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SINCRONIZACIÓN

Oficialmente estoy tirando a la basura la poca vida que me queda, después de haber recibido esta
noticia tan devastadora solo a mí se me ocurriría ir a un parque de diversiones donde claramente
en ninguno de estos juegos mecánicos uno no se puede divertir.

Siempre había querido ir a uno y que mejor oportunidad que unos meses antes de morir. Por la
mañana había ido al hospital por unas vitaminas o algo que me haga sentir mejor por los recientes
mareos que había presentado, la doctora por prevención me dijo que lo mejor era hacerme un
chequeo completo por si acaso, y efectivamente era un gran caso, resulta que al sacar una
radiografía de mi cerebro encontraron algo inusual, un tumor, y este no era inofensivo, al
contrario estaba arrasando con todo mi ser. Mi tiempo de vida es de 10 meses.

Apenas recibí la noticia no pude evitar romper en llanto, mis padres no están cerca, no tenía un
hombro en donde llorar, solo estaba yo y tenía dos hombros así que ahí me tienen llorando sola
pero bien acompañada.

Mientras esperaba que la doctora llegara con mi nuevo “estilo de vida”: alimentación y cuidados
más adecuados para mi condición, yo estaba buscando “¿Qué hacer antes de morir?” y me
aparecieron muchos videos de personas redactando una lista con infinidad de cosas que nunca se
atreverían a hacer, pero que por las condiciones no tan favorables, uno tenía que hacerlas con aún
más ganas. No entendía muy bien la dinámica, pero ser uno más del montón a veces no era tan
malo.

Por eso ahora estoy en el parque de diversiones al que nunca pude ir y a punto de subir a un juego
mecánico de unos 50 metros de altura, teniendo en cuenta el terror que le tengo a las alturas, es
un sacrificio minúsculo.

Iba a matar dos pájaros de un tiro, superaría mi miedo a las alturas y estaría disfrutando de este
bello parque de diversiones.

Me senté en el asiento que me designaron y al lado había un chico que no le tomé demasiada
atención, ya que estaba recapacitando sobre si era correcto hacer esto o no. De pronto el juego se
encendió y ascendía lentamente, veía a mis pies flotar y entré en pánico, gritaba y gritaba, pero ya
era tarde, el chico de al lado me extendió su mano, lo miré extrañada el solo miró su mano y luego
la mía, así que hice lo que cualquier mortal haría, insultarlo.

-¿Qué quieres idiota? ¿Una propina?

- Solo toma mi mano-me dijo

¿Qué le pasaba a ese desquiciado? Ni siquiera lo conocía. Así que le saqué el dedo medio y seguí
gritando que bajaran. Pero pronto me di cuenta de que no era la única que lo hacía, sino también
este chico que hace un momento intentaba tocar mi mano. Que copión.

El juego terminó de subir, se había detenido en seco justo en la parte final del poste que lo
sostenía. Ya estaba arrepintiéndome de todos mis pecados cuando el chico de al lado vuelve a
extenderme su mano, pero esta vez la acepté, justo en ese instante el juego desciende velozmente
y termina mal, calló directamente al suelo y las doce personas que íbamos sentadas terminamos
heridas de una u otra forma.

Abrí los ojos y me encontraba en encontraba en una camilla del hospital-de nuevo- miro a un lado
y ahí se encontraba Ian -mi querido primo-

-Hola-logré decir, aunque con la garganta bastante seca-

-Niña, si te querías morir mínimo me hubieras avisado una semana antes- sonreí ante su
comentario sarcástico-

-Me duele todo el cuerpo, como si un camión me hubiera pasado por encima.

-Suerte la tuya que no estás en mejor vida, 5 personas ya fueron declaradas fallecidas- me quedé
estupefacta, sin palabra alguna que saliera de mi boca-

-Lo siento niña, lo he dicho sin pensar, me dijeron que no te tenía que dar noticias muy fuertes y
ya la malogré, perdón no soy buen niñero-

Claro que no lo era, cuando era pequeña, este diablito llamado Ian, se encargaba de cuidarme y lo
hacía pero terriblemente mal, excepto por la parte en la que me daba un paquete de galletas solo
para mí, pero en si yo sola me cuidaba y a él le daban una buena propina.

-Tranquilo, no te preocupes Ian- logré decir aguantándome las ganas de llorar- Lo importante es
que estoy sana y salva- Dije, aunque no me había percatado del pequeño pedazo de carne que
faltaba, me faltaba la mitad de mi oreja.

Pronto me di cuenta de que era la prótesis la que me faltaba. Había nacido con esa pequeña
imperfección, que ahora la veo como pequeña, pero que en mi adolescencia fue mi mayor
inseguridad.

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