Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Mistakes
Mistakes
Corrección
Scarlett
4
Diseño
Seshat
Sinopsis
Cuando Cassie Klein va a un bar fuera del campus para escapar del
fin de semana familiar de su escuela, no está buscando una aventura,
simplemente ocurre. Invitar a una copa a una desconocida se
convierte en lo que debería ser una aventura de una noche sin
complicaciones. Pero a la mañana siguiente, su amiga la lleva a
conocer a su madre, la mujer mayor y atractiva con la que Cassie se
acostó.
Erin Bennett había venido al Fin de Semana Familiar para acercarse
a su hija, no para tener una aventura de una noche con una
universitaria. En su defensa, no sabía que Cassie era estudiante
cuando se conocieron. Para empeorar las cosas, la hija de Erin lleva a
Cassie a desayunar a la mañana siguiente. Y a pesar del buen juicio
de Erin «¿cómo no iba a ser malo acostarse con la amiga de tu hija?»,
5
Cassie y ella se llevan tan bien durante el día como la noche anterior.
Lo que debería haber sido una aventura de una sola vez se
convierte rápidamente en algo imposible de ignorar, y pronto Cassie
y Erin están saliendo a escondidas. Lo peor de todo es que empiezan
a darse cuenta de que tienen algo real. Pero, ¿merece la pena ser
sincera sobre el amor que hay entre ellas?
Capítulo 1
Cassie
De camino a la barra, un extraño la agarró del brazo cuando pasó
junto a él.
—Oye, hermosa, déjame invitarte a un trago. —La sonrisa del chico
era arrogante, como si supiera que iba a conseguir lo que quería.
Cassie tiró sobre su hombro su larga cola de caballo rubia y le dio
al hombre una sonrisa de miel, mientras parpadeaba a través de sus
pestañas.
—Suéltame antes de que te rompa el brazo. 6
—Jesús —dijo el tipo, pero la soltó.
Murmuró algo acerca de que era una perra mientras se alejaba, pero
a Cassie no le importó. No estaba allí para hacer amigos. De hecho,
había elegido este bar específicamente para no ver a nadie con quien
tuviera que hablar. Estaba al otro lado de la ciudad del campus, lo
que significaba que el viaje en Lyft costaba más de lo que le hubiera
gustado, pero valía la pena alejarse lo más posible del fin de semana
familiar de su universidad. Ni siquiera entendía por qué Keckley
celebraba el fin de semana familiar a principios de octubre. Apenas
habían estado en la escuela un mes. ¿La gente realmente necesitaba
ver a sus familias con tanta frecuencia? No había visto a su mamá
desde la Navidad del año pasado, y le resultaba bastante bien.
Llegó al bar sin que más extraños le pusieran las manos encima.
Había tres taburetes disponibles y se subió al del medio. El cantinero
no le pidió una identificación, solo le preparó un coctel, y luego la
dejó sola. Se sentía perfectamente feliz emborrachándose sin
compañía y con lentitud en un bar donde nadie la conocía.
Eso fue, hasta que vio a esta mujer.
Definitivamente era una mujer, no una chica o una muchacha.
Probablemente tenía el doble de su edad y, para ser sincera, no estaba
en ella eso de ser una asalta tumbas. Obviamente, podía apreciar a
una mujer mayor, pero, por lo general, no era del tipo que coquetea
con una. Sin embargo, esta mujer era demasiado atractiva para
preocuparse por cualquier diferencia de edad. Además, estaba sola, y
Cassie juraba que tenía un semblante solitario.
Sus ojos recorrieron el cuerpo de la mujer: cómodos tacones de
punta abierta, pantorrillas fuertes, un vestido que le caía un poco más
abajo de los muslos de lo que le hubiera gustado. No obstante, este
abrazaba las curvas de la mujer a la perfección: las caderas a las que
quería agarrarse y las tetas a las que tampoco le importaría poner sus
manos. Luego estaba el cabello castaño hasta los hombros con un
toque de reflejos rubios (como si fuera verano en la playa y no otoño
en New River Valle); una mandíbula fuerte y ojos brillantes que la
miraban directamente. La mujer se apoyó contra la pared, con una
sonrisa apenas visible en su rostro. 7
Cassie se sonrojó pero no apartó la mirada. La mujer arqueó una
ceja, y envió un escalofrío por la espalda de Cassie. Ella arqueó una
ceja de vuelta, dejando que una lenta sonrisa se abriera paso en su
rostro. Fue la otra mujer quien rompió el contacto visual mientras se
pasaba una mano por el cabello con una sonrisa. Miró de nuevo y
levantó su bebida. Brindaron desde el otro lado de la barra, pero
luego la mujer desvió la mirada, como si hubiera algo más interesante
en ese lugar que Cassie Klein.
No fue un rechazo; se sentía como si tal vez la mujer pensara que
todo lo que Cassie quería era echarle un vistazo. Pero eso no era ni de
lejos su única intención.
Le hizo señas al cantinero.
—¿Ves a esa mujer? —Hizo un gesto sutil y el cantinero asintió—.
Sea lo que sea que esté bebiendo, llévale otro de mi parte.
Lo vio preparar la bebida y se emocionó al ver que era whisky puro.
Un tipo de bebida sin sentido.
Las cejas de la mujer se levantaron cuando el cantinero colocó la
bebida frente a ella. Se mordió el labio inferior, sonrió y miró a Cassie;
esta última inclinó su vaso y dejó que sus ojos vagaran hacia el
taburete abierto a su lado. La mujer se rio, pero recogió su bolso y
comenzó a caminar.
—Gracias —dijo, mientras se deslizaba en el taburete al lado de
Cassie y tomaba un sorbo de su bebida.
Cassie sonrió.
—Con gusto.
Y no dijo más, estaba demasiado ocupada comiéndose con los ojos
a la mujer. Al parecer, no había podido tener una visión muy clara
desde el otro lado del bar, ya que de cerca era aún mejor: la piel pálida
de la mujer de alguna manera brillaba incluso con poca luz. Sus ojos
eran sorprendentemente azules, el delineador fino los hacía resaltar
aún más.
Se humedeció los labios
—Soy Cassie.
8
—Erin —dijo la mujer. Le ofreció la mano y Cassie la estrechó. No
se molestó en intentar que el apretón de manos fuera parte de la
seducción, pero la mano de Erin era suave y le gustaba.
—Buena elección de bebida —dijo Cassie.
Erin sonrió
—¿Qué estás tomando?
—Algo más ligero —dijo Cassie—, soy fácil… de emborrachar.
Erin agachó la cabeza mientras las manzanas de sus mejillas se
sonrojaban. A Cassie le gustó la yuxtaposición de la sonrisa de Erin y
su rubor, como si la mujer tuviera confianza pero no estuviera
acostumbrada a que le coquetearan.
Ella no había planeado salir con nadie esta noche, pero los planes
podían cambiar, y Erin estaba buena, y seguramente se sentiría menos
molesta por el fin de semana familiar.
—Me gusta tu vestido —comentó.
Erin miró hacia abajo como si necesitara acordarse de lo que tenía
puesto y le agradeció sin devolverle la mirada.
—Te ves jodidamente increíble en él —pronunció Cassie.
Eso llamó la atención de Erin, sus ojos se clavaron en los de Cassie.
—¿Siempre eres así de lanzada?
Se encogió de hombros. ¿Para qué andarse con rodeos? Aquí no
había apuestas. Erin era una extraña que no tenía el poder de
lastimarla. No había ninguna razón para fingir que quería ir despacio.
Además:
—Está funcionando, ¿no?
Las mejillas de Erin aún estaban sonrojadas, pero sonrió y le
devolvió el cumplido
—Tú tampoco te ves tan mal.
Cassie solo vestía jeans, una camiseta negra sin mangas con espalda
deportiva y una chaqueta que yacía en el taburete debajo de ella, pero
9
aun así…
—Lo sé.
Se rio y Erin puso los ojos en blanco. Sin embargo, estaba
sonriendo, así que sí, ser atrevida definitivamente estaba
funcionando. Cassie se preguntó hasta dónde podría llevarlo. ¿Podría
salirse con la suya sugiriendo que fueran a un lugar menos
concurrido?
Antes de tener la oportunidad, Erin se excusó para ir al baño.
Cassie la vio irse, celosa de la forma en que el vestido morado se
pegaba a su trasero. Justo antes de que Erin llegara al pasillo donde
estaban los baños, se volvió para mirar a Cassie e hizo contacto visual
antes de doblar la esquina.
Bueno, esa sí que era una invitación.
Pagó, tanto lo de ella como lo de Erin, lo más rápido que pudo; se
puso la chaqueta y se dirigió al baño. Los otros clientes ahora eran
solo un montón de imbéciles que se interponían entre ella y un buen
polvo. Se abrió paso entre las mesas y entre la multitud, esquivando
las cervezas de dos personas mientras brindaban por algo.
Encontró a Erin lavándose las manos. Cassie solo hizo una revisión
superficial a los cubículos antes de empujarla contra la encimera y
besarla. Erin no parecía sorprendida, y luego empuñó la chaqueta de
Cassie con las manos aún mojadas para acercarla aún más.
Cassie había pensado que tendría que contenerse, relajarse, pero
Erin besó con tanta fuerza que sus dientes entrechocaron. Deslizó la
lengua en la boca de Cassie como una disculpa y la giró para invertir
sus posiciones. Cassie tropezó y se golpeó la cadera contra la
encimera, rompió el beso para maldecir. Erin no se molestó en
preguntar si estaba bien. En cambio, envolvió sus manos debajo de
los muslos de Cassie y los levantó. El agua en el mostrador se filtró a
través de los jeans cuando la dejó caer en la encimera.
—¿Todo bien? —preguntó Erin, interponiéndose entre las piernas
de Cassie.
Ella apenas sintió la mancha húmeda en la parte posterior de su
10
muslo
—Grandioso.
La boca de Erin estaba sobre la de ella casi antes de que terminara
de hablar. La nueva posición significaba que Erin tenía que ladear la
cabeza hacia arriba para alcanzarla, pero eso no disminuyó su
entusiasmo, ni los besos duros y mordaces. Cassie se deleitó con el
gemido no del todo tragado cuando sus dientes se cerraron alrededor
del labio inferior de Erin.
—Ay, mierda, lo siento —alguien dijo.
Erin se apartó, lo suficiente para separar sus labios, pero aún estaba
lo bastante cerca como para que Cassie pudiera presionar un beso
debajo de su mandíbula. Cassie no se dio cuenta de que el ruido del
bar se había vuelto más fuerte hasta que la puerta se cerró y volvió a
amortiguarse. Succionó la piel de Erin con la suficiente delicadeza
como para dejar una marca.
—Vámonos de aquí —sugirió contra el latido del pulso de Erin.
—Solo tengo que pagar…
Mordió debajo de la oreja de Erin y sonrió.
—Ya lo tengo cubierto, cariño.
Erin soltó una risa, la cual vibró contra los labios de Cassie. El cuello
de Erin brillaba, húmedo por la boca de Cassie, cuando se apartó.
Cassie se dejó caer al suelo.
—Vamos.
Erin la besó una vez más antes de ponerse en marcha. La tomó de
la mano mientras se abrían paso entre la multitud hacia la puerta. Los
labios de Cassie se levantaron antes de forzarlos a bajar, molesta
consigo misma por encontrarlo entrañable.
Se estremeció en el estacionamiento, por el aire frío, no por el roce
del pulgar de Erin contra el dorso de su mano. ¿La llevaría a casa? ¿A
un hotel? Deseaba poder llevar a Erin a alguna parte, pero solo tenía
un dormitorio. Sí, era un apartamento sin compañero de cuarto, pero 11
aun así seguía siendo un dormitorio.
Cuando llegaron a un auto, Erin abrió la puerta trasera. Al parecer,
lo iban a hacer aquí mismo.
Cassie miró a su alrededor. Al otro lado del estacionamiento,
cuatro o cinco personas estaban acurrucadas junto a un automóvil.
Esto no era lo suficientemente privado para llamarlo privado, ni lo
suficientemente público para llamarlo público.
Se mordió el labio inferior.
—¿Todo bien?
—Grandioso. —Público o privado realmente no importaba cuando
Cassie quería ser la que le mordía el labio.
Se subió al auto y Erin la siguió. Cerró la puerta detrás de ella y se
subió directamente al regazo de Cassie. Esta se deleitó con el peso de
Erin encima de ella, la forma en que su vestido se deslizaba hacia
arriba, y la piel que se revelaba. Quería quitarle el vestido, quería
verlo todo, pero admitía que el asiento trasero de un automóvil no
podría ser el mejor lugar para eso. Giró la cabeza para ver si había
alguien cerca, pero se distrajo cuando Erin le quitó la chaqueta de los
hombros. El vestido de Erin se abrió por delante y Cassie deslizó las
manos dentro.
—¡Demonios, tienes buenas tetas! —exclamó, y los pezones de Erin
se tensaron cuando Cassie los pellizcó.
Tuvo que soltarlos por un momento cuando Erin tiró de su
camiseta sin mangas por la cabeza.
—Si te devuelvo el cumplido, ¿me contestarás «lo sé» otra vez? —
Erin preguntó, ambas manos apretando los pechos de Cassie a través
de su sostén.
Cassie sonrió
—Sin garantías.
—Eso creí. —Erin puso los ojos en blanco afectuosamente antes de
encontrar sus labios nuevamente.
12
Los dedos de Cassie se estancaron cuando Erin la besó. Iba a ser
literalmente una científica espacial, y uno pensaría que tendría la
suficiente capacidad intelectual para ser besada y sentir a alguien al
mismo tiempo, pero aparentemente ese no era el caso. Sus manos
cayeron del vestido y fue todo lo que pudo hacer para agarrar los
hombros de la mujer mayor.
Erin movió la boca a su cuello y Cassie gimió:
—Mierda.
Podía sentir a Erin sonreír contra su piel. «Concéntrate, Klein». Se
permitió inclinarse en la boca de Erin unos segundos más antes de
entrar en materia.
Sus manos se movieron a los muslos de Erin, y luego se deslizaron
por debajo de su vestido. Consideró provocarla, tal vez ir despacio,
pero realmente no quería, ni un poquito; así que cuando sus dedos
alcanzaron la ropa interior de Erin, los empujó.
¡Dios! Su parte favorita de acostarse con alguien con vulva era ese
primer toque: cuando podía sentir lo excitadas que estaban, con sus
dedos deslizándose a través de su humedad. Erin se sacudió y la
mordió cuando sus dedos rebotaron en su clítoris. Cassie gritó.
—Lo siento —dijo Erin, arrastrando la lengua por la clavícula de
Cassie.
Cassie tragó saliva contra la sensación. «Concéntrate», se recordó a
sí misma, aunque era imposible no pensar en cómo se sentiría la boca
de Erin en otros lugares.
Erin mordió el cuello de Cassie, pero solo ocasionalmente, como si
estuviera demasiado ocupada moviendo las caderas para
preocuparse por cualquier otra cosa. Cassie ni siquiera la estaba
tocando todavía, pero Erin estaba ocupada: moviéndose en el regazo
de Cassie, tratando de poner sus dedos donde quería. No la hizo
esperar.
¿Que el primer toque era siempre el mejor? Eso era una completa
mentira. Esta era la mejor parte: empujar hacia dentro y sentir a Erin
apretar sus dedos; sentirla estrecha, caliente y húmeda. Era
13
maravilloso.
—Dios —susurró Erin, y no pudo resistirse.
—Puedes llamarme Cassie.
Erin la fulminó con la mirada, y luego rompió el contacto visual
con un gemido cuando Cassie movió sus dedos.
Aumentó el ritmo, deslizándose hacia afuera y empujando con
fuerza hacia adentro, y Erin la ayudó, moviendo las caderas y
saltando. A veces se inclinaba para besarla, pero la mayor parte del
tiempo se mantenía erguida, montando la mano de Cassie con
urgencia.
—¡Más! —gimió, y Cassie añadió otro dedo.
Estaba bastante segura de que este era el mejor día de su vida. Tenía
tres dedos dentro de esta hermosa mujer que apretaba como loca,
obviamente cerca; y estaba a punto de hacer que esta maldita mujer
hermosa se corriera sobre sus dedos en la parte trasera de un auto, y
no podía pensar en nada mejor.
Besó a Erin, agarrando su trasero para tirar de ella con más fuerza
sobre sus dedos.
—Cassie, joder —murmuró Erin, y luego se corrió, temblando y
estremeciéndose, con los ojos cerrados, la boca abierta; y ¡Jesucristo!,
Cassie había hecho venir a mucha gente en sus veintiún años, pero
Erin fue sin duda lo más caliente que jamás había visto.
Erin se derrumbó encima de ella, y Cassie la rodeó con sus brazos.
Cuando Erin levantó la cabeza para besarla, fue suave, amable. Hizo
un sonido de satisfacción desde el fondo de su garganta y le dio un
cabezazo a Cassie como un gato acicalándose. Era tan adorable, pero
aún no se había venido; no podía controlar la forma en que sus
caderas se contraían bajo las de Erin.
Erin se burló de ella.
—Impaciente —la amonestó.
—Si estuviera impaciente, no te habría hecho venir primero —dijo
14
Cassie, pero fue contrarrestado por la forma en que empujó la mano
de Erin hacia el botón de sus jeans mientras se besaban.
Erin se reajustó, una rodilla entre las piernas de Cassie, una mano
en el asiento al lado de Cassie para sostenerse. Le desabrochó los
pantalones y empujó su pierna derecha lo más que pudo, golpeándola
contra el respaldo del asiento del conductor para tener más espacio y
poder deslizar una mano en la ropa interior de Cassie. No era un gran
ángulo, incluso con las piernas abiertas no había mucho espacio para
moverse, pero Cassie estaba tan lista que no importaba mucho. Los
dedos de Erin se deslizaron, justo hasta el primer nudillo, y los ojos
de Cassie se cerraron de golpe.
Los abrió de nuevo para encontrar a Erin mirándola como si su
rostro tuviera las respuestas a todas las preguntas de la vida. Cassie
se adelantó para besarla, y empujó los dedos de Erin más
profundamente.
—¡Dios! —exclamó Cassie, retrocediendo.
—Puedes llamarme Erin.
La risa de Cassie se convirtió en un jadeo.
Erin la tocaba y la observaba, y Cassie quería más. Se desabrochó
el sujetador y valió la pena por el brillo en los ojos de Erin. Valió la
pena por la forma en que agachó la cabeza, atrapó un pezón entre los
dientes y gimió como si ella fuera a la que estaban tocando.
Al parecer, a Erin le gustaba observarla. Mantuvo los ojos fijos en
su rostro, incluso mientras prodigaba atención a sus pechos. Cassie
quería besarla, quería que bajara la boca, quería que siguiera
haciéndole esas cosas con esa boca cruel y esos dedos duros y rápidos.
Gimió un «por favor», seguido de un «Erin». Los ojos de Erin se
encendieron y dijo:
—Tócate.
Cassie jadeó de nuevo. Se sentía como si estuviera en llamas. Sus
jeans estaban apretados cuando hizo lo que le pidió: metió una mano
dentro de ellos junto a la de Erin. Fue increíblemente bueno. Frotó
círculos sobre su clítoris, sin molestarse en empezar despacio cuando 15
Erin ya la tenía así de excitada.
Cada vez que Erin acertaba, los jadeos de Cassie se convertían en
gemidos. No solo la observaba, sino que prácticamente la penetraba
con la mirada; así que no pasó mucho tiempo hasta que Cassie gimió
con cada embestida. Siguió perdiendo el ritmo en su clítoris,
demasiado distraída por el tirón gravitacional en su núcleo, la
acumulación antes de una supernova. Era solo cuestión de tiempo
antes de que explotara. Al borde, Cassie dejó de frotar y presionó con
fuerza, apretando todo su cuerpo hasta que se rompió,
estremeciéndose alrededor de los dedos de Erin.
Erin besó su sien mientras se recuperaba, y Cassie se mordió el
interior de la mejilla para aplastar la sonrisa tonta que amenazaba con
apoderarse de su rostro. Siempre era tonta y dócil después del sexo.
Erin se bajó de ella, pero a Cassie le tomó algunas respiraciones
recordar cómo moverse. Cuando estuvieron sentadas erguidas, se
inclinó para besar a Erin, luego se puso el sostén y la volvió a besar.
Erin sonrió
—Eso estuvo bien.
—Definitivamente —remarcó Cassie, mientras se ponía la
camiseta—. Aunque la próxima vez tendré que llegar a tus tetas.
Mierda.
«La próxima vez». Nunca se le debe permitir hablar tan pronto
después del orgasmo.
Erin no se inmutó, afortunadamente
—Me temo que no habrá próxima vez —dijo—. Solo estoy en
Virginia durante el fin de semana visitando a mi hija en la
universidad.
Cassie se congeló.
—Tienes que estar bromeando.
Erin frunció el ceño confundida y ladeó la cabeza, y guau, Cassie
realmente no necesitaba querer besarla de nuevo. 16
—¿Adónde va tu hija?
Había otras universidades cerca; tal vez Cassie estaba nerviosa por
nada.
—En la universidad Keckley —contestó Erin.
Cassie la miró por un momento.
—Sí —dijo finalmente—, yo también.
Erin cerró los ojos de golpe y resopló. Cassie permaneció en
silencio, dejó que lo procesara por su cuenta. Erin se pellizcó el puente
de la nariz.
—Dime que al menos eres una estudiante de posgrado.
—¿Quieres que mienta, o…?
Erin abrió los ojos para nivelarla con una mirada.
—De último año.
Erin gimió
—¡Dios! Apenas eres mayor que mi hija.
Keckley no era una universidad muy grande, y Cassie se moría por
saber quién era la hija de Erin, pero la curiosidad mató al gato, así que
no preguntó. Ya había dicho una tontería posorgásmica, de todos
modos.
—Así que, eh… —Trató de evitar cualquier silencio incómodo—.
Son buenas noticias. ¿Sabes dónde está mi universidad? ¿Podrías
llevarme a casa?
Erin solo la miró. Silencio incómodo no evitado.
—Quiero decir, no dejarás que tome un Lyft luciendo recién
follada, ¿verdad?
Erin se burló.
—No pareces recién follada.
—Em, estoy bastante segura de que estoy brillando en este
momento —dijo Cassie—. O, al menos, así se siente.
17
El cumplido funcionó a las mil maravillas: Erin se sonrojó y se pasó
una mano por el pelo como había hecho en el bar.
—Bien —dijo—, te llevaré.
Se trasladaron a los asientos delanteros con tanta dignidad como
pudieron mantener. Erin puso el coche en marcha y Cassie subió el
volumen de la radio. Si tenía que elegir entre el silencio, la charla
incómoda y la música, definitivamente iba a elegir esta última.
Además, el teléfono de Erin estaba reproduciendo Beyoncé por
Bluetooth, y nunca le dices que no a Queen Bey.
—You ain’t married to no average bitch, boy —cantó Cassie sin pensar.
Se interrumpió y se aclaró la garganta. Cantar frente a personas que
acababa de conocer no era exactamente lo suyo. Pero, por el rabillo
del ojo, pudo ver una sonrisa en el rostro de Erin. Tragó saliva, respiró
hondo y siguió cantando.
Ninguna de las dos pronunció palabra alguna, incluso cuando
llegaron al campus. Erin no preguntó dónde vivía Cassie, y esta
tampoco se lo dijo. Tal vez fue una coincidencia, pero el
estacionamiento en el que se detuvieron era el más alejado de los
dormitorios de los estudiantes de primer año. Se preguntó si su hija
era estudiante de primer año, antes de recordarse a sí misma que la
curiosidad mató al gato, y ya tenía demasiada información.
La luz más brillante en la que Cassie había visto a Erin fue en la del
maldito baño, pero incluso aquí, bajo las débiles luces del
estacionamiento filtradas a través del parabrisas, la mujer brillaba. Si
Cassie fuera una romántica, diría que los ojos de Erin eran como el
cielo nocturno: nunca se aburriría de seguir sus constelaciones. Pero
no era para nada una romántica; por lo que, en su mayoría, solo
estaba orgullosa de sí misma por ligar con una mujer tan sensual. Y
como nunca la volvería a ver, supuso que también podría aprovechar
el adiós. Besó a Erin tan sucio como pudo, esperó a que se inclinara
más cerca, sobre la consola central, y luego se alejó, mientras Erin
perseguía sus labios.
—Ha sido divertido —dijo, y salió del auto sin mirar atrás.
18
***
Cassie no estaba despierta cuando sonó su teléfono a la mañana
siguiente. Lo ignoró sin abrir los ojos. Nadie con quien quisiera hablar
la llamaría tan temprano. Pero volvió a sonar, y otra vez después de
eso y, quienquiera que fuera, no viviría para contarlo.
—¿Qué carajo quieres? —gruñó mientras respondía.
—Sé que es temprano, pero necesito que vengas a desayunar
conmigo.
Parker.
Cassie se frotó los ojos.
—La osadía de llamarme un sábado antes de las ocho de la mañana.
Esto podría ser lo peor que me has hecho, y sí, te incluyo durmiendo
con mi novio.
Parker se quedó en silencio. Nunca parecía saber cómo actuar
cuando Cassie bromeaba sobre cómo se habían conocido. Finalmente,
dijo:
—Hablo en serio, Cassie.
—Acacia ya debe de estar levantada.
Acacia las unió mucho más que Seth, el ahora exnovio. Era la
compañera de cuarto de Parker y la mejor amiga de Cassie desde la
infancia. También era una persona mañanera por alguna razón
inexplicable.
—Se fue con su hermano de excursión —dijo Parker, y Cassie se
estremeció de cuerpo entero—. Será un desayuno gratis, mi mamá
pagará. Solo necesito, algo como, un amortiguador. Ella es demasiado
a veces, y pensé que podría manejarlo por mi cuenta, pero ahora estoy
en una espiral. ¿Por favor?
Cassie decidió no volver a hacer amistad con una estudiante de
primer año: actuaban tan necesitados.
Por otra parte, Parker le había roto la nariz a Seth y terminó las
19
cosas cuando descubrió que el idiota tenía novia, así que tal vez se
había ganado uno o dos favores.
—¿A qué hora me recoges?
El desayuno era en uno de los restaurantes favoritos de Cassie, así
que cuando llegaron, ni siquiera le importó levantarse tan temprano
un fin de semana. Una multitud de personas esperaba para sentarse.
—Mi mamá ya tiene una mesa —dijo Parker, escaneando el
restaurante—. Allí.
Se dirigieron hacia una mujer sentada sola, frente a la ventana, con
una taza de café humeante frente a ella.
—Llámala Dra. Bennett si quieres causar una buena impresión —le
murmuró Parker a Cassie.
—Soy genial con los padres, gracias.
Parker llegó a la mesa primero, y cuando su madre se puso de pie
para abrazarla, casi se cae.
—Hola mamá, esta es Cassie. Cassie, esta es mi madre.
Cassie tuvo que darle crédito a Erin; su único indicio fue el ligero
ensanchamiento de sus ojos cuando extendió su mano. Se la estrechó,
tratando de mantener la sonrisa de comemierda fuera de su rostro.
—Encantada de conocerla, Dra. Bennett —dijo.
Erin le apretó la mano demasiado fuerte.
—Por favor, llámame Erin.
20
Capítulo 2
Erin
Erin agradeció a la mesera por su café y los tres vasos de agua.
Envolvió ambas manos alrededor de su taza y dejó su menú cerrado.
No había necesidad de mirar antes de que llegaran Parker y su amiga.
Había encontrado el lugar en Yelp a principios de semana, por lo que
ya sabía que tenía muchas buenas ofertas. Quería ir al lugar favorito
de Parker para desayunar, pero su hija no tenía ninguna sugerencia:
aún no había salido del campus para desayunar.
El restaurante era bonito: las paredes amarillas brillaban con la luz
de los grandes ventanales. Paraguas abiertos de diferentes colores y
diseños colgaban boca abajo del techo alto. Había tenido que abrirse
21
paso entre media docena de personas que esperaban una mesa para
darle a la anfitriona su nombre para su reserva.
Erin extrañaba a Parker. La custodia compartida en la escuela
secundaria ya había sido lo bastante mala. Parker había participado
en el gobierno estudiantil, la feria de ciencias y las lecciones de arte,
tanto tomando como enseñando; además, había pasado la mitad de
su tiempo en el nuevo apartamento de su padre. Pero ahora, con ella
en la universidad, era mucho peor.
Había pasado poco más de un mes, pero la extrañaba. Deseaba no
tener que compartirla con Adam este fin de semana. Sin embargo, si
Adam no estuviera de visita, Erin no habría estado en ese bar anoche.
Incluso si era ridículo que se hubiera acostado con una estudiante
universitaria, no se atrevía a arrepentirse.
Un rubor se deslizó en sus mejillas al pensar en la noche anterior.
Se había liado con una estudiante universitaria en el asiento trasero
de su auto alquilado. Rachel tendría un festín con esto, pero Erin aún
no había decidido si se lo diría. Durante los últimos tres años, su
mejor amiga la había estado animando para que, bueno, tuviera un
poco de sexo, básicamente tan pronto como el divorcio fuera
definitivo. Cada cita que Erin había tenido en ese tiempo, Rachel la
contó detalladamente, a veces literalmente, dependiendo de cómo
había ido la cita. Le encantaría el resumen de anoche. Erin ni siquiera
podía imaginar cómo le explicaría lo de Cassie a Rachel. La forma en
que Cassie la había mirado, la forma en que la había tocado: sin duda
alguna.
Negó con la cabeza y sonrió a su taza de café. Debería estar
pensando en su hija, no en la mujer arrogante con la sonrisa sucia que
le había comprado un trago.
Como convocada por los pensamientos de Erin, Parker apareció
junto a la mesa.
—¡Bebé! —dijo efusivamente, saltando para abrazar a su hija.
La apretó con fuerza, con los ojos cerrados, y la inhaló. Su hija.
Parker olía como el perfume barato que había usado desde el primer
22
año de secundaria. Erin presionó un beso contra un lado de su cabeza
y luego la soltó antes de que pudiera ser reprendida por tardar
demasiado.
La sonrisa de Parker era amplia y llena de dientes, y Erin quería
llorar. Dios, la había extrañado.
—Mamá, esta es Cassie —dijo Parker—. Cassie, esta es mi madre.
Erin tardó un momento en pasar de mirar a Parker a mirar a la
amiga de Parker. Su cerebro se retrasó, captando el nombre pero sin
averiguar por qué hasta que sus ojos se posaron en Cassie.
Cassie.
Gracias a Dios que su madre le había inculcado modales desde
niña, pues su mente podría haber sido un grito interminable, pero
Erin no perdió el ritmo antes de extender su mano para estrechar la
de Cassie.
—Encantada de conocerla, Dra. Bennett. —El rostro de Cassie no
era más que una sonrisa de satisfacción propia. Se pasó la otra mano
por el pelo rubio, tan hermosa y arrogante como la noche anterior.
Erin trató de no apretar demasiado fuerte
—Por favor —dijo—, llámame Erin.
Esto no podría estar pasando.
Parker se dejó caer en la cabina y Cassie se deslizó a su lado. Erin
tuvo que apoyar una mano en la mesa mientras se sentaba.
Esto no podría estar pasando.
Erin tomó un trago demasiado grande de café, que le quemó la
garganta.
Parker todavía estaba sonriendo, y esa sonrisa hizo lo de siempre:
que su corazón cantara. Ella amaba tanto a su hija. No podía permitir
que esta —esta— esta situación de mierda estropeara nada.
—¿Cómo estuvo la cena de anoche con tu papá? —Erin preguntó
obedientemente.
23
La sonrisa de Parker bajó un par de vatios.
—Bien.
—¿Adónde fueron?
A Erin no le importaba, excepto que esperaba que el desayuno
fuera mejor. Ella y Adam se llevaban bien por el bien de Parker, pero
eso no significaba que no fuera mezquina.
—Un lugar italiano —se quejó Parker. Luego cambió de tema—.
¿Qué hiciste anoche?
Erin no había mirado a Cassie desde que se sentaron, pero no podía
pasar por alto la forma en que la otra mujer ocultó una sonrisa al
tomar un sorbo de agua. Algo se tensó dentro de ella ante el sentido
recuerdo de esa sonrisa.
—Nada especial —dijo Erin en lugar de sonrojarse.
Cassie se atragantó con el agua. Parker se volvió y le dio unas
palmaditas en la espalda, y mientras su hija estaba distraída, Erin
arqueó una ceja hacia Cassie. No iba a dejar que Cassie arruinara esta
visita.
Ella pretendía que la mirada fuera una amenaza, pero no fue
efectiva; en cambio, Cassie pareció tomarlo como un desafío. Tan
pronto como recuperó el aliento, le sonrió a Erin.
—¿Cuánto tiempo estarás en la ciudad? —preguntó Cassie, su pie
descalzo rozó suavemente el costado de uno de los zapatos de Erin.
Erin apretó los labios.
—Vuelo mañana por la noche.
—Aún tienes tiempo de sobra para entretenerte —dijo Cassie, y los
dedos de sus pies se enroscaron alrededor del tobillo de Erin.
La piel de Erin debe de haber sido de color rojo brillante. Se sentía
así de todos modos, enrojecida y ardiendo. ¿El restaurante siempre
estuvo así de caliente? Prefería el clima de New Hampshire, donde
nació y se crio, al de Virginia por muchas razones. Agregado a la lista:
24
si hubieran estado en New Hampshire en octubre, Cassie no habría
estado usando sandalias. Erin no habría tenido que sentir el calor de
la piel de Cassie contra la suya debajo de la mesa.
Parker le contó sobre sus clases, mientras que Cassie examinaba el
menú y jugaba con los pies. Era una locura hacer esto frente a Parker.
No es que Erin estuviera haciendo nada más que quedarse muy
quieta. Aunque tal vez no retroceder contaba como hacer algo. Quería
alejarse, no porque no se sintiera bien, sino porque lo hacía. La sonrisa
de suficiencia de Cassie nunca abandonó su rostro, tan audaz como
la noche anterior, y odiaba que todavía funcionara con ella. Debería
haberse sentido mortificada. Debería haberse sentido extraña,
incómoda y avergonzada. Había hecho algo malo.
Porque eso era lo que era esto: algo sucio. ¿Qué más podría ser
dormir con la amiga de tu hija?
Parker habló sobre su clase de arte en el estudio, claramente ajena
a todo lo que sucedía debajo de la mesa. Cassie deslizó su pie arriba
y abajo de la pantorrilla de Erin mientras la mesera tomaba las
órdenes de bebidas, y finalmente se obligó a cambiar sus piernas en
otra dirección, lejos de las de Cassie.
—¿Qué hay de ti, Cassie? —Erin preguntó una vez que el servidor
se fue—. ¿Qué estás estudiando?
Era más fácil mirarla ahora que no se tocaban. Incluso si la sonrisa
todavía no había dejado el rostro de Cassie.
—Soy estudiante de física —dijo—. Me especializaré en ingeniería.
—¡Ella va a ser astronauta! —exclamó Parker.
Erin enarcó las cejas
—¿Ah?
—Claro que no —suspiró Cassie—. Sí, voy a ir a Caltech el próximo
año para estudiar ingeniería aeroespacial, pero ni siquiera sé si quiero
estudiar aeronáutica o astronáutica. —Debió haber notado la
completa falta de comprensión de Erin porque continuó—: cosas
dentro de la atmósfera de la Tierra, como aviones y mier… cosas así, 25
o afuera, como, eh, naves espaciales.
Era ridículo que Cassie se abstuviera de maldecir. Como si Erin no
la hubiera hecho decir malas palabras.
—¿Ves? —dijo Parker—. Astronauta.
Cassie puso los ojos en blanco y le dio a Erin una sonrisa. Erin no
pudo evitar devolverle la sonrisa.
Parker se excusó para usar el baño después de que el mesero tomó
sus órdenes. Una vez que Erin estuvo segura de que su hija estaba
fuera del alcance del oído, se volvió para mirar a Cassie, que todavía
parecía un gato que se había comido el canario.
—Cassie —dijo Erin, en voz baja y de advertencia, y la sonrisa de
Cassie se volvió un poco salvaje en lugar de desaparecer como había
esperado—. Necesito que te detengas.
—¡Ya lo hice! —Cassie protestó—. Te moviste y me detuve.
—Tienes que dejar de mirarme así.
Cassie frunció el ceño, como si tal vez no hubiera tenido la
intención de mirarla de ninguna manera. Erin no podía negar que era
agradable: le faltaban menos de dos años para cumplir los cuarenta;
no era como si fuera una dificultad tener a una veinteañera tan
obviamente atraída por ella como lo estaba Cassie. Ojalá fuera así de
simple.
—Esa es mi hija. —Sus hombros se hundieron—. Ya pasa la mitad
de su tiempo odiándome por divorciarme de su padre. Por favor, no
hagas esto más difícil de lo que tiene que ser.
Se pasó una mano por el pelo. Cassie golpeó una pierna contra la
suya debajo de la mesa y Erin la miró, derrotada.
—No, solo quise decir… —Cassie se interrumpió. Cruzó las manos
en su regazo. Erin hubiera apostado que tenía los tobillos cruzados
debajo de la mesa—. Perdón. Me portaré bien.
Erin tomó un sorbo de su café en lugar de permitirse una sonrisa.
No importaba si Cassie se veía tan linda.
Cuando Parker volvió, Cassie se deslizó más adentro de la cabina 26
en lugar de molestarse en levantarse y dejarla entrar.
—¿De qué están hablando? —preguntó Parker.
Cassie no perdió el ritmo
—Solo intento que tu mamá me cuente historias vergonzosas sobre
ti cuando eras niña.
—No hay ninguna —dijo Parker, con la nariz en el aire—. Era una
niña perfecta.
Erin resopló
—Era una pequeña mierda manipuladora.
Cassie se echó a reír y Erin tuvo que tomar otro sorbo de café.
—Todavía lo es —dijo Cassie—. Todo el tiempo se jacta de que su
capacidad para convencer a los profesores de tener clases al aire libre
es insuperable.
—No soy manipuladora. —Parker se sacudió el pelo—. Soy
persuasiva.
Cassie y Erin se rieron de ella, y Parker sonrió tontamente.
—Lo que sea —dijo—. Cassie, vendrás a cappella esta noche,
¿verdad?
—¿Verte cantar y hacerle ojitos a esa chica de The BarBelles? ¡No
me lo perdería por nada del mundo!
—¿Qué estás diciendo? —Erin sonrió cuando Parker gimió—. ¿Mi
hija está enamorada?
Parker miró fijamente a Cassie
—Recuérdame por qué te invité a desayunar.
—Creo que fue por mi maravillosa personalidad.
Cassie sonrió como si no matara a una mosca.
Cuando terminaron, la multitud que esperaba mesas se extendía
por la acera frente al restaurante. Parker y Cassie salieron mientras
Erin se dirigía al mostrador para pagar. Ella las observó a través de la
27
ventana. Parker se rio de algo que dijo Cassie, y Erin dejó escapar un
suspiro de felicidad.
El desayuno había ido bien, mucho mejor de lo que esperaba una
vez que vio a Cassie. Parker estaba feliz y habladora, Cassie era
encantadora y divertida. Había sido fácil, y gran parte de la relación
con su hija no lo había sido desde el divorcio. Parker siempre había
sido una niña de papá. Ella y Erin eran demasiado parecidas para no
chocar. Pero con Cassie entre ellas, habían hablado y reído, y el nudo
de ansiedad en su pecho se había aflojado.
¿Quién hubiera pensado que terminaría siendo algo bueno que su
aventura de una noche viniera a desayunar?
Esa parte todavía era demasiado ridícula para que Erin la
procesara. Se asustaría más tarde en su hotel, cuando tuviera tiempo
para pensar. Por el momento, solo sonrió mientras se reunía con
Cassie y Parker en la entrada.
La forma en que Cassie le sonrió hizo que Erin se sintiera como la
única persona en el mundo, a pesar de la multitud de clientes que
esperaban a su alrededor. Sin embargo, Cassie realmente no debe
haber estado prestando atención a su entorno, porque mientras
estaba ocupada sonriéndole a Erin, se tropezó con la acera.
Erin no se detuvo a pensar: ahí estaba ella, con un brazo alrededor
de la cintura de Cassie, sosteniéndola hasta que pudo sostenerse en
sus propios pies.
—¿Todo bien? —preguntó. No pudo evitar pensar en la última vez
que había levantado a Cassie del suelo, cuando la dejó sobre el
encimera y le abrió las rodillas.
—Grandioso —dijo Cassie, mirando la boca de Erin.
Erin tardó un momento en soltarse.
Con el cabello largo de Cassie suelto, Erin notó, por primera vez,
un tinte antinatural.
—¿Eso es rosa?
28
—Mechones, sí —contestó Cassie, y levantó una mano para tirar de
un crespo—. Demasiado trabajo para mantener toda una cabeza de
color.
—Se ve bien.
Cuando Erin finalmente se alejó un paso de Cassie, el resto del
mundo volvió a toda velocidad, Parker miraba entre ellas, con el ceño
fruncido. Erin fingió no darse cuenta.
Cassie tomó una ruta diferente, más directa
—¿Qué? —chasqueó.
—Ahí está la Cassie que conozco —dijo Parker—. No dejes que
nadie más que Acacia te toque.
Cassie agachó la cabeza y Erin apretó los labios. Definitivamente,
iba a enloquecer por esto en su hotel más tarde, pero por ahora, se
permitió disfrutar la forma en que las mejillas de Cassie se sonrojaron.
—Acabo de conocer a tu mamá. No quería ser grosera.
Parker se rio
—¿Cuándo eso te ha impedido hacer algo?
Erin aprovechó la oportunidad para cambiar de tema. No quería
darle a Parker demasiado tiempo para pensar en la forma en que
Cassie se comportaba con ella.
—Fue un placer conocerte, Cassie.
La sonrisa de Cassie estaba libre de hambre por una vez.
—Igualmente.
—¿Te veré esta noche en el concierto? —Erin preguntó—.
¿Prometes mostrarme la enamorada de Parker?
—¡Mamá!
—Lo haré —dijo Cassie, con los ojos brillantes—. Pero Erin, Parker
se delatará ella solita.
Parker gruñó mientras Erin se reía.
Parker se reunió con Erin frente a su dormitorio después de dejar a 29
Cassie en su departamento. Erin había visto la habitación cuando ella
y Adam llevaron a Parker a la universidad, pero en ese entonces aún
no estaba decorada. Y aunque la había vislumbrado mientras
chateaba por video con Parker, era mejor en persona. Luces
centelleantes se alineaban en cada pared. La mitad de la habitación
de Parker estaba ordenada y limpia, los carteles perfectamente rectos
y distanciados uniformemente. El lado de Acacia no estaba
desordenado ni menos controlado: un tablero de corcho gigante con
fotos, notas adhesivas y talones de boletos clavados por todas partes.
Erin no pretendía entrometerse, pero sus ojos se engancharon en una
imagen de una Acacia mucho más joven, con trenzas en el cabello en
lugar de la cabeza rapada que tenía ahora. Junto a Acacia,
inconfundible a pesar de que la foto era de hace unos diez años,
estaba…
—¿Esa es Cassie? —Erin preguntó.
—Sí —dijo Parker—, ella y Acacia crecieron juntas.
Cassie era solo una niña en la foto, su cabello rubio estaba recogido
sobre su cabeza en un absoluto nido de pájaros. Estaba demasiado
flaca, como si no hubiera estado bien alimentada o acabara de crecer.
Erin sintió que estaba entrometiéndose, de alguna manera, mirando
la foto. Se volvió hacia Parker, quien asintió hacia la foto.
—Creo que esa es como su primera foto juntas —dijo—. Han sido
mejores amigas desde que tenían nueve y diez años.
Erin se puso rígida. Cassie había dicho que era una estudiante de
último año.
—¿Cassie es solo un año mayor que tú?
—¿Qué? —dijo Parker, distraída mientras ponía las sobras del
desayuno dentro de la mini nevera debajo de su cama—. No. Ella es
un año mayor que Acacia, quien es dos años mayor que yo.
—¿Acacia no es una estudiante de primer año?
—Ah —dijo Parker como si acabara de entender la pregunta
original de Erin—. No. ¿No te conté que es una estudiante
transferida? Las dos somos estudiantes de primer año. Por eso nos
30
juntaron.
Erin dejó escapar el aliento, aliviada. Tirarse a una estudiante
universitaria ya era bastante malo, pero tirarse a una estudiante de
segundo año era impensable.
—¿Así que conociste a Cassie a través de Acacia?
Parker se puso de pie y enderezó su edredón, aún de espaldas a
Erin
—Algo así.
Erin se mordió el labio inferior y esperó, deseando escuchar más
pero sin tener que presionar. Parker suspiró y se dio la vuelta.
—Ese chico que conocí que pensé… no importa. Ese chico del
comienzo del semestre…
—¿El tipo al que golpeaste? —Erin interrumpió. Le encantaba en
secreto que Parker le hubiera dado al imbécil lo que se merecía—. ¿El
que tenía novia?
Parker asintió. Se cruzó de brazos frente a ella.
—Cassie era la novia.
Erin no dijo nada.
—Te dije que no lo sabía —dijo Parker, a la defensiva—. Terminé
tan pronto como descubrí que tenía novia. E incluso después de que
se separaron, no estoy…
—Lo sé, cariño, lo sé —dijo Erin—. Lo siento. No fue mi intención,
no te estaba juzgando. Solo asimilando la información.
—Bueno.
Lo que Erin había estado haciendo, en realidad, era preguntarse si
eso lo hacía mejor; ¿Era una traición menor, de alguna manera, que
ella y Cassie se hubieran acostado, dado que su hija había tenido algo
con el novio de Cassie? Se odió a sí misma por la idea. 31
—Bueno, como sea, esta es mi habitación —dijo Parker—. Es solo
un dormitorio. Vamos, quiero mostrarte el estudio.
Los árboles de magnolia bordeaban el camino desde el lado
residencial hasta el lado académico del campus. Parker saludó a unos
chicos que descansaban en las ramas bajas del árbol más cercano a su
dormitorio. Le desearon suerte para esta noche.
A Erin le encantaba la forma en que Parker encajaba aquí tan
fácilmente, incluso con lo diferente que era de donde creció: muchos
acentos sureños y un cuerpo estudiantil más pequeño que la escuela
secundaria de Parker. El campus se extendía desde los dormitorios de
primer año en el borde más lejano de un lado hasta la biblioteca en el
otro, con un camino bordeado de magnolia. Los edificios se
bifurcaban de él, muchos con columnas blancas en el frente que los
hacían parecer más mansiones que edificios académicos. Recorrer
todo el camino tomó menos de quince minutos.
Parker habló todo el tiempo, y Erin no iba a recordar la mitad de
los hechos e historias contadas en rápida sucesión, pero no estaba
dispuesta a interrumpir. Era más difícil tener el nido vacío de lo que
le gustaba admitir. Se había quedado con la casa en el divorcio. La
casa grande y silenciosa. No es que Parker no llamara, lo hacía todos
los domingos, como la hija obediente y perfecta que era. Simplemente
la extrañaba, extrañaba su voz en persona, no a través de un pequeño
altavoz de un teléfono celular.
Esa voz se volvió tranquila, reverente, mientras Parker conducía a
Erin al edificio de arte. Sus pasos resonaron en el pasillo vacío. Erin
se sintió un poco reverente al ver el lugar donde Parker pasaba gran
parte de su tiempo.
Grandes ventanas llenaban dos paredes del estudio y
proporcionaban mucha luz natural. Caballetes vacíos ocupaban la
mayor parte de la habitación, con paños individuales debajo de cada
uno. Un mostrador con un fregadero enorme en el medio corría a lo
largo de una pared. Manchas de pintura marcaban la encimera. Había
un estéreo portátil de la vieja escuela que Erin imaginó que tendría
mucho uso. En casa, Parker siempre había escuchado música a un
32
volumen ridículamente alto cuando pintaba.
Parker condujo a Erin a un grupo de cubículos altos y delgados en
la esquina de la habitación.
Sacó un lienzo de uno, las puntas de sus orejas se pusieron rojas.
—Es precioso —susurró Erin.
Le había dicho lo mismo sobre cada obra de arte desde antes de que
Parker coloreara dentro de las líneas. Era verdad, siempre.
—Maureen, la profesora, ha estado tratando de que me especialice
en arte.
—Apenas has estado aquí un mes —dijo Erin—. Tienes tiempo para
decidir.
Parker volvió a deslizar la lona en el cubículo etiquetado con su
nombre
—Sí, claro. —Parecía decepcionada. Erin trató de arreglarlo.
—Quiero decir, puedo ver por qué ella querría que lo hicieras —
dijo—. Siempre has tenido mucho talento. Simplemente no quiero
que sientas que tienes que elegir de inmediato. La universidad es un
momento para descubrir quién eres y qué quieres. Es tu primera vez
fuera de casa, puedes hacer…
—Ay, Dios mío, mamá, lo sé, he escuchado tu inspirador discurso
universitario como novecientas veces ya.
—Tienes que dejarme sermonearte un poco, ahora que no tengo
tantas oportunidades de hacerlo —dijo Erin—. Sabes que voy a ser
terriblemente vergonzosa animándote en tu concierto esta noche,
¿verdad?
Parker gimió teatralmente, pero se estaba riendo, su anterior
descontento había desaparecido.
33
Capítulo 3
Erin
Erin debería sentirse peor sobre esta situación. ¡Se tiró a una de las
amigas de su hija! Racionalmente, sabía lo absurdo que era eso.
Eso era algo que simplemente… no sucedía. Las personas comunes
no se acostaban con los amigos de sus hijos o, al menos, no el tipo de
gente que Erin conocía. Jesús, su madre la habría matado. Divorciarse
ya había sido lo bastante malo, ¿y ahora un escándalo sexual?
No se iba a convertir en un escándalo, obviamente. Nadie en
Nashua sabía algo al respecto. Solo Erin y Cassie; y así se quedaría.
Nadie podía saberlo. Había considerado decírselo a Rachel cuando 34
supuso que había sido una aventura cualquiera de una noche, pero
¿ahora? No. Este era un secreto que Erin necesitaba llevarse a la
tumba.
La cuestión era que… el sexo había sido muy bueno. No, eso no
podría describirlo adecuadamente. Fue excepcional, increíble, del
tipo que hace historia y sacude el mundo. No creía que solo se debiera
al hecho que no se hubiera acostado con una mujer desde la
universidad. Había tenido buen sexo, incluso después del divorcio,
pero nunca había tenido sexo así. Lo cual ni siquiera tenía sentido
porque había sido en el asiento trasero de un auto. ¿Quién tiene el
mejor sexo de su vida en un estacionamiento en la parte trasera de un
carro rentado?
Cassie ni siquiera tenía la edad suficiente para alquilar uno, así que
Erin debería haberse sentido avergonzada. Tampoco debería estar
sentada en el borde de la cama de su habitación de hotel,
preguntándose si había alguna forma de que volviera a suceder. Ni
mucho menos, debería estar considerando cambiarse de ropa. No
había ninguna razón por la que no pudiera ponerse la misma ropa
que usó en el desayuno para el concierto a cappella.
Por otra parte, mañana se iría y, si no se cambiaba, entonces habría
perdido la empacada de todas esa prendas. Habría sido un total
desperdicio, en serio.
Ayer por la mañana, en un ataque de resentimiento, Erin había
arrojado sus jeans favoritos a su maleta. Esos que hacían que su
trasero se viera increíble, según Rachel. No había necesitado
empacarlos, y definitivamente no necesitaba usarlos. Los había traído
por Adam, para recordarle lo buena que estaba su exesposa. Pero
Adam no fue la razón por la que Erin se los estaba poniendo.
No estaba haciendo nada malo. No era un crimen querer verse bien.
A nadie le dolía que quisiera distraer a Cassie con un pequeño escote.
Claro, tal vez Erin estaba pensando más en cómo Cassie no pudo ver
sus senos anoche, y en cómo era mucho más fácil quitarse una blusa
que un vestido, pero tampoco era como si fuera a pasar algo. A ver,
iban a estar en un auditorio lleno de gente. 35
Existía la posibilidad de que ni siquiera viera a Cassie, se dio
cuando encontró un asiento. Dejó el asiento del pasillo vacío junto a
ella, aunque probablemente Cassie ya había llegado, y estaría sentada
con Acacia o cualquier número de amigos apropiados para su edad,
pero Erin la buscó de todos modos.
Erin habría tenido dificultades para encontrar a Parker en una
multitud tan grande, así que no tenía ninguna posibilidad de
encontrar a alguien a quien solo había visto dos veces. En el bar y en
el estacionamiento había tan poca iluminación que ella ni siquiera
había notado las mechas rosadas en el cabello de Cassie. La multitud
de aquí era bulliciosa, un zumbido constante de ruido puntuado por
gritos ocasionales o carcajadas. Se respiraba juventud, lo
suficientemente como para que Erin quisiera apartar la mirada. Se
había acostado con una estudiante universitaria.
Justo cuando pensó que ya era muy tarde, más allá de la hora en
que se suponía que comenzaría el concierto, Cassie pasó junto a ella.
Erin ni siquiera dudó en llamarla.
Cassie se dio la vuelta, y sonrió cuando vio a Erin. Dios, era linda.
Tragó saliva, sonrió, y señaló el asiento junto a ella.
El cabello de Cassie estaba recogido en una cola de caballo
trenzada. Unos mechones se habían soltado, y colgaban alrededor de
su rostro. Llevaba la misma ropa del desayuno, pero ahora estaba
hecha un desastre. Algo negro estaba manchado en la parte delantera
de su camiseta blanca. Debió de haberse limpiado lo mismo de las
manos en sus jeans. Parecía una mecánica después de un largo día, y
todo el cuerpo de Erin de repente estaba muy caliente.
Cassie echó un vistazo hacia el frente del auditorio antes de
deslizarse en el asiento al lado de Erin.
—Oye —dijo, estirando una pierna hacia el pasillo.
Los gritos atravesaron a la audiencia cuando las luces se apagaron.
La puerta del escenario se abrió y el ruido de la multitud se elevó a
un punto culminante cuando el primer grupo salió.
—Llegaste justo a tiempo —dijo Erin.
36
Estaba agradecida por el momento, ya que la había salvado de una
pequeña charla. Su lengua se sentía espesa en su boca. Trató de
concentrarse en el grupo en el escenario, no en la forma en que las
manos de Cassie se movían inquietas en su regazo, ni en el recuerdo
sensorial de esas manos sobre su cuerpo. Los cantantes eran todos
chicos, hombres, y su canción de apertura fue Billie Jean.
Esto no tenía por qué ser raro. Cassie le había prometido a Erin que
le señalaría la enamorada de Parker, ¿cómo haría eso si no se sentaban
juntas? Eso era todo. No había ninguna razón para que Erin estuviera
hiperconsciente de los movimientos de Cassie mientras hacía algo en
su teléfono, y luego se cerraba la chaqueta de lona sobre el estómago.
Erin no tenía por qué querer decirle a Cassie que no tenía que ocultar
la mancha en su camisa, pues le gustaba la idea de que se ensuciara.
Pasaron tres canciones antes de que Cassie dijera algo más. Y
cuando lo hizo, fue:
—Lo siento si apesto.
Erin trató de no reírse. Qué manera de iniciar una conversación.
—Estuve en la tienda todo el día —continuó Cassie—. No tuve
tiempo de arreglarme.
Sus ojos se posaron en el pecho de Erin. Esta vestía una blusa de
cuello en V que mostraba un poco de escote, y era un poco sencilla.
La atención la hizo sentirse audaz, así que arrastró sus ojos por el
cuerpo de Cassie.
—Un poco sucia, ¿no?
Cassie se quedó boquiabierta.
Erin volvió su atención al escenario en vez de reírse. Se sentía como
una colegiala, como si estuviera coqueteando con alguien por primera
vez: vertiginosa y agitada.
Cassie no respondió, pero se relajó en su asiento, moviendo su pie
un poco más cerca del de Erin. Lo suficientemente cerca como para
que Erin lo notara, pero no tanto como para percibirse como un 37
movimiento explícito. Ambas tenían una negación plausible.
No se tocaron del todo durante el resto de la primera actuación. El
segundo grupo en subir al escenario fue el de Parker, Sky High Notes.
Cassie se enderezó, puso dos dedos en su boca y silbó. Fue lo
suficientemente fuerte como para que Erin se riera encantada. Cassie
le dio una sonrisa y Erin tomó una decisión.
Mientras Sky High Notes comenzaba su primera canción, un
popurrí de Disney del que Parker había hablado en sus últimas tres
llamadas telefónicas dominicales, Erin se acomodó en su asiento, y
presionó su muslo contra el de Cassie.
Hasta ahí llegó la negación plausible.
Deberían haber hecho esto durante la actuación del grupo anterior.
Probablemente, lo hacía aún peor tocar a Cassie mientras Parker
estaba en el escenario, pero eso le dio a Erin una pequeña emoción
extra. Toda su vida había seguido las reglas. Tal vez habría sido más
rebelde si se hubiera dado cuenta de que romperlas se sentiría tan
bien.
En el descanso entre canciones, Cassie entrelazó sus dedos y estiró
los brazos frente a ella, con las palmas hacia afuera. Su cuello hizo un
sonido de crac.
—Ay —dijo Erin—. ¿Eso es normal?
—Fue un largo día en la tienda, y tengo un poco de dolor. ¿Te
molesta? —Cassie colocó su brazo alrededor de la silla de Erin.
—Para nada.
Al final de la siguiente canción, la espalda de Erin estaba
presionada contra la curva del brazo de Cassie.
—Parker dice que tiene un mini solo en la siguiente canción —dijo
Erin.
Cassie asintió.
—Eso es un gran logro para una estudiante de primer año en su
primer concierto.
38
Parker era buena en todo lo que había hecho. Erin estaba tan
orgullosa de ella, incluso cuando también deseaba que se relajara un
poco: que no madurara tan rápido, que no se esforzara tanto. Sabía
que su hija podía hacer cualquier cosa, pero quería que lo hiciera a su
tiempo.
No podía decirle nada de eso a Cassie, obviamente, así que no dijo
nada.
Cuando Sky High Notes terminó, Cassie y Erin vitorearon tan
fuerte que Parker las notó, se rio y les lanzó un beso. Erin fingió
atraparlo en el aire, decidida a ser la mamá vergonzosa. Desde dónde
estaba sentada, no podía saber si Parker había puesto los ojos en
blanco, pero esperaba que sí lo hubiera hecho.
Antes de que llegara el siguiente grupo, Cassie pasó la mano por la
pierna de Erin, y esta se sobresaltó sorprendida.
—Voy al baño —dijo Cassie, en voz baja.
Erin tragó saliva y asintió con la cabeza. No vio a Cassie irse. Hace
diez segundos, estaba siendo la mamá vergonzosa de Parker, y ahora
estaba apretando los labios y tratando de mantener la respiración
constante.
Anoche, había sido fácil acompañar a Cassie en el bar, y ser
sugerente mientras iba al baño. Cassie lo había querido, obviamente,
y Erin también. Necesitaba la distracción, no quería pensar en su
exmarido y preguntarse a quién amaba más su hija. Cassie se veía
atractiva y no ocultó su interés, así que no había pensado mucho antes
de llevarla al auto rentado.
Pero hoy era diferente.
Hoy, Erin sabía que Cassie estaba en la universidad y que era amiga
de su hija. Sabía exactamente qué tan mala idea era seguirla.
La siguió de todos modos.
Erin ni siquiera sabía dónde estaban los baños. Keckley no era una
universidad muy grande, así que estas instalaciones tampoco lo eran.
Los ruidos se desvanecieron detrás de ella mientras salía del 39
auditorio. A su izquierda, encontró la puerta por la que había entrado
antes; a la derecha, otra conducía a un pasillo, pero solo se le permitía
la entrada a los artistas. Los ojos de Erin se movieron alrededor,
estaba tardando demasiado, y Cassie iba a pensar que no vendría.
Finalmente, vio un letrero que decía BAÑOS con una flecha que
apuntaba hacia abajo por unas escaleras que no había notado antes.
Los pies de Erin la llevaron rápidamente hacia allí.
Cassie holgazaneaba al final del pasillo en el nivel inferior.
Desapareció por una puerta antes de que Erin terminara de bajar las
escaleras. No había nadie más a la vista, por lo que nadie pudo probar
si el ritmo de Erin terminó en algún lugar entre una caminata rápida
y una carrera.
La puerta por la que Cassie había pasado era a un baño accesible,
de ocupación individual, para todos los géneros. Erin se tomó un
momento para alegrarse de que su hija fuera a una escuela tan
inclusiva antes de recordar que realmente no quería estar pensando
en Parker en este momento.
Se deslizó dentro del baño y cerró la puerta detrás de ella.
Cassie ya estaba contra la encimera, como si esperara que Erin la
levantara sobre él por segunda noche consecutiva. Erin solo la miró:
era hermosa, ese cabello dorado contra su piel bronceada, largas
pestañas enmarcando sus ojos azul oscuro. No había una sola arruga
en su rostro.
—No deberíamos —dijo Erin, porque era verdad.
Cassie asintió, pero no parpadeó.
—Lo sé. Está mal, y no deberíamos, y…
Erin la besó.
La besó porque estaba mal y no deberían hacerlo, pero ella lo
quería. Últimamente, había estado tratando de hacer las cosas que
quería, para recuperar el tiempo perdido.
Sin embargo, sus razones realmente no importaban. No cuando la
40
lengua de Cassie estaba lo suficientemente húmeda y caliente como
para derretir todo a su paso. Besó como si nunca le hubiera
preocupado no ser buena en eso. Erin trató de mantenerse al día, trató
de hacer todo lo que había hecho la noche anterior que hizo que
Cassie jadeara: besar su camino por la mandíbula de Cassie funcionó
igual de bien hoy.
—No deberíamos coger aquí —dijo Cassie como si eso convenciera
a Erin de lo contrario.
Erin se rio contra el cuello de Cassie.
—No lo haremos.
Ya lo había decidido. Ella no podía tomar tantas malas decisiones
en un solo concierto a cappella. Pensar en el concierto le recordó que
tenían que volver cuanto antes. Clavó los dientes en la fina piel sobre
la clavícula de Cassie, esta dejó escapar un gemido, y Erin pensó que
debería ser ilegal lo ardiente que había sido.
Las manos de Cassie apretaron con más fuerza las caderas de Erin
y las giró, cambiándolas de posición, así que fue ella la que empujó a
Erin contra la encimera por esta vez. Erin se subió, y Cassie se
interpuso entre sus piernas. Ella la besó, y la besó y la besó y la besó.
Se sentía como si todo lo que habían hecho la noche anterior se
volviera al revés. Erin era la que estaba en la encimera, y no iban tan
rápido, para nada rápido. Las uñas de Cassie arañaban suavemente
el cuero cabelludo de Erin mientras exploraba cómo le gustaba a esta
que la besaran, o eso era lo que supone que estaba haciendo: rápido y
luego lento, mojado, convertido en casto, con pequeñas
provocaciones…
A Erin le gustó todo.
Y no, no iban a coger en este baño, pero eso no significaba que no
pudieran llevar esto un poco más lejos.
—Ca… ah… —Erin se interrumpió cuando Cassie le mordió la
mandíbula—. ¿C… Cassie?
—¿Mmmm? —Ella mordió de nuevo. 41
Erin se estremeció y sintió la sonrisa de respuesta de Cassie contra
un lado de su rostro.
—¿No había algo que quisieras hacer? —Cuando no pareció hacer
clic, Erin agregó—: ¿La próxima vez?
Cassie tiró de la camisa de Erin por encima de su cabeza antes de
que Erin pudiera parpadear.
Miró el pecho de Erin, con la mandíbula floja y los ojos
hambrientos, y de repente el sostén innecesariamente sexi y algo
incómodo valió la pena. Los dedos de Cassie hicieron un trabajo
rápido en el broche de la espalda, y luego Erin estaba completamente
desnuda de cintura para arriba. Casi se encogió, consciente de las
duras luces fluorescentes y la década y media que tenía sobre la mujer
frente a ella. Pero Cassie se quedó observando un poco más, y la
saliva hizo clic en su garganta cuando tragó.
—Mierda, tienes buenas tetas —respiró.
Ella también lo había dicho anoche, pero ahora se sentía más real.
Erin lo creía ahora. Las manos de Cassie la ahuecaron, apretando con
más suavidad de lo que a Erin le hubiera gustado, pero antes de que
pudiera instruirla de otra manera, los labios de Cassie estaban sobre
ella. Hizo rodar un pezón entre el pulgar y el índice, y chupó el otro
con la boca.
Erin trató de no jadear.
—Mierda.
—Me alegro de que llevaras una blusa esta vez —dijo Cassie, pero
las palabras quedaron amortiguadas por la forma en que no apartó la
boca de la piel de Erin para pronunciarlas—. Acceso más fácil.
—Pensé que lo apreciarías —dijo antes de pensarlo mejor.
Cassie mordió, y la cabeza de Erin cayó hacia atrás, golpeándose
contra el espejo. Cassie agitó su lengua suavemente, su mano subió
para acunar la parte posterior de la cabeza de Erin.
No había querido decir nada, no había querido revelar sus
intenciones tan abiertamente. Ahora Cassie sabía que esto no había
42
sido algo tan fortuito, sino algo un poco más planeado.
Tal vez esto había sido inevitable desde el momento en que decidió
usar una blusa en lugar de un vestido. Tal vez había sido inevitable
desde el momento en que Cassie había comenzado a coquetear esta
mañana.
Cassie la marcó. Erin no había tenido un chupetón desde mucho
antes del divorcio, pero Cassie los estaba dejando ahora: chupando,
mordiendo y calmando el escozor con su lengua. Sin embargo, tuvo
el suficiente sentido común para mantener la boca baja, solo en la piel
que estaría cubierta cuando Erin se volviera a poner la blusa.
Erin puso una mano en el cabello de Cassie, la trenza se salió de su
elástico, y Erin pasó los dedos por la cola de caballo suelta. Cuando
Cassie hizo un chupetón demasiado alto en su pecho, Erin tiró de su
cabello. Cassie gimió, y Erin juró que lo sintió en su clítoris.
Una de las manos de Cassie se había abierto camino entre su trasero
y la encimera. La deslizó hasta el botón de los jeans de Erin, pero le
agarró la muñeca y la besó a lo largo de su mandíbula.
—No vamos a hacer eso. —Succionó justo debajo de la oreja de
Cassie, tal vez considerando dejar sus propias marcas.
—Erin… —Se interrumpió cuando mordió el tendón que sobresalía
en su cuello.
Erin tuvo que parar. Tenía que apartar la boca de la piel de Cassie
mientras aún pudiera. Respiró hondo y presionó sus frentes juntas.
—Hablo en serio —dijo con los ojos cerrados—. Deberíamos volver.
Cassie rozó su nariz con la de Erin
—Pensé que no nos estábamos preocupando por lo que deberíamos
y no hacer.
Erin se rio, lo suficientemente suave como para que fuera nada más
que aliento. Se echó hacia atrás. Las pupilas de Cassie se abrieron de
par en par. Tenía los labios hinchados, el pelo revuelto por el sexo. 43
Erin quería estropearlo aún más. Pensó en su hija en su lugar.
—Tienes que señalarme a la chica de la que Parker está enamorada,
¿recuerdas?
Mencionar a Parker hizo su trabajo. Cassie dio un paso atrás.
—¿Me voy primero? —preguntó.
Erin se rio entre dientes mientras se deslizaba fuera de la encimera.
—Solo hazme saber si hay alguien ahí fuera.
Erin volvió a ponerse el sostén mientras Cassie arreglaba su cola de
caballo. Verdugones morados cubrían el pecho de Erin, un mapa de
todos los lugares donde había estado la boca de Cassie. Verlos en el
espejo hizo que Erin se apretara.
Cuando estuvieron presentables de nuevo, Cassie la besó en lugar
de revisar el pasillo.
—¿Dónde te estás quedando?
Erin podría habérselo dicho. Podría haber sido así de fácil.
Pero una cosa era permitirte tener lo que querías, y luego estaba el
hedonismo.
Besó a Cassie por última vez.
—Vamos.
Eso fue todo. Esto nunca podría volver a suceder.
Se deslizaron en sus asientos justo antes de que aparecieran The
BarBelles, ya que se habían perdido todo el tercer grupo. Cassie hizo
un gesto a una chica con más presencia en el escenario que el resto
del grupo combinado.
—Es ella.
—Es linda —dijo Erin—. Parker tiene buen gusto.
—De tal madre tal hija.
Erin puso los ojos en blanco como si no encontrara a Cassie
totalmente encantadora. 44
Capítulo 4
Cassie
Cuando terminó el concierto, Cassie ya se había calmado lo
suficiente. Ella y Erin mantuvieron sus manos, muslos y brazos para
sí mismas durante el resto de la actuación, y así pudo respirar de
nuevo. Permanecieron en sus asientos mientras el auditorio se
vaciaba. Fue grosero, ya que estaban en las sillas cerca al pasillo, pero
levantarse significaba aceptar que todo esto había terminado.
Cassie se puso de pie finalmente cuando Acacia llegó
pavoneándose por el pasillo con una sonrisa en su rostro. Se había
afeitado el cabello cuando llegó a la universidad, y Cassie aún se
estaba acostumbrando, pero, de alguna manera, Acacia se veía mucho
45
más ella misma que antes.
—¡Ahí estás! —Tiró de Cassie en un abrazo—. Pensé que no ibas a
aparecer y que tendría que ayudar a Parker a esconder tu cuerpo.
—¿En serio, Kaysh? —Cassie dijo, usando el apodo que había
tenido para ella desde que eran pequeñas—. ¿No me protegerías de
ella?
—¡Oye, sabes que a miedo!
Erin se rio junto con Cassie, y Acacia se volvió hacia ella.
—Usted debe de ser la Dra. Bennett —dijo—. Soy Acacia.
Erin le estrechó la mano.
—Llámame Erin. He escuchado mucho de ti.
—Muchas cosas terribles, probablemente —dijo Cassie. Acacia le
dio un puñetazo en el hombro, más fuerte de lo necesario—. Oye,
¿dónde está tu hermano?
—Tenía trabajo por hacer. Se unirá a nosotras más tarde —dijo con
una mirada que significaba que el trabajo en cuestión era
probablemente comprarles alcohol. Emerson se los había estado
comprando desde mucho antes de que Cassie fuera mayor de edad.
—¡Hoooolis! —Parker apareció, prácticamente derribando a Acacia
en un abrazo—. ¡Gracias por venir!
Todas comenzaron a adorar a la estrella del concierto mientras
Parker les decía que se detuvieran, pero la sonrisa gigante en su rostro
les decía lo contrario.
Mientras se dirigían hacia la salida, Cassie se dio cuenta de lo idiota
que era. Si hubiera querido un adiós como es debido, debería haberlo
hecho en el baño. Estaba malditamente segura de que no iba a poder
despedirse apropiadamente y, por un momento aterrador, deseó
poder abrazar, ya que al menos así podría volver a tocar a Erin. 46
«Bueno, ya todo terminó», se dijo así misma vencida. Solo deseaba
ser una abrazadora. Esto claramente había ido demasiado lejos. Erin
besaba bien, pero eso era ridículo. «Ya contrólate». Se despediría de
Erin y seguiría adelante. Más vale que Emerson compre mucho
alcohol.
Excepto que Dios la odiaba, o algo así, porque en lugar de huir y
dejar todo esto atrás, escuchó a Parker gritar: «¡Papá!», y la vio
catapultarse a los brazos del hombre que esperaba junto a la puerta.
Por supuesto que el padre de Parker estaba aquí. Cassie lo sabía: el
que Parker hubiera estado con su papá fue lo que le permitió a su
mamá estar anoche en el maldito bar.
Cassie se limpió las manos en los jeans, que había olvidado que
estaban manchados de grasa de la tienda, y se arriesgó a mirar a Erin,
quien estaba mirando a otra parte, con la mandíbula apretada.
—Hola, bebé —dijo su papá. Luego, con mucho menos
entusiasmo—: Erin.
—Adam. —La columna de Erin estaba rígida. Cassie no estaba
segura de haberse dado cuenta si no hubiera visto cómo estaba Erin
antes: relajada, sonriente y cómoda. Ahora estaba completamente
erguida y sin pestañear.
Parker seguía sonriendo como una bombilla de mil vatios, colgada
al brazo de su padre
—Papá, creo que recuerdas a Acacia de cuando me trajiste. Esta es
mi otra mejor amiga, Cassie.
¿Mejor amiga? Apenas hacía un mes que se conocían. Por otra
parte, la única persona con la que Cassie salía más que Parker era
Acacia. Se había levantado de la cama antes de las ocho de la mañana
de un sábado por Parker.
Todo con Erin parecía aún peor si Cassie y Parker fueran mejores
amigas.
—Encantado de verte de nuevo, Acacia, y encantado de conocerte,
Cassie —dijo Adam, mientras se pasaba una mano por su cabello
desgreñado. No era lo suficientemente atractivo para Erin—. ¿Sus 47
familiares están aquí?
—Mi hermano está haciendo un mandado —contestó Acacia—.
Nos reuniremos con él más tarde.
—¿Y los tuyos, Cassie?
No quería hablar de su familia, o de la falta de ella, especialmente
con Adam, que parecía un hombre blanco mediocre que siempre se
había salido con la suya.
—Nop.
La sonrisa de Adam vaciló, solo un poco, ante su falta de
entusiasmo.
—¿No hicieron el viaje para ver a su hija el fin de semana?
—Nop —repitió ella.
Era hija única que nunca había conocido a su padre y no había visto
a su madre en casi un año. Adam no merecía saber nada de eso. Ni
siquiera Parker lo sabía. Acacia se acercó a Cassie, instinto de mejor
amiga o algo así. No sabía por qué, pero miró a Erin, cuyo rostro
estaba arrugado por la preocupación.
—Lástima —dijo Adam—. Me hubiera gustado invitarlos a todos a
tomar una copa o algo así; ya saben, para compartir el amor por
nuestras hermosas chicas.
—Bueno, mi mamá es alcohólica, así que estoy segura de que a ella
también le hubiera encantado.
Cassie no debería haberlo dicho, pero bien intencionado o no,
Adam era detestable, y Erin parecía dolorida, y ella realmente no
quería estar más aquí.
Adam se rio como si pensara que era una broma, y Parker
finalmente soltó su brazo.
—Bueno —dijo Acacia—, fue un placer haberlos visto, pero
tenemos que ir a encontrarnos con mi hermano. Gran trabajo, esta
noche, Parker.
—Gracias —dijo Parker, luego miró a Cassie—. Me pondré al día
48
con ustedes más tarde, ¿de acuerdo?
—Claro —dijo.
Consideró preguntar por la chica BarBelles, Sam, creía que así se
llamaba, pero una parte infantil de ella quería que fuera una broma
solo entre ella y Erin. En vez de eso, se quedó callada, y se sintió
pequeña y petulante. Acacia rozó sus brazos y se volvió hacia Erin.
—Fue un verdadero placer conocerte —dijo Acacia.
—Gracias de nuevo por el desayuno, Erin —dijo Cassie.
Erin le puso una mano en el hombro y le costó mucho no apoyarse
en él.
—Cuando quieras, Cassie. Fue genial conocerte —dijo Erin.
Cassie no tenía idea de lo que eso significaba. Tampoco sabía por
qué Erin la estaba tocando. Parker había estado en lo cierto en el
desayuno cuando mencionó que a Cassie normalmente no le gustaba
que la tocaran, pero le gustaba la calidez de la mano de Erin a través
de su camisa. Adam parecía querer redimirse de alguna manera,
como si no estuviera seguro de cómo la conversación se le había
escapado, y Cassie realmente necesitaba salir de allí. Acacia tiró de su
brazo.
—Vamos, nena, los tragos no se van a beber solos —dijo Acacia una
vez que estuvieron fuera del alcance de los demás.
—Kaysh, él…
—Lo sé —dijo ella. Luego—: ¿Me equivoco, o la madre de Parker
es una especie de MQMC1?
Cassie farfulló.
—¡Ay, Dios mío!
—¡Solo digo!
—¿Podemos hablar literalmente de cualquier otra cosa?
—Bien, bien. Vamos a emborracharte.
—Eres mi mejor amiga —dijo Cassie mientras Acacia la empujaba
49
hacia los dormitorios.
Acacia era su mejor amiga. Lo había sido desde que se conocieron
en un patio de recreo antes de que cualquiera de ellas alcanzara los
dos dígitos. Cassie era demasiado joven para estar sin supervisión,
pero eso nunca detuvo a su madre.
En su primer encuentro, Cassie y Acacia habían luchado para ver
quién podía batear más alto. Un año más joven, las piernitas marrones
de Acacia ya eran más largas que las sucias y blancas de Cassie, pero
la altura extra no pudo superar la voluntad pura de Cassie. Ella había
bombeado sus piernas como si fuera a lanzarse al cielo.
Cuando la madre de Acacia había dicho:
—¿Estás aquí sola?
Cassie se cruzó de brazos y dijo:
1
Abreviación de: mamá que me cogería
—¿Y?
Pero cuando Mama Webb (por supuesto, esto fue antes de que
Cassie la conociera como tal) le ofreció un sándwich de su canasta de
pícnic, ella no se había negado. La familia Webb se convirtió en un
elemento fijo en la vida de Cassie desde entonces. Acacia,
obviamente, pero también Mamá Webb, el señor Ben y Emerson.
Eso era Emerson: un elemento, como los muebles que venían con
su dormitorio. Siempre allí. Cassie nunca había pensado en él de
forma romántica, y tampoco la noche del concierto a cappella. Era
solo que se había emborrachado mucho, por eso terminaron
besándose en la mitad de la noche. Eso, y tal vez el hecho de que
quería olvidarse de Erin.
Esperaba que Acacia estuviera enojada, tal vez, pero en lugar de
eso, Kaysh pasó toda la resaca de Cassie burlándose de ella, lo que
Cassie supuso que era un resultado ligeramente mejor a que estuviera
enojada. Y besarse con Emerson había sido una forma mucho mejor
de pasar la noche que pensar en Erin.
Sin distracciones como Emerson, sin embargo, terminó pensando
50
mucho en Erin. No todo el tiempo, pero lo suficiente como para
molestarla.
Comenzó con… bueno, Cassie había tenido un comienzo de
semana difícil y estaba buscando un poco de alivio del estrés. Solo
tenía sentido que pensara en su experiencia supercaliente más
reciente para ayudarla a relajar. Eso era lo que pretendía hacer, de
todos modos, pensar en la experiencia, no en Erin específicamente,
pero todo se confundió un poco en su cerebro.
Luego, en su clase de biología, se preguntó qué tipo de doctora era
Erin. Pensó en cualquier conversación con Parker sobre sus padres,
pero no hablaba mucho sobre ellos. Cassie solo sabía que Erin era
doctora y Adam ingeniero, y ambos habían pasado gran parte de la
infancia de Parker trabajando. Se preguntó si eso significaba que Erin
era cirujana, muchas horas y días festivos de guardia.
Cuando el profesor terminó la clase, Cassie se dio cuenta de que
había estado distraída pensando en Erin durante casi diez minutos.
Mierda.
Llegó el siguiente fin de semana, y encontró una fiesta en la que
estaban dando Jungle Juice gratis. Iba sola, sin Acacia ni Parker ni
nadie más, y no tenía planeado salirse de control, pero es que estaban
regalando licor.
Terminó bailando con Gwen, de todas las personas. Esta no la
odiaba precisamente, pero tampoco eran ni remotamente amigas.
Cuando Cassie era estudiante de segundo año, su ambición pudo
haberla superado en un juego de capturar la bandera, y pudo haber
explotado cuando Gwen y su amiga se acercaron a la bandera del
equipo de Cassie. Solo había habido gritos y ruidos fuertes, pero
ciertamente no había hecho que Cassie se ganara cariño de su
contrincante. Sin embargo, aquí estaban, en la misma fiesta, a pesar
de que Gwen había comenzado el curso de posgrado este otoño y
obtuvo su maestría en trabajo social, de eso estaba bastante segura.
Entonces, aquí estaban, bailando juntas, con las manos de Cassie
moviéndose más de lo apropiado.
51
Cuando Gwen quitó la mano de Cassie de su trasero y la llevó
afuera, Cassie pensó que iba a tener suerte, y no se esperaba que
Gwen esquivara su intento de beso.
—Dame tu teléfono —dijo Gwen.
Cassie lo desbloqueó y se lo entregó, sin estar segura de por qué lo
quería, pero aún esperaba que se besaran.
—¿Quién de tus amigas tiene auto y es más probable que esté
sobria un viernes por la noche?
—Parker —respondió Cassie sin pensar. Estaba trabajando en una
pintura para el lunes.
Gwen se desplazó a través de los contactos de Cassie. Antes de que
esta pudiera ordenar sus pensamientos lo suficiente como para darse
cuenta de lo que estaba pasando, Gwen le estaba dando a Parker la
dirección de la fiesta y diciéndole que esperaría con Cassie afuera
hasta que llegara.
—¿Qué carajos? —espetó cuando Gwen le devolvió su teléfono.
La mirada de Gwen era plana, no parecía impresionada.
—Obviamente, necesitas a alguien que te cuide, y no voy a ser yo.
Resopló. No necesitaba que nadie la cuidara, no lo había necesitado
durante mucho tiempo. Ella solo quería ligar con alguien. Ni siquiera
tenía que ser Gwen; ella era simplemente bonita y mayor y parecía
tener su mierda bajo control. Se negó a pensar demasiado sobre por
qué se sentía atraída por ese tipo de personas en ese momento.
—Vete a la mierda —dijo, y se giró para volver a entrar y encontrar
a alguien más para hacer su noche interesante.
Gwen se interpuso entre Cassie y la entrada.
—Tu amiga va a venir a buscarte.
Cassie prácticamente gruñó.
—¡Quítate del camino!
52
—No.
Cassie no se molestó en tratar de maniobrar a su alrededor. Pensó
en marcharse y dirigirse sola hacia el campus, pero estaba borracha,
y la idea de que Parker la persiguiera y la alcanzara al costado de la
carretera era mucho más humillante que esperarla.
Parker pensó que era divertido y se burló de ella durante todo el
camino al campus. Al menos eso salvó a Cassie de tener una odiosa y
sincera conversación sobre por qué se emborrachaba y coqueteaba
con chicas mayores. Realmente no quería hablar de eso.
Excepto que quizás quería hacerlo, porque el primer fin de semana
de noviembre convenció a Acacia de una noche nostálgica de cine,
donde vieron Cómo entrenar a tu dragón, solo ellas dos. Justo antes
de la batalla contra la Muerte Roja, Cassie detuvo la película.
—Tengo que decirte algo.
Acacia recogió las últimas palomitas de maíz del tazón en su
regazo.
—Suéltalo.
Cassie suspiró.
—Kaysh. E… es una gran… cosita.
Habían bebido demasiado vodka para que ella pudiera expresar de
una mejor manera lo importante que era esto. Sin embargo, Acacia
pareció entenderlo de todos modos; dejó el tazón sobre la mesa de
café, se giró para sentarse con las piernas cruzadas en el sofá, y le dio
toda su atención.
—¿Qué pasa?
Cassie se pasó los dedos por el pelo.
—¿Sabes qué?, tampoco es gran cosa, ni siquiera pienses en eso.
—Klein —dijo Acacia, y era una orden.
—Está bien, pero… —Cassie tomó otro trago de su vodka—. No
puedes decírselo a nadie, tampoco puedes juzgarme, y mucho menos
53
odiarme.
—Cassie, sabes que nunca te odiaría.
Cassie lo sabía, o al menos estaba casi completamente segura. Su
mamá no estaba cerca, y su papá nunca había estado cerca, y la
mayoría de sus amigos la habían dejado por Seth, a pesar de que
había sido él el que la había engañado. Sin embargo, Kaysh siempre
había estado ahí para ella, así que Cassie sabía que Acacia no la
odiaría, pero también sabía que Acacia y Parker eran mejores amigas,
no mejores amigas al nivel de ellas dos, pero mejores amigas, al fin y
al cabo. Pero necesitaba decírselo a alguien, y no era como si pudiera
decírselo a Parker.
—Está bien, pero nadie es nadie —repitió—. Ni a Emerson, ni a
Donovan, ni a Parker.
Eran los únicos tres a los que podría haberles dicho: hermano,
novio, mejor amiga. Acacia asintió solemnemente.
—Antes de que supiera quién era ella… —comenzó Cassie, porque
esa era información absolutamente crítica para Acacia. Dejó que el
resto saliera todo de una sola vez—. Me acosté accidentalmente con
la mamá de Parker.
Acacia se quedó en silencio.
Luego se rio, y se rio y se rio, y luego se estiró para arrojarle granos
de palomitas de maíz a Cassie.
—Eres tan tonta —dijo—. Pensé que te había pasado algo de
verdad.
Cassie la miró fijamente, impotente. Terminó su bebida.
—Nena… —La sonrisa de Acacia desapareció lentamente de su
rostro—. Espera, ¿no era una broma?
Solo pudo hacer un movimiento de cabeza con los labios apretados.
—¡Mierda, Cassie!
Si hubiera sido otra persona, habría empezado a llorar en ese
momento. Pero no iba a llorar por una mujer con la que se había
54
acostado una vez. No era por eso que le había dicho a Acacia, solo
necesitaba no guardar más el secreto.
—¿Te acostaste con la mamá de Parker?
Cassie tragó saliva.
—No sabía que era su madre en ese momento.
Acacia respiró hondo. Miró hacia el techo, como si estuviera
tratando de averiguar los detalles sin tener que preguntar.
—¿Cuándo? —finalmente dijo.
—El fin de semana familiar —respondió Cassie—. El viernes.
Los ojos de Acacia se agrandaron.
—¿Viernes? ¿Viernes, como el día anterior al que saliste a
desayunar con ella y Parker? ¿El día anterior al que te sentaste junto
a ella en el concierto a cappella?
Cassie asintió.
—Mierda, Cass —dijo Acacia—. ¿Cómo te sentaste a su lado? Dios,
no hiciste nada entonces, ¿verdad?
—No —dijo de inmediato—. Quiero decir, nosotras solo, como un
poco, en el baño…
—¿Qué diablos, Cassie?
Cassie no iba a llorar por una mujer con la que se había acostado
una vez, pero podría hacerlo por lo enojada que estaba su mejor
amiga con ella. Bueno, obviamente no lo haría, pero estaba borracha
y Acacia tenía las manos cerradas en puños, y la boca completamente
hacia abajo. ¿Cassie había pensado que estaría sorprendida? Sí, pero
no enojada.
—¿Por qué me lo dijiste? ¿Qué se supone que debo hacer ahora con
esa información?
—No lo sé, Kaysh. Nada. Se supone que no debes hacer nada con
eso. Solo necesitaba decírselo a alguien.
55
—Ah, ¿necesitabas decirle a alguien que te cogiste a la madre de
Parker antes de saber quién era, y luego lo volviste a hacer en el
concierto a cappella de su hija?
—¡No! Dios, no lo hicimos en el concierto —dijo Cassie—. ¡Solo nos
besamos y la toqué!
—¿Y eso lo hace mucho mejor?
—Sí, en realidad, lo hace—espetó.
Acacia la miró fijamente. Cassie vio el momento exacto en que su
mirada comenzó a suavizarse, y no pasó mucho tiempo antes de que
ella se riera a carcajadas como lo había hecho cuando pensó que
Cassie estaba bromeando.
—¡Ay, por Dios! —jadeó ella, apenas podía respirar de tanto reír—
. Dios mío, te tiraste a la mamá de Parker y ahora estás medio
enamorada de ella. Esto es tan gracioso.
Cassie se levantó. Necesitaba otro trago si iba a lidiar con esto.
—No estoy enamorada de Erin —dijo, y dejó caer su vaso
demasiado fuerte en el mostrador de la cocina.
Acacia se rio un poco más.
—¡Por puesto que lo estás!
Cassie dejó el tónico y bebió un poco de vodka de la botella.
—Estás tan obsesionada con ella, que tuviste que decírmelo
semanas después. ¿Has estado pensando en ella todo este tiempo?
—No —Cassie soltó la mentira de inmediato.
Bebió un poco más, agradecida por la forma cálida en que le daba
vueltas la cabeza.
Acacia finalmente dejó de reír. Se levantó del sofá y entró a la
cocina. Sus grandes ojos marrones estaban llenos de demasiada
comprensión.
—Cassie —dijo en voz baja.
Cassie trató de mirarla, pero la mirada probablemente pareció más
desesperada que cualquier otra cosa.
56
—Vamos, nena —dijo Acacia, luego tomó la botella de vodka de su
mano y la puso en el mostrador—. Ven y cuéntamelo todo. Sin
embargo, siéntete libre de saltarte los detalles.
Cassie la siguió hasta el sofá, y se sentaron de nuevo, con Acacia
aún sosteniendo su mano. Le contó todo. Acacia se quedó en silencio
hasta que Cassie mencionó que tropezó con la acera y Erin la atrapó.
—Mierda, Klein, estás tan jodida.
—¿Qué? —Eso fue como… la parte menos mala de esta historia. Se
había cogido a la madre de su amiga y había jugado con ella mientras
estaba en la misma mesa que su hija, pero ¿permitir que Erin la
atrapara antes de que se estampillara la cara contra el asfalto fue lo
que jodió a Cassie?
—¿Andabas tan distraída mirándola a los ojos que casi te caes? ¿Y
no te molestó cuando te atrapó? Con cualquier otro, hubieras
preferido comer pavimento que dejar que te pusiera las manos
encima. Estaba bromeando cuando dije que estabas medio
enamorada, pero maldita sea, ¡sí que lo estás!
—Lo que sea —dijo Cassie, porque querer tener sexo de nuevo y
estar enamorada eran dos cosas muy diferentes.
Acacia volvió a escuchar en silencio hasta que Cassie terminó su
historia. Ella sonrió antes de abrir la boca, y Cassie supo que iba a
odiar lo que Kaysh iba a decir a continuación.
—¿Así que te besaste con mi hermano porque estabas frustrada
sexualmente con la madre de Parker? —ella dijo—. Maravilloso.
—Te odio —dijo Cassie.
Acacia sonrió.
—Tú y yo sabemos que no es así.
—La verdad es que sí, un poquito.
57
Capítulo 5
Cassie
En realidad, no la odiaba.
Amaba a Acacia porque era la mejor amiga que había tenido.
Acacia era terca, farisaica y un poco salvaje, pero era la persona más
leal que Cassie había conocido. Además, estaba de su lado.
No le contó nada a Parker, tampoco a nadie más. Ni siquiera volvió
a mencionar a Erin, a menos que Cassie lo hiciera primero. Incluso
entonces, era la amiga perfecta: dejó que Cassie se quejara un poco, le
ofreció un poco de consuelo y luego le dijo:
—En serio necesitas tener sexo, pero con alguien que no sea la
58
madre de Parker.
Lo sabía, pero no lo hizo. Pasar demasiado tiempo en la tienda era
una mejor manera de distraerse de Erin y de lo que hubiera sido
acostarse con otra persona. Probablemente, las compararía, lo que
sería peor. Además, la tienda era más productiva, pues tenía razones
para pasar tanto tiempo allí que no incluían el pensar mucho en Erin.
Al comienzo del noveno grado, su escuela hizo que los estudiantes
respondieran uno de esos cuestionarios absurdos que te dicen para
qué carrera eres adecuado. Este le había dicho a Cassie que podría ser
piloto de carreras o fontanera. También le dijo que tenía problemas
con la autoridad y que no estaba hecha para el ámbito académico.
Después, había buscado en Google «carreras de hacer aviones», y
luego «mejores escuelas de ingeniería aeroespacial». Encontró a
Caltech y nunca miró hacia atrás.
Pero se trataba de algo más que probar que el cuestionario estaba
equivocado. Siempre había querido volar. De niña, había pasado
veranos enteros al aire libre, de sol a sol. Se subía a todos los árboles
que podía, y montaba su bicicleta, un poco más lejos cada vez, hasta
que conoció cada calle en un radio de quince kilómetros de su ciudad.
Se trataba de la libertad, de ir rápido y de escapar. De todas las cosas
que aún quería hacer. Nunca había estado fuera de la zona horaria
del este, y California parecía deslumbrante: sol, palmeras y otro
océano, a más de dos mil kilómetros del tráiler en el que creció. Era
un mundo diferente.
Trabajar en la tienda era mejor que pasar el rato con la gente de
todos modos. A ella no le gustaba mucho la gente. Dejar a Acacia atrás
en el primer año de Greensboro había sido una de las cosas más
difíciles que había hecho en su vida. Keckley era una universidad
pequeña, pero todavía estaba llena de extraños. Pasar de tener una
mejor amiga que la conocía mejor que ella misma, a un lugar en el que
no conocía a nadie, había hecho que Cassie se ensimismara. Encontró
a Seth y se unió a un grupo de amigos, pero, aun así, siempre sintió
que no encajaba en él.
En la tienda, sin embargo, Cassie encajaba. Su cabeza no se quedaba
en silencio exactamente, simplemente se concentraba. Números y
59
cálculos y cómo hacer que lo que fuera en lo que estaba trabajando
fuera más rápido. Nunca se sintió triste, asustada o sola. No se
preocupaba por el dinero. Las cosas simplemente tenían sentido en la
tienda. Pertenecía de una manera al que nunca lo había hecho en
ningún otro lugar. Ciertamente, no en Greensboro, que ni siquiera era
tan pequeño, pero sentía que todo el mundo siempre sabía de sus
cosas o, al menos, pensaban que lo hacían.
Ella era la chica pobre con ropa de la caridad. Era la niña blanca y
flaca que acompañaba a la familia negra que educaba en casa. En la
escuela secundaria, Cassie era la bisexual promiscua que
probablemente no estaría interesada en las chicas si hubiera tenido
una figura paterna. Después de su tercera multa por exceso de
velocidad, los policías actuaron como si fuera imprudente con su
vida, en lugar de comprender que simplemente le gustaba la
velocidad.
Y siempre volvía a su vida familiar, o a la falta de ella. Nadie nunca
entendió que Cassie lo había superado, que estaba mejor sin ellos. Su
madre nunca la había elegido, su prioridad eran las drogas, el alcohol
o por algún tipo desaliñado que a menudo parecía que hubiera
elegido a Cassie, si hubiera tenido la oportunidad. La gente nunca
sabía qué hacer con eso, como había ocurrido con la mayoría en
Greensboro, por lo que decidió no darle a la gente de Keckley la
oportunidad de enterarse. Ella no compartía. Contaba historias de
Acacia, Mama Webb y sus clases favoritas en la escuela secundaria,
pero pasaba por alto a la madre ausente, al padre desconocido y su
deseo ferviente de salir de esa ciudad.
Seth lo había sabido. Cassie le había dicho lo suficiente como para
que entendiera, en su mayor parte. Se había abierto, y mira adónde la
había llevado eso.
Familia extraña que educa en la casa o no, los Webb fueron su
gracia salvadora. ¿Quién sabría en qué tipo de problemas se habría
metido Cassie sin ellos? La advertencia de Mama Webb a Cassandra
Maureen Klein, y las cejas levantadas en silencio del señor Ben
cuando ella y Acacia estaban llevando las cosas demasiado lejos,
60
como diciendo «¿estás segura de que quieres hacer esto?» o su pesado
suspiro, la manifestación física de «no estoy enojado, solo
decepcionado».
¿Quién sabría en qué tipo de rutina se quedaría atrapada Cassie
ahora, si Acacia no la sacaba a rastras del taller el viernes por la noche,
la obligaba a ducharse y le exigía que fuera a una fiesta?
Así fue como Cassie terminó en la casa de alguien, con demasiada
gente, todos borrachos y ruidosos. Estaba viendo el Beer Pong cuando
Parker se tropezó con ella.
—Cassie, Cassie, Cassie —se rio Parker—. Cassie, tienes que
agarrar mi teléfono.
—Tomamos la misma cantidad de alcohol, princesa —dijo Cassie—
. ¿Cómo es que ya estás tan borracha? ¿Para qué necesito tu teléfono?
Parker ignoró la primera pregunta.
—Necesitas agarrar mi teléfono para que no haga algo estúpido
como enviarle un mensaje de texto a Sam con cosas inapropiadas que
quiero hacerle, ¿de acuerdo?
Deslizó su teléfono en el bolsillo de Cassie y se dirigió de nuevo a
la sala de estar que se había convertido en una pista de baile.
Cassie no se unió. Nunca le había gustado el ritmo, veía más gracia
en los inyectores de combustible que en la forma en que las personas
en la sala de estar se retorcían unas contra otras. Todos estaban
apretados. No necesitaba que mucha gente la tocara, gracias. Parker,
mientras tanto, ya había desaparecido entre la multitud,
probablemente de regreso al lado de Acacia; a Kaysh le encantaban
los bailes desde que su madre dejó de educarla en casa y finalmente
le permitieron ir a la escuela. Cassie deslizó su mano en su bolsillo al
lado del teléfono de Parker y buscó un poco de tranquilidad.
El ruido atronador estaba amortiguado en el patio trasero, al
menos, aunque todavía había mucha gente alrededor. Cassie se
deslizó hasta la esquina del porche, lo más apartada que pudo.
Mantuvo su mano en el teléfono de Parker todo el tiempo. Parker 61
estaba tratando de romper su hábito de enviar mensajes de texto
borracha, así que en lugar de eso, había adquirido el hábito de pasarle
su teléfono a Cassie o Acacia. Cuando se emborrachaba, esa chica
perdía hasta la última gota de autocontrol que tenía sobria. La semana
pasada, mientras jugaba a la copa del rey en la habitación de Parker
y Acacia, Cassie no había prestado suficiente atención y Parker se
había robado el teléfono y había enviado un mensaje de texto a Seth
antes de que pudieran detenerla. Sabía que debía estar alerta ahora.
Entonces tuvo una idea realmente estúpida.
Era una idea horriblemente estúpida; ella sabía que lo era. No había
absolutamente ninguna buena razón para sacar el número de Erin del
teléfono de Parker. Nunca podría explicarle a Parker por qué lo tenía
si alguna vez se enteraba. No había manera de que alguna vez lo
usara.
Sin embargo, eso lo racionalizó para ella. En realidad, no iba a
enviarle un mensaje de texto a Erin ni nada. ¿Pero no sería divertido
si ella tuviera su número? No había nada de malo en tenerlo si no lo
usaba.
Primero lo guardó bajo MQMC, porque estaba borracha y eso era
gracioso, pero también parecía que estaba pidiendo que la atraparan.
Así que lo cambió a Aaron, lo escribió mal para que Parker no
sospechara en caso de que lo viera. Sí, la borracha Cassie podría ser
una mente maestra.
Así que ahora tenía el número de teléfono de Erin. No es que
importara, porque ella no iba a hacer nada con eso. Por supuesto que
no lo haría. Eso sería ridículo.
Volvió a entrar antes de que se le ocurrieran otras ideas realmente
estúpidas.
En el camino a la sala de estar, algunas personas que nunca había
visto antes le ofrecieron tragos en la cocina. No es como si fuera a
decir que no.
Sus nuevos amigos le sirvieron un trago de tequila y alguien
consiguió rodajas de limón y sal. Acacia juró que el tequila hacía que 62
Cassie hiciera tonterías, pero estaba bastante segura de que era más
la cantidad de tequila. Un disparo o dos no podían hacer daño.
Brindaron por el equipo de baloncesto que aparentemente había
ganado, luego devolvieron los tiros y mordieron rápidamente las
rodajas de limón. Era tequila barato, más barato de lo que había
tenido en mucho tiempo, pero todavía le gustaba, le gustaba la
quemadura del alcohol y el limón. Todos se sirvieron otro y
comenzaron a discutir sobre cuál sería el próximo brindis. Cassie
aguantó unos treinta segundos de eso antes de tomárselo, entre un
coro de gemidos.
—Vamos, amiga, eso no es divertido —dijo uno de ellos.
Ella les hizo señas y continuó hacia la sala de estar. Tomaría su
bebida, pero no iba a juntarse con personas que preferirían pelear por
qué aplaudir que tomar sus malditos tragos.
Estaba bastante borracha ahora, un poco tambaleante. Se preguntó
dónde estaban Parker y Acacia…
Bueno, está bien.
Cassie había hecho totalmente su trabajo, el teléfono de Parker
todavía estaba apretado en su puño. No había forma de que Parker le
hubiera enviado un mensaje de texto a Sam con cosas inapropiadas
que quería hacerle. Y, sin embargo, allí estaban las dos, haciendo
algunas cosas bastante inapropiadas contra la pared de la sala de
estar. Cassie negó con la cabeza. Eran repugnantes. Pero también se
veían bastante caliente: las caderas de Parker empujaban con fuerza
contra las de Sam y la mano de Sam en el cuello de Parker. Iban a
estar tan avergonzadas mañana. Cassie ya estaba avergonzada por
ellas, aunque nadie parecía estar prestando atención. Cassie volvió a
salir para evitar mirar cuánta lengua estaba involucrada en sus besos.
Salió a trompicones por la puerta principal, y evitó por poco
tropezar con algunos chicos que se estaban besando en el pórtico.
Aparentemente, todos menos ella iban a conseguir algo esta noche.
Le envió un mensaje de texto a Acacia.
Cassie [Hoy 00:43]
Si Parker empieza a tener sexo en la sala de estar, tú te encargas de ponerle fin.
63
Bueno, la responsabilidad se transmite.
Se apoyó en un auto aparcado al borde del camino de la entrada.
Desde ahí, nunca se sabría la magnitud de la fiesta: no podía ver a los
chicos en la entrada, y la música no estaba lo suficientemente alta
como para saber qué canción estaba sonando.
Cassie miró hacia las estrellas, como siempre, sus ojos encontraron
la W de Casiopea en el cielo del norte. Un patrón a juego estaba
tatuado en su hombro derecho. Siguió la línea de una de las Whasta
una pequeña estrella encima. Para el decimosexto cumpleaños de
Acacia, Cassie se lo había hecho y le puso su nombre, para que
pudieran estar juntas para siempre. Acacia la había llamado tonta,
pero también había llorado, entonces, ¿quién había sido la tonta?
Cassie podía contemplar el cielo nocturno durante horas. Parker
bromeaba acerca de que se convertiría en astronauta, pero a veces
pensaba en eso: ¿cómo sería estar allí arriba, más cerca de las estrellas
y, sin embargo, tan lejos? El espacio bien podría ser infinito. La hacía
sentir intrascendente, en el buen sentido. Como si no importaran
todas las formas en que la cagó aquí abajo. A las estrellas no les
importaría. Podría ser golpeada y conseguir el número de la madre
de Parker y el universo nunca dejaría de expandirse.
No compartía el hábito de Parker de enviar mensajes de texto
borracha. Nunca lo había hecho. Esta noche, sin embargo, estaba
pensando en Erin mientras miraba las estrellas, y estaba empezando
a sentirse imprudente. ¿Y qué pasaba si también se sentía un poco
excitada? A ver, trata de ver a chicas sexis besarse mientras estás
borracha.
Erin ni siquiera tenía su número, así que no era como si supiera que
era Cassie quien estaba enviando mensajes de texto. No sería una
gran cagada. Simplemente, algo divertido que hacer en lugar de
preguntarse si Acacia ya había separado a Parker y Sam.
(336) 555-0157 [Hoy 12:55]
No dejo de pensar en tus tetas.
64
Tan pronto como lo envió, estalló en risas. Le había enviado un
mensaje de texto borracha a la madre de Parker. Estaba apoyada en
este auto, riéndose de sí misma. Su noche no podría haber sido más
ridícula.
Aarón [00:56]
¿Disculpa?
Parker [15:35]
Demasiado tarde, no es reembolsable y nunca te dejarán devolver el dinero.
Cassie [15:36]
¿Y si tuviera planes?
Parker [15:36]
Somos las mejores amigas, nena. Ya sabía que no los tenías. 72
Cassie [15:37]
No quiero tu lástima.
Parker [15:37]
Qué tierna, pues no la tienes.
Parker [15:41]
Solo agradece y pasa las vacaciones de invierno conmigo. Va a ser increíble.
Parker [15:42]
Mi mamá prepara muy buena comida.
Acacia [21:34]
¿Así de mal van las cosas?
Bueno, no del todo mal, además, solo eran dos semanas. La cena 97
había estado bien, sin contar aquella conversación. Pero Cassie no
podía tensarse cada vez que Erin le sonreía, no estaba coqueteando.
Ella no estaba interesada, ya lo había dejado claro. Lo cual no sería un
gran problema si pudiera superarlo.
Acacia [21:47]
Duerme un poco, todo se verá mejor en la mañana. Ya sabes sin jet lag y esas
cosas.
Acacia [21:48]
Además, ¿qué carajos? ¡Contrólate!
110
Capítulo 8
Erin
Hace una década, Erin se había hecho cargo de la fiesta anual de
Nochebuena de su madre. Y nunca lo había hecho tan bien como ella.
Abrió las puertas de su casa durante toda la tarde para que los
invitados entraran y salieran a su antojo, ya fuera después de ver a la
familia o de camino a la misa de Nochebuena. Erin invitó a todos sus
conocidos, como siempre había hecho su madre. La mesa del
comedor estaba pegada a la pared y completamente cubierta de
comida. Montó un bar en un rincón del salón. Hizo un ponche sin
alcohol y proporcionó varios tipos de alcohol para que la gente lo
añadiera a sus propios vasos si querían. También preparó la mayor
111
parte de la comida, aunque los invitados habituales solían traer algún
plato. Todos los años, se olvidaba del trabajo que tomaba.
Su madre había sido la anfitriona perfecta. Su casa siempre estaba
impecable, la comida siempre estaba deliciosa y nunca dejaba que
nadie se quedara mucho tiempo con el vaso vacío. Incluso con la
charla de ánimo de Cassie de ayer, no pudo evitar volver a comprobar
que había sacado todas las motas de polvo de debajo de los muebles
de la sala.
Aunque Cassie había ayudado (demasiado, quizá), Erin se sentía
mejor cada vez que la otra mujer le sonreía. Ser grosera con Cassie
por teléfono en Acción de Gracias debía haber puesto fin a cualquier
posibilidad entre ellas. Debería haberlo dejado así. Debería haberle
parecido bien que Cassie pensara que era una perra. Habría sido más
inteligente que lo que sea que estuvieran haciendo ahora. Porque
estaban haciendo… algo. Incluso si no estaba segura de lo que era. Lo
único que sabía era que se sentía peligroso cada vez que sus miradas
se cruzaban. Como una cerilla encendida, su contacto visual era
combustible.
Se sentía mejor con una casa llena de gente, ya que estaba ocupada.
La gente llegaba a distintas horas, con saludos bulliciosos, mientras
se quitaban bufandas y guantes. Los que traían comida o bebida se la
entregaban a Erin, que hacía lo posible por acomodarla en la mesa y
la nevera, de modo que nada cayera al suelo. Adam apareció a las dos
y media con el jamón y una disculpa por llegar tarde, la cual Erin
ignoró completamente.
Debería haber estado demasiado ocupada con las tareas de
anfitriona como para prestar demasiada atención a Cassie, pero ya se
sabe lo que dicen de los «debería». Se dijo a sí misma que también era
una tarea de anfitriona, por la forma en que observaba a Cassie desde
el otro lado de la habitación. La vio escondida en un rincón, charlando
con Lila y, más tarde, merodeando alrededor de la mesa, picoteando
los aperitivos en lugar de servirse un plato. Vio sobre todo su nuca,
lo que probablemente era bueno. Cassie no necesitaba darse cuenta
de la frecuencia con que los ojos de Erin la encontraban en una sala
tan abarrotada que se había quitado el suéter apenas una hora
112
después de empezar la fiesta.
Después de sacar más bolas de salchicha del horno y ponerlas en la
bandeja de servir, se preparó por fin un plato: empanadas de cerdo y
camarones y unas galletas saladas con un trozo entero de queso brie.
No se sirvió jamón. El ponche se estaba acabando, pero se dio un
respiro en lugar de rellenarlo inmediatamente. Mirar a Cassie ni
siquiera fue intencional esta vez, pues su rostro sombrío se destacaba
contra las animadas conversaciones que tenían lugar a su alrededor.
Cassie parecía querer estar en cualquier otro lugar. Erin estaba siendo
una buena anfitriona al dejarse llevar por la órbita de Cassie. No
podía permitir que uno de sus invitados estuviera tan disgustada.
Se acercó sigilosamente a su lado y le ofreció su plato.
—¿Empanadas de camarón?
Cassie tomó uno.
—¿Cómo estás? —Erin dijo, ya que no sabía cómo preguntar qué
estaba mal.
Se encogió de hombros. Cuando Erin frunció el ceño, la otra mujer
dijo:
—Podría ser peor. Al menos nadie se ha quejado de que los pisos
no estén trapeados.
Las mejillas de Erin se calentaron.
—Cállate.
Cassie sonrió, sus ojos brillaban más que las luces del árbol de
Navidad detrás de ella. El rubor de Erin se profundizó. Ni siquiera
había añadido alcohol a su ponche. Su piel zumbaba solo por estar
cerca de Cassie.
—Bueno —dijo—, creo que debería ir a rellenar el ponche.
Huyó a la cocina. Allí estaba más fresco, sin el calor corporal de los
demás, multiplicándose a su alrededor. Tomó aire, pero antes de que
pudiera recomponerse, Cassie estaba allí, con los brazos cruzados y 113
la cadera apoyada en el mostrador. Ella también debía de haber
entrado en calor: en algún momento se había arremangado la franela
hasta los codos. Erin se concentró en abrir el refresco de jengibre para
hacer más ponche en lugar de en los antebrazos de Cassie.
—¿Ya están todos aquí? —preguntó Cassie—. ¿Falta alguien?
—La gente llega en diferentes momentos —dijo Erin—. La mayoría
se va, pero otros aparecerán. No hay muchos que se queden todo el
tiempo.
Rachel solía hacerlo, pero se había ido a Puerto Vallarta después de
Janucá y llevaba una semana manteniendo una intensa relación con
un camarero local. Erin recibía regularmente mensajes de texto con
más información de la que necesitaba.
—Ah, solo me preguntaba si alguien vio que la acera no estaba
perfectamente paleada, se ofendió y se fue.
Cassie no pudo mantener la cara seria, una sonrisa burlona se abrió
paso cuando Erin se rio y empujó su hombro.
—Grosera.
—Solo estoy señalando que tenía razón. A nadie le importa cómo
está tu casa, ya que vinieron por la compañía. Y tal vez la comida. —
Agarro otra empanada del plato de Erin y se la metió a la boca.
Gracias a Dios, Adam entró antes de que Erin pudiera pensar
demasiado y mortificarse por la forma en que había empujado el
hombro de Cassie. Le pareció infantil y obvio. Como tirarle de las
coletas a alguien en el patio de recreo.
Erin agradeció la interrupción, pero esperaba que Adam no se
hubiera dado cuenta de que había dado un paso atrás al oír su voz.
No se había dado cuenta de que estaban tan cerca. Volvió al ponche
mientras Adam reanudaba una conversación que, al parecer, había
empezado antes con Cassie.
—Hablo en serio sobre la recomendación —dijo—. Estaría
encantado de escribirte una. Sería útil que alguien fuera de la 114
academia hablara por ti, y me complace decir que soy bastante
conocido.
Erin puso los ojos en blanco mientras añadía jugo de limón a la
mezcla de jugo de arándano y refresco de jengibre. Adam y su jodida
opinión de sí mismo.
—Creo que probablemente sería más importante tener a alguien
que conozca mi trabajo y cómo soy —dijo Cassie.
Erin reconoció la cortesía forzada en su voz. Había tenido que usar
el mismo tono muchas veces cuando hablaba con hombres en
medicina.
—No sé, escribo muy mal las cartas de recomendación. —Adam se
rio entre dientes—. Y sé que ser mujer te ayudará a la hora de las
admisiones, pero necesitas algo más que el impulso de la diversidad.
La tapa del jugo de limón mordió la mano de Erin mientras la
apretaba con más fuerza de la necesaria. Seguramente su exmarido
no se acababa de decir eso, ¿verdad?
—No ingresarás a Caltech por solo ser una chica. Si pudiéramos…
Erin absolutamente no podía dejarlo decir una palabra más.
—¿Adam? —Él la miró como si no se hubiera dado cuenta de que
ella estaba en la habitación. Al menos eso significaba que no se dio
cuenta de lo cerca que había estado de Cassie antes—. ¿Puedo hablar
contigo un momento?
No esperó a que él respondiera, simplemente se dio la vuelta y
entró en la despensa que conectaba con la cocina. Apretó los dedos en
puños para evitar que le temblaran las manos.
Adam la siguió finalmente, y Erin se volvió hacia él tan pronto
como estuvo en la pequeña habitación.
—¿Qué estás haciendo?
Dio un paso atrás. 115
—¿Qué quieres decir?
Erin apretó los labios y flexionó los dedos.
—¿Cassie te pidió una carta de recomendación?
Adam entrecerró los ojos.
—Yo me ofrecí.
—¿En serio, Adam? —La voz de Erin se quebró, y probablemente
era demasiado fuerte; Cassie podría estar escuchando, la puerta de la
despensa no estaba completamente cerrada.
—¿Qué? ¿Ahora se supone que no debo ofrecerme a ayudar a los
amigos de nuestra hija?
Esta conversación fue la razón por la que Erin se divorció de este
hombre: por su certeza tranquila y arrogante.
—Se supone que no debes hablar con una mujer que apenas
conoces y asumir que sabes mejor que ella lo que necesita.
—No es que yo sepa más que ella…
—Tienes razón —dijo Erin—. No lo haces. Especialmente si vas a
actuar como si solo pudiera ingresar a la escuela de posgrado porque
es una mujer.
Adam se burló y Erin quiso estrangularlo.
—Si pudieran prestarán atención a…
—¿Sabes siquiera lo que quiere estudiar?
Adam hizo lo que había hecho cada vez que Erin ganaba una
discusión durante todo su matrimonio: levantó las manos como si ella
lo estuviera atacando y su voz sonó falsamente halagadora.
—Bien, bien —dijo—. No voy a presionar… pero si alguna vez
quiere una carta de recomendación de un ingeniero conocido en toda
la industria, dale mi número.
Por supuesto que no lo haría.
Cuando salieron de la despensa, Cassie no estaba a la vista. Erin
tenía que terminar de mezclar el ponche. Ignoró a Adam, que regresó
116
a la fiesta.
Sola en la cocina, agachó la cabeza y se apoyó en el mostrador, con
las palmas de las manos planas. Adam y ella se llevaban bien la mayor
parte del tiempo, pero él la volvía loca cuando no estaban de acuerdo.
Siempre la hacía sentir pequeña cuando intentaba hablar de sus
problemas. Estaba tan seguro de su propia visión del mundo que la
hacía sentir como una tonta por ver las cosas de otra manera.
No importaba. Erin echó los hombros hacia atrás y se irguió.
Terminaría el ponche, buscaría a Cassie y le pediría disculpas, porque
Dios sabía que Adam no lo haría.
Pero no encontró a Cassie cuando volvió a la fiesta. Los invitados
estaban hombro con hombro en la sala, mientras Parker cautivaba a
un grupo de ellos hablando de a capella. Ya había pasado más de la
mitad de la fiesta, pero todavía había una cantidad desmesurada de
comida en la mesa del comedor. Robó una breva envuelta en jamón
serrano al pasar. La hoguera del patio trasero solo había atraído a
unos pocos invitados. No tuvo que aventurarse a salir para darse
cuenta de que uno de ellos era Adam, con su abrigada North Face
negra. Cassie no se veía por ninguna parte.
Se preguntó si habría oído la conversación y le preocupó que
estuviera enfadada. No porque hubiera algún sentimiento en
particular (ella habría defendido a cualquiera de que Adam fuera un
imbécil misógino como lo había sido con Cassie), sino que solo quería
asegurarse de que la chica estuviera bien.
Pero, entonces, su hermano llegó con su padre a cuestas, y tuvo que
desempeñar el doble papel de anfitriona maravillosa e hija perfecta.
—Hola, papá —dijo, ofreciendo su mejilla para un beso.
—¡Cariño!
Mientras se abrazaban, el abrigo de su padre se sentía frío en sus
brazos desnudos.
Como siempre, la primera parada de su padre fue en la mesa de la
comida. Erin bromeó con su hermano sobre su nuevo corte de pelo
mientras su padre preparaba un plato para él.
117
—¿Por qué te sigo visitando si siempre eres tan cruel conmigo? —
bromeó su hermano.
—Alguien tiene que traer a papá a ver a su hija favorita.
—¿Sin alitas de pollo? —preguntó su padre.
—Uy —dijo su hermano—. ¿Estás segura de que eres la favorita
cuando ni siquiera hiciste alitas de pollo?
Erin lo ignoró.
—Lo sé, lo siento. Debería haber hecho tiempo para hacerlos.
—Por favor, cariño. No necesitas disculparte. Intenté que tu madre
dejara de hacerlos durante años.
Erin se distrajo con su hermano haciendo gestos vagos detrás de su
padre, que estaba bastante segura de que se suponía que él era el hijo
favorito, pero era difícil saberlo. Le tomó un momento procesar lo que
su padre había dicho.
—¿En serio?
—¡Ella los odiaba! Tanto trabajo para una cantidad tan pequeña de
carne en cada una de esas cosas. —Agarro una breva envuelta en
prosciutto—. Estas, por otro lado, merecen la pena el trabajo.
Erin no podía continuar con la conversación.
—¿Odiaba las alitas de pollo?
—Las alitas de pollo, la limpieza, el no saber cuántas personas
realmente se presentarían. Hubo muchos años en los que habría
cancelado la fiesta, si ella no me hubiera matado por eso.
—No puedes cancelar la fiesta de Nochebuena.
El papá de Erin se rio y sacudió la cabeza.
—Realmente eres la hija de tu madre. ¡¿Qué pensaría la gente si
cancelases la fiesta de Navidad?!
Antes de que Erin pudiera preguntar qué significaba eso, Parker
deslizó sus brazos alrededor de la cintura de su abuelo por detrás,
apretándolo con fuerza.
118
—¡Nono!
Su nieta captó toda su atención, y la del hermano de Erin también,
y Erin se quedó sola tratando de comprender esta nueva información
sobre su madre.
Para Erin, no se trataba de lo que pensara la gente. Le encantaba la
fiesta de Nochebuena. Estaba de acuerdo con su madre en lo de las
alitas de pollo y la limpieza, pero no saber quién iba a venir era la
mitad de la diversión. Todos los años llegaba alguien que ella no
esperaba y se ponía al día con un viejo amigo, o presentaba a un
nuevo amigo sus tradiciones favoritas: brevas envueltas en jamón,
ponche navideño y tarta de limón y polenta de Melissa.
Su madre solo se había preocupado por la fiesta porque… ¿qué?
¿La gente podría pensar que algo iba mal si ella no la organizaba?
Como si a le interesara la gente crítica. Erin siempre había
considerado a su madre como una de esas personas. Tenía ciertas
normas para con todo el mundo, pero para ella siempre habían sido
más estrictas.
Si Erin fuera realmente la hija de su madre, Cassie nunca habría
sabido que estaba estresada por la fiesta. Habría alitas de pollo y el
suelo estaría fregado.
Cada año después de la fiesta, necesitaba una siesta.
Eran casi las ocho cuando se despertó. En el mostrador de la cocina
había una nota de Parker: al parecer, ella y Cassie estaban haciendo
algunas compras navideñas de última hora.
Erin escuchó la puerta principal mientras estaba recogiendo las
sobras.
—¡Vengan a comer! —llamó.
La freidora emitió un pitido para avisarle que los wantanes estaban
listos. Fueron el único platillo que se sirvió en un plato real en lugar
de servirse directamente de un recipiente.
Solo Parker apareció en la cocina. Erin levantó las cejas hacia su 119
hija.
—Ella está poniendo tu regalo arriba para envolverlo más tarde.
—¡Ay, Dios mío, Parker, no tenía que darme un regalo!
Parker se encogió de hombros y tomó un wantán del plato,
tirándolo de un lado a otro en sus manos para enfriarlo.
—Quería hacerlo.
Erin abrió la nevera para encontrar la salsa de chile dulce. El
zumbido del frío resaltó sus cálidas mejillas. Con suerte, Cassie no se
sentiría en deuda con ella. Ciertamente, no tenía que comprarle un
regalo a Erin.
Hablando de regalos. No se molestó en conseguir un plato para la
salsa de chile dulce; podrían verterlo.
—Ambas deberían abrir sus regalos de Nochebuena después de
comer.
—¿Puedo elegir cuál abrir? —preguntó Parker.
—Claro —dijo Erin—. Puedes elegir cualquier regalo envuelto en
papel de seda morado.
—Mamá.
—¿Qué?
—Solo digo que deberíamos elegir cuál abrimos —dijo Parker—.
En lugar de que siempre sean pijamas.
—¿Quién dice que va a ser un pijama?
Parker gimió.
—Ha sido un pijama durante los últimos dieciocho años.
Entonces, apareció Cassie y se sentó junto a Parker en la isla de la
cocina. Alcanzó directamente el puré de papas.
—Siempre puedo abrir un regalo en Nochebuena —explicó
Parker—. Y siempre son pijamas.
—Ay no, eso suena terrible —dijo Cassie, sirviendo papas en su 120
plato—. Un nuevo par de pijamas cómodos cada año. Qué horrible.
—Gracias —dijo Erin—. Mira, Parker, algunas personas saben
cómo ser agradecidas.
Parker puso los ojos en blanco. Cassie puso los ojos en blanco de
vuelta. No miró a Erin.
Sin embargo, Erin no pudo evitar mirarla. No había vuelto a verla
desde la conversación con Adam, que aún hacía que tuviera ganas de
apretar las manos en puños. Cassie estaba callada, como todos, como
si la fiesta les hubiera quitado la energía social del día. Pero incluso el
pelo de Cassie parecía apagado, también lo estaba el brillo
normalmente sonrosado de sus mejillas.
Después de comer, pasaron a la sala para abrir los regalos. Parker
tomo los dos regalos envueltos en papel de seda morado de debajo
del árbol. Se subió al sofá junto a Cassie y le tendió uno.
Cassie solo la miró.
—Toma tu regalo —dijo Parker.
Cassie siguió mirando a Parker, luego giró la cabeza para mirar a
Erin.
—¿Hay uno para mí? —Había un ligero indicio de asombro en la
voz de Cassie.
—Blaaa. —Parker actuó como si este no fuera un momento especial,
pero Erin lo sintió como algo especial.
Cassie tomó el regalo.
Era un pijama, por supuesto. Erin le había comprado a Cassie unos
pantalones de franela gris oscuro con estrellitas por todas partes y un
top azul oscuro; el conjunto de Parker era azul claro. Parker insistió
en que se los pusieran de inmediato, por lo que Cassie se burló de
ella:
—Sabes, para alguien que se quejaba de los pijamas, estás muy
emocionada en este momento.
—¡Son tan suaves! —y se tomó varias selfis para enviárselas a 121
Acacia. Cassie hizo una cara ridícula diferente para cada foto, sin
importar cuántas veces Parker le dijera que dejara de hacerlo.
Erin se preguntó si la sonrisa en su rostro se veía tan suave como
se sentía.
Algunos días su vida era un nubarrón que la perseguía: todos sus
errores, cada momento desperdiciado en algo que en realidad no
quería, la forma en que todavía le importaba demasiado la voz de
desaprobación de su madre, aunque ya no existiera en ningún sitio
salvo en el fondo de su mente. Pero algunos días, como este, todo era
un cielo despejado. Como si tuviera alas sobre los hombros en lugar
del peso del mundo.
A pesar de lo hermosa que había sido la tarde, Erin no quería que
el día terminara sin abordar la peor parte. La puerta de Cassie estaba
abierta después de haberse lavado los dientes, pero Erin llamó a la
jamba de todos modos. Cassie levantó la vista y le dedicó una sonrisa.
—Solo quería decir buenas noches —dijo Erin.
—Buenas noches, Erin. Gracias por el pijama.
—Por supuesto.
Ella dio un paso dentro de la habitación. Rompió el contacto visual.
Estaba siendo incómoda. Esto no tenía por qué ser un gran problema.
No había ninguna razón para que su corazón estuviera en su
garganta.
—Lo siento. Acerca de antes… sobre Adam. Él puede ser… —Se
detuvo y miró a Cassie—. Lo siento.
—Todo está bien.
Erin dio un paso más cerca.
—No lo está.
Ella quería arreglar esto, mejorarlo de alguna manera. Como si
pudiera arreglar la misoginia. Ayer, Cassie había hecho que las cosas
fueran mucho mejor para ella y quería devolverle el favor.
—No te preocupes por eso —dijo Cassie, como si no importara—.
Gracias por… ya sabes, llamarle la atención.
122
Entonces ella los había escuchado. Erin debería haber sido más
dura con él. Debería haberlo llamado imbécil.
No debería haber dado otro paso hacia Cassie, que ahora miraba al
suelo. Cuando sus ojos volvieron a los de Erin, su respiración
entrecortada no llegó a ser un grito ahogado, pero se convirtió en uno
cuando Erin se inclinó hacia ella y la besó.
Parker estaba en el baño al final del pasillo, y la puerta de la
habitación de invitados estaba abierta, y era una idiota, sabía que era
una idiota, pero estaba besando a Cassie de todos modos. Le mordió
la boca y la acercó por las caderas, y Cassie gimió. Quería gemir
también. Quería gritar. Quería apretarla más, quería estar dentro de
ella. Las manos de Cassie se deslizaron bajo la camiseta de Erin, que
asintió y mordió. Las uñas de Cassie se clavaron. Erin empujó con
fuerza su pierna entre las de ella, y esta suspiró como si eso fuera lo
que había estado esperando y se apretó más a ella, y…
La puerta del baño se abrió.
Erin cruzó de inmediato la mitad de la habitación. Cassie parecía a
punto de quejarse antes de que pareciera recordar. Parker.
—No te quedes despierta hasta muy tarde —dijo Erin exactamente
como una madre rara y poco genial—. Santa no te visitará a menos
que estés dormida.
—Dios, mamá —dijo Parker desde el pasillo—, no he escuchado
eso desde que tenía como once años.
Parker se acercó a la puerta, y Erin le sonrió a su hija. Sentía como
si estuviera viendo la escena desde arriba, como si aquello estuviera
tan jodido que su mente hubiera intentado escapar.
—Creo que será mejor que me vaya a la cama —dijo Cassie. Su voz
era perfectamente estable, mientras que Erin se estaba disociando—.
No querría que Santa se saltara la casa.
Parker se rio.
—Buenas noches, nena. 123
—Que duermas.
Erin siguió a su hija fuera de la habitación y cerró la puerta detrás
de ella sin mirar a Cassie.
—Buenas noches, mamá —dijo Parker—. Casi es Navidad.
—Sí, ya casi —dijo Erin.
Capítulo 9
Cassie
De niña, Cassie nunca se había emocionado por la Navidad. Con
un poco de suerte, alcanzaba a recibir algún juguete, pero, la mayoría
de las veces, su madre la llevaba a todos los comedores de
beneficencia que encontraba, como si con tres cenas navideñas no
tuviera que volver a darle de comer en mucho tiempo. Cuando se hizo
mayor, se presentó en su comedor favorito y se ofreció como
voluntaria. Allí la conocían, llevaba años acudiendo, pero le habían
dado un cucharón y la habían dejado comer en la parte de atrás
cuando se tomaba un descanso, lejos de los demás.
No guardaba rencor. No tenía nada en contra de esa festividad,
124
pero tampoco era de las que saltaban fuera de la cama ni nada de esas
cosas. Y menos después de lo de anoche.
En lugar de eso, se tumbó bocarriba y se quedó mirando el techo
de palomitas.
Erin la había besado.
La había besado, con Parker al final del pasillo.
Aún tenía que envolver el regalo de Erin. Había planeado
envolverlo anoche, pero no había ninguna posibilidad de hacerlo una
vez que Erin la había besado. Para empezar, no se le daba bien
envolver regalos; ¿intentarlo cuando no podía dejar de pensar en los
labios de Erin? Probablemente, habría parecido haber sido envuelto
por alguien sin pulgares opuestos.
No es que Cassie no pensara en los labios de Erin esta mañana, pero
al menos, se había distanciado un poco del hecho de que la había
besado con Parker al final del pasillo.
Vale. Sí. Estaba bien. Podía concentrarse en envolver el regalo de
Erin.
Lo había comprado anoche, después de la fiesta de Nochebuena.
No había pensado en hacerle un regalo a Erin hasta entonces, en parte
porque Erin se había portado fatal con ella por teléfono y también
porque, evidentemente, Cassie no era muy buena con la etiqueta de
los invitados. Estaba bastante segura de que los buenos invitados no
besaban a la anfitriona en secreto.
En cualquier caso, ahora tenía el regalo: una elegante mezcla de
chocolate caliente de tres sabores diferentes. A Parker le había
asustado la cantidad de cajas que había comprado, pero no era
demasiado. De hecho, sentada con las piernas cruzadas en el suelo
del dormitorio de invitados la mañana de Navidad, pensó que tal vez
no era suficiente. ¿Cuál era el regalo apropiado para la madre de una
amiga con la que te habías acostado antes de saber que era la madre
de tu amiga, pero que ahora que lo sabías seguías queriendo tirarte?
También había comprado por impulso varios corazones de
chocolate en la caja registradora, pequeños caramelos de cincuenta 125
céntimos. Se había comido tres, ayer. El último corazón, cubierto de
papel de aluminio rojo, yacía en su mesilla de noche. Parker había
hecho una mueca cuando Cassie eligió el de chocolate blanco y cacao
caliente, así que abrió la caja y dejó caer el corazón de chocolate en su
interior antes de volver a cerrarla. La cerró con cinta antes de cambiar
de opinión.
Quería volver a besar a Erin. No sabía en qué rayos estaba
pensando Erin anoche, pero no le importaba. No necesitaba saber el
porqué. Las razones no importaban tanto como la sensación de los
labios de Erin contra los suyos, la lengua de Erin rozando suavemente
su labio inferior, las manos de Erin en sus caderas y su pierna entre
las de Cassie, dándole algo contra lo que estremecerse. Era una
tontería haberlo hecho con Parker al fondo del pasillo, pero podía
admitir que eso era la mitad de la diversión: había algo en la
posibilidad de que las descubrieran. O tal vez no fuera eso lo que lo
hacía tan emocionante, sino el hecho de que Erin tuviera tantas ganas
de besarla como para hacerlo mientras su hija estaba cerca. Como si
Cassie fuera irresistible.
No era una competencia (era hasta una locura pensar en ello como
tal), pero Parker era perfecta, inteligente, con talento y lo bastante rica
como para ir a un colegio privado (incluso de un lugar donde los
colegios públicos eran lo bastante buenos como para no tener que ir a
uno privado). Sus padres estaban divorciados, claro, pero ambos la
querían, la mantenían y le pagaban la universidad. Cassie apenas si
podía permitirse la universidad pública, y ni hablar de Keckley, a la
que solo podía asistir porque le habían dado una beca completa. El
tío tatarabuelo de Parker había firmado la Declaración de
Independencia. La madre de Cassie le había hablado tan poco de su
padre que Cassie sospechaba que no sabía con quién la había
engendrado. Parker tenía un sólido grupo de amigos en su ciudad
natal y encajaba fácilmente en los grupos de amigos de la
universidad. Cassie tenía a Acacia. Cassie había tenido un novio de
tres años que no había dudado en intentar meterse en los pantalones
de Parker. Tenía amigas que se habían ido con él. La única persona
que siempre había estado ahí para Cassie era Acacia, e incluso ella
126
había caído rendida ante Parker, lo cual ni siquiera era malo: Parker
era genial y Cassie también la quería. Pero era demasiado.
El que Erin besara a Cassie se sentía como una victoria. Puede que
Seth pensara que su relación no valía nada como para tirarla por la
borda con Parker, pero Erin quería besarla lo suficiente como para
que no importara que Parker estuviera al final del pasillo.
Todos los intentos que había estado haciendo se habían ido por la
ventana. ¿Para qué intentar que Erin no le gustara si ella le gustaba?
De todas formas, había sido menos intentarlo y más fingir, porque era
imposible no estar casi enamorada de aquella mujer. Podía cortarte
con su mandíbula. Una piel de porcelana, tan suave y delicada que
Cassie olvidó que no debía saber lo que se sentía. Su sonrisa torcida
y esa boca, esa boca con la que la besaba.
Entonces, ¿por qué debía fingir? Por supuesto que a Parker
probablemente no le parecería bien, pero ojos que no ven, corazón
que no siente. Además, como Cassie le había recordado a Acacia,
Parker le había dicho que podía tirarse a quien quisiera.
No es que Erin y Cassie fueran a coger mientras compartían techo
con Parker, un beso era una cosa. Pero Parker dormía hasta tarde…
Mientras Cassie pensaba en la posibilidad de practicar sexo
matutino con Erin mientras Parker dormía, la puerta se abrió de golpe
y la propia Parker entró dando saltos.
—¡Feliz Navidad! —gritó, saltando sobre la cama.
Cassie había terminado de envolver, así que volvió a meterse en la
cama junto a Parker, que sonreía de oreja a oreja. No pudo evitar
reírse de su entusiasmo.
—Feliz Navidad.
—Te traje tu media —dijo Parker, entregándole una media de
punto rojo y blanco—. Mi mamá siempre los colgaba en la manija de
mi puerta cuando era pequeña para poder jugar con los regalos más
pequeños, y no despertarlos demasiado temprano a ella y a mi papá
para recibir los regalos más grandes.
127
Cassie hizo un ruido de agradecimiento, mucho más concentrada
en la media que tenía en la mano y en el hecho de que Erin recibiera
sus regalos. Eran sencillos y pequeños: loción, esmalte de uñas y
bombones. De todas maneras, su sonrisa aumentó.
—¿No te encanta la Navidad? —preguntó Parker.
—¿Sabes qué? Creo que no está mal.
Bajaron las escaleras aún con sus pijamas nuevos. Parker bajó los
escalones de dos en dos y desapareció al doblar la esquina. Cassie oyó
cómo Erin y ella se deseaban feliz Navidad. Cuando bajó las escaleras,
Parker estaba en la isla de la cocina eligiendo entre varios sabores de
bollos. Erin estaba en la ventana de la cocina, mirando la nieve fresca
que había caído durante la noche. Se dio la vuelta y sonrió. Cassie no
era tan patética como para decir que le había dado un vuelco el
corazón, pero bueno, algo era algo.
—¡Feliz Navidad! —dijo Erin, y esa sonrisa no era ni más ni menos
que amistosa, pero, aun así, Cassie tardó un segundo en decir feliz
Navidad.
Erin tenía su cabello castaño oscuro despeinado. Ayer lo había
peinado con unas preciosas ondas para la fiesta y seguía siendo
precioso, solo que después de dormir, se le había aplastado un poco,
por un lado. Cassie no podía soportar lo bien que se veía, incluso a
primera hora de la mañana, pero tampoco podía apartar la mirada.
Erin llevaba una camiseta blanca de manga corta y unos pantalones
negros de yoga que se le ceñían de una forma que a Cassie le daba
envidia. Tenía una taza de café en las manos y había otra en la isla de
la cocina, junto a un vaso de leche y los bollos. Parker se había
decidido por el de arándanos y agarró el vaso de leche. Cassie dejó la
media en el suelo y tomó el café, que ya tenía la cantidad justa de
crema.
—Gracias por los regalos —dijo.
Erin inclinó la cabeza, luciendo confundida.
—¿Qué regalos?
128
Cassie hizo un gesto hacia la media.
—Estoy bastante segura de que Santa es quien llena las medias —
dijo Erin con una pequeña sonrisa.
Parker soltó una carcajada que hizo saltar migas de pan danés por
la cocina. Luego, se tapó la boca.
Cassie arqueó una ceja hacia Erin.
—¿En serio?
Erin se encogió de hombros y se dio la vuelta para rellenar su taza
de café. Cassie la observó y le gustó la idea de que recibiera sus
regalos sin pedir crédito.
Pasaron al salón para desayunar. Cassie se sentó en la butaca y Erin
y Parker compartieron el sofá. El primer pastel de Parker ya había
desaparecido, pero tenía otro en el plato. Cassie comía lentamente un
bollo de manzana, mientras miraba las luces del árbol e intentaba no
pensar en el beso de Erin. La deseaba tanto que parecía que tenía que
notarse: como ojos de corazón de dibujos animados o algo así. ¿Cómo
iba a estar cerca de ella sin que se notara?
En cuanto Parker terminó de comer, agarro los regalos de debajo
del árbol y empezó a repartirlos. Erin y Parker tenían unas cuantas
cajas; Cassie tenía una caja pequeña y un sobre.
—Yo primero —dijo Parker.
Cassie se rio de ella.
—¿No crees que Cassie debería ir primero? —Erin preguntó—. ¿Ya
que ella es nuestra invitada?
—¡No! —Parker sonrió y abrió su primer regalo—. ¡Zapatos! —
Exclamó mientras revelaba la caja. Su entusiasmo disminuyó
notablemente cuando levantó la parte superior—. Tenis. Genial.
—Sé que crees que no los necesitas, pero tienes que cuidarte —dijo
Erin—. Siempre estás de pie dibujando o pintando. Necesitas unos
buenos zapatos.
129
Parker no discutió.
—Gracias, mamá. Cassie, tu turno.
—Nop —dijo Cassie—. Primero la anfitriona.
Erin le sonrió y tomó un regalo. El de Cassie estaba en lo alto de la
pila, con el papel de regalo hinchado en la esquina, así que lo tomó.
De repente, Cassie estaba muy interesada en el brazo del sillón que
tenía al lado. Cuando Erin lo abrió, Cassie la miró y luego apartó la
vista. Solo era chocolate caliente, pero, aun así, tuvo que contenerse
para no decirle a Erin que tenía el recibo si no le gustaba.
—¡Dios mío! —dijo Erin, y Cassie la miró—. Es mi favorito. ¡Y
tantos sabores!
Cassie sonrió tímidamente y Erin le devolvió la sonrisa.
—Lo hiciste bien —dijo.
—Me alegra que te guste.
—Definitivamente, voy a robarte algo de eso en estas vacaciones —
intervino Parker.
Erin se rio entre dientes.
—Ya veremos.
—Mi turno —dijo Parker, rompiendo el sobre en sus manos.
Sin embargo, Erin y Cassie no le prestaban atención y seguían
sonriéndose. Definitivamente, la Navidad no estaba tan mal.
—¿Una tarjeta de regalo para Art Apart? —dijo Parker—. ¡Nena,
eres lo máximo! ¡Llevo mucho tiempo queriendo bolígrafos de esa
tienda!
—Sí que lo soy —concordó Cassie—, especialmente porque me
tocaba a mí abrir un regalo.
—¡Uy! —dijo Parker, sin parecer para nada arrepentida.
Cassie se rio entre dientes y alcanzó su regalo. La etiqueta decía
Cassie en lo que parecía un intento fallido de cursiva elegante.
Debe de haber hecho una mueca, porque Erin dijo:
130
—Lo sé. No puedo evitar tener una letra terrible.
—Es doctora, ¿qué esperabas? —dijo Parker.
Normalmente, cuando Cassie recibía un regalo, rompía el papel de
regalo. Le encantaban los regalos, quería saber qué eran lo antes
posible. Pero esta vez fue más despacio: rompió el precinto de la cinta
y desplegó el papel en lugar de rasgarlo. Erin la observaba, pero
Cassie no podía mirarla.
Erin no iba a decirle nada inapropiado, y menos delante de Parker.
No había motivo para que Cassie estuviera nerviosa, pero lo estaba.
Dentro del papel de regalo había una caja con tapa. Al abrirla,
encontró un collar, una delicada cadena de plata y una baratija
colgando. Era un cohete. Se mordió el labio y convirtió en una
pequeña sonrisa, lo que quería que fuera una sonrisa enorme.
—Es genial —dijo, consciente de que su voz estaba tensa.
—Déjame ver —dijo Parker.
—Lo vi y pensé en Parker llamándote astronauta y… bueno, creí
que podría gustarte.
Cassie finalmente la miró. El color estaba subiendo en las mejillas
de Erin.
—Me gusta —dijo Cassie—. Me encanta.
—¡Déjame verlo! —Parker repitió su demanda.
Cassie le pasó la caja. Los ojos de Parker se abrieron como platos
cuando vio lo que era, pero sonrió.
—¡Qué bonito!
Tan pronto como Parker se lo devolvió, Cassie se puso el collar.
Erin tartamudeó.
—Bueno, no tienes que…
—Cállate, Erin —se rio Cassie—. Quiero hacerlo.
Parker la miró y Cassie agachó la cabeza, jugueteando con el collar.
131
—Mamá, te toca otra vez —dijo Parker.
A Erin le regalaron gorros con banderitas bi y un libro. A Parker
también le regalaron un libro, y a Cassie una tarjeta regalo para un
taller mecánico en línea. Cassie hizo todo lo que pudo para no entrar
inmediatamente en su ordenador y echar un vistazo a la enorme
selección de herramientas.
Erin se ofreció a traerles una segunda tanta de bollos, la tercera para
Parker, y aceptaron de todo corazón.
Cuando Erin salió de la habitación, Parker se aclaró la garganta. No
miró a Cassie a los ojos porque estaba mirando el collar. Cassie tragó
saliva.
—¿Qué? —inquirió.
— Lo siento si es raro —se apresuró a decir Parker—. El collar. Sé
que no te has puesto uno desde lo de Seth, y…
Eso no era lo que Cassie esperaba. Parpadeó.
—Puedo decir sinceramente que Seth ni siquiera se me pasó por la
cabeza, nena.
Era la verdad. Cassie no había pensado en absoluto en Seth ni en el
collar de estrellas que solía llevar, pero Parker parecía no creerle.
Cassie se encogió de hombros.
—Es un collar genial —dijo, tirando del amuleto.
***
—¿Cómo van, perdedoras? —La voz de Acacia se escuchó por los
parlantes antes de que se activara su video.
—Eso es todo, Kaysh —dijo Cassie—. Devolveré tu regalo de
Navidad.
El rostro de Acacia apareció en la pantalla.
—No mientas: aún no lo has comprado. Estás esperando a las
rebajas.
—¿Cómo lo sabes?
132
—Porque lo has estado haciendo durante la última década —dijo
Acacia—. En fin. Parker, ¿cómo estás, cariño?
—Bien —dijo Parker con una sonrisa—. ¿Cómo va tu Navidad
hasta ahora? ¿Emerson te regaló algo bueno?
—Mierda, sí. Me dio dinero para una clase para mi licencia de
motociclista.
Cassie silbó como un lobo.
—Te verás muy sexi en cuero, Kaysh.
—Solo prométeme que usarás un casco —dijo Parker.
Acacia puso los ojos en blanco.
—Pues claro, Parker. No tengo deseos de morir.
—Bien, porque no dudaré en desconectarme si es necesario —dijo
Cassie.
—Gracias, amor.
—Cuando quieras —Cassie lanzó un beso a la pantalla de la
computadora.
—Entonces, ¿qué les trajo Santa? —preguntó Acacia.
Volvieron a hablar de lo que habían comprado por la mañana y de
los regalos. Cuando Cassie mencionó el collar, Acacia le dirigió una
mirada que Parker notó, pero afortunadamente malinterpretó.
—Lo sé —dijo—. Pensé que era raro porque el último collar que usó
era de Seth, pero ella dice que no es raro.
—No es raro, es bonito —dijo Cassie y sostuvo el collar frente a la
cámara web—. ¿Ves?
—Lo es —dijo Acacia—. ¿Esto significa que al fin aceptas que vas a
ser astronauta?
—Acepto que quizá trabaje en cohetes que en realidad no se
parecen en nada a este collar.
—Aburrida —dijo Parker.
133
—Eres excepcionalmente poco genial, ¿lo sabías? —dijo Acacia.
—Sí, gracias.
Se las arreglaron para estar más de una hora charlando con Acacia,
aunque hacía menos de una semana que no estaban todas juntas.
Emerson y mamá Webb también asomaron la cabeza. Al final de la
llamada, a Cassie le dolían las mejillas de tanto sonreír. Era la mejor
Navidad de su vida.
Capítulo 10
Erin
Erin estaba sentada en el despacho de su casa, pero no estaba
trabajando. El libro de misterio que estaba leyendo estaba abierto en
su escritorio. Sería más cómodo leer en el salón, pero sería demasiado
accesible. Se había escondido en su despacho desde que se despertó,
casi una hora antes.
Eran las 8:37 a. m. cuando por fin oyó que alguien bajaba. Cassie,
probablemente. Parker no se había levantado antes de las diez en
todas las vacaciones.
Ayer, escuchando a Parker y Cassie chatear por vídeo con Acacia, 134
Erin había tomado una decisión. Bueno, volvió a comprometerse con
una decisión que ya había tomado.
No podía pasar nada entre ella y Cassie.
Cassie era amiga de Parker. Nunca había quedado tan claro como
la noche anterior: Cassie, Parker y Acacia hablando demasiado alto
por Zoom, riéndose y chillando y actuando como Parker lo hacía con
sus amigas desde que era una niña, aunque con más palabrotas y
chistes más verdes.
Al conocer a Cassie por separado (conocerla por primera vez), sin
saber que conocía a Parker, hizo que Erin la viera de forma diferente
a los demás amigos de Parker. Erin conoció a Caleb cuando aún
estaba en la panza de Melissa. Lila y Madison fueron a la guardería
con Parker. Las amigas de Parker no solo habían sido sus amigas
primero, sino que también habían sido niñas primero. Erin había
conocido a Cassie de adulta. Había sabido que era joven desde el otro
lado de la barra: su piel suave e impecable y esa raya en medio en el
pelo, pero no se había dado cuenta de lo joven que era.
No es que su edad fuera el problema. De hecho, su edad hacía que
Erin se sintiera bien. Odiaba la forma en que se veneraba (deseaba) la
juventud en las mujeres. Pero no podía negar que se sentía bien, que
una universitaria pensara que estaba buena.
No, era el pequeño problema de que Cassie conociera a su hija. El
videochat de Navidad con Acacia se lo recordó a Erin, y se juró a sí
misma, una vez más, que no pasaría nada con Cassie.
Sin embargo, cuando Cassie bajó las escaleras, aún no había
decidido cómo dejárselo en claro. La sola idea de hablar de ello le
producía escozor. No quería hablar de las decisiones que había
tomado desde aquel primer desayuno. ¿Cómo iba a explicar la
elección de un atuendo para el concierto a capella que fuera de fácil
acceso para Cassie? ¿Cómo podía explicar que siguiera a Cassie al
baño o que la besara en Nochebuena? ¿Cómo podía explicar nada de
eso mientras decía que no quería que volviera a ocurrir? Lo que ella
quería no era el problema. O sí lo era, porque quería volver a hacerlo 135
exactamente igual. Quería seguir haciéndolo. Cassie estaba buena:
tenía una sonrisa que hacía que Erin se mojara siempre, y la usaba
con demasiada frecuencia. Era estupenda en la cama, o en la parte de
atrás del coche, al menos, y también en el baño. Su boca en el pecho
de Erin había hecho que quisiera olvidarse del concierto, de su hija, y
arrastrar a Cassie a su hotel, y hacer que usara su lengua en lugares
más interesantes. Hacía dos noches, con Parker al final del pasillo,
Erin había deslizado su pierna entre las de Cassie. Erin había deseado
mucho más de lo que habían tenido tiempo de desear.
Por si no estuviera ya demasiado claro, no tenía ni idea de lo que
estaba haciendo. Había intentado ser amable con Cassie, para
compensar su mala actitud por teléfono. Deberían haber podido ser
amistosas. A Erin le gustaba llevarse bien con los amigos de Parker.
Pero era obvio que no se podía confiar en ella. Ser amable con Cassie
la llevó a coquetear con ella, lo que la llevó a hacer lo que había hecho.
Parecía inevitable, como la gravedad. No quería hacerlo. Pero Cassie
era lista y astuta y su sonrisa iluminaba una habitación.
¿Y la forma en que la miraba?
Su mirada se sentía como algo físico: la presión que ejercía mientras
se arrastraba por el cuerpo de Erin. Quería inclinarse hacia esa
mirada.
Así que sí, lo que ella quería era el problema.
Cuando oyó que Cassie se acercaba, probablemente después de no
encontrarla en la sala ni en la cocina, las opciones de Erin se abrieron
ante ella como una bifurcación que se aproximaba rápidamente. No
podía ser sincera, pero negarlo sería una mentira tan obvia que daría
risa. Cassie no la creería.
O peor aún, le creería y Erin tendría que ver la mirada en sus ojos
cuando se sintiera no deseada.
Una tercera posibilidad: la opción nuclear. Había funcionado
bastante bien por teléfono. Si Erin conseguía contener su sentimiento
de culpa, tal vez podría lograrlo.
—Ahí estás —dijo Cassie.
136
Erin no se giró en su escritorio.
—Aquí estoy.
—¿Hoy me toca a mí traerte el café?
La voz de Cassie era tan… tonta. Demasiado entusiasta de una
manera adorable que probablemente le daba vergüenza. Como si
intentara ser coqueta, pero no supiera cómo hacerlo y se dejara llevar
por el entusiasmo. Y aquí estaba Erin, a punto de aplastar ese
manantial de esperanza.
Levantó su taza.
—Ya tengo una taza.
—Ah, bueno.
Erin leyó la misma oración tres veces y el silencio se prolongó hasta
que no pudo soportarlo más.
—¿Olvidaste dónde están las tazas de café? —Pudo oír la
respiración de Cassie—. Están en el armario encima de la cafetera.
No hubo respuesta. Finalmente, Erin miró por encima del hombro,
pero la puerta de su despacho estaba vacía. Qué bien. Cassie se había
dado cuenta de que Erin era brusca. Tal vez fuera suficiente.
No debería haber dejado que Cassie la visitara. A posteriori resulta
evidente, pero no era como si no lo hubiera visto venir. Lo de Cassie
debería haber sido un recuerdo ridículo, algo divertido que ocurrió
una vez en el fin de semana familiar y nada más. Necesitaba volver a
su vida normal.
Ayer había estado bien. Cassie le había hecho un regalo amable y
no se había opuesto al collar, aunque Erin estaba segura de que era
demasiado. Podían llevarse bien, ser amigas. Siempre que no
estuvieran solas.
Volvió a leer, o al menos lo intentó. Su concentración era una
mierda. No había podido leer más de medio capítulo.
—Me besaste. 137
Erin se sobresaltó al oír la voz. Se dio media vuelta antes de darse
cuenta de que no podía mirar a Cassie en ese momento. Volvió a tener
la mirada perdida en el libro que tenía delante.
—Lo hice, y me disculpo —dijo—. Fue un error.
Revolvió algunos papeles.
—¿Por qué?
—Eres una chica lista —dijo Erin, y no tuvo que ver la cara de
Cassie para saber que estaba poniendo los ojos en blanco—. No
necesitas que te diga por qué fue un error.
—No me refería a eso —dijo Cassie—. ¿Por qué lo hiciste?
Suspiró. ¿Por qué besó a Cassie? Porque su exmarido era un imbécil
y Cassie era mucho más de lo que él veía cuando la miraba. Porque
Cassie la había calmado cuando estaba estresada, la había hecho
sentir bien en su lugar. Porque siempre la hacía sentir bien. Porque
ella quería.
No dijo nada de eso. Mantuvo su voz plana, desprovista de
cualquier emoción.
—No importa. No volverá a pasar.
«Por favor, que esto sea suficiente».
Si ser cortante no había sido suficiente, esto tampoco lo sería, pero
Erin lo deseaba de todos modos. No quería hacerle daño a Cassie,
aunque fuera la decisión correcta. Desde luego, una decisión mejor
que las que había tomado últimamente.
—¿Cuántas veces te has dicho eso? —preguntó Cassie.
Erin se dio la vuelta en su silla. Qué error.
El pelo rubio de Cassie era una melena de león: quería enterrar las
manos en él. Quería recorrer con los dedos las piernas desnudas de
Cassie hasta donde el pantalón corto del pijama le rozaba los muslos.
A través de la fina camiseta blanca de tirantes, Erin podía ver los 138
pezones de Cassie. Con el pelo alborotado y el pijama, Cassie
conseguía parecer tan imponente como seductora.
Trató de aferrarse a su afrenta.
—¿Perdona?
—Me pregunto cuántas veces te has mentido a ti misma sobre que
nunca volverá a ocurrir —dijo Cassie—. Seguro que te dijiste que no
volvería a pasar cuando te enteraste de que iba a la universidad con
tu hija. Y luego en el desayuno. Probablemente, también después de
que me siguieras al baño durante el concierto a capella, ¿verdad? Y
cuando Parker me invitó a visitarte, obviamente también en ese
momento, con lo malhumorada que estabas al teléfono. ¿Te dijiste
que no ocurriría cuando compraste este collar? —Cassie levantó el
colgante del cohete espacial que colgaba de su cuello—. ¿También
cuando me abrazaste en el aeropuerto? ¿Y ahora, después de que
fuiste tú quien me besara?
Se veía preciosa en su indignación: resplandeciente. Y tenía razón.
Sacó a relucir todo lo que Erin no había querido. Era inteligente,
hermosa y valiente; haciéndose vulnerable así, aunque lo ocultara con
resentimiento.
La nuclear era la única opción.
Sin darse la oportunidad de cambiar de opinión, Erin se apartó el
pelo de la cara y se encogió de hombros.
—Mira, Cassie, admitiré que has sido buena para mi ego. Es bueno
saber que todavía soy atractiva.
La ira de Cassie vaciló. La expresión de su cara se inclinaba más
hacia la desesperación. Como si no pudiera creer que ese fuera el
camino que Erin estaba tomando.
—Se siente bien llamar la atención de una mujer más joven. —El
estómago de Erin se revolvió como si fuera a rebelarse—. Pero esto
no es… algo serio. No necesito que una niña con problemas con su
madre se obsesione con mis sentimientos, ¿vale?
Los ojos de Cassie brillaron. De vuelta a la ira. Bueno. Eso era más
139
fácil de tratar.
—¿Me estás tomando el pelo?
—Es obvio que no tienes una buena relación con tu madre. Tiene
sentido que te sientas atraída por algún tipo de figura materna. Yo
no…
—No quiero que seas mi mamá. Quiero acostarme contigo.
Jesús. La forma en que Cassie no solo sabía lo que quería, sino que
lo poseía. Erin tuvo que pasar seis meses en terapia antes de
mencionar siquiera la palabra divorcio.
—Bueno, quiero acostarme contigo cuando no estés siendo una
cretina —corrigió Cassie—. Mi relación con mi madre no tiene nada
que ver contigo. Y no es que sea asunto tuyo, pero tengo una figura
materna increíble. Estoy segura de que es diferente para las hijas
perras y ricas de la Revolución Americana, pero la sangre no significa
una mierda.
Con eso, dio media vuelta y se fue.
Erin contó hasta cinco antes de soltar el aliento y dejar caer los
hombros. Ni siquiera sabía nada de la relación de Cassie con su
madre. Era el objetivo más fácil que se le había ocurrido. Era más fácil
hacer que Cassie se sintiera mal, que la odiara, a admitir que había
algo entre ellas.
No importaba que eso también la hiciera sentir fatal.
Erin fue al supermercado por comestibles para salir de casa.
Cuando volvió, Parker entró en la cocina mientras dejaba las bolsas
en el mostrador.
—Estoy a punto de ir a casa de papá. ¿Has visto a Cassie hoy?
Erin se centró en las bolsas que tenía delante.
—Bajó a tomar un café antes de que me fuera de compras.
—¿Parecía apagada?
—No lo creo. —Puso la leche en la nevera. Despreocupada.
Normal—. ¿Por qué?
140
—No lo sé. Suele estar aquí contigo por las mañanas.
—Solo porque normalmente estás dormida —espetó Erin.
Eso fue demasiado defensivo. Podía sentir los ojos de Parker en ella
mientras continuaba descargando comestibles.
—¿Hiciste algo para asustarla? —preguntó Parker.
—Dios mío, Parker, ¿qué podría haber hecho?
—¡No sé! Solo estoy preguntando.
—Fui al supermercado, ¿eso la asustó? ¿Le tiene miedo a las
compras?
—Sí, le tiene miedo a la comida. —Parker puso los ojos en blanco y
Erin trató de recordar que debía ser razonable—. No importa. Lleva
toda la mañana en su habitación y no quiere venir a casa de papá
conmigo. Es raro.
—¿No quiere ir contigo?
—Incluso le dije que probablemente le había comprado un regalo
para que lo abriera, pero dijo que no.
Erin había contado con que Cassie iría hoy con Parker. Se suponía
que tenía que irse, no quedarse aquí sola con ella. Tener a Cassie en
casa era un recordatorio constante de lo terrible que había sido con
ella.
Pero tenía sentido que no quisiera pasar más tiempo del necesario
cerca de Adam después de lo imbécil que había sido con ella.
—Sé amable con ella si baja, ¿bien?
—Por supuesto —dijo Erin, acomodando su cabello detrás de sus
orejas—. Diviértete en casa de tu papá.
Parker se marchó y Erin se quedó sola en casa con Cassie.
Terminó de guardar los comestibles e intentó trabajar. Necesitaba
trabajar. En Año Nuevo presentaría sus planes para crear una clínica
gratuita a la junta del hospital. Tenía que hacer números y revisar 141
informes. Había información que aprender y absorber hasta que
formara parte de ella. Así era como siempre había estudiado en la
escuela, y así era como se preparaba para su presentación.
No iba bien. Los papeles blancos destacaban sobre la madera
oscura de su escritorio, pero no estaba procesando ninguna de las
palabras que contenían. Parker se había marchado hacía quince
minutos. La casa era cavernosa, vacía y abierta, y su silencio
reverberaba.
Solo podía concentrarse en la presencia de Cassie. Bien podría no
estar aquí por el ruido que no hacía, pero Erin se asfixiaba al saber
que estaban bajo el mismo techo.
Necesitaba decir que lo sentía. Porque lo sentía. Y ella podía ser la
adulta: Cassie no podía quedarse deprimida en su habitación el resto
de las vacaciones. Eso sería más sospechoso que todo lo que Erin y
ella habían hecho hasta ahora. Se disculparía, Cassie lo superaría y
podrían seguir adelante.
Claro, tal vez su sentimiento de culpa también influyera. Odiaba la
idea de que la odiara. Era como la llamada telefónica: Erin había
elegido ser una cretina y luego se sentía demasiado mal como para no
disculparse. Pero esta vez sería diferente. Se disculparía, pero
mantendría las distancias. No pasaría nada.
Se apartó de su escritorio para subir las escaleras.
«Todo saldrá bien», volvió a decirse. Encontraría a Cassie en su
habitación, se disculparía y seguiría adelante. Cuando Parker
regresara, Cassie ya no estaría de tan mal humor y Parker no se daría
cuenta.
Demasiado ocupada pensando en lo que quería decir, Erin no se
dio cuenta de que la puerta de la habitación de Cassie estaba abierta
hasta que se paró justo delante de ella, con la habitación vacía. Erin
miró hacia el pasillo. La puerta del baño estaba cerrada.
Al acercarse, la ducha se abrió.
Mierda.
Tenía que hacerlo ahora o perdería los nervios. Quizá Cassie aún
142
no se había duchado; el agua necesitaba tiempo para calentarse, ¿no?
—¿Cassie? —Erin dijo a través de la puerta, golpeando
suavemente—. Quiero disculparme.
—No te oigo, estoy en la ducha.
Erin abrió la puerta y entró.
Actuó sin pensar. Debió hacerlo, ¿verdad? Erin nunca habría
entrado en el baño mientras Cassie se duchaba si lo hubiera pensado
bien. Pero parecía una excusa demasiado fácil. Como si pudiera fingir
que no sabía lo que estaba haciendo.
—¿Hola? —La voz de Cassie se elevó por encima del vapor que
salía de la ducha.
—Hola —dijo Erin.
¿Qué estaba haciendo? ¿Qué carajos estaba haciendo? ¿Quién entra
en el baño mientras otra persona se está duchando?
—¿Te parece bien? —ella preguntó—. O… puedo esperar, si
quieres. Podemos hablar más tarde.
—No —dijo Cassie—. Está bien.
A través de la puerta esmerilada de la ducha, Cassie no era más que
una vaga silueta. Tenía un aspecto rosado, como si la ducha estuviera
demasiado caliente. Erin apartó la mirada. No iba a pensar en el agua
corriendo por el cuerpo desnudo de Cassie. No iba a pensar en trazar
los riachuelos con la lengua, en explorar lo mojada que estaba Cassie.
Tenía que dejar la excitación a un lado y recordar por qué había
venido.
—¿Erin?
Erin dio un respingo cuando Cassie dijo su nombre, saltó, como si
estuviera sorprendida, como si hubiera estado tan ocupada, soñando
despierta con tocar a Cassie que se había olvidado de que estaba en
la habitación. Saltó y se golpeó con el codo en el pomo de la puerta.
—¡Mierda!
—¿Estás bien?
143
No. Estaba claro que no estaba bien.
—Bien —dijo, frotándose el codo. Era bueno tener algo que hacer
con sus manos además de imaginárselas en Cassie.
El baño estaba hecho un desastre: Erin se había asegurado de que
estuviera impecable antes de que llegara Cassie, pero el cepillo de
dientes de Parker colgaba del borde del lavabo, y la pasta de dientes,
sin tapar, a su lado. Había un cepillo y no menos de cinco gomas de
pelo esparcidas por la encimera. El collar de Cassie también estaba
allí.
Erin volvió a tapar la pasta de dientes de Parker y dejó caer el
cepillo en el portacepillos de uno de los cajones del tocador. Nadie
sabía por qué Erin guardaba el portacepillos en un cajón cuando
tenían invitados. ¿Acaso nadie sabía que tenía una buena higiene
bucal?
—¿Viniste a limpiar?
Las gomas del pelo se escaparon de las manos de Erin y se
esparcieron por el suelo. Se agachó para recogerlas.
—No, no, yo…
No tenía ni idea de por qué había entrado. No podía creer que lo
hubiera hecho.
—Pensé que querías disculparte —dijo Cassie.
Erin sonrió mientras pasaba las gomas para el pelo sobre el pomo
de la puerta
—Pensé que no podías oírme.
Un punto para Erin.
No, Jesús, un punto para Erin, no. Se suponía que no debía bromear
con la amiga de su hija. Ya habían visto adónde conducía eso.
Erin se paró frente al lavabo. El espejo estaba empañado. Sí, claro,
había entrado porque quería terminar con la disculpa. Pero ahora que
estaba en el baño mientras Cassie se duchaba desnuda, su mente
estaba en blanco. Olvidó todo lo que había planeado decir. El collar
144
de cohetes estaba sobre la encimera.
—No pretendía hacerte sentir… —Tragó saliva. Se aclaró la
garganta—. En realidad, sí. Esta mañana, y antes también, cuando
llamaste por lo de Acción de Gracias. La intención era hacerte sentir
mal, alejarte, pero no quería hacerlo.
—Eso sigue sin ser una disculpa.
Erin tomó aire y se dirigió a la puerta de la ducha. Miró a Cassie,
que seguía siendo una mancha tras el cristal esmerilado. No podía
saber si le devolvía la mirada, pero debía de estar haciéndolo, ¿no?
—Lo siento —dijo Erin—. Mencioné a tu mamá, y tienes razón. No
sé nada de ella ni de tu relación con ella, y me pasé de la raya. Fue
cruel, y no te lo merecías.
Hubo silencio por un momento, sin más sonido que el agua
golpeando la pared, el suelo, el cuerpo de Cassie.
—Siento haberte llamado cretina —dijo Cassie.
Normalmente, Erin no era una gran fan de esa palabra, pero Dios,
le gustaba oír a Cassie decirla.
—Siento haber sido una.
—¿Hay alguna razón por la que no pudiste esperar hasta después
de ducharme para decirme esto? —De repente, Cassie sonó como si
hubiera tenido aquella primera noche en el bar. Erin no sabía qué
había cambiado, pero la sonrisa burlona había vuelto a la voz de
Cassie—. Dijiste mucho por teléfono que yo no era tan irresistible y
que serías capaz de controlarte, pero parece que no.
—Cassie —dijo, una advertencia o una concesión o tal vez ambas.
Cassie abrió la puerta de la ducha.
Al principio, Erin solo la miró a la cara, y Cassie no rompió el
contacto visual. Cuando por fin Erin se movió para mirar el cuerpo
de Cassie, pronunció su nombre como una palabrota.
En el auto, Erin le había echado un buen vistazo al pecho (todo lo
bien que podía hacerlo en un aparcamiento oscuro), pero Cassie no
se había quitado los pantalones. Aquí estaba completa y
145
gloriosamente desnuda. La iluminación era perfecta. Erin vio cómo el
agua corría por el cuerpo de Cassie y se le secó la boca. Era el cuerpo
de una chica de veintiún años. Erin pensó en sus patas de gallo, en la
suave bolsa de su estómago de la que nunca se había librado después
de dar a luz. Cassie no tenía esos defectos.
—Cassie —dijo de nuevo. Había olvidado todas las demás
palabras.
Cassie dijo como súplica:
—Por favor.
Erin se quitó la camisa por la cabeza.
No llevaba sujetador ni ropa interior cuando se quitó los
pantalones de yoga, y Cassie la miró como si su cuerpo fuera perfecto.
Erin no la dejó mirar. La ducha no estaba hecha para dos personas,
pero encajaban como piezas de rompecabezas: sus bordes alineados
a la perfección. Con la puerta de la ducha cerrada tras ella, el vapor
las envolvió. Los pezones de Cassie estaban duros como si hiciera frío.
Las manos de Erin encontraron las caderas de Cassie y la
empujaron hasta que su espalda quedó contra la pared. Cassie puso
las manos sobre los hombros de Erin.
— Es una idea terrible —dijo Erin, pero besó a Cassie de todos
modos.
Por esto es por lo que no podía quitarse a Cassie de la cabeza: la
forma en que mordía la boca de Erin sin remordimiento. La forma en
que se aferraba a ella. Cassie no cedió ni un milímetro. Besaba a Erin
con la misma fuerza con la que Erin la besaba a ella.
Erin no podía parar, aunque había otras cosas que quería hacer con
su boca. Cuando por fin se movió para pellizcar el cuello de Cassie,
la otra mujer soltó un gemido que hizo que Erin clavara todo su
cuerpo en la pared solo con las caderas.
—Dios, Erin.
Erin chupó con fuerza en la unión donde el cuello de Cassie se
146
encontraba con su hombro. Luego se movió más abajo.
Los pechos de Cassie eran perfectos. Suaves pero firmes. Erectos.
No arrastrados por décadas de lucha contra la gravedad. Erin cerró
los labios alrededor de un pezón. Todo estaba húmedo y caliente por
la ducha. Erin mordió con más fuerza de la que pretendía, pero Cassie
se arqueó hacia ella como si no le importara en absoluto.
Erin iba a arrepentirse por muchas razones, pero la única en la que
pensó mientras bajaba fue que era demasiado mayor para estar
arrodillada en una bañera. Tendría que tomarse un par de
ibuprofenos más tarde, porque ahora que estaba allí abajo, pensaba
quedarse un rato.
Dio unos golpecitos en el muslo izquierdo de Cassie e, impaciente,
levantó la pierna y se la puso sobre el hombro. El agua tibia caía en
cascada por la espalda de Erin, pero el calor de Cassie era más cálido.
Erin se inclinó hacia ella.
Mierda.
Erin no le había hecho un cunnilingus a nadie desde la universidad.
Al principio de la universidad, incluso, antes de que ella y Adam
empezaran a salir. Casi dos décadas. Había olvidado lo bueno que
era. Debe haberlo hecho, porque tenía que ser el acto en sí, y no
Cassie, lo que la hacía sentirse así. Ya no notaba que el suelo le mordía
las rodillas.
Cassie jadeó y Erin abrió los ojos. No volvería a cerrarlos, no
cuando podía ver a Cassie, con una mano en su propio pelo y el otro
brazo estirado, apoyado contra la pared de la ducha. La lengua de
Erin se deslizó por la carne húmeda y caliente de Cassie. Buscó el
sabor más profundo. Cassie golpeó la pared con la otra palma de la
mano. Sus dedos se agitaron en busca de un propósito y una de sus
manos alcanzó el hueco donde se encontraban el gel de baño y los
productos para el cabello. Erin vio cómo su agarre se tensaba justo
antes de que las caderas de Cassie rodaran con más fuerza hacia su
boca.
Los ojos azules de Cassie no estaban fijos en los de Erin, sino más 147
abajo, donde la lengua de Erin se arrastraba por sus pliegues. Las
caderas de Cassie volvieron a girar y Erin lo aprovechó, deslizando
las manos para apretar la firme redondez del trasero de Cassie. Ella
se mordió el labio inferior y gimió, y Erin se vino allí mismo, de
rodillas en la ducha, con la cara pegada a Cassie.
Se estremeció durante un largo parpadeo, una pequeña explosión
que no hizo más que abrirle el apetito. Cuando recuperó el aliento, se
metió el clítoris de Cassie en la boca. Las manos de Cassie se
levantaron de la pared antes de volver a bajar.
—Carajo, Erin, sí.
Cassie se estremeció y gimió, y Erin chupó con más fuerza. Hubo
un segundo en el que pensó que iban a derrumbarse, Cassie ya no
podía sostenerse mientras se venía, pero Erin apretó las manos en el
trasero de Cassie y la sostuvo con pura fuerza de voluntad,
negándose a romper el contacto entre su boca y el centro de Cassie.
Cassie volvió a poner el pie debajo de ella, y el talón del otro se clavó
deliciosamente en la espalda de Erin.
Erin lamió suavemente con la lengua el clítoris de Cassie. Era todo
el descanso que podía darle. No sabía cómo parar. Tendría que haber
llevado a Cassie a su habitación de hotel hacía dos meses. Debería
habérsela comido en el baño del concierto. Debería haber
aprovechado todas las oportunidades que se le presentaban para
hacerlo.
El sabor era más fuerte ahora que Cassie se había venido una vez.
Erin quería más. Mantuvo una mano en el trasero de Cassie, pero la
otra se deslizó hacia delante y luego hacia atrás, deslizando
suavemente dos dedos dentro de Cassie en el viaje de vuelta.
El ruido que hizo Cassie reverberó a su alrededor.
Erin torció los dedos y dejó que la insinuación de sus dientes rozara
el clítoris de Cassie y, finalmente, Cassie dejó de intentar agarrarse a
la pared y se aferró a lo único que podía, con las dos manos enredadas
en el pelo mojado de Erin. Asintió con la cabeza y metió los dedos
dentro de Cassie.
148
El segundo orgasmo de Cassie fue el que Erin más anheló. Más
grande, más fuerte, más intenso que el primero. Tuvo espasmos
alrededor de los dedos de Erin. Una mano permanecía enredada en
el pelo de Erin mientras Cassie mordía el dorso de la otra, aunque no
servía de mucho para amortiguar sus gemidos. Erin hizo todo lo que
pudo para sacarlos, con la lengua ocupada y desesperada, la cara
sucia y resbaladiza hasta la barbilla. ¿Cómo había podido pasar
diecinueve años sin hacer esto?
No paró hasta que Cassie la tiró del pelo. Cassie tenía las mejillas
coloradas. Soltó el pelo de Erin, pero siguió tirando de todo lo que
podía agarrar: hombros, codos, caderas, hasta que Erin se puso en pie.
El azul de los ojos de Cassie había cambiado, se habían oscurecido,
las pupilas se habían dilatado, pero Erin no tuvo mucho tiempo de
admirarlos antes de que Cassie apretara sus bocas.
La mano de Cassie se abrió paso entre las piernas de Erin y, antes
de que esta pudiera pensar, tenía dos dedos dentro de ella hasta el
segundo nudillo.
—Cassie —Erin jadeó, su cuerpo recibió la intrusión sin resistencia.
Cassie besó la mandíbula de Erin, debajo de ella, chupó la suave
piel debajo de su oreja.
—Eres tan malditamente sexi.
Añadió otro dedo y Erin lo tomó. No podía dejar de mover las
caderas. Era patético lo fácil que era para Cassie. Se había venido de
la nada, por tocar en vez de ser tocada, pero ahora que Cassie la estaba
tocando, iba a venirse otra vez, incluso más rápido que la primera
vez. No se había acostado con nadie desde que visitó Virginia. Cassie
había sido la última persona que la había hecho sentir así, y volvió a
hacerlo con tanta facilidad. Cassie hizo algo dentro de Erin: enroscó
los dedos, los retorció o empujó con más fuerza. Erin no tenía ni idea
de qué, excepto que funcionaba, y se vino, aferrándose a los hombros
de Cassie y apretando la cara contra su cuello. 149
Pasaron más tiempo recuperándose de sus orgasmos que
dándoselos la una a la otra. Recuperaron el aliento juntas y se besaron
despacio y con calma, con las manos de Erin en los hombros de Cassie
y las de Cassie acunando los codos de Erin. Finalmente, Cassie se
apartó y se echó a reír.
—Todavía tengo que ducharme, ¿sabes?
Erin respondió sin pensar:
—Date la vuelta, te lavaré el pelo.
Para cuando procesó sus palabras lo suficiente como para
encogerse, Cassie ya se había dado la vuelta. Erin no pudo evitar
pasar la yema del dedo por el tatuaje del omóplato de Cassie: cinco
estrellas en forma de W unidas por una delicada línea de puntos.
Quizá no fuera increíblemente raro ofrecerse a lavarle el pelo a
alguien. O puede que Cassie se dejara llevar por el resplandor. Se
mostraba dócil y seguía las suaves caricias de Erin para sumergir la
cabeza bajo el chorro de la ducha y luego salir de ella. Erin se echó un
chorro de champú en la mano.
Esto era muy raro. Demasiado personal. Se habían acostado dos
veces. No era como si estuvieran saliendo. No era como si pudieran
salir. Rascar el cuero cabelludo de Cassie, peinarle el pelo con los
dedos… Era más íntimo que el sexo. Aun así, Erin dejó que su mano
se deslizara hacia abajo para masajear el cuello de Cassie, que se aflojó
cuando Erin presionó con el pulgar la base del cráneo.
—Esto podría ser mejor que el orgasmo —admitió Cassie.
Erin no pudo evitar reírse.
—Quizás debería mejorar en hacer que te vengas.
—Sí, si quieres que me desmaye.
Erin ocultó su sonrisa a pesar de que Cassie estaba de espaldas a
ella. Frotó con más fuerza el cuello de Cassie antes de inclinarla hacia
atrás para quitarle el champú.
Antes de que Erin pudiera sujetar el acondicionador, Cassie se dio 150
la vuelta.
—Quiero lavarte el tuyo —dijo.
Erin decidió no darle más vueltas. En lugar de eso, se dejó hacer
tan flexible como Cassie. Cassie tarareó, tal vez en señal de
aprobación. Erin le devolvió el tarareo. Ahora entendía por qué
Cassie había sugerido que aquello era mejor que el orgasmo. Los
dedos de Cassie eran tan hábiles en el pelo de Erin como lo habían
sido dentro de ella.
Cassie deslizó una mano por delante de Erin, acercándose a ella.
Erin se rio.
—¿Otra vez?
—Otra vez —dijo Cassie. Soltó a Erin y empujó hacia un lado los
productos que había en el extremo de la bañera. Era plana, no lo
bastante ancha para llamarla banco, pero sí para que ella se sentara—
. Enjuágate el pelo y ven aquí.
Erin obedeció y se enjuagó el champú antes de colocarse frente a
Cassie. Sus rodillas recordaban su estancia en el suelo y no accedían
a la idea de sentarse a horcajadas sobre la otra mujer, por mucho que
ella lo deseara. Cassie la acercó por las caderas, se inclinó hacia ella y
le besó exactamente la parte del estómago por la que Erin se había
sentido cohibida.
—Estamos desperdiciando agua —dijo Erin en lugar de pensar
demasiado.
Cassie sonrió.
—Entonces vente rápido, y nos detendremos.
La risita de Erin se interrumpió cuando Cassie volvió a deslizar los
dedos en su interior.
—¿Cuándo vamos a hacer esto en una cama?
Antes de que Erin pudiera responder…
—Ah, mierda.
La lengua de Cassie estaba contra su clítoris y Erin no tenía ni idea
151
de cómo iba a hacerlo de pie. No había ninguna posibilidad de que
sus piernas la sostuvieran.
La boca de Cassie era tan perversamente segura como siempre.
Erin se avergonzaba de lo rápido que se había venido antes con
Cassie, pero esto iba a ser aún más rápido, con aquella lengua
implacable sobre su clítoris y aquellos dedos con su propio ritmo
constante dentro de ella. Erin ni siquiera sabía lo que Cassie estaba
haciendo todo el tiempo; solo sabía que no quería que parase nunca.
Al final, Cassie apartó la boca de Erin y le dio un beso en el muslo.
—Vamos, cariño —murmuró—. Estamos desperdiciando el agua.
—Vete a la mierda. —Erin se rio, mayormente sin aliento. No podía
recordar la última vez que se había reído con alguien mientras tenían
sexo.
—No. —Cassie movió los dedos con más fuerza—. No me voy a ir
a ningún lado.
Volvió a poner la boca en el centro de Erin y esta no pudo hacer
otra cosa que echar la cabeza hacia atrás y venirse.
Tardó un minuto en recordar cómo existir, pensar, respirar. Al
menos consiguieron salir de la ducha antes de que el agua se enfriara.
Mientras se secaban con la toalla, Erin trató de evitar que su mente
entrara en una espiral.
Hundió los dedos de los pies en la alfombra azul que le había
comprado a Parker. Se había acostado con una de las mejores amigas
de su hija en el baño que compartían. Antes de que Adam se mudara,
los tres lo habían compartido. Las únicas veces que Erin había estado
de rodillas en la bañera fue para limpiarla.
Sin embargo, no se arrepentía de ello. Debería haberlo hecho, pero
no lo hizo. Todo su cuerpo estaba suelto y relajado. ¿Cómo iba a
arrepentirse de eso?
—Entiendo si no quieres volver a hacerlo—dijo Cassie—. Pero creo
que deberíamos.
De acuerdo. Bien. Estaba claro que iban a tener que volver a
152
hacerlo. Sí, era irresponsable e incorrecto y todo lo que a Erin ya le
preocupaba, pero no iba a decir que no a un sexo tan bueno.
—¿Cómo vamos a hacerlo en una cama si no lo hacemos de nuevo?
Cassie sonrió.
—Pero necesitamos establecer unas reglas básicas —dijo Erin.
Esa era la forma de manejar la situación.
Cassie sonrió
—¿Como no enamorarme de ti, por ejemplo?
Erin no reconoció el comentario
—Como nada de sexo mientras Parker esté en la casa.
—Razonable.
Empezó a secarse el pelo con una toalla.
—Sin chupetones.
—¿Qué pasa si están en algún lugar que nadie puede ver?
Se le calentaron las mejillas y las ocultó, agachándose para echarse
el pelo hacia delante y restregárselo con la toalla.
—Bien.
Cuando Erin terminó de peinarse, Cassie estaba de pie detrás de
ella, lo bastante cerca como para tocarla. En el espejo, Erin pudo ver
cómo su propio rubor se extendía hasta la toalla que la envolvía.
Cassie se agarró a las caderas de Erin y le besó el cuello.
—¿Esas son todas las reglas?
Erin inclinó la cabeza para dar más acceso a Cassie.
—Una más —dijo antes de distraerse demasiado con la boca de
Cassie—. Esto se acaba cuando termine tu visita.
Cassie acarició debajo de la oreja de Erin.
—Ya prometí no enamorarme de ti, cariño —murmuró—. Ahora,
¿podemos pasar a la parte de dejar los chupetones donde nadie puede
153
verlos?
Capítulo 11
Cassie
A la mañana siguiente, Cassie se lavó los dientes antes de bajar las
escaleras. Erin la recibió en la cocina con una taza de café y una suave
sonrisa.
Cassie la besó con delicadeza antes de tomar el café.
La cocina parecía su propio mundo. La nieve caía tan suavemente
por la ventana que parecía caer a cámara lenta. La taza de café estaba
caliente en la mano de Cassie, pero la sonrisa de Erin la calentaba más,
se extendía por su cuerpo como melaza: lenta, espesa y dulce. Sentía
como si estuvieran rompiendo las reglas con solo mirarse, como si se 154
estuvieran saliendo con la suya.
Cassie dejó el café sobre la encimera para poder poner las manos
sobre la cara de Erin. Erin abrió la boca para Cassie cuando esta la
besó, y se aferró a los hombros de ella.
—Acordamos que no lo haríamos cuando Parker estuviera en casa
—susurró cuando se separaron.
—Acordamos que no habría sexo cuando Parker estuviera en casa
—dijo Cassie, rozando la barbilla de Erin y besándola por debajo de
la mandíbula—. No dijimos nada sobre besarnos en la cocina
mientras ella duerme arriba.
Pasaron quince minutos antes de que Erin volviera a protestar. Se
zafó de los brazos de Cassie y se pasó el dorso de la mano por los
labios hinchados por el beso.
—Eres un problema —dijo.
Cassie puso su mejor cara de inocencia. Erin se inclinó hacia ella,
solo un poco, antes de negar con la cabeza y tomar su café. Dio un
sorbo e hizo una mueca.
Cassie se rio.
—¿Está frío?
Erin fingió que no le hacía gracia, pero Cassie pudo ver una sonrisa
mientras tiraba las tazas de ambas al fregadero y les servía café recién
hecho.
Una vez que Parker se hubo levantado y Cassie y ella se habían
alimentado, se prepararon para ir en trineo. Cassie terminó
poniéndose unos viejos pantalones para la nieve de Erin y un gorro
con una bola de pelusa encima.
—Te ves ridícula —dijo Erin, mordiéndose el labio inferior como si
intentara contener la risa.
—Son tus pantalones, mamá —dijo Parker—. Así que es tu culpa
que se vea así.
155
—Qué pena con ustedes —dijo Cassie, e hizo una pose—. Pero me
veo genial.
—Sigue diciéndote eso, nena —dijo Parker.
Cassie levantó la cadera y puso su mano sobre ella, haciendo un
puchero con los labios.
—Tal vez el invierno no sea tan terrible si me veo así de bien.
Erin no pudo contener la risa, y Cassie no pudo mantener la cara
seria.
En el trineo estaban Caleb y Lila, además de algunas personas que
Cassie no conocía: Scout, Haylee y Madison.
—¿Nunca te cansas de salir con un montón de chicas? —Cassie le
preguntó a Caleb.
—La verdad es que no—dijo—. Y Madison es de género no binario.
—Lo siento, Madison —dijo Cassie.
—No pasa nada —dijo Madison.
Cassie sonrió. Le gustaban mucho los amigos de Parker.
Bastaron dos carreras para que la colina pareciera insalvable.
Cassie se quedó un rato sentada en su trineo, lanzando bolas de nieve
a las demás cada vez que se entraban en su rango. Madison
contraatacó lanzándoles bolas en un lado de la cabeza, y Cassie
recibió una bola de nieve en el pecho.
—¿Quieres dejar de hacer bobadas y ayudarme a construir un
salto? —preguntó Madison.
Treparon hasta la mitad de la colina y luego utilizaron sus trineos
como palas en la nieve. El salto terminó demasiado alto para ser
seguro, pero eso no detuvo a nadie.
Todos hicieron un redoble de tambores en sus trineos antes de que
Cassie tomara la primera carrera. Corrió hacia el salto y entonces…
Estaba volando, con las manos agarradas a los lados del trineo y el
viento soplándole en los oídos. No pasaron más de uno o dos
segundos hasta que volvió a tocar la nieve y continuó bajando por la
156
colina, pero sintió que su corazón seguía en el aire. Cuando su trineo
se detuvo, se bajó de él e hizo un ángel de nieve, mirando al cielo. Ni
siquiera le importaba el frío.
Subió la colina tres veces más para volver a sentir esa sensación de
vuelo.
Llegaron a casa de Parker cuando el sol se estaba poniendo, aunque
solo pasaban un poco de las cuatro. En la lavandería se quitaron las
botas de nieve, las chaquetas, los guantes y todo lo que necesitaban
para secarse. Cassie se metió las manos bajo las axilas para
mantenerlas calientes.
—¿Chocolate caliente? —sugirió Parker.
—Si Erin nos deja.
—¿Si les dejo qué? —preguntó Erin, apoyándose en el marco de la
puerta.
—¿Tomar un poco de tu chocolate caliente?
—Incluso se los prepararé si me lo piden amablemente —dijo Erin.
Se volvió hacia la cocina antes de que Parker respondiera.
—Nos preparas un poco de tu chocolate caliente, por favor, mamá.
—Encantada de hacerlo —dijo Erin—. ¿De qué tipo?
—Chocolate supremo —dijo Parker.
Cassie sonrió, pensando en el corazón de chocolate mientras se
sentaba en uno de los taburetes de la cocina.
—Chocolate blanco, por favor.
Erin puso leche en la estufa y preguntó por el trineo. Parker empezó
a contar con dramatismo cómo Caleb saltaba demasiado deprisa, salía
volando del trineo y se le quedaba la cabeza atascada en la nieve. Iba
por la mitad de la historia cuando Erin abrió la caja de cacao con
chocolate blanco. Parker estaba demasiado ocupada para darse
cuenta, pero Cassie la observaba; vio cómo se dibujaba una sonrisa en
el rostro de Erin. Cassie sintió calor en el interior, aunque aún notaba
157
el frío en sus mejillas.
Erin la miró, pero desvió rápidamente la mirada. Cassie se mordió
el interior del labio para no sonreír demasiado.
—¿Caleb se lastimó? —preguntó Erin, de vuelta en la estufa
revolviendo la leche. Tenía las mejillas sonrojadas.
No había mejor sensación que hacer sonrojar a una chica bonita.
—No, está bien —dijo Parker—. ¿Tenemos malvaviscos?
—Probablemente. ¿Por qué no vas a mirar?
—Porque soy perezosa y no los quiero tanto como para ir a
buscarlos.
—Dios mío —Cassie puso los ojos en blanco y se levantó—. Yo iré.
La despensa era básicamente un vestidor de tamaño decente.
Cassie sonrió imaginando la cara de Adam al ser regañado por Erin,
aquí entre las cajas de cereales y las conservas.
—Probablemente, estén arriba —llamó Parker desde la cocina.
—Iré a ayudarle—dijo Erin, y agregó —: inútil hija mía —y Parker
se rio.
Sin embargo, Erin no ayudó. En lugar de eso, entró, apenas fuera
de la vista de Parker, y besó a Cassie. Cassie estuvo a punto de caerse.
Erin la sujeto por el codo y le sonrió en la boca y Cassie se sintió
demasiado grande para su cuerpo.
—Los tengo —dijo Erin mientras se alejaba.
Se fue con los malvaviscos tan rápido como había llegado. Cassie
todavía podía sentir la lengua de Erin en su boca.
—¿Cuántos? —Erin le preguntó a Parker mientras Cassie
recordaba cómo caminar y regresaba a su lugar en el mostrador.
—Tres, por favor —sonrió Parker.
—¿Cassie?
Cassie parpadeó.
—Uno está bien.
158
Erin puso dos en la taza de Cassie y le dedicó una sonrisa. Cassie
juró que iba a provocarle un infarto.
Cassie intentó calcular la distancia entre la despensa y el
mostrador. Hacía cosas que no debía, seguro, pero no habían estado
ni a tres metros de la hija de Erin.
Erin ocultó una sonrisa tras su taza de chocolate.
Cassie se dejó crecer un bigote de leche y se negó a limpiárselo
cuando Parker se burló de ella.
El día siguiente empezó con un beso de buenos días y terminó con
una noche de juegos en casa de Haylee. Cassie les ganó a todos en
Connect Four hasta que ya no quisieron jugar más con ella. Pasaron
al Life, que rápidamente se convirtió en Life con alcohol, y terminó
solo en alcohol cuando Parker se enfadó porque acabó con cuatro
hijos, y volcó el tablero.
Después vino Mario Kart, y luego Mario Kart borrachín, en el que
tenías que acabarte la bebida antes de terminar las tres vueltas o no
ganabas. Madison terminó su bebida incluso antes de empezar la
carrera, y volvió a ponerse a la cabeza en la última vuelta. Cassie
consiguió un caparazón azul y acabó colándose en primera posición
justo antes de la línea de meta, se rio lo suficiente como para casi
caerse del sofá mientras Madison la maldecía.
Las cosas se volvieron un poco confusas después de eso. Cassie
acabó tirada en el sofá, con el teléfono en la mano.
Cassie [Hoy 12:01 a. m.]
Dijiste que te mandáramos un mensaje si queríamos que vinieras a recogernos
y no hace falta, pero quiero que lo hagas.
208
Capítulo 15
Cassie
Era la primera semana de febrero y Cassie estaba pensando en
hacer algo estúpido.
Erin y ella se habían enviado dos mensajes desde las vacaciones de
invierno: el mensaje inicial de Erin diciendo que estaba enferma y el
de Cassie deseándole feliz cumpleaños.
Y ahora Cassie estaba en Internet, mirando 1800flowers.com,
pensando en hacer algo estúpido.
Todo era increíblemente caro, y las rosas serían demasiado,
¿verdad? No debería hacerlo. Parker dijo que Erin trabajaba el día de 209
San Valentín. ¿Y si no quería flores en el trabajo? Era demasiado,
demasiado caro y estúpido.
Se debatió durante treinta minutos antes de enviar lirios: unas
blancas con rosa oscuro hacia el interior. En cuanto hizo el pedido,
quiso llamar a la empresa y cancelarlo, pero, en lugar de eso, cerró el
portátil.
—¿Por qué no vienes a nuestra noche de cine anti San Valentín? —
preguntó Parker.
Estaba acostada en el sofá de Cassie, mirando Facebook en su
ordenador. Cassie estaba mirando en la nevera, y decidiendo si tenía
hambre suficiente para prepararse algo o si debía esperar a que
abrieran la cafetería para cenar.
Aún con la cabeza metida en el refrigerador preguntó:
—¿Te refieres a tu cita verdadera del Día de San Valentín?
—No es una cita —suspiró Parker—. Su amiga Gwen estará allí.
Eso llamó la atención de Cassie.
—¿Tu chica es amiga de Gwen? ¿Gwen, la que parece que podría
matarte mientras lo disfrutas?
—No es mi chica —dijo Parker—. Y sí, la misma Gwen con la que
coqueteaste en una fiesta en la que estabas tan borracha que tuve que
ir a recogerte.
Cassie se negó a hablar sobre ese tema en particular.
—Tú y Sam se besaron en público hace meses, ¿cómo es que
todavía no es tu novia?
Parker tardó un minuto en responder.
—Sabes lo mal que me sentí después de Seth.
—¿Después de que Seth nos cogiera a las dos, y de que te rompieras
la mano al golpearlo cuando te diste cuenta? —Cassie dijo, reviviendo
la única parte buena de esa historia—. Claro, pero la mejor forma de
superar a alguien es meterse en los pantalones de otra persona.
—Mira quién habla —dijo Parker—. ¿Has tenido sexo desde Seth?
210
Cassie se sonrojó y no ocultó su sonrisa.
—Claro que sí, princesa. Que Gwen pueda resistirse a mis encantos
no significa que todo el mundo lo haga. —Era cierto, después de lo
de Seth había habido varios fines de semana seguidos de aventuras
de una noche. Se suponía que Erin iba a ser otra. Cassie se dirigió al
cuarto de baño, porque estar en la misma habitación que Parker
mientas pensaba en tirarse a su madre era demasiado—. Tengo que
orinar.
Las flores ya tenían que haber sido entregadas. Erin ya debería de
haberlas recibido. Se preguntó si le habrían gustado.
—Solo digo que deberías venir —dijo Parker, alzando la voz para
continuar con la conversación.
—Bueno, si no voy, tal vez puedas ser tú la que se venga.
Parker dejó escapar un sonido de exasperación.
—Qué pesada eres.
—Me amas —dijo Cassie.
Su teléfono zumbó en su mano. Hablando del rey de Roma.
Erin [Hoy 4:23 p. m.]
Nena, ¿me compraste flores?
Cassie [23:05]
Sí, pero… sé que teníamos reglas, pero quiero volver a hacerlo. Así que un
poco de galantería parecía una buena idea.
Erin [23:05]
Estás haciendo un buen trabajo.
Erin [23:06]
¿Qué hubieras hecho si estuviéramos en la misma ciudad?
Cassie no se contuvo.
Cassie [23:06]
Te las hubiera entregado yo misma y te habría comido en una sala de descanso.
Cassie [23:07]
¿O eso es algo que solo ocurre en Grey's Anatomy? 218
El corazón de Cassie latió probablemente doscientas veces por
minuto antes de que Erin respondiera.
Erin [23:08]
No… no solo sucede en Grey's Anatomy.
Cassie [23:09]
¿No? ¿Ian, el interno de cardiología, te ha estado mirando y señalando con la
cabeza la sala de descanso?
Erin [23:09]
El interno de cardiología puede mantener las manos quietas.
Erin [23:10]
Tú, en cambio…
Cassie sonrió. No se habría imaginado a Erin como alguien que le
gustara sextear, pero la idea era emocionante. Se fijó en la hora, cerró
los ojos y pidió un deseo para que aquello acabara bien. Apoyó una
mano en su vientre, encima de la camiseta de tirantes, y contestó con
la otra.
Cassie [23:11]
¿Tendríamos que darnos prisa para que nadie se entere?
Erin [23:12]
Y para que no me llamen para atender a un paciente.
Cassie [23:12]
Te empujaría contra la puerta tan pronto como la cerraras.
Erin [23:13]
Dios, Cassie, ¿de verdad vamos a hacer esto?
Cassie [23:14]
¿No quieres? 219
Erin [23:15]
Sí. Es solo que nunca lo he hecho antes.
Cassie [23:15]
¿Te refieres a tener sexo en la sala de descanso? ;)
Erin [23:16]
Eso tampoco.
Cassie [23:16]
Espera, ¿en serio?
Erin [23:17]
En serio.
Cassie [23:17]
En ese caso, te tendría (definitivamente) contra la puerta en cuanto la cerraras
con llave.
Cassie [23:18]
No me gustaría dejar de besarte, pero si tenemos que ser rápidas…
Erin [23:19]
Como si pudieras apartar tus manos de mi pecho, o tu boca si tuvieras la
oportunidad.
Cassie [23:20]
Seguro pondría mi boca en ellas.
Cassie [23:20]
Probablemente, ni siquiera te habrías alejado de la puerta antes de que te
quitara la camiseta y el sostén. 220
Erin [23:21]
Llevo todo el día pensando en esto, Cassie. Se siente tan bien.
Erin [23:24]
La cama de allí es pequeña, vas a tener que estar encima de mí.
Cassie [23:24]
No hay problema.
Cassie [23:25]
Yo también quiero que te quites los pantalones.
Erin [23:25]
Eso no es justo. Tienes demasiada ropa puesta.
Cassie se bajó los pantalones hasta las caderas y se los quitó de una
patada.
Cassie [23:26]
Ya está. Ya no tengo pantalones.
Erin [23:26]
La camisa también, Cassie, quiero verte.
Cassie [23:26]
Mierda.
Esperaba que Erin supiera que lo decía en serio. Esperaba que Erin
supiera que tenía a Cassie desnuda y tocándose. Esperaba que Erin
estuviera haciendo lo mismo.
Cassie [23:27]
¿Estás mojada por mí?
Erin [23:28]
Tócame y averígualo.
Cassie [23:28]
Quiero decir ahora, Erin. ¿Estás mojada por mí ahora mismo?
Erin [23:29]
Sí, Cassie. Demonios.
Cassie [23:31]
Quiero tocarte.
Cassie [23:32]
Quiero saborearte.
Cassie [23:33]
¿Quieres que baje? ¿O necesitarás mi mano sobre tu boca para mantenerte
callada? 222
Erin [23:34]
Quiero tus dedos dentro de mí.
Cassie [23:37]
Sí, Erin, Dios. Quiero tocarte. Quiero comerte.
Erin [23:38]
Estoy cerca.
Mierda. Cassie sacó los dedos para poder concentrarse. Los rozó
contra su clítoris mientras escribía.
Cassie [23:38]
Quiero oír cómo te vienes.
Erin [23:38]
Te dije que teníamos que estar calladas.
Cassie [23:39]
Hablo en serio, Erin. Llámame. Ahora mismo.
Erin [23:39]
Cassie.
Cassie [21:35]
Uy, sí. Pero todo fue cuesta abajo desde la noche del viernes.
Erin se llevó el dorso de la mano a la boca, como si tuviera que
ocultar su sonrisa, aunque no hubiera nadie alrededor para verla.
Cassie [21:35]
¿Y tú?
Erin [21:36]
Más o menos lo mismo.
Compartir una mala selfi había valido la pena, sin duda, por esa
foto de Erin. Cassie quería atravesar el teléfono y besar esa sonrisa
torcida.
Cassie [8:28 a. m.]
No actúes como si no supieras que es verdad.
254
Capítulo 18
Erin
Fue martes cuando el nombre de Parker finalmente iluminó el
teléfono de Erin. Erin tenía pacientes que ver, pero se metió en el
hueco de una escalera y respondió a la llamada.
—¡Hola, cariño! —Hizo una mueca tan pronto como lo dijo, sonaba
demasiado entusiasta, compensando claramente su terror sobre lo
que podría ser esta llamada.
—Hola —dijo Parker. ¿Sonaba incómoda porque sabía que Erin se
había tirado a su amiga o porque Erin había contestado el teléfono
como una monitora de fitness intentando inspirar a la gente en un
entrenamiento a las cinco de la mañana?
255
—¿Qué pasa? —La despreocupación forzada era obvia—. Quiero
decir, ¿cómo estás?
—¿Por qué estás tan rara?
Erin soltó una carcajada, demasiado aguda.
—No estoy siendo rara. Hace tiempo que no sé nada de ti, eso es
todo.
—Dios mío, siento no haber llamado el domingo —dijo Parker—.
Estaba trabajando en una pieza y cuando me acordé ya era tarde.
Habían pasado dos domingos, pero Erin no quiso señalarlo.
—Está bien, por supuesto —dijo apresuradamente. La tensión en
ella se aflojó—. No quise ser una molestia al respecto.
—Siempre te pones pesada con eso. —Se burló Parker, y Erin debió
de imaginarse el trasfondo mezquino de su tono.
—Lo sé, lo sé, soy tu madre, se supone que debo ser un dolor de
cabeza. Háblame del cuadro.
Cuando era pequeña, a Parker la escuela la ponía nerviosa. Había
ido a un preescolar que funcionaba en la granja de la maestra. Era
menos estructurado y más parecido a ir a casa de un amigo que a la
escuela. Así que la guardería le daba miedo. El primer día no quiso
subir al autobús, lloró hasta que Erin llegó tarde al trabajo para poder
llevarla. Erin también salió pronto del trabajo para recoger a Parker
al final del día. Estaba preparada para más lágrimas.
En cambio, durante todo el trayecto de vuelta a casa, Parker no
había dejado de hablar de la pintura de dedos que habían hecho y de
lo mucho que a la señora Schecter le gustaba la suya.
Preguntarle a Parker sobre arte seguía funcionando tan bien como
entonces.
Le habló a Erin de su obra, un proyecto de técnica mixta, no solo
un cuadro, y Erin se relajó con cada palabra. Parker no la odiaba,
estaba ocupada en la escuela, haciendo algo que le gustaba. Era feliz.
Estaba bien que no la hubiera llamado el domingo. La niña de Erin
256
estaba creciendo.
—En fin —dijo Parker cuando a Erin se le acabaron las preguntas
sobre la obra—, ¿cómo estuvo tu semana?
—Con cosas buenas, y otras malas —dijo Erin con sinceridad.
Bueno, en cuanto a los mensajes de Cassie. Malo, dado que Erin
había pasado la mayor parte del tiempo preocupada porque su hija
no volviera a hablarle. Así que lo bueno ganó, supuso Erin, ahora que
estaba al teléfono con Parker.
—¿Ha pasado algo interesante desde la última vez que hablamos?
—Parker preguntó.
Erin casi se echó a reír. La pregunta sonaba como las que ella solía
hacerle a Parker cuando se metía en líos. «¿Hay algo que quieras
contarme?», le decía, sosteniendo el jarrón roto que había encontrado
bajo unas toallitas de papel estratégicamente tiradas en la basura de
la cocina. Probablemente, se trataba de su culpabilidad, que
transformaba una pregunta genuina en una sospecha en su mente.
—Lo de siempre —dijo Erin—. Estamos intentando acordar un
calendario para la apertura de la clínica, y hay muchas idas y venidas.
—Suena divertido —dijo Parker como si no hubiera oído nada de
lo que había dicho Erin—. Bueno, tengo que irme, quedé con Acacia
para comer.
—Ah, bien. Diviértete. Salúdala de mi parte.
—Hablamos luego.
—Adiós, te quiero.
Parker colgó.
¡Lo cual estaba bien! Fue una buena conversación. No importaba
que colgara sin decirle «te quiero». Erin no necesitaba dejar que eso
deshiciera la forma como el resto de la llamada había aliviado su
ansiedad.
Agradeció tener que volver al trabajo en lugar de dejarse llevar por
257
la espiral.
Después del trabajo, sin embargo, fue directamente a la espiral.
¿Y si Parker lo sabía? ¿Y si por eso no había llamado en tanto
tiempo?
¿Y si por eso no le había dicho que quería a Erin por teléfono?
Carolyn sermoneaba a Erin por atribuir juicios donde no había
pruebas de ello. La semana pasada, le había dicho a Erin que le
preguntara a Parker qué estaba pasando. La idea seguía siendo
petrificante.
Erin no debería estar haciendo lo que estaba haciendo con Cassie
por muchas razones, pero si iba a estar tan neurótica después de cada
llamada telefónica con su hija, realmente debería dejar de hacerlo. Sin
duda, esa ansiedad anulaba parte de la felicidad que parecía aflorar
cada vez que recibía un mensaje de Cassie.
Sacando a Cassie por completo de la situación: si nunca hubiese
pasado nada con Cassie, ¿qué hubiera hecho Erin si Parker no la
hubiese llamado en una semana y media? Probablemente indagaría
al respecto. Presionaría. Si pensara que a Parker le pasaba algo,
querría saberlo. Querría que Parker supiera que podía hablar con ella
sobre eso. Que podían hablar de cosas importantes.
Aunque últimamente no lo habían hecho, ¿verdad?
Parker ni siquiera le había dicho a Erin qué quería estudiar. Le
encantaba el arte, obviamente, pero cada vez que Erin le planteaba un
futuro en ello, Parker la cerraba en banda. Y aunque Parker sabía
desde fuera cómo había cambiado la vida de Erin con el divorcio
(Adam se había mudado y Erin trabajaba más), nunca habían hablado
de cómo eso la había cambiado a ella.
Presionar a Parker no iba a hacer que se abriera.
Erin tenía que abrirse. Carolyn había dicho, hacía más de un mes,
que tal vez era hora de tener la conversación con Parker sobre el
divorcio. Erin no pudo hacerlo entonces. Tal vez podría hacerlo
ahora.
258
Quería hablar de ello con Cassie. Le había contado a Cassie cosas
que Parker no sabía: lo importante que era la clínica para ella, y cómo
se sentía con ella misma por primera vez en más de una década.
Pero no hablaban de Parker. Nunca habían acordado
explícitamente no hacerlo; simplemente nunca lo habían hecho.
Como si con el hecho de que no la mencionaran, podían fingir que no
hacían nada malo. Así que Erin no dijo nada sobre su decisión de
hablar con Parker. Tampoco admitió que se había acobardado la
siguiente vez que Parker la había llamado.
Pero el domingo siguiente, cuando Parker llamó, Erin se había
armado de valor. Se pusieron al día como de costumbre y Parker se
mostró más locuaz que en las dos últimas llamadas. Habló de Sam,
con una tranquila sonrisa en la voz.
—¿Sabe que, si te hace daño, tu madre volará hasta allí y se lo hará
pagar?
Parker se rio.
—Creo que Acacia llegaría a ella primero.
—Eso no me detendría —dijo Erin—. En serio, cariño, suena genial.
Me alegro de que hayas encontrado a alguien que te trate bien.
—¿Y tú? —dijo Parker—. ¿Alguien te ha estado tratando bien? —
Nunca habían hablado de la vida amorosa de Erin después del
divorcio. Erin había tardado más de un año en ceder al deseo de
Rachel de emparejarla, y ella… siempre lo hacía cuando Parker estaba
con su padre.
—En realidad —dijo Erin. Tragó saliva. Podía hacerlo—. Hay algo
de lo que quería hablarte.
La línea se quedó en silencio. Erin tragó saliva.
—No es nada malo, pero es importante. —Parker seguía sin
responder—. ¿Estás ahí?
—Sí.
Cuando Parker era pequeña, Erin pensaba que la paternidad era
259
dura. Criar a un bebé hasta la primera infancia mientras estudiaba
medicina exigió todo lo que Erin tenía y, aun así, había metido la pata,
prácticamente todo el tiempo. Parker había sobrevivido, pero a duras
penas. Hasta el día de hoy, Erin se sentía culpable cuando veía la
cicatriz detrás de la oreja de Parker, de cuando se lanzó de un
columpio a los tres años y medio.
Criar a un casi adulto era más difícil.
Se suponía que Erin debía encontrar el equilibrio entre ser la mayor
y reconocer a Parker como una especie de igual. Hacía mucho tiempo
que Parker dejó de creer que su madre lo sabía todo, pero se suponía
que Erin aún tenía algo de sabiduría. Debía enseñarle a Parker cosas
que ella misma aún estaba aprendiendo: cómo vivir en este mundo,
cómo ser una buena persona, cómo cuidar de sí misma.
—Quiero explicarte por qué decidí divorciarme —dijo Erin, tan
claramente como pudo.
Un latido.
—¿Qué?
—No fue algo que tomé a la ligera. No fue algo que hice para herirte
a ti o a tu padre. No es que me haya elegido a mí misma por encima
de ustedes dos.
—¿Vamos a hablar sobre el divorcio? —dijo Parker—. ¿En serio?
¿Ahora?
—Sí, yo… —Erin lo consideró. Apenas empezaba la conversación
y ya era un fracaso como madre—. En realidad, tienes razón. No
debería haberte soltado esto sin avisarte. Es importante que tengamos
esta conversación, pero no tiene por qué ser ahora. ¿Hay otro
momento esta semana que te parezca mejor?
Parker se burló.
Erin se mordió el labio inferior y esperó.
—Como quieras. De acuerdo. Tengamos la conversación. Adelante,
cuéntame todas tus grandes razones. 260
—Tú eres mi razón —dijo Erin. Más silencio. Erin no podía
quedarse quieta. Se levantó del sofá para caminar, pasándose una
mano por el pelo—. Quiero que seas feliz. Eso es lo que quiero, más
que nada en el mundo. Y quiero decir realmente feliz, feliz a largo
plazo. No era lo que tu abuela quería para mí, no realmente, o si lo
era, nuestras ideas de felicidad no se parecían en nada. No parecía
que se tratara de mi felicidad, sino de tener un camino para mí, de
tenerlo todo planeado. Tu padre no era parte de ese camino, tampoco
tú ni la escuela de medicina. Y así, pasé mucho tiempo tratando de
hacer lo que ella quería, para compensar como había creído que la
había defraudado. No quiero que nuestra relación sea así. Nada de lo
que hagas me decepcionará. Y quiero que seas feliz, sea cual sea el
camino que tomes para conseguirlo.
Erin tomó aire. Estaba balbuceando, obviamente, pero necesitaba
sacarlo todo. Ahora que había abierto la puerta, se sentía más como
una compuerta, todo salía de golpe.
Parker irrumpió ahora que por fin tenía la oportunidad.
—¿Quieres que sea feliz, por eso te divorciaste? ¿Eso es realmente
lo que estás tratando de decir?
—Sí. —Volvió a respirar. Era simple, realmente—. ¿Cómo podría
enseñarte a ser feliz cuando yo no lo era? —Ninguna burla al menos—
. Averigua lo que quieres en la vida. Encuentra tu propio camino.
Comete errores, pero aprende de ellos. Eso es lo que deseo para ti.
Deja atrás lo que no te da alegría, y lo que ya has superado. Yo no
hacía nada de eso cuando estaba casada con tu padre. —Seguía dando
vueltas alrededor del sofá—. Pensé que me quedaba por ti, para que
no tuvieras que pasar por el divorcio de tus padres. Pero, al final, lo
dejé por ti. Porque, ¿cómo iba a criarte para que hicieras todas esas
cosas si yo misma no las hacía?
Por primera vez en la conversación, Erin deseó poder ver la cara de
Parker. Tal vez no le hubieran salido las palabras si hubiera tenido los
ojos de Parker clavados en ella, pero ahora quería verlos, saber cómo
se veían: ¿azul brillante como el cielo de verano? ¿O claros como el
hielo de un estanque, lo que significaba que las lágrimas estaban a 261
punto de brotar, si es que no lo estaban ya? ¿Tendría esa pequeña
arruga en su frente que aparece cuando frunce el ceño?
Al cabo de un minuto, cuando Parker seguía sin responder, Erin
dejó de caminar. Se abrazó con fuerza al brazo que no sostenía el
teléfono.
»Lo siento por hacerlo, y también por tardar tanto en hacerlo. Y por
tardar tanto en tener esta conversación. —Luego añadió—: Te quiero
mucho.
—También te quiero —dijo Parker, en voz baja, y sus ojos debían
estar helados, porque definitivamente había lágrimas en su voz—.
Gracias por decirme esto.
—Sé que es al azar. Solo quería que lo supieras.
—Me alegro de que me lo hayas dicho. —Silencio—. Todas esas
cosas que quieres que haga: ¿las estás haciendo ahora?
Erin lo consideró.
—Lo intento, al menos.
A través de la línea, Parker resopló.
—Estoy… feliz por ti, mamá.
—¿Sí? —Erin se frotó los ojos con fuerza.
—Sí. Es raro, pero me alegro por ti.
Claro que era raro hablar con tu madre sobre por qué se divorció
de tu padre, y era raro para Erin hablar con su hija sobre ello. Pero lo
habían hecho. Se sentía como un gran pequeño paso para estar más
cerca de Parker.
—Te quiero —volvió a decir Erin.
—Bien, ya está bien, dejémonos de cursilerías —dijo Parker
húmedamente—. Cuéntame más sobre la clínica.
Eso también se sintió como un paso, Parker pidió más que el
mínimo de información sobre el trabajo de Erin. Erin se secó los ojos
y le contó a Parker sobre la clínica.
262
Capítulo 19
Cassie
Si Cassie pensaba que Parker había desaparecido antes de su pelea,
ahora se había ido de verdad. En un campus de apenas mil personas,
Cassie nunca veía a Parker, ni siquiera de pasada, pero intentó que
no le importara.
¿Y qué si Parker pensaba que no sabía estar en una relación? Quizá
tuviera razón. Cassie había tenido una pareja seria y él la había
engañado. Todo eso era cierto, pero tampoco justificaba la forma en
que Parker le había hablado, como si fuera estúpida. No excusaba la
forma en que Parker la había abandonado cuando empezó a salir con
Sam. Cassie podía no saber cómo estar en una relación, pero sabía que 263
eso no significaba abandonar a tus amigos.
No necesitaba saber cómo ser vulnerable o tener una relación para
tirarse a la madre de Parker. Se imaginó, brevemente, diciéndole eso
a Parker. Aunque solo sería por despecho, un «mira, yo también
puedo ser una amiga terrible». Pero si Parker se enteraba de lo que
Cassie y Erin estaban haciendo, tendrían que parar. Además, Acacia
la mataría, probablemente, y puede que a Cassie no le importara
perder la amistad de Parker, pero no estaba dispuesta a perder la de
Acacia.
Parker y Acacia estaban pasando juntas las vacaciones de
primavera visitando a Emerson en Chicago. Acacia había invitado a
Cassie, con dudas, pero Cassie se había negado. No porque hubiera
sido incómodo que Parker y ella intentaran ser amigas, o Cassie al
menos intentándolo, ya que no estaba segura de cuál era la postura
de Parker al respecto. Se había negado porque ya tenía planes para
las vacaciones de primavera.
Dos noches en Boston, pagadas por United Aerospace
Laboratories. La iban a llevar a una entrevista para el trabajo de sus
sueños.
Había tenido que mentir, solo un poco, en la entrevista telefónica,
sobre la escuela de posgrado. Una empresa de Boston no iba a
contratar a alguien que quería irse a California al final del verano. Así
que Cassie había dado más importancia a su solicitud para el MIT. En
realidad, no estaba mintiendo: había solicitado plaza en el MIT.
Últimamente, ni siquiera le parecía la peor opción.
Caltech estaba muy lejos.
Había estado lejos de Acacia los tres primeros años de universidad.
A más de dos horas de distancia.
En la universidad, Cassie nunca había esperado sentir nostalgia. Ni
siquiera le gustaba su ciudad natal. Volvía durante las vacaciones
solo para ver a los Webb, y no había pasado ni una sola noche en la
caravana de su madre desde que se marchó a Keckley. A los dos
meses de empezar el primer año, echaba tanto de menos a Acacia que
la había llamado llorando, solo para oír su voz. Acacia se había
264
presentado en el campus aquel fin de semana, una sorpresa
improvisada para que Cassie se sintiera mejor.
No podrían hacerlo si Cassie fuera a Caltech.
Cassie sería feliz. Le encantaría lo que estaba estudiando y
probablemente acabaría haciendo otros amigos. Pero no podría
subirse a un auto y conducir hasta a Acacia en un día. Ese
conocimiento le hizo replantearse lo que había creído que era su
sueño desde niña.
Tampoco le vino mal saber que, si conseguía el trabajo en UAL, le
ayudarían a pagarse los estudios en el MIT.
Y quizá también ayudó que Erin estuviera cerca de Boston.
Cassie no le había contado a nadie, excepto al profesor Upton, lo de
la segunda entrevista. Ni siquiera le había contado a nadie lo de la
entrevista telefónica… había sido justo después de que Parker se le
echara encima o lo que fuera. No se habían hablado, y seguían sin
hacerlo, y tanto ella como Acacia habían estado hablando
incómodamente de Parker y evitando activamente hablar de ella, así
que la entrevista no había salido a colación.
No es que Cassie hubiera dicho nada, de todos modos. No quería
hacerse ilusiones. Si la gente sabía que lo quería y no lo conseguía,
sería mucho peor que no conseguirlo sin que todo el mundo supiera
que había fracasado.
Había un concierto a capella el fin de semana anterior a las
vacaciones de primavera. Cassie casi deseaba no querer ir. Sería más
fácil si no quisiera apoyar a Parker, si no la echara de menos. Pero la
extrañaba, así que fue y se sentó en primera fila con Acacia, decidida
a no pensar en el último concierto.
Cuando terminó, Parker se reunió con ellas entre el público,
radiante y riendo. Se lanzó a los brazos de Acacia y luego se abrazó a
Cassie. Su cuerpo se puso rígido a mitad del abrazo. Cassie la soltó
con suavidad. Parker, con la cara sonrojada, agachó la cabeza y miró
a Cassie.
—Me alegra que hayas venido.
265
—No me lo hubiese perdido —dijo Cassie—. Estuviste genial.
—¡Uy, sí! —dijo Acacia, evitando el silencio incómodo que sin duda
habría venido después—. Fue impresionante. Y ahora hay que
celebrarlo.
Resultó que las fiestas a capella eran todas caóticas y ruidosas, ya
que todo el mundo cantaba todo el maldito tiempo. Pero también eran
divertidas. Cassie pasó la mayor parte de la noche en un sofá apretada
entre Parker y Acacia, y aunque Parker pasaba más tiempo cantando
que hablando con ella, era genial. Se hicieron una veintena de selfis
juntas y bebieron mucho, hasta que Parker y Acacia se fueron al baño,
y dejaron que Cassie reclamara su sitio en el sofá. Se estiró sobre él y
ojeó las fotos que se habían tomado.
Todas se veían muy bien, pero encontró su favorita: se estaban
riendo de algo que Cassie ya ni siquiera recordaba, ninguna estaba
mirando a la cámara, Acacia casi se caía del sofá, y la nariz de Parker
estaba apretada contra la mejilla de Cassie. Hoy no le había enviado
ninguna foto a Erin, así que le mandó esta.
Erin [11:58 p. m.]
¡Mis chicas favoritas!
Pensó en preguntar quién iba a ir, solo para tener algo más que
decir, pero no quería que Parker pensara que solo iría si había otras
personas allí. Sus pulgares flotaban sobre la pantalla, sin que su
cerebro supiera qué escribir.
Parker [3:42 p. m.]
Voy a salir a cenar, así que iba a encontrarme con Kaysh allí. Deberías
acompañarla.
Cassie [3:43 p. m.]
Genial, nos vemos allí.
Las fiestas en la casa del béisbol solían irse de las manos y, cuando
Cassie y Acacia llegaron, ya había suficiente ruido como para que les
pusieran una denuncia por escándalo público. Parker las recibió
adentro, con Sam y Gwen a cuestas, y les dio vasos rojos antes de
siquiera saludarlas.
Con Jungle Juice gratis o sin él, Cassie debería haberse preparado
para engrasar las ruedas de la interacción social. Había ayudado en
la fiesta a capella. ¿Hasta qué punto tenían que emborracharse para
que aquella amistad fluida volviera a surgir por completo?
Antes de que se pusiera demasiado incómodo, Parker sugirió bailar
290
y Acacia nunca se negaría a eso. Si hubiera sido cualquier otra cosa,
Cassie no le habría dicho que no a Parker, pero tal como estaban las
cosas, ella y Gwen se hicieron de rogar. Las otras tres desaparecieron
entre la multitud, con las copas aún en la mano.
Cassie tomó un sorbo de su Jungle Juice. No sabía a alcohol, lo que
probablemente significaba que mañana tendría una resaca de los mil
demonios.
—No te emborraches demasiado —dijo Gwen.
Cassie puso los ojos en blanco. Era la primera vez que
interactuaban como es debido desde que Gwen había llamado a
alguien para que se ocupara de una Cassie borracha y, por supuesto,
se mostraba condescendiente con su nivel de embriaguez.
—Estoy bien, gracias.
—Lo sé. Solo quiero que luego tengas un buen control motor.
Cassie deslizó una mirada hacia Gwen.
—¿Qué?
—Cuando te lleve más tarde a casa —dijo Gwen—, quiero que
tengas un buen control motor.
Cassie se quedó boquiabierta. Gwen era tan segura de sí misma que
ni siquiera miraba a Cassie, ni siquiera sonreía. Era tranquila, directa,
segura. Cassie bebió un trago de su bebida.
—La última vez que traté de seducirte, llamaste a una de mis
amigas para que me recogiera —dijo.
Gwen se encogió de hombros.
—La última vez te veías desesperada. Ahora no lo pareces. De
hecho, te ves muy sexi.
Cassie estaba desesperada la última vez. Desesperada por dejar de
pensar en Erin, aunque en ese entonces todavía no lo hubiera
reconocido. Desesperada por acostarse con otra persona, por tener un
nuevo recuerdo que la calentara en las noches frías. Ahora, estaba 291
bastante feliz con sus recuerdos de Erin en la ducha, la cocina y su
dormitorio. Erin empujándola contra la pared de un edificio porque
la necesitaba rápido, y luego tomándose su tiempo en el hotel.
Ahora, Cassie no sabía si Gwen valía la pena.
—¿Y si cambié de opinión desde la última vez?
Gwen la miró.
—¿Por qué lo habrías hecho?
Cassie se pasó una mano por el pelo. Miró la pista de baile, la
multitud de cuerpos. Pudo ver a Parker, que las miraba y se alejaba
rápidamente. Cassie miró a Gwen, que estaba tan buena como
siempre, y luego a Parker, que le había enviado un mensaje de texto
por primera vez en más de un mes para esa fiesta, que estaba bailando
con la mejor amiga de Gwen, ¿quizá? ¿O prima? Cassie no estaba
segura de cuál era su conexión.
—¿Estás saliendo con alguien? —preguntó Gwen.
—No —dijo Cassie lentamente. Pensó en Erin. No estaban saliendo,
obviamente, pero la idea de volver a casa con Gwen ni siquiera dos
semanas después de que ella y Erin hubieran pasado una noche
entera; bueno, adorando el cuerpo de la otra, básicamente… no le
parecía bien.
—No realmente.
Gwen enarcó una ceja.
—¿En serio?
—No estoy saliendo con nadie —dijo Cassie—, pero tampoco
quiero irme contigo.
Ahora Gwen sí sonrió con satisfacción.
—No te creo.
Cassie no estaba segura de creerse a sí misma. Había querido
acostarse con Gwen desde antes de conocer a Seth, y ahora que por
fin tenía la oportunidad, ¿la rechazaba? No tenía sentido, excepto
porque no podía dejar de pensar en Parker enviándole mensajes de 292
texto por primera vez en mucho tiempo. Cassie no pudo volver a casa
con Gwen la primera vez que Parker le tendió la mano.
—No me voy a ir contigo.
—Esa no es la parte que no me creí —dijo Gwen, y se alejó.
¿No era la parte que…? Cassie puso los ojos en blanco. ¿Gwen no
se creía que no estuviera saliendo con nadie? ¿Quién era? ¿Acacia?
¿Como si salir con alguien más fuera la única razón por la que alguien
no quisiera cogerse a Gwen? Erin no tenía nada que ver con esto:
Cassie estaba intentando ser amiga de Parker, y dado que se habían
peleado por tirar con quien demonios le apeteciera, acostarse con
Gwen sería una idea terrible.
Al final de la noche, Gwen era la única lo bastante sobria como para
conducir, pero había encontrado a alguien más para entretenerla, así
que las otras cuatro regresaron al campus. Parker pasó un brazo por
encima de Sam y otro por encima de Cassie. Era prácticamente un
peso muerto, pero Cassie no se quejó.
—Fue divertido —les dijo Parker—. Ustedes no son tan aburridas.
Acacia y Sam pusieron los ojos en blanco, pero quizá fuera lo más
bonito que le había dicho a Cassie en meses.
***
Los jueves siempre eran un día sin rumbo: Cassie tenía clase por la
mañana, pero, a partir de las diez, tenía todo el día libre. Iba al
supermercado para ser productiva, pero luego vagaba por los pasillos
sin saber qué quería comprar.
Era el día libre de Erin, a quien Cassie había enviado una foto esa
mañana con el pelo desparramado en la almohada mientras
descansaba en la cama. Cassie miró dieciséis tipos diferentes de arroz
y le envió un mensaje.
Cassie [Hoy, 1:41 p. m.]
¿Qué haces?
322
Capítulo 23
Cassie
Cassie no había querido escuchar a escondidas. Tenía que ir al baño
y no era de las que se meaban en la piscina, así que entró. Escuchar a
Erin explicando hasta qué punto no estaban saliendo, no había sido
su intención.
—No puedo salir con la mejor amiga de mi hija de veintidós años
porque sea buena en la cama.
Cassie había huido por el pasillo hasta el cuarto de baño y había
cerrado la puerta lo más silenciosamente que pudo.
No debería haber sido para tanto. Se lo había dicho entonces y se lo
323
seguía diciendo ahora, dos días después. No era para tanto. Le había
dicho lo mismo a Acacia infinidad de veces, porque no estaban
saliendo. Pero se le había apretado el pecho al oír el desdén en la voz
de Erin. ¿Acaso ella sonaba así siempre que se lo decía a Acacia? Erin
había sonado tan despectiva. Cassie lo había odiado.
Decidió ser más amable con Kaysh. Ya tendría ocasión: Acacia
estaba de visita el 4 de julio y llegaría el sábado por la mañana para
pasar el fin de semana.
Solo tenía que pasar la semana. Solo era lunes y ya quería terminar.
Cassie [Hoy 7:07 p. m.]
Por fin terminé de trabajar.
Pensó en ello. Pensó en todo el tiempo que había pasado con Erin,
en todo el tiempo que había pasado diciéndole a Acacia que no
estaban saliendo. Pensó en cómo la hacía sentir Erin: cálida y feliz, y
supo que había sido así desde mucho antes. Pensó en lo que le había
oído decir a Rachel y tomó una decisión.
Cassie [8:55 p. m.]
Pero no tiene por qué cambiar nada.
Cassie odiaba esa idea, pero no sería para tanto. Desvió la mirada.
Cassie [9:54 a. m.]
Igual que yo no le rompería el corazón si me tirara a tu hermano.
Acacia [9:54 a. m.]
Puaj.
338
Capítulo 24
Erin
No había planeado invitar a Cassie el viernes. Pero la noche del
lunes con ella fue jodidamente agradable. El sexo había sido uno de
los mejores hasta entonces: Erin casi se había desmayado al ver a
Cassie con el arnés entre las piernas. Así que, en medio de la resaca
poscoital de la mañana siguiente, Erin se había limitado a pedir lo que
quería.
Ahora que Cassie había accedido, Erin no sabía por qué no había
venido los viernes por la noche durante todo el verano. Tenían que
aprovechar cualquier momento que pudieran. 339
Erin bailaba por la cocina mientras reunía los ingredientes para la
cena. Había hecho demasiado calor toda la semana, el tipo de clima
que intentaba recordar en pleno invierno, pero eso también
significaba que no estaba dispuesta a encender el horno. Así que
estaba preparando ensalada fría de fideos con salsa picante de
cacahuete. Sentía mariposas en el estómago al pensar en preparar la
cena a Cassie. Era ridículo, Cassie ya había cenado con ella más de
una docena de veces. Pero esta noche era diferente. Nunca había
cocinado solo para Cassie. Como una cita.
Se permitió pensarlo. Solo esta vez. Todo lo que le había dicho a
Rachel seguía siendo válido, pero no había nada de malo en admitir,
aunque solo fuera interiormente, que Rachel también había tenido
razón: Erin y Cassie básicamente estaban saliendo. Antes de las
vacaciones de primavera, su relación probablemente se situaba más
bien en la categoría de amigas con derecho a roce. Los beneficios ni
siquiera eran tan frecuentes: habían coqueteado, pero nunca se
habían mandado mensajes después de San Valentín. Después de su
noche en Boston, que sin duda había sido una cita, habían empezado
a cenar juntas por FaceTime. Desde que empezaron las vacaciones de
verano, habían tenido muchas ventajas, Cassie viniendo antes de que
Parker regresara de casa de Adam o escabulléndose por el pasillo
después de que ella se hubiera ido a dormir. Pero también habían
tenido citas: las veces que Erin estaba en Boston por trabajo y salían a
cenar antes de volver al apartamento de Cassie. Las veces que Erin
fingía estar en Boston por trabajo y conducía hasta allí solo para
encontrarse con Cassie. Una vez habían ido a comer y no habían
tenido tiempo más que para un beso de despedida.
Y ahora Cassie estaba de camino para cenar, las dos solas.
Esta noche, Erin dejó que fuera real.
Cassie llegó mientras Erin cortaba pepinos. No esperó a que
terminara para besarla.
—¿Qué tal el viaje?
—Bien —respondió Cassie, pasando una mano por el brazo de
Erin—. Pero esto está mucho mejor. 340
La piel de gallina siguió el roce de Cassie, pero Erin negó con la
cabeza.
—La paciencia es una virtud.
—Nunca he sido especialmente virtuosa. —Cassie volvió a
besarla—. ¿Puedo ayudarte con algo?
—No —dijo Erin—. No hay mucho que hacer.
Cassie dejó escapar un suspiro exagerado y ocupó uno de los
taburetes de la isla de la cocina. Charlaron sobre sus semanas
mientras Erin cortaba rábanos. Cada vez que Erin miraba por encima
del hombro, los ojos de Cassie se clavaban en ella: interesados,
atentos. Erin se obligó a concentrarse. Era eso o abrirse un dedo.
No se había dado cuenta de que Cassie se había acercado hasta que
bajó el cuchillo y, de repente, se vio empujada hacia atrás, con las
caderas de Cassie presionando el trasero de Erin.
—¿Quizá la cena pueda esperar? —murmuró Cassie.
Erin luchó por no derretirse en el agarre de Cassie.
—Cuando hierva el agua, me tomaré un descanso mientras se
cuecen los fideos.
—No quiero besarte mientras se cuecen los fideos —dijo Cassie,
acariciando con la nariz justo debajo de la oreja de Erin. Era
vergonzoso la poca presión que hacía falta en la cintura de Erin para
girarla—. Quiero besarte ahora.
Y así lo hizo.
Tal vez la cena podría esperar. Sabría mejor si las verduras se
marinaran más, pero no era un problema. Y realmente, ¿a quién le
importaba el sabor de la cena cuando Cassie sabía tan bien?
Erin rompió el beso solo el tiempo suficiente para apartar la tabla
de cortar y los rábanos, y poder subirse al mostrador. Cassie se colocó
entre sus muslos y Erin bloqueó los tobillos detrás de la espalda de
Cassie. Antes de que pudiera volver a acercar sus labios a los de
Cassie, esta se apartó ligeramente y le sonrió.
341
—Pensaba que la paciencia era una virtud.
—Resulta que yo tampoco soy especialmente virtuosa —dijo Erin.
Rascó con las uñas el cuero cabelludo de Cassie y pensó en
rascárselas luego por la espalda. Cassie prácticamente ronroneó.
En algún momento se oyó un ruido, el cerebro de Erin no
funcionaba lo bastante bien como para identificarlo, y se apartó de
Cassie para mirar en la dirección de la que procedía y…
—¿Qué demonios está pasando aquí?
Erin sabía que esto era malo, pero si alguien iba a entrar, se alegraba
de que fuera Adam. Le importaba un carajo lo que él pensara de ella.
Cassie retrocedió de un salto, pero Erin se limitó a deslizarse fuera
del mostrador, sin molestarse en dejar espacio entre ella y Cassie.
—No es asunto tuyo —dijo—. Podrías haber tocado la puerta.
—¡¿Podría haber tocado?! ¡Podrías no haber estado besuqueándote
con la amiga de nuestra hija! —Adam ya estaba gritando. Tenía los
ojos entrecerrados y la cara cada vez más roja.
El corazón de Erin latía al triple en su pecho, pero lo ignoró y enarcó
las cejas.
—¿Qué haces aquí, Adam?
Siguió gritando. Sobre lo asquerosa que era y lo que le pasaba, y
que no podía creer que alguna vez bla, bla, bla. A ella realmente no le
importaba lo que él pensara de ella. Nada de eso era peor de lo que
ya se había dicho a sí misma.
Mientras la sermoneaba sobre el comportamiento apropiado,
Parker apareció detrás de él.
Erin salió de la órbita de Cassie. Su corazón tocó fondo. Cayó hasta
la planta de los pies, quizá más allá, o quizá desapareció del todo. No
lo sabía. No podía pensar. Ya no podía oír a Adam. El sonido en sus
oídos se había vuelto estático. Su visión se desvió hacia la cara de
Parker, que estaba totalmente en blanco, con la boca en una línea fina. 342
Tal vez, si Erin hubiera podido pensar, habría reaccionado con la
rapidez suficiente para detener la situación antes de que empeorara;
técnicamente, Parker no había visto nada. Quizás si Erin hubiera
dicho algo, interrumpido, o cualquier cosa, Parker no se habría
enterado. En lugar de eso, Erin se quedó congelada mientras Adam
daba vueltas.
—Qué te parece esto: a partir de ahora tocaré la puerta siempre que
no te metas con la amiga de tu hija.
La cara de Parker no cambió, pero abrió la boca.
—Papá.
Adam dio un respingo. Al parecer, no se había dado cuenta de que
había entrado, mientras que Erin no había quitado los ojos de Parker
desde que había llegado.
—Parker, cariño, ¿qué haces aquí? Siento mucho que hayas tenido
que…
—Papá, vete a casa.
—¿Qué?
—Vete a casa. Iré por el Switch y te veré allá.
—Parker…
—Vete a casa. —La voz de Parker era de acero.
Erin cerró los ojos y las lágrimas se filtraron por las comisuras. La
opinión de Adam no importaba: podía odiarla todo lo que quisiera,
pero no Parker. Sentía que se ahogaba, como si supiera que no había
esperanza, pero luchando de todos modos. Ya se había acabado.
No podía mirar a Cassie.
Adam se marchó, no sin antes lanzarles una última mirada y
sacudir la cabeza con disgusto. La puerta principal se cerró tras él,
Erin lo oyó esta vez, y las tres mujeres se miraron fijamente.
Erin encontró por fin la voz.
—Parker, déjame explicarte… 343
—No te molestes —dijo Parker, y a Erin le entraron ganas de
vomitar. Y luego añadió—: Ya sé que están saliendo.
—¿Lo sabes? —preguntó Erin, al mismo tiempo que Cassie decía:
—¿Saliendo?
Parker se volvió hacia Cassie, con los ojos entrecerrados.
—¿Dónde demonios está tu teléfono?
Erin miró a Cassie por primera vez desde que Adam había llegado.
Tenía el pelo hecho un desastre, con la coleta medio arrancada por los
dedos de Erin al peinárselo mientras se besaban. Tenía los ojos muy
abiertos, desconcertada, parpadeando ante Parker como si no tuviera
ni idea de lo que estaba pasando. Erin estaba en la misma situación.
—Llevo veinte minutos enviándote mensajes para evitar lo que
acaba de pasar —Parker dijo.
—¿Qué?
—Papá dijo que quería venir por el Switch para poder ganarme al
Mario Kart, lo cual, es imposible, pero luego dijo que pasaría a
recogerla de camino a casa desde el trabajo; y sé que dijiste que no
ibas a subir hasta mañana, pero, quiero decir, no quiero pensar en lo
que harían con una noche a solas, pero no soy idiota.
Erin se sonrojó cuatro tonos de rojo, incluso mientras su ceño se
fruncía permanentemente. ¿Parker estaba enfadada… porque Cassie
no había visto sus mensajes? Sabía que Cassie y Erin planeaban pasar
la noche durmiendo juntas a sus espaldas, pero eso no parecía ser un
problema…
—Cuando no contestabas a ninguno de mis mensajes, intenté
ganarle la partida, pero obviamente no funcionó. Ahora, todo esto va
a ser todo un puto lío.
—Ese lenguaje —dijo Erin automáticamente.
Parker enarcó las cejas, con una sonrisa divertida en la cara.
—¿En serio? Creo que tenemos cosas más importantes que hacer
que decir «puto». 344
—Lo siento, tienes razón. Es un hábito —dijo Erin.
Intentó sonreír, y la sonrisa de Parker creció en respuesta. Cassie
las miró como si ya hubiese llegado al límite. Erin sintió que tal vez
lo había hecho, pero Parker sabía que Cassie y ella se acostaban, y no
estaba enfadada. A caballo regalado no se le miraba el colmillo,
aunque seguía sin entender cómo había sucedido todo aquello.
—Lo sé desde San Valentín —dijo Parker como si nada.
Como si no importara. Como si no le importara.
Erin sintió náuseas. ¿Parker sabía que habían estado sexteando el
día de San Valentín?
—Estaba en el ordenador de Cassie cuando le enviaste el mensaje
de agradecimiento por las flores —explicó Parker, y a Erin se le calmó
el estómago—. Ya lo superé. Puedes agradecerle a Acacia que no te
haya matado.
Cassie parpadeó.
—¿Acacia?
—Le costó mucho convencerme, pero por ella me di cuenta de lo
felices que se hacen mutuamente.
Cassie dejó escapar un estremecedor suspiro.
—Necesito un minuto —dijo.
Eso tenía sentido: Erin también necesitaba un minuto para aceptar
que Parker lo sabía. Lo que no tenía sentido era por qué Cassie se
dirigió al vestíbulo, donde estaban sus zapatos y su chaqueta. Erin la
siguió y Parker la siguió de cerca.
—¿Te vas?
—Volveré dentro de un rato —dijo Cassie. Erin quería darle todo
el tiempo que necesitara, pero no quería que se marchara. Algo se le
debió de notar en la cara, porque Cassie añadió —: Dejaré mis cosas,
¿bien? Te prometo que volveré.
Y entonces se marchó, con las maletas de la moto aún sobre la mesa
345
del vestíbulo. La puerta del garaje se abrió. El motor de su moto
aceleró y luego se apagó mientras se marchaba.
—¿No vas a ir tras ella? —preguntó Parker.
—Quiero darle espacio si lo necesita —dijo Erin, lo cual era cierto,
aunque la forma en que Cassie había huido hizo que a Erin se le
apretara el corazón en un puño. Pero había una razón más importante
por la que se quedaba—. ¿Y creo que tal vez deberíamos hablar?
Parker soltó una risita y la ansiedad de Erin, que se había disparado
cuando Cassie se marchó, se calmó un poco.
—Sí, probablemente sea una buena idea.
Las dos se quedaron allí de pie. Erin no sabía cómo empezar: «Lo
siento» o «No tenía que haber pasado» o «Te quiero mucho». Cuando
tardó demasiado en buscar las palabras adecuadas, Parker se rio de
ella.
—Bueno, dejemos este momento incómodo y sentémonos. —Se
subió a un taburete de la isla de la cocina—. Quiero decir, va a ser
raro, obviamente, pero no tenemos por qué sentirnos así.
Le dio una palmadita al taburete de al lado y Erin vino a sentarse
en él.
—Te quiero muchísimo.
Esperaba que Parker pusiera los ojos en blanco o algo parecido.
Algo típico de un adolescente. En lugar de eso, Parker le agarró la
mano y apretó.
—Lo sé, mamá. Yo también te quiero.
—No quería que nada de esto ocurriera. —Se le llenaron los ojos de
lágrimas. Quería pedir perdón, aunque Parker actuaba como si no
hubiera hecho nada malo—. No… no lo habría hecho… si hubiera
sabido…
—Mamá —dijo Parker, apretándole la mano de nuevo.
Se suponía que Erin era la adulta aquí. Se suponía que era madura, 346
sabia, y un modelo a seguir. Se suponía que no necesitaba que su hija
la sujetara de la mano. Tomó aire.
—Dijiste que lo sabías desde el día de San Valentín. Pero empezó
mucho antes. Antes incluso de que fui a verte a la universidad.
—Háblame de ello.
—Fin de semana familiar. —Fue surrealista hablar de eso—. Te
fuiste a cenar con tu padre el viernes por la noche, y yo me fui a un
bar. —Mientras fueran honestas, Erin pensó que debía ir con todo—.
A veces es difícil estar divorciada. Quiero decir, estar divorciada con
una hija. Una cosa era que tu padre fuera tu favorito cuando
estábamos casados, pero no sé, ahora puede parecer una
competencia. No quiero que lo sea, y no es sano, lo sé, pero puede
serlo. Así que fui a un bar para distraerme. Y… conocí a una mujer.
Estaba la honestidad, y estaba darle a tu hija detalles de tu vida
sexual. Erin se saltó esa parte.
»Cuando nos presentaste en el desayuno a la mañana siguiente, yo…
Dios, todavía no lo sé. Estaba aterrorizada.
—No sabía sobre eso —Parker susurró—. Acacia me dijo que todas
se habían conocido ese día, cuando la interrogué el día de San
Valentín, pero en aquel momento no tenía ni idea.
—Sí, eso es lo que queríamos.
—Claro.
—Pensé que estaría bien. No habías estado mucho tiempo en la
universidad. Tal vez caerías en un grupo diferente. No pensé que la
invitarías a visitarnos durante las vacaciones de invierno.
Parker seguía tomándola de la mano. No parecía enfadada, ni
disgustada, ni ninguna de las cosas que Erin pensó que estaría. Había
pensado en ese momento de cien maneras distintas en los últimos seis
meses, pero nunca había imaginado que sería tan fácil.
—No quería que pasara nada. Contigo en la universidad, las cosas
entre tú y yo iban bien. Fue duro, por un tiempo, con el divorcio, y mi
trabajo, y todo, ¿verdad? Pero eres tan importante para mí. Eres lo
347
más importante en mi vida. La persona más importante. Lo mejor que
he hecho.
—Mamá, detente.
—Hablo en serio. Haría cualquier cosa por ti. Todo lo que quiero es
que seas feliz. —Se estaban desviando del tema de la conversación,
pero esto era importante—. Mi madre me enseñó a preocuparme por
lo que pensaban los demás. Me enseñó que las opiniones de los demás
importaban, que eso era a lo que tenía que prestar atención. No quiero
que pienses eso. Quiero que hagas lo que quieras, es tu elección. No
la de tu padre, ni la mía, ni la de tus profesores. Tienes que encontrar
lo que es bueno para ti. Puedes cometer errores en el camino. Es tu
vida. —Erin se secó las lágrimas que se le escapaban—. Lo siento, sé
que se supone que esta conversación no es sobre eso, pero… es
importante.
—Pero, de alguna forma, lo es —dijo Parker—. Tú y Cassie. Elegiste
lo que es mejor para ti, ¿verdad?
Erin se rio a medias y se secó las lágrimas con más fuerza.
—Sí, creo que tienes razón. Cassie es… es…
—Es genial, ¿no?
—Lo es.
A Erin se le calentó el pecho al pensarlo. Cassie era genial.
—Mira, mamá, no es que quiera que salgan. Me refiero a que no es
lo que nunca hubiera pensado que quería —dijo Parker—. Cuando vi
sus mensajes el día de San Valentín, yo… no quería volver a hablar
con ninguna de las dos. Las odié tanto.
Erin asintió. Ella también se había odiado.
»Hice que Acacia me contara todo lo que sabía. A quien, por cierto,
todas le debemos mucho. La hice portarse como una amiga de
mierda. Nunca me habría contado nada sobre Cassie y tú, pero la
obligué. Y me alegro de haberlo hecho, porque ella me ayudó a verlo
por lo que era. Son felices juntas, mamá.
Erin lloró un poco más.
348
»Estaba tan enfadada con ustedes, pero también podía ver lo felices
que eran. Hacía mucho tiempo que no te veías así. —Se encogió de
hombros—. Así que lo superé.
—Tienes derecho a estar enfadada —dijo Erin—. Incluso ahora,
aunque lo hayas superado. No deberíamos haberte mentido o haber
ido a tus espaldas. Lo siento mucho. Debería haber sido honesta
contigo desde el principio.
—¿Qué, como en el desayuno?
—Bueno, tal vez no tan al comienzo.
Parker se rio entre dientes.
—Supongo que sí, quizá todavía estoy un poco enfadada. Pero las
quiero a las dos. Y lo entiendo. Y me alegro por ustedes.
—¿Cómo es que saliste tan bien educada?
—Tal vez fuiste un buen modelo a seguir, después de todo —dijo
Parker—. Entonces, ¿qué vas a hacer ahora? Con ella yendo a Caltech
y todo eso.
El globo de Erin explotó.
—No lo sé. Yo… ni siquiera sé cómo se siente, honestamente. No
hemos hablado de ello.
—¿Han estado saliendo por siete meses y no han hablado de eso?
—No… quiero decir, no lo hemos llamado exactamente salir. No lo
hemos llamado de ninguna forma. Hablar de ello lo habría hecho real,
y no podría haber sido real.
—Probablemente, deberían hablar de eso, ¿no?
—¿Tú crees?
—Tengo que ir a hablar con papá de todos modos.
Erin se encogió.
—Lo siento —dijo—. No me importa lo que piense de mí, pero no
me imagino que vaya a ser una conversación especialmente divertida
349
para ti.
—Sin duda amenazaré con volver y pasar la noche aquí si se porta
como un imbécil —dijo Parker—. Pero no lo haré, porque… —hizo
un gesto vago con las manos—, no quiero estropear tu… noche de
cita.
Como si su noche no se hubiera estropeado ya por completo.
—Estoy más que feliz de volver a fingir que no lo sabes antes que
tener que aludir a mi vida sexual.
—Sí, yo también. —Parker se estremeció como si se estuviera
sacudiendo la contaminación—. Bueno, me ocuparé de papá. No te
preocupes.
Pero no era Adam quien preocupaba a Erin.
No tenía ni idea de lo que pasaba por la cabeza de Cassie. Con
suerte, la otra mujer simplemente estaba abrumada, lo cual sería
comprensible.
Erin vio alejarse el auto de Parker y siguió observando, como si
Cassie fuera a volver a aparecer de inmediato. Hizo rebotar la pierna.
La calle estaba vacía.
Al cabo de un minuto o dos, se convenció a sí misma de que debía
terminar de preparar la cena en lugar de mirar por la ventana.
Una olla vigilada nunca hierve.
350
Capítulo 25
Cassie
Cassie iba conduciendo muy rápido y se dejó abierta la visera del
casco. No podía llorar con el viento picándole en los ojos.
No sabía adónde iba. Tomó carreteras que no había tomado antes.
Solo quería escapar. Montar en bici normalmente le despejaba la
mente, pero sus pensamientos estaban demasiado desordenados:
todo el semestre, la distancia de Parker, su pelea, Acacia atrapada en
el medio. Nada de eso era lo que ella había pensado.
La forma en que Erin no estaba en desacuerdo con la afirmación de
Parker de que estaban saliendo. Eso tenía aún menos sentido que el 351
resto.
Cassie sabía que parecía que estaban saliendo. Acacia llevaba
meses diciéndoselo y Cassie se daba cuenta. Disfrutaban de la
compañía mutua y les gustaba acostarse. Cassie tardó hasta esta
maldita semana en darse cuenta de que era algo más que eso. Pero
Erin no quería salir con ella. Eso era lo que le había dicho a Rachel.
Quizá no con esas palabras concretas, pero eso era lo esencial. Se
salió de la carretera en un parque.
Esto era un desastre. Necesitaba hablar con su mejor amiga.
Acacia contestó el teléfono con:
—¿Parker se pudo comunicar contigo?
Cassie se enroscó la coleta en la mano y tiró, la presión y el dolor le
dieron un polo a tierra.
—No hasta después de que Adam nos sorprendiera a Erin y a mí
besándonos en la cocina.
—Mierda.
—Ni me lo digas.
—Al menos no te mató. A menos que me llame tu fantasma.
Cassie soltó una carcajada. Al llamar a Acacia, estaba a punto de
echarse a llorar, pero no podía contenerse cuando se trataba de
aquella idiota.
—Aún vivo, por desgracia —dijo.
—Estamos de acuerdo en discrepar sobre la suerte de ese hecho.
—Bueno, pero sería más fácil estar muerta que lidiar con esto.
—También sería más fácil estar muerta que pensar qué cenar todos
los días, aunque eso no significa que sea desafortunado poner una
pizza congelada en el horno por tercera noche consecutiva.
—Olvídate de Adam —dijo Cassie en lugar de admitir que Acacia
tenía razón—. ¿Cómo convenciste a Parker de que no me matara?
352
—Bueno, me costó mucho trabajo —dijo Acacia—. Y casi dos
meses.
—¿Así que no estaba realmente obsesionada con Sam después de
San Valentín?
—No, definitivamente no. Ella quería matarte.
Cassie soltó otra carcajada.
—Sí, eso suena muy bien.
Acacia lo hizo todo más fácil. Todo seguía siendo un desastre y
Cassie aún iba a tener que arreglárselas, pero hablando con Kaysh no
parecía tan imposible.
—Lamento no habértelo dicho —dijo—. Se enteró el día de San
Valentín, y se dio cuenta de que yo lo había sabido. No sé, por mi cara
o algo así, cuando me contó lo de los mensajes. Pero no le dije nada
en concreto, solo que estabas como medio apegada a su madre.
Cassie volvió a tirarse de la coleta.
—El eufemismo del año.
—Sí —Kaysh dijo—. Sinceramente, no me sorprendió que Parker
aceptara que estaban saliendo antes que tú.
Cassie no estaba segura de que lo hubieran estado haciendo. Erin
no quería salir con ella, ¿verdad?
Hubo un momento de silencio y luego la voz de Acacia se calmó al
preguntar:
—¿No estás enfadada conmigo por haberte mentido?
—Me encantaría estarlo —dijo Cassie—, pero sería hipócrita de mi
parte. Así que no.
—Muy maduro de tu parte.
—Sí, lo intento. —Aunque no sentía que fuera lo suficientemente
madura para Erin—. Excepto que básicamente hui de Erin y Parker
porque me sentí abrumada.
—No pasa nada —dijo Kaysh sin una pizca de juicio.
353
Las cosas se habían puesto, si no aterradoras, al menos intensas, y
había huido. Pero ¿cuándo había hecho otra cosa? En la primavera,
había dejado que Parker se alejara de su amistad casi sin luchar. Y al
principio del curso, cuando su grupo de amigos había elegido a Seth,
ella simplemente… los había dejado. Era más fácil dejar ir a la gente
que admitir que la querías en tu vida. Al menos así no tenías que
arriesgarte a que te rechazaran.
Lo único que Cassie había admitido querer era Caltech. Pero eso
era…
Caltech siempre había sido su sueño, pero no por la universidad en
sí. Se trataba de alejarse de casa, de cualquiera que la mirara con
lástima. Se trataba de una vida completamente nueva, sol y palmeras
y nadie que supiera lo suficiente de ella como para compadecerla.
Llevaba intentando huir de su vida desde que se escapó literalmente
de la caravana de su madre a los doce años. Había dormido en el suelo
del armario de Acacia y no le habían dicho a nadie dónde estaba.
Pasaron tres días antes de que su madre se diera cuenta de que se
había ido. Después de aquello, los Webb le compraron a Acacia un
camarote.
Cassie ya no quería escapar. Había encontrado una vida por la que
valía la pena quedarse.
—¿Quieres hablar de ello? —preguntó Acacia.
Sí que quería. Quería que Acacia le dijera qué hacer. Cómo manejar
esto. Cómo arreglarlo. Kaysh lo sabría. Siempre había sido mejor con
la gente que Cassie.
Pero necesitaba resolverlo por sí misma. Ella misma se había
metido en este lío. Acacia ya había hecho bastante por sacarla de él
con Parker. Si quería quedarse, tenía que demostrarlo.
—Creo que tengo que hacerlo sola, nena. —Dudaba de sí misma
incluso mientras lo decía.
—Está bien necesitar a otras personas, ¿sabes?
354
—Bien, porque sería un maldito desastre sin ti.
—Las dos somos desastres de todos modos —dijo Acacia—. Pero
sé que lo harás bien.
Cassie intentó creerle
—De acuerdo.
El teléfono le zumbó en la mano. Puso a Kaysh en altavoz para leer
sus mensajes.
Parker [6:34 p. m.]
¿Estás bien?
¿Aún tenía a Erin? Tal vez podría, si realmente hablara con ella
355
sobre eso.
—Probablemente, debería volver a casa de Erin —dijo Cassie,
enviando un mensaje a Parker diciendo lo mismo.
—¿Sabes lo que le vas a decir?
Cassie no lo sabía.
—Todavía no.
—Lo harás bien —volvió a decir Acacia.
—Eso espero
—Te quiero.
—Te quiero.
—Nos vemos mañana.
—Claro que sí.
Pasara lo que pasara el resto de la noche, mañana Cassie iba a ir con
una de sus mejores amigas a recoger a la otra para pasar todo un fin
de semana juntas. Las cosas no iban del todo mal.
Después de colgar, Cassie no se dio tiempo para pensárselo dos
veces antes de volver a subirse a la moto. Pero no se dirigió
directamente a casa de Erin. No quería llegar con las manos vacías.
Además, un viaje más largo significaba más tiempo para averiguar
qué demonios iba a hacer.
Porque podía hacerlo. Podía admitir que quería a Erin. Hacerse
vulnerable. Pedir algo que quería. Y arriesgarse a ver la cara de Erin
cuando dijera que no.
Quizá Erin no quería estar con ella. Cassie no lo sabía: había oído
lo que Erin le dijo a Rachel, pero no toda la conversación. Quizá se
había perdido algo. Debía de haberlo hecho, ya que Erin no había
discrepado cuando Parker le dijo que estaban saliendo.
Cassie trató de no convencerse a sí misma: le gustaba a Erin, le
gustaba lo suficiente como para buscarle apartamento. Le gustaba lo
suficiente como para acostarse con ella, incluso cuando eso debería
356
haber jodido su relación con Parker. Le gustaba lo suficiente como
para conducir una hora y media para sorprenderla, solo porque había
tenido un día pesado.
Gustarle y querer salir con ella eran cosas distintas, por supuesto,
como Cassie le había dicho a Acacia. Pero estaban en la misma
galaxia, siguiendo órbitas similares. Solo tenía que averiguar cómo
hacer que chocaran.
Vale, la metáfora se venía abajo, pero el caso era que… Cassie
necesitaba hacer algo.
Probablemente, debería ser algo maduro. Ese era probablemente el
mayor problema aquí, ¿verdad? ¿Que Cassie apenas tenía edad para
beber y Erin iba a cumplir cuarenta en seis meses? Ahora que
resultaba que a Parker le parecía bien, la diferencia de edad tenía que
ser el mayor obstáculo. Pero no tenía ni idea de cómo demostrar que
era lo bastante mayor, lo bastante madura, como para merecer la
pena. No había nada romántico en presumir de declaraciones de la
renta, y Erin ya sabía que Cassie tenía un trabajo que le pagaba las
facturas. Cassie había estado cuidando de sí misma desde que había
llegado a los dos dígitos.
Ah, a la mierda.
Además, su relación con Erin (ahora que podía admitir que esa era
la palabra adecuada) no consistía en que la cuidaran. Le importaba
un carajo que Erin fuera mayor que ella. Le importaba que Erin fuera
divertida e inteligente y que la hiciera sentir segura. Bueno, tampoco
dolía que estuviera buenísima.
Erin hacía feliz a Cassie. Y Cassie quería hacerla feliz. De eso se
trataba su relación.
Cassie necesitaba volver con algo que dijera esto. Sí, podía hacer
vino o chocolate o algo tradicionalmente romántico y aburrido. Pero
Erin no era aburrida. Se merecía mucho más que algo aburrido. Se
merecía su clínica y vacaciones de invierno en cualquier lugar cerca
del ecuador y buceo.
Buceo. 357
Sería ridículo, tal vez. Desde luego, no iba a demostrar la madurez
de Cassie. Pero demostraría lo que Cassie quería decir.
Se detuvo a un lado de la carretera, introdujo Dick's Sporting
Goods en Google Maps y se dirigió a comprar el equipo de buceo.
Resultó que en una tienda de deportes normal no había equipos de
submarinismo. Además, una búsqueda en Google indicaba que el
equipo de buceo era jodidamente caro. En su lugar, Cassie compró
aletas de natación de color morado, el color favorito de Erin.
No fue hasta que Cassie volvió a su moto cuando recordó que se
había dejado las maletas en casa de Erin. ¿Cómo iba a llevar esas
ridículas aletas en la moto?
«Mejor que sea lo más ridículo posible», pensó mientras se las
metía por detrás de la chaqueta.
Si Erin decía que no, a Cassie se le iba a romper la dignidad y el
corazón.
Quería fingir que no. Incluso en su mente quería desviar la atención
con una broma. En lugar de eso, se subió a la moto una vez más.
El viaje a casa de Erin fue demasiado corto. Cuando se detuvo
frente a la casa en la que había estado parando casi todos los fines de
semana de aquel verano, no estaba preparada. No se le había ocurrido
qué decir. Erin lo entendería, ¿verdad? Si Cassie le decía que quería
bucear con ella. El submarinismo daba mucho miedo, pero Cassie iría
con Erin. Eso significaba algo.
Si iba a hacerlo, tenía que hacerlo. La adrenalina ya corría por sus
venas y ni siquiera se había bajado de la moto.
Sin embargo, Erin debió de oírla llegar: la puerta principal seguía
abierta a sus espaldas mientras se dirigía hacia Cassie. Bueno, al
menos ya no tenía que pensar si tocar la puerta o simplemente entrar.
No podía leer la cara de Erin, pero no importaba. Cassie había
decidido hacerlo. Necesitaba hacerlo.
Saltó de la moto antes de que Erin llegara, y levantó las manos.
—Bien, detente ahí, tengo que decir algo. —Erin se detuvo—. 358
Lamento haberme ido. No debería haberlo hecho. —Cerró los ojos
porque era más fácil sacarlo todo si no estaba analizando la cara de
Erin en busca de alguna señal de acuerdo—. Sé que hay un millón de
razones para no hacerlo: soy joven y, sinceramente, tan tonta en lo
que se refiere a sentimientos que ni siquiera me di cuenta de que los
tenía hasta esta semana, y solo porque resulte que a Parker le parezca
bien, no significa que a los demás les vaya a parecer bien. Y Dios,
tantas otras razones. Pero debería haberme quedado porque quiero
quedarme. Quiero que te quedes. Sé que tal vez no quieras, pero
quiero hacer esto, de verdad.
Erin podría haber sonreído, pero Cassie no quiso mirarla. En su
lugar, bajó la cremallera de su chaqueta y las aletas cayeron al suelo.
—¿Qué demonios…? —dijo Erin en voz tan baja que Cassie ni
siquiera estaba segura de querer formular la pregunta.
Cassie las recogió. En aquel momento, le había parecido una buena
idea, pero ahora se sentía ridícula mientras las lanzaba hacia Erin.
—Quiero bucear contigo. —Se suponía que eso era suficiente, pero
Erin la miró como si esperara algún tipo de continuación—. El océano
es enorme, aterrador y desconocido, pero si tú quieres bucear, yo
también quiero —explicó—. Quiero hacerte feliz. O hacer contigo las
cosas que te hacen feliz. Y, no sé, quizá no dé tanto miedo si estoy
contigo. Porque la vida es un poco enorme y aterradora y
desconocida, ¿verdad? Pero nunca pienso en eso cuando estoy
contigo.
—Cassie —dijo Erin, con una ternura en la voz que Cassie quiso
abrazar. No había agarrado las aletas.
—No lo sé —dijo Cassie. El brazo con el que le tendía las aletas a
Erin cayó a su lado y se encogió de hombros—. Tenía sentido cuando
las compré.
—Tiene sentido —dijo Erin, y entonces se puso justo delante de
Cassie, con una mano en la cara y la otra sobre la mano de Cassie que
sujetaba las aletas de natación, los dedos de Erin se enroscaron
alrededor de los de Cassie—. Es quizá lo más dulce que nadie me ha
dicho nunca. 359
Cassie no podía respirar.
—¿De verdad?
—De verdad —dijo Erin.
—Genial.
Erin se rio como si hubiera dicho algo gracioso, aunque Cassie no
estaba segura de qué. Eso no significaba necesariamente que pensar
que alguien fuera dulce fuera lo mismo que querer salir con ella.
Cassie respiró hondo e intentó ser valiente.
—Sé que dijiste que no querías salir conmigo, pero pensé…
Erin se echó hacia atrás, con el ceño fruncido.
—¿Cuándo dije eso?
—El fin de semana pasado —respondió Cassie—. Le dijiste a
Rachel que no saldrías conmigo solo porque fuera buena en la cama.
Y…
Erin interrumpió.
—Eso no era lo que estaba diciendo. Intentaba convencerme de que
no te dijera lo que sentía. Si eso fue todo lo que oíste, entonces te
perdiste… —Se interrumpió, y a Cassie le gustaría mucho saber lo
que se había perdido—. Te perdiste muchas cosas. Lo importante de
la conversación fue lo mucho que quiero salir contigo.
Cassie parpadeó.
—¿De verdad?
—Sí —dijo Erin, juntando sus frentes antes de darle un beso rápido.
Una de sus manos seguía sobre la de Cassie, ambas sujetaban las
aletas—. Qué bien se siente decirlo en voz alta.
—¿Aunque a Parker…?
—¿Le parezca bien? 360
Cassie supuso que era cierto.
—Bueno, sí, pero Adam…
—Puede irse a la mierda —gruñó Erin—. Su opinión no significa
absolutamente nada para mí.
—Bien, de acuerdo. Aunque todavía queda el tema de que soy
idiota, pues solo hace tres días me di cuenta de lo que siento por ti.
Erin le sonrió, muy suavemente.
—Quiero estar contigo, aunque te niegues a dejar de inventar
razones por las que no debería. —Cassie soltó una risita y se encogió
de hombros. No podía evitarlo. Aquello no parecía real—. Quiero
bucear contigo. —Erin se rio y agitó la mano—. O lo que sea
equivalente para ti. Quiero ir a Caltech contigo. O al menos ir a
visitarte todos los meses.
Cassie se mordió el labio, con una media sonrisa.
—Sobre eso… —Erin ladeó la cabeza, como un cachorro
confundido—. Yo, eh, podría haber estado considerando ir al MIT en
su lugar.
La cara de Erin se iluminó tan de repente que parecía risible que
Cassie no hubiera estado nunca segura de que quería estar con ella.
Pero Erin no lo celebró de inmediato.
—No solo por mí, ¿verdad? No quiero que cambies tu sueño por
mí.
—No solo por ti —confirmó Cassie—. Más que nada porque soy
demasiado bebé para estar tan lejos de Acacia, si te soy sincera.
Bueno, y también de ti, y de Parker. Y mi trabajo. Realmente no me di
cuenta mientras sucedía, pero, eh, como que me hice una vida aquí
que realmente me gusta.
La sonrisa de Erin alivió el pecho de Cassie.
—¿Realmente solo descubriste que sentías algo por mí esta
semana?
361
Cassie gimió.
—Me dije a mí misma que éramos amigas con derecho a roce. Era
más fácil, supongo, que arriesgarme a salir herida si eso es lo que tú
también pensabas que éramos. No lo sé. Probablemente, no sea gran
cosa, de verdad… Es solo que se me dan mal los sentimientos.
Erin le quitó las aletas y las tiró al suelo, cosa que a Cassie no le
hizo mucha gracia. Lo compensó sujetando la cara de Cassie con las
dos manos.
—Ya que eres tan mala con los sentimientos, quiero asegurarme de
que entiendas esto —dijo Erin—. Cuando digo que quiero bucear
contigo, lo que quiero decir es que te quiero.
Cassie sintió que volaba.
—Eso… probablemente aún se me da mal, pero conozco esa
sensación —dijo—. La verdad es que… quiero decir, yo también. Yo
también te quiero.
Qué manera tan vergonzosa de decirlo por primera vez.
Definitivamente, era mala con los sentimientos. Pero Erin le sonrió de
todos modos, y la besó, y se sintió amada.
Definitivamente, esto se sentía jodidamente surrealista. Y todavía
estaban en la entrada.
362
Capítulo 26
Cassie
Cassie estaba acostumbrada a despertarse junto a Erin, a que le
pasara un brazo por debajo de la cabeza y la rodeara con el otro, piel
contra piel, no era nada extraño.
—Buenos días —le murmuró Erin al oído.
—Buenos días. —El calor se extendió por todo su cuerpo.
Todavía no estaba del todo despierta, pero cuando la mano de Erin
empezó a vagar, Cassie estaba preparada.
No era el primer día, ni siquiera el décimo, que se despertaban con 363
sexo matutino, pero era diferente. Esta vez, con los dedos dentro de
Cassie y las caras muy juntas, Erin acercó la nariz a la de Cassie y le
dijo:
—Te quiero.
Cassie se vino al instante.
El vuelo de Acacia llegaba poco antes del mediodía. Parker recogió
a Cassie en casa de Erin de camino al aeropuerto.
Cassie se reunió con ella en el vestíbulo, intentando no resultar
incómoda. Parecía que Parker no tenía que esforzarse. Rodeó a Cassie
con los brazos y la abrazó con fuerza.
—¿Estás bien?
—Sí —respondió Cassie, creyéndoselo a medias—. ¿Tú también?
—Sí. Fue una suerte que a mi papá no le diera un aneurisma, que
es probablemente lo mejor que podíamos esperar. No te jodimos la
noche, ¿verdad?
Cassie se río. ¿Cómo podían estar hablando de esto?
—Más o menos, pero nos las arreglamos.
—Qué bueno —dijo Parker—. ¿Estás lista para irte o necesitas darle
un beso de despedida a mi mamá primero? —Se burló de lo que la
cara de Cassie hizo en respuesta. Cassie ni siquiera estaba segura de
lo que era, algo entre una mueca y un intento de sonrisa.
—Estoy lista.
—Vuelvo dentro de una hora, mamá —dijo Parker al salir por la
puerta.
La última vez que había ido al aeropuerto, Cassie se había quedado
dormida en el asiento delantero, con la suave mano de Erin sobre su
muslo. Se suponía que había sido el final de todo lo que había entre
ellas. Fue la última regla que Erin había puesto y la última que
rompieron. Seis meses después, Parker le preguntó si quería darle un
364
beso de despedida a Erin antes de irse. Aparte de eso, actuó con
normalidad durante todo el trayecto: hablaba de lo emocionada que
estaba por ver a Acacia, que hoy venía a nadar y que mañana verían
los fuegos artificiales. Subió el volumen de la radio y cantó al ritmo
de Olivia Rodrigo.
Cassie se pasó todo el rato intentando creer que Parker estaba
siendo sincera. No daba indicios de lo contrario, pero a Cassie le
seguía costando creerlo. Le parecía demasiado fácil. De nuevo, todo
con Erin siempre le había parecido demasiado fácil.
Acacia esperaba en la acera de las llegadas. Seguía llevando el pelo
rapado por los lados, pero la parte superior era un poco más larga y
estaba peinada con 360 ondas. Cassie bajó la ventanilla cuando se
acercaron.
—¡Mejor amiga! —gritó, ganándose una mirada fulminante del
guardia de seguridad del aeropuerto que estaba junto a la puerta.
—¡Mejores amigas! —respondió Acacia.
Cassie salió del auto antes de que Parker lo hubiera estacionado.
Nunca había necesitado tanto un abrazo de Acacia. Kaysh la abrazó
con fuerza hasta que Parker salió del auto y exigió su propio abrazo.
—Tranquilízate, hay suficiente de mí para todas —dijo Acacia
mientras abrazaba a Parker.
Cassie se amontonó en el asiento trasero con Kaysh para el viaje de
vuelta. Al igual que cuando habló con ella por teléfono la noche
anterior, todo era más fácil con ella cerca.
—No puedo creer que hayas podido pasar tantos fines de semana
aquí, mientras yo estaba atrapada en Chicago con Emerson —dijo
Acacia.
—Ay, por favor —dijo Parker, mirándolas por el retrovisor—. No
finjas que no estás locamente apegada a tu hermano. No tanto como
Cassie, pero, aun así.
Cassie gimió.
365
—Fue solo una vez.
—¿Que te besaste con mi hermano? Sí, vive en nuestra memoria.
Cassie se arrepintió de lo que dijo antes de que saliera de su boca.
—Y ahora que todo el mundo en este auto sabe por qué lo hice,
¿podríamos dejar de echarme mierda por ello?
Acacia se quedó con la boca abierta, pero Parker se echó a reír.
—No, definitivamente voy a seguir haciéndolo —dijo.
Cassie enterró la cabeza entre las manos. Acacia se inclinó para
acariciarle el muslo. En realidad, ni siquiera estaba tan mal. Si lo peor
de todo era que se burlaran de ella por besarse con Emerson para
evitar pensar en Erin, Cassie podía soportarlo.
Cassie había pasado la mayor parte de su tiempo libre este verano
compartiendo el mismo aire que Parker y Erin al mismo tiempo. Pero
cuando volvieron, después de que Erin saludara a Acacia con un
abrazo, las cuatro se quedaron allí de pie, incomodísimas. Cassie
quería sonreírle a Erin, siempre quería sonreírle a Erin, pero se quedó
con algo más parecido a una mueca de dolor en la cara, mientras
miraba a Parker por el rabillo del ojo. No sabía lo que estaba
permitido.
—Por ahora, voy a llevar las cosas de Acacia a la habitación de
Cassie —dijo Parker—. Podemos arreglar lo de dormir más tarde.
Cassie quería morirse. ¿Sabía Parker sobre todas esas noches que
se había escabullido por el pasillo para dormir en la cama de Erin?
—Voy contigo —dijo Acacia—. De una vez, me puedes hacer el
recorrido.
Era una excusa transparente para que Cassie y Erin tuvieran un
momento, pero Cassie la aprovechó, dejó que Parker y Acacia
desaparecieran por la escalera.
—¿Cómo ha estado todo? —preguntó Erin.
Cassie dio un paso hacia ella, le habría gustado desplomarse contra
ella, pero se contuvo.
366
—¿Normal? Mierda, no lo sé. Estuvo normal, lo cual era
jodidamente raro. —Erin cerró el espacio que Cassie había dejado
entre ellas y la rodeó con los brazos. Cassie deseó que la sensación de
sentirse abrazada no la hiciera hundirse de alivio, pero
definitivamente así fue—. ¿Estás bien, nena? —Cassie se encogió de
hombros.
—Es difícil acostumbrarse —dijo Erin.
—Sí —concordó Cassie—. Pero, pues, ¿puede que a ella le parezca
bien? Al menos, eso parece. O quizás está tramando la forma de
matarnos.
Erin sonrió.
—Siempre está esa opción. Pero no creo que nos dejara tener
nuestro espacio a solas si ese fuera el caso.
—Sí.
—Y lo ha hecho mucho este verano —dijo Erin, frotando la espalda
de Cassie—. Parece que nos conoce muy bien.
Era cierto. Parker las había dejado solas muchas veces, siempre más
tiempo del necesario. Volviendo tarde de casa de Adam o tardando
demasiado en la tienda o en la ducha. Y ella lo había sabido todo el
tiempo.
Era raro, pero a Cassie le dio un vuelco el corazón.
—Así que quizá no quiera matarnos después de todo.
Erin soltó una risita y rozó con un beso la mejilla de Cassie.
—¡Cassie! —llamó Acacia desde el piso de arriba—. ¡Ven a ponerte
el traje de baño! ¡Nos vamos a nadar!
—El deber llama —le dijo a Erin. Se apartaron la una de la otra, Erin
arrastró la mano por su brazo para sujetarle los dedos—. ¿Vas a nadar
con nosotras?
Erin negó con la cabeza.
—¿No crees que ya es lo bastante raro sin mí cerca?
367
—Lo es —dijo Cassie—, pero me sentiría mejor si estuvieras ahí.
—Creo que podría darles a las tres un día sin mí —dijo Erin—. De
todas formas, tengo trabajo que hacer.
Parker y Acacia bajaron las escaleras a toda velocidad. Cassie soltó
inmediatamente la mano de Erin, y luego se sintió mal por ello, pero
Erin le hizo un gesto con la mano.
—Vamos, lenta —dijo Acacia.
—No vamos a esperarte —dijo Parker, y no lo hicieron,
dirigiéndose directamente al exterior y a la piscina.
—Ve —dijo Erin. —Estaré aquí si me necesitan.
Fue un sábado bastante normal, todo sea dicho. Tener a Acacia
chapoteando en la piscina con ellas era tan estupendo que la mayor
parte del tiempo Cassie se olvidaba de que las cosas tenían que ser
raras. Caleb apareció y dijo que Lila y Madison vendrían después de
recoger a Haylee de la estación de tren.
Media hora más tarde, Erin salió a saludar a Caleb. Cassie no oyó
nada de su conversación, porque Erin llevaba unos pantalones cortos
blancos y sus piernas eran interminables. No era justo. Cassie seguía
mirándola, aunque ya había entrado a la casa.
—¿Cassie?
Cassie giró la cabeza para mirar a Caleb.
—¿Sí? —dijo, sonando jadeante en lugar de despreocupada.
Caleb le agitó una baraja de cartas y empezó a barajarlas.
—¿Te he preguntado tres veces si querías jugar al rummy
continental?
—No seas tan duro con ella —dijo Parker. —Su novia la distrae con
facilidad.
Cassie no quiso chillar, pero definitivamente lo hizo. Caleb se
quedó mirando a Parker, y luego a ella, y luego hacia la casa. De
368
nuevo hacia Parker.
—¿Qué?
—Está saliendo con mi mamá.
Las cartas salieron disparadas de las manos de Caleb. Acacia estaba
a punto de meterse en la piscina, pero dio un paso hacia Cassie, como
si fuera a tener que interferir. Cassie retrocedió.
—Bueno —dijo—. Este, eh, ¿alguien más tiene sed? Iré por algo de
beber. ¿Necesitan algo?
—Sedienta es sin duda la palabra que yo usaría —dijo Parker, sin
levantar la vista de su revista.
Cassie huyó en lugar de esperar las respuestas de los demás.
Encontró a Erin en la cocina. Antes de que esta pudiera saludarla,
Cassie la rodeó con los brazos y dejó caer la frente sobre su hombro.
—Caleb sabe que estamos saliendo.
Erin suspiró.
—Por supuesto. —Abrazó a Cassie con suavidad—. ¿Te parece
bien?
—Creo que sí —dijo Cassie, con la voz apagada contra Erin—.
Obviamente, es parte de todo este asunto de las citas. Pero habría
estado mejor que Parker no lo hubiera soltado sin avisarme.
La cabeza de Cassie se movió junto al hombro de Erin mientras se
encogía de hombros.
—Así es Parker, cariño —dijo Erin—. Además de contarle todo a
Caleb, nos va a hacer sufrir un poco por mentirle.
—¿Cómo sabes que no nos odia?
Una de las manos de Erin encontró la cara de Cassie para inclinarle
la cabeza y hacer que la mirara.
—Si nos odiara, no estaría aquí. Su padre vive a diez minutos de
aquí. No te habría recogido esta mañana si te odiara. Haría cosas
mucho peores que incomodarte si lo hiciera. 369
Cassie recordó el semestre pasado, recordó las semanas que habían
pasado sin ver a Parker y supo que Erin tenía razón.
—Sigue siendo una mierda.
—Sí, lo es. —Erin estaba de acuerdo. —Pero… ahora puedo hacer
esto sin preocuparme de que alguien esté cerca.
Besó a Cassie, suave, dulcemente, y ninguna de las dos miró por
encima del hombro para ver si las habían sorprendido.
—Vale —dijo Cassie—. Supongo que merece la pena.
—¿Lo supones?
Cassie sonrió.
—Quizá deberías hacerlo otra vez para convencerme. —Erin fue
muy convincente.
Aquella noche, después de que Erin le prohibiera seguir ayudando
a limpiar la cocina, y Acacia desapareciera para llamar a Donovan,
Cassie llamó a la puerta del dormitorio de Parker.
—Adelante.
Cassie abrió la puerta y dio un par de pasos hacia la habitación.
Parker jugueteaba con las cosas de su cómoda, sin prestar atención a
Cassie.
—Parker…
—¿Mm… hmm? —Estaba completamente relajada.
—¿P… podemos hablar?
—Claro, amiga. ¿Qué pasa? —Parker se sentó en la cama con las
piernas cruzadas y miró a Cassie.
Cassie agitó las manos con torpeza.
—Hablo en serio.
Parker suspiró. 370
—Lo sé. Habla, pues.
Parker se había portado bien con ella, de verdad, todo el día. Parker
había sido buena. Pero Cassie había sido un desastre. Cada vez que
pensaba en algo, se sentía confusa, incómoda y distante, y no iba a
superarlo hasta que hiciera esto.
Se crujió los nudillos.
—Siento haberte mentido —dijo—. Siento mucho haberte mentido
y siento que todo esto haya ido a más de lo que pensaba y haya jodido
mucho entre nosotras. Realmente no puedo… no puedo decir que
desearía que no hubiera pasado, porque estoy en un buen lugar
ahora. Pero desearía no haberte mentido al respecto.
Parker la miró fijamente. A Cassie le gustaría estar en su moto,
tomando curvas en las carreteras secundarias hasta Nashua. Le
gustaría estar en el laboratorio, aunque había pasado demasiadas
horas allí esta semana. Le gustaría estar debajo de un coche en un
garaje caliente, sudorosa y cubierta de grasa. Le gustaría estar en
cualquier sitio que no fuera este dormitorio, con su mejor amiga
mirándola como si no la conociera.
Pero, entonces, Parker volvió a suspirar y se removió en la cama,
acariciando el lugar a su lado.
—Bueno, pues ven y cuéntamelo, y sé sincera.
Cassie se acercó lentamente a la cama de Parker.
— ¿Sobre tu mamá y yo?
Parker ni siquiera se inmutó.
—Sí, y yo te contaré cómo pasé de querer matarte a darme cuenta
de que seguías siendo mi amiga. Tú sabes, eso de hacer las paces y
esas cosas.
Cassie se sentó junto a Parker en la cama, con las piernas colgando
del borde y los pies en el suelo como si fuera a salir corriendo en
cualquier momento.
—¿Qué quieres saber? —preguntó.
—Empieza por el principio —dijo Parker—. Pero deja fuera cosas
371
como el sexo, por favor, Dios.
Cassie se rio.
—Creo que puedo hacerlo.
Respiró. Y luego se explicó. Con calma, en su mayor parte. Hurgó
en el edredón de Parker mientras hablaba y, finalmente, subió las
piernas a la cama y se tumbó. Mirar al techo era más fácil que mirar a
Parker a la cara.
Parker se quedó callada hasta que Cassie dijo que ella se había dado
cuenta de que sentía algo por Erin antes que ella misma.
—¿Qué quieres decir?
Cassie cerró los ojos. Parker había sabido que le había estado
mintiendo durante meses. Parker lo había sabido, pero no tenía ni
idea de lo idiota que había sido.
—Quiero decir que descubrí que estaba enamorada de tu madre el
lunes.
—¿Qué? —Parker sonaba muy confundida—. Mamá dijo que no
habían hablado de ello, ¿pero ni siquiera lo sabías? Le enviaste flores
de San Valentín.
—Lo sé —dijo Cassie. Sentía que todo le bullía en el fondo de la
garganta, todas las cosas en las que no había podido dejar de pensar,
todas las formas en que la había cagado. Parker le había pedido que
fuera sincera y ella iba a serlo—. Acacia seguía intentando decirme
que había algo ahí, y mirándolo en retrospectiva, parezco una
completa imbécil, ¿verdad? Nos mandábamos mensajes a diario, y
fotos todos los días. Hicimos la cena juntas mientras estábamos en
FaceTime. Es jodidamente ridículo que no me diera cuenta de mi
mierda. —Hizo una pausa. Tomó aire—. Pero no podía estar saliendo
con la madre de mi mejor amiga. No podía querer salir con ella.
Éramos amigas con derecho a roce, eso es lo que le decía a Kaysh. Y
eso es lo que pensaba, honestamente. Porque la última vez que salí,
me rompieron el corazón. Porque es tu madre. Porque vivimos a
cientos de kilómetros de distancia. Es tan complicado que era más
372
fácil pensar que éramos amigas con derecho a roce. Sin riesgos. Nadie
podría salir herida.
Cassie tragó saliva. Se negó a parpadear. Había sido tan estúpida
con todo. Acacia le había advertido que todo le iba a estallar en la cara
y ella la había ignorado. Cassie había pasado meses siendo tan
estúpida y haciendo daño a su mejor amiga. A sus dos mejores
amigas.
Parker descruzó las piernas y se recostó junto a Cassie. Chocó sus
hombros y la sujetó de la mano.
—Te odié —dijo, y Cassie se echó a reír, sin intentar secarse las
lágrimas que le caían para que Parker no se diera cuenta—. Te odié
por eso. Porque es mi madre y porque mentiste y porque sentí que no
te importaba.
—No, Parker, yo…
—Te dejé hablar —dijo Parker—. Ahora es mi turno.
Cassie asintió.
»Acacia intentó decirme que sentías algo por ella, pero ¿y qué? Eras
una amiga de mierda y yo estaba muy enfadada. Y salir con Sam me
daba una excusa fácil para no salir contigo. Quería hacerte sentir tan
mal como yo, incluso mientras Kaysh intentaba que te diera una
oportunidad. ¿Cómo se suponía que iba a abordar ese tema? «Sé que
te estás tirando a mi madre, pero quiero darte una oportunidad para
que te expliques». —Parker se rio entre dientes—. Aunque supongo
que eso es lo que estamos haciendo en este momento.
Cassie le apretó la mano a Parker.
—De todas formas, en ese entonces, no habría hecho un buen
trabajo. Antes pensaba que solo éramos amigas con derecho a roce.
—¿Crees que si te lo hubiera preguntado antes te habrías dado
cuenta?
—Dios, no lo sé. —Probablemente no, la verdad. Cassie se había
empeñado en su ignorancia.
—Bueno, da igual. Me alegro de que al final lo hicieras —dijo
373
Parker. Tomó aire—. En aquellos momentos, te odiaba, pero también
te extrañaba. Y Acacia me agotó. Así que ideé un plan para averiguar
si mi madre te importaba de verdad o si solo te la estabas tirando.
Para ver si te tirarías a alguien más que yo sabía que te gustaba.
Las cosas encajaron en la cabeza de Cassie.
—Gwen.
—Gwen —Parker confirmó—. Cuando rechazaste a Gwen, supuse
que lo de mi madre era real.
—Sé que no debería interrumpirte, pero debo hacerlo… —dijo
Cassie. No podía dejarlo pasar—. Esto es real, pero tampoco me
habría acostado con Gwen en esa situación, aunque no conociera a
Erin. Hablaba en serio cuando dije que no quería joder las cosas
contigo.
Parker apoyó el hombro en el de Cassie.
—Había pensado que me parecía bien mientras estaba en la
universidad. Creí que lo había aceptado. Al hablar con ustedes, me
daba cuenta de que se hacían felices la una a la otra. Así que, daba
igual, estaba bien. —Parker hurgó en el edredón—. Pero otra cosa era
el verlas juntas. —Cassie se hincó los dientes en el labio inferior en
vez de hacer una mueca—. Pero, al mismo tiempo, no fue nada raro.
Debería haberme asustado o algo así, ¿no? Pero demonios, tenían que
haber visto cómo se miraban. Obviamente están enamoradas.
Cassie se atragantó con la saliva. Obvio para todos menos para ella,
aparentemente
»Así que… —dijo Parker, con su voz de «yo mando»—. Sigue
siendo una mierda que mintieras, pero ya lo he superado. Y sigue
siendo raro que salgas con mi madre, pero no pasa nada. Lo sé desde
hace más tiempo que tú (casi medio año), pero ya lo he superado.
Todo está bien.
—Todo bien —dijo Cassie. Parker le apretó la mano.
—Eres mi mejor amiga —dijo. 374
A Cassie se le cortó la respiración.
—Eres mi mejor amiga.
Después de un momento, Parker dijo:
—No se lo digas a Acacia.
—Nunca —dijo Cassie con una sonrisa.
La propia Acacia se les unió unos minutos después, empujando a
Cassie hacia el centro de la cama y subiéndose a ella.
—¿Cómo vamos, chicas? —preguntó.
—Nos va bien —respondió Parker.
Cassie entrelazó sus dedos.
—Estamos bien.
Estuvieron un rato allí, acurrucadas. Cassie estaba casi dormida
cuando llamaron a la puerta y Erin apareció en el pasillo.
Las tres dijeron buenas noches y Erin apagó la luz del pasillo
mientras se iba.
Parker le dio un codazo en las costillas a Cassie.
—¿No tienes que estar en algún sitio?
—Mañana, tal vez —dijo Cassie. Estaba entre Parker y Acacia—.
Ahora mismo, estoy exactamente donde quiero estar.
Al día siguiente, Cassie empezó a creer que las cosas podrían ir
bien. Era el día 4 y empezaron la mañana con tortitas caseras de
arándanos con fresas y nata montada.
—Este es el desayuno más patriótico que he comido —dijo Cassie.
—Esto es lo más patriótica que he sido y ni siquiera son las diez de
la mañana —dijo Acacia.
Pasaron el día al más puro estilo americano: bebiendo en la piscina.
Erin preparó té dulce casero y Cassie se bebió dos vasos antes de
molestarse en añadir alcohol, porque sabía muy bien. Todo el equipo
de ayer llegó temprano. Lila tenía UV Blue y Cassie solo se burló un 375
poco de ella por beber como una colegiala. Erin se les unió a primera
hora de la tarde, aceptando encantada la copa que le ofrecía la menor
Haylee.
—Si alguna de ustedes se emborracha lo suficiente como para
abrirse la cabeza, se la limpian —dijo, y luego ocupó la silla junto a
Cassie, sin que esta vez se lo dijeran.
Acacia estaba al otro lado de Cassie. Le chocó el brazo y le susurró:
—Tu novia es algo impresionante. —Todo el cuerpo de Cassie se
sonrojó.
Puede que Erin y ella hubieran dicho te quiero, pero aún no se
habían acercado a la palabra novia. Sin embargo, a Cassie le encantaba
que los demás la usaran.
No era de extrañar, pues, que Cassie y Erin acabaran borrachas y
besándose dentro.
—¿Qué están haciendo?
Cassie se apartó de Erin (solo un poco, pero Erin mantuvo las
manos en las caderas de Cassie y no la dejó ir demasiado lejos) para
ver a Rachel haciéndoles gestos salvajes.
—¿Qué están haciendo? —repitió Rachel—. ¡Podría haber sido
Parker! —Erin soltó una carcajada. Cassie sonrió satisfecha—. ¡Erin!
—espetó.
—Parker lo sabe, Rachel. No pasa nada.
Rachel se quedó con la boca abierta.
—Sabe que están…
—Saliendo —se apresuró a decir Erin.
—Saliendo —Rachel repitió y Cassie se preguntó qué habría dicho
si Erin no se lo hubiera aclarado. Rachel la miró de repente—. Cassie,
¿no quieres ir a nadar y darme algo de tiempo para interrogar a mi
mejor amiga?
Cassie soltó una risita y miró a Erin, que puso los ojos en blanco,
pero asintió. 376
Cassie la besó rápidamente.
—No seas dura con ella —le dijo a Rachel mientras se dirigía al
exterior.
Al parecer, ayer Caleb había colocado unas mantas en un parque,
así que tenían un lugar estupendo para ver los fuegos artificiales de
aquella noche. El parque estaba cerca y, cuando anocheció, todos se
dirigieron a la carretera.
Cassie deseaba estar más borracha, ya que a esas alturas, todos
estarían pasados de copas. Si lo estuviera, no estaría tan preocupada
por lo que era apropiado hacer con Erin. Todos los que estaban con
ella sabían que estaban juntos, gracias a los chismes y a su falta de
sutileza cuando estaba borracha. Pero habían quedado con el padre
de Caleb, con otras personas y con Adam. Y estaban saliendo, sí, ya
lo habían establecido, pero esto era muy público. Había otras
personas caminando en la misma dirección, y cuando llegaron al
parque, ya estaba lleno.
Cassie no habría admitido ser de las que se toman de la mano, pero
se preguntó si no podría poner una mano en la parte baja de la
espalda de Erin o algo así. Erin estaba preciosa y Cassie quería tocarla.
El grupo era grande, se repartía en cuatro mantas. Saludaron a
Adam con sorprendente cordialidad y luego se acomodaron lo más
lejos posible de él, Cassie se aseguró de ello. Estaba junto a Erin,
Parker y Acacia, delante de ellos.
La multitud lanzó una ovación cuando las farolas se apagaron y se
encendieron tres fuegos artificiales. Explotaron en rojo, blanco y azul,
y Cassie sujeto la mano de Erin en la oscuridad.
Observó la cara de Erin casi tanto como los fuegos artificiales.
Erin era preciosa, y la quería, y Cassie se sentía jodidamente feliz.
—Ay, por el amor de Dios, si vas a mirarla así, más vale que la beses
—dijo Parker.
Cassie miró a Parker, atónita. Erin le apretó la mano.
—No estoy bromeando —dijo Parker mientras chispas moradas 377
estallaban sobre ellas—. Prefiero que la beses a que hagas el ridículo
con esos ojos de corazón. Es asqueroso.
Se volvió para ver los fuegos artificiales y Acacia chocó sus
hombros, riendo. Cassie miró a Erin.
—Bueno, pues… —dijo Cassie—. Si Parker insiste.
Erin se rio y la besó, y Cassie sintió los fuegos artificiales por todas
partes.
Epílogo
Cassie
La cabeza de Cassie zumbaba placenteramente mientras
emparejaba las tres joyas finales para superar el nivel.
Parker se graduaba dentro de dos días. Habría un montón de
eventos con demasiada gente, pero esta noche, después de una cena
de cortesía con los padres de Parker, ella, Acacia y Cassie iban a pasar
una noche de amigas en el hotel de Acacia. Habían jugado como
preadolescentes en la piscina, se habían remojado en el jacuzzi y
luego se habían emborrachado en la habitación de Acacia.
Acacia estaba junto a Cassie en la cama, dándole un sermón 378
animado sobre qué ejercicios eran mejores para los dorsales, a pesar
de que ninguna de sus mejores amigas la escuchaba. Parker estaba en
la otra cama, que le correspondía por ser la graduada.
—Cassie —dijo Parker, con un chasquido en la voz como si aquello
fuera importante.
Cassie cerró el teléfono, se lo guardó en el bolsillo y prestó toda su
atención a Parker.
—¿Qué pasa?
—¿Por qué no te has casado con mi mamá?
Acacia giró la cabeza hacia Parker. A Cassie se le secó la boca.
—¿Qué?
—¿Por qué no te has casado con mi mamá? —Parker volvió a
preguntar—. Ni siquiera están comprometidas, y ya han pasado
como cuatro años.
Cassie tragó saliva. Tenía la adrenalina por las nubes. O estaba
demasiado borracha para esta conversación o tal vez no lo bastante.
—Bueno es… —«Buen comienzo, Klein, buen comienzo»—
Porque…
—¿No quieres casarte con mi madre?
—No, si quiero —dijo Cassie inmediatamente—. Quiero decir,
quiero estar con ella para siempre, no me importa si eso significa
casarnos o…
—¿No te importa casarte?
Cassie sintió que la estaba cagando. Acacia miraba como si fuera
un partido de tenis, ida y vuelta.
—Mira, Parker, sabes que estoy locamente enamorada de tu madre.
Ella lo es todo, honestamente, y si ella quisiera casarse conmigo y tú
estuvieras de acuerdo con eso, sí, joder, absolutamente, me encantaría
casarme con Erin.
Nunca había dicho nada de eso en voz alta antes, casi ni lo había 379
pensado, para ser honesta. Nunca habían hablado de ello. No es que
sus genes tuvieran un gran historial de compromisos de ningún tipo,
y Erin ya había tenido un matrimonio que se había ido al traste. El
matrimonio siempre le había parecido un trozo de papel sin valor, la
verdad, pero ¿la idea de estar casada con Erin? No pudo evitar una
sonrisa.
—¿Si me pareciera bien? —dijo Parker.
—Sí —dijo Cassie—. Es que algunas personas le preguntan primero
al padre o algo… Así que definitivamente te preguntaría a ti.
—Primero de todo —empezó Parker, y Cassie estaba segura de que
iba a soltar una perorata feminista, pero Acacia se aclaró la garganta
y Parker se contuvo—. Ni siquiera voy a empezar a hablar de lo
jodidamente ridículo que es que necesites el permiso de alguien que
no sea mi mamá. Y, en segundo lugar, tienes mi bendición. Cásate con
mi madre. Me parece bien.
La cara de Cassie se ensanchó con su sonrisa. Sacó el teléfono del
bolsillo y estaba a punto de escribir un mensaje cuando Acacia se lo
quitó de las manos. Cassie la miró extrañada.
—¿Quizá un mensaje borracha no es la mejor manera de proponer
matrimonio? —dijo Acacia con suavidad.
—Mierda, tengo que pedir matrimonio —dijo Cassie—. Chicas, Dios
mío, ayúdenme, ¿qué hago? Tiene que ser perfecto.
Parker gimió.
—No se va a callar el resto de la noche. Nunca debí haber dicho
nada.
Erin
Erin sabía que Cassie diría que sí.
Al fin y al cabo, había sido ella quien se lo había sugerido cuando 380
compraron la casa del lago.
—¿Sería todo más fácil si estuviéramos casadas? —le había
preguntado Cassie a su agente inmobiliario.
—Bueno —había dicho el agente, dándose cuenta de que a Erin se
le habían puesto los ojos como platos, aunque Cassie no lo hubiera
notado—. Una cuenta bancaria conjunta habría simplificado el
papeleo, pero no hay mucha diferencia, y los contratos ya están listos.
Cassie se encogió de hombros.
—Pensé que sería mejor preguntar. No es que no vaya a ser suya
para siempre, ¿sabes?
Fue una frase desechable, como si no fuera para tanto. Cuando Erin
la había besado hasta dejarla sin sentido en cuanto se quedaron a
solas, Cassie, una vez recuperado el aliento, se había quedado
boquiabierta y le había dicho:
—¿Y eso por qué fue?
Fue entonces cuando Erin decidió proponerle matrimonio.
Ya sabía que sería la novia de Cassie para siempre, pero eso la hizo
querer hacerlo oficial. Ponerse de pie delante de su familia y amigos,
anunciarlo: «Esta es mi persona», eso era lo que ella quería.
Erin también sabía que podría habérselo propuesto a Cassie
durante el desayuno, en el auto, en el supermercado o en cualquier
otro sitio. Cassie no era de las que necesitaban un gran evento. Erin
quería dárselo de todos modos. O al menos quería que fuera especial,
porque lo era. Quería que encajara con lo que ella pensaba de la
situación: que, aunque la licencia de matrimonio no fuera más que un
trozo de papel, la idea de casarse con Cassie significaba mucho para
ella.
Esta vez sería diferente. Con Adam, Erin había tenido grandes
sueños sobre el matrimonio, sobre cómo sería su vida juntos. Esta vez,
Cassie y ella ya llevaban dos años viviendo juntas. Erin había
comprado ella misma aquella casa, a medio camino entre Boston y
Nashua. Entonces, trabajaba a tiempo completo en su clínica gratuita
y Cassie iba camino de dirigir su propio laboratorio en la UAL. Erin 381
estaba dispuesta a abandonar la casa que compartía con Adam,
independientemente de que Cassie quisiera vivir con ella o no, pero
no fue precisamente una sorpresa que Cassie dijera que sí.
Tampoco sería una sorpresa esta vez, aunque fuera una pregunta
más importante.
Al final, Erin no optó tanto por un gran montaje sino por algo más
sentimental.
Se lo contó a Parker, cuyos ojos brillaron de alegría, y a Rachel, que
dijo: «Ya era hora, maldición». Había mandado hacer un anillo con
aguamarina, la piedra de nacimiento de Cassie, y trozos de meteorito
a cada lado. Era único, bonito y un poco tonto, igual que su novia,
que seguía llevando el collar de cohetes de hacía cuatro Navidades.
Y luego esperó.
El 4 de julio, toda la familia Turner se reunió con ellos en la casa del
lago, además de Acacia y Rachel. Era la mayoría de la tripulación de
aquel primer 4 de julio, la noche en que habían tenido algo parecido
a su primera cita oficial. En el lago no había fuegos artificiales como
en Nashua. En lugar de eso, habría vecinos al azar a distintas horas,
aunque todos habían acordado esperar hasta después de la puesta de
sol.
A Erin se le revolvió el estómago todo el día. Cortaba sandías y
asaba hamburguesas y le temblaban las manos. Cassie parecía darse
cuenta, aunque nunca preguntaba, solo permanecía cerca, casi
siempre a su alcance, pero normalmente con una mano en el bolsillo
de sus bermudas, despreocupada y presente, sin darle importancia a
lo necesitada que estaba Erin. En dos ocasiones, Erin estuvo a punto
de arrodillarse allí mismo, solo para acabar de una vez.
Sin embargo, se las arregló para esperar hasta el atardecer, cuando
todos se dirigieron al muelle para ver cómo se iluminaba el barrio.
Acacia había traído una buena carga de fuegos artificiales, pero por
el momento, se unió al resto en el muelle. Debían de estar esperando
a que oscureciera para lanzar los fuegos artificiales desde la orilla.
Cassie se estremeció junto a Erin. Obviamente, le encantaban los 382
fuegos artificiales… ¿cosas que eran rápidas y explotaban? Eso era
algo maravilloso en el libro de Cassie. Erin podía sentir el entusiasmo
que desprendía en oleadas, o tal vez era solo un reflejo de la energía
nerviosa de Erin.
—Espera un momento —dijo Erin, tirando del brazo de Cassie
antes de que pudiera sentarse en el borde del muelle. Quería hacerlo
mientras Cassie estuviera de pie.
—¿Qué pasa? —dijo Cassie. Se llevó la mano al bolsillo—. Hay algo
que quería hacer.
Llamó la atención de todos los que estaban en el muelle: Melissa,
Jimmy y Noah, que ya estaban sentados, Mae y Caleb de pie junto a
ellos, Rachel, que jugaba al desinterés, Parker y Acacia, que ya tenían
sus teléfonos fuera. «No podrían ser más obvias», pensó Erin, aunque
le gustaba la idea de que hubiese un vídeo de este momento.
Erin se arrodilló.
—¡No! —gritó Cassie, y Erin parpadeó.
—¿No?
Cassie tropezó con las palabras.
—No. No es un no. Continúa. Enseguida te lo explico.
Que tu novia gritara que no cuando te arrodillabas delante de ella
parecía una mala señal, pero la forma en que Cassie le sonreía hizo
que Erin pensara lo contrario. Así que siguió adelante.
Había pasado mucho tiempo pensando qué decir. Al final, se
decidió por la sencillez de lo que Cassie le había dicho para hacerlas
oficiales.
—Quiero bucear contigo el resto de nuestras vidas. —Abrió la caja
del anillo.
La mano de Cassie seguía en su bolsillo. Se llevó la otra a la boca y
se mordió el nudillo del dedo índice, sin dejar de sonreír. Ni siquiera
había mirado el anillo. Sus ojos permanecían fijos en los de Erin, con
lágrimas en los ojos mientras Cassie asentía. 383
—¿Sí? —preguntó Erin.
—Sí, Erin, por Dios —dijo Cassie, y la levantó de un tirón para
besarla.
Se oyeron vítores, primero para ellas y luego, más fuertes, del resto
del vecindario, después de que estallara el primer fuego artificial
sobre el lago. Erin solo vio su reflejo en los ojos de Cassie.
—Tienes que mirar el anillo —dijo, y lo sacó de su caja mientras
Cassie le ofrecía la mano izquierda.
—¿Aguamarina?
—Y meteorito —confirmó Erin, deslizándolo en el dedo de
Cassie—. Para mi astronauta.
La risa de Cassie era aguada.
—Ahora me toca a mí.
—¿Qué?
Cassie volvió a meter la mano en el bolsillo y esta vez sacó algo.
Algo pequeño y oscuro y…
Erin soltó un grito ahogado cuando Cassie se arrodilló.
Ahora había más fuegos artificiales, pero Erin apenas los percibía.
Solo podía ver a Cassie y la caja abierta del anillo en su mano.
—Como siempre, soy tan idiota con los sentimientos que hizo falta
que Parker me preguntara por qué no estábamos casadas para que
me diera cuenta de que podía hacer esto —dijo Cassie.
Erin miró a su hija, a unos pasos de distancia, sosteniendo
temblorosamente su teléfono. También tenía lágrimas en los ojos.
»Siempre pensé que era estúpido cuando los chicos se declaraban
con un ¿me harías el hombre más feliz del mundo?, pero demonios, no
puedo imaginar cómo alguien podría ser más feliz ahora mismo.
Estuve a punto de hacerlo tantas veces hoy, y tantas veces antes de
hoy. En cuanto compré el anillo quise dártelo. Quería rogarte que
fueras mi esposa.
—No tienes que suplicar.
384
—¿Podrías callarte? Estoy intentando declararme. —Se frotó los
ojos—. Dios, hiciste esto mucho mejor que yo con esa línea de buceo,
¿por qué no pensé en eso?
Erin se arrodilló junto a Cassie y levantó las manos para sostenerle
la cara.
—Lo estás haciendo perfectamente.
—Te dije que te callaras —dijo Cassie—. ¿Y qué estás haciendo? Se
supone que tienes que estar de pie.
—Cállate y bésame. —Rachel soltó un grito y de repente Erin
recordó que tenían público—. Tu propuesta fue perfecta. Y si tienes
algo más que agregar, puedes decirlo en un minuto, ¿bien? Ahora,
solo bésame.
—¡Ya la oíste! —gritó Acacia.
Pero Cassie no hizo lo que le decían. En lugar de eso, tomo la mano
de Erin y sostuvo el anillo en el borde del dedo de Erin.
—¿Vas a ser mi esposa? —susurró.
—Y tú vas a ser la mía —le susurró Erin.
Cassie sonrió, deslizando el anillo por completo.
—Supongo que, si voy a estar tan ridículamente enamorada de ti,
también podría besarte, ¿no?
Y la besó.
385
Meryl Wilsner
Meryl Wilsner escribe felices para siempre para gente queer que ama a las
386
mujeres. Son los autores de SOMETHING TO TALK ABOUT, MISTAKES WERE
MADE, y el próximo CLEAT CUTE. Nacida en Michigan, Meryl vivió en
Portland, Oregon y Jackson, Mississippi antes de regresar para establecerse
en el estado de Mitten. Algunas de las cosas favoritas de Meryl incluyen: las
cuatro estaciones, las camisas con botones, la forma en que corren las
jirafas y su esposa.
387