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Fierre Vidal-Naquet
FORMAS DE PENSAMIENTO
Y FORMAS DE SOCIEDAD
EN EL MUNDO GRIEGO
EL CAZADOR NEGRO

ESC. NAL DE AOOPOLQGIA E HIST


BIBLIOTECA _

ediciones península ®
FORMAS DE PENSAMIENTO
Y FORMAS DE SOCIEDAD
EN EL MUNDO GRIEGO
historia, ciencia y sociedad, 178
La edición original francesa apareció en las Ediciones Francois
Maspero de París en 1981, bajo el título de Le chasseitr noir. For-
mes de pensée et formes de sacíete dans le monde grec.
© Librairie Francois Maspero, 1981.
Traducción de Marco-Aurelio Galmarini.

En recuerdo de
mi hermano Claude
1944-1964

Cubierta de Jordi Fornas.


Primera edición: enero de 1983.
Derechos exclusivos de esta edición (incluyendo la traducción y el
diseño de la cubierta): Edicions 62 s|a., Provenca 278, Barcelona-8.
Impreso en Nova-Gráfik, Recared, 4, Barcelona-5.
Depósito Legal: B. 3.243-1983,
ISBN: 84-297-1952-0,
Prefacio: Establecer los dictámenes

•S'<!/i(í, cliasscur au carnier plat!


A loi, Icctcnr, d'ctablir les rapports. Digamos ante todo lo que este libro no es. Existe la cos-
Mcrci, clia.'isctir an carnicr plat.
A lui, rcvcur, d'aplanir les rapports.
tumbre de que los sabios, llegado el momento de su retiro,
reúnan en uno o varios volúmenes sus scripta minora, sus
Rene CHAR, Moulin premier kleine Schriften. A menudo este trabajo de recogida, que
pretende ser ante todo complaciente y fiel, es cumplido por
los discípulos tras la muerte del maestro. En general, se repro-
¡Hola, cazador de morral vacío! duce en la nueva edición, al margen, la paginación original.
Eres tú, lector, quien establece los dictámenes. Las palabras latinas o alemanas dicen claramente lo que
¡Gracias, cazador de morral vacío!
Eres tú, cazador, quien los allana. quieren decir, pues los «pequeños escritos» se oponen a las
«grandes obras», a las que de primera intención han sido
realizadas en su forma noble, la forma de libro.
Por razones personales y, a no dudarlo, muy poco «ra-
cionales», para mí el artículo es, en el terreno de lo griego,
un modo de expresión mucho más a mi alcance que el libro.
He tratado de compensar esta debilidad —si de ello se trata—
mediante la redacción de muchos artículos, publicados en
estos últimos años, desde una perspectiva global. Esto, en
el fondo, tenía subyacente la idea de que algún día ese libro
vería la luz. Pero este volumen, si bien contiene efectivamente
lo más personal que he tratado de decir acerca del mundo
griego, no es la colección, ni siquiera una colección de mis
artículos.
En primer lugar, porque no todo ha sido reunido aquí.
En este volumen no están presentes cuestiones tales como la
historia económica y social del mundo griego, la historia ins-
titucional, la historia del mundo judío y de sus contactos con
el helenismo durante el período helenístico y el romano, la
historia de la historia ni, más en general, la historia de las
representaciones del mundo griego en el pensamiento occi-
dental. Lo mismo ocurre con investigaciones acerca de la
tragedia, que he realizado en estrecha colaboración con Jean-
Pierre Vernant y que han sido reservadas a libros firmados
por ambos.
Tampoco se trata de una mera yuxtaposición de estudios
publicados previamente. Todos los ensayos —salvo alguna ex-
cepción— han sido reelaborados. ¿Dentro de qué límites y dentemente, los de tema más general. Sin embargo, siempre
según qué principios? Prescindamos de la necesaria unifica- he indicado, aquí y allá, al menos en pocas palabras y con
ción de la presentación material, de la corrección de los erro- ayuda de ciertas referencias, cómo me parece que han de
res de detalle y de la multiplicación de referencias internas plantearse hoy en día los problemas.
destinadas a dar mayor coherencia a estas páginas. Además El ensayo de introducción, extraído de un artículo escrito
de todo ello, era menester atender a dos datos simétricos y para una enciclopedia y al que se ha dado deliberadamente
opuestos. La redacción de los capítulos que integran ahora una forma programática, ha sido despojado de un resumen
este libro se ha extendido a lo largo de veintitrés años, de histórico que en esta ocasión hubiera resultado inútil. Habida
1957 —año de la redacción de Tiempo de dioses y tiempo de cuenta de las dificultades de/esta época, se ha reducido nota-
hombres— a 1980. Mucho es lo que se ha escrito en este lapso, blemente la parte de griego.
mucho lo que se ha descubierto, mucho lo que se ha olvida- No ha sido fácil este trabajo de perfeccionamiento y ac-
do y mucho lo que yo mismo he aprendido. Es evidente que tualización. En realidad se ha prolongado, con diversas in-
me resultaría imposible publicar aquí afirmaciones que ya terrupciones, a lo largo de siete años, primero con ocasión
no considerara verdaderas. Tampoco podría reescribirlo todo de una defensa de tesis de doctorado en Nancy, el 19 de ene-
como si no hubiera transcurrido el tiempo. El resultado de ro de 1974, luego durante una estancia en Oxford, donde a
todo ello ha sido una transacción. Efectivamente, he interve- finales de 1976 me invitara Anthony Andrewes, y no es segu-
nido mucho en ciertos sitios y moderadamente en otros. La ro que hubiera podido llegar solo hasta el final. En verdad
fecha del ensayo y, sobre todo, mi disponibilidad en relación no estuve solo, y lo esencial de la obra no hubiera sido po-
con los temas tratados, han desempeñado también un papel sible sin el diálogo que mantuve durante años con Nicole
más o menos importante según los casos. Cuando un ensayo Loraux. Ella, junto conmigo, ha hecho este libro a lo largo
se esforzaba en resolver un «enigma», es obvio que he tenido de muchas decenas de sesiones de trabajo. Me regocija, al
en cuenta, lo mejor posible, la bibliografía publicada con menos, que esta obra se publique casi al mismo tiempo que
posterioridad a su aparición, tanto si aceptaba y prolongaba las suyas, L'Invention d'Alheñes y Les Enfants d'Athéna.
mis hipótesis como si las refutaba. También he podido, a me- He dicho antes lo que este libro no es. Ya es hora de
nudo, apropiarme de los resultados de trabajos escritos para anunciar qué contiene. Si se llama El cazador negro, ello no
discutir los míos. En otros casos, a la inversa, he mantenido se debe sólo a que el ensayo que lleva este título ocupe un
y desarrollado mis conclusiones. Contrariamente a una regla sitio central en la economía de la obra, sino también a que
de aplicación habitual, no he señalado las modificaciones la redacción de este estudio marcó para mí una etapa capital,
—a veces muy abundantes— mediante signos tipográficos es- esto es, el descubrimiento del análisis estructural como ins-
peciales. No pretendo con ello atribuirme una lucidez que trumento heurístico y, por último, a que el cazador negro se
no siempre he tenido; simplemente trato de escribir la histo- mueve en la montaña y en el bosque, a semejanza del modo
ria, no de volver a hacerla. Los textos de ayer o de anteayer en que abordo aquí la ciudad griega, por sus fronteras y no
no se han precipitado en el «agujero de la memoria» del por sus llanuras. Tal vez aporte más claridad el subtítulo
que hablaba Orwell, sino que están a disposición de todos, «Formas de pensamiento y formas de sociedad en el mundo
y cualquiera, si tal ejercicio le divierte, puede trazar la his- griego», en donde la conjunción indica lo esencial, es de-
toria de las variaciones de esos escritos. Además, cuando tal cir, el vínculo que se ha tratado de establecer entre dos
o cual estudio me convenció de que me había equivocado, lo mundos que no se estudian aquí en sí mismos ni por sí
señalé en una nota. El ensayo sobre Epaminondas, escrito en mismos.
colaboración con Fierre Lévéque y reeditado aquí con su con- En efecto, por mucho que me remonte en la historia de
sentimiento —lo que le agradezco de todo corazón—, no ha mi trabajo, mi ambición ha sido siempre la de establecer co-
sufrido transformación, sino que le he agregado un apéndice municación entre lo que no se comunica naturalmente según
que plantea las cuestiones que hoy me formulo. los criterios habituales de juicio histórico. No ignoro que al-
Los estudios que menos alteración han sufrido son, evi- gunas de las aproximaciones que he establecido pueden pa-
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recer tan extrañas, aunque no tan bellas, como el ocasional trabajos, previamente al estudio de un texto habría que de-
encuentro «de una máquina de coser y de un paraguas sobre sembarazarlo de los sedimentos que en él haya acumulado
una mesa de disección» de que hablaba Lautréamont. No re- la tradición. (Pero he aquí que la tradición comienza con los
sulta evidente a priori que haya que recurrir a la oposición filólogos de la época alejandrina.) Entonces, y sólo entonces,
entre dos tipos muy diferentes de esclavitud para compren- el texto podría brillar como un diamante arrancado a su
der el modo en que hablan de las mujeres la comedia de ganga y tallado según sus vetas naturales. Pero preguntamos:
Aristófanes y la historia de Heródoto. ¿existe el texto puro? Yo pienso lo contrario, esto es, que
Formas de pensamiento, formas de sociedad. Por una par- un texto existe no sólo a través de su medio textual, político,
te, textos literarios, históricos, filosóficos, relatos míticos o social, institucional, sino también en y por la tradición que
análisis descriptivos; por otra parte, prácticas sociales, como nos lo ha legado a través de manuscritos, trabajos de filólo-
la guerra, la esclavitud, las instituciones juveniles, la erección gos, cxégetas de todo tipo e historiadores. Esta pluridimen-
de monumentos conmemorativos. Por una parte, lo imagina- sionalidad del texto es para mí el corazón de una concepción
rio de la ciudad, de sus ciudadanos, con todo lo que ello pluridimensional de la historia. Tampoco existe lo social puro.
implica de real; por otra parte, el mundo muy concreto de Ciertamente, lo imaginario se halla inmerso en lo social. En
los ritos, las decisiones políticas, el trabajo, de todo lo cual efecto, un autor trágico griego no escribe como Racine, y un
se pretende mostrar que tiene también una dimensión ima- general ateniense no tiene la misma estrategia que Federi-
ginaria. ¿Qué es en principio más abstracto que una teoría co II, sino que lo social —como C. Castoriadis ha compren-
del espacio, ni más concreto que una batalla victoriosa? Lo dido muy acertadamente— también es imaginación, como
que recojo aquí puede, con toda legitimidad, constituir ocurrió con la creación, en época de Clístenes, de la ciudad
objeto de estudios separados, y alguna vez me ha tocado ateniense de las diez tribus, y como ocurrió con el nacimien-
contribuir a la investigación en cada uno de estos dominios to de la tragedia. Lo social es gravidez, pero sólo es gravidez.
independientes. Pero lo que aquí me interesa es su conjunción. Allí donde mayor es la distancia entre lo textual y lo social,
El análisis estructural de los mitos, separado del estudio de entre el texto filosófico de Platón, por ejemplo, y «la histo-
las prácticas sociales, puede cumplir un magnífico programa ria ateniense de Atenas», como la llama Nicole Loraux, hay
al poner en serie los mitos, al hacer que éstos se reflejen mu- relación. En este sentido, mi trabajo de historiador se empa-
tuamente, al poner en juego sus articulaciones lógicas. Pero renta con lo que Ignace Meyerson y Jean-Pierre Vernant han
existe entonces el peligro de refugiarse en lo que Hegel ha llamado la «psicología histórica», pero hemos seguido caminos
llamado «el sereno reino de las apariencias amistosas», un diferentes. Meyerson y Vernant han partido de categorías psi-
reino en que cada casillero se llena precisamente porque ha cológicas que estos autores han demostrado que no eran
sido previamente trazado. A la inversa, la historia institu- eternas. También han encontrado, sin duda porque las han
cional, social, económica, la que practican en Inglaterra M. I. buscado, sus instituciones políticas y sociales. Yo he seguido
Finley y en Francia Yvon Garlan, Philippe Gauthier, Claude el camino opuesto.
Mossé. Édouard Will, sólo adquiere para mí pleno valor cuan- Sin embargo, es cierto que el hacer evidente las relaciones,
do se la puede unir al estudio de las representaciones que el sacar a luz el sentido, no llegan a crear un mundo unifica-
acompañan y que hasta penetran las instituciones y las prác- do bajo la mirada de la Idea o del «desarrollo de las fuerzas
ticas del juego político y social. productivas». Yo no dispongo, como Descartes para la unión
Lo textual y lo social. Muchos de los análisis que se encon- del alma y el cuerpo, de una glándula pineal que me permita
trarán en este volumen tienen su punto de partida en un texto articular los dos planos sobre los que se mueven —dicho
cuyo sentido se trata, al fin y al cabo, de sacar a luz. Pero, en general— mis análisis. Lo mismo que muchos de mis con-
contrariamente a lo que piensa Jean Bollack, por ejemplo, no temporáneos, he aprendido en Marx (y no únicamente en él)
creo, por mi parte, que el sentido sea inmanente al texto, que los hombres no hacen siempre lo que dicen ni dicen siem-
que el texto se explique sólo por el texto. En el límite, según pre lo que hacen, pero he tratado de vivir y de traducir esta
esta escuela de pensamiento, a la que debemos hermosísimos relación que se encuentra en Marx no al modo de lo acabado
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y de las síntesis fáciles, no al estilo de la teleología ni de la datos que, por lo demás, encontraremos nuevamente en otros
previsión retrospectiva del porvenir, sino de un modo inaca- sectores del libro. No se trata aquí del espacio y del tiempo
bado, fragmentario, crítico. tales como los concebía, por ejemplo, Kant, esto es, como
De ello resulta que en la articulación de lo social y de «representaciones necesarias que sirven como fundamento de
lo imaginario no encuentro la cadena infinita del logas, sino todas las intuiciones». El espacio, como muestra La Odisea,
una irreductible opacidad. No cabe duda de que la tentación gira sobre la oposición de lo real y lo imaginario, los dioses,
de la transparencia existe, de que incluso es una de las ame- los monstruos y los hombres, el sacrificio y la barbarie. Des-
nazas que pesan sobre todo estudio relativo al mundo grie- pués de Hornero, se convirtió en el espacio de la ciudad que
go del siglo v, precisamente porque ese mundo ha intentado los generales han de tener en cuenta en su estrategia, hasta
pensarse según el modo de la transparencia: simplicidad, in- el día en que Epaminondas rompe las reglas que la práctica
cluso brutal nitidez de las relaciones sociales, existencia de cívica había codificado. El estudio sobre el tiempo nos lleva
una vida política a cielo abierto. Y sin embargo, ¿se puede también de Hornero a las crisis del siglo iv, opone y conjuga
simplemente superponer la Atenas de los trágicos a la de los los dioses y los hombres, los ciclos y las líneas ascendentes o
cómicos, los historiadores, las inscripciones, los monumen- descendentes.
tos? ¿Y con qué derecho diremos que de estas diferentes En la sección del libro que lleva por título «Los jóvenes,
«fuentes» una nos dice la verdad, nos da a conocer lo real, los guerreros», se trata de ver cuál es la relación recíproca en
mientras que otra sólo nos muestra su reflejo? ¿Con qué de- que se colocan dos actores de la ciudad griega, el hoplita
recho unificaremos todo eso sin marcar las fracturas, las que es oficialmente su personaje central, el hoplita «real»,
rupturas, sin usar por lo menos lo que Kant llamaba el «jui- el que se bate, y el hoplita de las representaciones, aquel
cio de reflexión», que, en oposición al juicio «determinante», cuya lucha en 490 en Maratón se convertiría en una «tradi-
descubre lo universal a partir de lo particular? ción», el hoplita, pues, y el que está destinado a serlo pero
Es esta opacidad fundamental de lo social lo que a mi que aún no lo es, el joven, el efebo, el que triunfará y tam-
juicio confiere todo su valor al esfuerzo realizado para dar bién el que fracasará, el «cazador negro». El hoplita, el efebo,
sentido, siempre que sea verdad que, como decía Jacques el combate, el servicio militar, realidades sociales por exce-
Brunschwig, «sobre las ruinas de los Absolutos revelados, po- lencia, pero también aquí objeto de estudio en tanto que
seídos o encontrados», es menester instalar «en el tiempo de personajes del mito, del relato de que la antigüedad nos ha
los hombres los útiles modestos y pacientes de la palabra que dejado versiones escritas, de la mitología como disciplina ana-
se intercambia y del trabajo realizado en común».1 lítica. Tal vez se advierta a lo largo de esta sección que la
Este libro podría haber respondido a otro plan, y en ello reflexión se hace más profunda. Con toda intención he dejado
tengo la debilidad de ver la prueba no de su incoherencia, aquí textos que se evocan mutuamente y en el orden crono-
sino de su unidad. Tal vez no esté de más justificar este plan lógico en que fueron redactados.
tal como es. En «Mujeres, esclavos, artesanos», la ciudad concreta y
La introducción se esfuerza en definir el «discurso griego», también la ciudad de las representaciones se estudian a tra-
o, mejor dicho, describe un cuadro de oposiciones, una systoi- vés de aquellos que le están sometidos, de aquellas que están
chia que es, en cierto modo, la matriz de este discurso. El excluidas de la vida política, salvo en el servicio a la ciudad en
hombre culto y el salvaje, el amo y el esclavo, el hombre y calidad de siervas de Atenea en Ilion —que, si el rito es
la mujer, el ciudadano y el extranjero, el adulto y el niño, verdaderamente tan antiguo como la tradición afirma, es,
el guerrero y el artesano: he aquí algunas de las oposiciones decía en cierta ocasión A. Momigliano, la única prueba de la
que el resto del libro pondrá en juego sin tratar de encerrar guerra de Troya— y, por último, de los artesanos que, en re-
en ellas una materia rebelde. lación con los hoplitas, están marginados.
Siguen luego tres estudios sobre «El espacio y el tiempo», Estas categorías sociales tienen su historia, que tal vez
los antiguos pensaron en términos que guiaron y engañaron
1. «Revue philosophique», 89, 1964, p. 179. a los modernos, en términos de sus oposiciones internas (el
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esclavo en Atenas no es hilota * en Esparta y no se le piensa da— de una vida hecha de intercambios, deudas, cnfrenta-
ni se le cuenta de la misma manera), sus relaciones recípro- micntos, aprendizajes y enseñanzas. Nombraría, entre los
cas, en el mito, la tradición, la utopía y la vida social concre- muertos, a Hcnri I. Marrou, André Aymard, Henri Margue-
ta, pues, efectivamente, se puede ser a la vez mujer y esclava, ritte y Roger Rémondon; y entre los vivos, a Michel Austin,
esclavo y artesano. La ginecocracia de los cómicos no iba ne- Bcncclctto Bravo, Lúe Brisson, Jeannie Carlier, Maria Daraki,
cesariamente asociada a una esclavocracia. El mundo social, Jean-Picrre Darmon, Marccl Detienne, Henri Van Effenterre,
aun cuando invertido, conserva sus articulaciones; no se fá- Denisc Fourgous, Philippe Gauthier, Stclla Georgoudi, Victor
bula de la misma manera en Argos, Atenas o Esparta. El Goklschmidt, Francois Hartog, Sally Humphreys, Maria Jolas,
artesano de Atenas tiene derechos políticos de los que no goza Laurence Kahn, Pierre Lévéque, Juróme Lindon, Gcoffrey
el artesano de la ciudad que Platón imagina en territorio de Lloyd, Charles Malamoud, Richard Marienstras, Francois Mas-
Creta. Los estudios reunidos en esta sección permitirán tam- pcro, Arnaldo Momigliano, Giuseppe Nenci, Simón Pembroke,
bién comprender de otra manera los que preceden. Las mu- Alain y Annic Schnapp, Pauline Schmitt, Charles Segal, Maud
jeres, los esclavos, los jóvenes, los artesanos, constituyen, ya Sissung y Édouard \Vill. Este último había aceptado, contra
a ojos de Aristóteles, un conjunto a definir en relación con el hábitos universitarios sólidamente arraigados, reunir un jura-
ciudadano adulto. do de doctorado para juzgar un dossier que comprendía diez
En la última parte, «La ciudad pensada, la ciudad vivida», de los artículos que aquí se han reunido. Su amistad y su
se trata de la razón, de Platón, Fidias y Delfos. Los mitos clarividencia me han sido de preciosa ayuda, lo mismo que
platónicos nos proponen dos versiones de la narración de las las de Claude Mossé, Jean Pouilloux y Claire Préaux, hoy de-
dos ciudades: Atenas y la Atlántida, dos formas del pasado saparecida, que con aquél integraban el jurado, y de Roland
mítico, ciudad de lo inmutable y ciudad de la historia, ciudad Martin, que lo presidía. Con M. Louis Robert me he formado
de hoplitas y ciudad de marinos, dos formas de Atenas. Edad en la utilización cíe textos epigráficos. En el curso de los úl-
de Cronos, edad de Zeus: en la primera, definida por el mito timos veinte años he sido primero lector, luego oyente y ami-
del Político, los hombres gobernados por los dioses no pue- go de Moses Finley y de Jean-Pierre Vernant. El primero de-
den vivir en la ciudad; en la segunda, aún se acuerdan de los sempeñó para mí el papel de «principio de realidad», lo que
dioses pero se van olvidando progresivamente de ellos. no quiere decir que haya que dar forzosamente un nombre
El hecho de que esta colección se clausure con «Un enig- al «principio del placer», que eso sería un abuso de simetría.
ma en Delfos» se debe, por una parte, a que, según el frag- Vernant ha sido y es otra cosa. El azar ha querido que mi
mento 93 de Heráclito, «El señor, cuyo2 oráculo está en Del- primer ensayo, «Tiempo de dioses y tiempo de hombres»,
fos, ni dice ni oculta, sino que indica». Apolo no hace como haya sido publicado en el mismo fascículo de revista que su
los hombres, que reclaman el sí y el no, que no conocen ni estudio sobre el mito hesiódico de las razas. En ese trabajo
quieren conocer ambigüedades ni interferencias. Pero hay algo fue donde aprendí a leer los textos y, mucho más aún, a ver,
más. Después de Delfos vemos Atenas de otra manera, y so- a conocer, a entender a J. P. Vernant. ¿He de agregar que
bre todo después de esa basa singular que Fidias adornó con sólo he conocido a Louis Gernet al final de su vida y que ha
esculturas, en honor de Maratón, y que nos presenta una sido J. P. Vernant quien me ha transmitido su enseñanza
figura diferente de las que la ciudad da comúnmente de sí fundamental? Mi mujer, Genevieve, ha vivido la génesis de
misma. Allí, si comprendemos acertadamente un texto de Pau- estos textos y «les ha permitido llegar al territorio seguro
sanias, hubo atenienses que representaron otra Atenas. Con en que yo deseaba saberlos».
esta imagen he querido cerrar el volumen. Aún me queda por expresar —y con qué placer— mi agra-
Un libro de este tipo es la expresión individual — firma- decimiento a Jeannie Carlier, Vivianne Thérault y Frédéric
Pustilnikov, que han preparado (en muy diversos sentidos)
* Hemos adoptado la grafía «hilota» para respetar la forma original
mi manuscrito, trabajo que requería astucia, paciencia y es-
griega (eLlwTíjp heilotes). píritu de bricolage, así como a mi viejo amigo Manolis Papa-
2. Traducción de Rodolfo Mondolfo. thomopoulos, que ha releídos mis textos con doble compe-
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tencía helénica y francesa, lo cual me ha evitado muchos A modo de introducción:
errores. Por último, a todas aquellas y todos aquellos que
trabajan en el seno del Centro de investigaciones comparadas Una civilización de la palabra política *
sobre sociedades antiguas. Es desde este sitio, como curiosa-
mente suele decirse, desde donde hablo.
P. VIDAL-NAOUET
París, enero 1980 Difícilmente escapa la historia de la civilización a un do-
ble peligro. Una primera concepción hace de ella una suerte
de anexo que comprendería a la vez el arte, la costumbre,
los usos funerarios, la cocina, en una palabra, todo lo que
no pertenece a la historia política ni a la historia económica
y social, ni a la historia de las ideas. Pero una segunda con-
cepción, al derivar de una tentación inversa, postula que to-
dos los hechos religiosos, artísticos, sociales, económicos y
mentales que se sitúan en una misma época en un mismo
grupo humano «tienen entre ellos vínculos especiales para
constituir un conjunto dotado de unidad y estructura pro-
pias más o menos asimilables a las de un organismo».1
Los historiadores de Grecia han caído a menudo en la
tentación, que es una variante de la ilusión organicista, de
que una civilización se puede tratar como una esencia inmu-
table. Ello ha llevado a razonar como si los grupos «indoeu-
ropeos» llegados alrededor del 2200-2100 a.C. a la península
que habría de convertirse en la Hélade, y que hablaban un
dialecto que es el antepasado del griego de la época clásica y
del griego moderno, ya poseían en germen las cualidades que
permitirían más tarde la existencia de Hornero y de Aristóte-
les. Desde este punto de vista, no hay ninguna razón para no
prolongar el estudio de la civilización griega hasta nuestros
días: en efecto, de las tablillas micénicas a la obra de Nikos
Kazantzakis la continuidad lingüística no conoce fisura; ja-
más ha dejado de haber comprensión entre las generaciones.
La «civilización griega» de la que aquí tratamos corres-
ponde al nacimiento, desarrollo, madurez y crisis de la ciu-
dad, es decir, al período comprendido entre el fin del mundo
micénico y los comienzos del mundo helenístico.
Nacimiento de la ciudad, desarrollo de la ciudad. De este
fenómeno histórico monumental y complejo, que se puede
P. S. Quedan aún algunas incoherencias mínimas en las re-
ferencias (por ejemplo, entre el empleo de cifras romanas y * Versión abreviada de un texto aparecido en la Encyclopaedia Uni-
versális (i. vil), París, 1970, pp. 1009-1018.
de cifras arábigas). Pido disculpas por ello al atento lector. 1. H.-I. MAKROU, «Civilisation», p. 327.
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abordar tanto desde el punto de vista económico y social griego, por tanto, es agricultor, ganadero y cocinero;5 pero
como desde el de la historia-relato, sólo retenemos provisio- toda la gama que separa los dos extremos —cultura y vida
nalmente el acontecimiento-discurso. La ciudad se vive, se salvaje— habrá de repetirse en el sacrificio y en el panteón
habla en el lagos, del mismo modo que es palabra, y palabra mismo. Las divinidades de la noche y del mundo subterráneo,
eficaz, en el agora. Es menester tratar de analizar este discur- como las Euménides, reciben productos «puros», libaciones
so según su lengua y según la nuestra. Toda cultura se define «sin vino», con miel; los animales que les son sacrificados se
en relación con la naturaleza, toda cultura se sirve de un ta- queman íntegramente. Las sectas que rechazan el sacrificio
miz que integra y codifica los dioses, los hombres, los anima- cruento, como la de los pitagóricos, sólo sacrifican productos
les y las cosas. Lo más común es que ese tamiz se halle im- vegetales «naturales» puros, como leche, miel y plantas aro-
plícito y el trabajo del etnólogo consista en descodificarlo. máticas. Pero, inversamente, el culto de Dioniso, dios de la
Por el contrario, una de las características más acusadas de naturaleza salvaje, culmina con la ingestión de la carne
la civilización griega consiste en poner a disposición del in- cruda (homofagia). En el otro extremo de la cadena, el sacri-
vestigador las parejas de oposiciones que han sido explíci- ficio del buey, ese compañero del hombre, es casi un asesi-
tamente suyas. Lo «crudo» y lo «cocido» han sido, simplemen- nato que ha de ser castigado. En la fiesta de las Eufonías,
te, lo crudo y lo cocido. No es menester deducirlos.2 fiesta de Zeus Polieus en Atenas, los que matan el buey (el
Los textos más antiguos de la literatura griega —poemas sacerdote, el cuchillo) deben ser juzgados.6 Puesto que tam-
homéricos y hesiódicos— dan una definición a la vez antropo- bién la homofagia dionisíaca puede desembocar en el ase-
lógica y normativa, exclusiva e inclusiva de la condición hu- sinato —como en las Bacantes de Eurípides—, se ve que
mana. El hombre es excluido de los tiempos divinos de la todo sacrificio tiene su límite ideológico en el sacrificio
edad de oro: sólo existe gracias al trabajo agrícola que cum- humano que es una vuelta a la vida salvaje, una caída en
ple en el seno de la comunidad familiar, el oikos. El hombre el mundo «primitivo», el del incesto. Los «cínicos» que, a
tampoco es un caníbal: «Tal es la ley que el Cronida (Zeus) finales del siglo iv, recomendarán la vuelta a la naturaleza,
ha prescrito a los hombres: que los peces, las fieras y los pá- condenarán el consumo de carne cocida y preconizarán el
jaros alados se devoren, pues no hay justicia entre ellos.»3 incesto y la antropofagia. Los griegos viven el contacto con
La misma definición se propone en toda La Odisea. Los la naturaleza salvaje con ocasión de la caza. Los criadores de
viajes de Ulises son viajes fuera del país de los hombres, y animales y los agricultores no son cazadores sino de un modo
en ellos se encuentra con dioses, muertos, caníbales o come- marginal; un animal cazado no puede ser sacrificado, salvo
dores de dátiles. Se entiende que el hombre es el hombre casos absolutamente excepcionales. Como muestran los mitos
griego, el «comedor de pan».4 y la tragedia, el hombre cazador en contacto directo con la
En las relaciones con los dioses, tanto el vínculo corno la naturaleza salvaje tiene doble rostro. En efecto, la caza es
separación se establecen por medio del sacrificio, comida a el primer grado de la ruptura con el mundo salvaje, y los
base de carne —el animal sacrificado es, ante todo, el buey «héroes culturales» de las leyendas griegas son, efectivamen-
de labranza— acompañada de libaciones de vinos y de la des- te, cazadores y destructores de animales feroces; pero la
trucción simbólica de granos. Los dioses reciben el humo caza también es la parte salvaje del hombre, razón por la
de los huesos y de una parte de la grasa, inhalan los aromas; cual en los mitos el sacrificio de un animal cazado es casi
los hombres se distribuyen lo esencial de la carne. El hombre siempre el sustituto de un sacrificio humano.
Estos marcos arcaicos se utilizarán a todo lo largo de la
historia griega y se integrarán, sobre todo a partir de finales
2. Claude Lévi-Strauss es muy claro acerca de esto: «El trabajo
que cumple el análisis sobre los mitos salvajes se muestra a flor de del siglo vi, a los violentos conflictos políticos que conmueven
piel, por así decirlo, en los mitos griegos» (en R. BELLOUR, «Entretien», la ciudad. El tema de la edad de oro, aquel paraíso vegeta-
p. 176).
3. HESIODO, Trab., 276-278.
4. Véase, más adelante, «Valores religiosos y míticos de la tierra 5. Véase M. DETIENNE y J.-P. VERNANT (ed.), Cuisine.
y del sacrificio en La Odisea». 6. Véase J.-L. DURAND, Délit.

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nano, vendrá a oponerse al tema de la miseria del hombre nismo es una conquista de la generación de las guerras mé-
salvaje. Las ciudades se atribuirán el origen de la civilización, dicas. Antes de ser el vencedor de Maratón, Milcíades había
como por ejemplo Atenas, que utiliza los misterios de Eleusis estado al servicio del Gran Rey, y no es el único caso. En el
para hacer suya la «invención» de la agricultura. Por un breve siglo iv, la noción de helenismo sigue siendo cultural: es grie-
y excepcional momento, en el siglo v, se atribuyó a la huma- go el que ha recibido educación helénica, que un bárbaro de
nidad misma el arrancar la humanidad de su estado salvaje origen está en condiciones de recibir; pero esta noción se
(Demócrito). Pero esto no duraría.7 transforma poco a poco, y así, para Aristóteles es bárbaro
La segunda oposición se desprende parcialmente de la aquel que, por naturaleza, está hecho para ser esclavo. Ya
primera. En efecto, el bárbaro es simplemente el no griego, están presentes, pues, los esquemas culturales que habrán
es decir, el que no sabe hablar griego, exactamente del mismo de funcionar en la época helenística.
modo que, para el ruso, el alemán es el «mudo». En Hornero, La pareja amo-esclavo, si bien no carece de relación con
la palabra sólo designa al pueblo vecino de los carios. En las anteriores, aparece como una creación de la civilización
Heródoto, en el siglo v, las relaciones son más sutiles. Gre- de la ciudad. Es claro que en el mundo homérico hay «escla-
cia es el país de las mezclas felices y de la pobreza, mientras vos», pero las palabras que los designan son a menudo las
que las maravillas se refugian en los extremos, y ante todo mismas que las que califican a los servidores que nosotros
el oro, presente en los cuatro puntos cardinales. La marcha llamaríamos «libres». En el grado más bajo de la escala so-
hacia los extremos es también la marcha hacia lo no huma- cial, el esclavo se encuentra con el thes, obrero agrícola no
no. Los bárbaros pueden «deducirse» de los griegos en el ligado al oikos. La noción de esclavo sólo se precisa a medida
sentido de que sus costumbre son la inversa de las de éstos: que se precisa también la de ciudadano, es decir que no es
por ejemplo, Egipto, donde «los egipcios, que viven en un perfectamente clara antes del siglo vi a.C. Cuando Solón re-
clima singular, a la orilla de un río de carácter muy diferente patría a los atenienses que habían sido vendidos por deudas
de los otros, han adoptado también casi en todas las cosas como esclavos, distingue en el mismo momento entre los ate-
hábitos y costumbres inversos a los de los otros hombres». nienses que ya no pueden ser esclavos y los otros. El esclavo
En el siglo iv el historiador Éforo distinguirá dos clases de será en adelante un extranjero. En la época clásica está en
escitas, antropófagos8y vegetarianos, esto es, dos clases opues- todas partes, su presencia es casi un dato de la naturaleza.
tas de inhumanidad. Pero los bárbaros no sólo son antípo- El lenguaje del siglo v confunde dos clases de esclavos, los
das, sino también origen; para Heródoto muchos de los dioses esclavos comprados en el mercado (a los traficantes bárbaros
griegos vienen de Egipto, y en parte los carios son respon- o como consecuencia de la toma de una ciudad) y los depen-
sables9 del armamento hoplítico, lo que, por lo demás, parece dientes rurales. Sin embargo, la diferencia es manifiesta, aun
falso. Este nivel, estrictamente mítico, se superará, como cuando sólo sea porque los últimos tienen reivindicaciones
puede verse en el hecho de que el propio Heródoto, al comien- políticas y los primeros no. Se puede concebir una ciudad de
zo de su relato, crea contar «las grandes y maravillosas ha- hilólas, Mésenla, que se convirtió en ciudad en el siglo iv a
zañas cumplidas tanto por los griegos como por los bárba- partir de una población reducida al estado de hilotas hacía
ros». La oposición griego-bárbaro, que no es racial, sino cul- tres siglos. En cambio, es imposible concebir, ni siquiera como
tural y social, la de los esclavos de la ley y los esclavos del utopía, una ciudad de esclavos. Los teóricos griegos toman
déspota, no corresponden cabalmente a la oposición Europa- conciencia de esta diferencia sobre todo a partir del siglo iv.
Asia, por ejemplo. Por otra parte, la noción misma de hele- Platón sabe que «es mejor no tener esclavos de la misma
patria ni, de ser posible, de la misma lengua»;10 en otros tér-
7. Véase, más adelante, <TE1 mito platónico de El Político». minos, el esclavo debe ser preferentemente bárbaro. Nos ve-
S. HDT., ii, 35; Éforo, F.Gr.Hist., 70, fr. 42. Todo el libro de F. HAR- mos así reconducidos al caso anterior.11
roe, Miroir, es una reflexión sobre la posibilidad de ser bárbaro en la
abra de Heródoto, y el ejemplo que se elige es el de los escitas.
9. HDT., n, pp. 49-58 (los dioses); i, 171 (los carios). Sobre esta úl- 10. PLATÓN, Leyes, vi, 777d.
tima tradición, véase D, FOURGOUS, Invention des armes. 11. Véase, más abajo, «¿Eran los esclavos griegos una clase so-
II 23
Un cuadro pitagórico de oposiciones ordena el elemento niendo la fuerza al servicio del conjunto de la sociedad. Por
femenino del lado de lo ilimitado,12 lo par, lo múltiple, lo iz- tanto, los viejos que dirigen la ciudad ideal («consejo noc-
quierdo, lo oscuro, etc., en definitiva, del lado salvaje, mien- turno») estarán rodeados por exploradores cuya violencia ha
tras que lo masculino encarna la civilización. Esta oposición sido atemperada con la ayuda de encantamientos. El «princi-
se mantuvo mientras hubo civilización de la ciudad.13 «¿Quién pio de ancianidad» es característico del mundo helénico.16
expresará la audacia sin límite del macho humano, los amo- En Esparta, la autoridad suprema —con el rey y los éforos,
res desvergonzados siempre ligados a desastres, de las mu- y más allá de la asamblea— se llama gerusía, consejo de an-
jeres de corazón impúdico? La unión que junta las parejas cianos. En Atenas, para ser miembro de la buló hay que tener
es arteramente vencida por el deseo sin freno que domina treinta años, y en la Asamblea los más viejos son los prime-
a la hembra tanto en el hombre como en el animal.» 14 La ros que tienen derecho a hacer uso de la palabra, lo que ya
ciudad griega, ese club de hombres, había concebido, entre se puede encontrar en Hornero. Entre la infancia y la edad
otros opuestos, un reino exclusivamente femenino, el de las adulta, que es la de la guerra y la vida política, se extiende
amazonas. Aristóteles compara el dominio del alma sobre el un período de pruebas e iniciaciones, como tantas sociedades
cuerpo con el del amo sobre el esclavo, el hombre sobre los «primitivas» conocen. Las criptias espartanas, es decir, la
animales y el macho sobre la hembra, y escribe: «Una mujer élite de la juventud, recorren la montaña en invierno, prac-
puede ser buena y también puede serlo un esclavo; y, con tican el robo, el engaño y el asesinato de hilotas antes de con-
todo, quizá la mujer sea un ser más bien inferior y el esclavo vertirse, gracias a una inversión brutal de los valores, en ho-
un ser decididamente mediocre.» I5 Platón no recomendará la plitas. En Creta, las «bandas» de jóvenes se oponen a la «ca-
igualdad de hombres y mujeres, sino la utilización lo más maradería» de los hombres ya hechos. En los mitos, la caza
completa posible tanto de unos como de otras. Sin embargo, solitaria o en pequeños grupos, así como el engaño, son las
mientras que la ciudad democrática no concibió ciudad gober- pruebas que se impone a los jóvenes. El terreno no es la
nada por esclavos dentro de su marco, hay utopías o, mejor ciudad ni el campo que la circunda, sino zona fronteriza. Hay
aún, fantasías ginccocráticas. Pero las mujeres en el poder más de una huella de luchas de jóvenes organizadas por dos
en las comedias de Aristófanes (Lisístrata y La asamblea de ciudades, en las zonas fronterizas, cerca de santuarios. En
las mujeres) tienen esclavos. También aquí es llamativa la Atenas, el efebo se llama también perípolos, o sea, el que
diferencia ya observada a propósito de los esclavos entre Ate- gira alrededor. La efebía es conocida sobre todo en la forma
nas y Esparta, Creta y las ciudades agrarias, pues hay leyen- laicizada de un servicio militar de dos años qvie se cumple
das que asocian el poder servil y el poder femenino (Orígenes principalmente en la fortaleza de la frontera y que Licurgo
de Tarento, Orígenes de Locres Epizéfiria); en Cortina, Creta, reorganizó después de Queronea (338 a.C.). En ciertas cir-
se admitía el matrimonio de una mujer libre con un esclavo, cunstancias el efebo lleva una clámide negra, signo de re-
mientras que las jóvenes espartanas participaban en el mismo clusión, y no puede acudir a la justicia como defensor ni
entrenamiento y en los mismos concursos que los muchachos. como demandante, salvo cuando se trata de recoger una he-
Además, el ciudadano se hace tal contra la mujer, lo mismo rencia, una doncella epiclera (la que es única heredera de un
que contra el esclavo y contra el extranjero. dominio familiar) o un sacerdocio de familia. Aristóteles ex-
En Las Leyes de Platón, la infancia y la juventud son la plica esto17 diciendo que no se debe molestar a un joven
parte salvaje de la vida, a la que es menester acomodarse po- mientras dure su servicio militar. Si se trata del origen de
esta costumbre, la explicación es absurda, pero esta laiciza-
ción es importante y constituye un testimonio del alto grado
cial?», «Reflexiones sobre la historiografía griega de la esclavitud» y de racionalización a que habían llegado los atenienses.18 En
«Esclavitud y ginecocracia».
12. Transmitida por ARIST., Meiaf., A 5, 986a 22-64.
13. Véase N. LORAUX, Race des femmes. 16. Tomo esta expresión del título del estudio de P. ROUSSEL.
14. ESQUILO, Coéf., 595-601. 17. ARIST., Const. ai., 42, 5.
15. ARIST., Poét., 1454a 19-20 y Pol, i, 1254a 16-19, 18. Véase «El cazador negro» y «Lo crudo, el niño griego y lo cocido».

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la cúspide del poder, en vísperas de la expedición a Sicilia neral se ha supuesto; los demos rurales son al mismo tiempo
(415 a.C.), la Asamblea ateniense había visto enfrentarse a parte de la gran ciudad y de pequeñas ciudades que la repi-
Nicias y Alcibíades en nombre de los viejos y de los jóve- ten. La guerra del Peloponeso, el abandono del campo al ene-
nes." Este debate habría sido inconcebible fuera de la gran migo y la estrategia de Feríeles, centrada en la defensa de la
ciudad democrática. E incluso aquí la empresa ateniense so- ciudad, contribuirán a abrir una crisis profunda entre la
brepasa los esquemas preestablecidos. ciudad y el campo, crisis que se refleja en la obra de Aris-
En el mundo que describe Hornero, la oposición entre la tófanes.
civilización y la vida salvaje no es la de la ciudad y el campo, En el siglo iv se desarrolla un nuevo género de vida ur-
sino del campo cultivado y el campo salvaje. La presencia de bana —de lo cual son testimonio, entre otras cosas, las casas
una polis, es decir, de un punto fortificado, de un demos, es de Olinto— a medida que la vida reviste un carácter cada vez
decir, de un pequeño grupo humano del que no se atreve uno más privado. Paradójicamente, el desarrollo de la flota y del
a decir que es una aldea, constituye un signo, pero menos comercio marítimo es responsable al mismo tiempo del equi-
importante que el que representa el trabajo de los campos, librio y del desequilibrio de Atenas. Del equilibrio, porque el
cuya existencia el Cíclope ignora. En Hesíodo, la ciudad es pueblo bajo del campo, integrado a la ciudad por Solón y
para el campesino un mundo lejano donde residen los «reyes Clístenes, constituyó una gran parte de las tripulaciones de
devoradores de presentes». En el mundo de la ciudad, el la flota y favoreció las rentas del «imperio»; del desequilibrio,
campo salvaje, el agros, sigue existiendo en forma de zonas porque estas rentas se concentraron cada vez más en la ciu-
fronterizas pobladas por leñadores y pastores trashumantes. dad. A las masas desarraigadas por las guerras y los proble-
Hemos visto que la efebía y la criptia se asociaban a estas mas políticos, y sobre todo a los mercenarios, propone Isó-
zonas; en el agros tiene lugar un diálogo entre Dionisos y crates a modo de alivio de la situación, no ya una nueva rees-
Kermes. Kermes expresa la acción civilizadora de la sociedad tructuración de la ciudad, sino la conquista colonial de Asia.
que abre caminos otrora limitados; es el dios del espacio Es lo que ocurrirá.
abierto en relación con el espacio cerrado del hogar (hestia) En el canto XVIII de La Ilíada, Hefesto forja sobre el
simbolizado por el pritaneo. Dionisos, por el contrario, expre- escudo de Aquiles la imagen de una ciudad pacífica y la de
sa el desencadenamiento de la naturaleza salvaje que puede una ciudad guerrera. En la primera, bodas, festines y tribu-
invadir incluso las tierras de trigo de Deméter. Es lo que nales judiciales; asedio y emboscadas en la segunda. Los si-
cuentan Las Bacantes de Eurípides. Desde un punto de vista tiadores vacilan entre la destrucción de la ciudad y sus ha-
ideal, en la ciudad se ha suprimido la distinción entre lo bitantes o el reparto de su riqueza. Muchísimas veces volverá
urbano y lo rural, hecho del cual Platón extrae como con- a plantearse este dilema a lo largo de la historia griega. El
secuencia que cada uno ha de habitar al mismo tiempo en el tema es antiguo, pues se encuentra ya en el estandarte de
centro y en la periferia. Pero esta verdad tiene en Esparta Ur en el tercer milenio, pero la solución griega es original. La
muy diferente significación que en Atenas, además de todas «reforma hoplítica», a comienzos del siglo vn, fue al mismo
las posiciones intermedias. En Esparta, en definitiva, la ciu- tiempo consecuencia y causa de una profunda mutación po-
dad no existe, el centro monumental apenas está esbozado, lítica. «La primera Constitución fue la de los guerreros e in-
la tierra cívica (chora politiké) se divide en lotes cultivados cluso, en su origen, la de los caballeros»;20 el hoplita, al par-
en beneficio de los espartanos de pleno derecho, los homoioi. ticipar en el combate, impone su participación en la vida
La relación, por tanto, no se establece entre lo urbano y lo política.21 El hecho bélico se vuelve un dato tanto más esen-
rural, sino entre los guerreros y los campesinos dependientes, cial cuanto que la ciudad se juega su existencia en la guerra.
por no hablar de los habitantes de Laconia. En Atenas, por Se ha podido decir —no sin gran exageración, por lo de-
el contrario, los demotas cultivan la tierra, sobre todo en más— que, para los griegos, el estado de guerra es la regla
la época clásica, con muchos más esclavos de lo que en ge-
20. ARIST., Pol., iv, 1297b 17-20.
19. Tuc., vi, 8-18. 21. Véase, ms abajo, «La tradición del hoplita ateniense».

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y la paz, la excepción, y, de hecho, hasta el año 386 a.C. la naturaleza» es decir, la historia del mundo natural como
mayor parte de los tratados conocidos que celebraron los modelado e integrado por el hombre, la civilización griega es
griegos entre sí son tratados temporales, acompañados de una civilización del artesano. Cuando Platón se propone ex-
una alianza; o bien se es aliado, o bien enemigo. Por tanto, plicar la fabricación del mundo a través del mito, imagina
también podría decirse que las guerras griegas son la con- un demiurgo, esto es, un artesano. El artesano es el héroe
tinuación de la paz por otros métodos. Las instituciones gue- secreto déla historia griega. Del Cerámico de Atenas a los
rreras y las instituciones cívicas son estrictamente paralelas. talleres del Partenón, del arsenal del Píreo a los cirujanos de
El terreno de los combates es el de la llanura de trigo, y la escuela hipocrática, el artesano se encuentra en la base
ambos bandos lo eligen convcncionalmente. En todos los ca- de todas las creaciones del mundo griego. Sin embargo, el
sos, hasta Epaminondas en 371 a.C. (Leuctra), las tropas de historiador de la sociedad pronuncia un juicio absolutamen-
élite son agrupadas a la derecha.22 La batalla consiste en el te distinto. Para él, la categoría del artesano no existe- En
choque entre dos líneas, después de lo cual el vencedor, que los talleres del Erectcion trabajan, codo con codo, ciudadanos,
no persigue, levanta un trofeo con las armas que ha arreba- metccos y esclavos; todos son artesanos, pero desde el pun-
tado al enemigo. Incluso la lucha contra los persas obedece to de vista social, lo que los separa es mucho más importan-
en parte a estas convenciones. En la línea de batalla, la soli- te que lo que les une. Hefcsto, dios de la función técnica,
daridad de los guerreros protegidos por el escudo de sus ve- es un dios de andar irregular; el inventor Prometeo, «el héroe
cinos no hace otra cosa que reproducir la solidaridad de la de astuto pensamiento», subraya, con su ambigüedad de li-
ciudad. La guerra del Peloponeso asesta un golpe a esas prác- berador de hombres y adversario de Zeus, los sentimientos
ticas; intervienen pueblos montañeses que, por astucia, des- ambivalentes que experimentaban los griegos respecto de los
truyen los cuerpos de hoplitas. La guerra general tiene su «especialistas» que sólo integraban el cuerpo social en tanto
concepto paralelo en la «paz común», colocada al comienzo tales. Un coro celebre de Antigona exalta la inventiva del
bajo el patrocinio del Gran Rey (386 a.C.), luego bajo la di- hombre, navegante, labrador, domador, cazador, pero siempre
rección de una ciudad hegemónica, hasta el día en que en que en este saber técnico se inserten las leyes de la tierra y la
Corinto (336 a.C.), el rey de Macedonia impuso su arbitraje. justicia de los dioses, sin lo cual será apolis, es decir, estara
Entre tanto, la ciudad había inventado formas nuevas de gue- fuera de la ciudad, puesto que la ciudad es el hecho social
rra. Una revolución como la de Epaminondas, que atacó por por excelencia más allá de toda participación en la produc-
el ala izquierda, supuso la conquista del espacio geométrico, ción. Es explicable que en la lengua y en el pensamiento grie-
sin dirección privilegiada, y a la vez la influencia de la guerra gos no haya una categoría unificada del trabajo.» Tampoco
marítima que se había desembarazado muy pronto de esos hay palabra para designar con toda claridad al trabajador
tabúes. Los mercenarios del general ateniense Ifícrates re- Jenofonte opone el technites, el artesano, el profesional, al
descubren una guerra «negra», hecha de astucias y de embos- georgos, el agricultor,26 pero el término finalizara por adquirir,
cadas, que, en la gran época de los hoplitas, estaba reservada en la época helenística, el sentido de comediante, de artista
a los jóvenes. Jenofonte, hombre partidario de los antiguos profesional.
valores, es también un técnico de los nuevos métodos. Pla- Sin embargo, había dos artes que escapaban a esta suerte
tón, obligado a elegir entre la guerra técnica y la guerra ciu- de exclusión de la vida social en tanto característica de la
dadana, renuncia a la primera, cuyas condiciones había des- techné: la agricultura y la guerra. Pero, precisamente para
crito con lucidez en el libro II de La República. Pero la evo- los griegos, la agricultura es un esfuerzo (ponos), no una
lución prosigue más allá de Platón.
La contradicción entre el arte (techné) y la ciencia (episte- 23. Según el título del Essai de S. Moscovia.
me) es una de las más profundas de la civilización griega. En 24. Véase, más abajo, «Estudio de una ambigüedad: la posición de
el campo de lo que podría llamarse historia humana de la los artesanos en la ciudad platónica». TV/H,/»;
25. Cf. A. AYMARD, Hiérarchie du travatl y J.-P. VERNANT, Travail,
22. Véase, más abajo, «Epaminondas pitagórico». 1 y 2.
26. JENOF., Econ., 6, 6.
28 29
techná propiamente dicha. La agricultura, dice Jenofonte, no vida de goce (vida apoldustica) pero nadie creó, ni siquiera
eTuní SStión de conocimiento o de ignorancia, de «descu- para desvalorizarlo, un género de vida «técnico». Platón opo-
Hrimfentode alaún procedimiento ingenioso»," sino más bien ne la ciencia (episteme) de quien contempla la idea del lecho
¡SÍSSÍdSKd y de cuidado. Lo paradójico es que el a la imitación (mimesis) de quien lo fabrica. No obstante, esta
rntarnTautor, <fue en el plano de lo militar es un auténtico oposición es consustancial a la historia de la ciudad.
técnico coloque la actividad guerrera en el mismo nivel que La civilización griega es una civilización de la palabra, y
la actividad agrícola porque tanto una como la otra le pa- de la palabra política. La razón griega que distingue y orde-
recen comprometer el conjunto del cuerpo social mientras na en serie las parejas de oposiciones es una razón política.
aue las demás son asunto de especialistas, y la ciudad no co- La palabra, al menos hasta el siglo v, triunfa incluso en lo
nocía especialistas en tanto tales. Sin embargo, en el siglo iv escrito. Antes del siglo iv no triunfa el estilo de cancillería,
la evolución del arte militar tiene consecuencias dramáticas en donde sólo hace falta llenar blancos. Una palabra política
que la ciudad es incapaz de controlar. La discusión que en- es forzosamente antilógica: un problema político debe zan-
frenta a Platón con los sofistas es un caso particular de ese jarse con un sí o un no. Quizá no tenga otro origen la evi-
drama de la función técnica. Los sofistas no se pretendieron dencia con la que el pensamiento griego razona mediante al-
técnicos, sino profesores de arete, de virtud cívica. Sólo en- ternativas y parejas. Una obra como la de Tucídides está
señan una técnica, la retórica, en la medida en que es útil al dividida en discursos y relatos de hechos; en todo momento
ciudadano. Cuando Hipias de Elis se jactaba de haber fabri- utiliza, en el detalle de una exposición, la antítesis entre lagos
cado todo lo que llevaba consigo, no se afirmaba como parti- (la palabra) y ergon (el hecho). Su obra muestra la gnomé
dario de una enseñanza de técnicas, sino del ideal de la auto- (previsión racional) en lucha con la tyché (el azar), Tyché
suficiencia (auíarkeia).2* Nada puede oponerse más que esto esta que habrá de convertirse en la gran diosa de las ciudades
al principio de la división del trabajo, que si a veces fue re- helenísticas. En definitiva, la paz es favorable a la gnomé;
conocido y descrito, no lo fue en calidad de proceso que de- la guerra, a la tyché. Las palabras nomos (ley, convención,
sarrolle la producción. Platón, para descalificar a sus adver- costumbre) y physis (la naturaleza) resumen bastante bien es-
sarios, los rebaja al nivel de meros técnicos, y en el Gorgias tos conceptos antagónicos. Pertenece al orden del nomos todo
explica que la retórica de los sofistas no es medicina sino aquello que es puesto por los hombres. En el Gorgias de Pla-
cocina.
tón, Calicles invocará la naturaleza para justificar la violencia
Los filósofos han teorizado oposiciones de «géneros de del tirano; para el médico que redactó el Tratado del régi-
vida» que se remontan en realidad a la edad aristocrática y men,31 en cambio, si el hombre es capaz de imitar a la na-
a los poetas. Para Tirteo, en Esparta, la valentía se opone a turaleza estableciendo leyes, ello se debe a que los dioses
todo lo demás. Un fragmento de Píndaro opone la gloria a han creado y ordenado una naturaleza, que los hombres no
la riqueza,29 al espíritu de empresa simbolizado por la aventura saben que imitan. Por tanto, la «naturaleza» puede ser al
marítima. Cuando Jenófanes de Colofón, en el siglo vi, escri- mismo tiempo fuente de desorden y de orden, tal como ocu-
be a propósito de los vencedores en los concursos olímpicos rre en los «físicos» jónicos e italianos. Basta este hecho para
que «nuestro saber (sajía) vale mucho más que la fuerza que la civilización griega supere continuamente las oposicio-
de hombres y de caballos»,30 se trata del saber político. Cuan- nes en que se ha pretendido en vano encerrarla.
do advino la crisis de la ciudad, y tal vez ya entre los pita- Un buen ejemplo de ello, en el terreno de los valores mo-
góricos, se opuso la vida teórica a la vida práctica, incluso a la rales, es el de la pareja dike-hybris, la justicia (de los dioses)
y el orgullo. En tanto tal, esta pareja informa toda una parte
27. Id., ibid., 20, 2 y 5.
28. Cf. PLATÓN, Hippias menor, 368 b-c y Sonda, s. v. Hippias autar-
de Los trabajos y los días de Hesíodo y, sobre todo, el célebre
keia; véase también J.-P. VERNANT, Penses technique, p. 64, n. 52. mito de las razas.32 En tiempos de Solón y de Anaximandro,
29. PlNDARO, fr. 96 (PÜECH); sobre este tipo de oposiciones, véase
R. JOLLY, Genres de vie.
30. JENÓFANES, DIELS, fr. 2, en ATHÉNÉE, x, 413 d. 31. HIPÓCRATES, Del régimen, i, 11.
32. Véase J.-P. VERNANT, Mythes des races, 1 y 2.
30
31
la dike y la hybris se convirtieron en palabras del vocabulario
de la ciudad que se extendieron a la estructura misma del I. El espacio y el tiempo
universo. En la tragedia, todo héroe, tanto Antígona como
Creón, es presa de la hybris ante el equilibrio que logra la ciu-
dad. No obstante, en Tucídides estas tensiones parecen desa-
parecer. Sin embargo, se ha podido decir que se limitaba a
trasladar a la historia los valores de la tragedia. Su Alcibíades
sería la apaté, la tentación engañosa que se ofrece a la hybris
de los atenienses.33 Sin embargo, Tucídides racionaliza este 1 VALORES RELIGIOSOS Y MÍTICOS DE LA TIERRA
hecho e inscribe los valores trágicos en un universo positivo. Y EL SACRIFICIO EN LA ODISEA *
Es así como procede la civilización griega. Su movimiento no
es repetición sino invención y renovación. Sobre el frontón Ya que este ensayo trata de la tierra, me permitiré intro-
del antiguo templo de Atenea (hacia 560 a.C.) en Atenas, ducirlo con la mención de datos tomados no ya de Hornero,
Heracles, el héroe civilizador, lucha con Tritón, bajo la mira- sino de Hesíodo. Tanto la Teogonia como Los trabajos y los
da del monstruo de tres cuerpos. Unos ciento veinte años más días no sólo iluminan, como se cree a menudo, las obras
tarde, sobre el Partenón, la vida salvaje sigue estando pre- que les sucedieron, sino también las que les precedieron, o
sente en las metopas que evocan la lucha de los centauros y las que, como puede ser el caso de La Odisea, les son prác-
los lapitas, pero, sobre el frontón oriental, el sol sale y la luna ticamente contemporáneas.
se oculta según un orden establecido, mientras que, en el Del «mito de las razas» y del de Pandora en los Trabajos,
frontón occidental, el conflicto de Atenea y Poseidón estalla en así como del mito de Prometeo en ese mismo poema y en
el centro de una composición enmarcada por Dioniso y Cé- la Teogonia, creo que se puede extraer lo que se llamaría una
fiso. Los temas son los mismos, pero la naturaleza organizada definición a la vez antropológica y normativa, exclusiva e in-
domina y Dioniso se integra en las ceremonias que preside el clusiva, de la condición humana. La exclusión es doble: el
arconte-rey. Es cierto que esto duró poco. Se ha podido com- hombre hesiódico es el hombre de la edad de hierro, lo que
parar estas dos anécdotas que cuenta Plutarco a propósito de significa ante todo que no es el de la edad de oro, tiempo
Pericles: M «Al extender su manto entre él y el Sol, Pericles mítico en el cual los hombres «vivían como dioses», sin vejez
despojaba a un eclipse de su significación irracional; pero, y sin muerte verdadera. «Gozaban de todos los bienes: la
cuando estaba enfermo, conservaba el amuleto que las muje- tierra dadora de trigo (f«'&ypo£ apoupa) producía por sí misma
res le habían colgado al cuello.» una cosecha abundante y generosa, y ellos, en la alegría y en
la paz, apacentaban sus campos ('ÉPY' évéftovTo) en medio de
innumerables bienes.» J Entre el mundo de la edad de oro y
el que nos ocupa, tendré por pertinente —puesto que hay
otras— la oposición entre no trabajo y trabajo, trabajo agrí-
cola, evidentemente.2 En relación con la edad de hierro, la

* Publicado en su primera redacción en los Annales E.S.C., 25, set.-


oct. 1970, y luego en M. I. FINLEY (ed.), Problémes de la ierre en Gréce
ancienne, La Haya y París, pp. 269-292.
1. Trabajos, 112-119; de ahora en adelante utilizaré la traducción
de MAZON, ligeramente modificada; sobre el «mito de las razas», cf J.-P.
VERNANT, Mythes des races, 1 y 2.
2. En verdad, la oposición enfrenta la «raza de hierro» con todas
33. Véase F. M. CORNFORD, Thucydides Mythistoricus. las razas anteriores. Hasta los hombres de bronce, que trabajan con
34. R. RÉMODON, «Bilinguisme», p. 146, apoyándose en Plut., Pen- el bronce (xaíix^) 5'fípyáfovTO. 151), no «trabajan» en sentido estric-
des, 35 y 38. to, sino que cumplen un rito militar (cf. VERNANT, Mythes des races,
1, p. 28); sólo de la raza de oro se dice formalmente que no trabaja.
32
33
edad de oro —esto es, la de Cronos— es, en efecto, un mo- ceptible de escapar a la condición animal por la práctica de
delo absoluto, lo que las demás edades no pueden pretender. la dike. Hombre es quien no devora a su semejante.
Aquello que la raza de oro conoce en vida, la raza de los hé- Las inclusiones tienen relación estrecha, inversa y com-
roes, o al menos algunos de sus miembros, sólo lo conoce plementaria a la vez, con las exclusiones. El trabajo de la
después de la muerte. Zeus los coloca aparte de los hombres tierra arable y todo lo que éste implica, las plantaciones de
(51%' ávffpáiifojv), aparte también de los dioses, «bajo la majes- árboles y la crianza de los animales, especialmente los de
tad de Cronos», «en los confines de la tierra». «Allí es donde labranza, constituyen el asunto mismo de los Trabajos. Gra-
viven, libre el corazón de inquietudes, en las islas de los Bie- cias a la dike, es posible recuperar no ya la edad de oro, ya
naventurados, al borde de los profundos remolinos del océano, que el trabajo es una obligación, pero sí, al menos, la prospe-
héroes afortunados, para quienes la tierra dadora de trigo ridad y la fecundidad de los hombres, de la tierra, de los re-
tres veces en el año trae una floreciente y dulce cosecha.» 3 baños: «La tierra les ofrece [a los que practican la difce]
Así pues, a la edad de oro establecida en el «tiempo» sucede una vida abundante; en sus montañas, la encina lleva bellotas
una edad de oro en el «espacio», el de las islas de los «Biena- en la cúspide y abejas en la parte media; las ovejas lanudas
venturados», que se caracteriza por la liberalidad de la tierra. se agobian bajo su vellón; las mujeres paren hijos semejantes
Por otra parte, en el mito de Pandora,4 cuando Hesíodo a sus padres; esos hombres alcanzan su plenitud en prospe-
dice «La raza humana vivía antiguamente en la tierra apar- ridad, sin límite; y jamás deben internarse en el mar, pues la
tada y al abrigo de las penas, de la dura fatiga (xatenoio tierra dadora de trigo les ofrece sus frutos.» 8
xóvoio), de las dolorosas enfermedades que traen a los hom- Pero el trabajo humano está ligado a la posesión del fue-
bres la muerte, pues los hombres envejecen rápidamente en go culinario —lograda gracias a Prometeo—, fuego que anta-
la miseria»,5 en cierta manera se está adelantando al resumen ño Zeus escondía.9 En compensación por el robo del fuego y
de la lección del mito de las razas. cumpliendo la orden de Zeus, Hefesto creó a Pandora, tierra
Excluido de la edad de oro, el hombre no es, pues, un y mujer a la vez.10 La Teogonia aporta precisiones sobre aque-
dios,6 pero tampoco es un animal, y la segunda «exclusión» es llo que los Trabajos sugieren. En Mecone, la querella de los
la de la alelofagia, de la antropofagia: dioses y de los hombres tiene dos episodios rigurosamente pa-
ralelos.11 Uno es el sacrificio primordial del buey y su distri-
TóvSe yap ávOpúnocaí vóftov Kpovíuv
ly,Qüai fiév xai Orjpal xai oluvoíc, 8. Ibid., 232-237. Se sabe que estos temas aparecen repetidos va-
éadéfiev áAA^Aou^, inel oü SLxr¡ éati aúrol¡. rias veces en los textos de juramentos; cf. el juramento de los anfic-
tiones, en Esquines, Contra Ctesifonte, 111, y el juramento de los dre-
rianos, en Inscr. Creí., i, ix (ÜRÉROS), 1, 85-89. En el mundo de la
«Tal es la ley que el Cronida ha prescrito a los hombres; que hybrís triunfante, que se describe al final del mito de las razas, se
los peces, las fieras, las aladas aves se devoren, puesto que dice: «El padre ya no se parecerá a sus hijos ni los hijos a su pa-
entre ellos no existe la justicia.»7 El hombres, pues, es sus- dre» (Trabajos, 182).
9. Ibid., 47-50.
3. Trabajos, 167-173; vuelvo a poner el verso 169, sobre el reinado 10. Ibid., 59-82; cf. VERNANT, Mythe des races, i, p. 32-33, P. Pucri,
de Cronos, en el lugar que le asignan los manuscritos. Hesiod, pp. 82-135, y sobre todo N. LORAUX, Race des femmes, pp. 44-52.
4. C.-P. VERNANT ha mostrado cómo este mito estaba estrechamen- Pandora es ofrecida como presente de desgracia a los hombres que
te relacionado con el de las razas; cf. Mythes des races, 1, pp. 32 y 5-54, comen pan, nrj/J, 'ávSpáffiv áAprjffTflffzv (Trabajos, 82). No es inútil
así como Mythe prométhéen, pp. 192-194. recordar aquí que alphestes, el comedor de pan, adjetivo homérico,
5. Trabajos, 90-93. El verso 93, que aquí restablezco, es una cita está construido sobre la raíz edad, comer, paralelamente y en oposi-
de La Odisea, 19, 360. ción con omestes, el que come crudo, el carnicero; cf. P. CHANTRAINE,
6. Demasiado rápidamente se ha declarado como interpolado Formation, p. 315.
(Lehrs, a quien sigue sobre todo Mazon) el verso 108 de los Trabajos, 11. El paralelismo queda subrayado por el uso repetido de íneirai
que introduce el mito de las razas uniéndolo al de Pandora: 'Í2f Teogonia, 536 y 562. Toda la cuestión se desarrolla en un mismo tiem-
ófióÜEV YEyáaai 6sol 6vrjT:ol T' ávOpunoi, «pues dioses y mortales tie- po durativo: «Era el tiempo en que se dirimía (or'éxplvovTo) la que-
nen el mismo origen». rella de los dioses y los hombres mortales» (ibid., 535). Véase J.-P. VER-
7. Trabajos, 276-278. NANT, Mythe prométhéen, pp. 178-194 y Table, pp. 46-58.
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rarán— que la edad de oro de Hesíodo, la edad de Cronos, la
bución desigual, pues los dioses reciben el humo y los hom- edad preculinaria y presacrificial, la edad «vegetariana», des-
bres la carne, lo que trae como consecuencia que Zeus con- critas en tantos textos 16 es, también para una parte de la tra-
fisque el fuego y que Prometeo lo robe; el otro es el envío a dición, la edad de la antropofagia y del sacrificio humano.
los hombres, a cambio de la aceptación por los dioses del es- Algunos de los textos que asocian de esta manera los contra-
tado de cosas que Prometeo creara, de ese ambiguo presente rios pueden parecer tardíos.17 Pero no hay que olvidar que,
que es la mujer. Tierra arable, cocina, sacrificio, vida sexual desde el siglo iv, los cínicos han teorizado un modo de vida
y familiar en el seno del oikos, e inclusive, en el límite, vida «naturista», que asocia a la condena de la sarcofagia y del ali-
política, forman un conjunto en el cual ninguno de los tér- mento cocido, la apología del alimento crudo, de la antropo-
minos puede estar disociado de los otros. De esta manera se fagia y de lo que constituye por excelencia lo contrario de la
define la condición del hombre entre la edad de oro y la cultura, esto es, el incesto.18 Sin embargo, esto no debe con-
alelofagia.12 siderarse sólo como una visión de teóricos. Las Bacantes de
fcos~~cuádros que nos ha dejado Hesíodo, dibujados con Eurípides oscilan también entre la atmósfera paradisíaca
los rasgos que le son propios y que son también los de la que describe el mensajero al comienzo de su relato19 y la
crisis de su tiempo, serán utilizados una y otra vez a lo largo furiosa homofagia que desembocará en el asesinato casi in-
de toda la historia del pensamiento griego posterior. Especial- cestuoso de Penteo por su madre. El Cronos de Hesíodo es
mente a partir de finales del siglo vi, estos esquemas se inte- también el dios que devora a sus propios hijos.20 En cierto
gran a los violentos conflictos políticos que sacuden el mun- modo el que teoriza es Platón, es decir, hace una elección
do griego y conducen a los pensadores a adoptar visiones que es, por otra parte, la misma que la del autor del mito
opuestas, «positivas» o «negativas», del hombre primitivo. La
edad de oro se opone al tema de la miseria de los primeros
hombres. Era tentador —y algunos no han podido resistir— el instrumento de trabajo más valioso para este estudio. Sobre el mito
remontar estos conflictos hasta la época de Hesíodo, con lo de El político, véase más abajo, 339-341.
que lo convirtieron en un adversario del progreso.13 Sin em- 16. Por ejemplo, entre otros cien, EMPÉDOCLES, Purificaciones, fr.
bargo, tampoco resulta más razonable convertirlo, a imita- 128, DIELS-KRANZ : bajo el reinado de Cypris, los sacrificios sólo se com-
ponían de mirra, incienso y miel. El sacrificio cruento se consideraba
ción de una útil compilación, en partidario del «primitivismo una abominación, lo mismo que todo alimento cárnico. Lo mismo ocu-
cronológico» —porque parte de una «edad de oro»— a la rre en el mito de El político de Platón, 272 a-b. El vegetarianismo está
vez que en adversario del «primitivismo cultural», porque implícito en los textos de Hesíodo. Para una visión de conjunto de
opone el ser civilizado al antropófago.14 En realidad, estas dos la tradición, cf. J. HAUSSLEITER, Vegetarismus. Véase también, reciente-
actitudes son sólo una. mente, M. DETIENNE, Dionysos, pp. 135-160.
17. Evémero, traducido por Ennio en LACTANCIO, Div. Inst., i, 13,2:
No es mi propósito estudiar aquí la literatura posthesiódi- «Saturno y su esposa, tanto como los demás hombres de este tiempo
ca.15 Sólo desearía señalar —por razones que pronto se acla- tenían la costumbre de comer carne humana, y fue Júpiter el primero
que prohibió esta costumbre»; DIONISIO DE HALICARNASO, Ant. Rom., I,
12. Se observará que los relatos hesiódicos no dejan lugar a un 38, 2: «Se dice que los antiguos sacrificaban a Cronos de la manera
periodo nómada de la historia de la humanidad. El hombre es agricul- que se hacía en Cartago mientras esta ciudad existió»; SEXT. EMP.,
tor o no es hombre. Hyp., ni, 208: «Algunos sacrificaban un hombre a Cronos tal como los
13. Ejemplo característico es el que proporciona el libro de E. HA- escitas sacrificaban a Artemis los extranjeros.» Para otras referencias,
VELOCK, Liberal Temper, cuyo capítulo II, «History as Regress», p. 36-51, cf. LOVEJOY y BOAS, Primitivism, pp. 53-79.
analiza paralelamente el mito de las razas y los mitos de El político 18. Cf. DIÓGENES LAERCIO, vi, 34, 72-73; DK5n CRISÚSTOMO, X, 29-30;
y de Las leyes de Platón. No es necesario insisir en que en la época JULIANO, Orat., vi. 191-193. Para otras indicaciones, cf. HADSSLEITER, Vege-
de Hesíodo no puede haber concepción del progreso ni concepción de tarismus, pp. 167-184.
regresión, ya que no hay, para hablar con rigor, concepción de la 19. EURÍPIDES, Las Bacantes, 677 y ss.
historia. Por el contrario, el libro de un discípulo de Havelock, T. 20. Teogonia, 459 y ss. De manera general, sobre el tema de la an-
COLÉ, Democritus, es muy útil porque se centra en una época precisa tropofagia y de la alelofagia en la literatura griega, véase, además de
y trata de conflictos ideológicos reales. las obras ya citadas de Haussleiter, Lovejoy y Boas y M. Detienne,
14. A. O. LOVEJOY y G. BOAS, Primitivism, p. 196. A.-J. FESTUGIERE, Arétalogies.
15. La colección de Lovejoy y Boas citada más abajo es, por cierto,
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36
de las razas cuando define la edad de Cronos como el tiempo De hecho, y a menudo se ha reconocido,2* La Odisea opone
en que se desconocía la alelofagia.21 un mundo que llamaríamos real —el de Itaca ante todo, el de
Por el contrario, trabajo agrícola y cocción aparecen fun- Esparta y Pilos, lugar del viaje de Telémaco— a un universo
damentalmente ligados en la Antigua medicina de Hipócrates, mítico que, en líneas generales, es el de los relatos ante Al-
por ejemplo, donde se demuestra que la cultura cerealícola, cinoo. De la misma manera, en La tempestad de Shakespeare
al reemplazar el consumo de productos crudos es por exce- se enfrentan, por una parte, Ñapóles y Milán, y la mágica isla
lencia la de los productos destinados a la cocción.22 Una aso- de Próspero, por otra.27 En este universo mítico penetra Ulises
ciación análoga a la implicada por los poemas hesiódicos en- después de su estancia entre los cicones —pueblo tracio que
tre agricultura, vida familiar y origen de la civilización es la existió realmente, conocido también por Heródoto—,28 en el
que se encuentra, por ejemplo, en los mitos atenienses de cual come, lucha y saquea, tal como podría haberlo hecho en
Cécrope, testigo de la invención del trabajo agrícola por Bou- Troya, después de la tempestad de diez días 29 con que se en-
zyges,23 que fue también el inventor de la familia monogámica frenta al doblar el cabo de Malea, último sitio «real» de su
y patriarcal. El objetivo de este ensayo es verificar si estas viaje antes del regreso a Itaca.30
asociaciones se encuentran ya en Hornero.24 El texto mismo proporciona la prueba de que esta oposi-
El primer gesto de Ulises, cuando advierte que está por ción es correctísima. El viaje de Telémaco nunca coincide con
fin en Itaca, es besar «la tierra dadora de trigo», saludando el de Ulises. Sólo existen dos zonas de contacto entre los dos
así a la patria: Xaípajv fi ya¿ñ, xúae Sé £eí8ajpov apoupav.23 No universos: una, abiertamente mágica, en la que Menelao re-
se trata sólo del gesto de un hombre que vuelve a la patria, vela al hijo de Ulises que en la tierra de las maravillas —Egip-
sino de un vínculo fundamental, que precisamente, se trata to— se ha enterado por el mago Proteo de que Ulises está
de analizar. junto a Calipso y es retenido por ella;31 la otra, la tierra de
los feacios, barqueros profesionales cuya estratégica ubica-
Sin embargo, para hablar de La Odisea es necesario dis-
ción en el cruce de los dos mundos32 ha sido revelada por un
tinguir dentro de la epopeya conjuntos que tienen un sentido
reciente estudio. ¿Será necesario insistir? Los viajes de Ulises
en el poema tal cual es, y no ciertamente las diferentes «rap- no conciernen a la geografía, pero hay una verdad geográ-
sodias» que los «analistas» recortan siguiendo criterios que fica mucho mayor en los relatos «mentirosos» de Ulises a
varían según quien las interpreta, y que desembocan en resul- Eumeo y a Penélope33 que en el conjunto de los «relatos ante
tados inevitablemente divergentes y fatalmente incontrolables.
Para decirlo de una manera brutal, no es posible hablar del 26. La distinción de los dos mundos de La Odisea está muy clara-
Cíclope o de Calipso como se habla de Néstor o de Telémaco. mente trazada por G. GERMAIN, Gene.se, pp. 511-582.
27.. Cf. Ch. P. SEGAL, Phaeacians, p. 17. Acerca del valor de esta dis-
tinción en La tempestad, cf. R. MARIENSTRAS, Prospero.
21. Política, 271 d-e: OUT' &ypwv fjv oüSév OÜTS aAAr?Awv ¿ScüSaL 28. vil, 59, 108, 110.
nófafiós re oúx évrjv ouSé aráai^ zó napánav- «No había entre los 29. Con mayor exactitud, nueve días de tempestad, porque el dé-
animales ninguna especie salvaje; no se comían entre sí y no había cimo está señalado por la llegada de los lotófagos (Odisea, 9, 82-83).
entre ellos ni guerra ni querella política de ningún tipo.» Se trata de El número 9 sirve esencialmente para expresar un tiempo, a cuyo tér-
animales, pero el vocabulario es voluntariamente «humano». mino, el décimo día, o el décimo año acontecerá un hecho decisivo»
22. HIPÓCRATES, Ancienne Médecine, ni (FESTUGIERE). (G. GERMAIN, Mystique, p. 13).
23. Cf. el vaso reproducido y comentado por D. M. ROBINSON, Bou- 30. «Der Sturm verschlágt den Helden ins Fabelland» (P. von der
zyges. Ver U. KRON, Phylenheroen, pp. 96-96. Mühll, Odyssee, c. 720).
24. Cf. los textos reunidos por S. G. PEMBROKE, Women, pp. 26-27 31. Od., 4, 555-558; 17, 138-144. Menelao ha regresado, como dice
y 29-32, y, más adelante, «Esclavitud y ginecocracia en la tradición, el Néstor (3, 319-320), «de un mundo donde no hay demasiadas esperan-
mito, la utopía». zas de regreso para los hombres».
25. Od., 13, 354. La fórmula xóae Sé £dSa)pov apoupav ya ha sido 32. Cf. Ch. P. SEGAL, Phaeacians. Existe otro sitio en el que la co-
Jtilizada una vez por el poeta cuando describe la llegada de Ulises a municación es posible, pero fracasa; es la isla, además flotante, de
la isla de los feacios (5, 463), pero naturalmente el primer hemisti- Eolo.
quio del verso es distinto. Se verá luego que esta semejanza no es 33. Od., 14, 191-359; 19, 165-202. El segundo relato a Penélope (19,
ndiferente. 262-306) plantea una dificultad real, puesto que Ulises da intervención

53 39
Alcinoo».34 Tanto Creta, Egipto, como Epiro tiene una «reali- aúSr¡£affa,zl «terrible diosa de voz humanap. En dos ocasiones
dad» que nadie pondrá en duda. se pregunta Ulises entre qué «comedores de pan» se encuen-
Para Ulises, salir de este universo será salir, de un mundo tra, es decir, entre qué hombres, pero no está precisamente
que no es el de los hombres, de un mundo que, alternativa- entre comedores de pan sino entre los lotófagos y los lestri-
mente, será suprahumano o infrahumano. Ese mundo le ofre- gones.3*
cerá —con Calipso— la divinidad, en él correrá el riesgo —con La consecuencia capital de todo lo anterior es que cuanto
Circe— de caer en la animalidad, pero deberá dejarlo para concierne al trabajo de la tierra, a la tierra arable en sí
volver a lo normal. En cierto modo, La Odisea es el relato del misma en tanto es efectivamente cultivada, está rigurosa-
retorno de Ulises a la normalidad, de su deliberada aceptación mente ausente de los «relatos».39 La Tracia de los cicones es
de la condición humana.35 el último país cultivado que encuentra Ulises, que consume
Por lo tanto no es paradójico afirmar que desde los lotó- sus carneros y su vino y que se procura el vino mismo que
fagos a Calipso, pasando por los cíclopes y el país de los deberá ofrecer al Cíclope.40
muertos, Ulises no encuentre, hablando con propiedad, un Cuando el Ulises de Eurípides desembarca en un país des-
solo ser humano. Aunque a veces sea posible dudar de ello. conocido, pregunta a Sileno: «¿Dónde están los muros, las
Los lestrigones, por ejemplo, poseen un agora, signo de vida fortificaciones de la ciudad?»; la respuesta es: «En ninguna
política, pero se asemejan a gigantes, no a hombres.36 En un parte. Sobre estas rocas no hay humanos, extranjero.»41 En
primer momento podemos preguntarnos si Circe es una mujer ese momento la fortificación es el testimonio de la presencia
o una diosa, pero, al fin y al cabo, Calipso, de la humanidad de una humanidad civilizada y, en último término, simple-
sólo tiene la apariencia, la palabra, puesto que es dziv-f] mente de una humanidad. En cambio, el Ulises de Hornero
busca campos cultivados, traza del trabajo humano.42 Cuando
a los feacios allí donde nada tienen que hacer, pues Penélope no está los aqueos llegan a la tierra de Circe, buscan en vano los
todavía al corriente de las aventuras y la identidad de Ulises. Entre epya. (¡porñv, esto es, los cultivos, y lo que ven son bosques
las «interpolaciones» descubiertas por la crítica del siglo xix, tam- y matorrales, Spufict mixva xai üXr¡v, en los que puede desa-
bién se encuentra la referida a los versos 273-286, una de las pocas rrollarse una caza de ciervos.43 Entre los lestrigones, la visión
dignas de ser recordadas. En el primer relato al volver Ulises el cabo
Malea llega a Creta (19, 187), lo que es perfectamente razonable, y del humo puede dar idea de un hogar doméstico y de la pre-
restablece la verdad «geográfica» precisamente en el punto mismo en sencia de seres humanos,44 pero no hay allí trazas del trabajo
que había sido abandonada. Las «verdades» que se deslizan en las
«mentiras» y que se oponen a las «mentiras» de que están hechos los 37. Ibid., 10, 136, 228; 11, 8; 12, 150, 449.
relatos «verídicos» son un dato fundamental del relato homérico, como 38. Ibid., 9, 89; 10, 101. Asimismo, el Cíclope no se asemeja a un
bien ha observado T. TODOROV, Récit. Ver también L. KAHN, Ulysse. buen comedor de pan (10, 191).
34. ¿Es necesario decir que no abrigo la menor esperanza de con- 39. Esto no fue detectado por W. RICHTER en su obra Landwirt.
tribuir a descorazonar a los aficionados a la geografía homérica y a schaft.
la identificación de emplazamientos, aunque este juego sea tan absur- 40. 9, 45 y ss.; 9, 165, 197. [No puedo comprender por qué Hausslei-
do en definitiva como el que consistiría —retomando una compara- ter considera que los cicones son caníbales! (Vegetarismus, p. 23). El
ción de mi amigo J.-P. Darmon— en buscar la madriguera de conejo texto no dice nada de esto.
por la que Alicia entró en el «País de las maravillas»? Se entiende que 41. EURÍPIDES, El cíclope, 115-116. Cf. Y. GARLAN, Fortifications,
esto no impide que las «maravillas» homéricas tengan, como todas las p. 255.
maravillas del mundo, relaciones con las «realidades de su tiempo», 42. El empleo de la expresión ^dSaípoi; apovpa, tierra dadora de
esencialmente con el Mediterráneo occidental y, sin duda, con el Medi- trigo (también dadora de vida) no proporciona un criterio muy satisfac-
terráneo oriental en épocas más antiguas (cf. K. MEULI, Odysee). Pese torio, puesto que Hesíodo lo emplea a propósito de la edad de oro;
a todo, seguramente hay más relaciones entre las «maravillas» que visi- sin embargo, observo que de nueve empleos, sólo tres designan un
ta Alicia y la Inglaterra victoriana que entre ese lugar y la China de los lugar preciso: ítaca (13, 354), Feacia (5, 463), Egipto (4, 229); todos los
tnanchúes. demás tienen un alcance más general y significan algo así como «este
35. «The movement of the Odyssey is essentially inwards, home- bajo mundo».
wards, towards normality» (W. B. STANFORD, Ulysses, p. 50); ver sobre 43. Od.. 10, 147, 150, 197, 251.
todo SEGAL, Phaeacians, p. 274, n. 3. 44. Ibid., 10, 98; también hay un humo que viene de la tierra de
36. Od., 10, 114, 120. Circe, 10, 196. Cuando Ulises, que viene de la isla de Eolo, se acerca a
40 41
de los bueyes ni del de los hombres, ¿vffa [iév OÍ/TE floüv oír* oue ella provee, efectuado en un bothros y destinado a ali-
ávSpGv tpalvETo Ipya.4* Las sirenas habitan una pradera, como mentar de sangre a los muertos,52 es todo lo contrario de una
la que poseen, por otra parte, todas las divinidades.*5 La isla comida sacrificial, cuyo objeto es alimentar a los vivos. Lo
de Calipso es boscosa y posee hasta una viña, pero en ningún mismo sucede con la promesa que Ulises hace a Tiresias de
momento se habla de ella como de una viña cultivada.47 Sin sacrificar a su regreso una vaca estéril y un carnero negro.53
embargo, en el mundo de los relatos está presente un árbol En la caverna del Cíclope, precisamente como contraste
específicamente humano, el olivo, árbol con el que Ulises ha con éste, los compañeros de Ulises sacrifican,54 pero no se
construido su lecho, punto fijo de su morada.48 No sólo está trata de un sacrificio sangriento, puesto que lo que comen
presente, sino que en muchas ocasiones el olivo asegura la son quesos,55 y también el que ofrecen en la isla vecina —sa-
salvación de Ulises, aunque bajo una forma cambiante: la crificio anormal, por otra parte, pues se efectúa con los cor-
estaca con la que perfora el ojo del cíclope, el mango de la deros del Cíclope, esto es, con animales que no han sido
herramienta con la que construye su barco.49 Es verdad que, criados por el hombre— es desdeñado por Zeus.56 Es decir,
tanto junto a Eolo como junto a Circe y a Calipso, Ulises se que aunque un hombre sacrifique, si se encuentra en terri-
alimenta en abundancia, a tal punto que en casa de esta úl- torio no humano, este sacrificio no es normal.
tima diosa el poeta se divierte señalando cuan diferente es la Ya es momento de considerar ordenadamente, más o me-
comida de un hombre de la comida de un dios,50 pero nadie nos, el viaje de Ulises para examinar bajo el ángulo que nos
dice de dónde vienen estos alimentos ni quién los ha pro- interesa las diferentes inhumanidades que en él encontra-
ducido. mos; se entiende que resultará inútil insistir acerca de la
La ausencia de tierra cultivada comporta otra ausencia, inhumanidad de Escila o de los habitantes del país de los
la de la comida sacrificial, y ya hemos visto hasta qué punto muertos.57 Los lotófagos no comedores de pan, sino comedo-
estaban ligadas en Hesíodo. Dentro de ciertos límites es posi- res de flores; el alimento que ofrecen a los compañeros de
ble extender al conjunto de este universo de relatos lo que Ulises privará a éstos justamente de ese atributo esencial de
bromeando dice Kermes a Calipso cuando desembarca en su la humanidad que es la memoria.58 A excepción del episodio
isla: «¿Quién pasaría de buen grado tanta agua salada que de Escila,59 Ulises se presenta constantemente en el poema
ni decirse puede, mayormente no habiendo por ahí ninguna como el hombre que recuerda, el hombre por excelencia fren-
ciudad en que los mortales hagan sacrificios a los dioses y les te a sus olvidadizos compañeros.
inmolen selectas hecatombes?» Más complejos aún son los problemas que plantea el epi-
sodio del Cíclope. A los elementos míticos, objetos de este
OüSé TÍ£ ccy/í ftporcüv nóhig, oí re Oeoíaiv estudio, se agrega una descripción casi etnográfica de los pue-
lepa TE pé£ouai xal é^airou^ éxaTÓ[¿6a$.51 blos pastores —la inhumanidad es también otra humanidad,
una humanidad salvaje—w y un no disimulado, y hasta po-
Dentro de ciertos límites... El sacrificio que se ofrece a los
muertos bajo las indicaciones de Circe y con los corderos
52. Ibid., 10, 516-521, 571-572; 11, 23-29.
53. Ibid., 10, 524-525; 11, 30-33.
Itaca, puede ver a los hombres alrededor del fuego (purpoléontas), 54. eiioafisv, 9, 231.
10, 29. 55. Ibid., 232. Acerca del fracasado sacrificio de los bueyes del sol,
45. Ibid., 10, 98. ver más adelante, pp. 54-55.
46. Ibid., 12, 159; cf. Himno hom. a Hermes, 72; EURÍPIDES, Hipólito, 56. Ibid., 9, 552-555.
74. Acerca del leimon, ver A. MOTTE, Prairies, y también L. KAHN y N. 57. Ibid., 11, 488-491.
LORAUX, Morí. 58. Ibid., 9, 84, 94-97.
47. Od., 1, 51; 5, 65 y ss. 59. Ibid., 12, 227.
48. Ibid., 23, 183 y ss. 60. La equivalencia entre los personajes que Ulises encuentra en los
49. Ibid., 9, 320; 5, 236; cf. SEGAL, Phaeacians, pp. 45, 62, 63, viajes y los pueblos salvajes está explícita en 1, 198-199, cuando Atenea,
50. Ibid., 5, 196-199. bajo la máscara de Mentes, se pregunta si Ulises no estará en cauti-
51. Ibid., 5, 101-102. verio de hombres chalepoi y agrioi, y cuando el héroe mismo se inte-
43
42
dría decirse que muy realista, llamamiento a la colonización. la cena, pero ese fuego no le servirá de nada. El monstruo
Si esos hombres supieran navegar, «harían de su isla un no es un comedor de pan; los hombres que devora no los
lugar bien hecho; la tierra allí no es mala, se pueden dar to- come cocidos como se esperaba, sino que come crudo, como
dos los frutos; junto al espumoso mar hay prados húmedos y un león, «entrañas, carnes, médulas, no deja nada»,69 no
tiernos y allí la vid jamás se perdería. La parte interior es cumple con ninguno de los gestos que caracterizan la comida
llana y labradera; y podrían segarse cada año mieses altísi- sacrificial, comenzando por el apartamiento de los huesos, que
^ mas por ser el suelo muy pingüe».61 A la espera de tales pers- corresponden a los dioses. Por lo demás, este caníbal de la
y pectivas, el mundo de los Cíclopes se divide en dos sectores edad de oro tiene relaciones esencialmente ambivalentes con
geográficos, la «isla pequeña», tierra enteramente salvaje que los dioses. El poeta insiste en la confianza de los cíclopes para
no conoce la caza y en la que los compañeros de Ulises hacen con los inmortales (neTíOídÓTES ádaváToiaiv),™ confianza que les
una batida memorable,62 y la tierra de los pastores ciclópeos. evita plantar y arar —Ulises pagará caro el parentesco del
Esto implica, pues, una jerarquía: 1) agricultores, 2) cazado- Cíclope con Poseidón—71 a la vez que les da la indiferencia
res y 3) pastores; no sería inútil decir que es la misma que total con que recibe Polifemo la advocación de Ulises a Zeus
propone Aristóteles.63 Pero los Cíclopes no sólo son criadores Xenios. «Sabe que los cíclopes no se cuidan de Zeus que lleva
bárbaros, desprovistos de instituciones políticas, incapaces la égida, ni de los bienaventurados dioses.»72 Detengámonos
de plantar o sembrar,64 sino que disponen de una tierra que un instante en este fragmento. Hornero —el autor de La Ilía-
\es la de la edad de oro hesiódica: «Sin trabajos ni siembra, da— conoce, en cierta manera cíclopes buenos, los Abioi (sin
el suelo les proporciona todo, trigo, viña y vino de los gruesos alimento), ordeñadores de yeguas y galactófagos, que son «los
racimos que la lluvia de Zeus hincha por ellos.»65 «Los Cí- más justos de los hombres».73 Bajo el nombre de Gabioi, estos
clopes tienen corderos, pero no tienen, en sentido estricto, personajes (escitas) reaparecen en el Prometeo liberado de
animales de carga: OÜT:' apa Ttoluvrjaiv -xa-cáLafítai ol)r' ápóroiaiv,
«la isla no está ocupada por los rebaños ni por los arados».64 Esquilo.74 También ellos son «los más justos entre los hom-
Ésta es la verdad, aunque, con ironía se agregue que el vino bres y los más hospitalarios. Entre ellos no existen el arado
de la edad de oro es un vinillo mediocre.67 Pero la contrapar- ni la azada que hiende el suelo y corta la tierra de labor. Los
tida de la edad de oro es precisamente la antropofagia.68 Los barbechos se siembran por sí mismos (ainóanopoí yúai) y pro-
detalles son singulares, tan singulares que se puede pensar veen a los hombres de un alimento inagotable». La posteridad
que son intencionales. Polifemo trae madera para el fuego de literaria de Hornero desarrollará el tema del género de vida
ciclópeo, patrimonio del «buen salvaje»;75 pero no se trata
rroga sobre el tipo de humanidad al que pertenecen los huéspedes de 69. Od., 9, 190-191, 234, 292-293. Estos y otros detalles han sido pues-
la Ciclopía: üBpiaral re xal dypioL oiiSh SLXCCÍOÍ, •fié (Dikó&woi (9, tos de manifiesto de manera muy feliz por D. PAGE en el capítulo de su
175-176); la misma interrogación se plantea en 13, 201, 202, en Itaca, Odyssey, pp. 1-20, en que compara el cíclope de Hornero con el cíclope
antes de que Ulises comprenda que se encuentra en su casa. Aparece
también en el momento del desembarco en Feacia, 6, 120-121. Estas pá- del folklore.
ginas ya estaban escritas cuando tuve conocimiento del capítulo sobre 70. Ibid., 9, 107.
los cíclopes del libro de G. S. KIRK, Myth, 162-171. Ver también el aná- 71. Ibid., 1, 68-73.
lisis semiológico de C. CÁLAME, Cyclopes. 72. Ibid., 9, 275-276.
61. Od., 9, 130-135. 73. Ilíada, 13, 5-6.
62. Ibid., 116-120, 155-160. 74. Fr. 196 NAUCK2, 329 METTE, reproducido en LOVEIOY y BOAS, Pn-
63. Pol, 1, 1256 a 30 y ss. mitivism, p. 315. Cf. también sobre los Abioi o Gabioi, o Hipomolgot,
64. Od., 9, 108-115. NICOLÁS DE DAMASCO, F. Gr. Hist., 90, 104.
65. Ibid., 109-111, trad. Bérard modificada; cf. también 123. 75. Los principales textos fueron reunidos por LOVEIOY y BOAS, Pn-
66. Ibid., 122. mitivism, pp. 304, 358, 411. Lo más notable, seguramente, es el discurso
67. Ibid., 357-359. que Plutarco pone en boca de un compañero de Ulises, que, transfor-
68. No es suficiente decir simplemente, como hace HASSLEITER, Ve- mado por Circe en cerdo, tiene la experiencia de la vida animal tanto
getarismus, p. 23: «La antropofagia del cíclope Polifemo no parece un como de la vida humana y que hace el elogio de la «vida ciclópea» al
simple hecho causal.» comparar la rica tierra de Polifemo al magro suelo de Itaca (Gryllos,
968f-987a).
44 45
solamente de una posteridad literaria. Cuando Eforo —que, dotados, sin embargo,
85
de memoria,84 gracias al agregado de
por otra parte, cita los abioi de Hornero— opone dos tipos veneno en el pan que Circe, solícita, les sirve. Ulises evita
de escitas, unos antropófagos y otros vegetarianos (ro¿£ 8¿ tal destino porque lleva consigo una planta, la famosa moly,
xal TÜV &MÜJV £(JJGJV ánéxeadaí),76 lo que hace es racionalizar que expresa perfectamente el tema de la transformación:
e inscribir en el espacio geográfico una oposición mítica que «en ella la raíz es negra, la flor del color de la leche».86 Los
es a la vez una 77conjunción: el vegetariano es tan inhumano compañeros de Ulises volverán a su identidad, no así los
como el caníbal. hombres que fueron transformados en animales salvajes. De
La isla de Eolo presenta otro tipo de inhumanidad igual- esta manera se plantea con gran nitidez una jerarquía: 1)
mente clásica. Para explicarlo es menester que nos detenga- hombres, 2) animales domésticos, 3) animales salvajes. Estos
mos. Se trata de una isla flotante «de murallas de bronce». últimos no son susceptibles de ser incorporados a la humani-
Se entiende que aquí la tierra cultivada está ausente, aun- dad o de volver mágicamente a ella.87
que haya una polis donde los banquetes son permanentes; Vecinos del país de los muertos, y a pesar de que dispo-
sin embargo, estos banquetes no son sacrificiales, y el toro nen de un demos y de una polis, los cimerios se ven exclui-
en cuya piel se encerrará a los vientos no será inmolado a los dos de la humanidad por el hecho de desconocer el sol,88 lo
dioses.78 Pero la anomalía enorme de la isla de Eolo está, por mismo que los muertos.
supuesto, en el incesto. La comunicación de las mujeres no En cierto modo, las sirenas son una versión feroz de los
se realiza, las seis hijas de Eolo y de su esposa se han casa- lotófagos. La seducción que inspiran implica el no retorno,89
do con sus seis hermanos;79 el mundo de Eolo es un mundo pero, igual que los lotófagos, también ellas pueden ser ven-
cerrado: banquete durante el día, sueño por la noche,80 no es cidas. Se trata de las únicas etapas que se franquean riguro-
un oikos humano. samente, sin perjuicios. El cíclope era a la humanidad lo que
En ciertos aspectos los lestrigones aparecen como un lo crudo es a lo cocido; las sirenas pertenecen al mundo de
duplicado de los cíclopes; ya no se trata de la metáfora de lo podrido, puesto que los cadáveres de sus víctimas no son
la caza de animales, sino de la de la pesca. Los lestrigones devorados, sino que se corrompen en el prado.90
clavan su arpón en los griegos como en los atunes, antes de Más atención aún merece el episodio de los rebaños del
devorarlos.81 En la tierra de Circe, la naturaleza, en un primer sol, anunciado desde el comienzo de la obra.91 Las vacas y
momento, se ofrece como una zona de caza; allí derriba Uli- las ovejas son inmortales, es decir, escapan a la condición
ses un ciervo monstruoso.82 La inhumanidad se presenta bajo inherente al animal destinado a la labranza y al sacrificio.
la forma de la divinidad y la animalidad a la vez; aunque
esta última se presenta doblemente puesto que las víctimas 84. No hay razón alguna para modificar el sitoi de los manuscritos
de Circe son transformadas en animales salvajes, leones y en el verso 235.
lobos, que, por otra parte, se comportan como perros dóci- 85. Ibid., 239-243.
86. Ibid., 304. En el verso 287, Kermes dice con toda sencillez a
les.83 Los compañeros de Ulises se transforman en puercos Ulises que «teniendo encima el valioso remedio», róSs (pápuaxov £<T0Aóv
gxwv. estará seguro. Por lo tanto, no se trata de un talismán del quo
76. F. Gr. Hist., 70, 42; cf. también los andrófagos de HERÓDOTO, IV. uno se sirve, sino de un objeto que preserva.
18, personajes situados a orillas del desierto y seres humanos limites. 87. Kermes, el dios que está más cerca de la humanidad, es quien
77. Cf. más adelante, p. 43. Cuando Aquiles y Hécuba, en La Ilíada, entrega el moly a Ulises, y es a Kermes a quien Eumeo sacrifica un
llegan al colmo del dolor o del furor, sueñan con comer a sus enemi- cerdo (14, 435). Ver L. KAHN, Mermes, not. pp. 139-140.
gos : 22, 347; 24, 212. 88. Ibid., 11, 14-16.
78. Od., 10, 3-19. 89. Ibid., 12, 42-43. Cf. L. KAHN, Ruse. Para un estudio del canto de
79. Ibid., 10, 6-7. las sirenas como lectura crítica de La Ilíada por el poeta de La Odisea,
80. Ibid., 10, 11-12. ver P. Pucci, Sirens.
81. Ibid., 10, 120-121. 90. Por lo menos, así es como Circe presenta las cosas (ibid., 12,
82. AELVOÍO Ue^djpiou, 10, 168; therion, 171; sobre Circe, ver Ch. P. 45-46). Cuando el mismo Ulises cuenta el episodio, las osamentas han
SEGAL, Temptations. desaparecido y la pradera se cubre de flores (ibid., 12, 159).
83. Ibid., 212-218. 91. Ibid., 1, 8-9. Cf. J.-P. VERNANT, Manger, pp. 240-249.

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Así como Circe o Calipso tienen la apariencia de la humani- de a los dioses; por tanto, los bueyes del sol no podían ser
dad, así como los muertos, en un primer momento, pueden sacrificados. Los compañeros de Ulises no sobrevivirán al sa-
pasar por seres de carne y hueso, los animales del sol tienen crilegio."
la apariencia de la domesticidad. Sólo los protege la prohi- La última etapa del héroe —ahora ya solo— en el mundo
bición pronunciada contra toda tentativa de inmolación. Mien- del mito le conduce a la isla de Calipso, ombligo del mar.99
tras Ulises y sus compañeros tienen pan y vino, se respeta Allí tiene Ulises la posibilidad, si se casa con la diosa, de con-
la prohibición;92 pero cuando los víveres se han agotado, la vertirse en inmortal;100 pero precisamente la isla de Calipso es
alternativa es, o bien dirigirse a la naturaleza salvaje, esto un lugar —como he dicho anteriormente— 1M donde no se
es, cazar y pescar, lo que representa una solución legítima realiza la comunicación normal entre los dioses y los hombres,
—que por otra parte elige Ulises—,93 o bien hacer una he- esto es, el sacrificio. Calipso sueña con una unión anormal,
catombe con los animales prohibidos, lo que resultaría tra- pero ella misma recuerda que dos tentativas precedentes, los
tarlos como si fueran animales domésticos aunque capturán- amores de Aurora y del cazador Orion, así como la de Demé-
dolos como si fueran salvajes, solución que eligen los com- ter y el agricultor Jasón, terminaron en catástrofe.102 Los an-
pañeros.94 Pero Hornero insiste notablemente en el hecho de tiguos alegoristas veían en la isla de Calipso el símbolo del
que los sacrificadores carecen de lo que se necesita para cuerpo y de la materia de la que el alma del hombre debe
sacrificar. La cebada de los oulai u oulóchytai que el sacrifica- apartarse.103 Pero no es esto, en verdad, lo que el texto sugie-
dor debe echar delante de sí antes del degoliamiento de la re. Al abandonar a Calipso, Ulises elige deliberadamente la
víctima se reemplaza por hojas de encina.95 Un producto «na- humanidad contra todo aquello que le es extraño.104
tural» reemplaza un producto de la cultura. Paralelamente, Frente a este mundo que a grandes rasgos acabo de carac-
el vino destinado a las libaciones es reemplazado por agua.96 terizar, Itaca, Pilos y Esparta son muestra indiscutible de
La manera misma en que se realiza el sacrificio lo convierte la «tierra dadora de trigo».1"5 La misma Itaca, «isla de cabras»
en un antisacrificio. Además, las carnes crudas y las cocidas que no puede, como Esparta, alimentar caballos.106 es una
comienzan a gemir.97 ¿Qué otra cosa podría esperarse, si son 98. Los fabulosos etíopes, invitados de Poseidón en La Odisea, gozan
bestias inmortales? En el sacrificio, la parte que corresponde en Heródoto (ni, 18 y 23-24) de una alimentación exactamente antitética
al hombre es la carne del animal muerto; el resto correspon- a la comida sacrilega de los compañeros de Ulises. La tierra los pro-
vee directamente en una pradera situada delante de la ciudad, la mesa
92. Ibid., 12, 329-330. del sol, de carnes hervidas de cuadrúpedos. Como disponen de una
93. Ibid., 331-333. fuente de juventud perfumada, los etíopes «de larga vida» apenas son
94. Ibid., 334 y ss. mortales. Sus cadáveres mismos no huelen mal. En relación al sol, pues,
son huéspedes, y no absolutamente extranjeros como los compañeros
95. Ibid., 357-358; cf. EUSTACIO, ad 12, 359: xal ra é^rjí TÍ)$ xoUaxoü
8r]A.ud£Íar¡£ flimxíjf Siaaxeuíig', ver también ad 357. Acerca del papel de Ulises.
de los oulai-oulochytai en el sacrificio homérico, cf. RUDHART, Notions 99. Od., 1, 50.
fundamentales, p. 253. 100. Ibid., 5, 136; 23, 336.
96. Od., 12, 362-363; lo más curioso es que, en el sacrificio homérico, 101. Cf., más arriba, p. 42.
el agua que se recoge en las chernibas representa normalmente un pa- 102. Od., 5, 121-125.
pel en la preparación de la inmolación (cf. RUDHART, ibid., p. 254); el 103. Cf. F. BUFFIÉRE, Mythes d'Homére, pp. 461 y ss.
poeta ha elegido no hablar de ello, pero sí insistir en la libación de 104. Cf. Ch. P. SEGAL, Phaeacians.
105. Lo mismo sucede con otros países que sólo son evocados breve-
vino que sucede a la degollación. Este pasaje atrajo antiguamene la mente; la isla de Syros, de donde Eumeo es originario, plantea un
atención de S. EITREM (Opferritus, p. 2787280), que ha creído ver en él problema particular. Realmente se trata de una tierra de trigo y de
el testimonio de un rito más arcaico que el sacrificio sangriento, rito vino (15, 406), pero en ella no se conocen la enfermedad ni el hambre
que se habría preservado en la phylobolia (arrojar hojas) que se cum- y la muerte allí es suave (406-409). Como Syros está situada «del lado
ple en ciertos rituales funerarios. «Ellos [los compañeros de Ulises] de poniente» (409), es difícil identificarla con la isla egea del mismo
sabían que antiguamente o en otras tierras se había procedido de esa nombre. Agradezco a F. Hartog el haberme llamado la atención sobre
manera.» Es inútil aclarar que, así explicado, el texto homérico pierde este punto. Igualmente dejo aquí de lado las interrogantes que plantean
toda significación. L. ZIEHEN (Opfer, c. 582) había pensado, contraria-
mente a Eitrem, en «una fantasía del poeta impuesta por la situación». los misteriosos «tafienses».
97. Ibid., 395-396. 106. Ibid., 4, 605-606.
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j
tierra cerealera, una tierra en la que brota la viña, «tiene ficio es retrospectivo, Menelao evoca el que debió hacer du-
más grano, más vino del que se puede pensar, lluvia en todas rante el viaje en que se enteró de la presencia de Ulises junto
las estaciones y fuertes rocíos; un buen país de cabras [...], a Calipso, con lo cual toma contacto con el mundo del mito.11*
un buen país de cerdos».107 Para el rey, como indica un célebre De modo que el destino futuro de Menelao, en oposición al
—y arcaizante— pasaje «la negra tierra produce trigo y ce- de Ulises, no es la muerte sino la estancia en esa edad de
bada, los árboles se cargan de fruta, los rebaños se multipli- oro que son los Campos Elíseos.116
can sin cesar, el mar da peces, los pueblos prosperan».108 El Pero hay otro rasgo que opone Pilos e Itaca a Esparta.
motivo de la disputa que enfrenta a Ulises con los preten- Ambos son reinos ordenados donde el soberano está presente
dientes es no sólo su mujer sino también el trigo, la cebada, al mismo tiempo que su esposa, donde el tesoro no ha sido
el vino, el ganado. sometido a pillaje, donde se respetan las reglas ordinarias de
Por lo tanto, el retorno a Itaca será el retorno al país del la vida social. Cuando Telémaco llega a Esparta, Menelao está
trigo. Sin embargo, Itaca no es lo suficientemente terrenal. celebrando la boda de su hijo.117 Por el contrario, en Itaca se
Antes de morir, Ulises deberá marcharse «lejos del mar», de- nos describe una sociedad en crisis. Las tres generaciones de
berá ir más allá de Itaca, internarse en tierra hasta el punto la familia real están representadas por un viejo cuya exclu-
de que la gente confunda un remo con un bieldo;109 un sacri- sión del trono por una mujer y por un adolescente que se
ficio triple en honor de Poseidón pondrá entonces término nos muestra como un poco retrasado tiene algo de misterio-
a sus aventuras, lo fijo prevalecerá sobre lo mutable. so, si se le compara con Néstor.118 En suma, se trata de una
Pienso que tampoco es necesario insistir en el carácter de sociedad de nivel inferior y en crisis, lo que viene a explicar
tierra de trigo y tierra de crianza que ostentan Pilos y Es- la revuelta de los couroi, de una sociedad que espera que el
parta.110 Lo que no significa, sin embargo, que las tres regio- orden sea restablecido.
nes estén colocadas exactamente en el mismo plano. Pilos Sucede que el sacrificio es signo de crisis y a la vez ins-
es el país del sacrificio permanente, el país modelo de piedad. trumento de solución. Pero ¿quién sacrifica en Itaca? Todo
Cuando se presenta Telémaco, Néstor está sacrificando en ho- el mundo, tanto los pretendientes como Ulises y los suyos,119
nor de Poseidón; se mencionan todos los detalles rituales.111 de atenernos al criterio que constituye el empleo de los ver-
Un poco más adelante es la misma Atenea la que se beneficia bos lepeúcj y anévSca y de las palabras con ellos emparentadas.
con los sacrificios.112 No sucede lo mismo en Esparta, donde Por el contrario, si nos ocupamos de los textos en que el sa-
se encuentran características que se derivan del mundo mí- crificio está dirigido con precisión a los dioses, comproba-
tico. El palacio de Menelao —contrariamente al de Ulises—, mos que los pretendientes no sacrifican. Más exactamente,
con su decoración de oro, marfil y ámbar es, como el de Al- sólo uno de ellos propone una libación a los dioses, pero se
cinoo, una morada digna de Zeus.113 En Esparta, como en Es- trata de Anfínomo, el único de los pretendientes a quien Uli-
queria, hay objetos fabricados por Hefesto.114 Aquí el sacri- ses pretende librar de la masacre inminente.120 Antinoo prome-
107. Ibid., 13, 244-246, trad. V. Bérard; cf. también, para el trigo, 13,
354 y 20, 106-110 (molinos); par las vacas, 17, 181; Ulises posee vacas 115. 4, 352, 478.
también en Cefalonia, 20, 210. 116. 4, 563-569; por el contrario, Ulises puede decir: «Yo no soy un
108. Ibid., 19, 111-114; acerca de este texto, que muestra una con- dios» (16, 187).
cepción muy arcaica de la monarquía para la época de Hornero, cf. M. 117. 4, 4 y ss.
I. FINLEY, Monde d'Ulysse, pp. 119-120. 118. Cf. 1, 296-297 y las observaciones de FINLEY, Monde d'Ulysse,
109. Od.. 11, 128; 23, 275; cf. W. F. HANSEN, Journey. pp. 103-108. Pese a los esfuerzos antiguos y aun recientemente reno-
110. Cf. para Pilos, por ejemplo, 3, 495, ¿c nsSiov nupriipópov: para vados (K. HIRNOVEN, Matriarchal Survivals, pp. 135-162), nada hay en
Esparta, 4, 41; 602-604, etc. el personaje de Penélope que permita hablar de matriarcado, ni si-
111. Ibid., 3, 5 y ss. quiera a título de «huellas». La «posición especial» de Penélope se
112. Ibid., 3, 382 y ss., 425 y ss.; cf. los detalles: la cebada y el agua explica simplemente por la ausencia de Ulises. Ver J.-P. VERNANT, «Ma-
lustral, 440 y ss., el aullido de las mujeres, 450; asimismo, 15, 222-223. riage», 78-81.
113. Comparar 4, 71-74 y 7, 86. 119. Cf. 2, 56; 14, 74; 16, 454; 17, 181; 17, 600; 20, 2; 20, 264.
114. Cf. 4, 617; 15, 113-119; 7, 92. 120. Cf. 18, 153-156 y 414-428; en 22, 94 matan a Anfinomos; la hec»

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ESC. MAL,DE ANIROPOIOGIA £ H5T


J BIBLIOTECA _
te un sacrificio a Apolo, que se llevará a cabo dentro de las Cuando desembarca desnudo en Feacia tras haber efectua-
reglas, con combustión de muslos, pero no podrá mantener ¿Q poco más o menos— un regreso «sin el concurso de los
su promesa.121 Por el contrario, del lado de Ulises, el sacrifi- dioses ni de los hombres mortales»,128 Ulises encuentra abrigo
:io, sea retrospectivo o presente, es permanente; se subraya bajo un olivo y, hecho notable, este olivo ó fiév q>u\lr¡^, b S'
a piedad de Eumeo: OüSé ffu6d>rr¡¡ A?;¿ter' áp' áúavá-ajv • <ppeal iialrjí, es doble, salvaje e injertado a la vez, acebuche y oli-
fáp xéxpi)?' áya^ijaiv «el porquerizo no olvidó a los inmortales, vo.129 La tierra misma de la isla de los feacios es doble, par-
mes tenía buenos sentimientos».122 De esta comparación re- cialmente comparable a la tierra de Itaca, de Pilos y de Es-
¡ulta que es necesario admitir que íspeúat tiene una significa- parta. Seguramente Feacia, en el interior del marco físico que
rán que a veces no es directamente religiosa.123 Pero esta dibujan a lo lejos sus «montes y sus bosques»,130 contiene
nvestigación proporciona un resultado más importante aún, todos los elementos que caracterizan un asentamiento griego
' es que en La Odisea el sacrificio representa por dos veces de la época de la colonización, esto es, tierra arable dividida
:1 papel de criterio: entre humanos y no humanos es crite- antiguamente por el fundador: éSáaaar' apoúpag.m Allí los cam-
io de humanidad, y entre humanos, criterio social y moral. pos constituyen plenamente esos «trabajos de los hombres»:
De todas maneras, en este mundo humano de Itaca hay ¿.. „„,*„• xai 'épy'
1
U/C" -} r,
ávOptúxaiv,'132 que tan inútilmente buscara Ulises
----,--
in lugar por lo menos que está realmente en contacto directo en sus viajes; allí la ciudad fortificada se distingue de la cam-
on el universo de los mitos: el conjunto formado por el paña: jróA¿£ xai yaía;133 el país dispone de vino, aceite y cerea-
merto de Forcis, que recibió su nombre del abuelo del Cíclo- les en abundancia y Alcinoo posee una floreciente viña perso-
ie,124 y la gruta consagrada a las ninfas, es decir, a las divini- nal.134 En resumen, los feacios son hombres entre los hom-
lades de la naturaleza y las aguas. Recordemos que esta gruta bres; «conocen las ciudades fortificadas y los campos fértiles
iene dos entradas, una para los dioses y una para los mor- de todos los hombres».135 Lo que Ulises encuentra al desem-
ales.125 Muy cerca de ella hay un olivo sagrado, éste en su barcar en Feacia es su propia humanidad. Cuando aparece
agar,126 a cuya vera conversa Atenea con Ulises. Allí es donde ante Nausícaa se le compara a un león cazador de las monta-
35 feacios depositan a Ulises y sus tesoros. ñas, a un matador de ganado o de ciervos, pero cuando aban-
Ch. P. Segal ha notado con justeza que los feacios están
entre los dos mundos»,127 esto es, se sitúan en la intersección
el mundo de los relatos con el mundo real. Su función en el feacios, si bien son el instrumento del retorno de Ulises al mundo de
oema es el de transportar a Ulises de un universo al otro. la realidad, son también el último reflejo de ese reino imaginario que
está a punto de abandonar.» Me parece que debe tenerse en cuenta
toda la demostración de Segal y no el vocabulario «simbolista» y «psi-
cológico» que muchas veces utiliza; ver también su artículo Transi-
>mbe de 20, 276-279 es anónima; en todo caso, no son los pretendien- tion, y H. W. CLARKE, Art, p. 52-56. F. Hartog defendió una tesina sobre
s quienes la hacen.
121. Cf. 21, 256-258. Leodes, que fue el thyoskoos de los pretendien este asunto en la Facultad de Letras de Nanterre en junio de 1970.
s, es muerto por Ulises (22, 312-329); los sacrificios cumplidos en el 128. Od., 5, 32; sin embargo, se benefició con la ayuda de Ino-Leu-
isado por cuenta de los pretendientes no han sido admitidos. El cotea y del dios-río de Feacia (5, 333-353; 5, 445452).
yoskoos es un adivino (cf. J. CASABONA, Sacrifices, pp. 118-119). 129. Ibid., 5, 447; ambos árboles tienen el mismo tronco. Toda la
122. 14, 420-421; cf. también 2, 432-433 (Telémaco), 4, 761 y 67 (Pe- antigüedad interpretó la palabra fylié con el significado del olivo sal-
ilope), 14, 445-448 (Eumeo); 18, 151 (Ulises), 19-198 (relato «mentiroso» vaje (cf. las referencias en Richter, op. cit., p. 135). Sólo algunos in-
; Ulises), 1, 60-62; 4, 762-764; 17, 241-243 (retrospectiva de los sacrifi- térpretes modernos han estimado que podría tratarse del mirto (PEA-
os de Ulises); 19, 397-398 (retrospectiva de los sacrificios de Autíloco, SE, Olbaum, c. 2006).
meló de Ulises). No olvidemos tampoco los sacrificios prometidos 130. 5, 279-280.
>r Ulises (cf. más arriba, n. 53 y n. 109) de este capítulo. 131. 5, 610. Los historiadores de la colonización, como es natural,
123. Escribe CASABONA: «La idea de banquete pasa a primer plano» han destacado este verso; cf. en último término D. ASHERI, Distribu-
acrifices, p. 23); en efecto, es lo mínimo que se puede decir. zioni, p. 5.
124. Od., 1, 71; 13, 96 y ss. Cf. Ch. P. SEGAL, Phaeacians, p. 48. 132. Od., 6, 259.
125. 13, 109-112. 133. Ibid., 6, 177, 191; cf. también Sñuóv TE TTÓAiV, 6, 3.
126. 13, 122, 372. 134. Ibid., 6, 76-79, 99, 293.
127. Ch. P. SEGAL, Phaeacians, p. 17; cf. también ibid., p. 27: «Los 135. Ibid., 8, 560-561.

53
lona el país para volver a su patria es un labrador fatigado de Cronos por una parte, la de Zeus por otra.1» Podría forzar
aue vuelve a su casa. •* jnás la comparación. Los perros que custodian la casa de Al-
mrao tierra de Feacia se opone también a la cinoo, obra de Hefesto realizada en oro y plata, son inmor-
ttetra de Itaca- el jardín de Alcinoo137 es un jardín mágico tales y disponen naturalmente de una eterna juventud; por
meno sabe de estaciones; allí sopla el Céfiro eterno y la viña el contrario, todos conocemos el episodio del perro Argos,
nuestra sus ñores, sus racimos verdes y sus racimos madu- cuya edad mide exactamente la duración de la ausencia de
t>s todo a la vez; en pocas palabras, no se trata de un vergel, Ulises.140
inó de un islote de la edad de oro situado en el corazón de ¿Qué sucede con el sacrificio? En Feacia se sacrifica como
¡eacia. Por el contrario, el jardín de Laertes es completa- en Pilos o en Itaca: üeóiai péfojuev lepa. xaXá, «ofrecemos a los
nente normal: «Cada cepa tiene su tiempo para dar fruto y dioses hermosas víctimas»,141 afirma Alcinoo. Antes de la par-
35 racimos tienen todos los matices, según cómo los hacen tida de Ulises se sacrifica un buey según las normas estable-
ariar las estaciones de Zeus.» m Bien diferenciada la edad cidas,142 y cuando los feacios son amenazados de destrucción
por Poseidón con ayuda de Zeus, su suerte queda supeditada
136. Ibid., 6, 130-133; 13, 2135. al resultado del sacrificio que Alcinoo decide ofrecerles:
137. Ibid., 7, 112-132; es obvio que no se trata de arrancar de La ¿TO^áffjavro 5¿ Taúpou$,w «y prepararon los toros». Es la úl-
disea esta descripción famosa bajo el inoperante pretexto de que
amas las robustas pero estrechas fortificaciones de las ciudades mí-
tima acción que cumplen los feacios en la epopeya e ignora-
micas han dejado sitio para las cuatro fanegas de huerto, de este mos cuál habrá sido su suerte, ejemplo único de un destino
)ble viñedo y de esta huerta» (Bérard, edición de la CUF, i. suspendido. Sin embargo, aun en este plano, los feacios no
186). Es bueno observar también que el carácter utópico y mítico son hombres como los otros. Alcinoo llega a decir: «Cuando
; este texto fue muy apreciado en la antigüedad; así, la utopía hele- sacrificamos nuestras fastuosas hecatombes a los dioses, éstos
stica de Jambulo cita los versos 120-121 (Diodoro 2, 56). Acerca del
rdin de Alcinoo, ver A. MOTTE, Prairies, p. 21. vienen a sentarse junto a nosotros y a compartir con nosotros
138. Ibid., 24, 342-344, trad. Bérard; cf. SEGAL, op. cit., p. 47; aquí la comida »144 Tales comidas celebradas en común no tienen
plantea un problema que me siento incapaz de resolver. Todos los
ercamientos realizados en estas páginas y en las siguientes tienden,
jún creo, a reforzar la posición de quienes admiten, por lo menos, celia que orienta a los visitantes hacia la muerte. Del mismo modo
«arquitecto» de conjunto, lo que G. S. KIRK llama a monumental creo que el análisis temático del relato épico, tal como las disciplinas
mposer, que seria quien ha dado a los poemas homéricos su equi- de Milman Parry lo practican, se encaminan en el mismo sentido (cf.
no actual (cf. G. S. KIRK, Songs, p. 159-270: a corregir por A. PARRY, A. B. LORD, Singer, especialmente en pp. 68-98), en la medida en que
id}. Esta posición es también la mía, pero hay que reconocer que muestra que un tema antiguo (y no se comprende demasiado cómo el
canto 24 plantea dificultades particulares y que las anomalías, en reencuentro definitivo de Laertes y de Ulises pudiera no ser un tema an-
>ecial las lingüísticas, son numerosas (cf. PACE, Odyssey, pp. 101-136, tiguo) puede haber sido fijado en una fecha tardía. Estas dos disci-
i da una visión extrema, y KIRK, Songs, pp. 248-251). Por otra parte, plinas podrían tener interés en encontrarse. Por tanto, no creo que
>emos que Aristarco y Aristófanes, críticos de la época helenística, desde un punto de vista estructuralista, una Odisea parcialmente he-
isideraban que La Odisea terminaba en el verso 296 del canto 23. terogénea en su historia no puede ser también una Odisea homogénea,
mitamos, a manera de hipótesis, que todas estas críticas son fuñ- estructuralmente hablando, pero debo admitir que aún no es posible
ías; pero, ¿acaso se desprende de ello que el acercamiento propuesto aportar la demostración de detalle.
re el canto 7 y el canto 24 sea absurdo? Para quienes practican el 139. Más exactamente, nos encontramos frente al equivalente de
ilisis estructural fundándose exclusivamente en el modelo lingüísti- lo que Hesíodo y sus sucesores denominan de esa manera, pues no
la cuestión no tiene sentido, y, por otra parte, no vemos qué po- olvido que la tierra del cíclope también es fecundada por Zeus (9,
a impedirles «estructurar» un conjunto compuesto por La Ilíada, 111, 358). Sabemos que el Cronos de Hornero no es otro que el padre
Mahabharata y el Paraíso perdido. Entonces, al historiador sólo le de Zeus, que ha sido encerrado en el Tártaro (Ilíada, 8, 478-481).
:da saludar y retirarse. Pero se pueden tomar las cosas de otra 140. Od., 7, 91-92; 17, 290-327; Eumeo posee también perros total-
aera. Las investigaciones de Propp y de sus discípulos más o me- mente reales y que ladran (14, 21-22).
cercanos (cf. V. I. PROPP, Morphologie; Cl. BREMOND, Message, 141. Ibid., 7, 191; cf. 7, 180-181.
tenté) muestran que, en un área cultural común, un conjunto de 142. Ibid., 13, 26 y 13, 30 y ss. (libaciones a Zeus).
tos puede reducirse a un pequeño número de elementos simples que 143. Ibid., 13, 184.
pan posiciones variables. Efectivamente, creo que en La Odisea el 144. Ibid., 7, 201-203. Los feacios gozan del mismo privilegio de los
a del jardín de la edad de oro está enfrentado al tema de la dpn- míticos etíopes (1, ?4-25); cf. también 6, 2Q3-205; «Somos caros a los

55
nada que ver con el sacrificio normal que, por el contrario, gigantes», &anep KúxXcünég TE xaí fíypta <püXa ftyávTwv,"1 gigan-
separa a los dioses de los hombres.145 Queda claro que los fea- tes a los que, por otra parte, se asimila a los lestrigones.152
cios son hombres; Alcinoo y Ulises se recuerdan mutuamente Proximidad y parentesco, es ésta una invitación que se nos
su condición de mortales,146 y tendrán justamente la experien- hace para buscar en Feacia la huella y el reverso del mundo
cia de la precariedad de su condición humana en su última de los relatos.
aparición en el poema. Pero también son ÍYX^OÍ, parientes Cuando desembarca en el país de Alcinoo, Ulises encuen-
de los dioses, y no se trata de un epíteto de cortesía; Hornero tra en él a una doncella que está lavando y que le invita a ir
sólo lo emplea dos veces y siempre en relación con los rea- al encuentro de su padre y de su madre.153 Ya había encon-
cios.147 Estos hombres, antiguos vecinos de los cíclopes, que trado, por otra parte, sacando agua de la fuente a una donce-
les robaban, fueron instalados por Nausitoo «lejos de los lla que le había hecho la misma invitación, era la hija del rey
hombres comedores de pan», éxag ávSpüv aX(pr¡arácüv.m En de los lestrigones. Tanto en el reino caníbal como en el reino
cierto modo, y como ya se ha dicho, son lo inverso de los hospitalario, Ulises ve a la reina antes que al rey.154 Pero
cíclopes.149 Todas las virtudes humanas, la práctica de la hos- Nausícaa ¿es una joven o es diosa? La pregunta es banal,155
pitalidad,150 la piedad, el arte del regalo y de la fiesta, son la pero es necesario notar que Nausícaa es una doncella que
contrapartida de la barbarie ciclópea. Pero todavía hay más tiene la apariencia de la divinidad, mientras que Circe o
que decir, y mejor, ya que la antigua proximidad y actual ale- Calipso eran diosas con apariencia de muchachas.156 Los pro-
jamiento de feacios y cíclopes traducen relaciones más suti- yectos matrimoniales que acarician Alcinoo y, con mucho ma-
les. Alcinoo dice: «En relación con los dioses estamos tan yor discreción, la misma Nausícaa, con respecto a Ulises,157 re-
próximos a ellos como los cíclopes a la salvaje tribu de los cuerdan los que acariciaban, aunque con mayor fuerza, las dos
diosas. Las tentadoras sirenas son aedas que cantan la gue-
inmortales; vivimos apartados en el seno del alborotado mar, en los rra de Troya158 tal como lo hace Demodoco en la corte de
confines del mundo (eschatoi), y ningún mortal nos frecuenta»; ver Alcinoo, provocando el llanto de Ulises.159 Las primeras re-
S. EITREM, Phaiaker, c. 1523. La familiaridad para con los dioses, tal
como se expresa en las teoxenias, y el alejamiento respecto de los hom-
bres son paralelos. Cuando Atenea participa de los sacrificios que cum- frazada previene a Ulises de que «los extranjeros son mal acogidos
plen Néstor y sus hijos (Od., 3, 43 y ss.), lo hace ocultándose bajo un aquí; no se festeja ni halaga a los que vienen de fuera» (7, 32-33);
disfraz; por el contrario, Alcinoo insiste en el hecho de que los dioses pero, en realidad, en todo lo que sigue no habrá nada que justifique
no se disfrazan ante los feacios, o'ú TI xaraxpúnrouffív Ó, 205). La co- esta advertencia de Atenea. Sin embargo, Nausícaa ha hecho ya la ob-
mida sacrificial se toma en común (Saivuvrai TS nap' afifii xadf)f¿Evot servación (6, 205) de que los hombres no frecuentan a los feacios (cf.
ívfla nep i}fiEi^, 7, 203). Lo mismo sucede entre los etíopes, donde Po- más arriba, n. 144) y Atenea misma cubre de bruma a Ulises «por
scidón está presente en el festín (Sat,TÍ napr¡[iEVO£, 1, 26). Aparente- temor de que alguno de esos orgullosos feacios al encontrarlo le in-
mente, Atenea disfrazada ha hecho lo mismo en casa de Néstor (ij/l$£ sultara y le preguntase su nombre» (7, 14-17). Es decir que, al tras-
¿< Salía, 3, 420). Pero desde el momento en que se dio a conocer luz, bajo la imagen de los hospitalarios feacios se lee una imagen
al tomar la forma de un ave (3, 371-372), viene a tomar su parte del de Feacia que puede ser comparable a la Ciclopía.
sacrificio como diosa invisible (3, 435-436). Néstor y Telémaco, por lo
tanto, no gozan del mismo privilegio que los feacios. 151. Od., 7, 205-206.
145. Por el contrario, en un fragmento hesiódico (MERKELBACH-WEST, 152. Ibid., 10, 120.
núm. 1), la comensalidad caracteriza las relaciones entre los hombres 153. Ibid., 7, 296-315.
y los dioses antes de la instauración del sacrificio. 154. Ibid., 10, 103-115.
146. Cf. 7, 196-198 y 13, 59-62. 155. Ibid., 6, 16; 6, 67; 6, 102 y ss.; 7, 291; 8, 457.
147. Ibid., 5, 35 y 19, 279. 156. En ello reside todo el problema que, en el caso de los poemas
148. Ibid., 6, 8. J. STRAUSS-CLAY (Goat Island) ingeniosamente su- hesiódicos, estará representado por Pandora, la primera mujer, a la
pone que esta isla, donde habitaron los feacios, no es sino la isla de vez semejante a una virgen e imagen de diosas (ver N. LORAUX, Race
las cabras, vecina de la Ciclopía; por otra parte, desarrolla también des -femm.es, pp. 4549).
el tema del parentesco entre los dos pueblos en un estudio inédito 157. Ibid., 6, 244-245; 7, 313.
titulado «Cíclopes». 158. Ibid., 12, 184-191.
149. SEGAL, Phaeacians, p. 33. 159. Ibid., 8, 499-531. Cf. F. FRONTIS-DUCROUX, Temps retrouvé, pp. 542-
150. Una hospitalidad muy ambigua, sin embargo, pues Atenea dis- 543.
57
56
presentan el aspecto peligroso y el segundo, el aspecto bend ito de la tierra y del sacrificio, pero la observación se puede
fico de la palabra poética.160 Üxténder al conjunto de la organización social. Las institu-
Seguramente, se planteará la objeción de que no es ili. j tanes sociales de Pilos, Esparta y, sobre todo, de Itaca, es-
mitado el número de situaciones en que puede encontrarse án presentes en Feacia,165 y la descripción detalla de la or-
un hombre como Ulises, lo cual es cierto. Pero hay algo más í™nización ¿e\ palacio es idéntica en Itaca que en la mansión
singular aún: antes de encontrar a los eficaces barqueros fea- ^Alcinoo. ¿Acaso podemos hablar de «azar»? Hay cincuenta
cios, Ulises ha encontrado a un primer barquero que le ha sirvientas en casa de Ulises y otras tantas en la de Alcinoo,166
conducido hasta las cercanías de Itaca; Eolo, el intendente v todo el resto va de acuerdo.167 Pero estos personajes idénti-
de los vientos,161 que, lo mismo que los feacios, se pasa la cos no producen sociedades idénticas. En Esqueria, por ejem-
vida en banquetes. En los dos «regresos» Ulises se adormece plo, hay por lo menos un «joven encolerizado», Eurialo, que
y su sueño, catastrófico después de su estancia junto a Eolo, insulta a Ulises, aunque se verá obligado a presentarle ex-
es benéfico tras su escala en Esqueria.162 Recordemos que la cusas.168 En Feacia se buscaría en vano un porquero, un bo-
familia de Eolo practica el incesto; ahora bien, si nos ate- yero, un cabrero, tal como en Itaca sería vano buscar esos
nemos a los versos introductorios de la genealogía de Arete marinos profesionales que conducen sin piloto, esos «infali-
y Alcinoo, sucede lo mismo con la pareja real de Feacia: bles barqueros» de Feacia.169 Itaca es una isla de la que an-
taño los hombres han partido en barco, pero de ningún modo
5' ovo/i' sarlv éndivupw, ex Sé es un país de marinos, aunque Ulises haya adquirido la técni-
rüv aürüv oímp rexov 'AAxivoov ca necesaria. Una vez llegado al puerto de su isla, Ulises uti-
liza las piezas de su barco de una manera completamente
«Su nombre, merecido, es Arete [la bien adaptada], los mis- terrestre, cuelga a los sirvientes infieles del cable de su na-
mos padres los han engendrado, a ella y a Alcinoo.» 163 Es vio.170
verdad que la continuación del texto corrige esta impresión Feacia constituye una sociedad ideal e imposible. En plena
que el auditorio no podía dejar de sentir; Arete no es la crisis de la realeza, Hornero nos describe un rey que sabe
hermana de Alcinoo, sino su sobrina; sin embargo, la expli- restablecer la paz, un rey que reina sobre doce reyes que le
cación por interpolación no es aquí indefendible.164 están subordinados y que le obedecen,171 sobre hijos dóciles,
Sin embargo, hay que considerar que lo que hemos llama- sobre una mujer que pese a lo que se ha dicho, sólo repre-
do «mundo real» no está menos presente en Esqueria que el
mundo mítico de los viajes. Esto ya se ha probado a propó- 165. En primer lugar, naturalmente, el rey y la reina; las fórmulas
que se utilizan para describir el momento en que la pareja real se
160. Cf. M. DETIENNE, Maltres de venté. acuesta son las mismas para Pilos, Esparta y Esqueria (cf. 3, 402403;
161. Od., 10, 21. 4, 304-305 y 7, 346-347).
162. Cf. 10, 31 y 13, 92; sobre el tema del sueño en La Odisea, ver 166. Cf. 22, 421 y 7, 103.
Ch. P. SEGAL, Transitions, pp. 324-329. 167. Por ejemplo hay una intendenta en Esqueria (7, 166, 175; 8,
163. Od., 7, 54-55. 459) y una en Itaca (17, 194), como la hay también en Pilos (3, 392);
164. Un escolio indica que «Hesíodo» tenía a Alcinoo y a Arete por una nodriza en Esqueria (7, 32) y otra en Itaca (9, 27; 14, 357 y ss); un
hermano y hermana (cf. Schol. Odys., 7, 54, p. 325 [DINDORF] = [HE- aeda en Esqueria (8, 261 y ss) y otro en Itaca (22, 320 y ss.). El episo-
SÍODO], fr. 122 MERKELBACH-WEST; ver también EUSTACIO, ad 7, 65). A par- dio de Feacia y las escenas de Itaca han sido relacionados a menudo.
tir de ello hay dos soluciones posibles; comprobar con un escoliasta Compárense, por ejemplo, los argumentos extrañamente semejantes,
(E.P.Q., ibid.) que ZOVTO ¿¿á/ercti tole, é^rjg, «esto no coincide con lo con sesenta y cinco años de intervalo, y pese a la variación de las
que sigue», y será necesario, como se practica desde A. KIRCHHOFF modas explicativas (las «interpolaciones» en cascada en el primer caso,
(Composition, p. 54-56), considerar como interpolados los versos 56-68 la composición oral en el segundo) de S. EITREM, Phaiakenepisode, y
y el verso 146 del canto 7 (en el que Arete es denominada hija de Rexé- de M. LANG, Oran Technique.
nor) o bien admitir que el poeta ha dado una apariencia de incesto a 168. Od., 8, 131 y ss.; 8, 396-412.
la pareja real, apariencia que ha sido corregida luego; en el sentido 169. Ibid., 7, 318-320; 8, 558, 556; 16, 227-228,
de un acercamiento entre Eolo y Alcinoo, cf. G. GERMAIN, Cénese, 170. Ibid., 22, 465-470.
p. 293. 171. Ibid., 8, 390-391.
59
58
senta el papel de la intercesión,172 sobre viejos cuyo único que Esqueria es la primera utopía de la literatura griega,171
papel es el de consejeros,173 pero a los que no se aleja, como pero todavía no nos hallamos en el momento en que la uto-
a Laertes, ni están ulcerados como Egiptio.174 En cierto sen- pía política se separará de la representación de la edad de
tido, el palacio de Alcinoo es un oikos perfecto, pero, lo repi- oro.180 Ésta se mantiene presente en Feacia y es justamente
to, es imposible; los feacios desconocen la lucha física,175 ig- lo que distingue esta sociedad «ideal» de otra representación
noran también, y por completo, la lucha política; hay que de la ciudad perfecta, la que coloca Hefesto —guerrera o
comparar la tempestuosa agora de Itaca, en el canto 2, a pacífica— en el escudo de Aquiles, en el canto 18 de La I liada,
la de los feacios.176 Hasta el joven e inexperimentado Tele- descripción en la que todos los elementos, desde la embosca-
maco se hace tratar como un hypsagores,171 predicador del da hasta el proceso, se han extraído del mundo real. Pero la
agora, y no hay ninguna duda de que nos encontramos frente edad de oro está condenada a la desaparición, el viaje de
a una verdad histórica directa. También Pilos escapa a la Ulises es un regreso a Itaca.181
crisis de la realeza, lo mismo que la Esparta de Menelao.
Tanto una como la otra son Estados ordenados y la realidad
histórica de la crisis sólo aparece allí donde la lógica del
relato impone su presencia. Hay crisis en Itaca, pero no la 2. TIEMPO DE DIOSES Y TIEMPO DE HOMBRES *
hay obligatoriamente en todo el mundo de los hombres.178
¿Qué es lo que distingue, entonces, a Feacia por una parte, «Para el helenismo [•••] el desarrollo del tiempo es cícli-
de Pilos y Esparta por la otra? No hay dudas en la respuesta, co, no rectilíneo. Dominados por un ideal de inteligibilidad
está en el carácter esencialmente terrestre de Pilos y de Es- que asimila el ser auténtico y pleno a lo que es en sí y per-
parta. Y en ello estriba la paradoja. En el momento mismo en manece idéntico a sí mismo, a lo eterno y lo inmutable, consi-
que las ciudades griegas emprenden la aventura marítima deran el movimiento y el devenir como grados inferiores de
de la colonización occidental, el poeta de La Odisea describe la realidad en los que la identidad sólo se aprehende —en
el mejor de los casos —bajo la forma de la permanencia y la
una ciudad de marinos como algo radicalmente utópico. En perpetuidad, es decir, por la ley de recurrencia.»
cierta manera, lo que Ulises desea es restablecer en Itaca Así resumía H.-Ch. Puech una teoría que l no por tradi-
un orden comparable al que reina entre los feacios, pero no
lo logrará, porque los banquetes permanentes de sus huéspe- 179. Cf. M. I. FINLEY, Monde d'Ulysse, p. 123-125.
des de Esqueria —con o sin participación de los dioses— 180. Sobre este tema, cf. M. I. FINLEY, Utopianism. En el plano
sobrepasan lo que él puede obtener. En el canto 24 tendrá de lo teórico, acepto plenamente las observaciones de Finley, pero me
que lograr una reconciliación con las familias de los preten- parece justo decir que en plena época helenística las utopías mezclan
dientes masacrados. Los feacios lo han vuelto a introducir en estrechamente los mitos arcaicos y milenaristas con las representacio-
nes políticas (cf. L. GERNET, Cité future). No sucedía lo mismo en el
el mundo de los hombres y la desaparición de los feacios com- siglo v; una utopía como la de Hipodamo de Mileto (ARISTÓTELES, Pol.,
porta la de aquellos espejismos de lo inhumano que había en- II, 1267 b 30 y ss.) no se podría explicar por referencia al pensamiento
contrado Ulises a lo largo de sus viajes. Se puede considerar mítico.
181. Este estudio ha encontrado seguidores, especialmente H. FOLEY,
172. Bastará con volver a 7, 146 y ss. y con leer estos versos sin Símiles, y S. SA'ÍD, Crimes.
un esquema preconcebido de matriarcado, tal como ha sido conser- * Publicado en la «Revue de l'histoire des religions», en.-mar. 1960,
vado por M. LANG, Oral Technique, p. 163. pp. 55-80, con el subtítulo «Essai sur quelques aspects de l'expérience
173. Cf. la intervención de Equeneo, 7, 155-166. temporelle des Grecs».
174. Comparar el discurso de Equeneo con el del viejo Egiptio, 2, 1. Temps, p. 34; cf. también Gnose, pp. 217-224. Exposiciones de la
15-34. tesis clásica se encontrarán en las obras siguientes: Mircea ELIADE,
Eternel retour; O. CULLMAN, Christ et le Temps; F. M. CORNFORD, Prin-
175. Od., 8, 246. cipium, pp. 168 y ss; Y. MEYERSON, Temps. En contraste, se señalará el
176. Ibid., 8, 25 y ss. estudio ya esencial de A. MOMIGLIANO, Time, y las observaciones en par-
177. Ibid., 1, 385; 2, 65. te inspiradas en el presente estudio, pero tal vez excesivas, de R. CAI-
178. Es lo que me hace notar M. I. FIKLEY con toda razón. LLOIS, Temps circulaire.
60 61
cional deja de tener, al menos, cierto fondo de verdad. Por lo Observemos, finalmente, que el debate se falsea si, a cada
tanto, no es nuestro propósito en estas páginas hacer la gue- paso, se habla de «eterno retorno». Considerada en su sen-
rra a tal interpretación y privar al pensamiento judeo-cristia- tido más pleno, la teoría del eterno retorno tiene un alcance
no del honor de haber definido la historicidad del hombre. preciso y ocupa en el pensamiento griego un lugar real, pero
Pero tal como se suele formular, de una manera demasiado limitado. Ni siquiera está claro si la discusión, como hubiera
general, esta verdad corre el riesgo de no dar cuenta de todos dicho el joven Pascal, gira alrededor «de palotes y redonde-
los hechos.2 Pero aun allí donde es exacta, el modo en que les». En este ensayo10 no se trata tanto de oponer tiempo
se la presenta es a menudo superficial y apresurado. Si se cíclico a tiempo lineal como de mostrar qué tipo de relacio-
enseña que los antiguos no han «conocido» sino el tiempo nes se establecieron, de Hornero a Platón, entre el tiempo de
circular, es decir cósmico,3 ¿se quiere decir, acaso, que ig- los dioses y el tiempo de los hombres."
noraban cualquier otra forma de tiempo, o bien que la han Aunque el héroe homérico deseara tener una concepción
rechazado con conocimiento de causa? Sólo una encuesta integralmente cíclica del tiempo, no poseería los medios ne-
concebida con amplitud de criterio puede probar esto. Tam- cesarios para ello. Sus conocimientos astronómicos no van
bién es necesario referirse a textos épicos, trágicos o histó- más allá de ciertas nociones sumamente vagas, según se ha
ricos y hasta oratorios tanto como a textos propiamente fi- dicho, hasta más primitivas que las de muchos «primitivos».12
losóficos.4 Además, las tentativa hechas para aplicar esquemas tradi-
Si es verdad que la antigüedad griega ha vivido totalmente cionales al mundo homérico, aun cuando escapan al puro y
sumergida en el «terror de la historia» (Mircea Eliade), este simple error, no parecen dar cuenta de lo esencial, esto es,
hecho debería aparecer por doquier. Ahora bien, basta con de los gestos humanos.13
abrir una colección de inscripciones para saber que no es Desde los primeros versos de La Ilíada se nos advierte
así. En Belfos, cuando las ciudades recuerdan sus victorias en que se ha invocado a la Musa para que cuente una historia
las guerras médicas,5 cuando Pausanias recuerda que él ha a partir de sus comienzos (ta prota), historia que sólo se
sido el jefe del ejército de Platea,6 cuando los atenienses, explica por la invocación a la «voluntad de Zeus».14
al celebrar la victoria de Eion, vinculan su presente a su más
10. Mucho más rápido y sistemáticamente incompleto. Es inútil
remoto pasado,7 no se podría decir que «los actos humanos rehacer, por ejemplo, el examen del «sofisma de los eleatas». Tampoco
no tienen un valor intrínseco "autónomo"».8 En las dedica- estudiaremos el tiempo tal como podría definirlo un estudio fenome-
torias grabadas no se encuentra para nada la concepción nológico de la religión griega. Cf. por ejemplo G. DUMEZIL, Temps et
«teocrática» de la historia que caracterizó al Oriente antiguo Mythe.
y que R. G. Collingwood analizó con maestría.9 Por medio 11. Cuando escribía estas líneas no conocía la opinión de G. B. Vico
—a quien inspira en esa circunstancia Diodoro de Sicilia—, de que
de sus escritos, la ciudad afirma su poder sobre el tiempo. todas las naciones humanas pasaban sucesivamente por el tiempo de
los dioses, el de los héroes y el de los hombres. Sólo hay aquí, pues,
2. Ver las observaciones generales de V. GOLDSCHMIDT, Systéme una simple cuestión de homonimia.
sto'icien, pp. 49-64, y de F. CHATELET, Temps de l'histoire, en particu- 12. Cf. M. P. NILSSON, Primitive Time, en especial pp. 110 y ss, y
lar p. 363, núm. 1 362.
3. Cf. el intento original de B. A. VAN GRONINGEN, Grip. 13. Consultar en especial R. B. ONIANS, Origins. El autor ha tratado
4. Cf. V. GOLDSCHMIT, Systéme sto'icien, p. 50. de interpretar etimológicamente los principales términos que designan
5. R. MEIGGS y D. LEWIS, Selection, núm. 27. el tiempo en Hornero. Pero se le pueden hacer objeciones de dos clases.
6. Antol. Palat., vi, 197, reproducido en MEIGGS y LEWIS, Selec- Por una parte, las etimologías propuestas son poco convincentes; por
tion, p. 60. otra, nada prueba que los significados que se han deducido sean los
7. Véanse las observaciones de F. JACOBY, Epigrams, pp. 510-517, y percibidos. Aun en el caso de admitir, por ejemplo, la comparación
N. LORAUX, Invention, p. 60-61. entre telas (fin) y polos (eje de rotación), se puede dudar de que la
8. M. ELIADE, Eternel retour, p. 18. expresión TEAeaipópo? éviauTÓs (U., xix, 32) signifique «la totalidad
9. Idea, p. 14. Véase en particular el análisis (p. 16) de la estela del círculo del año» (ONIANS, op. cit., p. 443). A propósito de los riesgos
conmemorativa de victoria de Mesha, rey de Moab (siglo IX a.C.). que comprende el método de Onians, se puede consultar también
Se podrían multiplicar fácilmente las comparaciones entre las inscrip- A. MEILLET, Langue, p. 65-67, y J. PAULHAN, Preuve.
ciones griegas y ese tipo de «comunicados a los dioses». 14. //.. i, 5-6.
62 63

.ti
La peste en el campo aqueo es la transcripción de una mundo," pero, pese a todo, orden que permite a Hornero
decisión divina sobre un registro humano, pero esto sólo lo mostrar a Zeus en el momento de pesar en su balanza de oro
saben el sacerdote Crises, el adivino Calcas y el mismo poeta. jas «keres» de Aquiles y de Héctor, para comprobar que el
De esta manera se oponen el tiempo divino, mítico, y el tiem- «día fatal» (aisimon hemar) de Héctor es el que más pesa en
po humano, vivido. la balanza.20 Dentro de los límites de este compromiso, los
Las musas son hijas de Memoria, pero ya en Hornero son dioses pueden hacer malabarismos con el tiempo humano, tal
las que permiten al poeta dominar, a la manera de los dio- como lo hace Atenea al rejuvenecer o envejecer a Ulises.21
ses, la confusión del tiempo y del espacio entre los hombres: De tal modo, en el punto de partida de la literatura griega
«Y ahora decidme, musas, habitantes del Olimpo —puesto se oponen dos tipos de tiempo, a los que se puede aplicar
que sois diosas, que estáis presentes en todas partes, vosotras ya los epítetos «sensible» e «inteligible». ¿En qué medida será
que todo lo sabéis, mientras que nosotros sólo oímos un rui- superada esta oposición?22
do y nada sabemos—, decidme cuáles eran los guías, los jefes En realidad, apenas se abordan los poemas hesiódicos, las
de los dáñaos.» Y, más adelante: «Y ahora decidme, musas perspectivas sufren una considerable modificación. Mientras
[...], cuál fue el primero de los aqueos que alzó del suelo que en La teogonia el tiempo de los dioses se orienta a lo
cruentos despojos, en el momento en que (érceí) el ilustre largo de una serie lineal, Los trabajos y los días de los hom-
dios que estremece la tierra inclinó el combate a su favor.» 1S bres se organizan como pueden, en la degradación, aproxima-
En efecto, para el observador humano el tiempo es pura damente a) ritmo de las estaciones. Para nuestros fines, La
confusión. Aquiles desenvaina y vuelve a envainar su espada teogonia es una obra fundamental.23 En efecto, es la primera
sin que los asistentes comprendan esta secuencia temporal. vez que en Grecia el mundo divino se organiza en un mito
En realidad, Atenea, invisible para los demás, le ha hablado «histórico».24 Mito complejo y que se puede descomponer en
y su discurso —como dice R. Schaerer— «abre ante él la dos si no en tres «capas» que traducen otros tantos tipos de
perspectiva del tiempo».16 «¡Ea! te lo declaro, y lo que voy a
decir se cumplirá: un día te ofrecerán triples y espléndidos 19. Cf. F. ROBERT, Homére, pp. 110 y ss.
presentes por esta insolencia.» " La confusión del tiempo hu- 20. //., xxn, 208-211. Se sabe que el día es algo que cae del cielo
(cf. ONIANS, Origins, p. 411). R. SCHAERER ha estudiado esta imagen
mano encuentra, pues, su explicación y su causa en el orden de la balanza y lo que implica a través de la literatura griega (Homme
del tiempo de los dioses. «Dime, en este mundo, ¿qué tienen Aníique, passim). Véase también M. DETIENNE, Maitres de vérité,
los hombres en el alma? Lo que cada mañana el Padre de pp. 37-39.
los humanos y de los dioses quiere colocar en ella.»18 Com- 21. Od., xni, 429 y ss.
22. Se podría proseguir el análisis y mostrar, por ejemplo, la in-
plejo orden, en verdad, que es por sí mismo el resultado de coherencia de la cronología homérica. Penélope no envejece, Néstor es
un «compromiso» entre las distintas fuerzas que mueven el siempre viejo. ¿Se trata, en el primer caso, de una ley del «tiempo
mítico» —como piensa VAN GRONINGEN (Grip, p. 96)— o, por el contra-
15. Ibid., u, 484-487; xiv, 508-510 (trad. Mazon); ver también xn, rio —como sostiene A. W. GOMME, Greek Aítitude, cap. i— de una di-
175 y ss. F. Robcrt hace la siguiente observación: «En la inspiración ficultad del poeta ante una «crónica»? Por último, para el estudio de
poética, el elemento divino por excelencia pareciera consistir en un otros aspectos del tiempo en Hornero remitimos al estudio de H. FRA'N-
poder de hacer revivir en su diversidad la masa de los hechos, de re- KEL, Zeitauffassung. Observa sobre todo (pp. 2-5) que Orónos no es
tener, lijar y expresar una información tan extendida que sería impo- nunca sujeto, sino que designa siempre una duración de carácter vago
sible de retener por una memoria humana» (Homére, p. 13). Ver tam- y afectivo.
bién VAN GRONINGEN, Grip, p. 99. 23. A menudo se ha señalado la importancia de Hesíodo para la
16. Rene SCHAERER, Homme antigüe, p. 17. historia de la filosofía griega, y más particularmente para la de la fí-
17. //., i, 211-214. sica jónica. Véase sobre todo V. GOLDSCHMIDT, Theologia; CORNFORD,
18. Od., xvui, 136-137. Daremos un ejemplo típico. Cuando Glauco Principium, p. 193 y ss.; en el momento en que publicaba estas pági-
cuenta su propia historia (//., vi, 145 y ss.), comienza por hablar de nas yo no conocía el estudio de J.-P. VERNANT, Mythe des races, 1, que
la inutilidad de semejante empresa y allí «parece la imagen célebre: se encontrará en el mismo fascículo de la «Revue de l'histoire des
«Tal como nacen las hojas, así lo hacen lo» hombres...», y luego une religions». Véase también P. PHILIPPSON, Genealogie.
su familia a la divinidad. 24. Es esta «cuasi-historia» la que R. G. COU.INGWOOD llama simple-
mente «mito» (.Idea, p. 15).
64
65
pensamiento.55 El mundo hesiódico es ante todo —cuando se lo infranqueable;30 ni siquiera la raza de oro es hija de inmor>
sigue el orden del texto— un mundo sin creador, en que las tales, está hecha por ellos, y entre los primeros hombres y
fuerzas naturales se separan por pares del caos y de la noche, nosotros es ineluctable la «decadencia», sólo interrumpida por
como en las cosmogonías orientales más clásicas. En cierto la cuarta raza, la de los héroes, la única que tiene carácter
sentido, los acontecimientos se desarrollan en un tiempo histórico.31 Lo propio de la raza de hierro es precisamente el
lineal, pero basta mirar atentamente para comprobar que vivir dolorosamente en el tiempo: «no cesarán ni de sufrir
este esquema genealógico y cronológico ha sido trasplantado. fatigas y miserias durante el día, ni de verse por la noche
Efectivamente, no hay nexo entre la posteridad de Caos y la consumidos por las terribles angustias que les enviarán los
de Gaia; por otra parte, esta última da a luz la mayor parte dioses».32 El poema de Hesíodo propone un remedio a esta
de sus hijos sin ninguna ayuda «masculina».26 Lo mismo situación: la monótona repetición de los trabajos del campo.
ocurre con la Noche. Por el contrario, de esta materia prima Es la primera manifestación que se lee en la literatura griega
se desprende un linaje divino perfectamente orientado en el de un tiempo cíclico que sea también un tiempo humano. Ci-
tiempo —un tiempo rectilíneo—, cual es la serie formada por clo poco regular, es verdad, lo mismo que en todos los ca-
b Urano y sus descendientes, Cronos y Zeus,27 que es manifes- lendarios primitivos, pues cada mes y cada día tienen sus vir-
tación inequívoca de la historia dinástica. Esta serie tiene un tudes o sus defectos propios, virtudes o defectos de origen di-
final: la victoria de Zeus y su establecimiento definitivo en el vino, ya que los días «emanan de Zeus».33
trono de los cielos. Esta victoria se desarrolla en el tiempo, Para lo líricos, desarraigados por antonomasia, tales re-
es decir en la incertidumbre, y Hesíodo se cuida de decirnos, medios carecen por completo de eficacia. El mal sigue siendo
a la hora del relato de la última batalla —la lucha contra el el mismo. Se define al hombre como «efímero» no porque su
gigante Tifón—, que no todo se da a la vez.28 Por último, la vida sea breve, sino porque su condición está ligada al tiem-
victoria de Zeus repercute sobre el pasado y su voluntad se po.34 El tiempo mismo no es otra cosa que la sucesión irregu-
cumple incluso antes de su nacimiento.29 lar de los accidentes de la vida. Es esto lo que evoca el fa-
Por tanto, la historia divina tiene un «sentido», hay un moso verso de Arquíloco: yíyvwffxe S' olo¡ pufffió^ av6púnou$
tiempo divino cuyo acceso, como en Hornero, está reservado ÉXEC, «sabe tú a qué ritmo están sometidos los hombres»,35 al
a los discípulos de las musas. Pero este tiempo orientado por que hace eco Baquílides: «Agitado por frivolas preocupacio-
y para la voluntad de Zeus, ¿no hará perder acaso todo sen-
tido —y hasta toda existencia— al tiempo de los hombres? 30. Trabajos, v. 109.
Los héroes de Hornero en su mayor parte están ligados a los 31. GOLDSCHMIDT, Théologia, y J.-P. VERNANT, «Mythe des races»,
1 y 2, han resuelto de otra manera el problema que planteaba esta
dioses por un vínculo de familia. Por eso, «hijo de Zeus» es interrupción de la decadencia que había definido P. MAZON (Trabajos,
casi un epíteto de buena educación. Por el contrario, el mito p. 60).
de las razas crea entre los dioses y los hombres un obstácu- 32. Trabajos, 176-178.
33. "tifiara Aiódev, Trabajos, 765. Compárese lo que antecede con
las observaciones de E. BENVENISTE, Tempus; para el campesino latino
25. Weltstufe, dice P. Philippson. el tiempo «es ante todo el estado del cielo, la proporción de elementos
26. P. PHILIPPSON, Genealogie, pp. 10 y ss. que componen la atmósfera y le dan su cualidad en cada momento, y
27. Uranos-Cronos, v. 137; Cronos-Zeus, v. 457. también la conveniencia de esta situación meteorológica a lo que se tie-
28. Kal vú XEV entero épyov áf¿-f]X<zvov fifian xdvQ, xal xsv S ne intención de hacer» (p. 15). Tal es el sentido primitivo de tempus,
ye dvrjTÓlat xal átiavátoiai avagev (v. 836-837). «Entonces se llevó a más cercano a weather que a time.
cabo una obra irremediable en aquel día, entonces Tifón habría sido 34. Recuérdense los versos de PlNDARO (Pit., VIII, 95-97): 'Enáfispoí
rey de los mortales y los inmortales.» El descuartizamiento de Tifón ti Sé TÍC; rí S' CUTIS', axia$ ovap avdpcúnos- «Seres ligados al tiempo:
evoca uno de los tipos más antiguos de cosmogonía oriental, el ase- ¿qué es y qué no es? El hombre es el sueño de una sombra.» El sen-
sinato de Tiamat por Marduk, cosmogonía que el rey de Babilonia tido de la palabra ephemeros ha sido precisado por H. FRANKEL,
«repetía» regularmente (cf. CORNFORD, Principium, pp. 218 y ss.). Ephe.me.ros y Zeitauffassung, pp. 23-39.
29. V. 465. P. Mazon no se ha atrevido a suprimir el verso, pues 35. Fr. 66 (BERGK). E. BENVENISTE, Rythme, ha mostrado que rythmos
La teogonia «ofrece más de un ejemplo de este tipo de contradicción» designa «la forma en el instante en que es asumida por lo que es móvil,
(nota ad. loe.). mutable, fluido, la forma de lo que no tiene forma orgánica» (p. 407).
66 67
nes, el tiempo que vive es el único patrimonio que el hom- en un registro más amplio, el del «tiempo soberano» (pankra-
bre tiene por seguro» (ovr:vá xoi><pÓTa?ai, Oufióv Sovéovot népi,[¡r tes chronos),4í elevado a dignidad divina.
Según una información, completamente inverosímil, pero
vai, offov av £úfl xpóvov, TÓV 6' é/laxev).1* A partir de este tiempo
caído, los líricos apelan a un tiempo más noble, al «tiempo significativa de una mutación «mental», el milesio Tales pre-
vengador» de Solón,37 que restablecerá la justicia, a lo que Pín- dice un eclipse de sol; en otra circunstancia, aprovechando
daro llama magníficamente «testimonio único de la auténtica sus conocimientos meteorológicos, concentra en sus lagares
toda la cosecha de olivas.46 La reflexión sobre astronomía
verdad, el Tiempo» (o r ¿¿fAE/^wv fiávo¡ áAóteav éfrjri/fiov
Xpóvos),3* que, por el mero hecho de fluir, ha creado la histo- permitirá a la escuela de Mileto construir un tiempo cosmo-
lógico rigurosamente cíclico. En Anaximandro, «los seres se
ria. Y ya fuera del tiempo, Píndaro invoca la eternidad:39 en
hacen razón y se vengan mutuamente de su injusticia según
él es precisamente donde encontramos, por primera vez, la
el orden del tiempo»;47 así, una representación «surgida del
mención de una serie de tres vidas que permite al sabio eva-
dirse del tiempo de los hombres. conflicto [...] del calor y la humedad en el ciclo del año»,48
pero también hija de la ciudad y de su ideal de justicia,49 se
«Bien veo que nosotros, todos los que aquí vivimos, no so-
extiende a la génesis, indefinidamente repetida, del conjunto
mos nada más que fantasmas o sombras ligeras»,40 dice un
del mundo.50 Las parejas de contrarios de La teogonia se ven
personaje de Sófocles. Lo mismo que el hombre de los poe-
así trasladadas a un mismo círculo. El tiempo de los dioses
tas líricos, el héroe trágico se ve arrojado a un mundo que no se ha vuelto cósmico. La crítica a Hesíodo, implícita en Ana-
comprende. «Basta un día para hacer ascender o hundirse
ximandro, se explicita en Heráclito. Éste, que proclama la
todas las fortunas humanas»:41 cada tragedia de Sófocles es
identidad de los contrarios en un nivel superior,51 comprue-
precisamente el relato de uno de tales días. La investigación ba que, «en la circunferencia, el comienzo y el final coinci-
de Edipo, que se desarrolla en un solo día,42 desemboca en
den»,52 y le reprocha a Hesíodo que «no conoció el día y la
la victoria de un policía inesperado, el tiempo: «El tiempo, noche; pues son una cosa sola»,53 y que distinguía los días
que todo lo ve, te ha descubierto a pesar tuyo. Él es quien unos de otros, con desconocimiento de su equivalencia funda-
denuncia hoy este himeneo que nada tiene de himeneo, del
cual surge un padre junto a los hijos.»43 El tiempo de los mental.54
Si se agrega que, de creer en la tradición doxográfica, He-
hombres, que el coro de Las Traquinias define como «ale-
ráclito habría dado una evaluación del «gran año» o año cós-
grías y penas [que] se suceden en círculos para todos: se
mico,55 se observará que los rasgos esenciales de la concepción
creería ver la ronda de las estrellas de la osa»,44 se inscribe
45. SÓFOCLES, Traq., 609.
36. i, 178-180 (con la restitución de Desrousseaux). Véanse también 46. HERÓDOTO, i, 74; ARIST., Política, i, 11, 1259 a 9-19; DIÓG. LAERCIO, i,
los textos citados por R. SCHAERER, Homme antique, p. 135. 25. Sobre el carácter fraguado de la predicción de Tales, cf. O. NEU-
37. Fr. 4, v. 16 (BERGK). GEBAUER, Exact Sciencies, p. 142-143.
38. PÍNDARO, Oí., x, 65-67. 47. Fr. i (DiELS).
39. Oí., u, 123 y ss. La eternidad es simbolizada, con un juego de 48. CORNFORD, Principium.
palabras frecuente, por la expresión: «el castillo de Cronos». Del ser 49. Véanse las observaciones generales de J.-P. VERNANT, Du tnythe
ligado al tiempo al que recorre las tres vidas hay una evolución que á la raison.
merece ser destacada, pero no se trata ya de la palingenesia integral 50. Una visión general, en gran medida hipotética, del sistema de
de la que habla Heródoto (n, 123). No trataré aquí de los problemas Anaximandro se hallará en el libro de Ch. MUGLER, Deux thémes,
que plantean las representaciones del tiempo en las sectas religiosas pp. 17 y ss.; véase sobre todo Ch. H. KAHN, Anaximander, pp. 166-198.
y sobre todo en el orfismo, a cuyo respecto me equivocaba en el 51. Véanse por ejemplo los fr. 67 y 68 (DIELS).
texto de 1960, como en seguida me lo hizo notar P. Boyancé. 52. Fr. 103 (DIELS), trad. Battistini. De este privilegio son preci-
40. Ayax, 125-126. samente privados los hombres, al decir de Alcmeón de Cretona: «Los
41. Ibid., 131; cf. H. FRANKEL, Zeitauffassung, p. 35. hombres mueren, porque no pueden unir el principio y el final» (fr.
43. E. R., 438.
43. Ibid., 1213 y ss. 2, DIELS).
53. Fr. 57 (DIELS); cf. Teog., 123 y ss.
44. SÓFOCLES, Traq., 129 y ss. Se observará la comparación astronó- 54. Fr. 106 (DIELS).
mica, que no evoca aquí la regularidad en el orden, sino la regulari- 55. Cf. Aecio, n, 32 y Censorino, 18, 11 = DIELS, 22 [12], A 13.
dad en el desorden. Véase J. de ROMILLY, Cycles, p. 150-151.

68 69
llamada «helénica» del tiempo ya están establecidos en el evocar la apasionada negación de un tiempo divino por los
pensamiento del filósofo de Éfeso.56 eleatas, es cierto que, más de un siglo después, Demócrito
En el interior de este marco es donde debería elaborarse pensaba de un modo absolutamente distinto. La misma idea
la doctrina del «eterno retorno» en el sentido preciso del de pluralidad de mundos es excluida de un tiempo cíclico.*
término. Pero estamos realmente mal pertrechados para fijar El propio Demócrito, al parecer, junto con sus contemporá-
su nacimiento. El célebre fragmento de Eudemo es el único neos, los sofistas, pone el acento en problemas estrictamente
que menciona su origen: «¿Volverá o no el mismo tiempo, humanos.
como algunos dicen? Es lo que no sabríamos decir [...]. Si A decir verdad, se inspiran en una tradición ya antigua.
hay que creer a los pitagóricos [...], os hablaré otra vez con «Los dioses no han revelado todas las cosas a los mortales
el bastón en la mano a vosotros, que estaréis sentados tal desde el comienzo, sino que éstos, buscando, con el tiempo,
como ahora, y así ocurrirá con todas las cosas, y lo propio encuentran lo que es mejor.» 61 El dios de Jenófanes es re-
de un tiempo numéricamente ordenado (eulogon) es ser el chazado fuera del tiempo, a la trascendencia;62 la idea de
mismo: el movimiento es uno y el mismo.» 57 Es verosímil ciclo mantiene todo su valor desde el punto de vista cosmo-
que una escuela que se ocupó al mismo tiempo de los pro- lógico,63 pero paralelamente el mundo humano tiene su histo-
blemas del alma y de los ciclos de los astros pudiera elevarse ria propia, y no es mero azar que este descubrimiento se aso-
hasta esta ley universal. Pero ¿cuándo, cómo? ¿Qué papel han cie con la crítica a Hornero y a Hesíodo en nombre de la mo-
desempeñado las especulaciones sobre la palingenesia, indis- ral humana.64
cutiblemente antiguas? Nada de lo que sabemos del antiguo El tema que aquí indicamos tiene un auge extraordinario
pitagorismo nos lleva a atribuirle con seguridad esta visión en la segunda mitad del siglo v y cristaliza en torno al tema
del mundo.58 Sea como fuere, aun cuando sea posible, de
acuerdo con F. M. Cornford, remontar muy atrás la huella del
pensamiento «primitivo» de Anaximandro,59 sería engañoso 60. Cf. Ch. MUGLER, Deux themes, pp. 145 y ss. En realidad se traía
de una cuestión compleja, cuya complejidad se agrava aún más por
detenerse en ello. Sin hablar de las variantes de detalle, sin la abundancia de fuentes posepicúreas. Para atenernos a los testimo-
nios más antiguos, comprobamos simplemente esto: un solo texto
(ARIST., Fís., viii, 1, 251 b 16 = DIELS, 69 [55], A 71) nos habla del tiem-
Véase, no obstante, G. S. KIRK, Heraclitus, pp. 300 y ss., según el cual po en Demócrito, para decirnos que el mismo es «inengendrado». No
el «gran año» no tendría significación cosmológica, sino antropológica. obstante, observemos que el mismo ARISTÓTELES (ibid., vin, 252 a =
Si se sigue su razonamiento, se ve uno llevado a admitir que en He- DIELS, 68 [55], A 65) reprocha a Demócrito el explicar los hechos na-
raclito había correspondencia entre ciclos humanos y ciclos celestes. turales por su historia, y que en otro sitio (ibid., II, 196 a 24 = DIELS,
56. Se comprenderá que en el marco de este estudio no sigamos 68 [55], A 69), que alude evidentemente a Demócrito, critica a quienes
las consecuencias del descubrimiento de Anaximandro en otros «físi- explican la formación del mundo por el azar y la de los seres vivos
cos» jónicos o italianos. El pensamiento de Empédocles, por ejemplo, por leyes naturales. Podría así resolverse un aspecto del problema tan
es absolutamente paralelo. complicado de las relaciones entre física y moral en el filósofo de Ab-
57. EUDEMO, Fís., B ni, fr. 51, citado por SIMPLICIO, F., 732, 26 = dera. La vida humana en Demócrito está organizada, en efecto, en fun-
DIELS, 58 [45], B 34. Este texto, por tanto, nos ha sido transmitido por ción del tiempo o más bien contra el tiempo (cf. los fr. 66, 119, 183,
un autor muy posterior. Es verdad que el fragmento 1 de Anaximan- 203). Contrariamente a lo que dije otrora, hay que agregar por cierto
dro nos es conocido a través del mismo Simplicio, un bizantino del a estas referencias los fragmentos del «Pequeño sistema del mundo»
siglo vi. Pero, antiguo o no, el texto subraya claramente qué es el (DiELS, 68, 55, A 5, pp. 135 y ss.). Estos textos oponen progreso técnico
«eterno retorno», un pasaje al límite, propio de ciertos teóricos. Véase y progreso moral en la historia de la humanidad y resuelven parcial-
el comentario de este texto en T. GOMPERZ, Penseurs, i, 175 y ss. mente el dilema mediante una reflexión sobre lo político; me parece
Gomperz acepta la atribución al pitagorismo pero observa justamen- que la atribución a Demócrito está hoy probada por T. COLÉ, Demo-
te que palingenesia y eterno retorno no están forzosamente ligados. critus.
58. El desarrollo, en la segunda mitad del siglo rv, de lo que R. 61. JENÓFANES, fr. 18 (DIELS).
P. Festugiére llama la religión del «dios cósmico» proporciona un 62. Sobre la originalidad de la teología de Jenófanes, véase W. JAE-
dato tanto más verosímil cuanto que, si bien el pensamiento de Platón GER, Théologie, pp. 45-62.
sólo ha quedado a mitad de camino a este respecto, Aristóteles cono- 63. Cf. el fr. 27: «Todo viene de la tierra y todo termina en la
cía la doctrina en toda su pureza (Prob., xvn, 916 a, 28 y ss.). tierra.»
59. Principium, pp. 168 y ss. 64. JENÓFANES, fr. 1, 14.
70 71
del «primer inventor».65 Ya no se presentan las técnicas como que denominamos tiempo de los hombres» (rfí Sé
un don de los dioses, ni tampoco como resultado del «robo jleyo/í^vTK reveía).71 La historia humana se opone, pues, a la
de Prometo», sino como conquistas de la humanidad, pro- mitología.72 Ésta es barrida desde la introducción cuando He-
gresivas y datadas. El tema vuelve una y otra vez, casi obse- ródoto, al evocar las diversas tradiciones sobre el origen del
sivamente, en Heródoto, pero son ante todo los sofistas, pro- conflicto entre los griegos y los orientales, declara que se
fesores e inventores de technai ellos mismos, quienes se bus- limita «a aquel que ha sido el primero en tomar la iniciativa
can antecedentes humanos: Gorgias hace el elogio de Pala- en la ejecución de actos ofensivos para los griegos».73 Por
medcs, el rey de los inventores.66 Y mucho más lejos aún va otra parte, la noción de ese tiempo de hombres no deja de ser
el Sísifo de Critias: «hubo un tiempo en que la vida del hom- una noción difusa. Si bien se remite Minos a la mitología, en
bre estaba aún desorganizada».67 El parlamento trágico que cambio Egipto aparecerá como el paradigma de la historia hu-
comienza de esta suerte cuenta nada menos que la invención mana. Durante once mil trescientos cuarenta años no se ha
concomitante de la sociedad y de los dioses por los hombres. producido allí ninguna aparición divina en forma humana. El
Imposible imaginarse una inversión más completa respecto sol cambia cuatro veces de morada y los hombres continúan
del mundo hesiódico.68 sucediéndose los unos a los otros.74 No hay nada que ilustre
Así pues, el sitio que ocupa la historia en el pensamiento mejor esta inmensa perspectiva que el episodio en el que
del siglo v nos lleva a interrogar a los historiadores. También Heródoto pone en escena a su predecesor Recateo, el cual se
ellos hablan y piensan como «inventores». Tal vez el primer jacta, ante los sacerdotes egipcios, de pertenecer a la decimo-
signo de nacimiento de la historia sea la aparición del nombre sexta generación que desciende de un dios, a lo que sus in-
del historiador al comienzo de las obras de Recateo, Heró- terlocutores le responden mostrándole trescientas cuarenta y
doto y Tucídides.6' Por tanto, ningún problema es más im- cinco estatuas, las de sus predecesores, hombres que se su-
portante para nuestro estudio que el de saber cómo los his- cedieron de padres a hijos.75
toriadores se representaban el tiempo.70 «Polícrates [dice He- Tiempo humano, esto es, incertidumbre y libertad, nada
ródoto], es [...] el primer griego, que nosotros sepamos, que más típico a este respecto que la escena que precede a Mara-
soñó con el imperio de los mares —siempre que se deje de tón: Milcíades se dirige a Calimaco y le dice: «De ti depende
lado a Minos de Cnossos y aquellos que, si los ha habido, rei- (év aol vüv... suri) que Atenas sea esclava o que su libertad
naron antes que él en el mar—, el primero, digo, del tiempo quede asegurada, y que de ti perdure, durante todo el tiempo
65. La documentación acerca de esta cuestión ha sido reunida de
un modo excelente por A. KLEIN-GÜNTER, Protos heuretes. Véase tam- 71. ni, 122, trad. Legrand. Palabra por palabra: de la generación
bién P. M. SCHUHL, Formation, p. 348-450. humana (cf. Introduction, p. 39). Tal como yo entiendo el texto, opone
66. Entre los sofistas, el tema aparece en estrecha conexión con los hombres hijos de hombres a los hombres hijos de dioses, que era
las discusiones sobre la naturaleza y la ley. el caso de Minos.
67. Fr. 25 (DiELs). 72. Es decir, en este caso, a las «genealogías» de Hecateo. Pero ya
68. Éste es también el tema del famoso coro de Antígona, 331 y ss.: éstas se habían limitado a «hechos» humanos. Esta dialéctica se volverá
«Hay muchas maravillas en este mundo, pero no hay mayor maravilla contra Heródoto en la obra de Tucídides.
que el hombre», en que se exalta la potencia técnica del hombre: «Pa- 73. i, 5.
labra, pensamiento rápido como el viento, aspiración de donde nacen 74. II, 142.
las ciudades, todo esto se lo ha enseñado a sí mismo», pero el final 75. u, 143-144. Sería interesante estudiar paralelamente en Heródc-
del coro sigue fiel al pensamiento tradicional (cf. Ch. P. SEGAL, Antigo- to esta apertura del tiempo y la apertura del espacio. El espacio de
ne). Este movimiento de pensamiento es el origen de las extraordina- los historiadores jónicos era un espacio simbólico y geométrico; el de
rias invenciones que se encuentran en PLINIO (H. N., vil, 57) y en Heródoto, en cambio, si bien conserva muchas huellas de este arcaís-
CLEMENTE, Strom., i, 74. Paralelamente, PRODIGO (fr. 5, DIELS) vincula mo, presenta una neta transición hacia un espacio que no es, como yo
el descubrimiento de los dioses con el de las técnicas, mientras que, creía, el de los comerciantes. Ya había señalado yo que había que ex-
según PROT/(CORAS (fr. 4, DIELS), la vida humana es demasiado corta plotar este dominio, y es lo que ha hecho F. HARTOG, Miroir, quien
para que sea posible pronunciarse sobre la existencia de dioses. muestra la presencia obsesiva, hasta en la etnología de Heródoto, del
69. Cf. F. JACOBY, Geschichtschreibung, p. 1-2. espacio cívico de tipo griego. Recordaré también el libro de W. A. HEI-
70. Véase el artículo fundamental de M. I. FINLEY, Myth. DEL, Greek Maps.

72 73

É
que haya hombres, un recuerdo como el que no dejaron Har- ral de la Grecia posterior a los conflictos de Corcira, dice:
modio ni Aristogiton [...]. Si nos lanzamos a la lucha sin «A favor de estos conflictos, se vio cómo se abatían sobre las
esperar que algo se pudra en ciertos atenienses, entonces, ciudades no pocos males, lo que se produce y se producirá
puesto que los dioses mantienen equilibrada la balanza, esta- siempre mientras la naturaleza humana sea la misma, pero
remos en condiciones de llevar la mejor parte en el comba- que se acrecientan o se amenguan y cambian de forma de
te »7* Así las cosas, ¿ tenemos derecho a hablar de tiempo acuerdo con cada variación (metabolai) que interviene en las
cíclico a propósito de Heródoto?77 Es cierto que el historia- coyunturas.»81 Así pues, en Tucídides el tiempo oscila entre
dor alude a la teoría de la «rueda de los nacimientos», pero el «siempre» y el «cambio», y si bien es falso ver en este texto
lo hace en tanto que invención egipcia, en absoluto para ha- una prueba de una concepción puramente cíclica de la histo-
cerse cargo de ella.78 En realidad, lo arcaico en la obra de ria,82 la opinión contraria no es menos inexacta. Cuando el
Heródoto no es tanto la concepción del tiempo como la ma- propio Tucídides define su obra, se refiere a ello como un me-
nera en que se la pone en acción en el trabajo histórico. Los dio «de ver claro en los acontecimientos pasados y en los que
personajes se llaman y se responden fuera del tiempo. En en el porvenir, en virtud de su naturaleza humana, presenta-
muchos aspectos, Creso es una primera versión de Jerjes. rán similitudes o analogías».83 Éste es el sentido del famoso
El relato no se ordena en el tiempo. H. Frankel ha podido ktema es aiei. Parecería que se puede introducir aquí una
decir que «para Heródoto el tiempo no es la única coordena- distinción, que V. Goldschmidt ha formulado respecto de algo
da de la curva de la vida, sino, por el contrario, una función totalmente diferente, entre un tiempo lógico y un tiempo his-
del acontecimiento que se relata. Corre cuando el aconteci- tórico.84 La originalidad de Tucídides estriba en haber cono-
miento se desarrolla, se detiene cuando hay una descripción, cido ambos tiempos. Tucídides es heredero y discípulo de
se invierte cuando se habla del padre después de haber habla- la medicina griega, y una de las primeras tareas del médico,
do del hijo».79 Más precisamente, los sugestivos análisis de según reza un tratado hipocrático, es «ocuparse de la predic-
J. L. Myres w han demostrado que la composición de la obra ción, conocer por anticipado y predecir, de acuerdo con los
de Heródoto corresponde más al frontón esculpido que al enfermos que ve, los acontecimientos presentes, pasados y
friso. Ello no impide que, en estas líneas de fuerza, la «in- futuros».85 Así pueden explicarse los abundantes pasajes que
vestigación» no ponga de manifiesto el «mito del eterno retor- parecen referirse al tiempo cíclico en la obra de Tucídides.
no». El razonamiento se repite y la ley general del imperialismo
Cuando, en un texto famoso, evoca Tucídides el estado mo- permite ver en Minos un precursor, un prototipo del impe-
rialismo ateniense, así como en Agamenón el jefe de un ejér-
76. vi, 109, cf. J. L. MYRES, Herodotus, pp. 52-54. Es evidente que los cito coaligado comparable al de Brasidas y Gilipo.86 Los aná-
dioses no tienen siempre la balanza en equilibrio. Pero los dioses no
hacen casi otra cosa que confirmar y apoyar las decisiones humanas. 81. ni, 82.
No hay nada más asombroso que comparar con la intervención de 82. Cf. A. S. GOMME, Commentary, i, ad. loe.
Atenea en pleno consejo de los aqueos, el relato que nos ha dejado 83. Tuc., i, 22. No creo que se pueda afirmar, como lo hace A. W.
Heródoto de tres consejos interrumpidos por sueños de Jerjes (vil, GOMME (Commentary, i, ad. loe.), que el futuro de que se trata sea
8-19) antes de la intervención divina. En relación a Hornero, las posi- ya un presente para el lector griego de Tucídides.
ciones se ven invertidas. El orden, o más bien la claridad, se halla 84. Temps logique.
del lado de los hombres. Hornero hablaba desde lo alto del Olimpo, 85. HIPÓCRATES, Pronóstico, i. El nexo entre Tucídides y la medicina
mientras que Heródoto sólo conoce el pensamiento de los dioses a fue precisado por C. N. COCHRANE, Thucydia.es, y, a continuación, por
través de la dudosa mediación de los oráculos. muchos otros trabajos.
77. Como lo hace I. MEYERSON, Temps, p. 339. 86. Cf. GRUNDY, Thucydides, p. 419, y J. DE ROMILLY, Histoire et
78. ni, 123. Del mismo modo, pone en boca de Creso mientras Raison, pp. 276-278. Este último autor observa: «Puede decirse que su
aconseja a Ciro las palabras «las cosas humanas se hallan en una exposición de los hechos corre el riesgo de ser demasiado racional, en
rueda que gira» (i, 207). la medida en que procede de una suerte de unificación de la historia»
79. Stileigenheit, p. 85. Traducción del pasaje en MEYERSON, Temps, (276). Juicio acertadísimo, pero no estoy seguro de que se trate, como
p. 339. i parece creerlo J. de Romilly, de un fracaso al menos relativo de Tucí-
80. Herodotus, p. 79. dides, que ello sólo lo es desde el punto de vista del historiador mo-

74 75
lisis de J. de Romilly han mostrado que el tiempo del relato bres del siglo rv. Si es cierto que el mundo de Platón y de
de Tucídides era lógico hasta en sus detalles más ínfimos. Isócrates se opone en bloque al mundo de Heródoto y de los
Son relativamente frecuentes los casos en que «la simple sofistas, por separado que se encuentre de éste a causa de la
yuxtaposición cronológica constituye [...] una serie coherente terrible crisis que relata Tucídides, también es cierto que se
y comprensible».87 También a menudo las series temporales define en relación con él. La reflexión sobre el tiempo puede
se entrecruzan, se ordenan para «hacer aparecer en la acción adoptar una figura radicalmente nueva en el siglo iv, es ver-
relaciones que escapaban a los actores mismos».88 Sin embar- dad, pero no por ello deja de estar obligada a integrar, aun
go, estas observaciones sólo adquieren sentido si uno recuerda cuando sea para modificar radicalmente su sentido, el aporte
que el tiempo histórico en Tucídides está siempre íntimamen- de la generación anterior. Ni siquiera un Platón puede ignorar
te ligado al tiempo lógico. Así, los mismos hechos son sus- el tiempo y la historia. También es constante la invocación a
ceptibles de una doble interpretación. Si es cierto que el li-
bro I se nos muestra, en ciertos respectos, como una galería la historia entre los escritores del siglo iv y sobre todo entre
de anticipaciones, también lo es que desde las primeras líneas los oradores. Pero, precisamente, se trata de una invocación;
Tucídides afirma que la guerra del Peloponeso fue «la mayor el pasado se convierte en una fuente de paradigmas. Un hom-
conmoción (kinesis) que sacudió a Grecia y a una fracción bre como Isócrates finge ignorar toda distinción entre el tiem-
del mundo bárbaro»;89 en consecuencia, acontecimiento único po mítico y el tiempo histórico. Mejor aún, el pasado vuelve
al que nada del pasado resulta comparable. Los mismos re- a ser el tiempo de los dioses, el de los dones divinos.94 Los
latos que aparecen como una lógica en acción asignan la ma- diversos elogios de Atenas acumulan recuerdos y mitos. En el
yor importancia a cada instante que cada uno de los adversa- siglo v, el Pericles de Tucídides no se remontaba, en su céle-
rios gana o pierde.90 Tal dualidad no es en Tucídides un mero bre oración fúnebre, más allá de la generación de las guerras
rasgo estilístico. En efecto, sería fácil mostrar cómo la misma médicas. En el siglo iv, el pasado ya no es el pasado, es el
corresponde en su obra a las grandes oposiciones que carac- presente tal como se quisiera ver, es un apoyo contra la irre-
terizan su visión de la historia, como la oposición entre la sistible evolución.93 No hay nada más característico que la
gnomé y la tyché, sobre la que ya llamara la atención Corn- perpetua invocación de Demóstenes a los héroes de Mara-
ford,91 entre el discurso y el hecho, entre la ley y la naturaleza tón.* Quizá sea su adversario, Esquines, el único orador que
y tal vez entre la paz y la guerra.92 Así pues, el antiguo diá- se atreve con el mito de los grandes antepasados, creador
logo, que ya aparecía en Hornero, del orden y del desorden también de esta conmovedora frase, que emplea cuando evoca
en el tiempo, encuentra en Tucídides una expresión radical- los cambios que ha sufrido el mundo en tiempos de Alejan-
mente nueva.93
A la luz de estos hechos hemos de presentar rápidamente 94. Los textos han sido analizados por G. SCHMITZ-KAHLMANN, Deis-
ahora el problema del tiempo tal como se planteó a los hom- piel. Es curioso comprobar el tratamiento que da Isócrates al tema
del primer inventor. En efecto, es utilizado en provecho de la ciudad
(cf. Panes., 47 y ss.), pero la ciudad lo debe todo a los dioses (ibid.,
derno. Jamás está Tucídides más cerca del fin que se propone. En 28 y ss.). El historicismo de Isócrates, lo mismo que todo historiéis-
este sentido ha podido decir Collingwood que fue antes padre de la mo, revela un interés por el presente. Atenea debe aparecer como
psicología histórica que de la historia (Idea, pp. 29 y ss.). evergeta semidivino de Grecia. Este debe ser el destino de los reyes
87. J. DE ROMILLY, Histoire et Raison, p. 46.
88. Histoire et Raison, p. 58. a los que invoca.
95. Puedo remitir ahora a N. LORAUX, Invention, cap. u, 3 y m,
89. Tuc., i, 2. en donde se hallará también una rica bibliografía.
90. A propósito del relato de la llegada de Guipo a Siracusa, cf. 96. Se encontrarán muy bien analizados estos hechos en VAN GRO-
las observaciones de J. DE ROMILLY, Histoire et Raison, p. 57. KIKGEN, Grip, passitn. Pero su error consiste en creer que se trata de
91. Thucydides Mythistoricus.
92. Cf. Tuc., ni, 82: «En tiempos de paz y de prosperidad, las un rasgo permanente del pensamiento antiguo. Por otra parte, es tí-
ciudades y los individuos tienen mejor espíritu porque no chocan con pico que uno de los raros textos de Demóstenes en que se siente fluir
necesidades perentorias (anankas).» el tiempo (Filip., n, 47 y ss.) haga alusión a los progresos de la única
93. Para una visión de conjunto, véase J. DE ROUILLY, Progrés. techné que se desarrolla efectivamente de manera masiva en el si-
glo iv, es decir, el arte militar.
76 77
dro: «En verdad, no hemos vivido una vida de hombres.» 47 del tiempo, y en consecuencia cambia, sólo puede cumplir
En tales condiciones, el Tiempo a que alude el epitafio de los todo ello «en esa naturaleza extraña de la instantaneidad
muertos en Queronea, único dios que se nombra allí, no es /j ¿?ai<pvr]í auTT] <pú<MÍ arónos),104 fuera del tiempo». El análisis
el tiempo histórico, sino «la 98divinidad que todo lo protege del tiempo lineal desemboca así en esta simultaneidad de los
entre los hombres mortales». contrarios, en esta «diada indefinida de lo grande y lo peque-
La experiencia temporal, primaria, en el pensamiento pla- ño» que es para Platón el equivalente de la materia,105 es de-
tónico, es la del tiempo rectilíneo. Cuando, en la segunda cir, de lo incognoscible. El tiempo lineal es la muerte del
hipótesis del Parménides, llega el momento de someter a la tiempo. Platón nos lo dice expresamente: «Supongamos que
prueba del tiempo la fórmula «si el Uno existe» (ev d ZGTIV), exista un devenir en línea recta (eüdslá tic, ¿lr¡ -f] Yéveaig) que
el tiempo en cuestión, tiempo que «avanza» y se define sim- fuera de uno de los contrarios sólo hacia el que está frente a
plemente por un paso del antes al después, sólo puede ser él y sin volver en sentido inverso hacia el otro ni girarse;
un tiempo rectilíneo.99 Lo mismo ocurre en el Teeteto, en entonces, como te das cuenta, todas las cosas terminarían por
donde la hipótesis de Protágoras según la cual la ciencia es quedar detenidas en la misma figura, en todas se establecería
la sensación, engendra la movilidad universal o, en otros tér- el mismo estado y dejarían de devenir.»106 En verdad, ya des-
minos, el devenir de Heráclito sin la intervención del logas.100 de el nivel de la sensación aparece la exigencia de un tiempo
Lo mismo que en Heráclito, el devenir es una cadena de con- cíclico. En el Fedón, en la medida en que la conversación
trarios. «Todo lo que nace» está sujeto a esta ley,101 cuya ver- no ha superado aún el nivel dialéctico de la imagen, en que la
dad comprende Sócrates cuando, en la cárcel, experimenta, esperanza de la inmortalidad no es aún sino una apuesta que
tras la liberación de sus ligaduras, ya dolor, ya placer. «Pues- sólo se apoya en los «encantamientos» y las «viejas tradicio-
to que se hallan en el hombre simultáneamente uno junto al nes» (pitagóricas, en este caso), en esa medida afirma Sócra-
otro, el placer y el dolor se repelen, pero apenas se persigue tes la existencia necesaria de una «compensación eterna de
y se captura uno de ellos, se está casi obligado a capturar las generaciones, algo así como un círculo en su revolución».107
siempre también el otro, como si se tratara de una naturaleza Es ese postulado el que da su seguridad al filósofo y al le-
doble fijada a una cabeza única.» 102 Sin embargo, sobre esta gislador. El filósofo convencerá a sus semejantes en esta exis-
secuencia es imposible fundar una ciencia. El Uno de Parmé- tencia o en la otra. «Breve intervalo de tiempo —le dice iró-
nides que participa del tiempo, se inmoviliza en el instante, nicamente—. Nada es esa espera en comparación con la tota-
en el cual es a la vez más viejo y más joven que sí mismo.103
Puesto que lleva en sí todas las contradicciones y participa
104. Parm., 156 d-e. La «tercera hipótesis», de la que extraigo este
texto, sólo es, recordémoslo con F. M. CORNFORD (Parménides, ad. loe.)
97. Eso., Contra Ctesifonte, 132; cf. Embajada, 75. y L. BRISSON (Instant), un apéndice de la segunda, cuyas conclusiones
98. TOD., Selection, n, núra. 176. El tema es, como se ha visto, fa- (si el Uno existe, participa de todos los contrarios, sobre todo de los
miliar a los desenlaces de las tragedias. No estoy demasiado seguro derivados del tiempo) la encabezan.
de que esta invasión del mundo humano por el dios tiempo sea, como 105. ARIST., Metaf., A 6, 987 b y ss. Cf. FU., 24 c-d; Tim., 52 d. Este
piensa A.-J. FESTUGIEKE (Dieu cosmique, pp. 155 y ss.), el signo del op- razonamiento proviene de Heráclito (cf. DIELS, 22 [12], A 22).
timismo del siglo iv. Nuestras alusiones a los oradores sólo concier- 106. Fedón, 72 b. V. GOLDSCHMIT, por otra parte, ha mostrado (Tra-
nen al tiempo histórico, pero sería intersante estudiar, en los alega- gedle) que la crítica de la tragedia, imitación de la vida humana, «he-
tos civiles del siglo iv, en qué medida, con los progresos de la téc- cha de palabras irrevocables, acciones irreparables y acontecimientos
nica comercial, ha desaparecido la antigua concepción del tiempo, cuyo rigor de encadenamiento es determinado por la causalidad mecá-
suerte de monstruo difícil de encerrar en un contrato. Cf. L. GERNET, nica del devenir» (p. 58), supone una crítica al tiempo lineal. Sugeri-
Temps. mos a V. Goldschmidt que la tragedia a la que apunta no es tanto
99. Parm., 155 e y ss. Es lo que ha observado muy acertadamente la de Sófocles o la de Esquilo, en quien la escena final vuelve a colo-
CORNFORD, Parménides, ad. loe. car la acción en el tiempo de los dioses (véase, por ejemplo, el final de
100. Teet., 155 b-c. Prometeo o el de Edipo en Colona), como la tragedia «humanística»
101. Fedón, 70 d. de Eurípides.
102. Ibid., 60 b. 107. Fedón, 70 c, 77 e, 72 a-b. Cf. V. GOLDSCHMIDT, Dialogues, p.
103. Parm., 152 b y ss. Véase también Teet., 155 b-c. 183-185.

78 79
lidad del tiempo» (di oüSév (¿év oüv &g ye jrpój TÓV &itavra).l<* del alma del mundo, principio automotor, y es por tanto
La palabra del sabio al ateo: «Hijo mío, eres joven, el paso movimiento, pero movimiento medido y, por ello mismo, ne-
del tiempo (npócúv ó xpóvog) te hará cambiar de opinión sobre gado."6 Los planetas son creados para definir los números
muchas cuestiones y pensar lo contrario de lo que ahora del tiempo. Tiempo múltiple, por lo demás. Cada astro es
piensas»,109 debe comprenderse no sólo a la luz de los «cam- índice del tiempo, cada especie «tiene su círculo [...] en
pos de reflexión» (sophronisteria),110 sino también a la del gran cuyo interior se mueve».117 Pero esta multiplicidad es jerar-
mito en que se describe el eterno «cambio de los seres anima- quía. A medida que se desciende en la escala de los seres
dos según el orden y la ley del destino».111 Ni siquiera la pena aumenta la parte de materia y los círculos de las almas su-
de muerte prevista por los ateos irreductibles 112 puede ser el fren «todas las quiebras y todas las perturbaciones posibles y
«castigo supremo». Así pues, la existencia de un mundo hecho apenas si puede mantenerse la continuidad de su movimiento
de la alternancia regulada de contradicciones es un dato ex- de rotación».118 Por tanto, el tiempo se sale de quicio. Esta
plícito de la conciencia platónica, pero, como todo dato, sólo jerarquía es dominada finalmente por una medida común, el
puede ser valorado por vía de la esencia. Solamente entonces gran año que se cumple cuando todos los círculos han reto-
el ciclo de los grandes mitos escatológicos será el movimiento mado en conjunto su movimiento inicial y el movimiento, en
del mundo. Todo devenir es «en vista de la esencia» (oüaía$ consecuencia, ha sido anulado.119 De esta manera pueden expli-
'év£xa).ia Así organizado el devenir, el ciclo de las estacio- carse tanto en el mundo como en la vida humana los hechos
nes es «devenir orientado a la esencia» (yéveai.^ e¿£ oüaíav).11* que parecen poner de manifiesto un tiempo lineal... El mun-
Es también éste el caso del tiempo propiamente dicho tal do es al mismo tiempo muy viejo y muy joven, puesto que
como lo define un célebre pasaje del Timeo.ns El tiempo es una periódica desviación de las órbitas de los planetas pro-
una creación, es decir, un mixto, «nace» del goce del demiur- duce catástrofes.120 Los viejos son más sabios que los niños
go ante el mundo que él ha fabricado y que quiere hacer precisamente porque la revolución del círculo de lo mismo
todavía más parecido a su modelo. Es así como aparece domina en ellos sobre el círculo de lo otro.121 Pero este pro-
—con el cielo— «una cierta imagen móvil de la eternidad greso tiene lugar «con el tiempo» (émóvtos roü xpóvou), es de-
[...] que progresa de acuerdo con la ley de los números». cir, a imitación de la eternidad. En el mixto que es el hom-
El tiempo es aquello por lo cual la génesis puede asemejarse bre, como todo ser vivo, el tiempo será cíclico en la medida
al mundo de las ideas. Ontológicamente, el tiempo proviene exacta en que lo divino domine sobre lo material. Esto se
116. Esta dependencia no aparece en el Timeo, debido a la ficción
108. Rep., 498 d. demiúrgica. En Las leyes (898 d), «el alma dirige la ronda de todas
109. Leyes, 888 a-b. las cosas. Evidentemente se trata de un movimiento circular (xat'
110. Ibid., 908 e; «casas de corrección» (Diés) me parece un poco ápiOubv xuxJíoúfiEVOV [38 a]; no es necesario refutar a A. E. TAYLOR
débil. (Timaeus, ad loe., y pp. 678-691), quien habla de tiempo newtoniano,
111. Ibid., 904 c. y a Ch. MUGLER (Deux thémes, pp. 59 y ss.), quien habla del tiempo
112. Ibid., 909 a-c. Tal es al menos el pensamiento de Platón a par- «monodromo». Cf. CORNFORD, Cosmologie, ad. loe., y J. MOREAU, Compíe
tir de La república. Ni el mito de Er (Rep., 614 b y ss.) ni el de Pedro rendu Mugler, pp. 365-366.
(246 a y ss.) prevén la salvación definitiva (es decir, en el caso del 117. Rep., 546 a.
Pedro, la certeza de que el alma, habiendo reencontrado las alas no 118. Tim., 43 d-e.
caerá), ni el castigo eterno que admiten el Fedón (114 d) y el Gorgias 119. Ibid., 39 d.
(614 c y ss.); es que, a ojos de Platón, la separación del tiempo ha 120. Ibid., 22 d.
dejado de ser posible (véase, sin embargo, Rep. 615 d). 121. Ibid., 43 b. Sólo a los cincuenta años tienen los filósofos de
113. FU., 54 c. Y no la existencia, como entienden Diés y Robín. La república derecho a contemplar el Bien (Rep., 540 a), es decir, a
La ousia fue definida previamente como aúró xad' auto (53 d). salir fuera del tiempo. Platón adopta así una actitud opuesta a la de
114. FU., 26 a-b. Es éste el sentido de la expresión (cf. L. ROBÍN, DEMÓCRITO (fr. 13, DIELS) para quien la edad no daría por sí sola la
Platón, p. 155). sabiduría. «Se sabe que el problema de saber "si la felicidad crece
115. Tim., 37 c-d y ss. No hay que abordar este texto sin mostrar con el tiempo" se debatía constantemente en las escuelas, mucho antes
los aspectos del platonismo que hacen posible su comprensión. Ver el de que Plotino le dedicara un tratado» (B. GOLDSCHMIDT, Systéme sídi-
comentario de L. BRISSON, Méme et Autre, pp. 392-393. cien, p. 55).

80 81
muestra con absoluta claridad en Las leyes. El discurso de historia. Los naturalistas, herederos de Critias, de Demócrito
tres ancianos, de los cuales sólo uno es filósofo —pero no lo y de Protágoras, se equivocan cuando atribuyen al azar la
dice— y cuyas edades por sí solas los acercan a la divinidad, creación del mundo y al arte humano —invención—, en cam-
sigue una curva en espiral constituida por repeticiones que bio, la legislación de los hombres.128 Los prisioneros de la ca-
reproducen las de una «música» ideal.122 La noción más alta verna se ejercitan en «distinguir los objetos que pasan», «en
a la que pueden llegar los no filósofos de la ciudad de los recordar lo más exactamente posible los que pasaban con re-
magnesios es la del alma del mundo, un alma separada del gularidad en primero o en último lugar, o bien juntos», gra-
modelo ideal, como ha mostrado J. Moreau,123 pero que sigue cias a lo cual se consideran muy hábiles en la anticipación
siendo la fuente del tiempo cósmico. «La raza humana tiene de lo que habrá de suceder.129 En las sombras, pues, Tucídi-
una afinidad natural con el conjunto del tiempo que acompa- des ejerce una suerte de reinado. También Heródoto ha sido
ña y acompañará siempre a lo largo de toda la duración; por puesto en su lugar. La historia es inmensa, pero es una histo-
eso es inmortal dejando hijos a sus hijos y es así gracias a ria cíclica, medida por el ritmo de periódicas catástrofes a
la permanencia de su unidad siempre idéntica, sobre todo las que escapa Egipto, no por ser humano por excelencia, sino
merced a su participación en la inmortalidad a través de la porque es el que está más cerca de la divinidad.130 Para quien
generación.» *** Esta participación ha de ser sometida a re- abarque la «infinita, inconmensurable» longitud del tiempo,
glas. En la ciudad de Las leyes, el tiempo cósmico se inscri- es evidente que «millares y millares de ciudades se han suce-
be en la Constitución, en la vida religiosa y en el suelo mismo dido unas a otras, y que las que desaparecieron no fueron
de la ciudad, como si se inscribiera sobre la tumba de los menos ni de un orden de magnitud inferior. ¿No han cono-
soldados de Queronea. Los ciudadanos están distribuidos en cido acaso estas ciudades, y más de una vez, todas las for-
doce tribus repartidas entre los doce grandes dioses, el suelo mas de Constitución? A veces, las pequeñas se hicieron gran-
dividido en doce secciones, tanto en la ciudad como en toda des, otras veces las grandes se volvieron pequeñas, de lo me-
la región circundante. No hay allí menos de trescientas cere- jor surgió lo peor y de lo peor, lo mejor».131 Éste es el marco
monias al año. Por último, el culto supremo será el culto en que se inscribe la historia platónica. Intrínsecamente, no
de los astros.125 Entre el ciclo cósmico y la agitación de la será una historia del bien, es decir, un progreso, ni una his-
materia, la historia platónica se verá regulada de un modo toria del mal, es decir, una decadencia. Si los libros VIII y IX
rigurosamente paralelo al tiempo. A primera vista, el tiem- de La República pintan a la manera de Hesíodo la evolución
po de la historia sólo es azar y desorden. Platón comprueba de la ciudad ideal hacia la tiranía, si el mito de El político
que «todo marcha a la deriva» (rpepófisva ópüvra návrf] afirma que bajo el reino de Zeus (nueva alusión a Hesíodo)
Tiávrcüs), los estados pasan brusca e incesantemente de la ti- los hombres se encaminan a la región de la desemejanza,132 la
ranía a la oligarquía y de ésta a la democracia».126 Se trata de comprensión de estos textos sólo es posible cuando se inser-
un tiempo contradictorio que engendra la peor de las contra- tan en su contexto. La decadencia de la ciudad ideal es la
dicciones: la guerra permanente.127 Pero es imposible fundar
una filosofía de la historia sobre la base del azar, ni de la 128. Leyes, 889 b-e.
129. Rep., 516 c-d.
122. Leyes, 659 c-d, véase M. VAN HOUTTE, Phüosophie politique, 130. Tim., 21 e 22 b. La famosa conversación de Solón y el sacer-
p. 24. Sobre la función de los ancianos en la última obra de Platón, dote salta es paralela a la conversación de Hecateo y el sacerdote de
cf. R. SCHAERER, Itinéraire dialectique. Amón en Tebas que aparece en Heródoto.
123. J. MOREAU, Ame du monde, p. 68. 131. Leyes, 676 b-c. Heródoto no cree que una evolución sea rever-
124. Leyes, 721 c; cf. Banquete, 207 a y ss. sible: «Avanzaré en lo que sigue de mi escrito recorriendo indistinta-
125. Leyes, 828 b-c, 745 b-e, 967 a y ss.; cf. O. REVERDIN, Religión, mente las grandes ciudades de los hombres y las pequeñas; pues de
pp. 62-73, y P. BOYANCÉ, Religión astrale; véase también P. LÉVÉQUB y P. las que otrora fueran grandes, la mayoría se han vuelto pequeñas;
VIDAL-NAQUET, Clisthéne, p. 140-146 y, más adelante, «Estudio de una am- y las que en mi tiempo eran grandes, habían sido antes pequeñas»
bigüedad». (I, 5).
126. Carta VII, 325 e - 326 d. 132. Pol., 273 d. Véase más adelante, «Atenas y la Atlántida», p. 318,
127. Cartas, 626. n. 72, y «El mito del Político», pp. 338-339.

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contrapartida de su construcción, que ha tenido lugar fuera « de Mesenia, de una Constitución orientada únicamente a la
del tiempo. Al bien puro le sucede el puro mal. El ciclo de guerra, es decir, la de Esparta y la de Creta, según el creten-
Zeus es la contrapartida del ciclo de Cronos, otro símbolo se Clinias y el lacedemonio Megila.1*1 ¡Doble rostro de una
de la eternidad.133 Tanto en un caso como en el otro, el tiempo misma realidad! El relato «histórico» de las leyes culmina en
de la historia se ha descompuesto, ha dejado de ser un mix- ¡a decisión de construir una ciudad ideal. Así pues, el tiempo
to.134 Claro que hay un orden en la serie de las ciudades, pero de los hombres sólo tendrá significado en la medida —muy
no se trata de un orden histórico.135 Sin embargo, aun en el poco probable— en que su término sea una ciudad enteramen-
marco de una historia humana propiamente dicha, el filósofo te construida en torno al tiempo de los dioses. Y sin embargo,
es libre, y sería inútil buscar en Platón un sentido de la his- lo cual constituye una característica fundamental del último
toria, puesto que la historia no pertenece al dominio de lo que Platón, lo que ha hecho el tiempo es sagrado. «Sólo un cam-
tiene sentido. El libro III de Las leyes ilustra maravillosamen- bio leve y precavido, que distribuye los progresos a lo largo
te este estado de cosas. Allí reaparecen los grandes temas de un prolongado intervalo»,141 puede evitar la catástrofe que,
de la historia humanista de los sofistas del siglo v, y sobre para una ciudad antigua, sería la entrada en el ciclo de los
todo el del progreso técnico y político, el de las invenciones contrarios.
humanas.136 Platón retoma incluso la distinción entre tiempo De Hornero a Platón, los dioses y los hombres no han de-
mítico y tiempo histórico que había abierto Isócrates.137 Se jado de jugar un juego extraordinariamente complicado. ¿Se
trata de un progreso mecánico que hace pasar a la humanidad trata de un juego gratuito, desprovisto de sentido? El proble-
de la familia a la aldea, de la aldea a la ciudad, de la ciudad ma justificaría que le dedicáramos otro estudio, más extenso
al pueblo una vez que aparece la polis, y con ella la phronesis. y más complejo que el presente. A nuestro juicio, el hecho
Es así como se ve nacer «abundancia de vicios y abundan- más sorprendente es la escisión que se produce en el siglo v
cia de virtudes».130 Entonces ofrece Platón a sus personajes, entre «ciencia» e «historia». Por una parte, la afirmación de
en todo momento, con la ayuda de la tyché, buena o mala, una cosmogonía que no podía echar mano a otra cosa que
la posibilidad de bifurcación hacia el bien o hacia el mal. El a la forma cíclica para dar cuenta del cambio; por otra
bien será la Constitución de Esparta con su triple oportuni- parte, el sentimiento de que la humanidad, tanto material
dad histórica: la realeza doble. Licurgo, el creador del efora- como espiritualmente, se separa dolorosamente de la infancia
do.139 El mal estriba en la elección, por los reyes de Argos ¿Es un azar que este sentimiento sea contemporáneo del
período más brillante de la civilización griega? Ya en Tucí-
133. Los hombres del ciclo de Cronos nacen viejos y mueren niños. dides es notorio el pesimismo. Con él es con quien reaparece
134. Cf. V. GOLDSCHMIT, Religión, pp. 118-120, y L. ROBÍN, Platón, la idea de repetición en la historia. Simultáneamente a la
p. 278. crisis de la ciudad —el pájaro de Minerva sólo levanta el
135. En este como en tantos otros puntos, Aristóteles hace como
si tomara a Platón al pie de la letra (Pol., vil [v], 1316 a y ss.) Por
vuelo por la noche—, Platón resume e integra la aportación
esta vía lo ha seguido K. R. POPPER, Cité ouverte, i. Este libro vigoroso, de sus predecesores al tiempo que reacciona violentamente
que hace de Platón un precursor de Hegel, Marx y Hitler, levantó toda contra ello, en un sentido arcaico. Pero el pensamiento pla-
una polémica, a veces brillante, casi siempre inútil. (Cf. G. J. DE VRIES, tónico, si bien marca un giro, no es un término.
Antisthenes, R. BAMBROUGH, Plato, Popper y R. C. LEVINSON, Defensa
of Plato, y la bibliografía reunida en L. BRISSON, Platón, ni, p. 191).
136. Leyes, 677 b y s. En el mito de El político (274 c-d), las inven-
ciones humanas se describen en términos de dones divinos. Se trata de
la transcripción de una misma realidad en dos registros diferentes. Al
pintar en El político una decadencia irremediable, Platón insiste en
la dependencia total de sus «primitivos». Pero, en una perspectiva pla-
tónica, una «invención» carece de sentido si no es en la medida en que
se inspira en un modelo divino.
137. Ibid., 683 a. 140. Ibid., 686 a y ss., 625 c y ss.
138. Ibid., 678 a. 141. Ibid., 736 d.
139. Ibid., 691 d y ss.

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