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Madame Bovary soy yo


Flaubert y su capacidad de mostrarnos lo
efímero, la persistencia de la mezquindad
y la capacidad de supervivencia de lo
mediocre.

Por Javier López


Maestro y licenciado en Geografía e Historia

30/11/2021 07:12am CET

PEXELS

Madame Bovary soy yo.

Existen serias dudas de que Flaubert


pronunciara esa frase, así, literalmente, tal
cual siempre la hemos conocido. La
referencia a la misma aparece en alguna cita
de terceros que viene a decir que esa fue la
contestación que dio Gustave Flaubert
cuando una admiradora le preguntó en
quién se había inspirado para construir el
personaje de Emma, la esposa de Charles
Bovary,

-Madame Bovary c´est moi. D´après moi.

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Pero, lo dijera o no, ese hombre que está a


punto de cumplir 200 años no pudo negar
que, como hacen los mejores actores, se
metía dentro de sus personajes, y el más
elaborado y mejor construido de todos es,
sin duda, el de Emma Bovary, de soltera
Emma Rouault.

Este año cumplen 200 años Baudelaire y


Flaubert, dos vidas paralelas, los dos pilares
que sustentan la poesía y la novela francesas
de nuestros tiempos modernos. No falta
quien considera que la novela dejó atrás
cualquier complejo con respecto a la poesía,
a partir de la publicación de Madame
Bovary, publicada primero por entregas en
La Revue de Paris y en forma de libro un
año más tarde.

Como en el caso de Las Flores del Mal de


Charles de Baudelaire, publicado por las
mismas fechas, Madame Bovary sufrió
también denuncias ante los tribunales
imperiales por atentado contra la moral
pública. En el caso del poeta, su libro sufrió
censura, multas y condenas judiciales, pese
a lo cual, o gracias a lo cual, la fama de la
obra no hizo más que aumentar. Sin
embargo, la denuncia contra el novelista
acaba en nada y la obra puede ser publicada
sin mayores problemas y con gran éxito.

Tanto el uno como el otro, el poeta y el


novelista, habían convertido su escritura en
un azote contra la burguesía francesa del
Segundo Imperio Napoleónico. Madame
Bovary es un alegato implacable, al tiempo
que una de las grandes obras de la
literatura, situada en la frontera más allá de
la cual el romanticismo de última hora cede
paso al realismo que llegaba, impulsado con
fuerza por autores como Stendhal o Balzac.
Ese realismo que recorrieron fuera de
Francia otros grandes como Pérez Galdós,
Dostoievsky, Dickens, o Tolstói.

Flaubert es uno de esos personajes


decimonónicos, apasionante, apasionado y
contradictorio, en el que confluyen la
tendencia a la soledad, especialmente tras la
muerte de su madre y el rechazo a la vida
social, junto a su presencia en salones y sus
encuentros con amigos como Émile Zola,
Goncourt, Ronstand, Daudet o el ruso Iván
Turguénev, además de mantener una
intensa relación con mujeres como George
Sand, Amélie Bosquet o la poeta Louise
Colet.

PEXELS

'Madame Bovary'.

Un hombre poco expresivo, tímido,


apocado, que se convertía, en otros
momentos, en efusivo, locuaz y parlanchín.
Un hombre que conocía a la perfección a los
burgueses con los que convivía, a los que
despreciaba en su mediocridad, su
mezquindad, y contra los que clama en toda
la personalidad que crea para el personaje
de Emma Bovary.

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Este rechazo a la burguesía no podía írsele


de ojo a los marxistas, o mejor a las hijas de
Marx y, muy especialmente, a Jenny
Eleanor Marx, londinense, madre del
feminismo socialista, sindicalista, mano
derecha de su padre y luego de Friedrich
Engels y primera traductora al inglés de
Madame Bovary, al igual que hizo con
algunos textos teatrales de Ibsen, como
Enemigo del pueblo o La dama del mar.

Morían jóvenes y por causas muy diversas


aquella gente. Eleanor no llegaba a cumplir
45 cuando se quitó la vida. Baudelaire murió
lejos de alcanzar los 50, perseguido por la
sífilis contraída en sus muchos y frecuentes
ires y venires de su vida en los prostíbulos
parisinos. En cuanto a Flaubert, de vida más
ordenada, pero interiormente no menos
atribulada, no cumplió los 60.

No seré yo quien diga que no haya en


nuestros días poetas, novelistas, escritores
de cuentos de gran calidad literaria, pero me
pregunto muchas veces dónde se
encuentran los poetas turbulentos y
proféticos, los novelistas lacerantes y
clarividentes, capaces de desvelarnos el
mundo en que vivimos, con sus Señoras
Bovary y sus Flores del Mal, sus pasiones
por la vida, con todos sus vicios y virtudes.

Vuelve a nosotros Flaubert, con sus cientos


de años a cuestas, pero tan moderno como
siempre, tan empeñado como entonces en
zarandearnos, obligarnos a despertar,
sacarnos del adocenamiento, para
mostrarnos lo efímero de cuanto nos rodea,
la persistencia de la mezquindad y la
capacidad de supervivencia de lo mediocre.

A fin de cuentas, gracias a personas como


Flaubert descubrimos que Madame Bovary
soy yo, somos cada uno de nosotras y de
nosotros.

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