y Asuntos
Sociales un Acuerdo por el que se establece un Plan de medidas urgentes para la promoción del
empleo de las personas con discapacidad, del que hemos hecho varias referencias en otros
capítulos.
En el período de los años 80-90 las asociaciones españolas se han conectado también con
las redes asociativas a nivel internacional y europeo474. En algunos casos esta unidad de acción
ha tenido una notable influencia política en instituciones tan importantes como la ONU, la Unión
Europea, el Consejo de Europa o la Organización Internacional del Trabajo. Al interior de la
Unión Europea, tras la experiencia de coordinación de los tres programas HELIOS (1984-96),
el Foro Europeo de Personas Discapacitadas -integrado por representantes de las asociaciones
de afectados y de la Comisión Europea- es el principal órgano consultivo de las personas con
discapacidad a nivel europeo.
472
Las organizaciones con más peso en el CERMI son COCEMFE (Confederación Coordinadora Estatal
de Minusválidos Físicos de España), FEAPS (Confederación Española de Federaciones y Asociaciones Pro Personas
Deficientes Mentales) y ONCE (Organización Nacional de Ciegos Españoles), aunque también son miembros
FIAPAS (Federación Española de Asociaciones de Padres y Amigos de los Sordos), CNSE (Confederación Nacional
de Sordos de España) y ASPACE (Federación de Asociaciones de Ayuda a la Parálisis Cerebral).
473
INSTITUTO NACIONAL DE SERVICIOS SOCIALES, Plan de acción para las personas con
discapacidad, INSERSO, Madrid, 1996.
474
En el área europea destacan, entre otras las siguientes confederaciones: Asociación Europea de Minus-
válidos (AEH), Internacional de Personas Minusválidas (DPI), Unión Europea de Ciegos (EBU), Liga Internacional
de Personas con Deficiencia Mental (Sección Europea), Rehabilitación Internacional (RI) y la Federación Mundial
de Sordos (Sección Europea).
475
) SIIS, Guía de organismos y entidades relacionados con la discapacidad, Real Patronato de Prevención
y de Atención a Personas con Minusvalía, Madrid, 1993.
507
concentran la mayor parte de las asociaciones a costa de los vecinos de los pueblos que, si
quieren afiliarse a una asociación o utilizar sus servicios, se ven obligados a desplazarse a las
ciudades próximas. Por otra parte, el protagonismo de los ciudadanos presenta también
variaciones importantes por regiones, desde aquellas que son más dinámicas y de alguna manera
marcan el camino a las demás a las que tienen un desarrollo asociativo más lento y dependiente.
Los tres enclaves escogidos en el presente estudio para aplicar el trabajo de campo cubren la
gama de diferencias espaciales que venimos apuntando: en un extremo, el área metropolitana de
Barcelona; en el otro la comarca rural de La Campiña (Guadalajara); y en medio Córdoba, una
ciudad intermedia capital de provincia. A continuación recogemos los rasgos más sobresalientes
de las asociaciones existentes en esos tres enclaves.
476
VILA, A. (Coord.), Crónica de una lucha por la igualdad. Apuntes para la historia del movimiento
asociativo de las personas con discapacidades física y sensorial en Catalunya, Fundación Guttmann, Barcelona,
1994.
477
COROMINAS, A. y SABATER, P. (Coord.), Les associacions pro Persones amb disminució psíquica
a Catalunya. Història oberta,APPS, Barcelona, 1995.
478
Ver AA.VV., MIFAS, 10 anys d’història, MIFAS, Barcelona, 1990; FEDERACIÓN ECOM, Memoria
1972-1992, ECOM, Barcelona, 1993; FEDERACIÓ DE SORDS DE CATALUNYA, Dossier informatiu, Barcelona,
1996; y HERNÁNDEZ, Víctor, “De la formació ocupacional al contracte laboral. Una experiència d’integració amb
persones que pateixen trastorns mentals severs (Fundació Tallers de Catalunya)”, en revista Forum, Nº 3, 1995, pág.
83-93.
479
Ver, entre otras, Sobre ruedas, editada por la Fundación Instituto Guttmann, e InfoSord, de la Fede-ación
de Sordos de Cataluña.
480
A partir de la aplicación de las entrevistas (ver Introducción Metodológica a la Tercera parte), se puede
afirmar que en general los libros, monografías y revistas promovidos por las propias asociaciones tienden a adoptar
un enfoque más bien triunfalista acerca de su función en la sociedad, al menos en dos puntos fundamentales: la
coordinación del movimiento asociativo y el papel jugado para promover la inserción laboral del colectivo.
508
(FESOCA) cuenta con 28 Asociaciones y unos 500 socios; la Federación de Entidades
Colaboradoras con el Minusválido (ECOM) agrupa en el conjunto de España a 54
asociaciones, de ellas una parte importante en Cataluña (donde se creó en 1972), etc.
7) Relación con la administración: a partir de los estudios que hemos citado sobre la
historia del asociacionismo en Cataluña, parece evidente que se ha producido un proceso
481
Esta Federación inició en 1992 un programa de empleo con apoyo que ha logrado incorporar al mercado
de trabajo ordinario entre 150 y 200 personas con minusvalía de la comarca de Sabadell.
509
de institucionalización y burocratización, en el sentido de que se ha pasado de la
confrontación con la administración en base a reclamar unos derechos, a la negociación
con vistas a gestionar unos servicios más o menos estandarizados y previamente
pactados. A pesar de que el traspaso de competencias a la Generalitat ha supuesto un
aumento de recursos para algunos capítulos importantes relacionados con la inserción
laboral, la mayoría de las asociaciones comparten el temor de que se produzca un recorte
de las ayudas actuales como consecuencia de la crisis del Estado de bienestar. Incluso
algunos líderes de asociaciones plantean, como problema más fundamental, que la
administración de la Generalitat no tiene una filosofía de política social a largo plazo
sino que, más bien, entre los responsables políticos prevalece “un enfoque economicista,
orientado a gestionar un presupuesto, no a gestionar unas necesidades y menos
resolverlas” (entrevista con el representante de una Federación de Asociaciones).
482
Los datos de las asociaciones los hemos obtenido de la Delegación de Gobernación en Córdoba de la
Junta de Andalucía.
483
De las 27 asociaciones registradas en la ciudad de Córdoba a comienzos de 1997, 12 no estaban fede-
radas en la Federación Provincial de Asociaciones de Minusválidos Físicos de Córdoba (FPAMFC).
510
las personas ciegas. Cuenta con amplios recursos económicos, personales y de
infraestructura que le proporcionan una notable efectividad en los procesos de
inserción exitosa del colectivo. No obstante, aunque la organización dispone de
múltiples posibilidades en los ámbitos de la formación y cualificación
profesional, y la inserción en empresas ordinarias o protegidas, la mayoría se
orienta a la venta del cupón.
• La Federación de Sordos de Córdoba (FIAPAS) inició su actividad en 1964 y se
orienta principalmente a apoyar la socialización familiar y escolar de niños
sordos y su posterior integración social y laboral. Internamente coexisten dos
corrientes: los defensores del lenguaje de signos y los “oralistas”, partidarios del
lenguaje labial. Esta última tendencia parece dominante en el momento actual,
lo que se traducen en la orientación “oralista” de las actuaciones que organiza
la Federación (clases de apoyo a niños con discapacidad auditiva, cursos de
formación y cualificación para el empleo, etc.). Los defensores del lenguaje de
signos desarrollan sus actividades en el Club de Amigos de los Sordos, por lo
general al margen de las que lleva a cabo el grupo de oralistas y siguiendo vías
menos institucionales como las actividades culturales, deportivas, el mutuo apoyo
en la búsqueda de empleo, etc.
• De las asociaciones orientadas a las discapacidades psíquicas destacan dos:
PROMI (Asociación para la Promoción del Minusválido) y APROSUB
(Asociación Pro Subnormales). PROMI se creó en Cabra (Córdoba) en 1970 y
desde entonces ha creado una red de Centros Ocupacionales, Centros Especiales
de Empleo y residencias asistidas en ocho provincias484. En la ciudad de Córdoba
tiene dos Centros Especiales de Empleo y ofrece periódicamente cursos de
formación ocupacional por los que pasan cada año más de 100 alumnos con
discapacidad psíquica; también ha creado en la ciudad un Centro de Investigación
en Minusvalías y Tecnología de la Rehabilitación. En cuanto a APROSUB, se
especializa más en actividades de educación especial a niños de este colectivo
aunque también tiene algunos Centros Ocupacionales y residencias.
• La Federación Provincial de Asociaciones de Minusválidos Físicos de Córdoba
(FPAMFC) agrupa a 15 asociaciones de la ciudad que desarrollan multiples
actividades con vistas a la inserción social y laboral, entre ellas una bolsa de
trabajo (a través de un convenio con el Instituto Andaluz de Servicios Sociales),
dos Centros Especiales de Empleo, cursos de formación ocupacional (incluido
un convenio con la U.G.T.), iniciativas para promover el autoempleo a través de
cooperativas, etc. La reciente creación de la FPAMFC puede explicar que tenga
menos infraestructura y recursos propios que las otras grandes federaciones485,
si bien también hay que destacar que las actuaciones de la Federación se
caracterizan por su diversidad y la “frescura e innovación” de sus iniciativas, así
484
PROMI se autocalifica como una “empresa social, un motor económico, que permite descargar a la so-
ciedad de unos costos considerables, porque el minusválido ha aprendido, a través de PROMI, a ser útil
autofinanciándose, realizando trabajos cuyo resultado son productos de calidad y generando los recursos necesarios
para conseguir su integración en la sociedad”. PROMI, Memoria anual, Cabra, 1992, pág. 7.
485
La sede de la FPAMFC ocupa dos habitaciones cedidas por un centro cultural en uno de los barrios más
marginales geográfica y socioeconómicamente de la ciudad. Por lo demás, el resto de pequeñas asociaciones del
sector suele establecer su sede en el domicilio particular de alguno de sus miembros más destacados.
511
como por el carácter más militante de sus miembros activos, que mantienen y
defienden unos posicionamientos y prácticas cercanos a la autogestión
asamblearia.
486
En Guadalajara funcionó una delegación de la Asociación Nacional de Inválidos Civiles (ANIC) pero
no se implantaron las asociaciones católicas FRATER o AUXILIA, que sí lo habían hecho en las provincias
limítrofes.
512
• Con notable retraso en relación a otras regiones, se está iniciando actualmente el
movimiento asociativo de afectados por discapacidades concretas (como la
esclerosis múltiple, la osteoporosis, etc.).
Recientemente, sin embargo, ha aumentado entre las personas con discapacidad en paro
el deseo de encontrar un trabajo. Una encuesta aplicada en Madrid en 1994 a una muestra de
1.107 minusválidos recogía todavía como principal necesidad del colectivo las “ayudas
económicas” (32%), seguida de la “obtención de un trabajo” (16%); sin embargo, al preguntar
a los encuestados sobre cuáles debían ser los principales cometidos de las asociaciones, la
primera respuesta era “información sobre ofertas de empleo” y la segunda “información sobre
subvenciones en razón de la minusvalía”489. Otra encuesta aplicada en Gerona a los socios de
la Federación MIFAS (850 miembros en 1990) recogía como primera demanda a las
asociaciones el facilitar el “acceso a un trabajo”, quedando en tercer lugar el asesoramiento sobre
ayudas económicas490. Estas nuevas demandas de los socios y usuarios estan llevando a un sector
cada vez mayor de asociaciones, pero todavía minoritario491, a dar respuestas concretas que
487
GRUPO ATED, “La gestión del empleo en las asociaciones”, Nº 21 monográfico de la revista Cuader-
nos ATED, Madrid, 1994, pág. 2. Nos servimos de este informe para exponer algunos puntos del presente apartado.
488
INSTITUTO IDES/INSTITUTO NACIONAL DE SERVICIOS SOCIALES, Las personas con minus-
valía en España. Necesidades y demandas. INSERSO, Madrid, 1988, pág. 244.
489
ALBOR, Javier (Dir.), Minusvalía e inserción laboral, o.c., págs. 67 y 123.
490
AA.VV., MIFAS, 10 anys d’història, MIFAS, Barcelona, 1990, pág. 101.
491
Un reciente estudio sobre el empleo de minusválidos en La Rioja concluía que “son pocas las asocia-
ciones que contemplan en su organización un departamento o área que se responsabilice de los aspectos relacionados
con el empleo de sus asociados. (...) La mayor parte de las asociaciones valora la integración laboral del
513
faciliten la inserción laboral del colectivo. Frente a la cultura del subsidio se tiende ahora a
valorar más la rehabilitación laboral de las personas con discapacidad en edad activa, como
principal vía de inserción social.
Cada vez hay más evidencia de que la mayoría de las personas afectadas por
discapacidades son aptas para desarrollar trabajos productivos, aún cuando ello se dé en algunos
casos con limitaciones que dependen del tipo y grado de la deficiencia. Ya hemos aludido a
diversas experiencias españolas promovidas desde asociaciones que demuestran la capacidad
laboral de personas afectadas por importantes deficiencias físicas, sensoriales y psíquicas,
siempre que se cuente con el estímulo y el apoyo necesario492. En el ámbito internacional, fue
paradigmática la experiencia norteamericana durante la segunda guerra mundial cuando se
movilizó a un gran número de personas con discapacidad física y psíquica, incluso con
deficiencia mental que hasta ese momento se encontraban encerrados en instituciones493. El
propio Consejo Español de Representantes de Minusválidos (CERMI) se ha planteado la
necesidad de “penalizar” a aquellos minusválidos receptores de prestaciones que, pudiendo
trabajar, rechacen una oferta de empleo: “Crece de forma preocupante una cultura subsidiarista
en la que las ayudas y prestaciones no contributivas del sistema de la Seguridad Social actúan
como freno o desincentivador de una actitud de la persona con discapacidad en favor de la
inserción laboral. (...) Deben articularse medidas que penalicen la no aceptación de un empleo
adecuado, en los mismos términos que se establezca para quienes percibiendo el subsidio de
desempleo rechacen una oferta”494.
En coherencia con estos planteamientos una parte de las asociaciones ha creado un área
o departamento laboral, a veces llamado “bolsa de empleo”, cuyo fin es facilitar la incorporación
de los socios en paro a un empleo remunerado, ya sea en empleos protegidos (a veces
gestionados por las propias asociaciones) o en el mercado abierto. La configuración de estas
áreas es muy diversa dependiendo, entre otros factores, del tamaño e infraestructura de la
asociación y de los tipos y grados de las discapacidades que se atienden.
En sus inicios las “bolsas de empleo” se organizaban de manera informal y los pocos
casos que se presentaban eran solventados entre los socios, sus familiares y las empresas
conocidas del entorno mediante relaciones personales directas. En otros casos, el objetivo se
ponía en llegar a crear un Centro Ocupacional o un Centro Especial de Empleo en el ámbito de
la asociación. Más adelante la organización se ha tecnificado, gracias a la colaboración de
profesionales, mediante sistemas de información y formación de los candidatos y una
discapacitado como muy difícil (‘un sueño’ para alguna asociación)”. CONSULTORES ASOCIADOS, Estudio
prospectivo sobre empleo de las personas discapacitadas de La Rioja, Logroño, 1994, pág. 80.
492
Ver capítulo 8, apartado 3.
493
“Los jóvenes deficientes mentales no sólo cumplieron a plena satisfacción con sus obligaciones mili-
tares, sino que también se convirtieron en obreros industriales eficaces, sorprendiendo con frecuencia a sus
educadores. (...) La escasez de mano de obra y la situación de emergencia se combinan para abrir las puertas del
trabajo a los deficientes mentales, para los que antes habían permanecido cerradas”. SCHEERENBERGER, R.G.,
Historia del retraso mental, SIIS, San Sebastián, 1984, pág. 312.
494
CERMI, o.c., págs. 17 y 29.
514
exploración más rigurosa del mercado de trabajo. Sus principales cometidos suelen ser los
siguientes:
1) Detectar y conectar a las personas con discapacidad del ámbito de la asociación que se
encuentran en situación de búsqueda de empleo, valorar sus capacidades y carencias, así
como sus expectativas y los apoyos que requieren para poder acceder a empleos
potenciales. El método habitual para organizar este objetivo es una ficha personal de
cada candidato (a veces informatizada, lo que facilita su tratamiento).
2) Conocer la experiencia laboral anterior de los candidatos, que frecuentemente es nula y
requiere planificar una etapa previa de formación, a cargo de la asociación o de otras
entidades. Así mismo, en ciertos tipos de deficiencia (como la disminución psíquica) es
preciso implicar a los familiares más directos para asegurar, entre otras cosas, el
aprendizaje de aquellas habilidades cotidianas y de relación social que favorecen la
independencia y autovaloración de los candidatos.
3) Estudiar las posibilidades que ofrece el mercado de trabajo de la zona y conectar con las
entidades y empresas que pueden facilitar la incardinación laboral de los candidatos.
4) Facilitar aquellos medios que son necesarios para acceder a la formación y para
incardinarse adecuadamente a un puesto de trabajo (técnicas específicas para deficientes
auditivos, visuales, etc.).
5) Canalizar a los demandantes de empleo toda la información posible de puestos de
trabajo495 y acompañarles, cuando sea preciso, en su proceso de selección y eventual
adaptación al puesto de trabajo.
La mayoría de los empleos conseguidos a través de las fórmulas utilizadas por las
asociaciones son precarios (de carácter temporal, poco remunerados, etc.). Aún cuando se
atienen a la legislación vigente, a veces se encuentran con unas normas homogéneas demasiado
rígidas que se adaptan con dificultad a las posibilidades particulares de ciertos tipos y grados de
discapacidad. En este sentido desde las áreas de empleo de las asociaciones se han promovido
propuestas para adaptar la normativa y las ayudas oficiales existentes a las circunstancias
específicas y variables de los diversos tipos de deficiencia, por ejemplo articular más claramente
la compatibilidad entre las pensiones de invalidez y el trabajo, equilibrar más los incentivos para
la inserción en el trabajo protegido y en el mercado ordinario, o que las subvenciones para
contratar a personas con minusvalía se amplíen también en los casos de contrato a tiempo
parcial, etc.496.
495
“Dentro de la labor informativa de las asociaciones se encontraría la divulgación de acontecimientos o
eventos propios y ajenos. Ahora bien, generalmente las áreas de empleo carecen de excesivos recursos para la
difusión y además presentan, en mayor o menor medida, problemas derivados del volumen de información que han
de distribuir y/o recibir. Según todos los profesionales contactados, la solución a este pequeño caos no deseado, pasa
por una mayor y mejor utilización de los medios de transmisión de datos (modem, bases de datos comunes, correo
electrónico, interno, etc.). En los casos en los que se cuenta con estos elementos, se trataría tan sólo de homogeneizar
estas herramientas”. GRUPO ATED, o.c., pág. 5.
496
Estas son algunas de las propuestas formuladas por el Proyecto Aura de Barcelona y asumidas por la
Asociación Española de Empleo con Apoyo (AESE) en 1992. A una escala más amplia las asociaciones también
han formulado propuestas de transformación de la legislación en el plano estatal, como las aludidas del CERMI, e
incluso a nivel europeo. Ver, en este sentido, MUÑOZ, S y DE LORENZO, R., Documento de reflexión para la
formulación de una política social de la Unión Europea en materia de minusvalías, Escuela Libre Editorial, Madrid,
1997.
515
Tradicionalmente las asociaciones han utilizado más las fórmulas de mercado protegido
que la promoción de empleo en el mercado ordinario, si bien actualmente se detecta una cierta
autocrítica en un sector del movimiento asociativo en el sentido de haber abusado de las vías
protectoras, lo que habría estancado a algunas personas capaces de dar el salto al mercado
abierto. Cuando esto último ocurre, según estas voces críticas, se produce una perversión de la
ley (que sólo se planteaba como alternativa “protectora” para quienes no pudieran competir en
el mercado ordinario497) y una competencia desleal hacia el resto de la población y de las
empresas al asegurarse una situación de privilegio gracias a una financiación inicial y unas
subvenciones continuas (caso de los Centros Ocupacionales y Especiales de Empleo) o al
disfrute de un monopolio (caso de la ONCE) que no tienen los demás trabajadores. Mientras una
parte de las asociaciones sigue apoyando la expansión de las formas de trabajo protegidas498,
otras plantean la conveniencia de potenciar la inserción en el mercado ordinario y reservan
aquéllas para los casos más graves (disminuídos psíquicos profundos y otras deficiencias muy
limitadoras). Según las informaciones recogidas, la política europea se orienta más bien en esta
segunda dirección, lo que puede suponer a medio plazo un proceso de transformación o
reestructuración de algunas fórmulas protectoras existentes en España.
16.3. Fines perseguidos por los socios y/o usuarios. Efectos en su inserción social
¿Qué persiguen las personas con discapacidad o sus familiares al hacerse socios o
usuarios de una asociación?, ¿qué efectos tiene esa participación en su proceso de inserción
social?. A partir del análisis de los grupos de discusión, las entrevistas a agentes de inserción y
las 18 historias de inserción socio-laboral, creemos que el campo jugado por las asociaciones se
puede articular y esquematizar también en este caso mediante el Cuadro 2 (capítulo 5). Como
ya hemos indicado, las cuatro posiciones recogidas en dicho cuadro representan polaridades
discursivas netamente diferenciadas y contrapuestas entre sí. En la realidad social de los casos
particulares, sin embargo, lo habitual es encontrar mezclas, oscilaciones y deslizamientos entre
las posiciones que dependen tanto de las circunstancias de cada sujeto como de las estrategias
adoptadas en cada momento.
497
Art. 42 de la Ley de Integración Social del Minusválido (LISMI).
498
Por ejemplo, en el citado estudio de La Rioja se destaca que el servicio más demandado por las asocia-
ciones en esa comunidad autónoma es la ampliación de plazas en Centros Especiales de Empleo. CONSULTORES
ASOCIADOS, o.c., pág. 80.
516
..//..
517
Esquema 17
TIPOLOGÍA DE LAS ASOCIACIONES ESPECÍFICAS
Y POSICIONES INTERMEDIAS DE LOS CASOS ESTUDIADOS
¹ Normalización Autodeterminación ¸
Afiliación
Individualismo
ASOCIACIONISMO INTEGRADO ASOCIACIONISMO COMPETITIVO
2) Gestión: minoría activa y mayoría de socios 2) Gestión: funcional, con criterios de eficacia y para
pasivos y usuarios. objetivos precisos.
2) Gestión: líderes voluntarios carismáticos y socios 2) Gestión: voluntaria, con participación de los
y usuarios-masa. asociados y conexión con asociaciones afines.
¹
¹
¹ Encuadramiento Disidencia ¸
518
Asociacionismo adscriptivo
En nuestro esquema teórico hemos definido este tipo de asociacionismo como repliegue
narcisista en grupos autocentrados. Aunque la asociación puede cubrir diversos fines concretos
(información, trabajo, recreo y deporte, etc.), lo que le caracteriza es que proporciona a los
socios y usuarios una experiencia de sintonía, compenetración y acogida con otras personas
afectadas por una problemática similar en un marco alejado de la competencia social. El
componente relacional, y eventualmente festivo, tiene mucha importancia en este tipo de
asociacionismo, debido a su efecto integrador para aquellas personas que se sienten
discriminadas o estigmatizadas en sus relaciones habituales en ambientes ordinarios. La relación
con otros iguales en el seno de la asociación proporciona un arropamiento que permite a los
socios y usuarios distanciarse de las preocupaciones cotidianas y eludir los riesgos y prejuicios
de la competencia abierta.
De todos los casos estudiados no hemos encontrado ninguno que encaje plenamente en
este tipo de asociacionismo. Probablemente esto indica la dificultad que actualmente tienen los
ciudadanos para sustraerse a las influencias de la regulación estatal (asociacionismo integrado)
y de la competencia social (asociacionismo competitivo). Sin embargo, algunos rasgos de la
posición adscriptiva están presentes en nueve de los quince casos estudiados500, en mezcla o
simbiosis con otros tipos de vinculación asociativa, tal como se recoge en el Esquema 17 y
comentaremos más adelante.
En este caso las asociaciones son un recurso polivalente para facilitar la inserción
normalizada de un sector con especiales dificultades, como son las personas con discapacidad:
información, formación, ocio y deporte, inserción laboral, etc. Por parte de los socios y usuarios,
la voluntad de asociarse aparece como derecho ciudadano a la participación en organizaciones
promovidas, tuteladas o reguladas por la administración. En este sentido, se presupone una
aceptación de las competencias y funciones asignadas al sector público, en cuanto representante
legítimo del consenso social. El desarrollo de las asociaciones depende de dos instancias
499
El “comunitarismo” teorizado por A. ETZIONI y otros autores traduce esta posición en el ámbito de las
opciones políticas. Ver ETZIONI, a., The Spirit of Community. Rights, Responsabilities and the Communitarian
Agenda, Crown, Nueva York, 1993.
500
Los casos Marisa, Mónica y Rosa no son socios ni usuarios de asociaciones especializadas del
colectivo.
519
complementarias: la responsabilidad política de la administración y la voluntad de participación
de los propios afectados. El Estado, a través de la política social y las subvenciones501, debe
promover y apoyar el asociacionismo (fomento del voluntariado, subvenciones y convenios con
las asociaciones para gestionar determinados servicios, etc.); y las personas asociadas tienen que
cooperar con la administración.
501
Manuel Aznar subraya que las subvenciones son el principal medio de la administración para estimular
y regular la actividad de las asociaciones: “El estímulo de la actividad de las asociaciones por los poderes públicos
tiene diversas manifestaciones, entre las que destaca, por encima de las demás, la técnica subvencional. (...) La
subvención se caracteriza por su naturaleza finalista, haciendo recaer sobre el beneficiario unas determinadas cargas,
cuyo incumplimiento podrá dar lugar al reintegro de las cantidades recibidas. Frente a esquemas contractualistas,
es preciso insistir en la configuración de la subvención como un acto administrativo. Este acto precisará la
aceptación del beneficiario y alcanzará sus efectos plenos al cumplirse las cargas impuestas a aquél. El beneficiario,
de otro lado, tiene atribuida la facultad de renunciar a la subvención concedida”. AZNAR, M., “Las Asociaciones”,
en RODRÍGUEZ-PIÑERO, M. y otros, El sector no lucrativo en España, Escuela Libre Editorial, Madrid, 1993,
págs. 117 y 119-20.
520
mismo centro, no hay aquella solidaridad y aquella unión que debería haber”
(GD1).
De los quince casos estudiados con algún vínculo asociativo, doce se pueden encuadrar
en las coordenadas discursivas de la posición integrada, si bien sólo dos de ellos lo hacen de
forma más o menos completa, es decir, sin combinaciones ni deslizamientos significativos hacia
otras posiciones (ver Esquema 17):
• Raúl (casado de 33 años con discapacidad motórica en una pierna) ha sido promotor y
es socio y usuario de una asociación. Aunque sólo se implicó activamente en los
primeros momentos de la asociación, luego recurrió a ella cuando se quedó en paro para
recibir un curso de formación con vistas al empleo y ha utilizado también los recursos
de otras dos asociaciones específicas, aunque hasta ahora sin resultado positivo.
• Ricardo (soltero de 30 años con retraso mental ligero), participa esporádicamente en las
actividades de ocio y tiempo libre de una asociación de familiares de personas con
discapacidad psíquica (de la que son socios sus padres). De más joven utilizó más este
recurso de la asociación pero cada vez está menos implicado porque prefiere las vías
normalizadas de inserción social. No obstante reconoce que las asociaciones tienen un
papel subsidiario que él mismo utilizaría, como mal menor, si le fallasen las otras vías
ordinarias de inserción.
En ambos casos, el paso por las asociaciones ha sido principalmente como usuarios de
las mismas, como mero refuerzo coyuntural de las restantes vías normalizadas de inserción social
(familia, estudio, trabajo ordinario, etc.). De este modo tratan de evitar un repliegue institucional
de carácter especial, que los ubicaría en una posición adscriptiva. Por otra parte, se consideran
con derecho a utilizar los recursos específicos de que disponen las asociaciones ya que su
finalidad es compensar las limitaciones derivadas de su deficiencia. Pero, en concreto, en
ninguno de los dos casos las asociaciones han tenido una influencia relevante: en el primer caso,
la mediación de la asociación todavía no le ha facilitado acceder a un puesto de trabajo y, si en
el futuro lo consigue, se tratará probablemente de un empleo precario y poco remunerado; en el
segundo caso, la participación en algunas actividades de ocio de la asociación no sólo no ha
resuelto sus problemas de sociabilidad (desconfianza en sí mismo y en los demás) sino que
quizás los ha incrementado al reforzar el estigma de su pertenencia al colectivo de los “incapaces
intelectuales”.
• Marta (ama de casa con esclerosis múltiple en fase inicial) participa en una asociación,
no para solucionar algo que ella necesite, sino porque de ese modo se siente bien (rasgo
propio de la posición adscriptiva): “para lo que yo necesito, la asociación no me sirve,
pero hay una parte que sí, porque, no sé, estás bien, ves que ayudas y yo creo que no todo
ha de ser cosa de entidades, porque hay cosas que no cuestan dinero...”. Por otra parte,
como animadora voluntaria, contribuye con lo que hace a que otras personas en
situación más grave que ella se realicen en el tiempo libre haciendo excursiones de fin
de semana; además, ha sido usuaria de cursos organizados por varias asociaciones y está
apuntada en varias bolsas de empleo, tanto del ayuntamiento como de asociaciones de
521
afectados502; cree que estas entidades son un recurso que las personas con discapacidad
deben aprovechar a fin de compensar sus limitaciones (rasgos de posición integrada).
Los otros cuatro casos cuya relación con las asociaciones presenta una mezcla de rasgos
adscriptivos e integrados tienen una discapacidad de naturaleza psíquica (todos los estudiados
salvo Ricardo, que ya hemos visto). Los cuatro casos tienen en común un escaso protagonismo
personal, lo que significa que sus actitudes y comportamientos dependen en gran medida de los
agentes sociales que les rodean, en especial de los líderes de las asociaciones y de sus familiares:
• Miguel (soltero de 29 años con retraso mental ligero) está trabajando en un Centro
Especial de Empleo que depende de una Asociación de Familiares. Para sus padres, lo
importante es que se encuentre en espacios protegidos, como el hogar paterno y el Centro
Especial de Empleo, porque se trata de una persona frágil, de la que todos abusarían si
pretendiese fundar una familia propia o trabajar en un empleo ordinario: “(madre) yo no
veo posible que pase a una empresa ordinaria porque ya he salido escarmentada. Se
sobrepasan con él y lo toman a cachondeo y algunos se burlan, porque ya sabe usted
cómo somos, unos los tratan bien pero otros abusan porque como son tan buenas
personas..., por eso yo prefiero que esté en un centro especial de trabajo, que además
tiene contrato fijo”. En cambio, para los profesionales del Centro Especial de Empleo,
Miguel es un trabajador eficiente, con capacidad para insertarse en un empleo ordinario
(en el futuro, cuando se den las condiciones oportunas, que ahora no existen) y, aunque
tiene algunas manías propias de su deficiencia, se puede esperar de él que funde una
familia propia, si se le prepara y acompaña en ese sentido. Como consecuencia de unos
planteamientos tan contrapuestos de padres y profesionales, Miguel adopta actitudes
ambivalentes: le gustaría vivir en pareja pero acepta los argumentos de sus padres de que
no reúne las condiciones mínimas para dar ese paso; le gustaría también tener un salario
mayor, para lo que tendría que encontrar un empleo en el mercado ordinario, pero
reconoce que entonces se expondría a muchos riesgos debido a la escasez y precariedad
de los empleos no cualificados. En consecuencia, opta por vivir bajo la atenta mirada de
sus padres, que vigilan todos sus movimientos503, y del director-gerente del Centro
Especial de Empleo que “pone sus garras” sobre los jóvenes con deficiencias para
protegerles (según la plástica expresión utilizada por Miguel).
• Carolina (soltera de 28 años con retraso mental ligero) está trabajando en un Centro
Ocupacional que depende de la Asociación para la Promoción del Minusválido
(PROMI). Como en el caso anterior, los padres no son miembros de la asociación pero
aprovechan sus recursos como un mal menor: un lugar de espera y aparcamiento
cotidiano para su hija, mientras no encuentre otra cosa mejor. Se trata de una persona con
notable capacidad laboral para ocupaciones manuales sencillas (“es una persona muy
válida para todos los trabajos, en el Centro Ocupacional las máquinas las maneja
perfectamente”) pero que no tiene perspectivas de conseguir un empleo en el marco de
la ciudad de Córdoba (ni siquiera en un Centro Especial de Empleo) ya que el único de
502
Marta es usuaria del Equipo de Asesoramiento e Integracion Laboral (EAL), del Instituto Municipal
de Disminuidos de Barcelona, donde ha participado en un programa de empleo financiado por la Unión Europea.
También ha dejado su currículum en tres federaciones distintas de asociaciones específicas.
503
Previamente a las entrevistas mantenidas con Miguel, su padre pidió garantías a la asociación
intermediaria de que no se trataba de una iniciativa promovida por alguna secta y de que no se iban a utilizar cámaras
ocultas.
522
PROMI está en Cabra). En este caso, chocan las buenas intenciones de los padres y los
profesionales de la asociación, que tratan de promocionar laboralmente a Carolina, con
la cruda realidad de un mercado de trabajo precario y con elevadas tasas de paro que
conducen a la persona afectada a un repliegue institucional en el Centro Ocupacional.
• Marcos (soltero de 24 años con síndrome de Down) ha obtenido contrato fijo a tiempo
parcial en una empresa ordinaria gracias al programa de empleo con apoyo de una
entidad privada (Proyecto Aura). Además de la participación de los padres en este
proyecto, donde tienen obligación de colaborar con los profesionales, son socios de una
asociación de familiares de personas con ese tipo de discapacidad. En este caso la
intervención de ambas entidades ha sido decisiva para conseguir una forma de inserción
relativamente satisfactoria, que ha sorprendido a los propios padres (nunca habían
pensado que su hijo fuera capaz de desempeñar un empleo en el mercado ordinario). Del
mismo modo, la asociación de familiares le facilita actividades de ocio los fines de
semana que son el cauce por el que se desborda su afectividad con personas del otro sexo
(con el mismo síndrome); esto mantiene en vilo a sus padres (“es demasiado..., siempre
anda con novietas”) pero lo consienten porque saben que se trata de un espacio
protegido, tutelado por personas expertas. También en este aspecto los padres consideran
a su hijo incapaz de crear una familia independiente (posición adscriptiva) pero podrían
cambiar de opinión si con el tiempo se demostrase lo contrario, como ha ocurrido en el
campo laboral.
• Por último, Raquel (soltera de 23 años con retraso mental ligero) trabaja en un Centro
Especial de Empleo cuya gestión depende de una asociación. Al tratarse de una persona
abandonada desde pequeña por su familia, su trayectoria ha estado marcada por la
orientación de las instituciones públicas que ha evolucionado desde una posición
adscriptiva (centro para niños regentado por religiosas que la marcaron como niña
huérfana y “subnormal”) a otra integrada, representada por profesionales partidarios de
la inserción normalizada a nivel laboral y familiar. Raquel todavía no lo ha logrado, pero
espera conseguir pronto un empleo ordinario (para abandonar el Centro Especial de
Empleo) y vivir en un hogar propio después de casarse con su actual novio (joven sin
discapacidad). El paso de Raquel como usuaria de un Centro Especial de Empleo,
dependiente de una Asociación, ha sido un recurso más en su proceso de inserción
normalizada en la sociedad. En este Centro ha comprobado que es capaz de desarrollar
una alta productividad, por encima de la media del taller, lo que ha incrementado su
confianza en sí misma, un protagonismo mayor que en los casos anteriores y, en
particular, el deseo de promocionarse laboralmente (lo que no puede hacer en el Centro
Especial de Empleo).
La escasa capacidad de maniobra de estos cuatro casos para articular una forma de
vinculación propia con los espacios asociativos se comprueba al observar cómo reproducen, y
a veces sufren, la posición o posiciones de los agentes más cercanos (padres y profesionales)
Desde la perspectiva de los padres, su posición oscila entre un planteamiento netamente
adscriptivo en un caso (repliegue protector del Centro Especial de Empleo en el caso de Miguel)
y una actitud ambivalente en los otros ya que desean la emancipación normalizada de sus hijos
pero a la vez están convencidos de su incapacidad, lo que les induce a comportamientos
proteccionistas (en la familia y en los espacios promovidos por las asociaciones). Sólo en el caso
de Marcos esta desconfianza de los padres en las posibilidades de emancipación del hijo se
523
disipa felizmente a medida que los profesionales504 logran que sea capaz de desempeñar un
trabajo en el mercado ordinario a satisfacción de la empresa contratante.
Según esta posición hay que asumir, ya sea por convicción o simplemente por realismo,
que la mayoría de las personas con discapacidad son “individualistas” en el sentido de que se
ponen a sí mismos como principal meta de realización: el desarrollo del propio estatus social y
laboral. Si las asociaciones se articularan en función de estos intereses sentidos por los afectados,
la participación de los socios y usuarios sería mucho mayor. Por eso, la libre iniciativa de las
personas con discapacidad y de sus familiares para autoorganizarse en función de sus intereses
504
El Proyecto Aura de Barcelona, que facilitó el empleo con apoyo de Marcos, establece como requisito
pre-vio que los padres del candidato con síndrome de Down crean en las posibilidades de autonomía de su hijo y
le den un trato de adulto.
505
La institución estándar de esta posición, para alcanzar los objetivos que se proponen, es la empresa pri-
vada, cuyo modelo de funcionamiento las asociaciones deberían imitar en muchos aspectos.
506
La gestión privada de servicios públicos es criticada por las asociaciones, para quienes el objetivo de
rentabilidad de las empresas (“mercenarios de los servicios sociales”) se riñe con el objetivo de potenciar la “calidad
de vida y la creación de entornos adecuados” para las personas con discapacidad. Ver AZÚA, P., “¿Horizonte
mercantil?”, en Voces, Nº 299, Madrid, 1997, pág. 1.
524
y sobre la base del propio esfuerzo y los propios recursos es la clave del asociacionismo
competitivo. Desde esta óptica liberal-competitiva se entiende que el libre desarrollo de cada uno
es la mejor vía para conseguir el desarrollo general del conjunto de la sociedad. Por tanto, hay
que favorecer que los ciudadanos se movilicen civilizadamente en defensa de sus intereses
particulares, aunque puedan cruzarse con los intereses de otras personas y entrar en procesos de
inevitable confrontación y lucha por el poder.
“Los que hicimos el cursillo intentamos montar nuestro propio negocio. Nos
reuníamos por las tardes en la asociación y cada uno ponía una idea. Cogimos
y buscamos en Madrid las centrales que estaban allí y les escribimos a todas.
Estuvimos en la agencia de desarrollo local del ayuntamiento que nos ayudaron
bastante, estábamos bastante ilusionados y nos movimos muchísimo por todos
los organismos, hasta el proyecto HORIZON, pero a la hora de los terrenos ahí
se nos partió todo, fue lo único que nos falló. (...) A raíz de entonces yo no volví
a pasar por la asociación” (César).
507
LÓPEZ DE AGUILETA, I., “Estado, sociedad civil y procesos de participación”, en el Nº 80 de la
revista Documentación Social, monográfico sobre Política social y participación, Madrid, 1990, págs. 34-35.
525
En bastantes trayectorias de discapacidad física o sensorial encontramos una forma de
vinculación con las asociaciones que contiene una mezcla de ingredientes adscriptivos,
integrados y competitivos, unas veces como socios y usuarios, otras veces sólo como usuarios.
El papel jugado por las asociaciones difiere mucho en función de las circunstancias de cada
historia:
• Cecilio (casado de 51 años con ceguera total) lleva ya más de 20 años afiliado a la
ONCE, asociación que le ha proporcionado identidad laboral (venta del cupón) y
diversos servicios sanitarios y de asesoramiento fiscal. Inicialmente presentó muchas
resistencias a ingresar en la Organización pues ello significaba replegarse en una especie
de institución total que le iba a marcar de por vida (asociacionismo adscriptivo508); por
otra parte la venta del cupón se enmarca en una política general de la Organización que
persigue rentabilizar al máximo los recursos disponibles, incluyendo la gestión de un
holding empresarial propio y sistemas de autoexplotación, venta y publicidad más
agresivos. Como señala nuestro entrevistado, “si quieres ganar algo, tienes que estar en
el kiosco 11 ò 12 horas todos los días porque hay mucha competencia con la primitiva
y el bingo” (asociacionismo competitivo); por último, sin que ello signifique renunciar
a la pensión contributiva que se recibe directamente de la Seguridad Social, la ONCE
representa para sus afiliados el cauce a través del cual la administración salvaguarda los
derechos de las personas ciegas y les facilita los recursos necesarios para una inserción
social normalizada (asociacionismo integrado). En cuanto a su participación dentro de
la ONCE, Cecilio se queja del elitismo de sus dirigentes que no consultan con la base las
decisiones que toman (funcionan como en una empresa con los trabajadores).
• Carmen (soltera de 25 años con sordera total) es socia activa y usuaria de la Asociación
de Sordos de su ciudad donde ha aprendido el lenguaje de signos y ha encontrado con
sus iguales un espacio de reconocimiento y amistad (grupalidad adscriptiva). Pero la
asociación es también una vía para reclamar los derechos de los sordos, por ejemplo
introducir un intérprete de signos en algunos centros de formación profesional, “porque
ella lo que quiere es aprender y dice que los profesores explican para los demás pero no
para los sordos y quiere un intérprete en clase” (posición integrada). En cuanto al acceso
al empleo, después de una mala experiencia de empleo temporal al que tuvo acceso con
otra compañera sorda a través de la asociación, dice que “ella va sola, que no quiere
saber nada de presentarse con otros sordos que luego le pueden fallar”. Esto no significa
que renuncie a obtener un empleo a través de la bolsa de la asociación o a través de
cualquier otra vía (redes familiares, etc.), pero el trabajo se lo plantea como una cuestión
personal (asociacionismo competitivo).
• Manuel (casado de 58 años con mala visión en un ojo) y Casilda (casada de 51 años con
limitaciones funcionales en la columna y extremidades) son usuarios accidentales de
asociaciones a cuyas bolsas de empleo han recurrido para conseguir trabajo. Al margen
del resultado obtenido (positivo en Manuel y negativo en Casilda) se trata de un padre
y una madre de familia que tienen una mentalidad personal de tipo adscriptivo pero que
508
Esta vertiente adscriptiva de la afiliación es subrayada por una obra reciente sobre la Organizacion: “La
ONCE funciona como una empresa, pero es algo más que una empresa. Para el ciego es su casa; es donde comienzan
y terminan sus posibilidades. Es donde se convive. Es en lo que se cree por encima de casi todo. (...) La ONCE
representa para los ciegos la configuración de un Estado dentro de otro Estado. Su organización da contestación a
todas las aspiraciones de sus miembros”. BORNAECHEA, J.I., La organización de los ciegos españoles, Escuela
Libre Editorial, Madrid, 1995, págs. 81-82.
526
están ubicadas en un contexto urbano precario y competitivo donde, aparte la solidaridad
familiar, lo que prima es la lucha por la supervivencia individual-familiar (posición
competitiva). Manuel quiere trabajar en lo que sea para dar de comer a sus hijos y
Casilda persigue conseguir algún ingreso complementario de la pensión de su marido
porque no les llega con los ingresos que tienen. En este marco recurren a las asociaciones
como una vía más para solucionar su problema, sin participar de los planteamientos
normalizadores de tales asociaciones.
527
luchar contra los de arriba, etc., pero sin perfilar alternativas globales a la situación actual. Sirva
de muestra el testimonio de la madre de un joven con discapacidad que participa activamente en
una asociación del sector:
“Yo no solamente miro por mi hijo sino que estoy muy sensibilizada por todo
el colectivo y por las injusticias que se cometen. Las leyes que hay no se
cumplen y al departamento de Bienestar Social lo deberían llamar de ‘malestar
social’, porque hay muchísima gente que trabaja en ese departamento y no hacen
nada, vas tu allí y no te informan de nada, no saben nada, nunca saben nada. (...)
Con que hubiera cuarenta personas que se movilizaran de verdad , la situación
no estaría como está, porque la administración utiliza la ley del desgaste, con el
‘vuelva usted mañana’, para tenernos siempre cogidos. (...) Cuentan siempre con
la impotencia del administrado, con la impotencia y poca unión y la poca
perseverancia del administrado, que no nos unimos y de ahí viene todo. Pero con
constancia podemos conseguir lo que nos propongamos: ¿sabéis el cuento de la
hormiguita y el elefante. Nosotros hemos constituido una asociación y hemos
conseguido algunas cosas, siempre luchando altruistamente, pero estabas ahí
venga, venga y venga” (GD1).
509
Junto al trabajo doméstico, los expertos definen el trabajo comunitario como la donación de trabajo
voluntario en beneficio de la colectividad. Ambos tipos de trabajo forman la “economía gris”. Ver CAPECCHI, V.
y PESCE, A., “Si la diversidad es un valor”, en Debats, Nº 10, 1984, págs. 29-49.
510
En el curso 1996-97 la campaña de prevención en centros de enseñanza de Madrid y Guadalajara inclu-
yó más de 300 conferencias (20.228 alumnos) y la campaña de prevención en cuarteles de la 1ª Región Militar
alrededor de 100 conferencias con asistencia de 22.727 soldados. Ver AESLEME, Memoria, Informe interno de la
Asociación, Madrid, 1997.
528
propios afectados por accidentes medulares -entre ellos muchos profesionales- el eje del
trabajo de la asociación. Tanto esta insistencia en el protagonismo de los afectados como
su orientación hacia los demás (los destinatarios-beneficiarios no son las personas con
discapacidad sino el resto de la sociedad) son rasgos que apuntan a una forma de
asociacionismo emergente.
Por último, contamos con un solo caso cuya forma de vinculación a una asociación
específica del colectivo de sordos incluye rasgos de las cuatro posiciones recogidas en nuestro
cuadro teórico:
• Carlos (casado de 50 años, con sordera total) es socio activo y usuario de una asociación
en la que participa desde hace más de 30 años. La asociación fue para él en su juventud
la principal vía de relación social, formación ocupacional y acceso al empleo que le
compensó de las limitaciones para la inserción que había encontrado con anterioridad en
su familia y en la escuela normal. El lenguaje de signos le abrió la posibilidad de una
comunicación igualitaria con otros sordos creando desde entonces una tupida red de
amistad y apoyo mutuo que ahora trata de hacer extensiva a otras personas afectadas por
el mismo problema. Por una parte, se conjugan elementos de la posición integrada, al
exigir el derecho a la inserción normalizada del colectivo, y de la posición competitiva,
cuando se reclama la necesidad de competir individualmente en el mercado ordinario de
trabajo, con todos los recursos disponibles. Por otra parte, aparecen componentes de
grupalidad tanto adscriptivos (endogrupales de la minoría de los sordos: “divertirse y
comunicarse hablando de sus temas y haciendo fiestas”) como emergentes, al plantear
la gestión colectiva de los asuntos de la asociación por los propios afectados (superando
el esquema elitista de socios-gestores y profesionales) y al vincular sus reivindicaciones
particulares con la emancipación general de todos los sectores marginados en la sociedad
actual:
Recapitulación y balance
Del análisis que venimos haciendo se desprende que el tipo de asociacionismo que
prevalece es el integrado, cuyos rasgos aparecen en mayor o menor medida en 14 de los 15 casos
estudiados511. En segundo lugar hay que destacar la presencia de algún rasgo adscriptivo en 10
de los 15 casos, lo que parece indicar que las funciones propias de esta tipología asociativa
siguen teniendo una notable influencia en la sociedad española actual. En tercer lugar aparece
el asociacionismo competitivo, algunas de cuyas notas distintivas hemos detectado en 8 casos
511
Ya hemos señalado que 3 casos no tienen ningún vínculo con asociaciones específicas de personas con
discapacidad.
529
y, por último, el asociacionismo emergente, sólo reconocible en tres historias de inserción social
(ver representación gráfica contenida en el Esquema 17).
512
Nuestras 18 historias de casos no son una muestra estadística representativa del colectivo de personas
con discapacidad sino, más bien, un elenco de los diferentes tipos de inserción social en los adultos en edad laboral
(al margen de que tales tipos sean más o menos frecuentes en términos cuantitativos). Ver Introducción y Anexo
Metodológico.
513
Si se exceptúa la afiliación a Asociaciones de Padres en los colegios y la participación en las
Comunidades de Vecinos, la proporción de españoles que están afiliados a asociaciones voluntarias se estima en un
10%, que se duplica o triplica en casos específicos como los jóvenes o las personas con discapacidad. Si más allá
de estar afiliado, consideramos el número de personas que participan activamente en las asociaciones, la proporción
resultaría insignificante. Según algunos autores, esta debilidad del tejido social que constituyen las asociaciones no
es casual sino resultado de un “proceso de concentración económica, técnica y financiera” que tiene lugar en todos
los países industriales con democracia formal representativa. Ver GORZ, A., “El movimiento obrero europeo y la
crisis de la democracia representativa”, en FROMM, E. y otros, La sociedad industrial contemporánea, Siglo XXI,
México, 1985, págs. 90-126.
514
“El mecanismo consensual provoco por su propia naturaleza na irrefrenable inclinación al comporta-
miento político no-público. Pactos y acuerdos se ofrecían como resultados de un proceso al que se asistía como mero
espectador”. Ver DEL ÁGUILA, R, y MONTORO, R., El discurso político de la transición española, CIS, Madrid,
530
Los resultados de nuestro análisis, por consiguiente, hay que entenderlos como un intento
de estructurar las diferencias cualitativas que se observan en el sector minoritario de las personas
con discapacidad vinculadas a las asociaciones. El Gráfico 27 recapitula las principales
conclusiones: las filas diferencian los tipos de implicación personal en las asociaciones y las
columnas el grado de influencia que ejercen sobre sus afiliados y usuarios. La combinación de
ambos ejes da lugar a seis modelos empíricos de asociacionismo, que correlacionan
estrechamente con los tipos y grados de discapacidad, a los que aludiremos en último lugar.
Gráfico 27
TIPO DE IMPLICACIÓN PERSONAL EN LAS ASOCIACIONES
Y GRADO DE INFLUENCIA EN LA INSERCIÓN SOCIAL
(Y MODELOS RESULTANTES)
S Los socios activos (fila de arriba del Esquema 17) aparecen en dos asociaciones de
sordos (Carlos y Carmen) que, al utilizar el “lenguaje de signos” como sistema propio
de comunicación, han creado entre sus miembros una densa red de relaciones y
participación, y en otras dos asociaciones de personas con discapacidad física, en un caso
531
(Roberto) debido al carácter cuasiprofesional de sus actividades y en el otro (Marta) al
coincidir con una animadora voluntaria de la asociación.
S Y los usuarios que no son socios (fila inferior) están presentes en todos los casos de
discapacidad psíquica (Miguel, Carolina, Marcos, Raquel y Manuel) y en el cajón de
casos varios con deficiencias poco discapacitantes (Manuel que tiene una deficiencia
visual en un ojo y Casilda, con discapacidad motórica leve).
S Influencia parcial en cuatro casos (columna intermedia), todos ellos afectados por
discapacidades físicas, para quienes su respectiva asociación proporciona servicios
específicos o puntuales que tienen en su vida una importancia sólo relativamente
significativa (cursos de formación esporádicos, servicios de transporte, inscripción en la
bolsa de trabajo, etc.).
S Escasa influencia en tres casos (columna de la derecha), que coinciden con los tres casos
de deficiencias varias que eran usuarios esporádicos o accidentales de las asociaciones.
E) Personas con discapacidad psíquica (retraso mental) que se han acogido a fórmulas de
empleo protegido promovidas por asociaciones. En este caso se trata de usuarios que no
participan activamente en la gestión asociativa y ni siquiera están afiliados (a veces lo
están sus padres). En cambio, la influencia de las asociaciones en los usuarios es muy
importante y configura decisivamente sus coordenadas de inclusión o exclusión social:
532
como plataforma o trampolín para la emancipación laboral y familiar o como repliegue
crónico en instituciones especiales (caso más habitual).
F) Modelo ONCE (ciegos vendedores del cupón). Se trata de personas afiliadas a una macro-
organización en cuya gestión no participan habitualmente pero que tiene una gran
influencia en su forma de inserción social cotidiana: identidad marcada por la institución,
al margen de la competencia social (gracias al monopolio de la venta del cupón),
limitación de las salidas profesionales, prestaciones sociales especificas, etc.
G) Asociaciones de sordos partidarios del sistema de signos. Los dos casos estudiados
remiten a una forma de asociacionismo con notable implicación personal, en cuanto
socios activos, y que tiene mucha influencia en su vida cotidiana: por una parte, se
produce un repliegue protector en los “otros iguales”, en este caso los sordos que se
expresan mediante el lenguaje de signos; por otra parte, se reclama el derecho universal
de las minorías linguísticas a expresarse libremente y superar la discriminación a que eran
sometidos por los idiomas verbales (dominantes) para los que ellos estaban menos
dotados.
-----------
533
17. BALANCE Y PROPUESTAS
Este capítulo sintetiza los análisis que han aparecido a lo largo del presente libro, cuyo
objetivo principal ha sido explorar las trayectorias de inserción social y laboral de las personas
con discapacidad en España. Aunque cualquiera puede extraer directamente las reflexiones y
consecuencias prácticas que considere oportunas, por nuestra parte nos vamos a permitir hacer
algunas propuestas con la intención de contribuir a mejorar las condiciones de vida y de trabajo
del colectivo estudiado.
17.1. Las personas con discapacidad en España. Delimitación del campo de estudio
Esta primera serie de conclusiones ofrece una panorámica inicial del colectivo estudiado,
basada en los cinco primeros capítulos. Se plantean algunos problemas de definición y
cuantificación de las personas afectadas por “discapacidades” y “minusvalías”, recogiendo los
perfiles más destacados de su etiología social y de su incorporación a la sociedad en el período
de edad laboral. También se exponen las principales claves teóricas que han permitido articular
el análisis de la presente investigación.
1.1
El campo de las “discapacidades” es complejo e históricamente relativo. De
ahí la importancia de reflexionar sobre las categorías al uso, que condicionan
nuestra percepción de dicha realidad y las estrategias de intervención.
534
que tienden a excluir a los menos dotados, y por la crisis de las políticas sociales del
Estado del bienestar. Nuestro objeto de estudio se mueve, por tanto, en arenas
movedizas y, aunque hemos tomado como referencia la clasificación de la OMS, tal
sistema es también un producto social, históricamente relativo, discutible y
modificable.
1.2
En la sociedad española existen elevados índices de morbilidad y
siniestralidad que están en el origen de la mayor parte de las discapacidades.
Esto cuestiona los hábitos y estilos de vida de la población y de las
instituciones que son generadores de enfermedades crónicas y accidentes
y plantea la necesidad de una política preventiva más eficaz.
535
pequeñas empresas (subcontratadas por las grandes o sin contratos reglados) y a
ciertos sectores como la construcción, la siderometalurgia, la minería y la pesca. Los
accidentes de tráfico, sin ser tan importantes como los laborales, cuestionan también
unos hábitos de vida y unos sistemas de transporte que dan lugar a niveles de riesgo
elevados.
1.3
Las personas que padecen condiciones de vida y de trabajo precarias
aumentan el riesgo de contraer enfermedades y sufrir accidentes
y disponen de menores recursos para la rehabilitación social y laboral.
Esto implica que hay que tomar más en consideración los “factores
ambientales” desde sus primeras etapas (no sólo en la última fase de las
“minusvalías”) y promover políticas encaminadas a la redistribución de la
renta y a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de toda la población.
Por otra parte, en las disfunciones físicas o sensoriales menos graves y en los
casos límite o “bordeline” de retraso mental, la actitud de las familias varía mucho
según sea su posición social: mientras los bien situados tienden a ocultar, denegar o
compensar sus limitaciones (huyen del estigma de ser considerados “inválidos”), los
de situación precaria pueden considerar una ventaja obtener el certificado de
536
minusvalía a fin de acceder a los recursos y prestaciones correspondientes, hasta el
punto de simular un grado de discapacidad superior al que de hecho tienen
(pseudodeficiencias). Todo esto explica que tanto las encuestas como los registros
oficiales presenten tasas de prevalencia muy polarizadas según la clase social, incluso
en los casos de deficiencias de origen congénito o perinatal (en parte debido a una
sobrevaloración de los casos de discapacidad en los sectores sociales más
precarizados).
Podemos concluir que los factores ambientales (pobreza y nivel cultural de las
familias, condiciones y hábitos de vida poco saludables, siniestralidad del empleo
precario, discriminación en los roles de género, etc.) influyen de manera importante
en la génesis de las discapacidades, en la medida que existe una distribución desigual
de las enfermedades, los accidentes y demás trastornos que, a su vez, están en el
origen de los casos de deficiencia y discapacidad. Parece necesario insistir, por tanto,
en la importancia de promover un reparto más equilibrado de las condiciones de vida
(renta, trabajo y formación) entre las clases sociales, además del equilibrio ya
planteado entre los géneros.
537
Gráfico 28
ESQUEMA CONCEPTUAL DE LOS FACTORES AMBIENTALES
ASOCIADOS AL CAMPO DE LAS DISCAPACIDADES
ö
ö
Enfermedades,
ú ú
accidentes
y otros trastornos ú ú ú
ù Sin
deficiencias
Sin
discapacidades
Sin
minusvalías
ö
y normalidad
funcional
ö
538
1.4
Del total de personas con discapacidad en edad laboral, la mitad de los
varones y un tercio de las mujeres encuentran barreras insuperables
para realizarse en términos de igualdad con las personas de su entorno
(situaciones de “minusvalía” o desventaja social).
De los seis tipos de minusvalía definidos por la OMS, cada persona incluida
en este cómputo sufría un promedio de dos barreras o desventajas, siendo la más
frecuente la minusvalía de ocupación que afectaba al 84% del colectivo con
minusvalías, sin apenas variar esta proporción por sexos o tramos de edad (menores
y mayores de 45 años). Cabe sacar la conclusión de que el motivo fundamental de
fracaso en la integración social normalizada de las personas con discapacidad en
edad laboral es no poder trabajar en las condiciones que se consideran normales en
su medio habitual de vida. A notable distancia aparecen otros dos tipos de minusvalía
estrechamente vinculados al anterior: de insuficiencia económica (39%) y de
integración social (30%) En el primer caso como efecto de no tener ingresos
539
suficientes para vivir con dignidad y en el segundo por sentirse aislado en el seno de
la propia familia. En estos tres tipos de minusvalía, parece claro que una línea de
solución para resolver su sentimiento de exclusión o desventaja social sería encontrar
un trabajo suficientemente remunerado.
1.5
La gestión oficial de las “minusvalías” responde a un modelo superado
de intervención: elude una consideración de los “factores ambientales”,
estigmatiza a los sujetos y los cronifica en la dependencia
de las instituciones.
540
personas. Desde esta clave las limitaciones funcionales derivadas de las deficiencias
no se consideran una anormalidad sino, más bien, una diferencia (como tantas otras
que existen entre las personas) que no tiene por qué impedir una inclusión social
normalizada. Las políticas sociales deberían orientarse en tal caso, no a sancionar la
impotencia y aliviar con ayudas y pensiones vitalicias esa supuesta “incapacidad”
intrínseca de la persona sino a corregir las barreras, prejuicios y otros factores que
tienen como efecto dificultar o impedir su inserción social en términos de inclusión.
Volviendo al concepto de minusvalía propuesto por la OMS, su principal mérito
consiste en superar el tradicional enfoque orgánico-medicalista y poner de relieve la
influencia decisiva de los contextos sociales en los procesos de inclusión o exclusión
de las personas con discapacidad.
1.6
La inserción social se produce diferencialmente, dando lugar
a diversas trayectorias de inclusión/exclusión, que dependen tanto
de las estrategias desplegadas en las biografías individuales
como del papel jugado por las instituciones del contexto social.
541
hijos). En las tres etapas descritas aparece la familia como instancia de referencia de
la inserción social, lo que tiene lugar a lo largo de tres generaciones: la familia de
origen, en la que se produce la “socialización primaria”, la nueva familia establecida
en la etapa adulta, momento en el que tiene lugar la “socialización secundaria”; y las
familias de los hijos que se constituyen en el principal sistema de apoyo, junto con
las pensiones, al llegar la ancianidad. Esta omnipresencia de la institución familiar
significa que para la población en general, y con mayor razón para las personas que
padecen alguna discapacidad, la inserción social es más una cuestión de familia que
un asunto individual, aunque tanto en un caso como en otro se produzcan algunas
excepciones.
1.7
Las personas con discapacidad en edad laboral utilizan diversas vías
para insertarse en la sociedad, pero la mayoría queda excluida
del modelo de emancipación adulta socialmente más valorado:
un hogar independiente con un buen empleo.
542
En el contexto de una sociedad mercantilizada como la nuestra, el trabajo remunerado
es el más valorado y de él depende normalmente el nivel de vida de las familias. El
trabajo doméstico, sin embargo, ocupa más tiempo y se considera necesario para la
reproducción de la sociedad, pero está desprestigiado y desvalorizado en relación al
empleo remunerado. El sistema de prestaciones y pensiones, por último, se asimila
al empleo remunerado en cuanto que permite obtener unos ingresos monetarios -
generalmente escasos- a las personas que han sobrepasado la edad laboral y
excepcionalmente a otros colectivos en situaciones especiales (prestaciones por
desempleo, invalidez laboral, ingresos mínimos de inserción, etc.).
..//..
543
Gráfico 29
PRINCIPALES SISTEMAS DE INSERCIÓN
DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD EN EDAD LABORAL
544
En el sistema de trabajo doméstico se situaban en 1986 seis de cada diez
mujeres con discapacidad (unas 800.000, 30% del colectivo), de las cuales una cuarta
parte permanece en el hogar de sus padres o de otros familiares y tres cuartas partes
se han emancipado de su familia de origen. Una parte de estas mujeres, que no
podemos precisar, tiene o busca empleo remunerado (situación de doble jornada) y
otras -sobre todo viudas y madres de familia con hijos a su cargo- perciben pensiones
de invalidez.
1.8
Existen diversas posiciones ideológicas en torno a las discapacidades
y sus posibilidades de inserción, que configuran diferentes estrategias
y lineas de intervención con los consiguientes efectos prácticos
de inclusión/exclusión social.
545
colectivo. Las cuatro posiciones discursivas están mutuamente interrelacionadas,
dibujando campos de fuerza que se contraponen entre sí:
546
Cuadro 31
POSICIONES IDEOLÓGICAS SOBRE LA INSERCIÓN SOCIAL
DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD
¹ Normalización Autodeterminación ¸
POSICIÓN INTEGRADA POSICIÓN COMPETITIVA
La inserción como derecho ciudadano La inserción como reto personal
Afiliación
Individualismo
La discapacidad es un déficit de normalidad La discapacidad es un obstáculo a superar
que la sociedad debe compensar para abrirse paso en la competencia.
mediante políticas específicas.
de un Estado regulador,
Contexto social Contexto social de un Estado mínimo,
centralizado y prestador de servicios, que garantiza el libre mercado competitivo.
Política social subsidiaria.
como garantía del bienestar social.
que marca a la persona para toda la vida de desventaja social como efecto de los
y la coloca en una posición procesos de desigualdad y exclusión social.
Afiliación
de especial fragilidad y dependencia.
La inclusión social y laboral
La inserción laboral se produce implica un proceso
en espacios acotados o segregados: de emancipación personal-colectiva
economía doméstica, redes locales, y el desarrollo de una economía
centros para crónicos. social autogestionada.
¹ Encuadramiento Disidencia ¸
547
17.2. Trayectorias de inserción social y laboral. Procesos implicados
2.1
En los casos de etiología congénita o infantil, la asunción de la
discapacidad afecta a todo el grupo familiar, que suele movilizar los medios
a su alcance para el tratamiento y la formación del niño afectado.
Los resultados son muy diversos y dependen principalmente
del tipo y grado de discapacidad, el estatus económico y cultural
de la familia y los recursos disponibles en el hábitat respectivo.
548
tratamiento adecuado desde las primeras etapas; el impacto en la dinámica familiar,
que puede reforzar o alterar los roles familiares (en especial el de la madre) y tener
graves efectos en la economía doméstica; y el tratamiento, fundamentalmente
sanitario y educativo (en instituciones públicas o privadas, orientadas a la población
general o “especiales” para personas con discapacidad) y también a través de las redes
asociativas. En todos estos aspectos influyen decisivamente algunos factores, sobre
todo el tipo y grado de discapacidad, el estatus familiar y el hábitat:
• Por tipos de discapacidad, la detección suele ser más tardía en las afecciones
psíquicas leves (casos de retraso mental ligero que se suelen descubrir en la
escuela), pero el mayor impacto en las familias se produce en aquellos casos
de discapacidad más graves e invalidantes, que dificultan en mayor medida
la autonomía del sujeto y lo vuelven más dependiente de la atención familiar;
en cuanto al tratamiento, sus efectos son más eficaces en los casos físicos
leves ya que en ellos las posibilidades de integración normalizada (autonomía
cotidiana, educación en centros ordinarios, etc.) son mayores que en las
afecciones sensoriales y psíquicas.
• El estatus socioeconómico y cultural de las familias juega a favor de las que
disponen de mayores recursos para detectar y abordar las discapacidades con
rapidez y eficacia; además, en las familias de estatus bajo o medio-bajo el
impacto de la discapacidad en la economía doméstica y en los roles familiares
suele ser muy intenso lo que a veces desencadena reacciones de tipo negativo
sobre el hijo afectado.
• El hábitat, por último, influye también en el proceso inicial de detección y
abordaje de la discapacidad, siendo más favorable en las ciudades que en los
pueblos, donde no suele haber servicios especializados ni redes asociativas,
etc. En esta misma línea, encuentran condiciones más ventajosas aquellos
niños cuya socialización se ha producido en espacios geográficos y
coyunturas históricas con un mayor desarrollo socioeconómico y de las
políticas sociales.
549
2.2
Los padres y demás educadores asignan al niño con discapacidad
unos modelos de realización estrechamente vinculados a su posición social
e ideológica, formulando propuestas que van desde la sobreprotección
al apoyo equilibrado y ante las que la persona con discapacidad adopta
una postura conformista-inhibitoria o crítica-luchadora.
En el contexto actual, las posturas conformistas parecen prevalecer
sobre las críticas, si bien se observan cambios generacionales desde la
posición sobreprotectora a las formas de inserción integradas y competitivas.
550
está más presente en segmentos de estatus alto y medio-alto, en deficiencias
psíquicas y sensoriales, en hábitats rurales y urbanos intermedios y en las
mujeres, a las que se tiende a replegar dentro del hogar (menor utilización de
agentes de inserción del sector público en beneficio de los recursos y agentes
del sector privado y de las organizaciones de autoayuda).
3) Apoyo equilibrado: modelo actitudinal construido también desde diversas
claves ideológicas Desde una posición integrada es más frecuente en
segmentos sociales intermedios, en casos de deficiencias físicas y hábitats
macrourbanos o urbanos intermedios (escasa relevancia del factor género y
amplia utilización de los agentes públicos de inserción). Desde la posición
competitiva es más frecuente en segmentos altos y medio-altos, en
deficiencias físicas y hábitats macrourbanos (menor relevancia negativa del
factor género y escasa utilización de recursos públicos en beneficio de y
agentes del sector privado y de las organizaciones de autoayuda). Por último,
la posición emancipatoria es tendencialmente más frecuente en sectores
medios y medios bajos vinculados a redes y organizaciones sociales
comprometidas en procesos de transformación social; aunque en principio no
discriminaría el tipo-grado de discapacidad ni el hábitat, esta posición parece
más frecuente en casos de discapacidad física y hábitat urbano (no relevancia
del factor género).
En las familias con posición integrada, los hijos reproducen las pautas de
asignación paterna en todos los casos estudiados, lo que parece indicar que se trata
de un modelo con notable consistencia en la actual coyuntura de la sociedad española.
No obstante, la aplicación práctica del modelo integrado origina variadas formas de
551
inserción social que oscilan entre la inclusión relativamente satisfactoria de unos
(perspectiva de promoción laboral a partir de empleos protegidos o semiprotegidos,
que se consideran un derecho de los ciudadanos en situación de desventaja) y la
queja por unas situaciones de precariedad de otros (desempleo, trabajo precario en
Centros Ocupacionales, etc.) que se consideran impropias de un Estado social,
responsable del bienestar de los ciudadanos. En estas últimas historias tanto los
padres como los hijos afectados observan con temor el descompromiso social de la
administración en los últimos años y adoptan una actitud defensiva del Estado del
bienestar frente a las tendencias neoliberales.
2.3
Cuando la discapacidad sobreviene en la edad adulta, el sujeto afectado
tiene un papel más activo en los procesos de asunción y asignación
de la discapacidad. Tras una fase depresiva, las estrategias de reinserción
adoptan diversas direcciones que dependen de las posiciones ideológicas
de los implicados y de las condiciones familiares, del hábitat,
del mercado de trabajo y de los recursos de la política social.
Los procesos anteriores tienen lugar diferencialmente según cuáles sean las
percepciones y estrategias adoptadas por los propios afectados y por las personas de
su entorno para hacer frente a la discapacidad. A partir de la exploración realizada,
tales percepciones y estrategias suelen ser adscriptivas e integradas y, en menor
medida, competitivas, siendo habituales las combinaciones y deslizamientos entre las
552
posiciones (no ha aparecido ningún caso caracterizado por una posición
emancipatoria “neta”). En algunas historias analizadas los individuos afectados
reproducen el modelo de inserción asignado por su contexto social, mientras en otros
casos adoptan posiciones diferenciadoras en diversas direcciones.
Al igual que ocurre con las discapacidades congénitas o infantiles, el que los
modelos actitudinales y relacionales se decanten en una u otra dirección, con los
correspondientes efectos de inclusión-exclusión, dependen también del peso de
diversos factores como el tipo y grado de discapacidad, la edad/género del sujeto, los
roles ejercidos antes de la aparición del problema, los recursos asociados al estatus
económico y cultural de la familia, el hábitat y las condiciones del mercado de
trabajo, de la política social y de otros agentes de integración social. Cualquier
propuesta que se oriente a promover la reinserción social y laboral de las personas con
discapacidad sobrevenida tiene que tomar en consideración estos factores.
2.4
Más de un tercio de las personas con discapacidad ocupadas se sitúa en el
sector laboral primario (buenas condiciones de trabajo). Estas trayectorias
“exitosas” son resultado, bien de unas condiciones ambientales favorables,
bien de la tenacidad y aptitudes del sujeto afectado, o de ambas a la vez.
Frente a los problemas de inserción laboral, las posturas oscilan entre
la estrategia individual-competitiva de corte neoliberal, la defensa activa
o pasiva del Estado social y el repliegue en el ámbito familiar-local,
amenazado por una economía cada vez más globalizada.
A partir de las historias analizadas, se puede concluir que las personas con
discapacidad ubicadas en el sector primario presentan internamente una notable
553
diversidad que depende de tres factores: su estatus profesional (en términos de
cualificación y/o poder de gestión), su posición ideológica y su pertenencia a
empresas públicas o privadas. Las diferencias en estos puntos da lugar, al menos, a
las siguientes formas de incardinación laboral, a veces enfrentadas entre sí:
554
propios afectados, sin esperar que las soluciones les vengan desde fuera. Dado que
el acceso al empleo y la promoción laboral se producen cada vez más en un ámbito
de plena competitividad, el planteamiento debe ser educar y cualificar
profesionalmente a las personas con discapacidad siguiendo el modelo del “no
apoyo”, de la preparación para la competencia abierta en el mercado ordinario. En su
versión más depurada (trayectoria 1) se desconfía de las medidas de discriminación
positiva que, en conjunto, se consideran ineficaces y hasta contraproducentes
(fomentan la pasividad de los afectados); sin embargo, en otros casos (trayectorias 2
y 4) se aprovechan los recursos y atajos disponibles para las personas con
discapacidad (públicos y privados) para ganar puntos en la carrera laboral. Un riesgo
que afecta en general a quienes adoptan una estrategia competitiva es su tendencia a
minusvalorar los límites objetivos de su discapacidad, hasta el punto de que tienden
a denegarla y actuar como si no existiera, a fin de no reforzar el estigma; esto les lleva
a veces a realizar esfuerzos extraordinarios para demostrar a los demás la propia
capacidad, lo que a la larga les pasa factura en términos de estrés y rendimiento
funcional (sobre todo en ciertas afecciones más sensibles al sobreesfuerzo físico o
mental).
555
2.5
La mayor parte de las personas con discapacidad ocupadas o que buscan
empleo se encuentra en el sector secundario de mercado de trabajo,
alternando empleos precarios y paro. Salvo aquellos casos en que tales
empleos son un complemento de otros ingresos, se trata de una inserción en
la exclusión de la que quieren salir cuanto antes mediante la promoción
laboral, el empleo protegido y/o las pensiones.
556
se da principalmente cuando el empleo sirve para ampliar los ingresos de la
pensión de invalidez; lo segundo es más frecuente entre mujeres “amas de
casa” que se emplean en ocupaciones a tiempo parcial, poco remuneradas y
con frecuencia irregulares (servicio doméstico, ayudas familiares, etc.) y que
complementan así los ingresos del marido.
2) Empleo en el sector secundario como paso intermedio para llegar a obtener
una ocupación estable y cualificada. La perspectiva en este caso es pasar de
la exclusión a la inclusión laboral, ya sea con una estrategia individual
(formarse y competir con los demás trabajadores para ganar puntos en la
escala laboral) o colectiva. En este último caso se sitúan algunas empresas de
la llamada “economía social” promovidas por las asociaciones de afectados
(como ciertas cooperativas, venta de cupones, etc.); estas empresas suelen
iniciar su actividad en condiciones de mayor o menor precariedad o
sumergimiento con la perspectiva de mejorar en el futuro las condiciones de
trabajo (a veces lo consiguen).
3) Desempleo y/o fracaso laboral en el sector secundario, en tránsito hacia el
empleo protegido o hacia las pensiones. Típica situación de quienes han
desesperado de la posibilidad de acceder a un empleo digno en el mercado
ordinario de trabajo o cuyas experiencias laborales han sido muy negativas
por lo que no esperan otra solución que obtener un empleo protegido o se ven
inducidos, a veces a su pesar, a poner todos los medios para obtener una
pensión no contributiva con el fin de percibir unos ingresos mínimos.
4) Desempleo (encubierto) en el sector secundario bajo el desempeño de otros
roles. Situación en la que se encuentra una importante masa de personas con
discapacidades, especialmente dentro del colectivo de mujeres, que siendo un
amas de casa con responsabilidades de trabajo doméstico quisieran poder
acceder a un trabajo remunerado pero su discapacidad, falta de preparación,
etc. se lo impiden. Estas personas no se incluyen dentro de la “población
activa” pero ello no impide que formen parte del mercado potencial de mano
de obra, que en cualquier momento se pueden sumar a los buscadores activos
de empleo.
2.6
Ante el paro o el empleo precario, las personas con discapacidad
adoptan diversas estrategias que dependen de su posición ideológica,
pero la barrera común a la que todos ellos se enfrentan es la existencia
de un mercado de trabajo polarizado, que tiende a excluir a los más débiles.
Esto plantea la necesidad de poner en cuestión el actual modelo de
organización económica y laboral que resulta desequilibrado y tiene efectos
de exclusión para amplios sectores de población.
557
Desde el punto de vida ideológico, una parte de las personas con discapacidad
situadas en el sector secundario acepta mal que bien su condición en la medida que
asume la “inferioridad” o “minus-capacidad” de su condición (posición adscriptiva);
desde esa óptica la existencia de un trabajo eventual, poco remunerado y, en
definitiva, con un alto grado de explotación, se percibe como una oportunidad que
deben aprovechar y hasta agradecer. Desde la posición integrada se puede ver
positivamente la conciliación de empleos precarios o protegidos con la percepción de
una pensión de invalidez, pero es también frecuente una actitud de queja por la falta
de compromiso y coherencia de la política social (defensores pasivos del Estado de
bienestar). Desde la posición competitiva se puede tener la convicción (¿imaginaria?)
de que es posible superar la provisionalidad actual y llegar a competir con éxito por
un empleo estable. Por último, una minoría propone organizarse directamente por sí
mismos para salir adelante y demostrar que la unión y solidaridad de los afectados es
capaz de sobreponerse a las barreras sociales y a la lógica de exclusión del mercado
competitivo (posición integrada activa con rasgos emancipatorios).
2.7
Las fórmulas más habituales de empleo protegido tienden a cronificar
a las personas con discapacidad en espacios segregados, en lugar de
promoverles hacia el empleo ordinario. Para que esto sea posible,
es necesario transformar las condiciones del mercado de trabajo,
de manera que el acceso al empleo y la realización profesional
sean objetivos viables para todos, no sólo para sectores privilegiados.
558
restringimos el ámbito de la protección a los Centros Ocupacionales y Especiales de
Empleo, éstos representan aproximadamente el 10% de las personas con discapacidad
ocupadas y el 14% si incluimos en el cómputo a los vendedores del cupón pro ciegos.
Sin embargo, en sentido amplio las intervenciones protectoras de la administración,
las asociaciones y la familia representan sin duda la pauta más frecuente de acceso
al empleo de las personas con discapacidad.
559
3) Efecto promoción: casos en que la medida protectora da paso a una mejora de
las condiciones laborales del sujeto y al afianzamiento de sus posibilidades de
promoción en el mercado de trabajo. Dependiendo de las circunstancias de
cada persona, este efecto puede tener lugar en muchas formas de trabajo,
desde obtener una plaza en un Centro Ocupacional (por ejemplo para un
retrasado mental profundo, que muy difícilmente podría acceder al ritmo
laboral del mercado de trabajo abierto) hasta el acceso a un puesto cualificado
gracias a la cuota de reserva del 2%, y todas las gamas laborales intermedias
(empleo con apoyo, Centro Especial de Empleo con perspectivas de acceder
próximamente al mercado ordinario, bonificaciones en las cuotas a la
Seguridad Social, etc.). En todos estos casos, se trata de fórmulas protectoras
que favorecen la inclusión laboral de los afectados y, en esa medida,
contribuyen eficazmente a su promoción personal.
2.8
Los Centros Ocupacionales y Especiales de Empleo son justificados
de diversas maneras de acuerdo con la posición ideológica de los implicados,
con efectos de inclusión-exclusión que difieren en cada caso.
Desde esta inevitable relatividad de los juicios,
el apoyo a la promoción laboral de las personas con discapacidad
debería conjugar la promoción de su formación con el desbloqueo
de las barreras que actualmente presenta el mercado de trabajo español
para los colectivos más frágiles y/o menos competitivos.
560
de conciencia personal y colectiva de los sectores marginados, implicando esto una
crítica de las instituciones normales de producción y consumo, así como la búsqueda
de alternativas en la línea de la economía social.
561
es que la relación (+)rendimiento/(-)costes obtenga el punto de equilibrio que
más beneficie a empresarios y trabajadores.
P Posición emancipatoria: las discapacidades reflejan una relación inadecuada
entre el sujeto y el contexto social que tiende a estigmatizar a aquel como
carencial, deficiente, etc. La solución no estaría en crear centros especiales
sino en reorientar la formación y los centros ordinarios de trabajo de otra
manera, no sólo ni principalmente con el criterio de la rentabilidad sino
tomando en consideración la realización de las personas, asumiendo sus
diferencias, etc.
2.9
La mayoría de las mujeres con discapacidad se realiza en la edad laboral
en el trabajo doméstico. Cuando esto ocurre en contra de la voluntad de la
mujer, que desearía realizarse también en el campo profesional, se produce
una discriminación sexista cuya solución implica un cambio de roles en
ambos géneros: el empleo extradoméstico de la mujer debe venir acompañado
de un retorno equivalente del varón al hogar, a fin de evitar el ritmo agotador
de la “doble jornada”. El reparto del trabajo doméstico y extradoméstico,
ambos a tiempo parcial, contribuiría a un mayor equilibrio dentro del hogar
e, indirectamente, a un mejor reparto del trabajo/renta a escala social.
562
desempeñando esa función, ya sea en el hogar de sus padres, si permanecen solteras,
o en el propio hogar si se han casado. En cambio, los varones no escogen la vía del
trabajo doméstico, salvo casos excepcionales, ni siquiera cuando están en paro o han
decidido vivir de los ingresos que les proporciona una pensión de invalidez. Estamos,
por tanto, ante un caso de discriminación sexista en el acceso al mercado de trabajo
remunerado.
Las mayores barreras que encuentran las mujeres para acceder a un empleo
aumentan o disminuyen dependiendo de su cualificación profesional y del estatus
socioeconómico de su familia. Así mismo, influye de manera importante la coyuntura
económica y el volumen de oferta laboral del enclave donde viven. Por otra parte, la
mayoría de las mujeres que consigue un empleo remunerado tiene que conjugarlo con
las tareas domésticas, lo que da lugar a una variada gama de trayectorias.
563
1) Desde la estrategia adscriptiva las mujeres madres de familia solo recurren
a un empleo externo por estricta necesidad y como apoyo eventual a una crisis
del rol de marido en cuanto “mantenedor económico de la familia”
(situaciones de paro o trabajo precario).
2) Desde la estrategia integrada se producen notables conflictos cuando la mujer
pretende seguir la norma de realizarse a la vez laboralmente y como ama de
casa. El esfuerzo que supone hacerse cargo de ambos planos, sin exigir del
marido un cambio en su respectivo rol, lleva a la mujer a una situación de
estrés y agotamiento físico difíciles de sobrellevar durante mucho tiempo
(tienen que ser “supermujeres”), lo que se acentúa en aquellos casos en los
que la discapacidad implica limitaciones funcionales (sobre todo a medida que
avanzala edad, si son degenerativas). La mujer en esta situación trabaja
demasiadas horas sin que, a pesar de eso, pueda sentirse completa en ninguno
de los dos planos (ama de casa/profesional).
3) Desde la estrategia competitiva la mujer se vuelca en el empleo remunerado,
emulando el modelo competitivo-agresivo del varón y no dudando en
renunciar o en desplazar las tareas domésticas al mercado de servicios
externos (normalmente a otras mujeres, “empleadas de hogar”, de menor
estatus socioeconómico). Esta forma de realización femenina implica
importantes costes y renuncias para la mujer, aparte la necesidad de disponer
de notables aptitudes y recursos personales.
4) Por último, el caso de realización más equilibrada es el correspondiente a la
estrategia emancipatoria, que trata de conjugar con el varón ambos tipos de
trabajo a tiempo parcial, asumiendo una transformación de los tradicionales
roles asignados a cada género, así como un rechazo del modelo competitivo-
consumista. La reducción de la jornada laboral limitará inevitablemente los
ingresos salariales y las posibilidades de promoción profesional en beneficio
de una mayor equilibrio a escala familiar (reparto del trabajo doméstico y
extradoméstico entre el hombre y la mujer) y a escala social (reparto del
empleo y de la renta entre todos los ciudadanos, sin discriminación de género,
clase u otro tipo de diferencias, por ejemplo padecer o no una discapacidad).
2.10
Las pensiones de invalidez llegan al 40% de las personas con discapacidad
en edad laboral, adoptando un carácter fijo en el caso de las pensiones
contributivas, en correspondencia con la rigidez del sistema oficial de gestión
de las minusvalías aplicado en España. Desde el punto de vista laboral, se
prima la cobertura de riesgos del empleo remunerado sobre el trabajo
doméstico, donde se ubica la mayoría de las mujeres, lo que implica una
discriminación sexista poco compatible con la igualdad de derechos.
La gama de situaciones y actitudes en relación a las pensiones es muy
variada, dependiendo de múltiples circunstancias objetivas así como de la
posición ideológica de los perceptores y de sus familias.
564
Estado). Las pensiones contributivas, fruto de haber cotizado previamente como
trabajador, llegan a 730.000 personas entre 16 y 64 años, de ellas el 75% varones; las
no contributivas (incluyendo aquí las ya derogadas de la LISMI y del FAS) cubren
a otras 280.000 personas, de ellas el 65% mujeres. Esta diferencia, vinculada a la
tradicional división de los roles de género (empleo remunerado del varón y trabajo
doméstico en el caso de la mujer) plantea ya de entrada una injusta distribución en
la cobertura de riesgos por invalidez para ambos tipos de trabajo, en detrimento de
las mujeres.
565
(regular o irregular) o en ciertos empleos protegidos (como los invidentes
sobrevenidos que tenían empleo anterior y añaden a la pensión contributiva
lo que obtienen de la venta del cupón).
P Perceptores de pensiones no contributivas, situación asociada al paro ya que
esta modalidad de prestación está condicionada a no haber cotizado
previamente como trabajador y a la imposibilidad de insertarse al mercado
laboral ordinario. En estas condiciones lo más habitual es que la identidad del
sujeto se vincule a valoraciones negativas y estigmatizadas, que refuerzan la
dependencia familiar y a veces obturan otras alternativas de tipo laboral que
pondrían en riesgo la percepción de la pensión. No obstante, existen casos de
discapacidad sobrevenida (por ejemplo amas de casa de familias precarias)
para quienes la percepción de una pensión no contributiva viene a suponer un
complemento paliativo no estigmatizante que contribuye a reforzar su
identidad en el ámbito familiar.
Como hemos recogido detalladamente en los capítulos 13 a 16, las circunstancias del
marco familiar, del mercado de trabajo, de la política social y del movimiento asociativo influyen
en las formas de inserción en la sociedad de las personas con discapacidad. Tales instituciones
no son homogéneas ni estáticas sino que presentan diferencias internas muy acusadas y
566
evolucionan a lo largo del tiempo; por eso, el estudio de los contextos institucionales se ha
realizado en dos direcciones: por una parte, conocer sus características diferenciales en las
trayectorias concretas; por otra, detectar la evolución general de los procesos instituyentes y
destacar aquellas tendencias que pueden influir más positivamente en el equilibrio social y la
integración satisfactoria de los colectivos con problemas de exclusión.
3.1
La familia es la principal institución mediadora entre los sujetos con
discapacidad y los entramados colectivos más amplios. Desde su nacimiento,
si se trata de un caso congénito, o desde cualquier otra etapa de la vida,
en los casos sobrevenidos, los itinerarios individuales se desenvuelven
siempre en relación a un medio familiar como contexto inmediato, aunque
no terminen encerrados en él y reciban otras influencias del exterior.
567
a configurar la personalidad del sujeto afectado, al menos durante su infancia y
primera juventud. Ya sea para reproducir el modelo paterno o para enfrentarse a él,
el niño con discapacidad tiene que mirarse en el espejo de su propia familia e ir
configurando a partir de esa imagen las actitudes y aptitudes que luego desarrollará
con mayor margen de libertad en la vida adulta.
3.2
La solidaridad familiar se entiende de diversas maneras,
de acuerdo con la orientación ideológica de sus miembros.
En el contexto español actual la posición hegemónica del modelo
“orgánico” de familia (Estado de bienestar) está cediendo terreno
ante el modelo “liberal” (estrategias individuales-competitivas
de resolución de problemas) y el “comunitarista” (viejas fórmulas
de cooperación familiar-local-microgrupal); sólo de modo esporádico
aparecen propuestas de cooperación emancipatorias.
El papel jugado por las familias se puede orientar en varias direcciones, dando
lugar a diversas trayectorias de inserción social y laboral, con efectos de
inclusión/exclusión diferentes. El presente estudio ha tratado de profundizar en la
génesis de esas diferencias y, en síntesis, hemos encontrado dos vías de explicación
complementarias: por un lado, la orientación ideológica predominante en los hogares,
que influye en la percepción de la discapacidad y en la forma de abordarla; por otro,
las condiciones objetivas presentes en cada caso (que expondremos en las dos
conclusiones siguientes).
568
P La solidaridad “comunitarista” (posición adscriptiva) recluye al pariente con
discapacidad en el seno de la familia (extensa) y las redes locales que se
convierten en espacio protector y anclaje normativo para sus miembros. La
familia se vuelve una especie de miniestado que vela-dirige el bienestar de sus
miembros, en actitud defensiva hacia una sociedad exterior a la que se mira
con profunda desconfianza (los profesionales y funcionarios públicos serán
considerados como “intrusos” si pretenden interferir en los planteamientos
familiares).
P La solidaridad “orgánica” (posición integrada) otorga a las instituciones
públicas la primacía en la definición, atención y salvaguarda de los derechos
de las personas con discapacidad, dejando a las familias un papel subsidiario
de los servicios y normas establecidos por los funcionarios y expertos del
Estado social. No obstante, tal subsidiariedad puede ser activa (cooperando
en la gestión de los recursos, reclamando derechos, etc.) o pasiva (clientes
consumistas del Estado de bienestar).
P La solidaridad “liberal” (posición competitiva) defiende una forma de
familia flexible y funcional, cuyos lazos ya no se basan en la reciprocidad y
el compromiso mutuo, en aras de un proyecto común, sino en el respeto a la
individualidad de cada uno (individualismo compartido).
P La solidaridad “electiva” admite diversas formas de convivencia primaria
cuyo denominador común es la defensa de la grupalidad, basada en que se
comparten afinidades y valores personales. La pertenencia grupal no anula a
los miembros individuales sino que persigue su realización personal y social,
lo que implica que no haya jerarquías cerradas, que los roles dentro del hogar
sean modificables y que no existan fronteras rígidas entre la familia y el
exterior.
569
posiciones reclaman demandas y expectativas bastante diferentes, al menos como
punto de partida.
3.3
El estatus socio-económico de las familias, en combinación con su posición
ideologica, da lugar a diversas estrategias (individuales o colectivas, activas o
pasivas, etc.) para hacer frente a los problemas derivados de la discapacidad.
570
Además de las anteriores estrategias, hay que aludir a la posición
emancipatoria de nuestro cuadro teórico de la que sólo hemos encontrado
indicaciones sueltas en nuestro recorrido empírico, tanto en familias acomodadas
como en precarias. A veces asoma, entre otros apuntes, una crítica de la lógica del
beneficio que rige la actividad económica y laboral o el elitismo, la corrupción y la
insensibilidad de la clase política que defiende más los intereses de los poderosos que
a los colectivos excluidos.
3.4
Los roles de género han marcado los itinerarios de las personas con
discapacidad con mayor intensidad que a la población general.
Aunque estas diferencias están remitiendo en algunos aspectos,
hay que destacar la acumulación de barreras y discriminaciones en
el caso de la mujer, que tiene que trabajar más que el varón,
con menor reconocimiento social (menosprecio del trabajo doméstico)
e inferior cobertura económica en caso de invalidez o jubilación.
Tanto los resultados de otros estudios que hemos recogido como las historias
de vida analizadas por nosotros coinciden en destacar la influencia del género en los
procesos de socialización primaria y secundaria de las personas con discapacidad.
Como ha venido ocurriendo tradicionalmente con la población en general, al varón
se le orientaba al espacio público (relaciones fuera del hogar, trabajo extradoméstico,
estudios...) y a la mujer a la esfera privada de la familia (tareas domésticas, cuidado
de los hijos y de otros parientes, etc.), lo que daba lugar a trayectorias sociales
diferenciadas en función del género. Actualmente esto está cambiando de forma
acelerada en algunos aspectos, como el acceso de la mujer a los estudios, y más
lentamente en otros, como la participación del varón en las tareas domésticas o el
acceso de la mujer al trabajo remunerado (sobre todo a empleos cualificados del
sector laboral primario).
571
Son varias las propuestas que se derivan de las anteriores consideraciones.
Entre ellas destacamos la importancia de promover una política general de usos del
tiempo más equilibrada entre ambos géneros, de manera que las mujeres tengan
mayor acceso al empleo remunerado y los varones al trabajo doméstico. Así mismo,
parece importante revalorizar las tareas que se realizan dentro de los hogares, tanto
por su valor económico como por su utilidad social y, en consecuencia, asegurar -si
no un salario, como reclaman muchas mujeres- al menos una cobertura económica de
invalidez y jubilación de un monto equivalente al que perciben los trabajadores
asalariados.
3.5
El mercado de trabajo español ha experimentado una profunda
transformación en las últimas décadas, pasando desde un modelo socialmente
regulado (Estado de bienestar a la española) a otro de corte neoliberal donde
prevalece la lógica competitiva transnacional de las grandes empresas
privadas, cuyo eje de actuación es obtener la máxima eficiencia económica al
menor coste posible. En este contexto, los sectores sociales peor situados para
la competencia (entre ellos muchas personas con discapacidad) han salido
perjudicados y las políticas laborales emprendidas para favorecer su
promoción laboral han sido a todas luces insuficientes.
572
de perder el empleo y volver al paro (amenaza de exclusión social), actúa
como factor de contención y disciplinamiento de la fuerza de trabajo.
Este nuevo modelo de mercado de trabajo tiende a marcar las diferencias entre
aquellos candidatos a trabajar que se consideran capacitados y rentables, que acceden
más fácilmente a los puestos de trabajo mejor remunerados, y los menos capacitados
y rentables, para los que quedan los empleos poco remunerados y en peores
condiciones -o ni siquiera eso-. Estos últimos sectores se han expandido
considerablemente como lo atestigua, más allá de las oscilaciones coyunturales, el
incremento de la tasa de paro y el aumento de las modalidades de contratación
temporal de las últimas décadas.
573
3.6
De los agentes sociales que más influyen en la política laboral, el Estado
tiende a ceder protagonismo en beneficio de los implicados más directos
(empresarios y trabajadores). En cuanto a los primeros, son las élites
económicas y financieras transnacionales las que marcan la pauta,
defendiendo la máxima rentabilización de la fuerza de trabajo en el marco de
una economía competitiva y globalizada. Los sindicatos y los trabajadores en
general se resisten a este proceso que perjudica sobre todo a los sectores más
débiles, pero lo hacen desde posiciones pasivas-resignadas y sin plantear
propuestas globales de transformación a largo plazo.
Por su parte, los sindicatos muestran en general una cierta oposición resignada
y conformista ante el avance de la desregulación y polarización laboral, con
consecuencias negativas para los segmentos menos cualificados y defienden el papel
fundamental que debe cumplir el Estado, como árbitro mediador que evite la plena
implantación de la lógica mercantilista neoliberal.
574
Entre las propuestas que cabe deducir, y asumiendo la relatividad de nuestros
planteamientos, estimamos necesario que la administración pública se implique más
activamente en evitar los efectos de desigualdad y exclusión (como el paro y la
precariedad laboral, que afectan a una gran parte de los trabajadores) que se derivan
del “libre“ mercado de trabajo, introduciendo y haciendo cumplir aquellas medidas
que aseguren el ejercicio de los derechos ciudadanos básicos (entre ellos, el trabajo
y un nivel de vida digno) a todos los ciudadanos. Por otra parte, si tenemos en cuenta
al prepotencia que actualmente tiene el sector empresarial (sobre todo las grandes
organizaciones y empresas transnacionales) sobre la actividad económica y laboral
-a nivel nacional y mundial-, cabe formular la consideración de que sería importante
reforzar la capacidad de sindicación y convergencia de los trabajadores y de las
personas afectadas por problemas de exclusión social y laboral (entre ellas, muchas
personas con discapacidad) a fin de hacerse fuertes en la defensa de sus derechos
económicos, sociales y políticos.
3.7
Para la mayoría de las personas con discapacidad en edad laboral,
el acceso al sector primario del mercado de trabajo ordinario
se presenta como una barrera casi infranqueable que les impide
ejercer con dignidad su derecho al trabajo y, en consecuencia,
obtener autonomía económica y el oportuno reconocimiento social.
575
plazas de reserva) o utilizar como argumento ante las empresas sus ventajas fiscales,
lo que facilita su colocación.
En algunos casos, que parecen más bien excepcionales, hay personas con
discapacidad que se sobreponen a las condiciones desfavorables del ambiente en que
se desenvuelven, gracias a su tenacidad y esfuerzo, y son capaces de desplegar
trayectorias de cualificación y promoción laboral inesperadas, a veces desarrolladas
de manera individual y otras en conexión con personas que se encuentran en la misma
situación (asociaciones de afectados). Como ya hemos visto, esto último puede dar
lugar a diversas fórmulas de organización laboral que pueden ir desde la economía
social al corporatismo mercantil, pasando por la vía intermedia de facilitar a los
asociados una colocación en el mercado ordinario del entorno que les permita
armonizar sus expectativas laborales con las demandas empresariales.
576
3.8
Las políticas sociales que inciden en el campo de las discapacidades
son herederas de diversas tradiciones clínicas y jurídicas que se
superponen entre sí y dan lugar a ambivalencias y contradicciones
en los ámbitos sanitario, educativo y de prestaciones económicas.
Por otra parte, el enfoque global, integrador y descentralizado,
que ha presidido en España los últimos desarrollos legislativos,
se enfrenta a otras tendencias sociales que defienden la competitividad
y polarización social, la defensa de los intereses particulares
o la estigmatización de los “diferentes”.
Los tres enfoques aludidos impregnan en diversas dosis el papel jugado por
las medidas políticas que influyen en las personas con discapacidad. Y si bien en el
caso español la legislación ha dado pasos importantes hacia el tercer enfoque (Ley de
Integración Social del Minusválido de 1982, paulatina descentralización autonómica
y local de muchas competencias para aproximar los servicios a los ciudadanos,
reciente Plan de Acción para las Personas con Discapacidad de 1997, etc.), tanto las
medidas políticas concretas como los discursos y prácticas cotidianas de los agentes
mediadores y de las personas con discapacidad y sus familias están atravesados por
rasgos de los tres enfoques descritos.
577
primera base de recursos para reincorporarse activamente a la sociedad, tienen a veces
el efecto perverso de pasivizar a los sujetos y cronificarles en la dependencia y el
clientelismo de las instituciones (actitud “pensionista”).
3.9
El papel del Estado social, como principal responsable de la integración
de las personas con discapacidad, está siendo cuestionado en parte
por un nuevo discurso político que vuelve a poner el peso
de la atención en las familias y en la iniciativa social, a través del
llamado “tercer sector”, desimplicando a la administración pública
de sus responsabilidades ante los ciudadanos.
El debate social sobre las políticas hacia las personas con discapacidad ya no
se centra sólo en la orientación general de las intervenciones, según los tres enfoques
antes aludidos (etiquetador, adaptador e integrador), sino que incluye también -y
quizá principalmente- una consideración expresa acerca de quienes deben ser los
agentes encargados de implementar tales medidas.
578
Las medidas públicas de discriminación positiva, que inspiraron las directrices
del Estado social, comprometido en la aplicación universal de los derechos sociales,
dan paso ahora en amplios sectores de opinión a la defensa de la igualdad de
oportunidades y la libre concurrencia entre los individuos, con resultados
ambivalentes ya que, si bien persiguen superar las barreras y prejuicios que padecen
ciertos colectivos (lucha contra la exclusión), por otro lado pretenden abandonar o
reducir al mínimo las políticas de apoyo o discriminación positiva que ahora se
califican de “proteccionistas” porque obstruyen la competencia mercantil.
3.10
Los agentes mediadores de la política social orientan su intervención
de acuerdo con su correspondiente posición ideológica,
que se ve tamizada y en parte neutralizada por su actitud
de tipo burocrático, en cuanto administradores de recursos (sanitarios,
educativos, laborales, etc.) diseñados desde otras instancias.
Desde el punto de vista ideológico los agentes adoptan diversas posturas que
podemos enmarcar en las cuatro posiciones de nuestro cuadro teórico. Estas
posiciones no aparecen habitualmente de forma lineal sino combinada, dando lugar
a mezclas discursivas con frecuentes tensiones internas:
579
lógica del mercado competitivo (que atenaza a las personas “frágiles”) o las
propuestas utópicas de los radicales.
• Posición competitiva: sólo la inserción en el mercado laboral posibilita una
integración real de las personas con discapacidad. Por ello, es necesario
prepararlas para competir con los demás y eliminar aquellas barreras y
prejuicios que se oponen a su incorporación en la sociedad. En este sentido,
se critica tanto la sobreprotección familiar como aquellas políticas de
discriminación positiva que tienden a pasivizar a los sujetos.
• Posición emancipatoria: para que sea posible la inserción social de las
personas con discapacidad, se considera necesario promover un nuevo sistema
de valores, basado en la solidaridad, y una transformación de la acción
política, al servicio de los ciudadanos y no de las empresas. Desde este
planteamiento se critica el papel jugado por el Estado, que sería cómplice de
los intereses empresariales, y la actitud clientelista de la mayoría de las
familias, que consumen vorazmente los servicios públicos y privados pero no
adoptan una posición independiente y crítica hacia las instituciones
generadoras de exclusión.
Entre las propuestas que cabe hacer en relación a los agentes mediadores de
la política social, parece conveniente, por una parte, reforzar su estatus laboral y
profesional, dando más consistencia a su formación específica y, por otra parte,
favorecer su vinculación con los afectados, dando a éstos mayor protagonismo en los
procesos de atención y seguimiento (ya sea a los pacientes-usuarios a nivel individual
o a través de sus asociaciones).
3.11
Las políticas sociales específicas tienen efectos importantes en los sujetos
sobre los que operan: definen el tipo y grado de “minusvalía”, dan acceso a
determinados recursos y confieren una cierta identidad social.
Este proceso se lleva a cabo con una notable asimetría o relación transitiva y
rígida entre la administración -papel activo- y los afectados -papel pasivo-,
lo que no impide que estos últimos tengan márgenes de maniobra y se
vinculen a las instituciones de política social de diversas maneras,
dependiendo de su posición social e ideológica.
580
“etiquetar”, a través de los agentes profesionales, su situación o estado de
discapacidad. Esto, a su vez, les proporciona un plus de identidad social -cuyo peso
varía según los casos- y les hace acreedores de determinados recursos. Por ejemplo,
registrar un coeficiente intelectual entre 35 y 49 puntos en un test de inteligencia
define a un candidato como “retrasado mental (medio)”; si el tribunal le otorga un
grado de minusvalía superior al 35% podrá acceder a un Centro Especial de Empleo,
pero sólo podrá disponer de una pensión no contributiva si el puntaje es superior al
65%, y se le otorgará un suplemento importante si supera el 75%, etc. Las decisiones
administrativas tienen por regla general carácter estable (son como sentencias
judiciales aunque, como éstas, también pueden recurrirse pasado cierto tiempo) y
contribuyen a configurar la identidad social del sujeto que, a su vez, se vuelve objeto
de intervención para los profesionales e instituciones correspondientes.
581
donde ambas partes entran en un proceso activo de intercambio con vistas a un fin
que no puede ser otro que la capacidad de autonomía del sujeto y, por tanto, la no
dependencia institucional. Esta prevalencia del componente transitivo/pasivizador en
las políticas sociales vigentes se manifiesta incluso literalmente en algunas etiquetas,
como “minus-válidos” o “im-pedidos” (etimológicamente “incapaces de dirigirse
hacia una meta”) que tienden a reforzar la ideología y la práctica de la dependencia
-acrítica e inmóvil- de las personas afectadas por limitaciones funcionales. Aunque
es muy probable que ningún departamento estatal o autonómico quiera pasar por
“benefactor” o “asistencial”, la rutina administrativa tiende espontáneamente en la
mayoría de los casos a asignar las ayudas tipificadas a partir de un baremo establecido
con carácter indefinido, en lugar de plantear una ayuda orientada a detectar y poner
término a aquellas desventajas sociales que convierten la discapacidad en minusvalía.
Por otra parte, los propios destinatarios modulan la influencia de las políticas
sociales de acuerdo a su posición social. La gestión de las discapacidades y
minusvalías arranca de lugares comunes (la legislación, en principio, es igual para
todos) pero, como nos muestran vivamente los relatos particulares, el curso vital de
cada persona no se pliega, al menos sin huella, a las formas de etiquetado y
regulación. Algunos simplemente eluden ser registrados; otros, en el extremo
contrario, juegan con las normas y tratan de conducirlas de acuerdo con sus intereses
(incluyendo la picaresca correspondiente ante los tribunales, la ocultación de
información, etc.); y en todos los casos la relación con las normas es mediatizada por
múltiples circunstancias (hábitat, estatus económico, tipo y grado de discapacidad,
edad y género, etc.) y por la orientación estratégica de cada sujeto (actitudes y
aptitudes con las que se enfrenta a su situación de discapacidad), tal y como hemos
visto anteriormente.
582
con el utilizado por la O.M.S. Del mismo modo, habría que
consensuar un concepto genéral para referirse al conjunto de las tres
sencuencias “deficiencia º discapacidad º minusvalía” a fin de
evitar la equivocidad actual que tanto en español como en inglés tiene
el concepto “discapacidad”.
3.12
Dos tercios de las personas con discapacidad no participan en las
asociaciones del sector, a veces pera evitar el estigma social de la
“minusvalía”. En otros casos no se participa por falta de información
o debido a la escasa cultura participativa existente en España.
La mayor parte de las personas con discapacidad (dos tercios según varias
encuestas) no participa ni utiliza los servicios de las asociaciones de afectados. Ello
se debe a veces al expreso deseo de evitar entrar en el círculo de los designados
socialmente como “minusválidos” y otras veces a no disponer de información o
contactos con aquellas asociaciones que les podrían interesar. La primera situación
es más frecuente en personas con deficiencias poco discapacitantes o elevada
cualificación profesional a quienes les resultan suficientes las vías y estrategias
“normales” de inserción social y laboral (si se asocian, lo hacen en organizaciones de
la población general). La segunda situación es más propia de áreas rurales y familias
de bajo nivel económico y cultural, que se encuentran con más dificultades para
conectar con las asociaciones.
583
3.13
El modelo ideológico de asociacionismo integrado prevalece
y hace de puente entre los modelos adscriptivo y competitivo,
mientras apenas aparecen rasgos de asociacionismo emancipatorio.
584
al intercambio y convergencia estratégica entre las asociaciones, a fin de constituir
movimientos sociales alternativos con propuestas globales de transformación social.
3.14
El grado de implicación en las asociaciones varía mucho
de unos casos a otros, lo que da lugar a diversos modelos prácticos
de asociacionismo con efectos sociales diferentes.
Gráfico 30
FORMAS DE VINCULACIÓN ASOCIATIVA
SEGÚN NIVEL DE IMPLICACIÓN Y GRADO DE INFLUENCIA
585
Si cruzamos los niveles de implicación con los grados de influencia, aparecen
seis formas concretas de vinculación asociativa que dependen en gran parte del tipo
de discapacidad y que recogemos en el Gráfico 30. La columna de la izquierda
(“mucha influencia”) da lugar a cuatro formas de vinculación:
586
4) las asociaciones son su lugar de trabajo, caso reiterado en las trayectorias
estudiadas de personas con discapacidad psíquica (retraso mental) que
trabajan en Centros Ocupacionales y Especiales de Empleo. Son usuarios que
no participan activamente en la gestión de la asociación o ni siquiera están
afiliados (a veces lo están sus padres) pero sobre quienes la acción asociativa
-a través de esos centros de trabajo- configura decisivamente sus coordenadas
de inclusión o exclusión social, ya sea como plataforma o trampolín para la
emancipación laboral y familiar o como repliegue crónico en instituciones
especiales.
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587
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603
ÍNDICE DE TABLAS
Página
Página
604
Tabla 22. Categoría laboral de las personas con discapacidad con trabajo remunerado,
por sexos y tipos de deficiencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
Tabla 23. Categoría laboral de las personas con discapacidad ocupadas, según que
padezcan minusvalía o no y comparación con la población ocupada
española . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102
Tabla 24. Personas con discapacidad en Centros Ocupacionales por comunidades
autónomas (1996) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
Tabla 25. Personas con discapacidad en Centros Especiales de Empleo por
comunidades autónomas en 1995 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 108
Tabla 26. Vendedores del cupón de la ONCE por comunidades autónomas . . . . . . . . . . . 111
Tabla 27. Contratos registrados por el INEM a demandantes de empleo con
minusvalía en 1995 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
Tabla 28. Nivel de estudios de las personas con discapacidad (6-64 años) . . . . . . . . . . . . 125
Tabla 29. Pensiones de invalidez por sexos y tramos de edad (15-64 años) y
prevalencia de cada tipo en la población española . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Tabla 30. Número de empresas por volumen de asalariados y sectores económicos
entre 1990 y 1995 (totales y porcentajes) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 411
Tabla 31. Conjunto de empresas de la economía social.
(Principales magnitudes, 1990) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 412
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605
ÍNDICE DE GRÁFICOS
Página
606
Página
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607
ÍNDICE DE CUADROS
Página
Cuadro 1. Modelos históricos en el tratamiento de las deficiencias. (Inspirado en
A.L. Aguado) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20
Cuadro 2. Esquema conceptual para clasificar las enfermedades y sus efectos
(Organización Mundial de la Salud) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Cuadro 3. Clasificación de la OMS de las deficiencias, discapacidades y minusvalías.
(Versión simplificada del Instituto Nacional de Estadística) . . . . . . . . . . . . . . . 27
Cuadro 4. Comparación de las categorías utilizadas por la OMS y el sistema oficial
español para establecer la minusvalía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Cuadro 5. Códigos de deficiencia, diagnóstico y etiología para valorar las situaciones
de minusvalía. (Sistema aplicado en España desde 1992) . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
Cuadro 6. Estudios sobre inserción socio-laboral de personas con discapacidad . . . . . . . . 40
Cuadro 7. La inserción como proceso individual y social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139
Cuadro 8. Posiciones discursivas sobre la inserción social de las personas con
discapacidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 160
Cuadro 9. Diseño de las 18 historias de vida social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194
Cuadro 10. Entrevistas a agentes próximos más influyentes en las historias
de vida social . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
Cuadro 11. Diseño de los grupos de discusión, grupos focalizados y
grupos de contraste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199
Cuadro 12. Instituciones y centros de documentación consultados para el estudio
de los contextos institucionales próximos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 202
Cuadro 13. Asunción y asignación de la discapacidad: efectos derivados . . . . . . . . . . . . . 205
Cuadro 14. Asunción y asignación en la discapacidad congénito-infantil . . . . . . . . . . . . . 206
Cuadro 15. Tratamiento en la discapacidad congénito-infantil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 219
Cuadro 16. Asunción de la discapacidad: casos sobrevenidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240
Cuadro 17. Tratamiento de la discapacidad: casos sobrevenidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 249
Cuadro 17'.Tipología de modelos de asunción y asignación de la discapacidad.
I. Integración desde un contexto de exclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 270
Cuadro 18. Tipología de modelos de asunción y asignación de la discapacidad.
II. Integración desde un contexto de inclusión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 271
Cuadro 19. Tipología de modelos de asunción y asignación de la discapacidad.
III. Integración desde un contexto de inclusión ventajosa . . . . . . . . . . . . . . . . 272
Cuadro 20. Tipología de modelos de asunción y asignación de la discapacidad.
IV. Integración desde un contexto de inclusión alternativo . . . . . . . . . . . . . . 273
Cuadro 21. Inserción laboral de las personas con discapacidad en el sector primario
del mercado ordinario de trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Cuadro 22. Diferentes trayectorias de inserción en el sector secundario . . . . . . . . . . . . . . 287
Cuadro 23. Supuestos e implicaciones del trabajo protegido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
Cuadro 24. Diversos escenarios de los Centros de Trabajo Protegidos según la posición
Ideológica de los actores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 325
Cuadro 25. Inserción laboral de las mujeres: entre el trabajo doméstico y el empleo
remunerado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 330
608
Página
Cuadro 26. Efectos tendenciales del empleo y las pensiones en las personas con
discapacidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 342
Cuadro 27. Orientación ideológica de las familias según posiciones de partida
y tendencias de cambio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 394
Cuadro 28. Mercado de trabajo en los tres hábitats estudiados . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 414
Cuadro 29. Posiciones discursivas de los agentes de inserción social . . . . . . . . . . . . . . . . 481
Cuadro 30. Incidencia de las políticas sociales en las trayectorias personales . . . . . . . . . 492
Cuadro 31. Posiciones ideológicas sobre la inserción social de las personas
con discapacidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 547
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609
ÍNDICE DE ESQUEMAS
Página
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610
ANEXO Nº 1
RELACIÓN DE PERSONAS CONSULTADAS
PARA EL ESTUDIO DE LOS CONTEXTOS GENERALES
1) Demetrio Casado y Manuel García Viso, Real Patronato de Prevención y de Atención a
Personas con Minusvalía.
2) José María García y Nicolás García, Área de Desarrollo y Evaluación de la LISMI,
IMSERSO.
3) Rosalía Guntín, Estructura de Apoyo Horizon, IMSERSO.
4) Trinidad Manzano, Área de Cooperación Institucional, IMSERSO.
5) Sacramento Mozas, Servicio adjunto a la Dirección General, IMSERSO.
6) Mercedes González, Área de Valoración, IMSERSO.
7) Emma Rubí, Área de Prestaciones Económicas, IMSERSO.
8) Justino ..., Servicio de Ordenación de la Educación Especial, Ministerio de Educación
y Cultura.
9) Adonina Calzón Vidal, Observatorio Ocupacional, INEM.
10) Luis Lobón, Gabinete Técnico de la Secretaría de Estado de la Seguridad Social.
11) Charo Borda, Angels García y Mai Molins, Instituto Municipal de Disminuidos,
Ayuntamiento de Barcelona.
12) María Luisa Aparicio, Centro Base de Atención al Minusválido (Córdoba).
13) Alejandro Vicario, Servicio de Gestión de Servicios Sociales (Córdoba).
14) Antonio López, Observatorio Ocupacional del INEM (Córdoba).
15) Francisco J. Fernández, Dirección Provincial de Trabajo y Asuntos Sociales (Córdoba).
16) Manuel López, Delegación Provincial de Educación (Córdoba).
17) Soledad Jiménez, Instituto Andaluz de Servicios Sociales (Sevilla).
18) Juan Durán, Delegación de Bienestar Social (Guadalajara).
19) Antonio Giménez, Consejo Económico y Social (CES).
20) José María Fernández de Villalta, Departamento sobre Discapacidad, FUNDESCO.
21) Genisa Prat y Jordi Pascual, Desarrollo Comunitario (Barcelona).
22) Montserrat Domenech y Gloria Canals, Proyecto Aura (Barcelona).
23) Carmen Garrido, Fundación La Caixa (Barcelona).
24) Joaquín Bonaventura, Confederación Coordinadora Estatal de Minusválidos Físicos de
España (COCEMFE) y Fundación ONCE.
25) Emilio Sáez, Confederación Coordinadora Estatal de Minusválidos Físicos de España
(COCEMFE).
26) Ferrán Bellver, Asociación Española de Empleo con Apoyo.
27) José Ricardo Gayol. Organización Nacional de ciegos de España (ONCE).
28) Paulino Azúa y Amparo Ferrer, Confederación Española de Federaciones y Asociaciones
para Personas Deficientes Mentales (FEAPS).
29) Encarnación Martín y Emilio Grande, Federación ECOM (Barcelona).
30) Antonio Martínez y Manuel Martínez, Federación de Sordos de Cataluña (FECOSA).
31) Mar Cogollos y José María Arocena, Asociación Estudio Médula Espinal (Madrid).
32) Federico Alonso, PROMI (Córdoba).
33) Antonio Higueras, FPAMF (Córdoba).
34) Antonio Hermoso, FPAMF (Córdoba).
35) José Gálvez, ONCE (Córdoba).
36) Pedro Pascual, empresa INMARK (Madrid).
37) Blanca Villate y Juan Blanco, Comisiones Obreras.
38) Responsable de Política Institucional, Unión General de Trabajadores.
39) Carlos Rodríguez, Facultad de Econónicas, Universidad Complutense (Madrid).
611
40) Presidente de la Federación del Calzado de España.
41) Montserrat Rodriguez, Departamento de Formación de ADECCO.
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612
ANEXO Nº 3
RELACIÓN DE PERSONAS CONSULTADAS
PARA EL ESTUDIO DE LOS CONTEXTOS GENERALES
GD1
Padres y madres de jóvenes con discapacidad
GD2
Personas con discapacidad en el mercado secundario y el paro
GD3
Agentes de inserción laboral de personas con discapacidad
1) Mitad varones y mitad mujeres de diversos tramos entre 25-45 años. Alguno con discapacidad.
De diversos puntos de Barcelona y su área metropolitana.
2) Experiencia directa en la promoción laboral de personas con discapacidad desde Asociaciones
de afectados y O.N.G. (4-5), la administración (3-4) y la iniciativa privada (2-3).
3) Experiencia en diversos tipos de deficiencia: psíquica, física, sensorial.
4) Diversos sistemas de promoción laboral: empleo protegido, empleo con apoyo, empresas de
contratación temporal, etc.
GD4
Empresarios y encargados de personal
de grandes y medianas empresas
657
Grupos aplicados en Córdoba
GD5
Personas con discapacidad ocupadas en el sector primario
del mercado de trabajo
1) 5 varones y 5 mujeres, de varios tramos de edad entre 25-45 años. Mayoría con deficiencias
sensoriales y físicas ligeras (mayoría sin certificado de minusvalía).
2) Mayoría trabajadores cualificados de los servicios y la industria; minoría autónomos bien
situados, profesionales liberales y técnicos superiores de empresas.
3) Mayoría de extracción social media y media-alta; minoría de extracción media-baja que ha
subido de estatus a base de esfuerzo.
4) Mayoría con formación , minoría estudios medios o superiores.
5) La mayoría no se relaciona con asociaciones de afectados.
GD6
Empresarios y encargados de personal
de pequeñas y medianas empresas
GD7
Trabajadores sin discapacidad del sector secundario
(varios en relación directa con personas con discapacidad)
GD8
Agentes de socialización de personas con discapacidad
658
Grupos aplicados en Guadalajara
GD9
Trabajadoras domésticas con discapacidad, en hogar propio
1) 7-8 casadas, la mayoría con hijos; 2-3 viudas, alguna con hijos a su cargo. Varios tramos de
edad entre 35-55 años.
2) 5-6 discapacidad física y 4-5 sensorial. Mayoría grados leves, mitad de origen congénito o
infantil, mitad sobrevenido después de los 15 años..
3) 3-4 desearían trabajo extradoméstico remunerado pero no lo buscan; 3-4 buscan activamente
empleo; 2-3 tienen empleo extradoméstico además de atender el hogar.
4) Extracción social media-baja y baja.
5) La mayoría no se relaciona con asociaciones de afectados.
GD10
Familiares de varones con discapacidad
que perciben pensión de invalidez total o parcial
1) Mayoría mujeres entre 40-64 años. Esposas amas de casa, minoría hermanas y otros familiares
de la misma cohorte generacional que los pensionistas (mayoría pensión contributiva de
invalidez total, sobrevenida a partir de los 40 años por alguna enfermedad o accidente).
2) Previamente los maridos había trabajado en el campo y en diversas actividades de otros
sectores laborales. Algunos todavía trabajan, además de cobrar la pensión.
3) No participan en asociaciones.
4) La mayoría no se relaciona con asociaciones de afectados.
GD11
Empleadores
de pequeñas y medianas empresas
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659