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Ensayo
Ciclo: I
Morales – Perú
2021
Introducción
Introducción
Índice
Conclusiones 30
Reflexiones sobre el drama pasional de Madame Bovary
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Las obras de nuestro autor son varias y se ha dividido según el género literario, así
como por el orden cronológico en que fueron publicadas, las mismas que se presentan a
continuación:
Novelas:
-Sueño infernal (1837)
-Memorias de un demente (1838)
-Madame Bovary (1857)
-Salammbó (1862)
-La educación sentimental (1869)
-Tu candidato (1874)
-La tentación de San Antonio (1874)
-Bouvard et Pecuchet (1881)
Cuento:
-Tres cuentos (1877)
Teatro:
-Castillo de corazones (1880)
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2.1. Contexto social y cultural en el que vivió Madame Bovary
En primer término, es necesario entender el contexto social y cultural en que surge el
personaje de Madame Bovary, en mutua relación con su personalidad, la educación que
tenía y las influencias que marcaron su vida personal.
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pardos, parecían negros por la sombra de las pestañas, y su mirada llegaba a las personas
con un cándido atrevimiento.» (p. 26). Desvelaba el encanto y sensualidad en
combinación con su piel blanca y figura espigada.
Era también en el hablar, seductora cuando quería. En cierta ocasión, cuando hablaba
con Carlos Bovary, en una de las tantas visitas que éste le hacía a la casa de su padre, ella
le insinuó: «el cambio de estación le daba mareos, y le preguntó a Carlos si le asentarían
bien los baños de mar. (p. 33). El ensimismamiento de Carlos por la belleza de Emma, no
atinó a descifrar el mensaje.
El rasgo distintivo de su personalidad, era la volubilidad, tal vez por lo joven de su
edad:
Ella hubiera querido pasar los inviernos en la ciudad; aunque también resultaban
aburridos en el campo los días larguísimos del verano, y a medida que hablaba, su
voz era clara, aguda, lánguida y a veces la modulaba de forma que acababa en
murmullos al hablarse a sí misma; tan pronto alegre, dilatando sus ojos cándidos,
como melancólicos, entornando los párpados, anegando de tedio la mirada y
dejando volar el pensamiento. (p. 33).
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otros destalles, podría encontrar el significado de la personalidad de la fémina a quien
pretende; con esta información podría decidir si realmente le conviene seguir adelante en
el flirteo con pretensiones de enamoramiento, o, solo tratarla como una amiga.
Es la forma consumada de sincerar las relaciones de pareja antes de avanzar a algo que
puede resultar complicado, desagradable y hasta dramático, por los resultados posteriores,
si nos dejamos llevar por el instinto o el sentimentalismo ingenuo, aspectos estos que no
son sino resultado de la ignorancia de no preverse con tan valiosa información que se
obtiene en la interacción personal. Pero cuando se es joven, la inexperiencia en el trato
personal, se centra en lo lúdico y el instinto emocional, es lo que conlleva a cometer
errores garrafales, y esto sucede en todas las generaciones.
Volviendo a Emma, también tenía una inclinación por la aventura, las emociones
fuertes, el riesgo emocional hacia la pasión descontrolada.
Lejos de hacer fortuna, cada año disminuía la suya con pérdidas, pues si bien en el
mercado triunfaba con sus argucias, en cambio era inútil para el gobierno interior
de la casa. Por su gusto, no sacaba nunca las manos de los bolsillos ni economizaba
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nada de lo que le fuese grato, dedicándose a comer bien, dormir mejor y tener buen
fuego.
Además:
Era gran aficionado a la sidra, a la carne de cordero poco pesada y a los ponches
batidos. Comía en la cocina, él solo, en una mesita junto al fuego, donde se la
llevaban ya servida, como las que se sacan en el teatro. (p. 34).
Esta actitud dilapidadora de los recursos y el gusto por los placeres sensitivos de forma
rústica, va a evidenciarse en Emma, después de casada con Carlos Bovary, hasta el punto
de contraer una deuda impagable que la conduciría al suicidio. He aquí otro detalle, que
el pretendiente no observó, en la costumbre familiar, reflejada en la pretendida y el
posible causante de un riesgo mayor en la relación de pareja. Este es otro error en el que
a menudo se incurre.
Además, tanto el señor Rouault como Emma, tenían la costumbre de comer a solas
cada uno, el papá en la cocina, ella en la sala. Esto muestra una familia poco unida y poco
tradicional, algo que contrasta con las familias conservadoras de la época.
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2.2.1. El amor según madame Bovary
Madame Bovary, tenía el ideal de amor que de niña leyó en las novelas dentro del
Convento al cual la envió su padre, y que luego tuvo que sacarla de allí dada su rebeldía.
La mayoría eran novelas de amor donde había amantes y damas perseguidas que se
perdían en pabellones solitarios, postillones muertos, caballos reventados, lúgubres
bosques, corazones maltratados, juramentos, suspiros, lágrimas y besos, góndolas
de la luz de la luna, ruiseñores en la selva, caballeros valientes como leones como
corderos, virtuosos como no podía uno imaginarse, siempre elegantes y que
lloraban como torrentes. (pp. 46-47).
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Esto se debía a que, según la tradición de la sociedad occidental del siglo XIX, el
hombre tenía mayor libertad que la mujer, y en palabras de Emma:
Un hombre es libre, puede tener pasiones, correr países, salvar obstáculos, saborear
placeres más lejanos. Pero una mujer está privada permanentemente de todo; inerte
y flexible a la vez tiene en su contra las debilidades de la carne y la tiranía de la ley;
su voluntad es como el velo de un sombrero que se agita a todos los vientos. (p. 98).
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pequeña del cerebro, pero enormemente complejo. Este instinto de fusión con otro
organismo influye y se ve influido por el resto del sistema emocional, incluido el interés
sexual.» (p. 86).
Podríamos seguir citando a otros autores (filósofos, antropólogos, sociólogos,
biólogos, etc.), pero como referencia, los citados, nos da la orientación general de lo que
es el amor, esa manifestación emocional que subjetiviza al ser humano y altera su
normalidad aparente.
Schopenhauer le da un significado reproductivo; para Fromm, tiene una connotación
de aprendizaje; Guitton, lo considera una historia de la personalidad humana; y, Punset,
afirma que surge en una parte específica del cerebro (tres lugares no integrados, pero sí
interconectados: zona reptiliana, ínsula y la neocorteza) y se da a través del instinto de
fusión. Todas estas formas de decirlo, intentan indicarnos lo que es el amor.
Ahora bien, para responder a la pregunta que nos hemos formulado, reflexionemos en
lo fundamental el significado social, cultural y biológico del amor.
En primer término, el significado social del amor, surge sobre una base productiva de
sobrevivencia y data desde los albores de la evolución, es decir, es una consecuencia de
la actividad material en la satisfacción de las necesidades básicas. Una vez satisfecha la
alimentación, guarecerse del frío o calor, etc., surge, entre otras cosas (pintar, pensar,
cantar, etc.), la atracción del sexo opuesto dentro del grupo, este estímulo externo
enciende el instinto de fusión (Punset) y se produce la cópula o coito, cuya consecuencia
es la reproducción de la especie (Schopenhauer) asegurando la continuidad generacional
humana, pero también dándole una historia particular, según la personalidad del individuo
(Guitton, 1968).
Es a partir de aquí cuando evoluciona la sociedad complejizándose sus procesos de
organización interna con una población más numerosa, en que se manifiestan diferentes
tipos de amor: amor familiar (padre, madre, hermanos), amor a la patria (lugar donde se
nació), amor de fe (Dios, santos, Biblia), amor al objeto material (collar, sortija, equipo
móvil), amor romántico o pasional (pareja heterosexual u homosexual), entre otras
manifestaciones. Lo que aquí nos interesa es el amor romántico, a pesar que la pregunta
formulada fue simple pero muy general, es por eso que estamos ampliando en la respuesta
para seleccionar lo que nos interesa en particular.
En el caso específico del amor romántico o pasional, se realiza dentro de un contexto
social, como hemos visto, pero también dentro del nivel cultural alcanzado. No voy hacer
un recuento histórico (comunidad primitiva, sociedad esclavista, sociedad feudal,
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sociedad capitalista) que rebasaría en mucho este ensayo, solo me avocaré al contexto
actual del siglo XXI en comparación con el siglo XIX en que se ambienta el drama de
madame Bovary.
El proceso del amor romántico empieza con la mirada mutua entre la pareja, luego el
acercamiento, después el uso del lenguaje comunicacional, en una primera etapa. Si pasa
esa etapa y hay conexión o empatía, como primera impresión, se eleva a la segunda etapa,
que puede ser la confirmación de la relación de pareja (enamorados, amigos cariñosos,
amigos con derechos, choque y fuga, amantes). Si se define la formalidad de la relación
hacia la convivencia (matrimonio), lo que implicaría tener hijos, se habrá ascendido a la
tercera etapa. Esencialmente habría tres etapas.
Cuando la relación de pareja está definida, sea en su segunda o tercera etapa, tiene dos
formas de manifestarse: una interna, entre la pareja cuando están en la intimidad o
compartiendo algo juntos (pasear, tomando un café, escribiéndose mensajes virtuales,
etc.); y, otra externa, con las amistades y familiares. Es en esta dialéctica de lo interno y
externo en que la pareja se va conociendo y surgen las coincidencias mutuas, los
inconvenientes, las complicaciones, el carácter de cada uno se manifiesta, la capacidad
para superar o no el conflicto de pareja y demás, puede afirmar a la pareja o terminar
separándola.
Respecto a este proceso, Marco Aurelio Denegri, el brillante polígrafo peruano,
indicaba en una entrevista televisiva, que las relaciones de pareja heterosexuales son las
más disfuncionales; las de homosexuales, las menos disfuncionales; y, la más funcional
por excelencia, es la masturbación (dado que lo realiza la persona misma). Podrá parecer
jocoso, pero en sentido práctico, no deja de tener razón.
Llegados a este punto, cabría hacer una pregunta, ¿qué es lo determinante en la relación
de pareja de amor romántico? A juzgar por la propia naturaleza humana y la experiencia
observada, podríamos decir en orden de prioridad, en el hombre, es el coito, el atractivo
físico, la fidelidad y la seguridad material. En la mujer, la seguridad emocional, atractivo
físico (fortaleza y gusto al vestir), nivel cultural (inteligente y sepa comportarse), el coito
y la fidelidad.
Como se aprecia, la prioridad entre el varón y la mujer, no coinciden. Sin embargo,
dependerá del trato interpersonal de la comunicación para gestionar las prioridades en
mutuo consenso mientras dure la relación. Esto también varía según la edad de los
individuos y su madurez física y mental.
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Lo que podríamos agregar es lo siguiente, el coito, si bien no es lo esencial en una
relación de pareja, si es importante. Es la consecuencia de la intimidad, la atracción, el
estímulo y la conexión biológica, ese impulso instintivo de fusión que se origina en el
cerebro (Punset). Por lo tanto, es una de sus manifestaciones necesarias, pero no la
prioritaria, ni la única.
Aquí es conveniente destacar algunos prejuicios culturales respecto del coito. Las
creencias conservadoras consideran que el coito debe ser después del matrimonio y la
mujer debe llegar virgen al matrimonio, algo que no se le exige al varón; en las creencias
tradicionales, la unión debe serlo entre hombre-mujer (heterosexual), debe tener la edad
necesaria para eso y tener hijos, hacer su familia conforme la tradición. Este es el nivel
cultural predominante en el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.
El significado cultural a partir de la segunda mitad del siglo XX, después de la segunda
guerra mundial y la tercera revolución tecno-científica, se da inicio a la flexibilización de
la rigidez conservadora y tradicional, empieza la llamada «modernidad» o «nueva era».
Los cambios tecnológicos y científicos empiezan a cambiar la mentalidad de la población.
Hoy en el siglo XXI, la innovación, la revolución de la tecnología de la información y
la comunicación (TIC), la integración del mercado internacional en base a un solo modelo
económico dominante (globalización neoliberal), etc., las relaciones sexuales conforman
parte del mercantilismo sexual. El coito prematrimonial entre amigos, entre recién
conocidos, entre compañeros de trabajo, es algo que ya no es considerado tabú, sino,
como parte de la libertad individual de hacer uso de su cuerpo libremente. De hecho, se
ha convertido en algo divertido (show mediático).
El significado biológico entre amor y sexo, van tan relacionados que existiría una
dependencia unidireccional, es decir, el sexo siempre acompañará al amor, pero el sexo,
puede ser independiente del amor. Y es que el sexo (o coito) es una actividad biológica
instintiva, pero el amor es esa emoción cerebral que surge si hay conexión de
complementariedad bioquímica, o dicho en términos psicológicos, cuando hay empatía,
coincidencia en preferencias subjetivas, hay idealización, y aquí entra a tallar los celos,
esa reacción emotiva negativa contra la pareja, al no sentir su atención cuando debe
hacerlo; es una actitud de pertenencia egoísta, que incluso puede derivar en obsesión y
agresión física, e incluso, el asesinato.
De allí que el amor es la expresión de inestabilidad emocional más peligrosa que puede
segregar nuestros circuitos bioquímicos de nuestras neurohormonas cerebrales. Si el sexo
conduce a la fruición del placer coital hasta el riesgo de las enfermedades venéreas y
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embarazos no deseados, el amor, conduce de la sublime ilusión y fantasía al peligroso
impulso emotivo y obsesión fatal que conduce, en caso extremo, al asesinato
(«feminicidio»).
Por tanto, la frase «hacer el amor», se usa en un sentido del romanticismo sexual para
complacencia emocional de la pareja. Pero como venimos analizando, el amor no se hace,
se va construyendo en el proceso y depende del cerebro y nuestros hábitos sociales y
culturales.
Ahora que sabemos el significado del amor, podemos referirnos a las actitudes frente
al amor. Cuando nos enteramos de los fracasos amorosos y el padecimiento de quienes lo
atraviesan, surge el miedo, de no querer esa experiencia de «dolor emocional», se evita y
rechaza toda posibilidad de tener pareja.
Pero esta actitud no puede durar mucho, ese miedo (subjetividad emocional) no es más
que prejuicio e ignorancia en base a la inexperiencia de vida y sobre la biología humana,
ésta es la que en última instancia decide el acto copulatorio, en la medida que la misma
reacción natural del cuerpo lo va manifestando, solo es cuestión de tiempo.
Si en la adolescencia se tiene miedo enamorarse, y se lo evita, solo ha trasladado la
posibilidad cuando se llegue a la juventud, si aquí también se evita, se traslada a la adultez,
aquí con los cambios emocionales, hormonales y experiencia de vida, resulta inevitable
seguir postergando lo natural. Pero dado los casos, se podría aceptar excepcionalidades.
Desde que estamos sujetos a las relaciones sociales, la posibilidad de enamorarse, de
llegar a la relación coital como reproducción de la especie o como fruición de placer
momentáneo, siempre será alta; se podrá prolongar en el tiempo, pero no se la podrá
evitar. Más aún, en el tiempo actual del siglo XXI, teniendo la internet como herramienta
de comunicación en las redes sociales, la interacción con diferentes personas lo hace más
estimulante.
Madame Bovary en la primera mitad del siglo XIX, con toda una tradición cultural en
contra de la libertad femenina, pudo realizar ese amor y sexo que la hizo feliz. Y aunque
el tiempo que duró esa felicidad fueron meses y el resultado no fue el esperado, se puede
decir que vivió como quiso, hizo su voluntad, lo disfrutó y amó con intensidad. Si bien
las deudas financieras y la ansiedad de ocultar sus infidelidades la condujeron al suicidio,
no se dejó someter por la tradición cultural, aunque ella hubiera querido tener más
libertad.
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2.2.3. Desenfreno pasional
Ahora que ya sabemos qué es el amor para Madame Bovary y de haber teorizado sobre
esta expresión bio-psíquica, veamos cómo se manifestó en la práctica. El desenfreno
pasional de madame Bovary empieza con ese estímulo externo del que ya hemos hablado
como primera etapa. La belleza de Emma, llamó la atención del joven León, que hacía
pasantía y se alojaba en casa del farmacéutico del pueblo donde se tenía habitualmente
reuniones de camaradería y asistían Carlos y Emma Bovary, la esposa del farmacéutico,
el sacerdote del pueblo (a veces) y León. Esto sirvió para entablar conversación entre los
dos, descubriendo que tenían cosas en común (preferencias, distracciones), lo que
condujo a dar largos paseos a solas mientras Carlos trabajaba.
La atracción física mutua entre Emma y León, creaba un ambiente de armonía
emocional, pero se mantenía dentro de los límites de la formalidad de trato. León nunca
le dijo lo que sentía por temor, ella esperaba de él la decisión, el ímpetu y el arrojo que
no llegó. A pesar de ello, se enamoró de León en silencio, ocultando tentaciones que no
se dieron en ese momento. Y la pasión se hizo presente de forma idílica y platónica, más
aún cuando León tuvo que viajar para continuar sus estudios de leyes.
No pasó mucho tiempo y llegó a la casa de Carlos Bovary el señor Rodolfo Boulanger,
acaudalado soltero y mujeriego, que tenía un castillo y trajo a uno de sus criados a ser
atendido por Carlos. Allí conoció a Emma de quien de inmediato quedó impresionado
por su belleza. Esto fue motivo para frecuentarla y después de indirectas seductoras que
Emma entendía muy bien, y que respondía con permisibilidad, se dio la condición para
que Rodolfo, más arrojado que León, le declarara lo que sentía.
Los encuentros entre ambos se deban en el bosque, en donde podían dar rienda suelta
al amor pasional.
Cuando estuvieron juntos, se hicieron mutuos juramentos; ella le contó sus tristezas;
él la interrumpía con besos, y ella, con los ojos entornados, le pedía que la llamase
por su nombre y que le repitiese que la amaba. La escena se desarrollaba en el
bosque, como el día anterior, pero en una choza de pastores, hecha de paja y con la
abertura tan pequeña que debía agacharse para entrar. Allí estaban sentados los dos,
juntos, sobre un lecho de hojas secas. (p. 167).
Esta experiencia nueva para madame Bovary, hacía cumplir ese anhelo del amor
pasional, que ahora vivía intensamente: «se repetía a sí misma: ‘¡Tengo un amante!, ¡un
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amante!’, complaciéndola aquella idea como si fuese una segunda pubertad de que iba a
gozar.» (p. 166). El amor desenfrenado, furtivo, oculto y en secreto aviva más las
emociones, la adrenalina exalta las neuronas cerebrales, al vivir tanta intensidad con el
amante.
Los encuentros se hicieron más asiduos, esta vez, Emma visitaba a Rodolfo en su
castillo muy temprano por la mañana a penas Carlos salía a trabajar, lo encontraba en su
habitación, donde sucedía la pasión más desenf renada. «Rodolfo la subyugaba; ella le
tenía hasta pavor. La manejaba a su antojo, y al cabo de seis meses, cuando llegó la
primavera, estaban como dos recién casados en su hogar.» (p. 173). Se escribían cartas
cuando no podían verse, con el secreto que ello implica.
En la intimidad se declaraban amor incondicional, hasta más no poder. El amor de los
amantes es pasional, declarativo y sensitivo, dentro de los límites de la intimidad; cuando
lo prohibido sabe a ese dulce adictivo e incontrolable, las emociones se exaltan
sobrepasando toda posibilidad real y salen declaraciones como esta: «No hay desierto,
precipicio ni océano que yo no atravesara al lado tuyo. A medida que vayamos viviendo
juntos, será como un abrazo cada vez más estrecho, completo. Nada habrá que nos turbe;
ningún problema, ningún obstáculo seremos uno de otro eternamente.» (p. 198). Así se
expresaba Madame Bovary ante su amado Rodolfo.
Como se observa, la ilusión pasional, nubla el buen juicio, las posibilidades
imaginadas no tienen límite, pero son la polvareda densa del humor emocional exaltado,
que con densidad abrumadora tapa la cruda realidad, al menos momentáneamente.
Sin embargo, las declaraciones sentimentales, suelen ser repetitivas, propias del
circulo vicioso en el cual se mueven. Para Rodolfo, un mujeriego empedernido, «el
encanto de la novedad fue poco a poco cayendo como una vestidura, y dejando
contemplar al desnudo la eterna monotonía de la pasión, que refleja siempre la misma
forma y el mismo lenguaje.» (p. 191). Y esto se puso a prueba cuando madame Bovary
le propuso escaparse, viajar a cualquier otro lugar, donde solo puedan estar los dos y su
pequeña hija Berta.
A Rodolfo le pareció bien inicialmente, pero cuando lo meditó mejor, le pareció que
no estaba preparado para un compromiso familiar, así es que se sinceró y le envió una
carta en la que le expresaba que no seguiría más con la relación, indicándole que viajaría
lejos, solo, para evitar lastimarla con su presencia.
La decepción, el sufrimiento, la tristeza, inundaron en el llanto desconsolado en Emma,
quien, al no poder más, enfermó gravemente ante la extrañeza de su esposo Carlos que,
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siendo médico, no podía hacer nada para curar su mal emocional que le afectaba
físicamente. Pero, así como después de la tempestad que deja desastres, llega la calma,
Madame Bovary se recuperó y superó el dolor que le causó Rodolfo.
Pasó un tiempo no muy largo, para que la aparente tranquilidad y el aburrimiento de
la letanía de su hogar con Carlos, volviera a alterarse. Después de tres años se volvió a
encontrar con León, el primer pretendiente a amante que no se animó a declararse.
«Habían dejado de hablarse, pero sentían al mirarse un ronroneo en sus cerebros, como
si algo sonoro se escapase recíprocamente de sus pupilas clavadas las unas con las otras.
Juntaron sus manos, y el pasado y el porvenir, las reminiscencias y las fantasías, todo se
entremezclaba en la dulzura de aquel éxtasis.» (p. 235). Esto fue el inicio de la segunda
aventura pasional de madame Bovary.
Con León se veían en un hotel, habitación reservada con anticipación y exclusiva para
dos. Allí se desataba su desenfreno pasional. Esta experiencia, como la anterior con
Rodolfo, siempre la hacía en base a argucias y mentiras que Carlos Bovary, su esposo,
creía siempre por la salud de Emma. «Emma saboreaba aquel amor de una manera
discreta y reservada; lo mantenía por medio de todos los ardides de su ternura y temblaba
un poco ante el temor de perderlo algún día.» (pp. 265-266). Y es que no hay otra manera
de ser feliz gozando el placer prohibido, a espaldas de lo formal y permitido oficialmente.
La mentira es el instrumento subjetivo para seguir disfrutando de ese placer. Y para que
funcione se debe ser muy creativo y creíble en el arte de la disuasión.
Pero la pasión sexual de los amantes no es meramente copulatoria, tiene que
complementarse con romance poético, detalles sentimentales, iniciativas sorpresivas, así
como exigencias caprichosas, hasta celos improvisados. Emma, «necesitaba que León, en
cada cita, le contase todo lo que había hecho desde la última vez que se vieron. Le pidió
versos hechos para ella, una poesía amorosa en honor suya…[León] no discutía sus ideas,
aceptaba sus caprichos, y se convertía en su querida, más que ella lo era de él.» (p. 274).
La presión que ejercía Emma sobre León era tal que afectaba el trabajo de éste y en el
cual ya le habían llamado la atención.
Sin embargo, los encuentros furtivos siguieron hasta caer en la rutina. «Ambos se
conocían demasiado para seguir teniendo esos éxtasis de la posesión que centuplicaba la
felicidad. Ella estaba tan disgustada de él, como él hastiado de ella. Emma volvía a
encontrar en el adulterio todas las vulgaridades del matrimonio.» (p. 286). La relación
íntima empezó gradualmente a deteriorarse.
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Mientras con Rodolfo, la causa de la separación fue que él no se sintió preparado para
vivir en familia con Emma y su hija Berta en un lugar lejano que le de seguridad material;
con León, fue el deterioro gradual de la relación pasional. De allí, bien dice Schopenhauer
(2016), en su libro ya citado: «Una vez satisfecha su pasión, todo amante experimenta un
especial desengaño: se asombra de que el objeto de tantos deseos apasionados no le
proporcione más que un placer efímero, seguido de un rápido desencanto.» (p. 22). Pero
aun sabiendo que esta experiencia se manifiesta de esa manera, una cosa muy distinta es
que se la lea o se nos cuente, y otra vivirla intensamente.
El amor pasional que conduce a la fruición sexual (o coito), y en ello se crea satisfacer
ese amor romántico que no se ha encontrado en otra persona o que, teniendo pareja, no le
satisface plenamente, se quiera intentar tener esa experiencia, pero por el desagrado del
resultado, que ya sabemos es transitorio y termina con la separación de los amantes, se lo
evite, es una decisión personal.
Sea que se evite esa experiencia por miedo (inseguridad) o por convicción de
principios (creencias moralistas), o porque no cree necesario en tanto tiene satisfecho ese
lado pasional con su pareja (fidelidad), se tendría también que evitar hablar sobre ese
tema cuando no se tiene experiencia práctica o información teórica específica. Por tanto,
caer en el simplismo de juzgar la conducta de personas como Madame Bovary solo
porque les parece mal, es mirar la paja en ojo ajeno sin mirar la viga en el propio. En tal
caso, es mejor guardar la prudencia debida.
Madame Bovary, no tenía una única pasión, la del amor pasional que había leído en
las novelas de niña y que intentó realizar sin éxito con Carlos, su esposo, y que logró en
gran medida con Rodolfo y León. Tenía además otra debilidad, la del gasto compulsivo
del dinero.
Al principio fueron los gastos para la decoración y arreglo de la casa de casados. Los
ingresos de médico de Carlos subvencionaron las excentricidades de Emma: cambio de
cortinas, ropa, calzado, nuevos muebles, personal doméstico, etc. Carlos, nunca objetó
estos gastos. Al parecer, la ansiedad que causaba el aburrimiento cuando se quedaba sola
durante largas horas durante el día, mientras Carlos iba a visitar a sus pacientes, la hacía
comprar para ocuparse en algo dentro de su casa.
Cuando empezó a tener sus amantes (Rodolfo y León), los gastos se transformaron en
deudas que contraía mediante pagarés, refinanciación y nuevas deudas. Como ya se ha
observado en la influencia en la personalidad de Emma, su padre tenía esa costumbre que
la hija, en su etapa de casada y amante, llevó a la práctica de forma exponencial. Los
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acreedores, al ver que no podía pagar, empezaron a presionarla. Había deudas contraídas
que Carlos no sabía. Eso torturaba a Emma y se desesperaba por ocultarlo.
Los amantes podían terminar la relación con ella cuando todo se volvía monotonía y
aunque dejaba un gran dolor decepcionante, la separación entre amantes, hasta resulta
beneficiosa y terapéutica; pero, el acreedor es ese «amante financista» que seduce con
dinero, objetos y facilidades, de forma deslumbrante (sustituto del amor), y cuando el que
hizo el préstamo cae en la rutina de la deuda sin pagar, la separación acreedor-deudor no
ocurre, más bien surge el hostigamiento, la denuncia penal hasta la amenaza de embargo
de bienes. Es aquí donde termina el placer del gasto y empieza el drama crítico de la
angustia de perderlo todo y caer en la pobreza más extrema. Esta frontera fue la que
traspasó Emma sin ningún control y sin medir las consecuencias.
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La complicación mayor de Emma fue el querer mantener oculta su relación con sus
amantes y la inmensa deuda contraída. Carlos, no se daba cuenta de sus infidelidades,
porque ella sabía disuadirlo con sus enternecedoras mentiras; pero, no pasaría lo mismo
con las deudas contraídas con los acreedores, quienes estaban dispuestos a embargar los
bienes de la familia Bovary para que se cumpla en pagar la deuda. Deuda, como ya se ha
dicho, Carlos no estaba enterado.
A pesar de la separación con sus amantes acudió a ellos para que le prestaran dinero y
evitar con ello, el embargo de sus bienes, así como evitar que Carlos se entere de sus
desarreglos financieros, pues con ello también podría descubrir su infidelidad. Pero
ninguno podía reunir la cantidad que ella adeudaba en tan poco tiempo de que disponía,
eso hizo a ella darse cuenta que con ellos había un límite, el sexo, después de esto, no
existía más que un deseo satisfecho.
Su esposo, aunque no le prodigaba ese amor pasional como ella deseaba, rutinario y
tradicional era un buen hombre; no era un médico brillante, pero si muy cumplido y
dedicado. Se esmeraba en dar a su familia lo que necesitaran para verla feliz. En el fondo,
Emma, se sentía culpable por lo que había hecho, pero no arrepentida por haber vivido el
amor prohibido.
Ante la impotencia de no poder arreglar la situación problemática de la deuda con los
acreedores, decide tomar arsénico para suicidarse y no enfrentar a Carlos cuando se
entere. Sufrió mucho su agonía, pero más sufrimiento fue para Carlos al ver que su amada
esposa estaba al borde de la muerte; fueron momentos trágicos, por más que acudieron
otros médicos a los cuales se llamó, nada pudieron hacer, el arsénico había envenenado
su cuerpo lánguido quien se retorcía en su cama de dolor hasta que finalmente murió.
Carlos no soportó su pérdida, él vivía enamorado de Emma, fue una ruptura trágica.
Se llegó a enterar de la deuda, sospechó de los amantes de su esposa, pero eso no cambió
lo que sentía por ella. Y aun cuando le quedaba su hija de compañía, la afección emocional
fue tan grande que dejó de atender a sus pacientes; visitaba por largas horas la tumba de
su esposa en el cementerio, hasta muy caída la noche. Vivía absorto y divagante por su
casa, quienes lo visitaban dejaron de hacerlo.
Después de pagar gran parte de las deudas contraídas por Emma, y un poco más
holgado en su vida, entristecido siempre por la ausencia de ella, sentado en su silla cerca
de su escritorio, su pequeña hija Berta fue a avisarle para ir a comer, cuando lo topó para
despertarlo, calló desplomado al suelo, estaba muerto. La autopsia no indicaba injerencia
de alguna sustancia tóxica que provocara su muerte. Después de su entierro, su hija fue
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enviada con la madre de Carlos, pero al año fallece, se la encargan a una tía que era pobre,
como no podía mantenerla, la envía a una fábrica de hilados a trabajar. En la orfandad y
huérfana de padre y madre, el destino de la niña fue incierto.
Así termina el drama pasional que empezó con el enamoramiento sobre la apariencia
física de la mujer, seducidos por su belleza y encanto, obnubilados al punto de no fijarse
en su personalidad, inconscientes por lo que sentían sin medir las consecuencias, el
resultado fue la tragedia humana de padecer ese trastorno compulsivo de amor y muerte.
2.4.1. Valores
En la cultura occidental en general, predomina los valores idealizados con trasfondo
cristiano. No obstante, esta peculiaridad, se pueden distinguir diferentes tipos de valores
(económicos, estéticos, religiosos, agnósticos, etc.), cuya característica es su polarización,
dada la concepción de la vida que el individuo le pone en su práctica y justifica en su
forma subjetiva de realizarlos.
En base a este principio general, los valores, en su sentido práctico, son determinados
por el individuo, de él depende servirse de lo que indica la comunidad, la familia, la iglesia
y las instituciones sociales, o, alterarlas convenientemente conforme a sus intereses. Se
sabe muy bien que la mayoría hace lo segundo, es decir, se guía por valores pragmáticos.
Los valores pragmáticos son aquellos que apunta a ser selectivo de forma subjetiva, solo
se toma en cuenta lo que se considera bueno y útil para el individuo, aunque pueda afectar
a otros y a la comunidad, eso es lo de menos. Sin embargo, la conducta puede ser dual,
ante la sociedad se actúa por compromiso, según sus normas, sobre todo para evitar las
sanciones, pero a ocultas de ella, se actúa conforme a los intereses individuales, a menudo
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subjetivos, es decir, para satisfacción emocional del individuo. De allí en decir que la
sociedad es hipócrita, porque admite implícitamente esta conducta pragmática,
manteniendo con rigidez la valoración cristiana.
Es en este aspecto, que la actitud de Madame Bovary se dirigió. Su sistema de
valoración era pragmático, solo lo que le era útil para la circunstancia deseada, le ponía
el ímpetu de su voluntad para hacer las cosas según su estado de ánimo. Ello la condujo
a tener dos amantes, mentir con sutileza a su esposo y endeudarse económicamente.
Se podrá o no compartir esa decisión que tomó Madame Bovary, no hallarle ninguna
valoración positiva, por creer que fue contra la moral de la sociedad y las buenas
costumbres, pero aún esto es discutible, si lo vemos desde una óptica multidimensional y
no solo unidireccional como nos instruyen mecánicamente en la comunidad.
Un enfoque multidimensional de los valores que practican los individuos implica
analizar desde diferentes ángulos (moral, biológico, social y cultural, por citar algunos)
como lo hacemos aquí. Un enfoque unidireccional, por el contrario, solo se centrará en lo
que indica una determinada creencia, costumbre y cultura calificada de «buena»,
mediante la cual todos deben regirse y seguir al pie de la letra. Esto, sin duda, conduce al
dogmatismo y el verticalismo autoritario, lo que implica una estrechez de visión sobre la
naturaleza humana.
El comportamiento de Emma Bovary, por tanto, desde la perspectiva valorativa, era
un rechazo a tratar a la mujer como un ser «inerte y flexible», sujeta a la tradición de ser
segunda después del hombre, sin libertad como la del varón, reducida a ser madre y
esposa. Ella valoraba su libertad de pensamiento y de acción emocional, detestaba la
reducción de esposa y mujer dentro de los límites estrechos de la casa, de la familia y el
entorno social conservador; quería igualdad de trato, e intentó conseguirlo en la frivolidad
del amor pasional y el endeudamiento económico, como protesta ante una sociedad
mojigata del siglo XIX. Desde esta perspectiva, se entiende mejor la actitud de Emma,
para comprender su conducta, lejos del moralismo cristiano.
2.4.2. Moral
La moral, al igual que los valores, en la cultura occidental a la cual pertenecemos, está
regida por la ideología cristiana, la misma que se instituye en el hogar, la escuela, las
instituciones en general de la sociedad. Esta se basa en los mandamientos de la ley
mosaica y quien vigila su cumplimiento es la iglesia, sea esta católica o protestante, ésta
última en sus diferentes vertientes (evangélica, adventista, mormona, etc.).
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Sin embargo, con las diferentes revoluciones industriales, científicas y tecnológicas,
han venido a socavar esa moral religiosa, sedimentada en el inconsciente de la población
occidental, imponiendo nuevos estilos de vida.
A ello se suman los hechos repugnantes de los líderes espirituales de las iglesias como
la pederastia, el enriquecimiento ilícito (mediante el diezmo y la ofrenda), etc., lo que les
resta autoridad moral y credibilidad social.
Los acelerados cambios en la sociedad contemporánea, respecto a la ciencia y la
tecnología, que nos da una perspectiva del mundo diferente, con una economía
mercantilizada que ha generado el consumismo excéntrico, exacerbando el
individualismo a niveles narcisistas, no se podría condenar la actitud de madame Bovary
por ser infiel a su esposo, tener dos amantes y gastar más allá de sus posibilidades
económicas, porque, esa práctica, hoy en día, está bastante extendida y hasta es vista
dentro de la normalidad.
Esto no ocurrió en la primera mitad del siglo XIX, cuando Flaubert publicó esta novela,
fue objeto de condena moral por los puritanos de esa época, al punto que fue llevado a
los tribunales. Afortunadamente el juez fue imparcial y le dio la razón a Flaubert y su
editor, quienes quedaron libres de todo cargo. Más bien eso hizo publicidad a su novela,
haciéndolo famoso. Lo que hizo el novelista en el fondo, fue dar a conocer lo que sucedía
en la sociedad francesa de la primera etapa del capitalismo industrial.
Por lo tanto, no podría juzgar como totalmente negativa la conducta de Madame
Bovary. Ella hizo lo que su impulso natural propio de su biología, le inducía a sentirse
bien consigo misma. Fue víctima de una formación de hogar tradicional y dispendioso,
donde no orientaron ese lado biológico de todo ser humano. Se preocuparon por su
formación educativa formal, pero no por su orientación instintiva emocional, deficiencia
que existe en los sistemas educativos de la cultura occidental hoy en día.
Si hay algo que se le podría reprochar es su poca capacidad de comunicación con su
esposo de lo que ella deseaba para sí misma; sin embargo, tal vez eso se entienda por el
hecho que los matrimonios se arreglaban entre padres y no en la elección libre de los
hijos. No se puede pues, condenar de buenas a primeras el comportamiento de Madame
Bovary como totalmente inmoral.
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Robert Greene, en su libro Las leyes de la naturaleza humana (2019), afirma: «La
naturaleza humana surge de la programación específica del cerebro, la configuración del
sistema nervioso y la forma en que los seres humanos procesamos las emociones, todo lo
cual se desarrolló y emergió en el curso de los cinco millones de años de nuestra evolución
como especie.» (p. 6).
Si bien la naturaleza humana se explica en función a su cerebro y sistema nervioso
como aspectos biológicos, ésta no es más que la facultad con la cual nace el ser humano,
y la que nos indica la particularidad de cada individuo como tal, pero lo que da forma
determinada es el contexto social y cultural en la cual vive. Es decir, son dos elementos
fundamentales que constituyen al hombre como especie, su biología y su ser social y
conciencial. Aquí solo hablaremos en lo fundamental de su biología.
Brevemente podemos decir a qué nos referimos con cerebro. Para ello acudiremos a
Jorge Sepulcre en su libro Redes cerebrales y plasticidad funcional (2018), quien describe
el cerebro en los términos siguientes:
Es un órgano compuesto por la corteza cerebral (la parte más extensa y voluminosa,
que, vista desde arriba, recuerda a una nuez), las estructuras subcorticales, el
cerebelo y el tronco del encéfalo). La corteza cerebral tiene dos hemisferios
(derecho e izquierdo) y cuatro lóbulos en cada uno: los lóbulos frontal, parietal,
occipital y temporal (a veces también se añade a esta lista la ínsula, un lóbulo más
escondido que se encuentra en la confluencia entre los cuatro).
Asimismo, agrega:
En esta brevísima descripción del cerebro, se podría agregar las funciones de cada
componente interno de su estructura orgánica (hipotálamo, amígdala, cerebelo, bulbo
raquídeo, etc.) en la conducta humana, pero eso no nos interesa aquí, sino aquello que
está relacionado con el comportamiento de Madame Bovary.
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Como sabemos la personalidad de Emma Bovary era voluble y apasionada. Esto derivó
en su infidelidad a su esposo Carlos con dos amantes (Rodolfo y León) y el
endeudamiento financiero que la conduciría al suicidio. En ambos casos muestran que
dominó el instinto emocional, el cual está ligado a la práctica sexual, el consumismo y el
suicidio. Ahora bien, ¿cómo el cerebro (biología humana) se relaciona con el instinto
emocional (amor pasional y consumismo) de Madame Bovary?
Ferran Burgaya-Márquez, en su libro ¿Tiene sexo el cerebro? Deseo, género e
identidad sexual (2018), responde a esta pregunta en su calidad de neurólogo.
Además, agrega:
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Madame Bovary, en quien predominó su instinto pasional, se explica biológicamente por
el hipotálamo, la hipófisis, las glándulas suprarrenales y las hormonas.
Habría de agregar que tales zonas del cerebro no son exclusivas para la actividad
sexual, también forman parte del hipotálamo otras funciones. Inmaculada Pereda, en su
libro El mapa del cerebro. Un paseo anatómico por la máquina de pensar (2018), agrega:
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actividad económica, etc.) y su conciencia social (ideología: moral, ética, educación,
leyes jurídicas, ciencia y creencias en general).
El contexto sociocultural en el que se desarrolla la trama del drama pasional de
Madame Bovary es la primera mitad del siglo XIX. Es decir, si bien es la época de la
primera revolución industrial, pero ésta fue esencialmente urbana, y la vida de Carlos y
Emma Bovary se desarrolla en la provincia rural de Francia, lo que significa, que las ideas
liberales empezaban a llegar, producto de la revolución de 1789, pero aún se mantenía las
creencias tradicionales patriarcales y la mujer era vista como una ciudadana de segunda
categoría, después del hombre. Las creencias religiosas estaban muy acentuadas, por
tanto, también los prejuicios y estereotipos culturales (distinción en el vestir, viviendas
con gran confort, decoraciones extravagantes, etc.).
En un contexto social y cultural rural y tradicional, el hombre es el que trabaja, la
mujer se queda en casa cuidando hijos y sirviendo al marido, el hombre puede tener
aventuras amorosas con otras mujeres y no se ve mal, la mujer está prohibida de estas
prácticas por ser condenables; Dios es masculino, no es femenino, de allí que se diga los
«hijos de Dios, las hijas de los hombres.» Existe una discriminación envuelta por el manto
de las creencias de fe religiosas.
A pesar de este nivel cultural de la época, Madame Bovary, supo burlarse de tales
creencias, para ello tuvo que acudir a la mentira, la astucia y la creatividad para lograr la
satisfacción de su impulso instintivo con sus amantes. Y es que, ante las prohibiciones
moralistas que se impone a la mujer y no al hombre, obliga a ella a ser más creativa,
imaginativa y estratega, según las circunstancias, sin medir las consecuencias del
resultado, allí estuvo su error.
En la actualidad, siglo XXI, con mayor liberación cultural en las urbes capitalinas, se
ha flexibilizado la condena moral hacia la mujer, que exige equidad de género con el
varón. Pero también ha habido una explosión de enfermedades venéreas que la ciencia ha
sabido afrontar con éxito relativo. Aun así, la actividad sexual ha seguido por su cauce
regular y la mujer, sigue empleando la creatividad, la imaginación y la estrategia para
lograr sus fines, tal como lo hizo Madame Bovary, sin llegar, claro está, al suicidio.
A lo anterior agreguemos la edad, tanto cronológica como biológica. La primera refiere
a la edad temporal en años, la segunda, a la madurez fisiológica e instintiva. La ciencia
ha descubierto que la madurez sexual del ser humano se alcanza entre los 15 y los 19
años, en adelante, la potencia sexual va decayendo gradualmente. Carlos y Emma Bovary,
eran jóvenes, en la novela no lo indica, pero se deduce que estarían entre los 25 y 30 años
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aproximadamente, por tanto, todavía en la plenitud sexual, aunque en gradual
disminución.
Si la mujer era la más reprimida, sexualmente hablando, en el contexto cultural del
siglo XIX, en relación al varón, es evidente que hubiera una rebeldía en su conciencia
contra lo establecido, más aún influenciada por las novelas que leyó; el conflicto moral
interno entre la moral tradicional y el instinto biológico que pervivía en Madame Bovary
desde que su padre la recluyó en un convento católico, para sacarla después, determinó
en ella dar rienda suelta a su impulso biológico, pero sin olvidar el medio social en que
vivía para actuar con cautela.
La cultura prohibitivista nunca ha tenido éxito cuando ha sido con mandato imperativo,
vertical y sin comunicar con claridad. Entre una moral rígida anti biológica y el
funcionamiento regular de la biología humana, ésta última emerge victoriosa. La moral
rígida tradicional establece normas sancionadoras, el castigo, cuando no se cumple lo que
estipula, precisamente por eso, es que el ser humano suele emplear el secreto, la mentira,
la manipulación, para lograr ese impulso biológico (sexual y emocional), que le es difícil
de controlar. Como se suele decir: «hecha la ley, hecha la trampa.»
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Conclusiones
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