“Os digo que, si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” El sermón del monte no es sólo la sección de las bienaventuranzas. Sino los capítulos 5-7. Empecemos con 5:1. Esto ya nos da una pauta de lo que significa el Sermón del Monte. - Cuando un rabino judío estaba impartiendo su enseñanza oficialmente, se sentaba para hacerlo. - A menudo los rabinos enseñaban cuando estaban de pie o iban andando; pero su enseñanza oficial la daban cuando habían ocupado un asiento. Así pues, la misma observación de que Jesús se sentara es ya una indicación de que Su enseñanza era central y oficial. - Mateo sigue diciendo que, abriendo Su boca, les enseñaba. De nuevo el mismo uso de esta frase indica que el material del Sermón del Monte no es una pieza ocasional de enseñanza. Es el grave y solemne pronunciamiento sobre cosas centrales; Jesús abría y exponía aquí Su corazón y mente a los que habían de ser Sus hombres de confianza. - El Sermón del Monte no es un sermón de Jesús entre otros, sino la esencia de todo lo que Jesús enseñaba constante y habitualmente a Sus discípulos. Mateo, en su introducción, quiere hacernos comprender que se trata de la enseñanza oficial de Jesús; que en el Sermón del Monte Jesús les abrió Su mente y corazón a Sus discípulos; que es el sumario de la enseñanza que Jesús solía impartir en Su círculo íntimo. El Sermón del Monte no es nada menos que la memoria concentrada de muchas horas de comunicación de corazón a corazón entre el Maestro y Sus discípulos Contexto en el que se desarrolla el sermón del monte EL CONTEXTO BÍBLICO El Antiguo Testamento se identificó con el monte Sinaí, con su ley, sus truenos y relámpagos, y con sus advertencias de juicio y maldición. El Nuevo Testamento se identifica con el monte Sion, con su gracia, su salvación y sanidad, y con sus promesas de paz y bendición (cp. He. 12:18-24). La ley del Antiguo Testamento demuestra la necesidad de salvación para el ser humano, y el mensaje del Nuevo Testamento ofrece al Salvador, al Señor Jesucristo. El Sermón del Monte aclara las razones de la maldición y muestra que el hombre no tiene justicia que pueda sobrevivir al escrutinio de Dios. En el Hijo de Dios el hombre llega a ser partícipe de la misma naturaleza de Dios, que se caracteriza por la justicia verdadera y su consecuencia: bienaventuranza, es decir felicidad. El Antiguo Testamento es el libro de Adán, cuya historia es trágica. Adán no solo fue el primer hombre sobre la tierra sino el primer rey. Se le dio dominio sobre toda la tierra para someterla y gobernarla (Gn. 1:28). Pero ese primer monarca cayó poco después de empezar a gobernar, y su caída trajo una maldición, la maldición con la que el Antiguo Testamento empieza y termina. El Nuevo Testamento empieza con la presentación del nuevo Hombre soberano, Aquel que no caerá y que trae bendición en lugar de maldición. El segundo Adán también es el último Adán, y tras Él no vendrá ningún otro gobernante, ningún otro soberano. El primer rey pecó y dejó una maldición; el segundo Rey no tuvo pecado y deja una bendición. El Sermón del Monte es la revelación magistral del gran Rey, y ofrece bendición en lugar de maldición para los que aceptan los términos de la verdadera justicia de Él. EL CONTEXTO POLÍTICO La mayoría de judíos de la época de Jesús esperaba antes que nada que el Mesías fuera un líder militar y político que los liberaría del yugo de Roma y establecería un próspero reino judío que guiaría el mundo. Más tarde, cuando Pilato le preguntó a Jesús: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” (Jn. 18:33), el Señor contestó: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (v. 36). La idea clave del Sermón del Monte es que el mensaje y la obra del Rey son ante todo internas y no externas, y espirituales y morales en lugar de físicas y políticas. Aquí no vemos reforma social o política. La preocupación de Él radica en lo que los hombres son, porque lo que son determina lo que hacen. Los ideales y principios en el Sermón del Monte son totalmente opuestos a los de sociedades y gobiernos humanos. En el reino de Cristo las personas más exaltadas son las más humildes según la estimación del mundo, y viceversa. Jesús declaró que Juan el Bautista era el hombre más grande que jamás había vivido hasta ese momento. Pero Juan no tenía posesiones ni hogar, vivía en el desierto, vestía una prenda de cuero, y comía langostas y miel silvestre. No formaba parte del sistema religioso, y no tenía poder económico, militar o político. Además de eso, predicaba un mensaje que a los ojos del mundo era totalmente irrelevante y absurdo. Según la norma del mundo Juan era un desadaptado y fracasado. Sin embargo, recibió el mayor elogio del Señor. EL CONTEXTO RELIGIOSO Jesús vivió en una sociedad religiosa muy compleja que incluía a muchos profesionales religiosos. Esos profesionales conformaban cuatro grupos principales: fariseos, saduceos, esenios y zelotes. - Los fariseos creían que la religión correcta constaba de leyes divinas y tradición humana. Su principal interés era la observancia meticulosa de la ley mosaica, y de cada detalle insignificante de las tradiciones transmitidas por varios rabinos a lo largo de los siglos. Se centraban en la adhesión a las leyes del pasado. - Los saduceos se enfocaban en el presente. Eran los liberales religiosos que descartaban la mayoría de aspectos sobrenaturales y que modificaban tanto las Escrituras como la tradición, a fin de que calzaran en la propia filosofía religiosa que preservaban. - Los esenios eran ascetas que creían que la religión correcta significaba separación del resto de la sociedad. Llevaban vidas austeras en regiones remotas y áridas tales como Qumrán, en la costa noroeste del Mar Muerto. - Los zelotes eran nacionalistas fanáticos que creían que la religión correcta se centraba en activismo político radical. Estos judíos revolucionarios menospreciaban a sus compañeros judíos que no tomaban las armas en contra de Roma. En esencia los fariseos decían: “Retrocedamos”; los saduceos declaraban: “Avancemos”; los esenios manifestaban: “Escondámonos”; y los zelotes gritaban: “Ataquemos”. Los fariseos eran tradicionalistas, los saduceos eran modernistas, los esenios eran separatistas, y los zelotes eran activistas. Todos ellos representaban los mismos tipos principales de facciones religiosas que son comunes hoy día. La idea central del mensaje de Jesús a cada grupo y a cada persona, de cualquier creencia o inclinación, era que el camino de su reino es primero y ante todo un asunto del interior, es decir del alma. Ese es el enfoque central del Sermón del Monte. La verdadera religión en el reino de Dios no es una cuestión de ritual, de filosofía, de ubicación, o de poderío militar, sino de actitud correcta hacia Dios y las demás personas. El Señor lo resumió en estas palabras: “Os digo que, si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (5:20). El mensaje dominante del Sermón del Monte es que no debemos buscar consuelo solamente en la teología correcta, mucho menos en la filosofía contemporánea, en la separación geográfica, o en el activismo militar y político. La teología correcta es esencial; así como también lo es ser contemporáneos en la manera correcta, separándonos de lo mundano y adoptando una posición en asuntos morales. Pero si han de servir y agradar a Dios, tales asuntos externos deben fluir de una vida y de actitudes internas correctas. Urgencia del sermón del monte Los fariseos se preocupaban por los detalles minuciosos de la conducta, pero descuidaban las principales cuestiones del carácter. 1. Muestra la absoluta necesidad del nuevo nacimiento. Sus normas son muchísimo más elevadas y exigentes como para ser cumplidas por medio del poder humano. Solo aquellos que participan de la naturaleza de Dios a través de Jesucristo pueden cumplir tales exigencias. Las normas del Sermón del Monte van mucho más allá de las de la ley de Moisés ya que exigen no solo acciones justas sino actitudes justas. Demandan no solo que los hombres hagan lo correcto, sino que sean rectos. Ninguna parte de la Biblia muestra más claramente la desesperada situación del ser humano sin Dios. 2. El sermón tiene la intención de llevar al oyente a Jesucristo como la única esperanza que el hombre tiene de cumplir las normas de Dios. Si no puede vivir de acuerdo a la norma divina necesita un poder sobrenatural que le permita hacerlo. La respuesta apropiada al sermón lleva a Cristo. 3. El sermón ofrece el patrón de Dios para la felicidad y el éxito verdaderos. Da a conocer las normas, las metas y las motivaciones que con la ayuda de Dios llevarán a cabo lo que Dios ha diseñado que el hombre sea. Aquí encontramos el camino del gozo, la paz y el contentamiento. 4. El sermón es quizás el mayor recurso bíblico para testificar a fin de alcanzar a otros para Cristo. Un cristiano que personifica estos principios de Jesús será un imán espiritual que atraerá a otros al Señor, quien les dará el poder para vivir como ese cristiano vive. La vida obediente a los principios del Sermón del Monte es la herramienta más grande que la Iglesia tiene para evangelizar. 5. La vida obediente a las máximas de esta proclamación es la única existencia agradable a Dios. Esa es la razón más exaltada del creyente para seguir la enseñanza de Jesús: que es del agrado de Dios. Importancia del sermón del monte En él, el Rey resume el carácter y la conducta que se espera de Sus súbditos. Se dirigía a todos —entonces, en nuestro presente y en el futuro— que reconocen a Cristo como Rey. Las normas y las metas del mundo muy a menudo han absorbido a los creyentes y los han conformado a su propia imagen, metiéndolos en sus propios moldes (Ro. 12:2) Tal como el mismo Sermón del Monte deja en claro, los cambios internos también producen cambios externos. Cuando nuestras actitudes y nuestros pensamientos son los correctos, nuestras acciones lo evidencian. Si nuestra vida interior no mejora nuestra vida exterior, nuestra vida interior es deficiente o inexistente. La vida exterior verdadera solo puede ser producida por una vida interior verdadera. Afirmar que se sigue el espíritu sin obedecer la letra es ser mentirosos. Seguir la letra sin seguir el espíritu es ser hipócritas. Seguir el espíritu en la actitud adecuada y la letra en la acción adecuada es ser fieles hijos de Dios y súbditos leales del Rey.