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TOM DOUGLAS
Ambas drogas, por tanto, pueden utilizarse en beneficio de terceros sin que
por ello mejore la situación de quien la consume10. Se ha planteado así la cuestión
de si es ético prescribirlas, incluso en el supuesto de que el consumidor acepte su
uso sin coacción11. Por ejemplo, Kevin Baird y Claudia Surjadjaja han sostenido
que prescribir una única dosis de primaquina en beneficio de un tercero puede ser
ético en algunos casos, pero solo cuando los riesgos para el paciente no superan
determinado umbral. Unos riesgos controlados son asumibles, pero no aquellos
que constituyan una posibilidad significativa de desembocar en daños graves12.
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administrado únicamente en beneficio de terceros, por más que en algunas
ocasiones su uso pueda ser voluntario. Semejante tratamiento solo es admisible en
interés del individuo sobre el que se lleva a cabo la intervención.
Puede ser que haya quien piense que el requisito del mejor de los intereses
es necesario para prevenir el mal uso de las tecnologías médicas. Debemos aceptar
este requisito dado que, en caso contrario, es más probable que terminemos
aceptando prácticas médicas indudablemente inmorales en beneficio de la
sociedad. Aunque la aceptación consensuada de intervenciones médicas
arriesgadas, pero socialmente beneficiosas, pueda ser éticamente aceptable
considerada en abstracto, no tenemos manera de aplicarla sin crear también el
riesgo de incurrir en prácticas extremas y éticamente objetables. Así pues,
deberíamos adoptar un requisito moral que excluya cualesquiera intervenciones
seriamente arriesgadas que no beneficien el interés del individuo sobre el que se
realizan.
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Sin embargo, no está claro que la preocupación acerca de los malos usos
pasados sea lo bastante fuerte como para justificar la renuncia a los beneficios
sociales de intervenciones como la dosis única de primaquina o la castración
química inducida mediante triptorelina.
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