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Pontificia Universidad Católica de Chile

Facultad de Economía y Administración

Economía Pública

Medición de impacto de daños ambientales


causados por Desperdicios Alimentarios en hogares
de la Región Metropolitana
Caso de consultoría

Estudio solicitado por Subsecretaría del Medio Ambiente

Integrantes:
Emilia Fuenzalida
Bárbara Nazar
Juan Pablo Bañados
Magdalena Jaduri
Nicolás San Martín
1. Introducción
La presente investigación surge como respuesta a la solicitud formulada por la Subsecretaría del Medio
Ambiente de Chile que se encuentra implementando un plan piloto de gestión de residuos orgánicos en
hogares de comunas de ingreso medio y medio-bajo de la Región Metropolitana (RM). En este contexto,
nuestro equipo de consultoría se ha encomendado la tarea de llevar a cabo un análisis exhaustivo sobre el
impacto ambiental derivado de los desperdicios alimentarios en los hogares en la RM. Con un enfoque
específico en las emisiones de dióxido de carbono (CO2), este encargo refleja la creciente preocupación a
nivel nacional e internacional respecto a la pérdida y desperdicio de alimentos, y la consiguiente necesidad
de comprender y abordar las consecuencias medioambientales de este fenómeno, particularmente en la
última etapa de la cadena de suministro.

1.1.Encargo
La Subsecretaría del Medio Ambiente de Chile, consciente de la magnitud de la problemática relacionada
con la pérdida y desperdicio de alimentos, ha solicitado a nuestro equipo de consultoría un análisis en
profundidad centrado en los hogares chilenos, específicamente realizar una estimación de la magnitud del
daño ambiental producido por las emisiones de CO2 generadas por el desperdicio de alimento a nivel
de hogares de ingreso medio y medio-bajo de la Región Metropolitana. El encargo se fundamenta en la
relevancia crítica de entender las emisiones de CO2 asociadas con los desperdicios alimentarios. La
necesidad de abordar este problema se vuelve aún más apremiante dada la proporción significativa de
desperdicio de alimentos que se registra en la etapa de consumo doméstico.
El objetivo de este estudio es proporcionar a la Subsecretaría del Medio Ambiente una visión detallada de
la magnitud del impacto ambiental causado por los desperdicios alimentarios en los hogares de la RM en
base a la emisión de CO2 generadas por estos, proponiendo estrategias eficientes para mitigar este
fenómeno. En este sentido, la investigación se plantea como un aporte sustancial para la realización de
políticas públicas informadas en relación con la gestión sostenible de los recursos alimentarios.

1.2.Antecedentes del Caso


La pérdida y el desperdicio de alimentos (PDA) representan actualmente un desafío que ha captado una
creciente atención a nivel mundial. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y
la Agricultura (FAO), se estima que aproximadamente 1300 millones de toneladas de alimentos aptos para
el consumo humano se pierden o desperdician anualmente.
El concepto de “pérdida de alimentos” (PA) se refiere a la disminución de la masa de alimentos comestibles
en las etapas de producción, postcosecha y procesamiento de la cadena de suministro de alimentos, mientras
que el “desperdicio de alimentos” (DA), a diferencia de la pérdida, ocurre en la etapa final de la cadena
alimentaria, es decir, en la venta minorista y el consumo final (Parfitt et al., 2010). Ambas definiciones
incluyen cáscaras de frutas, verduras, semillas y hojas potencialmente comestibles por los humanos.
La PDA genera tres problemas a nivel global. En primer lugar, impactan negativamente en la seguridad
alimentaria y la nutrición de la población, ya que, según la FAO, la cantidad de alimentos perdidos y
desperdiciados en el mundo sería suficiente para alimentar a 2000 millones de personas. En América Latina
y el Caribe, el DA en supermercados, ferias libres, almacenes y otros puntos de venta minorista podría
alimentar a más de 30 millones de personas, es decir, al 64% de quienes sufren hambre en la región (Benítez,
2014). En segundo lugar, la PDA resulta en un uso ineficiente de recursos necesarios para la producción de
alimentos, tales como agua, suelo, fertilizantes y otros (Fredes et al., 2023). Por último, la PDA contribuye
al aumento de los gases de efecto invernadero, especialmente dióxido de carbono y metano, debido a la
descomposición de los alimentos que se perdieron o desperdiciaron. Se estima que durante el período 2010-
2016, la PDA representó entre un 8% y 10% del total de emisiones antropogénicas de gases de efecto
invernadero a nivel mundial (MBow et al., 2019).

Estas problemáticas han planteado un desafío a nivel internacional para su pronta solución. El Objetivo
N°12 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se centra en la “Producción y Consumo Responsables”, y
establece en la meta 12.3 “De aquí a 2030, reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita mundial
en la venta al por menor y a nivel de los consumidores y reducir las pérdidas de alimentos en las cadenas
de producción y suministro, incluidas las pérdidas posteriores a la cosecha.” (Naciones Unidas, 2018). Esta
es una meta muy ambiciosa, ya que tendría que haber un compromiso de los actores involucrados en cada
etapa la cadena de suministro de alimentos para reducir la PDA, pero es relevante en cuanto al impacto
medioambiental que generaría. “Si se redujera la PDA a la mitad, se evitarían emisiones equivalentes a 1.5
gigatoneladas de dióxido de carbono para el 2050, una cantidad mayor a la de las emisiones relacionadas
con la energía y la industria de Japón” (Searchinger et al. 2019, como se citó en Hanson et al. 2022).

Chile no ha estado ajeno a buscar soluciones. En el año 2017 se creó la “Comisión Nacional para la
Prevención y Reducción de las Pérdidas y Desperdicios de Alimentos”, la cual se encuentra presidida por
la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA). Esta comisión busca, entre otras cosas, coordinar
estrategias público-privadas para prevenir y reducir la PDA y colaborar en la elaboración de leyes y políticas
públicas relacionadas con esta temática (Ministerio de Agricultura).
La dimensión de los DA en la cadena de suministro de alimentos, como en la huella de carbono, es
considerable. A nivel regional, en América Latina y el Caribe, aproximadamente el 28% de la PDA tiene
lugar en la etapa final de la cadena, es decir, durante el consumo en hogares y sectores industriales (Benítez,
2014). Este porcentaje destaca como la proporción más elevada de PDA, junto con la fase de producción,
en comparación con otras etapas de la cadena de suministro. Es en este punto donde se registra la huella de
carbono más significativa derivada de la PDA. Conforme la pérdida o desperdicio avanza a través de las
fases del proceso alimentario, desde la cosecha hasta el consumo final, la cantidad de carbono involucrada
en el desperdicio se incrementa. Es crucial comprender que un kilogramo de alimentos desperdiciados
durante la etapa final de la cadena de suministro resulta en emisiones de gases de efecto invernadero
considerablemente superiores en comparación con etapas anteriores del proceso, abarcando aspectos como
la cosecha, el transporte y el procesamiento (FAO, 2015).
En nuestro país, alrededor del 58% de los residuos sólidos municipales, en peso, corresponde a residuos
orgánicos, lo que equivale a unos cinco millones de toneladas anuales. Sin embargo, la tasa de valorización
de estos, es decir el porcentaje de residuos orgánicos preparados para el reciclaje, la reutilización y la
valorización energética, es inferior al 1% del total de toneladas generadas al año. (Ministerio de Medio
Ambiente, 2020)
A partir del contexto brindado, este informe reconoce la importancia de abordar la problemática de los DA,
dado el impacto que genera al final de la cadena de suministro y la escasa gestión de residuos orgánicos
posterior. Este enfoque permitirá identificar áreas clave para la mitigación de emisiones de gases de efecto
invernadero en el contexto específico de Chile.

1.3. Estructura
En las siguientes secciones se llevará a cabo una revisión de la literatura, explorando cómo diversos estudios
han abordado el impacto ambiental del desperdicio de alimentos a nivel global, destacando medidas
evaluadas para mitigar este fenómeno. Posteriormente, se presentará la metodología propuesta para
cuantificar la magnitud del DA y calcular las emisiones de CO2 generadas por estos en hogares de la Región
Metropolitana. Este enfoque metodológico se basará en trabajos previos y se adaptará al contexto chileno.
Finalmente, se describirán los datos recopilados y se discutirán las limitaciones del estudio. Estos elementos
proporcionarán una base sólida para las conclusiones esperadas y las recomendaciones de políticas públicas
que buscan abordar de manera efectiva la problemática del desperdicio de alimentos y sus consecuencias
medioambientales en Chile.
2. Revisión de la literatura
Para contextualizar el encargo, se presenta literatura pertinente que muestre cómo se ha contabilizado el
impacto ambiental del DA y las medidas evaluadas a lo largo del mundo según su eficacia.
Existen variados estudios que evalúan la conveniencia de distintos métodos de tratamiento de los DA. Uno
de ellos, realizado por Oldfield, White y Holen (2016) para Irlanda, testea distintos mecanismos para
recuperar nutrientes presentes en los DA (nitrógeno, potasio) los cuales pueden potencialmente volverse a
utilizar, en lugar de terminar en vertederos. Comparan los potenciales impactos ambientales del manejo de
DA de cuatro opciones distintas: reducción, compostaje, digestión anaeróbica e incineración. Se encuentra
que la reducción es el método con el mayor impacto.
Lee, Chi, Osako y Dong (2007) por otra parte, constatan que el DA es el principal desecho municipal en
Corea, por lo que surge la necesidad de gestionarlo. En su estudio, comparan cuatro mecanismos de gestión
de DA y evalúan su conveniencia en base a una serie de variables, como toxicidad humana o contribución
al calentamiento global, en base al CO2 generado en la descomposición. Comparan incineración,
compostaje, alimento de ganado y desecho en vertedero. El sistema más eficiente era distinto en cada
categoría de impacto, pero ante todo el desperdicio en vertederos era la opción que más contribuía a la
toxicidad humana y el calentamiento global.
Existen pocos estudios que incluyan las externalidades generadas dentro del análisis. Las externalidades
son costos o beneficios cuantificables que ocurren cuando las acciones de un agente tienen impactos en
otro. Los impactos medioambientales y sociales que pueden expresarse en términos monetarios pueden
incluirse en al momento de elegir la metodología de reducción con el mayor impacto. Sin embargo, su
inclusión varía en función del enfoque específico que se adopte. (De Menna, Dietershagen, Loubiere &
Vittuari, 2018). La monetización de las externalidades no tiene suficiente estandarización, data y métodos.
Por ello, la mayoría de los estudios se enfoca en el manejo de DA, más que en la prevención o estimación
de los costos de los flujos (De Menna, Dietershagen, Loubiere & Vittuari, 2018).
En Chile, la gestión de residuos orgánicos es un tema de creciente importancia. El Ministerio del Medio
Ambiente presentó un proyecto de ley destinado a promover el reciclaje de residuos orgánicos en los
hogares y comercios del país en agosto de este año. Este proyecto busca incentivar la separación en la fuente
y la valorización de estos residuos, con el objetivo de extender la vida útil de las instalaciones de disposición
final, reducir costos y promover prácticas más sostenibles (Gobierno de Chile, 2023). La idea principal es
instaurar obligaciones de planificación para los Gobiernos Regionales y municipios, con la obligación de
separar los residuos orgánicos en el origen. Los municipios tendrán la facultad de ofrecer métodos de
manejo diferenciado, como la recolección puerta a puerta o sistemas de valorización domiciliaria o
comunitaria. El proyecto de ley pretende reducir los impactos ambientales negativos derivados de la
disposición de residuos orgánicos y contribuir a la mitigación del cambio climático, fomentando prácticas
de gestión de residuos más responsables y promoviendo la valorización de estos residuos en lugar de su
disposición final, planificando un horizonte de 15 años para su implementación en todo el país.
Cabe destacar que este proyecto se suma a otros intentos previos, como el proyecto de ley iniciado por los
senadores Girardi y Ossandón, que busca modificar el Código Sanitario para evitar el DA (Cámara de
Diputados de Chile, 2015). En particular, el proyecto se enfoca en evitar estos desperdicios al permitir que
los productos mal etiquetados o próximos a vencerse sean donados a instituciones de caridad o destinados
a usos como la alimentación animal o la producción de compost. También, se ha dado a conocer la extensión
de la iniciativa EcoMercado Solidario a 10 comunas del país, donde se entregarán alimentos de manera
gratuita a las familias más vulnerables, aprovechando productos que no serían comercializados (Gobierno
de Chile, 2023). Estas acciones reflejan un creciente interés en Chile por abordar los problemas relacionados
con los residuos y DA, y promover prácticas más sostenibles en la gestión de recursos y alimentos. La
colaboración entre las autoridades, los municipios y la ciudadanía será fundamental para el éxito de estas
iniciativas, que representan pasos importantes en la gestión de residuos y la reducción de DA en Chile.
3. Metodología
Este trabajo presenta 2 desafíos metodológicos. El primero es cuantificar la magnitud de DA en los hogares
de la RM y plantear una medida confiable del CO2 generado específicamente por el DA de los hogares
que termina en vertederos. Para esto nos basaremos en el enfoque metodológico utilizado por Cáceres, et
al. (2021) y en el trabajo de Lee et al. (2007), que se detallarán a continuación. El segundo desafío consta
en plantear un modelo de externalidad que permita explicar cuántos DA están asociados a la no
internalización de los hogares del costo ambiental del CO2 generado por la descomposición de los DA.
Para esto se establecerían dos dimensiones: 1) un exceso en la “cantidad transada” en el periodo, dado que
la demanda privada por parte de los hogares no toma en cuenta los costos asociados para evitar la generación
de DA y 2) el no uso de “tecnologías de reducción” de contaminación, las cuales se podrían pensar como
un mejor trato de DA para reducir la contaminación de estos.

3.1. Metodología de contabilización del costo de la externalidad


Utilizaremos una metodología similar a la planteada por Cáceres, et al. (2021) con respecto a la elección de
los hogares y metodología de contabilización de DA en estos. En su estudio, buscan estimar el impacto
ambiental del desperdicio en hogares de la RM. Realizan un plan piloto que corresponde a un estudio
descriptivo y transversal, en el cual se mide el nivel de desperdicio diario en 15 hogares de ingreso medio,
medio-bajo en la Región Metropolitana, elegidos de forma no aleatoria. Los investigadores solicitaron a los
jefes de hogar que pesaran los desperdicios generados por el hogar, incluyendo partes comestibles y
potencialmente comestibles. Los residuos se categorizaron según su origen animal o vegetal y luego se
subdividió de forma más específica.
Para medir el impacto ambiental, los autores plantean un indicador de Eco-eficiencia para cuantificar el
costo del desperdicio según el aporte calórico y costo económico en base a la huella hídrica. Esta última se
refiere a la cantidad de agua utilizada en la producción para el consumo de un bien o servicio a lo largo de
la cadena de producción. No obstante, nuestro objetivo es cuantificar la cantidad de CO2 generada al
momento de la descomposición del DA, por lo tanto, no construiremos un indicador de Eco-eficiencia, sino
que computaremos la cantidad de CO2 producida por DA generado por los hogares.
Para determinar la cantidad de CO2 generada por DA, es necesario conocer el tratamiento de los residuos
en la RM, pues de esto dependerá la cantidad de CO2 liberado al medio ambiente. En varios estudios, se
habla de la generación de CO2 producto de la incineración de DA (Schott y Andersson, 2015), pero esta no
es una práctica común en Chile. En nuestro país, la basura que no se recicla termina en vertederos (19%) o
en rellenos sanitarios (65%) según señala el último Informe del Estado del Medio Ambiente (2020). Los
rellenos sanitarios son vertederos que cuentan con impermeabilización adecuada para evitar contaminación
a la tierra o a las napas subterráneas. Dado lo anterior, se utilizará una medida de emisión de CO2 por
tonelada de DA generada en vertederos que fue desarrollada por Lee, Choi, Osako y Dong (2007) en Seúl.
El vertedero descrito en el estudio es un lugar con infraestructura avanzada para el tratamiento de residuos,
con características similares (y probablemente superiores) a los vertederos en la RM. Se utilizará la medida
correspondiente a 409433 gramos de CO2 por tonelada de DA tratada. La medida alternativa para
vertederos en la tabla (408110 gramos de CO2 por tonelada) considera que parte de los gases emitidos en
el vertedero son utilizados para generar energía dado el tratamiento de gases aplicado. Como esto no ocurre
en Chile, se optará por el primer valor.

Tabla obtenida de Lee et al. (2007)


Teniendo este valor, se puede hacer una estimación de las emisiones de CO2 que generará el DA en las
familias de la RM.

3.2. Modelo externalidad


Cantidad Transada
Como se mencionó al inicio de la sección, la externalidad se compondría de dos dimensiones: en una, el
exceso de la cantidad transada en el periodo y en otra, la falta de aplicación de tecnologías/técnicas para
reducir los desechos. Para afirmar la existencia de un exceso en la cantidad de alimentos transada en el
mercado debido a una demanda privada (en lugar de una demanda social) por parte de los hogares, es
imperativo presentar un modelo de equilibrio de mercado que ilustre esta dimensión. Aunque no se
encuentra en la literatura un modelo específico sobre las externalidades generadas por los hogares, en una
línea similar, Rohr, et al. (2020), desarrollaron un modelo que busca conceptualizar los DA como una
externalidad negativa a nivel de la producción y venta de retailer. Aunque este modelo no se ajusta
perfectamente al objetivo, se puede modificar para conceptualizar el exceso de cantidad transada de la
demanda de los hogares.
El modelo original (ver anexo 3 para ilustración junto a modificaciones para el caso) implica establecer un
mercado en equilibrio clásico, donde el productor/retailer produce una cantidad de equilibrio Q1 definida
por el cruce de la demanda de alimentos y la oferta privada, que solo tiene en cuenta los costos privados.
Al mismo tiempo, se plantea una función de oferta social que sí tiene en cuenta el costo social asociado a
la producción de alimentos. Los autores definen este costo social en función de las externalidades negativas
inherentes de los DA, que toman la forma de diversos tipos de degradación del medio ambiente.
Al extender la dinámica de este modelo, se puede incluir una demanda social que contenga la disposición
a pagar de los hogares incluyendo los costos asociados a la externalidad generada por el desperdicio
generado por la compra de alimentos por parte de los hogares (curva morada). Para que este modelo logre
conceptualizar el problema planteado, se debe asumir una cantidad fija de DA producida por unidad
transada (lo cual, como veremos más adelante, no es necesariamente cierto), permitiendo la visualización
de la externalidad generada. Al comprender esta contaminación "inherente" de la compra de alimentos y la
inclusión de esto en una demanda social en el mercado de alimentos, se puede visualizar que la cantidad
óptima de alimentos transados se da en la intersección de la oferta social del retailer (que incluye el costo
de la externalidad propia del funcionamiento del retailer y no la de los DA del hogar) con la demanda social
de los hogares, representada por Q3.
Considerando que el punto de equilibrio anterior consistía en la intersección de la demanda privada con la
oferta social Q2 (para facilitar la comprensión, imagínese que los retailer se enfrentan a regulaciones que
los obligan a internalizar su costo social, pero no hay regulaciones respecto a los hogares), la pérdida social
por la no internalización del costo social generado por la compra de los hogares se puede visualizar como
el área morada entre la cantidad transada de equilibrio anterior Q2 y la cantidad óptima Q3, donde Q3 <
Q2.
Esto indica que, al no existir regulación o herramientas que induzcan a los hogares a generar sus decisiones
de compra tomando en cuenta el costo social generado, la cantidad transada estaría por sobre lo que sería
lo socialmente optimo. Sin embargo, esta visión tiende a ser reduccionista al no incorporar los elementos
que generarían variaciones en la proporción de DA producida por unidad de alimento comprada, es decir,
la externalidad producida por los hogares.
Tecnologías de reducción
El modelo de equilibrio de mercado anterior pasa por alto muchas características relevantes de la compra
de alimentos de los hogares, una de ellas, es el proceso de toma de decisiones que culminan en la generación
de DA. Por lo mismo es relevante pasar a la segunda dimensión: posibilidades de reducción de DA en los
hogares.
En primer lugar, surge el desafío de conceptualizar el desecho como producto de una decisión óptima por
parte de los hogares, indicando así, que los niveles de desecho –que en el modelo de externalidad se definió
como cantidad de equilibrio– son los que le otorguen mayor utilidad a los hogares que la generan. En ningún
escenario se plantea que el óptimo sea aquel punto donde no existan desechos. Lusk al. (2020) plantea una
consolidación de los distintos modelos que explican el DA en los hogares introduciendo dos términos a una
función de utilidad que los hogares utilizan: el primero, h, es la desutilidad de los hogares por el esfuerzo
de utilización1, y el segundo, 𝜏, como el costo asociado a la eliminación de desechos2. Así es como se logra
entender los DA como el resultado de esta optimización de utilidad. Esto indica que para incentivar la
reducción de DA los esfuerzos de políticas públicas deben estar enfocadas en la reducción de este costo
asociado de h o la incremento de 𝜏 (aunque los mismos autores reconocen que aumentar los costos de
eliminación se dificulta en la práctica).
Dentro de los elementos que afectan a la variación del costo de utilización de los hogares, se incluye el
costo asociado con la frecuencia de transporte al lugar de compra, que incentiva a la compra de cantidades
mayores. Adicionalmente, los cambios en creencia de subida de precios futuros –o incluso eventuales
desabastecimientos– también aportan a compras de mayor tamaño. Landry y Smith (2019) postulan estos 2
últimos elementos aportan a un comportamiento de stockpilling que tiende a estar asociado con un aumento
de los DA. Los mismos autores identifican también que los hogares tienen dificultad en la estimación de la

1
En ingles, utilization efforts, refiere a los costos de planificación, almacenamiento y otros que requieran un
esfuerzo para el uso completo de los alimentos y por consecuencia la reducción de desechos.
2
Si bien el modelo lo conceptualiza como un precio por unidad de desecho refiriéndose a un eventual impuesto
proporcional a desecho, Hamilton y Richards (2019) reconoce que los cargos por recolección de basura tienden a
ser fijos, generando una dificultad al momento de generar incentivos por este elemento.
demanda interna de alimento por el periodo de compra generando así un costo de planificación. Esto implica
que una subestimación genera un costo por una nueva compra y la sobreestimación genera un costo por
desperdicio del alimento comprado. Por último, relacionado con el stockpilling, la tolerancia o percepción
de calidad y seguridad de la comestibilidad del alimento aportan a que el stockpilling genere un aumento
de los DA.
Para congeniar ambos modelos, se puede pensar en una proporción predeterminada de DA por unidad
comprada de alimento. Esta requerirá que los costos de utilización presentados tengan cierto nivel
establecido que determinen esta proporción de DA. De esta forma, se puede construir un costo marginal
social producido por unidad comprada (siendo la proporción de esta unidad que termina siendo DA) que
implica la valorización del CO2 generado por esta unidad comprada. Para este ejercicio, se usa el precio
social del CO2 determinado por el Sistema Nacional de Inversión (2017) establecido en 0,84UF por
tonelada de CO2.
Costo Mg Social = Proporción DA * CO2 por DA * Precio social del CO2
Si bien esto nos podría entregar una cantidad de alimento transada óptima, los distintos elementos del costo
de utilización –que afectan a la proporción de DA que se genera por unidad de alimento– y es el componente
más atractivo para las políticas públicas para reducir el costo social generado –aunque de igual forma
disminuir la tasa de conversión de DA a CO2 mediante una mejor gestión de los residuos es una política
atractiva–. Por lo mismo, en la sección final se revisará algunas opciones en esta área.
4. Datos, Análisis Estadístico y Resultados

4.1. Recolección de datos


En conformidad con la metodología detallada, la obtención de datos relativos al consumo y desperdicio en
los hogares se llevó a cabo mediante una encuesta realizada en Cáceres, et al. (2021). Este enfoque se
fundamenta en un estudio descriptivo, de tipo piloto, basado en los desperdicios generados por una muestra
de 15 hogares, que equivalen a un total de 57 individuos. Los hogares fueron seleccionados según el nivel
socioeconómico medio, medio-bajo en la zona urbana de la Región Metropolitana y la investigación fue
aprobada por el Comité de Ética de la Universidad de Chile.
Los criterios de inclusión de los hogares se alinearon con la definición proporcionada por el Instituto
Nacional de Estadística (INE), que considera a un hogar como un grupo de personas vinculadas que
comparten un mismo techo y presupuesto. Para la determinación del nivel socioeconómico, se adoptó la
clasificación de la Asociación de Investigadores de Mercado (AIM), basada en el ingreso económico
familiar.
En cuanto a la conceptualización de desperdicios, este estudio se enfocó en las partes comestibles y
potencialmente comestibles de los alimentos (cáscaras, tallos, hojas, grasa, entre otros) y excluyendo
aquello que no se considera comestible. La encuesta consistió en el registro y pesaje diario de los alimentos
desperdiciados durante una semana, respaldado por evidencia fotográfica como medio de verificación. La
cantidad de desperdicios, expresada en kilogramos, se determinó sumando lo que botó cada hogar y
categorizándolos según su origen, ya sea vegetal o animal.
Tabla de desperdicios por hogar según el origen del desperdicio (origen animal o vegetal)

KG $ CLP
Hogar O.A O.V O.A O.V
1 2.77 5.29 $ 10.158 $ 4.336,7
2 0.13 1.32 $ 215 $ 1.102
3 0.15 2.28 $ 736 $ 3.056
4 0.09 1.01 $ 373 $ 1.109
5 0 0.04 $ - $ 60
6 0.55 1.80 $ 3.830 $ 2.228
7 0.48 1.22 $ 1.734 $ 1.216
8 0.86 5.24 $ 1.290 $ 4.582
9 0.12 1.75 $ 214 $ 2.816
10 0 1.88 $ - $ 1.836
11 1.83 3.87 $ 5.109 $ 4.742
12 1.24 7.99 $ 4.512 $ 6.053
13 0.20 4.40 $ 1.148 $ 3.173
14 1.30 4.86 $ 6.869 $ 4.403
15 0.62 0.95 $ 1.091 $ 1.163
Elaboración propia a partir de Cáceres (2021)

Los precios de cada alimento corresponden al promedio de los precios de octubre de 2019. En total, se
desperdiciaron 54,7 kilogramos de comida, de los cuales, 10,34 kg son de origen animal y 43,9 kg de origen
vegetal. En promedio cada familia botó 3,616 kilogramos en una semana. No obstante, dentro de las 15
familias consideradas, cinco de ellas fueron responsables del 65% del desperdicio total. El número de
personas equivalentes fue de 22, representando el 38,6% de la población.

4.2. Extrapolación de los datos


Con base en la muestra obtenida, se pretende realizar una proyección de los datos para estimar la cantidad
de alimentos desperdiciados a nivel comunal. La muestra consiste en 15 hogares con un nivel
socioeconómico medio o medio-bajo en comunas al norte, centro y sur de la zona urbana de la Región
Metropolitana. Para obtener una visión más amplia, se extenderán los datos a todos los hogares que
pertenecen a estas categorías socioeconómicas en las comunas de la zona urbana de la RM. Este proceso se
llevará a cabo utilizando la misma fuente de datos que se utilizó en la encuesta realizada por Cáceres, et al.
(2021), la cual se basa en la clasificación socioeconómica de la Asociación de Investigadores de Mercado
(AIM), considerando el ingreso económico familiar como criterio.
La selección de las comunas de nivel socioeconómico medio, medio-bajo para la extrapolación se basó en
la base de datos “N° de Hogares por Región y Comuna GSE 2019” de la AIM, que clasifica el número de
hogares pertenecientes a cada nivel socioeconómico por comuna a partir de los datos del CENSO 2017. Se
procedió a cuantificar el número de hogares que pertenece a cada grupo socioeconómico, siendo
seleccionadas los de las comunas urbanas de la RM que pertenecieran al grupo C2 (clase media típica) o
C3 (clase media baja).
Los pertenecientes a los grupos socioeconómicos C2 en nuestro país presentan un ingreso promedio de
$1.500.774 ($M 2019). El hogar esta compuesto, en promedio, por 3,8 personas. Además, el nivel de
educación predominante del principal sostenedor del hogar de este segmento es el de “Estudios Universitaro
Incompleto o Técnico Completo/Incompleto”, alcanzando un 42% del total. Por otro lado, los hogares
pertenecientes al segmento C3 cuentan en nuestro país con un ingreso promedio de $1.003.426 ($M 2019).
La composición de este es de 4 personas en promedio, y el nivel de educación predominante del principal
sostenedor del hogar es el de “Educación Media Completa”, alcanzando un 51% del total. (AIM, 2019)
El número de hogares por comuna, según la definición que se utilizada en el estudio mencionando
corresponde a una o más personas que, unidas o no por un vínculo de parentesco, alojaron en la misma
vivienda o parte de ella y se benefician de un mismo presupuesto para alimentación (INE, 2017). En
consecuencia, el total de esta muestra es la cantidad de hogares en las viviendas particulares con moradores
presentes. La tabla final con los todos los valores mencionados se puede ver en el Anexo 4.

4.3. Resultados
Se procede a estimar la externalidad asociada a la gestión de residuos en el área urbana de la RM, mediante
la multiplicación del número de hogares en cada comuna con la cantidad promedio de DA determinada en
el estudio de Cáceres (2021). A esta cantidad se le asigna el correspondiente impacto ambiental, expresado
en emisiones de CO2 durante el proceso de degradación de los desechos, calculado a razón de 409433
gramos de CO2 por tonelada de DA (o 0,45 toneladas). Para evaluar los costos sociales relacionados con
las emisiones, se utiliza el precio social establecido por el Sistema Nacional de Inversión (2017), fijado en
0,823 UF por tonelada de CO2.
La suma de los costos sociales calculados para cada comuna revela que la cuantificación total de la
externalidad para los hogares de un nivel socioeconómico medio/medio-bajo en una semana alcanza la cifra
de 823,389.393,2 UF. Este resultado se presenta en un intervalo de confianza que oscila entre 505.914.419
y 4.190.453.553 UF.
5. Limitantes
Ahora bien, si la Subsecretaría del Medio Ambiente quisiera extrapolar este plan piloto a toda la Región
Metropolitana, es importante considerar que este fue realizado en familias de ingresos medios y medios
bajos, mientras que en toda la región existe una mayor diversidad de ingresos. Ante esto, es posible que,
dados los distintos niveles de ingreso, existan distintos manejos de los desechos entre hogares.
Por otro lado, está la dificultad que implica hacer el seguimiento a los hogares que participan. Las familias
pueden abandonar el experimento en cualquier momento o hacer una contabilización inexacta. Incluso, se
podría evaluar hasta qué punto el experimento genera un cambio de conducta no deseado, pues los
participantes podrían cambiar su conducta dado que están siendo conscientes de lo que están botando y
desperdiciar menos de lo habitual.
Por último, el plan piloto de Cáceres (2021) se implementó en octubre, mes en el cual estacionalmente hay
mayor desperdicio debido a que se compra más fruta, según señalan los autores. Sería interesante realizar
este estudio en algún mes de invierno y comparar si los resultados obtenidos son significativamente
distintos. Si los resultados fueran muy distintos, se podría evaluar la posibilidad de aplicar políticas de
prevención focalizadas a aquellos meses donde se desperdicia más.
6. Conclusiones esperadas
A partir del análisis realizado, la especificación de una metodología de cuantificación de DA basada en
Cáceres (2021) y la obtención del costo marginal social en base a la ecuación descrita anteriormente, se
espera encontrar que existe un costo significativo asociado a los DA generados por los hogares. Esperamos
que se obtengan resultados similares a los de Cáceres (2021) con respecto a la composición de los residuos
y a la evitabilidad de muchos de estos. Esperamos que exista una cantidad significativa de CO2 producto
de los DA generados por los hogares que terminan en vertederos, resultado al cual también se llegó en el
trabajo de Lee et al. (2007) al estudiar el vertedero de Seúl. Como este trabajo se basa en esta metodología
que ya se han probado, los resultados podrán ser potencialmente comparables a otros países. La cifra
calculada en la sección de resultados es un buen punto de partida para esto. La información adquirida será
un valioso aporte a la escasa literatura existente sobre las DA en nuestro país, por lo que aspiramos a otorgar
mayor relevancia a esta temática, proporcionando una base para las futuras políticas públicas al tener
cuantificadas las externalidades. Además, los resultados podrían impulsar un mayor compromiso por parte
de los actores involucrados en la cadena de suministro de alimentos en Chile, promoviendo prácticas más
sostenibles y contribuyendo a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Para tener una idea comparativa de la envergadura de la cifra calculada, veremos la magnitud de esta relativa
a las emisiones de otras industrias.
En base a los resultados de Cáceres, donde se encontró que se desperdician 3,616 kg de alimentos por
semana. En base a los calculos realizados para este estudio, se encuentra que para las familias estudiadas
en este trabajo, se generarían casi 2500 kilotoneladas de CO2 al año producto de los DA. Vemos que es una
cifra considerablemente menor al compararla con el sector industrial, sector transporte y centrales
termoeléctricas, que aportan 13804, 22770 y 33911 kilotoneladas de CO2 al año respectivamente (Álamos,
et al. 2022). No obstante, es útil para hacerse una idea de la magnitud del problema. También entrega una
noción de que, sieste trabajo se escalara a todo el país, los resultados serían considerables.

Elaboración propia.

7. Recomendación de políticas públicas


En caso de que los resultados de la estimación muestren una magnitud significativa de emisión de CO2 en
vertederos por DA, parece intuitivo desarrollar políticas que permitan reducir esta externalidad producida
por los hogares. En ese sentido, y volviendo al modelo de externalidad presentado, las posibles políticas se
agruparían en 3 subgrupos. La primera, con el enfoque más directo, apuntaría a una internalización del
costo social marginal producido por los hogares, mediante algún tipo de impuesto. La segunda, enfocada
en la disminución del costo de utilización de los alimentos en los hogares con el fin de reducir la proporción
de DA generado por unidad de alimento comprada. Por último, la reducción del ratio de transformación
de los DA a CO2, implementando mejoras en la gestión de estos residuos. A continuación, se presentará
una serie de propuestas enfocadas en los 2 últimos puntos.
Impuesto al Desperdicio de Alimentos
El Impuesto al Desperdicio de Alimentos se enmarca en la aplicación de un impuesto para corregir la
externalidad negativa, en este caso, la emisión de CO2 asociada al DA. El impuesto estaría diseñado para
reflejar el costo social asociado al tratamiento de desechos orgánicos y, por ende, las emisiones de CO2
generadas. La idea fundamental es que, al imponer un impuesto sobre el desperdicio de alimentos, se
incentiva a los hogares a internalizar el costo ambiental de sus acciones. De esta manera, se busca que los
consumidores ajusten sus patrones de compra y consumo hacia prácticas más sostenibles, reduciendo la
cantidad de alimentos desperdiciados. Sin embargo, la implementación de este impuesto plantea desafíos
significativos. La dificultad de fiscalizar directamente los desechos orgánicos a nivel hogar, especialmente
cuando no se separan de lo inorgánico, genera obstáculos logísticos y de implementación. Además, se
reconoce que el monitoreo y la evaluación precisos de los desechos requieren recursos considerables. Por
otro lado, es complejo establecer un criterio objetivo que determine qué tipos de DA son evitables y su
desecho constituiría una falta a la normativa. También puede haber factores circunstanciales que conlleven
a una mayor cantidad de desecho en ciertos momentos (estacionalidad de los desperdicios, Navidad, Fiestas
Patrias, etc.). Notar que este no se refiere a un impuesto piguviano ya que no se aplica sobre el daño marginal
generado por unidad extra de alimento, sino a las cantidades de DA directamente.
Compost comunal
Con el objetivo de incentivar la adopción de prácticas sostenibles y reducir la externalidad negativa asociada
al desperdicio de alimentos, se propone la implementación de un programa de subsidios en las
municipalidades para promover el compostaje. El programa consistiría en otorgar subsidios a las
municipalidades para que implementen iniciativas efectivas de compostaje. Estos subsidios irían
acompañados de campañas educativas, la entrega de equipos para facilitar el compostaje a nivel municipal
y la promoción de prácticas de manejo de residuos sostenibles. De esta manera
Una limitación podría estar relacionada con la aceptación y participación de la comunidad. Aunque el
subsidio busca motivar a los ciudadanos a adoptar prácticas sostenibles, la respuesta y participación pueden
variar. Algunos residentes pueden no estar dispuestos a cambiar sus hábitos de manejo de residuos, incluso
con incentivos económicos. La falta de participación ciudadana podría limitar la efectividad del programa
y reducir su impacto ambiental deseado.
Campaña prevención de stockpilling
Campaña de Prevención de la Sobrecompra de Alimentos, aborda el problema del desperdicio de alimentos
al enfocarse en la modificación de comportamientos de consumo a nivel de la ciudadanía. La campaña
busca generar una reducción en el costo de utilización (o aumento den el costo de eliminación) al informar
a los consumidores sobre las externalidades asociadas al desperdicio de alimentos, como la generación de
residuos y emisiones de CO2. De esta forma generar un costo psicológico (en el formato de un eventual
“cargo de conciencia”) por la generación de DA así reduciendo la proporción de DA generado por alimento.
Al mismo tiempo, esta campaña puede entregar técnicas que permitan una mejor planificación de la compra
de alimentos reduciendo aún más los costos de utilización de los alimentos.
La intervención gubernamental en forma de una campaña educativa también puede considerarse como una
medida de política pública que busca prevenir el desperdicio de alimentos desde la fuente misma, abordando
la toma de decisiones de los consumidores. Como se describió anteriormente en la literatura, varios estudios
encuentran que la prevención es el mecanismo más efectivo para reducir los DA. Sin embargo, la
efectividad de la campaña dependerá de la adecuada comunicación de los mensajes y la receptividad de la
población a modificar sus hábitos de consumo.
Estas intervenciones son consistentes con lo encontrado en la literatura. Tanto Lee et al. (2007) y Oldfield
et al. (2016) encuentran que el mecanismo de manejo de DA preferido es la prevención, por lo que hace
sentido proponer políticas en torno a esto.
Es necesario mencionar que las políticas presentadas deben ser evaluadas según su capacidad de reducir
CO2 emitido por peso invertido, es decir, el costo-eficiencia de estas en comparación con políticas públicas
en otros rubros que podrían generar CO2 en mayor magnitud y, por lo tanto, presentar tener un mayor
retorno social en el contexto de reducción de CO2. No es obvio asumir que industrias con mayores
emisiones tengan políticas con mayor retorno, dado los altos costos que estas tienen para su implementación
(e.i. regulación sobre máximos de emisiones en sectores productivos podrían incurrir en grandes costos de
fiscalización o incluso en pérdidas de empleo por el aumento de costos de las firmas), por lo que es un
ejercicio complejo y se debe realizar con variadas consideraciones. De igual manera, es posible que la
evaluación a priori de las políticas propuestas entregue un retorno social bajo, o incluso negativo, por lo
que su implementación no sería beneficiosa, teniendo en cuenta el alto costo de oportunidad de políticas en
otros rubros.
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Anexos
Anexo 1: Criterios de evaluación, indicadores, tipos de costes, agentes implicados y "elementos"
incluidos

Anexo 2: Esquema de Life cycle of Food, obtenido de Bellemare et al. (2017)


Anexo 3: Modelo de mercado de alimento con externalidad en el retailer, obtenido de Rohr
(2020). MODIFICADO.

Household Demand without waste

Household Demand with waste

Q3

Anexo 4: Número de hogares de las comunas pertenecientes al grupo socioeconómico C3 y C2


en la zona urbana de la RM. Elaboración propia a partir de los datos de AIM (2019).

Comunas Gran Santiago C3 C2 N° Hogares C3 y C2


SANTIAGO 41892 36889 78781
VITACURA 711 4937 5648
SAN RAMÓN 6527 1393 7920
SAN MIGUEL 10310 7115 17425
SAN JOAQUÍN 10054 3675 13729
RENCA 14485 3524 18009
RECOLETA 13467 4328 17795
QUINTA NORMAL 12697 6495 19192
QUILICURA 20382 7591 27973
PUDAHUEL 22200 6891 29091
PROVIDENCIA 4547 11720 16267
PEÑALOLÉN 18668 5907 24575
PEDRO AGUIRRE
CERDA 8892 3557 12449
ÑUÑOA 10737 14664 25401
MAIPÚ 55353 28290 83643
MACUL 12044 7051 19095
LO PRADO 10391 3260 13651
LO ESPEJO 6857 2681 9538
LO BARNECHEA 8357 2884 11241
LAS CONDES 10467 13877 24344
LA REINA 6049 3784 9833
LA PINTANA 11613 2498 14111
LA GRANJA 11061 3386 14447
LA FLORIDA 32874 18621 51495
LA CISTERNA 8505 6924 15429
INDEPENDENCIA 11140 4581 15721
HUECHURABA 8416 3374 11790
ESTACIÓN CENTRAL 14750 4561 19311
EL BOSQUE 12680 3757 16437
CONCHALÍ 11592 4524 16116
CERRO NAVIA 10446 2944 13390
CERRILLOS 6678 2624 9302

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