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Friedrich von Wieser y Friedrich A.

Hayek: La tradición del


equilibrio general en la economía austriaca
mises.org.es/2016/12/friedrich-von-wieser-y-friedrich-a-hayek-la-tradicion-del-equilibrio-general-en-la-
economia-austriaca
2 de diciembre de
2016

[Este artículo se preparó en 2002 para un número de homenaje a Israel M. Kirzner en el


Journal des Economistes et des Etudes Humaines ]

1. Introducción
Bruce Caldwell ha escrito una crítica inteligente y provocativa de “aspectos concretos” de
lo que considera mi “reciente discurso revisionista de la historia de la Escuela Austriaca”
(Caldwell 2002, p. 1). Me abstendré de la minucia de la caracterización de Caldwell de mi
explicación del desarrollo de la escuela austriaca como “revisionista”. Señalaré, sin
embargo, que en ninguna parte existe un interpretación explícita y completamente
integrada de la evolución doctrinal de la tradición mengeriana a través de las cuatro
primeras generaciones de economistas austriacos como la que he intentado describir en
mi artículo y que es el objetivo de la crítica de Caldwell, “El lugar de La acción humana en
el desarrollo del pensamiento económico moderno” (Salerno 1999). La explicación en la
que confía implícitamente Caldwell y defiende en su discrepancia frente a mi
interpretación deriva de las obras de Israel Kirzner. Aunque Kirzner sí ofrece una historia
razonablemente completa de cómo evoluciona la Escuela Austriaca desde Menger hasta
Hayek, no le da una presentación integrada y detallada en ningún lugar. Los elementos
de la historia están dispersos y se repiten en diverso grado de énfasis a través de sus
numerosos escritos sobre teoría económica, así como en sus ocasionales incursiones en
la historia doctrinal.[1]

Este método de presentación, así como la característica reticencia de Kirzner a reclamar


originalidad sobre sus propias opiniones da la impresión de que su singular perspectiva
sobre el desarrollo la economía austriaca de alguna manera refleja un consenso que
prevalece sobre su evolución intelectual, un consenso que se ha establecido firmemente
en el toma y daca de pasadas polémicas doctrinales. La inmersión en el paradigma
kirzneriano equipa así inadvertidamente con una visión muy concreta de las líneas de
filiación doctrinal que relaciona a Menger con las tres generaciones sucesivas de la
Escuela Austriaca. Aunque este indudablemente sea un tributo a la enorme influencia
que ha tenido Kirzner en dar forma a las ideas de muchos economistas austriacos
contemporáneos, ha servido para colocar su opinión fuera del alcance de un examen
crítico. Así que mi explicación no es tanto un desafío revisionista a una ortodoxia
establecida hace mucho tiempo, sino un intento inicial de unirse al debate sobre este
asunto esencial. Como tal, me doy cuenta de que inevitablemente contiene ausencias y
defectos y más de una falta de claridad de expresión. Por eso agradezco la crítica de
Caldwell y la posibilidad de responder a esta.

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Caldwell plantea cuatro objeciones esenciales contra mi interpretación que enumera de
al principio de mi respuesta:

1. Mi afirmación concreta de que Hayek siempre se consideró a sí mismo como


seguidor de la tradición de Wieser se basa en “una mala lectura casi ilusoria del
texto” (Caldwell 2002, p. 17).
2. Hay pocas evidencias que apoyen mi afirmación de que Wieser era “en realidad un
defensor de la teoría del equilibrio general” (Caldwell 2002, p. 4).
3. Menger, Böhm-Bawerk y Mises no presentan un “frente continuo” sobre ningún
asunto fundamental que los diferencie sustancialmente como un grupo o “bando”
del bando de Wieser-Schumpeter-Hayek. Mi afirmación contraria “ofrece una
lectura excesivamente selectiva de la historia” (Caldwell 2002, p. 13).
4. La “fascinación temprana por la teoría del equilibrio general” de Hayek, evidente en
sus escritos sobre el ciclo económico, no era atribuible en lo más mínimo a la
influencia de Wieser o Schumpeter, sino que era parte integrante de su intento de
convencer a los teóricos contemporáneos alemanes del ciclo de la corrección de
una teoría monetaria del ciclo económico que no se creaba a partir de los
fundamentos de la teoría de la pura cantidad, que estos rechazaban (Caldwell
2002, p. 23).

En los límites de este trabajo, solo podré ocuparme completamente de la primera,


segunda y cuarta objeciones de Caldwell, aunque indicaré brevemente en la conclusión
las líneas sobre las que, en mi pasada investigación, he trazado el desarrollo de una
perspectiva unificada sobre el proceso del mercado desde Menger hasta Mises y que
constituye una respuesta a la tercera objeción de Caldwell. El trabajo se organiza de la
manera siguiente. En la sección 2, aduzco las que creo que son evidencias convincentes
de que Hayek se consideraba claramente seguidor de una tradición wieseriana que
también creía ser independiente y distinta de la tradición de Böhm-Bawerk que dio
forma al desarrollo intelectual de Mises. También argumento que la diferencia de
opinión entre Caldwell y yo mismo sobre este tema no puede en último término
resolverse en referencia a evidencias doctrinales. En realidad, esas evidencias son en el
mejor de los casos de importancia secundaria, porque lo esencial del interpretación de
Kirzner adoptada por Caldwell es la declaración explícita de que los distintos bosquejos
de Mises y Hayek deben verse como complementarios para que la economía austriaca
tenga sentido, entendieran y aceptaran alguna vez o no ambos hombres ese punto de vista.
La sección 3 trata de demostrar que el concepto de Wieser de “valor natural” y su
posterior desarrollo de la construcción teórica de una “economía simple” comunista, que
usaba tanto como taller normativo al evaluar la eficiencia de la economía de mercado
como como herramienta de análisis económico positivo, es en realidad una construcción
de equilibrio general. En la sección 4 presento evidencias de que una característica clave
de la economía simple de Wieser (la atribución de cuotas de valor a los factores de
producción en ausencia de intercambio y precios monetarios) fue vista por Hayek como
un paso absolutamente necesario en la formulación de la solución al problema de los
precios de los factores. Así que mantengo que la iniciación de Hayek a los métodos de
pensamiento del teórico del equilibrio general empezó con su intento como economista
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joven de resolver el rompecabezas de la imputación planteado por la economía simple
sin intercambios de Wieser, que precedió en unos pocos años a su preocupación por los
problemas del dinero y el ciclo económico.

2. La relación de Hayek con la tradición wieseriana


Como se ha señalado, Caldwell objeta a mi caracterización de Hayek como seguido de la
tradición wieseriana, atribuyendo mi afirmación a “una mala lectura del texto hecha casi
a propósito”. Luego procede a citar una sola frase de una de las tres citas de la obra de
Hayek que proporciono en apoyo de mi tesis (Caldwell 2002, p. 17). De esta cita solo
infiere que “Hayek está señalando sencillamente que mientras que Mises fue alumno de
Böhm-Bawerk, el mismo fue alumno de Wieser”. Y Caldwell tiene toda la razón en que
eso es prácticamente todo lo que puede deducirse de esta frase tomada aisladamente. Si
Caldwell se hubiera molestado en continuar con mi cita hasta la mitad de la página
siguiente habría descubierto sin embargo esta declaración de Hayek (1983, p. 18):

Aunque yo sí debo [a Mises] un estímulo decisivo en un momento crucial en mi desarrollo


intelectual y una continua inspiración a lo largo de una década, tal vez haya aprovechado más
sus enseñanzas porque no era inicialmente su alumno la universidad, un joven inocente que
tomara sus palabras como el evangelio, sino que llegué a él como un economista formado,
educado en una rama paralela de la economía austriaca desde la que me ganó gradual, pero
nunca completamente. Aunque aprendí que normalmente tenía razón en sus conclusiones, no
siempre estuve satisfecho con sus argumentos y hasta el final mantuve cierta actitud crítica que
a veces me obligó a crear construcciones distintas, que sin embargo, para mi contento,
normalmente llevaban a las mismas conclusiones. (Las cursiva es son mías).

Lo que podemos deducir sencillamente de este pasaje es que el propio Hayek percibía
una dicotomía entre las tradiciones de Wieser y de Böhm-Bawerk, se formó en la
tradición del primero, no abandonó nunca dicha tradición y, consecuentemente, estuvo
en desacuerdo con algunos de los argumentos analíticos de Mises en tal grado que se
animó a crear construcciones teóricas alternativas que presumiblemente derivaban o
estaban inspiradas por la tradición en la que él mismo recibió su formación como
economista.

Si Caldwell siguiera mis posteriores citas hasta una segunda fuente, habría descubierto
Hayek (1992, p. 157), ya en 1977, señalando algo extrañamente que la tradición de
Böhm-Bawerk había eclipsado la tradición weiseriana, pero manteniendo la esperanza
de que esta última tradición se reavivara y diera los frutos de su promesa inicial:

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En el mundo de hoy, Mises y sus alumnos se consideran como los representantes de la Escuela
Austriaca, justificadamente, aunque este represente solo una de las ramas en las que se habían
dividido ya las teorías de Menger por parte de sus alumnos, los amigos íntimos Eugen von
Böhm-Bawerk y Friedrich von Wieser. Solo admito esto con alguna vacilación, porque había
esperado mucho de la tradición de Wieser, que trató desarrollar Hans Mayer, su sucesor. Estas
expectativas aún no se han cumplido, aunque esta tradición todavía puede demostrar ser más
fructífera pero que ha sido hasta ahora. La Escuela Austriaca activa en la actualidad, casi
exclusivamente en Estados Unidos, se compone realmente por seguidores de Mises, basada en
la tradición de Böhm-Bawerk, mientras que el hombre en el que Wieser había depositado tan
grandes esperanzas y le sucedió en su cátedra nunca ha cumplido realmente lo que prometía.

Lo que hace a esta expresión de lástima y esperanza una indicación más significativa de
la afiliación doctrinal de Hayek es el hecho del que este pasaje se publicó originalmente
en el prólogo de Hayek a la edición en alemán de Notes and Recollections de Ludwig von
Mises (1978, pp. xi-xvi). Recordemos que fue en estas memorias donde Mises había
rechazado sumariamente a Wieser por haber entendido mal “lo esencial de la idea del
subjetivismo en la Escuela Austriaca el pensamiento” y por ser alguien cuyas “ideas sobre
el cálculo del valor justifican la conclusión” de que “era un miembro de la escuela de
Lausana” (Mises 1978, p. 36). Los comentarios de Hayek pueden verse como una defensa
de la reputación y el legado de su maestro frente a los desaires de un miembro de una
tradición rival.

Hay que hacer un comentario más sobre este pasaje, con respecto a la referencia de
Hayek a Hans Mayer. Aunque indicara su decepción por la esterilidad intelectual
definitiva de Mayer, Hayek revelaba en una nota a pie de página de “Economics and
Knowledge” que una fuente de su inspiración para el artículo seminal fueron las obras de
Mayer y su círculo. Consecuentemente Hayek (1937, p. 47 fn. 3) escribía: “Es verdad que
profesor Mayer ha puesto ante nosotros la perspectiva de otra aproximación causal-
genética, pero difícilmente puede negarse que sigue siendo en buena parte una
promesa. Sin embargo, debería mencionar aquí que algunas de las sugerencias más
estimulantes sobre los problemas relacionados directamente con los aquí tratados
provienen de su círculo”.[2] Hayek continúa en la nota a pie de página citando obras de
Mayer y su alumno P.N. Rosenstein-Rodan. Dado que Hayek (1994, p. 72) nos dijo
posteriormente que este artículo era un intento de demostrar al propio Mises que la
aproximación apriorística de este a la teoría económica estaba equivocada, es una
evidencia adicional de que Hayek estaba adaptado intelectualmente a una tradición
alternativa.

Mi tercera cita, también ignorada por Caldwell, era el obituario de 17 páginas de Wieser
escrito por Hayek en 1926. Escrito al menos media década después de que Hayek
empezará a trabajar cerca de Mises y cuatro años después de la publicación de
Socialismo (Mises 1981), el libro que Hayek afirmaba que le había afectado tan
profundamente, el artículo revela a Hayek todavía como un discípulo apasionadamente
devoto de Wieser, cuyo sistema de pensamiento había asumido completamente, aunque

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no estuviera de acuerdo con todos los detalles. De hecho, la introducción al artículo va
más allá del elogio respetuoso hasta convertirse en un ditirambo desbocado, ya que
Hayek (1992, pp. 108-109) escribía:

Pero ni la profundidad sin rival de sus ideas sobre desarrollo social, como se revelaron
finalmente una audiencia más amplia a través de su última gran obra, ni sus contribuciones
como estadista y patriota pueden explicar adecuadamente la gran inspiración que fue este
hombre para quienes le conocieron personalmente. Fue su grandeza y universalidad humana
singular, que transpiran todas sus obras, la que provocó el respeto y admiración sin límites de
todos los que entraron en contacto con su magnética personalidad. Sin embargo, para quienes
nunca conocieron personalmente a Wieser, su grandeza solo puede entenderse revisando la obra
de toda su vida, no únicamente sus logros profesionales. Me quedaría corto en la difícil tarea
que he asumido, que es retratar a mi reverenciado maestro y sería enormemente negligente si me
limitara a relatar su carrera intelectual y sus contribuciones como economista.

Es posible continuar multiplicando ejemplos de la adhesión consciente de Hayek a la


tradición wieseriana, pero me temo que esto no resolvería la discusión entre Caldwell y
yo, porque el fondo no es principalmente doctrinal para quienes adoptan una
perspectiva kirzneriana sobre la economía austriaca. El que las visiones respectivas del
proceso de mercado de Mises y Hayek solo tienen sentido y están completas cuando se
ponen en comunión entre sí es un punto de vista que está profundamente implicado en
el paradigma kirzneriano. Así que cualquier evidencia doctrinal que vaya en contra de
esta postura (incluyendo el testimonio directo de los propios Mises y Hayek) es trivial y
está fuera de lugar. La evolución de la economía austriaca puede y debe explicarse de
una manera que haga comprensible la aparición de la indicada síntesis de Mises-Hayek.
Si se permitiera que los paradigmas de ambos se separaran, se produciría una peligrosa
confusión intelectual en la escuela y en la profesión en general que amenazaría el propio
futuro de la economía austriaca.

Esto parece ser la actitud que expresa el propio Kirzner (2000, p. 162) cuando escribe:

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Cualesquiera que sean las diferencias entre una articulación hayekian y una articulación
misesiana del proceso de mercado, la circunstancia crucialmente importante es lo esencial de la
noción del proceso correctivo para ambos. Es esto lo que debería convencernos de que cualquier
mención a un “paradigma” hayekiano que difiriera fundamentalmente del paradigma misesiano
debería rechazarse no solo por reflejar un juicio doctrinal erróneo, sino por reflejar un juicio
erróneo con implicaciones potencialmente catastróficas para el futuro de la economía
austriaca.

Los austriacos somos una minoría acosada en la profesión económica actual. Uno de los asuntos
doctrinales nucleares que diferencian a la economía austriaca de la corriente principal es que los
austriacos entendemos el carácter empresarial del proceso del mercado. Aprendimos esto de
mises. De Hayek aprendimos ideas adicionales y complementarias. Si queremos conservar y
construir a partir del legado misesiano, no debemos generar confusión (ni entre los austriacos
ni entre sus opositores) exagerando diferencias percibidas entre Mises y Hayek hasta el punto
de que las ideas esencialmente compartidas de ambos se vean peligrosamente oscurecidas. (Las
cursiva son mías).

Con el debido respeto a los profesores Kirzner y Caldwell, su postura de que la obra de
Ludwig von Mises por sí misma no puede proporcionar una base para el futuro
desarrollo de la economía austriaca nunca sido desarrollada ni defendida. Si esto es
realmente lo que creen, entonces este tema debería tratarse directamente e
identificarse explícitamente los defectos concretos que dañan la visión misesiana no
adulterada del proceso de mercado. Sin embargo, lo más importante es que el desarrollo
doctrinal de la economía austriaca debería investigarse libremente y en sus propios
términos y sin la limitación de establecer una reconciliación previa de las opiniones de
Mises y Hayek. Cualquier desvío este método de investigación abierta y sin límites resulta
peligrosamente oscurantista y menoscaba la integridad científica de la economía
austriaca.

3. Wieser como teórico del equilibrio general


Habiendo establecido que Wieser fue una de las influencias más importantes de Hayek
como economista, me ocupo ahora de la afirmación de Caldwell de que hay escasez de
evidencias textuales que apoyen mi tesis de que Wieser era un teórico verbal del
equilibrio general. Centrándose en la obra magna de Wieser, Economía social (Wieser
1967), el alegato puede realizarse de una manera bastante breve y directa.

Wieser explica cuidadosamente su visión completa del equilibrio general de la economía


en la primera parte de su tratado en cuatro partes bajo el título de “la teoría de la
economía sencilla”. Bajo las verdaderamente muy “idealizada suposiciones” de este
economía, Wieser buscaba definir con precisión en forma verbal las condiciones bajo las
cuales los recursos se asignarían siempre para lograr “la consecución de la mayor
utilidad posible total” (Wieser 1967, pp. 9, 51). Por tanto, la economía sencilla iba a servir
como vara normativa de medir para evaluar de la eficiencia de la economía de mercado
del mundo real.[3] Así, Wieser (1967, p. 10) creía que todos los problemas y dificultades
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que aparecieran en la teoría de la economía sencilla “pueden tener una solución
definitiva” y “en un futuro cercano (…) van a resolverse científicamente”. Aún más
optimistamente, Wieser (1967, p. 10) esperaba con la teoría “abrir una vía para una
doctrina destinada a ser propiedad común de todas las escuelas económicas futuras”.

La economía sencilla trata “un sujeto económico ideal”, que es la humanidad “tratada
como una unidad” y “comparada con la naturaleza”, de forma que las cuestiones de los
intereses en conflicto y la justicia económica son tan irrelevantes para la economía
sencilla como para la economía de Robinson Crusoe. Sin embargo, la economía sencilla
idealizada está lejos de la “economía de la escasez de una persona aislada” y “tiene la
amplitud de una economía nacional con toda su riqueza, conocimiento técnico y
problemas de cálculo económico” (Wieser 1967, pp. 10, 19). Finalmente, la economía
sencilla “está guiada por una sola mente. Responde a su propósito de una manera
irreprochable, porque la guía una mente sistemática y penetrante. Este director prevé
fines, los compara sin error ni pasión y mantiene una disciplina que asegura que todas
las instrucciones se ejecutan con la máxima precisión y habilidad y sin pérdida de
energía. Suponemos además que todas las fuerzas individuales requeridas se
encuentran a disposición de esta dirección social sencillamente como si estuvieran en la
lista de sus intereses individuales (Wieser 1967, pp. 19-20).

Así que en la práctica la economía sencilla de Wieser es una economía comunista en la


que se asignan recursos escasos por parte de un planificador central omnipresente y
benevolente que posee una noción directa y apropiada de las intensidades de
satisfacción de deseos experimentadas por los miembros individuales de la sociedad,
todo los cuales poseen exactamente los mismos gustos y escalas de utilidad y reciben la
misma renta. Además, sus instrucciones se cumplen sin preguntas ni dilaciones por una
fuerza laboral completamente cumplidora. No hace falta decir que el intercambio y el
dinero están completamente ausentes en esta economía. Aunque así la economía
sencilla esté “completamente separada del intercambio” y “por tanto no tiene el medio
de conexión, el dinero”, está “unificada en el trabajo del productor” (Wieser, 1967, p. 49).
En otras palabras, el trabajo, especialmente el no cualificado, es asignado
económicamente por el planificador central infalible a lo largo de todo el proceso de
producción y por tanto constituye el “tallo” que unifica todas las “ramas de la producción”
de la economía (Wieser 1967, p. 50).

Es en este punto donde Wieser introducía suposiciones que reconocía explícitamente


que distinguían a su propio sistema de equilibrio general (a partir de aquí, EG para
abreviar) de las versiones matemáticas de Walras y Pareto, que tratan “de elevar la teoría
económica a una estática de la economía” (Wieser 1967, p. 51). Por desgracia, Caldwell
(2002, pp. 11-12) confunde la crítica de Wieser de la economía matemática con una
crítica de la teoría del EG en general, en lugar de un intento de diferenciar y defender a
su propia rama idiosincrática de la teoría. Uno de los problemas más serios de la estática
de la economía, según Wieser, es que sus supuestos “permiten la deducción de una
condición de equilibrio perfecto [que] contradicen los hechos de la experiencia” (Wieser
1967, p. 51). Para Wieser (1967, pp. 51-53, 100-102, 110), la teoría de la economía sencilla
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debe incorporar entre sus supuestos tres características del mundo real y que se ignoran
en la estática de la economía: (1) discontinuidades existentes en la “escala de
necesidades” social agregada para distintos bienes de consumo que generen diversos
niveles de saciado de distintas necesidades; (2) diferencias en los grados de escasez de
diversos recursos naturales que son propios de los procesos particulares de producción
y (3) indivisibilidad de ciertos productos. Estas suposiciones generan un estado de
equilibrio en la economía sencilla en el que la utilidad marginal (cardinal) para ciertos
bienes por unidad de trabajo no cualificado excede la “utilidad marginal [general] del
producto marginal” del trabajo.[4] Así, por ejemplo, productos indivisibles, como los
puentes, productos como las joyas de oro que incorporan una entrada natural
especialmente escasa y productos cuya utilidad declina rápidamente a partir de cierto
punto, como los alimentos básicos, estarían todos sometidos a un “margen de uso más
estrecho” en la producción y a un «margen de utilidad más estrecho” en el consumo que
los bienes cuya producción establece la utilidad marginal del producto marginal.

Dicho de otra manera, la asignación de lo que Wieser llama “medios de coste productivo”
o “medios de coste”, es decir, trabajo y otros recursos relativamente no específicos, de
una manera que iguale la utilidad marginal por unidad de los medios de coste a lo largo
de todas las ramas de producción en la economía sencilla está limitada, en el lado de la
oferta, por las desiguales disponibilidades de los “medios productivos específicos” como
depósitos de minerales o espacios urbanos y, en el lado de la demanda, tanto por las
distintas estructuras de la escala de necesidades asociadas con productos concretos
individuales como por los distintos grados de indivisibilidad de estos productos.

Debido a que las discontinuidades e indivisibilidades no son tratables por razonamiento


matemático, no principalmente debido a ninguna consideración dinámica como afirma
Caldwell, Wieser (1967, p. 51) concluye, en contra de la estática económica: “no se lleva a
cabo nunca ningún ajuste que tienda a estabilizar una condición de equilibrio estricto, un
nivel perfecto”. Tampoco el sistema de Wieser está “centrado en los ajustes marginales
constantes realizados por los agentes” (Caldwell 2002, p. 12). Por el contrario, Wieser
pretende presentar “una formulación más adecuada del principio económico de la
mayor utilidad posible” que la de los teóricos matemáticos del EG. El principio de Wieser
pretendidamente tiene en cuenta la “ocurrencia real” de bienes económicos y “las
intensidades relativas de las necesidades dependientes”, es decir, la diversidad de
escaseces, discontinuidades e indivisibilidades de recursos naturales ausente en el
modelo de Walras-Pareto. Así que Wieser (1967, p. 53) resumía el principio de la
asignación óptima calificando su economía sencilla de EG en los siguientes términos:

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El margen general de utilización ha de establecerse de tal manera que incluya el mayor número
posible de grados de utilidad. Una saciedad completa ha de obtenerse para todas las necesidades
más estrechamente limitadas. Pero, además, los márgenes más estrechos de uso de valores de
escasez, así como de abundancia, son los indicados para permitir la mayor gratificación
extensiva posible. El máximo total de satisfacción es el factor decisivo en todo caso individual.
Cada medida económica de satisfacción ha de disponerse de tal manera que añada el máximo de
utilidad al total garantizado en caso contrario. No hay que consentir ningún uso mientras alguna
disposición alternativa genere un efecto más beneficioso.

Aunque Wieser nunca usara el término “valor natural” en Economía social, es evidente
por la definición que dio en su obra anterior, Valor natural (1971) que el concepto se
refiere al patrón de utilidades marginales y aparecería la economía sencilla de EG, que
desarrolló con tan minucioso detalle a lo largo de 180 páginas en dicha obra anterior.
Así, Wieser (1971, p. 60, 62) define el “valor natural” como “aquel valor que deriva de la
relación social entre cantidades de bienes y utilidad o valor como existiría en el estado
comunista”. No cabe duda de que Wieser concebía el valor natural como un concepto de
EG, al haber escrito: “pensaremos en el estado comunista como un estado perfecto.
Todo estará ordenado de la mejor manera posible. (…) No se producirá nunca ningún
error ni ningún otro tipo de fricción. El valor natural será aquel que se reconozca por
medio de una comunidad completamente racional y unida”. Cuando los bienes han
alcanzado su valor natural, el “valor total de utilidad” (definido como la utilidad marginal
por unidad de un bien multiplicada por su cantidad y sumada sobre todos los bienes de
consumo presentes y futuros) está en su máximo.[5]

La adopción por Wieser de la teoría del EG es también evidente en su intento de solución


del problema de imputación o lo que él llama “el problema de la atribución de
rendimientos” (1967, p. 111). Rechazando la aproximación correcta de Menger hacia una
solución que se basa en el funcionamiento de la ley de causa y efecto en el mundo físico,
Wieser (1967, pp. 117- 118) califica la solución como puramente “un cálculo utilidad”.[6]
Ese cálculo puede tener lugar igual de fácilmente en la economía sencilla comunista sin
precios que en la economía de mercado, porque “no cabe duda” de que “pueden
encontrarse ecuaciones” que relacionen la variedad de medios de coste no específicos
combinados en diferentes proporciones en diferentes procesos de producción para
cantidades de utilidad representadas por los productos de estos procesos.[7] Esas
ecuaciones serían suficientes en número como para permitir que se resuelva el sistema
simultáneo de porciones y se atribuya un rendimiento concreto de utilidad a todos y
cada uno de los medios de coste individuales, con medios productivos específicos a los
que atribuir el residuo de cualquier proceso. Por supuesto, esta debe ser una solución
de EG, porque “todo el rendimiento obtenido como se espera bajo el plan [maximizador
de utilidades] de operaciones debe atribuirse sin un recordatorio en la medición de la
contribución productiva” (Wieser 1967, p. 119). Además, no se necesita el proceso
empresarial del mercado para llegar a una solución como esa, porque “igual que somos
capaces de hacer estos cálculos teóricos, el productor [de la economía sencilla] tiene una
base sobre la que puede encontrar la solución a este problema particular a través de
prueba y error” (Wieser 1967, p. 120).
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Como indica muy claramente esta explicación de la teoría de importación de Wieser, este
estaba por tanto o tan preocupado como Walras por demostrar que el número de
ecuaciones en su sistema igual a Böhm número de incógnitas. Es verdad que, como dice
Caldwell (2002, p. 12) Wieser no fue más allá de esto o hasta “preguntarse acerca de la
existencia o determinación o exclusividad del equilibrio”, pero indudablemente tampoco
lo hicieron Walras ni Pareto.[8] Caldwell (2002, p. 12) concluye su alegato diciendo:

Desde mi punto de vista, Wieser puede describirse mejor como un marginalista sistemático,
alguien que entendía la interdependencia económica general, pero pensaba que centrarse en el
equilibrio del mercado múltiple no era la mejor manera de explorar la naturaleza del sistema.
No lo describiría como un teórico del equilibrio general de ningún tipo.

Aunque yo no presumiría de describir las conclusiones de Cakldwell como “una mala


lectura casi ilusoria del texto”, la revista de las evidencias aducidas anteriormente, me
veo obligado a calificar la en el mejor de los casos reflejando una lectura sin
comprender.

Pero es verdad que, para Wieser, la asignación óptima de recursos que genera el
máximo utilidad y se refleja en los valores naturales de los productos en la economía
sencilla está inevitablemente distorsionada en la economía social por la distribución
desigual de riqueza y renta que resultan del intercambio. Esta desigualdad da lugar a
poder económico, lo que, a su vez, impregna y deforma la mayoría de las relaciones de
intercambio. Así que el valor natural “sencillamente depende de la utilidad”, mientras
que “el valor de intercambio mide una combinación de utilidad y poder adquisitivo”
(Wieser 1971, p. 57). Como consecuencia del impacto de riqueza y rentas desiguales
sobre el poder adquisitivo, la producción dirigida por el valor de intercambio “se ordena
no solo de acuerdo con el simple deseo, sino también de acuerdo con la riqueza. En lugar
de las cosas que habrían tenido la máxima utilidad se producirán aquellas cosas por las
que se pague más. (…) Es por tanto la distribución de la riqueza la que decide cómo ha de
funcionar la producción y la que induce al consumo del tipo menos económico: un
consumo que desperdicia en placeres innecesarios y culpables lo que podría haber
servido para curar las heridas de la pobreza” (Wieser 1971, p. 58).

Además de su efecto directo de distorsionar la producción y el consumo, las


desigualdades de riqueza y renta que derivan del proceso de intercambio también
generan un poder sobre los lados de la demanda y la oferta del mercado. En el lado de la
demanda, aparecerá una “estratificación de precios”, con el precio de los “productos
básicos” como el pan determinado por la demanda marginal en los estratos de rentas
más bajas, mientras que sus demandas no tendrán absolutamente ninguna influencia en
determinar los precios de los “lujos” como los diamantes o los “bienes intermedios”. Los
precios de estos dos últimos tipos de bienes estarán determinados por los demandantes
marginales entre los estratos de rentas altas y medias, respectivamente. Así que el precio
en una economía de intercambio no está determinado por “la utilidad marginal como
tal”, es decir, el valor natural de la economía sencilla, sino por una “utilidad marginal
estratificada” (Wieser 1967, pp. 186-189). Además, tanto “el mendigo como el millonario”

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pagan el mismo precio por el pan, que se establece de acuerdo con su valoración
marginal o “la medición del hambre” del mendigo (Wieser 1971, p. 58). La enorme
plusvalía de consumo que obtiene el rico en la compra de esos productos básicos le
permite así competir con otros por productos de lujo cuyos precios se colocan cerca del
máximo de sus valoraciones personales. Consecuentemente, “cuanto más poder
adquisitivo del rico se gaste en la compra de productos necesarios, mayores serán los
medios que tendrá que entregar, con lo cual se extenderán y aumentarán los precios
que ofrecen por los productos de lujo y más defectuoso será el impulso dado al
consumo para la producción” (Wieser 1971, pp. 59). Llevado al extremo, “los miembros
de los estratos de rentas más altas y máximas que pretendan excluir de la competencia a
todos los demás rivales” en los lujos poseen el poder económico para crear una
situación en la que un bien de utilidad marginal más baja alcance un precio que sea
superior al de un bien de utilidad marginal superior, como se producirían estas utilidades
marginales en la economía sencilla (Wieser 1967, p. 187).

En el lado de la oferta, lo que Wieser (1967, pp. 220-228) llama “instituciones


monopoloides”, especialmente los cárteles y trusts que aparecen inevitablemente en el
proceso competitivo en sectores de costes decrecientes, intensificaría la estratificación
de precios y la fragmentación de utilidades marginales al ejercer su poder para restringir
artificialmente la oferta y aumentar el precio. Esto significa que los precios de cada vez
más bienes estarían determinados de acuerdo con la “utilidad marginal estratificada” de
más estratos ricos de la población y que el cálculo económico utilizando estos precios
estratificados haría que los patrones interconectados de asignación de recursos,
distribución de rentas y consumo se vieran más deformados en comparación con los
patrones ideales que se hubieran calculado usando los valores naturales generados en
la economía sencilla.

Sin embargo, Wieser no usó la herramienta de la economía sencilla exclusivamente


como banco normativo de pruebas para evaluar la eficiencia de la economía histórica de
mercado. Lo empleó también muy claramente como herramienta analítica para
descubrir los factores subyacentes que determinaban los resultados del mercado real.
Por ejemplo, en Natural Value, Wieser (1971, p. 62-63) escribía:

El hecho de que el valor natural constituya un elemento en la formación del valor de


intercambio pone a nuestra investigación en contacto con la realidad y le da su importancia
empírica. (…) Sería de interés investigar más de cerca en qué grado los fenómenos del valor de
intercambio son de origen natural y por tanto lo grande que es el poder formativo del valor
natural en las condiciones existentes de la sociedad. Creo que lo que viene a continuación
demostrará que es mucho más grande de lo que se supone normalmente. (…) A este respecto, el
examen del valor natural será útil tanto para aquellos que quieran entender la economía de la
actualidad como para quienes quieran evolucionar a una nueva [socialista].

En su posterior Economía social, Wieser (1967, pp. 235-236) decía que la ley del valor
natural era operativa en la economía sencilla como la fuerza primordial y dominante que
da lugar a la constelación real de precios generada por la economía social a pesar de las

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distorsiones introducidas por la existencia de poder económico:

Pero sean cuales sean los nuevos elementos que tengamos que introducir en nuestra
investigación [de la economía social], estos no han traído con ellos ninguna fuerza nueva.
Incluso el nuevo elemento, el dinero, es únicamente un instrumento para llevar a cabo el
movimiento de intercambio de valores naturales. Cuando un resultado social de los precios se
analiza en sus partes componentes, llegamos a las valoraciones personales de las partes
interesadas. Cada una de esas valoraciones obedece a la ley de la economía sencilla. La
diversidad de poder se evidencia solo en la fortaleza con la que este interés personal puede
mostrarse. (…) La ley del precio se deriva de la ley del valor de la economía sencilla.

4. Hayek como teórico (wieseriano) del equilibrio general


Hayek se reveló como un seguidor cercano de su maestro la hora de defender y emplear
la economía sencilla como herramienta analítica indispensable

En un artículo temprano, publicado por primera vez en 1926, Hayek (1984, p. 34)
argumentaba: “la solución del problema de imputación tiene que intentarse sin recurrir
al intercambio (…) tiene que basarse en las suposiciones de una economía basada en
una voluntad uniforme”. Hayek buscaba justificar el procedimiento estático de Wieser de
imputar directamente valores subjetivos a bienes individuales de producción como un
paso lógicamente anterior al funcionamiento del proceso dinámico del mercado.
Defendiendo la teoría de la “imputación directa del valor” frente a la teoría de la
productividad marginal del precio de los factores, Hayek (1984 p. 47) argumentaba:

Para demostrar la importancia de la doctrina de la productividad marginal como una teoría de la


imputación, es decir, como una deducción por el individuo del valor subjetivo de los bienes de
producción, que pueda servir como base para la explicación de la formación de los precios de
estos bienes, esta doctrina debe despojarse del disfraz de la economía de mercado en el que se
presenta habitualmente. (…) Solo entonces la doctrina de la productividad marginal se
convierte inmediatamente en apropiada para la explicación de la distribución de renta sin el
paso intermedio de la formación de precios. Mientras el fenómeno objetivo del valor se
considere como resultado de valoraciones individuales, es necesario lógicamente que seamos
capaces de explicar antes esto último sin referencia al intercambio. (He puesto las cursivas en
este pasaje).

Este pasaje es extremadamente importante por lo que revela acerca del pensamiento de
Hayek, no sólo doctrinalmente, sino también sustancialmente. Demuestra que a pesar
de haberse visto muy influido, según reconoce él mismo, por el libro Socialismo de Mises,
no entendía o estaba en desacuerdo con el argumento central de dicho libro. Pues Mises
argumentaba que en una economía industrial con una estructura compleja de bienes
heterogéneos de capital, los bienes de producción no pueden valorarse subjetivamente
por imputación directa, solo pueden ser “estimados” objetivamente en términos de
precios cardinales generados por el proceso empresarial del mercado.[9]

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Pesar de su familiaridad con argumento del cálculo de Mises, Hayek (1984, p. 42)
afirmaba que el recurso de Wieser a “la forma en la ética de la utilidad” era necesaria
para diseñar un sistema eterna y simultánea de ecuaciones capaz de resolver el
problema de imputación.[10] En un sistema así, según Hayek (1984, p. 40):

La igualdad en el valor de un bien de producción en distintos usos también nos permite


representar en forma de ecuación la relación recíproca entre los valores de productos
producidos por los mismos factores, así como su relación con el valor de los factores de
producción. En el primer lado de estas ecuaciones se repiten los mismos factores de producción
como iguales cantidades de valor de forma que existe dependencia mutua entre ellos. Sustituir
valores concretos, ya sea por productos o por bienes de producción, nos permite calcular los
demás elementos.

Hayek (1984, p. 42) mantenía que solo resolviendo el problema de la imputación de esta
manera podríamos responder definitivamente a la pregunta: “¿qué parte hay que
imputar a los factores individuales de producción en una economía individual estable?”,
lo que a su vez es “una condición previa para la organización racional de la producción
en una economía sin intercambio”. Así que Hayek (1984, pp. 52-53) rechazaba como algo
teóricamente “sin sentido” la solución de la productividad marginal causal-realista
dinámica propuesta por Menger y desarrollada con todo detalle por Böhm-Bawerk como
una “derivación desigual del valor de los bienes de producción a partir de los del
producto” y argumentaba que los valores de los productos y los bienes de producción
están determinados simultánea y mutuamente. Además concedía: “la escuela
matemática, siguiendo a Walras, ha tratado de resolver con éxito problemas similares
[aunque] no ha tenido éxito en hacer justicia al problema de imputación” (Hayek 1984, p.
53).

Admitiendo que lo anterior refleja sus primeras opiniones sobre teoría económica, que
maduran sustancialmente durante la década de 1930, Hayek siguió siendo un defensor
de la teoría del EG a través de la década aunque abandonara algunos elementos de la
variante específicamente wieseriana de dicha teoría. Así, en su revisión de 1936 del
manual de E.H. Phelps Brown sobre la teoría del equilibrio General, The Framework of the
Pricing System, Hayek (1937, p. 94) comentaba con aprobación: “es un agradable imagen
el que el desarrollo de la economía haya llegado por fin a una etapa en la que se espera
que en una exposición como esta de lo más elemental de la teoría económica por parte
de un economista competente no se encuentre nada importante con lo que estar en
desacuerdo”.[11] Dado que Hayek (1937, p. 95) se encontraba sustancialmente de
acuerdo con Brown sobre las bases analíticas, restringía sus comentarios críticos a
problemas de exposición, uno de los cuales era “el extraordinariamente poco uso de
gráficos” realizado por el autor. En particular, a Hayek (1937, p. 95) le preocupaba la falta
de “curvas de indiferencia o curvas de equiproducto” del libro, suponiendo que el
dispositivo expositivo alternativo de Brown sería confundido por los estudiantes con
“una función de utilidad en el sentido antiguo” y basada en “conceptos absolutos de

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utilidad”. Hayek acababa considerando a libro como uno que “rellenará un espacio
importante en un programa de lecturas bien concebido” para principiantes, aunque
lamentaba el hecho de que dejaba al lector “sin ninguna guía sobre lecturas posteriores”.

Así que 1937 es evidente que Hayek había abandonado algunos conceptos esenciales de
la teoría de Wieser, como la utilidad cardinal, y se había abierto más a la aproximación de
la escuela de Lausana de la teoría del EG que estaba empezando a extenderse entre los
economistas anglófonos. Sin embargo, en 1941, Hayek (1952, pp. 95-244) seguía
empleando el concepto de Wieser de una economía comunista estática para construir
las bases de equilibrio intertemporal de su teoría pura del capital, que desarrollaba a lo
largo de 150 páginas en La teoría pura del capital , incluso manteniendo el nombre de
Wieser de la “economía sencilla”. Curiosamente, en ningún sitio fue más evidente la
profunda influencia de Wieser sobre Hayek que en los intentos de este de alejarse de la
teoría del EG en su famoso artículo de 1945 sobre “El uso del conocimiento en la
sociedad”. Al final de ese famoso artículo, en una crítica a Schumpeter, cuya
construcciones teóricas también estuvieron influidas por Wieser, Hayek renunciaba a su
seguimiento de la teoría de imputación de Wieser por el que tanto había luchado por
perfeccionar y defender como joven economista.[12] Pero Hayek rechazaba el teorema
de imputación directa del valor sobre bases wieserianas y no misesianas. Es decir, no
negaba que una sola mente, por ejemplo, el director de la economía sencilla, que
poseyera todos los datos relevantes fuera capaz de atribuir racionalmente cuotas de
valor a los factores de producción sobre la base de que no podría haber ninguna unidad
objetiva de cálculo económico donde no haya mercados y precios. Más bien, rechazaba
el socialismo como una imposibilidad práctica porque un planificador centralizado el
mundo real nunca sería capaz de atender a todos los hechos requeridos para descubrir
la solución óptima a la que llegaría el director omnisciente de la economía sencilla de
Wieser. Hayek (1972, pp. 90-91) escribía:

La implicación es una relación lógica que puede afirmarse con sentido solo de proposiciones
presentes simultáneamente en una y la misma mente. Sin embargo, es evidente que los valores
de los factores de producción no dependen únicamente de la valoración de los bienes de
consumo, sino también de las condiciones de la oferta de diversos factores de producción. Solo
para una mente que conociera simultáneamente todos estos hechos se conocería necesariamente
la respuesta a partir de los hechos que se le dan. Sin embargo, el problema práctico se plantea
precisamente porque estos hechos nunca van a estar dados para una sola mente y porque, en
consecuencia, es necesario en la solución del problema que se use un conocimiento que está
disperso entre muchas personas.

Antes en el mismo artículo, Hayek calificaba el análisis del equilibrio general en términos
wieserianos como la “lógica pura de la decisión”, identificando su objeto como una
economía sencilla controlada por una sola mente. Aquí de nuevo Hayek (1972, p. 85)
aceptaba lisa y llanamente la conclusión de Wieser de que la asignación racional de
recursos podía lograrse mediante una operación puramente interna e intelectual, sin
recurrir a un proceso externo y social de precios, siempre que la mente directora
poseyera datos suficientes:
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Ni siquiera la mente controladora única en posesión de todos los datos de algún sistema
económico autocontenido y pequeño iría explícitamente (cada vez que tuviera que hacerse algún
pequeño ajuste la asignación de recursos) a través de todas las relaciones entre fines y medios
que podrían verse afectados. En realidad, la gran contribución de la lógica pura de la decisión es
que ha demostrado concluyentemente que ni siquiera esa mente única podría resolver este tipo
de problemas solo construyendo y utilizando constantemente tasas de equivalencia (o “valores”
o “tipos marginales de sustitución”).

5. Conclusión
Dadas las evidencias que se presentan más arriba, creo que es bastante razonable
afirmar varias cosas que han sido discutidas por Caldwell. Primero, Hayek fue realmente
alumno de Wieser y seguidor de la tradición wieseriana (y se consideraba como tal)
incluso después de haber empezado a trabajar conjuntamente con Mises, a quien
reconocía explícitamente como seguidor de una rama distinta de la economía austriaca.
De hecho, las propias palabras de Hayek sugieren claramente que mantuvo su afinidad
con la aproximación de Wieser al análisis económico ya dentro de la década de 1970 y
que anticipó y alabó su futuro reavivamiento.

Segundo, el concepto de Wieser de la economía sencilla era un sistema de equilibrio


general completamente desarrollado, que este empleaba no solo como patrón del
bienestar social sino también como la herramienta analítica central para explicar los
fenómenos del mercado del mundo real.

Tercero, Hayek no adoptó originalmente la teoría del EG como una manera de convencer
a los teóricos alemanes del ciclo de que la teoría monetaria del ciclo económico no se
basaba en los fundamentos de la teoría cruda de la cantidad, lo que no significa negar
que pueda haberla usado para este propósito. Más bien, la aprendió de Wieser en la
universidad y luego como joven economista se dedicó a la tarea de corregir y defender la
solución de su maestro para el problema más difícil, la imputación directa de utilidad
para los bienes de orden superior. Además incluso el posterior intento de Hayek del
liberarse del análisis del EG daba la impresión de su formación wieseriana, centrándose
en la demostración de que la asignación óptima de factores lograda por la aplicación de
la lógica pura de la decisión a las condiciones de una economía sencilla no podía ser
replicada en la práctica en una economía en la que el conocimiento estuviera disperso
entre muchos agentes económicos independientes.

Finalmente, dejadme tratar la afirmación de Cadwell de que Menger, Böhm-Bawerk y


Mises no presentan un “frente continuo” sobre ningún asunto fundamental que los
diferencie sustancialmente del bando de Wieser-Hayek. Primero, nunca he sugerido que
estos economistas, que representan tres generaciones sucesivas de la Escuela Austriaca,
presentaran un frente continuo sobre ningún asunto. Hacerlo sería deducir que la
tradición se estancó durante las aproximadamente ocho décadas que van entre la
publicación de los Principios de Menger y La acción humana de Mises, cuando en realidad
se caracterizó por un fermento intelectual que generó un tremendo progreso a lo largo
15/20
de este periodo. Segundo, en varias de mis publicaciones previas he tratado de mostrar
cómo este progreso se relaciona con el desarrollo de la visión del mercado como un
“proceso de evaluación social”. En este proceso, empresarios compitiendo en mercados
de factores y productos establecen una estructura de precios monetarios reales para
todo tipo de bienes, que les permite, en conjunción las acciones individuales de los
precios de los productos futuros, calcular e implantar un patrón de asignación de
recursos que, dadas las limitaciones técnicas existentes y esperadas, sirva mejor a la
demanda anticipada del consumidor en un mundo de datos en constante cambio. El
enfoque analítico esencial de Menger, Böhm-Bawerk y Mises fue por tanto siempre la
explicación de los precios reales utilizados en el cálculo monetario y nunca precios
inalcanzables de equilibrio ni valores naturales.[13]

Referencias
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El artículo original se encuentra aquí.

[1] Ver especialmente Israel M. Kirzner 1992, pp. 57-85, 100-136; Kirzner 2000, pp. 151-
179 y Kirzner 2001, pp. 34-68.

[2] Esta referencia se eliminó cuando se reimprimió “Economics and Knowledge” en la


recopilación de ensayos de Hayek Individualismo y orden económico (Hayek 1972, pp. 33-
56).

[3] Como señala Robert Ekelund (1970, p. 183): “El cálculo y maximización de la utilidad
era el meollo de la cuestión y el valor que resultara de la economía sencilla iba a quedar
como modelo frente al cual iban a medirse todas las sociedades de la economía real”.

[4] Wesley Clair Mitchell (1999, p. 252) describe el rechazo de Wieser de la idea del
equilibrio estático de los economistas matemáticos en términos similares.

[5] Según Wieser (1967, pp. 124-26): “La ley fundamental del cálculo de utilidad indica
que una existencia divisible de bienes ha de considerarse económicamente como una
suma de unidades, cada una de las cuales se calcula por la utilidad marginal. Las
unidades de masa son al mismo tiempo unidades de utilidad; cuando se calcula la base
hay un cálculo simultáneo de la utilidad. (…) Cuando los medios productivos de coste y el
coste por producto se establecen como la suma de las unidades de utilidad que
contienen, se obtiene la base aritmética para un plan de producción y gestión. Este plan
puede desarrollarse con detalle porque determina los límites de la actividad productiva
así como del consumo. La dedicación a un tipo particular de uso de incluso la parte más
pequeña de la oferta total está incluida”.

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[6] Sobre el papel esencial de la ley de causa y efecto en la economía de Menger, ver
Salerno 1999b, pp. 71-100, especialmente pp. 89-90 sobre su teoría de la imputación.

[7] Como Wieser suponía coeficientes fijos de entrada en cualquier proceso concreto de
producción, Blaug (1985, p. 431) señalaba: “Sin darse cuenta, Wieser de hecho había
planteado un problema típico de programación lineal definido como la maximización de
una relación lineal sujeta a varias limitaciones lineales”.

[8] Como dicen Ingrao e Israel (1990, pp. 111-112), “el proyecto walrasiano quedó
inacabado en otro sentido crucial: ninguna de las tesis analíticas que trataba la teoría
estaba, en realidad, claramente demostrada en los Eléments. Walras declaró su intención
de demostrar que las ecuaciones de equilibrio general tienen una solución determinada,
pero se limito a indicar la condición de igualdad entre número de ecuaciones y número
de incógnitas. (…) Walras se lo dejó a Pareto, que continuó repitiéndolo a pesar de su
mucha mejor formación matemática. (…) En conclusión, ninguno de los tres problemas
analíticos planteados por la teoría del equilibrio económico general (existencia,
exclusividad y estabilidad) recibió ninguna solución ni ninguna definición clara en los
Eléments.”

[9] Es verdad que Mises no desarrolló completamente su visión de la economía de


mercado como un proceso de evaluación social hasta 1940 en Nationalökonomie, la
predecesora en alemán de La acción humana. Sin embargo, Mises (1981, pp. 100-101)
indudablemente destacaba la indispensabilidad del proceso de precios del mercado para
el cálculo económico en Socialismo, argumentando: “el cálculo monetario (…)nos permite
extender juicios de valor que se aplican directamente solo a bienes de consumo (o al
menos sólo a bienes de producción del orden más bajo) hasta todos los bienes de
órdenes superiores”. Sobre la visión del mercado de Mises como un proceso de
evaluación dinámica, ver Mises 1998, pp. 324-336; Salerno 1990a y Salerno 1990b, pp.
36-49.

[10] Curiosamente, como señalaba agudamente Blaug (1986, p. 280), dado que Wieser
mantenía que los valores naturales podían emplearse para el cálculo económico en las
economías socialistas, “fue por tanto a Wieser a quien Ludwig von Mises (…) trató de
refutar cuando desarrolló el argumento de que el cálculo económico racional era
imposible bajo el socialismo”.

[11] Estoy en deuda con William Butos por atraer mi atención hacia esta reseña. Este
reconocimiento no implica estar de acuerdo con la deducción doctrinal que he sacado de
ella.

[12] El sugestivo que en el texto o que estaba criticando a Hayek, Schumpeter (1962, p.
173, fn. 2) mencionaba explícitamente a Wieser y Pareto entre los “más de una docena
de economistas [que] habían intuido la solución” al problema del cálculo socialista antes
que Barone. No hace falta decir que esta solución se basaba en un análisis de EG.

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[13] Para las contribuciones de Menger y Böhm-Bawerk a la evolución de la perspectiva
del cálculo monetario en la teoría de precios totalmente desarrollada por Mises en La
acción humana, ver: Salerno 1991, pp. 367-71; Salerno 1994, pp. 97-100; Salerno 1997,
pp. 25-31 y Salerno 1999b, pp. 80-100.

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