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La municipal humanidad

1.
Una historia cotidiana
también puede
terminar bien.

1
2.
Esto no es una denuncia
no es una advertencia
no es una campaña.
No pretendo
con este cuento
cambiar lo sucedido
redibujar la trama.
Busco otra cosa.
Busco contar
por contar
lo maravilloso
que puede llegar
a ser
el ser
humano.

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3.
Enfrentar cualquier instancia burocrática
me requiere mayor preparación
que al resto de las personas
a pesar de que soy abogado
que es otra manera de llamar
a un licenciado
en hacer trámites.
Tal vez sea
porque rechazo esa incongruencia
que algunos llaman
destino propio
o quizás
porque no quiero comprender
al mundo en donde vivo.
Conseguir que me estampen en la frente
un sello que diga Autorizado
me anuda el estómago
me hace rascar
frenéticamente
donde no me pica.

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4.
¿A qué lugar debo ir?
¿Con quién tengo que hablar?
¿Qué forma necesito parir?
Escucho
y me rasco
donde no me pica.

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5.
El favor paga
obtuve un contacto.
Junté coraje y le escribí
con la culpa resbalosa
sin cuerpo
marchita
del progre que acorta caminos.
Primera pre-forma completada vía whatsapp:
Hola
qué tal
soy uno
le escribo de parte de
que me dijo que podría ir hasta usted
por el tema del carnet.
La respuesta llegó veloz
en un audio apurado
que estirando cordobesamente las vocales precisas
me decía que me acercara a él
blandiendo su nombre y su apellido
a la hora que me convenga.
Ea!
emoticón.

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6.
Atravesé la ciudad
el tránsito caótico
tartamudo
insolente
que me arrastró
protegido
adentro de mi cápsula rodante
acondicionado con música de Caetano.
Cucurrucú
paloma.

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7.
Afuera – Avenida del monseñor.
Sumate al orden
anuncia el progresismo decimonónico
con un cartel austero
derrotado
bienvenida y despedida
de una ciudad gestionada por miserables.

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8.
Harapientos
cretinos
simpáticos
descomprometidos
que se consagran a la promesa
de un Miami terrenal.
Monos platinados
que festejan con cuetes baratos
iluminando lo que ya se ve
gritando cuando están al lado.

8
9.
CPC – La Nave.
Descentralización kitch
apuesta arquitectónica
por un futuro
que jamás sucedió.
Testimonio de la vanguardia mocha
del ingenio y el anhelo
de ser descubiertos
otra vez
por el vigía.
Un disco inclinado
una ventana fabril
un cono imposible.
Shopping decadente
despoblado
apagado.
Entra luz
poca
tenue
delatando humedades
remarcando la desidia
tornasolando la tierra seca
del brillo
de cada uno de los vidrios
que la aíslan
tercamente
del pasado y del presente
del viento mundano
de la tecnología
del olor a plástico
del humo
y sobre todo

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de lo que parece cambiar
pero nunca
jamás
parece cambiar.

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10.
Abrí la puerta
y entré al laberinto.

11
11.
Empleados yéndose.
Sentados
yéndose.
Acomodando sus carteras.
Preparando el mate
yéndose.
Atendiendo al público
yéndose.
Desconcentrados
preocupados por lo que no está ahí.
Puros contornos
ajenamente expuestos
pornográficamente descarrilados.
Siluetas rellenas
tratando de parecer
alguna normalidad
intentando tender
el puente mágico
que conecta
la supervivencia
con la fuente incalculable
de sus emociones.

12
12.
Encuentro inicial – Mesa de entradas.
Ventanilla abierta
luces prendidas
nadie
ni siquiera no estando ahí
ni siquiera yéndose.
Solamente Olave
en su versión de poster
me mira serio
enguantado
con los brazos en cruz
inmortalizado
sobre papel de diario.

13
13.
Segunda oficina – Caja.
Papeles de advertencia:
No hay cambio
Menos aún monedas
Los impuestos se cobran sólo en efectivo
Prestamos menos servicios de los que se esperan
No se venden lapiceras
Forme fila
y sonría
que el fin del mundo está por llegar
sólo estamos a mitad de camino
a mitad
de lo prometido.

14
14.
Billetes de cien pesos
exhibidos
aplastados contra el vidrio
señalándonos
que se darán cuenta
de todas nuestras falsedades
cuando involuntariamente
repiqueteen
los músculos de nuestra cara
o cuando la textura sedosa
del vil papel
no acaricie
sus blandas yemas.

15
15.
Un flequillo pobre
dos cejas dibujadas
y la pelusa de un bigote
que se movía hacia arriba y hacia abajo
me indicaron que mi contacto
se encontraba oculto
en una de las mil cuevas de la descentralización.
Su mano pulseruda
claqueando rítmicamente
me señaló el pasillo abovedado
que me conduciría hasta la gloria.

16
16.
Tercer mundo – Pasillo.
Las paredes laterales
curvadas
paralelas
dejan ver los ladrillos
amalgamados con el semen estéril
que se ha juntado
del suelo de todos los patíbulos
con los que se festeja
el poder brutal del Estado.

17
17.
Primera Cueva – La Cueva de Tal.
Una hoja A4 apaisada
indica mi punto de llegada
mi casa
mi pido.
Un punto
igual que otros puntos
aunque tal vez más espurio
más vil
más hipócrita
pero capaz de calmar mi instinto
mi ansiedad
la picazón.

18
18.
Por un instante
el nudo tramitero
dejó de tensar.

19
19.
Tal
mi Contacto
el Lord del CPC
el Capitán de la Nave
aplicaba una técnica
rudimentaria y persistente
para componer una abrochadora
que llevaba escrita con liquid paper
su nombre en el lomo.

20
20.
Usted es Tal?
Ayer hablamos por whatsapp
soy quien viene de parte De
para que usted me ayude
a sacar mi carnet
a calmar mi vida
a desatar mis tripas
a rascarme acá
donde no me pica.

21
21.
Nos dimos un apretón de manos
nos sonreímos.
Desborde de amabilidad
eficiencia inesperada.
Tenés tu carnet viejo?
tu DNI?
tu CUIL?
Tengo esas armas
en originales y en fotocopias
dispuestas para enfrentar la batalla
que si me encuentra triunfal
prolongará por cinco años
mi agonía irónica
moderna
funcional.
Tengo esas llaves
fabricadas en serie
que me son requeridas
cada vez que me exigen
que muestre
lo más íntimo
de mis profundas emociones.

22
22.
Tal me presentó a su secretaria
que estaba
yéndose
desparramada en su silla giratoria.
Atendelo bien
le dijo con voz grave
y le chasqueó la lengua.
Giño giño
y la orden se comprendió.

23
23.
Siéntese por aquí
póngase a gusto
disfrute del atajo
y repose
que en este circo
sin darnos cuenta
fuimos
somos
y seremos
tremendamente felices.

24
24.
Sus pómulos
sus cachetes
su mentón
apenas sostenidos por una capa de piel fláccida
rodeaban los ojos saltones
la boca chusa
la nariz sin sobresaltos.
Su frente limitaba con un peinado de rutina
que le daba movimiento
a la tintura caoba cobriza
que la encascaba
y le disimulaba su historia.
Su carcajeo coquetón
revelaba que alguna vez
fue una joven empleada pública
que había sabido aprovechar
la red social
que da un trabajo
en el que bien se puede sobrevivir sin competencia
sin expansión
sin salir de la cueva.

25
25.
En el setenta y siete
su padre
radical, de River y familiero
le consiguió ese puesto
que desde un comienzo
duraría para siempre.
Y brindaron
por el futuro
con lágrimas en jarro.

26
26.
Servidora pública
concentrada
por sobre todas las cosas
en la venta por catálogo
de las chucherías del momento.
El grito thundercatesco
tupper tupper tupperwere
le permitió acortar
la distancia que existe
entre el sueño rosa
y los biblioratos azules
verdes
desvencijados.

27
27.
Risita y queja
sonrisa y queja
revoleo de la boca en trompa
y queja.
Bombardeaba sin contexto:
un ítem confuso en su recibo de sueldo
una comunicación que no llegó a puerto
los ganchos mariposa
ya no aprisionan las fojas
como solían hacerlo.
Y el sistema que se cae
y se cae
que siempre se cae.

28
28.
Ponga su nombre
su CUIL
su documento
su identidad encriptada en números arábigos
que no dice más de mí
que lo que dice
el cúmulo de moléculas de porquería
que expulso
en cada alérgico estornudo.

29
29.
Fluía el trámite
la tarde
el futuro.
Aspiré apacibilidad
me senté derecho
presumí mi traje gris
slim fit
impostado.
La Secretaria
entre sonrisas coquetas
me iba indicando con un dedo
cada casillero que debía completar.
Y firme también aquí
y aquí
y aquí con aclaración.
Apoyaba el índice
o el anular
o el meñique
sobre el formulario
sin olvidarse de colocar la mano
de la manera adecuada
para que siempre se luzca
su empedrado y acartonado anillo.

30
30.
Tal volvió a entrar en la escena
en su oficina
en el trámite.
Camisa azul entripada
jean cuadrado
dos pasacinto prolijamente salteados.
Me apretó rítmicamente el hombro
mientras me entregaba impresa su contribución:
múltiples certificados
que acreditaban
con fehaciencia
que al Estado
no le debía cuotas
ni silencios
ni postergaciones.

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31.
La dirección de tránsito
la dirección municipal de tránsito
la Dirección Municipal de Tránsito
sostenido sea entre algodones
ese anclaje
esquemático y nodal
donde pese a su periferia
confluirían esa tarde
todos vectores del mundo.

32
32.
La Jefa me llamaría por mi nombre
por los dulces fonemas
que forman
el triste sonido
que funciona
como una de mis prisiones.

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33.
El recorrido es un lago
que al volverlo a mirar
ni es el mismo lago
ni soy el mismo río.

34
34.
El pasillo – El túnel.
Olía a flores viejas
a pasado no observado
a tránsito indiferente.
Solamente quien lo ha recorrido
empujando aserrín enquerosenado
quizás conozca sus verdaderas dimensiones
su potencial capacidad de esconder
a quien no quiere ser visto.

35
35.
Comencé a subir musicalmente la escalera.
Mis zapatos
tan de cuero
tan judiciales
tapeaban contra la madera abulonada de cada escalón.
Durante los primeros diez
fui un ejército avanzando
adelantado a la conspiración burocrática.
Uno, el contacto de Tal
dos, Tal existía
tres, y me recibió en su cueva
cuatro, fue amable y me presentó a su secretaria
que llevaba un anillo y se sentía a gusto
cinco, el Estado no registraba mis inconsistencias
ea!
seis, mis tripas estaban madurando de golpe
hacer un trámite
parecía dejar de ser
hacer un trámite
siete, mi traje imponía sus títulos
ocho, la Jefa de la Dirección Municipal de Tránsito
pronunciaría mi nombre
jalaría la palanca
y la fábrica volvería a producir
nueve, entonces se abrirían las aguas del mar de los tramitantes
y yo avanzaría triunfal
glorioso
laureado
diez, tap!

36
36.
Exhalé tranquilo
antes de que apareciera el primer signo
que me iba a indicar
que la batalla
aún no había comenzado.

37
37.
Racimos de jorobados
se diseminaban en pequeñas reuniones cuchicheras.
Ojerosos
deshilachados
rancios.
A la altura del vigésimo escalón
un líder hablaba
y se relamía los dientes
en cada pausa que tomaba para respirar.
Dos mujeres
impercatadas de sus propias jorobas
lo escuchaban desatentas.
Una de ellas
abrigada más de lo necesario
con una campera de lana roja
abierta
con lentejuelas desparramadas en el pecho
formando íconos de mariposas
voladoras o disecadas
afirmaba que ella seguía en turno
que pronto su espera finalizaría
y que el invierno ya estaba llegando.

38
38.
El nudo tramitero
se quiso tensar nuevamente
pero no se lo permití
porque Tal estaba a cargo de la Cueva principal
y con su voz grave
nasal y gargantosa
me había dicho que la Jefa del universo
pronunciaría mi nombre
y entonces
yo podría chupar la fruta dulce
del nuevo carnet internacional
de conducir automóviles
con un carro atrás
que no pese más de setecientos cincuenta kilos.

39
39.
Los vidrios del caleidoscopio
forman una figura única
fugaz
destinada.
Luego se desparraman
y ellos mismos
forman una figura diferente.

O tal vez sean otros vidrios


que forman
con sutiles incongruencias
la misma.

40
40.
Los jorobados arracimados
aguardaban a que madure
el mismo fruto que yo necesitaba
esperaban
esperaban
esperaban
sin prender fuego el lugar
sin colgar de los pies al intendente
sin clavar en una pica la cabeza de los inspectores
sin chucear con un pinche
ni quemar con una antorcha
a los empleados municipales
desatentos
desalineados
imprudentes.
Tal vez esta sea la mentada paz social
la prueba inigualable
de que los humanos somos sumisos
pacíficos
y dominantes.

41
41.
Los jorobados estaban quietos
como si el tirano del baile de las estatuas
hubiera frenado la música de repente.
Estatuas jorobadas inmóviles
respirando expectantes
velozmente y al unísono
inhalaban y exhalaban
pendientes de que el play
las ataque de nuevo
y se bailara
otra vez
el ritmo loco
del carnet carnet.

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42.
Pereira
o Pindonga
o Zandunga.
Una chillido que sonó de esa manera
destensó a los jorobados
que se amontonaron frente a una ventanilla
donde la Tirana eligió a uno
y apagó la música.

43
43.
Mi licenciatura en hacer trámites
me enseñó
que alineando las hombreras del traje
arqueando las comisuras hacia arriba
y amainando la plumas
el universo burocrático
muestra sus grietas.

44
44.
Haciéndome lugar entre las estatuas jorobadas
me acerqué
glugluteando
a la ventanilla principal.
Detrás del vidrio
adentro de una remera verde
exhibiendo la insignia de la Dirección Municipal de Tránsito
sobre la redondez de una de sus tetas
sonriendo
con la piel tersa y la simpatía de una gordita buena
y a la vez mirando su celular
estaba la Jefa
el Oráculo
la Tirana del baile de las estatuas.
Trigueña
tostada
con el pelo negro
reproduciendo el peinado que tomó de su madre
y que su madre le copio a su abuela
a fines de los ochenta
cuando se preguntó
cómo debía peinarse para su nuevo trabajo.
Y así quedó
fijado con Roby
para siempre.

45
45.
La Gordita Buena
manejaba perfectamente su sonrisa
que al expandirse y contraerse
le desplazaba por milímetros
el lunar verrugoso
que le imponía personalidad
a su cachete y a su cargo.

46
46.
Alineé las hombreras
sonreí
y avancé.
Pero la línea de llegada
fue cruzada antes que todos
por una jorobada erecta y paqueta
que cortó la paciencia general
tumbando la primera ficha.

47
47.
La burocracia
se basa
ante todo
en poder acreditar
lo que se necesita acreditar
para que se tome una decisión.

Acreditar de algún modo


que uno es uno
individuo
ente
solitario y delimitable
capaz de pagar impuestos
o ser la marioneta del que decide las cosas
es el punto de partida
para que el ojo del gran hermano
parpadee.

48
48.
Libreta Cívica
Libreta de Enrolamiento
mi abuela en blanco y negro cambiaba de patrón
Documento Nacional de Identidad
verde inglés
como la remera del Oráculo
menor de ocho años
foto!
mayor de dieciséis
ansias de votar
Duplicado Triplicado Cuatriplicado Quintuplicado
y siguen las contingencias
Cédula Policial Provincial
Cédula Policial Federal
Pasaporte y su status
aquí aparece Florencio
huele el caldo
y sueña.
Desdoblamiento disfuncional
DNI EA EB
libretita celeste para el festín electoral
y tarjetita portable para andar por el mundo
el negocio es del pueblo
no del comisario
la espera se acorta
huella digital
SMS
y el cartero
con su bolso
llega hasta tu casa.

49
49.
Quizás un futuro se avecine.
En tu huella:
tu nombre y todos tus alias
tus posibilidades
tus propiedades
tus créditos
la parcela en la que te van a enterrar
el día del examen
los descuentos para el cine
la promoción del helado
el fin de semana largo en Mendoza
un rice&beans desabrido en una playa caribeña
una montaña rusa más violenta de lo esperado
la decepción al volver a subirse a los autitos chocadores
la pelota de la que fuiste dueño
y la que no entró en el aro en el último segundo
el libro que regalaste
y el que compraste, dedicaste y no te animaste
el pedal que no se accionó
la cara contra el pavimento
las mentiras
la revolución cantada con ritmo de cumbia
tu olor.
Sonará un pip! y todo se sabrá,
será tan fácil como ver una publicidad.
Y daré las gracias
por hacerme saber
al fin
y sin esfuerzos
quién es
quien yo soy.

50
50.
La Jorobada Erecta y Paqueta
quiso que la Jefa le de curso a su trámite
confundiendo DNI con EA
con celestes verdosos
y con sus ocho años.
La Jefa gritó
la jorobada pidió que venga el superior.
Aparecieron colaboradores
también vestidos de verde
que no pudieron aclarar la confusión.
La Jorobada no cedió con sus gritos
agudos y acompañados con sus dedos
y logró una derivación.

Y avanzó un casillero
retirándose sin calma
en busca de Batman.

51
51.
La Jefa le sonreía al mundo
convencida de haber ganado una cruenta batalla
y se mostraba vencedora
ante quienes deseaban su derrota.

52
52.
Me dijo buenas tardes
pero quería decirme otra cosa.
Me quiero ir.
Le gané! a esa estúpida le gané!
y lo disfruté tanto pero tanto
porque sin episodios tales
este trabajo mediocre e incompleto
nos conduciría directamente
al suicidio y sus variantes.
Me quiero ir.
Deme usted los papeles que trae
que los voy a revisar
con displicencia jocosa
puesto que ya me he laureado
y mis energías necesitan ser repuestas.
Me quiero ir.
Justificaba su accionar guerrero
ante una audiencia que no se veía
argumentando entrompada
tautológica y desentendida
que ella no podía avalar ilegalidades
si no tiene el DNI actualizado, no tiene el DNI actualizado
lo claro, es claro
le di una opción y ella no la entendió
no va a hablar con Batman ni con nadie
se va a ir
se va a ir
ya van a ver cómo se va ir.
Me quiero ir.

53
53.
Interrupción en tres actos:
primero
por un costado y sin anunciarse
apareció
acaracolado
un morochón
un sapo
trigueño casi negro
con una hoja en su mano
mendigando una aprobación del Oráculo.
Visto sin repetición
aparentaba tanta anchura como altura
llevaba en la piel
una viruela de fines de los sesenta
y los labios descarnados
como un tajo en el medio de un peceto.
Esperaba una firma descomprometida
como todas las firmas
que esta Jefa y las jefas anteriores
siempre le estamparon.
En la espera comencé a imaginar
que la Gordita Buena correspondería el pedido
y el Sapo Negro
contento y conforme
se le acercaría sacando su lengua
redonda y violeta
con la que le chuparía
por unos largos segundos
su lunar verrugoso.
Y yo festejaría en silencio
todos seríamos felices
y mi trámite continuaría.

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Segundo acto:
mi vaticinio falló
el Oráculo dijo que no podía ser
no puede ser! esto no puede ser!
fue estridente
tiránica
y las estatuas empezaron a bailar
empezamos a bailar
y al Sapo se le hincharon los ojos
negros
lechosos.

Tercer y explicativo acto:


el problema era claro
una verificación salteada
que no podía ser, no podía ser
esto no puede ser!
argumentar que la historia
cuenta que siempre
fue hecho de esa manera
no calaría esta vez en la Jefa
que negaba y decía
que era una irresponsabilidad
y que ella no firmaría
no señor
no, no, no
no!
la panza del Sapo comenzó a inflarse
sus cachetes también
qué te lo firme la Teta si decís que siempre la Teta te lo firmó
el pecho del Sapo parecía explotar
buscá a la Teta o a Magoya

55
pero a esto yo no lo firmo
porque no puede ser
no, no, no
y el Sapo se achuzaba y se deschuzaba.

56
54.
Diciendo que no
negando lo hecho
contradiciendo a su cuerpo
la Jefa finalmente firmó lo que no podía ser
lo que no, no, no
y entonces el Sapo agarró el papel
lo tangenció en su axila
dio media vuelta
y desapareció.

57
55.
Plac!
la mano de la Jefa
articulada en el codo
pendulando semicircularmente
llevaba un sello de goma
con exoesqueleto de madera
desde un punto equis del universo
insignificante en su potencialidad
pero trascendental en el acto
y lo aplastaba
en la punta de las hojas
en el arco
en la meta
de uno de los miles de formularios preimpresos
que cada tributante
tiene predestinado.

58
56.
Plac! de nuevo
y otro plac
plac!
La Gordita Buena
levantando la mirada
me mostró su lunar
me miró a los ojos
vi dos túneles marrones oscuros
hilados
mandálicos.
A la Micaela le voy a comprar el de quinientos, dijo.
Es mucho, respondió una voz indefinida desde atrás de un tabique
es mucho.
Si es mucho no importa
si la Micaela me levanta geografía
le compro el de quinientos
plac, plac!

59
57.
La Jefa agarró la última hoja
el último formulario
la llave de mi último grillete.
Cargó
apuntó
se posicionó en equis
arrancó el semicírculo
plac!
El lunar se levantó junto con la sonrisa
y me dijo que espere
porque ya me llamarían.
La música arrancó de nuevo
las estatuas jorobadas empezaron a bailotear
inquietas
expectantes.
Siguiente!

60
58.
Una voz letal vociferó dos nombres.
Uno de otro tiempo
Rubén Ángel
o Ricardo Oscar
y un jorobado viejo
respondió al llamado
caminando lento
doblado
llevando en sus manos dos bolsas de nylon
llenas de papeles desordenados.
El otro nombre
que traía más cuarteto a cuestas
Yohana Micaela
Pereyra o Pérez
o quizás López
activó a una jorobada adolescente
con cada minuto vivido
cuajado en su cara
pelo naranja amarillento
cuerpo fibroso
marcado por una calza recién comprada
que hizo converger
al resto de las estatuas
que esperaban ansiosas
que arrancara otra vez
la música para el baile.

61
59.
Un colaborador de la Jefa
gritó mi nombre
silabeado y feminizado
haciendo bailar a las estatuas
que se empezaron a agitar cada vez más
porque nadie respondía.
Asumí que la confusión no sería rectificada
y sin abandonar la sonrisa
ni el alineado de las hombreras
pronunciando mi nombre con o
impostando voz de macho
ronco y seco
rezagado
di un paso adelante
dispuesto a no perder
la velocidad que había tomado
sobre la autopista burocrática
a la que me había subido
infectado de contactos.

62
60.
La cueva del Oráculo era angosta.
El improvisado rediseño arquitectónico
había dividido
con tabiques de durlock
una habitación pequeña
dejando adelante
a la Jefa con su banqueta
y un metro veinticinco para su movilidad
acomodando del lado opuesto
tres escritorios a lo largo
cuatro computadoras interconectadas
dos armarios rotulados
dos impresoras reprimidas
un halo de soledad y humedad
un barril lleno de majestuoso conformismo
y una máquina extraña
monofunción
capaz de escupir
calentitos
listos para ser comidos
una multiplicidad
de carnets de conducir.

63
61.
Nadie para uno
y uno para todos.

64
62.
Una cincuentona
escribía mirando el teclado
mientras que disimulando
se olía la axila.
En la otra punta de la cueva
el Banana
recostado sobre una silla
desparramando sobre un banquito de plástico
sus zapatones de montaña
miraba concentrado su teléfono
deslizando el pulgar saltarín
inquieto
por la pantalla.
En el medio del medio
pincelada en el escritorio central
lista para atenderme
totémica
con todo el cuerpo en calma
salvo su boca
vistiendo un camperón gris enlogado
me la topé
por primera vez
y para el resto de los tiempos
a la Mona Jiménez.

65
63.
La Mona – Mi Mona.
No la de los bailes
ni la de los tantos discos
ni la de la pasión y el negocio.
Encontré a la original
a la verdadera.
Al ser que salva a una provincia
entre el resto de las provincias.
Al ser que emerge
como sujeto y como hecho
en un mundo poco claro.

66
64.
Mi Mona era una señora con la cabeza bucluda.
Pelos negros
telefónicamente enroscados
con la cara derretida por el tiempo.
Piedra consciente
de que nunca abandonará
su reposo en el paisaje.
Arrecife
que en el fondo del mar
no busca ser observado.

67
65.
Toda de seda
salvo por su boca.
Detalle cuidado
hot fucsia cremoso.
Del librito a su casa
y de su casa a su boca
exponiendo su labio
resaltado
fino
arrugado.

68
66.
Le dije buenas tardes, qué tal?
y nada.
La miré entusiasmado
comprendiendo su cansancio
las largas horas de cumplir reglas tachoneadas
dilatadas
obligada a hacer que no funcione bien
lo que fue pensado
para que no funcione bien.
Necesita mi documento?
y nada.
Respiré muchas veces
hasta que la Mona
torciendo la boca
con una voz rugosa
ahumada
le habló al Banana:
mirá cómo la hago entrar a ésta
y repitió inmediatamente la misma frase
pero más pausada
mirá
mirá cómo la hago entrar
a ésta
y torciendo la boca hacia el otro lado
canturreó
con cadencia provocadora
en lengua tunga tunga
una frase sin contexto:
al menos a mí, no me vienen a visitar.
Dicho eso, estalló un petardo seco.
Su compañera cincuentona
que atendía a la adolecente fibrosa y se olía la axila

69
explotó diciendo
nadie vino y si vino que traiga no sé qué se meten yo no!
y siguió explotando
termino de atender y me voy!
y la Mona se rio quieta
y el Banana sin soltar su teléfono se rio también.

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67.
La batalla de la Mona contra las pestañas del sistema.
No me abre!
No está el barrio Quintas de Santa Ana!
Santa Ana no es lo mismo?
No está la calle Deán Funes!
No aparece Río Tercero!
Y si pongo que nació en Córdoba?
El Banana se paró
se acercó a mi trámite
caminando en forma tribal
cazó el mouse
y pegó un pleno en el sistema
abriendo cada pestaña
y eligiendo la opción que más se acercaba
a lo que de ahora en más
sería mi realidad.

71
68.
Sello sello sello.
La Mona dijo algo de las horas extras
y siguió sellando.
Como pocas veces en mi vida
creí
creí fervorosamente
tuve fe
lo sentí
sentí que sólo faltaba un instante
para que la maquina extraña
monofuncional
me diera de comer
me hiciera probar
el néctar dulce
de la burocracia automovilística
condensada en una tarjeta
que me permitiría salir de ahí
y pasear por el mundo
ostentando mi triunfo.

72
69.
Ir al médico
para que prediga
mi aptitud física y moral.
Rendir por escrito
un examen teórico
sobre las contingencias prácticas
del quehacer de los conductores.
No esperaba esas instancias.
Emergieron Escila y Caribdis.
El horizonte se alejó de golpe.
La Mona me explicó
en cordobés fluido
los pasos a seguir.
Debía surcar
cautelosamente
el mar negro
de los muertos vivos
para poder volver a su regazo
y culminar al fin
el sacrificio ritual
de entregarle mi hígado
mi pulmón
y mi tálamo
a cambio de lo que ella
yéndose
me entregaría
erecta
la preciada credencial.

73
70.
Instantáneamente
juntos y a la vez
la Jefa y mi Contacto
cruzaron los tabiques
dispuestos a limar
con sarna y sin saña
algunas asperezas.

74
71.
Al inicio todo fue blando
amable
tibio
retazos bien cocidos.
De golpe comenzó el resquebraje
se fisuró el dique
se dislocó lo previsible
y se desató el drama.

75
72.
El dialogo contenía un diálogo anterior
o muchos diálogos
o todos los diálogos.
La Jefa expuso sus ideas
desprogramadas y viejas
vos sabés cómo es la cosa!
decía vos
y le punteaba a mi Contacto
con su dedo a la distancia
tanto el pecho como el credo.
Vos sabés cómo es
que el trabajo debe ser
si Juan Martín lo hace
si la Teta también
si ellos chanclean en el barro
para mí no es signo
ni significante
ni significado
de que así
vil y sucio
sea el deber.
Y al decir deber
patinó la be
apuró la e
hizo repiquetear la ere
y la palabra sonó
como un disparo ametrallado.
Mi Contacto la miraba
y la Jefa proseguía
con los ojos chinos
cada vez más rojos
la trompa brotada

76
la lengua en carne viva.
No está bien! no lo está!
y si algo hice
fue explicarle muy bien
a esa señora tan paqueta
que la cosa no estaba bien
que la cosa no lo está.
Si algo le hice
a la señora esa
fue explicarle en detalle
el buen proseguir:
si registra Ejemplar A
no puede traer DNI
lo azul no es celeste
y lo celeste no es cian
si debe ser esto, no puede ser lo otro
y viceversa
absoluta viceversa.
Entre medio de su discurso
mi Contacto le fue intercalando ideas pausadas
descalzas
ademánicas.
Le dijo lo sé
no te cuestiono el deber
te cuestiono la forma
girando la mano delante de su cara
como si comiera una naranja
para darle a entender
en lo profundo de su discurso
que si bien es en la pulpa
donde la administración pública debería reparar
la cáscara
rugosa

77
brillante y ornamento
también se come
se huele
se mira
se toca
se siente
y que nadie se comería una naranja
si un desconocido
se la ofrece ya pelada.
Después nombró a un Juancito
el mensajero
al que entendió o no entendió
pero eso no importaba
porque ahora era a ella
Jefa, Oráculo, Tirana
Gordita Buena y jerárquica
alta en el organigrama
a quien le pedía
que contemplara laxamente
otra vez la situación de la señora paqueta
porque bien sabés
que a estos problemas
no los podemos tener!
Dijo eso retirándose
y el fuego tomó el control.

78
73.
La Jefa
turbada
fue pasando
como un zapping
por todas sus facetas.
Fue Oráculo
y reveló verdades del sistema de transporte
fue Gordita Buena
y abrió su corazón
fue Tirana
y miró por la ventanilla a la jorobada paquetona
que esa tarde
azarosa y fugaz
fue su némesis
su rival
su enemiga
y quizás
también
su salvación.

79
74.
Repintándose la cara
con el rímel lagrimoso
la Jefa entró en un loop
en una repetición neurótica
neurálgica
diciendo y diciendo:
por mis hijos, por mi salud, por mí
por mis hijos
por mi salud
por mí
por mis hijos por mi salud por mí.
Abrió el armario
agarró su cartera
su sello
dos o tres lapiceras
un paquete de galletas abierto hace tiempo
un pisapapeles con la cara sonriente de un payaso muerto
una estampita de San Cayetano.
Por mis hijos!
eran las cinco de la tarde
en un patio de baldosas
un chico de ocho años
pateaba un tiro libre
en un arco imaginario
custodiado por su amigo
con el que jugaba la final del mundo
más real y más tangible
que podamos concebir.
Por mi salud!
las várices
su anchura
las patas de gallo

80
le han transmitido a su cuerpo
los vaivenes cotidianos
que la llevaron
poco a poco
a ya no creer
nunca más
en el amor.
Por mí!
renunciar al trabajo
apretar el botón rojo de un laboratorio en llamas
gritar con un megáfono que la asamblea aprobó la moción
comerse un bife crudo
hacer fondo blanco
bailar esa canción.

81
75.
Cae la primera pieza del dominó
y entonces caen las otras
caen todas
cae oriente
cae occidente
y hasta Caribe cae
con toda su calidez.

82
76.
La Jefa dijo basta!
y el resto del elenco entró en acción.
La cincuentona dejó de atender
gritando contenida:
yo también, yo también!
no puede ser, no puede ser!
Agarró una mochila de cuero
y fue la primera en retirarse
heroica o derrotada
de su puesto y de la Cueva.
El Banana hizo un enroque
movió protegiéndose
sentado
con sus zapatos sobre el banquito
pronunció un discurso
más pintoresco que desafiante:
yo me calzo el silbato
la placa
y me voy a la lleca
y ahí me van a conocer
porque yo soy un negro de la lleca
un negro de la lleca
repitió eso varias veces
con su porte de Puerto Madero
adquirido en oferta
en un outlet de Ruta 20.
La última en entrar en la escena fue la Mona
mi Mona
que sin nunca dejar de mirar la pantalla
roncó con cadencia mentirosa:
hago este trámite y me mando a mudar
y no les hago ni una hora extra más.

83
Yo por mi parte
silenciosamente le imploraba
al Dios de la Entropía
que al menos esta vez
juegue para mi lado.
La Gordita Buena
deshausiada
abrazando su cartera
dándole velocidad al drama
cruzó la puerta en puntas de pie
y se fue para siempre.
Se hizo una pausa incómoda
el Banana siguió mirando su teléfono
la Mona clickeó
clickeó muchas veces
hasta que finalmente
me puso en la mano
varios papeles
indicándome con su mentón
la dirección del tieso médico en funcionario
y del trémulo inspector en profesor.
Carrera mar!

84
77.
Eran las cinco de la tarde
pronto se cerrarían las puertas
y mi trámite quedaría trunco.
A las cinco de la tarde
no quería
una sábana blanca
sobre blando cuerpo
de mi carnet.

85
78.
La sala de espera del médico
no era más
que las mesas del bar de la Nave
repartidas en un espacio inmenso
sin clientes
ocupadas por dos jorobadas
que aguardaban
lo mismo que yo aguardaba.
Hablaban
con la soltura psicoanalítica
de quien no cruza sus mundos
y desea sacar afuera
sus perturbaciones más recientes.
Un trámite
un choque
la Catalina que no fue
la culpan a ella
pero la Catalina no fue.
Se entendían.
Una era joven
la otra más vieja
y de ésta reescribían la historia
contando
con el desplace leve
propio de la individuación
que lo humano
es
a pesar de las circunstancias.

86
79.
Alguien la seguía queriendo
alguien la ayudó con un llamado
Catalina era así
y qué se le va a hacer
a Catalina tenía que entenderla
porque después de todo
qué otra cosa
podía ser
la familia y el amor.

87
80.
El bar de los monstruos atrajo mi distracción.
Atrás de la barra
y de una campana plástica
que cubría cuatro medialunas
y un cerro de criollos
cuatro monstruos se reían
desgajados
rotosos
descuidando un empleo
que no es necesario cuidar
porque no es más
que la mímica necesaria
para cuidar el empleo de otro
más alto
más jugoso
más enroscado.

88
81.
Un monstruo gordo y una monstrua vieja
llenaban de agua una jarra de vidrio
mientras otra monstrua
más joven y estridente
tomaba la manos de la monstrua más monstrua
y se las hacía meter en el agua vertida.
Su cara se retorcía convulsivamente
denostando alegría
o quizás sólo un frío ardor.
Las sacó de repente
y dijo algo inentendible.
El gordo chupó un mate
y con cara seria
miró el reloj
que en la pared
algo inminente
parecía anunciarle.

89
82.
Afuera de la Cueva de la Jefa
un grupo de estatuas jorobadas
seguían esperando
que arrancara otra vez
la música de siempre.

Apenas apartadas
tres lagartijas
con remeras beiges
bordadas con el logo municipal
se actualizaban
sobre el desplante del Oráculo.

Por el resto del lugar


una mosca bailoteaba
música de Ulises
que los monstruos hacían sonar
con el último teléfono
que creó nuestra generación.

90
83.
Eran las cinco de la tarde
la Nave pronto cerraría sus puertas
el toro aún no mugía por su frente.

91
84.
No hay mejor placebo para la ansiedad
que alterar el pausado plan inicial.
Caminé hasta el aula
con las hombreras realineadas.
Golpeé la puerta
y nada.
Volví a golpear:
nada.
Una estatua jorobada
resquebrajándose la mandíbula
me indicó que había que pasar sin llamar
sin golpear
sólo entrar.
Ocho o diez bancos dobles
tubos fluorescentes débiles
señales de tránsito adornando las paredes.
El profesor
sin sorpresa
era el Sapo Negro.
Desde el escritorio
mientras resolvía su sopa de letras
me dijo que debía traer mi propia lapicera
porque la gente
cleptómana o carente
siempre se las roba.
Le pedí la suya
dudó y nos miramos
sus ojos oscuros sintonizaron todos los diales
que le dijeron y le dirán
que la gente es mala
que la gente es egoísta
que roba lapiceras

92
para significar el verdadero deseo
de darte muerte
y quedarse
con tu comida y con tu cuchillo.

93
85.
Salí a cazar.
La única referencia que encontré
fue un cartel improvisado
en una ventanilla cerrada
que decía que allí
no se vendían lapiceras
ni tampoco formularios
ni respuestas
ni osamenta.
Me acerqué a una jorobada
y le apliqué la toma de la sonrisa.
Bic en mano
entré nuevamente al aula.
El Sapo me saludó
como si nunca antes nos hubiéramos visto
me dio una hoja
una fotocopia vieja
con veinte multiples choice
intuibles por cualquiera
que haya conducido
algo que tenga motor.
La corrección fue lenta.
Noventa y cinco por ciento.
Ea, ea, ea!
Firma, fecha y sello.
Plac!

94
86.
La flecha esquiva
al toro y al torero.
Me subí a la mosca
y bailé por la cúpula.

95
87.
Salió del consultorio el esperado médico
médica
cuarentona enchaquetada
alta
coballa limpia
que desfiló hasta el bar
y alborotó a los monstruos
haciéndolos carcajear
y volvió hacia nosotros
dando pasos largos sobre la pasarela
tomando agua fresca
de una botella azul.

96
88.
La fórmula de especulación
del tiempo de atención
en cualquier tipo de espera:
ocho minutos por jorobada
por sesenta rústicos segundos
más treinta de reajuste del sistema
exactamente
da
los cuatro mil ochocientos treinta elefantes
que debía contar
con sus trompas y sus miedos
con su memoria
con su triste show cirquero
para que el tiempo relativo
de mi control médico definitivo
comience su cabo
y llegue por fin.
Cuatro mil ochocientas treinta orejas gigantes.
Salió la jorobada.
Se abrieron las puertas del consultorio.
Y entré bailoteando en reversa.

97
89.
La Coballa era una máquina habladora
un mecanismo de engranajes
poco aceitados
pero fieles en su marcha
que entre preguntas de antecedentes médicos familiares
medicamentos declarables consumidos
asimetrías físicas imposibilitantes
y exámenes luminosos verdes y rojos
fue sentenciando cosas mundanas:
la academia
el futuro regional
las equívocas elecciones subculturales
el derecho penal
la medicina forense
el nado de los patos en los lagos newyorquinos
el arte de vanguardia de los militares chilenos
la expulsión de los moros de Andalucía
las pirañas del Paraná
la Madre Teresa
los rituales mortuorios en el Ganges
las redes de los pescadores del Maipo
el canal de Panamá
los terremotos que tumban templos
la lejanía de las Galápagos
la tala del quebracho
Chávez
Yabrán
y la poca agua
muy poca agua
que estaba trayendo
el río Iguazú.

98
90.
Rotundo plac!
Puso el sello.
Y también puso atención
sobre mi madre.
Me dijo que no me estrese.
La colitis ulcerosa
te puede matar.

99
91.
Tibio!
Los sellos
opacando precisos espacios blancos
iluminaban en negativo
un futuro cotidiano
ya escampado.
Caliente!
La Jefa Suplente
notablemente más refinada
conservaba en sus uñas
las capas de pintura
de cada una de las fiscalizaciones
en las que tachó nombres y tomó mates.
Ella las enumera:
Angeloz 83´
Angeloz 87´
gastroenterítis en Angeloz 88´
Presidente Angeloz 89´
Neder para Angeloz 93´
Angeloz senatorial 95´
fueros de Angeloz 97´
Angeloz embanquillado 98´
silencio de Angeloz por muchos años
Angeloz feisbuquero de la segunda década
donde el desparpajo radical
ya no se disfraza
ni se disculpa
ni se permuta.
Quema!
Arrancó la música
comenzó el baile duro
pasó uno

100
parálisis
salió
música
pasó otro
parálisis larga
hasta que salió también
música otra vez
la nueva Jefa
disfrutaba de nuestra coreografía
regocijándose con la velocidad
hasta que me miró fijo
mientras el mundo bailaba
y quedamos solos
yo y ella
quietos
tensados
atados por nuestra vista.
Me sonrió frunciendo toda la cara.
Yo he estudiado
que ante esa apertura
me debo defender
respondiendo de igual manera.
Me retrajo sus dos palmas repetitivamente.
Mi búsqueda llegaba a su final
el tesoro
se ocultaba
a la vista de todos
en el fondo del laberinto.
Se abrieron las puertas del cielo
y fue mi turno.

101
92.
Un buen final
estilizado
brutal
magnético
siempre se impone
sobre la realidad.
Y los argentinos
bien sabemos
que la única verdad
son los buenos finales.

102
93.
Primer plano
Santaolalla
y su ronroco
trasmitiendo calma.
Afuera
se arma
repentinamente
una tormenta oscura
eléctrica
ventosa.
El plástico
que va a ser mi carnet
es lentamente
expulsado
por la máquina
que va imprimiendo
poco a poco
las líneas de mi cara.
El viento
hace estallar
en cámara lenta
los vidrios de la Nave.
La Jefa Suplente
toma mi carnet
recién impreso
se lo frota contra las tetas
y me lo entrega
brilloso
rectangular
cargado de futuro.
En la puerta de la Cueva
las estatuas bailan

103
una coreografía orgiástica
sin percibirme a mí
ni al suelo
ni al mundo.
Voy bajando las escaleras
con paso cansino
paciente
desalineando rítmicamente las hombreras.
Salgo a la calle
la brisa limpia me baña la cara
vuela una lluvia tibia
pareja
revientan alguno rayos suaves.
Todo el cielo está negro
salvo el horizonte
que fulgura
para mostrarnos
una vez más
el atardecer.
Subo al auto
miro mi foto
plana en el carnet
y pienso
que podría haber salido
todavía un poco peor.
Arranco
y vuelvo a casa
a una velocidad constante
relamiéndome los bigotes
sintiendo el sabor
esplendoroso
que tiene
la burocracia superada.

104
94.
La ficción
en su expresión más refinada
no es nada más
que pura burocracia.

105
95.
Este relato bruto
grueso
exorcizante
se empantana
en el cotidiano
que resquebraja una institución planeada
y se ensucia
condimentando
el reflejo pretendido
al que jamás se llega.

106
96.
El verdadero final:
la Jefa Suplente
acompañada por el Banana
diligenciaron el último paso.
La máquina funcionó como se esperaba.
Firmé aquí y aquí
y me despidieron con buenos deseos.
En la puerta de la oficina
las estatuas ya no estaban quietas
portaban caras afables
límpidas
pendientes.
Afuera volví a encontrarme con la tarde
parcialmente nublada
con poco cambio de la temperatura.
En la vereda me crucé con mi contacto
que me dio la mano
preguntándome cómo había resultado todo
y se colgó una medalla en el pecho
cuando le mostré
que ya tenía un carnet con mi foto
que me permitiría
no hacer nunca más
ese trámite
por cinco años.

107
97.
Me subí al auto
la humedad pesaba
arranqué
bajé los vidrios
viento tibio
tránsito incómodo
semáforos desincronizados.
Cucurrucú
no llores.

108

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