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Acephale Georges Bataille y Pierre Klossowski Ferozmente Religiosos - Dr. Adolfo Vasquez Rocca-Libre
Acephale Georges Bataille y Pierre Klossowski Ferozmente Religiosos - Dr. Adolfo Vasquez Rocca-Libre
Acéphale
Georges Bataille, Roger Caillois, Pierre Klossowski,
André Masson, Jules Monnerot, Jean Rollin y Jean Wahl.
Caja Negra, 2005.
182 páginas.
Introducción
Se publican por primera vez en español los cuatro números de la legendaria revista
"Acéphale" —"Acéfalo"— fundada en 1936 por Georges Bataille, Pierre Klossowski
y otros pensadores, donde luego participan André Masson, Michel Foucault e
,indirectamente, Maurice Blanchot, quienes bajo el signo de Nietzsche, se oponían a
limitar al hombre a una existencia estrictamente racional. El presente texto,
testimonia, además, la encendida "Discusión sobre el pecado", que mantuvieron —
entre otros— Bataille, Sartre y Jean Hyppolite en 1944. Aquí, un recorrido por esos
materiales que todavía encienden furiosas polémicas.
-I-
La revista Acéphale ("Acéfalo"), que tuvo apenas cuatro números y no duró más allá de 1939,
fue el órgano de esta proclama. Con eso le alcanzó para convertirse en una experiencia
mística para sus autores y mítica para la historia del pensamiento contemporáneo. Las
críticas furibundas y los efusivos elogios que recibieron los miembros de Acéphale de varias
de las principales figuras intelectuales del siglo XX imitan la intensidad de su apuesta.
La comunidad secreta
"Acéphale sigue ligado a su misterio. Los que participaron en él no están seguros de haber
formado parte de él. No han hablado, o los herederos de su habla han mantenido una
reserva todavía firmemente sostenida", escribió Maurice Blanchot en La comunidad
inconfesable (1983).
Si bien participaron varios autores (Roger Caillois, Jules Monnerot, Jean Rollin, Jean Wahl),
Acéphale se apoyó en Bataille, Klossowski y André Masson, cuyos grabados muestran, en
toda la revista, escenas de ese individuo desnudo sin cabeza, las piernas abiertas y los
brazos en cruz, con una granada en una mano y un puñal en la otra, un cráneo en lugar de
sexo, las tetillas convertidas en estrellas y un dédalo por vientre. Ese ser acéfalo era para
Bataille y Klossowski la representación más cercana al superhombre nietzscheano: si hay un
signo bajo el que se despliega la aventura, es el de Nietzsche.
Sin embargo, la publicación acéfala sí tenía cabeza, y era Bataille. Hacia 1936, su figura
había alcanzado relieve en los medios intelectuales franceses. Para entonces, había creado
varias revistas. Había militado en el surrealismo hasta pelearse con André Breton. Había
pasado al Círculo de Comunistas Democráticos. Pero también había publicado artículos cuya
pertenencia al pensamiento de izquierda era al menos dudosa. En especial dos: "La noción
de gasto" y "La estructura psicológica del fascismo", publicados en La critique sociale en
1933. En ellos Bataille intentó hacer algo improbable para la época, marcada por el marxismo
más tradicional: "trasladar la discusión a las arenas de los procesos simbólicos y retrotraerse
a un punto de mira que no podía comenzar con el capitalismo y la modernidad", como dice
en el prólogo al libro su traductora, Margarita Martínez.
Lo que generaba asperezas era la definición de lo sagrado. El paso por distintas militancias y
la difícil recepción de sus escritos habían convencido a Bataille de que su pensamiento no
podía ser tamizado por la discusión franca en la plaza pública. Se convenció, y trató de
convencer a los demás, de que había que llevar a fondo la máxima nietzscheana de revelar
la verdad a unos pocos cuya comprensión del mundo no sería sólo intelectual sino vivencial,
en una suerte de "comunidad de afinidades electivas". "Convertirse en otros de manera
secreta": esto es lo que el filósofo Jean-Michel Heimonet llamó "la criptopolítica" de Acéphale.
Como la revista, la vida del Colegio de Sociología será breve, no sólo porque esas
"afinidades electivas" se formaban con la misma rapidez con que se disolvían, sino también
por la llegada de los nazis a París en 1940. En las sesiones del Colegio, el escritor fascista
Pierre Drieu de La Rochelle compartía asientos con Walter Benjamin, quien —huyendo de los
nazis— dejó a Bataille sus últimos papeles antes de emprender el camino hacia la frontera
franco-española, donde se suicidaría.
Tras imbuirse del espíritu de Acéphale, Benjamin espetó: "Ustedes trabajan para el
fascismo". El malentendido que rodeaba a Bataille seguía intacto. Y crecería aún más
cuando en 1943, durante la ocupación de Francia, el mismo Jean-Paul Sartre lo acusa de ser
"un nuevo místico". Bataille le responde: "A usted no lo enloquece ni lo embriaga ningún
movimiento". Como en la declaración fundacional de Acéphale, se trata para él de rechazar
con todas las fuerzas "pretender ser razonable e instruido" y llevar "una vida sin atractivos".
"El mundo de los civilizados" expulsa lo trascendente para erigir la racionalidad como único
criterio de vida, y se equivoca, no porque Bataille y Klossowski no estén de acuerdo, sino
simplemente porque el movimiento de la humanidad es el de la energía, una energía cósmica
que no puede ser ahogada en mandamientos de rectitud y mesura.
En los dos artículos de La critique sociale, Bataille había partido de esta base para afirmar
que, en lo esencial, el fascismo es un movimiento original en la medida en que asume el
carácter de lo sagrado en la política y que "gestiona" la energía social interrumpida por el
juego racional democrático. En Acéphale son frecuentes las críticas al movimiento
antifascista que pretende escudarse en los "valores democráticos". El fascismo es hijo de las
democracias occidentales, pero no por las razones que se solían invocar desde la izquierda.
Es cierto que en el último número de Acéphale, en "La amenaza de guerra", se lee: "El
combate es lo mismo que la vida. El valor de un hombre depende de su fuerza agresiva". Es
cierto que el último artículo de Bataille se llama "La práctica de la alegría frente a la muerte".
Pero no se trata de la glorificación fascista de la muerte. El fascismo es el manejo racional de
lo irracional, una astucia que la democracia no podía exhibir en esos años de guerra y contra
el cual no cabe, para Acéphale, balancearse hacia lo racional sino reivindicar aquella "otra
parte" para sacársela de las manos a los fascistas. Quizá la gramática simplificada de la
lucha entre el fascismo y el antifascismo dificultaba la comprensión de este tipo de
Los demás (Monnerot, Caillois, Rollin) buscarán en Dioniso el nexo entre la filosofía
nietzscheana y esa existencia sagrada soterrada en todas las épocas. Hay lugar también
para una interpretación de Jean Wahl, cuyo pensamiento no es próximo al de Acéphale, y
para reseñas de los libros de Karl Löwith y Karl Jaspers sobre Nietzsche.
Por sus temas, por las firmas, por la referencia a pensadores contemporáneos, Acéphale
podría ser vista hoy como una revista de vanguardia en su época. Pero la potencia y
densidad de sus escritos, la oscuridad y el exceso de sus palabras la hacen también
atemporal. Como dice Martínez en el prólogo, hay en Acéphale "una rara cinética del espíritu
capaz de oscilar entre lo sagrado arcaico y moderno para entrar en una espiral vertiginosa
que eleva de un golpe la locura del exceso y el afán de gloria al rango de primer motor
inconfesable".
La aventura de Acéphale tuvo que esperar un tiempo para que aparecieran las voces que la
destacaran. Quien habló más fuerte en este sentido fue Michel Foucault. Su "Prefacio a la
transgresión", homenaje a Bataille en ocasión de su muerte, es una oportunidad para realzar
en su figura lo que puede ser extensivo a la revista, la última de sus criaturas colectivas: la
elevación del exceso, la transgresión, la tensión hacia los límites del lenguaje para expresar
lo inexpresable, la experiencia. Más tarde, hace un homenaje a Klossowski, con la edición de
La moneda viviente. En ambos casos, Foucault señaló una tríada de "pensadores malditos":
Bataille, Klossowski y Maurice Blanchot, quien no participó de Acéphale pero fue muchas
veces el extremo del cono donde se desató el remolino de la revista.
Al reivindicarlos, al atacar luego a Sartre, Foucault quiso a la vez fijar un nuevo linaje del
pensamiento contemporáneo que tuviera a Nietzsche como faro. Bataille mismo había escrito
en Acéphale que, así como los nazis habían querido apropiarse de Nietzsche, el fascismo en
general obedeció mucho más al movimiento del pensamiento de Hegel; una nueva
provocación para el pensamiento de izquierda.
adolfovrocca@gmail.com