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Índice
Staff Capítulo 15
Sinopsis Capítulo 16
Capítulo 1 Capítulo 17
Capítulo 2 Capítulo 18
Capítulo 3 Capítulo 19
Capítulo 4 Capítulo 20
Capítulo 5 Capítulo 21
Capítulo 6 Capítulo 22 3
Capítulo 7 Capítulo 23
Capítulo 8 Capítulo 24
Capítulo 9 Capítulo 25
Capítulo 10 Capítulo 26
Capítulo 11 Epílogo
Capítulo 12 Meryl Wilsner
Capítulo 13 Cosmos Books
Capítulo 14
Staff
Traducción
Athena

Corrección
Scarlett
4

Diseño
Seshat
Sinopsis
Cuando Cassie Klein va a un bar fuera del campus para escapar del
fin de semana familiar de su escuela, no está buscando una aventura,
simplemente ocurre. Invitar a una copa a una desconocida se
convierte en lo que debería ser una aventura de una noche sin
complicaciones. Pero a la mañana siguiente, su amiga la lleva a
conocer a su madre, la mujer mayor y atractiva con la que Cassie se
acostó.
Erin Bennett había venido al Fin de Semana Familiar para acercarse
a su hija, no para tener una aventura de una noche con una
universitaria. En su defensa, no sabía que Cassie era estudiante
cuando se conocieron. Para empeorar las cosas, la hija de Erin lleva a
Cassie a desayunar a la mañana siguiente. Y a pesar del buen juicio
de Erin «¿cómo no iba a ser malo acostarse con la amiga de tu hija?»,
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Cassie y ella se llevan tan bien durante el día como la noche anterior.
Lo que debería haber sido una aventura de una sola vez se
convierte rápidamente en algo imposible de ignorar, y pronto Cassie
y Erin están saliendo a escondidas. Lo peor de todo es que empiezan
a darse cuenta de que tienen algo real. Pero, ¿merece la pena ser
sincera sobre el amor que hay entre ellas?
Capítulo 1
Cassie
De camino a la barra, un extraño la agarró del brazo cuando pasó
junto a él.
—Oye, hermosa, déjame invitarte a un trago. —La sonrisa del chico
era arrogante, como si supiera que iba a conseguir lo que quería.
Cassie tiró sobre su hombro su larga cola de caballo rubia y le dio
al hombre una sonrisa de miel, mientras parpadeaba a través de sus
pestañas.
—Suéltame antes de que te rompa el brazo. 6
—Jesús —dijo el tipo, pero la soltó.
Murmuró algo acerca de que era una perra mientras se alejaba, pero
a Cassie no le importó. No estaba allí para hacer amigos. De hecho,
había elegido este bar específicamente para no ver a nadie con quien
tuviera que hablar. Estaba al otro lado de la ciudad del campus, lo
que significaba que el viaje en Lyft costaba más de lo que le hubiera
gustado, pero valía la pena alejarse lo más posible del fin de semana
familiar de su universidad. Ni siquiera entendía por qué Keckley
celebraba el fin de semana familiar a principios de octubre. Apenas
habían estado en la escuela un mes. ¿La gente realmente necesitaba
ver a sus familias con tanta frecuencia? No había visto a su mamá
desde la Navidad del año pasado, y le resultaba bastante bien.
Llegó al bar sin que más extraños le pusieran las manos encima.
Había tres taburetes disponibles y se subió al del medio. El cantinero
no le pidió una identificación, solo le preparó un coctel, y luego la
dejó sola. Se sentía perfectamente feliz emborrachándose sin
compañía y con lentitud en un bar donde nadie la conocía.
Eso fue, hasta que vio a esta mujer.
Definitivamente era una mujer, no una chica o una muchacha.
Probablemente tenía el doble de su edad y, para ser sincera, no estaba
en ella eso de ser una asalta tumbas. Obviamente, podía apreciar a
una mujer mayor, pero, por lo general, no era del tipo que coquetea
con una. Sin embargo, esta mujer era demasiado atractiva para
preocuparse por cualquier diferencia de edad. Además, estaba sola, y
Cassie juraba que tenía un semblante solitario.
Sus ojos recorrieron el cuerpo de la mujer: cómodos tacones de
punta abierta, pantorrillas fuertes, un vestido que le caía un poco más
abajo de los muslos de lo que le hubiera gustado. No obstante, este
abrazaba las curvas de la mujer a la perfección: las caderas a las que
quería agarrarse y las tetas a las que tampoco le importaría poner sus
manos. Luego estaba el cabello castaño hasta los hombros con un
toque de reflejos rubios (como si fuera verano en la playa y no otoño
en New River Valle); una mandíbula fuerte y ojos brillantes que la
miraban directamente. La mujer se apoyó contra la pared, con una
sonrisa apenas visible en su rostro. 7
Cassie se sonrojó pero no apartó la mirada. La mujer arqueó una
ceja, y envió un escalofrío por la espalda de Cassie. Ella arqueó una
ceja de vuelta, dejando que una lenta sonrisa se abriera paso en su
rostro. Fue la otra mujer quien rompió el contacto visual mientras se
pasaba una mano por el cabello con una sonrisa. Miró de nuevo y
levantó su bebida. Brindaron desde el otro lado de la barra, pero
luego la mujer desvió la mirada, como si hubiera algo más interesante
en ese lugar que Cassie Klein.
No fue un rechazo; se sentía como si tal vez la mujer pensara que
todo lo que Cassie quería era echarle un vistazo. Pero eso no era ni de
lejos su única intención.
Le hizo señas al cantinero.
—¿Ves a esa mujer? —Hizo un gesto sutil y el cantinero asintió—.
Sea lo que sea que esté bebiendo, llévale otro de mi parte.
Lo vio preparar la bebida y se emocionó al ver que era whisky puro.
Un tipo de bebida sin sentido.
Las cejas de la mujer se levantaron cuando el cantinero colocó la
bebida frente a ella. Se mordió el labio inferior, sonrió y miró a Cassie;
esta última inclinó su vaso y dejó que sus ojos vagaran hacia el
taburete abierto a su lado. La mujer se rio, pero recogió su bolso y
comenzó a caminar.
—Gracias —dijo, mientras se deslizaba en el taburete al lado de
Cassie y tomaba un sorbo de su bebida.
Cassie sonrió.
—Con gusto.
Y no dijo más, estaba demasiado ocupada comiéndose con los ojos
a la mujer. Al parecer, no había podido tener una visión muy clara
desde el otro lado del bar, ya que de cerca era aún mejor: la piel pálida
de la mujer de alguna manera brillaba incluso con poca luz. Sus ojos
eran sorprendentemente azules, el delineador fino los hacía resaltar
aún más.
Se humedeció los labios
—Soy Cassie.
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—Erin —dijo la mujer. Le ofreció la mano y Cassie la estrechó. No
se molestó en intentar que el apretón de manos fuera parte de la
seducción, pero la mano de Erin era suave y le gustaba.
—Buena elección de bebida —dijo Cassie.
Erin sonrió
—¿Qué estás tomando?
—Algo más ligero —dijo Cassie—, soy fácil… de emborrachar.
Erin agachó la cabeza mientras las manzanas de sus mejillas se
sonrojaban. A Cassie le gustó la yuxtaposición de la sonrisa de Erin y
su rubor, como si la mujer tuviera confianza pero no estuviera
acostumbrada a que le coquetearan.
Ella no había planeado salir con nadie esta noche, pero los planes
podían cambiar, y Erin estaba buena, y seguramente se sentiría menos
molesta por el fin de semana familiar.
—Me gusta tu vestido —comentó.
Erin miró hacia abajo como si necesitara acordarse de lo que tenía
puesto y le agradeció sin devolverle la mirada.
—Te ves jodidamente increíble en él —pronunció Cassie.
Eso llamó la atención de Erin, sus ojos se clavaron en los de Cassie.
—¿Siempre eres así de lanzada?
Se encogió de hombros. ¿Para qué andarse con rodeos? Aquí no
había apuestas. Erin era una extraña que no tenía el poder de
lastimarla. No había ninguna razón para fingir que quería ir despacio.
Además:
—Está funcionando, ¿no?
Las mejillas de Erin aún estaban sonrojadas, pero sonrió y le
devolvió el cumplido
—Tú tampoco te ves tan mal.
Cassie solo vestía jeans, una camiseta negra sin mangas con espalda
deportiva y una chaqueta que yacía en el taburete debajo de ella, pero
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aun así…
—Lo sé.
Se rio y Erin puso los ojos en blanco. Sin embargo, estaba
sonriendo, así que sí, ser atrevida definitivamente estaba
funcionando. Cassie se preguntó hasta dónde podría llevarlo. ¿Podría
salirse con la suya sugiriendo que fueran a un lugar menos
concurrido?
Antes de tener la oportunidad, Erin se excusó para ir al baño.
Cassie la vio irse, celosa de la forma en que el vestido morado se
pegaba a su trasero. Justo antes de que Erin llegara al pasillo donde
estaban los baños, se volvió para mirar a Cassie e hizo contacto visual
antes de doblar la esquina.
Bueno, esa sí que era una invitación.
Pagó, tanto lo de ella como lo de Erin, lo más rápido que pudo; se
puso la chaqueta y se dirigió al baño. Los otros clientes ahora eran
solo un montón de imbéciles que se interponían entre ella y un buen
polvo. Se abrió paso entre las mesas y entre la multitud, esquivando
las cervezas de dos personas mientras brindaban por algo.
Encontró a Erin lavándose las manos. Cassie solo hizo una revisión
superficial a los cubículos antes de empujarla contra la encimera y
besarla. Erin no parecía sorprendida, y luego empuñó la chaqueta de
Cassie con las manos aún mojadas para acercarla aún más.
Cassie había pensado que tendría que contenerse, relajarse, pero
Erin besó con tanta fuerza que sus dientes entrechocaron. Deslizó la
lengua en la boca de Cassie como una disculpa y la giró para invertir
sus posiciones. Cassie tropezó y se golpeó la cadera contra la
encimera, rompió el beso para maldecir. Erin no se molestó en
preguntar si estaba bien. En cambio, envolvió sus manos debajo de
los muslos de Cassie y los levantó. El agua en el mostrador se filtró a
través de los jeans cuando la dejó caer en la encimera.
—¿Todo bien? —preguntó Erin, interponiéndose entre las piernas
de Cassie.
Ella apenas sintió la mancha húmeda en la parte posterior de su
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muslo
—Grandioso.
La boca de Erin estaba sobre la de ella casi antes de que terminara
de hablar. La nueva posición significaba que Erin tenía que ladear la
cabeza hacia arriba para alcanzarla, pero eso no disminuyó su
entusiasmo, ni los besos duros y mordaces. Cassie se deleitó con el
gemido no del todo tragado cuando sus dientes se cerraron alrededor
del labio inferior de Erin.
—Ay, mierda, lo siento —alguien dijo.
Erin se apartó, lo suficiente para separar sus labios, pero aún estaba
lo bastante cerca como para que Cassie pudiera presionar un beso
debajo de su mandíbula. Cassie no se dio cuenta de que el ruido del
bar se había vuelto más fuerte hasta que la puerta se cerró y volvió a
amortiguarse. Succionó la piel de Erin con la suficiente delicadeza
como para dejar una marca.
—Vámonos de aquí —sugirió contra el latido del pulso de Erin.
—Solo tengo que pagar…
Mordió debajo de la oreja de Erin y sonrió.
—Ya lo tengo cubierto, cariño.
Erin soltó una risa, la cual vibró contra los labios de Cassie. El cuello
de Erin brillaba, húmedo por la boca de Cassie, cuando se apartó.
Cassie se dejó caer al suelo.
—Vamos.
Erin la besó una vez más antes de ponerse en marcha. La tomó de
la mano mientras se abrían paso entre la multitud hacia la puerta. Los
labios de Cassie se levantaron antes de forzarlos a bajar, molesta
consigo misma por encontrarlo entrañable.
Se estremeció en el estacionamiento, por el aire frío, no por el roce
del pulgar de Erin contra el dorso de su mano. ¿La llevaría a casa? ¿A
un hotel? Deseaba poder llevar a Erin a alguna parte, pero solo tenía
un dormitorio. Sí, era un apartamento sin compañero de cuarto, pero 11
aun así seguía siendo un dormitorio.
Cuando llegaron a un auto, Erin abrió la puerta trasera. Al parecer,
lo iban a hacer aquí mismo.
Cassie miró a su alrededor. Al otro lado del estacionamiento,
cuatro o cinco personas estaban acurrucadas junto a un automóvil.
Esto no era lo suficientemente privado para llamarlo privado, ni lo
suficientemente público para llamarlo público.
Se mordió el labio inferior.
—¿Todo bien?
—Grandioso. —Público o privado realmente no importaba cuando
Cassie quería ser la que le mordía el labio.
Se subió al auto y Erin la siguió. Cerró la puerta detrás de ella y se
subió directamente al regazo de Cassie. Esta se deleitó con el peso de
Erin encima de ella, la forma en que su vestido se deslizaba hacia
arriba, y la piel que se revelaba. Quería quitarle el vestido, quería
verlo todo, pero admitía que el asiento trasero de un automóvil no
podría ser el mejor lugar para eso. Giró la cabeza para ver si había
alguien cerca, pero se distrajo cuando Erin le quitó la chaqueta de los
hombros. El vestido de Erin se abrió por delante y Cassie deslizó las
manos dentro.
—¡Demonios, tienes buenas tetas! —exclamó, y los pezones de Erin
se tensaron cuando Cassie los pellizcó.
Tuvo que soltarlos por un momento cuando Erin tiró de su
camiseta sin mangas por la cabeza.
—Si te devuelvo el cumplido, ¿me contestarás «lo sé» otra vez? —
Erin preguntó, ambas manos apretando los pechos de Cassie a través
de su sostén.
Cassie sonrió
—Sin garantías.
—Eso creí. —Erin puso los ojos en blanco afectuosamente antes de
encontrar sus labios nuevamente.
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Los dedos de Cassie se estancaron cuando Erin la besó. Iba a ser
literalmente una científica espacial, y uno pensaría que tendría la
suficiente capacidad intelectual para ser besada y sentir a alguien al
mismo tiempo, pero aparentemente ese no era el caso. Sus manos
cayeron del vestido y fue todo lo que pudo hacer para agarrar los
hombros de la mujer mayor.
Erin movió la boca a su cuello y Cassie gimió:
—Mierda.
Podía sentir a Erin sonreír contra su piel. «Concéntrate, Klein». Se
permitió inclinarse en la boca de Erin unos segundos más antes de
entrar en materia.
Sus manos se movieron a los muslos de Erin, y luego se deslizaron
por debajo de su vestido. Consideró provocarla, tal vez ir despacio,
pero realmente no quería, ni un poquito; así que cuando sus dedos
alcanzaron la ropa interior de Erin, los empujó.
¡Dios! Su parte favorita de acostarse con alguien con vulva era ese
primer toque: cuando podía sentir lo excitadas que estaban, con sus
dedos deslizándose a través de su humedad. Erin se sacudió y la
mordió cuando sus dedos rebotaron en su clítoris. Cassie gritó.
—Lo siento —dijo Erin, arrastrando la lengua por la clavícula de
Cassie.
Cassie tragó saliva contra la sensación. «Concéntrate», se recordó a
sí misma, aunque era imposible no pensar en cómo se sentiría la boca
de Erin en otros lugares.
Erin mordió el cuello de Cassie, pero solo ocasionalmente, como si
estuviera demasiado ocupada moviendo las caderas para
preocuparse por cualquier otra cosa. Cassie ni siquiera la estaba
tocando todavía, pero Erin estaba ocupada: moviéndose en el regazo
de Cassie, tratando de poner sus dedos donde quería. No la hizo
esperar.
¿Que el primer toque era siempre el mejor? Eso era una completa
mentira. Esta era la mejor parte: empujar hacia dentro y sentir a Erin
apretar sus dedos; sentirla estrecha, caliente y húmeda. Era
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maravilloso.
—Dios —susurró Erin, y no pudo resistirse.
—Puedes llamarme Cassie.
Erin la fulminó con la mirada, y luego rompió el contacto visual
con un gemido cuando Cassie movió sus dedos.
Aumentó el ritmo, deslizándose hacia afuera y empujando con
fuerza hacia adentro, y Erin la ayudó, moviendo las caderas y
saltando. A veces se inclinaba para besarla, pero la mayor parte del
tiempo se mantenía erguida, montando la mano de Cassie con
urgencia.
—¡Más! —gimió, y Cassie añadió otro dedo.
Estaba bastante segura de que este era el mejor día de su vida. Tenía
tres dedos dentro de esta hermosa mujer que apretaba como loca,
obviamente cerca; y estaba a punto de hacer que esta maldita mujer
hermosa se corriera sobre sus dedos en la parte trasera de un auto, y
no podía pensar en nada mejor.
Besó a Erin, agarrando su trasero para tirar de ella con más fuerza
sobre sus dedos.
—Cassie, joder —murmuró Erin, y luego se corrió, temblando y
estremeciéndose, con los ojos cerrados, la boca abierta; y ¡Jesucristo!,
Cassie había hecho venir a mucha gente en sus veintiún años, pero
Erin fue sin duda lo más caliente que jamás había visto.
Erin se derrumbó encima de ella, y Cassie la rodeó con sus brazos.
Cuando Erin levantó la cabeza para besarla, fue suave, amable. Hizo
un sonido de satisfacción desde el fondo de su garganta y le dio un
cabezazo a Cassie como un gato acicalándose. Era tan adorable, pero
aún no se había venido; no podía controlar la forma en que sus
caderas se contraían bajo las de Erin.
Erin se burló de ella.
—Impaciente —la amonestó.
—Si estuviera impaciente, no te habría hecho venir primero —dijo
14
Cassie, pero fue contrarrestado por la forma en que empujó la mano
de Erin hacia el botón de sus jeans mientras se besaban.
Erin se reajustó, una rodilla entre las piernas de Cassie, una mano
en el asiento al lado de Cassie para sostenerse. Le desabrochó los
pantalones y empujó su pierna derecha lo más que pudo, golpeándola
contra el respaldo del asiento del conductor para tener más espacio y
poder deslizar una mano en la ropa interior de Cassie. No era un gran
ángulo, incluso con las piernas abiertas no había mucho espacio para
moverse, pero Cassie estaba tan lista que no importaba mucho. Los
dedos de Erin se deslizaron, justo hasta el primer nudillo, y los ojos
de Cassie se cerraron de golpe.
Los abrió de nuevo para encontrar a Erin mirándola como si su
rostro tuviera las respuestas a todas las preguntas de la vida. Cassie
se adelantó para besarla, y empujó los dedos de Erin más
profundamente.
—¡Dios! —exclamó Cassie, retrocediendo.
—Puedes llamarme Erin.
La risa de Cassie se convirtió en un jadeo.
Erin la tocaba y la observaba, y Cassie quería más. Se desabrochó
el sujetador y valió la pena por el brillo en los ojos de Erin. Valió la
pena por la forma en que agachó la cabeza, atrapó un pezón entre los
dientes y gimió como si ella fuera a la que estaban tocando.
Al parecer, a Erin le gustaba observarla. Mantuvo los ojos fijos en
su rostro, incluso mientras prodigaba atención a sus pechos. Cassie
quería besarla, quería que bajara la boca, quería que siguiera
haciéndole esas cosas con esa boca cruel y esos dedos duros y rápidos.
Gimió un «por favor», seguido de un «Erin». Los ojos de Erin se
encendieron y dijo:
—Tócate.
Cassie jadeó de nuevo. Se sentía como si estuviera en llamas. Sus
jeans estaban apretados cuando hizo lo que le pidió: metió una mano
dentro de ellos junto a la de Erin. Fue increíblemente bueno. Frotó
círculos sobre su clítoris, sin molestarse en empezar despacio cuando 15
Erin ya la tenía así de excitada.
Cada vez que Erin acertaba, los jadeos de Cassie se convertían en
gemidos. No solo la observaba, sino que prácticamente la penetraba
con la mirada; así que no pasó mucho tiempo hasta que Cassie gimió
con cada embestida. Siguió perdiendo el ritmo en su clítoris,
demasiado distraída por el tirón gravitacional en su núcleo, la
acumulación antes de una supernova. Era solo cuestión de tiempo
antes de que explotara. Al borde, Cassie dejó de frotar y presionó con
fuerza, apretando todo su cuerpo hasta que se rompió,
estremeciéndose alrededor de los dedos de Erin.
Erin besó su sien mientras se recuperaba, y Cassie se mordió el
interior de la mejilla para aplastar la sonrisa tonta que amenazaba con
apoderarse de su rostro. Siempre era tonta y dócil después del sexo.
Erin se bajó de ella, pero a Cassie le tomó algunas respiraciones
recordar cómo moverse. Cuando estuvieron sentadas erguidas, se
inclinó para besar a Erin, luego se puso el sostén y la volvió a besar.
Erin sonrió
—Eso estuvo bien.
—Definitivamente —remarcó Cassie, mientras se ponía la
camiseta—. Aunque la próxima vez tendré que llegar a tus tetas.
Mierda.
«La próxima vez». Nunca se le debe permitir hablar tan pronto
después del orgasmo.
Erin no se inmutó, afortunadamente
—Me temo que no habrá próxima vez —dijo—. Solo estoy en
Virginia durante el fin de semana visitando a mi hija en la
universidad.
Cassie se congeló.
—Tienes que estar bromeando.
Erin frunció el ceño confundida y ladeó la cabeza, y guau, Cassie
realmente no necesitaba querer besarla de nuevo. 16
—¿Adónde va tu hija?
Había otras universidades cerca; tal vez Cassie estaba nerviosa por
nada.
—En la universidad Keckley —contestó Erin.
Cassie la miró por un momento.
—Sí —dijo finalmente—, yo también.
Erin cerró los ojos de golpe y resopló. Cassie permaneció en
silencio, dejó que lo procesara por su cuenta. Erin se pellizcó el puente
de la nariz.
—Dime que al menos eres una estudiante de posgrado.
—¿Quieres que mienta, o…?
Erin abrió los ojos para nivelarla con una mirada.
—De último año.
Erin gimió
—¡Dios! Apenas eres mayor que mi hija.
Keckley no era una universidad muy grande, y Cassie se moría por
saber quién era la hija de Erin, pero la curiosidad mató al gato, así que
no preguntó. Ya había dicho una tontería posorgásmica, de todos
modos.
—Así que, eh… —Trató de evitar cualquier silencio incómodo—.
Son buenas noticias. ¿Sabes dónde está mi universidad? ¿Podrías
llevarme a casa?
Erin solo la miró. Silencio incómodo no evitado.
—Quiero decir, no dejarás que tome un Lyft luciendo recién
follada, ¿verdad?
Erin se burló.
—No pareces recién follada.
—Em, estoy bastante segura de que estoy brillando en este
momento —dijo Cassie—. O, al menos, así se siente.
17
El cumplido funcionó a las mil maravillas: Erin se sonrojó y se pasó
una mano por el pelo como había hecho en el bar.
—Bien —dijo—, te llevaré.
Se trasladaron a los asientos delanteros con tanta dignidad como
pudieron mantener. Erin puso el coche en marcha y Cassie subió el
volumen de la radio. Si tenía que elegir entre el silencio, la charla
incómoda y la música, definitivamente iba a elegir esta última.
Además, el teléfono de Erin estaba reproduciendo Beyoncé por
Bluetooth, y nunca le dices que no a Queen Bey.
—You ain’t married to no average bitch, boy —cantó Cassie sin pensar.
Se interrumpió y se aclaró la garganta. Cantar frente a personas que
acababa de conocer no era exactamente lo suyo. Pero, por el rabillo
del ojo, pudo ver una sonrisa en el rostro de Erin. Tragó saliva, respiró
hondo y siguió cantando.
Ninguna de las dos pronunció palabra alguna, incluso cuando
llegaron al campus. Erin no preguntó dónde vivía Cassie, y esta
tampoco se lo dijo. Tal vez fue una coincidencia, pero el
estacionamiento en el que se detuvieron era el más alejado de los
dormitorios de los estudiantes de primer año. Se preguntó si su hija
era estudiante de primer año, antes de recordarse a sí misma que la
curiosidad mató al gato, y ya tenía demasiada información.
La luz más brillante en la que Cassie había visto a Erin fue en la del
maldito baño, pero incluso aquí, bajo las débiles luces del
estacionamiento filtradas a través del parabrisas, la mujer brillaba. Si
Cassie fuera una romántica, diría que los ojos de Erin eran como el
cielo nocturno: nunca se aburriría de seguir sus constelaciones. Pero
no era para nada una romántica; por lo que, en su mayoría, solo
estaba orgullosa de sí misma por ligar con una mujer tan sensual. Y
como nunca la volvería a ver, supuso que también podría aprovechar
el adiós. Besó a Erin tan sucio como pudo, esperó a que se inclinara
más cerca, sobre la consola central, y luego se alejó, mientras Erin
perseguía sus labios.
—Ha sido divertido —dijo, y salió del auto sin mirar atrás.
18
***
Cassie no estaba despierta cuando sonó su teléfono a la mañana
siguiente. Lo ignoró sin abrir los ojos. Nadie con quien quisiera hablar
la llamaría tan temprano. Pero volvió a sonar, y otra vez después de
eso y, quienquiera que fuera, no viviría para contarlo.
—¿Qué carajo quieres? —gruñó mientras respondía.
—Sé que es temprano, pero necesito que vengas a desayunar
conmigo.
Parker.
Cassie se frotó los ojos.
—La osadía de llamarme un sábado antes de las ocho de la mañana.
Esto podría ser lo peor que me has hecho, y sí, te incluyo durmiendo
con mi novio.
Parker se quedó en silencio. Nunca parecía saber cómo actuar
cuando Cassie bromeaba sobre cómo se habían conocido. Finalmente,
dijo:
—Hablo en serio, Cassie.
—Acacia ya debe de estar levantada.
Acacia las unió mucho más que Seth, el ahora exnovio. Era la
compañera de cuarto de Parker y la mejor amiga de Cassie desde la
infancia. También era una persona mañanera por alguna razón
inexplicable.
—Se fue con su hermano de excursión —dijo Parker, y Cassie se
estremeció de cuerpo entero—. Será un desayuno gratis, mi mamá
pagará. Solo necesito, algo como, un amortiguador. Ella es demasiado
a veces, y pensé que podría manejarlo por mi cuenta, pero ahora estoy
en una espiral. ¿Por favor?
Cassie decidió no volver a hacer amistad con una estudiante de
primer año: actuaban tan necesitados.
Por otra parte, Parker le había roto la nariz a Seth y terminó las
19
cosas cuando descubrió que el idiota tenía novia, así que tal vez se
había ganado uno o dos favores.
—¿A qué hora me recoges?
El desayuno era en uno de los restaurantes favoritos de Cassie, así
que cuando llegaron, ni siquiera le importó levantarse tan temprano
un fin de semana. Una multitud de personas esperaba para sentarse.
—Mi mamá ya tiene una mesa —dijo Parker, escaneando el
restaurante—. Allí.
Se dirigieron hacia una mujer sentada sola, frente a la ventana, con
una taza de café humeante frente a ella.
—Llámala Dra. Bennett si quieres causar una buena impresión —le
murmuró Parker a Cassie.
—Soy genial con los padres, gracias.
Parker llegó a la mesa primero, y cuando su madre se puso de pie
para abrazarla, casi se cae.
—Hola mamá, esta es Cassie. Cassie, esta es mi madre.
Cassie tuvo que darle crédito a Erin; su único indicio fue el ligero
ensanchamiento de sus ojos cuando extendió su mano. Se la estrechó,
tratando de mantener la sonrisa de comemierda fuera de su rostro.
—Encantada de conocerla, Dra. Bennett —dijo.
Erin le apretó la mano demasiado fuerte.
—Por favor, llámame Erin.

20
Capítulo 2
Erin
Erin agradeció a la mesera por su café y los tres vasos de agua.
Envolvió ambas manos alrededor de su taza y dejó su menú cerrado.
No había necesidad de mirar antes de que llegaran Parker y su amiga.
Había encontrado el lugar en Yelp a principios de semana, por lo que
ya sabía que tenía muchas buenas ofertas. Quería ir al lugar favorito
de Parker para desayunar, pero su hija no tenía ninguna sugerencia:
aún no había salido del campus para desayunar.
El restaurante era bonito: las paredes amarillas brillaban con la luz
de los grandes ventanales. Paraguas abiertos de diferentes colores y
diseños colgaban boca abajo del techo alto. Había tenido que abrirse
21
paso entre media docena de personas que esperaban una mesa para
darle a la anfitriona su nombre para su reserva.
Erin extrañaba a Parker. La custodia compartida en la escuela
secundaria ya había sido lo bastante mala. Parker había participado
en el gobierno estudiantil, la feria de ciencias y las lecciones de arte,
tanto tomando como enseñando; además, había pasado la mitad de
su tiempo en el nuevo apartamento de su padre. Pero ahora, con ella
en la universidad, era mucho peor.
Había pasado poco más de un mes, pero la extrañaba. Deseaba no
tener que compartirla con Adam este fin de semana. Sin embargo, si
Adam no estuviera de visita, Erin no habría estado en ese bar anoche.
Incluso si era ridículo que se hubiera acostado con una estudiante
universitaria, no se atrevía a arrepentirse.
Un rubor se deslizó en sus mejillas al pensar en la noche anterior.
Se había liado con una estudiante universitaria en el asiento trasero
de su auto alquilado. Rachel tendría un festín con esto, pero Erin aún
no había decidido si se lo diría. Durante los últimos tres años, su
mejor amiga la había estado animando para que, bueno, tuviera un
poco de sexo, básicamente tan pronto como el divorcio fuera
definitivo. Cada cita que Erin había tenido en ese tiempo, Rachel la
contó detalladamente, a veces literalmente, dependiendo de cómo
había ido la cita. Le encantaría el resumen de anoche. Erin ni siquiera
podía imaginar cómo le explicaría lo de Cassie a Rachel. La forma en
que Cassie la había mirado, la forma en que la había tocado: sin duda
alguna.
Negó con la cabeza y sonrió a su taza de café. Debería estar
pensando en su hija, no en la mujer arrogante con la sonrisa sucia que
le había comprado un trago.
Como convocada por los pensamientos de Erin, Parker apareció
junto a la mesa.
—¡Bebé! —dijo efusivamente, saltando para abrazar a su hija.
La apretó con fuerza, con los ojos cerrados, y la inhaló. Su hija.
Parker olía como el perfume barato que había usado desde el primer
22
año de secundaria. Erin presionó un beso contra un lado de su cabeza
y luego la soltó antes de que pudiera ser reprendida por tardar
demasiado.
La sonrisa de Parker era amplia y llena de dientes, y Erin quería
llorar. Dios, la había extrañado.
—Mamá, esta es Cassie —dijo Parker—. Cassie, esta es mi madre.
Erin tardó un momento en pasar de mirar a Parker a mirar a la
amiga de Parker. Su cerebro se retrasó, captando el nombre pero sin
averiguar por qué hasta que sus ojos se posaron en Cassie.
Cassie.
Gracias a Dios que su madre le había inculcado modales desde
niña, pues su mente podría haber sido un grito interminable, pero
Erin no perdió el ritmo antes de extender su mano para estrechar la
de Cassie.
—Encantada de conocerla, Dra. Bennett. —El rostro de Cassie no
era más que una sonrisa de satisfacción propia. Se pasó la otra mano
por el pelo rubio, tan hermosa y arrogante como la noche anterior.
Erin trató de no apretar demasiado fuerte
—Por favor —dijo—, llámame Erin.
Esto no podría estar pasando.
Parker se dejó caer en la cabina y Cassie se deslizó a su lado. Erin
tuvo que apoyar una mano en la mesa mientras se sentaba.
Esto no podría estar pasando.
Erin tomó un trago demasiado grande de café, que le quemó la
garganta.
Parker todavía estaba sonriendo, y esa sonrisa hizo lo de siempre:
que su corazón cantara. Ella amaba tanto a su hija. No podía permitir
que esta —esta— esta situación de mierda estropeara nada.
—¿Cómo estuvo la cena de anoche con tu papá? —Erin preguntó
obedientemente.
23
La sonrisa de Parker bajó un par de vatios.
—Bien.
—¿Adónde fueron?
A Erin no le importaba, excepto que esperaba que el desayuno
fuera mejor. Ella y Adam se llevaban bien por el bien de Parker, pero
eso no significaba que no fuera mezquina.
—Un lugar italiano —se quejó Parker. Luego cambió de tema—.
¿Qué hiciste anoche?
Erin no había mirado a Cassie desde que se sentaron, pero no podía
pasar por alto la forma en que la otra mujer ocultó una sonrisa al
tomar un sorbo de agua. Algo se tensó dentro de ella ante el sentido
recuerdo de esa sonrisa.
—Nada especial —dijo Erin en lugar de sonrojarse.
Cassie se atragantó con el agua. Parker se volvió y le dio unas
palmaditas en la espalda, y mientras su hija estaba distraída, Erin
arqueó una ceja hacia Cassie. No iba a dejar que Cassie arruinara esta
visita.
Ella pretendía que la mirada fuera una amenaza, pero no fue
efectiva; en cambio, Cassie pareció tomarlo como un desafío. Tan
pronto como recuperó el aliento, le sonrió a Erin.
—¿Cuánto tiempo estarás en la ciudad? —preguntó Cassie, su pie
descalzo rozó suavemente el costado de uno de los zapatos de Erin.
Erin apretó los labios.
—Vuelo mañana por la noche.
—Aún tienes tiempo de sobra para entretenerte —dijo Cassie, y los
dedos de sus pies se enroscaron alrededor del tobillo de Erin.
La piel de Erin debe de haber sido de color rojo brillante. Se sentía
así de todos modos, enrojecida y ardiendo. ¿El restaurante siempre
estuvo así de caliente? Prefería el clima de New Hampshire, donde
nació y se crio, al de Virginia por muchas razones. Agregado a la lista:
24
si hubieran estado en New Hampshire en octubre, Cassie no habría
estado usando sandalias. Erin no habría tenido que sentir el calor de
la piel de Cassie contra la suya debajo de la mesa.
Parker le contó sobre sus clases, mientras que Cassie examinaba el
menú y jugaba con los pies. Era una locura hacer esto frente a Parker.
No es que Erin estuviera haciendo nada más que quedarse muy
quieta. Aunque tal vez no retroceder contaba como hacer algo. Quería
alejarse, no porque no se sintiera bien, sino porque lo hacía. La sonrisa
de suficiencia de Cassie nunca abandonó su rostro, tan audaz como
la noche anterior, y odiaba que todavía funcionara con ella. Debería
haberse sentido mortificada. Debería haberse sentido extraña,
incómoda y avergonzada. Había hecho algo malo.
Porque eso era lo que era esto: algo sucio. ¿Qué más podría ser
dormir con la amiga de tu hija?
Parker habló sobre su clase de arte en el estudio, claramente ajena
a todo lo que sucedía debajo de la mesa. Cassie deslizó su pie arriba
y abajo de la pantorrilla de Erin mientras la mesera tomaba las
órdenes de bebidas, y finalmente se obligó a cambiar sus piernas en
otra dirección, lejos de las de Cassie.
—¿Qué hay de ti, Cassie? —Erin preguntó una vez que el servidor
se fue—. ¿Qué estás estudiando?
Era más fácil mirarla ahora que no se tocaban. Incluso si la sonrisa
todavía no había dejado el rostro de Cassie.
—Soy estudiante de física —dijo—. Me especializaré en ingeniería.
—¡Ella va a ser astronauta! —exclamó Parker.
Erin enarcó las cejas
—¿Ah?
—Claro que no —suspiró Cassie—. Sí, voy a ir a Caltech el próximo
año para estudiar ingeniería aeroespacial, pero ni siquiera sé si quiero
estudiar aeronáutica o astronáutica. —Debió haber notado la
completa falta de comprensión de Erin porque continuó—: cosas
dentro de la atmósfera de la Tierra, como aviones y mier… cosas así, 25
o afuera, como, eh, naves espaciales.
Era ridículo que Cassie se abstuviera de maldecir. Como si Erin no
la hubiera hecho decir malas palabras.
—¿Ves? —dijo Parker—. Astronauta.
Cassie puso los ojos en blanco y le dio a Erin una sonrisa. Erin no
pudo evitar devolverle la sonrisa.
Parker se excusó para usar el baño después de que el mesero tomó
sus órdenes. Una vez que Erin estuvo segura de que su hija estaba
fuera del alcance del oído, se volvió para mirar a Cassie, que todavía
parecía un gato que se había comido el canario.
—Cassie —dijo Erin, en voz baja y de advertencia, y la sonrisa de
Cassie se volvió un poco salvaje en lugar de desaparecer como había
esperado—. Necesito que te detengas.
—¡Ya lo hice! —Cassie protestó—. Te moviste y me detuve.
—Tienes que dejar de mirarme así.
Cassie frunció el ceño, como si tal vez no hubiera tenido la
intención de mirarla de ninguna manera. Erin no podía negar que era
agradable: le faltaban menos de dos años para cumplir los cuarenta;
no era como si fuera una dificultad tener a una veinteañera tan
obviamente atraída por ella como lo estaba Cassie. Ojalá fuera así de
simple.
—Esa es mi hija. —Sus hombros se hundieron—. Ya pasa la mitad
de su tiempo odiándome por divorciarme de su padre. Por favor, no
hagas esto más difícil de lo que tiene que ser.
Se pasó una mano por el pelo. Cassie golpeó una pierna contra la
suya debajo de la mesa y Erin la miró, derrotada.
—No, solo quise decir… —Cassie se interrumpió. Cruzó las manos
en su regazo. Erin hubiera apostado que tenía los tobillos cruzados
debajo de la mesa—. Perdón. Me portaré bien.
Erin tomó un sorbo de su café en lugar de permitirse una sonrisa.
No importaba si Cassie se veía tan linda.
Cuando Parker volvió, Cassie se deslizó más adentro de la cabina 26
en lugar de molestarse en levantarse y dejarla entrar.
—¿De qué están hablando? —preguntó Parker.
Cassie no perdió el ritmo
—Solo intento que tu mamá me cuente historias vergonzosas sobre
ti cuando eras niña.
—No hay ninguna —dijo Parker, con la nariz en el aire—. Era una
niña perfecta.
Erin resopló
—Era una pequeña mierda manipuladora.
Cassie se echó a reír y Erin tuvo que tomar otro sorbo de café.
—Todavía lo es —dijo Cassie—. Todo el tiempo se jacta de que su
capacidad para convencer a los profesores de tener clases al aire libre
es insuperable.
—No soy manipuladora. —Parker se sacudió el pelo—. Soy
persuasiva.
Cassie y Erin se rieron de ella, y Parker sonrió tontamente.
—Lo que sea —dijo—. Cassie, vendrás a cappella esta noche,
¿verdad?
—¿Verte cantar y hacerle ojitos a esa chica de The BarBelles? ¡No
me lo perdería por nada del mundo!
—¿Qué estás diciendo? —Erin sonrió cuando Parker gimió—. ¿Mi
hija está enamorada?
Parker miró fijamente a Cassie
—Recuérdame por qué te invité a desayunar.
—Creo que fue por mi maravillosa personalidad.
Cassie sonrió como si no matara a una mosca.
Cuando terminaron, la multitud que esperaba mesas se extendía
por la acera frente al restaurante. Parker y Cassie salieron mientras
Erin se dirigía al mostrador para pagar. Ella las observó a través de la
27
ventana. Parker se rio de algo que dijo Cassie, y Erin dejó escapar un
suspiro de felicidad.
El desayuno había ido bien, mucho mejor de lo que esperaba una
vez que vio a Cassie. Parker estaba feliz y habladora, Cassie era
encantadora y divertida. Había sido fácil, y gran parte de la relación
con su hija no lo había sido desde el divorcio. Parker siempre había
sido una niña de papá. Ella y Erin eran demasiado parecidas para no
chocar. Pero con Cassie entre ellas, habían hablado y reído, y el nudo
de ansiedad en su pecho se había aflojado.
¿Quién hubiera pensado que terminaría siendo algo bueno que su
aventura de una noche viniera a desayunar?
Esa parte todavía era demasiado ridícula para que Erin la
procesara. Se asustaría más tarde en su hotel, cuando tuviera tiempo
para pensar. Por el momento, solo sonrió mientras se reunía con
Cassie y Parker en la entrada.
La forma en que Cassie le sonrió hizo que Erin se sintiera como la
única persona en el mundo, a pesar de la multitud de clientes que
esperaban a su alrededor. Sin embargo, Cassie realmente no debe
haber estado prestando atención a su entorno, porque mientras
estaba ocupada sonriéndole a Erin, se tropezó con la acera.
Erin no se detuvo a pensar: ahí estaba ella, con un brazo alrededor
de la cintura de Cassie, sosteniéndola hasta que pudo sostenerse en
sus propios pies.
—¿Todo bien? —preguntó. No pudo evitar pensar en la última vez
que había levantado a Cassie del suelo, cuando la dejó sobre el
encimera y le abrió las rodillas.
—Grandioso —dijo Cassie, mirando la boca de Erin.
Erin tardó un momento en soltarse.
Con el cabello largo de Cassie suelto, Erin notó, por primera vez,
un tinte antinatural.
—¿Eso es rosa?
28
—Mechones, sí —contestó Cassie, y levantó una mano para tirar de
un crespo—. Demasiado trabajo para mantener toda una cabeza de
color.
—Se ve bien.
Cuando Erin finalmente se alejó un paso de Cassie, el resto del
mundo volvió a toda velocidad, Parker miraba entre ellas, con el ceño
fruncido. Erin fingió no darse cuenta.
Cassie tomó una ruta diferente, más directa
—¿Qué? —chasqueó.
—Ahí está la Cassie que conozco —dijo Parker—. No dejes que
nadie más que Acacia te toque.
Cassie agachó la cabeza y Erin apretó los labios. Definitivamente,
iba a enloquecer por esto en su hotel más tarde, pero por ahora, se
permitió disfrutar la forma en que las mejillas de Cassie se sonrojaron.
—Acabo de conocer a tu mamá. No quería ser grosera.
Parker se rio
—¿Cuándo eso te ha impedido hacer algo?
Erin aprovechó la oportunidad para cambiar de tema. No quería
darle a Parker demasiado tiempo para pensar en la forma en que
Cassie se comportaba con ella.
—Fue un placer conocerte, Cassie.
La sonrisa de Cassie estaba libre de hambre por una vez.
—Igualmente.
—¿Te veré esta noche en el concierto? —Erin preguntó—.
¿Prometes mostrarme la enamorada de Parker?
—¡Mamá!
—Lo haré —dijo Cassie, con los ojos brillantes—. Pero Erin, Parker
se delatará ella solita.
Parker gruñó mientras Erin se reía.
Parker se reunió con Erin frente a su dormitorio después de dejar a 29
Cassie en su departamento. Erin había visto la habitación cuando ella
y Adam llevaron a Parker a la universidad, pero en ese entonces aún
no estaba decorada. Y aunque la había vislumbrado mientras
chateaba por video con Parker, era mejor en persona. Luces
centelleantes se alineaban en cada pared. La mitad de la habitación
de Parker estaba ordenada y limpia, los carteles perfectamente rectos
y distanciados uniformemente. El lado de Acacia no estaba
desordenado ni menos controlado: un tablero de corcho gigante con
fotos, notas adhesivas y talones de boletos clavados por todas partes.
Erin no pretendía entrometerse, pero sus ojos se engancharon en una
imagen de una Acacia mucho más joven, con trenzas en el cabello en
lugar de la cabeza rapada que tenía ahora. Junto a Acacia,
inconfundible a pesar de que la foto era de hace unos diez años,
estaba…
—¿Esa es Cassie? —Erin preguntó.
—Sí —dijo Parker—, ella y Acacia crecieron juntas.
Cassie era solo una niña en la foto, su cabello rubio estaba recogido
sobre su cabeza en un absoluto nido de pájaros. Estaba demasiado
flaca, como si no hubiera estado bien alimentada o acabara de crecer.
Erin sintió que estaba entrometiéndose, de alguna manera, mirando
la foto. Se volvió hacia Parker, quien asintió hacia la foto.
—Creo que esa es como su primera foto juntas —dijo—. Han sido
mejores amigas desde que tenían nueve y diez años.
Erin se puso rígida. Cassie había dicho que era una estudiante de
último año.
—¿Cassie es solo un año mayor que tú?
—¿Qué? —dijo Parker, distraída mientras ponía las sobras del
desayuno dentro de la mini nevera debajo de su cama—. No. Ella es
un año mayor que Acacia, quien es dos años mayor que yo.
—¿Acacia no es una estudiante de primer año?
—Ah —dijo Parker como si acabara de entender la pregunta
original de Erin—. No. ¿No te conté que es una estudiante
transferida? Las dos somos estudiantes de primer año. Por eso nos
30
juntaron.
Erin dejó escapar el aliento, aliviada. Tirarse a una estudiante
universitaria ya era bastante malo, pero tirarse a una estudiante de
segundo año era impensable.
—¿Así que conociste a Cassie a través de Acacia?
Parker se puso de pie y enderezó su edredón, aún de espaldas a
Erin
—Algo así.
Erin se mordió el labio inferior y esperó, deseando escuchar más
pero sin tener que presionar. Parker suspiró y se dio la vuelta.
—Ese chico que conocí que pensé… no importa. Ese chico del
comienzo del semestre…
—¿El tipo al que golpeaste? —Erin interrumpió. Le encantaba en
secreto que Parker le hubiera dado al imbécil lo que se merecía—. ¿El
que tenía novia?
Parker asintió. Se cruzó de brazos frente a ella.
—Cassie era la novia.
Erin no dijo nada.
—Te dije que no lo sabía —dijo Parker, a la defensiva—. Terminé
tan pronto como descubrí que tenía novia. E incluso después de que
se separaron, no estoy…
—Lo sé, cariño, lo sé —dijo Erin—. Lo siento. No fue mi intención,
no te estaba juzgando. Solo asimilando la información.
—Bueno.
Lo que Erin había estado haciendo, en realidad, era preguntarse si
eso lo hacía mejor; ¿Era una traición menor, de alguna manera, que
ella y Cassie se hubieran acostado, dado que su hija había tenido algo
con el novio de Cassie? Se odió a sí misma por la idea. 31
—Bueno, como sea, esta es mi habitación —dijo Parker—. Es solo
un dormitorio. Vamos, quiero mostrarte el estudio.
Los árboles de magnolia bordeaban el camino desde el lado
residencial hasta el lado académico del campus. Parker saludó a unos
chicos que descansaban en las ramas bajas del árbol más cercano a su
dormitorio. Le desearon suerte para esta noche.
A Erin le encantaba la forma en que Parker encajaba aquí tan
fácilmente, incluso con lo diferente que era de donde creció: muchos
acentos sureños y un cuerpo estudiantil más pequeño que la escuela
secundaria de Parker. El campus se extendía desde los dormitorios de
primer año en el borde más lejano de un lado hasta la biblioteca en el
otro, con un camino bordeado de magnolia. Los edificios se
bifurcaban de él, muchos con columnas blancas en el frente que los
hacían parecer más mansiones que edificios académicos. Recorrer
todo el camino tomó menos de quince minutos.
Parker habló todo el tiempo, y Erin no iba a recordar la mitad de
los hechos e historias contadas en rápida sucesión, pero no estaba
dispuesta a interrumpir. Era más difícil tener el nido vacío de lo que
le gustaba admitir. Se había quedado con la casa en el divorcio. La
casa grande y silenciosa. No es que Parker no llamara, lo hacía todos
los domingos, como la hija obediente y perfecta que era. Simplemente
la extrañaba, extrañaba su voz en persona, no a través de un pequeño
altavoz de un teléfono celular.
Esa voz se volvió tranquila, reverente, mientras Parker conducía a
Erin al edificio de arte. Sus pasos resonaron en el pasillo vacío. Erin
se sintió un poco reverente al ver el lugar donde Parker pasaba gran
parte de su tiempo.
Grandes ventanas llenaban dos paredes del estudio y
proporcionaban mucha luz natural. Caballetes vacíos ocupaban la
mayor parte de la habitación, con paños individuales debajo de cada
uno. Un mostrador con un fregadero enorme en el medio corría a lo
largo de una pared. Manchas de pintura marcaban la encimera. Había
un estéreo portátil de la vieja escuela que Erin imaginó que tendría
mucho uso. En casa, Parker siempre había escuchado música a un
32
volumen ridículamente alto cuando pintaba.
Parker condujo a Erin a un grupo de cubículos altos y delgados en
la esquina de la habitación.
Sacó un lienzo de uno, las puntas de sus orejas se pusieron rojas.
—Es precioso —susurró Erin.
Le había dicho lo mismo sobre cada obra de arte desde antes de que
Parker coloreara dentro de las líneas. Era verdad, siempre.
—Maureen, la profesora, ha estado tratando de que me especialice
en arte.
—Apenas has estado aquí un mes —dijo Erin—. Tienes tiempo para
decidir.
Parker volvió a deslizar la lona en el cubículo etiquetado con su
nombre
—Sí, claro. —Parecía decepcionada. Erin trató de arreglarlo.
—Quiero decir, puedo ver por qué ella querría que lo hicieras —
dijo—. Siempre has tenido mucho talento. Simplemente no quiero
que sientas que tienes que elegir de inmediato. La universidad es un
momento para descubrir quién eres y qué quieres. Es tu primera vez
fuera de casa, puedes hacer…
—Ay, Dios mío, mamá, lo sé, he escuchado tu inspirador discurso
universitario como novecientas veces ya.
—Tienes que dejarme sermonearte un poco, ahora que no tengo
tantas oportunidades de hacerlo —dijo Erin—. Sabes que voy a ser
terriblemente vergonzosa animándote en tu concierto esta noche,
¿verdad?
Parker gimió teatralmente, pero se estaba riendo, su anterior
descontento había desaparecido.

33
Capítulo 3
Erin
Erin debería sentirse peor sobre esta situación. ¡Se tiró a una de las
amigas de su hija! Racionalmente, sabía lo absurdo que era eso.
Eso era algo que simplemente… no sucedía. Las personas comunes
no se acostaban con los amigos de sus hijos o, al menos, no el tipo de
gente que Erin conocía. Jesús, su madre la habría matado. Divorciarse
ya había sido lo bastante malo, ¿y ahora un escándalo sexual?
No se iba a convertir en un escándalo, obviamente. Nadie en
Nashua sabía algo al respecto. Solo Erin y Cassie; y así se quedaría.
Nadie podía saberlo. Había considerado decírselo a Rachel cuando 34
supuso que había sido una aventura cualquiera de una noche, pero
¿ahora? No. Este era un secreto que Erin necesitaba llevarse a la
tumba.
La cuestión era que… el sexo había sido muy bueno. No, eso no
podría describirlo adecuadamente. Fue excepcional, increíble, del
tipo que hace historia y sacude el mundo. No creía que solo se debiera
al hecho que no se hubiera acostado con una mujer desde la
universidad. Había tenido buen sexo, incluso después del divorcio,
pero nunca había tenido sexo así. Lo cual ni siquiera tenía sentido
porque había sido en el asiento trasero de un auto. ¿Quién tiene el
mejor sexo de su vida en un estacionamiento en la parte trasera de un
carro rentado?
Cassie ni siquiera tenía la edad suficiente para alquilar uno, así que
Erin debería haberse sentido avergonzada. Tampoco debería estar
sentada en el borde de la cama de su habitación de hotel,
preguntándose si había alguna forma de que volviera a suceder. Ni
mucho menos, debería estar considerando cambiarse de ropa. No
había ninguna razón por la que no pudiera ponerse la misma ropa
que usó en el desayuno para el concierto a cappella.
Por otra parte, mañana se iría y, si no se cambiaba, entonces habría
perdido la empacada de todas esa prendas. Habría sido un total
desperdicio, en serio.
Ayer por la mañana, en un ataque de resentimiento, Erin había
arrojado sus jeans favoritos a su maleta. Esos que hacían que su
trasero se viera increíble, según Rachel. No había necesitado
empacarlos, y definitivamente no necesitaba usarlos. Los había traído
por Adam, para recordarle lo buena que estaba su exesposa. Pero
Adam no fue la razón por la que Erin se los estaba poniendo.
No estaba haciendo nada malo. No era un crimen querer verse bien.
A nadie le dolía que quisiera distraer a Cassie con un pequeño escote.
Claro, tal vez Erin estaba pensando más en cómo Cassie no pudo ver
sus senos anoche, y en cómo era mucho más fácil quitarse una blusa
que un vestido, pero tampoco era como si fuera a pasar algo. A ver,
iban a estar en un auditorio lleno de gente. 35
Existía la posibilidad de que ni siquiera viera a Cassie, se dio
cuando encontró un asiento. Dejó el asiento del pasillo vacío junto a
ella, aunque probablemente Cassie ya había llegado, y estaría sentada
con Acacia o cualquier número de amigos apropiados para su edad,
pero Erin la buscó de todos modos.
Erin habría tenido dificultades para encontrar a Parker en una
multitud tan grande, así que no tenía ninguna posibilidad de
encontrar a alguien a quien solo había visto dos veces. En el bar y en
el estacionamiento había tan poca iluminación que ella ni siquiera
había notado las mechas rosadas en el cabello de Cassie. La multitud
de aquí era bulliciosa, un zumbido constante de ruido puntuado por
gritos ocasionales o carcajadas. Se respiraba juventud, lo
suficientemente como para que Erin quisiera apartar la mirada. Se
había acostado con una estudiante universitaria.
Justo cuando pensó que ya era muy tarde, más allá de la hora en
que se suponía que comenzaría el concierto, Cassie pasó junto a ella.
Erin ni siquiera dudó en llamarla.
Cassie se dio la vuelta, y sonrió cuando vio a Erin. Dios, era linda.
Tragó saliva, sonrió, y señaló el asiento junto a ella.
El cabello de Cassie estaba recogido en una cola de caballo
trenzada. Unos mechones se habían soltado, y colgaban alrededor de
su rostro. Llevaba la misma ropa del desayuno, pero ahora estaba
hecha un desastre. Algo negro estaba manchado en la parte delantera
de su camiseta blanca. Debió de haberse limpiado lo mismo de las
manos en sus jeans. Parecía una mecánica después de un largo día, y
todo el cuerpo de Erin de repente estaba muy caliente.
Cassie echó un vistazo hacia el frente del auditorio antes de
deslizarse en el asiento al lado de Erin.
—Oye —dijo, estirando una pierna hacia el pasillo.
Los gritos atravesaron a la audiencia cuando las luces se apagaron.
La puerta del escenario se abrió y el ruido de la multitud se elevó a
un punto culminante cuando el primer grupo salió.
—Llegaste justo a tiempo —dijo Erin.
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Estaba agradecida por el momento, ya que la había salvado de una
pequeña charla. Su lengua se sentía espesa en su boca. Trató de
concentrarse en el grupo en el escenario, no en la forma en que las
manos de Cassie se movían inquietas en su regazo, ni en el recuerdo
sensorial de esas manos sobre su cuerpo. Los cantantes eran todos
chicos, hombres, y su canción de apertura fue Billie Jean.
Esto no tenía por qué ser raro. Cassie le había prometido a Erin que
le señalaría la enamorada de Parker, ¿cómo haría eso si no se sentaban
juntas? Eso era todo. No había ninguna razón para que Erin estuviera
hiperconsciente de los movimientos de Cassie mientras hacía algo en
su teléfono, y luego se cerraba la chaqueta de lona sobre el estómago.
Erin no tenía por qué querer decirle a Cassie que no tenía que ocultar
la mancha en su camisa, pues le gustaba la idea de que se ensuciara.
Pasaron tres canciones antes de que Cassie dijera algo más. Y
cuando lo hizo, fue:
—Lo siento si apesto.
Erin trató de no reírse. Qué manera de iniciar una conversación.
—Estuve en la tienda todo el día —continuó Cassie—. No tuve
tiempo de arreglarme.
Sus ojos se posaron en el pecho de Erin. Esta vestía una blusa de
cuello en V que mostraba un poco de escote, y era un poco sencilla.
La atención la hizo sentirse audaz, así que arrastró sus ojos por el
cuerpo de Cassie.
—Un poco sucia, ¿no?
Cassie se quedó boquiabierta.
Erin volvió su atención al escenario en vez de reírse. Se sentía como
una colegiala, como si estuviera coqueteando con alguien por primera
vez: vertiginosa y agitada.
Cassie no respondió, pero se relajó en su asiento, moviendo su pie
un poco más cerca del de Erin. Lo suficientemente cerca como para
que Erin lo notara, pero no tanto como para percibirse como un 37
movimiento explícito. Ambas tenían una negación plausible.
No se tocaron del todo durante el resto de la primera actuación. El
segundo grupo en subir al escenario fue el de Parker, Sky High Notes.
Cassie se enderezó, puso dos dedos en su boca y silbó. Fue lo
suficientemente fuerte como para que Erin se riera encantada. Cassie
le dio una sonrisa y Erin tomó una decisión.
Mientras Sky High Notes comenzaba su primera canción, un
popurrí de Disney del que Parker había hablado en sus últimas tres
llamadas telefónicas dominicales, Erin se acomodó en su asiento, y
presionó su muslo contra el de Cassie.
Hasta ahí llegó la negación plausible.
Deberían haber hecho esto durante la actuación del grupo anterior.
Probablemente, lo hacía aún peor tocar a Cassie mientras Parker
estaba en el escenario, pero eso le dio a Erin una pequeña emoción
extra. Toda su vida había seguido las reglas. Tal vez habría sido más
rebelde si se hubiera dado cuenta de que romperlas se sentiría tan
bien.
En el descanso entre canciones, Cassie entrelazó sus dedos y estiró
los brazos frente a ella, con las palmas hacia afuera. Su cuello hizo un
sonido de crac.
—Ay —dijo Erin—. ¿Eso es normal?
—Fue un largo día en la tienda, y tengo un poco de dolor. ¿Te
molesta? —Cassie colocó su brazo alrededor de la silla de Erin.
—Para nada.
Al final de la siguiente canción, la espalda de Erin estaba
presionada contra la curva del brazo de Cassie.
—Parker dice que tiene un mini solo en la siguiente canción —dijo
Erin.
Cassie asintió.
—Eso es un gran logro para una estudiante de primer año en su
primer concierto.
38
Parker era buena en todo lo que había hecho. Erin estaba tan
orgullosa de ella, incluso cuando también deseaba que se relajara un
poco: que no madurara tan rápido, que no se esforzara tanto. Sabía
que su hija podía hacer cualquier cosa, pero quería que lo hiciera a su
tiempo.
No podía decirle nada de eso a Cassie, obviamente, así que no dijo
nada.
Cuando Sky High Notes terminó, Cassie y Erin vitorearon tan
fuerte que Parker las notó, se rio y les lanzó un beso. Erin fingió
atraparlo en el aire, decidida a ser la mamá vergonzosa. Desde dónde
estaba sentada, no podía saber si Parker había puesto los ojos en
blanco, pero esperaba que sí lo hubiera hecho.
Antes de que llegara el siguiente grupo, Cassie pasó la mano por la
pierna de Erin, y esta se sobresaltó sorprendida.
—Voy al baño —dijo Cassie, en voz baja.
Erin tragó saliva y asintió con la cabeza. No vio a Cassie irse. Hace
diez segundos, estaba siendo la mamá vergonzosa de Parker, y ahora
estaba apretando los labios y tratando de mantener la respiración
constante.
Anoche, había sido fácil acompañar a Cassie en el bar, y ser
sugerente mientras iba al baño. Cassie lo había querido, obviamente,
y Erin también. Necesitaba la distracción, no quería pensar en su
exmarido y preguntarse a quién amaba más su hija. Cassie se veía
atractiva y no ocultó su interés, así que no había pensado mucho antes
de llevarla al auto rentado.
Pero hoy era diferente.
Hoy, Erin sabía que Cassie estaba en la universidad y que era amiga
de su hija. Sabía exactamente qué tan mala idea era seguirla.
La siguió de todos modos.
Erin ni siquiera sabía dónde estaban los baños. Keckley no era una
universidad muy grande, así que estas instalaciones tampoco lo eran.
Los ruidos se desvanecieron detrás de ella mientras salía del 39
auditorio. A su izquierda, encontró la puerta por la que había entrado
antes; a la derecha, otra conducía a un pasillo, pero solo se le permitía
la entrada a los artistas. Los ojos de Erin se movieron alrededor,
estaba tardando demasiado, y Cassie iba a pensar que no vendría.
Finalmente, vio un letrero que decía BAÑOS con una flecha que
apuntaba hacia abajo por unas escaleras que no había notado antes.
Los pies de Erin la llevaron rápidamente hacia allí.
Cassie holgazaneaba al final del pasillo en el nivel inferior.
Desapareció por una puerta antes de que Erin terminara de bajar las
escaleras. No había nadie más a la vista, por lo que nadie pudo probar
si el ritmo de Erin terminó en algún lugar entre una caminata rápida
y una carrera.
La puerta por la que Cassie había pasado era a un baño accesible,
de ocupación individual, para todos los géneros. Erin se tomó un
momento para alegrarse de que su hija fuera a una escuela tan
inclusiva antes de recordar que realmente no quería estar pensando
en Parker en este momento.
Se deslizó dentro del baño y cerró la puerta detrás de ella.
Cassie ya estaba contra la encimera, como si esperara que Erin la
levantara sobre él por segunda noche consecutiva. Erin solo la miró:
era hermosa, ese cabello dorado contra su piel bronceada, largas
pestañas enmarcando sus ojos azul oscuro. No había una sola arruga
en su rostro.
—No deberíamos —dijo Erin, porque era verdad.
Cassie asintió, pero no parpadeó.
—Lo sé. Está mal, y no deberíamos, y…
Erin la besó.
La besó porque estaba mal y no deberían hacerlo, pero ella lo
quería. Últimamente, había estado tratando de hacer las cosas que
quería, para recuperar el tiempo perdido.
Sin embargo, sus razones realmente no importaban. No cuando la
40
lengua de Cassie estaba lo suficientemente húmeda y caliente como
para derretir todo a su paso. Besó como si nunca le hubiera
preocupado no ser buena en eso. Erin trató de mantenerse al día, trató
de hacer todo lo que había hecho la noche anterior que hizo que
Cassie jadeara: besar su camino por la mandíbula de Cassie funcionó
igual de bien hoy.
—No deberíamos coger aquí —dijo Cassie como si eso convenciera
a Erin de lo contrario.
Erin se rio contra el cuello de Cassie.
—No lo haremos.
Ya lo había decidido. Ella no podía tomar tantas malas decisiones
en un solo concierto a cappella. Pensar en el concierto le recordó que
tenían que volver cuanto antes. Clavó los dientes en la fina piel sobre
la clavícula de Cassie, esta dejó escapar un gemido, y Erin pensó que
debería ser ilegal lo ardiente que había sido.
Las manos de Cassie apretaron con más fuerza las caderas de Erin
y las giró, cambiándolas de posición, así que fue ella la que empujó a
Erin contra la encimera por esta vez. Erin se subió, y Cassie se
interpuso entre sus piernas. Ella la besó, y la besó y la besó y la besó.
Se sentía como si todo lo que habían hecho la noche anterior se
volviera al revés. Erin era la que estaba en la encimera, y no iban tan
rápido, para nada rápido. Las uñas de Cassie arañaban suavemente
el cuero cabelludo de Erin mientras exploraba cómo le gustaba a esta
que la besaran, o eso era lo que supone que estaba haciendo: rápido y
luego lento, mojado, convertido en casto, con pequeñas
provocaciones…
A Erin le gustó todo.
Y no, no iban a coger en este baño, pero eso no significaba que no
pudieran llevar esto un poco más lejos.
—Ca… ah… —Erin se interrumpió cuando Cassie le mordió la
mandíbula—. ¿C… Cassie?
—¿Mmmm? —Ella mordió de nuevo. 41
Erin se estremeció y sintió la sonrisa de respuesta de Cassie contra
un lado de su rostro.
—¿No había algo que quisieras hacer? —Cuando no pareció hacer
clic, Erin agregó—: ¿La próxima vez?
Cassie tiró de la camisa de Erin por encima de su cabeza antes de
que Erin pudiera parpadear.
Miró el pecho de Erin, con la mandíbula floja y los ojos
hambrientos, y de repente el sostén innecesariamente sexi y algo
incómodo valió la pena. Los dedos de Cassie hicieron un trabajo
rápido en el broche de la espalda, y luego Erin estaba completamente
desnuda de cintura para arriba. Casi se encogió, consciente de las
duras luces fluorescentes y la década y media que tenía sobre la mujer
frente a ella. Pero Cassie se quedó observando un poco más, y la
saliva hizo clic en su garganta cuando tragó.
—Mierda, tienes buenas tetas —respiró.
Ella también lo había dicho anoche, pero ahora se sentía más real.
Erin lo creía ahora. Las manos de Cassie la ahuecaron, apretando con
más suavidad de lo que a Erin le hubiera gustado, pero antes de que
pudiera instruirla de otra manera, los labios de Cassie estaban sobre
ella. Hizo rodar un pezón entre el pulgar y el índice, y chupó el otro
con la boca.
Erin trató de no jadear.
—Mierda.
—Me alegro de que llevaras una blusa esta vez —dijo Cassie, pero
las palabras quedaron amortiguadas por la forma en que no apartó la
boca de la piel de Erin para pronunciarlas—. Acceso más fácil.
—Pensé que lo apreciarías —dijo antes de pensarlo mejor.
Cassie mordió, y la cabeza de Erin cayó hacia atrás, golpeándose
contra el espejo. Cassie agitó su lengua suavemente, su mano subió
para acunar la parte posterior de la cabeza de Erin.
No había querido decir nada, no había querido revelar sus
intenciones tan abiertamente. Ahora Cassie sabía que esto no había
42
sido algo tan fortuito, sino algo un poco más planeado.
Tal vez esto había sido inevitable desde el momento en que decidió
usar una blusa en lugar de un vestido. Tal vez había sido inevitable
desde el momento en que Cassie había comenzado a coquetear esta
mañana.
Cassie la marcó. Erin no había tenido un chupetón desde mucho
antes del divorcio, pero Cassie los estaba dejando ahora: chupando,
mordiendo y calmando el escozor con su lengua. Sin embargo, tuvo
el suficiente sentido común para mantener la boca baja, solo en la piel
que estaría cubierta cuando Erin se volviera a poner la blusa.
Erin puso una mano en el cabello de Cassie, la trenza se salió de su
elástico, y Erin pasó los dedos por la cola de caballo suelta. Cuando
Cassie hizo un chupetón demasiado alto en su pecho, Erin tiró de su
cabello. Cassie gimió, y Erin juró que lo sintió en su clítoris.
Una de las manos de Cassie se había abierto camino entre su trasero
y la encimera. La deslizó hasta el botón de los jeans de Erin, pero le
agarró la muñeca y la besó a lo largo de su mandíbula.
—No vamos a hacer eso. —Succionó justo debajo de la oreja de
Cassie, tal vez considerando dejar sus propias marcas.
—Erin… —Se interrumpió cuando mordió el tendón que sobresalía
en su cuello.
Erin tuvo que parar. Tenía que apartar la boca de la piel de Cassie
mientras aún pudiera. Respiró hondo y presionó sus frentes juntas.
—Hablo en serio —dijo con los ojos cerrados—. Deberíamos volver.
Cassie rozó su nariz con la de Erin
—Pensé que no nos estábamos preocupando por lo que deberíamos
y no hacer.
Erin se rio, lo suficientemente suave como para que fuera nada más
que aliento. Se echó hacia atrás. Las pupilas de Cassie se abrieron de
par en par. Tenía los labios hinchados, el pelo revuelto por el sexo. 43
Erin quería estropearlo aún más. Pensó en su hija en su lugar.
—Tienes que señalarme a la chica de la que Parker está enamorada,
¿recuerdas?
Mencionar a Parker hizo su trabajo. Cassie dio un paso atrás.
—¿Me voy primero? —preguntó.
Erin se rio entre dientes mientras se deslizaba fuera de la encimera.
—Solo hazme saber si hay alguien ahí fuera.
Erin volvió a ponerse el sostén mientras Cassie arreglaba su cola de
caballo. Verdugones morados cubrían el pecho de Erin, un mapa de
todos los lugares donde había estado la boca de Cassie. Verlos en el
espejo hizo que Erin se apretara.
Cuando estuvieron presentables de nuevo, Cassie la besó en lugar
de revisar el pasillo.
—¿Dónde te estás quedando?
Erin podría habérselo dicho. Podría haber sido así de fácil.
Pero una cosa era permitirte tener lo que querías, y luego estaba el
hedonismo.
Besó a Cassie por última vez.
—Vamos.
Eso fue todo. Esto nunca podría volver a suceder.
Se deslizaron en sus asientos justo antes de que aparecieran The
BarBelles, ya que se habían perdido todo el tercer grupo. Cassie hizo
un gesto a una chica con más presencia en el escenario que el resto
del grupo combinado.
—Es ella.
—Es linda —dijo Erin—. Parker tiene buen gusto.
—De tal madre tal hija.
Erin puso los ojos en blanco como si no encontrara a Cassie
totalmente encantadora. 44
Capítulo 4
Cassie
Cuando terminó el concierto, Cassie ya se había calmado lo
suficiente. Ella y Erin mantuvieron sus manos, muslos y brazos para
sí mismas durante el resto de la actuación, y así pudo respirar de
nuevo. Permanecieron en sus asientos mientras el auditorio se
vaciaba. Fue grosero, ya que estaban en las sillas cerca al pasillo, pero
levantarse significaba aceptar que todo esto había terminado.
Cassie se puso de pie finalmente cuando Acacia llegó
pavoneándose por el pasillo con una sonrisa en su rostro. Se había
afeitado el cabello cuando llegó a la universidad, y Cassie aún se
estaba acostumbrando, pero, de alguna manera, Acacia se veía mucho
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más ella misma que antes.
—¡Ahí estás! —Tiró de Cassie en un abrazo—. Pensé que no ibas a
aparecer y que tendría que ayudar a Parker a esconder tu cuerpo.
—¿En serio, Kaysh? —Cassie dijo, usando el apodo que había
tenido para ella desde que eran pequeñas—. ¿No me protegerías de
ella?
—¡Oye, sabes que a miedo!
Erin se rio junto con Cassie, y Acacia se volvió hacia ella.
—Usted debe de ser la Dra. Bennett —dijo—. Soy Acacia.
Erin le estrechó la mano.
—Llámame Erin. He escuchado mucho de ti.
—Muchas cosas terribles, probablemente —dijo Cassie. Acacia le
dio un puñetazo en el hombro, más fuerte de lo necesario—. Oye,
¿dónde está tu hermano?
—Tenía trabajo por hacer. Se unirá a nosotras más tarde —dijo con
una mirada que significaba que el trabajo en cuestión era
probablemente comprarles alcohol. Emerson se los había estado
comprando desde mucho antes de que Cassie fuera mayor de edad.
—¡Hoooolis! —Parker apareció, prácticamente derribando a Acacia
en un abrazo—. ¡Gracias por venir!
Todas comenzaron a adorar a la estrella del concierto mientras
Parker les decía que se detuvieran, pero la sonrisa gigante en su rostro
les decía lo contrario.
Mientras se dirigían hacia la salida, Cassie se dio cuenta de lo idiota
que era. Si hubiera querido un adiós como es debido, debería haberlo
hecho en el baño. Estaba malditamente segura de que no iba a poder
despedirse apropiadamente y, por un momento aterrador, deseó
poder abrazar, ya que al menos así podría volver a tocar a Erin. 46
«Bueno, ya todo terminó», se dijo así misma vencida. Solo deseaba
ser una abrazadora. Esto claramente había ido demasiado lejos. Erin
besaba bien, pero eso era ridículo. «Ya contrólate». Se despediría de
Erin y seguiría adelante. Más vale que Emerson compre mucho
alcohol.
Excepto que Dios la odiaba, o algo así, porque en lugar de huir y
dejar todo esto atrás, escuchó a Parker gritar: «¡Papá!», y la vio
catapultarse a los brazos del hombre que esperaba junto a la puerta.
Por supuesto que el padre de Parker estaba aquí. Cassie lo sabía: el
que Parker hubiera estado con su papá fue lo que le permitió a su
mamá estar anoche en el maldito bar.
Cassie se limpió las manos en los jeans, que había olvidado que
estaban manchados de grasa de la tienda, y se arriesgó a mirar a Erin,
quien estaba mirando a otra parte, con la mandíbula apretada.
—Hola, bebé —dijo su papá. Luego, con mucho menos
entusiasmo—: Erin.
—Adam. —La columna de Erin estaba rígida. Cassie no estaba
segura de haberse dado cuenta si no hubiera visto cómo estaba Erin
antes: relajada, sonriente y cómoda. Ahora estaba completamente
erguida y sin pestañear.
Parker seguía sonriendo como una bombilla de mil vatios, colgada
al brazo de su padre
—Papá, creo que recuerdas a Acacia de cuando me trajiste. Esta es
mi otra mejor amiga, Cassie.
¿Mejor amiga? Apenas hacía un mes que se conocían. Por otra
parte, la única persona con la que Cassie salía más que Parker era
Acacia. Se había levantado de la cama antes de las ocho de la mañana
de un sábado por Parker.
Todo con Erin parecía aún peor si Cassie y Parker fueran mejores
amigas.
—Encantado de verte de nuevo, Acacia, y encantado de conocerte,
Cassie —dijo Adam, mientras se pasaba una mano por su cabello
desgreñado. No era lo suficientemente atractivo para Erin—. ¿Sus 47
familiares están aquí?
—Mi hermano está haciendo un mandado —contestó Acacia—.
Nos reuniremos con él más tarde.
—¿Y los tuyos, Cassie?
No quería hablar de su familia, o de la falta de ella, especialmente
con Adam, que parecía un hombre blanco mediocre que siempre se
había salido con la suya.
—Nop.
La sonrisa de Adam vaciló, solo un poco, ante su falta de
entusiasmo.
—¿No hicieron el viaje para ver a su hija el fin de semana?
—Nop —repitió ella.
Era hija única que nunca había conocido a su padre y no había visto
a su madre en casi un año. Adam no merecía saber nada de eso. Ni
siquiera Parker lo sabía. Acacia se acercó a Cassie, instinto de mejor
amiga o algo así. No sabía por qué, pero miró a Erin, cuyo rostro
estaba arrugado por la preocupación.
—Lástima —dijo Adam—. Me hubiera gustado invitarlos a todos a
tomar una copa o algo así; ya saben, para compartir el amor por
nuestras hermosas chicas.
—Bueno, mi mamá es alcohólica, así que estoy segura de que a ella
también le hubiera encantado.
Cassie no debería haberlo dicho, pero bien intencionado o no,
Adam era detestable, y Erin parecía dolorida, y ella realmente no
quería estar más aquí.
Adam se rio como si pensara que era una broma, y Parker
finalmente soltó su brazo.
—Bueno —dijo Acacia—, fue un placer haberlos visto, pero
tenemos que ir a encontrarnos con mi hermano. Gran trabajo, esta
noche, Parker.
—Gracias —dijo Parker, luego miró a Cassie—. Me pondré al día
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con ustedes más tarde, ¿de acuerdo?
—Claro —dijo.
Consideró preguntar por la chica BarBelles, Sam, creía que así se
llamaba, pero una parte infantil de ella quería que fuera una broma
solo entre ella y Erin. En vez de eso, se quedó callada, y se sintió
pequeña y petulante. Acacia rozó sus brazos y se volvió hacia Erin.
—Fue un verdadero placer conocerte —dijo Acacia.
—Gracias de nuevo por el desayuno, Erin —dijo Cassie.
Erin le puso una mano en el hombro y le costó mucho no apoyarse
en él.
—Cuando quieras, Cassie. Fue genial conocerte —dijo Erin.
Cassie no tenía idea de lo que eso significaba. Tampoco sabía por
qué Erin la estaba tocando. Parker había estado en lo cierto en el
desayuno cuando mencionó que a Cassie normalmente no le gustaba
que la tocaran, pero le gustaba la calidez de la mano de Erin a través
de su camisa. Adam parecía querer redimirse de alguna manera,
como si no estuviera seguro de cómo la conversación se le había
escapado, y Cassie realmente necesitaba salir de allí. Acacia tiró de su
brazo.
—Vamos, nena, los tragos no se van a beber solos —dijo Acacia una
vez que estuvieron fuera del alcance de los demás.
—Kaysh, él…
—Lo sé —dijo ella. Luego—: ¿Me equivoco, o la madre de Parker
es una especie de MQMC1?
Cassie farfulló.
—¡Ay, Dios mío!
—¡Solo digo!
—¿Podemos hablar literalmente de cualquier otra cosa?
—Bien, bien. Vamos a emborracharte.
—Eres mi mejor amiga —dijo Cassie mientras Acacia la empujaba
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hacia los dormitorios.
Acacia era su mejor amiga. Lo había sido desde que se conocieron
en un patio de recreo antes de que cualquiera de ellas alcanzara los
dos dígitos. Cassie era demasiado joven para estar sin supervisión,
pero eso nunca detuvo a su madre.
En su primer encuentro, Cassie y Acacia habían luchado para ver
quién podía batear más alto. Un año más joven, las piernitas marrones
de Acacia ya eran más largas que las sucias y blancas de Cassie, pero
la altura extra no pudo superar la voluntad pura de Cassie. Ella había
bombeado sus piernas como si fuera a lanzarse al cielo.
Cuando la madre de Acacia había dicho:
—¿Estás aquí sola?
Cassie se cruzó de brazos y dijo:

1
Abreviación de: mamá que me cogería
—¿Y?
Pero cuando Mama Webb (por supuesto, esto fue antes de que
Cassie la conociera como tal) le ofreció un sándwich de su canasta de
pícnic, ella no se había negado. La familia Webb se convirtió en un
elemento fijo en la vida de Cassie desde entonces. Acacia,
obviamente, pero también Mamá Webb, el señor Ben y Emerson.
Eso era Emerson: un elemento, como los muebles que venían con
su dormitorio. Siempre allí. Cassie nunca había pensado en él de
forma romántica, y tampoco la noche del concierto a cappella. Era
solo que se había emborrachado mucho, por eso terminaron
besándose en la mitad de la noche. Eso, y tal vez el hecho de que
quería olvidarse de Erin.
Esperaba que Acacia estuviera enojada, tal vez, pero en lugar de
eso, Kaysh pasó toda la resaca de Cassie burlándose de ella, lo que
Cassie supuso que era un resultado ligeramente mejor a que estuviera
enojada. Y besarse con Emerson había sido una forma mucho mejor
de pasar la noche que pensar en Erin.
Sin distracciones como Emerson, sin embargo, terminó pensando
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mucho en Erin. No todo el tiempo, pero lo suficiente como para
molestarla.
Comenzó con… bueno, Cassie había tenido un comienzo de
semana difícil y estaba buscando un poco de alivio del estrés. Solo
tenía sentido que pensara en su experiencia supercaliente más
reciente para ayudarla a relajar. Eso era lo que pretendía hacer, de
todos modos, pensar en la experiencia, no en Erin específicamente,
pero todo se confundió un poco en su cerebro.
Luego, en su clase de biología, se preguntó qué tipo de doctora era
Erin. Pensó en cualquier conversación con Parker sobre sus padres,
pero no hablaba mucho sobre ellos. Cassie solo sabía que Erin era
doctora y Adam ingeniero, y ambos habían pasado gran parte de la
infancia de Parker trabajando. Se preguntó si eso significaba que Erin
era cirujana, muchas horas y días festivos de guardia.
Cuando el profesor terminó la clase, Cassie se dio cuenta de que
había estado distraída pensando en Erin durante casi diez minutos.
Mierda.
Llegó el siguiente fin de semana, y encontró una fiesta en la que
estaban dando Jungle Juice gratis. Iba sola, sin Acacia ni Parker ni
nadie más, y no tenía planeado salirse de control, pero es que estaban
regalando licor.
Terminó bailando con Gwen, de todas las personas. Esta no la
odiaba precisamente, pero tampoco eran ni remotamente amigas.
Cuando Cassie era estudiante de segundo año, su ambición pudo
haberla superado en un juego de capturar la bandera, y pudo haber
explotado cuando Gwen y su amiga se acercaron a la bandera del
equipo de Cassie. Solo había habido gritos y ruidos fuertes, pero
ciertamente no había hecho que Cassie se ganara cariño de su
contrincante. Sin embargo, aquí estaban, en la misma fiesta, a pesar
de que Gwen había comenzado el curso de posgrado este otoño y
obtuvo su maestría en trabajo social, de eso estaba bastante segura.
Entonces, aquí estaban, bailando juntas, con las manos de Cassie
moviéndose más de lo apropiado.
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Cuando Gwen quitó la mano de Cassie de su trasero y la llevó
afuera, Cassie pensó que iba a tener suerte, y no se esperaba que
Gwen esquivara su intento de beso.
—Dame tu teléfono —dijo Gwen.
Cassie lo desbloqueó y se lo entregó, sin estar segura de por qué lo
quería, pero aún esperaba que se besaran.
—¿Quién de tus amigas tiene auto y es más probable que esté
sobria un viernes por la noche?
—Parker —respondió Cassie sin pensar. Estaba trabajando en una
pintura para el lunes.
Gwen se desplazó a través de los contactos de Cassie. Antes de que
esta pudiera ordenar sus pensamientos lo suficiente como para darse
cuenta de lo que estaba pasando, Gwen le estaba dando a Parker la
dirección de la fiesta y diciéndole que esperaría con Cassie afuera
hasta que llegara.
—¿Qué carajos? —espetó cuando Gwen le devolvió su teléfono.
La mirada de Gwen era plana, no parecía impresionada.
—Obviamente, necesitas a alguien que te cuide, y no voy a ser yo.
Resopló. No necesitaba que nadie la cuidara, no lo había necesitado
durante mucho tiempo. Ella solo quería ligar con alguien. Ni siquiera
tenía que ser Gwen; ella era simplemente bonita y mayor y parecía
tener su mierda bajo control. Se negó a pensar demasiado sobre por
qué se sentía atraída por ese tipo de personas en ese momento.
—Vete a la mierda —dijo, y se giró para volver a entrar y encontrar
a alguien más para hacer su noche interesante.
Gwen se interpuso entre Cassie y la entrada.
—Tu amiga va a venir a buscarte.
Cassie prácticamente gruñó.
—¡Quítate del camino!
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—No.
Cassie no se molestó en tratar de maniobrar a su alrededor. Pensó
en marcharse y dirigirse sola hacia el campus, pero estaba borracha,
y la idea de que Parker la persiguiera y la alcanzara al costado de la
carretera era mucho más humillante que esperarla.
Parker pensó que era divertido y se burló de ella durante todo el
camino al campus. Al menos eso salvó a Cassie de tener una odiosa y
sincera conversación sobre por qué se emborrachaba y coqueteaba
con chicas mayores. Realmente no quería hablar de eso.
Excepto que quizás quería hacerlo, porque el primer fin de semana
de noviembre convenció a Acacia de una noche nostálgica de cine,
donde vieron Cómo entrenar a tu dragón, solo ellas dos. Justo antes
de la batalla contra la Muerte Roja, Cassie detuvo la película.
—Tengo que decirte algo.
Acacia recogió las últimas palomitas de maíz del tazón en su
regazo.
—Suéltalo.
Cassie suspiró.
—Kaysh. E… es una gran… cosita.
Habían bebido demasiado vodka para que ella pudiera expresar de
una mejor manera lo importante que era esto. Sin embargo, Acacia
pareció entenderlo de todos modos; dejó el tazón sobre la mesa de
café, se giró para sentarse con las piernas cruzadas en el sofá, y le dio
toda su atención.
—¿Qué pasa?
Cassie se pasó los dedos por el pelo.
—¿Sabes qué?, tampoco es gran cosa, ni siquiera pienses en eso.
—Klein —dijo Acacia, y era una orden.
—Está bien, pero… —Cassie tomó otro trago de su vodka—. No
puedes decírselo a nadie, tampoco puedes juzgarme, y mucho menos
53
odiarme.
—Cassie, sabes que nunca te odiaría.
Cassie lo sabía, o al menos estaba casi completamente segura. Su
mamá no estaba cerca, y su papá nunca había estado cerca, y la
mayoría de sus amigos la habían dejado por Seth, a pesar de que
había sido él el que la había engañado. Sin embargo, Kaysh siempre
había estado ahí para ella, así que Cassie sabía que Acacia no la
odiaría, pero también sabía que Acacia y Parker eran mejores amigas,
no mejores amigas al nivel de ellas dos, pero mejores amigas, al fin y
al cabo. Pero necesitaba decírselo a alguien, y no era como si pudiera
decírselo a Parker.
—Está bien, pero nadie es nadie —repitió—. Ni a Emerson, ni a
Donovan, ni a Parker.
Eran los únicos tres a los que podría haberles dicho: hermano,
novio, mejor amiga. Acacia asintió solemnemente.
—Antes de que supiera quién era ella… —comenzó Cassie, porque
esa era información absolutamente crítica para Acacia. Dejó que el
resto saliera todo de una sola vez—. Me acosté accidentalmente con
la mamá de Parker.
Acacia se quedó en silencio.
Luego se rio, y se rio y se rio, y luego se estiró para arrojarle granos
de palomitas de maíz a Cassie.
—Eres tan tonta —dijo—. Pensé que te había pasado algo de
verdad.
Cassie la miró fijamente, impotente. Terminó su bebida.
—Nena… —La sonrisa de Acacia desapareció lentamente de su
rostro—. Espera, ¿no era una broma?
Solo pudo hacer un movimiento de cabeza con los labios apretados.
—¡Mierda, Cassie!
Si hubiera sido otra persona, habría empezado a llorar en ese
momento. Pero no iba a llorar por una mujer con la que se había
54
acostado una vez. No era por eso que le había dicho a Acacia, solo
necesitaba no guardar más el secreto.
—¿Te acostaste con la mamá de Parker?
Cassie tragó saliva.
—No sabía que era su madre en ese momento.
Acacia respiró hondo. Miró hacia el techo, como si estuviera
tratando de averiguar los detalles sin tener que preguntar.
—¿Cuándo? —finalmente dijo.
—El fin de semana familiar —respondió Cassie—. El viernes.
Los ojos de Acacia se agrandaron.
—¿Viernes? ¿Viernes, como el día anterior al que saliste a
desayunar con ella y Parker? ¿El día anterior al que te sentaste junto
a ella en el concierto a cappella?
Cassie asintió.
—Mierda, Cass —dijo Acacia—. ¿Cómo te sentaste a su lado? Dios,
no hiciste nada entonces, ¿verdad?
—No —dijo de inmediato—. Quiero decir, nosotras solo, como un
poco, en el baño…
—¿Qué diablos, Cassie?
Cassie no iba a llorar por una mujer con la que se había acostado
una vez, pero podría hacerlo por lo enojada que estaba su mejor
amiga con ella. Bueno, obviamente no lo haría, pero estaba borracha
y Acacia tenía las manos cerradas en puños, y la boca completamente
hacia abajo. ¿Cassie había pensado que estaría sorprendida? Sí, pero
no enojada.
—¿Por qué me lo dijiste? ¿Qué se supone que debo hacer ahora con
esa información?
—No lo sé, Kaysh. Nada. Se supone que no debes hacer nada con
eso. Solo necesitaba decírselo a alguien.
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—Ah, ¿necesitabas decirle a alguien que te cogiste a la madre de
Parker antes de saber quién era, y luego lo volviste a hacer en el
concierto a cappella de su hija?
—¡No! Dios, no lo hicimos en el concierto —dijo Cassie—. ¡Solo nos
besamos y la toqué!
—¿Y eso lo hace mucho mejor?
—Sí, en realidad, lo hace—espetó.
Acacia la miró fijamente. Cassie vio el momento exacto en que su
mirada comenzó a suavizarse, y no pasó mucho tiempo antes de que
ella se riera a carcajadas como lo había hecho cuando pensó que
Cassie estaba bromeando.
—¡Ay, por Dios! —jadeó ella, apenas podía respirar de tanto reír—
. Dios mío, te tiraste a la mamá de Parker y ahora estás medio
enamorada de ella. Esto es tan gracioso.
Cassie se levantó. Necesitaba otro trago si iba a lidiar con esto.
—No estoy enamorada de Erin —dijo, y dejó caer su vaso
demasiado fuerte en el mostrador de la cocina.
Acacia se rio un poco más.
—¡Por puesto que lo estás!
Cassie dejó el tónico y bebió un poco de vodka de la botella.
—Estás tan obsesionada con ella, que tuviste que decírmelo
semanas después. ¿Has estado pensando en ella todo este tiempo?
—No —Cassie soltó la mentira de inmediato.
Bebió un poco más, agradecida por la forma cálida en que le daba
vueltas la cabeza.
Acacia finalmente dejó de reír. Se levantó del sofá y entró a la
cocina. Sus grandes ojos marrones estaban llenos de demasiada
comprensión.
—Cassie —dijo en voz baja.
Cassie trató de mirarla, pero la mirada probablemente pareció más
desesperada que cualquier otra cosa.
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—Vamos, nena —dijo Acacia, luego tomó la botella de vodka de su
mano y la puso en el mostrador—. Ven y cuéntamelo todo. Sin
embargo, siéntete libre de saltarte los detalles.
Cassie la siguió hasta el sofá, y se sentaron de nuevo, con Acacia
aún sosteniendo su mano. Le contó todo. Acacia se quedó en silencio
hasta que Cassie mencionó que tropezó con la acera y Erin la atrapó.
—Mierda, Klein, estás tan jodida.
—¿Qué? —Eso fue como… la parte menos mala de esta historia. Se
había cogido a la madre de su amiga y había jugado con ella mientras
estaba en la misma mesa que su hija, pero ¿permitir que Erin la
atrapara antes de que se estampillara la cara contra el asfalto fue lo
que jodió a Cassie?
—¿Andabas tan distraída mirándola a los ojos que casi te caes? ¿Y
no te molestó cuando te atrapó? Con cualquier otro, hubieras
preferido comer pavimento que dejar que te pusiera las manos
encima. Estaba bromeando cuando dije que estabas medio
enamorada, pero maldita sea, ¡sí que lo estás!
—Lo que sea —dijo Cassie, porque querer tener sexo de nuevo y
estar enamorada eran dos cosas muy diferentes.
Acacia volvió a escuchar en silencio hasta que Cassie terminó su
historia. Ella sonrió antes de abrir la boca, y Cassie supo que iba a
odiar lo que Kaysh iba a decir a continuación.
—¿Así que te besaste con mi hermano porque estabas frustrada
sexualmente con la madre de Parker? —ella dijo—. Maravilloso.
—Te odio —dijo Cassie.
Acacia sonrió.
—Tú y yo sabemos que no es así.
—La verdad es que sí, un poquito.

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Capítulo 5
Cassie
En realidad, no la odiaba.
Amaba a Acacia porque era la mejor amiga que había tenido.
Acacia era terca, farisaica y un poco salvaje, pero era la persona más
leal que Cassie había conocido. Además, estaba de su lado.
No le contó nada a Parker, tampoco a nadie más. Ni siquiera volvió
a mencionar a Erin, a menos que Cassie lo hiciera primero. Incluso
entonces, era la amiga perfecta: dejó que Cassie se quejara un poco, le
ofreció un poco de consuelo y luego le dijo:
—En serio necesitas tener sexo, pero con alguien que no sea la
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madre de Parker.
Lo sabía, pero no lo hizo. Pasar demasiado tiempo en la tienda era
una mejor manera de distraerse de Erin y de lo que hubiera sido
acostarse con otra persona. Probablemente, las compararía, lo que
sería peor. Además, la tienda era más productiva, pues tenía razones
para pasar tanto tiempo allí que no incluían el pensar mucho en Erin.
Al comienzo del noveno grado, su escuela hizo que los estudiantes
respondieran uno de esos cuestionarios absurdos que te dicen para
qué carrera eres adecuado. Este le había dicho a Cassie que podría ser
piloto de carreras o fontanera. También le dijo que tenía problemas
con la autoridad y que no estaba hecha para el ámbito académico.
Después, había buscado en Google «carreras de hacer aviones», y
luego «mejores escuelas de ingeniería aeroespacial». Encontró a
Caltech y nunca miró hacia atrás.
Pero se trataba de algo más que probar que el cuestionario estaba
equivocado. Siempre había querido volar. De niña, había pasado
veranos enteros al aire libre, de sol a sol. Se subía a todos los árboles
que podía, y montaba su bicicleta, un poco más lejos cada vez, hasta
que conoció cada calle en un radio de quince kilómetros de su ciudad.
Se trataba de la libertad, de ir rápido y de escapar. De todas las cosas
que aún quería hacer. Nunca había estado fuera de la zona horaria
del este, y California parecía deslumbrante: sol, palmeras y otro
océano, a más de dos mil kilómetros del tráiler en el que creció. Era
un mundo diferente.
Trabajar en la tienda era mejor que pasar el rato con la gente de
todos modos. A ella no le gustaba mucho la gente. Dejar a Acacia atrás
en el primer año de Greensboro había sido una de las cosas más
difíciles que había hecho en su vida. Keckley era una universidad
pequeña, pero todavía estaba llena de extraños. Pasar de tener una
mejor amiga que la conocía mejor que ella misma, a un lugar en el que
no conocía a nadie, había hecho que Cassie se ensimismara. Encontró
a Seth y se unió a un grupo de amigos, pero, aun así, siempre sintió
que no encajaba en él.
En la tienda, sin embargo, Cassie encajaba. Su cabeza no se quedaba
en silencio exactamente, simplemente se concentraba. Números y
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cálculos y cómo hacer que lo que fuera en lo que estaba trabajando
fuera más rápido. Nunca se sintió triste, asustada o sola. No se
preocupaba por el dinero. Las cosas simplemente tenían sentido en la
tienda. Pertenecía de una manera al que nunca lo había hecho en
ningún otro lugar. Ciertamente, no en Greensboro, que ni siquiera era
tan pequeño, pero sentía que todo el mundo siempre sabía de sus
cosas o, al menos, pensaban que lo hacían.
Ella era la chica pobre con ropa de la caridad. Era la niña blanca y
flaca que acompañaba a la familia negra que educaba en casa. En la
escuela secundaria, Cassie era la bisexual promiscua que
probablemente no estaría interesada en las chicas si hubiera tenido
una figura paterna. Después de su tercera multa por exceso de
velocidad, los policías actuaron como si fuera imprudente con su
vida, en lugar de comprender que simplemente le gustaba la
velocidad.
Y siempre volvía a su vida familiar, o a la falta de ella. Nadie nunca
entendió que Cassie lo había superado, que estaba mejor sin ellos. Su
madre nunca la había elegido, su prioridad eran las drogas, el alcohol
o por algún tipo desaliñado que a menudo parecía que hubiera
elegido a Cassie, si hubiera tenido la oportunidad. La gente nunca
sabía qué hacer con eso, como había ocurrido con la mayoría en
Greensboro, por lo que decidió no darle a la gente de Keckley la
oportunidad de enterarse. Ella no compartía. Contaba historias de
Acacia, Mama Webb y sus clases favoritas en la escuela secundaria,
pero pasaba por alto a la madre ausente, al padre desconocido y su
deseo ferviente de salir de esa ciudad.
Seth lo había sabido. Cassie le había dicho lo suficiente como para
que entendiera, en su mayor parte. Se había abierto, y mira adónde la
había llevado eso.
Familia extraña que educa en la casa o no, los Webb fueron su
gracia salvadora. ¿Quién sabría en qué tipo de problemas se habría
metido Cassie sin ellos? La advertencia de Mama Webb a Cassandra
Maureen Klein, y las cejas levantadas en silencio del señor Ben
cuando ella y Acacia estaban llevando las cosas demasiado lejos,
60
como diciendo «¿estás segura de que quieres hacer esto?» o su pesado
suspiro, la manifestación física de «no estoy enojado, solo
decepcionado».
¿Quién sabría en qué tipo de rutina se quedaría atrapada Cassie
ahora, si Acacia no la sacaba a rastras del taller el viernes por la noche,
la obligaba a ducharse y le exigía que fuera a una fiesta?
Así fue como Cassie terminó en la casa de alguien, con demasiada
gente, todos borrachos y ruidosos. Estaba viendo el Beer Pong cuando
Parker se tropezó con ella.
—Cassie, Cassie, Cassie —se rio Parker—. Cassie, tienes que
agarrar mi teléfono.
—Tomamos la misma cantidad de alcohol, princesa —dijo Cassie—
. ¿Cómo es que ya estás tan borracha? ¿Para qué necesito tu teléfono?
Parker ignoró la primera pregunta.
—Necesitas agarrar mi teléfono para que no haga algo estúpido
como enviarle un mensaje de texto a Sam con cosas inapropiadas que
quiero hacerle, ¿de acuerdo?
Deslizó su teléfono en el bolsillo de Cassie y se dirigió de nuevo a
la sala de estar que se había convertido en una pista de baile.
Cassie no se unió. Nunca le había gustado el ritmo, veía más gracia
en los inyectores de combustible que en la forma en que las personas
en la sala de estar se retorcían unas contra otras. Todos estaban
apretados. No necesitaba que mucha gente la tocara, gracias. Parker,
mientras tanto, ya había desaparecido entre la multitud,
probablemente de regreso al lado de Acacia; a Kaysh le encantaban
los bailes desde que su madre dejó de educarla en casa y finalmente
le permitieron ir a la escuela. Cassie deslizó su mano en su bolsillo al
lado del teléfono de Parker y buscó un poco de tranquilidad.
El ruido atronador estaba amortiguado en el patio trasero, al
menos, aunque todavía había mucha gente alrededor. Cassie se
deslizó hasta la esquina del porche, lo más apartada que pudo.
Mantuvo su mano en el teléfono de Parker todo el tiempo. Parker 61
estaba tratando de romper su hábito de enviar mensajes de texto
borracha, así que en lugar de eso, había adquirido el hábito de pasarle
su teléfono a Cassie o Acacia. Cuando se emborrachaba, esa chica
perdía hasta la última gota de autocontrol que tenía sobria. La semana
pasada, mientras jugaba a la copa del rey en la habitación de Parker
y Acacia, Cassie no había prestado suficiente atención y Parker se
había robado el teléfono y había enviado un mensaje de texto a Seth
antes de que pudieran detenerla. Sabía que debía estar alerta ahora.
Entonces tuvo una idea realmente estúpida.
Era una idea horriblemente estúpida; ella sabía que lo era. No había
absolutamente ninguna buena razón para sacar el número de Erin del
teléfono de Parker. Nunca podría explicarle a Parker por qué lo tenía
si alguna vez se enteraba. No había manera de que alguna vez lo
usara.
Sin embargo, eso lo racionalizó para ella. En realidad, no iba a
enviarle un mensaje de texto a Erin ni nada. ¿Pero no sería divertido
si ella tuviera su número? No había nada de malo en tenerlo si no lo
usaba.
Primero lo guardó bajo MQMC, porque estaba borracha y eso era
gracioso, pero también parecía que estaba pidiendo que la atraparan.
Así que lo cambió a Aaron, lo escribió mal para que Parker no
sospechara en caso de que lo viera. Sí, la borracha Cassie podría ser
una mente maestra.
Así que ahora tenía el número de teléfono de Erin. No es que
importara, porque ella no iba a hacer nada con eso. Por supuesto que
no lo haría. Eso sería ridículo.
Volvió a entrar antes de que se le ocurrieran otras ideas realmente
estúpidas.
En el camino a la sala de estar, algunas personas que nunca había
visto antes le ofrecieron tragos en la cocina. No es como si fuera a
decir que no.
Sus nuevos amigos le sirvieron un trago de tequila y alguien
consiguió rodajas de limón y sal. Acacia juró que el tequila hacía que 62
Cassie hiciera tonterías, pero estaba bastante segura de que era más
la cantidad de tequila. Un disparo o dos no podían hacer daño.
Brindaron por el equipo de baloncesto que aparentemente había
ganado, luego devolvieron los tiros y mordieron rápidamente las
rodajas de limón. Era tequila barato, más barato de lo que había
tenido en mucho tiempo, pero todavía le gustaba, le gustaba la
quemadura del alcohol y el limón. Todos se sirvieron otro y
comenzaron a discutir sobre cuál sería el próximo brindis. Cassie
aguantó unos treinta segundos de eso antes de tomárselo, entre un
coro de gemidos.
—Vamos, amiga, eso no es divertido —dijo uno de ellos.
Ella les hizo señas y continuó hacia la sala de estar. Tomaría su
bebida, pero no iba a juntarse con personas que preferirían pelear por
qué aplaudir que tomar sus malditos tragos.
Estaba bastante borracha ahora, un poco tambaleante. Se preguntó
dónde estaban Parker y Acacia…
Bueno, está bien.
Cassie había hecho totalmente su trabajo, el teléfono de Parker
todavía estaba apretado en su puño. No había forma de que Parker le
hubiera enviado un mensaje de texto a Sam con cosas inapropiadas
que quería hacerle. Y, sin embargo, allí estaban las dos, haciendo
algunas cosas bastante inapropiadas contra la pared de la sala de
estar. Cassie negó con la cabeza. Eran repugnantes. Pero también se
veían bastante caliente: las caderas de Parker empujaban con fuerza
contra las de Sam y la mano de Sam en el cuello de Parker. Iban a
estar tan avergonzadas mañana. Cassie ya estaba avergonzada por
ellas, aunque nadie parecía estar prestando atención. Cassie volvió a
salir para evitar mirar cuánta lengua estaba involucrada en sus besos.
Salió a trompicones por la puerta principal, y evitó por poco
tropezar con algunos chicos que se estaban besando en el pórtico.
Aparentemente, todos menos ella iban a conseguir algo esta noche.
Le envió un mensaje de texto a Acacia.
Cassie [Hoy 00:43]
Si Parker empieza a tener sexo en la sala de estar, tú te encargas de ponerle fin.
63
Bueno, la responsabilidad se transmite.
Se apoyó en un auto aparcado al borde del camino de la entrada.
Desde ahí, nunca se sabría la magnitud de la fiesta: no podía ver a los
chicos en la entrada, y la música no estaba lo suficientemente alta
como para saber qué canción estaba sonando.
Cassie miró hacia las estrellas, como siempre, sus ojos encontraron
la W de Casiopea en el cielo del norte. Un patrón a juego estaba
tatuado en su hombro derecho. Siguió la línea de una de las Whasta
una pequeña estrella encima. Para el decimosexto cumpleaños de
Acacia, Cassie se lo había hecho y le puso su nombre, para que
pudieran estar juntas para siempre. Acacia la había llamado tonta,
pero también había llorado, entonces, ¿quién había sido la tonta?
Cassie podía contemplar el cielo nocturno durante horas. Parker
bromeaba acerca de que se convertiría en astronauta, pero a veces
pensaba en eso: ¿cómo sería estar allí arriba, más cerca de las estrellas
y, sin embargo, tan lejos? El espacio bien podría ser infinito. La hacía
sentir intrascendente, en el buen sentido. Como si no importaran
todas las formas en que la cagó aquí abajo. A las estrellas no les
importaría. Podría ser golpeada y conseguir el número de la madre
de Parker y el universo nunca dejaría de expandirse.
No compartía el hábito de Parker de enviar mensajes de texto
borracha. Nunca lo había hecho. Esta noche, sin embargo, estaba
pensando en Erin mientras miraba las estrellas, y estaba empezando
a sentirse imprudente. ¿Y qué pasaba si también se sentía un poco
excitada? A ver, trata de ver a chicas sexis besarse mientras estás
borracha.
Erin ni siquiera tenía su número, así que no era como si supiera que
era Cassie quien estaba enviando mensajes de texto. No sería una
gran cagada. Simplemente, algo divertido que hacer en lugar de
preguntarse si Acacia ya había separado a Parker y Sam.
(336) 555-0157 [Hoy 12:55]
No dejo de pensar en tus tetas.
64
Tan pronto como lo envió, estalló en risas. Le había enviado un
mensaje de texto borracha a la madre de Parker. Estaba apoyada en
este auto, riéndose de sí misma. Su noche no podría haber sido más
ridícula.
Aarón [00:56]
¿Disculpa?

Mierda. ¿Le devolvió el mensaje?


Cassie miró fijamente su teléfono, sintió que el texto le devolvía la
mirada. Podía imaginarse a Erin mirándola. Podía imaginar la mirada
en sus ojos, enojada, pero no desinteresada. Los dedos de Cassie se
movieron antes de que su cerebro pudiera ponerse al día.
(336) 555-0157 [12:57]
Están tan malditamente buenas. Eres jodidamente sexi.
Antes de que Cassie pudiera siquiera pensar en la mala idea que
era, sonó su teléfono. Efectivamente sonó. Erin la estaba llamando.
No podía dejar que se pusiera en el buzón de voz; lo configuró
cuando empezó a solicitar pasantías y escuelas de posgrado, todo
profesional. «Hola, se comunicó con Cassie Klein…». No podía dejar
que Erin supiera que era ella. Su teléfono vibraba en su mano y tenía
que tomar una decisión, si esperaba más tiempo estaría acabada, y
mierda, esta es la razón por la que nunca deberías escribir borracha a
nadie; juró que nunca lo haría de nuevo, pero esto se sentía todo
menos intrascendente ahora. Tomó aire y aceptó la llamada.
No dijo nada. No pudo. Presionó silencio y escuchó.
—¿Quién diablos eres? —La voz de Erin sonaba cansada, grave y
enojada. A Cassie le dio vueltas la cabeza—. ¿Por qué pensarías que
es apropiado enviarme un mensaje de texto a la una de la mañana?
¿Por qué pensarías que me importa un carajo si no puedes dejar de
pensar en mis tetas? Anímate y pajéate con ellas, porque seguro que
no las vas a ver. No estoy interesada en un cobarde que solo puede
enviarme mensajes espeluznantes en medio de la noche. 65
Cassie no era una maldita cobarde. De acuerdo, podría haber sido
espeluznante enviar un mensaje como ese a alguien que no tenía su
número, mierda, ahora que lo consideraba, probablemente se vería
como una completa idiota. Pero no era cobarde. Erin todavía
respiraba con enojo al otro lado de la línea, y Cassie estaba a punto de
dejar de silenciar y mostrar lo valiente que era. No estaba segura de
si fue una suerte o una desgracia que, antes de tener la oportunidad,
Parker y Acacia llegaran caminando por el camino de la entrada.
Cassie golpeó frenéticamente finalizar la llamada y buscó a tientas
para guardar su teléfono.
—¡Cassie! —Parker gritó, y Cassie estaba borracha, obviamente
estaba borracha, le había enviado un mensaje de texto a la madre de
Parker, Jesús, qué había estado pensando, pero Parker estaba aún más
borracha.
Cassie finalmente tomó su teléfono en el bolsillo, pero ya era
demasiado tarde.
—Cassie, ¿con quién estabas hablando? —Parker seguía gritando.
—Con nadie, estaba mirando fotos. —Cassie evitó la mirada de
Acacia.
—Parece sospechosa —balbuceó Parker. Chocó contra Cassie, casi
haciéndola resbalar del auto. Alcanzó el teléfono de Cassie, pero
estaba demasiado borracha para estar coordinada, y Acacia la apartó
suavemente.
—¡Muy sospechosa! —anunció Parker. Luego jadeó, cómicamente
alto—. ¿Estás cogiendo con alguien en secreto?
Cassie estaba agradecida por la poca luz y cómo el alcohol hacía
que su piel se sonrojara; esperaba que las otras dos no pudieran ver
lo fuerte que se había sonrojado. Todavía no miraba a Acacia.
—Sí, Parker, me estoy tirando a alguien en secreto —dijo,
inexpresiva.
—¿Quién? —Parker volvió a buscar su teléfono.
—Parker, nena —dijo Acacia, apartándola—. Vamos a llevarte a 66
casa.
Parker entrecerró los ojos hacia Acacia.
—También estás actuando sospechoso.
—No, estoy tratando de cuidar tu trasero borracho —dijo Acacia.
—Será mejor que puedas caminar de regreso al campus.
—¡No quiero! —Parker se quejó.
Cassie corrió con el cambio de tema y se dirigió al campus.
—Son como dos cuadras, princesa.
Cassie trató de desacelerar su pulso. Erin no había devuelto la
llamada, al menos. No estaba segura de lo que sucedería si lo hiciera.
Estaría jodida, básicamente.
No podía mantener la calma si lo pensaba por un segundo más, así
que se giró hacia Acacia, que caminaba con Parker detrás de ella.
—¿Lograste separarla a ella y a Sam antes de que se quitaran la
ropa?
Acacia dejó escapar un ruido medio camino entre una burla y una
carcajada.
—Apenas.
—Encuentra una habitación la próxima vez, Bennett —dijo Cassie.
Parker la miró fijamente.
—Tal vez salga a llamarla por teléfono, ¿sí? Como tú con tu
compañero secreto.
—Parker, no creo que Cassie tenga un compañero de sexo secreto
—dijo Acacia. Cassie la miró agradecida, pero ella le devolvía la
mirada como si supiera exactamente con quién había estado hablando
por teléfono Cassie—. Pasa demasiado tiempo con nosotras o en la
tienda para coger con alguien.
—¡No sabes si está en la tienda cuando dice que lo está! —dijo
Parker—. ¿Por qué la defiendes? Deberías estar de mi lado, ya que 67
elegiste el de ella con todo el asunto entre Sam y yo.
Acacia la ignoró y continuó mirando a Cassie. En la escuela
secundaria, habían compartido la tercera hora: Acacia salió de la
educación en casa y aprendió inglés avanzado. Solían tener
conversaciones enteras desde el otro lado de la habitación con solo
miradas. Charla silenciosa de chicas, o lo que sea. Había sido
divertido en ese momento, pero ahora Cassie deseaba que Acacia no
pudiera interpretarla tan bien. Miró a sus pies en lugar de a su amiga.
—Oh, Dios mío —jadeó Parker—. ¡Eres tú!
Bien, ahora había llamado la atención de Cassie. Los ojos de Parker
revolotearon entre Acacia y Cassie, y Cassie todavía estaba evitando
las miradas de Acacia, por lo que casi tenía sentido que lo que se le
ocurriera a Parker fuera:
—¡Ustedes dos están cogiendo en secreto!
Acacia se echó a reír tan rápido que Cassie se ofendió.
—Claro, Parker, Cassie y yo estamos tirando como conejos.
—A ver —dijo Cassie—, ¿es tan ridícula la idea de dormir
conmigo?
Acacia siguió riéndose.
—Eh, ¿sí? Estoy con Donovan, y has sido mi mejor amiga durante
novecientos años y… ya sabes. —Le dio a Cassie otra mirada.
—Son mentirosas terribles y, definitivamente, están teniendo una
aventura secreta. Voy a decirle a Donovan.
—Hazlo, cariño —dijo Acacia.
Había cosas peores que Parker pensando que Cassie se estaba
acostando con Acacia. Como, ya sabes, Parker sabiendo con quién
había estado hablando por teléfono.
—Definitivamente, estamos cogiendo —dijo, con demasiada
valentía—. Nos atrapaste por completo.
Parker sonrió.
—Lo sabía. Ni siquiera quiero saber nada más, porque ¡puaj!, pero
68
lo sabía por completo.
Consiguieron que Parker entrara en el dormitorio sin incidentes.
Trató de colapsar en la cama de Acacia primero, pues solo se acostaría
en la suya si Acacia y Cassie dormían con ella. Acomodar a tres chicas
en una cama doble no fue fácil. Acacia terminó mayormente encima
de Cassie. Parker se rio al principio, pero luego comenzó a mirarlas
con esos ojos llenos de sinceridad, y tomó el rostro de Cassie entre sus
manos.
—Cassie —dijo con seriedad.—, Cassie, Cassie, Cassie.
—¿Sí, Parker?
—Eres mi mejor amiga.
—Pensé que yo era tu mejor amiga —dijo Acacia.
Parker soltó la cara de Cassie con una mano para acariciar la de
Acacia.
—Tú también eres mi mejor amiga.
Cassie se dio cuenta de que tal vez eso era cierto. En algún punto,
las tres se habían transformado en una especie de unidad. Parker y
Kaysh habían estado unidas desde que se mudaron juntas, pero de
alguna manera, a pesar de que su presentación fue que Parker se
acostaba con el novio de Cassie, ambas se habían vuelto igual de
cercanas. A Cassie ni siquiera le importó estar apretada contra el
costado de Parker.
—Está bien que ustedes estén cogiendo en secreto —dijo Parker.
Acacia soltó una risita y Cassie tuvo dificultades para mantener la
cara seria.
—Puedes tirarte a quien quieras —continuó Parker—, mientras te
haga feliz. No me importa con quién lo estés haciendo mientras seas
feliz.
Eso tomó un giro decididamente poco divertido, golpeando
demasiado cerca de casa. Cassie salió rodando de debajo de Acacia y
se paró junto a la cama de Parker. 69
—Bueno, borrachita —dijo—. Voy a dormir en la cama de Kaysh.
—Por supuesto —se rio Parker.
Cassie lo llevó más lejos.
—Supongo que lo haremos en la cama junto a ti.
—Puaj —dijo Parker—. Hagan lo que se les antoje, solo asegúrense
de que me haya dormido, por favor.
Esa petición no fue difícil; Parker estaba roncando antes de que
Cassie y Acacia se ubicaran. Cuando lo hicieron, Cassie contra la
pared y Acacia acurrucada a su lado, Kaysh apagó la luz e
inmediatamente se giró hacia Cassie.
—Por favor, dime que no es lo que estoy pensando —susurró.
Cassie gimió.
—No sé de qué estás hablando, Kaysh.
—Cállate —dijo Acacia—. No la llamaste borracha, ¿verdad?
—No. —No fue una mentira.
—Sabes que puedo revisar tu teléfono, ¿verdad?
Acacia lo alcanzó en la mesita de noche, pero Cassie trepó por
encima de ella y lo tomó primero. Borró los mensajes de texto y las
llamadas recientes.
—Lo sabía —dijo Kaysh—. ¿En qué diablos estabas pensando,
Cass?
—No la llamé —dijo Cassie en voz baja—.Y no puedes probar nada.
Cerró los ojos, agarró con fuerza su teléfono y se negó a responder
más preguntas de Acacia.
***
Las cosas estuvieron sorprendentemente bien después de eso. Erin
nunca volvió a llamar, y Parker estaba demasiado avergonzada por
su demostración pública de excitación como para pensar mucho en
otra cosa, e incluso Acacia lo dejó pasar. Cassie no borró el número
70
de Erin, pero tampoco volvió a mirarlo. Estaba demasiado ocupada
con la universidad como para preocuparse por errores de borrachos.
El día de Acción de Gracias llegó justo cuando Cassie lo necesitaba.
No podía esperar para comer los platillos de Mama Webb: la mamá
de Acacia hacía los mejores macarrones con queso del mundo, y
Cassie mataría por su aderezo de pan de maíz. Después de un
comienzo de año que no había sido para nada lo que esperaba, Cassie
estaba lista para sumergirse en sus tradiciones de Acción de Gracias,
principalmente drogarse con la buena hierba, proporcionada por
Emerson, y consumir mucha comida. Ella y Acacia limpiarían la
cocina después de la comida, pero antes del pastel, y todo sería como
debería.
Cassie y Acacia llevaron a Parker al aeropuerto y luego tomaron su
auto el resto del camino hasta Greensboro. Llegaban tarde, porque
Acacia se había despedido de Donovan como si se fuera a la guerra
en lugar de a Luisiana durante cuatro días.
En la acera de salidas, Cassie abrazó a Parker mientras Acacia
sacaba su equipaje del maletero.
—Oye, no tienes ningún plan para Navidad, ¿verdad? —preguntó
Parker—. ¿Nada planeado para las vacaciones de invierno?
Cassie se erizó. El hecho de que no fuera a visitar a Emerson a
Chicago con Acacia no significaba que no tuviera planes. Había
muchas cosas que hacer durante las vacaciones de invierno, se
llamaban alcohol y películas malas.
—No —contestó de todos modos—. ¿Por qué?
—Sabes que mi mamá y yo no siempre nos llevamos bien. —Era la
primera vez que Parker mencionaba a Erin desde el fin de semana
familiar, así que no, Cassie realmente no sabía nada sobre su
relación—. Pasaré el Día de Acción de Gracias con mi papá, así que la
mayor parte de las vacaciones de invierno estaré en casa de mi mamá.
Y la amo, de verdad, pero somos demasiado parecidas, o algo así,
porque no nos llevamos bien viviendo en la misma casa. A veces está
bien, pero otras veces no. Y la idea de tres semanas a solas con ella es
una locura, así que pedí un regalo de Navidad anticipado.
71
Hizo una pausa para abrazar a Acacia.
—Te quiero —dijo Acacia.
—También te quiero.
Cassie se aclaró la garganta.
—Parker, ¿qué estabas diciendo?
—Ah, sí —dijo Parker como si hubiera perdido el hilo de sus
pensamientos, pero su indiferencia era demasiado obvia para que
Cassie la creyera—. Bueno, mis padres te van a llevar a New
Hampshire en las vacaciones.
—¿Qué? —Cassie la miró fijamente. Parker miró por encima del
hombro a la corta fila de personas en la seguridad—. ¿De qué estás
hablando? Eso tiene que ser como, cientos de dólares.
—Me porté bien este año —dijo Parker—, así que Santa ayudó.
—Parker, lo digo en serio. Eso es demasiado.
—Me tengo que ir para no perder mi vuelo. ¡Las quiero! ¡Ustedes
son mis mejores amigas! ¡Nos vemos después de Acción de Gracias!
—Parker agarró su maleta y comenzó a dirigirse al interior—. Y el
boleto ya está comprado; vienes por dos semanas. ¡Adiós!
Estaba dentro antes de que Cassie pudiera procesar sus palabras lo
suficiente como para responder. Tuvo que conformarse con mensajes
de texto enojados.
Cassie [Hoy 15:35]
Esto es ridículo, es demasiado. Tus padres no pueden pagarme la visita.

Parker [15:35]
Demasiado tarde, no es reembolsable y nunca te dejarán devolver el dinero.

Cassie [15:36]
¿Y si tuviera planes?

Parker [15:36]
Somos las mejores amigas, nena. Ya sabía que no los tenías. 72
Cassie [15:37]
No quiero tu lástima.

Parker [15:37]
Qué tierna, pues no la tienes.

Parker [15:41]
Solo agradece y pasa las vacaciones de invierno conmigo. Va a ser increíble.

Parker [15:42]
Mi mamá prepara muy buena comida.

Suspiró. Esa fue la cosa, justo esa. Podía superar la presunción de


Parker de comprar los boletos antes de preguntarle, ni siquiera le
importaba que fuera mucho dinero: no tenía ningún problema con
que la gente rica gastara su dinero en ella, pero la idea de compartir
casa con Erin durante dos semanas era…
Arrojó su teléfono en la consola central, se cruzó de brazos y miró
por la ventana.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó Acacia. Había estado en
silencio desde que salieron del aeropuerto, permitiendo que Cassie
procesara o algo así.
—No importa —se quejó Cassie.
Subió el volumen de la radio, luego lo apagó.
—¿Sabías sobre esto? —preguntó.
Acacia asintió.
—Te vas a divertir.
No estaba tan segura.
—No puedes acostarte con la madre de Parker mientras te quedas
con ella en las vacaciones de invierno.
—Soy consciente de eso, Acacia.
—Pero vas a querer, algo así como, todo el tiempo que estés allí. 73
También era consciente de eso.
Kaysh golpeó con los pulgares el volante.
—¿Puedes recuérdame por qué no puedes evitar tener sexo?
—Puedo, debo, y lo haré —insistió Cassie—. Voy a…
Acacia la miró. Ninguno de las dos dijo nada.
—Erin es como superatractiva, ¿de acuerdo? —Cassie dijo al fin. La
paciente tranquilidad de Acacia siempre la había hecho decir
demasiado—. Y es bastante divertida, quiero decir, nos burlamos de
Parker en su mayoría, pero sea lo que sea, ya sabes cómo me siento
acerca de las personas divertidas.
—Sí, se te caen las bragas.
No estaba equivocada.
—Simplemente, no duermas con la mamá de Parker. —Hizo una
pausa y luego agregó—: Otra vez.
Cassie gimió.
—Lo sé, Kaysh. No lo haré.
Condujeron en silencio durante un rato. Faltaban poco más de dos
horas para Greensboro; llegarían a tiempo para la cena. A Cassie le
hubiera gustado concentrarse en la comida casera que iba a disfrutar
durante todo el fin de semana, pero la idea de pasar dos semanas en
la casa de Erin no era algo que su cerebro pudiera dejar de lado.
—Sin embargo, es posible que ella no se enoje tanto conmigo —
Cassie rompió el silencio—. Parker, quiero decir.
—¿Qué?
—Por acostarme con Erin. Dijo que puedo tirarme a quien quiera
mientras sea feliz. Además, ella se acostó con Seth.
Acacia la miró durante tanto tiempo que Cassie tuvo que recordarle
que vigilara la carretera.
—¿Se cogió a tu novio así que tú te cogiste a su madre?
—Sí —dijo Cassie, porque eso parecía justo, ¿verdad?—. Quid pro
74
quo
—No es así como funciona.
—En realidad, así es exactamente como funciona.
—Se trata de su madre, Cassie.
Se encogió de hombros.
—Sabes que es una niña de papá de todos modos.
Acacia le dio un puñetazo en el hombro, pero al menos mantuvo la
vista en el camino
—Ese no es el punto.
—Quid pro quo —dijo Cassie de nuevo, frotándose el brazo donde
conectó el puño de Acacia. Ella sonrió—. Ojo por ojo, teta por teta.
Acacia la golpeó de nuevo.
—¡Deja de pensar en las tetas de la mamá de Parker!
Cassie solías pensar mucho en ellas.
Dos horas más tarde, Mamá Webb, el señor Ben (Cassie todavía no
podía llamar al padre de Acacia solo por su nombre de pila) y Flojo,
el perro, los recibieron en la entrada cuando llegaron. La cena
consistía en bistec de pollo frito con arroz y salsa. De postre, se
comieron la tarta de crema de chocolate un día antes. No era como si
Mama Webb no tuviera otros tres tipos de pastel para mañana, de
todos modos.
Sin embargo, al final de la noche, Cassie volvió a pensar en Erin.
Estaba en la habitación de Emerson (se había ido a Chicago esa
mañana), en lugar de dormir con Acacia como solía hacerlo. La
privacidad le dio a Cassie espacio para que su mente diera vueltas.
Quería preguntarle a Erin qué diablos había estado pensando,
quería saber cómo se suponía que iban a pasar dos semanas juntas sin
que Parker se diera cuenta de nada. Apenas habían logrado pasar el
desayuno, y eso había sido antes de que Erin se vistiera para el
concierto a cappella con la intención de dejar que Cassie tocara sus
senos. Esto era una locura. ¿Por qué habría accedido Erin? 75
Ella podría preguntar.
Cassie tenía su número. Así que presionó a Aaron en sus contactos
y contuvo la respiración mientras sonaba.
Capítulo 6
Erin
Erin no le dijo a nadie. Había regresado de Virginia, Rachel le había
preguntado si había visto bellezas (esa era una cita directa), y Erin
había puesto los ojos en blanco en lugar de admitir nada.
La única razón por la que Erin había dejado que pasara lo que
ocurrió en el concierto a cappella fue porque pensó que nunca
volvería a ver a Cassie.
Lo que sucede en el fin de semana familiar, se queda en el fin de
semana familiar, ¿no es así?
Excepto cuando se trataba de quedarse en su casa durante las
76
vacaciones de invierno. Y la realidad fue que aquello no se quedó en
el fin de semana familiar, ya que volvió a New Hampshire con Erin:
no podía dejar de pensar en Cassie.
Tuvo una cita con alguien que Rachel sugirió, y la mujer era
agradable e interesante, pero no tuvieron química.
Ese era el problema con Erin y Cassie. Su química era explosiva. Se
sentía peligroso. Se besaron en el baño del concierto a cappella de su
hija. Cassie la obligaba a hacer cosas ridículas.
No, eso no estaba bien. Eso sonaba como si culpara a Cassie, y no a
sí misma. Era la adulta en esta situación, debería haber sido
razonable. Obviamente no lo pensó ni un carajo. Cassie también era
una adulta, por supuesto, pero Erin nunca pensó en eso cuando se
regañaba a sí misma. Había hecho un montón de estupideces cuando
tenía poco más de veinte años (se le vino a la mente el haberse casado
con Adam), así que no podía culpar a Cassie. No fue Cassie la que
jodió las cosas; fue esa química.
El miércoles por la noche, cuando Erin salía del trabajo, verificó el
estado del vuelo de Parker, a pesar de que era Adam quien iba a
recogerla del aeropuerto. No vería a su hija hasta el viernes. Antes de
que Erin pudiera ver si el vuelo aterrizaría a tiempo, sonó su teléfono.
«Imbécil» estaba llamando.
Hace dos semanas, cuando Erin recibió esos mensajes de texto
nocturnos sobre sus senos, guardó el número en caso de que
intentaran algo de nuevo.
—¿Hola? —respondió con cautela.
—¿Por qué rayos me pagaste ese vuelo para las vacaciones de
invierno? ¿Cómo es posible que hayas accedido a eso?
Erin se quedó en silencio. «Cassie», pensó.
—¿Y bien? ¿Tienes alguna explicación o no?
Cassie se oía indignada, pero el solo hecho de escuchar su voz hizo
que Erin se calentase por completo. No es que alguna vez lo admitiría.
No tenía ni idea de cómo manejar esto. 77
Se paralizó por tiempo.
—¿Cassie?
—¿Qué? —Cassie gruñó.
—Así que este es tu número.
Cassie resopló.
—Obviamente.
—Sí, bueno, pues no lo sabía cuando recibí un mensaje de texto
inapropiado a la una de la mañana.
La línea estaba en silencio, y Erin se dio a sí misma un punto en un
marcador en su mente.
—Lo que sea —dijo Cassie finalmente—. Estaba borracha.
¿También lo estabas tú cuando tu hija sugirió que fuera a quedarme
con ustedes durante dos semanas? Esa es la única explicación que
puedo encontrar para que hubieras pensado que era una buena idea.
Erin había considerado decir que no. Había querido decir que no.
Si hubiera alguna razón para decir que no, además de «he estado
pensando en tus dedos dentro de mí durante un mes y medio», Erin
lo habría hecho. Pero le había dicho a Parker que, por supuesto, que
Cassie podía quedarse, agradecida de que su hija le preguntara por
teléfono en vez de videollamada. Definitivamente no hubiera podido
dar una sonrisa realista.
Se preguntó si podría convencer con la actuación que estaba a
punto de dar.
Después de una respiración tranquilizadora, se obligó a reírse.
—¿En serio, Cassie?
—Ay, pues disculpa si no quiero que Parker se entere de que me
cogí a su madre.
—¿Y crees que lo hará si dormimos bajo el mismo techo? ¿Eres tan
irresistible que no podré controlarme a tu alrededor y me delataré?
—Erin puso un tono cruel en su voz que odiaba—. Honestamente,
Cassie, nuestro pasado no influyó mucho en mi decisión de darle a 78
mi hija lo que quiere para Navidad. No he pasado exactamente los
últimos dos meses pensando en ti.
Erin se mordió el nudillo de la mano que no sostenía el teléfono y
esperó a ver si había sido lo suficientemente convincente.
Cassie no dijo nada.
»La respuesta correcta para alguien que te permite quedarte en su
casa durante las fiestas es «gracias» —dijo—. Será divertido. Habrá
buena comida y regalos, y todos actuaremos como adultos. ¿Crees
que puedas manejarlo?
Cassie sonaba exactamente tan pequeña como Erin pretendía
hacerla sentir cuando dijo:
—Vete a la mierda, Erin.
Le colgó.
Erin dejó escapar el aliento. Mierda. Sacudió los brazos como si eso
fuera a deshacerse de la sensación de disgusto que se había
apoderado de ella. Ella tenía que hacerlo. Cassie se iba a quedar con
ella durante dos semanas sin importar cómo se sintieran las dos al
respecto; Erin necesitaba cortarlo de raíz. Arruinarlo antes de que se
vieran, o quién sabía lo que harían.
Porque Cassie tenía razón, era absurdo que fuera de visita. Erin
honestamente no sabía cómo iban a manejarlo. ¿Cómo no iba Parker
a darse cuenta de… lo que sea que había entre ellas? Historia y
atracción: magnetismo, del tipo que empujaba a Erin hacia Cassie
incluso cuando ella no quería.
Erin estaba trabajando en su relación con su hija. Habían pasado
casi cuatro años desde el divorcio, un divorcio al que Parker le había
echado la culpa mayormente al trabajo de Erin. Pero estaban bien.
Incluso mejor que bien, desde que Parker estaba en la universidad.
Llamaba todos los domingos y siempre parecía entusiasmada, como
si lo hiciera porque quisiera y no porque su estúpida y necesitada
madre anhelaba que lo hiciera. No habían tenido una conversación
real sobre el divorcio. Erin lo había intentado al comienzo, pero
79
Parker había estado demasiado herida, demasiado emocional. Erin no
lo había vuelto a intentar. No le había explicado que sí, que eligió el
trabajo por encima de su padre, pero no por nada. Eligió un trabajo
que la hacía sentir bien sobre un hombre que no la hacía sentir así.
Eligió su trabajo de la misma manera que eligió a Parker, cuando tenía
veinte años y vio una prueba de embarazo positiva. Sabía que no se
suponía que lo hiciera, pues la gente la juzgaría por ello. Pero había
descubierto lo que quería y se había aferrado a ello.
Necesitaba tener esa conversación con Parker porque necesitaba
que su hija supiera que así debía vivir, que así debía tomar decisiones.
Y Erin necesitaba que lo supiera antes de que tuviera treinta y cinco,
y estuviera casi quince años en un matrimonio que, para empezar,
nunca debería haber ocurrido.
Erin todavía estaba trabajando en sí misma. Con terapia real y el
tipo de terapia que Rachel le daba, alentándola a ponerse ella misma
en primer lugar, y también a coger con quien demonios quisiera.
Estaba ayudando, pero todavía le importaba demasiado lo que
pensaba la gente. Estaba intentando enseñarle a su hija a no hacerlo,
intentando enseñarle a hacer lo que se le diera la gana desde el
principio, y que no tuviera que aprender a hacerlo cuando se acercara
a los cuarenta. Estaba tratando de enseñarle a su hija, lo contrario de
lo que le había enseñado su madre.
El punto, (Erin tardó mucho en llegar a eso, pero existía) era que no
podía acostarse con la amiga de su hija. Dejando a un lado el consejo
de Rachel: Erin no podía volver a acostarse con Cassie y, sobre todo,
Parker no podía descubrir lo que había sucedido. Erin estaba
aprendiendo a aferrarse a las cosas que le importaban y Parker era lo
que más le importaba. Ella no podía joder eso.
El viernes por la tarde, Erin recogió a Parker en la casa de Adam.
Normalmente, habría enviado un mensaje de texto desde la entrada
y habría esperado a que Parker saliera, pero había pasado demasiado
tiempo desde que la había visto. Recibió a su hija en la puerta y la
abrazó hasta que ella se quejó.
—¿No te va a dar frío con eso? —preguntó Erin. 80
Parker llevaba el abrigo que Erin le había comprado para la
universidad: una chaqueta de mezclilla forrada con piel de oveja.
Estaba hecho para Virginia, no para New Hampshire.
Parker puso los ojos en blanco.
—Ay, Dios mío, detente, estoy bien.
Tiró una vez de la cola de caballo de Parker. Parker le dio un
manotazo, pero sonrió mientras arrastraba su maleta hasta el
maletero del Subaru Forester de Erin.
En el auto, Parker preguntó:
—¿Cómo estuvo el trabajo el día de Acción de Gracias?
—Lento —dijo Erin. Ya sabía que Parker no quería más
información que esa.
No habría podido decirle más a Parker aunque la hubiera
presionado. Normalmente, durante los turnos lentos, Erin dedicaba
el tiempo libre a trabajar en la clínica gratuita que estaba
promoviendo para que el hospital abriera el próximo otoño, pero el
turno de Acción de Gracias había sido lo bastante lento como para
que se pasara la mayor parte del tiempo desconectada mientras se
suponía que estaba elaborando historiales, con la mirada perdida y
sintiéndose culpable por haber sido grosera con Cassie, esta no se
merecía sus burlas.
Había sido vindicativo, en realidad, escuchar que Cassie estaba
ansiosa por visitarla. A Erin le preocupaba que esta… cosa fuera
unilateral. Eso hubiera sido peor: enamorarse de una estudiante
universitaria sin ser correspondida. Aunque no estaba segura de que
contara exactamente como un enamoramiento, esta palabra se sentía
demasiado inocente, y sus pensamientos eran todo lo contrario.
No se permitía pensar en eso de todos modos, especialmente no
ahora, de camino a cenar con Parker. Tampoco se lo permitió durante
el fin de semana de Acción de Gracias, el cual tenía ciertas tradiciones
familiares, incluso si ya no eran una familia. El sábado por la noche
significaba juegos en casa de los Turner. Erin conocía a Melissa y
Jimmy desde que eran novios en la escuela secundaria, mucho antes
81
de que tuvieran sus hijos: Caleb y Noah, copias al carbón de Jimmy
con sus apretados bucles de cabello oscuro; y Mae, cuyas ondas
rojizas favorecían a su madre. Erin, Melissa y Rachel habían sido
amigas durante casi la mitad de sus vidas. Las dos primeros tomaron
juntas clases de Lamaze cuando estaban embarazadas de Parker y
Caleb, sus hijos estuvieron destinados a ser mejores amigos mucho
antes de que nacieran.
En el camino, Adam y Jimmy también se habían convertido en
mejores amigos. Adam ya estaba en casa de los Turner cuando
llegaron Parker y Erin. Sin embargo, Rachel también lo estaba, lo que
significaba que Erin recibió un trago antes de que tuviera que hacer
algo más que saludar a Adam.
—La tía Rachel está al mando esta noche —bromeó Parker.
—Lo sé —dijo Rachel, envolviendo sus brazos alrededor de Parker
antes de incluso quitarse la chaqueta—. ¿Qué haría tu madre sin mí?
—Estar más sobria, probablemente —dijo Erin, pero se deleitó con
el trago del whisky. Rachel siempre había sido de bebidas fuertes.
—Ser menos divertida, más exactamente —dijo Rachel. Luego
abrazó a Erin, mientras Parker se dirigía volando al lado de Caleb.
Cada vez que Rachel la criticaba por supuestamente tener un palo
en el culo, Erin consideraba hablarle de Cassie. Aunque no esta noche.
No quería saber qué pensaría Rachel del cómo Erin había terminado
las cosas. Definitivamente, no quería saber cómo Rachel habría
sugerido lidiar con Cassie estando bajo el techo de Erin durante dos
semanas.
El alcohol la ayudó a distraerse de eso. También la ayudó a
prepararse para los juegos, que todos aquí se tomaban demasiado en
serio. Tabú no era tan malo: Erin se había especializado en inglés, así
que conocía muchos sinónimos. Sin embargo, cuando llegaron a las
charadas, se alegró de haber tomado un segundo trago.
Niños contra adultos. Con Parker y los tres niños Turner, los
adultos tenían un jugador adicional, pero Parker comenzó temprano
con la charla basura, diciendo que los adultos necesitarían ayuda. El
82
primer turno de Adam demostró que tenía toda la razón, pero eso no
significaba que tuviera que decirlo.
El turno de Noah era el siguiente. El Turner más joven era un artista
nato. Después de demostrar que la respuesta era seis palabras de la
letra de una canción, se puso en movimiento, galopando por la
habitación como si estuviera en un rodeo, con una mano sosteniendo
una silla de montar imaginaria entre sus piernas y la otra girando un
lazo imaginario.
—¡Mustang Sally! —Mae gritó.
Parker resopló.
—Sí, porque todos tenemos novecientos años.
—Estoy en tu equipo —dijo Mae.
Caleb ignoró a su hermana menor.
—Además, ese es el título y no la letra de la canción.
—¡Cabalga, Sally, cabalga! —Mae gritó en su lugar.
Rachel se unió a los abucheos.
—Son seis palabras. ¿No entiendes las reglas del juego?
Pero Noah había dejado de galopar y señaló a Mae antes de
levantar su dedo índice.
—¿Primera palabra?
Asintió y volvió a señalar.
—¿Mi primera palabra o tu primera palabra?
Él asintió más rápido.
—¡Paseo!
Mientras el otro equipo seguía gritando para descifrar el resto de
las palabras, Erin se sintió culpable. Bueno, tonta y culpable. La letra
Mustang Sally le hizo pensar en Sally Ride, luego en astronautas, y
luego en Cassie. Como si su cerebro estuviera buscando cualquier
excusa. 83
El miércoles, durante toda la conversación, Cassie había dicho
cosas que reivindicaban a Erin: ella también había estado pensando
en ella todo este tiempo. Erin dijo cosas diseñadas para lastimar a
Cassie. El hecho de que fuera la decisión correcta y de que no hubiera
tenido elección no lo hacía más fácil.
—Mamá, es tu turno —dijo Parker.
Levantó la mirada, su hija estaba agitando el cuenco hacia ella con
impaciencia.
—Voy a necesitar otro trago primero. Deja que siga el señor Turner.
Vuelvo enseguida.
Rachel y Melissa también ofrecieron sus vasos para rellenarlos.
Erin los recogió y se dirigió a la cocina mientras Jimmy comenzaba a
representar el título de un libro. Gin tónico para Melissa, whisky con
soda para Rachel y para ella. Sola en la cocina, Erin pensó en el dolor
en la voz de Cassie cuando maldijo y colgó el teléfono. Preparó su
bebida tan fuerte como la de Rachel.
Erin complacía a la gente, siempre lo había hecho. Su madre tenía
ciertas expectativas de ella. Quedar embarazada a los veinte no había
sido una de ellas. Cuando Erin tomó la decisión final sobre el
divorcio, no importaba que su madre hubiera muerto dos años antes,
sabía exactamente cómo se habría visto la decepción en su rostro. El
conflicto hizo que Erin se estremeciera. Estaba trabajando en terapia
para averiguar qué quería hacer, en lugar de simplemente estar de
acuerdo con quienes la rodeaban.
Pero no fue el conflicto lo que mantuvo a Cassie en su cabeza. Era
más que la típica incomodidad de Erin al decirle que no a alguien.
Cassie estaba bajo su piel.
Esa primera noche, Erin casi había detenido a Cassie, no mientras
sucedía algo, sino después, mientras Cassie se alejaba del auto.
Estaban en el campus universitario de su hija, y Erin casi le gritó a
Cassie que regresara al auto, a su habitación de hotel, a ella. Se había
quedado dormida esa noche lamentando no haber conseguido el
número de la chica, para el resto del fin de semana o la próxima vez
que la visitara o ambas cosas. 84
Cassie era una mala decisión que Erin quería tomar una y otra vez.
Las charadas, al menos, eran una buena distracción.
Estaba lo suficientemente emocionada como para no sonrojarse
demasiado interpretando sus pistas para hacer un chapoteo. Ayudó
que ella y Rachel parecían compartir neuronas, y la otra mujer se
salpicó cuando Erin agitó los brazos como un maldito pájaro.
Sin embargo, lo más destacado de la noche fue el último turno de
Jimmy. Sacó un trozo de papel del cuenco, cerró los ojos y dejó
escapar el suspiro más sufrido.
—Siempre puedes pasar —sugirió Adam.
Pero Jimmy abrió los ojos y levantó tres dedos.
—Tres palabras —dijo su equipo al unísono.
Levantó un dedo.
—Primera palabra —dijo el equipo.
No tardaron mucho en pronunciar la primera palabra: vestido.
Jimmy volvió a suspirar profundamente y luego se agarró la
entrepierna.
Pasaron muchas cosas a la vez. Erin dijo «Michael Jackson»,
Melissa se fue con la ingle y Caleb murmuró «Ay, Dios mío», mientras
Parker se reía a carcajadas.
Jimmy agarró su entrepierna de nuevo, más agresivamente.
—Masturbación —ofreció Rachel.
—Porque eso va muy bien con el vestido —dijo Erin.
—Dice la persona que dijo Michael Jackson.
Jimmy cerró el puño excepto por su dedo índice, que señaló al
suelo.
—¡Toqueteo! —Melissa gritó.
Parker se rio más fuerte, Mae también soltó una carcajada. Noah
enterró su cabeza entre sus manos. Jimmy volvió a hacer los mismos
dos movimientos, tomándose la entrepierna y luego señalando hacia
85
el suelo. Erin estaba demasiado emocionada y demasiado
concentrada en obtener la pista como para preocuparse demasiado
por el ridículo de su equipo.
—Pene —dijo ella.
Jimmy asintió rápidamente.
—Hombre —supuso Adam.
—Eso es cis normativo —dijeron Parker y Caleb al unísono.
—¡Paja! —dijo Melissa.
—Por favor, mátenme —dijo Noah.
Jimmy señaló a Erin y agitó la mano, indicándole que siguiera
adelante.
—¿Pene? —ella dijo de nuevo.
Continuó gesticulando pidiendo más.
Rachel recitó opciones.
—Verga. Pija. Johnson.
Jimmy reprodujo su pista para la primera palabra.
—Sí, vestido, lo sabemos —dijo Adam.
—Vestido de verga —Erin se rio disimuladamente con Rachel, que
estaba a su lado en el sofá.
Rachel chasqueó los dedos como si hubiera obtenido la respuesta y
gritó:
—¡Prepucio!
En ese momento, Parker se cayó del sofá.
En algún lugar, entre las chicas aullando de risa y los chicos
rogando que terminara la ronda, el equipo de Erin descubrió que la
respuesta era un vestido de cóctel.
—¡¿Prepucio?! —Jimmy estaba incrédulo—. ¡¿Prepucio?!
—¡Erin dijo vestido de verga! ¡Tiene sentido! —Rachel insistió. 86
—¿Podemos dejar de hablar sobre el prepucio? —Caleb gimió.
Melissa se secó las lágrimas de los ojos.
—Con todos estos hijos que he tenido ya no puedo reírme sin ir al
baño.
Rachel empujó a Caleb en el costado.
—¿Hablar de los músculos del suelo pélvico de tu madre es mejor
o peor que hablar del prepucio?
—Deja al chico en paz y vamos a asaltar el refrigerador —dijo Erin,
repentinamente hambrienta.
Melissa se unió a ellos en la cocina cuando salió del baño. Ni
siquiera se molestaron con los platos, solo apilaron contenedores
llenos de sobras en el microondas juntos.
Cuando Erin estaba casada, visitaban a los padres de Adam en el
estado de Nueva York para el día de Acción de Gracias cada dos años.
Los últimos tres años seguidos, Erin había pasado el sábado después
de las vacaciones en esta casa con esta gente. Era su tradición favorita,
incluso si ahora tenía una hija en la universidad y probablemente era
demasiado mayor para estar borracha en la cocina de sus amigos a
medianoche comiendo sobras de puré de papas.
Era demasiado mayor para muchas cosas, como estar casi
enamorada de alguien por quien no se le permitía sentir nada. O
como ser incapaz de sacarse a esta mujer de la cabeza. Era demasiado
mayor para no ser una adulta en esa situación.
Erin levantó la vista de su recipiente lleno de papas para encontrar
a Rachel y Melissa mirándola.
—¿Mmm?
—¿Qué pasa contigo esta noche? —preguntó Rachel.
Erin frunció el ceño.
—¿Por qué?
—Tu cabeza está en las nubes. ¡Ni siquiera pudiste adivinar Danza 87
con los lobos!
Rachel siempre había sido demasiado perspicaz para su propio
bien.
—Tal vez eso fue por tu patética muestra de un lobo.
—¿Patética?
—Déjala en paz —dijo Melissa.
—¡Sí! —Erin dijo, encantada.
Pero luego Melissa continuó:
—Está demasiado borracha para pronunciar palabras reales.
—Espera un minuto, se suponía que debías estar de mi lado.
Tal vez estaba demasiado borracha para pronunciar palabras
reales. Y ciertamente estaba demasiado borracha para conducir a
casa. El labio de Adam se curvó con desdén cuando Erin le entregó
las llaves a Parker, pero ¿cuál era el punto de tener una hija que podía
conducir si no ibas a usarla como conductor elegido de vez en
cuando? A Parker no le importaba.
No se sentía mala madre por obligar a Parker a conducir hasta la
casa; se sentía como una mala madre por pensar en Cassie en el
camino.
Erin había sido tan malvada, Cassie no se había merecido eso. Erin
la había menospreciado, y eso había sido totalmente innecesario. Se
había saltado el término medio entre ser honesta y ser cruel. Si no
estuviera en un auto con su hija, le habría enviado un mensaje de
texto a Cassie para explicarle… bueno, no exactamente darle una
explicación, porque no podía hablarle con honestidad a Cassie, pero
podría haber mejorado la situación de alguna manera.
Probablemente, era positivo que Parker la estuviera conduciendo a
casa.
Cuando se despertó a la mañana siguiente, todavía pensando en
Cassie, envió el mensaje de texto que había estado considerando la
noche anterior. 88
Erin [Hoy 7:03 A. M.]
No debería haber sido tan grosera. Parker está ansiosa por tu visita y yo estoy
feliz de recibirte.
***
Tres semanas más tarde, cuando Parker y Cassie doblaron la
esquina en el aeropuerto, Erin tuvo cinco segundos ininterrumpidos
antes de que Parker la viera. Los usó con Cassie. Cassie, que vestía
joggers grises y un suéter de Keckley con capucha. Cassie, cuyo
cabello estaba recogido en un moño en la parte superior de la cabeza
(o no del todo en la parte superior) desordenado y suelto, se
tambaleaba hacia los lados con cada paso. Cassie, quien hizo que el
corazón de Erin latiera con fuerza contra su esternón.
Y entonces Parker la vio y sonrió, y Erin no pudo hacer nada más
que devolverle la sonrisa.
—¡Bebé! —llamó.
Tenía los brazos abiertos y su hija se abalanzó sobre ellos. Ni
siquiera había pasado un mes desde la última vez que se vieron, pero
el abrazo aflojó algo en Erin de todos modos.
Cassie ajustó su mochila sobre su hombro. No tenía una cara de
póker ni para salvar su vida, y Erin no tenía idea de cómo se suponía
que debían hacer esto.
Tuvieron un momento incómodo de «¿deberíamos o no…?» antes
de que Erin tomara la decisión y abrazara a Cassie. Tal vez no debería
haberlo hecho. Tal vez fue extraño abrazar a la amiga de tu hija a
quien solo habías visto una vez. Erin conocía a los otros amigos de
Parker desde que eran pequeños: Nashua era una ciudad lo
suficientemente pequeña como para que la mayoría de ellos hubiera
ido a la misma escuela secundaria, lo suficientemente pequeña como
para que Erin hubiera ido a la escuela secundaria con algunos de sus
padres. Sin embargo, Cassie le había devuelto el abrazo. Erin deseó
que fuera incómodo; sería mejor que fuera incómodo a que el cuerpo
de Cassie se fundiera con el de ella tan fácilmente.
—Estoy tan contenta de que estés aquí —dijo Erin, porque Cassie 89
nunca respondió a su mensaje de disculpa y realmente lo sentía.
Cassie solo asintió hacia ella.
—Vamos, vamos a buscar las maletas —dijo Parker, ya
alejándose—. Vas a hacer estofado esta noche, ¿verdad?
—Juro que solo te agrado por mis dotes culinarias.
—No, la matrícula universitaria también ayuda.
Erin puso los ojos en blanco hacia Cassie, y le dio una pequeña
sonrisa. Podrían hacer esto. Todo podría salir bien. Siguió el ritmo de
Cassie mientras caminaban hacia el reclamo de equipaje. Cassie jugó
en su teléfono y no dijo nada, mientras arrastraba los pies con
calcetines y sandalias Adidas.
Antes de que llegaran sus maletas, Parker fue al baño. Cassie
todavía estaba concentrada en su teléfono y Erin trató de no mirarla.
El aeropuerto era pequeño, solo dos carruseles de equipaje. Otros
pasajeros del mismo vuelo se arremolinaron. Erin escuchó a
escondidas a una pareja con rizos grises a juego mientras discutían
sobre lo caros que eran los boletos de avión. Por el rabillo del ojo, Erin
vio a Cassie deslizar su teléfono en el bolsillo de su suéter, antes de
levantar ambas manos para quitarse el cabello del moño
desordenado. Erin la observaba con atención, no podía evitarlo. El
movimiento de Cassie fue como una roca saltando sobre un estanque
plano, rompiendo la quietud.
—¿No más rosa? —preguntó.
Cassie la miró, con el ceño fruncido.
—En tu cabello —aclaró.
—Ah —dijo Cassie—. No. Soy demasiado perezosa para
mantenerlo y, además, tengo entrevistas para la escuela de posgrado
en la primavera.
—Nos va a cambiar por California —dijo Parker con un gemido
mientras regresaba del baño.
—Ah, ¿sí? —Erin preguntó como si fuera posible que hubiera
olvidado un solo momento de su conversación en el desayuno
90
durante el fin de semana familiar.
Cassie se encogió de hombros.
—Suponiendo que Caltech reconozca algo bueno cuando lo vea.
—Ah, ahí es donde vas a aprender a ser astronauta.
Cassie gimió y Parker se rio. No era extraño, entonces, que Erin
recordara a Parker burlándose de Cassie por eso. Y no había sido muy
simpático que Erin se uniera a las burlas, pero Parker, desde luego,
parecía encantada. Cassie también se había tranquilizado, ya no se
inquietaba ni hacía muecas como cuando se saludaron por primera
vez. Tal vez las próximas dos semanas no serían imposibles después
de todo.
Todas se acomodaron más mientras cenaban. Cassie pidió una
segunda porción de asado y papas, aunque, aparentemente, una
porción de judías verdes había sido suficiente para ella. Parker
siempre había sido una habladora cuando llegaba a casa por primera
vez, ya fuera de un viaje o simplemente de un día en la escuela. Una
vez que terminó las actualizaciones de sus clases y se detuvo para
tomar un respiro, Erin hizo una pregunta.
—¿Y qué hay de Sam?
—Pásame las papas, por favor —dijo Parker como si Erin no
hubiera hablado.
—Ah, ¿no lo sabes? —Cassie dijo, con una sonrisa alegre en su
rostro—. Tu hija es bastante exhibicionista.
Erin alzó las cejas y Parker siseó:
—¡Cassie!
—¡No es mi culpa que te besaras con ella frente a cien personas!
El rostro de Parker se congeló de furia, y Cassie parecía
implacablemente complacida consigo misma. Erin se mordió el labio
para contener la risa.
—Está bien. No me siento avergonzada de eso —dijo Parker,
aunque sus mejillas estaban rosadas. Se estiró para agarrar el tazón
91
de papas ella misma, luego agregó una cucharada a su plato—. A
diferencia de algunas personas, que se escabullen con un amante
secreto.
Erin parpadeó. ¿Qué significaba eso?
—Nunca nos contaste con quién hablabas esa noche —continuó
Parker—. Tal vez eres tú la que está avergonzada.
Erin no sabía de qué estaba hablando Parker, pero no parecía
bueno, la forma en que los ojos de Cassie cortaron los de Erin y se
alejaron, mientras su garganta se esforzaba por tragar su bocado de
carne asada.
—Te lo dijimos. Mi amante secreta es Acacia. Hemos estado
escondiendo nuestro amor por años.
Parker dirigió una mirada a Cassie.
—Estaba con Acacia; no podrías haber estado hablando con ella.
Estabas sola y borracha, llamando a otra persona.
Erin miró su plato. Tal vez sabía de lo que estaban hablando. Nunca
había borrado los mensajes de esa noche.
—Tal vez no estaba llamando a nadie —dijo Cassie. No miraba a
Erin—. Tal vez Acacia y yo solo estábamos sexteando.
El tenedor de Erin chocó contra su plato.
—Mierda. Lo siento —murmuró Cassie—. La mesa de la cena
probablemente no sea el mejor lugar para hablar de sexting.
Parker se rio y Erin se aclaró la garganta. Cassie podía hablar de
sexting todo lo que quisiera, pero en realidad estaba hablando de
sexting con Erin. Claro, Parker no lo sabía, pero Erin sí.
—Sí, bueno —dijo Erin—. Todavía me gustaría saber más sobre
Sam.
Parker suspiró.
—En cambio, a mí me gustaría saber más sobre el postre. ¿Hiciste
pastel?
—Voy a hacer dos pasteles para Nochebuena, Parker. No necesitas
92
tres pasteles en una semana.
—¿Quién lo dice?
Erin nunca había estado más contenta de cambiar de conversación.
En general, la cena fue, vergonzosamente, muy parecida al
desayuno que compartieron las tres en Virginia. Erin trató de
concentrarse solo en Parker, pero no de manera notable. Le
preocupaba tanto el estar prestando demasiada atención a Cassie
como el ignorarla de forma demasiado evidente. Parker parecía
despreocupada… totalmente ajena a la situación, si Erin quisiera ser
cruel al respecto, pero la verdad era que estaba muy agradecida por
la falta de suspicacia de Parker.
Al igual que en el desayuno, solo tenían que superar la
incomodidad inicial (¿qué era peor: jugar con los pies o acercarse
demasiado a la verdad sobre el sexteo?), y luego todo había ido viento
en popa. Cassie y Erin se llevaban demasiado bien, incluso después
de todo.
Cuando fue a limpiar la mesa, Cassie le puso una mano en el brazo.
Erin se congeló.
—¿Qué estás haciendo? —dijo Cassie—. Tú cocinaste, así que no
limpias.
Una sonrisa se extendió lentamente por el rostro de Erin. Miró a
Parker en lugar de la forma en que las mejillas de Cassie se
sonrojaron.
—Ya la escuchaste, Parker —dijo Erin—. La limpieza corre por tu
cuenta.
Volvió a sentarse, recostándose en su silla como si estuviera
recibiendo un trato real.
—¿Por qué eres tan educada? —Parker le preguntó a Cassie—.
Nunca eres así en la escuela.
—Soy una buena invitada. Nunca eres tan bebé en la escuela. ¿Estar 93
cerca de tu madre te hace volver al comportamiento de niña pequeña?
Parker le sacó la lengua a Cassie y se rio a la mitad del gesto. Cassie
se burló de ella, y el corazón de Erin tartamudeó en su pecho. Todo
esto sería más fácil si no le gustara tanto Cassie.
Capítulo 7
Cassie
Cassie lavó y Parker secó y Erin se sentó en un taburete en la isla
de la cocina, charlando. Se alegró de estar de espaldas a Erin, ya que
no era capaz de mirarla.
No tanto por algo en particular como por… todo: porque Erin la
había hecho sentir horrible. Porque Erin era preciosa. Porque quería
besarla o pelear con ella o tal vez ambas cosas.
No habría sido terrible hacer que Erin se sintiera mal, como ella
había hecho sentir a Cassie. Definitivamente podrías ser así de
mezquina., pero tenía miedo de que Erin tuviera razón: que era 94
infantil y estaba enamorada de ella.
Además, aunque Erin se había portado como una perra por
teléfono, se disculpó unos días después. Y parecía estar tratando de
compensarlo, o algo así. Estaba siendo amable. Cassie podría ser
absolutamente una adulta, una buena invitada y una buena amiga,
que no se acostaba con las mamás de sus amigas, por muy buenas que
estuvieran.
Por eso era mejor estar frente al fregadero, mirando la espuma y no
la cara de Erin, era tan malditamente bonita, y estaba tratando de que
no fuera un problema.
—Es hora de que te muestre la casa —dijo Parker cuando
terminaron de limpiar.
Habían dejado las maletas en el vestíbulo cuando llegaron,
demasiado hambrientas para molestarse con ellas. Así que Parker
levantó ambos equipajes sin preguntar y condujo a Cassie escaleras
arriba.
—Ya has visto el primer piso —dijo—. También hay un sótano,
donde pasaremos la víspera de Año Nuevo definitivamente sin
emborracharnos.
—No soy estúpida, Parker —gritó Erin desde las escaleras. Ella no
se había unido a ellas para el recorrido, afortunadamente.
Parker le sonrió a Cassie.
—Algunos de los padres de mis amigos piensan que son ángeles
perfectos, así que todavía actuamos como si no bebiéramos. Pero a mi
mamá le encanta dejarnos, siempre y cuando, todos le den las llaves
del auto cuando lleguen.
—Qué bien —dijo Cassie. La idea de Erin como la mamá genial era
demasiado.
La habitación de Parker estaba en lo alto de las escaleras. Pinturas
y dibujos a lápiz cubrían sus paredes. Mejoraron constantemente en
calidad a medida que mirabas alrededor de la habitación, como un
testimonio de que la práctica hace al maestro. Había un espejo contra
una pared, con fotos de sus amigos pegadas a los lados. La habitación 95
estaba llena de gente, incluso si Parker no había vivido allí en meses.
—Oye —dijo Cassie, sus dedos encontrando el borde de una
fotografía justo al nivel de los ojos: eran ella y Acacia, con enormes
sonrisas en sus rostros, ambas apagando la cámara.
—Sí, lo puse en Acción de Gracias —dijo Parker—. Creo que
realmente captura las personalidades de ambas.
Cassie se sintió… amada. O algo así. Fue asqueroso.
—¿Quién sigue imprimiendo sus fotos? ¿Naciste en los noventa?
—Cállate.
Continuaron el recorrido. La habitación de invitados donde se
hospedaba Cassie estaba al lado de la de Parker, aunque con una
decoración mucho más estándar. Al otro lado de la habitación de
Parker estaba el baño, completamente blanco, excepto por la alfombra
frente al lavabo, que parecía una bandera del orgullo bisexual. Ante
las cejas enarcadas de Cassie, Parker sonrió a medias.
—Cuando mi papá se mudó, yo estaba un poco molesta por eso —
dijo—. Durante una pelea con mi madre, básicamente la acusé de ser
una bisexual promiscua, lo cual es vergonzoso en muchos niveles,
incluido el hecho que también soy bisexual y odio ese estereotipo. —
Parker arrastró el dedo del pie por la alfombra—. No estoy segura de
si consiguió esto como una oferta de paz o para hacerme sentir mal
por haber sido una mierda, pero me encanta. Somos una casa de bis,
y más ahora que estás aquí.
Al menos Parker sabía que a su madre le gustaban las mujeres.
Sería horrible descubrir eso al enterarse de que se acostó con su
amiga. No es que Parker fuera a enterarse de eso, obviamente.
Se dio cuenta de que necesitaba reaccionar a lo que dijo Parker y
sonrió con retraso.
—¿Estás cansada? —preguntó Parker.
«No, solo estoy pensando en cogerme a tu madre».
—Sí —mintió Cassie, y se frotó el cuello—. Oye, ¿alguien realmente
usa este baño? Está jodidamente impecable. 96
Había una vela en el tanque del inodoro, una botella de jabón de
vidrio transparente junto al lavabo, y eso era todo. Sin cepillo de
dientes ni pasta de dientes. Sin ataduras para el cabello en el
mostrador o deslizadas sobre el pomo de la puerta. Cassie se
preguntó si había incluso champú detrás de las paredes opacas
escarchadas de la combinación de ducha y bañera.
—Mi mamá está obsesionada con verse bien ante las visitas —dijo
Parker—. Ella no es así en la vida real. Te lo mostraré.
Condujo a Cassie fuera del baño al extremo opuesto del pasillo de
la habitación de invitados. Parker abrió una puerta antes de que
Cassie pudiera procesar lo que habría detrás.
—Sabía que estaría toda desordenada.
Mierda.
Cuando Cassie había fantaseado con ver la habitación de Erin, no
era así como sucedía. Había una cama bonita, demasiado grande para
una sola persona. Estaba hecha a toda prisa, con las sábanas torcidas.
Un sujetador colgaba de uno de los cajones abiertos de la cómoda de
Erin. Cassie apartó la mirada. ¿Por qué había pensado que venir de
visita había sido una buena idea?
—Bueno, eso es todo —dijo Parker cuando estuvieron a salvo en el
pasillo—. Voy a darme una ducha y me iré a la cama.
—Sí, me voy a desmayar —dijo Cassie—. Estoy agotada.
Era cierto, pero tampoco quería estar a solas con Erin mientras
Parker se duchaba. Cassie dijo buenas noches y se deslizó en la
habitación de invitados. Tan pronto como cerró la puerta, sacó su
teléfono para enviarle un mensaje de texto a Acacia.
Cassie [Hoy 21:32]
Creo que voy a morir.

Acacia [21:34]
¿Así de mal van las cosas?

Bueno, no del todo mal, además, solo eran dos semanas. La cena 97
había estado bien, sin contar aquella conversación. Pero Cassie no
podía tensarse cada vez que Erin le sonreía, no estaba coqueteando.
Ella no estaba interesada, ya lo había dejado claro. Lo cual no sería un
gran problema si pudiera superarlo.
Acacia [21:47]
Duerme un poco, todo se verá mejor en la mañana. Ya sabes sin jet lag y esas
cosas.

Acacia [21:48]
Además, ¿qué carajos? ¡Contrólate!

Estuvo muy de acuerdo con todo eso.


Al día siguiente, se despertó mucho antes de lo que hubiera
querido. Durante los exámenes finales, vivía del café y de cualquier
bebida energética que pudiera conseguir. Necesitaba cafeína.
Bajó las escaleras casi a trompicones, pues sus ojos aún no estaban
completamente abiertos. La puerta del dormitorio de Parker seguía
cerrada. Erin estaba sentada en un taburete en la isla de la cocina
cuando entró Cassie. Le brindó una sonrisa.
—Buenos días.
—Buenos… días —Cassie trató de no parecer demasiado gruñona.
Ahogó un bostezo—. ¿Café?
Erin hizo un gesto hacia la olla.
—Las tazas están en el armario de arriba.
Cassie agarró la primera taza que pudo alcanzar y no se dio cuenta
hasta que se sirvió la taza que decía LA MEJOR MAMÁ DEL
MUNDO. A ella le dio igual. Hizo todo lo que pudo para no bebérselo
en una sentada así humeante y negro. Ni siquiera le gustaba el café
negro, pero olía muy bien, y demás le dolía la cabeza. Erin empujó un
cartón de crema hacia ella en el mostrador; el azúcar estaba al lado.
Un chorrito y una cucharada y mientras Cassie se llevaba la taza a los
labios, Erin la interrumpió.
—Espero que no te importe que sea descafeinado.
98
Cassie farfulló.
—¡¿Qué?!
Los ojos de Erin se arrugaron al reír. Sería bonito si no se estuviera
riendo, literalmente, en la cara de Cassie.
—Broma —dijo.
—Eso es de mala educación —dijo Cassie, y bebió la mitad de su
taza de una sola vez.
Erin todavía se estaba riendo cuando se dejó caer en el taburete a
su lado. Sus codos chocaron y Cassie inmediatamente apartó los
suyos.
—¿Dormiste bien? —preguntó Erin, levantándose para poner la
crema en el refrigerador.
Cassie asintió.
—Aunque no lo suficiente. Será mejor que Parker tenga una siesta
planeada para nuestro día.
Erin se volvió hacia Cassie y se apoyó contra el mostrador mientras
estiraba los hombros. Ahora estaba lo suficientemente despierta para
recordar que Erin era realmente atractiva. La forma en que le sonrió
le hizo preguntarse si sus pensamientos estaban escritos en su rostro.
Miró el café que quedaba en su taza.
—No te preocupes —dijo Erin—, conociendo a Parker, verá a todas
las personas que quiere en el transcurso de dos días, y luego se
entregará a la pereza por el resto de las vacaciones.
—Eso es lo que me gusta escuchar —dijo Cassie. Miró a Erin, que
todavía le sonreía. Se dijo a sí misma que el calor en su pecho era por
el café.
—¿Quieres que te haga algo para desayunar? —ofreció Erin.
No quería sonar grosera, pero:
—Soy una adulta, puedo hacer mi propio desayuno.
99
—Eres una invitada, Cassie —dijo Erin—. Y soy una buena
anfitriona. Y probablemente comas horriblemente en la universidad.
Cassie sonrió y respondió sin pensar:
—La verdad es que me han dicho que soy muy buena para comer
y probar manjares.
Jesús, ¿por qué era tan mala en esto? Se levantó para poner su taza
en el lavaplatos para no tener que mirar a Erin.
—Lo creeré cuando lo vea.
Cassie apretó los labios. Erin debe haberse perdido su doble
sentido, probablemente porque no esperaba una broma de
cunnilingus antes de las 9 a. m. Pero cuando Cassie miró a Erin de
nuevo, juró que sus ojos brillaban.
Si Erin no hubiera dejado muy claro lo poco que le gustaba Cassie,
habría pensado que estaba coqueteando. Necesitaba enviarle un
mensaje de texto a Acacia, seguramente diría exactamente lo que
necesitaba escuchar para detener esto.
—Bueno —dijo, y se sintió como la transición más incómoda de la
historia, pero tenía que hacer algo—. Me voy a duchar, ya sabes, para
quitarme la sensación de avión.
—¿Viste las toallas en tu habitación? ¿Y Parker te mostró dónde
está la ducha?
—Sí —dijo Cassie—. Estoy bien, gracias.
Le envió un mensaje de texto a Acacia antes de que hubiera subido
las escaleras.
Cassie [Hoy 8:09 a. m.]
Por favor, dime que no haga nada estúpido.

Acacia [8:12 a. m.]


Amiga: 1) es muy temprano y 2) me debes mucho por ser tan buena amiga
contigo, porque realmente siento que estoy siendo una amiga de mierda para
Parker.
100
Acacia [8:12 a. m.]
Pero sí, no, no hagas nada estúpido.

Cassie [8:13 a. m.]


¿Incluso si parece que ella estaba coqueteando conmigo?

Acacia [8:13 a. m.]


Especialmente en esa situación.

El problema era que se sentía como si Erin estuviera coqueteando.


Tal vez Erin era así de amable, pero nadie sonreía tanto por la
mañana, ¿verdad? Incluso si lo hicieran, era un tipo específico de
sonrisa: del tipo que Cassie había visto por primera vez en un bar
lleno de gente cuando la sorprendieron mirando fijamente. Tal vez
era solo que Erin era adulta y madura. Tal vez les sonrió así a todos
los amigos de Parker. Tal vez Cassie solo miró a Erin a través de los
anteojos con forma de corazón como los que a Acacia le encantaba
tomar selfis. Probablemente, no era nada, pero se sentía como algo. Se
sentía como si Erin la deseara.
Al final, no desayunaron panqueques porque Parker no se levantó
hasta las once, y al mediodía se encontrarían con Lila, la amiga de
Parker, para almorzar. Cassie había pasado la mañana encerrada en
la habitación de invitados con su computadora portátil. No se quitó
de encima la ansiedad hasta que estuvieron fuera de la casa.
Después del almuerzo con Lila, una chica india que era tan bonita
que no era justo, el amigo de Parker, Caleb, de quien Cassie ya había
oído muchas historias, se unió a ellas para tomar un café. Era fácil
llevarse bien con Lila y Caleb, sobre todo porque les gustaba
avergonzar a Parker tanto como a ella. Cassie volvió a contar la
historia de Sam y Parker en la fiesta, agregando algunas partes sobre
manoseos que en realidad no había visto, pero por la forma en que
las mejillas de Parker se pusieron rojas, aparentemente sucedió.
Estuvieron fuera durante horas, y fue tan divertido que se olvidó
de estar ansiosa cuando llegaron a casa y encontraron a una Erin en
un ajustado suéter con cuello en V. Se veía jodidamente bien, y Cassie 101
lo disfrutó en lugar de preocuparse. Vieron la televisión y, durante
los comerciales, Parker actualizó a Erin sobre sus amigos. Ella sonrió
cuando Parker habló sobre los planes de Lila de estudiar en el
extranjero el próximo año. Cassie no pudo evitar mirarla, solo un
poco avergonzada por lo sorprendida que estaba por la hermosura de
Erin. Ella captó su mirada y su sonrisa se hizo más grande. Era
exactamente como la noche en que se conocieron, y tal vez solo era su
buen humor, pero no estaba del todo convencida de que Erin no
estuviera interesada en ella.
—Te ves feliz —comentó Erin cuando Parker estaba en el baño.
—Sí —dijo Cassie—. Fue un buen día. Me alegro de haber venido.
Erin sonrió.
—Yo también.
Mantuvieron el contacto visual hasta que Parker volvió a entrar en
la habitación. Cassie sabía que estaba en problemas cuando ni
siquiera consideró enviarle un mensaje de texto a Acacia.
Erin les preparó la cena, estaba deliciosa, de nuevo, Parker no
estaba mintiendo en absoluto acerca de que su madre preparaba
buena comida. Luego, se alistaron para reunirse con más amigos de
Parker. Mientras esta hurgaba en la despensa en busca de bocadillos
para llevar, Erin la agarró por el brazo. Su pulso se disparó.
—Mira, este es mi número —dijo. Su sonrisa tenía un dejo de
picardía—. Si necesitas un conductor sobrio, házmelo saber. Parker
tiende a perder su teléfono cuando sale con sus amigos.
—No es que se le pierda —dijo Cassie mientras ingresaba el
número de nuevo en su teléfono, con el nombre de Erin esta vez—.
Tiene que entregarlo para no enviar mensajes de texto a la gente
mientras está borracha.
—En serio, Cassie, ¿podrías parar? —Parker gritó desde la
despensa—. Sé que te gusta avergonzarme, pero ella es mi mamá.
¿Tienes que contarle todo?
102
—No puedes invitarme y luego decirme que no tengo permitido
divertirme —respondió Cassie.
Erin le sonrió.
—¿También tienes que hacer lo mismo con tu teléfono para no
enviar mensajes de texto mientras estás borracha?
Cassie agachó la cabeza, tratando de no sonrojarse.
—Naa —dijo—. Suelo hacerlo bastante bien.
Parker reapareció, entonces, con tres bolsas de papas fritas en sus
brazos y una mirada furiosa en su rostro cuando miró a Cassie.
—¿Estás lista?
—Sí, vamos.
—Adiós, mamá.
—Adiós, cariño —dijo Erin. Cuando la puerta se cerró detrás de
ellas, agregó—: Asegúrate de no enviar mensajes de texto a nadie que
no debas.
—Literalmente, te odio —le dijo Parker a Cassie.
—¡Me invitaste a ser un amortiguador con tu mamá! ¡Estoy
haciendo un buen trabajo!
—Tal vez uno demasiado bueno.
Cassie sonrió. Realmente esperaba que eso fuera cierto.
***
Cuando Cassie bajó las escaleras a la mañana siguiente, Erin tenía
una taza de café lista para ella.
—Buenos días —dijo, ofreciéndole la taza—. Lo serví cuando te oí
bajar.
Parecía que tenía exactamente la proporción correcta de crema y
café. El pecho de Cassie se sentía cálido.
—Gracias —dijo, tomando su taza y bebiendo un sorbo—. Está
103
perfecto.
Erin sonrió. Se sentó en el mostrador y ella se deslizó en el taburete
a su lado. Bebieron en un cómodo silencio.
—Hay panecillos, por si quieres uno —dijo Erin finalmente—.
Preferiría que no hicieras mucho desorden en la cocina, ya que estaré
cocinando casi todo el día.
—¿Casi todo el día?
—Mañana vendrá mucha gente —dijo. Su voz estaba un poco
tensa.
—Me comeré un panecillo, y luego te ayudaré a cocinar—ofreció
Cassie.
El rostro de Erin se suavizó con una sonrisa.
—No tienes que hacerlo, Cassie.
—No seas ridícula. Parker probablemente no se levantará en horas.
Puedo ayudar.
—Eso… —Erin se desvaneció—. Bueno, gracias. Eso sería genial.
Cassie comió el panecillo con queso crema, y luego Erin le señaló
el libro de cocina en el mostrador.
—¿Puedo confiar en ti para hacer las bolas de salchicha? —
preguntó—. La receta no debería ser tan difícil.
—No puedo creer que me estés haciendo cocinar bolas, pero sí,
puedo seguir una receta.
Erin rio levemente.
—Puedes hacer masa para el pastel si lo prefieres, pero Parker es
muy particular con sus pasteles.
—No quiero ese tipo de responsabilidad.
Erin puso música navideña y se puso a trabajar al otro lado de la
cocina.
—Muy amable de tu parte unirte a nosotras —gruñó Erin tan
104
pronto como Parker entró en la cocina.
Las bolas de salchicha habían salido del horno hacía veinte
minutos. Las brevas que Cassie estaba salteando en azúcar se estaban
poniendo oscuras y pegajosas, aunque todavía no entendía
completamente de qué aperitivo formarían parte.
—Buenos días a ti también —dijo Parker.
Erin resopló.
—Cassie me ha estado ayudando durante más de una hora y tú
apenas te estás levantando.
Cassie no levantó la vista de las brevas. No se iba a meter en eso.
—Vamos a tener cincuenta personas aquí mañana —dijo Erin—.
Tenemos que limpiar la casa y preparar la mayor cantidad de comida
posible, ¿de acuerdo?
—Está bien, Dios —murmuró Parker.
Le hizo una mueca a Cassie cuando Erin no estaba mirando. Cassie
se encogió de hombros. Erin estaba siendo una especie de perra, pero
estaba estresada, eso era todo.
Parker comió un panecillo y luego ayudó con las brevas que ahora
se estaban enfriando. Les untó queso de cabra, y luego Cassie
envolvió cada uno en prosciutto. Erin las dejó en la cocina para ir a
limpiar el resto de la casa.
—A veces se pone así —dijo Parker—, antes de invitar a la gente.
Actúa como si fuera el fin del mundo si todo no es perfecto. Sin
embargo, por lo general, al menos me deja despertarme antes de estar
tan enojada.
—Está bien —dijo Cassie, porque lo estaba. No era gran cosa.
—A ella solo le gusta… —Parker untó un poco de queso en una
breva con demasiado entusiasmo y se lo untó en los dedos. No se
limpió, solo alcanzó la siguiente breva—. Ella hace estas cosas, solo
para ser la anfitriona perfecta. Y estaría bien si pareciera que le
gustara, pero siento que lo hace porque cree que es lo que se espera
de ella. Mi abuela era una gran anfitriona, así que mi mamá cree que
105
también debería serlo.
Cassie fue a la nevera por más prosciutto porque no sabía cómo se
suponía que debía responder.
—¿Qué? —La voz de Parker era acusatoria—. ¿Te convertiste en la
mejor amiga de mi mamá mientras cocinaban juntas? ¿Estás de su
lado?
Cassie se rio.
—Soy tu mejor amiga.
Parker sonrió y Cassie se dio cuenta de que esa podría ser la
primera vez que llamaba a Parker, su mejor amiga.
—Por supuesto que estoy de tu lado —continuó Cassie—. No es
que me importe una mierda lo que la gente piense de tu casa. Pero
también estoy del lado de tu madre: nos preparó dos comidas
increíbles y te deja dormir todo el tiempo que quieras. Podemos
ayudarla un poco.
—Lo que sea —dijo Parker—. No vine a casa para que me pusieran
a trabajar, ¿sabes?
Cassie cortó una tira de prosciutto y miró a Parker de soslayo, no
es que estuviera mirando.
—Ella me pagó el boleto —dijo Cassie—. Me imagino que lo menos
que puedo hacer es ayudar a preparar algunos aperitivos.
Eso hizo callar a Parker, afortunadamente.
En serio, Erin fue la que pagó. Había gastado más en Cassie de lo
que la propia madre de Cassie había gastado en años. Erin podría no
haber sido perfecta, pero tampoco iba a quejarse por un poco de
cocina y limpieza.
Esa no era en absoluto una descripción precisa de por qué estaba
tan bien ayudando con la preparación de la fiesta. Erin necesitaba
ayuda. Puede haber sido patético, pero esa fue razón suficiente para
que colaborara.
106
Después de las brevas, se armaron las empanadas de camarones
para cocinarlas justo antes de que llegara la gente mañana. Parker
tenía planes para almorzar con su papá, así que una vez que las
terminaron, tiró de Cassie escaleras arriba mientras iba a cambiarse.
—¿Quieres venir? —preguntó, hojeando su armario en busca de un
conjunto—. No quiero dejarte aquí con mi mamá cuando está de ese
humor.
—Estoy bien.
Cassie se sentó en la cama de Parker y se apoyó en sus brazos. Erin
no era tan mala, y ciertamente no peor que Adam. Cassie pensó en su
sonrisa zalamera cuando se conocieron y quiso golpearlo de nuevo.
—Quiero decir, probablemente estará bien porque no eres su hija
—dijo Parker—, pero no quiero que te haga trabajar demasiado.
—Ella puede hacerme trabajar tan duro como quiera. —Cassie se
dejó caer sobre la cama y miró al techo. Se pasó una mano por la cara.
»Cada cosa que haga significa una cosa menos que tú tienes que
hacer —dijo—. Así tu madre se estresa menos, se enfada menos
contigo y tú te enfadas menos con ella, y todos contentos.
Y también estaba feliz, tanto de estar cerca de Erin como de no estar
cerca de Adam.
Cuando Parker se dirigía a la puerta, Erin dijo:
—Recuérdale a tu padre el jamón para mañana.
—Lo sé, mamá, ya me lo has dicho tres veces.
Erin suspiró. Parker se despidió de Cassie con la mano y la puerta
se cerró detrás de ella. Erin se dio la vuelta en un círculo completo,
sus ojos iban de la mesa en el vestíbulo a la entrada de la cocina, y
luego al pasillo hacia el baño.
—No tienes que ayudar —dijo, luciendo mucho como si necesitara
ayuda. 107
—Vamos a almorzar —dijo Cassie—. Después, podremos trabajar.
—No puedo tomar un descanso para almorzar —dijo Erin—. Tengo
que ir a buscar barras de pan a la panadería y hacer la tarta de nueces;
la de manzana puede esperar hasta mañana. Quiero fregar el suelo,
pero probablemente no tengamos tiempo. El baño de abajo necesita…
—Vaya, Erin —interrumpió Cassie suavemente—. Un paso a la
vez.
Su sonrisa era frágil.
—Hay demasiado que hacer para dar un paso a la vez.
Cassie quería apretar su brazo o algo así, darle algún tipo de
tranquilidad, pero no lo hizo.
—Mira, voy a hacer sándwiches, solo mantequilla de maní y
mermelada, nada lujoso. Si estás decidida a no tomarte un descanso,
puedes comerlos mientras trapeas o lo que sea.
Erin suspiró de nuevo y finalmente cedió, siguiendo a Cassie, a la
cocina. Sacó mantequilla de maní y pan de la despensa, y Cassie
encontró mermelada de fresa en la nevera.
—¿Por qué estás tan preocupada por esto? —preguntó Cassie
mientras untaba mantequilla de maní en dos pedazos de pan.
Erin hizo un gesto, vago pero salvaje.
—¡Va a venir tanta gente!
—Sí, ¿pero no son tus amigos? A ver, no creo les importe si el piso
está trapeado o no. —Cassie puso mermelada de fresa encima de la
mantequilla de maní y la esparció con el cuchillo—. ¿No haces esto
todos los años?
—Sí, y siempre quiero que sea perfecto.
Cassie deslizó un plato con el sándwich de Erin hacia ella, luego se
unió a ella en los mismos taburetes donde antes habían tomado café
juntas. Erin le dio un mordisco a su sándwich y lo masticó lentamente.
—Si trabajo duro, puedo hacer casi todo —dijo—. Hay tanto que 108
debo hacer.
Cassie golpeó su rodilla contra la de Erin.
—A la mierda los debería.
El comentario la hizo reír, y de repente recordó el baño en el
concierto a cappella de Parker, donde habían dicho que no deberían
hacerlo antes de que lo hicieran. Cassie separó su rodilla de la de Erin
y tocó la corteza de su sándwich.
—Será perfecto porque tus amigos estarán aquí y será divertido —
dijo Cassie. Estaba tratando de ser buena, pero el recuerdo de los
dientes de Erin en su clavícula no desaparecía—. Parker me dijo que
estas cosas siempre son divertidas. Todo va a estar bien. No te estreses
por eso.
Cassie mantuvo los ojos en su sándwich.
—¿Crees que puedo bordar eso en una almohada?
La frente de Cassie se arrugó. Ella inclinó la cabeza para mirar a
Erin.
—¿Qué?
—«A la mierda los debería». Creo que sería una gran almohada.
Su sonrisa era linda y torcida, y Cassie pasó demasiado tiempo
mirándole la boca.
—Hazlo —dijo Cassie finalmente, levantándose para poner sus
platos en el fregadero—, pero después de que hayamos terminado
con todas las cosas que tenemos que hacer. Le enviaré un mensaje de
texto a Parker para que recoja el pan de camino a casa. Tú haces el
pastel de nuez, yo voy a trabajar en el baño.
Erin siguió sonriéndole.
—No tengo idea de cómo mi hija se hizo amiga de alguien tan
dispuesta a hacer las tareas del hogar como tú, pero estoy muy
contenta de que lo haya hecho.
—Yo también. 109
Eso era cierto. Por muchas razones, incluyendo la sonrisa torcida
de Erin.
Cuando Parker regresó del almuerzo con las rodajas de pan, el
pastel de nuez estaba terminado, el baño estaba limpio y Erin y Cassie
se estaban riendo de las reseñas de los trapeadores robóticos estilo
Roomba en Internet.
—¿Hola? —dijo Parker.
—Hola, cariño —Erin le sonrió—. Gracias por recoger el pan.
—No hay problema.
Erin volvió a mirar la computadora y Parker puso cara de «¿qué
carajos?» a Cassie. Cassie sonrió y se encogió de hombros, bastante
orgullosa de sí misma por lograr que Erin se desestresara.
—Sube un segundo, Cass —dijo Parker—. Necesito ayuda con el
regalo de Acacia.
Cassie la siguió a su dormitorio. Antes de cerrar la puerta, Parker
revisó el pasillo como si su madre pudiera estar allí de alguna manera
a pesar de que la habían dejado en la sala de estar.
—¿Quién es esa y qué has hecho con mi madre? —susurró.
Cassie se rio.
—Solo hablé con ella y la ayudé un poco.
—Eres una maga. Nunca está tan feliz antes de una fiesta.
—La verdad, no es difícil hacer feliz a tu mamá —dijo Cassie—. Tal
vez solo eres mala en eso.
—Me retracto —dijo Parker—. Tú no eres una maga, eres una
idiota.
—Me amas.
Ella puso los ojos en blanco, pero no contradijo a Cassie.

110
Capítulo 8
Erin
Hace una década, Erin se había hecho cargo de la fiesta anual de
Nochebuena de su madre. Y nunca lo había hecho tan bien como ella.
Abrió las puertas de su casa durante toda la tarde para que los
invitados entraran y salieran a su antojo, ya fuera después de ver a la
familia o de camino a la misa de Nochebuena. Erin invitó a todos sus
conocidos, como siempre había hecho su madre. La mesa del
comedor estaba pegada a la pared y completamente cubierta de
comida. Montó un bar en un rincón del salón. Hizo un ponche sin
alcohol y proporcionó varios tipos de alcohol para que la gente lo
añadiera a sus propios vasos si querían. También preparó la mayor
111
parte de la comida, aunque los invitados habituales solían traer algún
plato. Todos los años, se olvidaba del trabajo que tomaba.
Su madre había sido la anfitriona perfecta. Su casa siempre estaba
impecable, la comida siempre estaba deliciosa y nunca dejaba que
nadie se quedara mucho tiempo con el vaso vacío. Incluso con la
charla de ánimo de Cassie de ayer, no pudo evitar volver a comprobar
que había sacado todas las motas de polvo de debajo de los muebles
de la sala.
Aunque Cassie había ayudado (demasiado, quizá), Erin se sentía
mejor cada vez que la otra mujer le sonreía. Ser grosera con Cassie
por teléfono en Acción de Gracias debía haber puesto fin a cualquier
posibilidad entre ellas. Debería haberlo dejado así. Debería haberle
parecido bien que Cassie pensara que era una perra. Habría sido más
inteligente que lo que sea que estuvieran haciendo ahora. Porque
estaban haciendo… algo. Incluso si no estaba segura de lo que era. Lo
único que sabía era que se sentía peligroso cada vez que sus miradas
se cruzaban. Como una cerilla encendida, su contacto visual era
combustible.
Se sentía mejor con una casa llena de gente, ya que estaba ocupada.
La gente llegaba a distintas horas, con saludos bulliciosos, mientras
se quitaban bufandas y guantes. Los que traían comida o bebida se la
entregaban a Erin, que hacía lo posible por acomodarla en la mesa y
la nevera, de modo que nada cayera al suelo. Adam apareció a las dos
y media con el jamón y una disculpa por llegar tarde, la cual Erin
ignoró completamente.
Debería haber estado demasiado ocupada con las tareas de
anfitriona como para prestar demasiada atención a Cassie, pero ya se
sabe lo que dicen de los «debería». Se dijo a sí misma que también era
una tarea de anfitriona, por la forma en que observaba a Cassie desde
el otro lado de la habitación. La vio escondida en un rincón, charlando
con Lila y, más tarde, merodeando alrededor de la mesa, picoteando
los aperitivos en lugar de servirse un plato. Vio sobre todo su nuca,
lo que probablemente era bueno. Cassie no necesitaba darse cuenta
de la frecuencia con que los ojos de Erin la encontraban en una sala
tan abarrotada que se había quitado el suéter apenas una hora
112
después de empezar la fiesta.
Después de sacar más bolas de salchicha del horno y ponerlas en la
bandeja de servir, se preparó por fin un plato: empanadas de cerdo y
camarones y unas galletas saladas con un trozo entero de queso brie.
No se sirvió jamón. El ponche se estaba acabando, pero se dio un
respiro en lugar de rellenarlo inmediatamente. Mirar a Cassie ni
siquiera fue intencional esta vez, pues su rostro sombrío se destacaba
contra las animadas conversaciones que tenían lugar a su alrededor.
Cassie parecía querer estar en cualquier otro lugar. Erin estaba siendo
una buena anfitriona al dejarse llevar por la órbita de Cassie. No
podía permitir que uno de sus invitados estuviera tan disgustada.
Se acercó sigilosamente a su lado y le ofreció su plato.
—¿Empanadas de camarón?
Cassie tomó uno.
—¿Cómo estás? —Erin dijo, ya que no sabía cómo preguntar qué
estaba mal.
Se encogió de hombros. Cuando Erin frunció el ceño, la otra mujer
dijo:
—Podría ser peor. Al menos nadie se ha quejado de que los pisos
no estén trapeados.
Las mejillas de Erin se calentaron.
—Cállate.
Cassie sonrió, sus ojos brillaban más que las luces del árbol de
Navidad detrás de ella. El rubor de Erin se profundizó. Ni siquiera
había añadido alcohol a su ponche. Su piel zumbaba solo por estar
cerca de Cassie.
—Bueno —dijo—, creo que debería ir a rellenar el ponche.
Huyó a la cocina. Allí estaba más fresco, sin el calor corporal de los
demás, multiplicándose a su alrededor. Tomó aire, pero antes de que
pudiera recomponerse, Cassie estaba allí, con los brazos cruzados y 113
la cadera apoyada en el mostrador. Ella también debía de haber
entrado en calor: en algún momento se había arremangado la franela
hasta los codos. Erin se concentró en abrir el refresco de jengibre para
hacer más ponche en lugar de en los antebrazos de Cassie.
—¿Ya están todos aquí? —preguntó Cassie—. ¿Falta alguien?
—La gente llega en diferentes momentos —dijo Erin—. La mayoría
se va, pero otros aparecerán. No hay muchos que se queden todo el
tiempo.
Rachel solía hacerlo, pero se había ido a Puerto Vallarta después de
Janucá y llevaba una semana manteniendo una intensa relación con
un camarero local. Erin recibía regularmente mensajes de texto con
más información de la que necesitaba.
—Ah, solo me preguntaba si alguien vio que la acera no estaba
perfectamente paleada, se ofendió y se fue.
Cassie no pudo mantener la cara seria, una sonrisa burlona se abrió
paso cuando Erin se rio y empujó su hombro.
—Grosera.
—Solo estoy señalando que tenía razón. A nadie le importa cómo
está tu casa, ya que vinieron por la compañía. Y tal vez la comida. —
Agarro otra empanada del plato de Erin y se la metió a la boca.
Gracias a Dios, Adam entró antes de que Erin pudiera pensar
demasiado y mortificarse por la forma en que había empujado el
hombro de Cassie. Le pareció infantil y obvio. Como tirarle de las
coletas a alguien en el patio de recreo.
Erin agradeció la interrupción, pero esperaba que Adam no se
hubiera dado cuenta de que había dado un paso atrás al oír su voz.
No se había dado cuenta de que estaban tan cerca. Volvió al ponche
mientras Adam reanudaba una conversación que, al parecer, había
empezado antes con Cassie.
—Hablo en serio sobre la recomendación —dijo—. Estaría
encantado de escribirte una. Sería útil que alguien fuera de la 114
academia hablara por ti, y me complace decir que soy bastante
conocido.
Erin puso los ojos en blanco mientras añadía jugo de limón a la
mezcla de jugo de arándano y refresco de jengibre. Adam y su jodida
opinión de sí mismo.
—Creo que probablemente sería más importante tener a alguien
que conozca mi trabajo y cómo soy —dijo Cassie.
Erin reconoció la cortesía forzada en su voz. Había tenido que usar
el mismo tono muchas veces cuando hablaba con hombres en
medicina.
—No sé, escribo muy mal las cartas de recomendación. —Adam se
rio entre dientes—. Y sé que ser mujer te ayudará a la hora de las
admisiones, pero necesitas algo más que el impulso de la diversidad.
La tapa del jugo de limón mordió la mano de Erin mientras la
apretaba con más fuerza de la necesaria. Seguramente su exmarido
no se acababa de decir eso, ¿verdad?
—No ingresarás a Caltech por solo ser una chica. Si pudiéramos…
Erin absolutamente no podía dejarlo decir una palabra más.
—¿Adam? —Él la miró como si no se hubiera dado cuenta de que
ella estaba en la habitación. Al menos eso significaba que no se dio
cuenta de lo cerca que había estado de Cassie antes—. ¿Puedo hablar
contigo un momento?
No esperó a que él respondiera, simplemente se dio la vuelta y
entró en la despensa que conectaba con la cocina. Apretó los dedos en
puños para evitar que le temblaran las manos.
Adam la siguió finalmente, y Erin se volvió hacia él tan pronto
como estuvo en la pequeña habitación.
—¿Qué estás haciendo?
Dio un paso atrás. 115
—¿Qué quieres decir?
Erin apretó los labios y flexionó los dedos.
—¿Cassie te pidió una carta de recomendación?
Adam entrecerró los ojos.
—Yo me ofrecí.
—¿En serio, Adam? —La voz de Erin se quebró, y probablemente
era demasiado fuerte; Cassie podría estar escuchando, la puerta de la
despensa no estaba completamente cerrada.
—¿Qué? ¿Ahora se supone que no debo ofrecerme a ayudar a los
amigos de nuestra hija?
Esta conversación fue la razón por la que Erin se divorció de este
hombre: por su certeza tranquila y arrogante.
—Se supone que no debes hablar con una mujer que apenas
conoces y asumir que sabes mejor que ella lo que necesita.
—No es que yo sepa más que ella…
—Tienes razón —dijo Erin—. No lo haces. Especialmente si vas a
actuar como si solo pudiera ingresar a la escuela de posgrado porque
es una mujer.
Adam se burló y Erin quiso estrangularlo.
—Si pudieran prestarán atención a…
—¿Sabes siquiera lo que quiere estudiar?
Adam hizo lo que había hecho cada vez que Erin ganaba una
discusión durante todo su matrimonio: levantó las manos como si ella
lo estuviera atacando y su voz sonó falsamente halagadora.
—Bien, bien —dijo—. No voy a presionar… pero si alguna vez
quiere una carta de recomendación de un ingeniero conocido en toda
la industria, dale mi número.
Por supuesto que no lo haría.
Cuando salieron de la despensa, Cassie no estaba a la vista. Erin
tenía que terminar de mezclar el ponche. Ignoró a Adam, que regresó
116
a la fiesta.
Sola en la cocina, agachó la cabeza y se apoyó en el mostrador, con
las palmas de las manos planas. Adam y ella se llevaban bien la mayor
parte del tiempo, pero él la volvía loca cuando no estaban de acuerdo.
Siempre la hacía sentir pequeña cuando intentaba hablar de sus
problemas. Estaba tan seguro de su propia visión del mundo que la
hacía sentir como una tonta por ver las cosas de otra manera.
No importaba. Erin echó los hombros hacia atrás y se irguió.
Terminaría el ponche, buscaría a Cassie y le pediría disculpas, porque
Dios sabía que Adam no lo haría.
Pero no encontró a Cassie cuando volvió a la fiesta. Los invitados
estaban hombro con hombro en la sala, mientras Parker cautivaba a
un grupo de ellos hablando de a capella. Ya había pasado más de la
mitad de la fiesta, pero todavía había una cantidad desmesurada de
comida en la mesa del comedor. Robó una breva envuelta en jamón
serrano al pasar. La hoguera del patio trasero solo había atraído a
unos pocos invitados. No tuvo que aventurarse a salir para darse
cuenta de que uno de ellos era Adam, con su abrigada North Face
negra. Cassie no se veía por ninguna parte.
Se preguntó si habría oído la conversación y le preocupó que
estuviera enfadada. No porque hubiera algún sentimiento en
particular (ella habría defendido a cualquiera de que Adam fuera un
imbécil misógino como lo había sido con Cassie), sino que solo quería
asegurarse de que la chica estuviera bien.
Pero, entonces, su hermano llegó con su padre a cuestas, y tuvo que
desempeñar el doble papel de anfitriona maravillosa e hija perfecta.
—Hola, papá —dijo, ofreciendo su mejilla para un beso.
—¡Cariño!
Mientras se abrazaban, el abrigo de su padre se sentía frío en sus
brazos desnudos.
Como siempre, la primera parada de su padre fue en la mesa de la
comida. Erin bromeó con su hermano sobre su nuevo corte de pelo
mientras su padre preparaba un plato para él.
117
—¿Por qué te sigo visitando si siempre eres tan cruel conmigo? —
bromeó su hermano.
—Alguien tiene que traer a papá a ver a su hija favorita.
—¿Sin alitas de pollo? —preguntó su padre.
—Uy —dijo su hermano—. ¿Estás segura de que eres la favorita
cuando ni siquiera hiciste alitas de pollo?
Erin lo ignoró.
—Lo sé, lo siento. Debería haber hecho tiempo para hacerlos.
—Por favor, cariño. No necesitas disculparte. Intenté que tu madre
dejara de hacerlos durante años.
Erin se distrajo con su hermano haciendo gestos vagos detrás de su
padre, que estaba bastante segura de que se suponía que él era el hijo
favorito, pero era difícil saberlo. Le tomó un momento procesar lo que
su padre había dicho.
—¿En serio?
—¡Ella los odiaba! Tanto trabajo para una cantidad tan pequeña de
carne en cada una de esas cosas. —Agarro una breva envuelta en
prosciutto—. Estas, por otro lado, merecen la pena el trabajo.
Erin no podía continuar con la conversación.
—¿Odiaba las alitas de pollo?
—Las alitas de pollo, la limpieza, el no saber cuántas personas
realmente se presentarían. Hubo muchos años en los que habría
cancelado la fiesta, si ella no me hubiera matado por eso.
—No puedes cancelar la fiesta de Nochebuena.
El papá de Erin se rio y sacudió la cabeza.
—Realmente eres la hija de tu madre. ¡¿Qué pensaría la gente si
cancelases la fiesta de Navidad?!
Antes de que Erin pudiera preguntar qué significaba eso, Parker
deslizó sus brazos alrededor de la cintura de su abuelo por detrás,
apretándolo con fuerza.
118
—¡Nono!
Su nieta captó toda su atención, y la del hermano de Erin también,
y Erin se quedó sola tratando de comprender esta nueva información
sobre su madre.
Para Erin, no se trataba de lo que pensara la gente. Le encantaba la
fiesta de Nochebuena. Estaba de acuerdo con su madre en lo de las
alitas de pollo y la limpieza, pero no saber quién iba a venir era la
mitad de la diversión. Todos los años llegaba alguien que ella no
esperaba y se ponía al día con un viejo amigo, o presentaba a un
nuevo amigo sus tradiciones favoritas: brevas envueltas en jamón,
ponche navideño y tarta de limón y polenta de Melissa.
Su madre solo se había preocupado por la fiesta porque… ¿qué?
¿La gente podría pensar que algo iba mal si ella no la organizaba?
Como si a le interesara la gente crítica. Erin siempre había
considerado a su madre como una de esas personas. Tenía ciertas
normas para con todo el mundo, pero para ella siempre habían sido
más estrictas.
Si Erin fuera realmente la hija de su madre, Cassie nunca habría
sabido que estaba estresada por la fiesta. Habría alitas de pollo y el
suelo estaría fregado.
Cada año después de la fiesta, necesitaba una siesta.
Eran casi las ocho cuando se despertó. En el mostrador de la cocina
había una nota de Parker: al parecer, ella y Cassie estaban haciendo
algunas compras navideñas de última hora.
Erin escuchó la puerta principal mientras estaba recogiendo las
sobras.
—¡Vengan a comer! —llamó.
La freidora emitió un pitido para avisarle que los wantanes estaban
listos. Fueron el único platillo que se sirvió en un plato real en lugar
de servirse directamente de un recipiente.
Solo Parker apareció en la cocina. Erin levantó las cejas hacia su 119
hija.
—Ella está poniendo tu regalo arriba para envolverlo más tarde.
—¡Ay, Dios mío, Parker, no tenía que darme un regalo!
Parker se encogió de hombros y tomó un wantán del plato,
tirándolo de un lado a otro en sus manos para enfriarlo.
—Quería hacerlo.
Erin abrió la nevera para encontrar la salsa de chile dulce. El
zumbido del frío resaltó sus cálidas mejillas. Con suerte, Cassie no se
sentiría en deuda con ella. Ciertamente, no tenía que comprarle un
regalo a Erin.
Hablando de regalos. No se molestó en conseguir un plato para la
salsa de chile dulce; podrían verterlo.
—Ambas deberían abrir sus regalos de Nochebuena después de
comer.
—¿Puedo elegir cuál abrir? —preguntó Parker.
—Claro —dijo Erin—. Puedes elegir cualquier regalo envuelto en
papel de seda morado.
—Mamá.
—¿Qué?
—Solo digo que deberíamos elegir cuál abrimos —dijo Parker—.
En lugar de que siempre sean pijamas.
—¿Quién dice que va a ser un pijama?
Parker gimió.
—Ha sido un pijama durante los últimos dieciocho años.
Entonces, apareció Cassie y se sentó junto a Parker en la isla de la
cocina. Alcanzó directamente el puré de papas.
—Siempre puedo abrir un regalo en Nochebuena —explicó
Parker—. Y siempre son pijamas.
—Ay no, eso suena terrible —dijo Cassie, sirviendo papas en su 120
plato—. Un nuevo par de pijamas cómodos cada año. Qué horrible.
—Gracias —dijo Erin—. Mira, Parker, algunas personas saben
cómo ser agradecidas.
Parker puso los ojos en blanco. Cassie puso los ojos en blanco de
vuelta. No miró a Erin.
Sin embargo, Erin no pudo evitar mirarla. No había vuelto a verla
desde la conversación con Adam, que aún hacía que tuviera ganas de
apretar las manos en puños. Cassie estaba callada, como todos, como
si la fiesta les hubiera quitado la energía social del día. Pero incluso el
pelo de Cassie parecía apagado, también lo estaba el brillo
normalmente sonrosado de sus mejillas.
Después de comer, pasaron a la sala para abrir los regalos. Parker
tomo los dos regalos envueltos en papel de seda morado de debajo
del árbol. Se subió al sofá junto a Cassie y le tendió uno.
Cassie solo la miró.
—Toma tu regalo —dijo Parker.
Cassie siguió mirando a Parker, luego giró la cabeza para mirar a
Erin.
—¿Hay uno para mí? —Había un ligero indicio de asombro en la
voz de Cassie.
—Blaaa. —Parker actuó como si este no fuera un momento especial,
pero Erin lo sintió como algo especial.
Cassie tomó el regalo.
Era un pijama, por supuesto. Erin le había comprado a Cassie unos
pantalones de franela gris oscuro con estrellitas por todas partes y un
top azul oscuro; el conjunto de Parker era azul claro. Parker insistió
en que se los pusieran de inmediato, por lo que Cassie se burló de
ella:
—Sabes, para alguien que se quejaba de los pijamas, estás muy
emocionada en este momento.
—¡Son tan suaves! —y se tomó varias selfis para enviárselas a 121
Acacia. Cassie hizo una cara ridícula diferente para cada foto, sin
importar cuántas veces Parker le dijera que dejara de hacerlo.
Erin se preguntó si la sonrisa en su rostro se veía tan suave como
se sentía.
Algunos días su vida era un nubarrón que la perseguía: todos sus
errores, cada momento desperdiciado en algo que en realidad no
quería, la forma en que todavía le importaba demasiado la voz de
desaprobación de su madre, aunque ya no existiera en ningún sitio
salvo en el fondo de su mente. Pero algunos días, como este, todo era
un cielo despejado. Como si tuviera alas sobre los hombros en lugar
del peso del mundo.
A pesar de lo hermosa que había sido la tarde, Erin no quería que
el día terminara sin abordar la peor parte. La puerta de Cassie estaba
abierta después de haberse lavado los dientes, pero Erin llamó a la
jamba de todos modos. Cassie levantó la vista y le dedicó una sonrisa.
—Solo quería decir buenas noches —dijo Erin.
—Buenas noches, Erin. Gracias por el pijama.
—Por supuesto.
Ella dio un paso dentro de la habitación. Rompió el contacto visual.
Estaba siendo incómoda. Esto no tenía por qué ser un gran problema.
No había ninguna razón para que su corazón estuviera en su
garganta.
—Lo siento. Acerca de antes… sobre Adam. Él puede ser… —Se
detuvo y miró a Cassie—. Lo siento.
—Todo está bien.
Erin dio un paso más cerca.
—No lo está.
Ella quería arreglar esto, mejorarlo de alguna manera. Como si
pudiera arreglar la misoginia. Ayer, Cassie había hecho que las cosas
fueran mucho mejor para ella y quería devolverle el favor.
—No te preocupes por eso —dijo Cassie, como si no importara—.
Gracias por… ya sabes, llamarle la atención.
122
Entonces ella los había escuchado. Erin debería haber sido más
dura con él. Debería haberlo llamado imbécil.
No debería haber dado otro paso hacia Cassie, que ahora miraba al
suelo. Cuando sus ojos volvieron a los de Erin, su respiración
entrecortada no llegó a ser un grito ahogado, pero se convirtió en uno
cuando Erin se inclinó hacia ella y la besó.
Parker estaba en el baño al final del pasillo, y la puerta de la
habitación de invitados estaba abierta, y era una idiota, sabía que era
una idiota, pero estaba besando a Cassie de todos modos. Le mordió
la boca y la acercó por las caderas, y Cassie gimió. Quería gemir
también. Quería gritar. Quería apretarla más, quería estar dentro de
ella. Las manos de Cassie se deslizaron bajo la camiseta de Erin, que
asintió y mordió. Las uñas de Cassie se clavaron. Erin empujó con
fuerza su pierna entre las de ella, y esta suspiró como si eso fuera lo
que había estado esperando y se apretó más a ella, y…
La puerta del baño se abrió.
Erin cruzó de inmediato la mitad de la habitación. Cassie parecía a
punto de quejarse antes de que pareciera recordar. Parker.
—No te quedes despierta hasta muy tarde —dijo Erin exactamente
como una madre rara y poco genial—. Santa no te visitará a menos
que estés dormida.
—Dios, mamá —dijo Parker desde el pasillo—, no he escuchado
eso desde que tenía como once años.
Parker se acercó a la puerta, y Erin le sonrió a su hija. Sentía como
si estuviera viendo la escena desde arriba, como si aquello estuviera
tan jodido que su mente hubiera intentado escapar.
—Creo que será mejor que me vaya a la cama —dijo Cassie. Su voz
era perfectamente estable, mientras que Erin se estaba disociando—.
No querría que Santa se saltara la casa.
Parker se rio.
—Buenas noches, nena. 123
—Que duermas.
Erin siguió a su hija fuera de la habitación y cerró la puerta detrás
de ella sin mirar a Cassie.
—Buenas noches, mamá —dijo Parker—. Casi es Navidad.
—Sí, ya casi —dijo Erin.
Capítulo 9
Cassie
De niña, Cassie nunca se había emocionado por la Navidad. Con
un poco de suerte, alcanzaba a recibir algún juguete, pero, la mayoría
de las veces, su madre la llevaba a todos los comedores de
beneficencia que encontraba, como si con tres cenas navideñas no
tuviera que volver a darle de comer en mucho tiempo. Cuando se hizo
mayor, se presentó en su comedor favorito y se ofreció como
voluntaria. Allí la conocían, llevaba años acudiendo, pero le habían
dado un cucharón y la habían dejado comer en la parte de atrás
cuando se tomaba un descanso, lejos de los demás.
No guardaba rencor. No tenía nada en contra de esa festividad,
124
pero tampoco era de las que saltaban fuera de la cama ni nada de esas
cosas. Y menos después de lo de anoche.
En lugar de eso, se tumbó bocarriba y se quedó mirando el techo
de palomitas.
Erin la había besado.
La había besado, con Parker al final del pasillo.
Aún tenía que envolver el regalo de Erin. Había planeado
envolverlo anoche, pero no había ninguna posibilidad de hacerlo una
vez que Erin la había besado. Para empezar, no se le daba bien
envolver regalos; ¿intentarlo cuando no podía dejar de pensar en los
labios de Erin? Probablemente, habría parecido haber sido envuelto
por alguien sin pulgares opuestos.
No es que Cassie no pensara en los labios de Erin esta mañana, pero
al menos, se había distanciado un poco del hecho de que la había
besado con Parker al final del pasillo.
Vale. Sí. Estaba bien. Podía concentrarse en envolver el regalo de
Erin.
Lo había comprado anoche, después de la fiesta de Nochebuena.
No había pensado en hacerle un regalo a Erin hasta entonces, en parte
porque Erin se había portado fatal con ella por teléfono y también
porque, evidentemente, Cassie no era muy buena con la etiqueta de
los invitados. Estaba bastante segura de que los buenos invitados no
besaban a la anfitriona en secreto.
En cualquier caso, ahora tenía el regalo: una elegante mezcla de
chocolate caliente de tres sabores diferentes. A Parker le había
asustado la cantidad de cajas que había comprado, pero no era
demasiado. De hecho, sentada con las piernas cruzadas en el suelo
del dormitorio de invitados la mañana de Navidad, pensó que tal vez
no era suficiente. ¿Cuál era el regalo apropiado para la madre de una
amiga con la que te habías acostado antes de saber que era la madre
de tu amiga, pero que ahora que lo sabías seguías queriendo tirarte?
También había comprado por impulso varios corazones de
chocolate en la caja registradora, pequeños caramelos de cincuenta 125
céntimos. Se había comido tres, ayer. El último corazón, cubierto de
papel de aluminio rojo, yacía en su mesilla de noche. Parker había
hecho una mueca cuando Cassie eligió el de chocolate blanco y cacao
caliente, así que abrió la caja y dejó caer el corazón de chocolate en su
interior antes de volver a cerrarla. La cerró con cinta antes de cambiar
de opinión.
Quería volver a besar a Erin. No sabía en qué rayos estaba
pensando Erin anoche, pero no le importaba. No necesitaba saber el
porqué. Las razones no importaban tanto como la sensación de los
labios de Erin contra los suyos, la lengua de Erin rozando suavemente
su labio inferior, las manos de Erin en sus caderas y su pierna entre
las de Cassie, dándole algo contra lo que estremecerse. Era una
tontería haberlo hecho con Parker al fondo del pasillo, pero podía
admitir que eso era la mitad de la diversión: había algo en la
posibilidad de que las descubrieran. O tal vez no fuera eso lo que lo
hacía tan emocionante, sino el hecho de que Erin tuviera tantas ganas
de besarla como para hacerlo mientras su hija estaba cerca. Como si
Cassie fuera irresistible.
No era una competencia (era hasta una locura pensar en ello como
tal), pero Parker era perfecta, inteligente, con talento y lo bastante rica
como para ir a un colegio privado (incluso de un lugar donde los
colegios públicos eran lo bastante buenos como para no tener que ir a
uno privado). Sus padres estaban divorciados, claro, pero ambos la
querían, la mantenían y le pagaban la universidad. Cassie apenas si
podía permitirse la universidad pública, y ni hablar de Keckley, a la
que solo podía asistir porque le habían dado una beca completa. El
tío tatarabuelo de Parker había firmado la Declaración de
Independencia. La madre de Cassie le había hablado tan poco de su
padre que Cassie sospechaba que no sabía con quién la había
engendrado. Parker tenía un sólido grupo de amigos en su ciudad
natal y encajaba fácilmente en los grupos de amigos de la
universidad. Cassie tenía a Acacia. Cassie había tenido un novio de
tres años que no había dudado en intentar meterse en los pantalones
de Parker. Tenía amigas que se habían ido con él. La única persona
que siempre había estado ahí para Cassie era Acacia, e incluso ella
126
había caído rendida ante Parker, lo cual ni siquiera era malo: Parker
era genial y Cassie también la quería. Pero era demasiado.
El que Erin besara a Cassie se sentía como una victoria. Puede que
Seth pensara que su relación no valía nada como para tirarla por la
borda con Parker, pero Erin quería besarla lo suficiente como para
que no importara que Parker estuviera al final del pasillo.
Todos los intentos que había estado haciendo se habían ido por la
ventana. ¿Para qué intentar que Erin no le gustara si ella le gustaba?
De todas formas, había sido menos intentarlo y más fingir, porque era
imposible no estar casi enamorada de aquella mujer. Podía cortarte
con su mandíbula. Una piel de porcelana, tan suave y delicada que
Cassie olvidó que no debía saber lo que se sentía. Su sonrisa torcida
y esa boca, esa boca con la que la besaba.
Entonces, ¿por qué debía fingir? Por supuesto que a Parker
probablemente no le parecería bien, pero ojos que no ven, corazón
que no siente. Además, como Cassie le había recordado a Acacia,
Parker le había dicho que podía tirarse a quien quisiera.
No es que Erin y Cassie fueran a coger mientras compartían techo
con Parker, un beso era una cosa. Pero Parker dormía hasta tarde…
Mientras Cassie pensaba en la posibilidad de practicar sexo
matutino con Erin mientras Parker dormía, la puerta se abrió de golpe
y la propia Parker entró dando saltos.
—¡Feliz Navidad! —gritó, saltando sobre la cama.
Cassie había terminado de envolver, así que volvió a meterse en la
cama junto a Parker, que sonreía de oreja a oreja. No pudo evitar
reírse de su entusiasmo.
—Feliz Navidad.
—Te traje tu media —dijo Parker, entregándole una media de
punto rojo y blanco—. Mi mamá siempre los colgaba en la manija de
mi puerta cuando era pequeña para poder jugar con los regalos más
pequeños, y no despertarlos demasiado temprano a ella y a mi papá
para recibir los regalos más grandes.
127
Cassie hizo un ruido de agradecimiento, mucho más concentrada
en la media que tenía en la mano y en el hecho de que Erin recibiera
sus regalos. Eran sencillos y pequeños: loción, esmalte de uñas y
bombones. De todas maneras, su sonrisa aumentó.
—¿No te encanta la Navidad? —preguntó Parker.
—¿Sabes qué? Creo que no está mal.
Bajaron las escaleras aún con sus pijamas nuevos. Parker bajó los
escalones de dos en dos y desapareció al doblar la esquina. Cassie oyó
cómo Erin y ella se deseaban feliz Navidad. Cuando bajó las escaleras,
Parker estaba en la isla de la cocina eligiendo entre varios sabores de
bollos. Erin estaba en la ventana de la cocina, mirando la nieve fresca
que había caído durante la noche. Se dio la vuelta y sonrió. Cassie no
era tan patética como para decir que le había dado un vuelco el
corazón, pero bueno, algo era algo.
—¡Feliz Navidad! —dijo Erin, y esa sonrisa no era ni más ni menos
que amistosa, pero, aun así, Cassie tardó un segundo en decir feliz
Navidad.
Erin tenía su cabello castaño oscuro despeinado. Ayer lo había
peinado con unas preciosas ondas para la fiesta y seguía siendo
precioso, solo que después de dormir, se le había aplastado un poco,
por un lado. Cassie no podía soportar lo bien que se veía, incluso a
primera hora de la mañana, pero tampoco podía apartar la mirada.
Erin llevaba una camiseta blanca de manga corta y unos pantalones
negros de yoga que se le ceñían de una forma que a Cassie le daba
envidia. Tenía una taza de café en las manos y había otra en la isla de
la cocina, junto a un vaso de leche y los bollos. Parker se había
decidido por el de arándanos y agarró el vaso de leche. Cassie dejó la
media en el suelo y tomó el café, que ya tenía la cantidad justa de
crema.
—Gracias por los regalos —dijo.
Erin inclinó la cabeza, luciendo confundida.
—¿Qué regalos?
128
Cassie hizo un gesto hacia la media.
—Estoy bastante segura de que Santa es quien llena las medias —
dijo Erin con una pequeña sonrisa.
Parker soltó una carcajada que hizo saltar migas de pan danés por
la cocina. Luego, se tapó la boca.
Cassie arqueó una ceja hacia Erin.
—¿En serio?
Erin se encogió de hombros y se dio la vuelta para rellenar su taza
de café. Cassie la observó y le gustó la idea de que recibiera sus
regalos sin pedir crédito.
Pasaron al salón para desayunar. Cassie se sentó en la butaca y Erin
y Parker compartieron el sofá. El primer pastel de Parker ya había
desaparecido, pero tenía otro en el plato. Cassie comía lentamente un
bollo de manzana, mientras miraba las luces del árbol e intentaba no
pensar en el beso de Erin. La deseaba tanto que parecía que tenía que
notarse: como ojos de corazón de dibujos animados o algo así. ¿Cómo
iba a estar cerca de ella sin que se notara?
En cuanto Parker terminó de comer, agarro los regalos de debajo
del árbol y empezó a repartirlos. Erin y Parker tenían unas cuantas
cajas; Cassie tenía una caja pequeña y un sobre.
—Yo primero —dijo Parker.
Cassie se rio de ella.
—¿No crees que Cassie debería ir primero? —Erin preguntó—. ¿Ya
que ella es nuestra invitada?
—¡No! —Parker sonrió y abrió su primer regalo—. ¡Zapatos! —
Exclamó mientras revelaba la caja. Su entusiasmo disminuyó
notablemente cuando levantó la parte superior—. Tenis. Genial.
—Sé que crees que no los necesitas, pero tienes que cuidarte —dijo
Erin—. Siempre estás de pie dibujando o pintando. Necesitas unos
buenos zapatos.
129
Parker no discutió.
—Gracias, mamá. Cassie, tu turno.
—Nop —dijo Cassie—. Primero la anfitriona.
Erin le sonrió y tomó un regalo. El de Cassie estaba en lo alto de la
pila, con el papel de regalo hinchado en la esquina, así que lo tomó.
De repente, Cassie estaba muy interesada en el brazo del sillón que
tenía al lado. Cuando Erin lo abrió, Cassie la miró y luego apartó la
vista. Solo era chocolate caliente, pero, aun así, tuvo que contenerse
para no decirle a Erin que tenía el recibo si no le gustaba.
—¡Dios mío! —dijo Erin, y Cassie la miró—. Es mi favorito. ¡Y
tantos sabores!
Cassie sonrió tímidamente y Erin le devolvió la sonrisa.
—Lo hiciste bien —dijo.
—Me alegra que te guste.
—Definitivamente, voy a robarte algo de eso en estas vacaciones —
intervino Parker.
Erin se rio entre dientes.
—Ya veremos.
—Mi turno —dijo Parker, rompiendo el sobre en sus manos.
Sin embargo, Erin y Cassie no le prestaban atención y seguían
sonriéndose. Definitivamente, la Navidad no estaba tan mal.
—¿Una tarjeta de regalo para Art Apart? —dijo Parker—. ¡Nena,
eres lo máximo! ¡Llevo mucho tiempo queriendo bolígrafos de esa
tienda!
—Sí que lo soy —concordó Cassie—, especialmente porque me
tocaba a mí abrir un regalo.
—¡Uy! —dijo Parker, sin parecer para nada arrepentida.
Cassie se rio entre dientes y alcanzó su regalo. La etiqueta decía
Cassie en lo que parecía un intento fallido de cursiva elegante.
Debe de haber hecho una mueca, porque Erin dijo:
130
—Lo sé. No puedo evitar tener una letra terrible.
—Es doctora, ¿qué esperabas? —dijo Parker.
Normalmente, cuando Cassie recibía un regalo, rompía el papel de
regalo. Le encantaban los regalos, quería saber qué eran lo antes
posible. Pero esta vez fue más despacio: rompió el precinto de la cinta
y desplegó el papel en lugar de rasgarlo. Erin la observaba, pero
Cassie no podía mirarla.
Erin no iba a decirle nada inapropiado, y menos delante de Parker.
No había motivo para que Cassie estuviera nerviosa, pero lo estaba.
Dentro del papel de regalo había una caja con tapa. Al abrirla,
encontró un collar, una delicada cadena de plata y una baratija
colgando. Era un cohete. Se mordió el labio y convirtió en una
pequeña sonrisa, lo que quería que fuera una sonrisa enorme.
—Es genial —dijo, consciente de que su voz estaba tensa.
—Déjame ver —dijo Parker.
—Lo vi y pensé en Parker llamándote astronauta y… bueno, creí
que podría gustarte.
Cassie finalmente la miró. El color estaba subiendo en las mejillas
de Erin.
—Me gusta —dijo Cassie—. Me encanta.
—¡Déjame verlo! —Parker repitió su demanda.
Cassie le pasó la caja. Los ojos de Parker se abrieron como platos
cuando vio lo que era, pero sonrió.
—¡Qué bonito!
Tan pronto como Parker se lo devolvió, Cassie se puso el collar.
Erin tartamudeó.
—Bueno, no tienes que…
—Cállate, Erin —se rio Cassie—. Quiero hacerlo.
Parker la miró y Cassie agachó la cabeza, jugueteando con el collar.
131
—Mamá, te toca otra vez —dijo Parker.
A Erin le regalaron gorros con banderitas bi y un libro. A Parker
también le regalaron un libro, y a Cassie una tarjeta regalo para un
taller mecánico en línea. Cassie hizo todo lo que pudo para no entrar
inmediatamente en su ordenador y echar un vistazo a la enorme
selección de herramientas.
Erin se ofreció a traerles una segunda tanta de bollos, la tercera para
Parker, y aceptaron de todo corazón.
Cuando Erin salió de la habitación, Parker se aclaró la garganta. No
miró a Cassie a los ojos porque estaba mirando el collar. Cassie tragó
saliva.
—¿Qué? —inquirió.
— Lo siento si es raro —se apresuró a decir Parker—. El collar. Sé
que no te has puesto uno desde lo de Seth, y…
Eso no era lo que Cassie esperaba. Parpadeó.
—Puedo decir sinceramente que Seth ni siquiera se me pasó por la
cabeza, nena.
Era la verdad. Cassie no había pensado en absoluto en Seth ni en el
collar de estrellas que solía llevar, pero Parker parecía no creerle.
Cassie se encogió de hombros.
—Es un collar genial —dijo, tirando del amuleto.
***
—¿Cómo van, perdedoras? —La voz de Acacia se escuchó por los
parlantes antes de que se activara su video.
—Eso es todo, Kaysh —dijo Cassie—. Devolveré tu regalo de
Navidad.
El rostro de Acacia apareció en la pantalla.
—No mientas: aún no lo has comprado. Estás esperando a las
rebajas.
—¿Cómo lo sabes?
132
—Porque lo has estado haciendo durante la última década —dijo
Acacia—. En fin. Parker, ¿cómo estás, cariño?
—Bien —dijo Parker con una sonrisa—. ¿Cómo va tu Navidad
hasta ahora? ¿Emerson te regaló algo bueno?
—Mierda, sí. Me dio dinero para una clase para mi licencia de
motociclista.
Cassie silbó como un lobo.
—Te verás muy sexi en cuero, Kaysh.
—Solo prométeme que usarás un casco —dijo Parker.
Acacia puso los ojos en blanco.
—Pues claro, Parker. No tengo deseos de morir.
—Bien, porque no dudaré en desconectarme si es necesario —dijo
Cassie.
—Gracias, amor.
—Cuando quieras —Cassie lanzó un beso a la pantalla de la
computadora.
—Entonces, ¿qué les trajo Santa? —preguntó Acacia.
Volvieron a hablar de lo que habían comprado por la mañana y de
los regalos. Cuando Cassie mencionó el collar, Acacia le dirigió una
mirada que Parker notó, pero afortunadamente malinterpretó.
—Lo sé —dijo—. Pensé que era raro porque el último collar que usó
era de Seth, pero ella dice que no es raro.
—No es raro, es bonito —dijo Cassie y sostuvo el collar frente a la
cámara web—. ¿Ves?
—Lo es —dijo Acacia—. ¿Esto significa que al fin aceptas que vas a
ser astronauta?
—Acepto que quizá trabaje en cohetes que en realidad no se
parecen en nada a este collar.
—Aburrida —dijo Parker.
133
—Eres excepcionalmente poco genial, ¿lo sabías? —dijo Acacia.
—Sí, gracias.
Se las arreglaron para estar más de una hora charlando con Acacia,
aunque hacía menos de una semana que no estaban todas juntas.
Emerson y mamá Webb también asomaron la cabeza. Al final de la
llamada, a Cassie le dolían las mejillas de tanto sonreír. Era la mejor
Navidad de su vida.
Capítulo 10
Erin
Erin estaba sentada en el despacho de su casa, pero no estaba
trabajando. El libro de misterio que estaba leyendo estaba abierto en
su escritorio. Sería más cómodo leer en el salón, pero sería demasiado
accesible. Se había escondido en su despacho desde que se despertó,
casi una hora antes.
Eran las 8:37 a. m. cuando por fin oyó que alguien bajaba. Cassie,
probablemente. Parker no se había levantado antes de las diez en
todas las vacaciones.
Ayer, escuchando a Parker y Cassie chatear por vídeo con Acacia, 134
Erin había tomado una decisión. Bueno, volvió a comprometerse con
una decisión que ya había tomado.
No podía pasar nada entre ella y Cassie.
Cassie era amiga de Parker. Nunca había quedado tan claro como
la noche anterior: Cassie, Parker y Acacia hablando demasiado alto
por Zoom, riéndose y chillando y actuando como Parker lo hacía con
sus amigas desde que era una niña, aunque con más palabrotas y
chistes más verdes.
Al conocer a Cassie por separado (conocerla por primera vez), sin
saber que conocía a Parker, hizo que Erin la viera de forma diferente
a los demás amigos de Parker. Erin conoció a Caleb cuando aún
estaba en la panza de Melissa. Lila y Madison fueron a la guardería
con Parker. Las amigas de Parker no solo habían sido sus amigas
primero, sino que también habían sido niñas primero. Erin había
conocido a Cassie de adulta. Había sabido que era joven desde el otro
lado de la barra: su piel suave e impecable y esa raya en medio en el
pelo, pero no se había dado cuenta de lo joven que era.
No es que su edad fuera el problema. De hecho, su edad hacía que
Erin se sintiera bien. Odiaba la forma en que se veneraba (deseaba) la
juventud en las mujeres. Pero no podía negar que se sentía bien, que
una universitaria pensara que estaba buena.
No, era el pequeño problema de que Cassie conociera a su hija. El
videochat de Navidad con Acacia se lo recordó a Erin, y se juró a sí
misma, una vez más, que no pasaría nada con Cassie.
Sin embargo, cuando Cassie bajó las escaleras, aún no había
decidido cómo dejárselo en claro. La sola idea de hablar de ello le
producía escozor. No quería hablar de las decisiones que había
tomado desde aquel primer desayuno. ¿Cómo iba a explicar la
elección de un atuendo para el concierto a capella que fuera de fácil
acceso para Cassie? ¿Cómo podía explicar que siguiera a Cassie al
baño o que la besara en Nochebuena? ¿Cómo podía explicar nada de
eso mientras decía que no quería que volviera a ocurrir? Lo que ella
quería no era el problema. O sí lo era, porque quería volver a hacerlo 135
exactamente igual. Quería seguir haciéndolo. Cassie estaba buena:
tenía una sonrisa que hacía que Erin se mojara siempre, y la usaba
con demasiada frecuencia. Era estupenda en la cama, o en la parte de
atrás del coche, al menos, y también en el baño. Su boca en el pecho
de Erin había hecho que quisiera olvidarse del concierto, de su hija, y
arrastrar a Cassie a su hotel, y hacer que usara su lengua en lugares
más interesantes. Hacía dos noches, con Parker al final del pasillo,
Erin había deslizado su pierna entre las de Cassie. Erin había deseado
mucho más de lo que habían tenido tiempo de desear.
Por si no estuviera ya demasiado claro, no tenía ni idea de lo que
estaba haciendo. Había intentado ser amable con Cassie, para
compensar su mala actitud por teléfono. Deberían haber podido ser
amistosas. A Erin le gustaba llevarse bien con los amigos de Parker.
Pero era obvio que no se podía confiar en ella. Ser amable con Cassie
la llevó a coquetear con ella, lo que la llevó a hacer lo que había hecho.
Parecía inevitable, como la gravedad. No quería hacerlo. Pero Cassie
era lista y astuta y su sonrisa iluminaba una habitación.
¿Y la forma en que la miraba?
Su mirada se sentía como algo físico: la presión que ejercía mientras
se arrastraba por el cuerpo de Erin. Quería inclinarse hacia esa
mirada.
Así que sí, lo que ella quería era el problema.
Cuando oyó que Cassie se acercaba, probablemente después de no
encontrarla en la sala ni en la cocina, las opciones de Erin se abrieron
ante ella como una bifurcación que se aproximaba rápidamente. No
podía ser sincera, pero negarlo sería una mentira tan obvia que daría
risa. Cassie no la creería.
O peor aún, le creería y Erin tendría que ver la mirada en sus ojos
cuando se sintiera no deseada.
Una tercera posibilidad: la opción nuclear. Había funcionado
bastante bien por teléfono. Si Erin conseguía contener su sentimiento
de culpa, tal vez podría lograrlo.
—Ahí estás —dijo Cassie.
136
Erin no se giró en su escritorio.
—Aquí estoy.
—¿Hoy me toca a mí traerte el café?
La voz de Cassie era tan… tonta. Demasiado entusiasta de una
manera adorable que probablemente le daba vergüenza. Como si
intentara ser coqueta, pero no supiera cómo hacerlo y se dejara llevar
por el entusiasmo. Y aquí estaba Erin, a punto de aplastar ese
manantial de esperanza.
Levantó su taza.
—Ya tengo una taza.
—Ah, bueno.
Erin leyó la misma oración tres veces y el silencio se prolongó hasta
que no pudo soportarlo más.
—¿Olvidaste dónde están las tazas de café? —Pudo oír la
respiración de Cassie—. Están en el armario encima de la cafetera.
No hubo respuesta. Finalmente, Erin miró por encima del hombro,
pero la puerta de su despacho estaba vacía. Qué bien. Cassie se había
dado cuenta de que Erin era brusca. Tal vez fuera suficiente.
No debería haber dejado que Cassie la visitara. A posteriori resulta
evidente, pero no era como si no lo hubiera visto venir. Lo de Cassie
debería haber sido un recuerdo ridículo, algo divertido que ocurrió
una vez en el fin de semana familiar y nada más. Necesitaba volver a
su vida normal.
Ayer había estado bien. Cassie le había hecho un regalo amable y
no se había opuesto al collar, aunque Erin estaba segura de que era
demasiado. Podían llevarse bien, ser amigas. Siempre que no
estuvieran solas.
Volvió a leer, o al menos lo intentó. Su concentración era una
mierda. No había podido leer más de medio capítulo.
—Me besaste. 137
Erin se sobresaltó al oír la voz. Se dio media vuelta antes de darse
cuenta de que no podía mirar a Cassie en ese momento. Volvió a tener
la mirada perdida en el libro que tenía delante.
—Lo hice, y me disculpo —dijo—. Fue un error.
Revolvió algunos papeles.
—¿Por qué?
—Eres una chica lista —dijo Erin, y no tuvo que ver la cara de
Cassie para saber que estaba poniendo los ojos en blanco—. No
necesitas que te diga por qué fue un error.
—No me refería a eso —dijo Cassie—. ¿Por qué lo hiciste?
Suspiró. ¿Por qué besó a Cassie? Porque su exmarido era un imbécil
y Cassie era mucho más de lo que él veía cuando la miraba. Porque
Cassie la había calmado cuando estaba estresada, la había hecho
sentir bien en su lugar. Porque siempre la hacía sentir bien. Porque
ella quería.
No dijo nada de eso. Mantuvo su voz plana, desprovista de
cualquier emoción.
—No importa. No volverá a pasar.
«Por favor, que esto sea suficiente».
Si ser cortante no había sido suficiente, esto tampoco lo sería, pero
Erin lo deseaba de todos modos. No quería hacerle daño a Cassie,
aunque fuera la decisión correcta. Desde luego, una decisión mejor
que las que había tomado últimamente.
—¿Cuántas veces te has dicho eso? —preguntó Cassie.
Erin se dio la vuelta en su silla. Qué error.
El pelo rubio de Cassie era una melena de león: quería enterrar las
manos en él. Quería recorrer con los dedos las piernas desnudas de
Cassie hasta donde el pantalón corto del pijama le rozaba los muslos.
A través de la fina camiseta blanca de tirantes, Erin podía ver los 138
pezones de Cassie. Con el pelo alborotado y el pijama, Cassie
conseguía parecer tan imponente como seductora.
Trató de aferrarse a su afrenta.
—¿Perdona?
—Me pregunto cuántas veces te has mentido a ti misma sobre que
nunca volverá a ocurrir —dijo Cassie—. Seguro que te dijiste que no
volvería a pasar cuando te enteraste de que iba a la universidad con
tu hija. Y luego en el desayuno. Probablemente, también después de
que me siguieras al baño durante el concierto a capella, ¿verdad? Y
cuando Parker me invitó a visitarte, obviamente también en ese
momento, con lo malhumorada que estabas al teléfono. ¿Te dijiste
que no ocurriría cuando compraste este collar? —Cassie levantó el
colgante del cohete espacial que colgaba de su cuello—. ¿También
cuando me abrazaste en el aeropuerto? ¿Y ahora, después de que
fuiste tú quien me besara?
Se veía preciosa en su indignación: resplandeciente. Y tenía razón.
Sacó a relucir todo lo que Erin no había querido. Era inteligente,
hermosa y valiente; haciéndose vulnerable así, aunque lo ocultara con
resentimiento.
La nuclear era la única opción.
Sin darse la oportunidad de cambiar de opinión, Erin se apartó el
pelo de la cara y se encogió de hombros.
—Mira, Cassie, admitiré que has sido buena para mi ego. Es bueno
saber que todavía soy atractiva.
La ira de Cassie vaciló. La expresión de su cara se inclinaba más
hacia la desesperación. Como si no pudiera creer que ese fuera el
camino que Erin estaba tomando.
—Se siente bien llamar la atención de una mujer más joven. —El
estómago de Erin se revolvió como si fuera a rebelarse—. Pero esto
no es… algo serio. No necesito que una niña con problemas con su
madre se obsesione con mis sentimientos, ¿vale?
Los ojos de Cassie brillaron. De vuelta a la ira. Bueno. Eso era más
139
fácil de tratar.
—¿Me estás tomando el pelo?
—Es obvio que no tienes una buena relación con tu madre. Tiene
sentido que te sientas atraída por algún tipo de figura materna. Yo
no…
—No quiero que seas mi mamá. Quiero acostarme contigo.
Jesús. La forma en que Cassie no solo sabía lo que quería, sino que
lo poseía. Erin tuvo que pasar seis meses en terapia antes de
mencionar siquiera la palabra divorcio.
—Bueno, quiero acostarme contigo cuando no estés siendo una
cretina —corrigió Cassie—. Mi relación con mi madre no tiene nada
que ver contigo. Y no es que sea asunto tuyo, pero tengo una figura
materna increíble. Estoy segura de que es diferente para las hijas
perras y ricas de la Revolución Americana, pero la sangre no significa
una mierda.
Con eso, dio media vuelta y se fue.
Erin contó hasta cinco antes de soltar el aliento y dejar caer los
hombros. Ni siquiera sabía nada de la relación de Cassie con su
madre. Era el objetivo más fácil que se le había ocurrido. Era más fácil
hacer que Cassie se sintiera mal, que la odiara, a admitir que había
algo entre ellas.
No importaba que eso también la hiciera sentir fatal.
Erin fue al supermercado por comestibles para salir de casa.
Cuando volvió, Parker entró en la cocina mientras dejaba las bolsas
en el mostrador.
—Estoy a punto de ir a casa de papá. ¿Has visto a Cassie hoy?
Erin se centró en las bolsas que tenía delante.
—Bajó a tomar un café antes de que me fuera de compras.
—¿Parecía apagada?
—No lo creo. —Puso la leche en la nevera. Despreocupada.
Normal—. ¿Por qué?
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—No lo sé. Suele estar aquí contigo por las mañanas.
—Solo porque normalmente estás dormida —espetó Erin.
Eso fue demasiado defensivo. Podía sentir los ojos de Parker en ella
mientras continuaba descargando comestibles.
—¿Hiciste algo para asustarla? —preguntó Parker.
—Dios mío, Parker, ¿qué podría haber hecho?
—¡No sé! Solo estoy preguntando.
—Fui al supermercado, ¿eso la asustó? ¿Le tiene miedo a las
compras?
—Sí, le tiene miedo a la comida. —Parker puso los ojos en blanco y
Erin trató de recordar que debía ser razonable—. No importa. Lleva
toda la mañana en su habitación y no quiere venir a casa de papá
conmigo. Es raro.
—¿No quiere ir contigo?
—Incluso le dije que probablemente le había comprado un regalo
para que lo abriera, pero dijo que no.
Erin había contado con que Cassie iría hoy con Parker. Se suponía
que tenía que irse, no quedarse aquí sola con ella. Tener a Cassie en
casa era un recordatorio constante de lo terrible que había sido con
ella.
Pero tenía sentido que no quisiera pasar más tiempo del necesario
cerca de Adam después de lo imbécil que había sido con ella.
—Sé amable con ella si baja, ¿bien?
—Por supuesto —dijo Erin, acomodando su cabello detrás de sus
orejas—. Diviértete en casa de tu papá.
Parker se marchó y Erin se quedó sola en casa con Cassie.
Terminó de guardar los comestibles e intentó trabajar. Necesitaba
trabajar. En Año Nuevo presentaría sus planes para crear una clínica
gratuita a la junta del hospital. Tenía que hacer números y revisar 141
informes. Había información que aprender y absorber hasta que
formara parte de ella. Así era como siempre había estudiado en la
escuela, y así era como se preparaba para su presentación.
No iba bien. Los papeles blancos destacaban sobre la madera
oscura de su escritorio, pero no estaba procesando ninguna de las
palabras que contenían. Parker se había marchado hacía quince
minutos. La casa era cavernosa, vacía y abierta, y su silencio
reverberaba.
Solo podía concentrarse en la presencia de Cassie. Bien podría no
estar aquí por el ruido que no hacía, pero Erin se asfixiaba al saber
que estaban bajo el mismo techo.
Necesitaba decir que lo sentía. Porque lo sentía. Y ella podía ser la
adulta: Cassie no podía quedarse deprimida en su habitación el resto
de las vacaciones. Eso sería más sospechoso que todo lo que Erin y
ella habían hecho hasta ahora. Se disculparía, Cassie lo superaría y
podrían seguir adelante.
Claro, tal vez su sentimiento de culpa también influyera. Odiaba la
idea de que la odiara. Era como la llamada telefónica: Erin había
elegido ser una cretina y luego se sentía demasiado mal como para no
disculparse. Pero esta vez sería diferente. Se disculparía, pero
mantendría las distancias. No pasaría nada.
Se apartó de su escritorio para subir las escaleras.
«Todo saldrá bien», volvió a decirse. Encontraría a Cassie en su
habitación, se disculparía y seguiría adelante. Cuando Parker
regresara, Cassie ya no estaría de tan mal humor y Parker no se daría
cuenta.
Demasiado ocupada pensando en lo que quería decir, Erin no se
dio cuenta de que la puerta de la habitación de Cassie estaba abierta
hasta que se paró justo delante de ella, con la habitación vacía. Erin
miró hacia el pasillo. La puerta del baño estaba cerrada.
Al acercarse, la ducha se abrió.
Mierda.
Tenía que hacerlo ahora o perdería los nervios. Quizá Cassie aún
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no se había duchado; el agua necesitaba tiempo para calentarse, ¿no?
—¿Cassie? —Erin dijo a través de la puerta, golpeando
suavemente—. Quiero disculparme.
—No te oigo, estoy en la ducha.
Erin abrió la puerta y entró.
Actuó sin pensar. Debió hacerlo, ¿verdad? Erin nunca habría
entrado en el baño mientras Cassie se duchaba si lo hubiera pensado
bien. Pero parecía una excusa demasiado fácil. Como si pudiera fingir
que no sabía lo que estaba haciendo.
—¿Hola? —La voz de Cassie se elevó por encima del vapor que
salía de la ducha.
—Hola —dijo Erin.
¿Qué estaba haciendo? ¿Qué carajos estaba haciendo? ¿Quién entra
en el baño mientras otra persona se está duchando?
—¿Te parece bien? —ella preguntó—. O… puedo esperar, si
quieres. Podemos hablar más tarde.
—No —dijo Cassie—. Está bien.
A través de la puerta esmerilada de la ducha, Cassie no era más que
una vaga silueta. Tenía un aspecto rosado, como si la ducha estuviera
demasiado caliente. Erin apartó la mirada. No iba a pensar en el agua
corriendo por el cuerpo desnudo de Cassie. No iba a pensar en trazar
los riachuelos con la lengua, en explorar lo mojada que estaba Cassie.
Tenía que dejar la excitación a un lado y recordar por qué había
venido.
—¿Erin?
Erin dio un respingo cuando Cassie dijo su nombre, saltó, como si
estuviera sorprendida, como si hubiera estado tan ocupada, soñando
despierta con tocar a Cassie que se había olvidado de que estaba en
la habitación. Saltó y se golpeó con el codo en el pomo de la puerta.
—¡Mierda!
—¿Estás bien?
143
No. Estaba claro que no estaba bien.
—Bien —dijo, frotándose el codo. Era bueno tener algo que hacer
con sus manos además de imaginárselas en Cassie.
El baño estaba hecho un desastre: Erin se había asegurado de que
estuviera impecable antes de que llegara Cassie, pero el cepillo de
dientes de Parker colgaba del borde del lavabo, y la pasta de dientes,
sin tapar, a su lado. Había un cepillo y no menos de cinco gomas de
pelo esparcidas por la encimera. El collar de Cassie también estaba
allí.
Erin volvió a tapar la pasta de dientes de Parker y dejó caer el
cepillo en el portacepillos de uno de los cajones del tocador. Nadie
sabía por qué Erin guardaba el portacepillos en un cajón cuando
tenían invitados. ¿Acaso nadie sabía que tenía una buena higiene
bucal?
—¿Viniste a limpiar?
Las gomas del pelo se escaparon de las manos de Erin y se
esparcieron por el suelo. Se agachó para recogerlas.
—No, no, yo…
No tenía ni idea de por qué había entrado. No podía creer que lo
hubiera hecho.
—Pensé que querías disculparte —dijo Cassie.
Erin sonrió mientras pasaba las gomas para el pelo sobre el pomo
de la puerta
—Pensé que no podías oírme.
Un punto para Erin.
No, Jesús, un punto para Erin, no. Se suponía que no debía bromear
con la amiga de su hija. Ya habían visto adónde conducía eso.
Erin se paró frente al lavabo. El espejo estaba empañado. Sí, claro,
había entrado porque quería terminar con la disculpa. Pero ahora que
estaba en el baño mientras Cassie se duchaba desnuda, su mente
estaba en blanco. Olvidó todo lo que había planeado decir. El collar
144
de cohetes estaba sobre la encimera.
—No pretendía hacerte sentir… —Tragó saliva. Se aclaró la
garganta—. En realidad, sí. Esta mañana, y antes también, cuando
llamaste por lo de Acción de Gracias. La intención era hacerte sentir
mal, alejarte, pero no quería hacerlo.
—Eso sigue sin ser una disculpa.
Erin tomó aire y se dirigió a la puerta de la ducha. Miró a Cassie,
que seguía siendo una mancha tras el cristal esmerilado. No podía
saber si le devolvía la mirada, pero debía de estar haciéndolo, ¿no?
—Lo siento —dijo Erin—. Mencioné a tu mamá, y tienes razón. No
sé nada de ella ni de tu relación con ella, y me pasé de la raya. Fue
cruel, y no te lo merecías.
Hubo silencio por un momento, sin más sonido que el agua
golpeando la pared, el suelo, el cuerpo de Cassie.
—Siento haberte llamado cretina —dijo Cassie.
Normalmente, Erin no era una gran fan de esa palabra, pero Dios,
le gustaba oír a Cassie decirla.
—Siento haber sido una.
—¿Hay alguna razón por la que no pudiste esperar hasta después
de ducharme para decirme esto? —De repente, Cassie sonó como si
hubiera tenido aquella primera noche en el bar. Erin no sabía qué
había cambiado, pero la sonrisa burlona había vuelto a la voz de
Cassie—. Dijiste mucho por teléfono que yo no era tan irresistible y
que serías capaz de controlarte, pero parece que no.
—Cassie —dijo, una advertencia o una concesión o tal vez ambas.
Cassie abrió la puerta de la ducha.
Al principio, Erin solo la miró a la cara, y Cassie no rompió el
contacto visual. Cuando por fin Erin se movió para mirar el cuerpo
de Cassie, pronunció su nombre como una palabrota.
En el auto, Erin le había echado un buen vistazo al pecho (todo lo
bien que podía hacerlo en un aparcamiento oscuro), pero Cassie no
se había quitado los pantalones. Aquí estaba completa y
145
gloriosamente desnuda. La iluminación era perfecta. Erin vio cómo el
agua corría por el cuerpo de Cassie y se le secó la boca. Era el cuerpo
de una chica de veintiún años. Erin pensó en sus patas de gallo, en la
suave bolsa de su estómago de la que nunca se había librado después
de dar a luz. Cassie no tenía esos defectos.
—Cassie —dijo de nuevo. Había olvidado todas las demás
palabras.
Cassie dijo como súplica:
—Por favor.
Erin se quitó la camisa por la cabeza.
No llevaba sujetador ni ropa interior cuando se quitó los
pantalones de yoga, y Cassie la miró como si su cuerpo fuera perfecto.
Erin no la dejó mirar. La ducha no estaba hecha para dos personas,
pero encajaban como piezas de rompecabezas: sus bordes alineados
a la perfección. Con la puerta de la ducha cerrada tras ella, el vapor
las envolvió. Los pezones de Cassie estaban duros como si hiciera frío.
Las manos de Erin encontraron las caderas de Cassie y la
empujaron hasta que su espalda quedó contra la pared. Cassie puso
las manos sobre los hombros de Erin.
— Es una idea terrible —dijo Erin, pero besó a Cassie de todos
modos.
Por esto es por lo que no podía quitarse a Cassie de la cabeza: la
forma en que mordía la boca de Erin sin remordimiento. La forma en
que se aferraba a ella. Cassie no cedió ni un milímetro. Besaba a Erin
con la misma fuerza con la que Erin la besaba a ella.
Erin no podía parar, aunque había otras cosas que quería hacer con
su boca. Cuando por fin se movió para pellizcar el cuello de Cassie,
la otra mujer soltó un gemido que hizo que Erin clavara todo su
cuerpo en la pared solo con las caderas.
—Dios, Erin.
Erin chupó con fuerza en la unión donde el cuello de Cassie se
146
encontraba con su hombro. Luego se movió más abajo.
Los pechos de Cassie eran perfectos. Suaves pero firmes. Erectos.
No arrastrados por décadas de lucha contra la gravedad. Erin cerró
los labios alrededor de un pezón. Todo estaba húmedo y caliente por
la ducha. Erin mordió con más fuerza de la que pretendía, pero Cassie
se arqueó hacia ella como si no le importara en absoluto.
Erin iba a arrepentirse por muchas razones, pero la única en la que
pensó mientras bajaba fue que era demasiado mayor para estar
arrodillada en una bañera. Tendría que tomarse un par de
ibuprofenos más tarde, porque ahora que estaba allí abajo, pensaba
quedarse un rato.
Dio unos golpecitos en el muslo izquierdo de Cassie e, impaciente,
levantó la pierna y se la puso sobre el hombro. El agua tibia caía en
cascada por la espalda de Erin, pero el calor de Cassie era más cálido.
Erin se inclinó hacia ella.
Mierda.
Erin no le había hecho un cunnilingus a nadie desde la universidad.
Al principio de la universidad, incluso, antes de que ella y Adam
empezaran a salir. Casi dos décadas. Había olvidado lo bueno que
era. Debe haberlo hecho, porque tenía que ser el acto en sí, y no
Cassie, lo que la hacía sentirse así. Ya no notaba que el suelo le mordía
las rodillas.
Cassie jadeó y Erin abrió los ojos. No volvería a cerrarlos, no
cuando podía ver a Cassie, con una mano en su propio pelo y el otro
brazo estirado, apoyado contra la pared de la ducha. La lengua de
Erin se deslizó por la carne húmeda y caliente de Cassie. Buscó el
sabor más profundo. Cassie golpeó la pared con la otra palma de la
mano. Sus dedos se agitaron en busca de un propósito y una de sus
manos alcanzó el hueco donde se encontraban el gel de baño y los
productos para el cabello. Erin vio cómo su agarre se tensaba justo
antes de que las caderas de Cassie rodaran con más fuerza hacia su
boca.
Los ojos azules de Cassie no estaban fijos en los de Erin, sino más 147
abajo, donde la lengua de Erin se arrastraba por sus pliegues. Las
caderas de Cassie volvieron a girar y Erin lo aprovechó, deslizando
las manos para apretar la firme redondez del trasero de Cassie. Ella
se mordió el labio inferior y gimió, y Erin se vino allí mismo, de
rodillas en la ducha, con la cara pegada a Cassie.
Se estremeció durante un largo parpadeo, una pequeña explosión
que no hizo más que abrirle el apetito. Cuando recuperó el aliento, se
metió el clítoris de Cassie en la boca. Las manos de Cassie se
levantaron de la pared antes de volver a bajar.
—Carajo, Erin, sí.
Cassie se estremeció y gimió, y Erin chupó con más fuerza. Hubo
un segundo en el que pensó que iban a derrumbarse, Cassie ya no
podía sostenerse mientras se venía, pero Erin apretó las manos en el
trasero de Cassie y la sostuvo con pura fuerza de voluntad,
negándose a romper el contacto entre su boca y el centro de Cassie.
Cassie volvió a poner el pie debajo de ella, y el talón del otro se clavó
deliciosamente en la espalda de Erin.
Erin lamió suavemente con la lengua el clítoris de Cassie. Era todo
el descanso que podía darle. No sabía cómo parar. Tendría que haber
llevado a Cassie a su habitación de hotel hacía dos meses. Debería
habérsela comido en el baño del concierto. Debería haber
aprovechado todas las oportunidades que se le presentaban para
hacerlo.
El sabor era más fuerte ahora que Cassie se había venido una vez.
Erin quería más. Mantuvo una mano en el trasero de Cassie, pero la
otra se deslizó hacia delante y luego hacia atrás, deslizando
suavemente dos dedos dentro de Cassie en el viaje de vuelta.
El ruido que hizo Cassie reverberó a su alrededor.
Erin torció los dedos y dejó que la insinuación de sus dientes rozara
el clítoris de Cassie y, finalmente, Cassie dejó de intentar agarrarse a
la pared y se aferró a lo único que podía, con las dos manos enredadas
en el pelo mojado de Erin. Asintió con la cabeza y metió los dedos
dentro de Cassie.
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El segundo orgasmo de Cassie fue el que Erin más anheló. Más
grande, más fuerte, más intenso que el primero. Tuvo espasmos
alrededor de los dedos de Erin. Una mano permanecía enredada en
el pelo de Erin mientras Cassie mordía el dorso de la otra, aunque no
servía de mucho para amortiguar sus gemidos. Erin hizo todo lo que
pudo para sacarlos, con la lengua ocupada y desesperada, la cara
sucia y resbaladiza hasta la barbilla. ¿Cómo había podido pasar
diecinueve años sin hacer esto?
No paró hasta que Cassie la tiró del pelo. Cassie tenía las mejillas
coloradas. Soltó el pelo de Erin, pero siguió tirando de todo lo que
podía agarrar: hombros, codos, caderas, hasta que Erin se puso en pie.
El azul de los ojos de Cassie había cambiado, se habían oscurecido,
las pupilas se habían dilatado, pero Erin no tuvo mucho tiempo de
admirarlos antes de que Cassie apretara sus bocas.
La mano de Cassie se abrió paso entre las piernas de Erin y, antes
de que esta pudiera pensar, tenía dos dedos dentro de ella hasta el
segundo nudillo.
—Cassie —Erin jadeó, su cuerpo recibió la intrusión sin resistencia.
Cassie besó la mandíbula de Erin, debajo de ella, chupó la suave
piel debajo de su oreja.
—Eres tan malditamente sexi.
Añadió otro dedo y Erin lo tomó. No podía dejar de mover las
caderas. Era patético lo fácil que era para Cassie. Se había venido de
la nada, por tocar en vez de ser tocada, pero ahora que Cassie la estaba
tocando, iba a venirse otra vez, incluso más rápido que la primera
vez. No se había acostado con nadie desde que visitó Virginia. Cassie
había sido la última persona que la había hecho sentir así, y volvió a
hacerlo con tanta facilidad. Cassie hizo algo dentro de Erin: enroscó
los dedos, los retorció o empujó con más fuerza. Erin no tenía ni idea
de qué, excepto que funcionaba, y se vino, aferrándose a los hombros
de Cassie y apretando la cara contra su cuello. 149
Pasaron más tiempo recuperándose de sus orgasmos que
dándoselos la una a la otra. Recuperaron el aliento juntas y se besaron
despacio y con calma, con las manos de Erin en los hombros de Cassie
y las de Cassie acunando los codos de Erin. Finalmente, Cassie se
apartó y se echó a reír.
—Todavía tengo que ducharme, ¿sabes?
Erin respondió sin pensar:
—Date la vuelta, te lavaré el pelo.
Para cuando procesó sus palabras lo suficiente como para
encogerse, Cassie ya se había dado la vuelta. Erin no pudo evitar
pasar la yema del dedo por el tatuaje del omóplato de Cassie: cinco
estrellas en forma de W unidas por una delicada línea de puntos.
Quizá no fuera increíblemente raro ofrecerse a lavarle el pelo a
alguien. O puede que Cassie se dejara llevar por el resplandor. Se
mostraba dócil y seguía las suaves caricias de Erin para sumergir la
cabeza bajo el chorro de la ducha y luego salir de ella. Erin se echó un
chorro de champú en la mano.
Esto era muy raro. Demasiado personal. Se habían acostado dos
veces. No era como si estuvieran saliendo. No era como si pudieran
salir. Rascar el cuero cabelludo de Cassie, peinarle el pelo con los
dedos… Era más íntimo que el sexo. Aun así, Erin dejó que su mano
se deslizara hacia abajo para masajear el cuello de Cassie, que se aflojó
cuando Erin presionó con el pulgar la base del cráneo.
—Esto podría ser mejor que el orgasmo —admitió Cassie.
Erin no pudo evitar reírse.
—Quizás debería mejorar en hacer que te vengas.
—Sí, si quieres que me desmaye.
Erin ocultó su sonrisa a pesar de que Cassie estaba de espaldas a
ella. Frotó con más fuerza el cuello de Cassie antes de inclinarla hacia
atrás para quitarle el champú.
Antes de que Erin pudiera sujetar el acondicionador, Cassie se dio 150
la vuelta.
—Quiero lavarte el tuyo —dijo.
Erin decidió no darle más vueltas. En lugar de eso, se dejó hacer
tan flexible como Cassie. Cassie tarareó, tal vez en señal de
aprobación. Erin le devolvió el tarareo. Ahora entendía por qué
Cassie había sugerido que aquello era mejor que el orgasmo. Los
dedos de Cassie eran tan hábiles en el pelo de Erin como lo habían
sido dentro de ella.
Cassie deslizó una mano por delante de Erin, acercándose a ella.
Erin se rio.
—¿Otra vez?
—Otra vez —dijo Cassie. Soltó a Erin y empujó hacia un lado los
productos que había en el extremo de la bañera. Era plana, no lo
bastante ancha para llamarla banco, pero sí para que ella se sentara—
. Enjuágate el pelo y ven aquí.
Erin obedeció y se enjuagó el champú antes de colocarse frente a
Cassie. Sus rodillas recordaban su estancia en el suelo y no accedían
a la idea de sentarse a horcajadas sobre la otra mujer, por mucho que
ella lo deseara. Cassie la acercó por las caderas, se inclinó hacia ella y
le besó exactamente la parte del estómago por la que Erin se había
sentido cohibida.
—Estamos desperdiciando agua —dijo Erin en lugar de pensar
demasiado.
Cassie sonrió.
—Entonces vente rápido, y nos detendremos.
La risita de Erin se interrumpió cuando Cassie volvió a deslizar los
dedos en su interior.
—¿Cuándo vamos a hacer esto en una cama?
Antes de que Erin pudiera responder…
—Ah, mierda.
La lengua de Cassie estaba contra su clítoris y Erin no tenía ni idea
151
de cómo iba a hacerlo de pie. No había ninguna posibilidad de que
sus piernas la sostuvieran.
La boca de Cassie era tan perversamente segura como siempre.
Erin se avergonzaba de lo rápido que se había venido antes con
Cassie, pero esto iba a ser aún más rápido, con aquella lengua
implacable sobre su clítoris y aquellos dedos con su propio ritmo
constante dentro de ella. Erin ni siquiera sabía lo que Cassie estaba
haciendo todo el tiempo; solo sabía que no quería que parase nunca.
Al final, Cassie apartó la boca de Erin y le dio un beso en el muslo.
—Vamos, cariño —murmuró—. Estamos desperdiciando el agua.
—Vete a la mierda. —Erin se rio, mayormente sin aliento. No podía
recordar la última vez que se había reído con alguien mientras tenían
sexo.
—No. —Cassie movió los dedos con más fuerza—. No me voy a ir
a ningún lado.
Volvió a poner la boca en el centro de Erin y esta no pudo hacer
otra cosa que echar la cabeza hacia atrás y venirse.
Tardó un minuto en recordar cómo existir, pensar, respirar. Al
menos consiguieron salir de la ducha antes de que el agua se enfriara.
Mientras se secaban con la toalla, Erin trató de evitar que su mente
entrara en una espiral.
Hundió los dedos de los pies en la alfombra azul que le había
comprado a Parker. Se había acostado con una de las mejores amigas
de su hija en el baño que compartían. Antes de que Adam se mudara,
los tres lo habían compartido. Las únicas veces que Erin había estado
de rodillas en la bañera fue para limpiarla.
Sin embargo, no se arrepentía de ello. Debería haberlo hecho, pero
no lo hizo. Todo su cuerpo estaba suelto y relajado. ¿Cómo iba a
arrepentirse de eso?
—Entiendo si no quieres volver a hacerlo—dijo Cassie—. Pero creo
que deberíamos.
De acuerdo. Bien. Estaba claro que iban a tener que volver a
152
hacerlo. Sí, era irresponsable e incorrecto y todo lo que a Erin ya le
preocupaba, pero no iba a decir que no a un sexo tan bueno.
—¿Cómo vamos a hacerlo en una cama si no lo hacemos de nuevo?
Cassie sonrió.
—Pero necesitamos establecer unas reglas básicas —dijo Erin.
Esa era la forma de manejar la situación.
Cassie sonrió
—¿Como no enamorarme de ti, por ejemplo?
Erin no reconoció el comentario
—Como nada de sexo mientras Parker esté en la casa.
—Razonable.
Empezó a secarse el pelo con una toalla.
—Sin chupetones.
—¿Qué pasa si están en algún lugar que nadie puede ver?
Se le calentaron las mejillas y las ocultó, agachándose para echarse
el pelo hacia delante y restregárselo con la toalla.
—Bien.
Cuando Erin terminó de peinarse, Cassie estaba de pie detrás de
ella, lo bastante cerca como para tocarla. En el espejo, Erin pudo ver
cómo su propio rubor se extendía hasta la toalla que la envolvía.
Cassie se agarró a las caderas de Erin y le besó el cuello.
—¿Esas son todas las reglas?
Erin inclinó la cabeza para dar más acceso a Cassie.
—Una más —dijo antes de distraerse demasiado con la boca de
Cassie—. Esto se acaba cuando termine tu visita.
Cassie acarició debajo de la oreja de Erin.
—Ya prometí no enamorarme de ti, cariño —murmuró—. Ahora,
¿podemos pasar a la parte de dejar los chupetones donde nadie puede
153
verlos?
Capítulo 11
Cassie
A la mañana siguiente, Cassie se lavó los dientes antes de bajar las
escaleras. Erin la recibió en la cocina con una taza de café y una suave
sonrisa.
Cassie la besó con delicadeza antes de tomar el café.
La cocina parecía su propio mundo. La nieve caía tan suavemente
por la ventana que parecía caer a cámara lenta. La taza de café estaba
caliente en la mano de Cassie, pero la sonrisa de Erin la calentaba más,
se extendía por su cuerpo como melaza: lenta, espesa y dulce. Sentía
como si estuvieran rompiendo las reglas con solo mirarse, como si se 154
estuvieran saliendo con la suya.
Cassie dejó el café sobre la encimera para poder poner las manos
sobre la cara de Erin. Erin abrió la boca para Cassie cuando esta la
besó, y se aferró a los hombros de ella.
—Acordamos que no lo haríamos cuando Parker estuviera en casa
—susurró cuando se separaron.
—Acordamos que no habría sexo cuando Parker estuviera en casa
—dijo Cassie, rozando la barbilla de Erin y besándola por debajo de
la mandíbula—. No dijimos nada sobre besarnos en la cocina
mientras ella duerme arriba.
Pasaron quince minutos antes de que Erin volviera a protestar. Se
zafó de los brazos de Cassie y se pasó el dorso de la mano por los
labios hinchados por el beso.
—Eres un problema —dijo.
Cassie puso su mejor cara de inocencia. Erin se inclinó hacia ella,
solo un poco, antes de negar con la cabeza y tomar su café. Dio un
sorbo e hizo una mueca.
Cassie se rio.
—¿Está frío?
Erin fingió que no le hacía gracia, pero Cassie pudo ver una sonrisa
mientras tiraba las tazas de ambas al fregadero y les servía café recién
hecho.
Una vez que Parker se hubo levantado y Cassie y ella se habían
alimentado, se prepararon para ir en trineo. Cassie terminó
poniéndose unos viejos pantalones para la nieve de Erin y un gorro
con una bola de pelusa encima.
—Te ves ridícula —dijo Erin, mordiéndose el labio inferior como si
intentara contener la risa.
—Son tus pantalones, mamá —dijo Parker—. Así que es tu culpa
que se vea así.
155
—Qué pena con ustedes —dijo Cassie, e hizo una pose—. Pero me
veo genial.
—Sigue diciéndote eso, nena —dijo Parker.
Cassie levantó la cadera y puso su mano sobre ella, haciendo un
puchero con los labios.
—Tal vez el invierno no sea tan terrible si me veo así de bien.
Erin no pudo contener la risa, y Cassie no pudo mantener la cara
seria.
En el trineo estaban Caleb y Lila, además de algunas personas que
Cassie no conocía: Scout, Haylee y Madison.
—¿Nunca te cansas de salir con un montón de chicas? —Cassie le
preguntó a Caleb.
—La verdad es que no—dijo—. Y Madison es de género no binario.
—Lo siento, Madison —dijo Cassie.
—No pasa nada —dijo Madison.
Cassie sonrió. Le gustaban mucho los amigos de Parker.
Bastaron dos carreras para que la colina pareciera insalvable.
Cassie se quedó un rato sentada en su trineo, lanzando bolas de nieve
a las demás cada vez que se entraban en su rango. Madison
contraatacó lanzándoles bolas en un lado de la cabeza, y Cassie
recibió una bola de nieve en el pecho.
—¿Quieres dejar de hacer bobadas y ayudarme a construir un
salto? —preguntó Madison.
Treparon hasta la mitad de la colina y luego utilizaron sus trineos
como palas en la nieve. El salto terminó demasiado alto para ser
seguro, pero eso no detuvo a nadie.
Todos hicieron un redoble de tambores en sus trineos antes de que
Cassie tomara la primera carrera. Corrió hacia el salto y entonces…
Estaba volando, con las manos agarradas a los lados del trineo y el
viento soplándole en los oídos. No pasaron más de uno o dos
segundos hasta que volvió a tocar la nieve y continuó bajando por la
156
colina, pero sintió que su corazón seguía en el aire. Cuando su trineo
se detuvo, se bajó de él e hizo un ángel de nieve, mirando al cielo. Ni
siquiera le importaba el frío.
Subió la colina tres veces más para volver a sentir esa sensación de
vuelo.
Llegaron a casa de Parker cuando el sol se estaba poniendo, aunque
solo pasaban un poco de las cuatro. En la lavandería se quitaron las
botas de nieve, las chaquetas, los guantes y todo lo que necesitaban
para secarse. Cassie se metió las manos bajo las axilas para
mantenerlas calientes.
—¿Chocolate caliente? —sugirió Parker.
—Si Erin nos deja.
—¿Si les dejo qué? —preguntó Erin, apoyándose en el marco de la
puerta.
—¿Tomar un poco de tu chocolate caliente?
—Incluso se los prepararé si me lo piden amablemente —dijo Erin.
Se volvió hacia la cocina antes de que Parker respondiera.
—Nos preparas un poco de tu chocolate caliente, por favor, mamá.
—Encantada de hacerlo —dijo Erin—. ¿De qué tipo?
—Chocolate supremo —dijo Parker.
Cassie sonrió, pensando en el corazón de chocolate mientras se
sentaba en uno de los taburetes de la cocina.
—Chocolate blanco, por favor.
Erin puso leche en la estufa y preguntó por el trineo. Parker empezó
a contar con dramatismo cómo Caleb saltaba demasiado deprisa, salía
volando del trineo y se le quedaba la cabeza atascada en la nieve. Iba
por la mitad de la historia cuando Erin abrió la caja de cacao con
chocolate blanco. Parker estaba demasiado ocupada para darse
cuenta, pero Cassie la observaba; vio cómo se dibujaba una sonrisa en
el rostro de Erin. Cassie sintió calor en el interior, aunque aún notaba
157
el frío en sus mejillas.
Erin la miró, pero desvió rápidamente la mirada. Cassie se mordió
el interior del labio para no sonreír demasiado.
—¿Caleb se lastimó? —preguntó Erin, de vuelta en la estufa
revolviendo la leche. Tenía las mejillas sonrojadas.
No había mejor sensación que hacer sonrojar a una chica bonita.
—No, está bien —dijo Parker—. ¿Tenemos malvaviscos?
—Probablemente. ¿Por qué no vas a mirar?
—Porque soy perezosa y no los quiero tanto como para ir a
buscarlos.
—Dios mío —Cassie puso los ojos en blanco y se levantó—. Yo iré.
La despensa era básicamente un vestidor de tamaño decente.
Cassie sonrió imaginando la cara de Adam al ser regañado por Erin,
aquí entre las cajas de cereales y las conservas.
—Probablemente, estén arriba —llamó Parker desde la cocina.
—Iré a ayudarle—dijo Erin, y agregó —: inútil hija mía —y Parker
se rio.
Sin embargo, Erin no ayudó. En lugar de eso, entró, apenas fuera
de la vista de Parker, y besó a Cassie. Cassie estuvo a punto de caerse.
Erin la sujeto por el codo y le sonrió en la boca y Cassie se sintió
demasiado grande para su cuerpo.
—Los tengo —dijo Erin mientras se alejaba.
Se fue con los malvaviscos tan rápido como había llegado. Cassie
todavía podía sentir la lengua de Erin en su boca.
—¿Cuántos? —Erin le preguntó a Parker mientras Cassie
recordaba cómo caminar y regresaba a su lugar en el mostrador.
—Tres, por favor —sonrió Parker.
—¿Cassie?
Cassie parpadeó.
—Uno está bien.
158
Erin puso dos en la taza de Cassie y le dedicó una sonrisa. Cassie
juró que iba a provocarle un infarto.
Cassie intentó calcular la distancia entre la despensa y el
mostrador. Hacía cosas que no debía, seguro, pero no habían estado
ni a tres metros de la hija de Erin.
Erin ocultó una sonrisa tras su taza de chocolate.
Cassie se dejó crecer un bigote de leche y se negó a limpiárselo
cuando Parker se burló de ella.
El día siguiente empezó con un beso de buenos días y terminó con
una noche de juegos en casa de Haylee. Cassie les ganó a todos en
Connect Four hasta que ya no quisieron jugar más con ella. Pasaron
al Life, que rápidamente se convirtió en Life con alcohol, y terminó
solo en alcohol cuando Parker se enfadó porque acabó con cuatro
hijos, y volcó el tablero.
Después vino Mario Kart, y luego Mario Kart borrachín, en el que
tenías que acabarte la bebida antes de terminar las tres vueltas o no
ganabas. Madison terminó su bebida incluso antes de empezar la
carrera, y volvió a ponerse a la cabeza en la última vuelta. Cassie
consiguió un caparazón azul y acabó colándose en primera posición
justo antes de la línea de meta, se rio lo suficiente como para casi
caerse del sofá mientras Madison la maldecía.
Las cosas se volvieron un poco confusas después de eso. Cassie
acabó tirada en el sofá, con el teléfono en la mano.
Cassie [Hoy 12:01 a. m.]
Dijiste que te mandáramos un mensaje si queríamos que vinieras a recogernos
y no hace falta, pero quiero que lo hagas.

Cassie [12:01 a. m.]


Quiero decir que quiero que vengas y no quiero que vengas.

Cassie [12:02 a. m.]


Quiero decir que quiero besarte.
159
Erin [12:03 a. m.]
Pensé que no tenías la costumbre de enviar mensajes de texto borracha.

Cassie [12:03 a. m.]


No lo tengo.

Erin [12:04 a. m.]


¿Cómo le llamas a esto entonces?

Cassie [12:04 a. m.]


No es un hábito. Eres más interesante que los amigos de Parker.

Eso fue cruel; sus amigos eran perfectamente simpáticos. Pero


Cassie hubiera preferido estar con Erin que con cualquiera de los
presentes, por muy simpáticos que fueran. Podía emborracharse con
universitarios en cualquier momento. Solo le quedaba una semana
con Erin.
Erin [12:06 a. m.]
Quizá serían más interesantes si hablaras con ellos de verdad, en vez de
mandarme mensajes.

Cassie iba a replicar que eso definitivamente no era cierto, pero


Parker gritó desde el otro lado de la habitación:
—¿A quién le estás mandando mensajes, Klein?
—A tu madre —salió de su boca antes de que pudiera detenerse.
Parker puso los ojos en blanco y volvió a su conversación con
Caleb. Cassie guardó su teléfono.
A la mañana siguiente, Cassie se despertó acurrucada en un sofá
con Madison. No recordaba haberse dormido anoche y no se
imaginaba que hubiera aceptado compartir sofá. Todos los demás
estaban repartidos por la habitación. Parker tenía un sofá para ella
sola, y Caleb estaba en el suelo a su lado. Cassie deseaba seguir
durmiendo, pero parecía que su cuerpo se había acostumbrado a
despertarse antes de lo habitual. Subió en busca del desayuno.
Encontró al papá de Haylee, sentado en la mesa de la cocina
leyendo el periódico.
160
—Buenos días —dijo ella.
—Buenos días, Cassie, ¿verdad?
Ella asintió.
—¿Te importa si tomo una taza de café?
—Las tazas están en ese gabinete —dijo—. Hay crema de avellanas
sin lactosa en la nevera.
Cassie se dio la vuelta para ocultar una mueca. Crema de avellanas
sin lactosa. Qué rico.
Pero acabó necesitando la crema, porque el café estaba quemado y
amargo. Quería tirarlo por el fregadero.
—¿Puedes creer lo que hace el Congreso en estos días? —preguntó
el padre de Haylee.
Se puso a hablar de algo que estaba leyendo en el periódico, de
modo que Cassie ni siquiera pudo escaparse al baño y deshacerse del
café donde él no la viera. En lugar de eso, se quedó hablando con él
hasta que Haylee subió. Cassie aprovechó la primera oportunidad
que tuvo para volver al sótano, dejando la taza en la encimera de la
cocina.
Todos los demás estaban al menos parcialmente despiertos para
entonces. Caleb y Madison estaban conversando mientras corrían en
Mario Kart, Parker era una espectadora que bostezaba. Cassie se
recostó junto a Parker en el sofá.
—¿Te levantaste con el pie izquierdo o algo así? —preguntó
Parker.
—Dormimos en sofás —espetó Cassie, dándole la razón a Parker
—¿Tienes resaca, cariño? —preguntó Parker. Era falsamente dulce
y todo lo que Cassie podía hacer era no atacarla.
En realidad, no tenía resaca, solo estaba de mal humor. La casa de
Haylee estaba bien, pero Cassie quería volver a casa de Parker, donde 161
había buen café y mejor compañía; Erin nunca intentaría hablar con
ella de la maldita Seguridad Social antes de las diez de la mañana.
Cuando volvieron a casa de Parker (no fue hasta pasado el
mediodía), la casa estaba en silencio; Erin estaba de turno en el
hospital. Cassie se dejó caer en el sofá de la sala, dejando el sillón para
Parker.
— Probablemente, estén dando un maratón de NCIS o algo así—
dijo Parker.
Cassie se encogió de hombros con más violencia de la que la
situación requería y Parker suspiró. Encendió la televisión y pasó los
canales. Cassie se durmió antes de que Parker seleccionara un canal
para ver.
***
—Despierta, Bella durmiente.
Cassie sabía vagamente que aquella voz era para ella, pero no
quería despertarse. Se hundió más en los cojines del sofá.
Entonces se oyó una risa y, aunque estaba casi dormida, Cassie
supo que era la de Erin. Abrió un ojo. Erin estaba de pie junto a ella,
con un uniforme azul.
—Les traje la comida. Levántate antes de que se enfríe.
Le apartó el pelo de la frente y Cassie miró hacia el otro sofá. Había
una manta desordenada, pero no estaba Parker.
—Fue más fácil despertarla que a ti—dijo Erin.
Cassie se estiró.
—Supongo que siempre hay una primera vez.
Cuando siguió a Erin a la cocina, se sintió mucho más feliz que
antes de la siesta.
Parker ya se estaba comiendo su hamburguesa, con dos bolsas
grasosas sobre el mostrador.
—Te compré una hamburguesa normal, así que puedes aderezarla
162
como quieras—dijo Erin, y empujó una de las bolsas hacia Cassie—.
Y espero que un batido de chocolate te parezca bien.
—Grandioso. —A Cassie se le hizo agua la boca por el olor de las
hamburguesas y las papas fritas.
—¿Te sentó bien la siesta? —preguntó Parker. Luego le dijo a
Erin—: Estuvo enojada toda la mañana.
—A lo mejor es que estoy aburrida de ti, princesa —dijo Cassie,
echando demasiado kétchup en su hamburguesa—. Dos semanas es
mucho tiempo.
—¡Ja! —dijo Parker alrededor de un bocado de hamburguesa—.
Imposible. Soy demasiado encantadora.
Cassie puso los ojos en blanco exageradamente. Limpió el kétchup
sobrante con una patata frita y suspiró por lo delicioso que estaba.
—Mierda, qué buena está —dijo, antes de recordar que no solo
estaba con estudiantes universitarias groseras—. Quiero decir… lo
siento.
No había querido decir palabrotas, pero la patata estaba muy
buena. Erin estaba evadiendo su mirada.
—Ray's es el mejor —dijo Parker.
Cuando Cassie dio el primer mordisco a la hamburguesa, soltó un
gemido, y fue entonces cuando se dio cuenta del rubor en las mejillas
de Erin.
Aquella noche, cuando se despidieron y se fueron a la cama, Cassie
intentó caminar de puntillas por el pasillo. La luz brillaba bajo la
puerta de la habitación de Erin. Cassie no llamó a la puerta,
demasiado preocupada de que Parker se despertara. Abrió la puerta
despacio. Erin estaba sentada, con la lámpara de la mesilla encendida
y un libro en la mano.
—¿Qué estás haciendo? —Erin susurró, pero sonreía.
—No he podido tocarte en todo el día —se quejó Cassie. Entró a la
163
habitación y cerró la puerta con suavidad.
Erin soltó una risita y dejó su libro a un lado.
—Bueno, ahora es tu oportunidad.
Cassie sonrió. Erin se movió en la cama para hacer sitio y Cassie se
subió inmediatamente. Intentó besarla antes de que estuviera
completamente instalada en la cama. Valió la pena, la suavidad de los
labios de Erin y la forma en que su boca se abrió inmediatamente,
como si ella también la hubiera echado de menos. Entonces la rodilla
de Cassie resbaló del colchón y la parte superior de su cuerpo chocó
con Erin.
—Mierda —dijo Cassie, intentando zafarse.
Pero Erin solo se rio y la sujetó.
«Te extrañé», Cassie no lo dijo. No habían pasado ni treinta y seis
horas desde la última vez que se besaron. Pero sí que lo echaba de
menos: la forma en que Erin besaba y reía y la abrazaba como si Cassie
fuera fuerte, pero de todos modos iba a ser suave. Puso las manos en
la cara de Cassie y tiró un poco con las yemas de los dedos. Suspiró y
Cassie sonrió mordiéndose el labio inferior.
Erin deslizó una mano por el pelo de Cassie y también pasó el
pulgar por su mejilla. Dejó que Erin controlara el beso, se contentó
con tumbarse encima de ella y seguirle la corriente. Erin era lenta,
metódica, como nunca lo habían sido. Siempre habían sido besos
rápidos, a hurtadillas, mientras Parker estaba fuera de la habitación.
Nunca habían podido tomarse su tiempo. Erin no hizo ningún
movimiento para ir más allá de esos besos constantes y deliberados,
con las uñas arañando el cuero cabelludo de Cassie.
Pero no podía aguantar más. No es que no le gustara besar a Erin,
es que le gustaba demasiado. Erin lo hacía bien: de una forma que
hacía que Cassie se retorciera, de una forma que podía sentir en los
huesos, de una forma que la hacía estremecerse, moverse y empujar
las caderas hacia abajo en busca de más.
Finalmente, Erin dejó de sujetar a Cassie y le permitió volver a 164
apoyar las piernas en la cama. Cassie se acomodó, apoyándose de
medio lado, un poco más encima de Erin.
—Volveré a mi habitación en un minuto, lo juro —dijo.
—¿Y por qué lo harías?
—Em. —Erin la mordió donde su cuello se encontraba con su
hombro, y Cassie tardó un segundo en responder—. Tú fuiste la que
dijo que no podíamos tener sexo con Parker en la casa.
—Bueno, ¿el sexo oral cuenta realmente como sexo?
Erin intentó besarla de nuevo en la boca, pero Cassie se reía de ella.
En voz baja, pensando en Parker, pero Cassie no podía dejar de reírse
de ella.
—Sí —dijo Cassie—. Definitivamente, sigue contando como sexo.
Erin se encogió de hombros.
—Supongo que no me sentaré en tu cara entonces.
Cassie dejó de reír.
—¿Qué?
Erin arqueó una de sus cejas perfectas.
—Iba a hacerlo, pero si dices que no podemos, entonces no lo haré.
Estaba jugando con ella. Estaba fingiendo despreocupación para
que Cassie se apresurara a cambiar de opinión. Cassie se apresuró a
cambiar de opinión de todos modos.
—No, está bien —dijo. Besó a Erin, lentamente—. No creo que el
sexo oral cuente. Probablemente esté bien.
—¿Sí? —Erin dijo con una sonrisa.
Cassie asintió.
—Absolutamente.
—Entonces acuéstate.
Cassie obedeció.
Se dio la vuelta y apoyó la espalda en el colchón, pero no podía
165
quedarse ahí, no cuando Erin se sacaba los pantalones del pijama a su
lado. Cassie se apoyó en los codos para mirar. Creía que nunca se
cansaría de ver la piel de Erin. La llamaría blanca como la leche si eso
no sonara a lo contrario de un cumplido: ¿quién quería que la
llamaran así? No era en absoluto el adjetivo adecuado para la
hermosa extensión de las piernas de Erin.
Mientras Cassie intentaba encontrar la palabra adecuada (por algo
no era licenciada en Filología Inglesa), Erin echó una de sus largas
piernas sobre Cassie, se sentó a horcajadas sobre ella y miró hacia sus
caderas juntas. Se veía espléndida: tenía el pelo un poco alborotado,
y los dedos de Cassie se crisparon con ganas de despeinárselo más.
Se levantó para acercar su boca a la de Erin y meter una mano en
su pelo. Sintió que Erin sonreía durante el beso. Erin deslizó las
manos debajo del Henley de Cassie. Sus uñas arañaron suavemente
su caja torácica y Cassie se arqueó al contacto. Las manos de Erin se
movieron y se posaron brevemente en los pechos de Cassie, antes de
tirar de la camiseta hacia arriba, hacia arriba, hacia arriba, y Cassie
mantuvo su boca en la de Erin todo el tiempo que pudo, rompiendo
el beso solo para quitarse la camisa por completo. Las manos de Erin
se acercaron a la nuca de Cassie y le desabrocharon el collar con
destreza.
—No quiero que esto estorbe —dijo Erin. Dejó caer el collar sobre
la mesita de noche—. Ahora recuéstate.
Su voz era juguetona, pero el empujón que le dio a Cassie no lo fue.
El brazo que sujetaba a Cassie cedió ante el empujón de Erin, y la dejó
totalmente recostada.
Erin levantó las caderas y Cassie echó tanto de menos la presión
que estuvo a punto de quejarse antes de darse cuenta de que Erin se
movía hacia la cabecera de la cama. Cassie tragó saliva. Tiró de la
camiseta de Erin antes de que llegara demasiado lejos, y Erin se
detuvo para quitársela. Entonces su pecho estuvo a la altura perfecta,
así que Cassie la hizo esperar un poco más mientras acercaba su boca
a sus pezones.
Cuando Erin se acomodó encima de ella, Cassie tuvo que tomarse
166
un momento. Tenía delante la vulva de Erin: resbaladiza y brillante,
y cuando levantó la vista tuvo una visión fantástica de sus tetas. Erin
le dedicó una pequeña sonrisa, y Cassie hizo todo lo posible por no
volverse loca. En lugar de eso, respiró hondo y se contuvo antes de
lamer lentamente a Erin.
Al principio, se quedó en su clítoris, pasándole la lengua. Erin
respiró con más fuerza. Sería fácil quedarse ahí para siempre, pero
Cassie bajó más y, maldición, valió la pena. Metió la lengua donde Erin
estaba más mojada y la enroscó una y otra vez. Erin jadeó y movió las
caderas, y Cassie no pudo evitar sonreír contra ella.
—Sabes malditamente bien —dijo Cassie y Erin volvió a moverse,
como si estuviera tratando de que Cassie volviera a poner su boca
sobre ella. Cassie cumplió.
Lamió a Erin lenta y minuciosamente, con demasiada suavidad
para hacerla venir. Mientras lo hacía, rodeó los muslos de Erin con las
manos, deslizó una por su espalda y le apretó el trasero. Había
demasiadas cosas de Erin que Cassie quería tocar; sus manos estaban
tan ocupadas como su boca. No podía decidir dónde ponerlas.
Erin mantenía una mano en el cabecero y otra detrás de ella, con
las yemas de los dedos presionando con fuerza contra las costillas de
Cassie. De vez en cuando tiraba de los pezones de Cassie, pero sobre
todo se sostenía a sí misma, por lo que Cassie decidió dejarle una
mano en la espalda para ayudarla a mantenerse erguida. También
decidió penetrarla un poco más fuerte, decidió que tal vez deseaba
más hacer que Erin se viniera, que no dejar nunca de lamerla.
Mordió el clítoris de Erin, de repente, y luego lo abandonó para
deslizar la lengua hacia abajo y rastrear su abertura. Entró en ella y
fue recompensada con los muslos de Erin apretándose alrededor de
su cabeza. Jadeando, Erin bajó la mano del cabecero al pelo de Cassie,
y la sujetó. Cassie hundió más la lengua y usó los dientes en el clítoris
de Erin. Erin pulsó sus caderas hacia abajo. Cassie tenía sucia toda la
mitad inferior de la cara mojada, pero no se detuvo.
El puño de Erin se apretó y tiró del pelo de Cassie, y sus caderas
dejaron de pulsar y se quedaron aplastadas y duras contra la cara de 167
Cassie. Sus muslos temblaban y se agitaban, y Cassie se aferró a ellos
con fuerza, no dejó que Erin se apartara hasta que se quedó sin aliento
y sensible, agotada por la boca de Cassie. Solo entonces Cassie sonrió
y la soltó para que Erin pudiera bajarse y desplomarse a su lado.
—Maldición —murmuró Erin.
Cassie se sentía muy orgullosa de sí misma.
—Voy a borrarte esa sonrisa de la cara dentro de un minuto —dijo
Erin, sin siquiera abrir los ojos para mirar a Cassie.
—Lo estoy deseando—dijo Cassie, sonriendo aún más.
Erin, bueno, cumplió su promesa. En cuanto su respiración se
calmó, volvió a estar encima de Cassie, con los labios en los suyos y
una mano colándose por debajo del pantalón del pijama de Cassie. Le
metió un dedo sin oponer resistencia y añadió otro antes de que
Cassie tuviera tiempo de pensar. Cassie trató de contener un grito
ahogado.
—Eso es lo que pensaba —dijo Erin, en voz baja y con una sonrisa
evidente, incluso con los ojos cerrados.
—Bésame. —A Cassie le habría gustado creer que se lo exigió, pero
estaba bastante segura de que se lo suplicó. Erin la besó de todos
modos.
Cassie se estremeció. Sabía que Erin la había hecho mojar al
sentarse en su cara, pero no se esperaba algo así: estaba empapada.
Erin le metió los dedos solo un par de veces antes de añadir un
tercero.
—¿Era esto lo que querías? —Erin preguntó—. ¿Fue por eso por lo
que estabas triste, porque no me habías tocado en todo el día?
—Sí —jadeó Cassie. Se mordió el dorso de la mano para no gritar.
—¿Estuviste pensando todo el día en cogerme?
—¡Maldición! Erin, sí.
El cuerpo de Cassie se sentía pesado, como si se hundiera, excepto
donde estaba anclado por los dedos de Erin dentro de ella. 168
Erin parecía fascinada mirándola. Cassie nunca se había sentido así
durante el sexo, como si la otra persona no pudiera soportar apartar
la mirada. La hacía sentirse poderosa incluso cuando se sentía
indefensa, completamente a merced de los dedos de Erin. Sonrió,
como si se tratara de un experimento, y Erin la miró sonriente, casi
sin perder el ritmo.
Cassie se dio cuenta entonces de que estaban rompiendo las reglas,
incluso la regla falsa del sexo oral de Erin. No había pensado en ello
antes de que Erin le pusiera las manos encima. Cassie estaba excitada
como una maldita adolescente: ansiosa y fácil y, el hecho de que Erin
quisiera comérsela tanto como para ignorar que su hija estaba al final
del pasillo, destrozó el último vestigio de autocontrol de Cassie. Se
mordió el labio, aguantó el gemido y se vino, manteniendo los ojos
abiertos para que Erin la mirara.
Erin besó a Cassie antes de que terminara, con el cuerpo aún
tembloroso. Cassie se estremeció y jadeó cuando Erin sacó los dedos
de repente. Volvió a besarla. Erin se hizo a un lado mientras Cassie
intentaba recuperar el aliento, pero dejó una pierna sobre la de Cassie
y el brazo sobre el estómago de esta. La cama podría habérselas
tragado enteras y a Cassie le habría parecido bien.
—Me iré enseguida, lo juro —dijo—. Simplemente, no estoy segura
de poder mover las piernas en este momento.
Erin soltó una carcajada y frotó la cara contra el hombro de Cassie.
—No seas idiota. Quédate.
Eso la tranquilizó bastante rápido.
—Em. Pero Parker…
—Duerme hasta el mediodía —dijo Erin, y extendió la mano para
apagar la luz.
Cassie se alegró de la repentina oscuridad y de que disimulara su
sonrisa. Sin embargo, Erin interpretó mal su silencio.
—Si quieres irte, escabúllete por el pasillo. —Su voz no tenía
ninguna emoción en particular—. Aunque tendría más sentido
169
quedarse, si me preguntas.
—Bueno, si no hay más remedio. —dijo Cassie. Ya estaba medio
dormida, saciada y cálida.
—Siempre y cuando no seas de las que se acurrucan para dormir—
dijo Erin como si no siguiera apretada contra Cassie.
Cassie se durmió en lugar de burlarse de ella por eso.
Capítulo 12
Erin
Algo se clavaba en las costillas de Erin, duro, sólido e inmóvil.
Levantó la mano para apartarlo, pero se congeló al encontrar piel
desnuda. Abrió los ojos.
Ah, sí. Cassie.
Cassie, en su cama. Las cosas que Erin le había susurrado anoche,
a tres dedos de profundidad. La mirada de Cassie cuando Erin se
arrastró sobre ella hacia el cabecero.
Cassie estaba de espaldas a la luz pálida que entraba por la ventana,
pero Erin ocultó su sonrisa en la almohada. Acarició el codo de Cassie
170
en lugar de moverlo para que sus huesos dejaran de clavarse en los
de Erin. El contacto despertó a Cassie. Agarró la mano de Erin y tiró
de ella para rodearla.
Cassie bostezó.
—Buenos días.
—Buenos días —dijo Erin.
Besó el hombro de Cassie y le dedicó una sonrisa. Cassie se inclinó
hacia ella, como si el contacto de sus cuerpos no fuera suficiente. Su
piel estaba muy caliente. El cuerpo de Erin zumbó.
Erin levantó la cabeza para mirar el reloj de la mesilla de noche.
Aún no eran ni las siete y media.
—Tiempo de sobra—murmuró, y besó a Cassie.
Cassie se quedó con la boca abierta y le devolvió el beso, como si
no se lo hubiera esperado. A Erin le encantaba sorprenderla. Había
sido predecible y fiable la mayor parte de su vida. Esto le sentaba
mejor.
Era diferente de ayer. Más desesperado. Habían superado
claramente la regla de no coger mientras Parker estuviera en casa, y
Erin estaba segura de que se sentiría fatal por ello en cualquier
momento, pero por ahora, no podía evitarlo.
Esa no era la única forma en que era diferente.
—No sabes a menta.
Cassie la miró con los ojos entrecerrados.
—¿Estás diciendo que tengo aliento mañanero?
—¿Te lavaste los dientes antes de venir a darme los buenos días
ayer?
Las mejillas de Cassie se sonrojaron, pero se aferró a su afrenta
—Por supuesto que sí. Eso no es raro, es de buena educación.
—Entonces, ¿debería ir a lavarme los dientes primero? —Erin
estaba bromeando, pero admitió que estaba un poco nerviosa por
171
haber dado un paso en falso.
—Yo no dije eso.
Cassie lamió la boca de Erin, fuerte e intencional.
—Eres una idiota —dijo Erin. Volvió a besarla, sonriendo casi
demasiado como para hacerlo correctamente.
Estaba claro que a ninguna de las dos le importaba que la otra
tuviera aliento mañanero. Se besaron lo suficiente para ahuyentar
cualquier resto de aliento y se besaron hasta saborearse mutuamente.
La única ropa que las separaba eran los pantalones del pijama de
Cassie que, por alguna razón, no se había quitado la noche anterior.
Erin se los bajó y apretó todo su cuerpo contra el de Cassie.
—¿Otra vez? —dijo Cassie.
Erin arqueó una ceja.
—¿Te estás quejando?
Cassie sacudió la cabeza tan rápido que Erin se rio de ella. Le bajó
los pantalones.
Fue un sexo lento, tranquilo y soñoliento. Cassie metió los dedos
en el clítoris de Erin hacia la mitad y se rozaron mutuamente. No
hablaron más alto que susurros: «justo ahí» y «Cristo» y «te sientes
bien». Se vinieron al mismo tiempo, con la cara hundida en el cuello
de la otra, mientras jadeaban.
Después se besaron, todavía despacio, lánguidas, fundiéndose la
una en la otra. Erin no debía dormirse, pero ¿cómo iba a hacer otra
cosa mientras los dedos de Cassie la peinaban tan suavemente?
—Mierda.
Erin respiró hondo, dejó escapar un murmullo de reconocimiento
al exhalar.
Algo le empujó el hombro.
—¡Erin, despierta! —Cassie siseó.
—¿Mmm? 172
Cassie volvió a empujar el hombro de Erin, lo bastante fuerte como
para mover toda la parte superior de su cuerpo.
—Son más de las diez.
Erin se incorporó de golpe en la cama.
—Mierda —asintió.
Cassie ya estaba fuera de la cama, saltando sobre una pierna
tratando de meterse en los pantalones.
—Está bien —dijo Erin—. Parker probablemente siga durmiendo.
Salió de la cama y Cassie le lanzó inmediatamente una camiseta.
—¡Ponte la ropa!
Erin sujeto el suave Henley gris contra su cara e inhaló. Olía como
el jabón corporal de viaje que había aparecido en la ducha esta
semana.
—Esto es tuyo. —Se le escapó una risita.
—No. —Cassie la señaló con el dedo. Su intento de austeridad no
fue especialmente efectivo, dado que su torso estaba desnudo.
—¡No es gracioso! ¡No te rías de mi posible muerte inminente!
Erin mordió, lo que habría sido una oleada de risa antes de lanzarle
la camiseta a Cassie. Recogió la suya del suelo y se la puso por encima
de la cabeza. Los pantalones del pijama estaban al otro lado de la
cama. Cuando llegó hasta ellos, Cassie, ya completamente vestida,
estaba en la ventana del otro lado de la habitación, abriéndola de un
tirón.
—¿Qué estás haciendo? —Erin preguntó mientras se ponía los
pantalones.
—¿Está bien sujeta la canaleta de aquí?
—¿Qué?
—¿Es resistente?
—Cassie.
173
Cassie miró por la ventana hacia el suelo.
—No es tan alto. Probablemente, estará bien.
De hecho, sacó una pierna por la ventana, a horcajadas sobre el
alféizar. La risa retumbó en el pecho de Erin, pero no la soltó.
—Cassie —repitió—. Puedo comprobar si la puerta está cerrada.
No tienes que salir por la ventana.
Nada de esto debería haberle hecho gracia. Era exactamente por lo
que se suponía que no debían acostarse mientras Parker estuviera en
la casa. Pero Erin se sentía ridícula, como Bugs Bunny en un dibujo
animado, caminando de puntillas hacia la puerta del dormitorio.
Cassie dejó de examinar la robustez de la canaleta.
Erin abrió la puerta un poco, lo suficiente para ver el pasillo. La
puerta de Parker seguía cerrada. La tensión de su cuerpo se liberó y
sus hombros se hundieron con alivio. Se dio la vuelta y cerró la
puerta, mordiéndose con fuerza el labio inferior para contener la risa.
Cassie casi le sonrió antes de fruncir el ceño.
—¿Estamos a salvo? —susurró.
Erin asintió, sin atreverse a abrir la boca.
Cassie volvió a subir la pierna por el umbral. Una vez dentro, se
estremeció.
—Jesús, creo que saqué algo.
Erin no pudo evitarlo: se apoyó en la puerta, con la mano sobre la
boca, temblando de risa.
—Realmente ibas a salir por la ventana, ¿mmm?
—Estaba a medio camino de salir por la ventana.
—¿Cómo ibas a explicar lo de tu tobillo roto?
—¡No sé! ¡Era luchar o huir!
La patente ridiculez de aquello hizo que Erin se doblara de la risa.
Cassie la miró como si se hubiera vuelto loca, y tal vez lo estaba, pues 174
estaba más concentrada en la hilaridad de la situación en vez de en
todas las formas en que esto pudo haber salido mal.
—Quizá sea lo más estúpido que he hecho en mi vida —dijo,
dejando escapar una última risa.
El rostro de Cassie cayó. Se pasó una mano por todo ese cabello
rubio.
—Podemos parar —dijo, casi pero no del todo enfadada—. Si
quieres.
—Dios, no —dijo Erin. Cruzó la habitación para besar a Cassie—.
Hacía años que no me divertía tanto.
Cassie agachó la cabeza como si eso pudiera hacer que Erin no
notara su sonrisa.
Si Erin se lo permitiera, se aplastaría bajo el peso de todos los
«debería». Debería sentirse mal por esto. No debería haberse acostado
con Cassie, ni siquiera una vez, y menos después de saber que Parker
era su amiga, y mucho menos con Parker bajo el mismo techo.
Debería sentirse apenada, avergonzada. Y debería parar.
Si pensaba demasiado en ello, todo eso la afectaría. Pero se negaba
a permitirlo. Era una mujer adulta que tomaba sus propias decisiones.
No tenía que ser perfecta, y podía divertirse. De eso se trataba, podía
pasarla bien durante una semana, luego Cassie se iría y todo esto sería
un recuerdo divertido. Tal vez se lo contaría a Rachel, y esta se
moriría de risa al pensar en Cassie intentando escabullirse por la
ventana de su habitación para evitar a Parker. Estaría tan orgullosa
del sexo en la ducha, que Erin podría imaginársela fingiendo que se
le saltaban las lágrimas.
Eso era todo lo que tenía que ser: Erin tendría anécdotas divertidas
y las recordaría con cariño. El próximo otoño, Cassie estaría al otro
lado del país, en Caltech. ¿Quién sabía si Parker y ella seguirían en
contacto?
En la planta baja, Erin y Cassie acabaron en extremos opuestos del
sofá, cada una con su libro. El de Cassie tenía cinco centímetros de
grosor. 175
—¿Eres consciente del hecho de que estamos en la semana entre
Navidad y Año Nuevo y que, por lo tanto, no tienes que hacer nada?
—Erin preguntó.
—Lo dice la persona que ayer tenía turno en el hospital: un
domingo.
Erin cedió el punto.
—Está bien, tregua. No te molestaré por leer tu libro de texto antes
de que empiecen las clases, y tú no me molestarás por la novela de
misterio que estoy leyendo. Son mi placer culpable. —Agitó su libro
en dirección a Cassie.
—No creo en los placeres culpables —dijo Cassie—. Te gusta lo que
te gusta. No me avergüenzo de ser una nerd. No tienes que
avergonzarte por leer novelas de misterio. ¿Por qué tendría que ser
vergonzoso?
—Bueno… en realidad no lo sé, ahora que lo mencionas.
Erin se había sentido mal por no leer libros de verdad durante tanto
tiempo, que nunca se lo había cuestionado. Cassie se encogió de
hombros y abrió el libro de texto que tenía en el regazo, como si fuera
así de sencillo.
Aquella primera noche en el bar, la confianza de Cassie había sido
muy sensual. Ahora era más que eso. En realidad, era impresionante
que aquella mujer, que apenas tenía edad para beber, estuviera tan
segura de sí misma y del mundo que la rodeaba. Podría enseñarle a
Erin un par de cosas.
Pasó más de una hora antes de que hubiera movimiento en el piso
de arriba. Cassie se había acomodado en el sofá, metiendo los dedos
de los pies bajo el muslo de Erin. Echó los pies hacia atrás cuando
oyeron a Parker bajar la escalera. Iba despacio, como si tomara
peldaño por peldaño. Cuando por fin entró a la sala, se agarraba la
almohada con una mano y el edredón con la otra, arrastrando el resto
de la manta. Tenía la nariz roja.
—Ay, cariño —dijo Erin. Saltó del sofá y presionó una mano contra
la frente de su hija—. Estás ardiendo. 176
—Estoy enferma. —La voz de Parker era nasal, claramente
congestionada—. ¿Puedes hacerme una cama en el sofá?
—Por supuesto.
No importaba que Cassie siguiera en el sofá, podía moverse. Para
cuando Erin regresó de la lavandería con dos sábanas limpias y una
funda de almohada, Cassie estaba en el sofá con el control de la tele,
mirando a Parker como si tuviera la peste.
Erin extendió la sábana grande sobre el sofá y la metió por los
bordes de todos los cojines. La otra sábana se puso encima. Agarro la
almohada que Parker había traído y la cambió por una limpia. La
esponjó antes de dejarla sobre el sofá.
—Vamos, bebé, acuéstate. Te haré el desayuno.
Erin sintió los ojos de Cassie clavados en ella, pero no le importó.
La mamá osa que había en ella siempre salía cuando Parker estaba
enferma. No importaba lo que Cassie pensara. Por Dios. Aquella
mañana había dormido con Cassie mientras Parker tenía fiebre y
probablemente daba vueltas en la cama. Y a Erin le había gustado
demasiado sentarse junto a Cassie en el sofá como para ir a ver cómo
estaba Parker. Podría haberle llevado la medicina y el desayuno a la
cama en lugar de hacer que su hija enferma bajara las escaleras.
Acomodó a Parker en el sofá y se dirigió a la cocina sin mirar a
Cassie.
Ya había pasado la hora del almuerzo, pero Erin preparó suficiente
avena para todas. Seguía sin mirar a Cassie cuando le dio un tazón.
—Bebe un poco de jugo de naranja también —le dijo a Parker—. Te
traje DayQuil.
Parker se incorporó lo suficiente como para tragarse las dos
pastillas de color naranja, y comer unos cuatro bocados antes de dejar
el tazón sobre la mesita. Cuando su cabeza tocó la almohada, ya
estaba inconsciente.
Erin se dedicó a limpiar, llevando los platos de Parker a la cocina y
terminando su propia avena mientras estaba allí. De vuelta en el 177
salón, ajustó la sábana sobre Parker y le apartó el pelo de la frente.
Tenía la piel húmeda. Erin temblaba como si fuera ella la que tuviera
fiebre.
Cassie se apoyó en el brazo del sofá. Erin no se sentó a su lado. No
podía. Se sentó en la silla del otro lado de la habitación y no apartó
los ojos de su hija.
Había un maratón de The Innocents en la televisión. Erin tardó un
episodio entero en relajar los músculos. No era culpa de Cassie que
Parker estuviera enferma. Claro, parecía una señal, como si el
universo les estuviera indicando que estaban haciendo algo mal, pero
Erin no creía en las señales. Y nunca habría interrumpido el sueño de
Parker, con Cassie a su lado en el sofá o sin ella.
Todos los domingos del semestre, cuando Parker la llamaba,
hablaba de las lecturas que tenía que hacer para clase, de ensayos y
pinturas, y de lo mucho que odiaba la asignatura de matemáticas que
tenía que cursar para cumplir los requisitos de educación general.
Trabajaba muy duro. Erin iba a dejarla descansar.
Y estaba descansando, roncando en el sofá.
Cassie le subió el volumen a la televisión.
—Pon los subtítulos —susurró Erin—. No quiero despertarla.
—¿Por qué la mimas tanto? —preguntó Cassie, pero activó los
subtítulos.
Erin miró a Parker, su bebé. Lo mejor que había hecho nunca. Era
fuerte e inteligente, y Erin haría cualquier cosa por ella. Erin se había
quedado mucho tiempo en un matrimonio muerto por ella, y al final
también lo había dejado por ella.
—Cuando crías a un hijo, es muy fácil cagarla—dijo Erin—. No es
tu intención, pero lo haces. No siempre puedo controlar si le hago
bien o no. Pero en esto sí puedo. Ella se siente mal, y yo puedo
mejorarlo un poco. Se merece mucho más, pero esto puedo hacerlo.
Por un momento, no hubo más sonido que un anuncio de Folgers 178
en la televisión.
—A veces eres demasiado, ¿lo sabías? —dijo Cassie.
Erin la miró, por primera vez desde que Parker había bajado.
—¿Debería sentirme ofendida o halagada?
Al preguntarlo, supo la respuesta por la expresión de la cara de
Cassie.
—Halagada —confirmó Cassie—. Es genial.
Seguía sentada a un lado del sofá. Erin no necesitaba acompañarla.
Había pasado toda la mañana a su lado, con los dedos de los pies de
Cassie metidos bajo sus muslos en el sofá. Había pasado la mayor
parte del día holgazaneando: aún tenía que revisar los números de la
clínica gratuita, lavar ropa, y cualquier cosa estaría mejor que estar
sentada junto a Cassie mientras Parker estaba en la habitación. Pero
Cassie seguía mirando a Erin como si pusiera las estrellas en el cielo.
Erin cruzó la habitación y se unió a ella en el love seat.
Love seat era solo el término técnico para un mueble en el que se
sentaban dos personas. Erin lo había compartido con mucha gente sin
preocuparse por lo que significaba o lo que pensarían los demás.
Había suficiente espacio para que no tuvieran que tocarse.
Se tocaron, había una manta extendida sobre ambas. Pero ese no
era el punto: Parker no pensaría nada, esa era la cuestión. Si es que se
despertaba mientras ellas seguían allí. No era gran cosa.
Al cabo de un rato, Cassie deslizó la mano hacia el muslo de Erin,
y esta se resistió a sonreír. Después, la mano de Cassie se acercó a
lugares más interesantes, pero Erin se apartó.
—Cassie —apenas abrió la boca para decirlo—. Mi hija está a un
metro de distancia.
Intentó no pensar en lo de hacía unos días, cuando había besado a
Cassie en la despensa, a la vuelta de la esquina de Parker en la cocina.
—Sí, pero está desmayada —susurró Cassie.
Erin la miró fijamente, y se suponía que debía ser severa, pero
Cassie se mordió el labio como si estuviera ocultando una sonrisa, y
179
eso le recordó todo lo demás que podía hacer con esa boca.
—Está bien, vale —dijo Cassie antes de que Erin pudiera tomar
decisiones más terribles—. Me portaré bien.
Apartó la mano a una distancia prudencial, pero la mantuvo sobre
el muslo de Erin. En la siguiente pausa publicitaria, Erin había
enredado sus dedos con los de Cassie bajo la manta.
Parker no estaba cien por cien mejor a la mañana siguiente, pero
era Nochevieja, así que se pasó el día anunciando que no estaba
enferma y que seguiría invitando gente esa noche. Erin se pasó el día
intentando mimarla sin que se notara. Cassie se pasó el día intentando
mantenerse fuera de la órbita de los gérmenes de Parker.
Una hora antes de que llegara la gente, Cassie se acercó
sigilosamente a Erin.
—Sé que te convencí de que las cosas no tienen que estar perfectas
para una fiesta, pero ¿no tenemos que limpiar nada?
Erin se rio entre dientes.
—Estos chicos han visto esta casa en todos los niveles de desorden
y, en ocasiones, ellos han sido los culpables. De todas formas, tendrán
que limpiar cualquier desastre que terminen haciendo. No tiene
sentido hacerlo dos veces.
Cassie no discutió.
Todos los invitados habían sido amigos de Parker desde que eran
pequeños. Todos se quitaban los zapatos en cuanto llegaban,
alineándolos bien después de muchos años de recibir gritos por
ensuciar el suelo del vestíbulo. La mayoría también había venido a la
fiesta de Nochebuena, así que se limitaron a saludarse y a entregar las
llaves del coche antes de bajar. Sin embargo, al ver a Madison por
primera vez desde el verano, Erin se quedó sin aliento.
—Dios mío, deberías dejar de crecer tan rápido —dijo.
Madison sonrió y se frotó la mandíbula que estaba mucho más
afilada desde la última vez que Erin le vio.
—Probablemente, se deba a la testosterona.
180
—Madison, me alegro mucho por ti. —Erin le abrazó—. Pero aún
tendré que exigirte que dejes de crecer.
—Haré lo mejor que pueda.
A Erin no le importaba pasar la Nochevieja sola. Rachel seguía en
Puerto Vallarta, y Jimmy y Melissa estaban de chaperones en la fiesta
de Mae, y a Erin no le gustaba nadie más como para querer quedarse
despierta hasta medianoche con ellos. Además, ya había superado la
idea de que el Año Nuevo significara algo. Cuando Erin había hecho
propósitos de Año Nuevo, nunca habían sido especialmente
saludables. Perder cinco kilos o, peor aún, hacer lo que quería su
madre y perder todo el peso que no había perdido desde que tuvo a
Parker. Se había propuesto tener más sexo con Adam, como si ese
fuera el problema de su relación. Había anunciado que ya no haría
propósitos de Año Nuevo cuando cumpliera los treinta, pero seguía
haciéndolos en su mente hasta que empezó la terapia. La superación
personal no existía en una línea de tiempo. No había tanta presión de
«Año Nuevo, nuevo tú» cuando Erin intentaba mejorar cada día.
De todos modos, no estaba realmente sola por la noche: parecía que
estaban teniendo una batalla en el sótano sobre quién podía hacer
más ruido con los altavoces que se suponía que eran para
medianoche. Incluso una vez terminada dicha trifulca, alguna que
otra carcajada se filtraba hasta Erin. Hubo un grito de indignación que
ella estaba casi segura de que era su hija quejándose de cualquier
juego al que estuvieran jugando. Parker odiaba perder.
Sola en el piso de arriba, Erin se estiró en el sofá y estrujó el lomo
de su novela de misterio. El asesino era la hermana de la víctima. El
autor quería hacerle creer que era el marido, pero era la hermana.
Aún faltaba una cuarta parte del libro, pero Erin estaba bastante
segura. Miró la letra pequeña del libro de bolsillo. Quizá debería
proponerse comprar gafas de lectura.
Si se despertaba con el libro abierto sobre el pecho, nadie tenía por
qué saber que se había echado la siesta. Se frotó los ojos y miró el
móvil. 11:47 p. m. Justo a tiempo. 181
Cuando Parker era pequeña, siempre descorchaban una botella de
champán en el patio trasero en Año Nuevo, para ver hasta dónde
podían tirar el corcho. Esta noche, Erin utilizó un paño de cocina
doblado para girar el corcho y descorcharlo suavemente en su mano.
Encendió el televisor para ver caer la bola del conteo, pero de todos
modos se habría enterado de cuándo caía gracias a la cuenta regresiva
a gritos, y a todos esos ruidos en el piso de abajo.
Erin se sirvió una copa de champán. Al dar el primer sorbo, oyó
que alguien subía las escaleras. Se hizo una idea de quién.
Erin se enorgullecía de su cara de póker. Era algo que había tenido
que perfeccionar a lo largo de su vida. Desde muy pequeña, aprendió
a mantener el rostro inexpresivo en lugar de poner los ojos en blanco
ante su madre. Esa habilidad le resultaba muy útil para tratar con
profesores condescendientes, colegas arrogantes y un sinfín de
personas que dudaban de ella, la ignoraban o la subestimaban.
También la utilizaba para dar malas noticias a los pacientes o a sus
familiares.
Pero cuando Cassie asomó la cabeza por la esquina, Erin esbozó
una sonrisa. Cassie entró a la habitación de puntillas, como a
hurtadillas, incluso con sus pesados pasos al subir desde el sótano.
Era tan linda.
—¿Qué estás haciendo aquí arriba? —Erin le preguntó—. La fiesta
es abajo.
Cassie se sentó tan cerca de Erin en el sofá que sus rodillas
chocaron.
—Sí, pero escuché que la chica más linda de la ciudad estaba aquí.
Era una frase ridícula, obviamente de borracha, pero el pecho de
Erin se hinchó de calor de todos modos. Su risa era más una risita
tonta que otra cosa.
—¿Qué tan borracha estás?
—No tan borracha como muchos de esos idiotas —respondió 182
Cassie, quitándole la copa de champán de la mano a Erin y dejándola
sobre la mesa.
Erin la miró con sorna.
—Amo a esos idiotas, Cassie.
—Sí, son geniales, no me malinterpretes —dijo Cassie. Agitó los
brazos en un gesto que Erin no tenía ni idea de cómo interpretar—.
Pero Haylee y Scout llevan besándose como una hora, ¿y todo el
mundo se limita a dejar que se metan la lengua en la garganta en un
rincón? — Sonrió con satisfacción—. Quiero decir, entiendo que
quieran hacer eso, sin importar quién esté cerca, pero espero ser un
poco más discreta al respecto.
Erin arqueó una ceja.
—¿En medio de la sala sería discreta?
—¿Quién dijo que estaba hablando de ti?
Erin podría haberla tomado más en serio si hubiera sido capaz de
decirlo con cara seria.
—Estás aquí, ¿no? —dijo Erin.
—Solo… —Cassie finalmente pareció perder algo de esa confianza
con la que siempre andaba por ahí. Raspó un pie contra la alfombra—
. Quiero decir, es Año Nuevo —dijo finalmente. Estaba mirando al
suelo cuando añadió—: Se supone que debes besar a alguien a
medianoche.
—Dios, eres tan linda.
Erin la besó. No pensó en que Cassie era amiga de su hija; no pensó
en que cualquiera podía subir en cualquier momento; simplemente la
besó. Fue suave y dulce, y no fue en absoluto una mala manera de dar
la bienvenida al nuevo año.
Cuando se apartó, antes de lo que le hubiera gustado, y antes de lo
que a Cassie también le hubiera gustado, si la forma en que perseguía
los labios de Erin era un indicio, Erin le preguntó:
—¿Cómo te escapaste de la fiesta?
183
Cassie parpadeó como si tuviera que reiniciar su cerebro después
del beso, y Erin trató de no sentirse engreída.
—Voy a llamar por FaceTime con Acacia desde el futuro, y hay
demasiado ruido allá abajo.
Se humedeció los labios con la lengua, y Erin no pudo apartar la
mirada. Intentó controlar su pulso. No podía perderse en una sesión
de besos con Cassie con diez adolescentes en su sótano. No lo haría
con nadie y, ciertamente, no podía hacerlo con alguien más cercano
en edad a los adolescentes que a ella.
—Llámala, entonces.
Seguían apoyadas la una en la otra. Cassie levantó la barbilla,
tratando de conectar sus bocas de nuevo, pero Erin la empujó hacia
atrás en el sofá. Por un milisegundo, se imaginó que seguía el
empujón con su cuerpo y se subía al regazo de Cassie, en medio de la
sala de estar.
—Llama a Acacia —dijo en su lugar, y se apartó.
Cassie tragó con dificultad. Tardó un segundo en sacar el teléfono
del bolsillo. Erin apartó la mirada, como si eso le ofreciera algún tipo
de intimidad.
—¡Hola desde el futuro! —gritó cuando Acacia contestó.
—¿Y qué tal? —preguntó Acacia—. ¿Estás viviendo bajo el agua?
—¡No, en el espacio exterior! Siempre dices que voy a ser
astronauta, ¡pero ahora todo el mundo lo es!
La risa de Acacia fue brillante, incluso por teléfono.
—Oye, ¿dónde estás? ¿Dónde está Parker? ¿Dónde es la fiesta?
—Parker está abajo con la fiesta —dijo Cassie—. Subí para desearle
feliz Año Nuevo a Erin y para llamarte.
—Cassie.
Había una advertencia en la voz de Acacia que hizo que Erin mirara
a la cara de Cassie, y fue como si supiera lo que estaba a punto de
ocurrir antes de que ocurriera: terror frenético e inútil.
184
—Por favor, dime que no has hecho una estupidez como subir a
intentar besarla —dijo Acacia.
Cassie se quedó rígida, completamente congelada. A Erin se le
hundió una piedra en la boca del estómago, pero esbozó una gran
sonrisa mientras se inclinaba hacia el teléfono y saludaba a Acacia.
—¡Hola, Acacia! ¡Feliz Año Nuevo! —Se apartó.
La expresión de la cara de Acacia podría haber sido divertida si
Erin no estuviera sintiendo algo parecido.
—Feliz Año Nuevo —dijo Acacia sin comprender.
—Sí, Kaysh, debería volver a la fiesta —dijo Cassie. Erin podía
sentir sus ojos clavados en ella—. Hablamos más tarde.
—Adiós.
Colgaron. Cassie se volvió hacia Erin, pero esta se negó a mirarla.
Cassie respiró hondo.
—Mira, ella ni siquiera sabe…
—No pasa nada —dijo Erin.
Ahora era ella la que estaba congelada, con la mandíbula tan
apretada que le crujían los dientes. ¿Cómo había podido ser tan
estúpida?
—Lo siento —dijo Cassie—. Solo sabe lo de aquella noche en el bar.
Se lo conté hace mucho tiempo, porque no podía dejar de pensar en
ti y tenía que decírselo a alguien. No sabía… no sabía que iba a venir
aquí. No sabía que iba a volver a ocurrir.
Si las cosas fueran normales, a Erin le gustaría oír que Cassie
pensaba tanto en ella que tenía que decírselo a alguien. Pero aquí
nada había sido normal. Nada había estado bien. Erin había estado
fingiendo porque quería justificarse a sí misma, pero mira adónde la
había llevado: a acostarse con una de las mejores amigas de su hija
mientras la otra sabía lo que estaba pasando. ¿En qué carajos había
estado pensando? 185
—No pasa nada —repitió.
—Erin, hablo en serio, ¿podrías mirarme? —Cassie sonaba
aterrorizada, y esa fue la única razón por la que Erin finalmente la
miró—. Acacia es mi mejor amiga. Ella no va a…
—No pasa nada, Cassie —dijo una vez más.
Acacia era la mejor amiga de Cassie. Acacia era la mejor amiga de
Parker. Cassie era la mejor amiga de Parker. Erin era la peor madre
del mundo.
—Vuelve a la fiesta antes de que te echen de menos. Feliz Año
Nuevo.
—Erin…
—Vuelve a la fiesta, Cassie.
Cassie se fue.
Erin no terminó su copa de champán. En su lugar, la vertió en el
fregadero de la cocina y cerró la botella con un corcho hermético
reutilizable.
Acacia lo sabía: la compañera de cuarto de Parker.
La compañera de Parker sabía que Erin y Cassie estaban… lo que
sea que estuvieran haciendo. Erin apenas conocía a Cassie. Debería
haber sabido que no debía confiar en ella. Esto no iba a resolverse solo
porque Erin lo quisiera.
El mundo seguía recordándole que era una mala idea. Debería
escuchar. Debería ser mejor persona. No tenía excusa para esto.
«No necesitas una excusa para sentirte bien». La voz de Rachel en
su cabeza nunca era una buena señal. Ahora Erin también tenía la de
Cassie, porque «a la mierda los debería», ¿no? Cassie solo estaría aquí
una semana más. Las vacaciones eran época de excesos.
Además, Erin había intentado ser mejor, y no había funcionado. No
parecía capaz de ser amable con Cassie sin coquetear, pero tampoco
podía distanciarse de ella sin ser cruel. Esta era la situación que mejor 186
funcionaba para todas: Cassie era feliz, Erin era feliz y Parker era feliz.
No decirle algo a tu hija no era mentir. Fue como cuando una Parker
de dos le había preguntado de qué se trataba Breaking Bad: Erin había
dicho que de un profesor de química y su familia, y eso no había sido
una mentira. Lo que no sabía no le haría daño.
Solo sería una semana más.
Capítulo 13
Cassie
Cassie no se despertó con resaca porque había dejado de beber a
medianoche, pero seguía sintiendo náuseas. Dio un trago al vaso de
agua que tenía junto a la cama. Acacia le había enviado siete mensajes
más. Un ¡Feliz Año Nuevo del pasado! Y seis variaciones más de
«¡maldición!», «lo siento mucho». Cassie ya le había dicho que no
pasaba nada.
No estaba bien, pero no era culpa de Acacia. Algo así tenía que
pasar cuando te cogías a la madre de tu mejor amiga.
Quería volver a disculparse con Erin. Se cepilló los dientes y bajó 187
las escaleras.
Había silencio. No había nadie más despierto: Parker compartía la
cama con Lila, y los demás estaban desmayados en el sótano. Erin le
tenía preparada una taza de café. Cassie le dio las gracias entre
dientes y bebió un sorbo. Estaba demasiado azucarado. Erin se quedó
a unos metros. Ninguna miraba a la otra.
Antes de que Cassie decidiera si quería quedarse en silencio o
abordar el tema, Erin dijo:
—No quiero hablar de eso, Cassie. Lo entiendo, pero no quiero
hablar de eso, ¿de acuerdo? Bueno, ¿vas a darme un beso de buenos
días o no?
Cassie tragó saliva. Su cuerpo se inclinó hacia Erin antes de que
hubiera decidido conscientemente qué hacer. Esto parecía una tregua.
Sería una estúpida si no lo aprovechaba.
La besó con cuidado. Nunca había intentado poner tanto
sentimiento en un beso, para decir «lo siento» y «no pasa nada» y
«¿cómo esperabas que hiciera esto sin hablarle a alguien de ti?».
Acunó la cara de Erin, y esta chocó sus narices.
Demasiado pronto, escucharon pasos subiendo las escaleras desde
el sótano. Cassie y Erin se separaron y Cassie se obligó a apartar la
mirada.
—Buenos días, Dra. Bennett. Buenos días, Cassie —dijo Caleb al
entrar en la cocina.
—En serio, Caleb, ¿cuándo vas a empezar a llamarme Erin?
Cassie sonrió ante la tierna frustración en la voz de Erin.
Todos salieron de la casa bastante rápido. Cassie y Parker todavía
estaban en pijama, preparándose para ver el Desfile de las Rosas,
cuando Erin entró en la sala.
—Tengo que ir al hospital —anunció.
La cabeza de Parker se giró en su dirección. 188
—¿Qué?
—Te dije que tenía turno, ¿no? —preguntó Erin, sentándose para
deslizar sus pies en sus tenis—. Me necesitan.
—Es Año Nuevo —dijo Parker—. Siempre comemos chile y
repollo, y vemos el desfile y el fútbol.
—Lo siento, cariño —dijo Erin—. Pero el chile ya está hirviendo a
fuego lento en la estufa, revuélvelo de vez en cuando, ¿de acuerdo?
Puedes comerlo cuando quieras. Estoy segura de que Cassie verá el
desfile y el fútbol contigo.
Dejó caer un beso en la cabeza de Parker.
—Te amo, cariño —dijo. Luego, asintió en dirección a Cassie—.
Cassie.
En cuanto Erin se fue, Parker resopló.
—Esto es una mierda. También estuvo de turno el año pasado.
Debe de haberse ofrecido de voluntaria.
Cassie no respondió. Parker la miró en busca de confirmación.
—¿No crees que es una mierda?
Cassie se encogió de hombros.
—Estuvo aquí en Nochebuena y Navidad. Eso es probablemente
más importante que ver el fútbol el día de Año Nuevo.
Parker suspiró.
—Es una estupidez —dijo—. Solíamos pasarlo muy bien, y ahora
es como si ella lo evitara.
Esto se estaba adentrando más en el pasado de Erin con Adam de
lo que Cassie deseaba. Pero no era una mala amiga, así que no iba a
dejar a Parker en la nada.
—¿Solías pasarlo bien tú, tu mamá y tu papá?
Parker jugó con el flequillo en el borde de su colcha. 189
—Sí, supongo.
—Mira —dijo Cassie—, creo que tus padres han tenido el mejor
divorcio de todos los tiempos, para ser sincera. Tu padre trae jamón
a Nochebuena a casa de tu madre. Está claro que los dos te quieren y
se llevan bastante bien. No estoy diciendo que tu madre evite el día
de Año Nuevo contigo, porque eso no lo sé. Solo digo que quizá
deberías ser un poco más tolerante con ella en lo que respecta a las
tradiciones familiares.
Parker terminó de trenzar una parte del flequillo y miró a Cassie
con los ojos entrecerrados.
—Eso parece razonable. —Sonaba como una acusación.
—Además, no puedes decir que me invitaste para que haga de
amortiguador porque no se llevan bien y, al mismo tiempo, quejarte
de que ella no pasa tiempo contigo.
—Sí, está bien, vale —dijo Parker, antes de agregar—: En realidad
has sido un buen amortiguador, ¿sabes? Como cuando conseguiste
que se calmara antes de la fiesta en lugar de limpiarlo todo
obsesivamente. Así que… Gracias.
—Sí —se burló Cassie falsamente—. Soy increíble. Gracias al fin
por darte cuenta.
Parker le arrojó una almohada.
Vieron el desfile y el fútbol, pero a Cassie nada de eso le llamaba
realmente la atención, así que se pasó el día durmiendo a ratos en el
sofá. Jugaba con su teléfono y señalaba todas las cosas inapropiadas
que decían los locutores. Vio su oportunidad y la tomó.
Iban por la segunda ronda de chili cuando Erin llegó a casa, todavía
con el uniforme de quirófano, pero con peor aspecto. Cassie le sirvió
un plato y le trajo un vaso de agua sin que se lo pidiera. Erin le sonrió
sin fuerzas. Parker se esforzó por ser amable, e hizo un recuento
bastante profundo del desfile que hizo reír a Erin.
Cassie apretó el tobillo contra el de Erin por debajo de la mesa. No 190
intentaba ser coqueta. Simplemente, seguía sin estar segura de qué
terreno pisaban. Erin empujó su tobillo contra el de Cassie. Tal vez la
perdonara por contárselo a Acacia.
A la mañana siguiente, Cassie se despertó con dolor de garganta.
Más que irritada, le escocía y le goteaba la nariz. Ahora entendía
perfectamente por qué Parker era tan quejumbrosa cuando estaba
enferma. No es que ella fuera a quejarse como Parker, obviamente,
porque era una persona buena y decente.
Se cepilló los dientes y bajó las escaleras. Erin tenía una taza de café
lista para ella.
—Gracias —graznó, y deseó poder darle un beso de buenos días
como siempre.
—Ay, cariño —dijo Erin de inmediato, dejando su taza—. ¿Estás
enferma?
—Estoy bien.
Erin llevó sus manos a la cara de Cassie, una en su mejilla y la otra
sobre su frente.
—Estás ardiendo.
—Tú también. —Cassie intentó bromear, pero se estremeció al
sentir cómo se le quebraba la garganta.
—¿Te preparo el sofá? —Erin preguntó.
Cassie quiso negarse. Sabía cuidarse sola. Solo necesitaba dormir
un poco, tal vez tomarse un ibuprofeno. Pero Erin no le había quitado
la mano de la frente y Cassie se apoyó en ella sin querer. Tal vez que
Erin la cuidara no fuera tan malo.
—Bueno.
Todo el asunto del sofá cama parecía mucho menos absurdo
cuando ella era la que se metía en él. Las sábanas eran frescas y suaves
contra su cálida piel. Erin le trajo jugo de naranja, Kleenex e
ibuprofeno.
—¿Quieres desayunar? 191
Cassie negó con la cabeza.
—Quiero dormir primero.
Erin le sonrió, y luego se fue.
Se despertó temblando, incluso bajo una manta que no había estado
sobre ella cuando se durmió. Oía a Parker y a Erin en la cocina. Si
fuera otra persona, las hubiere llamado, pues se sentía fría,
hambrienta y necesitada. Pero, en lugar de eso, bebió el zumo de
naranja a temperatura ambiente que aún tenía a su lado. Le dolió al
tragarlo.
Después de lo que parecieron horas, pero probablemente solo
fueron quince minutos, Erin vino a ver cómo estaba.
—Ah, estás despierta. ¿Cómo te sientes? — Erin apoyó el dorso de
la mano en la frente de Cassie—. Todavía estás caliente.
Cassie negó con la cabeza.
—Me estoy congelando.
Erin le consiguió otra manta. Parker entró cuando Erin la estaba
metiendo debajo de los pies de Cassie.
—Que te mejores —dijo Parker—. Me voy de aquí, lejos de tu
enfermedad.
—Fuiste tú quien me la contagió. —La voz de Cassie era más ronca
que otra cosa.
—Bueno, no voy a volver a infectarme.
—No te preocupes, Cassie —dijo Erin—. Estaré aquí si necesitas
algo.
—Tu mamá es mucho más amable que tú, ¿lo sabías? —Cassie le
preguntó a Parker.
—Es por eso por lo que ella es la doctora —dijo Parker—. Y también
terminará enferma en unos tres días.
Parker se marchó; Cassie no le preguntó a dónde iba porque hablar
le dolía casi tanto como tragar saliva. Erin le preparó avena y le trajo
192
más zumo de naranja.
—¿Quieres que te busque algo para ver? — Erin señaló el televisor.
Cassie negó con la cabeza.
—¿Quieres algo más para comer?
Volvió a negar con la cabeza.
Erin le sonrió. Podría haber sido por lástima, pero Erin era bonita
cuando sonreía, y Cassie estaba demasiado enferma para enfadarse
por nada.
—¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor? —preguntó Erin.
—Deberías tener una mascota: un perro o un gato grande o algo
así.
La sonrisa de Erin se suavizó.
—¿Por qué?
—Porque las mascotas pueden abrazarte cuando estás enferma sin
que ellos se contagien.
Era consciente de que sonaba patética, pero le dolía la garganta, y
quería acurrucarse y sentirse cuidada.
—¿Qué tal esto? —dijo Erin—. Me sentaré a los pies del sofá,
puedes poner tus pies en mi regazo mientras leo algunas cosas para
el trabajo.
Cassie trató de no parecer demasiado desesperada cuando asintió.
Se durmió con Erin frotándole distraídamente el arco de su pie
derecho.
Cassie no se despertó hasta casi la hora de la cena. Estaba sudando
la gota gorda y se quitó todas las mantas de encima.
—Buenos días —dijo Erin desde detrás del sofá. Cassie no sabía
cómo había salido de debajo de sus pies sin que Cassie se diera
cuenta.
—Tengo hambre. 193
Erin se rio.
—Probablemente, sea una buena señal.
Tenía la cena preparada. Era, literalmente, sopa de pollo casera, y
Cassie se sintió, por un momento, casi enamorada. No era su culpa:
hacía más de veinticuatro horas que no besaba a Erin y eso, sumado
a la fiebre, la tenía un poco delirante.
Parker estaba en casa para cenar, parloteando sobre su día, pero
Cassie no se enteró de nada. Inhaló la sopa, bebió cuatro vasos de
agua y se dispuso a acostarse de nuevo.
—¿Cassie?
—¿Mmm?
Cassie no estaba completamente despierta cuando la cama se
hundió. Abrió los ojos para encontrar a Erin a su lado, sonriendo
suavemente. Cassie trató de parpadear para alejar el sueño borroso.
El cielo fuera de su ventana era rosa, el sol apenas comenzaba a salir.
—Quería asegurarme de que te sintieras bien antes de empezar mi
turno —dijo Erin.
—Mmm. —Cassie asintió, y luego tragó. Aún le dolía la garganta,
pero estaba mucho mejor que ayer—. Estoy bien —dijo.
—Bien —dijo Erin, inclinándose para besarla.
—¡No! —Cassie se arrastró hacia la cabecera, de repente más
despierta—. Todavía podría contagiarte o algo así. No quiero que te
enfermes.
Erin se rio entre dientes.
—Pero no podemos permitir que pases el día enojada con Parker
porque no recibiste tu beso de buenos días.
Cassie la miró con los ojos entrecerrados.
—Eso fue lo que pasó la última vez que me fui a trabajar sin darte
un beso de buenos días —dijo Erin—. ¿O me equivoco?
No se equivocaba, pero Cassie se negaba a reconocerlo.
—No tengo la culpa si te enfermas.
194
—Trato hecho —dijo Erin.
La besó. La besó larga y profundamente, y con suficiente lengua
como para que, si Cassie era un poco contagiosa, Erin pudiera
contagiarse. Cassie la siguió con la mirada perdida y volvió a
desplomarse sobre las almohadas, con el corazón más acelerado de lo
que le hubiera gustado admitir. Jugueteó con su collar de cohetes y
volvió a dormirse con una sonrisa en la cara.
A la mañana siguiente, en la oscuridad, Cassie se golpeó el dedo
del pie con la maleta. ¿Por qué demonios su vuelo tenía que ser tan
temprano? Al menos Erin le había preparado un bollo y una taza de
café en la cocina. Cassie la besó con fuerza, después de que ella
bebiera un buen trago de café.
Parker bajó las escaleras a trompicones mientras Erin metía la
maleta de Cassie en el auto. Se frotó los ojos y agarro su abrigo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Cassie.
—Voy a ir contigo al aeropuerto —dijo Parker.
Cassie se rio.
—No, gracias, nena. Parece que te quieres morir estando despierta
tan temprano. Vuelve a dormir.
Parker la miró con incredulidad, algo de alegría también, pero no
hasta estar segura de que aquello iba en serio.
—¿Lo dices en serio?
—Te veré en menos de una semana —dijo Cassie—. Creo que viviré
si no me llevas al aeropuerto.
Parker lanzó sus brazos alrededor de Cassie.
—Eres mi mejor amiga.
—Se lo voy a decir a Acacia —se rio Cassie.
—Ni siquiera me importa —dijo Parker—. Ella lo entenderá
cuando le explique esto tan glorioso que estás haciendo por mí.
—Vete a la cama, idiota. 195
Cassie golpeó a Parker en el trasero mientras se giraba para subir
las escaleras.
—Espera —dijo Parker—. No te importa, mamá, ¿verdad?
—Por supuesto que no —dijo Erin.
Cassie reprimió una sonrisa.
—Duerme bien, princesa.
Desapareció escaleras arriba, y Erin se volvió hacia Cassie con una
sonrisa.
—¿Lista para salir?
Solo tardaron unos veinte minutos en llegar al aeropuerto y Cassie
no quería dormirse, pero Erin apoyó la palma de la mano sobre el
muslo de Cassie, y a esta se le pusieron los ojos pesados, y lo siguiente
que supo fue que Erin la estaba despertando a sacudidas.
—Erin —dijo Cassie cuando se dio cuenta de que estaban en un
estacionamiento—, podrías haberme dejado en la acera.
—Demasiado tarde.
Erin sonrió y Cassie puso los ojos en blanco.
—Eres demasiado.
—Escuché que es un cumplido —dijo Erin.
Cassie dio un trago a su taza de viaje en lugar de contestar.
Erin le llevó la maleta y Cassie volvió a poner los ojos en blanco,
pero lo agradeció. Su cuerpo no se había adaptado al clima de New
Hampshire y ninguna parte de ella quería estar despierta y, mucho
menos, moverse. Erin permaneció a su lado durante todo el proceso
de facturación, y Cassie volvió a comprobar su tiquete en el teléfono.
Le pasó a Erin su taza de viaje vacía.
—No quiero robártela —dijo—. Pero podría necesitar más cafeína.
¿Puedo invitarte a un café?
—Tendrías que bebértelo antes de pasar por seguridad. ¿Tienes
196
tiempo suficiente?
—No hay cola, Erin. No pasa nada. ¿Si te parece bien pagar el
estacionamiento? Decía que solo era gratis la primera media hora.
Erin arqueó una ceja y repitió las palabras de Cassie:
—Son como cuatro dólares, Cassie. No pasa nada.
Había un Starbucks cerca de la zona de recogida de equipajes.
Cassie compró un café con leche de vainilla para Erin y un caramel
macchiato para ella. Sus dedos se tocaron cuando Cassie le entregó el
vaso. Erin le sonrió y Cassie apartó la mirada, con las mejillas
calientes. Era demasiado pronto.
Se sentaron en un banco junto a la ventana, con el equipaje de mano
de Cassie a su lado. Ninguna de las dos dijo nada. ¿Qué se suponía
que tenías que decirle a la madre de tu amiga al final de tu… aventura
o como carajo se llamara aquello? Cassie se arrellanó en el asiento y
estiró las piernas. Si su tobillo se apoyaba en el de Erin, que así fuera.
Erin arrugó las comisuras de los ojos y estaba segura de que ocultaba
una sonrisa tras su taza de café. La cara de Cassie se sonrojó aún más.
Al final, no hubo más remedio que pasar el control de seguridad.
Erin la acompañó escaleras arriba. Era demasiado pronto para que
la cola fuera corta, así que Cassie y Erin se pusieron a un lado. Cassie
se metió las manos en los bolsillos del abrigo. Erin se rascó la nuca.
—Fue divertido —dijo Cassie. Se movía sobre sus pies.
—No lo hagas incómodo, Cassie —dijo Erin.
—¡No lo hago! —Cassie protestó, sabiendo que así era—. Fue
divertido, de verdad.
—Lo fue.
—Sí, me alegro mucho de que hayas dejado de negar mi atractivo.
—Cassie sonrió.
Erin empujó su hombro.
—Eres una idiota. 197
—Eso me han dicho.
Hubo un momento en que se quedaron sonriéndose y, de repente,
Cassie no estaba segura de quién se había movido primero, pero se
estaban besando.
Cassie era ligeramente consciente de que estaban en público, pero
no le importaba que se estuvieran besando con demasiada fuerza
para ser algo familiar. No había casi nadie en el aeropuerto. Así que
estaban dando a los chicos de la TSA un poco de emoción, ¿a quién le
importaba?
Se tambaleó cuando se apartaron, y Erin mantuvo las manos en las
caderas de Cassie hasta que se estabilizó. Erin sonrió como si supiera
el efecto que causaba. Cassie volvió a besarla, rápido, para borrársela
de la cara.
—Gracias por traerme al aeropuerto —dijo, levantando su equipaje
de mano de forma más segura sobre su hombro.
—Que tengas un buen semestre —dijo Erin.
Cassie no miró atrás hasta pasar el control de seguridad. Erin
estaba en el mismo lugar donde la había dejado. La saludó con la
mano y Cassie tragó saliva antes de asentir brevemente y darse la
vuelta para marcharse.
Cassie estaba cenando esa noche, instalada y cómoda en su
apartamento, cuando recibió un mensaje de texto.
Erin [7:23 p. m.]
Me contagiaste.

Cassie [7:24 p. m.]


¡Te dije que no me besaras! ¡No es mi culpa!

Cassie [7:24 p. m.]


Espero que te sientas mejor. Al menos es como un bicho de 24 horas.

Erin [7:25 p. m.]


Valió la pena ;)
198
Capítulo 14
Erin
Incluso después de cinco años enteros hablando con Carolyn, Erin
seguía sintiendo que debía preguntarle más a su terapeuta sobre su
propia vida, como si no debiera pasarse toda la hora hablando de sí
misma, que era, literalmente, para lo que le estaba pagando. Siempre
superaba el impulso una vez que se ponía en marcha, pero tropezó
durante los primeros minutos de conversación.
—¿Tuviste unas buenas vacaciones? —Erin preguntó.
—Sí, gracias —dijo Carolyn—. ¿Y tú?
Erin asintió.
199
—Fue agradable.
—Parker estaba en casa, ¿verdad? ¿Todavía lo está?
—Sí —dijo Erin—. Se quedará otra semana.
—¿Cómo va eso?
—Genial. —Fue una respuesta instintiva: «No admitas debilidad»,
«no dejes que nadie sepa que no eres perfecta». Erin tomó aire y
volvió a intentarlo—: Bastante bien, en su mayoría. Trajo a una amiga
a casa las dos primeras semanas, cosa que me preocupaba, pero creo
que ayudó.
—¿Por qué te preocupaba?
Erin nunca había mentido intencionalmente a su terapeuta. Parecía
que eso anulaba el objetivo de la terapia.
Pero iba a mentir sobre esto.
—Creo que temía que Parker usara a su amiga como excusa para
no relacionarse conmigo. Lo cual sé que no tiene sentido, estamos
bien. Mejor de lo que hemos estado en mucho tiempo. Ya hemos
superado que no interactúe conmigo, o eso espero.
Carolyn reafirmó a Erin, le hizo más preguntas, y la dejó hablar.
Fue una sesión de terapia típica, excepto por la forma en que Erin
evitó de lo que más necesitaba hablar.
No, eso no estaba bien. No necesitaba hablar con su terapeuta sobre
Cassie. Estaba bien. Ya pasó. Fue divertido. Había terminado.
Hacia el final de la sesión, Carolyn le preguntó si podía hacerle una
sugerencia. Erin se preparó. Las sugerencias de Carolyn tendían a,
como diría Rachel, arrastrarla a la inmundicia.
—Tal vez es hora de tener esa conversación con Parker.
—¿Qué?
—Sobre el divorcio. Sobre los porqués. Sobre lo que quieres para
ella.
200
Era una conversación que Erin había estado deseando tener. O eso
tampoco era exactamente cierto. No quería tener esa conversación,
pero quería que Parker lo supiera.
Parker no la había perdonado por el divorcio. Habían seguido
adelante, pero eso no significaba que Erin estuviera perdonada.
Quería que Parker lo entendiera. ¿El divorcio? Fue por Erin, sí, pero
también por Parker. Erin aprendió a ponerse en primer lugar porque
quería ser un ejemplo para su hija.
—¿No puedo escribirle una carta o algo así?
—A veces tenemos que hacer cosas que nos incomodan por la gente
que queremos.
Erin lo sabía, obviamente. Y debía tener la conversación con Parker
en algún momento. Lo había intentado una vez, durante el divorcio,
pero en ese momento, Parker y ella estaban muy cargadas. Erin no
había podido hablar de ello sin culpar a Adam y, para ser justos, gran
parte de la culpa era suya. Pero era un buen padre y Parker lo amaba,
ella aún no se había dado cuenta de que él no era perfecto. Sin
embargo, hacía tiempo que se había dado cuenta de eso con respecto
a Erin.
Con cierta distancia desde el divorcio, Erin se negaba a ser ella
quien demostrara a Parker que su padre no era perfecto. La
conversación tenía que ser sobre ella, no sobre el divorcio.
Erin lo intentó al llegar a casa. Parker le preguntó cómo iba la
terapia, y Erin no se limitó a decir que bien y seguir adelante. Intentó
ser más sincera.
—Bien —dijo, inclinando la cabeza de un lado a otro mientras
intentaba encontrar palabras para la sesión—. A veces siento que lo
estoy haciendo mal.
La madre de Erin se habría muerto ante la idea de ir a terapia, y se
revolcaría en su tumba sabiendo que Erin realmente hablaba de ello
con su hija.
—A veces es así —dijo Parker—. ¿Te conté que ahora voy al centro
de estudiantes? 201
—¿En serio?
—Sí. Sasha me había ofrecido hacer visitas virtuales cuando fuera
a la universidad, pero me gusta más en persona.
Parker había estado en terapia desde el divorcio, porque Erin había
querido que tuviera a alguien objetivo con quien hablar. Alguien que
no estuviera del lado de Erin ni de Adam, sino del de Parker.
—¿Cómo va?
—Bien —Parker imitó su respuesta anterior—. Es raro tener que
poner al día a mi nuevo terapeuta sobre todos mis traumas infantiles.
—Ay, sí, eso suena horrible. ¿Cómo has tenido tiempo de ponerla
al corriente de todas las formas en que tu madre es una desgraciada?
Parker soltó una risita. Erin decidió dejar el tema hasta ahí.
Podían ser más sinceras, más vulnerables, sin tener que desnudarse
del todo. Pasitos de bebé.
Al final, tendrían la conversación.
***
A finales de enero, Rachel llevó a Erin a comer y a hacerse la
pedicura por su cumpleaños, como hacía desde hacía años. Erin
siempre elegía algún sitio elegante, tanto por el hecho de que Rachel
pagaba como porque, ahora que estaba soltera, no tenía la
oportunidad de ir a restaurantes bonitos.
En su cabeza, prácticamente podía oír la voz de Carolyn
preguntándole por qué no se creía digna de buenos restaurantes por
sí sola.
Entre el aperitivo y el plato principal, Rachel hizo la pregunta que
hacía todos los cumpleaños:
—¿Qué has aprendido de ti misma en el último año?
En todos los cumpleaños Erin no estaba preparada. Normalmente,
se olvidaba de la pregunta, pero este año la había pensado con
antelación. Y todavía no estaba segura.
202
—Todavía estoy aprendiendo, creo, pero… —Se sentía ridículo
decirlo, pero era todo lo que se le había ocurrido—. A la mierda los
debería. No importa lo que me han entrenado para pensar que
debería hacer. ¿Qué es lo que quiero? ¿Qué me hace sentir bien? ¿Qué
fortalecerá mis relaciones? Esas son las preguntas que importan. No
qué debo hacer.
—Demonios, me encanta esto.
—Deberías haberme visto el día antes de la fiesta de Navidad.
Estaba enloqueciendo…
—Como siempre.
—Así es. Pero una vez que Cassie me hizo entrar en razón, juro que
Parker no me reconoció cuando llegó a casa y no estaba limpiando
frenéticamente.
—¿Cassie?
Erin se metió otro trozo de calamar en la boca.
—¿Mmm?
—La amiga de Parker, ¿verdad?
—Sí. —Asintió, luego respiró por la nariz—. Así es.
—¿Así que necesitabas que una chica universitaria te hiciera entrar
en razón? —preguntó Rachel. Reducir a Cassie a «una chica
universitaria» erizó a Erin. Antes de que pudiera averiguar si era
posible decir algo al respecto sin ser obvia, Rachel continuó—: No, sí,
eso tiene sentido. Eres un desastre antes de esa fiesta.
Erin puso los ojos en blanco.
—Te pago la comida y la pedicura, cretina.
Mejor no abordar el comentario de la universitaria. Además, era
acertado, aunque pareciera despectivo.
—Bueno, estuve mejor este año —dijo Erin en su lugar—. Y me hizo
pensar en lo mucho que me he preocupado por las expectativas de la
gente. Estoy lista para terminar con eso.
—He estado tratando de convencerte de que termines con eso
203
desde que te conozco.
—Lo sé, lo sé, siempre has sido mucho más inteligente que yo.
—Es bueno que lo reconozcas.
Rachel no bromeaba, no sobre el tiempo que llevaba intentando
convencer a Erin de que dejara de importarle lo que pensara la gente.
Erin no podía nombrar ni una sola vez en la que Rachel se hubiera
doblegado a las expectativas externas. Había sido orgullosamente
pansexual desde antes de que Erin supiera lo que eso significaba,
antes de que la mayoría de la gente lo supiera; de nuevo, tal vez
siguiera siendo así, pensando en la sociedad en general. Parecía vivir
siempre como ella misma. No escondía las cosas, no las enterraba
como Erin había hecho durante tanto tiempo.
Si a Erin no le preocupaba lo que pensaran los demás, ¿por qué
seguía sin contarle a Rachel, o a Carolyn, lo de Cassie?
Bueno, como Carolyn siempre decía: la recuperación era un viaje,
no un destino. Y lo de Cassie había terminado. No había razón para
hablar de ello.
El almuerzo de cumpleaños estaba bien, pero la pedicura de
cumpleaños estaba mejor.
Erin eligió un esmalte rosa fuerte, demasiado brillante para enero,
pero no era como si alguien fuera a verle los dedos de los pies. Era un
color veraniego. Estaba totalmente preparada para el verano. La
última semana de enero en New Hampshire parecía un año entero
lejos del verano, pero necesitaba que le recordaran que el mundo no
sería siempre gris y blanco como la aguanieve.
El esmalte se llamaba Hotter Than You. Le hizo pensar en Cassie:
la confianza del nombre, las mechas desteñidas de su pelo, su lengua
diabólica humedeciéndole los labios, la carne entre sus muslos. No
era en lo que tenía que estar pensando ahora, por mucho que a Rachel
le encantara oírlo. Que Erin conociera todos los detalles de la vida
sexual de Rachel no significaba que fuera a compartir los suyos.
Rachel eligió un morado oscuro, pero brillante, y se sentaron en los
204
sillones contiguos del spa. Erin metió los pies en el agua. Tenía la
temperatura perfecta, casi hirviendo al principio, pero la adecuada
una vez que su cuerpo se adaptó. El agua burbujeaba alrededor de
sus doloridos pies.
Se reclinó en la silla y activó un programa de masaje. ¿Por qué los
sillones de pedicura siempre tenían programas de masaje que
parecían a medias un masaje y a medias un castigo? Se clavó justo
debajo de la escápula de Erin y ella jadeó.
—¿Te he dicho últimamente que te quiero? —le preguntó a Rachel.
—Nunca con la suficiente frecuencia —dijo Rachel—. Pero estoy
bastante segura de que eres tú la que se lleva el mérito de haber
inventado las pedicuras de cumpleaños.
Erin se relajó aún más contra la silla.
—Vaya, soy brillante.
Rachel soltó una risita, pero no contestó. Habían conversado
durante la comida… bueno, en realidad no mucho. No lo habían
hecho en veinte años de amistad. Más bien sabían estar en silencio
juntas. La compañía mutua era suficiente sin necesidad de hablar.
Erin no abrió los ojos hasta que el chico que le iba a pintar las uñas se
sentó en un taburete rodante cerca de sus pies, y le pidió que sacara
uno del agua. Una vez que le hubo saludado adecuadamente y le
confirmó que quería que le cortara las uñas, volvió a cerrar los ojos.
Sonaba música tranquila en todo el salón y Erin no pensó en nada,
excepto en intentar no hacer ningún ruido inapropiado mientras el
sillón de masaje se clavaba en sus músculos.
El manicurista le estaba exfoliando las pantorrillas, lo que le sentó
aún mejor que la silla, cuando su teléfono zumbó a su lado.
Cassie [Hoy 1:37 p. m.]
Escuché que es tu cumpleaños.

Erin esbozó una sonrisa. Bajó la barbilla hasta el pecho y sus


pulgares volaron sobre el teléfono.
205
Erin [1:37 p. m.]
Puede ser…

Una elipsis, como si estuviera tratando de ser linda o tímida o algo


así. Como si pudiera ser tímida después de haber contestado en el
mismo minuto.
—¿A quién le estás mandando un mensaje?
Erin dejó caer el teléfono. Consiguió darle una patada, con la
espinilla, no con el pie, y en vez de aterrizar en la bañera, cayó al
suelo, perseguido por una ola de agua. El manicurista suspiró.
—¡Perdón! —Erin hizo una mueca—. Lo siento.
Él le entregó el teléfono antes de alcanzar una toalla.
—Me gustaría modificar mi pregunta —dijo Rachel—. ¿A quién
carajos le estás mandando un mensaje?
La cara de Erin probablemente era del color del esmalte de uñas
que había elegido.
—Mi peluquera me mandó un mensaje para desearme feliz
cumpleaños.
—Lo siento, ¿quieres cogerte a tu peluquera?
Erin miró al manicurista, que enarcaba las cejas mientras terminaba
de limpiar el agua que había salpicado por todas partes.
—Sabes que aquí las mujeres hablan de cosas peores —dijo Rachel,
agitando la mano como si no importara quién la escuchara hablar
sobre la vida sexual de Erin—. A ver, desembucha.
—No hay nada que desembuchar —dijo Erin—. Y preferiría que no
empezaras rumores sobre mí y Abbey en el salón de manicura.
—Somos excelentes guardianes de secretos, gracias —dijo la mujer
que trabajaba en las uñas de Rachel—. No chismeamos.
Erin se preguntó qué pensarían si le hubiera dicho a Rachel la
verdad. 206
—Estoy segura de que estamos lejos de ser las únicas personas que
lo merecerían —dijo—. De todos modos, no quiero cogerme a mi
peluquera. Fue grosera acerca de cubrir las canas a medida que
envejezco.
—Eso sigue sin explicar por qué parecías una colegiala sonrojada.
Rachel nunca había dejado nada en paz en toda su vida.
—No sé qué decirte, Rach. Quiero decir, respondí, «jódete», pero
no lo dije literalmente.
¿Cuándo se le había dado tan bien a Erin inventarse una coartada?
Su teléfono zumbó en su mano con otro mensaje. Siguió mirando a
Rachel, que parecía estar analizando su cara en busca de signos de
engaño.
—Déjame ver tu teléfono.
—Ay, Dios mío. No. No te voy a seguir la corriente.
—No te creo.
—Eso suena como un problema personal.
—¡Deberías haber visto tu cara! —Rachel se cruzó de brazos y
entrecerró los ojos—. Si no estuviéramos recibiendo pedicuras en este
momento, te arrebataría ese teléfono.
Erin le creía. Rachel podía ser tenaz.
—Me alegro de que nos estén haciendo la pedicura entonces —dijo
Erin, negándose a participar—. Ahora voy a volver a disfrutar de la
mía. Sería genial si, por mi cumpleaños, pudieras dejar de ser molesta.
Metió el teléfono entre su muslo y el reposabrazos. Cerró los ojos y
se recostó en el sillón de masaje. Esperaba transmitir una relajación
total.
En realidad, su pulso se aceleró cuando su teléfono volvió a sonar.
Abrió un ojo. Rachel había vuelto a jugar a algo, casi con toda
seguridad Rescate de mascotas, en su propio teléfono. Probablemente
era seguro.
207
Manteniendo la cara más seria posible, Erin abrió sus mensajes.
Cassie [1:38 p. m.]
Feliz cumpleaños. Espero que consigas todo lo que quieras.

¿Cómo supo Cassie que era su cumpleaños? Parker debe de


habérselo dicho, obviamente. Pero Erin no había estado pensando en
su hija.
Había estado pensando en Cassie incluso antes de que la otra mujer
le enviara el mensaje. Habían pasado tres semanas desde que la había
llevado al aeropuerto, pero seguía pensando en ella. Demasiado a
menudo. No podía ducharse sin ruborizarse. Bueno, sonrojarse y
desear que Cassie estuviera allí con ella.
No sabía qué responder. Quería coquetear. Quería decir que no
podía conseguir todo lo que quería, no con Cassie en Virginia. Era su
cumpleaños. Podía soñar despierta con cogerse a la amiga de su hija
si quería. Podía fingir que no lo hacía la mayoría de los días sin
excusa.
Todo lo que terminó enviando fue un mensaje de agradecimiento.
Luego borró los mensajes. No confiaba en que Rachel no intentara
arrancarle el teléfono de las manos en cuanto salieran del salón.

208
Capítulo 15
Cassie
Era la primera semana de febrero y Cassie estaba pensando en
hacer algo estúpido.
Erin y ella se habían enviado dos mensajes desde las vacaciones de
invierno: el mensaje inicial de Erin diciendo que estaba enferma y el
de Cassie deseándole feliz cumpleaños.
Y ahora Cassie estaba en Internet, mirando 1800flowers.com,
pensando en hacer algo estúpido.
Todo era increíblemente caro, y las rosas serían demasiado,
¿verdad? No debería hacerlo. Parker dijo que Erin trabajaba el día de 209
San Valentín. ¿Y si no quería flores en el trabajo? Era demasiado,
demasiado caro y estúpido.
Se debatió durante treinta minutos antes de enviar lirios: unas
blancas con rosa oscuro hacia el interior. En cuanto hizo el pedido,
quiso llamar a la empresa y cancelarlo, pero, en lugar de eso, cerró el
portátil.
—¿Por qué no vienes a nuestra noche de cine anti San Valentín? —
preguntó Parker.
Estaba acostada en el sofá de Cassie, mirando Facebook en su
ordenador. Cassie estaba mirando en la nevera, y decidiendo si tenía
hambre suficiente para prepararse algo o si debía esperar a que
abrieran la cafetería para cenar.
Aún con la cabeza metida en el refrigerador preguntó:
—¿Te refieres a tu cita verdadera del Día de San Valentín?
—No es una cita —suspiró Parker—. Su amiga Gwen estará allí.
Eso llamó la atención de Cassie.
—¿Tu chica es amiga de Gwen? ¿Gwen, la que parece que podría
matarte mientras lo disfrutas?
—No es mi chica —dijo Parker—. Y sí, la misma Gwen con la que
coqueteaste en una fiesta en la que estabas tan borracha que tuve que
ir a recogerte.
Cassie se negó a hablar sobre ese tema en particular.
—Tú y Sam se besaron en público hace meses, ¿cómo es que
todavía no es tu novia?
Parker tardó un minuto en responder.
—Sabes lo mal que me sentí después de Seth.
—¿Después de que Seth nos cogiera a las dos, y de que te rompieras
la mano al golpearlo cuando te diste cuenta? —Cassie dijo, reviviendo
la única parte buena de esa historia—. Claro, pero la mejor forma de
superar a alguien es meterse en los pantalones de otra persona.
—Mira quién habla —dijo Parker—. ¿Has tenido sexo desde Seth?
210
Cassie se sonrojó y no ocultó su sonrisa.
—Claro que sí, princesa. Que Gwen pueda resistirse a mis encantos
no significa que todo el mundo lo haga. —Era cierto, después de lo
de Seth había habido varios fines de semana seguidos de aventuras
de una noche. Se suponía que Erin iba a ser otra. Cassie se dirigió al
cuarto de baño, porque estar en la misma habitación que Parker
mientas pensaba en tirarse a su madre era demasiado—. Tengo que
orinar.
Las flores ya tenían que haber sido entregadas. Erin ya debería de
haberlas recibido. Se preguntó si le habrían gustado.
—Solo digo que deberías venir —dijo Parker, alzando la voz para
continuar con la conversación.
—Bueno, si no voy, tal vez puedas ser tú la que se venga.
Parker dejó escapar un sonido de exasperación.
—Qué pesada eres.
—Me amas —dijo Cassie.
Su teléfono zumbó en su mano. Hablando del rey de Roma.
Erin [Hoy 4:23 p. m.]
Nena, ¿me compraste flores?

Erin [4:23 p. m.]


Están preciosas.

El estómago de Cassie hizo un movimiento en picado que era


realmente tonto, pero no pudo evitar sonreír.
Cassie [4:24 p. m.]
¿Te gustan?

Tiró de la cadena y se lavó las manos, cantando en voz baja el


estribillo de Thruth Hurts para contar los veinte segundos requeridos.
Cuando volvió, Parker estaba de pie en medio de la sala, con cara de 211
sorpresa o algo así.
—¿Qué pasa? —preguntó Cassie.
—Me tengo que ir —dijo Parker.
—¿Pensé que íbamos a cenar?
—No puedo.
Miró al suelo. Cassie soltó una carcajada.
—Dios mío, ¿también vas a cenar con ella? Obviamente, es una cita,
Parker.
—Lo que tú digas, Cassie. Cállate —dijo Parker, y se fue.
Cassie se rio al ver la puerta cerrada. Parker estaba tan dominada
por alguien que ni siquiera era su novia todavía.
El teléfono de Cassie volvió a zumbar.
Erin [4:26 p. m.]
Me encantan.
Cassie tragó saliva y sonrió.

Cassie [4:27 p. m.]


¿Está bien que las haya mandado a tu trabajo?

Erin [4:28 p. m.]


Estuvo genial. Ahora todo el mundo está celoso de mi admirador secreto.

Erin [4:29 p. m.]


Alborotaste los chismes aquí. Todos están tratando de adivinar quién es. La
mayoría sugiere que es un interno de cardiología. Parece que siente algo por mí.

Cassie [4:30 p. m.]


¿Un interno? Parece que eres un éxito con todos los jóvenes.

Erin [4:30 p. m.]


No insultes a tus mayores ;)

Erin [4:31 p. m.] 212


Bueno, tengo que volver al trabajo. Solo quería darte las gracias.

Cassie [4:31 p. m.]


De nada.

El estómago de Cassie seguía haciendo de las suyas. Decidió que


debía de tener demasiada hambre como para esperar a la cafetería, y
se dispuso a preparar su propia cena.
Obviamente, no se pasó todo el tiempo mientras cocinaba
pensando en que Erin nunca la había llamado nena.
Evitar la cafetería fue probablemente una buena decisión. Nadie
quería estar en la cafetería de su universidad un viernes por la noche,
y menos cuando era San Valentín. Parecía patético. También le
parecía patético quedarse sola en su dormitorio, así que decidió
acompañar a Parker en su estúpida cita.
Cassie [6:07 p. m.]
Está bien, iré. ¿Dónde serán las películas?

Pasaron diez minutos sin que Parker le contestara, y la única razón


por la que Cassie no le envió otro mensaje diciéndole que dejara de
ponerle ojitos de luna a Sam y prestara atención a su teléfono fue
porque, lo más probable, era que Parker no le contestaría por
despecho. Cassie pensó en aventurarse de dormitorio en dormitorio,
pero había demasiados salones en los que podrían estar, además de
que el sol ya se había puesto. Cassie no tenía ningún interés en vagar
en la oscuridad y el frío. Finalmente, envió un mensaje a Acacia.
Cassie [6:42 p. m.]
Sé que probablemente estés con Donovan, pero ¿sabes dónde va a ir Parker a
ver las pelis? Me muero del aburrimiento.

Estuvo un rato jugando con el ordenador, esperando a que alguien


le contestara. No tenía el número de Sam, y tal vez se sentía
demasiado intimidada por Gwen, cuyo número conservaba de antes,
como para mandarle un mensaje. 213
Cassie [7:37 p. m.]
Ey, Parker. ¿Dónde estás?

La verdad es que le daba un poco de pena. Nunca le había gustado


San Valentín (si te pones romántica solo por ser un día festivo, no eres
romántica), pero era su primer San Valentín sola en años. Era extraño,
sobre todo sabiendo que Parker probablemente estaría acurrucada
con Sam viendo películas, y que Acacia probablemente ya habría
cenado y estaría «celebrándolo» con Donovan. Cassie se sentía sola,
eso era todo.
Encontró una estúpida, ñoña y romántica película en la televisión;
en realidad no estaba en el canal Hallmark, pero parecía que debería
estarlo. Intentó verla para distraerse, pero no funcionó muy bien.
Estaba aburrida y sola, y Erin ya había salido del trabajo, estaba
segura. Cassie podía mandarle un mensaje. Las flores habían sentado
bien, así que enviar un mensaje de texto no era una mala idea.
Accedió a la aplicación de mensajes del ordenador para no tener que
alternar entre el portátil y el teléfono.
Cassie [8:04 p. m.]
¿Cómo estuvo el resto de tu turno?

Erin [8:05 p. m.]


Bien. Salí lo bastante pronto como para perderme a los inevitables pacientes
que probaban alguna nueva postura sexual para San Valentín y fracasaron en el
intento.

Cassie [8:05 p. m.]


Ja, ja, ja, ¿eso es algo que realmente sucede?

Erin [8:06 p. m.]


Absolutamente.

Cassie estaba intentando redactar su siguiente mensaje cuando


Erin le envió un FaceTime. Se quedó mirando el ordenador un
segundo, silenció el televisor, se sentó erguida para no verse 214
horrorosa y contestó.
—Hola.
Erin le sonrió a través de la pantalla. El corazón de Cassie no se
aceleró en absoluto.
—Hola —dijo Erin—. Quería darte las gracias otra vez por las
flores, y también me di cuenta de que podía mostrártelas. Hacen
relucir la cocina, ¿no crees?
Invirtió la cámara para mostrar el ramo en la isla de la cocina. Se
veían más bonitas que la imagen en línea.
—Son hermosas—dijo Cassie. Erin volvió a girar la cámara hacia sí
misma y Cassie agregó—: Tú eres hermosa.
Erin se rio e, incluso a través de los diminutos parlantes de la
computadora de Cassie, fue un sonido maravilloso.
—No pretendo privarte de nada esta noche —dijo Erin.
—Por favor. Mis planes para esta noche son ver una película
horrible en la tele, y estoy más que contenta de que me distraigas. —
Erin se rio entre dientes y Cassie se mordió el labio en lugar de
sonreír—. ¿Qué estás haciendo?
—Preparando la cena para uno —respondió Erin.
Charlaron y charlaron, como si fuera normal, que se llamaran por
FaceTime. Erin apoyó el teléfono en el mostrador, y Cassie la observó
mientras entraba y salía de la pantalla, cortando verduras, cocinando
en los fogones y sirviéndose una copa de vino. Cassie le contaba cómo
le iban las clases y Erin le hablaba de su día de trabajo: algunas
menciones a pacientes, pero, sobre todo, historias de reacciones a las
flores.
—Todos están convencidos de que es Ian de cardiología —dijo
Erin.
—Creo que tendré que pagarle a Ian una visita.
—Lo vas a asustar. —Erin se rio. Se sirvió un plato y se dirigió a la
sala de estar—. Es muy callado y parece tener unos doce años. ¿Por 215
qué alguien pensaría que es tan valiente como para enviarme flores
de forma anónima? Increíble.
—Eh, no hacía falta tener tantas agallas —dijo Cassie.
Erin se quedó en silencio y luego dijo:
—¿Cuál era tu objetivo? Al enviármelas, quiero decir.
Su voz era seria, pero estaba sentada en el sofá, medio fuera del
encuadre; Cassie no podía leerle la cara.
—¿Mi objetivo? —dijo Cassie. Se encogió de hombros y decidió que
la honestidad era la mejor política—. Quería hacerte sonreír.
Erin se inclinó hacia su cámara, y definitivamente estaba
sonriendo.
—Funcionó.
Cassie se sonrojó un poco y apartó la mirada.
—Está bien —dijo Erin, alcanzando algo que Cassie no podía ver.
Resultó ser el control remoto de la televisión—. ¿Qué terrible película
vamos a ver?
—Ni siquiera sé cómo se llama. —Se rio Cassie. Estaba agradecida
por el cambio de tema—. Está en Oxygen.
—Ay, ya me encanta —dijo Erin—. ¿Qué ha pasado hasta ahora?
—La he tenido en silencio, Erin —dijo Cassie—. No sé. Parece ser
que esa rubia quiere acostarse con ese tipo, pero aún no lo sabe.
—¡Emocionante!
Cassie se echó a reír y le subió volumen al televisor.
Vieron la película juntas, a cientos de kilómetros de distancia. Erin
fingía estar fascinada y ofrecía ridículas teorías sobre lo que ocurriría
a continuación. Cassie pasó más tiempo mirando la cara de Erin en su
ordenador que la película en el televisor.
Era cómodo, y no debería haberlo sido. Pasar toda la tarde en una
llamada por FaceTime con la madre de su amiga debería haber sido 216
raro, ¿no? Pero era agradable, sobre todo porque todos los demás,
incluida dicha amiga, parecían haberla abandonado.
No se dio cuenta de que estaba cansada hasta que oyó a Erin decir
su nombre.
Cassie parpadeó al despertarse.
Erin le estaba sonriendo suavemente.
—Quizá deberías irte a la cama.
—No, estoy bien —dijo Cassie, incorporándose. No podía creer que
se hubiera quedado dormida—. De todas formas, tengo que ver cómo
acaba esto.
—Cassie —dijo Erin, todavía sonriendo—, la película ya terminó.
—¿Qué?
—Has estado durmiendo durante media hora.
—¿Qué? —dijo Cassie—. ¿Y me dejaste dormir?
—Parecías tranquila —dijo Erin encogiéndose de hombros—. Y tus
ronquidos eran silenciosos, así que no interrumpiste mi película.
—No ronco.
Erin se rio.
—Ya sea que lo hagas o no —dijo—, creo que estarás mucho más
cómoda si duermes en tu cama en lugar del sofá.
Cassie se frotó el sueño y el rubor de su rostro.
—Probablemente, tengas razón —dijo—. Gracias.
—Gracias —dijo Erin—, otra vez. Por las flores.
Cassie volvió a sonrojarse. Estaba cansada y, al parecer, no podía
controlar sus reacciones.
—Me alegro de que te hayan gustado —dijo—. Tengo que
prepararme para ir a la cama.
—Yo también.
—Buenas noches. 217
—Buenas noches, Cassie.
Su ordenador se congeló en la suave sonrisa de Erin durante un
instante antes de que la llamada se desconectara por completo. Cassie
tenía ganas de apuñalarse. La sonrisa de Erin era preciosa, y Cassie
quería darle un beso de muerte.
Tiró el portátil y el teléfono sobre la cama y fue a lavarse los dientes.
Dejó el agua tan fría como pudo para lavarse la cara.
En la cama, se quedó mirando el techo. Se sentía rara por todas
partes y no sabía por qué. Se sentía como si la hubieran sorprendido
haciendo algo que no debía, lo cual era estúpido, porque ni la habían
descubierto ni estaba haciendo nada que le hiciera daño a nadie, pero
se sentía inquieta.
Cassie [23:03]
También envié las flores para cortejarte.
Erin [23:04]
¿Para cortejarme? Cassie, ya nos hemos acostado.

Cassie [23:05]
Sí, pero… sé que teníamos reglas, pero quiero volver a hacerlo. Así que un
poco de galantería parecía una buena idea.

Erin [23:05]
Estás haciendo un buen trabajo.

Erin [23:06]
¿Qué hubieras hecho si estuviéramos en la misma ciudad?

Cassie no se contuvo.

Cassie [23:06]
Te las hubiera entregado yo misma y te habría comido en una sala de descanso.

Cassie [23:07]
¿O eso es algo que solo ocurre en Grey's Anatomy? 218
El corazón de Cassie latió probablemente doscientas veces por
minuto antes de que Erin respondiera.
Erin [23:08]
No… no solo sucede en Grey's Anatomy.

Cassie [23:09]
¿No? ¿Ian, el interno de cardiología, te ha estado mirando y señalando con la
cabeza la sala de descanso?

Erin [23:09]
El interno de cardiología puede mantener las manos quietas.

Erin [23:10]
Tú, en cambio…
Cassie sonrió. No se habría imaginado a Erin como alguien que le
gustara sextear, pero la idea era emocionante. Se fijó en la hora, cerró
los ojos y pidió un deseo para que aquello acabara bien. Apoyó una
mano en su vientre, encima de la camiseta de tirantes, y contestó con
la otra.
Cassie [23:11]
¿Tendríamos que darnos prisa para que nadie se entere?

Erin [23:12]
Y para que no me llamen para atender a un paciente.

Cassie [23:12]
Te empujaría contra la puerta tan pronto como la cerraras.

Erin [23:13]
Dios, Cassie, ¿de verdad vamos a hacer esto?

Cassie [23:14]
¿No quieres? 219
Erin [23:15]
Sí. Es solo que nunca lo he hecho antes.

Cassie [23:15]
¿Te refieres a tener sexo en la sala de descanso? ;)

Erin [23:16]
Eso tampoco.

Cassie [23:16]
Espera, ¿en serio?

Erin [23:17]
En serio.

Cassie [23:17]
En ese caso, te tendría (definitivamente) contra la puerta en cuanto la cerraras
con llave.
Cassie [23:18]
No me gustaría dejar de besarte, pero si tenemos que ser rápidas…

Erin [23:19]
Como si pudieras apartar tus manos de mi pecho, o tu boca si tuvieras la
oportunidad.

Bien, la mano de Cassie se deslizó definitivamente dentro de los


pantalones de su pijama. No se tocó, todavía. Solo se preparó.
Cassie [23:20]
No es mi culpa que tengas buenas tetas.

Cassie [23:20]
Seguro pondría mi boca en ellas.

Cassie [23:20]
Probablemente, ni siquiera te habrías alejado de la puerta antes de que te
quitara la camiseta y el sostén. 220
Erin [23:21]
Llevo todo el día pensando en esto, Cassie. Se siente tan bien.

Cassie no estaba segura si Erin quería decir que había estado


pensando en el escenario o si se refería, literalmente, a todo lo que
había ocurrido hoy; quizá desde que recibió las flores. Tal vez había
llamado por FaceTime a Cassie pensando en esto, imaginando que
algo así podría ocurrir.
Cassie se pasó un dedo por la raja y la notó húmedo.
Cassie [23:23]
Erin, tengo que meterte en una cama.

Erin [23:24]
La cama de allí es pequeña, vas a tener que estar encima de mí.

Cassie [23:24]
No hay problema.

Cassie [23:25]
Yo también quiero que te quites los pantalones.

Erin [23:25]
Eso no es justo. Tienes demasiada ropa puesta.

Cassie se bajó los pantalones hasta las caderas y se los quitó de una
patada.
Cassie [23:26]
Ya está. Ya no tengo pantalones.

Erin [23:26]
La camisa también, Cassie, quiero verte.

Cassie [23:26]
Mierda.

Se sacó la camisa por la cabeza.


221
Cassie [23:27]
Sin camisa.

Esperaba que Erin supiera que lo decía en serio. Esperaba que Erin
supiera que tenía a Cassie desnuda y tocándose. Esperaba que Erin
estuviera haciendo lo mismo.
Cassie [23:27]
¿Estás mojada por mí?

Erin [23:28]
Tócame y averígualo.

Cassie [23:28]
Quiero decir ahora, Erin. ¿Estás mojada por mí ahora mismo?
Erin [23:29]
Sí, Cassie. Demonios.

La cabeza de Cassie daba vueltas. Sus dedos nadaban alrededor de


su clítoris, su carne caliente y resbaladiza. Pensar en Erin haciendo lo
mismo… no quería molestarse con la sala de descanso; pensar en Erin
tocándose a sí misma era suficiente.
Cassie [23:31]
Ojalá pudiera sentirte, Erin.

Cassie [23:31]
Quiero tocarte.

Cassie [23:32]
Quiero saborearte.

Cassie [23:33]
¿Quieres que baje? ¿O necesitarás mi mano sobre tu boca para mantenerte
callada? 222
Erin [23:34]
Quiero tus dedos dentro de mí.

Dios. Cassie deslizó dos dedos dentro de sí misma, deseó que


fueran los de Erin. Rodó sus caderas.
Erin [23:37]
Cassie, por favor.

Cassie [23:37]
Sí, Erin, Dios. Quiero tocarte. Quiero comerte.

Erin [23:38]
Estoy cerca.

Mierda. Cassie sacó los dedos para poder concentrarse. Los rozó
contra su clítoris mientras escribía.
Cassie [23:38]
Quiero oír cómo te vienes.

Erin [23:38]
Te dije que teníamos que estar calladas.

Cassie [23:39]
Hablo en serio, Erin. Llámame. Ahora mismo.

Erin [23:39]
Cassie.

A la mierda. Cassie la llamó.


Erin contestó sin más que su respiración, fuerte y rápida.
—Erin —dijo Cassie.
Erin soltó un resoplido, como si no pudiera articular palabra.
—Erin, maldición, eres tan sexi. —Los dedos de Cassie se movieron
rápidamente sobre su clítoris—. Ojalá estuviera allí. Dios, desearía
223
estar dentro de ti. Te sientes tan bien.
Erin gimió.
—Erin, por favor —dijo Cassie, deseando haberla llamado por
FaceTime, deseando poder ver esto—. Por favor, nena, quiero que te
vengas, déjame oírte.
Erin lo hizo.
Nunca había sido especialmente ruidosa cuando habían cogido
antes, y tampoco lo era ahora. Su respiración se entrecortaba, y Cassie
debía de estar en el altavoz, podía oír las piernas de Erin agitándose
en las sábanas.
Erin se atragantó.
—Dios mío.
Y siguió cabalgando su orgasmo con un gemido largo y silencioso.
Cassie no pudo contenerse; cerró los ojos, pronunció el nombre de
Erin, y también se vino, con el placer, calándole hasta los huesos.
Juntas recuperaron el aliento a través del teléfono. Cassie sintió que
todo su cuerpo se ablandaba.
—Maldita sea —dijo ella—. Eres el mejor San Valentín que he
tenido.
Erin se rio de ella.
—Tú tampoco estuviste tan mal.
—Ojalá hubiera podido estar allí de verdad —dijo Cassie,
estirándose—. Cuando volvamos a hacerlo, lo haremos con vídeo:
quiero verte la cara y mostrarte lo mojada que me pones.
—Dios, Cassie —se rio Erin—. ¿Estás tratando de excitarme de
nuevo?
—Ves, esa es otra razón —dijo Cassie—. Si estuviéramos juntas,
podría hacer que te vinieras más de una vez. No tuvimos tiempo para
tanto durante las vacaciones. Me gustaría ver cuántos orgasmos 224
podría darte en veinticuatro horas.
—Cassie.
Cassie sonrió en su almohada.
—Bien —arrastró la palabra—. Te dejaré dormir.
—Buenas noches, cariño —dijo Erin—. Gracias de nuevo por las
flores.
Cassie tarareó en respuesta y terminó la llamada. Se durmió con
una sonrisa en su rostro.
Capítulo 16
Erin
Erin no se despertó hasta que la luz del sol se coló por entre los
listones de sus persianas y le cayó sobre la cara. Bostezó, estiró todo
el cuerpo y estiró los dedos de los pies hacia los pies de la cama. No
recordaba la última vez que había dormido hasta tan tarde. Un
agradable dolor se instaló entre sus piernas. Se subió la sábana para
ocultar su rubor ante la habitación vacía.
Se sentía… bien.
Más que bien. Fue el mejor San Valentín que había tenido en años.
Flores y un orgasmo, de alguien que se los dio porque quería, no
porque tenía que hacerlo. Esa parte le sentó mejor de lo que debería.
225
Cassie había querido hacerla sonreír.
No se habían enviado mensajes desde el cumpleaños de Erin, ni
desde el día en que Cassie se había marchado de New Hampshire.
Pero Cassie había estado pensando en ella. Se sentía tan bien ser
deseada.
La sensación fue desapareciendo a lo largo del día. O, mejor dicho,
se vio eclipsada por otro sentimiento.
Porque Parker no llamó.
No debería ser un gran problema, no era un gran problema, en
realidad, excepto por la forma en que había llamado todos los
domingos desde que la habían dejado en la escuela.
Todo estaba bien.
No había motivo para que Parker supiera que Cassie y ella se
habían acostado el viernes. Estaba bien que su número estuviera en
el teléfono de Cassie; Erin se lo dio durante las vacaciones de
invierno. Cassie fue lo bastante lista como para borrar los mensajes.
Todo estaba bien.
Parker probablemente había perdido la noción del tiempo en el
estudio. O tal vez estaba con Sam; no había conseguido ningún detalle
jugoso sobre la chica, pero Parker hablaba de ella en cada llamada:
«Sam está haciendo un arreglo increíble de Savage de Megan Thee
Stallion para su grupo a capella» o «Sam va a hacer una doble
licenciatura en asuntos internacionales y ciencias políticas». Es tan
inteligente.
Erin estaba a medio vaciar el lavavajillas cuando se dio cuenta de
que estaba sucio. Pero… ¿y si Parker lo sabía? ¿Y si lo sabía, y ahora
nunca iba a volver a hablar con Erin? Ni siquiera podía culparla. No
tenía excusas. Estaba siendo egoísta, irresponsable y desconsiderada.
Y lo volvería a hacer.
Erin [21:14]
Espero que hayas pasado un buen fin de semana.
226
Le mandó un mensaje a Parker y le preocupó que pareciera pasivo-
agresivo. Parker probablemente ni siquiera se dio cuenta de que no la
había llamado. Se le permitía tener su propia vida. Estaba creciendo.
No necesitaba llamar a su madre cada semana.
Dios, eso era peor que la posibilidad de que no volviera a hablar
con Erin.
Erin ya había vuelto a cargar el lavavajillas. Miró el teléfono tres
veces en dos minutos y finalmente abrió otro mensaje.
Erin [21:34]
¿Tuviste un buen fin de semana?

Cassie [21:35]
Uy, sí. Pero todo fue cuesta abajo desde la noche del viernes.
Erin se llevó el dorso de la mano a la boca, como si tuviera que
ocultar su sonrisa, aunque no hubiera nadie alrededor para verla.
Cassie [21:35]
¿Y tú?

Erin [21:36]
Más o menos lo mismo.

Cassie preguntó por la semana laboral de Erin y habló de sus clases.


Debería haber sido raro, y para nada fácil. Igual que la llamada por
FaceTime del viernes debería haberlo sido. Enviar mensajes debería
haber sido raro. Pero era fácil hablar con Cassie, siempre parecía
atenta, como si de verdad le importara lo que Erin estuviera diciendo.
Probablemente, no debería haber sido un listón muy alto que superar,
pero de algún modo lo era.
Para cuando Erin se durmió, había olvidado que Parker no había
llamado. Pero luego Parker tampoco llamó en toda la semana.
Probablemente no era nada. El semestre estaba en pleno apogeo;
Parker solo estaba ocupada con las tareas escolares. Erin intentó no
227
asustarse, intentó darle espacio.
Se pasó la semana mandándose mensajes con Cassie. No
constantemente, pero sí a menudo. Cassie lo hacía parecer como
Snapchat (que Erin había aprendido a usar solo para controlar el uso
que hacía Parker en la escuela secundaria): enviaba fotos al azar de
sus apuntes mientras estudiaba, los cuales estaban resaltados con
tinta de colores coordinados; también mandaba algunas donde fingía
dormir después de su clase matutina, con la cabeza apoyada en el
escritorio o de sus bíceps cuando estaba en el gimnasio. En la última
se le veía media cara, y su sonrisa era inconfundible.
A Erin nunca le había gustado hacerse selfis; en realidad, seguía sin
gustarle, pero le gustaba enviárselas a Cassie. Cassie le respondía con
emojis: ojos de fuego o de corazón o, alguna vez, el del sudor.
A veces Erin quería preguntarle a Cassie si Parker había estado
actuando de forma extraña, pero había reglas tácitas. No hablar de
Parker era una de ellas. No es que Cassie y Erin fueran especialmente
buenas siguiendo reglas cuando se trataba de la otra. En su sesión de
terapia del jueves, Erin estaba tan dispuesta a hablar que ni siquiera
se tropezó al principio de la conversación como de costumbre.
—Parker no llamó el domingo.
—¿Ah? —dijo Carolyn.
—No es para tanto—dijo Erin—. Seguro que está ocupada. Y
habíamos hablado el jueves, así que todavía no ha pasado una semana
completa desde la última vez que hablamos. Solo sentí… —suspiró.
No podía decirle a Carolyn cómo se sentía—. Mal —terminó
débilmente.
—¿Por qué te sentiste mal?
—Sabes por qué —dijo Erin—. Porque ¿y si ella está enfadada
conmigo? ¿Y si deja de hablarme? ¿Y si esto es el comienzo de algo
peor?
—¿Por qué estaría enfadada contigo?
Si Erin fuera mejor actriz, respondería de inmediato, en lugar de 228
dejar la pregunta en el aire mientras se traga la verdadera razón.
—No lo sé —dijo finalmente—. Estoy intentando comunicarme
mejor con ella.
—¿Han tenido algún problema de comunicación recientemente?
—No lo creo. No lo sé. Tal vez esto cuenta como un error de
comunicación, porque probablemente solo estaba ocupada y se le
pasó por alto llamarme. Sin embargo, aquí estoy hablando contigo
sobre eso.
Carolyn le dedicó una sonrisa indulgente.
—Puedes hablar de lo que quieras. Hablarme de algo no significa
que sea malo.
—Claro. Por supuesto que no.
Lo malo era lo que no le estaba diciendo.
Como si leyera la mente de Erin, Carolyn preguntó:
—¿Hay algo más que te preocupe?
—No. ¿Por qué lo preguntas?
—Pareces… —Hizo esa pausa en la que Erin nunca estaba segura
de si estaba buscando la palabra adecuada o dejando que el silencio
se alargara para que Erin se apresurara a llenarlo—. Nerviosa.
—Eh… —¿Cómo podría explicarlo?
Observó cómo el segundero daba una vuelta completa en el reloj
de pared. Sujeto un cojín del sofá y se lo apretó contra el estómago.
Luego empezó a hablar, con los ojos fijos en la alfombra para no tener
que mirar a Carolyn.
Ya había pensado en contárselo a Carolyn. Una parte, al menos.
Pensó que podría hablar de acostarse con alguien nuevo sin hablar
específicamente de Cassie. ¿Pero de qué más podía hablar aparte de
Cassie? No importaba que Erin se hubiera acostado con alguien;
importaba que se hubiera acostado con Cassie. Que le gustaba lo
suficiente como para hacerlo una y otra vez. No había querido
enfrentarse a eso, así que no había dicho nada. 229
Al principio, solo le contó a Carolyn una parte de la historia. Hizo
una pausa después de la revelación: la mujer con la que había tenido
la aventura de una noche era amiga de su hija.
—¿Y luego qué pasó?
—Dejé que me tocara en el baño del concierto a capella de Parker.
Carolyn enarcó brevemente las cejas mientras asimilaba la
información.
—¿Cómo se sintió?
Erin sonrió con satisfacción y las mejillas de Carolyn se sonrojaron.
—Quiero decir… no cómo se sintió, sino cómo te sentiste tú de que
ocurriera.
—Sé lo que quisiste decir —dijo Erin—. Mmm, bien. A ambas
preguntas.
—¿Te sentiste bien? —preguntó Carolyn.
Ahí estaba: sorpresa por el disfrute de Erin de lo que obviamente
era una mala decisión. No debería haberlo hecho, lo sabía. Había
estado esperando que Carolyn lo aceptara, pero les añadía peso a los
hombros, de todos modos. Se rascó la nuca.
—No me refiero a que no debas hacerlo —dijo Carolyn—. Pero no
siempre te permites sentirte bien.
—Seguro que elegí un mal momento para permitírmelo, ¿no? —
Erin soltó una carcajada sin humor—. Pero pensé que nadie se iba a
enterar. Fue algo tonto y divertido que hice el fin de semana, nada
más. No había planeado que Cassie me visitara en las vacaciones de
invierno.
—¿Qué pasó entonces? —preguntó Carolyn.
No podía mirar a Carolyn a la cara. No podía arriesgarse a ver el
juicio allí, aunque no había visto ninguno en los cuatro años que
llevaba en terapia. La cosa era que ella nunca había dicho algo así
antes. Lo evitó, lo expresó más amablemente, pero la esencia era: «Me
acosté a sabiendas y repetidamente con la amiga de mi hija». 230
Erin lo expuso todo. Las reglas que hicieron, y que luego
rompieron. El sexteo. Todo eso. Cuando por fin se le acabaron las
palabras, los dedos de Erin trazaron la decoración borde de la
almohada que sostenía. Miró la cara de Carolyn, pero no había
ningún juicio.
—Bien.
Erin prácticamente soltó una carcajada.
—¿Bien? ¿Eso es todo?
Carolyn la miró.
—¿De verdad crees que dos adultos que dan su consentimiento
para dormir juntos es lo más chocante que he oído como terapeuta?
Bueno, si lo ponía de esa manera, no sonaba tan absurdo.
—¡Esto es un poco más complicado que… eso! —La voz de Erin no
era tan aguda, pero era más alta de lo que le hubiera gustado.
—Siempre lo es —dijo Carolyn. Luego—, ¿cómo esperabas que
reaccionara? —Erin sabía que no debía decir lo que estaba pensando,
así que no dijo nada. Cuando quedó claro que no iba a responder,
Carolyn continuó—: ¿Mi suposición? Esperabas juicio. Asumiste el
juicio. Hay personas en tu vida que te condicionaron al juicio
constante.
Carolyn había tratado a Erin con guantes de seda cuando empezó
la terapia. Erin lo había necesitado: una complaciente crónica que
intentaba descubrir cómo ponerse a sí misma en primer lugar. Con el
tiempo, una vez que Erin se acostumbró, Carolyn se dio cuenta de
cuándo podía presionar, cuándo Erin necesitaba que ella presionara.
No estaba presionando, pero Erin estaba segura de que debía hacerlo.
—Quiero tu opinión sincera. No tu opinión profesional y
azucarada: de esa que das para que tu paciente no tenga un colapso.
—No me preocupa especialmente que tengas una crisis nerviosa.
Bueno, Erin pensaba algo distinto: tal vez todo lo que ocurrió con
Cassie fue un colapso. O una crisis de la mediana edad o algo así. 231
—Sabes a lo que me refiero —dijo Erin—. Dime lo que realmente
piensas sobre esto.
—Mi opinión honesta —dijo Carolyn, juntando los dedos en su
regazo—, es que me alegro de que por fin me lo hayas contado. Has
estado muy circunspecta desde Año Nuevo. Me preguntaba si debía
hablarte de ello. Esto lo hace mucho más fácil.
Erin agachó la cabeza. Si había sido tan obvia con Carolyn, ¿cómo
había sido con Parker?
—No quiero pedirte que me cuentes cosas que no quieres —dijo
Carolyn—, pero no puedo ayudarte con las cosas que no compartes
en nuestras sesiones.
—No pensé que necesitara ayuda con eso. Pensé que había
terminado.
Carolyn la miró fijamente.
—Mientras pensabas que se había acabado, ¿cómo te hizo sentir el
hecho de que volviera a pasar algo?
Erin se concentró en el borde de la almohada en su regazo.
—Esto… culpable. Pero también… ¿orgullosa de mí misma? No lo
sé. Suena ridículo. Es solo que sé que he pasado demasiado tiempo
preocupándome por lo que piensen los demás. Lo sé. Es algo en lo
que estoy trabajando. Es algo en lo que he estado trabajando desde
que empecé la terapia contigo. Así que sí, me sentí culpable porque
sé que esto nunca debería haber pasado. Pero también me sentí bien
de haber hecho algo… ¿divertido? ¿Estúpido? O ambas cosas.
Obviamente, esto es algo que hice por mí, cualquier otra persona me
juzgaría por ello. Es más, yo me juzgo por ello. Pero también siento
que he progresado. Hace un año no ligaba en los bares. —Hizo una
mueca—. ¿Es raro medir el progreso por la propensión a una
aventura de una noche?
Carolyn se rio de ella.
—No, sé lo que quieres decir. No parece que tu comportamiento
haya sido impulsado por otra cosa que no haya sido tu deseo.
232
Al expresarlo de ese modo, señalaba el egoísmo, aunque Erin sabía
que Carolyn no lo decía en ese sentido.
—¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo sin otra razón que
porque deseabas hacerlo?
—Bueno, está la clínica.
—Con todo respeto, no. —Carolyn negó con la cabeza—. La clínica
es maravillosa, y sé cuánto tiempo hace que la deseas. Me alegro de
que por fin estés trabajando en ello. Pero, objetivamente, también
hace bien. Allí ocurren muchas más cosas que solo tu deseo.
Erin le concedió la razón. La mayoría de sus caprichos estaban
relacionados con la comida, pero, incluso así, había veces que se hacía
la cena en lugar de pedir comida para llevar porque sabía que era lo
que debía hacer. ¿Cuándo fue la última vez que dijo «a la mierda los
debería» antes de conocer a Cassie?
En lugar de pensar demasiado en ello, cambió de tema.
—Está bien, pero ¿y si Parker lo sabe?
—¿Por qué lo sabría?
—Porque no llamó el domingo.
Carolyn chasqueó la lengua.
—«Esa no es la respuesta a por qué lo sabría. Esa es la respuesta
que estás usando para apoyar la conclusión a la que ya saltaste».
Al parecer, había dejado de usar guantes de seda.
—Cassie podría habérselo dicho.
—¿Y por qué Cassie haría eso?
Se lo había dicho a Acacia. De acuerdo, eso era un poco diferente
de decírselo a Parker, pero de todos modos eso le preocupaba a Erin.
Erin no se lo había dicho a nadie. Aunque se sentía mejor ahora que
Carolyn lo sabía. Como si pudiera respirar un poco mejor.
—Tal vez Acacia lo hizo —dijo Erin—. O tal vez vio la foto que le 233
envié a Cassie el día de San Valentín.
—O quizá se te ocurren los peores escenarios, cada vez más
improbables, cuando podrías llamar a Parker y ver qué pasa.
—Está bien, es justo. —No es que Erin llamara a Parker para «ver
qué pasa». No se arriesgaba a escuchar una respuesta que no quería.
—¿Qué crees que pasaría si Parker se enterara?
Erin pasó el resto de la terapia catastrofizando. No podía decidir
qué sería peor: Parker enfadada y dolida como para gritar y llorar, o
Parker cortando el contacto. Nunca le había ido bien cuando Parker
lloraba. Adam tuvo que llevarla a vacunarse cuando era pequeña,
porque Erin lo pasaba peor que Parker.
Incluso pasando media hora repasando los peores escenarios, al
salir de terapia, Erin se sintió… tranquila. Sin problemas. No
despreocupada, exactamente, sino como si las cosas fueran a salir
bien. Mañana quizá todo volvería a ir mal, pero hoy, ella lo había
dicho. Alguien, además de ella y Cassie, sabía qué había pasado. Y el
mundo no se había acabado.
Eso fue lo que pensó mientras hacía planes con Rachel para tomar
un café por la mañana. Puede que Erin esperara que Carolyn la
juzgara, y sin duda lo esperaría de cualquier otra persona, pero no de
Rachel. Nunca de Rachel.
Aun sabiéndolo, Erin tuvo que armarse de valor a la mañana
siguiente. Ya se había terminado la magdalena que había compartido
con Rachel y casi había terminado su capuchino antes de preguntar:
—¿Qué dirías si te dijera que me he estado acostando con alguien?
Rachel soltó un grito que atrajo la atención de toda la cafetería hacia
ellas.
Erin la miró fijamente, sin impresionarse.
Rachel se encogió de hombros.
—Tú preguntaste.
—Hablo en serio.
234
—Yo también. Te mereces orgasmos de alguien que no seas tú
misma. —Afortunadamente, otros clientes parecían haber dejado de
prestarles atención—. Obviamente, quiero saberlo todo: ¿quién es?
¿Dónde se conocieron? ¿Desde cuándo se acuestan? ¿El sexo es
bueno? ¿Cuándo puedo conocerle?
Erin no iba a responder a la mayoría de ellas. Quería que Rachel lo
supiera, tal vez. Estaba bastante segura de que quería que Rachel lo
supiera, pero solo la forma vaga de lo que estaba ocurriendo en su
vida. No podía contarle detalles; no importaba que fuera su mejor
amiga. Erin estaba agradecida de que Rachel no hubiera estado allí en
Nochebuena, pues, en cuanto viera a Erin y a Cassie relacionarse, lo
habría sabido. Era buena en eso.
—El sexo —Erin hizo una pausa para el efecto—, es excepcional.
Rachel soltó una risita alegre. Canturreó:
—Cuéntame más, cuéntame más.
—Esta mujer es…
—¡Una mujer! ¿Ves?, ¡sabía que alejarte por un tiempo de los
hombres iba a ayudar! ¿Cómo es ella?
Erin suspiró sin querer, pero dejó escapar un suspiro de ensueño al
pensar en Cassie. Sacudió la cabeza como si eso fuera a hacer
desaparecer la sensación.
—Ella es ridícula —dijo—. Me hace hacer cosas ridículas.
—¿Cómo qué?
—Como sextear.
Rachel apretó los labios lo suficiente como para que se le pusieran
blancos. Estaba conteniendo la risa, cosa que Erin agradeció.
—Cariño, sextear no es ridículo. Simplemente, estuviste demasiado
tiempo en un matrimonio sin pasión.
Erin no estuvo en desacuerdo, pero, aun así:
—Llamó, al final… —Erin miró a su alrededor, pero las mesas más
cercanas a ellas estaban vacías—. Para escucharme.
235
—Carajo, ¿te refieres a sextear como masturbarte legítimamente
mientras envías mensajes de texto?
—¿Qué otra cosa más sería sexteo?
—Enviar mensajes de texto mientras estoy de compras.
—¿Qué?
Rachel se encogió de hombros.
—A veces alguien quiere enviar mensajes, pero estoy ocupada. No
es como si fuera a correr a casa y quitarme la ropa.
Eso sonaba absurdo, pero Rachel sabía mucho más sobre citas que
Erin, así que tendría que confiar en ella.
—Bueno —dijo Erin—. Pues no estaba de compras.
—Estoy orgullosa de ti.
Erin puso los ojos en blanco, aunque sabía que Rachel hablaba en
serio.
—Entonces, sexo telefónico, ¿eso significa que ella vive fuera de la
ciudad? ¿Dónde has estado últimamente? ¿Cómo la conociste?
—Está bien, no. No vamos a hacer todo el asunto del interrogatorio.
Solo…
—No es un interrogatorio querer saber sobre la persona con la que
está saliendo tu mejor amiga.
—No estamos saliendo. Solo estamos… —Erin se apagó.
—¿Cogiendo?
Erin no estaba segura de qué estaban haciendo exactamente. No era
como si estuvieran durmiendo de forma activa, los más de mil
kilómetros entre New Hampshire y Virginia se los ponía muy difícil.
Pero no podía explicárselo a Rachel.
—Amigas con beneficios —dijo en su lugar.
—Esos beneficios son los orgasmos.
236
—Estoy lista para terminar con este tema —dijo Erin.
—Bien, entonces voy a contarte sobre mi última aventura.
Rachel empezó a relatar su cita del fin de semana pasado, pero, por
una vez, a Erin no le importó que le dieran demasiados detalles. Se lo
había contado a dos personas. Y el mundo aún no se había acabado.
Pero, por otra parte, Parker aún no había llamado.
Capítulo 17
Cassie
Esa semana, Cassie habló con Erin más que con sus otras amigas.
Flirtearon, pero no volvieron a practicar el sexteo. Cassie estaba un
poco decepcionada, la verdad. Guardó los mensajes antiguos en su
ordenador, en una carpeta oculta llamada Biofísica. La habría
llamado Banco de nalgadas si no quisiera estar segura al cien por cien
de que nadie la encontraba.
El hecho de que hablara con Erin más a menudo que con sus amigas
decía más de los horarios de estas que de lo mucho que ella y Erin se
enviaban mensajes de texto. Parker se saltó el desayuno del lunes por
la mañana, que ella, Acacia y Cassie llevaban tomando juntas desde 237
mediados del semestre pasado. Cassie ni siquiera la vio hasta el
miércoles, cuando Parker llegó a la cafetería para almorzar justo
cuando Cassie se marchaba.
—¡Nena! —Cassie sonrió. Luego, rodeó el cuello de Parker con los
brazos—. Ha pasado una eternidad.
—Sí —dijo Parker. Le devolvió el abrazo suavemente—. He estado
ocupada.
—Yo también —dijo Cassie—. Los proyectos empiezan a
amontonarse y los parciales ya se avecinan, ¿sabes? ¿Qué tal cena esta
noche? Te echo de menos.
—La verdad es que no voy a cenar —dijo Parker—. Por eso estoy
almorzando tan tarde. Tengo cosas que hacer esta noche.
—Buu —dijo Cassie—. Bueno, ¿cuándo estás libre? Quiero pasar el
rato contigo y molestarte por tu nueva dama.
Parker puso los ojos en blanco.
—Por muy bonito que suene, Cassie, no lo sé. Te enviaré un
mensaje.
Empezó a dirigirse a la cafetería.
—¡Extraño a mi mejor amiga! —Cassie le gritó.
—Acacia es tu mejor amiga —dijo Parker por encima del hombro.
Pero Acacia también estaba muy ocupada, solo tenía tiempo para
comer de vez en cuando y nunca para quedar. Hubo que esperar hasta
el viernes por la noche, cuando Cassie y ella fueron juntas a una fiesta,
para que pasaran un buen rato. Incluso entonces, Acacia acabó
escapándose con Donovan, y Cassie no estaba dispuesta a seguirles la
pista.
Al principio, Seth siempre había sido el mejor amigo de Cassie en
la escuela. Habían congeniado durante la semana de orientación y
habían hecho crecer su grupo de amigos juntos. Cassie nunca se había
sentido tan avergonzada como en el comedor al día siguiente de
romper con él. Se había acercado a su mesa habitual solo para que
ninguno de sus amigos la reconociera, y mucho menos se moviera 238
para hacerle sitio. La facilidad con la que sus amigas elegían a un Seth
infiel en lugar de a ella la había dejado estupefacta. Él siempre había
sido el más encantador, pero Cassie no se había dado cuenta de que
era tan olvidable.
Era raro hacer nuevos amigos en el último año. La mayoría de las
veces dependía de que Acacia y Parker hicieran amigos y la incluyeran
por defecto. Probablemente, este grupo también la abandonaría al
primer cambio, pero a Cassie no le importaba. Pronto saldría de aquí
y tendría a Acacia a su lado pasara lo que pasara. ¿A quién le
importaban los demás?
Bueno, vale, a ella, supuso, porque fue divertido cenar con todo el
grupo el domingo por la noche. Sam y Gwen incluso se unieron,
venían con Parker, y se sentaron al otro lado de la mesa de Cassie.
Ambas miraron a Cassie sin impresionarse y luego prestaron más
atención a Parker. La única razón por la que Cassie no puso los ojos
en blanco fue porque no quería enfadar a Parker la única vez que se
habían reunido en una semana.
Pensó que siempre podría crearle problemas en el desayuno del
lunes por la mañana. Excepto que a la mañana siguiente:
—¿Sin Parker?
Acacia se encogió de hombros.
—Trabajó hasta tarde en algo, y quería dormir hasta tarde.
Una cosa era ver poco a Parker durante una semana, pero este era
el segundo desayuno de lunes que se perdía consecutivamente.
Ninguna de ellas había faltado dos semanas seguidas desde que
habían empezado.
—¿Cómo es que ya tiene que entregar otro proyecto? —preguntó
Cassie mientras esperaban en la cola de la comida.
—¿Podría ser el mismo? —respondió Acacia distraídamente.
Inclinó la cabeza para ver más allá de las cuatro personas que tenían
delante—. ¡Qué bien! Tienen quesadillas para el desayuno.
No podía ser el mismo por el que se había perdido el desayuno la
semana pasada, ya que estaba intentando desesperadamente 239
terminarlo para poder entregarlo a tiempo. O eso suponía, al menos.
No es que Cassie pensara que Parker estaba mintiendo, simplemente
no le parecía correcto. Cassie apenas la había visto desde que había
empezado a salir con Sam. La cena de anoche fue la única comida que
compartieron y, aun así, Sam estaba allí, con la mirada perdida y el
ceño perpetuamente fruncido para Cassie. Su cara se iluminaba como
un puto árbol de Navidad cuando miraba a Parker, pero Cassie
apenas merecía una mirada.
No importa. ¿Y qué si Parker mentía diciendo que tenía un
proyecto porque quería acostarse con su nueva novia a la que Cassie
le importa un carajo?
Las quesadillas del desayuno que Acacia y Cassie sirvieron en sus
platos estaban perfectamente tostadas y las tortillas doradas. Un lunes
tan temprano, el comedor estaba casi vacío. Todo el mundo parecía
arrastrar los pies, incapaces de levantarse antes del café. Acacia, que
ya había salido a correr por la mañana, atravesó la cafetería hasta una
mesa situada en un rincón junto a una ventana. Se sentó quince
segundos antes de que Cassie llegara a la mesa. Que su mejor amiga
fuera una loca mañanera no significaba que ella tuviera que serlo.
—Oye, ¿sabes lo que estaba pensando mientras corría? —dijo
Acacia. No esperó a que Cassie respondiera—. ¿Recuerdas que en
Año Nuevo nos pusimos en contacto por FaceTime y sin querer hablé
de cómo querías besar a la madre de Parker, sin saber que estaba allí?
Todavía me siento tan mal por eso, fue todo un desastre. Y me di
cuenta de que nunca te pregunté cómo saliste de esa situación. ¿Qué
podrías haber dicho después de colgar?
Cassie parpadeó. Acacia ni siquiera le estaba prestando atención,
ya estaba comiendo su quesadilla y hablando de ello como si nada.
—¿Estabas pensando en Erin mientras corrías?
—Sí, no sé cómo llegué allí… —Miró al techo mientras masticaba—
. Hacía un poco de frío por la mañana, así que estaba pensando en las
Navidades en Chicago, y en cómo me puse esta minifalda para la
fiesta de Año Nuevo a la que me llevó Emerson, y me negué a
ponerme medias porque mis piernas se veían estupendas, pero hacía
un frío del carajo, y obviamente como Emerson se vino a la mente,
240
pues comencé a pensar en tu rollo con ella, y luego…
—Bien, no, sí, no necesito saber de tus pensamientos mientras
corres. Preferiría no pensar en eso porque estoy bastante segura de
que salir de la cama cuando está oscuro para que puedas hacer
ejercicio significa que eres el diablo.
—Bien, lo que sea. Sí, estaba pensando en la madre de Parker
mientras corría. ¿Qué pasó con eso? —Cassie se concentró en mojar
su quesadilla en el montón de kétchup de su plato para no tener que
mirar a Acacia—. Por cierto, no puedo creer que me llames diablo
cuando estás mojando tu quesadilla del desayuno en kétchup.
—La gente come kétchup con huevos. Esto es totalmente normal.
—A más gente le gusta correr que comer kétchup con huevos.
Seguro que soy muy normal.
Cassie le dio un mordisco. Volvió a mojarlo en kétchup.
—La verdad es que no pude salirme de la cosa en Año Nuevo —
dijo.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que estaba bastante enfadada y no me dejó
disculparme. Así que nunca hablamos de ello.
—¿Fue muy incómodo el resto de tu visita?
—Eh, no. Ella aún quería un beso de buenos días al día siguiente.
Acacia sacudió rápidamente la cabeza como si eso fuera a cambiar
las palabras de Cassie.
—Espera, ¿qué?
Cassie levantó los ojos hacia los de Acacia, con la cara todavía
inclinada hacia su desayuno.
—Que yo quisiera besarla no es que la hubiese sorprendido
precisamente, pues ya estaba pasando algo entre nosotras.
Acacia cerró los ojos y respiró hondo. Se pasó las manos por la
cabeza rapada. Cassie se mordió el labio inferior y esperó a que Acacia
241
estallara. Ya se había enfadado cuando Cassie solo se había acostado
una vez con Erin. Esto iba a ser peor.
Pero, entonces, Acacia abrió los ojos, dirigió a Cassie una sonrisa
sin humor y le dijo suavemente:
—Cuéntame lo que pasó.
Cassie había esperado algo más parecido a ¿me estás tomando el pelo?
—Eh.
¿Qué pasó? Nada, en realidad. Simplemente se llevaron bien. Las
cosas se precipitaron a partir de ahí.
Cassie le contó a Acacia algo más que eso. Removiendo el zumo en
su vaso, le contó que el padre de Parker era un engreído y un
patriarca.
—Menudo saco de vergas. —Fue la opinión de Acacia.
También le contó que Erin había intervenido y que había besado a
Cassie esa misma noche. Intentó no sonreír cuando llegó al sexo en la
ducha.
—No necesito detalles.
Acacia hizo una mueca.
—Pero son tan buenos detalles —dijo Cassie. Vale, bien, no es que
haya intentado mucho ocultar su sonrisa.
—¿Y qué pasa ahora?
—¿Qué quieres decir?
—Entre tú y Erin.
—Nada, obviamente. Vivimos como a mil kilómetros de distancia.
—¿Así que después de besarse en el aeropuerto no se volvieron a
hablar?
—Bueno. —Cassie no quería mentirle—. Quiero decir, le envié
flores por San Valentín. —Acacia enarcó las cejas—. Nos hemos
estado enviando mensajes desde entonces.
242
Cassie le dio un mordisco a su quesadilla del desayuno para hacer
algo, pero no la saboreó.
Acacia masticó despacio, luego tragó saliva.
—¿Se lo vas a decir a Parker?
—¿Qué? —balbuceó Cassie—. No. ¿Por qué haría eso?
—Si vas a salir con su madre, sería de buena educación contárselo.
Cassie casi escupe su zumo de naranja. Su cuerpo se estremeció de
risa silenciosa mientras conseguía tragárselo. Cuando recuperó el
aliento, dijo:
—Claro, Kaysh, tengo una relación a distancia con la madre de
Parker.
Acacia se encogió de hombros como si no se lo creyera, pero no iba
a discutir con Cassie.
—Mira, no voy a ser una mala amiga contigo y no dejar que me
hables de ella, pero siento que eso nos convierte a las dos en malas
amigas de Parker.
—No necesito hablar de ella —dijo Cassie—. Creo que no es para
tanto. Y hablando de malas amigas, ¿cuándo podría decírselo a
Parker? Hace una semana que no la veo. Sé que hay una etapa de luna
de miel o lo que sea, pero estaría bien que no dejara a sus supuestas
mejores amigas tan fácilmente.
—¿De verdad puedes llamarte la mejor amiga de alguien si estás
saliendo con su madre? —Antes de que Cassie pudiera protestar,
Acacia se corrigió —: ¿O acostándote con ella?
—Parker me dijo que podía tirarme a quien quisiera.
—Claro, pero ella no dijo que podías hacerlo en secreto —dijo
Acacia—. Si te estuvieras tirando a mi madre, querría saberlo.
Cassie hizo una mueca.
—Tu madre es más mi madre que mi propia madre. Acostarme con
ella sería básicamente incesto.
243
—Y, sin embargo, te besuqueaste con mi hermano.
—Sigo pensando que llegará un momento en el que no saques el
tema, pero como que no llegará pronto.
Acacia sonrió.
—Nunca llegará.
—Te odio.
—Por supuesto que no.
—No te odio.
Acacia acompañó a Cassie a clase, aunque no tenía nada hasta
mediodía. Se despidió de Cassie con un gran abrazo, como siempre
lo hacía, y le dijo:
—Eres una tonta, pero te quiero.
—Yo también te quiero, Kaysh.
Acacia no había terminado:
—Siempre voy a cubrirte las espaldas. Solo que no estoy segura de
que esta sea la mejor decisión que hayas tomado.
—Puede que no. —Cassie se encogió de hombros—. Pero seguro
que no tampoco ha sido la peor.
—Ah, sí, la peor fue, sin duda, haber saltado desde el tejado de tu
caravana después de haberte hecho unas alas que pensabas que
funcionarían.
—Vale, iba a decir que había sido salir con Seth, pero me gusta más
la tuya.
—Buf, no me hagas pensar en esa lombriz de tierra.
Cassie soltó una carcajada. En cuanto ella y Seth rompieron, Acacia
empezó a referirse a él como «la lombriz de tierra», pues decía que
tenía una cabecita de alfiler que le hacía parecerlo. A Cassie le
encantaba.
A lo largo de la semana, los mensajes de texto en grupo se fueron 244
calmando, y Acacia y Cassie mantuvieron la mayor parte de las
conversaciones.
Una vez, tres días después de haber cenado en grupo, y dos
después de que Parker se saltara el desayuno por segunda semana
consecutiva, Cassie preguntó:
—Entonces, Parker, ¿ya no voy a volver a verte?
Lo envió justo antes del laboratorio de química, cuando estaba
demasiado ocupada para estar pendiente del teléfono, o preocuparse
de si recibía o no una respuesta. Cuando salió del laboratorio, había
catorce mensajes nuevos en el chat de grupo.
Acacia y Parker estaban hablando del último proyecto artístico de
Parker. La pregunta de Cassie quedó sin respuesta, pero no volvió a
formularla.
En cambio, mientras Acacia estaba sentada en el sofá del
apartamento de Cassie, con un pie apoyado en la mesita mientras se
pintaba los dedos de los pies de rojo intenso, Cassie preguntó:
—¿Parker está enojada conmigo?
—¿Por qué lo estaría?
No había realmente ninguna razón, excepto:
—¿Porque me estoy tirando a su madre?
Acacia giró la cabeza. Tenía los ojos muy abiertos.
—¿Crees que lo sabe?
—No. —¿Cómo demonios iba a saberlo? Acacia obviamente no lo
diría, y Erin tampoco—. Pero no sé qué más pude haber hecho.
Acacia volvió a pintarse las uñas.
—¿Por qué crees que está enfadada contigo?
—Ya no nos vemos.
Kaysh se encogió de hombros.
—Tiene muchos proyectos en marcha, y tú también. Al final las 245
cosas se calmarán.
Cassie intentó creerle.
Pero Parker había… desaparecido de la faz de la tierra. Cassie se
habría enfadado si no estuviera decidida a que no le importara. Pero
se sentía avergonzada. Nunca había utilizado el término mejor amiga
a la ligera, y haberlo hecho con Parker solo para que la dejase en cuanto
había conseguido novia no le sentó nada bien. De hecho, la última vez
que lo había usado con Parker, la otra chica había bromeado diciendo
que Acacia era la mejor amiga de Cassie. Tal vez había estado
intentando decirle algo.
La sensación de arrepentimiento que había sentido por lo de tirarse
a la madre de su amiga pasó a un segundo plano. Parker ya ni siquiera
era su amiga. Habían pasado dos semanas desde que Parker y Sam se
habían juntado oficialmente, y Cassie podía contar con los dedos de
una mano las veces que había salido con Parker, bueno, con un dedo.
E incluso eso había sido en grupo.
Debería haberlo sabido. Apenas conocía a Parker. Solo era una
estudiante de primer año que vivía con la mejor amiga de Cassie. Sí,
Cassie y ella se habían llevado bien durante un tiempo, pero
aparentemente eso era todo.
Pero da igual. Cassie no necesitaba a Parker. Había tenido que
valerse por sí misma desde que tenía memoria. No es que le faltaran
formas de pasar el tiempo. Tenía deberes y clases, Acacia y el trabajo
en la tienda.
Tenía a Erin.
No es que estuvieran saliendo, ni nada. Eso sería ridículo.
Seth había sido la primera relación de Cassie. No su primera
aventura, sino su primera relación de verdad. Cassie sabía por
experiencia que acostarse con alguien no significaba estar saliendo.
Las personas podían obtener lo que necesitaban la una de la otra sin
que fuera nada más que lo físico. Es cierto que con Erin era más que
eso: a Cassie le gustaba de verdad, que era mucho más de lo que podía
decir de la mayoría de la gente con la que había tonteado. Pero que te
gustara alguien como persona no significaba que estuvieras saliendo
246
con ella, como tampoco lo significaba acostarte con ella. Ni tampoco
mandarse mensajes todos los días. No se enviaban mensajes de
buenos días y buenas noches ni nada parecido, pero no era raro que Erin
fuera la primera y la última persona con la que Cassie hablara cada
día. Acacia no aguantaba mucho tiempo hablando de ingeniería, pero
Erin parecía tener un interés infinito. Pasaron un día entero
enviándose mensajes de texto sobre los estudios de posgrado: Cassie
admitió haber solicitado plaza en el MIT, además de en Georgia y
Virginia Tech, aunque estaba decidida a estudiar en Caltech. Estaba
segura de sí misma, quizá también un poco chiflada, pero no era tan
tonta como para no tener un plan de respaldo.
Erin [11:23 a. m.]
¿Ya has decidido qué tipo de astronauta quieres ser?

A Cassie le gustó que Erin incluyera el emoji, como si de otro modo


no hubiera sido obvio que estaba bromeando. Así era como siempre
bromeaba: con delicadeza. Era demasiado dulce, y hacía que Cassie se
sintiera demasiado ruda con ella la mayoría de las veces.
Cassie analizó los pros y los contras de las especialidades
aeronáutica y astronáutica. Cada vez que creía haber descubierto cuál
era la más adecuada para ella, se le ocurría otra ventaja para la otra.
Cassie [11:34 a. m.]
Quiero hacer cosas que vayan rápido. Eso es todo lo que sé con certeza.

Erin [11:35 a. m.]


Te las ingeniarás y patearás culos en lo que decidas.

Cassie sonrió. Apreciaba a la gente que no la subestimaba.

Cassie [11:35 a. m.]


¿Y tú?

Erin se iluminó cuando le habló de la clínica gratuita que iban a


abrir ese otoño. Acababan de conseguir las aprobaciones finales, pero
Erin no podía quitarse de la cabeza la sensación de que ese sueño se
247
le iba a escapar en el último momento.
Pero no todos los temas de conversación eran tan intensos. A veces
Erin se quejaba de los pacientes, o Cassie de las clases. A Cassie le
gustaba enviarse selfis desde el gimnasio, antes de entrenar, por eso
de llevar puesto un sujetador deportivo y pantalones ajustados, pero
aún sin estar sudada. Las selfis de la tienda, sin embargo, llegaban
cuando había terminado de trabajar, pero antes de limpiarse: a Erin le
gustaba verla un poco sucia. Hablaron de las vacaciones que querían
hacer: Cassie nunca había salido de la zona horaria del este, así que
no era especialmente exigente. Erin quería ir a cualquier lugar cálido.
Erin [4:51 p. m.]
Una vez hice esnórquel en las Bahamas. Fue increíble, pero me encantaría
bucear.

Cassie [4:51 p. m.]


Ay, diablos, no.
Erin [4:52 p. m.]
???

Cassie [4:52 p. m.]


¡¡¡¡El océano es aterrador!!! ¿Por qué quieres adentrarte en sus profundidades?

Erin [4:52 p. m.]


Dice la mujer que quiere ir al espacio

Cassie [4:52 p. m.]


Bien, en primer lugar, no voy a ir al espacio, solo voy a hacer cosas que lo
hagan posible. Y segundo, ¡el océano da mucho más miedo que el espacio!

Erin [4:53 p. m.]


Por supuesto que no. ¿Agujeros negros? ¿Posibles formas de vida alienígena?

Cassie [4:53 p. m.]


¿Quieres hablar de extraterrestres? ¿Has visto algunos de los organismos que
viven en las profundidades del océano? El espacio es casi nada. Ni siquiera
sabemos lo que hay en el océano 248
Erin [4:53 p. m.]
Eres ridícula.

Cassie [4:53 p. m.]


Tú eres la que quiere ir a *bucear*

Erin nunca preguntaba por Parker. Y Cassie tampoco podría


haberle dicho nada, aunque lo hubiera querido.
El lunes siguiente, tras un fin de semana sin saber nada de Parker,
Cassie decidió saltarse el desayuno. Tenía clase, así que aún tenía que
levantarse, pero no tenía que comer en el comedor. Un solitario
Reese's Puffs en su apartamento era un desayuno patético, pero
funcionaba.
Acacia [Hoy 8:15 a. m.]
¿Dónde estás?
Cassie mintió.

Cassie [8:20 a. m.]


Acabo de despertarme, lo siento. Voy a comer aquí para poder llegar a tiempo
a clase.

Acacia [8:20 a. m.]


Ambas sabemos que tardas 0.5 segundos en prepararte para ir a clase. Tienes
tiempo para desayunar.

Cassie [8:21 a. m.]


No pasa nada. Nos vemos en el almuerzo o algo así.

Cassie no preguntó si Parker estaba allí. No le importaba. No le


importaba. Sus Reese's Puffs estaban deliciosos, por patéticos que
fueran, y no había ningún asiento visiblemente vacío en el mostrador
de su apartamento, como lo había habido en la cafetería las dos
últimas semanas.
Erin [Hoy 8:25 a. m.] 249
Buenos días.

A Cassie se le levantó el ánimo. Levantó el teléfono en un buen


ángulo y se hizo una selfi comiendo cereales; salvo que casi se le
escapa la boca y termina con la leche goteándole por la barbilla. Envió
la foto, de todos modos. No era una gran foto, pero se había dado
cuenta de que, mientras Erin solía enviar fotos de su taza de café o de
algún otro objeto inanimado, cada vez que Cassie enviaba una selfi,
Erin le devolvía una.
Efectivamente, dos minutos más tarde, recibió una foto de Erin con
una bata verde claro de cuello en V en el trabajo, con mechones de
pelo saliendo de su coleta y una ceja levantada. Se veía hermosísima.
Erin [8:28 a. m.]
Creía que se te daba bien comer.

Compartir una mala selfi había valido la pena, sin duda, por esa
foto de Erin. Cassie quería atravesar el teléfono y besar esa sonrisa
torcida.
Cassie [8:28 a. m.]
No actúes como si no supieras que es verdad.

Erin le devolvió un emoji sonriente que hizo sonreír a Cassie.


Terminó llegando tarde a clase.
***
Cuando el nombre de Parker apareció en su teléfono, Cassie casi no
se lo creía.
CLUB DE LAS CONCHAS
Parker [Hoy 3:42]
Hace demasiado tiempo que no tenemos una noche de cine. Cassie deberías
venir después de cenar.

Era el primer mensaje de grupo en una semana. Cassie ni siquiera


tuvo que desplazarse tanto para encontrar su mensaje preguntando 250
si no volvería a ver a Parker.
Y Aquí estaba, fingiendo que no pasaba nada. Como si Cassie
hubiera estado exagerando las últimas dos semanas. Cassie podía
admitir que no era necesariamente la mejor para entender cómo
funcionaban las amistades, pero sabía que Parker había desaparecido.
Quizá esta era su rama de olivo.
A Cassie no le gustaba dudar de sí misma. Así que, da igual. Una
noche de cine sonaba divertido. Eso no significaba que fueran mejores
amigas. Lo que sintiera Parker le importaba menos a Cassie que la
película que fueran a ver.
Después de cenar, Cassie se paró afuera de la habitación de Acacia
y Parker. Una pizarra blanca colgaba de la puerta. La mayor parte de
la pizarra estaba ocupada por letras de imprenta en las que se podía
leer DAMN THE MAN, SAVE THE EMPIRE, pero había pequeños
adornos. Un XO sin firmar en la esquina superior izquierda, un
esqueleto de palo en un ataúd en la parte inferior izquierda que decía:
Me alegro mucho de haber ido a la universidad. Cassie solía dejar un
dibujo diferente cada semana. Siempre lo hacía cuando Parker y
Acacia estaban en clase y nunca lo confesaba después. Quizá era
obvio que era ella ahora que había faltado dos semanas seguidas. Por
otra parte, Parker probablemente ni siquiera se había dado cuenta,
demasiado ocupada con Sam.
El mes pasado, Cassie habría entrado directamente. El mes pasado,
Parker y Acacia habrían estado cenando con ella, probablemente. Este
mes, miró la pizarra y llamó dos veces.
—¡Está abierto! —Cuando Cassie entró, Acacia levantó las manos
hacia ella.
—¿Qué carajos? ¿Ahora llamas a la puerta?
Cassie se encogió de hombros. En la mesa, Parker no levantó la
vista del teléfono. Cassie podía dejarlo pasar, pero decidió ser
mezquina.
—Hola, Parker —dijo directamente.
—Hola, ¿qué tal? —Parker lo dijo como si todo fuera normal, como
251
si no hubiera pasado más de una semana desde que se vieron. Ella
seguía con su teléfono.
—No hemos tenido Disney+ en tu nueva dirección de correo
electrónico, ¿verdad? —preguntó Acacia.
Cassie y Acacia habían estado haciendo nuevos correos electrónicos
para utilizar todas las pruebas gratuitas disponibles una y otra vez
desde que estaban en la escuela secundaria. Usaban el Netflix de
mamá Webb, y Emerson acababa de suscribirse a HBO Max, pero para
cosas como Disney+ y Showtime, Cassie y Acacia necesitaban
acassie142@yahoo.com ¿o era 143?
—No lo creo —dijo Cassie.
Parker al fin dejó el teléfono y miró a Acacia.
—¿Qué quieres ver?
—¿Te gustaría algo antiguo como Aladino?
—Hablando de viejos. Esa era la película favorita de mi madre
cuando era niña.
Cassie no se iba a congelar ni a ponerse incómoda porque Parker
mencionara a Erin. No era para tanto.
En lugar de asustarse, se unió a Acacia en el sofá bajo la cama. La
televisión, una vieja de veinticuatro pulgadas que habían encontrado
en Goodwill, estaba debajo de la cama de Parker, al otro lado de la
habitación. Cassie estiró los pies en el regazo de Acacia mientras su
mejor amiga se apuntaba a una prueba gratuita.
—¿Cómo está Sam? —preguntó Cassie para picarla.
Los ojos de Acacia revolotearon hacia ella y luego volvieron al
televisor. Parker la miró por primera vez desde que llegó.
—Bien.
Esa fue toda su respuesta.
—Deben de estar teniendo mucho sexo —dijo Cassie solo para
obtener una reacción. 252
Parker parpadeó.
—¿Cómo dices?
—Bueno, es que ya nunca te veo, y la universidad no puede ser la
que te tiene tan ocupada, ¿verdad? —Cassie sonrió como si fuera
divertido. Estaba bromeando, sí, pero también quería ser un poco
idiota porque, aunque no le gustaba admitir que tenía sentimientos,
Parker los había herido. Había hecho que Cassie se sintiera
reemplazable y, lo que era peor, innecesaria. Cassie quería sacarla un
poco de quicio—. ¿Qué tal es Sam en la cama? Tengo la sensación de
que se queda fría o llora.
Acacia pellizcó la parte posterior de la pantorrilla de Cassie, donde
Parker no podía ver.
Parker no se molestó en responder.
—Bien, ¿estamos todas de acuerdo sobre Aladino? —preguntó
Acacia.
Pero Cassie no había terminado. Se sentó y pinchó más fuerte.
—Vamos, princesa, al menos dame una pista.
Parker puso los ojos en blanco.
—No voy a hablar contigo de mi vida sexual, Cassie.
—Pero en serio tienes que estar teniendo una tonelada. Ya nunca te
vemos. —Puede que eso no fuera cierto: Cassie no tenía ni idea de la
frecuencia con la que Acacia veía a Parker. Tal vez la única persona
que había sido recortada de la amistad era ella—. ¿Sam y tú se reúnen
con otras personas o solo tienen sexo todo el tiempo?
De la nada, Parker estalló.
—En realidad, para algunas de nosotras, es posible tener una
conexión emocional con la gente, y no solo cogemos con quien
demonios nos apetezca.
La sala estaba en silencio.
Cassie miró fijamente a Parker, cuyas fosas nasales se encendieron.
—¿Qué se supone que significa eso?
253
Al principio, Parker no dijo nada y Cassie se echó a reír: tenía que
ser una broma, ¿no? Su risa hizo que a Parker le brillaran los ojos.
—Chicas, vamos a… —El tono de Acacia era apaciguador, pero
Parker la ignoró.
—Has tenido una sola relación seria en toda tu vida y te engañó. No
sabes cómo ser vulnerable con alguien. Ni siquiera has intentado salir
con alguien desde Seth. No tendrías ni idea de cómo es eso. —Eso fue
algo jodidamente desagradable para echárselo en cara—. Tampoco es
que hayas tenido modelos de buenas relaciones en tu vida —se mofó
Parker.
A Cassie le recordó a Erin en Navidad, llamándola una niña con
problemas con su madre. De tal madre, tal hija, aparentemente. Con
Erin, Cassie se había marchado, pero con Parker, se enfadó.
—Como si tuvieras idea de cómo es mi vida últimamente, debido a
la cantidad de tiempo que pasas con Sam. —Cassie sabía que no debía
seguir, pero estaba muy enojada—. Podría estar en una maldita
relación y ni lo sabrías. Quizá hasta tenga un amante secreto, y no te
darías ni por enterada.
Acacia hizo una mueca de dolor. No intentó calmar a ninguna de
las dos. Parker apretó la mandíbula.
—Vete a la mierda, Cassie.
—No, tú, vete a la mierda. Ve a disfrutar de tu «conexión emocional
seria» con Sam. Dios sabe que no intentas conectar con ninguna de
tus amigas. —Se levantó del sofá. Parker la fulminó con la mirada. La
cara de Acacia seguía siendo una mueca—. ¡Pero qué carajos! —dijo
antes de irse.

254
Capítulo 18
Erin
Fue martes cuando el nombre de Parker finalmente iluminó el
teléfono de Erin. Erin tenía pacientes que ver, pero se metió en el
hueco de una escalera y respondió a la llamada.
—¡Hola, cariño! —Hizo una mueca tan pronto como lo dijo, sonaba
demasiado entusiasta, compensando claramente su terror sobre lo
que podría ser esta llamada.
—Hola —dijo Parker. ¿Sonaba incómoda porque sabía que Erin se
había tirado a su amiga o porque Erin había contestado el teléfono
como una monitora de fitness intentando inspirar a la gente en un
entrenamiento a las cinco de la mañana?
255
—¿Qué pasa? —La despreocupación forzada era obvia—. Quiero
decir, ¿cómo estás?
—¿Por qué estás tan rara?
Erin soltó una carcajada, demasiado aguda.
—No estoy siendo rara. Hace tiempo que no sé nada de ti, eso es
todo.
—Dios mío, siento no haber llamado el domingo —dijo Parker—.
Estaba trabajando en una pieza y cuando me acordé ya era tarde.
Habían pasado dos domingos, pero Erin no quiso señalarlo.
—Está bien, por supuesto —dijo apresuradamente. La tensión en
ella se aflojó—. No quise ser una molestia al respecto.
—Siempre te pones pesada con eso. —Se burló Parker, y Erin debió
de imaginarse el trasfondo mezquino de su tono.
—Lo sé, lo sé, soy tu madre, se supone que debo ser un dolor de
cabeza. Háblame del cuadro.
Cuando era pequeña, a Parker la escuela la ponía nerviosa. Había
ido a un preescolar que funcionaba en la granja de la maestra. Era
menos estructurado y más parecido a ir a casa de un amigo que a la
escuela. Así que la guardería le daba miedo. El primer día no quiso
subir al autobús, lloró hasta que Erin llegó tarde al trabajo para poder
llevarla. Erin también salió pronto del trabajo para recoger a Parker
al final del día. Estaba preparada para más lágrimas.
En cambio, durante todo el trayecto de vuelta a casa, Parker no
había dejado de hablar de la pintura de dedos que habían hecho y de
lo mucho que a la señora Schecter le gustaba la suya.
Preguntarle a Parker sobre arte seguía funcionando tan bien como
entonces.
Le habló a Erin de su obra, un proyecto de técnica mixta, no solo
un cuadro, y Erin se relajó con cada palabra. Parker no la odiaba,
estaba ocupada en la escuela, haciendo algo que le gustaba. Era feliz.
Estaba bien que no la hubiera llamado el domingo. La niña de Erin
256
estaba creciendo.
—En fin —dijo Parker cuando a Erin se le acabaron las preguntas
sobre la obra—, ¿cómo estuvo tu semana?
—Con cosas buenas, y otras malas —dijo Erin con sinceridad.
Bueno, en cuanto a los mensajes de Cassie. Malo, dado que Erin
había pasado la mayor parte del tiempo preocupada porque su hija
no volviera a hablarle. Así que lo bueno ganó, supuso Erin, ahora que
estaba al teléfono con Parker.
—¿Ha pasado algo interesante desde la última vez que hablamos?
—Parker preguntó.
Erin casi se echó a reír. La pregunta sonaba como las que ella solía
hacerle a Parker cuando se metía en líos. «¿Hay algo que quieras
contarme?», le decía, sosteniendo el jarrón roto que había encontrado
bajo unas toallitas de papel estratégicamente tiradas en la basura de
la cocina. Probablemente, se trataba de su culpabilidad, que
transformaba una pregunta genuina en una sospecha en su mente.
—Lo de siempre —dijo Erin—. Estamos intentando acordar un
calendario para la apertura de la clínica, y hay muchas idas y venidas.
—Suena divertido —dijo Parker como si no hubiera oído nada de
lo que había dicho Erin—. Bueno, tengo que irme, quedé con Acacia
para comer.
—Ah, bien. Diviértete. Salúdala de mi parte.
—Hablamos luego.
—Adiós, te quiero.
Parker colgó.
¡Lo cual estaba bien! Fue una buena conversación. No importaba
que colgara sin decirle «te quiero». Erin no necesitaba dejar que eso
deshiciera la forma como el resto de la llamada había aliviado su
ansiedad.
Agradeció tener que volver al trabajo en lugar de dejarse llevar por
257
la espiral.
Después del trabajo, sin embargo, fue directamente a la espiral.
¿Y si Parker lo sabía? ¿Y si por eso no había llamado en tanto
tiempo?
¿Y si por eso no le había dicho que quería a Erin por teléfono?
Carolyn sermoneaba a Erin por atribuir juicios donde no había
pruebas de ello. La semana pasada, le había dicho a Erin que le
preguntara a Parker qué estaba pasando. La idea seguía siendo
petrificante.
Erin no debería estar haciendo lo que estaba haciendo con Cassie
por muchas razones, pero si iba a estar tan neurótica después de cada
llamada telefónica con su hija, realmente debería dejar de hacerlo. Sin
duda, esa ansiedad anulaba parte de la felicidad que parecía aflorar
cada vez que recibía un mensaje de Cassie.
Sacando a Cassie por completo de la situación: si nunca hubiese
pasado nada con Cassie, ¿qué hubiera hecho Erin si Parker no la
hubiese llamado en una semana y media? Probablemente indagaría
al respecto. Presionaría. Si pensara que a Parker le pasaba algo,
querría saberlo. Querría que Parker supiera que podía hablar con ella
sobre eso. Que podían hablar de cosas importantes.
Aunque últimamente no lo habían hecho, ¿verdad?
Parker ni siquiera le había dicho a Erin qué quería estudiar. Le
encantaba el arte, obviamente, pero cada vez que Erin le planteaba un
futuro en ello, Parker la cerraba en banda. Y aunque Parker sabía
desde fuera cómo había cambiado la vida de Erin con el divorcio
(Adam se había mudado y Erin trabajaba más), nunca habían hablado
de cómo eso la había cambiado a ella.
Presionar a Parker no iba a hacer que se abriera.
Erin tenía que abrirse. Carolyn había dicho, hacía más de un mes,
que tal vez era hora de tener la conversación con Parker sobre el
divorcio. Erin no pudo hacerlo entonces. Tal vez podría hacerlo
ahora.
258
Quería hablar de ello con Cassie. Le había contado a Cassie cosas
que Parker no sabía: lo importante que era la clínica para ella, y cómo
se sentía con ella misma por primera vez en más de una década.
Pero no hablaban de Parker. Nunca habían acordado
explícitamente no hacerlo; simplemente nunca lo habían hecho.
Como si con el hecho de que no la mencionaran, podían fingir que no
hacían nada malo. Así que Erin no dijo nada sobre su decisión de
hablar con Parker. Tampoco admitió que se había acobardado la
siguiente vez que Parker la había llamado.
Pero el domingo siguiente, cuando Parker llamó, Erin se había
armado de valor. Se pusieron al día como de costumbre y Parker se
mostró más locuaz que en las dos últimas llamadas. Habló de Sam,
con una tranquila sonrisa en la voz.
—¿Sabe que, si te hace daño, tu madre volará hasta allí y se lo hará
pagar?
Parker se rio.
—Creo que Acacia llegaría a ella primero.
—Eso no me detendría —dijo Erin—. En serio, cariño, suena genial.
Me alegro de que hayas encontrado a alguien que te trate bien.
—¿Y tú? —dijo Parker—. ¿Alguien te ha estado tratando bien? —
Nunca habían hablado de la vida amorosa de Erin después del
divorcio. Erin había tardado más de un año en ceder al deseo de
Rachel de emparejarla, y ella… siempre lo hacía cuando Parker estaba
con su padre.
—En realidad —dijo Erin. Tragó saliva. Podía hacerlo—. Hay algo
de lo que quería hablarte.
La línea se quedó en silencio. Erin tragó saliva.
—No es nada malo, pero es importante. —Parker seguía sin
responder—. ¿Estás ahí?
—Sí.
Cuando Parker era pequeña, Erin pensaba que la paternidad era
259
dura. Criar a un bebé hasta la primera infancia mientras estudiaba
medicina exigió todo lo que Erin tenía y, aun así, había metido la pata,
prácticamente todo el tiempo. Parker había sobrevivido, pero a duras
penas. Hasta el día de hoy, Erin se sentía culpable cuando veía la
cicatriz detrás de la oreja de Parker, de cuando se lanzó de un
columpio a los tres años y medio.
Criar a un casi adulto era más difícil.
Se suponía que Erin debía encontrar el equilibrio entre ser la mayor
y reconocer a Parker como una especie de igual. Hacía mucho tiempo
que Parker dejó de creer que su madre lo sabía todo, pero se suponía
que Erin aún tenía algo de sabiduría. Debía enseñarle a Parker cosas
que ella misma aún estaba aprendiendo: cómo vivir en este mundo,
cómo ser una buena persona, cómo cuidar de sí misma.
—Quiero explicarte por qué decidí divorciarme —dijo Erin, tan
claramente como pudo.
Un latido.
—¿Qué?
—No fue algo que tomé a la ligera. No fue algo que hice para herirte
a ti o a tu padre. No es que me haya elegido a mí misma por encima
de ustedes dos.
—¿Vamos a hablar sobre el divorcio? —dijo Parker—. ¿En serio?
¿Ahora?
—Sí, yo… —Erin lo consideró. Apenas empezaba la conversación
y ya era un fracaso como madre—. En realidad, tienes razón. No
debería haberte soltado esto sin avisarte. Es importante que tengamos
esta conversación, pero no tiene por qué ser ahora. ¿Hay otro
momento esta semana que te parezca mejor?
Parker se burló.
Erin se mordió el labio inferior y esperó.
—Como quieras. De acuerdo. Tengamos la conversación. Adelante,
cuéntame todas tus grandes razones. 260
—Tú eres mi razón —dijo Erin. Más silencio. Erin no podía
quedarse quieta. Se levantó del sofá para caminar, pasándose una
mano por el pelo—. Quiero que seas feliz. Eso es lo que quiero, más
que nada en el mundo. Y quiero decir realmente feliz, feliz a largo
plazo. No era lo que tu abuela quería para mí, no realmente, o si lo
era, nuestras ideas de felicidad no se parecían en nada. No parecía
que se tratara de mi felicidad, sino de tener un camino para mí, de
tenerlo todo planeado. Tu padre no era parte de ese camino, tampoco
tú ni la escuela de medicina. Y así, pasé mucho tiempo tratando de
hacer lo que ella quería, para compensar como había creído que la
había defraudado. No quiero que nuestra relación sea así. Nada de lo
que hagas me decepcionará. Y quiero que seas feliz, sea cual sea el
camino que tomes para conseguirlo.
Erin tomó aire. Estaba balbuceando, obviamente, pero necesitaba
sacarlo todo. Ahora que había abierto la puerta, se sentía más como
una compuerta, todo salía de golpe.
Parker irrumpió ahora que por fin tenía la oportunidad.
—¿Quieres que sea feliz, por eso te divorciaste? ¿Eso es realmente
lo que estás tratando de decir?
—Sí. —Volvió a respirar. Era simple, realmente—. ¿Cómo podría
enseñarte a ser feliz cuando yo no lo era? —Ninguna burla al menos—
. Averigua lo que quieres en la vida. Encuentra tu propio camino.
Comete errores, pero aprende de ellos. Eso es lo que deseo para ti.
Deja atrás lo que no te da alegría, y lo que ya has superado. Yo no
hacía nada de eso cuando estaba casada con tu padre. —Seguía dando
vueltas alrededor del sofá—. Pensé que me quedaba por ti, para que
no tuvieras que pasar por el divorcio de tus padres. Pero, al final, lo
dejé por ti. Porque, ¿cómo iba a criarte para que hicieras todas esas
cosas si yo misma no las hacía?
Por primera vez en la conversación, Erin deseó poder ver la cara de
Parker. Tal vez no le hubieran salido las palabras si hubiera tenido los
ojos de Parker clavados en ella, pero ahora quería verlos, saber cómo
se veían: ¿azul brillante como el cielo de verano? ¿O claros como el
hielo de un estanque, lo que significaba que las lágrimas estaban a 261
punto de brotar, si es que no lo estaban ya? ¿Tendría esa pequeña
arruga en su frente que aparece cuando frunce el ceño?
Al cabo de un minuto, cuando Parker seguía sin responder, Erin
dejó de caminar. Se abrazó con fuerza al brazo que no sostenía el
teléfono.
»Lo siento por hacerlo, y también por tardar tanto en hacerlo. Y por
tardar tanto en tener esta conversación. —Luego añadió—: Te quiero
mucho.
—También te quiero —dijo Parker, en voz baja, y sus ojos debían
estar helados, porque definitivamente había lágrimas en su voz—.
Gracias por decirme esto.
—Sé que es al azar. Solo quería que lo supieras.
—Me alegro de que me lo hayas dicho. —Silencio—. Todas esas
cosas que quieres que haga: ¿las estás haciendo ahora?
Erin lo consideró.
—Lo intento, al menos.
A través de la línea, Parker resopló.
—Estoy… feliz por ti, mamá.
—¿Sí? —Erin se frotó los ojos con fuerza.
—Sí. Es raro, pero me alegro por ti.
Claro que era raro hablar con tu madre sobre por qué se divorció
de tu padre, y era raro para Erin hablar con su hija sobre ello. Pero lo
habían hecho. Se sentía como un gran pequeño paso para estar más
cerca de Parker.
—Te quiero —volvió a decir Erin.
—Bien, ya está bien, dejémonos de cursilerías —dijo Parker
húmedamente—. Cuéntame más sobre la clínica.
Eso también se sintió como un paso, Parker pidió más que el
mínimo de información sobre el trabajo de Erin. Erin se secó los ojos
y le contó a Parker sobre la clínica.
262
Capítulo 19
Cassie
Si Cassie pensaba que Parker había desaparecido antes de su pelea,
ahora se había ido de verdad. En un campus de apenas mil personas,
Cassie nunca veía a Parker, ni siquiera de pasada, pero intentó que
no le importara.
¿Y qué si Parker pensaba que no sabía estar en una relación? Quizá
tuviera razón. Cassie había tenido una pareja seria y él la había
engañado. Todo eso era cierto, pero tampoco justificaba la forma en
que Parker le había hablado, como si fuera estúpida. No excusaba la
forma en que Parker la había abandonado cuando empezó a salir con
Sam. Cassie podía no saber cómo estar en una relación, pero sabía que 263
eso no significaba abandonar a tus amigos.
No necesitaba saber cómo ser vulnerable o tener una relación para
tirarse a la madre de Parker. Se imaginó, brevemente, diciéndole eso
a Parker. Aunque solo sería por despecho, un «mira, yo también
puedo ser una amiga terrible». Pero si Parker se enteraba de lo que
Cassie y Erin estaban haciendo, tendrían que parar. Además, Acacia
la mataría, probablemente, y puede que a Cassie no le importara
perder la amistad de Parker, pero no estaba dispuesta a perder la de
Acacia.
Parker y Acacia estaban pasando juntas las vacaciones de
primavera visitando a Emerson en Chicago. Acacia había invitado a
Cassie, con dudas, pero Cassie se había negado. No porque hubiera
sido incómodo que Parker y ella intentaran ser amigas, o Cassie al
menos intentándolo, ya que no estaba segura de cuál era la postura
de Parker al respecto. Se había negado porque ya tenía planes para
las vacaciones de primavera.
Dos noches en Boston, pagadas por United Aerospace
Laboratories. La iban a llevar a una entrevista para el trabajo de sus
sueños.
Había tenido que mentir, solo un poco, en la entrevista telefónica,
sobre la escuela de posgrado. Una empresa de Boston no iba a
contratar a alguien que quería irse a California al final del verano. Así
que Cassie había dado más importancia a su solicitud para el MIT. En
realidad, no estaba mintiendo: había solicitado plaza en el MIT.
Últimamente, ni siquiera le parecía la peor opción.
Caltech estaba muy lejos.
Había estado lejos de Acacia los tres primeros años de universidad.
A más de dos horas de distancia.
En la universidad, Cassie nunca había esperado sentir nostalgia. Ni
siquiera le gustaba su ciudad natal. Volvía durante las vacaciones
solo para ver a los Webb, y no había pasado ni una sola noche en la
caravana de su madre desde que se marchó a Keckley. A los dos
meses de empezar el primer año, echaba tanto de menos a Acacia que
la había llamado llorando, solo para oír su voz. Acacia se había
264
presentado en el campus aquel fin de semana, una sorpresa
improvisada para que Cassie se sintiera mejor.
No podrían hacerlo si Cassie fuera a Caltech.
Cassie sería feliz. Le encantaría lo que estaba estudiando y
probablemente acabaría haciendo otros amigos. Pero no podría
subirse a un auto y conducir hasta a Acacia en un día. Ese
conocimiento le hizo replantearse lo que había creído que era su
sueño desde niña.
Tampoco le vino mal saber que, si conseguía el trabajo en UAL, le
ayudarían a pagarse los estudios en el MIT.
Y quizá también ayudó que Erin estuviera cerca de Boston.
Cassie no le había contado a nadie, excepto al profesor Upton, lo de
la segunda entrevista. Ni siquiera le había contado a nadie lo de la
entrevista telefónica… había sido justo después de que Parker se le
echara encima o lo que fuera. No se habían hablado, y seguían sin
hacerlo, y tanto ella como Acacia habían estado hablando
incómodamente de Parker y evitando activamente hablar de ella, así
que la entrevista no había salido a colación.
No es que Cassie hubiera dicho nada, de todos modos. No quería
hacerse ilusiones. Si la gente sabía que lo quería y no lo conseguía,
sería mucho peor que no conseguirlo sin que todo el mundo supiera
que había fracasado.
Había un concierto a capella el fin de semana anterior a las
vacaciones de primavera. Cassie casi deseaba no querer ir. Sería más
fácil si no quisiera apoyar a Parker, si no la echara de menos. Pero la
extrañaba, así que fue y se sentó en primera fila con Acacia, decidida
a no pensar en el último concierto.
Cuando terminó, Parker se reunió con ellas entre el público,
radiante y riendo. Se lanzó a los brazos de Acacia y luego se abrazó a
Cassie. Su cuerpo se puso rígido a mitad del abrazo. Cassie la soltó
con suavidad. Parker, con la cara sonrojada, agachó la cabeza y miró
a Cassie.
—Me alegra que hayas venido.
265
—No me lo hubiese perdido —dijo Cassie—. Estuviste genial.
—¡Uy, sí! —dijo Acacia, evitando el silencio incómodo que sin duda
habría venido después—. Fue impresionante. Y ahora hay que
celebrarlo.
Resultó que las fiestas a capella eran todas caóticas y ruidosas, ya
que todo el mundo cantaba todo el maldito tiempo. Pero también eran
divertidas. Cassie pasó la mayor parte de la noche en un sofá apretada
entre Parker y Acacia, y aunque Parker pasaba más tiempo cantando
que hablando con ella, era genial. Se hicieron una veintena de selfis
juntas y bebieron mucho, hasta que Parker y Acacia se fueron al baño,
y dejaron que Cassie reclamara su sitio en el sofá. Se estiró sobre él y
ojeó las fotos que se habían tomado.
Todas se veían muy bien, pero encontró su favorita: se estaban
riendo de algo que Cassie ya ni siquiera recordaba, ninguna estaba
mirando a la cámara, Acacia casi se caía del sofá, y la nariz de Parker
estaba apretada contra la mejilla de Cassie. Hoy no le había enviado
ninguna foto a Erin, así que le mandó esta.
Erin [11:58 p. m.]
¡Mis chicas favoritas!

Cassie sintió calor mientras se metía el teléfono en el bolsillo. El


sofá era tan suave. Se le cerraron los ojos. Los miembros de Sky High
Notes estaban cantando las canciones de Olivia Rodrigo, pero Cassie
casi se queda dormida antes de que las otras dos volvieran.
Fue una forma estupenda de empezar las vacaciones de primavera,
y a partir de ahí todo fue a mejor. Tres días después, en la humilde
opinión de Cassie, había estado impresionante en la entrevista. Se
puso un traje negro con un cinturón de tela roja y zapatos planos
rojos; todo lo profesional y femenina que estaba dispuesta a ir.
—Me alegra que tengas zapatos cerrados —le dijo Joel, el jefe del
laboratorio—. Significa que puedo llevarte a una visita adecuada.
Así es: no fue solo una entrevista. Fue una visita al laboratorio y
tantas presentaciones que Cassie ya había olvidado los nombres, e
266
incluso la llevaron a comer. Eso tenía que significar algo, ¿no? Y, sin
embargo, cuando preguntó cuándo tendría noticias suyas, Joel se
limitó a decir: «Pronto», con una sonrisa enigmática. Había sido el
punto más bajo de un proceso de entrevista de seis horas que, por lo
demás, había sido excelente.
El día había sido tan largo que cuando Cassie regresó a su hotel al
final de la tarde, aún zumbando por la entrevista, se acostó para una
siesta rápida, que se convirtió en una siesta no tan rápida. Al menos
se despertó renovada en lugar de preguntarse qué año era.
Todavía estaba en la cama del hotel, mirando pasivamente las
reseñas de Yelp en su teléfono, cuando sonó. Era el número de UAL.
Cassie se tomó un respiro y contestó.
—Hola, habla Cassie.
—Cassie, hola, soy Joel de UAL.
Esto parecía una buena señal.
—Hola, Joel, ¿cómo estás?
—Muy bien —respondió—. Te llamo porque, bueno, no solemos
hacer esto tan rápido, pero hoy ha habido un entusiasmo unánime en
el laboratorio, y queremos ofrecerte el puesto.
Cassie no pudo evitar preguntar:
—¿En serio?
—Muy en serio. —Joel se echó a reír. Cassie saltó de la cama y cerró
el puño mientras él continuaba—: Serías una excelente incorporación
a la UAL. Si aceptas, tengo muchos deseos de ver adónde nos llevarás.
—Por supuesto que acepto, Joel —dijo Cassie—. Es una
oportunidad increíble. Estoy muy emocionada.
—Estupendo. Mañana recibirás un correo electrónico de Recursos
Humanos con los detalles y nos veremos en un par de meses. No
dudes en llamarme o enviarme un correo si tienes alguna pregunta.
—Muchas gracias.
—Gracias. Me encantará trabajar contigo, Cassie.
267
Terminó la llamada y volvió a tumbarse en la cama. Lo había
conseguido. No se lo podía creer… o bueno, sí, claro, hoy había
arrasado, pero… lo había conseguido. Y qué carajos. Soltó un gritico
de alegría.
Tenía que decírselo a alguien. Demonios, estaba tan emocionada.
Tenía que decírselo a alguien.
—Habla Erin Bennett.
—Erin. —Se rio Cassie en su teléfono—. ¿Qué estás haciendo en
este momento?
—¿Cassie? —Sonaba cansada—. ¿Qué pasa?
—¿Qué haces? —repitió Cassie. Se paseaba frente a la cama del
hotel.
—Estaba descansando —dijo Erin—. Durmiendo la siesta. Ayer
trabajé una noche.
—Mierda, lo olvidé. Perdóname. No quería despertarte. Es que…
¡tengo una noticia emocionante!
Erin se quedó callada y luego:
—¡Pues dime, cuéntamela ya!
—¡Conseguí trabajo! —Cassie prácticamente lo gritó—. Un trabajo
estupendo. Hoy visité los laboratorios y lo hice tan bien en la
entrevista que me lo han ofrecido apenas dos horas después de
terminar.
—¡Nena, eso es genial! ¿Qué trabajo es? ¿Dónde es? Cuéntamelo
todo.
Cassie sonrió.
—Es en United Aerospace Laboratories.
—¿Qué? —Erin dijo—. ¿El de Boston?
—El de Boston —afirmó Cassie. —Ahora mismo estoy en mi hotel
en Copley Place.
—¿Estás en Boston ahora mismo?
268
—Eso es lo que acabo de decir, Erin —dijo Cassie, riendo—. Y
deberías venir a reunirte conmigo para una cena de celebración.
—¡No puedo creer que no me dijeras que estabas en Boston!
—¡Te lo estoy diciendo ahora! No quería que nadie lo supiera por
si no lo conseguía.
—Pero lo conseguiste.
—Así es. —Cassie no podía dejar de sonreír—. Ven a Boston.
Vamos a celebrarlo.
Erin tardó un momento en responder.
—Puedo estar allí en una hora y media.
—Pues conduce más rápido.
—Cassie.
—Seguro, pero rápido —enmendó. Erin se rio. Cassie también se
rio, emocionada. Estaba tan contenta—. Estoy en el Westin de Copley
Place —añadió—. Avísame cuando estés cerca y bajaré a recibirte.
—¿Qué me pongo?
La sonrisa de Cassie se ensanchó.
—Algo sexi.
—Cassie. —Erin volvió a reír—. Quiero decir, ¿quieres ir a algún
sitio elegante? ¿Cuál es el código de vestimenta?
—Estoy demasiado animada para ir a un sitio elegante —dijo
Cassie—. Vístete normal, Erin. Siempre te ves maravillosa.
—La adulación no te llevará a ninguna parte.
Cassie soltó una carcajada.
—Eso es totalmente falso.
—Como quieras —dijo Erin, y Cassie pudo oír la sonrisa en su
voz—. Hasta pronto. 269
—Date prisa.
Tenía una hora y media, pero Cassie se vistió enseguida. Solo unos
jeans y una camiseta blanca; se pondría la camisa del traje antes de
salir. Quería tener buen aspecto, porque se sentía bien, pero también
para Erin. Parecía mentira que llevara más de dos meses sin verla. Se
enviaban mensajes a diario, claro, pero tenía que verla de verdad. En
persona. Y tocarla. Sí, quería verse muy bien.
Puso la lista de reproducción de su teléfono y se puso a bailar
mientras se maquillaba. Dios, tenía un trabajo increíble, y estaba a
punto de ver a Erin. No estaba segura de poder ser más feliz.
Estaba en la acera cuando Erin se detuvo, no se había molestado en
dejar de sonreír. Subió al auto, se inclinó sobre la consola y la besó.
Erin soltó una risita en su boca.
—Bueno, hola —dijo.
Cassie se sentó, sonriendo.
—Hola.
—También me alegro de verte.
Cassie se encogió de hombros.
—Hacía muchísimo tiempo que no te veía.
—Tal vez deberías hacerlo una vez más, entonces.
Cassie se rio y volvió a besarla.
Probablemente, estaban tardando demasiado en la rotonda del
hotel, así que Cassie se obligó a detenerse. Pensó en sugerir que
fueran a su habitación, pero el rígido de su estómago la interrumpió.
—Vamos.
—¿Adónde vamos? —preguntó Erin, saliendo a la calle.
—¿Qué, no tienes ningún sitio guay al que llevarme? Tú eres la de
estos lares.
—¿De verdad crees que soy de las que conocen sitios geniales? —
Cassie se planteó mencionar que Parker había dicho que ella era la 270
madre guay, pero sacar el tema de Parker probablemente no era una
buena forma de echar un polvo.
—Para ser sincera, me sorprende un poco que no conozcas ningún
sitio a donde llevar a una chica bonita —dijo en su lugar.
Erin deslizó una sonrisa hacia ella.
—Bueno, hay un bar que puede que te guste.
Cassie sonrió.
Definitivamente, le gustaba el bar. Tenía buena música y buena
iluminación, no tan oscuro como para tener que entrecerrar los ojos,
pero lo suficientemente oscuro como para brindar algo de privacidad.
El reservado de la esquina al que la llevó Erin era cómodo, y la
cerveza que pidió Cassie estaba deliciosa. También hicieron un
pedido de comida de inmediato, ya que el estómago de Cassie no
dejaba de gruñir.
—Por tu trabajo —dijo Erin, levantando su copa.
Cassie chocó la copa con ella.
—Cuéntamelo todo —dijo Erin.
—Voy a ser una gran nerd y un genio en los laboratorios de la UAL
—dijo Cassie—. Y si soy lo bastante buena, ni siquiera podré decirte
en qué estoy trabajando, porque me pondrán en material clasificado.
Quiero decir, tengo que ser muy buena para llegar ahí, pero lo soy,
así que probablemente lo conseguiré.
Erin le sonrió. Cassie quería besarla de nuevo. ¿Por qué no se
habían quedado en el hotel y pedido el servicio de habitaciones?
—Puede que no les haga mucha gracia que me vaya a Caltech en
otoño, pero espero que podamos llegar a un acuerdo.
—A ver —dijo Erin—, ¿dónde está esa confianza de Cassie Klein a
la que estoy tan acostumbrada?
—No se trata de confianza. Quiero decir que la UAL también tiene
oficinas en Los Ángeles y Atlanta, así que me dijeron que quieren
seguir conmigo, vaya a donde vaya —dijo Cassie—. Solo espero que
lo digan en serio.
271
No se trataba de la confianza acerca de entrar en Caltech, de todos
modos. Más bien, Cassie ya no confiaba en que fuera allí adonde
quería ir. El mes pasado, desde que se peleó con Parker, sintió que
Acacia se le escapaba. No del todo, nunca perdería del todo a Kaysh,
lo sabía, pero había una gran distancia entre ellas. No quería poner
entre ellas más distancia de la necesaria. Caltech estaba literalmente
al otro lado del país. Todo el maldito país. Georgia Tech estaba a
menos de ocho horas de Keckley. El MIT estaba a unas diez. Ambas
se podían hacer en un día. Si Cassie estuviera en Caltech y buscara
desesperadamente a Acacia, no tendría forma de llegar hasta ella.
Cassie odiaba que le importara tanto. Quería cuidar de sí misma.
Quería ser adulta, independiente, capaz. A veces pensaba en lo
mucho que dependía de Acacia y se sentía como si volviera a tener
nueve años, después del intento fallido de salir volando de la
caravana de su madre, de que los huesos de su pierna hicieran algo
que no debían hacer en absoluto, de la forma en que Acacia había
dicho: «Voy a buscar ayuda. No te muevas», como si Cassie hubiera
tenido otra opción.
—Te ves muy bien, por cierto —dijo—. Como siempre.
Erin se rio.
—Tú también —dijo—. Es una sorpresa tan agradable el poder
verte.
—Es un alivio que no estuvieras trabajando —dijo Cassie—. Siento
haberme olvidado totalmente de tu turno de anoche y haberte
despertado.
—Si no lo hubieras hecho, no estaría aquí. Creo que sobreviviré.
—Tenía que decirle a alguien. Quiero decir, probablemente
también debería hacérselo saber a Upton. Él fue el único que sabía
que apliqué.
—Espera —dijo Erin—, ¿soy la única que sabe que lo conseguiste?
Cassie sonrió.
—Sí.
272
—Me siento especial. —Tenía una pequeña sonrisa en la cara
mientras miraba hacia el bar, donde el camarero estaba de camino con
la comida.
Cassie quería investigar más aquella sonrisa, pero tenía hambre.
Una vez que Cassie tuvo algo de comida y pudo concentrarse,
observó a Erin. Llevaba jeans y una blusa morada; comía y hablaba
sin hacer nada espectacular, pero quería tocarla. Quería besarla,
comérsela y ponerle las malditas manos encima. Se conformó con
tocarla con el pie debajo de la mesa, lo que hizo que Erin sonriera un
poco más.
Terminaron de comer, pidieron otra ronda de bebidas y Erin pidió
la carta de postres. A esas alturas, Cassie ya tenía el pie sobre el regazo
de Erin. Sabía exactamente lo que quería de postre.
Erin pidió crème brûlée.
—No se puede celebrar una cena sin postre —le dijo a Cassie, y
luego se excusó para ir al baño.
Cuando regresó, se reunió con Cassie en su lado de la mesa. La
mano de Cassie se posó en el muslo de Erin en cuanto estuvo a su
alcance.
—¿Sabes? —dijo Cassie en voz baja—. Ya estaba planeando el
postre.
—¿Querías algo más que crème brûlée? —preguntó Erin, toda
inocente, excepto por la forma en que casi imperceptiblemente abrió
las piernas.
Cassie apretó su muslo, no movió la mano cuando el mesero trajo
el postre. Dejó que Erin diera el primer bocado. Erin gimió, por lo
bueno que estaba, o tal vez solo para joder a Cassie, y los dedos de
Cassie se apretaron alrededor de su muslo. Erin parpadeó, abrió los
ojos como platos y Cassie supo que lo estaba haciendo a propósito,
pero funcionó. Cassie se movió en su asiento.
Erin sonrió. 273
—Tienes que probarlo, está delicioso.
Cassie se retorció durante todo el postre. Erin hacía ruiditos de
placer, lamía la cuchara más de lo necesario. Irradiaba calor desde su
interior; Cassie podía notarlo a pesar de que sus dedos aún estaban a
unos centímetros y a una capa de tela de distancia. Quería terminar,
quería que empezara la verdadera celebración. Quería llevar a Erin a
su hotel y acostarla desnuda en la cama. Pero Erin se tomó su tiempo,
terminó, coqueteó con el camarero por la cuenta hasta que los dedos
de Cassie se clavaron aún más en su pierna. Deseaba tanto a Erin que
tuvo que contenerse para no moverse; mientras tanto, Erin solo
notaba el ligero rubor en sus mejillas.
Erin entrelazó sus dedos al salir del bar y Cassie reprimió su
sonrisa. Le gustaría estar mordiendo el cuello de Erin, la delicada piel
que quedaba expuesta mientras se echaba el pelo por encima de un
hombro.
Llegaron a dos manzanas del bar, giraron por la calle lateral donde
estaba aparcado el coche y Erin empujó a Cassie contra un edificio.
Al parecer le había afectado más de lo que Cassie pensaba.
La besó fuerte y sucio, y Cassie se lo permitió. Cassie, que
normalmente veía lo que quería e iba por ello, lo aceptó: simplemente
dejó que Erin la besara. Erin lo hacía muy bien, esa era la cuestión. La
pared de ladrillo del edificio arañaba los codos de la camisa de Cassie
y la lengua de Erin estaba caliente en su boca.
Era tanto y tan bueno, pero no era suficiente. Cassie se arqueó. Erin
la agarró por las caderas, la mantuvo en su sitio y se apretó contra
ella.
—Erin, tu auto… —jadeó Cassie.
—Está demasiado lejos —dijo Erin, metiendo las manos bajo la
chaqueta de Cassie—. ¿Me vuelves loca toda la noche y luego crees
que puedo llegar a mi auto?
La cabeza de Cassie cayó contra el ladrillo. En realidad, no estaban
escondidas. Solo era un pequeño callejón en un edificio de
274
apartamentos, y si alguien salía o entraba…
—Cualquiera podría vernos.
—Cassie. —La voz de Erin era áspera—. Tengo que hacerte venir
en este preciso momento.
Cassie gimió, con la boca de Erin en su garganta.
—Sí.
Erin desabrochó los jeans de Cassie.
Cassie estaba mojada, probablemente desde que Erin se había
sentado a su lado. Podía sentir la sonrisa de Erin contra su clavícula
mientras sus dedos se deslizaban alrededor de su clítoris. Cassie
volvió a gemir.
—Shhh —murmuró Erin.
Cassie trató de mantener los ojos abiertos, pero vio que alguien
pasaba junto a ellas al otro lado de la calle, así que los cerró y se
concentró en lo bien que se sentía Erin.
Era evidente que Erin solo quería algo rápido y desordenado. Sus
dedos frotaban furiosos círculos sobre el clítoris de Cassie. Le estaba
dejando un collar de chupetones y Cassie suplicaba en silencio por
más, con los omóplatos apretados contra el edificio mientras el resto
de su cuerpo se arqueaba hacia delante. Atrajo la boca de Erin hacia
la suya justo antes de venirse y ahogó su gemido de placer con un
beso.
Erin retiró la mano de los pantalones de Cassie mientras esta
recuperaba el aliento. Cassie seguía apoyada contra la pared, con la
otra mano de Erin fuerte sobre su cadera. Le molestaría que Erin
pareciera pensar que no podía confiar en sus piernas, pero Cassie no
estaba segura de poder hacerlo.
—¿Lista? —Erin preguntó.
Cassie tragó saliva. Volvió a apoyar el peso en los pies. 275
—Sí —dijo—. Sí, claro.
Erin se rio de ella, pero a Cassie no le importó. Se sentía cálida y
satisfecha y conseguiría que Erin también se sintiera así en cuanto
llegaran al hotel. Sin duda, estaba preparada.
Resultó que no consiguió que Erin se sintiera así en cuanto llegaron
al hotel.
Metió una mano en el bolsillo trasero de Erin de camino a su
habitación, pero una vez dentro, Erin tomó el control. Le quitó la
chaqueta a Cassie, la besó y la acompañó hasta la cama sin romper el
beso. El peso de Erin sobre ella era maravilloso, pero Cassie tenía
muchas ganas de corresponderle. Intentaba quitarle la ropa a Erin, le
arrancaba el top y jugueteaba con el cinturón, pero Erin siempre le
atrapaba las manos.
—Erin —gimoteó.
Sintió que Erin sonreía durante el beso, pero cuando Cassie volvió
a sujetarle la camisa, Erin le sujetó las muñecas por encima de la
cabeza. Cassie mantuvo los brazos allí incluso después de soltarla.
Las manos de Erin se dirigieron al cinturón de Cassie y finalmente
dejó de besarla para preguntarle:
—¿Puedo?
—Erin, quiero…
—Quiero que sigas diciendo mi nombre, Cassie. Y quiero lamerte.
Tendrás tu turno, no te preocupes.
Cassie se esforzó mucho por no hacerlo, pero podría haber
gimoteado.
Erin torció los labios.
—Sí —dijo Cassie—. Puedes quitármelos.
Despojó a Cassie de sus pantalones con asombrosa eficacia y manos
errantes. Hizo una pausa, una vez que los removió, y Cassie estuvo a
punto de decirle que siguiera, pero Erin se estaba tomando un 276
descanso para frotar a Cassie a través de sus bragas.
—¡Dios!
Erin le sonrió con satisfacción.
—Puedes llamarme Erin.
Cassie habría puesto los ojos en blanco, pero estaba demasiado
ocupada bajándose las bragas, ya que Erin no tenía demasiada prisa
por hacerlo. Sin embargo, una vez que Cassie estuvo desnuda, Erin
no se molestó en quitarle la camiseta y se colocó entre sus piernas.
Mierda.
Cassie no sabía cómo había pasado tanto tiempo sin esto. La boca
de Erin era criminalmente buena. Cassie dejó caer la cabeza contra la
almohada y soltó un gemido bajo. Sus piernas se abrieron aún más.
—Dios, Erin, te he extrañado.
Erin se rio y le besó el muslo.
—¿A mí? —preguntó—. ¿O esto? —Lamió directamente el centro
de Cassie.
—Ambas —jadeó Cassie.
Erin debía tener una gran memoria. Hizo todas las cosas que más
enloquecían a Cassie. Hizo girar su lengua alrededor del clítoris de
Cassie, la bajó para deslizarse dentro de ella. Nunca dejaba que Cassie
se acercara demasiado, siempre paraba y cambiaba lo que estuviera
haciendo cuando las piernas de Cassie empezaban a temblar.
—Mírame —exigió Erin, y Cassie no dudó.
La visión de Erin mirándola mientras le lamía el clítoris hizo que
quisiera gemir y volver a cerrar los ojos de golpe, pero mantuvo el
contacto visual. La mirada de Erin era de placer. Estaría sonriendo si
no tuviera la boca ocupada.
—Erin —jadeó, y ahora juraba que podía sentir la sonrisa de Erin
presionando entre sus piernas—. Erin, por favor.
Erin asintió, y Cassie mantuvo los ojos abiertos cuando se vino.
277
Cassie temblaba y temblaba y Erin seguía. El aliento de Erin era
caliente y húmedo cuando se retiró, y cuando volvió a morder el
clítoris de Cassie, esta cerró los ojos de golpe y se vino por segunda
vez, de inmediato.
—Demonios, Erin —gimió, porque Erin estaba siendo suave, pero
su boca seguía sobre Cassie—. ¿Estás intentando matarme?
—Aún no he terminado —dijo Erin.
El cuerpo de Cassie dio otro estremecimiento.
—Tienes que darme un respiro.
—Este es tu descanso —dijo Erin. Seguía lamiendo a Cassie, pero
evitaba su clítoris.
—Erin —Cassie arrastró su nombre.
Erin le hizo una marca en la cara interna del muslo.
—Han pasado dos meses —dijo—. Vente una vez más.
Cassie se vino tres veces más antes de que Erin parara. Entre el
tercer y el cuarto orgasmo se quitó la camiseta y el sujetador para
juguetear con sus tetas. Al final, había dicho el nombre de Erin tantas
veces que había perdido todo su significado. Después, Erin se levantó
de la cama, se dirigió al lavabo (todavía con la ropa puesta) y volvió
con un vaso de agua, y Cassie aún no había recuperado el aliento.
—Tómate tu tiempo —dijo Erin, con una sonrisa evidente en su
voz.
A Cassie le habría gustado limpiársela de la cara, pero ni siquiera
podía moverse lo suficiente para agarrar el vaso de agua.
—Creo que estoy muerta —dijo. Erin se rio de ella—. Realmente
creo que me mataste.
—Claro que no. —Erin se rio—. Siéntate para que puedas beber.
Cassie consiguió medio sentarse arrastrando los pies, sin dejar de
respirar con dificultad. Tragó agua.
Cuando la dejó en la mesilla de noche, preguntó:
278
—¿Por fin me toca a mí?
Erin sonrió.
—No sé. ¿Te has recuperado lo suficiente?
—Cállate. —Se rio Cassie, y tiró de Erin para que se acostara con
ella.
Solo cuando Cassie hubo lamido todo rastro de su propio sabor de
la boca de Erin, empezó a desvestirla. La blusa de Erin era ceñida y
su pelo se enredó en ella cuando Cassie se la puso por encima. Cassie
tiró con más fuerza en lugar de tener cuidado, pero lo consiguió y
puso sus manos sobre la piel desnuda de Erin.
Erin se retorcía encima de ella, obviamente desesperada por sentir
algún tipo de fricción. Cassie consideró la posibilidad de hacerla
esperar, con lo mucho que Erin la había hecho esperar para tocarla,
pero antes de decidirse, Erin se estremeció, con los ojos cerrados y la
boca floja, y Cassie se limitó a mirar.
Al final, Erin abrió los ojos. Cassie seguía mirándola.
—¿Eso fue…? ¿Te acabas de…?
Erin agachó la cabeza como si estuviera avergonzada.
—Ha pasado un tiempo, ¿bien?
—Demonios, nena —dijo Cassie, adelantándose para besar a Erin y
ponerla bocarriba—. Eso fue taaaan caliente.
Erin sonrió y Cassie se dispuso a obligarla a hacerlo de nuevo.
Erin se vino dos veces más e hizo que Cassie lo hiciera por séptima
vez antes de terminar. Después se tumbó sobre Cassie, con la cabeza
apoyada en su pecho y los brazos de Cassie rodeándola.
—Estas son las mejores vacaciones de primavera —dijo Cassie. Erin
levantó la cabeza para mirarla.
—¿Sí?
—Conseguí un gran trabajo, me vine siete veces…
—Hasta ahora —interrumpió Erin. 279
—Dios mío, Erin, déjame descansar —resopló Cassie y Erin se echó
a reír.
—Se suponía que los universitarios querían tener sexo todo el
tiempo —se burló.
—Claro, pero dos meses sin él y luego siete orgasmos seguidos le
quitan mucho a una chica.
La sonrisa de Erin se ensanchó y Cassie se dio cuenta de que se
había pasado un poco. No debería permitírsele hablar después de un
orgasmo, y mucho menos de siete. De todos modos, Erin también
había dicho que había pasado mucho tiempo, así que quizá ninguna
de las dos se había acostado con nadie desde las vacaciones de
invierno. Cassie se tragó el repentino nudo en la garganta y apretó los
brazos alrededor de Erin. La otra mujer murmuró y recostó la cabeza,
con la oreja pegada al esternón de Cassie, de modo que
probablemente podía oír cada latido acelerado del corazón de Cassie.
Capítulo 20
Erin
Erin se despertó antes de las siete. Cassie dormía como una piedra,
como si la hubiera agotado. Puede que sí, dado que Cassie admitía no
haberse acostado con nadie más desde las vacaciones de invierno.
Ella tampoco lo había hecho, pero no se sentía agotada. Por el
contrario, sentía un agradable dolor entre los muslos mientras saltaba
hacia el Starbucks más cercano. Era un día inusualmente cálido,
incluso siendo tan temprano.
Fue liberador estar en Boston por capricho, y por una chica. Era…
impulsivo de una manera que Erin no había sido en mucho tiempo.
Al principio de la universidad, Rachel y ella decidían de vez en 280
cuando, los viernes por la tarde, que querían irse de fin de semana.
Buscaban el hotel más barato y la bebida más cara que pudieran
permitirse, y pasaban el fin de semana borrachas en una habitación
de hotel. Pero Erin había sido una madre obediente, una esposa, y
una médica durante tanto tiempo. Era predecible y previsible, pero
esto era más divertido.
Quizá Erin debería haberse enfadado porque Cassie pasara el
verano en Boston. Si fuera inteligente, querría que hubiera distancia
entre ellas. Cuando Cassie solo estaba en el teléfono de Erin, era más
fácil no pensar en lo que estaban haciendo. Cuando veía a Cassie en
persona… Erin pensó en la mujer que había dejado durmiendo en la
cama del hotel, su cabello extendido por la almohada…
Sabía que estaba siendo estúpida. Sabía que cometía un error cada
vez que le sonreía a Cassie.
Esta vez sería diferente de lo que había sido en Navidad. Erin se
negaba a sí misma entonces, o lo intentaba. En Navidad, Erin había
intentado seguir sus instintos para tratar de averiguar cómo
superarlo. Ahora, ni siquiera tenía la excusa de actuar sin pensar.
Había tenido meses para pensarlo. Intentó no hacerlo y, desde luego,
nunca lo admitió. Cassie y ella nunca habían reconocido el cambio en
su relación, pero llevaban más de un mes enviándose mensajes de
texto a diario. Desde el fin de semana de San Valentín, había habido
uno o dos días en los que Erin no había hablado con Rachel, pero no
había pasado ni un solo día sin que hablara con Cassie.
Erin había perdido la capacidad de decirse a sí misma que solo era
sexo. Estaba el mentirse a uno mismo y estaba el delirio puro y duro,
y esto caía más en lo segundo.
Así que no se dijo nada a sí misma.
En su matrimonio, había pasado mucho tiempo sabiendo lo que
quería y sin permitirse tenerlo, sin permitirse siquiera pensar en ello.
Y cuando lo hacía, se disuadía a sí misma. Lo hacía con demasiada
frecuencia: se persuadía a sí misma de su descontento. Así que, con
Cassie, Erin simplemente… no pensaba en ello. Sabía lo que quería y,
por una vez en su vida, se lo permitió. 281
Cassie estaba extendida sobre la cama, con las piernas a un lado y
los brazos estirados hacia el otro cuando Erin regresó con un
portavaso en una mano y una bolsa de pastelería en la otra, y un
ejemplar del Globe metido bajo un codo. Cassie la miró.
—Vaya.
—Buenos días. —Erin apretó los labios en lugar de sonreír. Incluso
cuando eran solo ellas dos, estar tan feliz se sentía como si no
estuviera permitido—. Espero que no me hayas echado mucho de
menos.
Cassie se levantó a medias y elevó la barbilla. Erin siguió su
ejemplo y la besó en la boca. Cassie le sonrió cuando se apartó.
—¿Qué me compraste?
—Café —respondió, y le tendió el portador para que la bebida de
Cassie estuviera a su alcance—. Y pan de limón o pan de calabacín.
¿Cuál prefieres?
—El que tú no quieras.
Cassie se acomodó en la cama. Aún estaba desnuda, pero no hizo
ademán de vestirse, se sentó con la espalda apoyada en el cabecero y
la sábana enrollada alrededor del torso. Erin se quitó la chaqueta.
—Eh — dijo Cassie—. Tienes mi camiseta.
Erin bajó la mirada. Se había puesto lo primero que había
encontrado en el suelo de la habitación del hotel, lo que la había
llevado más rápido por un buen café. No se había dado cuenta hasta
ahora de que era la camiseta blanca de Cassie.
—¿Te parece bien? Puedo quitármela si quieres.
—No —dijo Cassie inmediatamente—. No, eh, está bien. —Tenía
las mejillas sonrosadas.
Erin debería ponerse su ropa más a menudo.
Cassie dio un sorbo a su bebida. Podría burlarse de ella por el
placer que mostró su rostro al probarla, pero seguía sonrojada por lo
de la camisa, así que Erin le dio un respiro. 282
Erin tenía turno en el hospital esa tarde. Sería mejor si volviera a
Nashua temprano. Ni siquiera estaba segura de tener una bata limpia.
Se quitó los jeans y volvió a meterse en la cama con Cassie. No
intentaba nada, no pretendía ser sexi, pero se acomodó lo bastante
cerca como para que su cuerpo se apretara contra el de Cassie. Justo
cuando recordó que Parker había mencionado que a Cassie no le
gustaba que la tocaran, Cassie pasó la pierna por encima de la de Erin,
y quedaron entrelazadas por los tobillos.
Se repartieron los productos horneados: tomaron la mitad de cada
uno. Erin desdobló el periódico. Se quedó con la primera sección y le
ofreció el resto a Cassie, que enseguida lo hojeó para encontrar el
crucigrama. La tranquilidad era agradable. No tenían que hacer nada.
No debían tener cuidado, no tenían que mirar el reloj ni escuchar a
Parker.
Podrían haberlo hecho en octubre, si Erin hubiera invitado a Cassie
a su hotel aquella noche. Pero quizá no habrían pasado una mañana
tranquila juntas en la cama: Erin habría apresurado a Cassie a salir
por la puerta. En ese momento, no la conocía y esa mañana había
estado nerviosa al quedar con Parker para desayunar. Jesús, imaginar
que Cassie hubiera pasado la noche, se hubiera despedido por la
mañana y luego hubieran aparecido en el mismo restaurante. Como
si no hubiese sido ya lo bastante complicado.
—Seguro que esta te la sabes —dijo Cassie, que seguía trabajando
en el crucigrama—. Primera mujer licenciada en una facultad de
medicina de EE. UU., empieza por…
—Elizabeth Blackwell —dijo Erin.
—Nerd.
Erin chocó su hombro contra el de Cassie.
—Como si no pudieras decirme la primera mujer astronauta de
EE. UU.
—Sí, pero todo el mundo conoce a Sally Ride —dijo Cassie—. ¡Y no
voy a ser astronauta!
283
—Por supuesto que no.
Cassie hizo ademán de ignorarla y volvió al crucigrama. Erin no
pudo evitar seguir mirándola: era condenadamente linda. Su pelo
rubio parecía una melena de león y su piel resplandecía incluso en
marzo. Al final, Cassie la sorprendió mirándola. Erin sonrió, y sintió
que se le calentaba la cara.
—Esto se siente bien —dijo.
Cassie sonrió.
—¿Vendrás a visitarme cuando esté aquí durante el verano, y me
traerás el desayuno a la cama?
—¿Esa es tu parte favorita de esta mañana? —Erin levantó las cejas.
—¿Tienes algo mejor?
—Tal vez después de que termines el crucigrama.
Cassie rellenó inmediatamente las casillas sin resolver con letras al
azar y luego lo levantó.
—Mira, ya está.
Erin se rio.
—¿A qué hora es tu vuelo?
***
Erin aceleró todo el camino hasta el aeropuerto. No tuvieron
tiempo de aparcar ni de entrar con Cassie. Ni siquiera tuvieron
tiempo a que Erin saliera del coche: Cassie la besó con fuerza por
encima de la consola.
—Gracias, nena, te mandaré un mensaje desde el avión.
—¡Que tengas un buen viaje! —Erin le gritó.
Cassie [Hoy 1:23 p. m.]
Tuve que pelearme con el agente de la puerta para que no la cerrara, pero logré
abordar.
284
Las buenas sensaciones de Erin tras ver a Cassie solo duraron hasta
que llegó a casa, a Nashua. Para entonces, su mente la había atrapado.
Anoche, Cassie había hablado de Caltech. Lo había planteado solo
como posibilidad. Casi veinticuatro horas después, Erin seguía
intentando no darle demasiada importancia. No podían seguir
haciéndolo, aunque Cassie no se mudara al otro lado del país para
estudiar un posgrado. Esta mañana, Erin había tomado nota de que
debía ponerse la ropa de Cassie más a menudo. ¿Cuándo iba a
ocurrir? Aquella noche era su única oportunidad. Aunque Cassie
pasara el verano en Boston, Erin y ella no tendrían tiempo para estar
a solas.
Erin no podía pedirle a Cassie que fuera al MIT. No podía pedirle
nada. Faltaban semanas para que Cassie cumpliera veintidós años.
Tenía toda la vida por delante, todo el mundo por delante. Podía
hacer cualquier cosa. Erin no iba a frenarla.
Había sido agradable e incluso bueno para su autoestima, que una
persona joven y atractiva estuviera tan interesada en ella. Pero Erin
no podía actuar como si fueran algo que no eran. No estaban saliendo.
No tenían una relación. No podían tenerla. Incluso si eso era lo que
Cassie quería, nunca podría funcionar.
Parker no podía saber que Erin y Cassie habían coqueteado. No
había forma de que saliera de otra manera que no fuera horrible. Erin
se preocupaba mucho por Cassie, pero no estaba dispuesta a perder
a su hija.
Así que no le pediría a Cassie que fuera al MIT. No se imaginaría
cómo sería tenerla cerca. Se permitiría lo que pudiera tener durante
el verano y luego se despediría.
Por eso no hablaban de ello. Por eso Erin no pensaba en ello.
Por eso, en el café de la semana siguiente, cuando Rachel le
preguntó
Cómo le había ido a Erin, esta se limitó a decir: «Bien», en lugar de
dar detalles que sabía que a su mejor amiga le habrían encantado. 285
Aunque una vez que lo pensó, Erin se dio cuenta de que
últimamente Rachel no había sido tan insistente en lo que se refería a
su vida amorosa. El pensamiento la roía mientras Rachel hablaba de
su viaje a Grecia a principios de verano.
Erin expresó la cantidad apropiada de entusiasmo e interés en el
itinerario de Rachel por las Islas Griegas, y luego soltó:
—Últimamente, no has intentado que vaya a ninguna cita doble o
alguna otra cosa ridícula.
—Sé que estás ocupada preparándolo todo para la clínica. —Rachel
ni siquiera si inmutó por el cambio de tema—. Además, tienes tu
amiga de sexteo, ¿verdad? —Erin parpadeó—. ¿O ya no?
Era la primera semana de abril. Erin le había contado a Rachel sobre
el sexteo exactamente una sola vez, y fue justo después de que
ocurriera por primera vez: el día de San Valentín.
—¿Cómo supiste que seguimos…? —se interrumpió en vez de
intentar encontrar una palabra para lo que estaba pasando entre ella
y Cassie.
—Nadie sonríe a su teléfono tanto como tú si no está sexteando con
alguien.
Erin la miró fijamente.
—Sé que dijiste que lo haces hasta en el supermercado, pero nunca
hemos hecho sexteo mientras estaba contigo.
Rachel agitó una mano como si no importara.
—Sabes lo que quiero decir —dijo, pero Erin no lo sabía. No se
había dado cuenta de que sonreía a su teléfono tan a menudo—.
Pareces más feliz últimamente, eso es todo.
Erin sintió que se le encendían las mejillas. Intentó mantener la
calma.
—¿En serio?
—Me gusta cómo luce en ti —dijo Rachel en voz baja. Estaban
286
viviendo un momento: dos amigas que se conocían desde la
universidad, sentadas en una cafetería década y media después,
hablando de la felicidad—. Además —Rachel siguió—, la semana
pasada estabas prácticamente resplandeciente. O has cambiado tu
rutina de cuidado de la piel, o te han dado como a cajón que no cierra.
Ah, hasta ahí les llego el momento.
Por lo menos Rachel no buscó más información sobre la amiga de
Erin que le enviaba mensajes sexuales. Era implacable cuando quería
detalles, pero también parecía tener un sexto sentido para saber
cuándo Erin necesitaba que la dejaran en paz.
Antes de que el divorcio fuera definitivo, después de que Adam se
mudara, Erin se había destrozado la espalda reordenando muebles.
Había sido horrible: no podía levantarse, sentarse o girar el cuerpo
sin que el dolor le recorriera la columna vertebral. Cuando Rachel fue
a verla, Erin estaba tirada en el suelo; la cama era demasiado blanda.
Rachel, Dios la bendiga, no había preguntado nada sobre por qué Erin
decidió que tenía que reorganizar los muebles en ese mismo
momento, ella sola. También tenía hidrocodona.
Erin recordó el momento en que las drogas hicieron efecto. No
había sido tanto que no pudiera sentir el dolor; el dolor seguía ahí,
evidentemente, como un ladrillo, pero en realidad no era tan horrible.
Todo era más suave. Rachel y ella pidieron pizza, Erin abrió la puerta,
pagó al repartidor y llevó la caja a la cocina sin gritar. Podía hacer lo
que quisiera, aunque su cuerpo seguía sabiendo que algo no iba bien.
Así era estar cerca de Cassie. Sabía que no debía hacerlo, que estaba
mal, que era una idea terrible, pero Erin se sentía bien de todos
modos. Podía estar jodiéndolo todo, pero se sentía bien de todos
modos.
El domingo siguiente, en su llamada semanal, Parker dijo:
—Cassie consiguió un trabajo en Boston.
Esto tenía que pasar alguna vez: Parker mencionando algo que Erin
ya había oído de Cassie. Erin intentó hacerse la desentendida.
—¿En serio?
287
—Sí. Algo de ingeniería, obviamente. Aparentemente es algo
importante.
—Bueno, eso es genial para ella.
—Sí. Y ya sabes, Boston está bastante cerca. Hemos estado
hablando sobre si pudiese visitar Nashua los fines de semana.
—Claro que puede venir de visita —dijo Erin. No tenía ni idea de
cómo se las arreglaría para volver a vivir bajo el mismo techo que
Parker y Cassie—. Pero aún no sabes dónde vas a estar este verano,
¿o sí? ¿Ya encontraste algo?
La línea se había quedado en silencio. Erin se maldijo en su mente.
No sabía qué había hecho mal, pero debía de haber hecho algo. Había
tenido mucho cuidado con Parker desde el primer domingo que no la
había llamado. Sus conversaciones se habían estancado durante un
tiempo, pero habían ido mejorando. Parker no se había vuelto callada
y hosca con ella desde que por fin habían hablado del divorcio. Estaba
claro que Erin había metido la pata, de alguna manera, porque su
cerebro tuvo tiempo de entrar en una espiral de ansiedad antes de
que Parker respondiera por fin.
—Estaba pensando en, tal vez, quedarme en casa este verano.
—¿Sí?
—Sí. Ya sé que se supone que tengo que hacer algo, pero hice cosas
todos los veranos del instituto, ¿no? Cosas para quedar bien en las
solicitudes de la universidad. Así que sé que debería prepararme para
lo que quiera hacer después de la universidad, un posgrado, un
trabajo o lo que sea. Pero todavía no sé lo que quiero hacer. Y la
universidad me ha estado pateando el trasero, y solo quiero…
relajarme.
—Me parece una buena idea.
—¿En serio?
—Claro. No debes tenerlo todo resuelto ahora mismo.
—Ah, bien. 288
De nuevo, Erin sintió que había hecho algo mal.
—¿No es eso lo que querías que te dijera?
—Es que normalmente eres tú la que me presiona para que
desarrolle mi potencial y esas cosas. Me imaginé que querrías que
buscara unas prácticas o que fuera a un campamento de arte o algo
así.
—Bueno, sí, sé que puedes triunfar en lo que te propongas —dijo
Erin con delicadeza—, pero eres tú quien decide en qué. Y también
hay que sacar tiempo para divertirse. Tienes derecho a ser una
chiquilla por un tiempo. —Parker no lo dijo, pero Erin se dio cuenta
de que estaba sorprendida. En lugar de dejar que su mente volviera a
dar vueltas, Erin bromeó—: Pero si no consigues trabajo, te obligaré
a cortar el césped todas las semanas.
—Uf, eso puede ser peor que tener que buscar trabajo —dijo Parker
con una risita que hizo que el corazón de Erin creciera tres tallas.
Capítulo 21
Cassie
Parker [Hoy 3:38 p. m.]
¿Qué vas a hacer esta noche? Hay una fiesta en la casa del béisbol.

Cassie miró fijamente su teléfono. Después del concierto a capella,


el chat del grupo había resucitado. Cassie había enviado sus fotos
favoritas de la fiesta de celebración, y luego Acacia le había enviado
fotos de ella y Parker en Chicago durante las vacaciones de
primavera. Cassie había intentado mantener la conversación, lo que
significaba sobre todo enviar memes. De vez en cuando, Parker
enviaba un «juajuajua» en el mensaje de grupo, o incluso un meme 289
propio.
La última vez que Cassie había recibido un mensaje
exclusivamente de Parker había sido hacía más de un mes.
No tenía planes para esa noche, pero aunque los tuviera, no iba a
rechazar a Parker.
Cassie [3:40 p. m.]
Suena bien.

Pensó en preguntar quién iba a ir, solo para tener algo más que
decir, pero no quería que Parker pensara que solo iría si había otras
personas allí. Sus pulgares flotaban sobre la pantalla, sin que su
cerebro supiera qué escribir.
Parker [3:42 p. m.]
Voy a salir a cenar, así que iba a encontrarme con Kaysh allí. Deberías
acompañarla.
Cassie [3:43 p. m.]
Genial, nos vemos allí.

Parker [3:43 p. m.]


Y es la casa del béisbol, así que probablemente haya Jungle Juice gratis.

Cassie [3:44 p. m.]


No esperaba menos.

Las fiestas en la casa del béisbol solían irse de las manos y, cuando
Cassie y Acacia llegaron, ya había suficiente ruido como para que les
pusieran una denuncia por escándalo público. Parker las recibió
adentro, con Sam y Gwen a cuestas, y les dio vasos rojos antes de
siquiera saludarlas.
Con Jungle Juice gratis o sin él, Cassie debería haberse preparado
para engrasar las ruedas de la interacción social. Había ayudado en
la fiesta a capella. ¿Hasta qué punto tenían que emborracharse para
que aquella amistad fluida volviera a surgir por completo?
Antes de que se pusiera demasiado incómodo, Parker sugirió bailar
290
y Acacia nunca se negaría a eso. Si hubiera sido cualquier otra cosa,
Cassie no le habría dicho que no a Parker, pero tal como estaban las
cosas, ella y Gwen se hicieron de rogar. Las otras tres desaparecieron
entre la multitud, con las copas aún en la mano.
Cassie tomó un sorbo de su Jungle Juice. No sabía a alcohol, lo que
probablemente significaba que mañana tendría una resaca de los mil
demonios.
—No te emborraches demasiado —dijo Gwen.
Cassie puso los ojos en blanco. Era la primera vez que
interactuaban como es debido desde que Gwen había llamado a
alguien para que se ocupara de una Cassie borracha y, por supuesto,
se mostraba condescendiente con su nivel de embriaguez.
—Estoy bien, gracias.
—Lo sé. Solo quiero que luego tengas un buen control motor.
Cassie deslizó una mirada hacia Gwen.
—¿Qué?
—Cuando te lleve más tarde a casa —dijo Gwen—, quiero que
tengas un buen control motor.
Cassie se quedó boquiabierta. Gwen era tan segura de sí misma que
ni siquiera miraba a Cassie, ni siquiera sonreía. Era tranquila, directa,
segura. Cassie bebió un trago de su bebida.
—La última vez que traté de seducirte, llamaste a una de mis
amigas para que me recogiera —dijo.
Gwen se encogió de hombros.
—La última vez te veías desesperada. Ahora no lo pareces. De
hecho, te ves muy sexi.
Cassie estaba desesperada la última vez. Desesperada por dejar de
pensar en Erin, aunque en ese entonces todavía no lo hubiera
reconocido. Desesperada por acostarse con otra persona, por tener un
nuevo recuerdo que la calentara en las noches frías. Ahora, estaba 291
bastante feliz con sus recuerdos de Erin en la ducha, la cocina y su
dormitorio. Erin empujándola contra la pared de un edificio porque
la necesitaba rápido, y luego tomándose su tiempo en el hotel.
Ahora, Cassie no sabía si Gwen valía la pena.
—¿Y si cambié de opinión desde la última vez?
Gwen la miró.
—¿Por qué lo habrías hecho?
Cassie se pasó una mano por el pelo. Miró la pista de baile, la
multitud de cuerpos. Pudo ver a Parker, que las miraba y se alejaba
rápidamente. Cassie miró a Gwen, que estaba tan buena como
siempre, y luego a Parker, que le había enviado un mensaje de texto
por primera vez en más de un mes para esa fiesta, que estaba bailando
con la mejor amiga de Gwen, ¿quizá? ¿O prima? Cassie no estaba
segura de cuál era su conexión.
—¿Estás saliendo con alguien? —preguntó Gwen.
—No —dijo Cassie lentamente. Pensó en Erin. No estaban saliendo,
obviamente, pero la idea de volver a casa con Gwen ni siquiera dos
semanas después de que ella y Erin hubieran pasado una noche
entera; bueno, adorando el cuerpo de la otra, básicamente… no le
parecía bien.
—No realmente.
Gwen enarcó una ceja.
—¿En serio?
—No estoy saliendo con nadie —dijo Cassie—, pero tampoco
quiero irme contigo.
Ahora Gwen sí sonrió con satisfacción.
—No te creo.
Cassie no estaba segura de creerse a sí misma. Había querido
acostarse con Gwen desde antes de conocer a Seth, y ahora que por
fin tenía la oportunidad, ¿la rechazaba? No tenía sentido, excepto
porque no podía dejar de pensar en Parker enviándole mensajes de 292
texto por primera vez en mucho tiempo. Cassie no pudo volver a casa
con Gwen la primera vez que Parker le tendió la mano.
—No me voy a ir contigo.
—Esa no es la parte que no me creí —dijo Gwen, y se alejó.
¿No era la parte que…? Cassie puso los ojos en blanco. ¿Gwen no
se creía que no estuviera saliendo con nadie? ¿Quién era? ¿Acacia?
¿Como si salir con alguien más fuera la única razón por la que alguien
no quisiera cogerse a Gwen? Erin no tenía nada que ver con esto:
Cassie estaba intentando ser amiga de Parker, y dado que se habían
peleado por tirar con quien demonios le apeteciera, acostarse con
Gwen sería una idea terrible.
Al final de la noche, Gwen era la única lo bastante sobria como para
conducir, pero había encontrado a alguien más para entretenerla, así
que las otras cuatro regresaron al campus. Parker pasó un brazo por
encima de Sam y otro por encima de Cassie. Era prácticamente un
peso muerto, pero Cassie no se quejó.
—Fue divertido —les dijo Parker—. Ustedes no son tan aburridas.
Acacia y Sam pusieron los ojos en blanco, pero quizá fuera lo más
bonito que le había dicho a Cassie en meses.
***
Los jueves siempre eran un día sin rumbo: Cassie tenía clase por la
mañana, pero, a partir de las diez, tenía todo el día libre. Iba al
supermercado para ser productiva, pero luego vagaba por los pasillos
sin saber qué quería comprar.
Era el día libre de Erin, a quien Cassie había enviado una foto esa
mañana con el pelo desparramado en la almohada mientras
descansaba en la cama. Cassie miró dieciséis tipos diferentes de arroz
y le envió un mensaje.
Cassie [Hoy, 1:41 p. m.]
¿Qué haces?

Erin [1:43 p. m.]


Es demasiado temprano para una llamada caliente, Cassie. 293
Cassie [1:43 p. m.]
Solo quería asegurarme de no despertarte en tu día libre.

Antes de que Erin pudiera preguntar qué significaba eso, Cassie


estaba llamando.
—No me digas que has venido a Boston sin decírmelo otra vez —
dijo Erin al contestar.
—No, es que estoy aburrida.
—¿Y qué? ¿Se supone que tengo que entretenerte?
—No, solo necesito que me digas qué hacer para cenar. Estoy en el
supermercado, pero todo lo que quiero comprar es helado de
chocolate.
—Tienes que comprar al menos una verdura, Cassie.
—Sí, ¿para que se eche a perder en mi cajón de verduras y luego
tenga que botarla?
Se dirigió al siguiente pasillo, lleno de productos de repostería que
no necesitaba en absoluto. Lo recorrió.
—¿Y si compras verduras, pero luego las usas inmediatamente
para preparar un salteado para cenar?
Cassie fingió que se lo estaba pensando, pero ya se dirigía a la
sección de verduras.
—No parece mala idea.
—Lleva pimientos y guisantes dulces —dijo Erin—. Y zanahorias,
si no tienes ninguna pudriéndose en el cajón de las verduras.
—Sé cómo hacer un salteado, nena.
—Tú fuiste la que me llamó —bromeó Erin.
Sin embargo, Cassie le hizo caso en lo referente a la salsa. Erin
repasó la receta mientras Cassie llenaba su carrito.
—Dios, ahora voy a tener que preparar un salteado para esta noche
294
—dijo Erin—. He hablado tanto de él que suena delicioso.
—Más vale que lo esté —dijo Cassie. Eligió la caja automática—.
Más te vale que no me hayas dado una receta para un salteado que
no sea delicioso.
—Bueno, ya sabes, todo depende de la cocinera. No me culpes si el
tuyo no es tan bueno como el mío.
—Dios mío, ¿por qué me gustas?
Erin se echó a reír y Cassie esbozó una sonrisa que dolió.
Siguieron hablando durante el pago en la caja y el trayecto en
autobús de vuelta al campus. Cassie puso al día a Erin sobre sus clases
y proyectos, alardeó de que había sorprendido al profesor Upton
mirándola con esa ridícula cara de papá orgulloso como tres veces
desde que le había contado lo del trabajo.
Erin habló de sus pacientes, y un poco de las normas de la HIPAA
y todo eso, y Cassie decidió que tenía demasiada hambre como para
molestarse en guardar los comestibles. Se colocó el teléfono entre el
hombro y la oreja, y empezó a cortar los pimientos.
Casi se le cae el teléfono, y casi se abre el pulgar antes de
interrumpir.
—Erin, oye, lo siento —dijo—. Quiero escuchar el resto de tu
historia, pero cambiemos a FaceTime para que tenga las manos libres
para cocinar.
Podría haber puesto el altavoz, pero quizás quería ver la cara de
Erin. No se culpaba.
—Ya te marco.
Erin colgó e inmediatamente se conectó por FaceTime.
—Hola. —Cassie sonrió. Ver la sonrisa de Erin era mucho mejor
que oírla en su voz—. Entonces, fuiste a una consulta… —le recordó
Cassie, y Erin retomó la conversación donde la había dejado.
295
Erin también empezó a preparar la cena mientras hablaban. Cassie
criticó su habilidad con el cuchillo y Erin se rio de ella. Habían pasado
apenas dos semanas desde la última vez que se vieron, pero a Cassie
le encantaba eso de compartir su tiempo aunque no pudieran
compartir su espacio.
Cuando se sentaron a comer, Cassie en el sofá y Erin en la isla de la
cocina, Erin preguntó:
—¿Tienes planes para el fin de semana?
—No —contestó—. Es el retiro a capella, así que Parker va a estar
fuera todo el fin de semana. —Se dio cuenta de lo que estaba diciendo
en cuanto salió de su boca. Nunca habían hablado directamente de
Parker—. Bueno, probablemente ya lo sepas.
Peor que mencionar a Parker, sería una Cassie quejándose. Como
Parker se iba, eso significaba que Cassie tendría a Acacia todo el fin
de semana sin tener que preocuparse por si la abandonaba por
Parker. No es que Kaysh lo hubiera hecho, pero, sin duda, estaba
extrañamente más ocupada con más frecuencia desde que Cassie y
Parker se habían peleado. Se habían empezado a llevar mejor desde
el concierto antes a las vacaciones de primavera, Parker incluso
parecía ligeramente entusiasmada con la idea de que Cassie viniera
de Boston en el verano, pero, aun así…
Cassie trató de superar su incomodidad.
—Acacia y yo probablemente estaremos bastante tranquilas, no nos
meteremos en demasiados problemas.
—¿Estás diciendo que Parker es la alborotadora del grupo? —Erin
estaba concentrada en su comida, no en Cassie en la pantalla de su
teléfono.
—Kaysh y yo nos hemos metido en líos desde que éramos niñas —
dijo Cassie—. Estoy bastante segura de que nosotras somos una mala
influencia para Parker, y no al revés.
—Estoy segura de que Parker causa problemas por su cuenta —dijo
Erin—. Me gusta pensar que no soy una madre completamente
ignorante, aunque admito que probablemente preferiría no saber en 296
qué se mete.
Cassie aprovechó la oportunidad para cambiar de tema.
—¿En qué clase de líos te metías en el colegio?
Erin la miró. Cassie sonrió y se dio cuenta de que Erin estaba
luchando contra una sonrisa, y luego comenzó:
—Una vez…
El fin de semana estuvo tranquilo, como Cassie había esperado,
pero Acacia dijo que Parker había vuelto del retiro más gruñona de
lo normal. Kaysh tardó hasta el miércoles en averiguar por qué.
Acacia [9:48 p. m.]
Mierda. Ella y Sam terminaron.

Cassie [9:49 p. m.]


Demonios.
Cuando Acacia y Cassie desayunaron el viernes por la mañana,
Kaysh parecía cansada.
—No lo está manejando bien —dijo—. Ya sabes cómo se echa
encima la responsabilidad de todo. —Cassie podía imaginárselo.
Empujó los huevos revueltos en su plato—. Y, nena, Donovan me
invitó a pasear este fin de semana —añadió Acacia—, así que tienes
que quedarte con ella.
Cassie la miró fijamente.
—¿Qué?
—No la dejaría sola, pero Donovan lo tiene planeado desde hace
un mes y medio. Necesito que te quedes con ella este fin de semana.
—Ni siquiera le gusto mucho por estos días —dijo Cassie.
—Bueno, pues ahora gusta menos de sí misma. Así que tú harás
que se sienta mejor. Aunque ella no crea que eso es lo que estás
haciendo.
No se lo creía. Pero no podía decirle que no a su mejor amiga. 297
—De acuerdo.
—Prométemelo —dijo Acacia.
—Te lo prometo.
***
No alcanzó a estar a solas con Parker ni media hora antes de que
esta le gritara que se marchara.
—¡Fuera, Cassie! No te quiero aquí.
Se lo pensó durante medio segundo, pero no.
—No me importa si me quieres aquí o no, princesa —dijo—. Le dije
a Acacia que estaría aquí y voy a estar aquí todo el fin de semana.
—Me importa un carajo lo que le hayas dicho a Acacia…
—Pues, deberías —interrumpió Cassie—, porque es mi mejor
amiga. Y tú eres mi mejor amiga. Y no voy a dejarte sola mientras
estés triste.
Parker parecía realmente sorprendida, y eso le rompió el corazón.
Parecía sorprendida de que Cassie no hubiera renunciado a su
amistad. Cassie tenía ganas de darle un puñetazo y de abrazarla.
—Te quiero, idiota —dijo—. Y me quedaré aquí. Podemos hablar o
ver películas de Disney o emborracharnos o acurrucarnos o lo que
quieras, pero de aquí no me muevo.
Parker tragó saliva. Cassie se negó a romper el contacto visual.
—Tengo tareas por hacer —dijo Parker, como si eso fuera lo más
parecido a aceptar el intento de consuelo de Cassie.
—Genial —dijo—. Traje mis libros.
Trabajaron en silencio durante una buena hora, Parker en su
escritorio y Cassie despatarrada en la cama de Acacia. Al final, Parker
cerró el libro y miró a Cassie. Su rostro era cauteloso, incluso mientras
intentaba hacer las paces.
298
—Voy a empezar la segunda temporada de Scandal, ¿quieres verla
conmigo?
— Sí —respondió Cassie inmediatamente—. Claro que sí.
Llevaban dos episodios cuando Parker habló en medio del final de
un episodio y el comienzo del siguiente.
—Lamento haber dicho eso de que no sabes ser vulnerable.
—¿Qué?
—Esa noche. —La voz de Parker era tranquila—. Siento haber
dicho que no sabías estar en una relación.
Cassie se alegró de que ambas estuvieran concentradas en el
ordenador de Parker, sin necesidad de contacto visual.
—No es que estuvieras tan equivocada —dijo—. Soy un poco idiota
cuando se trata de ese tipo de cosas. Ni siquiera me había enterado
de lo de Seth.
—No fue tu culpa —dijo Parker.
—Tampoco tuya.
Se quedaron en silencio. Cassie pensó que el momento había
terminado, pero entonces:
—¿Por qué no te acostaste con Gwen?
—¿Qué?
El siguiente episodio comenzó, pero Parker siguió hablando.
—La vi coqueteando contigo. Sé que piensas que está buena.
Cassie se obligó a no moverse, con los ojos pegados a la pantalla.
—No me acuesto automáticamente con una persona solo porque
me parezca atractiva —dijo. Le pareció demasiado pesado,
demasiado parecido a cómo había empezado todo aquello, así que
añadió—: Quiero decir, aún no me he acostado contigo, ¿verdad?
Parker soltó una risita y apretó su hombro contra el de Cassie, lo
que hizo que Cassie se sintiera un poco más valiente. Habló por
encima de Fitz, que estaba diciendo alguna tontería en el ordenador.
299
—No quería acostarme con Gwen porque no quería estropear las
cosas contigo —admitió.
Parker se escondió un poco más bajo las mantas. Finalmente, tras
un largo silencio, pasó el brazo por el de Cassie y esta respiró.
—Fitz es realmente estúpido —dijo Parker.
—Sí. Esta serie sería infinitamente mejor si solo dejaran que Mellie
y Olivia estuvieran juntas.
—Seguro que sí.
***
Volvieron a entablar amistad más fácil de lo que Cassie esperaba.
Después de tanto tiempo con un contacto mínimo, volvían a verse
todos los días: desayunaban en la cafetería, se esperaban después de
clase, estudiaban juntas en la biblioteca. Era estupendo, aunque a
Cassie le doliera darse cuenta de que Parker nunca había estado
realmente demasiado ocupada… Pero prefería disfrutar de lo que tenía
ahora que lamentarse por lo ocurrido en el pasado. Nunca lo
mencionaron, excepto una vez, cuando Cassie hizo que Parker se
partiera de risa imitando al profesor Crane.
Parker se apretó el estómago y dijo:
—Eres una imbécil, pero te extrañé.
Acacia sonrió. A Cassie realmente le daba igual lo que hubiera
pasado antes; solo se alegraba de tener de vuelta a sus mejores
amigas.
***
Se suponía que Parker y Cassie estaban estudiando en el sofá del
apartamento de Cassie, pero estaba mirando los clasificados, y como
vio que Parker estaba en Facebook, no le pareció mal interrumpir.
—¿Cuánto sabes de los barrios de Boston?
Parker se encogió de hombros.
—Un poco.
300
—Mira este apartamento. —Parker se apoyó en el costado de Cassie
mientras esta hojeaba las fotos—. ¿Sabes si está en un buen barrio?
Parker se apartó y volvió a su ordenador.
—La verdad es que no lo sé. Deberías preguntarle a mi mamá. Ella
conoce Boston mejor que yo.
Cassie miró bruscamente a Parker, que no le prestaba atención.
—¿Debería preguntarle a tu madre?
—Sí —contestó—. Ella va a la ciudad constantemente por cosas de
pacientes. Mándale un mensaje.
Cassie tragó saliva. Deseó que Acacia estuviera allí.
—¿Quieres que le escriba a tu mamá para preguntarle sobre los
barrios de Boston?
Parker se encogió de hombros.
—Tienes su número, ¿verdad? Envíale un mensaje o llámala. Le
gustas lo suficiente como para ir a echarle un vistazo al apartamento
y asegurarse de que las fotos no sean falsas.
—De acuerdo. —Cassie se mordió las uñas—. La verdad, eso sería
muy amable.
Parecía una locura que Erin fuera a mirar apartamentos por ella. Y
aún más descabellado que Parker lo hubiera sugerido. De todas
formas, Cassie le sacó el tema a Erin por teléfono unos días después.
—Parker me dijo que te preguntara por los barrios de Boston.
Erin dudó.
—¿Sí?
—Sí. —Cassie se aclaró la garganta—. Dijo que te gustaba lo
suficiente como para ir a ver apartamentos por mí.
—No sé si me gustas tanto.
Cassie intentó dar marcha atrás.
—Claro, por supuesto, quiero decir, eso es mucho y…
301
Erin se rio.
—Cassie, claro que me gustas lo suficiente como para buscarte
apartamento. No quiero que vivas en la miseria.
El pulso de Cassie intentó volver a la normalidad.
—Claro —volvió a decir. Erin solo estaba bromeando. Eran amigas,
aunque seguían pareciendo mucho más—. Lo he reducido a un par.
Si pudieras revisarlos, p… por favor.
La voz de Erin era suave.
—Por supuesto que sí, cariño.
***
Un jueves por la tarde, Acacia entró a su dormitorio sin tocar y
anunció:
—Estoy aburrida y hambrienta, y si tengo que volver a comer en la
cafetería, creo que me moriré. Vamos a Sonic esta noche.
Con el Sonic más cercano a casi cuarenta minutos de distancia, ir
hasta allí era siempre una aventura, una por la que Cassie
normalmente estaría dispuesta a pasar.
—Esta noche no puedo. Erin y yo cocinaremos la cena juntas. —No
creía haber dicho nada raro, pero Acacia la miraba fijamente—. ¿Qué?
—preguntó.
—¿Prepararás la cena con Erin? ¿Está de visita sin que Parker ni yo
lo sepamos?
—Ah, no —dijo Cassie—. Nos vemos por FaceTime y cocinamos
juntas.
— ¿Y crees que eso es normal?
Puso los ojos en blanco.
—Hoy vio unos de los apartamentos y me va a dar su opinión.
—Dios, ¿y te atreves a negar que están saliendo?
302
Acacia le montaba este numerito por los menos una vez a la
semana.
—No estamos saliendo, Kaysh.
—En serio, no tengo ni idea cómo puedes decir eso.
—Porque no estamos saliendo, y ninguna de las dos quiere hacerlo
—dijo Cassie.
—¿Has cogido con alguien, excepto con Erin, desde lo de Seth? —
preguntó Acacia.
—Claro que sí —se burló Cassie.
Había muchos fines de semana después de Seth en los que se había
ido a casa con alguien. Sin embargo, cuando lo pensó, había habido
otras personas desde Seth, sí, pero ¿desde Erin? ¿Desde aquella
primera noche en el bar durante el Fin de Semana Familiar? Se había
besado con Emerson y había intentado ligarse a Gwen en una fiesta.
Eso fue todo. No podía creerlo, pero eso era todo.
No le gustaba pensar en ello, y tampoco le gustaba la mirada que
Acacia le lanzó, así que se defendió.
—Incluso si quisiera salir con ella, ¿cómo funcionaría? ¿Cómo
saldría con la madre de mi amiga que vive en New Hampshire?
—Ay, no lo sé, —dijo Acacia, fingidamente confundida—.
Probablemente, le enviarías mensajes de texto todos los días y
prepararías la cena con ella por FaceTime y conseguirías un trabajo
en Boston para pasar el tiempo…
—Eso fue en golpe bajo —interrumpió Cassie—. Conseguí ese
trabajo porque es de puta madre. No tiene nada que ver con Erin.
Los hombros de Acacia se desplomaron.
—Lo sé, tienes razón. Lo siento. Pero solo digo que es posible…
—No importa que sea posible; no quiero salir con la madre de
Parker. —Su estómago se retorció. Toda esta conversación la 303
incomodaba. No quería salir con Erin. No quería salir con nadie—.
Ser arromántica también es una opción, ¿sabes? —dijo.
Acacia la fulminó con la mirada.
—No te apropies de una identidad real solo porque tienes miedo
de que te hagan daño.
Cassie decidió que tal vez no volvería a hablar con Acacia sobre
Erin.
***
De hecho, pudo evitar hablar con Kaysh sobre Erin. Ocupadas con
los exámenes finales y los preparativos para el verano, no tenían
tiempo para charlas sobre sentimientos.
Erin la ayudó a conseguir un apartamento que Cassie no tenía ni
idea de cómo iba a llenar de cosas. Ni siquiera era un estudio. Pero
eso era lo único malo del lugar. Podría ir andando al trabajo y,
además, el apartamento incluía una plaza de aparcamiento para
cuando se comprara una moto cuando se instalara; necesitaba algo
que la llevara a Nashua los fines de semana para salir con Parker,
entre otras cosas.
Cuando solo le quedaban unas semanas de carrera universitaria,
estaba tirada en el suelo del dormitorio de Parker y Acacia. Había
tantas cosas que debería estar haciendo. En lugar de eso, cerró los
ojos.
—¿Cuándo terminas con las cosas de la universidad? —preguntó
Parker.
—La graduación es el domingo, aunque técnicamente todavía
tengo el examen de cálculo el lunes y neurobio el martes. Ni siquiera
sé si voy a ir a la ceremonia.
—¿Y por qué no irías? —Cassie seguía con los ojos cerrados, pero,
de repente, Parker parecía estar prestando más atención.
—¿Quién quiere sudar en una de esas batas mientras los profesores
parlotean sobre cómo vamos a cambiar el mundo? —Se encogió de
hombros—. Aunque Upton probablemente se enfadará si no voy. 304
—Me enojaré muchísimo si no asistes, Klein —dijo Acacia—. Ya
compré la corneta.
Cassie miró a su mejor amiga, que estaba estudiando en el futón,
con el portátil y el libro de texto abiertos delante de ella.
—Kaysh, estoy como un 90 % segura de que las cornetas no están
permitidas.
Acacia enarcó las cejas, poco impresionada.
—Pero seguro que tu familia va a venir, ¿no? – le preguntó Parker
a Acacia.
—Mis padres van a una boda ese fin de semana, y Emerson no tiene
dinero.
Estaba bien, obviamente, que no pudieran venir. Cassie ni siquiera
les había preguntado. Cuando le habían preguntado por el fin de
semana de la graduación para poder planificar su agenda, les había
preguntado por qué. No esperaba que vinieran, así que no importaba
que no pudieran. Habría sido divertido, claro, pero no era para tanto
—Pero vas a tener que ir a la ceremonia —Acacia siguió
hablando—, porque nosotras vamos a asistir.
Cassie frunció el ceño.
—¿De verdad vas a obligarme a ponerme esa estúpida toga solo
para cruzar un escenario y que me entreguen algo que ni siquiera
lleva mi diploma porque oficialmente aún no habré aprobado todas
las asignaturas?
—Sí. Vas a ponerte la toga, y tomar fotos, y lidiar con el maldito
alboroto que haremos por ti, ya que graduarse de la universidad es
un maldito gran evento.
Cassie podría reconocerlo, si lo pensara racionalmente,
objetivamente. Se sentía rara celebrando algo que solo era el primer
paso de su plan. No podías hacer un posgrado si no te graduabas
primero de la universidad.
La escuela de posgrado. Así era como pensaba últimamente, en lugar
305
de solo Caltech. Siempre lo había llamado Caltech. Fíngelo hasta que
lo logres o habla de ello como si ya se hubiese hecho realidad. La cosa
es que nunca pensó en ir a otro lugar.
Ahora, sin embargo, tenía cartas de aceptación de todas las escuelas
que había solicitado. La de Caltech llegó la semana pasada. Aún no
se lo había dicho a nadie.
No tenía que decir que sí a Caltech hasta agosto. Tal vez la opción
más segura era esperar. No sabía cómo iba a resultar su trabajo
durante el verano. ¿Y si se daba cuenta de cuál quería que fuera su
especialidad y Caltech no era lo mejor para ella?
—¿No podemos ir a almorzar e ir a escalar o algo así? —A Cassie
ni siquiera le gustaba mucho el plan de escalar, pero tenía que tentar
a Acacia con algo.
—Podemos hacer esas cosas y tú también puedes ir a la ceremonia.
—Bien, como sea, podemos pelear por eso, más tarde —Parker
interrumpió—. Solo preguntaba ya que mi mamá quiere saber
cuándo llegamos.
Cassie la miró con los ojos entrecerrados.
—¿Qué?
—¿Es neurobio tu último examen? ¿Terminas todo el martes?
—Sí —alargó la palabra, sin saber qué tramaba Parker.
—Yo termino todo el miércoles. ¿Te gustaría irte el viernes?
—¿Qué?
Parker suspiró como si Cassie estuviera siendo insufrible.
—¿Cuándo quieres conducir a Nashua? Podemos hacerlo en un
día. Será largo, pero podríamos llegar para la cena.
—No te ofendas, princesa, pero ¿de qué diablos estás hablando?
¿Conducir a Nashua?
—¿Tienes otra forma de llegar? 306
—No sabía que iba.
Parker puso los ojos en blanco.
—¿Qué? ¿Pensabas volar a Boston y montar el apartamento tú sola?
Bueno, sí. Esa era una de las muchas cosas que Cassie debía estar
haciendo en lugar de estar tirada en el suelo. Tenía una alerta puesta
para los precios de los boletos. Se imaginó que tendría que vaciar sus
bolsillos por un boleto de avión, más los gastos de equipaje, al
empacar todo lo que poseía.
—Eso es lo que pensaba. —Parker sonrió con malicia—. Entonces,
¿quieres irte el viernes y darnos el jueves para pasar la resaca?
Hacía un mes y medio, Parker apenas le dirigía la palabra. Cassie
seguía sin entender exactamente qué había pasado, pero se alegraba
mucho de que volvieran a ser amigas.
—¿De verdad crees que puedes sobrevivir conmigo en un espacio
cerrado durante, ¿qué, nueve horas?
—Diez —dijo Parker con naturalidad—. Y sí, creo que me las
arreglaré.
***
Para la graduación, Parker se había encargado de reservar el
desayuno. Era en Marco's, el restaurante favorito de Cassie, el mismo
al que ella y Parker habían ido con Erin durante el fin de semana
familiar. Eso no lo hacía raro; habían estado allí desde entonces, más
de una vez, sin Erin.
Parker y Acacia estaban haciendo un gran esfuerzo por darle
importancia a la graduación, pero no lo consiguieron. Cassie seguía
sin saber a qué universidad iría. Quería hablar de ello, pero no sabía
cómo. Todo el mundo sabía que Cassie siempre había querido ir a
Caltech. No quería que la gente pensara que se estaba arrepintiendo
porque no se sentía lo bastante lista o algo así. Erin era la persona con
la que Cassie había hablado de todo últimamente, pero esta vez no
podía. Se le hizo un nudo en el estómago al pensarlo. Erin podría
307
pensar que las dudas de Cassie sobre Caltech tenían que ver con ella,
y eso sería vergonzoso. Pero ir a Marco’s hizo que Cassie pensara en
aquel desayuno del fin de semana familiar. La ponía nostálgica,
sentimental o algo así. Le hizo desear que Erin hubiera podido venir
a la graduación.
Marco's estaba lleno cuando llegaron, como era de esperar.
—Mesa para… —la anfitriona hizo una pausa con una sonrisa—,
tres.
Parker sonrió.
—Sí, esas somos nosotras.
—Síganme, por favor.
Cassie iba a pedir un menú infantil (por la página para colorear y
el juego de tres en raya, no por la comida), pero la anfitriona no llevo
los menús ni los cubiertos antes de darse la vuelta y guiarlas hacia el
interior del restaurante. Quizá habían empezado a dejarlos sobre la
mesa. Pero a medida que avanzaban por el atestado restaurante,
Cassie no veía ni una sola mesa libre. Estaba abarrotado. Ni siquiera
sabía adónde las estaba llevando la anfitriona, porque, a menos que
hubiera una habitación oculta, en todas las mesas había gente.
—Aquí tienen —dijo la anfitriona, deteniéndose ante otra mesa con
gente sentada a su alrededor. Excepto que…
Cassie parpadeó.
—¿Qué demonios?
Todos se echaron a reír. Todos eran Parker y Acacia, sí, pero
también Emerson, mamá Webb y el señor Ben, los cuales estaban en
una mesa en Marco’s.
—¿Qué está pasando?
Mamá Webb se puso en pie y rodeó a Cassie con los brazos, quien
tomó aire, aunque mamá la apretó lo suficiente como para que apenas
pudiera respirar. Olía a hogar.
308
—No puedo creer que pensaras que íbamos a dejar que te
graduaras sin nosotros.
—En serio, Cass —dijo Emerson, el siguiente en la fila para recibir
un abrazo, pero mamá Webb aún no la soltaba. Su cabeza rapada
coincidía con la de Acacia, aunque era unos treinta centímetros más
alto—. Para alguien que va a ser científica de cohetes, eres bastante
tonta.
—Te odio —dijo Cassie.
Lo habría hecho, tal vez, de no ser porque él ni siquiera comentó
que tenía los ojos llenos de lágrimas. El señor Ben tampoco lo hizo.
—Hola, pequeña —dijo en su lugar, y puede que las lágrimas no
estuvieran solo en los ojos de Cassie, sino que corrieran por sus
mejillas mientras el hombre más parecido a un padre que había
tenido nunca, la abrazaba suavemente.
Vinieron a verla graduarse. Su familia vino a celebrarlo. Cassie ni
siquiera se había dado cuenta de que le importaba. Tal vez no, no la
graduación en sí, pero sí los Webb. Seguía sin importarle cruzar el
escenario, pero saber que esa gente iba a animarla… Sí, eso sí
importaba.
***
Cuando Cassie atravesó el escenario instalado en el campo de
fútbol de Keckley, Acacia hizo buen uso de la corneta. Cassie esbozó
una sonrisa de oreja a oreja, y ni siquiera le importó estar sudando la
gota gorda con aquella bata olvidada de la mano de Dios. Después,
se tomó media hora entera de fotos: con mamá Webb y el señor Ben,
con Emerson y Acacia, con todos los Webb juntos, solo con Kaysh y
Parker, sonriendo y riendo; con Emerson robándole la gorra para
ponérsela él, antes de insistir en que tenía que ducharse y cambiarse.
Salió de la ducha y recibió un mensaje de Erin.
Erin [Hoy 1:27 p. m.]
Felicitaciones, cariño. Estoy muy orgullosa de ti.
309
Erin [1:28 p. m.]
También puede que me haya pasado un poco con el regalo de graduación.

El siguiente mensaje era una foto de lo que parecía una flamante


Yamaha MT-03, toda negra y gris metalizado con llantas de color rojo
brillante, aparcada delante del garaje de la casa de Erin en Nashua.
Los dedos de Cassie volaron sobre la pantalla para buscar el
número de Erin, llamarla y poner el teléfono en manos libres para
poder seguir mirando la moto.
—¡Felicidades, cariño!
Cassie ni siquiera se permitió disfrutar de la alegría en la voz de
Erin.
—Erin, ¿hablas en serio? ¿Me compraste una moto?
Las palabras fueron seguidas de cinco signos de interrogación.
Cassie no se lo podía creer. Obviamente, Erin era rica, pero… era un
regalo de varios miles de dólares.
Cuando respondió, Erin hablaba más bajo que cuando había
contestado el teléfono.
—¿Es demasiado? —Lo era, pero ¿cómo demonios iba Cassie a
negarse?—. Parker dijo que era mucho —siguió hablando Erin—,
pero le dije que graduarse era un gran evento, y apuesto a que no se
mostraría tan escéptica si fuera ella la que recibiera el regalo de
graduación. Yo solo… quería comprarte algo que necesitaras y,
básicamente, era esto o un sofá para tu nueva casa, y no es gran cosa
comprar un sofá usado, pero no quería que te subieras a una moto
vieja que se te iba a caer a pedazos. No tienes que…
—Me encanta.
Erin exhaló por el teléfono.
—¿Sí?
—Sí. —Cassie les había dicho a las demás que se daría prisa para
310
que pudieran almorzar tarde, pero aquí estaba, chorreando por todo
el cuarto de baño, desnuda y mirando fijamente la foto de su
teléfono—. Sé que no podré hacerlo enseguida porque llegaré con
Parker, pero ¡demonios!, voy a cogerte en esa moto tan pronto como
sea posible.
Erin soltó una risita, y fue el sonido más sexi que Cassie había oído
nunca.
—Lo digo en serio. Primero voy a acariciarte en ella en tu garaje,
luego, tomaremos carreteras secundarias y me sentaré detrás de ti, y
te convenceré para que alcances otro orgasmo mientras te mueles en
el asiento; el motor haciéndolo vibrar justo contra tu clítoris.
—Jesús, Cassie —murmuró Erin—. Un simple gracias bastaría.
Cassie tuvo la mitad de las ganas de agradecerle en ese mismo
instante, pero su teléfono zumbó con un mensaje de Acacia diciéndole
que se diera prisa.
—Tengo que irme —dijo—. Pero un par de orgasmos es una buena
forma de darte las gracias. Y te los daré en cuanto tenga ocasión, ¿de
acuerdo?
—Trato hecho —dijo Erin—. Felicidades por graduarte.
Claro, graduación. La razón por la que Erin le regaló la moto
parecía mucho menos importante que cogérsela en ella.
Cassie permaneció distraída el resto del día con los Webb, y el resto
de su última semana en Keckley. Todavía intentaba no soñar
despierta, cuando Acacia la abrazó con fuerza a las seis de la mañana
en el aparcamiento frente a su residencia, con el auto de Parker
cargado con todas sus cosas.
—Cuídate, ¿vale? —dijo Kaysh. Cassie volvió a abrazarla.
—Deja de ponerte sentimental —dijo Parker, acomodando las
maletas en el baúl—. Vendrás a visitarnos en julio.
—Cállate, Bennett —dijo Acacia y también la abrazó.
Un viaje por carretera de diez horas con tu mejor amiga era 311
condenadamente bueno, aunque te estuvieras acostando con la
madre de dicha amiga. Condujeron por turnos, disfrutaron de la
música y pararon a comer en un restaurante que tenía la mejor tarta
que Cassie había probado nunca. Después, Parker se quedó dormida
mientras Cassie conducía y llegaron a Nashua a tiempo para una cena
tardía.
La moto estaba en el garaje, y Cassie juró que se había mojado con
solo mirarla.
Tuvo que esperar veinte minutos antes de poder besar a Erin. No
fue un beso tan largo como le hubiera gustado, pero Parker solo
estaba subiendo las maletas. Cassie se quedaría un par de noches
hasta el fin de semana, cuando la ayudarían a mudarse a su
apartamento.
Parker volvió a bajar, y Erin les sirvió la cena y sonrió a Cassie por
encima de su copa de vino.
Este iba a ser el mejor verano de su vida.
Capítulo 22
Erin
Cuando Erin oyó que se abría la puerta principal, dobló la esquina
de la página en la que estaba, mientras se le formaba una sonrisa en
el rostro.
—¿Parker? —llamó, aunque era demasiado temprano para que su
hija llegara de la casa de Adam—. ¿Eres tú?
No hubo respuesta. Erin se imaginó la escena en el vestíbulo: Cassie
quitándose los tenis, colgando la chaqueta de moto en el perchero y
las llaves en el gancho junto a la llave de repuesto de su apartamento.
Cassie no siempre llegaba tan temprano los sábados por la mañana, 312
pero después de los viernes que Parker pasaba en casa de Adam… Sí,
siempre estaba aquí antes de las diez.
—¿Aún no está en casa? —La voz de Cassie llegó a la sala antes que
ella.
Estaba de pie en el borde de la habitación, con las manos en las
caderas. Erin se había imaginado mal su entrada: aún llevaba la
chaqueta puesta. Parecía más grande, y fuerte. La sonrisa de Erin
creció.
—Sabes que no llegará hasta después del mediodía.
—Mmm —dijo Cassie mientras se acercaba—. ¿Qué haremos con
todo este tiempo que tenemos?
—No sé tú… —Erin se levantó del sofá y se reunió con Cassie a
mitad de camino. Deslizó las manos bajo la chaqueta—. Pero yo sí
tengo algunas ideas sobre qué hacer contigo.
Cuando llegó Parker, Cassie y ella ya estaban vestidas y en la
cocina.
—¡Cassie ya llegó! —gritó Parker en cuanto abrió la puerta
principal.
—Sí, porque duermes hasta muy tarde, princesa —dijo Cassie—.
¡Es casi la una!
Parker entró corriendo a la cocina y la abrazó, haciendo caso omiso
de sus burlas.
Erin no levantó la vista de las envolturas que estaba haciendo
Ver a Cassie y a Parker juntas siempre resultaba agridulce, aunque
no era la palabra adecuada. A Erin le encantaba ver felices a dos de
sus personas favoritas, pero recordar que la amiga de su hija era una
de esas personas (por motivos que no tenían nada que ver con la
amistad) la convertía, sin duda, en la palabra adecuada. Acacia iba a
venir de visita el día 4 y a Erin no le hacía ninguna gracia. No sabía
cuánto sabía Acacia; Cassie y ella nunca habían hablado de ello
después del percance de Nochevieja. La idea de que alguien lo 313
supiera, alguien que se diera cuenta de la forma en que Cassie la
miraba a veces, de las sonrisas ladinas y las miradas cómplices que se
dirigían, ponía de los nervios a Erin.
Sin embargo, tenía que admitir que era emocionante estar cerca de
Cassie cuando había gente. Después de comer, llegaron algunos de
los amigos de Parker, que saludaron de camino a la piscina de Erin.
Así era como pasaban la mayoría de los fines de semana y, a veces,
también los días laborables.
Cassie estaba de espaldas en un flotador de piscina cuando Erin
salió de casa con el traje que Rachel le había hecho comprar cuando
fueron juntas a las Bahamas. No era inapropiado, pero notaba los ojos
de Cassie clavados en ella, aunque estuvieran ocultos tras unas gafas
de sol. La parte de abajo era negra, lisa y cubría todo el cuerpo. La
parte de arriba era blanca, con triángulos y lazos de cuerda, y tenía
un buen escote.
—Espero que no les importe que comparta un poco de sol con
ustedes —dijo Erin.
—Por supuesto que no, doctora Bennett —dijo Caleb.
—Caleb, te echaré de mi patio si me llamas doctora Bennett una vez
más.
—¿Aún no te has acostumbrado a que su excesiva educación? —
Parker preguntó—. No importa, ese puesto está libre. —Señaló la silla
que había al lado de donde estaban las cosas de Cassie.
No era el lugar que Erin había pensado tomar. Había tres sillas
libres: las cosas de Lila estaban en una, mientras Parker, Caleb y
Madison estaban sentados en la mesa jugando a un complicado juego
de cartas que Erin nunca había tenido la paciencia de aprender. Haber
pasado por delante de una silla libre para tomar la que estaba junto a
la de Cassie habría sido demasiado obvio, si Parker no lo hubiera
sugerido. Pero dada la excusa, Erin se alegró de estirarse junto a la
silla de Cassie. Como era de esperar, esta no tardó en salir de la
piscina. 314
Accidentalmente, goteó agua sobre las piernas desnudas de Erin
antes de recostarse a su lado. Cassie seguía con las gafas de sol
puestas, pero no podía ocultar que se le había escapado la lengua para
lamerse los labios.
—¿Qué tal, doc.?
Erin puso los ojos en blanco, con fuerza.
—No vuelvas a decir eso, Cassie. —Cassie se rio y se relajó en su
silla.
Erin deseó haberse puesto gafas de sol para poder beber hasta
hartarse de Cassie. Sus pantalones de cintura alta y su top de tirantes
hacían juego, ambos de color rojo brillante con lunares blancos. Tenía
un aspecto tan… inocente y, sin embargo, Erin no podía dejar de
pensar en montarle la cara.
Caleb, Lila y Madison acabaron saliendo, bañados por el sol y la
humedad de la piscina, de camino a casa para cenar. Erin se
incorporó, balanceó las piernas a un lado de la silla y se estiró. No
miró a Cassie, que estaba siendo demasiado obvia ahora que tenía las
gafas de sol sobre la cabeza.
—¿Qué quieren de cenar? —preguntó.
—Hamburguesas —dijo Parker sin levantar la cabeza de la silla
contigua.
—Tendré que ir a la tienda a comprar pan —dijo Erin—. ¿Quieren
algo más?
Al oír eso, Parker se incorporó.
—Yo puedo ir.
—No hace falta.
—Iré —dijo Parker—. Tú vas a cocinar, así que es justo que yo
consiga el pan.
Erin la miró fijamente.
—¿Quién eres y qué has hecho con mi hija? 315
—Estoy creciendo —dijo Parker—. Me has criado bien. Buen
trabajo.
—Supongo que no discutiré eso. Puedes tomar un billete de veinte
de mi cartera.
Parker se levantó y se cubrió la cabeza. Erin y Cassie no se
movieron.
—¿Necesitamos algo más?
—Té dulce —dijo Cassie.
—Seguro que en New Hampshire no venden de los buenos, nena
—dijo Parker.
—Uf. Este estado no sirve para nada.
Erin empujó la silla de Cassie con el pie descalzo.
—Veré si puedo conseguir algo casero para la próxima vez que
vengas.
—Parker, tu madre es mejor que tú. Ofrece soluciones.
Erin no tuvo que mirar a Parker para saber que estaba poniendo los
ojos en blanco.
—Manda un mensaje si necesitas algo —dijo Parker, y se fue.
Era como el perro de Pávlov. En cuanto se quedaba a solas con
Cassie, Erin estaba preparada. Cassie, en cambio, se quedó
completamente quieta. Ni siquiera giró la cabeza. El auto de Parker
arrancó al otro lado de la casa. Los neumáticos crujieron en el camino
de entrada.
Entonces Cassie se levantó y levantó a Erin de la silla.
—Gracias a Dios —dijo, deslizando las manos alrededor de la
cintura desnuda de Erin—. ¿Querías torturarme todo el día?
Erin se rio y dejó que las manos de Cassie se movieran.
—¿Qué quieres decir?
—Estás en bikini, Erin. —Cassie dejó caer un beso sobre su
hombro—. Creí que nunca llegaría a tocarte.
316
—Me has tocado toda esta mañana.
—Y luego saliste con ese bikini y quise volver a tocarte. —Ya estaba
tirando del nudo de la parte superior de Erin.
—La tienda no está muy lejos —dijo Erin
—Será mejor que te quite esto rápido, entonces.
En realidad, no le quitó el traje de baño, solo desató la parte
superior, y luego metió la mano en la parte inferior. De hecho, fue
rápido: Erin ya estaba mojada; había estado pensando en esto tanto
como Cassie.
Parker tardó mucho en llegar de la tienda. Cassie y Erin se
cambiaron los trajes y ya tenían las hamburguesas en la parrilla
cuando ella regresó.
Cassie nunca subía los fines de semana cuando Parker estaba en
casa de Adam. A Erin le preocupaba que fuera demasiado obvio, pero
Adam no tenía piscina. Incluso cuando Parker tenía que estar en casa
de su padre, pasaba mucho tiempo en el jardín de Erin. Las ventajas
de tener casa con piscina. Un día, después de que Parker se fuera a
casa de Adam, Erin colgó las piernas en la piscina y envió un mensaje
a Cassie.
Erin [Hoy 3:23 p. m.]
Estoy en Boston por trabajo. ¿Estás libre esta noche? ¿Puedo
quedarme a cenar?
Ya habían quedado para cenar cuando Erin estaba en la ciudad,
pero no iba a la ciudad tan a menudo como quería para ver a Cassie.
Era más fácil mentir que decir «te echo de menos» o «quiero verte».
Era más fácil darle a Cassie una salida que no sintiera como un
rechazo, pero Cassie siempre estaba libre.
***
Fue casi a finales de junio cuando Cassie vino a pasar un fin de
semana al mismo tiempo que Rachel. En cuanto Rachel vio a Cassie,
Erin supo que había sido un error. Había aguantado tanto tiempo sin 317
presentarlas y debería haber seguido así. Rachel no tenía ningún
indicio, nada concreto que Erin pudiera señalar, pero lo sabía.
Sin embargo, Rachel no dijo nada. Ni en ese momento ni más tarde,
cuando Parker anunció que iban a nadar, rodeó la muñeca de Cassie
con la mano y tiró de ella. Cassie sonrió a Erin por encima del hombro
mientras Parker la arrastraba fuera. Erin se mordió el labio en lugar
de devolverle la sonrisa y se volvió hacia Rachel cuando la puerta se
cerró tras las chicas.
Rachel ladeó la cabeza, y Erin se preparó para cualquier tontería
que saliera de su boca, pero en lugar de eso, se lanzó a contar historias
sobre su viaje a Grecia. Erin escuchó, se rio y se relajó.
Durante la siguiente media hora, Rachel le contó todos los detalles
de sus comidas, actividades, hoteles y camareros favoritos en Grecia,
y Erin acabó por olvidarse de la preocupación; así que, justo ahí, fue
cuando Rachel volvió a ladear la cabeza y dijo:
—¿Por eso no me lo habías contado?
Erin intentó no ponerse tiesa.
—¿Qué?
—¿Esa niña de ahí fuera es por la que has estado sonriendo a tu
teléfono?
—No es una niña —dijo Erin inmediatamente, pero cuando los ojos
de Rachel brillaron, se dio cuenta de que esa era la parte equivocada
de la frase para discutir—. No voy a tener esta conversación ahora
mismo.
—Por supuesto que sí —dijo Rachel—. ¡Podrías habérmelo dicho!
Rachel al menos había bajado la voz hasta casi susurrar, pero Erin
seguía mirando a Cassie y a Parker por la ventana.
—No hay nada que contar —insistió Erin.
—¿Me estás tomando el pelo?
Se volvió para mirar a Rachel.
—Nada que no sepas ya —dijo, y era… vagamente cierto—. Sabes
que me he estado acostando con alguien. Y ahora sabes con quién.
318
Eso es todo.
Rachel le lanzó una mirada, lo que significaba que Erin no iba a
salir de esta conversación.
—Sabes que eso no es todo —dijo Rachel—. Estás haciendo mucho
más que acostarte con ella.
Erin lo sabía, lo sabía desde hacía mucho tiempo, y por eso nunca
se lo había contado todo a Rachel, pues ella siempre alentaba las
malas decisiones de Erin.
—No importa —dijo—. No va a pasar nada.
—¿No va a pasar nada? ¡Ya está pasando, Erin!
—Rachel, deja de hablar —Erin susurró.
—Explícamelo y me callaré.
—No hay nada que explicar —contestó—. No puedo salir con la
mejor amiga de mi hija de veintidós años porque sea buena en la
cama.
—¿Hablas en serio?
Erin se encogió de hombros, con las palmas abiertas ante Rachel.
Describir así a Cassie le parecía cruel, pero así había empezado todo,
¿no? El mejor sexo de su vida en la parte trasera de un auto alquilado.
Así era como debería de haber acabado. Si Erin hubiera sido mejor
persona, mejor madre, no habría habido nada más. Ahora, estaba
metida hasta el cuello, pero en ese entonces, podría haberlo detenido.
Debería haberlo detenido antes de que se convirtiera en algo más
grande.
Rachel suspiró.
—No hablas en serio, ¿verdad? ¿Sabes que es más que eso?
—Claro que lo sé, Rachel —soltó Erin, repentinamente en su punto
de ruptura—. Sé que es lista, divertida y amable, aunque ella nunca
se describiría así. Sé que me hace reír más que nadie aparte de ti. Sé 319
que es… genial —Erin hizo una pausa, derrotada—. También es la
mejor amiga de mi hija. No podemos tener más que este verano, pero
maldita sea, me estoy permitiendo tener este verano.
No podía mirar la cara de Rachel, toda empática y angustiada.
—Erin —dijo Rachel—, puedes permitirte…
—Por favor, dime que no vas a intentar convencerme de que salga
con la mejor amiga de mi hija, que apenas tiene la mitad de mi edad.
—No estoy intentando convencerte de nada, pero veamos los
hechos. —Erin la fulminó con la mirada—. Pasan tiempo juntas, y se
mandan mensajes todo el tiempo.
—No lo hacemos todo el tiempo.
Rachel la ignoró.
—No estoy intentando convencerte de que salgas con la mejor
amiga de tu hija porque parece que ya lo estás haciendo. Y estás más
feliz de lo que te he visto en mucho tiempo.
—No es algo que pueda funcionar —dijo Erin. El filo de sus
palabras la sorprendió—. Y no quiero hablar de eso.
Se le quebró la voz y se sintió terriblemente avergonzada.
—Vale —dijo Rachel—. Está bien, no tenemos que hacerlo.
Se oyó un chapoteo y Erin levantó la vista para ver a Cassie salir a
la superficie de la piscina.
Parker dijo algo y Cassie se rio. Se le apretó el pecho.
No podía hablar de ello con Rachel. Ni siquiera se permitía pensar
en ello. Era abrumador. Si pensaba en ello, tendría que reconocer sus
decisiones, su estupidez y las formas en que le había fallado a su hija.
Cassie hacía que Erin se sintiera bien. Estar con Cassie y cerca de
ella la hacía sentir bien. Pero pensar en lo que estaba haciendo con
ella la hacía sentir… horrible. Terrible. 320
Quería ser una buena madre. Desde el momento en que conoció a
Parker, en un contacto piel con piel sudoroso en la cama del hospital,
había jurado cuidar de ella. Mantenerla a salvo de todo lo que pudiera
hacerle daño.
Últimamente, Erin era la que hacía daño. Había hecho daño a
Parker con el divorcio, había trabajado tres años para compensarlo y
se había pasado los últimos nueve meses empeorándolo todo.
Erin no merecía tener una buena relación con Parker. Actuaba
como si quisiera una. Trabajó para arreglar las cosas que estaban
rotas, y luego lo tiró todo por la borda, ¿y por qué? ¿Por sexo? Cassie
era su crisis de la mediana edad. Fue un gran error.
Eso no era justo. Cassie era genial. Asombrosa, incluso. Era joven,
brillante y divertidísima, y tenía toda la vida por delante. Iba a
cambiar el mundo. Quienquiera que terminara con ella sería
increíblemente afortunado. Erin era el lío. El desastre.
Incluso cuando Erin estaba siendo amable consigo misma en lugar
de señalar sus defectos, lo de Cassie dolía con solo pensarlo. No solo
en el sentido de «¿qué demonios estás haciendo?» y «si alguien se
entera…». En el sentido de que no hay posibilidad de un final feliz.
¿Cuál era el mejor resultado? Que Cassie se mudara al otro lado del
país. Sería mejor, probablemente más fácil, si ella y Parker no
mantuvieran contacto. Erin no sabía si sería capaz de soportar las
menciones ocasionales de Cassie en las llamadas de los domingos.
Desde luego, no podría soportar otra visita en las vacaciones de
invierno. No, lo mejor sería que Cassie se fuera a California a contarle
a alguien nuevo la disparatada historia de cómo se había pasado unos
meses acostándose con la madre de su amiga. El mejor resultado sería
que Erin se lanzara a trabajar en la clínica, que era lo que ella quería,
en lo que había estado trabajando durante años, así que no tenía
sentido que, cuando lo pensaba ahora, le pareciera un premio de
consolación.
Esos eran los únicos resultados aceptables, en realidad. No había
otra opción. No importaba que Erin hubiera reconocido hacía tiempo
el tirón que sentía detrás del esternón cada vez que Cassie sonreía.
321
No importaba que, cuando recibía buenas noticias sobre la clínica,
Cassie fuera la primera persona a la que quería contárselas. Aunque
Erin se hubiera atrevido alguna vez a pedirle a Cassie que fuera al
MIT, a ejercer tanta influencia sobre el resto de la vida de esta chica
de veintidós años, seguirían en la misma situación: tocándose a
espaldas de Parker. Este verano era perfecto. Veía a Cassie todas las
semanas, y Parker y ella estaban más unidas que nunca. Tres meses
así tenían que ser suficientes. Era todo lo que tendrían.
Antes de irse, Rachel la abrazó fuerte.
—Te quiero, ¿sabes?
Erin asintió. Lo sabía. Aunque eso no arreglaba en lo que se había
metido.
—Fue un placer conocerte —dijo Cassie.
—Lo mismo digo, Cassie —dijo Rachel—. Cuida bien de mis chicas
favoritas, ¿De acuerdo?
Erin le lanzó una mirada por encima del hombro, pero tuvo que
apartar la vista cuando Cassie esbozó una media sonrisa, un poco más
alta de lo habitual, como si estuviera orgullosa.
—Siempre lo hago.

322
Capítulo 23
Cassie
Cassie no había querido escuchar a escondidas. Tenía que ir al baño
y no era de las que se meaban en la piscina, así que entró. Escuchar a
Erin explicando hasta qué punto no estaban saliendo, no había sido
su intención.
—No puedo salir con la mejor amiga de mi hija de veintidós años
porque sea buena en la cama.
Cassie había huido por el pasillo hasta el cuarto de baño y había
cerrado la puerta lo más silenciosamente que pudo.
No debería haber sido para tanto. Se lo había dicho entonces y se lo
323
seguía diciendo ahora, dos días después. No era para tanto. Le había
dicho lo mismo a Acacia infinidad de veces, porque no estaban
saliendo. Pero se le había apretado el pecho al oír el desdén en la voz
de Erin. ¿Acaso ella sonaba así siempre que se lo decía a Acacia? Erin
había sonado tan despectiva. Cassie lo había odiado.
Decidió ser más amable con Kaysh. Ya tendría ocasión: Acacia
estaba de visita el 4 de julio y llegaría el sábado por la mañana para
pasar el fin de semana.
Solo tenía que pasar la semana. Solo era lunes y ya quería terminar.
Cassie [Hoy 7:07 p. m.]
Por fin terminé de trabajar.

Incluyó todos los emoticonos de cansancio que pudo encontrar.

Erin [7:08 p. m.]


Hay una sorpresa en tu apartamento para mejorar el día.
Cassie [7:08 p. m.]
¿Qué?

Cassie [7:08 p. m.]


¿Qué es?

Erin [7:09 p. m.]


Sé que no estudias inglés, pero seguro que conoces el significado de la palabra
sorpresa.

Erin [7:09 p. m.]


Conduce con cuidado, aunque estés emocionada.

Cassie condujo con seguridad, aunque un poco deprisa. Erin no le


dio ninguna pista. No había nada en su buzón ni delante de su puerta,
como ella esperaba.
Entró y todo parecía completamente normal, aunque sinceramente
más limpio de lo que ella recordaba.
324
Cassie [7:29 p. m.]
???

Erin [7:29 p. m.]


Mira en tu habitación.

Erin estaba en medio de la cama, encima de las mantas,


completamente desnuda. La visión congeló a Cassie en la puerta. Erin
sonrió.
—Hola.
—Hola.
Cassie se quedó mirándola un momento. Erin se acicaló un poco,
como si le gustara que Cassie no pudiera dejar de mirarla. Estaba
buenísima, eso era todo, y Cassie no sabía cómo había tenido tanta
suerte. No sabía qué era lo primero que quería tocar. Pensó en lo que
le había oído decir Erin a Rachel y se le revolvió el estómago. Pensó:
«Te mostraré lo buena que soy en la cama».
—No te muevas —dijo, y Erin le sonrió con satisfacción.
El colchón se hundió cuando Cassie se sentó a su lado.
—Podría haber empezado sin ti —dijo Erin, sonando más orgullosa
que avergonzada.
Abrió un poco las piernas y Cassie pudo ver lo mojada que estaba
ya.
—Te dije que no te movieras —dijo Cassie en voz baja. La sonrisa
de Erin vaciló.
—Llegaste más tarde de lo que esperaba —siguió hablando Erin,
pero ya no se movía.
—¿Y no podías esperar? —preguntó Cassie. Pasó una mano por
una de las pantorrillas de Erin.
Erin cerró los ojos.
—Pensé que no te importaría.
La verdad es que a Cassie no le importaba. Pensar en Erin desnuda
en su cama, tocándose, sola en su apartamento… No le importaba en
325
absoluto. Pasó las yemas de los dedos por el interior de la rodilla de
Erin; sabía que le hacía cosquillas. Erin apretó la mandíbula y no
reaccionó. Cassie la recompensó pasando tres dedos por su humedad.
Erin reaccionó entonces y levantó las caderas de la cama
persiguiendo el contacto de Cassie. Erin se llevó una mano al pelo y
llegó hasta la mitad antes de ponerla de nuevo a su lado, aferrándose
a las sábanas como si hubiera recordado que no debía moverse.
—Buena chica —dijo Cassie, y los ojos de Erin se abrieron de golpe.
Cassie mantuvo el contacto visual mientras deslizaba los dedos
junto al clítoris de Erin, esta tartamudeó, pero no apartó la mirada ni
se movió.
—Quiero tocarte —dijo Erin. Cassie le frotó el clítoris—. Podría
hacerte sentir tan bien —continuó, sin que las palabras le salieran con
facilidad—. Ha sido un largo día para ti.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —preguntó Cassie.
—Un rato. —Cassie dejó de tocarla—. Dos horas —repuso
inmediatamente.
Cassie volvió a acariciarla y Erin dejó escapar un suspiro.
—¿Has estado dos horas desnuda en mi cama?
Erin negó con la cabeza.
—Cuando me di cuenta de que llegarías más tarde de lo que
pensaba… —Jadeó mientras los dedos de Cassie frotaban un rápido
círculo alrededor de su clítoris—. Lavé una tanda de ropa. Sábanas
limpias.
Dios, esta mujer era demasiado. Cassie le metió dos dedos y ella
gimió.
—Quiero tocarte —volvió a decir Erin—. Sé que has tenido un día
muy largo. Pensé que yo haría todo el trabajo. Ya sabes, dejar que te
relajes.
—¿Y si así es como quiero relajarme? —dijo.
Erin no dudó:
326
—Entonces puedes hacerme lo que quieras.
Cassie se tragó el sonido que su pecho quería emitir.
Retiró los dedos y las caderas de Erin se crisparon como si fuera a
seguirla, pero no lo hizo, se limitó a mirar a Cassie suplicante.
—No te muevas —volvió a decir Cassie.
No tardó en desnudarse, pero tampoco se dio prisa. Pudo oír cómo
Erin tragaba saliva. Se despojó de los pantalones y la ropa interior.
Erin no levantó la cabeza cuando Cassie se alejó de la cama, pero
Cassie se dio cuenta de que quería hacerlo. Sacó el arnés del cajón de
la ropa interior y se lo puso.
—Puedes mirar —le dijo a Erin antes de agarrar el consolador. Erin
levantó la vista y se quedó boquiabierta al ver cómo se ajustaba el
arnés.
—¿Puedo hacerte lo que quiera? —preguntó Cassie, acariciando el
consolador.
Erin asintió rápidamente.
—Date la vuelta.
Erin boca abajo, con el trasero levantado sobre la cama, fue una
imagen que Cassie nunca olvidaría. Volvió a cruzar la habitación y le
pasó la mano por el trasero y la parte posterior de los muslos. Sujetó
a Erin por la cadera y tiró. No tenía fuerza suficiente para tirar de ella,
pero Erin captó la idea y se deslizó hasta el borde de la cama, dejando
caer los pies al suelo.
Cassie colocó el consolador en la entrada de Erin y esta gimió.
Cassie no se movió.
Se quedó de pie con la cabeza del consolador apenas dentro de Erin
y esperó. Erin apretaba el edredón con los puños, una y otra vez, y
sus caderas se movían como si quisiera empujarse hacia Cassie, pero
se quedó quieta.
—Buena chica —volvió a decir Cassie, y empujó las caderas. El
327
ruido que hizo Erin fue obsceno.
No habían hecho esto antes: usar un arnés. Por mucho que Cassie
no quisiera, fue despacio. Necesitaba estar segura de cuánto podía
aguantar Erin. Cada vez penetraba un poco más. Erin nunca se
resistió, pero Cassie quería estar segura.
Empujó hasta el fondo y se inclinó para que su frente quedara
pegada a la espalda de Erin.
—¿Te sientes bien, nena?
—Sí —Erin jadeó—. Sí, Cassie, por favor.
Cassie sacó el dildo y volvió a empujar, con un giro de caderas al
final, y Erin gritó. Las piernas le temblaban y las manos seguían
aferradas a las mantas.
—Puedes moverte, Erin —dijo Cassie—, muévete contra mí.
Erin soltó un sollozo de alivio y giró las caderas hacia Cassie, pero
esta ya no iba despacio. Mantenía las manos en las caderas de Erin y
respondía a cada embestida.
—Cassie —dijo Erin—. Por favor, déjame tocarte.
—Pensé que podía hacer lo que quisiera —dijo Cassie, agarrando
el cuerpo de Erin con fuerza suficiente para detener sus movimientos.
—Por favor.
—Vente así, y luego veremos.
Erin no tardó mucho. Cassie mantuvo el ritmo y Erin estaba tan
mojada que podía sentirla en sus propios muslos, húmedos y
pegajosos. En ningún momento tocó el clítoris de Erin, solo le sujetó
las caderas y empujó. Erin enterró sus gemidos en el colchón cuando
se vino.
—Muy bien —dijo con suavidad, pasando la mano por el costado
de Erin. —Ahora, arriba.
—Cassie. —Erin se rio—. No estoy segura de que me funcionen las 328
piernas.
—Tú eras la que quería tocarme, pero si tus piernas no funcionan
supongo que tendré que cuidarme sola.
Erin se incorporó en la cama y se volvió hacia Cassie. Esta sonrió.
Normalmente, hacía todo lo que Erin le pedía, pero darle la vuelta al
guion era emocionante. Se sentía poderosa. Erin la miró entre las
piernas y se lamió los labios.
—¿Puedo?
—¿Qué cosa? —dijo Cassie.
—Quiero limpiarte.
Cassie asintió con la cabeza.
Maldición. Como si Erin boca abajo y trasero arriba no fuera
suficiente; Erin a cuatro patas, envolviendo con su boca el consolador
de Cassie era lo más grandioso que había visto. Cassie había tenido
muchos problemas con su cuerpo a lo largo de los años, pero no tener
un pene nunca había sido uno de ellos hasta ese momento.
Estaba tan caliente que Cassie podría haberse desmayado, en
realidad, porque no tenía ni idea de cómo había acabado de espaldas
con Erin deslizándose sobre ella. Inclinar a Erin era divertido, pero
esto era mejor: la oportunidad de contemplar la cara de Erin, de ver
cómo se le cerraban los ojos y se le quedaba la boca abierta. Se habían
estado tocando durante todo el verano, a escondidas los fines de
semana o cuando Erin venía a la ciudad, pero no habían pasado tanto
tiempo a solas desde las vacaciones de primavera.
Cada vez que Erin se dejaba caer sobre Cassie, la base del
consolador empujaba el clítoris de Cassie. En realidad, no debería
haber sido suficiente, pero Cassie se tensó, con una mano en la manta
y otra agarrando la parte posterior del muslo de Erin. Se mordió el
labio para no gemir y movió las caderas.
Erin la miró, ladeó la cabeza, curiosa, y se hundió un poco más.
Cassie gimió.
—Mierda, Cassie, te vas a…
329
Cassie no pudo hacer otra cosa que asentir. Erin, que seguía
apretándola, se inclinó para chuparle el punto sensible que tenía
sobre la clavícula. Cassie estaba tan cerca, empujando a Erin y
gimiendo, y no era justo que Erin supiera cómo jugar con ella, qué
botones apretar, cuándo y con qué fuerza. Erin mordió y Cassie se
vino.
Sus caderas palpitaban y sus ojos permanecieron cerrados hasta
que oyó un jadeo, entonces los abrió para ver cómo Erin se deshacía.
Erin mantuvo las caderas juntas, se apretó en forma de ocho y dejó
escapar un largo suspiro. Cassie se había recuperado lo suficiente
como para medio sentarse y besarla, porque tenía que hacerlo cuando
Erin se veía tan hermosa.
Erin se bajó y se dejó caer en la cama junto a Cassie. Seguían encima
de las mantas. Cassie se contentaba con acurrucarse (no era como si
fuera a admitirlo), pero Erin empezó a quitarle el arnés. Cassie no
ayudó mucho, solo dejó que hiciera el trabajo y levantó las caderas
cuando se lo pidió. El arnés quedó depositado en el suelo, junto a la
cama, y Cassie se sintió cálida y suave, con Erin acurrucada junto a
ella. Erin le metió la mano entre las piernas. Estaba empapada y Erin
rio suavemente.
Cassie se estiró lánguidamente mientras los dedos de Erin se
deslizaban sobre ella. Se olvidó del estrés del día, de la semana,
aunque solo fuera lunes. Dios, Erin la hacía la vida mucho mejor.
—Creo que… —comenzó Cassie, y menos mal que Erin le golpeó
el clítoris justo en ese momento, porque las siguientes palabras que
salieron de su boca iban a ser, sin duda, «te quiero».
El pensamiento hizo que su cuerpo se convulsionara, lo que Erin
leyó mal, pasó sus dedos más rápido y, aunque no había sido
precursor de un orgasmo, Cassie llegó a él de todos modos.
—¿Qué ibas a decir? —se burló Erin mientras Cassie recuperaba el
aliento.
Cassie notaba que su cara se había calentado por algo más que el
orgasmo, pero quizá Erin no se había dado cuenta. 330
—Que me alegro de haberte dado una llave —dijo. No era mentira,
aunque no fuera lo que iba a decir. Erin sonrió y a Cassie se le apretó
el pecho y, sí, esto era todo un lío.
—Yo también —dijo Erin—. Y seré tuya toda la noche.
—¿Qué?
—No tengo que volver a Nashua hasta mañana. —Sonrió.
Por supuesto, la primera vez que Erin podía pasar la noche era
cuando Cassie se daba cuenta de que sentía algo por ella. Cassie cerró
los ojos e intentó recordar cómo respirar.
—Tú quédate aquí —dijo Erin, levantándose. Cassie la miró. Tenía
una sonrisa burlona, como si pensara que el orgasmo era lo que tenía
así a Cassie, y no pensaba disipar esa idea—. ¿Quieres pedir comida?
—Sí, comida china —dijo Cassie—. Pollo a la naranja y no me
importa qué más. Hay un menú de mi restaurante favorito en la
nevera.
—Bien —dijo Erin. Se inclinó para darle un beso—. Tú recupérate
y yo me encargo de la cena.
Sonaba irritantemente engreída. Pero era mejor que pensara que
había hecho venir a Cassie tan placenteramente que necesitaba
descansar, y no que se diera cuenta de que sentía algo por ella, así que
la dejó salirse con la suya.
En cuanto salió de la habitación, Agarro su teléfono.
Cassie [Hoy 8:42 p. m.]
Kaysh ¿qué carajo se supone que tengo que hacer?

Cassie [8:42 p. m.]


Estoy con la madre de Parker.

Acacia debía de haberse peleado con Donovan, porque tenía los


recibos de lectura encendidos; los encendía siempre que se peleaban 331
porque era mezquina, y a Cassie normalmente le encantaba, pero
ahora mismo lo odiaba. Odiaba ver que se había leído a las 8:42 y no
había señales de que Acacia respondiera.
Cassie [8:44 p. m.]
¿Kaysh? Me gusta la madre de Parker.

Acacia [8:44 p. m.]


Sí, ¿y?

Cassie [8:44 p. m.]


Bueno, no solo es un gusto.

Acacia [8:45 p. m.]


¿Y qué hay de nuevo en eso, Klein?

Cassie iba a empezar a enloquecer porque Acacia necesitaba


entenderlo.
Cassie [8:45 p. m.]
CASI LE DIGO QUE LA QUIERO.

Leído 8:45 p. m. se quedó durante más de un minuto antes de que


Acacia empezara a responderle.
Acacia [8:47 p. m.]
¿Así que ya se dieron cuenta de que han estado saliendo durante los últimos
seis meses?

Cassie [8:47 p. m.]


Acacia, esto no tiene gracia. Ella está en mi apartamento pidiendo la cena y yo
casi le digo que la quiero.

Acacia [8:48 p. m.]


1.) Es un poco gracioso 2.) No estoy bromeando.

Cassie [8:48 p. m.]


¿Y qué diablos se supone que debo hacer?

Acacia [8:48 p. m.] 332


¿Lo mismo que has estado haciendo durante medio año? Y decirle a Parker.

Cassie [8:49 p. m.]


Jesucristo, estoy enamorada de la mamá de Parker.

—Hola —dijo Erin desde la puerta, y a Cassie casi se le cae el


teléfono. Erin sonrió—. No pretendía asustarte.
Solo llevaba una camiseta y ropa interior, apoyada en el marco de
la puerta, y sí, Cassie estaba completamente enamorada.
—Voy a darme una ducha mientras esperamos la comida. ¿Quieres
acompañarme?
Cassie tragó saliva. Le apetecía, sí, pero más le apetecía
recomponerse.
—No —dijo. La cara de Erin cayó un poco y Cassie se apresuró a
recuperarse—. Si me uno a ti, tardaremos mucho más de lo que tarda
en llegar la comida.
Erin se echó a reír.
—Touché. Nos vemos en un rato.
Se despojó de la camiseta allí mismo y se la lanzó a Cassie, esta la
atrapó antes de que le diera en la cara. Erin lanzó una sonrisa por
encima del hombro cuando se dirigió al pasillo.
Cassie [8:51 p. m.]
Mierda, Acacia, esto es malo.

Cassie [8:51 p. m.]


¿Por qué no me dijiste que era tan malo?

Acacia [8:52 p. m.]


TE LO HE ESTADO DICIENDO DURANTE MESES.

Lo sabía, por supuesto, pero en serio, ¿no podía Acacia haberse


esforzado un poco más? Podría estar enamorada de la madre de
Parker. Necesitaba una intervención en toda regla.
Cassie [8:53 p. m.] 333
Lo sé, lo sé. Es solo que… ¿qué carajos estoy haciendo?

Pensó en ello. Pensó en todo el tiempo que había pasado con Erin,
en todo el tiempo que había pasado diciéndole a Acacia que no
estaban saliendo. Pensó en cómo la hacía sentir Erin: cálida y feliz, y
supo que había sido así desde mucho antes. Pensó en lo que le había
oído decir a Rachel y tomó una decisión.
Cassie [8:55 p. m.]
Pero no tiene por qué cambiar nada.

Acacia [8:56 p. m.]


¿??

Cassie [8:56 p. m.]


Dijiste que me gustaba desde el principio, ¿no? Así que solo porque lo sepa
ahora no significa que algo tenga que cambiar.

Acacia [8:57 p. m.]


Esto suena como una mala idea.

Cassie [8:57 p. m.]


¿Por qué? Haremos lo que hemos estado haciendo el resto del verano, y
cuando me vaya a Caltech, me busco a alguien más con quien tirar y se me pasará.

Se sentía falsa, incluso escribiendo eso, pero podía hacerlo. Era


Cassie Klein; podía hacer cualquier cosa.
Acacia [8:58 p. m.]
Superarlo, eso suena fácil.

Cassie [8:58 p. m.]


Bueno, ¿qué crees que debería hacer, Kaysh?

Acacia [8:58 p. m.]


Habla con ella. No es que todo esto haya sido unilateral. Probablemente, tú
también le gustes.

Cassie [8:59 p. m.]


No, no le gusto. 334
Acacia [8:59 p. m.]
Cassie dale una oportunidad.

Cassie [8:59 p. m.]


Te digo que no. La escuché hablando con su amiga sobre ello.

Acacia [9:00 p. m.]


¿Qué?

Cassie [9:00 p. m.]


Dijo que no íbamos a salir solo porque yo fuera buena en la cama.

Cassie añadió un emoji sonriente, intentó su habitual bravuconada.


Pero no funcionó. Pensó en aquel día, se preguntó si la forma en que
se le había revuelto el estómago no se debía tanto al tono de Erin como
a sus palabras. Se preguntó cuántas cosas se había mentido a sí misma
cuando se trataba de Erin.
Cassie [9:01 p. m.]
No importa. Tengo que irme. Está en mi ducha y pronto llegará la comida.
Hablamos luego.

Acacia [9:01 p. m.]


Cassie, ¿al menos estás bien?

Cassie [9:02 p. m.]


Estoy bien, nena. Acabo de tener una sesión de sexo estupenda, y estoy a punto
de comer deliciosa comida china.

Acacia [9:02 p. m.]


¿Recuerdas que no debes hablarme de tu vida sexual?

Cassie [9:02 p. m.]


Tú preguntaste.

Cassie oyó cómo se cerraba la ducha mientras se vestía. Estaba bien,


la verdad. Estar enamorada de Erin no era para tanto. Borró sus
mensajes recientes y fue a buscar dinero para el repartidor. 335
***
Erin despertó a Cassie con la boca.
Cassie se vino dos minutos antes de que tuviera que despertarse
para ir a trabajar.
—Buena sincronización —dijo cuando se dio cuenta.
—Miré cuándo sonaba tu despertador —explicó Erin—, y actué en
consecuencia.
Bien, ¿quién no babearía por esta mujer?
Cassie se había convencido a sí misma de que el casi desliz de «te
quiero» se debía solo a un par de orgasmos. No amaba a Erin, solo le
gustaba. Lo cual seguía siendo aterrador, pero podía manejarlo.
Y lo estaba manejando bien. La cena de anoche había estado bien.
Era muy fácil estar con Erin; incluso cuando Cassie estaba sufriendo
un pequeño ataque de pánico por estar enamorada de la madre de su
amiga, Erin la había hecho sentir cómoda. Compartieron pollo a la
naranja, chow Fun y cangrejo Rangoons. Cassie había dicho: «Eres
perfecta» en lugar de «Gracias», y Erin le respondió con una adorable
sonrisita.
Ahora le había provocado un orgasmo a Cassie sin hacerla llegar ni
un minuto tarde al trabajo. Era totalmente razonable que a Cassie le
gustara y no era para tanto.
Durante el desayuno, Cassie le preguntó:
—¿Ayer tuviste un paciente o algo así? ¿Por qué viniste?
—No tuve ningún paciente —dijo Erin—. Dijiste que habías tenido
un día estresante, y pensé en darte una sorpresa. —Cassie se sonrojó.
Se preguntó si sería justo antes de la menstruación o algo así; juraba
que no solía ser tan estúpida cuando sentía algo por alguien—. Y
puede que haya estado pensando en sorprenderte desde que nos diste
tu llave de repuesto. —Erin se encogió de hombros y perdió la batalla
contra una sonrisa.
—¿Esperaste dos meses, y elegiste esta semana para 336
sorprenderme? ¿Olvidaste que voy a ir este fin de semana?
—Hablando de eso, ¿qué tal si vienes el viernes por la noche en vez
del sábado? —preguntó Erin—. Así también puedes encontrarte con
Acacia en el aeropuerto.
—Lo haría, pero Parker está con Adam, ¿no?
—¿Por qué crees que estoy pidiendo que vengas antes? —Erin
sonrió con satisfacción y movió las cejas—. Incluso te prepararé la
cena.
Cassie ignoró cómo se le revolvía el estómago. Era evidente que
Erin no la estaba utilizando para tener sexo; había venido a la ciudad
solo porque Cassie había tenido un mal día. Y aunque la estuviera
utilizando para tener sexo, ¿qué más daba? Que una MQMC te
utilizara para tener sexo era básicamente una fantasía porno. Cassie
debería sentirse honrada, no molesta.
Anoche fue su primera noche a solas desde las vacaciones de
primavera. Claro que Cassie se escabullía por el pasillo la mayoría de
los sábados por la noche (y en una especialmente memorable, Erin
había sido la que se había escabullido), pero Parker siempre estaba
allí. Tenían que ser cuidadosas, silenciosas y rápidas. ¿Una noche
entera solo ellas dos, sin preocuparse por Parker ni por el trabajo en
la mañana?
—Iré después del trabajo.
Cuando se despidieron, Erin la besó en la calle junto a su moto,
sucia y largamente, mientras tiraba un poco del cuello de su chaqueta.
—Nos vemos el viernes —lo dijo como si fuera una promesa.
Sí, Cassie no iba a hacer nada para estropearlo. Sentimientos o no,
no quería que aquello terminara.
A media mañana, Acacia le envió un mensaje.
Acacia [9:50 a. m.]
¿Sobreviviste a la noche?
337
Cassie la puso al corriente de la situación, de que estar enamorada
de Erin no era para tanto, y que iba a seguir así el resto del verano.
Acacia [9:53 a. m.]
Sí, ya que estar enamorado de alguien que no te quiere de la misma manera es
siempre tan bonito…

Cassie [9:54 a. m.]


Ella no puede hacerme daño como lo hizo Seth, Kaysh. Nunca hemos sido
exclusivas, no me rompería el corazón si se acostara con otra persona, ni nada
por el estilo.

Cassie odiaba esa idea, pero no sería para tanto. Desvió la mirada.
Cassie [9:54 a. m.]
Igual que yo no le rompería el corazón si me tirara a tu hermano.
Acacia [9:54 a. m.]
Puaj.

Acacia [9:55 a. m.]


Además, no te vas a salir de esta conversación hablando de mi hermano.

Cassie [9:55 a. m.]


Kaysh, estoy bien, en serio. Si quieres molestarme por eso, hazlo en persona
cuando vengas ESTA SEMANA.

Acacia [9:56 a. m.]


De acuerdo te dejaré libre, pero solo porque DIOS MÍO, ESTOY TAN
EMOCIONADA DE VERTE AAAAH.

338
Capítulo 24
Erin
No había planeado invitar a Cassie el viernes. Pero la noche del
lunes con ella fue jodidamente agradable. El sexo había sido uno de
los mejores hasta entonces: Erin casi se había desmayado al ver a
Cassie con el arnés entre las piernas. Así que, en medio de la resaca
poscoital de la mañana siguiente, Erin se había limitado a pedir lo que
quería.
Ahora que Cassie había accedido, Erin no sabía por qué no había
venido los viernes por la noche durante todo el verano. Tenían que
aprovechar cualquier momento que pudieran. 339
Erin bailaba por la cocina mientras reunía los ingredientes para la
cena. Había hecho demasiado calor toda la semana, el tipo de clima
que intentaba recordar en pleno invierno, pero eso también
significaba que no estaba dispuesta a encender el horno. Así que
estaba preparando ensalada fría de fideos con salsa picante de
cacahuete. Sentía mariposas en el estómago al pensar en preparar la
cena a Cassie. Era ridículo, Cassie ya había cenado con ella más de
una docena de veces. Pero esta noche era diferente. Nunca había
cocinado solo para Cassie. Como una cita.
Se permitió pensarlo. Solo esta vez. Todo lo que le había dicho a
Rachel seguía siendo válido, pero no había nada de malo en admitir,
aunque solo fuera interiormente, que Rachel también había tenido
razón: Erin y Cassie básicamente estaban saliendo. Antes de las
vacaciones de primavera, su relación probablemente se situaba más
bien en la categoría de amigas con derecho a roce. Los beneficios ni
siquiera eran tan frecuentes: habían coqueteado, pero nunca se
habían mandado mensajes después de San Valentín. Después de su
noche en Boston, que sin duda había sido una cita, habían empezado
a cenar juntas por FaceTime. Desde que empezaron las vacaciones de
verano, habían tenido muchas ventajas, Cassie viniendo antes de que
Parker regresara de casa de Adam o escabulléndose por el pasillo
después de que ella se hubiera ido a dormir. Pero también habían
tenido citas: las veces que Erin estaba en Boston por trabajo y salían a
cenar antes de volver al apartamento de Cassie. Las veces que Erin
fingía estar en Boston por trabajo y conducía hasta allí solo para
encontrarse con Cassie. Una vez habían ido a comer y no habían
tenido tiempo más que para un beso de despedida.
Y ahora Cassie estaba de camino para cenar, las dos solas.
Esta noche, Erin dejó que fuera real.
Cassie llegó mientras Erin cortaba pepinos. No esperó a que
terminara para besarla.
—¿Qué tal el viaje?
—Bien —respondió Cassie, pasando una mano por el brazo de
Erin—. Pero esto está mucho mejor. 340
La piel de gallina siguió el roce de Cassie, pero Erin negó con la
cabeza.
—La paciencia es una virtud.
—Nunca he sido especialmente virtuosa. —Cassie volvió a
besarla—. ¿Puedo ayudarte con algo?
—No —dijo Erin—. No hay mucho que hacer.
Cassie dejó escapar un suspiro exagerado y ocupó uno de los
taburetes de la isla de la cocina. Charlaron sobre sus semanas
mientras Erin cortaba rábanos. Cada vez que Erin miraba por encima
del hombro, los ojos de Cassie se clavaban en ella: interesados,
atentos. Erin se obligó a concentrarse. Era eso o abrirse un dedo.
No se había dado cuenta de que Cassie se había acercado hasta que
bajó el cuchillo y, de repente, se vio empujada hacia atrás, con las
caderas de Cassie presionando el trasero de Erin.
—¿Quizá la cena pueda esperar? —murmuró Cassie.
Erin luchó por no derretirse en el agarre de Cassie.
—Cuando hierva el agua, me tomaré un descanso mientras se
cuecen los fideos.
—No quiero besarte mientras se cuecen los fideos —dijo Cassie,
acariciando con la nariz justo debajo de la oreja de Erin. Era
vergonzoso la poca presión que hacía falta en la cintura de Erin para
girarla—. Quiero besarte ahora.
Y así lo hizo.
Tal vez la cena podría esperar. Sabría mejor si las verduras se
marinaran más, pero no era un problema. Y realmente, ¿a quién le
importaba el sabor de la cena cuando Cassie sabía tan bien?
Erin rompió el beso solo el tiempo suficiente para apartar la tabla
de cortar y los rábanos, y poder subirse al mostrador. Cassie se colocó
entre sus muslos y Erin bloqueó los tobillos detrás de la espalda de
Cassie. Antes de que pudiera volver a acercar sus labios a los de
Cassie, esta se apartó ligeramente y le sonrió.
341
—Pensaba que la paciencia era una virtud.
—Resulta que yo tampoco soy especialmente virtuosa —dijo Erin.
Rascó con las uñas el cuero cabelludo de Cassie y pensó en
rascárselas luego por la espalda. Cassie prácticamente ronroneó.
En algún momento se oyó un ruido, el cerebro de Erin no
funcionaba lo bastante bien como para identificarlo, y se apartó de
Cassie para mirar en la dirección de la que procedía y…
—¿Qué demonios está pasando aquí?
Erin sabía que esto era malo, pero si alguien iba a entrar, se alegraba
de que fuera Adam. Le importaba un carajo lo que él pensara de ella.
Cassie retrocedió de un salto, pero Erin se limitó a deslizarse fuera
del mostrador, sin molestarse en dejar espacio entre ella y Cassie.
—No es asunto tuyo —dijo—. Podrías haber tocado la puerta.
—¡¿Podría haber tocado?! ¡Podrías no haber estado besuqueándote
con la amiga de nuestra hija! —Adam ya estaba gritando. Tenía los
ojos entrecerrados y la cara cada vez más roja.
El corazón de Erin latía al triple en su pecho, pero lo ignoró y enarcó
las cejas.
—¿Qué haces aquí, Adam?
Siguió gritando. Sobre lo asquerosa que era y lo que le pasaba, y
que no podía creer que alguna vez bla, bla, bla. A ella realmente no le
importaba lo que él pensara de ella. Nada de eso era peor de lo que
ya se había dicho a sí misma.
Mientras la sermoneaba sobre el comportamiento apropiado,
Parker apareció detrás de él.
Erin salió de la órbita de Cassie. Su corazón tocó fondo. Cayó hasta
la planta de los pies, quizá más allá, o quizá desapareció del todo. No
lo sabía. No podía pensar. Ya no podía oír a Adam. El sonido en sus
oídos se había vuelto estático. Su visión se desvió hacia la cara de
Parker, que estaba totalmente en blanco, con la boca en una línea fina. 342
Tal vez, si Erin hubiera podido pensar, habría reaccionado con la
rapidez suficiente para detener la situación antes de que empeorara;
técnicamente, Parker no había visto nada. Quizás si Erin hubiera
dicho algo, interrumpido, o cualquier cosa, Parker no se habría
enterado. En lugar de eso, Erin se quedó congelada mientras Adam
daba vueltas.
—Qué te parece esto: a partir de ahora tocaré la puerta siempre que
no te metas con la amiga de tu hija.
La cara de Parker no cambió, pero abrió la boca.
—Papá.
Adam dio un respingo. Al parecer, no se había dado cuenta de que
había entrado, mientras que Erin no había quitado los ojos de Parker
desde que había llegado.
—Parker, cariño, ¿qué haces aquí? Siento mucho que hayas tenido
que…
—Papá, vete a casa.
—¿Qué?
—Vete a casa. Iré por el Switch y te veré allá.
—Parker…
—Vete a casa. —La voz de Parker era de acero.
Erin cerró los ojos y las lágrimas se filtraron por las comisuras. La
opinión de Adam no importaba: podía odiarla todo lo que quisiera,
pero no Parker. Sentía que se ahogaba, como si supiera que no había
esperanza, pero luchando de todos modos. Ya se había acabado.
No podía mirar a Cassie.
Adam se marchó, no sin antes lanzarles una última mirada y
sacudir la cabeza con disgusto. La puerta principal se cerró tras él,
Erin lo oyó esta vez, y las tres mujeres se miraron fijamente.
Erin encontró por fin la voz.
—Parker, déjame explicarte… 343
—No te molestes —dijo Parker, y a Erin le entraron ganas de
vomitar. Y luego añadió—: Ya sé que están saliendo.
—¿Lo sabes? —preguntó Erin, al mismo tiempo que Cassie decía:
—¿Saliendo?
Parker se volvió hacia Cassie, con los ojos entrecerrados.
—¿Dónde demonios está tu teléfono?
Erin miró a Cassie por primera vez desde que Adam había llegado.
Tenía el pelo hecho un desastre, con la coleta medio arrancada por los
dedos de Erin al peinárselo mientras se besaban. Tenía los ojos muy
abiertos, desconcertada, parpadeando ante Parker como si no tuviera
ni idea de lo que estaba pasando. Erin estaba en la misma situación.
—Llevo veinte minutos enviándote mensajes para evitar lo que
acaba de pasar —Parker dijo.
—¿Qué?
—Papá dijo que quería venir por el Switch para poder ganarme al
Mario Kart, lo cual, es imposible, pero luego dijo que pasaría a
recogerla de camino a casa desde el trabajo; y sé que dijiste que no
ibas a subir hasta mañana, pero, quiero decir, no quiero pensar en lo
que harían con una noche a solas, pero no soy idiota.
Erin se sonrojó cuatro tonos de rojo, incluso mientras su ceño se
fruncía permanentemente. ¿Parker estaba enfadada… porque Cassie
no había visto sus mensajes? Sabía que Cassie y Erin planeaban pasar
la noche durmiendo juntas a sus espaldas, pero eso no parecía ser un
problema…
—Cuando no contestabas a ninguno de mis mensajes, intenté
ganarle la partida, pero obviamente no funcionó. Ahora, todo esto va
a ser todo un puto lío.
—Ese lenguaje —dijo Erin automáticamente.
Parker enarcó las cejas, con una sonrisa divertida en la cara.
—¿En serio? Creo que tenemos cosas más importantes que hacer
que decir «puto». 344
—Lo siento, tienes razón. Es un hábito —dijo Erin.
Intentó sonreír, y la sonrisa de Parker creció en respuesta. Cassie
las miró como si ya hubiese llegado al límite. Erin sintió que tal vez
lo había hecho, pero Parker sabía que Cassie y ella se acostaban, y no
estaba enfadada. A caballo regalado no se le miraba el colmillo,
aunque seguía sin entender cómo había sucedido todo aquello.
—Lo sé desde San Valentín —dijo Parker como si nada.
Como si no importara. Como si no le importara.
Erin sintió náuseas. ¿Parker sabía que habían estado sexteando el
día de San Valentín?
—Estaba en el ordenador de Cassie cuando le enviaste el mensaje
de agradecimiento por las flores —explicó Parker, y a Erin se le calmó
el estómago—. Ya lo superé. Puedes agradecerle a Acacia que no te
haya matado.
Cassie parpadeó.
—¿Acacia?
—Le costó mucho convencerme, pero por ella me di cuenta de lo
felices que se hacen mutuamente.
Cassie dejó escapar un estremecedor suspiro.
—Necesito un minuto —dijo.
Eso tenía sentido: Erin también necesitaba un minuto para aceptar
que Parker lo sabía. Lo que no tenía sentido era por qué Cassie se
dirigió al vestíbulo, donde estaban sus zapatos y su chaqueta. Erin la
siguió y Parker la siguió de cerca.
—¿Te vas?
—Volveré dentro de un rato —dijo Cassie. Erin quería darle todo
el tiempo que necesitara, pero no quería que se marchara. Algo se le
debió de notar en la cara, porque Cassie añadió —: Dejaré mis cosas,
¿bien? Te prometo que volveré.
Y entonces se marchó, con las maletas de la moto aún sobre la mesa
345
del vestíbulo. La puerta del garaje se abrió. El motor de su moto
aceleró y luego se apagó mientras se marchaba.
—¿No vas a ir tras ella? —preguntó Parker.
—Quiero darle espacio si lo necesita —dijo Erin, lo cual era cierto,
aunque la forma en que Cassie había huido hizo que a Erin se le
apretara el corazón en un puño. Pero había una razón más importante
por la que se quedaba—. ¿Y creo que tal vez deberíamos hablar?
Parker soltó una risita y la ansiedad de Erin, que se había disparado
cuando Cassie se marchó, se calmó un poco.
—Sí, probablemente sea una buena idea.
Las dos se quedaron allí de pie. Erin no sabía cómo empezar: «Lo
siento» o «No tenía que haber pasado» o «Te quiero mucho». Cuando
tardó demasiado en buscar las palabras adecuadas, Parker se rio de
ella.
—Bueno, dejemos este momento incómodo y sentémonos. —Se
subió a un taburete de la isla de la cocina—. Quiero decir, va a ser
raro, obviamente, pero no tenemos por qué sentirnos así.
Le dio una palmadita al taburete de al lado y Erin vino a sentarse
en él.
—Te quiero muchísimo.
Esperaba que Parker pusiera los ojos en blanco o algo parecido.
Algo típico de un adolescente. En lugar de eso, Parker le agarró la
mano y apretó.
—Lo sé, mamá. Yo también te quiero.
—No quería que nada de esto ocurriera. —Se le llenaron los ojos de
lágrimas. Quería pedir perdón, aunque Parker actuaba como si no
hubiera hecho nada malo—. No… no lo habría hecho… si hubiera
sabido…
—Mamá —dijo Parker, apretándole la mano de nuevo.
Se suponía que Erin era la adulta aquí. Se suponía que era madura, 346
sabia, y un modelo a seguir. Se suponía que no necesitaba que su hija
la sujetara de la mano. Tomó aire.
—Dijiste que lo sabías desde el día de San Valentín. Pero empezó
mucho antes. Antes incluso de que fui a verte a la universidad.
—Háblame de ello.
—Fin de semana familiar. —Fue surrealista hablar de eso—. Te
fuiste a cenar con tu padre el viernes por la noche, y yo me fui a un
bar. —Mientras fueran honestas, Erin pensó que debía ir con todo—.
A veces es difícil estar divorciada. Quiero decir, estar divorciada con
una hija. Una cosa era que tu padre fuera tu favorito cuando
estábamos casados, pero no sé, ahora puede parecer una
competencia. No quiero que lo sea, y no es sano, lo sé, pero puede
serlo. Así que fui a un bar para distraerme. Y… conocí a una mujer.
Estaba la honestidad, y estaba darle a tu hija detalles de tu vida
sexual. Erin se saltó esa parte.
»Cuando nos presentaste en el desayuno a la mañana siguiente, yo…
Dios, todavía no lo sé. Estaba aterrorizada.
—No sabía sobre eso —Parker susurró—. Acacia me dijo que todas
se habían conocido ese día, cuando la interrogué el día de San
Valentín, pero en aquel momento no tenía ni idea.
—Sí, eso es lo que queríamos.
—Claro.
—Pensé que estaría bien. No habías estado mucho tiempo en la
universidad. Tal vez caerías en un grupo diferente. No pensé que la
invitarías a visitarnos durante las vacaciones de invierno.
Parker seguía tomándola de la mano. No parecía enfadada, ni
disgustada, ni ninguna de las cosas que Erin pensó que estaría. Había
pensado en ese momento de cien maneras distintas en los últimos seis
meses, pero nunca había imaginado que sería tan fácil.
—No quería que pasara nada. Contigo en la universidad, las cosas
entre tú y yo iban bien. Fue duro, por un tiempo, con el divorcio, y mi
trabajo, y todo, ¿verdad? Pero eres tan importante para mí. Eres lo
347
más importante en mi vida. La persona más importante. Lo mejor que
he hecho.
—Mamá, detente.
—Hablo en serio. Haría cualquier cosa por ti. Todo lo que quiero es
que seas feliz. —Se estaban desviando del tema de la conversación,
pero esto era importante—. Mi madre me enseñó a preocuparme por
lo que pensaban los demás. Me enseñó que las opiniones de los demás
importaban, que eso era a lo que tenía que prestar atención. No quiero
que pienses eso. Quiero que hagas lo que quieras, es tu elección. No
la de tu padre, ni la mía, ni la de tus profesores. Tienes que encontrar
lo que es bueno para ti. Puedes cometer errores en el camino. Es tu
vida. —Erin se secó las lágrimas que se le escapaban—. Lo siento, sé
que se supone que esta conversación no es sobre eso, pero… es
importante.
—Pero, de alguna forma, lo es —dijo Parker—. Tú y Cassie. Elegiste
lo que es mejor para ti, ¿verdad?
Erin se rio a medias y se secó las lágrimas con más fuerza.
—Sí, creo que tienes razón. Cassie es… es…
—Es genial, ¿no?
—Lo es.
A Erin se le calentó el pecho al pensarlo. Cassie era genial.
—Mira, mamá, no es que quiera que salgan. Me refiero a que no es
lo que nunca hubiera pensado que quería —dijo Parker—. Cuando vi
sus mensajes el día de San Valentín, yo… no quería volver a hablar
con ninguna de las dos. Las odié tanto.
Erin asintió. Ella también se había odiado.
»Hice que Acacia me contara todo lo que sabía. A quien, por cierto,
todas le debemos mucho. La hice portarse como una amiga de
mierda. Nunca me habría contado nada sobre Cassie y tú, pero la
obligué. Y me alegro de haberlo hecho, porque ella me ayudó a verlo
por lo que era. Son felices juntas, mamá.
Erin lloró un poco más.
348
»Estaba tan enfadada con ustedes, pero también podía ver lo felices
que eran. Hacía mucho tiempo que no te veías así. —Se encogió de
hombros—. Así que lo superé.
—Tienes derecho a estar enfadada —dijo Erin—. Incluso ahora,
aunque lo hayas superado. No deberíamos haberte mentido o haber
ido a tus espaldas. Lo siento mucho. Debería haber sido honesta
contigo desde el principio.
—¿Qué, como en el desayuno?
—Bueno, tal vez no tan al comienzo.
Parker se rio entre dientes.
—Supongo que sí, quizá todavía estoy un poco enfadada. Pero las
quiero a las dos. Y lo entiendo. Y me alegro por ustedes.
—¿Cómo es que saliste tan bien educada?
—Tal vez fuiste un buen modelo a seguir, después de todo —dijo
Parker—. Entonces, ¿qué vas a hacer ahora? Con ella yendo a Caltech
y todo eso.
El globo de Erin explotó.
—No lo sé. Yo… ni siquiera sé cómo se siente, honestamente. No
hemos hablado de ello.
—¿Han estado saliendo por siete meses y no han hablado de eso?
—No… quiero decir, no lo hemos llamado exactamente salir. No lo
hemos llamado de ninguna forma. Hablar de ello lo habría hecho real,
y no podría haber sido real.
—Probablemente, deberían hablar de eso, ¿no?
—¿Tú crees?
—Tengo que ir a hablar con papá de todos modos.
Erin se encogió.
—Lo siento —dijo—. No me importa lo que piense de mí, pero no
me imagino que vaya a ser una conversación especialmente divertida
349
para ti.
—Sin duda amenazaré con volver y pasar la noche aquí si se porta
como un imbécil —dijo Parker—. Pero no lo haré, porque… —hizo
un gesto vago con las manos—, no quiero estropear tu… noche de
cita.
Como si su noche no se hubiera estropeado ya por completo.
—Estoy más que feliz de volver a fingir que no lo sabes antes que
tener que aludir a mi vida sexual.
—Sí, yo también. —Parker se estremeció como si se estuviera
sacudiendo la contaminación—. Bueno, me ocuparé de papá. No te
preocupes.
Pero no era Adam quien preocupaba a Erin.
No tenía ni idea de lo que pasaba por la cabeza de Cassie. Con
suerte, la otra mujer simplemente estaba abrumada, lo cual sería
comprensible.
Erin vio alejarse el auto de Parker y siguió observando, como si
Cassie fuera a volver a aparecer de inmediato. Hizo rebotar la pierna.
La calle estaba vacía.
Al cabo de un minuto o dos, se convenció a sí misma de que debía
terminar de preparar la cena en lugar de mirar por la ventana.
Una olla vigilada nunca hierve.

350
Capítulo 25
Cassie
Cassie iba conduciendo muy rápido y se dejó abierta la visera del
casco. No podía llorar con el viento picándole en los ojos.
No sabía adónde iba. Tomó carreteras que no había tomado antes.
Solo quería escapar. Montar en bici normalmente le despejaba la
mente, pero sus pensamientos estaban demasiado desordenados:
todo el semestre, la distancia de Parker, su pelea, Acacia atrapada en
el medio. Nada de eso era lo que ella había pensado.
La forma en que Erin no estaba en desacuerdo con la afirmación de
Parker de que estaban saliendo. Eso tenía aún menos sentido que el 351
resto.
Cassie sabía que parecía que estaban saliendo. Acacia llevaba
meses diciéndoselo y Cassie se daba cuenta. Disfrutaban de la
compañía mutua y les gustaba acostarse. Cassie tardó hasta esta
maldita semana en darse cuenta de que era algo más que eso. Pero
Erin no quería salir con ella. Eso era lo que le había dicho a Rachel.
Quizá no con esas palabras concretas, pero eso era lo esencial. Se
salió de la carretera en un parque.
Esto era un desastre. Necesitaba hablar con su mejor amiga.
Acacia contestó el teléfono con:
—¿Parker se pudo comunicar contigo?
Cassie se enroscó la coleta en la mano y tiró, la presión y el dolor le
dieron un polo a tierra.
—No hasta después de que Adam nos sorprendiera a Erin y a mí
besándonos en la cocina.
—Mierda.
—Ni me lo digas.
—Al menos no te mató. A menos que me llame tu fantasma.
Cassie soltó una carcajada. Al llamar a Acacia, estaba a punto de
echarse a llorar, pero no podía contenerse cuando se trataba de
aquella idiota.
—Aún vivo, por desgracia —dijo.
—Estamos de acuerdo en discrepar sobre la suerte de ese hecho.
—Bueno, pero sería más fácil estar muerta que lidiar con esto.
—También sería más fácil estar muerta que pensar qué cenar todos
los días, aunque eso no significa que sea desafortunado poner una
pizza congelada en el horno por tercera noche consecutiva.
—Olvídate de Adam —dijo Cassie en lugar de admitir que Acacia
tenía razón—. ¿Cómo convenciste a Parker de que no me matara?
352
—Bueno, me costó mucho trabajo —dijo Acacia—. Y casi dos
meses.
—¿Así que no estaba realmente obsesionada con Sam después de
San Valentín?
—No, definitivamente no. Ella quería matarte.
Cassie soltó otra carcajada.
—Sí, eso suena muy bien.
Acacia lo hizo todo más fácil. Todo seguía siendo un desastre y
Cassie aún iba a tener que arreglárselas, pero hablando con Kaysh no
parecía tan imposible.
—Lamento no habértelo dicho —dijo—. Se enteró el día de San
Valentín, y se dio cuenta de que yo lo había sabido. No sé, por mi cara
o algo así, cuando me contó lo de los mensajes. Pero no le dije nada
en concreto, solo que estabas como medio apegada a su madre.
Cassie volvió a tirarse de la coleta.
—El eufemismo del año.
—Sí —Kaysh dijo—. Sinceramente, no me sorprendió que Parker
aceptara que estaban saliendo antes que tú.
Cassie no estaba segura de que lo hubieran estado haciendo. Erin
no quería salir con ella, ¿verdad?
Hubo un momento de silencio y luego la voz de Acacia se calmó al
preguntar:
—¿No estás enfadada conmigo por haberte mentido?
—Me encantaría estarlo —dijo Cassie—, pero sería hipócrita de mi
parte. Así que no.
—Muy maduro de tu parte.
—Sí, lo intento. —Aunque no sentía que fuera lo suficientemente
madura para Erin—. Excepto que básicamente hui de Erin y Parker
porque me sentí abrumada.
—No pasa nada —dijo Kaysh sin una pizca de juicio.
353
Las cosas se habían puesto, si no aterradoras, al menos intensas, y
había huido. Pero ¿cuándo había hecho otra cosa? En la primavera,
había dejado que Parker se alejara de su amistad casi sin luchar. Y al
principio del curso, cuando su grupo de amigos había elegido a Seth,
ella simplemente… los había dejado. Era más fácil dejar ir a la gente
que admitir que la querías en tu vida. Al menos así no tenías que
arriesgarte a que te rechazaran.
Lo único que Cassie había admitido querer era Caltech. Pero eso
era…
Caltech siempre había sido su sueño, pero no por la universidad en
sí. Se trataba de alejarse de casa, de cualquiera que la mirara con
lástima. Se trataba de una vida completamente nueva, sol y palmeras
y nadie que supiera lo suficiente de ella como para compadecerla.
Llevaba intentando huir de su vida desde que se escapó literalmente
de la caravana de su madre a los doce años. Había dormido en el suelo
del armario de Acacia y no le habían dicho a nadie dónde estaba.
Pasaron tres días antes de que su madre se diera cuenta de que se
había ido. Después de aquello, los Webb le compraron a Acacia un
camarote.
Cassie ya no quería escapar. Había encontrado una vida por la que
valía la pena quedarse.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó Acacia.
Sí que quería. Quería que Acacia le dijera qué hacer. Cómo manejar
esto. Cómo arreglarlo. Kaysh lo sabría. Siempre había sido mejor con
la gente que Cassie.
Pero necesitaba resolverlo por sí misma. Ella misma se había
metido en este lío. Acacia ya había hecho bastante por sacarla de él
con Parker. Si quería quedarse, tenía que demostrarlo.
—Creo que tengo que hacerlo sola, nena. —Dudaba de sí misma
incluso mientras lo decía.
—Está bien necesitar a otras personas, ¿sabes?
354
—Bien, porque sería un maldito desastre sin ti.
—Las dos somos desastres de todos modos —dijo Acacia—. Pero
sé que lo harás bien.
Cassie intentó creerle
—De acuerdo.
El teléfono le zumbó en la mano. Puso a Kaysh en altavoz para leer
sus mensajes.
Parker [6:34 p. m.]
¿Estás bien?

Cassie se quedó mirando el mensaje. No tenía ni idea de si estaba


bien. Respondió con lo que sí sabía.
Cassie [6:34 p. m.]
Siento haberte mentido.
Parker [6:34 p. m.]
Gracias.

—¿Me vas a recoger mañana en el aeropuerto con Parker? —


preguntó Acacia.
—Acaba de mandarme un mensaje —dijo Cassie—. Aún estoy
jodidamente perdida sobre cómo no me odia, pero parece que no lo
hace, así que sí, estaré allí mañana.
Los últimos seis meses de su vida habían dado un vuelco en la
última semana. Todo lo que había estado haciendo con Erin, lo que
pasó entre ella y Parker, toda la mierda por la que había hecho pasar
a Acacia. Pero ahora estaba del otro lado. Y aún tenía a Acacia para
darle ánimos por teléfono. Aún tenía a Parker enviándole mensajes
de texto para saber cómo estaba.
Parker [6:35 p. m.]
Hablaremos mañana, ¿sí? Tengo que ir a calmar a mi padre, y tú volverás a
casa de mi madre, ¿verdad?

¿Aún tenía a Erin? Tal vez podría, si realmente hablara con ella
355
sobre eso.
—Probablemente, debería volver a casa de Erin —dijo Cassie,
enviando un mensaje a Parker diciendo lo mismo.
—¿Sabes lo que le vas a decir?
Cassie no lo sabía.
—Todavía no.
—Lo harás bien —volvió a decir Acacia.
—Eso espero
—Te quiero.
—Te quiero.
—Nos vemos mañana.
—Claro que sí.
Pasara lo que pasara el resto de la noche, mañana Cassie iba a ir con
una de sus mejores amigas a recoger a la otra para pasar todo un fin
de semana juntas. Las cosas no iban del todo mal.
Después de colgar, Cassie no se dio tiempo para pensárselo dos
veces antes de volver a subirse a la moto. Pero no se dirigió
directamente a casa de Erin. No quería llegar con las manos vacías.
Además, un viaje más largo significaba más tiempo para averiguar
qué demonios iba a hacer.
Porque podía hacerlo. Podía admitir que quería a Erin. Hacerse
vulnerable. Pedir algo que quería. Y arriesgarse a ver la cara de Erin
cuando dijera que no.
Quizá Erin no quería estar con ella. Cassie no lo sabía: había oído
lo que Erin le dijo a Rachel, pero no toda la conversación. Quizá se
había perdido algo. Debía de haberlo hecho, ya que Erin no había
discrepado cuando Parker le dijo que estaban saliendo.
Cassie trató de no convencerse a sí misma: le gustaba a Erin, le
gustaba lo suficiente como para buscarle apartamento. Le gustaba lo
suficiente como para acostarse con ella, incluso cuando eso debería
356
haber jodido su relación con Parker. Le gustaba lo suficiente como
para conducir una hora y media para sorprenderla, solo porque había
tenido un día pesado.
Gustarle y querer salir con ella eran cosas distintas, por supuesto,
como Cassie le había dicho a Acacia. Pero estaban en la misma
galaxia, siguiendo órbitas similares. Solo tenía que averiguar cómo
hacer que chocaran.
Vale, la metáfora se venía abajo, pero el caso era que… Cassie
necesitaba hacer algo.
Probablemente, debería ser algo maduro. Ese era probablemente el
mayor problema aquí, ¿verdad? ¿Que Cassie apenas tenía edad para
beber y Erin iba a cumplir cuarenta en seis meses? Ahora que
resultaba que a Parker le parecía bien, la diferencia de edad tenía que
ser el mayor obstáculo. Pero no tenía ni idea de cómo demostrar que
era lo bastante mayor, lo bastante madura, como para merecer la
pena. No había nada romántico en presumir de declaraciones de la
renta, y Erin ya sabía que Cassie tenía un trabajo que le pagaba las
facturas. Cassie había estado cuidando de sí misma desde que había
llegado a los dos dígitos.
Ah, a la mierda.
Además, su relación con Erin (ahora que podía admitir que esa era
la palabra adecuada) no consistía en que la cuidaran. Le importaba
un carajo que Erin fuera mayor que ella. Le importaba que Erin fuera
divertida e inteligente y que la hiciera sentir segura. Bueno, tampoco
dolía que estuviera buenísima.
Erin hacía feliz a Cassie. Y Cassie quería hacerla feliz. De eso se
trataba su relación.
Cassie necesitaba volver con algo que dijera esto. Sí, podía hacer
vino o chocolate o algo tradicionalmente romántico y aburrido. Pero
Erin no era aburrida. Se merecía mucho más que algo aburrido. Se
merecía su clínica y vacaciones de invierno en cualquier lugar cerca
del ecuador y buceo.
Buceo. 357
Sería ridículo, tal vez. Desde luego, no iba a demostrar la madurez
de Cassie. Pero demostraría lo que Cassie quería decir.
Se detuvo a un lado de la carretera, introdujo Dick's Sporting
Goods en Google Maps y se dirigió a comprar el equipo de buceo.
Resultó que en una tienda de deportes normal no había equipos de
submarinismo. Además, una búsqueda en Google indicaba que el
equipo de buceo era jodidamente caro. En su lugar, Cassie compró
aletas de natación de color morado, el color favorito de Erin.
No fue hasta que Cassie volvió a su moto cuando recordó que se
había dejado las maletas en casa de Erin. ¿Cómo iba a llevar esas
ridículas aletas en la moto?
«Mejor que sea lo más ridículo posible», pensó mientras se las
metía por detrás de la chaqueta.
Si Erin decía que no, a Cassie se le iba a romper la dignidad y el
corazón.
Quería fingir que no. Incluso en su mente quería desviar la atención
con una broma. En lugar de eso, se subió a la moto una vez más.
El viaje a casa de Erin fue demasiado corto. Cuando se detuvo
frente a la casa en la que había estado parando casi todos los fines de
semana de aquel verano, no estaba preparada. No se le había ocurrido
qué decir. Erin lo entendería, ¿verdad? Si Cassie le decía que quería
bucear con ella. El submarinismo daba mucho miedo, pero Cassie iría
con Erin. Eso significaba algo.
Si iba a hacerlo, tenía que hacerlo. La adrenalina ya corría por sus
venas y ni siquiera se había bajado de la moto.
Sin embargo, Erin debió de oírla llegar: la puerta principal seguía
abierta a sus espaldas mientras se dirigía hacia Cassie. Bueno, al
menos ya no tenía que pensar si tocar la puerta o simplemente entrar.
No podía leer la cara de Erin, pero no importaba. Cassie había
decidido hacerlo. Necesitaba hacerlo.
Saltó de la moto antes de que Erin llegara, y levantó las manos.
—Bien, detente ahí, tengo que decir algo. —Erin se detuvo—. 358
Lamento haberme ido. No debería haberlo hecho. —Cerró los ojos
porque era más fácil sacarlo todo si no estaba analizando la cara de
Erin en busca de alguna señal de acuerdo—. Sé que hay un millón de
razones para no hacerlo: soy joven y, sinceramente, tan tonta en lo
que se refiere a sentimientos que ni siquiera me di cuenta de que los
tenía hasta esta semana, y solo porque resulte que a Parker le parezca
bien, no significa que a los demás les vaya a parecer bien. Y Dios,
tantas otras razones. Pero debería haberme quedado porque quiero
quedarme. Quiero que te quedes. Sé que tal vez no quieras, pero
quiero hacer esto, de verdad.
Erin podría haber sonreído, pero Cassie no quiso mirarla. En su
lugar, bajó la cremallera de su chaqueta y las aletas cayeron al suelo.
—¿Qué demonios…? —dijo Erin en voz tan baja que Cassie ni
siquiera estaba segura de querer formular la pregunta.
Cassie las recogió. En aquel momento, le había parecido una buena
idea, pero ahora se sentía ridícula mientras las lanzaba hacia Erin.
—Quiero bucear contigo. —Se suponía que eso era suficiente, pero
Erin la miró como si esperara algún tipo de continuación—. El océano
es enorme, aterrador y desconocido, pero si tú quieres bucear, yo
también quiero —explicó—. Quiero hacerte feliz. O hacer contigo las
cosas que te hacen feliz. Y, no sé, quizá no dé tanto miedo si estoy
contigo. Porque la vida es un poco enorme y aterradora y
desconocida, ¿verdad? Pero nunca pienso en eso cuando estoy
contigo.
—Cassie —dijo Erin, con una ternura en la voz que Cassie quiso
abrazar. No había agarrado las aletas.
—No lo sé —dijo Cassie. El brazo con el que le tendía las aletas a
Erin cayó a su lado y se encogió de hombros—. Tenía sentido cuando
las compré.
—Tiene sentido —dijo Erin, y entonces se puso justo delante de
Cassie, con una mano en la cara y la otra sobre la mano de Cassie que
sujetaba las aletas de natación, los dedos de Erin se enroscaron
alrededor de los de Cassie—. Es quizá lo más dulce que nadie me ha
dicho nunca. 359
Cassie no podía respirar.
—¿De verdad?
—De verdad —dijo Erin.
—Genial.
Erin se rio como si hubiera dicho algo gracioso, aunque Cassie no
estaba segura de qué. Eso no significaba necesariamente que pensar
que alguien fuera dulce fuera lo mismo que querer salir con ella.
Cassie respiró hondo e intentó ser valiente.
—Sé que dijiste que no querías salir conmigo, pero pensé…
Erin se echó hacia atrás, con el ceño fruncido.
—¿Cuándo dije eso?
—El fin de semana pasado —respondió Cassie—. Le dijiste a
Rachel que no saldrías conmigo solo porque fuera buena en la cama.
Y…
Erin interrumpió.
—Eso no era lo que estaba diciendo. Intentaba convencerme de que
no te dijera lo que sentía. Si eso fue todo lo que oíste, entonces te
perdiste… —Se interrumpió, y a Cassie le gustaría mucho saber lo
que se había perdido—. Te perdiste muchas cosas. Lo importante de
la conversación fue lo mucho que quiero salir contigo.
Cassie parpadeó.
—¿De verdad?
—Sí —dijo Erin, juntando sus frentes antes de darle un beso rápido.
Una de sus manos seguía sobre la de Cassie, ambas sujetaban las
aletas—. Qué bien se siente decirlo en voz alta.
—¿Aunque a Parker…?
—¿Le parezca bien? 360
Cassie supuso que era cierto.
—Bueno, sí, pero Adam…
—Puede irse a la mierda —gruñó Erin—. Su opinión no significa
absolutamente nada para mí.
—Bien, de acuerdo. Aunque todavía queda el tema de que soy
idiota, pues solo hace tres días me di cuenta de lo que siento por ti.
Erin le sonrió, muy suavemente.
—Quiero estar contigo, aunque te niegues a dejar de inventar
razones por las que no debería. —Cassie soltó una risita y se encogió
de hombros. No podía evitarlo. Aquello no parecía real—. Quiero
bucear contigo. —Erin se rio y agitó la mano—. O lo que sea
equivalente para ti. Quiero ir a Caltech contigo. O al menos ir a
visitarte todos los meses.
Cassie se mordió el labio, con una media sonrisa.
—Sobre eso… —Erin ladeó la cabeza, como un cachorro
confundido—. Yo, eh, podría haber estado considerando ir al MIT en
su lugar.
La cara de Erin se iluminó tan de repente que parecía risible que
Cassie no hubiera estado nunca segura de que quería estar con ella.
Pero Erin no lo celebró de inmediato.
—No solo por mí, ¿verdad? No quiero que cambies tu sueño por
mí.
—No solo por ti —confirmó Cassie—. Más que nada porque soy
demasiado bebé para estar tan lejos de Acacia, si te soy sincera.
Bueno, y también de ti, y de Parker. Y mi trabajo. Realmente no me di
cuenta mientras sucedía, pero, eh, como que me hice una vida aquí
que realmente me gusta.
La sonrisa de Erin alivió el pecho de Cassie.
—¿Realmente solo descubriste que sentías algo por mí esta
semana?
361
Cassie gimió.
—Me dije a mí misma que éramos amigas con derecho a roce. Era
más fácil, supongo, que arriesgarme a salir herida si eso es lo que tú
también pensabas que éramos. No lo sé. Probablemente, no sea gran
cosa, de verdad… Es solo que se me dan mal los sentimientos.
Erin le quitó las aletas y las tiró al suelo, cosa que a Cassie no le
hizo mucha gracia. Lo compensó sujetando la cara de Cassie con las
dos manos.
—Ya que eres tan mala con los sentimientos, quiero asegurarme de
que entiendas esto —dijo Erin—. Cuando digo que quiero bucear
contigo, lo que quiero decir es que te quiero.
Cassie sintió que volaba.
—Eso… probablemente aún se me da mal, pero conozco esa
sensación —dijo—. La verdad es que… quiero decir, yo también. Yo
también te quiero.
Qué manera tan vergonzosa de decirlo por primera vez.
Definitivamente, era mala con los sentimientos. Pero Erin le sonrió de
todos modos, y la besó, y se sintió amada.
Definitivamente, esto se sentía jodidamente surrealista. Y todavía
estaban en la entrada.

362
Capítulo 26
Cassie
Cassie estaba acostumbrada a despertarse junto a Erin, a que le
pasara un brazo por debajo de la cabeza y la rodeara con el otro, piel
contra piel, no era nada extraño.
—Buenos días —le murmuró Erin al oído.
—Buenos días. —El calor se extendió por todo su cuerpo.
Todavía no estaba del todo despierta, pero cuando la mano de Erin
empezó a vagar, Cassie estaba preparada.
No era el primer día, ni siquiera el décimo, que se despertaban con 363
sexo matutino, pero era diferente. Esta vez, con los dedos dentro de
Cassie y las caras muy juntas, Erin acercó la nariz a la de Cassie y le
dijo:
—Te quiero.
Cassie se vino al instante.
El vuelo de Acacia llegaba poco antes del mediodía. Parker recogió
a Cassie en casa de Erin de camino al aeropuerto.
Cassie se reunió con ella en el vestíbulo, intentando no resultar
incómoda. Parecía que Parker no tenía que esforzarse. Rodeó a Cassie
con los brazos y la abrazó con fuerza.
—¿Estás bien?
—Sí —respondió Cassie, creyéndoselo a medias—. ¿Tú también?
—Sí. Fue una suerte que a mi papá no le diera un aneurisma, que
es probablemente lo mejor que podíamos esperar. No te jodimos la
noche, ¿verdad?
Cassie se río. ¿Cómo podían estar hablando de esto?
—Más o menos, pero nos las arreglamos.
—Qué bueno —dijo Parker—. ¿Estás lista para irte o necesitas darle
un beso de despedida a mi mamá primero? —Se burló de lo que la
cara de Cassie hizo en respuesta. Cassie ni siquiera estaba segura de
lo que era, algo entre una mueca y un intento de sonrisa.
—Estoy lista.
—Vuelvo dentro de una hora, mamá —dijo Parker al salir por la
puerta.
La última vez que había ido al aeropuerto, Cassie se había quedado
dormida en el asiento delantero, con la suave mano de Erin sobre su
muslo. Se suponía que había sido el final de todo lo que había entre
ellas. Fue la última regla que Erin había puesto y la última que
rompieron. Seis meses después, Parker le preguntó si quería darle un
364
beso de despedida a Erin antes de irse. Aparte de eso, actuó con
normalidad durante todo el trayecto: hablaba de lo emocionada que
estaba por ver a Acacia, que hoy venía a nadar y que mañana verían
los fuegos artificiales. Subió el volumen de la radio y cantó al ritmo
de Olivia Rodrigo.
Cassie se pasó todo el rato intentando creer que Parker estaba
siendo sincera. No daba indicios de lo contrario, pero a Cassie le
seguía costando creerlo. Le parecía demasiado fácil. De nuevo, todo
con Erin siempre le había parecido demasiado fácil.
Acacia esperaba en la acera de las llegadas. Seguía llevando el pelo
rapado por los lados, pero la parte superior era un poco más larga y
estaba peinada con 360 ondas. Cassie bajó la ventanilla cuando se
acercaron.
—¡Mejor amiga! —gritó, ganándose una mirada fulminante del
guardia de seguridad del aeropuerto que estaba junto a la puerta.
—¡Mejores amigas! —respondió Acacia.
Cassie salió del auto antes de que Parker lo hubiera estacionado.
Nunca había necesitado tanto un abrazo de Acacia. Kaysh la abrazó
con fuerza hasta que Parker salió del auto y exigió su propio abrazo.
—Tranquilízate, hay suficiente de mí para todas —dijo Acacia
mientras abrazaba a Parker.
Cassie se amontonó en el asiento trasero con Kaysh para el viaje de
vuelta. Al igual que cuando habló con ella por teléfono la noche
anterior, todo era más fácil con ella cerca.
—No puedo creer que hayas podido pasar tantos fines de semana
aquí, mientras yo estaba atrapada en Chicago con Emerson —dijo
Acacia.
—Ay, por favor —dijo Parker, mirándolas por el retrovisor—. No
finjas que no estás locamente apegada a tu hermano. No tanto como
Cassie, pero, aun así.
Cassie gimió.
365
—Fue solo una vez.
—¿Que te besaste con mi hermano? Sí, vive en nuestra memoria.
Cassie se arrepintió de lo que dijo antes de que saliera de su boca.
—Y ahora que todo el mundo en este auto sabe por qué lo hice,
¿podríamos dejar de echarme mierda por ello?
Acacia se quedó con la boca abierta, pero Parker se echó a reír.
—No, definitivamente voy a seguir haciéndolo —dijo.
Cassie enterró la cabeza entre las manos. Acacia se inclinó para
acariciarle el muslo. En realidad, ni siquiera estaba tan mal. Si lo peor
de todo era que se burlaran de ella por besarse con Emerson para
evitar pensar en Erin, Cassie podía soportarlo.
Cassie había pasado la mayor parte de su tiempo libre este verano
compartiendo el mismo aire que Parker y Erin al mismo tiempo. Pero
cuando volvieron, después de que Erin saludara a Acacia con un
abrazo, las cuatro se quedaron allí de pie, incomodísimas. Cassie
quería sonreírle a Erin, siempre quería sonreírle a Erin, pero se quedó
con algo más parecido a una mueca de dolor en la cara, mientras
miraba a Parker por el rabillo del ojo. No sabía lo que estaba
permitido.
—Por ahora, voy a llevar las cosas de Acacia a la habitación de
Cassie —dijo Parker—. Podemos arreglar lo de dormir más tarde.
Cassie quería morirse. ¿Sabía Parker sobre todas esas noches que
se había escabullido por el pasillo para dormir en la cama de Erin?
—Voy contigo —dijo Acacia—. De una vez, me puedes hacer el
recorrido.
Era una excusa transparente para que Cassie y Erin tuvieran un
momento, pero Cassie la aprovechó, dejó que Parker y Acacia
desaparecieran por la escalera.
—¿Cómo ha estado todo? —preguntó Erin.
Cassie dio un paso hacia ella, le habría gustado desplomarse contra
ella, pero se contuvo.
366
—¿Normal? Mierda, no lo sé. Estuvo normal, lo cual era
jodidamente raro. —Erin cerró el espacio que Cassie había dejado
entre ellas y la rodeó con los brazos. Cassie deseó que la sensación de
sentirse abrazada no la hiciera hundirse de alivio, pero
definitivamente así fue—. ¿Estás bien, nena? —Cassie se encogió de
hombros.
—Es difícil acostumbrarse —dijo Erin.
—Sí —concordó Cassie—. Pero, pues, ¿puede que a ella le parezca
bien? Al menos, eso parece. O quizás está tramando la forma de
matarnos.
Erin sonrió.
—Siempre está esa opción. Pero no creo que nos dejara tener
nuestro espacio a solas si ese fuera el caso.
—Sí.
—Y lo ha hecho mucho este verano —dijo Erin, frotando la espalda
de Cassie—. Parece que nos conoce muy bien.
Era cierto. Parker las había dejado solas muchas veces, siempre más
tiempo del necesario. Volviendo tarde de casa de Adam o tardando
demasiado en la tienda o en la ducha. Y ella lo había sabido todo el
tiempo.
Era raro, pero a Cassie le dio un vuelco el corazón.
—Así que quizá no quiera matarnos después de todo.
Erin soltó una risita y rozó con un beso la mejilla de Cassie.
—¡Cassie! —llamó Acacia desde el piso de arriba—. ¡Ven a ponerte
el traje de baño! ¡Nos vamos a nadar!
—El deber llama —le dijo a Erin. Se apartaron la una de la otra, Erin
arrastró la mano por su brazo para sujetarle los dedos—. ¿Vas a nadar
con nosotras?
Erin negó con la cabeza.
—¿No crees que ya es lo bastante raro sin mí cerca?
367
—Lo es —dijo Cassie—, pero me sentiría mejor si estuvieras ahí.
—Creo que podría darles a las tres un día sin mí —dijo Erin—. De
todas formas, tengo trabajo que hacer.
Parker y Acacia bajaron las escaleras a toda velocidad. Cassie soltó
inmediatamente la mano de Erin, y luego se sintió mal por ello, pero
Erin le hizo un gesto con la mano.
—Vamos, lenta —dijo Acacia.
—No vamos a esperarte —dijo Parker, y no lo hicieron,
dirigiéndose directamente al exterior y a la piscina.
—Ve —dijo Erin. —Estaré aquí si me necesitan.
Fue un sábado bastante normal, todo sea dicho. Tener a Acacia
chapoteando en la piscina con ellas era tan estupendo que la mayor
parte del tiempo Cassie se olvidaba de que las cosas tenían que ser
raras. Caleb apareció y dijo que Lila y Madison vendrían después de
recoger a Haylee de la estación de tren.
Media hora más tarde, Erin salió a saludar a Caleb. Cassie no oyó
nada de su conversación, porque Erin llevaba unos pantalones cortos
blancos y sus piernas eran interminables. No era justo. Cassie seguía
mirándola, aunque ya había entrado a la casa.
—¿Cassie?
Cassie giró la cabeza para mirar a Caleb.
—¿Sí? —dijo, sonando jadeante en lugar de despreocupada.
Caleb le agitó una baraja de cartas y empezó a barajarlas.
—¿Te he preguntado tres veces si querías jugar al rummy
continental?
—No seas tan duro con ella —dijo Parker. —Su novia la distrae con
facilidad.
Cassie no quiso chillar, pero definitivamente lo hizo. Caleb se
quedó mirando a Parker, y luego a ella, y luego hacia la casa. De
368
nuevo hacia Parker.
—¿Qué?
—Está saliendo con mi mamá.
Las cartas salieron disparadas de las manos de Caleb. Acacia estaba
a punto de meterse en la piscina, pero dio un paso hacia Cassie, como
si fuera a tener que interferir. Cassie retrocedió.
—Bueno —dijo—. Este, eh, ¿alguien más tiene sed? Iré por algo de
beber. ¿Necesitan algo?
—Sedienta es sin duda la palabra que yo usaría —dijo Parker, sin
levantar la vista de su revista.
Cassie huyó en lugar de esperar las respuestas de los demás.
Encontró a Erin en la cocina. Antes de que esta pudiera saludarla,
Cassie la rodeó con los brazos y dejó caer la frente sobre su hombro.
—Caleb sabe que estamos saliendo.
Erin suspiró.
—Por supuesto. —Abrazó a Cassie con suavidad—. ¿Te parece
bien?
—Creo que sí —dijo Cassie, con la voz apagada contra Erin—.
Obviamente, es parte de todo este asunto de las citas. Pero habría
estado mejor que Parker no lo hubiera soltado sin avisarme.
La cabeza de Cassie se movió junto al hombro de Erin mientras se
encogía de hombros.
—Así es Parker, cariño —dijo Erin—. Además de contarle todo a
Caleb, nos va a hacer sufrir un poco por mentirle.
—¿Cómo sabes que no nos odia?
Una de las manos de Erin encontró la cara de Cassie para inclinarle
la cabeza y hacer que la mirara.
—Si nos odiara, no estaría aquí. Su padre vive a diez minutos de
aquí. No te habría recogido esta mañana si te odiara. Haría cosas
mucho peores que incomodarte si lo hiciera. 369
Cassie recordó el semestre pasado, recordó las semanas que habían
pasado sin ver a Parker y supo que Erin tenía razón.
—Sigue siendo una mierda.
—Sí, lo es. —Erin estaba de acuerdo. —Pero… ahora puedo hacer
esto sin preocuparme de que alguien esté cerca.
Besó a Cassie, suave, dulcemente, y ninguna de las dos miró por
encima del hombro para ver si las habían sorprendido.
—Vale —dijo Cassie—. Supongo que merece la pena.
—¿Lo supones?
Cassie sonrió.
—Quizá deberías hacerlo otra vez para convencerme. —Erin fue
muy convincente.
Aquella noche, después de que Erin le prohibiera seguir ayudando
a limpiar la cocina, y Acacia desapareciera para llamar a Donovan,
Cassie llamó a la puerta del dormitorio de Parker.
—Adelante.
Cassie abrió la puerta y dio un par de pasos hacia la habitación.
Parker jugueteaba con las cosas de su cómoda, sin prestar atención a
Cassie.
—Parker…
—¿Mm… hmm? —Estaba completamente relajada.
—¿P… podemos hablar?
—Claro, amiga. ¿Qué pasa? —Parker se sentó en la cama con las
piernas cruzadas y miró a Cassie.
Cassie agitó las manos con torpeza.
—Hablo en serio.
Parker suspiró. 370
—Lo sé. Habla, pues.
Parker se había portado bien con ella, de verdad, todo el día. Parker
había sido buena. Pero Cassie había sido un desastre. Cada vez que
pensaba en algo, se sentía confusa, incómoda y distante, y no iba a
superarlo hasta que hiciera esto.
Se crujió los nudillos.
—Siento haberte mentido —dijo—. Siento mucho haberte mentido
y siento que todo esto haya ido a más de lo que pensaba y haya jodido
mucho entre nosotras. Realmente no puedo… no puedo decir que
desearía que no hubiera pasado, porque estoy en un buen lugar
ahora. Pero desearía no haberte mentido al respecto.
Parker la miró fijamente. A Cassie le gustaría estar en su moto,
tomando curvas en las carreteras secundarias hasta Nashua. Le
gustaría estar en el laboratorio, aunque había pasado demasiadas
horas allí esta semana. Le gustaría estar debajo de un coche en un
garaje caliente, sudorosa y cubierta de grasa. Le gustaría estar en
cualquier sitio que no fuera este dormitorio, con su mejor amiga
mirándola como si no la conociera.
Pero, entonces, Parker volvió a suspirar y se removió en la cama,
acariciando el lugar a su lado.
—Bueno, pues ven y cuéntamelo, y sé sincera.
Cassie se acercó lentamente a la cama de Parker.
— ¿Sobre tu mamá y yo?
Parker ni siquiera se inmutó.
—Sí, y yo te contaré cómo pasé de querer matarte a darme cuenta
de que seguías siendo mi amiga. Tú sabes, eso de hacer las paces y
esas cosas.
Cassie se sentó junto a Parker en la cama, con las piernas colgando
del borde y los pies en el suelo como si fuera a salir corriendo en
cualquier momento.
—¿Qué quieres saber? —preguntó.
—Empieza por el principio —dijo Parker—. Pero deja fuera cosas
371
como el sexo, por favor, Dios.
Cassie se rio.
—Creo que puedo hacerlo.
Respiró. Y luego se explicó. Con calma, en su mayor parte. Hurgó
en el edredón de Parker mientras hablaba y, finalmente, subió las
piernas a la cama y se tumbó. Mirar al techo era más fácil que mirar a
Parker a la cara.
Parker se quedó callada hasta que Cassie dijo que ella se había dado
cuenta de que sentía algo por Erin antes que ella misma.
—¿Qué quieres decir?
Cassie cerró los ojos. Parker había sabido que le había estado
mintiendo durante meses. Parker lo había sabido, pero no tenía ni
idea de lo idiota que había sido.
—Quiero decir que descubrí que estaba enamorada de tu madre el
lunes.
—¿Qué? —Parker sonaba muy confundida—. Mamá dijo que no
habían hablado de ello, ¿pero ni siquiera lo sabías? Le enviaste flores
de San Valentín.
—Lo sé —dijo Cassie. Sentía que todo le bullía en el fondo de la
garganta, todas las cosas en las que no había podido dejar de pensar,
todas las formas en que la había cagado. Parker le había pedido que
fuera sincera y ella iba a serlo—. Acacia seguía intentando decirme
que había algo ahí, y mirándolo en retrospectiva, parezco una
completa imbécil, ¿verdad? Nos mandábamos mensajes a diario, y
fotos todos los días. Hicimos la cena juntas mientras estábamos en
FaceTime. Es jodidamente ridículo que no me diera cuenta de mi
mierda. —Hizo una pausa. Tomó aire—. Pero no podía estar saliendo
con la madre de mi mejor amiga. No podía querer salir con ella.
Éramos amigas con derecho a roce, eso es lo que le decía a Kaysh. Y
eso es lo que pensaba, honestamente. Porque la última vez que salí,
me rompieron el corazón. Porque es tu madre. Porque vivimos a
cientos de kilómetros de distancia. Es tan complicado que era más
372
fácil pensar que éramos amigas con derecho a roce. Sin riesgos. Nadie
podría salir herida.
Cassie tragó saliva. Se negó a parpadear. Había sido tan estúpida
con todo. Acacia le había advertido que todo le iba a estallar en la cara
y ella la había ignorado. Cassie había pasado meses siendo tan
estúpida y haciendo daño a su mejor amiga. A sus dos mejores
amigas.
Parker descruzó las piernas y se recostó junto a Cassie. Chocó sus
hombros y la sujetó de la mano.
—Te odié —dijo, y Cassie se echó a reír, sin intentar secarse las
lágrimas que le caían para que Parker no se diera cuenta—. Te odié
por eso. Porque es mi madre y porque mentiste y porque sentí que no
te importaba.
—No, Parker, yo…
—Te dejé hablar —dijo Parker—. Ahora es mi turno.
Cassie asintió.
»Acacia intentó decirme que sentías algo por ella, pero ¿y qué? Eras
una amiga de mierda y yo estaba muy enfadada. Y salir con Sam me
daba una excusa fácil para no salir contigo. Quería hacerte sentir tan
mal como yo, incluso mientras Kaysh intentaba que te diera una
oportunidad. ¿Cómo se suponía que iba a abordar ese tema? «Sé que
te estás tirando a mi madre, pero quiero darte una oportunidad para
que te expliques». —Parker se rio entre dientes—. Aunque supongo
que eso es lo que estamos haciendo en este momento.
Cassie le apretó la mano a Parker.
—De todas formas, en ese entonces, no habría hecho un buen
trabajo. Antes pensaba que solo éramos amigas con derecho a roce.
—¿Crees que si te lo hubiera preguntado antes te habrías dado
cuenta?
—Dios, no lo sé. —Probablemente no, la verdad. Cassie se había
empeñado en su ignorancia.
—Bueno, da igual. Me alegro de que al final lo hicieras —dijo
373
Parker. Tomó aire—. En aquellos momentos, te odiaba, pero también
te extrañaba. Y Acacia me agotó. Así que ideé un plan para averiguar
si mi madre te importaba de verdad o si solo te la estabas tirando.
Para ver si te tirarías a alguien más que yo sabía que te gustaba.
Las cosas encajaron en la cabeza de Cassie.
—Gwen.
—Gwen —Parker confirmó—. Cuando rechazaste a Gwen, supuse
que lo de mi madre era real.
—Sé que no debería interrumpirte, pero debo hacerlo… —dijo
Cassie. No podía dejarlo pasar—. Esto es real, pero tampoco me
habría acostado con Gwen en esa situación, aunque no conociera a
Erin. Hablaba en serio cuando dije que no quería joder las cosas
contigo.
Parker apoyó el hombro en el de Cassie.
—Había pensado que me parecía bien mientras estaba en la
universidad. Creí que lo había aceptado. Al hablar con ustedes, me
daba cuenta de que se hacían felices la una a la otra. Así que, daba
igual, estaba bien. —Parker hurgó en el edredón—. Pero otra cosa era
el verlas juntas. —Cassie se hincó los dientes en el labio inferior en
vez de hacer una mueca—. Pero, al mismo tiempo, no fue nada raro.
Debería haberme asustado o algo así, ¿no? Pero demonios, tenían que
haber visto cómo se miraban. Obviamente están enamoradas.
Cassie se atragantó con la saliva. Obvio para todos menos para ella,
aparentemente
»Así que… —dijo Parker, con su voz de «yo mando»—. Sigue
siendo una mierda que mintieras, pero ya lo he superado. Y sigue
siendo raro que salgas con mi madre, pero no pasa nada. Lo sé desde
hace más tiempo que tú (casi medio año), pero ya lo he superado.
Todo está bien.
—Todo bien —dijo Cassie. Parker le apretó la mano.
—Eres mi mejor amiga —dijo. 374
A Cassie se le cortó la respiración.
—Eres mi mejor amiga.
Después de un momento, Parker dijo:
—No se lo digas a Acacia.
—Nunca —dijo Cassie con una sonrisa.
La propia Acacia se les unió unos minutos después, empujando a
Cassie hacia el centro de la cama y subiéndose a ella.
—¿Cómo vamos, chicas? —preguntó.
—Nos va bien —respondió Parker.
Cassie entrelazó sus dedos.
—Estamos bien.
Estuvieron un rato allí, acurrucadas. Cassie estaba casi dormida
cuando llamaron a la puerta y Erin apareció en el pasillo.
Las tres dijeron buenas noches y Erin apagó la luz del pasillo
mientras se iba.
Parker le dio un codazo en las costillas a Cassie.
—¿No tienes que estar en algún sitio?
—Mañana, tal vez —dijo Cassie. Estaba entre Parker y Acacia—.
Ahora mismo, estoy exactamente donde quiero estar.
Al día siguiente, Cassie empezó a creer que las cosas podrían ir
bien. Era el día 4 y empezaron la mañana con tortitas caseras de
arándanos con fresas y nata montada.
—Este es el desayuno más patriótico que he comido —dijo Cassie.
—Esto es lo más patriótica que he sido y ni siquiera son las diez de
la mañana —dijo Acacia.
Pasaron el día al más puro estilo americano: bebiendo en la piscina.
Erin preparó té dulce casero y Cassie se bebió dos vasos antes de
molestarse en añadir alcohol, porque sabía muy bien. Todo el equipo
de ayer llegó temprano. Lila tenía UV Blue y Cassie solo se burló un 375
poco de ella por beber como una colegiala. Erin se les unió a primera
hora de la tarde, aceptando encantada la copa que le ofrecía la menor
Haylee.
—Si alguna de ustedes se emborracha lo suficiente como para
abrirse la cabeza, se la limpian —dijo, y luego ocupó la silla junto a
Cassie, sin que esta vez se lo dijeran.
Acacia estaba al otro lado de Cassie. Le chocó el brazo y le susurró:
—Tu novia es algo impresionante. —Todo el cuerpo de Cassie se
sonrojó.
Puede que Erin y ella hubieran dicho te quiero, pero aún no se
habían acercado a la palabra novia. Sin embargo, a Cassie le encantaba
que los demás la usaran.
No era de extrañar, pues, que Cassie y Erin acabaran borrachas y
besándose dentro.
—¿Qué están haciendo?
Cassie se apartó de Erin (solo un poco, pero Erin mantuvo las
manos en las caderas de Cassie y no la dejó ir demasiado lejos) para
ver a Rachel haciéndoles gestos salvajes.
—¿Qué están haciendo? —repitió Rachel—. ¡Podría haber sido
Parker! —Erin soltó una carcajada. Cassie sonrió satisfecha—. ¡Erin!
—espetó.
—Parker lo sabe, Rachel. No pasa nada.
Rachel se quedó con la boca abierta.
—Sabe que están…
—Saliendo —se apresuró a decir Erin.
—Saliendo —Rachel repitió y Cassie se preguntó qué habría dicho
si Erin no se lo hubiera aclarado. Rachel la miró de repente—. Cassie,
¿no quieres ir a nadar y darme algo de tiempo para interrogar a mi
mejor amiga?
Cassie soltó una risita y miró a Erin, que puso los ojos en blanco,
pero asintió. 376
Cassie la besó rápidamente.
—No seas dura con ella —le dijo a Rachel mientras se dirigía al
exterior.
Al parecer, ayer Caleb había colocado unas mantas en un parque,
así que tenían un lugar estupendo para ver los fuegos artificiales de
aquella noche. El parque estaba cerca y, cuando anocheció, todos se
dirigieron a la carretera.
Cassie deseaba estar más borracha, ya que a esas alturas, todos
estarían pasados de copas. Si lo estuviera, no estaría tan preocupada
por lo que era apropiado hacer con Erin. Todos los que estaban con
ella sabían que estaban juntos, gracias a los chismes y a su falta de
sutileza cuando estaba borracha. Pero habían quedado con el padre
de Caleb, con otras personas y con Adam. Y estaban saliendo, sí, ya
lo habían establecido, pero esto era muy público. Había otras
personas caminando en la misma dirección, y cuando llegaron al
parque, ya estaba lleno.
Cassie no habría admitido ser de las que se toman de la mano, pero
se preguntó si no podría poner una mano en la parte baja de la
espalda de Erin o algo así. Erin estaba preciosa y Cassie quería tocarla.
El grupo era grande, se repartía en cuatro mantas. Saludaron a
Adam con sorprendente cordialidad y luego se acomodaron lo más
lejos posible de él, Cassie se aseguró de ello. Estaba junto a Erin,
Parker y Acacia, delante de ellos.
La multitud lanzó una ovación cuando las farolas se apagaron y se
encendieron tres fuegos artificiales. Explotaron en rojo, blanco y azul,
y Cassie sujeto la mano de Erin en la oscuridad.
Observó la cara de Erin casi tanto como los fuegos artificiales.
Erin era preciosa, y la quería, y Cassie se sentía jodidamente feliz.
—Ay, por el amor de Dios, si vas a mirarla así, más vale que la beses
—dijo Parker.
Cassie miró a Parker, atónita. Erin le apretó la mano.
—No estoy bromeando —dijo Parker mientras chispas moradas 377
estallaban sobre ellas—. Prefiero que la beses a que hagas el ridículo
con esos ojos de corazón. Es asqueroso.
Se volvió para ver los fuegos artificiales y Acacia chocó sus
hombros, riendo. Cassie miró a Erin.
—Bueno, pues… —dijo Cassie—. Si Parker insiste.
Erin se rio y la besó, y Cassie sintió los fuegos artificiales por todas
partes.
Epílogo
Cassie
La cabeza de Cassie zumbaba placenteramente mientras
emparejaba las tres joyas finales para superar el nivel.
Parker se graduaba dentro de dos días. Habría un montón de
eventos con demasiada gente, pero esta noche, después de una cena
de cortesía con los padres de Parker, ella, Acacia y Cassie iban a pasar
una noche de amigas en el hotel de Acacia. Habían jugado como
preadolescentes en la piscina, se habían remojado en el jacuzzi y
luego se habían emborrachado en la habitación de Acacia.
Acacia estaba junto a Cassie en la cama, dándole un sermón 378
animado sobre qué ejercicios eran mejores para los dorsales, a pesar
de que ninguna de sus mejores amigas la escuchaba. Parker estaba en
la otra cama, que le correspondía por ser la graduada.
—Cassie —dijo Parker, con un chasquido en la voz como si aquello
fuera importante.
Cassie cerró el teléfono, se lo guardó en el bolsillo y prestó toda su
atención a Parker.
—¿Qué pasa?
—¿Por qué no te has casado con mi mamá?
Acacia giró la cabeza hacia Parker. A Cassie se le secó la boca.
—¿Qué?
—¿Por qué no te has casado con mi mamá? —Parker volvió a
preguntar—. Ni siquiera están comprometidas, y ya han pasado
como cuatro años.
Cassie tragó saliva. Tenía la adrenalina por las nubes. O estaba
demasiado borracha para esta conversación o tal vez no lo bastante.
—Bueno es… —«Buen comienzo, Klein, buen comienzo»—
Porque…
—¿No quieres casarte con mi madre?
—No, si quiero —dijo Cassie inmediatamente—. Quiero decir,
quiero estar con ella para siempre, no me importa si eso significa
casarnos o…
—¿No te importa casarte?
Cassie sintió que la estaba cagando. Acacia miraba como si fuera
un partido de tenis, ida y vuelta.
—Mira, Parker, sabes que estoy locamente enamorada de tu madre.
Ella lo es todo, honestamente, y si ella quisiera casarse conmigo y tú
estuvieras de acuerdo con eso, sí, joder, absolutamente, me encantaría
casarme con Erin.
Nunca había dicho nada de eso en voz alta antes, casi ni lo había 379
pensado, para ser honesta. Nunca habían hablado de ello. No es que
sus genes tuvieran un gran historial de compromisos de ningún tipo,
y Erin ya había tenido un matrimonio que se había ido al traste. El
matrimonio siempre le había parecido un trozo de papel sin valor, la
verdad, pero ¿la idea de estar casada con Erin? No pudo evitar una
sonrisa.
—¿Si me pareciera bien? —dijo Parker.
—Sí —dijo Cassie—. Es que algunas personas le preguntan primero
al padre o algo… Así que definitivamente te preguntaría a ti.
—Primero de todo —empezó Parker, y Cassie estaba segura de que
iba a soltar una perorata feminista, pero Acacia se aclaró la garganta
y Parker se contuvo—. Ni siquiera voy a empezar a hablar de lo
jodidamente ridículo que es que necesites el permiso de alguien que
no sea mi mamá. Y, en segundo lugar, tienes mi bendición. Cásate con
mi madre. Me parece bien.
La cara de Cassie se ensanchó con su sonrisa. Sacó el teléfono del
bolsillo y estaba a punto de escribir un mensaje cuando Acacia se lo
quitó de las manos. Cassie la miró extrañada.
—¿Quizá un mensaje borracha no es la mejor manera de proponer
matrimonio? —dijo Acacia con suavidad.
—Mierda, tengo que pedir matrimonio —dijo Cassie—. Chicas, Dios
mío, ayúdenme, ¿qué hago? Tiene que ser perfecto.
Parker gimió.
—No se va a callar el resto de la noche. Nunca debí haber dicho
nada.

Erin
Erin sabía que Cassie diría que sí.
Al fin y al cabo, había sido ella quien se lo había sugerido cuando 380
compraron la casa del lago.
—¿Sería todo más fácil si estuviéramos casadas? —le había
preguntado Cassie a su agente inmobiliario.
—Bueno —había dicho el agente, dándose cuenta de que a Erin se
le habían puesto los ojos como platos, aunque Cassie no lo hubiera
notado—. Una cuenta bancaria conjunta habría simplificado el
papeleo, pero no hay mucha diferencia, y los contratos ya están listos.
Cassie se encogió de hombros.
—Pensé que sería mejor preguntar. No es que no vaya a ser suya
para siempre, ¿sabes?
Fue una frase desechable, como si no fuera para tanto. Cuando Erin
la había besado hasta dejarla sin sentido en cuanto se quedaron a
solas, Cassie, una vez recuperado el aliento, se había quedado
boquiabierta y le había dicho:
—¿Y eso por qué fue?
Fue entonces cuando Erin decidió proponerle matrimonio.
Ya sabía que sería la novia de Cassie para siempre, pero eso la hizo
querer hacerlo oficial. Ponerse de pie delante de su familia y amigos,
anunciarlo: «Esta es mi persona», eso era lo que ella quería.
Erin también sabía que podría habérselo propuesto a Cassie
durante el desayuno, en el auto, en el supermercado o en cualquier
otro sitio. Cassie no era de las que necesitaban un gran evento. Erin
quería dárselo de todos modos. O al menos quería que fuera especial,
porque lo era. Quería que encajara con lo que ella pensaba de la
situación: que, aunque la licencia de matrimonio no fuera más que un
trozo de papel, la idea de casarse con Cassie significaba mucho para
ella.
Esta vez sería diferente. Con Adam, Erin había tenido grandes
sueños sobre el matrimonio, sobre cómo sería su vida juntos. Esta vez,
Cassie y ella ya llevaban dos años viviendo juntas. Erin había
comprado ella misma aquella casa, a medio camino entre Boston y
Nashua. Entonces, trabajaba a tiempo completo en su clínica gratuita
y Cassie iba camino de dirigir su propio laboratorio en la UAL. Erin 381
estaba dispuesta a abandonar la casa que compartía con Adam,
independientemente de que Cassie quisiera vivir con ella o no, pero
no fue precisamente una sorpresa que Cassie dijera que sí.
Tampoco sería una sorpresa esta vez, aunque fuera una pregunta
más importante.
Al final, Erin no optó tanto por un gran montaje sino por algo más
sentimental.
Se lo contó a Parker, cuyos ojos brillaron de alegría, y a Rachel, que
dijo: «Ya era hora, maldición». Había mandado hacer un anillo con
aguamarina, la piedra de nacimiento de Cassie, y trozos de meteorito
a cada lado. Era único, bonito y un poco tonto, igual que su novia,
que seguía llevando el collar de cohetes de hacía cuatro Navidades.
Y luego esperó.
El 4 de julio, toda la familia Turner se reunió con ellos en la casa del
lago, además de Acacia y Rachel. Era la mayoría de la tripulación de
aquel primer 4 de julio, la noche en que habían tenido algo parecido
a su primera cita oficial. En el lago no había fuegos artificiales como
en Nashua. En lugar de eso, habría vecinos al azar a distintas horas,
aunque todos habían acordado esperar hasta después de la puesta de
sol.
A Erin se le revolvió el estómago todo el día. Cortaba sandías y
asaba hamburguesas y le temblaban las manos. Cassie parecía darse
cuenta, aunque nunca preguntaba, solo permanecía cerca, casi
siempre a su alcance, pero normalmente con una mano en el bolsillo
de sus bermudas, despreocupada y presente, sin darle importancia a
lo necesitada que estaba Erin. En dos ocasiones, Erin estuvo a punto
de arrodillarse allí mismo, solo para acabar de una vez.
Sin embargo, se las arregló para esperar hasta el atardecer, cuando
todos se dirigieron al muelle para ver cómo se iluminaba el barrio.
Acacia había traído una buena carga de fuegos artificiales, pero por
el momento, se unió al resto en el muelle. Debían de estar esperando
a que oscureciera para lanzar los fuegos artificiales desde la orilla.
Cassie se estremeció junto a Erin. Obviamente, le encantaban los 382
fuegos artificiales… ¿cosas que eran rápidas y explotaban? Eso era
algo maravilloso en el libro de Cassie. Erin podía sentir el entusiasmo
que desprendía en oleadas, o tal vez era solo un reflejo de la energía
nerviosa de Erin.
—Espera un momento —dijo Erin, tirando del brazo de Cassie
antes de que pudiera sentarse en el borde del muelle. Quería hacerlo
mientras Cassie estuviera de pie.
—¿Qué pasa? —dijo Cassie. Se llevó la mano al bolsillo—. Hay algo
que quería hacer.
Llamó la atención de todos los que estaban en el muelle: Melissa,
Jimmy y Noah, que ya estaban sentados, Mae y Caleb de pie junto a
ellos, Rachel, que jugaba al desinterés, Parker y Acacia, que ya tenían
sus teléfonos fuera. «No podrían ser más obvias», pensó Erin, aunque
le gustaba la idea de que hubiese un vídeo de este momento.
Erin se arrodilló.
—¡No! —gritó Cassie, y Erin parpadeó.
—¿No?
Cassie tropezó con las palabras.
—No. No es un no. Continúa. Enseguida te lo explico.
Que tu novia gritara que no cuando te arrodillabas delante de ella
parecía una mala señal, pero la forma en que Cassie le sonreía hizo
que Erin pensara lo contrario. Así que siguió adelante.
Había pasado mucho tiempo pensando qué decir. Al final, se
decidió por la sencillez de lo que Cassie le había dicho para hacerlas
oficiales.
—Quiero bucear contigo el resto de nuestras vidas. —Abrió la caja
del anillo.
La mano de Cassie seguía en su bolsillo. Se llevó la otra a la boca y
se mordió el nudillo del dedo índice, sin dejar de sonreír. Ni siquiera
había mirado el anillo. Sus ojos permanecían fijos en los de Erin, con
lágrimas en los ojos mientras Cassie asentía. 383
—¿Sí? —preguntó Erin.
—Sí, Erin, por Dios —dijo Cassie, y la levantó de un tirón para
besarla.
Se oyeron vítores, primero para ellas y luego, más fuertes, del resto
del vecindario, después de que estallara el primer fuego artificial
sobre el lago. Erin solo vio su reflejo en los ojos de Cassie.
—Tienes que mirar el anillo —dijo, y lo sacó de su caja mientras
Cassie le ofrecía la mano izquierda.
—¿Aguamarina?
—Y meteorito —confirmó Erin, deslizándolo en el dedo de
Cassie—. Para mi astronauta.
La risa de Cassie era aguada.
—Ahora me toca a mí.
—¿Qué?
Cassie volvió a meter la mano en el bolsillo y esta vez sacó algo.
Algo pequeño y oscuro y…
Erin soltó un grito ahogado cuando Cassie se arrodilló.
Ahora había más fuegos artificiales, pero Erin apenas los percibía.
Solo podía ver a Cassie y la caja abierta del anillo en su mano.
—Como siempre, soy tan idiota con los sentimientos que hizo falta
que Parker me preguntara por qué no estábamos casadas para que
me diera cuenta de que podía hacer esto —dijo Cassie.
Erin miró a su hija, a unos pasos de distancia, sosteniendo
temblorosamente su teléfono. También tenía lágrimas en los ojos.
»Siempre pensé que era estúpido cuando los chicos se declaraban
con un ¿me harías el hombre más feliz del mundo?, pero demonios, no
puedo imaginar cómo alguien podría ser más feliz ahora mismo.
Estuve a punto de hacerlo tantas veces hoy, y tantas veces antes de
hoy. En cuanto compré el anillo quise dártelo. Quería rogarte que
fueras mi esposa.
—No tienes que suplicar.
384
—¿Podrías callarte? Estoy intentando declararme. —Se frotó los
ojos—. Dios, hiciste esto mucho mejor que yo con esa línea de buceo,
¿por qué no pensé en eso?
Erin se arrodilló junto a Cassie y levantó las manos para sostenerle
la cara.
—Lo estás haciendo perfectamente.
—Te dije que te callaras —dijo Cassie—. ¿Y qué estás haciendo? Se
supone que tienes que estar de pie.
—Cállate y bésame. —Rachel soltó un grito y de repente Erin
recordó que tenían público—. Tu propuesta fue perfecta. Y si tienes
algo más que agregar, puedes decirlo en un minuto, ¿bien? Ahora,
solo bésame.
—¡Ya la oíste! —gritó Acacia.
Pero Cassie no hizo lo que le decían. En lugar de eso, tomo la mano
de Erin y sostuvo el anillo en el borde del dedo de Erin.
—¿Vas a ser mi esposa? —susurró.
—Y tú vas a ser la mía —le susurró Erin.
Cassie sonrió, deslizando el anillo por completo.
—Supongo que, si voy a estar tan ridículamente enamorada de ti,
también podría besarte, ¿no?
Y la besó.

385
Meryl Wilsner

Meryl Wilsner escribe felices para siempre para gente queer que ama a las
386
mujeres. Son los autores de SOMETHING TO TALK ABOUT, MISTAKES WERE
MADE, y el próximo CLEAT CUTE. Nacida en Michigan, Meryl vivió en
Portland, Oregon y Jackson, Mississippi antes de regresar para establecerse
en el estado de Mitten. Algunas de las cosas favoritas de Meryl incluyen: las
cuatro estaciones, las camisas con botones, la forma en que corren las
jirafas y su esposa.
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