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Friedrich Von Wieser y Friedrich A Hayek La Tradición Del Equilibrio General en La Economía Austriaca
Friedrich Von Wieser y Friedrich A Hayek La Tradición Del Equilibrio General en La Economía Austriaca
1. Introducción
Bruce Caldwell ha escrito una crítica inteligente y provocativa de “aspectos concretos” de
lo que considera mi “reciente discurso revisionista de la historia de la Escuela Austriaca”
(Caldwell 2002, p. 1). Me abstendré de la minucia de la caracterización de Caldwell de mi
explicación del desarrollo de la escuela austriaca como “revisionista”. Señalaré, sin
embargo, que en ninguna parte existe un interpretación explícita y completamente
integrada de la evolución doctrinal de la tradición mengeriana a través de las cuatro
primeras generaciones de economistas austriacos como la que he intentado describir en
mi artículo y que es el objetivo de la crítica de Caldwell, “El lugar de La acción humana en
el desarrollo del pensamiento económico moderno” (Salerno 1999). La explicación en la
que confía implícitamente Caldwell y defiende en su discrepancia frente a mi
interpretación deriva de las obras de Israel Kirzner. Aunque Kirzner sí ofrece una historia
razonablemente completa de cómo evoluciona la Escuela Austriaca desde Menger hasta
Hayek, no le da una presentación integrada y detallada en ningún lugar. Los elementos
de la historia están dispersos y se repiten en diverso grado de énfasis a través de sus
numerosos escritos sobre teoría económica, así como en sus ocasionales incursiones en
la historia doctrinal.[1]
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Caldwell plantea cuatro objeciones esenciales contra mi interpretación que enumera de
al principio de mi respuesta:
Lo que podemos deducir sencillamente de este pasaje es que el propio Hayek percibía
una dicotomía entre las tradiciones de Wieser y de Böhm-Bawerk, se formó en la
tradición del primero, no abandonó nunca dicha tradición y, consecuentemente, estuvo
en desacuerdo con algunos de los argumentos analíticos de Mises en tal grado que se
animó a crear construcciones teóricas alternativas que presumiblemente derivaban o
estaban inspiradas por la tradición en la que él mismo recibió su formación como
economista.
Si Caldwell siguiera mis posteriores citas hasta una segunda fuente, habría descubierto
Hayek (1992, p. 157), ya en 1977, señalando algo extrañamente que la tradición de
Böhm-Bawerk había eclipsado la tradición weiseriana, pero manteniendo la esperanza
de que esta última tradición se reavivara y diera los frutos de su promesa inicial:
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En el mundo de hoy, Mises y sus alumnos se consideran como los representantes de la Escuela
Austriaca, justificadamente, aunque este represente solo una de las ramas en las que se habían
dividido ya las teorías de Menger por parte de sus alumnos, los amigos íntimos Eugen von
Böhm-Bawerk y Friedrich von Wieser. Solo admito esto con alguna vacilación, porque había
esperado mucho de la tradición de Wieser, que trató desarrollar Hans Mayer, su sucesor. Estas
expectativas aún no se han cumplido, aunque esta tradición todavía puede demostrar ser más
fructífera pero que ha sido hasta ahora. La Escuela Austriaca activa en la actualidad, casi
exclusivamente en Estados Unidos, se compone realmente por seguidores de Mises, basada en
la tradición de Böhm-Bawerk, mientras que el hombre en el que Wieser había depositado tan
grandes esperanzas y le sucedió en su cátedra nunca ha cumplido realmente lo que prometía.
Lo que hace a esta expresión de lástima y esperanza una indicación más significativa de
la afiliación doctrinal de Hayek es el hecho del que este pasaje se publicó originalmente
en el prólogo de Hayek a la edición en alemán de Notes and Recollections de Ludwig von
Mises (1978, pp. xi-xvi). Recordemos que fue en estas memorias donde Mises había
rechazado sumariamente a Wieser por haber entendido mal “lo esencial de la idea del
subjetivismo en la Escuela Austriaca el pensamiento” y por ser alguien cuyas “ideas sobre
el cálculo del valor justifican la conclusión” de que “era un miembro de la escuela de
Lausana” (Mises 1978, p. 36). Los comentarios de Hayek pueden verse como una defensa
de la reputación y el legado de su maestro frente a los desaires de un miembro de una
tradición rival.
Hay que hacer un comentario más sobre este pasaje, con respecto a la referencia de
Hayek a Hans Mayer. Aunque indicara su decepción por la esterilidad intelectual
definitiva de Mayer, Hayek revelaba en una nota a pie de página de “Economics and
Knowledge” que una fuente de su inspiración para el artículo seminal fueron las obras de
Mayer y su círculo. Consecuentemente Hayek (1937, p. 47 fn. 3) escribía: “Es verdad que
profesor Mayer ha puesto ante nosotros la perspectiva de otra aproximación causal-
genética, pero difícilmente puede negarse que sigue siendo en buena parte una
promesa. Sin embargo, debería mencionar aquí que algunas de las sugerencias más
estimulantes sobre los problemas relacionados directamente con los aquí tratados
provienen de su círculo”.[2] Hayek continúa en la nota a pie de página citando obras de
Mayer y su alumno P.N. Rosenstein-Rodan. Dado que Hayek (1994, p. 72) nos dijo
posteriormente que este artículo era un intento de demostrar al propio Mises que la
aproximación apriorística de este a la teoría económica estaba equivocada, es una
evidencia adicional de que Hayek estaba adaptado intelectualmente a una tradición
alternativa.
Mi tercera cita, también ignorada por Caldwell, era el obituario de 17 páginas de Wieser
escrito por Hayek en 1926. Escrito al menos media década después de que Hayek
empezará a trabajar cerca de Mises y cuatro años después de la publicación de
Socialismo (Mises 1981), el libro que Hayek afirmaba que le había afectado tan
profundamente, el artículo revela a Hayek todavía como un discípulo apasionadamente
devoto de Wieser, cuyo sistema de pensamiento había asumido completamente, aunque
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no estuviera de acuerdo con todos los detalles. De hecho, la introducción al artículo va
más allá del elogio respetuoso hasta convertirse en un ditirambo desbocado, ya que
Hayek (1992, pp. 108-109) escribía:
Pero ni la profundidad sin rival de sus ideas sobre desarrollo social, como se revelaron
finalmente una audiencia más amplia a través de su última gran obra, ni sus contribuciones
como estadista y patriota pueden explicar adecuadamente la gran inspiración que fue este
hombre para quienes le conocieron personalmente. Fue su grandeza y universalidad humana
singular, que transpiran todas sus obras, la que provocó el respeto y admiración sin límites de
todos los que entraron en contacto con su magnética personalidad. Sin embargo, para quienes
nunca conocieron personalmente a Wieser, su grandeza solo puede entenderse revisando la obra
de toda su vida, no únicamente sus logros profesionales. Me quedaría corto en la difícil tarea
que he asumido, que es retratar a mi reverenciado maestro y sería enormemente negligente si me
limitara a relatar su carrera intelectual y sus contribuciones como economista.
Esto parece ser la actitud que expresa el propio Kirzner (2000, p. 162) cuando escribe:
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Cualesquiera que sean las diferencias entre una articulación hayekian y una articulación
misesiana del proceso de mercado, la circunstancia crucialmente importante es lo esencial de la
noción del proceso correctivo para ambos. Es esto lo que debería convencernos de que cualquier
mención a un “paradigma” hayekiano que difiriera fundamentalmente del paradigma misesiano
debería rechazarse no solo por reflejar un juicio doctrinal erróneo, sino por reflejar un juicio
erróneo con implicaciones potencialmente catastróficas para el futuro de la economía
austriaca.
Los austriacos somos una minoría acosada en la profesión económica actual. Uno de los asuntos
doctrinales nucleares que diferencian a la economía austriaca de la corriente principal es que los
austriacos entendemos el carácter empresarial del proceso del mercado. Aprendimos esto de
mises. De Hayek aprendimos ideas adicionales y complementarias. Si queremos conservar y
construir a partir del legado misesiano, no debemos generar confusión (ni entre los austriacos
ni entre sus opositores) exagerando diferencias percibidas entre Mises y Hayek hasta el punto
de que las ideas esencialmente compartidas de ambos se vean peligrosamente oscurecidas. (Las
cursiva son mías).
Con el debido respeto a los profesores Kirzner y Caldwell, su postura de que la obra de
Ludwig von Mises por sí misma no puede proporcionar una base para el futuro
desarrollo de la economía austriaca nunca sido desarrollada ni defendida. Si esto es
realmente lo que creen, entonces este tema debería tratarse directamente e
identificarse explícitamente los defectos concretos que dañan la visión misesiana no
adulterada del proceso de mercado. Sin embargo, lo más importante es que el desarrollo
doctrinal de la economía austriaca debería investigarse libremente y en sus propios
términos y sin la limitación de establecer una reconciliación previa de las opiniones de
Mises y Hayek. Cualquier desvío este método de investigación abierta y sin límites resulta
peligrosamente oscurantista y menoscaba la integridad científica de la economía
austriaca.
La economía sencilla trata “un sujeto económico ideal”, que es la humanidad “tratada
como una unidad” y “comparada con la naturaleza”, de forma que las cuestiones de los
intereses en conflicto y la justicia económica son tan irrelevantes para la economía
sencilla como para la economía de Robinson Crusoe. Sin embargo, la economía sencilla
idealizada está lejos de la “economía de la escasez de una persona aislada” y “tiene la
amplitud de una economía nacional con toda su riqueza, conocimiento técnico y
problemas de cálculo económico” (Wieser 1967, pp. 10, 19). Finalmente, la economía
sencilla “está guiada por una sola mente. Responde a su propósito de una manera
irreprochable, porque la guía una mente sistemática y penetrante. Este director prevé
fines, los compara sin error ni pasión y mantiene una disciplina que asegura que todas
las instrucciones se ejecutan con la máxima precisión y habilidad y sin pérdida de
energía. Suponemos además que todas las fuerzas individuales requeridas se
encuentran a disposición de esta dirección social sencillamente como si estuvieran en la
lista de sus intereses individuales (Wieser 1967, pp. 19-20).
Dicho de otra manera, la asignación de lo que Wieser llama “medios de coste productivo”
o “medios de coste”, es decir, trabajo y otros recursos relativamente no específicos, de
una manera que iguale la utilidad marginal por unidad de los medios de coste a lo largo
de todas las ramas de producción en la economía sencilla está limitada, en el lado de la
oferta, por las desiguales disponibilidades de los “medios productivos específicos” como
depósitos de minerales o espacios urbanos y, en el lado de la demanda, tanto por las
distintas estructuras de la escala de necesidades asociadas con productos concretos
individuales como por los distintos grados de indivisibilidad de estos productos.
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El margen general de utilización ha de establecerse de tal manera que incluya el mayor número
posible de grados de utilidad. Una saciedad completa ha de obtenerse para todas las necesidades
más estrechamente limitadas. Pero, además, los márgenes más estrechos de uso de valores de
escasez, así como de abundancia, son los indicados para permitir la mayor gratificación
extensiva posible. El máximo total de satisfacción es el factor decisivo en todo caso individual.
Cada medida económica de satisfacción ha de disponerse de tal manera que añada el máximo de
utilidad al total garantizado en caso contrario. No hay que consentir ningún uso mientras alguna
disposición alternativa genere un efecto más beneficioso.
Aunque Wieser nunca usara el término “valor natural” en Economía social, es evidente
por la definición que dio en su obra anterior, Valor natural (1971) que el concepto se
refiere al patrón de utilidades marginales y aparecería la economía sencilla de EG, que
desarrolló con tan minucioso detalle a lo largo de 180 páginas en dicha obra anterior.
Así, Wieser (1971, p. 60, 62) define el “valor natural” como “aquel valor que deriva de la
relación social entre cantidades de bienes y utilidad o valor como existiría en el estado
comunista”. No cabe duda de que Wieser concebía el valor natural como un concepto de
EG, al haber escrito: “pensaremos en el estado comunista como un estado perfecto.
Todo estará ordenado de la mejor manera posible. (…) No se producirá nunca ningún
error ni ningún otro tipo de fricción. El valor natural será aquel que se reconozca por
medio de una comunidad completamente racional y unida”. Cuando los bienes han
alcanzado su valor natural, el “valor total de utilidad” (definido como la utilidad marginal
por unidad de un bien multiplicada por su cantidad y sumada sobre todos los bienes de
consumo presentes y futuros) está en su máximo.[5]
Desde mi punto de vista, Wieser puede describirse mejor como un marginalista sistemático,
alguien que entendía la interdependencia económica general, pero pensaba que centrarse en el
equilibrio del mercado múltiple no era la mejor manera de explorar la naturaleza del sistema.
No lo describiría como un teórico del equilibrio general de ningún tipo.
Pero es verdad que, para Wieser, la asignación óptima de recursos que genera el
máximo utilidad y se refleja en los valores naturales de los productos en la economía
sencilla está inevitablemente distorsionada en la economía social por la distribución
desigual de riqueza y renta que resultan del intercambio. Esta desigualdad da lugar a
poder económico, lo que, a su vez, impregna y deforma la mayoría de las relaciones de
intercambio. Así que el valor natural “sencillamente depende de la utilidad”, mientras
que “el valor de intercambio mide una combinación de utilidad y poder adquisitivo”
(Wieser 1971, p. 57). Como consecuencia del impacto de riqueza y rentas desiguales
sobre el poder adquisitivo, la producción dirigida por el valor de intercambio “se ordena
no solo de acuerdo con el simple deseo, sino también de acuerdo con la riqueza. En lugar
de las cosas que habrían tenido la máxima utilidad se producirán aquellas cosas por las
que se pague más. (…) Es por tanto la distribución de la riqueza la que decide cómo ha de
funcionar la producción y la que induce al consumo del tipo menos económico: un
consumo que desperdicia en placeres innecesarios y culpables lo que podría haber
servido para curar las heridas de la pobreza” (Wieser 1971, p. 58).
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pagan el mismo precio por el pan, que se establece de acuerdo con su valoración
marginal o “la medición del hambre” del mendigo (Wieser 1971, p. 58). La enorme
plusvalía de consumo que obtiene el rico en la compra de esos productos básicos le
permite así competir con otros por productos de lujo cuyos precios se colocan cerca del
máximo de sus valoraciones personales. Consecuentemente, “cuanto más poder
adquisitivo del rico se gaste en la compra de productos necesarios, mayores serán los
medios que tendrá que entregar, con lo cual se extenderán y aumentarán los precios
que ofrecen por los productos de lujo y más defectuoso será el impulso dado al
consumo para la producción” (Wieser 1971, pp. 59). Llevado al extremo, “los miembros
de los estratos de rentas más altas y máximas que pretendan excluir de la competencia a
todos los demás rivales” en los lujos poseen el poder económico para crear una
situación en la que un bien de utilidad marginal más baja alcance un precio que sea
superior al de un bien de utilidad marginal superior, como se producirían estas utilidades
marginales en la economía sencilla (Wieser 1967, p. 187).
En su posterior Economía social, Wieser (1967, pp. 235-236) decía que la ley del valor
natural era operativa en la economía sencilla como la fuerza primordial y dominante que
da lugar a la constelación real de precios generada por la economía social a pesar de las
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distorsiones introducidas por la existencia de poder económico:
Pero sean cuales sean los nuevos elementos que tengamos que introducir en nuestra
investigación [de la economía social], estos no han traído con ellos ninguna fuerza nueva.
Incluso el nuevo elemento, el dinero, es únicamente un instrumento para llevar a cabo el
movimiento de intercambio de valores naturales. Cuando un resultado social de los precios se
analiza en sus partes componentes, llegamos a las valoraciones personales de las partes
interesadas. Cada una de esas valoraciones obedece a la ley de la economía sencilla. La
diversidad de poder se evidencia solo en la fortaleza con la que este interés personal puede
mostrarse. (…) La ley del precio se deriva de la ley del valor de la economía sencilla.
En un artículo temprano, publicado por primera vez en 1926, Hayek (1984, p. 34)
argumentaba: “la solución del problema de imputación tiene que intentarse sin recurrir
al intercambio (…) tiene que basarse en las suposiciones de una economía basada en
una voluntad uniforme”. Hayek buscaba justificar el procedimiento estático de Wieser de
imputar directamente valores subjetivos a bienes individuales de producción como un
paso lógicamente anterior al funcionamiento del proceso dinámico del mercado.
Defendiendo la teoría de la “imputación directa del valor” frente a la teoría de la
productividad marginal del precio de los factores, Hayek (1984 p. 47) argumentaba:
Este pasaje es extremadamente importante por lo que revela acerca del pensamiento de
Hayek, no sólo doctrinalmente, sino también sustancialmente. Demuestra que a pesar
de haberse visto muy influido, según reconoce él mismo, por el libro Socialismo de Mises,
no entendía o estaba en desacuerdo con el argumento central de dicho libro. Pues Mises
argumentaba que en una economía industrial con una estructura compleja de bienes
heterogéneos de capital, los bienes de producción no pueden valorarse subjetivamente
por imputación directa, solo pueden ser “estimados” objetivamente en términos de
precios cardinales generados por el proceso empresarial del mercado.[9]
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Pesar de su familiaridad con argumento del cálculo de Mises, Hayek (1984, p. 42)
afirmaba que el recurso de Wieser a “la forma en la ética de la utilidad” era necesaria
para diseñar un sistema eterna y simultánea de ecuaciones capaz de resolver el
problema de imputación.[10] En un sistema así, según Hayek (1984, p. 40):
Hayek (1984, p. 42) mantenía que solo resolviendo el problema de la imputación de esta
manera podríamos responder definitivamente a la pregunta: “¿qué parte hay que
imputar a los factores individuales de producción en una economía individual estable?”,
lo que a su vez es “una condición previa para la organización racional de la producción
en una economía sin intercambio”. Así que Hayek (1984, pp. 52-53) rechazaba como algo
teóricamente “sin sentido” la solución de la productividad marginal causal-realista
dinámica propuesta por Menger y desarrollada con todo detalle por Böhm-Bawerk como
una “derivación desigual del valor de los bienes de producción a partir de los del
producto” y argumentaba que los valores de los productos y los bienes de producción
están determinados simultánea y mutuamente. Además concedía: “la escuela
matemática, siguiendo a Walras, ha tratado de resolver con éxito problemas similares
[aunque] no ha tenido éxito en hacer justicia al problema de imputación” (Hayek 1984, p.
53).
Admitiendo que lo anterior refleja sus primeras opiniones sobre teoría económica, que
maduran sustancialmente durante la década de 1930, Hayek siguió siendo un defensor
de la teoría del EG a través de la década aunque abandonara algunos elementos de la
variante específicamente wieseriana de dicha teoría. Así, en su revisión de 1936 del
manual de E.H. Phelps Brown sobre la teoría del equilibrio General, The Framework of the
Pricing System, Hayek (1937, p. 94) comentaba con aprobación: “es un agradable imagen
el que el desarrollo de la economía haya llegado por fin a una etapa en la que se espera
que en una exposición como esta de lo más elemental de la teoría económica por parte
de un economista competente no se encuentre nada importante con lo que estar en
desacuerdo”.[11] Dado que Hayek (1937, p. 95) se encontraba sustancialmente de
acuerdo con Brown sobre las bases analíticas, restringía sus comentarios críticos a
problemas de exposición, uno de los cuales era “el extraordinariamente poco uso de
gráficos” realizado por el autor. En particular, a Hayek (1937, p. 95) le preocupaba la falta
de “curvas de indiferencia o curvas de equiproducto” del libro, suponiendo que el
dispositivo expositivo alternativo de Brown sería confundido por los estudiantes con
“una función de utilidad en el sentido antiguo” y basada en “conceptos absolutos de
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utilidad”. Hayek acababa considerando a libro como uno que “rellenará un espacio
importante en un programa de lecturas bien concebido” para principiantes, aunque
lamentaba el hecho de que dejaba al lector “sin ninguna guía sobre lecturas posteriores”.
Así que 1937 es evidente que Hayek había abandonado algunos conceptos esenciales de
la teoría de Wieser, como la utilidad cardinal, y se había abierto más a la aproximación de
la escuela de Lausana de la teoría del EG que estaba empezando a extenderse entre los
economistas anglófonos. Sin embargo, en 1941, Hayek (1952, pp. 95-244) seguía
empleando el concepto de Wieser de una economía comunista estática para construir
las bases de equilibrio intertemporal de su teoría pura del capital, que desarrollaba a lo
largo de 150 páginas en La teoría pura del capital , incluso manteniendo el nombre de
Wieser de la “economía sencilla”. Curiosamente, en ningún sitio fue más evidente la
profunda influencia de Wieser sobre Hayek que en los intentos de este de alejarse de la
teoría del EG en su famoso artículo de 1945 sobre “El uso del conocimiento en la
sociedad”. Al final de ese famoso artículo, en una crítica a Schumpeter, cuya
construcciones teóricas también estuvieron influidas por Wieser, Hayek renunciaba a su
seguimiento de la teoría de imputación de Wieser por el que tanto había luchado por
perfeccionar y defender como joven economista.[12] Pero Hayek rechazaba el teorema
de imputación directa del valor sobre bases wieserianas y no misesianas. Es decir, no
negaba que una sola mente, por ejemplo, el director de la economía sencilla, que
poseyera todos los datos relevantes fuera capaz de atribuir racionalmente cuotas de
valor a los factores de producción sobre la base de que no podría haber ninguna unidad
objetiva de cálculo económico donde no haya mercados y precios. Más bien, rechazaba
el socialismo como una imposibilidad práctica porque un planificador centralizado el
mundo real nunca sería capaz de atender a todos los hechos requeridos para descubrir
la solución óptima a la que llegaría el director omnisciente de la economía sencilla de
Wieser. Hayek (1972, pp. 90-91) escribía:
La implicación es una relación lógica que puede afirmarse con sentido solo de proposiciones
presentes simultáneamente en una y la misma mente. Sin embargo, es evidente que los valores
de los factores de producción no dependen únicamente de la valoración de los bienes de
consumo, sino también de las condiciones de la oferta de diversos factores de producción. Solo
para una mente que conociera simultáneamente todos estos hechos se conocería necesariamente
la respuesta a partir de los hechos que se le dan. Sin embargo, el problema práctico se plantea
precisamente porque estos hechos nunca van a estar dados para una sola mente y porque, en
consecuencia, es necesario en la solución del problema que se use un conocimiento que está
disperso entre muchas personas.
Antes en el mismo artículo, Hayek calificaba el análisis del equilibrio general en términos
wieserianos como la “lógica pura de la decisión”, identificando su objeto como una
economía sencilla controlada por una sola mente. Aquí de nuevo Hayek (1972, p. 85)
aceptaba lisa y llanamente la conclusión de Wieser de que la asignación racional de
recursos podía lograrse mediante una operación puramente interna e intelectual, sin
recurrir a un proceso externo y social de precios, siempre que la mente directora
poseyera datos suficientes:
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Ni siquiera la mente controladora única en posesión de todos los datos de algún sistema
económico autocontenido y pequeño iría explícitamente (cada vez que tuviera que hacerse algún
pequeño ajuste la asignación de recursos) a través de todas las relaciones entre fines y medios
que podrían verse afectados. En realidad, la gran contribución de la lógica pura de la decisión es
que ha demostrado concluyentemente que ni siquiera esa mente única podría resolver este tipo
de problemas solo construyendo y utilizando constantemente tasas de equivalencia (o “valores”
o “tipos marginales de sustitución”).
5. Conclusión
Dadas las evidencias que se presentan más arriba, creo que es bastante razonable
afirmar varias cosas que han sido discutidas por Caldwell. Primero, Hayek fue realmente
alumno de Wieser y seguidor de la tradición wieseriana (y se consideraba como tal)
incluso después de haber empezado a trabajar conjuntamente con Mises, a quien
reconocía explícitamente como seguidor de una rama distinta de la economía austriaca.
De hecho, las propias palabras de Hayek sugieren claramente que mantuvo su afinidad
con la aproximación de Wieser al análisis económico ya dentro de la década de 1970 y
que anticipó y alabó su futuro reavivamiento.
Tercero, Hayek no adoptó originalmente la teoría del EG como una manera de convencer
a los teóricos alemanes del ciclo de que la teoría monetaria del ciclo económico no se
basaba en los fundamentos de la teoría cruda de la cantidad, lo que no significa negar
que pueda haberla usado para este propósito. Más bien, la aprendió de Wieser en la
universidad y luego como joven economista se dedicó a la tarea de corregir y defender la
solución de su maestro para el problema más difícil, la imputación directa de utilidad
para los bienes de orden superior. Además incluso el posterior intento de Hayek del
liberarse del análisis del EG daba la impresión de su formación wieseriana, centrándose
en la demostración de que la asignación óptima de factores lograda por la aplicación de
la lógica pura de la decisión a las condiciones de una economía sencilla no podía ser
replicada en la práctica en una economía en la que el conocimiento estuviera disperso
entre muchos agentes económicos independientes.
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179 y Kirzner 2001, pp. 34-68.
[3] Como señala Robert Ekelund (1970, p. 183): “El cálculo y maximización de la utilidad
era el meollo de la cuestión y el valor que resultara de la economía sencilla iba a quedar
como modelo frente al cual iban a medirse todas las sociedades de la economía real”.
[4] Wesley Clair Mitchell (1999, p. 252) describe el rechazo de Wieser de la idea del
equilibrio estático de los economistas matemáticos en términos similares.
[5] Según Wieser (1967, pp. 124-26): “La ley fundamental del cálculo de utilidad indica
que una existencia divisible de bienes ha de considerarse económicamente como una
suma de unidades, cada una de las cuales se calcula por la utilidad marginal. Las
unidades de masa son al mismo tiempo unidades de utilidad; cuando se calcula la base
hay un cálculo simultáneo de la utilidad. (…) Cuando los medios productivos de coste y el
coste por producto se establecen como la suma de las unidades de utilidad que
contienen, se obtiene la base aritmética para un plan de producción y gestión. Este plan
puede desarrollarse con detalle porque determina los límites de la actividad productiva
así como del consumo. La dedicación a un tipo particular de uso de incluso la parte más
pequeña de la oferta total está incluida”.
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[6] Sobre el papel esencial de la ley de causa y efecto en la economía de Menger, ver
Salerno 1999b, pp. 71-100, especialmente pp. 89-90 sobre su teoría de la imputación.
[7] Como Wieser suponía coeficientes fijos de entrada en cualquier proceso concreto de
producción, Blaug (1985, p. 431) señalaba: “Sin darse cuenta, Wieser de hecho había
planteado un problema típico de programación lineal definido como la maximización de
una relación lineal sujeta a varias limitaciones lineales”.
[8] Como dicen Ingrao e Israel (1990, pp. 111-112), “el proyecto walrasiano quedó
inacabado en otro sentido crucial: ninguna de las tesis analíticas que trataba la teoría
estaba, en realidad, claramente demostrada en los Eléments. Walras declaró su intención
de demostrar que las ecuaciones de equilibrio general tienen una solución determinada,
pero se limito a indicar la condición de igualdad entre número de ecuaciones y número
de incógnitas. (…) Walras se lo dejó a Pareto, que continuó repitiéndolo a pesar de su
mucha mejor formación matemática. (…) En conclusión, ninguno de los tres problemas
analíticos planteados por la teoría del equilibrio económico general (existencia,
exclusividad y estabilidad) recibió ninguna solución ni ninguna definición clara en los
Eléments.”
[10] Curiosamente, como señalaba agudamente Blaug (1986, p. 280), dado que Wieser
mantenía que los valores naturales podían emplearse para el cálculo económico en las
economías socialistas, “fue por tanto a Wieser a quien Ludwig von Mises (…) trató de
refutar cuando desarrolló el argumento de que el cálculo económico racional era
imposible bajo el socialismo”.
[11] Estoy en deuda con William Butos por atraer mi atención hacia esta reseña. Este
reconocimiento no implica estar de acuerdo con la deducción doctrinal que he sacado de
ella.
[12] El sugestivo que en el texto o que estaba criticando a Hayek, Schumpeter (1962, p.
173, fn. 2) mencionaba explícitamente a Wieser y Pareto entre los “más de una docena
de economistas [que] habían intuido la solución” al problema del cálculo socialista antes
que Barone. No hace falta decir que esta solución se basaba en un análisis de EG.
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[13] Para las contribuciones de Menger y Böhm-Bawerk a la evolución de la perspectiva
del cálculo monetario en la teoría de precios totalmente desarrollada por Mises en La
acción humana, ver: Salerno 1991, pp. 367-71; Salerno 1994, pp. 97-100; Salerno 1997,
pp. 25-31 y Salerno 1999b, pp. 80-100.
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