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Serie Herederos 1
Sarah Valentine
Sinopsis
BRUCE
Heredero traicionado
(Serie Herederos 1)
Y gracias a ti, lector, porque nada de esto sería posible sin ti.
Os quiero.
Sarah Valentine
A mis lectoras cero.
Prólogo
Bruce
Ava
Ava
Bruce
Ava
Supongo que hoy es uno de esos días en los que habría sido
mejor que no hubiera salido de la cama.
Bruce
Ava
—Sí, pero nadie puede hablar a otra persona así, por muy
jefa que sea, no debes permitirlo.
—Sí…
Bruce
—¿Disculpa?
—Pero…
—Pe…—balbucea Lorraine.
—No, nada…
Ava
Sonrío y entorno los ojos, mientras noto cómo los rayos de sol
me calientan la cara. Me encantan estos días soleados, a pesar
de que puede ser que dentro de un rato esté lloviendo, pero
hasta entonces disfruto del sol sobre mi piel y de este
momento de paz con Ed Sheeran cantándome al oído Thinking
out loud, mientras yo tarareo con los ojos entrecerrados.
—No tengo nada que perdonar. Ha sido un lujo verte tan feliz
disfrutando de lo que sea que estuvieses escuchando.
—Me encanta Ed Sheeran —respondo alzando y bajando los
hombros.
—Vaya…
—No tienes nada que agradecer, solo hice lo que creí oportuno
—añade apoyando su mano en uno de mis hombros.
Bruce
—Vaya…—acierto a decir.
—No tienes nada que agradecer, solo hice lo que creí oportuno
—respondo y me acerco a ella para poner una de mis manos
sobre sus hombros.
Ava
—¿Es té verde?
—Sí, es mi favorito.
Bruce
Ava
—De acuerdo.
—Sí, Margaret.
Bruce
Ava
Paseo por toda la casa; tiene tres pisos, sin contar el sótano,
por lo que tengo bastante que ver y que limpiar. Ahora
entiendo la enorme lista que me ha dado Margaret. En la
primera planta están las habitaciones. Todas tienen lavabo
propio y enormes camas. Uno de los dormitorios es más
grande que el resto e incluso tiene chimenea propia, lo que me
hace suponer que ese debe de ser el lugar donde duerma el
jefe. Justo cuando estoy decidida a poner los pies sobre la
mullida alfombra que hay a la entrada de esa habitación,
escucho un ruido en la planta de la entrada. Me quedo inmóvil
y atenta a los ruidos que me llegan. Después de oír cómo la
puerta de entrada se cierra y unos pasos avanzan sobre el
mármol, maldigo para mis adentros. No llevo ni una hora aquí
y ya la he cagado. Si me encuentro con el jefe, Margaret tendrá
la excusa perfecta para despedirme por haberme saltado la
estricta norma que se ha esforzado en recalcarme una y otra
vez.
—¿Y tú?
—¿Trabajando?
—Sí, Margaret me ha mandado aquí para que me encargue
de la limpieza de la casa del superjefazo.
—Ya, ya…
—Ah…
—Y también porque si vengo a limpiar en el horario de
oficina en el que el superjefazo esté en la empresa, seré
totalmente invisible para él y así no le molestaré.
Bruce
—¿Trabajando?
Ava
Algo muy curioso que estoy observando que sucede desde que
vengo a limpiar es que cada día encuentro menos marcos de
fotos por la casa. El primer día, aunque no me fijé en absoluto
en las imágenes, porque estaba bastante nerviosa como para
prestar atención a esos detalles. Sin embargo, recuerdo que
había varios portafotos repartidos por la casa y hoy
prácticamente no hay ninguno. En los marcos que aún quedan
solo se ven imágenes bastante antiguas en las que aparece un
matrimonio joven con un crío pequeño, pero, la verdad, es que
no sé quiénes son. El chico me recuerda un poco al antiguo
jefe, pero la mujer y el niño no me suenan de nada, aunque por
el aspecto de la imagen y el tipo de ropa que llevan, da la
sensación de que hace años que se tomó la foto.
—Cómo decírtelo.
Bruce
Por primera vez desde que hice público que soy el nuevo jefe,
me puedo tomar un descanso. Es última hora de la mañana y
decido que, por hoy, ya tengo suficiente. Necesito ir a casa,
cocinar algo sencillo, comer y tumbarme un rato en el sofá a
ver una película que no me haga pensar demasiado. Después,
por la tarde saldré a correr un rato y a disfrutar del aire libre,
porque tantas horas de oficina me hacen sentir muy agobiado.
—Yo…
—Ya, pero…—musita.
Ava
—Perdona —murmuro.
—Sí, Margaret.
—Lo sé y por eso, como jefe tuyo que soy, te ordeno que
hoy vengas a comer conmigo a uno de mis restaurantes
favoritos, ¿quieres? —me dice Bruce con una media sonrisa
que me hace estremecer de pies a cabeza.
Ava
—¿Cuándo?
—¿Cambiarte de ropa?
—Dime, Bruce.
—¿Cómo dices?
—Pero, ¿y eso?
—No mucho, esta tarde tengo que estar con David, así que no
puedo demorarme demasiado.
—Seguro.
Los sorbos del exquisito vino blanco hace que cada vez me
sienta más desinhibida y adivino que a Bruce también, porque
veo cómo le brillan los ojos y su sonrisa más suelta de lo
habitual. Respiro hondo y miro a mi alrededor ¿Quién me iba a
decir a mí esta mañana cuando me ha sonado el despertador
que iba a estar aquí con Bruce?
—¡Trato hecho!
—¡Por supuesto!
Cada vez que me mira así, siento como mi sexo late, pero hago
todo lo posible por concentrarme en la conversación. No
puedo dejarme llevar, somos demasiado distintos y yo no
encajo dentro del tipo de mujer que adivino que le gustan a él.
Así que mejor no hacerme ilusiones que solo conseguirán
hacerme sufrir después.
Bruce
Bruce
—Sí, disculpe.
—Yo…
—¿En serio?
—Sí…
—Margaret es como es y…
—¿Por qué?
Ava
—¿Te gusta, Ava? ¿Te gusta? —veo que Bruce se gira hacia
mí, aunque yo estaba tan perdida en mi imaginación que no sé
demasiado bien lo que me había dicho justo antes.
—¿Sí?
—¿Qué cosa?
—Bruce…
—¿Sí?
Bruce
—Bien, gracias.
—Te he dejado aquí encima la lista de llamadas pendientes y
notas de estos días.
—No, gracias.
—No, solo quiero estar solo —le digo con voz gélida y
regresando la vista a la pantalla.
—Desde luego.
—Sí me apetece…
Ava
Así que decido que para que nadie salga mal parado de todo
esto es mejor que desaparezca. Nunca ha sido muy de mi estilo
huir, pero no me queda otra alternativa. No puedo continuar
trabajando para él. Limpio su casa, ¿qué sería yo entonces?
¿Una especie de chacha que limpia y se va a la cama con él?
¿Una porno chacha? Resoplo y niego con la cabeza. No, no
puede ser.
—Isla, ¿puedes hablar? —le pregunto a mi mejor amiga, y
ahora también jefa del departamento de limpieza.
—Lo sé, pero tampoco hace falta que te lo pongas tan difícil,
¿no crees?
—Isla…
Bruce
—No lo hago…
—Que yo también…—musita.
Bruce
—El dinero está para gastarlo con las personas a las que
quieres.
—Gracias, Bruce —me dice con los ojos húmedos—, gracias
por todo, gracias por tanto, mi amor —y se incorpora de su
asiento para darme un beso en la mejilla justo antes de que
reemprenda la marcha.
—Disculpe.
—Papá, por favor, no empieces.
Ava
Bruce
—¿Se puede saber qué te pasa con Ava? ¿Por qué dices todo
eso de ella?
Ava
Bruce
—Bruce —balbucea.
Ava
—Tuviste un accidente…
—Sí, lo siento…
—Pero ¿qué pasa? ¿Estoy en una cárcel o qué? —la chica
cuelga la bolsa de medicamento sobre mi cabeza y le inyecta
algo. Poco después, siento los párpados pesados y unas
tremendas ganas de dormir.
—Del accidente.
—Tuviste un accidente.
—¿Entonces?
—Pero en tu estado…
Bruce
Ava
—¿Atarme?
—¿Qué?
—¡Claro!
—Además, hoy hace un día estupendo y hay que
aprovecharlo.
—¡Qué raro que por aquí haga tanto sol! Si que ha cambiado
el tiempo en Escocia desde que estoy encerrada aquí —río y
miro a Lucy que aparta la mirada de mí al escuchar lo que he
dicho. Me quedo callada unos instantes y arremeto de manera
directa. No tengo tiempo que perder — ¿En qué zona de
Escocia estoy?
—¿Dónde estoy?
—¿Entonces?
Bruce
—¿Quién me lo prohíbe?
—Ya, pero…
Todo me parece muy extraño, pero tengo claro que tengo que
ir a ese lugar, a pesar de que está a más de mil millas. Me
muerdo el labio inferior, sin parar de darle vueltas a la cabeza.
Son las dos de la madrugada, compruebo en mi reloj. Camino
de un lado a otro de la cocina como un león enjaulado.
—Mire, allí está a Ava, ¿la ve? —me dice estirando su brazo y
su índice derechos para señalar a un claro junto a una fuente
rodeada de flores.
—Pero, señor…
Veo que Ava levanta la mirada y clava sus ojos, que percibo
ahora sin vida, hacia la zona de donde proviene mi voz.
—Pero…
—Ava llegó aquí hace algo más de seis meses —se apresura a
aclararme la enfermera.
—¿En casa?
Ava
—Sin problema.
—Sí, en unos días —le contesto feliz de ver que al fin tengo
junto a mí a las personas que quiero.
Capítulo 37
Bruce
—Ah, ¿no?
—¿Y qué chica es para mí? —me acerco a ellos con las
manos a la altura de mi cintura e intentando contener la ira que
noto cómo se apodera más de mí.
Ava
—Es tu padre.
Bruce
Ava
Tiemblo de arriba abajo. Tengo miedo. No, más que eso, estoy
aterrada. Tengo los dedos empapados de sangre y un gran
dolor me atraviesa desde las lumbares hasta el vientre. Estoy
tan asustada que me cuesta respirar. No me salen las palabras.
No acierto a qué decir mientras veo a Bruce mirarme aterrado.
—¿Qué sucede?
Ava
—¿Entonces?
***
¡Muchas gracias!
Sarah Valentine
Nota de la autora
Querid@ lector@,
Si has llegado hasta aquí, déjame darte las gracias por haberlo
hecho. Deseo que hayas disfrutado estas historias y los hayas
amado tanto como yo mientras las creaba.
Sarah Valentine
Tengo un regalo para ti
Sarah Valentine
Prólogo
William
Capítulo 1
Amy
—¿Qué boda?
—La nuestra.
—Pero…
Capítulo 2
Amy
—Pero ¿qué hacen estas cajas aquí otra vez? —pregunta Kim
al entrar por la puerta a última hora de la tarde —. Seguro que
al final te has liado en la oficina y acabas de llegar a casa,
¿verdad? ¿Quieres que las llevemos ahora en un momento?
—Con Ashley…
—La de la boda…
—Sí.
Amy
—¿Una ambulancia?
—Me alegra mucho verte de nuevo por aquí, Amy —me dice
invitándome a que me siente en la silla que hay al otro lado de
la mesa de su despacho.
—Gracias.
—Pues no lo sé…
—Estoy mejor…
—¿Un año?
—¿Qué?
—Dime…
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