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Pero aún más, el apóstol continúa diciendo: "Y por todos los que
nunca han visto mi rostro". Una tercera esfera de su oración, de su
batalla espiritual, la constituían aquellos hermanos de los cuales él
alguna vez había oído, había tenido alguna referencia, pero que
nunca él había visto.
Tal vez usted esté pensando: “esa carga es solo para los apóstoles,
pero no es una encomienda de Dios para todos los obreros."
Permítame decirle, que no es así. En la medida que todos nosotros
abramos nuestro corazón, ampliemos el horizonte; en la medida que
nosotros miremos un poco más allá la obra que Dios está haciendo,
en esa medida alcanzaremos la plenitud de Dios.
Un cambio de paradigma
Hasta el siglo XV, los hombres pensaban que la tierra era el centro -
desde el punto de vista de la distribución en el espacio- del universo.
Existía una visión geocéntrica del universo. Sin embargo, Galileo
Galilei tuvo un rayo de luz para darse cuenta que, en realidad, la
tierra era un planeta más que giraba alrededor del sol. Entonces,
cambió la perspectiva, cambió el paradigma, cambió la forma de
pensar, la forma de ver el universo; aunque tuvo que enfrentar la
hoguera y morir por sus convicciones ante la necedad de un sistema
religioso, que se creía dueño absoluto de toda la verdad. No
obstante, a partir de este descubridor el sol pasó a ser lo que
siempre había sido, el centro de nuestra galaxia.
Colosenses 2:2. ¿Por qué Pablo tiene esta visión apostólica? ¿Por
qué ora no solamente por los de Colosas, sino también por los de
Laodicea y por los que nunca han visto su rostro? Cuando
observamos mas allá de un simple registro de la oración apostólica
como un mero relleno de nuestro devocional, encontramos por lo
menos tres razones, o tres objetivos de la oración apostólica
acostumbrada en sus cartas y que era su sentir para la Iglesia del
Señor, lo cual nos ayudar a tener una identidad completa del Cuerpo.
Miremos estos aspectos:
¿Por qué ellos fueron consolados? Porque ellos, por esa carta,
entendieron que eran libres. Que Cristo los había hecho libres. Que
no era necesario estar adscritos a la ley. Cuántas veces el Señor por
su Palabra nos ha quitado el yugo que los judaizantes, los legalistas
han querido ponernos una y otra vez!
Este amor tiene que ser expresado en la iglesia local. Allí, donde se
asoman las debilidades, donde se demuestran las pequeñeces, las
estrecheces de corazón, la mezquindad y todas las cosas que aun
parece que se aferran a nosotros, ahí, en ese ambiente, que a veces
se enrarece por causas de nuestras debilidades, en ese ambiente, es
donde el amor tiene que cubrir las faltas, es donde el amor se
transforma en el vínculo perfecto, donde el amor es aquella
argamasa que permite unir las piedras para que el edificio siga
creciendo. ¡Gracias a Dios por su amor! Le abrimos el corazón,
quitamos los diques para que fluya, para que corra libremente.
"Conocer el misterio de Dios el Padre, el cual es Cristo". Cuando
conocemos el misterio de Dios quedamos tan atraídos, seducidos.
Entonces caen todas las demás cosas, las doctrinas, los prejuicios,
las suspicacias, las desconfianzas; cuando Cristo ha sido revelado,
esa revelación es tan poderosa que se abre paso a nuestro corazón,
para que en cada creyente, Cristo llegue a ser no sólo el que habita
sino el que se transforma en nuestra propia vida, y el que llega a ser
finalmente el todo en todos, sin divisiones ni diferencias de ninguna
naturaleza. (Colos 3:11)
Hay muchos hijos de Dios que no conocemos, pero bastará que los
oigamos hablar y sabremos que son hijos de nuestro Padre.
¡Tenemos un mismo origen! Fuimos engendrados por el mismo Dios,
llevamos las mismas huellas, la misma imagen y genética ha sido
metida dentro de nosotros, ¿Cómo podríamos no amar a un hijo de
nuestro Padre? Si Dios es tu Padre, entonces yo soy tu hermano. El
Señor nos perdone la estrechez de nuestro corazón