Era de noche en el centro de Monterrey, cuando Samantha
salía de su trabajo en la imprenta. La jornada se había extendido apenas unos minutos, debido a un trabajo enorme que le pidieron de última hora. Sin embargo, esos minutos extra se habían sentido como horas, mientras daba su esfuerzo por terminar lo más pronto posible.
Durante su trayecto hacia la parada del camión, no podía
dejar de pensar en lo agotada que se encontraba sino también en lo furiosa que estaba, pues ese esfuerzo no le había sido recompensado. No le pagaban por su esfuerzo sino por su tiempo, pero sabía que salir aun más tarde pudiera ser peligroso; a los delincuentes les encanta especialmente la noche, cuando puede haber pocos o ningún testigo por las calles. Seguramente, tampoco le pagarían el tiempo extra si lo discutía, lo más seguro seria que se lo compensaran con un permiso para llegar algo más tarde. Aun si la oferta pudiera ser tentadora, no era lo que necesitaba.
Lo que quería priorizar era la seguridad del dinero que
le acababan de pagar, pues hace no mucho, uno de sus gatos se había enfermado. Más precisamente, el primero de ellos, el cual había recogido de la calle cuando apenas era un minino. El gato, anteriormente una masa enorme de pelos; pues se había asentado tan bien a la vida en casa que no paraba de comer, ahora lucia cada día más delgado, además de ser incapaz de mantenerse de pie, por lo que se la pasaba acostado la mayor parte del tiempo. Samantha se encontraba muy preocupada por él pero le pagaban por quincena y ya había gastado bastante para cuando el gato apenas mostraba los primeros signos de su enfermedad.
Ahora que Samantha había conseguido el dinero necesario,
lo único que tenía que hacer era esperar al día siguiente para llevar al pobre gato al veterinario. No importaba si con ello se quedaba justa para toda la quincena. Ella podía aguantar un par de días comiendo basura, pero el gato no aguantaría una semana más, sin el cuidado adecuado. Al llegar el camión, Samantha finalmente pudo darse un momento de calma. Ya no le importaba lo tarde que había salido ni el trabajo extra que no le habían pagado, lo único que quería era llegar y poder acariciar a su querido gato; verle a los ojos y prometerle que todo iba a estar bien.
Ese momento de calma, pronto se vio interrumpido. Había
subido un tipo enorme al camión, quien no dejaba de mirar constantemente hacia ambos lados, con un par de ojos que no parpadeaban. Dicho sujeto no le transmitía mucha seguridad, pero al ver que se había sentado, pensó que quizá ya era panonia suya debido a todo el estrés por el que estaba pasando.
Llevaría poco más de media hora desde que Samantha tomo
el camión. Lo cual no estaba fuera de lo normal, pues en la noche el camión tendía a tardar entre hora y media a dos horas, para dejarla cerca de su casa. Lo realmente preocupante era lo oscuro que se estaba tornando a su alrededor.
En la noche, tomar el camión un par de minutos después,
hacía mucha diferencia. La gente subía con poca regularidad y los asientos se vaciaban con suma facilidad. Llegando así al punto de escucharse cada vez con más claridad, lo que antes eran meramente puros cuchicheos de una señora hacia el teléfono.
Fuese por la poca gente que quedaba o por no querer
escuchar más a la señora, Samantha decidió sacar su celular y audífonos para escuchar algo de música. Aun si siempre había decidido mantenerse alerta, independientemente del aburrimiento que pudiese causarle o lo adormilada que estuviese, ahora podía creer el tener algo de seguridad. La única persona que le desconfiaba, estaba a punto de irse, al menos eso creía.
El señor que hace rato había estado observando a sus
alrededores, se encontraba levantándose de su asiento y cargando su mochila. Había empezado a dirigirse hacia la parte trasera del camión, pero entonces hizo una pausa, como si estuviese indeciso. Miro hacia atrás y entonces empezó a caminar hacia la parte delantera. Se colocó la mochila al frente, se dirigió hacia el chofer e inclinándose hacia él, hablo.
—No me importa si hay un alto, si te detienes, te rajo
—Decía mientras acercaba un cuchillo que había sacado de la mochila, directo hacia la mejilla derecha del chofer. Entonces, volteo para proceder a pedir a cada uno de los pasajeros, su celular y cartera.
El repentino cambio de ambiente, había tomado por
sorpresa a Samantha, quien se había bloqueado en el momento. Tenía su celular en mano, casi invitando a que fueran por ella primero. Pero más importante que el celular, tenía que asegurarse de su mochila, donde yacía el sueldo que apenas había cobrado. Rápidamente tomo la mochila y la guardo debajo de su asiento, esperando que el ladrón no la notase. La mochila era negra y algo pequeña, no debería de notarla.
Mientras el señor se pasaba por los asientos, Samantha
noto que no a todos les pedía lo mismo o les trataba igual. Había a quienes les forzaba a buscar en sus mochilas, para asegurarse de todo lo valioso que pudieran llevar encima. A otros, les empuja antes o después de quitarles todo. Definitivamente, nadie quería que le tocase la peor parte, pero ¿que podían hacer?
El señor finalmente se encontraba frente a ella,
observándola tanto a ella como a su acompañante, de pies a cabeza. -¡Celular! -Exclamaba a la chica de al lado
La chica no tuvo de otra más que hacerle caso. La rabia
de la impotencia podía notarse en aquellos ojos que soportaban un llanto que no quería dejar salir. Por otra parte, Samantha trataba de ignorar la situación; no es que no sintiera pena por la otra chica, pero temía que de mirar a aquel tipo, algo peor pudiera pasarle. Aquel señor entonces la miro a ella, levantando un poco el cuchillo. El miedo la había consumido por completo; las manos se le engarrotaron, el corazón se le acelero; pareciera que podía estallar en cualquier momento. En aquel momento, Samantha se dio cuenta de un grave error, pues si ignoraba a aquel tipo de aquella manera, era posible que este se enfureciera y, ahora, lo peor no fuese una posibilidad sino una realidad. Por lo que hizo un esfuerzo para voltear a verlo, empezando lentamente con los ojos, llegando hasta el límite de su visión periférica, empezando a seguirle el cuello.
Para cuando Samantha había volteado por completo, el tipo
ya se estaba dirigiendo hacia la parte trasera. Había robado a solo un par de pasajeros más e incluso había dejado en paz a la señora que hace tiempo llevaba hablando por teléfono, quien ahora comunicaba de su seguridad a su interlocutor.
Si fue debido a la decisión de no voltear a verle o
gracias a la suerte, no sabría decirlo con certeza, pero en aquel momento finalmente podía cantar victoria.
El tiempo paso, hasta que llego con seguridad a su casa.
Durante el trayecto no podía dejar de sentirse intranquila, aquel momento de terror le había marcado y no podía dejar de sentirse mal por la gente que no corrió la misma suerte que ella, en especial la chica que se había sentado a su lado, quien hasta el final jamás cedió a soltar una sola lagrima de aquellas que había reprimido. Quizá esperando que de esta forma olvidara lo ocurrido.
Ahora ese momento yacía solo en el recuerdo. Tenía que
mirar hacia el futuro, en especial, al futuro de su gato. Samantha primero saludo a caricias, a algunos de los otros gatos que tenía, tratando de no pasar tanto tiempo con ninguno. Quería ver a aquel que en ese momento necesitaba de su total atención. Dirigiéndose hacia su cuarto, lo encontró acostado sobre su cama. Posiblemente había dormido durante todo el dìa, pues su plato de comida se encontraba aun lleno. En aquel momento, el celular comenzó a sonar, estaba recibiendo una llamada de la imprenta. No podía sentirse más molesta; después de todo lo que había pasado aquella noche, el pensar siquiera en lo que le fuesen a pedir, quizá que entrara más temprano o tal vez le comunicarían sobre la queja de algún cliente. Mientras aun sonaba, apago el celular y lo dejo lo más apartado posible.
El gato abrió lentamente los ojos; la llamada había
sonado durante el suficiente tiempo, como para despertarlo. Miro tiernamente hacia Samantha, dejando escapar un ronroneo. Ella también se encontraba feliz de verle.
—Disculpa la tardanza, pequeño. Yo también te quiero
mucho y se lo mal que te encuentras, pero mira, ya he conseguido el dinero suficiente para que mañana mismo vayamos a consultar, y entonces...-Hizo una pausa. La mano le empezó a temblar cuando no sintió nada sobre la espalda. No llevaba la mochila consigo. —¿Dónde está? ¡M-mi mochila, ¿dónde está?!
Comenzó a buscar desesperadamente por todo el cuarto.
Corrió hacia el piso de bajo, buscando por todos lados; baño, sala, incluso entre los sillones, pero no encontraba nada. Había dejado la mochila en el camión. El estrés de la situación le había derrotado, cuando empezó a soltar un llanto.
En la imprenta seguían tratando de llamar a Samantha,
pero ahora el celular no paraba de mandar las llamadas al buzón de voz.
—Olvídalo, de todos modos es demasiado tarde, como para
que siquiera este despierta. Ya el lunes vendrá. Quizá incluso marque ella misma. —Le decía el jefe al chico que estaba tratando de contactarla.
—Es cierto pero...también es posible que lo olvide. Me
preocupa un poco que se haya ido cansada, tan tarde y encima sin su sobre de paga. —Te preocupas demasiado. Seguro ha de estar riendo en este preciso momento.
—Yo, n-no lo sé. Ah, qué diablos, ya la llamare mañana.
Tienes razón, no creo que viniera en este instante aunque lo supiera. Notas
En un segundo borrador, me gustaría establecer desde
el principio que el día en que transcurre la historia, es día de paga. Que durante el estrés del trabajo, es que a Samantha se le olvida pasar por su sobre.
Dar un nombre al gato y dotarlo de más
características o incluso una anécdota, pudiera generar una mayor empatía en el lector.
En lugar de ser un trabajo con el que se topa por
desgracia, pudiera ser un trabajo que acepte a regañadientes para poder pagar lo del gato. Añadiría un nivel de sacrificio y pudiera seguir habiendo una crítica hacia el empleo, por lo poco que le lleguen a pagar.
Tal vez, agregar un par de diálogos más. Sobre todo
al principio, añadiendo unas interacciones que aligeren la lectura.
El final es algo apresurado. Ya quería terminarlo.
Aun no sé qué cambios pudiera hacer, pero seguro que en alguna relectura encuentro varios detalles.
El título es provisional. En realidad, no sé bien
como pudiera llamarle. Soy malísimo para los nombres.