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Cátedra Cultura para la Paz y Derechos Humanos

Primer parcial

Víctor Ariel Carreira

El concepto de DDHH puede ser entendido como un horizonte de intelección que


comprende todos los derechos de todas las personas sólo por el hecho de ser personas
pero en el marco de una comunidad global. Esta noción de contrato entre iguales en el
marco de esta comunidad implica que se pueden pensar estos derechos inherentes,
irrenunciables y progresivos, como un estatuto que concierne a todas las personas que
habitamos en este mundo, y que por ende, no existe un afuera en esta noción de
comunidad. A su vez, los DDHH son emancipatorios porque la noción de igualdad tensiona
con la lógica de propiedad y lo económico. Al mismo tiempo que son un límite al poder
estatal y al ejercicio del poder, porque quienes son poderosos no necesitan una ley que los
ampare. En este sentido, la legislación protege siempre a las personas más débiles.
A- Desde una perspectiva histórica, los DDHH han cumplido un papel legitimador durante el
surgimiento de la modernidad, sobre todo de las formas de vida burguesas. Sin embargo,
luego de la Revolución Francesa, lograron abrir una segunda brecha revolucionaria: la que
atacaba los sueños no cumplidos del mundo burgués. Si bien la ética moderna pregonaba el
universalismo respecto de los derechos del hombre, éstos habían tenido su inspiración en
individuos de origen europeo y blanco, de género masculino y propietario de ciertos bienes.
“Esta subjetividad, así concebida en la esfera de la ética, es catapultada al universo jurídico.
Pero el discurso ético que provee los componentes del discurso jurídico esconde una
voluntad de poder que lo revela como discurso político: traduce las ideas de aquellos que
construyeron el mundo moderno.” (Raffin, 2006: 2). De esta manera Raffin plantea que los
DDHH son una “invención” de la modernidad ya que si bien parten de un paradigma
universalista, sus principios han sido fundados sobre tipos ideales modernos y burgueses.
B- La declaración universal de los DDHH de la ONU en 1948, supuso un punto de corte con
el paradigma hegemónico hasta entonces vigente, porque si bien el concepto se postulaba
como “universal” a partir de las revoluciones burguesas, ni en la norma ni en su legitimidad
los ciudadanos de los países centrales eran pensados en pie de igualdad con los
ciudadanos de las colonias. La idea de pensarnos como comunidad universal sin
distinciones ni jerarquías de estatus es el signo de nuestra contemporaneidad. Aquí se ligan
dos tradiciones: una centrada en los derechos del individuo, que percibe los derechos que
cada persona tiene sólo por haber nacido pero desde una perspectiva del individuo, con la
referencia a la comunidad.
Por otra parte, La Carta de Argel (1976) plantea otro punto de inflexión al hablar sobre los
derechos de los pueblos y no ya de los hombres, poniendo sobre el tapete el derecho a la
autodeterminación de los diferentes pueblos y de las minorías que habitan el globo. Esto
logró que sean tomados en cuenta otros aspectos como el control sobre los recursos
naturales, la biodiversidad, el acceso al agua, etc. al tiempo que supuso un límite a aquellos
elementos que ponían en riesgo a las poblaciones económicamente marginadas.
C- A partir de este momento queda en evidencia la contradicción principal que venían
arrastrando los DDHH desde su momento fundacional: el “universalismo” occidental,
patriarcal y burgués entra en conflicto con el relativismo cultural.
En este sentido, Segato diferencia entre sociedad nacional y la comunidad moral: la
costumbre “nativa” no puede ser considerada un equivalente a la ley que constantemente se
genera y se transforma como consecuencia de las luchas entre grupos de interés dentro de
las sociedades nacionales y de la comunidad internacional. Por eso plantea que la ley se
encuentra en permanente tensión con la costumbre “no solamente en el caso de las
sociedades “simples” o “pueblos originarios”, sino también con relación a las costumbres del
propio Occidente en plena modernidad.” (Segato, 2004: 4). Un claro ejemplo de esto último
han sido los derechos conquistados por las mujeres, o el de las minorías raciales que han
despertado un fuerte rechazo en algunos sectores de la sociedad occidental.
Segato toma prestado de Boaventura de Sousa Santos el concepto de “localismo
globalizado” para describir el proceso de globalización arbitraria de valores locales que han
logrado imponerse por sobre los demás. En este sentido, observa que “el gran desafío para
las culturas fragilizadas por el contacto con el Occidente fue la necesidad de implementar
estrategias de transformación de algunas costumbres preservando el contexto de
continuidad cultural.” (Segato, 2004: 4). Esto se debe a que durante los procesos de
colonización, el humanitarismo – de los misioneros y los voluntarios - si bien entró en
conflicto con los administradores imperiales, no pudo liberarse de su naturaleza colonial.
Segato enumera tres propuestas de conciliación de ambos principios – el relativista y el
universalista -:
1. La primera, es la presentada por el antropólogo Richard Wilson durante los 90, donde
presenta a los Derechos Humanos como un recurso que se coloca a disposición.
2. La segunda supone revisar la manera en que los antropólogos entienden la noción de
relativismo: por más homogénea que sea una cultura, siempre habrá en ella disenso y
grupos con intereses encontrados. Sugiere que “la manera adecuada y fructífera de pensar
el tema del conflicto es buscando su transformación más que su resolución, donde lo que se
transforma no son solamente los derechos del grupo insatisfecho sino el conjunto de la
sociedad” (Segato, 2004: 11), y es aquí donde los DDHH brindan un marco de apoyo
conceptual fundamental.
3. La tercera es la que propone el antropólogo Boaventura de Sousa Santos, quien plantea
entender las distintas debilidades que tiene cada comunidad, reconocerlas y a partir de ahí
construir un multiculturalismo donde todos ganen y no se pierda. Segato entiende que la
forma que hay para conciliar la idea de moral y de ley, la visión y el principio del relativismo
cultural y el principio de universalismo, tiene que pasar por un impulso ético. Lleva a la
necesidad de que haya un tercer elemento de justicia, porque está la ley, la moral y hace
falta uno que mueva la relación a una mayor justicia y que no sea regresiva. Este tercer
principio de justicia es la ética y lleva a que esa relación permanente entre ley y moral vaya
hacia una ampliación de los DDHH. El impulso ético es una actitud y una inquietud que
impulsa al mundo a transformar lo no aceptable.
Por su parte, Boaventura de Sousa Santos, propone superar esta falsa dicotomía por medio
de los que él denomina como “hermenéutica diatópica”, es decir, un diálogo intercultural que
tenga como objetivo central la complementariedad entre las diferentes culturas. “El
reconocimiento de la incompletud y debilidad recíprocas es una condición sine qua non para
un diálogo intercultural. La hermenéutica diatópica edifica sobre la identificación local de la
incompletud y la debilidad, y sobre su inteligibilidad translocal. En el área de los derechos
humanos y la dignidad, el apoyo social para las reivindicaciones emancipadoras que
potencialmente contienen sólo es alcanzable si dichas reivindicaciones han sido apropiadas
por el contexto cultural local. La apropiación, en este sentido, no puede ser obtenida a
través de la canabalización cultural. Ésta requiere del diálogo intercultural y de la
hermenéutica diatópica.” (De Sousa Santos, 2002: 74). Sin embargo, dicho diálogo sólo se
hace posible por la simultaneidad temporal de dos o más contemporaneidades diferentes.
En síntesis, la hermenéutica diatópica es poder encontrar aquello que la otra cultura puede
contribuir a completar lo que a mí cultura le falta. Cuando hablamos de relaciones de
dominación prima la imposición por sobre el diálogo.
Finalmente, plantea 4 condiciones para lograr un multiculturalismo progresista:
1. De la completud a la incompletud: la completud cultural es el punto de partida, no el punto
de llegada. La completud cultural es la condición prevalente antes de que el diálogo
intercultural comience.
2. De versiones estrechas de culturas a versiones amplias de culturas
3. De tiempos unilaterales a tiempos compartidos: el momento para entablar los diálogos
interculturales no puede ser establecido unilateralmente.
4. De partes y asuntos impuestos unilateralmente, a partes y asuntos escogidos
mutuamente: ninguna cultura iniciará un diálogo con cualquier cultura sobre cualquier
asunto.

2
A- Tomando en cuenta las dificultades globales para acceder a la vacunación contra el
COVID-19 para enormes porciones de la población, desde los DDHH es posible recurrir a
diferentes mecanismos de protección tanto a nivel global como a nivel regional. Estos son (a
nivel global): la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (1966), el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (1966); y a nivel regional: la Declaración Americana de
los Derechos y Deberes del Hombre (1948), la Convención Americana sobre los Derechos
Humanos - Pacto de San José de Costa Rica (1969) y el “Protocolo de San Salvador”
(1988).
A nivel global, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el artículo 25 tiene
una relación directa, ya que plantea que toda persona tiene derecho a un nivel de vida
adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la
alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios.

C- Los principios de los DDHH se interrelacionan para dar cuenta del carácter complejo y
progresivo del concepto de dignidad humana. Estos son:
- Universalidad (es universal para todas las personas, pero sobre todo apunta a que
es un atributo de las personas más allá de la voluntad de los Estados dentro de los
cuales permanecen)
- Indivisibilidad e interdependencia (No se puede concebir cada derecho humano por
separado, sino que se trata del cuerpo de DDHH porque se considera que hay una
interdependencia en la garantía, en la protección y promoción, pero también en la
vulneración de los DDHH)
- Inalienabilidad e imprescriptibilidad (no hay fenómeno que justifique la quita de los
DDHH -por ejemplo, cuando las personas son procesados pierden la libertad de
circular o derechos particulares en virtud de la sanción que se le aplique, pero no
implica que se ponga en juego su carácter de sujetos de derechos; la
imprescriptibilidad tiene que ver con que las violaciones de DDHH son violaciones en
términos universales y de la humanidad por lo que no corre los plazos de los delitos
comunes
- Irreversibilidad y progresividad (una vez que se reconocen los derechos no pueden ir
para atrás, las perspectivas se proyectan en la progresión: las agendas van
incorporando aspectos que tienen que ver con la dignidad humana y que se articulan
en torno a ella)
- Igualdad y no discriminación
- Exigibilidad (Los DDHH no son aspiraciones y deseos, sino que forman parte de un
cuerpo normativo que tienen una operatividad a través del sistema judicial,
principalmente, y del sistema político).

D- Una de las principales fortalezas de los estados, es que al ser parte de los diferentes
pactos y tratados pueden denunciar la problemática de la escacez de vacunas como
violación a los derechos humanos, agilizando así muchas trabas burocráticas que tendrían
que sortear las personas si actuasen individualmente. A su vez, las organizaciones de los
pueblos pueden apropiarse de las recomendaciones de los tratados internacionales,
convirtiendo el valor jurídico en un valor político.
En cuanto a las debilidades, podrían contemplarse las contradicciones derivadas en cuanto
a la implementación de mecanismos de protección referentes a la prevención y a la
distribución de las vacunas al interior de cada estado, lo cual podría significar un
avasallamiento por parte del estado de ciertos derechos.

3- La DSN reunió un conjunto de criterios y proposiciones articulados por los EUA para
orientar las acciones de las FFAA de los países latinoamericanos en su función de hacer la
guerra para combatir la “subversión” y el comunismo, mientras el objetivo real fue la
implementación del neoliberalismo -en connivencia con sectores conservadores-. La Guerra
Fría “suministró el contexto global del anticomunismo patológico” (Calloni, 1998:16), y fue
fundamental la Escuela de las Américas (1946), que durante 40 años adoctrinó a militares y
jefes de policía -luego con roles centrales en las dictaduras de la región- en técnicas de
contrainsurgencia, interrogatorios mediante torturas, infiltración, inteligencia, secuestros y
desapariciones, combate militar y guerra psicológica. La mayor influencia provino de la
escuela francesa (forjada en la Guerra de Indochina y Rebelión de Argel, y basada en los
estatus de “terrorismo” y “enemigo interno”, y centrándose en el poder de la información, en
tanto censura y manipulación, e inteligencia). En 1947 se creó la CIA y se firmó el TIAR en
Brasil, que sentó los principios de solidaridad colectiva ante una agresión extracontinental,
dando lugar a una integración institucionalizada en 1948, con la creación de la OEA. En
simultáneo, empezó a tener peso la teoría del efecto dominó, tras la Guerra de Vietnam
(1955-1975) y la Revolución Cubana (1959), y obligó a EUA a mirar la región a través de la
Doctrina Monroe, lo que provocó que la defensa común contra una agresión extranjera fuera
sustituida por la especialización de cada fuerza local en la seguridad interna y la lucha
antisubversiva.
De acuerdo a Feierstein, y en coincidencia con Winer, la DSN no reconocía “ninguna
diferencia entre subversión, crítica, oposición, política, guerrilla o terrorismo” por lo que todo
era “manifestación de la guerra revolucionaria” y como estrategia la inteligencia reconstruyó
“una red de relaciones entre esta supuesta guerra y los indicios de inconformidad en la
relación” (Feierstein, 2016:271). Bajo la consigna de que cada ciudadano podía ser un
potencial enemigo, difuminaron la frontera entre civiles y militares, combinando conceptos
de seguridad (uso interno) y defensa (uno externo) y habilitando a militares exterminar
civiles; el enemigo ya no era otro Estado como en la doctrina militar tradicional. Winer
describe la situación en Paraguay durante la dictadura de Stroessner (1954-1989): “Bajo el
paraguas de la DSN, no solo se negaron los orígenes socio-económicos de las protestas
políticas -explicándolas en términos de ‘grupos antagónicos’ o ‘subversivos’ que se
proponían destruir la propiedad privada y desestabilizar al stronismo, sino que también se
realizó una lectura distorsionada y ajena de la realidad del momento” (Winer, 2015:55-56),
aunque podría ser una frase aplicable a la gran mayoría de países de la región durante ese
período de dictaduras.
La DSN se planteó como doctrina de baja intensidad y comprendió disciplinamiento a través
de operaciones político-militares que combinaron estrategias psicológicas para mantener a
la sociedad lejos de la “subversión” con participación militar en actividades civiles, para
crear una buena imagen; con la ayuda económica (como Alpro, que establecía que un
escenario adverso generaría nuevos terroristas; programas especiales de adoctrinamiento
para potenciales líderes; enseñanza de fabricación de bombas y suministro de equipos de
tortura eléctrica por parte de la CIA -central que articuló todas las agencias de información
de la región-; entre otras); con la masificación de las técnicas del terror desde la
clandestinidad y terrorismo de Estado, presos políticos, exiliados, robos de bebes,
detenciones ilegales, secuestros, tortura sistemática, desaparición forzada o masacres y
entierro de cuerpos en fosas. Resume Calloni que “fue el esquema bajo cuyo diseño se
produjo el genocidio regional” (Calloni, 1998:16).
En esa línea, en Argentina, explica Carlos Acuña que más allá de que la represión
"aparecía restringida a una guerra contra la subversión" (Acuña, 1995:30) varios factores
determinaron que se trató de un objetivo general. Se eliminó el principio de división de
poderes, la actividad sindical y política y la libertad de prensa. Los grupos de tarea
respondían a las FFAA pero también tenían autonomía: sin orden, detuvieron personas en
dependencias clandestinas, los interrogaban y torturaban para conseguir información de
futuras víctimas; a las mujeres embarazadas, algunos casos producto de violaciones en los
CCD, les robaban el bebé y se lo entregaban a familias de su confianza. Las condiciones
eran infrahumanas. El secuestro, el robo de bebés y la tortura fueron sistemáticos, pero al
no haber regla que normara lo que estaba bien de lo que no, el terror era mayor. Con ello
lograron dormir la escena pública y retardaron las presiones internacionales.
Una de las operaciones internacionales desarrolladas por la DSN fue el Plan Cóndor, cuyo
propósito más concreto, según el periodista Rogelio García fue “la eliminación de los
terroristas fugitivos y los disidentes exiliados” (Calloni, 1998:18). El plan reunió todas las
técnicas antes mencionadas. Se trató de un plan secreto de coordinación de acciones y
mutuo apoyo de las dictaduras de la región (Chile, Paraguay, Argentina, Uruguay, Bolivia,
Nicaragua, y en menor medida El Salvador, Colombia, Perú y Venezuela). Entre otros
procedimientos, se utilizaron vuelos de la muerte, la técnica “camarones bigeard”, y tortura
eléctrica con picana, simulacros de fusilamiento, estiletes, pinzas, drogas, el “submarino” y
“el cubo”, quemaduras, suspensión de barras o del techo, fracturas de huesos, roturas de
órganos, cadenazos, latigazos, sal sobre heridas, ataque con perros, desnutrición,
deshidratación, violación, empalamiento, castración, tortura ante familiares o la presencia de
sus torturas y a veces niños, entre más. Otra de las operaciones militares que se realizó a
nivel regional fue Charly, en 1979, que consistió en llevar la metodología de represión de la
dictadura argentina a Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Honduras, El Salvador y Guatemala,
para limitar el alcance de la revolución sandinista. Fue ejecutada por militares que estaban
en la Operación Cóndor, que comenzaron a realizar de modo encubierto las operaciones de
la CIA, reducida bajo la presidencia de Carter, pero con el apoyo de los sectores más
conservadores de EUA. Entre los métodos exportados estaban los escuadrones de la
muerte, bandas paramilitares de extrema derecha que realizaban asesinatos selectivos,
como lo fue la Triple A.

Bibliografía:

- Calloni, Stella. “Operación Cóndor. Los años de la guerra sucia”, en Los años del lobo: Operación
Cóndor. Buenos Aires, Editorial Continente, 1998.

- Feierstein, Daniel. “Doctrina de seguridad nacional”, en Introducción a los estudios sobre el


genocidio. Buenos Aires, Eduntref, 2016.

- Pérez Esquivel, Adolfo; Cauduro, Gabriela; Zambrano, María Carola Iñiguez; Liwski, Norberto. Los
pueblos constructores de derechos. Buenos Aires, Eudeba, 2013.

- Raffin, Marcelo, Cap. 1: Del otro lado del espejo. La invención de los ddhh, en La experiencia del
horror, Ediciones del Puerto, Buenos Aires, 2006

- Segato, Rita L. Antropología y Derechos Humanos: alteridad y ética en el movimiento de los


Derechos Humanos. Serie Antropológica. Brasilia 2004.

- Souza Santos, Boaventura de, Hacia una concepción multicultural de los derechos humanos, en
http://www.uba.ar/archivos_ddhh/image/Sousa%20-%20Concepci%C3%B3n%20multicultural%20de
%20DDHH.pdf

- Serpaj-Argentina. La no violencia activa, camino hacia la liberación. Teoría y práctica. Buenos Aires,
2003.

- Winer, Sonia. Doctrina de inSeguridad mundial. Paraguay como laboratorio de Estados Unidos en la
región, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2015.

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