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alfabetizaciones en el mundo
contemporáneo.
Módulo 0 - Sobre el mito de la
obsolescencia.1. Presentación
La experiencia de hacer escuela por otros medios permitió visibilizar
algunos interrogantes sobre el dispositivo escolar que ya estaban ahí,
que ya eran urgentes, pero que se renovaron frente a la imposibilidad
de habitar juntos los edificios escolares. ¿Qué hace escuela a una
escuela? ¿Cuál es el lugar de las paredes, de los rituales, de las
prácticas, de los modos de conocer? ¿Qué pasa cuando el escenario son
las redes (de dispositivos, de personas)?
Estas son las preguntas iniciales que nos haremos en el módulo, a partir
de un debate que aborde la escuela y las escuelas desde su diversidad,
pero también desde el proyecto político y pedagógico, que le da sentido
como conjunto de prácticas que pueden ser renovadas. Abordaremos,
entonces, la escuela y la cultura digital como un diálogo que ya tiene
cuatro décadas y que se ha resuelto de distintos modos en distintos
momentos, sabiendo que aquí la idea no es tanto proponer un nuevo
modelo de inclusión (tecnológico o curricular), sino invitar a los y las
docentes a participar de las discusiones alrededor de la cultura digital y
cómo esta tensiona –tensionó, particularmente, durante la primera parte
del año– supuestos bien arraigados en cada uno de los que hacemos
escuelas. Para avanzar en esa discusión, invitamos a pensar de qué
manera fueron interpeladas nuestras propias prácticas durante el APSO
y cómo se reformularon, o no, aquellos prejuicios.
Al mismo tiempo, uno de los discursos que ha permeado en la escuela
(y en el currículum escolar) es la idea de que leer y escribir con palabras
(escritas y orales) ya no es suficiente para poder participar de una
esfera pública crecientemente virtualizada. Irrumpe entonces la idea de
las alfabetizaciones múltiples, que es digital o en medios, pero también
vial, científica, artística y muchos nombres más. Se interroga así la
matriz letrada de la escuela y su insistencia en la lectoescritura como la
única alfabetización posible. Más aún ¿qué pasa con esa matriz cuando
incorporamos el pensamiento computacional y/o algorítmico?
Sin embargo, es importante señalar que muchas de las respuestas más
comunes a estas preguntas suelen partir de un diagnóstico que no
cuestionan: que la escuela está obsoleta, que es una máquina moderna
que ya no se ajusta a las demandas sociales y los intereses de los y las
más jóvenes. Por eso, proponemos un recorrido que comienza no por el
principio, sino con un paso anterior, un Módulo 0 que pone en cuestión,
precisamente, esta premisa.
A partir de allí, de problematizar a quién le sirve decir que la escuela
está vieja y posicionarnos como educadores en un lugar mejor,
avanzaremos en pensar la cuestión de las nuevas alfabetizaciones como
un modo escolar posible de entrar a la discusión sobre las supuestas
tensiones entre cultura escolar y cultura digital y el lugar posible en el
currículum como campo de definiciones éticas y políticas. Finalmente, en
los últimos tres módulos, recorreremos tres modos de esas nuevas
alfabetizaciones, también desde su problematización: la lectura y la
escritura en tiempos digitales, la alfabetización visual y el pensamiento
algorítmico o computacional.
Esperamos que disfruten el recorrido, que los invita a pensarse como
protagonistas del hacer escuela en el mundo contemporáneo.
2. Introducción
Pensar el tema de las nuevas alfabetizaciones en la escuela es pensar
también la ¿tensión? entre cultura escolar y cultura digital. En esta
propuesta formativa nos proponemos hacerlo desde un lugar reflexivo,
que invite a pensar el rol docente en este entre ambos mundos que
inevitablemente habitamos. Y también, a poner el foco sobre cómo las
grandes discusiones teóricas al respecto se hacen presentes en las
aulas, en las escuelas y en las formas de vincularnos con el saber, con
los otros, con el mundo y con nosotros y nosotras mismas. Se trata de
un ejercicio que supone buscar cómo lo grande y lo chiquito entran en
diálogo, y hacerlo juntos y juntas.
No es una tarea fácil y entendemos que el mejor punto de partida es
interrogarlo todo, incluso, aquello que se da por sentado. Esto es,
precisamente, lo que nos convoca: desentrañar aquellos supuestos que
organizan la cancha cuando se plantea el debate y la reflexión sobre el
vínculo complejo entre la escuela como dispositivo masivo de enseñanza
y la cultura digital como ese afuera nuevo, complejo y desafiante.
Algunas de estas preguntas las sostendremos a lo largo de toda la
propuesta, como aquella que le pone signos de interrogación a la
palabra “tensión” en el comienzo de este apartado: ¿es realmente una
tensión lo que describe la relación entre cultura escolar y cultura digital?
¿O podemos pensar más bien en diálogos y préstamos? Otras cuestiones
las abordaremos inmediatamente.
Es el caso de una premisa que aparece implícita en muchos análisis
sobre el diálogo entre cultura escolar y cultura digital, una premisa que
no siempre se discute: la obsolescencia de la escuela. Según estas
conceptualizaciones, lo que pone en evidencia la emergencia de la
cultura digital y conectada es lo vetusta y oxidada que está la escuela,
como proyecto típicamente moderno. La escuela aparece en estas
descripciones como una institución cerrada, creada para la instrucción y
moralización de las infancias; un dispositivo de disciplinamiento de los
cuerpos anclado en la cultura letrada y homólogo a la misa y a la
fábrica, que dispone subjetividades modernas para trabajar en tiempos
modernos. Según esta mirada, los tiempos han cambiado y mucho, lo
que no nada se hunde, y la escuela, entonces, debería cambiar o
perecer, reconocer el declive o resurgir otra. Y en ese resurgir, las
tecnologías digitales y en red aparecen como centrales para que los
chicos y las chicas no se aburran, para que puedan hacerle sentido y
para que la escuela “sirva”.
Esta línea de pensamiento nos genera muchas preguntas, de muy
diverso orden ¿Hasta qué punto podemos decir que la escuela del siglo
xx es una escuela moderna o que nuestras escuelas se inscriben en ese
modelo tradicional escolar? ¿Cuáles son las cosas del mundo que han
cambiado y por qué la escuela debería despojarse de su proyecto y
enmarcarse en uno nuevo? ¿Cuál es el fracaso tan estruendoso que
justificaría el diagnóstico de su obsolescencia? Más aún, ¿a quién debe
servir la escuela, para qué? Estas son algunas de las preguntas que
organizarán este Módulo 0, un módulo que reconoce que antes de
empezar a pensar la cuestión de las nuevas alfabetizaciones y la cultura
digital, debemos desentrañar qué decimos cuando decimos que “el
proyecto escolar está viejo” y si se trata de una idea con la que estamos
de acuerdo. Esa es la invitación para estas páginas.
Problematizar los diagnósticos que aseguran que la escuela es un
proyecto uniformador y anacrónico.
Reconocer el lugar de las docentes y los docentes como transmisores
de la cultura común.
Resignificar el tiempo y el espacio escolar como oportunidades para
la puesta en acto de proyectos de futuro individuales y colectivos.
Construir acuerdos acerca del sentido político pedagógico de la
escuela en la provincia de Buenos Aires.
4. Contenidos
La discusión sobre la obsolescencia de la escuela: la escuela como
máquina de educar y la escuela como proyecto de emancipación.
La tercera vía: escuela y el derecho a la educación. La escuela y el
derecho en el contexto del ASPO y después. Otras metáforas para
pensar la escuela.
¿Por qué algunas veces las y los docentes compartimos viñetas como
estas en nuestras redes sociales? ¿Qué decimos de la escuela cuando lo
hacemos? ¿Y de nosotros como docentes? ¿Cómo se traduce esta
conceptualización de la escuela en nuestras prácticas de enseñanza? ¿Y
en nuestra trayectoria y nuestro proyecto de vida?
A la hora de caracterizar la escuela como proyecto moderno, muchos
autores y autoras remiten a los clásicos, especialmente, a Kant y
Foucault. El primero, porque imaginó la escuela como dispositivo masivo
de instrucción de la infancia, orientado tanto a moralizar como a
domesticar las pasiones humanas, puestas al servicio de una ley
superior al individuo. El segundo, porque describió en profundidad a la
escuela como una institución cerrada de disciplinamiento, donde el
poder se hace cuerpo en los nuevos para que puedan ser parte de un
mundo organizado por jerarquías y entregas. Sin embargo, elegiremos
aquí caracterizar la escuela desde una reflexión más cercana, en
términos de geografías y de tiempos, pero también recuperando una
lectura que ha permeado profundamente en la formación docente en
nuestra provincia.
Se trata de Pablo Pineau y el capítulo que forma parte del libro La
escuela como máquina de educar. Tres escritos sobre un proyecto de la
modernidad (2001), donde se pregunta por qué triunfó la escuela. Allí,
el autor aborda ese tiempo entre los siglos xix y xx en el que los estados
legislaron la masificación y obligatoriedad de la escuela como forma
hegemónica de educación de las nuevas generaciones y se propone
desnaturalizar su matriz y describir las negociaciones y contradicciones
que ordenaron y reordenaron su devenir. Es decir, el ensamblaje de
tradiciones y dispositivos (materiales y discursivos) que habilita y
organiza el funcionamiento de la escuela como una máquina de educar,
una máquina que describe como una obra de relojería casi perfecta,
sincronizada y total, que se impone como forma educativa única sobre
otras existentes y posibles.
Para Pineau, una de las primeras matrices reconocibles de lo escolar no
es la moderna, sino la eclesiástica, de donde hereda su condición
de espacio educativo total. Así, la escuela como el monasterio es un
tiempo y un espacio cerrado sobre sí mismo, separado de lo cotidiano,
con un orden fuertemente regulado y artificial, donde cada momento y
lugar tienen un propósito y disponen a cierto tipo de actividad. Un
conjunto de prácticas rutinarias que se organizan a partir de una cierta
arquitectura material pero también curricular, un conjunto de
dispositivos que, además de duraderos, están naturalizados y se
presentan como universales y uniformes en todas las escuelas de todo el
planeta.
Entre esos dispositivos que se repiten de escuela en escuela, podemos
destacar:
el orden de los cuerpos;
el currículo de enseñanza enciclopedista centrado en la lectura, la
escritura y el cálculo;
algunas prácticas y géneros discursivos típicamente escolares
(levantar la mano, enseñar usando el pizarrón);
tecnologías nuevas y específicas (como los libros de texto, por
ejemplo, o los cuadernos de notas más tarde);
la organización graduada de los contenidos escolares básicos
(distintos de los académicos);
el sistema de acreditación, sanción y evaluación escolar.
Lo que triunfa así es un método simultáneo (todos aprenden lo mismo al
mismo tiempo), gradual (de forma escalonada, de acuerdo a las
capacidades de su edad) y frontal (con una atención radial donde el
centro es el maestro y su palabra es portadora del saber). Una
enseñanza que apunta a las mentes mientras inmoviliza los cuerpos,
basada en procesos intelectuales como leer, memorizar, razonar,
observar, calcular o sintetizar, entre otros. Un modelo que define al
alumno como vacío y pasivo mientras que el docente, fundido al
método, asume el lugar de poseedor de saberes científicos (en sus
formas y contenidos) y nacionalizadores. Y es aquí donde aparecen otras
fuerzas y procesos que alimentaron el proyecto escolar: la consolidación
de los estados nacionales, el avance del positivismo científico y la
construcción social de la infancia.
El primero inscribió a cada escuela en un sistema mayor, el sistema
educativo, que la justifica y ofrece orientaciones para su regulación, y
que establece al colectivo como sujeto de la acción pedagógica. La
escuela se consolida entonces como una institución más del proyecto
nacional, que tiene por función, entre otras cosas, la transmisión de la
historia y los símbolos patrios; pilares de una cultura común que debía
ser construida a pesar de las múltiples identidades que poblaban el
interior de las fronteras.
Pero no solo este sistema regula y confiere sentido desde afuera al
modelo escolar, también hace su aporte la constitución de la pedagogía
como un campo del saber. Se trata de una disciplina organizada por la
racionalidad técnica que logra, señala el autor, primero, reducir la
reflexión sobre la educación a la escuela y, después, la escuela al
currículum. Dentro de estos marcos se conforma también un colectivo
de especialistas, portador de un conjunto de saberes técnicos, de un
conjunto de tecnologías y de una supuesta moral superior. Esa moral es
la misma que dio identidad al maestro y, especialmente, a la maestra,
desde una concepción que no compartimos y que la identifica como
aquella figura que desempeña su tarea motivada por una profunda
vocación de servicio.
Esa vocación es también amor a los niños y las niñas, un sujeto histórico
cuya constitución es contemporánea de la consolidación de la
hegemonía escolar. Ese nuevo sujeto colectivo es segregado del mundo
adulto y, al mismo tiempo, caracterizado como incompleto, más como
proyecto que como sujeto. Esta infantilización de las infancias es la
condición para que aquel cuerpo profesional pueda establecer una
relación siempre asimétrica, fija en dos posiciones (alumno/docente),
una desigualdad que es la única relación posible entre sujetos y en la
que se fundan mecanismos de control y disciplinamiento, pero también
de enseñanza y de aprendizaje.
Lo que describe Pineau (2001) en los términos precedentes es el triunfo
del dispositivo escolar como modelo único de educación. Y también
explica cómo esa victoria sobre otros modos que le prexisten tiene que
ver con su potencial para condensar proyectos y voluntades modernas,
desde la Ilustración pasando por el liberalismo y el positivismo,
proyectos que confían a la escuela, y al método y al discurso escolar, la
educación de los niños para que sean mañana el hombre libre que
participa del mercado y la ciudadanía, mientras suscribe dócilmente a la
ley superior de Dios y del Estado. Una máquina de hacer ciudadanos.
5. El declive de la metáfora
Recientemente, los autores del libro citado en el apartado anterior se
reunieron para revisitar sus ideas veinte años después. Allí, convocados
por la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, Pablo Pineau, Marcelo
Carusso e Inés Dussel debatieron sobre la vigencia de la metáfora de la
escuela como máquina de educar desde distintas posiciones. A los
efectos del análisis que proponemos, nos interesa recuperar
especialmente la reflexión de Inés Dussel (2020), quien concibe la
escuela como una tecnología, una creación artificial que asume una vida
propia y, en ese sentido, le reconoce un cierto carácter maquínico. Sin
embargo, es su eficacia productiva la que cuestiona la autora, esta idea
de que la escuela es una línea de montaje que solo produce “otro ladrillo
en la pared”.
Porque es cierto que la eficacia política y cultural de la escuela es real, y que
fue distintiva de la identidad cultural de una clase media argentina y de una
ciudadanía letrada. Pero, en la realidad, también aparece lo que se escapa a
esa intención de centralización y homogeneización, a esa definición única de
cultura o saber organizada desde el Estado. Esto es especialmente cierto en
nuestro país, donde hay gobierno y disciplina, pero no funciona con tanta
adherencia de los sujetos como para pensar que es el resultado de
automatismos. Y además porque, como señala la autora, si bien la escuela ha
generado algunos conformismos, también ha producido muchas autonomías.
Por eso, no deberíamos hablar de la escuela, sino más bien de las escuelas.
6. Defensa de la escuela
Así se llama el breve libro que, en 2014, publicaron los pedagogos
belgas Maarten Simons y Jan Masschelein, en el que abordan las
muchas críticas que recibe la escuela (que consideran intentos
de domesticación), para desde allí proponer otro modo de pensar el
trabajo escolar y, especialmente, la cuestión de la igualdad. Se trata de
un libro que, según los propios autores, no ha sido popular en sus
tierras, dominadas por afanes reformistas y evaluaciones
estandarizadas, pero que, sin embargo, ha tenido un impacto
interesante en el pensamiento pedagógico local. Nos proponemos aquí
repasar algunas de sus ideas, como contrapropuesta para repensar el
supuesto de la obsolescencia escolar.
Para estos autores, la igualdad no es un producto de salida (el
estudiante homogeneizado que sale de la escuela como línea de
montaje), sino un punto de partida práctico, una hipótesis de trabajo
muy sencilla que organiza el trabajo escolar. Recuperando en su génesis
la escuela griega, y no su versión revisitada por la modernidad,
aseguran que su principal potencial es el de democratizar el tiempo
libre, es decir, crear un tiempo y un espacio no productivo ni orientado a
fines, que no depende de los privilegios de nacimiento, sino que
es igual para todos. Así, la escuela es también (como cuando es
máquina) un espacio artificial, pero aquí la diferencia es que esa
artificialidad es deseada y producida, porque es allí donde radica su
potencial liberador (y no reproductor).
Esa producción de igualdad inicial, no se da solo por la existencia de la
escuela y sus horarios, sino que es también el resultado de un conjunto
de tecnologías. Así, las aulas, los bancos, el pizarrón, los cuadernos y
también el dictado, los trabajos prácticos y los exámenes, entre otras
cosas, tienen por función suspender el mundo de afuera y enfocar la
atención en aquello que se presenta para el trabajo escolar. Un trabajo
que consiste en estudiar y practicar en relación a algo del mundo que se
pone sobre la mesa y que, convertido en materia escolar, es puesto a
disposición de los nuevos para que jueguen con él. Un trabajo que no
consiste en aprender, sino más bien en formarse, en formar parte del
mundo y transformarlo.
Muchos alegatos contra la escuela están motivados por un antiquísimo
temor (incluso por el odio) a una de sus características más radicales:
que la escuela ofrece “tiempo libre”, que transforma los conocimientos y
destrezas en “bienes comunes” y, por lo tanto, que tiene el potencial
para proporcionar a cada cual, independientemente de sus
antecedentes, de su aptitud o de su talento natural, el tiempo y el
espacio para abandonar su entorno conocido, para alzarse sobre sí
mismo y para renovar el mundo (para cambiarlo de un modo
impredecible). […] Reinventar la escuela pasa por proporcionar modos
concretos para proporcionar “tiempo libre” en el mundo actual y para
reunir a los jóvenes en torno a “algo” común, es decir, en torno a algo
que se manifiesta en el mundo y que se hace disponible para la nueva
generación.
(Simons y Masschelein, 2014, pp. 12-13).
Simons y Masschelein (2014), no niegan que exista en la escuela una
disciplina, un conjunto de tecnologías artificiales u homogéneas que
organizan aquello que llamamos trabajo escolar, al contrario, pero
nuevamente le dan otro sentido a esa existencia. De hecho, consideran
que su eficacia no es tanto mecánica como mágica, ya que son técnicas
que logran implicar y comprometer a los estudiantes al mismo tiempo
que les presentan el mundo para hacerse con él. En este sentido,
formarse nunca puede ser entrar en un molde, adoptar su forma,
porque la formación es un acontecimiento siempre abierto, impredecible
e indeterminado.
9. Referencias
Dussel, I. [FILO UBA] (2020). La escuela como máquina de educar.
Nuevas lecturas de un viejo problema [Video]. Disponible
en: https://youtu.be/YneZCz4FN9I.
Pineau, P. (2001). ¿Por qué triunfó la escuela? O la modernidad dijo:
“esto es educación”, y la escuela respondió: “yo me ocupo”. En Pineau,
P., Dussel, I. y Caruso, M. La escuela como máquina de educar. Tres
escritos sobre un proyecto de la modernidad. Buenos Aires: Paidós.
Simons, M. y Masschelein, J. (2014). Defensa de la escuela. Una
cuestión pública. Buenos Aires: Miño y Dávila Editores.
Van Dijck, J. (2016). La cultura de la conectividad. Una historia crítica
de las redes sociales. Buenos Aires: Siglo XIX Editores.
Pensar la escuela remite directamente a una institución que de un modo u otro
cumple determinadas funciones en una sociedad. Además la escuela garantiza
"Igualdad de oportunidades".
El ASPO dejó en evidencias varias cuestiones, por un lado la desigualdad que hay
entre los niños al acceso de tecnologías, ya sea a la conectividad de internet, como
a equipos de computadoras. Por otro la importancia de conocer el uso de las
nuevas TIC en los docentes, que en muchos casos fue una tarea compleja.
Además nos invitó a repensar nuestras prácticas, traspasar lo cotidiano, para dar
lugar a nuevas formas de enseñar ,dejando de lado el espacio físico donde
habitualmente se realiza el quehacer docente.
Por otro lado, la importancia de crear lazos afectivos con las familias, y permitir
entre ambas partes una comunicación positiva, ya que formaron parte del proceso
de enseñanza.
Soy docente de Artes Visuales en nivel primario y secundario en instituciones
estatales y privadas. Las diferencias de igualdad se evidenciaron con mayor fuerza
durante el año pasado en cuanto al acceso a las clases de forma virtual por la falta
de dispositivos y/o conectividad. El ASPO nos presentó varios desafíos en un
principio el mayor acercamiento a las tecnologías luego mantener el vínculo, la
continuidad pedagógica .
Creo que una metáfora de escuela puede ser la de artista (tanto del lenguaje
musical, teatral , visual ) en tanto toma elementos, materiales, conocimientos
previos para generar algo nuevo , crear otras posibilidades , otros saberes e
imaginar mundos distintos de formas colectivas , con diversidad y ampliando
cada vez más los horizontes .
Nos estamos leyendo, saludos!
Hola a todos!!!! Mi nombre es Nemcansky Romina, soy de San Bernardo Partido de
La Costa y soy Profesora de Educación Fisica hace 13 años.
Pensando en todo lo que leímos y en lo que fueron comentando, pienso a la
actualidad escolar como el paso de la modernidad tradicional o la nueva
modernidad, por que la educación fue avanzando en los últimos años, cambiando
su rumbos y buscando nuevos horizontes. Pero hoy nos encontramos con una
realidad que nos movió el piso, cambiando todos los planes. Estos cambios llenos
de riesgos y amenazas, afectan las relaciones entre el sistema familiar, social y
escolar. La función de la escuela cambio y tiene que seguir cambiando. La escuela
ya no tiene el monopolio ni de la educación, ni del saber. Nos enfrentamos ante
una sociedad del conocimiento, una era digital y globalizada, y considero que la
escuela tiene que cambiar su rumbo, desestructurarse y organizarse ante las
nuevas demandas, la educación deberá dirigirse a desarrollar capacidades, para
que los niños puedan desarrollar sus propios conocimientos y su forma de
utilizarlos. Pero a pesar de todo esto, (que es un enfoque personal), no dejo de
pensar en la escuela, como protagonista de LOS VINCULOS, los contactos, el
aprender con el otro y del otro, y creo que aun, hay muchas dificultades para que
esto ocurra, entre niños y detrás de las pantallas.
¡¡Que este aluvión de creatividad llegue para quedarse!! creo yo que no hay mal
que por bien no venga y que de toda esta locura debemos buscar y mirar lo
positivo. Soy docente de nivel inicial y tuve que repensar y recrear todas mis
propuestas durante el año pasado. Surgieron recursos que que no se me hubieran
ocurrido en otro contexto y que hoy en la presencialidad los continúo usando. En
mi caso trabajo en una institución privada de una comunidad de clase media - alta,
lo que me facilitó muchísimo ya que todos tienen acceso a dispositivos e internet.
Un abrazo. Natali
Buenos días a todos y todas.
Luego de leer atentamente los aportes que se han ido realizando, intenté continuar
la búsqueda de nuevas metáforas que pudieran explicar la realidad escolar que
estamos atravesando en este último tiempo. Naturalmente, lo primero que se me
vino a la mente fue ese concepto tan arraigado de la escuela como la "2da casa"
de los y las estudiantes. Sin embargo, a pesar de que esos dos objetos en
constante tensión -casa/escuela- tienen muchas alternativas para ser
resignificados, mi decisión es plantear la práctica de la enseñanza dentro de una
“Escuela Inteligente”.
Varias y varios de aquí seguramente estarán pensando que sólo hago referencia a
los conceptos desarrollados por David Perkins, pero mi objetivo si bien se enmarca
en sus trabajos, difiere en lo que quiero señalarles el día de hoy. Mi metáfora se
centra en explicar la práctica del proceso enseñanza-aprendizaje, utilizando la
palabra “inteligente”, de manera de obligarnos a fundamentar cada una de
nuestras acciones dentro de ese concepto.
¿Pero qué vendría a ser una práctica de la “enseñanza inteligente”?
Para responder a esta pregunta puedo resumirlo transcribiendo la definición de la
palabra, la cuál admite varias acepciones igualmente aplicables al proceso que nos
convoca:
1. f. Capacidad de entender o comprender.
2. f. Capacidad de resolver problemas.
3. f. Conocimiento, comprensión, acto de entender.
4. f. Sentido en que se puede tomar una proposición, un dicho o una expresión.
5. f. Habilidad, destreza y experiencia.