Está en la página 1de 549

La Historia de Occidente en 64 capítulos.

Un
libro de Academia Play.

Índice de capítulos y autores

Prólogo - Javier Rubio Donzé

Cap 1. Buscando nuestros orígenes - Gonzalo Altozano

Cap 2. ¡Mira, papá, bueyes! Altamira: el increíble descubrimiento de Sanz de Sautuola -


Academia Play
Cap 3. La aparición de las ciudades: Uruk - Academia Play
Cap 4. El individuo y la ciudad: la analogía absoluta - Daniel Montes
Cap 5. Cartago, París, Roma, Zamora. 4 frases históricas sobre ciudades - Academia Play
Cap 6. 20 datos curiosos sobre Babilonia - Academia Play
Cap 7. ¿Por qué fue Tutankamón importante para la Historia? - Lourdes Martínez Cabrera y
Javier Rubio Donzé
Cap 8. Ariadna, Teseo y el Minotauro - Academia Play
Cap 9. La erupción apocalíptica - Javier Rubio Donzé
Cap 10. El Gran Misterio de la Atlántida - Carlos Villacís
Cap 11. 20 datos curiosos sobre la falange griega - Academia Play
Cap 12. La Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles - Carlos Villacís
Cap 13. Alejandro Magno y sus expediciones - Academia Play
Cap 14. Las Guerras Pírricas - Andrés Conesa
Cap 15. Cuando Aníbal cruzó los Alpes con elefantes - Academia Play
Cap 16. La familia romana - Carlos Villacís
Cap 17. César cruza el Rubicón. Alea iacta est - Academia Play
Cap 18. Cleopatra: el irresistible encanto de la reina de Egipto - Academia Play
Cap 19. La batalla de Teutoburgo o el desastre de Varo - Academia Play
Cap 20. ¿Mandó Nerón quemar Roma? - Academia Play
Cap 21. Masada: la conquista de la fortaleza inexpugnable y el suicidio colectivo - Carlos
Villacís
Cap 22. 20 curiosidades sobre los gladiadores - Academia Play
Cap 23. Naumaquias, batallas navales en los anfiteatros romanos - Academia Play
Cap 24. Las legiones: poder y la gloria del ejército romano - Academia Play
Cap 25. Las Guerras de Marco Aurelio - Academia Play
Cap 26. ¿Cómo fue asesinada Hipatia de Alejandría? - Academia Play
Cap 27. La Biblioteca de Alejandría. ¿Cómo se perdió el mayor centro de saber que ha
conocido la humanidad? - Academia Play
Cap 28. La caída de Roma - Javier Rubio Donzé
Cap 29. La Donación de Constantino - Koldo Gondra del Campo
Cap 30. Al-Ándalus: del Reino Visigodo al Califato de Córdoba (711-929) - Borja Cervera
Cap 31. El Palpati, un “tocapelotas” dentro del Vaticano - Javier Rubio Donzé
Cap 32. La orden del temple: caída, disolución y la leyenda del carro de heno - Jesús María
López
Cap 33. La leyenda y búsqueda del Santo Grial - Academia Play
Cap 34. Leonor de Aquitania: una de las grandes figuras femeninas de la Historia -
Academia Play
Cap 35. Historia de la universidad: un fascinante recorrido intelectual por París - Carlos
Villacís
Cap 36. El derecho de pernada, ¿leyenda o realidad? - Bárbara Cuevas
Cap 37. Mentalidad bajomedieval en tiempos de la Peste Negra - Juan María Pérez
Cap 38. ¿Quién llegó a América antes que Colón? - Academia Play
Cap 39. Mamá, papá… ¡Me voy a América! - Juan María Pérez
Cap 40. Las leyes de la Corona de Castilla que protegían al indígena - Academia Play
Cap 41. Imperios generadores vs. imperios depredadores - Academia Play
Cap 42. Cuando Lutero clavó las famosas 95 tesis - Academia Play
Cap 43. La brutal matanza de San Bartolomé - Academia Play
Cap 44. Las raíces ocultas de El Escorial - Academia Play
Cap 45. El Siglo de Oro español - Por Academia Play
Cap 46. Breve Historia de los Tercios - Juan María Pérez
Cap 47. Felipe V, el rey loco - Academia Play
Cap 48. Blas de Lezo, el poder del mediohombre - Andrés Conesa
Cap 49. Fray Junípero Serra, siempre adelante - Javier Rubio Donzé
Cap 50. El concepto de librepensamiento, ¿Quiénes son los librepensadores? - Carlos
Villacís
Cap 51. La Independencia de los Estados Unidos de América: revolución y descolonización
- Carlos Villacís
Cap 52. Robespierre, el fundador del terrorismo de Estado - Carlos Villacís
Cap 53. Balmis, el médico español que lideró la primera misión filantrópica de la Historia -
Bárbara Cuevas
Cap 54. La Guerra negra o el Genocidio de Tasmania - Academia Play
Cap 55. La verdad sobre la Independencia de las colonias españolas - Juan Escario Gómez
Cap 56. Los terroríficos asesinatos de Jack el Destripador - Academia Play
Cap 57. Los Idus de Octubre: del Imperio Ruso al Imperio Rojo - Andrés Conesa
Cap 58. Telegrama Zimmermann - Academia Play
Cap 59. La masacre de Katyn. Los infames asesinatos en masa soviéticos - Academia Play
Cap 60. Hitler era un mediocre - Javier Rubio Donzé y Carlos Villacís
Cap 61. Conmemoración de las Víctimas del Holocausto - Academia Play
Cap 62. ¿Cuántas veces hemos viajado a la Luna? - Academia Play
Cap 63. El heroismo a lo largo de la historia - Vicente Romero
Cap 64. Diferencias entre patriotismo y nacionalismo + 12 frases - Javier Rubio Donzé
Prólogo
Por Javier Rubio Donzé

"Sé buena, dime cosas incorrectas,


desde el punto de vista político.
Un ejemplo, que eres rubia y que fumas,
que no crees que Occidente
sea un monstruo de barbarie;
dedicado, a la sórdida tarea
de cargarse el planeta."

Luis Alberto de Cuenca

Desbrozar la historia de Occidente no es tarea fácil y menos hacerlo en 64


capítulos. Es por ello que este libro no pretende tal fin. Las páginas que a
continuación se presentan son el resultado de una selección de capítulos que de
manera coral se han redactado en la web de Academia Play durante los últimos 3
años.

Las historias se presentan de manera fragmentada con un hilo conductor que no


es otro que la historia de Occidente, un ente abstracto, difuso y complejo al que
inevitablemente pertenecemos. Tanto usted, querido lector como un servidor. La
tradición judeocristiana y la cultura grecolatina se suelen considerar como el
germen de la civilización occidental, dos torrentes que fluyen primero y
confluyen tanto antes como después. Dos caudales que se mezclan y se separan
continuamente y que a su vez beben de los dos ríos de la fertilidad: el Tigris y el
Eúfrates, dos nombres cardinales que vieron el nacer de las primeras ciudades y
los primeros imperios.

Con la ciudad nace Occidente, y con la ciudad y los primitivos Estados nacen los
mitos, que sirven como un significativo elemento aglutinador de una realidad
colectiva. Sin los mitos no existe civilización. Por lo tanto nos centramos en la
ciudad y en los mitos en los primeros capítulos del libro. El libro comienza de
una manera muy genesíaca: con un viaje.

Un desplazamiento que trata de buscar nuestros orígenes. Un viaje real, que


relató en su día con gran acierto mi amigo Gonzalo Altozano. El título original
del artículo que narra ese viaje iniciático (restando toda connotación esotérica) y
que puede encontrar en nuestra web (como casi todos los del libro) rezaba:
"Cuatro locos en furgoneta por Turquía tras la pista de Heinrich Schliemann".
Me he permitido alterar el título original para mejorar la experiencia de que
aquel que quiera asomarse al índice, para que de esta manera entienda mejor la
vertebración de capítulos. Esta sucesión de ideas y de historias no pretende ser
autoconcluyente a modo de tesis. Empero, si después de leer estas páginas el
lector saca alguna conclusión me habré dado por satisfecho.

La democracia, los mitos, la memoria, los derechos humanos, la moral


judeocristiana, la filosofía griega, el derecho romano, los Estados nación, la
organización familiar, la idea de imperio, el patriotismo, el individualismo, el
librepensamiento, la transición hacia el capitalismo y hacia el nuevo régimen...
incluso colectivismos como el comunismo. Todo ello se da cita en el siguiente
texto que usted se dispone a leer y ayuda a conformar eso tan manido que
llamamos "cultura occidental".

Por último quiero darle las gracias a Carlos Villacís, sin su inestimable ayuda
este libro no habría sido posible.

Buscando nuestros orígenes


Por Gonzalo Altozano
Academia Play quiere agradecer su colaboración a las siguientes entidades:
Oficina de Turismo de Turquía, Turkish Airlines, Venus DMC, Hera Hotel
(Bergama), Hotel Nazlihan (Assos), Hotel Truva (Çanakkale) y Hotel Tryp
(Estambul).

Lo escribió Heinrich Schliemann en uno de sus cuadernos de notas: “Hasta


en el futuro más lejano acudirán viajeros de todo el mundo, de todas partes
del mundo, para admirar los resultados de mi actividad desinteresada”. Se
refería el alemán a su descubrimiento de la ciudad de Troya, allá por el último
cuarto del siglo XIX. Y acertó, el tío, en lo de la afluencia de visitantes.
Siempre que por “futuro lejano” entendiera el mes de junio del año en curso
y por “viajeros”, los cuatro pasajeros del vuelo 1858 de Turkish Airlines que
el pasado día 10 embarcaron en Madrid rumbo Estambul.

Troya. Fotografía de Fernando Díaz Villanueva.

No se trata de dar los nombres y apellidos de los cuatro*, pero sí de trazar un


breve, brevísimo, retrato de cada uno: un exitoso hombre de negocios con
hechuras de profesor universitario (no podemos desvelar su nombre),
un periodista multimedia en pantalón corto y camiseta a una mochila pegado
(Fernando Díaz Villanueva), un start-uper condenado a cargar con el peso de
un brillante porvenir (Javier Rubio Donzé, fundador de Academia Play) y
un reportero de los de antes —o eso le gusta pensar a él— con su moleskine de
tapa blanda y su boli pilot azul (Gonzalo Altozano, el que firma el artículo).

*En este libro hemos considerado oportuno dar el nombre de 3.

¿Que qué tienen en común los cuatro, aparte de hablar por los codos? Ser unos
locos de la historia, en esta ocasión empeñados en documentar —en vídeo,
fotográficamente, por escrito, con dibujos animados, de la manera que sea—
el decimotercero trabajo de Hércules, o sea, el descubrimiento
de Troya llevado a cabo por Schliemann con un ejemplar de la Ilíada como
único mapa, haciendo coincidir las notas de los historiadores y los geógrafos con
los cantos de los poetas.

Troya. Fotografía de Fernando Díaz Villanueva.

Lo de la Ilíada quizás explique que la primera etapa del viaje sea Esmirna,
patria chica de Homero. Bueno, la primera-primera realmente fue el aeropuerto
Atatürk de Estambul, igual de moderno o más que cualquiera de los grandes
aeropuertos internacionales que en el mundo son.

Toca aquí, en el Atatürk, mientras se aguarda turno en la fila de los


pasaportes, hacer una primera revisión de los prejuicios que traemos con
nosotros en el equipaje; en concreto, aquellos en exceso deudores del visionado
de la película El Expreso de Medianoche.
Se basa esta —de manera bastante libre y lejana, eso sí— en las peripecias y
tribulaciones de Bill Hayes, el joven norteamericano que en 1970 fue
sorprendido por las autoridades aduaneras de Turquía con grifa suficiente para
poner contentos durante un semestre a los miembros de todas las fraternidades
universitarias de los Estados Unidos.

La película, escrita por Oliver Stone y dirigida por Alan Parker, fue durante
años un elemento disuasorio para muchos potenciales turistas que, a última hora,
cambiaban el destino de sus vacaciones, tan mala era la imagen que la cinta
transmitía del país y de sus gentes. Así lo reconoció el mismo Billy Hayes, quien
de visita a Estambul en 2007, pidió públicamente perdón por las licencias y más
que licencias que Stone y Parker se tomaron en su trabajo de adaptación del
libro a la pantalla; por ejemplo, el turco que hablan los personajes en la película
es, directamente, un idioma made in Hollywood, inventado. Pero estábamos
con Homero y la Ilíada en Esmirna.
Acrópolis de Pérgamo. Fotografía de Fernando Díaz Villanueva.

El turista desconfiado —y pelín conspiranoico, eh— sospechara que el buen


estado de las carreteras que unen el aeropuerto de Esmirna con Pérgamo,
primera parada y fonda del viaje, se debe a una operación secreta del Gobierno
turco, con cientos de obrero trabajando a destajo, día y noche, construyendo
kilómetros y más kilómetros, con el único propósito de impresionarle a él, el
turista, para, tan pronto regrese a casa, recomiende el destino a todos en su
oficina.

Asclepeion de Pérgamo. Fotografía de Fernando Díaz Villanueva.

Lo que debería hacer el tío pesado, más bien, es hacerse mirar su chifladura por
un buen galeno —Galeno, por cierto, era natural de aquí, de Pérgamo— y
dejarnos a los demás dormir a pierna suelta. Para más señas, en uno de esos
hotelitos con encanto donde sirven unos desayunos ricos en cereales, lácteos y
aceitunas, como los que Homero debía de acometer antes de ponerse a
componer uno de sus cantos.
Aso. Fotografía de Fernando Díaz Villanueva.

A falta del talento del poeta, a nosotros el desayuno —bien surtido de café— nos
proveyó de energías para, el primer día, visitar la Acrópolis y las ruinas del
hospital de Asclepio —el spa del Imperio romano—, pasar por delante una de
las siete iglesias del Apocalipsis, hacer un alto en Ayvalik, la isla de Cunda y el
Museo del Aceite de Adapete, y de allí todo seguido hasta Aso, con tiempo aún,
antes de la puesta de sol, para subiral Templo de Atenea. En Aso, por cierto, se
casó Aristóteles con Pitias, y no es de extrañar, porque el pueblito, frente a la isla
de Lesbos, es como para llevarse a la novia y pedirle matrimonio.
Aso. Fotografía de Fernando Díaz Villanueva.

El desayuno de la siguiente jornada fue más pronto de lo habitual, pues había


prisa por visitar en ferry la isla Bozcaada, por aquello de decir que nuestro viaje
lo había sido por tierra, mar y aire, y, sobre todo, prisa por llegar lo antes posible
a las ruinas de Troya, verdadero motivo de tan curiosa expedición. Una vez allí,
entendimos mejor el empeño de la Oficina de Turismo de Turquía por
presupuestar una sola tarde —o una sola mañana— al lugar, pues unas pocas
horas daban de sobra para grabar recursos o tomar notas o apuntes del
natural. Y sin embargo…
Bozcaada. Fotografía de Fernando Díaz Villanueva.

Sin embargo, cuánta historia que contar. Porque aquí, en la colina de


Hisarlik, empezó todo. Al menos, las epopeyas que, a lo largo de los siglos, de
entonces a la era Netflix, han hecho soñar a los hombres. Por supuesto, hicieron
soñar a Homero, pero también a Heinrich Schliemann y —qué caray, por qué
no— a los cuatro documentalistas de la expedición aquí relatada.
Troya. Fotografía de Fernando Díaz Villanueva.

Y así, con la ilusión de poder leer a partir de ahora la Ilíada de un tirón, sin
consultar una sola nota, y el alivio de que los legendarios vientos del lugar no
volasen los permisos de rodaje con membrete del Gobierno turco, así pusimos
rumbo a Çanakkale, ciudad universitaria asomada al Bósforo cuyo solo
ambiente nocturno le hace desear a uno volver a tener veinte años menos y la
posibilidad de solicitar una beca Erasmus para estudiar un curso —o dos— aquí.
Con todo, no fue Çanakkale el destino final del viaje.
Çanakkale. Fotografía de Fernando Díaz Villanueva.

A este llegamos al día siguiente, tras completar con la furgoneta los últimos
360 kilómetros de un total de casi mil. Sucedió cuando, de pronto, allá a
nuestra frente, como una mancha de aceite en imparable progresión, con
su skyline recortado por mil y un rascacielos habitados por veinte millones de
habitantes, surgió, imponente, una de las primeras ciudades del tercer
milenio: Estambul. La frustración de contar apenas con unas horas para
perderse entre su tráfico, sus calles, sus bazares y sus gentes solo pudimos
conjugarla con una promesa: la de volver.
¡Mira, papá, bueyes! Altamira: el
increíble descubrimiento de Sanz de
Sautuola

Por Academia Play

La extraordinaria cueva de Altamira no es un lugar cualquiera. Su


descubrimiento tampoco es uno más de los incontables hallazgos, que si bien son
muy valiosos, no llegan a la importancia de Altamira. Este emblemático lugar es
uno de los más importantes testimonios de la prehistoria, es un inestimable
recuerdo de nuestro pasado más remoto. Se lo ha llegado a calificar de la
“Capilla Sixtina” del arte rupestre.

El descubrimiento de la cueva de Altamira no puede ser valorado como


corresponde. Lo que allí se encuentra es uno de los yacimientos de arte
rupestre más notables de cuantos conocemos. La historia de su
descubrimiento y del reconocimiento, más bien descrédito inicial, es tan
excepcional como lo que se encontró en la cueva.
En Santillana del Mar, un municipio de la comunidad autónoma española de
Cantabria, está ubicada una cavidad en la roca que alberga un impresionante
ciclo pictórico prehistórico. Como no podía ser de otra forma, la Unesco la ha
declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 1985. Los nombres destacados
son los de Modesto Cubillas y Marcelino Sanz de Sautuola.
Reproducción de un bisonte de la cueva de Altamira.

Corría el año 1868 y el mentado Modesto Cubillas, un humilde tejero, dio con
la cueva mientras cazaba aún sin saber de qué se trataba, obviamente. La noticia
no supuso ninguna novedad digna de ser particularmente comentada, puesto que
en el paisaje kárstico de la zona existían muchas otras cuevas. Una más no era
ninguna sorpresa. El propietario de la finca de la que Cubillas era aparcero
era Marcelino Sanz de Sautuola. Por este motivo le informó de la existencia de
la cueva. La casualidad quiso que la excepcional cueva se topase con este
personaje apasionado de la arqueología y a las ciencias naturales en general.

Marcelino Sanz de Sautuola era un pudiente propietario que había realizado


estudios de Derecho pero se dedicaba a la administración del acaudalado
patrimonio familiar, lo cual le permitía vivir de las rentas y disponer de tiempo
para su verdadera pasión: las ciencias naturales. No era un científico profesional
ni contaba con las titulaciones correspondientes, pero era un estudioso afanado y,
sobre todo, con iniciativa.
Marcelino Sanz de Sautuola

La inapagable curiosidad de Marcelino Sanz de Sautuola le llevó a visitar la


cueva alrededor del año 1875, pero tan sólo vio algunos trazos que a su
percepción carecían de gran relevancia. Tuvieron que pasar varios años para que
se volviese a aventurar hacia la cueva. En 1879 regresó al lugar pero sin la
intención de explorar las paredes de su interior. Simplemente se dispuso a
excavar la zona de la entrada de la cavidad en busca de restos.

En esta segunda visita a la cueva llegó con su hija María Sanz de Sautuola, que
en aquel momento no tenía más de ocho años de edad. A pesar de que hay pocos
datos, la historia relata que fue la niña la verdadera descubridora puesto que,
con la curiosidad e intrepidez de su padre, realizaba pequeñas expediciones en el
interior de la cueva mientras que su progenitor trabajaba en la entrada. Se dice
que la pequeña niña dijo “¡Mira, papá, bueyes!” y la perplejidad de Marcelino
fue inefable al observar las pinturas de la bóveda.

Vista general del techo de polícromos.

Un año después Marcelino Sanz de Sautuola publicó sus


descubrimientos bajo el título Breves apuntes sobre algunos objetos
prehistóricos de la provincia de Santander y defendió la hipótesis del origen
prehistórico de las pinturas. Sin embargo, el opúsculo no tuvo buena
aceptación, salvo algunas excepciones como la del paleontólogo Juan Vilanova
y Piera o la de Miguel Rodríguez Ferrer. Muchos arqueólogos de prestigio
llegaron incluso a poner en duda la autenticidad de las pinturas rupestres
halladas. Hasta el momento no se conocían ciclos pictóricos prehistóricos de tal
extensión. Por lo general, los académicos no creyeron al aficionado. Y tanto fue
así que el propio Marcelino Sanz de Sautuola murió desacreditado en marzo
de 1888.

La perspectiva de los expertos no empezó a cambiar hasta que, años después, se


encontraron en Francia más muestras de arte rupestre similar al de Altamira
como las representaciones gráficas de las cuevas de La
Mouthe, Combarelles o Font-de-Gaume. El reconocimiento de autenticidad
del descubrimiento y del prestigio (póstumo) de Marcelino Sanz de Sautuola fue
definitivo cuando uno de los mayores detractores, el arqueólogo Émile
Cartailhac, rectificó y publicó en 1902 La grotte d’Altamira, Espagne. “Mea
culpa” d’un sceptique (La cueva de Altamira, España. Mea culpa de un
escéptico).

La cueva se abrió al público en 1917. Pero para no poner en peligro la


conservación de las pinturas se tuvo que restringir y dosificar el número de
visitantes y posteriormente cerrar. Por este motivo se construyó una réplica en
el Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira llamada Neocueva
de Altamira. Además, existen otras dos réplicas en el Museo Arqueológico
Nacional de España y en el Deutsches Museum en Múnich.

Cuando la pequeña descubridora María Sanz de Sautuola y Escalante creció


contrajo matrimonio con Emilio Botín López. Entre sus hijos se encontraba
Emilio Botín-Sanz de Sautuola y López que a su vez fue el padre de Emilio
Botín Sanz de Sautuola García de los Ríos. Una larga lista de familiar que ha
ocupado la presidencia del Banco Santander desde el año 1909 y que
actualmente continúa con Ana Patricia Botín-Sanz de Sautuola O’Shea.

La Fundación Botín y el Gobierno de Cantabria patrocinaron la producción


de la película Altamira protagonizada por Antonio Banderas que interpreta a
Marcelino Sanz de Sautuola. En ella se presentan el descubrimiento y la
controversia sobre la autenticidad de las manifestaciones pictóricas prehistóricas.
La aparición de las ciudades: Uruk
Por Academia Play

En la ribera este del río Éufrates se ubicaba la antigua ciudad mesopotámica


de Uruk. Esta ciudad y su cultura representan el surgimiento de la civilización
urbana, de modo que se encuentran vinculadas a la aparición de los llamados
“Estados arcaicos”. Esta ciudad contaba con portentosas murallas y fastuosos
templos que hicieron de Uruk la ciudad mesopotámica más suntuosa de su
época con un campo de influencia que se extendió por el Próximo Oriente.

El proceso de aparición de la civilización urbana supuso una experiencia de


trasformación en el que las sociedades prehistóricas de la Baja Mesopotamia se
volvieron más complejas, adoptando formas de poder político que modificaron
las relaciones sociales y las estructuras económicas a partir del milenio IV a. C.
Los rasgos de la cultura Uruk se difundieron por todo el Próximo Oriente.
Mapa de la localización de las principales ciudades de Sumeria y Elam.

El denominado período de Uruk es una etapa arqueológica de la historia de


Mesopotamia que transcurre aproximadamente entre los años 3800 y 3200 a. C.,
en el último milenio de la Edad del Cobre o Calcolítico. Algunas
periodizaciones amplían esta etapa desde el 4000 hasta el 3000 o 2900 a. C.
incluyendo al período Yemdet Nasr como una fase final de la anterior. El nombre
del período se debe a que los hallazgos más relevantes de este tiempo se
concentran en Uruk. En esta etapa apareció el sello cilíndrico. También floreció
una arquitectura monumental y toda una serie de rasgos culturales propios
como la cerámica de paredes finas con labios biselados más anchos. Alrededor
del año 3300 a. C. aparece uno de los primeros textos escritos: unas tablillas de
arcilla con un sistema pictográfico de escritura.
Alrededor del 3800 a. C. nace Uruk a partir de los enclaves
de Eanna y Kullab (según la tradición), desde donde dio comienzo el proceso de
expansión territorial. Uruk se convirtió en una ciudad-Estado y centro colonial,
de culto y de administración. Sin embargo, el auge y la máxima extensión de la
ciudad de Uruk la tiene en el milenio III a. C., es decir, en los períodos Jemdet-
Nasr y Dinástico Arcaico, después del mencionado período de Uruk. En esta
etapa se construyó la muralla y, además, la ciudad contaba con una red de tres
canales fluviales que proporcionaban una conexión con el Éufrates y, por tanto,
facilitaba el acceso a una de las vías comerciales principales de Mesopotamia, a
la vez de servir de sustento agrícola.

Vaso de Warka (o de Uruk). Se ha datado alrededor del año 3000 a. C y se encontró en 1940. Es un cáliz de
alabastro con una altura de 105 centímetros y con una anchura de 36 centímetros. Sus relieves representan a
un dignatario con sus sirvientes y sacerdotes entregando ofrendas a Inanna.

Las dos zonas destacadas de la ciudad son los centros urbanos (políticos o
religiosos) de Eanna y Kullab. El primero es el principal barrio y en él se
encontraba “la casa del cielo”, el templo más importante consagrado
a Inanna (después conocida como Ishtar). En arqueología se ha denominado
“Templo blanco” a la última etapa constructiva del principal templo de
Uruk. Se considera que es posible que este edificio se dedicara también al dios
An (que recibió el nombre de Anu por parte de los acadios). Se distinguían dos
partes: una plataforma de adobe (debido a la escasez de piedra) con una forma
irregular y el recinto sagrado. La terraza (la primera parte) tenía paredes en talud
con el propósito de levantar el templo santo (la segunda parte). Para acceder al
lugar sagrado se construyó una escalera en el ángulo noreste de la
edificación. Este tipo de templo que se eleva sobre terrazas es el precedente
constructivo de los templos escalonados de Mesopotamia llamados zigurats.
Las medidas del templo sobre la plataforma, la cual medía trece metros de altura,
eran de 22,3 por 17,5 metros y tenía tres puertas de las que la principal se
orientaba hacia el sur. Las fachadas se cubrieron con revoque blanco.

Eanna era el centro de poder de Uruk y donde se almacenaban los bienes


destinados al funcionamiento y administración del templo. En este espacio se
encontró el primer complejo arquitectónico monumental. La excavación de los
niveles de Uruk reveló edificios de diferentes épocas como el Templo de Caliza,
el Templo de los Conos de Piedra, el Templo Rojo (construido sobre los
cimientos del Templo de Caliza), el Gran Atrio o el Edificio de Tierra
Apisonada, entre otros.

Ilustración que recrea el Templo blanco.

El mayor logro de la cultura Uruk son las muestras más antiguas de escritura que
se conocen, halladas en el Eanna. Hay que mencionar que existe una discusión
sobre la mayor antigüedad entre la escritura del valle del Nilo o del Éufrates.
Egiptólogos y asiriólogos debaten sobre la fecha de surgimiento de la escritura
pictográfica mesopotámica y la escritura jeroglífica egipcia, que
aparecieron de un modo casi simultáneo. Los pictogramas contenidos en las
tablillas de arcilla hallados en Eanna eran empleados para gestionar mercaderías
en textos contables que registraban los productos. La discusión se extiende a la
identificación de la lengua transcrita, aunque la posición más aceptada de
momento es que se trata del sumerio.

Cerca del final del siglo IV a. C. la pictografía se fue transformando hasta asumir
una forma esquemática. Aproximadamente en el año 2600 a. C. se realizaron las
tablillas de la ciudad de Shuruppak en las que los signos eran trazos rectilíneos
con forma de cuña, desapareciendo todo rastro de los dibujos anteriores. De este
modo aparece la denominada “escritura cuneiforme”.

La evolución del signo SAG (cabeza) del 3000 al 1000 a. C.

Hay que destacar la figura de Gilgamesh, el cual fue un rey de Uruk


semilegendario perteneciente a la mitología sumeria. Se trata del quinto rey de
la primera dinastía de Uruk según la Lista Real Sumeria(documentos que oscilan
entre el relato mitológico y el registro histórico). Se le atribuye a su predecesor
de tercer grado Enmerkar la fundación de Uruk y la campaña contra la ciudad de
Aratta. Gilgamesh es particularmente conocido por ser el protagonista del relato
de la literatura asirio-babilónica llamado Epopeya de Gilgamesh. El centro de
este poema épico es la búsqueda de la inmortalidad, y en él se le asigna a
Gilgamesh la construcción de las murallas de la ciudad.

En torno a la mitad del milenio IV a. C. la cultura Uruk se propagó


territorialmente y se extendió desde el sur de Mesopotamia hasta regiones que
actualmente pertenecen a Turquía, Irán y Siria, fundando
establecimientos. Mediante una red de colonias en la periferia de Mesopotamia
consiguieron una dispersión comercial y consiguieron materias primas
determinantes para su vida urbana. La colonia más destacada es la de Habuba
Kabira, situada en el norte de Siria y en la que se ha encontrado la huella de la
cultura Uruk. Dicha ciudad se fundó entre el 3500 a. C. y el 3200 a. C. con una
planta rectangular protegida por una muralla de adobe con torres.

Con el tiempo, el centro del poder político y la hegemonía cultural se trasladó


de Uruk a la ciudad de Ur. No obstante, es digno de mención que con Uruk los
pequeños núcleos de población campesina de la Baja Mesopotamia pasaron a la
etapa histórica de la civilización urbana.

Bibliografía
Algaze, G. (2008). La antigua Mesopotamia en los albores de la civilización: la
evolución de un paisaje urbano. Barcelona: Bellaterra.

Liverani, M. (2006). Uruk, la primera ciudad. Barcelona: Bellaterra.

Montero Fenollós, J. L. (2012). Uruk. La primera ciudad de


Mesopotamia. National Geographic. N. 100, pp. 36-43.
El individuo y la ciudad: la analogía
absoluta
Por Daniel Montes

Establezcamos una analogía entre la persona concreta y la ciudad.

Podemos afirmar que en el momento del nacimiento del individuo nada


condiciona ni determina —a nivel de ideas, pensamientos y contenidos
experienciales— sus actos; como tabula rasa que es, viene a este mundo ex
novo desde la total y completa desnudez, bajo un suelo nuevo y limpio de ningún
asentamiento anterior. Por lo tanto, el ser humano viene al mundo de la misma
manera a como el asentamiento civil —aunque quizás sea mejor denominarlo
“asentamiento”, a secas, por prematuro—, se instala en un territorio
determinado.

De la misma manera la persona abre los ojos y los todos sus sentidos al nuevo
mundo, así el asentamiento tiene a la vista un panorama más o menos halagüeño
y fértil (generalmente en un valle, junto a un río, lejos de arideces y de yermos
parajes desérticos).

In the Woods Somewhere – concept art- Ilustración de Imad Ud Din.

La persona pasa la cuarentena de la misma manera que el asentamiento supera,


con mayor o menor acierto, las primeras jornadas en las que tiene que pugnar
con los distintos elementos (climatología, fieras y depredadores, calidad de las
construcciones, pericia para dotarse y satisfacer las necesidades básicas…).
Cobra cuerpo y enteros la persona y adquiere, poco a poco, experiencias que
le van dotando de conocimientos, al principio balbucientes y primigenios, pero
que, con el tiempo,se van haciendo más complejos y heterogéneos, más sólidos y
originales…

El asentamiento crece, y se incrementan las construcciones: al comienzo, el


adobe sucede a la madera, y aquel es substituido por la piedra y el ladrillo; se
elaboran los contenidos civiles, y se incrementa la efervescencia populosa: la
persona crece en sentimientos y aprendizajes, y su “mundo” particular se va
transformando en un “universo” más vasto, poblado y rico en contenidos.

El río, arteria fluvial de la sociedad, le permite desplazamientos si es capaz


de construir naves para este propósito, y así conocer otros asentamientos con los
que congeniará si son de iguales características al suyo.

Y llegamos a experiencias traumáticas, o no tan positivas como las descritas:


alguna enfermedad, tristeza, extrañamiento, falta de sociabilización… en la que
la persona adolescente, al igual que el pequeño pueblo, pone a prueba su razón
de ser, se curte en la vida y acrisola su carácter con la necesidad y la
adversidad —maestras insubstituibles en el devenir de la vida personal y de la
sociedad.

Aunque el contorno y los perfiles del pequeño pueblo tienen una


conformación determinada, las calles, plazas, casas y distintos
establecimientos dotarán a la comunidad de identidades diversas, según nos
coloquemos en una u otra zona de lugar habitado. De la misma manera, la
persona, en tanto que sujeto plural de aprendizaje, experiencias y contenidos
conceptuales… tendrá una identidad que oscilará en función de las relaciones
que ejercite y el comercio vital que despliegue en su decurso vital.
Sad Day. Ilustración de Florent Llamas.

La inteligencia personal esgrimida le ayudará a solventar y desarrollar


problemas, cada vez, más enquistados; cada vez más insolubles e irresolubles;
cada vez más maduros y alejados de la simplicidad de las cuestiones de los
primeros años de su existencia. El pequeño pueblo, creciendo y más bullicioso
de gente –lugareña y foránea– se ve obligado a acrecentar sus fronteras, y en
el arrabal construye urbanizaciones y viviendas (diferentes a las del estilo de las
más céntricas), y el pueblo crece y crece… y sus habitantes, en vez de ir a pie o
en animales, ahora se suben en bicicletas o autobuses públicos, o se sirven de
motocicletas o coches… para llegar a los distintos lugares más alejados del
pueblo y, así, gozar de un mayor tiempo libre y de ocio.

La persona crece, pues los años pasan, así como también la ciudad: esta
deviene urbe y deja atrás su pasado rural. La capacidad individual de la
persona se ha incrementado de un modo sobresaliente: su grado de experiencias
y la predisposición para el aprendizaje han hecho del sujeto un ser diferente a
todos los demás, con un carácter y una psicología mucho más compleja que la de
sus primeros años de vida. Se relaciona nutridamente con otras personas, y su
poso vital se desarrolla y despliega a pasos agigantados: su capacidad de
esfuerzo y de trabajo es igualmente notable.

La urbe ha establecido relaciones con otras poblaciones de su entorno más


cercano, en un principio, y ha aprendido las virtudes y los vicios de los otros
lugares como si de un espejo se tratara, aplicando medidas cada vez más
prudentes y cívicas en el ámbito público de convivencia.

El lapso transcurrido de tiempo no garantiza un mayor desarrollo —a todos los


niveles— de la persona si no media una predisposición positiva, una actitud
saludable y se aplican los contenidos aprendidos anteriormente de modo que
estén bien orientados: con buena dirección y sentido. Así también, la urbe no
tiene porqué incrementar —ni cuantitativa ni cualitativamente— sus fronteras
establecidas si no hay una buena gestión del patrimonio, si no hay innovación, ni
iniciativa privada, ni prudencia colectiva ni civismo.

De la misma manera a como el individuo, a medida que va sumando años e


incrementando sus experiencias, va acrisolando su conocimiento, probándolo y
aquilatándolo con objeciones e impedimentos de todo calibre y condición…y,
así, irá forjando en su interior un núcleo de creencias e ideas fundamentales
—que podemos llamar “primordiales”— en torno a las cuales gravita y pivota la
acción de la persona. Así también, el pueblo, primero, y la urbe, después,
configurarán su planta social en función de una serie de distritos más o menos
céntricos: en torno a la iglesia o parroquia, si los individuos crecen en un ámbito
religioso, o el ayuntamiento, si estos prefieren la política. O un tercer ámbito, el
de la escuela o instituto, si las personas prefieren el aprendizaje como modo de
vida.

Que la parroquia devenga ermita, mezquita o, incluso, catedral estará en función


del tipo de creencias y del grado de intensidad con que las abrace: a mayor
creencia y mayor subordinación de la vida a los principios religiosos, un mayor
edificio de credo y veneración. Así en el individuo como en la urbe. Igualmente,
el ayuntamiento será mayor o menor, albergando una pluralidad mayor o menor
de opciones políticas, en función de la tolerancia, respeto y civismo de los
individuos. Quien decida hacer de su vida un periplo por el aprendizaje podrá
desarrollarlo en academias, colegios, o, si el afán es tan grande y global que se
desborda de sus márgenes, la universidad. Por consiguiente, el corazón de la
persona, en cuanto a creencias e ideas primordiales, estará copado,
fundamentalmente, por estas tres opciones, aunque habrá siempre quien opte por
otras vías igualmente respetables y válidas.
Mountain valley town. Matte painting shot + breakdown. Ilustración de Maciej Biniek.

Hablamos ahora desde otra óptica, de la condición/carácter de la persona o urbe


en función de una serie de parámetros concretos.
En primer lugar, hay que decir que la educación —recibida al principio y
adquirida por la persona después— condicionará —si no determina—, su modus
vivendi y su modus operandi hasta el punto que será lo que quiera ser en la vida
si es consciente de sus potencialidades y capacidades, o quedar al albur de
elementos adventicios e indeseables si la ignorancia inconsciente tiene
preeminencia y hegemonía en el ser de la persona.

Imaginemos, ahora, que la urbe, otrora pueblo o aldea, se rige por principios
religiosos de creencia: si es una mezquita pequeña, el imán tendrá a su cargo a
pocos fieles (en la versión cristiana, la parroquia será templo o, incluso, catedral
si el individuo supedita todo a la creencia religiosa y tanto es su fervor y su
proceder dogmático que solo vive para esa realidad). Hay que decir que si la
persona es del sexo femenino muy probablemente nazca en una condición de
desigualdad, sufriendo injusticias reales de actitudes endémicas.

Pero veamos el ámbito político: la persona ignorante regirá su vida de modo


entrópico, displacentero e infeliz en extremo. La urbe puede ser democrática,
oligárquica o despótica, y, consecuentemente, dirigir los destinos de sus
habitantes en base a principios cívicos y republicanos, monárquicos o tiránicos.
De ahí provendrá buena parte de sus relaciones con el resto de personas y urbes
colindantes o su aislamiento secular mientras dure el tirano en el gobierno de las
decisiones primordiales.

En cuanto al dominio del conocimiento, la persona devendrá cívica y sujeto de


aprendizaje de todo tipo. Aprenderá contenidos provechosos y fructíferos en
demasía; cosas que le servirán para la vida y para relacionarse con los demás. La
ciudad tendrá en la universidad su máximo exponente si dedica parte de su
interés y fondos económicos, sociales y culturales a esta empresa del aprender.

Colony City at Titan. Ilustración de Alfie Rodriguez.

Que la comunidad se quede en un pequeño poblado o alcance las dimensiones,


verbigracia, de Ciudad de México o de Tokio, dependerá de lo dicho hasta ahora:
es en buena medida una historia plagada de éxitos, lo que hace posible el
desarrollo hasta niveles óptimos y máximos. La persona será original,
singularidad única e inigualable, y extraordinaria e irrepetible, si se
propone, con lo dicho, forjar su destino en base al aprendizaje y a la
educación constante.

Será en base a su tamaño cuantitativo y de su calidad cualitativa el que la


aldea/urbe/megalópolis establezca distintos tipos de relaciones —de toda índole
— con el resto de aldeas/urbes/megalópolis del mundo. Hermanarse con las
distintas comunidades, recibir influjos, aprender lecciones y ser, a su vez,
espejo reflectante para otras sociedades… establecer viajes marítimos de
cabotaje o, por el contrario, singladuras de alto nivel, cruzando océanos y mares
inexplorados; viajar en aviones ultramarinos e intercontinentales, o transitar en
animales de carga por la aldea recorriendo pequeñas distancias…
En suma, esta analogía es válida si tomamos a la persona y la extrapolamos a la
ciudad —o viceversa— y si aprendemos a imaginarnos situaciones diferentes en
los mismos lugares comunes.
Cartago, París, Roma y Zamora. 4
frases históricas sobre ciudades
Por Academia Play

1. Carthago delenda est | Cartago debe ser


destruida
El asalto final de Cartago, por Heinrich Leutemann.

La cultura romana es uno de los cimientos ineludibles de la civilización


occidental. Sus aventuradas empresas están grabadas en nuestra conciencia
histórica y el contenido de sus famosas narraciones (históricas o ficticias) aún
estimula nuestro fuero interno.

Esta famosa locución latina se atribuye a Marco Porcio Catón, conocido


como Catón el Viejo, combatiente en la segunda guerra púnica y gran impulsor
político de la tercera guerra púnica contra Cartago. No sólo promovió la guerra,
sino la destrucción de Cartago. Y es esto precisamente lo que la célebre
sentencia expresa.

La promoción de la guerra contra Cartago fue el cometido que ocupó la última


actividad pública de Catón. Tanto interés tuvo en el asunto que lo hizo con
verdadera insistencia. Convencido de que la protección de Roma dependía de la
destrucción de Cartago, el disciplinado político romano se hizo famoso por
acabar todas sus intervenciones en el Senado con la adición final Ceterum
censeo Carthaginem esse delendam, que significa “Por lo demás, opino que
Cartago debe ser destruida”.

Las guerras púnicas fueron tres conflictos en los que se


enfrentaron Roma y Cartago entre los años 264 a. C. y 146 a. C. El principal y
decisivo enfrentamiento de la tercera guerra púnica fue la batalla de Cartagoque
concluyó con la destrucción del imperio y la ciudad de Cartago. Catón se salió
con la suya…

La frase se emplea para expresar una idea firme que se persigue con obstinación.

2. Paris vaut bien une messe | París bien vale


una misa
Entrada triunfal de Enrique IV en París. Pintura de Rubens.

Los franceses siempre han dado de qué hablar. En ocasiones, hasta han dejado
para la historia las mismas frases con las que recordar y comentar sus
acontecimientos. La presente frase se dijo en la fase final de una época marcada,
más bien lastrada, por las terribles Guerras de religión francesas ocurridas entre
1562 y 1598.

Este conflicto, que comprende hasta ocho enfrentamientos distintos, se


concentró en las disputas entre católicos y hugonotes (protestantes calvinistas
franceses), lo cual involucró controversias políticas entre casas nobiliarias como
los Borbón, los Guisa o los Valois. Todo esto con el telón de fondo internacional
de la Inglaterra de Isabel I como potencia protestante (aunque no calvinista) y
la España de Felipe II como potencia católica. La contienda no era poca cosa y
ocurrió lo que suele ocurrir cuando se mezclan política y religión. A estos
eventos pertenece la brutal matanza de San Bartolomé, uno de los notables
episodios de la larga lista de la infamia universal.

Enrique de Borbón, quien en un principio era hugonote, tuvo que convertirse al


catolicismo para llegar al trono y coronarse como Enrique IV de Francia. En
abril de 1598 promulgó el edicto de Nantes que puso fin a las Guerras de
Religión de Francia.

Previamente, Enrique intentó convertirse en rey como hugonote, pero la


intervención activa del Imperio español en la última etapa de la guerra civil
francesa por la lucha por la sucesión lo evitó. La Liga católica impidió a
Enrique tomar París y con la ayuda de España forzó al Borbón a mantenerse en
el sur del país. Finalmente, Enrique no tuvo más opción que convertirse al
catolicismo, pues sólo así consiguió entrar en París. Fue entonces cuando
pronunció la famosa frase “París bien vale una misa”, seguramente apócrifa.

La sentencia ha trascendido su contexto histórico para actualmente convertirse


en un tópico usado para expresar la pertinencia de concesiones por razones de
utilidad y conveniencia. Se emplea principalmente para referirse a los actos de
realismo político, más allá de los ideales.

3. Roma traditoribus non praemiat | Roma no


paga a traidores

La muerte de Viriato. Pintura de José Villegas Cordero.

Sí, romanos otra vez… Son una fuente inagotable de rotundas frases
lapidarias que inician o culminan las hazañas con un halo de gloria
indudablemente atractivo. No sólo hay que saber guerrear, sino también narrar lo
sucedido.
En esta ocasión, la sentencia involucra el asesinato de un personaje cuya figura
ha sido tan idealizada y ensalzada como la de otros héroes populares. Nos
referimos a Viriato. Si bien es cierto que la veracidad del pronunciamiento de la
frase es incierta, tampoco se puede negar la potencia narrativa de la leyenda y la
dignidad romana.

Viriathus o Viriato fue un líder lusitano que se opuso a Roma a mediados del
siglo II a. C. frente a su expansión por Hispania. Los romanos vencieron en
las Guerras lusitanas e incorporaron a la República el territorio conquistado.
Viriato dirigió campañas contra los romanos y se ganó la fama de gran jefe
militar.

El caudillo lusitano fue (supuestamente) asesinado mientras dormía por tres de


sus propios hombres: Audax, Ditalcos y Minuros. Estos habían sido enviados a
negociar con los romanos, pues Viriato se vio forzado por la situación. En ese
encuentro se cuenta que fueron sobornados y al regresar mataron a su líder. Tras
el oprobio, los “Judas” acudieron a los romanos para cobrar su recompensa, pero
no obtuvieron más que el deshonor, pues la respuesta fue clara: “Roma no
paga a traidores”. Algunas versiones afirman que sí fueron recompensados pero,
en cualquier caso, no hay documentación histórica concluyente.

4. No se ganó Zamora en una hora


Sancho II de Castilla.

La frase hace referencia al arduo sitio que sufrió la ciudad de Zamora que el
rey Sancho II de Castilla realizó para conquistarla frente a su propia
hermana Urraca de Zamora. El asedio se prolongó durante más de siete meses y
la leyenda de la resistencia forma parte del orgullo zamorano.
Sancho II se propuso reunificar bajo su autoridad la herencia cristiana que su
padre Fernando I de León, “el Magno”, había dejado a sus hijos. Para ello, inició
una imponente campaña de conquista frente a sus hermanos. Sancho era el
primogénito varón y consideraba que tenía derecho sobre los dominios de su
padre, al completo. Al morir el patriarca en el año 1065, sus territorios fueron
repartidos: Urraca, la hija mayor, heredó Zamora; el segundo, Sancho, heredó el
antiguo condado de Castilla, ahora convertido en reino, y las parias sobre la
Taifa de Saraqusta; a Alfonso le correspondió el reino de León, lo que implicaba
el título imperial, y los derechos sobre Toledo que entonces era una taifa
musulmana; García recibió el reino de Galicia y los derechos sobre Sevilla y
Badajoz que entonces también eran taifas; y a Elvira le tocó la ciudad de Toro.

Afligido por el reparto paterno, ni corto ni perezoso, Sancho se dispuso a


reclamar por la fuerza lo que consideraba que era suyo. Antes de la
conquista, Sancho quiso dejar todo bien atado y renovó el vasallaje de la taifa de
Zaragoza sitiando la ciudad y entró en guerra con sus primos Sancho de
Pamplona y Sancho de Aragón. En un alarde de originalidad e ingenio, la
tradición llamó a este conflicto “la guerra de los tres Sanchos”.

A continuación, se abrió un período bélico entre los tres hijos varones de


Fernando de León. Al morir la madre en 1067, Sancho inició una ofensiva que
concluyó con la conquista de León y Galicia frente a Alfonso y García,
respectivamente. Sancho no tardó en hacerse con la ciudad de Toro que le
pertenecía a Elvira. Sólo quedaba Zamora y Urraca decidió resistir. La infanta se
atrincheró tras los muros de la ciudad. Los muros eran altos y fuertes, así que
Sancho no consiguió entrar. De esta manera se inició el famoso acontecimiento
conocido como el cerco de Zamora.

Este evento oscila entre la leyenda y la realidad, puesto que, como es frecuente,
las pruebas documentales son escasas. Son los cantares de gesta los que
atribuyen al noble leonés Vellido Dolfos el asesinato de Sancho por traición. Lo
cierto es que el rey Sancho murió durante el cerco de Zamora y quien acabó
heredando el reino unificado fue su hermano Alfonso VI de León que hasta ese
momento se encontraba refugiado en la Taifa de Toledo. Urraca mantuvo su
señorío sobre Zamora.
20 datos curiosos sobre Babilonia

Por Academia Play

1. En el sur de la actual Bagdad (Iraq), aproximadamente a 90 kilómetros de


distancia, se encuentran los vestigios de la antigua ciudad de Babilonia. El
reconocimiento de la grandeza de Babilonia se debió durante muchos años
principalmente a la fuente bíblica. La ópera de Verdi Nabucco, con su estreno
en 1842, también contribuyó a la fama y popularidad de la mencionada ciudad y
del célebre rey babilonio Nabucodonosor II. Para la visión legendaria,
Babilonia era un símbolo de opulencia, soberbia e idolatría, del mismo
modo que de grandeza, poder y admiración.

Puerta de Istar en el Museo de Pérgamo de Berlín.


El descubrimiento de las civilizaciones
mesopotámicas
2. Mesopotamia es el área de Oriente Próximo localizada entre los
ríos Tigris y Éufrates, más las regiones fértiles adyacentes. Etimológicamente
Mesopotamia quiere decir precisamente “entre ríos”. En la Edad Antigua en el
norte de esta zona se ubicaba Asiria y en el sur Babilonia. A Mesopotamia
también pertenecieron Acadia y Sumeria, siendo esta última considerada la
primera civilización que surgió en el planeta.

3. Hasta el siglo XIX la información que versaba sobre las civilizaciones


mesopotámicas antiguas como Babilonia o Asiria procedían
fundamentalmente del Antiguo Testamento y de textos sobre historia y
geografía grecorromanos. Durante la Edad Media y la Modernidad muchos
viajeros peregrinaron a los lugares en los que ocurrieron los episodios de
las Sagradas Escrituras. El rabino navarro Benjamín de Tudela se dedicó a
viajar entre 1165 y 1170 por Egipto, Mesopotamia y Siria, de lo cual dejó
constancia en su Libro de viajes.

4. El carácter religioso y romántico de los viajes se mantendrá hasta 1842


cuando se empezaron a excavar colinas que se hallaban en los márgenes del
Tigris y del Éufrates. Un punto de inflexión para la arqueología mesopotámica
fue el descubrimiento por parte de Paul Émile Botta de obras de arte como
relieves de piedra o toros alados tras la excavación de la colina Horsabad al norte
de Irak, próxima a Mosul, en 1843. Lo que se encontró eran restos asirios y
suponían los primeros documentos materiales a parte de los textos sagrados
y clásicos.
Recreación de la ciudad sobre el esquema urbanístico. Se encuentran diferenciados los recintos interior y
exterior.

5. Babilonia comenzó a descubrirse con las excavaciones del Deutsche


Orientgesellschaft en el año 1899. Los descubrimientos de las excavaciones
alemanas se corresponden con la Babilonia del rey Nabucodonosor II, ya que
el rey asirio Senaquerib destruyó la antigua ciudad en 689 a. C. El interés de los
alemanes residía en la arquitectura y localización de los edificios, y en la
precisión de planos de la ciudad. El nombre que destaca en estas reveladoras
intervenciones arqueológicas es el de Robert Koldewey.

6. Las investigaciones alemanas se ocuparon del sur de Mesopotamia ya que el


norte estaba siendo controlado por Francia y Gran Bretaña con increíbles
resultados sobre la civilización asiria. Las investigaciones de Koldewey
destacaban por su rigor científico y por alejarse de la “caza de tesoros
artísticos” que primaba en las intenciones de los diplomáticos que dirigían
las excavaciones de Asiria. Koldewey se formó en Berlín estudiando
arquitectura, arqueología e historia antigua. Este arqueólogo participó en el
descubrimiento de la Puerta de Istar, el monumento babilonio más
emblemático, y demostró la veracidad histórica de la Torre de Babel, que era
un zigurat llamado Etemenanki .
El poder de Babilonia
7. La ciudad de la que tenemos constancia arqueológica es la Babilonia
construida y embellecida por la dinastía caldea, principalmente
por Nabucodonosor II hijo del fundador del imperio
neobabilónico, Nabopolasar.

8. El documento escrito más antiguo que se tiene acerca de Babilonia se remonta


al tiempo del rey de la dinastía acadia Sharkalisharri (2217-2193 a. C.). Otro
documento importante es el código de leyes escrito sobre basalto negro
perteneciente al rey Hammurabi, quien dotó a Babilonia de importancia política
convirtiéndola en la capital de un imperio alrededor de 1792 a. C.
Código de Hammurabi conservado en el Museo del Louvre

9. Después de la etapa paleobabilónica, se da un período de dominación


extranjera durante la dinastía casita aproximadamente entre los años 1570 y
1155 a. C. Otra etapa de dominación ocurrió entre el 734 y el 627 a. C. por parte
de los grandes reyes del imperio neoasirio. Entre los dos ciclos se encontraba
la segunda dinastía Isin, que sucedió a la dinastía casita y fue sucedida por
la segunda dinastía del país del mar.
10. En el año 626 a. C. se establece la dinastía caldea, con la cual empieza el
imperio neobabilónico a partir de la llegada al trono de Nabopolasar. Esta es
la etapa de mayor esplendor de la ciudad de Babilonia que se hace con la
hegemonía cultural y política tras la caída de Asiria en el 612 a. C. En dicho
período se hacen las grandes restauraciones y ampliaciones de las construcciones
urbanas. Nabucodonosor II dedicó gran parte de sus esfuerzos en
transformar y embellecer Babilonia.

Extensión del Imperio neobabilónico.

11. El sucesor de Nabopolasar fue su hijo Nabucodonosor II, el más


emblemático de los reyes babilonios, con el que Babilonia llega a su mayor
expansión. Durante su reinado, Babilonia llegó a rivalizar con el Egipto
faraónico y con el imperio medo-persa. La acción militar más célebre en la
historia posterior fue el saqueo y toma de Jerusalén en el 597 a. C y después en
587 a. C. Este hecho fue recogido en el Antiguo Testamento: II Reyes, 24-25;
Jeremías, 37-43 y 52. Debido a este suceso, gran parte de la población judía
tuvo que exiliarse del reino de Judá. Este momento de la historia del antiguo
Israel es denominado “el Exilio”.

12. La desaparición del imperio neobabilónico empieza con la decadencia que


sufre tras la muerte de Nabucodonosor II en el año 562 a. C. El último monarca
de la dinastía caldea fue Nabonido, quien delegaba muchas veces el mando en
su hijo Belsasar pues se pasaba largos períodos en el oasis de Teima en Arabia.
El rey persa Ciro II aprovechó la debilidad de Babilonia para conquistarla en el
539 a. C. Eximios griegos como Jenofonte y Heródoto hablan de este episodio.
Pasados dos siglos, Alejandro Magno conquista la ciudad en 331 a. C.
La ciudad
13. El Tintir es la fuente escrita más importante en lo concerniente al aspecto de
la ciudad. Se trata de un conjunto de escritos cuneiformes recogidos en cinco
tablillas de arcilla que llegado a nuestros días a través de unas copias de las
originales. Estos textos ofrecen una descripción de la topografía religiosa de
Babilonia. En ellos se habla de los lugares sagrados como los templos, pero
también se habla de las calles, barrios, murallas y puertas relacionadas con las
procesiones religiosas. El plano de la ciudad se descubrió a partir de las tablillas
IV y V y de los datos de las excavaciones.

14. La ciudad cubría un amplio territorio: se cree que se aproximaba a 1000


hectáreas. Un tercio del espacio lo cubría la ciudad interna, la cual tenía unas
dimensiones de 1,5 X 2,5 kilómetros de planta relativamente rectangular.
Babilonia consiste en una aglomeración urbana ubicada a la derecha del Éufrates
que se desarrolló también en la ribera izquierda. La localización sitúa a la ciudad
en un lugar de corta distancia entre los dos ríos, lo cual permite controlar el eje
de circulación fluvial.

Babylon´s walls. Ilustración de Rocío Espín Piñar.


15. La ciudad se encontraba dentro de un doble recinto amurallado. El
nombre de la muralla interior era Imgur-Enlil, que significa “el dios Enlil ha
ostrado su favor”. La muralla exterior era llamada Nimit-Enlil, que quiere decir
“muralla de Enlil”. La única calle que se ha podido localizar es la Ay-ibur-
sabu (“que el arrogante no pase”) que constituía la vía procesional que
empezaba en la Puerta de Istar y recorría hasta el centro de la ciudad pasando
por el palacio real. El bario central era Eridu, cuyo nombre se debe al dios Enki.
Esta zona era el centro religioso en el que se encontraban catorce santuarios
como el templo dedicado al dios Marduk, Esagil, y el Etemenanki, que era
el zigurat.

16. Las murallas internas tenían ocho puertas de acceso. Según las
tablillas Tintir cinco de ellas tenían el nombre de dioses del panteón
mesopotámico, a saber, Istar (diosa del amor y de la guerra), Samas (dios de la
justicia), Marduk (dios de la nación babilonia), Enil (dios sumerio)
y Adad (dios de la tormenta). De las tres puertas restantes, dos estaban
dedicadas a centros religiosos (Zabada y Uras) y una al rey.

17. El Etemenanki era un gran zigurat que se levantaba sobre una basa
rectangular de 406 x 456 metros. Era un complejo religioso situado a 80 metros
al norte del Esagil. Un zigurat es una torre mesopotámica piramidal y
escalonada. El nombre significa “casa del fundamento del cielo y la tierra”. A
este recinto sagrado se lo identificó con la famosa Torre de Babel de la que
habla la Biblia.
La Torre de Babel. Pintado por Pieter Brueghel el Viejo.

18. Los Jardines Colgantes son una estructura arquitectónica que se identificó
durante las excavaciones en la punta noreste del palacio del sur (en este palacio
murió Alejandro Magno en 323 a. C.), situado junto a la Puerta de Istar. Se
trata de una construcción de catorce salas alargadas cubiertas por bóvedas y
formadas en dos hileras. Esta disposición hacía que sobresalieran terrazas
enlazadas en las que se podían plantar grandes árboles gracias a las formas
abovedadas. No obstante, no se conoce con certeza la localización de
los Jardines Colgantes, ya que la estructura encontrada puede corresponderse
con un área de almacenes. Fueron los pozos y conductos hallados lo que llevó a
pensar a los arqueólogos alemanes que se trataba de los depósitos de agua de los
que emanaban los arroyos de los Jardines.

19. Los Jardines Colgantes de Babilonia son una de las Siete Maravillas del
Mundo Antiguo pero en la actualidad hay personas que dudan de su existencia.
Esto se debe a que no sólo no se han encontrado, sino a que no hay textos de
Nabucodonosor II, Heródoto o Plinio el Viejo que den testimonio de dicha
construcción. Los que los mencionan son autores que no pudieron ver los
jardines y que, en ocasiones, tienen lagunas y confusiones sobre la historia de
Mesopotamia como Diodoro de Sicilia, Quinto Crucio, Flavio Josefo o Estrabón.
Babylon, the Etemenaki or the Tower of Babel, 550 BC. Ilustración de J.R. Casals.

20. La ciudad se encontraba dividida por el río Éufrates. Estas dos secciones se
unían por medio de un puente que Quinto Curio incluye entre las
maravillas de Oriente. Dicha estructura la componían seis pilares en forma de
nave a nueve metros de distancia cada uno. Era una obra de ladrillo cocido que
medía 123 metros de longitud. El puente es una muestra del nivel técnico de
los arquitectos de Babilonia.

Bibliografía
Montero Fenollós, J. L. “Babilonia y Nabucodonosor. Historia antigua y
tradición viva”. Alberca. N. 5, 2007.

―Breve historia de Babilonia. Ed. Nowtilus. 2012: Madrid.


¿Por qué fue Tutankamón
importante para la Historia?
Por Lourdes Martínez Cabrera y Javier Rubio Donzé

Zoser se encargó de que Menfis fuese el gran centro político donde trasladó su
residencia, y encargó la construcción de la primera pirámide egipcia en el
2650 a. C.

Snefru fue capaz de someter a las tribus beduinas, e hizo que la prosperidad
llegase a la región gracias a las minas de extracción de turquesa que promovió.

Keops es conocido por haber encargado la construcción de la más alta de las


pirámides.

Mentuhotep II reunificó el alto y el bajo Egipto

Hatsepsut se hizo conocer por sus enormes obeliscos y por el florecimiento


que alcanzó Egipto bajo su mandato.

Tutmosis III realizó al menos 17 campañas en Asia para afianzar el dominio


sobre el cercano Oriente y bajo su mandato Egipto alcanzó su máxima extensión
territorial.

El reinado de Amenofis III puede calificarse como el más próspero de toda la


historia de Egipto

Su sucesor, Amenofis IV, esposo de la bellísima Nefertiti, es conocido por


marcar la ruptura más llamativa de la tradición egipcia al cambiar el culto
predominante de Amón por el de la divinidad solar Atón como única
deidad; Amenofis IV tomó el nombre de Akhenatón, desplazando la capital a
Tell el Amarna.

Con Ramsés II, Egipto alcanzó gran apogeo económico y es conocido por
sus monumentos y sus campañas militares... Con Cleopatra llega el final del
antiguo Egipto, y tras su muerte comenzaría la dominación romana de la
zona.....

Todos estos faraones han marcado la historia y evolución del Antiguo


Egipto con sus hazañas. Sin embargo, no es extraño que si preguntamos por el
nombre de algún faraón, muchos respondan sin pensar: ¡Tutankamón!

Resulta interesante si pensamos en su historia.

Este faraón es inicialmente conocido como Tutankhatón por el dios Atón; Hay
razones de peso para creer que era hijo de Akenatón, el «Faraón hereje».

Tutankamón, el joven faraón, apenas duró unos diez años en el trono y


accedió a este a una edad temprana. No tuvo tiempo de destacar ni por sus
aportaciones artísticas, ni por su expansión territorial, ni por sus logros militares.
La razón no es otra que su corto reinado. Aunque ahora se piensa que su papel
resultó ser mucho más importante de lo que en un principio pareció, ya que fue
un gran constructor que se encargó de reparar los daños cometidos por Akenatón
en los templos egipcios. Recordemos que su antecesor Akenatón fue el farón
que instauró el monoteísmo y trasladó la capital.

Lo más remarcado de la historia de Tutankamón es el hecho de que


retornase a Tebas la capital y retomase la divinidad de Amón como Dios
principal. Entonces cambió su nombre por el que hoy se le conoce y se
distanció de la divinidad solar. Esta restauración religiosa significaba la vuelta al
politeísmo.

¿Por qué es entonces tan Tutankhamón es tan reconocido?

La respuesta es sencilla: su tumba, en el Valle de los Reyes, fue la primera en


descubrirse intacta, libre del saqueo; siendo uno de los mayores hallazgos
arqueológicos del S. XX.

Bajo la tumba de Ramsés VI se encontró de manera fortuita el primer escalón


de lo que parecía ser una nueva tumba. Fue un milagro que con su escasa
profundidad, quedara oculta durante miles de años a ojos de los insaciables
saqueadores. Las excavaciones en la zona gracias a la concesión y financiación
de Lord Carnarvon dieron con el gran hallazgo en un momento en el que se
estuvo a punto de dejar de costear las expediciones. Era el año 1922, el equipo
de Howard Carter era responsable del gran hallazgo. Era La tumba perdida de
Tutankhamón.

Esta tumba es conocida como la tumba KV 62. Alrededor de 5000 piezas


fueron encontradas en el interior de sus cuatro salas entre vasijas, sarcófagos,
tabernáculos, joyas, y por supuesto, su famoso trono y su reconocida máscara
de oro. El decorado de las paredes es muy detallado, y el conjunto ha servido
para analizar muchos aspectos antes desconocidos de las tumbas de estos
misteriosos faraones.
La leyenda no ha dejado de crecer desde entonces. Aún hoy sigue siendo un
misterio cuál pudo ser el motivo de su prematuro fallecimiento, con tan sólo 19
años. Probablemente fue una persona enfermiza que sufría grandes dolores en
huesos y articulaciones.

Además existen numerosos mitos sobre la maldición en torno a los artífices


del hallazgo, que no hacen más que incrementar el renombre de su figura. La
muerte se haya muy presente alrededor de este descubrimiento. Pero lo más
importante es el hecho de que con su descubrimiento se dio a conocer al
mundo cómo eran realmente las sepulturas faraónicas.

Con todo esto, aún cuando su reinado fuese menor, Tutankhamón tiene el
derecho a ser una de las figuras más importantes de la civilización egipcia.
Ariadna, Teseo y el Minotauro
Por Academia Play

El mito de Ariadna, Teseo y el Minotauro tiene su origen en la mitología


griega. No obstante, ha recorrido la trayectoria de la historia cultural, de modo
que lo han empleado, recreado y comentado sucesivos autores de nuestra
tradición. Hay que advertir que existen diversas versiones del mito.

“YO TE DARÉ DE ORO UN HILO, QUE A LAS


PUERTAS HAS DE ATAR, POR DONDE PUEDAS
TORNAR SIGUIENDO AQUEL MISMO ESTILO. QUE
NO TE PODRÁS PERDER SI CON ÉL VIENES
SIGUIENDO LA PUERTA, YA QUE AL HORRENDO
MONSTRUO ACABES DE VENCER”.

(LOPE DE VEGA)
La historia da comienzo con el portentoso y formidable Toro de Creta. Esta
extraordinaria bestia salió de las profundidades de las azules aguas del mar por
designio del poderoso dios Poseidón. Un mayúsculo animal blanco que el dios
de los mares hizo surgir a petición de Minos como señal a su favor en el derecho
de gobernar Creta frente a sus hermanos Radamantis y Sarpedón. El prodigio
realizado ante el público le valió a Minos el trono, convirtiéndose así en el
legendario rey que la historia conoce.
Heracles capturando al Toro de Creta. Es el séptimo de sus “doce trabajos”. Ilustración de Peter Connolly.

Ahora bien, como es de esperar en la mitología griega, el primer infortunio y


conflicto llegó tan pronto como el primer éxito. La condición que Poseidón
impuso a Minos no fue otra más que sacrificar al milagroso Toro y se lo
ofrendara en las festividades religiosas. Minos guardó a la bestia en sus
establos con la intención de cumplir el mandato divino, pero quedó fascinado y
completamente prendado de la belleza del esplendoroso animal. De este modo,
al llegar el instante del sacrificio, el rey de Creta no satisfizo al dios que se había
inclinado a su favor. Simplemente no pudo dar muerte al Toro y acabar no sólo
con su hermosura, sino también con la prueba material de origen divino de su
indiscutible posición y legitimidad como rey.
Pero Minos no podía negarse a su cumplimiento sin más, así que se dispuso
a sustituir el sacrificio poniendo en el lugar del Toro de Creta al mejor
espécimen de su palacio. No hace falta tener dotes adivinatorias para sospechar
lo que ocurrió a continuación. En efecto, Poseidón descubrió el engaño y
decidió castigar la codicia y la arrogancia del rey.

Estatua de Pasífae en el interior de la vaca de madera.

La pena no sólo fue cruel, sino que involucró a terceros, puesto que el dios
introdujo en Pasífae, la esposa de Minos, una desenfrenada e irreprimible
pasión por el grandioso Toro de Creta. A partir de entonces, la reina no pudo
prestar atención a otra cosa más que a la gran bestia blanca, hasta que ocurrió lo
inevitable. La reina Pasífae tuvo un enardecido encuentro carnal con el
Toro. Sin embargo, la pasión no bastaba para que la reina pudiera satisfacer su
avivado deseo, por lo que requirió el ingenio del genial artesano y
arquitecto Dédalo, el cual construyó un artefacto hueco de madera con la forma
de una vaca que permitía a Pasífae situarse en el interior tendida sobre su
torso. El Toro se apareó con el animal de madera y, por consiguiente, con
Pasífae.
El Minotauro. Pintura de George F. Watts.

Tras el encuentro sexual, para deshonra de Minos, Pasífae quedó encinta. El


castigo de Poseidón se revelaba cada vez más tormentoso, pues nueve meses
después se reveló que lo que crecía en el vientre de la reina no era un cándido
niño. Lo que nació fue una terrible criatura con cuerpo de humano y cabeza
de toro. Este es el trágico origen del temible Minotauro.
El Minotauro.

En esta situación, Minos decidió ocultar la horrible ignominia sufrida. El rey


acudió a la maravillosa mente de Dédalo para solucionar —más bien soterrar—
el problema. Para cumplir la orden regia, el magnífico inventor diseñó un
perspicaz e intrincado laberinto para esconder al Minotauro en su interior.
Minos decidió mantener con vida al brutal monstruo, de modo que, para que no
muriese en su sempiterno y laberíntico confinamiento, se arrojaban
periódicamente tributos humanos en la insuperable construcción de Dédalo para
que el Minotauro los devorase.

The Labyrinth. Ilustración de Jeff Miller.

Los tributos provenían de la ciudad de Atenas como castigo por la muerte del
hijo de Minos, Androgeo. La ultrajante pena que Minos impuso a Atenas fue
la obligación de ofrecer regularmente siete jóvenes varones y siete doncellas
Minos para entregarlos ritualmente al Minotauro en el laberinto. El atroz
compromiso se contrajo después de que Minos lanzara su flota, sitiara Atenas y
la forzara a su rendición. Para que la guerra no concluyera con la destrucción de
la ciudad, Atenas aceptó pagar el despiadado tributo que el rey cretense exigía.
La acción bélica se desató cuando Minos se enteró de la muerte de su
hijo Androgeo, quien era un notable atleta que había ido a Atenas por
los juegos panatenienses. Tras ganar en diversas competiciones Androgeo
murió, lo cual provocó la ira de su padre. Los relatos difieren sobre la causa
de su muerte. Algunos dicen que Egeo, el rey de Atenas, lo retó por envidia a
dar caza al Toro de Creta, pero murió en el intento. Otros aseguran que murió
durante la guerra entre atenienses y cretenses, tampoco faltan quienes atribuyen
la culpa a participantes perdedores celosos. No hay una versión unívoca.

No obstante, el castigo impuesto por Minos tenía premio: si alguien lograse


matar al Minotauro y salir victorioso del laberinto, entonces Atenas
quedaría liberada del tributo. Pero superar el laberinto de Dédalo era
imposible y matar al Minotauro no era una tarea sencilla. Esta bestia era
incontrolable y se alimentaba exclusivamente de pollo, leche de elefante y carne
humana. A medida que crecía se hacía más feroz y brutal.

Theseus and the Minotaur in the Labyrinth. Pintura de Edward Burne-Jones.

Es en este punto de la legendaria historia cuando aparece la figura del héroe


fundador Teseo. Este personaje era el hijo de Etra y el mencionado rey de
Atenas Egeo, aunque hay relatos que cuentan que su verdadero padre era
Poseidón. El impertérrito Teseo se presentó voluntario en el tercer envío de
tributos de Atenas a Creta. Allí se encuentra por vez primera con la bella
princesa Ariadna, hija de Minos y Pasífae y, por tanto, hermana del infeliz
Minotauro. Ariadna quedó tan enamorada que quiso ayudar a Teseo en su
heroica empresa. Así pues, según el relato más extendido, la princesa hizo
entrega de un ovillo de hilo; un ingenio que, por recomendación de Dédalo,
permitía salir del laberinto. El héroe ateniense sólo debía atar un extremo del
hilo en la entrada del edificio de Dédalo y tras matar al Minotauro sólo
tenía que enrollar el ovillo hasta llegar a la salida.

El arriesgado Teseo se adentró en el laberinto de Creta en busca


del Minotauro. La bestia se encontraba en el centro de la edificación (otras
versiones dicen que deambulaba por distintos sectores) y lanzaba escalofriantes
rugidos que llegaban a hacer temblar la propia sala del trono. Después de
recorrer las calles y pasadizos diseñados por Dédalo, Teseo se topó con destino.
El terror que sintió Teseo al encontrarse frente a los ojos de la bestial criatura es
inefable. Sin embargo dio cumplimiento a su tarea y mató al Minotauro con un
acertado asesto en el corazón del monstruo con una espada que traía oculta.
Otros relatos afirman que venció a la bestia con sus nudas manos, a puño limpio.
Gracias al hilo de Ariadna Teseo salió triunfalmente del laberinto celebrando la
acción que supuso la liberación de Atenas del yugo de Minos. Algunos relatos
cuentan que lo que Teseo utilizó para salir del laberinto fue una corona luminosa.
Copa de Esón.

Ariadna huyó de Creta con el héroe y Teseo se acabó convirtiendo en rey de


Atenas. Sin embargo, la pareja no terminó felizmente unida. En el viaje de
regreso Atenas con la princesa cretense, Teseo hizo una parada en la isla de Día
(o Naxos) donde abandonó a Ariadna, quien se casó con el dios Dioniso.
Existen muchos relatos y tradiciones diferentes sobre este suceso. El abandono
se pudo dar por desprecio o por alguna estratagema de Dioniso. En
la Odisea Homero declara que Artemisa la mató por “acusación” de Dioniso:
“Artemisa la mató en Día, situada en medio de las olas, por la acusación de
Dioniso”. Sea como fuere, posteriormente Teseo raptó a Fedra, hermana de
Ariadna, y se casó con ella.
Dioniso y Ariadna. Pintura de Sebastiano Ricci.

Bibliografía
Domingo García, E. (1983). El mito de Teseo en la literatura. Archivum. N. 3,
pp. 217-250.
Páez Casadiegos, Y. (2003). El Minotauro en su Laberinto. Aposta. N. 3.

Soriano García, M. V. (2008). El mito de Ariadna: literatura y música. Actas de


las V y VI Jornadas de Humanidades Clásicas. Pp. 247-262.
La erupción apocalíptica
Por Javier Rubio Donzé

La cultura minoica o cretense es la primera gran cultura europea de la


Edad del Cobre y del Bronce. Está cultura se localizó en la isla de Creta entre
los años 2700 y 1450 a. C.

Los minoicos no se llamaban así mismo minoicos. Este apelativo se lo puso el


famoso arqueólogo inglés Sir Arthur Evans, en honor al legendario Rey
Minos que cuenta la leyenda habitó en la Isla de Creta. Este arqueólogo fue el
que descubrió el Palacio de Cnossos.

El Palacio de Cnossos de la Isla de Creta es sin duda la construcción de la época


más importante. Se construyó hacia el 2000 a.C. pero alcanzó su máximo
esplendor siglos más tarde. Fue reconstruido tras varios terremotos y
destrucciones durante el II milenio a.C. Esta zona del Egeo soporta una elevada
actividad sísmica y es muy propicia a terremotos, tsunamis y erupciones
volcánicas.

La distribución del palacio de Cnossos es confusa y laberíntica, consecuencia de


un crecimiento orgánico. Cuando Evans descubrió el palacio llegó a pensar que
estaba ante el famoso laberinto del la leyenda del Minotauro, Teseo, el hilo de
Ariadna y el Rey Minos. Ya tenemos claro por qué Evans bautizó a esta cultura
como “minoica”.

La civilización minoica era una civilización muy avanzada. Las antiguas


culturas observando el firmamento sabían que cada 2150 años aproximadamente,
una nueva constelación del zodiaco se solapaba con el amanecer solar en el
equinoccio de primavera. Esto tiene que ver con el movimiento de precesión de
la tierra. En astronomía, la precesión de los equinoccios es un cambio muy
lento y gradual en la orientación del eje de rotación de la Tierra. Esto hace da
lugar a las eras astrológicas. Hoy en día vivimos en la era de Piscis pero tenemos
ya un pie, como decía la canción en la era de Acuario. Los cretenses sin embargo
nacieron en la edad de Tauro y vieron la transición a la época de Aries. Esto no
es casual. La cultura de Creta está íntimamente ligada al toro como así lo
atestigua la leyenda del minotauro o las escenas murales y decorativas que
representan la taurocatapsia, un ejercicio en el que los gimnastas realizaban
demostraciones de agilidad con la mediación de un toro salvaje.

La civilización minoica colapsó en el 1400 a.C. Esta fecha viene a coincidir con
la erupción volcánica de la Isla de Thera (Santorini), una de las mayores y más
devastadoras erupciones de la historia. Mucho más violenta que la del Vesubio.
Esta erupción se sintió en toda la cuenca Mediterránea y fue capaz de crear
terribles tsunamis que barrieron los puertos de Creta y pusieron en grave crisis a
los habitantes de esta adelantada civilización . Conviene recordar que la zona de
dominio cretense llegó también a las islas del Egeo. En la misma Isla de Thera
(Santorini) hay un importante yacimiento arqueológico de cultura
minoica: Akrotiri; que quedó sepultado tras la erupción por una enorme capa
de piedra pómez; hecho que favoreció su conservación. Para muchos autores la
explosión de Thera y su posterior tsunami pudo dar origen a mitos como
la Atlántida. ¿Podría ser Santorini la Atlántida? Lo único que no cuadra con el
relato platónico es la fecha, pues todo lo demás cuadra: civilización avanzada,
forma de la isla con anillos concéntricos, geografía escarpada, cultura sepultada
bajo el mar… La hipótesis de la Atlántida minoica ha tenido amplia aceptación
y captado muchos seguidores, entre los que se cuenta el famoso oceanógrafo
francés Jacques Cousteau. También algunos autores se atreven a señalar la
devastadora explosión como la causa de las plagas de Egipto relatadas en
la Biblia.

El volcán primero avisó con una columna de humo. Sobre Akrotiri empezó a
caer una lluvia de ceniza y piedra pómez. Quien pudo agarró atropelladamente
unas pocas pertenencias antes de embarcarse y emprender la huida. En cuestión
de horas se produjo un ruido ensordecedor. Una columna de cenizas y rocas
volcánicas de más de 30 kilómetros de altura se elevó hacia el cielo. Flujos
piroclásticos candentes barrieron la isla, y la cámara de magma se vació en un
abrir y cerrar de ojos.
Las consecuencias fueron apocalípticas. Las cenizas taparon el sol. En toda la
cuenca mediterránea reinó la oscuridad durante días enteros. Quizá meses. Las
olas provocadas alcanzaron los 10 metros de altura y barrieron islas enteras. Las
costas de Creta, que se encuentran a unos 100 km. de Santorini se vieron
gravemente azotadas por el mar. Cambió el clima de la tierra, y la fauna y la
flora se vieron muy afectadas. El enfriamiento del clima ha quedado registrado
en anillos de los árboles incluso en Canadá.

Aquel catastrófico día, todo el conocimiento acumulado a lo largo de su historia


de poco les serviría a unas gentes pertenecientes a una civilización tan
avanzada. Todo se fue al traste por culpa de una fuerzas telúricas que fueron
incapaces de controlar. La historia de occidente cambió para siempre en esta
aciaga jornada.
El Gran Misterio de la Atlántida
Por Carlos Villacís

El mito de la Atlántida es un tema cuyo interés ha recorrido la historia de la


cultura occidental. El relato sobre una civilización perdida que simboliza las
virtudes e ideales humanos y el misterio de su realidad y ubicación, constituyen
elementos de enorme atractivo para la especulación sobre lo sucedido.

Recreación de la Atlántida. Ilustración de Rocío Espín Piñar.

“PERO EN LOS TIEMPOS QUE SIGUIERON A ÉSTOS,


GRANDES TEMBLORES DE TIERRA DIERON LUGAR
A INUNDACIONES; Y EN UN SOLO DÍA, EN UNA
SOLA FATAL NOCHE, LA TIERRA SE TRAGÓ A
TODOS VUESTROS GUERREROS, LA ISLA
ATLÁNTIDA DESAPARECIÓ ENTRE LAS AGUAS, Y
POR ESTA RAZÓN HOY NO SE PUEDE AÚN
RECORRER NI EXPLORAR ESTE MAR, PORQUE SE
OPONE A SU NAVEGACIÓN UN INSUPERABLE
OBSTÁCULO, UNA CANTIDAD DE FANGO, QUE LA
ISLA HA DEPOSITADO EN EL MOMENTO DE
HUNDIRSE EN EL ABISMO”.
TIMEO. PLATÓN

Conformación del mito


El mito de la Atlántida nace en el relato que Platón hace sobre esta isla en los
diálogos Timeo y Critias. Con anterioridad a los textos mencionados no existen
testimonios ni referencias sobre esta cuestión. Asimismo, hay que tener presente
que todas las alusiones al mito se hacen siempre en relación al mito platónico.
Según José María Pérez Martel, en la Antigüedad el tema de la Atlántica no fue
tratado, aseverado ni analizado en profundidad, aun siendo el Timeo un diálogo
extensamente comentado e interpretado por los estudiosos y hermeneutas de la
filosofía de los siglos ulteriores. Teniendo en cuenta la influencia de Platón y la
relevancia de los hechos narrados -como el triunfo de Atenas sobre el imperio
atlante- es revelador que no haya historiadores, filósofos o comentaristas que se
hayan ocupado de los supuestos hechos, más allá de pequeñas opiniones
secundarias relacionadas al texto de Platón. Esto parece que se debe a que tal
relato fue estimado como hechos no constatados e incluso fabulados, orientados
a la claridad expositiva de temas intelectuales. Este tipo de recurso es habitual en
los diálogos platónicos, destacando ejemplos como el mito de la caverna que,
aun con características distintas, es una ficción presentada por su rendimiento
explicativo. En esta línea lo interpretan figuras como Aristóteles (según cuenta
Estrabón), Orígenes o Porfirio.

Lo sucedido en la Atlántida se comenta en el Timeo por parte de Critias al


principio del diálogo a colación de las reflexiones de Sócrates sobre el estado
ideal del sistema político. En este texto, en un primer momento Critias narra la
historia de la Atlántida para responder al tema de la organización social
que Sócrates había puesto en discusión. Critias explica a Hermócrates, Timeo
y Sócrates que Critias el Viejo (su abuelo) le contó que, a su vez, había oído de
Solón (un legislador de Atenas) la historia, la cual Solón la conoció a través de
unos sacerdotes de Egipto según lo que figuraba en sus libro sagrados. Esta
genealogía pretende conferirle verosimilitud a lo narrado. Hay que mencionar
que también Plutarco en Vida de Solón explica que Solón estuvo dispuesto a
escribir la historia de la Atlántida, pero no pudo llevarla a cabo por las
circunstancias.

En un segundo momento del Timeo, el personaje Critias expone que la isla


Atlántida se encontraba delante de las columnas de Heracles, en el Atlántico.
Además, afirma que dicha isla superaba en tamaño a Asia y Libia juntas (no
conocemos las proporciones exactas que Platón estimaba sobre estos territorios,
pero se supone que sería el tamaño del norte de África y Asia menor). A esto
añade que se trataba de un imperio cuyo dominio abarcaba hasta los territorios
limítrofes con Libia, y por otro lado, hasta el centro de Italia (Tirrenia).
Asimismo, asegura que hubo una guerra entre los atenienses y los atlantes,
debido a la pretensión de conquista por parte del imperio atlante. Atenas sería el
único pueblo que lo enfrentó con éxito y, tras la derrota, la isla y sus ejércitos
desaparecieron en el transcurso de un día por motivo de catastróficos seísmos.

En el diálogo Critias (que es una continuación del Timeo), el personaje


homónimo recupera la palabra tras el discurso del erudito Timeo sobre
cosmogonía y trata de llevar el discurso hacia temas mortales. En esta ocasión se
describe al sistema político ateniense -el de la Atenas que in illo tempore se
enfrentó victoriosa a los atlantes- como la forma ideal de gobierno, en la que la
aristocracia, o el gobierno de los mejores, regía y se sobrepuso a la monarquía
del imperio enemigo. Este diálogo inconcluso, el Critias, es un texto breve en el
que se detallan las características sociales, políticas y militares de la Atlántida,
en comparación y pugna (representada por la guerra) con el orden social
ateniense.

Geográficamente se describe a la Atlántida como un territorio de gran riqueza


natural, en el que la isla central estaba rodeada por anillos concéntricos de tierra
y agua alternamente: tres círculos de mar y dos de tierra. Es característico
el oricalco, un supuesto metal que brillaba y era apreciado por los atlantes.

Algunos autores importantes (que no todos) en abordar el tema son los


neoplatónicos Proclo (s.V) y Calcidio(s.IV), que tradujo al latín y comentó
el Timeo. Estas fuentes influyeron en la Edad Media, pero no causó gran interés
la polémica sobre la posible existencia de la isla. Es en el año 1485
cuando Marsilio Fisino aseguró la veracidad de la historia de la Atlántida a raíz
de su traducción del Critias. Las consideraciones de este humanista de Florencia
determinó la recepción del mito en la posterioridad. En el siglo XVI, Sebastián
Fox Morcillo comenta y recopila las interpretaciones del Timeo, por lo que
recoge también la aseveración de Marsilio Fisino.

El mito cobra fuerza con los cronistas de las Indias que declaran que América,
territorio nuevo para el imaginario europeo, son los restos de la isla perdida.
Personalidades como Fray Bartolomé de las Casas o Francisco López de
Gómora explican el surgimiento de la población del continente americano
remitiéndose a la Atlántida. Posteriormente, en 1627 Francis Bacon asegura
en La Nueva Atlántida que la Atlántida platónica era una sociedad de eruditos
ubicada al Oeste de Perú, en la cual se hablaba latín, griego y hebreo.
Finalmente, el interés por la existencia de la Atlántida y su localización se
incrementó en el siglo XVIII y se desarrolló en el XIX, especialmente en
el Romanticismo.

Lecturas del mito


El mito de la Atlántida se suele interpretar de tres maneras principalmente (lo
cual no quiere decir que no pueda haber otras): como alegoría para una exégesis
intelectual sobre temas teórico-filosóficos, como el vestigio narrativo-legendario
de sucesos históricos tales como una catástrofe natural o acontecimientos
políticos de importancia, y como una reivindicación legendaria de
la Atlántida en el origen nacional como elemento legitimador de la identidad
política.

Según la interpretación del primer tipo, la cual consideramos como la más


plausible, se trata de un relato ficticio destinado a una exégesis filosófico-
política. La isla representaría ideales sociales proyectados en un orden político
idílico. En tal caso, esto supondría un antecedente claro de la literatura utópica
en la construcción de una geografía imaginaria. Se trataría, por tanto, de un
tiempo histórico imaginario para acceder a la idealidad de la Justicia. El mito
dota de contenido experiencial a la Idea platónica, y permite transitar de la
contingencia histórica a la Justicia. Distintos ideales de órdenes políticos se
comparan en este relato, saliendo triunfante la proporción y la templanza
atenienses frente a la exuberancia del alma monárquica atlante. Conforme a lo
estudiado por Tomás Morales Caturla, el poder de esa Atenas antigua mítica se
encuentra regido por la razón cristalizada por individuos excelentes en armonía
interna que gobiernan de modo colectivo. Es el gobierno de los excelentes
(aristocracia) y de la universalidad de la razón equilibrada frente al militarismo
imperialista de la particularidad de los reyes atlantes.

En cuanto al segundo tipo de interpretaciones, cabe resaltar que se fundamentan


en las palabras de Critias (en el Timeo) según las cuales: “pero en los tiempos
que siguieron a éstos, grandes temblores de tierra dieron lugar a inundaciones;
y en un solo día, en una sola fatal noche, la tierra se tragó a todos vuestros
guerreros, la isla Atlántida desapareció entre las aguas, y por esta razón hoy no
se puede aún recorrer ni explorar este mar, porque se opone a su navegación un
insuperable obstáculo, una cantidad de fango, que la isla ha depositado en el
momento de hundirse en el abismo”. Esto ha llevado a especulaciones de todo
tipo siempre que se encuentran restos arqueológicos y geológicos que tengan
cierto parecido a lo descrito en los textos.

Destrucción de la Atlántida. Ilustración de Rocío Espín Piñar.

Destacamos algunas posibles ubicaciones que se han relacionado con la


Atlántida:

Una hipótesis con mucha fuerza y gran verosimilitud es


la que tiene que ver con la erupción minoica y la isla de
Thera. Dicha conjetura fue defendida por el
célebre oceanógrafo francés Jacques Cousteau.
La creencia principal fue aquella que situaba a la gran
isla-continente en medio del océano Atlántico.
Relacionado con lo anterior, Bory de Saint-Vicent
postula que las islas del Atlántico serían restos de
la Atlántida tras su destrucción. En esta línea, José de
Viera y Clavijo defendió la hipótesis de que las
Canarias pudieran ser uno de esos restos.
Dombrowski y Dušanic consideran que la Atlántida era
una visión ideal de Oriente y de la civilización persa,
por lo que la ubicarían en esa zona.
Adolf Schulten planteó la idea de que la Atlántida haya
sido Tartessos y, por tanto, se encontrase en el territorio
que hoy ocupan provincias del sudoeste de España.
Kühne la situó en el coto de Doñana.
Charles Étienne Brasseur de Bourbourg, en el siglo
XIX, relacionó la Atlántida con las culturas azteca y
maya.
Ignatius Donnelly defendió no sólo la veracidad del
relato platónico, sino que sugirió que todas las
civilizaciones antiguas provendrían de la Atlántida.
Es una hipótesis extendida la que identifica
la Atlántida con el continente americano o la sitúa en
diversas localizaciones de este territorio (desde zonas
andinas hasta islas y regiones costeras).
Según Jaime Manuschevich la Atlántida se ubica en el
norte del Valle del Rift.
Jürgen Spanuth considera que la isla estaba en la zona
de los países nórdicos.
Arisio Núñez dice que se encontraba en el Océano
Índico.
Mapa de Athanasius Kircher con la Atlántida en medio del océano Atlántico.

El número de hipótesis es de tal magnitud que nos es imposible recogerlas todas.


Así que por último, seguimos a José María Pérez Martel que explica que
“prácticamente no queda lugar en el que no se haya ubicado el mítico
continente de Platón, desde Siberia hasta el Sáhara pasando por Troya, la isla
de Thera, Suecia, Inglaterra, Australia, costas de Cádiz, Irán o la Antártida”.

Asimismo, respecto al seísmo que hizo desaparecer la isla, puede ser la


interpretación de un gran cataclismo natural conocido en otras culturas como el
“diluvio universal”. También hay quien considera que el conflicto atlante-
ateniense no es más que una traslación mítica de las Guerras
Médicas entre griegos y persas. Por su parte, Vidal-Naquet plantea la
posibilidad de que la Atlántida representase la Atenas de Pericles y Cleón, la
cual acabaría destruyéndose si no retornaba a la tradición de la Atenas antigua.

Respecto a las interpretaciones del tercer tipo, hay que señalar que se encuentran
entremezcladas con las del segundo. La primera reivindicación de
la Atlántida como origen ideal de la nación, es la que se refiere a la
propia Atenas. No tanto por reclamar sus orígenes de dicha isla, cuanto por
vencer a su imperio y mostrar la superioridad de su civilización. Como ejemplos
de atlanto-nacionalismo encontramos, de acuerdo con Vidal-Naquet, algunos
relatos sobre Italia, España y Suecia.

En conclusión, el mito de una civilización perdida es muy sugerente y


atractivo. Su búsqueda y la especulación de lo acontecido han producido una
actividad interesante en la interpretación de textos clásicos, aun pudiendo ser una
mera leyenda. Es decir, la Atlántida puede funcionar como un ideal asintótico,
tanto respecto a la perfección sociopolítica como al objeto de la exploración real
del supuesto territorio.

Bibliografía
Morales Caturla, T. “El Timeo-Critias, una geografía imaginaria entre la
escatología y la historia”. Revista de Filosofía. N. 38, pp. 149-168, 2013:
Madrid.

Pérez Martel, J. M. “La Atlántida en Timeo y Critias: exégesis de un mito


platónico”. Fortunatae. N. 21, pp.127-145, 2010: Canarias.

Platón. Diálogos II: República, Parménides, Teeteto, Sofista, Político, Filebo,


Timeo, Critias. Ed. Gredos. 2011: Madrid.

Vidal-Naquet, P. La Atlántida: pequeña historia de un mito platónico. Ed. Akal.


2006: Madrid.
20 datos curiosos sobre la falange
griega
Por Academia Play

1. Los griegos transformaron su forma de guerrear en el siglo VIII a. C. La


forma de combatir en la que cada soldado hacía la guerra por cuenta propia se
sustituyó por un disciplinado sistema de formación de batalla. Se dejaron atrás
los heroicos actos individuales, pues éstos rompían la formación, y apareció la
célebre falange griega phálanx (φάλαγξ).

2. La falange se consolidó de forma gradual y sufrió diversas modificaciones


en sus primeras etapas. El nuevo tipo de guerrero de infantería pesada se
denominó hoplita (que quería decir “hombre acorazado”), y se identificaba por
su equipamiento. Eran ciudadanos-soldados de las polis de la Antigua Grecia.
El sistema hoplítico comportaba una estructura compacta en una batalla
cerrada.
Athenian Hoplites. Ilustración de Chen Shuhan.
3. La estructura de la falange ya estaba establecida en la época del poeta
espartano Tirteo. Este poeta explicaba que el deber de los soldados era
mantenerse hombro con hombro con sus compañeros evitando las hazañas
individuales que perjudicaran a la formación. El exceso de valentía podía
poner en riesgo al conjunto. Es muy difícil inquirir los desarrollos anteriores a
ese momento. El documento más importante que contiene una explicación
detallada de la falange es La Constitución de los lacedemonios de Jenofonte.
Esta obra describe la sociedad de Esparta y es por este motivo que aborda la
descripción del ejército espartano.

4. Connolly (2016) afirma que la aguerrida falange espartana (y acaso la de las


otras ciudades griegas) se desarrolló sobre la base de una primitiva formación
de columnas de ocho soldados. La formación básica de esta falange temprana
estaría compuesta de lochoi de cien hombres divididos en dos pentekostyes, los
cuales estaban a su vez repartidos en dos enomotias, constituidas por 23 hoplitas,
el enomotrarco (el oficial) y el ouragos (el oficial de retaguardia). Cada
enomotia contaba con tres columnas de ocho soldados, por lo que en total
hacían doce por lochos. El mando militar que dirigía el lochos era el lochagos,
que se situaba al frente de la columna extrema derecha. En la mitad de la
formación se colocaba el pentecóntero, que luchaba y comandaba la sección
izquierda desde la columna derecha de su unidad.
Spartan hoplites. Ilustración de Daniele Spezzani.

5. Esta disposición de batalla se ordenaba en distintas líneas de profundidad de


tal modo que los soldados de las hileras traseras podían cubrir a los de la primera
línea si caían. El orden es simple: se trata de una mera sucesión de columnas
cuya estructura permitía mayor y contundencia efectividad en las acciones
bélicas. El sistema estaba compuesto por muchas columnas cortas de hombres y
no largas hileras escasas. Cada una de esas columnas constituía una unidad.

6. Esta organización táctica de la Antigua Grecia permitía operar en


formación abierta y concentrarse en una disposición más cerrada. A
principios del siglo VII a. C. aproximadamente se introdujo el escudo argivo,
con el cual la estructura de la falange quedaba reforzada. El arma defensiva tenía
una forma circular y se fijaba al brazo izquierdo (ya no tenía manilla central). Se
ubicaba frente al pecho y, por sus grandes dimensiones, cubría a su portador
desde la barbilla hasta las rodillas. Además, la anchura de este elemento también
permitía proteger el costado descubierto del soldado situado a la izquierda en la
formación. Las lanzas arrojadizas también se sustituyeron por lanzas largas y
espadas cortas con las que podían luchar en formación cerrada. Otros elementos
típicos eran la coraza, el casco y las grebas.

7. El ejército ateniense mantuvo la estructura básica pero se dividía en


diez taxeis lideradas cada una por un taxiarca. Las taxis contenían lochoi.
El strategos (el general) era elegido por las instituciones democráticas para
desempeñar el cargo durante un año y ejercía de comandante en jefe. Se elegían
diez strategos pero sólo tres partían con el ejército y uno tenía el papel
preponderante. No obstante, el conocimiento que se tiene del sistema militar
ateniense no es muy abundante.

8. El caso de Esparta es muy particular, tanto por su condición de estado


militar como por la descripción de la organización de su ejército hecha por
Jenofonte. Todos los hombres cuya edad estuviera comprendida entre los veinte
y sesenta años tenían la obligación de servir militarmente a Esparta. Los hoplitas
espartanos se armaban de igual forma que los otros griegos, pero con el elemento
distintivo de la capa escarlata.
9. En el tiempo de Jenofonte un lochos espartano se constituía de 144 soldados
distribuidos en cuatro enomotias con 36 hombres cada una, de este modo, la
profundidad de la falange se acentuaba. Hasta finales del siglo los espartanos
mantuvieron el lochos primitivo. En las formaciones espartanas
los ouragoroi (oficiales de retaguardia) no eran unidades que excedían el número
establecido, sino que la última hilera estaba compuesta enteramente de ellos. La
estructura de la enomotia era la siguiente: tres columnas subdivididas en seis
medias columnas, en las que cada una tenían al mejor soldado como líder y
al segundo mejor en la retaguardia.

10. Las enomotias espartanas se organizaban por pares formando


un pentekostyes comandado por un pentecóntero. A su vez,
dos pentekostyes conformaban un lochos dirigido por un lochagos.
Cuatro lochoiconstituían una mora comandada por un polemarca.
Las morai eran las divisiones del ejército espartano, el cual estaba formado por
seis de las mismas. Durante la Guerra del Peloponeso se creó una unidad de
caballería unida a cada mora, a la que también se la denominaba mora y se
componía aproximadamente de sesenta jinetes. Además, la primera mora tenía
una unidad llamada hippeis con los mejores 300 hoplitas del ejército.
Fotograma de 300.

11. Los movimientos básicos de los hoplitas en la falange eran: la posición de


descanso, en la que el hoplita apoya el casquillo del extremo inferior de su lanza
y se yergue arrimando el contra su muslo. En la segunda posición se levanta la
lanza en vertical sobre el hombro derecho y se cubría el torso con el escudo.
Desde esta postura se pasaba a la tercera posición en la que el hoplita se ponía
en guardia extendiendo el brazo derecho de modo que se adelantaba la lanza y
quedaba en horizontal, paralela al suelo al nivel de la cintura. Desde esta
posición se avanzaba hacia la batalla. Sin embargo, no era la postura óptima en
una formación cerrada, puesto que sería necesario abrir la hilera de escudos y se
corría el peligro de herir a los soldados de la hilera trasera con los regatones.
La posición de ataque es la cuarta. En ella se elevaba la lanza en horizontal
sobre el hombro derecho. El ataque se realizaba con un ángulo que hacía apuntar
ligeramente hacia abajo. De esta forma, por la inclinación la lanza no golpeaba a
los soldados de detrás y la punta pasaba por delante a través del espacio entre los
escudos circulares. Las órdenes dadas mediante palabra se anunciaban con el
toque de una trompeta. Es menester mencionar que estas posturas son
hipotéticas, se basan en la representación sistemática de estas posiciones en
restos arqueológicos como los vasos griegos.
Representación de un hoplita en la tercera y la cuarta posición.

12. Los soldados estaban entrenados para hacer los movimientos de la


formación con efectividad y uniformidad. Tanto las enomotias como
el lochos podían desplegarse desde una fila india a un frente. Además, también
estaban preparadas pare ejecutar movimientos de flanqueo estirando las alas
para envolver la formación enemiga. Una mora espartana se desplegaba desde
una columna de a tres a una falange de doce soldados de profundidad.

13. En la falange espartana, antes de iniciar la marcha el rey ofrecía


sacrificios y si los presagios eran benignos se transportaba con una antorcha el
fuego del altar a las fronteras de Laconia, donde se ofrecía otro sacrificio. Si
volvía a haber buen augurio, entonces el ejército podía marchar portando el
fuego. La disposición de cada lochos permitía tanto una marcha en fila por
caminos estrechos, como una marcha con soldados en fondo si el camino era
abierto. Es decir, el cuadro se podía contraer y expandir según las
condiciones a las que se enfrentaba.
14. La movilización de la falange en campaña implicaba que cada soldado
llevaba sus propias provisionesy era acompañado por un ilota. Su dieta era
principalmente cebada y si se preveía una campaña de quince días, entonces se
llevaban víveres para veinte. También llevaban cebollas, queso, carne salada y
podían llevar vino. Además, contaban equipamiento médico, herramientas, cierto
número de carros determinado por los éforos, artesanos y adivinos.

15. A diferencia de los romanos, los griegos no tenían un campamento tan


normado y se adaptaba a las circunstancias. Sin embargo, fueron mejorando y
sistematizando los métodos de castrametación. Existe la creencia de que los
griegos no le dieron importancia a los campamentos fortificados, pero dicha
afirmación proviene de un error interpretativo de un texto de Polibio (VI, 42).
Jenofonte, por su parte, indica que el campamento espartano tenía forma redonda
y se entiende que no estaba fortificado.
Vaso griego que representa hoplitas en batalla.

16. Antes de que el ejército espartano entrara en batalla, el rey sacrificaba


un cabrito a la vista de su adversario, mientras se tocaban las flautas. Un
adivino interpretaba las señales para emitir un presagio que el rey atendía. El rey
y los polemarcas formaban un consejo de guerra en la que se decidían las
órdenes de la batalla, las cuales se transmitían por la cadena de mando. El
ejército empezaba avanzar entonando el peán tradicional mientras se tocaban las
trompetas y flautas.

17. Al aproximarse al enemigo los cánticos cesaban para atender a las


órdenes. Al entrar en contacto con los adversarios los hoplitas adoptaban la
posición de ataque y las trompetas volvían a sonar mientras los oficiales
alentaban a sus soldados para que no desertaran. La falange empujaba con
los escudos y realizaba golpes de lanza.
18. Los hoplitas también pusieron en venta sus servicios militares. Los
griegos ejercieron de mercenarios para fuerzas extranjeras y, en ocasiones,
actuaban de guardias personales de los tiranos griegos. Muchos hoplitas fueron
contratados como tropas de élite por gobernadores persas. Las propias ciudades
griegas contrataron otros hoplitas a partir de la guerra entre Atenas y Esparta.

19. Uno de los puntos débiles de la falange era su ineficiencia al operar en


laderas, colinas o terrenos accidentados. Además, las tácticas de guerrilla por
parte de infantería ligera o la caballería hacían mucho daño a la falange. Por este
motivo se adoptaron tropas auxiliares. Los atenienses ya en el siglo VI a. C. se
sirvieron de arqueros escitas y cretenses. Sin embargo, fue a partir de la
repercusión de las Guerras Médicas cuando las ciudades griegas consideraron
el uso de tropas con armamento ligero. El infante ligero estándar era el peltasta.
También se usaron honderos.
Mounted Hoplites. Ilustración de Chen Shuhan.

20. Es destacable el caso de la táctica de la falange tebana. Las innovaciones


tácticas tebanas concedieron la victoria frente a la tradicional falange hoplítica
espartana en la batalla de Leuctra por el control de la región de Beocia en el
año 371 a. C. Con esta victoria de las tropas de Tebas comandadas
por Epaminondas empezó la hegemonía tebana. El primer detalle consiste en la
profundidad de la falange tebana, que era mayor. El ejército tebano también tenía
una unidad de los 300 mejores guerreros a la que se llamó Batallón Sagrado.

Las innovaciones griegas consistían en sistemas de protección de la falange para


que la batalla se resolviera en el centro del terreno de combate. Sin
embargo, Epaminondas concibió una estrategia de ataque invirtiendo el
orden de las posiciones fuertes. En el ejército espartano el lado potente era el
ala derecha, pues ahí se encontraba la unidad de los 300 soldados de élite y los
soldados tendían a inclinarse hacia la derecha para quedar protegidos por el
escudo de su compañero. Si dos ejércitos están enfrentados, entonces el ala
derecha incide sobre la izquierda de su contrario. Ante esta
situación, Epaminondas colocó a sus tropas fuertes en la izquierda junto a la
caballería y al Batallón Sagrado para destruir el flanco derecho espartano.
Además, Epaminondas no sólo invirtió el orden de la batalla, sino que estableció
una disposición oblicua en la que las tropas débiles se retrasaban de forma
escalonada para desestabilizar la línea enemiga y concentrarse en un punto
que rompía la falange contraria y envolvía a sus unidades. En la batalla de
Leuctra Epaminondas destrozó el ala derecha de falange de Esparta, aplastó a
los hippeis y el rey acabó muriendo. A partir de ese momento, el ejército
espartano colapsó.

La disposición de las falanges tebana y espartana en la batalla de Leuctra.


Bibliografía
Connolly, P. (2016). La guerra en Grecia y Roma. Madrid: Desperta Ferro
Ediciones.
La Academia de Platón y el Liceo de
Aristóteles
Por Carlos Villacís

La escuela de Atenas, Rafael Sanzio. Están representados Platón y Aristóteles en el centro y alrededor
diversos filósofos que no pertenecieron a la Academia de Platón e incluso vivieron en épocas distintas.
Academia de Platón
El filósofo griego Platón fundó una escuela que fue llamada Academia. Esto se
debió a que su localización estaba en los jardines consagrados a Academos, un
héroe de la mitología griega. Junto al culto religioso, la Academia desarrollaba
una labor filosófica y científica. Entre las disciplinas cultivadas por la
comunidad académica destacaban la geometría, la música, la astronomía y otras
áreas consideradas propedéuticas por Platón para la dialéctica [1]. Algunos
investigadores como E. Howald consideraron que la actividad preponderante y
casi única era la dedicada al culto. No obstante, otros como H. Cherniss
entienden esta afirmación como una exageración.

La Academia de Platón llegó a ser un importante foco de influencia, al


menos durante el tiempo de su fundador, tanto en el ámbito moral y cognoscitivo
como en el plano político. La trayectoria de la esta institución fue larga, pues
llegó a extenderse hasta el 529, año el cual el emperador Justiniano la cerró por
decreto. Esta acción se realizó por finalidades religiosas y no por los aspectos
filosóficos. De hecho, cabe señalar que el platonismo continuó teniendo influjo
en el contexto cultural bizantino, incluso en las corrientes teológicas cristianas.
Con anterioridad, la Academia sufrió una destrucción en la época de la primera
guerra mitridática, pero posteriormente se refundó.

Ahora bien, el largo recorrido de la Academia de Platón no supuso una


continuidad doctrinal en lo concerniente a las concepciones teóricas
presentes en la institución. Incluso, existía desacuerdo entre los miembros de la
Academia, llegando a discrepar de algunas concepciones del propio Platón tan
fundamentales como la misma teoría de las ideas. Este fue el caso
de Espeusipo, el sobrino y sucesor inmediato de Platón en la dirección de su
escuela.

Se denomina escolarcas a las personalidades que dirigieron las diferentes


escuelas en el marco de la filosofía griega. La sucesión de los escolarcas de la
Academia de Platón ha llegado a nuestro conocimiento fundamentalmente a
través de la Crónica de Apolodoro. Nos centramos en el llamado “período
clásico” de la Academia comprendido entre Platón y Teomnesto de Naucratis.
La tradición ha clasificado esta etapa en tres épocas principales.
El primer período de la Academia platónica clásica es la Academia antigua.
Entre sus figuras distinguidas
destacan Espeusipo, Jenócrates, Heráclides Póntico, Polemón, Crates y Crantor
Otros representantes menores fueron Hermodoro y Kion. Las principales
concepciones que predominaron en esta etapa fueron las ideas pitagorizantes, el
valor cognoscitivo de la percepción o los estudios acerca de los grados del saber.
Algunos miembros como Crantor y Polemón integraron aspectos ascéticos con
perspectivas hedonistas, y otros como Crates se acercaron al cinismo.

La segunda etapa se conoce como la Academia media o segunda Academia. Su


máximo representante fue Arcesilao de Pitana, mientras que otros menos
relevantes fueron Laquides, Euandro, Telecles y Heguesino. Dicho período se
caracterizó por un marcado rasgo antidogmático que tendía hacia
un escepticismo moderado en lo atinente a la teoría del conocimiento. El tercer
momento es denominado Academia nueva o tercera Academia, en la cual
sobresalen Carnéades y Clitómaco. Mantiene sustancialmente el contenido
filosófico de la anterior etapa pero añade un componente probabilístico al
antidogmatismo. Los académicos de estos dos períodos discutieron con
frecuencia contra los filósofos pertenecientes a la escuela estoica.

Es menester realizar dos observaciones al respecto: los límites entre la Academia


media y la nueva no son muy precisos, y hay quien considera que la etapa que
inicia Filón de Larisa es una cuarta Academia que recibe el nombre
de Academia novísima. Tanto a Filón de Larsia como a Antíoco de Ascalón se
los suele contar entre los académicos nuevos, sin embargo, su tendencia hacia
cierto dogmatismo moderado y su eclecticismo que se reconciliaba con
el estoicismo, marcan una diferencia con la tercera etapa por lo que se entiende
que abren una nueva.

A partir de entonces, la Academia se bifurca filosóficamente en dos


orientaciones distintas, a saber, el neoplatonismo y el platonismo ecléctico. La
posición ecléctica, heredera de la dirección que adoptó Antíoco de Ascalón,
intentaba integrar las consideraciones platónicas con ideas estoicas y
peripatéticas, además de interesarse por la mística pitagórica y por los temas
teológicos. A esta corriente pertenecieron Eudoro de Alejandría, Plutarco de
Alejandría, Máximo de Tiro, Severo, Teón de Esmirna, Ático, Celso, Albino,
Nicostrato y Nigrino.
Busto de Platón.
Liceo de Aristóteles
Aristóteles emprendió una labor pedagógica en Assos entre los años 347 y 345
a. C. Sin embargo, esta actividad no supuso el inicio de su escuela filosófica ya
que se trataba de una extensión de la Academia de Platón, a la cual pertenecía.
No será hasta que Jenócrates obtuvo el cargo de escolarca de la Academia
(sucediendo a Espeusipo) en 339/8 a. C. cuando el Estagirita se dispuso a fundar
su escuela.

Se llama peripatéticos a los discípulos de Aristóteles y a los que seguían sus


doctrinas. Peripatético es un adjetivo relativo a la filosofía de este personaje. Es
extendida la creencia en virtud de la cual dicha denominación tiene su origen en
el hecho por el que Aristóteles impartía sus lecciones mientras paseaba con sus
discípulos. Esta interpretación se apoya en el término peripatētikós cuyo
significado es “que pasea”. No obstante, es una interpretación errónea. El uso del
término “peripatéticos” para designar a los discípulos de Aristóteles procede del
nombre del sitio en el que se instaló el Liceo, esto es, el Peripatos, que significa
“paseo cubierto”. Por este motivo se conoce a esta comunidad como escuela
peripatética.

La primera escuela se abrió bajo el amparo de Antípatro, quien era amigo de


Aristóteles y gobernaba Grecia y Macedonia en nombre de Alejandro Magno,
al noreste de Atenas. Posteriormente se trasladó al Peripatos. El impulso inicial
de la escuela peripatética se debió a Teofrasto, discípulo de Aristóteles. Otros
importantes peripatéticos de la época antigua fueron Eudemo de Rodas o
Aristoxeno de Tarento, este último mezcló la doctrina pitagórica de la armonía
con el aristotelismo. Por otro lado, Dicearco de Mesina realizó una actividad más
bien enciclopédica y Demetrio de Falera llevó a cabo una actividad política
además de la filosófica. El escolarca que sucedió a Teofrasto fue Estratón de
Lámpsaco, el cual tendió a ocuparse del estudio de la naturaleza y se acercó al
atomismo. Las líneas que marcó Estratón fueron seguidas por otros discípulos
como Aristarco de Samos, que defendió el heliocentrismo. Otros peripatéticos
se dedicaron al cultivo de la historia de la filosofía como Soción. Respecto al
estoicismo, algunos peripatéticos como Cristolao de Faselis o Jerónimo de
Rodas lo combatían, mientras que otros como Diodoro de Tiro asumieron sus
influencias.
A pesar de la difusión del peripatetismo, éste sufría un retroceso del cual se
repuso en el siglo I a. C. con una renovación en Alejandría donde desarrolló una
intensa labor investigadora ligada a la compilación y comentario de las obras de
Aristóteles. El personaje que destacó en el inicio de este trabajo es Andrónico
de Rodas, a quien siguieron otros muchos de gran renombre como
Ptolomeo, Galeno o Alejandro de Afrodisia. Muchas de estas figuras
adoptaron elementos no estrictamente peripatéticos.

Desde el comienzo, el Liceo se ocupó en sus investigaciones de materias y


disciplinas muy variadas. Tanto Aristóteles como Teofrasto intentaron dotar al
Liceo de los instrumentos necesarios para las distintas investigaciones. En esta
institución se impartían lecciones, se discutía y se realizaban comentarios de
textos notables. Las actividades principales como las lecciones o los cultos y
las fiestas mensuales estaban reguladas por un horario y por unas normas
redactadas por el mismo Aristóteles. Los miembros del Liceo compartían una
vida en común dirigida al conocimiento desinteresado.

También se trataban temas políticos pero, por el riesgo de ser acusado


de macedonismo, el Liceo no participó en la vida política. Respecto a la
investigación histórico-política, en el Liceo se emprendió la tarea de compilar las
158 constituciones griegas. Las investigaciones naturales y analíticas también
despuntaban en esta institución, con estudios de la clase del Organon y
la Física de Aristóteles. En la última etapa de Teofrasto como escolarca
prevaleció la tarea (que hoy podríamos denominar) enciclopédica y con la
influencia de Eudomo abundaron los trabajos en ética.
Busto de Aristóteles.

Bibliografía
Cherniss, H. The riddle of the early Academy. Ed. University of California Press.
1945: Berkeley.

Dancy, R. M. Two Studies in the Early Academy. Ed. State University of New
York Press. 1991: Nueva York.
Ferrater Mora, J. Diccionario de filosofía. Ed. Ariel. 2004: Barcelona.

Solana Dueso, J. “Los filósofos griegos y sus escuelas”. Arbor. N. 731, 2008.

[1] Cf. Ferrater Mora 2004.


Alejandro Magno y sus expediciones
Por Academia Play

Las conquistas de Alejandro Magno se cuentan entre las gestas más


destacadas de la historia de Occidente. Alejandro es considerado como uno de
los mejores comandantes militares que hayan existido, sino el mejor. El territorio
conquistado por él se extendió por regiones que hoy se sitúan en Grecia, Iraq,
Irán, Turquía, Siria, Líbano, Jordania, Uzbekistán, Israel, Turkmenistán,
Afganistán, Paquistán occidental, Libia, el norte de India y Egipto. A la edad de
32 años sus conquistan cubrieron casi 4.000.000 de km2. El recorrido militar de
Alejandro Magno es una fulgurante aventura expedicionaria sin parangón.
Este personaje llegó a ostentar los títulos de Rey de Macedonia, Hegemón de
Grecia, Faraón de Egipto y Gran Rey de Media y Persia.

Recorrido de Alejandro Magno y territorio conquistado.

La grandeza de las acciones de Alejandro y la lejanía del tiempo en el que se


desarrollaron, han hecho que se convierta en una figura casi
mítica reconocida y admirada a lo largo de la historia. El impacto de sus
acciones modificó tanto la estructura política como el contexto cultural a nivel
global.
Sus intenciones eran claras cuando deshizo el nudo gordiano. De un certero y
violento golpe ejecutado con su espada, cortó el nudo que nadie conseguía
desatar cumpliéndose la profecía. Alejandro reconoció, haciendo fácil lo difícil,
sus pretensiones de dominio universal.

El período helenístico -que historiográficamente se considera que empieza con


la muerte de Alejandro Magno– se abre a partir del excepcional intercambio
cultural que surge tras la conquista del Imperio persa aqueménida (la mayor
potencia que existía hasta ese momento), por lo que la cultura griega se expandió
por territorios mediterráneos y próximorientales. Las expediciones de Alejandro
fueron de los fenómenos conocidos más determinantes de la Edad Antigua.
Laocoonte. Es una de las obras más representativas del arte helenístico.

La astucia militar de Alejandro afianzó la lealtad de sus soldados junto a los


cuales, según se cuenta, comía, bebía, se entrenaba y luchaba. Lo dicho se
combinaba con una actitud indolente y una autopercepción de grandeza,
hasta el punto de creerse un elegido de los dioses. El rey de Macedonia era
una figura intransigente con cualquier signo de deslealtad, debido a lo cual
muchos soldados de cualquier rango fueron ajusticiados y las insubordinaciones
fueron reprimidas y castigadas con fuerza.

Las correrías de Alejandro Magno transitaron más de 40.000 kilómetros y su


ejército iba aumentando a medida que se incorporaban nuevos súbditos. A pesar
del considerable tamaño de sus huestes, el desplazamiento se hacía con rapidez
llegando a avanzar alrededor de 60 kilómetros por jornada. Durante los viajes,
los militares atravesaron gran diversidad de parajes y se relacionaron con
personas y culturas muy dispares. Los pueblos que recibieron al ejército de
Alejandro con hostilidad fueron combatidos bélicamente. Cabe decir que las
batallas fueran comunes, al igual que las victorias del macedonio. Por este
motivo, su leyenda fue aumentando.
Alejandro Magno. Ilustración de Brett Tucker.

Alejandro el Grande afianzó el orden en la Hélade (denominación con la que


los griegos antiguos designaban su región) y en el sudeste europeo, dejando
a Antípatro en el gobierno de estos territorios. Con un ejército de 40.000
hombres cruzó el estrecho de los Dardanelos que separa Asia y Europa,
llamado Helesponto en la Grecia Clásica, con la intención de empezar la
conquista del Imperio persa. Alejandro seguía el designio de su padre, Filipo
II, de liberar a las polis griegas que estaban sometidas a los persas. La primera
contienda fue la batalla del Gránico, en la que venció a los sátrapas con un
ejército de igual tamaño. En este episodio se cuenta que un persa casi mata a
Alejandro con una espada, pero uno de los hombres de su padre, Clito, cortó la
mano del persa de un solo sablazo. El comandante rival en la batalla
era Memnón, el cual era un mercenario griego que prestaba servicios a los
persas. Memnón era un gran estratega y en algunos momentos puso en
dificultades a Alejandro, a quien conoció en el pasado. Tras la victoria,
Alejandro se hizo con el control del Mar Egeo.

En este momento, Alejandro desciende al sur desde Gordion hacia Cilicia. En


esta marcha tiene la noticia de que Darío, el rey persa, había atacado un
campamento y arrasado sus tropas. Esto desembocó en la batalla de Issos, que
se produjo en una llanura localizada entre el mar y las montañas cerca de Siria.
El ejército persa contaba con 500.000 soldados mientras que el de Alejandro
contaba con 50.000, sin embargo, la estrategia de Alejandro venció. A Darío no
le quedó otra opción que huir apresuradamente por la noche y enviar
emisarios para negociar, los cuales fueron rechazados.

Alejandro siguió rumbo al sur y fue conquistando territorios dirigiéndose


hacia Egipto. En este recorrido destaca el sitio de Tiro que, para conquistarla,
realizó un asedio a la ciudad que no podía capturar por invasión debido a que
estaba situada en una isla y las murallas llegaban al mar. Alejandro pretendió
dominar el Mediterráneo eliminando las bases navales persas, como la base
estratégica de Tiro.

En Egipto, Alejandro Magno fue bien acogido, puesto que los egipcios querían
librarse de los persas. Por ser recibido como un libertador, se le otorgó la
distinción de faraón. En ese territorio Alejandro fundó en el año 331 a. C. una
ciudad al oeste del delta del Nilo: Alejandría. Con esta situación estratégica se
abrieron rutas comerciales y se reforzaron tanto los enclaves militares y como el
poder político. Alejandría mantuvo un estilo griego y con el tiempo se convirtió
en el centro cultural de su época.

Fotograma de la película “Alexander”.

Después de Egipto, y pasando antes por Siwa, Alejandro se dirigió al este para
conquistar Persia. Ante esta campaña, Darío decidió enfrentarse al macedonio
en la batalla de Gaugamela. En esta ocasión, las tropas de Darío volvían a ser
más numerosas que las de su oponente pero, al igual que en el combate anterior,
el genio militar de Alejandro volvió a sobreponerse sobre su contrincante. Por
esta victoria consiguió entrar en Babilonia para después invadir Persia
empezando por Susa. Luego fue a Persépolis, que era el centro ceremonial
del Imperio persa, y después se dirigió al norte llegando a Ecbatana con la
intención de perseguir a Darío, al cual hallaron muerto, puesto que los nobles
persas empezaron a seguir a otro líder: Bessos, el sátrapa de Bactria que se
proclamó sucesor de Darío III. Alejandro llevó a cabo la conquista con extremo
cuidado protegiendo las líneas de abastecimiento y adueñándose de los recursos
persas.

Ahora Alejandro perseguía a Bessos que había huido a una zona cercana al
macizo montañoso Hindú Kush. Por este motivo, Alejandro Magno fue
conquistando las satrapías de Asia Central. Esta expedición pasó a la historia
tanto por la exoticidad de los lugares como por las penurias que pasaron por la
escasez de provisiones y de agua. En una de las cartas que Alejandro envió a su
maestro Aristóteles, cuenta que en una ocasión les atacaron “hombres gigantes
sin inteligencia humana, que ocasionaron varias bajas”. También se cuenta que
cerca del mar Caspio se encontró con las Amazonas o que algunos soldados
fueron “devorados por bestias acuáticas”.

En su persecución a Bessos tuvo que atravesar montañas, desiertos y largos


recorridos hasta llegar a Bactriana y Sogdiana. Bessos acabó siendo apresado por
los suyos y entregado al diádoco Ptolomeo (quien posteriormente recibe Egipto,
siendo el primero de la dinastía ptolemaica). Espitamenes, el que fue el
principal en la entrega de Bessos, exigió la independencia de Sogdiana y, al ser
rechazada su petición, causó diversas rebeliones en las ciudades que provocaron
inestabilidad en el imperio. En el año 328 a. C. Coeno, general macedonio,
venció a Espitamenes.

El ejército de Alejandro llegó al valle del Indo y su último gran combate fue
contra el rey Poros con quien se enfrentó en la batalla de batalla del
Hidaspes. Poros regentaba la zona de Punyab y tras ser derrotado, Alejandro lo
nombró sátrapa añadiendo tierras a las que ya tenía. El rey de Paura, Poros,
asombró a Alejandro, puesto que resistió con valor e ingenio usando
incluso elefantes de guerra. El ejército macedonio no quería continuar hacia el
este, de modo que se organizó un motín cerca del río Beas. Por esta razón
Alejandro se dirigió al sur para regresar y, en el camino, se topó con las tribus de
los malios. Su ejército los venció en batalla y masacró su ciudadela.
Posteriormente, envió a su general Crátero con buena parte de su ejército a
Carmania, y a su oficial Nearco hacia el golfo Pérsico. Mientras tanto, Alejandro
regresó a Persia por el sur, atravesando el desierto de Gedrosia hasta llegar a
Babilonia.

Alejandro y Porus durante la batalla del Hidaspes. Pintado por Charles Le Brun.

La muerte alcanzó a Alejandro Magno con 32 años por una enfermedad en


el 323 a. C en Babilonia en el palacio de Nabucodonosor II. Su muerte
provocó la Guerras de los diádocos (los generales de Alejandro) y sus dominios
se dividieron. Alejandro Magno llegó a dominar un territorio que iba desde el
mar Egeo y Egipto hasta el oeste del río Indo. El intrépido rey superó la
cordillera del Hindu Kush, atravesó las llanuras de Afganistán, Uzbekistán y
Turkmenistán, vadeó ríos como el Oxus o el Indo y traspasó las fronteras de lo
entonces conocido por su cultura.

«YO HE VENIDO A ASIA, NO CON EL PROPÓSITO


DE RECIBIR LO QUE VOSOTROS ME DEIS, SINO
CON EL DE QUE TENGÁIS LO QUE YO DEJE»

ALEJANDRO MAGNO
Bibliografía
Hammond, N. G. L. Alejandro Magno. Rey, general y estadista. Ed. Alianza.
1992: Madrid.

Plutarco. Vidas Paralelas: Obra Completa, Volumen VI: Alejandro & César;
Agesilao & Pompeyo; Sertorio & Eúmenes. Ed. Gredos. 2007: Madrid.
Las Guerras Pírricas
Por Andrés Conesa

El sitio de Ostende por parte de España en Flandes, la toma de Bunker Hill por
los ingleses en la Guerra de Independencia Americana, la victoria napoleónica
de Borodinó o una de tantas acciones de Montgomery durante la II Guerra
Mundial, simbolizadas en Market-Garden. Todas ellas victorias, distanciadas en
el espacio y el tiempo, libradas por diferentes potencias y generales en diversos
teatros de operaciones. Sin embargo, aunadas por un mismo denominador
común: lo oneroso de su victoria.

No es difícil encontrar ejércitos derrotados mejor parados después del


enfrentamiento ante el enemigo que estos supuestos ejércitos victoriosos. En
la jerga militar, esas batallas son conocidas por el sobrenombre de victorias
pírricas, las únicas victorias con sabor a derrota. Como muchos de nuestros
usos, costumbres y lenguajes, esta acepción viene dada por sucesos acaecidos a
lo largo de las polvorientas hojas de nuestra historia militar, más concretamente,
de las lejanas Guerras Pírricas (281 – 272 a.C.), conflicto que enfrentaría
por vez primera al mundo griego contra el romano.

Antes del advenimiento de Roma, Grecia era la principal potencia del


Mediterráneo. Desde que en torno al 775 a.C. los jonios fundaran la colonia de
Pithecusa, los griegos habían infectado el mar Mediterráneo con un
maremágnum de colonias desde la península ibérica al mar Negro y desde
Ucrania hasta el delta del Nilo. La cultura griega se extendió por todo el
Mediterráneo y, si en un lugar se hizo notar su influencia, fue en el sur de la
península itálica, región que recibiría el nombre de Magna Grecia de los propios
historiadores romanos gracias a su grandeza cultural y económica. Serían estas
ciudades la fuente de la helenización de la cultura romana. Sin embargo, su
poder y, sobre todo, su independencia comenzarían a verse amenazadas.

Las polis griegas de Nápoles, Akragas (Agrigento), Taras (Tarento), Síbaris,


Siracusa… empezaban a ver con miedo la continua expansión militar que
estaba llevando Roma en el centro de la península itálica. Antes de las
Guerras Pírricas, Roma había consolidado fuertemente su posición dominante.
La guerra Latina (340-338 a.C.) había dejado el Lacio bajo su control y las
revueltas samnitas contra el dominio romano cada vez eran más escasas y
separadas en el tiempo. Al norte del Lacio solo quedaban las múltiples ciudades
etruscas, y al sur del Samnio, las ciudades estados griegas, por lo que Roma
pronto dirigió sus ojos hacia ellas, convirtiéndose en un nuevo participante
dentro del mosaico de culturas y civilizaciones que luchaban por el control de la
Magna Grecia. Los romanos estaban dispuestos a probar sus armas, por primera
vez, en los mismos campos de batalla que los cartagineses y los poderosos
griegos.

A finales del siglo III a.C. Tarento, colonia fundada por Esparta en el año 706
a.C. era uno de los núcleos de poder más importantes de la Magna
Grecia merced a un poderoso ejército y a una flota inquebrantable, manteniendo
bajo su domino el golfo homónimo, los alrededores de Otranto y todo el
territorio de Apulia. Para protegerse del poder romano, Tarento y Roma
firmarían un tratado en el año 303 a.C. que prohibía a las naves romanas
navegar al este del cabo Lacinum a cambio de la neutralidad de Tarento en
los enfrentamientos entre los romanos y los samnitas. Roma utilizaría el
tratado para fundar diferentes colonias en la Apulia tarentina e intervenir
directamente en varias colonias griegas como Crotona, Locri y Rhegium hacia el
año 285 a.C.
Mapa representativo del territorio ocupado por la Magna Grecia.

Los líderes demócratas tarentinos estaban convencidos de que cuando las tropas
romanas concluyeran la guerra contra sus vecinos se lanzarían contra ellos. Sin
embargo, como suele ocurrir, no todos en Tarento lo hubiesen visto con malos
ojos. La facción oligárquica de Tarento propugnaba la coalición con Roma
con tal de recuperar el control absoluto de la ciudad. Manteniendo estos
antecedentes sobre la mesa, no nos debe parecer extraña la reacción de los
tarentinos cuando súbitamente, a finales del 282 a.C., diez trirremes romanas
entran en el golfo de Tarento violando flagrantemente el tratado. Los tarentinos,
confusos y asustados, lanzaron decididamente sus naves contra las romanas,
ocasionándoles serias bajas. Tras esto, la flota recuperó para los griegos la
ciudad de Turios, expulsando a la guarnición romana de la ciudad. Roma
enviaría una delegación diplomática a pedir compensaciones por lo ocurrido,
pero el fracaso de las negociaciones desembocaría en una declaración formal de
guerra contra Tarento. Los griegos italiotas, conscientes de su inferioridad
militar, solicitaron la ayuda de Pirro el Grande, rey de Epiro (actual
Albania).

Pirro es, por desgracia, uno de esos grandes hombres injustamente olvidados por
la historia. Tal era su fama y su destreza castrense que, cuenta la leyenda,
durante una reunión celebrada entre Aníbal y Escipión, este último le preguntó al
cartaginés quien eran para él los mejores generales de la historia. El cartaginés
respondió sin dudar: Alejandro Magno, Pirro y él mismo.

Ilustración inspirada en el general Pirro, rey de Epiro.

Este hombre que llegaría a ser alabado por el mismísimo gran hijo de Cartago
nacería alrededor del 318 a.C. del linaje del gran Aquiles. Era costumbre entre
los patricios y aristócratas de la época darse ínfulas y glorias clamando los
orígenes divinos de sus respectivas casas. Incluso Julio Cesar llegaría a
emparentarse con los dioses por motivos propagandísticos. Lo único
verdaderamente cierto era su relación de sangre con Alejandro Magno, primos
hermanos por parte materna del macedonio. Sin embargo, nunca llegaría a
conocer al general.

Cuando Pirro nació, Alejandro Magno ya había muerto y sus generales se habían
repartido el Imperio y asesinado a sus descendientes. Los sucesores, también
conocidos como diádocos, libraban unas continuas y encarnizadas guerras
intestinas destinadas a volver a aglutinar a todo el Imperio. Pirro, no fue ajeno a
ellas, y a lo largo de los años fue ganando fama y curtiéndose en los campos de
batalla de todo el oriente helenístico. Cuando la petición de ayuda tarentina
llega a sus oídos, ve llegar la oportunidad idílica para empezar a unificar a
todos los griegos en un mismo Imperio bajo su mando, a semejanza de
Alejandro.

En el 280 a.C. Pirro desembarca en Italia con 20.000 infantes, 2.500 arqueros y,
lo más importante, 20 elefantes de guerra, un animal nunca antes visto en la
península itálica. Alertada de la llegada inminente de las huestes epirotas, Roma
despachó una serie de legiones a diferentes frentes. 2 legiones marcharon
prestamente hasta el norte para acabar de forma apresurada la guerra contra los
etruscos, ya que existía la posibilidad, y el miedo, de que los enemigos de ambos
frentes entablaran conversaciones para pinzar a Roma. Por otra parte, otras dos
legiones bajo el mando del cónsul Publio Valerio Lavinio marcharon a atacar y
asolar Tarento antes de que los refuerzos obtuvieran tiempo para posicionarse
sólidamente.

Pirro, con buena parte de su ejército desperdigado por una tormenta, intentó
entablar conversaciones con los romanos para ganar tiempo, pero fracasó.
Ante la decisión de Lavinio de tomar Heraclea, juzgando que dejar a merced de
los romanos la ciudad lo dejaría en peor situación ante los autóctonos que una
posible derrota, salió con parte de su ejército a encontrarse con los romanos,
manteniendo una actitud defensiva y permitiendo que los enemigos tomaran la
iniciativa, pues el tiempo, y con él la llegada de refuerzos, jugaba a su favor.

Los romanos, que aún no conocían la derrota, marcharon envalentonados al


encuentro de Pirro. Las falanges griegas y las legiones romanas se trabaron
en combate con continuos ataques y contraofensivas, siendo imposible para la
estática falange griega derrotar a la flexible legión romana sin romper la
formación. La victoria acabaría decantándose de parte griega gracias al uso
de los elefantes. Cuando Pirro decidió usarlos, los romanos, que nunca habían
visto nada igual, soltaron sus armas y huyeron despavoridos dejando como
vencedores a los griegos, permitiéndoles apoderarse del campamento romano, a
costa de un gran número de compañeros caídos en el camino, alrededor de 9.000
hombres frente a los 15.000 romanos. Concluida la batalla, los refuerzos
procedentes de Lucania y del Samnio se unieron al ejército victorioso.
Ilustración de una de las batallas de las Guerras Pírricas, en las que los elefantes fueron parte de la
estrategia.

Como vencedor, Pirro dictó a los romanos un armisticio imposible: exigía que se
garantizase la independencia de todas las colonias griegas y la devolución de
todos los territorios itálicos incorporados a Roma en el último siglo. El senado
romano se negó en rotundo, por lo que Pirro marchó hacia la ciudad hostigando
y saqueando los territorios vecinos. Algunos se unieron a él para desquitarse del
yugo romano. Otros no tuvieron tanta suerte. En una ciudad, los romanos,
temerosos de la rebelión que veían acercarse, cayeron por sorpresa sobre la
población, aniquilando a todos los varones y entregando a las mujeres a los
soldados.

Pirro llegaría hasta las puertas de Roma, gesta únicamente reditada por Aníbal, si
exceptuamos las invasiones bárbaras de sus últimos siglos. Empero, nunca
llegaría a sitiarla. En el norte, los romanos, tras una serie de éxitos militares,
habían firmado la paz con los etruscos y ahora marchaban a su encuentro.
Temeroso de ser rodeado entre dos ejércitos superiores en número. Pirro
abandona Roma y marcha hacia sus cuarteles de invierno.

Políticamente, la victoria de Heraclea trajo consigo la incorporación a la


coalición helena de un gran número de polis griegas que buscaban la protección
del rey de Epiro frente al poder romano. Sin embargo, en una especie de
novedoso nacionalismo itálico, supuso que muchas ciudades de la Campania y
del Lacio reafirmasen su fidelidad a la República romana.

Un nuevo enfrentamiento entre las tropas romanas y los efectivos del rey
epirota se produjo en el 279 a.C.Tuvo por escenario las colinas próximas a
Asculum, a poco más de 100 km de Tarento, y enfrentó a las legiones romanas
comandadas por los cónsules Publio Sulpicio y Publio Decio Mure, descendiente
del héroe de Sentino, contra los efectivos de Pirro. En esta ocasión ambos
bandos mantenían igualdad numérica. Como innovaciones, para contrarrestar la
flexibilidad de las legiones romanas, Pirro mezcló la infantería ligera itálica con
sus propias falanges. Por su parte, los romanos trasladaron una gran cantidad de
proyectiles y armas especiales destinadas a frenar a los elefantes.

La batalla de Asculum fue muy breve para la época, pues solo se prolongó
durante un par de días, saldándose nuevamente con una exigua victoria griega,
consiguiendo los romanos replegarse y mantener su campamento. Los itálicos
perdieron 6.000 hombres y a uno de los cónsules, y Pirro algo más de 3.500 y
muchos de sus mejores oficiales, siendo él mismo gravemente herido y obligado
a retirarse a Tarento sin poder asediar el campamento romano. Tan nefasta sería
su victoria que el mismo Pirro, según relata Plutarco, clamaría que “otra
victoria como ésta y estará todo perdido”.

En esta situación, Pirro intentaría de nuevo alcanzar una paz con Roma, pero
ésta, fortalecida por su reciente alianza con Cartago, rechazaría cualquier intento,
acordando únicamente una frágil tregua en las hostilidades. Aprovechando la
momentánea paz y dejando tras de si una fuerte guarnición en Tarento,
Pirro zarpa rumbo a Sicilia para auxiliar a los griegos en su lucha contra
Cartago.

La situación que se vivía en Sicilia, a pesar de su cercanía con la península


itálica, era diametralmente diferente, donde la lucha griega por la supervivencia
se libraba contra Cartago, hija cultural de sus antiguos enemigos fenicios. En un
primer momento, Pirro es recibido y aclamado como salvador y proclamado
rey de Sicilia. Todos los griegos de la isla se unirían bajo su bandera para hacer
frente nuevamente al enemigo cartaginés. Rápidamente obtendría una sucesiva
serie de victorias ante unos cartagineses temerosos de enfrentarse directamente
ante un ejército tan inmenso comandado por uno de los mejores generales que
había criado el mundo. Pirro ayudaría a levantar el asedio de Siracusa y
reconquistaría casi todo el territorio perdido por los sicilianos, avanzando
más aún en la conquista de los territorios cartagineses de la isla.

Para hacerse una idea del ímpetu arrollador del epirota, solo hace falta notar que,
en tan solo un año de contienda, había hecho retroceder a los cartagineses a las
mismas posiciones que los romanos les obligarían a adoptar tras 23 años de
guerras púnicas. Intentando parar el desastre que se avecinaba, los cartagineses
propusieron una paz a cambio de renunciar a todas sus posesiones, excepto la
ciudad fortificada de Lilibea, y ofreciendo el pago de un tributo como
compensación de guerra. Los griegos siracusanos, ansiosos de librarse
completamente de la presencia cartaginesa, rechazaron tajantemente cualquier
propuesta que no significase la completa expulsión de Cartago, por lo que Pirro
tuvo que continuar con la campaña.

La guerra se prolongaría durante 3 años sin que se consiguiese ningún


resultado decisivo y con la consciencia de que sería imposible conquistar un
enclave tan bien defendido como Lilibea sin un ingente derroche de vidas y
dracmas. Tantos años de guerra infructuosa comenzaron a pesar sobre la moral
de Pirro, cada vez más distanciado con los sicilianos y totalmente enfrentado
con las grandes facciones demócratas, hartas de las medidas autoritarias del
epirota. Se daría la paradoja de que algunas ciudades bajo el control de los
partidos demócratas se aliarían con los cartagineses para desembarazarse de
Pirro.

Mientras los problemas se le amontonaban a Pirro en Sicilia, sin ver clara


ninguna salida lucrativa, los romanos fueron restableciendo su poder en Italia,
pacificando las zonas en rebeldía y restaurando bajo su dominio los territorios
conquistados por los griegos italiotas. Cuando la Magna Grecia volvió a
reclamar su presencia en la península, el monarca no se hizo de rogar,
abandonando definitivamente la isla en el 275 a.C. para encaminarse,
nuevamente, al encuentro de las legiones romanas.

El último y definitivo choque se produjo en Benevento, escenificando


aquella máxima de la Antigüedad de que Roma puede perder batallas, pero
nunca guerras. Las legiones romanas, ampliamente superiores en número, se
enfrentaron a unas desmoralizadas tropas griegas, profundamente desgastadas a
consecuencia de tantos años de guerra y pocas victorias contundentes. La clave
de la batalla se ubicó, nuevamente, en los elefantes, aunque esta vez
perjudiciales para estrategia de Pirro. Aprendiendo de sus errores y de los
anteriores encuentros, los romanos supieron neutralizar a los elefantes gracias a
una constante lluvia de flechas ardientes que volvieron locos a los animales,
provocando su diseminación por el campo de batalla, aplastando tanto las tropas
del epirota como las romanas.

Siguiendo la costumbre, lo cierto es que la batalla no se decidió en favor de


ningún bando, pero Pirro perdió en ella a sus mejores tropas viéndose
obligado a regresar a Epiro en busca de refuerzos, dejando un fuerte
destacamento de tropas en la península al mando de su hijo. Su nuevo plan se
fundamentaba en someter a todos los griegos del Egeo para, a continuación,
levantar un nuevo y más poderoso ejército destinado a sojuzgar a Roma. En su
campaña conquistó Macedonia, ciñéndose su corona por segunda vez, y se lanzó
a la conquista del resto de polis griegas, hallando la muerte, junto con el poderío
de Epiro, en una emboscada perpetrada en Argos a manos de los espartanos.

Paralelamente, en Italia los samnitas fueron sometidos de forma definitiva y


las ciudades de la Magna Grecia quedaron supeditas al poder romano. Ante
tal panorama, muerto su principal valedor y rodeados por todos los frentes, en el
272 a.C., Tarento se rinde al ejército romano. Durante la contienda los romanos
capturarían 4 elefantes que fueron llevados a desfilar por las calles de Roma para
que sus habitantes se admiraran de unas bestias nunca vistas. Y que
probablemente jamás volverían a ver, puesto que los ejércitos cartagineses nunca
incorporaron tanta cantidad de esos mamíferos como los griegos.

En realidad, el ejército romano fue incapaz de derrotar de forma clara al rey


de Epiro en batalla, condenado más por sus numerosas victorias, que darían
origen a la conocida expresión de victoria pírrica, que por sus escasas
derrotas, convirtiéndose este en uno de los pocos rivales que puede pregonar
tal hazaña en su haber. No obstante, a las legiones romanas le corresponde el
mérito de conseguir desgastar y, finalmente, vencer a uno de los mejores
estrategas de la Antigüedad.
Mapa ilustrativo de la Primera Guerra Púnica.

La guerra tuvo diversas implicaciones a largo plazo. La participación de Pirro


en los problemas regionales de Sicilia redujo drásticamente la influencia
cartaginesa en la isla, lo que conllevaría el comienzo de la I Guerra
Púnica entre esta potencia contra sus otros aliados romanos por el control del
territorio. La disputa de Sicilia entre romanos y cartagineses fue posible gracias
a la conquista de la Magna Grecia por parte de la república pues, asegurada toda
la península itálica (las tribus etruscas serían totalmente sometidas en el 264
a.C.) y crecidos ante las constantes victorias militares, se consideraría tan
poderosos como para impedir el avance de Cartago tan cerca de sus fronteras,
comenzando la guerra en el 264 a.C.

Por último, la contienda ayudó a situar a Roma como potencia de primer


orden de la época. Las Guerras Pírricas demostraron que las viejas polis griegas
eran incapaces de defender sus colonias y que las legiones romanas eran aptas
para competir, e incluso vencer, a las pesadas falanges de los reinos helenísticos,
los poderes dominantes del Mediterráneo. Muestra del prestigio que le supuso a
Roma vencer a los ejércitos griegos comandados por Pirro fue la apertura de una
embajada permanente en Roma por parte del faraón ptolemaico de Egipto en el
273 a.C.

La guerra, en definitiva, supuso el pistoletazo de salida e introdujo los


desencadenantes que ayudarían a configurar el Mediterráneo durante los
siguientes siglos, abriendo el camino para el dominio romano sobre las viejas
ciudades-estado helenas y dando comienzo a la rivalidad del que sería el mayor
enemigo de Roma, Cartago, y, sobre todo, de su hijo predilecto.

Bibliografía
La Biblioteca Perdida, Ivoox.
Colección Historia de National Geografic
Plutarco. Vidas Paralelas.
Livius.org. Pyrrhus of Epirus.
Cuando Aníbal cruzó los Alpes con
elefantes
Por Academia Play

Aníbal Barca nació en Cartago el año 247 a. C. Fue un prominente militar por
cuyas acciones bélicas es considerado uno de los estrategas militares más
importantes de la historia. El período que tuvo que afrontar en su vida estuvo
marcado por el control romano de la cuenca mediterránea. Aníbal fue el
general con la participación más determinante para el bando cartaginés en
la segunda guerra púnica. En el transcurso de esta guerra, Aníbal realizó una
hazaña militar cuya audacia, arrojo e intrepidez han hecho que se valore como
una de las más osadas y resolutivas de la Antigüedad: decidió atravesar los
Alpes con su ejército para conquistar Italia partiendo de Hispania y
franqueando los Pirineos. 38 elefantes de guerra participaron en esta
marcha. Aníbal Barca ha pasado a la historia como un gran estratega respetado
por sus enemigos. Sus tácticas empleados en diversas batallas todavía se repasan
en la ciencia militar actual.

Esquema general de operaciones de la segunda guerra púnica.

La segunda guerra púnica se suele encuadrar entre los años 218 a. C y 201 a. C.
En el 218 a. C. Roma declara la guerra a Cartago tras la toma y destrucción de
Sagunto, que era una ciudad aliada de Roma. El Senado romano organizó un
plan de contraataque condensado las ofensivas en dos frentes, Hispania y
el norte de África, para arremeter contra Cartago y Cartago Nova. El control de
Hispania estaba en el centro de los motivos del conflicto.

Aníbal ideó una estratagema inesperada para trastornar los planes romanos: se
propuso llevar velozmente la guerra a Italia. Cartago no podía hacer frente a la
fuerza naval de Roma, por lo que no atacó por mar para no enfrentar a la flota
romana. Además, la travesía permitió el reclutamiento de soldados y trabar
alianzas con los pueblos que residían en el trayecto. A pesar de que la ruta
terrestre era más larga y mucho más ardua, tácticamente era más beneficiosa.
Antes de iniciarla, tuvo que distribuir sus efectivos para mantener la seguridad
de las Cartagos, por lo que a la de Hispania envió contingentes libio-fenicios y al
norte de África envió soldados íberos.

Hannibal crossing the Alps. Ilustración de Przemek “Jimmy” Duda.

Tal y como lo relata Tito Livio, Aníbal cruzó el río Ebro con 90.000 infantes y
12.000 jinetes, y al vadear los Pirineos contaba con 70.000 infantes y 10.000
jinetes por los destacamentos que dejó para custodiar el territorio y los íberos
que no querían ir más allá. No obstante, es difícil determinar el número exacto
de las tropas lideradas por Aníbal. Otros historiadores afirman que en su paso
por Galia, Aníbal disponía de 40.000 infantes y 2.000 jinetes. Al llegar a Italia el
ejército tenía una fuerza aproximada de 20.000 o 50.000 infantes y 6.000 o 9.000
jinetes. Además, hay que tener en consideración a los refuerzos de Cartago y de
soldados galos que llegaron durante la guerra. Es especialmente célebre el
contingente de 38 elefantes de guerra. Sin embargo, la mayoría de dichas bestias
fenecieron en la marcha, principalmente por las difíciles condiciones de los
Alpes y las marismas etruscas.

Aníbal atravesando el Ródano.

La expedición militar llegó a la Galia franqueando los Pirineos y siguió


avanzando hasta el Ródano. Hubo un intento romano de interceptar al ejército
para impedir su avance, pero no lo consiguieron. Existe controversia sobre la
ruta transitada en la travesía de los Alpes. Los hechos relatados por historiadores
antiguos como Polibio o Tito Livio no tienen la suficiente exactitud y precisión
para concluir la cuestión. Se discute si Aníbal cruzó por el puerto de montaña del
Pequeño San Bernardo al sur del Macizo del Mont Blanc, por el puerto del Mont
Cenis que separa los Alpes cocios de los Alpes grayos, por el puerto del monte
Clapier de los Alpes marítimos, por el puerto de Larche o por el puerto de
Montgenèvre. Polibio relata que Aníbal alentó a sus soldados —ya sin vigor—
en la “cima de los Alpes” señalando a “las vastas llanuras que regaba el Po con
sus aguas”, la cual era la llanura Padana. El hambre, el frío y las enfermedades
que sufrieron las personas que efectuaron la travesía de los Alpes con Aníbal
hicieron que miles de los efectivos muriesen.

La hipótesis de Gavin de Beer sobre el cruce por el puerto de la Traversette ha


adquirido fuerza recientemente con un estudio publicado en 2016 y realizado por
W. C. Mahaney y su equipo. En tal publicación se reconstruye la ruta de Aníbal
conforme a las evidencias microbiológicas, geoquímicas y estratigráficas. Un
argumento importante es que en el Col de la Traversette se han encontrado
masas de excrementos con alto contenido de bacterias Clostridia. Esto es
importante dado que la presencia de tales microbios es característica en el
estiércol de los caballos, que puede llegar incluso hasta el 70 por ciento. La
datación de las muestras halladas se aproxima al año 200 a. C. y la travesía
ocurrió en otoño del 218 a. C.

Al llegar a Italia, Aníbal logró vencer a los romanos en sucesivos


enfrentamientos. De las batallas en Italia resaltamos tres. La batalla del
Trebia concluyó con la victoria cartaginesa, siendo la primera gran contienda de
la segunda guerra púnica y la primera lucha importante de Aníbal contra el
ejército romano. En la batalla del Lago Trasimeno Aníbal venció a Cayo
Flaminio. Sin embargo, la más destacada fue la batalla de Cannas en la que
Aníbal derrotó a los cónsules Cayo Terencio Varrón y Lucio Emilio Paulo. Es
uno de los eventos más notables de táctica militar de la historia y constituye la
apoteosis de Aníbal Barca. No obstante, el resultado de la segunda guerra
púnica fue la victoria romana, a pesar de la brillantez y el arrojo de Aníbal.
Los cartagineses no consiguieron entrar en Roma (algunos historiadores
aseguran que su propósito no era tomar Roma, sino forzar su rendición).
Finalmente, Aníbal tuvo que movilizar su ejército cuando tuvo noticia de
que Escipión el africano decidió invadir Cartago. Los romanos ya habían
conquistado Hispania y despojado a los cartagineses de sus dominio en el
territorio. Aníbal, al llegar Escipión a África, intentó negociar con su rival pero
no llegaron a establecer acuerdos. Publio Cornelio Escipión logró derrotar a
Aníbal en la batalla de Zama, la cual fijó el final de la guerra.

La batalla de Zama. Ilustración policromada de Cornelis Cort.

El cruce de los Alpes es la operación táctica más notable y arriesgada de la


Antigüedad. Aníbal podía evitar los esfuerzos de la travesía, pero su fulminante
aparición por el Valle del Po le otorgó una importante ventaja estratégica que
trasladó el conflicto al territorio romano y alteró la paz y las relaciones de poder
de pueblos de la zona con Roma. Un eventual desembarco en Sicilia o en el sur
de la península no hubiera tenido los mismos efectos. Aníbal superó las
inclemencias climatológicas, los obstáculos orográficos, las tensiones con las
tribus locales y la complejidad de organizar y comandar a un ejército de
dimensiones considerables en una marcha tan larga.
Across the wild Alps. Ilustración de Jenny Dolfen.

Bibliografía
García Osuna, J. M. M. (2007). La segunda guerra romano-púnica y el gran
Aníbal Barca. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses. N. 195, pp. 51-120.

Lancel, S. (1997). Aníbal. Barcelona: Editorial Crítica.


Livio, T. (1996). Aníbal contra Roma (historia de Roma, libros XXI-XXII).
Madrid: Planeta DeAgostini.

Mahaney, W. C. et al. (2016). Biostratigraphic Evidence Relating to the Age ‐


Old Question of Hannibal’s Invasion of Italy, I: History and Geological
Reconstruction. Archaeometry. Vol. 56, issue 1, pp. 164-178.

Polibio. (2008). Historia de Roma. Madrid: Alianza.


La familia romana
Por Carlos Villacís

La concepción principal de la familia romana es aquella que la comprende


como un conjunto de personas sometidas a la potestad del paterfamilias. Esta
relación puede existir por motivos jurídicos o naturales. Ulpiano explica que
este núcleo constituye, proprio iure, el sentido estricto del grupo familiar y la
describe de esta manera en el siglo III d. C., cuando ya se han producido
cambios sustanciales en la estructura de la familia. La definición
de Ulpiano sigue entroncando con la concepción patriarcal originaria, por la cual
el fundamento último de la familia es la adgnatio, esto es, la potestad o
parentesco civil. Dicho parentesco civil tiene más importancia que la cognatio,
es decir, el parentesco natural por filiación o vínculo de sangre. De este modo, a
una familia romana pertenecen las personas sujetas a la potestad
del paterfamilias por haber nacido en ella o por haberse incorporado a la misma
a través de actos jurídicos o religiosos.

Estatua de Ulpiano en el Palacio de Justicia de Bruselas. Fue uno de los grandes juristas romanos.

Allende el sentido propio de la familia romana, es decir el adgnaticio (cuya base


es el parentesco civil), los juristas contemplan también otra concepción que se
asienta en los lazos naturales de parentesco. Esta forma de familia cognaticia
(o natural) predomina en el período histórico comprendido entre la
economía agrícola y la expansión imperial del comercio. Asimismo,
posteriormente se produce una paulatina disolución de los vínculos de potestad
por motivo de la progresiva aparición de nuevas relaciones comerciales. Todo lo
dicho supuso una transformación de la estructura familiar en los inicios de la
etapa imperial, y fueron formalizadas con las reformas de Justiniano.

El patrimonio agrario (mancipium) más antiguo lo constituía el huerto o fundo


familiar, los aperos, los esclavos y los animales de tiro. De esta manera, la
familia se organiza como una entidad económicamenteindependiente. En esta
línea, la Ley de las XII Tablas diferencia entre los bienes de cambio (pecunia)
y la familia como grupo de personas y cosas sujetas a la autoridad
del paterfamilias. Posteriormente, debido a la nueva economía monetaria en el
período de la Roma clásica la pecunia tiene mayor relevancia. La res
mancipi de la economía agraria va cediendo su papel central a los bienes de
cambio relacionados con el comercio y la industria artesanal.

La cohesión del grupo familiar se cristalizaba principalmente en la comunidad


de cultos religiosos. En las preces y súplicas religiosas siempre iban
unidas familia y domus (la casa romana). Se rezaban primordialmente a los
ascendientes difuntos y a los dioses lares (los propios del culto doméstico o
privado). La familia era la forma social fundamental de la organización
política. Las familias eran los componentes más elementales de la sociedad, y la
agrupación de varias de ellas que supuestamente descendían de antepasados
comunes formaban una gens. El derecho al voto y la pertenencia a las asambleas
requerían tener la condición de paterfamilias y figurar como tal en el censo
popular.

Representación de dioses lares.


Debido a la cuestión hereditaria, el problema de la determinación de la
proximidad del parentesco adquirió importancia. Los juristas han distinguido
los grados y las líneas. Los primeros aluden a la cantidad de engendramientos
entre dos personas de una misma familia. Las líneas se subdividen en rectas y
colaterales. La línea recta es la que vincula a una persona con sus descendientes
o con sus ascendientes. La Línea colateral es la que relaciona a los diversos
parientes con un ascendiente común.

Sin duda alguna, el tema central en la cuestión de la familia romana es la


potestad del paterfamilias. En cuanto a estas relaciones de potestad hay que
decir que el jefe del grupo familiar tiene pleno poder (incluso se podría decir que
casi absoluto) sobre el resto de los miembros. Esta potestas ha sido representada
tradicionalmente por el símbolo de la mano protectora y dominante y se
manifiesta principalmente de tres formas:

1. La manus: es el poder sobre la mujer.


2. La patria potestas: es el poder sobre los hijos.
3. La dominica potestas: es el poder sobre los esclavos.
La manus era una potestad marital del paterfamilias sobre la mujer. Desde una
etapa primitiva, la mujer se sometía a la manus del marido por el acto conventio
in manum. Esta institución se llevaba a cabo mediante tres formas distintas: a
través de una ceremonia religiosa en la que participaban el marido y la mujer en
condición de igualdad, lo que se denomina confarreatio; a través de un acto
simbólico análogo a la mancipatio (una de las formas de la adquisición de
propiedad) en el que la mujer ostenta la condición de sujeto del acto al igual que
el marido y no de objeto, lo que se denomina coemptio; y por la permanencia de
la mujer en la casa del marido durante un año, lo que se denomina usus. En la
época imperial la conventio in manum acabó desapareciendo. Justiniano llega
incluso a excluir cualquier mención a la manus de su compilación del Derecho
romano.
Mosaico de Justiniano en la iglesia de San Vital, Rávena.

La patria potestas era el poder del padre al que estaban sometidos los hijos. Se
trataba de un poder casi ilimitado que englobaba cuatro derechos principalmente.
En primer lugar, el derecho de vida y muerte (ius vitae et necis) para cuya
práctica el padre necesitaba consultar a los parientes (que conformaban un
tribunal) y respetar el juicio del censor (que podía vetar la decisión) sobre
posibles arbitrariedades en la voluntad del padre. En segundo lugar, el derecho
de vender (ius vendendi) al hijo como esclavo, lo cual sólo se podía hacer en el
extranjero y no en territorio romano. En tercer lugar, el derecho de dar al hijo
al damnificado por una acción ilícita realizada por el vástago (ius noxae
dandi). Con este acto el padre queda exonerado de la responsabilidad. En cuarto
lugar, el derecho de abandonar al recién nacido (ius exponendi).

La patria potestad se adquiere fundamentalmente por el nacimiento de hijos “en


justas nupcias” (iustum matrimonium). El padre debe realizar una ceremonia
religiosa para aceptar al hijo como propio, de modo que tiene la condición del
padre. Por el contrario, los hijos ilegítimos mantienen la condición de la madre.
También existía la ceremonia de la arrogación (adrogatio), por la que una
persona es declarada hijo legítimo de otro paterfamilias y, por tanto, se somete a
su patria potestas. La intencionalidad de la arrogación radica en conceder
familia y descendencia a quien no la tiene. Asimismo, es posible
la adopción (adoptio) por la que el adoptado se separa de su familia original y
adquiere la condición de hijo legítimo de otra distinta. Así pues,
el paterfamilias obtiene la patria potestas sobre el adoptado.
La causa principal que provocaba la extinción de la patria potestas era la muerte
del paterfamilias. Tras la muerte del padre, los hijos tienen sus propias familias.
La patria potestas también desaparece al perder el padre la ciudadanía romana,
ya sea por esclavitud o por adoptar otra distinta. Si el paterfamilias es capturado
en una guerra, entonces sus derechos se mantienen en suspensión hasta que
retorne. Como se ha dicho anteriormente, al dar al hijo en adopción o al ser
arrogado el padre, la patria potestas se extingue. Lo mismo ocurre al entregar a
su hija in manu.

Sin embargo el acto más importante en lo que respecta a la extinción de la patria


potestas es la emancipación. Dicha figura del Derecho romano consiste en un
acto solemne por el cual el paterfamilias libera al hijo de su poder. Se trata de un
acto voluntario del padre, es decir, que procede de su iniciativa y no de la
exigencia del hijo. Para llevar a efecto la emancipación se hacía uso del recurso
de la “triple venta” prevista en las XII Tablas. Si el padre vendía tres veces
sucesivas a su hijo, entonces quedaba libre de la potestad paterna (XII Tablas,
IV. 2: si pater filium ter venum duuit, filius a pater liber esto). La venta es
por mancipatio, la cual es un acto de venta imaginaria usado en los negocios
para transmitir propiedades, de ahí el nombre.

Se cree que en su origen, la emancipación tuvo una connotación penal y punitiva


para separar de la familia a un hijo considerado indigno. No obstante,
posteriormente se terminó convirtiendo en un acto para beneficiar al hijo, al
otorgarle la capacidad de disponer de un patrimonio propio. De esta forma,
el hijo se hacía sui iuris (derecho propio), por lo que pasaba a tener la capacidad
de ocuparse de sus asuntos propios de manera independiente.

Por último, la dominica potestas es la potestad del paterfamilias sobre


los esclavos. Hay que partir por mencionar que la institución de la esclavitud
romana es un objeto de estudio muy amplio que atraviesa diversas etapas. En un
principio, se basaba en la idea de la desigualdad entre los hombres y en el
sometimiento de los vencedores de una guerra sobre los derrotados. Los esclavos
romanos eran parte de la familia en tanto que se integran en sus cosas en
propiedad (forman parte de la res mancipi), y no podían ser titulares de
derechos. Sin embargo, los esclavos romanos sí podían intervenir en los
negocios relativos al patrimonio de su dueño. En lo que respecta al
patrimonio, los esclavos no tienen propiedades y sus adquisiciones van a
parar al paterfamilias. El patrimonio paterno sólo podía mejorar por las
acciones de sus sometidos como principio general del Derecho clásico.
Mosaico romano en el que aparecen esclavos.

El dueño de un esclavo podía concederle la libertad mediante


la manumisión que, a lo largo de la historia romana, se formalizó de diversos
modos. Esta evolución en las formas de manumisión acabó por considerar como
válida (en la compilación de Justiniano) cualquier declaración de voluntad de
liberar al esclavo. Además, después de ser manumitido, el esclavo sigue
vinculado a su anterior dueño. Por el derecho de patronato, el liberto debe
reverencia y asistencia al patrono (su antiguo dueño) y tiene ciertas obligaciones
con él. Entre estas obligaciones se encuentran la de asistir al patrono cuando
enferme, hacer jornadas de trabajo o cuidar el sepulcro de la familia. Si el liberto
muere sin hijos, entonces el patrono hereda su patrimonio. Además, el patronato
lo heredan los hijos del paterfamilias, pero los hijos del liberto no están
obligados por esta relación. Por otro lado, el patrono tenía la obligación de
prestar su fides a su anterior esclavo, de modo que, entre otras responsabilidades,
debía asistirlo si llegaba a la indigencia. La clase social de los nacidos libres se
denomina ingenuii, mientras que la clase social de los libertos es distinta y se
llama libertini. Estos últimos tenían restricciones en el ejercicio de algunos
derechos.

En la época preclásica, los esclavos de la Roma primitiva provenían de los


prisioneros capturados en guerras y batallas con las poblaciones itálicas
cercanas. Estos esclavos se dedicaban principalmente a labores domésticas y al
trabajo agrícola. El régimen de la esclavitud se modifica en el Derecho clásico
debido a que la cantidad de esclavos aumenta por los nuevos territorios
conquistados por Roma. En esta etapa, los esclavos reciben un peor trato y
tienen unas condiciones más estrictas. Sin embargo, también hay que tener en
cuenta que la influencia de ciertas doctrinas filosóficas (como el estoicismo)
favorece medidas que reprimen los abusos de la dominica potestas contra los
esclavos. En este período tampoco poseen personalidad jurídica pero, al
contrario que en la etapa anterior, puede mantener sus propios cultos. Las causas
de esclavitud son la captura como prisionero en la guerra, nacer de una
mujer esclava y ser condenado a la pena de esclavitud.

Ilustración de Jacek Ogonowski.

Finalmente, en la legislación del Bajo Imperio romano existe una tendencia


hacia la libertad, debido al impulso que trajo el auge de las ideas cristianas como
igualdad ante Dios de todas las personas. No obstante, el sometimiento a
la dominica potestas y la incapacidad de los esclavos siguieron vigentes. En esta
época se prohíbe la separación de las familias de esclavos, se facilitan las
manumisiones y se castiga a quien mata a un esclavo.

Bibliografía
Attilio Levi, M. “Familia, Servitus, Pides. Indagación entorno a la dependencia
humana en la sociedad romana”. Gerión. N. 1, 1983.
Cascajero, J. “Notas sobre la familia romana a través de las fuentes
orales”. Arys. N. 1, 1998.

García Garrido, J. M. Instituciones y casos de Derecho romano. Ed. Ediciones


Académicas. 2012: Madrid.

López Huguet, M. L. “Consideraciones generales sobre los conceptos de patria


potestas, filius, pater y materfamilias. Una aproximación al estudio de la familia
romana”. REDUR. N. 4, 2006
César cruza el Rubicón. Alea iacta
est
Por Academia Play

Representación gráfica de César cruzando el Rubicón.

Nos encontramos en el año 49 a. C. Más concretamente en una noche de enero.


El escenario no es otro más que las orillas del insigne río Rubicón, la frontera
natural entre la Galia Cisalpina e Italia. Los soldados de la
temible Legio XIII Gemina se disponen a cruzarlo.

ALEA IACTA EST | LA SUERTE ESTÁ ECHADA


Esta frase da buena muestra de la determinación y la célebre osadía de uno de
los líderes políticos y militares más notorios de todos los tiempos: Julio César,
no podía ser otro. Nuestro protagonista vaciló durante un brevísimo instante
antes de dar, con su habitual confianza, la orden de avanzar y decir Alea iacta
est (o Iacta alea est). Y así fue, la suerte estaba echada, la invasión de Italia con
su marcha hacia Roma había empezado y la guerra había estallado sin remedio al
enfrentarse a la autoridad del Senado.

Tal atrevimiento y descaro no podía dejar de estar acompañado de la solemnidad


propia del orgullo bélico. Esta acción marcó el inicio de la segunda guerra
civil de la República romana. Un conflicto que llevaría a César a su apogeo en
la política romana. Como es sabido, el bando de los cesarianos venció a la
facción conservadora militarmente dirigida por Cneo Pompeyo Magno en el
año 45 a. C., tras lo cual César ascendió al poder como cónsul y dictator
perpetuus.

Fue nada más y nada menos que el venerable historiador Suetonio quien
recogió esta impertérrita sentencia de la boca de Julio César. Se trata de una
locución latina que da a entender el destino de grandeza de este histórico
personaje de Roma y el coraje de lanzarse decidida e inexorablemente a una
peligrosa andanza.
Cleopatra: el irresistible encanto de
la reina de Egipto
Por Academia Play

Cleopatra. W AILIS.

La figura de Cleopatra encarna el final del período helenístico de Egipto y el


término del poder político de la dinastía lágida. Dicha dinastía, también
llamada ptolemaica, tuvo su período más esplendoroso y de mayor expansión en
el siglo III a. C. La capital de sus dominios era la ciudad de Alejandría, que fue
el mayor puerto del mar Mediterráneo de la época y mantenía una intensa
actividad comercial. La riqueza económica, el poder político y la actividad
cultural hicieron del Egipto de los Ptolomeos una potencia del momento.

“SU BELLEZA, COMO SE NOS DICE, NO ERA EN SÍ


MISMA INCOMPARABLE, NO COMO PARA IMPACTAR
A LOS QUE LA VEÍAN; PERO CONVERSAR CON
ELLA TENÍA UN ENCANTO IRRESISTIBLE”
(PLUTARCO)

En el siglo II a. C. se vieron obligados a ceñir sus dominios a sus propios


territorios y perdieron su influencia externa. Es más, Egipto pudo mantener su
independencia debido a la protección romana frente a los ataques de Antíoco IV
Epífanes. Éste era el rey de Siria, descendiente del diádoco Seleuco y, por tanto,
heredero del Imperio seléucida, que fue una de las partes en las que se dividió
el Imperio de Alejandro Magno. Cabe recordar que la dinastía ptolemaica se
funda con Ptolomeo I Sóter, quien fue general del emperador macedonio y se
hizo con Egipto tras su muerte. Ptolomeo I pugnó con los demás sucesores de
Alejandro por la repartición de su imperio en las Guerras de los Diádocos.

En la época ptolemaica, para la legitimación del poder se empleaban diversas


fórmulas. Por un lado, para la población egipcia se mantenía un discurso y una
iconografía de liberación de los persas. Por otro lado, para los habitantes de
origen griego de ciudades como Alejandría se aludía a la figura de Alejandro
Magno para conseguir una justificación de naturaleza helenística. Además,
promovieron la cultura griega para reconocerse en ella y reforzar su autoridad
intelectual. Asimismo, para la población autóctona seguían sirviendo las
fórmulas del poder faraónico. Por último, la iconografía relacionada con la
legitimación del poder se abre a las formas romanas debido a su necesidad de
expandir su influencia en su contexto. La integración cultural producida fue de
una riqueza fascinante.
Alexandria lighthouse. Ilustración de Martin Deschambault para Assassin’s Creed Origins.

Los últimos Ptolemeos de la dinastía lágida fueron los hijos de Ptolomeo XII,
también llamado Auletes. Estos fueron Ptolomeo XIII y Ptolomeo IV que se
casaron sucesivamente con su hermana mayor Cleopatra VII Filópator por
orden testamentaria de su padre. Cleopatra nació en el año 69 a. C. en
Alejandría.

Ptolomeo XII Auletes se aseguró el trono a través del apoyo de Roma,


especialmente del general Pompeyo a quien había pagado y prometido
tributos. Tras su muerte en el 51 a. C., Cleopatra ascendió al trono junto a su
hermano Ptolomeo XIII de doce años. Los hermanos tuvieron que contraer
matrimonio según el designio de Ptolomeo XII, que se cumplió bajo la vigilancia
de Pompeyo.

Cleopatra recibió una educación griega, estudiando materias como


astronomía, matemáticas, filosofía, música o política. También estudió diversos
idiomas además del griego. Se la ha descrito a lo largo de la historia como
una mujer formada, inteligente, con un carácter seductor y hábil en las
relaciones sociales y de poder. El encanto de Cleopatra hizo de ella uno de los
personajes más recordados de la historia. El filósofo e historiador Plutarco la
caracteriza de esta manera:

Su belleza, como se nos dice, no era en sí misma incomparable, no como para


impactar a los que la veían; pero conversar con ella tenía un encanto
irresistible, y su presencia, combinada con la persuasión de su discurso y el
carácter que de alguna manera se difundía sobre su comportamiento hacia los
demás, tenía algo estimulante al respecto. También había dulzura en los tonos de
su voz; y su lengua, como un instrumento de muchas cuerdas, ella podría
fácilmente recurrir a cualquier lenguaje que quisiera (…) (Vidas Paralelas:
Antonio)

Cleopatra. Ilustración de John William Waterhouse.

La situación fue complicada al principio de su reinado, ya que las hambrunas


que padecía el pueblo provocaban rebeliones y grupos de cuatreros y
facinerosos. Por otro lado, la economía egipcia se estaba desgastando
y Cleopatra se apoyaba cada vez con más intensidad en Roma, de quien
dependía para el sostenimiento de sus dominios. Contrarios a las políticas de
Cleopatra, Aquilas, Potino y Teodoto actuaron sobre su hermano y esposo para
deponerla. Aquilas era un general de importancia, Potino era tutor de Potlomeo
XIII y Toeodoto era un rétor. Por el asesoramiento de estos tres
consejeros, Ptolomeo XIII, quien había sido excluido por su hermana de las
decisiones políticas, derrocó a Cleopatra y la forzó al exilio. De este modo, en
el 48 a. C. Cleopatra fue expulsada de su reino y se recluyó en Siria.

La relación con Roma, que en aquel momento se encontraba en guerra civil, era
determinante. La Segunda guerra civil de la República romana transcurrió
entre el 49 a. C. y el 45 a. C. y enfrentó a Julio César contra el bando
conservador del Senado cuyo brazo armado lo comandaba Pompeyo. El
conflicto concluyó con la victoria de César y la derrota de los pompeyanos. Tras
perder la batalla de Farsalia, Pompeyo buscó protección en Egipto. Sin
embargo, Ptolomeo XIII ordenó su asesinato en el 48 a. C. para ganarse la
confianza de Julio César. Éste, al llegar a Alejandría para capturar a su
contrincante, recibió la información de la muerte de Pompeyo y la tomó como
una desgraciada y triste noticia, pues era un rival respetado por él. Se cuenta que
incluso llegó a llorar por el asesinato de su amigo.

Julio César convocó a Cleopatra y a Ptolomeo XIII para resolver la disputa,


ya que, muerto Pompeyo, él se hizo cargo de la posición de testamentario del
padre de los hermanos. Cleopatra consiguió adentrarse en la estancia de Julio
César para persuadirlo en su favor. Ptolomeo, al enterarse de las
circunstancias, declinó la proposición de acuerdo y huyó difundiendo la traición.
César capturó a Ptolomeo XIII y leyó en público el testamento de Ptolomeo XII.
La repartición favoreció a Cleopatra, que retornó al trono y afianzó la alianza
con César. A Ptolomeo XIII se le asignó Creta y a su hermana Arsinoe y a su
hermano Ptolomeo XIV Chipre. El resultado fue una tensa situación entre
Cleopatra y César, que se había afincado en Alejandría, por un lado, y Arsinoe y
Ptolomeo XIII, que permanecía rehén en el palacio real, por otro.
Julio César y Cleopatra. Jean-Léon Gérôme.

La tensión acabó estallando en el momento en el que Aquilas, al mando de un


ejército, asedió la ciudad por orden de Ptolomeo. César y Cleopatra se
mantuvieron en el palacio real hasta que llegaron los refuerzos romanos y
vencieron en la contienda. Durante el conflicto ocurrió el famoso incendio de
Alejandría que se originó por la quema por parte de César de sus propios barcos
anclados en el puerto de la ciudad antes de que Aquilas lo conquistase y usase
las embarcaciones en su beneficio. Arsinoe logró huir y Ptolomeo fue liberado.
No obstante, César se alzó con la victoria y la primera fue enviada como
prisionera a Roma y el segundo murió en la huida de los egipcios Nilo arriba.

De este modo, Cleopatra volvió a recuperar el trono y, para asumir las funciones,
se casó con su hermano Ptolomeo XIV de diez años. El 47 a. C. nació Ptolomeo
XV, el hijo de César y Cleopatra, al que los alejandrinos llamaron Cesarión. Pero
este no fue el final de las peripecias de Cleopatra, pues en los idus de marzo del
44 a. C. Julio César fue asesinado.

En el año 43 a. C. Cleopatra envenenó a Ptolomeo XIV y Cesarión ocupó el


cargo de corregente. En Egipto había una situación de hambruna y los canales
del Nilo se encontraban deteriorados, lo cual afectaba a las cosechas. En
Roma, Marco Antonio, quien fuera el principal jefe militar al servicio de Julio
César, estaba dando caza a los responsables del asesinato. En el 43 a. C. se
produjo el Segundo Triunvirato que ponía en el poder durante cinco años
a Marco Antonio, a Lépido y a Octavio (posteriormente, emperador Augusto),
a través de una alianza formalizada en la Lex Titia.
Puerto con el desembarque de Cleopatra en Tarso. Claudio de Lorena.

El triunvirato ocasionó otra guerra civil en Roma entre los simpatizantes del
mismo y los republicanos. Marco Antonio pidió a Cleopatra un encuentro en
Tarso. En este encuentro acordaron la prestación de ayuda de Cleopatra y la
ejecución de Arsinoe por parte del romano. En dicha reunión se cuenta que se
enamoraron y Marco Antonio se trasladó a Egipto para vivir con Cleopatra el
invierno que medió entre los años 41 y 40 a. C. En el 40 a. C. Marco Antonio
retornó a Roma y se casó con la hermana de Octavio, según lo acordado. En el
37 a. C. volvió a Egipto por una campaña militar y se casó con Cleopatra, sin
romper su compromiso con su esposa romana.

Octavio y Marco Antonio se enemistaron y al finalizar el triunvirato en el año


33 a. C., pues se renovó en el 38, se enfrentaron en el Senado y el segundo
rechazó a la hermana de Octavio como esposa. El resultado fue la declaración
romana de guerra a Egipto y la hostilidad contra Marco Antonio y
Cleopatra, a la vez que se favoreció la posición de Octavio. Las flotas
comandadas por Agripa, el principal general de Octavio, vencieron a las de
Marco Antonio y Cleopatra en la batalla de Accio el 31 a. C. Este fue el
combate decisivo que permitió a Octavio entrar en Alejandría el 30 a. C.

Cleopatra and Anthony. Way Way.


Marco Antonio cayó presa de un engaño en el que se le informó que Cleopatra
había muerto, por lo que decidió suicidarse con su propia espada. La reina de
Egipto también se quitó la vida antes de ser apresada y exhibida en Roma en la
ceremonia del Triunfo. Murió por la mordedura de una cobra egipcia, ahora
conocida como áspid de Cleopatra. La reina de Egipto tomó la decisión
después de entrevistarse con Octavio a quien no pudo persuadir como hizo
con Julio César y Marco Antonio. De este modo, Egipto pasó a ser una
provincia romana y Octavio se convirtió en Augusto, el primer emperador de
Roma.

La muerte de Cleopatra. Reginald Arthur.

El encanto de Cleopatra se manifiesta no sólo en su capacidad de seducción


personal ligada a la inteligencia política y a su formación intelectual, sino que el
personaje histórico condensa la herencia del esplendor cultural del
helenismo y, a la vez, está vinculada a procesos políticos decisivos para la
historia de Roma. A todo esto se le añade el atractivo del final de las etapas
históricas en las que estuvo implicada: el período helenístico, la dinastía
ptolemaica y la República romana. Todo lo cual va más allá de la
mistificación romántica de sus supuestas relaciones amorosas.
Bibliografía
Bingen, J. Hellenistic Egypt: monarchy, society, economy, culture. Ed. Edinburgh
University Press. 2007: Edimburgo.

Plutarco. Vidas paralelas. VII, Demetrio-Antonio, Dión-Bruto, Arato-Artajerjer.


Ed. Gredos. 2009: Madrid.

Schuller, W. Cleopatra: una reina en tres culturas. Ed. Siruela. 2008: Madrid.

Tyldesley, J. Cleopatra: la última reina de Egipto. Ed. Ariel. 2008: Barcelona.

Walker, S. y Higgs, P. Cleopatra of Egypt: from history to myth. Ed. The British
Museum Press. 2001: Londres.
La batalla de Teutoburgo o el
desastre de Varo
Por Academia Play

Arminio, héroe germano


La batalla de Teutoburgo se ha elevado a la categoría de mito identitario del
pueblo alemán, especialmente en el siglo XIX. El Romanticismo alemán,
momento en el que se fraguó su nacionalismo, llevó a retratar y comprender a
los líderes germánicos de la batalla de Teutoburgo como símbolos del espíritu
del pueblo cuya fuerza noble y salvaje se alza contra las pretensiones de
aculturación e invasión externa. Estos sentimientos se acentuaron en el contexto
de la guerra franco-prusiana (1870-1871) de la que surge el Imperio
alemán (Deutsches Reich) tras la victoria germánica. En 1837 se empezó a
construir una estatua de Arminio (Hermannsdenkmal) en el bosque de
Teutoburgo como fuente de orgullo nacional, la cual se concluyó en 1875 tras el
mencionado triunfo en el conflicto bélico y la unificación alemana.
La tumba de Arminio (Grab des Arminius). Pintado por Caspar David Friedrich.

En la batalla del bosque de Teutoburgo combatieron un ejército del Imperio


romano liderado por Publio Quintilio Varo contra una coalición de pueblos
germánicos comandada por el caudillo querusco Arminioen el año 9 d. C.
Las tribus germanas que se unieron para enfrentarse a Roma fueron
los queruscos, los catos, los brúcteros, los márseros, los angrivarios y los
usípetes. Por su parte, Varo comandó tres legiones romanas más seis cohortes
auxiliares y tres alas de caballería. Se calcula que en la contienda murieron
aproximadamente 15.000 soldados romanos tras una victoria de Arminio que
desembocó en la constitución de un reino germano unificado gobernado por él.
Batalla del bosque de Teutoburgo. Pintado por Otto Albert Koch.

Lo que ocurrió fue que Varo, el gobernador de la provincia romana Germania


Inferior (ubicada al noreste de la actual Alemania y que en aquel momento
llegaba hasta el Elba), se propuso romanizar a los germanos. Ante la
amenaza, Arminio consiguió agrupar a un ejército con el que emboscó a los
romanos en el bosque de Teutoburgo y arrasó sus tropas. Debido
al desmesurado desastre, Varo decidió suicidarse y las posteriores legiones
romanas jamás usaron el nombre de aquellas implicadas en la derrota: XVII,
XVIII y XIX.

Germanicus returns to Teutoburg Forest. Ilustración de David Roterberg.

El padre de Publio Quintilio Varo, Sexto Quintilio, sirvió en la facción


republicana durante la segunda guerra civil de la República romana. Varo fue
una persona próxima a César Augusto, el primer emperador romano, y afianzó
su vínculo con él casándose con Vipsania Marcela, quien era sobrina nieta del
emperador e hija de Marco Vipsanio Agripa, que fue el general más importante
de Augusto. Varo fue cónsul, después procónsul en África y legado propretor en
Siria. Hizo fortuna en Judea antes de ser destinado a Germania como legado.
Durante dicho período, Varo se fue ganando la antipatía de los germanos.

Varo cruzó el Rin en el año 9 d. C. para establecer en suelo querusco los


campamentos de sus tres legiones. Kovaliov explica en Historia de Roma que el
levantamiento de los germanos se debió fundamentalmente a la fuerte
presión impositiva y al intento de implementación del sistema jurídico
romano que Varo pretendió llevar a cabo en su territorio. Al principio, las
relaciones con los queruscos fueron buenas, incluso llegó a entablar amistad
con Arminio que era el líder de una fuerza militar de tropas auxiliares de apoyo
a las legiones.
Teutoburg. Ilustración de Larry Wilson.

Arminio fue un caudillo querusco que tenía la ciudadanía romana. Nació el


16 o el 17 a. C. siendo hijo de Segimer, un jefe querusco. Arminio tuvo un
entrenamiento militar romano y llegó a pertenecer a la clase social romana
de los equites. El 4 d. C. participó en las guerras panonianas junto a los
romanos comandando tropas auxiliares de queruscos. Poco a poco empezó a
oponerse a Roma por las restricciones de libertad que sufría su propio
pueblo. De modo que comenzó a organizar una resistencia basada en la
colaboración de los líderes de diferentes tribus germanas contra el Imperio.

La frontera del Rin siempre fue problemática para Roma. Hay que señalar que
más allá de la visión romántica sobre las antiguas tribus germanas, lo cierto es
que eran pueblos acostumbrados a la guerra y practicaban habitualmente
incursiones en otros territorios. En el año 16 a. C. el entonces gobernador de
la Galia Bélgica Marco Lolio ya había sufrido una emboscada por parte de los
sicambrios, usípetes y téncteros, por la que fue vencido en el valle del río Mosa
y perdió el estandarte del águila romana de la legión V Alaudae. La
humillación padecida produjo su marginación en la vida militar y acabó siendo
tutor de Cayo César. Por este motivo, Roma lanzó diversas campañas de castigo
en respuesta a las incursiones germanas. En el año 9 a. C. el imperio de Augusto
logró extenderse hasta el Elba, cruzando el Rin. Aunque no se trataba de un
dominio efectivo sobre el territorio, sí mantuvo su presencia militar.
Battle of the Teutoburg Forest. Ilustración de Dario Coelho.

Al finalizar el verano del año 9 d. C., Vero tuvo noticia del ataque de una
sublevación local, por lo que decidió responder de forma inmediata y
contundente. Vero no sabía que estaba cayendo en la planificada celada de
Arminio. El ejército de Varo fue conducido por la astucia de Arminio hacia
el bosque de Teutoburgo. La marcha romana era lenta y muy grande para su
avance en un terreno pantanoso y complicado. Dion Casio cuenta en su Historia
romana que los germanos cortaron los troncos de algunos árboles situados a los
lados de donde iba a cruzar la columna romana, y los dispusieron de tal modo
que se mantuvieran en pie para que al paso del espeso ejército se cayesen sobre
él y desordenaran sus formaciones. A continuación, las huestes de Arminio
lanzaron de imprevisto sus flechas y lanzas. Los romanos se encontraban
desconcertados y desorganizados, por lo que la efectividad de las legiones (que
residía principalmente en su formación) disminuyó. Los germanos
aprovecharon la oportunidad para atacar cuerpo a cuerpo.

Ambush. Ilustración de Jacek Ogonowski.

Este primer ataque sorpresa no fue suficiente para derrotar de forma


definitiva a las poderosas legiones romanas. A pesar del carácter imprevisto de
la primera embestida y del terreno difícil, el ejército, según relata Dion Casio,
consiguió reagruparse en terreno despejado. No obstante, en el momento de
volver a la espesura, el pesado equipo de los soldados romano no era adecuado
para aguantar la movilidad del embiste germano en el bosque de
Teutoburgo. Numonio Vala, quien dirigía la caballería, intentó salir
desesperadamente del bosque para llegar al Rin, pero antes de alcanzar su
objetivo su regimiento fue destruido.

Los germanos cortaron la cabeza a Varo, que se había suicidado con


anterioridad, y la enviaron al rey marcomano Marbod. Este rey devolvió sus
restos a Roma, donde fue enterrado. Las tropas restantes se dirigieron a la colina
de Kalkriese donde lucharon en las laderas, pero fueron aniquilados. El
oficial Casio Querea logró huir en la noche y sobrevivir al desastre con algunos
soldados.
Coming back to Teutoburg Forest Battle scene. Ilustración de Vilius Petrauskas.

El emperador Tiberio, sucesor de Augusto, envió a Julio César Germánico al


mando de ocho legiones para calmar el temor de una eventual invasión de los
germanos o una insurrección de los galos, y para resarcir el honor de las legiones
derrotadas recuperando las águilas perdidas. Germánico sólo rescató dos de los
estandartes y no consiguió apresar a Arminio. Sin embargo, su campaña fue
exitosa, pues lo venció en la batalla de Idistaviso y abatió su peligroso
levantamiento.

Bibliografía
Dion Casio. Historia romana. Ed. Gredos. 2011: Madrid.

Goldsworthy, A. Grandes generales del ejército romano: campañas, estrategias


y tácticas. Ed. Ariel. 2005: Barcelona.

Kovaliov, S. I. Historia de Roma. Ed. Akal. 2007: Madrid.

López, P. “La batalla de la Selva de Teutoburgo”. Sátrapa. 2003.


¿Mandó Nerón quemar Roma?
Por Academia Play

El llamado Gran incendio de Roma fue el fenómeno que devastó gran parte de
la ciudad de Roma que tuvo su origen entre los días 18 y 19 de julio del año 64
d. C., prolongándose el fuego durante siete noches y seis días. Se trata de un
evento histórico no esclarecido totalmente y aún discutido. Este incendio fue,
según Tácito, “el más grave y atroz de cuantos se produjeron por la violencia del
fuego”.

Aparentemente, el incendio se inició en el sector sureste del circo Máximo, cerca


de la Puerta Capena, y el fuego se extendió rápidamente. El motivo de la
velocidad fue, según el relato de Tácito, el material inflamable ubicado en torno
al circo, el viento que llevó el fuego hacia el norte y noreste y las
aglomeraciones. Respecto a las pérdidas, el mismo autor declara que sólo cuatro
de los catorce barrios de la ciudad se salvaron, mientras que tres fueron
arrasados y los otros siete resultaron dañados.

Determinar las causas del inicio y propagación del Gran incendio de Roma es el
asunto más problemático de este episodio de la historia romana. Las fuentes que
han llegado a nuestros días son diversas pero de escasa aportación, con
datos inciertos y sin concordancia en la cuestión de la causa del incendio. La
diversidad de causas a la que se ha aludido podemos concentrarlas en torno
a cuatro núcleos temáticos.
Rome Burning. Ilustración de Roy 020.

Mandato de Nerón
Lo más frecuente de encontrar en las fuentes es la culpabilidad
del emperador Nerón Claudio César Augusto Germánico, último de la
dinastía Julio-Claudia. El propósito que se le atribuye al iniciar el incendio es
principalmente reconstruir una nueva Roma más acorde a sus inclinaciones
con un nuevo palacio imperial (la Domus Aurea), a partir de la antigua ciudad
destruida. No sólo se le imputan aviesas intenciones, sino también la insolente y
jactanciosa actitud de contemplar la calamidad desde la torre de Mecenas
cantando su propio poema Toiae Halosis (que alude a la caída de Ilión) mientras
comparaba los desastres observados con las devastaciones pretéritas de la toma
de Troya, según Suetonio (Nero 38, 13). Esta acusación concuerda con las
manifestaciones artísticas de Nerón. Se ha llegado incluso a decir que se
dedicó a tocar la lira.

La acusación a Nerón de provocar el incendio la realizan casi la totalidad de los


autores antiguos, entre los que destacan Dion Cassio, Plinio el
Viejo y Suetonio. Escritores posteriores como Eutropio se fundamentaron en
los mencionados para continuar la inculpación. Fueron dos las excepciones del
momento que no incriminaron abiertamente a Nerón: el escritor de la
tragedia Octavia (Pseudo-Séneca) lo describe sólo como cómplice y Tácito en
sus Anales se abstiene de hacer un juicio de forma tajante sobre el causante del
incendio, sin pronunciarse si se trató de un crimen o de un accidente. Tácito
expone una prueba, sin confirmarla, de la culpabilidad de Nerón de reavivar el
fuego en la Praedia Aemiliana, propiedad de Sofonio Tigelino.

Ahora bien, es destacable que casi toda la historiografía moderna se


pronuncia a favor de la inocencia de Nerón y se inclina a aceptar la causa
accidental del fuego. Una de las pruebas aducidas de la ausencia de
involucración del emperador en el origen del incendio son las medidas adoptadas
después de que se produjera. Para que los afectados pudieran refugiarse se
construyeron estructuras improvisadas y se abrieron los propios jardines
imperiales, el campo de Marte y los monumentos de Agripa. Posteriormente, se
ordenó bajar el precio del trigo y traer provisiones de Ostia, asumiendo el coste
que implicaba para la economía romana. Es Tácito quien recoge en sus escritos
estas medidas de auxilio que involucraban la apertura de espacios públicos. Por
otro lado Suetonio explica, en contra de Nerón, que si el pueblo usó los
monumentos y entró en los templos fue porque no tenía otros lugares para
cobijarse.

Fotograma de Quo Vadis.


Por la conjura de Pisón
Otra alternativa distinta dentro de las acusaciones de culpabilidad particulares, es
la que involucra a los miembros de la conjura de Pisón. De Franco, el
exponente de esta hipótesis, remite a este complot contrario a Nerón con Cayo
Calpurnio Pisón como principal instigador, descubierto y reprimido en el año
65 (uno después del incendio), para explicar el incendio. Es posible que esta
organización ya estuviera conformada y operativa en su boicot a la política
neroniana en el año 64. Un incendio parece un instrumento eficaz para impulsar
el descontento popular y generar un conflicto social propicio para la
conspiración y la propagación de la culpa de Nerón.

Dado que no existe fuente alguna en la que esta hipótesis pueda fundamentarse,
no ha sido una tesis muy aceptada por los historiadores. Lo máximo que se llega
a asumir en relación a la conjura de Pisón es que utilizaron el incendio contra la
imagen de Nerón, al igual que cualquiera de sus enemigos. Lo cierto es que las
pérdidas materiales y humanas causadas por el incendio, así como el déficit
económico, provocaron un efecto perjudicial en la popularidad de Nerón.

La primera comunidad cristiana


A los primeros cristianos de Roma también se los ha acusado de ser
responsables del incendio. Esta postura es tan conflictiva y problemática como
las anteriores. La primera dificultad reside en especificar quiénes eran aquellos
primeros miembros de la primitiva Iglesia, pues apenas hay testimonios
válidos a este respecto. La principal fuente son los escritos paulinos. Se suele
aceptar que la aparición de esta comunidad data del período comprendido entre
los emperadores Calígula y Claudio, cuyos componentes eran en su mayoría
judíos y gente de estatus social bajo. En el año 57 ya había una comunidad
cristiana consolidada en Roma y en el 59 Pablo de Tarso es enviado a dicha
ciudad para ser juzgado (las fechas son aproximadas).
En cuanto a los documentos de los autores antiguos, sólo Tácito sugiere una
relación entre la condena de los cristianos con el incendio. Tanto el tema
como el texto han sido objeto de numerosos estudios y discusiones. La
comunidad cristiana era confundida con la hebraica, era pobre y aún reducida en
esos tiempos. Es posible que los procesos de los cristianos tuvieran más relación
con un principio de utilidad pública y no tanto con un vínculo directo con el
incendio, aunque sí hay autores que admiten la participación cristiana. Sin
embargo, se llega a dudar incluso de la relación del incendio con los delitos
de los que se acusaban a los cristianos en los juicios. De la expresión original
de Tácito no se sigue necesariamente que las acusaciones estuvieran
relacionadas con la responsabilidad del incendio (cf. Fernández Uriel 1990, p.
76).

Accidente
La causa accidental es una tesis bastante aceptada por los historiadores
contemporáneos que han estudiado el tema. Se trata de un fenómeno
frecuente tanto en Roma como en diferentes ciudades de la Antigüedad, en el
que se combinan la sequedad del ambiente, el calor, la deficiente disposición de
las viviendas y establecimientos, la precaria construcción de algunas casas,
cierto desorden urbanístico, la acción del viento y el desconcierto y el pánico de
los habitantes afectados. Todos estos factores están presentes en las fuentes.

Por este motivo existe una tendencia a no asignar una autoría particular,
sino a tener en cuenta la confluencia de diversos elementos. Roma ya se había
incendiado otras veces, pero la magnitud del incendio del 64 provocó una
reacción popular y efectos políticos sin precedentes. Asimismo, el principado
neroniano atravesaba una crisis y una situación conflictiva. La inestabilidad
política interna favoreció la tendencia hacia la búsqueda de responsables del
incendio, por lo que las fuentes también remiten a posibles culpables.
Lipman, Quo Vadis, Nero burning Rome.

En definitiva, cabe destacar que el Gran incendio de Roma ocurrido en el año


64 d. C. durante el gobierno del emperador Nerón implicó considerables
consecuencias y significativos cambios que marcaron la historia de Roma.
Tras el análisis historiográfico de los documentos disponibles, Fernández Uriel
(1990) concluye afirmando que es muy posible que el origen del incendio
fuera accidental. Sin embargo, dadas las dimensiones de la catástrofe y la
situación del imperio romano, las destrucciones causadas adquirieron una
dimensión social políticamente aprovechable para arremeter contra la política
imperial y, por otro lado, atacar y castigar a las minorías confesionales como
los cristianos.

Por último, no está claro y es bastante dudoso tanto que se usara el incendio
como pretexto para la persecución de los cristianos (que sí fueron
perseguidos), como que fuera provocado por el delirio megalómano de
Nerón. Por lo tanto, los dos motivos que se relacionan principalmente con el
Gran incendio de Roma es posible que pertenezcan a la mera leyenda. No
obstante, es importante asegurar que no se sabe con certeza lo que exactamente
ocurrió, por lo que no es posible zanjar la cuestión de manera definitiva.

Bibliografía
Clayton, F. W. (1947). Tacitus and Nero’s Persecution of the
Christians. Classical Quaterly. N. 41, pp. 81-85.

Dion Casio (2004). Historia romana. Madrid: Gredos.

Fernández Uriel, P. (1990). El incendio de Roma del año 64. Una nueva revisión
crítica. Espacio, tiempo y forma. Serie II, Historia antigua. N. 3, pp. 61-84.

Suetonio Tranquilo, C. (2010). Vida de los césares. Madrid: Alianza Editorial.

Tácito, C. C. (2008). Anales. Madrid: Alianza.


Masada: la conquista de la fortaleza
inexpugnable y el suicidio colectivo
Por Carlos Villacís

Ilustración de Jean-Claude Golvin.

La conquista de Masada es una expresión del poderío de las legiones romanas.


Los trabajos del ejército romano para la toma de Masada en el año 73, dentro del
marco de la guerra judía iniciada en el 66, son una clara manifestación de la
pericia en el manejo de las técnicas poliorcéticas, es decir, del “arte de atacar y
defender las plazas fuertes”. La conquista de esta fortaleza es una muestra de la
eficacia técnica del ejército romano en sus tácticas de guerra.
En el año 73 d. C. el comandante de la Legio X Fretensis, Flavio Silva, se dirigió
a suprimir a los rebeldes de Masada tres años después de la caída de Jerusalén.
Esta acción se debió más bien a cuestiones de carácter económico que político,
puesto que una Masada rebelde podía perjudicar el lucrativo negocio de las
plantaciones de bálsamo que constituía una considerable fuente de ingresos
para Roma. Silva tuvo que estructurar y desplegar un imponente operativo
de asedio para que el asalto pudiera ser efectivo, puesto que la localización
de la fortaleza, la particularidad topográfica del terreno y las provisiones de
las que contaban los defensores, hacían que la operación fuera compleja y
ardua.

Destrucción del Templo de Jerusalén. Pintado por Francesco Hayez.

Dicha operación se llevó a cabo en el contexto de la primera guerra judeo-


romana que transcurrió entre los años 66 y 73 d. C. De las tres rebeliones judías
contra el Imperio romano esta fue la principal. La Gran Revuelta Judía (como
también se la conoce) empezó por los disturbios masivos de Jerusalén del 66
provocados en su inicio por un conflicto entre judíos ortodoxos contra griegos y
judíos helenizados. La no intervención romana se sintió como un agravio, lo cual
se sumaba al rechazo del pago de impuestos a los romanos vinculado a
un movimiento por la independencia de Judea. La tensión aumentó y la
espiral de violencia fue en ascenso. Los conflictos se encontraban en el centro de
una provincia romana: Judea. El gobernador de Siria Cayo Cestio Galo fue
vencido en la batalla de Betorón y tuvo que huir de Jerusalén. Lo mismo
tuvieron que hacer el rey Herodes Agripa II y su hermana Berenice.

El suceso decisivo de la primera guerra judeo-romana se dio en el año 70 con


el sitio de Jerusalén. Tito Flavio Vespasiano, quien posteriormente será
emperador de Roma, asedió y logró conquistar la ciudad ocupada por los
judíos sublevados. En esta acción la ciudad quedó destruida, al igual que su
célebre templo. La destrucción del Templo de Jerusalén es un evento
importante en la tradición judía. Tras conquistar Jerusalén, Tito regresó a Roma
y dejó a la Legio X Fretensis para conquistar los tres reductos de la rebelión
judía: las fortalezas de Herodión, Maqueronte y Masada. El encargado de la
misión fue Lucilio Baso, quien tomó Herodión en el 71 y Maqueronte en el 72.
Baso no pudo concluir su cometido por una enfermedad, por lo que Lucio
Flavio Silva lo sustituyó en el cargo y se dirigió hacia el último baluarte que
resistía.

El asedio y destrucción de Jerusalén. Pintado por David Roberts.

Cuando en el 66 d. C. dio comienzo la Gran Revuelta Judía, un conjunto de


judíos rebeldes tomaron el control de Masada eliminando a las diez cohortes de
la Legio III Gallica que guarnecían la posición. El líder de la acción
fue Menahem, pero al morir, el liderazgo pasó a su sobrino Eleazar ben Yair.
El grupo radical de judíos al que pertenecían era conocido como los sicarios, los
cuales eran insurrectos que luchaban contra los romanos, considerados invasores
y ocupantes. El nombre proviene de sicarii, pues usaban una espada corta (sica)
que ocultaban tras sus túnicas. Los sicarios pertenecían al movimiento político
nacionalista de los zelotes. Se caracterizaban por su fuerte sectarismo
religioso incluso dentro del judaísmo, por lo que se decía de ellos que
practicaban la fe con “celo” y se oponían a otras facciones y comunidades como
los fariseos o los saduceos. El segundo rasgo distintivo era la lucha armada y el
empleo de la violencia dirigida a la consecución de la independencia de
Judea respecto del Imperio romano. Menahem era el hijo de Judas el Galileo,
quien fue el fundador del movimiento de los zelotes, según Flavio Josefo. Los
zelotes fueron los protagonistas de la sublevación para la liberación de
Judea.

Los palacios y fortificaciones de Masada se ubican en una cumbre amesetada


perteneciente a una montaña que se encuentra aislada en la zona oriental del
desierto de Judea cerca de la ribera sudoccidental del mar Muerto. Se trata de
una localización perfecta para la construcción de una fortaleza de difícil
expugnación. Los sicarios de Masada adaptaron las instalaciones del interior de
la fortaleza para poder practicar con normalidad la vida religiosa judía.
Anteriormente (entre los años 37 y 4 a. C.), Herodes el Grande dispuso Masada
para ser una ciudadela regia. Durante la guerra, Masada fue un refugio para
los judíos. Los restos arqueológicos muestran que también se cobijaron
samaritanos y esenios.
Masada.

Para el asalto de Masada en el 73, los romanos procedieron a la confección


de un sistema de aislamiento de la fortificación a través de la construcción
de nueve compartimentos enlazados entre sí por una circumvallatio que
integraba la propia topografía del lugar. Además, los trabajos de expugnación
incluyeron la construcción de un gran agger (terraplén o rampa) de asalto, una
helépolis (torre de asedio o bastida) y un ariete para hacer una apertura en el
muro de la ciudad. El muro de circunvalación construido estaba fortificado con
catorce torres blindadas con vigas, colocadas a intervalos de entre 75 y 100
metros de distancia. Según relata Josefo, Silva detectó que la línea de asalto más
propicia era bajo la torre de Herodes en el camino occidental. En el lado oeste
mandó a construir la rampa y una plataforma en su cima para colocar la
torre de asalto de treinta metros de alto.

El asalto comenzó tras concluir todas las obras precisas para disponerlo. Se izó
la héleplis por el agger y se adosó al muro, a pesar de la aguda inclinación. Un
ariete del piso bajo se dedicaba a golpear el muro a la vez que la artillería lo
despejaba de soldados enemigos. De este modo, los romanos consiguieron
romper el muro abriendo una brecha que se mantiene a día de hoy. Como
era de esperar, los defensores se apresuraron a bloquear la grieta construyendo
un segundo muro con dos alineaciones de vigas verticales cohesionadas
mediante su entrelazamiento con otras vigas horizontales y rellenadas con arena
para hacerlo compacto.

El nuevo muro no sólo consiguió taponar la entrada, sino neutralizar los


impactos del ariete, puesto que la arena amortiguaba los impactos: los golpes no
conseguían más que fortalecer el muro, dado que prensaba la arena. Ante este
problema, los romanos decidieron prender fuego a la estructura de madera
del muro. Esta misión se llevó a cabo gracias a la ventaja posicional que
confería la torre, ya que desde su nivel superior se procedió al lanzamiento de
material incendiario.

La meteorología fue un factor determinante en ese episodio del asalto. Los


vientos de esa zona del desierto no sólo son fuertes, sino que tienen prominentes
cambios de dirección. Este fenómeno puso en peligro la estrategia romana,
puesto que una ráfaga condujo las llamas hacia la posición de las tropas romanas
y puso en peligro a la propia torre de asedio. No obstante, el viento volvió a
cambiar de orientación y perjudicó al muro construido por los judíos. Los
romanos entendieron que el designio divino estaba a su favor y la moral de las
tropas incrementó. Los romanos se retiraron para infligir la embestida
definitiva al día siguiente y vigilaron con especial cautela el muro con el
objetivo de que no pudiese fugarse ningún enemigo sitiado.
Masada.

La interpretación religiosa del fenómeno que perjudicó a los del interior de


Masada también tuvo un impacto importante, pero en sentido contrario:
consideraron que Dios les había abandonado por sus pecados. En este contexto
de miedo, peligro y fanatismo religioso Eleazar bar Yair persuadió al resto de
que era preferible el suicidio a la esclavitud o la muerte en el circo que les
esperaba si eran capturados por los atacantes. Según el relato de Flavio
Josefo, diez hombres fueron encargados de dar muerte al resto (ya que la ley
judía prohíbe el suicidio), a continuación, uno ejecutó a los demás verdugos para
posteriormente incendiar el palacio y suicidarse. En aquella noche, los sicarios
de Masada quitaron la vida a sus familias y quemaron sus pertenencias valiosas.
Sin embargo, dejaron intactas las provisiones para que los romanos pudieran ver
que no era el hambre la causa de la fatal decisión tomada, manifestando un gesto
final de soberbia. Hay que aclarar que no hay pruebas arqueológicas que
respalden el suicidio colectivo relatado por Flavio Josefo. Incluso se cuestiona
que la rampa de combate se terminase de construir. Además, el año 73 es el
que corresponde en el calendario juliano a fecha que señala Flavio Josefo del
calendario hebreo. No obstante, historiadores como Duncan B.Campbell
sugieren que la fecha real se ajusta más al año 74.

Last hours of brave Zealots on Masada.

Tras la funesta noche, los romanos acometieron el asalto planificando


previamente las vías de penetración a través de la grieta del muro. Cuando
entraron se encontraron la ciudad destruida y a sus habitantes muertos. El relato
cuenta que dos ancianas y cinco niños consiguieron refugiarse de lo acontecido
en una cisterna y contaron a Silva lo que ocurrió por la noche. Las tropas de
Roma procedieron a extinguir las llamas y Silva retornó a la capital de la
provincia dejando una guarnición para vigilar el desmantelamiento. El clima del
desierto ha conservado hasta la actualidad los restos de madera carbonizada que
aún se pueden ver.

Masada.

En cualquier caso, este episodio del 73 supuso el fin de la Gran Revuelta


Judía comenzada en el 66. De este modo, el país pasó a ser una provincia
imperial acabando con los rastros de independencia que este pueblo mantenía.
Masada terminó en posesión de Roma y la historia de los sicarios de Eleazar ben
Yair se fue disolviendo. En el siglo XX hubo un redescubrimiento de Masada, en
la que se proyectó simbólicamente el sentimiento de la independencia nacional
judía.
Bibliografía
Connolly, P. (1985). La vida en tiempos de Jesús de Nazareth. Madrid: Ediciones
Generales Anaya.

Cordente Vaquero, F. (1992). La toma de Masada. Ejemplos de eficacia de la


técnica poliorcética en el ejército romano. Gerión. N. 10, pp. 155-170.

Josefo, F. (1997). La guerra de los judíos. Madrid: Gredos.

Masada: el último bastión judío. National Geographic.

Sánchez Sanz, A. (2013). Judea Capta. La primera guerra judeo-romana.


Zaragoza: HRM.
20 curiosidades sobre los gladiadores
Por Academia Play
Existen pocas figuras que causen tanta impresión como la de los proverbiales
gladiadores. Aún a día de hoy, los gladiadores de Roma siguen generando una
enorme fascinación, lo cual ha provocado que parte de la historia de estos
combatientes se convirtiera en mito. Un mito escrito sobre sangre y arena,
alimentado por héroes, atletas, esclavos y guerreros, que eran aclamados en los
mismos anfiteatros en los que previamente habían sido arrojados hacia una
lucha de vida o muerte. El espectáculo estaba asegurado.

El alto grado de fascinación ha generado tanto un genuino interés histórico por


los gladiadores como una deformación por exageración en las seductoras
proyecciones pictóricas y en las trepidantes estructuras narrativas
cinematográficas y literarias. Han sido representados en todo tipo de artes y, por
tanto, el rigor histórico se ha subordinado (como es normal e irreprochable) a los
fines propios de los creadores.

En esta línea, Juan Eslava Galán expresó lo siguiente: “He visto por segunda
vez la película Gladiator. La historia me parece estupenda, aunque su
realización no acaba de convencerme. ¿Qué necesidad tenía nuestro venerado
Ridley Scott de introducir esa estética prestada de Star Wars en las armaduras de
los gldiadores, especialmente en los cascos? Los originales eran mucho más
impresionantes”. Es cierto que los cascos de los gladiadores eran
especialmente llamativos con sus distinguidas formas, sus puntas alargadas, sus
crestas y su plumaje. Los yelmos ofrecían protección pero su combinación con
los golpes también proporcionaba importantes heridas faciales a su portador.
Pollice Verso. Pintura de Jean-Léon Gérôme.

A continuación ofrecemos 20 curiosos datos sobre los gladiadores que,


esperamos, puedan servir al lector para adentrarse en el deslumbrante mundo de
estos afamados guerreros. No se trata de un repaso exhaustivo, sino de una
invitación al tema a través de aclaraciones históricas verdaderamente
llamativas.
1. No decían la memorable y sobrecogedora frase “Ave, Caesar, morituri te
salutant” (“Salve, César, los que van a morir te saludan”). Esta expresión
imprime en la actitud de los gladiadores una nobleza propia del que acepta con
dignidad y templanza su letal destino, lo cual hiela la sangra de cualquier
admirador que a continuación verá muertes y sangre en directo. Sin
embargo, esta visión romántica del pasado no es más que una distorsión
histórica. No hay registros históricos que documenten esta costumbre o norma.
La frase la recogió Suetonio en De vita Caesarum en relación a un suceso muy
particular: la naumaquia del lago Fucino organizada por el emperador Claudio.
Los naumachiarii (los combatientes de la naumaquia) saludaron al emperador
diciendo “Ave, Caesar, morituri te salutant” antes de la batalla
naval. Posteriormente se creó una tradición errónea sobre los gladiadores y
esta forma ritual.
Ave Caesar Morituri te Salutant. Pintura de Jean-Léon Gérôme.

2. El término “gladiador” proviene del nombre de la característica espada de


la Antigua Roma: gladius. El gladius o gladio era un arma utilizada
especialmente por las legiones romanas y tenía un tamaño corto
(aproximadamente medio metro). Con una hoja ancha, recta y de doble filo. A
diferencia de otros modelos de espada, el diseño del gladio equipaba al
soldado para rápidos y cortos ataques de estocada. Su forma permitía que el
arma se alinease con el codo. Con el tiempo, los legionarios sustituyeron el
gladio por la spatha, de mayor tamaño y utilizable por la caballería. La spatha ya
no se empleaba para el apuñalamiento a corta distancia, sino para golpear dando
tajos.

3. Es una cuestión controvertida y existe debate sobre el origen exacto de los


gladiadores. No obstante, en lo que parece haber unanimidad es en el primitivo
carácter ritual funerario de las luchas entre guerreros y otros actos como
sacrificar prisioneros. Un antecedente destacado es la influencia de los juegos
fúnebres etruscos durante el reinado de Lucio Tarquinio Prisco. Los combates
gladiatorios llegaron a Roma en el siglo III a. C., siendo celebrada la primera
lucha, según Tito Livio, en el Forum Boarium para rendir homenaje a Junio
Bruto Pera en sus funerales. El munus gladiatorium fue organizado por los hijos
del finado, Marco Junio Pera y Décimo Junio Pera. Los juegos fúnebres pasaron
a convertirse en componentes de la vida festiva romana y cualquier político
debía tener la capacidad de organizar grandes juegos. La ostentosidad cargó de
deudas a muchos gobernantes y funcionarios.

4. En el siglo I de nuestra era un gladiador tenía alrededor del noventa por


ciento de posibilidades de salvar la vida. Incluso si perdía se salvaría más o
menos cuatro de cada cinco veces. Con el tiempo, se fue convirtiendo en un
juego más sangriento, pero en el siglo II sólo la mitad de los combates
terminaban con la muerte de al menos alguno de los luchadores. No todos los
gladiadores morían, antes bien, muchos lograban una carrera que se extendía
durante años. Y algunos conseguían la fama y muchas riquezasgracias a la
arena, llevando una vida de gloria. Mientras muchos perdían la vida, otros se
convirtieron en verdaderos ídolos de masas.

5. Los gladiadores eran profesionales. Estaban entrenados en su arte:


entrenaban en escuelas parecidas a cuarteles donde vivían en internamiento.
Estas escuelas eran de carácter privado al comienzo, siendo propiedad
del lanista, que era un contratista. En la época del Imperio el Estado se hizo
cargo de las escuelas más importantes, entre las que destacan las que estuvieron
en Capua: la ludus gladiatorius Iulanius, de César, y la Neronianus, de Nerón.
Los llamados doctores eran los encargados de instruir a los gladiadores, y
normalmente eran viejas glorias ya retiradas de la arena que transmitían toda la
experiencia de sus cicatrices a los jóvenes reclutas.
6. Para que los combates tuviesen lugar el editor (el cargo político encargado de
organizar los juegos públicos) firmaba un contrato con el lanista y se fijaban los
combates, los cuales se anunciaban en detallados carteles por los lugares más
concurridos de la ciudad. Ya en la arena del anfiteatro los gladiadores hacían un
simulacro en una actuación con armas inocuas. Después daba comienzo el
combate real.

7. En 1993 un grupo de arqueólogos examinó restos de 120 personas de un


cementerio de gladiadores en Éfeso. El análisis de las lesiones fue revelador y
sorprendente. Se hallaron muestras de terribles heridas. Uno de los gladiadores
encontrados murió por un doble traumatismo craneoencefálico agudo provocado
por el poderoso tridente de un temible gladiador retiarius. Sin embargo, la
muerte en la arena no era tan frecuente como se suele pensar.
8. El prestigio de los campeones de la arena creció tanto que incluso
ciudadanos de las clases económicamente pudientes y políticamente bien
situadas decidieron participar en los combates. Cómodo llegó a luchar en duelos
de gladiadores, que muchos entienden que fueron amañados, y en espectáculos
con animales. Por su parte, Nerón hizo combatir a équites y senadores.

9. Si se dictaminaba la muerte del perdedor, éste debía aceptarla con dignidad.


En estos casos las dos formas principales de dar muerte (evidenciadas por las
lesiones encontradas en los restos arqueológicos) eran una puñalada en el
cuello que recibía el vencido arrodillado delante de su verdugo con la frente en
alto, y una cuchillada en el corazón infligida a través del omóplato del
derrotado colocado boca abajo.
El Coliseo. Ilustración de Jean-Claude Golvin.

10. Los espléndidos anfiteatros fueron las instalaciones públicas que albergaban
los espectáculos y juegos, entre los que destacaban las venationes (donde
intervenían animales) y los apreciados munus gladiatorium. El anfiteatro
romano era un edificio con forma circular u ovalada, a diferencia del teatro y
del circo que tenían forma semicircular y elíptica, respectivamente.

11. Existe una tipología de gladiadores. Cada clase tenía una forma propia de
combate con su correspondiente equipamiento armamentístico. Los primeros en
aparecer fueron los samnitas, cuyo nombre procede de la antigua tribu itálica
homónima. Los gladiadores samnitas se caracterizaban por tener un gran escudo
con forma oblonga, el gladius como única arma, un casco crestado con plumas y
visera, una protección en la pierna izquierda y en el brazo derecho que cubría
hasta el hombro.
Murmillo contra tracio

12. Otro tipo destacado de gladiador era el murmillo. También portaba


el gladius romano. Los gladiadores de esta clase llevaban unos característicos
cascos cuyas crestas y amplios bordes le conferían una apariencia de pez. A su
vez, vestían una túnica corta y un ancho cinturón. Estaban protegidos por una
greba en la pierna izquierda, un brazalete en la extremidad superior derecha y un
escudo rectangular legionario.

13. El secutor era un tipo de gladiador que derivó del murmillo y eran destinados
principalmente a luchar contra los retiarii. Tenía el mismo equipamiento que
el murmillo pero con un casco esférico y liso para no quedar atrapado en las
redes de los reciarios.
14. Los temibles reciarios (lat. sg. retiarius o pl. retiarii) luchaba sin casco, en
el brazo izquierdo tenían un brazalete (lorica manica), una protección en el
hombro (galerus o spongia) y llevaban un pugio (un puñal romano). Pero lo más
característico era su peligroso tridente (fuscina o tridens) y su red lastrada.

15. La clase de los gladiadores tracios se distinguía en mayor medida de las


anteriormente mencionadas. Estos gladiadores portaban un parmula (pequeño
escudo rectangular) y una sica (una espada corta con el filo curvo). El objetivo
principal de la sica era atacar la espalda del contrincante. Tenían las dos piernas
cubiertas, pues el escudo era pequeño, y protección en el hombro y en el brazo
que sujetaba la sica. Además, vestía un cinturón ancho y una túnica corta. Su
vistoso casco tenía cresta alta.
Fotograma de la serie Spartacus.

16. Otro tipo de gladiador muy llamativo es el dimachaerus. Los dimachaeri (en
plural) combatían con dos espadas y tenían las dos piernas cubiertas con grebas.
Las fuentes pictóricas de esta clase de gladiador son indeterminadas y variadas.
De hecho, pude ser que no constituyera una clase completamente independiente
de las demás.

17. El fascinante hoplomachus era un tipo de gladiador cuya imagen procedía


del hoplita griego. Por este motivo estaba equipado con armadura pesada
completa, casco, un gran escudo redondo, una lanza y una espada.
18. La clase de los provocatores cubría su cabeza con un peculiar casco de dos
viseras y sin alas. Otro rasgo distintivo era la protección que llevaba en el pecho
llamada cardiophylax. Además, tenían cubierto el brazo de la espada y las
piernas. También un cinturón de metal y cintas de cuero que se cruzaban en su
espalda y se sujetaban en ese punto con una anilla de hierro. Se defendían con un
escudo alargado rectangular ligeramente más pequeño que el de los legionarios y
atacaban con un gladius. Era frecuente que el espectáculo diera comienzo con
estos gladiadores.

19. Los combatientes también podían ir montados. Existían dos clases que lo
hacían sobre caballos y sobre carros. Los que combatían a caballo se defendían
con un escudo pequeño y atacaban con un venablo llamado spiculum.
20. Los gladiadores tenían su contrapartida femenina llamada gladiatrix. La
lucha contra otros humanos (y también animales) para el entretenimiento de los
espectadores no era exclusiva de los hombres. A pesar de haber tenido una
presencia escasa, existen pruebas tanto arqueológicas como historiográficas de
mujeres gladiadoras. Tácito y Dion Casio mencionan participación femenina
bajo el gobierno de Nerón y Suetonio bajo el de Domiciano. Hay que aclarar
que del término “gladiatrix” no se tiene registro histórico, es más bien de
acuñación posterior.

Bibliografía
Auguet, R. (1994). Cruelty and Civilization: The Roman Games. Nueva York:
Routledge.

Eslava Galán, J. (2017). Enciclopedia Eslava. Barcelona: Espasa Libros.

Köhne, E., Ewigleben, C. y Jackson, R. (2000). Gladiators and Caesars: The


Power of Spectacle in Ancient Rome. California: University of California Press.

Kyle, D. G. (2001). Spectacles of Death in Ancient Rome. Londres: Routledge.


Wiedemann, T. (1995). Emperors and Gladiators. Londres: Routledge.
Naumaquias, batallas navales en los
anfiteatros romanos
Por Academia Play

Las naumaquias fueron vistosas representaciones romanas de batallas


navales, que se efectuaron fundamentalmente basándose en episodios náuticos
bélicos de importancia que acontecieron realmente en el mar. Algunas de las
naves involucradas en el espectáculo normalmente eran de tamaño inferior a las
propiamente de combate, pero su equipamiento y las personas que las
maniobraban y luchaban hacían que el combate se igualase al de las batallas
auténticas.

El término naumaquia procede del latín naumachĭa, que a su vez viene del
griego ναυμαχία o naumachía. Etimológicamente quiere decir “combate naval”
y en la Antigua Roma hacía referencia al tipo de espectáculo que representaba
una batalla náutica. El vocablo también se empleaba para designar al
emplazamiento destinado a dichas exhibiciones.
Ilustración de Jean-Claude Golvin.

Lo normal en las naumaquias era la representación romana de temáticas


históricas (o pretendidamente históricas), con los añadidos que el espectáculo
requería. Las batallas navales eran simulaciones que realzaban los aspectos
de la ficción dramática para estimular la diversión pública o la ceremonia
celebrada. Algunos participantes se disfrazaban para la representación y se
recreaban escenarios. Es menester aclarar que no se trataba de espectáculos
frecuentes, puesto que al exigir medios y trabajos monumentales se realizaban
en ocasiones puntuales vinculadas a los acontecimientos y circunstancias más
relevantes. Las tres primeras naumaquias se deben a César, a Augusto y
a Claudio.

Julio César ordenó realizar la primera naumaquia en el año 46 a. C. Esta es


la primera representación de combate entre barcos de la que se tiene constancia.
César ofreció al pueblo este espectáculo con el fin de impulsar su carrera
política, y para conseguirlo tuvo que desviar el curso del río Tíber y conducir
las aguas a una piscina edificada cerca del mismo. Lo que César celebraba era
sus triunfos —las ceremonias por las victorias militares de un general en
campañas extranjeras— por la guerra de las Galias, la batalla del Nilo, la batalla
de Zela y la batalla de Tapso. En la naumaquia cabían los famosos birremes,
naves de guerra con dos hileras de remos en los laterales que evolucionaron de
las galeras. Podían incluso navegar trirremes y cuatrirremes. La celebración de
César no escatimó en gastos: en el espectáculo llegaron a participar dos mil
guerreros y cuatro mil remeros, que procedían principalmente de los
prisioneros capturados en las guerras. El lago artificial se hizo mediante la
excavación de un foso circular en la ribera del Tíber.

Naumachia. Ilustración de flaviobolla.

Augusto ofreció otra naumaquia al finalizar la construcción del Foro de


Augusto con el templo de Mars Ultor en el año 2 a. C. Augusto siguió el camino
de César, según él mismo relata en Res Gestae Divi Augusti, y también
construyó una piscina de grandes proporciones en el margen del Tíber. En
la batalla que Augusto ordenó representar se congregaron tres mil combatientes
repartidos en treinta grandes buques de guerra de tamaño real equipados con un
espolón, esto es, una prolongación de la proa cuya función es golpear a las
embarcaciones enemigas y romperles el casco. El espolón funciona como un
ariete ubicado normalmente a la altura de la línea de flotación. Cabe recordar
que en estas contiendas navales, a diferencia del duelo de artillería
posterior, lo importante era el abordaje y la lucha cuerpo a cuerpo, de ahí la
importancia del espolón, que en Roma se denominaban rostrum.

La naumaquia que construyó Augusto fue la primera de carácter


estable con unas medidas aproximadas de 533 por 355 metros. Se construyó un
conducto de agua cuya finalidad exclusiva era abastecer la naumaquia. Pero el
caudal era tan abundante que el excedente se destinaba al riego de los jardines de
César que se encontraban cerca. La construcción era tan fastuosa que Plinio dijo
que incluso había una isla en el centro del lago de piedra. La batalla que se
representó fue la que mantuvieron las ciudades griegas contra el Imperio
aqueménida en Salamina en el año 480 a. C., la cual fue el encuentro
determinante de la Segunda Guerra Médica.
Naumaquia de Augusto. Ilustración de Jean-Claude Golvin.

Hay que mencionar que si se tienen en cuenta las dimensiones de los


trirremes y las proporciones del lago, entonces se puede deducir que la
maniobrabilidad de las embarcaciones no era lo que primaba. Además, para
llegar a la suma de tres mil hombres habría sido necesario que cada nave llevase
más soldados de lo que era común, lo cual lleva a pensar que lo principal era
más bien el combate cuerpo a cuerpo.

La naumaquia más importante fue la llevada a cabo por el


emperador Claudio en el año 52 d. C. en el lago Fucino. En esta ocasión no se
mandó a construir un lago artificial, sino que realizó el espectáculo en una
extensión natural de agua. Con la naumaquia se celebraba la inauguración de
los trabajos de drenaje del propio lago en al que se organizó la exhibición. Para
la desecación se confeccionó una colosal labor de ingeniería.

En la naumaquia de Claudio participaron cien naves y diecinueve mil


personas, principalmente rodios y sicilianos, que combatieron en dos flotas
cuyas embarcaciones estaban completamente equipadas para la guerra. El
lago era tan extenso que se delimitó la zona de combate, no obstante, había
suficiente espacio para que los barcos realizaran maniobras y los pilotos
pudieran mostrar su habilidad ante el público. En esta naumaquia se podía ver la
fuerza de los remeros y se presentaban la lucha y las embestidas con mayor
realismo. Muchos de los naumachiarii eran reos condenados a
muerte. Suetonio recoge en De vita Caesarum (que contiene la biografía de los
regentes romanos desde César hasta Domiciano) que los guerreros saludaron al
emperador antes de la batalla con la famosa sentencia Morituri te salutant (“Los
que van a morir te saludan”). La batalla, según se cuenta, fue cruenta y
sanguinaria. El historiador Tácitodescribió la batalla naval en sus Annales.

Con el gobierno del emperador Nerón (a partir del 54 d C.) las naumaquias
empezaron a ser representadas en los anfiteatros. Estos edificios romanos eran
recintos públicos con forma circular construidos para celebrar juegos y
espectáculos, y ser observados desde las gradas. Un ejemplo claro es el
famoso Coliseo de Roma o Amphitheatrum Flavium. En esta etapa, el nivel de
efectismo de las naumaquias aumentó extraordinariamente en lo que
concierne a los aspectos de la ficción dramática y del componente artístico. Dion
Casio en su Historia Romana y Suetonio en la parte dedicada a Nerón de su De
vita Caesarum mencionan la existencia de una naumaquia en el 5 d. C. que
se realizó en un anfiteatro erigido en el Campo de Marte para tal propósito.

La naumaquia. Pintado por Ulpiano Checa.

Tito Flavio Vespasiano (padre), conocido como Vespasiano, ordenó la


construcción del anfiteatro que hoy conocemos como Coliseo, cuya construcción
dio inicio entre los años 70 y 72 d. C. Este anfiteatro se llamó Amphitheatrum
Flavium por honra de la dinastía Flavia (compuesta por Vespasiano, Tito y
Domiciano, que gobernaron sucesivamente a partir de los años 69, 79 y 81,
respectivamente) y se terminó de construir en la regencia de Tito Flavio
Vespasiano (hijo), conocido como Tito, en el año 80 d. C. Posteriormente, el
Coliseo fue modificado hasta llegar a la forma conocida en el reinado del
emperador Tito Flavio Domiciano (hijo de Vespasiano y hermano de Tito). El
Coliseo contaba con un sistema de drenaje que estaba conectado a cuatro
conductos de alcantarillado.

El emperador Tito (quien, sin ser aún emperador, conquistó Jerusalén en el 70 en


la primera guerra judeo-romana) celebró una naumaquia en el año 80 en el
lago artificial que Augusto construyó y otra en el mismo año en el
Anfiteatro Flavio. Su hermano, el emperador Domiciano, organizó dos
naumaquias en los años 85 y 89: la primera en el Coliseo y la segunda en un
nuevo estanque construido también cerca del Tíber.

Ilustración de Jean-Claude Golvin.

Cabe decir que las naumaquias del Coliseo no tuvieron el realismo de las
otras naumaquias por las dimensiones de la arena y por la dificultad de su
inundación. Es posible que se tratase más bien de un decorado para representar
barcos en el agua pero que en realidad no podían maniobrar o incluso navegar,
siendo lo principal el combate de los guerreros. No obstante, no se tiene
constancia precisa de la forma exacta en la que se lograba inundar el anfiteatro.
Asimismo, el subsuelo del Coliseo sufrió diversas transformaciones.

Las dos últimas naumaquias romanas documentadas son la de Trajano en el


año 109 y la de Marco Julio Filipo (o Filipo el Árabe) en el año 248, en la que
reconstruyó la naumaquia de Augusto. La naumaquia de Filipo se ofreció en el
contexto del milenario de la fundación de Roma, conforme al cómputo de Marco
Terencio Varrón.

Bibliografía
Dion Casio (2004). Historia romana. Madrid: Gredos.

Roldán Hervás, J. M. (2002).Naumaquia, el mayor espectáculo de Roma. La


Aventura de la historia. N. 40, pp. 64-67.

Suetonio Tranquilo, C. (2010). Vida de los césares. Madrid: Alianza Editorial.

Tácito, C. C. (2008). Anales. Madrid: Alianza.


Las legiones: poder y la gloria del
ejército romano
Por Academia Play
Las legiones romanas eran todo menos meros conglomerados de personas con
armas. Más bien al contrario, eran estructuras militares bien organizadas que
constituían ellas mismas instituciones con una historia y una reputación propias.
Muchas alcanzaron gran prestigio y otras también perpetraron traiciones y
cayeron en la deshonra. Fueron las legiones las que convirtieron a Roma en el
extenso imperio que llegó a ser. El “hombre ilustre y afable”
[1] Vegecio dijo que “el punto fuerte que hacía únicos a los romanos fue siempre
la excelente organización de sus legiones” [2].

“IGITUR QUI DESIDERAT PACEM, PRAEPARET


BELLUM”
(“ASÍ QUE QUIEN DESEE LA PAZ, QUE PREPARE LA
GUERRA”. EPITOMA REI MILITARIS, VEGECIO)

En la antigua Roma, las legiones eran unidades militares principalmente de


infantería que, según cuenta Polibio en Historias, cada una comprendía un
cuerpo de 4.200 combatientes a pie. Posteriormente, Tito Livio en Ab Urbe
Condita dice que cada legión contaba con un número de soldados de infantería
que oscilaba entre 5.200 y 6.000 más 300 jinetes. Los componentes, las
estructuras y el número de soldados fueron cambiando conforme al
desarrollo militar de Roma y a las sucesivas reformas.
Ilustración de Feig Felipe Pérez.

Cabe recordar que la antigua Roma fue primero una monarquía, luego
una república y finalmente se convirtió en un imperio. Durante la Monarquía,
la legio abarcaba la totalidad del ejército romano que, en la batalla, usaba la
forma clásica de la falange. En la República se fueron adoptando
diferentes sistemas de formación, dotando a las legiones de estructuras más
eficaces y el ejército se fue dividiendo en diversas legiones: primero, en la
República, se escindió en dos formaciones separadas dirigidas por dos cónsules.
Al final de la República y en el Imperio, las legiones adquirieron una
importancia capital en la política romana y en su desarrollo. La presencia de las
legiones fue breve en la República. En cambio, en el Imperio las legiones
alcanzaron un mayor nivel de estandarización y profesionalización, además
de aumentar en número.

Una legión estaba comandada por un legado (o legatus). Los cargos


inmediatamente inferiores eran seis tribunos militares, de los cuales cinco eran
oficiales regulares y uno era un noble que representaba al Senado. Con las
reformas de Augusto, el tribunus laticlavius era un senador que tenía el rango
de subjefe de la legión y sólo respondía ante el legado. Sin embargo, esta figura
fue posteriormente suprimida por Aureliano. En el Alto imperio, dependiente
directo del legado y, en su caso, del tribuno laticlavio era el praefectus
castrorum, el cual comandaba la artillería legionaria y organizaba el
campamento. El praefectus castrorum era un soldado que, por merecimiento
propio, fue ascendiendo en los cargos de la legión hasta llegar a centurión de la
primera centuria (primus pilus), lo cual implicaba el acceso a la selecta clase
social conocida como Ordo equester.

La estructura más elemental en la que se organizaban los soldados de una legión


era una unidad de infantería llamada centuria. Cada centuria tenía 80 soldados
ordenados en diez filas de ocho personas. A su vez, cada fila constituía
un contubernio, y los soldados de uno de ellos convivían juntos y guardaban
una relación más próxima. Los ocho soldados de un contubernio compartían
tienda de campaña en cuyo interior cabían seis de ellos mientras otros dos hacían
guardia. El dirigente de la centuria era el centurión. El siguiente por debajo en
la cadena de mando era su lugarteniente u optio. A continuación se encontraba
el tesserarius, que era el suboficial de seguridad que se encargaba de
la tessera (piezas moldeadas con formas que servían como contraseña). Además,
otros cargos importantes dentro de la centuria eran el signifer, encargado de
portar el estandarte o signum, y el buccinator, cuya función residía en tocar
la buccina (instrumento de viento con el que se comunicaban órdenes).

La siguiente estructura administrativa dentro de una legión era el manípulo, el


cual consistía en una compañía de infantería que comprendía una pareja de
centurias. Teniendo un total de 160 soldados. La subsiguiente unidad táctica en
que se dividía la antigua legión romana era la cohorte, la cual abarcaba tres
manípulos y, por tanto, se componía de 480 legionarios dirigidos por
el centurión pilus prior. También era común un escuadrón de caballería
(equites) que fue incrementando hasta 300 jinetes organizados en 10 divisiones
de 30 combatientes.
Ilustración de Nico Navarro.

Con las reformas de Mario, la estructura central pasó a ser la cohorte y no


el manípulo. El cónsul Cayo Mario profesionalizó el ejército romano con sus
reformas iniciadas en 107 a. C., con las que fijó la forma de las legiones más
reconocible y estable. Entre otras muchas cuestiones, Mario homogeneizó el
cuerpo de infantería y sustituyó la infantería ligera por unidades auxiliares de
soldados que no eran ciudadanos romanos (como sí debían ser los legionarios).
Asimismo, determinó que una legión se constituye de diez cohortes numeradas
para su identificación y su jerarquización. El número de soldados se aproximaba
a 5.000, a los cuales se añadía una cantidad considerable de personal no
combatiente. Esto hacía que la totalidad de una legión llegara a ser alrededor de
6.000 personas. Para hacer más efectiva la movilidad de la legión, las reformas
decretaron que cada soldado cargaría con sus pertenencias. También fue
importante la aceptación de reclutas que no tenían tierras ni propiedades,
puesto que anteriormente, sólo podían ser soldados del ejército aquellos que eran
miembros, al menos, de la quinta clase del censo, tener armamento propio y
poseer un caudal valorado en 3.000 sestercios como mínimo.

Es interesante remarcar que con las reformas de Mario se creó


la cohorte romana que, en un principio, constituía una táctica organizativa de
combate y que, antes del principado, acabó convirtiéndose en la mencionada
unidad militar de la que se componían las legiones. La tradicional formación de
la falange solo era eficaz para la defensa en un terreno llano, de modo que al
salir del Lacio, los romanos tuvieron que idear nuevas disposiciones tácticas para
las batallas. Un importante punto de inflexión fueron las guerras samnitas, por
las que los romanos se vieron obligados a planificarse mejor desde un punto de
vista estratégico, puesto que luchaban en un espacio montañoso en el que
la falange era ineficaz.

Augusto, el primer emperador romano, también transformó las legiones. Una de


sus cambios más llamativos fue la “doble fuerza”, que era una primera cohorte
con 800 soldados cuyo cometido consistía en proteger al estandarte y al
comandante de la legión [3].

Pompei, ilustración de Luciano Neves.

Para el entrenamiento del soldado romano, como sistema básico, el recluta


golpeaba a un poste de 1’82 metros de alto. El que entrenaba estaba equipado
con una espada de madera y un escudo de mimbre del mismo tamaño que las
armas para el combate, pero más pesadas para practicar los movimientos y
fortalecer los músculos. El mismo poste también servía de diana para ensayar
con otras armas como arcos u hondas. Con las reformas de Mario el
entrenamiento incrementó para profesionalizar y endurecer a los soldados, así
como para ejercitar las maniobras. Por este motivo, ensayaban marchas y
desfiles, y se hacía que los soldados se habituasen a las cargas que iban a
transportar llevando mayores pesos que los reales.

Con el tiempo, la instrucción militar fue en aumento, llegando incluso a


realizarse batallas simuladas y usando armas reales con una ligera protección de
cuero para evitar daños mayores. El entrenamiento inicial solía tener una
duración de cuatro meses, pero debía mantenerse de un modo regular en los
campamentos durante el servicio.

Los estandartes militares romanos eran elementos de especial importancia en


las legiones. En un origen, el ejército tenía como estandarte un mero palo al que
se ataba un haz de heno que se empleaba como punto visual para la reunión en el
combate. Posteriormente, se empezaron a usar como estandarte las figuras de
diversos animales como osos o lobos. Finalmente, Mario estableció
al águila como símbolo único de la legión, puesto que dicho animal era el ave
sagrada de Júpiter. El valor simbólico del águila era tan grande que su
pérdida suponía una de las mayores humillaciones posibles y su
recuperación una de las mayores honras. Se conoce que las legiones V
Alaudae, XII Fluminata y XXI Rapax perdieron su valioso emblema.

Águila romana.

En definitiva, al hablar de las legiones romanas hay que reconocer la efectividad


de su estructura organizativa y la superioridad táctica respecto a los
ejércitos de su época. El esquema militar romano y su modus operandi han
servido de modelos en la historia del arte de la guerra. Además, las distintas
legiones cuentan con una historia propia tan apasionante como aventurada.

Bibliografía
Danco-Collins, S. Legiones de Roma. Kindle.

Goldsworthy, A. El ejército romano. Ed. Akal. 2005: Madrid.

Le Bohec, Y. El ejército romano: instrumento para la conquista de un imperio.


Ed. Ariel. 2004: Barcelona.

[1] Vir illustris et comes, como él mismo se define.

[2] Véase Epitoma rei militaris o De re militari de Vegecio, el cual es un tratado


del siglo IV de táctica y estrategia de guerra.

[3] Según explica Stephen Danco-Collins.


Las Guerras de Marco Aurelio
Por Academia Play

Marco Aurelio es considerado uno de los Cinco Buenos Emperadores. Fue


gobernante del Imperio romano entre los años 161 y 180 d. C. Una de sus
características más destacadas es que cultivó la filosofía y fue un representante
del estoicismo. No obstante, no menos importante que su faceta de “sabio” y que
su gestión interna, son los conflictos bélicos externos que constituyen
elementos determinantes durante su período de emperador. Las campañas
militares más relevantes fueron, por un lado, la que se desenvolvió en la
provincia romana de Asia contra el imperio parto y aquellas contra los pueblos
germánicos invasores.
Richard Harris interpretando a Marco Aurelio en Gladiator.
Su campaña en las guerras párticas
La campaña de Marco Aurelio en las guerras párticas transcurrió entre el 161 y
el 166 d. C. Esto quiere decir que empieza el mismo año en el que fue nombrado
emperador. Hay que señalar que ostentó el título de Augusto (título de los
emperadores del Imperio romano) de forma conjunta con Lucio Vero, sin
embargo, fue Marco Aurelio quien desempeñó el rol preponderante.

Las guerras párticas enfrentaron a Roma contra Partia, las cuales


pugnaron por el dominio de Oriente Próximo. Uno de los objetivos centrales
para los romanos era mantener el control de la ruta de la India, de la que
provenían provisiones importantes y objetos de valor. Esta guerra intercaló
períodos de guerra con otros de paz y tregua. Normalmente las batallas
empezaban con la ofensiva de los partos para ocupar Siria y Armenia, y después
llegaba el contraataque romano para recuperar y reforzar las provincias. Entre
los años 53 a. C. y 218 d. C. se siguieron las campañas más relevantes por parte
del Roma, las cuales estuvieron a cargo de Craso, Marco Antonio, Nerón,
Trajano, Marco Aurelio, Septimio Severo y Caracalla.

Partia fue el centro cultural y político de las dinastías arsácidas, y estaba


situada al noreste de la región de Irán. El Imperio partia extendía su influencia
por los territorios de toda esa zona geográfica. Por otro lado, Asia era una
provincia romana que funcionaba como una división administrativa senatorial
regida por un procónsul.

El conflicto por el control de Oriente Próximo volvió a ser candente en el


año 161 cuando el renovado imperio parto atacó territorios romanos y
derrotó a dos de sus ejércitos, además de invadir Armenia y Siria, y tomar
Antioquía. Esto se produjo en el marco de las disputas para el ascenso al trono
armenio. Mientras que los romanos apoyaban a Soemo, los partos defendieron el
ascenso al poder de Pacoro. El general Osroe del imperio partia se enfrentó y
venció a las dos legiones de Marco Sedatio Severiano en la batalla de
Elegeia para defender su postura y dejar clara la situación.

Ante tal circunstancia, Marco Aurelio envió al coemperador Lucio Vero para
enfrentar a los asaltantes con las legiones que se encontraban en Oriente. De
este modo empezó la guerra que duró hasta 166 y concluyó con la victoria
romana gracias al desempeño de generales como Avidio Casio, Marco
Estacio Prisco Licinio Italico o Publio Marcio Vero.

Vero y sus generales reunieron un ejército de dieciséis legiones en Anatolia.


Los romanos conquistaron Artaxata y empezaron la preparación para el
ataque en Mesopotamia. Los persas cruzaron el Éufrates, abandonando la Siria
romana para no quedar atrapados en ella por el inminente avance romano. En el
165 empezó el mencionado ataque y tomaron Dausara, Edesa, Carras y Nisibis.
Para esto tuvieron que vencer en las batallas de Sura, Nichephorium y Dura
Europos. Posteriormente saquearon Seleucia, Osroene y Ctesifonte. Los
romanos llegaron a cruzar el Tigris en 166 para entrar en Media, pero tuvieron
que volver, pues su avance se vio lastrado por la peste.

De este modo, la campaña de Marco Aurelio supuso la conservación de


Mesopotamia, el derrocamiento de Pacoro y la imposición de Soemo como
rey, todo lo cual aseguró el control de la región.
Busto de Marco Aurelio. Gliptoteca de Múnich.
Las guerras marcomanas
Las guerras marcomanas enfrentaron al Imperio romano contra pueblos
germánicos ribereños del Danubio. Los marcomanos fueron uno de esos
pueblos germánicos que en el siglo II entraron en confederación con los cuados,
vándalos y sármatas para oponerse al Imperio romano. Marco Aurelio se e
encontró en la tarea de contener la mayor invasión bárbara acontecida desde la
época de la República. Además, el problema se agravó por las bajas de
las guerras párticas y por las muchas de las legiones estaban en Oriente.

En el siglo II tribus escandinavas y pueblos germánicos como los gépidos y los


godos se trasladaron hacia el sur y el oeste ejerciendo presión sobre otros
pueblos, lo cual produjo una reacción en cadena en Germania por la que cada
migrante presionaba a un tercer pueblo en la lucha por territorios. Estos
conflictos llegaron a las regiones romanas. El resultado fue la aparición
de incursiones de pueblos germánicos en la frontera norte del Imperio
romano. En 162 catos y caucos entraron en Germania Superior y
en Raetia pero Roma los repelió sin gran esfuerzo, a pesar de ser una ofensiva
continua que duró hasta 165. Sin embargo, esto no era más que el comienzo de
lo que empezará el año siguiente.

En 166 un ejército de lombardos, osos, ubios y lacringios invadió la provincia


romana Pannonia Superior, pero fue destruido. Por este motivo el gobernador
de la provincia tuvo que negociar con el rey de los marcomanos, Bellomarius,
que representó a los pueblos germánicos y acordaron una paz de la que Marco
Aurelio desconfiaba. En 167 los sármatas atacaron Dacia y durante el conflicto
murió el gobernador, por lo que la Legio V Macedonia, que estuvo en las guerras
párticas, se trasladó hasta el lugar. Durante 168 se realizó la primera expedición
a Germania debido a los continuos ataques fronterizos de marcomanos,
victumalos, vándalos y caudos. Con la llegada del ejército imperial los ataques
se detuvieron. Para el efecto se crearon dos legiones nuevas, las Legio II Italica
y III Italica, con las que controlaron Pannonia junto a la Legio XIV Gemina
Martia Victrix.

Tras la muerte de Vero en 169, el ejército romano atacó a los sármatas yacigios
y avanzó por el valle del río Tisza. Los sármatas roxolanos y los
costobocos aprovecharon la retirada de la Legio V Macedonia para saquear
Tracia e incluso llegaron a Grecia donde profanaron el templo de Eleusis en 170.
Por otro lado, en la primavera de ese mismo año un ejército de marcomanos,
victumalos, hermunduros, naristos y cuados devastó las guarniciones de la
frontera romana situada entre Vindobona y Brigetio, y consiguió entrar en
territorio del imperio. El ejército comandado por Bellomarius avanzó por
Pannonia y alcanzó la victoria contra veinte mil soldados romanos en la Vía
Ambra. Los germanos continuaron hacia el sur, cruzaron los alpes, penetraron en
la Galia Cisalpina y asolaron Opitergium y Aquilea.

Marco Aurelio se dispuso a encerrar a los germanos, por un lado,


movilizando un nuevo ejército desde Roma al que se le juntaría la Legio XIV
Gemania; y por otro, con la fuerza de los gobernadores de Pannonia Superior e
Inferior junto a la Legio I Adiutrix, la Legio II Adiutrix y la Legio X
Gemina; ambos dirigidos hacia Aquilea. Ante el ataque, los bárbaros se
retiraron a Raetia y Noricum e intentaron negociar la paz con el emperador. La
respuesta del emperador fue una expedición de castigo con la que derrotó y
expulsó del imperio a los marcomanos y victumanos con un ejército comandado
por Publio Helvio Pertinax.

Marco Aurelio también tuvo que lidiar con la sublevación de Avidio Casio,
quien fuera un héroe de las guerras párticas, pues se proclamó emperador en 175
y dominó zonas del este del imperio como Egipto. La rebelión de Avidio Casio
empezó al llegarle la errónea información de que el emperador había muerto y
continuó después de tener noticia de que no era cierto. Finalmente, Casio fue
asesinado ese mismo año por sus propios hombres, ya que la posición de Marco
Aurelio era más fuerte y sus lealtades mayores. A su vez, Marco Aurelio contuvo
una incursión mauritana en la provincia Bética en 176 y 177.
Estatua ecuestre de Marco Aurelio, Museos Capitolinos.

La guerra fue prolongada y difícil pero Marco Aurelio consiguió detener los
ataques invasores, a pesar de que los marcomanos y los caudos consiguieron
vencer a los romanos en diversas ocasiones. Los conflictos se alargaron hasta
189, año en el que acabó una última ofensiva de caudos y marcomanos
empezada en 186. En aquel momento el emperador era Cómodo, el hijo de
Marco Aurelio, ya que éste había muerto en el año 180. Marco Aurelio pasó
todo su gobierno guerreando y defendiendo el imperio, lo cual lo realizó con
éxito.

Bibliografía
Grimal, P. Marco Aurelio. Ed. Fondo de Cultura Económica. 1997: México D.F.

Birley, A. Marco Aurelio: la biografía definitiva. Ed. Gredos. 2009: Madrid.


¿Cómo fue asesinada Hipatia de
Alejandría?
Por Academia Play

En marzo del año 415 (o 416) Hipatia de Alejandría, filósofa neoplatónica y


astrónoma, fue brutalmente asesinada. El trágico final de este fundamental
personaje de la historia cultural ha repercutido en el recuerdo que de ella
tenemos tanto o más que su labor estrictamente intelectual. Muchos aseguran
que estos dos aspectos estuvieron relacionados, de modo que la genial Hipatia
se ha convertido en símbolo de la tenacidad y perspicacia del intelecto y la
investigación contra la intransigencia del dogmatismo.

Lo cierto es que la situación social, política y religiosa era particularmente


convulsa en aquel momento de Alejandría y la historia no suele ser tan
maniquea. Esto provocó el funesto término de la vida de la brillante filósofa pero
la distancia histórica (alejada del horror de las muertes) nos permite ahora
aproximarnos a un contexto verdaderamente fascinante.
La figura histórica de Hipatia representa a día de hoy la fidelidad al intelecto y
la razón, la excepcional condición de mujer extraordinaria dedicada con éxito
al pensamiento, y el linchamiento por parte de una turba cegada por el
fanatismo religioso que encarna el declive de la civilización clásica. Sin duda
alguna fue un personaje admirable y es manifiesto que el fanatismo religioso ha
causado (y sigue causando) excesivos estragos, pero hay que alejarse del
envoltorio romántico para poder poner verdaderamente en valor su labor y
figura. La tendencia a reducir los procesos históricos a una radical oposición
entre una postura esencialmente buena y otra esencialmente mala es siempre
sugerente y atractiva por su simpleza y justificación de la posición propia. No
obstante, es una visión de la que hay que distanciarse, investigando los siempre
complicados matices plurales y heterogéneos propios de los desarrollos reales.
Hypatia. Ilustración de Joanna Smolarczyk. Poster for SPiN Day in EC1.

La muerte de Hipatia fue un producto de la prolongada lucha del paganismo por


resistir al cristianismo en Egipto. El contexto es el conflicto entre
el cristianismo y el mundo pagano, pero hay que poner el acento en sucesos
más particulares como la tensión entre el obispo Cirilo y el prefecto augustal
Orestes por el control de Alejandría, la actitud de los cristianos frente a
Hipatia, la animosidad general de los alejandrinos hacia el Imperio romano y
sus herederas autoridades bizantinas por la pérdida de la condición de capital
helenística del reino de los Ptolomeos, o la hostilidad entre los alejandrinos, los
judíos y los oriundos de Egipto (Fernández 1985).
La reconstrucción historiográfica de los hechos se fundamenta principalmente en
cuatro fuentes: el libro séptimo de la Historia ecclesiastica de Sócrates de
Constantinopla, el libro octavo de la Historia ecclesiastica de Filostorgio, el
capítulo catorce de la Chronographia de Juan Malalas, y el texto dedicado a
Hipatia de la Suda.

Para acotar la secuencia de los hechos, empezamos con la muerte del


patriarca Teófilo de Alejandría en octubre de 412. Teófilo realizó una política
de grandes construcciones con el acaudalado obispado de Alejandría. Los
pretendientes a la sucesión fueron Timoteo y Cirilo. Tras la competición y la
lucha de apoyos, Cirilo se hizo con el obispado de la ciudad a pesar de que
Abundancio apoyara a Timoteo. Cirilo era cercano a Teófilo (Sócrates afirma
que era su sobrino). Este último ya había mostrado hostilidad contra la sede de
Constantinopla, por lo que la corte imperial quiso eludir a otro Teófilo.
Ciertamente no se equivocaban en las intenciones de Cirilo contrarias a la
administración imperial, pues al nombrarse obispo tomó medidas
anticonstantinopolitanas. Por ejemplo, arremetió contra los novacianos, en
contra de las disposiciones imperiales.

Cirilo de Alejandría.

Así empezaron las tensiones de Cirilo con Orestes, con sus menosprecios
hacia el poder imperial. Sócrates afirma que Orestes percibía la autoridad de
los obispos como un menoscabo del gobierno imperial. Y este sólo era el
principio… la relación empeoró.

Sócrates de Constantinopla hace referencia a unos motines antijudaicos en


Alejandría. Nos acercamos al asesinato de Hipatia, aunque aún de forma
remota. Antes de los incidentes, Orestes intentó proteger a los judíos, pero
Cirilo consiguió expulsarlos. Orestes no aguantó más y se dispuso a disciplinar
al obispo. Informó al emperador y demandó la deposición y destierro de Cirilo.
Ante estas acciones Cirilo intentó reconciliarse con el prefecto augusto, pero ya
era tarde. Orestes se negó a la propuesta. Para apoyar al obispo llegaron a
Alejandría quinientos monjes del desierto de Nitria.

A partir de entonces el conflicto se precipitó y la tensión desencadenó una


sedición por parte de los monjes. El levantamiento colectivo contra la
autoridad imperial provocó la ruptura completa entre Orestes y Cirilo. En una
ocasión Amonio, uno de los monjes, lanzó una pedrada a Orestes y lo hirió en
la cabeza. Por este motivo Amonio fue ejecutado y Cirilo le rindió tributos de
mártir.

Fotograma de Ágora. Muestra a Hipatia con sus discípulos.


En este punto aparece el nombre de Hipatia entre los rumores de los
cristianos de Alejandría. Surgió la idea de que era ella la causa de la
disconformidad entre el obispo y el prefecto. Cabe recordar que Hipatia era
amiga de Orestes. La autoridad moral e intelectual de la filósofa ejercía gran
influencia en la ciudad. Muchos alumnos suyos no sólo provenían de familias
importantes, sino que posteriormente ocupaban posiciones altas tanto en el
gobierno como en la jerarquía de la Iglesia.

Una agrupación de cristianos preparó un ataque contra Hipatia y la


emboscaron mientras paseaba. Con golpes, la condujeron al Cesareum (en aquel
momento convertido en catedral). En el sagrado recinto la desnudaron y
despedazaron su cuerpo a golpes usando tejas. Pero la infamia no se detuvo
en esta vil y despreciable acción, puesto que a continuación pasearon por la
ciudad su cuerpo troceado hasta llegar al Cinareo, donde lo quemaron. Así lo
describe Sócrates, quien responsabiliza a Cirilo del crimen, aunque de un modo
indirecto. Tanto Filostorgio como la Suda aluden al descuartizamiento de la
filósofa. La enciclopedia bizantina se refiere, además, a la envidia de Cirilo y a
la conflictividad de los alejandrinos.

Historiadores como Gibbon atribuyen la abyecta acción a los parabolanos, los


cuales eran una hermandad cristiana que centraba su trabajo en el cuidado de los
enfermos. La hermandad funcionaba bajo la autoridad del obispo de Alejandría y
actuaba de guardia del mismo. A pesar de que ninguna fuente atestigua la
presencia de parabolani en el linchamiento, el autor de la clásica Historia de
la decadencia y caída del Imperio romano se basó en la disposición (recogida en
el Codex Theodosianus) promulgada en octubre del 416 que trasladaba la
autoridad sobre los parabolani al prefecto, prohibía sus reuniones y limitaba
su cantidad a quinientos integrantes. La cuestión de la autoría del crimen
sigue en discusión. Fernández (1985) sostiene la hipótesis según la cual se trató
principalmente de marineros del puerto de Alejandría.
Hypatia. Pintura de Charles William Mitchell.

Sin embargo, casi todas las fuentes concuerdan en que Cirilo indujo el
asesinato. Este punto tampoco se podrá esclarecer definitivamente. Quienes
afirman su implicación aluden a la antipatía de la formación monacal de
Cirilo hacia el paganismo de la Escuela de Alejandría, a la venganza por
Amonio, y a que Hipatia fue hija de Teón, por lo que se enemistó con Teófilo al
destruir el Serapeo.

Pese a la brutalidad, el linchamiento de la filósofa fue un hecho aislado. Según


Sócrates, los alejandrinos apoyaron al prefecto durante la revuelta de los monjes
de Nitra y los propios cristianos se opusieron al trato martirial que Cirilo quiso
dar a Amonio, puesto que su muerte no se debió a la obligación de renegar de su
fe, sino a su temeridad. La rebelión de los monjes de Nitra y el asesinato de
Hipatia, lejos de beneficiarle, comprometieron la situación del propio
Cirilo y dañaron el vínculo existente entre dichos monjes del desierto y los
cristianos de Alejandría. Esta relación no era una cuestión menor, dado que en
ella residía buena parte del poder del obispo y la extensión de su zona de
influencia.

Es frecuente denominar Escuela de Alejandría a una facción


del neoplatonismo formada por personalidades como Sinesio de
Cirene (posteriormente elegido obispo de Ptolemaida), Hermeia de
Alejandría (realizó un comentario del Fedro de Platón empleando la dialéctica
de Jámblico), Ammonio Hermeiu (reflexionó sobre el concepto de
destino), Esteban de Alejandría (realizó investigaciones astronómicas y
comentó De interpretatione), Asclepio el joven (hizo un comentario de
la Metafísica de Aristóteles), Alejandro de Licópolis (defendió el
neoplatonismo frente al maniqueísmo), Nemesio o Juan Lido (ambos
articularon conceptos cristianos con ideas platónico-eclécticas). Siendo la figura
más destacada Hipatia.
Hypatia of Alexandria. Ilustración de Olga Kolesnikova.

Una característica notable de esta escuela es el sincretismo filosófico-


religioso con importantes contactos con el cristianismo (Ferrater Mora 2004), a
pesar de los tumultuosos conflictos sociales. La Escuela de Alejandría sostuvo
cercanas relaciones con la Escuela de Atenas. No obstante, la posición
filosófica de Hipatia también está en discusión. La postura más aceptada es la
raigambre neoplatónica plotiniana que destacan autores como Hoche, Zeller,
Lacombrade o Praechter. Pero no faltan opiniones discordantes como la de Rits,
que atisba una impronta cínica.

Bibliografía
Fernández Hernández, G. (1985). La muerte de Hipatia. Erytheia: Revista de
estudios bizantinos y neogriegos. N.6, pp. 269-282.

Ferrater Mora, J. (2004). Diccionario de filosofía. Barcelona: Ariel.


La Biblioteca de Alejandría. ¿Cómo
se perdió el mayor centro de saber
que ha conocido la humanidad?
Por Academia Play

La Biblioteca de Alejandría fue el centro cultural en torno al cual giraba toda


la vida intelectual del helenismo. Esta institución reunía la mayor recopilación
de escritos hasta la fecha, así como gran cantidad de instrumentos de
investigación y documentos del mundo antiguo. De esta forma, los
investigadores más importantes de cualquier materia debían acudir a este lugar
para ahondar en sus estudios y afinar sus conocimientos. Es, a todas luces, uno
de los mayores monumentos al conocimiento, cuyo esplendor ha impresionado
a todas las civilizaciones a lo largo de los tiempos. La Biblioteca se erige como
una de las instituciones más importantes creadas por el ser humano, debido a su
extraordinaria congregación de sabiduría. Además, la crónica de la Biblioteca es
un recorrido por los episodios más decisivos de la historia de este período que
involucra a las fuerzas políticas, imperios y culturas más prominentes del
momento.
Recreación exterior de la Antigua Biblioteca de Alejandría.

Tanto la Biblioteca como el Museo de Alejandría tuvieron su época de


esplendor en el período regentado por la dinastía Ptolemaica. La creación y la
proyección de estas instituciones se deben al reinado de los Ptolomeos, los
cuales impulsaron tales instituciones dedicadas al conocimiento debido al interés
por reconocer su tradición y legitimidad en la cultura helénica. Lo que se
pretendía era legitimar su potencia política con una autoridad cultural y prestigio
de fuerza correspondiente. Esto propició la extensión de la cultura, a lo cual se
sumó la gran cantidad de recursos que guardaban y la concurrencia de
personalidades destacadas en historia, poesía, filosofía, filología, medicina y
ciencia de la época.

Recreación del interior de la Antigua Biblioteca de Alejandría.

Con la muerte de Cleopatra, última de la dinastía Ptolemaica, empieza la


decadencia de la Biblioteca y el Museo. Este proceso se prolongó hasta el siglo
IV d.c. Por un lado, el deterioro se acentuó debido a las circunstancias políticas
acontecidas en una ciudad que ya no gozaba de la posición de capital del Estado
central en la geopolítica del momento ni de independencia. Por otro lado, tras la
anexión de Egipto al Imperio Romano por el emperador Augusto, la biblioteca
permaneció tantos años porque aún mantenía el prestigio de tiempos pretéritos y
era admirada por los romanos como un monumento notable.

Hipólito Escolar en su obra La Biblioteca de Alejandría califica de leyenda al


episodio en el cual la Biblioteca se incendió durante la Guerra de
Alejandría en la que César quemó sus propios barcos del puerto para que los
egipcios comandados por Aquilas no se pudieran apoderar de ellos y los
empleasen en su favor. Este suceso puede ser verdadero, pues es verosímil ya
que el incendio se pudo extender a tierra, pero no hay datos concluyentes. Hay
que mencionar que en la obra Guerra Civil César no alude al incendio de
la Biblioteca, pero sí a la quema de los barcos. Asimismo, Hiricio en La Guerra
de Alejandría tampoco menciona el incendio de los libros, es más, Hiricio habla
de la incombustibilidad de los edificios de piedra de la ciudad. La quema de las
embarcaciones del puerto no incendió la Biblioteca.

Es Séneca en De Tranquillitate Animi el que dice que “cuarenta mil libros


ardieron en Alejandría” a raíz de la acción bélica. Hay que resaltar que Cicerón,
Estrabón ni Lucano mencionan nada del incendio de libros.
Posteriormente, Plutarco en Vida de César declara que el fuego se propago
desde los barcos a la Biblioteca. Otros autores que hablan del incendio son Aulo
Gelio, Dion Casio y Amiano Marcelino, pero con diferentes versiones.
Grabado que recrea el incendio de la Biblioteca.

La leyenda de los libros quemados en la Guerra de Alejandría parece que se


debe al término de la dinastía Ptolemaica, ya que la destrucción de una
institución tan relacionada con ella representa la situación de su
final. Escolar asegura que el incendio no afectó a los edificios de la Biblioteca y
ni siquiera a los libros. En todo caso, se quemaron algunos rollos depositados en
el puerto.

De lo que no cabe duda es que el final del período helenístico supuso una crisis
para la Biblioteca y el Museo en consonancia con las vicisitudes sociopolíticas.
No obstante, estas instituciones se sobrepusieron a las circunstancias
recuperando una actividad tan destacada como la anterior. En ese momento, los
emperadores ocuparon el lugar de protectores y promotores de estos recintos
emblemáticos, resaltando la ayuda del emperador Adriano. Sin embargo, el
sostenimiento económico fue disminuyendo con el tiempo.

La Biblioteca de Alejandría fue perdiendo su centralidad cultural, y se fue


deteriorando poco a poco por causa de diversos incidentes que responden a las
coyunturas políticas que se sucedieron. Entre los innumerables acontecimientos
que la pudieron afectar destacan:

En el siglo II Trajano reprimió con violencia una rebelión de los


judíos contra él.
En la segunda mitad del siglo III se dieron luchas agravadas por
problemas políticos y militares de los emperadores y una mala
circunstancia económica.
En el año 265 d. c. Mussio Emiliano, prefecto de Egipto, se
proclamó emperador y dejó de transportar provisiones a Roma.
Consecuentemente, el emperador Galieno tomó la ciudad por la
fuerza. La violencia empleada causó daños en ésta.
En el año 272 d.c. Alejandría quedó devastada, especialmente el
barrio principal -aquel en el que se encontraba la Biblioteca-, por
la opercaión de Valeriano al recuperar Alejandría del reino de
Palmira. Esto se debe a que, previamente, Galieno (antecesor
de Valeriano) permitió la entrada de las tropas de la reina de
Palmira para honrar al rey Odonato por detener el ascenso del
imperio Sasánida.
En el año 297 d.c. Diocleciano, tras un asedio de ocho meses,
volvió a conquistar la ciudad que se encontraba en rebelión. Este
incidente supuso, según Escolar, la gran destrucción del barrio
Bruquion (el principal) que damnificó severamente a
la Biblioteca.
En el siglo IV Constantino trasladó la capital a Bizancio y por
el Edico de Milán (313) legalizó el cristianismo, el cual se
extendió. Constantinopla adquirió la hegemonía cultural y
ensombreció a la vieja Alejandría cuyos monumentos se alejaban
de las creencias de sus habitantes.
Escolar firma que, en este mismo siglo, tras la expansión del
cristianismo por el pueblo egipcio, creció un sentimiento nacional
(con una lengua propia: el copto) que se enfrentaba a lo pagano y
a lo griego, para ellos símbolos del poder represor.
Entre los años 375-395 Teodosio gobernó el imperio y, por
el Edicto de Tesalónica (380), el cristianismo niceno (opuesto
al arrianismo) se erigió como religión oficial del imperio.
En el año 391, tras una tensión prolongada y constantes disturbios
entre cristianos y paganos, el patriarca Teófilo adquirió del
emperador una autorización para la destrucción del Serapeo, el
gran templo de la cultura de la dinastía Ptolemaica, el cual era
un santuario de culto a Serapis. Éste era considerado como un
símbolo de la persecución a los cristianos.
Hay quien mantiene, no sin controversia, que la Biblioteca
perduró hasta la conquista por parte de los musulmanes, que en el
año 641 invadieron Alejandría. Según cuenta Alí ibn al-Kiftí
(1172-1248) el general conquistador Amrú preguntó al califa
Omar por una autorización para el uso de los libros incautados.
Ante esto el califa respondió la célebre sentencia: “si el contenido
está de acuerdo con la doctrina del Corán, son inútiles, y si
tienen algo en contra, deben destruirse”. Así, se quemaron los
libros y se destruyó la Biblioteca.
Por otro lado, también hay quien afirma que en ese momento ya
no existía la Biblioteca, pues fue destruida con anterioridad por
las contiendas militares y el fanatismo religioso. Aún no se ha
podido dar una respuesta concluyente a lo verdaderamente
acontecido con la Biblioteca de Alejandría.
Es más que improbable que la biblioteca haya sobrevivido hasta la conquista
musulmana y que, por consiguiente, la supuesta destrucción por parte de los
musulmanes no sea más que una leyenda. Sin embargo, debido a que
historiográficamente no hay una conclusión apodíctica sobre la desaparición
definitiva de la biblioteca de Alejandría, hay que tener en cuenta los principales
documentos de la temática en cuestión, aunque sea para ponerlos en duda.Por
este motivo hay que, cuanto menos, mencionar lo narrado por Alí ibn al-Kiftí al
respecto (Escolar 2001, p. 123).

Escolar considera que se pudo dar el caso de que buena parte de los fondos de la
Biblioteca sobrevivieran a las acciones militares del siglo III, y que los libros de
la segunda Biblioteca, esto es la del Serapeo, hayan sido transportados y
resguardados en otro sitio a pesar de la destrucción del templo. Esto se debería al
carácter de Teófilo de “hombre muy culto y degustador de los escritos clásicos”.
También hay que añadir que la persecución de los cultos y la destrucción de los
templos, en general, no implicó la persecución de las personas.

Sin embargo, este no fue el caso de Hipatia, pues fue asesinada en el año 415
arrastrada por la calle hasta una iglesia donde la golpearon hasta la muerte. Este
homicidio contra la “idolatría pagana” por parte de los nacionalistas cristianos se
debió a la amistad de Hipatia con el entonces prefecto de Alejandría, Orestes, el
cual se había enemistado con Cirilo (sucesor de Teófilo).

La Alejandría de Cleopatra.

La desaparición de la biblioteca no supuso la desaparición del conocimiento


ni de las colecciones de libros. Además, los daños más severos fueron los
producidos por la destrucción del barrio de Bruquión por parte de Diocleciano a
finales del siglo III para conquistar la ciudad sublevada. No obstante, e incluso
siendo la hipótesis más plausible, no se puede determinar con exactitud que la
acción supusiera la destrucción definitiva de la biblioteca. Asimismo, como se
ha mencionado, el Serapeo logró sobrevivir a la biblioteca madre y dicho templo
contuvo también en una biblioteca filial y centro de investigaciones antes de la
desaparición de la primera. Lo que Teófilo destruyó y convirtió en iglesia fue el
Serapeo, que posiblemente era la única biblioteca que quedaba.
Distrito Real. La Alejandría de Cleopatra.

Para acabar, hay que resaltar el carácter polémico acerca de la realidad histórica
de la definitiva destrucción de la Biblioteca de Alejandría. Aquí nos hemos
limitado a recoger las consideraciones más relevantes y extendidas sin pretender
concluir la cuestión ni rebatir la veracidad de los hechos, más allá de lo que
algunos autores (en los que nos apoyamos) discuten. Asimismo, hay que aclarar
que el ambiente cultural posterior al de aquel que tuvo a la Biblioteca de
Alejandría como centro, y el paso a la Edad Media, no supusieron una época de
esterilidad intelectual ni de homogeneidad de pensamiento. Además, las
teologías cristiana y musulmana no rompieron con el pensamiento griego, sino
que, más allá de las polémicas relativas a las coyunturas histórico-políticas, lo
integraron añadiéndole temáticas propias.

Bibliografía
Canfora, L. La biblioteca desaparecida. Ed. Trea, 1998: Asturias.
Escolar, H. La Biblioteca de Alejandría. Ed. Gredos, 2001: Madrid.

Fernández Abad, F. J. “El serapeo o serapeum: templo, biblioteca y centro de


investigaciones científicas”. Revista general de información y documentación.
Vol. 18, n. 1, pp. 161-172, 2008.
La caída de Roma
Por Javier Rubio Donzé

En 1764 Edward Gibbon emprende una tarea que no se había abordado hasta
entonces, la de escribir sobre la caída del imperio occidental por excelencia: el
Imperio romano. La idea surgió rodeado de ruinas romanas, como no podía ser
de otra manera y así lo subrayó en su autobiografía. En tiempos de Gibbon nadie
ponía en duda como fue el final del proyecto imperial, a saber, una oleada de
tribus bárbaras había arrasado con el estadio de desarrollo cultural más grande
que había conocido Occidente. Presionados por los hunos de Atila, apodado "el
azote de Dios", a los godos no les quedó más remedio que traspasar las fronteras
del Imperio, cruzando el Danubio en el año 376.
Retrato idealizado de Atila, por Eugène Delacroix.

En el año 378 los godos derrotaron a los romanos orientales en la Batalla de


Adrianópolis (actual Turquía). Los godos siguieron avanzando y no tardarían en
poner jaque a los occidentales. Teodosio dividió definitivamente un Imperio
demasiado vasto e ingobernable en dos mitades, una para cada uno de sus dos
hijos varones. El imperio occidental con sede en Roma para Honorio y el
oriental con sede en Constantinopla para Arcadio.
En el año 406 tres tribus bárbaras (suevos, vándalos y alanos) cruzaban el Rin
para dirigirse a la Galia. A partir de esta fecha ejércitos extranjeros quedarían
instalados en muchos confines del Imperio. El enemigo no estaba a las puertas,
sino que habitaba en su interior. Tarde o temprano la olla terminaría por
estallar marcando el final imperial. Y ese final llegó cuando el último de los
césares: Rómulo Augústulo fue depuesto. Era el año 476.Ironías del destino:
un Rómulo funda Roma y 1200 años después otro Rómulo es cómplice de su
caída. Tras la caída del Imperio romano de Occidente Europa se sume en un
periodo oscuro y tenebroso. Esto, aunque suene muy romántico no es del todo
cierto.

Visigodos cruzando el Danubio en el 376. Ilustración de Angus McBride.

La parte oriental del imperio romano, a la que solemos denominar Imperio


bizantino, también sufrió la presión de godos, hunos, sasánidas y más tarde los
envites de los servidores de Alá. Aún con esta situación siempre incómoda
todavía viviría muchos días de gloria. 1000 años aproximadamente.

Volvamos a la caída de Occidente. ¿Cómo se llegó a este punto? El diagnóstico


estaba claro, solo faltaba dilucidar la causa, y precisamente es en este aspecto
donde las tesis de Gibbon y sus contemporáneos no terminan de ser demasiado
sólidas. Es más, a día de hoy, nadie consigue dar argumentos suficientemente
convincentes. Y es que no hay una causa, sino muchas causas. Alexander
Demandt en 1984 enumeró 210 razones por las que cayó el Imperio romano. No
hay que tener esta lista demasiado en cuenta, pero si es sintomático de como los
historiadores se han devanado los sesos en buscar la verdadera razón del ocaso
imperial en occidente. En esta lista de razones podemos encontrar algunas como
la barbarización, la anarquía, la corrupción, la herejía o la bancarrota. Tampoco
faltan algunas razones curiosas como la vulgarización de la sociedad, la apatía,
el hedonismo, el envenenamiento por plomo o el deterioro climático.

Las teorías de un imperio decadente abocado a su propia destrucción han


quedado obsoletas. La época que va del año 200 al año 900, un periodo de
transición conocido como "Antigüedad tardía" comprendida entre lo que los
historiadores llamaron Edad Antigua y Edad Media es enormemente interesante;
y es por ello conveniente desechar esa visión tan manida de un imperio otrora
luminoso que se derrumba bajo un cielo de tinieblas. Hoy los historiadores
evitan hablar en términos de "crisis" o "decadencia", prefiriendo términos como
"transformación". Roma y sus instituciones estuvieron muy presentes en este
periodo de transición y no es cierto que sea un periodo inferior, aunque sí,
mucho menos conocido. La transformación no fue pacífica como se ha tendido
a explicar en algunos foros de opinión. Hubo episodios violentos y las crónicas
que se conservan de esos días relatan tiempos convulsos y dramáticos. Y hubo
cambios, claro que hubo cambios. Así lo expresa el experto en Antigüedad
tardía Bryan Ward-Perkins al que no le duelen prendas en usar términos en
desuso como "decadencia". En su obra La caída de Roma y el fin de la
civilización encontramos la siguiente opinión: "Creo también que los siglos post-
romanos vieron una decadencia dramática de la sofisticación y la prosperidad de
la economía, lo cual repercutió en el conjunto de la sociedad, desde la
producción agrícola hasta la alta cultura, desde los labriegos a los reyes. Muy
verosímil es que la población cayese drásticamente; incuestionable que cesó la
amplia distribución de productos de calidad. Herramientas culturales sofisticadas
como es la escritura, en algunas zonas desaparecieron por completo; en otras se
restringieron mucho."

Con todo, el célebre medievalista francés Henri Pirenne aseguró que lo


conservado por los invasores bárbaros sobrepasó en mucho a lo que pudieron
destruir o aportar de nuevo. “La civilización romana sobrevivió a su dominio. Se
impuso a sus vencedores por la Iglesia, por la lengua, por la superioridad de las
instituciones y del Derecho. Es cierto que esa civilización se fue degradando,
pero los germanos no pudieron y además no quisieron prescindir de ella”. Sirva
como ejemplo la conversión al cristianismo en 496 de Clodoveo, primer rey de
la dinastía merovingia, que fue la primera dinastía de reyes franceses.
La Donación de Constantino
Por Koldo Gondra del Campo

Donación de Constantino | Hechos y consecuencias

Decreto imperial apócrifo del siglo VIII atribuído al emperador


romano Constantino I (siglo IV d.C.).
Se le donaba al Papa Silvestre I (reconocido como soberano) la
ciudad de Roma, Italia y todo el Imperio de Occidente.
El Papa podría traspasar las dignidades reales.
Alianza del Pontificado con los francos (Pipino es investido rey
franco y patricium romanorum) para que éstos interviniesen en
los asuntos de Italia a favor del “Patrimonio de Pedro”.
Intento papal de someter la autoridad imperial romana de Oriente
y de la Iglesia Ortodoxa.
Coronación imperial del franco Carlomagno como emperador de
los romanos en el año 800 d.C..
Cisma de 1054.
Ganar mediante ardid algo perdido por legalidad. Socavar el
prestigio de Bizancio, que de hecho es llamado Imperio griego en
Occidente….
Nacimiento de los Estados Pontificios en el año 751.
Desaparecerán en 1870. El Exarcado Bizantino de Rávena y el
Ducado de Roma se pierden para Bizancio, que aguantará en el
sur de Italia hasta 1071.
En el siglo XI Bizancio pide auxilio a Occidente por la invasión
turca selyúcida. El Papado declara la Cruzada. Ningún territorio
es devuelto a Bizancio. Los cruzados crean numerosos reinos
latinos. En 1204, durante la Cuarta Cruzada la expedición
occidental toma a traición Constantinopla y la saquea (pérdidas
para Bizancio equivalentes a 900.000 marcos de plata pura, miles
de columnas, oro, sarcófagos de mármol, estatuas, orfebrería,
joyas de todo tipo). Se crea el Imperio Latino y Bizancio se
disgrega en 3 estados: el Imperio de Nicea, el Imperio de
Trebisonda y el Despotado de Epiro. En 1261 los bizantinos
niceanos reconquistan la capital. Pero la caída se hará inevitable
por el estado ruinoso del Imperio.
Los Estados Pontíficios llegaron a ofrecer a italianos y francos
territorios en los que gobernaban y vivían los “bizantinos”
(romanos orientales). Un ejemplo, Rodas en 1309.
Sentimiento de odio y desconfianza de los bizantinos hacia los
latinos que se mantendrá hasta 1453. Constantinopla rodeada por
el Imperio turco otomano intenta una unión religiosa con Roma
(1439-1452) pero es tomada al asalto tras 2 meses de sitio el 29
de mayo de 1453…abandonada por todas las potencias
occidentales.
En 1440 Lorenzo Valla demostrará que es un fraude. Antes otros
como Nicolás de Cusa también lo denunciaron.
En 1493 la Donatio ya no es mencionada en la Bula Inter Caetera
para la repartición del Nuevo Mundo.

En el contexto de una Europa que veía como los nuevos poderes emergentes
desplazaron a los antiguos, la institución católica ingenió una fórmula para
asegurarse el poder en Occidente.Tras la caída del Imperio Romano de
Occidente, el Patriarcado de Roma quedó nominalmente sujeto al Imperio
Romano de Oriente, ya que primero hérulos y después ostrogodos fueron “in
iure” federados del poder imperial oriental. Sin embargo, algunas disputas
familares germanas propiciaron que el emperador Justiniano I (483-565 d.C.) se
decidiese a llevar a cabo la “Renovatio Imperii”, es decir, el intento de
recuperar todas las provincias que antes habían formado parte del Imperio
Romano. En el año 536 d.C. el general Belisario reconquistó Roma y el ejército
imperial oriental recuperó muchas provincias perdidas hacía 60 años. Italia
volvió a formar parte del Imperio Romano, con Rávena como capital de la
provincia de Italia y Roma como Ducado, en la que el Dux (Duque) quedaba
efectivamente por debajo del Papa en cuanto a poder efectivo en la Ciudad
Eterna.
Constantino I en el Concilio de Nicea, en el 325 d.C.

Roma era uno de los cinco Patriarcados, junto al de Jerusalén,


Constantinopla, Antioquía y Alejandría. En teoría los cinco eran igual de
importantes, pero como sede imperial Constantinopla jugaba un papel
preponderante. Durante los 700 años posteriores al Concilio de Nicea del año
325 d.C. todos y cada uno de los Concilios Ecuménicos se celebraron en Oriente
y no en Occidente. La iglesia occidental no podía competir en ese momento con
la oratoria y la preparación de los prelados orientales.

Con el paso de los años, la situación del Imperio romano de Oriente se


deterioró. Las continuas guerras contra Persia y la aparición del Primer Califato
pusieron en jaque la misma existencia física y política del Imperio, que vio como
su capital fue sitiada por vez primera en el año 626 d.C.. Mucho más grave
fue la amenaza árabe que arrebató al Imperio romano de Oriente casi las 2/3
partes de su Imperio en el siglo VII y ponía a la misma Constantinopla dos veces
bajo asedio (674-678 y 717-718 d.C.). La situación de los romanos orientales en
Italia no era mucho mejor, los lombardos habían penetrado por el Norte y habían
fundado varios ducados en Italia, el Ducado de Benevento jugaría un papel
fundamental para lo que vendría después. El Exarcado de Rávena aguantó como
pudo el embate lombardo, mientras que el Ducado de Roma cada vez era más
independiente de Constantinopla. El Papa de Roma fue alejándose cada vez más
de los lombardos, y como quiera que fuere, los romanos orientales estaban en
una situación de gravedad máxima y decidió jugar la carta de los francos. En el
año 751 d.C. tanto Roma como Rávena dejaron de estar en la órbita del Imperio
Romano de Oriente y el Papado se preparaba para jugar su carta y sobresalir
como potencia frente (o a la cabeza) de los que una vez habían sido algunos
de los pueblos germánicos que invadieron el antiguo Imperio Romano.

El patriarca de Roma necesitaba imponerse de una manera u otra a la


nueva situación que se presentaba. Así pues, comenzó a fraguarse un
movimiento diplomático, religioso y político sin parangón. El Papa Esteban II
necesitó de legalidad para mantenerse y en sus negociaciones con el mayordomo
de palacio franco, Pipino El Breve, cruzó los Alpes para ungirlo como rey en el
año 754 d.C. y proclamarlo “patricius romanorum”. Ese hecho permitió que
surgiese una nueva dinastía franca: la carolingia, que desbancaría a la
merovingia. Así, los francos se convirtieron gradualmente en la espada del Papa,
en la carta a jugar en cada situación de incomodidad. Pero ese reconocimiento
llevó consigo el oscuro pacto de la devolución al Papa de todos los territorios
que los lombardos habían arrebatado al Imperio Romano de Oriente en Italia.
Eso se produjo en el año 756 d.C. y supuesta legalidad para llevarlo a cabo fue la
célebre “Donatio Constantini”, un documento creado para tal fin y que fue en
realidad una manipulación, quizá la más grave e importante de toda la Edad
Media y uno de los engaños más grandes de la Historia, cuyas repercusiones aún
afectan, incluso a la historiografía contemporánea. Pues no solo daba a la
Iglesia de Roma derechos políticos, económicos y sociales sino que
además suponía el nacimiento de los Estados Pontificios, y la exclusión del
poder imperial legal en el proceso, es decir, el Imperio Romano de Oriente no
sólo fue cuestionado en Occidente como entidad política legal, sino también
como religiosa. Se ponía como argumento fundamental que el emperador
Constantino I (274-337 d.C.) había dejado en herencia al Papa Silvestre I (270-
335 d.C.) todo Occidente, todas las prerrogativas imperiales, la ciudad de Roma,
las provincias de Italia y su cargo como soberano terrenal.

Redacción de La Donatio, hecho impulsado por el Papa, y redactado por un monje.

…Junto con todos los magistrados, con el senado y los magnates y todo el
pueblo sujeto a la gloria del Imperio de Roma, Nos hemos juzgado útil que,
como san Pedro ha sido elegido vicario del Hijo de Dios en la tierra, así
también los pontífices, que hacen las veces del mismo príncipe de los Apóstoles,
reciban de parte nuestra y de nuestro Imperio un poder de gobierno mayor que
el que posee la terrena clemencia de nuestra serenidad imperial, porque Nos
deseamos que el mismo príncipe de los Apóstoles y sus vicarios nos sean seguros
intercesores junto a Dios. Deseamos que la Santa Iglesia Romana sea honrada
con veneración, como nuestra terrena potencia imperial, y que la sede santísima
de san Pedro sea exaltada gloriosamente aún más que nuestro trono terreno, ya
que Nos le damos poder, gloriosa majestad, autoridad y honor imperial. Y
mandamos y decretamos que tenga la supremacía sobre las cuatro sedes
eminentes de Alejandría, Antioquía, Jerusalén y Constantinopla y sobre todas
las otras iglesias de Dios en toda la tierra, y que el Pontífice reinante sobre la
misma y santísima Iglesia de Roma sea el más elevado en grado y primero de
todos los sacerdotes de todo el mundo y decida todo lo que sea necesario al
culto de Dios y a la firmeza de la fe cristiana…

…Hemos acordado a las iglesias de los santos Apóstoles Pedro y Pablo rentas
de posesiones, para que siempre estén encendidas las luces y estén enriquecidas
de formas varias; aparte, por nuestra benevolencia, con decreto de nuestra
sagrada voluntad imperial hemos concedido tierras en Occidente y en Oriente,
hacia el norte y hacia el sur, a saber en Judea, en Tracia, en Grecia, en Asia, en
Africa y en Italia y en varias islas, con la condición de que sean gobernadas por
nuestro santísimo padre el sumo pontífice Silvestre y de sus sucesores…

…Desde este momento concedemos a nuestro santo padre Silvestre, sumo


pontífice y papa universal de Roma, y a todos los pontífices sucesores suyos, que
hasta el fin del mundo reinen sobre la sede de san Pedro: nuestro palacio
imperial de Letrán, la diadema, o sea nuestra corona, la tiara, el humeral que
suelen llevar los emperadores, el manto purpúreo y la túnica escarlata y
cualquier otra indumentaria imperial, la dignidad de caballeros imperiales, los
cetros imperiales y todas las insignias y estandartes y los diversos ornamentos
imperiales, y todas las prerrogativas de la excelencia imperial y la gloria de
nuestro poder. Queremos que todos los reverendísimos sacerdotes que sirven a la
misma santísima Iglesia Romana en sus diversos grados, tengan la distinción,
potestad y preeminencia con las que se adorna gloriosamente nuestro ilustre
Senado, es decir, que se conviertan en patricios y cónsules y sean investidos con
todas las otras dignidades imperiales. Decretamos que el clero de la Santa
Iglesia Romana se adorne como el ejército imperial. Y como la potencia
imperial se circunda de oficiales, chambelanes, servidores y guardias de todo
tipo, así también queremos que la Santa Romana Iglesia esté adornada con los
mismos. Y para que resplandezca magníficamente el honor del Pontífice,
decretamos asimismo lo siguiente: que el clero de la Santa Iglesia Romana
adorne sus caballos con arreos y gualdrapas de lino blanco y así cabalgue. Y
como nuestros senadores llevan calzados blancos de pelo de cabra, así los lleven
también los sacerdotes, para que las cosas terrenas sean adornadas como las
celestiales, para gloria de Dios. Además, a nuestro santísimo padre Silvestre y a
sus sucesores les damos autoridad de ordenar a quien quiera que desee ser
clérigo, o de agregarlo al número de los religiosos. Nadie actúe con arrogancia
respecto a esto. También hemos decidido que él y sus sucesores lleven la
diadema, o sea la corona de oro purísimo con gemas preciosas, que de nuestra
cabeza le hemos concedido. Pero porque el mismo beatísimo Papa no quiso
llevar una corona de oro sobre la corona del sacerdocio, que lleva a gloria de
san Pedro, Nos con nuestras propias manos hemos puestos sobre su santa
cabeza una tiara brillante de cándido esplendor, símbolo de la Resurrección del
Señor y por reverencia a san Pedro le sostuvimos las riendas de su caballo,
cumpliendo para él el oficio de caballerizo: establecemos que también todos sus
sucesores lleven en procesión la tiara, con un honor único, como los
emperadores.Y para que la dignidad pontificia no sea inferior, sino que tenga
mayor gloria y potencia que la del Imperio terreno, Nos damos al mencionado
santísimo pontífice nuestro Silvestre, papa universal, y dejamos y establecemos
en su poder gracias a nuestro decreto imperial, como posesiones de derecho de
la Santa Iglesia Romana, no solamente nuestro palacio, como ya se ha dicho,
sino también la ciudad de Roma y todas las provincias, lugares y ciudades de
Italia y del Occidente. Por ello, hemos considerado oportuno transferir nuestro
imperio y el poder del reino hacia Oriente y fundar en la provincia de Bizancio,
lugar óptimo, una ciudad con nuestro nombre, y establecer allí nuestro
gobierno, puesto que no es justo que el emperador terrenal reine allí donde el
Emperador celestial ha establecido el principado de los sacerdotes y la Cabeza
de la religión cristiana. Decretamos que todas estas decisiones que hemos
sancionado con un sagrado decreto imperial y con otros divinos decretos,
permanezcan inviolables e íntegros hasta el fin del mundo. Por consiguiente, en
presencia de Dios vivo que nos ordenó reinar, y delante de su juicio tremendo,
decretamos solemnemente, con este acto imperial, que a ninguno de nuestros
sucesores, magnates, magistrados, senadores y súbditos que ahora, o en el
futuro estuvieren sujetos al imperio, sea lícito infringir esto o alterarlo de
cualquier modo. Si alguno -cosa que no creemos- despreciase o violase esto, sea
alcanzado por las mismas condenas y les sean adversos, tanto ahora como en la
vida futura, Pedro y Pablo, príncipes de los Apóstoles, y con el diablo y con
todos los impíos sean precipitados a quemarse en lo profundo del infierno.

Hemos puesto éste, nuestro decreto, con nuestra firma, sobre el venerable
cuerpo de san Pedro, príncipe de los Apóstoles.

“Donatio Constantini”, Anónimo. Redactado en San Juan de


Letrán sobre el año 750 d.C.
Podemos afirmar, sin miedo a incurrir en la mentira o la imparcialidad, que la
Donación de Constantino del siglo VIII es la mentira más grave de la
Historia de Occidente, que si bien apenas pesa en lo religioso a día de hoy,
todavía pesa y mucho en el apartado histórico e historiográfico. En su día las
repercusiones fueron tremendas y abrumadoras. La Iglesía Católica de Roma
amasó una fortuna y rivalizó con la Iglesía Oriental, cuyo lazo se rompería
definitivamente con el Cisma de 1054. Las consecuencias políticas fueron más
allá de lo sospechado al principio. El Papa de Roma rivalizaría con el
emperador romano de Constantinopla por el control de la Cristiandad. La
Donación le dotó al Papa de poder temporal, es decir, de potestad política. Desde
el año 751 a 1870 los Estados Pontificios serían una realidad en el devenir
político de Europa. La Iglesia Católica usurpó de primera mano el propio legado
del emperador romano Constantino I (275-337 d.C.), que legó la capitalidad
imperial a la Nueva Roma, conocida como Constantinopla, ciudad que llevaba el
nombre su nombre como fundador. La Donatio posibilitó que el Papa coronase a
un franco emperador de los romanos por vez primera en la Historia,
aprovechando además un período de turbulencia con el conflicto entre
iconoclastas (contrarios a las imágenes sagradas por considerarlas ídolos) e
iconódulos (favorables a los iconos) en Oriente y un reinado polémico como el
de la emperatriz Irene (797-802 d.C.). Nunca, ningún príncipe o rey germano lo
había sido ni se había atrevido a ello. Así, la mañana de Navidad del año 800
Carlomagno era coronado en Aquisgrán. Eso suponía una afrenta al Imperio
Romano de Oriente, pues le había salido un rival directo para el concepto de
Imperio cristiano Universal. La diplomacia entre el Imperio Romano de Oriente,
el Imperio Carolingio primero, y el Sacro Imperio Romano-Germánico después,
fue de una tensión alarmante y constante. El emperador romano de Oriente era
considerado el vicario de Cristo en la Tierra y su poder y legitimidad estaba por
encima del Patriarca de Constantinopla, y por ende, del resto de los Patriarcas,
incluido el de Roma.
Enfrentamiento entre el Emperador bizantino y el Papa de Roma, mientras Carlomagno es coronado.

Esto originó que los latinos occidentales y los helenos orientales se mirasen de
reojo con una desconfianza mutua que rozó la obsesión. Cuando un dignatario
latino o alemán visitaba la Corte Imperial de Bizancio, éste solía ser recibido de
forma áspera. Por contra, si el occidental de turno llamaba “graecho” al
emperador y a su pueblo, lo que le valía una vuelta rápida a su reino. De hecho,
“graecho” se convirtió en una denominación despectiva para nombrar por parte
occidental a todo lo concerniente al Imperio Romano de Oriente.

En el año 968 d.C. Constantinopla accedió a recibir una embajada alemana de


Otón I. Pero el emperador romano rehusó tratar por escrito con Otón como un
igual. La Corte oriental rehusaba a reconocer la titulación imperial de Oton I,
dándole el título de “rigas” (rex-rey). Liutprando esperó la llegada de los
mensajeros papales de Juan XIII, que amparados por la Donatio llamaron al
emperador Nicéforo II “emperador de los griegos” y al emperador Otón como
“emperador de los romanos”. Inmediatamente el patricio Cristóforo replicó a
Liutprando: “El estúpido Papa no sabe que el sagrado Constantino trasladó
aquí el cetro imperial, el Senado y a todos los caballeros romanos, y no dejó en
Roma sino viles esbirros: pescadores, buhoneros, cazadores de pájaros,
bastardos, plebeyos y esclavos”.

De esta forma, además del mencionado Cisma de 1054, numerosas querellas y


desencuentros (incluida la matanza de latinos en Constantinopla al haber
conspirado los venecianos en contra de los intereses imperiales), llegaría la
hecatombe con el saqueo cruzado de Constantinopla en 1204 durante la
Cuarta Cruzada. Hecho que supondría para el Imperio Romano legal su muerte
física y política en los siguientes 250 años de ocaso político y militar.

Ciudad de Constantinopla ardiendo mientras los cruzados salen con carretas llenas de botín, estatuas, dinero
y columnas en 1204.

Legalmente, el Imperio Romano de Oriente era el Imperio Romano. Tras las


Tetrarquías, Diarquía y numerosas guerras civiles (284-324 d.C.), en el año 330
d.C., tras seis años de obras, el emperador Constantino I decidió llevar la
capital del Imperio a su nueva ciudad: Nova Roma, conocida poco después
como Constantinopla. Su situación estratégica era excelente. Estaba situada
cerca del Danubio para hacer frente a los germanos y también relativamente
próxima al Eufrates, para luchar contra el peligro persa. Su situación geográfica
como península le confería una fácil defensa y además estaba en medio de
todas las rutas comerciales entre Occidente y Oriente. Roma, durante la
Anarquía militar a partir de 235 d.C. y las Tetrarquías posteriores, había perdido
su capitalidad en favor de Nicomedia, Antioquía, Ebocacum, York, Tréveris o
Milán. En esa época Oriente era más rica y estaba más urbanizada que
Occidente.

En el año 395 d.C. el emperador Teodosio I dejó al menor de sus hijos, Honorio,
a la cabeza del Imperio Romano de Occidente (con capital en Milán y luego
Rávena), mientras que a su hijo mayor, Arcadio, le dejaba el Imperio Romano de
Oriente (con capital en Constantinopla). El Imperio Romano se fragmentó en
dos Estados independientes con las mismas leyes, costumbres y
administraciones gemelas. Sin embargo, en Oriente la lengua mayoritaria era la
griega y en Occidente el latín. En el siglo VII el Imperio oriental greguizó
totalmente su administración aunque siguió siendo un estado romano Bajo
Imperial hasta su caída con todo lo que ello implicaba. En el año 476 se produjo
la extinción del Estado romano occidental, y el Senado romano de Roma entregó
las insignias imperiales al emperador romano de Constantinopla, que las aceptó
ante los hechos ya consumados.

La historiografía occidental y sus nociones tradicionales heredaron una


animadversión hacia todo lo heleno, especialmente hacía la realidad política
y cultural del Imperio Romano de Oriente, que en 1557 (más de cien años
después de su caída) fue bautizado como “Imperio bizantino” por un historiador
y humanista católico alemán llamado Hyeronimus Wolf. A eso se le unieron
tradicionales frases costumbristas como “discusión bizantina”, aquella que se
pierde en los detalles. Todo eso dura hasta hoy incluso en el concepto de la
denominación nacional helena. Sólo los los hispanoparlantes (de tradición
católica), los anglosajones y los alemanes llamamos “Grecia” a la actual
República Helénica y “griegos” a los ciudadanos helenos. Éstos, por el contrario,
mantienen la denominación original de las antiguas provincias sobre los países
que un día fueron parte del Imperio. Los helenos firmaron la capitulación de
Arta en 1821 sobre el Imperio Otomano en su lucha por la independencia como
“romaioi”, es decir, ciudadanos romanos de cultura helena y su rey, nunca fue
“rey de Grecia” sino “rey de los helenos” (Vasileus ton Ellinon) a la espera de
recuperar Constantinopla y proclamar de nuevo el Imperio Romano (Basileia ton
rhomaion). Hasta más adelante, los griegos no participaron de su propia
Asamblea política ni tuvieron monarcas de su propia nacionalidad.
La Donación de Constantino fue puesta en duda ya en la Edad Media por
los romanos orientales y algunos juristas occidentales. Pero fue el humanista
Lorenzo Valla quien en 1440 demostró la falsificación del texto, ya que el
lenguaje empleado en el mismo era imposible para el siglo IV d. C. y muchas
referencias históricas eran inexactas. Se mencionaba a Bizancio como provincia
cuando en la supuesta donación aún era una ciudad helena y se mentaban varios
templos cristianos en Roma inexistentes aún en esa época. Todo ello no impidió
a los Papas seguir presionando a los emperadores de Oriente para que aceptasen
la Unión religiosa con el Papado ( con la condición de que éste fuese el
abanderado de la Cristiandad) a cambio de ayudas militares frente a los turcos,
que ya se cernían sobre los restos del Imperio. Tras numerosas humillaciones a
los emperadores bizantinos, algunos de éstos para la supervivencia de su Estado
asintieron en dicha unión, que en la práctica no se produjo realmente, pues el
pueblo la rechazaba de forma tajante. Constantinopla cayó el 29 de mayo de
1453 y el Imperio desapareció. Ninguna potencia occidental fue oficialmente a
ayudarla en su postrero sitio. Los Estados Pontificios censuraron los escritos de
Lorenzo Valla y no fue hasta mucho tiempo después, ya con las múltiples copias
que posibilitó la imprenta, cuando el Vaticano dejó de invocar el texto de la
Donatio para sus propósitos. En el año 1493 con la Bula Inter Caetera no fue
mencionada cuando se dispuso a la repartición de las tierras del Nuevo Mundo,
que luego con el Tratado de Tordesillas la Monarquía Hispánica y el Reino de
Portugal se repartieron en 1494. El Vaticano ha reconocido su falsificación en
múltiples ocasiones, pero no de forma oficial ni analítica sobre el tema, las
implicaciones y consecuencia políticas, económicas y religiosas que tuvo. Un
documento que, sin duda, cambió la Historia de Europa.
Bibliografía
Valla, Lorenzo; “Refutación de la Donación de Constantino”. Akal. Madrid.
2011.

Alghieri, Dante; “Monarquía”. Editorial Tecnos. Madrid. 1992.

Cabrera, Emilio; “Historia de Bizancio”. Ariel. Barcelona. 2012.

Potter, David S.; “Constantino El Grande”. Crítica. Barcelona. 2013.

Barraclough, Geoffrey; “El Papado en la Edad Media”. U. Granada. 2012.

Nicolle, David; “The Fourth Crusade 1202-1204: The betrayal of


Byzantium”. Osprey Publishing. UK. 2011.

Pirenne. Henry; “Mahoma y Carlomagno”. Alianza. Madrid. 2008.

Heers, Jacques; “La invención de la Edad Media”. Crítica. Barcelona. 1995.

http://www.thelatinlibrary.com y Enciclopedia Católica.


Al-Ándalus: del Reino Visigodo al
Califato de Córdoba (711-929)
Por Borja Cervera

Dionís Baixeras. La civilización del califato de Córdoba en tiempos de Abderranán III, 1885. Paraninfo de
la Universidad de Barcelona.

Nos encontramos en el verano del año 711 después del nacimiento de


Jesucristo. Una cruenta batalla cambiaría los destinos de la provincia
romana de Hispania. Las facciones de tropas visigodas comandadas por su
rey Don Rodrigo se enfrentaban a un enemigo como nunca antes lo habían
hecho. De pronto, el rey se quedó helado. Vio como un gran contingente de su
ejército, el que ocupaba el flanco derecho, abandonaba su posición y se unía al
enemigo. Era una traición.

Para llegar a esta situación vamos a remontarnos un poco en el tiempo. Nos


situamos: estamos en plena lucha de poder por conseguir el trono del Reino
visigodo de Toledo, en la antigua Hispania. El nuevo rey, Don Rodrigo, no es
aceptado por todos. Los descendientes de Witiza, el antiguo soberano del reino,
deseaban heredar la corona. Habían sido desterrados al norte de África por el rey
tras el asesinato de su padre. Querían venganza. Solo hacía falta que llegase el
momento idóneo para atacar, pero todavía no lo era. Debían de esperar.

En el otro lado del estrecho, desde Ceuta, el conde don Julián lleva a Toledo a
su hija Florinda para que se una a la Corte del rey. Pero cuando está alojada
y desprevenida, el rey Don Rodrigo la viola, quedándose deshonrada entre
lágrimas. Cuando su padre se entera del suceso, le corroe la sed de venganza.
Entabla contactos con su enemigo en tierras africanas, el conocido
como moro Muza (Musa ibn Nusayr), gobernador de la provincia del Magreb del
gran Califato Omeya de Damasco. Don Julián le promete grandes fortunas si
le ayuda a derrocar al malvado rey que gobernaba Hispania. Muza acepta,
pero no iba a cumplir toda la parte del trato.

El encargado de liderar al ejército musulmán es el general Tarik (Ṭariq ibn


Ziyad), el cual desembarca en Tarifa, de donde recibe su nombre, al mando de
15.000 soldados (otras fuentes apuntan 2.000). Don Julián y su séquito también
van con él.

El rey Don Rodrigo se entera del ataque y comienza a reclutar tropas,


incluyendo a los ejércitos de los hijos de Witiza. No podía permitirse desechar a
nadie, apenas tenía hombres.

Los dos ejércitos se encontraron cerca del río Guadalete, en la actual Cádiz, un
caluroso día de julio del año 711. Don Rodrigo había conseguido reunir un
ejército de 40.000 hombres (otras fuentes apuntan 2.500). Ambos ejércitos
avanzan y comienza la batalla. Aquí es donde retomamos nuestra historia.
Batalla de Guadalete, 711.

Tras la deserción de los ejércitos de Witiza, consumando así su venganza, el rey


queda en desventaja numérica con el enemigo. Su ejército es masacrado por
las tropas de Tarik. Algunos dicen que el propio rey murió en combate. Los
pocos supervivientes huyen hacia la capital del reino, Toledo, donde consiguen
refugiarse por poco tiempo.

El moro Muza, viendo los éxitos cosechados y queriendo también conseguir


parte del botín, se desplaza con su ejército a la península. De este modo, con
Tarik por un lado y Muza por el otro, el avance musulmán es imparable. Cae
Toledo, y con ella el resto de ciudades del antiguo Reino Visigodo. Corría el
año 714 cuando la península queda totalmente sometida. Bueno, toda, toda…
no. Existía un pequeño contingente de irreductibles. Un comandante de la
antigua Guardia Real del rey Don Rodrigo consiguió refugiarse en las vetustas
tierras de Asturias. Su nombre, Don Pelayo. Desde allí, en las montañas de
Covadonga, trazaría una emboscada que significaría el primer paso de un
larguísimo y costoso proceso para recuperar el antiguo Reino visigodo de
Hispania que había sido arrebatado por los recién llegados. Pero esa es otra
historia…

En el año 714, Muza se declara primer valí (gobernador) de la nueva provincia


anexionada al poderoso Califato Omeya de Damasco: Al-Ándalus. Se inicia así
la primera etapa de nuestra historia: el Valiato (714-756).

La conquista musulmana parece imparable, llegando incluso a atravesar las


montañas heladas de los Pirineos. Allí conquistan las antiguas provincias
romanas de la Narbona y la Septimania (sur de la actual Francia). Pero un
poder se había ido gestando en el territorio galo, los francos, eclosionando en lo
que será el poderoso Imperio Carolingio, que alcanzará su apogeo con
Carlomagno. Carlos Martel, el abuelo de este destacado rey, conseguirá hacer
frente a los ejércitos musulmanes y frenar su avance en Potiers, en el 732. A
partir de ese momento, retrocederán hasta la península de nuevo con la
recuperación franca de los territorios supra pirenaicos.

Muy lejos de allí, en Siria, la familia real de los califas Omeya estaba en grave
peligro. Era el año 750 y una rebelión estalló en el seno de la capital del Califato,
Damasco. Una facción del Islam, los abasíes, había asaltado el poder y se
disponía a tomar el suntuoso palacio de los califas Omeya. Derrotaron a las
tropas reales a orillas del río Gran Zab. Concluida la batalla y sumidos por el
odio, masacraron a toda la familia Omeya y se hicieron con el control del
Califato. Establecieron una nueva capital, creándose así el nuevo Califato
Abasida de Bagdad.

Tan solo un Omeya consiguió escapar, un príncipe, llamado Abderramán. Huyó


oculto a Egipto y de ahí al Magreb. Cuando llega a la ciudad de Ceuta, intentó
captar apoyos de aquellos que todavía fueran leales a la dinastía Omeya. Al-
Ándalus estaba sumida en el caos por las luchas de poder y las continuas
revueltas, por lo que no le fue difícil conseguir partidarios que desearan derrocar
al viejo poder e instaurar uno nuevo, viendo en Abderramán al candidato
perfecto. Arropado por sus leales, desembarca en Almuñécar, Granada, en el año
755. Las tropas del Valiato, dependiente del nuevo Califato de Bagdad, se
enfrentan a las ocupantes en Alameda (Málaga), pero son fácilmente rechazadas
por estos. Por fin, Abderramán entra en la capital, y proclama el Emirato
Independiente de Córdoba, en el año 756. Bagdad había perdido la rica y
próspera región de Al-Ándalus.

Lo primero que hace Abderramán I como nuevo emir de Al-Ándalus es


conseguir una guardia personal de 40.000 hombres armados y leales tan solo a él
—o mejor dicho a su oro—, pues se componía de mercenarios traídos del norte
de África, eslavos e incluso cristianos, a los que no les interesaban las disputas
sucesorias del gobierno del Al-Ándalus.
Abderramán I.

Su ejército, adiestrado y organizado por él mismo, será fundamental para


establecer el orden en Al-Ándalus, pues su reinado estará marcado por una
gran cantidad de revueltas y conspiraciones instigadas sobre todo por el receloso
Califato de Bagdad y por los leales al antiguo gobierno de Al-Ándalus. Entre
muchos enfrentamientos, destaca uno que ha pasado a posteridad en forma de
crónica literaria. Hablo del Cantar de Roldán. Este hecho ocurre cuando en la
Marca Superior —Al-Ándalus se dividía en tres Marcas o provincias: Superior,
Media e Inferior—, el gobernador de Barcelona pidió ayuda a los francos en el
año 778 contra el Emirato Omeya. El emperador Carlomagno, soberano del
Imperio Carolingio, envía un ejército para ayudarle a cambio de la entrega de la
ciudad de Zaragoza. Pero a la llegada de este, el gobernador de Zaragoza se
niega a entregarla alegando que él personalmente no le había prometido
nada. Carlomagno asedia la ciudad, pero una serie de revueltas en su reino le
obligan a retornar. Durante su regreso, su ejército se desplaza en forma de una
larga columna debido al complicado terreno. La retaguardia, comandada por su
sobrino Roldán, es atacada por una contingente de vascones que se negaban a
que ningún poder, fuese musulmán o franco, se adentrase en sus dominios. La
bravura de los vascones y su mayor conocimiento del terreno, hacen que
tanto Roldán como sus tropas sean aniquiladas.

Abderramán I no perdió nunca ninguna batalla. Sin embargo, no solo se


dedicó a luchar contra los reticentes a acatar su poder, también embellece el
Emirato. Comienza a dirigir la construcción de una de las mayores joyas
arquitectónicas de todo el período andalusí, la cual ha llegado hasta nuestros
días: la gran Mezquita de Córdoba. Fue edificada sobre los restos de una
antigua basílica visigoda y representa el esplendor del poder de Abderramán I y
de su linaje Omeya.

La Gran Mezquita de Córdoba.

El poderoso emir muere en el 788 y le sucede su hijo, Hisham I, el cual hereda


un enorme legado. Su reinado es generalmente pacífico a nivel interno. Esto le
permite centrar su atención en combatir mediante pequeñas escaramuzas
o razzias a los emergentes reinos cristianos del Norte. Su corto reinado dura
ocho años, ya que muere abruptamente en el 796, con cuarenta años de edad,
dejando a paso a su hijo Al-Hakam I.

Al-Hakam I es un monarca con un enorme temperamento. Según las


crónicas, es el monarca más despiadado de toda la dinastía Omeya, destruyendo
cualquier oposición que se le pusiera enfrente. Su crueldad se siente cuando en
las ciudades de Toledo, Mérida y Córdoba la población se subleva debido a la
fuerte presión fiscal. Al-Hakam I aplasta los focos de las rebeliones arrasando
sus barrios hasta los cimientos, deportando a los implicados y crucificando
públicamente a sus líderes. Finalmente, será sucedido por su hijo Abderramán II
tras su muerte en el año 822, dejando un reino servilmente pacificado.

Abderramán II va a seguir la dinámica represiva de su padre. Es un tiempo


de relativa paz interna en Al-Ándalus debido en gran parte a la represión ejercida
por Al-Hakam I a sus opositores. El nuevo monarca se va a dedicar a reformar el
sistema tributario del Emirato de Córdoba centralizando la recaudación de
impuestos y aumentando todavía más la presión fiscal a sus súbditos. Al-
Ándalus vivirá así el momento de mayor riqueza desde su fundación.

Además, Abderramán II era un amante de las letras, la naturaleza, la ciencia y


escribía poesía. Con los excedentes de la recaudación, se dedica a embellecer la
capital del Emirato, erigiendo fabulosos monumentos, fuentes y jardines y
ampliando la flamante Mezquita de Córdoba. También creó la Gran Biblioteca
cordobesa, para la cual ordena conseguir los documentos más importantes del
saber de la época, convirtiéndola en el mayor foco cultural de todo el mundo
árabe. También instaura innovadores sistemas de irrigación que potencian de
forma extraordinaria la producción agraria andalusí.
Abderramán II.

A pesar de la paz interna, existen excepciones. En la Marca Superior, la poderosa


familia nobiliaria de los Banu Qasi —antiguos nobles visigodos del linaje
Casius, renombrados de esa forma tras la invasión del 711— se rebela contra el
centralismo del Emirato de Abderramán II, aliándose con el Reino cristiano de
Pamplona. El enfrentamiento se salda con la victoria de las tropas musulmanas,
pero hubo otras campañas que enfrentaron a la Cruz contra la Media
Luna que no corrieron la misma suerte. Una de ellas fue la Batalla de Clavijo,
en el 844, tan vitoreada por las crónicas cristianas posteriores y que se considera
una las batallas más icónicas de toda la Reconquista (se discute su veracidad
histórica). En ella, el rey de Asturias, desmoralizado por la desventaja numérica
de sus soldados, tiene un extraño sueño la noche antes de la batalla. En él, se le
aparece el apóstol Santiago asegurándole que debía tener fe en la victoria, pues
él lucharía a su lado a lomos de un majestuoso caballo blanco. Al despertarse, el
rey arengó a sus tropas hablándoles de su misterioso sueño. En la mañana de la
batalla, la victoria cristiana sobre las tropas de Abderramán II fue total,
acuñándose desde entonces el apodo de Santiago “matamoros”.

Al mismo tiempo que se suceden estos hechos, en el sur de Al-Ándalus ocurrió


otro insólito acontecimiento. La ciudad de Lisboa estaba siendo atacada por
mar por invasores jamás vistos hasta entonces en tierras hispanas.
Eran ochenta navíos drakkars vikingos, tripulados por hombres llegados desde
las heladas tierras del Norte de Europa, rudos en las formas y con una fiereza
desmesurada. Al desembarcar, arrasaron la ciudad de Lisboa, saqueando y
violando a todo aquello que encontraban a su paso. Después, pusieron rumbo a
Cádiz y, con resultados similares en la ciudad gaditana, navegaron río arriba el
Guadalquivir hasta llegar a Sevilla (Isbiliya). Allí, en un frío día de invierno del
844, el emir consigue reunir un ejército y se enfrenta a los guerreros vikingos en
la batalla de Tablada, consiguiendo una aplastante victoria, masacrando a un
gran número de ellos y ejecutando a los prisioneros.

Expediciones vikingas en la Península Ibérica, s. IX-X.

Ya en tiempos de su sucesor Muhammed I como nuevo emir de Al-Ándalus, los


normandos continuarán sus expediciones asolando Algeciras y las Baleares,
liderados nada menos que por el hijo del legendario rey vikingo Ragnar
Lodbrok. Además, devastarán las ciudades cristianas de la costa del Ebro,
evocándonos al famoso rezo de los monjes cristianos: “De la furia de
los hombres del Norte, líbranos, Señor”.

Abderramán II se esfuerza también en la islamización de toda Al-Ándalus.


Para ello, dictará duras medidas contra los que no profesen la ley de Mahoma.
Durante la década de los cincuenta del siglo IX, serán asesinados cuarenta y
ocho mozárabes conocidos como los “Mártires de Córdoba”, al rebelarse contra
estas medidas, hallando la muerte de distintas formas que incluyen la
decapitación, ser pasto de los perros, la hoguera, la horca, el empalamiento o
incluso siendo arrojados a un caldero de plomo fundido.

Con la llegada al trono de su hijo Muhammed I en el 852, se inicia un periodo


caótico de crisis, denominado la Primera Fitna, que se prolongará hasta el 912.
Es un momento muy turbulento caracterizado por continuas luchas, tanto
internas como externas, una fuerte crisis económica y la debilidad política del
Emirato. Este período se dará durante los reinados de Muhammed I, Al-Mundir
y de su hermano Abd Allah I.

Estos monarcars tendrán que hacer frente a numerosas insurrecciones en las


tres Marcas de Al-Ándalus, sumado a una oleada de protestas mozárabes. En la
Marca Superior, tendrá lugar una nueva rebelión de la poderosa familia de los
Banu Qasi, en alianza con el Reino de Navarra. En la Media, Asturias apoyará
una revuelta mozárabe en Toledo, consiguiendo su independencia por un tiempo.
En la Marca Inferior, Badajoz se subleva contra el Emirato consiguiendo la
independencia de gran parte de la zona que baña el río Guadiana y el sur de
Portugal. A esto se le añade una grave crisis económica potenciada por las
conversiones masivas al Islam, a consecuencia de las duras medidas de
Abderramán II, perdiendo así el ingreso de los impuestos que solo pagaban los
no-musulmanes.

Por otro lado, emerge un nuevo poder musulmán en el norte de África: el


Califato Fatimí de Túnez. Este alentará enfrentamientos entre árabes, bereberes
y muladíes para destruir la unidad social de Al-Ándalus. El descontento estallará
en el 880 con la figura de Omar Ben Hafsún, quien liderará una larga rebelión
que durará cuarenta y ocho años en Bobastro (Málaga), aglutinando la ira de
bereberes y muladíes y recibiendo la ayuda de los reinos cristianos. Llegará
incluso a bautizarse en el 899 con el nombre de Samuel.

Abd Allah I muere en el año 912 dejando este desolador escenario a su


nieto Abderramán III. Este joven y vigoroso monarca se propone recuperar la
antigua gloria de los primeros Omeyas. Con tan solo veintiún años, acaudilla
personalmente a su ejército, emprendiendo campañas por la Marca Inferior
contra los territorios controlados por el líder rebelde Ben Hafsún. Uno a uno, las
fortalezas de sus aliados van cayendo ante el empuje de los ejércitos omeyas.
Abderramán III, haciendo uso de su gran talento como monarca, impartirá
perdones entre los rendidos y castigos extremos entre sus enemigos. De esta
forma, va tomando una a una las ciudades de Sevilla, Jaén, Málaga, Granada,
Murcia o Valencia.

Abderramán III.

Finalmente, en el 928, sitia el inexpugnable castillo de Bobastro, morada del


linaje de Ben Hafsún. El último de sus hijos vivos rinde la fortaleza a cambio de
su perdón. Abderramán III la destruye hasta su última piedra y manda
desenterrar el cadáver de Omar Ben Hafsún, muerto hacía una década,
crucificándolo en las puertas de Córdoba como símbolo del final de la rebelión.
También consigue, al año siguiente, la victoria sobre Badajoz, tomando la ciudad
de Mérida.

Pone entonces sus miras hacia la frontera con los reinos cristianos, que habían
expandido sus dominios durante los sesenta años de debilidad que duró la Fitna.
Marcha con un gran ejército y consigue numerosos éxitos militares, llegando
incluso a arrasar y saquear la capital navarra de Pamplona, demoliendo su
catedral en el 924.

Con todas estas victorias y teniendo de nuevo todos los territorios de Al-Ándalus
bajo su poder, Abderramán III se ve con fuerzas de proclamar el Califato
Omeya de Córdoba, coronándose como primer califa en el año 929. Empezaba
así el momento de mayor esplendor de toda la historia de Al-Ándalus.
El Palpati, un “tocapelotas” dentro
del Vaticano
Por Javier Rubio Donzé
Parece que se trata de una leyenda. Ningún texto normativo de la Iglesia lo
menciona. Pero también es cierto que durante años se dio por verdad. La historia
empieza con un rumor que empezó a adquirir tintes de verdad en torno al Siglo
XIII, cuando empezamos a encontrar en muchos escritos la figura de la Papisa
Juana.

Una mujer que vivió en el siglo IX, llamada Juana que, ocultando a todos su
género, consiguió hacerse con el más alto rango de la curia vaticana. En la lista
oficial de papas no aparece, pero por cronología correspondió a Benedicto III.
Esta mujer, llamada Juana era hija de un monje y nació en Alemania. Hay
incluso una película del año 2009 que se llama la Papisa.

La opinión más extendida es que se trata de una leyenda que, sin embargo, fue
dada por cierta por la propia Iglesia hasta el siglo XVI.

Pues bien. Esta papisa tenía un amante y se quedó embarazada. Y es aquí


cuando se descubrió el pastel. En mitad de una procesión entre San Pedro y
San Juan de Letrán se puso de parto y tuvo que dar a luz públicamente al fruto
de su pecado. La turba se lanzó encolerizada sobre Juana y la despedazó viva.
De esa manera se terminó con la impostora.

Para evitar estos desmanes de suplantación de género, la Iglesia procedió a


una verificación ritual de la virilidad de los papas electos. El Vaticano
instauró la figura del palpador genital, un individuo —evidentemente varón—
cuyo único cometido era toquetear los testículos del recién nombrado Papa.

Esta práctica se puede ver en la serie de los Borgia. A Alejandro VI, interpretado
por Jeremy Irons se le practica esta incómoda comprobación.

El palpador era un joven diácono al que se le llamó “El Palpati” -basicamente


era lo que hoy llamaríamos un “tocapelotas”- y tenía el encargo de examinar
manualmente los atributos sexuales del nuevo pontífice a través de una silla,
llamada sedia stercoraria, que era una silla perforada donde se sentaba el
pontifíce y donde deslizaba sus genitales. Esta silla de hecho se expone hoy en
día en los museos Vaticanos. Acabada la inspección, si todo era correcto, el
diacono debía exclamar: “Duos habet et bene pendentes” (“tiene dos y cuelgan
bien”) y todos respondían aliviados al unísono “Gracias a Dios”.

Esta anécdota sirve para ilustrar un capítulo que en mi modesta opinión, es el


punto más dudoso de la historia de la iglesia: el desigual trato a la mujer; una
mancha que seguramente sabrá borrar, ya que la iglesia siempre se ha adaptado
muy bien a los tiempos en los que le ha tocado vivir, como no podía ser de otra
manera.
La Orden del Temple: caída,
disolución y la leyenda del carro de
heno
Por Jesús María López

La Orden de los Caballeros Pobres de Cristo y del Templo de Salomón, también


llamada la Orden del Temple fue una de las más poderosas órdenes militares
cristianas de la Edad Media. Sus miembros son mayormente conocidos
como los templarios.

Protagonistas de Knightfall, una de las más recientes apuestas de HBO,


probablemente la cadena de series de televisión más prestigiosa del momento.
También de Assassin’s Creed, una flamante franquicia de videojuegos,
historietas, cómics, libros y cortometrajes de ficción histórica. O de Ironclad,
una película de cine bélico dirigida por Jonathan English en 2011.
Los ejemplos son innumerables. Pocas órdenes han sido capaces de suscitar
tanto misterio y fascinación como la de los caballeros templarios, y
prácticamente ninguna ha conseguido trascender por encima del paso de los
siglos con la misma sensación que todavía, a día de hoy, a muchos nos recorre
por la espalda cuando hablamos de la Orden del Temple.

La cultura popular se encuentra significativamente impregnada por su legado.


Y la financiera. Sin ir más lejos, fueron ellos los precursores del sistema
bancario actual: los depósitos, los cheques de dinero, los avales (contratos de
fianza), los títulos de deuda, las transferencias monetarias, las
sucursales bancarias, los vales o las cuentas privadas de crédito son conceptos
actuales que tienen su origen en los caballeros del Temple.

Pero, ¿quiénes eran realmente estos extraños


personajes?
Representación histórica de un caballero templario. Solían utilizar como
distintivo de la Orden un manto blanco con una cruz paté (o patada) de color
gules (en heráldica, color rojo), lo que también le otorgaba el nombre de “cruz
de gules”. Un escudo con el mismo diseño gráfico, una espada y un yelmo
rematando una flamante armadura completaban el atuendo.
Los caballeros templarios eran monjes cristianos, pero también soldados, tanto
de infantería como de caballería. Una orden religiosa y militar.

Básicamente, defendían en combate a los pueblos que profesaban la religión


católica a cambio de un salario establecido, a la vez que los habitantes de dichas
villas (campesinos, en su mayoría) trabajaban en las haciendas de la Orden
del Temple, cultivando la tierra, limpiando sus casas o cuidando de sus
animales, a cambio de protección militar.

Debían lealtad al papa de Roma, pero con el paso de los años se fueron
convirtiendo en una Orden tan poderosa como rica.

No eran la única orden religiosa, en realidad. También existían muchas otras que
se dedicaban a hacer más o menos lo mismo: los caballeros hospitalarios,
los teutónicos, o algunos castellanos, como las órdenes
de Santiago, Alcántara o Calatrava, o aragoneses, como la de Montesa.

Pero sin duda alguna, ninguna de todas estas órdenes medievales ha


alcanzado ni la fama ni el renombre de los caballeros templarios.
La gola de malla o el casco de acero también eran elementos típicos del
uniforme oficial de la Orden del Temple. La espada, además de para atacar o
defenderse, les servía para rezar: clavándola en el suelo, obtenían la forma de
una cruz cristiana ante la cual se arrodillaban para orar.
La Orden de los caballeros templarios fue fundada en Jerusalén, durante la
época de las Cruzadas (cristianos europeos tratando de arrebatar lo que ellos
consideraban Tierra Santa a los musulmanes). Concretamente, en el año 1118,
por los caballeros cruzados Hugo de Payns (primer maestre) y Godofredo de
Saint-Adhemar, francés y flamenco, respectivamente, en una época de
arraigado y exacerbado sentimiento religioso.

Fue creada como una orden monástica, cuyo objetivo primordial habría de
ser custodiar a los peregrinos que viajaran hacia Tierra Santa y salvaguardar
los caminos que conducían a ella, en el marco de la reciente finalización de
la Primera Cruzada.

Personajes tan familiares para la historiografía actual como Godofredo de


Bouillon, Ricardo I Corazón de León, el príncipe Saladino, el rey Balduino
I o el famoso papa Urbano II, con su inmortal Deus vult, Dios lo quiere (grito
de guerra de los cruzados), convivieron con los caballeros templarios durante
el transcurso de estas brutales guerras de control estratégico, territorial y
económico bajo la excusa de la fe.

Hugo de Payns, cofundador de la Orden del Temple y a la postre, primer Gran Maestre de la misma.

La estructura de la Orden era muy compleja: caballeros (guerreros), sacerdotes


(o “legos”), escuderos, sirvientes, arqueros, capellanes y auxiliares formaban
sus capas más bajas en la escala social, mientras que la jerarquía estaba
compuesta por un Gran Maestre, un senescal, un mariscal y comendadores,
tanto territoriales (capitulares) como provinciales (preceptores).

El nombre de la Orden también escondía detalles muy reveladores:


los caballeros templarios hacían voto de castidad y de pobreza, hasta el punto
de que eligieron como símbolo del Temple un caballo montado por dos jinetes,
haciendo alusión a que eran tan económicamente pobres que se veían obligados
a compartir una montura.

Hecho bastante contradictorio con lo que luego ocurriría en el futuro: era


costumbre que cada guerrero pudiera disponer de dos o tres caballos. La Orden
acabó amasando cada vez una mayor fortuna, que superaba con creces las de
muchos reyes europeos, gracias a sus negocios particulares en Tierra Santa,
a las donaciones y a sus préstamos con “interés”. Hay que recordar que la
Iglesia católica había condenado tradicionalmente el cobro de intereses,
censurándolo con el nombre de “usura”, propia de judíos. Por eso los templarios
miraban muy bien a quién le prestaban su dinero. Cuando lo hacían a
reyes, nobles y obispos, no les cobraban intereses, pero sí obtenían a la postre
encomiendas y beneficios de estos.
El duque Roberto II de Normandía alanceando a un soldado musulmán selyúcida durante el sitio de
Antioquía (actual sur de Turquía, durante la Primera Cruzada).

Hasta un total de veintitrés maestres se sucedieron al frente de esta


organización, que duró hasta su disolución final durante el año 1314. Pocos
años antes los templarios habían sido declarados proscritos tras la persecución
llevada a cabo por el rey francés Felipe IV. El rey se encontraba fuertemente
endeudado con la Orden del Temple, y no solamente él, sino toda su corte
palaciega, su gobierno y, por lo tanto, su país. El monto total a recaudar ascendía
a unas cien mil libras tornesas aproximadamente.
Los caballeros templarios, mucho más acaudalados que los “humildes y pobres
servidores de Cristo” que decían ser, extorsionaban continuamente a sus
deudores para que les pagaran o devolvieran algunos favores.

Se calcula que la producción económica del Temple rondaba las veinticinco mil
libras tornesas al año, algo equivalente a unos casi dos mil kilogramos de
plata pura.

El rey Felipe, acuciado por sus asfixiantes problemas de dinero, y


en colaboración con otros reyes y príncipes europeos en grave riesgo
de quiebra financiera (como Eduardo II de Gales, por ejemplo), decidió saldar
sus deudas mediante procedimientos que únicamente cabría tildar de mafiosos.
“Escondido en su anillo papal, habita un demonio”. Esta fue solo una de tantas acusaciones que el rey
Felipe IV de Francia (en la fotografía), verdugo de los caballeros templarios, lanzó contra el papa Bonifacio
VIII.

Para conseguir sus oscuros objetivos, el rey Felipe se dedicó a reunir durante
años un abultado dossier de acusaciones y pruebas falsas contra los caballeros
templarios.

En él, los acusaba de negar a Jesús, escupir sobre la cruz cristiana, adorar
ídolos paganos (Baphomet), e incluso
de herejes, blasfemos y sodomitas (alegando para “demostrar” esto último que
el símbolo templario de los dos hombres compartiendo un caballo incitaba a la
homosexualidad y a la zoofilia).

Durante un tiempo prudencial, nadie en la Iglesia Católica hizo caso de estas


supuestas investigaciones del rey francés. A raíz de ello, Felipe inició una nueva
campaña de desprestigio contra el sumo pontífice del momento, Bonifacio
VIII, llegando hasta el insulto en muchas ocasiones.

Fruto de las presiones políticas, militares y económicas de Felipe IV (y de


todos sus aliados que querían quitarse de encima sus deudas con el Temple
mediante el expeditivo método de hacer desaparecer al Temple), desde la ciudad
del Vaticano, con el nuevo papa Clemente V al frente, finalmente se ilegalizó la
orden, y se procedió a la detención de todos los caballeros templarios.
Jacques de Molay, último Gran Maestre de la Orden del Temple.

Finalmente, el viernes 13 de octubre de 1307, en una operación militar llevada


a cabo en el más absoluto secreto, los ejércitos del rey Felipe entraron en
París y apresaron a todos los caballeros templarios que allí se encontraban,
incluyendo a Jacques (Jacobo) de Molay, último Gran Maestre de la orden, y
a Godofredo de Charnay, su senescal.

Tras seis largos años de procesos judiciales, bulas, indulgencias y edictos, ambos
líderes fueron condenados a morir en la hoguera, muriendo así con ellos la
Orden del Temple, no sin antes haber sido obligados a aceptar, bajo tortura, los
cargos de los que se les acusaba, humillando así todavía más a lo que un día fue
el glorioso Temple.

Los pocos templarios que consiguieron escapar de París fueron detenidos algún
tiempo después, ya que únicamente habían logrado huir desperdigándose por
toda la geografía francesa.

Como detalle curioso, la superstición de considerar el día viernes 13 como


un augurio de mala suerte tiene su origen en esta persecución.

El
siniestro complot urdido por Felipe IV y sus secuaces funcionó, y consiguieron descabezar y destruir la
Orden del Temple para siempre.
No obstante, hay quien dice que el auténtico fin de los caballeros
templarios no estuvo en aquellas hogueras europeas, ni en aquellos
procedimientos judiciales o autos de fe inquisitoriales.

La leyenda del carro de heno cuenta que un pequeño grupo de integrantes de la


orden consiguió recibir a tiempo el chivatazo de lo que el papa Clemente
V planeaba hacer con ellos, y que lograron escapar de París a tiempo, escondidos
entre las balas de paja de un carruaje tirado por caballos.

¿Hay algo de verdad en esta historia? ¿Consiguió escapar algún caballero


templario? Y si es así, ¿adónde fueron?

A pesar de su pasado tormentoso, el halo de grandeza mezclado con misterio de


los caballeros templarios ha conseguido llegar prácticamente inalterado hasta
nuestros días.
Evidentemente, no existen oficialmente en la actualidad, aunque muchas
organizaciones repartidas alrededor del mundo utilizan el nombre del Temple
con objetivos comerciales.

Grupos religiosos, sectas, hermandades, maestrazgos, logias, partidos políticos e


incluso cárteles de narcotraficantes lo hacen.

Muchos cazadores de mitos y teóricos de la conspiración afirman que los


caballeros templarios siguen existiendo, y que su poder es muy alto
y conspiran continuamente en la sombra con el objetivo de crear un nuevo
orden mundial.

Pero por otra parte, también hay quien dice que los templarios que escaparon de
París en 1307 y llegaron a América, prácticamente dos siglos antes de que lo
hiciera Cristóbal Colón en 1492.

Y en el fondo tampoco parece una idea tan descabellada: el navegante


vikingo Erik el Rojo ya había conseguido llegar hasta la canadiense isla de
Terranova en el siglo X a bordo de sus navíos drakkar (mientras en la Península
Ibérica se consolidaba el califato), así que la hipótesis de haber podido alcanzar
el continente americano viajando en barco desde Europa antes del siglo XV
cobra fuerza.

Sin ir más lejos, la creencia de los indígenas mesoamericanos de que los


primeros conquistadores españoles eran dioses barbudos que “volvían” a
visitarlos hubiera podido tener su origen en un primer encuentro con otros
europeos que podrían haber sido caballeros templarios.

O también, por ejemplo, en la capilla Rosslyn de Escocia, construida a


mediados del siglo XV por Guillermo de Saint-Clair, parecen observarse en la
pared grabados en altorrelieve de mazorcas de maíz: una planta americana
supuestamente desconocida en Europa por aquellos tiempos.
Supuestas mazorcas de maíz decorando el marco de una vidriera, en la capilla
Rosslyn de Escocia, un lugar de obligada visita para cualquier amante del
esoterismo.
Si de verdad esas extrañas figuras fueran mazorcas de maíz, habría que aceptar,
por lógica, que alguien ya habría visitado América y traído productos nativos a
Europa antes de que lo hiciera oficialmente Cristóbal Colón para la corona
castellana.

Evidentemente, no hay ninguna prueba sólida que demuestre ni un solo ápice


de verdad en estas imaginarias teorías. Pero aunque la evidencia científica e
histórica nos dice que el fin oficial de los caballeros templarios fue con el
asesinato en el fuego de Jacques de Molay, nada nos impide fantasear con la
idea de que pudieran escapar, incluso llegando a América durante su huida.
La leyenda y búsqueda del Santo
Grial
Por Academia Play

La reliquia más codiciada de todos los tiempos es la copa que contuvo la sangre
de Jesús de Nazaret.

Ilustración de Jakub Fajtanowski.

En tiempos de las cruzadas se popularizó la moda de adquirir reliquias sagradas


para coleccionarlas, exponerlas y afianzar el culto de la devota, dócil y cándida
feligresía católica.
En el siglo XII el objeto más codiciado ya era el Santo Grial que, según cuenta
la extraordinaria leyenda, José de Arimatea utilizó para recoger la sangre
de Jesús de Nazaret en el Calvario en el momento de su crucifixión. Ese
anhelado cáliz sería el mismo que usó Jesús en la Última Cena, es decir, el
mismo que se utilizó para fundar el sacramento de la eucaristía. La sagrada
reliquia albergó, por tanto, la sangre del Hijo de Dios moribundo y también la
sangre convertida por la primera consagración de la especie del vino.

La sugerente tradición mítica narra que José de Arimatea fue encarcelado


porque creyeron que se llevó el mismísimo cuerpo de Jesucristo, puesto que él
era el propietario del famoso sepulcro. En prisión se le apareció el Resucitado
y le desveló el Misterio del Grial, encomendándole su custodia. A partir de
entonces, el Grial se convirtió en un símbolo de la Verdad divida revelada y de
la vía de contacto directo con Dios. ¡La suerte de José no tiene parangón!

Representación de José de Arimatea en El Entierro de Cristo, Juan de Juni.

Una vez liberado, el abnegado José de Arimatea se dirigió a la costa francesa


en el Mediterráneo y continuó su viaje evangelizador hasta las islas británicas.
Sin embargo, el portador del Santo Grial no iba solo, pues lo
acompañaban María Magdalena y Lázaro, entre otras personas como algunas
madres de algunos apóstoles.

José de Arimatea se convirtió en el obispo de Glastonbury y conservó la


valiosísima reliquia poseedora del “conocimiento secreto”. En su iglesia se dice
que guardó el cáliz de Cristo, y ésta fue la primera iglesia británica en estar
consagrada a la Virgen. Los elementos relacionados con el “arquetipo”
femenino están ya emergiendo. Bron, el cuñado de José, fue el sucesor del
obispo. Bron pasó a ser conocido como el “Rico Pescador” porque en cierta
ocasión volvió a hacer el milagro de la multiplicación de los panes y los peces
con el amparo del Santo Grial, por supuesto.

En tan temprano punto, la leyenda ya tiene divergencias. También se cuenta que


el Grial se guardó en un castillo en el monte Muntsalvach (o Montsalvat o
Monte de la Salvación) bajo la protección del Rey Pescador. En dicho fuerte se
conservaban, además, la Lanza de Longino (o Lanza del destino o Lanza
Sagrada) –con la que el soldado romano Longino atravesó el costado de Cristo
crucificado y del cuerpo salió sangre y agua, por lo que el soldado se convirtió–
y una bandeja, también sagrada, que sostuvo el pan en la Última Cena.

La última cena, Leonardo da Vinci.

Las historias del mundo artúrico contribuyeron a la consolidación de la leyenda


del Grial e impulsaron su búsqueda con sus maravillosas narraciones. Con
seguridad, los primeros de la dinastía de la Casa de Plantagenet promovieron
en el siglo XII los relatos del rey Arturo y sus Caballeros de la Mesa
Redonda. Se cree que la figura del legendario rey Arturo fue destacada por
reyes normandos para su legitimidad política, basándose en un personaje del
siglo V. Posteriormente, sucesivos escritores fueron retomando y añadiendo
diversos elementos hasta conformarse un mundo literario de un pasado
legendario en el que abundan los anacronismos y que junta la tradición
cristiana con la céltica y la clásica.

En cierta ocasión, el Santo Grial se presentó ante los Caballeros de la Mesa


Redonda e, incluso estando tapado por un velo, deslumbró a cada uno de los
personajes que lo contemplaron. La milagrosa copa se desvaneció, pero los
caballeros se comprometieron a buscarla. Sólo tres de ellos triunfaron en la
sagrada empresa por designio divino: Perceval por su inocencia, Galahad por
su pureza y Bors por su humildad. El fracaso de los restantes caballeros se debió
a sus pecados. Por ejemplo, Gawain no entendió el carácter místico del
cometido y Lancelot incurrió en adulterio por su relación con la reina Ginebra,
la mujer de Arturo.

La mesa redonda tiene la visión del Santo Grial, Évrard d’Espinques.

Otro autor importante en la tradición del Grial fue Chrétien de Troyes con su
narración Perceval o el cuento del Grial. También contribuyeron Wolfram von
Eschenbach y escritores de la Queste del Saint Graal.

El Grial se convirtió en el símbolo de la unión con Dios. Su posesión


comportaría un momento místico en el que se revela un secreto oculto para las
limitaciones humanas. La búsqueda del objeto sería, en realidad, un camino
espiritual para la perfección interior: un recorrido ascético que hay que
transitar para poder unirte a Dios.

Hay una infinidad de interpretaciones tanto del significado como de la historia


del mito del Grial, cada cual más interesante que la anterior. Para algunos, el
Grial alude a una armonía rota entre lo masculino y lo femenino. Para otros,
representa una ruptura entre la Iglesia oficial del papado de san Pedro y otra
Iglesia sereta de José de Arimatea y los herederos del título de Rey Pescador.
Dicha Iglesia esotérica sería de tradición gnóstica, pues sus iniciados pretenden
alcanzar la unión directa con lo divino por una ascensión en el conocimiento
representada por el Grial. El conocimiento que desvela el Grial es el de la
naturaleza divina, e implica la plenitud espiritual. Esta tradición tiene, a su vez,
diversas ramificaciones como la de los Custodios del Santo Sepulcro cuyo
legado iniciático llegó hasta los templarios.

Otra especulación, explotada hasta la saciedad por escritores contemporáneos, es


aquella que considera que el secreto oculto del Grial es de naturaleza más bien
mundana. Tan mundana es la cuestión, que consiste en que la verdadera
portadora del Grial fue María Magdalena. Es más, el Grial no sería otra cosa
que la sangre real de la descendencia de María Magdalena con Jesús, pues esta
mujer –cuya dignidad ha sido vilipendiada por cierta tradición que la
consideraba prostituta– habría sido la esposa de Cristo. María Magdalena, al
llegar a Francia, transmitió este cáliz sanguíneo a linajes como la dinastía
merovingia. El término Grial sería una derivación de las palabras sang
real (sangre real).

Una leyenda añadida a la anterior es que el párroco Bérenger


Saunière de Rennes-le-Château encontró documentos que demostraban dicho
secreto histórico. El Péndulo de Foucault de Umberto Eco, es un libro muy
recomendable para los haters de los temas esotéricos (últimamente tan en boga),
pues supone una burla crítica de las teorías de la conspiración y de principios
herméticos como el “todo está conectado”.

El descendimiento, Rogier van der Weyden.

También es posible que el Grial sea un compendio de mitos o la figura en la


que se han proyectado diversos símbolos relacionados con creencias de todo
tipo. Los elementos más representativos del Grial son el vaso, la luz y la
piedra. La forma del cuenco tiene muchos sentidos y es muy común en culturas
de la antigüedad. El recipiente puede ser la matriz de la creación, aludiendo a un
principio cosmológico y a la feminidad. Esto nos puede recordar a la vasija ritual
del kykeón en los misterios eleusinos o al vaso del que bebía Dionisos. Su
luminosidad podría estar relacionada con el conocimiento y la intervención
divina. El Grial tambien se llegó a asociar con la también anhelada piedra
filosofal.

La cuestión que sobreviene es obvia: ¿se ha encontrado el Santo Grial? Y si la


respuesta es afirmativa, entonces ¿dónde está?

Son muchas las afanadas iglesias que declaran ser poseedoras de tan
preciada reliquia. No sólo dicen tener el cáliz, sino el cáliz verdadero. El caso
español más conocido es el de la catedral de Valencia. Sus devotos aseguran que
en el siglo III, el papa Sixto II se lo dio al diácono Lorenzo, el cual lo llevó a su
ciudad: Huesca. El obispo Auduberto tuvo que esconder el cáliz en
el monasterio de San Juan de la Peña debido a la invasión musulmana de la
península ibérica. El trajín del sagrado recipiente no paró hasta que en el período
de Alfonso el Magnánimo como rey se dejó el Grial en la catedral de Valencia.
Sin embargo, antes de su destino final, pasó por la Aljafería de Zaragoza por
designio del rey Martín el Humano.

En Génova, en la catedral de San Lorenzo, se conserva otro Grial “real”:


el sacro catino. La tradición cuenta que cruzados genoveses lo trajeron
desde Tierra Santa. Por otro lado, en Glastonbury se encontró una bandeja de
cristal de piedra que también reclama autenticidad. Otros griales famosos son
el Cáliz de doña Urraca, la Copa de Santa Isabel o el Santo Grial de O
´Cebreiro, entre otros.
Ilustración de Stefan Kopinski.

En conclusión, son pocas las personas que no han oído hablar de la legendaria
tradición del Santo Grial (algún famoso libro relativamente reciente de un tal
Dan Brown ha contribuido a ello). Este objeto, como parte de la mitología
cristiana y como símbolo que representa ideales humanos como la búsqueda y la
perfección interior en el camino, se ha consolidado en el imaginario de
civilizaciones y se ha mantenido a lo largo del tiempo.

Hay que diferenciar la religión cristiana de la mitología, las corrientes gnósticas


y herméticas, la tradición popular y la creación literaria. Lo que no se puede
negar es que el conjunto de representaciones, símbolos y significados que rodean
al Grial y su búsqueda conforman un entramado verdaderamente sugerente que
sobrepasa la dudosa verdad historiográfica, las cuestionables pretensiones de
rigor intelectual y gnoseológico del esoterismo y las siempre complejas
discusiones teológicas. Se trata de un mito que todos podemos disfrutar sin la
necesidad de un compromiso férreo y fanático.

Bibliografía
Eco, U. El Péndulo de Foucault. Ed. DeBolsillo. 2013: Barcelona.

Eslava Galán, J. Templarios, griales, vírgenes negras y otros enigmas de la


historia. Ed. Planeta. 2017: Barcelona.
Leonor de Aquitania: una de las
grandes figuras femeninas de la
Historia
Por Academia Play

Leonor de Aquitania fue una figura deslumbrante en la Edad Media cuyas


acciones pusieron en tensión a las costumbres y pautas morales propias de la
época. Leonor de Aquitania alteró culturalmente el siglo XII europeo, lo
cual no se hizo sin una afilada formación cultural y una inteligencia
perspicaz. Llegó a ser reina de Inglaterra y de Francia, participó en las cruzadas
e inspiró y patrocinó a juglares y trovadores. Fue una importante influencia en
las letras y las artes de su tiempo, y la jerarquía eclesiástica no tardó en
reprocharle su actitud independiente y liberal. Fue una de las poderosas damas
cuya protección del amor cortés propició su extensión en el siglo XII.

Nuestro personaje nació aproximadamente en el año 1122. Las fechas indicadas


por los cronistas rondan entre 1120 y 1122. Su padre fue Guillermo X de
Aquitania y VIII de Poitiers, y su madre Leonor de Châtellerault, siendo la
mayor de tres hermanos. Su nombre es una forma occitana de Elléonore, por lo
que los ingleses la llamaron Eleanor o Ellionor. Su único hermano varón murió a
una temprana edad. Al ser su otra hermana menor que ella, Leonor heredó el
ducado de Aquitania y el condado de Poitiers, lo cual cubría todo el sudeste
de Francia (tal como la conocemos hoy).

El célebre Guillermo IX fue el abuelo de Leonor. Esta figura histórica es


considerada como el primero de los trovadores. Era una persona culta y
políticamente astuta, a la vez que pintoresco y con escándalos sociales por su
vida privada que provocaron roces con la Iglesia, la cual lo llegó a excomulgar
hasta dos veces. Asimismo, Guillermo el Trovador también se dedicó a la
guerra y a los conflictos. Aunque de forma tardía, participó en la primera
cruzada. Además, guerreó contra los condes de Tolosa y luchó con Alfonso el
Batallador (Alfonso I de Aragón) para conquistar territorio a los musulmanes. Se
cuenta que, en una ocasión, tras ordenar la construcción de una serie de
monumentos religiosos, mandó a construir también un opulento burdel. En otra
ocasión, abandonó a su esposa legítima y tomó forzosamente a la mujer del
vizconde de Châtellerault, que era su vasallo. Esto último provocó una de sus
excomuniones. Hizo casar a su hijo con la hija de la vizcondesa de
Châttellerault y de este matrimonio nació Leonor de Aquitania.

Guillermo X tenía un temperamento y una actitud hacia la vida muy


distinta de la de su padre (y la de su hija). Su muerte se anunció el mes de abril
del año 1137. En su testamento, de cuya autenticidad se duda, dice: “pongo a mis
hijas bajo la protección de mi señor Rey, a quien doy en matrimonio a Leonor, si
mis barones lo juzgan bien, legando a esta hija querida Aquitania y Poitou”. El
destino de Leonor estaba en la decisión del rey Luis VI de Francia. De este
modo, el 25 de julio de 1237 Leonor se casó con el hijo del rey de Francia que,
conforme a la costumbre de los capetos, ya había jurado para su asociación al
trono en 1131. Así pues, la Corona se vio beneficiada del matrimonio de la joven
de quince años y del futuro rey de dieciséis. Al poco tiempo fueron nombrados
duque y duquesa de Aquitania en Poitiers y, tras la muerte de Luis VI, reyes
de Francia.
Ilustración que recrea a Leonor de Aquitania.

Leonor revolucionó la vida cortesana francesa, y los sobrios ambientes


palaciegos rápidamente se vieron afectados por el brío y las inquietudes de la
duquesa de Aquitania. La corte era austera y diferente a la que había estado
acostumbrada en su juventud. Sin embargo, muy pronto renovó la vida de la
corte con modas novedosas traídas del sur en lo que respecta principalmente a
los vestidos y al tipo de entretenimiento. También hizo llamar a los caballeros
aquitanos y de Poitou, además de a los trovadores cuya labor cultural acabó
ejerciendo una enorme influencia en el pensamiento francés. Leonor
consiguió impulsar el lujo e incitar cierta sensualidad con escotes y ceñidos
corpiños que delineaban mejor las formas del cuerpo. Leonor marcó la
evolución de las costumbres de Francia.

La cultura trovadoresca ha estado siempre en íntima relación con Leonor de


Aquitania. Los trovadores eran poetas y músicos medievales. Éstos, a diferencia
de los juglares, interpretaban sus composiciones o las hacían interpretar en las
cortes señoriales. Eran poetas líricos que procedían de una esfera social alta y
tenían la formación cultural propia de la nobleza. Por su parte, los juglares eran
artistas ambulantes que realizaban espectáculos callejeros por el dinero que
necesitaban para subsistir, que en ocasiones eran contratados para fiestas de
nobles. La tradición trovadoresca se enmarca principalmente dentro de la
literatura occitana, pues su poesía se compuso fundamentalmente en occitano y
han registrado hasta (aproximadamente) 450 trovadores en este idioma entre los
años 1110 y 1280. Las visiones del mundo presentes en sus composiciones
líricas, así como las ideas que discutían y propagaban, supusieron una
influencia determinante en la cultura europea del momento. Leonor fue
musa y mecenas de los trovadores.

Los trovadores fueron al norte de Francia por influjo de Leonor y llevaron


consigo cuentos estimulantes y las sutilezas del fino amor a personas ocupadas
en la caza, en la guerra y con una sensibilidad más sobria. El amor cortés llegó
con la poesía lírica occitana. Este concepto literario ejerció una influencia
ideológica e intelectual de forma poliédrica, que se aleja de la parca
comprensión del mismo como una mera moda cortesana. Se trata más bien de
un movimiento cultural que consiste en un “servicio de amor” de carácter
purificador, altruista, total y más bien obsesivo que un caballero profesa
hacia una dama, la cual constituye el conjunto de las perfecciones morales y
materiales. El amante dedica su existencia y su vida a la forma idealizada de la
amada. Este movimiento cultural y literario arraigó en la Europa occidental
bajomedieval.

Existen muchas anécdotas de Leonor de imposible verificación. Lo relevante


es que tales relatos sobre sucesos curiosos y llamativos de la vida de la reina
giran en torno a Leonor como símbolo de agitación y estímulo cultural. Se
convirtió en uno de los modelos idealizados por el pueblo. Ahora bien, de
Leonor de Aquitania no sólo destaca su influencia cultural, sino también la
relevancia política de su figura en las relaciones de poder europeas.
Queen Eleanor. Pintado por Frederick Sandys.

En 1147 marcha Leonor junto a Luis VII a la segunda cruzada y es en su


estancia en Antioquía cuando el matrimonio entró en su crisis final, lo cual
repercutió posteriormente en la vida política europea. A partir del episodio de
Antioquía la reputación de la reina se pone en cuestión de modo definitivo
ganándose la fama de mujer de vida disoluta. Lo que ocurrió realmente no se
puede contrastar, pero las leyendas apuntan hacia una relación íntima de
Leonor con su tío Raimundo de Poitiers. Si bien es cierto que los dos parientes
tenían estima y atracción mutuas, tampoco hay que dejar de decir que los
motivos político-militares del momento tuvieron su importancia.

En los primeros encuentros de Luis con Raimundo, este último intentó


convencer al francés de concentrar sus fuerzas militares en las fortalezas turcas
de Alep y Hama, pues eran puntos estratégicos de Tierra Santa que ponían en
riesgo al principado de Antioquía y a los demás reinos cristianos. La intención
de Raimundo no era otra más que aprovechar la presencia en Antioquía de
la armada francesa para consolidar el poder en Oriente Medio. Sin embargo
Luis estaba decidido a llegar lo antes posible a Jerusalén con una intención de
peregrinaje declarada. Por este motivo, Raimundo se dirigió a Leonor, con
quien tenía mayor afinidad. Leonor tomó parte por su tío y la relación con
Luis se agravó. Leonor se opuso a la obstinación del rey francés y declaró que
ella iba a permanecer en Antioquía con sus vasallos aquitanos, recordando al
francés que su matrimonio estaba viciado de nulidad por ser parientes (de
noveno grado). Luis consiguió llevar consigo a la fuerza a su esposa, pero la
cruzada fue un fracaso y la armada franco-occitana no fue muy efectiva.

El regreso a Europa lo hicieron en barcos separados y, tras algunas tribulaciones,


se encontraron en Sicilia para emprender el camino por Italia. En el trayecto,
fueron recibidos por el papa Eugenio III, quien consiguió una reconciliación
provisional por la estabilidad política (una Canción de Gesta recogió esta
reconciliación). Pero duró poco, pues en 1152 se declaró la anulación del
matrimonio por la consanguinidad. De este modo, recuperó por completo
sus dominios aquitanos.
The Accolade. Pintado por Edmund Blair Leighton. Ha sido frecuente la confusión de la figura femenina
representada en el cuadro con Leonor de Aquitania.
No llegaron a pasar dos meses de la anulación del matrimonio cuando en mayo
de 1152 Leonor se casó con el conde de Anjou y duque de Normandía, el
joven Enrique Plantagenet de apenas diecinueve años. Con esta unión, la
literatura occitana penetró en Anjou, Normandía e Inglaterra con el agrado de
Enrique, pues era un protector de las artes y las letras. La ambición, la
inteligencia y la habilidad política de Leonor se vieron igualadas por las de
su nuevo marido. Los esposos fueron coronados el año 1154 en la abadía de
Westminster.

Durante los primeros años, en largos viajes Leonor supervisaba los territorios
de Normandía y Anjou, además de los suyos propios: Aquitania. Su
influencia fue en aumento y llegaba a tomar decisiones políticas por sí misma en
nombre del rey, en un reparto eficaz del mando de los dominios. En 1170 el
primogénito, Enrique el Joven, fue coronado y asociado al trono junto a su
padre, adoptando la costumbre francesa de los Capetos.

No obstante, en ese año se abrió una etapa difícil para Enrique II, puesto que
cuatro de sus caballeros asesinaron a Thomas Becket, Arzobispo de
Canterbury, bajo las órdenes o, cuanto menos, deseos del rey inglés. La
disputa entre ellos (anteriormente amigos) empezó por la disminución del poder
de la corte eclesiástica tras las reformas del sistema legal que llevó a cabo
Enrique. Debido al asesinato, la Iglesia excomulga al rey y le retira su apoyo,
además de ganarse el rechazo de numerosos sectores. Por otro lado, la relación
distante y esporádica con Leonor se agravó hasta sus límites. Esto parece que se
debió a la relación extramatrimonial que el rey mantuvo con la joven
Rosamunda, de la cual se sabe muy poco más allá de que era la hija de un
caballero normando. Sea cual fuera el motivo real, lo cierto es que en este punto
se despliegan plenamente la habilidad y la inteligencia políticas de Leonor.
Habría sido ella, según se relata, quien puso a sus hijos en contra de Enrique
II en los futuros conflictos.

Los hijos de Enrique II intentaron tomar el poder de los territorios que su padre
les había adjudicado. De este modo, durante la revuelta de 1173 y 1174 Enrique
el Joven, Ricardo y Godofredo, bajo el auspicio de Leonor de Aquitania y su
anterior esposo, el rey Luis VII de Francia, empezaron una revuelta que
acabó fracasando cuya intención era instituir a Enrique el Joven como
único rey. Tras este episodio, Enrique somete a los aquitanos y Leonor acaba
siendo encerrada. Hasta la muerte de su marido, la duquesa de Aquitania
permanecerá bajo la custodia de su esposo.

Después de la revuelta frustrada, Ricardo (quien se acabará convirtiendo


en Ricardo I de Inglaterra, Corazón de León), se concentró en sofocar
rebeliones sectoriales con las que se ganó la reputación de gran comandante
militar. Las tensiones entre Ricardo y su padre se acentuaron. Sus hermanos
Enrique el Joven y Godofredo invadieron Aquitania para someterlo. No
obstante, Ricardo venció a sus invasores. En el 1183 Enrique el Joven fallece
de enfermedad y en el 1186 muere Godofredo. En el año 1188 estableció una
alianza con el rey de Francia Felipe II, hijo del ya fenecido en 1180 Luis VII.
Así dispuesto el tablero de las relaciones de poder, Ricardo derrotó en Ballans
a su padre Enrique II en julio de 1189, el cual acabó muriendo días después en
la fortaleza de Chinon. De este modo Ricardo se convirtió en rey de
Inglaterra, duque de Normandía y Conde de Anjou.

Una vez reconocido como rey, Ricardo liberó a su madre y reconstituyó su


asociación política con ella. Ricardo había sido el hijo favorecido de Leonor, la
cual se dedicó a afianzar el ascenso al trono de Ricardo recorriendo las ciudades
y castillos para liberar a los prisioneros de Enrique II, recuperando fidelidades
políticas y trabando otras nuevas. Ricardo recompensó a sus seguidores y se
reconcilió con los hombres leales a su padre. A su hermano Juan sin Tierra,
quien lo sucederá en el trono y había sido el predilecto de su padre, le concede el
condado de Mortain y varios castillos. Además, Ricardo hizo casar a Juan con
Isabel de Gloucester, por lo que heredaría uno de los ducados más ricos. El
nuevo rey pretende mitigar los conflictos recientes, pero posteriormente Juan
sin Tierra intentará arrebatarle el trono cuando Ricardo estaba en la tercera
cruzada, o al menos esa es la imagen que propagaron los cronistas.
King Richard The Lionheart. Ilustración de Stefan Kopinski.

Leonor murió a los 82 años en el 1204 en Abadía de Fontevrault, donde se le


dio sepultura junto a Enrique II y a su hijo Ricardo Corazón de León, quien
falleció cinco años antes que ella. Muchos relatos la caracterizan principalmente
como una persona frívola y adúltera. Sin embargo, Leonor de Aquitania
destacó por ser una mujer sumamente cultivada con una aguda inteligencia
política y por ser una persona poderosa cuya soberanía e influencia cubrían
un extenso territorio. Por estos motivos, no es extraño que se convirtiera en un
personaje objeto de leyendas diversas. Markale (2003, p. 85) dice de ella que
(…) esta extraña mujer, [fue] reina de Francia, luego reina de Inglaterra, pero
siempre duquesa de Aquitania y condesa de Poitou. Dos de sus hijos fueron
reyes. Uno de sus nietos fue un efímero duque de Bretaña. Otro, Otón, fue
emperador de Alemania. Fue la abuela de una línea de reyes de Inglaterra, y
también de una línea de reyes de Francia. (…) A través de su historia, que es
muy agitada, a través de su leyenda, singularmente rica, ¿quién puede conocer
el verdadero rostro de Leonor?

Bibliografía
Cebrián, J. A. (2009). Pasajes de la historia. Madrid: Temas de hoy.

Hernández Alonso, C. (2009). Raíces, contexto y justificación del amor


cortés. Actas del XIII Congreso Internacional de la Asociación Hispánica de
Literatura Medieval. Pp. 85-107.

Markale, J. (2003). La vida, la leyenda, la influencia de Leonor condesa de


Poitou, duquesa de Aquitania Reina de Francia, de Inglaterra, dama de los
trovadores y bardos bretones. Palma de Mallorca: José J. de Olañeta.
Historia de la universidad: un
fascinante recorrido intelectual por
París
Por Carlos Villacís

Al contrario de lo que se suele pensar y, en muchos casos, impartir en los


distintos medios de enseñanza, la Edad Media europea contó con una intensa
actividad intelectual que influyó en la línea de actuación política y determinó
muchos aspectos de la trayectoria de la llamada cultura “occidental”. Todo lo
cual se pone de manifiesto al tener en consideración la fundación de las
universidades medievales.
En primer lugar, es preciso realizar ciertas aclaraciones conceptuales propias de
la época, puesto que su interpretación desde nuestro momento histórico
supondría una desviación y una mala comprensión. El término universitas en la
Edad Media no alude a algo parecido a un conjunto de facultades establecidas
en un mismo recinto. Antes bien, se refiere al conjunto de personas, tanto
maestros como discípulos, que forman parte de la enseñanza que se imparte
en una ciudad determinada. Universitas no equivale a una universidad
organizada y establecida en una ciudad, sino que el término sirve para mencionar
al conjunto de profesores y estudiantes que habitaban en un mismo lugar.

Otro punto importante es el del studium generale, universale o commune. Lo


característico y particularmente relevante en la Edad Media, reside en que se
trata de un centro de estudios en el que eran admitidos estudiantes de
diferentes procedencias. Su rasgo definitorio no consistía en ser algo así como
un sitio en el que se estudian todos los conocimientos. En un principio, el
término studium generale era aplicado a las escuelas que las Órdenes
religiosas abrían en las ciudades. Todo esto se encuentra un tanto alejado de la
actual concepción de “universidad” como conjunto de edificios dedicados a la
transmisión y desarrollo de disciplinas especializadas y compartimentadas.

Es imprescindible conocer la organización de la enseñanza para estudiar el


desarrollo de los saberes y las visiones del mundo propios de la escolástica.
El propio trabajo de un filósofo medieval está relacionado de modo intrínseco
con el medio en el que se elabora. La primera universitas en convertirse en
una entidad colectiva organizada regularmente no fue otra que la de
Bolonia. Esta universidad fue principalmente un centro de estudios jurídicos. No
fue hasta el año 1352 cuando adquirió una facultad regular de Teología, en el
pontificado de Inocencio VI. Sin embargo, nos centramos en la Universidad de
París del siglo XIII, su época de esplendor, por su prestigio
en teología y filosofía, áreas particularmente influyentes en la cultura medieval.
Consideramos conveniente focalizar el tema en esta universidad, lo cual no
implica desvalorizar a las demás instituciones.

“ES EN PARÍS DONDE EL GÉNERO HUMANO,


DEFORMADO POR LA CEGUERA DE SU
IGNORANCIA ORIGINAL, RECOBRA SU VISTA Y
BELLEZA POR EL CONOCIMIENTO DE LA
VERDADERA LUZ QUE DESPIDE RAYOS DE
CIENCIA DIVINA”
(PAPA ALEJANDRO IV)

Desde los siglos XI y XII, París ya tenía un próspero ambiente escolar. Por la
ciudad habían pasado personalidades de gran prestigio como Abelardo cuyas
enseñanzas habían traído a París a muchos estudiantes procedentes de Inglaterra,
Alemania e Italia. No fue difícil que los profesores y alumnos tuvieran
conciencia de su unidad dados los intereses y peligros compartidos.
Asimismo, tanto el papado como la monarquía francesa vieron conveniente
proteger a este conjunto de personas. Los reyes de Francia quisieron
promocionar la influencia de su ciudad en la circulación de extranjeros
dispuestos a formarse en ella. Para fomentar el desarrollo del studium
parisiense se debía garantizar la protección de sus miembros, para lo cual era
necesario organizarlo.
Inocencio III.

Ahora bien, allende la asociación de profesores y estudiantes de 1150 y el


reconocimiento del rey Felipe II Augusto en 1200, el punto más relevante en la
fundación fue el reconocimiento de la Universidad por parte de Inocencio
III en una bula de 1215. Este papa fue el auténtico fundador de la Universidad
de París y sus sucesores, principalmente Gregorio IX, fomentaron y orientaron
su desarrollo. La jerarquía eclesiástica no podía quedar al margen de este
importante núcleo intelectual. De hecho, su preeminencia en el siglo XIII entre
las universidades medievales se debe a la intervención del papado.
Entrando en el contenido de los estudios universitarios parisienses del siglo XIII,
hay que decir que existían dos tendencias opuestas que primaban
respectivamente los fines religiosos y el saber puro. De este modo, Gilson (2007,
p. 382) expresa sobre la Universidad de París que “la vemos continuamente
dividida en dos tendencias contradictorias, de las cuales una trataba de convertir
a la universidad en un centro de estudios puramente científicos y desinteresados,
mientras que la otra intentaba subordinar dichos estudios a fines religiosos,
poniéndolos al servicio de una verdadera teocracia intelectual.” La medicina se
encontraba aún poco desarrollada, pero este enfrentamiento de tendencias
afectó al derecho y a la filosofía.

El trivium (las Artes Liberales se componían del trivium y el quadrivium) había


puesto en valor a la dialéctica. Muchos maestros no sólo se dedicaron al cultivo
de esta disciplina, sino que se negaban a ascender el nivel de las Artes Liberales
para no llegar a la teología. Además, el redescubrimiento de los textos
de Aristóteles permitió afinar los procedimientos lógicos y aplicarlos a la Física,
la Metafísica o la Ética aristotélicas. Se acentuó la tendencia de profesores de
Artes Liberales que pretendían estudiar materias como la lógica o la física
de Aristóteles sin ocuparse de la teología (cf. Gilson 2007). El averroísmo
parisiense fue la manifestación más destacada de esta línea intelectual.

Por otro lado, la facultad de Teología representaba la tendencia contraria.


Además, su importancia era superior a la de la facultad de Artes. Concretamente,
la tradición teológica que se estudiaba era de carácter agustiniano (Agustín de
Hipona). Grandes maestros como Alejandro de Hales o Buenaventura de
Fidanza de la escuela franciscana de París eran marcadamente agustinianos.
De igual manera lo eran obispos de París como Étienne Tempier. Este último
realizó una condena de tesis filosóficas de influencia aristotélica. De las
novedades aristotélicas sólo se valían para los procedimientos expositivos y de
discusión.

Cabe señalar que esta disputa concluyó con el triunfo del aristotelismo gracias
al trabajo de figuras tan destacadas como Alberto Magno y su discípulo Tomás
de Aquino. Particularmente, el sistema aristotélico-tomista acabó
convirtiéndose en el más preponderante, dado que permitía conciliar las dos
tendencias enfrentadas de la Universidad de París. La monumental Suma
teológica de Tomás de Aquino contribuyó en gran medida a consolidar el
constructo teórico más importante y racionalmente sólido de la teología
tradicional. Esta obra recoge de forma completa todas las verdades de la
teología natural y sobrenatural, estructuradas según un orden lógico. Cada
cuestión tiene su correspondiente demostración y las refutaciones de los errores
sobre el tema.

Santo Tomás de Aquino. Pintura de Carlo Crivelli.

El peso de la Universidad de París en la Cristiandad se hizo notar en tanto


que se instituyó como fuente de error o verdad teológicos. Por este motivo
papas como Inocencio III o Gregorio IX se esforzaron en convertirla en un
medio de expansión de la verdad religiosa con un organismo estructurado. La
Universidad de París en esta época ostentaba una condición única. Gilson (ibíd.)
declara que “el studium parisiense es una fuerza espiritual y moral cuya
significación más profunda no es ni parisiense ni francesa, sino cristiana y
eclesiástica; es un elemento de la Iglesia universal, dotado del mismo derechos y
de la misma significación que el Sacerdocio o el Imperio”.

Por ser la Universidad de París el centro intelectual de la Cristiandad, los papas


la “protegieron del error”. Antes del triunfo del aristotelismo tomista, en
1215 Robert de Courçon prohibió en la Universidad de París la Física y
la Metafísica de Aristóteles; y en 1231, Gregorio IX recomendó a los maestros
de teología no vanagloriarse de ser filósofos (nec philosophos se ostentent), pues
debían ceñirse a los textos teológicos de los Santos Padres y la transgresión de
este límite “no es sólo temeraria, sino hasta impía”. Para Gregorio IX las
ciencias eran válidas si servían a la teología.

La enseñanza en las universidades medievales se realizaba mediante el método


de la lección y el de la disputa. Actualmente se ha perdido el sentido originario
de estos métodos tradicionales. El primero consiste en la lectura y explicación
de un texto. Así se han realizado multitud de comentarios que, bajo el aspecto
de una mera aclaración circunstancial, reflejaron ideas de gran valor y originales
del pensamiento medieval. Los textos de Aristóteles, la Biblia o
las Sentencias de Pedro Lombardo fueron especialmente utilizados en las
lecciones. Por otro lado, la disputa se parecía a un certamen dialéctico bajo la
responsabilidad de un maestro que determinaba la solución de la cuestión
disputada tras ordenar los argumentos ofrecidos. Las famosas Quaestiones
disputatae proceden de los conjuntos de problemas que constituían un todo y
las Quaestiones quodlibetales de las memorias de disputas sobre cualquier clase
de tema.

Respecto al curso de los estudios, sin entrar en las pequeñas modificaciones e


irregularidades, la carrera escolar medieval prototípica era la del maestro
parisiense. Los estatutos que Robert de Courçon estableció en 1215
dictaminaban que para enseñar las Artes Liberales era preciso tener al menos
veintiún años de edad y haber estudiado seis años. Para enseñar Teología se
necesitaban treinta y cuatro años de edad y ocho años de estudio. En cuanto a los
grados, la trayectoria era la siguiente: para ser Maestro en Artes un estudiante
debía cursar el bachillerato y la licenciatura antes de dar su primera lección.
Después podía optar a ser Maestro y Doctor en Teología siempre y cuando
cursase tres bachilleratos (bíblico, sentenciario y formado) y la licenciatura.

En definitiva, sin identificar la filosofía medieval y la filosofía escolástica, la


organización de las escuelas y sus métodos determinaron el desarrollo de las
investigaciones medievales. Las grandes obras (con pocas excepciones) están
relacionadas con el ejercicio de la enseñanza escolar que, a su vez, desarrollaba
el pensamiento del mismo maestro. La expresión más acabada y completa es, sin
duda, la mencionada Suma Teológica de santo Tomás. Todo esto revela la
importancia de las universidades de la Edad Media, con el claro ejemplo de
la Universidad de París.

Bibliografía
Carañana, J. P. (2012). La teoría y la práctica en la universidad
medieval. CIAN. Revista de historia de las universidades. Vol. 15, N. 2, pp. 139-
161.

Gilson, E. (2007). La filosofía en la Edad Media. Madrid: Gredos.

Villa, Prieto, J. (2017). La enseñanza en la universidad medieval. Centros,


métodos, lecturas. Tiempo y sociedad. N. 26, pp. 59-131.
El derecho de pernada, ¿leyenda o
realidad?
Por Bárbara Cuevas

Los historiadores del siglo XIX ya dudaron de la prerrogativa señorialconocida


como “derecho de pernada”, que se situó históricamente en la Edad Media.

Se trata de una práctica representada en el cine, la literatura y la televisión, y


quizá sea esa la causa de que todo el mundo conozca esta supuesta costumbre
medieval.
El derecho de pernada fue una práctica llevada a cabo por los señores
feudales que se valían de su posición de poder para obtener favores
sexuales de las doncellas que vivían dentro de los límites del feudo, siempre que
fueran a contraer matrimonio con uno de sus vasallos.

Siempre se ha dado por hecho que este tipo de abusos se han practicado a lo
largo de la historia. Sin embargo, no está tan claro que durante la Edad Media
esta práctica supusiese un “derecho”.

El derecho de pernada, conocido también como ius primae noctis (derecho de la


primera noche), era un privilegio o derecho que el señor feudal poseía, y del
que podía hacer uso, ejerciéndolo con la mujer recién casada durante su
primera noche de bodas.
El
derecho de la primera noche, obra del pintor ruso Vasili Polenov.

El hecho de que se haya entendido históricamente como un derecho, concedía al


señor la legitimidad del acto, por lo que todas las personas implicadas en aquella
costumbre aceptaban la situación por temor a represalias.

Pero… ¿existen pruebas que demuestren la


legitimidad de este acto?
Lo cierto es que pese a ser un tema tan popular, no se disponen de pruebas
fehacientes que lo demuestren.

Es evidente que los abusos sexuales eran una cuestión común en la época, pero
no hay documentos que atestigüen esta realidad como un acto legítimo.

Por el contrario, se ha demostrado en anteriores ocasiones cómo los papeles


presentados para evidenciar este derecho, hacían referencia en realidad a
transacciones de tipo impositivo. Es el caso de documentos que reflejaban
ciertos impuestos compensatorios que pagaban los campesinos a su señor feudal
para poder contraer matrimonio.

Con el tiempo se ha evidenciado que muchas de las acusaciones que han


llegado hasta nuestros días son un poderoso intento de desprestigiar a los
señores feudales de la época.

La primera referencia sobre el derecho de


pernada.
La encontramos en el Mont-Saint-Michel en el año 1247, y se trata de una
composición rimada en verso que cuenta la dureza de la vida del campesino,
subyugado a las exigencias del señor feudal.

Una de esas exigencias pasaba por realizar un pago al señor para que éste
permitiera al campesino casarse. En caso de no hacerlo, el señor violaría a la
muchacha a la que pidiese la mano.

Aunque podría parecer una denuncia explicita de los abusos de poder, este
documento fue escrito por los monjes de la abadía a modo de sátira, y se
terminaría usando como herramienta política. Así, conseguían atraer a sus tierras
a los campesinos provenientes de los territorios de estos señores feudales,
prometiéndoles ser ellos más justos.

Pruebas en la península ibérica.


Tampoco fueron demasiado fiables las pruebas encontradas en la península.

Existieron dos leyes incluidas en los códigos legales del reinado de Alfonso
X, el Fuero Real, y las Partidas.

Sin embargo, estas leyes hacen referencia a otras situaciones. Como ejemplo, se
hace referencia a un castigo impuesto a quien ofenda al novio o a la novia en el
día de su boda. Entendiéndose esta ofensa como una agresión verbal.

Existe una prueba más firme, encontrada en la España medieval, que podría
evidenciar la legitimidad del derecho de pernada. La encontramos en
la Sentencia arbitral de Guadalupe, en 1486. En ella se expresaba que quedarían
abolidos los “malos usos” impuestos por los señores a sus vasallos campesinos,
entre ellos uno que decía así:

“LA PRIMERA NOCHE QUEL PAGES PRENDE


MUJER, DORMIR CON ELLA.”

En apariencia resulta evidente que este texto demuestra la existencia de esta


práctica. No obstante, años antes de que tuviera lugar esta sentencia, cuando se
pidió oficialmente el fin de estos “malos usos”, los señores feudales indicaron
que desconocían que hubiera señores que practicaran tal abuso.

Podría tratarse de un embuste de los señores de la época, o un ejemplo más de


reivindicaciones campesinas contra derechos señoriales que nunca antes
habían existido.

Lo que sí es de extrañar es que, en caso de que este derecho de pernada hubiese


existido, no haya más documentación en los extensos archivos de la Corona de
Aragón.

Debido a la falta de archivos documentales que demuestren fehacientemente la


existencia de este derecho, cabe concluir que podría tratarse de un mito
perdurable que se ha colado en el imaginario colectivo.

El uso del mito.


Durante los siglos XVI y XVII se utilizó la idea del derecho de pernada para
desfavorecer y degradar la imagen de aquellos hombres poseedores de un
señorío.

Durante la Ilustración, en el siglo XVIII, el derecho de pernada se tornó lugar


común para la feroz crítica contra el feudalismo, en contraposición al Nuevo
Régimen que se pretendía instaurar.

Tanto es así que la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert dedica una parte a


tratar esta práctica, mencionando que en Francia y en Escocia estuvo vigente
largo tiempo.

Finalmente, solo queda por concluir que se trata de una etapa más de la historia
que aún conoce más sombras que luces.

Mientras, el sugerente mito seguirá apareciendo en múltiples


representaciones culturales, colándose en el imaginario colectivo y haciendo
más difícil su cuestionamiento.

Bibliografía
Sexualidad y Edad Media. Historia de la sexualidad. www.nuevatribuna.es.
Daniel Millet. 11-05-2009

Sexo, mentiras y Edad Media: el derecho de pernada y el cinturón de castidaden


la España Medieval. www.revistarodadafortuna.com. Ana E. Ortega Baún.
Mentalidad bajomedieval en tiempos
de la Peste Negra
Por Juan María Pérez

La Peste Negra influyó poderosamente en la mentalidad bajomedieval que,


en consecuencia, se vio transformada para hacer frente a un problema de una
magnitud nunca antes vista. Ciertamente, la mortandad pandémica del siglo XIV
tuvo una incidencia muy acusada en las manifestaciones de la vida del espíritu,
el pensamiento y la creatividad humana.

En una época en la que el pensamiento religioso estaba tan arraigado en la


población, un suceso tan devastador como fue el paso de la Yersinia
pestis (nombre dado a la bacteria causante de la enfermedad por su
descubridor, Alexandre Yersin, en 1894) por Europa supuso el replanteamiento
de muchas de las ideas que, hasta el momento, no se habían puesto en duda. Así,
una consecuencia directa de la pandemia fue el resurgimiento y el incremento
de la religiosidad, de la superstición, de la magia y de la marginación o
eliminación de las minorías que se consideraban culpables del mal que azotaba
Europa.

Una tan presencial idea e imagen de la muerte llegó a convertirse en obsesiva


en el arte, la literatura, los sermones y, en general, en todas
las manifestaciones culturales posteriores al año 1350. Sin embargo, otras
teorías defienden que la idea de la obsesión por la muerte que se da en todas las
manifestaciones artísticas y en la vida privada después de 1348, es parte de un
proceso muy anterior en el que la Peste y las catástrofes del s. XIV sólo tendrían
un valor más multiplicador que rompedor de las tradiciones de la época.

En el campo de la medicina, ya a lo largo del s. XI de nuestra Era, los sabios


médicos musulmanes (los llamados “Hakim“) profundizaron en el estudio de
patologías infecto-contagiosas como el sarampión, estableciendo pautas sobre
higiene y diagnóstico. Sobre esta base, está acreditado por las fuentes que la
influencia de la ciencia terapéutica musulmana fructificó en Occidente en las
escuelas médicas de Salerno o Montpellier. Este hecho es indiscutible si nos
referimos a la magna obra de Constantino “el Africano” (1010-1087). A pesar
de esta aportación empírica, resulta evidente que en Europa continuó la
preponderancia de la supremacía de la teología sobre la propia naturaleza,
incluyéndose en esta dinámica la propia Península Ibérica. No obstante, hay que
señalar que la patología árabe de la época se basaba en los principios clásicos
greco-latinos de la doctrina humoral explicada como un desequilibrio de la
armonía de éstos humores, o sea, cada uno de los fluidos integrantes del
organismo humano. Por ello, y a pesar de la sura coránica que reza “Quien deje
su casa para dedicarse a la ciencia, sigue los pasos de Alá", y aunque la
medicina mahometana estaba apoyada en la racionalidad científica y en la
naturaleza; siendo mucho más avanzada que la cristiana, estaba muy lejos de ser
depositaria de los más elementales conceptos de microbiología, que no
aparecerán hasta casi quinientos años más tarde. Por tanto, y dado el origen
bacteriano de la pandemia, en el mundo árabe se andaba tan a tientas frente a
la terapia curativa a aplicar a la Peste Negra y se estaba en el mismo grado
de indefensión que en el resto del mundo.
Retomando el tema, en Occidente, frente a la amenaza de la muerte se
produjeron dos actitudes contrapuestas: Por una parte, la adopción de una
vida de desenfreno y hedonismo, gozando de la vida en una plena
manifestación del carpe diem; por otra, una actitud de austeridad y
humildad según el ubi sunt. Tampoco debemos olvidar la reacción extrema,
siendo ésta la del suicidio impulsada por la angustia y el horror ante tal amenaza.

Los seguidores de la primera dinámica conductista optaron por aprovechar


todos los placeres que la vida les ofrecía como los festines, las tabernas, las
comidas, el sexo y, también, utilizar vestiduras deshonestas según el
pensamiento de la época. Así, se extendieron con gran rapidez las relaciones
extramatrimoniales y la prostitución, propiciándose una gran libertad sexual que
no había tenido lugar en la etapa anterior. Las autoridades, que tenían como
objetivo aumentar la demografía, no hicieron nada en contra, sino que lo
favorecieron, permitiendo incluso el matrimonio entre personas emparentadas.
Esta situación, obviamente, también afectó al clero, alejándose de sus disciplinas
y su moral, causando escándalos la mayor parte de ellos, por el miedo al
contagio, abandonando sus parroquias y a sus fieles. También tenían concubinas,
públicas o escondidas a ojos de los demás, aunque realmente se tratara de un
secreto a voces, lo que provocó un gran descontento social contra ellos, siendo
denunciados muchos de ellos ante las autoridades.

Por su parte, la segunda tendencia de conducta social tuvo varias formas de


expresarse a la sociedad. Se llevaba a cabo el abandono los lujos, las vanidades y
todos los bienes materiales, con el objetivo de aislarse del mundo, eligiendo una
vida de eremita, bien en soledad o formando congregaciones, preferentemente en
lugares donde se había obrado algún milagro o se conservaban reliquias
venerables. Otra manifestación de esta línea de ascetismo la encarnó el pietismo,
para el que Dios se configuró como el único refugio posible, rechazando todo
hábito pernicioso, como el alcohol, las relaciones sexuales o los juegos de azar.
Este multitudinario grupo social incrementó la asistencia a los actos religiosos y
las vocaciones, las donaciones de bienes a la Iglesia y las peregrinaciones a los
lugares santos como Roma o Santiago de Compostela. Es posible que el
movimiento social más llamativo en la Europa de la Peste Negra fuese el de
los flagelantes, numerosos grupos de penitentes, normalmente de baja
extracción social, que recorrían los caminos en procesión, pidiendo perdón a
Dios. Su patronímico deriva del hecho de que, durante su recorrido, iban
azotándose entre sí con látigos, fustas y correajes, provocándose laceraciones en
sus espaldas y extremidades. Las autoridades religiosas no veían estos actos de
penitencia extrema con buenos ojos, siendo más tarde condenados por la
jerarquía eclesiástica, ya que el aumento de los flagelantes en el interior de
Europa era desbordante, llegando a ser miles, predicando en contra de la
ortodoxia eclesiástica y de sus riquezas contrarias al mensaje de pobreza de
Cristo. A causa de ello, el Papa Clemente VI los condenó acusados de
heretismo, acabando muchos de ellos en la hoguera.

En esta línea teosófica se llegó a culpar a los judíos, odiados por la mayoría
cristiana, acusándoles de envenenar las aguas de los pozos y emponzoñar los
ríos, produciéndose numerosos pogromos (agresiones violentas, espontáneas y
multitudinarias de un grupo étnico o religioso contra otro ajeno, acompañados de
la destrucción o el expolio de sus bienes) en toda Europa. Estaba claro que era
necesario encontrar un culpable a quien achacar semejante tormento y
maldición. Los judíos se configuraron como candidatos ideales, ya que eran
despreciados y envidiados desde épocas pasadas al ser popularmente
considerados un pueblo maldito, culpable de la muerte de Cristo. Cuando en
1348 desembarcó la peste en Europa y la gente, famélica y debilitada por
décadas de penurias, empezó a morir por millones, el populacho empezó a
pensar que no era sólo Dios quien estaba detrás de aquel castigo tan cruel que les
había tocado vivir. La imaginería popular se alimentó en el hecho de que los
judíos seguían enriquecidos a pesar del desastre global y, además, desde los
púlpitos se habían lanzado durante años consignas contra esta minoría social que
insistía en negar la salvación que Jesucristo había traído al mundo con su
sacrificio. A pesar de la furia popular, los sectores privilegiados y gobernantes
temían un éxodo masivo de los israelitas con sus capitales a causa de estas
matanzas. Aunque la misma Iglesia trató de detener los ataques contra la
población hebrea, tras siglos de mensajes antisemitas contra el enemigo interior
judaizante, el pueblo no estaba dispuesto a transigir cuando ya había dado forma
física a sus males. Por ello, encontrado un propicio chivo expiatorio que
demandaban, los gobernantes acabaron por propiciar las persecuciones. Estas
acciones, espontáneas o no, tan solo contribuyeron a empeorar la crisis
económica bajomedieval dado que la minoría social israelita manejaba
importantes masa de capital y las llaves del comercio interior y exterior.

El colectivo musulmán tampoco se libró del acoso, pues también se lo


consideró culpable de la pestilencia. Es reseñable en este sentido el hecho
acontecido en la isla de Chipre, ocurrido en el año 1347, cuando la población
musulmana fue masivamente encarcelada, acusada de ser culpable de la
enfermedad. Más tarde, aun comprobando que la mortalidad continuaba de igual
manera, se perpetró una gran matanza de sarracenos por simple pánico a la idea
de que si los cristianos continuaban muriendo a ese ritmo, fueran los cautivos los
que acabaran por hacerse con el control de la isla.

Otra de las reacciones que tuvo la población a causa de la pestilencia fue


el estallido de diferentes disturbios debidos al fallecimiento de gerifaltes
depositarios de señoríos. Ya el Decamerón nos muestra con claridad la igualdad
social que la muerte suponía, pues no diferenciaba entre ricos y pobres,
llegándose a perder herencias y cesiones por la muerte, no solo de los sucesores,
sino de sus simples administradores. De esta forma, muchos nobles ambiciosos
optaron por la ocupación armada de los señoríos vacantes con el objetivo de
acrecer su patrimonio, no dudando en violentar al campesinado de tales tierras.
Sin embargo, este sector social no se quedó de brazos cruzados frente a los
desmanes y abusos de los poderosos, dando lugar a violentas revueltas
campesinas. Así, en 1358, en Francia, se produjo la “Jacquerie”, revuelta
popular en la que el campesinado levantó sus armas matando a todo noble que se
encontrase mientras recorrían la región norteña de Beauvaisis. En su paroxismo,
el mercader Etienne Marcel reunió a tres mil rebeldes en París y llegó a asaltar el
mismo palacio real, aunque meses más tarde acabó siendo asesinado. Esta
situación de revuelta social también hizo que numerosos conflictos bélicos se
paralizasen, siendo el más importante la Guerra de los Cien Años, donde
ambos bandos, franceses e ingleses, no tuvieron más remedio que firmar una
tregua a causa de las afecciones de la epidemia y los disturbios en sus territorios.
En la Guerra de Reconquista peninsular pasó algo similar, ya que las tropas
castellanas tuvieron que levantar el sitio a Gibraltar por la amenaza de la peste y
las revueltas populares.

Por otro lado, la pestilencia estableció un antes y un después en la


iconografía medieval sobre la muerte, que se convirtió, más que nunca, en
parte de la vida cotidiana. Esta angustiosa percepción se hará presente en el arte
y la literatura, que representarán a la “Muerte Negra” como una gran
amenaza, comparable a las plagas bíblicas, siendo representada frecuentemente
por la imaginería religiosa de los siglos posteriores. El espectáculo del calvario,
las cruces, los cuerpos de los ejecutados, reinan sobre el arte del siglo XIV. Una
imagen que comenzará a hacerse frecuente será la representación de la Peste
amenazando con sus flechas a los hombres, siendo los santos, y particularmente
la Virgen, quienes los amparan; destacando en especial en esta imaginería a San
Sebastián, protector frente a las epidemias ya desde el siglo VII. Otra
representación, alusiva al apocalipsis, muestra a un feroz y oscuro caballero
armado que cabalga repartiendo muerte a diestro y siniestro o a ejércitos
infernales de esqueletos realizando brutales matanzas. Muy característica y
diferenciadora frente a esta corriente general es la miniatura miniada polícroma
que aparece en la Biblia de Toggenburg del 1411 y que nos muestra a un
matrimonio postrado en el lecho cubierto de bubones. A su lado, un ensalmista
esparce en el aire una misteriosa mixtura terapéutica, resultando totalmente
ausentes los agentes religiosos.

En cualquier caso, la más famosa de las representaciones artísticas,


literarias y musicales de la época es la llamaba “Danza de la Muerte”,
manifestación artística tardo medieval inspirada posiblemente en La Divina
Comedia”de Dante Alighieri, escrita un par de décadas antes de la pandemia.
Estas creaciones realizan una manifestación sobre la evidencia de la
universalidad de la muerte, una muerte igualitaria que no diferencia edades o
estatus social. Al desarrollarse en versos dialogados en los que el personaje de la
parca Átropos se representa como un esqueleto humano. La misma, va llamando
a personas de distinta posición social o en diferentes etapas en la vida para bailar
alrededor de una tumba. Procedente de Francia, se desarrolló en toda la
literatura europea, expresando no la resignación cristiana, sino terror ante la
pérdida de los placeres terrenales. Aunque por un lado ofrece la intención
religiosa de recordar que los goces del mundo son efímeros y que hay que estar
preparado para morir cristianamente, por otro, arrolla su propósito satírico al
hacer que todos caigan muertos, con independencia de su edad o su posición
social, dado el poder igualatorio de la muerte. Paralelamente, en nuestro
contexto peninsular, hay que señalar la “Danza General de la Muerte”,
manuscrito castellano compuesto a principios del s. XV que consta de
seiscientos versos dodecasílabos en coplas de arte mayor en los que van
desfilando y lamentándose una serie de figuras y personajes que representan
todos los estratos sociales de la época, invitadas por la Muerte a unirse a su
danza. Esta arrolladora manifestación de gusto literario contrasta con las obras
religiosas de los siglos anteriores como las de Gonzalo de Berceo que nos
presentan una imagen de la “Buena Muerte” propia de su época.

Como hemos podido ir viendo, en efecto, el miedo configuró la mentalidad de


la época y provocó una actitud ante la vida angustiosa, acelerada y llena de
recelo y desconfianza hacia el prójimo, ya que cualquiera podía contagiarse; y
ya no se era tan atento con los enfermos, sino que muchos fueron dejados a su
suerte, o marginados fuera de las murallas de la ciudad. Se produjo un fuerte
rechazo de los sanos hacia los afectados por la pestilencia, huyendo de
aquellos que ya no eran vistos como humanos afligidos y débiles, sino como
portadores de una plaga letal al servicio de la Muerte.

Bibliografía
-Alighieri, D.: La Divina Comedia. C.I.L. Barcelona, 1989.

-Allmand, Ch.: La Guerra de los Cien Años. Crítica. Madrid, 1990.

-Berceo, Gonzalo de: Antología. Club internacional del Libro. Barcelona, 1986.

-Blanco Rebollo, A.: La Peste Negra. Anaya. Madrid, 1988.


-Duby, G. Europa en la Edad Media. Paidós. Barcelona, 2007.

-Fernández Martínez, F.: La Medicina Árabe en España. Urania (edición en


facsímil). Madrid, 1936.

-Gottfried, R. S.: La Muerte Negra. Desastres en la Europa Medieval. 1989.

-Infantes, V.: Las Danzas de la Muerte. Génesis y desarrollo de un género


medieval (siglos XIII-XVIII).Universidad de Salamanca, 1997.

-Mitre, E.: La Muerte Vencida. Imágenes e historia en el Occidente Medieval


(1200-1348). Encuentro Ed. Madrid, 1988.

-Ruccqoi, A.: “De la Resignación al Miedo: La Muerte en Castilla en el siglo


XV”. En Ciclo de conferencias de La idea y el Sentimiento de la Muerte en la
Historia y en el Arte de la Edad Media. Universidad de Santiago de Compostela,
1992.

-Valdeon Baruque, J.: “La Peste Negra en la Edad Media. El Esplendor de una
Época”. En Historia National Geographic. Vol. Esp. 2011.

-Valdeon Baruque, J.: La Reconquista. Espasa. Madrid, 2006.

-VV. AA.: La Danza General de la Muerte. Códice de El Escorial. Miraguano


Ed. Madrid, 2001.
¿Quién llegó a América antes que
Colón?
Por Academia Play

Son especialmente conocidos los viajes que Cristóbal Colón realizó al


continente americano. Sus viajes han sido ampliamente detallados y
reconocidos. Ahora bien, también es conocida la posibilidad de la llegada de
otras personas al mismo continente con anterioridad al célebre navegante.

“¿FRONTERAS? NUNCA HE VISTO UNA. PERO HE


OÍDO QUE EXISTEN EN LAS MENTES DE ALGUNAS
PERSONAS.” THOR HEYERDAHL

Colón llevó a cabo cuatro expediciones: la primera vez, en 1492, zarpó del
Puerto de Palos y, pasando por Canarias, se topó con las Islas Bahamas para
después llegar a Santo Domingo (La Española) y a Cuba. Regresó de nuevo al
Puerto de Palos pasando por Lisboa. El segundo viaje empezó en Cádiz en 1493
y llegó a la isla de Guadalupe. Durante este viaje exploró Jamaica y Puerto Rico
y regresó en 1496 a Cádiz. La tercera vez zarpó en 1498 de Sanlúcar de
Barrameda, pasó por Cabo Verde y arribó en la isla de Trinidad. En esta ocasión
recorrió la costa de Venezuela. En el cuarto y último viaje Colón salió de Sevilla
en 1502 dirigido a La Española. Sondeó territorio que actualmente es hondureño
y regresó a Sanlúcar de Barrameda.
Viajes de Cristóbal Colón.

Los viajes de Colón establecieron rutas seguras entre América y Europa


para su navegación regular y reiterada. Sin embargo, hay que tener en cuenta
algunas hipótesis sobre la llegada a América de personas no autóctonas con
anterioridad a Colón. A pesar de ser hipótesis tentativas, las posibilidades son
importantes y de lo más sugerentes. Se trata de especulaciones sobre contactos
transoceánicos precolombinos.

La primera hipótesis, la más cercana a Colón, es la conocida como el Prenauta.


Según cuenta esta creencia, esta persona le reveló a Colón el secreto de la
existencia de tierra entre Europa y Asia. Dicho prenautapodría ser el marinero
comerciante Alonso Sánchez de Huelva quien supuestamente llegó antes que
Colón a América. No hay evidencias que prueben la existencia de esta persona.
No obstante, personalidades de la época como Bartolomé de las
Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo Valdés o Francisco López de
Gómara afirman que con anterioridad a los viajes de Colón hubo navegaciones
transatlánticas que llegaron a América de los que Colón tuvo noticia.
Estatua en Huelva de Alonso Sánchez, el prenauta.

Es célebre la llamada “hipótesis de 1421” de Gavin Menzies, por la cual el


explorador, marino y militar chino Zheng He habría llegado a América en una
de sus siete expediciones por el mundo entre 1405 y 1433. La tecnología naval
china era superior a la europea, su iniciativa militar era audaz y se han
encontrado supuestas piezas de porcelana china en sitios como Perú o California.
Esta suposición se apoya principalmente en la copia de un mapa controvertido en
el que aparecen Oceanía y América, cuya autoría se atribuye a Zheng He.

Otra hipótesis es la que se refiere a la llegada de exploradores vikingos a


América del norte. Esta conjetura tiene, además de los relatos de las tradiciones
culturales, el apoyo de documentos arqueológicos. Quien fuera hijo de Erik el
Rojo, Leif Eriksson “el afortunado”, habría llegado a América alrededor del
año 1000. En las Sagas Islandesas se cuenta la llegada a una tierra desconocida
que llamaron Vinland, la cual se asocia hoy con la isla de Terranova, Canadá.
Leif Eriksson Descubre America, Christian Krohg.

El “Rey de Reyes” o mansa del imperio de Malí en el África


occidental, Abubakari II,pudo haber llegado a América en el siglo XIV. En un
primer momento envió naves al Atlántico, pero se hundieron. Más tarde, el
propio Abubakari II partió en 1311 bajando el río Senegal, cruzando el océano
y llegando a América donde permaneció para luego enviar marineros de vuelta y
contar lo acontecido.

A pesar de no haber pruebas consistentes, el mito del viaje de Madoc es


importante a este respecto. Según algunos escritores de la cultura
popular, Madog ab Owain Gwynedd fue un príncipe galés amante de la
navegación que llegó a América en 1170. Lo más llamativo es la leyenda de los
“indios galeses”, conforme a la cual los colonos se mezclaron con tribus
indígenas y sus descendientes permanecieron allí manteniendo el idioma galés.
The Santa Maria, Nina and Pinta, Edward Moran.

Una de las pruebas más fehacientes de la existencia de contactos precolombinos


es el hallazgo en Alaska de objetos metálicos elaborados cerca de 1300 en Asia
Oriental. También es reconocida la posible relación entre habitantes de
Polinesia con americanos precolombinos. La credibilidad de esta hipótesis es
alta debido al hallazgo en un lado de materiales, artefactos, fauna y flora propios
del otro y viceversa datado en fechas prehispánicas, así como en algunas
similitudes entre lenguas y parecidos en la genética, por ejemplo de indígenas
mapuches y personas de la isla de Pascua. Esto se ve reforzado por el encuentro
de evidencias óseas en Tunquén (territorio chileno) que indican un mestizaje
entre polinesios y nativos americanos. También se encontraron seis cráneos en la
isla de Mocha con morfología propia de los habitantes de la Polinesia.

No falta quien atribuye viajes a América a los egipcios, los fenicios y los
cartaginenses. A su vez, el famoso etnógrafo y aventurero Thor
Heyerdahl organizó una travesía por el pacífico que transitó 8000 kilómetros en
1947 con una balsa construida artesanalmente (Kon-tiki). El viaje pretendía
probar que era posible que pueblos de la antigüedad pudieron llevar a cabo
viajes oceánicos de largas distancias, de manera que pudieron establecer
contacto aun estando alejados. Además, Thor Heyerdahl defendió la hipótesis
de que los egipcios pudieron llegar a América, por lo que en 1969 zarpó de
Marruecos con un bote construido de papiro para cruzar el Atlántico y llegar a
América. El Ra, nombre que le dio al barco réplica de una embarcación egipcia,
no logró llegar a su meta. Empero, en 1970 la expedición del Ra II fue exitosa.
La hazaña se cuenta en el documental de 1971 The Ra Expeditions. A Thor
Heyerdahl se le atribuye la frase “¿Fronteras? Nunca he visto una. Pero he oído
que existen en las mentes de algunas personas.”

Kon-Tiki.

Hay que tener en cuenta las migraciones humanas en relación a la expansión


del Homo sapiens para el poblamiento de América. La humanidad se expandió
a partir de África hacia Oriente Próximo. Luego se extendió a los territorios
europeos y después hacia Oceanía, Asia y, finalmente, América. Según
el Consenso de Clovis (o teoría del poblamiento tardío), por motivo de la última
glaciación y la concentración de hielo, los niveles oceánicos descendieron. Por
tanto, se establecieron conexiones terrestres en algunos lugares anteriormente
separados por agua. Este fue el caso del estrecho de Bering que, en aquel
momento, unió Siberia y Alaska. De esta manera, hace aproximadamente 13000
años un grupo de humanos cruzó al continente americano empezando su
poblamiento. Esta teoría está en discusión, sobre todo a partir de hallazgos de
mayor antigüedad como el yacimiento de Monte Verde en Chile. Todas las
hipótesis en este terreno son muy debatidas y están condicionadas por la
aparición constante de nuevas evidencias que dirigen la teorización hacia un lado
o hacia otro.
Mapa de las migraciones humanas, Instituto Nacional de la Genética de Japón.

Las hipótesis sobre contactos precolombinos con nativos y tierras


americanas son innumerables (algunas con mucha fuerza, otras consideradas
pseudocientíficas), lo cual lleva a pensar que las relaciones podrían no haber
sido extrañas. Entonces el concepto de “descubrimiento” podría quedar en
entredicho, pero a poco que se excarve esta hipótesis se disuelve, pues estos
viajes no fueron más allá de la exploración y no consiguieron la creación de
rutas marítimas estables, ni siquiera la localización en el globo terráqueo de un
nuevo contienente (que no es poco).

Bibliografía
Barnés, H. Ni españoles ni vikingos: ¿quién descubrió de verdad América? El
Confidencial. (Online: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2016-
05-01/ni-espanoles-ni-vikingos-quien-descubrio-america_1189811/).

Huyghe, P. Columbus Was Last: From 200,000 BC to 1492, A Heretical History


of Who Was First. Ed. Anomalist Books, 2005: New York.

Mira Caballos, E. Cristóbal Colón y el enigma del protonauta. Blog de Esteban


Mira Caballos. (Online: http://estebanmiracaballos.blogia.com/2014/092801-
cristobal-colon-y-el-enigma-del-protonauta.php).
Sanz, J. Todos los que llegaron a América antes que Colón. Historias de la
historia. (Online: http://historiasdelahistoria.com/2011/03/17/todos-los-que-
llegaron-a-america-antes-que-colon).
Mamá, papá… ¡Me voy a América!
Por Juan María Pérez

Corren los años de la tercera década del siglo XVI. La conquista de


América se encuentra en un punto muy avanzado y son muchos los españoles,
entre los que buena parte eran de procedencia extremeña, los que deciden
emprender el arduo camino de la emigración hacia aquellas lejanas tierras en
busca de un futuro halagüeño. Las motivaciones de todos los que deciden viajar
hasta el Nuevo Mundo son muy diversas, pero lograr tener todo lo necesario para
emprender el viaje no va a ser nada fácil. La Corona española estableció duras
prohibiciones para la entrada en América no solo a los extranjeros, sino a todo
aquel que, aún procediendo de la propia nación española, fuera considerado
como elemento perjudicial para el bienestar de los nuevos habitantes de los
territorios recientemente poblados. ¿Quieres viajar hasta América en el siglo
XVI? Pues atento, porque el recorrido burocrático es bastante complejo.
Galeón español del siglo XVI.

Lo primero que has de conseguir es un estatuto de limpieza de sangre, el cual


se podía conseguir en el Ayuntamiento del lugar de residencia. Ningún moro, ni
judío o hijos de éstos, ni recién convertidos a la fe cristina, ni tampoco ningún
reconciliado por la Inquisición ni sus descendientes estaban autorizados a viajar
al Nuevo Mundo. Tenías que probar que descendías de cristianos viejos, si no,
aquí se podían truncar tus sueños de comenzar un futuro mejor al otro lado del
charco.

El segundo paso será obtener una Real Cédula, es decir, una licencia, que
expeditaba la Corona a través del Real y Supremo Consejo de Indias. Éste fue
el órgano más importante de la administración indiana y sin la Real Cédula que
se conseguía aquí te resultaría imposible viajar hasta el nuevo continente. Esta
licencia era otorgada a título personal y de carácter intransferible, y podía
ser de diferente naturaleza si ibas a desempeñar un oficio allende los mares o
incluso obligarte a residir en un determinado territorio durante unos años para
después poder gozar de cierta libertad de movimiento.
Una vez en posesión de estos documentos, necesitarías una licencia de
embarque que se obtenía en la Casa de Contratación, ya que desde aquí se
controlaba la actividad comercial, el tránsito de personas y las expediciones
entre España y el Nuevo Mundo. Es decir, esta licencia sería hoy en día como tu
billete de embarque mediante el cual poder subir a bordo del barco en el que vas
a realizar tu viaje.

Sevilla. Siglo XVI. Gracias al monopolio del tráfico comercial y financiero con América, Sevilla se
convirtió en el siglo XVI en una de las mayores urbes del mundo.

Por supuesto, todo esto había que pagarlo, y si además vivías en alguna zona
alejada de alguno de los organismos que hemos citado, súmale el coste de
desplazamientos y alojamientos pertinentes. No obstante, como bien sabemos
la picaresca española es algo que nos ha venido definiendo a lo largo de nuestra
historia, y se sabe que todos aquellos que se propusieron viajar a América y no
tenían medios para hacerlo consiguieron atravesar el océano por diversos
medios, ya fuera falsificando pruebas para la obtención del estatuto de limpieza
de sangre, sobornando a las autoridades pertinentes, o comprando permisos
falsos de embarque que solían venderse en Sevilla a un precio razonable y
accesible.

Habiendo reunido toda esta documentación, ya estás listo para preparar tu


macuto, despedirte de tus seres queridos y subir a tu barco para empezar una
nueva vida más allá del Atlántico. Ahora solo resta rezarle a todo el santoral para
que tu barco llegue de una pieza a costas americanas y no sea engullido por el
mar en medio de una terrible tempestad. ¡Buen viaje!
Forma y levantado de la ciudad de México. Juan Gómez de Trasmonte. Año 1628.

Bibliografía
Iglesias Aunión, P.: “Las licencias para viajar a las Indias. Estatutos de limpieza
de sangre y requerimientos en el Trujillo del siglo XVI”. Asociación Cultural
Coloquios Históricos de Extremadura.

Navarrete Peláez, M. C.: “Judeoconversos en la Audiencia del Nuevo Reino de


Granada, siglos XVI y XVII”. En Revista de Historia Crítica, nº 23, 2003.
Las leyes de la Corona de Castilla
que protegían al indígena
Por Academia Play

Las leyes de Burgos estuvieron destinadas a la protección de los indígenas.


Fueron el resultado de las denuncias de los primeros misioneros y de los
profundos debates que tuvieron lugar en la Junta Burgos. Este conjunto de
ordenanzas firmadas por el rey Fernando el Católico en 1512 son un claro
precedente del derecho internacional y un atisbo temprano del reconocimiento de
los derechos humanos. Las leyes de Burgos se encuentran en los inicios de un
largo recorrido de la legislación hispana en América.

SE MANDÓ EN LAS INSTRUCCIONES DEL SEGUNDO


VIAJE DE COLON, SEGÚN EXPLIQUÉ, NO SÓLO LA
CONVERSIÓN DE LOS INDIOS, SINO TAMBIÉN LA
CONSIDERACIÓN Y EL TRATO A QUIENES DESDE
ESE MOMENTO SE DECLARABA COMO PERSONAS,
SUJETOS DEL DERECHO, QUE DEBÍAN SER
CONSIDERADOS «MUY BIEN Y AMOROSAMENTE»,
CASTIGÁNDOSE «MUCHO A QUIENES LES TRATE
MAL».

RICARDO LEVENE

1. Las encomiendas
La primera etapa, hasta 1512, se desarrolló bajo el auspicio de las Bulas
Alejandrinas, las cuales legitimaban el dominio tanto espiritual como
temporal. Este poder se despliega sobre la Indias y sus pobladores. La libertad
del indio se reconoce, pero bajo la condición de súbdito del príncipe cristiano.
No obstante, lo que no se le reconoce es su derecho (natural) sobre sus
posesiones temporales como señoríos, pues Alejandro VI otorgó a la Corona
de Castilla tales tierras.

En la segunda fase de esta primera etapa se implantó el régimen de la


encomienda. Con todas las controversias que supusieron
las encomiendas y repartimientos, lo cierto es que el modo de producción se
basó en ellas y fue determinante para la norma imperial. Por este motivo
fracasaron principalmente los numerosos intentos de suprimirlas. Las
encomiendas se entienden como “tributos debidos por los indios al rey y que este
subroga a los encomenderos” (Insua 2018, p. 169). Así pues, un grupo de
indígenas estaban obligados a retribuir en trabajo al rey a través de los
encomenderos.

En la primera etapa antillana se produjeron prácticas abusivas que


posteriormente se denunciaron, a pesar de la condición de hombre libre del
indio y de que los encomendados no eran propiedad de los encomenderos. El
primer gobernador real de La Española, Nicolás de Ovando, suspendió las
encomiendas para imponer tributos a los indios como súbditos de la Corona. Sin
embargo, los indios huyeron y los españoles reconocieron que debían obligar a
los indios a trabajar bajo su tutela, considerando su libertad y la remuneración
debida. El sistema de encomiendas y repartimientos no se abandona hasta el
siglo XVIII.

Durante esta época, en estas tierras —que aún no son América— decae el
control de la Corona por problemas en el continente europeo como las guerras
de Italia o la crisis por la sucesión en Castilla tras la muerte de Isabel La
Católica. La población indígena es forzada a trabajar masivamente y los abusos
se multiplican. No obstante, las concepciones teóricas y las prácticas llevadas a
cabo se van a ver alteradas.

En definitiva, las Bulas Alejandrinas justificaron la soberanía castellana sobre


las Indias. Es una suerte de teocratismo pontificio, “pues los castellanos,
además de tener el dominio espiritual concedido por el papa (Real Patronato), se
supone que tienen también, igualmente por donación papal, legitimidad para
desarrollar sobre las Indias el dominio temporal, sin que ello suponga, por lo
menos teóricamente (y aquí está el problema), la expropiación (privada) de los
indios que, según mandato testamentario de a reina, y como ocurría con
cualquier súbdito de la Corona, no podían ser «agraviados ni en sus vidas ni en
sus bienes»” (ibíd., p. 172).

Fray Antonio Montesinos. Escultura de Antonio Castellanos Basich.

2. Las leyes de Burgos


Tras esta primera experiencia, no sólo empiezan a aparecer voces que denuncian
los abusos, sino que sectores de la propia Iglesia ponen en duda la legitimidad de
la soberanía española. Fray Pedro de Córdoba (formado en Salamanca), primer
inquisidor de América, reprobó los excesos y las injusticias que observó
cuando llegó. También discutió el sistema jurídico establecido y las cuestiones
de fondo que lo sustentaban. Este fraile encabezó el primer grupo de dominicos
que llegó a Santo Domingo en 1510. Junto a él llegaron fray Bernardo de
Santo Domingo, fray Domingo de Villamayor y fray Antonio de Montesinos.
Este último causó verdadero sobresalto con sus sermones de diciembre de 1511
denunciando los malos tratos de los encomenderos.

La situación de controversia forzó a la Corona a replantear las circunstancias


y en 1512 el rey Fernando convocó una Junta extraordinaria en
Burgos. Acudieron juristas y teólogos para resolver las problemáticas. Se
trataron cuestiones de fondo, no sólo se centraron en conflictos puntuales. La
Junta no implicó el abandono del proyecto imperial. Antes bien, reafirmó el
derecho temporal de los castellanos“consolidándose así el sistema del derecho
indiano que se estaba aplicando de hecho” (ibíd., p. 172).

No obstante, también se centra en los mecanismos de protección de los


indios con figuras como la del visitador. No sólo los sistemas de control
aparecieron, sino que se aseguraron la condición libre de los indios y un salario
justo por los trabajos obligados. Asimismo, se establecen mejoras en las
condiciones laborales en las minas y labranzas y se mejoran las condiciones de
menores y embarazadas. En suma, “se regulan el régimen de los indios, sus
condiciones personales de vida y de trabajo, sus derechos, los límites a su
utilización como mano de obra, etc., y constituye un texto legal para proteger
al indio a partir del reconocimiento de su condición como hombre libre y
titular de derechos humanos básicos, como el de la libertad y la propiedad”
(Sánchez Domingo 2012).

En esta línea, Juan Cruz Monje Santillana explica:

¿Por qué es relevante e histórica esta regulación legal del indio? ¿Cómo era
Castilla en 1511? En primer lugar, lo trascendente de esta regulación es su
novedad. Hasta este momento no se había reconocido en ningún texto ni se
había polemizado acerca de lo que ahora llamamos derechos humanos y
tampoco se había regulado hasta entonces, como ha quedado dicho, ninguna
disposición que analizase y resolviese cuestiones que aquí se plantearon, tales
como la naturaleza del indio, su condición de ser humano o no, si tenía alma,
sus derechos tanto espirituales como materiales, como por ejemplo el derecho
de propiedad, sus condiciones de vida, de trabajo…
La tensión entre la libertad del indio y las encomiendas y repartimientos se
intenta resolver. Para la solución de esta cuestión empiezan a traerse conceptos
de raigambre aristotélica como las de gobierno
civil y heril (politikés y despotikés) o el de servidumbre natural, por parte de
Gregorio López y fray Bernardo de Mesa. Este último defendió un gobierno
medio entre el servil de los hombres libres y el heril de los siervos, puesto que en
condiciones de libertad completa los indios se negaban a trabajar, pero no se les
podía negar su libertad y convertir en siervos.

El resultado de la Junta de Burgos fueron las Ordenanzas Reales para el buen


regimiento y tratamiento de los Yndios, también conocidas como las leyes de
Burgos, aprobadas el 17 de diciembre de 1512 sancionadas por el rey
Fernando. Se protegió a los indios y se regularon sus condiciones de trabajo
para evitar los abusos. Sin embargo, las leyes de Burgos no resolvieron el
problema doctrinal, que era el fondo de las reclamaciones de los dominicos. Se
reafirmó el derecho indiano basado en la concesión pontificia, es decir,
primando la interpretación teocrática de las Bulas Alejandrinas cuyo principal
defensor fue Palacios Rubios. A partir de 1512 se abrió una nueva etapa en el
desarrollo de la conquista y de la vida social en América asentada sobre esta
doctrina jurídico-institucional.

A raíz de la Junta de Burgos se elaboraron los primeros tratados sobre la


cuestión. Los más importantes conservados son el de Palacios Rubios y el
de Matías de Paz. No satisfechos con lo establecido, los dominicos exigían una
nueva junta, lo cual implicaba volver a paralizar el proceso de conquista. Hasta
este momento, los dominicos aceptaban la potestad sobre las Indias concedida
por las Bulas Alejandrinas. Se debía evangelizar a los indios respetando sus
derechos de propiedad sobre sus cosas y dominios. La predicación de la fe
cristiana no implica el poder temporal sobre los dominios de los indígenas. Y si
se violan los derechos de los indios (tal como ocurría según las declaraciones de
los dominicos), entonces se debe renunciar al proyecto por completo pues se
hace mal a los indios, a los españoles y a la misma fe cristiana. No se puede
imponer la ley cristiana a través de medios antiapostólicos.

Fue en el marco de esta controversia cuando el jurista Juan López de Palacios


Rubios redactó el Requerimiento en 1512, originalmente llamado Notificación y
requerimiento que se ha dado de hacer a los moradores de las islas en tierra
firme del mar océano que aún no están sujetos a Nuestro Señor. Por medio de
este documento se solicitaba al indígena que aceptara la soberanía hispana y
adoptara la fe cristiana antes de hacerle la guerra. Con el Requerimiento se
buscaba también la protección del indio, también sobre la base teocrática. Sin
embargo, resultó ineficaz e inocua por evidentes razones, no era más que un
procedimiento formal. Hernán Cortés empleó habitualmente el Requerimiento,
pero las denuncias de Montesinos y las problemáticas abiertas por los
dominicos seguían irresueltas.

La legislación indiana se fue implantando por etapas y no constituyó un


bloque homogéneo. El juicio en bloque sobre el conjunto supone un
anacronismo. Además, dicha legislación no hizo tabula rasa sobre la legislación
indígena, a pesar de que la transformó. Por otro lado, las rectificaciones y
acomodaciones al tenor de los descubrimientos y la complicada casuística son
constantes. Asimismo, existió multitud de intereses divergentes y enfrentados,
propios de los participantes del proceso histórico como pudieron ser los
encomenderos, los soldados, los funcionarios o los misioneros. Los intereses
indígenas también eran variados y no todos tenían la misma condición entre
ellos.

El desarrollo del régimen jurídico indiano no concluyó con las leyes de


Burgos. El canon tomista-vitoriano no se impuso como justificación teológica
de la norma imperial entre los teólogos españoles hasta algunos años después.
No se pueden obviar otros episodios fundamentales como la promulgación en
1542 de las leyes Nuevas, que son una revisión para mejorar las condiciones de
los indios, o como la Junta de Valladolid convocada por Carlos I en 1550 y las
diferencias doctrinales entre Francisco de Vitoria, Bartolomé de las
Casas y Juan Ginés de Sepúlveda. Carlos I, la persona más poderosa de la
tierra, detuvo la conquista durante 6 años (1550-1556) para sopesar si lo que
estaban haciendo era correcto o no. Es imposible hallar un caso parecido en toda
la historia de la humanidad. El debate que se dio en Valladolid fue un debate
sin precedentes, pionero en la lucha por los derechos humanos.
Fernando el Católico. Pintura de Michael Sittow.

3. La acción imperial española en América: un


caso de raciocinio y no de fanatismo religioso
La cuestión de indis implicó una profunda discusión en el seno de la política
imperial española sobre la legitimidad de los títulos de la presencia en el
territorio recientemente descubierto. Es importante señalar que no se trató de una
mera cobertura legal que refrendase ideológicamente la actividad ya existente
conforme a los intereses establecidos (tal y como erróneamente se suele explicar
el asunto). Antes bien, consistió en un problema planteado con sistematicidad
y rigor inusitado intrínsecamente ligado al establecimiento mismo de los
fines y la determinación de los planes de actuación del Imperio español en
América.

El cuestionamiento acerca de los fundamentos que dirigen, legitiman o invalidan


la propia actividad imperial en relación a las otras sociedades políticas no se dio
con tanta profundidad teórica en otras experiencias imperiales pasadas y
venideras. No tomar en consideración la producción legislativa, la discusión
sobre sus fundamentos y su íntima relación con la misma determinación de los
fines de las acciones imperiales (y no como simple superestructura funcional y
vacía) implica necesariamente una percepción parcial y ramplona de la
relación de España con América.

La legislación de Indias que reguló las actividades de las provincias y


virreinatos es el resultado material de las discusiones sobre la cuestión indígena.
Hay que señalar que dicha legislación fue evolucionando a lo largo del
tiempo, no fue un bloque homogéneo ciego a las realidades y procesos
históricos del momento. La norma imperial española se formó de un modo
polémico a partir de los debates jurídico-teológicos que la misma acción
imperial motivó. En ocasiones, las prácticas de conquista se detuvieron y
transformaron hasta que se llegase a una conclusión. Para resolver la
problemáticas los autores involucrados dispusieron de todos los avances teóricos
de la época. La norma fundamental de la acción generadora del Imperio
español permitía identificar y denunciar las circunstancias abusivas. A este
respecto, es importante recalcar que tanto los defensores de la presencia española
en América como los que la rechazaban criticaron las prácticas abusivas.

Pedro Insua explica en su obra 1492: España contra sus fantasmas que, en
suma, la presencia del Imperio en las Indias occidentales se justificaba en
virtud de un canon antropológico que denomina “canon tomista-
vitoriano” (Insua 2018, p. 157). Dicha concepción del hombre implica la noción
de ley natural y la necesidad de formas de organización política rectas para que
el género humano no consuma su degradación. La actividad del imperio
español se justificó por la necesidad de restaurar la dignidad antropológica
de todos los hombres. El dominio universal del Imperio español residía en
su expansión civilizadora interpretada como evangelización, lo cual conlleva el
reconocimiento de la condición humana del indio. Ahora bien, este constructo
doctrinal no fue constante desde el principio, sino que se fue fraguando e
imponiendo a lo largo de los amplios debates y del desarrollo histórico, en el que
diversas controversias y posiciones fueron apareciendo y enfrentándose.

Los derechos y la legitimidad del proyecto expansionista del Imperio español


allende su península vinieron dados en un primer momento por el agustinismo
político que el propio poder eclesiástico sancionó en las Bulas
Alejandrinas (emitidas por el papa Alejandro VI en 1493). Por estos
documentos, los Reyes Católicos eran investidos tanto del poder temporal como
del espiritual del territorio descubierto, siempre y cuando su labor fundamental
fuera la evangelización.

La legitimidad de los poderes concedidos por las bulas se puso en cuestión.


Entre los siglos XV y XVI el agustinismo (doctrina de San Agustín de Hipona)
va perdiendo terreno en favor del tomismo (doctrina de Santo Tomás de
Aquino). Esto provocó un cambio en la concepción de la justificación
teológica del poder político. Si la sociedad política no está subordinada al poder
espiritual, entonces el papa no tiene potestad para ceder el territorio: “(…) desde
la perspectiva tomista la formación de la sociedad política no se ve subordinada
al poder pontificio, sino que se concibe como independiente, en su terreno
propio, pero sin tampoco entrar en conflicto con él: Tomás de Aquino reconoce
el derecho temporal del Estado, y con él el derecho de gentes pues no queda
anulado —por más que se subordine a él en el orden espiritual— por el poder
pontificio. Para el tomismo no es necesaria la fe cristiana para gobernar
rectamente, sino que es suficiente la razón, que es común a todos los hombres,
reconociéndose así la legitimidad de los gobiernos paganos” (ibíd., p. 160).
Camino de Cortés. Pintura de Augusto Ferrer-Dalmau.

Esta posición está alejada de la teocracia, el hierocratismo o


el cesaropapismo (como el anglicano). En España se impuso el racionalismo
tomista, con particular representación en la denominada Escuela de
Salamanca, desde el cual se discute la cuestión de la legitimidad de la presencia
española en el Nuevo Mundo. Lo curioso (quizá no tanto) es que la idea del
derecho natural del Estado recuperada por esta postura supuso un impulso a
favor de los Estados cristianos frente a los gobiernos paganos y frente al
papado (cierta recepción del ockhamismo tuvo un efecto parecido en otras
regiones), según explica Insua.

La acción imperial española en la Indias occidentales se rigió por un camino


racionalista y no por el fanatismo religioso y la devoción papal absoluta que
propugna la Leyenda Negra. Estuvo dirigido por debates intelectuales de
primer orden en la época y no por la ignorancia y el ciego interés.

Bibliografía
Cruz Monje Santillana, J. Las leyes de Burgos de 1512, precedente del derecho
internacional y del reconocimiento de los derechos
humanos. [Documento online].

Insua, P. (2018). 1492: España contra sus fantasmas. España: Ariel.

Oriz Bes, Al (2015). Los indígenas en el proceso colonial: leyes jurídicas y la


esclavitud. Anuario del Centro de la Universidad Nacional de Educación a
Distancia en Calatayud. N. 21

Pizarro Zelaya, A. (2013). Leyes de Burgos: 500 Años. Diálogos: Revista


electrónica de historia. N. 1, pp. 31-78.

Sánchez Domingo, R. (2012). Las leyes de Burgos de 1512 y la doctrina jurídica


de la conquista. Revista jurídica de Castilla y León. N. 28, pp. 1-55.
Imperios generadores vs. imperios
depredadores
Por Academia Play

Está claro que en la actualidad el término imperio no goza de gran prestigio.


El pasado imperial suele ser omitido, mitigado o rechazado lo máximo posible.
No obstante, es imprescindible una interpretación coherente y sistemática de la
idea de imperio para comprender la historia y las realidades políticas.

“LOS PUEBLOS MÁS DIVERSOS SUELEN SENTIRSE


ORGULLOSOS DE ‘SER UNA NACIÓN’ (EN SENTIDO
POLÍTICO) Y, CUANDO NO LO SON, PROCURAN
MUCHAS VECES FINGIRLO (‘CATALUÑA ES
NACIÓN’, ‘EL BIERZO ES NACIÓN’). EN CAMBIO,
CASI NINGÚN PUEBLO SE IDENTIFICA CON SU
PASADO IMPERIAL; PROCURA NO HABLAR DE ESE
PASADO, COMO SI FUERA UNA PARS
PUDENDA SUYA, NO DESEA SER UN IMPERIO Y,
MENOS AÚN, UN PUEBLO IMPERIALISTA Y,
AUNQUE LO SEA, PROCURA DISIMULARLO Y NO
SER RECONOCIDO COMO TAL.”
GUSTAVO BUENO

Ahora bien, no todos los imperios son iguales. No hay que confundir las
funciones históricas de, por ejemplo, el Imperio persa de Darío con las
del Imperio macedónico de Alejandro Magno, el Imperio británico con
el Imperio español o el Imperio romano. Son muchos los estudios que sobre
los diversos imperios se han realizado, tantos como los realizados sobre el
concepto mismo de imperio.

Felipe II. Pintura de Sofonisba Anguissola.

Gustavo Bueno estableció la distinción entre imperios generadores e imperios


depredadores en su obra España frente a Europa. Lo primero que hay que
discernir es la misma idea de imperio que, según la obra de Bueno, es una idea
filosófica [1] que consiste en un sistema ilimitado de sociedades
jerarquizadas, es decir, sólo delimitado por factores externos al propio imperio
como pueden ser otros imperios. Este sistema jerarquizado se establece de
forma unilateral o multilateral en relación con una sociedad política
concreta. (Esta es una formulación simplificada, para comprender el desarrollo
completo véase la obra mencionada).

A partir de esta idea se constituye la distinción entre los imperios generadores y


los imperios depredadores. La distinción es simple, los imperios son
generadores si, a pesar de las acciones de explotación colonial, convierte a las
sociedades colonizadas en sociedades de pleno derecho. Es decir, propicia la
transformación, en cuanto imperio universal, de las sociedades intervenidas en
sociedades políticas cultural y socioeconómicamente desarrolladas. El Imperio
de Alejandro Magno, el Imperio romano y el Imperio español serían
ejemplos claros. Así pues, “a través de sus actos particulares de violencia, de
extorsión y aun de esclavización, por medio de los cuales estos imperios
universales se desarrollaron, lo cierto es que el Imperio romano terminó
concediendo la ciudadanía a prácticamente todos los núcleos urbanos de sus
dominios, y el Imperio español, que consideró siempre a sus súbditos como
hombres libres, propició las condiciones precisas para la transformación de sus
Virreinatos o provincias en Repúblicas constitucionales” (Bueno, 1999, p. 465-
466).
Desembarco de Colón. Pintura de John Vanderlyn.

Por el contrario, son depredadores si mantienen una relación estructural de


explotación con las sociedades que organiza. Esto quiere decir que el imperio, en
este caso, impide el desarrollo político de tales sociedades para aprovecharse
de sus recursos socioeconómicos, llegando incluso a destruirlas. Los ejemplos
paradigmáticos serían el Imperio inglés y el Imperio holandés. También
encajarían dentro de esta definición el portugués y el francés.

En esta línea, los imperios generadores comparten el idioma y la tecnología


con las sociedades intervenidas. Mientras que los imperios depredadores
emplean su propia tecnología para destruir la realidad de la sociedad
intervenida. Una característica que manifiesta la naturaleza de los imperios
depredadores es la negativa a la mezcla biológica con la población autóctona del
territorio ocupado. Esto se puede verificar en la colonización de Norteamérica
por parte del Imperio inglés. El teórico y seguidor de Gustavo Bueno Jesús G.
Maestro cuenta en su blog que el imperio inglés “colonizó Norteamérica en
familia, al viajar los colonos siempre con sus esposas, y mantener en reservas,
recintos o guetos a la población nativa” También añade que “uno de los rasgos
identificativos de todo imperio depredador es la prohibición de los denominados
matrimonios mixtos”.
Grabado de Theodor de Bry que representa una quema de indígenas. Es una muestra de la propaganda
antiespañola.

Es importante la aclaración teórica, pues si no la hay se pierde el criterio de


distinción y, por tanto, la delimitación histórica se difumina. Esta distinción ha
servido de fundamento a autores como Iván Vélez, discípulo de Bueno, para
interpretar la mitología de la Leyenda Negra contraria a España. En lo que
respecta al Imperio español, se suelen omitir deliberadamente datos de esta
naturaleza (como los matrimonios mixtos y la descendencia mestiza) para la
propagación de creencias negrolegendariasantiespañolas. Otro discípulo de
Bueno, Pedro Insua, también trata el tema del Imperio español como imperio
generador en su libro 1492: España contra sus fantasmas.

Los colonizadores españoles del Siglo de Oro enseñaron a la población indígena


a leer y escribir en español. El asunto de la lengua es determinante. El
conocimiento de una lengua europea dio acceso a las manifestaciones
culturales traducidas a este idioma y permitió la integración en las
instituciones hispanas. Por su parte, los imperios depredadores británico y
francés frustraron el desarrollo político africano. De esta manera, Harris (2008)
explica que “cuando terminó el comercio de esclavos, los europeos obligaron a
los africanos a trabajar para ellos en los campos y en las minas. Entretanto, las
autoridades coloniales hicieron todos los esfuerzos posibles para mantener a
África subyugada y atrasada, fomentando las guerras tribales, limitando la
educación de los africanos al nivel más rudimentario posible y, sobre todo,
evitando que las colonias desarrollasen una infraestructura industrial que podría
haberles permitido competir en el mercado mundial una vez que consiguiesen la
independencia política”. Como claros imperios depredadores, denegaron sus
tecnologías a los colonizados y dificultaron su progreso político para la
explotación de sus recursos.

Mural de Diego Rivera.

Como se ha mencionado, muchos de los españoles, en su gran mayoría varones,


se casaron con mujeres indígenas. El mestizaje y la evangelización fueron los
fenómenos que primaron, lo cual está muy alejado de la política de
exterminio que sí practicaron otros Imperios como el inglés. La población
indígena descendió principalmente por la mezcla con los españoles y por las
enfermedades traídas desde Europa. No se trató de una matanza y mucho menos
de una matanza programada y dirigida a la destrucción de un grupo (como en el
moderno concepto de genocidio). Por el contrario, en los territorios
americanos ocupados por los ingleses casi no quedaron poblaciones
autóctonas.

A este respecto José Javier Esparza escribe que “para la mayor parte de los
inmigrantes ingleses, protestantes, el indio es un ser inferior, hijo de Satanás, y
como tal debe ser sometido y exterminado. No hay posibilidad de redención
mediante el bautismo. En la América anglosajona los indios son exterminados.
Ahí sí puede hablarse netamente de genocidio: hubo una matanza racial con el
pretexto de motivaciones supuestamente bíblicas. Hoy los pocos supervivientes
de aquello están en reservas. Por el contrario, en la América hispana sigue
habiendo millones de indios y aún circulan, quinientos años después, muchas de
las lenguas autóctonas. Y eso fue posible porque los teólogos y juristas españoles
reconocieron que los indios tenían derecho a casa y hacienda y a trabajar por un
salario justo.”

Mapa de las Reservas Indias de los EE. UU.


Los españoles inventaron un nuevo modelo en América que no habían aplicado
ni los portugueses ni los turcos. El español se aproxima al modelo del Imperio
romano pero mantiene una sustancial diferencia: se prohibió la esclavitud. La
impronta evangelizadora de la presencia de los españoles en América impedía
esta institución.

Esta preocupación por la dignidad de la población indígena no existió en la


posterior era colonial. Sólo en este marco pudieron ser denunciados los
inevitables abusos. En esta línea, se dictaron las Ordenanza para el
tratamiento de los indios o leyes de Burgos, en las cuales se abolió la
esclavitud indígena en diciembre de 1512. Los indios tenían el estatus
de hombres libres. Más tarde, en 1542, se promulgaron las llamadas Leyes
Nuevas también sobre “la gobernación de las Indias y buen tratamiento y
conservación de los Indios”. La necesidad de dotar de un fundamento jurídico a
la conquista de las Indias dio lugar a interesantes debates. Uno de ellos fue el
que tuvo lugar en la ciudad de Valladolid (1550 y 1551) donde las posturas
de Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda se vieron enfrentadas.
A este debate se le conoce como “la controversia de Valladolid”.

“LOS ESPAÑOLES NO EXTERMINARON A NINGUNA


NACIÓN ABORIGEN -COMO EXTERMINARON
DOCENAS DE ELLAS NUESTROS ANTEPASADOS LOS
INGLESES-” CHARLES F. LUMMIS

Todos los imperios dominantes han tenido su Leyenda Negra. En este marco,
muchos pretenden desprestigiar la trayectoria histórica considerando al
Imperio como una máquina depredadora. Aún así la división
generador/depredador no es una distinción moral o axiológica. Se trata de dos
concepciones, de dos modelos diferentes. Es un absurdo entender que en los
imperios generadores no hay muerte, injusticia, superioridad moral e incluso
depredación.

Los españoles trasplantaron a América su cultura e incorporaron en ella a la


población indígena, además de fundar ciudades, universidades e imprentas. Lo
que hicieron, en definitiva, fue replicar el modelo de la metrópoli en los
territorios conquistados. La gran misión de la corona española fue una misión
evangelizadora. No hay que olvidar que los españoles creyeron que su cultura
era muy superior en muchos aspectos a la cultura que se encontraron al otro lado
del océano ―con sus sacrificios humanos, tribus que practicaban la
antropofagia, y un menor desarrollo tecnológico―. Aún así no arrasaron como
muchas veces se ha dicho. El imperio español no aniquiló al indígena; lo tuteló y
se mezcló biológicamente con él. Según las cifras de Ángel Rosenblat, filólogo
y ensayista venezolano hoy hay más indígenas en América que antes de la
llegada de los españoles; a pesar de la conquista, las epidemias y el mestizaje. La
inquisición no castigó a los indígenas por su religión como se suele creer.
Además los misioneros se ocuparon en estudiar las lenguas nativas, prepararon
gramáticas y compusieron textos para apoyar su labor. Uno de los idiomas
americanos usados en la evangelización fue el náhuatl.

Europa pudo concebir el continente americano, no sólo por llegar a él, sino por
contar con el concepto de esfericidad de la Tierra elaborada por la astronomía
griega. Lo cual es un elemento que muestra la asimetría entre la “cultura
europea” y las “culturas indígenas”, sin caer en el encallamiento de las
confrontaciones culturales.

“TANTO LA CONVOCATORIA DE LA DISCUSIÓN DE


VALLADOLID COMO LA LEGISLACIÓN QUE SIGUIÓ
A CONTINUACIÓN CONSTITUYEN UN TESTIMONIO
DEL COMPROMISO DE LA CORONA POR
GARANTIZAR LA ‘JUSTICIA’ PARA SUS
POBLACIONES DE SÚBDITOS INDÍGENAS, UN
EMPEÑO PARA EL QUE NO ES FÁCIL ENCONTRAR
PARALELOS POR SU CONSTANCIA Y VIGOR EN LA
HISTORIA DE OTROS IMPERIOS
COLONIALES.” JOHN H. ELLIOT

Bibliografía
Bueno, G. (1999). España frente a Europa. Barcelona: Alba.

Esparza, J. J. (2007). La gesta española. España: Altera.

Harris, M. (2008). Nuestra especie. Madrid: Alianza Editorial.

Insua, P. (2018). 1492: España contra sus fantasmas. España: Ariel.

Roca Barea, M. E. (2018). Imperio fobia y leyenda negra. España: Siruela.

Vélez, I. (2014). Sobre la Leyenda Negra. Madrid: Ediciones Encuentro.

[1] Hay que tener presente la distinción entre ideas y conceptos del
materialismo filosófico, y las distintas acepciones de imperio.
Cuando Lutero clavó las famosas 95
tesis
Por Academia Play

La trayectoria de Lutero y la de la Reforma protestante determinaron el


desarrollo religioso y político de la historia occidental. Han pasado ya 500 años
desde la simbólica acción en la que Lutero colgó en la puerta de la iglesia de
Wittenberg sus 95 tesis con las que cuestionaba a la Iglesia Romana “el poder y
la eficacia de las indulgencias”. Es comúnmente aceptado que con este acto da
comienzo la Reforma protestante.
Texto de las 95 tesis.

Martín Lutero fue un fraile agustino que protestó ante la corrupción


eclesiástica, especialmente contra la venta de indulgencias, y pretendió reformar
puntos doctrinales fundamentales de la teología católica. Una indulgencia
consiste en una “remisión ante Dios de la pena temporal correspondiente a los
pecados ya perdonados, que se obtiene por mediación de la Iglesia” [1]. En lo
que respecta a la doctrina de la Salvación, Lutero consideraba a
las indulgencias como una farsa fomentada por la corrupción moral del clero.
Expuso públicamente 95 tesis que criticaban las indulgencias y se perfilaba un
planteamiento de la salvación por la fe, restando peso a las obras. Esta cuestión
doctrinal excede al mero repudio de la venta de las indulgencias.

El luteranismo propugna, además de la salvación por la fe, el rechazo de la


adoración de imágenes y la imposibilidad de la intercesión de los santos. A su
vez, es central la negación de la autoridad del Papa. Entre otras cosas, también
se opone a la existencia del purgatorio y se defiende el libre examen de
las Sagradas Escrituras. Son célebres las “cinco solas” para sintetizar las
creencias fundamentales: sólo Cristo, sólo la gracia (para la salvación), sólo la
Escritura, sólo la fe y gloria sólo a Dios. El luteranismo mantuvo sólo dos
sacramentos: el Bautismo y la Eucaristía (esta última con un carácter distinto al
de la católica). Asimismo, el clero luterano puede contraer matrimonio.

Hay que resaltar otras figuras importantes en la Reforma como Ulrico


Zuinglio y Juan Calvino. En el protestantismo se desarrollaron una pluralidad
de iglesias cristianas independientes de la Iglesia católica con concepciones
teológicas diversas. Incluso se habla de diversas iglesias luteranas.

El reconocimiento del papel de Lutero y la Reforma protestante a día de hoy


sigue en disputa. En este año se conmemora el 500 aniversario de las 95
tesis (que no está demostrado que se clavaran, pudieron haber sido enviadas) y
las reacciones no se han hecho esperar [2]. Unos lo consideran como un cisma y
desviación de la fe, y otros como un proceso de regeneración de las creencias y
las prácticas religiosas.

Recreación de Lutero clavando las 95 tesis.


Es común comprender a la revolución teológico-intelectual
del protestantismo como uno de los elementos en los que se fragua el origen de
la civilización moderna, lo cual se encuentra conectado con una transformación
en la cultura política, que unos celebran y ortos impugnan. Resulta evidente que
la influencia del protestantismo va más allá de los dogmas de fe, pues propició
grandes cambios en las relaciones sociopolíticas [3].

Por un lado, según la visión tradicional, Lutero lucho a favor de la libertad


religiosa contra las injusticias de las instituciones eclesiásticas. La lucha
de Lutero sería la del valor de un mero fraile que se enfrentó a la imponente
Iglesia romana. A esta lucha –tal como se mantiene en esta posición- le debemos
la libertad de conciencia, el libre examen individual y una fe más depurada, al
renunciar al reconocimiento de la autoridad clerical, rechazando con especial
virulencia la jurisdicción del Papa. Lutero estaría liberando, por tanto, a las
personas de la condición servil del entorno cultural católico. Ahora bien ¿es esto
cierto?

Por otro lado, se considera que lo que impulsó Lutero fue la quiebra de la
cristiandad y la intolerancia entre sus partes disgregadas que propiciaron
conflictos políticos y enfrentamientos nacionalistas. Lutero fue realmente
agresivo contra las posiciones discrepantes. Lo que en principio pareciera un
llamamiento a la libertad religiosa, se cristalizó en intransigencia contra las
demás expresiones religiosas, y no sólo hacia las católicas. Esta posición
también sostiene que Lutero favoreció el nacionalismo servil a los príncipes
protestantes y un fervoroso antisemitismo superior al de los reinos católicos.

¿Las demandas de Lutero se limitaban a denunciar la corrupción? Esta postura


crítica mantiene que el propósito de Lutero no radicaba meramente en el
combate contra los excesos de la Iglesia de la época como la venta de
indulgencias. No se trataba de la restauración de la fe de una vida en la gracia
(en términos teológicos). Por el contrario, Lutero implantó concepciones
radicalmente distintas (no meras reformas) en las creencias religiosas y en su
consiguiente comprensión del mundo, con consecuencias políticas perniciosas.
Dieta de Worms convocada en 1521 para la retractación de Lutero. Lutero defendió su postura protestante
ante las autoridades presididas por el emperador Carlos V.

La autoridad religiosa es lo que mantiene la unidad orgánica de la comunidad


cristiana, y sería sierva del orden moral. Cierta comprensión secularizada de la
autoridad, como capacidad de imposición de la voluntad por prestigio,
costumbre o coacción, no se correspondería con la que la Iglesia
católica mantiene, al menos doctrinalmente. La anulación de la autoridad
conlleva al traslado del fundamento de legitimidad al individuo y la disolución
de los lazos comunitarios cristianos.

En el plano espiritual, esta postura crítica con la Reforma entiende que


la libertad de conciencia, en última instancia, no puede ser más que la intención
de actuar de forma autónoma sin atender a ley externa alguna. Esto se enfrentaría
a la libertad de las conciencias en su actuación por reflejar la ley
moral guiada por la gracia divina. La libertad de conciencia no sólo tendría
consecuencias prácticas dañinas, sino que además se trataría de un contrasentido
que desemboca en el idealismo moderno.

También hay que esclarecer que los impulsos políticos para la implantación del
luteranismo y de los distintos grupos protestantes fueron más prosaicos que las
grandes reformas teológicas que avalaban una corrección de la vida del creyente.
Los poderes fácticos, como no es de sorprender, respondían a los intereses
geopolíticos de su contexto histórico. De este modo, lo que ofrecía Lutero al
sustituir la dirección papal, era un sistema de iglesias nacionales, cada una de las
cuales estaría regida por el gobernante. Lutero encontró su apoyo al brindar el
mando de la religión de un territorio a su correspondiente dirigente político.
Además, por esta vía se llevaron a cabo sustanciosas incautaciones de bienes de
la Iglesia.

Con el luteranismo se abre un nuevo tipo de relación entre el poder político y la


religión: Dios estaría concediendo poder a los gobernantes para dirigir su iglesia.
En los reyes reside el poder de gobierno de la iglesia de su territorio y de su
reino, por derecho divino [4]. Esta condición atrajo a gran cantidad de príncipes
y territorios (con sus diversas particularidades) que vieron la oportunidad de
adquirir poder propio al margen de la Iglesia sin prescindir del elemento social
de la religión cristiana [5]. El protestantismo se fue disgregando en diversas
ramas y concepciones, por virtud del principio de la libre interpretación de
las Sagradas Escrituras según la libertad de conciencia y la renuncia de la
autoridad.

Todo esto deja claro que la consecuencia de la supuesta libertad religiosa no fue
real para los individuos, sino que empoderó a los diversos gobernantes para
determinar las creencias en sus territorios, en muchos casos con persecuciones
atroces para las demás confesiones. Se implantó el principio “cuius regio eius
religio”, por el cual cada señorío sigue la religión de su correspondiente regente,
y no la que cada persona pretenda seguir. Esto se pactó en la Paz de
Augsburgo en 1555, que fue el resultado de diversos enfrentamientos que no
tuvieron un claro vencedor. Este sistema que se podría denominar de
confesionalidad estatal, se consolidó con la Paz de Westfalia en 1648 que
concluyó la Guerra de los Treinta Años (que no era solamente religiosa).
Dicho estatu quo hizo que se extendiese el principio “cuius regio eius religio”
por toda la cristiandad, incluso en los territorios católicos, que lo aplicaron
limitando los poderes religiosos de la jerarquía eclesiástica, lo cual se
denominó Regalismo y dominó en los siglos XVII y XVIII. Como
consecuencia, se aplicó la regla por la que adoptar una confesión diferente a la
oficial del territorio supone un delito político.

Lutero era un teólogo y no un teórico político, sin embargo, sus planteamientos


religiosos tienen consecuencias en las concepciones políticas. En particular, la
comprensión de la autoridad es de especial importancia en el pensamiento
protestante luterano. El reformador se oponía a la transformación del orden
establecido y, en lo concerniente a la autoridad, sólo podían ejercerla los que ya
disponían de ella. Así pues, los príncipes protestantes debían rebelarse contra el
emperador y el papado, pero los súbditos de estos príncipes debían respetar su
autoridad.

Grabado de Gabriel Salmon, Batalla contra los campesinos.

De este modo, se ha interpretado la resolución de la Guerra de los


Campesinos como una de las consecuencias doctrinales de Lutero. El apoyo
sería para los nobles y no para la sublevación campesina. Estas revueltas
populares se dieron entre 1524 y 1525 con especial intensidad en el sur y el oeste
del Sacro Imperio Romano Germánico [6]. Los campesinos fueron abatidos por
los nobles defendidos por Lutero (aquí cobra importancia la Liga de Suabia), y
se desencadenó una férrea represión ¿Es esto libertad individual?

Las relaciones sociopolíticas que produjo la reforma luterana no supusieron un


cambio en la sumisión ideológica y económica de los individuos y de los grupos
sociales mayoritarios, sólo empoderó a los príncipes protestantes. La
proliferación de ramas protestantes hizo que, finalmente, el luteranismo
quedase como una más de las propuestas reformistas.
Rosa de Lutero, diseñado por Lutero y símbolo del luteranismo.

En conclusión, hay remarcar que se trata de fenómenos muy complejos que


tienen diversas dimensiones a tener en cuenta. ¿Hay que buscar la
reconciliación? Por supuesto, pero sin dejar al margen la verdad y procurando
alejarse de la visión de la historia como la lucha de los “buenos” por la libertad
de conciencia contra los “malos” de la autoridad religiosa.

Bibliografía
Amores Bonilla, P. A. “Martín Lutero y su contexto”. Clío. N. 39, 2013.

García, B. El Pensamiento Político de Martín Lutero”. Iberian. N. 6, 2013.


Lágrmias en la Lluvia. Programa dedicado a la Conciencia. Intereconomía,
26/2/2012. (Online: https://www.youtube.com/watch?v=zaELt-S9jng).

Roca Barea, M. E. Martín Lutero: mitos y realidades. El País, 23/7/2012


(Online: https://elpais.com/internacional/2017/07/21/actualidad/1500642089_505462.html).

Simiele, J. “Lutero y la Política”. Enfoques. N. 1, 2010.

Villacañas, J. L. 500 años de Lutero. Levante-EMV, 25/7/2017.


(Online: http://www.levante-emv.com/opinion/2017/07/25/500-anos-
lutero/1597360.html).

VVAA. “Historia de las relaciones entre los Estados y las confesiones


religiosas”. Derecho Eclesiástico del Estado. Ed. Tirant Lo Blanch. 2016:
Valencia.

[1] RAE.

[2] Véanse el artículo de Roca Barea en el País, la respuesta de José Luis


Villacañas en el Levante, las consideraciones del cardenal Gerhard Müller o la
carta del superior de los agustinos sobre Lutero.

[3] Véase como ejemplo el estudio de Max Weber La Ética Protestante y el


Espíritu del Capitalismo.

[4] Cabe diferenciar esta concepción de la teocracia, pues no se diviniza a los


reyes, y del cesaropapismo.

[5] Un caso especialmente particular es el del rey de Inglaterra Enrique VIII que,
aun oponiéndose y atacando al luteranismo, optó por una solución de tipo
luterana para poder divorciarse de la hija de los reyes católicos, Catalina de
Aragón, por sus consecuencias eminentemente políticas. Esta ruptura con la
Santa Sede abrió paso al Anglicanismo, que no está tan alejado de la doctrina
católica (aparte del evidente distanciamiento con el papado) como el
luteranismo.

[6] No se verá una rebelión tan grande como esta hasta la Revolución francesa.
La brutal matanza de San Bartolomé
Por Academia Play

En la noche del 23 al 24 de agosto del año 1572 dio comienzo un funesto suceso
en París. La matanza de San Bartolomé fue un asesinato en masa que tuvo a
los hugonotes como víctimas. Los hugonotes eran los protestantes franceses
seguidores de las doctrinas calvinistas.
Esta salvaje masacre se dio en el marco social de las Guerras de religión de
Francia entre protestantes calvinistas y católicos. La matanza de San
Bartolomé pertenece a la cuarta guerra de las ocho que se pueden distinguir en
todo el proceso.

El rey Carlos IX de Francia y el almirante Gaspar de Coligny, líder del


partido de los hugonotes, habían firmado la Paz de Saint-Germain, la cual
había puesto fin a la tercera de las Guerras de religión de Francia. El acuerdo no
contentó a ningún bando, a pesar de readmitir a los protestantes en los cargos
públicos y devolverles propiedades incautadas. Gaspar de Coligny pasó a
formar parte del consejo real como concesión de Catalina de Médici y su
hijo Carlos IX para apaciguar la situación. El 18 de agosto de 1572 se produjo el
matrimonio entre Enrique de Navarra (protestante) y Margarita de
Valois (católica, hija de Catalina de Médici). Tal unión tampoco fue bien
recibida pese a ser un acto de reconciliación entre católicos y hugonotes. El
propio Papa se opuso.
La masacre de San Bartolomé. Pintura de François Dubois.

La escalada de tensiones llegó a un punto de inflexión cuando el


mencionado Gaspar de Coligny sufrió un atentado que lo dejó herido.
Todavía se discute sobre el responsable real del acto. Los sospechosos habituales
son el duque de Alba, representante de Felipe II de España, la propia Catalina
de Médicis y la Casa de Guisa. Todos veían sus intereses políticos
comprometidos con el acuerdo de paz y el aumento de influencia de Coligny
sobre Carlos IX, pero nada prueba sus implicaciones. Sigue siendo una
cuestión abierta.

Los recelos de las anteriores guerras estallaron y se desencadenó un conflicto


social que concluyó en la matanza. Carlos IX prometió protección a Coligny,
pero el temor del bando católico por las represalias protestantes aumentó.
Actualmente, muchos entienden que dicho temor no fue más que una excusa
para justificar las acciones ulteriores. En cualquier caso, Catalina se reunió con
el rey, el cual optó por eliminar a los cabecillas hugonotes, salvo a su cuñado
Enrique de Navarra y al príncipe de Condé. Enrique permaneció cautivo en la
corte durante años y se vio obligado a convertirse al catolicismo.
Una mañana a las puertas del Louvre. Pintura de Edouard Debat-Ponsan. Catalina de Médici (mujer de
negro) mirando a los protestantes masacrados después de la masacre de San Bartolomé.

La intención era desmantelar la posible sublevación y anular los efectos de


la tensión. Se cerraron las puertas de la ciudad y se suministraron armas. Se
sacaron a los nobles protestantes del palacio del Louvre y fueron asesinados en
la calle. En la madrugada del 24 de agosto, en el inicio mismo de la matanza de
San Bartolomé, Coligny fue asesinado y defenestrado estando aún
convaleciente del atentado previo. La masacre se descontroló y se
persiguieron a todos los hugonotes de la ciudad durante días. La propia
realeza católica se resguardó en el palacio del Louvre. La matanza no se quedó
en París, pues no tardó en extenderse por las distintas ciudades de Francia en los
sucesivos meses.

Los datos de este episodio son imprecisos y de difícil comprobación. Esto


afecta no sólo a las responsabilidades y los momentos exactos de lo ocurrido,
sino también al número de muertos totales. La estimación más aceptada se
aproxima a los 3.000 muertos en París y entre 10.000 y 20.000 en Francia.
En el rito romano la festividad de San Bartolomé se celebra el 24 de agosto.
Este fue el modo en el que el nombre del apóstol quedó ligado al despiadado
episodio que empezó aquella sangrienta noche de 1572. Aún a día de hoy es
difícil imaginar la brutalidad.

Bibliografía
Diefendorf, B. (2009). The Saint Bartholomew’s Day Massacre: A Brief History
With Documents. Nueva York: Bedford/St. Martin’s.

Sutherland, N. M. (1973). The Massacre of St Bartholomew and the European


Conflict. Londres: Barnes and Noble.
Las raíces ocultas de El Escorial
Por Academia Play
Felipe II y el rey Salomón

Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

El Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial es una imponente


construcción que comprende no sólo un monasterio, sino también una basílica,
un palacio real, una biblioteca, un panteón y un colegio. Esta monumental obra
arquitectónica está ubicada en el actual municipio de San Lorenzo de El
Escorial.

Lo interesante de este emblemático edificio es que integra diferentes creencias y


concepciones plasmadas en sus formas arquitectónicas. Por un lado, se trata de
una de las obras de mayor importancia del Renacimiento español, por lo que
busca la armonía de las formas clásicas y expresa la racionalidad moderna. Por
otro lado, su estructura sigue pautas de tradiciones heréticas como el hermetismo
y el gnosticismo.

Siendo El Escorial la representación del centro imperial del mundo católico, su


expresión simbólica también integraba creencias de tradición hermética, gnóstica
cristiana y cabalística, más bien heterodoxas para la religión oficial. Felipe II,
adalid del Concilio de Trento y la Contrarreforma, guardaba en la Real
Biblioteca de El Escorial muchos textos que se consideraban prohibidos. A
finales del siglo XVI, los libros que se incautaban se almacenaban en la sede de
los tribunales, pero en muchas ocasiones iban a parar a la biblioteca de El
Escorial. En el siglo XVII esta biblioteca llegó a atesorar cerca de mil libros
prohibidos.
Real Biblioteca de El Escorial.

La paradójica situación se acentúa en tanto que este singular rey era una persona
interesada en el conocimiento de diversas tradiciones de pensamiento, algunas
de las cuales eran contrarias o, cuanto menos, estaban alejadas de la teología
católica. La cual religión era insignia de su dinastía e imperio.

Felipe II, el “constructor” del monasterio de El Escorial, ostentaba el título de


rey de Jerusalén. Se dice que su referencia era el mítico rey
Salomón del Antiguo Testamento. Salomón fue el rey sabio y constructor. Su
mayor obra fue el legendario Templo de Jerusalén o Templo de Salomón. Este
templo era el santuario central del reino unido de Israel. Dicho sacro edificio fue
diseñado por el mismísimo Dios que dio las medidas de la perfección. Felipe II,
en su simulación de Salomón, se dedicó al estudio y fue representado como
modelo de virtud. De hecho, fue denominado como “el Prudente”. Por el
contrario, sus enemigos destacaron de él su fanatismo y su despotismo.

Ni corto ni perezoso, Felipe II se dispuso a construir su particular “Templo de


Salomón” siguiendo la geometría matemática sagrada de la cábala. Sin embargo,
las proporciones bíblicas del templo conformaban un edificio excesivamente
modesto para las grandes pretensiones del rey español. Por lo tanto, tomó de
referencia el Segundo Templo de Jerusalén edificado por Herodes I (el que
decretó la Matanza de los Inocentes según el Nuevo Testamento) en sus
proyectos constructivos. El Segundo Templo se basó, a su vez, en el templo de la
visión de Ezequiel. Por otro lado, no era posible escapar a los cánones estéticos
renacentistas de los órdenes arquitectónicos del estilo clásico. Todo esto dificultó
la reproducción exacta del templo originario, a lo cual se añade que se trata de
un edificio mítico desconocido por desaparecido o inexistente.

Juan Bautista Villalpando fue financiado por Felipe II para su estudio


sobre Templo de Salomón. Este jesuita pretendió resolver la compatibilidad
entre las formas clásicas y el templo arcaico con la extravagante explicación por
la que el llamado estilo clásico fue creación de Dios y ya estaba presente en
el Templo de Jerusalén. Según Villalpando, este estilo llegó a Grecia y Roma,
las cuales lo consideraron como una creación propia.

Los arquitectos encargados del proyecto de El Escorial fueron, primero, Juan


Bautista de Toledo y, después, Juan de Herrera que le dio su forma definitiva.
El primer trabajo que Juan Bautista de Toledo entregó a Felipe II fue la planta
conocida como la “traza universal”. Ambos arquitectos seguían las líneas
doctrinales de Ramon Llull, algunas de las cuales eran de naturaleza mística y
gnóstica. Todo esto se refleja en el edificio como ejemplo de arquitectura
mágica.

Traza universal.
Otro de los elementos que están más presenten en El Escorial es el hexaedro
regular. El arquitecto Juan de Herrera escribió un libro titulado Discurso de la
figura cúbica, basado en los estudios de geometría de Ramon Llull. Algunos
consideran que este sesudo tratado no es más que un revestimiento
especulativo para ensalzar una particular inclinación estilística. No obstante,
según el distinguido arquitecto, la forma del cuerpo cúbico es la estructura
elemental de la realidad, siguiendo claves de la mnemotécnica luliana. Es una
forma eterna que relaciona la naturaleza con Dios.

A propósito del “Discurso sobre la forma cúbica” de Juan de Herrera, Dalí.

Fray José de Sigüenza fue uno de los bibliotecarios de El Escorial. La figura


del bibliotecario es de especial importancia, puesto que es el director de los
estudios, la guía intelectual de la institución y el consejero del rey. El padre
Sigüenza perteneció a la contemplativa orden de San Jerónimo, la cual estaba
destinada a ocupar el monasterio (aunque actualmente residan monjes
agustinos). El creador de los principales mitos de la historia de El Escorial es
Sigüenza con su fabulosa y, en ocasiones, fabulada crónica del desarrollo de su
construcción.

El otro gran bibliotecario fue el también erudito Benito Arias Montano que
gestionó la biblioteca por designio regio. Se trata de uno de los intelectos más
sobresalientes de la historia de España e impulsor de las prominentes escuelas de
traducción. ¡Cuánto intelecto rodeaba al supuesto “rey necio”!

El propio padre Sigüenza describió la localidad de El Escorial como un pueblo


insignificante en el que no había nada de importancia. Entonces ¿por qué se
llevó a cabo semejante proyecto arquitectónico y político en San Lorenzo de El
Escorial? Se dice que era una zona adecuada por su cercanía a Madrid, pero los
motivos exactos se desconocen.

El docto fraile Sigüenza vincula la edificación del impresionante monasterio con


la batalla de san Quintín, el primero de los triunfos de Felipe II como rey. Esta
batalla ocurrió el 10 de agosto, esto es, el día de san Lorenzo. De modo que se
construyó el monasterio en su conmemoración. Sin embargo, la intención de
realizar el proyecto se fraguó con anterioridad. El ambicioso plan consistía, nada
más y nada menos, en construir el nuevo Templo de Salomón, que es el
prototipo mítico de arquitectura sagrada. Pero en esta ocasión, y muy
desdichadamente, Yahveh no “bajó” a dictar los planos. De ahí la importancia de
la geometría sagrada de la traza universal de Juan Bautista de Toledo.

No obstante, el vínculo con la figura del mítico San Lorenzo es determinante. El


venerado Lorenzo es uno de los grandes mártires de la tradición cristiana.
El único ornamento de la fachada de El Escorial es una estatua dedicada a este
diácono que murió en la parrilla. La leyenda narra que Lorenzo se llevó los
tesoros de la Iglesia, para salvarlos, por orden del papa Sixto II porque lo iban a
matar. Lorenzo se llevó los tesoros a Huesca. Uno de los codiciados objetos era
el Santo Grial. Hay quien interpreta las figuras la parrilla y el fuego como
símbolos gnósticos.
El martirio de San Lorenzo, Tiziano.

La construcción representa elementos del ocultismo cristiano, de manera que las


líneas maestras del secreto del conocimiento de la realidad están presentes
en las estructuras mismas de del edificio. Esto se entiende en tanto que
pretende reproducir la arquitectura del Templo de Salomón, cuyas proporciones
representan una geometría cabalística que, por su conocimiento, lleva a la
comprensión de la naturaleza divina. Las claves de la geometría cabalística
otorgan el poder sobre la creación, dado que permiten conocer el Shem
Shemaforash o “nombre secreto de Dios” o “nombre de poder”. El núcleo del
plano de El Escorial, sin tener en cuenta los espacios adyacentes, contiene las
tres figuras herméticas básicas: el círculo, el cuadrado y el triángulo equilátero.

La iconografía de los frescos del techo de la biblioteca refleja los olvidados


motivos simbólicos de El Escorial. Fue el propio padre jerónimo quien los
diseñó. Lo reconocible es la alegoría del trivium y del cuadrrivium de las artes
liberales, la filosofía y la teología, como el camino del conocimiento. Sin
embargo, hay mucho más.

Una de las pinturas representa el tema del rey Salomón y la reina de Saba. Se
cuenta que la reina lo puso a prueba con algunos enigmas, que el rey resolvió. La
reina quedó maravillada por la sabiduría del rey y por la majestuosidad del
templo. En el fresco se aprecian tres objetos encima de la mesa en el momento
del examen: una vara de medir, una balanza y números escritos (entre otras cosas
se encuentra la sucesión 1, 2, 3, 4, que puede aludir al símbolo místico pitagórico
de la Tetraktys). En el mantel hay una inscripción que reza: “todo dentro del
peso, del número y de la medida”. Esto recuerda al Libro de la Sabiduría en el
que se dice que Dios todo lo dispuso con medida número y peso. Toda esta
iconografía hace referencia al valor sagrado de las medidas y a la búsqueda de la
trascendencia a través del conocimiento, como el de las proporciones
geométricas.
Salomón y la reina de Saba. Fresco en la Real Biblioteca de El Escorial.

En esta línea, una idea habitual es la de la circunferencia como manifestación de


la unidad universal. Es la forma perfecta y representación de la eternidad.
También se entiende como la matriz creadora. En la circunferencia, la
multiplicidad de puntos infinitos del perímetro se ordena en virtud del centro
único. El centro no se manifiesta y para llegar a él hay que encontrar el orden de
la multiplicidad. El número, el peso y la medida del cosmos revelan la unidad
divida.

En definitiva, consideramos que el Real Monasterio de San Lorenzo de El


Escorial es una de las cumbres de las obras humanas. En este edificio se
entrelazan el racionalismo moderno, el esoterismo cabalístico, el gnosticismo,
las formas clásicas y la representación del imperio católico. Su valor simbólico,
su complejidad y su envergadura hacen de esta obra un monumento a la cultura
universal.

Bibliografía
Aramburu-Zabala Higuera, M. A. Juan de Herrera. Ed. Fundación Ignacio
Larramendi. 2013: Madrid.

Carbonell i Buades, M. “Ramon Llull y el Discurso de Juan de Herrera”. ACTA


ARTIS. N. 4-5, 2017, pp. 13-26.

Kubler, G. La Obra de El Escorial. Ed. Alianza. 1985: Madrid.

Taylor, R. Arquitectura y magia. Consideraciones sobre la idea de El Escorial.


Ed. Siruela. 2006: Madrid.
El Siglo de Oro español
Por Academia Play

Se conoce como Siglo de Oro español a un período de esplendor cultural


comprendido entre los siglos XVI y XVII. El Siglo de Oro coincidió con una
etapa de auge político del imperio español y termina con una etapa de
declive.

Los límites no son estrictos y el ciclo duró más de cien años, además, las
fronteras del período oscilan dependiendo de las personalidades y obras que se
incluyan y de los fenómenos característicos que se resalten.
Los eventos capitales que definen los lindes del Siglo de Oro son
principalmente, por un lado, el final de la Reconquista, el Descubrimiento de
América y la publicación de la Gramática castellana de Antonio Nebrija, todo
en el año 1492. En el otro extremo, se encuentra la muerte del eximio
escritor Calderón de la Barca en 1681 y el Tratado de los Pirineos en 1659
entre España y Francia. El Siglo de Oro abarca el final del Renacimiento y el
inicio del Barroco. También se usa la denominación Siglos de Oro.

“¿QUÉ ES LA VIDA? UN FRENESÍ.


¿QUÉ ES LA VIDA? UNA ILUSIÓN,
UNA SOMBRA, UNA FICCIÓN,
Y EL MAYOR BIEN ES PEQUEÑO;
QUE TODA LA VIDA ES SUEÑO,
Y LOS SUEÑOS, SUEÑOS SON.”
(LA VIDA ES SUEÑO, JORNADA III, ESCENA XIX.
PEDRO CALDERÓN DE LA BARCA)
Quien acuño la expresión “Siglo de Oro” fue Luis José Velázquez. Este erudito
del siglo XVIII la usó para referirse al siglo XVI en su obra Orígenes de la
poesía castellana. A partir de entonces, el período designado se extendió a toda
una época de resplandor de la cultura hispánica. Existió una notable variedad
temática en la que sobresalió la producción de carácter religioso, al menos en
cantidad. Pero no fueron menores las obras filosóficas, históricas, jurídico-
políticas, médicas, matemáticas y literarias. También se realizaron admirables
obras pictóricas, arquitectónicas y escultóricas, sin olvidar la música.
Teniendo en cuenta la amplitud del tema en cuestión, nos centramos sólo en las
figuras más destacadas de la literatura.
Las meninas. Obra maestra de Diego Velázquez, pintor del Barroco. Pintada en 1656.

El humanismo renacentista puso en valor el mundo grecolatino y la


preeminencia de la belleza armónica que imitaban las formas ideales. La lírica
española es influida por el petrarquismo. Garcilaso de la Vega fue uno de los
importantes poetas del Renacimiento pertenecientes al Siglo de Oro. En esta
misma línea destacó Juan Boscán. Dentro de la literatura religiosa del siglo XVI
cabe mencionar a los a los ascetas como Fray Luis de León con De los nombres
de Cristo y a los místicos como santa Teresa de Jesús con Las moradas y san
Juan de la Cruz con Noche oscura del alma.

Progresivamente empezó a surgir una reacción estética al excesivo idealismo


renacentista y al copioso género caballeresco. En los años de transición surgió
la novela picaresca que mostraba la degradación institucional y social. La
idealización renacentista se sustituyó por el pícaro como antihéroe que aspira a
mejorar su condición social mediante la astucia y métodos ilegítimos. La novela
picaresca proyecta una actitud moralizante y pesimista con una intención
satírica. El realismo que muestra lleva al desengaño y es conducido por la
autobiografía ficticia del pícaro. El ejemplo más importante es La vida de
Lazarillo de Tormes. En esta misma etapa de transición surgieron también obras
como la Tragicomedia de Calisto y Melibea, más conocida como La Celestina.
Niños comiendo uvas y melón. Pintura de Bartolomé Esteban Murillo. Pintura del Barroco.

El Barroco se consolida a finales del siglo XVI y llega a su culmen en el siglo


XVII. Los recursos formales fueron adquiriendo progresiva sofisticación, los
ideales miméticos platónicos clásicos fueron perdiendo fuerza y se abordaron
temáticas como el paso del tiempo. Las actitudes frente a la realidad reflejadas
en las obras cambiaron respecto al humanismo renacentista. Empezaron a
vislumbrarse tonos satíricos, talantes moralizantes, evasiones y miradas estoicas.

Nos es imposible no otorgar un lugar especialmente destacado a la figura


de Miguel de Cervantes, pues es a todas luces el máximo representantes de la
literatura española. El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha es sin duda
una de las cumbres de la literatura universal. El “Príncipe de los Ingenios”
empezó su aventura literaria con una novela pastoril, La Galatea, propia del
Renacimiento pero con mayor realismo y agilidad. Hay que resaltar la serie de
novelas cortas tituladas Novelas ejemplares y Los trabajos de Persiles y
Sigismunda.

Luis de Góngora fue otra de las grandes figuras del Siglo de Oro. Cultivó
el culteranismo, también llamado gongorismo, acentuando la capacidad
expresiva y alejándose de la claridad y la sobriedad clásicas. En sus
composiciones, por lo general no emplea el lenguaje común y embellece las
expresiones con perífrasis, cultismos, metáforas, hipérbaton y frecuentes
referencias eruditas. Su obra más conocida es Soledades.
Retrato de Francisco de Quevedo. Pintura de Juan van der Hamen.

Francisco de Quevedo es reconocido por un uso impecable de la lengua con el


que escribió obras complejas sin descuidar la belleza, lo cual se puede observar,
por ejemplo, en “Sermón estoico de censura moral”. Destaca especialmente su
ingente obra poética con abundantes simetrías y antítesis, el carácter satírico y el
contenido moral y filosófico. No sólo destacó su obra, sino también su
controvertida y fuerte personalidad. Es conocida la rivalidad que mantuvo con
Góngora, a quien dedicó obras satíricas como “A un hombre de gran nariz”.
También cultivó la prosa con obras como la novela picaresca Historia de la vida
del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños,
escritos filosóficos como La cuna y la sepultura y el teatro.

“ES HIELO ABRASADOR, ES FUEGO HELADO,


ES HERIDA QUE DUELE Y NO SE SIENTE,
ES UN SOÑADO BIEN, UN MAL PRESENTE,
ES UN BREVE DESCANSO MUY CANSADO.
ES UN DESCUIDO QUE NOS DA CUIDADO,
UN COBARDE CON NOMBRE DE VALIENTE,
UN ANDAR SOLITARIO ENTRE LA GENTE,
UN AMAR SOLAMENTE SER AMADO.
ES UNA LIBERTAD ENCARCELADA,
QUE DURA HASTA EL POSTRERO PAROXISMO;
ENFERMEDAD QUE CRECE SI ES CURADA.
ÉSTE ES EL NIÑO AMOR,
ÉSTE ES SU ABISMO.
¡MIRAD CUÁL AMISTAD TENDRÁ CON NADA
EL QUE EN TODO ES CONTRARIO
DE SÍ MISMO!”
(DEFINICIÓN DEL AMOR, FRANCISCO DE
QUEVEDO)

Baltasar Gracián y Morales fue un jesuita destacado por su prosa filosófica. Su


obra maestra es El Criticón, novela que constituye una cima de la narrativa
filosófica de todos los tiempos. Mantiene un estilo conceptista barroco con un
uso abundante de la antítesis y de máximas cultas. Combina la prosa didáctica
con la ficción metafórica, mostrando con erudición un plano filosófico. Esta obra
tuvo gran influencia en posteriores literatos y pensadores. El Criticón refleja la
reflexión barroca sobre el hombre y la realidad, el desengaño y el pesimismo,
entre otros muchos temas.

El Quijote en Barcelona. Pintura de Augusto Ferrer-Dalmau.

Lope de Vega es uno de los escritores más prolíficos y uno de los poetas y
dramaturgos más relevantes del Siglo de Oro. Su importancia reside
principalmente en renovar las fórmulas teatrales y en atraer al público en
grandes cantidades. La Comedia Nueva lopesca rompió los esquemas
tradicionales de la unidad de acción, tiempo y lugar, y combinó lo trágico con lo
cómico. Con su texto Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo el autor
defendió ante la Academia de Madrid su arte dramático. Entre sus mejores
tragicomedias destaca Fuenteovejuna.

Otros importantes escritores que destacaron por su teatro fueron Pedro


Calderón de la Barca con su célebre obra La vida es sueño, Tirso de
Molina con su comedia de enredo Don Gil de las calzas verdes y el
novohispano Juan Ruiz de Alarcón con su comedia La verdad sospechosa. Otra
escritora tardía que se suele incluir en el Siglo de Oro es la extraordinaria
novohispana Sor Juana Inés de la Cruz. Esta jerónima cuenta con una
formidable obra dramática, lírica y autos sacramentales.
Breve Historia de los Tercios
Por Juan María Pérez

Rocroi, el Último Tercio. Obra de Augusto Ferrer-Dalmau Nieto.

Los Tercios de las Españas fueron creados oficialmente por Carlos I durante
su reforma de los Reales Ejércitos de octubre de 1534, materializándose en
la Ordenanza de Génova de 15 de noviembre de 1536. Mediante este corpus
legislativo se estructuraron las nuevas unidades de voluntarios profesionales y se
les atribuyó el nombre de Tercios, como infantería expedicionaria en el
Mediterráneo.

El origen del término Tercio nunca ha terminado de dilucidarse y ríos de tinta


se han invertido en teorizar sobre la cuestión: Hay autores que afirman que se
llamaban así porque estas unidades tenían como núcleo una fuerza de 3000
hombres. Otra versión se remonta a la Ordenanza de Gentes de Guerra de 1497,
que dividió la infantería en 3 partes: El tercio de lanzas, el de ballesteros y el de
espingarderos. Por último, en 1536 el Tercio incluía tres tipos de combatientes:
Piqueros, arcabuceros y mosqueteros. De cualquier forma, la nomenclatura
sigue siendo un tema abierto.

Los tres primeros Tercios que se fundaron fueron el Tercio de Sicilia y de


Nápoles, el Tercio de Lombardía y el Tercio de Málaga. Poco después se creó
el Tercio de Galeras (primera unidad regular de Infantería de Marina de la
historia militar). Pasados los años el Tercio de Nápoles y Sicilia se dividió en dos
según sus patronímicos (Nápoles y Sicilia) y el de Málaga se rebautizó como de
Cerdeña. En la segunda mitad del s. XVI, estas fuerzas recibieron el título
honorífico de ‘Tercios Viejos’, para distinguirlos de los que se fueron creando.

Los Tercios eran unidades regulares profesionales permanentemente


operativas, aunque no existiera una amenaza inminente. Su organización y
estructura normalizada, establecida en la anteriormente citada ordenanza de
Génova (1536), dividía cada Tercio de 3000 efectivos en 10 compañías: 8 de
piqueros y 2 de arcabuceros, integradas por 300 hombres cada una de ellas.
Alternativamente, un Tercio también podía fragmentarse en 12 compañías de
250 efectivos. El mando supremo de un Tercio lo ostentaba un Maestre de
Campo que era auxiliado, principalmente en misiones de administración y orden
interior, por un sargento mayor. Además, cada Compañía era dirigida por
un capitán. Tanto el maestre como el capitán eran cargos provistos directamente
por Su Majestad. Los capitanes reclutaban personalmente sus unidades y elegían
a su alférez, quien era el oficial encargado de llevar en el combate la Bandera
de la Compañía, puesto de gran honor y responsabilidad pues de él dependía la
Honra de la Compañía. Cada alférez era asistido por un sota-alférez, encargado
de llevar la Enseña cuando no se luchase. Un sargento era el responsable de la
disciplina y 10 cabos dirigían sobre el campo a 30 soldados.
El barrachel (Preboste), vigilaba la moral de la tropa, la limpieza del
campamento y combatía la deserción. Como auxiliar de servicio estaba el oficial
de intendencia (Furriel). Por otro lado, cada Tercio
tenía médico, cirujano y boticario, y cada Compañía un barbero para los
primeros auxilios médicos. El hospital del Tercio se costeaba descontando de sus
haberes a cada soldado la llamada ‘Real de Limosna’. Asimismo, había en cada
Compañía un capellán que impartía misa y administraba la extremaunción,
trabajo arduo tras una batalla. En 1587, los jesuitas fueron oficialmente
encargados de proveer los capellanes de los Tercios. La fe católica era un pilar
primordial en la cosmovisión de los soldados españoles y una parte esencial de
su moral frente a la misma muerte.
II Tercio de Asturias. Obra de Augusto Ferrer-Dalmau Nieto.

La recluta de los soldados del Tercio la realizaba cada capitán amparado por
una patente llamada ‘conducta’, otorgada personalmente por el Rey, que le
permitía alzar banderín de enganche en una concreta circunscripción territorial.
Los voluntarios que se alistaban constituían un multiforme conjunto social que
abarcaba campesinos hartos de su vida y de la ingratitud de la tierra, pícaros que
huían de la justicia, aventureros en busca de gloria y fortuna o hidalgos
arruinados y segundones nobles que no tenían más salida honrosa que la milicia.
Aunque el límite mínimo de edad de compromiso era de veinte años, las
fuentes acreditan que los aspirantes ya se incorporaban desde los catorce. El
enganche era por tiempo indefinido, hasta recibir licencia previamente
solicitada. El juramento de lealtad era innecesario por ser implícito del honor de
un Español. El primer sueldo se cobraba por adelantado para que el soldado
adquiriese el equipo necesario para su incorporación a filas. Las demás pagas o
soldadas siempre habrían de ser inciertas, tardías o jamás llegaban.

Los soldados bisoños (término que deriva del italiano fa bisogno, que viene a
significar ‘se necesita’) eran adiestrados sobre la marcha en la propia unidad,
pues no existía el concepto de campo de instrucción. Esta formación era
impartida por sus sargentos y cabos. Además, para su completa adaptación al
conjunto, los reclutas se amalgamaban con ‘Soldados Viejos’, por lo que eran
distribuidos entre distintas agrupaciones para que aprendiesen de sus veteranos.
De hecho, era común la congregación natural de cuatro o cinco soldados unidos
por lazos de afinidad y fraternidad que acrisolaba las fuerzas y exacerbaba la
moral en combate. Así, sus miembros se llamaban Camaradas (por compartir
camareta en cuarteles o fortificaciones) o Compañeros (dado que en campaña
conllevaban la misma tienda o paño).

El Tercio clásico estaba integrado


por piqueros, arcabuceros y mosqueteros que componían la formación
principal, apoyada por una dotación de artillería. Los Tercios presentaban
batalla agrupando a los piqueros en su centro, quedando flanqueados por los
arcabuceros. Algunos de estos tiradores se distribuían en las llamadas ‘mangas’,
grupos de escaramuzadores que hostigaban al enemigo separados de los flancos
del escuadrón a prudente distancia, para no perder la oportunidad de
incorporarse al mismo en el momento oportuno. La doctrina militar establecida
por los tratadistas de la época instituía que debían oponerse picas a caballos,
castigar a los piqueros con arcabucería y hostigar a los arcabuceros
enemigos con caballería.

Cuando dos formaciones enemigas se enfrentaban primero actuaba


la artillería sobre la formación enemiga. Las balas rasas abrían brechas
completas entre las líneas de los escuadrones que volvían a rellenarse pues los
disciplinados soldados cubrían cada hueco abierto al caer sus camaradas
manteniendo el orden y la estructura de la formación. A esta labor de desgaste
contribuían los mosqueteros que realizaban un nutrido fuego más o menos
continuo. Cuando los escuadrones, que se habían ido aproximando entre sí al
acompasado ritmo de pífanos y tambores, estaban a una distancia en la que los
oponentes podían verse las caras, los arcabuceros disparaban casi a bocajarro
para intentar desorganizar la formación enemiga. En el momento del choque,
las picas se entrecruzaban, pugnando las dos unidades por mantener su
formación y desbaratar la contraria. Esta situación de combate llegaba a producir
muchas bajas, incrementadas por los escaramuzadores que se deslizaban bajo el
bosque de picas para acuchillar los vientres y piernas de las primeras líneas
enemigas sembrando entre ellas la confusión. El final del combate era
determinado por el temple, la resistencia y la capacidad de lucha y sacrificio del
combatiente. Así, los Tercios se configuraron como la más terrible,
honorable, disciplinada y resolutiva fuerza de los campos de batalla.
Caballería de los Tercios. Obra de Augusto Ferrer-Dalmau Nieto.

En efecto, los Tercios mantuvieron un alto grado de eficacia y operatividad, y


su aportación militar en Europa proporcionó muchas importantes victorias,
incluso en su periodo de decadencia, siendo muy numerosos los ejemplos que
podrían citarse. Sí que es cierto que la desaparición, causada por la mortalidad
de los combates, del núcleo de Veteranos, los ‘Soldados Viejos’, en torno al cual
se había configurado el Ejército de Flandes durante décadas, fue un golpe muy
duro para la estructura militar de la Monarquía Hispánica. A pesar de ello los
Ejércitos de las Españas conservaron una enorme capacidad bélica para
defender sus territorios. El real punto de inflexión que determinó la
progresiva decadencia de estas unidades militares, deberemos remitirnos a
la Batalla de las Dunas de Dunkerque (14 de junio de 1658), donde los
ejércitos españoles fueron derrotados por las fuerzas anglo-francesas. La misma,
no sólo propició la firma de la Paz de los Pirineos, que dio fin definitivo a la
Guerra de los Treinta Años, sino que estableció las bases de un drástico cambio
de la táctica y el armamento que había de transformar la fisonomía de los
campos de batalla por motivo de la artillería y el nuevo armamento ya más
moderno. Mención especial requiere la Jornada de Rocroi (19 de mayo de
1643) en la que, a pesar de la heroica derrota sufrida por los españoles, la
caballería reafirmaba su papel como elemento decisivo en el campo de batalla.

Con el cambio dinástico y la llegada al trono de la Casa Borbón, las Reales


Órdenes de Felipe V de 1701 y 1702 modificaron la estructura de los
Tercios. El cambio de la fisonomía de la guerra impuesto por la mejora de las
armas de fuego, de la artillería y la aparición de la bayoneta, determinó
finalmente que en la reforma de Felipe V del 28 de septiembre de 1704 los
Tercios fueran disueltos para convertirse en Regimientos, según el modelo
militar francés.

Bibliografía
-García de Gabiola, J.: “Tercios, el Primer Ejército moderno de la Historia”.
En Historia de Iberia Vieja, nº 114, 2014, p. 24.

-Martínez Ruiz, E.: Los Soldados del Rey. Los Ejércitos de la Monarquía
Hispánica (1470-1700). Actas. Madrid, 2008.

-Quatrefages, R. Los Tercios Españoles (1567-1577). Fundación Universitaria


Española. Madrid, 1979.

-Quatrefages, R.: “Génesis de la España Militar Moderna”. En Revista de


Historia Militar Nº 7. Servicio de publicaciones U.C.M. Madrid, 1996.
-Thomas, H.: El Imperio Español. Planeta. Barcelona, 2004.
Felipe V, el rey loco
Por Academia Play

El monarca desarrolló con la edad el comportamiento de un maníaco depresivo.


Al trastorno bipolar se sumó un delirio nihilista de Cotard: ‘A veces se creía una
rana’.
Tanto los hispanistas del siglo XIX como los cronistas de la propia Corte
atestiguaron la perturbadora enfermedad psiquiátrica que padecía el
monarca español Felipe V. Los médicos del momento declararon que su
trastorno se debía a “vapores”. Tanto afectaban dichos vapores al rey, que intentó
montar en los caballos de los tapices y llegó a creer, en una ocasión, que era una
rana. Por su dolencia mental también creyó que se encontraba bajo una amenaza
constante de envenenamiento, pero tratándose de un rey y, por tanto, avezado en
las “nobles” prácticas aristocráticas, quizá dicho pensamiento no fuese tan
exagerado…

Con Felipe V la Casa de Borbón inicia su reinado en España en el año 1700.


Felipe, duque de Anjou, era hijo del Gran Delfín francés y nieto de Luis XIV
de Francia y María Teresa de Austria. Esta última, a su vez, fue hija de Felipe
IV de España, el “Rey Planeta”. Tal alcurnia le sirvió a Felipe para hacerse
con el trono de España después de que su tío abuelo Carlos II el “hechizado”
muriera sin herederos al trono y concluyese dinastía de los Austrias. Carlos II
nombró heredero a su sobrino-nieto Felipe, sin embargo su ascensión al trono
constituía una amenaza porque significaba que Francia y España podían llegar a
tener un día un mismo rey, por lo que los Habsburgo de Austria se aliaron con
Inglaterra, Holanda y Portugal para intentar llevar al trono al archiduque
Carlos. Estos problemas hereditarios propiciaron la Guerra de Sucesión
Española, un conflicto de dimensiones internacionales.
King Aerys II Targaryen, called “the Mad King”. Ilustración de Anastasia Prokofeva. Personaje de ficción
de la serie de televisión Juego de Tronos y de la serie de novelas Canción de hielo y fuego de George R. R.
Martin.

El reinado de Felipe V de España duró 45 años divido en dos períodos. Esta


fragmentación se debió a que en Felipe V abdicó en su hijo Luis I el “Liberal”.
Sin embargo, el jovencísimo rey Luis murió de viruela tras sólo ocho meses de
regencia. Este hecho hizo que Felipe V volviese al trono, no sin controversia
puesto que existía un sector que no veía con buenos ojos que recuperase su cargo
tras su renuncia solemne. Además, Felipe tenía otro hijo varón, Fernando, quien
acabaría gobernando en 1746 tras la muerte de su padre, con el nombre
de Fernando VI de España el “Prudente”. Fernando también murió sin
descendencia, por lo que Carlos III, hijo de Felipe V con su segunda mujer,
heredó el trono.

Felipe V siempre intercaló periodos de euforia con fases depresivas, pero como
explica el historiador Ricardo García Cárcel [1], cuando Felipe V volvió al
trono por la muerte de su hijo había cambiado: tenía una alteración en su
salud mental que sobresalía ya de forma manifiesta. El segundo período de su
mandato lo desempeñó Felipe tras la sombra de su segunda mujer, Isabel de
Farnesio, pues era ella quien tomaba las decisiones. El estado psicopatológico
del rey se fue agravando hasta llegar a puntos desastrosos. Ante ésto, hay que
decir que era frecuente la preferencia de cierta historiografía romántica a pensar
en un secuestro del monarca por parte de su “pérfida” mujer, antes que a asumir
la inhabilitación mental del mismo.

Por su parte, Alfred Baudrillat [2], declara que las Cortes de Europa hablaban de
Felipe V como un ser caprichoso, insociable, e incapaz. Este historiador
francés tildó al rey de “espíritu poco profundo y de inteligencia limitada” que
sufría de “vapores” que posteriormente desembocaron en simple locura. Antonio
Domínguez Ortiz, mucho más vehemente y tendencioso, califica directamente a
Felipe V de “anormal” y expresa que sus lunáticas acciones eran tan increíbles
que si no estuviesen bien documentadas, se las tomarían como completamente
inverosímiles.

Pedro Voltes comenta algunos de los, según él, “tragicómicos desatinos del
soberano”. Felipe V no se cambiaba de ropa durante meses enteros y las camisas
que llevaba sólo se las ponía si eran usadas antes por su mujer. El motivo de esta
excentricidad era su convicción de que iba a ser envenenado con la tela de
una camisa. Esto lo llevó incluso a pasear con el torso desnudo frente a
extraños. Además, la higiene personal del rey era repulsiva y la suciedad
circundante iba en aumento. Rechazaba ser rasurado y que le cortasen las
uñas, que le provocaron problemas al caminar. Felipe V permanecía en la
cama durante días en un estado letárgico y en otras ocasiones salía del
palacio desatendiendo los asuntos de Estado. Celebraba las reuniones del
Consejo a altas horas de la madrugada y tenía manías que ante los ojos de
terceros eran ridículas y extravagantes. Sufría fuertes alucinaciones, y en
algunas de ellas creía ser una rana. En cierta ocasión le encontraron intentando
montarse encima de los caballos representados en los tapices de los Reales
Alcázares. Asimismo, se procuraba mordiscos en la piel y gritaba frenéticamente
sin que nadie pudiera calmarlo. También entonaba cánticos y realizaba
constantes muecas extrañas. Además, en ciertos episodios de locura peleó con la
reina y llegó a agredirla.
Retrato de Felipe V, pintado por Jean Ranc.

También el periodismo de la época y el cotilleo del momento hicieron


circular el chisme del desequilibrio del rey. No sólo el pueblo llano lo
comentaba, sino también embajadores y diplomáticos se referían a sus desvaríos
y su dejadez personal resultantes de su frágil salud mental. Sin embargo, no hay
que dejar de decir que, así como su locura, también son aceptados sus
períodos de lucidez y sus grandes acciones políticas como gobernante
competente. El autor Henry Kamen argumenta convincentemente que Felipe V
siempre gobernó, contradiciendo la versión de que Isabel de Farnesio era el
verdadero poder detrás del trono.

Felipe V, no es el único “rey loco” conocido. Otros monarcas que pasaron a la


historia por sus problemas mentales fueron Jorge III de Inglaterra, Carlos VI de
Francia, o Juana I “la Loca” de Castilla.[3]

Bibliografía
El Mundo. “Felipe V cree que es una rana”. El reportaje de la historia, N. 61.

García Cárcel, R. Felipe V y los españoles: una visión periférica del problema
de España. Ed. Plaza & Janes. 2002: Barcelona.

Voltes Bou, P. Felipe V, fundador de la España contemporánea. Ed. S. L. U.


Espasa Libros. 1991: Madrid.

Kamen, H. Philip V of Spain. Ed. Yale University Press.

[1] Cf. Felipe V y los españoles: una visión periférica del problema de España.

[2] Hispanista francés.

[3] Los historiadores no se ponen de acuerdo para dar una respuesta sobre la
situación mental y supuesta locura de la hija de los Reyes Católicos.
Blas de Lezo, el poder del
Mediohombre
Por Andrés Conesa

Estatua del teniente general de la Armada Blas de Lezo en la plaza de Colón en Madrid. Por Salvador
Amaya.

Héroe invicto a lo largo de décadas de intachable servicio, Blas de Lezo es


uno de los más importantes prohombres de la marina española y mundial,
con un currículum solamente superado por genios de la talla de Don Álvaro de
Bazán. Es la más viva representación de esos bravos españoles del siglo de
la Ilustración que consiguieron prolongar la supremacía global española durante
un siglo a pesar del progresivo y constante avance inglés, cada vez más ávido de
poder y riqueza, y del lento declive del Imperio. Fue, de hecho, contra este
enemigo con quien consiguió que su nombre y su historia trascendieran al
ámbito de la leyenda.

Los siete mares no han conocido un marino más intrépido que Blas de Lezo y
Olavarrieta. Su historia, llena de heroicidades, valentía, lealtad y
bravuconería llena tantos episodios de hazañas que ni el propio Sandokán
de Salgari ni Lord Jim de Conrad podrían llegar a alcanzar. Nacido por y
para la mar, que le venía en la sangre, sentía tal atracción hacia la lucha y la
guerra que, desde principio a fin, toda su vida fue una completa batalla. Nacido
en Pasajes, Guipúzcoa (febrero de 1689), tenía solo 12 años cuando embarcó por
primera vez como guardiamarina en un buque de guerra de la marina francesa.
Su prematura edad no era extraña en una sociedad cuya esperanza de vida
rondaba los 30 años. Por entonces, en plena Guerra de Sucesión, la marina
española no existía, por lo que los hombres que apoyaban al candidato francés se
formaban en la Real Academia Naval francesa.

Después de la muerte sin descendencia del último Habsburgo español en 1700,


estalla la Guerra de Sucesión por el trono entre Felipe de Anjou, apoyado por
Francia y mayoritariamente en Castilla, contra el Archiduque Carlos, apoyado
por Austria y mayoritariamente en Aragón. Temerosa de la creación de una
superpotencia entre Francia y España, Inglaterra pronto intervino en la guerra a
favor del bando austracista, aunque cuando el Archiduque Carlos heredó el trono
de Austria, se acabarían retirando. La primera guerra civil española se extendería
hasta 1714 con la capitulación final de Barcelona.

A Blas de Lezo le tocó en suerte luchar en el bando borbónico. Tras educarse en


los colegios franceses salió del país como guardiamarina en 1701, embarcado en
la escuadra francesa que en la práctica había absorbido a la calamitosa marina
española, gracias a un programa ideado por Luis XIV para favorecer el
intercambio entre los dos ejércitos y armadas en pos de una mayor cercanía entre
ambos reinos.

Recibió su bautismo de fuego a los 15 años, en 1704, en la batalla de Vélez-


Málaga, el mayor y último combate naval de la guerra entre la escuadra franco-
española contra una alianza anglo-holandesa. La batalla acabó en un empate
táctico, viéndose obligadas ambas escuadras a retroceder por el daño sufrido. No
es necesario señalar que ambos bloques se autoproclamaron como justos
vencedores del entuerto. Sin embargo, la batalla le valdría a Lezo el comienzo
de una leyenda pagada en carne. Mientras se aseguraba que su artillería no
parara de vomitar fuego y muerte, una bala de cañón enemiga mutiló su
pierna izquierda, teniendo que ser amputada al momento sin analgesia ni
anestesia. Ni una queja salió de su boca, permaneciendo firme y seguro en
su puesto, sin cesar de cumplir con su deber.
Su bravura fue justamente premiada con el ascenso a alférez a la par que se le
ofrecía el puesto de asistente de cámara de la Corte de Felipe V. Evidentemente
necesitaba de una larga recuperación antes de retornar a la mar, pero rechazó
estar en la Corte y los privilegios que conllevaba para dedicarse a estudiar
las artes marineras que le ayudarían a convertirse en un gran almirante. Un
par de años después, en el sitio del castillo de Santa Catalina de Tolón, un trozo
de metralla le alcanzó el ojo izquierdo dejándole fulminantemente tuerto.
Esto no impidió, por supuesto, que continuara patrullando el Mediterráneo,
apresando barcos ingleses y realizando valientes maniobras con una temeridad
de héroe.

Volvió a coronarse de gloria en Rochefort, donde rindió una docena de barcos


enemigos no menores de 20 piezas. Su botín más honroso fue el Stanhope, un
barco insignia de la marina inglesa de 70 cañones. Tras un cañoneo mutuo entre
ambas fuerzas, las maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de
abordaje, momento en que ordenó lanzar los garfios para llevarlo a cabo,
permitiendo a la tropa española buscar el cuerpo a cuerpo contra un contingente
que lo triplicaba en fuerzas pero que no tardo en ondear la bandera blanca. El
abordaje de los españoles, por su saña y tenacidad, era una maniobra ofensiva
que los anglosajones temían particularmente. Era habitual que navíos españoles,
de este modo, lograsen apresar otros con mucha mayor dotación y porte. Los
ingleses por esta época aún seguían implorando a San Jorge para encontrarse a
los españoles a distancias seguras de cañón y, preferiblemente, en muy alta
mar. Blas de Lezo se cubrió de gloria tras el enfrentamiento, en el que volvió a
ser herido, siendo ascendido a capitán de fragata.
Fragata de Blas de Lezo remolcando el buque británico Stanhope.

El 11 de septiembre de 1714, en el segundo sitio de Barcelona, mientras al


mando de su flota bombardeaba la última ciudad austracista de España, una bala
de mosquete le alcanzó en el brazo derecho y completó el singular perfil de
su desmedida figura. Tras el sitio, con solo 25 años, se había ganado una
reputación de coloso de los mares y el alias de Mediohombre porque ya
era cojo, tuerto y manco. Sin embargo, su malogrado cuerpo contenía un alma
blindada por la valentía, el coraje y la lealtad a su rey y patria.

En 1723 fue puesto al mando de la escuadra de los Mares del Sur con la
misión de limpiar de corsarios, piratas y contrabandistas las costas del
Pacífico. Allí, además de dejar el mar más seguro de todos los océanos, le dio
tiempo a enamorarse en Lima de Josefa Pacheco y de enfrentarse a los
gobernadores de la zona por la falta de manutención para la armada. Más tarde,
de vuelta al Mediterráneo, fue enviado a Génova para reclamar dos
millones de pesos que la Real Hacienda tenía depositados en la ciudad.
Génova, ciudad de banqueros, siempre había mantenido buenas relaciones con la
corona hispánica, que en los últimos tiempos se habían visto enturbiadas, por lo
que la Casa Real decidió retirar los caudales que allí mantenía y destinarlos a
subvencionar una nueva escuadra destinada a conquistar diferentes plazas en la
costa norte de África.

La negativa animosidad se hizo notar desde el comienzo, cuando a la entrada de


la Armada Real al puerto de Génova no se dispararon las tradicionales salvas en
honor al Rey de España. Cansado de ultrajes y dilaciones, Lezo recibió una
delegación del Senado de la ciudad a la que dio un ultimátum. Dándole la vuelta
a un gran reloj de arena prometió a los plenipotenciarios genoveses que, si
cuando cayese el último grano no estaba embarcado lo demandado, comenzaría a
bombardear la ciudad. Regresó a España con las bodegas llenas de oro.

Una vez determinó aniquilar a la nave capitana de Argel, un buque corsario


de 60 cañones que estaba haciendo estragos en las posiciones españolas del
Mediterráneo. Lo encontró y empezó a batirlo, pero los argelinos consiguieron
huir y refugiarse en la ensenada de Mostagán. Defendida por dos castillos a la
entrada y por una fuerza de 4.000 hombres, se creían seguros de la persecución
de Lezo. Nada de esto arrendó al marino. A pesar de los disparos desde los
castillos y de los de la tropa entró hasta el fondo de la bahía y prendió fuego a la
tan bien protegida capitana. Tamaño acto de intrepidez alarmó tanto a los
argelinos que les hizo pedir socorro directamente a la Sublime Puerta.

Nuestro Simbad particular ya se tenía bien ganada la gloria, pero regaló a la


Historia, y a España, su mayor gesta a la edad de 52 años durante la
conocida guerra de “la oreja de Jenkins” (1739-1748) entre España e
Inglaterra, durante el famoso sitio de Cartagena de Indias, en 1741, que
acabaría marcando el desenlace de la guerra.

Para los británicos era una prioridad disponer de plazas fuertes en tierra firme en
el Golfo de México y el Mar Caribe, donde ya disponían de algunas islas, siendo
Jamaica la principal de ellas. El poderío español, a escala europea, llevaba 70
años en claro declive, por lo que Gran Bretaña no estaba dispuesta a seguir
aceptando unas condiciones comerciales tan desventajosas para ellos. El
contrabando, y el corso, financiado por la corona británica, era constante y no
eran extrañas las intentonas militares británicas de poner pie en ciudades o
puertos poco defendidos, siendo su estancia hasta el momento siempre
momentánea pues los territorios volvían rápidamente a ser reconquistados por
los españoles.

Ansiosos de poner sus manos sobre los tesoros americanos españoles y


disgustados por el monopolio comercial español, fue precisamente uno de los
problemas de contrabando, ocurrido en 1738 frente a las costas de Florida, el
utilizado por la pérfida Albión como pretexto para tratar, una vez más, de
arrebatar a España sus posesiones ultramarinas. El incidente se produjo cuando
un guardacostas español apresó a un contrabandista hijo de la Gran Bretaña,
Robert Jenkins, y, en castigo, le cortó una oreja al tiempo que le decía: “Ve y dile
a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. A pesar de que el castigo
fue moderado dadas las costumbres de la época, Jenkins recogió su oreja y
regresó con ella a Inglaterra.

No hay ninguna evidencia empírica de que Jenkins compareciera en el


Parlamento británico ante el Rey, pero el hecho fue utilizado para soliviantar a la
población a favor de la guerra. Lo único cierto es que, antes incluso de la
declaración de hostilidades, había partido de Londres una flota de guerra
comandada por el almirante Edward Vernon. Ya desde Jamaica, reforzado por
las colonias británicas de Norteamérica, se lanzó a conquistar las principales
plazas españolas en la zona. Portobelo, una de las plazas más importantes y
defendida por un escaso contingente de 700 hombres, cayó casi sin presentar
resistencia ante el arrollador poder británico, lo que le valió a Vernon una
recepción triunfal en Londres.

Retrato de Edward Vernon. Por Thomas Gainsborough.

Esta táctica fue bastante utilizada por los ingleses, quienes despachaban flotas, a
veces hasta con años de duración, con órdenes de atacar determinados objetivos
en una fecha prefijada. Cuando la fecha se acercaba el Gobierno inglés se las
arreglaba para encontrar un casus belli justificado para declararle la guerra a la
nación objetivo, por lo que las acciones de sus escuadras se desencadenaban
brutalmente por todo el globo según lo previamente acordado y permitía a
Inglaterra escudarse en acciones en contexto de guerra ante los ojos del mundo.
En contrapartida, los Imperios o reinos objetivos se veían azotados súbitamente
desde múltiples direcciones sin tiempo de preparar una defensa coherente y sin
poder dar aviso a los territorios más alejados de la capital.

Tras el importante triunfo inicial, Vernon, envuelto en un clima de euforia y


azuzado por la opinión pública británica y por las incendiarias proclamas del
joven parlamentario William Pitt, decidió dar un golpe decisivo al poder español
en América. De vuelta a Jamaica, se puso al frente de una escuadra de
impresionantes dimensiones: 186 buques, 27.000 hombres, 16.000 marinos y
artilleros y más de 2.000 cañones. Para que nos hagamos una idea, nuestra mal
llamada “Armada Invencible”, poseyó tan solo 129 barcos y 30.000 hombres.

Frente a esa fuerza colosal, Blas de Lezo solo disponía de 6 barcos y alrededor
de 3.000 hombres, pero esto no amilanaba a nuestro marino ni al nuevo
Virrey, Sebastián de Eslava, militar de prestigio que había acudido a la ciudad
para intentar socorrerla. En una carta de 1739 que Vernon envía a Lezo para
vanagloriarse de su victoria, este, en un tono seco, arrogante y desafiante, le
responde espetándole: “Puedo asegurarle a Vuestra Excelencia qué si yo me
hubiera hallado en Portobelo se lo habría impedido y si las cosas hubieran ido
a mi satisfacción, habría ido también a buscarlo a cualquier otra parte,
persuadiéndome de que el ánimo que faltó a los de Portobelo, me hubiera
sobrado para contener su cobardía”.

La gran armada de Vernon, que al contrario que la nuestra sí que llegó a destino,
fue avistada el 13 de marzo de 1741 dispuesta a rendir Cartagena de Indias, la
ciudad más importante del Caribe, donde recalaban todas las mercancías del
comercio entre España y las indias incluyendo los tesoros extraídos de las minas
del Potosí y el Perú. Antes de desembarcar, Vernon se encargó de silenciar las
fortalezas de Chamba, San Felipe y Santiago. Más tarde, se dispuso a
cañonear la fortaleza de San Luis de Bocachica día y noche durante 16 días
obligando a los españoles a retirarse de todas las plazas. Tras esta fortaleza
solo quedaba Bocagrande como entrada a la bahía. En la primera fortaleza se
destruyeron cuatro barcos para impedir la navegación del estrecho canal y, en la
segunda, dos barcos, en contra de la opinión de Lezo. El bloqueo del canal no
sirvió para mucho, como bien había predicho el almirante.
Británicos atacan Cartagena de Indias. Por Luis Fernández Gordillo.

Después de la entrada triunfal de Vernon en la bahía, los españoles se


atrincheraron en la fortaleza de San Felipe tras abandonar Bocagrande. El
almirante inglés, creyendo que la victoria era cuestión de tiempo ante la enorme
disparidad de fuerzas, jactanciosamente despachó un correo a Londres dando la
noticia de la victoria de antemano. Seguidamente, ordenó un incesante cañoneo
contra las posiciones españolas por mar y tierra para ablandar a las fuerzas
guarnecidas en la fortaleza. A Lezo, en esos momentos, solo le restaban unos
600 hombres. En un intento de flanquear las defensas de la fortaleza y atacar
desde todos los frentes, Vernon decide rodear la fortaleza y atacar por su
retaguardia ordenando para tal fin a un nutrido contingente de tropas que se
adentrasen en la selva.

Aquel fue el primero de los grandes errores de los británicos. En la selva, los
hombres, poco acostumbrados a andar por aquellos lares, empezaron a contraer
la malaria que, al expandirse, acabó diezmando a todo el ejército. A pesar de los
contratiempos, la mayor parte de las tropas consiguieron arribar hasta las puertas
de la fortaleza donde, a una orden de Vernon, emprendieron el asalto del fuerte.
La entrada era una estrecha rampa que Lezo rápidamente mandó taponar con 300
de sus mejores hombres, armados tan solo con armas blancas. Estos, contra todo
pronóstico, lograron contener el ataque y ocasionar hasta 1.500 bajas a los
asaltantes.
La moral de los británicos tras las derrotas y las epidemias que continuaban
causando bajas estaba por los suelos. Vernon, cada vez más nervioso por la
resistencia a ultranza de los españoles, pensando en las fanfarronadas que ya
había hecho llegar a Inglaterra, discutió acaloradamente el plan a seguir. En esa
coyuntura, dos supuestos desertores españoles, enviados por el mismo Lezo,
consiguieron convencer a Vernon del pésimo estado de la guarnición. Siguiendo
el consejo de los espías, en la noche del 19 de abril los británicos marcharon al
castillo con solo un fusil por cada cinco hombres y sin explosivos, creyendo que
la conquista del fuerte sería tarea fácil. Pero habían caído en una trampa.

Blas de Lezo había ordenado cavar un foso en torno a la muralla, por lo que las
escalas de los asaltantes se quedaron cortas para superar el foso y la muralla,
quedando, sin armas de fuego y desprovistos de cobertura, a merced de los
españoles. Estos continuaron con su nutrido fuego, lo que provocó una gran
masacre en las filas invasoras. A la mañana siguiente, 20 de abril, la vista era
desoladora ante los innumerables cadáveres, heridos y mutilados que
ponían de manifiesto la enormidad de la derrota británica. Los españoles
aprovecharon para salir del fuerte y cargar a bayoneta, obligando a los ingleses,
tras perder otros cientos de hombres, a retirarse a los barcos dejando atrás armas
y pertrechos. Como recogió Smollet: “(Las tropas) contemplaron los cuerpos
desnudos de sus compañeros soldados y camaradas flotando arriba y abajo en
el puerto, proveyendo de presas a los carroñeros cuervos y tiburones, que los
hacían pedazos sin interrupción, y contribuían con su hedor a la mortalidad
que prevalecía”. Cuando Vernon ordenó un nuevo ataque estalló un motín que
se saldó con 50 fusilamientos. Finalmente, el Alto Mando inglés ordenaría la
retirada de forma lenta y sin cesar de cañonear. Las últimas naves partieron el 20
de mayo, dejando atrás cinco de ellas en llamas por la falta de tripulación.

Las pérdidas británicas fueron graves. Entre 8.000 y 10.000 muertos y unos
7.500 heridos, muchos de los cuales sucumbieron en el trayecto a Jamaica. Por si
fuera poco, en Cartagena se había perdido la flor y nata de la oficialidad imperial
británica además de 1.500 cañones, 6 barcos y una veintena que resultaron
severamente dañados. Esto supuso un duro revés para la flota de guerra inglesa,
lo que obligó al Gobierno británico a concentrar sus fuerzas en la defensa de la
Isla, el Atlántico septentrional y el Mediterráneo, desechando nuevas campañas
en las colonias españolas americanas.

Mientras la lucha proseguía, en la Isla, alentados por las primeras cartas de


Vernon, se celebraba la victoria sin conocerse aún el desastroso final. Incluso
llegaron a acuñar hasta once tipos diferentes de medallas y monedas
conmemorativas ensalzando la toma de Cartagena y humillando a España. La
más conocida mostraba a un Lezo arrodillado ante Vernon, entregándole su
espada y sobre la inscripción “El orgullo español humillado por Vernon”. Estas
monedas llegaron a circular por España para burla y gracia de los nuestros.

En su conjunto, la guerra acabó por definirse en una suerte de tablas.


Aunque al fracaso de Cartagena de Indias se sumaron varias derrotas cuando los
británicos trataron de tomar San Agustín (Florida), la Guaria y Puerto Cabello
(Venezuela) y Guantánamo y La Habana (Cuba), el contraataque español en la
batalla de Bloody Marsh, en Georgia, pudo ser repelido y por ello los combates
finalizaron sin cambios fronterizos en América. Los españoles consiguieron, una
vez más, conservar de milagro o, más exactamente, por las agallas de un solo
hombre, de un vasco imbatible acostumbrado en convertir en oficio el logro de
lo imposible, las plazas americanas durante 70 años más.

Para el Reino Unido, las consecuencias a medio plazo fueron bastante


graves. Gracias a esa victoria sobre los ingleses, España pudo mantener unos
territorios y una red de instalaciones militares en el Caribe que serían
magistralmente utilizados por el teniente coronel Bernardo de Gálvez para
jugar un papel determinante en la independencia de las colonias británicas de
Norteamérica. Guerra, por cierto, capitaneada por George Washington,
hermano de uno de los oficiales de Vernon, Lawrence Washington.

Ilustración de Reha Sakar.


A Lezo no le salió gratis su última victoria. El 7 de septiembre, a las ocho de la
mañana, en un jergón de un hospital de Cartagena de Indias, a consecuencia de
sus nuevas heridas, abandonaba este mundo para ir en busca del siguiente el
marino más intrépido de los siete mares, aquél que había evitado a España la
pérdida del Imperio y que hoy en el subcontinente americano se hablase inglés
en vez de castellano. El maltrecho cuerpo del lobo de mar, que tanta gloria
había dado a España, fue enterrado en algún lugar ignoto y sin honores,
pronto olvidado por el país por el que tanto había dado.

Valiente, honorable, perfecto estratega… son los adjetivos que usualmente son
aplicados al almirante Nelson, cuyo nombre aún resuena en Gran Bretaña. Sin
embargo, también son características de las que pudo presumir Blas de Lezo.
Pero los ingleses, que crearon como nadie su propia historia, también inventaron
la de los demás. A Vernon le levantaron un monumento en la Abadía de
Westminster donde, todavía hoy, en un brillante ejercicio de inventiva, puede
leerse que “en Cartagena conquistó la victoria hasta el punto en que la fuerza
naval puede llegar”. O sea, que no conquistó nada. Con el tiempo, siguiendo el
habitual procedimiento británico de borrar los tropiezos y novelar los éxitos, y
con nuestro más habitual afán de no enorgullecernos de lo que nos hace
grandes, nuestro Leónidas particular cayó irremediablemente en el olvido
junto a las muchas hazañas que nos dejó, durante siglos, nuestro viejo y
gran Imperio.

Puede ser un héroe tanto el que triunfa como el que sucumbe, pero Lezo
siempre triunfó sin dar la espalda jamás a un combate, por ardua que la
empresa pudiera parecer.

Bibliografía
Documentos RNE, Blas de Lezo, un marino demediado en la defensa del
Imperio contra los ingleses.

Blas de Lezo y Olavarrieta, Histocast.


Pasajes de la historia, “Blas de Lezo”, Juan Antonio Cebrián.

Mediohombre: la batalla que Inglaterra ocultó al mundo, Alber Vázquez.


Fray Junípero Serra, siempre
adelante
Por Javier Rubio Donzé

Estatua de Fray Junípero Serra en el Salón Nacional de Estatuas del Capitolio, en Washington. Morgan
Schmorgan.

Miguel José Serra y Ferrer nació en un pueblo agrícola del Reino de Mallorca
llamado Petra, en 1713, el mismo año que se firmaba el Tratado de Utrecht que
ponía fin a la Guerra de Sucesión española, una guerra que involucró a todas las
grandes potencias europeas. Dos años más tarde entrarían en vigor los decretos
de Nueva Planta quedando abolidas las leyes e instituciones genuinas del Reino
de Mallorca. La entrada de los Borbones en España con sus grandes reformas
acabaría, sin quererlo, glorificando la vida de este mallorquín recién nacido, pero
no adelantemos acontecimientos.

Los padres de Miguel José eran unos labriegos analfabetos, que se esforzaron
denodadamente en inculcarle la fe desde que era un crío. Ingresaron a su hijo en
la escuela de un convento franciscano en Petra y de ahí partió a ampliar
estudios en el Convento de San Francisco de Palma. A sus 16 se hace fraile
cambiando su nombre por el de Junípero. Se interesó por la filosofía de un
paisano suyo, Ramón LLull, y acabó dedicándose a la docencia, llegando a
obtener cátedra en la Universidad Luliana.

De baja estatura y altas dotes para la oratoria, Fray Junípero predicó por toda
la isla consagrando su vida a Dios.

Hasta aquí todo hacía presagiar que la vida no le depararía otro destino, pero
Fray Junípero y su discípulo el Padre Palou, amigos y futuros compañeros de
andanzas, deseaban dedicar su vida a la evangelización de los nativos de
América. Necesitaban un nombramiento específico de una autoridad civil. Este
nombramiento tardó en llegar. Finalmente en 1749 parten de Palma dejando atrás
su tierra, su familia y su pasado. Nuestro protagonista tenía 35 años.

El Camino del Virrey

Fray Junípero, pintado por Murillo.


Palma, Málaga, Cádiz, Puerto Rico, son las etapas del viaje hasta llegar
finalmente al puerto de Veracruz a finales de 1749. De Veracruz recorrerían el
Camino del Virrey hacia Ciudad de México, un recorrido de unos 500
kilómetros. Pudo hacerlo en carruaje, pero prefirió hacerlo a pie. En ese viaje un
insecto zancudo le picó en la pierna contrayendo una dolencia y una cojera que
le acompañó el resto de sus días.

A partir de junio de 1750, junto a su compañero de andanzas el Padre Palou es


destinado a las misiones de Sierra Gorda, una región abrupta al norte de la
capital novohispana desde la que se divisa el Golfo de México en los días claros.
Allí estaría de 1750 hasta septiembre de 1758. Durante estos años aprende el
pame, una lengua que usaban aquellos indios. Será una constante en su vida
querer evangelizar a los nativos en la lengua que les era propia.

El siguiente destino de Fray Junípero iba a ser Texas, peligroso territorio


comanche disputado por los apaches, donde unos misioneros habían sido
masacrados por tribus nativas. Fray Junípero aceptó, estaba ansioso por llegar
ahí para salvar las almas de aquellos salvajes que incluso practicaban la
antropofagia, aunque aquello le costara la vida, pero la muerte del virrey
frustró su llegada. El fraile se quedaría en Ciudad de México. Desde el colegio
misional de San Fernando atendió durante años las misiones cristianas de la
Nueva España. Puebla, Valladolid (hoy Morelia), Oaxaca… Y siempre iba
caminando, a pesar de su cojera y de los hinchazones que se le producían en el
pie. Siempre adelante. Durante estos años también desempeñó un cargo como
comisario de la Inquisición, e hizo de maestro de novicios.

La expulsión de los jesuitas


Mediante la Pragmática Sanción de 1776, Carlos III decreta la expulsión de los
jesuitas, una decisión muy polémica, que como hemos anticipado antes, llevaría
al bueno de Junípero no solo a alcanzar la inmortalidad civil, sino la gloria
eterna.

Los jesuitas encargados de evangelizar a los nativos americanos serán sustituidos


por dominicos y franciscanos. En las Californias (la Alta y la Baja) 16
misioneros franciscanos encabezados por Fray Junípero llegarán para hacer la
labor misional tras la salida de los jesuitas.
Las autoridades tenían prisa por entrar en esas tierras como veremos a
continuación. El fraile también estaba impaciente por conocer esas latitudes.
La pierna ulcerada que le impedía caminar no fue suficiente para que éste
rehusara seguir adelante. Se negó a que tuvieran que llevarle en volandas, así
que pidió que le aplicaran el mismo remedio que se usaba para las bestias de
carga y parece que la cosa funcionó. La comitiva salió de México rumbo
al puerto de San Blas, desde donde se embarcarían rumbo a la Baja California.
El remplazo comienza en Loreto, sede de la Misión de Nuestra Señora de
Loreto, frente al Mar de Cortés.

La última expansión española en América

Años más tarde los dominicos se quedan con la Baja California y los
franciscanos se trasladan a la Alta, zona todavía inexplorada por el Imperio,
donde Junípero culminaría su gran obra.

La Corona española aun no se había molestado en ocupar las tierras occidentales


de la Alta California que le correspondían por decisión papal. El Imperio
británico consiguió expulsar, tras la guerra de los siete años, a los franceses del
continente norteamericano y había aumentado su frontera hasta el río Misisipi,
colindando con la de la Nueva España, que también había agrandado sus
dominios siéndole cedida el resto de Luisiana. Cuando los piratas ingleses
empezaron a asomar sus proas por las costas de California a las autoridades
españolas les entró la prisa. Además llegaron noticias de que los rusos habían
irrumpido en el mismo escenario, pues años antes Vitus Bering había cruzado el
estrecho que lleva su nombre.

En 1765 el Gobierno envía a Nueva España en calidad de visitador a José de


Gálvez. Tres años más tarde se celebra la Junta de San Blas que supone lo que
algunos han llamado “la última expansión española en América” y es aquí donde
va a entrar en acción nuestro protagonista. Los franciscanos son los elegidos
para la labor colonizadora.

Entraron con la cruz dejando la espada a un


lado
Es preciso recordar que la colonización española siempre se concibió como una
empresa de integración de los territorios que anexaba; y no como una
empresa de expulsión y depredación. Dos modelos coloniales en expansión
quedaban separados por el río Misisipi. En términos buenistas (Gustavo Bueno),
el Imperio español, a diferencia del inglés, fue un “imperio generador” donde se
buscó el mestizaje biológico y cultural. Por ello la labor de los frailes como
avanzadilla era fundamental para pacificar la zona y comenzar el proceso de
aculturación. Los españoles solían entrar con la cruz, dejando la espada a un
lado. En no pocas ocasiones los misioneros se empeñaron en prescindir de la
compañía de soldados. El historiador Herbert Eugene Bolton trató este tema en
su ensayo Las misiones como institución de frontera (1917) y tiene palabras muy
esclarecedoras al respecto:

“De esta manera, entonces, las misiones sirvieron como agencias fronterizas de
España. Como su primera y principal tarea, los misioneros difundieron la fe.
Pero además, designados o accidentalmente, exploraron las fronteras,
promovieron su ocupación, las defendieron de los asentamientos interiores,
enseñaron a los indios la lengua española, y los disciplinó en las buenas
maneras, en los rudimentos de la artesanía europea, de la agricultura, e incluso
del autogobierno. Además, las misiones fueron una institución creada para la
preservación de los indios, en oposición a su destrucción, tan característica de
la frontera angloamericana. En las colonias inglesas los únicos indios buenos
eran los indios muertos. En las colonias españolas se pensó que valía la pena
formar a los nativos para esta vida, así como para la siguiente”.

En 1769 partieron hacia la Bahía de San Diego en la Alta California. Primero


llegaron dos de los buques. El tercero naufragó muriendo la tripulación. La
expedición liderada por Fray Junípero y el militar Gaspar de Pórtola llegaría
más tarde por tierra. Allí se fundaría la primera misión, la Misión de San Diego
de Alcalá.

Los Ángeles, de pequeña misión a 120 millones de habitantes

Misa de Fray Junípero tras desembarcar. Leon Trousset.


No se detendrían ahí. Había que seguir hacia el norte. Ese mismo año Gaspar de
Pórtola y el misionero Juan de Crespí dieron con un lugar que tenía potencial
para un asentamiento. Dos años más tarde Fray Junípero ordenó construir la
Misión de San Gabriel Arcángel. Pocos años más tarde en ese lugar donde Juan
de Crespí recomendó construir un asentamiento y donde Junípero levantó una
misión, un pequeño grupo de españoles, indígenas, mestizos y mulatos fundaría
el pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles del Río de Porciúncula,
más conocido como Los Ángeles. Hoy en día el área metropolitana de la ciudad
tiene casi 20 millones de habitantes. No se equivocaba Crespí, evidentemente
ese lugar tenía potencial.

Volvamos otra vez al año 1770. Pórtola y los suyos siguieron hacia adelante.
Hacia el norte concretamente. Llegaron a la Bahía de Monterrey donde
fundaron la Misión de San Carlos Borromeo de Carmelo, en la actual ciudad de
Carmel-by-the-Sea, o Carmel a secas, conocida por sus encantadoras tiendecitas
y porque el gran Clint Eastwood ha sido su alcalde.

San Antonio de Padua, San Gabriel Arcángel (ya mencionada), San Luis Obispo
de Tolosa fueron las tres siguientes misiones que fundó Fray Junípero en la Alta
California.

Pedro Fagés sustituyó a Pórtola. Fray Junípero no sintonizó con el nuevo


gobernador militar. Terco como una mula, el fraile agarró una mula, valga la
redundancia, e hizo más de 1.500 kilómetros hasta llegar a Ciudad de México
donde fue a visitar al nuevo virrey Antonio María Bucareli. Allí le convenció
de sustituir a Fagés y lo acabó consiguiendo.

Nueve misiones
Su amigo, el mallorquín Francisco Palou fundó en 1776 la Misión de San
Francisco de Asís (conocida como la Misión de Dolores) en un lugar insalubre
y brumoso, difícil para la agricultura. La misión se reubicó en 1791. Es la única
de las misiones californianas que se encuentra inalterada. Hoy se halla rodeada
de una gran ciudad, con un área metropolitana de más de cuatro millones de
habitantes, que lleva por nombre el mismo que el de la misión.

Fray Junípero fundó misiones (nueve en total) y atendió a la fundación de otras,


en calidad de padre presidente de las misiones de la Alta California. La Alta
California fue la gran obra de su vida y allí, como no podía ser de otra manera,
falleció tras una larga enfermedad. Era un 28 de agosto del año 1784. El Padre
Junípero se encontraba en su querida Misión de San Carlos Borromeo
(Monterrey) , fundada por él mismo y donde hoy descansan sus restos.

Misión de San Francisco de Asís

La labor de este misionero franciscano no se redujo al aspecto espiritual. Enseñó


a los indios a leer y a escribir, además de diferentes: oficios, desde roturar el
terreno para la siembra a la construcción de casas de adobe. También les enseñó
a levantar acueductos y a trazar canales de riego, y cosas tan básicas como el
manejo del pico y la pala.

El padre del vino californiano


El legado de Fray Junípero es incalculable. No solo le debemos la fundación de
muchas misiones. Las misiones, al fin y al cabo tenían un carácter temporal, lo
importante era que éstas debían ser el germen de una ciudad. El fraile plantó la
semilla, y pudo ver como el árbol crecía, pero nunca pudo apreciar en vida el
resultado final en todo su esplendor: San Diego, Los Ángeles, San Francisco,
Monterrey, Santa Bárbara…

A la luz están los resultados de esa simiente plantada por el franciscano, pero
dejando el plano metafórico, igualmente llevó consigo los primeros
sarmientos a una región que hoy es considerada como una de las zonas
vitivinícolas más ricas del mundo. Por ello es considerado “el padre del vino
californiano”. Si California fuese una nación independiente, sería el cuarto
productor de vino del mundo, por detrás de Italia, Francia y España.

Fray Junípero es el único español que tiene una estatua en Salón Nacional de
las Estatuas situado en el Capitolio, lugar donde están representados los
personajes más ilustres de esa nación. El fraile español representa al Estado de
California. Juan Pablo II lo beatificó el 25 de septiembre de 1988 y Francisco lo
canonizó 27 años más tarde. Estamos hablando de un personaje con
una biografía excepcional, digna de la más absoluta admiración. Aunque
algunos se dediquen a empañar su figura tratando de derribar sus estatuas, nunca
podrán empañar la obra de Junípero, de San Junípero.

Sempre endavant (simpre adelante). Así terminaba Fray Junípero sus cartas.
El concepto de librepensamiento.
¿Quiénes son los librepensadores?
Por Carlos Villacís

El concepto de librepensamiento ha sido interpretado de diversas formas y, a su


vez, su significación ha tenido un desarrollo histórico relacionado con las
distintas exégesis con las que se lo ha comprendido. Se han distinguido dos
grandes modos de comprensión del término librepensamiento (Ferrater Mora
2004, p. 57): se puede diferenciar un sentido amplio y un sentido estricto.

En virtud del primer sentido, librepensador no significaría más que aquella


persona que optan por no adherirse a un dogma establecido. Este concepto
amplio puede ser completado con la apelación al uso de la razón, es decir,
que por medio de ésta, se rechaza la aceptación de los dogmas dados por el
mero hecho de ser tales. No obstante, es menester remarcar que las definiciones
de este carácter acarrean la dificultad de la excesiva extensión del significado, lo
cual obstaculiza la capacidad explicativa de la noción que se pretende precisar.
Bajo tal concepto caerían figuras muy dispares y alejadas entre sí. De este modo,
se suelen mencionar personajes de formas de pensamiento tan heterogéneas
como Siddharta Gautama, Voltaire, los sofistas o Giordano Bruno. Además, es
frecuente que el empleo de la concepción amplia de librepensador esté
orientado a hacer apologías simplistas y parciales con finalidades más bien
propagandísticas. En definitiva, resulta absurdo atisbar el germen del
librepensamiento en los inicios mismos de la humanidad.

Es importante la matización por la cual el concepto de librepensamiento


supone circunstancias históricas determinadas sin las que los
librepensadores quedarían descontextualizados y carecerían de sentido. De
este motivo procede la relevancia del concepto estricto.
Ilustración de Betolaza.

El término “librepensadores” (Freethinkers) se utiliza particularmente en


relación a un grupo de pensadores ingleses de los siglos XVII y XVIII. Los
rasgos más característicos y sobresalientes de dichos autores son la defensa de
la tolerancia religiosa, la adopción del racionalismo, cierto materialismo,
el deísmo y la religión natural y racional. En algunos casos hubo quienes
predicaban el ateísmo ya sea de forma explícita o tácita. La cuestión religiosa
era central en la discusión y, a este respecto, lo frecuente era el rechazo de los
misterios sobrenaturales, las liturgias y los dogmas “oficiales”. Las notas más
señaladas son el racionalismo gnoseológico (no necesariamente metafísico ni
psicológico), por el cual todo conocimiento verdadero exige la intervención de la
razón como facultad, y la impugnación de los dogmas religiosos.

Cabe destacar al discípulo de John Locke, John Toland, quien fue el primero (o
uno de los primeros) en ser llamado freethinker. Criticó duramente a las
instituciones estatales y a las jerarquías eclesiásticas en célebres obras
como Christianity Not Mysterious. Toland fue uno de los deístas más notables
y defendió las características racionales de la religión natural frente a la
ininteligibilidad de los misterios sobrenaturales. Dicha síntesis racional de la
religión, según él, podría ser asumida por cualquier persona de cualquier
confesión en virtud de su universalidad. Su racionalismo naturalista desembocó
en cierto materialismo panteísta que culminó en un culto a lo natural ligado a la
fraternidad.

Otra obra pionera fue el Discurso sobre el librepensamiento (Discourse of


Freethinking Occasioned by the Rise and Growth of a Sect Callea Freethinkers)
de Anthony Collins. Este librepensador mantuvo la exigencia del ajuste entre
la revelación y las ideas naturales y racionales sobre Dios. Collins también
estuvo relacionado con Locke y recibió la influencia de Bayle, especialmente
patente en su obra Discurso sobre los fundamentos y razones de la religión
cristiana. Por otro lado, es destacable que Thomas Woolston llegó a ser
declarado culpable de blasfemia y fue sentenciado a prisión debido a las
polémicas provocadas por sus escritos. Otros nombres que merecen ser
mencionados son Matthew Tindal, Thomas Morgan o Thomas Chubb.

Queda puesto de relieve que, en relación con estos autores, el librepensamiento


se encuentra relacionado –en general– con una perspectiva deísta y racional
en lo concerniente a la problemática religiosa, particularmente cristiana, y la
influencia de Locke.
John Toland.
Ahora bien, los límites del concepto estricto no pueden ser tomados de forma
absolutamente rígida, puesto que no se trata de la asunción de un programa
intelectual unívoco y no se tenían por qué compartir todas las
posiciones. Además, otras figuras afines a tales ideales también podrían ser
incluidas en el librepensamiento, a pesar de que el término no se haya usado
explícitamente en relación con ellos. En Francia se usaron epítetos tales como
“racionales” (en contraposición a los “religionarios”) o esprits forts. Sin
embargo, no se puede dejar al margen a los llamados “libertinos” que
entendieron el libertinaje como el rechazo precisamente a cualquier coacción
religiosa o moral. El término tenía una connotación peyorativa, por lo que,
tratándose de un libertinaje intelectual, empezaron a adoptar denominaciones
como “libertinos teóricos” o, entre los siglos XVII y XVIII, “filósofos”
(philosophes) y directamente librepensadores. Esta tradición de libertinaje
filosófico es de origen francés y se suele restringir (asumiendo, claro está,
muchos antecedentes) a ciertos grupos y épocas como aquellos autores franceses
cuya herencia intelectual se encontraba principalmente en Montaigne, en
Charron y en el pensamiento escéptico neopirrónico. Estos libertinos eruditos
eran contrarios a las imposiciones autoritarias (particularmente las eclesiásticas).
Destacan nombres como François de La Mothe Le Vayer, Pierre
Gassendi, Gabriel Naudé o Élie Diodati. Muy cercanos a estos eruditos
franceses fueron los déniaisés de Italia.

Es menester subrayar la evolución histórica del concepto de librepensamiento y


del uso de términos afines. En esta trayectoria, hay que decir que el empleo de la
expresión “libre examen” tiene su origen con los padres de la Reforma
protestante (Álvarez Lázaro 1986), es decir, que se fragua en relación con la
temática religiosa. El examen individual de las Sagradas Escrituras propio del
protestantismo implica un fundamento subjetivista que empieza a alejarse de la
libertad de las conciencias dirigida a reflejar la ley moral. Para el catolicismo, el
libre examen supone una desviación que lleva a un distanciamiento del
realismo de la tradicional Adaequatio rei et intellectus, que en el ámbito
moral implicaría un abandono de la ley natural. Se trataría de una inversión
de la cristiana sentencia “la verdad os hará libres”.

El libre examen, aun siendo un precedente, no se identifica propiamente con el


librepensamiento. Sin embargo, fue un elemento fundamental en el caldo de
cultivo de la discusión sobre la religión y para las formas de pensamiento
modernas. Otros factores determinantes fueron la revolución científica,
las guerras de religión o las relaciones Iglesia-Estado. Las consignas
antidogmáticas vinieron acompañadas del ideal de la razón como única fuente de
emancipación.

Lectura de la tragedia del orfelino de la China, de Voltaire, en el salón de madame Geoffrin. Pintado por
Anicet Charles Gabriel Lemonnier. Entre los personajes que aparecen en la pintura se encuentran, además
de Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Diderot, d’Alembert, Buffon, Quesnay, Du Plessis y Condillac.

Es frecuente considerar que el librepensamiento se consolidó en la


Ilustración. En esta línea, es común entender a los mencionados autores como
precedentes de dicho movimiento intelectual y cultural, que en muchos casos se
solapan. El siglo XVIII es llamado el “Siglo de las Luces”, en él despuntaron
intelectuales como los mencionados philosophes franceses que defendieron los
ideales ilustrados como el progreso asentado en la razón. En la Ilustración
francesa sobresalieron pensadores como Denis Diderot, Jean le Rond
d’Alembert, Voltaire, Montesquieu, Jean-Jacques Rousseau, Nicolas de
Condorcet, Étienne Bonnot de Condillac, Turgot, Helvétius, etc.
La Enciclopedia dirigida por Diderot y d’Alembert fue un ambicioso proyecto
que se convirtió en un símbolo de la Ilustración. L’Encyclopédie era un
“diccionario razonado de las ciencias, las artes y los oficios” que aglutinaba el
conocimiento y divulgaba su contenido. La Ilustración se desarrolló
principalmente en Europa y particularmente en Reino Unido, Alemania y
Francia, aunque no exclusivamente. Existen numerosas personalidades ligadas a
este movimiento cultural de los que, entre otros muchos, destacamos a David
Hume, Immanuel Kant o Thomas Jefferson. En Francia Pierre Bayle fue una
de la principales figuras precursoras y en Inglaterra John Locke.

A pesar de no ser un concepto unívoco, tomamos la respuesta kantiana como


explicación paradigmática de lo que se comprende bajo el rótulo “Ilustración”.
El filósofo alemán escribió un breve ensayo en 1784 titulado Respuesta a la
pregunta: ¿Qué es la ilustración?, contestando a la petición de una revista. La
respuesta es contundente en sus primeras líneas: “La Ilustración es la salida del
hombre de su autoculpable minoría de edad. La minoría de edad es la
incapacidad de usar su intelecto sin la guía de otro. Esta minoría de edad es
autoculpable porque su causa no se debe a la falta de razón, sino al valor y el
coraje de servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten el
valor de servirte de tu propia razón! Es el lema de la Ilustración.”

Es claro que lo que se destaca es el uso de la razón para conseguir la


autonomía que se encuentra inhibida por la aceptación de una autoridad
externa. La razón adquiere, así, un carácter emancipador en el ámbito
práctico de sentido de la realidad. La Ilustración, según la respuesta de Kant,
quedaría definida por una alteración en la relación que existe entre la
autoridad, la voluntad y el uso de la razón. De este modo, para que la libertad
pueda ser efectiva, el fundamento de determinación de la voluntad no pueden ser
las determinaciones empíricas. Es decir, la libertad se entiende como
autonomía y la incapacidad de la que habla es propia de la heteronomía. La
salida de la “minoría de edad” es un proceso en desarrollo, pero también un
mandato, una obligación. Las condiciones de esta salida son a la vez éticas y
políticas, esto es, que la primacía del uso de la razón frente a la mera obediencia
involucra no sólo a un ethos particular, sino transformaciones institucionales. No
se trata, entonces, de una libertad individual de pensamiento (afín a la libertad de
conciencia), antes bien, consiste en el uso universal, público y libre de la
razón autónoma.
`
Primera página de la versión de 1799.
Sin centrar la atención sobre la cuestionable concordancia efectiva entre la
definición teórica (kantiana) de la Ilustración y las transformaciones
sociopolíticas y culturales del mismo período histórico, lo que destacamos es
la actitud antidogmática que también es característica del librepensamiento.

Tras la Revolución francesa, el curso de los acontecimientos y la herencia


ilustrada provocaron que el término adquiera una dimensión diferente. Entre los
años 1815 y 1830 la palabra es despojada de su vínculo religioso y empleada
por pensadores de corte liberal como Benjamin Constant o François Guizot.
En este contexto, términos como “libre examen” se laicizan y vulgarizan, y se
divulgan en ámbitos como la prensa. Posteriormente, se empieza a imponer la
idea del primado del librepensamiento en relación al establecimiento de una
permanente hostilidad a cualquier dogma incluso si éste es secular.
Alrededor de 1850 y 1870 floreció el ateísmo y se multiplicó la cantidad de
ateos que, hasta ese momento, constituían fenómenos muy minoritarios.
Asimismo, en el siglo XIX adquieren fuerza tanto el materialismo como
el positivismo, además del surgimiento de la ciencia social y de avances de otras
ciencias positivas como la psicología experimental, la biología, la medicina, la
química, etc. La crítica a la religión se hizo más perspicaz y penetrante a la
luz de corrientes como el marxismo o el positivismo. Este último, en su
reclamo del conocimiento científico y de hechos, relega a la religión a la fase
teológica o mágica de la historia de la humanidad. En estas circunstancias,
grupos de intelectuales y proletarios se enfrentaron frontalmente al
cristianismo, pero hay que decir que el vigor de tales agrupaciones era mayor
que el número de sus participantes en relación con la mayoría confesional.

Se fue conformando una actitud de “militante racionalista” y se crearon


diversas organizaciones destinadas a figurar explícitamente en una
colectividad y a unificar criterios. Debido a esta tendencia, se fundaron
federaciones, ligas y círculos, y se celebraron multitud de congresos. En España
destacaron la Liga Universal Anticlerical de Librepensadores y el
semanario Las Dominicales del Libre Pensamiento. Surgieron polémicas en
torno al significado de librepensamiento y a los ideales y criterios que
auténticamente le corresponden, por lo que se establecieron congresos
internacionales orientados a llegar a consensos respecto al maremágnum de
concepciones y perspectivas existentes. La proliferación de asociaciones llevó
a que algunas se vincularan a instituciones sectarias y esotéricas como
la masonería, lo cual es patentemente contrario a los principios
universalistas y a la publicidad de la razón.
En definitiva, como se ha puesto de manifiesto, se han ido asociando
históricamente diversas características y rasgos al concepto de
librepensamiento, tales como el racionalismo, el empirismo, el laicismo, el
ateísmo, el deísmo, el materialismo, el escepticismo, el libertarismo, etc. No
obstante, cabe insistir en que no se trata de un programa exclusivo y, por tanto,
no tenían que darse necesariamente todas las notas a la vez. El término
librepensamiento se ha asociado a diversos movimientos e ideales, y muchos
personajes y grupos han reclamado esta denominación. En consecuencia, lo
característico del librepensamiento es la forma en la que justifica y sostiene las
ideas que se tienen, y no tanto cuáles sean tales ideas. La condición mínima de
la forma de pensamiento libre es que las creencias no se mantengan por la
autoridad, la tradición o las pasiones. Esto nos lleva a concluir que el
sentido amplio de librepensamiento, la oposición a cualquier dogmatismo, se
ha ido complementando con distintos rasgos en los distintos contextos
históricos, tanto en lo que respecta a su circunstancia social como en lo relativo
a las sucesivas corrientes de pensamiento. Sin embargo, el concepto estricto es el
que se corresponde con el mencionado grupo de pensadores ingleses como
Toland o Collins. Por último, hay que remarcar que se pueden encontrar multitud
de antecedentes.

Bibliografía
Álvarez Lázaro, P. (1986). Conceptos de Librepensamiento: Aproximación
histórica. Areas: Revista internacional de ciencias sociales. Nº 6, pp. 75-83.

Bristow, William, “Enlightenment“, The Stanford Encyclopedia of


Philosophy (Fall 2017 Edition), Edward N. Zalta (ed.).

Bury, J. B. (2007). Freedom of thought: a history. Nueva York: Prometheus


Books.

Ferrater Mora, J. (2004). Diccionario de filosofía. Barcelona: Ariel.

Foucault, M. (2007). Sobre la Ilustración. Madrid: Tecnos.

Kant, I. (2013). ¿Qué es la Ilustración?, y otros escritos de ética, política y


filosofía de la historia. Madrid: Alianza.

Russell, B. (1944). The value of free thought. How to become a truth-seeker and
break the chains of mental slavery. Kansas: Haldeman-Jul ius publications.
La Independencia de los Estados
Unidos de América: revolución y
descolonización
Por Carlos Villacís

Ilustración de Kurt Miller.

El surgimiento de los EEUU es uno de los eventos capitales de la historia


política moderna. La reacción frente a la condición colonial y los ideales
políticos liberales cristalizaron en la primera gran Revolución burguesa del
llamado “ciclo atlántico”.
Los motivos que comúnmente se entienden como detonantes de
la Revolución de las Trece Colonias apuntan hacia la libertad política frente a
la corona británica y la independencia económica de las políticas económico-
fiscales consideradas abusivas. No obstante, no hay que olvidar la importancia
del contexto geopolítico europeo del siglo XVIII en el que los imperios
coloniales se disputaban la hegemonía del poder. El proceso independentista
estadounidense supuso un escenario relevante para los intereses geoestratégicos,
ideológicos o económicos de las potencias europeas, lo cual influyó de modo
determinante en este proceso histórico.

La independencia conjugó un proceso descolonizador y un proceso


revolucionario de corte político liberal. Dichos procesos implicaron el
condicionamiento previo de las colonias -marcado por el pensamiento político
moderno y por las “usurpaciones” del imperio británico-, la Guerra de la
Independencia y el final establecimiento de un sistema político republicano.

“SOSTENEMOS COMO EVIDENTES POR SÍ MISMAS


DICHAS VERDADES: QUE TODOS LOS HOMBRES
SON CREADOS IGUALES; QUE SON DOTADOS POR
SU CREADOR DE CIERTOS DERECHOS
INALIENABLES; QUE ENTRE ÉSTOS ESTÁN LA VIDA,
LA LIBERTAD Y LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD”
PREÁMBULO DE LA DECLARACIÓN DE
INDEPENDENCIA DE EEUU

Las Trece Colonias que declararon su independencia como Estados Unidos de


América en 1776 fueron fundadas por el imperio británico entre los siglos XVI
y XVII. Estas colonias eran: Massachusetts, Nuevo Hampshire, Rhode Island,
Connecticut, Nueva York, Pensilvania, Nueva Jersey, Delaware, Maryland,
Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia. La vida política de
las colonias se desarrolló con cierto grado de autonomía, creando sistemas de
gobierno propios. La fuerte intervención sobre la actividad económica americana
del mercantilismo inglés para beneficio de la capital hizo que progresivamente
las colonias se fueran resistiendo al control londinense. Las relaciones
intercoloniales aumentaron para la colaboración mutua, lo cual empezó a dotar
de una identidad política y nacional. “No hay tributación sin representación”
fue el lema con el que las Trece Colonias denunciaron los impuestos como
ilegítimos al no estar representados en el parlamento británico, ya que el Bill of
Rights prohibía el cobro de impuestos sin consentimiento parlamentario.

Trece Colonias.

El entonces Primer Ministro de Gran Bretaña George Grenville, durante la


monarquía de Jorge III, aumentó los impuestos para incrementar los ingresos
destinados a cubrir la deuda que el Estado había alcanzado más los costes del
mantenimiento de las tropas que guarnecían los enclaves del imperio. La
presión de los impuestos recayó fundamentalmente sobre las colonias de
Norteamérica y las Antillas. En esta línea, se aprobaron las leyes para
recaudación de impuestos conocidas como Ley del Azúcar en 1764 y Ley del
Sello en 1765. La situación se agravó con los decretos de Townshend en 1767
para recaudar por medio de las importaciones de las colonias. Además, con
Townshend se pretendió desvincular a los soldados de las autoridades locales,
ligándolos a la metrópolis por la nómina y permitió a las tropas allanar las
viviendas sólo por sospecha de delitos. La política económica británica y su
implantación coercitiva obstaculizaban las actividades comerciales de la
oligarquía norteamericana. Además, el resto de las clases de la sociedad se
vieron afectadas por las restricciones.

Se organizó una asociación de “patriotas” que defendía los derechos de los


colonos frente al abuso británico llamada “Hijos de la Libertad”. El grupo
estaba liderado por el ideólogo y referente intelectual Samuel Adams y por el
comerciante John Hancock. Los conflictos sociales no tardaron en aparecer: en
1770 ocurrió la Masacre de Boston, en la que los soldados que ocupaban
militarmente la ciudad dispararon a la multitud que protestaba, por lo que
murieron cinco estadounidenses. Samuel Adamsafirmó que esa noche fue el
detonante del deseo de la independencia. En 1773 los Hijos de la Libertad se
pronunciaron en contra del Acta del Té -que imponía impuestos principalmente
a la importación del té a la metrópolis- y planearon el Motín del Té (Boston Tea
Party), en el que colonos de esta agrupación se disfrazaron de indios y arrojaron
a las aguas del puerto de Boston cargamentos de té que traían las embarcaciones.

Motín del Té, litografía de 1846.

El desafío fue contestado con la aprobación por parte del gobierno británico de
los llamados Decretos Intolerables en 1774 que limitaban las competencias de
las autoridades coloniales implementando prácticamente un estado de sitio.
Ante esto, y teniendo en cuenta que desde 1772 ya habían organizado gobiernos
secretos en comités de correspondencia, en 1774 se celebró el Primer Congreso
Continental que reunió a los representantes de las colonias en Filadelfia. Se
reclamaba al rey inglés el derecho de las colonias para hacerse cargo de sus
asuntos internos sin injerencia del imperio, lo cual supondría el fin de la relación
colonial.

Las posiciones de los colonos eran diversas: unos pedían la independencia y


otros querían mantener el vínculo pero reclamaban autonomía y más
derechos como ingleses. En cualquier caso, La Petición al Reydel 25 de
octubre de 1774 no fue aceptada por los ingleses, por lo cual empezó un boicot
a los productos comerciales británicos. El 1775 se promulgaron los Decretos
Restrictivos con los que asegurar la soberanía del imperio sobre las colonias.
En 1775 estalló la guerra y duró hasta 1783. Los hechos que iniciaron las
acciones bélicas y que acabaron con las posibilidades negociadoras para la
resolución del conflicto fueron las batallas de Lexington y Concord en abril de
1775 que desembocaron en el asedio de Boston. En mayo de 1775 empezaron
las reuniones del Segundo Congreso Continental y se abordaron los temas
militares para lograr la organización formal y eficaz de un ejército (más allá de
los milicianos) y empezó el reclutamiento de soldados. Se nombró a George
Washington, un reputado militar y terrateniente de Virginia, como comandante
en jefe de las fuerzas norteamericanas. El Segundo Congreso Continental tomó
las funciones de gobierno del conjunto de las colonias.

George Washington, Gilbert Stuart .

En junio de 1775 los ingleses vencieron en la batalla de Bunker Hill, pero sus
fuerzas resultaron muy mermadas. Tras esto, los norteamericanos se centraron
en Dorchester Heights, que tomaron y fortificaron en marzo de 1776 gracias a
la acción de la Armada Continental comandada por George Washington. Las
tropas británicas, ante los cañones pesados que los patriotas instalaron, no
tuvieron otra opción más que retirarse de Boston. Los cañones se consiguieron
en la captura del fuerte de Ticonderoga y fueron transportados por Henry
Knox en el episodio recordado como el “noble tren de artillería”. De esta
forma terminó el asedio de Boston.

El Segundo Congreso Continental aprobó el 4 de julio de 1776 la Declaración


de Independencia de los Estados Unidos redactada por Thomas Jefferson,
hombre especialmente reconocido por su calidad intelectual. Esto fue
consecuencia de la resolución del día 2 de julio por la que el Congreso afirmó
“estas Colonias Unidas son, y por derecho deben ser, estados libres y
soberanos”. La declaración contiene una apelación a la necesidad de la
explicación motivada de la independencia en base a una racionalidad
iusnaturalista, un preámbulo con los ideales teórico-políticos que justifican la
revolución, una acusación que reprueba las “injurias y usurpaciones”, una
denuncia del caso omiso recibido por parte de los ingleses, una conclusión que
explicita la necesidad del anuncio de la independencia, y finalmente las firmas
de los 56 signatarios.

Franklin, Adams y Jefferson trabajando en la Declaración, Jean Leon Gerome Ferris.

Esta declaración confirió unidad y determinación formal a la guerra de las


Trece Colonias. El imperio británico no pudo seguir tomando el conflicto
como una rebelión, por lo que seguidamente adoptó estrategias de guerra. Tras
salir de Boston, William Howe (comandante del ejército británico en América
del Norte) reunió las tropas en New York con la pretensión de dividir las fuerzas
enemigas y concentrar la contienda en una batalla decisiva. Su objetivo era
enfrentar a Washington ya que no existía un centro de mando para capturar y
acabar con la guerra. Los norteamericanos evitaron tal confrontación y
practicaron la guerra de guerrillas.

La famosa victoria de Washington en la batalla de Trenton en 1776 tras


la travesía del río Delaware y la rendición en 1777 de un ejército inglés en
Saratoga dieron confianza al ejército continental para derrotar a las tropas
inglesas. La campaña de Saratoga fue una victoria estratégica determinante
para los patriotas. Este fue el punto de inflexión que decantó los apoyos externos
hacia los norteamericanos. En este punto se notaron las consecuencias de
la Guerra de los Siete Años por la primacía colonial: España y Francia
apoyaron al enemigo de Inglaterra en la guerra de Norteamérica y el
imperio británico seguía sufriendo los costes y la deuda contraída. España en un
principio aportó dinero y armas sin entrar en guerra directa, y Francia firmó una
alianza en 1778 y envió tropas interviniendo militarmente contra el imperio
británico. En 1779 España firmó el Tratado de Aranjuez para intervenir en
la independencia de los Estados Unidos a cambio de concesiones por parte de
Francia. Posteriormente Holanda se unió también y el conflicto alcanzó
dimensiones internacionales con diferentes intereses involucrados y muchos
frentes bélicos abiertos.

Travesía del río Delaware, Emanuel Gottlieb Leutze.

El imperio británico no pudo aguantar más la situación y en 1783 reconoció la


independencia de los Estados Unidos de América y concedió territorios del
continente en la firma del Tratado de París (no confundir con el de 1763). Este
tratado puso fin a la guerra y fijó acuerdos que involucraban a otros países.

Los representantes de los territorios ahora independientes se reunieron en


la Convención de Filadelfia en 1787. Se instauró un gobierno federal
presidencialista con un sistema legislativo bicameral, un presidente de la
república y un poder judicial de servicio vitalicio. Lo que en un principio fue
una discusión para la reforma de los artículos de la Confederación aprobados en
1777 por el Segundo Congreso Continental, desembocó en la redacción y
ratificación de la Constitución de los Estados Unidos.

La firma de la declaración, John Trumbull.

La Revolución Norteamericana se inspiró en el pensamiento de


la Ilustración tamizado por los autores y el radicalismo político ingleses.
Asimismo, el republicanismo estadounidense se encuentra permeado por una
cultura política protestante en un contexto institucional de firme libertad
religiosa. Estos ideales inspiraron las concepciones y acciones de los Padres
fundadores de los Estados Unidos como Samuel Adams, Thomas Jefferson,
Thomas Paine, John Adams, Benjamin Franklin, Alexander Hamilton, John
Jay, James Madison o George Washington, que persiguieron la implantación
de la democracia, la división de poderes, la libertad de conciencia y de
expresión, la separación entre iglesia y Estado, la libertad de prensa y
la protección de la libertad individual.

En el preámbulo de la Declaración de Independencia se sintetiza la filosofía


política que fundamenta la revolución y sobre la que se asienta la constitución
política de los EEUU. La esencia de lo que se dice queda reflejado en el célebre
pasaje: “Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos
los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos
derechos inalienables; que entre éstos están la Vida, la Libertad y la búsqueda de
la Felicidad”. Se suele mencionar que la Declaración es especialmente deudora
del pensamiento de Locke.

Facsímil de la Declaración de Independencia.

El proceso revolucionario de los Estados Unidos sentó un precedente importante


para los pactos constituyentes apoyados en el Derecho natural, para la
posibilidad de una república federal sobre un territorio extenso y para la
implantación de la división de poderes y de frenos y contrapesos.

Bibliografía
Aparisi, A. La Revolución Norteamericana: aproximación a sus orígenes
ideológicos. Prólogo de Peces-Barba. Ed. Centro de Estudios Constitucionales.
Madrid: 1995.

Boorstin, D. J. (comp.) Compendio histórico de los Estados Unidos: un


recorrido por sus documentos fundamentales. Ed. Fondo de Cultura Económica.
México D. F.: 1997.

Nevins, A. et al. Breve historia de los Estados Unidos. Ed. Fondo de Cultura
Económica. México D. F.: 1994.

Pérez, M. P. y García, T. De colonias a República: los orígenes de los Estados


Unidos de América. Ed. Síntesis. Madrid: 1995.

Arendt, H. Sobre la revolución. Ed. Alianza. Madrid: 1988.

Bailyn, B. Los orígenes ideológicos de la Revolución Norteamericana. Ed.


Tecnos. Madrid: 2012.

Bancrof, G. History of the United States of America, 10 tomos, Boston: 1834-


1874.

Beard, C. A. An economic interpretation of the Constitution of United States.


Nueva York: 1913.

Jameson, J. F. The American Revolution considered as a social movement.


Princeton: 1968.

Jones, M. A. Historia de los Estados Unidos. Ed. Cátedra. Madrid: 2001.

Lecky, N. E. H. A History of England in the Eighteenth Century. 8 tomos,


Londres: 1878-1890.

Trevelyan, G. O. The American Revolution. 4 tomos, Londres: 1899-1913.


Robespierre, el fundador del
terrorismo de Estado
Por Carlos Villacís

Delacroix, La Libertad guiando al Pueblo. El tema de la obra se refiere a insurrecciones de 1830.

El estudio de la Revolución Francesa es inevitablemente un estudio del


presente, en tanto que las vicisitudes políticas posteriores a la misma se
encuentran influidas y marcadas por esta experiencia política y por las
consideraciones teórico-políticas relacionadas. Un punto fundamental es el del
período denominado El Terror.

Los jacobinos inauguran el modelo estatalista-revolucionario de


gobierno. Robespierre, una de las figuras más destacadas de este período, sitúa
en la base de la ley a la doctrina del Terror, la cual se constituye a partir de una
traslación de ideas ilustradas y es el cimiento del Terror de Estado. La
experiencia revolucionaria de Robespierre plantea la problemática de la relación
entre la Ley y el Terror en el orden republicano ligado al Gobierno
revolucionario y a su oposición al modelo monárquico del Antiguo Régimen.

“SI EL PRINCIPAL INSTRUMENTO DEL GOBIERNO


POPULAR EN TIEMPOS DE PAZ ES LA VIRTUD, EN
MOMENTO DE REVOLUCIÓN DEBEN SER A LA
VEZ LA VIRTUD Y EL TERROR: LA VIRTUD, SIN LA
CUAL EL TERROR ES FUNESTO; EL TERROR, SIN EL
CUAL LA VIRTUD ES IMPOTENTE.” (ROBESPIERRE)
El Terror: el período
El término Terror es usado para denominar al conjunto de medidas represivas
estatales comprendidas entre septiembre de 1792 y julio de 1794. Este período se
caracteriza por la adopción por parte de la Convención Nacional de dicho tipo
de medidas como política de Estado, lo cual culmina con la llamada ley del
“Gran Terror”. Tal etapa se encuentra contextualizada por la guerra y por
decisiones político-económicas orientadas a la igualdad.

Ilustración de Klaus Wittmann.

A partir de 1792 se sucedieron acontecimientos de especial relevancia en la


dirección anteriormente mencionada. El 10 de agosto se abolió la monarquía y se
constituyó la Comuna Insurreccional de París (no confundir con la Comuna de
París de 1871) compuesta por 52 comisarios y encabezada por Danton y Pétion.
Entre el 2 y el 6 de septiembre se llevaron a cabo las matanzas de los nobles que
se encontraban en las prisiones de París. El 20 de septiembre el ejército francés
detiene al ejército prusiano con su victoria en la Batalla de Valmy. Al siguiente
día se inaugura la Convención Nacional, la cual releva a la Asamblea
Legislativa y da comienzo, así, la primera República sin proclamación oficial.
La Convención Nacional fue una asamblea regida por sufragio masculino casi
universal, en la que los girondinos tuvieron el papel preponderante hasta 1793,
tras lo cual prevaleció la Montaña, en la que Robespierre tuvo un rol
fundamental. La proclamación del Directorio en 1795 sucedió a
la Convención en sus funciones.

Robespierre formó parte del Club de los Jacobinos, del cual fue presidente
mensual en 1790. El Club de los Jacobinos era una asociación instituida en
1789 en la que, en un principio, predominaba una posición monárquica
constitucionalista. Su nombre original Société des Amis de la Constitution et de
la Libertécambió por el de Jacobinos tras el traslado del club al convento de los
dominicos, conocidos en París como jacobinos. Las posiciones del grupo se
fueron decantando a concepciones republicanas hasta constituirse como una
asociación revolucionaria, considerados como la facción radical de
la Revolución. Los girondinos, más moderados, se distanciaron tras las
matanzas de los nobles en 1792, a partir de lo cual el Club de los Jacobinos se
cimentó como el núcleo de los montañeses. La Montaña era como se
denominaba a los escaños más elevados de la Convención y de la Asamblea
Legislativa, los cuales eran ocupados por los representantes más cercanos al
movimiento popular y que defendían una postura igualitarista. Entre sus
representantes más destacados se
encontraban Robespierre, Marat, Danton y Saint-Just.

El 21 de enero de 1793 se ejecuta a Luis XVI, y el 10 de marzo se crea


el Tribunal Revolucionario. este tribunal se instituye por parte de
la Convención con la finalidad de juzgar sin apelación a los que se consideraban
enemigos de la Revolución. El Tribunal Revolucionario sentenció a pena de
muerte a 1647 personas desde la ley del “Gran Terror”. En junio se excluyen de
la Convención y se detienen a varios girondinos, y en julio se aprueba la
Constitución. A finales de ese mes, Robespierre se incorpora en el Comité de
Salvación Pública, el cual se convirtió en el gobierno real de la República. En
septiembre la Convención aprueba la Ley de los Sospechosos y diversas
medidas terroristas, así como un salario mínimo y un precio máximo general. En
octubre es proclamado el “Gobierno revolucionario hasta que llegue la paz”.

En febrero de 1794 se abole la esclavitud en las colonias y se aprueban


los decretos de ventoso con los que Saint-Just pretendía dar una dimensión
social al Terror. En marzo se ejecuta a “exagerados” como Hérberty en abril a
“indulgentes” como Danton. El 10 de junio se declara la ley del “Gran Terror”.
Finalmente, julio es el último mes de Robespierre: el día 3 aparece por última
vez en el Comité de Salvación Pública, el 27 la Convención niega la palabra
a Robespierre y a Saint-Just y ordena su detención, y el 28 son
ejecutados Couthon, Saint-Just y Robespierre.
“CASTIGAR A LOS OPRESORES DE LA HUMANIDAD
ES CLEMENCIA; PERDONARLOS ES BARBARIE.”
(ROBESPIERRE)
El Terror: la doctrina
La construcción conceptual que realiza Robespierre en sus textos sobre la teoría
del Gobierno revolucionario y la necesidad del Terror es la doctrina mejor
elaborada jurídicamente al respecto. En el informe sobre los principios del
Gobierno revolucionario, realizado en nombre del Comité de Salvación
Pública, Robespierre es muy claro: “La teoría del Gobierno revolucionario es
tan nueva como la revolución que la ha alumbrado”. Más adelante explica que
“la finalidad del Gobierno constitucional es conservar la República; la del
Gobierno revolucionario es fundarla. La Revolución es la guerra de la libertad
contra sus enemigos: la Constitución es el régimen de la libertad victoriosa y en
paz”. A continuación, dice: “el Gobierno constitucional se ocupa principalmente
de la libertad civil, y el Gobierno revolucionario de la libertad pública”.

Retrato de Robespierre por Pierre Roch Vigneron.

La condición de “enemigo” es ajena a la ciudadanía de la comunidad política


republicana. De este modo, se vincula el Derecho con la necesidad de la muerte
del enemigo, puesto que la no detentación de la ciudadanía supone la ausencia de
todo proceso judicial sobre su responsabilidad jurídica. Así, en el mismo informe
remarca que

el Gobierno revolucionario debe a los buenos ciudadanos toda la atención


nacional; a los enemigos del pueblo no les debe nada sino la muerte. Estas
nociones bastan para explicar el origen y la naturaleza de las leyes que
llamamos revolucionarias. Los que las llaman arbitrarias o tiránicas son
sofistas estúpidos o perversos (…); quieren someter al mismo régimen a la paz y
a la guerra.

Todo lo cual desemboca en la necesidad del Terror, pues el Gobierno


revolucionario “se apoya en la más sagrada de todas las leyes: la salvación del
pueblo; sobre el más irrecusable de todos los títulos, la necesidad”.

Dicho informe lo lleva a cabo como respuesta a los indulgentes, defendiendo la


necesidad del Terror. Especialmente pretende replicar a Camille
Desmoulins (diputado de la Montaña y perteneciente del Club de los
Cordeleros) por demandar en su periódico Le Vieux Cordelier una disminución
del Terror. Desmoulins, quien fuera amigo de Danton e incluso del
propio Robespierre, fue condenado y ejecutado en 1794, al igual que su mujer
ocho días después por conspiración.

En este informe se pone de manifiesto la exigencia del Terror a partir del


carácter revolucionario de las leyes. La ley revolucionaria se enfrenta a la
tensión entre la universalidad jurídica, especialmente remarcada en las ideas
ilustradas, y la transitoriedad del acontecimiento revolucionario.

Lo que Robespierre pone de relieve es que la lucha contra el enemigo, por un


lado, se realiza a través de las leyes y dentro de su régimen jurídico. Sigue la
concepción ilustrada por la cual el marco legal -con carácter universal- comporta
la garantía de la libertad frente a los excesos propios del Antiguo
Régimen ligados a la particularidad de los gobernantes. Se exige la precisa
ejecución de la ley, como expresión de la voluntad popular, por parte del poder
judicial. Ahora bien, por otro lado, reclama una faceta antiformalista vinculada a
la razón de Estado cuya justificación es la utilidad general y la “salvación
nacional”. El Terror queda juridificado, pero no se asienta en una racionalidad
jurídica, sino de Estado revolucionario.

En los textos y en la actividad política de Robespierre, se aprecia que el cierre


de la universalidad consustancial al sistema republicano exige la eliminación de
aquello que constitutivamente se encuentra en el exterior del mismo, como el rey
y el enemigo. El rey no podía ser condenado retroactivamente por lo contenido
en las nuevas leyes, sin embargo, este acto se debía llevar a cabo,
según Robespierre en sobre el juicio al rey, como “medida de salud pública y
ejercer un acto de providencia nacional” y no jurídico. Se trata de un acto
político necesario para fundar la nueva República. Robespierre es explícito al
respecto: “Luis no puede por tanto ser juzgado; ya ha sido juzgado y condenado,
o la República no queda absuelta. Proponer un proceso para Luis XVI, sea el que
sea, es retroceder al despotismo real y constitucional; es una idea
contrarrevolucionaria, pues significa poner en cuestión la propia Revolución”.

Para Robespierre, la condena de Luis XVI es condición de posibilidad de la


misma Revolución. Puesto que, si es procesado, entonces cabe la posibilidad de
su inocencia (de hecho, sería inocente hasta ser juzgado), y la mera posibilidad
disolvería a la Revolución. Por tanto, para Robespierre, Luis
XVI es absolutamenteculpable, y lo es necesariamente para la Revolución y
la República. Su muerte es necesaria para la Revolución y, por consiguiente,
para el establecimiento del orden republicano.

La virtud política se identifica, entonces, con el Terror revolucionario. En esta


línea, en su discurso sobre los principios de la moral política que deben guiar a
la Convención Nacional en la administración interna de la
República, Robespierre declara:

"SI EL PRINCIPAL INSTRUMENTO DEL GOBIERNO


POPULAR EN TIEMPOS DE PAZ ES LA VIRTUD, EN
MOMENTO DE REVOLUCIÓN DEBEN SER A LA VEZ
LA VIRTUD Y EL TERROR: LA VIRTUD, SIN LA CUAL
EL TERROR ES FUNESTO; EL TERROR, SIN EL CUAL
LA VIRTUD ES IMPOTENTE. EL TERROR NO ES
OTRA COSA QUE LA JUSTICIA RÁPIDA, SEVERA E
INFLEXIBLE; EMANA, POR LO TANTO, DE LA
VIRTUD; NO ES TANTO UN PRINCIPIO ESPECÍFICO
COMO UNA CONSECUENCIA DEL PRINCIPIO
GENERAL DE LA DEMOCRACIA, APLICADO A LAS
NECESIDADES MÁS ACUCIANTES DE LA PATRIA."
Del mismo modo, la clemencia y el castigo a muerte del enemigo también se
equiparan: “Castigar a los opresores de la humanidad es clemencia; perdonarlos
es barbarie. El rigor de los tiranos no tiene otro principio que el propio rigor,
mientras que el Gobierno republicano se basa en la benevolencia”.

Ilustración de Fabien Troncal para el videojuego Assassin’s Creed Unity.

Todo esto nos pone frente a una disyuntiva en la comprensión del Terror como
fenómeno determinante en la Revolución francesa: de un lado, se puede pensar
el Terror revolucionario como un crimen fundacional evitable que instaura el
orden burgués de ley y libertad modernas; del otro lado, se lo puede pensar tal
como lo comprendió Robespierre, esto es, como la funesta constatación de
la unión inescindible entre Virtud y Terror necesaria para la instauración del
régimen republicano.

En definitiva, se suele considerar que con Robespierre se inaugura el terrorismo


de Estado (lo cual no quiere decir que previamente no hayan existido matanzas
por parte de los gobernantes). Ahora bien, lo relevante del asunto y lo que lo
convierte en un fenómeno novedoso, radica en el nexo necesario
que Robespierre encuentra entre el Terror y la libertad ciudadana de
la República constituida a partir de las leyes revolucionarias.
Aclaraciones ulteriores para evitar
confusiones:
1. Al hablar del Terror de Estado no se está emitiendo un juicio de valor.
Tampoco se trata de la aplicación de categorías políticas contemporáneas al
proceso revolucionario francés. Este concepto adquiere su sentido teórico-
político moderno con los textos de propio Robespierre y con su consiguiente
acción política (no es una invención contemporánea). Es Robespierre el que
acota racionalmente el concepto y lo liga de manera “necesaria” (según él) a la
implantación revolucionaria del orden republicano. Es él quien acuña la
terminología usada en este artículo y la dota de un sentido político preciso y
novedoso (debido a la novedad del fenómeno político, como él mismo declara).

2. Como corolario de lo anterior, consideramos conveniente mantener la


precisión conceptual que se encuentra en los textos de Robespierre, esto es, no
cabe identificar el Terror con “las matanzas”, “la opresión” y “el mal” en
general. Sólo en los límites conceptuales precisados por Robespierre, el término
adquiere su rendimiento explicativo y no se diluye en las connotaciones morales
que cada uno le da al término Terror. Se podrá estar en contra, pero no es algo
que nosotros propongamos.

3. De lo cual se sigue que anteriormente no existía el Terror de Estado. Aplicar el


concepto a fenómenos previos es un anacronismo. Sería similar a llamar
“fascista” a Napoleón, no tendría el menor sentido aun pudiéndose encontrar
características que posteriormente se puedan identificar en el fascismo. Por el
contrario, es Robespierre el que le da un significado político al Terror.

4. Esto último no significa, de ninguna manera, que previamente no haya habido


barbarie ni violencia política. Tampoco quiere decir que lo anterior a la
Revolución francesa fuera mejor o políticamente más deseable. Y, en absoluto
se está diciendo que la participación de Robespierre no fuera fundamental en la
Revolución francesa.

5. Hay que esclarecer que la propuesta política en la que Robespierre estaba


embarcado consistía precisamente en dejar de ser “hijo de su tiempo”, esto es,
que las particularidades empíricas no pueden ser el fundamento de
determinación de la condición política del ciudadano. En esto consistirían la
libertad y la igualdad modernas, en esta abstracción que se constituye como
universal por tomar en consideración lo que nos une (por lo que seríamos
fraternos), es decir, despojarnos de las determinaciones empíricas. De este modo,
aquel que, como el rey, ocupe el lugar de las leyes, es decir, que rija desde las
particularidades, no puede ser juzgado, sólo ejecutado para la realización de la
República regida por la razón. El proyecto político no se restringe a una mera
lucha de clases, es más complejo. Asimismo, son los propios ideales ilustrados
los que se oponen a este relativismo historicista de la sentencia “ser hijo de su
tiempo”. Se podrá estar en contra o considerarlo como irrealizable pero,
insistimos, no es algo que se esté proponiendo aquí.

6. El artículo sólo plantea la problemática en la comprensión del Terror y de su


necesidad o no para la implantación del liberalismo republicano francés
(Robespierre considera que sí es necesario), no se está juzgando a Robespierre.
Dicha problemática no pretende estar resuelta.

Bibliografía
Aguilar Blanc, C. “El influjo del pensamiento de Rousseau, Marat y Robespierre
en los fundamentos intelectuales, ideológicos y jurídicos del Terror
Revolucionario Francés”. Revista internacional de pensamiento político. N. 5,
pp. 211-237, 2010.

Aguilar Blanc, C. “El terror del Estado francés”. Revista internacional de


pensamiento político. N. 7, pp. 207-243, 2012.

Andress, D. El Terror: los años de la guillotina. Ed. Edhasa. 2011: Barcelona.

Robespierre, M. Speeches. Ed. International Publishers. 1927: New York.

Robespierre, M. Virtud y Terror: compilación de dicursos. Intro. Žižek. Ed.


Akal. 2010: Madrid.
Balmis, el médico español que lideró
la primera misión filantrópica de la
Historia
Por Bárbara Cuevas

Francisco Javier Balmis realizó una expedición filantrópica para llevar la


vacuna de la viruela recién descubierta a las posesiones españolas de América y
Filipinas, un hito sin precedentes en la historia de la medicina y del
humanitarismo.
En un momento convulso de la época colonial, tuvo lugar la primera campaña
médica internacional de la Historia, que hoy conocemos con el nombre
de Expedición Balmis. Una expedición de vacunación contra la viruela,
enfermedad infecciosa que azotaba inclemente a medio mundo. Millones de
personas lograron salvar su vida gracias a la proeza que nació de la mente
inquieta del doctor Francisco Javier Balmis y Berenguer, y que se basó en
transportar el virus a través del océano.

“ESTE VIAJE PERMANECERÁ COMO EL MÁS


MEMORABLE EN LOS ANALES DE LA HISTORIA.”
ALEXANDER VON HUMBOLDT
Pero, antes de entrar en materia, revisemos los antecedentes con el fin de
contextualizar correctamente las consecuencias que esta hazaña tuvo y
advirtamos sobre la grave situación que vivían los enfermos de la época en la
América española.

En el siglo XVI la viruela desembarcaba en América gracias a los barcos


españoles que allí llegaron. Para el año 1650 el virus había diezmado
considerablemente la población mexicana.

Edward Jenner observó que las mujeres que ordeñaban vacas poseían pústulas
provocadas por la viruela vacuna, y que a su vez desarrollaban inmunidad al
virus de la viruela humana. En 1796 consigue vacunar con éxito al niño
James Phipps tras inocularle el virus de la viruela vacuna. Se puede el lector
imaginar de donde viene la palabra “vacuna”.

Edward Jenner, conocido como “el padre de la inmunología”, fue la primera persona que vacunó a un
enfermo de viruela con éxito.

Pronto se administraría la cura por todo el territorio español. Sin embargo, no


debemos olvidar que en la época la lentitud, la falta de infraestructura y los altos
costes del transporte limitaban notablemente la posibilidad de extender este
nuevo hallazgo a través del océano.

En 1803 Lima y Bogotá fueron territorios terriblemente atacados por el


virus. Es en ese momento, movido por su inquietud personal y su espíritu crítico
siempre al servicio del pueblo, cuando Francisco Javier Balmis y Berenguer
logra convencer al monarca Carlos IV, quien vivió de cerca la enfermedad en
su unidad familiar, de la importancia manifiesta de financiar la expedición que
lograría extender la vacuna de la viruela en Hispanoamérica.

Pero, ¿cómo podría ejecutarse semejante hazaña? Un médico gaditano trató


tiempo atrás de llevar a cabo la misma empresa, pero la muestra del virus se
malogró en el camino. Hizo falta la colaboración de varios expertos y científicos
para dar con una solución a este problema. Finalmente, se concluyó que el mejor
método sería también el más elemental: llevar el virus vivo, inoculado en los
brazos de varios niños que actuarían de portadores y transmisores.

Una vez zanjado el cómo se iba a ejecutar, quedaba por despejar el quién.
¿Quiénes serían las personalidades que trabajarían y velarían por el correcto
desarrollo de la expedición? Como director partió el propio doctor Balmis y
Berenguer. José Salvany fue su ayudante, pero acabaría siendo nombrado
subdirector en el transcurso de la expedición. Basilio Bolaños, Pedro Ortega y
Antonio Pastor fueron enfermeros en la empresa; y como practicantes acudieron
Francisco Pastor Balmis y Rafael Lozano Pérez.

Especial hincapié se debe hacer en la Rectora de la Casa de Expósitos de La


Coruña: Isabel Zendal Gómez, cuidadora de los más de 20 niños huérfanos
protagonistas de esta historia, considerada la primera enfermera de la historia
de la medicina hispana.

Todos ellos, tras un par de meses preparando la expedición, zarparían desde el


puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803, a bordo de la corbeta “María
Pita”.

Corbeta María Pita, la nave que condujo la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

El equipo viajó durante dos meses. En este tiempo, los niños debían ser
vacunados de dos en dos cada nueve días; de esta forma se aseguraban tener una
muestra viva del virus al llegar a su destino. Además, se pertrecharon de algunos
materiales de incalculable valor en la época. Llevaron más de 500 ejemplares
del Tratado histórico y práctico de la vacuna de J.L. Moreau, traducido por
Balmis, que repartirían por las ciudades de América. También varios millares
de laminillas de cristal que servirían para conservar el suero entre cera y
parafina.

A su llegada, la expedición fue recibida con todo tipo de honores, y fueron


muchos los lugares que visitaron sus protagonistas: Desde Venezuela, pasando
por Cuba y México, hasta llegar a Filipinas y China.

Mapa representativo de la ruta que siguió la expedición Balmis.

Una vez allí dio comienzo el verdadero objetivo del equipo, que consistía no
solo en la vacunación, sino en la instrucción de los médicos locales para que
aprendieran a utilizarla en el futuro. Además de las Juntas de Vacunación, que
servirían para llevar control de la población vacunada.

La expedición logra vacunar a decenas de miles de personas, pero pronto el


grupo empieza a ser azotado por otras enfermedades. El propio doctor Balmis
estuvo a punto de perder la vida tras un fuerte episodio de disentería.

Tiempo después, la expedición se divide. Salvany se integra en algunas


poblaciones de América como Bogotá, Quito o Lima. Él se encargaría de
registrar numerosísimas vacunaciones posteriores. En este proceso, su vida se
complica; llega a perder un ojo, sufre un naufragio y acaba muriendo a edad
temprana mientras ejecutaba su cometido.

De la heroina Isabel Zendal Gómez, considerada por la Organización Mundial de


la Salud (OMS) como la primera enfermera de la historia en misión
internacional, el doctor Balmis dijo:

“CON EL EXCESIVO TRABAJO Y RIGOR DE LOS


DIFERENTES CLIMAS QUE HEMOS RECORRIDO,
PERDIÓ ENTERAMENTE SU SALUD, INFATIGABLE
NOCHE Y DÍA HA DERRAMADO TODAS LAS
TERNURAS DE LA MÁS SENSIBLE MADRE SOBRE
LOS 26 ANGELITOS QUE TIENE A SU CUIDADO,
DEL MISMO MODO QUE LO HIZO DESDE LA
CORUÑA Y EN TODOS LOS VIAJES Y LOS HA
ASISTIDO ENTERAMENTE EN SUS CONTINUADAS
ENFERMEDADES”

Se calcula que la expedición vacunó directamente a unas 250 000 personas y


que hasta un millón de personas fueron salvadas por la expedición española
que cruzó el mar con el virus de la viruela vivo en un barco. Se escribía así la
primera página de una historia nueva, la de la ayuda humanitaria.

“NO IMAGINO QUE LOS ANALES DE LA HISTORIA


HAYAN APORTADO UN EJEMPLO DE FILANTROPÍA
TAN NOBLE Y TAN EXTENSO COMO ÉSTE”
EDWARD JENNER
La Guerra negra o el Genocidio de
Tasmania
Por Academia Play

En Oceanía, separada de la costa meridional australiana por el estrecho de Bass,


se encuentra la singular Tierra de Van Diemen. Fue así como los europeos
llamaron a la isla de Tasmania. Después de que a mediados del siglo XVII el
holandés Abel Tasman liderara la primera expedición europea en la isla, esta fue
establecida como colonia penal por los británicos. En el siglo XVIII el escritor
irlandés Jonathan Swift popularizó la Tierra de Van Diemen al usarla como
punto de referencia geográfico para ubicar su célebre isla de Liliput, que situaba
al noroeste.
A principios del siglo XIX acontecieron una serie de conflictos entre
los aborígenes tasmanos y los colonos del Imperio británico con resultados
catastróficos para los primeros. Este acontecimiento es conocido como Guerra
negra, también llamado Genocidio de Tasmania. Las fuentes exponen unas
cifras que rondan entre los 300 y menos de 100 aborígenes tras la guerra de los
aproximadamente 5000 que había antes (aunque hay que decir que las
estimaciones varían mucho). Dicho funesto episodio es una de las claras
manifestaciones del carácter depredador del Imperio británico.
Ilustración que representa aborígenes de Tasmania.

Colonialismo depredador
La población aborigen fue exterminada casi por completo. Casi la totalidad de
las lenguas autóctonas y sus expresiones culturales propias se perdieron. En este
caso, como en muchos otros, lejos del mestizaje y la integración religiosa e
institucional; el no mezclarse con los aborígenes fue el modo de proceder tan
característico que siempre acompañó al imperio colonial inglés. Una práctica
que usaron fue declarar Australia como terra nullius, es decir, tierra de nadie (sin
habitantes humanos) y así poderla reclamar. La trampa estribaba en que las
tierras a menudo estaban habitadas.

El conflicto
No hubo una declaración formal y oficial de guerra, de modo que la datación
del conflicto no es precisa y se abre a interpretaciones. La fecha usualmente
señalada es el tiempo comprendido entre los años 1828 y 1832, puesto que
durante ese periodo el gobierno colonial declaró la ley marcial, esto es, un
estatuto de excepción de la legislación ordinaria concediendo a las fuerzas
armadas capacidades extraordinarias. Sin embargo, el conflicto tuvo un recorrido
mucho mayor.

Como se ha dicho, en 1803 los británicos establecieron su primer


asentamiento en la isla cerca de la actual ciudad de Hobart. En los meses
inmediatamente siguientes se sucedieron algunas refriegas. Con el primer
gobernador, David Collins, se formó un vacío legal sobre cómo lidiar con los
conflictos. Las instrucciones originarias, fallidas, declaraban que la violencia
contra los aborígenes sería castigada.

En mayo de 1804 soldados británicos dispararon a un grupo de


aproximadamente 100 aborígenes, tras un pequeño conflicto en una granja. Esta
fue la primera gran masacre. No se sabe con exactitud cuántos murieron. Las
tensiones y los ataques aumentaron y en una sequía entre los años 1806 y 1807
se desató una ola de violencia. Además, entre 1807 y 1813 llegaron 600 colonos
de Norfolk. El cultivo y el ganado británico fueron creciendo, así como la
población colonial y se apropiaron de las tierras violentamente frente a los
aborígenes.

Natives on the Ouse River, Van Diemen’s Land. Pintura de John Glover.
En el año 1824 George Arthur fue proclamado gobernador y quiso proteger a
los aborígenes bajo las leyes británicas y enjuiciar a quienes atacasen sin motivo
a los nativos. Después de que dos aborígenes fuesen enjuiciados y
ahorcados, seis colonos fueron asesinados en 1826. El periódico Colonial
Times reclamó un cambio urgente en la política colonial, llegando a expresar
que “la autodefensa es la primera ley de la naturaleza. El gobierno debe expulsar
a los nativos, de lo contrario, serán perseguidos como bestias salvajes y
destruidos”.

La venganza y la eliminación de la amenaza no fueron los únicos motivos de los


ataques de los blancos, el mero deporte y el deseo sexual también fueron
importantes motores. Los conflictos se acentuaron y en el año 1825 surgió una
auténtica crisis. Los aborígenes duplicaron sus ataques y la seguridad de los
colonos entró en riesgo. La situación era la de una guerra, pero los nativos no
formaban un frente convencional pues eran tribus dispersas.

A pesar de que la legalidad de matar a aborígenes no es clara, el gobernador


George Arthur intentó forzar su rendición a través del permiso a los colonos
de responder a los ataques. Estaba permitido repeler los actos violentos y las
agresiones. Muchos se valieron de esta disposición legal para endurecer el
conflicto. Los asesinatos masivos no tardaron en llegar. En una ocasión los
nativos atacaran granjas para que los colonos retiraran su ganado de su territorio
de caza. La respuesta fue contundente. Los soldados del 40° Regimiento
realizaron ataques de represalia. La violenta escala de ataques y respuestas no
pararon. Pero la asimetría era patente. Por ejemplo, los británicos mataron
aproximadamente a cien nativos del clan Pallittorre por la muerte de tres
ganaderos.

Esta fue la dinámica que primó hasta 1828. La situación era insostenible. El 19
de abril George Arthur proclamó una separación territorial entre los colonos
y los aborígenes para evitar el contacto y, por consiguiente, los conflictos. La
frontera de las zonas no estaba muy clara, pero a partir de entonces estaba
permitido expulsar violentamente a los nativos de los distritos de los
asentamientos colonos sin la condición de que estuviesen siendo atacados.
Ilustración que representa un ataque de los aborígenes.

El gobernador achacaba a la población reclusa las más deplorables fechorías


contra los nativos durante los primeros años, por ese motivo entendía que se
enemistaron con los colonos. Pero él sólo podía mitigar los efectos, o eso
creía. Para proteger la frontera repartió tropas militares en catorce puntos
estratégicos. Sin embargo, a partir de octubre del mismo año 1828 los ataque
aborígenas se multiplicaron como nunca antes. George Arthur convocó al Van
Diemen’s Land’s Executive Council y declaró la ley marcial el primer día de
noviembre. Los nativos en los distritos de los colonos eran ahora “abiertos
enemigos del rey”. Este fue el gran punto de inflexión de la Guerra Negra.
En ese momento cinco clanes nativos seguían en los distritos de los
asentamientos británicos.

Entre octubre y noviembre de 1830 se formó la llamada Línea Negra. Esta


consistía en un frente escalonado de 300 kilómetros para realizar un barrido
del territorio. Más de 2000 personas participaron en la misma: más de 500
soldados, más de 700 reclusos y más de 900 colonos. La Línea Negra estaba
formada por tres divisiones que empujaron a los aborígenes hacia el sur y el
este para encerrarlos en la Península de Tasmania. La Línea Negra acabó
disolviéndose con escaso éxito. Los aborígenes siguieron atacando tanto a un
lado como al otro de la Línea.

En el año 1830 los aborígenes llegaron a perpetrar un total de 250 ataque. Pero
al año siguiente el número bajó considerablemente, pues sólo realizaron 70
ataques. No obstante, el peligro seguía vigente. La labor del predicador George
Augustus Robinson fue decisiva. Desde 1830 realizó diversas expediciones
para la conciliación. El número de los nativos fue decreciendo drásticamente por
el hambre, las matanzas y las enfermedades. Con la mediación de Robinson
muchas tribus fueron negociando su rendición. En diciembre de 1831 se puso
fin a la Guerra Negra. Ataques aislados en el noroeste se siguieron dando hasta
el 1842, pero en los distritos de los asentamientos no hubo más violencia. Así
pues, en enero de 1832 se revocó la ley marcial. Los aborígenes que
quedaban fueron trasladados a la isla de Flinders. Allí las enfermedades
europeas siguieron causando estragos en la población. A pesar de que la
reducción de la población no se debió exclusivamente a los asesinatos, muchos
historiadores no han dudado en tildar a este episodio de auténtico genocidio.

La última tasmana
En el año 1876 murió Trugernanner o Truganini. Fue un acontecimiento
importante, pues se trataba de la última aborigen tasmana o palawa (el nombre
nativo) de “sangre pura”. Esta mujer nació en el año 1812, es decir, cuando los
británicos ya se habían asentado en la isla y el conflicto ya se había iniciado.
Concretamente, nació en la isla Bruny, cerca de Hobart. Truganini no conoció
los buenos tiempos de paz. De hecho, su vida estuvo marcada por la tragedia:
su madre fue asesinada, su hermana raptada y muerta, su prometido también
murió intentado protegerla de ser secuestrada.
Truganini en 1870.

Truganini fue una de los aborígenes supervivientes del conflicto que fueron
reubicados en la isla Flinders. Allí la trasladaron con su marido Woorrady. En
el año 1856 los volvieron a trasladar, esta vez de vuelta a Tasmania, a Oyster
Cove, en el sur de Hobart. En el año 1876 murió y las autoridades
difundieron la noticia como el fin de los tasmanos originarios. Se daba a
entender que el problema estaba zanjado y que habían vencido definitivamente.
Sin embargo, este dato no está libre de controversia, puesto que pudo ser una
treta de conveniencia política. En cualquier caso, Truganini se ha convertido
en un símbolo que recuerda el siniestro destino que sufrieron los aborígenes
de Tasmania.

Bibliografía
Clements, N. (2013). Frontier Conflict in Van Diemen’s Land. Thesis, University
of Tasmania.

Clements, N. (2014). The Black War. Brisbane: University of Queensland Press.


La verdad sobre la Independencia de
las colonias españolas
Por Juan Escario Gómez

La independencia de los territorios españoles durante el primer tercio del


siglo XIX supusieron no sólo el fin de un imperio, sino también la vuelta al
antiguo modelo de dominio total del Antiguo Régimen.

Las guerras de independencia hispanoamericanas fueron una serie de conflictos


armados que se desarrollaron en las posesiones americanas del Imperio español
(colonias administradas en forma de virreinatos) a principios del siglo XIX.
Tradicionalmente, hablando desde la óptica escolar española, se alude a esta
situación diciendo que debido a la desconexión producida por el bloqueo
marítimo que sufrió España, durante las guerras napoleónicas, las colonias
empezaron a desvincularse de la metrópoli. Pese a ser un razonamiento válido,
pues no dice nada erróneo, no es bueno aferrase a esta argumento. Este
pensamiento reduce al mínimo una situación compleja, además de acotar el
problema al periodo de las guerras napoleónicas, cuando fue un problema
traído de momentos anteriores.

Representación del Cruce de los Andes. José de San Martín y Bernardo O’Higgins.
La chispa detonante del inicio de la carrera independentista fue el conflicto que
se vivió en la Península Ibérica a principios del XIX, pero siendo justos la
bomba ya estaba cargada y dispuesta a explotar, solo hacía falta una pequeña
chispa. Como antes se ha dicho, sí que es cierto que la desconexión entre Madrid
y sus dominios de ultramar, a causa del bloqueo naval, infligido por Gran
Bretaña, supuso una enorme lacra para el Reino de España. Pero argumentar esto
es minimizar al máximo una intrincada y compleja situación. Por supuesto que
hubo una desconexión, pero no más de la que hubo habido siglos atrás. Los
miles de kilómetros que separaban a los dominios peninsulares con los
americanos siempre habían estado ahí. América siempre había funcionado
como un ente relativamente independiente, no con ello se quiere decir que
fueran independientes ya que debían seguir las normas dictadas desde la
península. Por lo tanto alegar que la separación entre Madrid y sus dominios
supuso la causa principal para las Independencias americanas es incompleto.

Virrey José de Iturrigaray Aréstegui (1742-1815). En el año 1808 el ayuntamiento de Ciudad de México se
erigió en la primera Junta autónoma americana, inclusive con el apoyo del virrey de Nueva España, José de
Iturrigaray; sin embargo, el movimiento fue disuelto y concluyó con el encarcelamiento de los miembros
del ayuntamiento y la destitución de Iturrigaray.
Durante el enfrentamiento entre España con Portugal y Gran Bretaña, contra el
Imperio de Napoleón, se produce uno de los mayores hitos no solo de la guerra,
si no de la historia general de España. En 1812 se promulga la primera
Constitución española, conocida como la Pepa. No solo supone un momento
culmen para España por ser su primera Carta Magna, sino que también lo
supone por los ideales estampados en ella. El liberalismo empapó
enormemente este texto constitucional. La Pepa mama directamente del
pensamiento liberal de finales del XVIII y principios del XIX, es heredera
directa de los ideales de las revoluciones americana y francesa. Con el
articulado de este texto se buscaba desbaratar el Antiguo Régimen, que
encarnaba a la vieja nobleza, al dominio real absoluto y a la alta jerarquía
eclesiástica. Durante siglos España y sus colonias habían sido dominadas por
el férreo puño del Antiguo Régimen, cercano a las ideas del absolutismo, del
feudalismo y del catolicismo más cerrado. Los territorios españoles en
América tampoco escaparon de esta situación, instaurándose profundamente en
ellos los ideales del Antiguo Régimen. El pensamiento liberal por el contrario
buscaba eliminar esta vieja lacra. Pese a ser un gran avance social y político, el
nuevo ámbito constitucional español no logró solventar el patente
distanciamiento entre peninsulares y americanos. La poca representación
americana y la falta de profundización en el problema colonial supusieron una
losa inamovible para la política colonial española.

Juramento de las Cortes de Cádiz en la Iglesia mayor parroquial de San Fernando, opintado por José Casado
del Alisal.
Pese a que en el continente americano hubo una alta representación y aceptación
del ideario liberal, estos no tuvieron el peso suficiente para instaurase como la
nueva alternativa al viejo poder. Las élites sociales, económicas y políticas
eran favorables a la vieja política, al Antiguo régimen y su arcaico sistema
de poder. Este pequeño espectro poblacional, el cual ostentaba prácticamente
todo el dominio en la América hispana, veía con malos ojos la nueva hoja de
ruta tomada por la política española. Les aterraba el nuevo sistema que se estaba
implantando en España y en Europa, la idea de abandonar sus aéreas de
influencia y de dominio. Si esa nueva corriente de pensamiento, más abierta y
proclive al dominio popular, se instauraba en los territorios americanos iban a
perder el poder que durante siglos habían tenido ellos y sus antepasados. La
única manera de mantener intacto dicho poder era separarse del problema, es
decir independizarse de los peligrosos liberales españoles y su temida
constitución. Es justo en este momento en la década de los 10 del siglo XIX,
cuando los criollos comienzan a virar sus posiciones hacia un ferviente
independentismo. Movidos por la codicia del poder, las clases dominantes
americanas, que durante siglos se habían arrodillado ante la figura del
monarca español y que se habían resguardado debajo de sus capas, se
empiezan a decantar por la independencia.

Abrazo de Acatempan. Pintura de Román Sagredo. El Rey Fernando VII fue obligado a aceptar la
Constitución de Cádiz en 1820 hubo un cambio de ciclo en España que lo cambió todo en América. Los
realistas vieron peligrar su status quo con el corte liberal de esta constitución. Este motivo tuvo especial
importancia en México. Los criollos tampoco estaban de acuerdo con algunos aspectos la constitución, así
que cuando entró en vigor nuevamente, cambiaron de bando. El virrey de Nueva España Apodaca pasó de
defender la unidad de la Monarquía Española a buscar la Independencia, y al mando del General Iturbide,
quien en su momento había combatido a los curas Hidalgo y Morelos, organizó la campaña. Este cambio en
el bando realista se ilustra muy bien con el abrazo de Acatempan, un abrazo entre Iturbide comandante en
jefe del ejército del Virreinato y Vicente Guerrero el jefe de las fuerzas que estaban ya peleando por la
Independencia. Los realistas y los insurgentes se reconcilian con el objetivo común de separarse de España.

Esto no quiere decir que no hubiera verdaderos independentistas


americanos, que luchasen por sus respectivas naciones, claro que los hubo y
muchos. Incluso muchos liberales (con influencia masónica y extranjera)
eran partidarios de las independencias americanas.

Pero lo cierto es que éstos criollos de los que hablamos, se vieron fuertemente
apoyados por el Antiguo Régimen americano, que para salvaguardar sus
bolsillos y sus parcelas de poder apoyaron en gran medida esta nueva situación.
Lo cierto es que, tras la explosión de las independencias y la enorme
proliferación de nuevos países, fue esta vieja clase dominante la que tomó las
riendas de las nuevas naciones.

Entonces podemos entender que el nacionalismo iberoamericano y las


posteriores independencias, no solo surgieron por el distanciamiento tanto físico
como ideológico y político con España, sino que fue enormemente alimentado
por los viejos dominadores, herederos naturales del Antiguo Régimen.
Los factores exógenos
Muchas y muy diversas fueron las causas que condujeron a las
independencias de los territorios hispanos en el continente americano. Por
un lado el fuerte apoyo del la élites dominantes, encarnadas en el Antiguo
Régimen, supusieron un enorme avance para la consecución de una América
independiente, ya visto en la primera parte de este artículo. Por otro lado, el
impulso de las grandes figuras de las independencias, de entre las que
destacan Simón Bolívar, O´Higgins, José María Morelos, Sucre, o San
Martín, entre otros. Y por último los factores externos, el apoyo a
los movimientos nacionalistas e independentistas de potencias extranjeras que
coadyuvaron a la caída del imperio español. En este caso nos vamos a centrar en
los factores exógenos, y cómo el impulso de diferentes naciones desmantelaría
el Imperio español.

Antonio José de Sucre.

Entre los tradicionales enemigos españoles en la cuestión americana destaca


Gran Bretaña. La lucha por el dominio tanto territorial como comercial de
América entre las monarquías española e inglesa se inicia prácticamente desde la
llegada de los europeos a esas tierras. Los dominios de ultramar americanos
eran codiciados por la corona británica. Durante siglos, los ingleses habían
tratado de introducirse en el área de dominio española, con relativo éxito.
Durante los primeros siglos de las colonias, los españoles lograron mantener a
raya las aspiraciones británicas sobre sus posesiones americanas. Con el inicio
del declive del Imperio, España comienza a perder áreas de influencia. Una de
ellas será el lucrativo negocio de la esclavitud, denominado como “Asiento de
Negros” que pasará a manos inglesas tras el Tratado de Utrecht a principios del
siglo XVIII. Otro caso de esto sería el intento de toma de Cartagena de Indias,
heroicamente defendida por Blas de Lezo. Vemos así cómo la Monarquía
Inglesa tenía un enorme interés por controlar tanto las cuestiones comerciales
como el dominio territorial efectivo.

Con el inicial apoyo a Napoleón por parte de la dinastía de los Borbón,


con Carlos IV a la cabeza de ella, la península Ibérica sufre un enorme
bloqueo continental realizado por Gran Bretaña. Esta acción buscaba un
doble efecto, por una parte bloquear cualquier posible suministro a
Napoleón desde las colonias americanas y por otro lado cortar el canal
comercial y comunicativo entre España y sus dominios. Con esto, los ingleses
lograban un doble objetivo, secar Europa y el Imperio Napoleónico de cualquier
suministro y, por encima de todo, acercarse más a la ansiada América
española. Pese al posterior viraje de España, la cual se sumó a la alianza
contra Bonaparte, y al desbloqueo inglés, el cual permitió la vuelta a la
normalidad entre la península y sus dominios de ultramar, la situación no
cambió.

El último combate del Glorioso, pintado por Augusto Ferrer-Dalmau. Durante la guerra del Asiento (1739-
1748), en la que se enfrentaron el Reino de Gran Bretaña y el Reino de España, el emblemático navío
español Glorioso libró cinco batallas navales contra barcos ingleses que intentaban capturarlo en 1747. Este
episodio se conoce como la “Carrera del Glorioso”.

Comienza así una política de desprestigio a todo lo español en América,


avalada por los británicos. Esta situación comienza a permear en toda la
sociedad americana, y todas las capas sociales se verán afectadas. Con la
fragmentación del Imperio en América, Gran Bretaña obtenía su tan ansiado
deseo: dominar el continente. Con la proliferación de diferentes naciones
enfrentadas entre sí, y debilitadas por las guerras internas de poder, los ingleses
lograban que toda Hispanoamérica se debilitase. Introducía así sus
tentáculos comerciales y políticos Inglaterra en América, en las décadas de
1810 y 1820. Tal fue la ayuda de Gran Bretaña a las naciones americanas que les
prestó tanto ayuda militar como logística.

Por otro lado, una nueva nación había posado sus ojos al sur de su frontera. Los
nuevos Estados Unidos de Norte América también tenían aspiraciones
coloniales y comerciales. Obviamente, el rango de acción de este nuevo país era
mucho menor que el de las potencias europeas, pero esto no quiere decir que no
realizase acciones para que se produjesen las independencias. No fue una ayuda
tan directa como la de Inglaterra. La ayuda estadounidense tuvo un carácter
moral e inspirador, ya que esta nación era el vivo ejemplo de que era
posible independizarse de un país europeo. Tras el nacimiento de los nuevos
países americanos y las claras muestras de debilidad de éstos, a causa de las
guerras internas y externas anteriormente citadas, los Estados Unidos ven su
oportunidad. Paulatinamente irán introduciéndose económica y territorialmente.
Una buena manera de comprender esta situación es fijarse en la Doctrina
Monroe y su emblemática “América para los americanos”. Esta famosa frase, la
cual se puede interpretar de diferentes maneras, mostraba las pretensiones
imperialistas de los estadounidenses en la década de 1820.
James Monroe, quinto presidente de los Estados Unidos. En su sexto discurso al Congreso sobre el Estado
de la Unión presentó la doctrina que lleva su nombre, elaborada por John Quincy Adams.

En consecuencia, no se puede apartar la idea de las ayudas extranjeras como


una de las principales causas de la emancipación de las colonias españolas
americanas. Esta ayuda era por supuesto interesada, ya que buscaba
fragmentar Latinoamérica para debilitarla y así exprimir y expoliar sus recursos
con mayor facilidad. No se debe entender la ayuda norteamericana como una
ayuda fraternal, como una ayuda desinteresada a sus países vecinos, sino
como el inicio de la carrera imperialista y colonial de los Estados Unidos.

Bibliografía

Amores Carredano, JB. Las independencias iberoamericanas: ¿un proceso


imaginado?. UPV Servicio Editorial. 2009: Vizcaya.

Chust, M. Doceañismos, constituciones e independencias: la Constitución de


1812 y América. Fundación Maphre. 2006: Madrid.

Chust, M y Frasquet, I. Tiempos de revolución: comprender las independencias


iberoamericanas. Fundación Maphre, D.L. 2013:Madrid.
Los terroríficos asesinatos de Jack el
Destripador
Por Academia Play

La época victoriana es uno de los períodos de la historia del Reino Unido más
prominentes. Este período estuvo marcado por la Revolución Industrial y la
consolidación del Imperio británico. No obstante, en la segunda mitad del siglo
XIX surgieron potencias que hicieron competencia al Imperio británico en su
expansión colonial y en su economía industrializada.

La modernización y los cambios políticos estuvieron ligados a novedosas


manifestaciones culturales y formas de vida social peculiares que se
desenvolvían en la pintoresca estructura urbana. En este ambiente se dieron
avances científicos, se renovaron ciertas formas de pensamiento, surgieron ideas
y movimientos políticos (como el desarrollo del movimiento obrero) y brotaron
fascinantes expresiones literarias y artísticas. Ahora bien, también fue el
escenario de formas de explotación humana, miseria, vidas degradadas,
decadencia moral, sucias calles oscuras, enfermedades y aterradores crímenes.
Respecto al último elemento, el caso más célebre, aunque quizás no el peor, es el
de Jack the Ripper o Jack el Destripador, en español. En la ciudad de Londres
del victorianismo tardío irrumpió la figura de este aterrador asesino en serie.
En abril del año 1888 empezaron los denominados asesinatos de Whitechapel
que no concluyeron hasta el mes de febrero del año 1891. Se trata de once
mujeres asesinadas dentro o cerca del barrio londinense de Whitechapel. No es
posible determinar que todos los crímenes fueron perpetrados por un mismo
autor; no obstante, cinco de los mismos presentan elementos coincidentes, los
cuales han llevado a atribuir la culpa una persona: Jack el Destripador. Estos
cinco casos son conocidos como los “cinco canónicos”.
Assassin’s Creed Syndicate : Jack the Ripper. Ilustración de Morgan Yon.

El pérfido modus operandi del asesino trastornó la sensibilidad de la


sociedad londinense de una época en la que la opinión pública ya estaba
acostumbrada a las noticias sobre asesinatos de prostitutas. No obstante, el
modo de obrar con el que se llevaron a cabo los cinco canónicos estremeció por
completo a la metrópoli. La espeluznante actuación criminal dejó escenas con
los característicos cortes en la garganta, mutilaciones en la zona genital y
abdominal, desfiguración facial y extirpaciones de órganos. Las víctimas fueron
prostitutas.

La zona East End de Londres, donde se encuentra Whitechapel, en la época de


los acontecimientos se había convertido ya en un espacio caracterizado por
la violencia, la prostitución y el alcoholismo. Esta dimensión también era
característica de la vida urbana de ciertas zonas de la ciudad de Londres de la
época victoriana. A mediados del siglo XIX esta área de la ciudad adolecía
de superpoblación y la vida de sus habitantes alcanzaba altos niveles
de miseria. Los barrios de clase baja habían proliferado,
el desempleoincrementó y la calidad de vida decayó sustancialmente. Los
índices de pobreza y criminalidad se dispararon. El punto culminante lo puso el
expediente de los asesinatos de Whitechapel con los homicidios de Jack el
Destripador.
Assassin’s Creed Syndicate : Jack the Ripper. Ilustración de Morgan Yon.

El 4 de abril del fatídico año 1888 la prostituta Emma Elizabeth Smith perdió
la vida en el Hospital de Londres a causa de una terrible peritonitis, según el
informe médico. La rotura del peritoneo se produjo por la introducción de un
objeto contundente dentro de su vagina. El día anterior, el 3 de abril, fue asaltada
y logró sobrevivir al ataque, pero murió a causa de las heridas infligidas por sus
agresores. Meses después, el 7 de agosto, fue asesinada Martha Tabram,
también prostituta, con 39 puñaladas repartidas por todo el cuerpo. Estos fueron
los dos primeros casos de los asesinatos de Whitechapel, pero no se asocian a
los obrados por Jack el Destripador: Emma Smith llegó a declarar que fueron
varias personas las que la atacaron y las heridas de Martha Tabram no siguen los
patrones de los casos canónicos.

El primer caso canónico fue el de Mary Ann Nichols. Esta prostituta fue
asesinada el 31 de agosto de 1888 en la calle Buck’s Row. El autor del crimen,
supuestamente Jack el Destripador, le cortó la garganta dos veces. Con el
mismo cuchillo realizó diversas incisiones en el abdomen además de varios
cortes violentos en trayectoria ascendente. Al ser el tercer asesinato, el miedo
empezó a crecer y la prensa especuló sobre la existencia de una banda criminal o
la de un asesino en serie.

El asesinato de Annie Chapman constituyó el cuarto caso del expediente de


Whitechapel y es el segundo de los cinco canónicos. Esta mujer sufrió una
violenta muerte el día 8 de septiembre del año 1888. Su cuerpo fue encontrado
en el patio trasero del 29 Hanbury Street. En este caso el sadismo del autor del
crimen fue mayor que el anterior puesto que no sólo le cortó la garganta, sino
que la víctima fue destripada. Los intestinos de Annie Chapman fueron
extraídos y colocados sobre sus hombros. En esta ocasión sí se pudo asociar el
homicidio con el asesinato anterior debido a las heridas abdominales, el corte en
la garganta y el tamaño y diseño del cuchillo empleado.

El tercer y cuarto caso de los cinco canónicos fue un asesinato doble el día 30 de
septiembre del mismo año de los anteriores. Las víctimas fueron las
prostitutas Elizabeth Stride y Catherine Eddowes. La primera fue encontrada
en Dutfield’s Yard en Berner Street con un corte en la garganta sobre un reciente
charco de sangre. Algunos consideran que no fue atacada por Jack el
Destripador, ya que no hubo mutilaciones ni más heridas que la de la garganta.
Sin embargo, otros alegan que las características coinciden con los otros
homicidios pero en esta ocasión el autor debió de ser interrumpido. Catherine
Eddowes fue la segunda víctima del “doble evento”. Esta vez el cuerpo sí fue
terriblemente mutilado. Su garganta fue cortada y partes de su rostro cercenadas.
Asimismo, su abdomen fue rajado y sus intestinos extraídos al igual que un riñón
y otros órganos.

El último caso de los cinco canónicos fue el asesinato de Mary Jane Kelly. Se
trata de la más joven de las víctimas de Jack el Destripador con tan sólo 25
años de edad en el momento de su brutal muerte. Esta fue la acción más
macabra del asesino. Mary Jane Kelly fue encontrada en su cama el 9 de
noviembre de 1888 con el estómago abierto, trozos de la cara y del cuerpo
seccionados y multitud de órganos internos esparcidos por la habitación. Según
las notas de Thomas Bond, uno de los médicos que examinaron el cuerpo, el
asesino le vació a la víctima las vísceras de la cavidad abdominal, le cortó los
senos, le hizo cortes en los brazos y piernas, le desfiguró el rostro, le cortó el
cuello hasta las vértebras y, entre otras muchas mutilaciones más, le abrió el
pericardio y le extrajo el corazón.

Fotografía policial de la escena del asesinato de Mary Jane Kelly.

En conclusión, el halo de misterio que envuelve a la figura de Jack el


Destripador se sigue manteniendo por ser un siniestro asesino en serie sin
identificar. La conmoción causada por los infames asesinatos no sólo afectó al
ambiente de las prostitutas de Londres, en el cual fue devastador, sino que
provocó una histeria social que se extendió por todo el país debido a la acción
de la prensa, la cual empezaba a proyectarse como medio de comunicación de
masas.
Sobre el personaje se han hecho multitud de investigaciones y todo tipo de
especulaciones. El carácter misterioso de su figura se ha empleado para
creaciones en distintos medios artísticos y literarios con grandes dosis de ficción,
como es normal. A este respecto destaca la serie de cómics From
Hell guionizada por Alan Moore y dibujada por Eddie Campbell. Es una de las
mejores obras de la historia de la novela gráfica. Todo esto ha contribuido a
que Jack el Destripador se convirtiera en el asesino en serie más conocido de
todos los tiempos.

Bibliografía
Begg, P. (2006). Jack the Ripper: The Facts. Londres: Robson Books.

Evans, S. P. y Skinner, K. (2009). The Ultimate Jack the Ripper Sourcebook.


Londres: Constable and Robinson.
Los Idus de Octubre: del Imperio
Ruso al Imperio Rojo
Por Andrés Conesa

El zarismo no aprendió la lección que supusieron los acontecimientos


revolucionarios de 1905. No solamente continuó el gobierno autocrático,
representado en la figura de Nicolás II, sino que lo hizo en una atmósfera de
creciente corrupción y decadencia en una corte que permitió, incluso, medrar a
personajes tan grotescos como Rasputín. La estructura social y económica del
país, similar a un sistema feudal agrario, permaneció invariable en lo esencial y
la escasa industrialización tan solo había tomado forma a la sombra de unas
pocas ciudades.

La revolución de 1917 estalló en plena Gran Guerra, en la que Rusia era


contendiente desde 1914. Aunque el Imperio estaba dentro de lo que, a la postre,
se convertiría en la coalición victoriosa, sufrió severas y continuas derrotas que
provocaron la muerte de millones de sus hombres. Algunos pueden considerar
que la revolución se vio propiciada por el fracaso del ejército, pero la realidad es
que, al igual en 1905, la guerra no hizo más que acelerar un proceso que desde
hacía tiempo estaba erosionando el viejo régimen.

Cuando el país entró en la contienda, todos los partidos políticos se mostraron


favorables a la misma. Sin embargo, tras algunos éxitos iniciales, el ejército
prusiano infligió severas derrotas a las tropas rusas. Por si fuera poco, las
fábricas no se mostraron lo suficientemente productivas, la red ferroviaria era
ineficiente y los suministros de armas y alimentos, a cargo de oficiales corruptos
e incompetentes, fallaba. En poco tiempo el ejército había sufrido 1.700.000
muertos y 6 millones de heridos. La moral entre la tropa decayó mientras veían
acumularse las bajas de sus compañeros de armas y como sus propios mandos
les suministraban municiones de distinto calibre al de sus armas. Todo este
coctel empeoraba al estar acompañado de intimidación y castigos corporales.

En agosto de 1915, tras nuevas derrotas militares que ya costaban a Rusia 3


millones y medio de hombres y la pérdida de Polonia, se conformó un bloque de
presión contra el zar. El bloque, formado por partidos democráticos liberales y
liderado por el príncipe G.E. Lvov, pedía al zar la formación de un gobierno
que “disfrutase de la confianza del país”. La principal preocupación de los
progresistas era el destino de la guerra. Los líderes de la “oposición” estaban
alarmados por el derrotismo que reinaba en la corte. Además, había amplios
sectores que creían que el zar estaba dispuesto a buscar la paz separada con
Alemania influenciado por el sector pro germánico cortesano que
lideraba Rasputín. Los líderes del bloque progresista, alentados por las
potencias occidentales, estaban determinados a proseguir con la guerra. Dentro
del ejército también había conatos de oposición en el mando supremo.

El zar seguía obstinado en no hacer concesión alguna, decisión apoyada por


la zarina, resentida tras el asesinato de Rasputín, aferrándose aún con mayor
obstinación a los métodos autocráticos tradicionales. El comportamiento de
ambos sirvió de lección para el bloque democrático, quien comprendió que el
derrocamiento de una camarilla cortesana, como la que lideraba Rasputín, no
bastaba para hacer posibles los cambios que todos deseaban. Paralelamente a las
intrigas de la corte, el país se sumía cada vez más profundamente en el caos, la
hambruna se extendía rápidamente entre la población civil y la carestía hizo
acto de presencia. La economía rusa, aislada de los mercados europeos y de
la inversión exterior, se encaminaba rápidamente hacía el desastre. Desde
finales de 1915 proliferaron diversos comités espontáneos que se hicieron cargo
de todo aquello que el deficiente Estado era incapaz de asumir (abastecimiento,
encargos, intercambios comerciales…). Poco a poco, y junto a los sindicatos
obreros, estos comités se convirtieron en órganos de poder paralelos, usurpando
funciones al poder estatal. En enero de 1917, de facto, el régimen ya no
controlaba el “país real”.
El febrero de 1917 reunió todas las características necesarias para una revuelta
popular: un invierno especialmente duro, escasez de alimentos, hastío
bélico… la revolución se inició con la huelga espontánea de las trabajadoras
de las fábricas de Petrogrado (antigua San Petersburgo). El 23 de febrero (8 de
marzo según el calendario gregoriano), las mujeres se manifestaron en la capital
para exigir pan. No hubo cargas; la policía y el gobierno no encontraron
preocupante una revuelta protagonizada por mujeres. Craso error.

Los obreros pronto se solidarizaron y las huelgas se generalización por toda


la ciudad. Las consignas, hasta el momento discretas y generalistas, se
politizaron en contra de la guerra y la autocracia zarista. En esta ocasión los
enfrentamientos con la policía se saldaron con víctimas en ambas partes. Los
cosacos, uno de los grupos con mayor participación en la represión de 1905,
decidieron apoyar a los manifestantes contra la policía. Tras tres días de
disturbios, el zar ordenó la movilización de la guarnición militar de la capital
para sofocar la rebelión. Los soldados cumplieron su cometido y masacraron a
los manifestantes. Sin embargo, durante la noche, parte de la compañía se sumó
a los insurgentes, pudiendo estos armarse convenientemente. Mientras, el zar,
sin medios reales de gobernar, ordenó disolver la Duma y nombrar un comité
interino.

El acorazado Aurora disparando al Palacio de Invierno.

La disolución de la Duma y el malestar de la tropa ante las órdenes recibidas,


propició que todos los regimientos de la guarnición se acabaran uniendo a la
revuelta pocos días después. Era el triunfo de la revolución. Presionado por su
propio Estado Mayor, Nicolás II abdicó el 2 de marzo sin que nadie aceptara la
corona. Los republicanos, dando un golpe de mano, proclamaron el fin del
zarismo y elecciones al sóviet de Petrogrado antes de que se pudiera articular
una respuesta monárquica constitucionalista. La caída rápida y repentina del
régimen, con unas pérdidas humanas relativamente pequeñas, suscitó en el país
una ola de entusiasmo y un sentimiento de liberación seguida de una intensa
alegría popular y de fermentación revolucionaria. Un frenesí por hablar y
exponer las ideas propias se instaló en todos los estratos sociales. La Rusia de
aquellos meses bien parecía “el país más libre del mundo”. Como
describió Marc Ferro: “En Moscú, los trabajadores obligan a su patrón a
aprender las bases del futuro derecho obrero; en Odesa, los estudiantes dictaban
a su profesor el nuevo programa de historia de las civilizaciones; en
Petrogrado, los actores sustituyeron a su director de teatro y escogieron el
próximo espectáculo; en el ejército, los soldados invitaban al capellán a sus
reuniones para que este diera sentido a sus vidas. Incluso los niños menores de
catorce años reivindicaban el derecho de aprender boxeo para hacerse escuchar
ante los mayores. Era el mundo al revés”.

Estas primeras semanas tras la caída de los zares fueron muy pacíficas y llenas
de esperanza y generosidad en toda Rusia. Ninguna represalia, oficial o
espontánea, se tomó contra los antiguos servidores del zar. El Gobierno
provisional abolió la pena de muerte, ordenó la apertura de las prisiones,
permitió el retorno de los exiliados (incluido Lenin) y proclamó las libertades
fundamentales de prensa, reunión y conciencia. El antisemitismo de Estado
desapareció y la Iglesia Ortodoxa Rusa restableció el Patriarcado de Moscú.

El 15 de marzo se constituye el Gobierno provisional dirigido por Lvov. Por


ello, pese a que la revolución había sido encabezada por obreros y soldados, el
poder estaba en manos de un Gobierno liderado por los viejos políticos liberales
del Partido Democrático Constitucional (llamado KD o Kadetes), el partido de
la burguesía liberal. En realidad compartía el poder con los sóviets, constituidos
por todas las ciudades y pueblos de Rusia tras la victoria de la Revolución.
Desde principios de marzo los sóviets ya estaban presentes en todas las ciudades
y en mayo se extendieron a las zonas rurales.

Los sóviets, en contraposición del Gobierno, estaban dominados por


los socialistas, los mencheviques y los social revolucionarios.
Los bolcheviques eran una pequeña minoría pero contaban sin embargo con un
punto a su favor. A diferencia del resto de partidos revolucionarios estaban
sujetos a una jerarquía clara y rígida que los dirigía hacia un objetivo concreto.
En un principio, los sóviets demostraron un apoyo moderado al Gobierno
provisional. La dualidad de poderes entre el Sóviet de Petrogrado y el
Gobierno cristalizó en la figura de Aleksandr Kérenski, social revolucionario
vicepresidente del Sóviet de Petrogrado y ministro de Justicia y Guerra en el
Gobierno.

Los Sóviets estaban a favor de firmar la paz de manera inmediata y proseguir


con las medidas revolucionarias. Sin embargo, esta posición chocaba en contra
de los intereses del Gobierno, partidario de proseguir con la ofensiva. Además,
el Gobierno y los sóviets consideraron que solo una futura Asamblea
Constituyente elegida por sufragio universal tenía derecho a decidir sobre la
propiedad de la tierra y el sistema social. La ausencia de millones de votantes
que se encontraban en el frente retrasó la celebración de dichas elecciones,
aplazando las reformas sine die. Comenzaban a tomar forma los dos grandes
problemas que acompañarían todo el periodo revolucionario: la cuestión
bélica y la Asamblea Constituyente.

Las manifestaciones a favor y en contra de la posición del gobierno generaron


los primeros enfrentamientos armados tras la revolución y precipitaron la entrada
en el Gobierno de los socialistas moderados. Los trabajadores creían que así
podrían ejercer una mayor presión para poner fin a la guerra.

En abril, llega a la Estación Finlandia un tren fletado por el Gobierno prusiano


en un intento de inocular un virus que le permitiese acabar con el frente ruso.
Cuando Lenin se baja del tren, cargado de marcos alemanes, se da cuenta de tres
cosas: había que terminar la guerra, hacer una segunda revolución que les diera
el poder y repartir la tierra entre los campesinos. Para ello, en su “Tesis de
Abril”, Lenin se negaba a prestar cualquier tipo de apoyo al Gobierno
provisional y exigió la confiscación de tierras y su posterior redistribución entre
los campesinos y la creación inmediata a una república de sóviets. Todo el
poder para los sóviets.
Lenin regresando en tren a Rusia.

Estas ideas eran muy minoritarias pero con el colapso económico y el cansancio
y la impopularidad de la guerra fueron ganando terreno. Los días 3 y 4 de julio
se conoció el fracaso de una nueva ofensiva bélica y los soldados de la capital se
negaron a regresar al frente. Reunidos con los obreros, se manifestaron para
exigir que los dirigentes del Sóviet de Petrogrado tomaran el poder.
Desbordados por la situación, los bolcheviques, en colaboración con
los anarquistas, promovieron una rebelión civil. Esta insurrección fracasó.

La represión se cernió sobre los bolcheviques: Trotski fue


encarcelado, Lenin se vio obligado a huir y a refugiarse en Finlandia y el
periódico bolchevique fue prohibido. Los regimientos de artilleros que habían
apoyado la Revolución de Febrero se disolvieron, siendo enviados al frente en
pequeños destacamentos, al tiempo que los obreros eran desarmados. Se
encarceló a los agitadores y se reinstauró la pena de muerte, abolida en febrero.

Mientras el caos se mantenía en Petrogrado, la reacción aumentó con


el zarismo levantando la cabeza. Comenzaron a producirse pogromos en las
zonas rurales y Kérenski, el miembro más popular del Gobierno, sucedió
a Lvov al frente de este. Uno de sus mayores errores fue nombrar al
general Kornílov nuevo comandante en jefe. Aunque el Ejército se
descomponía, Kornílov encarnaba la vuelta a la disciplina férrea
anterior. Kornílov, renombrado monárquico, era en realidad un republicano
indiferente a la restauración del zar, y un hombre del pueblo, lo que era raro en
aquella época entre la casta militar. Ante todo nacionalista, deseaba la
continuación de Rusia en la guerra mundial, ya fuera bajo la autoridad del
Gobierno provisional o sin él.

En las fábricas y en el Ejército, el peligro de una contrarrevolución fue tomando


forma. Los sindicatos, donde los bolcheviques eran mayoría, organizaron una
huelga que fue seguida de forma masiva. La tensión y la radicalización
aumentaban poco a poco. La Unión de oficiales del ejército y la marina,
organización influyente en la parte superior del cuerpo del Ejército ruso y
financiada por la comunidad empresarial, pidió el establecimiento de una
dictadura militar.

A finales de agosto de 1917, Kornílov organizó un levantamiento armado,


enviando tres regimientos de caballería por ferrocarril a Petrogrado con el
objetivo de aplastar los sóviets y las organizaciones obreras para devolver
a Rusia al contexto bélico. Ante la incapacidad del Gobierno Provisional para
defenderse, los bolcheviques organizaron la defensa de la capital. Los obreros
cavaron trincheras y los ferroviarios enviaron los trenes a vías muertas,
provocando que el contingente se disolviera.

Si la abortada revolución de julio había provocado un temporal desplazamiento


hacia la derecha, la abortada contrarrevolución de Kornílov provocaría un
aparatoso giro a la izquierda. Para sofocar el golpe, Kérenski no tuvo más
remedio que pedir la ayuda de todos los partidos revolucionarios, permitiendo a
los bolcheviques salir de su semiclandestinidad, liberar a sus presos y comenzar
su rearme. Con esta maniobra Kérenski perdió el apoyo de la derecha, que no le
perdonaba el haber sofocado el golpe, pero no obtuvo a cambio el apoyo de la
izquierda, que lo consideraba demasiado indulgente en cuanto a las represalias
hacia los cómplices de Kornílov.

Poco a poco, los obreros y soldados se fueron convenciendo de que no podía


haber una reconciliación entre el antiguo modelo de sociedad defendido
por Kornílov y el nuevo. El golpe y la caída del Gobierno Provisional, que dio a
los sóviets la dirección de la resistencia, fortaleció y reforzó la autoridad y la
presencia en la sociedad de los bolcheviques. Su prestigio iba en aumento:
apremiados por la contrarrevolución, las masas se radicalizaron y los sindicatos
se alinearon con los bolcheviques. El 31 de agosto el Sóviet de Petrogrado ya
era mayoritariamente bolchevique, escogiendo a Trotski como su presidente
poco después.
Todas las elecciones fueron testimonio del crecimiento bolchevique: en las
elecciones de Moscú, entre junio y septiembre, el PSR pasó de 375.000 a 54.000
votos, los mencheviques de 76.000 a 16.000 y el KD de 109.000 a 101.000
sufragios, mientras que los bolcheviques aumentaron de 75.000 a 198.000 votos.

La revolución continuaba y se aceleraba, especialmente en las zonas rurales.


Durante el verano de 1917, los jornaleros adoptaron medidas, comenzando a
tomar las tierras de los señores sin esperar la prometida reforma agraria del
Gobierno. Aunque no siempre violentas, estas ocupaciones masivas de tierras
fueron a menudo el escenario de levantamientos espontáneos donde las
propiedades de los señores eran quemadas, siendo ellos mismos maltratados o
asesinados. Estos inmensos levantamientos campesinos, los más importantes de
la historia europea, consiguieron que las tierras se repartieran sin que el gobierno
condenara ni ratificara el movimiento. Sabiendo que la repartición estaba
cumpliéndose en sus pueblos, los soldados, mayoritariamente de origen
campesino, desertaron en masa con el fin de poder participar a tiempo en la
nueva distribución de las tierras. La acción de la propaganda pacifista y el
desaliento tras el fracaso de la última ofensiva hicieron el resto. Las trincheras se
vaciaron poco a poco.

Así, los bolcheviques, controlaban ya las principales ciudades del país.


En octubre de 1917, Lenin y Trotski consideraron que había llegado el
momento de terminar con la situación de doble poder. La coyuntura les era
oportuna por el gran descrédito y el aislamiento del Gobierno provisional, ya
reducido a la impotencia, así como por la impaciencia de los
propios bolcheviques. Los debates en el seno del Comité central del Partido
bolchevique con el objetivo de que este organizara una insurrección armada y
tomara el poder eran cada vez más intensos. Lenin y Trotski consiguieron
superar todas las reticencias internas presentadas por los más reacios, que
acabarían siendo purgados, y se acabó aprobando la organización de la
insurrección que Lenin fijó para la víspera del 2º Congreso de los Sóviets, que
debía unirse el 25 de octubre.
Asalto al Palacio de Invierno.

Se creó un Comité Militar Revolucionario en el seno del Sóviet de


Petrogrado dirigido por Trotski. Se componía de obreros armados, soldados y
marineros. La insurrección se puso en marcha en la noche del 24 al 25 de
octubre. Los sucesos se desarrollaron sin apenas derramamientos de sangre. La
Guardia Roja bolchevique tomó, sin resistencia, el control de los puentes, de
las estaciones, del banco y de la central postal y telefónica justo antes de lanzar
un asalto final al Palacio de Invierno, donde apenas encontraron resistencia.
Durante el levantamiento, los tranvías continuaron circulando, los teatros
siguieron con sus representaciones y las tiendas abrieron con normalidad. Uno
de los acontecimientos más importantes del siglo XX y de la Historia Mundial
había tenido lugar sin que prácticamente nadie lo tuviera en cuenta. Si en febrero
se necesitó una semana para derribar al zar, para derribar al último gobierno
de Kérenski bastaron unas pocas horas. En la mañana del 25 de
octubre, Kérenski ya había huido de la capital confiando en reagrupar tropas
para la lucha.

Al día siguiente, el nuevo gobierno bolchevique anunció el inicio de las


conversaciones de paz con los países beligerantes, se promulgó el decreto sobre
la tierra, oficializando el reparto de tierras hecho por los campesinos, se
nacionalizaron todos los bancos, se aplicó el control obrero sobre la producción,
se volvió a abolir la pena de muerte (a pesar de la discrepancia de Lenin), se
reconoció el derecho de autodeterminación de todos los pueblos de Rusia, la
supresión de cualquier privilegio de carácter nacional o religioso… en total, se
realizaron las reformas que el Gobierno Provisional había sido incapaz de
realizar en 8 meses de mandato.

Sin embargo, los bolcheviques tomaron el poder para sí mismos, no para


los sóviets. Esa misma semana se prohibieron 7 periódicos en la capital
contrarios al partido. Pronto la prensa legal mencheviquedesaparecería, seguida
rápidamente de la de los social revolucionarios de izquierdas y los anarquistas.
Esto creo las primeras fricciones dentro del partido bolchevique puesto que
antes de asumir el poder se habían pronunciado a favor de la libertad de prensa.

Casi la práctica totalidad de los funcionarios de Petrogrado se declararon en


huelga para protestar contra el golpe de Estado bolchevique, que reaccionó
publicando listas para denunciar a aquellos que se negasen a servir al nuevo
poder. Los líderes del KD, los más belicosos contra el nuevo gobierno, fueron
arrestados. Si el golpe de Estado fue un éxito en Petrogrado, la tentativa de
tomar Moscú se encontró con una violenta resistencia. Hizo falta una semana de
combates encarnizados contra las tropas gubernamentales antes de que
los bolcheviques finalmente se apoderaran del Kremlin. Sus opositores, social
revolucionarios, liberales, mencheviques, socialistas y monárquicos,
sufrieron una sangrienta represión.

El 12 de noviembre fracasó la tentativa de Kérenski y sus aliados cosacos de


reconquistar Petrogrado. En las semanas siguientes, miles de cadetes y
funcionarios se reunieron en la República del Don. Se formó el Ejército de
Voluntarios, dirigido por el general zarista Mijaíl Alexéyey. Reprimió con sangre
los levantamientos obreros pero fue desmembrado por la guerrilla de la Guardia
Roja llegada a modo de refuerzos desde las dos capitales. En el frente rumano,
el ejército se dividió en destacamentos blancos, que se unieron al ejército de los
blancos de Denikin, y en regimientos rojos. La guerra civil se acercaba.

Reclamada por la sociedad y uno de las principales promesas revolucionarias, en


noviembre de 1917 se convoca la Asamblea Constituyente en un intento de
los bolcheviques para legitimarse en el poder y contentar a la población.
Aunque obtuvieron un 23,5% de los votos y un gran éxito en las grandes urbes,
los bolcheviques fueron claramente derrotados. El Partido Social
Revolucionario con un 41% de los votos fue el claro ganador de los comicios y
el Partido Democrático (4,8%) y los Mencheviques (3,3%) pasaron a un
segundo lado.
Los bolcheviques, viéndose inferiores en número pero controlando el gobierno y
las guerrillas obreras de la Guardia Roja, mandaron disolver la asamblea
democráticamente elegida después de su primera reunión. La guerra civil estaba
servida. A partir del 9 de enero de 1918 se comenzó a plantear el traslado de la
capitalidad y del gobierno a Moscú, mientras que las negociaciones de paz con
los alemanes se encontraban en desarrollo. El traslado del Gobierno, efectivo en
marzo, se debió a la posibilidad de que los barrios obreros de Petrogrado se
levantaran de nuevo pero esta vez contra el poder bolchevique. Igualmente,
los bolcheviques buscaban demostrar a sus opositores que su poder podía
sobrevivir lejos de su Petrogrado de origen. Seguidamente la recién
creada Checa comenzó a ocuparse de los delitos de prensa, recrudeciendo
considerablemente la censura sufrida por la prensa no bolchevique y la
represión contra los disidentes. Comenzaba la guerra civil y la dictadura del
proletariado.

Trotski con la Guardia Roja.

En definitiva, todo el periodo que va de febrero a octubre puede ser


considerado como una lucha de poder entre dos organismos: los sóviets y el
Gobierno provisional. Este poder bicéfalo era, por naturaleza, transitorio. El
Gobierno o los sóviets tendrían que afirmarse como única autoridad eliminando
al rival, y ambos lo tuvieron siempre muy presente. Los cadetes, los liberales y
la oficialidad querían acabar con el sóviet. Los bolcheviques querían acabar con
el Gobierno provisional. Sólo los socialistas moderados y otros grupos de
izquierda esperaban que se consolidase el régimen bicéfalo, trasformando la
situación en estable y permanente.

Los liberales burgueses insistían en seguir aplazando la convocatoria de


la Asamblea Constituyente que debería regir el destino del país, temerosos de
que una asamblea convocada en plena marea revolucionaria adoptase
resoluciones demasiado radicales, y los ministros socialistas sacrificaron la
asamblea para salvar la coalición. Debido a su postura, tanto los liberales como
los socialistas contribuyeron, a su pesar, a fortalecer a los sóviets, las únicas
corporaciones representativas que existían.

Una asamblea constituyente convocada a tiempo podría haber desbordado a


los sóviets y reducirlos, ante los ojos del pueblo, a simples facciones cuyo único
objetivo era adueñarse del poder. Pero en el vacío constitucional de 1917 sucedió
lo contrario. Frente a los soviets no hubo más que una serie de gobiernos
provisionales sin el respaldo de la representatividad del pueblo, y serían esos
gobiernos provisionales los que recibirían la etiqueta de usurpadores.

Los bolcheviques, viendo su oportunidad, se mostraron entonces mucho más


decididos y enérgicos en su petición de que se convocase la asamblea
constituyente en un intento de ganarse el apoyo y el aprecio del pueblo, paso
previo a la toma del poder. Por paradójico que pueda parecer, al abogar por los
derechos de una asamblea, un partido revolucionario de extrema izquierda
aparecía a los ojos del pueblo como mucho más fiel a la legalidad y formas
constitucionales que los otros partidos. Cuando dieron el golpe contra
el Gobierno provisional, los demás partidos, aunque tenían mayores apoyos que
los bolcheviques como se demostró en las elecciones, no actuaron contra estos
porque jamás se imaginaron que Lenin y los suyos podrían ir en contra de un
Congreso democráticamente elegido. Tras la final usurpación del poder, vino la
guerra civil, la división entre rojos, blancos y verdes, y ahí fue donde Lenin tuvo
la oportunidad de acabar con todos los adversarios contrarrevolucionarios y de
liquidar a sus enemigos internos, los otros revolucionarios. La historia del
comunismo había comenzado.

Fuentes
La Revolución Rusa en 7 minutos, Academia Play
Lorenzo, Pedro Luis. Personas con Historia, Ivoox.

El abrazo del oso, Podcast.

Diez días que estremecieron el mundo, John Reed.

Lenin, la otra cara de la Revolución Rusa, documental.

La Revolución rusa, Cuadernos Historia 16.

Revolución de Octubre, Histocast 148.

La Linterna de Diógenes, Podcast.


Telegrama Zimmermann
Por Academia Play

Se conoce como Telegrama Zimmermann al telegrama interceptado por los


británicos que el ministro de Asuntos Exteriores del Imperio Alemán, Arthur
Zimmermann, envió a Heinrich von Eckardt, el embajador alemán en México.
Este evento precipitó la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra
Mundial.

“PROPONEMOS A MÉXICO UNA ALIANZA SOBRE


LAS SIGUIENTES BASES: HACER LA GUERRA
JUNTOS, DECLARAR LA PAZ JUNTOS”

El primer destinatario del mensaje era el embajador alemán en Estados Unidos,


el conde Johann Heinrich von Bernstorff, para hablar de la guerra de
submarinos. Este último debía retransmitir el mensaje a von Eckardt, pues la
segunda parte del mismo contenía instrucciones de proponer al presidente
mexicano Venustiano Carranza entrar en la guerra del lado de las Potencias
Centrales en el caso de que Estados Unidos rompiese su neutralidad ante la
guerra submarina que Alemania quería iniciar.
El presidente Wilson ante el Congreso, anunciando la ruptura en las relaciones oficiales con Alemania el 3
de febrero de 1917.

Los beneficios principales del acuerdo para México serían los territorios de
Nuevo México, Texas y Arizona. El pacto debía hacerse de forma secreta en el
preciso momento en el que la guerra con Estados Unidos estuviera asegurada.
Pero las instrucciones no se detenían en este punto, pues von Eckardt debía
persuadir al presidente mexicano para convidar a Japón a formar parte de
esta alianza. Es decir, que México se sitúe como agente intermedio entre Japón
y Alemania.

El contenido del telegrama es el siguiente:

Nos proponemos comenzar el primero de febrero la guerra submarina, sin


restricción. No obstante, nos esforzaremos para mantener la neutralidad de los
Estados Unidos de América.

En caso de no tener éxito, proponemos a México una alianza sobre las


siguientes bases: hacer la guerra juntos, declarar la paz juntos; aportaremos
abundante ayuda financiera; y el entendimiento por nuestra parte de que
México ha de reconquistar el territorio perdido en Nuevo México, Texas y
Arizona. Los detalles del acuerdo quedan a su discreción.

Queda usted encargado de informar al presidente de todo lo anteriormente


dicho, de la forma más secreta posible, tan pronto como el estallido de la guerra
con los Estados Unidos de América sea un hecho seguro. Debe además sugerirle
que tome la iniciativa de invitar a Japón a adherirse de forma inmediata a este
plan, ofreciéndose al mismo tiempo como mediador entre Japón y nosotros.

Haga notar al Presidente que el uso despiadado de nuestros submarinos ya hace


previsible que Inglaterra se vea obligada a pedir la paz en los próximos meses.
Telegrama Zimmermann.

El telegrama Zimmermann también fue un factor significativo en la pugna por


dirigir la opinión pública por la prensa mexicana en la Primera Guerra Mundial,
para inclinarla favorablemente hacia los bandos beligerantes que apoyaban (de la
Parra 1986). El diario El Universal era favorable a los Aliados, con una especial
cercanía a Estados Unidos. Por su parte, El Demócrata mantenía una posición
germanófila, por lo que apoyaba a las Potencias Centrales. Ambos diarios
fueron importantes en la prensa del país durante el período de reconstrucción de
México. Tanto el uno como el otro representaron un periodismo moderno ligado
a la producción industrial y determinantes en las relaciones e influencias
políticas. Mantuvieron una línea ideológica contraria entre sí y apoyaron a
facciones internacionales marcadamente distintas.

En el año 1917, el día 1 de marzo, El Universal publicó la noticia de una


proposición de alianza por parte del gobierno alemán hacia México. Esto causó
gran impacto interno e internacional por la posible alianza germano-nipona-
mexicana en la Gran Guerra. El Universal publicó la transcripción de la copia
de las instrucciones que poseía el gobierno de Estados Unidos y, en su línea
editorial, reprobó las pretensiones alemanas.
U-Boot 155 exhibido en Londres después de la Primera Guerra Mundial.

Ha sido frecuente la interpretación por la cual el mensaje se envió por tres rutas:
una por radio y otras dos por cables telegráficos transatlánticos de los
gobiernos neutrales de Estados Unidos y Suecia. Sin embargo, sólo se ha podido
comprobar una de las vías. La comunicación se envió desde la embajada
estadounidense en Berlín a través de un cable diplomático a Copenhague,
para después llegar a Londres y finalmente a Washington. Fue William
Reginald Hall, el director de la División de la Inteligencia Naval y cabeza de la
sección de criptoanálisis de la Oficina del Almirantazgo y Asuntos Marinos
británica conocida como Room 40, quien propagó la versión de las tres rutas con
fines estratégicos. La Room 40 que interceptó y decodificó el telegrama
Zimmermann.

En definitiva, el telegrama Zimmermann fue el elemento detonador de la


entrada oficial de Estados Unidos en la Gran Guerra. Además, el telegrama
impulsó una oleada de sentimientos contrarios a Alemania por parte de la
población estadounidense. La interceptación de este mensaje fue un detonante
bélico de las tensiones existentes, pero no se puede entender como una causa
única y exclusiva. Se trató principalmente de un factor que el Imperio británico
empleó en las relaciones geoestratégicas y que obtuvo a través de sus servicios
de inteligencia.

Bibliografía
De la Parra, Y. (1986). La Primera Guerra Mundial y la prensa
mexicana. Estudios de historia moderna y contemporánea de México. N. 10, pp.
155-176.

Wertheim Tuchman, B. y Tremps, E. (1979). El telegrama Zimmermann.


Barcelona: Argos Vergara.
La masacre de Katyn. Los infames
asesinatos en masa soviéticos
Por Academia Play

Remontémonos al funesto período comprendido entre abril y mayo de 1940.


Lugar: Katyn. Como es sabido, los polacos vieron cómo su país fue
brutalmente invadido por nazis (el 1 de septiembre de 1939) y soviéticos (el
17 de septiembre de 1939). No sólo el territorio sufrió, sino que desmesuradas
cantidades de personas fueron aniquiladas. Pero centrémonos en uno de los
episodios más infames de la historia de la guerra: la masacre del bosque de
Katyn.
Katyn es un pueblo ruso ubicado aproximadamente a 18 kilómetros de la ciudad
de Smolensk, cerca de la actual frontera con Bielorrusia. Su bosque es un lugar
apartado que los soviéticos consideraron trágicamente idóneo para
perpetrar con sangrienta discreción la mencionada atrocidad contra los
polacos. El número de víctimas de la matanza ronda la friolera de 22.000
personas fríamente ejecutadas y enterradas en fosas comunes. También se
ejecutaron a prisioneros de otros sitios como Minsk o Kharkov que se
incluyen en este incidente, pero las fosas de Katyn fueron las primeras en
descubrirse o, al menos, en reportarse a la sociedad internacional.
Organizaciones como el Instituto de la Memoria Nacional de Polonia lo califican
de genocidio.
Mapa de los sitios relacionados con la masacre de Katyn.

El rótulo de “masacre de Katyn” (o fusilamiento de Katyn) sirve para aludir a


los asesinatos en masa cometidos por el NKVD (el Comisariado del Pueblo
para Asuntos Internos) principalmente de oficiales del ejército polaco, pero
también se incluyeron a miembros de la policía y muchos civiles. Este
departamento gubernamental soviético, que se ocupaba de la seguridad del
Estado y realizó funciones policiales y de inteligencia, decidió también ejecutar
a intelectuales que pudieran armar ideológica y moralmente a la sociedad
polaca en una línea nacionalista y contrarrevolucionaria.

Fue en el momento de la posterior invasión alemana a la URSS cuando el


oficial del ejército nazi Rudolf Christoph Freiherr von Gersdorff dio con las
terribles fosas comunes. La Operación Barbarroja rompió el pacto Molotov–
Ribbentrop y la guerra, como es evidente, tuvo efectos propagandísticos.
Tiempo después, en 1943, cuando el gobierno nazi lo consideró
oportuno, anunció el descubrimiento a nivel internacional. Muchos
consideran que los nazis estaban bien informados de la masacre y al invadir
territorio soviético se dispusieron a buscar las fosas, para usarlas en su contra,
pero esto no es más que una hipótesis.

Fotografía de una fosa común en Katyn.

Al enterarse, el gobierno polaco en su exilio en Londres exigió una


investigación del Comité Internacional de la Cruz Roja y las relaciones con
la URSS se cortaron. La Cruz Roja acudió y las evidencias de la terrorífica
masacre fueron fotografiadas. La reacción soviética fue la esperada: la URSS
declaró que la masacre la realizaron los nazis y negó su responsabilidad
durante décadas hasta el año 1990. El misterio sobre los prisioneros polacos
desaparecidos quedó despejado tras el hallazgo. Pero los soviéticos aseguraron
que los destinaron a trabajos forzados de construcción en zonas cercanas a
Smolensk y que fueron los nazis en su invasión quienes los capturaron y
asesinaron.

En aquel entonces, el NKVD estaba dirigido por Lavrenti Beria. Fue él quien
propuso la cruenta “solución”, la cual fue aprobada por el Politburó. La Unión
Soviética tenía que dar alguna salida a los presos de la rendición polaca en la
invasión y a los supuestos contrarrevolucionarios detenidos en la ocupación.
Tras deliberar, optaron por ejecutarlos, pero de un modo discreto.

Los soviéticos habían confinado a los prisioneros polacos en distintos campos.


Los rusos no tenían la racionalidad del aparato organizativo nazi en el
exterminio, por lo que simplemente les dispararon en la nuca uno a uno. Así
de sencillo. Cerca de la carretera de Moscú fueron asesinados miles de
soldados y civiles. Los prisioneros llegaban en trenes y les iban dando muerte
extrajudicialmente. Este fue el estremecedor y escalofriante suceso.
Cartel de propaganda nazi que representa ejecuciones de oficiales militares polacos por los soviéticos, con
el título en eslovaco.

Goebbels llegó a apuntar en su diario “ahora estamos utilizando el


descubrimiento de 12.000 oficiales polacos, asesinados por la GPU, para la
propaganda antibolchevique con un gran estilo. Enviamos periodistas neutrales e
intelectuales polacos al lugar donde fueron encontrados. Sus informes que ahora
nos llegan son espantosos. El Führer también nos ha dado permiso para entregar
una noticia drástica a la prensa alemana. Di instrucciones para hacer el uso más
amplio posible del material de propaganda. Podremos vivir de él durante un par
de semanas”.

No obstante, el uso con objetivos estratégicos y la propaganda nazi no anulan


la reconocida responsabilidad soviética de la masacre de Katyn. En 1990
Mikhail Gorbachev admitió la responsabilidad del NKVD en la ejecución de los
polacos al inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Bibliografía
Cienciala, A. M., Lebedeva, N. y Materski, W. (2012). Katyn: A Crime Without
Punishment. Yale University Press.

Díaz Villanueva, F. (2011). Historias con vida propia. Barcelona: Chronica


Editorial.

Paul, A. (2010). Katyn: Stalin’s Massacre and the Triumph of Truth. Illinois:
Northern Illinois University Press.
Hitler era un mediocre
Por Javier Rubio Donzé y Carlos Villacís

Hitler, el artista frustrado


Mediocre: que no tiene ningún talento especial o no tiene suficiente capacidad
para la actividad que realiza.

El término mediocre parece exagerado y puede sonar un tanto provocador, pero


lea el artículo hasta el final y no se quede con el titular.

Al margen de su ejercicio político y a diferencia de un Churchill o un Kennedy,


el personaje de Hitler es un personaje de muy escaso interés. Esto queda
reflejado en la obra de Ian Kershaw y de muchos otros autores. El historiador Ian
Kershaw es probablemente el biógrafo de Hitler más conocido, y el que más ha
escrito sobre su figura.

“SI QUISIERA HACER UNA BIOGRAFÍA EN SENTIDO


ESTRICTO DE HITLER SALDRÍA UN LIBRO MUY
PEQUEÑO”
IAN KERSHAW
La vida intelectual y artística de la Viena de principios del siglo XX fue uno
de los momentos más esplendorosos de la historia cultural europea. A dicho
período y contexto cultural pertenecieron eximias figuras como Ludwig
Wittgenstein, Kurt Gödel, Stefan Zweig, Arnold Schönberg, Alban Berg, Gustav
Klimt, Erwin Schrödinger o Karl Popper; también ilustres grupos como el
círculo de Viena, la escuela austríaca de economía o los austromarxistas. La lista
de personas destacadas (no sólo nacidas en Viena, sino que formaron parte de
ese entorno) podría ser interminable. Sin embargo, todo tiene su no tan virtuoso
reverso. De este notable ambiente también emergió uno de los personajes más
siniestros que ha conocido la historia reciente: Adolf Hitler.

Hay que tener cuidado con no reducir el fenómeno político del


nacionalsocialismo, cuyo proceso histórico y dimensiones teórico-políticas
son complejas y extensas, a los extravíos y ocurrencias de un “loco
homicida” con fanáticos seguidores. El nazismo es uno de los puntos
fundamentales que determinaron la historia del siglo XX y, como tal, se han
llevado a cabo numerosísimos trabajos analíticos del fenómeno, algunos de ellos
de gran complejidad teórica y con una abundante cuota de datos recogidos.
Dicho proceso político no es reductible a los matices individuales de su líder. Sin
embargo, también es relevante tener en cuenta algunos aspectos de la vida y
la personalidad del celebérrimo Führer.

Hitler llegó a Viena por vez primera en una visita de dos semanas de
duración en la que se informó sobre las condiciones para entrar en la
Academia de Bellas Artes. Su aspiración era la de llegar a ser pintor
formándose en la ciudad que era un centro cultural de la época. Posteriormente,
volvió a la capital austríaca para cumplir sus planes, pero no consiguió pasar las
pruebas de admisión. Hitler quedó en la difícil situación de artista frustrado.
Tras la muerte de su madre se quedó en Viena viviendo de trabajos como
barrendero de nieve o cargador de maletas en estaciones de trenes.

Es conocida la mediocridad personal de Adolf Hitler. Al abandonar el


bachillerato, se dedicó a holgazanear durante nada menos que seis años. ¡El
fulgurante dictador era un “ni-ni” de la época! Vivió una situación de humillante
fracaso personal motivado por sus pocas dotes laborales, artísticas e
intelectuales. Hay quien considera que el resultado de la inadaptación fue la
creación en su interior de un fuerte resentimiento social.

Malvivió en Viena a costa del no muy pudiente patrimonio materno. En


ocasiones, tuvo que pernoctar en residencias de acogida y acudir a comedores
sociales. El único trabajo estable que obtuvo fue el de soldado en la Primera
Guerra Mundial. Pero incluso en el ejército, a pesar de ascender a cabo, no
obtuvo gran reconocimiento. Uno de sus superiores dijo de él que era
“incompetente para el mando”. Además, el médico militar lo calificó de
“peligrosamente psicótico”. No obstante, el Führer en ciernes recibió dos
condecoraciones: la Cruz de Hierro de segunda clase y la Cruz de Hierro de
primera clase. Durante el conflicto bélico fue herido en la pierna, además de
sufrir los efectos de una de las innovaciones militares de la Gran Guerra: los
gases venenosos.

Tras la guerra, Hitler se encontraba sin estudios, sin dinero, ninguna


conexión, sin experiencia laboral, en definitiva, sin algún soporte estable
para su vida. Por este motivo permaneció en el ejército todo lo que pudo. Pero
la desmovilización militar dificultó su intención y acabó saliendo en 1920.
Desde 1919 Hitler se convirtió en Verbindungsmann, que en alemán quiere decir
enlace o intermediario, o sea, espía o informador de la policía. Esta fue su
primera actividad vinculada a la política, puesto que se le encargó investigar a
su propia unidad para averiguar quién había cooperado con el gobierno soviético
de Baviera recientemente derrocado. El éxito profesional lo ganó Hitler en ser
un chivato, un soplón, ya que sus acciones fueron recompensadas con un
empleo a tiempo completo destinado a investigar a grupos socialistas que
estaban apareciendo en Alemania. Asimismo, impartió cursos para educar en
el “pensamiento nacional”, los cuales se llevaron a cabo por el Departamento de
Educación y Propaganda de las fuerzas armadas alemanas
denominadas Reichswehr.

Mediante la oratoria persuasiva y la persecución política, Hitler combatía


contra el pacifismo, el socialismo y el chivo expiatorio: el judaísmo. Si su
anterior etapa vital estuvo marcada por la mediocridad, en este nuevo período
desempeñó sus funciones retóricas, el único aspecto en el que destacó. La
verbosidad hitleriana era capaz de exaltar y movilizar a las masas. La
pésima situación sociopolítica alemana facilitó la acogida de sus ideas. La
inflación, el desempleo y los efectos desfavorecedores del Tratado de Versalles
auspiciaron sentimientos políticamente manejables. Es evidente que sus
discursos causaban fascinación. También sabía manejar muy bien todo lo
concerniente a su imagen y la del partido, dotando de simbolismo y
parafernalia todo lo que rodeaba a su figura; quizá para disimular sus carencias.

“EN REPOSO PARECÍA FOFO, ANODINO, TORPE EN


EL TRATO SOCIAL, INCAPAZ DE HABLAR DE NADA
QUE NO FUESE TRIVIAL, NERVIOSO; PERO
CUANDO SE PONÍA EN MARCHA, LOS OJOS
LLAMEANTES, TEATRAL, DESPLEGANDO UNA
ELOCUENCIA INCONTENIBLE, UN EGOCENTRISMO
DESAFORADO, CREÍA SER UN MODERNO
SIGFRIDO”
RICHARD OVERY

A Hitler se le encomendó la tarea de sondear al recientemente fundado DAP,


acrónimo de Deutsche Arbeiterpartei (en español: Partido Obrero Alemán), por
la sospecha de que fuera de orientación socialista. Sin embargo, este partido era
de carácter popular nacionalista ligado al enaltecimiento de la raza y
opuesto a cualquier manifestación marxista. Los escasos miembros
del DAP celebraban sus reuniones políticas en cervecerías de Múnich. Hitler
acudió a uno de sus mítines en la cervecería Sterneckerbräu debido a su
investigación. En el momento del debate, la rutilante oratoria del joven Adolf
deslumbró a los asistentes y a los dirigentes. El entonces presidente de la facción
local del partido, Drexler, lo convidó a unirse al mismo. Poco después, Hitler ya
contaba con el cargo de jefe de propaganda e impartió su primer mitin en
la cervecería Hofbräukeller (1919). El DAP acabaría convirtiéndose en el
conocido NSDAP, Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei (en español:
Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán), y entre Hitler y Drexler
establecieron los 25 puntos de su programa político. Dicho programa contenía
puntos como la unión de todos los alemanes en una gran Alemania, la abolición
del Tratado de Versalles para la igualdad de derechos respecto a las demás
naciones o detener la inmigración no alemana y expulsar a toda persona que
no sea aria del territorio nacional alemán. Ideas que acabaría plasmando
en Mein Kampf.

Hitler comenzó a escribir el Mein Kampf (mi lucha) en la prisión de Landsberg,


en mayo de 1924, después de haber sido condenado a cinco años de prisión por
haber planificado y ejecutado el fallido golpe de Múnich (Putsch de la
Cervecería). Cualquiera que lo haya leído coincide en que el libro es de
una paupérrima calidad literaria.

“LA INEXPERIENCIA ERA UNO DE LOS RASGOS


DOMINANTES DE HITLER, NUNCA HABÍA
APRENDIDO UNA PROFESIÓN Y BÁSICAMENTE
SIEMPRE HABÍA PERMANECIDO AJENO A
CUALQUIER CAMPO DE ACTIVIDAD
PROFESIONAL. AL IGUAL QUE MUCHAS PERSONAS
AUTODIDACTAS, NO TENÍA IDEA DE LO QUE
SIGNIFICABA EL CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO
REAL. SIN NINGÚN SENTIDO DE LAS
COMPLEJIDADES DE UNA GRAN TAREA, ASUMIÓ
CON VALENTÍA UNA FUNCIÓN TRAS OTRA. SIN LA
FORMACIÓN ADECUADA, SU INTELIGENCIA
RÁPIDA A VECES CONCIBIÓ MEDIDAS INUSUALES
CUANDO UN ESPECIALISTA NO HABRÍA LLEGADO
A NADA. LAS VICTORIAS DE LOS PRIMEROS AÑOS
DE LA GUERRA SE PUEDEN ATRIBUIR
LITERALMENTE A LA IGNORANCIA DE HITLER
SOBRE LAS REGLAS DEL JUEGO Y EN SU PROFANO
DELEITE EN LA TOMA DE DECISIONES. DADO QUE
EL BANDO CONTRARIO ESTABA ENTRENADO PARA
APLICAR LAS REGLAS DE UNA MENTE
AUTOCRÁTICA Y AUTOCRÁTICA QUE HITLER NO
CONOCÍA Y NO USABA, LOGRÓ RESULTADOS
SORPRENDENTES. ESTAS AUDACIAS, JUNTO CON
LA SUPERIORIDAD MILITAR, FUERON LA BASE DE
SUS PRIMEROS ÉXITOS. PERO TAN PRONTO COMO
OCURRIERON REVESES, SUFRIÓ NAUFRAGIOS,
COMO LA MAYORÍA DE LAS PERSONAS SIN
ENTRENAMIENTO. ENTONCES SU IGNORANCIA DE
LAS REGLAS DEL JUEGO SE REVELARON DE
MANERA DIFERENTE; ENTONCES SUS DEFECTOS
YA NO ERAN FORTALEZAS. CUANTO MAYORES SE
VOLVÍAN LOS FRACASOS, MÁS OBSTINADAMENTE
SU INCURABLE BISOÑEZ SE HACÍA PATENTE. LA
TENDENCIA A LAS DECISIONES SALVAJES FUE
DURANTE MUCHO TIEMPO SU FUERTE; PERO
DESPUÉS SE ACELERÓ SU CAÍDA.”
ALBERT SPEER (MINISTRO DE ARMAMENTO Y
GUERRA DEL TERCER REICH)

Uno de las principales factores que hicieron que Alemania perdiera la guerra fue
el dominio del combustible. Basta hacer una comparación entre la producción
de Estados Unidos y la producción alemana. La producción de las refinerías de
Estados Unidos en 1943 era de 4.125.000 barriles diarios, bien abastecidas por el
crudo barato sudamericano, o sea que lo que producía Estados Unidos en 15
días, era similar a la producción alemana durante todo un año, cuando todas las
refinerías europeas estuvieron bajo control germano. Alemania nunca tuvo la
Guerra ganada incluso con media Europa conquistada, y por entonces
únicamente con un rival suficientemente correoso como los ingleses, haciéndoles
frente. Si bien, la decisión de atacar la Unión Soviética (Operación Barbarroja)
tenía que ver con el desagrado político contra el comunismo y los sueños de
Hitler de extender sus fronteras desde el Rin hasta los Urales; el petróleo tenía
mayor importancia para la guerra. La conquista de los pozos petroleros de Bakú
y de la región del Cáucaso fueron el primer objetivo y, según un interrogatorio a
Albert Speer, Ministro alemán de Armamento y Producción de Guerra, “la
necesidad de petróleo fue el motivo principal detrás de la decisión de invadir la
Unión Soviética”.
Adolf Hitler posando para el fotógrafo Heinrich Hoffman mientras escuchaba la grabación de uno de sus
discursos. Hitler ordeno al fotógrafo que destruyese los negativos, pero este nunca lo hizo.

Al momento de la toma del poder de Hitler en 1933, la economía se convirtió


en un elemento crucial para la consolidación del poder nazi. La situación era
muy difícil. Alemania había estaba atravesando uno de los momentos más
difíciles de su historia con una inflación desorbitada. No se podía ni crear
moneda, ya que subiría más la inflación, ni subir impuestos, ya que nadie podría
pagarlos, ni pedir crédito exterior tras el crack de la bolsa del año 29. Además
Alemania tras el Tratado de Versalles tenía pendiente el pago de reparaciones de
guerra.

¿Cuál fue la solución?


La política económica antes de la guerra estuvo marcada por un fuerte
intervencionismo; lo primero que se hizo es dejar de pagar la deuda; lo segundo,
una política de mejora de las infraestructuras y obras públicas, de rearme y
desarrollo del sector industrial militar; y sobretodo un as en la manga: las letras
MEFO. Con estos bonos se pudo financiar el incremento del gasto público sin
necesidad de solicitar préstamos bancarios. Gracias a esto la economía
inicialmente se empezó a recuperar. El paro bajó considerablemente. Para 1938,
el desempleo prácticamente había desaparecido. Una política que hoy
llamaríamos keynesiana. A pesar del aparente éxito, el gasto acometido por
Hitler fue mayor que el crecimiento económico, por lo que la deuda pública
aumentó considerablemente. Estamos ante una economía que podríamos
describir como dopada.

Otra de las decisiones adoptadas con las que se explica el milagro económico es
la creación de campos de concentración a partir de 1933. La Alemania de Hitler
podía contar de esta manera con mano de obra esclava, todo un deshago
financiero, sin duda, pero una medida éticamente reprobable.

Si bien se promovió la autarquía, los alemanes no poseían todas las materias


primas que requerían para su desarrollo y expansión, por lo que mantuvo redes
de alianzas económicas, que obviamente desaparecieron tras sus conquistas;
motivadas por sus irrefrenables impulsos de megalomanía desquiciada. La
Segunda Guerra Mundial y el inicio de una economía de guerra condujo a
Alemania a un período de privaciones y de autodestrucción, a pesar de haber
absorbido (por necesidad) las estructuras económicas e industriales de los
territorios europeos ocupados y la explotación de la fuerza de trabajo de los
judíos y de los deportados. El fin del Tercer Reich dejó a Alemania en una
situación de terrible colapso económico, de nuevo con una hiperinflación, y un
país absolutamente devastado que pasó a estar bajo la dirección de las fuerzas de
ocupación aliadas.

“UNA LÍNEA RECTA UNE DIRECTAMENTE LA


LOCURA DE LA INFLACIÓN EN ALEMANIA CON LA
LOCURA DEL TERCER REICH”
THOMAS MANN (1942)

¿Cómo un mediocre pudo invadir media


Europa?
Hitler ese tipo gris y frustrado que hemos descrito, aprovechó las circunstancias
sociales de la Alemania derrotada tras la I Guerra Mundial para establecer en
este país un demencial sistema político basado en la supremacía aria, el
nacionalsocialismo y el culto a su propia personalidad. Y una enorme cantidad
de alemanes se tiraron a sus brazos. Sin el apoyo de las élites y de los millones
de alemanes no habría llegado nunca tan lejos. Los alemanes necesitaban oír las
cosas que decía Hitler.

Brillante solo fue en oratoria. Sus delirios de megalomanía le llevaron a


comenzar una guerra que sobre el papel era imposible ganar. Los aliados tenían
el 90% de las reservas de petróleo. Sus tácticas militares fueron útiles durante 3
años (Blietzkrieg, la temible guerra relámpago), pero inútiles a la larga. Era
cuestión de tiempo. Por lo tanto como político, militar y estratega tampoco
brilló. “Mediocre” puede parecer un adjetivo un tanto provocador para una
persona que conquistó media Europa y tuvo al mundo en jaque. Pero no es
exagerado si nos atenemos a la vida anterior a su ascenso y en su descenso.

¿Acaso la gente más preparada es la que alcanza las más altas cotas
políticas y militares? La respuesta parece clara.

Antes de concluir, queremos llamar la atención sobre la observación de ciertos


autores que comprenden la ideología nazi como una vertiente política autoritaria
de la exaltación identitaria del Romanticismo alemán. El nacionalismo
romántico, opuesto al universalismo ilustrado, popularizó ideas como la
del Volksgeist (espíritu del pueblo), que se combinaron con el belicismo y
el totalitarismo. No obstante, también hay que tener en cuenta otras
dimensiones del fenómeno del nacionalsocialismo presentes en otros estudios
importantes. Además, es necesaria una comprensión más profunda del
Romanticismo. Finalmente, insistimos en que el nazismo no puede reducirse al
carácter del funesto personaje histórico.

Y para terminar, una cita de Churchill dos años después del ascenso de Hitler.
Entiéndase la ironía que siempre caracterizaba al ingenioso Winston.

“LOS QUE SE HAN ENCONTRADO CON EL SEÑOR


HITLER CARA A CARA EN ASUNTOS PÚBLICOS O EN
TÉRMINOS SOCIALES HAN PODIDO APRECIAR QUE
SE TRATA DE UN POLÍTICO ALTAMENTE
COMPETENTE, PONDERADO, BIEN INFORMADO,
DE MODALES AGRADABLES Y UNA DESARMANTE
SONRISA”. WINSTON CHURCHILL. 1935

Bibliografía
Hitler, A. Mi lucha. Ed. Ojeda. 2007: Barcelona.

Kershaw, I. El mito de Hitler: imagen y realidad en el Tercer Reich. Ed. Crítica.


2012: Barcelona.

Kershaw, I. Hitler, los alemanes y la solución final. Ed. La esfera de los libros.
2009: Madrid.

Eslava Galán, Juan. La Segunda Guerra mundial contada para escépticos. Ed.
Planeta. 2015.

Overy, Richard. Dictadores: la Alemania de Hitler y la Unión Soviética de


Stalin. Ed. Tusquets editores. 2010
Conmemoración de las Víctimas del
Holocausto
Por Academia Play

El 27 de enero es el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las


Víctimas del Holocausto. El órgano principal de las Naciones Unidas,
la Asamblea General, estableció por resolución dicha fecha debido a que fue el
día en el cual, en el año 1945, el Ejército Rojo liberó el mayor de los campos
de concentración y exterminio: Auschwitz. El tema que la ONU ha fijado para
el presente año 2018 es “recordación y enseñanza del Holocausto: nuestra
responsabilidad compartida”.

Entrada de Auschwitz con la inscripción “Arbeit macht frei” (el trabajo libera).

Lo primero que hay que decir es que la pretensión de comprender los fenómenos
políticos no conlleva esquivar el agravio ni mucho menos justificarlo. Antes
bien, consiste en un enfrentamiento con el proceso que se analiza y en un
examen de la realidad que lo constituye. Por consiguiente, es imperioso entender
el Holocausto y el antisemitismo. De hecho, ha sido un fenómeno
insoslayable para el desarrollo intelectual, moral y político de Occidente.

“LA PERSONIFICACIÓN DEL DIABLO COMO


EL SÍMBOLO DE TODOS LOS MALES ASUME
LA FORMA DE VIDA DEL JUDÍO” ADOLF HITLER
(MEIN KAMPF)

En cuanto a la delimitación conceptual del antisemitismo, en relación con


el Holocausto y el totalitarismo, no se pueden eludir las precisiones
que Hannah Arendt realizó en su imprescindible y fundamental obra Los
orígenes del totalitarismo. Lo primero que Arendt señala es que
el antisemitismo, siendo una ideología secular decimonónica no es lo
mismo que el odio religioso hacia los judíos. La denominación del primero era
incluso desconocida hasta los años setenta del siglo XIX, a pesar de que sus
argumentaciones ya estaban recorriendo las ideas sociales. Por otro lado, el
segundo es una consecuencia del antagonismo y de la hostilidad recíproca entre
diferentes confesiones en conflicto. Además, es más que cuestionable que los
juicios y afinidades emocionales del primero deriven del segundo [1]. Otra
importante consideración heurística sobre la que Arendt llama la atención es
que el antisemitismo moderno no puede identificarse con el nacionalismo
tradicional y que aumentó a medida que decaía el equilibrio de poder del
sistema de la Nación-Estado.

El Holocausto fue un programa de genocidio que aplicó el régimen


totalitario nacionalsocialista contra la población judía. Fue en los Juicios de
Núremberg cuando se hizo pública la cantidad de judíos exterminados:
alrededor de seis millones. La cifra se determinó con arreglo a los archivos nazis
y cabe destacar que no fue refutada por Adolf Eichmann en su juicio en
Jerusalén. Tras la publicación de La destrucción de los judíos de Europa de Raul
Hilberg, muchos investigadores concluyeron que el número real se aproximaba
más a cinco millones. Sin embargo, recientemente se ha vuelto a considerar la
cifra anterior (seis millones) al tener en cuenta a aquellos judíos que murieron en
los guetos debido a la inanición, a las enfermedades o al frío, además de los
fusilados por los escuadrones de ejecución ambulantes de
las SS denominados Einsatzgruppen. En los Procesos de Núremberg,
el Obergruppenführer (líder superior de los grupos) de las SS Erich von dem
Bach-Zelewski declaró que el objetivo de estos grupos era aniquilar a los judíos
principalmente, tarea que cumplieron con efectividad ya que, según sus propios
expedientes, asesinaron aproximadamente a un millón cuatrocientas mil
personas.

Unidad de los Einsatzgruppen fusilando a una familia judía.

La racionalidad de la planificación y la disciplina y eficacia de su ejecución


fueron especialmente elevadas y precisas. El Holocausto fue planificado por el
mismo Estado y se estableció como un fin político elemental para la Alemania
nazi. Asimismo, la singularidad de este genocidio se hace patente en que la
eliminación física de la población judía se realizó de un modo sistemático y
con una racionalidad mecánica ligada a una efectividad industrial con
instalaciones específicamente construidas para dicha finalidad. El
propio Hitler habla en Mein Kampf de un antisemitismo racional dirigido a “la
supresión sistemática y legal de los privilegios de los judios”, cuya meta es la
eliminación de los mismos.

El elemento más característico del exterminio es la cámara de gas. Este


macabro ingenio consistía en un recinto cerrado herméticamente en el que se
confinaba a un grupo de personas a las que se les decía que se trataba de una
ducha colectiva. Los prisioneros entraban desnudos y se cerraban las puertas
para después introducir el gas Zyklon B por tuberías del tejado. Dicho gas es un
pesticida a base de cianuro que fabricaba la compañía IG Farben. El Zyklon B
reaccionaba con la humedad y producía la sofocación de las personas, la
anoxia (por la que los esfínteres no se podían controlar), la inconsciencia, el
coma, la muerte encefálica y la muerte. El proceso duraba entre 20 y 25
minutos. Por tanto, la muerte no era instantánea, sino larga y tremendamente
agónica.

Cámara de gas de Dachau.

Además de la muerte, las víctimas padecieron inhumanos y prolongados


sufrimientos. Las condiciones de vida en los campos de concentración eran
extremas y brutales, tal como señalan algunos supervivientes que relataron sus
experiencias como Primo Levi (Si esto es un hombre) o Viktor Frankl (El
hombre en busca de sentido). Algunos presos fueron usados para realizar
experimentos médicos en los que se les provocaba hipotermia, se practicaba el
trasplante huesos, se los esterilizaba y castraba, se les inoculaban enfermedades
como tifus o malaria, les provocaban quemaduras, etc. La reclusión, los
trabajos forzados, los maltratos, la inanición y la muerte segura tanto
propia como de sus allegados, producían desmedidos daños irreparables
físicos, psicológicos y morales.
Llegada a Auschwitz.

El horror del Holocausto queda plasmado, entre otros muchos aspectos, en una
contestación que Heinrich Himmler dio en Pozdan en 1943, en la que
expresaba que fue preciso “hacer desaparecer a ese pueblo de faz de la Tierra”
ante la cuestión de qué hacer con las mujeres y los niños. Asimismo, entre las
víctimas también se encontraban enfermos y discapacitados, otros grupos
étnicos como los gitanos, grupos políticos como comunistas, homosexuales,
etc.

“EL FÜHRER HA DADO LA ORDEN DE PROCEDER


A LA SOLUCIÓN FINAL DEL PROBLEMA JUDÍO.
NOSOTROS, LOS SS, SOMOS LOS ENCARGADOS DE
LLEVAR A CABO ESTA ORDEN. A USTED LE
INCUMBE ESTA TAREA DURA Y
PENOSA.” HEINRICH HIMMLER A RUDOLF HÖSS

Cabe recordar que el término Holocausto es de origen griego (holókauston) y, en


principio, hacía referencia a un ritual religioso. Holos quiere decir “todo”
y Kaustos “quemado”. Es a partir de los años cincuenta cuando se empieza a
usar dicho término para aludir al genocidio perpetrado por los nazis. Algunas
personalidades como el escritor Imre Kertész, que fue deportado
a Auschwitz con catorce años, rechazaron el término Holocausto por
considerarlo un eufemismo, sin embargo también lo usaron puesto que su
empleo ya es inevitable dada su extensión.

Liberación del Campo de Concentración de Bergen-Belsen en 1945. El Dr. Fritz Klein, doctor del campo,
camina sobre la fosa común entre cuerpos de prisioneros.

Otro término utilizado es el vocablo judío Shoah, el cual significa destrucción,


devastación o gran catástrofe y se aleja de la connotación religiosa de
“Holocausto”. Además, Shoah es el título del documental de Claude Lanzmann
que causó gran impresión por los testimonios recogidos exhaustivamente en una
película de 566 minutos de duración. El término que emplearon los nazis
fue Endlösung, que significa “Solución Final”. Se trataba de la solución
definitiva al “Problema Judío”. Otro eufemismo fue “Tratamiento Especial”,
que en alemán se dice Sonderbehandlung. Fue con los acuerdos asumidos por el
gobierno de la Alemania nazi en la conferencia de Wannsee en enero de 1942
cuando se adoptó “solución final de la cuestión judía”.

Una abuela marcha con sus nietos a la cámara de gas.

En definitiva, hay que decir que debido a la diversidad y a la gran cantidad de


referencias, a la extensión del proceso histórico, a la amplitud conceptual de las
categorías aplicadas y a las distintas perspectivas teóricas, son más que
adecuados la discusión sobre el tema y el debate sobre la comprensión más
apropiada. Sin embargo, es intolerable caer en la ramplonería intelectual, la
ceguera histórica y la mediocridad moral del negacionismo del Holocausto que,
para nuestra sorpresa, es una postura sin validez metodológica que abunda más
de lo razonable. Nos encontramos ante uno de los crímenes colectivos más
terribles de la historia reciente, a cuyas víctimas debemos recordar.
Niños supervivientes de Auschwitz-Birkenau, visten chaquetas de prisionero del tamaño de un adulto; están
detrás de una cerca de alambre espino. La foto fue tomada en la liberación del campo.

Algunas lecturas recomendables (es sólo una selección, hay muchas


más obras):

Agamben, G. Lo que queda de Auschwitz.

Arendt, H. Los orígenes del totalitarismo y Eichmann en Jerusalén.

Bauman, Z. Modernidad y holocausto.

Frankl, V. E. El hombre en busca de sentido.

Hilberg, R. La destrucción de los judíos europeos.

Kertész, I. Un instante de silencio en el paredón: el Holocausto como cultura.

Levi, P. Si esto es un hombre.

Berenbaum, M. J. y Peck, A. J. The Holocaust and History: The Known, the


Unknown, the Disputed, and the Reexamined.

Poliakov, L. Historia del antisemitismo y La causalidad diabólica.


Ternon, Y. El Estado criminal: los genocidios en el siglo XX.

Wiesel, E. Trilogía de la noche.

[1] Cf. Los orígenes del totalitarismo, Arendt, H.


¿Cuántas veces hemos viajado a la
Luna?
Por Academia Play

La aspiración de viajar a la Luna y su exploración han sido anhelos que han


existido en el ser humano desde los tiempos más remotos. Sólo recientemente se
ha conseguido tal logro, pero las ocasiones han sido contadas.

Sin lugar a dudas, se trata de un acontecimiento histórico para la humanidad


cuya importancia alcanza una magnitud sin precedentes. Quizá actualmente sea
un dato ya asumido y normalizado que no causa mucho asombro, sin embargo,
llegar a pisar otro cuerpo celeste fuera de la Tierra por vez primera fue una
proeza difícil de superar.
Al tratar la cuestión de los viajes tripulados a la Luna surge inmediatamente la
imagen del Programa Apolo. Como es sabido, el primer alunizaje tripulado
aconteció el 16 de julio del año 1969 con la célebre misión Apolo 11. Los
nombres que resuenan son los afamados Neil Armstrong, Buzz
Aldrin y Michael Collins. El Programa Apolo supuso una inversión
multimillonaria y la colaboración de gran cantidad de entidades empresariales y
universitarias. El legado de este proyecto no sólo quedó en el recuerdo de la
hazaña, sino que implicó avances tecnológicos en campos como la aeronáutica,
las telecomunicaciones o la informática.
El astronauta Buzz Aldrin saluda a la bandera desplegada de los Estados Unidos durante una actividad
extravehicular (EVA) del Apolo 11 en la superficie lunar.

No se puede hablar de las misiones espaciales y logros en la exploración del


espacio sin tener en cuenta a la Unión Soviética. Cabe recordar que a los
soviéticos les corresponde, entre otros, los logros del primer misil balístico
intercontinental, el primer satélite terrestre artificial (Sputnik 1), el primer
animal en órbita, la primera sonda en impactar en la Luna, el primer registro
fotográfico del lado oculto de la Luna y el primer hombre y la primera mujer en
llegar al espacio (los cosmonautas Yuri Gagarin en 1961 y Valentina
Tereshkova en 1963). La ilustre acción de Yuri Gagarin es tan relevante como la
de Neil Armstrong. Esto se dio en el marco de la llamada “carrera espacial”
que Estados Unidos y la URSS mantuvieron en la Guerra Fría. La confluencia
de circunstancias, principalmente tensiones bélico-políticas, hicieron de esta
competencia un proceso único en la historia que es difícil que se vuelva a
repetir. Fue una vertiginosa escala de logros deslumbrantes.
Como es normal, las primeras siete misiones lunares (cuatro estadounidenses y
tres soviéticas) fueron un fracaso. La misión Pioneer 0 pretendía poner al satélite
de la NASA Thor-Able a orbitar la Luna en 1958. El cohete explotó a los 77
segundos del lanzamiento. Sólo llegó a alcanzar 16 kilómetros de altura. Al mes
siguiente la URSS lanzó la sonda Luna 1958A con la intención de que llegase a
la superficie lunar, un plan más ambicioso que el americano. La misión llegó
más lejos, pues el cohete explotó a los 92 segundos de su lanzamiento. Un dato
interesante de la Luna 1958A es que estaba diseñada para que soltara una nube
de sodio cuando llegase a los 113.000 kilómetros de distancia. De este modo
crearía una llamativa estela naranja visible desde la Tierra.

Luna 1.
En apenas dos años (1958 y 1959) entre la URSS y los EEUU realizaron nada
más y nada menos que catorce misiones lunares. La excitante rivalidad por la
conquista de la Luna recordaba a la de los intrépidos exploradores que hacía no
mucho se esforzaron en llegar y explorar los polos terrestres. Pero en este caso
contaban con el cruel impulso bélico y la primacía de los medios tecnológicos.

El primer éxito parcial llegó en enero de 1959 por parte del bando soviético.
Lanzaron la sonda espacial Mechta, posteriormente conocido como Luna 1, con
el objetivo de realizar un impacto no tripulado. La Mechta no llegó a impactar
en la Luna por un fallo en el sistema de control del cohete Luna 8K72, no
obstante, consiguió notables resultados: alcanzó la velocidad de escape de la
Tierra y alcanzó las inmediaciones de la Luna por primera vez. En esta
ocasión sí logró soltar la nube de sodio, la cual se pudo ver desde el océano
Índico.

Apenas dos meses después, los estadounidenses también consiguieron su


primer sobrevuelo lunar. La sonda Pioneer 4, también con la intención de
realizar un impacto no tripulado sobre la superficie lunar, consiguió abandonar
la Tierra venciendo su fuerza de gravedad y llegó a situarse a 60.200 kilómetros
de la Luna. La Mechta se había acercado a 5.995 kilómetros. Una gran
diferencia.
Pioneer 4.

Pero… ¿cuándo se llegó por primera vez a la


Luna?
El primer éxito rotundo lo consiguieron los soviéticos en septiembre de
1959. La sonda Luna 2 fue la primera sin tripulación en impactar en la superficie
lunar. Hasta ese momento la carrera por la conquista de la Luna la iba ganando
la URSS, además, con clara ventaja. Al éxito soviético le sucedió el fracaso
estadounidense de la sonda Pioneer P-3, destruida en el lanzamiento. El
siguiente mes, en octubre, la sonda Luna 3 soviética realizó con éxito su misión
de volver a sobrevolar sin tripulación la Luna. En esta misión se realizaron
las primeras fotografías de la cara oculta de nuestro satélite. Esto provocó un
entusiasmo mayúsculo en el público.

Entre noviembre de 1959 y abril de 1964 sólo hubo fracasos. Pero mientras la
Unión Soviética intentó el alunizaje no tripulado en cinco misiones, Estados
Unidos seguía aspirando al mero impacto no tripuladoen otras cinco
ocasiones con tan sólo un éxito parcial en el que la Ranger 4 alcanzó la Luna
pero no consiguió enviar ningún dato. Además, Yuri Gagarin ya había llegado al
espacio en 1961. La ventaja soviética seguía siendo notoria.

Ranger 7.

En 1964 EEUU consiguió su primer impacto no tripulado con su


sonda Ranger 7. Un año después lo volvió a lograr con la Ranger 8 y la Ranger
9. En estas ocasiones sí se consiguió transmitir miles de fotografías previas a la
colisión. Por su parte, la URSS siguió persiguiendo el alunizaje en el mismo año
1965 hasta en seis ocasiones. Fue en febrero de 1966 cuando lo consiguió con la
sonda Luna 9. Fue la primera construcción humana en posarse con suavidad en
otro cuerpo celeste. Los estadounidenses no tardaron esta vez en alcanzar a los
soviéticos, no tuvieron que pasar cinco años como en el caso del impacto, pues
esta vez su sonda Surveyor 1 alunizó en mayo del mismo año.

El siguiente gran objetivo era claro: el alunizaje tripulado. La delantera


soviética en la carrera espacial (no sólo en la exploración lunar) era evidente
hasta 1969. Además de los logros mencionados, los soviéticos fueron los
primeros en enviar a una persona durante más de 24 horas, en llegar con una
sonda a Venus, en lanzar una misión con tres personas, en conseguir la primera
caminata espacial, en realizar un acoplamiento automático de dos naves y el
primer intercambio de tripulación. Además, en el año 1971 la URSS estableció
la primera estación espacial, la Saliut 1.

Dibujo simplificado de la estructura del cohete Saturno V.

Después de muchos sobrevuelos, orbitales y alunizajes no tripulados fracasados


y exitosos, Estados Unidos se adelantó en la carrera en el año 1969 con la
misión Apolo 11. El comandante Neil Armstrong fue la primera persona en
caminar sobre la Luna. Este hito destacó sobre todos los demás. Los Estados
Unidos ya se habían puesto por delante en la exploración de la Luna. Desde
1968 EEUU ya había conseguido cuatro veces orbitar con tripulación a la Luna y
regresar a la Tierra. La primera misión en conseguirlo fue la Apolo 8.

La misión espacial Apolo 11 consiguió que los astronautas Neil Armstrong y


Buzz Aldrin caminaran sobre la superficie lunar. Salieron de la Tierra en un
cohete Saturno V y llegaron en el módulo lunar. El viejo sueño del viaje a la
Luna se cumplió. Todos los vigorosos empeños y éxitos anteriores de ambos
bandos quedaron ocultos por la sombra de esta insigne proeza. Estado Unidos
había estado por detrás en la carrera, pero consiguió el “gran objetivo”. De
hecho, visto desde la actualidad, muchos de los logros posteriores también
quedaron ensombrecidos por el primer paso en la Luna.
Insignia de la misión Apolo 11.

El Programa Apolo recibió un fuerte apoyo del presidente Kennedy, el cual se


comprometió con la idea de enviar a un hombre a la Luna. El desafío
tecnológico contaba con un impresionante presupuesto económico. Otro de los
nombres ineludibles de la empresa es el del ingeniero aeroespacial
alemán Wernher von Braun, quien fue el jefe de diseño del Saturno V.

Se realizaron 22 misiones espaciales en el Programa Apolo. Tan sólo hubo un


fracaso: la misión Apolo 1 en la que murieron los tres tripulantes. El resto fueron
éxitos, dos de ellos parciales. La misión Apolo 11 supuso el primer descenso
lunar. La misión Apolo 12 también realizó un alunizaje tripulado, esta vez de
precisión, en noviembre de 1969. El tercer descenso, que habría sido el de la
misión Apolo 13 tuvo que ser abortado por la explosión de un tanque de
oxígeno. Así pues, la tercera llegada se consiguió con la misión Apolo 14en
1971 y la cuarta con la Apolo 15 en el mismo año. Por último, en abril y
diciembre de 1972 se lanzaron con éxito las misiones Apolo 16 y 17 Todas estas
misiones se llevaron a cabo con un cohete Saturno V.

En total doce hombres han llegado a pisar la Luna: Neil Armstrong y Edwin
Aldrin (Apolo 11), Charles Conrad y Alan L. Bean (Apolo 12), Alan Shepard y
Edgar D. Mitchell (Apolo 14), David Scott y James B. Irwin (Apolo 15), John
Young y Charles M. Duke Jr. (Apolo 16) y Eugene A. Cernan y Harrison
Schmitt (Apolo 17). Todos eran estadounidenses y pertenecieron al
espléndido programa Apolo.

Desde la expedición del Apolo 17 nadie ha vuelto a pisar la Luna. Se trata de


una operación excesivamente costosa y las investigaciones se pueden realizar de
forma más duradera con robots. En el contexto de la Guerra Fría se asumió el
coste debido a la rivalidad por el liderazgo en la exploración espacial. No
obstante, en la actualidad existen proyectos para lanzar misiones de alunizaje
tripulado. En la segunda etapa de exploración lunar que se abrió en 1990 hay
más países involucrados, tales como Japón, China, India o la Unión Europea.
Dos miembros de la misión de aterrizaje lunar Apollo 11 participan en una simulación de despliegue y uso
de herramientas lunares en la superficie de la Luna durante un ejercicio de entrenamiento el 22 de abril de
1969. En el fondo es una maqueta del Módulo Lunar.

Son conocidas las creencias de que la llegada a la Luna de 1969 fue un montaje.
Los conspiranoicos no tienen otra forma de explicar el repentino salto hacia
delante de EEUU sobre la Unión Soviética en la carrera espacial.
Además, habría sido una perfecta maniobra de propaganda en el contexto
de la Guerra fría. Sin embargo, se han registrado imágenes de los restos de tal
alunizaje y la comunidad científica internacional ha defendido su veracidad. Las
ideas conspiracionistas son simplemente absurdas.
Bibliografía
Bilstein, R. E. (1996). Stages to Saturn: A Technological History of the
Apollo/Saturn Launch Vehicles. Washington: National Aeronautics and Space
Administration.

Cadbury, D. (2006). Space Race: The Epic Battle Between America and the
Soviet Union for Dominance of Space. Nueva York: Harper Collins Publishers.
El Heroísmo a lo largo de la historia
Por Vicente Romero

Desde la Antigüedad se encuentra en el folclore la figura del héroe. Sin


embargo, el concepto de heroísmo y los criterios que definen a un personaje
como un héroe varían bastante dependiendo del contexto histórico y cultural.

A continuación, se expone un recuento resumido sobre cómo ha evolucionado el


concepto de héroe en la cultura occidental desde la época clásica hasta los
tiempos modernos.

El héroe en la Antigüedad
El personaje del héroe se remonta hasta los albores de la tradición narrativa.
El Poema de Gilgamesh nos relata las aventuras y hazañas de Gilgamesh,
antiguo rey de la ciudad de Uruk, en su búsqueda por la inmortalidad. Sin
pretenderlo, este ancestral poema heroico sembró las bases de la narrativa épica
de la Antigüedad dando inicio a muchas de sus tradiciones características que
perdurarían durante siglos como lo son las batallas contra bestias sobrenaturales,
las hazañas imposibles y la intromisión, positiva o negativa, de los dioses en la
vida de los mortales.

Los héroes de la Grecia y Roma antiguas eran caracterizados más por la


magnitud de sus hazañas que por cualquier otro criterio. Personajes
como Edipo, Perseo y Teseo alteraron la estructura sociopolítica de sus naciones
al dar muerte a la esfinge, medusa y el minotauro respectivamente, criaturas y
monstruos cuyas capacidades superan por mucho las de un ser humano corriente.
A esto se suman ejemplos como Heracles, que literalmente modificó la faz de la
tierra; Orfeo, que convenció al rey del inframundo de liberar el alma de su
amada; y Asclepios, que era capaz de devolver la vida a los muertos. La
naturaleza del héroe antiguo era reordenar el mundo a su parecer, oponiéndose a
las jerarquías humanas, naturales y hasta divinas si era necesario.

Pero si las obras de estos héroes eran inmensas en escala, no opacaban en lo más
mínimo a sus temperamentos. La ira de Aquiles, la soberbia de Odiseo y la pena
de Orfeo son emociones legendarias e hiperbólicas y no son pocos los casos
en los cuales una figura heroica pierde los estribos con efectos catastróficos para
luego sentirse llena de miseria y tristeza al ver la destrucción de la que ha sido
autor.

La furia de Aquiles. Pintura de Giovanni Battista Tiépolo.

Con el punto anterior queda claro que los héroes están por encima de los
humanos comunes tanto en el obrar como en el sentir. Esto no resulta tan
sorprendente si tenemos en cuenta que la gran mayoría de los héroes
clásicos tienen en mayor o menor medida algún componente divino. Muchos de
ellos son semidioses fruto de las pasiones del Olimpo, y aun en los casos en los
que no existe una relación consanguínea con lo divino era usual para los dioses
tomar partido por ellos, ayudándolos de la manera que les pareciese más
apropiada.

Como punto final para caracterizar a los héroes de la antigüedad se puede


señalar que su grandeza los acompañaba hasta la muerte. Los héroes perecían
de maneras espectaculares que quedaban grabadas en la memoria de los pueblos.
Sea el caso de Heracles consumido por las llamas, el talón de Aquiles
recordándonos que nadie es infalible o el cruel destino de Orfeo despedazado.
La muerte de los héroes solía ser un reflejo de sus glorias y sus excesos.

Los pueblos antiguos veían a los héroes como un paso intermedio entre los seres
humanos y los dioses, personas que se alzaban por encima de sus limitaciones y
al lograrlo eran exaltadas por encima de su condición humana. Esto no era poca
cosa pues se decía que los héroes eran los únicos mortales que podían afectar el
mundo después de su muerte y en muchos lugares se les ofrecía un culto local
que superaba al de ciertos dioses, dándoles ofrendas y sacrificios de gran
valor.

Esta tradición de memoria y respeto a los héroes del pasado tuvo como resultado
el nacimiento de la epopeya, primera manifestación del género literario de la
épica. Estos relatos constituían narraciones extensas que detallaban las
hazañas más destacadas y perdurables de una figura heroica a lo largo de su
vida. Las epopeyas poseían un gran valor sociocultural pues en la mayoría de los
casos actuaban como focos de orgullo e identidad para sus pueblos. A través del
recuento de las hazañas se comunicaba la idea de un pasado noble digno de ser
protegido y a través del protagonista se exaltaban las virtudes consideradas de
más valor para la sociedad.
Hércules separando las columnas. Estatua en Ceuta, España.

La Edad Media y la cristianización de la figura


heroica
Con la expansión del cristianismo a través del mundo occidental cambió
significativamente la percepción de las virtudes y cualidades que conformaban al
heroísmo. Quizás el ejemplo más apropiado se encuentra en héroes de mitologías
antiguas que fueron cristianizados tras la subyugación de sus pueblos.
El Siegfried germánico y el Beowulf anglosajón guardan suficiente del mal
llamado “barbarismo” que caracterizaba a los héroes de la Antigüedad pero
templado con las virtudes cristianas del sacrificio, la generosidad y el
derecho divino de los gobernantes.

Sin embargo, para ver el verdadero efecto de la cristianización sobre la figura


heroica es mejor observar el ejemplo de las leyendas Artúricas. El propio
Arturo y sus caballeros de la mesa redonda llevan a cabo grandes hazañas
similares a las de los héroes clásicos pero las leyendas pasaron a enfocarse
más en el carácter virtuoso de estas gestas, enmarcándolos como protectores
del reino, guardianes de la justicia y ejemplos positivos a los que aspirar. Dice
bastante de este periodo que la gesta heroica por excelencia sea la búsqueda
del Santo Grial, que más allá de representar riquezas o poderíos terrenales
servía como metáfora para la reconciliación con la figura de Cristo.
La Mesa Redonda experimenta la visión del Santo Grial. Por Évrard d’Espinques.

Igualmente, la asistencia de los dioses de la Antigüedad fue sustituida por el


valor cristiano de la gracia divina. Mientras un héroe luchase por una causa
justa y noble la gracia de Dios estaba de su lado y le otorgaba la fuerza para
superar los desafíos que se pusiesen en el camino. Por hacer una simple
comparación, Perseo derrota a Medusa y libera a Andrómeda gracias a los
regalos que le otorgan los dioses, mientras que la Tarasca simplemente es
incapaz de oponerse a la voluntad de Santa Marta porque ella tiene la
gracia de Dios. Esto marca el contraste entre el mundo antiguo, dominado por
los poderes en conflicto, y la visión medieval cristiana del mundo gobernado por
la omnipotencia de Dios.
Es importante mencionar también que la gracia de Dios solía traer consigo
la caída de los héroes. Al igual que en la Antigüedad los héroes eran
atormentados por sus temperamentos incontrolables, en la Edad Media eran
traicionados por su naturaleza humana pues nadie puede permanecer justo y
noble en todo momento. Así vemos ejemplos como el amorío de Lancelot y
Ginebra, que pone de cabeza a toda la mesa redonda; la arrogancia de
Beowulf que lo lleva a desafiar a un dragón en su vejez e incluso el episodio en
el que la espada de Arturo se rompe al atacar a un enemigo por la espalda.
Rey Arturo. Pintura de Charles Ernest Butler.

El género literario de la épica también sufrió modificaciones al llegar esta


nueva era dando lugar primero a las sagas y después a los cantares de gesta.
Las primeras se desarrollaron en el norte de Europa y se caracterizaban por
entretejer la vida y obra de reyes y santos históricos con las historias distantes
del pasado heroico, de tal manera que ambos relatos se reforzaran entre sí,
enalteciendo personajes históricos y protegiendo el recuerdo de los mitos y
leyendas populares. Son ejemplos destacables la Saga de Erik el Rojo y la Saga
Færeyinga.

Los cantares de gesta, por su parte, se desarrollaron en la Europa continental y


alcanzaron el punto de serauténticos estandartes del orgullo y la identidad
nacional. Este subgénero tomaba la misma estructura básica de la epopeya pero
en lugar de centrarse en un solo héroe suele extenderse en las obras de un linaje
entero o un conjunto de figuras a lo largo de múltiples generaciones. Debido al
alto índice de analfabetismo en la Europa medieval, la mayoría de estas
historias eran relatadas oralmente por juglaresque las modificaban según su
público o circunstancias. Solo las consideradas más importantes fueron
resguardadas por escrito. Por este motivo son pocos los cantares que sobreviven
en la actualidad y muchos están incompletos en mayor o menor grado. Los
ejemplos más destacables de los cantares que han sobrevivido hasta nuestros
días son el Cantar de mio Cid en España, el Cantar de los Nibelungos germánico
o el Ciclo del rey Carlomagno en Francia.

Podría decirse que el aspecto más perdurable de los héroes medievales es su


función como figuras moralizantes. Mostrándonos con su ejemplo y sus
historias la importancia de la justicia, la bondad y la virtud. Estos valores e
ideales han demostrado ser bastante perdurables y adaptarse fácilmente a
distintas culturas y épocas brindando a los héroes medievales un notable impacto
cultural que se aprecia a nivel global.
El
Cid. Ilustración de Roger Payne. The Illustration Art Gallery & The Book Palace.

El héroe en la Edad Moderna


Por bellos y nobles que sean los ideales del héroe medieval es innegable que
responden a los valores de lacultura monárquica y teocrática en la que se
encuentran anidados. Cuando llegó la Ilustración la figura del héroe tuvo que
evolucionar nuevamente distinguiéndose en gran medida de sus formas
anteriores.

Desechando las implicaciones cristianas que imponían la debilidad de la carne y


la importancia de la virtud y el martirio para alcanzar el heroísmo, los nuevos
héroes abrazaron su esencia humana con sus triunfos y fracasos. De esta
manera se volvían celebres mediante su ingenio, talento o su carácter. Sin
embargo, aún guardaban para sí parte de la figura moralizante de la Edad Media.
Ya no eran caballeros de brillante armadura, pero en general mantenían cierta
autoridad moral y se comportaban de acuerdo a los estándares aceptables para la
sociedad donde se desenvolvían.

Durante este periodo exploramos los límites de la realidad, la fantasía y la locura


junto a Don Quijote; cruzamos el mundo con precisión cronométrica de la mano
de Phileas Fogg; y presenciamos cómo Sherlock Holmes ponía la observación
científica y el pensamiento crítico al servicio de la investigación policial. No
sería una exageración decir que la heroína más grande de este periodo fue
la imprenta.

Lo primero a tomar en cuenta en esta nueva raza de héroes es su divorcio total


de la divinidad, estos son hombres y mujeres con un carácter indomable
pero completamente humanos con sus limitaciones y vicisitudes. Esto
paradójicamente los asemeja a los héroes clásicos, pues al estar libres de un
benefactor sobrenatural, sus triunfos y fracasos son enteramente suyos, en
contraposición a los paladines medievales que solo luchaban en nombre de Dios
y la Corona.
Don Quijote. Grabado de Gustave Doré.

También es importante mencionar que estos cambios en la figura del héroe


no fueron monolíticos ni uniformes en manera alguna. El paso de la Edad
Media a la Moderna trajo consigo una serie de cambios culturales, sociales y
políticos que resultaron en una libertad de pensamiento e ideología sin
precedentes que, por supuesto, afectó también a la figura del héroe dando lugar a
toda clase de arquetipos heroicos nuevos. El héroe barroco, atrapado en el
fondo de la celda de sus cavilaciones preguntándose si la vida es un sueño o una
pesadilla; o el héroe romántico, un “quijote” que se lanza febrilmente tras un
ideal que parece solo ser visible a sus ojos. El héroe byroniano, romántico,
atrapado en un conflicto consigo mismo, coquetea con la villanía y el
heroísmo. Son solo algunos de los distintos tipos de héroes que se
desarrollaron durante este periodo.

En este punto de la historia da inicio la deconstrucción moderna del heroísmo.


Ahora que los héroes son completamente humanos se comienza a ver una
tendencia en la cual se presentan como personas excepcionales en un
ámbito pero profundamente limitados o disfuncionales en sus demás facetas.
Es reconocido el ejemplo Sherlock Holmes: genio sin igual, ermitaño antisocial
y adicto a la cocaína. Los héroes pasaron a desarrollar defectos acordes a sus
fortalezas que los convertían en personajes más profundos y atractivos para el
público que en muchos casos pagaba para conocer sus aventuras.

En este contexto es importante la figura del antihéroe. Este es un personaje


capaz de grandes logros y gestas perdurables pero que carece completamente del
carácter noble, justo y glorioso que usualmente se atribuye a los héroes. En su
lugar, los antihéroes suelen tener motivaciones más personales y menos altruistas
como pueden ser la venganza, la codicia o la envidia. Al estar libre de las
cadenas del heroísmo convencional los antihéroes son capaces de
presentarse en multitud de facetas y protagonizar historias en las que un
héroe convencional no daría la talla. A veces son emprendedores marcados por
la tragedia como el joven Frankenstein de Shelley, prodigios incapaces de
reinar sobre sus defectos como el Lucifer de Milton e incluso bribones
dedicados a exponer las falencias de la sociedad donde se encuentran como
la Becky de Makepeace. Destaca la figura del Lazarillo de Tormes o la del
propio don Quijote.
Fue en este periodo también cuando se dio la ficcionalización del héroe. En
la Edad Antigua un antepasado que hubiese llevase a cabo hazañas podía
convertirse en un héroe local y recibir el culto correspondiente después de su
muerte. De igual manera, un soldado medieval podía ser reconocido por su
valentía y recibir un título de nobleza con lo cual pasaba a ser reconocido como
un héroe. A partir de la Ilustración los héroes pasaron a ser exclusivamente
el material de novelas e historias y se daba por sentado que tanto los
personajes como sus aventuras eran fruto de la imaginación del autor.

Lucifer del Paraíso Perdido de John Milton. Grabado de Gustave Doré.

La actualidad del héroe


En los últimos cien años se han asentado muchas de las tendencias que iniciaron
en la Edad Moderna. Los héroes se han convertido en parte fundamental de
la empresa global del entretenimiento en películas, cómics, novelas y
videojuegos. También son usados comúnmente como figuras publicitarias
debido al alto nivel de reconocimiento que tienen y en general son entidades más
fugaces en la memoria colectiva. Los grandes héroes nunca serán olvidados pero
los pequeños tienden a desvanecerse rápidamente de la memoria.

Justice League. Ilustración de Alex Ross.

Si algo ha caracterizado al heroísmo en la actualidad es la diversificación.


Existen héroes y antihéroes de todas las razas, géneros, procedencias y de todo el
espectro moral para que cada persona elija a aquel con el que se sienta más
identificado. Igualmente, abundan las reinterpretaciones de héroes de otras
épocas reimaginados según los parámetros culturales contemporáneos, dando
lugar a numerosas versiones de figuras mitológicas y heroicas que se
adaptan mejor o peor a los gustos del consumidor moderno.

Junto a esto, la figura del villano también ha tenido un asenso significativo.


La Quimera o el león de Nemea no tenían mayor carácter que el de ser bestias
peligrosas que amenazaban a la población. Los enemigos de los héroes
medievales solían caer en las profundidades más oscuras del maniqueísmo y la
demonización. En comparación, los villanos modernos gozan de una historia y
motivaciones profundas tan desarrolladas como las del héroe al que se
enfrentan y, pese al hecho de ser los malos del cuento, suelen presentar sus
propias características admirables que atraen al público.

Cartel de la película animada Beowulf de 2007. Reelaboración cinematográfica de la figura de este héroe.

Como último punto es de interés, cabe mencionar que la figura del héroe en la
vida real ha tenido un resurgimiento. Gracias a la presencia constante de los
medios sociales las historias de personas normales que llevan a cabo actos
heroicos por el bien de su prójimo alcanzan celebridad rápidamente e inspiran a
otras personas a lo largo y ancho del mundo. De esta manera, la figura del
héroe recupera parte de la mística inspiradora que ha perdido a lo largo de
los siglos.

Con esto concluye este resumido viaje a través de la concepción histórica de


la figura del héroe. Este es un tema bastante extenso y con muchos detalles, por
tanto, a continuación, anexo varias de las obras utilizadas para escribir este
artículo, con el fin de ayudar a aquellos lectores que deseen profundizar por su
cuenta. Muchas gracias por leer.

Bibliografía
Allison, Scott (2010). Heroes: What They Do and Why We Need Them.

Alvar Ezquerra, Jaime y José María Blázquez Martínez (1997) Héroes y


antihéroes en la antigüedad clásica.

Bauzá, Hugo Francisco (1998) El mito del héroe. Morfología y semántica de la


figura heroica.

Carlyle, Thomas (1841) On Heroes, Hero Worship and the Heroic in History.

Casona, Alejandro (2012) Flor de Leyendas.

Maravall, José Antonio (1975) La cultura del Barroco. Análisis de una


estructura histórica.

Neveleff, Julio (1997) Clasificación de géneros literarios.


Diferencias entre patriotismo y
nacionalismo + 12 frases
Por Javier Rubio Donzé

Ilustración de Diniece Henderson.

Patriotismo y nacionalismo son dos términos que relacionan al individuo con


su nación de origen, o bien, con país de adopción, o con su región de influencia.
Los términos son confusos y en el nombre de la Patriay de la Nación se han
vertido abundantes regueros de sangre a lo largo de la historia. Las fronteras que
delimitan unos países de otros son cicatrices grabadas en la piel de los territorios,
que casi siempre se han conformado por diferentes maneras de entender una
realidad abstracta e histórica que denominamos nación. ¿Pero que es
una nación? Es aquí donde nadie se pone de acuerdo. Unos entienden la nación
como un conjunto de personas con un mismo origen, que (generalmente) hablan
un mismo idioma y comparten una tradición común. Otros entienden nación
como el conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo Gobierno.

Aunque los términos patriotismo y nacionalismo puedan parecer sinónimos y a


menudo se utilizan como tal, pues ambos se nutren de los mismos mimbres
(ideas, sentimientos, símbolos…); son dos posiciones que pueden llegar a
representar posiciones muy distintas. El patriotismo suele aceptar lo plural, lo
diverso, como algo enriquecedor. El nacionalismo suele hacer precisamente lo
contrario: dividir a la sociedad bajo un paraguas chovinista y supremacista. Un
paraguas pequeño en los que no todos encuentran cobijo. Vemos pues que el
nacionalismo es excluyente. El patriotismo sin embargo es incluyente, no
necesita enemigo. El patriotismo une, el nacionalismo desune.

Estas 12 frases te harán entender mejor lo antes expuesto:

1. “Patriotismo es cuando el amor por tu propio pueblo es lo primero;


nacionalismo, cuando el odio por los demás pueblos es lo primero.” Charles de
Gaulle

2. “El patriotismo es el sentido generoso de la responsabilidad colectiva. El


nacionalismo es el gallo jactancioso en su propio corral.” Richard Aldington

3. “Una nación se hace lo mismo que cualquier otra cosa. Es cuestión de quince
años y de un millón de pesetas. Con un millón de pesetas yo me comprometo a
hacer rápidamente una nación en el mismo Getafe, a dos pasos de Madrid. Me
voy allí y observo si hay más hombres rubios que hombres morenos o si hay más
hombres morenos que hombres rubios, y si en la mayoría, rubia o morena,
predominan los braquicéfalos sobre los dolicocéfalos, o al contrario. Es
indudable que algún tipo antropológico tendrá preponderancia en Getafe, y este
tipo sería el fundamento de la futura nacionalidad. Luego recojo los modismos
locales y constituyo un idioma. Al cabo de unos cuantos años, yo habría
terminado mi tarea y me habría ganado una fortuna. Y si alguien osaba decirme
entonces que Getafe no era una nación, yo le preguntaría qué es lo que él
entendía por tal y, como no podría definirme el concepto de nación, le habría
reducido al silencio.” Julio Camba

4. “Amo demasiado a mi país para ser nacionalista.” Albert Camus

5. “Todos somos nacionalistas de algo: la lengua, la memoria, la cultura, la


infancia, el fútbol. Pero creo que el senador Maqueda hablaba de otro
nacionalismo: el que se envuelve en la bandera local, el exclusivo y excluyente,
el de nosotros y ellos. El patológico. El que manipula instintos y sentimientos
para conseguir perversa rentabilidad política. Y por ahí, no. En ese sentido,
algunos no nos sentimos nacionalistas en absoluto.” Arturo Pérez-Reverte

6. “El nacionalismo es la extraña creencia de que un país es mejor que otro por
virtud del hecho de que naciste ahí.” George Bernard Shaw

7. “Por mi vida han galopado todos los corceles amarillentos del Apocalipsis, la
revolución y el hambre, la inflación y el terror, las epidemias y la emigración; he
visto nacer y expandirse ante mis propios ojos las grandes ideologías de masas:
el fascismo en Italia, el nacionalsocialismo en Alemania, el bolchevismo
en Rusia y, sobre todo, la peor de todas las pestes: el nacionalismo, que envenena
la flor de nuestra cultura europea.” Stefan Zweig.

8. “Los nacionalismos surgen del resentimiento.” Gustavo Bueno

9. “El nacionalista cree que el lugar donde nació es el mejor lugar del mundo; y
eso no es cierto. El patriota cree que el lugar donde nació se merece todo el amor
del mundo; y eso sí es cierto.” Camilo José Cela

10. “Detesto toda forma de nacionalismo, ideología -o, más bien, religión-
provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y
disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor
supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de
nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores
carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría
actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que
América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y
litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de
construir escuelas, bibliotecas y hospitales. No hay que confundir el
nacionalismo de orejeras y su rechazo del “otro”, siempre semilla de violencia,
con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno
vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños,
paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en
hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni
los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un
puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de
melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un
hogar al que podemos volver.” Mario Vargas Llosa

11. “El auténtico patriotismo es motivado por la responsabilidad y los propios


intereses por uno mismo, su familia y el futuro de este país resistiendo al abuso
del poder del gobierno. Rechaza la noción de que el patriotismo significa
obediencia al estado.” Ron Paul

12. “Ninguno ama a su patria porque es grande, sino porque es suya.” Séneca

También podría gustarte