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UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO

ESCUELA DE EDUCACIÓN SECUNDARIA


CURSO: ÉTICA
ESTUDIANTES:
PROFESOR: FECHA: 12 DE ENERO DEL 2017

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INDICE

I. INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………….…3

1.Realidad problemàtica …………………………………………………………….…3

1.1 Enunciado del problema………………………………………………….….4

2 Hipòtesis…………………………………………………………………….…………4

3. Objetivo general………………………………………………………………………4

II. ARGUMENTACION

2.1. Ètica profesional………………………………………………………………….…...5

2.2. Intelectuales y profesionistas………………………………………………………....6

2.3 Competencia…………………………………………………………………………..8

2.4. Competencia profesional…………………………………………………………….10

2.4.1. La competencia intelectual………………………………………...………..12

2.4.2. La competencia moral……………………………………………………...16

2.4.3. La competencia física………………………………………………………21

2.5 Competencia del maestro profesional……………………………………………….24

III. CONCLUSIONES……………………………………………………………………27

IV. BIBLIOGRAFIA……………………………………………………………………..28

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LA COMPETENCIA INTELECTUAL, MORAL Y FÍSICA COMO UNIDAD
SUSTANCIAL DE LA PERSONA DEL PROFESIONISTA

I. INTRODUCCIÓN

El ser humano no es solo el yo individual, sino también es el yo social. El yo individual le


permite la libertad de elección, el yo social le indica que su acción tiene consecuencias que
trascienden la individualidad, es de esta forma que:

El acto del ser humano es un acto consciente, libre y voluntario que en automático se
convierte en un acto moral, el cual nos remite a la responsabilidad, la que nos obliga a
responder por lo actuado o no actuado.

De esta manera, se puede responsabilizar a cualquier persona por algún hecho, ya sea por la
mala aplicación de sus conocimientos o por realizar una mala evaluación, por ausencia,
abuso de poder, mala práctica y por dar informaciones tergiversadas.

Actuar éticamente implica, entonces, actuar acorde con las normas y reglas de
comportamiento impuestas por la sociedad que nos rodea, por eso la ética vive en cada ser
humano sea cual sea su profesión y su entorno. Es decir, la ética trata de inspirar la actitud
personal que debe prevalecer en el alma del profesionista ante el conflicto permannte entre
las solicitaciones del mal y las exigencias de la buena conciencia.

1. Realidad problemática

En muchas oportunidades, entre el círculo de amistades, han surgido preguntas a partir ya


de tener cerca o saber sobre alguna persona profesional. Hemos preguntado, por ejemplo,
¿Qué tanto conocerá esa persona? , ¿Será bueno en su ámbito profesional? ; en otras
palabras ¿Será un buen profesional?

Pero a qué nos referimos cuando cuestionamos si ese profesional es “bueno” o no, si bien
es cierto, solemos relacionarlo con la expresión de profesional competente. Dicha frase en
ocasiones la usamos para referirnos a la cantidad de conocimientos que posee esa persona.

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Es así como nuestro interés se ha percibido que, mayormente, se remite a ello dejando de
lado, inconscientemente, puede ser , el prestar atención a la forma que dicha persona lleva
a cabo su carrera, es decir, qué tipo de trato y consideraciones es el que tiene con otras
personas y si, emocionalmente, le gustar lo que hace y ,sobre todo, si se encuentra en
óptimas condiciones para desarrollar su profesión teniendo en cuenta las necesidades de las
otras personas que requieren de su servicio.

Por ello, no debemos olvidar de que una de las funciones de la educación es formar
hombres para la vida y los procesos formativos, precisamente, debe girar en torno a
satisfacer las necesidades de una sociedad en constante cambio.

Estamos inmersos en un mundo que enajena con mucha frecuencia al ser humano, es un
mundo donde el lema es la competitividad y la búsqueda del triunfo individual, sin importar
los medios para lograrlo. Por eso, no está de más hablar de la importancia de la
responsabilidad y honestidad que deben tener todas las personas, especialmente las
profesionales. Es por eso, que el fin de las universidades es formar un profesional de
calidad. Pero, cómo debe ser ese profesional de calidad, qué características y qué
competencias debería tener. Es un problema de este contexto que en el presente trabajo
abordaremos y trataremos de explicar.

1.1 Enunciado del problema

¿Qué competencias debe tener una persona para considerarse un profesional?

2. Hipótesis

Las competencias intelectual, moral y fisica forman parte de la unidad sustancial de la


persona del profesionista.

3. Objetivo general

Explicar y demostrar que las competencias tanto intelectual, física y moral son parte del
profesional.

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II. ARGUMENTACIÓN

La Ética profesional

La ética profesional comprende el conjunto de principios morales y modos de actuar éticos


en un ámbito profesional, es decir, es parte de la conciencia individual, que se manifiesta en
un compartimiento social responsable acerca de los deberes de una profesión.

Las instituciones de educación superior deben contribuir a que los futuros profesionales
desarrollen una visión y sentido ético, que pueda guiar su práctica y refleje en sus acciones
un conjunto de valores (responsabilidad, solidaridad, sentido de la justicia, servicio a otros).
Por eso, entre las perspectivas actuales en la educación de profesionales (Martínez,
Buxarrais y Esteban, 2002) está el papel que debe tener una formación ética y moral, dado
que su práctica debe estar guiada por una comprensión moral.

Hay que tener en cuenta que la preocupación del estudiante más importante en la vigilia de
su graduación es el problema de su vida profesional, lo cual preocupa en tres sentidos:
¿Cómo se triunfa social y económicamente? ¿Cómo se triunfa científicamente? Y ¿Cómo
es posible conjugar estos tres triunfos sin comprometer la conciencia y la dignidad
humana?

La ética profesional o moral profesional se define como “la ciencia normativa que estudia
los derechos y los deberes de los profesionistas. Se refiere a lo que el enfoque académico ha
bautiza La palabra ética, confirmada por algunos diccionarios y academias con el sentido de
parte de la filosofía que trata de la moral y las obligaciones del hombre, no es muy precisa
como el significado de la palabra moral. La moral interviene en el equilibrio de las
obligaciones internas que posee la conciencia de los individuos, excluyendo de manera
parcial las obligaciones que nos rigen mediante una ley impuesta por la sociedad. Con esto
podemos comprender mejor la finalidad de la ética profesional, la cual se va desarrollando
en el individuo gracias a la moral que ha adquirido a lo largo de su vida.do con el nombre
de deontología.(reflexión acerca del deber).

Debido a la trascendencia social y humana de la profesión, tiene un relieve particular: la


cortesía y la urbanidad que decide tantas veces del buen nombre del profesionista. De esto

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parte la importancia sobre la “Dignidad personal” al tratar de la competencia moral del
profesionista.

Esto se apoya en la afirmación de Menéndez (1967, pág. 13):

“Si bien las profesiones suponen el orden económico y la justa


retribución de los honorarios, resulta casi infantil hacer gravitar
sobre los honorarios o el interés económico la personalidad y la
conciencia de un profesionista digno de tal nombre; por la sencilla
razón de que no es precisamente el interés lo que pervierte las
conciencias y malogra la función profesional”

La importancia de la ética profesional puede considerarse en el orden especulativo o en el


orden práctico. En el orden especulativo, analiza los principios fundamentales de la moral
individual y social, y los pone en el estudio de los deberes profesionales. Por ejemplo, un
joven egresado de la universidad al desembocar en lo que comúnmente se llama vida sufre
una decepción tremenda: “tiene la impresión de que la moral es solamente respetada en los
libros” ya que las leyes son fácilmente quebrantadas y nadie se escandaliza ni protesta. En
el orden práctico, la importancia está determinada por las conveniencias y consecuencias
que rigen mutuamente las relaciones entre los profesionistas y la clientela. Es así que la
función específica de la actividad profesional consiste en establecer el orden necesario al
bien común. Pero, frecuentemente, aún más de lo que imaginamos, el profesionista se juzga
dispensando de cualquier orden o disciplina. Por ejemplo, se rebela contra cualquier tipo de
cooperación y protesta airadamente contra cualquier controlador por el hecho de contar con
un título universitario olvidándose que eso forma parte de su contribución con la sociedad.

La ética profesional, por ende, nace de un trabajo al servicio de los demás. Ésta se debe
vivir en cada una de las situaciones afrontadas en nuestra vida (social o laboral),
permitiendo así la búsqueda de la excelencia profesional a través de la honestidad y
responsabilidad.

INTELECTUALES Y PROFESIONISTAS

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Si bien es cierto todo deber tiene un carácter ético, obliga en conciencia, y su violación
voluntaria implica responsabilidad. Es así como el análisis de los deberes profesionales nos
impone un estudio serio y sistemático de las actividades peculiares de todas y cada una de
las profesiones. Menéndez señala que “el deber” es el valor humano de toda actividad que
responde a exigencias concretas del bien común. ( 1967, pg. 65)

Es importante conocer cuáles son los deberes que corresponden a la profesión o al oficio ya
que la profesión no solamente no constituye un área neutra para la conciencia; sino que
tienen el temible privilegio de interesarse en los más grandes problemas humanos y de tener
el deber y la responsabilidad de resolverlos por ser capaz de potenciar y densificar los
deberes comunes del hombre debido a sus mayores conocimientos e influencia.

Frente a los grandes problemas humanos se alinean dos grandes grupos de salvamiento; el
de los técnicos y el de los intelectuales. Hay quienes prefieren la distinción de teóricos y
prácticos, o, de “los que piensan” y “los que realizan”.

Lejos de ser términos que se opongan Menéndez afirma que se complementan mutuamente;

“Todo trabajo humano debe estar precedido por el trabajo


intelectual. Solo que hay profesionistas con más aptitudes y
aficiones para la actividad ejecutiva o burocrática, que para para la
otra actividad eminentemente creadora de la inteligencia.” (1967,
pág. 67)

Es así como se da a la intervención profesional, en cualquier campo, la categoría de calidad


y superioridad.

Cualquier trabajo es un compromiso con una dosis de deber proporcional al carácter de la


actividad. En el trabajo manual, por ejemplo, el compromiso es con la idea directriz que es
menester ejecutar. Mientras que en el trabajo intelectual, se amarra el compromiso directa o
indirectamente, con el bien común.

Por lo tanto, aseveramos que un profesionista universitario no puede declinar este


compromiso, puesto que, si solamente abre los espíritus a las perspectivas utilitarias y
retributivas del trabajo y si pierde la limpidez que hace del trabajo intelectual una virtud

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más humilde deja de ser instrumento de elevación y cultura para convertirse en una
conspiración contra el bien común y descrédito de la universidad

Claro esta que no todos los profesionistas han de ser investigadores o pensadores
consagrados a la revisión constante de los métodos científicos; pero, como sostiene
Menéndez un profesionista universitario nunca puede renunciar a que su trabajo tenga la
nota relevante de la “competencia intelectual”.

COMPETENCIA

Las competencias son una estructura cognitiva, la cual facilita actuaciones determinadas.
Desde una perspectiva operativa, cubren un amplio espectro de habilidades para funcionar
en situaciones problemáticas, lo que supone conocimiento, actitudes, pensamiento
metacognitivo y estratégico. Las competencias tienen, como señala Bolívar en su ensayo El
lugar de la ética profesional en la formación universitaria, un componente mental de
pensamiento representacional y otro conductual o de actuación. De este modo, designan la
capacidad o facultad para movilizar diversos recursos cognitivos (saberes, capacidades,
informaciones, etcétera) en orden a actuar, con pertinencia y eficacia, en un conjunto de
situaciones.

Por competencia entendemos la capacidad de poner en práctica de forma integrada aquellos


conocimientos adquiridos, aptitudes y rasgos de personalidad que permiten resolver
situaciones diversas. El concepto de competencia va más allá del saber y el saber hacer ya
que incluye el saber ser y el saber estar.

El hecho de ser competente exige más que la simple adquisición de conocimientos y


habilidades. Las competencias implican la capacidad de utilizar estos conocimientos y
habilidades en contextos y situaciones diferentes. Esta aplicación requiere comprensión,
reflexión y discernimiento teniendo en cuenta la dimensión social de las acciones. Así
mismo existen algunos conceptos referentes al término de competencia. Uno de los
significados de ‘competencia’ es el de aptitud unida al concepto de idoneidad.

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a) Las competencias se ubican, pues, en el plano de los comportamientos que consisten en
hacer, no en el plano del pensar ni del sentir afectivo.

La competencia en tanto quehacer se expresa en el lenguaje en verbos tales como:


confeccionar, elaborar, preparar, fabricar, diseñar, producir, expresar, escribir, leer,
demostrar, etc. Por ejemplo, son competencias los siguientes comportamientos: "extraer
una muela a un paciente", "sumar 2 + 2", "construir un puente", "elaborar un mapa
conceptual", etc. Todas ellas expresan un hacer en el sentido de producir algo. Por esta
razón no constituyen competencias los siguientes comportamientos: "Identificar las partes
de una muela", "Conocer el concepto de suma", "Valorar la importancia de las construcción
de puentes", "Identificar las partes de un mapa conceptual". En estos últimos no hay una
obra producida. Una cosa es, pues, el conocer o el valorar algo, otra el hacer o producir
algo. De acuerdo a lo que hemos dicho podemos clasificar los comportamientos en tres
grandes tipos: saberes, valoraciones y haceres.

Las competencias consisten en hacer cosas, no en conocerlas ni en las actitudes que


tengamos ante las cosas. Pero, como lo veremos más adelante, el conocimiento y las
actitudes son factores indispensables para el logro de las competencias.

b) En segundo término, la producción de la obra implica un conjunto de procedimientos


que indica las acciones que se deben llevar a cabo para lograr ese objetivo.

El conjunto organizado de procedimientos para hacer algo se llama técnica o arte. Arte en
su sentido originario griego es todo modo de hacer algo. De allí deriva la palabra artefacto,
artificial, artesanal. Toda obra humana es un artefacto, es decir producto del arte humano.
Posteriormente los griegos usarán la palabra Tékne, técnica, prácticamente con el mismo
significado que arte. Más tarde todavía, ya con Kant, arte designará las artes bellas.

De tal modo que con respecto a toda acción humana cabe hablar de una técnica. Se habla de
la técnica para investigar, la técnica para tocar violín, la técnica para redactar, etc. Todo
hacer humano implica entonces una técnica.

El dominio cognitivo de un conjunto de procedimientos para hacer algo por parte de un


sujeto, constituye lo que se llama saber procedimental, o saber técnico, o saber hacer.

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c) En tercer término, las competencias son capacidades para hacer algo, pero no de
cualquier modo, sino algo que se evidencie en una obra bien hecha.

La competencia para hacer algo implica entonces idoneidad, excelencia en hacer. Si algún
carpintero entrega un mueble mal hecho, decimos de él que no es competente como
carpintero. Se dice de alguien que es competente cuando se muestra excelente en el hacer
algo. El valor de la competencia se encuentra en la obra o artefacto productivo.

COMPETENCIA PROFESIONAL

La profesionalidad, pues, incluye entre sus componentes, en primer lugar, una ética
profesional y, más ampliamente, el compromiso activo con el servicio a la ciudadanía. De
este modo, a la hora de diseñar el perfil profesional de cada carrera, necesariamente han de
entrar los comportamientos éticos propios de dicha profesión. Como señala Hortal, si un
profesional se legitima como experto:

[...] la competencia profesional no basta. El profesional, para serlo


del todo, necesita asumir los compromisos que comparte con sus
colegas de profesión, los compromisos de tratar de proporcionar
competente y responsablemente las prestaciones y servicios
específicos con arreglo a los baremos de excelencia que en cada
contexto se espera de cada tipo de servicio profesional (2002:25).

Ser profesional no sólo implica poseer unos conocimientos y técnicas específicas para la
resolución de determinados problemas; al tiempo, se confía que, como profesional, se
comportará de acuerdo con una ética propia (en especial buscando el beneficio del cliente)

El término competencia, entonces, puede ser entendido en dos sentidos: como capacidad
para desempeñar una labor y en ese caso se dice que el individuo es competente; y como
suficiencia para desempeñar un trabajo, y entonces se dice que los individuos están en
competencia.

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En el sentido de capacidad, Aquiles Menéndez señala que la competencia “debe significar
en la conciencia de todo (profesional) un compromiso personal y una colaboración
dinámica y permanente de todo su ser, en toda su dimensión física y espiritual, con una
tendencia conjunta.” ( 1967)

En general, “competencia profesional” es la pericia, aptitud o idoneidad para ejercer una


profesión. Así afirma Orna: “la competencia profesional significa aptitud o conformidad
para una determinada actividad; la sociedad o un sector de ella exige competencia.” (2006,
pág. 69)

La competencia de cada persona profesional será informada a la comunidad una vez que se
haya clausurado promociones y títulos universitarios sometiéndolo así a exigencias del bien
común

Si el que requiere informe es de condición humilde, comienza por asegurarse si el nuevo


profesionista es buena gente: (expresión vaga, que puede referirse a las cualidades morales
de honradez, buen trato, consideración en los honorarios, etc.)

Si el ciudadano es acomodado o cultivado, comienza por averiguar si es flamante graduado


vale: (expresión más vaga, que pretende oscuramente compulsar talentos, títulos,
aprovechamiento, rendimiento, etc.).

Entonces, desde el punto que se quiera ver, implícitamente en la conciencia, el deber del
profesionista es el de la competencia.

De ella de advertir oportunidades tres cosas:

1) La misma etimología de la palabra competencia nos recuerda su significado


primogenio, que no comportaba alguna idea de lucha, sino simplemente de
colaboración: “cum- petere”; o sea, tender conjuntamente a algo.
2) El gran público extra profesional, tan exigente de la competencia de altos niveles,
muy raramente llega a percibir la íntima conexión que tienen entre sí la competencia
intelectual y la competencia moral del profesionista.
3) Ese mismo público desconoce las relaciones que pueda haber entre la competencia
profesional y las condiciones físicas de un individuo. Es más, la mayoría de los

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profesionistas han de sonreír ingenuamente si se les habla con seriedad académica
de una competencia física, que nunca ha entrado en el marco de sus reflexiones
morales.

Por eso, refiere Menéndez que la competencia:

no puede limitarse a ser una dotación inerte de ciencia y


moralista sino que debe significar en la conciencia de todo
profesionista una colaboración dinámica y permanente de todo su
ser, en toda su dimensión física y espiritual, con una tendencia
conjunta hacia el bien común. (pág.70, 1967)

A partir de esto, cabe examinar el deber de la competencia profesional bajo tres


aspectos:

a) De competencia intelectual, base fundamental de la ciencia y sabiduría profesional.


b) Competencia moral, o virtudes profesionales.
c) De competencia física, o salud profesional.

Estos tres aspectos se explicarán con la más clara conciencia de la unidad substancial de la
persona de profesionista.

En virtud de esta unidad es evidente la interdependencia y la interinfluencia mutua de estos


tres órdenes cuya integración ontológica conjuga el hombre en su triple capacidad de ser y
de dar.

LA COMPETENCIA INTELECTUAL.

La competencia intelectual señala Menéndez:

es tanto como la posesión de la ciencia y la sabiduría. Pero


como la posesión perfecta es imposible, de ahí la imperiosa
necesidad de luchar permanentemente por acrecentar ese
patrimonio del espíritu que, en tanto, es herencia colectiva,

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cuanto más generosamente el individuo se entrega a su
conquista. (pág. 71, 1967)

El peligro para la edad madura consiste en acostumbrarse a manejar ese


patrimonio universal con espiritu de presuncion y excesivamente posesivo.por
otro lado, el peligro para el joven es amilanarse o replegarse en si mismo a
impulsos de autocompasion al entrar en contacto con la ciencia y la sabiduria.

Al habalr de ciencias se refiere a las ciencias “positivas” o “naturales”, que constituyen el


elemento mayoritario y prevalente de la educación científica y tecnológica. Y cuando se
habla de sabiduría entendemos, (además de la riqueza espiritual que es producto de una
auténtica cultura), las otras formas del saber humano que son el elemento esencial de la
educacion humanística, y que no se basan sobre criterios estrictamente cuantitativos, ni
sobre métodos formales o matemáticos.

Tanto la educación científica y tecnólogica, como la educación humanística deben poseer


una dosis suficiente de valor informativo y formativo, si se quiere respetar las leyes de la
naturaleza intelectual.

La dosis de formación e información que asimila el estudiante, (y posteriormente el


profesionista, aunque no lo parezca) depende fundamentalmente de la jerarquía de sus
maestros. Por otra parte, no se puede entender cómo alguna enseñanza puede tener un valor
formativo, y por lo tanto educativo, sin tener un alto y preciso valor informativo. Por ello ,
es pertinente resaltar a Menéndez, quien señala que una de las responsabilidades máximas
de la universidades “es entrenar a los alumnos en la claridad conceptual, en la univocidad
de expresión , en la deducción rigurosa y en el sereno reconocimiento de las realidades
objetivas.”

La competencia intelectual consiste en obtener crecimiento de conocimientos de distintas


disciplinas. Dichas disciplinas son variadas e innumerables, y abarcan todas las que poseen
las líneas tecnológicas y científicas. Otras son las de carácter humanitario, aquellas que son
medidas por las cuestiones cualitativas y no utilizan métodos formales o rigurosos.

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Para respetar estas disciplinas se debe cumplir con ciertos valores y poseer un carácter
informativo y formativo.

Competencia Técnica.

La idoneidad intelectual de un profesionista comprende: a) el conocimiento teórico y


sistemático de las ciencias respectivas, y b) la aplicación práctica de esos conocimientos al
caso concreto. En el primer caso resulta lo que primariamente se llama ciencia; en el
segundo, que tantas veces se resuelve en un verdadero arte, tenemos la experiencia.

Para la Universidad y la sociedad, la ciencia es de suma importancia y no debe faltar en la


formación de los individuos, de esta manera se contribuye en el pronto y efectivo interés
por parte de ellos para aumentar su espíritu científico. Se considera que la vocación
profesional y la vocación científica son similares, a continuación trataremos de explicarlas.

La primera, se refiere a la conducta y los deberes que posee el profesionista, y las cuales
demanda también su profesión, de la misma forma las exigencias sociales y humanas, esto
se debe a que proporciona sus servicios profesionales al bien común.

La vocación científica es considerada como la más difícil debido a que hace referencia al
compromiso moral que se adquiere con la humanidad en general y con la verdad, sin caer
en los intereses personales y en el egocentrismo.

En resumen, la competencia técnica supone la suficiente idoneidad y preparación en las


materias propias de la profesión, cualquiera que sea su índole. Así mismo, implica el
suficiente interés real y permanente del profesionista por las ciencias que especifican su
profesión; que se traduce en un estudio constante, y consciente de que el diploma oficial
supone pero no confiere ninguna ciencia.

Competencia humanística

Como minum entendemos “la formación humana” en la educación universitaria.

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Es menester insistir en el humanismo sorbe toda en las profesiones de carácter
eminentemente técnico, para sustraer a nuestra juventud universitaria de las dimensiones
utilitarias y materiales de su capacidad técnica que los hace fósiles.

Aunque, a veces, esto es lo único que busca quien ingresa a la universidad por la puerta
falsa del interés mercantil, la sociedad no puede renunciar ni prescindir de la intervención
humana del profesionista.

Si el profesionista es un atrofiado social y desaparece al hombre con sus problemas, de su


perspectiva intelectual, la estructura social moderna se deslizara al caos revolucionario
disolviéndose en la desesperación, o se abandonará al conformismo suicida que señala la
hora de las dictaduras y de la decadencia nacional

Resumiendo, la ciencia es una premisa necesaria de la cultura: pero no es cultura. Para que
la ciencia se transforme en cultura y sustraiga al profesionista del perpetuo infantilismo es
necesario educarlo como hombre dotándole de una mínima competencia humanística.
Competencia que tiene como finalidad hacer conocer otros campos del saber humano (saber
histórico, saber filosófico)

De lo anterior, se comprende que la competencia intelectual debe comprenderse en dos


momentos: como competencia técnica y como competencia humanística. En el primer caso,
se trata de un conocimiento teórico y sistemático de las ciencias que se refieren a la
profesión, al mismo tiempo que la capacidad de aplicar esos conocimientos a los problemas
que se le presentan en su vida profesional; se trata, en rigor, de armonizar la ciencia y la
experiencia.
En el segundo caso, se insiste en la necesidad del profesional de mantenerse con una
dimensión humana abierta a los demás y al deber, con una dimensión abierta a la
experiencia estética y a la solidaridad con el mundo y con los demás, con el fin de evitar
que el profesional se convierta en una máquina eficaz, pero no humana.

Factores de la competencia intelectual

Hay factores externos de la competencia intelectual.

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a) considerada como formación, los factores externos de capital eficiencia son los maestros,
libros y los amigos que constituyen el ambiente universitario.

b) considerada como información, normalmente el factor externo del mayor importancia es


el libro y la revista profesional o universitaria de seria solvencia científica o humanística.

Pero hay un solo protagonista de la competencia intelectual: la inteligencia

Para lograr un protagonista brillante se necesitan tres cosas: trabajo, esfuerzo y método.

1. El trabajo, porque gracias a él, podemos crecer junto con el entorno social, por
medio de la indagación y la ayuda humanitaria.

2. El esfuerzo, porque el trabajo intelectual para ser coherente debe ser disciplinado
y abnegado. El esfuerzo tiene que ser sistemático y permanente.

3. Método. Porque las formas y las estrategias que se han de emplear para realizar el
trabajo deben ser efectivas.

El profesionista contrae, como obligación esencial y primordial, la de trabajar con la


inteligencia: el estudio. La dignidad profesional obliga a buscar incansablemente el
mejoramiento y la perfección de los sistemas aprendidos en la universidad. Así también es
incompatible con la seriedad y jerarquía profesional el no desechar sistemas insuficientes y
sobre todo, defenderlos por pura pereza mental y rutina.

LA COMPETENCIA MORAL.

La competencia moral se refiere a la necesidad que el profesional tiene de referirse a un


bien, al bien; esa necesidad se refleja en la vida según la virtud, en la vida virtuosa, la cual
se manifiesta en el sentimiento de rechazo a todo lo que aparezca como oscuro, injusto o
dudoso, a la vez que en la conciencia de la dignidad de la profesión. Así afirma Menéndez:

“La competencia moral en un profesionista, lo mismo que en cualquier


hombre, no puede limitarse al orden de sus conocimientos; es
indispensable que la inteligencia ponga en juego a la voluntad, para que

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la actividad profesional ofrezca todas las garantías que requiere el bien
común y la dignidad profesional. (1967, pág., 83)

Un hombre no es moral ni virtuoso por ser casto, moderado o justo, sino por estar
dominado por el bien en toda su amplitud subjetiva y objetiva.

El bien no tiene como realidad ni como medida a mi personalidad. El día que


desconectáramos la conciencia de la verdad objetiva, no nos quedaría más que utilitarismo.

La competencia moral, aunque definitivamente implique la existencia de la virtud en el


profesionista, se manifiesta por una doble sensibilidad:

1) En la vida especulativa: la espontánea y violenta repulsión hacia el siniestro


primado de lo cuantitativo y estadístico, hacia el envilecimiento de las
conciencias y perversión del gusto, y hacia la rutina y burocratización
profesional.
2) En la vida social: La urgente necesidad de reivindicar entre las clases populares
y humildes el prestigio de la profesión.

Virtudes Profesionales

La profesión es esencialmente relación y servicio.

La actividad profesional está constituida por actos que son esencialmente transitivos; esto
es: que no pueden limitarse al individuo que los emite, sino que deben terminar en otro que
los recibe. De aquí que las virtudes profesionales por excelencia, son también las virtudes
sociales por excelencia: la justicia y la caridad.

A)La justicia. El deber de justicia se contrae desde el momento en que se recibe el título
profesional, que así se convierte en un contrato entre el profesionista y el Poder público, el
profesionista y la universidad, el profesionista y la clientela.

La justicia compromete tanto a las obras como a las palabras; y que a veces las palabras del
profesionista son más eficaces con la persona humana que sus propias obras.

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B) La Caridad. Es la dinámica social en su más auténtico sentido. Mientras que la justicia
promueve el orden, ligando o restituyendo cada cosa con su lugar y con su dueño,
prácticamente está separando a las personas. Pero la caridad, señala Menéndez, pone en
circulación la generosidad de las almas, haciendo que las personas se enajenen a sí mismas
en beneficio de los demás.(1967)

La caridad solo descansa, cuando se ha hecho todo lo posible por equilibrar los niveles
humanos con la aportación de los propios bienes y de la propia persona. ¡Y siempre será
difícil (si no imposible) el que un buen profesionista pueda discernir al final de su carrera,
si ha dado más de sus bienes que de su persona!

La caridad obliga particularmente a los profesionistas:

- Con sus colegas y superiores.


- Con sus colaboradores. Especialmente para con aquellos que, por ser más
eficientes, suelen pasar más desapercibidos.
- Con los pobres. Jamás dejaran de existir los pobres en el mundo, bajo la triple
manifestación de pobreza intelectual, pobreza moral y física. Es el sector
humano en el cual un profesionista está más cerca de atropellar la justicia,
cuando se descuida la caridad.

Como se menciona Menéndez distingue dos virtudes profesionales: la justicia y la caridad.


La primera se vuelve un imperativo para el profesional, en la medida en que es depositario
de un bien social (de cultura) del que debe dar cuenta a la sociedad en que vive. La
segunda, se refiere a la necesidad de que el profesional se dedique a un servicio
desinteresado de todos los demás miembros de su sociedad, aunque, en un sentido de
justicia, no esté obligado a ello.

Dignidad Personal

Tal vez se podría hablar de virtudes exteriores o complementarias, que no son


esencialmente incompatibles con el vicio y el engaño. Cuando este existe, nos encontramos
en un caso vulgar de simulación hipócrita y peligrosa. Cuando el profesionista responde

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lealmente a las exigencias del público, tenemos lo que atinadamente suele llamarse
“Dignidad Personal”.

Para Orna (2006) existe una dignidad profesional y es aquella que no debe ser confundida
con la capacidad económica y la posición social; pues la dignidad profesional procede del
talento, la virtud y el esfuerzo personal reconocidos por la opinión pública que honra la
profesión con la confianza. Es decir, la verdadera dignidad es intrínseca, proviene de la
naturaleza y fines de la profesión; con ello se confirma que la moral es un hecho social en
respuesta a las necesidades y cumple una función social.

Suelen considerarse manifestaciones de la Dignidad Personal: el desinterés, la cortesía y


corrección, la distinción, la puntualidad, la delicadeza, etc. Pero, en particular Menéndez
resalta la importancia de dos cualidades profesionales los cuales debe hacer sentir como
deberes, y practicar como virtudes: el trabajo y el orden.

- El Trabajo. Esta “calidad humana” del trabajo (que es la elemental) es inseparable del
valor social o religioso que en el trabajo se quiera considerar.

Un profesionista que no tiene conciencia de trabajar con seriedad y eficiencia esta


menoscabando su perfección individual, la dignidad de la profesión, y defraudando la
confianza de sus conciudadanos.

Pero hay algunas exigencias que surgen del “valor humano” del trabajo, las cuales son: el
trabajo debe hacerse bien, con alegría y entusiasmo, con tranquilidad y con valor y
resolución.

Cabe señalar que existen dos grandes peligros a que está expuesto el trabajo en la vida
profesional: el primero, la anarquía en el trabajo. Es casi una peculiaridad de los
profesionistas e intelectuales que el trabajo implique una obligación o compromiso para que
se les convierta en un yugo insoportable.

En segundo lugar, la dispersión del trabajo, que cobra las formas de la presunción y de la
ambición.

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- El Orden. Debería se connatural con la vida profesional porque se supone que el
profesionista tiene como su especial y especifico cometido “introducir el orden” en un
determinado sector de las estructuras sociales o económicas.

El orden es de exclusiva incumbencia y responsabilidad del profesionista; y a él esta


condicionada su estabilidad económica y el mismos sentido y gusto de la profesión.

El profesionista al no desarrollar la competencia moral, puede caer en un acto inmoral y la


repetición de este acto en un hábito inmoral a lo cual se conoce como un vicio. Los vicios
que son capaces de desarticular la vida profesional son el juego, el alcoholismo y la lujuria.

La naturaleza humana se manifiesta en el espíritu de las personas normales, como una


debilidad.(…) La repetición del acto inmoral genera el hábito; y el hábito inmoral es el
vicio. (Menéndez , 1967)

Menéndez considera tres vicios que son capaces de desarticular la vida profesional, y aun
destruirla como capacidad potencial, como dignidad humana, y como riqueza social. Nos
referimos al juego, al alcoholismo y a la lujuria.

A) El juego. Ordinariamente arraiga en la conducta del profesionista sin escrúpulos ni


formación moral; especialmente cuando la conciencia llega a creer o aceptar que es
lícito y aun honorable enriquecerse rápidamente “sin trabajar” y cuando se
considera frustrado o fracasado, y su comprensible amargura le impulsa, más o
menos inconscientemente, a una revancha o a una venganza compensadora.
B) El alcoholismo. Como problema social ha movilizado un verdadero ejército de
apóstoles, sociólogos y terapeutas. Es evidente que ningún profesionista debía
considerarse dispensado de interesarse activamente en el problema, por sus graves
consecuencias en la salud, la economía, la familia, el trabajo, etc.
C) La lujuria. El hombre normal, aun con poca formación moral y exiguo conocimiento
sexual, comprende fácilmente lo que debe al hombre y a la mujer; y no es sino un
divorcio entre el instinto y el resto de la personalidad, cuando cae en la satisfacción
brutal, egocéntrica y habitual de ese mismo instinto.

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Por último , se puede afirmar que la competencia moral en los profesionistas juega un papel
muy importante para conocer mejor su actuar en el medio que se desenvuelve, sin embargo,
ésta no debe limitar su ejercicio, ya sea personal o profesional, ni mucho menos estar por
encima de la inteligencia de cada ser.

La dignidad profesional no debe ser confundida con la capacidad económica y la posición


social; pues dicha dignidad es aquella

Las virtudes sociales hacen mención de que la profesión se compone por la relación y el
servicio, dando como resultado la sociabilidad.

COMPETENCIA FÍSICA

Es necesario que, señala Menéndez, “todo profesionista disfrute de tales condiciones


físicas, que hagan fácil y eficiente el ejercicio de la profesión. Pero, por otra parte, es
evidente que la fuente principal de esa facilidad y eficiencia es la mente lúcida y la
voluntad enérgica: ambas condicionadas a una complicada serie de factores psicomáticos”.
(1967)

Se deduce que algunos profesionales fracasan en sus respectivas profesiones porque son
físicamente incapaces, no tienen la aptitud necesaria para llevar sus labores profesionales a
un feliz término.

Desde finales del siglo pasado la higiene comenzó a destacarse nítidamente en la medicina,
como la “Ciencia de la salud mental”.

Las condiciones físicas son como condición necesaria de esa misteriosa armonía que hace
posible la plenitud espiritual.

Para fundamentar las normas prácticas de conducta profesional, es menester que el


universitario capte con la mayor claridad tres cosas:

Primera: si nos interesamos tanto en la salud corporal no es por un interés estético,


sentimental; es fundamentalmente por la unidad substancial del cuerpo y el alma, y por la

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normalidad de sus relaciones. El interés por la higiene y la competencia física del
profesionista nos es nada más que por la preocupación inteligente por la salud mental.

Segunda: ¿qué entendemos por higiene mental? Los términos higiene y salud mental tienen
una vigencia general en la actividad universitaria, cuando la higiene tiene el sentido de
“conjunto de medios normales capaces de preservar y desarrollar la salud mental normal.

Tercero: ¿cómo se manifiesta la salud mental? Menéndez citando al Dr. Duchene sostiene
que las principales características de la salud mental normal serían:

- La adaptación al medio social.- se debe entender como el equilibrio y la posibilidad


de engranar profesionalmente en el medio social; entendido esta posibilidad como
participación en los grupos culturales y recreativos, intervención en la vida política
y serenidad ante las dificultades y agresividad gratuita de ambientes y personas.
- La aceptación de la sexualidad.- debe ser interpretada como la integración
consciente de la vida humana con esa facultad maravillosa, que ha sido otorgada
para el bien de la especie, mediante la perfección del individuo.
- La aptitud para la dicha.-es la posibilidad de acumular alegría en el cumplimiento
del deber, para que el trabajo sea agradable.

No se debe confundir “la aptitud para la dicha” con el hecho de ser dichosos .la aptitud para
la dicha nos hace buscar el lado bueno a las cosas.

Es así que La Higiene Mental se referirá al conjunto de disposiciones necesarias para


aceptar el propio trabajo y gozar del mismo, mientras que la Higiene Física se refiere al
mantenimiento de la capacidad física para desempeñar a cabalidad un trabajo.

Recursos ordinarios

En la práctica cotidiana, se llama así a la satisfacción racional de las necesidades biológicas


elementales, que se conectan directamente con la función humana del trabajo: el sueño y la
alimentación.

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El sueño abarca toda la dimensión de la vida vegetativa y de la vida espiritual. Sus leyes
son la regularidad y la suficiente cantidad para que sea el descanso perfecto.

Muchas veces el profesionista que se queja de insomnio, no es nada más que un anárquico
del sueño, carente de toda disciplina personal, que debe distinguirse diáfanamente del
auténtico insomne.

El trabajo intelectual necesita una compensación bastante mayor que el trabajo físico;
siendo excepcional que un hombre se normalice con menos de siete horas y media.

Los preámbulos de despreocupación, silencio y oscuridad deben ser muy tenidos en cuenta
por un intelectual para gozar normalmente de un sueño tranquilo y reparador.

Respecto a la alimentación se comprende que no es tan fácil comer lo que se quiere ni


cuando se quiere; menos aun lo que sebe y cuando se debe. Un universitario debe conocer
los requisitos mínimos de una buena alimentación, siempre y cuando no la reduzca a la idea
de la simple ingestión de elementos biológicamente indispensable, o calorías.

Recursos profesionales

El trabajo del profesionista es agotador. Afirma Menéndez ( pág. 102, 1967) ) que se habla
de “enfermedades directorales” contraídas por el profesionista en su función de dirigente ,
cuando el cansancio llega a ser total e insoportable.

Ese cansancio, aparte de ser intelectual, es físico y el único recurso es la intervención de un


médico experto.

Un profesionista de salud normal que cuenta con familia y amistades normales logrará las
mayores cuotas de rendimiento:

- si trabaja briosamente
- si descansa oportunamente
- si sabe distraerse
- si toma vacaciones.

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LA COMPETENCIA DEL MAESTRO PROFESIONAL

1. El modelo actual del maestro profesional

Los oficios relacionados con la enseñanza son muy antiguos, y podemos identificar
añejas concepciones acerca del profesionalismo de los docentes y formadores que les
eran propias. Paquay (2005) citando a Perrenound nos recuerda oportunamente que los
maestros son, y han sido desde siempre, gente de oficio, "profesionales", que hay
distintos modelos de profesiones docentes, y que la tendencia que manifiesta la
profesionalización es de un proceso que se agranda" cuando la puesta en práctica de
normas preestablecidas cede el lugar a estrategias guiadas por unos objetivos y una
ética".

Al maestro profesional lo definimos como una persona autónoma dotada de habilidades


específicas, especializadas, ancladas en una base de conocimientos racionales,
reconocidos, procedentes de la ciencia (legitimados por la academia), o de conocimientos
explícitos surgidos de distintas prácticas. Y cuando estos conocimientos proceden de
prácticas contextualizadas, entonces son conocimientos autonomizados y profesados; es
decir, explicitados verbalmente de forma racional y entonces el maestro es capaz de rendir
cuenta de ellos.

Así pues, la profesionalización se constituye a través de un proceso de racionalización


de los conocimientos puestos en práctica, pero también por unas prácticas eficaces en
situación. El profesional sabe aplicar sus habilidades en acción en cualquier situación; es
"el hombre de la situación", capaz de "reflexionar en acción" y de adaptarse; calificado para
dominar una nueva situación.

Éste es el modelo de profesional que parece predominar y servir de base actualmente


en el proceso de profesionalización de los maestros.

2. La especificidad de la profesión docente

El maestro profesional es, ante todo, un profesional de la articulación del proceso de


enseñanza-aprendizaje en situación; un profesional de la interacción de las significaciones
compartidas.

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La dificultad del acto de enseñar radica en que éste no puede analizarse únicamente
en términos de tareas de transmisión de contenidos y de métodos definidos con
antelación, ya que la comunicación verbal en clase, las interacciones, la relación y la
variedad de acciones en situación serán las que permitirán, o no, que alumnos diferentes
aprendan en cada intervención. De este modo, las informaciones que se prevé
transmitir se modifican periódicamente a partir de las reacciones de los alumnos, de
la evolución de la situación pedagógica y del contexto. Aquello que constituye la
especificidad de la enseñanza es su "trabajo interactivo"

El maestro puede planificar, preparar su guión, pero siempre queda algún imprevisto
debido a esas acciones en situación y a las incógnitas de las reacciones de los
alumnos; para resolver esto se necesita tomar muchas decisiones y conjugar
conocimientos durante la acción, o sea, modificar decisiones durante la acción en clase.
(Paquay, 2005)

La especificidad de la labor docente consiste en que ésta se refiere a dos campos de


prácticas distintos pero interdependientes: por un lado, la gestión de la información, la
estructuración del conocimiento de parte del maestro y su apropiación por el alumno (el
campo de la didáctica); por el otro, el procesamiento y la transformación de la
información que se convierte en conocimiento en el alumno, mediante la práctica
relacional y las acciones emprendidas por el maestro para estructurar las condiciones de
aprendizaje que mejor se adapten a la situación (el campo de la pedagogía).

La pedagogía interviene en la transformación de la información en conocimiento


mediante los intercambios cognitivos y socioafectivos que el profesor realiza a través
de interacciones, retroacciones, reajustes, adaptaciones interpersonales y creación de
situaciones en clase, en el tiempo real de su intervención.

3. Las habilidades y los conocimientos del maestro profesional

Por "habilidades profesionales" entendemos el conjunto de conocimientos, procedimientos


y el saber-estar, pero también el hacer y el ser necesarios para el ejercicio de la
profesión docente. Así, Paquay adopta la definición de Anderson (1986) para quien las
habilidades profesionales son "los conocimientos, habilidades y actitudes necesarios

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para el funcionamiento de las tareas y roles del maestro"; estas habilidades son de orden
cognitivo, afectivo, conativo y práctico. Asimismo, éstas son dobles: de orden
técnico y didáctico en cuanto a la preparación de los contenidos, pero también de
orden relacional, pedagógico y social en cuanto a la adaptación a las interacciones en
clase. La información es "exterior al sujeto y de orden social";

Las clasificaciones de los conocimientos docentes son muy numerosas, y pueden variar
según los paradigmas de investigación y las disciplinas que las han generado
(filosofía, psicología o etnología).

Paquay (2005) propone la siguiente tipología de conocimientos:

1. Los conocimientos teóricos pertenecen al orden declarativo, y entre ellos podemos


distinguir:

Los que se deben enseñar: conocimientos de las disciplinas, los científicos y aquellos
presentados de forma didáctica para hacerlos adquirir a los alumnos, los
recientemente constituidos y los exteriores.

Los conocimientos necesarios para enseñar: conocimientos pedagógicos sobre la gestión


interactiva en clase, los didácticos sobre las distintas disciplinas, y los de la cultura
docente. Estos conocimientos teóricos son inseparables.

2. Los saberes prácticos son el resultado de las experiencias cotidianas de la profesión,


están contextualizados y se adquieren en una situación laboral; también los
llamamos saberes empíricos o de experiencia.

Respecto a los saberes vinculados con la acción interviene otra dimensión: la


adaptación a la situación; el saber de la práctica se construye durante la acción con la
finalidad de eficacia.

El maestro, para adaptarse y actuar, reúne muchos elementos de la situación. Esta


vinculación de los saberes con la adaptación en la acción se hace de forma implícita, y
el profesional debe adoptar un comportamiento reflexivo sobre sus actos.

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III. CONCLUSIONES

Las competencias profesionales constituyen un término que enfoca la respuesta integral de


la personalidad en una situación determinada, en la que tiene, para resolver eficazmente las
dificultades que se le presentan, que combinar una serie de conocimientos, actitudes,
destrezas, habilidades.

La competencia en la conciencia de cada profesionista significa una colaboración dinámica


y permanente de todo su ser, en toda su dimensión física y espiritual proyectada hacia el
bien común.

El ser competente profesionalmente abarca estar preparado intelectualmente, moralmente y


físicamente. Ambos juegan un papel importante en el ser humano para su desarrollo como
universitario. Estos tres aspectos van interrelacionados y forman una unidad.

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BIBLIOGRAFIA

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milenio .

BERTRAN ROMERO (2014) Ética y competencia. Barcelona: octaedro

BOLÍVAR, Antonio (2005 ) El lugar de la ética profesional en la formación universitaria.


RMIE, ene-mar 2005, vol. 10, núm. 24, pp. 93-123. Disponible en
http://www.comie.org.mx/documentos/rmie/v10/n24/pdf/rmiev10n24scB06n01es.pdf

HORTAL, Augusto (2002). Ética general de las profesiones, Bilbao: Desclée de Brouwer

MENENDEZ AQUILES, ( 1967 ) Ética profesional .México. Editorial Herreros hermanos.

MARTÍNEZ, MIQUEL; Buxarrais, Rosa y Esteban, Francisco. (2002). “La universidad


como espacio de aprendizaje ético”, Revista Iberoamericana de Educación, núm. 29
(mayoagosto), pp. 17-43. Disponible en: http://www.campus-oei.org/revista/rie29.htm

ORNA SANCHEZ, Oswaldo (2006) Ética y deontología del docente universitario. Lima:
Universitaria.

PAQUAY, Lèopold (2005) L formación profesional del maestro. México: Fondo de cultura
económica.

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